Memorias encubiertas de Miami

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El Clarí-n de Chile
Memorias encubiertas de Miami
autor Saul Landau
2009-09-29 16:17:36
 En Miami, varios oficiales norteamericanos retirados recordaron cuando la CIA, a principios de la década de 1960,
envió a cientos de empleados junto con otros burócratas del gobierno a procesar y reclutar a miles de exiliados
cubanos para destruir la revolución cubana. Los planes de asesinatos abundaban, desde habanos envenenados y
trajes de buceo para Fidel Castro, hasta un fusil de francotirador llevado de contrabando por un compañero de armas
suyo y sofisticadas pÃ-ldoras venenosas.
El diseñador de la cápsula imaginó cómo se disolvÃ-a esta en el batido de chocolate de Fidel, que él se tomaba
regularmente en la cafeterÃ-a del ex Hotel Havana Hilton. Estas creaciones hollywoodense provenÃ-an del laboratorio de
la CIA del Dr. Sidney Gottlieb, el macabro experto tecnológico de la Agencia. La mayorÃ-a de los conspiradores y
antiguos asesinos de aquella era, como Gottlieb, han muerto.
Un oficial de la Fuerza Aérea retirado hace años me habló de su plan para hacer que Fidel perdiera prestigio entre los
campesinos. Dada la carencia de artÃ-culos de consumo, tenÃ-a sentido bombardear clandestinamente la isla con
decenas de miles de rollos de papel sanitario. En cada hoja el campesino verÃ-a una foto de Castro y Khrushchev juntos.
“Eso harÃ-a reÃ-r mucho a los campesinos―, me dijo el perpetrador. “Pero la Casa Blanca no lo autorizó―. Quizás
pudo haber pensado que si él aprobaba tal broma, algún burlón en EE.UU. podrÃ-a poner la foto suya y de Bobby en
papel sanitario y vender el producto en todo Estados Unidos, lo cual es legal según la Primera Enmienda.
La mayorÃ-a de los cubanos que llegaban en los dÃ-as precedentes a lo que se convirtió en el “fracaso― de abril de 1961
en BahÃ-a de Cochinos, asumió que el gobierno de EE.UU. se encargarÃ-a de Fidel y sus comunistas. Washington
nunca habÃ-a permitido que una desobediencia tan flagrante no tuviera castigo. Para el verano de 1960, la revolución
cubana tuvo la osadÃ-a de confiscar propiedades de las poderosas compañÃ-as petroleras (el gobierno cubano
nacionalizó a Texaco y Esso después de que estas, siguiendo órdenes de Washington, se negaran a refinar petróleo
crudo soviético.) Tal comportamiento desafiante era un reto a la esencia de la Doctrina Monroe: “Latinoamérica es
nuestra―.
Pocos en el centro de las operaciones cuestionaron la premisa. “Después de todo, era lo más álgido de la Guerra FrÃ-aâ
explicaron varios oficiales retirados, como si esa declaración resumiera la justificación de todo. Occidente se
enfrentaba a un enemigo implacable de gran poder, y las agencias de EE.UU. tenÃ-an que detener su expansión. Es
más, la mayor parte del mundo hubiera estado de acuerdo, al menos de que Cuba pertenecÃ-a informalmente a Estados
Unidos, no importa lo que la mayorÃ-a de los cubanos pensara de tal aseveración.
Los planes secretos para derrocar al gobierno revolucionario se convirtieron en un secreto a voces. Miami se convirtió
en el Centro de Planeamiento y Operaciones de la mayor estación de la CIA (JMWAVE). Un hombre, que ahora tiene
casi 60 años, me dijo cómo un oficial de la CIA --un tal Mr. Bishop-- reclutó a su padre en 1959. Su familia se mudó a
Miami junto con cientos de miles pertenecientes a las clases medias de Cuba, ricas, profesionales y con propiedades.
Su padre trabajaba en un edificio de dos pisos en Miami Beach, una de los cientos de propiedades de la CIA en el
área. Cerca de allÃ-, barcos de la marina de la CIA atracaban, cargaban provisiones (armas y bombas) y zarpaban
hacia las costas de Cuba para sembrar el caos o para dejar o recoger agentes cuya misión era subvertir al nuevo
gobierno. “Era cuestión de rutina, todos los dÃ-as y a veces dos veces al dÃ-a―.
“Yo pensé que la invasión serÃ-a en octubre de 1960―, me dijo, “o al menos que ese serÃ-a el inicio de una intensa
de guerrillas. Todos especulaban si habrÃ-a una invasión a gran escala o si se enviarÃ-a a los hombres a las montañas
de Cuba para que hicieran lo que Fidel hizo a Batista―.
Eisenhower tenÃ-a dudas evidentes acerca del plan y le pasó la bola a Kennedy, quien sufrió la más ignominiosa
derrota. Públicamente aceptó la responsabilidad (“La victoria tiene miles de padres; la derrota es huérfana―.). Sin
embargo, en privado buscó venganza: el derrocamiento del gobierno de Castro. Su hermano, el Fiscal General Robert
Kennedy, dirigió una guerra de terror contra Cuba; intentos de asesinatos y sabotajes, propaganda y guerra económica
contra una isla de 6 millones de habitantes.
En diciembre de 1960, yo iba en un viaje a Cuba con un grupo de estudiantes. Al llegar al aeropuerto de Miami supimos
que los pilotos de nuestro avión de Cubana (cada hora Pan Am y Cubana volaban a La Habana) habÃ-an desertado.
Mientras esperábamos a que llegara una nueva tripulación desde La Habana, estalló una “manifestación espontáneaâ€
Airados exiliados cubanos gritaban a los estudiantes universitarios; algunos manifestantes lanzaron golpes y
comenzaron a escupir a los estudiantes. Uno de ellos preguntó a un manifestante: Si Cuba fuera tan terrible, ustedes
desearÃ-an que nosotros fuéramos. Luego a nuestro regreso les dirÃ-amos a muchas personas lo terrible que es aquello―.
El manifestante quedó confundido. Se volvió al cabecilla del grupo y pidió instrucciones. “No hables, solo escúpelosâ€
dijo con sorna. Esto resume de manera apropiada la polÃ-tica de EE.UU. durante cincuenta años.
Saul Landau es miembro del Instituto para Estudios de PolÃ-tica, y cineasta cuyos DVD se consiguen por medio de
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