CONCIERTO PALACIO DE CARLOS V HABICHUELA NIETO TOCA POR LORCA MÚSICA DESDE EL INFINITO CON LA ONE El guitarrista interpretará en la Huerta de San Vicente una versión de ‘Anda jaleo’ 51 El‘Requiem’deLigetiyla ‘Novena’deBeethoven,unidas porprimeravezenelFestival 50 Actual DOMINGO 24 DE JUNIO DE 2012 61 FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA Un Petit inmenso Algunos de los mejores bailarines del momento interpretan en el Teatro del Generalife piezas del genio francés, en un homenaje en el que se volvió a vivir la visita del coreógrafo al Festival de Granada, hace 50 años LUCÍA RIVAS · LUIS ARRONTE / GRANADA El Generalife se estrenó ayer en la 61 edición del festival con una auténtica celebración de la danza, un homenaje del ballet al ballet con tantas capas que el público que abarrotaba el teatro de la Alhambra salió con la impresión de haber repasado en unas dos horas la vida entera, paso a paso, de uno de los bailarines y coreógrafos más grandes de todos los tiempos, Roland Petit, fallecido el 10 de julio del año pasado. Igor Yebra, primer bailarín de la Ópera Nacional de Burdeos, encabezó un dream team de bailarines venidos de las principales compañías. Diez coreografías de muy distinto cariz se fueron sucediendo en la velada, variopinta pero sin riesgo de perder uniformidad, ya que la marca Petit estaba en cada uno de los pasos. Fue la escala granadina de un homenaje internacional que también está recalando en los otros grandes festivales europeos, y en Granada ha coincidido además con el 50 aniversario de la visita que el propio Petit hizo al festival con su versión de la coreografía de Carmen. El Generalife estaba completamente lleno. La noche arrancó con La Prisonnière, un electrizante, romántico y sinuoso dueto entre Yebra y Oksana Kucheruk que petrificó al público. Siguieron Eleonora Abbagnato y Benjamin Pech (Ópera de París) encarnando el breve diálogo de Leda y el Cisne, lleno de melancolía. Ya estaba entonces todo el Generalife hipnotizado e involucrado en el homenaje, sin que nadie reparara en la ausencia de decorados –lo que marcaba visualmente la diferencia de contexto entre las piezas era el vestuario–, y entonces entró en escena Carmen, con Li Jun y Wang Qimin (Ballet Nacional de China), una coreografía que estuvo en el festival de la Alhambra en 1962 Aquí hay que recordar que, en este punto, el homenaje a Roland Petit se hizo extensivo a otra gran artista mundial de la historia del ballet: Zizi Jeanmaire, bailarina y viuda de Petit, que fue quien bailó en la Granada del 62 esta pieza clave en su carrera y quien, a fin de cuentas, fue la musa que inspiró al gran coreógrafo. Qimin fue la bailarina responsable de evocar la figura de Jeanmaire, que aún vive y hoy es una anciana de 88 años. Ella representó la fuerza y la pasión con su exquisita y españolísima forma de bailar. Kucheruch y Yebra volvieron para representar La Rose Malade, otra de las joyas del programa, de una solemnidad incontestable. Se sucedieron otras escenas de la vida coreográfica de Roland Petit, como la ceremoniosa L’Arlesiénne de Bizet, Le Jeune homme et la Mort (la más popular, un símbolo de su carrera y de la de Zizi Jeanmaire, y también la más trágica), Thaïs... El homenaje terminó con un tercer mito de la danza en discordia. Curiosamente, el viernes se cumplieron 25 años de la muerte de Fred Astaire, sobre cuya idea creó Petit la coreografía del estándar de jazz Cheek to cheek, cuya representación fue una forma luminosa de cerrar un retrato en pasos de uno de los coreógrafos más grandes de la historia. La misma letra de esta canción popular es bastante simbólica: “Estoy en el cielo, mi corazón late tanto que apenas puedo hablar, y parezco hallar la felicidad que buscaba, cuando salimos a bailar, mejilla contra mejilla”.