Leer el primer capítulo

Anuncio
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 17
introducción
múnich
Comparado con las más modernas armas automáticas de infantería, que se caracterizan por su aspecto elegante, el Kalashnikov parece macizo y sólido. Este fusil de asalto, oficialmente designado
como el AK 47, fue inventado, según se dice, por un campesino siberiano, al menos de acuerdo con la leyenda que se ha alzado en
torno a la más popular arma del terrorismo internacional. Es sencillo y tosco. La longitud del fusil es de 84 centímetros y la caja y la
culata son de madera semiclara. Hay dos estructuras de metal pavonado entre una y otra. La sección central de metal incluye el
cierre y el mecanismo de disparo, con el cargador saliendo hacia
abajo y adelante, dada su forma curvada. Contiene treinta proyectiles de 7,62 mm y la bala es pequeña y de plomo, con un núcleo de
acero. Cuando hace fuego automático, el Kalashnikov lanza unos
cien disparos por minuto, saliendo cada uno de ellos de la boca del
cañón a una velocidad de 750 metros por segundo, o 1.600 km/h.
Existen varios modelos de fabricación, tanto en la Unión Soviética
como en muchos otros países del bloque comunista. Cuando se emplea a corta distancia puede partir a un hombre en dos.
El 5 de septiembre de 1972, varios de estos fusiles fueron sacados de sus envoltorios grasientos y entregados a ocho terroristas de
Septiembre Negro que se dirigieron al número 31 de la Connollystrasse, alojamiento de los atletas israelíes en la Ciudad Olímpica de
Múnich.
17
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 18
Aunque no fueron reconocidos como tales, los fedayin (la palabra significa «hombres del sacrificio», y a menudo la utilizan los
terroristas islámicos para describirse a sí mismos) fueron vistos primero escalando la valla de alambre en Kusoczinskidamm a las cuatro de la madrugada. El lugar por donde entraron en la Ciudad
Olímpica estaba a unos cuarenta metros de los apartamentos de los
atletas israelíes. Tal distancia puede ser recorrida por un grupo de
hombres andando lenta y precavidamente en uno o dos minutos.
Sin embargo, hasta las cuatro y veinticinco los terroristas no introdujeron una llave maestra en la cerradura de la puerta que daba al
vestíbulo del apartamento 1 del número 31 de la Connollystrasse. Si
tuvieron o no alguna ayuda durante este período en la propia Ciudad Olímpica es un tema sujeto a especulación.1
El hombre que les oyó primero fue Yossef Gutfreund, árbitro de
lucha, un gigante de unos ciento veinte kilos. Aunque no pudo estar
seguro momentáneamente de si el ruido lo hizo un compañero de
habitación —el entrenador de lucha Moshe Weinberger, de quien se
esperaba que regresara tarde y se le había dado una segunda llave—,
las voces árabes cuchicheando tras la puerta le convencieron pronto
del peligro. Y, en efecto, ésa fue la palabra que gritó en hebreo
—«¡Peligro!»— para alertar a otro compañero de cuarto, a la vez
que apoyó su cuerpo contra la puerta que estaba abriéndose lentamente.
Durante los siguientes segundos ocho árabes intentaron abrir la
puerta empujándola contra Gutfreund. El esfuerzo de ambas partes
fue tal que la puerta se arqueó y se deformaron las bisagras. Ello
permitió al compañero de equipo de Gutfreund, entrenador de levantamiento de peso, tener tiempo suficiente para romper una ventana y escapar.
1. Los equipos cubano, sirio y búlgaro estaban, en efecto, alojados en el extremo opuesto de la Ciudad Olímpica. Sin embargo, entre Strassbergerstrasse,
donde se encontraban estos equipos, y el edificio del equipo israelí no hay más de
cuatrocientos metros.
Para una detallada situación de la Ciudad Olímpica de Múnich ver The Blood
of Israel, de Serge Groussard (William Morrow, Nueva York, 1975), un relato
con información meticulosamente comprobada, en la que he basado varios hechos de esta introducción.
18
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 19
Los otro cuatro ocupantes del apartamento 1 no tuvieron tanta
suerte. El entrenador de atletismo Amitzur Shapira, el maestro de
esgrima Andrei Spitzer, el entrenador de tiro de fusil Kehat Shorr y
el juez de levantamiento de pesos Yacov Springer fueron retenidos
a punta de fusil y luego abofeteados y amenazados por los árabes en
un intento de obligarles a revelar dónde se encontraban los restantes israelíes. A cada uno se le ofreció ser dejado en libertad si llamaba a la puerta de cualquier apartamento perteneciente a los demás
atletas y permitía entrar a los fedayin. Los árabes ni se molestaron
en hacer tal oferta a Gutfreund, sino que le ataron como lo fue el
capturado Sansón por sus antecesores bíblicos, los filisteos.
Al no obtener ninguna ayuda, los terroristas decidieron explorar
el número 31 de la Connollystrasse —que también albergaba a los
equipos olímpicos de Uruguay y Hong Kong—. No encontraron
los apartamentos 2, 4 y 5, que ocupaban ocho israelíes,2 pero capturaron a los seis atletas que se encontraban en el apartamento 3. Se
trataba de los luchadores Eliezer Halfin, Mark Slavin y Gad Zobari, y de los levantadores de peso David Marc Berger, Zeev Friedman
y Yossef Romano. Pero antes de que pudieran entrar en el apartamento 3 tuvieron que enfrentarse con el entrenador de lucha Moshe Weinberger, que había estado fuera hasta muy tarde y acababa
de volver andando tranquilamente por la Connollystrasse.
Weinberger era un hombre de casi la misma talla que Gutfreund
y no resultaba fácil enfrentársele. Dejó fuera de combate a un terrorista y sólo fue sometido temporalmente cuando otro le disparó en
la cara. Pero aun así, gravemente herido, no se dio por vencido. Después de que los hombres del apartamento 3 fueran hechos prisioneros y llevados en tropel por la Connollystrasse hacia el apartamento 1, el luchador de peso ligero Gad Zobari decidió escapar
corriendo. Aunque los fedayin le dispararon varias ráfagas, el pequeño luchador logró ponerse a salvo zigzagueando por el terreno
2. Los ocupantes eran cinco atletas y dos médicos, y en el apartamento 5 estaba Shmuel Lalkin, jefe de la delegación israelí, a quien los terroristas estaban ansiosos por capturar. Se ha destacado, por Groussard y otros, el hecho de que los
agentes de seguridad israelíes, que se sabía viajaban con el equipo, estaban, al parecer, ausentes de su apartamento (posiblemente el número 6) cuando se produjo
el ataque terrorista en Connollystrasse.
19
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 20
desigual del complejo residencial. Weinberger aprovechó la oportunidad para coger a un terrorista por la barbilla, fracturándole la
mandíbula, y golpearle hasta dejarle inconsciente. Pero otro terrorista le disparó inmediatamente varias veces al pecho y Weinberger fue
abatido.
El levantador de peso Yossef Romano, junto con su compañero
de equipo David Marc Berger, intentó abrirse paso a través de la
ventana de la cocina antes de que le ataran los terroristas. Al no lograrlo, cogió un cuchillo de la repisa y apuñaló a un terrorista en la
frente. Demasiado malherido para usar su arma, el árabe se retiró,
pero otro que venía tras él disparó una ráfaga completa con su Kalashnikov a escasísima distancia de Romano. El levantador de peso
cayó. Cuando los hombres empleados en el rescate intentaron, al
día siguiente, recoger su cadáver, se dice que lo encontraron partido por la cintura.
Pero Weinberger no había terminado su lucha. En vez de salir
reptando del apartamento 1, el entrenador de lucha se volvió para
hacer frente una vez más a los terroristas. Sorprendidos por la masa
ensangrentada que venía hacia ellos, los fedayin no dispararon en el
acto. Y Weinberger tuvo tiempo de golpear a uno y, empuñando un
cuchillo de cocina, de dar un corte a otro en el brazo antes de ser
mortalmente herido en la cabeza.
Eran ya alrededor de las cinco de la mañana. En la acción inicial,
que duró veinticinco minutos, los de Septiembre Negro habían matado a dos atletas israelíes y capturado a nueve. Dos habían escapado.
Los terroristas fracasaron en la localización en el edificio en que vivían otros ocho israelíes.
Durante esos veinticinco minutos de lucha, las autoridades de
seguridad de la Ciudad Olímpica, al parecer, sólo recibieron vagos
informes acerca de que había «algún jaleo» por el bloque 3 1 de la
Connollystrasse. Lo que no era totalmente sorprendente. La acción fue esporádica: gritos y ráfagas seguidos de períodos de silencio. Hubo gente que se despertó por el ruido, pero no lograron
identificarlo inmediatamente. Lo escucharon un rato, no oyeron
nada más y se volvieron a dormir. Los pocos que se habían levantado para ver lo que ocurría no se percataron de nada. En la Ciudad Olímpica pocas noches habían transcurrido sin festejos de
20
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 21
ese tipo. A menudo había petardos y bromas ruidosas. Para muchos de los vecinos de los israelíes, la acción terrorista parecía lo
mismo.
Por otra parte, un solo policía de seguridad de la Alemania Occidental, desarmado, estuvo investigando hacia las cuatro y cincuenta y cinco. Puso en funcionamiento su walkie-talkie y preguntó en
voz baja: «Was soll das heissen?» («¿Qué es todo esto?»), al terrorista
encapuchado que estaba frente al 31 de la Connollystrasse. El árabe
desapareció detrás de la puerta sin responderle.
Mientras tanto, los dos israelíes que habían logrado escapar dieron la verdadera alarma —uno desde el edificio que alojaba al equipo surcoreano y otro desde los alojamientos de los italianos—.
Durante la media hora siguiente, las autoridades recibieron las peticiones de los terroristas, que habían sido mecanografiadas en inglés en varios ejemplares. Los fedayin echaron también a la calle el
cadáver de Weinberger.
Las demandas eran la liberación de 234 prisioneros capturados
por «el régimen militar de Israel», cuyos nombres figuraban en las
listas escritas a máquina. Los terroristas incluían también a gente
detenida por el gobierno de Alemania Occidental, entre ellos los jefes de la banda Baader-Meinhof, Ulrike Meinhof y Andreas Baader,
que habían sido detenidos por la policía alemana en junio de ese
año. Los fedayin también querían tres aviones para que les llevaran
a «destino seguro» una vez que sus peticiones fueran aceptadas. Allí
soltarían a los atletas israelíes. El comunicado daba un plazo a las
autoridades hasta las nueve de la mañana para que cumplieran las exigencias de los palestinos. Pasado el cual ejecutarían a sus rehenes
«de inmediato y uno a uno».
Las negociaciones usuales prosiguieron. Funcionarios de alto
nivel de Alemania Occidental se ofrecieron a cambio de los rehenes
—gesto valiente por parte de personas como un ministro federal
y un bávaro, el alcalde de la Ciudad Olímpica, un antiguo alcalde y
el entonces comisario de policía de la ciudad de Múnich—. Pero los
fedayin no aceptaron el trato. El plazo se amplió hasta el mediodía.
Se dice que Willy Brandt, canciller de Alemania Occidental, habló
directamente con la primera ministra Golda Meir en una conversación telefónica de diez minutos. Con predecibles resultados. La ac21
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 22
titud de Israel en materia de terrorismo era bien conocida. No había trato. Ningún trato en cualquier circunstancia.
Aunque los alemanes no intentaron ejercer ninguna presión oficial sobre Israel, lo cierto es que consideraron la actitud del gobierno israelí innecesaria y peligrosamente inflexible. ¿Por qué no podían liberar, digamos, una docena de fedayin? ¿Por qué no permitían
que los terroristas salvaran algo la cara, renunciando a sus rehenes,
y salían de Múnich? Los alemanes, por su parte, estaban deseando
entregarles a Ulrike Meinhof y a Andreas Baader, y lo tuvieron en
cuenta al principio de las negociaciones.
Continuaron las conversaciones. El plazo fue ampliado hasta las
nueve de la noche. Los terroristas habían reducido sus peticiones a
un avión que les llevara a ellos y a sus rehenes a El Cairo. Dijeron
que allí, a menos que el gobierno israelí les entregara los prisioneros
palestinos, ejecutarían a los atletas. Eso también era una pequeña
concesión frente a la amenaza original de matar a los atletas allí
mismo si los fedayin no eran liberados antes de que despegaran de
Múnich.
A las ocho de la noche se llevaron alimentos a los terroristas y
sus rehenes. El canciller Brandt apareció en televisión para deplorar
el incidente y expresar su esperanza en una solución satisfactoria, y
también para exponer que los Juegos Olímpicos no serían clausurados, que era lo que había pedido el gobierno israelí para honrar la
memoria de los dos atletas asesinados. En opinión del canciller
Brandt, ello hubiera significado una victoria para los terroristas.
Era, ciertamente, una forma de ver las cosas, puesto que continuar
los Juegos Olímpicos, simbolizando supuestamente la hermandad y
la paz, como si los asesinos no hubieran hecho nada, podría considerarse fácilmente como un triunfo para el terrorismo. De cualquier
modo, las banderas de todos los países competidores ondearon, según se ordenó, a media asta por la tarde, hasta que una delegación
que representaba a diez países árabes protestó y los alemanes, dócilmente, volvieron a izar las banderas hasta la cima de los mástiles.
Alrededor de las diez y veinte de la noche dos helicópteros, con
destino al aeropuerto de Furstenfeldbruck, despegaron de un recinto de hierba cercano a la Ciudad Olímpica. Los nueve rehenes y los
ocho fedayin habían llegado a los helicópteros en una camioneta
22
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 23
Volkswagen. De todos modos, las autoridades de Alemania Occidental, con la plena conformidad del gobierno israelí, habían decidido que no permitirían a los terroristas volar hasta El Cairo con
sus rehenes, sin que hubiera ningún intento de tender una emboscada a los fedayin durante el traslado a los helicópteros. Retrospectivamente —aunque siempre es fácil mirar hacia atrás—, ello puede
haber significado que se perdiera la mejor oportunidad.
En el aeropuerto de Furstenfeldbruck, situado a veinticuatro kilómetros del centro de Múnich, los sucesos se desarrollaron rápidamente. Alrededor de las diez y treinta y cinco aterrizaron los helicópteros, uno llevando cuatro de los rehenes israelíes y el otro
transportando cinco. Los helicópteros tomaron tierra a menos de
cien metros de un reactor 727 que se había preparado ostentosamente para llevar a los árabes y sus rehenes israelíes cautivos hasta
El Cairo. Cuatro de los fedayin salieron de los helicópteros para inspeccionar el avión. Al cabo de cinco minutos —con poca luz y a una
gran distancia— cinco tiradores de élite alemanes abrieron fuego
sobre ellos.
Algunos de los terroristas fueron alcanzados; los demás respondieron haciendo fuego. Los cuatro miembros de la tripulación alemana de los helicópteros intentaron huir. Dos lo hicieron. Los otros
dos fueron alcanzados en el cruce de disparos y resultaron gravemente heridos. Los israelíes no pudieron hacer nada. Estaban sentados, y fuertemente atados y con los ojos vendados, en los helicópteros situados en la pista.
Tal vez sorprendentemente, los fedayin no les mataron de inmediato. Quizá pensaron que ello sería jugar su última carta. Pudieron
haber estado muy ocupados devolviendo los disparos de los tiradores de élite y tratando de evitar sus balas. Pudieron haber sentido repugnancia ante el hecho de tener que matar a nueve hombres obviamente indefensos: cierta inhibición animal que se sabe que está al
alcance de los más desesperados asesinos. Los fedayin también rechazaron despreciativamente varias ofertas alemanas para que se
entregaran, aun cuando debían saber que así salvarían sus vidas.
El intercambio de fuego duró casi setenta y cinco minutos. Alrededor de la medianoche, incapaces de desalojar a los terroristas
de debajo de los helicópteros, y siendo limitada su potencia de fue23
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 24
go que podía ser empleada debido a la presencia de los rehenes,
los alemanes decidieron lanzar un ataque con elementos a pie,
protegidos por seis vehículos blindados. Casi tan pronto como
empezó este ataque, uno de los terroristas lanzó una granada de
mano al interior del helicóptero en el que se hallaban cinco de los
israelíes. El helicóptero hizo explosión y se convirtió en una bola
de fuego. Al cabo de escasos segundos, otros dos terroristas dispararon, matándoles, contra el resto de los rehenes del segundo
helicóptero.
Irónicamente, si el ataque con los blindados se hubiera retrasado algunos minutos, Zeev Friedman, Yacov Springer, Eliezer Halfin
y el gigantesco Yossef Gutfreund podrían haber sobrevivido. Los
cuatro atletas israelíes se las hubieran arreglado para aflojar algo
sus ataduras —había marcas de dientes en los nudos de las gruesas
cuerdas que les mantenían atados a sus asientos— para que hubieran quedado libres y sorprendido a los dos terroristas del exterior
del helicóptero. Apenas se duda que los israelíes habrían tratado de
apoderarse de las armas de los fedayin y se hubieran liberado. Respecto a Amitzur Shapira, David Marc Berger, Andrei Spitzer, Mark
Slavin y Kehat Shorr, que se encontraban en el primer helicóptero,
era imposible decir lo que habrían hecho. Sus cuerpos quedaron
carbonizados e irreconocibles.
Dos de los cinco fedayin supervivientes siguieron luchando. La policía y las unidades de guardias fronterizos mataron a uno quince
minutos más tarde —el llamado Essafadi o «Issa», al que se le había
visto arrojar la granada de mano dentro del helicóptero—. Aproximadamente al mismo tiempo, los alemanes capturaron a un terrorista malherido llamado Badran. Otros dos, el-Denawi y «Samir»
Talafik, también fueron hechos prisioneros. No habían sido heridos, pues se hicieron pasar por muertos.
El último terrorista era un hombre delgado y que fumaba sin parar. Se llamaba Tony y le hubiera gustado que se refirieran a él
como «Guevara». Tal vez carecía de cualidades humanas, pero tenía valor. Tony3 siguió alternativamente luchando y eludiendo a los
3. Según algunas fuentes, el líder del grupo era Tony. Otros atribuyen este papel a Issa. Edgar O’Ballance (Language of Violence, Presidio Press, Novato, Cali-
24
Venganza 1
2/6/06
3:46 PM
Page 25
alemanes durante otra hora. Consiguió disparar al cuello de uno de
los guardias de fronteras. Finalmente fue acorralado y muerto a la
una y media de la madrugada. Todo había acabado.
Ese día continuaron los Juegos Olímpicos. Y ese año la Unión
Soviética ganó cincuenta medallas de oro. Estados Unidos terminó
en segundo lugar con treinta y cinco.
fornia, 1979) relata su real identidad como la de Mohammed Massalhad, un arquitecto que trabajó en la construcción de la Ciudad Olímpica y que había sido
enviado desde Libia debido a su familiaridad con el lugar. O’Ballance cita al periódico árabe An Nahar que atribuye el lanzamiento de la granada de mano a Badran y no a Issa, y los disparos a los rehenes en el otro helicóptero a el-Denawi
(op. cit., p. 124). Como O’Ballance indica, la exacta secuencia de los sucesos así
como la identidad completa de todos los terroristas es muy difícil de establecer.
25
Descargar