Causa ESMA Requerimiento IV (c. 1415 2°)

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Ministerio Público de la Nación
J.12, S.23, causa nro. 14.217/2003, “ACOSTA, Jorge Eduardo y otros s/delito de acción
pública”
MANIFIESTO, SOLICITO MEDIDAS Y FORMULO REQUERIMIENTO
DE ELEVACIÓN A JUICIO
Señor juez:
Eduardo R. Taiano, titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal nro. 3, en los autos de referencia, respetuosamente ante V.S.
me presento, a fin de contestar, en tiempo y forma, las vistas que me fueran
conferidas a fs. 56.000/3 y 57.206/9.
1) Acerca de los hechos identificados bajo los nros. 511 y 512, esta
Fiscalía entiende que, en los términos del art. 347 inc. 1º del CPPN, la
instrucción no se encuentra completa.
En efecto, en oportunidad de expresarme en los términos del art. 180 del
C.P.P.N. requerí la instrucción respecto de estos hechos, describiéndolos de la
siguiente manera:
511) N.N. femenina, cuñada de “El Topo”. Fue privada ilegítimamente de
su libertad y, luego, conducida a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente
detenida bajo condiciones inhumanas de vida.
Allí, fue vista en el año 1979, sin perjuicio de que también habría
permanecido detenida en los centros clandestinos de detención denominados ‘El
Banco’ y ‘El Olimpo’ (Anexos del Informe de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas, op. cit., pág. 19 del Anexo II ‘Personas vistas en lugares
de detención’, identificada con el número de actor 10658).
Asimismo, el testigo Carlos Muñoz recordó que el ‘Topo’ -Ricardo Pedro
Sáenz- fue secuestrado en la misma época en que él mismo fue privado de su
libertad -fines de 1978- y, luego, fue mantenido encapuchado durante nueve meses y
medio, junto con el cuñado o la cuñada y la madre o la suegra, de quienes nunca
más tuvieron noticias (declaración testimonial prestada por Carlos Muñoz durante
Ministerio Público de la Nación
el juicio oral celebrado en la causa N° 13/84 de la Cámara Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal, obrante a fojas 181 y ss. del legajo N° 4/74/79/80, que
corre por cuerda);
512) N.N. femenina, madre de ‘El Topo’ Fue privada ilegítimamente de su
libertad y, luego, conducida a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente
detenida bajo condiciones inhumanas de vida.
Allí, fue vista en el año 1979, sin perjuicio de que también habría
permanecido detenida en los centros clandestinos de detención denominados ‘El
Banco’ y ‘El Olimpo’ (Anexos del Informe de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas, op. cit., pág. 22 del Anexo II ‘Personas vistas en lugares
de detención’, identificada con el número de actor 10657).
Asimismo, el testigo Carlos Muñoz recordó que el ‘Topo’ -Ricardo Pedro
Sáenz- fue secuestrado en la misma época en que él mismo fue privado de su
libertad -fines de 1978- y, luego, fue mantenido encapuchado durante nueve meses y
medio, junto con el cuñado o la cuñada y la madre o la suegra, de quienes nunca
más tuvieron noticias (declaración testimonial prestada por Carlos Muñoz durante
el juicio oral celebrado en la causa N° 13/84 de la Cámara Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal, obrante a fojas 181 y ss. del legajo N° 4/74/79/80, que
corre por cuerda)”.
En esta oportunidad, además de impulsar la acción, solicité la producción de
diversas medidas de prueba que consideré útiles para la averiguación de la verdad,
tales como la citación a prestar declaración testimonial a las víctimas sobrevivientes
que permanecieron secuestradas en la Escuela de Mecánica de la Armada (18) y que
se cite a prestar declaración testimonial a los testigos presenciales de los operativos
de secuestro, apropiaciones de niños, apropiaciones de bienes, etc., o vinculados a
tales casos, que resultaran necesarios para explicar las circunstancias de modo,
tiempo y lugar en que se desarrollaron tales hechos ilícitos (19).
Sin embargo, durante el transcurso de la investigación no han surgido
elementos suficientes para dilucidar qué fuerza intervino en el secuestro de Ana
Catalina Dulón de Monti y del cuñado o cuñada de Ricardo Pedro Sáenz, como
tampoco se ha logrado identificar a esta última víctima adecuadamente.
En virtud de lo referido y analizadas las constancias que obran en los
presentes actuados, sin perjuicio de que el Sr. Juez haya estimado completa la
instrucción, este Ministerio Público entiende que aún no resulta posible elevar la
causa a juicio respecto de los hechos nros. 511 y 512, puesto que no se ha acreditado
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suficientemente ni la manera en que sucedieron los hechos, ni la vinculación que con
ellos tuvieron los imputados.
Sustenta esta posición, además, lo manifestado por la Sala II de la Excma.
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal al resolver
en la causa nro. 27.611 “Baucero, Daniel y otros s/procesamiento y prisión
preventiva” (Expte. nro. 14.217/03/382- Reg. nro. 29.840, resuelta el 7 de mayo de
2009).
En efecto, en esta oportunidad los Sres. Jueces sostuvieron que no surgía
debidamente acreditada la vinculación de personal del Grupo de Tareas 3.3 con los
hechos que damnificaron a Ana Catalina Dulón de Monti (caso nro. 512) y al
cuñado o cuñada de Ricardo Pedro Sáenz (caso nro. 511).
Los magistrados afirmaron que la prueba recolectada impedía tener por
mínimamente acreditados -dentro del grado de certeza exigido para esa etapa- los
hechos en cuestión. Por este motivo, hasta tanto ello fuera debidamente despejado,
revocaron parcialmente los respectivos procesamientos y decretaron la falta de
mérito respecto de los imputados Guillermo Horacio Pazos, Rodolfo Oscar Cionchi,
Juan Arturo Alomar, Omar Adolfo Eyzaguirre y Luciano Becerra1.
Para arribar a esta conclusión, se refirieron a la sentencia dictada en la causa
nro. 13/84 -caso nro. 224-, oportunidad en la que se estableció que “Está probado
que Ana Catalina Dulón de Monti fue privada de su libertad el 7 de diciembre de
1978 en su domicilio, sito en Pasaje La Garza 1233 de esta Capital, por efectivos
del Ejército Argentino. Dicha circunstancia se encuentra acreditada por los dichos
de su sobrina, Amalia Donadío, quien en la Audiencia declaró que el día anterior al
señalado se presentó un grupo de hombres armados, vestidos de civil, los que luego
de revisar su casa se llevaron detenido a su hermano Alberto Eliseo Donadío (ver al
respecto, Caso n° 467 aquí tratado), permaneciendo una parte de ellos en su
domicilio. Pocas horas después se hicieron presentes en el lugar varias personas
con uniformes militares, quienes habían llegado en una camioneta color verde
oscuro tipo de las que usa el Ejército Argentino, con números en las puertas. El que
comandaba el grupo se identificó como Teniente Primero Gastón López, y lo
acompañaban un suboficial, un dragoneante y tres soldados. Luego de sostener un
1
Cabe destacar que la defensa de Juan Carlos Fotea no recurrió el auto de procesamiento dictado a su
respecto, mientras que la Excma. Cámara Federal de Apelaciones declaró mal concedido el recurso de
apelación interpuesto por la defensa de Víctor Roberto Olivera (Sala II, causa nro. 27.092 “Clements, Miguel
y otros s/procesamiento y prisión preventiva”), razón por la cual la Alzada no tuvo oportunidad de valorar
respecto de ambos la imputación formulada en relación con los casos nros. 511 y 512.
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incidente con los miembros de la parte del grupo que el día anterior había privado
de su libertad a Donadío, superado luego de una llamada telefónica que provocó el
retiro de estos, dicho oficial le pidió a Dulón de Monti que los acompañara,
diciéndole que debían ir al Comando del Primer Cuerpo. A estos dichos deben
agregarse los de Carlos Martín Monti, Rafael Alberto Donadío y Noemí Zulema
Soriano de Monti, en la prevención policial iniciada como consecuencia de la
muerte dudosa en la Comisaría 10ª de esta Capital, posteriormente instruída por el
Consejo de Guerra Especial Estable 1/1 (Expediente 1-J 9-0094/8). Lo dicho, y el
lugar donde ocurrió el procedimiento -perteneciente a la Zona de Defensa 1permiten
afirmar
que
en
ese
operativo
actuó
personal
que
dependía
operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército. Con motivo de su privación de
libertad, se hicieron gestiones ante autoridades en procura de la averiguación de su
paradero y libertad. En tal sentido, su sobrina Amalia Donadío manifestó que al día
siguiente de la privación de libertad de su tía, y ante los dichos del presunto
Teniente Primero Gastón López, se dirigieron al Regimiento N° 1 Patricios, donde
le dijeron que dejara pasar 48 horas y se presentara en el Ministerio del Interior, ya
que allí era desconocido un oficial con tales datos. Antes de transcurrido ese lapso
fue hallado el cadáver de la señora de Monti. Se encuentra acreditado también que
a Ana Catalina Dulón de Monti se la mantuvo clandestinamente en cautiverio. En
efecto, según lo expuesto fue mantenida en cautiverio desde el día 7 de diciembre de
1978 en que fuera secuestrada, hasta el día 9 de diciembre en que fue hallado su
cadáver en la calle Estrada, frente al n° 316, de esta Capital. Ello se desprende de
los dichos de su sobrina en la Audiencia, y de las constancias del expediente
labrado con motivo de su muerte en el Consejo de Guerra Especial Estable 1/1. A fs.
34 del mencionado expediente obra copia del certificado de defunción de la víctima,
donde consta como causa de la muerte un infarto agudo de miocardio y edema
agudo de pulmón. Ello se corrobora con las conclusiones de la peritación efectuada
por el Cuerpo Médico Forense, obrante a fs. 48 ...” (La Sentencia, Tomo II,
Imprenta del Congreso de la Nación, 1987, págs. 58/9).
Es por ello que, cuando se me corrió la vista en cuestión, me expedí en los
términos del inciso primero del art. 347, en el punto VII.3) del requerimiento de
elevación a juicio de fecha 6 de agosto de 2009, y solicité que se continuara la
instrucción con relación a los referidos casos, a fin de disipar las dudas sobre la
responsabilidad de los integrantes del G.T. 3.3/2 en los hechos que damnificaron a
ambas personas.
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En nada obsta que oportunamente se haya impulsado la acción respecto de
estos hechos. En efecto, ese es un presupuesto para el avance de la investigación,
pero de ninguna manera implica que aquella se encuentre completa. Por el contrario,
la información aportada por sobrevivientes del campo de detención que funcionaba
en la ESMA ameritaba que se investigara si efectivamente dichas víctimas habían
permanecido detenidas en ese centro clandestino de detención al menos en algún
momento de su cautiverio. El requerimiento fiscal de instrucción “[p]uede no
contener elementos de la imputación que recién se irán conociendo con la
investigación [CNCP, Sala IV, JA, 2002-III, índice, 204], desde que se produce en
un estado embrionario del proceso”.2
Por todo lo expuesto, estimando que la instrucción en relación con los hechos
nros. 511 y 512 no se encuentra completa, solicito a V.S. que se realicen las
siguientes medidas en virtud de lo dispuesto por el art. 347, inciso 1º:
a) Se requiera al Sr. titular del Juzgado Nacional en lo Criminal de
Instrucción nro. 10 la remisión ad effectum videndi de la causa nro. 40.357
caratulada “Gómez Salvador E. y otros su denuncia”, iniciada en diciembre de 1978,
la cual tramitó ante la Secretaría nro. 129 -que estuvo a cargo del Secretario Raúl
Alberto Beguy-. La causa se formó en virtud del hallazgo del cuerpo de quien fuera
en vida Ana Catalina Dulon de Monti, ocurrido el 9 de diciembre de 1978 en la calle
Estrada, frente al nro. 316 de esta ciudad, e intervino la Comisaría 10ª de la P.F.A.
b) Se cite a prestar declaración testimonial a Carlos Muñoz y a Andrea
Bello, a fin de que precisen con qué familiares o conocidos compartieron cautiverio
Alberto Eliseo Donadio (legajo Conadep nro. 2500) y Ricardo Pedro Saenz apodado “el topo” (legajo Conadep nro. 4164)- en las dependencias de la E.S.M.A.
(es decir, que se determine si allí estuvieron alojados junto con la suegra, la cuñada,
el cuñado, la prima o el primo de alguno de ellos). Asimismo se les deberá preguntar
en qué período los vieron o, en su defecto, cuándo dejaron de verlos (tanto a
Donadio y Saenz como a sus familiares).
c) Se cite a prestar declaración testimonial a María Elena Monti (esposa de
Saenz y prima de Donadio), a Amalia Donadio y a Rafael Alberto Donadio
(hermana y padre de Alberto Eliseo respectivamente), como así también a los demás
familiares de Ana Catalina Dulon de Monti, Alberto Eliseo Donadio y Ricardo
Pedro Saenz que puedan ser identificados, a fin de que depongan respecto de los
2
Código Procesal Penal de la Nación. Análisis doctrinal y jurisprudencia. , NAVARRO, Guillermo Rafael y
DARAY, Roberto Raúl, 2ª edición, Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 2006, Tomo I. Pág. 476
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hechos materia de investigación. Al respecto cabe agregar que en el legajo Conadep
nro. 2500 perteneciente a Alberto Eliseo Donadio se encuentra mencionado Augusto
Dulon -hermano de la fallecida Dulon de Monti-, y en la sentencia dictada en la
causa nro. 13/84 se menciona a Carlos Martín Monti y Noemí Zulema Soriano de
Monti3.
d) Se requiera a Sr. Presidente del Archivo Nacional de la Memoria la
remisión de copias del legajo Conadep nro. 4166, perteneciente a Lidia Juana
Batista de Bretaña, en virtud de lo declarado por María Elena Monti en el legajo
Conadep nro. 4164.
2) Acerca de los hechos identificados bajo los nros. 303 y 324, esta
Fiscalía entiende que, en los términos del art. 347 inc. 1º del CPPN, la
instrucción no se encuentra completa.
Una situación similar a la descripta en el acápite precedente es la que se
presenta respecto de estos hechos. En efecto, en el dictamen de fecha 6 de agosto de
2009, esta Fiscalía solicitó a V.S. que continuara la instrucción en relación con tales
sucesos, habida cuenta que el resultado de las actuaciones complementarias
tramitadas en esta Fiscalía no han arrojado otras pruebas que las oportunamente
valoradas por el Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 6.
Cabe destacar que, conforme se desprende de la copia certificada que obra a
fs. 41.167/75 de los autos principales, con fecha 12 de septiembre de 2008 el T.O.F.
nro. 6 declaró la nulidad parcial del requerimiento de elevación a juicio en la causa
nro. 1351 caratulada “Nicolaides, Cristino y otros s/ sustracción de menores –
privación ilegal de la libertad” en relación con el caso nro. 7 “hija de Miriam
Ovando y de René de Sanctis, legajo de la CONADEP nro. C6005”.
De dicha resolución se desprende que oportunamente se había requerido la elevación
a juicio del caso de Miriam Ovando. Para ello se habían tenido como pruebas de
cargo el testimonio prestado por Nilda Haydée Orazi González el 13 de julio de
1998 en Madrid, quien mencionó a Miriam Ovando como una chica embarazada que
fue trasladada con ella a la E.S.M.A., y el de María Alicia Milia de Pirles, quien a
fs. 2058/64 de esos actuados recordó entre los casos de la E.S.M.A. el de Miriam
3
Resolución que fue citada por la Sala II de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal al resolver en la causa nro. 27.611.
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Ovando, a la que llamaban “Tita”, provenía de Coordinación Federal, y fue
trasladada luego de haber dado a luz un varón en julio de 1977.
Sin embargo, luego de un análisis del conjunto de causas en las que se
investigan los hechos ocurridos en la E.S.M.A. durante la última dictadura militar, se
detectaron evidencias que indicarían que la mujer embarazada apodada “Tita” que
tuvo un bebé en la E.S.M.A. en julio de 1977 sería Iris Nélida García Soler y no
Ovando (confr. fs. 41.167/75).
Por otra parte, respecto de Miriam Ovando, el Tribunal afirmó que habría
tenido una hija en la Provincia de Buenos Aires. A tales fines se tuvieron en cuenta
los siguientes elementos de prueba:
-la denuncia efectuada por Oscar Jerónimo Ovando (padre de la víctima) ante
la CONADEP, quien refirió haber recibido una carta de su hija en la que le contaba
que había dado a luz a una niña a la que llamó Laura Catalina (fs. 1/3 del legajo
CONADEP nro. 6005 correspondiente a Miriam Ovando);
-los dichos de Carmen Isabel Terré, madre de Raúl René De Sanctis -esposo
de Ovando-, quien refirió que ambos habrían sido llevados a Campo de Mayo
(legajo CONADEP nro. 6005).
Asimismo se hizo mención al requerimiento de elevación a juicio efectuado
por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo en el marco de los presentes actuados,
oportunidad en la que se refirió que “...se ha incurrido en un grave error por cuanto
los testimonios relevados, donde se hace referencia a una chica cuyo alias era ‘Tita’
... no se refiere a Miriam Ovando De Sanctis, sino que se refieren al secuestro,
privación ilegítima de la libertad, tortura y parto en cautiverio de Nilda Iris
García...”.
A ello cabe agregar que en la causa nro. 4012 del Juzgado Federal en lo
Criminal y Correccional nro. 2 de San Martín, Provincia de Buenos Aires, con fecha
21 de abril de 2008 se dispuso el procesamiento de Santiago Omar Riveros y
Reynaldo Benito Antonio Bignone en relación con el caso nro. 99 “Ovando, Miriam
y otro”. En esa oportunidad, se afirmó que las víctimas resultaron ser Miriam
Ovando y Raúl René De Sanctis, quienes habrían sido privados de su libertad en la
localidad de Virreyes, Partido de San Fernando, Provincia de Buenos Aires, entre los
días 1ro. de abril de 1977 y el 20 de mayo de ese mismo año. Ovando se encontraba
embarazada de cinco meses aproximadamente, y habría presuntamente dado a luz a
una niña (Laura Catalina) en julio de 1977 dentro de la Zona de Defensa nro. IV,
que incluía los Partidos de Tres de Febrero, San Martín, Vicente López, San Isidro,
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San Fernando, General Sarmiento, Tigre, Pilar, Exaltación de la Cruz, Escobar,
Zárate y Campana.
Atento a lo resuelto por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal nro. 6 y sobre
la base de los elementos probatorios allí citados, entiendo que no resulta posible
afirmar ni descartar -con el grado de certeza necesario para esta etapa procesalque Miriam Ovando haya permanecido privada de su libertad y haya dado a luz en
las dependencias de la E.S.M.A. Por este motivo, estimo necesario continuar con la
investigación respecto de los casos nros. 303 y 324, por lo que solicito a V.S. que se
realicen las siguientes medidas en virtud de lo dispuesto por el art. 347, inciso 1º del
CCPN:
a) Se requiera al Tribunal Oral en lo Criminal Federal nro. 2 de San Martín Secretaría Ad-Hoc-, la remisión de copias certificadas de la resolución mediante la
cual se dispuso el procesamiento de Santiago Omar Riveros y Reynaldo Benito A.
Bignone en el Caso 99: “Ovando y De Sanctis”; de la resolución mediante la cual la
Excma. Cámara del fuero confirmó parcialmente dicho pronunciamiento y, si los
hubiera, del requerimiento fiscal de elevación a juicio y del auto de clausura de la
instrucción.
3) En relación con los proveídos de fecha 18 de agosto y 21 de septiembre
del corriente (obrantes a fs. 57.206/9 y 56.000/3, respectivamente), en aquello
cuanto no mereció tratamiento en los puntos 1, 2 y 4:
A fs. 57.208vta. punto VI.), V.S. manifestó al referirse a la resolución de la
Excma. Cámara del fuero de fecha 19 de julio de 2007 -en particular al caso de Juan
Carlos Sosa Gómez- que, cuando el superior se expide sobre un hecho de modo
global, la imputación ya se encuentra efectivamente formulada sin importar si se
incluye o no el número de caso en la síntesis final.
Siguiendo tal interpretación, en lo que respecta al caso 444) en relación con
Jorge Carlos Radice, debo recordar que la Excma. Cámara del fuero, al momento
de confirmar el procesamiento del imputado el 19 de julio de 2007, omitió incluir en
la parte resolutoria el hecho que damnificó a Juan Cabandié Alfonsión, pese a haber
manifestado en los considerandos que la privación ilegal de la libertad de la víctima
se hallaba debidamente acreditada. En consecuencia, considero que deberá seguirse
Ministerio Público de la Nación
igual criterio y elevaré a juicio dicho caso en relación con la responsabilidad penal
que le cupo al imputado Radice.
A la luz de la interpretación propiciada por V.S., también entiendo que
corresponde seguir igual parámetro de análisis respecto a los requerimientos fiscales
de elevación a juicio, donde se consigna correctamente la imputación formulada
contra los imputados al momento de describir el hecho y la responsabilidad penal
que les cupo, pero, por un error material involuntario, se incluye u omite la mención
del caso en la síntesis final.
En efecto, el caso nro. 69) fue erróneamente consignado en la enumeración de
los hechos delictivos adjudicados a Alberto Grabriel Vigo al final del
correspondiente requerimiento de elevación a juicio (cfr. fs. 55.915vta.). Sin
embargo, al momento de formular la imputación concreta contra los imputados con
relación al hecho que damnificó a Osvaldo Rubén Cheula (nro. 69), no se había
realizado imputación alguna contra el mencionado imputado (cfr. fs.
55.097vta./55.098). En consecuencia, al momento de describir el hecho y formular
la imputación concreta contra los imputados a los cuales se les reprocha haber
participado en aquél, no se incluyó a Vigo; en función de tal descripción e
imputación es que, en definitiva, se realizará el juicio oral correspondiente, puesto
que en ese punto es donde se establece la base fáctica de la imputación. En concreto,
la mención de dicho caso en la síntesis final de la citada pieza procesal citada se
debió a un error material involuntario, que mediante la presente aclaración dejo
salvado.
Similar circunstancia se presenta en la descripción del hecho nro. 403)
Evelyn BAUER PEGORARO (hija de Susana Beatriz Pegoraro) y la
correspondiente imputación (fs. 49.661/vta.), donde no se incluyó a Jorge Luis
Magnacco. Sin embargo, debido a un error material involuntario, dicho caso se
encuentra mencionado al momento de realizar la síntesis de las imputaciones por las
que deberá responder.
El mismo argumento es aplicable al caso número 390) Carlos Alberto
GARCÍA (fs. 49.653/vta.), en lo relativo a su involuntaria inclusión al momento de
realizar la síntesis de las imputaciones por las que deberá responder Jorge Eduardo
Acosta.
Situación inversa pero con similar solución se presenta en el caso nro. 588) en
relación con el imputado Miguel Ángel Alberto Rodríguez. En esa ocasión, se
formuló la correspondiente imputación contra Rodríguez con relación al hecho
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descripto que damnificó a Julio Jorge Villar (cfr. fs. 55.304vta./55.305), habiéndose
obviado por un error material involuntario -que ahora vengo a salvar- la mención de
dicho caso en la sítensis final del correspondiente requerimiento de elevación a
juicio (cfr. fs. 55.916).
Lo mismo ocurrió en el requerimiento fiscal de elevación a juicio formulado
contra Hugo Enrique Damario respecto a los hechos que damnificaron a Juan
Carlos SOSA GÓMEZ -caso 238- (fs. 49.560/vta.), contra Oscar Rubén Lanzón
en función del hecho que damnificó a
Joaquín POMPONI -caso 363- (fs.
49.636/vta.), y contra Raúl Jorge González en cuanto concierne a su
responsabilidad en el caso que perjudicó a Sebastián ROSENFELD MARCUZZO
-caso 449- (fs. 49.678/vta.), los cuales no fueron mencionados en la síntesis final de
la mencionada pieza procesal, debido a un error material involuntario, que vengo a
salvar en esta oportunidad.
Resta, entonces, aclarar la calificación jurídica que corresponde, a mi criterio,
asignar a dichos casos en relación con los mencionados imputados.
En síntesis, corresponde imputar a:
a) MIGUEL ÁNGEL ALBERTO RODRÍGUEZ, ser coautor de los delitos
de privación ilegítima de la libertad doblemente agravada por la condición de
funcionario público y por haberse cometido con violencia, cometida en perjuicio de
la víctima correspondiente al caso nro. 588 -en grado de tentativa-; homicidio
agravado por haberse realizado con alevosía, con el concurso premeditado de dos o
más personas y con la finalidad de procurar la impunidad para sí, en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 588 (artículos 2, 42, 45, 80 incs. 2º, 6º y 7º, 144
bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
b) HUGO ENRIQUE DAMARIO, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad doblemente agravada por la condición de funcionario público
y por haberse cometido con violencia, cometida en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 238; imposición de tormentos con el propósito de
obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido cometidos
en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 238 (artículos 2, 45, 144 ter párrafos 1 y 2, 144 bis inc.
1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley
14.616).
Ministerio Público de la Nación
c) OSCAR RUBÉN LANZÓN, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público,
por haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, cometida en
perjuicio de la víctima correspondiente al caso nro. 363; imposición de tormentos
con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio
de la víctima correspondiente al caso nro. 363 (artículos 2, 45, 144 ter párrafos 1 y 2,
144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de
la ley 14.616).
d) RAÚL JORGE GONZÁLEZ, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad,
agravados por haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos
en perjuicio de la víctima correspondiente al caso nro. 449; sustracción, retención u
ocultación de un menor de diez años de edad, en perjuicio de la víctima
corresondiente al caso nro. 449 (artículos 2, 45, 144 ter párrafos 1 y 2 y 146 del
Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616).
Asimismo, como surge a fs. 49.580/1, al momento de analizar los hechos
nros. 275) Pablo Antonio MIGUEZ y 366) Pablo MÁRQUEZ, por tratarse de la
misma víctima, ambos números de casos fueron descriptos conjuntamente. Por ende,
tanto la imputación del hecho 275) como del 366) se encuentran debidamente
incluidas en el requerimiento de elevación a juicio, sin perjuicio de la afirmación
formulada por V.S.
Finalmente, debo recordar que, como se desprende de fs. 31.770/1, Pedro
Antonio Santamaría no estaba incluido entre los imputados por los que requerí el
28 de diciembre de 2007 la elevación a juicio del hecho 1) Lilia María ÁLVAREZ,
por lo que el requerimiento de elevación a juicio presentado el 30 de marzo de 2009
constituye la primera ocasión en que me pronuncié al respecto.
4) Acerca de los niños nacidos en cautiverio
Los hechos en cuestión fueron descriptos en las respectivas declaraciones
indagatorias de la siguiente manera:
Ministerio Público de la Nación
-307) CASTRO RUBEL, hijo de Ana María RUBEL de CASTRO: Nació
en cautiverio aproximadamente en el mes de junio de 1977, en la enfermería del
casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre Ana María Rubel de Castro se
hallaba ilegítimamente privada de su libertad en esa dependencia naval;
-308) POBLETE MOYANO, hija de María del Carmen MOYANO de
POBLETE: Nació en cautiverio en el mes de junio de 1977, en la enfermería del
sótano del casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre María del Carmen
Moyano de Poblete se encontraba clandestinamente detenida en esa dependencia
naval;
-325) DONDA PÉREZ, hija de María Hilda PÉREZ de DONDA: Nació
en cautiverio, aproximadamente entre los meses de julio y agosto de 1977, mientras
su madre María Hilda Pérez de Donda se hallaba privada ilegítimamente de su
libertad en la E.S.M.A. A los quince días del alumbramiento, personal de la
Aeronáutica llevó nuevamente consigo a María Hilda Pérez de Donda, mientras que
su hija permaneció tres días más en la E.S.M.A., al cabo de lo cual también fue
retirada de ese sitio;
-370) PENINO VIÑAS, hijo de María Cecilia Viñas: Nació en cautiverio el
día 7 de septiembre de 1977, mientras su madre María Cecilia Viñas de Penino se
hallaba clandestinamente detenida en la E.S.M.A. Efectivamente, el día 7 de
septiembre de 1977 Viñas de Penino dio a luz a un niño, luego de lo cual fue
trasladada, mientras que el bebé le fue retirado;
-393) ROCHISTEIN TAURO, hijo de María Graciela Tauro: Nació en
cautiverio en el mes de octubre de 1977, mientras su madre María Graciela Tauro se
hallaba ilegítimamente privada de su libertad en la E.S.M.A., bajo condiciones
inhumanas de vida. Durante su cautiverio, la madre era conocida con el apodo de
“Raquel”, y de esta forma fue mencionada por Sara Solarz de Osatinsky como la
mujer que había sido secuestrada por la Fuerza Aérea en la Ciudad de La Plata,
Provincia de Buenos Aires, y que habría dado a luz un varón en la pieza donde se
hallaban recluidas las embarazadas;
-403) N.N. femenina, hija de Susana Beatriz PEGORARO: Nació en
cautiverio entre los meses de noviembre y diciembre de 1977, mientras su madre se
hallaba clandestinamente detenida en las instalaciones de la E.S.M.A.;
-426) FONTANA DEHARBE, Liliana Clelia 427) bebé de sexo masculino
nacido en cautiverio, hijo de Fontana Deharbe. Fue privada ilegítimamente de su
libertad junto con Pedro Fabián Sandoval, en su domicilio sito en la calle Kelsey
Ministerio Público de la Nación
Nº2034, de la localidad de Caseros, Provincia de Buenos Aires, el 1º de julio de
1977, a las 21 horas aproximadamente, por cuatro hombres armados vestidos de
civil quienes se identificaron como personal de las fuerzas conjuntas. Al momento
de su detención, se hallaba embarazada de dos meses y medio. Fue conducida al
centro clandestino de detención conocido como “El Atlético”. Entre los días 15 y 25
de diciembre de 1977, fue trasladada a la E.S.M.A. En la E.S.M.A. dio a luz un niño.
Era conocida con el apodo de “Paty”, apodo por el cual era conocida la víctima.
Alrededor del mes de julio o agosto de 1978, estuvo alojada en el centro clandestino
de detención denominado “La Perla”, en la Provincia de Córdoba, donde compartió
su celda durante 72 horas, aproximadamente, con María de Lourdes Lagripanti,
quien recordó que la víctima llegó al lugar junto con un grupo que había sido
trasladado desde otro centro clandestino ubicado en Buenos Aires. Clamaba por su
hijo y se hallaba en deplorables condiciones físicas. Aún permanece desaparecida;
-438) REINHOLD SIVER, Laura: Nació en cautiverio en el mes de enero
de 1978, en el Hospital Naval, mientras su madre se hallaba ilegítimamente privada
de su libertad en las instalaciones de la E.S.M.A. En consecuencia, trasladaron a su
madre al Hospital Naval donde dio a luz una niña a la que llamó Laura, luego de lo
cual fue inmediatamente devuelta a la E.S.M.A., aún bajo los efectos de la anestesia.
Susana Siver de Reinhold pudo permanecer alrededor de quince días con su hijita,
amamantándola. Unas horas antes de ser trasladada, escribió una carta a los abuelos
de la niña, a quienes supuestamente entregarían la criatura. Luego, se llevaron a
Siver de la E.S.M.A y la niña nunca fue entregada a sus abuelos;
-439) N.N. masculino, hijo de Liliana PEREYRA: Nació en cautiverio
entre los meses de enero y febrero de 1978, mientras su madre Liliana Pereyra se
hallaba clandestinamente detenida en la E.S.M.A. El niño permaneció en la
E.S.M.A. durante un día, hasta que se lo llevaron;
-444) CABANDIÉ ALFONSÍN, Juan: Nació en cautiverio entre los meses
de febrero y marzo de 1978, mientras su madre Alicia Elena Alfonsín de Cabandié
se hallaba ilegítimamente privada de su libertad en la E.S.M.A.
-483) ROISINBLIT de PÉREZ ROJO, Patricia Julia 484) PÉREZ ROJO
ROISINBLIT, Rodolfo Fernando. Patricia Fue privada ilegítimamente de su
libertad por personal de la Fuerza Aérea, el día 6 de octubre de 1978, en su
domicilio ubicado en la calle Gurruchaga Nº 2259, piso 3, depto. 20, de la Ciudad de
Buenos Aires, junto con su esposo José Manuel Pérez Rojo y su hija Mariana, de
quince meses de vida, quien finalmente fue entregada a su familia. La víctima
Ministerio Público de la Nación
cursaba un embarazo de ocho meses. Entre los días 13 y 14 de noviembre de 1978,
fue conducida a la E.S.M.A. y el 15 de ese mes dio a luz a un varón, a quien llamó
Rodolfo Fernando. El parto fue asistido por el médico obstetra Magnacco y por la
secuestrada Amalia Larralde, quien ofició como enfermera, en la enfermería del
casino de oficiales de esa dependencia naval. Días después fue trasladada con su
hijo, supuestamente al lugar de donde había sido derivada, donde también estaba
cautivo su esposo, José Manuel Pérez Rojo. Aún permanece desaparecida. Rodolfo
Fernando nació en cautiverio el día 15 de noviembre de 1978, en la enfermería del
casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre Patricia Julia Roisimblit de
Pérez Rojo se hallaba privada ilegítimamente de su libertad en esa dependencia
naval. El niño fue hallado en poder de una familia y recuperó su verdadera
identidad;
-587) Ruiz Dameri, Laura. Nació en cautiverio aproximadamente entre los
meses de septiembre y noviembre de 1980, mientras su madre Silvia Dameri se
encontraba ilegítimamente privada de su libertad en la E.S.M.A. Silvia Dameri dio a
luz a una niña a la que llamó Laura, en el sector conocido como “huevera”, ocasión
en la que fue asistida por el médico naval conocido como “Tomy” (Carlos
Capdevilla) y otra detenida llamada Nora Irene Wolfson. se desconoce cuál ha sido
su destino
A Rubén Oscar Franco se le recibió declaración indagatoria el 12 de marzo
de 2008 y se le atribuyeron -en lo que a esta vista respecta- los hechos nros. 427, 484
y 587 (fs. 33.728/71); a Carlos Octavio Capdevila, el 18 de marzo de 2008 se le
atribuyó el hecho nro. 587 (fs. 34.005/27). Por otra parte, a Jorge Luis Magnacco
se le recibió declaración indagatoria el 8 de noviembre de 2006 y se le atribuyó
responsabilidad en relación con los hechos nros. 370 y 403 (fs. 21.965/22.005); en la
misma fecha se recibió declaración indagatoria a Antonio Vañek con relación a los
hechos nros. 307; 308; 325; 370, 393; 403; 427; 438; 439 y 444 (fs. 22.006/35);
asimismo, el 9 de noviembre de 2006 se recibió declaración indagatoria a Jorge
Eduardo Acosta, oportunidad en la que, en lo que interesa al presente dictamen, se
le atribuyó responsabilidad por los mismos hechos que a Vañek (fs. 22.232/59).
En primer lugar, deseo dejar sentado que discrepo con la postura adoptada por
V.S. en los decretos de fs. 56.000/3 y 57.206/9. Sin embargo, considero que debe
priorizarse el avance sostenido del proceso a instancias más avanzadas, sin ingresar
en discusiones, a mi criterio, meramente dogmáticas. Por ello, sólo aclararé cuál es
mi posición al respecto, mas no habré de dar mayor profundidad al tratamiento de la
Ministerio Público de la Nación
cuestión, a fin de no generar una dilación en la resolución de la presente
investigación. En efecto, la voluntad de esta Fiscalía es que se eleve la causa para la
realización del plenario con la mayor celeridad posible, para lo cual resulta
indispensable evitar posibles planteos nulificantes, que derivarían en una mayor
demora.
Acerca de lo manifestado por el señor juez, lejos de afirmar la atipicidad de la
conducta -y mucho menos que los niños nacidos en cautiverio no son personas-, esta
Fiscalía sostiene que es otra la calificación legal que corresponde aplicar en esos
casos. Asimismo cabe destacar que, en los dictámenes donde se analizó y aplicó el
delito de sustracción, ocultación y retención de niños menores de 10 años, en todos
los casos se propugnó la misma tipificación -art. 146 del C.P.-, en virtud del
alcance que asignamos a esa norma y que se precisará a continuación. La diferencia
en los casos en que se solicitó la declaración de incompetencia reside en que hay
otras investigaciones en curso a su respecto. Es decir, en dichos dictámenes se trató
de la misma manera a hechos similares; pero en estos casos no lo eran, debido a la
existencia de causas anteriores o más avanzadas. La diferencia de tratamiento se
efectúa en virtud de la diferencia en las circunstancias.
Por otra parte, cabe destacar que las cuestiones relativas a la calificación legal
de una conducta son discutibles; sobre una misma base fáctica las opiniones pueden
ser diversas y ello no implica afirmar la atipicidad de la conducta ni afectar el
principio de congruencia -siempre que la descripción de los hechos se mantenga
incólume-. Asimismo, tampoco corresponde al ministerio público recurrir
resoluciones judiciales por discrepar con la calificación legal, toda vez que, por
tratarse de conclusiones de carácter dogmático y opinable, no le generan agravio.
Por el contrario, el ministerio público fiscal puede expedirse a su turno en función de
un encuadre jurídico diverso, que surja de la misma descripción fáctica constitutiva
del objeto procesal.
Por estos motivos, conforme lo manifestado por V.S. y a efectos de imprimir
celeridad al trámite de la presente, habré de solicitar la elevación a juicio de los
hechos en cuestión, circunscribiéndolos al período comprendido entre el nacimiento
de los niños y el momento en que fueron separados de sus madres. Sin embargo,
dejaré a salvo mi posición sobre la calificación jurídica pertinente.
El señor juez instructor sostiene que la privación ilegítima de la libertad y la
sustracción de un menor de 10 años constituyen dos hechos diferentes y
perfectamente escindibles. Pero ello se debe a la interpretación que él efectúa de
Ministerio Público de la Nación
dichos tipos penales; como podrá observarse a partir del desarrollo que se hará a
continuación, la doctrina no es unánime al respecto. A mi criterio, conforme fueron
descriptos los hechos en cuestión en las declaraciones indagatorias, la calificación
jurídica adecuada es la de sustracción de un menor de diez años (previsto en el art.
146 del C.P.). Arribo a esta conclusión luego de comparar el tipo legal en cuestión
con el previsto en el art. 141 del mismo cuerpo legal.
Un aspecto central y que, a mi entender, dirime la cuestión, es el bien jurídico
protegido por las normas mencionadas. La sustracción de un menor de diez años es
un delito que afecta dos bienes jurídicos distintos: por un lado la libertad del niño
sustraído, y por el otro, la patria potestad y el derecho de familia. En la privación
ilegítima de la libertad, en cambio, sólo se trata de la libertad corporal de
movimiento (con la extensión que a continuación se señala).
La doctrina argentina, mayoritariamente, entiende que la libertad como bien
jurídico comprende la libertad física o ambulatoria de la persona (es decir, libertad
de movilidad, de desplazamiento). Sin embargo, Gustavo E. Aboso distingue dos
aspectos, “la capacidad de decisión de la persona -la formación de la voluntad- y su
correlativa exteriorización”4; y entiende que la libertad puede verse afectada en
ambos5. Asimismo destaca que el concepto adoptado habitualmente por la doctrina
nacional excluye a la libertad de permanecer, de no ser removido.
Por ello considera que la libertad personal abarca un aspecto positivo (la
capacidad de trasladarse -libertad de desplazamiento-) y uno negativo (que
comprende la libertad de evitar injerencias ajenas en el ámbito privado y la de
permanecer en un lugar). Este último es el que resulta relevante para los casos en
que el sujeto pasivo carece de capacidad de decisión -como por ejemplo los niños y
recién nacidos-; y es aquí donde se distinguen dos posiciones dogmáticas. Una
otorga una cualidad potencial a la libertad personal de movimiento, y por lo tanto
engloba dentro del ámbito de protección de la norma a los casos de ausencia de
capacidad de voluntad de decisión de la víctima; la otra, limita el alcance del bien
jurídico a la capacidad real de decisión del sujeto pasivo, por lo que excluye del
4
ABOSO, Gustavo E., “Introducción al Título «Delitos contra la libertad»”, en Código Penal y normas
complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial, Tomo V, Artículos 134/161, Parte Especial. Dirección:
BAIGÚN, David y ZAFFARONI, Raúl E.; Coordinación: TERRAGNI, Marco A., 1ª edición, Buenos Aires,
Editorial Hammurabi, 2008. Pág. 167.
5
“Algunas de las [conductas contempladas por las normas] operan sobre la capacidad decisoria de la persona
al condicionar la manifestación de su libertad, por un lado, y algunas otras coartan directamente la libertad
física del individuo al impedirle su libre ejercicio ambulatorio.” ABOSO, Gustavo E., ob. cit. Pág. 166.
Ministerio Público de la Nación
ámbito de esta norma a quienes no tienen conciencia de la afectación de su libertad
de movimiento.
Aboso opta por rechazar las teorías restrictivas del concepto de libertad
personal. Sin embargo, a continuación se refiere a la situación de los menores de
edad, a cuyos efectos hace una distinción entre los recién nacidos y los menores de
escasa edad. Respecto de los primeros, destaca que un sector de la doctrina les niega
la calidad de sujetos pasivos del delito de privación ilegal de la libertad, por carecer
de capacidad decisoria y de libertad de movimiento. 6
Por otra parte, al hacer referencia al sujeto pasivo en el tratamiento del delito
previsto en el art. 141 C.P., el autor entiende que los niños pueden serlo, pero hace
expresa mención de que esa posición dista de ser unánime, debido a los autores
que identifican este delito con la capacidad natural de locomoción o movimiento
(posición predominante entre la doctrina argentina).7
Creus y Buompadre, de hecho, afirman que el sujeto pasivo debe tener
capacidad para determinarse con libertad y, en consecuencia, excluyen a los niños de
escasa edad.8
Ahora bien, toda vez que en el presente dictamen se trata de niños nacidos en
cautiverio, entiendo que la discusión acerca del alcance de la privación ilegal de la
libertad en otros casos (si sólo afecta a la capacidad de movimiento) resulta ajena,
por lo que no considero prudente adentrarme en ella. Por otra parte, conforme se
desprende de la exposición efectuada, ante la ausencia de una opinión unánime
respecto de si los niños recién nacidos pueden ser sujetos pasivos del delito de
privación ilegitima de la libertad, habré de coincidir con la doctrina mayoritaria, en
cuanto a que no pueden serlo porque carecen de capacidad decisoria y de libertad de
movimiento. Por este motivo, entiendo que los hechos en cuestión no encuadran
dentro de la figura de privación ilegal de la libertad prevista en el art. 141 del
C.P.
Sin embargo, el ordenamiento penal nacional prevé la situación planteada en
los casos de niños nacidos en cautiverio, a través de la sanción penal contemplada en
el art. 146 del C.P. Como no se trata de la libertad de movilidad o física, ni tampoco
6
ABOSO, Gustavo E., ob. cit.
ABOSO, Gustavo E., “Artículo 141”, en Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial, Tomo V, Artículos 134/161, Parte Especial. Dirección: BAIGÚN, David y ZAFFARONI,
Raúl E.; Coordinación: TERRAGNI, Marco A., 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Hammurabi, 2008. Pág.
197.
8
CREUS, Carlos y BUOMPADRE, Jorge Eduardo, Derecho penal. Parte especial, Tomo I, 7ª edición
actualizada y ampliada, 2007, Editorial Astrea, Ciudad de Buenos Aires. Págs. 306.
7
Ministerio Público de la Nación
de un posible consentimiento prestado por el menor -puesto que se lo reputa
inválido-, cabe definir qué se entiende por sustracción.
Ahora bien, se encuentra controvertida la determinación del bien jurídico
protegido por esta norma. Se discute si abarca el alcance de la libertad del niño
(libertad física o sometimiento de la voluntad), los derechos de tutela o patria
potestad, la voluntad del niño ejercida no por él, sino por quienes lo representan
legalmente, y el derecho a la identidad y el estado familiar. A fin de ilustrar la
diversidad de opiniones, citaré algunas.
“Soler descarta que constituya una simple privación de la libertad, pues
advierte que para ello la voluntad de la víctima debería ser tenida en cuenta,
situación que no se da en nuestra ley, ya que por la edad del niño su consentimiento
resulta irrelevante [20, t. IV, ps. 63 y 64].
(...) Para este autor, el art. 146 prevé un ataque a la libertad, pero en el
sentido genérico propio del plagio, de manera que lo que la ley castiga es la
usurpación de la voluntad de la persona de la que a su vez depende la del menor.
Llama la atención que al delinear una de las acciones típicas -la de retener
[20, t. IV, p.67]-, si bien por un lado insiste con que se trata de un delito contra la
libertad, destaca que la duración de la retención ha de ser tal que prive a los padres
del ejercicio de la facultad genérica de tutela, como si entonces admitiera que es ese
interés el que se conculca.
No obstante, al tratar la cuestión del sujeto activo y la posibilidad de que los
padres puedan serlo, vuelve de algún modo sobre sus pasos y afirma que en este
delito hay algo más que sustraer al menor de la patria potestad; consiste en algo
más grave que una privación de la libertad y es casi equivalente a la gravedad del
plagio [20, t. IV, ps. 67 y 68].
Núñez desecha que se trate de un atentado a la libertad del menor, y afirma
que el precepto sigue la idea tradicional de que el niño haya sido robado. Por ello
constituye una ofensa a su familia, pues lo que se afecta es la incolumidad de la
tenencia y gobierno del niño [17, ps. 58 y 59].”9
Cabe destacar, al respecto, la posición de Creus y Buompadre, quienes
sostienen que: “Los arts. 146 a 149 regulan figuras cuyo objeto es la persona de un
menor. Se indica que el ataque no está dirigido de manera directa contra la libertad
9
PEREZ LANCE, Adrián, “Artículos 146/149” en Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinal y jurisprudencial, Tomo V, Artículos 134/161, Parte Especial. Dirección: BAIGÚN, David y
ZAFFARONI, Raúl E.; Coordinación: TERRAGNI, Marco A., 1ª edición, Buenos Aires, Editorial
Hammurabi, 2008. Págs. 478/479.
Ministerio Público de la Nación
individual del menor, sino contra la tenencia de él por parte de quienes la ejercen
legítimamente (padres, tutores, guardadores, etc.) y por eso se dice que, en verdad,
se trata de ofensas a la familia del menor. Sin embargo, regulados estos ataques en
nuestro derecho como delitos contra la libertad, reconozcamos que lo que la ley
toma en cuenta es el libre ejercicio de las potestades que surgen de las relaciones
de familia, que ciertos sujetos, originariamente o por delegación, tienen sobre el
menor. Parte de la doctrina, sin embargo, esforzándose por justificar la ubicación
de estos delitos en el título, sostiene que lo que ocurre es que el menor ‘se encuentra
en una situación de dependencia... de otra voluntad’, y el autor lo que hace es
usurpar ésta (Soler), con lo que, al fin, no se dice otra cosa distinta... En la
sustracción, el agente se apodera de la persona del menor, despojando de él a quien
lo tenía legítimamente en su poder, apartándolo de los lugares donde ejercía su
tenencia, ... impidiendo que el legítimo tenedor vuelva a la tenencia del menor
cuando aquélla se ha interrumpido por cualquier causa... Con relación al menor,
los medios de que se vale el agente son indiferentes -ya vimos que el consentimiento
es irrelevante-, pero, con referencia a la persona a quien se despoja de la tenencia,
esos medios tienen que implicar la ausencia de su consentimiento, por lo cual el uso
de medios coactivos o engañosos será indispensable cuando la sustracción no se
haya perpetrado en ausencia de aquélla ... o no se haya actuado sobre la persona
del menor, consiguiendo que él mismo sea quien quiebre el vínculo de la
tenencia.”10 En esta obra se afirma que la libertad prevista en el art. 141 del C.P.
tiene sentido corporal, por lo que sujeto pasivo de la privación ilegítima de la
libertad sólo pueden ser las personas que poseen capacidad para determinarse con
libertad, con posibilidad de formar y expresar su opinión, por lo que los niños de
escasa edad y recién nacidos quedan excluidos (págs. 305/307).
Por su parte, Fontán Balestra opina que “[s]ustraer significa aquí [en el art.
146 del C.P.] sacar al menor de la esfera de custodia en que se halla. Esta esfera
de custodia puede emanar de una situación de hecho o de derecho, sin que importe
que sea permanente o transitoria. (...) [N]o es preciso que el menor sea sustraído
del lugar en que habita. La acción queda cumplida por el solo hecho de sustraer al
menor, y carecen de significado los hechos posteriores, siempre, claro está, que no
constituyan otro delito.”11
10
CREUS, Carlos y BUOMPADRE, Jorge Eduardo, ob. cit., págs. 347/349.
Lexis nro. 1506/001911
11
Ministerio Público de la Nación
Asimismo refiere Pérez Lance que “Maiza destaca que, de acuerdo a la edad
de los afectados, el ataque no se centra en su libertad ambulatoria ni en su libertad
de decidir con quién vivir, ya que es irrelevante su consentimiento [13, ps.238 y
239]. Continúa diciendo que el bien jurídico que principalmente se vulnera es el
derecho de tenencia y custodia del niño, que nace del vínculo familiar (patria
potestad) o de una situación de hecho (guarda) o de derecho (tutela). Y agrega que,
más ampliamente, se protegen atributos esenciales del estado civil y del estado de
familia, que comprende -como derecho esencial- el derecho del niño a conocer su
origen, a preservar su identidad y a ser cuidado por sus padres (arts. 7º a 9º y 18,
Convención sobre los Derechos del Niño)”.12
En cuanto a su propia postura, este autor sostiene -basándose en el monto de
la pena previsto para este delito- que el legislador eligió conservar la libertad
individual como bien jurídico tutelado, en lugar de desplazarlo a una categoría
jurídica como delitos contra la familia o contra la patria potestad. Pero que, además,
el desapoderamiento del niño debe ser del poder de sus padres (o persona encargada
de él legalmente), y por lo tanto no se trata de una mera privación de la libertad, sino
que se exige la separación de un ámbito determinado. Por estos motivos concluye
que ambos bienes jurídicos -libertad y derecho a la tutela- están en juego, por lo que
se trata de un delito pluriofensivo que los tiene a ambos como objeto de amparo.
En efecto, afirma que el art. 146 del C.P. no salvaguarda únicamente la
libertad, sino que la esfera de custodia del niño a cargo de las personas legitimadas
para ello también constituye un interés bajo tutela, que completa la exigencia típica justamente la acción principal, la sustracción, consiste en la remoción del niño de
ese ámbito-.
Como adelanté al principio de este apartado, y por los argumentos expuestos,
entiendo que esta última postura es la correcta.
Al ser un delito pluriofensivo se protege, además de la libertad personal de la
víctima, la esfera de custodia que le brindan los padres; es decir, la ley les garantiza
a los niños que crezcan en el seno de una familia que les dé el afecto, la contención,
los cuidados, la protección y el auxilio que esté dentro de la medida de sus
posibilidades, que se ocupe de ellos. Un campo de concentración es todo lo contrario
a esa esfera de custodia: es un lugar de máxima desprotección, sin ninguna
condición de higiene ni salubridad, donde los padres no pueden elegir ni disponer
12
PEREZ LANCE, Adrián, ob. cit., pág. 480.
Ministerio Público de la Nación
ninguna medida de cuidado básico sobre sus hijos, como tampoco pueden adoptar
decisiones propias del ejercicio de la patria potestad. Además, si bien un recién
nacido es lactante, no existen garantías de que la madre pueda amamantarlo
inmediatamente después del alumbramiento, por lo que tampoco se encontraban
aseguradas las condiciones básicas de su alimentación. Tampoco se infiere de los
rigores impuestos en el centro clandestino de detención que los niños hayan tenido
acceso a los controles médicos que deben brindarse a los recién nacidos, los que sus
padres se habrían preocupado en procurarles si hubieran estado en libertad.
Aunque la madre haya estado a su lado, no podía tomar las decisiones
relativas a la esfera de custodia del niño (cómo alimentarlo, cómo vestirlo, qué
atención médica ofrecerle, dónde hacerlo vivir, cómo entablar y fortalecer las
relaciones con su familia).
Resulta clave que se trata del derecho a la “tutela”: éste implica no sólo el
estado civil y el ejercicio de la patria potestad, sino también la posibilidad de
protección y de velar por los intereses del niño.
Otro argumento que me lleva a inclinarme por la calificación de sustracción
de menores consiste en que el hecho de que la víctima sea un menor, en este tipo de
delitos, implica una mayor vulneración para el bien jurídico, habida cuenta que su
baja edad redunda en una mayor facilidad para cometer el acto ilícito en su contra
(los niños tienen menos posibilidades de ejercer resistencia). En efecto, tanto el
secuestro coactivo como el extorsivo se encuentran agravados en el caso de que la
víctima sea un menor de edad (arts. 142 bis inc. 1º y 170 inc. 1º del C.P.). Sin
embargo, ello no ocurre con la privación ilegítima de la libertad. No resulta lógico
que la figura básica no esté agravada cuando la víctima es un menor, pero en los
demás casos sí; sería una inconsistencia del sistema. Por lo tanto, entiendo que la
figura que contempla esta situación -privación ilegítima de la libertad de un menor-,
y que en consecuencia corresponde aplicar, es la prevista en el art. 146 del C.P., que
absorbe a la privación de la libertad y desplaza al art. 141.
Por otra parte, analizadas las distintas posiciones doctrinarias respecto del
delito de sustracción de un menor, considero necesario destacar una característica de
los hechos que son materia de la presente investigación. Está fuera de discusión que
las embarazadas de la E.S.M.A. se encontraban privadas de su libertad. Pero,
además de la limitación física de su libertad, a mi criterio las víctimas también
estaban sometidas a coacción, que las limitaba al operar como barrera psíquica,
condicionando su poder de decisión.
Ministerio Público de la Nación
Y ello no constituye un detalle menor. El señor juez manifestó que la
permanencia del niño junto a su madre “aún cuando se hubiera encontrado
secuestrada en la E.S.M.A.” desplaza a la sustracción del art. 146 C.P. A mi
entender, ese es justamente el meollo del asunto: la voluntad del padre que
permanecía en contacto (o en algunos casos, incluso, de ambos progenitores) era
nula, no se le permitía ejercer ninguno de sus derechos ni cumplir con sus
obligaciones como padre. A tal punto que, si bien físicamente estaban juntos, el niño
no estaba bajo su custodia, el padre no tenía ningún dominio o decisión sobre él. En
efecto, las decisiones siempre estuvieron en manos de sus captores, ya sea respecto
de la alimentación, la ropa, la atención médica (o la carencia de ellas), como de
todos los aspectos de su vida; los padres ni siquiera podían anotarlos en el Registro
Civil ni lograr que sus hijos conocieran a la familia.
Por lo tanto, se trata de un caso especial, porque si bien el niño permaneció
durante algún lapso físicamente junto a sus padres (o a su madre), éstos no pudieron
ejercer los derechos y obligaciones inherentes a esa relación, ni aquellos que la ley
les otorgaba. La situación difiere de la habitualmente concretada en este tipo de
casos, por las especiales circunstancias a las que estaban sometidas las madres, que
estaban con sus hijos pero carecían de poder de disposición o tutela alguna sobre
ellos.
En este sentido, no se han obtenido relatos acerca de que los niños fueran
arrancados mediante violencia física de los brazos de sus madres, sino que la simple
decisión de los marinos bastaba para separarlos; la voluntad de ellas estaba anulada,
era la manifestación cabal de la absoluta impotencia. Tampoco puede afirmarse que
en todos los casos las madres fueron engañadas sobre el destino de sus hijos, porque
hay relatos que dan cuenta de que algunas sospechaban que los niños no eran
entregados a sus familias. En definitiva, las madres no eligieron que sus hijos
nacieran en ese ámbito físico como tampoco decidieron voluntariamente separarse
de ellos, sino que se las forzó a hacerlo, coartando su libertad física y psíquica para
decidir, mediante el ejercicio de coacción.
Por lo tanto, conforme se desarrolló en la presente argumentación, la
circunstancia de que luego de su nacimiento en la E.S.M.A. los niños hayan
permanecido un tiempo junto a su madre no desplaza necesariamente a la figura de
sustracción -como afirmó V.S. a fs. 56.000/3-. En efecto, me considero en posición
de afirmar que, pese a haber pasado un tiempo junto a la madre, los niños fueron
sustraídos de su esfera de custodia, porque se los mantenía apartados del resto de su
Ministerio Público de la Nación
familia y la voluntad de aquellos que permanecían junto a él estaba sustituida
(debido a la coacción que sufrieron durante la privación ilegítima de su libertad).
Por otra parte, toda vez que V.S. sostuvo que, como permanecieron un tiempo
con la madre, los niños no fueron sustraídos de sus padres, cabe destacar que no
toda la doctrina entiende como requisito de este delito la separación de ambos
padres, puesto que se acepta que puede ser cometido por uno de los progenitores en
perjuicio del otro. Por supuesto no fueron las madres quienes sustrajeron a los niños
de la esfera de custodia de sus padres varones. Por el contrario, entiendo que se trata
de una situación excepcional (las condiciones en las que la madre fue obligada a dar
a luz), que demanda, ante la incapacidad decisoria de la madre, tener en cuenta el
apartamiento del niño del ámbito familiar de custodia; y ello debe ser analizado de
acuerdo al encuadre jurídico provisto en el delito de sustracción de menores de diez
años.
Al respecto sostuvo la Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal, en la causa nro. 36.802 “Berthier, Enrique José s/
excarcelación” que “para el ordenamiento jurídico argentino una persona menor de
diez años de edad carece del discernimiento suficiente como para distinguir lo lícito
de lo ilícito, y en el caso del tipo penal que nos ocupa, debemos entender que antes
de dicha edad el sometimiento de la voluntad del menor es total. (...)
En palabras de Soler: ‘... el bien jurídico aquí tutelado es el de la libertad en
aquel sentido genérico del plagio, no porque sea necesario la reducción del menor a
un estado de servidumbre, sino porque el menor de diez años efectivamente se
encuentra en una situación de dependencia casi total de otra voluntad y la ley
castiga al que usurpa esa otra voluntad’ (op. cit, p. 64, sin destacar en el original).
Para considerar que el tipo objetivo del delito de sustracción de menores se
encuentre satisfecho el menor sustraído debe tener menos de diez años de edad”.
Por otra parte la misma Sala, en la causa nro. 34.327 -reg. 1306- resuelta el 6
de diciembre de 2002, afirmó que “[e]n cuanto al tipo objetivo, puede decirse que
para que se configure la sustracción la ley requiere que el autor o autores del hecho
aparten al menor de la esfera de custodia en que se encuentra, siendo esta custodia
la otorgada por ley a los padres, tutores o demás encargados (ver Carlos Fontán
Balestra, ‘Tratado de Derecho penal’, Parte especial, Tomo V, Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1969, p. 304).
La acción de sustraer se consuma en el momento mismo en que ese poder de
custodia es interrumpido sin justificación legal alguna. Así lo ha entendido Ricardo
Ministerio Público de la Nación
Núñez: ‘[el delito de sustraer] se concibe como el simple traslado de un menor a un
lugar distinto de aquel donde se encuentra bajo el amparo de las personas a quienes
el precepto legal se refiere’ (op. y loc. cit.)”.
A mayor abundamiento, corresponde indicar que tal era la anulación del
ámbito de decisión de los detenidos-desaparecidos, específicamente de las madres
que dieron a luz en la ESMA, que en el régimen militar vigente estaba perfectamente
previsto y decidido cuál debía ser el procedimiento a adoptar ante la captura de
niños. “A raíz de un juicio contencioso-administrativo contra el Estado nacional
(...), fue localizada en un organismo militar la prueba de que en su momento existió
un documento titulado ‘Instrucciones sobre procedimiento a seguir con menores de
edad hijos de dirigentes políticos o gremiales cuando sus progenitores se
encuentran detenidos o desaparecidos’, proveniente del Ministerio del Interior
(abril de 1977). El documento en sí no ha sido hallado, y presumiblemente fue
destruido, pero sí se sabe que existió. Esto indica que la sustracción de niños al
menos fue representada como probable. Ciertamente, no se sabe cuál era el
contenido de tales instrucciones, pero no parece que haya sido el de instar a los
ejecutores directos a devolver los niños a sus familias de origen”13 , puesto que, por
tratarse de instituciones sumamente jerárquicas, no se habría permitido o
convalidado la apropiación de niños y menos la notable reiteración de tales
conductas, si esto no hubiera estado previamente previsto por los superiores (en la
actualidad, son alrededor de 400 las personas nacidas en cautiverio o secuestradas en
sus primeros años de vida cuya identidad habría sido sustituida, mientras que casi un
centenar ya ha sido encontrado por sus familias).
Sin perjuicio de lo referido en cuanto a la calificación legal que esta Fiscalía
estima correcta para estos casos, lo cierto es que los hechos descriptos en las
declaraciones indagatorias de los imputados respecto de quienes solicito la elevación
del proceso a juicio abarcan todas las circunstancias que las víctimas sufrieron en la
ESMA, independientemente del momento en que los niños fueron separados de los
padres.
Circunscriptos los hechos que integran el presente requerimiento al lapso
transcurrido entre el nacimiento y la separación de la madre, sólo subsiste una
discrepancia acerca de la calificación jurídica asignada a las conductas llevadas a
cabo por los imputados. Y tales diferencias entre el juzgado y el ministerio público
13
SANCINETTI, Marcelo A. y FERRANTE, Marcelo, El derecho penal en la protección de los derechos
humanos, Editorial Hammurabi, 1999, Buenos Aires, Argentina. Pág. 169.
Ministerio Público de la Nación
fiscal, en esta etapa del proceso, no tienen relevancia ni resultan óbice para que estos
casos sean ventilados en el correspondiente juicio oral.
5) Formulo requerimiento de elevación a juicio
I.- Ahora bien, habiendo dejado sentada mi posición, en tiempo y forma
contesto la vista que me fue conferida en los términos del artículo 346 del Código
Procesal Penal de la Nación y, por considerar que la instrucción de los hechos que se
investigan en esta causa está completa, a solicitar su elevación a juicio oral y
público.
II.- CONDICIONES PERSONALES DE LOS IMPUTADOS
Se formula el presente requerimiento en relación con las siguientes personas
imputadas en los hechos que constituyen el sustrato fáctico de la presente acusación,
a saber:
1) JORGE EDUARDO ACOSTA, alias “Tigre”, “Santiago”, “Aníbal” o
“capitán Arriaga”, argentino, nacido el 27 de mayo de 1941, hijo de Jorge Eduardo y
María Rosalía Villani, de estado civil casado, titular del D.N.I. Nº 5.190.338, oficial
(r) de la Armada Argentina.
2) JORGE LUIS MAGNACCO, argentino, casado, D.N.I. n° 4.383.363,
nacido el 18 de diciembre de 1941 en la Capital Federal, hijo de Vicente Domingo y
de Fernanda Rita Plaza Montero, de profesión médico, Capitán de Navío (RE) de la
Armada Argentina.
3) ANTONIO VAÑEK, argentino, casado, C.I.. nro. 2.659.355, nacido el 9 de
agosto de 1924 en Capital Federal, hijo de Antonio y de Ana Bachanova,
Vicealmirante (RE) de la Armada Argentina.
4) RUBÉN OSCAR FRANCO, titular del D.N.I. 5.115.922, argentino, de 81
años de edad, nacido el 8 de agosto de 1927 en Adrogué, Pcia. de Buenos Aires,
casado, hijo de Víctor Franco y de Drusiana Angione, almirante retirado de la
Armada Argentina, con domicilio en la calle Austria 1754, piso 7, dpto. “18" de esta
ciudad.
5) CARLOS OCTAVIO CAPDEVILA, titular de la L.E. 7.991.075,
argentino, de 62 años de edad, nacido el 5 de junio de 1946 en Santiago del Estero,
casado, hijo de Carlos Octavio y de María Beatriz Aleaga, capitán de fragata médico
retirado de la Armada Argentina.
Ministerio Público de la Nación
6) JORGE CARLOS RADICE, alias “Ruger”, “Gabriel” o “Juan Héctor Ríos”,
argentino, D.N.I. Nº 8.659.467, soltero, nacido el 4 de noviembre de 1951 en la
ciudad de Buenos Aires, hijo de Augusto Carlos y Filomena Celestina Barbiero,
oficial retirado de la Armada Argentina.
III.- Relación de los hechos
En primer lugar habré de referir que respecto de los hechos analizados en el
presente dictamen, ya se ha requerido la elevación a juicio en otras oportunidades,
aunque no fueron atribuidos a los aquí imputados. Por este motivo, en lo que hace al
contexto general en que tuvieron lugar los hechos que aquí se ventilan, a la
descripción del funcionamiento de la Escuela de Mecánica de la Armada y al grupo
de tareas 3.3/2, habré de remitirme a aquellos dictámenes (requerimientos fiscales de
elevación a juicio de fechas 30 de marzo, 17 de junio y 6 de agosto del corriente).
Descripción de los hechos materia de acusación
307) CASTRO RUBEL (hijo de Ana María RUBEL de CASTRO)
Nació en cautiverio aproximadamente en el mes de junio de 1977, en la
enfermería del casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre Ana María
Rubel de Castro se hallaba ilegítimamente privada de su libertad en esa dependencia
naval. El parto fue asistido por el Dr. Magnacco.
Desde el nacimiento, el niño permaneció clandestinamente alojado en la
E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en
el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero
que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre el niño.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento que existían en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido
-que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
Ministerio Público de la Nación
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
Por otra parte, luego de separarlo de la madre, fue llevado al Hospital de
Niños de Buenos Aires, en virtud de que habría nacido cianótico.
La madre de la víctima -Ana Rubel de Castro- y María del Carmen Moyano
de Poblete fueron trasladadas al Tercer Cuerpo del Ejército dos días después de dar a
luz.
“Pedro Bolita” retiró al hijo de Rubel de Castro y a la hija de Moyano de
Poblete de la piecita de las embarazadas, cuando las madres ya habían sido
trasladadas.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima, hasta que fue separada de su madre, y atormentarla en la Escuela de
Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y
avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó su nacimiento en cautiverio -en el parto que fue
asistido por el Dr. Magnacco- y la sustrajo, retuvo y/u ocultó en las instalaciones de
la E.S.M.A. hasta que fue separada de su madre, donde la atormentó mediante los
mecanismos de tortura descriptos.
308) POBLETE MOYANO (hija de María del Carmen MOYANO de
POBLETE)
Nació en cautiverio en el mes de junio de 1977, en la enfermería del sótano
del casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre María del Carmen Moyano
se encontraba clandestinamente detenida en esa dependencia naval.
El parto fue asistido por dos médicos del Hospital Naval de Buenos Aires, el
Dr. Magnacco -ginecólogo- y el Dr. Martínez -dermatólogo-. Durante el parto, la
madre solicitó ser acompañada por su compañera de cautiverio Sara Solarz de
Osatinsky, quien fue conducida engrillada al lugar.
Ministerio Público de la Nación
Desde el nacimiento, la niña permaneció clandestinamente alojada en la
E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en
el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero
que les permitiera recuperarla, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre ella.
Asimismo fue atormentada mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento que existían en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida
-que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hija.
Posteriormente, la madre fue trasladada sin la niña. Días después, la víctima
fue retirada de la Escuela de Mecánica de la Armada por el suboficial conocido
como “Pedro Bolita”.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima hasta que fue separada de su madre, y atormentarla en la Escuela de
Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y
avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó su nacimiento en cautiverio -en el parto que fue
asistido por los Dres. Magnacco y Martínez Pizarro- y la sustrajo, retuvo y/u ocultó
en las instalaciones de la E.S.M.A. hasta que fue separada de su madre, donde la
atormentó mediante los mecanismos de tortura descriptos.
325) DONDA PÉREZ, Victoria Analía
Victoria Analía Donda Pérez nació en cautiverio, aproximadamente entre los
meses de julio y agosto de 1977, mientras su madre María Hilda Pérez de Donda se
Ministerio Público de la Nación
hallaba privada ilegítimamente de su libertad en la Escuela de Mecánica de la
Armada.
Su nacimiento tuvo lugar en la “pieza de las embarazadas” ubicada en el
casino de oficiales de la E.S.M.A.; el parto fue practicado por el Dr. Magnacco
(médico ginecólogo del Hospital Naval) y asistido por Lydia Cristina Vieyra.
María Hilda llamó a su hija Victoria y, por temor a no poder identificarla
posteriormente, le hizo un agujerito en la oreja derecha y le colocó un hilito azul con
material que había quedado en el lugar después del parto.
A partir de su nacimiento, Victoria Donda Pérez fue mantenida en cautiverio
junto a su madre en las instalaciones de la E.S.M.A., imposibilitando que sus
familiares asumieran su protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles
ninguna información sobre su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarla,
teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el
libre ejercicio de la patria potestad sobre ella.
Asimismo fue atormentada mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hija.
A los quince días del alumbramiento, personal de la Aeronáutica llevó
nuevamente consigo a María Hilda Pérez de Donda, mientras que su hija permaneció
tres días más en la E.S.M.A., al cabo de lo cual también fue retirada de ese sitio.
María Hilda Pérez de Donda era cuñada del Teniente de navío Adolfo Miguel
Donda, quien se desempeñó como Jefe del Sector de Operaciones del Grupo de
Tareas que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada, desde noviembre de
1978 hasta 1980, y a partir de esa fecha hasta 1982, como Segundo Jefe del Sector
de Inteligencia del mencionado grupo.
Victoria Analía Donda Pérez recuperó su verdadera identidad en el año 2004,
luego del estudio de ADN realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos del
Hospital Durand, que reveló que quien fuera anotada como hija biológica de Juan
Antonio Azic y Noemí Esther Abrego bajo el nombre de Claudia Analía Leonora
Ministerio Público de la Nación
Azic, se trataba en realidad de Victoria Donda Pérez, hija de María Hilda Pérez y de
José María Laureano Donda, con un porcentaje de probabilidad de parentalidad
acumulada del 99,9999%.
Por petición de Victoria, el 21 de marzo de 2005 se declaró la nulidad de la
inscripción en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas del
nacimiento de Claudia Analía Azic, del DNI 26.157.572, como así también de todo
otro documento que en consecuencia se hubiere expedido, y se ordenó su inmediata
inscripción con sus verdaderos datos filiatorios: Victoria Analía Donda Pérez, hija
de José María Laureano Donda y de María Hilda Pérez.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados disponer los medios para que la niña
naciera en cautiverio bajo su órbita de mando, sustraerla, retenerla y/u ocultarla
hasta que fue separada de su madre, y atormentarla en la Escuela de Mecánica de la
Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y avalaba lo
realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo realizado por
éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima y planificó que su nacimiento tuviera lugar en la E.S.M.A. en el parto asistido por el Dr. Magnacco- y la sustrajo, retuvo y/u ocultó en las
instalaciones de esa dependencia naval hasta que fue separada de su madre, donde la
atormentó mediante los mecanismos de tortura descriptos.
370) PENINO VIÑAS, Javier Gonzalo
Javier Gonzalo Penino Viñas nació en cautiverio el día 7 de septiembre de
1977, mientras su madre Cecilia Marina Viñas de Penino se hallaba
clandestinamente detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Desde el nacimiento, el niño permaneció clandestinamente alojado en la
E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en
el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero
que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre él.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
Ministerio Público de la Nación
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hija.
En sus primeros momentos de vida dentro de la Escuela de Mecánica de la
Armada, el niño fue separado de su madre.
El nacimiento de Javier Gonzalo Penino Viñas fue asistido por el Dr.
Magnacco. Posteriormente fue retirado de la Escuela de Mecánica de la Armada por
Héctor Febres y “Pedro Bolita”.
La madre de la víctima permaneció clandestinamente prisionera al menos
hasta marzo de 1984, dado que su familia recibió distintos llamados telefónicos por
parte de ésta, en donde demostraba gran preocupación por el paradero de su hijo,
situación que evidenciaba que éste no se hallaba con ella.
Finalmente, la víctima fue hallada en poder del Capitán de la Armada Jorge
Vildoza y María Grimaldos. Su nacimiento fue ilegalmente inscripto en el Registro
de Estado Civil y Capacidad de las Personas bajo el nombre de Javier Gonzalo
Vildoza. Con fecha 30 de septiembre de 1998 la Justicia Federal resolvió declarar la
nulidad de dicha inscripción y ordenó anotar que la víctima era hijo de Cecilia
Marina Viñas y Hugo Reinaldo Penino.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima hasta que fue separada de su madre, mantenerla en ese estado y atormentarla
en la Escuela de Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la
situación de la víctima y avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando
periódicos controles de lo realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó su nacimiento en cautiverio y sustrajo al niño, lo
retuvo y/u ocultó en las instalaciones de la E.S.M.A. hasta que fue separado de su
madre, donde lo atormentó mediante los mecanismos de tortura descriptos.
Por su parte, Magnacco participó en la sustracción del niño y lo mantuvo
alojado clandestinamente en las instalaciones de la E.S.M.A. hasta que fue separado
de su madre, así como también intervino en los tormentos que padeció mediante la
Ministerio Público de la Nación
imposición de las condiciones inhumanas de alojamiento descriptas, en tanto fue el
médico que atendió su nacimiento.
393) ROCHISTEIN TAURO (hijo de María Graciela Tauro)
El hijo de María Graciela Tauro nació en cautiverio entre los meses de
septiembre y octubre de 1977, mientras su madre se hallaba ilegítimamente privada
de su libertad en la Escuela de Mecánica de la Armada.
El parto se llevó a cabo en una enfermería improvisada dentro de ese lugar de
detención y el nacimiento fue supervisado por el médico con rango militar Jorge
Magnacco.
Desde el nacimiento, el niño permaneció clandestinamente alojado en la
E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en
el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero
que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre él.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
Tiempo después el niño y su madre fueron trasladados. Aún permanece
desaparecido.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima hasta que fue separado de su madre, mantenerla en ese estado y atormentarla
en la Escuela de Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la
situación de la víctima y avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando
periódicos controles de lo realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Ministerio Público de la Nación
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó su nacimiento en cautiverio -en el parto que fue
asistido por el Dr. Magnacco- y lo sustrajo, retuvo y/u ocultó en las instalaciones de
la E.S.M.A. hasta que fue separado de su madre, donde lo atormentó mediante los
mecanismos de tortura descriptos.
403) BAUER PEGORARO, Evelyn
Evelyn Bauer Pegoraro nació alrededor del mes de noviembre de 1977, en la
pieza de las embarazadas ubicada en el casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras
su madre Susana Beatriz Pegoraro se encontraba clandestinamente detenida en esa
dependencia naval. El parto de la sra. Pegoraro fue asistido por los Dres. Magnacco
y Martínez Pizarro.
La niña permaneció durante unas horas en la E.S.M.A., donde se la mantuvo
clandestinamente alojada, imposibilitando que sus familiares asumieran su
protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre
su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarla, teniendo en cuenta que
funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria
potestad sobre la niña.
Asimismo fue atormentada mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hija.
Finalmente fue retirada de la E.S.M.A por el subprefecto naval Héctor Febres,
entre otras personas.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima hasta que fue separada de su madre y atormentarla en la Escuela de
Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y
Ministerio Público de la Nación
avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó que su nacimiento tuviera lugar bajo el control
del G.T., y la sustrajo, retuvo y ocultó en las instalaciones de esa dependencia naval
hasta que fue separada de su madre, donde la atormentó mediante los mecanismos
de tortura descriptos.
Por su parte, Magnacco participó en la sustracción de la niña y la mantuvo
alojada en forma clandestina en las instalaciones de la E.S.M.A. hasta que fue
separada de su madre, así como también intervino en los tormentos que padeció
mediante la imposición de las condiciones inhumanas de alojamiento descriptas, en
tanto fue el médico que atendió su nacimiento.
427) SANDOVAL FONTANA, Alejandro
Nació en cautiverio en la E.S.M.A., a fines del mes de diciembre de 1977,
mientras su madre Liliana Clelia Fontana Deharbe se hallaba clandestinamente
privada de su libertad en la E.S.M.A.
A partir de su nacimiento, el niño permaneció clandestinamente alojado en la
E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en
el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero
que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre él.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
Luego del alumbramiento, el niño fue separado de su madre.
Ministerio Público de la Nación
En efecto, alrededor del mes de julio o agosto de 1978, su madre Liliana
Clelia Fontana Deharbe estuvo alojada en el centro clandestino de detención
denominado “La Perla”, en la Provincia de Córdoba, adonde llegó sin el niño y junto
con un grupo que había sido trasladado desde otro centro clandestino ubicado en
Buenos Aires; en ese centro clandestino, Fontana clamaba por su hijo.
El hijo de Liliana Clelia Fontana Deharbe y Pedro Fabián Sandoval -a quien
sus padres deseaban llamar Pedro- fue ilegalmente integrado a la familia de Víctor
Enrique Rei, quien simuló ser el padre biológico del niño, suprimió su identidad y lo
inscribió bajo el nombre de Alejandro Adrián Rei. El hijo del matrimonio FontanaSandoval recuperó su verdadera identidad el 11 de julio de 2006, ocasión en la que
se informó en la causa nro. 1278 del T.O.C.F. nro. 6, caratulada “REI, Víctor
Enrique s/ sustracción de menor de diez años”, el resultado del estudio de ADN
realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand. Ese estudio
reveló que el material genético secuestrado en el allanamiento realizado el día 9 de
septiembre de 2005 en la vivienda de la calle El Ombú nro. 1581 de Don Torcuato,
provincia de Buenos Aires, era compatible con el material biológico correspondiente
al grupo familiar Fontana-Sandoval. Asimismo se dictaminó que no podía excluirse
el vínculo biológico entre el portador de ese A.D.N. (es decir, la persona que había
sido inscripta como Alejandro Adrián Rei) y el referido grupo familiar, en un valor
que llegó a la cifra 99.9999996%.
En relación con los hechos descriptos, Vañek y Franco impartieron las
órdenes que concretamente permitieron a sus subordinados disponer los medios para
que el niño naciera en cautiverio bajo su órbita de mando, sustraerlo, retenerlo y
ocultarlo hasta que fue separado de su madre y atormentarlo en la Escuela de
Mecánica de la Armada. Además, recibían informes sobre la situación de la víctima
y avalaban lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó que el nacimiento del niño tuviera lugar bajo el
control del G.T. y lo sustrajo, retuvo y ocultó en las instalaciones de esa dependencia
naval hasta que fue separado de su madre, donde lo atormentó mediante los
mecanismos de tortura descriptos.
438) REINHOLD SIVER, Laura
Ministerio Público de la Nación
Nació en cautiverio aproximadamente el día 16 de enero de 1978, mientras su
madre se hallaba ilegítimamente privada de su libertad en las instalaciones de la
E.S.M.A. y fue trasladada al Hospital Naval para practicarle una cesárea.
Un domingo del mes de enero de 1978, aproximadamente el día 15, Siver de
Reinhold comenzó a sufrir dolores de parto y, dado que el Dr. Magnacco se
encontraba de vacaciones y era quien habitualmente atendía los partos dentro de la
E.S.M.A., Scheller fue a buscar al jefe del Servicio de Ginecología del Hospital
Naval de Buenos Aires, quien diagnosticó que a Susana Siver de Reinhold debía
practicársele una cesárea en un hospital. En consecuencia, la trasladaron al Hospital
Naval donde fue intervenida quirúrgicamente y dio a luz una niña a la que llamó
Laura, luego de lo cual fue inmediatamente devuelta a la E.S.M.A. En el hospital,
Siver debió permanecer en una cama con rejas.
A
partir
de
su
nacimiento,
Laura
Reinhold
Siver
permaneció
clandestinamente alojada junto a su madre en las instalaciones de la E.S.M.A.,
imposibilitando que sus familiares asumieran su protección y cuidado en el seno
familiar, sin brindarles ninguna información sobre su nacimiento o paradero que les
permitiera recuperarla, teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban
impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria potestad sobre ella.
Asimismo fue atormentada mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hija.
Susana Siver de Reinhold pudo permanecer unos diez o quince días con su
hijita, amamantándola; la llamaba “Lauchita”, porque era muy pequeña. Unas horas
antes de ser trasladada, escribió una carta a los abuelos de la niña, a quienes
supuestamente entregarían la criatura.
Luego, se llevaron a Siver de la E.S.M.A. alrededor de las 15 hs.; ese mismo
día el subprefecto Héctor Febres -encargado de la custodia de las embarazadas y de
los niños nacidos en cautiverio- avisó a las otras embarazadas que se llevarían a la
Ministerio Público de la Nación
criatura. Esa noche, el jefe de guardia apodado “Pedro Bolita” se llevó a la niña, la
que nunca fue entregada a sus abuelos.
Aún permanece desaparecida.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados disponer los medios para que la niña
naciera en cautiverio bajo su órbita de mando, fuera sustraída, retenida y/u ocultada
hasta que fue separada de su madre y atormentada en la Escuela de Mecánica de la
Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y avalaba lo
realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo realizado por
éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó que el nacimiento de la niña tuviera lugar bajo el
control del G.T. y la sustrajo, retuvo y ocultó en las instalaciones de esa dependencia
naval hasta que fue separada de su madre, donde la atormentó mediante los
mecanismos de tortura descriptos.
439) CAGNOLA PEREYRA, Federico
Nació en cautiverio en el mes de febrero de 1978, mientras su madre Liliana
Pereyra se hallaba clandestinamente detenida en la E.S.M.A.
El nacimiento fue presenciado por la testigo Sara Solarz de Osatinsky y el
parto fue atendido por el Dr. Magnacco (médico ginecólogo del Hospital Naval).
A partir de su nacimiento, Federico Cagnola Pereyra fue mantenido en
cautiverio junto a su madre en las instalaciones de la E.S.M.A., imposibilitando que
sus familiares asumieran su protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles
ninguna información sobre su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarlo,
teniendo en cuenta que funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el
libre ejercicio de la patria potestad sobre él.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
Ministerio Público de la Nación
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
Madre e hijo permanecieron juntos durante unos pocos días, luego de lo cual
ella fue trasladada. Un día después, el Subprefecto Héctor Febres y el Suboficial
conocido como “Pedro Bolita” se llevaron al niño.
Federico, el hijo que Liliana Pereyra tuvo en cautiverio en la E.S.M.A., habría
recuperado recientemente su identidad.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados disponer los medios para que el niño
naciera en cautiverio bajo su órbita de mando, sustraerlo, retenerlo y/u ocultarlo
hasta que fue separado de su madre y atormentarlo en la Escuela de Mecánica de la
Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y avalaba lo
realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo realizado por
éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó que el nacimiento del niño tuviera lugar bajo el
control del G.T. en la E.S.M.A. -en el parto asistido por el Dr. Magnacco- y lo
sustrajo, retuvo y ocultó en las instalaciones de esa dependencia naval hasta que fue
separado de la madre, donde lo atormentó mediante los mecanismos de tortura
descriptos.
444) CABANDIÉ ALFONSÍN, Juan
Juan Cabandié Alfonsín nació en cautiverio entre los meses de febrero y
marzo de 1978, mientras su madre Alicia Elena Alfonsín de Cabandié se hallaba
ilegítimamente privada de su libertad en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Desde el nacimiento, permaneció clandestinamente alojado en las
instalaciones de la E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su
protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre
su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que
funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria
potestad sobre él.
Ministerio Público de la Nación
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
El niño permaneció durante aproximadamente 20 días en el sector
denominado “piecita de las embarazadas”.
Durante el cautiverio de Alicia Alfonsín en ese centro clandestino de
detención, el oficial de Ejército apellidado Minicucci le dijo que, pocos días después
de dar a luz, sería separada del bebé y trasladada al mismo lugar que su marido. El
médico que asistió el nacimiento de la víctima fue el Doctor Magnacco. Juan
Cabandié Alfonsín permaneció junto a su madre aproximadamente 20 días, hasta
que Alicia Alfonsín fue trasladada. Momentos antes de ser separada del niño, el
Subprefecto Héctor Febres le anunció su traslado y la invitó a que escribiera una
carta para sus familiares explicando la situación, cosa que Alicia Alfonsín hizo,
dejando la misiva junto a la víctima. Luego, en horas de la noche, el pequeño Juan
fue sacado de allí por el Suboficial conocido como “Pedro Bolita”.
Posteriormente, al ser retirado de la Escuela de Mecánica de la Armada, Juan
Cabandié Alfonsín fue ilegalmente apropiado, hasta que en el mes de enero de 2004
recuperó su verdadera identidad.
En relación con los hechos descriptos, Vañek impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados sustraer, retener y/u ocultar a la
víctima hasta que fue separada de su madre y atormentarla en la Escuela de
Mecánica de la Armada. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y
avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la ESMA.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y/o ejecutó la totalidad de los hechos
padecidos por la víctima; planificó que el nacimiento del niño tuviera lugar bajo el
control del G.T. en la E.S.M.A. -en el parto asistido por el Dr. Magnacco- y lo
sustrajo, retuvo y ocultó en las instalaciones de esa dependencia naval hasta que fue
Ministerio Público de la Nación
separado de su madre, donde lo atormentó mediante los mecanismos de tortura
descriptos.
En lo que respecta a Radice (integrante del Sector de Operaciones y de
Logística del Grupo de Tareas 3.3/2), lo retuvo y ocultó en las instalaciones de la
E.S.M.A., así como también lo atormentó mediante la imposición de los tormentos
descriptos.
484) PÉREZ ROJO ROISINBLIT, Rodolfo Fernando
Rodolfo Fernando Pérez Rojo Roisinblit nació en cautiverio el día 15 de
noviembre de 1978, en la enfermería del casino de oficiales de la Escuela de
Mecánica de la Armada, mientras su madre Patricia Julia Roisinblit de Pérez Rojo se
hallaba privada ilegítimamente de su libertad en esa dependencia naval.
El parto fue asistido por el médico obstetra Magnacco y por las detenidasdesaparecidas Amalia Larralde y Sara Solarz de Osatinsky.
Desde el nacimiento, permaneció clandestinamente alojado en las
instalaciones de la E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su
protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre
su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarlo, teniendo en cuenta que
funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria
potestad sobre él.
Asimismo fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacido que lo colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privado de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que su madre también se encontraba detenida en ese sitio
padeciendo constantes maltratos y la angustia de haber dado a luz en ese lugar ante
la posibilidad de perder a su hijo.
Posteriormente, Rodolfo Fernando Pérez Rojo Roisinblit fue ilegalmente
apropiado, hasta que el día 26 de octubre de 2004 recuperó su verdadera identidad.
En relación con los hechos descriptos, Franco impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados disponer los medios para que el niño
Ministerio Público de la Nación
naciera en cautiverio bajo su órbita de mando, retenerlo, y/u ocultarlo hasta que fue
separado de su madre y atormentarlo en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y avalaba lo realizado por
sus subordinados, practicando periódicos controles de lo realizado por éstos y visitas
a la ESMA.
587) RUIZ DAMERI, Laura
Nació en cautiverio aproximadamente entre los meses de agosto y noviembre
de 1980, mientras su madre -Silvia Dameri-, su padre -Orlando Ruiz- y sus dos
hermanos -María de las Victorias y Marcelo Mariano- se encontraban ilegalmente
alojados en la E.S.M.A. y en otros lugares bajo el control de los integrantes del G.T.
3.3/2.
La niña, a la que su madre llamó Laura, nació en el sector conocido como
“huevera”, en el parto atendido por el médico Capdevila, que fue asistido en esa
oportunidad por la detenida-desaparecida Irene Wolfson.
Desde
el
nacimiento
permaneció
clandestinamente
alojada
en
las
instalaciones de la E.S.M.A., imposibilitando que sus familiares asumieran su
protección y cuidado en el seno familiar, sin brindarles ninguna información sobre
su nacimiento o paradero que les permitiera recuperarla, teniendo en cuenta que
funcionarios estatales estaban impidiendo a sus padres el libre ejercicio de la patria
potestad sobre ella.
Asimismo fue atormentada mediante la imposición de condiciones inhumanas
de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene
y alojamiento existentes en el lugar), agravadas por su condición de recién nacida que la colocó en una situación de mayor desamparo-, por su nacimiento en
cautiverio -en un ámbito de encierro, de máxima desprotección, privada de las
condiciones mínimas de salubridad e higiene que necesita un bebé de esa edad- y
por el hecho de que sus padres y hermanos también se encontraban detenidos en ese
sitio padeciendo constantes maltratos y, su madre, la angustia de haber dado a luz en
ese lugar ante la posibilidad de perder a su hija.
Sus padres aún permanecen desaparecidos. No se conoció el destino de Laura
Ruiz Dameri, hasta que recuperó su identidad en el año 2008, cuando fue hallada
Ministerio Público de la Nación
bajo el nombre de Carla Silvina Valeria Azic, anotada como hija de Juan Antonio
Azic.
En relación con los hechos descriptos, Franco impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados organizar que la niña naciera en
cautiverio en la ESMA, sustraerla, retenerla y/u ocultarla hasta que fue separada de
su madre y atormentarla en la Escuela de Mecánica de la Armada y en otros sitios
bajo el control del G.T. Además, recibía informes sobre la situación de la víctima y
avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos controles de lo
realizado por éstos y visitas a la E.S.M.A.
Capdevila fue el médico que atendió su parto y, en su carácter de integrante
del Sector de Inteligencia y Operaciones del Grupo de Tareas 3.3/2, planificó su
nacimiento en cautiverio, así como también participó en su sustracción, retención
y/u ocultación en la ESMA y en otros sitios bajo el control del G.T., hasta que fue
separada de su madre, y la atormentó mediante la imposición de los mecanismos de
tortura descriptos.
IV.- Elementos de prueba
Las pruebas recabadas durante el curso de la investigación, en relación con
los hechos narrados, permiten afirmar, con el alcance de este acto procesal, que
Carlos Octavio Capdevila, Rubén Oscar Franco, Jorge Luis Magnacco, Antonio
Vañek y Jorge Eduardo Acosta son penalmente responsables de los delitos que se les
imputan, los cuales deberán ser ventilados en el juicio oral correspondiente.
En el presente acápite, se hará referencia a las pruebas que dan cuenta de los
hechos materia de acusación y del contexto general en el cual éstos se desarrollaron.
El valor trascendente de los testimonios introducidos en un proceso como el
presente radica -conforme lo advirtió la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal en pleno, en la denominada “Causa nro. 13”- en “la
manera clandestina en que se encaró la represión, la deliberada destrucción de
documentos y de huellas y el anonimato en que procuraron escudarse sus autores”,
por lo que “no debe extrañar, entonces, que la mayoría de quienes actuaron como
órganos de prueba revistan la calidad de parientes o de víctimas. Son testigos
necesarios” (cfr. La Sentencia, Tomo I, Imprenta del Congreso de la Nación, 1987,
p. 294).
Ministerio Público de la Nación
Enumeración de las pruebas por caso
307) CASTRO RUBEL, hijo de Ana María RUBEL de CASTRO
Nació en cautiverio aproximadamente en el mes de junio de 1977, en la
enfermería del casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre Ana María
Rubel de Castro se hallaba ilegítimamente privada de su libertad en esa dependencia
naval. El parto fue asistido por el Dr. Magnacco (médico ginecólogo del Hospital
Naval) (declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 12.300/22).
El niño, según el Subcomisario Roberto González, fue dejado en el Hospital
de Niños de Buenos Aires, pues había nacido cianótico (testimonio de Lisandro
Raúl Cubas y Rosario Evangelina Quiroga de fojas 1/127 del legajo nro. 96,
perteneciente a “Cubas, Lisandro y Quiroga, Rosario”).
Graciela Beatriz Daleo y Andrés Ramón Castillo (testimonio de fojas 7/68
del legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima privación ilegal de la
libertad”) indicaron que la madre fue trasladada en el mes de junio de 1977.
Efectivamente, Ana de Castro junto con María del Carmen Moyano de Poblete fue
trasladada dos días después de dar a luz, al Tercer Cuerpo del Ejército (del citado
testimonio de Cubas y Quiroga, y declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas
12.300/22).
Ana María Martí y Sara Solarz de Osatinsky declararon que: “…en el
mismo mes de junio de 1977, MARÍA DEL CARMEN MOYANO DE POBLETE,
quien siente las primeras contracciones, es descendida al sótano del campo de
concentración de la E.S.M.A., donde se encontraban tanto las salas de tortura como
la enfermería. Que ya en la enfermería María del Carmen se ve enfrentada a tener
su hijo en presencia de profesionales asistentes del Campo de concentración, el Dr.
Magnacco, médico ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires, y el Dr.
Martínez, médico de piel del mismo hospital y un enfermero del que desconocemos
su nombre. Que esto produce en ella un choque tan violento que pide a gritos la
presencia de una compañera. Es en ese momento y ante la imposibilidad de María
del Carmen de dar a luz, que los militares acceden a su petición. Yo, Sara Solarz de
Osatinsky fui conducida engrilletada a ayudar a María del Carmen, ella no
aguantaba el ruido de mis cadenas cuando me desplazaba en torno a ella; comienza
Ministerio Público de la Nación
entonces a suplicar que me las quiten, cosa que le fue negada. Nació una niña entre
el sonido de los grilletes y el llanto de María del Carmen Moyano. Inmediatamente
después fue conducida nuevamente a la pieza en el altillo donde se encontraba Ana
de Castro. Denunciamos que permaneció en el campo de concentración de la
E.S.M.A, alrededor de 6 días. Exactamente dos días después que Ana de Castro
diera a luz a un niño de sexo masculino. Que María del Carmen Moyano de Poblete
y Ana de Castro fueron trasladadas solas por personal del III Cuerpo de Ejército y
que los dos niños permanecieron en la habitación destinada a las mujeres
embarazadas secuestradas durante algunas horas, hasta que un Sub-oficial,
denominado Pedro Bolita vino a buscarlos…” (ver testimonio conjunto en el legajo
CONADEP nro. 3186).
Por otra parte, Sara Solarz de Osatinsky refirió que el Subprefecto Febres era
el encargado de retirar a los bebés de la E.S.M.A., separándolos de las madres, y que
en consecuencia conocía el destino de los niños. Así también, Febres se encargaba
de llevar lujosos ajuares y moisés para los niños. Asimismo, indicó que “Pedro
Bolita” retiró al hijo de Castro y a la hija de Moyano de Poblete de la piecita de las
embarazadas, cuando las madres ya habían sido trasladadas (declaración de fojas
12.300/22).
308) POBLETE MOYANO (hija de María del Carmen MOYANO de
POBLETE)
Nació en cautiverio en el mes de junio de 1977, en la enfermería del sótano
del casino de oficiales de la E.S.M.A., mientras su madre María del Carmen Moyano
de Poblete se encontraba clandestinamente detenida en esa dependencia naval
(declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 12.300/22).
El parto fue asistido por dos médicos del Hospital Naval de Buenos Aires, el
Dr. Magncco -ginecólogo- y el Dr. Martínez -dermatólogo-. Durante el parto, la
madre solicitó ser acompañada por su compañera Sara Solarz de Osatinsky, quien
fue conducida engrillada al lugar (ficha general correspondiente a María del Carmen
Moyano Maure de fojas 76/127 del legajo de personas de la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación).
Posteriormente, la madre fue trasladada sin su hija, quien fue retirada de la
Escuela de Mecánica de la Armada por el suboficial conocido como “Pedro Bolita”.
Ministerio Público de la Nación
En tal sentido, Sara Solarz de Osatinsky indicó que “Pedro Bolita” retiró al hijo de
Castro y a la hija de Moyano de Poblete de la piecita de las embarazadas, cuando las
madres ya habían sido trasladadas. Asimismo, refirió que el Subprefecto Febres era
el encargado de retirar a los bebés de la E.S.M.A., separándolos de las madres, y que
en consecuencia conocía el destino de los niños. Así también, Febres se encargaba
de llevar lujosos ajuares y moisés para los niños (declaración de Sara Solarz de
Osatinsky de fojas 12.300/22).
325) DONDA PÉREZ, Victoria Analía
Nació en cautiverio en el mes de agosto de 1977, mientras su madre María
Hilda Pérez se encontraba privada de su libertad en la E.S.M.A. Durante el parto,
que tuvo lugar en la “pieza de las embarazadas” y fue asistido por el Dr. Magnacco,
su madre fue acompañada por Lidia Cristina Vieyra. Posteriormente, para poder
identificar a su hija, María Hilda le hizo un agujerito en la oreja derecha y le pasó un
hilito azul. Aproximadamente quince días después del nacimiento, María Hilda fue
trasladada a Aeronáutica; la niña permaneció en un moisés en la “pieza de las
embarazadas” de la E.S.M.A. aproximadamente tres días más, y luego fue sustraída.
Al respecto, Lydia Cristina Vieyra relató que “Cori” como era conocida
María Hilda Pérez- llegó a la E.S.M.A. unos dos meses después que ella (que había
sido secuestrada en marzo de 1977) y fue alojada en “capucha”, en un lugar próximo
a su colchoneta. Recordó que una noche, aproximadamente dos meses después de su
llegada, comenzó con contracciones, por lo que llamó a un guardia para avisarle y le
pidió a ella que la asistiera en el parto. Así fue que la llevaron a una pieza donde
había una mesa y dos camas, que comenzaba a funcionar como la pieza de las
embarazadas. Una vez allí Vieyra ayudó a María Hilda a subirse a la mesa de
madera, que no tenía ningún cobertor u otra medida de higiene, y en ese momento
ingresó el Dr. Magnacco, a quien la testigo conocía ya que era jefe de su padre en el
Hospital Naval. Magnacco asistió el parto y luego se retiró, por lo que quedaron
solas María Hilda, ella y la beba, a la que decidió llamar Victoria. Contó que María
Hilda tenía miedo de no poder reconocer a su hija el día de mañana, por lo que con
material que había quedado en el lugar le hizo un agujerito en la oreja derecha y le
colocó un hilito azul. María Hilda Pérez de Donda y su hija fueron trasladadas por
separado (confr. declaraciones testimoniales prestadas por Vieyra el 28 de julio de
Ministerio Público de la Nación
1998 en la causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción
de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional nro. 7; el 8 de noviembre de 2007 en la audiencia de debate
celebrada en la causa nro. 1238 del Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal
nro. 5, y a fs. 204/205 en la causa nro. 2118/01 del Juzgado Federal en lo Criminal y
Correccional nro. 3, Secretaría nro. 5).
Las testigos Milia de Pirles, Osatinsky y Martí, en su testimonio conjunto,
además de confirmar los extremos relatados anteriormente, agregaron que el marido
de María Hilda Pérez era hermano del Tte. de Navío Donda, uno de los jefes de
operaciones del grupo de tareas 3.3/2 que operaba en la E.S.M.A.. (legajo Conadep
nro. 5307 y fs. 1536/1564 de los autos principales).
María Alicia Milia de Pirles, en un testimonio posterior, agregó que unos
días después que trasladaron a María Hilda Pérez, el Teniente Donda le preguntó
quién se había llevado a la niña porque él tenía intenciones de quedarse con ella.
Esto les demostraba que los niños de las secuestradas no eran entregados a sus
familias (declaración prestada en la causa nro. 10326/96, obrante en copia a
fs.14725/31 y testimonio brindado en el juicio oral celebrado en la causa nro. 1238
del Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 5, cuya transcripción se
encuentra agregada en las actuaciones obrantes a fojas 31013/31068).
Beatriz Elisa Tokar manifestó que si bien no vio en la E.S.M.A. a María
Hilda Pérez, supo por dichos de otras detenidas que había dado a luz en ese lugar a
una niña (cfr. fs. 7229/34 y 25095/111). Asimismo manifestó, respecto de las
embarazadas mantenidas en cautiverio en la E.S.M.A., que “[m]e empezaron a
llevar a un lugar que le decían la pecera, entonces ... a mí me resultaba más sencillo
... ir a la pieza de las embarazadas; sencillo siempre y cuando las guardias miraban
para otro lado ... En otra oportunidad ... me cuentan las chicas, y esta vez lo
presencié, le[s] pedían ... que escriban una carta diciendo a dónde quería que vaya
dirigida, a la persona que ellas querían -madre o suegra- que sus hijas o sus hijos
estuvieran, que ellos se lo iban a llevar ... Que iban a estar cuidados por sus por sus
familiares, por sus abuelos, y que diga el nombre que quería ponerle ...”
(declaración testimonial brindada en el juicio oral celebrado en la causa nro. 1238
del Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 5, cuya transcripción se
encuentra agregada en las actuaciones obrantes a fojas 31013/31068).
Lila Patoriza (declaraciones prestadas en la causa nro. 13/84 de la Cámara de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal y en la causa nro.10326/96, que
Ministerio Público de la Nación
en copia obra a fs. 14747/50) y Nilda Haydeé Orazi (testimonio en el legajo
Conadep nro. 3695 y declaración prestada en la causa nro.10326/96, que en copia
obra a fs. 14718/24) declararon que María Hilda Pérez de Donda era una de las
embarazadas que estuvo detenida en la E.S.M.A. y luego fue trasladada.
Lisandro Raúl Cubas agregó que como militaba en la misma zona que
María Hilda, cuando llegó a la E.S.M.A. lo llevaron para que hablara con ella. Que
le contó que quince días antes de que la llevaran allí, los oficiales de Castelar le
habían dicho que la iban a trasladar a “La Sardá”, y que después de tener a su bebé
la llevarían nuevamente a Castelar. También señaló que cuando María Hilda tuvo a
su hija, fue a verla al cuarto de las embarazadas y ella le contó que su cuñado -el
Tte. de Navío Donda- la había ido a ver, por lo que tenía grandes esperanzas de que
su beba fuera entregada a su familia (testimonio conjunto y declaración por exhorto
que obran en el legajo Conadep nro. 96; testimonio brindado en la causa nro.
10326/96, que obra en copia a fs. 14505/11 y declaración de fojas 304/347 del legajo
nro. 62, perteneciente a Guillermo Raúl Díaz Lestrem, que corre por cuerda).
Graciela Daleo, en la declaración prestada el 20 de agosto de 1998 en la
causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de
menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional nro. 7, declaró que María Hilda Pérez De Donda -cuñada
del teniente de navío Adolfo Donda, Alias “Jerónimo” o “Palito”, Jefe del sector de
Operaciones desde octubre de 1978-, fue secuestrada por la Fuerza Aérea y llevada a
parir a la ESMA.
Por otra parte, ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la ciudad de
Mar del Plata, Daleo manifestó el 22 de abril de 2002 que “[s]on compañeras a
quienes yo no vi pero sí supe, por otros compañeros y compañeros ... por ejemplo en
el caso Hilda PÉREZ de Donda, -otra compañera Lidia VIEYRA asiste a ese parto-,
y su esposo habían sido secuestrados por la Fuerza Aérea, ambos están
desaparecidos y se da esa terrible historia de que uno de los represores de la ESMA
-Adolfo DONDA Tigel- es hermano del esposo de María Hilda. María Hilda fue
llevada a parir a la ESMA -tenía dos hijas- a la hija mayor se la entregaron a la
familia, bah, DONDA se la habrá entregado a su propia familia y la más chiquita,
la bebé que nació en la ESMA recién ahora se cree que ha sido ubicada. (...) María
Hilda PÉREZ de Donda había sido secuestrada por la Fuerza Aérea, había estado
en la comisaría de Castelar y otros campos bajo el dominio de la Fuerza Aérea en
la zona oeste y fue llevada a parir a la ESMA...”.
Ministerio Público de la Nación
Sara Solarz de Osatinsky, en la declaración que prestó en la causa nro.
10326/96, refirió que María Hilda Pérez de Donda, que había sido secuestrada por la
Aeronáutica junto con su esposo y llevada a la E.S.M.A. para dar a luz, tuvo a una
niña en el mes de agosto de 1977, cuando fue asistida por el Dr. Magnacco; y que a
los quince días del alumbramiento, personal de la Aeronáutica llevó nuevamente
consigo a María Hilda, mientras que su hija permaneció tres días más en la dicha
dependencia naval, al cabo de lo cual también fue retirada de ese sitio. También
precisó que el Subprefecto Febres era el encargado de retirar a los bebés de la
E.S.M.A., separándolos de las madres, y que en consecuencia conocía el destino de
los niños. Así también, Febres se encargaba de llevar lujosos ajuares y moisés para
los niños (declaración que obra en copia a fojas 12300/22 de los autos principales).
Norma Susana Burgos afirmó que un Oficial del Grupo de Tareas se llevó a
la niña, supuestamente a la casa de unos parientes de la bebé que vivían en la
localidad de Haedo, Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el Capitán Vildoza
mandó a llamar a este oficial, y lo amenazó con arrestarlo por haberse llevado a la
niña sin permiso. Tiempo después, el Teniente de Navío Donda le contó que su
hermano había desaparecido por ser militante de la zona oeste del Gran Buenos
Aires y se sorprendió con la noticia del nacimiento de su sobrina, lo que
evidentemente desconocía y corrobora el hecho de que la niña no había sido
entregada a ningún familiar (declaración de fojas 5897/5935 del Tomo 19, 20 y 21
de la documentación remitida por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la
Audiencia Nacional de Madrid en relación con el Sumario 19/97).
Por lo demás, la hija de María Hilda Pérez de Donda y José María Donda,
nacida en la E.S.M.A. durante el cautiverio de su madre, recuperó su verdadera
identidad en el año 2004 luego del estudio de ADN realizado en el Banco Nacional
de Datos Genéticos del Hospital Durand (que obra a fs. 666/679 de la causa nro.
2118/01 citada precedentemente). Ese estudio reveló que quien fuera anotada como
hija biológica de Juan Antonio Azic y Noemí Esther Abrego, bajo el nombre de
Claudia Analía Leonora Azic, se trataba en realidad de Victoria Donda Pérez, hija de
María Hilda Pérez y de José María Laureano Donda, con un porcentaje de
probabilidad de parentalidad acumulada del 99,9999%.
Cabe destacar que por petición de Victoria, el 21 de marzo de 2005 se declaró
la nulidad de la inscripción en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas del nacimiento de Claudia Analía Azic, del DNI 26.157.572, como así
también de todo otro documento que en consecuencia se hubiere expedido, y se
Ministerio Público de la Nación
ordenó su inmediata inscripción con sus verdaderos datos filiatorios: Victoria Analía
Donda Pérez, hija de José María Laureano Donda y de María Hilda Pérez (confr. fs.
1176 y 1301/1318 de la causa nro. 2118/01 ya citada, e “Incidente de Claudia
Analía Azic” que corre por cuerda de aquélla).
370) PENINO VIÑAS, Javier Gonzalo
Javier Gonzalo Penino Viñas nació en cautiverio el día 7 de septiembre de
1977, mientras su madre Cecilia Marina Viñas de Penino se hallaba
clandestinamente detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ver
presentación de fojas 12.331/2 y constancias obrantes en el legajo CONADEP nro.
2076).
Sara Solarz de Osatinsky manifestó haber presenciado el parto en el que
Viñas de Penino dio a luz un varón, oportunidad en la que fue asistida por el Dr.
Magnacco (declaración de fojas 6 del legajo nro. 72 y de fojas 12.300/22).
Por otra parte, Graciela Beatriz Daleo y Andrés Ramón Castillo
(testimonio de fojas 7/68 del legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima
privación ilegal de la libertad”), José Orlando Miño (declaración de fojas
13.252/63) y Norma Susana Burgos refirieron que Viñas se encontraba embarazada
y dio a luz en ese lugar, luego de lo cual fue trasladada (declaración de fojas 883/4
del incidente de búsqueda formado respecto de Rodolfo Walsh).
Efectivamente, el día 7 de septiembre de 1977 Viñas de Penino dio a luz a un
niño, luego de lo cual fue trasladada, mientras que el bebé fue retirado por Febres y
“Pedro Bolita” (declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 12.300/22 de los
autos principales, y de fojas 5662/6 del Tomo 19, 20 y 21 de la documentación
remitida por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de
Madrid).
El niño fue hallado en poder de Jorge Raúl Vildoza y María Grimaldos (cfr.
causa nro. 11.684/98 en el marco de la cual, con fecha 14 de diciembre de 2006, se
dictó prisión preventiva a Jorge Luis Magnacco; presentación efectuada por la Dra.
Alcira Ríos glosada a fojas 12.331/2 de los autos principales y orden internacional
de detención remitida por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia
Nacional de Madrid, obrante a fojas 8532).
Ministerio Público de la Nación
De los sucesivos contactos telefónicos que habría mantenido Viñas de Penino
con su familia, surge que no se hallaba con ella el pequeño, lo que se evidenciaba en
la notoria preocupación que presentaba la madre por reunirse con su hijo (las
transcripciones de dichas comunicaciones obran a fojas 12.323/30).
Finalmente, consta el informe genético que da cuenta de la verdadera
identidad de la víctima, es decir, como hijo de Hugo Reinaldo Penino y Cecilia
Marina Viñas (ver constancias obrantes a fs. 42.500/600).
393) ROCHISTEIN TAURO (hijo de María Graciela Tauro)
Los extremos relativos a las circunstancias que rodearon el secuestro de la
madre de la víctima, María Graciela Tauro encuentran sustento en la denuncia y
posterior declaración que en su momento efectuó su madre (ver fs. 5, 6 y 8 del
legajo nro. 122). También resultan relevantes los testimonios de Justo José Farías y
Blanca Nieve Herrera, vecinos de la víctima, que debieron soportar el ingreso a su
domicilio de las tres personas que, vestidas de civil y portando armas largas,
mantenían detenida a María Graciela (ver testimonios obrantes a fs. 11/12 y 14/15
del legajo ya citado).
Por otra parte, la clandestinidad del accionar desplegado por quienes
participaron del secuestro y posterior cautiverio de la víctima se encuentra probada
por el resultado negativo que arrojaron los pedidos de informes que, a raíz del
habeas corpus presentado por la familia, fueron requeridos por las autoridades
judiciales (fs. 7, 8, 10 y 13/14 de la causa 43.953 “Tauro, María Graciela; privación
ilegal de su libertad” del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción nro. 24; ver también informes remitidos por la Fuerza Aérea a fs. 11/12
de la causa 6476 del Juzgado Federal de 1ra. Instancia de Morón).
Ahora bien, en lo que hace a las circunstancias en que transcurrió el
cautiverio de María Graciela Tauro de Rochistein, la testigo Pilar Calveiro relató
que la conoció en el centro clandestino denominado “Mansión Seré” ya que estaban
alojadas en la misma habitación. Según contó, pese a que se encontraba embarazada
la hacían realizar trabajos de limpieza de la casa. En cuanto a su embarazo recordó
que para mayo de 1977 se encontraba embarazada y que su hijo nació en la
E.S.M.A., lugar al que ella fue llevada para el parto y donde volvieron a
reencontrarse. Contó que para el 8 de junio fue trasladada junto con otros
Ministerio Público de la Nación
secuestrados a la Comisaría de Castelar puesto que, según le dijeron, había que
desalojar la casa. Allí volvió a ver a María Graciela y a su esposo Daniel Rochistein,
ella había sido trasladada con anterioridad, y en ese lugar volvieron a compartir la
celda. Para agosto de 1977 aproximadamente, a María Graciela y a ella las llevaron
al Hospital Aeronáutico Central; a ella le sacaron el yeso y a María Graciela la
revisaron por su embarazo (cfr. fojas 7938/71; testimonio en su Legajo CONADEP
y declaración por exhorto en causa 13/84).
Por su parte, Juan Alberto Gaspari contó que tuvo oportunidad de ver
secuestrada en la E.S.M.A. a Graciela Tauro de Rochistein, a quien conocía con
anterioridad. En tal sentido, Gaspari puntualizó que Graciela Tauro se encontraba
embarazada y había sido alojada en el tercer piso del casino de oficiales. En el
centro clandestino que funcionaba en la ESMA, Graciela tuvo a su hijo entre
septiembre y octubre de 1977. Según recordó Gaspari, el parto fue normal y sin
contratiempos, supervisado por un médico con rango militar que iba especialmente
al lugar, cuyo nombre era Jorge Magnacco; él la vio a ella y al bebé en la habitación
de las embarazadas. En esa oportunidad Graciela le pidió que fuera el padrino de su
hijo, a lo que él accedió. También le entregó los datos de su madre en la ciudad de
Bahía Blanca para que, en caso de poder hacerlo, le avisara del nacimiento del niño.
Finalmente, el testigo relató que a Graciela y a su hijo se los llevaron a los pocos
días del parto y antes de finalizar el año 1977, sin que se volvieran a tener noticias
de ella ni del bebé (ver declaraciones de fs. 12.593/97 y 14.390/92 y fojas 869/880
del incidente de búsqueda formado respecto de Rodolfo Walsh).
Por su parte, Graciela Daleo y Andrés Ramón Castillo recordaron que la
víctima dio a luz un varón en el mes de octubre de 1977 y que finalmente fue
trasladada (mencionada a fojas 115 del legajo nro. 16 ó 32, caratulado “Castillo,
Andrés Ramón s/víctima priv. ilegal de la libertad”).
También dieron cuenta del paso de María Graciela Tauro por la E.S.M.A. y
del nacimiento de su hijo, Lila Pastoriza (cfr. fs. 181/227 del legajo 71 de Martín
Tomás Gras; fs. 1/51 del legajo 74 ó 40 de “Pastoriza, Lila Victoria” y fs. 8249/52,
8960/70 y 9000 de la presente; declaración en causa 13/84 y declaración testimonial
prestada en la causa “Nicolaides”, obrante en copia a fs. 14.747/50), Nilda Haydeé
Orazi (cfr. testimonio en el Legajo CONADEP nro. 3695 y declaración en
“Nicolaides” fs. 14.718/24), María Alicia Milia (ver declaración prestada en la
causa “Nicolaides”, obrante en copia a fs. 14.725/31, testimonio ante el TOF 5 en
Ministerio Público de la Nación
causa nro. 1238), Sara Solarz de Osatinsky y Ana María Marti (identificada
como “Raquel” en el testimonio conjunto, ver fs. 43 del legajo nro. 23).
Sara Solarz de Osatinsky relató que la madre de la víctima era conocida con
el apodo de “Raquel”, y había sido secuestrada por la Fuerza Aérea en la ciudad de
La Plata, Provincia de Buenos Aires, y que había dado a luz un varón en la pieza
donde se hallaban recluidas las embarazadas, oportunidad en la que fue asistida por
el Dr. Magnacco (declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 12.300/22, y
orden internacional de detención remitida por el Juzgado Central de Instrucción nro.
5 de la Audiencia Nacional de Madrid, obrante a fojas 8536).
403) BAUER PEGORARO, Evelyn (hija de Susana Beatriz Pegoraro)
Las testigos Ana María Martí y Sara Solarz de Osatinsky refirieron que el
Dr. Magnacco (médico ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires) y el Dr.
Martínez (médico dermatólogo del mismo hospital) asistieron el parto, en la pieza
donde se hallaban recluidas las embarazadas; luego de lo cual la madre fue
trasladada sin su niña, la que quedó durante unas horas en la E.S.M.A. y más tarde
fue llevada por el subprefecto Naval Héctor Febres, entre otros (fs. 118/9 del legajo
caratulado “Luca de Pegoraro, Inocencia s/denuncia”, que corre por cuerda y
declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fs. 12.300/22).
También, Lisandro Raúl Cubas refirió conocer que Susana Beatriz Pegoraro
estuvo alojada en la pieza de las embarazadas que existía en la E.S.M.A., en el mes
de noviembre de 1977, cuando dio a luz a una niña (declaración de Lisandro Raúl
Cubas de fs. 304/47 del legajo nro. 62, perteneciente a Guillermo Raúl Díaz
Lestrem, que corre por cuerda).
De las reproducciones de las actuaciones formadas a raíz del pedido de
extradición de Alfredo Ignacio Astiz, se desprende que la hija de Susana Pegoraro
fue hallada en la familia de un ex suboficial de la Marina, llamado Policarpo
Vázquez (fs. 8041 de los autos principales).
Durante su cautiverio, Susana Pegoraro fue trasladada a la Base Naval de
Buzos Tácticos de la Marina en Mar del Plata. Al regresar a la E.S.M.A., en
noviembre de 1977, dio a luz una niña que quedó en manos de Policarpo Vázquez,
miembro del S.I.N. e integrante del grupo de tareas de dicha Base (presentación de
Ministerio Público de la Nación
Angélica Chimeno de Bauer, madre de Rubén Santiago Bauer -padre de Evelyn-,
obrante a fs. 14.070/9).
427) SANDOVAL FONTANA, Alejandro
Liliana Clelia Fontana Deharbe, quien era conocida por el apodo “Patty”, fue
privada ilegítimamente de su libertad el 1ro. de julio de 1977. En un primer
momento, fue conducida al centro clandestino de detención conocido como “El
Atlético” y, entre los días 15 y 25 de diciembre de 1977, fue trasladada a la
E.S.M.A. Al momento de su detención, se hallaba embarazada de dos meses y
medio (legajo Conadep nro. 1967, fojas 5984/6 de los autos principales y fojas
122/129 del legajo nro. 60 correspondiente a Alejandro Roberto Odell).
En ese centro clandestino, Fontana Deharbe dio a luz un niño, tal como se lo
informó a Horacio Cid de la Paz, tres días después del traslado de la víctima, uno de
los encargados de llevarla a la E.S.M.A. (manifestación de Rubén Fontana y Clelia
Deharbe de Fontana fojas 127/8 del legajo nro. 60 correspondiente a Alejandro
Roberto Odell).
Alrededor del mes de julio o agosto de 1978, estuvo alojada en el centro
clandestino de detención denominado “La Perla”, en la Provincia de Córdoba, donde
compartió su celda durante 72 horas, aproximadamente, con María de Lourdes
Lagripanti, quien recordó que llegó al lugar junto con un grupo que había sido
trasladado desde otro centro clandestino ubicado en Buenos Aires. Asimismo indicó
que la víctima clamaba por su hijo y se hallaba en deplorables condiciones físicas
(declaración de fojas 124 del legajo nro. 60 correspondiente a Alejandro Roberto
Odell).
Cabe destacar que en la sentencia recaída en la causa nro. 1278 del T.O.C.F.
nro. 6, caratulada “REI; Víctor Enrique s/ sustracción de menor de diez años”, en la
que se investigó la retención y ocultamiento del hijo de Liliana Clelia Fontana, se
tuvo por probado que la nombrada y su pareja -Pedro Fabián Sandoval- fueron
detenidos el día 1ro. de julio de 1977 a las 21 horas aproximadamente, en la
vivienda familiar de la calle Kelsey nro. 2034 de la localidad de Caseros, Partido de
Tres de Febrero, Provincia de Buenos Aires, por cinco sujetos que dijeron pertenecer
a las “fuerzas conjuntas del Ejército”. En ese momento, Fontana se encontraba
Ministerio Público de la Nación
cursando el primer trimestre de embarazo. Asimismo, se tuvo por acreditado que el
hijo de la pareja nació durante el cautiverio de Fontana, en un lugar y una fecha que
no pudieron ser determinados; y que permaneció retenido y oculto en poder de
Víctor Enrique Rei, quien se encontraba casado con Alicia Beatriz Arteach y simuló
ser su padre biológico, suprimiendo su identidad. El niño fue inscripto como
Alejandro Adrián Rei.
Por lo demás, el hijo de Liliana Clelia Fontana recuperó su verdadera
identidad el 11 de julio de 2006, ocasión en la que se informó en dicho proceso el
resultado del estudio de ADN realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos
del Hospital Durand (que obra a fs. 1855/1873 de la causa de mención). Ese estudio
reveló que el material genético secuestrado en el allanamiento realizado el día 9 de
septiembre de 2005 en la vivienda de la calle El Ombú nro. 1581 de Don Torcuato,
provincia de Buenos Aires, era compatible con el material biológico correspondiente
al grupo familiar Fontana-Sandoval; asimismo se dictaminó que no podía excluirse
el vínculo biológico entre el portador de ese A.D.N. (es decir, la persona a la que
pertenecía el cepillo de dientes secuestrado, que pudo determinarse era quien había
sido inscripto como Alejandro Adrián Rei) y el referido grupo familiar, en un valor
que llegó a la cifra 99.9999996%.
438) REINHOLD SIVER, Laura
Susana Beatriz Siver de Reinhold fue privada ilegítimamente de su libertad el
día 14 de agosto de 1977. En el momento de su secuestro, se hallaba embarazada de
cuatro meses (legajo Conadep nro. 3528, actor nro. 3626, declaración de Isaac Siver
de fojas 104/106, de Augusto Miguel Reinhold de fojas 189/190 vta. y de Augusto
Ludovico Reinhold de fojas 173/6vta. del legajo nro. 60 correspondiente a
Alejandro Roberto Odell, Hábeas Corpus que obra a fs. 296/323 del Anexo I del
legajo nro. 60, caratulado “Odell, Alejandro Roberto” y fs. 12.016 de los autos
principales).
Fue conducida primero a la casa del S.I.N. y el 17 de octubre a la Escuela de
Mecánica de la Armada, donde permaneció detenida a disposición del S.I.N. Allí
estuvo alojada en “capuchita” durante aproximadamente dos meses y en el mes de
octubre fue conducida a la “pieza de las embarazadas”.
Ministerio Público de la Nación
Cabe destacar que el esposo de Susana, Marcelo Carlos Reinhold -que había
sido secuestrado el mismo día que ella- se comunicó telefónicamente con la casa de
su padre a fines del mes de octubre de 1977, oportunidad en la que solicitó que no se
le hicieran preguntas; manifestó que tanto él como Susana estaban bien y anunció
que llamaría nuevamente en tres días. Efectivamente ese llamado se produjo en
horas de la tarde, y en esa ocasión hablaron Marcelo y luego Susana. Ambos
refirieron que se encontraban bien, que el embarazo de Siver continuaba en forma
normal y anunciaron que se comunicarían nuevamente, pero ello nunca ocurrió
(declaración de Augusto Ludovico Reinhold de fojas 173/6 vta. del legajo nro. 60
correspondiente a Alejandro Roberto Odell).
Al respecto Lila Pastoriza declaró que “[e]ntre el 10 y 12 de agosto de
1977, y a través de una investigación previa, el SIN llega a una vivienda en la zona
Norte del Gran Buenos Aires, donde somos secuestrados Máximo Nicoletti, su mujer
Marta Peuriot y dos niñas (...) Posterior y sucesivamente son detenidos: (...)
MARCELO REINHOLD y SUSANA SILVER, su mujer (14/08/77). [É]l es
secuestrado junto a ODELL, ella en la casa de sus suegros, en la localidad de
Haedo. La mujer estaba embarazada, no tenía militancia política. Tuvo una nena
por cesárea en el Hospital Naval (probablemente atendida por el Dr. MAGNACO)
en enero de 1978. Luego fue trasladada” (legajo Conadep nro. 4477).
Por otra parte, Lila Pastoriza declaró en el Informe sobre Marcelo Reinhold
que “[e]n el momento de su secuestro MARCELO REINHOLD (...) [e]staba casado
con SUSANA SILVER, embarazada de cuatro meses, secuestrada por el SIN en el
domicilio del padre de MARCELO, Sr. AUGUSTO REINHOLD, quien inició según
consta en el texto que acompaña este informe, varias acciones legales. (...) En
cuanto a SUSANA SILVER, permaneció en ‘capuchita’ y colaborando en tareas del
archivo hasta ser ubicada luego en el ‘cuarto de las embarazadas’. Su parto fue por
cesárea en el Hospital Naval en enero del 78. Fue trasladada en febrero. Un tiempo
antes del parto (según relata SARA OSATINSKY), al preguntar ella al Capitán de
Navío CHAMORRO dónde había sido llevado MARCELO, él le respondió: fue
trasladado a un lugar que no se le puede informar, al que será llevada usted una vez
que tenga su hijo”. Pastoriza manifestó, además, que el bebé de Siver de Reinhold
fue nena (Informe sobre Marcelo Reinhold, incluido en el testimonio de Lila
Pastoriza obrante a fojas 1/51 del legajo nro. 74, perteneciente al caso nro. 40,
caratulado “Pastoriza, Lila Victoria” y legajo Conadep nro. 4477).
Ministerio Público de la Nación
La víctima también fue vista en la E.S.M.A. por Sara Solarz de Osatinsky y
Ana María Martí (fojas 140/1 y 296/9), Andrés Ramón Castillo (fojas 325/330
del legajo nro. 60, caratulado “Odell, Alejandro Roberto”), y por Alfredo Julio
Margari (fs. 7792/94 de los autos principales).
A finales de 1977, las mujeres embarazadas cautivas en la E.S.M.A.
prepararon una tarjeta, firmada, entre otras, por Susana Siver de Reinhold con su
apodo de “Susanita”.
Debe remarcarse, además, que los testimonios de los testigos son coincidentes
en cuanto a la circunstancia de que Susana Siver de Reinhold debió ser trasladada al
Hospital Naval, a los efectos de practicarle una cesárea. En efecto, aproximadamente
el 16 de enero de 1978, la nombrada fue intervenida quirúrgicamente y dio a luz a
una niña a la que llamó Laura. Luego de la intervención, Susana y su hija fueron
llevadas nuevamente a esa dependencia naval, y al cabo de unos diez o quince días
ambas fueron trasladadas por separado.
En este sentido, la testigo Sara Solarz de Osatinsky declaró haber conocido
a Susana Siver de Reinhold en la E.S.M.A., quien al momento de su detención
cursaba un embarazo de aproximadamente cuatro meses, siendo que a la testigo se le
permitía asistir a las secuestradas embarazadas. Agregó que la víctima permaneció
alojada en el lugar denominado “capuchita”. Asimismo, indicó que, un día domingo
del mes de enero de 1978, Siver de Reinhold comenzó a sufrir dolores de parto y,
dado que el Dr. Magnasco se encontraba de vacaciones y era quien habitualmente
atendía los partos dentro de la E.S.M.A., Scheller fue a buscar al jefe del Servicio de
Ginecología del Hospital Naval de Buenos Aires, quien diagnosticó que a Susana
Siver de Reinhold debía practicársele una cesárea en un hospital. Describió a este
galeno como un hombre gordo, de cara redonda, con anteojos. En consecuencia, la
trasladaron al Hospital Naval donde dio a luz una niña a la que llamó Laura, luego
de lo cual fue inmediatamente devuelta a la E.S.M.A., aún bajo los efectos de la
anestesia. Susana Siver de Reinhold pudo permanecer alrededor de quince días con
su hijita, amamantándola. Unas horas antes de ser trasladada, escribió una carta a los
abuelos de la niña, a quienes supuestamente entregarían la criatura. Luego, se
llevaron a Siver de la E.S.M.A. y, posteriormente, el subprefecto Héctor Febres encargado de la custodia de las embarazadas y de los niños nacidos en cautiverioavisó a las otras embarazadas que se llevarían a la criatura. Esa misma noche, el jefe
de guardia apodado “Pedro Bolita” -jujeño, de ojos achinados- se llevó a la niña, la
que nunca fue entregada a sus abuelos. Durante su cautiverio, Siver era conocida con
Ministerio Público de la Nación
el apodo de “Susanita”, tal como suscribió la tarjeta navideña entregada a Solarz de
Osatinsky junto con las demás mujeres embarazadas, cuya copia se encuentra
agregada a la presente causa (declaraciones de Sara Solarz de Osatinsky de fojas
296/9 del legajo nro. 60 correspondiente a Alejandro Roberto Odell, y de fojas
12.009/12.011 y 12.300/22 de los autos principales).
Asimismo, en el legajo Conadep de Ana María Martí (nro. 4442) obra una
ampliación del testimonio sobre Susana Siver de Reinhold presentada por Solarz de
Osatinsky en Ginebra el 25 de septiembre de 1982, que dice lo siguiente: “El 24 de
Setiembre de 1982, me fue mostrada una fotografía del matrimonio Siver-Reinhold
enviada por la Sra. Luisa Bermúdez de Reinhold acompañando una carta de agosto
de 1982. Reconocí sin ninguna duda en dicha fotografía a ‘Susana’ o ‘Susanita’ con
quien estuve detenida-desaparecida en el campo de concentración que funcionaba
en dependencias de la Escuela de Mecánica de la Armada, dependiente de la
Marina de Guerra Argentina. Es en este lugar donde vi a Susana Siver de Reinhold
en las circunstancias que paso a detallar: La vi por primera vez en los primeros
días de octubre de 1977 en una pieza destinada a las mujeres embarazadas. Allí me
contó que el día 14 de agosto de 1977 había sido secuestrada como también su
marido, Marcelo Reinhold y un amigo taxista de nombre Alejandro Odell que se
encontraba en forma casual en la casa y había presenciado el secuestro de su
marido, razón por la cual también fue llevado a la Escuela de Mecánica de la
Armada. El grupo que realizó el operativo fue el personal del SIN, Servicio de
Inteligencia Naval. Al mando del mismo estaba el Capitán de Corbetta Luis
D’Imperio, jefe de este grupo operativo. Susana estaba embarazada de 4 meses. Los
interrogatorios se los hicieron en presencia de su marido a quien estaban
torturando. Luego fue llevada a un sector denominado ‘Capuchita’ en donde
permanece alrededor de dos meses encapuchada y con grilletes en los pies. En el
mes de octubre es conducida a la pieza destinada a las embarazadas. Allí [es donde]
puedo conversar y conocer con detalles lo que relato. Su preocupación mayor en
ese momento era que no podía ver a su marido que aún permanecía en capuchita,
salvo cuando había una guardia más permisible y la llevaban al baño al mismo
tiempo que a su marido y podían conversar durante breves minutos. El momento de
la separación era terrible; volvía a la pieza llorando desconsoladamente pues en
esos encuentros él le decía que nunca conocería a su hijo, que nunca se volverían a
ver... En el mes de noviembre le permiten ver oficialmente a su marido. La llevan a
una piecita ubicada en ‘Capuchita’, lugar utilizado como sala de tortura por otros
Ministerio Público de la Nación
grupos tales como el SIN, Aeronáutica, etc. Es la despedida. Quedan solos durante
aproximadamente una hora y allí le comunican que su marido va a ser llevado a
otro lugar porque en la Escuela de Mecánica de la Armada ‘no hay espacio’. El
traslado se efectúa al día siguiente junto a muchos otros de los que no volví a tener
noticias. Susana pregunta permanentemente a sus secuestradores por su marido,
entre otros al Director de la Escuela de Mecánica de la Armada, Vicealmirante
Jacinto Rubén Chamorro y siempre obtiene la misma respuesta: ‘Fue trasladado a
un lugar que no se le puede informar al que será llevada Ud, una vez que tenga el
hijo’. Poco tiempo después, en diciembre, colocan más camas en la habitación y
llegan las embarazadas: Liliana Pereyra y Patty las dos de Mar del Plata. Para
navidad consigo nuevamente verlas y ese día me entregan una tarjeta de regalo,
hecha por ellas con la letra de Susana y las firmas de las que se encontraban en ese
momento esperando un niño que eran María José Rapella de Mangone, Liliana
Pereyra, Paty y Susana (...) En el mes de enero, fecha exacta no recuerdo, comienza
a tener dolores de parto. El Dr. Magnasco, que era quien habitualmente atendía a
las embarazadas, estaba de vacaciones por lo que llaman al médico ginecólogo de
turno en el hospital Naval. Quien viene es el Jefe de Servicio de Ginecología del
hospital citado, traído por el Teniente de Navio Schelling. La descripción física de
este médico es: gordo, 1m70 de estatura aproximadamente, cara redonda, vientre
abultado, anteojos que denotaban una miopía avanzada. El mismo determina que no
puede tener un parto normal sino que deben hacerle una cesárea y que la misma no
puede ser realizada en la Escuela sino en el Hospital Naval. Susana estaba muy
asustada; no quería que yo me separara de su lado, quería que la ayudara en el
momento del parto, tener a alguien en quien confiar. No me permitieron asistir ni a
las revisaciones y la llevaron al Hospital Naval, donde nació una niña y la trajeron
de vuelta a la Escuela de Mecánica de la Armada todavía con los efectos de la
anestesia. Alcanzó a estar con su hijita, amamantarla, alrededor de 15 días y unas
horas antes de ser trasladada, a pedido de ella, escribió una carta destinada a los
abuelos de la niñita recién nacida a quienes le dijeron iban a entregar la criatura.
Estuve con ella en el momento de la separación de su hija. Se la llevaron alrededor
de las 15 horas y la nena quedó hasta la noche de ese mismo día. Nunca más volví a
tener noticias de ella ni de la niña”.
Siver también fue vista en la E.S.M.A. por Elisa Tokar quien, en lo que a
este caso respecta, manifestó que “....así van transcurriendo los días. En una
oportunidad me encuentro con una compañera que había sido compañera mía en la
Ministerio Público de la Nación
Facultad de Derecho, que estaba embarazada. ... La veo caminar saliendo, bajando
un escalón, que la llevan a lo que después supe que era un pañol chico, y en ese
pañol ella se queda esperando con una panza bastante grande y le bajan a Marcelo
Reinjol [Reinhold], que era su marido y los dejan así, con ... la puerta abierta de
esa capucha, con dos guardias. Los dejan conversar y los guardias burlándose de
ellos dos, ... en un momento ... también en un encuentro dentro del baño, ella me
dice que ... estaba en una pieza que la llamaban la pieza de las embarazadas, y que
trate cuando pudiese de ... ir a verla. Que ... esa piecita quedaba al lado del baño.
En ese momento que ella me lo dijo yo creía que las posibilidades iban a ser nunca,
pero bueno, así quedo ... En una de estas visitas al baño trato de acercarme a lo que
era la pieza de las embarazadas y no puedo, porque la habitación estaba como
truncada la puerta ... En otra oportunidad trato de entrar, ... puedo ver en ese
momento estaba Susanita Silver [Siver] ... Susanita sigue estando. Me cuenta que a
Marcelo no lo ve más, que esas visitas que yo contaba ... del principio de mi
secuestro ya no se daban, que no sabía absolutamente nada de Marcelo ... Me
empezaron a llevar a un lugar que le decían la pecera, entonces ... a mí me
resultaba más sencillo ... ir a la pieza de las embarazadas; sencillo siempre y
cuando las guardias miraban para otro lado ... [E]n esas visitas tan de pasada que
yo hacía a ese cuarto ... llego al cuarto de las embarazadas y ... Susanita Silver
[Siver, cuyo embarazo estaba más avanzado] me cuenta que ... la vino a ver un
médico, había digamos visitas ... quincenales a la habitación de las embarazadas, y
que le dijo que seguramente su parto iba a ser con cesárea ... En otra oportunidad
... me cuentan las chicas, y esta vez lo presencié, le[s] pedían ... que escriban una
carta diciendo a dónde quería que vaya dirigida, a la persona que ellas querían madre o suegra- que sus hijas o sus hijos estuvieran, que ellos se lo iban a llevar ...
Que iban a estar cuidados por sus por sus familiares, por sus abuelos, y que diga el
nombre que quería ponerle ... Susanita Silver [Siver] ella eligió para su hija el
nombre Laura ... y tal como le había dicho el médico, ella tiene su parto ... en el
hospital naval, la llevan ahí. Esto me lo cuenta ella al regreso, la atienden, le hacen
cesárea ... y en dos días [o menos] ... vuelve con Laurita. Y ella me cuenta que la
cama donde estaba ... como con rejas, enrejada. Al poco tiempo ya Laurita y
Susanita se van, yo no las vuelvo a ver. En otra oportunidad, ... hacía poco tiempo
... que había nacido Laurita y la mamá le decía Lauchita, porque era muy pequeña,
y ése fue ... creo que la ultima vez que las vi a las dos. Laurita sigue desaparecida ...
yo creo que a esta altura ya estamos en enero, no sé precisar fecha...” (declaración
Ministerio Público de la Nación
testimonial brindada en el juicio oral celebrado en la causa nro. 1238 del Tribunal
Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 5, cuya transcripción se encuentra
agregada en las actuaciones obrantes a fojas 31.013/31.068). De la misma manera
declaró el 25 de junio de 1998 en el marco de la causa nro. 10.326 caratulada
“Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción de menores”, del registro del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7 -copias de su testimonio
obran a fs. 7261/7266 y 14.741 y ss. de las presentes actuaciones-, en el escrito que
obra a fs. 4855/6, ratificado mediante acta de fs. 9000, y en el testimonio brindado el
7 de junio de 1977 ante el Juzgado Central de Instrucción nro. 5, Audiencia
Nacional, en Madrid (agregado en Pieza Principal Tomo 84 Folio 29.222 y 29.373 y
en Pieza Separada de Documentación Tº 147, fs. 29.224 y ss. en Sumario nro. 19/97
del trámite por ante el Juzgado Central de Instrucción nro. 5, de la Audiencia
Nacional de Madrid, España).
En igual sentido, declararon Andrés Ramón Castillo y Graciela Beatriz
Daleo, aunque refirieron que fue el Dr. Magnacco quien practicó la cesárea a
“Susanita” en el Hospital Naval, donde dio a luz en el mes de enero de 1978
(testimonio de fojas 70/129 del legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima
privación ilegal de la libertad”, que corre por cuerda). Su presencia en la E.S.M.A.
también fue confirmada por Carlos García (mención realizada a fojas 8965vta.).
Daleo precisó en la declaración prestada el 20 de agosto de 1998 en la causa
nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”,
de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional, que “cuando a la dicente la secuestran y empieza a tener cierta
movilidad dentro del campo, ya existía la pieza de las embarazadas. Que no
presenció ningún parto, lo que sí las vio en varias oportunidades a las chicas con
panza (...) Respecto de SUSANA SIVER, sabe que a ella la secuestró el SIN
(Servicio de Inteligencia Naval). Que estuvo un tiempo en ‘Capuchita’ ubicada en el
altillo del Casino de Oficiales, y luego la bajaron al tercer piso, más precisamente
en la pieza de las embarazadas. Esta chica tuvo una beba por cesárea en el Hospital
Naval, habiendo sido intervenida por el Médico Naval JORGE LUIS MAGNACCO.
La nena nació un día domingo, y la noche anterior había sido asesinada dentro de
la ESMA Norma Arrostito. Que en este caso trasladan, también en forma separada
a la madre de la beba. (...) Para la Navidad de 1977, había cuatro prisioneras en la
pieza de las embarazadas, tres de ellas embarazadas, SUSANA SIVER, LILIANA
PEREYRA, ELIZABETH MANCUSSO y MARíA JOSÉ RAPELLA. En esa ocasión le
Ministerio Público de la Nación
dieron a la dicente una hoja que tenía en la tapa dibujado un iglú y cuando se abría
la tarjeta, había dibujado un charquito y decía ‘el amor derrite cualquier hielo’
firmado ‘Las Mamás’. Esta tarjeta quedó agregada a la causa nro. 13/84. (...) [L]o
que sabe por el relato de compañeros más antiguos, es que cuando compañeras
estaban embarazadas eran igualmente torturadas, en un momento determinado no
pude precisar cuándo, se tomó la decisión de alojar a las prisioneras embarazadas
en la pieza de las embarazadas en el lugar de mantenerlas en Capucha. Que en la
pieza de las embarazadas, las parturientas estaban sin vendas, sin esposas y comían
lo mismo que los prisioneros que habían sido seleccionados para el proceso de
recuperación, es decir, una comida diferente a los prisioneros de Capucha ...”.
En el testimonio conjunto brindado por María Alicia Milia, Ana María
Martí y Sara Solarz de Osatinsky el 12 de octubre de 1979 en la Asamblea
Nacional francesa (legajo Conadep nro. 5307 y fs. 1797 y ss. de estos actuados), en
el apartado correspondiente a las embarazadas, se menciona a “SUSANA.
Secuestrada en agosto o septiembre de 1977, junto a su esposo a quien decían
CHELO. En enero de 1978 fue atendida en el Hospital Naval por el Jefe del
Servicio de Ginecología, quien primero la revisó en la ESMA, determinando
entonces la necesidad de practicarle una cesárea que no podía hacerse en la
Escuela. A las pocas horas de nacer su hija es retornada a la ESMA y diez días
después fue ‘trasladada’”. Martí, además, la mencionó bajo el apodo de “Susanita”
en la declaración prestada en la causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13
del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7 (cuya copia se
encuentra agregada a fs. 13.030/13.040).
También fue vista en la E.S.M.A. por Nilda Haydée Orazi González, quien
se refirió a ella como Susanita, la esposa de Chelo, y manifestó que la llevaron a dar
a luz al Hospital Naval y tuvo una niña en enero de 1978 (testimonio realizado en
conferencia de prensa el día 20 de septiembre de 1979 en París -legajo Conadep nro.
3596- y declaración prestada el 13 de julio de 1998 en la causa nro. 10.326/96,
caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, Secretaría nro.
13, del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7).
Siver, además, fue vista en la pieza de las embarazadas por Miriam Lewin
(audiencia de debate realizada el 25 de octubre de 2007 en la causa nro. 1238 del
T.O.F. 5).
Ministerio Público de la Nación
Susana Siver de Reinhold fue trasladada entre los meses de enero y febrero de
1978 y aún permanece desaparecida, al igual que su hija nacida en cautiverio.
439) CAGNOLA PEREYRA, Federico (hijo de Liliana PEREYRA)
Liliana Carmen Pereyra fue privada ilegítimamente de su libertad el 5 de
octubre de 1977 en la ciudad de Mar del Plata. Al momento de su secuestro, cursaba
aproximadamente el tercer mes de embarazo (legajo Conadep nro. 7286, denuncia
realizada por Jorge O. Pereyra y Jorgelina Azzarri de Pereyra de fojas 131/5 del
legajo nro. 60 caratulado “Odell, Alejandro Roberto” y Hábeas Corpus que obra a fs.
296/323 del Anexo I del dicho legajo).
En el mes de noviembre de ese año, junto con Patricia Elizabeth Marcuzzo,
Pereyra fue conducida a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente detenida
bajo condiciones inhumanas de vida, alojada en la denominada “pieza de las
embarazadas”.
Fue vista en esa institución por Ana María Martí y Sara Solarz de
Osatinsky, quienes en 1982 la reconocieron en una fotografía que fue tomada poco
antes de su secuestro (fojas 17/8 del legajo nro. 72). También la vieron allí Graciela
Beatriz Daleo (fojas 255 del legajo nro. 60, caratulado “Odell, Alejandro Roberto”)
y Liliana Noemí Gardella -quien también recordó haber visto a la víctima en la
Base Naval de Mar del Plata- (declaración testimonial de fojas 1541/4 de la causa
nro. 1376/04 del Juzgado Criminal y Correccional Federal nro. 12, Secretaría nro. 23
y fojas 14.327/35 de estos actuados). Su presencia en la E.S.M.A. además fue
confirmada por Carlos García y Miriam Lewin (menciones realizadas a fojas
8965vta. y a fojas 8966vta. respectivamente, y en la declaración de Lewin prestada
en la audiencia de debate realizada el 25 de octubre de 2007 en la causa nro. 1238
del T.O.F. 5).
Pereyra también fue vista en la pieza de las embarazadas por Susana
Jorgelina Ramus, quien se refirió a ella como “la chaqueña” (fs. 1718/22 de la
causa nro. 1376/04 del Juzgado Criminal y Correccional Federal nro. 12, Secretaría
nro. 23), por Alfredo Julio Margari (fs. 7792/94 de los autos principales) y por
Nilda Haydée Orazi González (declaración prestada el 13 de julio de 1998 en la
causa nro. 10.326/96). Elisa Tokar refirió haberla visto en la habitación de las
embarazadas, en el mes de enero de 1978 aproximadamente (declaración testimonial
Ministerio Público de la Nación
brindada en el juicio oral celebrado en la causa nro. 1238 del Tribunal Oral Nacional
en lo Criminal Federal nro. 5, cuya transcripción se encuentra agregada en las
actuaciones obrantes a fojas 31.013/31.068, copias de su testimonio prestado en la
causa nro. 10.326, que obran a fs. 7261/7266 y 14.741 y ss. de las presentes
actuaciones).
Allí dio a luz a un niño del sexo masculino en el mes de febrero de 1978. El
nacimiento fue presenciado por la testigo Sara Solarz de Osatinsky, quien indicó
que el parto fue asistido por el Dr. Magnacco -médico ginecólogo del Hospital
Naval- (declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 13.200/22). Elisa Tokar
manifestó que pudo conocer “al hijo de Lili Pereyra, un bebé hermoso que se llamó
Federico” (declaración prestada ente el T.O.F. nro. 5 citada anteriormente).
Pereyra permaneció en la E.S.M.A. hasta pocos días después de dar a luz,
luego de lo cual fue retirada por personal de la Base de Buzos Tácticos de Mar del
Plata. Su hijo permaneció en la E.S.M.A. durante un día, hasta que el subprefecto
Héctor Febres y el suboficial conocido como “Pedro Bolita” se lo llevaron
(declaración de fs. 17/8 del legajo nro. 72 y Hábeas Corpus que obra a fs. 296/323
del Anexo I del legajo nro. 60, caratulado “Odell, Alejandro Roberto”).
Sara Solarz de Osatinsky refirió haber estado presente durante el parto de
Pereyra, el que fue asistido por el Dr. Magnacco (médico ginecólogo del Hospital
Naval). Por otra parte manifestó que algunas de las embarazadas cautivas en la
E.S.M.A. provenían de otras armas, como por ejemplo Patricia Marcuzzo (“Paty”) y
Liliana Pereyra, que fueron llevadas solas a la E.S.M.A. desde la Base de Buzos
Tácticos de Mar del Plata -donde fueron secuestradas junto con sus maridos-, sólo a
los efectos de dar a luz. Asimismo refirió que a finales de 1977 las embarazadas que
se encontraban en ese momento en la E.S.M.A. le prepararon una tarjeta, firmada,
entre otras, por Pereyra como “Lili”. La nombrada, además, contó que las mujeres
que tuvieron a sus hijos en la E.S.M.A. “...reaccionaron en forma distinta ante sus
embarazos, que por ejemplo LILIANA PEREYRA decía que sabía que la iban a
matar y que sería separada de su hijo, que esto lo repetía ante sus torturadores de
la Base de Buzos Tácticos. Que al momento de nacer el bebé, no quiso
amamantarlo. Que si bien la criatura era el fruto de su amor con su marido no
quería tener ningún vínculo con él, debido a que sabía que sería separado de
ella...” (declaración prestada en la causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13
Ministerio Público de la Nación
del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7, cuya copia obra
a fojas 12.300/22).
Por otra parte, Graciela Daleo manifestó en la declaración prestada el 20 de
agosto de 1998 en la causa nro. 10.326/96, que “cuando a la dicente la secuestran y
empieza a tener cierta movilidad dentro del campo, ya existía la pieza de las
embarazadas. Que no presenció ningún parto, lo que sí las vio en varias
oportunidades a las chicas con panza. Que con la que más trato tuvo fue con
ALICIA ALFONSÍN DE CABANDIÉ, PATRICIA MANCUSO Y LILIANA PEREYRA.
Que cuando la guardia era ‘liviana’ tenía oportunidad de ingresar en la pieza de
las embarazadas y hablar con ellas. Que a PATRICIA MANCUSO y a LILIANA
PEREYRA, las habían traído de la Base de Buzos Tácticos de Mar del Plata (...) En
el caso de LILIANA PEREYRA, la trajeron a fines de octubre, principios de
noviembre de 1977, dio a luz un varón a fines de febrero de 1978, y también se la
llevaron en un trasladado individual. Por lo que supieron después a LILIANA la
llevaron nuevamente a la Base de Buzos Tácticos y sus restos fueron encontrados en
el cementerio de Mar del Plata, y habría sido asesinada a mediados de 1978, es
decir unos meses después de haber sido trasladada desde la ESMA. (...) Para la
Navidad de 1977, había cuatro prisioneras en la pieza de las embarazadas, tres de
ellas
embarazadas,
SUSANA
SIVER,
LILIANA
PEREYRA,
ELIZABETH
MANCUSSO y MARÍA JOSÉ RAPELLA. En esa ocasión le dieron a la dicente una
hoja que tenía en la tapa dibujado un iglú y cuando se abría la tarjeta, había
dibujado un charquito y decía ‘el amor derrite cualquier hielo’ firmado ‘Las
Mamás’. Esta tarjeta quedó agregada a la causa nro. 13/84.”
Además, ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la ciudad de Mar del
Plata, Graciela Daleo manifestó el 22 de abril de 2002 que “yo tuve contacto con
prisioneras que fueron secuestradas acá en Mar del Plata y después llevadas a la
ESMA. (...) Hacia fines de noviembre -tampoco puedo precisar la fecha- conocí
también en la pieza de las embarazadas a otras dos pibas que traían de Mar del
Plata, LILIANA PEREIRA y PATRICIA ELIZABETH MARCUZZO. Las dos
embarazadas, Liliana con un embarazo más avanzado que el de Patty. (...) Sé que
Liliana tuvo un bebé calculo que en febrero, un varón, aunque no lo vi (vi uno solo
de los bebés que nacieron en cautiverio) y que después se la llevaron (...) El caso de
varias de estas compañeras era que las traían de otros campos de concentración a
dar a la luz a la ESMA...”. En esta oportunidad Daleo también refirió que el médico
Ministerio Público de la Nación
del Hospital Naval que asistió en el parto a Liliana Pereyra fue Jorge Luis
Magnacco.
En el testimonio conjunto brindado por María Alicia Milia, Ana María
Martí y Sara Solarz de Osatinsky el 12 de octubre de 1979 en la Asamblea
Nacional francesa (legajo Conadep nro. 5307 y fs. 1797 y ss. de estos actuados), en
el apartado correspondiente a las embarazadas, se menciona a “LILIANA PEREYRA.
Creemos que era oriunda de La Plata (Capital de la Provincia de Buenos Aires).
Secuestrada con su esposo en Mar del Plata, estuvo alojada en la Base de Buzos
Tácticos de esa ciudad…Llegó a la ESMA en los primeros días de diciembre de
1977. Tuvo un varón en febrero de 1978. Inmediatamente la vinieron a buscar desde
Mar del Plata, y fue ‘trasladada’ sin su hijo”. Martí además la mencionó en la
declaración prestada en la causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y
otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7, cuya copia se encuentra
agregada a fs. 13.030/13.040.
El hijo que Liliana Pereyra tuvo en cautiverio en la E.S.M.A. habría
recuperado su identidad. En efecto, en el comunicado de prensa de fecha 10 de
septiembre de 2008, la agrupación H.I.J.O.S. informó que “...otro hijo de
desaparecidos, nacido en cautiverio, ha recuperado su identidad. Se trata del hijo
de Liliana Carmen Pereyra y Eduardo Alberto Cagnola. En la Comisión Hermanos
de H.I.J.O.S. recibimos varias denuncias sobre un joven que podría ser hijo de
desaparecidos. A partir de entonces, investigamos el caso hasta presentarlo en la
Justicia. Finalmente, esta semana supimos que los resultados del análisis de una
muestra genética del joven realizados por el Banco Nacional de Datos Genéticos
confirmaron que es Federico, el hijo de Liliana, ‘Lali’, y Eduardo, ‘Mocho’…”
(http://www.hijoscapital.org.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=428&Itemid=134).
444) CABANDIÉ ALFONSÍN, Juan
Juan Cabandié Alfonsín nació en cautiverio entre los meses de febrero y
marzo de 1978, mientras su madre Alicia Elena Alfonsín de Cabandié se hallaba
ilegítimamente privada de su libertad en la E.S.M.A. (ver constancias obrantes en el
legajo CONADEP nro. 3476; ficha general correspondiente a Alicia Elena Alfonsín
Ministerio Público de la Nación
Grandi de fojas 5/127 del legajo de personas de la Secretaría de Derechos Humanos
del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación y
declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fojas 12.300/22).
Así, lo afirmó la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal, en los siguientes términos: “...la damnificada se encontraba
con un embarazo muy avanzado...Alicia Elena Alfonsín de Cabandié estuvo en
cautiverio en E.S.M.A...Al respecto se tienen los dichos concluyentes de Graciela
Beatriz Daleo, Andrés Castillo y Miriam Lewin de García, en esta causa, donde
dicen haber visto a Alfonsín de Cabandié en la E.S.M.A., encontrándose la misma
embarazada, y que luego dio a luz un hijo al que le pusieron el nombre de `Juan´. Al
poco tiempo de haber ocurrido el nacimiento dejaron de ver a la madre y al
hijo...Está probado que Alicia Elena Alfonsín de Cabandié dio a luz durante su
cautiverio...Esto surge de los dichos de la madre de la víctima al mencionar que en
el momento de la desaparición de su hija, ésta se encontraba en un avanzado estado
de embarazo... A ello hay que agregar lo manifestado por los testigos Graciela
Beatriz Daleo, Andrés Castillo y Miriam Lewin de García, que también vieron a la
Cabandié embarazada, que nació el hijo para posteriormente dejar de ver a la
madre y a su vástago en E.S.M.A...” (caso nro. 402 de la sentencia dictada en la
causa nro. 13/84 por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal, en La sentencia, op. cit., Tomo II, págs. 330/2).
En una presentación conjunta efectuada ante la CONADEP, las testigos Ana
María Martí y Sara Solarz de Osatinsky mencionaron que: “…En el mes de
marzo de 1984 nos fue enviada de la Asociación de Abuelas de la Plaza de Mayo,
una fotografía de Alicia Elena Alfonsín de Cabandié, tomada poco tiempo antes de
su secuestro, a partir de la cual declaramos que sin ninguna duda se trata de a
quien en el campo de concentración conocíamos como ‘Bebe’. Fue conducida a la
E.S.M.A. a una piecita destinada a las embarazadas, a fines de 1977, pocos días
después de Navidad. Allí pudo contarnos que había sido secuestrada por fuerzas del
Ejército en el mes de noviembre de 1977 y conducida al campo de concentración
que se denominaba ‘El Banco’. Allí vio a su esposo Damián Abel Cabandié, también
secuestrado, a quien trasladaron junto con alrededor de otras 50 personas también
secuestradas, momentos antes de que ella sería traída a la E.S.M.A. Unos días antes
de esta separación, un señor que le dijo ser Coronel habló con ella para decirle que
sería llevada a un lugar para dar a luz el hijo que esperaba y que una vez que lo
tuviera se reuniría con su esposo y el niño en un ‘Centro de Recuperación’ donde
Ministerio Público de la Nación
cumplirían la condena. Alicia llegó a la E.S.M.A. con los cabellos casi rapados en
‘El Banco’. Compartió la pieza destinada a las embarazadas con Susana Siver de
Reinhold, Liliana Pereyra, Paty y Cristina Greco. Presenció la separación de cada
una de ellas (menos de Paty que dio a luz después del traslado de Alicia) de sus
bebés, pensando que ese no sería su caso. Pocos días antes de dar a luz, Alicia fue
entrevistada por el Mayor Minicucci, Jefe del Campo de Concentración de ‘El
Banco’, quien le dijo que a pocos días de tener su bebé sería separada del mismo y
trasladada al mismo lugar que su marido pero sin el niño. Ella le contó a Minicucci
su conversación con el ‘Coronel’ a lo que Minicucci respondió que él era el Jefe, y,
hacía lo que quería, agregándole que no existía el tal Coronel. Alicia volvió
llorando desesperadamente, conciente ya que lo que había presenciado con Susana
y Liliana era lo que también le estaba reservado a ella. Tuvo un hijo del sexo
masculino entre febrero y marzo de 1978. E1 médico que la asistió en el parto fue el
Doctor Magnacco. Permaneció con su hijo alrededor de 15 días y momentos antes
de ser separada del mismo vino el Subprefecto Héctor Febres a anunciarle su
traslado, preguntándole si quería enviar una carta a su familia en donde podía
decirles que estaba detenida y que se ocuparan de su hijo. Alicia escribió la carta
que dejó junto a su niño quien quedó en la pieza junto a Paty durante todo el día.
En horas de la noche vino a buscarlo un Suboficial a quien conocíamos como Pedro
Bolita. Después de esa fecha nunca tuvimos noticias de ‘Bebe’ ni de su niño…” (ver
presentación conjunta de Martí y Osatinsky en el legajo CONADEP nro. 3476 y
declaración vía exhorto obrante a fojas 198/200 del expediente caratulado “Legajo
respecto de José Héctor Mangone y María José Rapela de Mangone”, que corre por
cuerda, testimonio en el Juzgado de Instrucción Militar por exhorto en Ginebra del
14/10/1985 y declaración de Sara Solarz en causa nro. 10.326/96 agregada a fs.
12.311/23).
Por su parte, Graciela Beatriz Daleo y Andrés Ramón Castillo recordaron
que “Bebe” tenía 18 años cuando fue trasladada desde el centro clandestino de
detención “El Banco” en el mes de diciembre de 1977, indicando también que la
víctima estaba embarazada y, en el mes de marzo de 1978, dio a luz un varón en la
E.S.M.A. (testimonio de fojas 7/71 del legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón
s/víctima privación ilegal de la libertad”).
Las circunstancias relativas al cautiverio en la E.S.M.A. de Alicia Elena
Alfonsín de Cabandié y el nacimiento de su hijo en ese contexto surge de los
testimonios de Miriam Lewin, Carlos Alberto García, Ana María Martí, Nilda
Ministerio Público de la Nación
Orazi, Lila Pastoriza, Alicia Milia de Pirles, Norma Susana Burgos y Lidia
Vieyra (mención realizada por Carlos Alberto García a fs. 8965vta.; testimonio de
Ana María Martí de fs. 13.030 y en la causa nro. 10.326/96 agregado a fs. 14.712;
declaración de Nilda Orazi en causa 10.326/96 del 13/7/1998; testimonio escrito de
Lila Pastoriza agregado a fs. 3/51 del Legajo 74 y declaración en causa nro.
10.326/96 agregada a fs. 14.747/50; testimonio de Alicia Milia de Pirles en causa
10.326/96 agregada a fs. 14.725/31; testimonio de Miriam Lewin en la causa nro.
1238 del Tribunal Oral en lo Criminal Federal nro. 5, su declaración en la causa
13/84 y en la causa nro. 10.326/96 agregado a fs. 14.751; declaración de Norma
Burgos en la causa 10.326/96; declaración de Lidia Vieyra en la causa nro. 1238 del
TOF nro. 5 y en la causa nro.10.326/96).
Por su parte, la testigo Elisa Tokar manifestó: “…traen a, a otra chiquita del
Banco que es Alicia Alfonsín de Cabandié que ella nos cuenta que la traen del
campo de tortura que se llamaba ‘el banco’ que había quedado su compañero, su
marido eh… ella era muy pequeña y ella logró distintos cambios dentro de la pieza
de las embarazadas, ... llegó en una época de mucho calor y por su [pequeñez] y por
su forma de desenvolverse ... decía bueno dejen la puerta abierta hace mucho calor
y lo lograba ... todas las embarazadas escribieron sus líneas ... a sus padres o
suegros diciendo todo, cómo había nacido el bebé, eh con cuánto estimaban ellas
que habían, kilos habían nacido ... y dando sus instrucciones con respecto a la
crianza de sus hijos, esas cartas todas están desaparecidas ... en un momento dado
ya ‘Bebe’, había dado a luz a Juan, así llamó a su bebé ... en el momento que ...
termina el parto de ‘Bebe’, me vienen a avisar que había nacido ... con un parto
muy normal, cuando yo entro a la pieza de las embarazadas y ya estaba a terminar
... de higienizarlo a Juan y otra compañera Sara Solar de Osatisqui [Solarz de
Osatinsky] estaba limpiando eh… la sala, la pieza de las embarazadas que se había
transformado en sala de parto ... al poco tiempo se los llevan a los dos...”
(declaración testimonial de Elisa Tokar en el juicio oral celebrado en la causa nro.
1238 del Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 5, cuya transcripción se
encuentra agregada en las actuaciones obrantes a fs. 31.013/31.068 y testimonio de
Tokar agregado a fs. 25.095/108).
En el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 6 tramitó
la causa nro. 10.906/97, de donde surge que Juan Cabandié fue falsamente inscripto
como Mariano Andrés Falco por Luis Falco.
Ministerio Público de la Nación
A fojas 11.574 del principal obra la presentación efectuada por Juan
Cabandié, en la que se relatan los hechos que damnificaron a él y a su madre.
484) PÉREZ ROJO ROISINBLIT, Rodolfo Fernando
Patricia Julia Roisinblit de Pérez Rojo fue privada ilegítimamente de su
libertad por personal de la Fuerza Aérea, el día 6 de octubre de 1978; en ese
momento cursaba un embarazo de ocho meses. Aproximadamente entre los días 13 y
14 de noviembre de 1978, fue conducida a la E.S.M.A. y el 15 de ese mes dio a luz a
un varón, a quien llamó Rodolfo Fernando. El parto fue asistido por el médico
obstetra Magnacco y por la secuestrada Amalia Larralde, quien ofició como
enfermera, en la enfermería del casino de oficiales de esa dependencia naval. Días
después fue trasladada con su hijo, supuestamente al lugar de donde había sido
derivada, donde también estaba cautivo su esposo, José Manuel Pérez Rojo
(denuncia de Rosa Tarlovsky de Roisinblit, de fojas 24/5vta. del legajo nro. 64
correspondiente a María Amalia Larralde, declaración de Amalia María Larralde de
fojas 98/107 del mismo legajo, que corre por cuerda y de Sara Solarz de Osatinsky
de fojas 12.300/22).
Amalia María Larralde indicó que: “…cuando estaba en capuchita en
octubre vino un, un hombre que era Penitenciario, a preguntarme si conocía a
Patricia Roisinblit porque había estado también en, en la zona oeste, y a su marido,
si lo conocía que había estudiado medicina con mi compañero y que yo había
trabajado en un dispensario con ellos y que se habían ido del país, que no tenía más
noticias de ellos, entonces me dijo que estaba sepa que, que estaba en un lugar de la
Aeronáutica de Ejército y que estaba embarazada y que probablemente le iban a
traer a tener su bebé a la ESMA, en esa ocasión le pedí que si la traían que, que me
avisara que, que me la dejara ver, la trajeron en noviembre la instalaron en una
piecita en el tercer piso y estaba embarazada, bien físicamente, muy ansiosa, me
dejaron ir a verla y pedimos si podíamos estar en el parto, ya que yo soy enfermera
podía ayudar en el parto, Fragote dijo que iba ver si podía y en el momento del
parto, el quince de noviembre del setenta y ocho, el médico que era el ginecólogo
Magnacco, me hizo bajar para ayudar, para ayudar ayudarlo en el parto, también
estaba en esa ocasión Sara Solarz y después entraron gente a verla como Miriam, la
Chips, otras personas a verla, Patricia estuvo en la ESMA tres o cuatro días el
Ministerio Público de la Nación
parto se pasó bien con su bebé y, aunque se pidió se quedara no, no, no, no la
dejaron, decía que pertenecía a otra fuerza, en esa ocasión entraron casi todos, los
oficiales de inteligencia entraron en ese cuarto, entraron a verla, entró Scheller,
entró Febres, entró Astiz, gente entraba y salía, justo el último día vino, en ese
cuando yo estaba abajo me dejaron quedarme con ella, vino Acosta y medio como
que se enojó que yo estuviera allí pero al final me dejaron estar y el último día me
dijo vos de esto no viste nada, ese día se la llevaron a Patricia con el bebé yo la vi
salir del sótano de la ESMA con el bebé y con su bolso…” (ver declaración
testimonial de Amalia Larralde brindada el día 30 de octubre de 2007 en el juicio
oral celebrado en la causa nro. 1238 del Tribunal Oral Nacional en lo Criminal
Federal nro. 5, cuya transcripción se encuentra agregada en las actuaciones obrantes
a fojas 31.013/31.068 y declaración de fojas 135/41vta. obrante en el legajo nro. 64,
que corre por cuerda).
A mayor abundamiento, Rosa Tarlovsky de Roisinblit manifestó haberse
entrevistado con Ana María Martí, quien le narró haber visto a su hija cautiva en la
E.S.M.A., embarazada, alrededor del 14 de noviembre de 1978. A su vez, Sara Solar
de Osatinsky le contó que presenció el parto de su hija, cuando dio a luz un varón de
alrededor de 3,200 kg., en dependencias de la E.S.M.A., asistida por el Dr.
Magnacco. Asimismo, Amalia María Larralde le relató que días antes del arribo de
su hija a la E.S.M.A., el oficial “Fragote” le había realizado comentarios acerca de
Patricia, quien efectivamente llegó al lugar días después y compartió con ella la
habitación hasta cuatro o cinco días después del parto, cuando fue trasladada junto
con su bebé (declaración testimonial de Rosa Tarlovsky de Roisinblit, de fojas
26/31vta. del legajo nro. 64 correspondiente a Amalia María Larralde, y declaración
de Amalia María Larralde de fojas 98/107 del mismo legajo).
Por su parte, Adriana Rut Marcus declaró haberse enterado a través de
Amalia Larralde del traslado a la E.S.M.A. de Patricia Roisinblit, conocida como
“Mariana”, para dar a luz a su bebé en la enfermería de la E.S.M.A. Asimismo,
indicó que tuvo un varón y que fue devuelta a su original lugar de detención
(declaración de fojas 6171/6174vta.).
La testigo Nilda Actis Goretta señaló que aproximadamente el 10 de
noviembre de 1978 Patricia Roisinblit fue llevada a la E.S.M.A. en avanzado estado
de gravidez. Fue alojada en un cuartito sin ventilación en el altillo hasta el momento
del parto cuando fue bajada a la enfermería ubicada en el sótano. El 15 de
noviembre de 1978 dio a luz un varón y dos o tres días después se la llevaron junto
Ministerio Público de la Nación
con su hijo. Nilda Actis indicó que, después del parto, fue designada junto a otra
detenida llamada Amalia Larralde para asearla y atender al bebé (ver testimonio de
Actis Goretta en el legajo CONADEP nro. 1656).
La presencia de Roisinblit en la Escuela de Mecánica de la Armada también
fue confirmada por Carlos García, Liliana Noemí Gardella (declaración de fojas
14.327/35) y Miriam Lewin (menciones realizadas a fojas 8965vta. y 8966vta.).
Por último, cabe mencionar que la identidad del niño nacido en cautiverio fue
probada mediante el Informe del Hospital Carlos Durand -Unidad Inmunología,
Centro Tipificador 08, Banco Nacional de Datos Genéticos- de fecha 26 de octubre
de 2004 agregado a la causa nro. 9298/2000, caratulada “Gómez, Francisco y otros
s/sustracción de menores de 10 años” del registro de la Secretaría nro. 4 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 2.
587) RUIZ DAMERI, Laura
Silvia Beatriz María Dameri fue privada ilegítimamente de su libertad entre
los meses de mayo y julio de 1980 junto con su esposo y sus dos hijos. Luego,
fueron trasladada a la E.S.M.A., donde permanecieron clandestinamente detenidos
(fichas generales correspondientes a Orlando Antonio Ruiz Farías y Silvia Beatriz
María Dameri, obrantes a fojas 110/127 y 29/127 del legajo de personas de la
Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos
Humanos de la Nación).
Al momento del secuestro, Silvia Dameri estaba cursando un embarazo de
aproximadamente cinco meses y, durante su cautiverio, dio a luz una niña a la que
llamó Laura, en el sector conocido como “huevera”, ocasión en la que fue asistida
por el médico naval conocido como “Tomy” (Carlos Capdevilla) y otra detenida
llamada Nora Irene Wolfson.
El testigo Víctor Melchor Basterra dejó de ver a la familia Ruiz-Dameri dos
o tres meses después del secuestro.
En el año 2008 los estudios genéticos confirmaron la identidad de Laura Ruiz
Dameri, quien había sido apropiada por Juan Antonio Azic y anotada como su hija
con el nombre de Carla Silvina Valeria Azic. En efecto, se estableció que Orlando
Ruiz y Silvia Dameri presentaban un 99,999% de probabilidad de parentalidad con
Ministerio Público de la Nación
respecto al perfil genético de quien había sido anotada como Carla Azic (cfr. fs.
40.351/64).
Algunas de tales circunstancias también fueron apuntadas en el testimonio de
Víctor Melchor Basterra. Efectivamente, Basterra manifestó haber visto a Silvia
Dameri en dos o tres oportunidades durante el año 1980, en el sector “cuatro” del
subsuelo del casino de oficiales de la E.S.M.A., recordando que la víctima dio a luz
durante su cautiverio (declaraciones de fojas 13.240/1vta.y 43356/7 de los autos
principales, y de fojas 118/26 del “legajo 3326 s/denuncia desaparición Sara Isabel
Ponti…”, del Juzgado de Instrucción de la Armada). Por otra parte, al prestar
declaración testimonial en la audiencia de debate celebrada en la causa nro. 1238 del
T.O.F. nro. 5 el 25 de octubre de 2007, Basterra declaró “… Justamente el caso de
Silvia Dameri, ella fue secuestrada junto a su compañero, ya dije, Orlando Ruiz, sus
dos hijos, creo que un nene y una nena, y ella estaba embarazada, un avanzado
estado de embarazo. Tuvo esa criatura en lo que era la huevera, en la sala de
tortura nació una criatura, y apenas nacida la trajeron para que la viéramos. La
trajo, [estábamos] ahí varios integrantes ¿no? y la tuvimos ahí en brazos, azorados,
sorprendidos, y en esa extraña situación de ver una vida recién floreciendo en un
lugar de muerte, una cosa extraña, pero era así la cosa. … [E]staba ya Jorge
Manuel Smith, estaba … Carlos Capdevila, el médico, estaba Horacio Pedro
Estrada y estaba Oscar Rubén Lanzón”.
También Carlos Gregorio Lordkipanidse se refirió al nacimiento en
cautiverio en la E.S.M.A. de la hija del matrimonio Ruiz-Dameri (declaración
prestada el 23 de octubre de 2007 en el debate oral celebrado en la causa nro. 1238
del T.O.F. nro. 5).
V.- Calificación legal
Cabe destacar que, como refiriera anteriormente, respecto de los hechos
analizados en el presente dictamen ya he requerido la elevación a juicio en otras
oportunidades en relación con otros imputados. Por este motivo, habré de remitirme
a aquellos dictámenes en lo que hace a la aplicación del derecho internacional en
estos casos, a la tipificación en el derecho interno de los crímenes contra la
humanidad, a la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad y al carácter de
delitos de lesa humanidad de los hechos aquí ventilados y su imprescriptibilidad.
Ministerio Público de la Nación
La adecuación típica de las conductas examinadas
Por los fundamentos que brindaré a continuación, entiendo que corresponde
calificar los hechos objeto de este requerimiento como constitutivos de los delitos de
sustracción, retención y/o ocultación de menores de edad (art. 146 del C.P.) e
imposición de tormentos (art. 144 ter, párrafo 1º del Código Penal de la Nación,
según la redacción de la ley 14.616), en concurso real entre sí (artículos 2 y 55 del
Código Penal de la Nación).
1) Sustracción, ocultación y retención de menores de 10 años de edad.
El delito previsto en el art. 146 del C.P. se dirige a preservar el derecho
básico de todo ser humano a tener su estado de familia, de saber quiénes son los
padres y a estar junto a ellos durante el crecimiento de la persona.
Las conductas típicas previstas en tal norma consisten en sustraer, retener u
ocultar un menor de edad.
Respecto de la configuración del delito de sustracción de un menor de diez
años de edad, me remito a lo manifestado en el punto 4).
Retiene al menor sustraído el que lo detiene o guarda; supone que el agente
no ha sustraído al menor, pero habiendo llegado éste a su poder, lo retiene en vez de
entregarlo a las personas que lo tenían a su cuidado o de dejarlo para que vuelva
adonde aquéllas estuvieren siempre que fuese posible.
Ocultar implica esconder al menor sustraído de aquél que tiene legítimamente
la tenencia. (Derecho Penal. Parte Especial. Tomo II-A, op. cit., Edgardo Alberto
Donna, pág. 215/19).
Todas esas conductas deben realizarse a título de dolo directo, circunstancia
indiscutible en los casos de autos, puesto que las madres embarazadas eran
mantenidas con vida al exclusivo fin de que dieran a luz sus hijos, lo cual se
evidencia en el inmediato traslado de las parturientas tan pronto se verificara tal
condición. Similar circunstancia se presenta en los casos de los niños llevados a la
ESMA junto a sus padres -o alguno de ambos- o sacados de los lugares donde su
familia sabía que se hallaban debidamente cuidados y/o trasladados a otros sitios
bajo el control del G.T. y sin dar a conocer su verdadera identidad, imposibilitando
Ministerio Público de la Nación
de esa manera que los niños fueran hallados por sus familiares o protegidos por sus
padres detenidos-desaparecidos.
2) Los tormentos
Cabe ahora realizar algunas consideraciones generales en torno a la
calificación legal de las violaciones a la integridad física, psíquica y moral de las
víctimas de este caso.
Ya la Constitución Nacional en su artículo 18 emplea la palabra “tormentos”
al declarar abolidos para siempre la pena de muerte, toda especie de tormentos y
azotes.
Conforme expone Donna, “lo que se protege, nuevamente, son las garantías
que toda persona detenida tiene, que surgen del artículo 18 de la Constitución, en
cuanto prohíbe toda especie de tormento y los azotes, y que determina de un modo
taxativo el límite de la coerción penal (…) La doctrina es unánime en aceptar que el
tipo penal exige dolo directo, ya que es imposible apremiar a un tercero con
ninguna otra intención que no sea la de este tipo de dolo (…) Resulta sujeto activo
de este delito cualquier funcionario público; lo que se exige del funcionario es que
cometa el hecho ilícito en un ‘acto de servicio’, es decir que debe estar en actividad
funcional al momento de la comisión” (Donna, Edgardo Alberto, ob. cit., pp. 177180).
Por su parte, Soler afirma que "[e]n general, es tortura toda inflicción de
dolores con el fin de obtener determinadas declaraciones. Cuando esa finalidad
existe, como simple elemento subjetivo del hecho, muchas acciones que
ordinariamente podrían no ser más que vejaciones y apremios, se transforman en
torturas (…) será necesario distinguir lo que es nada más que una vejación o un
apremio de lo que constituye tormento, porque las escalas penales son distintas. En
esta última hipótesis la calificación estará dada por la intensidad y por la presencia
de dolor físico o de dolor moral, pero no fundado ni en la sola condición de
detenido -en sí misma penosa- ni en la pura humillación traída necesariamente por
toda vejación o todo apremio” (Soler, Sebastián, ob. cit., pp. 54-56).
En este sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado
que “los elementos constitutivos de la tortura son los siguientes: a) un acto
intencional; b) que cause severos sufrimientos físicos o mentales, y c) que se cometa
Ministerio Público de la Nación
con determinado fin o propósito” (Corte IDH, Caso Bueno Alves. Sentencia de 11 de
mayo de 2007. Serie C No. 163, párr. 79).
Asimismo, el magistrado Cançado Trindade advierte que “la práctica de la
tortura, en toda su perversión, no se limita a los padecimientos físicos infligidos a la
víctima, busca el aniquilamiento de la víctima en su identidad e integridad” (Corte
IDH, Caso Tibi, cit., voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 21).
Por ello, la tortura no solamente puede ser perpetrada mediante el ejercicio de
la violencia física, sino también a través de actos que produzcan en la víctima un
sufrimiento físico, psíquico o moral agudo (cfr. Corte IDH, Caso Cantoral
Benavides. Sentencia de 18 de agosto de 2000. Serie C No. 69, párr. 100).
En este sentido, la Corte IDH ha destacado que someter a una persona a actos
de violencia psíquica al ser expuesta a un contexto de angustia y sufrimiento intenso
de modo intencional al haber sido preparados e infligidos deliberadamente para
anular la personalidad y desmoralizar a la víctima, constituye una forma de tortura
psicológica, en violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (cfr. Corte IDH, Caso Maritza Urrutia, cit., párr. 94).
En los casos objeto de análisis en el presente dictamen, se ha acreditado que
durante su cautiverio los niños fueron sometidos a las condiciones inhumanas de
vida descriptas en dictámenes anteriores de este ministerio público fiscal, a los
cuales me remito. En efecto, se encontraban en un ámbito de máxima desprotección,
sin ninguna condición de higiene ni salubridad, junto a su madre -en algunos casos
junto a ambos padres- pero sin que pudieran elegir ni disponer ninguna medida de
cuidado sobre ellos y sin que se encontraran aseguradas las condiciones básicas de
alimentación y asistencia. Además, en la mayoría de los casos, los niños no podían
siquiera conocer a su padre.
Por otra parte, si bien podían permanecer un tiempo junto a las mamás y a
algunas compañeras que las acompañaban en la pieza de las embarazadas, lo cierto
es que la gente en su entorno se encontraba sometida a tormentos, dadas las
condiciones inhumanas de alojamiento en el ámbito de la E.S.M.A. En efecto, los
secuestrados eran recluidos en cubículos de madera que los mantenían
absolutamente aislados -sin posibilidad de comunicarse ni mantener ningún tipo de
contacto con otras personas, excepto con sus aprehensores-, encapuchados,
esposados y engrillados, durante períodos prolongados. Además, las condiciones de
higiene eran pésimas, así como también eran paupérrimas las condiciones de
ventilación, iluminación, alimentación y alojamiento. En tal sentido, es recurrente la
Ministerio Público de la Nación
mención de los testigos a la existencia de ratas que permanentemente se desplazaban
por el lugar.
A mi entender, los niños que nacían en cautiverio, además de padecer las
condiciones deplorables en las que se vivía dentro del centro de detención -que, en el
caso de un bebé recién nacido, el impacto negativo se potencia aún más-, tampoco
podían sustraerse de percibir los lamentos o quejas provenientes de las torturas que
padecían sus padres y los demás compañeros de cautiverio, ni esto podía resultarles
indiferente, más aún teniendo en cuenta la sensible capacidad de percepción propia
de los niños de tan corta edad.
Sin perjuicio del bajo nivel de comprensión racional que puede tener un bebé
recién nacido, es significativamente alto el nivel de percepción de las situaciones
desarrolladas en su entorno y de las sensaciones vivenciadas por las personas que lo
rodean, más allá del esfuerzo de su madre, padre o de los otros detenidosdesaparecidos para evitarle tal padecimiento y brindarle un entorno menos hostil en
los primeros momentos de vida. El contexto en el que los niños nacían les era
inevitablemente transmitido e influía directamente en las propias condiciones de
vida.
Asimismo cabe agregar que las personas más cercanas a ellos, sus madres, se
encontraban permanentemente sometidas a la angustia de perderlos. No considero
necesario profundizar en el sufrimiento que implica para una madre la posibilidad y, en estos casos, prácticamente certeza- de que le saquen a su hijo recién nacido y
lo aparten del círculo familiar, como también considero evidente que el bebé percibe
la angustia de la persona que le resulta más cercana, aquella de la que depende y con
quien tiene un lazo más estrecho. A tales efectos resulta más que ilustrativo el relato
de Sara Solarz de Osatinsky respecto de Liliana Pereyra, quien no quiso amamantar
a su hijo recién nacido ni tener ningún vínculo con él, debido a la certeza que tenía
acerca de que los separarían14.
Por lo tanto, considero que las características de la conducta desplegada por
los imputados indican que su accionar excedió al previsto en el tipo penal básico de
las vejaciones previstas en el art. 144 bis inc. 2 del C.P.
Efectivamente, “[e]l empleo de violencias o amenazas, como medio para la
comisión del delito, evidencia en quien a ellos acude una más relevante
14
Declaración prestada en la causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de
menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro.7,
cuya copia obra a fojas 12.300/22.
Ministerio Público de la Nación
peligrosidad, digna, por lo tanto, de ser reprimida con una mayor pena que la del
delito simple” (Molinario, Alfredo J. y Aguirre Obarrio, Eduardo, Los Delitos,
Tomo II, Editorial Tea, Buenos Aires, 1996, pp. 58 y 59).
De acuerdo a la descripción contenida en la figura legal, que hace referencia
simplemente al acto de imponer cualquier especie de tormento, la consumación de
este delito resulta independiente de que se obtenga la declaración pretendida y de
todo propósito probatorio o procesal que pudiera otorgársele. El maltrato material
o psíquico constituye un tormento cuando es infligido intencionalmente para
torturar a la víctima a fin de causarle dolor, o para ejercer venganza o
represalias o con cualquier otra finalidad malvada.
Al respecto, resultan relevantes algunos pronunciamientos del Comité contra
la Tortura de Naciones Unidas. Así, sostuvo que el régimen de privación sensorial
aplicado sobre presos de un centro de detención en Perú causaba “…sufrimientos
continuos e injustificados que constituyen tortura” (cfr. O.N.U.,
Asamblea General. Investigación del Comité contra la Tortura en relación con el
artículo 20: Perú. Quintuagésimo sexto Período de Sesiones, 2001, A/56/44, párr.
186).
Por último, considero que el trato dispensado a las víctimas de estos casos
durante su permanencia en la E.S.M.A., que consistió en la permanente agresión
contra su integridad física, psíquica y moral, fue intencionalmente infligido por sus
autores como medio central para alcanzar la dominación total de los detenidos.
En síntesis, concuerdo con lo señalado por el titular del Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional Federal nro. 3 al momento de dictar auto de
procesamiento en la causa nro. 14.216/03, en el sentido de que “[las] técnicas o
procedimientos que rodeaban el cautiverio, deben ser analizados en su sumatoria y
como tal, generaron un cuadro de padecimiento extremo en los cautivos (...). Por
ende, al tiempo de valorar las condiciones de detención de todas y cada una de las
víctimas aquí mencionadas, hay que tener en cuenta los efectos acumulativos de
estas condiciones y los efectos que generan en una persona la combinación y
sumatoria de las diversas modalidades de maltrato y degradación humana. En
definitiva, todo el conjunto abyecto de condiciones de vida y muerte a que se
sometiera a los cautivos, si son analizados desde sus objetivos, efectos, grado de
crueldad, sistematicidad y conjunto, han confluido a generar el delito de imposición
de tormentos de una manera central, al menos conjunta con la figura de la
detención ilegal, y de ningún modo accesoria o tangencial a ésta” (Juzgado
Ministerio Público de la Nación
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 3, causa nro. 14.216/03
caratulada “Suarez Mason y otros s/privación ilegal de la libertad”, auto de
procesamiento del 20 de octubre de 2005).
En consecuencia, entiendo que las violaciones a la integridad física, psíquica
y moral de las víctimas enumeradas en la presente requisitoria, encuadran en el
supuesto de agravación de la pena previsto en el art. 144 ter, párrafo 1º del Código
Penal de la Nación, según texto introducido por la ley 14.616, vigente a la época de
comisión de los hechos, por resultar la ley penal más benigna.
3) Concurrencia de delitos
En la presente causa hay una pluralidad de conductas desplegadas en cada
caso, que concurren en una misma valoración judicial. La verificación de acciones
independientemente ejecutadas impone evaluar su contenido de disvalor de acuerdo
a los injustos previstos en los tipos penales mencionados, sin superposición alguna,
lo cual habilita la introducción de la herramienta dogmática del art. 55 del Código
Penal.
Es por ello que las conductas tipificadas anteriormente, ejecutadas en cada
caso, concurren materialmente entre sí.
Sin perjuicio de ello, los delitos previstos en los arts. 146 y 144 ter del C.P.,
ya desarrollados más arriba, concurren idealmente entre sí en cuanto respecta a cada
caso concreto, en los términos del art. 54 del C.P., puesto que la comisión de ambos
delitos se superpone en el mismo espacio temporal.
VI.- Autoría y responsabilidad
A) Consideraciones generales
Antes de enunciar el grado de responsabilidad que por los hechos
investigados cabe atribuir a los imputados, resulta fundamental realizar algunas
consideraciones generales en torno a sus respectivas intervenciones delictivas en los
hechos ilícitos traídos a estudio.
Ministerio Público de la Nación
En primer lugar, se encuentra probado que los acusados participaron en los
hechos aquí examinados con libertad y discernimiento, en tanto, si bien pudieron
negarse a realizar los actos delictivos solicitados persistieron en su comisión.
A su vez, no existió ninguna imposición coactiva por parte de los mandos
superiores de la Armada, y los encartados no actuaron con error sobre la
antijuridicidad de las conductas encomendadas, las que se realizaban guardando el
más absoluto hermetismo y negando ante autoridades y familiares toda información
relacionada con el paradero y posterior destino de los secuestrados y desaparecidos.
Estuvieron dispuestos en todo momento a realizar voluntariamente las acciones
delictivas, a ejecutar cualquier orden, por aberrante que fuera, sin oponer reparo
alguno y sin titubear ante la grave dimensión de los hechos. Precisamente, tal ilícito
proceder reprocho a los encartados en el presente requerimiento.
Asimismo, resulta conveniente señalar que la presente acusación se ocupa de
sólo una parte de los hechos que ocurrieron dentro del ámbito de la Escuela de
Mecánica de la Armada, los cuales deben entenderse dentro del contexto general
descripto en anteriores dictámenes.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que el plan clandestino de lucha
contra los entonces denominados “elementos subversivos” demandó la utilización de
la estructura jerárquica existente en la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí, se
organizaron “grupos de tareas” para la ejecución de las denominadas “órdenes de
batalla”, con el apoyo constante del Servicio de Inteligencia Naval.
Los hechos que constituyen el objeto de esta acusación se cometieron a través
de la utilización de la estructura militar y siguiendo las órdenes impartidas por los
Comandantes de las Juntas, transmitidas por quienes se desempeñaron en la
respectiva cadena de comando y ejecutadas generalmente por quienes contaban con
menos jerarquía dentro del escalafón militar, organizados en grupos operativos que
cumplían diferentes funciones de manera rotativa y de acuerdo a un plan de
“división de trabajo”.
No debe olvidarse que el principal objetivo de las Fuerzas Armadas que
tomaron el poder político el 24 de marzo de 1976 consistió en imponer el terror
generalizado a través de la tortura masiva y la eliminación física o desaparición
forzada de miles de personas que se opusieron a las doctrinas emanadas de la cúpula
militar (cfr. “Plan General del Ejército”, el “Plan de Seguridad Nacional” y la
“Orden Secreta” de febrero de 1976, así como los Reglamentos ya existentes y otros
Ministerio Público de la Nación
dictados en su consecuencia, que evidencian el funcionamiento concreto de tal
estructura represiva).
Asimismo, en la causa nro. 13/84 quedó debidamente acreditado que los
Comandantes en Jefe de la Armada Emilio Eduardo Massera y Armando
Lambruschini ordenaron un modo de combatir al terrorismo consistente en:
aprehender sospechosos; mantenerlos clandestinamente en cautiverio bajo
condiciones inhumanas de vida; someterlos a tormentos para obtener información y
luego ponerlos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional o, en su gran mayoría,
eliminarlos físicamente.
De esta forma, se empleó la organización militar para cometer un sinnúmero
de delitos, poniéndose en marcha una maquinaria clandestina de represión que
actuaba al margen de la ley, mediante la cual los sujetos que ocupaban las más altas
jerarquías cometían crímenes sin tener que supeditar su realización a la decisión
autónoma del eventual ejecutor, que a su vez actuaba con libertad y responsabilidad,
pues no se encontraba coaccionado ni engañado.
Considero que a los efectos de determinar la responsabilidad de los
encartados, en primer lugar, debe tenerse en cuenta lo dispuesto en la Ley nro.
16.970 (Ley de Defensa Nacional), sancionada y promulgada el 6 de octubre de
1966 y vigente al momento de los hechos, donde se determinaba quiénes eran los
responsables de establecer las políticas y estrategias directamente vinculadas con la
Seguridad Nacional, formular planes nacionales de corto, mediano y largo plazo e
impartir las directivas a las que debían ajustarse todos los sectores de la comunidad
nacional en lo relativo a la acción para la seguridad (artículo 8, incs. a, c, d y e).
En este sentido, disponía que el Presidente de la Nación -en su carácter de
Jefe Supremo de la Nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas- era la
máxima responsabilidad en la dirección superior de la defensa nacional y que el
Consejo Nacional de Seguridad (CO.NA.SE.) y su Secretaría, el Comité Militar
(C.M.) y la Central Nacional de Inteligencia (C.N.I.) dependían de él en forma
directa e inmediata (artículos 9 y 11).
A los fines de este requerimiento, resulta relevante advertir que el Comité
Militar, presidido por el Presidente de la Nación, estaba integrado por el Ministro de
Defensa y la Junta de Comandantes en Jefe, formada por los Comandantes en Jefe
de las Fuerzas Armadas, y su competencia comprendía: a) Planear la estrategia
militar y la conducción estratégica de las operaciones militares; b) Asignar
responsabilidades operativas y logísticas a cada fuerza armada, de acuerdo con la
Ministerio Público de la Nación
planificación estratégica; c) Establecer comandos conjuntos y específicos y d)
Formular la doctrina conjunta de las Fuerzas Armadas, y las políticas para el
adiestramiento conjunto (artículos 19 y 20).
Por ende, toda vez que el esquema de poder descripto en la Ley de Defensa
Nacional se mantuvo hasta iniciada la presidencia de facto de Reynaldo Benito
Bignone -disolviéndose en ese entonces la Junta de Comandantes en Jefe- no puede
quedar duda de que los Comandantes en Jefe de cada una de las Fuerzas Armadas, el
Presidente de la Nación -designado por la Junta Militar- y el Ministro de Defensa
fueron los encargados de llevar a cabo las funciones mencionadas en el párrafo
anterior, teniendo en todo momento el poder de decisión y control sobre el modo,
tiempo, lugar y personas que intervendrían en las operaciones militares destinadas a
“aniquilar a la subversión”, lo que los convierte en los máximos responsables de los
delitos cometidos durante el terrorismo de estado.
El cargo de Comandante en Jefe de la Armada durante la última dictadura
militar fue ocupado sucesivamente por Emilio Eduardo Massera (18/12/7515/09/78), Armando Lambruschini (15/09/78-11/09/81), Jorge Isaac Anaya
(11/09/81-01/10/82) y Rubén Oscar Franco (01/10/82-01/2/84).
Por su parte, como Comandante en Jefe del Ejército se desempeñaron Jorge
Rafael Videla (18/12/75-01/08/78), Roberto Eduardo Viola (01/08/78-28/12/79),
Leopoldo Fortunato Galtieri (28/12/79-17/06/82) y Cristino Nicolaides (18/06/82
hasta diciembre de 1983), mientras que Orlando Ramón Agosti (18/12/75-25/01/79),
Omar Rubens Graffigna (25/01/79-17/12/81), Basilio Lami Dozo (17/12/8117/08/82) y Augusto J. Hughes (17/08/82 hasta diciembre de 1983) fueron los
Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea.
Asimismo, la Presidencia de la Nación de facto fue ocupada por Jorge Rafael
Videla (29/03/76-29/03/81), Roberto Eduardo Viola (29/03/81-11/12/81), Carlos
Alberto Lacoste (11/12/81-22/12/81), Leopoldo Fortunato Galtieri (22/12/8117/06/82) y Reynaldo Benito Bignone (01/07/82 - 10/12/83).
Finalmente, el cargo de Ministro de Defensa Nacional -hasta 1981- y
Ministro de Defensa -con posterioridad- fue ocupado por el brigadier José María
Klix (29/03/76-06/11/78), el contralmirante David Horacio de la Riva (06/11/7829/03/81), el contralmirante Norberto M. Couto (29/03/81-12/12/81), Amadeo
Ricardo Frúgoli (22/12/81-17/06/82) y Julio J. Martínez Vivot (01/07/82-10/12/83).
En otro orden de ideas, la Ley de Defensa Nacional creaba como organismo
de trabajo del Comité Militar, un Estado Mayor Conjunto integrado por personal de
Ministerio Público de la Nación
las tres Fuerzas Armadas que dependía de la Junta de Comandantes en Jefe.
Además, disponía que el Jefe del Estado Mayor Conjunto se desempeñaba como
Secretario en las reuniones del Comité Militar (artículos 21 y 23).
Similar función le atribuía al Jefe del Estado Mayor Conjunto el Reglamento
para el funcionamiento de la Junta Militar, el Poder Ejecutivo Nacional y la
Comisión de Asesoramiento Legislativo, cuyo artículo 1.3.4 establecía que “el cargo
de Secretario de la Junta Militar será ejercido por el Jefe del Estado Mayor
Conjunto”.
En el cargo de Jefe del Estado Mayor Conjunto se desempeñó, entre otros,
Julio A. Torti (17/12/76-19/12/77).
Al igual que ocurría dentro de cada una de las fuerzas, el Estado Mayor
Conjunto de las Fuerzas Armadas estaba integrado por un Jefe de Operaciones, un
Jefe de Inteligencia y un Jefe de Logística, encargados de brindar asesoramiento al
Jefe del EMC y, por ende, también responsables de la redacción de los planes y
directivas a las que debían ajustarse todos los sectores de la comunidad nacional en
lo relativo a la acción para la seguridad, elaborados entre el 24 de marzo de 1976 y
el 10 de diciembre de 1983.
En cuanto a la obtención de información e inteligencia necesarias para el
planeamiento de la estrategia militar y de la conducción estratégica de las
operaciones militares, se establecía que el Estado Mayor Conjunto fuera asistido por
los servicios de inteligencia de las tres Fuerzas Armadas (artículo 24).
Al mismo tiempo, el Jefe del EMC también recibía información en lo
concerniente a la seguridad nacional de la Central Nacional de Inteligencia. Entre las
funciones de dicho organismo se encontraba realizar y centralizar las actividades de
inteligencia necesarias para el planeamiento de la política y estrategia nacional
inherentes a la seguridad nacional, formular la doctrina nacional de inteligencia y
mantener enlace técnico funcional con los organismos de inteligencia e información
de los comandos en jefe (artículo 25).
Lo señalado es conteste con lo afirmado en el “Informe Rattenbach” emitido
el 2 de diciembre de 1982 por la Comisión de Análisis y Evaluación de las
responsabilidades políticas y estratégicas militares en el Conflicto del Atlántico Sur.
Allí se afirmó que “la producción de la inteligencia (…) es responsabilidad de los
organismos de inteligencia de cada una de las Fuerzas Armadas y del Estado
Mayor Conjunto quienes, por otra parte, integran la CNI” y que el Jefe del Estado
Ministerio Público de la Nación
Mayor Conjunto es el Secretario del Comité Militar y el titular del máximo
organismo de nivel conjunto de las FF.AA. (párrs. 717 y 813).
En otro orden de ideas, para determinar la responsabilidad de cada uno de los
imputados por los hechos que aquí se investigan, también es necesario tener en
cuenta lo dispuesto en el Plan de Capacidades (PLACINTARA), C.O.N. nro. 1/75
“S” contribuyente a la Directiva Antisubversiva COAR nro. 1/75 “S”, que modificó
la estructura jerárquica y funcional de la Armada Argentina.
En este sentido, el máximo responsable de la fuerza continuaba siendo el
Comandante en Jefe de la Armada que formaba un Estado Mayor cuyo Jefe
establecía relaciones funcionales con los distintos Comandos, que dependían
jerárquicamente del Comandante en Jefe de la Armada.
Las fechas de actuación consideradas en el presente requerimiento han sido
reconstruidas y consignadas a partir de la compulsa de los legajos personales de
servicios de las personas que a continuación se nombrarán, y de diversas
actuaciones, declaraciones e informes glosados en autos, sin perjuicio de las
imprecisiones que puedan surgir de su cotejo.
En el cargo de Jefe del E.M.G.A. se desempeñaron Armando Lambruschini
(26/12/73-15/09/78), Antonio Vañek (22/09/78-05/02/80), Jorge Isaac Anaya
(18/02/80-11/09/81) y Alberto Gabriel Vigo (14/09/81-20/09/82), sin perjuicio de
que este último continuó desempeñando el cargo anterior de Comandante de
Operaciones Navales.
Uno de estos Comandos, el Tercero, era el de Operaciones Navales. Del
Comandante de Operaciones Navales, dependían jerárquicamente todas las Fuerzas
de Tareas. El nombrado estaba encargado de formar un Estado Mayor, cuyo Jefe
establecía relaciones funcionales con los distintos Comandantes de las Fuerzas de
Tareas. En el cargo de Jefe del Estado Mayor del Comando de Operaciones Navales
se desempeñaron Manuel García Tallada (14/04/76-04/01/77), Rubén Oscar
Franco (19/07/77-20/01/78), Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro (20/01/7830/01/79) y Rodolfo Antonio Remotti (26/02/79-14/02/80).
Por su parte, en el cargo de Comandante de Operaciones Navales se
desempeñaron Luis Mendía (30/01/75-04/01/77), Antonio Vañek (04/01/7722/09/78), Julio A. Torti (22/09/78-05/02/80), Pedro Santamaría (05/02/8022/12/80), Alberto Gabriel Vigo (26/12/80-14/09/81), Juan José Lombardo
(14/12/81-27/09/82) y Rodolfo Antonio Remotti (desde el 27/09/82).
Ministerio Público de la Nación
De las once Fuerzas de Tareas existentes, las más importantes con relación a
los hechos que aquí se investigan fueron la Fuerza de Tareas 3 (Agrupación Buenos
Aires) y la Fuerza de Tareas 4 (Prefectura Nacional Naval).
El Comandante de la Fuerza de Tareas 3, que a la vez era el Jefe de
Operaciones del E.M.G.A., como ya señalé dependía jerárquicamente del
Comandante de Operaciones Navales. En dicho cargo, se desempeñaron Oscar
Antonio Montes (20/01/76-30/05/77), Manuel García Tallada (30/05/77-19/12/77),
Julio Antonio Torti (19/12/77-21/09/78), José Néstor Estévez (figura “A.C.” en el
informe de fs. 1879 de la causa, y a fs. 35 de su legajo entre 21/09/78-18/12/78),
Carlos Alberto Andrés Bonino (18/12/78-26/01/79), Humberto Barbuzzi (15/02/7914/12/79), Rubén Oscar Franco (como subjefe entre el 04/12/78 y el 07/02/80),
Juan José Lombardo (20/02/80-19/12/80), Edgardo Aroldo Otero (como subjefe a
cargo entre el 26/12/80 y el 01/02/82), Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro
(26/12/80-10/12/81), Guillermo Costa (figura AC de la Jefatura de Operaciones del
E.M.G.A 27/04/82-14/07/82), José María Arriola (Comandante de la Fuerza de
Tareas 3, 27/04/82-14/07/82), Edgardo Aroldo Otero (14/7/82-29/12/82), Mario
Pablo Palet (10/12/82-20/10/83) y Miguel Ángel Alberto Rodríguez (20/10/8314/12/83) (legajos de servicios y conceptos de los imputados ante la Armada
Argentina e informe de fs. 1879/81).
Dentro de la Fuerza de Tareas 3, se encontraban incluidas las siguientes
dependencias: el Batallón de Seguridad de la sede del Comando General de la
Armada, la Base Aeronaval Ezeiza, el Arsenal de Artillería de Marina de Zárate, el
Apostadero Naval San Fernando, el Apostadero Naval Buenos Aires, la Escuela
Nacional de Náutica, el Arsenal Naval Azopardo y, por último, la Escuela de
Mecánica de la Armada.
Por su parte, la Fuerza de Tareas 4 correspondía a la Prefectura Naval
Argentina. En el cargo de Prefecto Nacional Naval, se desempeñaron Manuel García
Tallada (20/01/75-14/04/76), Pedro Santamaría (14/04/76-05/02/80) y José
Suppicich (05/02/80-01/03/82).
Respecto a las relaciones existentes entre Fuerzas de Tareas, el
PLACINTARA disponía que los efectivos y medios que una Fuerza de Tareas
asignaba a otra quedaban bajo control operacional de esta última hasta el
cumplimiento de la tarea para la que fueron requeridos (fs. 29). Asimismo, cuando
para el cumplimiento de una misión debían ejecutarse operaciones efectivas, la
Ministerio Público de la Nación
unidad, organismo o fracción de los mismos que debía ser empleada quedaba
subordinada operativamente al Comando de la Fuerza de Tareas con prioridad sobre
todo otro tipo de dependencia o relación, desde que se iniciaba el alistamiento
inmediato para cada acción hasta que la misma fuera completada (fs. 29).
Asimismo, el Comandante de la Fuerza de Tareas 3 y el Prefecto Nacional
Naval mantenían relaciones funcionales por medio de enlaces, labor que dentro de la
Fuerza de Tareas 3 cumplieron, entre otros, los prefectos Gonzalo Sánchez, Héctor
Febres, Roberto Carnot, Jorge Manuel Díaz Smith y Juan Antonio Azic.
Al estar la E.S.M.A. incluida dentro de la Fuerza de Tareas 3, su Director,
que también era el Comandante del Grupo de Tareas 3.3, dependía jerárquicamente
del Comandante de la Fuerza de Tareas 3. En el cargo de Director de la E.S.M.A., se
desempeñaron Rubén Jacinto Chamorro (22/12/75-02/05/79), José Suppicich
(02/05/79-28/01/80), Edgardo Aroldo Otero (23/01/80-26/12/80), José María Arriola
(26/12/80-10/12/82) y Héctor Horacio González (10/12/82-08/03/85).
A la vez, la Escuela de Mecánica de la Armada dependía administrativamente
de la Dirección General de Instrucción Naval (actualmente Dirección de Educación
Naval), organismo dependiente de la Dirección General del Personal Naval (DGPN).
En el cargo de Director General del Personal Naval se desempeñaron Carlos Jaime
Fraguio (10/02/76-15/09/76), Horacio González Llanos (15/09/76-07/12/77), Jorge
Isaac Anaya (07/12/77-07/02/80), Rubén Oscar Franco (07/02/80-05/01/82),
Rodolfo Antonio Remotti (09/12/81-20/09/82) y Carlos Alberto Andrés Bonino
(20/09/82-20/12/83).
Por su parte, como Director General de Instrucción Naval se desempeñaron
César A. Guzzetti (desde 1975-29/04/76), Edgardo J. Segura (29/04/76-06/09/76),
Roberto Ernesto Otto Wulff de la Fuente (06/09/76-28/01/77), Luis Pedro Horacio
Sánchez Moreno (28/01/77-01/04/79), Juan Carlos Malugani (30/03/79-12/09/79),
Jorge Isaac Anaya (12/09/79-07/02/80), Alberto César Barbich (07/02/80-29 ó
30/03/81), Rodolfo Antonio Remotti (29/01/81-02/12/81), Edmundo Juan Schaer
(02/12/81-20 o 17/09/82) y Carlos Alberto Andrés Bonino (20/09/82-29/12/83).
Sin perjuicio de que la Jefatura del Servicio de Inteligencia Naval debía
asesoramiento directo al Comandante en Jefe de la Armada, de acuerdo al
PLACINTARA, el SIN tenía la función de desempeñarse como el órgano de
inteligencia de la Fuerza de Tareas nro. 3 (fs. 42 de dicho documento). En este
contexto, los miembros del SIN que se desempeñaron en la E.S.M.A. dependieron
Ministerio Público de la Nación
funcionalmente del Comandante del Grupo de Tareas 3.3/2 y/o del Jefe del GT
3.3/2.
Por último, el Subdirector de la E.S.M.A., que también era Jefe del Estado
Mayor del G.T. 3.3 y Jefe de la Unidad de Tareas 3.3/2, dependía del Director de la
E.S.M.A. y, formalmente, era el superior jerárquico de los Jefes de Inteligencia,
Operaciones y Logística del G.T. 3.3/2, más allá de que en el caso particular del
capitán Acosta numerosos testigos señalaron el trato directo que éste tenía -en la
práctica- con el Almirante Massera. En dicha función se desempeñaron Olegario
Salvio Menéndez (24/03/76-12/07/76), Jorge Raúl González (desde el 12/07/76
hasta 1977, aunque estas fechas no son concluyentes, ya que aún no se cuenta con el
legajo de servicios de este imputado ante la Armada Argentina), Jorge Vildoza,
Horacio Estrada y José María Arriola (14/02/80-26/12/80).
Finalmente, se establecía que entre las Fuerzas Armadas se debían realizar los
acuerdos necesarios a efectos del cumplimiento de la misión de “aniquilar a la
subversión”, procurando el mejor aprovechamiento de los medios disponibles. Para
ello, se disponía que en todos los casos se buscaría acordar localmente el máximo
apoyo entre las Fuerzas, compatible con su capacidad operacional y, eventualmente,
con la concurrencia de otros efectivos procedentes de áreas donde no se apreciara la
necesidad de su intervención. En el marco de esta tarea conjunta de las Fuerzas
Armadas, se preveía el intercambio de Oficiales de Enlace entre las Fuerzas (fs. 27
del PLACINTARA).
Estos acuerdos implicaban la cooperación entre las Fuerzas Armadas a nivel
nacional, ya sea para la participación en operativos de secuestro de personas o en la
entrega de detenidos. En este sentido, era común que personas detenidas por otra
fuerza, luego fueran llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada.
Por otra parte, numerosos detenidos en la ESMA fueron obligados a realizar
trabajos a favor de los integrantes del Grupo de Tareas 3.3/2, teniendo en cuenta las
habilidades y capacidades personales de cada uno. Esas tareas debían ser realizadas
por los detenidos en forma compulsiva, sin recibir ninguna remuneración a cambio e
incluso con los grilletes puestos.
Uno de los destinos donde se llevaron adelante este tipo de trabajo fue el
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, donde estuvieron bajo la supervisión
de, entre otros, el Director General de Prensa y Difusión Roberto Pérez Froio y su
ayudante Eugenio Bautista Vilardo.
Ministerio Público de la Nación
Ahora bien, el Grupo de Tareas 3.3/2 se estructuró en tres sectores:
“Inteligencia”, “Operaciones” y “Logística”.
La sección “Inteligencia” fue la encargada de evaluar la información
obtenida, para lograr la ubicación y señalamiento de las personas a secuestrar. Los
oficiales de Inteligencia planificaron todos los operativos de secuestro, tuvieron a su
cargo a los prisioneros durante toda su permanencia en la E.S.M.A., manteniéndolos
ilegalmente privados de su libertad en condiciones inhumanas de vida, llevaron
adelante los interrogatorios donde practicaron sistemáticamente la tortura e
intervinieron en la decisión de los “traslados”, es decir, la desaparición física de los
secuestrados.
La Cámara de este fuero, al confirmar el procesamiento de algunos de los
imputados en el marco de la causa nro. 7694/99 caratulada “Astiz Alfredo y otros
s/delito de acción pública” del registro de la Secretaría nro. 23 de este Tribunal (ver
resolución de fs. 864/925), tuvo por probado, con el carácter provisorio propio de
una resolución de esta naturaleza, que en determinado momento histórico el sector
llamado “Inteligencia” estaba comandado por Jorge Acosta (“Tigre”, “Santiago” o
“Aníbal”) y que formaban parte de él Francies Whamond (“Pablo” o “Duque”),
Antonio Pernías (“Rata”, “Martín” o “Trueno”) y el oficial Raúl Enrique Scheller
(“Mariano” o “Pingüino”).
Asimismo, de las probanzas recolectadas durante la instrucción también se
desprende que Alfredo Astiz, Juan Carlos Rolón, Alberto Eduardo González, Oscar
Rubén Lanzón y Miguel Ángel Benazzi Berisso, entre otros, también formaron parte
de este sector. También pueden ubicarse en este sector Carlos Eduardo Daviou,
Carlos Octavio Capdevila, Miguel Enrique Clements y Ricardo Miguel Cavallo
(entre 1979 y diciembre de 1980), aunque también se desempeñaron en tareas
operativas.
Por su parte, la sección “Operaciones” tenía a su cargo la ejecución concreta
de los secuestros, robos de automóviles y saqueos de viviendas. Operaba con los
datos que le brindaba “Inteligencia”.
Así, mientras los detenidos eran torturados, un grupo operativo estaba
siempre dispuesto para salir a secuestrar a otras personas en caso de obtenerse
nuevos datos.
Nuevamente según la Cámara del fuero, esta sección se encontraba dividida
en miembros permanentes y rotativos, comandada por Enrique Yon y Jorge Perren,
y entre sus integrantes se encontraba Pablo Eduardo García Velasco.
Ministerio Público de la Nación
También integraban este sector Ricardo Guillermo Corbetta, Hugo Enrique
Damario y miembros de la Policía Federal Argentina, del Servicio Penitenciario
Federal, de la Prefectura Naval Argentina, del Ejército y de la Fuerza Aérea, entre
los que puede mencionarse a Ernesto Frimón Weber, Carlos Orlando Generoso, Juan
Antonio Azic, Julio César Coronel y Carlos Guillermo Suárez Mason. Integraron
también este sector Paulino Oscar Altamira, Julio César Binotti, Daniel Néstor
Cuomo, Juan de Dios Daer, Miguel Ángel García Velasco, Ricardo Jorge Lynch
Jones, Juan Carlos Fotea y Ricardo Miguel Cavallo (entre 1976 y 1979), aunque
muchos de ellos también fueron vinculados con la custodia de detenidos y la
ejecución de torturas.
Por último, la sección “Logística” se ocupaba del apoyo y aprovisionamiento
de los grupos operativos y del desarrollo de la infraestructura del G.T. 3.3/2, lo que
incluía el mantenimiento y refacción del edificio y la administración de las finanzas.
Justamente, el financiamiento del G.T. 3.3/2 no sólo se basaba en los fondos
que la superioridad de la Armada le destinaba, sino también en el saqueo y robo
sistemático de las pertenencias de los detenidos-desaparecidos (muebles,
electrodomésticos, objetos personales, ropa, dinero, etc.), la mayoría de las cuales
eran depositadas en el “pañol grande” ubicado en el tercer piso de la E.S.M.A.
Asimismo, algunos automóviles que pertenecían a los detenidos fueron
utilizados en los operativos de secuestro de otras personas y sus inmuebles
transferidos a poder de los secuestradores mediante la falsificación de documentos,
asumiendo algún miembro del G.T. la identidad del propietario, o mediante la firma
bajo tormento de títulos y/o boletos de compraventa.
En este sector se destacaron, entre otros, Carlos José Pazo, Jorge Radice,
Néstor Omar Savio y Miguel Ángel Alberto Rodríguez, quienes también
participaron en tareas eminentemente operativas. En el caso de Miguel Rodríguez,
también se le atribuyó haber dirigido el Grupo de Tareas 3.3/2 desde 1981, así como
también fue jefe de Operaciones y de Logística del GOEA.
Sin embargo no debe olvidarse que, como señaló Graciela Beatriz Daleo en
su testimonio que en copia obra a fs. 113/4 de la causa nro. 1376/04, “ninguno de los
departamentos que funcionaban en la E.S.M.A. (‘logística’, ‘inteligencia’ y
‘operativo’) era estanco. De esta manera, miembros del grupo de tareas que
integraban el sector de inteligencia (que asumía las tareas de investigación,
torturas, etc.) también salían a secuestrar”.
Ministerio Público de la Nación
Del mismo modo, como relataré a continuación, miembros del sector
operativo participaron en los interrogatorios de los detenidos y contribuyeron a
mantener las condiciones inhumanas de detención que éstos padecían.
Además en la E.S.M.A. funcionaba, a la par con el G.T. 3.3/2, el G.T. 3.3/3,
manejado operativamente por el Servicio de Inteligencia Naval. Allí se desempeñó,
entre otros, el teniente de navío Francisco Lucio Rioja.
El centro clandestino de detención también contó con la participación de
diversos profesionales de la salud cuya función consistía en tomar parte en las
sesiones de tormentos que sufrieran los detenidos, autorizando su continuación o
suspensión, realizar algún control sobre la salud de los detenidos, aplicarles
inyecciones de pentotal antes de ser “trasladados”, asistir mínimamente a las
detenidas embarazadas y participar en su parto, todo lo cual se llevaba a cabo en un
ámbito sumamente precario para la salud. Entre los médicos que formaron parte del
GT 3.3/2 se encuentran Rogelio José Martínez Pizarro, Carlos Octavio Capdevila y
Jorge Luis Magnacco.
Finalmente, conjuntamente con los oficiales que ejercían funciones en cada
sector del G.T., en la E.S.M.A. prestaban sus servicios suboficiales que recibían las
denominaciones de “Pedros”, “Verdes” y más tarde “Pablos” y “Pablitos”. Éstos
generalmente eran suboficiales o estudiantes de la Escuela y su función era la
custodia de los secuestrados, traslado de las comidas desde la cocina hasta el sótano
o a “capucha”, vigilancia de los desplazamientos de los prisioneros al baño y
participación como personal operativo en secuestros y “paseos”. Asimismo, en
numerosas ocasiones tuvieron intervención en los interrogatorios donde las víctimas
eran sometidas a torturas. Estas guardias respondían a un jefe; desempeñaron tal
función Víctor Francisco Cardo y Víctor Roberto Olivera, en cuyo carácter eran
encargados de recibir a los prisioneros cuando ingresaban al centro clandestino y de
prepararlos para ser inmediatamente torturados.
Habiendo explicado cuáles eran las relaciones jerárquicas y funcionales
dentro de la estructura de la Armada de la República Argentina y del Comité Militar
creado por la Ley nro. 16.970, y quiénes se desempeñaron en cada cargo en el
período en que se produjeron los hechos de este requerimiento, pasaré a analizar la
responsabilidad de cada uno de los imputados en particular.
Para ello, más allá de la autonomía que tenían los integrantes del Grupo de
Tareas 3.3/2 para cumplir sus funciones, no debe olvidarse que como consecuencia
Ministerio Público de la Nación
de las relaciones jerárquicas y funcionales que existían, subsistía, en todo momento,
el deber de informar a los mandos superiores las tareas realizadas.
A manera de ejemplo, mencionaré algunos deberes que se desprenden de la
lectura del PLACINTARA.
En primer término, se establecía que los Comandos de las Fuerzas de Tareas
coordinarían directamente en los niveles respectivos las operaciones de apoyo entre
Fuerzas de Tareas, debiendo informar al Comando de Operaciones Navales de su
ejecución (fs. 28). Como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 (en virtud de su
actuación como Jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada) se
desempeñaron Franco, Palet, Rodríguez y Otero. Como Comandante del Comando
de Operaciones Navales cumplió funciones Vigo.
Asimismo, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas debían informar al
Comandante de Operaciones Navales cuando hubiera novedades en las operaciones
realizadas y los resultados obtenidos (fs. 31).
En igual sentido, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas que detenían a
personas a raíz de operaciones por ellas desarrolladas debían comunicarlas por la vía
más rápida al Comandante de Operaciones Navales, quien a la vez debía comunicar
al Comandante en Jefe de la Armada las personas detenidas transitoriamente y
liberadas (cfr. fs. 99/101). Como Comandante en Jefe de la Armada se desempeñó
Franco.
Por último, diariamente, a las 24:00 hs., debía elevarse por despacho un
informe sobre las bajas producidas el día anterior (fs. 92).
De este modo, queda demostrado que los mandos de la Armada tenían un
conocimiento, a través de los periódicos informes que se realizaban, de las
actividades que llevaba adelante el Grupo de Tareas 3.3/2. Por ende, no sólo
conocían la identidad de aquellas personas que habían sido detenidas, sino que
también estaban al tanto de la información que se obtenía por medio de la tortura de
los detenidos en la E.S.M.A. y de las condiciones inhumanas de detención a las que
eran sometidos. Finalmente, conocían el destino que les deparaba a quienes eran
“trasladados”.
Esta circunstancia es mucho más clara en aquellos casos en que los imputados
concurrían asiduamente a la E.S.M.A. o tenían contacto directo con los integrantes
del grupo de tareas que se desempeñaba en ese centro clandestino de detención, o
con personas que allí se encontraban privadas de su libertad, por ejemplo, cuando
estas últimas eran obligadas a ir a trabajar al Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ministerio Público de la Nación
Esta conclusión es corroborada por los testimonios de las propias víctimas y
de la gran mayoría de los imputados que revistieron cargos importantes dentro de la
Armada Argentina, quienes nunca dudaron que lo que se dio en llamar “la lucha
contra la subversión” fue siempre conducida a través de la cadena de comando y
jerarquías.
En efecto, Lisandro Raúl Cubas declaró que Miguel Ángel Lauletta le había
contado que había planillas con todos los datos de los detenidos -interrogatorios,
secuestros, personal interviniente- que le remitían semanalmente al I Cuerpo del
Ejército (declaración testimonial a fs. 124/140 de la causa nro. 1376/04).
Por su parte, Oscar Antonio Montes aseguró que durante el lapso en que se
desempeñó como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 recibía todos los informes
escritos y verbales de sus subordinados, además de realizar frecuentes inspecciones
en las dependencias bajo su supervisión. Asimismo, manifestó que “como en
cualquier situación bélica los comandantes subordinados tenían la adecuada
libertad de acción en las decisiones tácticas. De todo lo actuado en detalle me
enteraba por sus informes y por las inspecciones que realizaba personalmente”
(declaración sin juramento a fs. 2037/49 de las presentes actuaciones, sin destacar en
el original).
En otra de sus declaraciones, Montes también señaló que “los informes que
pasaban los grupos de tareas al Comandante de la Fuerza de Tareas, y nosotros a
su vez, a nuestro superior, eran informes semanales sobre los acontecimientos
ocurridos, ya sea enfrentamientos, ya sea número de detenidos y cualquier otra
novedad de importancia que pudiera ser de utilidad para el superior”. Además,
reconoció haber inspeccionado el casino de oficiales de la ESMA durante su mando
(declaración sin juramento a fs. 1938/45). Al respecto, agregó que “hacía frecuentes
inspecciones o visitas a la Escuela de Mecánica, visitas no periódicas, algunas de
ellas anunciadas, otras no anunciadas y que podían ser de tarde, de noche (…) En
las visitas me explicaban las operaciones que se iban a hacer” (declaración
indagatoria a fs. 2899/2902).
Esta circunstancia fue ratificada por el fallecido Luis María Mendía al
declarar que “todos los viernes debía informarse al Consejo de Guerra las
operaciones antisubversivas de todas las Fuerzas realizadas durante la semana de
viernes a viernes. En consecuencia, todas las Fuerzas de Tareas debían informarme
por despacho, creo que era los jueves (...) de todos los despachos recibidos
hacíamos uno global detallando lugares, fuerzas, zonas, etc. y se informaba al
Ministerio Público de la Nación
Comandante en Jefe, a quien mantenía informado frecuentemente de la evolución de
las operaciones (declaración informativa a fs. 399/418). También manifestó que “se
efectuaban visitas e inspecciones periódicas anunciadas o sorpresivas” y que “[e]n
el año 1976, cuando ejercí mi comando estuve en el casino de oficiales de la
Escuela de Mecánica” (declaraciones sin juramento a fs. 1966/74 y 1897/1910).
Similar testimonio dio Antonio Vañek. Al respecto, sostuvo que “cada
Fuerza de Tareas mandaba, no recuerdo si semanalmente o quincenalmente un
despacho indicando la cantidad de procedimientos que realizaba, si hubo detenidos
y la información sobre su accionar”. Además, el imputado reconoció haber
realizado esporádicas visitas a las Fuerzas de Tareas “cuando mis obligaciones
operativas lo permitían, pero mi costumbre era llamar más o menos cada dos o tres
meses a los Comandantes de las Fuerzas de Tareas a Puerto Belgrano para que en
conjunto se transmitieran las experiencias que habían” (declaración informativa a
fs. 419/28). En otra declaración recordó que “[s]emanalmente recibía un informe de
las Fuerzas de Tareas que estaban subordinadas, se hacía el resumen y se elevaba
al Comando en Jefe de la Armada (…) Todas las semanas se comunicaban al
Comando de Operaciones Navales los detenidos en operaciones para ejercer la
supervisión de la acción planeada y llevar la estadística de lo que está sucediendo”
y que “[l]as veces que visité la Escuela de Mecánica no fueron muchas (…) visité el
Casino” (declaración sin juramento a fs. 1911/21).
Finalmente, expresó que “[c]uando recibí el Comando mantuve informado a
todo mi personal en todos los niveles jerárquicos de todo lo relacionado con el
enemigo subversivo, las situaciones estratégicas y tácticas que se vivían, los
procedimientos, las bajas, los resultados de las distintas acciones. Se efectuaban
Mensajes Navales periódicos redactados en base a un informe tipo indicando la
cantidad de procedimientos, bajas y detenidos. Este parte llegaba a mí vía Comando
y yo los elevaba al Jefe del EMGA. Otro sistema era el establecido a través de la
supervisión de la acción por los distintos Comandos” (declaración sin juramento a
fs. 1999/2004).
En igual sentido, Manuel Jacinto García manifestó que en su carácter de
Comandante de la Fuerza de Tareas 3 efectuaba frecuentes inspecciones a los
Grupos de Tareas y recibía tantos informes como resultaba necesario, puesto que
ejercía la supervisión en su ámbito en todos los niveles, a lo que agregó que “recibía
informes muy frecuentes e inspeccionaba personalmente varias veces los grupos de
tareas que comprendían la F.T. Además recibía partes de cada una de las
Ministerio Público de la Nación
operaciones e informes verbales” (declaración sin juramento a fs. 2052/7vta.). Por
otra parte, destacó que “[d]urante el período en que cumplí mis funciones visitaba
al comando de la fuerza de tareas en su central de operaciones, es decir, en la
planta baja de la casa de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada. La
periodicidad de las informaciones que se elevaban era semanal y eran
informaciones bastante completas que se le daban al Comando de Operaciones
Navales, no recuerdo fehacientemente qué datos contenía esta información pero
eran realmente completas. Ejercía el control -propio de mi Jefatura- sobre los
grupos de tareas entrevistando a los comandantes de grupo de tareas, los cuales me
informaban de los problemas que tenían y me daban un concepto general de las
operaciones que habían realizado” (declaración sin juramento a fs. 1930/8).
En relación con las inspecciones a la ESMA, al momento de ser indagado
expresó que “[s]e trataba de hacer la mayor cantidad de visitas factibles con el
tiempo disponible, pero siempre dentro de una norma que me había autoimpuesto
en el sentido de no demorar más de una semana en efectuar una visita a la sede o al
Comando del GT” (fs. 2905/8).
Similar testimonio brindó Julio Antonio Torti, al afirmar que “[l]a Armada
conocía el accionar antisubversivo en todos sus escalones. Esta información servía
inclusive como una forma de perfeccionar las propias medidas defensivas
adecuándolas a las diferentes tácticas que se empleaban. En todos los niveles se
efectuaban vía comando informes periódicos independientemente de aquellos que la
urgencia hubiera requerido efectuar (…) sin perjuicio de ello efectué visitas e
inspecciones (...) La supervisión era la normal y de práctica reglamentaria en uso
de la Armada. Informes escritos y verbales, partes, exposiciones informativas e
inspecciones y visitas. Durante las visitas e inspecciones que efectué a los distintos
grupos y/o fuerzas sólo observé ocasionalmente un número sumamente reducido de
personas demoradas en averiguación de antecedentes o detenidos por breves lapsos
debido a la investigación que pudiera estar desarrollándose” (declaración sin
juramento a fs. 1975/81).
Pedro Santamaría, a su vez, declaró que “debía informar al Comandante de
Operaciones Navales semanalmente. Durante los cuatro años de mis tareas como
Prefecto Nacional, creo haber concurrido a la Escuela de Mecánica”, lo cual reiteró
en otra oportunidad: “he efectuado visitas, inspecciones coordinadas o no. No
recuerdo la periodicidad pero fueron varios los recorridos que efectué a mis
Comandos subordinados. En tales visitas se me informaba del estado de la situación
Ministerio Público de la Nación
subversiva y del accionar del GOEA” (declaraciones sin juramento a fs. 1922/30 y
1988/96).
Igualmente, Humberto José Barbuzzi manifestó que “[t]odas las semanas
los G.T. producían un parte pormenorizado que sintetizaba a nivel de Fuerza para
su elevación al CON y éste al CEJA. Las inspecciones y/o visitas se realizaban
periódicamente, tanto por las inspecciones en sí (aspecto reglamentario), como
para el aspecto conducción del personal que intervenía en estas tareas inherentes a
una guerra. Algunas de estas visitas eran presididas por mí, y otras acompañando a
autoridades navales. En cuanto a informes, además de los periódicos, los recibía a
través de mensajes navales, partes escritos y verbales las veces que las
circunstancias lo exigían” (declaración sin juramento a fs. 2071/83).
Acorde a lo señalado, Rubén Oscar Franco declaró que “[t]odas las
novedades, en general, eran informadas por los G.T. en forma detallada o
pormenorizada y, semanalmente, en forma resumida era elevada por los distintos
escalones hasta el nivel del CEJA. Las novedades sobre detención y demoras eran
informadas, normalmente de inmediato, a la Fuerza por mensaje”. La supervisión
de sus subordinados la ejerció “por contacto directo entre Comandantes, partes
diarios, semanales, mensuales, contactos telefónicos y también visitas anunciadas o
sin aviso”. Sobre este último punto, dijo haber efectuado dos visitas a los
componentes de la F.T. 3 (declaraciones a fs. 2084/93 y 2925/7).
Las visitas y controles de los altos mandos de la Armada a la Fuerza de
Tareas 3 y al Grupo de Tareas 3.3/2 también fueron reconocidas por Alberto
Gabriel Vigo a fs. 2005/13 (“he inspeccionado en distintas oportunidades las
diferentes F.T.”), Rodolfo Antonio Remotti (fs. 2022/7), Leopoldo Suárez del
Cerro a fs. 2096/2101 y 2930/2 (“[h]e inspeccionado todos los G.T. subordinados,
no recuerdo cuántas veces, pero fueron las necesarias para estar debidamente
informado” y “[p]uedo asegurar que hice todas las inspecciones, visitas, recibí
todos los partes e informes necesarios que me permitieron supervisar la acción
planeada en el GT 3.3”), José Néstor Estévez (fs. 2915/7) y Juan José Lombardo
a fs. 2119/26 y 2935/40 (“[n]o recuerdo cuántas visitas o inspecciones efectué, pero
fueron varias: fui a la ESMA, a Zárate, a Azul, etc.” e “[h]ice visitas junto al
Almirante Anaya, hice otra visita con el Almirante Santamaría y una o dos visitas yo
solo”).
Asimismo, quienes estuvieron destinados en la E.S.M.A. también
reconocieron la existencia de visitas y controles de sus superiores jerárquicos.
Ministerio Público de la Nación
En efecto, Rubén Jacinto Chamorro declaró que las operaciones de
inteligencia encubiertas se desarrollaron de acuerdo a las órdenes recibidas mediante
la cadena de comando. Así también, indicó que en la E.S.M.A. funcionaba una
central de operaciones con equipos de comunicación provistos por la Armada, a
través de los cuales el Grupo de Tareas se comunicaba inmediatamente con la
Central de Operaciones del C.E.J.A. (donde estaba el Comandante de la Fuerza de
Tareas 3), con los equipos instalados en las unidades móviles de las Unidades de
Tareas, con las patrullas del Área 3 Alfa del Comando Subzona Capital Federal del
Primer Cuerpo del Ejército y con la Policía Federal Argentina. Así, manifestó que la
E.S.M.A. expedía los pedidos de áreas libres y los solicitaba a la Fuerza de Tareas 3,
que a su vez tramitaba tal requerimiento ante el Cuerpo del Ejército respectivo (ver
declaración de fs. 2140/74vta., el subrayado no corresponde al texto original).
Chamorro también sostuvo que se comunicaba la salida y destino de los
detenidos por la cadena de mandos pertinente y destacó al ser indagado que “en
repetidas oportunidades fui llamado por el Comandante de Operaciones Navales Almirante Vañek- a Puerto Belgrano a hacer exposiciones ante los Comandos
Superiores de la Armada, de la Flota de Mar, de Infantería de Marina y de Aviación
Naval sobre las actividades de la Escuela de Mecánica (…) No tengo dudas que la
Marina sabía perfectamente, por lo menos a nivel de sus Comandos Superiores y yo
diría a nivel de Oficiales Subalternos hasta Teniente de Fragata, qué es lo que la
Escuela de Mecánica estaba haciendo y por qué lo hacía (...) La Escuela de
Mecánica y el Grupo de Tareas 3.3 recibieron las visitas e inspecciones de sus
superiores jerárquicos en diversas oportunidades. En otras ocasiones yo
personalmente concurrí o fui citado para dar parte del desarrollo de nuestras
actividades” (ver fs. 357/76).
Finalmente, al ampliar su declaración indagatoria expresó que “[l]as
instalaciones de la U.T.3.3.2 fueron visitadas en reiteradas ocasiones por diferentes
autoridades tales como el Comandante en Jefe de la Armada, Jefes del EMGA,
Comandantes de Operaciones Navales. Aparte de ellos, varios oficiales Almirantes
concurrían a los mismos fines. Cuando se trataba de una primera visita anunciada,
normalmente se les efectuaba una exposición de los aspectos de mayor interés de las
operaciones, puesta en situación y características del enemigo, procedimientos
utilizados, material y personal capturado y una recorrida por la totalidad de las
instalaciones. Además de las autoridades navales fueron a la ESMA varias veces
autoridades del Ejército, Fuerza Aérea y de Seguridad y Policiales (...) Fui
Ministerio Público de la Nación
frecuentemente inspeccionado por toda la cadena de Comando superior a mí:
COARA, Jefes del EMGA, CON y Comandante de la F.T. 3” (fs. 2140/74).
En consonancia, José Antonio Suppicich, quien también se desempeñó
como Director de la E.S.M.A., aseguró que las novedades eran inmediatamente
informadas al Comandante de la Fuerza de Tareas 3, amén de la síntesis semanal
correspondiente; precisamente a dicho Comando se transmitían los pedidos de áreas
libres y que “[l]a Escuela y el G.T. y sus instalaciones fueron inspeccionados por
toda la cadena de Comando y también visitados por autoridades, en particular, por
aquellas que tenían personal en comisión (…) Había un flujo permanente de
información al Comando de la F.T. 3” (declaración sin juramento obrante a fs.
2177/95vta.), a lo que añadió que “[f]inalizada la operación se confeccionaba el
parte correspondiente y las novedades eran elevadas vía Comando” (declaración
indagatoria a fs. 2943/6).
Por último, Jorge Eduardo Acosta dijo que “[a]l Señor Jefe del Estado
Mayor de la Armada lo acompañé a visitar las instalaciones de la Escuela de
Mecánica de la Armada, él de uniforme de Capitán de Fragata porque el Almirante
Chamorro no lo podía acompañar en ese momento, era a la noche, a las 22 horas,
para verificar el desempeño de los oficiales rotativos que él había mandado”
(declaración sin juramento a fs. 3135/40), agregando -al ser indagado- que “[n]o
pasaba una semana sin tener una visita de conducción, de verificación y exposición.
Las tenían a su cargo el Comandante en Jefe de la Armada, Jefe del Estado Mayor,
Jefe de Operaciones, Oficiales del Ejército (...) casi todas las autoridades de la
Armada, de cualquier escalón. Cada dos meses pasaban un conjunto de señores.
Los Comandantes de esos señores iban a ver qué pasaba en la ESMA, qué hacían
esos señores, de uniforme, una visita de inspección, de conducción de ese oficial”
(ver fs. 3934/84).
Finalmente, el pleno conocimiento de los altos mandos de la Armada y del
Ejército sobre las actividades realizadas en la E.S.M.A. y su total respaldo a los
delitos allí cometidos queda manifiestamente al descubierto en virtud de las
condecoraciones que recibieron aquellas personas que integraron el Grupo de Tareas
3.3/2.
En este sentido, surge del informe agregado a fs. 2607/8 de estas actuaciones
que Salvio Menéndez, Jorge Acosta, Jorge Perren, Enrique Yon, Raúl Scheller,
Antonio Pernías, Alberto González, Juan Carlos Rolón, Néstor Savio, Adolfo
Donda, Miguel Benazzi, Alfredo Astiz, Héctor Febres y Gonzalo Sánchez fueron
Ministerio Público de la Nación
distinguidos con la Medalla al “Heroico Valor en Combate”, Jorge Vildoza con la
Medalla al “Honor al Valor en Combate” y Rubén Chamorro y Ricardo Cavallo con
la Medalla “Operaciones de Combate”.
Igualmente, Julio César Binotti por Res. nro. 547/82 COAR, BNP 16/82
recibió la condecoración “Honor al Valor en Combate” y Salvio Olegario Menéndez
la distinción por haber sido herido en combate (Res. nro. 545/78 COAR, BNP
34/78).
Por último, a fs. 19 del legajo de servicios de Rogelio Martínez Pizarro consta
que por Res. nro. 745/78 “S” COAR, se le otorgó la distinción de “Heroico Valor en
Combate” (medalla). Idéntica distinción recibió el 28 de septiembre de 1978 por
orden del Comandante en Jefe de la ARA Juan Carlos Fotea, integrante de la Policía
Federal Argentina (fs. 40 del Legajo de Servicios nro. 156157 perteneciente al
imputado, expte. DGP 6126/78). En efecto, mediante la Res. nro. 745/78”S”-COAR,
el comandante en jefe de la Armada Argentina, almirante Emilio Eduardo Massera,
otorgó con fecha 12 de septiembre de 1978 las distinciones “Heroico Valor en
Combate” y “Herido en Combate” al Cabo de la P.F.A. Juan Carlos Fotea (cfr. copia
obrante a fs. 51440/51443).
Mediante esa misma Res. nro. 745/78”S”-COAR, de fecha 12 de septiembre
de 1978, el comandante en jefe de la Armada, almirante Emilio Eduardo Massera,
otorgó la distinción “Honor al valor en combate” a Ricardo Jorge Lynch Jones y
Miguel Ángel García Velasco, y la distinción “Operaciones de combate” a Ricardo
Miguel Cavallo -como ya mencioné en párrafos anteriores-, las cuales ordenó
entregar en una ceremonia presidida por el mencionado comandante (cfr. copia
obrante a fs. 51440/51443). La condecoración recibida en 1978 por Ricardo Jorge
Lynch Jones fue confirmada por el mismo marino, quien a fs. 180 de la copia de su
legajo que en carátula azul corre por cuerda, reconoció haber sido condecorado en
1978 por “Valor en Combate”.
En cuanto a los miembros del Ejército que cumplieron funciones en el GT
3.3/2, debe señalarse que el 6 de junio de 1979 el Comandante en Jefe del Ejército
autorizó a Julio Coronel, Roberto Roualdes, Antonio Guillermo Minicucci y José
Eugenio Acosta, entre otros, a aceptar la medalla Distinción “HONOR AL VALOR
EN COMBATE” que le fuera conferida por el Comandante en Jefe de la Armada el
10 de septiembre de 1978 con motivo de haberse destacado en hechos de acción de
guerra durante su colaboración con el Grupo de Tareas 3.3 (cf. BPE 4254).
Ministerio Público de la Nación
B) Corresponde, a continuación, hacer referencia a la participación y
responsabilidad de cada uno de los imputados en los hechos por los que requeriré la
elevación a juicio.
En primer lugar, haré mención a la responsabilidad de Rubén Oscar Franco
y de Antonio Vañek.
Franco se desempeñó como Jefe del Estado Mayor del Comando de
Operaciones Navales desde el 19 de julio de 1977 hasta el 20 de enero de 1978.
Entre el 1ro. de febrero de 1978 y el 4 de diciembre del mismo año, se desempeñó
como Secretario de Información Pública en la Secretaría General Naval de la
Presidencia de la Nación. El 4 de diciembre de 1978 fue designado Segundo Jefe de
la Jefatura de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada hasta el 7 de
febrero de 1980, sin perjuicio de que el 25 de julio de 1979 fue designado
Subsecretario General Naval de la Secretaría General Naval (reteniendo sus
funciones como subjefe de Operaciones). Entre el 7 de febrero de 1980 y el 5 de
enero de 1982 se desempeñó como Director General de Personal Naval. Luego, el
1ro. de octubre de 1982 fue ascendido al cargo de Comandante en Jefe de la Armada
Argentina, donde permaneció hasta el 1ro. de febrero de 1984.
Vañek se hizo cargo del Comando de Operaciones Navales el 04 de enero de
1977. Permaneció en dicho destino hasta el 22 de septiembre de 1978 cuando se
convirtió en Jefe del E.M.G.A., función que desempeñó hasta el 5 de febrero de
1980 cuando solicitó el pase a retiro.
En primer término, debe prestarse especial atención a las declaraciones de los
propios imputados en relación con los hechos que aquí se investigan.
Así, Vañek declaró que tenía la responsabilidad de la verificación del
cumplimiento de las órdenes existentes en la Armada (declaración sin juramento a
fs. 1911/21).
El nombrado agregó que cada Fuerza de Tareas mandaba un despacho
indicando la cantidad de procedimientos que realizaba, si hubo detenidos y la
información sobre su accionar y que hizo esporádicas visitas a las Fuerzas de Tareas,
además de citar cada dos o tres meses a los Comandantes de las Fuerzas de Tareas a
Puerto Belgrano para que en conjunto se transmitieran sus experiencias (declaración
informativa a fs. 419/28).
En último lugar, sostuvo que visitó la Escuela de Mecánica y, en particular, el
Casino de Oficiales y que semanalmente recibía un informe de las Fuerzas de Tareas
Ministerio Público de la Nación
subordinadas, hacía un resumen y lo elevaba al Comando en Jefe de la Armada. Allí,
comunicaba al Comando de Operaciones Navales los detenidos en operaciones para
ejercer la supervisión de la acción planeada (declaración sin juramento a fs.
1911/21).
Por su parte, Franco declaró que “[t]odas las novedades, en general, eran
informadas por los G.T. en forma detallada o pormenorizada y, semanalmente, en
forma resumida era elevada por los distintos escalones hasta el nivel del CEJA. Las
novedades sobre detención y demoras eran informadas, normalmente de inmediato,
a la Fuerza por mensaje”. Y que la supervisión de sus subordinados la ejerció “por
contacto directo entre Comandantes, partes diarios, semanales, mensuales,
contactos telefónicos y también visitas anunciadas o sin aviso”. Sobre este último
punto reconoció haber efectuado dos visitas a los componentes de la F.T. 3
(declaración sin juramento de fs. 2084/93 e indagatoria de fs. 2925/7).
Asimismo, en cuanto al desempeño funcional y jerárquico que le
correspondía a quienes ocuparon los cargos de mención, cabe tener en cuenta lo
manifestado por otros coimoputados. A lo declarado por García Tallada, Barbuzzi,
Chamorro y Suppicich -citado en el apartado anterior-, cabe agregar que Pedro
Antonio Santamaría señaló que las relaciones de Comando eran las siguientes: el
Grupo de Tareas 3.3 dependía del Comandante de la Fuerza de Tareas 3 y este
último del Comandante de Operaciones Navales. Aclaró que en la Escuela de
Mecánica estaban destinados desde el año 1975 dos oficiales y un suboficial de la
Prefectura (declaración indagatoria de fs. 22637/68).
Oscar Antonio Montes también manifestó -al prestar declaración sin
juramento- que durante el lapso en que se desempeñó como Comandante de la
Fuerza de Tareas 3 recibía todos los informes escritos y verbales de sus
subordinados donde se mencionaban enfrentamientos, número de detenidos y
cualquier otra novedad de importancia, además de realizar las inspecciones
pertinentes en las dependencias bajo su supervisión. Asimismo, declaró que “[d]e
todo lo actuado en detalle me enteraba por informes y por las inspecciones que
realizaba personalmente” (ver fs. 2037/49).
Al mismo tiempo, reconoció haber inspeccionado el casino de oficiales de la
E.S.M.A. durante su mando y que en las frecuentes inspecciones o visitas a la
Escuela de Mecánica le explicaban las operaciones que se iban a hacer (declaración
indagatoria a fs. 2899/2902).
Ministerio Público de la Nación
Asimismo Alberto Gabriel Vigo reconoció la realización de visitas y
controles de los altos mandos de la Armada a la Fuerza de Tareas 3 y al Grupo de
Tareas 3.3/2: “La supervisión de la acción vía Comando, se efectuó siempre. He
inspeccionado en distintas oportunidades las diferentes F.T….” (declaración sin
juramento de fs. 2005/11). En esa misma declaración, el imputado hizo referencia a
la creación, funcionamiento y dependencia jerárquica del grupo de tareas en
cuestión. Al respecto, señaló: “Antes que asumiera mi Comando, se creó un grupo
de obtención de inteligencia y de enlace de la Armada (GOEA) que tenía como
misión realizar operaciones de inteligencia con el objeto de satisfacer
requerimientos provenientes de las hipótesis de guerra y conflictos vigentes. Sus
tareas tenían que ver fundamentalmente con el Marco Regional y los
procedimientos que utilizaban respondían a la doctrina de inteligencia de la
Armada. Este grupo, que inicialmente dependiera del Comandante del G.T.3.3.,
pasó en 1981 a depender de la Jefatura de Operaciones del EMGA y luego de la
Jefatura de Inteligencia del EMGA”.
Todas estas manifestaciones son ratificadas por personas que estuvieron
detenidas en la ESMA y tuvieron algún tipo de contacto con los imputados.
En efecto, tal como surge del relato de Horacio Domingo Maggio, “en
varias oportunidades se hicieron presentes a los efectos de ‘visitar’ las
instalaciones: ‘Negro’ o ‘Coara’, nombre con que se lo llama a Massera; el
Ministro de Relaciones Exteriores Montes (...) y otros que por sus uniformes y
distintivos parecían oficiales de alta graduación” (ver fs. 4/9 del legajo nro. 9
correspondiente a Jaime Said).
Alfredo Manuel Juan Buzzalino también declaró haber visto en la E.S.M.A.
a Massera, Vañek, Montes y Carpintero (declaración testimonial a fs. 14224/8vta.) y
Carlos Muñoz recordó haber visto al Almirante Vañek en iguales circunstancias
(ver Legajo CONADEP nro. 704).
En igual sentido, Martín Tomás Gras Craviotto declaró que “era muy
frecuente la visita de altos oficiales de las Fuerzas Armadas, en carácter de gira de
inspección. Es conveniente hacer notar que tanto los oficiales de la E.S.M.A. como
los altos mandos de la Marina, se encontraban particularmente orgullosos de la
eficacia represiva alcanzada por el GT 3.3.2, lo que lo convertía en un lugar de
exhibición obligatoria ante los mandos de las diferentes fuerzas y según versiones,
ante autoridades militares extranjeras. Entre los oficiales de marina de alta
graduación que recuerda, menciona al en esos momentos COARA, Almirante Emilio
Ministerio Público de la Nación
Eduardo Massera, al en ese momento Ministro de Relaciones Exteriores y Culto,
Vicealmirante Montes, al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Capitán de Navío
Walter Allara, al en ese momento Jefe de la Flota de Mar y luego COARA,
Vicealmirante Jorge Anaya, al Capitán de Navío asignado a la Presidencia de la
Nación Pablo Carpintero” (ver declaración ante el Sr. Embajador de la República
Argentina en Madrid del 6 de agosto de 1985 en el marco de la causa nro. 13/84).
Marta Remedios Álvarez también declaró que la Escuela de Mecánica de la
Armada recibía la visita frecuente de altos oficiales de la Marina tales como
Carpintero, Massera, Vañek y otros, entre ellos, el Ministro de Relaciones
Exteriores Oscar A. Montes. Además, manifestó que era periódica la visita de
distintos oficiales superiores a la E.S.M.A. quienes miraban dónde se torturaba,
dónde estaban los detenidos y les hacían preguntas de carácter personal. Recordó
también que en una oportunidad Vañek le comenzó a hablar y le preguntó si sus
padres eran separados y si era católica (declaración testimonial a fs. 14.111/5vta.).
Por último, Sara Solarz de Osatinsky (detenida en ese CCD desde el 18 de
mayo de 1977 hasta el 19 de diciembre de 1979), en su declaración de fecha 14 de
junio de 2007, manifestó que “…cuando ya estaban en pecera (…) iban al lugar
todos los altos mandos de la Marina a verlos cómo los hacían trabajar. Eso se dio
en muchísimas oportunidades. También pasaban en ‘capucha’ pero allí como no
podían ver, sabían que eran los altos mandos a través de otros [de] sus sentidos, por
ejemplo el olor a perfume de Chamorro era muy característico y su presencia podía
ser percibida aún cuando no pudiera ser visto”.
En virtud de lo señalado, entiendo que la posición desarrollada por Franco
como Jefe del Estado Mayor del Comando de Operaciones Navales, Comandante de
la Fuerza de Tareas 3 - Jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la
Armada-, Director General de Personal Naval y Comandante en Jefe de la Armada
Argentina, permite asignarle responsabilidad sobre todos los hechos cometidos bajo
su órbita de mando, puesto que alcanzó la máxima posición dentro de la fuerza,
previo tránsito por las instancias decisorias anteriores, todo lo cual le permitió
impartir directivas para “combatir la subversión”, organizar y planificar las
estrategias para tal cometido y controlar y supervisar los actos de sus subordinados.
Por todo lo expuesto, entiendo que mientras Franco se desempeñó como Jefe
del Estado Mayor del Comando de Operaciones Navales, como Subjefe de
Operaciones del E.M.G.A. -Comandante de la Fuerza de Tareas 3-, y como
Comandante en Jefe de la Armada; y mientras Vañek ocupó los cargos de
Ministerio Público de la Nación
Comandante de Operaciones Navales y Jefe del E.M.G.A., a raíz de la posición que
ocupaban en la cadena de mandos de la Armada y de las inspecciones que realizaban
en la E.S.M.A., siempre estuvieron en condiciones de revisar y retransmitir las
órdenes que recibían de sus superiores a sus subordinados. Asimismo, dado que
todas las decisiones urgentes adoptadas por sus subordinados y los partes relativos a
los secuestros, las medidas adoptadas respecto de los detenidos y sus condiciones de
detención y la decisión de terminar con sus vidas o concederles la libertad les eran
inmediata y permanentemente comunicadas, y que a su vez las elevaban de acuerdo
a la cadena de mandos prevista para la lucha contra la “subversión”, entiendo que se
los debe considerar coautores de los delitos que se les imputan.
Amén de ello, considero que no puede perderse de vista, en punto a
determinar la responsabilidad que Franco tuvo como Director General del Personal
Naval (D.G.P.N.), la importancia que dicho cargo tiene dentro de la estructura
jerárquica de la Armada Argentina.
Efectivamente, dicha Dirección se encuentra dentro del Estado Mayor
General de la Armada y, en cuanto a su trascendencia institucional, el Director
General del Personal Naval, junto al Comandante en Jefe de la Armada y al Jefe del
E.M.G.A. en aquel entonces eran las tres personas más importantes en la conducción
de la fuerza.
Pruebas cabales de ello son el grado que ostentaban los Directores Generales
del Personal Naval -en su mayoría Vicealmirantes y, en contadas excepciones,
Contraalmirantes- y la circunstancia de que quienes ocuparon dicho cargo, fueron
ascendidos de la Jefatura del Estado Mayor General de la Armada o al Comando en
Jefe, tal como sucedió en el caso de Vigo y Franco, respectivamente.
Por otra parte, la Escuela de Mecánica de la Armada dependía
administrativamente de la Dirección de Instrucción Naval, organismo que a su vez
estaba subordinado a la Dirección General del Personal Naval.
Esta circunstancia se ve corroborada no solo por el informe remitido por la
Armada que se encuentra agregado a fs. 12795/6 de las presentes actuaciones, donde
se señala que “la Escuela de Mecánica de la Armada, en el período comprendido
entre los años 1976 y 1978 tenía una doble dependencia, toda vez que como
Instituto de formación estaba subordinada a la Dirección de Instrucción Naval y
operativamente tenía sujeción al Comando de Operaciones Navales”, sino también
por el testimonio de varios imputados.
Ministerio Público de la Nación
Así, mientras Julio Antonio Torti declaró que “[l]a E.S.M.A. siempre ha
sido un Instituto de formación de personal subalterno dependiente de la Dirección
de Instrucción Naval” (fs. 1975/81) y Humberto José Barbuzzi coincidió en el
sentido de que “[l]a E.S.M.A. es el Instituto de formación de casi todo el personal
subalterno de la Armada y su dependencia es de la Dirección de Instrucción Naval”
(fs. 2071/83), Rodolfo Antonio Remotti manifestó que “[e]l Director de la
E.S.M.A. tenía una doble dependencia: del Director de Instrucción Naval como
Instituto de formación de personal subalterno y del Jefe de Operaciones del
E.M.G.A. como G.T.” (fs. 2022/7).
Esta doble dependencia también fue reconocida por dos ex Directores de la
E.S.M.A. Chamorro declaró que “[e]l Director General de Instrucción era el
superior administrativo, no operativo del Director de la ESMA. Tenía una doble
dependencia” (declaración indagatoria a fs. 357/76) y que “[s]e utilizó personal
cursante en la E.S.M.A. exclusivamente para las guardias perimetrales y patrullas
internas de la UT 3.3.1 (…) únicamente hubo que afectar mayor cantidad de
personal con fines de refuerzo. En las guardias intervenían todos los alumnos
cursantes de la E.S.M.A. El Director de Instrucción Naval fue informado de la
constitución del GT 3.3 por ser mi superior directo como Director de la E.S.M.A.
Por su condición de Almirante conocía todas las características del accionar de
todos los G.T. de la Armada. Los diferentes Directores de Instrucción visitaron e
inspeccionaron la E.S.M.A. y, por lo tanto, las instalaciones del GT 3.3”
(declaración a fs. 2140/74).
Por su parte, Suppicich afirmó que “[l]a E.S.M.A. es uno de los institutos de
formación del personal subalterno de la Armada; en ese aspecto, su Director tenía
dependencia de la Dirección General de Instrucción Naval (…) El Director General
de Instrucción Naval estaba informado y compenetrado de la constitución del G.T.
3.3. Junto a los integrantes principales de dicha Dirección General inspeccionaron
el Instituto y sus instalaciones” (fs. 2177/95).
El nombrado señaló al mismo tiempo que “[l]as calificaciones en el caso de
personal destinado a la E.S.M.A. se enviaba a la Dirección General de Personal
Naval y para el caso de aquellos que actuaban en comisión, al Comando
respectivo”.
La participación de la Dirección General del Personal Naval en la
denominada “guerra contra la subversión” también fue reconocida por el imputado
Santamaría quien mencionó que “[l]os destinos no operativos de distintas áreas
Ministerio Público de la Nación
como inteligencia, finanzas, logística, Dirección General de Personal, etc. eran
organismos de apoyo a lo operativo en esta guerra” (declaración sin juramento a fs.
1988/96).
Por lo tanto, queda demostrado que Franco, en su carácter de Director
General del Personal Naval, recibió copiosa información sobre lo acontecido en la
E.S.M.A. y las tareas a las que eran destinados los suboficiales que allí se
desempeñaban por distintas vías, a saber, los informes del Director de Instrucción
Naval y los informes con las calificaciones de todo el personal, circunstancia que se
potencia en su caso en razón de que con posterioridad alcanzó el máximo grado
dentro de la Armada: Comandante en jefe. Por tal razón, deberá responder como
coautor de todos los delitos cometidos bajo su ámbito de mando mientras se
desempeñó como Director de General de Personal Naval.
Ahora bien, hasta aquí me dediqué a analizar la responsabilidad que
correspondió a Franco y Vañek en función de su posición en la cadena de mandos
de la Armada y su vinculación con el ilícito accionar desplegado por esa fuerza,
como parte del plan sistemático de “aniquilamiento de la subversión” perpetrado
durante el último gobierno dictatorial. En adelante, me abocaré a señalar la
responsabilidad que les cupo a los demás imputados en punto a su actuación dentro
del Grupo de Tareas 3.3/2 que funcionaba en la E.S.M.A.
En lo atinente a la participación del capitán de corbeta Jorge Acosta en los
hechos por los que requeriré la elevación a juicio, si bien entre el 28 de febrero de
1975 y el 7 de octubre de 1979 era el Jefe de Inteligencia del GT 3.3/2 (cf. fs. 121 de
su legajo de servicios), en virtud de las funciones que desempeñó dentro de la
estructura jerárquica organizada para el cumplimiento del plan clandestino de
represión adquirió una importancia tal que muchos detenidos lo consideraron el
auténtico Jefe del G.T. 3.3/2, teniendo de este modo, la misma responsabilidad que
el Director y el Subdirector de la E.S.M.A.
En este sentido, la injerencia y el poder de decisión de Acosta sobre las
actividades del Grupo de Tareas se reflejaron en los dichos de las personas que
permanecieron clandestinamente detenidas en la E.S.M.A.
Al respecto, María Eva Bernst de Hansen declaró acerca de las facultades
decisorias que poseía Acosta dentro de la E.S.M.A., en tanto fue quien resolvió que
finalizara su “interrogatorio” y se la subiera a “capucha”, por entender que “era una
perejil y que no sabía nada” (Legajo CONADEP nro. 2453) y Ana María Martí
manifestó que luego de ser torturada y mientras se encontraba atada a la cama,
Ministerio Público de la Nación
ingresó a la habitación Acosta vistiendo el uniforme azul de la marina, e impartió
instrucciones para que la cubrieran, finalizara la tortura, la desataran, vistieran y
llevaran a los pisos superiores, a lo que agregó que “una vez vino Vildoza, alias
‘Gastón’, quien si bien era superior de Acosta, el que en realidad mandaba era
Acosta” (fs. 14708).
En el mismo sentido, María Alicia Milia manifestó que “Acosta era el jefe
del grupo de tareas G.T. 3.3/2 (...) la armonización de estos tres grupos [operativo,
de logística y de inteligencia] efectivamente la tenía el capitán de corbeta Jorge
Acosta, quien funcionaba como interrogador, cazador de hombres, torturador, etc.
indistintamente, pero siempre como jefe” (declaración prestada en la Embajada
Argentina en España, vía exhorto diplomático, el 5 de agosto de 1985, en el marco
de la causa nro. 13/84, ver Legajo nro. 71).
Asimismo, en el marco de la causa nro. 761, Carlos Gregorio
Lordkipanidse relató una conversación que mantuvo con Acosta, en la que éste le
había comentado, en relación con el secuestro de las monjas francesas, que “él había
dado la orden de mandarlas para arriba” (declaración de fojas 2/7vta. del Legajo
nro. 134).
En esa dirección, María Inés Imaz de Allende, Ricardo Héctor Coquet,
Enrique Mario Fukman y Andrea Marcela Bello también sindicaron a Acosta
como quien se hallaba a cargo de los detenidos en la E.S.M.A., indicando que se
desempeñaba como jefe de inteligencia, agregando la última que según su parecer
Acosta era el jefe de toda la organización (ver fojas 162/6 del Legajo nro. 76); la
primera, “que era el jefe del lugar (...) [y] que por dichos de Cubas, se enteró que
éste había sido torturado por Acosta” (ver Legajo nro. 111), y el segundo que “en
realidad el jefe [del grupo de tareas] era Acosta” (declaración de fs. 3/8 del Legajo
nro. 124). Por último, María Amalia Larralde narró que Acosta “era el que
controlaba todo lo que ocurría con respecto a los detenidos” (ver Legajo nro. 64).
A mayor abundamiento, el ex almirante Massera reconoció que Acosta se
encargaba de todo lo que sucedía dentro del ámbito de la E.S.M.A. (específicamente,
lo dijo en respuesta a una pregunta que se le formulara sobre el destino de las
monjas francesas), que Acosta era el jefe de Astiz, y que era posible que Acosta
haya decidido la ejecución de ese grupo debido a la presión internacional ejercida
para que aparecieran con vida sus integrantes. Finalmente, admitió que el secuestro
de ese grupo fue un operativo organizado por la Armada, que estuvo a cargo de
Acosta.
Ministerio Público de la Nación
Estos testimonios son contestes con lo afirmado por Miriam Lewin en el
sentido de que “más allá de los grados, el Capitán Jorge Eduardo Acosta era el
máximo responsable y decidía todo lo que ocurría dentro del Grupo de Tareas.
Reportaba directamente al Almirante Massera, por encima del Contralmirante
Chamorro y otros oficiales de mayor grado que él” (declaración testimonial de fs.
853/5 de la causa nro. 7694/99).
Silvia Labayrú manifestó que creía que “ninguno de los operativos se
llevaba a cabo sin la autorización de Acosta (…) era probable que ante la ausencia
de Acosta, otro oficial de inteligencia podía comunicar al sector operativo el
procedimiento a efectuar, aunque con la salvedad de que no puede afirmar con qué
margen de autonomía se desempeñaría dicho oficial de inteligencia respecto de su
superior Acosta” (fs. 12177/86).
Por su parte, Alberto Eduardo Girondo expresó en una de sus declaraciones
testimoniales que “Jorge Eduardo Acosta era el jefe de inteligencia del G.T., en los
hechos era el que dirigía el G.T. aunque por grado no le correspondía, pero en la
práctica lo dirigía (…) tenía personal superior al que respondía, pero tenía
evidentemente carta blanca, para dirigir las operaciones” (fs. 12085/91).
Girondo también señaló que el sector inteligencia del Grupo de Tareas 3.3/2
era el encargado de la ubicación y señalamiento de los “blancos”, es decir, de los
futuros secuestros, basándose en diversas fuentes y en la información obtenida
mediante la tortura de los prisioneros. Los oficiales de inteligencia tenían a su cargo
a los prisioneros durante toda la estadía de éstos en la Escuela de Mecánica de la
Armada. Ellos eran los responsables de los interrogatorios, intervenían en la decisión
de los traslados, en los operativos de secuestro, algunos de los cuales comandaban.
De ellos surgió la mayor parte de las iniciativas que emprendió el grupo de tareas
desde su formación hasta mediados de 1978, momento en el que según declaración
de los oficiales, ya habían realizado más de 3500 secuestros.
Finalmente, el nombrado identificó entre las personas que lo interrogaron y
golpearon al Capitán de Fragata Acosta. Mencionó que los oficiales de inteligencia
eran los responsables de los interrogatorios. Además especificó que no sólo los
oficiales de inteligencia torturaban en la E.S.M.A., sino que también lo hacían todos
los miembros fijos del G.T. y los encargados de logística (declaración de fs. 279/93
del Legajo nro. 62 y fs. 230/74 del Legajo 48/59).
También resulta valioso e ilustrativo el testimonio prestado por Graciela
Beatriz García (fs. 8346/51). En lo que aquí interesa, refirió que “Jorge Eduardo
Ministerio Público de la Nación
Acosta era jefe del Sector Inteligencia y en los hechos era el conductor del grupo.
Dentro de los oficiales, él era el que daba todas las órdenes, el que ordena cada
actividad”. Agregó que no creía que “nadie haya hecho algo sin tener la orden o el
permiso de Acosta”. Señaló también que todos los operativos, traslados y robos que
se realizaban se hacían por orden directa de Acosta. De hecho, señaló al nombrado
como quien dirigía todo lo que sucedía y quien organizó la apropiación de los bienes
de los detenidos.
Algo similar declaró Norma Susana Burgos: “Acosta en la práctica dirigía
la E.S.M.A., no volaba una mosca adentro sin que él lo supiera, pero él respondía a
sus mandos naturales como Massera y Chamorro. Diseñaba todo, quién vivía, quién
no, a quién se secuestraba, a quién y cómo se torturaba” (declaración testimonial de
fs. 12166/75). Añadió que solían estar presentes durante las sesiones de tortura el
teniente de fragata Alfredo Astiz y el capitán Acosta (documentación remitida por el
Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en
relación con el Sumario nro. 19/97, fs. 5897/5935).
Por su parte, Lila Victoria Pastoriza manifestó que por comentarios de los
prisioneros y de los guardias supo que el capitán Acosta, amén de ejercer la máxima
autoridad dentro del Grupo de Tareas, participaba activamente en las sesiones de
tortura. Junto al imputado Pernías condujo los interrogatorios durante los cuales se
les aplicaron descargas de corriente eléctrica directamente sobre sus cuerpos
desnudos y se golpeó brutalmente al grupo de personas secuestradas en la iglesia
Santa Cruz. La testigo también señaló que “la E.S.M.A. estaba a cargo de
Chamorro. El Jefe del Grupo de Tareas G.T. 3 era Vildoza, aunque quien tenía el
mando real del Grupo G.T. 3.2 era Jorge ‘Tigre’ Acosta” (declaración testimonial
en causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de
menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional nro. 7).
En otra de sus declaraciones, Pastoriza declaró que tanto por comentarios de
los prisioneros -entre ellos, Mario Galli- como de los guardias, se enteró que
Schelling, Benazzi, Pernía y el “gordo Juan Carlos” también participaban de las
sesiones de tormentos. En este sentido, manifestó que “dentro del grupo de tareas
había integrantes que se ocupaban de inteligencia quienes participaban en los
interrogatorios y torturas y otros que realizaban operativos, aunque estos últimos
también a veces participaban en sesiones de tormentos” (ver declaración de fecha
11 de febrero de 1987 agregada al Legajo nro. 74).
Ministerio Público de la Nación
En el marco de la causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y
otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7, Lisandro Raúl Cubas indicó que
“Chamorro era el Director de la E.S.M.A. y quien estaba a cargo del centro de
detención, pero que el jefe operativo y el que tenía más relación con los prisioneros
era el Capitán Jorge Acosta, hasta mediados del año 1978, en que se hizo cargo el
Capitán Vildoza (...) Acosta era quien más autoridad tenía dentro de la E.S.M.A., y
quien tomaba las decisiones. [L]os rangos oficiales en la E.S.M.A. muchas veces
estaban solapados”. Cubas también declaró que pudo identificar a tres de las
personas que intervinieron en su secuestro: “...Teniente de Navío Miguel Ángel
Benazzi, alias ‘Manuel’ o ‘Salomón’; Subcomisario Roberto González, alias
‘Gonzalito’ o ‘Federico’; y Sargento Juan Carlos Linares, alias ‘gordo Juan
Carlos’” (declaración de fs. 3/19 del Legajo nro. 96 que corre por cuerda y
presentación de fs. 9362 de estos autos).
En igual dirección, Rosario Evangelina Quiroga refirió que Jorge Eduardo
Acosta había participado “activamente en secuestros, interrogatorios y torturas,
ejerciendo en la práctica la jefatura del Grupo de Tareas. Secundó el proyecto
político de Massera, para cuyo cumplimiento acumuló, a partir del saqueo de los
bienes de los secuestrados grandes sumas de dinero, con las cuales también
aumentó su fortuna personal” (ver fs. 7529 de la causa nro. 7694/99).
Con respecto a quiénes integraban cada sector, Graciela Beatriz Daleo
señaló que Acosta comandaba “Inteligencia”. Esto implicaba presenciar o dirigir las
torturas a las que eran sometidos los detenidos. Asimismo, en relación con su caso
particular declaró que “en la ‘13’ se reanudaron los interrogatorios, participando
entonces también el Capitán de Corbeta Jorge Acosta, alias ‘Tigre’, ‘Santiago’ o
‘Aníbal’. Cerca de la noche me esposaron nuevamente con los brazos a la espalda,
me colocaron grilletes en los tobillos y con los ojos cubiertos por el antifaz me
llevaron al tercer piso, a la ‘capucha’” (declaración a fs. 3 del Legajo nro. 20 que
corre por cuerda).
Emilio Dellasoppa, por su parte, sostuvo que “Acosta venía a ser en cierta
forma el coordinador del grupo, estaba en todo. Arriba de ellos quienes
comandaban al grupo eran Chamorro y Massera” (ver testimonio de fs. 2644/9 de
la causa nro. 7694/99). Agregó que durante las torturas a las que fue sometido
estaban presentes en la habitación Jorge Eduardo Acosta, Antonio Pernías,
González Menotti y Manuel Benazzi, quienes lo increpaban para que les entregara
Ministerio Público de la Nación
una cita con su responsable que era el Dr. Zabala Rodríguez a quien finalmente
llamó por teléfono a tales efectos
Al respecto, Miguel Ángel Lauletta (ver fs. 846/51 de la causa nro. 7694/99)
sostuvo que “[p]rácticamente era Acosta el único que ordenaba la confección de
documentos. Savio también se encontraba a cargo de la logística en este sentido,
pero era claro que Acosta tenía poder de conducción sobre éste”.
Declaró también que mientras lo obligaron en la E.S.M.A. a trabajar para sus
captores había enseñado a la esposa de Acosta a confeccionar documentos falsos
con motivo del viaje que iban a realizar a Sudáfrica. Señaló que Jorge Eduardo
Acosta era el único que les ordenaba la confección de documentos cuando se
organizó el laboratorio fotográfico y de fotomecánica.
Martín Tomás Gras Craviotto, por otra parte, declaró que “fue esposado a
un camastro y obligado a tenderse en el. En el recinto se escuchaban
permanentemente música de todo tipo y grabaciones con los goles de Boca Juniors,
relatados por el comentarista José María Muñoz. Poco después le fue sacada la
capucha y comenzó a ser interrogado por tres personas que más tarde sabría que
eran los capitanes de Corbeta Whamond, Acosta y el teniente de navío Miguel Angel
Benazzi Berisso alias ‘Manuel’, ‘El turco Salomón’. Estas tres personas antes de
proceder a interrogarlo le describieron las ‘reglas de juego’ existentes en la
E.S.M.A. Le indicaron que ellos querían conocer varias informaciones que él, como
militante peronista, podía brindarle, ya que en la E.S.M.A. se utilizaba la tortura
sistemática contra los prisioneros. Señalaron que estaba comprobado que no hay
quien pueda resistir a la tortura sistemática. Que a lo sumo podría resistir los
primeros días pero luego finalmente hablaría y que ello no podría garantizar cual
sería el estado físico y las secuelas: parálisis de algún miembro, impotencia sexual,
etc., cuando no la muerte, que en E.S.M.A. tenían todo el tiempo necesario” (ver
Anexo 1del Legajo nro. 71).
Agregó que se le colocaron grilletes sujetos a sus tobillos, cuya cadena tenía
unos veinte pequeños eslabones, lo que permitía solo un dificultoso desplazamiento.
Gras fue torturado mediante palizas y aplicaciones de la “picana eléctrica” durante
unas dos semanas consecutivas, con breves intervalos los primeros días y luego con
intervalos mayores. El testigo recordó que Benazzi ponía especial énfasis en la
aplicación de la picana y sus descargas eléctricas en las encías y ojos, mientras
Acosta mostraba su predilección por la aplicación de electrodos en los testículos.
Ministerio Público de la Nación
En otra de sus declaraciones afirmó que pudo identificar como responsables
de su secuestro a los Oficiales de Marina Chamorro, Vildoza, Acosta, Perren,
Pernías, Yon, Benazzi, D’Imperio, González Menotti, Rolón y Whamond
(declaración obrante a fs. 97/110 del Legajo nro. 71 que corre por cuerda).
Asimismo, atestiguó que “[t]uve el dudoso honor de que este oficial jefe
[Acosta] le dijera al primer interrogador [Benazzi] que se hacia cargo del
interrogatorio y durante un periodo prolongado difícil de calcular fue el que utilizo
la picana sobre mí. Referente al uso de estos instrumentos de tortura mi experiencia
es bastante intransferible. Llega un momento que se pierde totalmente el sentido del
tiempo y lo que está pasando, el dolor parece no interrumpirse y se pierde la lógica
de los sentidos, no se escucha lo que se habla (...) Habiéndose retirado Acosta
volvió Venaci, continuó la sesión de tortura y me explicó que el interrogatorio
estaba a cargo de su jefe pero que él me interrogaba, no me interrogaba
simplemente usando la jerga de la E.S.M.A., me maquinaba, para que yo no me
confundiera y creyera que el era un blando y que era incapaz de torturar” (cfr.
transcripciones de las declaraciones testimoniales del 15 de noviembre de 2007 de la
causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Finalmente señaló como responsables directos de la estructura represiva que
funcionaba en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, entre
otros a: 1) Jorge Eduardo Acosta -señalándolo como el verdadero cerebro del grupo(testimonio brindado ante la CONADEP, CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana
María” ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa).
En igual sentido se pronunció Juan Alberto Gaspari: “[e]l Jefe del Campo
era ‘el Tigre’ Acosta” (ver fs. 920/3 de la causa nro. 7694/99), a lo que agregó que
“recuerda la actuación de Jorge Acosta, en el carácter de Jefe de Inteligencia de la
E.S.M.A., quien decidía la suerte de los detenidos allí secuestrados ‘verdadero
patrón de la E.S.M.A.’, viéndolo entrar y salir de la ‘pieza de las embarazadas’
reiteradamente y que los otros Oficiales lo llamaban ‘El Tigre’, ‘Santiago’ o
‘Aníbal’, deseando resaltar que el nombrado Acosta ‘prácticamente imponía su
voluntad sobre todo lo que ocurría en el campo de concentración’” (declaración
testimonial a fs. 12593/7 de estas actuaciones).
Marta Remedios Álvarez declaró, entre otras cosas, que el 12 de julio de
1976, Salvio Menéndez fue herido en un enfrentamiento; entonces Jorge Acosta
bajó al sótano y dijo “ahora soy yo el jefe”, refiriéndose al grupo de tareas de la
Escuela de Mecánica de la Armada (fs. 8204/10).
Ministerio Público de la Nación
Por su parte, María Amalia Larralde señaló que con posterioridad a su
secuestro, luego de un trayecto aproximado de 15 a 20 minutos, arribaron a un lugar
al que más adelante identificó como la E.S.M.A., donde es alojada en un pequeño
cuarto ubicado al parecer en un sótano. Poco rato después se hacen presentes un
grupo de personas, entre ellas el teniente de navío Scheller, el teniente de navío
Benazzi, el teniente de navío Rolón y “Matías” quienes la interrogan acerca de su
identificación y actividades, acotando que a tal efecto le había sido sacada la
capucha. Añadió que al rato llegó el capitán de corbeta Perren, quien la obligó a
ponerse nuevamente la capucha, tras lo cual ingresó al cuarto una persona al que los
demás llamaban “señor” y que luego supo que se trataba del capitán de corbeta
Jorge Eduardo Acosta, quien la interrogaba amenazándola zamarreándola. A la
mañana siguiente, declaró “entra el Teniente Benazi quien atándome desnuda a la
cama comienza a aplicarme la picana eléctrica por todo el cuerpo. Fuera de la
pieza, una radio sonaba a todo volumen. Como se escuchaba el ruido de una sierra,
Benazzi me dice que me iba a serruchar los brazos luego de darme ‘máquina’. Se
trataba de otra intimidación más, pues me enteré después que la citada sierra la
utilizaban para hacer trabajos con madera. Benazzi prefería torturarme en la zona
pélvica, los pechos y la boca, esta última para impedir que gritara. Periódicamente
interrumpía la tortura, salía un rato de la pieza para volver a entrar más tarde y
continuar picaneándome. Luego de varias sesiones de tortura, Benazzi me desata de
la cama y luego me hace vestir. Hizo entrar a dos guardias que me llevaron a lo que
allí se llamaba ‘capuchita’, varios pisos más arriba, dentro del mismo edificio del
Casino de Oficiales (...) Concluida la nueva sesión de tortura, me llevan otra vez a
‘capuchita’. No había pasado mucho rato cuando la guardia me vuelve a buscar
para reconducirme al sótano. En la pieza de la tortura se presentan el Capitán
Acosta y el Capitán Vildoza para interrogarme” (declaración testimonial a fs.
12107/53).
En relación con las sesiones de tormento que padeció, Larralde acotó que si
bien se hallaba con los ojos vendados, pudo identificar al torturador por su voz y por
verlos por debajo del antifaz que cubría sus ojos y que durante la tortura escuchaba
que entraban y salían personas, enterándose posteriormente que Acosta y Astiz
habían presenciado la sesión de tortura (declaración testimonial del 5 de febrero de
1987 en causa nro. 761).
Sobre este caso en particular, Alfredo Julio Margari escuchó los gritos de
dolor de Larralde provenientes de una sala de tortura ubicada en el sótano, viendo al
Ministerio Público de la Nación
citado Acosta que entraba y salía en dicho momento de esa habitación (ver Legajo
nro. 64).
Además, Sara Solarz de Osatinsky declaró ante la Comisión Nacional sobre
la Desaparición de Personas que “siempre encapuchada y sin retirarme las esposas,
me cortaron la ropa con una tijera y ya totalmente desnuda me ataron con los
brazos y piernas abiertas a una camilla metálica (...) en ese momento que me retiran
la capucha y puedo ver a dos hombres sentados, vestidos de civil: el Capitán Jorge
Acosta y el Teniente Antonio Pernías. Me preguntan si sé dónde estoy, les contesto
que me da lo mismo y responden riéndose que me encuentro en manos de la
‘célebre’ Escuela de Mecánica de la Armada. Comienza el interrogatorio. Para
demostrarme con qué me van a torturar el Capitán Acosta apoya la picana eléctrica
a la camilla que transmite electricidad a todo mi cuerpo y veo una inmensa cantidad
de chispas que salen por todos lados. Me aplican la picana en todo el cuerpo y al
poco rato hacen llamar al médico, Martínez, alias ‘Tomy’ quien me revisa y da el
visto bueno de continuar con la tortura. Ante mi negativa de proporcionarles
información continuaron un tiempo imposible de precisar” (documentación remitida
por el Juzgado Central de Instrucción Nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en
relación con el Sumario nro. 19/97, fs. 5662/6). Estos dichos son contestes con lo
afirmado por la víctima ante la Fiscalía de la República en el Tribunal de Roma el
21 de octubre de 1991, oportunidad en que hizo referencia a Acosta y lo definió
como “el responsable de todo, o sea de lo que se hacía en el campo. Él me dijo una
vez que era directamente el responsable de la vida y de la muerte de todas las
personas que se encontraban en ese campo, él fue también uno de mis torturadores”
(fs. 8314/5).
En esta dirección, Carlos Alberto García manifestó que “si bien se
encontraba con los ojos cubiertos, por efecto de la tortura en varias oportunidades
la capucha que lo cubría se corrió lo que le permitió conocer a sus torturadores,
como asimismo por sus voces, siendo ellos el oficial de la Armada Pernías apodado
‘Trueno’, el oficial Scheller apodado ‘Mariano’ o ‘Pingüino’, el citado Astiz, el
oficial Acosta apodado ‘Tigre’ quien luego se enteró ejercía autoridad dentro del
grupo, el oficial Whamond apodado ‘Duque’. Aclara que tiene la certeza que todas
las personas antes mencionadas estuvieron presentes durante su tortura”
(declaración de fs. 198/9 del Legajo nro. 44 que corre por cuerda).
Por último, Federico Ramón Ibáñez también expresó en su testimonio que
en copia obra a fs. 5932/5 de la causa nro. 7694/99 que “quien más se contactaba
Ministerio Público de la Nación
conmigo en relación a este tema [la falsificación de documentación] era Radice y
ocasionalmente Acosta. Igualmente, este último en razón de las preguntas que me
hacía me permite entender que tenía un absoluto conocimiento del tema. Además
Radice dependía de él, entre otras cosas ya que éste lo mencionaba siempre como su
jefe”.
Todos estos testimonios demuestran, acabadamente, el absoluto dominio que
tenía Jorge Eduardo Acosta sobre lo que sucedía en el marco de la Escuela de
Mecánica de la Armada.
De este modo, en el presente caso existen pruebas de que Acosta, como
cabecilla del Grupo de Tareas, fue responsable junto a los demás integrantes del
sector inteligencia de la diagramación y organización de los operativos, que en su
mayoría culminaron con la detención de las víctimas, y del nacimiento en cautiverio
de las víctimas enumeradas en el presente requerimiento y su posterior retención en
las instalaciones de la ESMA y en otros sitios bajo la custodia de los integrantes del
G.T. 3.3/2. En tales hechos, también tuvieron amplia actuación los demás
integrantes del grupo de tareas.
El imputado también intervino personalmente en algunos de estos operativos,
supervisando el desarrollo de los acontecimientos desde el lugar de los hechos y, a la
vez, tomó parte en forma directa en los interrogatorios y tormentos de las víctimas y
en el mantenimiento de las condiciones inhumanas de detención a las que fueron
sometidas durante su cautiverio en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica
de la Armada. Por último, también era quien decidía, junto a los demás integrantes
del Sector de Inteligencia y los jefes de los demás sectores, el destino de cada uno de
los detenidos, ya sea su liberación o su “traslado” u homicidio.
Por ello, en su calidad de jefe del Grupo de Tareas 3.3/2, en virtud de las
funciones que desempeñó dentro de la estructura jerárquica organizada para el
cumplimiento del plan clandestino de represión, tuvo el dominio funcional de todos
los hechos a través del dominio de la voluntad de quienes ejecutaron directamente
las acciones criminales investigadas, aunque el nombrado no hubiera ejecutado de
mano propia la totalidad de los hechos que se le endilgan.
Por ende, entiendo que Acosta debe ser considerado coautor de todos los
delitos por los que requeriré la elevación a juicio.
Por su parte, Carlos Octavio Capdevila actuó en el sector de Inteligencia del
Grupo de Tareas 3.3/2 -cuyos miembros fueron responsables de la diagramación y
organización de los operativos, que en su mayoría culminaron con la detención de
Ministerio Público de la Nación
las víctimas, pero que en algunos casos terminaron con el homicidio de la persona a
secuestrar-, en el sector de Operaciones y en el de Logística; y además se caracterizó
por utilizar su capacitación profesional en la medicina para los fines represivos.
En efecto, intervino personalmente en algunos operativos, supervisando el
desarrollo de los acontecimientos desde el lugar de los hechos y, a la vez, en
ocasiones tomó parte en forma directa en los interrogatorios y tormentos de los
detenidos-desaparecidos y en el mantenimiento de las condiciones inhumanas de
detención a las que fueron sometidos durante su cautiverio. Por último, también
decidía, junto con el jefe de Inteligencia y los jefes de los demás sectores, el destino
de cada uno de los detenidos, ya sea su liberación o su “traslado” u homicidio.
Los legajos de servicios y conceptos que registra ante la Armada ratifican
dicha conclusión. Carlos Octavio Capdevila cumplió funciones en el Hospital
Naval de Río Santiago entre el 31 de diciembre de 1975 y el 15 de junio de 1976. A
partir de esa fecha y hasta el 1ro. de agosto de ese año estuvo afectado a la Dirección
de Armamento del Personal Naval. El 1ro. de agosto de 1976 solicitó la baja y luego
fue reincorporado el 1ro. de marzo de 1977; inmediatamente fue asignado a la
División Destructores y al Arsenal Naval Azopardo desde el 24 de febrero de 1978
hasta el 26 de abril de 1979. Desde esa fecha y hasta el 17 de diciembre de 1981
actuó en el Departamento General de la ESMA, y luego en el Hospital Naval de
Ushuaia, como jefe de Urología, hasta el 31 de diciembre de 1983.
En efecto, son vastos los testimonios que dan cuenta de la actividad
desarrollada por el sector de Inteligencia del G.T. 3.3/2 y la participación del
imputado en ese aspecto. Es dable señalar que la actividad ilícita que tuvo lugar en
la ESMA en los últimos años de la dictadura militar concentraba en los mismos
integrantes del grupo las actividades operativas y de inteligencia, razón por la cual al
referirme a las tareas concretas desarrolladas por el imputado incluiré ambos
aspectos de su desempeño en ese centro clandestino de detención.
En cuanto respecta a Capdevila, él mismo reconoció haberse desempeñado
en el Departamento de Sanidad de la ESMA (declaración sin juramento de Carlos
Octavio Capdevila de fojas 2170/2171 del expediente nro. 18.918/03).
Por su parte, los testigos Ana María Isabel Testa (ver declaración prestada
en agosto de 2003, en la causa seguida en el Juzgado Central nro. 5 de la Audiencia
Nacional de Madrid), Enrique Mario Fukman (fs. 203/206 del legajo nro. 69),
Alfredo Manuel Buzzalino (fs. 14224/8 de las presentes actuaciones), Susana
Beatriz Leiracha de Barros y Arturo Osvaldo Barros (fs. 47 y 51,
Ministerio Público de la Nación
respectivamente, del legajo 87/88) manifestaron haber conocido durante el período
de su detención en la E.S.M.A. a un médico llamado “Tomy”, cuyas funciones
consistían en vigilar a los torturados y, mediante la utilización de sus conocimientos
profesionales, mantenerlos con vida para continuar sus interrogatorios.
Por su parte, Carlos Muñoz, al declarar en el marco de la denominada “causa
13” de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, expresó
conocer al médico “Tomy” -Teniente de Fragata Carlos Capdevila- (fs. 181 y ss.
del legajo 4/74/79/80).
Asimismo, María Eva Bernst de Hansen declaró que, dos meses antes de
ser liberada, fue obligada a trabajar en un negocio de venta de calzado ubicado en
una galería de Villa Ballester, adonde la trasladaban diariamente, y precisó que su
responsable en libertad fue, en un principio, Jorge Enrique Perren, con el que debía
comunicarse ante cualquier eventualidad, quien fue reemplazado luego por Carlos
Octavio Capdevila -médico apodado “Tommy”- (legajo ante la CONADEP
correspondiente a la nombrada).
Marta Remedios Álvarez relató que durante su cautiverio en la ESMA, más
precisamente el 1ro. de marzo de 1977, dio a luz a su hijo Federico Emilio Francisco
Mera. Y que, si bien durante su embarazo fue atendida por el Dr. Jorge Luis
Magnacco y estaba previsto que el alumbramiento ocurriera en la enfermería de ese
centro clandestino, fue el médico Capdevila quien le informó a Chamorro -quien en
ese momento se encontraba junto a ella- que el parto se había complicado y que
debía ser llevada al Hospital Naval (ver fs. 8237, 14.113/vta., 14.131/2 y
presentación para ser tenida como parte querellante agregada a fs. 28.031/5).
Víctor Melchor Basterra reconoció entre sus captores a Capdevila, un
médico que lo asistió durante uno de los infartos que sufrió en las sesiones de
torturas de las que fue víctima. Además indicó que, durante su permanencia en la
ESMA, advirtió que muchos de los sujetos que allí se desempeñaban realizaban
múltiples tareas. Al respecto señaló que “…no eran solamente que los que operaban
salían [a] operar los que hacían (…) inteligencia salía[n] este interrogaban y
hacían inteligencia los que hacían logística no por ejemplo un día el caso de
Capdevila (…) era (…) médico era (…) de comunicaciones pero operativo por lo
tanto funcionaba en las tres áreas logística, (…) inteligencia y operaciones”
(testimonio brindado durante la audiencia del 25 de octubre de 2007 correspondiente
al juicio oral celebrado ante el TOF 5, en el marco de la causa nro. 1238 seguida a
Héctor Antonio Febres).
Ministerio Público de la Nación
En sentido similar, se pronunció Graciela Daleo, al señalar que “…por lo
menos de este CAPDEVILA nos consta -porque hay un sobreviviente que lo vio- que
participaba no sólo ejerciendo perversamente su condición de médico sino que
también participaba de operativos de secuestros” (ver declaración prestada, el 22 de
abril de 2002, ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata)15.
Cabe señalar que del epígrafe de la fotografía glosada a fojas 13 del Anexo
XVII del legajo correspondiente a Basterra, con relación a Capdevila, surge la
siguiente referencia: “Capitán de corbeta médico. Nombre de guerra Tomy. Sosías
Conrado Tomás Wietzorek. Foto 1980. Ya funcionaba como médico del GT durante
la administración de Abdala. Actuó en operaciones, fue jefe de operativos. En 1981
fue transferido a Ushuaia. Oriundo de la provincia de Córdoba, su especialidad
médica es la urología”.
Gracias a ese retrato también fue posible llevar adelante la medida que
posibilitó el reconocimiento fotográfico del imputado por parte de Carlos Gregorio
Lordkipanidse (fs. 6 del legajo nro. 134), Mario Villani (fs. 228/9vta. de la causa
nro. 18.407/02 de Basterra), Enrique Mario Fukman (fs. 203/206 del legajo nro.
69), Andrea Marcela Bello y Lázaro Jaime Gladstein (fs. 162/166y 168/169 del
legajo nro. 76, respectivamente).
Por su parte, Víctor Roberto Olivera, al prestar declaración indagatoria,
señaló que Capdevila, a quien individualizó como uno de sus superiores, había
desempeñado funciones en la ESMA en el mismo período en que él lo había hecho.
Asimismo refirió que el nombrado era médico.
Por último, contamos con la declaración testimonial de Horacio Rafael
Márquez, quien manifestó haber conocido a Capdevila en 1979, cuando en el mes
de abril o mayo aquél se presentó de pase en la ESMA, donde permaneció hasta
fines de ese año (fs. 25.373).
Por ello, en virtud de las funciones que Capdevila desempeñó dentro de la
estructura jerárquica organizada para el cumplimiento del plan clandestino de
represión, tuvo el dominio funcional de todos los hechos a través del dominio de la
voluntad de quienes ejecutaron directamente las acciones criminales investigadas.
Por ende, entiendo que debe ser considerado coautor de todos los delitos por los
que requeriré la elevación a juicio.
Por otra parte, entiendo que Jorge Luis Magnacco, quien también se
desempeñó como médico en la E.S.M.A. y en el Hospital Naval de Buenos Aires,
15
En esta misma dirección, ver declaración de Leiracha de Barros, a fs. 45/48 del legajo nro. 87/88.
Ministerio Público de la Nación
debe ser considerado coautor de los delitos por los que requeriré la elevación a
juicio.
El desempeño de Magnacco en las áreas de Ginecología y Obstetricia y en la
atención de mujeres embarazadas encuentra fundamento en su legajo de servicios.
Desde el 24 de abril de 1973, el imputado se desempeñó como Segundo Jefe de la
División Ginecología y Obstetricia del Hospital Naval de Buenos Aires. A partir del
8 de marzo de 1974 fue Jefe de la Sección Ginecología en el Hospital Naval de
Puerto Belgrano, retornando al Hospital Naval de Buenos Aires el 18 de febrero de
1975. Allí se desempeñó como Jefe de la Sección Obstetricia hasta abril de 1979.
Desde esa fecha hasta febrero de 1980, estuvo destinado en la Fragata A.R.A.
“Libertad”. Con posterioridad, fue nuevamente trasladado al Hospital Naval Puerto
Belgrano (División Tocoginecología) hasta el 6 de marzo de 1981, fecha en la que
volvió a prestar servicios en el Hospital Naval de Buenos Aires como Jefe de la
División Tocoginecología, cargo en el que permaneció hasta el 25 de julio de 1983
(ver fs. 74/7 de su legajo personal). Un mes después, fue enviado a la Agregaduría
Naval Argentina en el Reino de España por el término de un año “a los efectos de
realizar el curso de perfeccionamiento en ginecología y obstetricia en el Hospital
Clínico Universitario de Valencia” (BNR 25/83, Decreto nro. 1686/83, fs. 13 del
legajo mencionado).
Numerosos testimonios acreditan que Magnacco concurrió frecuentemente a
la E.S.M.A. donde asistió los partos de las mujeres detenidas en dicho centro
clandestino de detención desde fines del año 1976 hasta principios de 1979.
El testimonio de Sara Solarz de Osatinsky, por el hecho de haber asistido a
los partos de detenidas embarazadas en la E.S.M.A. y haber convivido con ellas, es
sumamente valioso para acreditar la participación de los encartados en los hechos
que se les imputan.
En primer término, describió al Dr. Magnacco de la siguiente manera: “1,80
aproximadamente, robusto, ojos claros, cabellos negros con cabellos blancos,
cabello medio largo que caían sobre la nuca, él no llevaba una cabellera como los
militares, corta. Piel clara, no llevaba anteojos. Edad entre 40 y 50 años, lindo
hombre, rostro fino” (declaración testimonial del 10 de septiembre de 1984 ante el
Juez de Instrucción J. Foex, Ginebra de fs. 13/22 del legajo nro. 23/24/31
correspondiente a Martí, Solarz y Milia).
“Durante mi detención -declaró- me ocupé de dar apoyo moral a muchas
detenidas embarazadas y también de Alicia [Alfonsín de Cabandié], quien tuvo
Ministerio Público de la Nación
conmigo un sentimiento casi filial. Alicia dio a luz a fines del mes de febrero de
1978. No recuerdo más la fecha exacta. Yo presencié el parto en el que intervino el
doctor Magnasco, ginecólogo del Hospital Naval” (declaración prestada el 14 de
octubre de 1985 ante el Juzgado de Instrucción Militar, Ginebra).
En relación con el parto de Rapela de Magnone agregó que “[e]l doctor
Magnasco, que visitaba regularmente a las mujeres embarazadas, constató que el
bebé había muerto dentro de ella. Esto se debió a una causa ‘natural’, quiero decir
que no se produjo directamente como consecuencia de una tortura o de un mal
trato, pero es evidente que las malas condiciones materiales y psicológicas de
nuestra detención podrían crear complicaciones en una mujer embarazada. María
José fue llevada a la enfermería donde se le practicó un aborto y luego volvió a
estar con las otras detenidas aproximadamente durante un mes, casi hasta la
Navidad de 1977. Posteriormente fue trasladada pero nunca supe a dónde”.
Recordó también que Rapela de Magnone “no quería contar que la criatura ya no se
movía pero no decía nada para que no la maten. Que un día Magnaco se da cuenta,
le hacen el aborto y la trasladan (…) en los partos estaba Magnaco y en los casos
que no estuvo Magnaco es el de Susana Siver de Reihold que estuvo el jefe del
servicio de obstetricia del Hospital Naval y se hizo una cesárea” (declaración del 14
de junio de 2007).
La testigo declaró haber conocido a Susana Siver de Reinhold en la E.S.M.A.
cuando cursaba un embarazo de aproximadamente cuatro meses. Añadió que la
víctima permaneció alojada en el lugar denominado “capuchita”. Asimismo, indicó
que un día domingo del mes de enero de 1978 Siver de Reinhold comenzó a sufrir
dolores de parto y, dado que el Dr. Magnaco se encontraba de vacaciones y era
quien habitualmente atendía los partos dentro de la E.S.M.A., Scheller fue a buscar
al jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Naval de Buenos Aires, quien
diagnosticó que debía practicársele una cesárea en un hospital. Describió a este
galeno como un hombre gordo, de cara redonda, con anteojos. En consecuencia, la
trasladaron al Hospital Naval donde dio a luz una niña (Legajo CONADEP nro.
3528).
Osatinsky asistió al parto de otras detenidas embarazadas. En este sentido,
afirmó que Liliana Pereyra dio a luz alrededor de enero de 1978, estando ella
presente en el parto y que el médico que la asistió fue el doctor Magnacco, médico
ginecólogo del Hospital Naval. Patricia Roisinblit dio a luz en noviembre de 1978 y
fue la última que vio la dicente. Que en el parto estaba el doctor Magnacco. Cristina
Ministerio Público de la Nación
Greco, que fue secuestrada en Mar del Plata y fue traída en el último momento para
dar a luz, estaba muy asustada porque había estado en la E.S.M.A. el año anterior y
había sido dejada en libertad. Cuando la trajeron por segunda vez, fue reconocida
por “Pedro Bolita” como una persona que había sido secuestrada con anterioridad.
Dio a luz a una niña siendo asistida por el doctor Magnacco. Cecilia Viñas,
secuestrada también en Mar del Plata por personal de la Marina, fue trasladada a la
E.S.M.A. alrededor de septiembre de 1977. Allí dio a luz a un varón en la sala de
embarazadas, estando ella presente junto al doctor Magnacco. También recordó el
caso de “Raquel”, quien fue secuestrada por la Fuerza Aérea en La Plata y cree que
tuvo un varón en la pieza de las embarazadas asistida por el médico ginecólogo
Magnacco. Asimismo destacó que “Magnacco también asistía a los enfermos,
estaba permanentemente en la E.S.M.A. (…) pero al mismo tiempo trabajaba en el
Hospital Naval” (declaración en causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13
del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
Asimismo, manifestó que “en junio de 1977, María del Carmen Moyano de
Poblete siente las primeras contracciones y es descendida al sótano del campo de
concentración de la E.S.M.A. donde se encontraban tanto las salas de tortura como
la enfermería. Ya en la enfermería María del Carmen se ve enfrentada a tener su
hijo en presencia de profesionales asistentes del campo de concentración, el Dr.
Magnasco, médico ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires, el Dr. Martínez,
médico de piel del mismo hospital y un enfermero del que desconocemos su nombre.
Esto produce en ella un choque tan violento que pide a gritos la presencia de una
compañera. Es en ese momento y ante la imposibilidad de María del Carmen de dar
a luz que los militares acceden a su petición (…) fui conducida engrillada a ayudar
a María del Carmen. Ella no aguantaba el ruido de mis cadenas cuando me
desplazaba en torno a ella; comienza entonces a suplicar que me las quiten, cosa
que le fue negada” (declaración ante la Comisión de Derechos Humanos de
Naciones Unidas, Ginebra, febrero de 1983, fs. 7/9 del legajo nro. 72).
En cuanto a Susana Beatriz Pegoraro, junto a Ana María Martí refirieron
que “el Dr. Magnacco (médico ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires) y el
Dr. Martínez, médico dermatólogo del mismo hospital, la asistieron en el parto en el
que dio a luz a una niña en la pieza donde estaban recluidas las embarazadas”
(fojas 118/9 del Legajo caratulado “Luca de Pegoraro, Inocencia s/denuncia” que
corre por cuerda y declaración de Sara Solarz de Osatinsky de fs. 12300/22).
Ministerio Público de la Nación
Finalmente, Osatinsky mencionó que Magnacco asistió los partos de Ana
Rubel de Castro y María Hilda Pérez de Donda (declaración testimonial de fojas
12300/22).
Ana María Martí también mencionó que “al parto de Cecilia Viñas asistió
del Dr. Magnasco” (documentación remitida por el Juzgado Central de Instrucción
Nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el Sumario nro. 19/97).
A su vez, declaró que luego de su parto “Alicia [Alfonsín de Cabandié] volvió
llorando desesperadamente, consciente ya que lo que había presenciado con Susana
y Liliana era lo que también le estaba reservado a ella. Tuvo un hijo de sexo
masculino entre febrero y marzo de 1978. El médico que la asistió en el parto fue el
Doctor Magnasco” (testimonio ante el Embajador de la Republica Argentina en
España del 30 de octubre de 1984, Legajo CONADEP nro. 4442).
Por su parte, Graciela Daleo también recordó numerosos sucesos vinculados
a detenidas embarazadas y a la participación de Magnacco en los hechos que las
tuvieron como víctimas.
Así, mencionó que “los médicos, el doctor Magnacco y el doctor Cevallos, se
encargaban de controlar el estado de los detenidos mientras eran torturados. De
esto se enteró por los dichos de otros prisioneros, no recuerda cuáles. Además,
Magnacco se encargaba del control de las prisioneras embarazadas. Lo supo por
los dichos de las embarazadas, como ser: Alicia Alfonsín de Cabandié, Liliana
Pereyra, Cristina Grecco, Maria José Rapela de Mangone -ésta no había tenido
familia, había abortado- y una chica llamada Susana, que fue llevada al Hospital
Naval de Capital Federal para efectuarle una cesárea” (Legajo CONADEP nro.
4816).
Daleo recordó que “uno de los médicos que atendía a las embarazadas era el
doctor Magnacco que sabe que era médico de la Marina y que era del Hospital
Naval. Refiere que era un hombre alto, morrudo, de ojos claros, cree que verdes, de
cabello ondulado castaño oscuro. Refiere que este médico siempre iba al cuarto de
las embarazadas” (declaración del 26 de junio de 1987 ante el juez Juan Fégoli).
Asimismo, indicó que el “ginecólogo Magnasco (…) practicó en el Hospital
Naval la cesárea que fue necesario hacerle a ‘Susanita’ [Siver de Reinhold] que
tuvo su hijo en enero de 1978” (fojas 7/71 del Legajo caratulado “Castillo, Andrés
Ramón s/víctima privación ilegal de la libertad”).
Finalmente, señaló que “el médico naval que sé por relatos de compañeras
que incluso ayudaron a las compañeras en el parto que asistió por lo menos a tres
Ministerio Público de la Nación
de estos partos (Susana Pegoraro, Liliana Pereyra y Cristina Greco) es Jorge Luis
Magnacco, que también estaba en el Hospital Naval. Además de conocerlo porque
era un médico que a veces -en esas paradojas que había- hacían recorridas junto
con enfermeros en ‘La Capucha’ para dar algún calmante o como en el caso de un
compañero (esto no sucedió mientras yo estaba secuestrada pero me lo contaron
otros compañeros) que había tenido una infección de una herida en la mano, los
milicos se preocuparon en curarle la infección en la herida para trasladarlo pocos
días después, hacerle la curación para asesinarlo. En el caso de Magnacco, solía
recorrer la ‘Capucha’ para ver el estado de los prisioneros. Asistió al parto de estas
tres compañeras y aproximadamente en noviembre del '78 (también estos asesinos
se preocupaban del aspecto sanitario y de la prevención, lo que fue otra forma de
humillación para las prisioneras) nos obligaron a las compañeras que estábamos en
‘proceso de recuperación’ a someternos a un estudio ginecológico y uno de los
médicos que hizo este estudio fue Magnacco (…) Los lugares donde se hacían los
partos sé que en algunas circunstancias se hicieron en la enfermería que estaba en
el sótano del casino de oficiales. En otros casos -no puedo decir con precisión
cuáles, esto lo sé por el relato de compañeras que sí asistieron a los partos- se
hacían en el tercer piso, en la pieza de las embarazadas, en los distintos lugares
donde estuvo la pieza de las embarazadas. Después sí sé el caso concreto -lo sé por
el relato de la misma compañera- de Susana Siver de Reinhold que le tuvieron que
hacer una cesárea y a Susanita la llevaron al Hospital Naval, le practicaron la
cesárea y luego la volvieron a la E.S.M.A. (…) Lidia [Vieyra] aporta el nombre de
Magnacco porque el padre de Lidia era médico ginecólogo en el Hospital Naval y
cuando Lidia asiste a uno de los primeros partos había conocido a este Magnacco
en el servicio donde trabajaba su padre. Ella lo ve estando secuestrada a este tipo
asistiendo a un parto. Pero los lugares donde se realizaban los partos eran esos dos
lugares físicos dentro de la E.S.M.A. y, en algunas situaciones, en el Hospital
Naval” (declaración ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata del 22 de abril de
2002).
En relación con el parto de Susana Siver, María Alicia Milia manifestó que
“el médico ginecólogo que atendió los partos era el doctor Magnasco, que
trabajaba en el Hospital Naval, cuyo jefe del Servicio de Ginecología también
estuvo en la E.S.M.A. Este último practicó la cesárea de la compañera Susana en
enero de 1978” (Legajo CONADEP 5307).
Ministerio Público de la Nación
Por su parte, Beatriz Elisa Tokar sostuvo que “Susana Silver de Reinhold da
a luz entre enero y febrero de 1978 a una nena a la que llamó Laurita. Que esta
bebé nació por cesárea y previo al nacimiento la llevaron al Hospital Naval. Que
esta mujer comentó que estuvo alojada en el Hospital Naval, en una habitación
individual donde no le permitían tener contacto con nadie, que la habitación se
encontraba enrejada. Que el doctor que la atendió en el parto en el Hospital Naval
[era] el doctor Magnacco [q]uien hacía las rondas habituales en la E.S.M.A.”.
Agregó que “Alicia Alfonsín de Cabandié dio a luz a fines de febrero de 1978
un bebé al que llamó Juan. Que dio a luz en una sala ubicada al lado de la sala de
embarazadas. Allí estaba Magnacco y Sara Osatinsky” y que los partos de Liliana
Pereyra y Elizabeth Mancusso “fueron inducidos y se llevaron a cabo en el Hospital
Naval con intervención del doctor Magnacco” (declaración en causa nro. 10.326/96,
caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por
ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro.
7). Además, la testigo afirmó que “Magnaco era el más conocido para mí. Era el
médico que habitualmente yo veía. Inclusive cuando conté el relato que cuando
entré a la pieza de las embarazadas después de que Alfonsín había dado a luz a
Juan, era ese médico que estaba saliendo ahí, lo vi. Y habitualmente por el relato de
ellas era el médico que iba a hacerles el control quincenal a la pieza de las
embarazadas” (cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 6 de
noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Lydia Cristina Vieyra, a su vez, fue testigo presencial del parto de María
Hilda Pérez de Donda al que se refirió de la siguiente manera: “estando en lo que
era la mitad de la ele de ‘capucha’, había una compañera que estaba embarazada,
María Hilda Pérez de Donda, a la cual yo he visto de más de seis meses de
embarazo tener que hacer sus necesidades en un balde con las manos esposadas.
Bueno entonces cuando ella empieza con sus contracciones me pide que yo la asista
y que la ayude. En ese momento todavía recién empezaba a funcionar lo que era la
pieza de las embarazadas, lo que Chamorro llamaba su ‘Maternidad Sardá’ (…)
nos llevan a las dos a la pieza y ahí entra el doctor Magniaco que era Jefe de
Servicio de Ginecología del Hospital Naval al cual conocía previamente porque mi
padre trabajaba como médico civil ahí y además era ginecólogo del Hospital Naval
con lo cual conocía a su jefe y siempre me había quedado el nombre relacionándolo
con una marca. En ese momento yo lo veo a él, lo reconozco y cuando nace la nena
este sujeto, Magniaco, se va sin ningún tipo de prevención de ningún tipo” (cfr.
Ministerio Público de la Nación
transcripciones de las declaraciones testimoniales del 8 de noviembre de 2007 de la
causa nro. 1238 del T.O.F. 5). Refiriéndose a Magnacco sostuvo que “recuerdo
perfectamente su rostro porque en la ocasión de nuestra presentación me llamó la
atención que fuera veinte años más joven que mi papá siendo su jefe, y aunque
parezca una nimiedad, recordaba perfectamente su apellido porque en su momento
lo asocié con una marca de mayonesa que existía. Tal es así que al momento que
ingresó en la pieza para el parto de María Hilda no sé si me reconoció, pero ambos
nos quedamos mirando a los ojos por un momento” y que “[p]ara este momento,
cabe mencionar, que tanto a Hilda como a mí nos habían sacado la capucha, los
grilletes y las esposas” (declaración en causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13
del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7). Finalmente, expresó que
a Pérez de Donda le decían Cori y había sido secuestrada por Aeronáutica.
Patricia Elizabeth Mancuzzo, a mediados del mes de abril de 1978, dio a luz
en la ESMA a un bebé a quien llamó Sebastián, oportunidad en la que fue asistida
por Beatriz Elisa Tokar (presentación de fojas 8961/70). El niño habría sido
entregado a su abuela materna en el mismo mes de abril de 1978 y el parto habría
sido practicado por el Dr. Jorge Luis Magnacco (mención realizada en la orden
internacional de detención expedida por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de
la Audiencia Nacional de Madrid, obrante a fojas 8534).
También Juan Alberto Gaspari relató haber conocido a una embarazada que
tuvo su hijo en cautiverio. Al referirse a María Graciela Tauro de Rochistein dijo
que “dio a luz en 1977 a un varón; el parto se llevó a cabo en una enfermería
improvisada dentro de ese lugar de detención y el nacimiento fue supervisado por
un médico con rango militar que iba especialmente al lugar cuyo nombre era Jorge
Magnacco” (declaración de fojas 869/80 del “incidente de búsqueda formado
respecto de Rodolfo Walsh”).
En cuanto al caso de Patricia Julia Roisinblit de Pérez Rojo, corroboran la
participación de Magnacco en su parto los testimonios de Amalia Larralde y
Miriam Lewin, entre otros.
Larralde declaró que “la trajeron en noviembre, la instalaron en una piecita
en el tercer piso y estaba embarazada, bien físicamente, muy ansiosa. Me dejaron ir
a verla y pedimos si podíamos estar en el parto. Yo que soy enfermera podía ayudar
en el parto. ‘Fragote’ dijo que iba ver si podía y en el momento del parto, el quince
de noviembre del setenta y ocho, el médico que era el ginecólogo Mañaco me hizo
Ministerio Público de la Nación
bajar para ayudar, para ayudarlo en el parto. También estaba en esa ocasión
Solarz” (cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 30 de octubre de
2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Sobre este hecho en particular, en la carta dirigida a la Sra. Rosa Y. de
Rosinblit el 26 de febrero de 1983 que ya he mencionado en este requerimiento,
destacó que “[e]n la enfermería se había improvisado una camilla con unas mesas.
Patricia estaba acostada en una cama sufriendo contracciones estando también
presente el médico Dr. Magnasco, Ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires.
Me indicaron que le pusiera goteo, cosa que realicé al mismo tiempo que charlaba
con ella intentando transmitirle un poco de tranquilidad y fuerzas. El parto se
realizó esa mañana atendido por el Dr. Magnasco y ayudado por mí y otra mujer
secuestrada, Sara Solarz. Patricia tuvo un hijo varón a quien puso de nombre
Rodolfo Fernando. El parto fue normal, no se presentaron inconvenientes, el bebé
nació bien de peso y dimensión normal, aunque no recuerdo con precisión. Patricia
luego de que naciera se puso a llorar durante largo rato, le salieron una serie de
puntitos rojos en la cara. Según el médico era debido al esfuerzo realizado (…)
amamantó a su niño que en los días siguientes siguió su desarrollo normal (abrir
los ojos, reflejos). Ella siguió siendo supervisada por el médico y se fue
recuperando lentamente. Estaba bastante dolorida. Recuerdo que el médico la
apuró para que se moviera y caminara ya que tenía que volver al lugar donde había
estado” (ver Legajo nro. 64).
Por su parte, Lewin manifestó: “tuve contacto especialmente con una
embarazada a fines del setenta y ocho que era una compañera que yo había
conocido estando en libertad. Se trata de Patricia Roisimblit. Al contrario de lo que
pasaba con otras embarazadas, a Patricia la habían colocado no en un cuarto
grande que daba al pasillo que comunicaba a ‘capucha’ con el pañol o con el ex
pañol sino en un cuartito que daba al pañol. A mí me permitieron entrar a hablar
con ella algunos guardias un poco más tolerantes. Ella me contó que a ella la había
secuestrado también la Fuerza Aérea, que la tenían en el dormitorio de una quinta
que quedaba en zona oeste. Ella estaba allí con su marido y ansiaba terriblemente
volver con él. Nosotros con un grupo de secuestradas queríamos convencerla y
convencer a Scheller de que la dejara permanecer allí y que la pusiera a trabajar y
Patricia insistía en que ella quería volver con su marido, insistía en que quería
volver adonde estaba con él y nosotros pensábamos que si ella volvía a ese lugar
después era muy difícil que la dejaran volver y esto intentamos hablarlo con
Ministerio Público de la Nación
Scheller. Nos dijo que ella era una detenida de otra fuerza y que ellos nada podían
hacer para mantenerla en la Escuela de Mecánica. No era el único caso de una
secuestrada de otra fuerza que había llegado a la E.S.M.A., el mío propio es otro
ejemplo y el de Pilar Calveiro que había estado en Mansión Seré que era un centro
clandestino de detención-chupadero de la Fuerza Aérea. Patricia dio a luz
acompañada por Sara Osatinsky, por María Amalia Larralde, un varón en el sótano
de la E.S.M.A., en la enfermería, atendida por el doctor Mañaco. Le puso Rodolfo.
A mí me dejaron entrar, me llamaron y me dejaron entrar cuando le estaban
cortando el cordón y ella estaba muy, muy contenta y tenía un sarpullido en la cara
producto del esfuerzo. Le preguntamos al médico y dijo que no era nada, que el
bebé estaba bien, que ella estaba bien y la felicitó, le dijo que había sido muy, muy
valiente y ella permaneció unos días más. Yo es la última vez que la vi y es la última
vez que vi a Rodolfo hasta que fue recuperado después de más de veinte años. Otra
embarazada que vi fue María Alicia Alfonsín de Cabandié con su bebé Juan recién
nacido en brazos en el pasillo que unía ‘capucha’ con el pañol con el ala de la
‘pecera’ y, a su lado, estaba Liliana Pereyra que todavía estaba embarazada.
Recuerdo que como yo todavía estaba en ‘capucha’ y ni siquiera había empezado a
trabajar me llamó muchísimo la atención ver un bebé allí adentro. No tenía idea de
que se producían nacimientos adentro de los centros clandestinos de detención (cfr.
transcripciones de las declaraciones testimoniales del 25 de octubre de 2007 de la
causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Añadió en otra oportunidad que “Patricia estaba en una camilla acompañada
por el médico ginecólogo Dr. Magnacco, a quien ya había visto en varias
oportunidades en el campo” (declaración en causa nro. 10326/96, caratulada
“Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la
Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
Finalmente, Nilda Actis Goretta también expresó que “Patricia Roisinblit de
Perez Rojo dio a luz el 15 de noviembre de 1978 a un varón al que llamó Rodolfo.
Que el parto se llevó a cabo en el sótano, más precisamente en el lugar llamado ‘La
Enfermería’. Que si bien la dicente no estuvo en el parto, según le contaron
detenidas que sí asistieron al mismo -Amalia Larralde y Sara Solarz de Osatinskyel mismo fue asistido por el doctor Magnasco” (declaración en causa nro.
10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de
trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional nro. 7).
Ministerio Público de la Nación
Asimismo, a los efectos de determinar la responsabilidad que le corresponde
al imputado Magnacco deben tenerse especialmente en cuenta los testimonios de las
dos únicas detenidas que dieron a luz en la E.S.M.A. y permanecen vivas: Marta
Remedios Álvarez y Silvia Labayrú.
Álvarez recordó que “[p]or mis complicaciones posparto yo estoy con
transfusión, vienen tres médicos y dicen que hay que trasladarme y entonces me
llevan al Hospital Naval. Las otras los tienen ahí con un médico”. Respecto al
médico Magnacco dijo que “los médicos venían a vernos. Yo con el tema de los
médicos, cuando me interrogaron hicieron entrar a un médico Magnasco que era
compañero de promoción de Acosta, ese mismo médico me dio las inyecciones de
los traslados (…) bajaron a un grupo de detenidos y les dijeron que le iban a dar
una inyección que era una vacuna. Magnasco le coloca una inyección. Señala que
conocía a Magnasco por ser quien la atendía por su embarazo. Que junto con
Magnasco había un enfermero, al que no puede identificar pero que describe de la
siguiente manera: delgado, morocho, flaquito, poca estatura, joven, de
aproximadamente 28 ó 30 años. Que la inyección no le produce ningún efecto y
luego es llevada junto con Anita [Dvatman] a su camarote. La única que no vuelve
fue Inés [Cobo] y después fue el Tigre a los camarotes y cuando se le preguntó
informó que había sido trasladada a una granja en el sur” (declaración del 4 de
octubre de 1995 ante la Dirección Nacional Técnica de Prevención de la
Subsecretaría de Derechos Humanos).
Por su parte, Labayrú fue atendida por el médico Magnacco (declaración de
fs. 12177/86). Agregó que “durante su cautiverio en la E.S.M.A. dio a luz un niño
quien finalmente fue entregado a su familia. En esa oportunidad, fue asistida por el
Dr. Magnacco y previamente por un enfermero que la atendió cuando rompió bolsa
en la sala de tortura que llevaba el letrero ‘Avenida de la Felicidad’. Este
enfermero era joven, 1,70 m. aproximadamente, tez blanca, castaño, robusto y
habría presenciado el parto” (declaración de fojas 1401/10 de la causa nro.
1376/04).
Son concordantes con estos dichos lo manifestado por Mercedes Inés
Carazzo, en el sentido de que “dentro de la E.S.M.A. vio a Jorge Luis Magnaco
que fue el médico que el 27 de abril de 1977 estuvo en el parto de Silvina Labayrú”
(declaración testimonial de fs. 12041/3) y Lila Victoria Pastoriza quien recordó
que Jorge Luis Magnacco atendió el parto de Silvina Labayru. En el Hospital
Naval habría atendido el parto de Marta Álvarez (detenida en 1976) y, en enero de
Ministerio Público de la Nación
1978, la cesárea de Susana Siver. Agregó la testigo que el Dr. Magnaco “atendía a
las embarazadas y que supone que estaría presente en las sesiones de tortura, que
era llamado cuando había sesiones de torturas” (ver fs. 14675/755).
Además, Norma Susana Burgos estuvo presente en el parto de Labayrú, el
que cree que fue atendido por el médico Magnacco, a quien la dicente en su
testimonio lo nombró como Magnasco. Manifestó que “Mañasco o de nombre
similar, recuerda que en una oportunidad de reconocer a las mujeres estaba vestido
de civil, no pudiendo recordar en relación a otros médicos o enfermeros. Aclara que
cuando asistía en los partos, el nombrado se encontraba con una bata de color
blanco” (declaración en causa nro. 10326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros
s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7). Por último, sostuvo que “el médico
que se ocupaba de las embarazadas trabajaba en el Hospital Naval como
ginecólogo y se llamaba Magnasco” (Legajo CONADEP nro. 1293) y que “las
personas que estaban heridas o las que eran torturadas, en algunos casos eran
atendidas en E.S.M.A. por personal sanitario. Que en el sótano había una
enfermería. Que el médico que recuerda como Mañasco estaba vestido de civil pero
al atender algunos partos vestía bata blanca o similar, pero no pudo recordar nada
similar en relación a otros médicos o enfermeros. Dijo que los torturados eran
asistidos en el mismo lugar donde se los torturaba y que Alberto Girondo y alguna
otra persona más sí fueron asistidos en la enfermería. Que las curaciones
practicadas a los heridos se cumplía al solo efecto de mantenerlos con vida, a los
torturados para poder continuar con la tortura, y a las embarazadas, para que
puedan dar a luz” (declaración testimonial de fs. 1307 en causa nro. 19303/03).
Además, Sara Solarz de Osatinsky denunció la presencia del Dr. Magnacco
y el Dr. Martínez, médico dermatólogo del Hospital Naval de Buenos Aires durante
el parto de Susana Beatriz Pegoraro, que tuvo lugar en la pieza donde estaban
recluidas las embarazadas en la E.S.M.A., aproximadamente en el mes de noviembre
de 1977 (testimonio de Ana María Martí y Sara Solarz de Osatinsky de fojas 118/9
del legajo caratulado “Luca de Pegoraro, Inocencia s/denuncia” y declaración de
Osatinsky de fojas 12300/22).
En lo atinente a la responsabilidad penal de Jorge Radice, corresponde citar
los siguientes elementos de prueba.
Alberto Girondo indicó a Radice como integrante del Grupo de Tareas
3.3/2. Además especificó que no sólo los oficiales de Inteligencia torturaban en la
Ministerio Público de la Nación
E.S.M.A., sino que también lo hacían todos los miembros fijos del G.T. y los
encargados de Logística, algunos de ellos en forma frecuente (declaraciones de fs.
230/74 y 1195vta. de los Legajos 48/59 y fs. 7907/9 del expediente principal).
Asimismo, Graciela Beatriz Daleo indicó que el sector “Logística” estaba
integrado por Jorge Carlos Radice, Carlos José Pazo (jefe de dicho sector hasta
septiembre u octubre de 1978), Alejandro Spinelli y Néstor Omar Savio.
Martín Gras señaló como responsables directos de la estructura represiva
que funcionaba en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada,
entre otros, a Jorge Carlos Radice -eximio tirador con armas largas, asesino nato y
francotirador durante los operativos- (testimonio brindado ante la CONADEP CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II, CUADERNILLO DE
PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa-).
En igual sentido, Norma Susana Burgos indicó como miembros del Grupo
de Tareas 3.3/2, entre otros, a Jorge Carlos Radice (a. “Ruger” y “Gabriel”), teniente
de fragata, oficial de logística, contador, eximio tirador con armas largas y secretario
del almirante Massera (Informe presentado en CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia
Ana María” - ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “A” sin foliatura
correlativa).
Por su parte, Marta Remedios Álvarez entre los oficiales que en forma
permanente estaban en la E.S.M.A. mencionó, entre otros, a Radice (declaraciones
testimoniales fs. 14111/5vta. y 14131/2).
Sara Solarz de Osatinsky declaró que “Juan Carlos Linarez iba
conduciendo el vehículo en el que la introducen en el momento en que la secuestran.
En el vehículo estaban Gonzalo Sánchez y uno al que le decían ‘Fragote’. Que el
que le pegó en la cabeza con la llave inglesa fue Radice, quien días más tarde le
reveló que había sido él quien la había lesionado abriéndole la cabeza (…) Que la
colocaron en ‘capucha’ y días después cuando ingresaron a sacarle la fotografía,
pasaban todos los que participaron en el operativo y se identifican como los que
habían participado en su secuestro. Como se había desvanecido por el golpe, no le
colocaron capucha. Comenzó entonces a despertarse en el automóvil, donde estaba
acostada en el piso boca arriba y pudo ver las caras de los que tripulaban en el
vehículo. Que la llevan a la E.S.M.A. de donde la bajan ya con capucha. La
conducen al sótano. La hacen bajar unos escalones. La conducen a la pieza
conocida como ‘13’ ubicada en un lugar con un cartel que decía ‘Av. De la
Felicidad’” (declaración de fojas 12300/22).
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A su vez, Ricardo Coquet señaló entre los responsables de su cautiverio al
oficial González Menotti, el teniente Radice, el subcomisario Ernesto Wheber
apodado “220”, entre otros (declaración de fs. 3/8 del Legajo nro. 124).
Finalmente, el propio imputado Jorge Carlos Radice declaró que “[m]i
tarea consistía en una doble función operativa y administrativa tal cual lo refieren
la doctrina en vigencia de la Armada. Dicha tarea la cumplía dentro del grupo de
tareas que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada. En cuanto a la
función operativa era la misma que la declarada en la causa nro. 13, consistía en
operar armas largas. Es decir, que cuando ‘salía’ el grupo de tareas a cumplir con
un operativo en la calle, el declarante era el encargado de llevar las armas largas y
utilizarlas en caso de ser necesario. Precisó que utilizaba un fusil de francotirador
con mira telescópica. Con relación a las características de los operativos a los que
el declarante fue enviado, tenían rasgos en común como por ejemplo: ‘cerco, techo
y allanamiento’. Aclara que con ‘cerco’ se refiere ‘al conjunto de personal
responsable de cerrar un perímetro, como puede serlo una manzana’, con ‘techo’ al
‘empleo de armas largas desde una altura’ y con ‘allanamiento’ o ‘choque’, al que
‘ejecutaba la operación más cercana al blanco’. Aclara que no fue a todos los
operativos que hacía la E.S.M.A., estimativamente podría decir que iba a tres
operativos por semana. Que con relación a si se trataba de operativos de
envergadura aclara que por la cantidad de personas que participaron en el mismo,
sí se trataban en altísimo porcentaje de procedimientos de envergadura, siempre y
cuando ésta se entienda en los términos de la cantidad de personas intervinientes y
desplazamiento de las mismas. El declarante cumplía las misiones asignadas en los
operativos mientras estuvo en la E.S.M.A. (...) Recuerda a Marcelo Cerviño como
un blanco de inteligencia, y que murió en combate, ya que cuando se le impartió la
voz de alto dio la vuelta y disparó tres tiros, siendo obviamente abatido por la
diferencia potencial de fuego de parte de quienes habían impartido la voz de alto
(...) Su apodo en la E.S.M.A. era ‘Gabriel’ o ‘Ruger’, aclarando que había otras
personas con esos mismos apodos y que lo utilizaban indistintamente. En lo
concerniente a las funciones operativas, aclara que siempre intentaba repeler la
agresión hiriendo a las personas con la orden de no darles muerte, pero obviamente
no era lo mismo que ocurriera esto de día que de noche. (...) Que no sólo intervino
en operativos que implicaban allanamientos en domicilios sino también en
operativos realizados en la vía pública de día o de noche sobre cualquier ‘blanco’,
es decir una persona que podía ser detenida. El declarante siempre se colocaba a la
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distancia, es decir en terrazas, fuera del teatro inmediato de operaciones. Intervino
en innumerables operativos en la provincia de Buenos Aires y algunos menos en
Capital Federal. Que puede recordar uno ocurrido en 1976 en el canal San
Fernando, en el que cree recordar que murieron todos, que no eran muchos, no
sabe si hombres o mujeres. También recuerda el operativo que vincula a Juan Julio
Roque, ocurrido en una casa de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires sobre
la calle Los Ceibos, donde se produjo la muerte de dos personas y se incautó
documentación de los subversivos que supone fue llevada a la E.S.M.A. Antes de ir a
un operativo los de inteligencia le exhibían fotos del lugar a donde iban a operar
(...) desconoce el destino de los cuerpos y que no había un lugar específico para
alojar a los cuerpos de estas personas e ignora qué pasaba con ellos (...) Aclara que
efectivamente dentro de la E.S.M.A. había personas privadas de su libertad pero se
va a referir exclusivamente a aquéllas que estaban en un sector especial, que eran
quienes iban a ser liberados en el futuro. Sólo a estas personas el declarante tenía
acceso, por su jerarquía y función, y en muchísimas ocasiones salía con los
detenidos del ámbito de la E.S.M.A. para proveerlos de ropa y elementos ordenados
por la superioridad, como por ejemplo libros, medicamentos, etc. (...) Que sí vio
detenidos en el ámbito de la E.S.M.A., específicamente en lo que llama el Casino de
Oficiales (...) Algunos de ellos los vio con esposas colocadas, otros con grilletes y
otros con sus ojos tapados o tabicados (...) Recordó a Mercedes Carazo como una
mujer muy inteligente que vio en la E.S.M.A. (...) En la E.S.M.A. trabajaban quienes
identifica como ‘Jirafa’, ‘León’, Astiz, Chamorro, Acosta, Perrén, Rioja, D´Imperio,
Roberto González y Linares de la Policía Federal, el teniente Pernías, el capitán
Scheller y Weber ‘le suena’ pero no sabe qué era” (declaración brindada sin prestar
juramento de decir verdad el día 26 de febrero de 1998 obrante a fs. 373/88 del
CUERPO II del “INCIDENTE DE BÚSQUEDA E IDENTIFICACIÓN DE: ALICE
DOMON, LÉONIE DUQUET, EDUARDO GABRIEL HORANE Y OTROS”).
En síntesis, le imputo a:
1) Jorge Eduardo ACOSTA, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos y sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad,
que concurren idealmente entre sí en cada caso, reiterados -10 hechos-, cometidos en
perjuicio de los casos nros. 307; 308; 325; 370; 393; 403; 427; 438; 439 y 444, en
concurso real entre sí (artículos 2, 45, 54, 55, 144 ter párrafo 1º y 146 del Código
Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616).
Ministerio Público de la Nación
2) Jorge Luis MAGNACCO, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos y sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad,
que concurren idealmente entre sí en cada caso, reiterados -2 hechos-, en perjuicio
de los casos nros. 370 y 403, en concurso real entre sí (artículos 2, 45, 54, 55, 144
ter párrafo 1º y 146 del Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley
14.616).
3) Antonio VAÑEK, ser coautor de los delitos de imposición de tormentos y
sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad, que concurren
idealmente entre sí en cada caso, reiterados -10 hechos-, cometidos en perjuicio de
los casos nros. 307; 308; 325; 370; 393; 403; 427; 438; 439 y 444, en concurso real
entre sí (artículos 2, 45, 54, 55, 144 ter párrafo 1º y 146 del Código Penal de la
Nación, según la redacción de la ley 14.616).
4) Rubén Oscar FRANCO, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos y sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad,
que concurren idealmente entre sí en cada caso, reiterados -3 hechos-, en perjuicio
de los casos nros. 427, 484 y 587, en concurso real entre sí (artículos 2, 45, 54, 55,
144 ter párrafo 1º y 146 del Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley
14.616).
5) Carlos Octavio CAPDEVILA, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos y sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad,
que concurren idealmente entre sí, en perjuicio del caso nro. 587 (artículos 2, 45, 54,
144 ter párrafo 1º y 146 del Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley
14.616).
6) Jorge Carlos RADICE, ser coautor de los delitos de imposición de
tormentos y sustracción, retención y ocultación de un menor de diez años de edad,
que concurren idealmente entre sí, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 444 (artículos 2, 45, 54, 144 ter párrafo 1º y 146 del
Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616).
6) Petitorio
Por los motivos expuestos, solicito a V.S. se practiquen las diligencias
procesales requeridas en los puntos 1) y 2), se tengan por formuladas las
aclaraciones y por salvados los errores indicados en el punto 3), y en virtud de que la
investigación está completa con respecto a los hechos descriptos en el presente,
Ministerio Público de la Nación
solicito la correspondiente elevación a juicio oral de estas actuaciones, en relación
con los encartados enumerados en el acápite 5).II.
Fiscalía Federal nro. 3, 8 de octubre de 2009.
Fiscalnet 21.566/09
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