Desde Aristóteles a la escolástica: Filosofía y religión: San Agustín y Santo Tomás Templo de Saturno en el Foro romano y Panteón, Roma. Imágenes en Wikipedia Commons Mira estas dos fotografías: en ambas se muestran construcciones de la Antigua Roma, un mundo marcado por la influencia griega. Seguramente habrás paseado por alguno de los numerosos emplazamientos donde permanecen restos arqueológicos romanos. Al imaginar cualquiera de ellos en su esplendor probablemente te habrás sorprendido por el alto nivel de desarrollo que alcanzaron entonces. También te habrás preguntado ¿qué llevó al abandono de sus edificios y en muchos casos de sus trazados urbanos? ¿Qué cambió para que ese mundo quedara definitivamente atrás? A la derecha tienes el Panteón de Roma, el único edificio que mantiene su uso ininterrumpido desde la Antigüedad en esta ciudad. Fue construido originalmente por Agripa el 27 A.C. y dedicado al culto de las divinidades celestes de la mitología romana. Su sala central se constituye con una cúpula semiesférica en representación del cosmos tal como lo concebía Aristóteles. El Papa Bonifacio IV lo transformó en el siglo VII en una iglesia cristiana, su adaptación al nuevo contexto nos da una razón de su conservación hasta nuestros días… ¿Recuerdas las imágenes de Atenas que vimos en el capítulo dedicado a los sofistas y a Sócrates? Allí te proponíamos que imaginases a Sócrates situado en el ágora, donde solía dialogar con sus conciudadanos, ironizando sobre la solidez de nuestros conocimientos. Tras el declive del mundo clásico griego y el ascenso del poder romano, el debate filosófico no va a cesar, pero en esta etapa que viene a continuación veremos que algunas cosas van a cambiar. Si miras a la imagen de abajo, que representa una escena medieval, observarás que los protagonistas del dibujo debaten sobre alguna cuestión y parecen apoyar sus argumentos en la autoridad de unos textos sagrados. En la Edad Media culminará un proceso iniciado en el Bajo Imperio romano que vincula la filosofía a la religión, subordina la verdad racional a la de la fe y convierte las cuestiones teológicas en el centro del pensamiento filosófico. Disputa entre eruditos cristianos y judíos Imagen de Wikimedia Commons Hemos asistido al recorrido llevado a cabo por la filosofía en Grecia desde su nacimiento en Jonia hasta los planteamientos del periodo helenístico. Las corrientes filosóficas nacidas en Grecia tienen su continuidad en Roma, su imperio extiende estas ideas por el Mediterráneo. Sin embargo, un fenómeno histórico marca el rumbo de la Filosofía: la aparición del cristianismo. Del encuentro entre la filosofía y el cristianismo surgen planteamientos como el de San Agustín de Hipona, en el siglo IV, que lleva a cabo una adaptación del platonismo a las creencias cristianas. Su obra será determinante para el mundo cristiano. La Edad Media se caracteriza por un quehacer filosófico en el que la religión y los temas vinculados a la misma ocuparán el lugar central, bien sea en un contexto cristiano, islámico o judío. En el Occidente cristiano sobresale una figura: la de Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII. La filosofía aristotélica es recuperada de mano de los árabes, Tomás de Aquino se basa en ella para constituir un sistema aristotélico cristiano de referencia. 1. La irrupción del cristianismo Catacumba cristiana: Alceste ante Hércules y Cerbero, de Wikimedia Commons Las corrientes filosóficas que tuvieron su origen en el mundo griego se extendieron al romano, en éste mantuvieron su continuidad modelos como el platónico, el aristotélico, el epicúreo o el estoico. La filosofía coexistía con un planteamiento religioso politeísta común a las culturas griega y romana. Sin embargo, un fenómeno que vino a modificar el contexto en el que hasta ahora se había desenvuelto la actividad filosófica fue la irrupción del cristianismo, una religión monoteísta que comparte con el judaísmo su visión sagrada del Antiguo Testamento, pero centrada en la figura de Jesús de Nazaret, al que se considera el hijo de Dios y el Mesías prometido en los libros sagrados. Con el paso del tiempo Roma pasó de la persecución del cristianismo a convertirse en su principal referente, llegando a ser la religión oficial del Imperio en el siglo IV. Esta religión se extendió de un modo especialmente intenso por Occidente, donde mantuvo su primacía tras la caída del Imperio Romano, llegando a constituirse en el principal referente del pensamiento medieval. Su apogeo inicial obligó a los filósofos a abrirse a nuevos debates planteados desde la religión, pero que implicaban a la filosofía. Por arte paleocristiano se entiende a aquél que se lleva a cabo en el ámbito cristiano en los cinco primeros siglos de nuestra era, desde que surge el cristianismo hasta que el Imperio romano es tomado por los bárbaros. Éste tiene su primera expresión en las catacumbas o recintos subterráneos, donde los muros eran pintados y los sarcófagos decorados con elementos simbólicos. En esta secuencia de diapositivas puedes contemplar algunas de las obras más representativas del arte cristiano en el periodo que vamos a estudiar a continuación desde la filosofía. Presentación de neni en Slideshare Vamos a empezar con un sencillo repaso de los datos con los que contamos hasta ahora. Di si son verdaderas o falsas las siguientes afirmaciones: San Agustín, que vivió en el siglo IV, llevó a cabo una síntesis entre el platonismo y el cristianismo. Verdadero Falso Las principales corrientes filosóficas griegas (estoicismo, epicureismo, platonismo y cristianismo) tuvieron su continuidad en el mundo romano Verdadero Falso Aunque los cristianos fueron inicialmente perseguidos en Roma, en el siglo IV su religión llegó a ser establecida como la oficial del Imperio Verdadero Falso 2. Cristianismo: un mundo creado por Dios Abajo tienes la imagen de un fresco pintado por Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina. En él se ilustra el episodio bíblico en el que Dios da vida al primer hombre, Adán, creado a su imagen y semejanza. Para el judeocristianismo éste es el momento culminante de la creación, una creación que es obra de un Dios eterno que construye el mundo desde la nada. Creación de Adán. Licencia de Wikimedia Commons El judeocristianismo traía consigo implicaciones filosóficas novedosas respecto a los modelos tradicionales, defendiendo: Una visión lineal del tiempo, con un principio y un final y unos acontecimientos clave que determinan el sentido y la orientación del mismo: la creación, la llegada del Hijo de Dios a la Tierra y el juicio final, frente a la concepción cíclica del tiempo característica del pensamiento griego. La creación por Dios del mundo desde la nada, que iba más allá de la idea expresada por algunos filósofos de un dios ordenador de una materia eterna. Un Dios único e ilimitado: omnisciente, omnipotente y omnipresente, fundamento de lo real, frente al politeísmo y la sujeción de los dioses al orden superior de la necesidad. Un Dios paternal y providente, que interviene en los asuntos humanos, algo ajeno a la filosofía griega. Una visión del mundo en la que el ser humano, creado a la imagen y semejanza de Dios, ocupa el lugar central y resucitará al final de los tiempos, lo que contrasta con visiones de la inmortalidad como la de Platón, que queda limitada a la supervivencia del alma y excluye al cuerpo. Una concepción moral basada en la obediencia al mandato divino en el que el mal no se contempla como ignorancia, sino como pecado. Éste se produce como consecuencia de la inclinación al mal por el pecado original y por la libertad humana, que hace posible ceder ante la tentación. Catacumba romana. Licencia de Wikimedia Commons La filosofía cristiana que va desde los primeros siglos después de Cristo hasta el comienzo de la filosofía medieval en el siglo VIII se denomina Patrística, término referido a los Padres de la Iglesia. La dedicación principal de estos filósofos consistió en el esclarecimiento del dogma cristiano y la defensa de esta religión frente a otros modelos paganos o las variaciones heréticas. Partiendo de la idea de que la verdad al alcance del ser humano ha sido revelada por Cristo y de que el medio para acceder a ella es la fe, su posición frente a la tradición filosófica fue diversa: por un lado encontraron afinidad con algunos planteamientos, especialmente los de platónicos y estoicos, donde consideraban que se habían producido acercamientos parciales a la verdad, por ejemplo, al concebir Platón la idea del Demiurgo o al afirmar la supervivencia tras la muerte. Sin embargo, en otros casos rechazaban el afán filosófico por alcanzar la Tertuliano. verdad a través de la razón y destacaban cómo algunos Imagen de Wikimedia Commons filósofos habían llegado a conclusiones contrarias a la verdad de la revelación, como aquéllos que postulaban la eternidad del mundo o la mortalidad del alma. Figuras como Justino (s. II) o Tertuliano (s. II – III) representan respectivamente las corrientes conciliadoras y las contrarias a la filosofía griega. Estos primeros siete siglos de filosofía cristiana suele dividirse en tres periodos: Hasta el concilio de Nicea en el siglo IV, destacándose figuras como los mencionados Justino y Tertuliano y el neoplatónico Orígenes. Hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, donde se sitúan figuras como la de San Ambrosio o San Agustín, filósofo al que dedicaremos el siguiente capítulo. Hasta mediados del siglo VIII, periodo en el que se encuentran Pseudo-Dionisio Areopagita, Boecio y San Isidoro de Sevilla. Contesta verdadero si entiendes que las siguientes afirmaciones se corresponden con el pensamiento cristiano y falso en el caso contario: Dios es eterno, existe al margen del tiempo Verdadero Falso A diferencia de Dios, el mundo tuvo un comienzo en el tiempo y tendrá un final Verdadero Falso Dios no conoce nada fuera de él, pues de ser así esto significaría su imperfección y dependencia respecto al mundo Verdadero Falso Aunque el cuerpo desaparece definitivamente tras la muerte, el alma humana es inmortal Verdadero Falso 3. San Agustín de Hipona Seguro que puedes recordar diferentes momentos en los que has estado firmemente convencido de algo, aunque no supieras explicar muy bien por qué: que saldrías de una mala racha, que cierta persona se pondría en contacto contigo, etc. Tener fe significa estar en la firme convicción de que algo es verdad. Quien tiene fe religiosa posee un conjunto de creencias sobre la existencia y sobre un orden sobrenatural. En este sentido puede afirmarse que San Agustín era un hombre de fe. En un momento de su vida se adhirió al cristianismo y defendió la verdad de su doctrina. Al igual que en muchas ocasiones buscamos el fundamento racional de nuestras convicciones, Agustín de Hipona se esforzó por explicar qué sentido tenían sus creencias religiosas, y creyó sentir la experiencia de estar ante un círculo perfecto en el que sus creencias y razonamientos se reforzaban cada vez más recíprocamente. Pero San Agustín no mantuvo tales convicciones desde el principio, y aunque al llegar el momento tomó una determinación firme y se entregó por completo a profundizar en la doctrina cristiana y defenderla, es cierto que su vida fue la de un filósofo que nunca dejó de hacerse preguntas: ¿Cuál es el origen del mal?, ¿de dónde proceden nuestros conocimientos?, ¿qué nos conduce a hacer el bien?, ¿qué realidad tiene el tiempo?... Imagen de Wikimedia Commons A pesar de las diferencias entre los planteamientos de la filosofía griega y las nuevas creencias defendidas en el cristianismo, muchos pensadores cristianos se sirvieron del discurso filosófico para adaptarlo a la religión. Es el caso de San Agustín, quien encontró en el estoicismo y el platonismo elementos que formarían parte de su visión filosófica. Así respecto a Platón, su división de la realidad en dos mundos, el papel del Demiurgo en la constitución del Cosmos, la visión dualista del ser humano como cuerpo y alma, junto con la creencia en la inmortalidad de esta última y la decisión de su destino tras un juicio final, sirvieron a San Agustín como punto de encuentro para elaborar, a partir de ahí, un planteamiento filosófico cristiano fuertemente platonizado. San Agustín desarrolló una inmensa obra filosófica y religiosa a favor del cristianismo y en contra de las diversas herejías a las que éste se enfrentaba en su momento. Su obra, que tuvo una gran repercusión en el mundo cristiano, cuenta con obras maestras como Confesiones o La ciudad de Dios. San Agustín y Santa Mónica Archivo de Wikimedia Commons San Agustín nació en el 354 en Tagaste, una pequeña ciudad bajo administración romana situada actualmente en Argelia; perteneció a una familia rural con una situación económica lo suficientemente desahogada como para permitirse su educación. Al nacer su padre era pagano, pero Mónica, su madre, poseía una firme convicción cristiana e intentó transmitirle ésta sin éxito a su hijo durante su juventud. Este periodo de su vida y su conversión al Cristianismo es narrada por el mismo Agustín de Hipona en su obra Confesiones: estudió filosofía y retórica en Cartago y durante este periodo vivió con apego a los placeres terrenales, convivió con una mujer al margen del matrimonio y como resultado de esa unión nació su hijo Adeodato en 372. La lectura de Cicerón le llevó a adherirse inicialmente al maniqueísmo y más tarde al escepticismo. En Milán los sermones de San Ambrosio le acercan al cristianismo en un periodo de su vida en el que descubre la obra del neoplatonismo y se decide por la vida ascética; se convierte al cristianismo y se bautiza, transformándose y encomendándose desde ese momento a la proclamación y defensa de su religión, lo que le ocupará hasta el final de su vida en Hipona, ciudad en la que encuentra la muerte en el 430, tras la descomposición del Imperio romano y cuando ésta ciudad se encontraba sitiada por los vándalos. En el mapa de abajo aparecen marcadas algunas de las ciudades más relevantes en su vida. Pica sobre ellas para ampliar la información. En el siguiente vídeo tienes una recreación de la juventud de Agustín de Hipona: su infancia en Tagaste, su marcha a la ciudad de Cartago y la experiencia de sus primeras inquietudes vitales e intelectuales hasta vincularse al maniqueísmo: Vídeo en Youtube de RBNPC Si te interesó el vídeo y quieres continuar con la historia, te ofrecemos un enlace al resto de los fragmentos de esta película basada en el relato que el mismo San Agustín hace de su vida en la obra Confesiones: 3.1. Comprender para creer, creer para comprender ¿Piensas que las creencias religiosas están reñidas con la razón o, por el contrario, entiendes que razonando podemos llegar a convencernos de las afirmaciones de una religión? En el segundo caso, ¿de todas sus creencias o sólo de algunas? Estas cuestiones preocupaban en la sociedad romana, donde los defensores del cristianismo se dedicaban a organizar racionalmente sus convicciones y las disputas con sus contarios eran frecuentes. La doctrina cristiana daba respuestas a cuestiones de diverso orden. Algunas tenían que ver con aspectos específicos del dogma religioso, como por ejemplo el asunto de la Trinidad divina; otras cuestiones habían sido ya abordadas con anterioridad por la filosofía, por ejemplo: la existencia de Dios, el origen del mundo o la inmortalidad del alma. En las polémicas suscitadas entre cristianos y anticristianos, los argumentos a favor o en contra de las diferentes tesis no tomaban en consideración las diferencias entre las ideas propias de su sistema particular de creencias y las que eran aptas para un tratamiento puramente racional. Agustín de Hipona no fue una excepción y no llevó a cabo una separación entre un ámbito propio de la fe y otro de la razón. Tras su ruptura con el maniqueísmo y su paso por el escepticismo, Agustín de Hipona abrazó con fervor la fe cristiana. Se encontraba convencido de que la verdad es única y que a ella conducen tanto la fe como lo razón. Entiende San Agustín que: la razón conduce a la fe, ya que aunque sus verdades no Imagen de gediknight en Flickr sean demostrables, sí demuestran que tienen sentido y es legítimo creer en ellas. Por otro lado es la fe la que orienta correctamente a la razón al conducirla hacia la verdad. A su vez, es la razón la que permite esclarecer los contenidos de la fe. Fe y razón se funden en Agustín de Hipona en la búsqueda de la verdad: se propone alcanzar por la fe en las Escrituras la inteligencia de lo que éstas enseñan. Un célebre texto de su Sermón 43 expresa: “comprende para creer, cree para comprender”. Este tendrá repercusión en autores como San Anselmo: la fe en busca de la inteligencia. Lee los párrafos de abajo y rellena los huecos en blanco con F o R (siglas de fe y razón). En un primer momento es la verdades tienen sentido. La orienta correctamente a la la que conduce a la , ya que demuestra que sus , la guía por el camino de la verdad. Finalmente la permite esclarecer los contenidos de la Comprobar Tanto san Agustín como Santo Tomás defendieron con firmeza la racionalidad de sus convicciones religiosas. La ciencia de nuestro tiempo es el ámbito principal en el que el ser humano busca las Bertrand Russell respuestas a sus interrogantes. Con su amplio desarrollo, Bertrand Russell, 1950 ésta permite hoy una explicación mucho más amplia y fiable Imagen de Wikemedia Commons que cuando la religión dominaba en el mundo del saber. Sin embargo las convicciones religiosas siguen estando presentes en un importante sector de la población, incluido el intelectual. En 1948 la cadena británica BBC ofreció a sus oyentes un interesante encuentro entre dos grandes pensadores: Bertrand Russell, filósofo neopositivista y agnóstico, y el jesuita e historiador de la filosofía F. C. Copleston. Ambos debatieron en torno a un asunto que sigue ocupando nuestra atención: La existencia de Dios. Aquí tienes el debate al completo en este enlace de filosofía.com.mx 3.2. La verdad interior En la imagen de abajo podemos ver un retrato a carboncillo que representa a San Agustín. Sosteniendo una pluma en una mano y un corazón en llamas en la otra, contempla una imagen de naturaleza divina que lo ilumina con sus destellos. En el centro de esa imagen aparece la palabra veritas, verdad. El artista ha reflejado con acierto la explicación que Agustín de Hipona encuentra para el conocimiento: al igual que en Platón la idea de bien, representado por el sol, hacía visibles las ideas, en San Agustín es Dios quien ilumina nuestra alma; esa iluminación da el conocimiento, la pluma, y transforma la voluntad, el corazón. Es en el interior del alma donde debemos buscar la verdad. Fotografía de florenceforrest bajo licencia flickr San Agustín llegó a simpatizar con el escepticismo en un momento de su vida, pero lo rechazó cuando se convenció de la existencia de la verdad. Frente a un planteamiento que niega la posibilidad de la certeza, anticipa un argumento que será empleado más tarde por Descartes en un contexto diferente: aunque pueda equivocarme en todo, no puedo dudar de mi propia existencia, si me equivoco existo. Esta certeza indudable niega la máxima del escepticismo. Distingue entre el conocimiento sensible, que tiene su origen en los sentidos y se refiere a los objetos de este mundo, y el racional, que se ocupa de lo ideal. Como Platón, también Agustín de Hipona entiende que el verdadero conocimiento no puede referirse a los objetos sensibles de este mundo, siempre cambiantes y respecto a los cuales no cabe un conocimiento universal y necesario, sino a las ideas, que siendo eternas, necesarias e inmutables, son la expresión de lo verdadero. Recordarás que Platón se planteó el siguiente problema: ¿cómo conocemos las ideas si pertenecen a un mundo (el inteligible) en el que el hombre no está porque vive en el sensible? Su respuesta fue la siguiente: conocemos porque recordamos unas nociones que al unirnos al cuerpo olvidamos. Como cristiano, Agustín de Hipona no comparte el concepto de preexistencia del alma, entonces, ¿cómo explica nuestro conocimiento de las ideas? Es Dios quien ilumina nuestra alma. La verdad está en nuestro interior. El autotrascendimiento nos conducirá desde nuestra propia naturaleza cambiante hasta la luz de la razón y sus verdades inmutables. El autotrascendimiento tiene una dimensión moral, ya que este camino interior que conduce a Dios por la razón es el mismo camino que conduce a su amor y con ello a la plenitud y la felicidad de quien lo experimenta. San Agustín. Imagen de Lawrence OP en Flickr Al igual que en Platón, las ideas son esencias inmutables y existen eternamente, pero para Agustín de Hipona, éstas no son independientes, sino que están contenidas en la misma inteligencia divina. En la obra de San Agustín hay argumentaciones que buscan probar la existencia de Dios partiendo tanto de la realidad exterior, como del interior del alma. En el primer caso razona que el orden del universo prueba la grandeza de su creador, también apunta a favor de su existencia el consenso alcanzado por una mayoría que la acepta. Pero en todo caso, la argumentación más desarrollada y característica de su pensamiento es aquélla que parte de la vía interior y que entiende que la presencia en nuestra alma de ideas y principios inmutables y necesarios presupone la existencia de un fundamento inmutable y necesario, esto es, Dios, única razón posible de la iluminación de nuestra mente. Todo parte de Dios, que es considerado como la “Suma esencia”. El dualismo platónico entre el mundo inteligible y sensible es adaptado por él a un dualismo entre Dios y lo creado. Dios, inmutable y eterno, es la razón de la existencia de los seres creados, sujetos al devenir y a la temporalidad. Los seres creados lo son por participación y necesitan de él para existir. San Agustín entiende de este modo el concepto de creación: Dios creó el mundo desde la nada por un acto libre y voluntario, en éste se originó el tiempo. Todas las cosas de este mundo se encontraban ya presentes en la mente de Dios como ejemplares o modelos, tanto las presentes en el momento inicial, como aquellas que se desarrollarían con posterioridad. San Anselmo de Canterbury, un pensador del siglo XI perteneciente a la tradición agustiniana, desarrolló un argumento demostrativo de la existencia de Dios que tuvo una gran trascendencia filosófica en siglos posteriores, fue el llamado argumento ontológico. Este argumento puede resumirse del siguiente modo: Todos entienden el concepto de Dios como la máximo pensable. Un ser así ha de existir no solo en el pensamiento, sino también en la realidad, ya que si no existiera en la realidad cabría pensar en otro mayor que él, uno que existiera realmente, lo cual es una contradicción. Por lo tanto Dios existe no solo en el pensamiento, sino también en la realidad. En este enlace de mercaba.org tienes acceso a este argumento y al estudio de su repercusión en autores como Santo Tomás de Aquino, Descartes y Kant. San Anselmo de Canterbury Imagen en Wikimedia Commons San Agustín llevó a cabo una síntesis entre cristianismo y: Aristotelismo Epicureismo Platonismo Ver solución Para San Agustín: El verdadero objeto de conocimiento es lo individual sensible, al que accedemos a través de los sentidos. Conocemos las ideas porque las recordamos. Dios ilumina nuestro entendimiento con las ideas Ver solución El autotrascendimiento: Lleva desde el interior a la verdad y al bien. Conduce desde la sensibilidad al conocimiento racional. Tiene como objetivo el pleno conocimiento divino. Ver solución Dios: Creó el mundo desde la nada a partir de modelos que ya estaban presentes en su mente. Es la Suma Esencia. Todos los seres participan de él. Creó el mundo desde la nada a partir de ideas eternas e independientes. Ver solución 3.3. La ciudad de Dios De acuerdo con el pensamiento griego, Agustín de Hipona piensa que la felicidad es el fin último al que aspira la voluntad humana, pero esta felicidad en sentido pleno sólo puede encontrarse en Dios. Sócrates identificó el mal moral con la ignorancia. Si el bien conduce a la felicidad, solo quien no lo conoce puede rechazarla. Este intelectualismo fue matizado con posterioridad por los diversos filósofos griegos, aún así, la llegada del cristianismo supuso una interpretación moral que resaltaba la importancia de la libertad humana. El ser humano, compuesto de cuerpo y de alma, tiene una doble inclinación: hacia el bien, Dios, y hacia el mal, el pecado. San Agustín reflexionó profundamente sobre las condiciones que determinan la elección moral: De acuerdo con la idea cristiana del pecado original, el ser humano perdió la libertad plena concedida a Adán y a Eva para elegir el bien y resistirse al mal, haciéndose naturalmente pecador, sólo por la fuerza de la gracia divina puede el ser humano dirigirse hacia el bien. Así se refiere él mismo a este doble condicionante en el Enquiridión: “No basta la voluntad del hombre, si no la acompaña la misericordia de Dios, luego tampoco sería suficiente la misericordia de Dios si no la acompañara la voluntad del hombre”. Adán y Eva expulsados del paraíso. El tema del origen y la naturaleza del mal también preocupó a San Agustín: Si Dios es el creador absoluto, ¿es también el responsable de la existencia del mal? San Agustín, que en su momento aceptó la tesis maniquea de la existencia de un principio del bien y otro del mal, acabó defendiendo la explicación neoplatónica según la cual el mal no sería algo positivo, sino la carencia del bien. El mal consistiría en el alejamiento de la perfección divina. Imagen de tlloret en flickr En lo concerniente a su pensamiento político, sus principales argumentos los encontramos en “La ciudad de Dios”, donde dice: “Dos amores fundaron dos ciudades, esto es, el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial”. San Agustín escribió esta obra tras la caída de Roma en manos de Alarico; a pesar de que el cristianismo había llegado a constituirse en religión oficial del imperio, achaca a su paganismo la razón del desastre. Imagen de renzodionigi en Flickr La lucha entre los amantes de Dios y sus enemigos continuará hasta el final de los tiempos, en los que finalmente triunfará el bien y se instaurará una paz perpetua. Su planteamiento es generalmente interpretado como una defensa de la supremacía moral de la Iglesia frente a un estado encargado de la organización social bajo la supervisión religiosa. Mas los hombres que no viven de la fe buscan la paz terrena en los bienes y comodidades de esta vida. En cambio, los hombres que viven de la fe esperan en los bienes futuros y eternos, según la promesa. Y usan de los bienes terrenos y temporales como viajeros. Éstos no los prenden ni los desvían del camino que lleva a Dios, sino que los sustentan para tolerar con más facilidad y no aumentar las cargas del cuerpo corruptible, que incordia al alma. Por tanto, el uso de los bienes necesarios a esta vida mortal es común a las dos clases de hombres y a las dos casas; pero, en el uso, cada uno tiene un fin propio y un pensar muy diverso del otro. Así, la ciudad terrena, que no vive de la fe, apetece la paz terrena y fija la concordia entre los ciudadanos que mandan y los que obedecen en que sus quereres estén acordes de algún modo en lo concerniente a la vida mortal. Empero, la ciudad celestial, o mejor, la parte de ella que peregrina en este valle y vive de la fe, usa de esta paz por necesidad, hasta que pase la mortalidad, que precisa de tal paz. Y por eso, mientras que ella está como viajero cautivo en la ciudad terrena, habiendo recibido ya la promesa de su redención y el don espiritual como prenda de ella, no duda en obedecer las leyes de la ciudad terrenal que reglamentan las cosas necesarias y el mandamiento de la vida mortal. Y como ésta es común, entre las dos ciudades hay concordia con relación a esas cosas. Pero resulta que la ciudad terrena tuvo ciertos sabios condenados por la doctrina de Dios, que, o por sospechas o por engaño de los demonios, dijeron que debían amistar muchos dioses con las cosas humanas. Y encomendaron a su tutela diversos seres, a uno el cuerpo, a otro el alma; y en el mismo cuerpo, a uno la cabeza y a otro la cerviz; y de las demás partes, a cada uno la suya. Y de igual modo en el alma: a uno encomendaron el ingenio, a otro la doctrina, a otro la ira, a otro la concupiscencia; y en las cosas necesarias de la vida, a uno el ganado, a otro el trigo, a otro el vino, a otro el aceite, a otro las selvas, a otro el dinero, a otro la navegación, a otro las guerras y las victorias, a otros los matrimonios, a otro los partos y la fecundidad, y a otros los otros seres. La ciudad celestial, en cambio, conoce a un solo Dios, único, al que debe el culto y esa servidumbre, que en griego se dice latreia, y que piensa con piedad fiel que no se debe más que a Dios. Estas diferencias han motivado el que esta ciudad no pueda tener comunes con la ciudad terrena las leyes religiosas. Y por éstas se ve en la precisión de disentir de ella y ser una carga para los que sentían en contra y soportar sus iras, sus odios y sus violentas persecuciones, a menos de refrenar alguna vez los ánimos de sus enemigos con el terror de su multitud y siempre con la ayuda de Dios. San Agustín, La ciudad de Dios, B.A.C., Madrid. Extraido de Cantemar Se trata de un capítulo de la obra La Ciudad de Dios de San Agustín. Te sugerimos que tras la lectura redactes una reflexión referida a los siguientes aspectos: ¿Es posible encontrar una verdadera felicidad en este mundo? ¿En qué caso la ciudad terrena es contraria a la ciudad de Dios? Has leído cómo San Agustín acepta las decisiones tomadas en el ámbito político, pero entiende que debe estar en manos de la Iglesia la tutela en lo referente a los aspectos religiosos. Hoy en día, en un contexto bien distinto al que vivió San Agustín, las relaciones entre los poderes políticos y religiosos siguen dando lugar a momentos de tensión. Te sugerimos que busques en Internet la noticia de alguna situación polémica surgida entre gobiernos y grupos religiosos como consecuencia del rechazo de estos últimos a alguna medida Imagen de Philippe Leroyer en Flickr política considerada como ataque a sus convicciones. Tras esto, mira en Wikipedia las definiciones correspondientes a estos tres modos de concebir en la actualidad las relaciones entre el estado y las confesiones religiosas: Estado confesional Estado aconfesional Estado laico Razona sobre cuál de los tres modelos te parece el más adecuado para las sociedades de nuestro tiempo. Para completar este recorrido por la filosofía de San Agustín, te recomendamos que prestes atención a esta secuencia de diapositivas realizado por Concepción Pérez García donde resumen las ideas principales del autor: (Pica sobre la imagen) Captura de pantalla. Diapositivas de Minervagigia en Slideshare Si quieres conocer más directamente el pensamiento de Agustín de Hipona, aquí tienes una interesante selección de textos para consultar elaborada por CNICE: Confesiones, VIII, 12. Sobre su conversión al cristianismo De libre albedrío. Relación fe - razón De libre albedrío. Teoría de la Ilumniación La ciudad de Dios, XI, 26. Imagen de la Trinidad en la naturaleza humana y la duda agustiniana La ciudad de Dios, XI, 26. La certeza de la propia existencia La ciudad de Dios, XI, 18. El mal y la belleza del Universo De las costumbres de la Iglesia católica, II, 5. El bien sujeto del mal De la naturaleza del bien contra los maniqueos, XVIII. Sobre la materia De diversis quaestionibus octoginta tribus, q.46: De Ideis. Sobre las ideas eternas Pulsa sobre la imagen: Captura de imagen de CNICE 4. Santo Tomás de Aquino Seguro que en más de una ocasión te has preguntado por la procedencia de las cosas que existen en la actualidad. Todo ha de tener un origen; en nuestro caso, los seres vivos, éste está en nuestros padres, el de nuestros padres en los suyos... y así sucesivamente. Podemos seguir hacia atrás más y más, pero ¿indefinidamente? Si todo proviene de algo, ¿de dónde procede lo primero?, ¿puede concebirse que no haya nada inicial? Si pinchas en la flecha verás una secuencia indefinida: por más que busquemos hacia atrás nunca llegaremos a un punto de partida. Cuando Santo Tomás intenta comprender la realidad del mundo, piensa que las cadenas causales no pueden ser infinitas... lo veremos en su razonamiento sobre la existencia de Dios Fíjate en el cuadro de abajo: la obra maestra de Zurbarán representa a Santo Tomás dispuesto a escribir la Suma Teológica iluminado por el Espíritu Santo. Su obra llegó a ser percibida en la Iglesia como la culminación de un desarrollo doctrinal iniciado por otros filósofos que le acompañan en el cuadro, como San Agustín y San Ambrosio. El pensamiento de Santo Tomás fue considerado como una obra monumental que daba cuenta de un orden perfecto en el que Dios se constituía como el principio absoluto. Su esfuerzo consistió en dar expresión racional de ello, la razón iba poco a poco encajando todas las piezas… Zurbarán: El triunfo de Santo Tomás Imagen de Wikimedia Commons Tras el giro operado en el seno de la filosofía con la irrupción del cristianismo, la divinidad pasará a ser durante el periodo medieval el asunto central de la especulación filosófica, no solo en el mundo cristiano, sino también en el judío y el musulmán. Desde la reflexión sobre Dios se extraen consecuencias para los diversos órdenes: la realidad, el ser humano, la sociedad, etc. Santo Tomás desarrolló una inmensa obra en la que destacan escritos como la Suma Teológica, y la Suma contra gentiles, obras de carácter teológico y apologético de la fe cristiana. Con su robusta construcción filosófica, en la que se sintetizan elementos platónicos y aristotélicos con los principios cristianos, llegó a ser el máximo representante de la Escolástica, esto es, el mayor referente de las escuelas medievales. Tomás de Aquino nació en el seno de una familia noble en Roccasecca, Italia, en el año 1225 y murió en Nápoles en 1274. Vivió en el siglo XII., una época en la que los reyes habían logrado imponerse sobre los señores feudales, la Iglesia mantenía su predominio y crecían las ciudades y la actividad comercial. El mundo de la cultura protagonizó un gran apogeo con el nacimiento de las universidades, el encuentro con el pensamiento filosófico y científico árabe y judío y la recuperación de la obra de Aristóteles. Tomás de Aquino dedicó su vida a la religión y a la filosofía, ejerciendo su actividad en diferentes lugares entre los que destacan Nápoles, Colonia y París. Perteneció a la orden de los dominicos y en París conoció a San Alberto Magno, con quien entabló una gran amistad. Fue testigo de la llegada del saber griego a las universidades europeas de mano de los pensadores árabes. Santo Tomás mostró especial interés por la obra de Aristóteles al que comentó en varios de sus escritos. En el mapa de abajo, pica sobre las ciudades más relevantes de la vida de este filósofo si quieres tener más información sobre su biografía: Mezquita de Córdoba Imagen de Wikimedia Commons repercusión nos Abentofail. encontramos con La expansión musulmana comenzada en el siglo VII llegó a la Península Ibérica en el 711 y condujo a la formación de Al Andalus. Durante el periodo medieval la filosofía y la ciencia árabe tuvieron un momento de gran esplendor y su influencia fue significativa en el occidente cristiano. El mundo árabe contaba ya en el siglo IX con la traducción de obras de filósofos como Aristóteles, Platón, Proclo y Plotino y científicos como Galeno, Ptolomeo y Euclides. Sus comentarios de la filosofía aristotélica son fundamentales para comprender el giro dado en la filosofía cristiana a partir de la obra de Santo Tomás. Entre los filósofos árabes de mayor Alkindi, Avicena, Averroes, Avempace y Con la proclamación del Califato de Córdoba por Abderramán III en el siglo X, esta ciudad llegó a adquirir una gran prosperidad, convirtiéndose en la ciudad de referencia de Europa Occidental y a rivalizar con otras como Constantinopla o Bagdad. Una escuela de traductores hizo que numerosas obras fueran traducidas del hebreo y del griego al árabe. Aquí vivieron filósofos de gran prestigio en la Historia de la Filosofía como Averroes, Abentofail, Ibn Masarra o el filósofo judío Maimónides. La ciudad de Toledo fue conquistada por los cristianos en el siglo XI. Con el gobierno de los reyes castellanos se permitió un clima de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos que dio lugar a un apogeo determinante para el futuro de la cultura del occidente cristiano. En La Escuela de traductores de Toledo se llevaron a cabo numerosas traducciones al latín desde el árabe y el hebreo de textos filosóficos y científicos que renovaron el panorama cultural de occidente. Alfonso X el sabio Image de Wikimedia Commons 4.1. Fe y razón. Dos caminos, una verdad Fíjate en las siguientes sentencias extraídas de la Biblia: "Nuestro Dios es el único Señor" (Deuteronomio 6,4;Mc 12,29) "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra" (Génesis 1,1) "Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día" (Corintios 15, 3-4) "Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales" (Romanos 8,11). Todas forman parte del credo cristiano, ahora bien, ¿ves alguna diferencia entre ellas? Imagínate a un filósofo de una época anterior, o ignorante de esta religión, al que le comunicaran estas ideas. ¿Crees que estaría en condiciones de reflexionar del mismo modo sobre la posible verdad de cada una de ellas, o distinguiría entre las que puede abordar como filósofo y las que se le escapan a su entendimiento? Te sugerimos que distingas entre las afirmaciones que podrían ser discutidas filosóficamente, y las que solo pueden ser tratadas en un contexto de fe. Hasta ahora fe y razón eran empleadas conjuntamente a favor de una verdad única, Tomás de Aquino se propone esclarecer cuáles son los contenidos específicos de cada uno de estos ámbitos y qué relación guarda la una con la otra. Contenidos de la fe son aquellos transmitidos por medio de la revelación divina, los de la razón son los que el ser humano puede llegar a alcanzar mediante el uso del entendimiento. La teología se basa en la revelación, la filosofía en la argumentación racional. Entiende que hay cuestiones cuyo tratamiento corresponde al ámbito de la fe, otras son exclusivas de la razón, pero a la vez existen determinados asuntos de relevancia tanto para una, como para la otra. Por ejemplo, la idea de la Trinidad divina sería un concepto exclusivo de la fe, la distinción aristotélica entre sustancia y accidentes, una argumentación puramente racional, pero la cuestión del alma y su inmortalidad sería algo que competería tanto a la fe como a la razón y por lo tanto es tratado tanto como dogma religioso como problema filosófico. Los averroístas latinos, filósofos que como Sigerio de Bravante adaptaron el pensamiento del filósofo Averroes, sostenían el criterio de la doble verdad: existen verdades que son propias de la teología y otras que lo son de la filosofía. Cada una en su propio ámbito, no puede interferir en el terreno de la otra aún en caso de contradicción. Por ejemplo, sostenían que la razón conducía a la eternidad del mundo y a la negación de la inmortalidad del alma humana, pero la fe llevaba a la creencia de que alma humana es inmortal y el mundo comenzó con la creación. Santo Tomás rechaza este planteamiento desde la convicción de que la verdad, siendo única, debe ser coincidente. Tomás de Aquino frenta a Averroes Fotografía de Wikimedia Commons Siendo la verdad única, la falta de acuerdos es un indicio de error. En este sentido la posición de Tomás de Aquino es clara: ya que el error no puede estar en la revelación, tiene que estar en la filosofía. De este modo, aun partiendo de la autonomía del filósofo en el ejercicio de su actividad, de llegar éste a alguna conclusión contraria a la fe, deberá admitir el error en su argumentación. La verdad de la razón no es contraria a la verdad de la fe cristiana Aunque la citada verdad de la fe exceda la capacidad de la razón humana, no por eso las verdades racionales son contrarias a las verdades de la fe. 1) Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer que es falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado de modo tan evidente por Dios. Luego, puesto que solamente lo falso es contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas definiciones, no es posible que los principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe. 2) Además, lo que es infundido por el maestro en el alma del discípulo pertenece a la ciencia del doctor, a no ser que enseñe con engaño, lo cual no es lícito afirmar de Dios. Ahora bien, el conocimiento natural de los primeros principios ha sido infundido por Dios en nosotros, ya que El es autor de nuestra naturaleza. Luego estos primeros principios están contenidos en la Sabiduría divina. Por consiguiente, todo lo que sea contrario a ellos será también contrario a la sabiduría divina. Esto no es posible en el caso de Dios. En consecuencia, las verdades que poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural. 3) Además, nuestro entendimiento no puede alcanzar el conocimiento de la verdad cuando está atenazado por razones contrarias. Si Dios nos infundiera conocimientos contrarios entre sí, nuestro entendimiento se encontraría impedido para la captación de la verdad. Lo cual no puede ser tratándose de Dios. 4) No es posible que algo natural cambie y que permanezca su naturaleza. Ahora bien, en un mismo sujeto no pueden coexistir opiniones contrarias acerca de una misma cosa, luego Dios no infunde en el hombre una certeza o fe contraria al conocimiento natural. En el texto de arriba Santo Tomás reflexiona sobre la coincidencia que se da entre las verdades de la revelación y las racionales. Te sugerimos una breve redacción en la que, haciendo uso de alguna expresión recogida del texto, compares la posición tomista con la sostenida por el averroísmo latino y digas si en este aspecto serían coincidentes o no las posiciones de Tomás de Aquino y Agustín de Hipona. El texto está recogido de la obra Suma contra gentiles en la página de cantemar: Antes de continuar, te proponemos que compruebes que las cosas están claras en este punto: 4.2. Del conocimiento del mundo a Dios Antes que nada, veamos la explicación que da Aquino del modo en que llegamos a conocer: siguiendo a Platón, San Agustín concibió el conocimiento como un proceso de interiorización que conducía a la verdad; de acuerdo con el aristotelismo, Santo Tomás lo comprende como un proceso que necesariamente ha de partir de la experiencia, ya que al nacer nuestra mente es como una papel en blanco sin contenidos impresos. Como Aristóteles, piensa que el mundo se encuentra constituido por una multitud de sustancias y que Recurso propio desde imágenes en Flickr éstas a su vez son un compuesto de materia y de forma. Lo que hace único a un individuo es su materia, ya que la forma es un elemento común a todos los miembros de una especie. Los sentidos nos proporcionan imágenes de estas sustancias o sujetos individuales, compuestos de materia y forma. Nuestro entendimiento opera sobre las imágenes sensibles de estos objetos para, a través de un proceso de abstracción, captar la forma o el universal del objeto prescindiendo de su materia individual. A la capacidad de universalizar la denomina entendimiento agente. Son estos universales, las formas, y no los particulares, el verdadero objetivo del conocimiento. Si el conocimiento no se alcanza a través de un proceso de reflexión interna, sino que ha de tener su punto de partida en la información que nos suministran los sentidos, Santo Tomás no puede admitir que conocimiento de la existencia de Dios resulte evidente, por el contrario, entiende que demostrar racionalmente la existencia de Dios requiere de un proceso de razonamiento que, partiendo de la realidad de este mundo, conduzca finalmente a Dios como su única explicación posible. Imagen de RadomisRad en Flickr Este razonamiento lo concreta en las llamadas cinco vías o argumentos que, según Aquino, conducen a afirmar su existencia. El esquema empleado es el siguiente: partiendo de los hechos de la experiencia, entendemos que estos se deben a una causa, ésta a otra anterior y así sucesivamente. Pero la cadena de causas no puede ser infinita, ha de haber un principio absoluto a partir del cual se sigue lo todo demás, y éste no puede ser sino lo que entendemos por Dios. Éste sería el esquema empleado en las cinco vías: Hecho de experiencia Principio de causalidad Movimiento Lo que se mueve es movido por otro Orden de causas Nada es causa de sí mismo Seres contingentes Lo que tiene posibilidad de no existir alguna vez no existe Cosas más o menos perfectas Lo más y el menos lo es por aproximación a un máximo Seres sin conocimiento obran Deben ser dirigidas por un ser inteligente con un fin Imposibilidad de una cadena infinita Puedes repasar el argumento de Santo Tomás con este sencillo ejercicio consistente en arrastrar los elementos de la derecha al bloque correspondiente de la izquierda. En la izquierda tienes el punto de partida del argumento, en la derecha la conclusión. Pulsa sobre la imagen para entrar en el ejercicio: Captura de imagen de recurso propio La tercera vía tomista trata sobre la diferencia entre los seres creados y Dios, mientras los primeros somos contingentes, existimos pero podemos no existir, Dios es necesario: su existencia se da necesariamente. La diferencia se basa en la distinción desarrollada por Avicena entre esencia y existencia; puedes aclarar el significado de estos conceptos siguiendo detenidamente esta presentación de diapositivas: Recurso propio en Slideshare Volvamos a la pregunta inicial de este apartado: Si todo proviene de algo, ¿de dónde procede lo primero? Podemos pensar con razón que en Santo Tomás lo habría tenido difícil, ya que en su época, muy anterior a la publicación de la teoría evolutiva, las especies eran consideradas como invariables a lo largo del tiempo. Los conocimientos actuales sobre el desarrollo y la formación de la vida, así como de la Historia del mismo Universo, nos permiten trazar una línea de acontecimientos lo suficientemente definida como para que el dilema no nos resulte irresoluble. Imaginemos que Tomás de Aquino vuelve a la vida y actualiza sus conocimientos científicos. ¿Crees que estos resolverían sus incógnitas y renunciaría a la idea de Dios como la única explicación de lo existente? Big Bang. Imagen de Wikipedia Commons Más aún, vayamos a un futuro hipotético donde se ha consolidado un modelo cosmológico que interpreta el universo de un modo oscilante a través de sucesiones de explosiones e implosiones (Big Bang, Big Crunch). ¿Se vería en este caso obligado a rectificar? 4.3. El mandato divino Vemos en la imagen como Santo Tomás sostiene unas escrituras con una mano y un edificio religioso con la otra. El simbolismo del cuadro nos sirve para este último capítulo dedicado al autor. El mandato divino, representado en un texto sagrado, dirige el mundo natural; el mundo humano, representado en la construcción, debe regirse también por dicho mandato, aunque en este caso lo hará de forma voluntaria, dejándose guiar por los dictados de la razón... Aquino sigue el modelo aristotélico según el cual la felicidad es el fin último del ser humano, pero como cristiano, pone en Dios ese bien supremo que puede colmar su dicha. Al igual que San Agustín, piensa que solo el concurso de la gracia divina da la capacidad para alcanzar la contemplación de Dios, algo que, en todo caso, queda reservado en su sentido pleno a una vida posterior a la terrenal. La consecución de este fin requiere el concurso de la virtud, adquirida mediante el hábito y con la dirección de la razón. Existe una ley natural que dirige a todos los seres hacia el fin que le es propio, pero, a diferencia del Imagen de Carlo Crivelli bajo licencia resto, los seres humanos tomamos decisiones que de Wikimedia Commons determinan nuestra conducta. En nuestro caso, las normas morales constituyen la ley natural. Santo Tomás reflexiona sobre cuáles son las reglas que deben dirigir la vida humana y cuál es el grado de conocimiento que tenemos de ellas. La ley moral toma sus principios de la misma naturaleza humana, por lo tanto sus contenidos son evidentes y al alcance de cualquier ser racional, asimismo son preceptos universales e inmutables. La razón nos dicta hacer el bien y evitar el mal. Las conductas acordes con nuestras inclinaciones naturales son buenas y las contrarias, malas. De acuerdo con nuestra naturaleza encontramos exigencias como conservar la vida, cuidar a los hijos, buscar el conocimiento, convivir en justicia, etc. La ley natural es una prolongación de la ley eterna divina, que en sentido general determina el orden del universo. La ley natural ha de ser asimismo el fundamento de la ley positiva, ámbito en el que se concretan las normas que rigen la convivencia humana. Al legitimar el derecho en las exigencias de la naturaleza humana en cuanto ser social, Aquino lo interpreta como un ámbito dependiente del moral y, en última instancia, del religioso. Rellena los espacios en blanco con utilizando en cada caso una de estas cuatro opciones: natural positiva eterna La ley dirige a cada ser al fin que le es propio. La ley bien y evitar el mal se identifica con la ley moral, en ella la razón ordena hacer el La ley orden del universo. tiene su fundamento en la ley La ley la ley , que determina el , que determina el modo de convivencia, debe estar basada en Comprobar Santo Tomás interpreta que la ley positiva debe fundamentarse en la ley natural, la cual a su vez deriva de la ley eterna o mandato divino. Esta visión del derecho tuvo una gran influencia en el mundo cristiano medieval. ¿Crees que tiene hoy sentido plantear en estos términos el fundamento del derecho? Para acabar el recorrido por la filosofía de Santo Tomás, mira con detenimiento la secuencia de diapositivas realizadas por Concepción Pérez García. En ellas encontrarás un resumen del pensamiento del autor, al igual que una introducción final a nuestro próximo tema: Guillermo de Ockham. Diapositivas de Minervagigia en slideshare Si quieres Para profundizar el el pensamiento de Santo Tomás te sugerimos un repaso a la siguiente selección de textos del autor elaborada por CNICE: Suma Teológica, Iª, q. 2, a. 3. Las cinco vías demostrativas de la existencia de Dios Suma Teológica, I, q. 13, a. 11. El constitutivo formal de Dios. Suma Teológica, I, q. 76, a. 1. Sobre el principio intelectivo Suma Teológica, q. 75, a. 2. Sobre la incorruptibilidad del alma. Suma Teológica, I-II, q. 91, a. 3.Sobre la ley humana positiva. Comentario a la Ética a Nicómaco, prólogo. Acerca del orden y las partes de la filosofía In librum De causis, Prop. VI, lect.6, n.175. Sobre el conocimiento de la Causa Primera Quodlibeto IX, a.3, c. Sobre los sentidos del ser. Quodlibeto II, q. 2, a.3. Sobre los sentidos del ser. Pulsa sobre la imagen: Captura de Imagen de CNICE