42 vida & artes EL PAÍS, sábado 14 de mayo de 2011 sociedad El debate de la muerte digna Derecho a un adiós íntimo y sin dolor La ley sobre el final de la vida refuerza al paciente para decidir qué tratamientos acepta y cómo pasar la agonía P La eutanasia y el suicidio asistido quedan fuera EMILIO DE BENITO Madrid Puntos clave De cuidarse para vivir a tratarse para morir bien. Ahí se centra la Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida (hasta en el nombre el Gobierno ha querido alejar la idea de la eutanasia), cuyo informe fue presentado ayer por la ministra de Sanidad, Leire Pajín, al Consejo de Ministros. El borrador, al que ha tenido acceso EL PAÍS, define ese momento como el del “final próximo e irreversible, eventualmente doloroso y lesivo de la dignidad de quien lo padece”, para “en la medida de lo posible, aliviarlo con respeto a la autonomía, integridad física e intimidad personal”. Eso sí, enseguida se añade que “sin alterar la tipificación penal vigente de la eutanasia o suicidio asistido”. Según el borrador, la ley también es de aplicación en el ámbito privado, lo que puede suponer un conflicto con lo centros concertados religiosos. A falta de conocer el anteproyecto de la llamada ya popularmente ley de muerte digna, los aspectos más destacables de esta frente a la Ley de Autonomía del Paciente, de 2002, en la que se basa, son los siguientes. E Intimidad. Se intentará —en lo posible— que quienes agonicen en un hospital cuenten con un espacio reservado para estar acompañados por quienes ellos quieran. Si prefieren hacerlo en casa, se prestará atención domiciliaria. E Voluntad del paciente. Los médicos tendrán que consultar el Registro de Últimas Voluntades para saber qué quiere el paciente. (antes habrá que conectar los distintos registros autonómicos existentes). » Información. El paciente tie- ne derecho a saber cuál es su situación, de qué alternativas dispone y cuál es su expectativa de vida. “Las personas vinculadas al paciente serán informadas únicamente en la medida en que éste lo permita”, dice el borrador. » Tratamientos. Los pacientes “tienen derecho a que se respete su decisión sobre la atención sanitaria que se les dispense”, afirma el borrador. Esto implica que “podrán rechazar las intervenciones y los tratamientos propuestos por los profesionales sanitarios, aun en los casos en que pudiera tener el efecto de acortar su vida o ponerla en peligro inminente”. » Dolor. El tratamiento del dolor es una de las grandes preocupaciones de los españoles (y más en un país con una tasa inferior a la de la media europea en el uso de opiáceos). Se fija “el derecho a E Objeción de los médicos. No se observa, porque lo que se les pide está considerado como buenas prácticas. la ley de muerte digna exigirá reforzar los cuidados paliativos a domicilio. / uly martín El PP afirma que basta con implantar los cuidados paliativos recibir la atención idónea integral que prevenga y alivie el dolor, lo que incluye, además del tratamiento analgésico específico, la sedación”. » Morir en casa. Un 45% de los españoles quiere morir en casa, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), pero el 47% acaba en un hospital. La ley establece que habrá atención domiciliaria para ellos (no dice si habrá más financiación). ciente y por su representante prevalecerá siempre la voluntad del primero”, añade. » Intimidad. “Los centros e instituciones sanitarias facilitarán a las personas que deban ser atendidas en régimen de hospitalización una habitación de uso individual”, dice el borrador. » Esfuerzo terapéutico. “El » Médicos. “Los profesionales sanitarios están obligados a respetar la voluntad manifestada por el paciente sobre los cuidados y el tratamiento asistencial que desea recibir en el proceso final de su vida”, dice el borrador. “En caso de contradicción entre lo manifestado por el pa- personal sanitario adecuará el esfuerzo terapéutico a la situación del paciente, evitando la adopción o mantenimiento de intervenciones y medidas de soporte vital carentes de utilidad clínica”. Y todo ello con actuaciones que se consideren “clínicamente indicadas mediante un juicio clínico que se base en la evidencia científica”. Las creencias del médico no cuentan. Pero sí las de los pacientes: “Los profesionales sanitarios tienen la obligación de respetar las conviccio- Antes de que haya 17 sistemas La llamada ley de muerte digna estatal llega justo a tiempo. Ya hay tres comunidades autónomas —que son las que tienen las competencias sanitarias— que han regulado la atención que debe recibir un paciente al final de su vida: Andalucía (2010), Aragón (2011) y Navarra (2011). Con la iniciativa nacional se impide que pueda llegarse a lo que algún experto ha denominado “turismo eutanásico”. Aunque esta denominación es más efectista que real. Las tres normas son bastante parecidas entre sí y tendrán un fácil encaje en la ley que prepara el Ministerio de Sanidad. Pero en ninguno de los casos hablan de la eutanasia. De hecho, los promotores (PSOE en Andalucía, NaBai en Navarra e IU en Aragón) han buscado una denominación similar a la de la norma presentada ayer por la ministra Leire Pajín, huyendo de términos como muerte digna en un intento de dejar claro que no se trata de aprobar nada parecido a la eutanasia —algo que, de todas formas, no habrían podido hacer ni aunque hubieran querido—. La eutanasia (por ejemplo, inyectarfármacos a una persona que los pide para provocar su muerte) y el suicidio asistido (facilitar que acceda a ellos) están castigados en el artículo 143 del Código Penal, por lo que su modificación es competencia estatal. Así pues, en el mundo siguen siendo solo tres los países que permiten que un médico suministre a un enfermo terminal los fármacos que necesita para tener una muerte lo más plácida posible, siempre a petición de este: Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Los dos primeros regularon la práctica en 2002. En Luxemburgo la ley se aprobó —con la oposición del Gran Duque— en 2008. En Holanda, el primer año de aplicación de la ley solicitaron acogerse a ella poco más de 1.815 personas; el año pasado, fueron 2.636, de las que un 80% pidió recibirla en su propio domicilio. Tampoco son más los países que permiten el suicidio asistido (que un profesional sanitario facilite los medicamentos necesarios para poner fin a la propia vida). El pionero fue el Estado de Oregón, en 1997. En Europa, solo está el caso de Suiza, y casi de rebote. Un vacío legal permite que operen clínicas como Dignitas en las que un enfermo terminal recibe el asesoramiento y los medicamentos necesarios para suicidarse. Pero no sin problemas. Por lo menos para algunos extranjeros, nes y creencias de los pacientes, debiendo abstenerse de imponer criterios de actuación basados en las suyas propias”. » Reacciones. A pesar de que es una ley que más que dar derechos nuevos aclara los ya existentes, no ha quedado fuera de la polémica. De unos (Asociación Derecho a Morir Dignamente, Asociaciones por la Defensa de la Sanidad Pública) por dejar fuera la eutanasia. De otros (PP), por excesiva. “No se necesita una nueva ley”, dijo en Santander Ana Pastor, secretaria de Movimientos Sociales del PP y ministra de Sanidad cuando se aprobó la ley de 2002. como los británicos, hasta hace poco, quien acompañara a un paciente a este centro podía ser acusado a la vuelta del delito de ayudar al suicidio. Ni siquiera es un derecho en muchos países renunciar a los tratamientos médicos si ello supone la muerte, como está establecido en España y el anteproyecto presentado ayer consagra. En Italia sucede eso teóricamente, pero el caso de Eluana Englaro y su peregrinar por distintas clínicas hasta que se encontró una donde aceptaron desconectarla es un ejemplo de las dificultades: la chica quedó en estado vegetativo en 1992; en 1999 su padre recibió la primera sentencia contraria, y solo consiguió su propósito en 2009. Ese derecho sí se reconoce en Noruega, Dinamarca, Alemania o Austria. vida & artes 43 EL PAÍS, sábado 14 de mayo de 2011 sociedad El debate de la muerte digna Cala la cultura de la humanización del fallecimiento La ley andaluza, pionera, cumple un año sin conflictos ni insumisos REYES RINCÓN, Sevilla Luis Montes cree que la ley no soluciona “el clamor” por una regulación de la eutanasia. / f. j. vargas LUIS MONTES Presidente de Derecho a Morir Dignamente “Objetar a una ley de buenas prácticas sería delito” E. DE BENITO Madrid Es agridulce la impresión que produce la ley de muerte digna (oficialmente, Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida) en Luis Montes, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) desde 2009. Para el médico, nacido hace 62 años en Villarino de los Aires (Salamanca), es una norma “positiva”, sobre todo después de que ya Andalucía, Aragón y Navarra hubieran regulado la atención al final de la vida. “Es verdad que esta ley lo que hace es desarrollar la de Autonomía del Paciente de 2002 [aprobada con el PP en el Gobierno], pero esa norma era muy ambigua y no hacía referencia a la situación concreta” del final de la vida, afirma. En cambio, “posterga el debate, que es un clamor en la ciudadanía, de la disponibilidad de la propia vida”. A falta de un borrador del texto, Montes asume como referen- cia válida la ley andaluza, y, sobre esa base, afirma tajante que lo que la ley regula son “buenas prácticas clínicas”. “Se trata de no dejar al enfermo en el abandono, y oponerse sería una mala práctica. Es un imperativo moral”. Sin embargo, recuerda que cuando se tramitó la ley andaluza “no se hablaba de otra cosa, sobre todo en los colegios médicos. Pero a las buenas prácticas no se hace objeción, es delito”, afirma convencido. Ni siquiera cree que “los que creen en el carné por puntos para estar más cerca del Señor, los que piensan que sufriendo se ganan más puntos, puedan objetar”. El médico, que se hizo famoso en 2005 cuando fue acusado —injustamente, como determinaron los tribunales— de hasta 400 eutanasias en el hospital de Leganés, no puede evitar la ironía cuando se le menciona la idea de que haya habitaciones en los hospitales para los pacientes agónicos. “Al final, va a resultar que los boxes [cubículos] que teníamos en urgencias van a ser la mejor solución. En planta el médico se va a las tres; en urgencias se garantiza la intimidad y la continuidad de la atención las 24 horas”, afirma. Otro asunto que puede ser complicado en este momento es asegurar los cuidados en los últimos días de vida en la propia casa del enfermo. “Ya existen grupos de atención domiciliaria, que se organizan con la familia. Aunque un familiar sea el cuidador principal, hay que darle apoyo con un equipo de paliativos, un apoyo que puede llegar incluso a inducir un coma para morir dormido”, explica el médico. Todo esto se puede hacer porque “esta ley no varía ningún marco jurídico”. “La limitación del esfuerzo terapéutico ya es legal. La muerte confortable es el clamor popular, lo que uno desea para sí mismo y para los familiares. Puede ser distinto cuando se habla de un desconocido, pero cuando le toca a uno las ideas cambian”, afirma convencido. La ley andaluza de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de la Muerte, la conocida como ley de muerte digna, ha servido de base para el anteproyecto que aprobó ayer el Consejo de Ministros. La norma andaluza ha cumplido ya más de un año y empiezan a disiparse algunas de las dudas que generó al principio. Entre ellas, la principal: ¿resulta útil en la práctica diaria? Muchos detractores de la norma más que criticar su contenido relativizaron su importancia al asegurar que no aportaba nada que no estuviera ya reconocido en otras leyes estatales. Rafael Cía, médico especialista en medicina Interna y medicina Familiar y director del Plan Andaluz de Cuidados Paliativos, defiende la eficacia del texto. “Es cierto que recoge cosas que ya están en la ley de autonomía del paciente, pero también contempla muchas nuevas. Además, había una gran confusión terminológica entre los ciudadanos e incluso entre los propios profesionales que ahora ha quedado aclarada”, advierte el médico. En el año de vida de la norma, Cía ha apreciado también que va calando una “cultura ciudadana” a favor de la humanización del proceso de la muerte. “El paciente y su familia saben que tienen derecho a recibir cuidados paliativos”, cuenta. Los médicos también agradecen tener un “aval legal” que les dé seguridad jurídica, otro de los objetivos de la ley. “Todos los supuestos entran dentro de lo que se considera buena praxis clínica. De hecho, la obstinación terapéutica es una mala práctica clínica. Pero siempre es mejor tener un apoyo legal por si surgen discrepancias”. A lo largo de este año se han ido incrementando las unidades de cuidados paliativos en hospitales y los soportes para ofrecer estos cuidados a domicilio, otro de los compromisos de la ley, que reconoce el derecho del paciente a recibir en su casa la atención paliativa. También se va poco a poco cumpliendo el derecho de los enfermos terminales a vivir su agonía en la intimidad, para lo que la ley obliga al Servicio Andaluz de Salud a habilitar habitaciones individuales. Según el último balance hecho por la Junta hace dos meses, este objetivo se cumple ya en el 72% de las habitaciones. Los médicos agradecen las mejoras en la seguridad jurídica La ley andaluza recibió el respaldo unánime de todos los grupos políticos del Parlamento autonómico, incluido el Partido Popular, el 17 de marzo de 2010. La fecha no fue casual. Ese día se cumplían tres años de la muerte de Inmaculada Echevarría, una enferma de distrofia muscular progresiva que tuvo que exponer su agonía en público durante cuatro meses para que la desconectaran del respirador artificial que le mantenía con vida en un hospital de Granada. Su caso hizo ver a la Junta que hacía falta aclarar en un único texto legal los derechos de los pacientes terminales. “Desde que entró en vigor la ley se han resuelto sin ningún conflicto muchos casos como el de Echevarría”, asegura el doctor Cía, que no tiene constancia de que ningún médico haya alegado problemas de conciencia para no aplicar la ley.