Qué pasa, Little Havana - Kimberly Green Latin American and

Anuncio
Jorge Duany
“Qué pasa, Little Havana”:
Los paisajes transnacionales de la diáspora cubana en Miami
Universidad Internacional de la Florida ([email protected])
Desde el año 1959 hasta el 2013, el gobierno de Estados Unidos admitió legalmente a más de 1.3
millones de cubanos (U.S. Citizenship and Immigration Services). Durante el mismo período,
alrededor de 300,000 cubanos se mudaron a España, Puerto Rico, Venezuela, México y otros países
latinoamericanos y caribeños, así como a Canadá y varias naciones europeas como Alemania, Italia
y Francia (véase Aja Díaz / López Callejas Hiort-Lorenzen). Hoy en día, por lo menos el 17 por
ciento de toda la población de origen cubano reside fuera de la isla, principalmente en Estados
Unidos, donde viven más de dos millones de personas de ascendencia cubana (U.S. Census
Bureau). Tales estadísticas corroboran que el éxodo cubano postrevolucionario ha sido uno de los
más voluminosos y dilatados en la historia reciente.
El desplazamiento masivo de refugiados cubanos ha llamado la atención de investigadores
académicos, periodistas y formuladores de políticas, particularmente en el contexto de las
prolongadas tensiones entre Cuba y Estados Unidos, aun después de la Guerra Fría. Hasta hace
poco, el término más común para referirse al éxodo posterior a la Revolución Cubana era el de
“exilio” (ligado a la categoría legal de “refugiado”). Esta caracterización se aplicó sobre todo al
llamado “Exilio Histórico” (1959–62) y en menor medida los “Vuelos de la Libertad” (1965–73).
En ambas fases del proceso migratorio cubano, predominaron las personas con un trasfondo de
clase media y alta, de origen europeo, creyentes en la religión católica y opositoras al régimen de
Fidel Castro (véase Fagen / Brody / O’Leary; Portes / Clark / Bach). Los miembros de estas
primeras oleadas migratorias frecuentemente perdieron sus vínculos familiares con la isla y no
pudieron visitar a su país de origen hasta finales de la década de 1970. En esa época, el exilio
usualmente significaba una ruptura sin retorno al país natal.
En las últimas dos décadas, la idea de una “diáspora” ha venido difundiéndose —tanto en círculos
intelectuales como fuera de ellos— para aludir a la creciente dispersión de los cubanos, así como
su cambiante perfil socioeconómico y sus motivaciones heterogéneas para salir de la isla (véase
Behar / Suárez; Berg; Duany, Un pueblo disperso; Herrrera, Cuba, ReMembering Cuba). Aunque
la mayoría de los emigrados recientes discrepa de las ideas socialistas de las autoridades cubanas,
el grado de militancia anticastrista parece haber disminuido entre las últimas oleadas migratorias
en comparación con las dos camadas iniciales. Más aún, los emigrados después de 1994 tienden a
favorecer el levantamiento del embargo estadounidense a Cuba y el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, así como a cultivar lazos más estrechos con sus
parientes en la isla que sus predecesores (Grenier / Gladwin).
Hoy en día, muchos cubanos residentes en el exterior pueden considerarse migrantes
“transnacionales” en tanto conservan fuertes nexos sociales, económicos, culturales y emocionales
con su país de origen. Gran parte de los emigrados más recientes (especialmente desde la década
de 1990) ha adoptado prácticas transnacionales como llamar regularmente por teléfono a sus
parientes en Cuba, viajar frecuentemente a la isla y enviar remesas, aunque en una escala menor a
otros grupos latinos en Estados Unidos, como los dominicanos y mexicanos (Blue; Duany, Blurred
Borders; Eckstein). La ausencia de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos desde
1961, junto a la tradicional hostilidad entre el gobierno cubano y la diáspora, ayudan a explicar
esta situación peculiar.
Hasta la fecha, es mucho más difícil sostener lazos transnacionales para los cubanos que para otros
inmigrantes. Entre las barreras al desarrollo del transnacionalismo cubano se destacan el embargo
estadounidense a Cuba, el alto costo económico y emocional de viajar a la isla y las fisuras
ideológicas entre cubanos residentes en la isla y en el exterior. No obstante, desde finales de la
década de 1980, los contactos sociales y económicos entre cubanos dentro y fuera de la isla han
reforzado las redes de parentesco transnacional. La diferencia básica entre los cubanos y otras
comunidades transnacionales es el arraigado antagonismo entre los exiliados y el régimen de Fidel
y Raúl Castro. Además, los cubanos exiliados no pueden participar en el sistema político y
económico de su país de origen, como suelen hacerlo muchos otros emigrados (Prieto; Torres). Sin
embargo, la reforma de las leyes migratorias en Cuba, puesta en vigor el 14 de enero de 2013, ha
facilitado una mayor circulación de personas entre la isla y la diáspora.1 Más aún, la restauración
de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, anunciada el 17 de diciembre de 2014,
probablemente intensificará los lazos transnacionales entre los dos países.
En el resto de este trabajo, me propongo reseñar la transformación del paisaje físico y cultural de
Miami por sus habitantes cubanos. Comenzaré por sintetizar los principales patrones de
asentamiento de los cubanos en Estados Unidos, especialmente en el sur de la Florida y sobre todo
en la Pequeña Habana, un vecindario que ocuparon muchos exiliados a partir de 1959. Luego
trazaré las coordenadas geográficas y económicas del enclave cubano en Miami, como preámbulo
para analizar algunos espacios transnacionales que vinculan simbólicamente a los emigrados
cubanos con su pasado y su país de origen. En particular, me interesa evaluar el impacto de esas
prácticas espaciales en las identidades culturales de la diáspora cubana. En general, argumentaré
que muchos cubanos residentes fuera de la isla —especialmente en Miami— se aferran a la idea
1
El Decreto-Ley no. 302, aprobado por el gobierno cubano el 16 de octubre de 2012, derogó la ley que confiscaba
las propiedades de las personas que “abandonaban” definitivamente el país; extendió a 24 meses el período de
residencia en el exterior de los ciudadanos cubanos antes de considerarlos emigrantes y eliminó el requisito de una
carta de invitación para viajar a otros países, entre otras medidas (Ministerio de Justicia).
de una nación que desborda las fronteras territoriales y no se circunscribe al actual Estado
socialista, al que se opone la mayoría de ellos.
El enclave cubano de Miami
El grueso del éxodo cubano después de la Revolución de 1959 se ha dirigido hacia Estados Unidos
(o “la Yuma”, como se le apoda afectuosamente en la isla). Dentro de este país, los cubanos se han
apiñado en un puñado de estados y ciudades, fundamentalmente en el sur de la Florida (véase la
Figura 1). La inmensa mayoría se ha asentado en el área metropolitana de Miami, seguida de Nueva
York, Tampa, Los Ángeles y Orlando (Figura 2). Por décadas, Miami ha tenido más habitantes
cubanos que Santiago, la segunda ciudad más poblada de Cuba. Fuera de Miami, las ciudades
adyacentes de West New York-Union City en Nueva Jersey solían ser el segundo núcleo cubano
en Estados Unidos, pero esta área ha perdido recientemente su peso demográfico dentro de la
diáspora (Prieto 35–36). Además, un número decreciente de cubanos (alrededor de 11,000) vive en
el área metropolitana de San Juan, Puerto Rico. Últimamente se han ampliado las comunidades
cubanas en Madrid, Caracas y Ciudad de México, pero hasta ahora se ha publicado relativamente
poco sobre ellas.2
Figura 1: Principales estados de residencia de los cubanos en Estados Unidos, 2013.
2
Sobre los cubanos en Puerto Rico, véase Cobas / Duany; para estudios de caso de los cubanos en España, Venezuela
y México, véase Behar / Suárez; Berg; Herrera, Cuba.
17%
3%
4%
4%
5%
Florida
California
67%
Nueva Jersey
Nueva York
Texas
Otros estados
Fuente: U.S. Census Bureau.
Figura 2: Principales áreas metropolitanas con residentes de origen cubano en Estados
Unidos, 2013 (miles de personas).
Miami-Ft. Lauderdale-Pompano Beach, FL
Nueva York-Newark-Jersey City, NJ
Tampa-St. Petersburg-Clearwater, FL
Los Angeles-Long Beach-Anaheim, CA
Orlando-Kissimmee-Sanford, FL
0
500
1,000
1,500
Fuente: U.S. Census Bureau.
Con casi 924,000 habitantes de origen cubano en el 2013, el condado de Miami Dade (que contiene
a la ciudad de Miami) en la Florida es indiscutiblemente la capital del exilio cubano. Dentro del
condado se destacan dos ejes residenciales de la población de ascendencia cubana: la ciudad de
Hialeah al norte del condado y el área de Kendall en el suroeste (véase la Figura 3). No obstante,
el núcleo tradicional de la comunidad cubanoamericana es la Pequeña Habana, un barrio céntrico
de Miami. Desde ese asentamiento fundacional, los cubanos se fueron desparramando
principalmente hacia Hialeah y hacia los suburbios adyacentes de Fontainebleau, Sweetwater,
Westchester y Kendall, conocidos popularmente como “La sagüesera” (por la pronunciación
cubana del inglés Southwest).
Figura 3: Patrones de asentamiento de los cubanos en el área metropolitana de Miami,
2010.
Fuente: Southeast Florida Culture Map.
Los cubanos en Miami han formado varias comunidades compactas que se resisten a la dispersión
física y cultural. Como resultado, se han segregado de otros grupos étnicos y raciales como los
afroamericanos, haitianos, judíos y otros latinos como los mexicanos y puertorriqueños (véase
Aranda / Hughes / Sabogal 208–16; Boswell, “Cuban Americans” 159–60, The Cubanization and
Hispanization 20–22; Southeast Florida Culture Map). Kenneth Wilson y Alejandro Portes (302–
4) atribuyen la segregación residencial de los cubanos en Miami al auge de una economía de
enclave, con su conglomerado de propietarios cubanos, que prefieren emplear a sus compatriotas
y suplen principalmente las necesidades de la comunidad inmigrante. Portes y sus colegas han
definido al enclave como una concentración espacial de vecindarios y negocios étnicos con una
gran variedad de actividades económicas y un mercado étnico que compite con la economía
dominante del área (Portes / Jensen; Portes / Manning).
Según Portes y Puhrman (130–31), el enclave cubano de Miami se ha expandido dramáticamente
durante las últimas cinco décadas, aunque se ha “bifurcado” desde la década de 1980.3 A principios
de los años sesenta, muchos exiliados establecieron pequeños negocios con la ayuda de “préstamos
de reputación”, otorgados por funcionarios bancarios conocidos en Cuba antes de la Revolución.
Adicionalmente, numerosos cubanos se beneficiaron de los préstamos federales de la
Administración de Pequeñas Empresas (SBA, por sus siglas en inglés). En 1967, Miami apenas
contaba con 919 negocios cubanos. Diez años después, los cubanos eran dueños de 7,336 negocios
en el área de Miami-Hialeah, la mayoría de ellos en los servicios, el comercio al por menor y la
construcción. Los cubanos poseían 72,369 empresas en el área metropolitana de Miami para 1997
(Díaz-Briquets 98). Los negocios de propiedad cubana en el área de Miami-Fort Lauderdale-
3
Según Portes y Puhrman, a partir del éxodo del Mariel de 1980, la población cubanoamericana se ha escindido
entre los exiliados de las primeras dos oleadas migratorias y sus descendientes, con sus mayores niveles de ingreso,
ocupación y escolaridad, y los llegados en las últimas tres décadas, con un perfil socioeconómico menos aventajado.
Pompano Beach ascendían a 143,131 en 2007, contribuyendo a la mayor concentración de negocios
hispanos en Estados Unidos, por encima de Los Ángeles y Nueva York (U.S. Census Bureau).
Aunque el activismo político del enclave cubano sigue enfocado en Cuba, muestra un creciente
interés en Estados Unidos. Menos de la mitad de los residentes cubanos de Miami se habían hecho
ciudadanos estadounidenses en 1978, por lo que ocupaban pocos puestos electivos y carecían de
poder de regateo pese a su relevancia numérica en la ciudad. Para el año 2013, el 58.1 por ciento
de los habitantes de Miami nacidos en Cuba eran ciudadanos estadounidenses (U.S. Census
Bureau). Una vez inscritos para votar, los cubanoamericanos tradicionalmente favorecen al Partido
Republicano y su ideología conservadora, particularmente su postura de línea dura hacia Cuba,
pero esta tendencia se ha reducido gradualmente (Grenier). En las últimas tres décadas, los
cubanoamericanos se han organizado eficazmente como grupo de presión para defender sus
intereses en la sociedad estadounidense. Como resultado, su presencia se ha hecho sentir
claramente en la política local, estatal y nacional. El Congreso de Estados Unidos actualmente tiene
siete legisladores de origen cubano, incluyendo tres representantes y un senador provenientes del
sur de la Florida.
Las prácticas espaciales transnacionales de los cubanos en Miami
En Miami, numerosos vecindarios cubanos se mantienen apegados culturalmente a la isla mediante
prácticas espaciales como rebautizar calles y escuelas, establecer negocios con los mismos nombres
que en el país de origen, redecorar espacios interiores y exteriores, organizar asociaciones
regionales y celebrar festivales y otros eventos públicos basados en tradiciones cubanas como el
Festival de la Calle Ocho y Cuba Nostalgia. Por ejemplo, los cubanos han designado varias calles
de Miami en honor a los venerados patriotas José Martí y Antonio Maceo, al líder exiliado Jorge
Mas Canosa, al grupo musical Miami Sound Machine y al cantante Willy Chirino. Más aún, la
cultura cubanoamericana en Miami ha florecido a través de múltiples instituciones, tales como
medios de comunicación en español, clubes sociales, escuelas privadas, iglesias, organizaciones
políticas y otras asociaciones voluntarias. En ningún otro lugar de Estados Unidos puede un cubano
emigrado sentirse tan “en casa” como en Miami (Pérez Firmat 7–19).
El corazón de la Pequeña Habana es la Calle Ocho, una vía comercial que atraviesa el vecindario
de este a oeste por unas cuatro millas cuadradas al suroeste del distrito comercial central de Miami
(véase Boswell / Curtis; Feldman / Jolivet; Grenier / Moebius; Price). Para mediados de la década
de 1950, esta zona se había deteriorado y contenía numerosas tiendas vacantes y viviendas de bajo
costo. Los barrios urbanos conocidos originalmente como Riverside y Shenandoah se
transfiguraron con la llegada de miles de refugiados cubanos en las décadas de 1960 y 1970. El
actual vecindario de la Pequeña Habana conjuga elementos visuales del repertorio cultural cubano
y estadounidense, así como de otras tradiciones latinoamericanas. Uno de los estilos
arquitectónicos comunes en el barrio hasta hace poco fue el de los bungalows (pequeñas casas de
madera de una planta), con algunos ejemplares construidos durante la década de 1920. Con el
influjo masivo de refugiados cubanos a Miami desde 1959, proliferaron los motivos decorativos
hispánicos y mediterráneos, como el uso de tejas, arcos, rejas, pórticos y balcones de las casas.
El indicador paisajístico más conspicuo de la influencia cubana en la Pequeña Habana son los
nichos religiosos en los patios delanteros de las casas, usualmente cerca de las aceras (Curtis 31–
32). Tanto los devotos católicos como los practicantes de la “santería” (la Regla de Ocha, una de
las principales religiones afrocubanas) han erigido cientos de santuarios familiares, que fluctúan
entre dos y diez pies de altura y dos y seis pies de ancho (véase la Figura 4). Tales nichos suelen
construirse para cumplir una promesa religiosa a un santo católico, en agradecimiento por un favor
concedido. Según James Curtis, los nichos siempre incluyen una estatua de uno de los santos
preferidos por los cubanos: Santa Bárbara, la Virgen de la Caridad del Cobre y San Lázaro. Estas
figuras usualmente están rodeadas de ofrendas de flores, velas, hierbas, piedras y agua.
Figura 4: Nicho familiar en la Pequeña Habana.
Fuente: Bucuvalas.
El punto focal del espacio público en la Pequeña Habana es el Parque Máximo Gómez (también
conocido como Domino Park), localizado en la Calle Ocho y la Avenida 15 del Suroeste. El nombre
del parque conmemora a uno de los dirigentes de la Guerra de los Diez Años (1868–78) de Cuba
contra España. (Hasta 1987 se le conoció como Parque Antonio Maceo.) Allí se reúnen
regularmente cubanos de edad avanzada a jugar dominó y a recordar la “Cuba del ayer” (Grenier /
Moebius 77–78; Whaley / Paul-Ward 23–25). Otro eje simbólico del vecindario es la Plaza
Memorial Cubana, en la Calle 8 y la Avenida 13 del Suroeste, con su monumento a los “mártires”
de la Brigada 2506 que fallecieron durante la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en 1961. A
lo largo de las calles Ocho y Flagler se concentran las empresas comerciales, particularmente
restaurantes, cafeterías y bodegas (supermercados) especializadas en productos alimenticios
favorecidos por la población cubana, tales como café, pastelitos, sándwiches, frutas frescas, batidos
y jugos tropicales.
Uno de los íconos de la Pequeña Habana es el popular restaurante Versailles, ubicado en la Calle
Ocho y la Avenida 35 del Suroeste (Figura 5). Allí se congregan los cubanos no solo para comer y
tomar café, sino también para debatir el futuro de Cuba. Igualmente, es uno de los lugares
preferidos por los candidatos a presidentes, gobernadores, legisladores, alcaldes y comisionados,
para fotografiarse y apelar al voto cubanoamericano, especialmente durante períodos eleccionarios.
A su vez, los medios de comunicación frecuentan el restaurante para tomar el pulso de la
comunidad cubanoamericana.
Figura 5: El restaurante Versailles en Miami.
Fuente: Versailles Restaurant.
En las últimas tres décadas, la población de la Pequeña Habana se ha diversificado notablemente
en sus orígenes nacionales. Otros grupos de inmigrantes latinoamericanos —mayormente
nicaragüenses, hondureños y colombianos— se han asentado en la zona. Para el año 2000, solo el
47 por ciento de los habitantes de la Pequeña Habana era de origen cubano (Price 97, n. 1). Según
el censo de 2010, la proporción de cubanos ascendía al 49.3 por ciento de la población de la zona.
Uno de cada cuatro residentes actualmente es de origen centroamericano (U.S. Census Bureau).
Tales datos demográficos han llevado a algunos periodistas a plantear que la Pequeña Habana se
está convirtiendo en una “Pequeña Latinoamérica” (Urdaneta). No obstante, el área conserva una
atmósfera cultural predominantemente cubana y la mayoría de los establecimientos comerciales
sigue en manos de cubanos. Más aún, los cubanoamericanos controlan la mayor parte de los puestos
políticos electorales y las organizaciones comunitarias del vecindario (Feldman / Jolivet).
Murales diaspóricos
Otro espacio diaspórico por excelencia —aunque no ubicado en la Pequeña Habana— es la Ermita
de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba conocida cariñosamente como “Cachita”. Localizado
en Coconut Grove al sureste de la ciudad de Miami, este santuario encarna la identidad cultural de
los cubanos católicos en la diáspora (véase la Figura 6.). Según Thomas Tweed (3), la ermita es
uno de los lugares más sagrados de la comunidad cubanoamericana. Construido en 1973 y
orientado geográficamente hacia Cuba desde la Bahía de Biscayne, el santuario acoge anualmente
a miles de devotos a la Virgen de la Caridad, mayormente refugiados cubanos católicos, blancos y
de clase media. Tweed demuestra que la ermita ha contribuido a preservar las memorias colectivas
del pueblo cubano desplazado en Estados Unidos, aglutinando símbolos patrióticos y religiosos
como la Virgen, la bandera cubana y las estatuas de José Martí y Félix Varela. Sobre todo, la
identidad nacional de los cubanos se plasma en el mural detrás del altar, que analizaré a
continuación.
Figura 6: La Ermita de la Caridad del Cobre en Miami.
Fuente: El Nuevo Herald, “La Ermita de la Caridad”.
El espacio interior de la Ermita de la Caridad está dominado por un mural de 747 pies cuadrados,
ejecutado por el pintor autodidacta cubano Teok Carrasco (véase El Nuevo Herald, “Multimedia”;
Tweed 107–10). La obra, diseñada en forma cónica como la misma ermita, representa a 63 figuras
sobresalientes en la historia religiosa y política de Cuba, incluyendo a sacerdotes, obispos,
presidentes, patriotas y escritores, desde la llegada de Cristóbal Colón a la isla en 1492 hasta el
éxodo de los balseros cubanos a Estados Unidos en 1994. La imagen central es la de la Virgen de
la Caridad; a su lado se encuentra un retrato de José Martí. Esta asociación visual subraya el vínculo
entre la religión católica y la identidad nacional de los cubanos. Un poco más arriba aparece el
padre Félix Varela, quien vivió y murió exiliado en Estados Unidos durante la primera mitad del
siglo XIX. En la parte superior del mural, dos ángeles elevan una bandera cubana al cielo.
La historia narrada en el mural de la ermita es sumamente selectiva. Por ejemplo, el artista no se
detiene en las secuelas de la conquista, colonización y evangelización española de Cuba, ni en la
esclavitud africana, ni en la dictadura de Fulgencio Batista y mucho menos en el período posterior
a la Revolución Cubana de 1959, encabezada por Fidel Castro. Los antecedentes indígenas de la
nacionalidad cubana se relegan a la escena inicial de la colonización española, mientras la presencia
negra se limita a uno de los tripulantes de la legendaria canoa a la que se le apareció la Virgen en
la Bahía de Nipe en 1628. Tampoco hay referencia alguna al culto popular a la Virgen de la Caridad
(asociada con la deidad yoruba Ochún) entre las religiones afrocubanas. De las 63 figuras
representadas en el mural, 44 son masculinas.4
Si el mural de la Ermita de la Caridad relata una versión idealizada de la historia religiosa de Cuba,
otro mural callejero, ya desaparecido, articula una visión nostálgica de la alta sociedad en la época
prerrevolucionaria (Figura 7). Titulado “Varadero”, el mural recrea una fiesta glamorosa en la
famosa playa de la isla, donde varias personas blancas, vestidas elegantemente, disfrutan de la
música tropical ejecutada por mulatos y negros. La escena incluye parejas bailando
despreocupadamente, mujeres voluptuosas, mozos atentos a sus clientes y bañistas en la orilla,
enmarcados por dos palmas. La fotografía anónima del mural añade un giro irónico, al incluir a un
par de muchachos de piel oscura, vestidos con ropa atlética, caminando frente a la imagen ya
estropeada por las inclemencias del tiempo. Así se dramatiza la brecha entre la “Cuba del ayer” y
el “Miami de hoy” para distintas generaciones de inmigrantes.
4
Retomo estas observaciones sobre el mural de la ermita, por María Elena Díaz, 19–20.
Figura 7: Mural sobre Varadero en la Pequeña Habana.
Fuente: School Textbook.
Otro mural pintado en la pared de una cafetería cerca de la Calle Ocho, también extinto, celebra la
intensa mezcla cultural que distingue a la Pequeña Habana (Figura 8). Esta imagen yuxtapone
jocosamente elementos representativos de la cultura hispánica y la anglosajona. De una parte, los
dos personajes principales en el lado derecho del recuadro son estereotípicamente cubanos: uno de
ellos lleva un bigote espeso, toma café expreso y viste una guayabera, mientras el otro sostiene un
periódico en español titulado El sagüesero. Un tercer personaje, de piel más oscura y pelo rizado,
toca una conga. A su lado, cuatro hombres juegan dominó. El trasfondo del mural contiene cuatro
términos gastronómicos en español: “café”, “guarapo”, “batidos” y “café cubano”. Por otra parte,
el mural incluye figuras de cómics estadounidenses como Batman, Superman, la Mujer Maravilla,
Alfred E. Neuman (el personaje caricaturesco de la revista Mad), Lorenzo (el marido de Pepita),
Lucy y Charlie Brown, quien pregunta: “Qué pasa, Little Havana”. También se asoman
Frankenstein y Michael Jackson por una ventana simulada en la pared.
Figura 8: Mural “Qué pasa, Little Havana”.
Fuente: Milani.
Contrario al tono nostálgico del mural sobre Varadero, este mural se regodea en la hibridez cultural
del presente cubanoamericano. Adicionalmente, aquí se desvía la mirada hacia aspectos pedestres
de la cultura popular contemporánea, a diferencia de la perspectiva elitista de la imagen discutida
anteriormente. Parecería que el gesto dominante en este mural se acerca a la propuesta conceptual
de Gustavo Pérez Firmat, quien afirma que la relación de la cultura cubana con la estadounidense
es “aposicional”, en vez de oposicional —es decir, “más definida por la contigüidad que por el
conflicto” (Pérez Firmat 5; la traducción es mía). En todo caso, el mural caracteriza la cultura
cubanoamericana como un mosaico fantasioso de tradiciones en contacto y en proceso de fundirse
indisolublemente.
Conclusiones
Al igual que otros colectivos latinos en Estados Unidos, los cubanos en Miami se han aglomerado
en barrios urbanos y suburbanos en los que aún predomina el idioma español y las prácticas
culturales de origen latinoamericano. Entre estas prácticas se destacan la gastronomía, la música y
la religiosidad popular; el despliegue de banderas, monumentos, estatuas, nichos y otras imágenes
que evocan las identidades nacionales; la celebración de festivales alusivos a los países de origen
y los murales callejeros, que representan verdaderos íconos culturales. La Pequeña Habana
contiene numerosos paisajes transnacionales que reafirman los vínculos duraderos de la diáspora
con su lugar de origen. Estos espacios demarcan territorios imaginarios formados con elementos
cubanos y estadounidenses que nutren la identidad híbrida de la población cubanoamericana.
Como toda diáspora, la cubana lucha contra la dispersión física y espiritual mediante la
recuperación simbólica de su tierra ancestral en el destierro. De ahí que haya desarrollado formas
y normas de convivencia transcultural y translocal que rebasan las fronteras geográficas entre la
nación y la diáspora. Muchos cubanos en Miami se han incorporado a una economía de enclave
que aprovecha los lazos de solidaridad étnica entre empresarios, empleados y clientes. Muchos
también han abrazado una memoria nostálgica y una postura intransigente hacia el gobierno actual
en Cuba, al que rechazan como legítimo representante de la nación. La extraordinaria
concentración geográfica de los cubanos en el sur de la Florida y particularmente en lugares
emblemáticos como la Pequeña Habana, Hialeah y Kendall les ha permitido reconstruir espacios
físicos y culturales que recuerdan a su país de origen. Aunque La Habana y Miami se parecen muy
poco desde el punto de vista topográfico, arquitectónico y urbanístico, la diáspora cubana
generalmente ha logrado aclimatarse al medio estadounidense, sin renunciar a su legado cultural y
sus lazos entrañables con la isla.
Referencias
Aja Díaz, Antonio / Cristina López Callejas Hiort-Lorenzen. “Migraciones internacionales”. Cuba:
Población y desarrollo. Ed. Miriam Martínez / María Elena Benítez. La Habana: Centro de
Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, 2009. 99–115.
Aranda, Elizabeth M. / Sallie Hughes / Elena Sabogal. Making a Life in Multiethnic Miami:
Immigration and the Rise of a Global City. Boulder, Colo.: Lynne Rienner, 2014.
Behar, Ruth / Lucía M. Suárez, eds. The Portable Island: Cubans at Home in the World. Nueva
York: Palgrave Macmillan, 2008.
Berg, Mette Louise. Diasporic Generations: Memory, Politics, and Nation among Cubans in
Spain. Nueva York: Berghahn Books, 2011.
Blue, Sarah A. “From Exiles to Transnationals: Changing State Policy and the Emergence of Cuban
Transnationalism”. Cuba Transnational. Ed. Damián J. Fernández. Gainesville: UP of
Florida, 2005. 24–41.
Boswell, Thomas D. The Cubanization and Hispanization of Metropolitan Miami. Ed. revisada.
Miami: Cuban American Policy Center, 1995.
Boswell, Thomas D. “Cuban Americans”. Ethnicity in Contemporary America: A Geographical
Appraisal. Ed. Jesse O. McKee. 2a ed. Lanham, Md.: Rowman & Littlefield, 2000. 139–80.
Boswell, Thomas D. / James R. Curtis. The Cuban-American Experience: Culture, Images, and
Perspectives. Totowa, N.J.: Rowman & Allanheld, 1984.
Bucuvalas, Tina. “Yard Shrine in Little Havana – Miami, Florida”. State Archives of Florida,
Florida
Memory.
18
de
ag.
de
1985.
Web.
2
de
nov.
de
2014.
<https://www.floridamemory.com/items/show/111511>.
Cobas, José A. / Jorge Duany. Los cubanos en Puerto Rico: Economía étnica e identidad cultural.
Río Piedras, P.R.: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1995.
Curtis, James R. “Miami’s Little Havana: Yard Shrines, Cult Religion, and Landscapes”. Southern
Crossroads: Perspectives on Religion and Culture. Ed. Walter H. Conser Jr. / Rodger M.
Payne. Lexington: U P of Kentucky, 2008. 27–38.
Díaz, María Elena. The Virgin, the King, and the Royal Slaves of El Cobre: Negotiating Freedom
in Colonial Cuba, 1670–1780. Stanford, Calif.: Stanford UP, 2000.
Díaz-Briquets, Sergio. “The Evolution and Characteristics of Cuban-Owned Firms in the United
States”. Cuban Studies 35 (2004): 87–104.
Duany, Jorge. Blurred Borders: Transnational Migration between the Hispanic Caribbean and the
United States. Chapel Hill: U of North Carolina P, 2011.
Duany, Jorge, ed. Un pueblo disperso: Dimensiones sociales y culturales de la diáspora cubana.
Valencia: Aduana Vieja, 2014.
Eckstein, Susan Eva. The Immigrant Divide: How Cuban Americans Changed the US and Their
Homeland. Nueva York: Routledge, 2009.
Fagen, Richard / Thomas A. Brody / Richard A. O’Leary. Cubans in Exile: Disaffection and the
Revolution. Stanford, Calif.: Stanford UP, 1968.
Feldman, Marcos / Violaine Jolivet. “Back to Little Havana: Controlling Gentrification in the Heart
of Cuban Miami”. International Journal of Urban and Regional Research 38.4 (2014):
1266–85.
Grenier, Guillermo J. “Trends in the Political Ideology of the Cuban-American Voter: Evidence
from the Cuba Poll, 1991–2011”. Simposio “Nueva visita al voto cubanoamericano”,
Instituto de Investigaciones Cubanas, Universidad Internacional de la Florida, Miami. 6 de
nov. de 2013. Web. 31 de oct. de 2014. <http://cri.fiu.edu/research/commissionedreports/>.
Grenier, Guillermo J. / Hugh Gladwin. 2014 FIU Cuba Poll: How Cuban Americans in Miami
View U.S. Policies toward Cuba. Miami: Cuban Research Institute, Florida International
University, 2014.
Grenier, Guillermo J. / Corinna J. Moebius. A History of Little Havana. Charleston, S.C.: History
P, 2015.
Herrera, Andrea O’Reilly, ed. Cuba: Idea of a Nation Displaced. Albany: State U of New York P,
2007.
---. ReMembering Cuba: Legacy of a Diaspora. Austin: U of Texas P, 2011.
Milani, Emilio. “Que Pasa Little Havana? Miami 1983”. Web. 31 de oct. de 2014.
<https://plus.google.com/+piodalcin/posts/HGmK1rQt7zG>.
Ministerio de Justicia. Gaceta Oficial de la República de Cuba. Ed. ordinaria, 150.44. 16 de oct.
de
2012.
Web.
1
de
nov.
de
2014.
<http://www.ecured.cu/index.php/Gaceta_Oficial_de_la_Rep%C3%BAblica_de_Cuba>.
El Nuevo Herald. “La Ermita de la Caridad, un lugar para sentirse cerca de casa en Navidad”. Web,
26 de feb. de 2013. 30 de oct. de 2014. <http://www.elnuevoherald.com/noticias/sur-de-laflorida/article2029181.html>.
---. “Multimedia: Qué significa el mural de la Ermita de la Caridad”. Web, 9 de sept. de 2014. 31
de oct. de 2014. <http://www.elnuevoherald.com/noticias/article2014830.html>.
Pérez Firmat, Gustavo. Life on the Hyphen: The Cuban-American Way. 2a ed. Austin: U of Texas
P, 2012.
Portes, Alejandro / Juan M. Clark / Robert L. Bach. “The New Wave: A Statistical Profile of Recent
Cuban Exiles to the United States”. Cuban Studies/Estudios Cubanos 7 (1977): 1–32.
Portes, Alejandro / Leif Jensen. “What’s an Ethnic Enclave? The Case for Conceptual Clarity”.
American Sociological Review 52 (1987): 768–71.
Portes, Alejandro / Robert D. Manning. “The Immigrant Enclave: Theory and Empirical
Examples”. Competitive Ethnic Relations. Ed. Joane Nagel / Susan Olzak. Orlando, Fla.:
Academic P. 47–68.
Portes, Alejandro / Aaron Puhrman. “A Bifurcated Enclave: The Peculiar Evolution of the Cuban
Immigrant Population in the Last Decades”. Un pueblo disperso: Dimensiones sociales y
culturales de la diáspora cubana. Ed. Jorge Duany. Valencia: Aduana Vieja, 2014. 122–
48.
Price, Patricia. “Cohering Culture on Calle Ocho: The Pause and Flow of Latinidad”.
Globalizations 4.1 (2007): 81–99.
Prieto, Yolanda. The Cubans of Union City: Immigrants and Exiles in a New Jersey Community.
Filadelfia: Temple UP, 2009.
School Textbook. “Varaderos Mural, Little Havana, Miami, Florida”. Web. 31 de oct. de 2014.
<http://www.words-images.com/schooltextbook.html>.
Southeast Florida Culture Map. Mapping Culture: Visualizing Immigration and Cultural Patterns
in Southeast Florida Using Geo-Spatial Technologies and Software. Web. 29 de oct. de
2014. <http://www.culturemapped.com/>.
Torres, María de los Ángeles. In the Land of Mirrors: Cuban Exile Politics in the United States.
Ann Arbor: U of Michigan P, 2001.
Tweed, Thomas A. Our Lady of Exile: Diasporic Religion at a Cuban Catholic Shrine in Miami.
Nueva York: Oxford UP, 1997.
Urdaneta, Diego. “De Pequeña Habana a Pequeña Latinoamérica: El nuevo rostro del barrio cubano
en Miami”. El Nuevo Herald. Web, 29 de mayo de 2014. 31 de oct. de 2014.
<http://www.elnuevoherald.com/noticias/sur-de-la-florida/article2034841.html>.
U.S.
Census
Bureau.
American
Factfinder.
Web.
29
de
oct.
de
2014.
<http://factfinder.census.gov/faces/nav/jsf/pages/index.xhtml>.
U.S. Citizenship and Immigration Services. 2013 Yearbook of Immigration Statistics. Web. 29 de
oct. de 2014. <http://www.dhs.gov/yearbook-immigration-statistics>.
Versailles Restaurant. The World’s Most Famous Cuban Restaurant. Web. 2 de nov. de 2014.
<http://www.versaillesrestaurant.com/>.
Whaley, Mirtha / Amy Paul-Ward. “Keeping Close to Home: The Ritual of Domino Playing among
Older Cuban Immigrants in Miami’s ‘Little Havana’”. Generations 35.3 (2011): 22–27.
Wilson, Kenneth y/ Alejandro Portes. “Immigrant Enclaves: An Analysis of the Labor Market
Experiences of Cubans in Miami”. American Journal of Sociology 86.2 (1980): 295–319.
Descargar