Niemeyer by Fontela

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 Dossier de prensa
Niemeyer by Fontela
Hugo Fontela
El Centro Niemeyer presenta la muestra “Niemeyer by Fontela” del
joven pintor asturiano Hugo Fontela. La exposición es el primer
proyecto de artes plásticas producido por el Centro Niemeyer, en
colaboración directa con el artista. A través de 89 obras, se narra el
encuentro que Fontela y Oscar Niemeyer mantuvieron en Río de
Janeiro.
“Niemeyer by Fontela” está compuesta por grandes lienzos y pequeñas
series sobre papel: serie Río, en la que el artista da su visión de Río de
Janeiro y del universo Niemeyer; la serie Palmeras, con lienzos de gran
formato, y la serie inédita titulada Vanitas.
Hugo Fontela conoció a Oscar Niemeyer en Río de Janeiro, en lo que en
palabras de Fontela significó el germen de la serie Río y de la propia
exposición: “Visité Río de Janeiro en abril de 2009 y en enero de 2011, y
lo que más me sorprendió de la ciudad fue su energía agreste y su
verdor. Parecía que todos los colores se acomodaban en una tonalidad
verdosa, como si los montes que abrazan Río fuesen capaces de invadir
el alma de todas las cosas. Conocí a Niemeyer, conversamos, sentí
desde la atalaya, donde el maestro centenario describe con su
arquitectura las formas de la ciudad carioca, y comencé a pintar. A
pintar las cosas mas pequeñas, a buscar en la frondosidad de su paisaje,
en las maneras de sus gentes, y en las líneas de su horizonte, la misma
esencia con la que Oscar Niemeyer traza su arquitectura. Sólo
conociendo Río de Janeiro, se pude conocer el universo Niemeyer.”
NIMEYER POR FONTELA
Natalio Grueso, Director del Centro Niemeyer
No es muy habitual que dos jóvenes genios se junten para poner en
marcha un proyecto creativo. Uno de los jóvenes se llama Oscar
Niemeyer y está a punto de cumplir 104 años. El otro se llama Hugo
Fontela, quien navegando aún en la veintena, va camino de convertirse
en uno de los más grandes pintores contemporáneos que haya dado
nuestro país.
En el Centro Niemeyer siempre hemos querido mostrar lo mejor de la
cultura universal y proyectar al mundo lo mejor de nuestro arte. Y
aunque los artistas no tienen más patria ni fronteras que las emociones
que despiertan en el corazón de los espectadores, esta conjunción astur
brasileña es una bellísima metáfora de lo que pretende ser nuestro
centro cultural, un espacio de creación de ida y vuelta en el que
conviven todas las artes con el único objetivo de hacer la vida de la
gente más bella y más agradable, precisamente en estos tiempos tan
oscuros para la razón y la bondad.
PINTAR
Hugo Fontela
El proceso de mi pintura no parte de la creación física, si no que viene
de mucho antes. Esta condicionado previamente por el descubrimiento
de un lugar, de un espacio o imagen, que me cautiva y emociona. Y lo
cierto es que cuando me pongo a trabajar, aun no se exactamente que
es lo que me impulsa a ello. Es una necesidad vital. Volcar lo que llevo
almacenado en mi retina sobre un lienzo, sobre un papel. Traspasar el
limite de lo obvio a través de la pintura, y crear una nueva realidad a
partir de ella. Emocionarme con el mundo que me rodea y conseguir
que los demás también se emocionen. Adentrarme en el paisaje y
conseguir crear un lugar para ser habitado. Pintar.
PALMERAS CAÍDAS SOBRE LA ARENA
Enrique Juncosa
“But surely it would have been a pity
not to have seen the trees along this road,
really exaggerated in their beauty,
not to have seen them gesturing
like noble pantomimists, robbed in pink”
Elizabeth Bishop*
A pesar de su todavía breve trayectoria como artista es ya posible
describir a Hugo Fontela como pintor viajero. Estuvo, por ejemplo, en
Tampa, Florida, lugar a donde habían emigrado antepasados suyos
asturianos, y donde empezó a pintar troncos de palmeras, motivo que le
atrajo especialmente y sobre el que como veremos continúa trabajando.
Desde hace años, además, tiene su estudio en Nueva York, esa ciudad
en la que todavía viven algunos de los mejores pintores del mundo, y lo
que sin duda ha influido en su forma de hacer las cosas. En esta ocasión,
y para preparar esta exposición en el flamante Centro Niemeyer,
Fontela viajó a Rió de Janeiro, en Brasil, en dos ocasiones, teniendo
oportunidad de conocer al ya legendario arquitecto. Aquí presentamos
los trabajos que resultaron de estos viajes y que forman tres series
distintas de obras sobre papel: Palmeras, Vanitas y Río, además de otra
serie de cuadros, a veces de gran formato, que vienen a ser como una
extensión a lienzo de la serie Palmeras.
El Río de Janeiro de Fontela tiene más que ver con la mirada del artista
que con una descripción objetiva de la ciudad, o de sus mismas playas,
que son el tema que más le ha interesado. No vemos personas, ni
tampoco edificios, algo que llama la atención enseguida pues se trata
de una ciudad populosa y de magnífica arquitectura. Las playas de Río,
durante el día, están siempre están llenas de gente, y por tanto de
colores. Fontela, sin embargo, pinta o dibuja un único tronco caído de
palmera, probablemente a la salida o la puesta del sol, que parece estar
flotando sobre un espacio vacío y blanco que interpretamos como la
arena de la playa. Esta forma de aislar el tronco le da inmediatamente
importancia, convirtiéndolo en un emblema del paso del tiempo, o lo
que es lo mismo, en una suerte de Vanitas tropical. La repetición
predeterminada del motivo, y la exclusión de todos los otros posibles, le
dan sin duda también un aura trascendente.
No sorprende en este contexto que otra de las series se llame
precisamente Vanitas. En las obras de esta serie vemos normalmente un
solo cráneo humano, y ocasionalmente dos o tres de ellos, flotando
también en un espacio vacío y blanco. Fontela ha escrito que al realizar
estas obras pensaba en Luis Fernández, pero también en Giorgio
Morandi y en Miquel Barceló, lo que efectivamente subraya cuáles son
sus intenciones como artista. Fernández y Morandi son dos grandes
maestros de la naturaleza muerta, logrando efectos monumentales con
escasos recursos. Barceló, que es un artista con más registros que los
dos anteriores, ha pintado y modelado cráneos que parecen frutas, pero
también grandes paisajes blancos casi vacíos, y a veces, recientemente,
con cerillas apagadas que funcionan como los troncos de palmeras o
cocoteros muertos de Fontela. Fontela y Barceló, por otra parte, son
capaces de sugerir detalles muy específicos con pinceladas muy
rápidas, y ambos sienten preferencia por texturas matéricas y tonos
monocromáticos. No sabemos que sugirió el tema de la calavera en Rió
pero suponemos que sería una prolongación del tema de los troncos
caídos y muertos de las palmeras.
Los cuadros de gran formato de Fontela tienen algo -sus grandes
espacios vacíos, blancos y texturales- de la pintura de Robert Ryman,
aunque cuando un tronco de palmera flota sobre ellos los convierte
inmediatamente en imágenes de playas vacías, es decir en paisajes. De
alguna manera, estas imágenes nos sugieren la presencia poderosa de
la naturaleza en Río, con su vegetación tropical, sus playas, sus
increíbles parques -incluido un bellísimo Jardín Botánico-, sus lagunas y
su especial y espectacular orografía. Son unas imágenes de Río que
podrían ser también imágenes de antes o después de Río. Metáforas del
transcurso del tiempo, la brevedad de la vida o la inexorabilidad de la
muerte. El Río de Janeiro de Fontela es por tanto un lugar silencioso y
solitario -a pesar del fútbol y la bossa-nova-, donde la naturaleza es más
poderosa que la civilización.
Solamente la serie titulada Río, nos remite, finalmente, a los habitantes
de la ciudad. Aquí aparece inevitablemente el color, aunque
sobriamente, dominado por el verde de la vegetación y el amarillo o
naranja de la arena, cuya textura es además dominante. Las imágenes
de esta serie incluyen diferentes frutas, cangrejos, peces… y también
objetos usados por los humanos, como balones de fútbol, imágenes
religiosas, cócteles-una inevitable caipirinha-, sombrillas, cubos, toallas
de playa, canoas y también letras escribiendo los nombres míticos de
Ipanema o Copacabana. Curiosamente, incluso estas imágenes, quizás
por la sobriedad cromática y por su aislamiento en el espacio -suelen
flotar en el centro del papel-, tienen también algo de Vanitas, de
emblema de algo más allá de lo que meramente representan.
Adquieren así un aire intemporal al referirse precisamente al paso del
tiempo. Para el artista probablemente son también emblemas de la
memoria de su estancia en esa ciudad, reducida a formas y actividades
concretas. Y es que en Río parece que se vive en la playa, donde
sectores de la población parecen reunirse siempre en balnearios
concretos.
Fontela, en cualquier caso, transforma todo eso –su experiencia de la
ciudad y las imágenes que le han atraído de ella-, en una nueva realidad
pictórica emocionante, protagonizada por la consciencia individual que
elige y transforma. Como Barceló en Mali, o Delacroix en Marruecos,
antes que ellos, Fontela, pinta un lugar que podemos compartir o
entender incluso sin conocerlo, porque se refiere a pesar de su
especificidad geográfica a asuntos universales. Pinta o dibuja
virtuosamente, pero no le interesa la representación por sí misma, sino
que esos espacios silenciosos en los que la consciencia se instaura
como mesura de la realidad. En los cuadros sobre la playa, Fontela
también pinta las sombras de las dunas, creando espacios misteriosos o
nocturnos que son imágenes casi abstractas. Fontela es un pintor del
espacio y de la luz tanto como lo es del paso del tiempo.
El Río de Janeiro de Hugo Fontela, y volvemos a ello, es un Río
inesperado, pues el Río que inmediatamente proyectamos en nuestra
mente es un lugar de exuberancias, con pájaros, plantas y frutas
exóticas y tropicales. Para los más cultos Río es también un lugar donde
triunfó la geometría del arte concreto y la arquitectura moderna. Una
ciudad que nos remite a Roberto Burhle-Marx, a Lota Macedo de Soares
o al mismo Oscar Niemeyer. La gran poeta americana Elisabeth Bishop
vivió en Brasil muchos años, precisamente con Lota Macedo, y en uno
de los poemas que escribió allí se preguntaba si viajar no demuestra
una limitación en nuestra imaginación. Se pregunta esto sin embargo,
después de enumerar una serie de imágenes deslumbrantes que
ciertamente costaría imaginar sin la experiencia del lugar, como esos
árboles envueltos en rosa de los versos con los que hemos empezado
este texto. Fontela viajó a Río, y allí no puso límites a su imaginación
para ver lo que ya sabía en esos troncos de palmeras caídos sobre la
arena y que ha convertido en elementos arquitectónicos y simbólicos
de un espacio universal e interior.
Enrique Juncosa es un poeta, crítico de arte y comisario de exposiciones español.
Desde principios de 2003, ha sido director del Irish Museum de Dublin. Anteriormente
fue subdirector del Instituto Valenciano de Arte Moderno y del Museo Reina Sofia.
*Elisabeth Bishop, from Questions of Travel, in Poems, Farrar, Straus and Giroux,
Nueva York, 2011. Pág. 91.
PINTUR-PINTURA
Michael Damiano
Oí hablar de Hugo Fontela por primera vez hace algo más de dos años
en Oviedo. Había viajado allí para realizar una visita al museo privado de
la Casa Masaveu, donde se alberga una de las mejores colecciones
privadas de España.
Estaba allí para ver algunos cuadros de Miquel Barceló. Además, Isaac
García, un comisario del museo que me sirvió de guía durante el día, me
hizo el favor de mostrarme los demás tesoros de la colección. Juntos
admiramos las obras maestras de Miró, Picasso, Sorolla, Ribera y otras
grandes figuras de la pintura española. La visita ocupó todo el día.
Durante la comida y delante de una fabada, Isaac y yo empezamos a
hablar de Fernando Masaveu, el principal propietario de la colección.
Masaveu no es simplemente el heredero de una importante colección.
Al contrario, está íntimamente involucrado en su gestión y tiene una
sensibilidad por el arte refinada. No hacía falta que Isaac me
convenciera de ese último punto; ya me había quedado impresionado
por la impecable selección de obras, tanto las recién adquiridas como
las más antiguas. Además, Masaveu no colecciona exclusivamente a los
maestros establecidos. También busca a los jóvenes artistas
prometedores que puedan emerger como las próximas grandes figuras
del arte español, me explicó Isaac. Fue entonces cuando mencionó a
Fontela.
Hacía un par de años Masaveu le había empezado a coleccionar, e Isaac
sugirió que me pusiera en contacto con él cuando volviera a Estados
Unidos. Creía que la obra de Fontela me gustaría, pero no me explicó
exactamente porqué. “¿Cómo es su pintura?”, le pregunté
repetidamente sin recibir una respuesta clara. Isaac dijo que era
figurativa pero cuando pedí más detalles, me paró y dijo simplemente:
“Te va a gustar”.
Cuando finalmente vi la obra de Fontela en su estudio de Manhattan
seis meses después, comprendí porqué Isaac me había recomendado
conocerle. En la colección Masaveu, Isaac me había visto fascinado por
un retrato de Jacqueline, obra de Picasso, una pintura de Miró en tonos
terrosos, los paisajes de Sorolla y una plaza de toros de Barceló. Estas
obras compartían poco respecto a estilo, tono o técnica. Pero tenían
una cosa en común que las grandes telas de Fontela, apoyadas contra
las paredes manchadas de pintura de su loft en Soho, tenían también.
Todos ellos eran ejemplos de lo que la gente a veces llama “pinturapintura”. No el movimiento francés abstracto que se denominó
peinture-peinture, sino algo menos específico. Los artistas, críticos y
aficionados del arte a veces utilizan el término “pintura-pintura” para
referirse a un grupo de pintores mal definido que abarca figuras tan
dispares como Goya o Pollock. Pero a pesar de su ambigüedad, el
término no desaparece y parece tener sentido para quienes lo utilizan.
Hugo y yo hablamos del asunto el año pasado en su taller. Me dijo que
era un practicante de la “pintura-pintura”. Luego intentamos llegar a
una definición del término. “Es pintar con pincel sobre un lienzo y con
los materiales de siempre y pretender hacer de eso una obra
contemporánea”, propuso. Más adelante explicó cómo le parecía que
los practicantes de la “pintura-pintura” debían trabajar: “Que miren la
realidad, que escojan algo, que indaguen en ello y que luego creen una
imagen potente”.
Fontela tiende a escoger sus imágenes mientras viaja. En 2008, tras
terminar una serie de grandes pinturas de paisajes industriales, Hugo
viajó al Golfo de México. Allí encontró una escena que inspiraría su
trabajo durante los siguientes dos años y medio. En la playa, encontró el
tronco muerto de una palmera en la orilla del mar. La imponente forma
le fascinaba. Fue “una especie de naufrago”, explicó más adelante, o “un
cuerpo inerte, un cadáver”. Grabó la escena en su memoria, la fotografió
y volvió a su estudio en Nueva York.
Durante los siguientes dos años, siempre se podía encontrar la foto por
algún lugar del taller –sobre una mesa entre papeles de dibujo o pegada
a una columna–. Y con el paso del tiempo su superficie se volvió
borrosa con los residuos del taller y el borde empezó a ondularse.
Mientras tanto, la imagen apareció en distintas iteraciones sobre las
grandes telas apoyadas contra la pared o tendidas en el suelo. En una
de las primeras, Fontela aplanó ligeramente la perspectiva de la escena
original, reduciendo la composición a campos de colores. Dos tonos de
azul por el cielo y el mar, separados por un acento oscuro –el tronco de
la palmera– de la playa ocre. El cuadro, Big Dead Palm, 2009, recordó
las pinturas de paisajes industriales en las que la admiración de Fontela
por Rothko también se había hecho evidente.
Poco después, las pinturas de la palmera empezaron a cambiar
radicalmente. Mientras que en Big Dead Palm Fontela había traducido,
casi directamente, la escena original a su lenguaje pictórico, ahora
reduciría la imagen a sus componentes esenciales, y luego la pervertiría.
El tronco de la palmera todavía estaba presente, desde luego, pero el
cielo desapareció, la playa se volvió menos figurativa y el mar azul
monocromo fue reemplazado por una mancha negra y sucia.
Curiosamente, al año siguiente la realidad se conformó a las nuevas
imágenes que Fontela había creado. En la primavera de 2010, tuvo lugar
el catastrófico vertido de petróleo en el Golfo, haciendo que las
manchas negras de los cuadros de Fontela de 2009 pareciesen
proféticas.
Durante el resto de 2010, Fontela respondió directamente al desastre
medioambiental, inaugurando así la próxima fase de la serie de las
palmeras. Ahora en lugar de las manchas negras, tentáculos negros y
amenazadores representaban el mar. Y el tronco de la palmera se
quedó reducido en tamaño otra vez, encontrándose muchas veces en
una esquina de la tela como si estuviera retrocediendo del petróleo
invasor.
Estas escenas de playas habían comenzado como una desviación
radical de los temas de Fontela de antes pero, de alguna manera, volvía
a donde empezó. “Esa estética de la suciedad, de la polución, sobre el
paisaje tenía mucho que ver con los paisajes industriales”, afirmó. “Es
ese punto en el que el hombre interfiere en la naturaleza y la naturaleza
es aún más fuerte”.
La exposición actual en el Centro Niemeyer, “Niemeyer by Fontela”,
consiste en una selección de la serie de las palmeras –incluyendo obras
sobre papel relacionadas– y dos series recientes de acuarelas.
La primera es el producto de uno de los viajes más recientes de Fontela.
En enero de 2011, mientras que seguía trabajando en la serie de las
palmeras en Nueva York, Fontela viajó a Brasil invitado por Oscar
Niemeyer. Se habían conocido en Río de Janeiro dos años antes a
través del Centro Niemeyer. Ahora el joven pintor pasaría dos semanas
con la centenaria leyenda [MD2]de la arquitectura moderna entre su
casa en Río de Janeiro, su estudio en la Avenida Atlántica y las playas
de Copacabana e Ipanema, creando así la “Serie Río”.
Dos años antes, Fontela había creado una serie de acuarelas parecida
en su primer viaje al Golfo de México. Ahora empleó el mismo estilo,
representando, con pinceladas naturales y sueltas, el paisaje y los
objetos de su entorno –un cangrejo, barcas, frutos, esqueletos de
peces–.
El modo de expresión preferido por Fontela son sus telas de gran
formato. Pero, entre periodos de enfrentarse a estas imponentes
superficies en su taller, pausa para trabajar sobre papel. El resultado son
estas series de acuarelas, como los geniales cuadernos de viaje de un
poeta durante un descanso de composición más rigurosa.
La próxima serie de acuarelas, un grupo de vanitas que Fontela creó en
la primavera de 2011 nos proporciona otra visión del artista.
Inspirándose en una tradición que tiene sus raíces en la Europa del siglo
XVII y que ha tenido especial resonancia con los pintores españoles
hasta el día de hoy, Fontela pintó naturalezas muertas de calaveras
originales y hábilmente representadas.
Estas piezas, inspiradas en lo clásico, al lado de las pinturas de la serie
de las palmeras y las acuarelas de Río, son el producto de un fenómeno
raro: un artista contemporáneo practicando la pintura pura.
Exactamente lo que Isaac me mandó a encontrar.
Michael Damiano es un escritor norteamericano. Su primer libro, Porque la vida no
basta: Un encuentro con Miquel Barceló, saldrá en marzo de 2012 con Anagrama y
Empuries.
RÍO
Hugo Fontela
Visité Río de Janeiro en abril de 2009 y en enero de 2011, y lo que más
me sorprendió de la ciudad fue su energía agreste y su verdor. Parecía
que todos los colores se acomodaban en una tonalidad verdosa, como
si los montes que abrazan Río fuesen capaces de invadir el alma de
todas las cosas.
Conocí a Niemeyer, conversamos, sentí desde la atalaya donde el
maestro centenario, describe con su arquitectura las formas de la
ciudad carioca, y comencé a pintar. A pintar las cosas mas pequeñas, a
buscar en la frondosidad de su paisaje, en las maneras de sus gentes, y
en las líneas de su horizonte, la misma esencia con la que Oscar
Niemeyer traza su arquitectura.
Solo conociendo Río de Janeiro, se puede conocer el universo
Niemeyer.
PALMERAS
Hugo Fontela
Si a principios del siglo XX alguno de mis antepasados no hubiese
decidido, emigrar desde Asturias a América y asentarse en las costas de
Florida, en Tampa, probablemente yo no hubiese descubierto, casi un
siglo después, la naturaleza salvaje y exuberante de su mar verdoso, ni
tampoco las palmeras que tanto me han obsesionado en los últimos
tiempos. Las encontré paseando por la playa, varadas en la arena como
un naufrago desterrado tras un temporal. Llevo mas de dos años
trabajando en ellas, pensando en ellas, y aun me cautiva la solemnidad
de su cadáver, postrado frente a la inmensidad del mar.”
VANITAS
Hugo Fontela
Empecé a pintar vanitas cuando descubrí los cráneos de Luis
Fernández, y a partir de ahí, también vislumbrando en la pintura antigua
este mismo elemento, lo reinterpreté a mi manera. Jamás con un
modelo original delante ni fotografía, solo extrayendo la idea de mi
memoria.
A veces me sorprendía a mi mismo pintando una forma ambigua, que
podía entenderse como un fruto putrefacto, y otras, como el cepellón
aislado de alguna de mis palmeras.
Mientras trabajaba en esta serie, me acordé de Morandi, y también de
Barceló.
HUGO FONTELA
Biografía
Hugo Fontela nace en Grado (Principado de Asturias, España) en 1986.
Desde niño siente interés por el dibujo y la pintura, pero no será hasta el
año 2001, con 14 años, y de la mano del artista asturiano Amado Hevia
"Favila", cuando ingrese en la Escuela de Artes y Oficios de Avilés. En
ella aprenderá a pintar de una forma académica, lo que le hace recibir el
Premio Extraordinario al Mérito en las Artes, que se otorga a los
alumnos más sobresalientes. Abandona dicha escuela en junio de 2002,
con 16 años, a la vez que finaliza la enseñanza secundaria obligatoria.
Posteriormente cursa en la Escuela de Arte de Oviedo el bachillerato
artístico, con vistas a estudiar la licenciatura de Bellas Artes. A partir de
ese momento se integra paulatinamente en el mundo del arte,
combinando su formación con una activa participación en la vida
artística del Principado. En 2004 realiza las pruebas P.A.U. con unos
resultados que le facultan para iniciar Bellas Artes, pero finalmente
decide trasladarse a estudiar a The Art Students League, en Nueva
York. Ya en Estados Unidos, en noviembre de 2005, obtiene, en su
vigésima edición, el Premio BMW de Pintura, uno de los más
prestigiosos de España, que recibe en Madrid, de manos de Su Majestad
La Reina Doña Sofía. Tras recibir este importante galardón, asiste como
artista invitado a la XVIII Bienal de Pintura Ciudad de Zamora. En el año
2007 recibe el Premio al Mejor Artista de la feria de arte grafico
ESTAMPA, concedido por la asociación de Críticos de Arte de Madrid.
Durante el año 2011, Cataluña y Asturias han sido los escenarios
elegidos para dos amplias muestras de su obra. En el Museo de
Montserrat, con una muestra que recorre toda su producción
americana, y que ha sido inaugurada por los Príncipes de Asturias, y en
el Centro Niemeyer de Avilés, con la muestra “Niemeyer By Fontela”.
Su obra forma parte de colecciones tales como la Biblioteca Nacional y
la Fundación Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, el Instituto
Cervantes, la Hispanic Society of America de Nueva York, la colección
Masaveu, la Fundación Príncipe de Asturias, la colección Pérez Simon en
México DF, o el Museo de Bellas Artes de Oviedo.
Desde el año 2005 vive y trabaja en Manhattan.
Exposiciones individuales (Selección):
• 2002. Primeras Pinturas. Sala de Exposiciones BBVA, Oviedo.
• 2003. Paisajes. Entre el mar y la industria. Galería de Arte Acinas,
Avilés.
• 2005. Hugo Fontela. Últimas obras. Escuela de Artes y Oficios de
Avilés, Avilés.
• 2006. Hugo Fontela. Polluted Landscapes, Galería de Arte Fruela,
Madrid.
• 2006. Hugo Fontela. Back Yards. XVIII Bienal Ciudad de Zamora,
Zamora.
• 2008. Hugo Fontela. An American Vision. Centro Cultural Casa de
Vacas, Madrid.
• 2008. Hugo Fontela. New York, New York. Palacio Revillagigedo,
Gijón.
• 2009. Hugo Fontela. Marcas de Agua. De Manhattan al Golfo de
México. Circulo del Arte, Barcelona.
• 2009. Hugo Fontela. Gulf of Mexico Days. Instituto Cervantes,
Chicago.
• 2010. Hugo Fontela. Golfo de México. 100Kubik. Colonia, Alemania.
• 2011. Caminos de Tierra, Caminos de Mar. Museo de Montserrat,
Barcelona.
• 2011. Niemeyer by Fontela. Centro Niemeyer, Avilés.
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