irrupción de lo nuevo en la iglesia

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IGLESIA
IRRUPCIÓN DE LO NUEVO
EN LA IGLESIA
JUAN BAUTISTA METZ
Con ocasión de la entrega del título de Doctor "Honoris
Causa" con que la Facultad de Teología de la Universidad
de Münster (Alemania), rindió homenaje al cardenal de
Sao Paulo, Dom Paulo Evaristo Arns,. el teólogo alemán
Juan Bautista Metz pronunció un discurso apuntando a
aspectos peculiares de la eclesiología en el Tercer Mundo.
La Iglesia católica no "tiene" ya pura y simplemente una
Iglesia en el Tercer Mundo, sino que "es" al mismo
tiempo una Iglesia del Tercer Mundo con una historia de
origen europeo-occidental. Ella está en camino de un
cambio, pasando de una Iglesia europea y norteamericana
más o menos monocéntricas, bajo el punto de vista cultural,
a una Iglesia mundial culturalmente poiicéntrica.
Este articulo fue publicado primeramente en el
diario alemán Süddeutsche Zeltung (9-10 de abril de 1983)
y luego en la revista brasileña Servico de documentado,
vol. 16, julio-agosto 1983.
Siguiendo la intuición de establecer una clasificación teológica
de la transición, a ejemplo de
Karl Rahner, desearía proponer
una división de la historia de la
Iglesia en tres épocas:
• Época del cristianismo judaizante, que corresponde a un espacio de tiempo relativamente
corto, pero de fundamental importancia para la identidad histónco-íeológica de la Iglesia.
• La época, cronológicamente
harto más larga en el contexto de
una cultura, del cristianismo entre los gentiles, es decir, el período de su desarrollo en el mundo del helenismo y de la cultura y
civilización conexas con él hasta
nuestros días.
• Finalmente, la época de una
Iglesia cuyas raices se desparraman por el vasto mundo.
la Iglesia universal sólo puede
ser imaginada hacia una eclesialidad culturalmente pol ¡céntrica.
En esta Iglesia de dimensiones
realmente mundiales, comienza
a revelarse, por primera vez en
forma dramática, lo que fue previsto en aquel mandato apostólico que los Hechos de los Apóstoles, la primera historia eclesiástica del cristianismo, nos transmitieron: "Seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra" (Hechos. 1,8). En este sentido, tal
vez, se pueda caracterizar al último Concilio Vaticano como el
concilio de esta transición, como
el último concilio europeo-occidental, en el cual -tanto en su
composición, en algunos objetivos de reforma, como también en
algunos pasajes de sus pronunciamientos doctrinales- ya se
perfila una Iglesia mundial policéntrica.
Lazos que permanecen
Salvo error de mi parte, pienso
que hoy nos encontramos en esta época de transición. Está ocurriendo el cambio de una eclesialidad europeo-occidental en que
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En esta hipótesis respecto a la
historia de la Iglesia debo presuponer, ciertamente, muchos aspectos que no estoy en condicio-
nes de discutir ni de probar ahora. Por ejemplo, la real existencia
de un policentrismo cultural, cuya
aparición está ya corrompida por
aquella europeización del mundo
que acostumbramos a llamar
civilización técnica o tecnológica.
Este policentrismo cultural es la
expresión, en consecuencia, de
la creatividad mundial de racionalidad occidental que. como nos
quieren hacer creer los tecnocratas de todos los pelajes, está implantada más ampliamente en la
política, historia y antropología
de Europa. Si de esta manera, la
diagnosis del cuadro que acabamos de presentar no fuera errada, entonces tal cambio traería
consecuencias ampliamente envolventes tanto para la situación
teológico-eclesial de la Iglesia del
Tercer Mundo como también para la relación de la eclesialidad
europea y para la teología del
Tercer Mundo.
Echemos un vistazo rápido sobre la situación teológico-eclesial
del Tercer Mundo y más especialmente sobre la Iglesia latinoamericana. En América latina hoy
se está dando una lucha apasionada en torno al camino de la
Iglesia, que alcanza profundamente incluso a las conferencias
episcopales y se refleja en ellas.
Desearía abordar estos conflictos a la luz de los procesos
eclesiales más genéricos que
acabamos de esbozar; a la luz,
por lo tanto, de la así llamada
transición de la época. Dentro de
este enfoque, en estas discusiones eclesiológicas internas, no
se trata en principio de la oposición que existe entre ei planteamiento de algunos ortodoxos
empeñados celosa e irreductiblemente en conservar las tradiciones de la Iglesia por una parte y
por otra, una Iglesia de la liberación, más o menos camuflada de
MENSAJE N°324. NOVIEMBRE 19S3
IGLESIA
herejía y supuestamente influenciada por ideologías políticas extranjeras. Se trata mas bien del
reflejo de aquella dolorosa transición de una Iglesia eurocéntrica
a una Iglesia mundial basada en
centros culturales diferentes. En
mi perspectiva considero precisamente a aquellos que en su inmovilidad se juzgan particularmente ortodoxos y fieles a la Iglesia, corriendo con ello el peligro
de defender, no tanto a la Iglesia
mesiánica original, como a la
Iglesia cuituralmente monocéntrica de occidente, con lo que traicionan el compromiso trasmitido
en la memoria general de la Iglesia.
En primer lugar, la historia de
la Iglesia europea cuituralmente
monocéntríca es una parte esencial y permanente de la historia
original de una Iglesia mundial
con diversos centros culturales.
El período cuasi bimilenario de la
historia de la Iglesia europea posee su verdad incuestionable, fa
cual, con certeza en la perspectiva de una situación de la Iglesia
policéntrica mundial deberá ser
mantenida constantemente.
Bajo otro punto de vista la Iglesia europea está ligada a esta
Iglesia mundial policéntrica en
desarrollo a través de una larga y
constante historia de pecado.
Conservamos esa historia hoy de
varios modos, con todo tipo de
reflejos defensivos en relación a
la vida. Talvez sea por esto que
con la ayuda de un cierto provincianismo estratégico procuramos
mantener nuestra propia vida
eclesial y política apartada de un
contexto de dependencias globales. Apelando al uso rutinario de
la categoría "desarrollo", hablamos, por ejemplo, en forma indiscriminada de los pueblos y las
culturas subdesarrolladas del
Tercer Mundo, aunque si las consideramos mejor no es raro que
sean culturas reprimidas o aun
destruidas por el expansionismo
europeo. Con relación a los países del Tercer Mundo, preferimos hablar de ellos no como de
nuestras victimas, sino más bien
como de nuestros socios poco
desarrollados. La construcción
del nuevo policentrismo cultural
de la Iglesia en dimensión mun-
MENSAJE N° 324. NOVIEMBRE 1933
Eiita Irrupción reformadora «n la Iglaeta es obra de pequemos profetas, de la
irrupción maalánica d * toa I
dial nos enseñará a juzgarnos
tanto a nosotros mismos, como a
nuestra historia, con los ojos de
nuestra propia víctima. No necesito describir aquí en detalle la
oscura retrospectiva de la historia europea, el colonialismo cultural y comercial y el colonialismo
religioso. El pasado colonialista
de la historia europea no puede
ser olvidado, aunque el discurso
al respecto se haya desviado
ocasionalmente hacia el estereotipo. La verdad histórica no puede salvarse solamente en la banalidad de un cliché, apelando a
una forma estereotipada de la
doctrina cristiana. Querría señalar aquí lo que a mi entender representa la última y talvez mortal
forma de colonialismo europeo
como es la tentativa, cada vez
más amplia {en los círculos eclesiales y políticos) de proyectar indiscriminadamente el conflicto
europeo Este-Oeste hacia el Tercer Mundo.
El tercer aspecto, finalmente,
es que la eclesialidad europeooccidental está ligada a las iglesias del Tercer Mundo -esto, a
mi modo de ver- a través de una
historia eclesial de irrupción, en
cierta manera, por medio de una
nueva historia de reforma. En su
centro no se encuentra la eclesial idad europea, sino aquella del
Tercer Mundo. Ciertamente esta
irrupción reformadora en la Iglesia, esta "revolución interna de la
Iglesia", como la denomina un
obispo latinoamericano, no es
propiamente obra de un gran
guía único en la Iglesia, obra de
un único gran profeta reformador.
Ella es, ante todo, la obra de pequeños profetas, de la irrupción
mesiánica de las bases. Ella necesita sobre todo, con miras a la
unidad y a la constitución de
nuestra Iglesia, de la lealtad y
asistencia de los portadores del
ministerio eclesial. Esta irrupción está ligada en su carisma
con el destino global de la Iglesia
y se articula en la sucesión apostólica.
Desearía llamar a esta irrupción "reformadora", porque puede ser relacionada con la totalidad de la Iglesia y, finalmente
con el cristianismo global, y también porque puede especialmente orientar la herencia de la crisis
de eclesialidad europeo-occidental hacia una nueva luz.
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IGLESIA
Asi, por ejemplo, la reciente
división de las iglesias aparece,
en la perspectiva de una Igíesia
mundial culturalmente policóntrica, en primer lugar como un
destino interno europeo del cristianismo. No pierde importancia a
causa de esto; al contrario, talvez
se fortalezca, precisamente en
virtud de las nuevas prioridades
del ecumenismo. La superación
de una imagen de Iglesia que tiene a Europa como centro puede
¡ndirectamenle reaproximar también de nuevo a las historias de
las iglesias europeas y llevarlas a
una nueva unidad.
El dilema del catolicismo
Antes que nada, los católicos
no debemos olvidar lo siguiente:
existe actualmente una especie
de dilema europeo del catolicismo. La iglesia católica conduce la
historia europea actual de una
forma más o menos defensiva.
Ella no se ocupó de manera propiamente productiva en relación
a la así llamada historia moderna
de la libertad, en especial en lo
tocante a los procesos del iluminismo burgués sino que tomó, en
la mayoría de los casos, una
posición contraria. Los así llamados tiempos católicos en el contexto de la historia europea más
reciente, ¿no fueron siempre
tiempos de "contra"? ¿Los tiempos de la contra-reforma, del
contra-iluminismo, de la contrarevolución, los tiempos de la
restauración política y del romanticismo? Con certeza, se puede y
se debe ver en esto también mucha sensibilidad en lo tocante a
las contradicciones internas y a
las angustias de esta historia
europea de libertad, un vestigio
latente por su dialéctica interna.
¿Quién podría dejar de reconocer ahí también omisiones históricas que hicieron tan difíciles
para nosotros, los católicos, la
conjugación entre la gracia y la
libertad? La superación de este
impasse católico en la situación
futura europea, a mi entender, se
proyecta por encima dei espacio
mono-cultural de la eclesialidad
europeo-occidental, en dirección
a una Iglesia mundial que, -como
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expresó repetidas veces el cardenal brasileño Dom Paulo Evaristo Arns- enseña a invocar y
presentar la gracia de Dios como
liberación total de los hombres y
que está preparada para pagar el
precio por esta conjugación histórica de gracia y libertad.
La Iglesia del Tercer Mundo
nos envia tres impulsos reformadores que con certeza no conseguiríamos recibir ni asumir, si
los subordinásemos a las concepciones que nos son transmitidas y no rara vez desvirtuadas.
Estos impulsos están relacionados con una nueva unidad de
Redención y experiencia de la
liberación; con una sociedad
eclesial que contenga en sí misma una nueva forma de relacionarse (ciertamente no libre del
conflicto entre la religión y la
política) que entiende su experiencia cristiana fundamental como una mística política de resistencia contra los ídolos y los demonios de un mundo humano no
redimido y maldito.
Aquí el Evangelio penetra de
una nueva forma en la vida, de
modo que muchos se apartan de
él. Para citar el último mensaje
de Navidad del cardenal Arns, lo
que se busca en esla irrupción es
el resplandor de la nueva ciudad
de Dios entre los hombres, una
representación de la polis mesiáníca.
Se podría decir que tales impulsos no pueden ser trasmitidos
a nuestro mundo moderno, altamente complejo, Ahora bien, nadie eslá hablando de "trasmisión". Se habla más bien de
una asimilación productiva en el
ámbito del aprendizaje de una
Iglesia mundial. Entretanto, para
ubicarnos en un sentido más
teológico, esta aplicación del
Evangelio ¿no es, en todo caso,
demasiado inmediatista, por así
decirlo, demasiado ingenua, demasiado simplificadora en relación a nosotros mismos y, en lo
tocante a la extrema imprevisíbilídad de la situación actual, altamente compleja?
El precio de la gracia
Lo que veo de positivo en esta irrupción no es una inmediatez
negativa, sino una nueva forma
de hermenéutica (doctrina dei conocimiento) poco confiable para
nosotros aquí en la Tierra. La llamo una "hermenéutica del peligro '. El relámpago del peligro recorre todo entero el paisaje biblico, particularmente la cena
neoteslamentaria. Peligro y amenaza pasan por todos los pronunciamientos del Nuevo Testamento. Con relación a los sinópticos:
las narraciones de los acontecimientos no son reconocidamente
historias de diversiones ni instructivas, sino historias amenazantes, historias peligrosas. Leemos en Juan: "Si el mundo os
odia, sabed que me odió a mí antes que a vosotros... acordaos de
lo que os dije: El siervo no es mayor que su Señor. Si me persiguieron, también a vosotros han
de perseguir... (15, 18 ss). Y en
San Pablo: De mil maneras somos atribulados pero no nos desanimamos. Vivimos perplejos,
pero no desesperamos, perseguidos pero no desamparados"
(2 Cor, 4, 8 ss).
¿Qué entenderíamos del Nuevo Testamento si en nuestra
exégesis pretendiésemos esconder sistemáticamente la presencia del peligro? En cuanto a
esto, ¿quién seria el ingenuo?
¿Quién estaría engañando a
quién?
La hermenéutica del peligro,
que pude observar en estas
irrupciones reformadoras, en la
realidad es simplificadora: La
praxis está en relación con la
teoria, ía mística con la lógica, la
dificultad y el sufrimiento se relacionan con la experiencia de la
gracia y del espíritu. Esta hermenéutica guía y presiona el
cristianismo a la unidad, actúa retroactivamente sobre lo esencial,
sobre aquello que en nuestra
descripción definimos como "lo
específicamente cristiano".
¿Quién podría menospreciar
teológicamente semejante reducción? Para mí, ella dice respeto a la irrupción de una señal
reformadora. Así la veo llegar en
nuestro rumbo, como irrupción
dentro de una Iglesia mundial, teniendo su centro de partida en
las iglesias del Tercer Mundo.•
MENSAJE N°32'l l NOVIEMBRE 1983
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