Informe sobre prácticas de Derechos Humanos

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INFORME SOBRE PRACTICAS DE DERECHOS HUMANOS
COLOMBIA
2000
Departamento de Estado de los Estados Unidos
26 de febrero de 2001
Resumen ejecutivo
Colombia es una democracia constitucional multipartidista en la cual los partidos Liberal y Conservador han
dominado la escena política desde tiempo atrás. Los ciudadanos eligieron en 1998 al actual Presidente
Andrés Pastrana del partido Conservador y un congreso bicameral controlado por el partido Liberal en unas
elecciones generalmente libres, justas y trasparentes, pese a los intentos de intimidación y fraude de parte de
los grupos paramilitares, la guerrilla y los narcotraficantes. Intentos similares de intimidación por los grupos
armados ilegales, inclusive por medio de asesinatos y secuestros, amenazaron con perjudicar las elecciones
locales en octubre; sin embargo las elecciones se llevaron a cabo en forma generalmente pacífica. La justicia
ordinaria opera en gran medida independiente de la influencia del Gobierno, pero es común el soborno o la
intimidación de los jueces, los testigos y los fiscales.
El Gobierno continuó enfrentando serios desafíos para controlar el territorio nacional debido a la persistencia
del conflicto interno armado generalizado y la violencia desenfrenada, tanto criminal como política. Los
principales actores fueron las fuerzas de seguridad del Gobierno, los grupos paramilitares, la guerrilla y los
narcotraficantes. Aumentó el número de víctimas de los ataques paramilitares. En algunas zonas hubo
combates entre las fuerzas del estado y la guerrilla o los narcotraficantes, mientras que en otras fueron los
grupos paramilitares los que se enfrentaron a la guerrilla, y en otras la guerrilla atacó a los miembros
desmovilizados de facciones guerrilleras rivales. Los dos grupos guerrilleros más importantes, la Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), están
integrados por un número aproximado de 11.000 a 17.000 combatientes permanentes organizados en más de
100 grupos semiautónomos. Las FARC y el ELN, junto con otros grupos menores, ejercieron un alto grado
de influencia territorial e iniciaron acciones armadas en casi 1.000 de los 1.085 municipios del país durante el
año, un nivel aproximadamente igual al de 1999. Su apoyo popular a nivel nacional continúa siendo bajo
según encuestas y muchos otros informes. Una parte considerable de los ingresos (cientos de millones de
dólares) de las principales organizaciones guerrilleras provinieron de comisiones impuestas sobre la
producción y el tráfico de narcóticos, así como el secuestro y la extorsión. La guerrilla y los grupos
paramilitares suplantaron a las instituciones estatales en muchas zonas escasamente pobladas del territorio
nacional. El proceso de paz iniciado en 1999 con las FARC continuó en la zona de despeje compuesta por
cinco municipios del sur con una población total de aproximadamente 100.000 personas . En ausencia de una
presencia estatal y una comisión verificadora internacional, continuaron los abusos de los derechos humanos
por parte de las FARC dentro y fuera de la zona de despeje. El proceso de paz se complicó con el secuestro
de un avión comercial el 8 de septiembre por un guerrillero de las FARC quien posteriormente se refugió en
la zona de despeje. El 14 de noviembre las FARC suspendieron las negociaciones unilateralmente y
exigieron acciones concretas del Gobierno contra los paramilitares. El 6 de diciembre el Presidente Pastrana
extendió el término para la zona de despeje hasta el 31 de enero de 2001 en medio de intenso debate público
sobre el actual proceso de paz. El asesinato del Presidente de la Comisión de Paz del Congreso, Diego
Turbay Cote, el 29 de diciembre, puso en duda nuevamente el futuro del proceso de paz, aunque el Gobierno
y los negociadores de las FARC continuaron en contacto.
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En abril el Gobierno y el ELN acordaron en principio una verificación dentro de la propuesta "zona de
encuentro" en el sur de Bolívar y el noreste de Antioquia, en la cual se llevaría a cabo la convención nacional
del ELN. Sin embargo el progreso se frenó cuando los residentes de la propuesta zona protestaron por su
creación. Dos grupos (Asocipaz y el Comité "No al despeje") exigieron consultas activas con el Gobierno
sobre la creación de tal zona, y de vez en cuando bloquearon el acceso al área. Los grupos paramilitares han
tratado de ejercer influencia sobre estas organizaciones. Los gobiernos de España, Francia, Suiza, Noruega y
Cuba asumieron un papel cada vez más activo en el proceso de paz. Durante el año y se comprometieron a
proporcionar asistencia para el desarrollo cuando la zona sea puesta en vigor. Sin embargo, el secuestro el 17
de septiembre de más de 50 personas cerca de Cali, una vez más frenó el proceso de paz. Luego de
negociación además de presión militar, los últimos secuestrados fueron puestos en libertad el 3 de
noviembre. Líderes del ELN participaron en una conferencia a mediados de octubre en San José, Costa Rica,
coauspiciada por el Gobierno y un grupo de organizaciones no-gubernamentales (ONG), para explorar
soluciones al conflicto. (Aunque las FARC fueron invitadas, no participaron en la conferencia.) El 15 de
diciembre cinco sicarios hirieron al presidente del sindicato de trabajadores públicos, Wilson Borja, miembro
clave de la comisión facilitadora de la sociedad civil en el proceso de paz con el ELN. Carlos Castaño,
cabeza de la coordinadora paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), reconoció su papel en el
ataque. La puesta en libertad en época de navidad de 42 policías y soldados tomados como rehenes por el
ELN preparó el camino para continuar las negociaciones sobre una zon a de encuentro al finalizar el año.
En oposición abierta al Gobierno, en noviembre las AUC secuestraron a siete miembros del Congreso y
exigieron que el Gobierno les diera un papel en las negociaciones de paz con las FARC. El Ministro del
Interior Humberto de la Calle negoció la liberación de los rehenes con el líder de las AUC, Carlos Castaño,
acción que enfureció a las FARC. El Gobierno rehusó concederles status político a los grupos ilegales de
autodefensa (paramilitares).
El Ministerio de Defensa, bajo ministro civil, es responsible de la seguridad nacional y supervisa a las
fuerzas armadas (incluyendo el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, y la Guardia Costera) y la Policía
Nacional. Anteriormente, la administración de las fuerzas armadas por un civil era limitada; sin embargo, en
años recientes ha habido mayor profesionalismo y respeto por la autoridad civil entre los militares. Las
fuerzas de seguridad incluyen las de administración de justicia armadas, investigativas y militares, entre ellas
la Policía Nacional, el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, la Naval y la Guardia Costera, el Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS), y el Cuerpo Técnico de Investigadores de la Fiscalía General (CTI). El
DAS, que tiene amplios poderes de inteligencia, de cumplimiento de la ley e investigativos, en línea de
mando está directamente bajo la Presidencia de la República, pero está dirigido por un profesional de
administración de justicia. La Policía debe mantener el orden y la seguridad nacionales, pero en la práctica,
la administración de justicia a menudo es compartida con el Ejército en áreas rurales y urbanas. Muchos
observadores insisten en que la acción gubernamental para combatir al paramilitarismo ha sido inadecuada y,
en el pasado las fuerzas de seguridad a menudo no confrontaron a los grupos paramilitares; sin embargo, las
fuerzas de seguridad mejoraron sus esfuerzos por confrontar y detener a los paramilitares durante este año.
No obstante, miembros de las fuerzas de seguridad a veces colaboraron ilegalmente con fuerzas
paramilitares. Las fuerzas armadas y la Policía cometieron numerosas violaciones de los derechos humanos
durante el año.
A pesar de años de violencia political y relacionada con las drogas, la economía es diversificada y
relativamente avanzada. Las principales exportaciones legales son petróleo crudo, carbón, café y flores. En
1999 el país sufrió su primera recesión en 60 años, con una reducción de 4,5% en el PIB y una cifra récord
de desempleo, de más del 20%. Aunque la economía se recuperó con un 3% de crecimiento este año, el
desempleo continúa igual y estaba en 19,7 al finalizar el año. La inflación al terminar el año era de 8,75%.
Desde septiembre de 1999 el Gobierno adoptó presupuestos austeros y una tasa de cambio flotante. Los altos
niveles de violencia inhiben la confianza de los inversionistas. Los narcotraficantes continuaron controlando
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grandes extensiones de tierra y otros bienes, y ejerciendo influencia en la sociedad, la economía y la vida
política. La distribución de los ingresos es bastante desequilibrada; gran parte de la población vive en
pobreza. El PIB per cápita era de aproximadamente US$2.100.
El historial del Gobierno en materia de derechos humanos siguió dejando que desear; hubo algunas mejoras
en el marco legal y en los mecanismos institucionales, pero la puesta en práctica demora y aún quedan serios
problemas en muchas áreas. Las fuerzas de seguridad del Gobierno continuaron cometiendo serios abusos,
incluyendo muertes extrajudiciales. A pesar de algunos juzgamientos y convicciones, las autoridades casi
nunca juzgaron a altos oficiales de las fuerzas de seguridad y de la Policía, acusados de violaciones de los
derechos humanos, y la impunidad continúa siendo un problema. Algunos miembros de las fuerzas de
seguridad colaboraron con grupos paramilitares que cometieron abusos, en algunos casos permitiéndoles a
los paramilitares cruzar los retenes; compartiendo información; o proporcionándoles provisiones o
municiones. A pesar de los mayores esfuerzos del Gobierno para combatir y capturar a los paramilitares, a
menudo las fuerzas de seguridad no tomaron acción para prevenir ataques paramilitares. Las fuerzas
paramilitares tienen una base de apoyo efectiva entre los militares y la policía, así como entre las élites
civiles, en muchos sitios.
El 12 de agosto entró en vigencia el nuevo Código Penal Militar, el cual dispone un cuerpo judicial militar
independiente, y protección legal para la tropa si rehusa llevar a cabo órdenes ilegales que resultarían en
abusos de los derechos humanos; el Código también impide que los comandantes de unidad puedan juzgar a
sus subordinados. Una serie de decretos de reforma militar fueron sancionados por el Presidente el 14 de
septiembre, proporcionando mayor facilidad para que las fuerzas militares destituyan a quienes abusan de los
derechos humanos, y oportunidades para mayor profesionalización de las fuerzas de seguridad. La justicia
militar continuó demostrando mayor voluntad de enviar a la justicia ordinaria casos de oficiales acusados de
violaciones flagrantes de los derechos humanos, según lo requieren un fallo de 1997 de la Corte
Constitucional y el nuevo código penal militar; en agosto una directiva presidencial reforzó estas dos normas
legales.
La Policía, guardas de prisiones y las fuerzas militares torturaron y maltrataron a detenidos. Las condiciones
en las hacinadas y mal financiadas prisiones son duras; sin embargo, algunos prisioneros utilizan el soborno
y la intimidación para lograr mejores condiciones. El arresto y la detención arbitrarios, así como la detención
prolongada en espera de un juicio, son problemas fundamentales. La justicia ordinaria es ineficiente,
sobrecargada con una acumulación de casos, y debilitada por la intimidación y el clima prevaleciente de
impunidad. Esta situación es el meollo de los problemas de derechos humanos del país. El Consejo Superior
de la Judicatura (CSJ) estimó, basándose en una encuesta de 1997, que el 63% de los crímenes no son
reportados, y que el 40% de los crímenes quedan impunes. El 6 de abril la Corte Constitucional tumbó gran
parte de la legislación que creaba la jurisdicción especializada (la cual había reemplazado a los jueces sin
rostro regionales el 1º de julio de 1999).
A veces las autoridades infringen el derecho a la intimidad de los ciudadanos. Los periodistas típicamente
trabajan en un ambiente de amenazas e intimidación, principalmente de los paramilitares y de la guerrilla, y
esto pareció empeorar durante este año; los periodistas practican la autocensura par evitar represalias. Hubo
algunas restricciones a la libertad de movimiento, generalmente por preocupaciones de seguridad. La
violencia y la inestabilidad en áreas rurales desplazaron a entre 125.000 y 317.000 civiles de sus hogares
durante este año. Casi una cuarta parte de estos desplazamientos fueron masivos. (Es difícil obtener cifras
exactas de desplazados porque algunas personas fueron desplazadas más de una vez, y muchos desplazados
no se registran don el Gobierno ni con otras entidades.) El número total de desplazados internos durante los
últimos cinco años podría sobrepasar el millón. Hubo informes de que miembros de las fuerzas de seguridad
acosaron o amenazaron a grupos de derechos humanos. La violencia y la extensa discriminación de la
sociedad contra las mujeres, el abuso infantil, y la prostitución infantil son problemas serios. Continuó la
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extensa discriminación de la sociedad contra grupos indígenas y minoritarios. El trabajo infantil es un
problema ampliamente difundido. El tráfico de mujeres y niñas con propósitos de prostitución forzada es un
problema. Los asesinatos por "limpieza social" de gamines, prostitutas, homosexuales y otros considerados
indeseables por grupos paramilitares, guerrilleros o mercenarios continuó siendo un problema serio.
Los grupos paramilitares y la guerrilla fueron responsables de la gran mayoría de asesinatos políticos y de
otra naturaleza durante este año. Por todo el país, los paramilitares asesinaron, torturaron y amenazaron a
civiles sospechosos de simpatizar con la guerrilla, en una campaña diseñada para aterrorizarlos y hacerlos
huir de sus hogares, para así quitarle a la guerrilla el apoyo civil y permitirles a los paramilitares desafiar a
las FARC y al ELN por el control de los cultivos ilícitos y territorios estratégicamente importantes. Las
fuerzas paramilitares fueron responsables de un número creciente de masacres y otros asesinatos políticos.
También pelearon contra la guerrilla por el control de algunas regiones con cultivos lucrativos de coca y se
ocuparon directamente de la producción y el tráfico de narcóticos. La coordinadora paramilitar AUC, cuyos
miembros sumaban aproximadamente 8.150 combatientes armados, ejerció influencia creciente durante el
año y luchó por extender su presencia por medio de la violencia y la intimidación en áreas previamente bajo
control de la guerrilla, al tiempo que llevaba a cabo asesinatos selectivos de civiles que acusaba de colaborar
con la guerrilla. Las AUC trataron de presentarse más y más como una organización con una agenda política,
aunque en la práctica continuaban siendo una fuerza mercenaria, financiada por actividades criminales y
sectores de la sociedad que son el blanco de la guerrilla. Aunque algunos grupos paramilitares reflejan los
deseos de la población rural de organizarse con el único propósito de autodefensa, la mayoría son
organizaciones mercenarias y otros en realidad son los ejércitos privados de los narcotraficantes o de grandes
terratenientes. El apoyo popular para estas organizaciones creció a medida que la violencia de la guerrill a
aumentó en medio de la lenta evolución del proceso de paz. El Gobierno continúa insistiendo en que los
paramilitares, como la guerrilla, son fuerzas ilegales y aumentó sus esfuerzos para aprehender a los
paramilitares; sin embargo, el historial de las fuerzas de seguridad en su trato con los grupos paramilitares
continuó siendo contradictorio. En algunos sitios las fuerzas de seguridad atacaron y capturaron a miembros
de tales grupos con mayor frecuencia; en otros sitios miembros de estas instituciones toleraron o inclusive
colaboraron con grupos paramilitares.
Las FARC y el ELN atacaron poblaciones civiles constantemente, cometieron masacres y ejecuciones
sumariales, y asesinaron a personal médico y religioso. Las FARC continuaron su práctica de utilizar
cilindros de gas como morteros para destruir pequeñas poblaciones, hiriendo indiscriminadamente a
funcionarios gubernamentales y civiles. La guerrilla fue responsable de la mayoría de los casos de
reclutamiento forzado de indígenas y de cientos de menores; también fueron responsables de la mayoría de
los secuestros. La guerrilla mantuvo a más de mil civiles secuestrados, y los pagos de rescate fueron una
importante fuente de ingresos. Otras víctimas del secuestro fueron asesinados. Al finalizar el año las FARC y
el ELN supuestamente mantenían a 527 soldados y policías en cautiverio. En muchos sitios la guerrilla
recaudó "impuestos de guerra", forzó a civiles a unírsele, obligó a pequeños agricultores a sembrar cultivos
ilícitos, y reglamentó los viajes, el comercio y otras actividades. en marzo las FARC anunciaron su "Ley
002" exigiendo que toda persona con patrimonio mayor de US$1'000.000 pagara impuestos a las FARC o
corriera el riesgo de ser secuestrada. Las FARC continuamente cometieron abusos contra ciudadanos
residentes en la zona de despeje. Numerosas fuentes dignas de confianza informaron de asesinatos, violación,
extorsión, secuestro, robos, amenazas, detenciones y el reclutamiento forzado de adultos y menores, así como
obstáculos a la libertad de expresión y a juicios imparciales e interferencia con sus prácticas religiosas.
RESPETO POR LOS DERECHOS HUMANOS
Sección 1. Respeto por la integridad de la persona, incluyendo la libertad de no ser víctima de:
a. Asesinato político u otras muertes extrajudiciales
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Los asesinatos políticos o estrajudiciales continuaron siendo un problema serio. Se estima
que unos 4.000 ciudadanos murieron en tales acciones, cometidas principalmente por
agentes no-estatales. Miembros de las fuerzas de seguridad continuaron cometiendo
ejecuciones extrajudiciales. Un análisis de datos del CINEP, publicado por la Comisión
Colombiana de Juristas (una ONG), indica que hubo 20 informes de muertes extrajudiciales
atribuíbles a las fuerzas armadas durante el período de octubre de 1999 a marzo de 2000,
incluyendo incluyen muertes resultantes de abuso de autoridad de la Policía. Sin embargo,
las fuerzas armadas afirmaron que seis de éstas sucedieron en confrontaciones con la
guerrilla; cuatro de las supuestas muertes (de las cuales sólo una fue confirmada) fueron el
resultado de pánico creado cuando el Ejército usó gas lacrimógeno contra unos
manifestantes indígenas (Véanse las Secciones 2.b. y 5.); y cinco de los casos fueron
atribuidos a paramilitares por otros grupos. La Fundación Centro de Investigación y
Educación Popular (CINEP) calculó 37 casos similares en 1999, los cuales incluyen muertes
resultantes de abuso de autoridad de la Policía. La mayoría de los incidentes citados por la
Comisión se encontraban bajo investigación por las autoridades militares y civiles al
finalizar el año. Aumentó el número de casos de personal militar acusado de violaciones de
los derechos humanos y juzgado en cortes civiles. Hubo informes de casos de limpieza social
por parte de la Policía y miembros en retiro de las fuerzas de seguridad.
Según la Oficina del Defensor del Pueblo para los Derechos Humanos, durante los primeros
seis meses del año hubo 235 masacres (definidas como el asesinato simultáneo o casi
simultáneo de tres o más personas fuera de combate, en un sólo sitio o en varios sitios
cercanos) durante el primer semestre. Se estima en 1.073 el número de personas asesinadas
en estas masacres; el Ministerio de Defensa no atribuyó ninguna de estas muertes a las
fuerzas de seguridad. La Dirección General de Policía Judicial informó de 1.286 personas
asesinadas en 216 masacres (definidas como cuatro o más personas muertas en el mismo
incidente) durante el año y no atribuyó ninguna de estas masacres a las fuerzas de seguridad.
La Oficina del Defensor registró 509 masacres en 1999, en las cuales murieron 2.262
personas, y atribuyó 20 de ellas a las fuerzas de seguridad.
El 15 de agosto una unidad del Ejército mató a seis niños por equivocación; la Fiscalía
General decidió que la acción fue daño no intencional causado en el curso del deber y refirió
el caso a la justicia militar. ( Véase la Sección 1.g.)
El delegado para los derechos humanos en la Procuraduría General, la cual supervisa el
desempeño de todos los empleados del sector público, recibió 201 quejas y casos durante los
primeros seis meses del año y concluyó 26 investigaciones disciplinarias. Las quejas
incluyeron 20 de masacres. La oficina del Procurador General recibió 78 quejas relacionadas
con masacres y desapariciones forzadas durante el año. Aproximadamente el 75% de estas
quejas involucraban al Ejército (especialmente en Putumayo, Antioquia y el sur de Bolívar);
el restante 25% se relacionaba on la Policía u oficiales del DAS. Durante el año la oficina
del Procurador General concluyó 13 investigaciones de masacres y desapariciones forzadas
atribuidas a agentes estatales y sancionó a 50 miembros de las fuerzas de seguridad (entre
ellos 10 miembros de la Policía Nacional, 35 miembros del Ejército y cinco miembros del
DAS). Esta Oficina exoneró a 20 acusados. A diferencia de años anteriores, la Oficina refirió
todos los casos de violaciones de los derechos humanos a la Fiscalía General para su
investigación criminal. Cinco generales se encontraban bajo investigación por la Fiscalía
General este año por no impedir masacres llevadas a cabo por los paramilitares en 1998 y
1999.
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Al finalizar el año la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General informó que tenía
aproximadamente 918 investigaciones en curso por violaciones de los derechos humanos, en
las cuales 1.379 individuos se encontraban bajo investigación. Este número incluye a 286
miembros de la Policía y militares, 573 presuntos paramilitares, 353 presuntos guerrilleros y
187 civiles. La Unidad arrestó a 302 personas durante el primer semestre del año y otras
entidades gubernamentales arrestaron a otras 70 personas contra quienes la Unidad tenía
casos pendientes. Para noviembre restaban otras 676 órdenes de captura de personas contra
las cuales la Unidad tenía casos pendientes; de estos, 37 eran de militares, 20 de policías y
tres de miembros del DAS. Las autoridades detuvieron este año a 38 miembros del Ejército,
41 de la Policía, cinco del DAS y cinco del CTI.
La Dirección General de Policía Judicial anunció que ocurrieron 25.660 asesinatos durante el
año, comparado don 24.358 en 1999. La prensa informó que en promedio una persona fue
asesinada cada 20 minutos. La Policía y la Fiscalía General no tienen suficientes recursos
para investigar la mayoría de los asesinatos adecuadamente. El Consejo Superior de la
Judicatura (CSJ) estimó, basándose en una encuesta de 1997, que el 63% de los crímenes no
son denunciados y que el 40% de los denunciados quedan impunes.
Según un informe del Ministerio de Defensa en marzo, durante el primer trimestre del año la
justicia militar juzgó y condenó a 206 miembros de la Policía Nacional, del Ejército y de la
Marina por ofensas graves que el Ministerio identificó como violaciones de los derechos
humanos: homicidio, heridas corporales, violación, intento de asesinato, detención arbitratria
y abuso de autoridad. Del total de 206 condenas, 66 fueron por homicidio y 113 por heridas
corporales. El promedio de las sentencias en 1998 fue de 58 meses de cárcel por homicidio y
15 meses por heridas corporales, aunque las sentencias fluctuaban entre dos años y 64 años
por homicidio, y entre dos meses y dos años por heridas corporales. La justicia militar
condenó a 206 personas por crímenes graves en 1999. El Código Civil de Procedimiento
Penal autoriza la restricción a la base como sustituto aceptable de una condena carcelaria
cuando no hay cárceles militares disponibles.
En agosto de 1997 la Corte Constitucional definió más cuidadosamente la disposición
constitucional respecto a que los crímenes cometidos por agentes estatales no relacionados
con actos del servicio, deben ser juzgados en cortes civiles. (Véase la Sección 1.e.) Desde
entonces la justicia militar ha entregado a la justicia ordinaria 1.307 casos, de los cuales
aproximadamente el 41% son por posibles violaciones de los derechos humanos (definidos
por el Ministerio de Defensa como homicidio, tortura, violación, detención arbitraria, heridas
corporales e intento de homicidio), para investigación y posible enjuiciamiento, incluyendo
casos de oficiales de alto rango. Durante el año la justicia militar entregó a la justicia
ordinaria 496 casos, comparado con 79 casos en 1999 y 266 casos en 1998. El nuevo Código
Militar, el cual entró en vigencia en agosto, reitera que los crímenes de desaparición forzada,
tortura y genocidio deben ser juzgados por las cortes civiles. El Presidente Pastrana reafirmó
estas nuevas normas legales en una directiva presidencial enviada en agosto a los altos
mandos militares y al comandante de la Policía Nacional. (Véase la Sección 1.e.)
Continuó el juicio en las cortes civiles contra el mayor del Ejército David Hernández, el
Capitán Diego Fino Rodríguez, el Sargento Edgardo Varón y los soldados Carlos Escudero,
Ferney Cardona y Raúl Gallego, miembros del cuarto batallón antiguerrilla (Cuarta Brigada),
por el asesinato en marzo de 1999 del comisionado de paz (y ex vice ministro para la
Juventud) Alex Lopera y otras dos personas.
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Sin embargo, en marzo el Capitán Fino se escapó; cuatro de los soldados que lo custodiaban
están bajo investigación por complicidad. El Mayor Hernández se había escapado en junio
de 1999 y al final de este año todavía se encontraba huyendo. Después de la fuga del Capitán
Fino, los militares anunciaron que todos los presos militares serían trasladados a la prisión
militar en Tolemaida para evitar otras fugas.
El 1º de abril la oficina del Procurador General anunció públicamente que no tenía
suficientes pruebas para enjuiciar al Coronel (r) del Ejército Jorge Plazas Acevedo, ex jefe
de inteligencia de la XIII Brigada, por el secuestro y muerte del industrial judío Benjamín
Khoudari en octubre de 1998. La Procuraduría General anunció que abandonaba la
investigación administrativa y solicitó públicamente a la Fiscalía General cesar en su
investigación criminal. Sin embargo, la Fiscalía continuó su enjuiciamiento del Coronel
Plazas y los civiles Jhon Alexis Olarte Briceño y Guillermo Lozano Guerrero, quienes eran
juzgados a finales del año. La Fiscalía tiene otras 11 órdenes de captura pendientes en este
caso; un teniente fue descartado como sospechoso.
Durante el año el Procurador General sancionó a ocho miembros de las fuerzas armadas en
relación con el caso de la masacre en Barrancabermeja en mayo de 1998, de los cuales tres
(el Capitán del Ejército Oswaldo Prada Escobar, el Teniente Enrique Daza y el Subteniente
Héctor Guzmán Santos) fueron dados de alta. Un teniente coronel de la Policía, un capitán y
un teniente, así como dos agentes del DAS, fueron suspendidos. El 12 de julio Elizabeth
Cañas Cano, testigo ocular de la masacre, fue asesinada por dos sicarios no identificados. En
mayo la Fiscalía General ordenó la detención preventiva de cuatro paramilitares sospechosos
en el caso; al finalizar el a164o la investigación todavía seguía su curso. La Procuraduría
General también estaba investigando la muerte de Cañas.
En diciembre la Procuraduría General acusó a 17 policías y nueve oficiales del Ejército de
complicidad con paramilitares en aproximadamente 160 asesinatos de limpieza social por
paramiliatres en el noreste antioqueño (cerca de las comunidades de La Ceja, Guarne y El
Peñón) entre 1995 y 1998. El Procurador General también acusó a dos funcionarios
municipales de omisión. La Fiscalía General acusó a tres de 26 oficiales acusados por la
Procuraduría; el Capitán de la Policía Luis Alfredo Castillo Suárez, Juan Carlos Valencia
Arbeláez y Carlos Mario Tejada Gallego enfrentaban juicio en Medellín a finales del año. El
Teniente Coronel del Ejército Jesús María Clavijo Clavijo, el Sargento Segundo Javier
Gómez Herrán y el soldado Carlos Mario Escudero se encuentran bajo investigación por los
asesinatos. Clavijo fue arrestado, suspendido del cargo y detenido militarmente el 17 de
marzo. Aunque el Ejército demandó la jurisdicción, argumentando que las acciones de
Clavijo eran actos del servicio, el CSJ falló que el caso debería ser juzgado en una corte
civil.
Cuando el testigo principal, Luis Eduardo Rodríguez Cuadrado, se retractó de su testimonio
anterior ante un juez en Bogotá el 3 de marzo, sufrió un revés el juicio civil del Coronel (r)
Bernardo Ruiz Silva, ex comandante de la XX Brigada (de inteligencia militar, ya disuelta),
por presumiblemente haber organizado el asesinato del líder del partido de oposición, el
Conservador Alvaro Gómez Hurtado, en Bogotá en noviembre de 1995. Sin embargo, el
testimonio de otro testigo clave ayudó a la parte acusadora. El juicio continuó hasta finales
del año. También están enjuiciados los agentes de inteligencia del Ejército Henry Berrío
Loaiza y Franklin Gaona Ovalle así como los sicarios civiles Héctor Paul Flórez Martínez,
Manuel Mariano Montero Pérez, Gustavo Adolfo Jaramillo Giraldo y Hermes Ortiz Durán.
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En 1999 la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General enjuició al Coronel de la
Marina José Ancízar Molano Padilla, en ese entonces comandante del II Batallón de
Infantería de Marina, así como a los cabos de Marina Javier Fernando Guerra, Eduardo
Aristides Alvarez y José Milton Caicedo, por los asesinatos por limpieza social de los
presuntos ladrones Sifredy y Fredy Arboleda. El 25 de mayo la Fiscalía General ordenó la
detención del Sargento de Marina Francisco Duarte Zúñiga, quien permanecía en libertad a
finales del año. Una investigación disciplinaria estaba en curso por parte de la Procuraduría
General.
En octubre de 1998, la Procuraduría General sancionó disciplinariamente al Teniente
Coronel Rodrigo Alfonso y a cuatro más, por complicidad con grupos paramilitares en los
asesinatos de por lo menos 50 personas en Barrancabermeja (Santander) entre 1992 y 1994,
aunque había sido exonerado por un tribunal militar en 1994. Quiñones apeló la sanción,
pero el Procurador General Jaime Bernal recusó el caso y el Congreso nunca nombró a un
reemplazo para fallar sobre el caso. El caso prescribió durante el año, dejando la sanción
disciplinaria en pie. Durante el curso del año Quiñones fue promovido a brigadier general.
En julio de 1999 la Fiscalía General enjuició al paramilitar Nicolás Antonio Gómez Zapata
por su participación en la masacre de La Chinita en enero de 1994, en la cual resultaron
muertas 35 personas. Entre los 50 miembros de las Fuerzas Armadas sancionados por la
Procuraduría General durante el año, hubo personas acusadas de haber estado involucradas
en esa masacre. No se ha informado de ningún proceso en la Fiscalía General.
Todavía se encontraban huyendo a finales del año tres suboficiales del Ejército, buscados en
conexión con la masacre de pasajeros de un bus en Los Uvos en abril de 1991.
En agosto una corte civil absolvió al Coronel (r) del Ejército Hernando Navas de haber
estado involucrado en la masacre de Nuevo Segovia en noviembre de 1998, en la cual más
de 100 personas resultaron heridas o muertas. Las autoridades han acusado a ocho oficiales
militares, un oficial de la Policía y 10 civiles en este caso. Entre ellos, el Teniente Coronel
Alejandro Londoño Tamayo y el Teniente Coronel Marco Báez Garzón continuaron
apelando en cortes civiles por las condenas relacionadas con la masacre. Londoño
permanecía en bajo custodia militar en Bogotá pero todavía en servicio activo, aunque se le
despojó de sus responsabilidades de comandante.
El 29 de junio la Corte Constitucional ordenó al CSJ que reconsiderara su decisión de 1996
por la cual se enviaba a la justicia militar el caso de desaparición forzada, tortura y muerte en
1987 de Nydia Bautista, guerrillera del M-19, por el General (r) Alvaro Velandia Hurtado.
Luego de revisar la decisión, el CSJ reversó su decisión y le asignó jurisdicción a la justicia
ordinaria a finales de julio, anotando que las acciones no estaban directamente relacionadas
con el servicio militar. La oficina del Fiscal General todavía no ha cerrado su investigación.
No hubo información disponible sobre el juicio pendiente contra el Teniente Coronel José
Vicente Pérez Berrocal por el asesinato en 1987 de un alcalde liberal.
No se han identificado motivos ni sospechosos en el asesinato del congresista Jorge
Humberto González en septiembre de 1998. La investigación continuaba abierta al final del
año.
Continuaron las acusaciones creíbles de cooperación entre los miembros de las fuerzas de
seguridad (especialmente del Ejército) y los grupos paramilitares, incluyendo casos tanto de
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apoyo silencioso como de colaboración directa. La evidencia sugiere que hubo arreglos
tácitos entre comandantes militares locales y grupos paramilitares en algunas regiones, y que
las fuerzas paramilitares operaban libremente en algunas áreas bajo control militar o a pesar
de una importante presencia militar. Miembros individuales de las fuerzas de seguridad
colaboraron activamente con miembros de grupos paramilitares (ayudándolos a pasar los
retenes, compartiendo inteligencia, proporcionándoles municiones y supuestamente hasta
formando parte de sus filas cuando no se encontraban de servicio.
El alto comando militar, bajo el liderazgo de Ministro de Defensa Luis Fernando Ramírez y
el General Fernando Tapias, declararó repetidamente que no toleraría la colaboración ente
personal militar y grupos paramilitares, y que el Ejército combatiría a estos grupos; sin
embargo, las acciones de las fuerzas de seguridad en el campo no siempre fueron
consistentes con la posición de sus líderes. Persistían los informes creíbles de instalaciones y
retenes paramilitares cerca de bases militares; de contactos entre miembros de grupos
paramilitares y militares; de retenes paramilitares sin desafíos militares; y de la falta de
respuesta militar a amenazas de inminentes masacres paramilitares o de asesinatos
selectivos. Las entidades militares a menudo citaban falta de información o de recursos para
explicar la situación. La impunidad para el personal militar que colaboraba con miembros de
los grupos paramilitares siguió siendo común.
En septiembre el Presidente sancionó decretos militares que permitían la destitución de
miembros de las fuerzas de seguridad quienes fueran cómplices en actividades paramilitares
o de otra forma ilegales; institutos gubernamentales investigaron activamente acusaciones de
colaboración o complicidad de miembros de las fuerzas de seguridad con grupos
paramilitares. Un total de 388 militares fueron destituidos en octubre; sin embargo, no se
supo cuántos de ellos fueron destituidos por colaborar con grupos paramilitares en tales
abusos. (Véase la Sección 1.e.).
Tanto paramilitares de los grupos de Auto-Defensas Campesinas de Córdoba y Urabá
(ACCU), las más grandes de las siete organizaciones agrupadas en las AUC, como la IV
Brigada del Ejército, bajo diferentes circunstancias, reclamaron la autoría por los asesinatos
de dos ex guerrilleros el 23 de enero. Las ACCU afirmaron haber matado a Uberney Giraldo
y a José Evelio Gallo, líderes de la Corriente de Renovación Socialista (CRS), y a otras dos
personas, después de haberlos secuestrado de San Antonio, Antioquia. El 24 de enero la IV
Brigada del Ejército anunció que había matado a dos guerrilleros del ELN en combate, pero
las autopsias civiles los identificaron como los dos líderes de la CRS. El 26 de enero sicarios
se robaron los cuerpos de la morgue pero no se llevaron los informes de las autopsias. A
finales del año se estaban llevando a cabo las investigaciones de la Procuraduría General y
de la Fiscalía General.
El 19 y 20 de febrero un grupo grande de paramilitares de las AUC asesinó a unas 37
personas en El Salado, Bolívar, de quienes sospechaban que fueran guerrilleros o sus
simpatizantes. Se informó que la Marina había establecido un retén poco tiempo después de
comenzar la masacre, la cual impidió que los grupos de derechos humanos y de socorro
pudiesen entrar; algunos grupos aceptaron la explicación de la Marina de que el acceso no
era posible debido a combates en la zona. El Ministerio de Defensa negó los cargos de que la
Marina hubiese bloqueado la entrada a las ONG o que hubiera complicidad con
paramilitares, y una investigación de la Fiscalía General había comenzado al finalizar el año.
Una investigación militar no encontró evidencia que comprobara estos cargos.
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Según se informó, los paramilitares habían estado en el pueblo desde el 16 de febrero y
tenían una lista de nombres de sospechosos de ser simpatizantes de la guerrilla. Las víctimas
incluían a una niña de seis años y a una anciana; algunas víctimas fueron torturadas o
violadas. Los paramilitares también quemaron varias casas. El 19 de febrero los
paramilitares llegaron en un helicóptero para rescatar a uno de sus miembros heridos. Según
Human Rights Watch, 30 minutos después de irse los paramilitares, los militares entraron al
pueblo.
El 22 de febrero miembros del II Batallón de Infantería de Marina capturaron a 11
paramilitares sospechosos de haber participado en la masacre de El Salado, mataron a dos
paramilitares y derribaron un helicóptero paramilitar. Según las ONG y los informes de
prensa, la masacre paramilitar de El Salado y la del 15 al 16 de febrero en Ovejas,
desplazaron aproximadamente a 3.000 personas. Para finales del año, 16 paramilitares
habían sido arrestados como sospechosos y la Fiscalía General había concluido su
investigación respecto a la responsabilidad de los paramilitares en la masacre.
Miembros de la comunidad de paz de San José de Apartadó en Urabá, así como ONG,
acusaron a la XVII Brigada de estar involucrada en dos masacres paramilitares en febrero y
julio, en las cuales murieron 11 personas. El 19 de febrero desconocidos atacaron la
comunidad de paz de San José de Apartadó, región del Urabá antioqueño. Selectivamente
asesinaron a cinco personas e hirieron a otras tres. Hubo informes de que los hombres
portaban las insignias de la XVII Brigada en sus uniformes y que tropas del Ejército fueron
divisadas en los alrededores del pueblo varias horas antes de la masacre. El 8 de julio
aproximadamente 20 paramilitares assesinaron a seis campesinos en La Unión, parte de la
comunidad de paz de San José de Apartadó. Los paramilitares supuestamente les dieron 20
días a los pobladores para abandonar el pueblo. ONG afirmaron que la XVII Brigada fue
cómplice en ambos ataques y que los miembros del Ejército estaban cerca de La Unión con
anterioridad al ataque el 8 de julio. Se mencionó que un helicóptero militar sobrevoló La
Unión durante la masacre; sin embargo esto nunca fue confirmado. Los investigadores
militares refutaron los cargos. La Fiscalía General investigaba ambos incidentes al finalizar
el año. Hubo por lo menos dos visitas durante el año de comisiones conjuntas de indagación,
que incluían representantes de la Fiscalía General, la Oficina del Defensor del Pueblo para
los Derechos Humanos y ONG internacionales. Las ONG de derechos humanos de la
comunidad de paz de San José de Apartadó informó de 11 muertes adicionales en incidentes
separados durante el año, la mitad de las cuales atribuyeron a paramilitares. También
informaron de frecuentes retenes paramilitares, intimidación, robo y restricción de insumos
alimenticios hacia la comunidad.
En febrero Human Rights Watch publicó un informe afirmando que el Ejército mantiene
nexos operativos cercanos con los grupos paramilitares. El Informe subrayaba incidentes de
colaboración entre oficiales de las III, IV y XIII Brigadas. Decía que según pruebas de los
investigadores gubernamentales, la III Brigada del Ejército en Cali, proporcionó armas e
inteligencia al Frente Calima de los paramilitares. El Informe también detallaba los nexos
entre la IV Brigada del Ejército y los grupos paramilitares, así como nexos entre la XIII
Brigada (de inteligencia) y grupos paramilitares. El Informe también mencionaba amenazas
recibidas por varios agentes gubernamentales durante la investigación de esos nexos.
El Vice Presidente Gustavo Bell respondió al informe de Human Rights Watch diciendo que
mientras el Gobierno nunca ha negado nexos residuales entre miembros individuales de las
fuerzas de seguridad y grupos paramilitares, sí ha tratado de romper esos vínculos y de
castigar a los responsables. Bell dijo que es falsa la sugerencia de que hay una voluntad
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institucional deliberada de ayudar y apoyar a los paramilitares. Anotó que gran parte de la
información en el Informe procedió de la Fiscalía General, demostrando que el Gobierno
investiga los crímenes militares.
En marzo la Procuraduría General ordenó que se destituyera del Ejército al Viceprimer
Sargento José María Cifuentes Tovar, del XLV Batallón, por haber rehusado a obedecer
órdenes de instalar un retén para prevenir el escape de los paramilitares de Barrancabermeja
después de una masacre que dejó nueve muertos en febrero de 1999. El 18 de marzo de 1999
la Policía arrestó al líder paramilitar Mario James Mejía ("el Panadero") por asesinar a un
taxista; luego en Bogotá se le acusó de haber liderado la masacre en febrero de 1999 en
Barrancabermeja; a finales del año todavía se encontraba bajo investigación. Pedro Mateo
Hurtado Moreno y otros tres paramilitares sospechosos de haber participado en esa masacre,
se encontraban huyendo al terminar el año. Los homicidios por motivos políticos y los
disturbios asociados continuaron presentándose a una tasa muy alta en Barrancabermeja
durante todo el año.
En marzo la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General ordenó el arresto del
Capitán del Ejército Luis Fernando Campuzano Vásquez y solicitó la captura de otros 15
civiles, entre ellos Carlos Castaño, quien seguía en libertad. Ellos son sospechosos de
afiliación don unidades locales que colaboraron son un grupo de 300 paramilitares en Vetas,
departamento de Norte de Santander, cuando cometió 15 masacres en las poblaciones de La
Gabarra y Tibú y sus alrededores entre el 29 de mayo y el 1º de septiembre de 1999. En estas
masacres murieron más de 145 personas acusadas de ser guerrilleros o simpatizantes de la
guerrilla. Unidades de XLVI Batallón Contraguerrilla (Tibú) y del V Grupo Mecanizado
(Cúcuta) así como policías, no intervinieron.
En julio el Procurador General anunció una investigación del Brigadier General (r) del
Ejército Alberto Bravo Silva, del Coronel Roque Sánchez y de otros tres oficiales del
Ejército por no prevenir una masacre de 27 personas en agosto de 1999 por paramilitares en
La Gabarra. La investigación continuaba al terminar el año. Bravo se retiró del servicio en
agosto de 1999 bajo la orden del Presidente Pastrana. Dos de los tres oficiales del Ejército
todavía son miembros de las fuerzas de seguridad. El Coronel Sánchez, comandante regional
de la Policía en el momento de la masacre, era enjuiciado a finales del año. En octubre la
Procuraduría General también acusó al Coronel Sánchez. El 3 de mayo la Procuraduría
General presentó cargos contra el jefe paramilitar de las AUC Carlos Castaño por haber sido
el autor intelectual de las masacres en La Gabarra el 29 de mayo y el 21 de agosto de 1999.
En marzo la Fiscalía General acusó formalmente a ocho miembros de las fuerzas de
seguridad, incluyendo al Comandante de la base militar de Tibú Mauricio Llorente Chávez,
de complicidad in una masacre paramilitar en Tibú en julio de 1999. Cinco miembros de la
Policía fueron acusados en mayo y arrestados posteriormente. El 20 de junio la Fiscalía
General arrestó a seis miembros de la Policía Nacional (Arturo Velandia, Luis Toloza,
Miguel Hernández, Alfonso Ortiz, Gustavo Lobo y José Ordóñez).
En abril de 1999 el Presidente Pastrana llamó a calificar servicios al Brigadier General
Fernando Millán Pérez y al Brigadier General Rito Alejo Del Río; ambos tenían vínculos
con grupos paramilitares. El Gobierno afirmó que ya no era conveniente que continuaran en
el servicio militar. La justicia militar no anunció ninguna novedad en la investigación en
curso del General Millán sobre acusaciones de haber armado y equipado a un grupo
paramilitar en Lebrija, Santander en 1997. El grupo paramilitar era considerado responsible
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de por lo menos 11 muertes. En octubre de 1998 el Consejo Superior de la Judicatura había
decidido que las presuntas acciones de Millán constituían actos del servicio y envió el caso a
la justicia militar, logrando así cancelar la investigación de la Fiscalía. Millán había negado
los cargos. En junio de 1999 la oficina del Procurador General abrió una investigación
disciplinaria de Millán, la cual continuaba a finales de este año.
Al finalizar el año el General Del Río, ex comandante de la XIII Brigada, continuaba bajo
investigación preliminar por la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General, por
presuntamente haber establecido grupos paramilitares en Medellín en 1987 y en Urabá en
1996. El General Del Río también está bajo investigación preliminar por la Fiscalía General.
El 27 de julio la Procuraduría General acusó formalmente a cinco oficiales del Ejército,
incluyendo a cuatro generales, por no proteger a los residentes de Puerto Alvira,
departamento de Meta, cuando los paramilitares asesinaron a19 personas en mayo de 1998, a
pesar de las repetidas solicitudes del Defensor del Pueblo para los Derechos Humanos. Los
cinco oficiales son los ex comandantes de la IV División del Ejército, el General (r) Agustín
Ardila Uribe y el General Jaime Humberto Cortés Parada (el Inspector General del Ejército);
el ex comandante de la VII Brigada, el Brigadier General (r) Jaime Humberto Uscátegui; el
comandante de la II Brigada, General Fredy Padilla De León (anteriormente jefe de la VII
Brigada); y el comandante del Batallón Joaquín París, el Coronel Gustavo Sánchez
Gutiérrez. Los acusados negaron los cargos. La investigación de la Procuraduría General
continuaba al finalizar el año. En junio una corte militar de primera instancia recomendó
cerrar la investigación del caso; el Tribunal Superior Militar debatía esta recomendación al
terminar el año. Al finalizar el año la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General
había detenido a tres paramilitares y tenía órdenes de captura pendientes para cinco más,
entre ellos los hermanos Carlos y Fidel Castaño.
En agosto el comandante de la Fuerza Aérea Héctor Fabio Velasco pidió una nueva
detención y una audiencia en primera instancia para el Brigadier General Jaime Uscátegui y
el Teniente Coronel Hernán Orozco en relación con la incursión paramilitar de julio de 1997
realizada por las AUC en la cual docenas de personas fueron masacradas en Mapiripán,
departmento del Meta. El Comandante General del Ejército Jorge Mora había recusado el
caso de Uscátegui por vínculos personales y fue reemplazado por Velasco. Un tribunal
militar se encontraba aún analizando el caso hacia finales del año. En mayo de 1999,
Uscátegui fué arrestado bajo cargos civiles relacionados con el caso, pero en agosto de 1999
la Corte Suprema de Justicia sentenció que éste debería ser juzgado por un tribunal militar.
Uscátegui fue dejado en libertad después de 180 días de detención cuando la investigación
militar no produjo resultados, aunque ésta se mantuvo abierta. A principios de 1999,
Uscátegui buscó el retiro de las fuerzas armadas a partir de enero, pero su esfuerzo se vió
truncado por el Fiscal General, quien ordenó su destitución de las Fuerzas Armadas en
noviembre de 1999 por negligencia en el cumplimiento de sus funciones en la masacre de
representantes de una patrulla judicial en San Juan de Arama, Meta en octubre de 1997. El
juicio militar contra el Teniente Coronel Orozco seguía su curso al final de año.
En agosto de 1999 el CSJ había remitido todos los casos de otros acusados en el caso de
Mapiripán para ser juzgados por tribunales civiles, inclusive el caso en contra del Teniente
Coronel Lino Hernando Sánchez Pinzón acusado de haber facilitado la masacre, el cual fue
considerado una acción fuera de servicio. El 29 de febrero la Fiscalía General para los
Derechos Humanos cerró la investigación contra el Teniente Coronel Sánchez y otros cinco
acusados (dos suboficiales y tres pilotos comerciales) en los tribunales civiles. En noviembre
el Fiscal General hizo llamamiento a juicio en procesos separados al teniente coronel
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Sánchez, dos sargentos del ejército y ocho paramilitares (inclusive dos pilotos civiles).
Todos los casos estaban juzgándose al finalizar el año. Además de Sánchez y otros cinco
acusados, dos presuntos paramilitares (quienes también se encontraban detenidos) fueron
llamados a juicio en diciembre.
En mayo la Fiscalía General, que en 1999 había acusado formalmente a cinco oficiales, tres
suboficiales y cinco oficiales civiles de posible complicidad o participación en la masacre de
Mapiripán ocurrida en julio de 1997, retiró los cargos y cerró la investigación contra el
Teniente Coronel Lino Sánchez Prada. Los otros casos seguían siendo investigados a
mediados del año.
El caso del Coronel (r) del Ejército José Ancizar Hincapié Betancurt, por colaborar entre
1993 y 1994 con un grupo paramilitar que asesinó a 10 personas, seguía su curso en los
tribunales civiles al terminar el año.
En julio, Iván Cepeda, hijo del asesinado senador Manuel Cepeda Vargas, fue obligado a
salir del país por amenazas de muerte que él sospechaba eran resultado de su activismo por
buscar que se hiciera justicia en el caso del asesinato de su padre en 1994. En testimonio
rendido ante el Senado, el Fiscal General había testificado que el Senador había sido
asesinado como resultado de una operación conjunta entre algunos altos oficiales del
Ejército y miembros de grupos paramilitares. En 1999 la Fiscalía General sancionó
disciplinariamente al Sargento del Ejército Justo Gil Zúñiga Labrador y al Vice Sargento
Hernando Medina Camacho, entonces miembros de la XX Brigada del Ejército, por el
asesinato del Senador Cepeda, líder del partido Unión Patriótica (UP). El Ejército destituyó a
los dos militares y en diciembre de 1999 fueron sentenciados a 43 años de prisión por su
participación en el asesinato de Cepeda.
Grupos paramilitares cometieron numerosas ejecuciones extrajudiciales, principalmente en
áreas donde competían por control con fuerzas guerrilleras, frecuentemente en ausencia de
una presencia fuerte de las fuerzas de seguridad del Estado. La frecuencia de las masacres
paramilitares continuó incrementándose significativamente Varias importantes campañas
paramilitares realizadas durante el año incluyeron una serie de masacres planeadas en Urabá,
Norte de Santander y Barrancabermeja. ( Véase la Sección 1.a.) A mediados de año la
Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos atribuyó 93 masacres con 512 víctimas a
grupos paramilitares. En 1999 Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos recibió
1.467 quejas contra miembros de grupos paramilitares. El Ministerio de Defensa atribuyó a
los paramilitares el 52% del estimado de 1.073 muertes, ocurridas en las 235 masacres
reportadas por Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos durante los primeros seis
meses del año. En diciembre el Ministerio de Defensa informó que grupos paramilitares
asesinaron a 983 civiles en masacres ocurridas a lo largo del año. La Comisión Colombiana
de Juristas atribuyó 657 asesinatos y 118 asesinatos de limpieza social a los paramilitares en
el período comprendido entre octubre y marzo de 1999. Las actividades paramilitares
también incluyeron secuestro, intimidación, desplazamiento forzado de personas ajenas a las
hostilidades. (Véanse las Secciones 1.b. y 1.g.) Los grupos paramilitares enfocaron sus
objetivos militares hacia maestros, activistas en derechos humanos, líderes sindicales (Véase
la Sección 6.a.), activistas comunitarios, políticos nacionales y locales (incluso al Presidente
Pastrana), campesinos, y otras personas a quienes acusaban de apoyar o de no enfrentar a la
guerrilla. Las fuerzas paramilitares asesinaron miembros de grupos indígenas. (Véase la
Sección 5.)
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Se presume que las AUC realizaron cientos de asesinatos selectivos por todo el país,
especialmente en los departamentos de Chocó, Santander, Valle del Cauca y Antioquia. Las
FARC, el ELN, o ambos, tuvieron una fuerte presencia en estas regiones ya que los
paramilitares luchaban por obtener control de territorio o de recursos, incluyendo el cultivo
de coca. Los paramilitares continuaron asesinando líderes políticos y activistas de paz,
incluyendo al líder pacifista comunitario Freddy Gallego, ex alcalde de Aguachica, el
activista de paz Luis Fernando Rincón, y el ex alcalde de Cúcuta y candidato a la Alcaldía en
el momento de su muerte, Pauselino Camargo. Catorce miembros del Cuerpo Técnico de la
Fiscalía fueron asesinados durante el año en varias partes del país. Se sospecha tanto de la
guerrilla como de los paramilitares como autores de estos asesinatos.
Las masacres paramilitares en Ovejas, departamento de Sucre y El Salado, departamento de
Bolívar hicieron parte de contínuos esfuerzos de los paramilitares para arrebatar el control de
la región de Montes de María de manos de la guerrilla. Entre el 15 y el 16 de febrero un
número aproximado de 150 paramilitares miembros de las ACCU realizaron ataques en
cinco localidades del municipio de Ovejas. Asesinaron a por lo menos 20 personas que se
sospechosos de ser guerrilleros o simpatizantes de la guerrilla, quemaron docenas de hogares
y ocasionaron el desplazamiento de un gran número de personas.
El 6 de abril un número aproximado de 50 paramilitares masacraron a 21 presuntos
guerrilleros o colaboradores de la guerrilla en Tibú, región del Catatumbo, departamento de
Norte de Santander, continuando una serie de 15 masacres que habían sucedido en la región
en 1999.
El 11 de mayo, un grupo paramilitar autodenominado “Frente Calima” se adjudicó la
responsabilidad de los asesinatos de 12 civiles en la localidad de Sabaletas, cerca de
Buenaventura, departamento del Valle del Cauca. El grupo también se adjudicó el asesinato
de otras 14 personas, presuntos guerrilleros, en la misma región. Según informes del Human
Rights Watch, la III Brigada del Ejército creó y apoya al “Frente Calima”, el cual según esa
entidad es responsable de por lo menos 200 asesinatos entre julio de 1999 y julio de 2000,
así como también del desplazamiento de más de 10.000 personas.
En agosto el movimiento paramilitar AUC se adjudicó el asesinato del líder y seis miembros
de la banda de sicarios “La Terraza” con sede en Medellín. Se sabía que las AUC habrían
contratado dicho grupo para realizar asesinatos.
En una serie de ataques durante la noche del 22 de noviembre, grupos paramilitares
asesinaron 15 pescadores en Nueva Venecia, en la región de la Ciénaga de Santa Marta,
departamento de Magdalena, secuestrando otras 22 personas cuyos cuerpos fueron hallados
posteriormente. El Defensor del Pueblo para los Derechos Humanos Eduardo Cifuentes
expidió una resolución el 14 de diciembre en la que informó sobre el asesinato de 45
personas y la desaparición de 25 y criticó la lenta acción del Gobierno para ayudar a los
desplazados como resultado del incidente, pidiendo la inmediata investigación de informes
sobre la existencia una base paramilitar en el área. Al final del año la Fiscalía General estaba
investigando los asesinatos confirmados de 37 personas.
Otros ejemplos de masacres paramilitares incluyen el asesinato de siete personas en Estados
Unidos en enero, el asesinato de 15 personas en noviembre en Granada en la región
occidental del país y el asesinato de siete personas en Barrancabermeja en noviembre.
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Las investigaciones de los asesinatos y las masacres ocurridas procedieron lentamente. En
muchos casos no hubo progreso en las investigaciones iniciadas. Durante el año el progreso
incluyó la expedición de órdenes de captura contra cinco sospechosos de asesinato y
extorsión como miembros de la Convivir El Corral (grupo de autodefensa) en 1991 en el
departamento de Arauca. Otros paramilitares investigados y llamados a juicio incluyeron a
Luis Arnulfo Tuberquias, quien tenía vínculos por secuestro y robo a nombre de los
paramilitares; entre los capturados estaban José Luis Hernández y Rubén Isaza, sobrino e
hijo respectivamente del líder paramilitar Ramón Isaza, y Darío Zapata Hernández,
supuestamente el segundo al mando de las AUC en el área de Puerto Boyacá, departmento
de Caldas.
El 3 de mayo la Fiscalía General acusó formalmente al líder paramilitar de las AUC, Carlos
Castaño, del asesinato en 1999 del reconocido periodista, comediante político y activista de
paz y derechos humanos, Jaime Garzón Forero en Bogotá. El 13 de enero miembros del CTI
capturaron al miembro de la banda La Terraza Juan Pablo Ortíz Agudelo en Medellín bajo
sospecha de haber sido el sicario que atacó a Garzón. Ortíz permanecía detenido en Bogotá a
finales del año. En diciembre un grupo de hombres que declaró representar a la banda
criminal La Terraza admitió publicamente haber sido contratado por Castaño para asesinar a
Jaime Garzón y a los activistas de derechos humanos Elsa Alvarado, Mario Calderón, Jesús
María Valle y Eduardo Umaña Mendoza. Ofrecieron entregarse a las autoridades y
proporcionar pruebas de la participación de Castaño a cambio de garantías de seguridad de
parte del Gobierno. Al terminar el año no se había producido ninguna respuesta pública por
parte de las autoridades.
En diciembre de 1999, el Gobierno español cumplió con una solicitud del Gobierno
colombiano y extraditó al paramilitar Lubin de Jesús Morales Orozco (quien había sido
arrestado en Madrid en junio de 1999 bajo cargos no relacionados) por el asesinato en abril
de 1999 de Eduardo Umaña Mendoza, talvez el más conocido y polémico abogado de
derechos humanos en Colombia. Morales Orozco había sido arrestado en Madrid en junio de
1999 bajo cargos no relacionados con este caso. Cinco personas, entre ellas Morales,
continuaban detenidas y fueron llevadas a juicio por la justicia ordinaria a finales del año.
El 14 de junio se inició en Medellín el juicio contra 10 sospechosos de la muerte del activista
de derechos humanos Jesús María Valle, ocurrido en febrero de 1998. Valle era el Presidente
del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos de Antioquia. Fueron
presentados cargos contra los presuntos asesinos Jorge Eliécer Rodríguez Guzmán, Alvaro
Góez Mesa, Gilma Patricia Gaviria Palacios, Elkin Darío Granada López, Alexander Vallejo
Echeverry y Carlos Alberto Bedoya Marulanda por ser autores materiales del crimen. En
agosto de 1999 la Fiscalía General expidió órdenes de captura contra el líder paramilitar
Carlos Castaño y Juan Carlos González Jaramillo como autores intelectuales del crimen.
Castaño fue llamado a juicio en septiembre de 1998 por el asesinato. Según informes de
prensa, el primer agente de policía que participó en el caso fue asesinado poco después; el
fiscal salió del país y otro investigador fue asesinado en septiembre de 1999.
El 22 de noviembre un juez en Bogotá condenó a los paramilitares Juan Carlos González
Jaramillo (alias “El Colorado”) y Walter José Alvarez Rivera de las muertes en mayo de
1997 de dos investigadores del CINEP, Mario Calderón y Elsa Alvarado así como del padre
de Alvarado, Carlos Alvarado. Jaramillo fue sentenciado a 60 años en prisión y Alvarez
Rivera a 45 años. El juez decidió que el magnate del fútbol Gustavo Adolfo Upegui López
no estaba implicado en los asesinatos pero ordenó una revisión de las pruebas presentadas
15
durante el juicio, las cuales vinculaban a Upegui con grupos paramilitares. Upegui
permanecía arrestado en Medellín bajo otros cargos al finalizar el año. Otros dos hombres
vinculados con el caso fueron condenados por el uso ilegal de equipos de
telecomunicaciones y otros dos hombres acusados de ser autores intelectuales fueron
exonerados. Queda pendiente una orden de arresto contra el líder paramilitar Carlos Castaño
en relación con éste caso.
El acusado paramilitar Iván Urdinola Grajales seguía detenido en relación con las masacres
de “Trujillo I” ocurridas entre 1989 y 1990 en el departamento del Valle, y también
implicado en la masacre de “Trujillo II”, ocurrida en 1994. La Fiscalía tiene también una
órden de captura pendiente para la detención de otro paramilitar por el caso de “Trujillo I”.
En mayo un tribunal elevó cargos contra el paramilitar Norberto Morales Ledesma for su
participación en la masacre “Trujillo II”. El paramilitar Reynel Gómez Correa, detenido en
1999 por vínculos con “Trujillo II”, fue asesinado en prisión en diciembre, antes de su juicio.
Otros dos paramilitares implicados en “Trujillo I” y “Trujillo II” se encuentran libres. Una
persona fue detenida y otra se busca por la masacre de “Trujillo I”. Un paramilitar fue
condenado y otro detenido por la masacre de “Trujillo I” ocurrida en 1994. Se siguen
adelantando investigaciones en ambos casos.
En julio el Tribunal Superior de Cundinamarca exoneró a José Téllez y a su esposa Nancy
Lozano, acusados de haber participado en el asesinato del candidato presidencial por el
partido liberal Luis Carlos Galán en 1989. Otro sospechoso, Alberto Hubiz Hazbun, acusado
de ser el autor intelectual del asesinato fue absuelto en 1993. El único hallado culpable del
asesinato fue John Jairo Velásquez Vásquez, sentenciado a 20 años de prisión en 1997.
Hasta ahora no ha sido identificado ningún sospechoso del asesinato del académico y
activista de paz Jesús Bejarano ocurrida en septiembre de 1999.
No hubo información disponible sobre la investigación del asesinato del ex Ministro de
Defensa Fernando Landazábal Reyes ocurrida en mayo de 1998.
Aunque se calcula que 507 miembros de grupos paramilitares estaban en prisión al terminar
el año, reconocidos líderes paramilitares permanecían fuera del alcance de la ley. Datos
gubernamentales indicaron que de 1997 a octubre de 2000, 934 miembros de grupos
paramilitares habían sido capturados y 150 habían muerto. El Ministerio de Defensa informó
que a lo largo del año fuerzas de seguridad del estado dieron de baja a 89 miembros de
grupos paramilitares y capturaron a 315. En 1999 el Ejército informó que había dado de baja
a 26 miembros de grupos paramilitares y capturado a 102 durante ese año.
Paramilitares asesinaron miembros de grupos indígenas (Véase la Sección 5.) y miembros de
sindicatos. (Véase la Sección 6.a.)
Los guerrilleros de las FARC, el ELN y el EPL (Ejército Popular de Liberación) continuaron
con los asesinatos, frecuentemente contra objetivos civiles, de manera semejante a aquellos
cometidos por los paramilitares. La Comisión Colombiana de Juristas informó que los
grupos guerrilleros eran responsables de 236 asesinatos políticos en el período comprendido
entre octubre de 1999 y marzo de 2000. El Ministerio de Defensa atribuyó a la guerrilla las
masacres de 880 civiles durante el año. Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos
atribuyó 22 masacres a las FARC durante los primeros seis meses del año, y nueve al ELN.
La Defensoría también atribuyó 89 asesinatos a las FARC y 31 al ELN durante los primeros
16
seis meses del año. Los funcionarios locales elegidos, los candidatos, los maestros, los
líderes cívicos, los comerciantes y los campesinos que se oponían a las actividades políticas
o militares de la guerrilla fueron el blanco de éstas. La Federación Colombiana de
Municipios informó sobre la muerte de 17 alcaldes durante el año; los principales
sospechosos de estas muertes fueron los grupos guerrilleros. (Véase la Sección 3.) Por
ejemplo en noviembre hombres armados desconocidos asesinaron a Carlos Julio Rosas,
Alcalde de Orito, departamento de Putumayo. Además, en la última ronda de la campaña
para las elecciones municipales de octubre, 19 candidatos a alcaldías fueron asesinados.
Miembros de la Policía y del Ejército fueron objetivo militar de la guerrilla, en forma
selectiva y en combate. (Véase la Sección 1.g.) Los grupos guerrilleros también asesinaron a
líderes religiosos (Véase la Sección 2.c.), a miembros de grupos indígenas ( Véase la
Sección 5.) y a líderes sindicales. (Véase la Sección 6.a.) Algunas comunidades controladas
por la guerrilla también fueron víctimas de asesinatos de limpieza social de delincuentes u
otros elementos “indeseables”. Las campañas guerrilleras alrededor de la zona de despeje,
así como en Norte de Santander, Antioquia y los departamentos del sur, frecuentemente
involucraron un número importante de muertes de civiles y ocasionaron desplazamientos
numerosos. (Véase la Sección 1.g.)
Según estadísticas militares, las FARC y el ELN asesinaron hasta 200 niños durante el año (
Véanse las Secciones 1.g. y 5.).
La Fiscalía General para los Derechos Humanos informó en noviembre que lleva a cabo
investigaciones sobre la detención, desaparición y muerte de 92 miembros del Ejército
mientras se encontraban fuera de servicio. La Policía sospecha que el Comandante
“Geovanni” del Frente 22 de las FARC ordenó el asesinato del General (r) del Ejército
Crispiniano Quiñones (ex comandante de la XIII Brigada), perpetrado por sicarios
desconocidos en La Vega, departamento de Cundinamarca. Según versiones de prensa,
“Geovanni” y otros dos miembros de las FARC murieron poco después en un
enfrentamiento con la Policía.
El 25 y 26 de marzo al menos 21 agentes de la Policía y ocho civiles (entre ellos el Alcalde
de Vigía del Fuerte, departamento de Antioquia y Bellavista, departamento de Chocó. Las
FARC mantuvieron e n cautiverio a por lo menos otros siete agentes de la Policía. Las
FARC torturaron muchos de los agentes de Policía antes de asesinarlos fuera de combate. En
abril, las autoridades expidieron orden de captura contra el miembro de las FARC Luis
Fernando Zapata Hinestroza.
En mayo, seis hombres que participaron en bloqueo de vías para protestar por la posible
creación de una zona de encuentro para los diálogos con el ELN en el sur del departamento
de Bolívar y en el departamento de Antioquia, fueron asesinados en la región del Magdalena
Medio. Se sospecha que el ELN cometió estos asesinatos.
El 7 de mayo las FARC atacaron con explosivos un bus de servicio público en Gigante,
departamento de Huila. El conductor del bus perdió el control y el bus se estrelló contra un
árbol. Miembros de las FARC dispararon contra los ocupantes del bus y quemaron el
vehículo; se presume que murieron cuatro ocupantes quienes se encontraban aún dentro del
bus cuando fue incendiado.
17
En junio las FARC masacraron al menos 11 civiles en Nutibara, departamento de Antioquia,
e hirieron a 15 personas más. La XIV Brigada del Ejército respondió a ese y otros ataques de
las FARC, e informó que había dado de baja a 14 guerrilleros.
El 10 de julio en el departamento de Huila, dos sicarios no identificados asesinaron al
General Saulo Gil Ramírez, Director de la Policía Nacional de 1958 a 1965. La prensa
especuló sobre la responsabilidad de la guerrilla en este asesinato.
El 1º de julio una persona fue asesinada y unas 40 quedaron heridas cuando varios
explosivos fueron detonados en la Comandancia de la Policía del Valle en Cali. Las
autoridades atribuyeron el hecho a grupos subversivos. El mismo día, el ELN atacó la
Academia de Carabineros de Policía Simón Bolívar en el suroccidente de Cali.
El 14 de julio las FARC entraron a la población de Roncesvalles en el departamento de
Tolima y asesinaron a 13 policías. (Véase la Sección 1.g.)
Una ofensiva de las FARC en agosto tuvo como resultado la muerte de más de 20 civiles y
militares.
En agosto, las FARC asesinaron al Secretario General de Río Blanco, Milcíades Luis
Garavito, después de acusarlo de estar vinculado con paramilitares.
Según versiones de prensa, en agosto guerrilleros del ELN también torturaron y asesinaron a
ocho pobladores de Sardinita, entre ellos un maestro y un niño.
A principios de octubre, las FARC atacaron la lejana localidad de Ortega y asesinaron a
ocho personas, incluyendo a dos mujeres y dos niños. La guerrilla también incendió 20
casas, una escuela y una iglesia.
El 18 de octubre la guerrilla atacó a Bagadó y Dabeiba en el departamento de Chocó; asesinó
a un policía y 17 desaparecieron. Gran parte de Bagadó fue destruída.
Se sospecha que guerrilleros asesinaron el 23 de noviembre a 12 personas en Santander de
Quilichao, departamento de Cauca. Por lo menos algunas de las víctimas presuntamente
tenían vínculos con grupos paramilitares. Dos mujeres resultaron heridas. También el 23 de
noviembre las FARC asesinaron a nueve campesinos sospechosos de colaborar con
paramilitares en el departamento de Antioquia.
Continúan las investigaciones sobre supuestos asesinatos perpetrados por las FARC en la
periferia de la zona de despeje. El 29 de diciembre el Presidente de la Comisión de Paz del
Congreso de la República, Diego Turbay Cote, fue asesinado junto con su madre la concejal
Inés Cote y otras cinco personas en el departamento de Caquetá (cerca de la zona de despeje
de las FARC). Los asesinatos pusieron el futuro del proceso de paz en tela de juicio cuando
la Fiscalía General, el Ejército y la Policía vincularon a las FARC con el hecho. Según
versiones de prensa las FARC han ejecutado a unos 20 residentes en la zona de despeje.
La guerrilla asesinó civiles utilizando bombas y artillería y continuó su práctica de utilizar
cilindros de gas para atacar pequeñas poblaciones, asesinando indiscriminadamente a la
población civil. ( Véase la Sección 1.g.)
18
El 1º de mayo el vocero de las FARC, Raúl Reyes, dijo que un “tribunal revolucionario” de
las FARC exoneró al comandante del bloque oriental de las FARC Germán Briceño Suárez
(“Grannobles”) de su participación en los asesinatos de los secuestrados activistas indígenas
estadounidenses Terence Freeitas, Lahe’ena’e Gay e Ingrid Washinawatok ocurridas en
marzo de 1999 cerca de Saravena, departamento de Arauca. En julio de 1999 la Fiscalía
General dictó orden de captura contra Briceño. Los esfuerzos del Ejército para capturarlo y a
otros miembros de las FARC acusados de los asesinatos continuarían. En septiembre la
Fiscalía General buscó interrogar a Nelson Vargas Ruedas, guerrillero de las FARC
capturado en Bogotá, para obtener información sobre el crimen. El miembro de la tribú
U’wa Gustavo Bocota Aguablanca, quien también había sido llamado a juicio por el
asesinato en diciembre de 1999, todavía se encontraba en libertad a finales del año. La
investigación del caso continuaba al terminar este año.
En diciembre un tribunal de Medellín dictó sentencia acusatoria contra Wilson Eusebio
García Ramírez comandante del Frente “Carlos Alirio Buitrago” del ELN para ser juzgado
en ausencia por los asesinatos de los miembros del CTI, Edilbrando Roa López y John
Morales Patiño, ocurridos en septiembre de 1998 en Mesopotamia, Antioquia. Los dos
habían estado investigando la masacre de nueve personas en la localidad de Sonsón en 1998.
Al finalizar el año las autoridades no habían capturado aún a dos miembros del Frente 32 de
las FARC, entre ellos Arley Leal y Milton de Jesús Tonal Redondo (“Joaquín Gómez” o
“Usurriaga”), cabecilla del bloque sur de las FARC, en relación con el asesinato del Padre
Alcídes Jiménez, ocurrido en Putumayo en septiembre de 1998.
El Ministerio de Defensa informó que fuerzas de seguridad dieron de baja a 970 guerrilleros
durante el año y capturaron a 1.556 guerrilleros. La Fiscalía General informó que al final del
año había investigaciones en curso contra 353 guerrilleros, tenía a 53 guerrilleros bajo
custodia y 252 órdenes de captura contra líderes guerrilleros.
Cerca de 80 casos relacionados con Colombia se encontraban ante la Comisión InterAmericana de Derechos Humanos (IACHR) a final del año. La gran mayoría involucraba
violaciones contra el derecho a la vida. Al final del año se esperaba que la IACHR decidiera
sobre si trasladar a la Corte Inter-Americana de Derechos Humanos un caso que involucraba
participación paramilitar y militar en el asesinato de 19 comerciantes en 1996.
La IACHR prosiguió con el proceso de tratar de llegar a un acuerdo amigable sobre la queja
elevada por la Unión Patriótica en 1996 acusando al Gobierno por acción u omisión en lo
que la UP denominó “genocidio político” de la UP y del Partido Comunista. Como parte del
proceso, desde el mes de junio el Gobierno ha proporcionado protección por medio del
Ministerio del Interior los miembros de la UP y del Partido Comunista que sobreviven
actualmente. A pesar de estos esfuerzos, por lo menos dos miembros de la UP fueron
asesinados durante el año.
Continuaron los incidentes de limpieza social (incluyendo ataques y asesinatos) dirigidos
contra individuos considerados socialmente indeseables, como drogadictos, prostitutas,
travestis, homosexuales, pordioseros y gamines. La Comisión Colombiana de Juristas no
atribuyó a las fuerzas de seguridad ninguno de los asesinatos de limpieza social durante el
período de octubre de 1999 a marzo de 2000; les atribuyó 118 asesinatos de limpieza social a
grupos paramilitares y dos a la guerrilla.
19
b. Desaparición
La Constitución de 1991 y la ley prohiben explícitamente “las desapariciones forzadas”; sin
embargo, continúan siendo un problema. El 30 de mayo el Congreso tipificó como delito la
desaparición forzada, el genocidio, la tortura y el desplazamiento forzado, permitiendo que
tales casos fueran juzgados por la justicia ordinaria. El 6 de julio el Presidente Pastrana
sancionó la ley, la cual entró en vigor inmediatamente. Los activistas de derechos humanos
anotaron que la nueva ley no incluyó el artículo que estipulaba que los cuatro crímenes, por
constituir grave violación de los derechos humanos, deberían ser juzgados por la justicia
ordinaria y no por la justicia militar, si involucraban acusados militares, según una sentencia
de la Corte Constitucional promulgada en 1997. Sin embargo, los partidarios del proyecto de
ley anotaron que el nuevo Código Penal Militar que entró en vigor el 12 de agosto, sí incluyó
tal estipulación. Más de 3.000 casos de desapariciones forzosas han sido denunciados ante
las autoridades desde 1977; muy pocos han sido resueltos. Muchas de las víctimas
desaparecieron en el curso de varias confrontaciones entre grupos armados o con el Estado.
Nunca se ha vuelto a saber de la gran mayoría de las víctimas de desapariciones forzadas.
La Procuraduría General de la Nación (encargada de vigilar el cumplimiento de todos los
empleados públicos) recibió 78 quejas relacionadas con masacres y desapariciones forzadas
durante el año; aproximadamente el 75% de estas quejas involucró al Ejército
(específicamente en Putumayo, Antioquia y el sur de Bolívar); el otro 25% implicó a
oficiales de la Policía y el DAS. Un informe de tres personas presuntamente desaparecidas
debido a acciones del Ejército, no ha sido confirmado.
Al terminar el año no se produjeron resultados en el juicio por la justicia ordinaria del Mayor
de la Policía Manuel de Jesús Lozada Plazas, ex subcomandante del GAULA, el grupo élite
anti-secuestro del Gobierno colombiano. Las autoridades lo habían destituido y reducido su
salario a la mitad cuando lo arrestaron en marzo de 1997. Tampoco se produjeron resultados
en la investigación sobre colaboración entre el GAULA y grupos paramilitares.
En mayo la Fiscalía General hizo llamamiento a juicio al Coronel (r) Gonzalo Gil Rojas, ex
Comandante de la XX Brigada, por su responsabilidad en el secuestro en 1989 de Amparo
Tordecillo Trujillo, ex miembro del EPL; en diciembre los cargos fueron retirados. La
Fiscalía General también hizo llamamiento a juicio en ausencia a miembros de la XX
Brigada, Capitán (r) Mario Raúl Rodríguez Reinoso y tres suboficiales; todos continuaban en
libertad a terminar el año.
La ley prohibe el secuestro; sin embargo éste continuó siendo un problema supremamente
grave. Las reformas al código penal realizadas en junio aumentaron la sentencia mínima por
secuestro simple de seis a ocho años; la pena máxima es de 20 años. Estadísticas de la
Policía para el año, corroborados por la Fundación País Libre, indicaron que se registraron
3.706 secuestros durante el año, comparado con los 3.201 registrados en 1999. Grupos
paramilitares secuestraron a 280 personas, mientras que delincuentes comunes secuestraron
371 y otros 944 fueron secuestrados por personas o grupos desconocidos. La guerrilla fue
responsible de 2.104 casos. Se estima que 164 menores se encontraban aún en cautiverio al
final del año. Miembros del GAULA y otras unidades de las fuerzas de seguridad liberaron a
507 personas durante el año (entre ellas por lo menos 48 menores); 285 de las víctimas
rescatadas habían sido secuestradas por el ELN, 82 por las FARC, 44 por el EPL (Ejército de
Liberación Popular) y las otras 96 por grupos paramillitares o por la delincuencia común. El
20
GAULA informó que murieron 173 personas en cautiverio en el año, un aumento del 33%
sobre 1999.
La Comisión Colombiana de Juristas atribuyó 145 desapariciones forzadas a los
paramilitares durante el período entre octubre de 1999 y marzo de 2000. En muchos casos
las personas secuestradas por los paramilitares aparecieron muertas más tarde.
El 9 de marzo paramilitares encabezados por Jhon Jairo Esquivel Cuadrado secuestraron a
siete miembros del CTI en Minguillo, departamento de Cesar. Esquivel fué capturado en
julio y permanecía detenido esperando que se presentaran cargos formales en su contra al
final de año. No hubo indicios de que los investigadores secuestrados estuvieran con vida.
En mayo los paramilitares secuestraron y violaron a la periodista Jineth Bedoya. (Véase la
Sección 2.a.)
El 19 de junio el grupo paramilitar AUC dirigido por Carlos Castaño secuestró al diputado
de la Asamblea de Antioquia, Guillermo León Valencia Cossio, hermano del negociador de
paz del Gobierno con las FARC, Fabio Valencia Cossio, liberándolo el 23 de junio.
En octubre, el grupo de las AUC secuestró a siete miembros del Congreso incluyendo al ex
Presidente del Senado Miguel Pineda y Zulema Jattin, miembro de la Comisión de Paz del
Congreso, y exigió que las AUC fueran consultadas sobre el proceso de paz. El Gobierno
rehusó abrir discusiones con las AUC, pero el Ministro del Interior Humberto de la Calle
negoció la liberación de los secuestrados con Castaño.
El secuestro continuó siendo una política establecida y una fuente importante de recursos
para las FARC y el ELN. En abril las FARC promulgaron su “Ley 002”, la cual exigía que
las personas con un patrimonio de más de US$1 millón ofrecieran un pago voluntario a las
FARC o se arriesgaran a ser retenidas. Según la Fundación País Libre, políticos, ganaderos,
menores y comerciantes fueron las víctimas preferidas de la guerrilla. Las FARC
frecuentemente canjeaban a víctimas secuestradas por delincuentes comunes; luego las
FARC negociaban los pagos de rescate directamente con las familias.
El 22 de marzo, las FARC secuestraron a la niña de nueve años Clara Oliva Pantoja, y sólo
la liberaron el 19 de diciembre. El 7 de abril las FARC secuestraron al niño de tres años
Andrés Felipe Navas, quien no había sido liberado al final de año. Se informó que ambos
niños estaban siendo retenidos por las FARC en la zona de despeje. Varias víctimas de
secuestro puestas en libertad afirman que las FARC tienen en su poder más de 200 personas
en dicha zona.
En el mes de marzo el ELN secuestró 25 trabajadores de la Electrificadora de Guatapé,
Antioquia. El secuestro fué parte de la campaña del ELN contra la infraestructura eléctrica
del país.
El 17 de septiembre el ELN secuestró más de 50 clientes en restaurantes cerca de Cali. Casi
de una docena fueron liberados durante los días siguientes. Después de negociaciones
combinadas con presión militar, los demás sobrevivientes fueron liberados en noviembre,
aunque tres de ellos habían muerto en cautiverio a causa de enfermedades adquiridas durante
las largas marchas forzadas cuando los secuestradores intentaban evadir el cerco del Ejército.
En contra de las objeciones presentadas por el comandate del Ejército a cargo de la
operación de rescate, el Gobierno dejó a los captores en libertad a cambio de la liberación de
21
los secuestrados que aún permanecían en su poder. El Brigadier General Jaime Canal Albán,
comandante de la III Brigada, renunció para expresar su desacuerdo con la decisión del
Gobierno.
El 28 de noviembre asaltantes desconocidos secuestraron a la joven de 18 años, Juliana
Villegas, hija del Director de la Asociación Nacional de Industriales, un gran colaborador del
proceso de paz. Se sospecha que grupos guerrilleros realizaron el secuestro.
La guerrilla continuó secuestrando líderes políticos. Por ejemplo, en octubre las FARC
secuestraron en el norte del departamento al candidato a la gobernación de Chocó, senador
Juan Mesa, y al miembro de la Asamblea Departamental de Antioquia Alvaro Velásquez. La
Federación Colombiana de Municipios informó que por lo menos 20 alcaldes fueron
secuestrados durante el año, casi todos por grupos guerrilleros. Muchos otros secuestros de
corta duración, no denunciados, pueden haber sucedido. En respuesta a ésta situación,
algunos alcaldes rurales huyeron a las grandes ciudades, desde donde continuaron realizando
su trabajo municipal por teléfono y fax. Grupos guerrilleros también secuestraron a
periodistas. (Véase la Sección 2.a.)
Las FARC, el ELN y otros grupos guerrilleros secuestraron ciudadanos extranjeros
regularmente durante el año; algunos fueron liberados después de semanas o meses de
cautiverio. Por ejemplo, en julio un representante de Médicos sin Fronteras fué secuestrado
por un grupo guerrillero marginal y se desconocía su paradero al terminar el año. En agosto
el ELN capturó y retuvo durante varios días a 26 profesores universitarios y estudiantes,
incluyendo a varios extranjeros.
El 8 de abril el DAS capturó al líder del ELN Ovidio Antonio Parra Cortés, buscado por su
haber dirigido el secuestro de 174 personas en la iglesia católica de La María en Cali en
mayo de 1999. La III Brigada del Ejército arrestó también siete hombres quienes se cree
colaboraron en el secuestro masivo de La María.
A finales del año habían sido liberados los 41 ocupantes de un avión secuestrado por el ELN
en abril de 1999. Uno murió en cautiverio en 1999 por falta de los medicamentos necesarios.
A pesar de los esfuerzos de búsqueda del Gobierno y su presión continua sobre las FARC
para que respondieran por el secuestro de los tres misioneros estadounidenses ocurrido en
enero de 1993, sus condiciones y paradero se desconocen.
c. Tortura y otros castigos o tratamientos crueles, inhumanos o degradantes
La Constitución y la ley penal explícitamente prohiben la tortura, así como el tratamiento o
castigo cruel, inhumano o degradante. Sin embargo las torturas por parte de la Policía y el
Ejército y el maltrato a los detenidos continuaron. El 30 de mayo, el Congreso tipificó como
delito la tortura (Véase la Sección 1.b.) y el nuevo Código Penal Militar exigió que los
acusados de tortura con participación de la Policía y el Ejército fueran juzgados por la
justicia ordinaria y no por la justicia militar. La Procuraduría General, que sólo puede
sancionar administrativamente o remitir a la Fiscalía General los casos que encuentre
condenables, no sancionó a ningún miembro de las fuerzas de seguridad por tortura durante
el año. Contrario a lo sucedido en años anteriores, la Fiscalía General, que había recibido
22
119 quejas por tortura en 1998, no recibió ninguna queja por parte de agentes del estado
durante este año. La Comisión Colombiana de Juristas informó de un caso en el período
comprendido entre octubre de 1999 y marzo de 2000. Durante los primeros nueve meses del
año el CINEP informó que 79 personas habían sido heridas por las fuerzas de seguridad del
Estado. Durante el año la Tribunal Superior Militar sancionó a 52 agentes por haber causado
heridas.
La Comisión Colombiana de Juristas informó que entre octubre de 1999 y marzo del 2000,
136 cadáveres supuestamente asesinados por paramilitares mostraron señales de tortura; se
presentaron 14 casos semejantes atribuídos a la guerrilla; un caso atribuído a un grupo no
armado, no identificado, y ningún caso atribuído al estado. De las víctimas que
sobrevivieron torturas, la comisión atribuyó un caso a las fuerzas de seguridad del estado y 4
casos a paramilitares. En marzo, el Ministerio de Defensa informó que el Tribunal Superior
Militar condenó a 53 miembros en servicio activo por casos de tortura.
El 10 de marzo, un fiscal de Bogotá expidió ordenes de arresto contra cuatro agentes de la
policía por presuntas golpizas contra los detenidos Jorge Amilkar Murcia, Juan Antonio
Rodríguez Ochoa, y una tercera víctima desconocida, llevándolos a un puente y obligándolos
a saltar. Rodríguez sobrevivió y reportó el caso a las autoridades; el cuerpo de Murcia nunca
fué hallado.
Según Human Rights Watch, el 18 de junio tropas del Batallón Rebeiz Pizarro dispararon
indiscriminadamente contra un carro con seis adultos y dos niños; todos los ocupantes
resultaron heridos.
En diciembre la Fiscalía General para los Derechos Humanos hizo llamamiento a juicio al
Coronel José Ancízar Molano Padilla, entonces comandante del II Batallón de Infantería de
Marina, al Capitán Alvaro Hernando Moreno, al Capitán Rafael García, al Teniente Carlos
Eduardo Jaramillo, y a cuatro suboficiales por la tortura de 12 marinos con asfixia y choques
eléctricos en diciembre de 1995. Las víctimas fueron torturadas para determinar el paradero
de dos rifles de asalto perdidos. El Coronel Molano y sus subalternos involucrados en el caso
permanecían detenidos a la espera de un juicio ante la justicia ordinaria. En diciembre la
Procuraduría General concluyó sus investigaciones sobre el mismo caso y le ordenó tres
meses de suspensión de su cargo al Coronel Molano. También fueron suspendidos el Capitán
Moreno, el Teniente Jaramillo, siete suboficiales y un soldado.
Cuatro venezolanos que fueron arrestados en mayo de 1999 durante el curso de un operativo
militar antiguerrilla y quienes informaron que el III Batallón de Fuerzas Especiales del
Ejército los torturó infligiéndoles un castigo cruel, inhumano y degradante, fueron
entregados en custodia a la Embajada de Venezuela y finalmente regresaron a ese país. El
Gobierno venezolano solicitó abrir investigación en relación con otras cinco personas que
estaban con estos cuatro hombres en el momento de su captura. Los cuerpos de dos de estas
cinco personas fueron encontrados después en un río; los otros tres presuntamente
desaparecieron después de la operación.
Grupos paramilitares incrementaron sus amenazas tanto pata intimidar a sus opositores como
para conseguir recursos económicos. Se volvieron comunes las cartas exigiendo el pago de
un impuesto de guerra con amenaza de declarar objetivo militar a las víctimas, de no
producirse el pago. En 1999 el CINEP informó que casi la mitad de los amenazados eran
maestros de escuelas públicas y que casi la mitad de todos los amenazados vivían en el
departamento de Antioquia.
23
La guerrilla también torturó y cometió abusos personales. Los cuerpos de varias personas
detenidas y posteriormente asesinadas por la guerrilla mostraban señales visibles de tortura y
desfiguración. Por ejemplo un soldado capturado por las FARC fue sometido a golpes de
machete en la cabeza hasta destruir por completo el lado izquierdo de su cabeza. Estando
vivo aún, le cortaron los genitales y derramaron ácido en su cara. El Ejército informó
también que otro soldado y su hermano, capturados por las FARC mientras se desplazaban
en un bus, fueron posteriormente torturados, decapitados y sus cabezas enviadas a su padre
en una caja. La Comisión Colombiana de Juristas informó sobre 17 casos de tortura por parte
de la guerrilla ocurridos entre octubre de 1999 y marzo de 2000.
La guerrilla también utilizó habitualmente la amenaza y la intimidación como mecanismos
para obtener recursos económicos y (como los grupos paramilitares) envió cartas exigiendo
el pago del impuesto de guerra con amenazas de declarar a las personas objetivo militar. La
guerrilla también asesinó, secuestró y amenazó a candidatos a las alcaldías. (Véase la
Sección 3.)
Según informes de prensa, en julio explosivos averiaron tres almacenes en el centro de
Barrancabermeja, departamento de Santander. Las autoridades afirmaron que el ELN había
exigido que comerciantes locales asistieran a una reunión obligatoria y que las bombas eran
castigo contra quienes no asistieron. En abril las FARC anunciaron su “Ley 002”, la cual
exigía que peronas con un patrimonio de US$1’000.000 o más pagaran voluntariamente una
cuota a las FARC o corrieran el riesgo de detención. En agosto las FARC pusieron bombas
en unos 13 establecimientos comerciales de Medellín como retaliación por falta de pago del
“impuesto de guerra” establecido por ellas.
Las condiciones en las prisiones son duras, especialmente para aquellos prisioneros sin
apoyo externo. El hacinamiento y las condiciones peligrosas de sanidad continúan siendo
problemas graves. En diciembre de 1997 una misión de la IACHR declaró que las
condiciones en la prisión bogotana de La Picota constituían “tratamiento cruel, inhumano y
degradante” de los prisioneros. Los guardas del INPEC dependen del Ministerio de Justicia.
Hay aproximadamente 7.000 guardas de prisiones. Los guardas y el personal de prisiones
frecuentemente son corruptos y no tienen entrenamiento. En respuesta a la llamada
“emergencia disciplinaria”, la oficina disciplinaria del INPEC informó que había destituido a
159 guardas de prisiones y que 651 funcionarios del INPEC se encontraban bajo
investigación por irregularidades en el cumplimiento de sus funciones. Se sospecha que 22
guardas fueron asesinados por prisioneros o su muerte fue ordenada por prisioneros en 1999.
Según el Comité de Solidaridad con Prisioneros Políticos, la mayoría de los alimentos de los
prisioneros fue proporcionada por fuentes privadas externas. En 1999 el INPEC informó que
su asignación de fondos diarios para alimentación por prisionero era de $2.700 pesos
(US$1,44). Según el INPEC, a finales del año había unos 50.702 prisioneros; muchísimos
más que la capacidad de 31.000 en las prisiones colombianas. La nueva cárcel en
Valledupar, departamento de Cesar, y la renovación de otras cárceles, aumentó en 3.000 la
capacidad total en los últimos tres años, pero también hubo un aumento de 10.000
prisioneros en ese período. Según el Ministerio de Defensa el 20% de los prisioneros se
encuentran en las 10 prisiones más hacinadas, las cuales tienen una ocupación del 200%.
Varias de las prisionas más grandes sufren de hacinamiento severo. La Cárcel de Bellavista
en Medellín, la más grande del país, fue construida para una población de 1.800; al finalizar
el año tenía un total de 6.575 presos. La Cárcel La Modelo en Bogotá tenía una ocupación
del 169% y la de Palmira, cerca de Cali, estaba el 192% sobre su capacidad carcelaria.
24
En febrero el Ministerio de Justicia anunció un plan para renovar prisiones y construir otras
11 nuevas durante los próximos tres años, aumentando la capacidad carcelaria en otras
18.000 personas. En julio el Congreso aprobó la financiación de las instalaciones
anunciadas. El 17,8% de las cárceles colombianas tenían entre 40 y 80 años; el 3,5% tenían
entre 80 y 201 años y el 2,4% tenían más de 201 años.
En noviembre unos 12.000 niños y mujeres que se encontraban visitando siete de las
prisiones (entre ellas La Modelo en Bogotá) protestaron sobre las condiciones carcelarias
quedándose 72 horas. El Gobierno negoció con representantes de los presos y ONG de
derechos humanos para asegurar una salida pacífica de los manifestantes, acordando
convocar en diciembre la Mesa Redonda de Trabajo Penitenciario, una comisión
intersectorial que incluye representantes de los presos.
Se calcula que un 42% de los presos están esperando ser llevados a juicio. El otro 58%
incluye aquellos quienes están apelando sus sentencias y aquellos que han terminado de
apelar y están cumpliendo sus condenas. No hay cárceles separadas para detenidos
precautelativos y condenados. Según el Ministerio de Defensa, 4.145 personas (el 8% de los
presos) están detenidos precautelativamente en estaciones de policía. A pesar de un fallo de
la Corte Constitucional en agosto de 1999, obligando a trasferir a los detenidos de estaciones
de policía hacinadas a cárceles, las 21 estaciones de policía de Bogotá aún tienen 1.657
presos esperando ser trasferidos.
Los comandantes locales y regionales militares y carcelarios no siempre llenaron registros
obligatorios de detenciones ni siguieron los procedimientos de notificación; como resultado,
no siempre era posible conseguir una relación precisa de los detenidos.
Hay instalaciones carcelarias separadas para hombres y mujeres, y en algunas partes del país
hay prisiones separadas para mujeres. Las condiciones en las prisiones para mujeres son
similares a las de los hombres pero mucho menos violentas. De acuerdo con el Código de
Procedimiento Penal, ningún menor de 18 años puede quedar detenido en una prisión. Los
detenidos juveniles quedan en instalaciones separadas operadas por el Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar (ICBF).
El nuevo Código Penal incluye sentencias de tres a seis años por fuga de prisión. Las fugas
siguen siendo un problema. Hubo seis motines carcelarios graves. El 3 de febrero seis presos
murieron y dos quedaron heridos durante una confrontación entre miembros de grupos
paramilitares y guerrilleros en la Cárcel La Picota en Bogotá.
En abril paramilitares y guerrilleros libraron una batalla de 12 horas dentro de la Cárcel La
Modelo de Bogotá, la cual puso término a una tregua de dos meses, y empleó una gran
variedad de armas de fuego y otros tipos. Murieron 32 presos y 35 quedaron heridos. En
respuesta, 1.200 policías se tomaron la prisión. Entre los artículos prohibidos que se
encontraron hubo teléfonos celulares, pistolas, escopetas, rifles de asalto, granadas,
explosivos, perros entrenados para atacar, narcóticos y bebidas alcohólicas. La Policía
encontró un sauna y un gimnasio en la celda de un comandante de las FARC, así como un
prostíbulo en funcionamiento. Las autoridades presentaron una variedad de cargos contra 20
presos, incluyendo homicidio y estupro. En julio Jorge Ospina Trujillo, presunto miembro de
un grupo paramilitar, se fugó de la Cárcel de Bellavista en Medellín, departamento de
Antioquia. Según las autoridades, Ospina fue uno de los prisioneros responsables de la
masacre en la Cárcel La Modelo en Bogotá.
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La guerrilla lanzó varios ataques contra prisiones donde se encontraban detenidos
guerrilleros, facilitando numerosas fugas. Por ejemplo, durante su ofensiva del 2 al 3 de
abril, en una cárcel en Cúcuta, Norte de Santander, el ELN inició el ataque con un
carrobomba. Escaparon unos 75 presos, entre ellos 50 del ELN y de las FARC. Cuatro
presos murieron y cuatro quedaron heridos.
Los capos del narcotráfico y algunos líderes guerrilleros logran celdas con muchas
comodidades (por ejemplo radioteléfonos, teléfonos celulares y computadores) que en
algunos casos les permiten continuar sus actividades ilegales desde la cárcel. En julio las
autoridades desmantelaron un sofisticado centro de telecomunicaciones en la Cárcel Distrital
y en la Cárcel de Picaleña en Ibagué, departamento de Tolima. Cuarenta y seis presos de las
dos prisiones utilizaban teléfonos celulares para extorsionar y negociar rescates. Para
prevenir este tipo de actividades, el 27 de julio el Presidente Pastrana anunció que emitiría
una resolución obligando a todas las compañías telefónicas a proporcionar el servicio de
identificación de llamada a todos sus suscriptores.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) siguió disfrutando de acceso habitual a la
mayoría de las cárceles y centros de detención militares y de la Policía.
La CICR tiene acceso ad hoc a los civiles detenidos por los grupos paramilitares y
guerrilleros. Sin embargo, no tiene acceso a los miembros de la policía o de las fuerzas
militares detenidos por los grupos guerrilleros.
d. Arresto, detención o exilio arbitrario
La Constitución incluye varias disposiciones diseñadas para prevenir la detención ilegal; sin
embargo continuaron presentándose casos en los cuales las autoridades arrestaron o
detuvieron arbitrariamente a los ciudadanos.
La ley prohibe la incomunicación. Toda persona que se encuentre bajo arresto precautelativo
debe ser llevada ante un fiscal dentro de las primeras 36 horas para determinar la legalidad
de la detención. A pesar de tales protecciones legales, continuaron los casos de detención
arbitraria.
La libertad condicional anterior al juicio es posible bajo ciertas circunstancias, por ejemplo,
en relación con delitos menores o después de períodos indebidamente prolongados de
detención precautelativa. No se concede en casos de delitos graves como homicidio o
terrorismo.
La guerrilla, especialmente las FARC, presionó al Gobierno exigiendo la adopción de una
ley permanente de canje de prisioneros. Iniciar el canje permanente de prisioneros fue una de
las principales prioridades de la guerrilla y figuró entre los primeros puntos de negociación
de las FARC and las conversaciones de paz. Ni el Congreso ni el Gobierno trataron de
aprobar tal legislación y el apoyo popular a favor del tema fué mínimo durante gran parte del
año. El 27 de septiembre el Procurador General propuso la puesta en vigor de una ley
existente que permite el intercambio de prisioneros durante el conflicto armado. En octubre
revivió el debate público sobre el intercambio de prisioneros cuando aparecieron fotografías
de 261 policías y militares retenidos como rehenes por la guerrilla tras cercas alambrada al
aire libre. El Alto Comisionado para los Derechos Humanos (UNHCHR) expresó profunda
preocupación por el bienestar de los rehenes y pidió a las FARC permitir acceso al CICR. Al
26
terminar el año se creía que 527 soldados y policías continuaban detenidos por las FARC y
el ELN; no le había sido permitido el acceso a ellos al CICR.
La Constitución prohibe el exilio y el exilio forzado no es practicado por el Estado. Sin
embargo, hubo muchos casos de individuos que se vieron precisados a salir del país por su
seguridad personal. Tales casos incluyeron personas de todo tipo, entre ellas políticos,
defensores de los derechos humanos, habitantes de los tugurios, ejecutivos, agricultores y
otras. Las amenazas fueron de origen diverso: de miembros individuales de las fuerzas de
seguridad, de grupos paramilitares, de la guerrilla, de narcotraficantes, de otros elementos
criminales o de combinaciones de los anteriores.
e. Negación del derecho a un juicio público imparcial
El sistema de justicia ordinaria, reorganizado bajo la Constitución de 1991, es independiente
de las ramas ejecutiva y legislativa tanto en la teoría como en la práctica.; sin embargo, son
comunes el soborno o la intimidación de los jueces, testigos y fiscales por parte de los
acusados o involucrados. La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos informó
haber recibido 773 denuncias de negación del derecho al debido proceso durante 1999, el
año más reciente para el cual hay estadísticas disponibles. Esa oficina había recibido 1.353
denuncias en 1998.
La rama judicial está compuesta por la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el
Consejo de Estado, el Consejo Superior de la Judicatura y los juzgados menores. La Fiscalía
General es un ente acusador independiente encargado de llevar los casos penales ante los
juzgados. El Artículo 234 del nuevo Código Penal Militar declara que la Corte Suprema (no
el Tribunal Superior Militar) es la jurisdicción de primera instancia en casos de actos
criminales que involucren a generales, almirantes, generales de ala, vice almirantes,
brigadieres generales, contra almirantes y magistrados y fiscales del Tribunal Superior
Militar. Los casos que ya estuvieran en etapa de juicio el 12 de agosto de 1999, deben
continuar bajo el antiguo Código Penal Militar; sin embargo, este artículo aplica a todos los
casos juzgados después de esa fecha, sin importar cuándo haya sido cometido el crimen. El
Artículo 234 también declara que la Corte Suprema es la corte de segunda instancia para
revisión de fallos del Tribunal Superior Militar, con lo cual se afirma la autoridad de la
Suprema Corte (una entidad compuesta en su totalidad por magistrados civiles) sobre la
justicia militar. El Consejo de Estado es el tribunal de apelación para los casos civiles. La
Corte Constitucional decide sobre casos de constitucionalidad; revisa todas las decisiones
referentes a tutelas y revisa todas las decisiones referentes a las mociones de cese de
procesos judiciales. Fueron comunes los choques de jurisdicción entre la Corte
Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de
la Judicatura, debido a la falta de una única autoridad judicial suprema capaz de decidir
sobre asuntos de jurisdicción o de interpretación constitucional.
El CSJ, encargado de supervisar la administración de la rama judicial, también tiene la
responsabilidad de determinar si los casos individuales relacionados con miembros de las
fuerzas de seguridad se deben llevar ante la justicia ordinaria o la militar. El 17 de agosto el
Presidente Pastrana emitió una directiva a las fuerzas armadas y la Policía afirmando que el
nuev o Código Penal Militar “excluye de la jurisdicción militar los crímenes de genocidio,
tortura y desaparición forzada” y que los “actos contra la humanidad no caen bajo la
jurisdicción de las cortes militares”. La directiva también “eleva a la categoría de ley” un
fallo de 1997 de la Corte Constitucional respecto a que las violaciones graves de los
27
derechos humanos y otros crímenes no directamente relacionados con actos del servicio
deben ser juzgados por los tribunales civiles.
El 6 de abril la Corte Constitucional derogó gran parte de la ley que había creado la
jurisdicción especializada reemplazando la justicia sin rostro el 1º de julio de 1999. La Corte
Constitucional afirmó que los acusados tienen derecho de conocer la identidad de sus
acusadores y que eran inconstitucionales los elementos de la ley que permitían a algunos
fiscales y testigos mantenerse anónimos bajo circunstancias excepcionalmente peligrosas. La
Corte falló que los jueces y fiscales de la jurisdicción especializada no podrían trasferir sus
casos a otros colegas cuando consideraban que su propia seguridad estaba en riesgo.
Además, la Corte falló que las personas detenidas por cualquiera de los crímenes
mencionados en la ley pueden solicitar su casa por cárcel y permiso especial para salir a
trabajar, como es el caso en la justicia ordinaria. La Corte cerró permanentemente la corte de
apelaciones para la jurisdicción especializada. Las restantes cortes de primera instancia de la
jurisdicción especializada continuaron con la responsabilidad de juzgar ciertos crímenes,
uncluyendo los relacionados con secuestro, paramilitarismo, narcotráfico, lavado de activos
y violaciones de los derechos humanos. A los fiscales de la jurisdicción especializada se les
permite investigar y desarrollar casos durante 12 meses, en vez de los seis meses permitidos
a los fiscales de la justicia ordinaria. Por formar parte del Ministerio de Defensa, la justicia
militar pertenece a la rama ejecutiva en vez de la rama judicial. El comandante de las fuerzas
armadas es también el presidente de la justicia militar. El aparato de la justicia militar carece
de trasparencia y responsabilidad, lo cual contribuye a una falta de confianza generalizada en
la capacidad del sistema para someter a la justicia a quienes cometen abusos contra los
derechos humanos. El 12 de agosto un nuevo Código Penal Militar reemplazó al anterior ya
obsoleto, que antecedía a la Constitución de 1991 y no incluía algunos crímenes
contemporáneos. (El Presidente Pastrana sancionó la ley en agosto de 1999.) La Corte
Constitucional falló que no era necesaria la legislación habilitadora y dió instrucciones al
Ministerio de Defensa para poner en práctica el nuevo Código Penal Militar. Entre las
disposiciones del nuevo Código están estas: los comandantes de las unidades ya no podrán
juzgar a sus subalternos, se debe crear un cuerpo judicial militar independiente; y los
miembros de las fuerzas armadas deben recibir protección legal en caso de negarse a cumplir
órdenes ilegales de cometer violaciones de los derechos humanos. El nuevo Código afirma
que la tortura, el genocidio y la desaparición forzada nunca podrían estar relacionados con
“actos del servicio”, lo cual es la norma para juzgar los crímenes por la justicia militar; y
estipula que, por lo tanto, estos crímenes siempre deben ser juzgados por la justicia
ordinaria. (Véanse las Secciones 1.a. y 1.b.) El nuevo Código también permite a los
representantes de justicia ordinaria estar presentes en los juicios militares de personal militar.
El nuevo sistema de justicia militar está compuesto de magistrados de la Corte Militar de
Apelaciones, jueces de las cortes militares, los jueces investigadores, los fiscales, y los
auditores de guerra al nivel de inspector general, de división y de brigada. El Brigadier
General Jairo Pineda fue nombrado como director de la Dirección Ejecutiva del sistema de
justicia penal militar, directamente bajo el Ministro de Defensa quien es un civil. Los
fiscales militares quedan bajo el mando del Brigadier General Pineda, no de los comandantes
de unidades como en el sistema anterior.
De acuerdo con informes de prensa, el 16 de agosto el Tribunal Penal Militar nombró a sus
tres primeros jueces como parte de nuevo Código Penal Militar. Nuevos fiscales fueron
nombrados para las fuerzas militares en general y uno para cada rama de las fuerzas armadas
y de la Policía. El 17 de agosto los fiscales comenzaron a analizar y a fallar en procesos
militares.
28
Un fallo de la Corte Constitucional en 1997 ordenó al sistema judicial militar ceder a la
justicia ordinaria la investigación y los procesos de graves violaciones de los derechos
humanos y otros presuntos crímenes no relacionados directamente con los actos del servicio
(la norma constitucional de 1991 para determinar si un caso debe ser tratado por la justicia
militar o la justicia ordinaria). El CSJ asignaba la mayoría de los casos que involucraban a
personal militar de alto rango a los tribunales militares, donde las condenas por los casos
relacionados con derechos humanos eran la excepción. Según la Constitución de 1991, los
oficiales de rango de general deben ser juzgados por la Corte Suprema, sin embargo, esa
disposición se ignoraba en la práctica. No hay una sentencia judicial definitiva que resuelva
las diversas interpretaciones de la disposición; sin embargo, una mayoría de las decisiones
parecen indicar que la disposición se aplica únicamente a los generales de rango pleno. La
Corte falló que la justicia militar es una excepción a la regla y que, en caso de duda, la
jurisdicción debe ser asignada a la justicia ordinaria. Al determinar cuáles presuntos delitos
debían ser juzgados por los tribunales militares, el CSJ empleó a veces una definición
demasiado amplia para actos del servicio, garantizando así que los uniformados de alto
rango acusados, pero especialmente los de más alto rango, fueran juzgados en los tribunales
militares. Durante el año, el CSJ asignó dos casos importantes a la justicia ordinaria: el caso
en contra del Mayor Clavijo y el caso de Nydia Bautista. (Véase la Sección 1.a.) Además,
algunos datos del CSJ citados por el Ministerio de Defensa indicaron que donde se presentó
conflicto por la jurisdicción, el número total de casos asignados a las cortes milita res
disminuyó del 50% en 1992 al 15% en 2000, mientras que los casos asignados a la justicia
ordinaria aumentaron del 40% en 1992 al 60% en 2000.
Los jueces han sido desde tiempo atrás objeto de amenazas e intimidación, especialmente al
manejar casos relacionados con miembros de las fuerzas armadas o de las organizaciones de
paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros. Continúan los violentos ataques en contra de
jueces y fiscales, quienes junto con los abogados defensores continúan siendo objeto de
amenazas y actos de violencia. Fue asesinada en Medellín, el 3 de abril, la fiscal de la
jurisdicción especializada María Margarita Pulgarín Trujillo; los paramilitares fueron los
principales sospechosos del crimen. Los fiscales aseguran que testigos potenciales de la
mayoría de los casos no tienen fe en la habilidad del Gobierno de proteger su anonimato y
por tanto no están dispuestos a testificar, perdiendo así la oportunidad de lograr procesos
exitosos. El junio el Congreso aprobó reformas al Código Penal y al Código de
Procedimiento Penal, las cuales instauraron nuevos crímenes como el genocidio (Véase la
Sección 1.b.), pero redujeron las sentencias para algunos crímenes grave, incluyendo el
secuestro y la extorsión, y el tiempo de encarcelamiento necesario para recibir libertad
condicional. En nuevo Código Penal y Código de Procedimiento Penal entrarán en vigor en
2001. Todavía fue difícil para los abogados defensores impugnar o interrogar a testigos sin
rostro, y los abogados defensores con frecuencia no tuvieron acceso libre a las pruebas del
Estado.
La Procuraduría General investiga la mala conducta de los empleados públicos, incluidos los
miembros de la Policía y las fuerzas militares. La Procuraduría General puede valerse de una
red nacional de cientos de investigadores oficiales de derechos humanos que cubren los
1.085 municipios del país. Esta oficina recibió en todo el año 78 quejas relacionadas con
masacres y desapariciones forzadas. Aproximadamente el 75% de estas quejas involucraban
al Ejército (especialmente en Putumayo, Antioquia y el sur de Bolívar); el otro 25%
implicaba a oficiales de la Policía y del DAS. El mandato constitucional sólo contempla la
imposición de sanciones administrativas; no tiene autoridad para llevar a cabo procesos
29
penales ni para imponer sanciones penales, pero puede enviarlos a la Fiscalía General para
que sean investigados. Al contrario de años anteriores, la Procuraduría General envió todos
los casos de violación de derechos humanos, recibidos este año, a la Fiscalía General para
que fueran investigados. La Procuraduría informó que la mayoría de estos casos son
investigados por la Fiscalía General.
Una juez acusada de “prácticas corruptas” fue dejada en libertad en agosto después de pagar
menos de la mitad de los 46 meses de condena luego de exonerar al multimillonario
esmeraldero Víctor Carranza de los cargos de paramilitarismo. Carranza continuó preso por
sus condenas anteriores por homicidio y secuestro.
La Corte Suprema elige al Fiscal General para un período de cuatro años, el cual no coincide
con el del Presidente, entre una terna de tres candidatos escogidos por éste último. El Fiscal
General tiene a su cargo investigar los delitos penales y presentar pruebas contra el acusado
ante los diversos jueces y tribunales. Sin embargo, esta oficina conserva funciones judiciales
significativas y, como otros elementos de la justicia ordinaria, está luchando con la
transición del sistema legal napoleónico a un sistema mixto que incorpora un aspecto
acusatorio.
En un intento por enfrentar la impunidad, el Fiscal General creó en 1995 una unidad especial
de derechos humanos como parte del sistema de tribunales regionales. La unidad logró
resultados importantes; su grupo de 30 fiscales sin rostro manejó 918 casos de masacres,
ejecuciones extrajudiciales, secuestros y terrorismo. Estos fiscales han emitido órdenes de
captura contra miembros de las fuerzas de seguridad y contra miembros de las
organizaciones paramilitares, la guerrilla y los narcotraficantes. La unidad detuvo a 192
sospechosos durante el año.
Durante el año, la unidad de derechos humanos de la Fiscalía General investigó, acusó o
procesó a 286 miembros de las fuerzas de seguridad, incluyendo a por lo menos 11 oficiales,
por diversos cargos entre los cuales estuvieron el homicidio, la tortura, el secuestro y la
promoción de los grupos paramilitares. La Procuraduría General y las fuerzas de seguridad
demostraron una mayor voluntad de cumplir con las instrucciones de retirar del servicio,
impedir el uso del uniforme o entregar a la justicia ordinaria a aquellas personas contra las
cuales se expidieron órdenes de captura. Sin embargo, la impunidad continuó siendo
generalizada.
La Constitución contempla expresamente el derecho al debido proceso. Los jueces
determinan el resultado de todos los juicios; no hay juicios con jurados. El acusado se
considera inocente hasta que se demuestre la culpabilidad y tiene derecho a ser
representando por un abogado de oficio, aunque la representación para los indígenas y los
indigentes ha sido inadecuada históricamente. A mediados de 1999, la sala administrativa
del CSJ onformó que la justicia ordinaria estaba atrasada en 3'068.739 casos (incluidos
604.506 casos penales) y que el número de órdenes de captura pendientes era de 338.000.
Un total de 223.000 tutelas se encontraban ante la Corte Constitucional exigiendo la revisión
de los casos según los términos de ley.
Los acusados en los juicios realizados por los tribunales de la justicia ordinaria deben estar
presentes y tienen el derecho a consultar oportunamente a un abogado. En la justicia
ordinaria, los acusados y sus abogados tienen el derecho a interrogar, contradecir y
confrontar a los testigos presentados en su contra, presentar testigos de su parte, y tener
30
acceso a las pruebas del Gobierno referentes al caso. El poder judicial del país, incluyendo la
justicia ordinaria, la jurisdicción especializada y los militares, aún conserva un carácter
eminentemente napoleónico; todo se procesa por escrito. Los juicios públicos aún son
escasos, y no hay jurados. Sin embargo, sí hay repregunta de los testigos. Los acusados
también tienen derecho de apelar su condena ante un tribunal superior.
Además de proporcionar los abogados de oficio en los casos penales, las 34 oficinas
departamentales y regionales que tiene la Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos
en todo el país brindan un canal legal para miles de quejas y denuncias de violaciones de los
derechos humanos. Sin embargo, en la práctica, la Defensoría no cuenta con suficiente
presupuesto ni personal para sus operaciones, contribuyendo a la lentitud del desarrollo de
un sistema de defensores de oficio que tenga credibilidad.
Dentro de la zona de despeje controlada por las FARC, los líderes locales de dicho grupo
guerrillero suplantaron de hecho a las autoridades judiciales, y declararon el establecimiento
de un “sistema de justicia” alternativo dirigido por las FARC. A los residentes de la zona se
les negó habitualmente el derecho al debido proceso. Ante la intimidación de las FARC,
todos los elementos de la justicia ordinaria huyeron de la zona de despeje. En 1999 el Fiscal
General Alfonso Gómez Méndez dijo que los elementos de la justicia ordinaria retornarían
únicamente “cuando estén acompañados de las fuerzas de seguridad”. En septiembre, las
FARC dieron asilo a un guerrillero que había secuestrado un avión y se negaron a entregarlo
a las autoridades gubernamentales. Las continuas preocupaciones en torno a la justicia
arbitraria de las FARC en la zona llevaron a las autoridades a declarar la necesidad absoluta
de la presencia de la justicia gubernamental.
El Gobierno afirma que no tiene presos políticos. El CICR informó haber verificado
aproximadamente 3.900 casos de ciudadanos encarcelados acusados de terrorismo, de
rebelión o de ayudar y encubrir a la insurgencia, delitos punibles bajo la ley.
f.
Interferencia arbitraria con la intimidad, la familia, el hogar o la correspondencia
La ley contempla la protección de esos derechos; sin embargo, hubo casos en que las
autoridades los infringieron. Para que las autoridades puedan ingresar a un hogar, la ley en
general exige una orden judicial firmada por un fiscal, salvo en el caso de una persecución.
El Ministerio de Defensa continuó capacitando a las fuerzas de seguridad en los
procedimientos legales de investigación y requisa de acuerdo con los derechos humanos y
constitucionales. Debido a la intimidación, la corrupción y la ausencia de pruebas tomadas
directamente por los fiscales, habitualmente se dejó en libertad a los sospechosos de
pertenecer a la guerrilla, capturados por las fuerzas de seguridad dentro o fuera de combate.
Para interceptar correspondencia o intervenir las líneas telefónicas corrientes o celulares se
requiere una orden judicial o la aprobación de un abogado de la fiscalía. Esta protección
cobija a los presos detenidos en las cárceles. Sin embargo, diversas autoridades del estado
intervinieron en ocasiones los teléfonos sin obtener autorización previa. Hubo informes sin
confirmar de algunos grupos de derechos humanos en el sentido de haber sido sometidos a
vigilancia, hostigamiento o amenazas por parte de las fuerzas de seguridad.
Una investigación preliminar iniciada por la Unidad Anticorrupción de la Fiscalía General
en diciembre de 1999 determinó que algunos miembros del Departamento Administrativo de
Seguridad estuvieron involucrados por varios años en casos de interceptación de líneas
telefónicas en Bogotá. Desde abril, ocho agentes del DAS estaban bajo custodia, y otro era
31
buscado. El 20 de junio, al haber encontrado suficiente evidencia, el Fiscal General abrió una
investigación formal. Era la primera vez que la Fiscalía establecía cargos contra una entidad
estatal por interferencia de la intimidad. La investigación continuaba al finalizar el año.
La guerrilla también usó interceptación de líneas telefónicas y, para seleccionar a las
víctimas de secuestro, accedió a las cuentas bancarias de ciudadanos detenidos en bloqueos
de carreteras.
Hay algunos menores soldados, reclutados a la fuerza, en las filas de los paramilitares. (
Véanse las Secciones 1.g. y 5.)
Los guerrilleros reclutaron a la fuerza, habitualmente, a menores e indígenas para servir
como soldados en sus filas. (Véanse las Secciones 1.g. y 5.)
g. Uso excesivo de la fuerza y violaciones del derecho internacional humanitario en los
conflictos internos
El conflicto armado interno y el narcotráfico son las causas centrales de la violación de los
derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Hubo ocasiones en las cuales las
fuerzas de seguridad del Gobierno violaron el derecho internacional humanitario y
continuaron cometiendo graves violaciones de los derechos humanos, aunque la gran
mayoría de dichas violaciones fue cometida por grupos paramilitares y guerrilla.
En octubre, el CICR suspendió la evacuación de heridos en combate después de la muerte de
un guerrillero herido por parte de los paramilitares cerca de Apartadó (en la región del Urabá
antioqueño) y de la muerte de un paramilitar herido por parte de la guerrilla en Putumayo.
En ambos casos las víctimas fueron sacadas a la fuerza de los vehículos del CICR. En
diciembre, el CICR reanudó la evacuación de los heridos en combate.
El Gobierno anunció el 24 de febrero la creación de un comité de inteligencia, integrado por
diversos organismos oficiales, encabezado por el Ministro de Defensa, con miembros de la
Policía, de la Fiscalía General, de la Procuraduría General y del DAS, para mejorar la
eficiencia del Estado para rastrear, enfrentar o capturar paramilitares. En todo caso, al
finalizar el año, había poca evidencia de que estuviera funcionado el Comité.
El CICR informó que el Gobierno, incluyendo a las autoridades militares, aplicó una política
de puertas abiertas a favor del CICR e incorporó en sus cursos normales de adiestramiento
militar los currículos de la Cruz Roja referentes al derecho internacional humanitario. Sin
embargo, la impunidad continúa siendo un problema. Según fuentes militares, los
comandantes locales en general optaron por trasladar o dar de baja a los soldados acusados
de graves violaciones de los derechos humanos, en lugar de iniciarles un proceso. El 30 de
mayo, el Congreso aprobó una ley que tipificaba como delito el genocidio y la desaparición
forzada. (Véase la Sección 1.b.) Partiendo de la definición histórica e internacionalmente
aceptada de genocidio, y en respuesta a la muerte de miles de miembros de la coalición
izquierdista UP (Véase la Sección 1.a.), la ley tipificaba el "genocidio político" como
crimen. Sin embargo, estipulaba que el genocidio político podía ser cometido únicamente
contra miembros de grupos legalmente constituidos (no la guerrilla).
El 15 de agosto una unidad de 30 miembros del Ejército que operaban cerca de Pueblo Rico,
Antioquia, confundió con guerrilla a un grupo de niños entre los 6 y los 10 años, y abrió
32
fuego, matando a seis de ellos e hiriendo a otros seis. Según las entrevistas de prensa, los
militares no se dieron cuenta que las personas contra las cuales estaban disparando eran
niños. La justicia militar desvinculó provisionalmente el 28 de septiembre a 14 soldados y
les permitió seguir en servicio. Los otros 16 soldados involucrados, incluyendo al
comandante de la patrulla, el Sargento Jorge Enrique Mina González, seguían bajo
investigación al finalizar el año. El 22 de diciembre, el Procurador General levantó cargos
contra el Sargento Mina, y los cabos Avilio Peña Tovar y Ancízar López, alegando que los
tres confundieron a una quinceañera del grupo con una guerrillera pero que usaron fuerza
indiscriminada a voluntad. La Procuraduría General exoneró a los otros 27 soldados
involucrados en el hecho. La Fiscalía General determinó que fue un acto de servicio que
causó daño no intencional, y entregó el caso a la justicia militar, donde permanecía al
finalizar el año.
En mayo, la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General recomendó a la Fuerza
Aérea reabrir la investigación en el caso del incidente en diciembre de 1998 en Santo
Domingo (Arauca), en el cual un helicóptero de la Fuerza Aérea fue acusado de bombardear
civiles durante un enfrentamiento con las FARC. Un total de 19 personas murieron y 25
resultaron heridas. La recomendación de la Fiscalía se basó en nueva evidencia, obtenida
cuando la Oficina citó a tres miembros de la tripulación y obtuvo análisis de los fragmentos
metálicos. Un comandante de la Fuerza Aérea repetidamente acusó a las FARC de colocar
fragmentos en el sitio. En diciembre la Fuerza Aérea regresó a la zona antes de tomar la
decisión de abrir o no una investigación formal. En noviembre la Procuraduría acusó a los
tenientes de la Fuerza Aérea Johan Jiménez Valencia y César Romero Pradilla (piloto y
copiloto del helicóptero, respectivamente) y el técnico de vuelo Héctor Mario Hernández
Acosta de uso indiscriminado de la fuerza.
Según el Comité Asesor para los Derechos Humanos y los Desplazamientos (CODHES),
317.340 civiles se vieron obligados a abandonar sus hogares por causa de la violencia
durante el año; fuentes del Gobierno calculan que 125.000 personas fueron desplazadas (es
difícil obtener el número exacto de desplazados porque algunos fueron desplazados más de
una vez, y muchos desplazados no se registran ante el Gobierno u otras entidades). Según el
CODHES, en 1999 ocurrieron aproximadamente 288.000 desplazamientos. Hasta un millón
de personas podrían haber sido desplazadas desde 1996. EL CICR brindó asistencia de
emergencia a 135.000 desplazados durante el año. Una alianza de organizaciones de
derechos humanos, religiosas y de asistencia calculó que en los últimos tres años, unas
500.000 personas han sido obligadas a abandonar sus hogares en algún momento. Una
alianza entre organizaciones de derechos humanos, entidades religiosas y de ayuda
calcularon que unos 2’000.000 de personas han sido desplazadas por la violencia política
desde 1985. El CODHES afirma que algunas personas han estado desplazadas hasta por 10
años, pero no ha podido identificar un período de tiempo típico para el desplazamiento.
Algunas personas regresan a sus hogares a los pocos días o semanas, otras después de varios
meses, mientras que algunas jamás regresan. Algunos desplazados se trasladan varias veces
después de huir de sus hogares, dificultado la posibilidad de hacerles un seguimiento. El
Gobierno no los califica como desplazados una vez trascurrido un período de dos años. El
CODHES calculó que quizás un 65% de los desplazamientos adquieren carácter permanente.
En un intento por definir la verdadera extensión del problema, el Gobierno, en cooperación
con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCHR),
desarroll&oa cute; un sistema automatizado para la recolección de información sobre los
desplazados y poder calcular cifras totales. La gran mayoría de desplazados son campesinos,
quienes han llegado a las ciudades, las cuales han tenido dificultades para integrar grandes
33
cantidades de personas dentro de su infraestructura. Según el CODHES, en 1999
aproximadamente el 53% de los desplazados eran mujeres y niñas, el 32% de los hogares
desplazados estaban liderados por mujeres y el 70% de los desplazados eran menores. El
Defensor del Pueblo para los Derechos Humanos informó que únicamente el 15% de los
menores desplazados tenían acceso a la educación. Muchos desplazados se establecieron en
las afueras de Bogotá, Medellín y Cartagena, en condiciones de sobrepoblación e
insalubridad, y algunos municipios más pequeños se han visto agobiados por la necesidad de
mejores servicios. La desnutrición entre los menores es un problema. Muchos desplazados
perdieron el acceso al sistema de salud, al empleo y la educación. (Véase la Sección 5.) El
CODHES calcula que sólo el 34% de los hogares desplazados tienen acceso a servicios de
salud. Según el UNHCHR, aproximadamente una tercera parte de los desplazados son
indígenas o negros; estos grupos representan sólo el 11% de la población. En 1999 el
UNHCHR recibió informes de ataques y amenazas contra comunidades de desplazados y sus
líderes. En 1999 aumentaron las amenazas contra individuos y grupos que trabajan con los
desplazados, especialmente en el Magdalena Medio y Urabá.
Tanto paramilitares como guerrilleros utilizaron el ado para lograr el control sobre territorios
en disputa y debilitar el apoyo de sus oponentes. En algunos casos, poblaciones enteras
fueron totalmente abandonadas luego de incursiones guerrilleras o de paramilitares. A veces
las autoridades alentaron a la población civil a regresen a sus hogares antes de que la
situación de seguridad se hubiera normalizado.
La respuesta del Gobierno a necesidades de los desplazados sigue siendo inadecuada.
Aunque la ley y los fallos de la Corte así lo exigen, el Gobierno no tiene un programa
sistemático ni presupuesto para asegurar el futuro de la asistencia humanitaria para los
desplazados. Fueron pobres y antihigiénicas las condiciones en los dos campamentos del
Gobierno para desplazados en Pavarandó y Turbo, en la región de Urabá; el sistema de salud
fue malo y hubo pocas oportunidades educativas y de empleo. Sin embargo, fueron mucho
mejores las condiciones en una instalación provisional del Gobierno para desplazados en el
estadio de Cúcuta (Norte de Santander). El Gobierno brinda asistencia a través de la Red de
Solidaridad, el ICBF, el Ministerio de Salud y otras entidades del Estado. La Red de
Solidaridad no fue diseñada ni preparada para trabajos de asistencia humanitaria de
emergencia y generalmente brindaba tal asistencia sólo a los refugiados que regresaban al
país. En marzo de 1999, el Gobierno calculó que el CICR había brindado el 70% de la
asistencia humanitaria recibida por los desplazados. Los cálculos privados fueron aún más
altos. La mayoría de los desplazados recibieron asistencia humanitaria por sólo 90 días. El
Gobierno también trata de limitar la asistencia a 90 días; sin embargo, algunos desplazados
en los campamentos de Turbo, Pavarandó y Cúcuta recibieron ayuda por un período mayor.
Durante el año, el CICR brindó asistencia de emergencia a 130.000 desplazados.
Cientos de desplazados huyeron también a Panamá, Ecuador y Venezuela, donde a menudo
se les negó la condición de refugiados, fueron tratados como inmigrantes ilegales,
negándoseles protección o asistencia, y frecuentemente se les regresó a Colombia. El
UNHCHR tiene una oficina en Bogotá para manejar el problema y abrió una oficina de
campo en Barrancabermeja en 1999 y en San José de Apartado, Urabá y Puerto Asís durante
este año.
El 4 de enero un grupo de desplazados se tomó violentamente las oficinas del CICR en
Bogotá. Los desplazados hirieron a tres empleados del CICR y retuvieron por 13 horas a
otros 37 trabajadores; luego a la mayoría de los empleados se les permitió abandonar el
34
edificio. El 22 de febrero un grupo de desplazados nuevamente retuvó a la fuerza durante
nueve horas a empleados del CICR, a un representante de la Procuraduría General y a dos
periodistas. Ese mismo día, miembros del mismo grupo trataron de tomarse la sede de la Red
de Solidaridad Social de Bogotá; fueron arrestados por la Policía. En abril el CICR abandonó
las oficinas en Bogotá que habían ocupado por aproximadamente 60 desplazados desde
diciembre de 1999. A pesar de un fallo de la Corte Constitucional ordenando al Gobierno
asistir al grupo, al finalizar el año los desplazados aún ocupaban los predios anteriormente
ocupados por el CICR.
Según la Vicepresidencia hay más de 70.000 minas antipersonales en el país en 135
municipios de 23 departamentos. Unas 20.000 minas son del Ejército son para defender
posiciones estratégicas. Según la Campaña Internacional contra las Minas Antipersonales, en
1999 murieron 63 personas a causa de ellas. El Ministerio de Defensa informó que diez
uniformados fueron muertos o heridos durante los primeros siete meses del año. No existe
ningún programa generalizado de desactivación de minas. Sin embargo, en enero el Ejército
desactivó 20 minas de la guerrilla en el sur de Bolívar. Cuatro civiles habían sido heridos
recientemente por las minas en esa región. En agosto el Ejército despejó dos campos
minados en Cundinamarca. El Ministerio de Defensa informó haber despejado entre 1998 y
mediados de 2000, 120 campos minados por las FARC y 39 por el ELN.
La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos informó sobre violencia continuada
contra la mujer, especialmente en las zonas de guerra. Anotó que la mayoría de las mujeres
víctimas de la violencia en las zonas de conflicto elegían no denunciar los abusos contra
ellas, en parte por la falta de confianza en la eficacia de las instituciones gubernamentales
para abordar sus problemas. La Defensoría anotó que las líderes políticas y de
organizaciones campesinas en el Urabá antioqueño eran, cada vez más, blanco de
persecuciones, amenazas, tortura y ejecuciones. Según el informe de 1999-2000 de la
Defensoría la violencia intrafamiliar, el asalto sexual y el asesinato de mujeres continuaron
siendo problemas graves en todo el país. (Véase la Sección 5.) Más del 30% de los
miembros de las FARC son mujeres.
Al contrario de los años anteriores, no hubo informes de militarización por parte del
Gobierno de los hospitales públicos en zonas de conflicto, lo cual aumentaba el riesgo de
que los hospitales se convirtieran en blanco de la guerrilla. La Corte Constitucional falló en
marzo que las fuerzas de seguridad del Estado no podían mantener a instalaciones (como
estaciones de Policía) cerca de escuelas para evitar poner en peligro a los estudiantes en caso
de un ataque guerrillero. Más tarde el Ministerio de Defensa anunció una propuesta para
localizar las estaciones de Policía fuera de los centros de las ciudades; sin embargo, al
finalizar el año esto no había sido puesto en práctica. En contraste con el año anterior, no
hubo informes de que el Estado hubiera rehusado brindar tratamiento médico a guerrilleros.
Las motivaciones de los numerosos grupos guerrilleros son diversas, lo mismo que su
estructura, liderazgo e ideología. El establecimiento en 1997 de las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC) como organización coordinadora paramilitar nacional tuvo por objeto
proporcionar una estructura nacional y desarrollar una cultura política más coherente para
los grupos paramilitares locales y regionales de la nación. La AUC cobija a unos 8.000
combatientes, miembros de siete organizaciones principales. La más grande de ellas es la
ACCU, cuya base se encuentra en el departamento de Córdoba y en el Urabá antioqueño. La
AUC tiene también hasta 4.000 combatientes propios. Carlos Castaño es el jefe tanto de la
AUC como de la ACCU. Aunque ilegales, algunos grupos paramilitares reflejaron el deseo
35
legítimo de la ciudadanía rural de defenderse de las amenazas de la guerrilla. Otros grupos
son los ejércitos privados y remunerados de los narcotraficantes o de los terratenientes.
Muchos miembros de los grupos paramilitares son antiguos integrantes de las fuerzas de
seguridad o de la guerrilla. Algunos comandantes locales del Ejército y la Policía toleraron
tácitamente (y algunas veces ayudaron y encubrieron) las actividades de los grupos
paramilitares, pese a los pronunciamientos públicos del Gobierno y del alto mando de las
fuerzas armadas respecto de su intención de combatir la violencia paramilitar. Miembros de
las élites política y económica también apoyaron en estas zonas a los paramilitares. El
Presidente, otros miembros del Gobierno, el UNHCHR y varias ONG notaron el apoyo
popular incrementado hacia los paramilitares. Carlos Castaño, líder de las AUC, admitió
públicamente que su grupo recibe financiación tanto de actividades comerciales legítimas
como del narcotráfico, y que es financiado por los “negocios dominan tes” en las regiones
donde opera.
Los grupos paramilitares utilizaron las matanzas selectivas y masacres sistemáticas para
forzar el desplazamiento humano y para castigar a la población civil por presuntos vínculos
con la guerrilla. (Véase la Sección 1.a.) Los grupos paramilitares también lanzaron varias
ofensivas caracterizadas por masacres en serie unidas por en tiempo o el lugar.
La V Brigada informó que en marzo tropas de los Batallones XIII y XLVI capturaron a 25
presuntos miembros de las AUC en San Rafael de Lebrija, departamento de Santander.
Durante la operación las tropas capturaron una grana cantidad de material de guerra.
También en marzo, elementos del Batallón XLVI del Ejército en Tibú, Norte de Santander,
capturaron a otros tres presuntos miembros de los grupos paramilitares y dieron de baja a
uno. Uno de los soldados murió en combate. En febrero la Policía Nacional y el DAS
capturaron al jefe paramilitar de la costa norte Adán Rojas Ospino en Barranquilla,
departamento de Atlántico. Rojas, uno de los hombres clave del jefe paramilitar Carlos
Castaño, era buscado por estar implicado en una serie de masacres desde los años 80, así
como con el asesinato de un congresista en 1994. El 24 de febrero el DAS también anunció
la captura de Arnoldo Segundo Meza de la Rosa, presunto jefe de inteligencia y finanzas de
los frentes paramilitares que operan en los departamentos de Sucre y Bolívar.
Adicionalmente, el DAS anunció la captura en Montería, departamento de Córdoba, de un
líder paramilitar de las ACCU.
En algunas ocasiones los grupos paramilitares emplearon minas antipersonales y en otras
obligaron a combatientes menores de edad a unirse a sus filas. Los paramilitares no
respetaron a heridos ni a personal médico. Por ejemplo, en noviembre se informó que los
paramilitares asesinaron a un paciente a bordo de una ambulancia que se dirigía de Tibú a
Cúcuta, departamento de Norte de Santander, y declararon al Hospital de Tibú “objetivo
militar” provocando que algunos miembros del personal de apoyo huyeran. Hacia finales de
octubre presuntos miembros de un grupo paramilitar secuestraron al director del mismo
hospital, quien luego fue hallado muerto. A finales de septiembre, fuerzas paramilitares de la
región de Urabá bajaron a rastras de una ambulancia de la Cruz Roja a una guerrillera de las
FARC que se encontraba herida y luego la asesinaron a tiros. A comienzos de octubre las
FARC detuvieron a una ambulancia de la Cruz Roja que llevaba a bordo un paramilitar
herido y lo asesinaron. En respuesta, el 4 de octubre el CICR suspendió la asistencia que
venía prestando a los heridos en combate. El CICR reanudó la evacuación de heridos en
combate hacia finales de diciembre.
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Las organizaciones guerrilleras continuaron aplicando estrategias que rutinariamente las
llevaron a cometer abusos contra la ciudadanía. Entre sus tácticas consistentemente
incluyeron el asesinato, el secuestro, la tortura, los golpes a la población e instalaciones
civiles, incluyendo a los centros médicos, y el reclutamiento forzado de niños desde los 10
años de edad. En respuesta al llamado que hizo en agosto de 1999 el Presidente Pastrana a
todos los grupos armados para que obedecieran el Derecho Internacional Humanitario (las
reglas de guerra), las FARC manifestaron que no lo harían y que no se consideraban
obligadas a respetar el derecho internacional humanitario.
Se calcula que los dos ejércitos de guerrilleros más grandes, las FARC y el ELN, así como
los más pequeños, el EPL y otros, estuvieron integrados por entre 11.000 y 17.000
guerrilleros de tiempo completo operando en más de 100 grupos semiautónomos por todo el
territorio nacional. Estos grupos emprendieron acciones armadas en cerca de 1.000 de los
1.085 municipios. Tanto las FARC como el ELN atacaron sistemáticamente a no
combatientes y violaron los derechos de los ciudadanos empleando tácticas como el
asesinato, la desaparición forzada, la mutilación de cuerpos, los ataques a iglesias, hospitales
y ambulancias y la ejecución de pacientes en hospitales. Los grupos guerrilleros también
fueron responsables de múltiples abusos contra personal religioso y médico bajo estado de
protección y contra los heridos. Ataques indiscriminados a estaciones de policía dejaron
como resultado un número elevado de muertes de civiles. La guerrilla también asesinó a
líderes religiosos (Véase la Sección 2.c.) y a indígenas. (Véase la Sección 5.)
La guerrilla empleó minas antipersonales para defender posiciones estáticas (tales como los
campamentos, los laboratorios de cocaína y los sitios donde retenían a las víctimas de
secuestro) y como armas indiscriminadas de terror. Según la Vicepresidencia, las FARC y el
ELN han enterrado indiscriminadamente 50.000 minas en áreas rurales. Las minas
antipersonales sembradas por la guerrilla o disfrazadas de artículos de uso cotidiano como
balones de fútbol o latas de pintura fueron causa frecuente de muerte o mutilación de civiles
no combatientes; miles de desplazados no pudieron regresar a sus hogares debido a la
presencia de las minas antipersonales. Según informes de prensa, las bases guerrilleras en la
zona de despeje están rodeadas de minas antipersonales. Las FARC utilizaron ácido
sulfúrico en los cilindros de gas utilizados como artillería y continuaron esta práctica de
atacar pueblos pequeños con cilindros de gas. En consecuencia resultaron con quemaduras
en forma indiscriminada numerosos soldados, agentes de policía y civiles. Por ejemplo, el 19
de agosto, dos niñas de 13 y 14 años de edad murieron cuando las FARC lanzaron un
artículo explosivo al interior de una ferretería en Carmen de Bolívar, departamento de
Bolívar. A mediados de diciembre una niña de 9 años de edad murió enterrada bajo los
escombros cuando un cilindro de gas destruyó su casa en San Alfonso, departamento de
Huila, durante un ataque de las FARC. Una guerrillera de 15 años de edad también murió en
combate durante el mismo ataque.
Aunque el ELN acordó poner fin al reclutamiento de menores según los términos del
convenio de “Puertas del Cielo” firmado en Maguncia en junio de 1998, tanto esa
organización como las FARC continuaron forzando a los menores a unirse a sus filas. (Véase
la Sección 5.) Una vez reclutados, los guerrilleros menores de edad se convierten
virtualmente en prisioneros de sus comandantes y son sometidos a variadas formas de abuso.
El abuso sexual de las jóvenes en particular es un problema y niñas ex guerrilleras han dado
declaraciones a la prensa al respecto. Según el informe de uno de los medios de
comunicación, la Iglesia Católica reunió la información sobre el caso de una niña de 13 años
de edad, quien había sido reclutada por la guerrilla y usada con fines sexuales hasta que una
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monja logró persuadir a la guerrilla de dejarla en libertad. Niños y niñas soldados fueron
vistos en las columnas de la guerrilla en la zona de despeje e informes de diferentes fuentes
indican que la guerrilla reclutó a por lo menos 120 menores en la zona de despeje.
Adicionalmente, muchas familias abandonaron la zona de despeje (o se han tenido que
desplazar de otras regiones) para poder escapar del reclutamiento forzado de sus hijos.
Según informes de prensa, en abril el comandante militar de las FARC Jorge Briceño Suárez
("Mono Jojoy") admitió que las FARC habían cometido a menudo abusos graves contra
civiles y que con habitualmente empleaban niños como combatientes.
La violencia guerrillera-paramilitar dejó una cadena de civiles muertos como consecuencia
de los asesinatos selectivos o masivos de ambos bandos. Por ejemplo, en Barrancabermeja
elementos paramilitares y guerrilleros mataron a 169 personas durante los primeros seis
meses del año, la cifra más alta en cinco años en esta región. El 11 de diciembre, la Unidad
de Derechos Humanos del Ejército imprimió sobre placas en la plaza central de Bogotá los
nombres de 3.289 civiles, de los cuales 1.596 fueron asesinados por grupos paramilitares y
693 por guerrilla. Los nombres de más de 200 niños formaban parte de la lista.
Las FARC realizaron numerosos ataques contra municipios fuera de la zona de despeje,
probablemente en un esfuerzo de facto por expandir la zona desmilitarizada. Según el
Ministerio de Defensa, entre enero y octubre, 74 ataques guerrilleros a pueblos dejaron 3.515
civiles muertos. El 12 de julio las FARC atacaron cuatro pueblos de los departamentos de
Huila y Tolima, destruyendo estaciones de policía, iglesias, escuelas, locales comerciales y
casas. Cuatro grupos guerrilleros atacaron a Alpujarra, en el sur del departamento de Tolima,
y a Colombia, Timaná y Vegalarga, en el departamento de Huila. Los ataques dejaron cuatro
civiles muertos y más de 15 personas heridas. Las FARC volvieron a atacar a Vegalarga
ocho días después. Como resultado, más de 2.000 personas de Vegalarga, Colombia,
Algeciras y otros pueblos huyeron hacia Neiva, capital del departamento de Huila. El 14 de
julio las FARC entraron al pueblo de Roncesvalles, departamento de Tolima, y asesinaron a
13 policías. Según informes de prensa, las FARC atacaron a la alcaldía, varios edificios
comerciales, una docena de casas y la estación de policía. Cuando los policías agotaron sus
municiones defendiendo la estación, fueron asesinados tras su rendición.
Finalizando su declaración unilateral de tregua navideña, el 12 de enero, las FARC atacaron
cuatro pueblos en el departamento de Nariño. Los atacantes destruyeron estaciones de
policía, concejos municipales y un acueducto. Las FARC asesinaron a tres policías y un civil
y secuestraron a otros tres civiles. Durante el trascurso de los ataques, miembros de las
FARC también se robaron una ambulancia y volaron el oleoducto Transandino cerca de
Ipiales, ocasionando un derramamiento de petróleo. El 15 de enero aproximadamente 500
guerrilleros atacaron cuatro puntos diferentes a lo largo de la autopista Bogotá-Villavicencio.
En confrontaciones entre el Ejercito, la Policía Nacional y las FARC, al menos cinco civiles
y cinco miembros de las fuerzas de seguridad murieron. El Ejército informó que en la acción
dió muerte a 44 combatientes de las FARC. También el 15 de enero, cuatro estaciones de
policía al sur de Bogotá fueron destruidas; una niña de 11 años murió por una granada y
otros siete civiles quedaron heridos. La Policía Nacional sospechó que fueron las Farc las
responsables de los ataques. Según informes de prensa, en enero el ELN secuestró a 15
personas al suroeste de Cartagena y luego se informó que utilizaron a ocho de sus víctimas
como escudos humanos en confrontaciones con la Policía y la Armada. Una mujer de 19
años de edad murió en el fuego cruzado.
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Durante un ataque en enero a la población de El Castillo, departamento de Meta, el uso
indiscriminado por las FARC de artillería casera produjo la destrucción de la iglesia del
pueblo, el hospital, la escuela, las oficinas municipales y al menos 20 viviendas. Ocho
guerrilleros de las FARC, entre las edades de 13 y 15 años murieron durante el ataque.
Nueve civiles perdieron la vida y otros cuatro quedaron heridos.
El 4 de febrero un carro-bomba en Puerto Asís, departamento de Putumayo, mató a dos
personas e hirió a otras 10. El 3 de marzo las FARC detonaron un carro-bomba en la plaza
central de Cachipay, departamento de Cundinamarca; murieron tres civiles y 19 resultaron
heridos. El 30 de marzo las FARC hicieron explotar otro carro-bomba frente a la alcaldía de
Cachipay donde murieron tres personas y 20 quedaron heridas. El 26 de marzo las FARC
detonaron otro carro-bomba en la plaza central de Girardot, departamento de Cundinamarca,
matando a un policía e hiriendo a 20 civiles. Muchos creyeron que la bomba en Girardot
obedeció a una amonestación de las FARC a los comerciantes locales por haberse retrasado
en los pagos de las extorsiones. Otros carro-bombas de las FARC en el departamento de
Cundinamarca, en Soacha (un barrio al sur de Bogotá) el 24 de febrero y en Anapoima el 16
de enero, causaron daños a la propiedad pero no dejaron muertos.
Durante un ataque de artillería de las FARC en la base de la IV Brigada del Ejército en
Medellín en marzo, murieron dos civiles y 18 quedaron heridos cuando las bombas, hechas
con cilindros de gas, explotaron prematuramente en un barrio residencial. Se destruyó un
total de 15 casas y dos edificios ocupados por civiles.
El 29 de julio aproximadamente 400 miembros del grupo guerrillero de las FARC atacaron
al pueblo de Arboleda, departamento de Caldas, matando a 12 policías y cuatro civiles. El
ataque duró dos días. Los guerrilleros detonaron explosivos frente a edificios del pueblo,
incluyendo la estación de policía y una iglesia. La mayoría del puebo resultó averiado o
destruido.
El 2 de agosto el Frente 14 de las FARC asesinó a cinco sescuestrados con tiros a la cabeza y
dejó a una sexta persona herida de muerte. El sobreviviente, un campesino llamado Fernando
Jiménez Hurtado, quien había sido secuestrado en junio en el departamento de Caquetá, al
sur de la zona de despeje de las FARC, había estado encadenado a otro secuestrado durante
dos meses. Tuvo que arrastrar el cuerpo de la víctima un kilómetro hasta el puesto de policía
más cercano. Jiménez Hurtado informó que estuvo en cautiverio, en malísimas condiciones,
con otras 50 personas secuestradas.
La Policía de Antioquia informó que el 18 de noviembre las FARC asesinaron a seis
campesinos ex guerrilleros del EPL, quemaron 20 casas y desplazaron a 30 personas en el
área rural de Frontino, al oeste de Medellín. Informes no confirmados indicaron que otras
cinco personas podrían haber desaparecido.
Desde finales de septiembre hasta comienzos de diciembre las FARC bloquearon el tráfico
en las carreteras del sur del departamento de Putumayo, después de una ofensiva por parte de
fuerzas paramilitares en el área de La Hormiga. El bloqueo de carreteras de la guerrilla, el
cual fue censurado por las ONG y los funcionarios locales, condujo a severos
racionamientos de alimentos y medicinas pese a los esfuerzos del Gobierno de enviar
provisiones por aire y brindar seguridad en las principales vías. Se informó que las FARC
también restringieron el paso de ambulancias.
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Según la Federación Colombiana de Municipios, los ataques paramilitares y de la guerrilla
averiaron o destruyeron las instalaciones de 64 gobiernos municipales durante el año;
igualmente, los grupos paramilitares y guerrilleros secuestraron a 20 alcaldes y 18
candidatos a alcaldías. ( Véanse las Secciones 1.b. y 3.)
Las FARC cometieron numerosos abusos contra la población civil en la zona de despeje. Las
FARC fueron responsables de asesinatos; de presuntos casos de desaparición forzada; de
violación sexual; de detención arbitraria; así como de infracciones a la libertad de expresión,
a la libertad religiosa (Véase la Sección 2.c.) y al derecho a un juicio imparcial (Véase la
Sección 1.e.); de adoctrinamiento político forzado; y del reclutamiento forzado de cientos de
menores. Según informes de prensa, las FARC han declarado públicamente que todas las
personas entre las edades de 13 y 60 años en la zona de despeje están sujetas al compromiso
de prestar servicio militar con la guerrilla; familias que salieron de la zona de despeje
informaron que se les solicitó entregar a sus hijos a las FARC al cumplir los 14 años de
edad.
La guerrilla, por lo general el ELN, destruyó 434 torres eléctricas en el período comprendido
entre enero de 1999 y septiembre de 2000, causando daños masivos a la industria energética
del país y aumentos en las tarifas de luz para los usuarios. Los ataques guerrilleros a los
oleoductos causaron daños ambientales de consideración.
Según informes en los medios de comunicación en septiembre, el ELN llevó a cabo un juicio
interno a los participantes del suceso de bola de fuego en Machuca en 1998, donde murieron
más de 80 personas y 17 quedaron heridas como resultado de un bombardeo del ELN al
oleoducto. Según los informes, el ELN dijo haber expulsado de sus filas a los guerrilleros
involucrados en ese crimen.
Sección 2. Respeto por las libertades civiles, incluyendo:
a. Libertad de expresión y de prensa
La Constitución contempla la libertad de prensa y en términos generales el Gobierno respetó
este derecho en la práctica; sin embargo, los periodistas aplicaron habitualmente la
autocensura para evitar represalias y hostigamiento de varios grupos. Los medios impresos
de carácter privado publicaron una amplia gama de opiniones políticas y en ocasiones
hicieron pronunciamientos duros contra el Gobierno sin temor a represalias administrativas.
La prohibición de la publicación de evidencia relacionada con investigaciones penales, con
base en las disposiciones de la reserva sumarial del Código Penal y del estatuto
anticorrupción, permaneció vigente. Es típico que los periodistas trabajen en medio de un
clima de amenaza e intimidación, proveniente principalmente de los grupos paramilitares y
guerrilleros, el cual pareció agravarse durante el año. Temerosos por su seguridad, los
periodistas suelen abstenerse de publicar o trasmitir noticias contrarias a los intereses de los
grupos paramilitares, los guerrilleros o los narcotraficantes.
En octubre de 1999, el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de
Estados Americanos (OEA) declaró que “la situación de la libertad de prensa en Colombia
es motivo serio de preocupación” y que, además de los asesinatos, “los periodistas
colombianos soportan intimidación y amenazas constantes”.
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La Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General informó en noviembre que estaba
investigando 32 casos correspondientes a asesinatos, secuestros y amenazas contra
periodistas. Fueron asesinados 12 periodistas durante el año, aunque no todos los asesinatos
pueden atribuirse directamente a su trabajo periodístico.
El 9 de septiembre miembros de un grupo paramilitar asesinaron a Carlos José Restrepo
Rocha, el editor del periódico TanGente en Tolima y candidato al concejo municipal así
como ex miembro del ahora inactivo grupo terrorista M-19. Diez hombres que se
identificaron como miembros de un grupo paramilitar retuvieron a Restrepo durante una
reunión comunitaria en San Luis de Ibagué, departamento de Tolima, y éste apareció muerto
horas más tarde con folletos de paramilitares sobre su cuerpo.
El 15 de noviembre, agresores desconocidos dispararon y dieron muerte al reportero radial
local Gustavo Rafael Ruiz Cantillo en la plaza de mercado del municipio de Pivijay,
departamento de Magdalena. Varios testigos aseguraron que fue muerto por fuerzas
paramilitares, las cuales, según se ha informado, tienen una fuerte presencia en Pivijay; sin
embargo las FARC también operan en esa región. La investigación continuaba al finalizar el
año.
El 30 de noviembre asaltantes no identificados mataron al periodista Guillermo León
Agudelo en su residencia en Florencia, departamento de Caquetá. El 13 de diciembre dos
personas desde una motocicleta le dispararon y mataron a Alfredo Abad López, director de
la emisora radial Voz de la Selva, afiliada a Caracol, mientras salía de su casa en Florencia,
departamento de Caquetá. Las autoridades integraron una unidad especial de investigación
para establecer si las dos muertes estaban relacionadas entre sí y el alcalde de Florencia
ofreció una recompensa de US$10.000 por información que condujera a arrestos en estos
casos.
En mayo de 1999, la Fiscalía General de la Nación creó una nueva subdivisión para hacerse
cargo de las investigaciones de delitos contra periodistas. El 3 de mayo las investigaciones
llevaron a la expedición de órdenes de captura contra el líder de las AUC Carlos Castaño y
otras tres personas quienes presuntamente asesinaron a los periodistas Alberto Sánchez y
Luis Alberto Rincón.
En julio la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía presentó cargos contra Rodolfo
Nelson Rosado Hernández (alias "El Pichi") y Jorge Eliécer Espinal Velásquez ("El Parce")
por el asesinato en septiembre de 1999 de Guzmán Quintero Torres, jefe de redacción del
periódico de Valledupar, departamento de Cesar. Ambos han detenidos desde septiembre de
1999 y se cree que son miembros de un grupo de asesinos que trabaja para fuerzas
paramilitares en la región. Los editoriales de Quintero habían criticado a las fuerzas estatales
en el área y él había reportado amenazas antes de su muerte.
Hubo progreso en las investigaciones por el asesinato del periodista Jaime Garzón. (Véase la
Sección 1.a.)
La guerrilla, primordialmente el ELN, fue responsable del secuestro de 15 periodistas
durante el año. La guerrilla plagió a la mayoría de ellos para que sirvieran de testigos de
delitos cometidos por las fuerzas paramilitares o como emisarios de mensajes para las
autoridades locales. Once periodistas informaron de amenazas de muerte durante el año.
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En enero las FARC secuestraron al periodista Guillermo "la Chiva" Cortés; en agosto las
fuerzas de seguridad lo rescataron junto con otros seis secuestrados.
El 25 de mayo Jineth Bedoya Lima, una periodista del diario El Espectador fue secuestrada y
violada durante un período de 10 horas mientras se dirigía a entrevistar a un líder paramilitar
convicto en la prisión Modelo de Bogotá. Dos días antes de su secuestro El Espectador
recibió cartas de amenaza contra ella y otros periodistas. Carlos Castaño, jefe de la
organización paramilitar AUC rechazó que su organización hubiese estado involucrada en el
secuestro.
El 16 de diciembre se informó en Tumaco, departamento de Nariño, sobre el secuestro de
Winston Viracachá, periodista del Canal Caracol. Viracachá había viajado con su
camarógrafo y un asistente para encontrarse con miembros del Frente "Comuneros del Sur"
del ELN, el cual retuvo a Viracachá pero dejó en libertad a sus acompañantes.
Trece periodistas huyeron del país durante el año. En marzo Francisco "Pacho" Santos, jefe
de redacción de El Tiempo, el periódico de su familia y el más grande del país, y fundador
de la organización antisecuestro País Libre y de la campaña nacional cívica antiviolencia
"No Más", huyó del país después de anunciar que él era el blanco de un complot de un grupo
guerrillero de las FARC para matarlo. Santos continuaba en exilio al terminar el año.
También en marzo, el personaje de la televisión Fernando González Pacheco abandonó el
país después de recibir amenazas proferidas por las FARC. En junio Ignacio Gómez Gómez,
periodista de El Espectador, salió del país después de recibir amenazas contra su vida.
La Sociedad Interamericana de Prensa abrió una oficina de acción rápida en Bogotá para
ayudarle a la Fiscalía en la investigación de delitos contra periodistas. El 18 de agosto el
Presidente Pastrana emitió un decreto estableciendo un programa de protección de
periodistas. En octubre el Ministerio del Interior anunció la inauguración del programa,el
cual proporcionará blindaje para vehículos, escoltas y transporte. El Gobierno consultó con
organizaciones de periodismo para identificar a los periodistas de más alto riesgo, pero no ha
tenido los recursos para darles protección. El Ministerio del Interior apoyó una red de alerta
organizada para periodistas proporcionando unos cuantos radios y una línea telefónica de
emergencia.
El 20 de diciembre un juez de la jurisdicción especializada de Neiva, departamento de Huila,
absolvió al contratista Fernando Bermúdez Ardila y a otros dos individuos acusados de la
muerte del periodista Nelson Carvajal Carvajal, ocurrida en abril de 1998; el juez argumentó
pruebas insuficientes en el caso. Bermúdez había sido acusado de contratar a los otros dos
hombres para asesinar a Carvajal porque éste se oponía a dejar de informar en forma
negativa sobre un proyecto de construcción de la firma de Bermúdez. Los fiscales apelaron
la decisión y se espera un pronunciamiento por parte de la Corte Suprema sobre el caso.
La propiedad de los medios continúa altamente concentrada. Las familias acaudaladas o los
grupos económicos asociados con uno u otro de los dos partidos políticos predominantes han
consolidado su participación en la propiedad de medios periodísticos mientras que las firmas
regionales continuaron adquiriendo empresas de medios periodísticos locales. Como
resultado de la depresión de la economía, los grandes conglomerados de prensa cerraron
emisoras de radio y oficinas de periódicos en ciertas provincias y redujeron el personal.
Aunque en general prevaleció la libertad de prensa, los problemas económicos y la
concentración de la propiedad de los medios limitaron los recursos de los mismos y
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obligándolos a depender cada vez más de un grupo menor de anunciantes, incluyendo al
Gobierno, al cual muchos medios prefirieron abstenerse de criticar.
La Comisión Nacional de Televisión continuó supervisando la programación de televisión
durante el año.
Las FARC restringieron el movimiento de periodistas en la zona de despeje por medio de
bloqueos de vías y verificaciones de identidad al azar. Al menos en tres ocasiones detuvieron
a los camiones transportadores de El Tiempo, quemando todos los ejemplares que llevaban.
El Gobierno respetó en general la libertad académica y hubo una amplia gama de actividades
políticas en las universidades de todo el país. Sin embargo, los grupos paramilitares y
guerrilleros mantienen presencia en muchas sedes universitarias con el propósito de generar
apoyo político para sus respectivas campañas. Utilizan tanto medios violentos como no
violentos para sus fines políticos. Los profesores de las escuelas públicas de primaria y
secundaria habitualmente fueron el blanco de asesinatos políticos por parte de grupos
paramilitares y de guerrilla.
En agosto fue cerrada la Universidad Nacional y sus instalaciones fueron registradas después
de que un policía fue asesinado durante una manifestación. Los estudiantes realizaron un
referendo en contra de los grupos violentos aue operan en la sede universitaria.
En abril las clases en las escuelas de Chalán y Ovejas, en el departamento de Sucre, fueron
suspendidas debido a las amenazas de muerte contra 50 profesores. Más de 3.000 estudiantes
se vieron afectados. Se profirieron amenazas también contra profesores de Coloso, Morroa,
Toluviejo, San Onofre, Los Palmitos y San Antonio de Palmito en el departamento de Sucre.
Las principales organizaciones de guerrilla y grupos paramilitares mantienen presencia en la
región.
Los profesores de la Universidad del Atlántico, Luis Meza Almanza y Alfredo Martín Castro
Hayder fueron asesinados en Barranquilla el 5 de octubre y el 26 de agosto, respectivamente.
Ambos eran conocidos por sus ideas de izquierda y habían sido considerados para ocupar la
Rectoría de la Universidad. Se informó que Castro hacía parte de una lista de amenazados de
muerte.
Continuaron las investigaciones sobre cuatro asesinatos de distinguidos académicos
ocurridos en 1999: Jesús Antonio Bejarano, ex Comisionado de Paz; Darío Betancur, decano
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica en Bogotá; y Hernando
Henao, un antropólogo quien había escrito sobre desplazados. En diciembre de 1999 al
profesor Eduardo Pizarro Leongómez, Director del Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, recibió dos disparos de atacantes
desconocidos; sobrevivió pero huyó del país. Como resultado de estos incidentes los líderes
académicos han optado por asumir un bajo perfil; muchos han decidido residir fuera del país.
b. Libertad de manifestación pacífica y de asociación
La Constitución otorga la libertad de organizar manifestaciones pacíficas y el Gobierno
respeta este derecho, en la práctica. Las autoridades normamente no interfieren en la
realización de reuniones o manifestaciones públicas y generalmente otorgan los permisos
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correspondientes, salvo cuando determinan que puede haber peligro inminente para el orden
público.
Hubo varias grandes manifestaciones de ciudadanos por todo el territorio nacional; en
general, las autoridades no interfirieron.
En febrero la policía trató de levantar el bloqueo promovido por los U’wa, utilizando gas
lacrimógeno para dispersar a la multitud; los U’wa alegaron que cuatro niños ahabían muerto
a causa del pánico que se desató. (Véanse las Secciones 1.a. y 5.) Informes de prensa
mencionaron que sólo se recuperó un cuerpo. En abril numerosos grupos indígenas
bloquearon carreteras, autopistas y calles en todo el país exigiendo respeto tanto por su vida
como por su territorio geográfico, así como apoyo para las tribus Embera-Katío y U’wa en
sus disputas contra el Proyecto Hidroeléctrico de Urrá y la Occidental Petroleum,
respectivamente. (Véase la Sección 5.) El 10 de septiembre miles de personas por todo el
país, incluyendo líderes empresariales, sindicalistas y ciudadanos corrientes, marcharon a
favor de la paz y el respeto de los derechos humanos.
La Constitución contempla la libertad de asociación y el Gobierno respeta este derecho, en la
práctica. Toda organización legal es libre de asociarse con grupos internacionales en su
campo. La afiliación a las organizaciones proscritas tales como las FARC, el ELN, el EPL y
las AUC es un delito.
c. Libertad religiosa
La Constitución contempla la libertad religiosa y el Gobierno generalmente respeta este
derecho, en la práctica. La instrucción religiosa de la Iglesia Católica ya no es obligatoria en
los colegios oficiales y un fallo de la Corte Constitucional en 1994 declaró inconstitucional
cualquier referencia oficial del Gobierno a caracterizaciones religiosas del país. Aunque la
Constitución de 1991 separó a la Iglesia Católica del Estado, de hecho ésta conserva una
condición privilegiada. La ley sobre la libertad religiosa ofrece un mecanismo para que las
religiones obtengan su condición de entidades legales reconocidas. Toda religión que desee
servir a sus seguidores a través de cualquier institución pública debe cumplir con la Ley de
1997 sobre un acuerdo entre el Estado y entidades religiosas fuera de la Iglesia Católica. Los
gobiernos locales pueden eximir de impuestos a organizaciones con afiliaciones religiosas
tales como, por ejemplo, colegios y bibliotecas; sin embargo, en la práctica, los gobiernos
locales sólo conceden exención de impuestos a organizaciones afiliadas con la Iglesia
Católica. El Gobierno permite el proselitismo entre las poblaciones indígenas, siempre y
cuando sea bien recibido y no induzca a los miembros de las comunidades indígenas a
adoptar cambios que pongan en peligro su supervivencia en su propio territorio.
A veces representantes y miembros de las iglesias cristianas evangélicas y Católica Romana
se convierten en objetivo de los grupos paramilitares, generalmente por razones políticas.
Las FARC han impuesto restricciones religiosas a las personas residentes en la zona de
despeje. Las FARC también gravaron a las iglesias y colegios católicos romanos y
evangélicos con “impuesto de guerra” en la zona de despeje y en otros lugares.
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Habitualmente representantes y miembros de las iglesias cristianas evangélicas y Católica
Romana se convierten en objetivo de los movimientos guerrilleros de las FARC y ELN,
generalmente por razones políticas. Estos movimientos cometieron actos de asesinato,
secuestro y extorsión y también inhibieron el derecho de libertad de expresión religiosa. Por
ejemplo, según un grupo evangélico, la guerrilla habitualmente atacó a los cristianos
evangélicos en áreas rurales y a sus templos.
Según el Movimiento de Unión Cristiana, las FARC asesinaron a 46 de sus predicadores
afiliados entre enero de 1999 y junio de 2000. Hasta junio, las FARC habían obligado a
cerrar a más de 300 iglesias evangélicas en los departamentos de Meta, Guajira, Tolima,
Vaupés, Guainía, Guaviare, Vichada, Casanare y Arauca. Adicionalmente, el Movimiento
denunció actos de extorsión por parte de las FARC y, en muchos casos, obligaron a colegios
evangélicos rurales a cerrar sus puertas. Al enfrentar amenazas de las fuerzas guerrilleras y
paramilitares, muchos de los predicadores evangélicos se vieron obligados a no hacer
comentarios en público sobre el conflicto interno del país.
Sobre la guerrilla recayeron sospechas de haber realizado en abril la masacre de dos
predicadores evangélicos y 12 miembros de la misma iglesia en Hato Nuevo, Carmen de
Bolívar, departamento de Bolívar.
El 27 de marzo, sujetos no identificados asesinaron al sacerdote católico Hugo Duque
Hernández en Supía, departamento de Caldas.
No se presentaron novedades en relación con los asesinatos ocurridos en noviembre de 1999
en el departamento del Chocó del sacerdote católico Jorge Luis Maza y del trabajador social
español Inigu Egiluz; las fuerzas de seguridad habían arrestado a nueve miembros de un
grupo paramilitar en relación con este crímen.
La Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía informó en noviembre que tenía 34 casos
abiertos por el asesinato de miembros de grupos evangélicos.
La Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica informó que fuerzas paramilitares, el ELN y
las FARC en ocasiones amenazaban de muerte a sacerdotes en áreas rurales por hablar en
contra de ellos. También informó que fueron destruídas durante ataques guerrilleros a
poblaciones y puestos de policía, iglesias católicas de los departamentos de Huila, Tolima,
Cauca y Antioquia.
El 11 de abril, al menos tres templos mormones en Cali fueron bombardeados. No se
presentaron heridos en los ataques, sólo daños a las edificaciones. Nadie reclamó la autoría
de esos ataques.
Los líderes de la comunidad judía calcularon que un 20% de dicha comunidad había huido
del país hasta el mes de julio de 1999. Entre las causas principales estuvo la serie de
secuestros, agresiones y asesinatos de los líderes empresariales judíos.
d. Libertad de movimiento dentro del país, viajes al extranjero, emigración y repatriación
La Constitución otorga a los ciudadanos el derecho de viajar dentro del país y al exterior, y
el Gobierno, en general, respeta este derecho en la práctica, con algunas excepciones. Los
extranjeros que deseen ingresar a los resguardos de las tribus indígenas deben ser invitados.
45
En las zonas donde se llevaban a cabo operaciones de contrainsurgencia, la policía o los
militares ocasionalmente exigieron que los civiles portaran un salvo conducto; los
paramilitares y los guerrilleros utilizaron con frecuencia medios semejantes para restringir el
movimiento en las zonas bajo su control. A veces el Gobierno decretó el toque de queda.
Operaciones militares de contrainsurgencia, reclutamiento forzado por parte de
organizaciones paramilitares y guerrilleras, e incursiones guerrilleras obligaron a los
campesinos a abandonar sus hogares y sus fincas, creándose una enorme población de
desplazados. Según el CODHES, este año se presentó el desplazamiento de
aproximadamente 317.000 personas, la gran mayoría de los cuales son campesinos quienes
han tenido que irse a las ciudades. (Véase la Sección 1.g.)
A lo largo del año, frecuentes bloqueos de vías, erigidos por grupos paramilitares, por las
FARC, por el ELN y por campesinos restringieron el transporte, la comunicación y el
comercio por todo el país. Organizaciones sociales también hicieron uso del bloqueo de vías,
algunas veces por períodos prolongados, para protestar por acciones o políticas del
Gobierno. Casi todas las carreteras principales del país sufrieron bloqueos en algún momento
durante el año. Desde finales de septiembre hasta comienzos de diciembre, las FARC
prohibieron el tráfico de vehículos en Putumayo, departamento del sur, después de una
ofensiva de las fuerzas paramilitares en el área de La Hormiga. (Véase la Sección 1.g.)
Informes de prensa señalaron que más de 300.000 ciudadanos emigraron durante los últimos
dos años, debido principalmente al deterioro de la situación de seguridad y a la recesión
económica.
La Constitución proporciona el derecho de asilo bajo los términos de la ley, establecidos
conforme a la Convención de las Naciones Unidas de 1951 relativa a la Condición de los
Refugiados y su Protocolo de 1967. El país ha tenido la tradición de brindar asilo desde los
años 20. Al finalizar el año, 239 refugiados habían logrado el asilo legal y 12 solicitudes de
asilo estaban pendientes.
El Gobierno coopera con las oficinas del UNHCHR y otras organizaciones humanitarias
para brindar asistencia a los refugiados y a los desplazados. El Gobierno se reserva el
derecho de decidir si la persona es elegible para recibir asilo, basándose en su evaluación de
la naturaleza del sufrimiento del solicitante. El otorgamiento de primer asilo no se presentó
durante el año. No hubo informes sobre personas obligadas a devolverse a un país en el cual
temían sufrir persecución.
Sección 3. Respeto por los derechos políticos: el derecho de los ciudadanos de cambiar su
gobierno
La Constitución contempla el derecho de los ciudadanos de cambiar de gobierno, y este derecho es
ejercido mediante voto secreto durante las elecciones programadas periódicamente. En 1998, los
votantes eligieron como presidente a Andrés Pastrana, el candidato del partido Conservador, en unas
elecciones libres, imparciales y trasparentes, pese a algunas amenazas de los grupos paramilitares,
los narcotraficantes y los guerrilleros. El partido Liberal tiene representación mayoritaria en el
Congreso.
Las elecciones presidenciales tienen lugar cada cuatro años sin derecho a la reelección de por vida.
Los partidos Liberal y Conservador han dominado desde tiempo atrás el proceso político formal con
el uno o el otro siempre en la presidencia. A los empleados públicos no se les permite participar en
46
campañas partidistas. Oficialmente, todos los partidos políticos operan libremente sin interferencia
del Gobierno. Aquellos que no alcanzan un número de 50.000 votos en una elección general, pierden
el derecho de presentar candidatos y de recibir fondos del Gobierno. No obstante, pueden
reincorporarse en el momento que presenten las 50.000 firmas al Consejo Nacional Electoral. El voto
es voluntario y universal para los ciudadanos mayores de 18 años, salvo para los miembros activos
de la Policía y de las fuerzas armadas, quienes no pueden votar.
Previo a la realización de las elecciones de octubre, tanto organizaciones paramilitares como
guerrilleras trataron de disuadir a algunos candidatos potenciales a cargos de elección popular o de
restringir su capacidad de hacer campaña. La Federación Colombiana de Municipios informó a la
prensa que los grupos armados amenazaron a candidatos en más de la mitad de los 1.085 municipios
del país. Al finalizar el año, la Federación informó que 19 candidatos a alcaldías fueron asesinados,
20 secuestrados, 12 amenazados y 53 candidatos a alcaldías y concejos municipales retiraron sus
candidaturas. Por ejemplo, el 23 de septiembre, la guerrilla secuestró al alcalde de Samaniego, a un
candidato del partido Liberal a ese mismo cargo, y a otros seis candidatos a la alcaldía de este pueblo
al sur de Nariño. El 9 de septiembre miembros de un grupo paramilitar plagiaron en una reunión
comunitaria a Carlos Restrepo, un activista de izquierda y editor, quien pensaba lanzarse como
candidato a un cargo de elección popular; su cuerpo fue hallado luego en las afueras de San Luis. Sin
embargo, las elecciones del 29 de octubre se llevaron a cabo en relativa paz.
En abril las FARC anunciaron la formación de un partido político (Movimiento Bolivariano para una
Nueva Colombia) ante la presencia de miles de personas. El líder de las FARC Manuel Marulanda
anunció que el Partido operaría clandestinamente.
La participación de las mujeres o de las minorías en el proceso político no tiene restricción legal
alguna y apenas ha tenido unas cuantas restricciones prácticas; no obstante, ambos grupos tienen
poca representación en los cargos públicos y de partido. En marzo una ley de cuotas obligó a que al
menos 30% de los cargos públicos de nombramiento, incluyendo las cortes y los ministerios, fueran
ocupados por mujeres. La ley de cuotas no aplica para los cargos de elección popular, tales como el
Congreso. Antes de finalizar cada año el Gobierno debe informarle al Congreso el porcentaje de
mujeres que ocupan altos cargos gubernamentales. En marzo de 1998 los votantes eligieron a 14
mujeres para las 102 curules del Senado y 19 para las 161 de la Cámara de Representantes. Al
finalizar el año había cuatro mujeres en el gabinete de 16 miembros, al frente de los ministerios de
Salud, Cultura, Comunicaciones y Comercio Exterior. No había mujeres magistrados en la Corte
Suprema de Justicia; había una mujer entre los nueve magistrados de la Corte Constitucional y tres
mujeres de los 13 magistrados en el Consejo Superior de la Judicatura.
Los indígenas tienen poca representación en el Gobierno y en la política. Dos de las curules del
Senado se reservan para representantes de los indígenas. En octubre, los electores del Cauca votaron
por Floro Tunubalá, el primer gobernador indígena del país. Los negros también tienen poca
representación en el Gobierno y en la política. En septiembre de 1996, la Corte Constitucional
declaró inexequible una ley de 1993 por la cual se destinaban dos curules en la Cámara para los
ciudadanos de ancestro africano, aunque el fallo permitió que los representantes elegidos terminaran
su período. Hay un senador de raza negra, pero no hay miembros de dicha raza en la Cámara de
Representantes.
Sección 4. Actitud del gobierno frente a la investigación internacional y no gubernamental de
las supuestas violaciones de los derechos humanos
Existe una comunidad no gubernamental de derechos humanos que es grande, variada y activa,
ofreciendo una amplia gama de opiniones. Entre los diversos grupos están: la Conferencia Episcopal
47
Colombiana, la Comisión Colombiana de Juristas, la Comisión Intercongregracional para la Justicia
y la Paz, El Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos, el Centro de
Investigaciones y Estudios Populares, el Comité Asesor para los Derechos Humanos y los
Desplazamientos, el Instituto Latinoamericanode Servicios Legales Alternos, el Comité de
Solidaridad con los Prisioneros Políticos (dedicado a defender a los guerrilleros acusados), la
Asociación de Familias de Personas Detenidas y Desaparecidas, la Fundación para la Reinserción
(dedicada a los guerrilleros desmovilizados), la Fundación País Libre (dedicada a los derechos de las
familias de los secuestrados), y la Fundación Vida (dedicada a los derechos de las víctimas de la
violencia guerrillera). Otras organizaciones humanitarias internacionales y de derechos humanos
activas en el país fueron el CICR (con 16 oficinas en todo el país) y Peace Brigades International.
Aunque el Gobierno en general no interfirió directamente con el trabajo de las ONG de derechos
humanos, muchos destacados observadores de derechos humanos trabajaron bajo constante temor
por su integridad física. Hubo informes sin confirmar de hostigamientos o amenazas de las fuerzas
de seguridad contra los grupos de derechos humanos. En agosto la Fiscalía General abrió
investigación contra los brigadieres generales Millán y Del Río por sobornar a testigos para que
presentaran falsos testimonios contra un líder sindical y de una ONG. Los grupos de derechos
humanos fueron sometidos a vigilancia, llamadas telefónicas hostiles, campañas de grafitos y
amenazas de los paramilitares, la guerrilla y de otros grupos no identificados. Por lo menos cuatro
activistas de derechos humanos habían sido asesinados de enero a octubre; hubo tres desapariciones
forzosas de activistas de derechos humanos.
En octubre Angel Quintero y Claudia Patricia Monsalve, miembros de ASFADDES (una asociación
para familiares de desaparecidos) fueron secuestrados en Medellín por personas que alegaron tener
motivos políticos. No se ha sabido nada de las víctimas desde octubre y tampoco ha habido arrestos.
Las autoridades continuaban investigando al finalizar el año.
En agosto el Gobierno lanzó una iniciativa para mejorar el diálogo con las ONG sobre derechos
humanos, el proceso de paz, la estrategia integral del Gobierno llamada “Plan Colombia” y en otros
temas. En octubre el Gobierno copatrocinó con un grupo que cobija a varias ONG, un encuentro
internacional sobre estos temas, el cual incluyó la participación del ELN.
Las ONG investigaron e informaron acerca de abusos contra los derechos humanos cometidos por
fuerzas estatales, diversos grupos paramilitares y la guerrilla. Muchas ONG expresaron serias
preocupaciones por la creciente violencia de los paramilitares y la guerrilla, y la aparente
incapacidad del Gobierno de detener a estos grupos. Algunas ONG, así como funcionarios de
derechos humanos, se mostraron especialmente alarmados por el rápido crecimiento del apoyo de la
opinión pública a los grupos paramilitares y su incrementado poder político y militar.
La comunidad defensora de los derechos humanos permaneció bajo presión intensa durante el año.
Los defensores de derechos humanos fueron objeto de una campaña sistemática de intimidación,
hostigamiento y violencia. Según la Comisión Colombiana de Juristas cinco defensores de derechos
humanos fueron asesinados durante el año; tres desaparecieron. En total 49 defensores de derechos
humanos han sido asesinados o han desaparecido en los últimos cinco años. En numerosas ocasiones
a lo largo del año los grupos paramilitares en algunos municipios hicieron circular listas de nombres
de personas que consideraban “objetivo militar” e incluían los nombres de activistas locales de
derechos humanos, sindicalistas y políticos.
Además, cerca de 35 trabajadores de derechos humanos salieron del país, ya sea temporal o
permanentemente, por razones de seguridad. Por ejemplo, en julio los activistas de derechos
48
humanos Iván Cepeda y su esposa Claudia Girón salieron del país después de recibir amenazas
contra su vida.
El Gobierno, a través del Ministerio del Interior y del DAS, asignó cerca de US$4,3 millones ($8
millardos de pesos) al programa que lleva dos años operando para la protección de los defensores de
derechos humanos y los sindicalistas asociados con 88 ONG de derechos humanos y sindicatos. Los
fondos se destinaron a medidas de seguridad para las personas y también para las sedes de las ONG,
una red de radio de emergencia y la financiación de viajes al exterior de personas amenazadas. Sin
embargo, los grupos de derechos humanos afirmaron que los programas de protección son
inadecuados para atender la crisis e hicieron un llamado a aumentar los esfuerzos contra la
impunidad.
La nueva ley contra la desaparición forzada instituyó una pena máxima de 60 años para casos de
activistas de derechos humanos. (Véase la Sección 1.b.)
Los grupos armados persiguieron a los defensores del pueblo locales. Catorce defensores del pueblo
regionales fueron asesinados desde 1998. En julio se informó que José Manuel Bello, el defensor
municipal de derechos humanos en Vigía del Fuerte, Atrato, departamento de Antioquia, fue
secuestrado, asesinado y arrastrado hacia el Río Atrato por miembros de las FARC. En julio,
hombres armados desconocidos mataron a Yemil Fernando Hurtado Castaño, el defensor de
derechos humanos del municipio de Nariño, al sureste del departamento de Antioquia. El defensor
regional del municipio de Lourdes, departamento de Norte de Santander, fue secuestrado y retenido
durante tres días por paramilitares. García y otros dos funcionarios municipales de derechos
humanos fueron obligados a abandonar el departamento de Norte de Santander debido a las
continuas amenazas de paramilitares.
La organización delictiva La Terraza admitió públicamente haber asesinado a por lo menos cinco
defensores de derechos humanos y afirmaron que los asesinatos habían sido ordenados por Carlos
Castaño. (Véase la Sección 1.a.)
No hubo progreso en la investigación de la muerte en septiembre de 1999 del representante de la
Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos de San Juan Nepomuceno, Carlos Arturo Pareja,
y de su asistente.
Una investigación preliminar de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General indicó que
la delincuencia común era la responsable de las muertes en enero de 1999 de Everardo de Jesús
Puerta y Julio Ernesto González, ambos miembros del comité de Solidaridad con los Prisioneros
Políticos (CSPP). El caso se trasladó a la Fiscalía de Medellín para mayor investigación.
Los fiscales siguieron investigando los asesinatos de noviembre de 1999 en el sur de Bolívar de los
líderes del campesinado Edgar Quiroga y Gildardo Fuentes, a manos de las AUC.
El 22 de noviembre un juez de Bogotá condenó a dos miembros de un grupo paramilitar por la
muerte en 1997 de dos trabajadores del CINEP y de otra persona; las órdenes de captura siguen
vigentes para Carlos Castaño y otros cuatro miembros de grupos paramilitares. (Véase la Sección
1.a.)
El presunto líder paramilitar Libardo Humberto Prada fue vinculado por las ONG al asesinato el 15
de agosto del activista de paz y ex alcalde de Aguachica, departamento de Cesar, Luis Fernando
Rincón López. El caso permanecía bajo investigación al finalizar el año. En abril de 1999 la Unidad
49
de Derechos Humanos de la Fiscalía formalmente llamó a juicio a Prada y al paramilitar Cielo Lobo
Ascano por el asesinato en 1998 en Valledupar de la Coordinadora local de Redepaz, Amparo
Leonor Jiménez.
En febrero un juzgado condenó a cuatro activistas colombianos de derechos humanos, arrestados por
el Ejército en 1997, por el presunto desvío hacia el movimiento guerrillero del ELN de ayuda
internacional para los derechos humanos dirigida a los desplazados. El tribunal sentenció a cada uno
a 5 años de prisión.
El Ministerio de Defensa informó que en los últimos 5 años 97.894 miembros de las fuerzas de
seguridad recibieron capacitación en derechos humanos, incluyendo a 1.994 entrenadores en
derechos humanos. La capacitación es ofrecida por el CICR, la Cruz Roja Colombiana, la iglesia
católica, elementos del Gobierno y de las fuerzas de seguridad y gobiernos extranjeros. Muchos
observadores reconocieron que estos programas hicieron mucho por fomentar un clima de mayor
respeto de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario entre las fuerzas armadas
en años recientes.
El Gobierno tiene una maquinaria extensa de derechos humanos que incluye la Consejería
presidencial para los Derechos Humanos, actualmente encabezada por el Vicepresidente Gustavo
Bell. En septiembre el experto en derechos humanos Reinaldo Botero fue nombrado director del
Programa Presidencial para los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Los
esfuerzos de la rama ejecutiva en derechos humanos están respaldados por el Ministerio del Interior,
la oficina de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa y las oficinas dependientes de cada una
de las divisiones de las fuerzas de seguridad La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos,
sus representantes regionales y el cuerpo de defensores de oficio, la Procuraduría General y su
oficina delegada para los derechos humanos y los representantes regionales, y la Fiscalía General y
su unidad de derechos humanos son instituciones independientes que no están sujetas al control del
ejecutivo.
La Cámara de Representantes elige al Defensor del Pueblo para los Derechos Humanos por un
término de cuatro años, el cual no coincide con el período del Presidente. Esa oficina tiene el deber
constitucional de asegurar la promoción y el ejercicio de los derechos humanos. La Defensoría del
Pueblo para los Derechos Humanos proporciona abogados defensores públicos y un canal para
reclamos de violaciones de los derechos humanos. (Véase la Sección 1.e.) No obstante, la Defensoría
carece de suficiente financiación y personal. En agosto la Cámara de Representantes nombró al ex
juez de la Corte Constitucional Eduardo Cifuentes Muñoz como Defensor del Pueblo para los
Derechos Humanos.
La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos procesó 13.951 quejas durante 1999 (últimas
estadísticas disponibles); 8.562 casos (el 61%) eran contra entidades gubernamentales. De los 7.272
casos cerrados en 1999, la Defensoría para los Derechos Humanos logró conclusiones favorables o
parcialmente favorables en 2.867 (el 40%). Otros 1.436 casos se refireron a las autoridades
competentes. La Oficina también proporcionó 40.656 consultas legales gratuitas a través de su
cuerpo de más de 1.000 abogados de oficio, muchos de los cuales no trabajan tiempo completo.
A comienzos del año el Gobierno estableció una comisión de alto nivel para coordinar la política de
derechos humanos y derecho internacional humanitario, dirigida por el Vicepresidente Gustavo Bell.
En agosto de 1999, el Vicepresidente dió a conocer al público el plan nacional del Gobierno en
materia de derechos humanos; sin embargo, su puesta en práctica ha tenido algunos aspectos que han
50
materializado lentamente. El plan nacional de derechos humanos del Gobierno requiere el respeto, la
promoción y la garantía de los derechos humanos; prometió aumentar la atención oficial sobre las
consecuencias de las violaciones de los derechos humanos e hizo un llamado a todas las facciones
armadas para que respeten el derecho internacional humanitario. El Plan afirmó que las fuerzas de
seguridad combatirán tanto a la guerrilla como a los paramilitares. Una de las disposiciones más
importantes del Plan es la que permite al comandante de las Fuerzas Armadas separar sumariamente
del servicio a cualquier miembro cuyo desempeño en el combate contra los paramilitares considerara
“insatisfactorio o insuficiente”. En septiembre el Presidente Pastrana sancionó 12 decretos para
reformar y fortalecer las Fuerzas Armadas; uno de los decretos permite (a criterio de los
comandantes de la cúpula militar) separar del servicio a cualquier militar, sin tener en cuenta su
tiempo en el servicio. (Véase la Sección 1.e.)
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (UNHCHR) y el Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) tienen oficinas en Bogotá. En
1997 el UNHCHR abrió una oficina en Bogotá para observar las practicas en materia de derechos
humanos y asesorar al Gobierno; se renovó su mandato hasta abril de 2002. La Oficina tiene a su
cargo vigilar y analizar la situación de derechos humanos en todo el país y brindar asistencia al
Gobierno, a la sociedad civil y a las ONG en el campo de la protección de los derechos humanos.
Presentó informes al Gobierno y las Naciones Unidas. En marzo el informe del UNHCR cubriendo
el año 1999 afirmó que “la existencia contínua de vínculos directos entre algunos miembros de las
fuerzas de seguridad y grupos paramilitares, revelado por investigaciones disciplinarias y judiciales,
es causa de gran preocupación.” El Informe también señaló que en 1999 “en algunas regiones del
país estos vínculos fueron fortalecidos y las autoridades responsables de castigarlos no tomaron una
acción decisiva.” En abril la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Mary Robinson observó que había “informes que indicaban que miembros de las fuerzas militares
participan directamente en la organización de nuevos grupos paramilitares y en propagar amenazas.
El Presidente, otros funcionarios gubernamentales, el UNHCHR, y varias ONG notaron con
preocupación un aumento en el apoyo popular hacia los paramilitares y una polarización en la
opinión política.
Sección 5. Discriminación por razones de raza, sexo, religión, discapacidad, idioma o condición
social
La Constitución prohibe concretamente la discriminación por razones de raza, sexo, religión,
discapacidad, idioma o condición social; sin embargo, muchas de estas disposiciones no se hacen
cumplir. Continuaron los asesinatos de homosexuales como parte de la práctica de limpieza social.
„ La mujer
La violación sexual y otros actos de violencia contra las mujeres ocurren de manera
generalizada en la sociedad y, como otros delitos, rara vez se procesan exitosamente. De
acuerdo con el informe de 1999-2000 de la Defensoría del Pueblo, la violencia intrafamiliar,
las agresiones sexuales y el asesinato de mujeres eran problemas crecientes. El Instituto de
Bienestar Familiar (ICBF), una entidad gubernamental, y la Consejería presidencial para
Asuntos de la Juventud, la Mujer y la Familia continuaron informando sobre niveles
elevados de maltrato de cónyuges y parejas en todo el país. En 1999 el Instituto Nacional de
Medicinal Legal informó de 62.123 casos de violencia doméstica durante el año, de los
cuales 41.528 eran de maltrato conyugal, 9.896 de abuso de menores y 10.699 eran de abuso
de otros miembros de la familia. El ICBF llevó a cabo programas y proporcionó refugio y
asesoría a las víctimas de maltrato conyugal; sin embargo, el nivel y la cantidad de estos
51
servicios quedaron empequeñecidos por la magnitud del problema. Por ejemplo, cada uno de
los 530 defensores de familia del ICBF maneja aproximadamente 1.160 anuales.
El Instituto calculó que el 95% de todos los casos de violencia intrafamiliar no son
reportados a las autoridades. Entre los crímenes reportados hubo 13.703 casos de probable
violación durante el año.
La Ley de Violencia Familiar de 1996 tipifica como delito los actos violentos cometidos en
el seno de las familias, incluyendo la violación conyugal. La Ley también contempla un
recurso legal para las víctimas de la violencia familiar, protección inmediata contra el abuso
físico o psicológico y autoridad judicial para retirar del hogar al victimario. Les permite a los
jueces obligar a un victimario a buscar terapia o rehabilitación. En los casos de violencia
sexual conyugal, la Ley ordena sentencias de entre seis meses y dos años y niega la
posibilidad de libertad condicional o bajo fianza a los trasgresores que desobedezcan las
inhibitorias emitidas por los juzgados. Una ley de 1997 introdujo también modificaciones
sustanciales al Código Penal, incluyendo sentencias entre cuatro y 40 años por delitos contra
la libertad sexual o la dignidad humana, entre ellos la violación sexual, las relaciones
sexuales con menores, el abuso sexual, la inducción a la prostitución y la pornografía
infantil. Esta ley también revocó otra ley anterior que exoneraba por completo al violador si
éste se ofrecía posteriormente a contraer matrimonio con la víctima y ésta aceptaba. Sin
embargo, se encontró poca evidencia de que la legislación para prevenir la violencia sexual
se hiciera cumplir sistemáticamente. La reforma al Código Penal aprobada en junio redujo la
sentencia máxima por agresión sexual violenta de 20 a 15 años; la sentencia mínima es de 8
años. El Instituto Nacional de Medicina Legal informó de 19.859 casos de violencia
conyugal durante la primera mitad de 1999. Una mayoría abrumadora de las víctimas fueron
mujeres. La Primera Dama, Nohra Puyana de Pastrana, es miembro de la junta directiva del
ICBF y trabaja con el programa “Hacer Paz”, el cual brinda apoyo a las mujeres y a los me
nores víctimas de la violencia doméstica.
El acoso sexual es un problema.
Las mujeres enfrentaron además una amenaza creciente de tortura y agresión sexual debido
al conflicto interno. (Véase la Sección 1.g.)
La ley contra las desapariciones forzadas contempla una pena máxima de hasta 60 años por
casos que involucren a mujeres embarazadas. (Véase la Sección 1.b.)
La trata de blancas también es un problema. (Véase la Sección 6.f.)
La Constitución prohibe cualquier forma de discriminación contra la mujer y exige
concretamente que las autoridades garanticen “la adecuada y efectiva participación de la
mujer al nivel de toma de decisiones de la administración pública”. Incluso antes de entrar
en vigor la Constitución de 1991, la ley otorgaba a la mujer amplios derechos civiles. Sin
embargo, a pesar de estas disposiciones constitucionales, la discriminación contra la mujer
persiste. Un estudio realizado por la Universidad del Rosario divulgado durante este año,
concluyó que las mujeres enfrentan discriminación en la contratación para empleo y el
salario de las mujeres generalmente es incompatible respecto a su educación y experiencia.
La brecha salarial entre hombres y mujeres se amplió en la última década, alcanzando un
punto muy alto en 1999 debido a la recesión económica del país. Ese estudio también mostró
que el desempleo afectaba a la mujer de manera desproporcionada. Las estadísticas de
52
desempleo del Gobierno indican que durante el año la taza de desempleo para los hombres
era del 16,9%, mientras que el de las mujeres era del 24,5%. Según el informe de marzo del
UNHCHR, las mujeres ganan un 28% menos que los hombres. El Departamento
Administrativo Nacional de Estadísticas informó que un mayor porcentaje de mujeres estaba
en cargos con salario mínimo. Según cifras publicadas por las Naciones Unidas, los ingresos
de la mujer por concepto de su trabajo en el sector formal no agrícola corresponden
aproximadamente al 85% de los de los hombres por trabajo semejante, y las mujeres deben
demostrar mayores capacidades que los hombres al solicitar empleo. Además, las mujeres
constituyen un porcentaje desproporcionadamente alto de la fuerza laboral de subsistencia,
especialmente en las zonas rurales. Las mujeres que trabajan en el secto r rural son las más
afectadas por la discriminación salarial y desempleo.
Aunque la Constitución incluye una disposición explícita que promete que se destinarán
recursos adicionales para las madres solteras y los esfuerzos del Gobierno para
suministrarles capacitación para la crianza, los grupos femeninos informaron que los
problemas sociales y económicos de las madres solteras seguían siendo grandes. La Corte
Constitucional falló en 1997 que las mujeres embarazadas y con hijos recién nacidos de
menos de tres meses de edad no podrían ser despedidas sin “causa justificada”. Tener hijos,
sentenció la Corte, no constituía causa justa.
El 25 de octubre, la Corte Constitucional tumbó una ley que le prohibía a las mujeres
embarazadas, quienes estaban divorciadas o separadas de su pareja, volverse a casar antes de
dar a luz. Esa ley también había impuesto un período de espera de 270 días para mujeres que
querían volverse a casar.
„ La infancia
La Constitución estipula formalmente que habrá educación pública gratuita; obligatoria entre
los seis y los 15 años. Se calcula que un 25% de los niños de estas edades no asisten a la
escuela debido a la laxitud en el cumplimiento de las leyes relativas a la ausencia
injustificada de la escuela, a la cantidad inadecuada de aulas y a las presiones económicas
que exigen a los niños contribuir con ingresos para la familia. El Gobierno proporciona el
costo de la educación primaria, pero muchas familias enfrentan gastos adicionales, como la
matricula, libros, útiles escolares y transporte (el cual es un costo significativo en áreas
rurales donde los niños viven lejos de la escuela). Estos gastos pueden ser prohibitivos,
especialmente para los pobres del campo.
A pesar de los compromisos constitucionales y legislativos significativos frente a la
protección de los derechos de la infancia, estos se cumplieron apenas en un grado mínimo.
La Constitución obliga a la familia, a la sociedad y al Estado a ayudar y proteger a la
infancia, promover su desarrollo y garantizar el ejercicio pleno de estos derechos. El Código
del Menor contempla muchos de estos derechos y establece servicios y programas
encaminados a hacer cumplir la protección de los menores. Los defensores de la infancia
informaron sobre la necesidad de educar a los ciudadanos con respecto al Código y también
con respecto a las leyes de 1996 y 1997 sobre violencia familiar, las cuales fueron redactadas
especialmente para aumentar la protección legal de mujeres y niños.
El abuso infantil es un problema. El Instituto Nacional de Medicina Legal informó de 9.896
casos de maltrato infantil durante el año; en 1999 hubo 9.713 casos reportados. Según el
informe de marzo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el abuso
53
sexual es frecuente, particularmente en niños entre los cinco y los 14 años de edad. En el
70% al 80% de los casos, los niños conocen a quienes abusaron de ellos.
Se calcula que 25,000 menores de menos de 18 años trabajan en el comercio sexual. En 1996
los legisladores promulgaron una ley que prohibía las relaciones sexuales con menores o el
empleo de los mismos en la prostitución; posteriormente enmendaron esa ley en 1997 para
disponer que la condena por el abuso sexual no violento de un menor de 14 años conlleva
una sentencia de encarcelamiento de cuatro a 10 años. La condena por violación de cualquier
persona menor de 12 años conlleva una sentencia obligatoria de 20 a 40 años de prisión. Hay
laxitud en el cumplimiento de esas leyes. El ICBF es el encargado de vigilar todos los
programas gubernamentales de protección y bienestar de la infancia y financia los programas
no gubernamentales y eclesiásticos para la infancia.
En las zonas de conflicto, los menores se han visto atrapados por el fuego cruzado entre las
fuerzas de seguridad del Estado, los grupos paramilitares y las organizaciones guerrilleras.
Por ejemplo, el 15 de agosto pasado, seis niños fueron asesinados y otros más heridos por
miembros de la IV Brigada del Ejército, quienes confundieron a los niños con una unidad
guerrillera. (Véase la Sección 1.g.) Las estadísticas del Ministerio de Defensa indicaron que
alrededor de 200 menores fueron asesinados debido al conflicto durante el año. A mediados
del año, la UNICEF informó que 460 menores habían sido asesinados y 789 secuestrados en
los últimos cuatro años por distintos grupos armados. Los menores sufrieron de manera
desproporcionada por el conflicto interno, frecuentemente perdiendo la oportunidad de
estudiar al ser desplazados por el conflicto y padeciendo traumas psicológicos. Según la
UNICEF, más de un millón de menores han sido desplazados de sus hogares en la última
década. La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos estima que tan sólo el 15% de
los menores desplazados asisten a la escuela. En julio de 1999, el Gobierno anunció que
ninguna persona menor de 18 años podría ingresar al servicio militar, aunque tuviera el
consentimiento de sus padres; anteriormente, individuos mayores de 16 años pero menores
de 18 podían incorporarse voluntariamente al Ejército con el permiso de sus padres, aunque
no podían prestar servicio en combate.
La guerrilla utilizó con frecuencia a menores soldados y los grupos paramilitares obligaron
en ocasiones a menores a ingresar a sus filas. Según informes de prensa, en agosto algunos
miembros de las FARC asesinaron a un rector de escuela en el departamento del Meta por
criticar el reclutamiento de sus alumnos. El Gobierno calcula que aproximadamente 6.000
menores están alistados como combatientes, tanto en la guerrilla como en grupos
paramilitares. En mayo de 1999, las FARC prometieron al representante especial del
Secretario General de las Naciones Unidas para la Infancia en el Conflicto Armado, Olara
Otunnu, que dejarían de obligar a los menores a unirse a sus filas; sin embargo, continuaron
esa práctica. Según la Iglesia Católica, las FARC indujeron u obligaron a cientos de menores
de la zona de despeje a ingresar a sus filas y realizaron prácticas similares en otras zonas
bajo su control. Por ejemplo, según informes de prensa, en junio las FARC reclutaron por lo
menos 37 jóvenes, incluyendo menores, en el municipio de Puerto Rico, sur del
Departamento del Meta. Según una ONG, en el Putumayo las FARC indujeron al servicio
obligatorio a menores entre los 13 y 15 años y reclutaron en las escuelas. Una vez
reclutados, los menores guerrilleros virtualmente se convierten en prisioneros de su
comandante y son sometidos a diversas formas de maltrato. El abuso sexual de las niñas, en
particular, es un problema. Aunque el ELN aceptó suspender el reclutamiento de menores
conforme a los términos del acuerdo de la “Puerta del Cielo” suscrito en Maguncia en junio
de 1998, también indujo permanentemente a los menores a unirse a sus filas. Alrededor de
54
57 menores guerrilleros fueron capturados o desertaron durante el año y 27 menores fueron
asesinados en combates entre el Ejército y las FARC.
Según informes de prensa, familias de la zona de despeje y también de los departamentos de
Arauca, Valle del Cauca y Antioquia han abandonado sus hogares porque grupos guerrilleros
intentaron reclutar a sus hijos a la fuerza. El 4 de mayo, una mujer del departamento del
Norte de Santander, con la ayuda del Ejército, entregó a su hijo de 12 años al ICBF para
protegerlo de las FARC, que intentaban reclutarlo a la fuerza.
Los menores también fueron el blanco preferido de secuestro de la guerrilla. (Véase la
sección 1.b.) La Fundación País Libre informó que el número de menores secuestrados
anualmente se ha incrementado en los últimos años, de 131 en 1998 a 206 en 1999, y hasta
el 12 de noviembre de 2000, 265 menores habían sido secuestrados. Según un informe de
prensa, más de 200 menores fueron secuestrados durante el año. Por ejemplo, las FARC
secuestraron el 22 de marzo a una niña de 9 años, Clara Oliva Pantoja, y el 7 de abril a
Andrés Felipe Navas, quien tenía 3 años, y los mantuvieron a ambos en la zona de despeje.
Clara Olivia Pantoja fue liberada en diciembre. (Véase la sección 1.b.) En abril tres hombres
armados secuestraron a Dagoberto Ospina Ospina de 9 años, de su bus escolar en el sur de
Cali. Ningún grupo se ha identificado o ni reclamado la autoría.
„ Personas discapacitadas
La Constitución enumera los derechos fundamentales sociales, económicos y culturales de
las personas con discapacidad física, pero existen serios impedimentos prácticos que evitan
la participación plena de los discapacitados en la sociedad. No existe legislación que ordene
específicamente el acceso para los discapacitados. Según la Corte Constitucional, las
personas con discapacidades físicas deben tener acceso a las urnas de votación o recibir
asistencia si así lo solicitan. La Corte también falló que el fondo de seguridad social de los
empleados públicos no puede negarse a prestar servicios a los hijos discapacitados de sus
afiliados, independientemente del costo que esto implique.
„ Los pueblos indígenas
Existen cerca de 80 grupos étnicos diferentes de los 800.000 o más habitantes indígenas.
Estos grupos se concentran en las montañas de los Andes, la zona costera del Pacífico, la
Península de la Guajira y el departamento de Amazonas. Según la Organización Nacional de
Indígenas Colombianos (ONIC), el 93% de los indígenas viven en zonas rurales; 25% viven
en resguardos, y aproximadamente 115.000 indígenas no tienen tierra.
La Constitución otorga reconocimiento especial a los derechos fundamentales de los
indígenas. El Ministerio del Interior, a través de su Oficina de Asuntos Indígenas, tiene a su
cargo la protección de los derechos territoriales, culturales y de autodeterminación de los
indígenas. Existen representantes del Ministerio en todas las regiones del país donde habitan
pueblos indígenas, y trabajan con otras organizaciones gubernamentales de derechos
humanos y también con los grupos de derechos humanos de las ONG y organizaciones de
derechos civiles, para promover los intereses de los indígenas e investigar las violaciones de
sus derechos. Sin embargo, los miembros de los grupos indígenas sufren discriminación en
el sentido de haber sido tradicionalmente relegados al margen de la sociedad. Existen pocas
oportunidades para quienes querrían participar más plenamente de la vida moderna. El
informe de marzo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas dice que
55
aproximadamente el 80% de la población indígena vive en pobreza absoluta, que el 74%
recibe un ingreso menor al salario mínimo y sus municipios tienen los índices más altos de
pobreza. Además, las comunidades indígenas sufren considerablemente por el conflicto
armado interno. (Véase la Sección 1.g.) Miembros de las comunidades indígenas
frecuentemente huyen juntos, desplazándose en masa y reubicándose en otras comunidades
indígenas.
Según el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), 68.245 familias indígenas
viven en resguardos. La ley establece que los derechos sobre sus tierras ancestrales son
permanentes; El INCORA dijo que el 80% de estas tierras han sido demarcadas. Sin
embargo, a menudo los grupos armados han cuestionado con violencia la propiedad de esas
tierras. Según ONIC aproximadamente el 95% de los recursos naturales se encuentran en los
resguardos indígenas y territorios reclamados. Las juntas tradicionales de autoridad indígena
operan unos 519 resguardos; las juntas manejan fondos nacionales o locales y están sujetas a
la vigilancia fiscal de la Contraloría General de la Nación. Estas juntas administran sus
territorios como entidades municipales, siendo sus funcionarios elegidos o escogidos
conforme a la tradición indígena.
Las comunidades indígenas son libres de educar a sus hijos en los dialectos tradicionales y
conforme a sus costumbres culturales y religiosas. Los hombres no están sujetos al servicio
militar nacional.
El INCORA calculó que unas 200 comunidades indígenas carecían de títulos legales de
propiedad sobre tierras que consideraban suyas e informó que aún estaban pendientes a
mediados del año aproximadamente 488 solicitudes de comunidades indígenas para
establecer nuevos resguardos.
Según el INCORA, más de 30’375.000 millones de hectáreas han sido reconocidas
legalmente como tierras pertenecientes a los indígenas. El INCORA está comprando buena
parte de dichas tierras habitadas por campesinos mestizos, a fin de devolverlas a los grupos
indígenas.
La Constitución prevé una jurisdicción penal y civil especial dentro de los territorios
indígenas, basada en las leyes tradicionales de las comunidades. Sin embargo, algunos
observadores afirmaron que esas jurisdicciones especiales estaban sujetas a manipulaciones
y que las penas impuestas por los tribunales de la comunidad eran mucho más leves que las
dictadas por la justicia ordinaria.
Los miembros de las comunidades indígenas continuaron siendo víctimas de todos los
actores del conflicto interno y varios de ellos fueron asesinados. La Defensoría del Pueblo
para los Derechos Humanos estableció en su informe anual de 1999-2000 que entre las
comunidades indígenas más afectadas por ejecuciones extrajudiciales, amenazas y combates
regionales eran los Corebaju en el departamento de Caquetá, los Puinave en el Guaviare, los
Embera-Katío del Alto Sinú, los Embera-Dobida de Chocó, los Paéz en el Cauca, los EmaerKatio en Antioquia, los Guayabero en el limite Guaviare-Meta, los Tule en el Chocó, y los
U’wa en Boyacá y Casanare. La Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos informó
de 33 asesinatos en las comunidades indígenas en 1999; 22 de estas víctimas eran lideres de
la comunidad.
56
Según informes de prensa, en junio miembros de organizaciones paramilitares asesinaron a
Joselito Bailarín, gobernador Embera-Katío de la comunidad de Cañaverales en Murri de
Frontino, departamento de Antioquia. El 25 de diciembre se informó que el líder Embera
Armando Achito había sido asesinado por los paramilitares en el municipio de Juradó,
departamento de Chocó.
No hubo novedades sobre los asesinatos de los indígenas Dagoberto Santero Bacilio, Carlos
Arturo Solano Bernal y Sergio (Manue), cometidos por supuestos grupos paramilitares en
1996 en San Antonio de Palmito, departamento de Sucre.
Según informes de prensa, en los primeros días de mayo, las FARC anunciaron que
ejecutarían a siete líderes indígenas Embera-Katío en la plaza principal de Frontino en
Murri, departamento de Antioquia, como retribución por la muerte de dos hermanos
indígenas, el 26 mayo a manos de los paramilitares. Las FARC creían que los líderes
indígenas les habían puesto una trampa a los hermanos, identificándolos como colaboradores
de la guerrilla. Las FARC afirmaron que los lideres indígenas tardaron demasiado (8 días) en
informar del crimen. La Organización Indígena de Antioquia (OIA) atribuyó la demora, a las
dificultades que existen en la comunicación desde zonas rurales hacia Medellín. LA OIA
hizo un llamado a una comisión humanitaria para proteger a los líderes; sin embargo, el 24
de mayo las FARC asesinaron a uno de ellos, un profesor de 30 años llamado Jesús Bailarín.
Se ha sabido que los grupos paramilitares y guerrilleros obligan a los indígenas, incluyendo a
los menores, a unirse a sus filas. Algunos grupos guerrilleros al parecer prefieren a los
indígenas como guías y mensajeros debido a su conocimiento de la geografía de sus
territorios históricos y de lenguas generalmente desconocidas.
El 10 de mayo aproximadamente 3.000 miembros de la tribu Kankuama de la Sierra Nevada
de Santa Marta, departamento de Magdalena, fueron presionados por la organización
paramilitar AUC para abandonar su comunidad. Las AUC estaban combatiendo a las
organizaciones guerrilleras FARC, ELN y EPL en la región. El 2 de marzo el líder indígena
Jairo Bedoya Hoyos desapareció. La OIA responsabilizó a las AUC. En una carta abierta, las
AUC afirmaron que no tenían retenido a Bedoya.
Los U’wa protestaron por las primeras perforaciones que la Occidental Petroleum realizó en
áreas cercanas a sus resguardos. Los U’wa presentaron varias demandas judiciales por las
perforaciones y consiguieron ganar unos cortos retrasos, antes de que la justicia fallara a
favor del arreglo entre el Gobierno y la Occidental. Los U’wa bloquearon repetidamente el
acceso al lugar de las perforaciones; en una ocasión, en febrero, la Policía intento acabar el
bloqueo de la carretera mediante el uso de gases lacrimógenos para dispersar a la multitud;
como consecuencia del pánico los U’wa afirmaron que cuatro menores murieron. (Véanse
las Secciones 1.a. y 2.b.) La prensa informó que tan sólo se recuperó un cuerpo. El Senador
Indígena Jesús Pinacué anunció una huelga de hambre para presionar a la Occidental
Petroleum a abandonar la tierra de los U’wa. Esta iniciativa fue respaldada por el Senador
indígena Francisco Rojas Birri y los representantes Leonardo Caicedo y Jhonny Aparicio.
Un estudio realizado conjuntamente entre la OEA y una universidad recomendó en 1997 la
suspensión inmediata e incondicional de las actividades de exploración o explotación; la
aclaración de la condición de los territorios U´wa y los resguardos protegidos; y el desarrollo
de un proceso formal de consulta bajo los auspicios del Gobierno. Los U´wa también
amenazaron con cometer suicidio colectivo si no se respetaban sus deseos. En agosto de
1999 el Gobierno aumentó el área del resguardo de los U´wa de 40.500 hectáreas a 506.250
hectáreas. En el área hay reservas de petróleo calculadas hasta en un millardo de barriles. En
57
agosto un grupo técnico de trabajo que incluía los ministros del Interior y del Medio
Ambiente así como un asesor de los U&rsq uo;wa, afirmaron que tanto el Gobierno como la
Occidental Petroleum estaban cumpliendo con las reglamentaciones acordadas. En
septiembre los U’wa rompieron las conversaciones como repuesta a una decisión del
INCORA autorizando a la compañía estatal de petróleos a comprar tierras para crear una
zona de amortiguación alrededor del área de las perforaciones. Las conversaciones seguían
suspendidas al terminar el año.
Desde principios de enero, 167 indígenas miembros de la tribu Embera-Katío ocuparon los
jardines del Ministerio del Medio Ambiente en Bogotá, por un período de cuatro meses
protestando por la inundación de sus tierras por el proyecto hidroeléctrico de Urrá. En 1998
la Corte Constitucional falló que los derechos humanos de los Embera habían sido violados
porque no les habían consultado sobre el proyecto hidroeléctrico de Urrá.
„ Minorías religiosas
Hay poca discriminación religiosa. La Iglesia Católica y algunas iglesias evangélicas
informaron que algunos líderes indígenas eran intolerantes de los cultos no tradicionales.
Tres templos Mormones fueron bombardeados en abril y miembros de la comunidad judía
fueron víctimas de abuso. (Véase la Sección 2.c.)
„ Minorías nacionales, raciales y étnicas
Según el Ministerio del Interior, los ciudadanos de ancestro africano viven principalmente en
los departamentos del Chocó (370.000), Valle del Cauca (1’720.257), Cauca (462.638) y
Nariño (261.180), los cuales tienen costas sobre el Océano Pacífico y también en los
departamentos de la costa Caribe. Aunque los cálculos varían considerablemente los negros
representan aproximadamente el 10% de la población total.
Las personas de raza negra tienen los mismos derechos y protecciones que otorga la
Constitución pero han sido discriminadas tradicionalmente. Tienen poca representación en la
rama ejecutiva, en la rama judicial, en los puestos oficiales y en las jerarquías militares. A
pesar de la promulgación de la ley afrocolombiana en 1993, han sido pocos los avances
concretos logrados en la ampliación de los servicios públicos y las inversiones privadas en el
Departamento de Chocó u otras regiones predominantemente negras. La misma ley también
autorizaba a las comunidades negras a recibir títulos de propiedad sobre determinadas tierras
costeras. Sin embargo, los líderes negros se quejaron de la lentitud del Gobierno en expedir
los títulos y de que la presencia de personas o de grupos armados les impedía muchas veces
el acceso a las tierras. El desempleo entre la población afrocolombiana alcanzó niveles hasta
del 76% en algunas comunidades. El informe de marzo de la Comisión de los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas menciona que aproximadamente el 80% de los
afrocolombianos viven en condiciones de pobreza extrema, que el 74% recibe ingresos
inferiores al salario mínimo legal y que sus municipios tienen el porcentaje mas alto de
pobreza. El departamento de Chocó sigue siendo el del nivel más bajo de inversión social
per capita y ocupa el último lugar en materia de educación, salud e infraestructura; también
ha sido el escenario de algunas de las manifestaciones de violencia política más prolongada
dentro de la lucha entre los guerrilleros y los paramilitares por controlar la región de Urabá.
Sección 6. Derechos de los trabajadores
58
a. Derecho de asociación
La Constitución reconoce el derecho de los trabajadores de organizar sindicatos y realizar
huelgas, exceptuando a los miembros de las fuerzas armadas, la Policía y de los “servicios
públicos esenciales”, definidos por la legislación. Sin embargo, aún está vigente la
legislación que prohibe a todos los empleados públicos ir a la huelga, aunque a menudo se
hace caso omiso de ella. En la práctica la violencia hacia los sindicalistas y la discriminación
antisindicalista son obstáculos para poder ser parte de las actividades sindicalistas.
Dirigentes sindicalistas en todo el país continúan siendo víctimas de los ataques de grupos
paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes y de sus propios rivales sindicales. Los líderes de
sindicatos sostienen que la violencia perpetuada contra los trabajadores, particularmente por
miembros de grupos paramilitares, opera con impunidad.
El Código del Trabajo de 1948 (el cual ha sido enmendado repetidamente) contempla el
reconocimiento automático de los sindicatos que obtengan por lo menos 25 firmas de
posibles miembros y que cumplan con un trámite sencillo de registro ante el Ministerio del
Trabajo; sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha recibido
información señalando que este proceso ha sido lento y en algunas ocasiones ha tomado
algunos años. La ley tipifica como delito la interferencia con la libertad de asociación y
permite a los sindicatos decidir libremente sobre su reglamento interno, elegir funcionarios y
administrar sus actividades y prohibe la disolución de los sindicatos por decreto. En 1999 el
Presidente Pastrana aprobó la Ley 584, la cual limita la interferencia gubernamental en el
derecho sindical de libre asociación. Esa ley refleja recomendaciones de la Misión de
Contactos Directos de la OIT, según la legislación laboral internacional. Algunos requisitos
anteriores que se derogaron bajo esta ley incluyen la exigencia de que para que un sindicato
sea registrado, el inspector laboral debe certificar que no haya otro sindicato. La ley también
enmendó el requisito de que las autoridades laborales deban estar presentes en asambleas
generales convocadas para votar una huelga (ahora los sindicatos tienen la opción de tener o
no a las autoridades laborales presentes). Sin embargo, la ley agregó el requisito de que
cuando hay una solicitud de información de alguna parte interesada, los funcionarios del
Ministerio del Trabajo pueden exigir a los líderes o miembros del sindicato proporcionar
información relevante sobre su trabajo, incluyendo libros, registros, planes y otros
documentos. El Comité de Expertos de la OIT considera que esta enmienda no cumple con
la convención sobre la libertad de asociación, ya que el control por una autoridad administr
ativa solo debería ser usado para llevar a cabo investigaciones cuando hay motivos
razonables para creer que se ha cometido una ofensa.
Según los cálculos del Ministerio del Trabajo y de diversos sindicatos, entre un 6% y un 7%
de la fuerza laboral está sindicalizada. Según la Comisión Colombiana de Juristas, el 89% de
los trabajadores sindicalizados pertenecen al sector público. Hay aproximadamente 2.500
sindicatos registrados, de los cuales un 87% a un 95% pertenecen a una de las tres
confederaciones: la Central Unitaria de Trabajadores, de centro izquierda, a la cual están
afiliados un 45% a 50% de los sindicatos; la Confederación Democrática Cristiana de
Trabajadores de línea maoísta social, a la cual pertenece un 30% de los sindicatos; y la
Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) afiliada al partido Liberal y a la cual
pertenece de un 12% a un 15% de los sindicatos. Los sindicatos y el Ministerio de Trabajo
informaron que el número de miembros de los sindicatos ha disminuido en los últimos años.
Antes de ir a la huelga legalmente, los sindicatos deben negociar directamente con la
administración y, en caso de no llegar a un acuerdo, aceptar la conciliación. Por ley, los
empleados públicos deben aceptar el laudo arbitral si la conciliación falla; en la práctica, los
59
sindicatos de las empresas de servicios públicos deciden por votación de sus miembros sobre
si han de recurrir o no al arbitramiento. En los primeros días de agosto líderes de algunos
sindicatos llamaron a unos 700.000 trabajadores estatales a una huelga de 24 horas,
incluyendo a la Unión Sindical Obrera (USO) de los trabajadores petroleros, el principal
sindicato de empleados del sector público; a los trabajadores de las telecomunicaciones, a
profesores, y a empleados de la salud, para protestar por la austeridad gubernamental y el
alto índice de desempleo.
Sindicatos, grupos indígenas, deudores, estudiantes y otros continuaron tanto protestando
como negociando con el Gobierno sobre la incapacidad de éste para enfrentar la depresión
económica del país, el altísimo desempleo, y un proyecto de ley que reformaría el Código
Laboral eliminando varios beneficios de los trabajadores. El 3 de agosto hubo un paro
nacional (en Bogotá y otras ciudades) organizado por varios sindicatos, incluyendo la
Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y la Confederación General de Trabajadores
Democráticos (CGTD) para protestar por las políticas económicas, las privatizaciones, el
desempleo, nuevos impuestos, y reformas al Seguro Social. Al paro se unieron trabajadores
bancarios y estatales como profesores y los del sector de la salud.
Los dirigentes sindicales, por todo el país, continuaron siendo blanco de los ataques de los
grupos paramilitares, de la guerrilla, de los narcotraficantes y de sus propios rivales
sindicales. Los dirigentes laborales y las ONG informaron que 105 miembros sindicales
fueron asesinados durante el año; por otro lado, funcionarios de las Naciones Unidas
informaron que 54 asesinatos de dirigentes sindicales habían ocurrido en los primeros 10
meses del año. Según la Escuela Nacional de Trabajo (ENS), aproximadamente 1.500
miembros sindicales han sido asesinados desde 1991 y los sindicatos enfrentan la hostilidad
generalizada de la sociedad porque son vistos como “subversivos”. Los dirigentes sindicales
alegan que el 90% de las víctimas fueron asesinadas por grupos paramilitares. Otros muertos
eran perseguidos por las FARC por su participación o su simpatía hacia el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Industria y el Agro (SINTRAINAGRO), integrado
principalmente por miembros desmovilizados del EPL. Muchos de los miembros asesinados
de SINTRAINAGRO habían trabajado en la industria bananera en la zona de Urabá. El
informe preliminar de la Misión de Contacto Directo de la OIT elaborado en marzo señaló
que “son casi nulos los casos en los cuales son identificados los instigadores y quienes
cometen los asesinatos de dirigentes sindicales, así como los veredictos de culpable”. La
ENS informó que en los últimos cinco años, 47 sindicalistas han sido víctimas de
desapariciones forzadas, 60 fueron secuestrados, y 1.573 sindicalistas recibieron amenazas
de muerte. La USO informó que por lo menos 600 dirigentes sindicales fueron desplazados
en los primeros 10 meses del año.
En mayo de 1998 la OIT expresó su seria preocupación por supuestos asesinatos,
desapariciones forzadas, amenazas de muerte y otros actos de violencia contra miembros y
líderes sindicales. La OIT documentó los asesinatos de más de 300 miembros sindicales
entre 1995 y 1998. La OIT criticó al Gobierno por no presentar, desde noviembre de 1996,
información sobre algún caso de detención, juicio y condena de alguien como responsable
del asesinato de cualquier miembro o dirigente sindical.
En febrero una Misión de Contactos Directos de la OIT, aprobada por la dirección de la OIT
y aceptada por el Gobierno en noviembre de 1999, visitó el país para examinar los alegatos
de abusos contra el derecho a la vida de los trabajadores, la libre asociación y la negociación
colectiva. En marzo la Misión presentó un informe preliminar al Comité sobre Libertad de
60
Asociación de la OIT en el cual se afirmaba que el Gobierno estaba “haciendo esfuerzos
sinceros” para corregir estos problemas. El informe expresó preocupación por el número de
asesinatos, secuestros, amenazas de muerte y otras agresiones violentas contra los dirigentes
y miembros sindicales, y afirmó que esos asesinatos eran una práctica “corriente”.
Los esfuerzos del Gobierno para superar la impunidad incluyen el establecimiento de 25
unidades auxiliares de investigación especializada para los derechos humanos, una de las
cuales es responsable de los casos de violación de derechos humanos de sindicalistas; y un
aumento del 49% del presupuesto legal para los empleados judiciales. Para proteger a los
sindicalistas de la violencia, en 1999 el Gobierno desarrolló el Programa para la Protección
de los Defensores de los Derechos Humanos y de los Dirigentes Sindicales. Desde
noviembre el programa le había ofrecido protección a 41 entidades sindicales y a 116 líderes
y activistas. A estos individuos les son suministrados chalecos antibalas, guardaespaldas y,
en algunos casos, vehículos. Los sindicalistas se quejan de que estas medidas son
insuficientes para proteger adecuadamente la gran cantidad de sindicalistas que se
encuentran amenazados, y continúan presionando por mayores esfuerzos para romper la
impunidad con la cual la mayoría de estos actos se comete.
Las recomendaciones de la OIT incluyen una investigación urgente sobre la participación de
funcionarios públicos en la creación de grupos de autodefensa o paramilitares; un aumento
en el presupuesto gubernamental para proteger a los dirigentes sindicales; y un aumento en
los esfuerzos para combatir la impunidad. Después de un debate contencioso en la
Conferencia Internacional del Trabajo en junio, el Gobierno y los delegados de los
trabajadores aceptaron un compromiso ofrecido por el director general de la OIT, Juan
Somovia: el establecimiento de una oficina de la OIT en Bogotá para ser encabezada por su
representante personal. Rafael Alburquerque fue asignado Representante Especial para
Colombia de la OIT e inició sus labores en octubre. En noviembre Alburquerque informó a
la dirección de la OIT que la situación continúa siendo grave; el próximo informe del
Representante Especial aparecerá en marzo de 2001.
El 4 de mayo, Javier Suárez, dirigente sindical de los camioneros, fue abaleado y asesinado
cerca de su casa en Buenaventura. Los líderes sindicales sospecharon que grupos
paramilitares eran los responsables. En los primeros días de agosto Carmen Emilio Sánchez
Coronel, un activista del sindicato de profesores del departamento del Norte de Santander,
fue asesinado con otros siete sindicalistas, en un retén paramilitar. La CUT también culpó a
las fuerzas paramilitares por la muerte del sindicalista Luis Rodrigo Restrepo en Antioquia,
el 2 de agosto. La CUT denunció que los grupos paramilitares estaban atacando tanto a
miembros como a líderes del sindicato.
El 15 de diciembre cinco hombres hirieron de gravedad al presidente del sindicato
FENALTRASE (de los empleados públicos), Wilson Borja, disparándole a su carro en un
semáforo, aparentemente para matarlo. Los asaltantes mataron a una vendedora callejera de
30 años e hirieron a uno de los dos guardaespaldas de Borja. El líder paramilitar Carlos
Castaño aceptó públicamente que él ordenó el ataque y que su intención era detener a Borja.
La mayoría de observadores conectaron este atentado con los informes de prensa sobre el
progreso en el establecimiento de una “zona de encuentro” para el ELN, con Borja de
facilitador para el proceso de paz con el ELN. Pocos días después del ataque, la Policía
detuvo a un sicario sospechoso y un posible cómplice paramilitar.
61
Los fiscales tienen órdenes de captura contra los paramilitares Temilda Rosa Martínez y
Eduardo Manrique Morales por el asesinato del fundador de la CUT, Julio Alfonso Poveda
de 72 años, ocurrido en febrero de 1999.
En diciembre la Fiscalía General emplazó a tres sicarios por el asesinato en 1998 del
Vicepresidente de la CUT, Jorge Ortega.
No existían aún pistas sobre las bombas en agosto de 1999, las cuales destruyeron las
oficinas de la Asociación de Usuarios Campesinos en Sincelejo, departamento de Sucre, y la
oficina en Medellín de la USO, donde una bomba fue desactivada. Según la ENS se han
llevado a cabo 14 atentados con bomba contra oficinas sindicales en los últimos tres años.
El Gobierno aún no ha abordado muchas de las críticas que la OIT ha efectuado al Código
Laboral. En 1993 la OIT se había quejado sobre la siguiente disposición de la ley: el
requisito sobre la presencia de funcionarios gubernamentales en asambleas convocadas para
votar una huelga; la legalidad de despedir a sindicalistas cuando han pasado seis meses de
una huelga o disputa; el requisito de que los aspirantes a cargos sindicales deben pertenecer a
la profesión que su sindicato representa; la prohibición de paro en una amplia gama de
servicios públicos que no necesariamente son esenciales; varias restricciones al derecho de
huelga; el poder del Ministro de Trabajo y del Presidente de intervenir en disputas cuando
una huelga es declarada ilegal, a través de la conciliación obligatoria; y el poder de despedir
a dirigentes sindicales involucrados en huelgas declaradas ilegales.
La convención colectiva de 1995 entre Ecopetrol y la USO fue reemplazada por un nuevo
acuerdo en mayo de 1999. Los dirigentes de la USO permanecieron en conflicto abierto con
el Gobierno con respecto a muchos puntos. Los dirigentes de la USO informaron que los
miembros del sindicato residentes en la región petrolífera del Magdalena Medio continuaban
recibiendo amenazas de muerte de supuestos grupos paramilitares, los cuales han acusado a
los funcionarios de la USO de trabajar con la guerrilla del ELN en una campaña de sabotaje
contra los oleoductos nacionales.
Los sindicatos están en libertad de vincularse a las confederaciones internacionales sin
restricción alguna por parte del Gobierno.
b. Derecho a organizarse y a negociar colectivamente
La Constitución protege el derecho de los trabajadores de organizarse y entablar
negociaciones colectivas. El mayor éxito en este sentido lo han tenido los trabajadores de las
grandes compañías y de las empresas de servicios públicos, pero esos trabajadores
sindicalizados representan apenas una pequeña parte de la población económicamente activa.
El alto nivel de desempleo, las actitudes tradicionales en contra de los sindicatos, un sector
de economía informal muy grande, y la debilidad de la organización y la dirigencia sindical,
limitan el poder de negociación de los trabajadores en todos los sectores. El requisito de que
los sindicatos cubran obligatoriamente a la mayoría de los trabajadores en cada empresa
como condición para representarlos en acuerdos sectoriales, debilita el poder de negociación
de los trabajadores.
La ley prohibe la discriminación contra los sindicatos y los impedimentos al derecho de libre
asociación. No obstante, según los dirigentes sindicales, tanto la discriminación como los
impedimentos al derecho de libre asociación se presentaron con frecuencia. Los inspectores
62
oficiales teóricamente hacen cumplir estas disposiciones, pero puesto que son solamente 271
inspectores de trabajo para cubrir 1.085 municipios y más de 300.000 empresas, la estructura
de inspección es débil. Además, los inspectores por lo general carecieron de la dotación
básica, como vehículos. En ocasiones, los guerrilleros disuadieron a los inspectores de
cumplir con sus funciones al declararlos blancos militares.
El Código del Trabajo prevé multas por restringir la libertad de asociación y prohibe el uso
de grupos antihuelga.
Los pactos colectivos (acuerdos entre los trabajadores individuales y sus patronos) no están
sujetos a la negociación colectiva y por lo general son utilizados por los empleadores para
obstruir la organización laboral. Aunque los patronos deben registrar los pactos colectivos
ante el Ministerio del Trabajo, éste no ejerce vigilancia ni control sobre los mismos.
El Código del Trabajo también elimina la conciliación obligatoria en los conflictos entre
trabajadores y patronos privados y amplía el período de gracia previo a la intervención del
Gobierno. Las federaciones y confederaciones pueden ayudar a los sindicatos afiliados en la
negociación colectiva.
Las leyes de trabajo cobijan también a las 15 zonas francas del país, pero sus normas a
menudo no fueron aplicadas en dichas zonas. Los sindicatos de trabajadores del sector
público han logrado acuerdos de negociación colectiva en las zonas francas de Barranquilla,
Buenaventura, Cartagena y Santa Marta, pero las empresas de confecciones de Medellín y
Risaralda, las cuales cuentan con el mayor número de empleados, no están organizadas. No
existen sindicatos en ninguna de las zonas.
c. Prohibición de trabajo forzado u obligatorio
La Constitución prohibe la esclavitud y cualquier forma de trabajo forzado u obligatorio,
prohibición respetada en general en el sector formal en la práctica; sin embargo, hubo trata
de blancas para efectos de prostitución forzada. (Véase la Sección 6.f.)
Los grupos paramilitares y guerrilleros reclutaron indígenas a la fuerza. (Véase la Sección
5.) Existieron algunos informes sobre el uso que la guerrilla dió a la fuerza laboral forzada
para la construcción de carreteras clandestinas.
La ley prohibe que se obligue a los menores a trabajar; sin embargo, el Gobierno no cuenta
con los recursos necesarios para hacer cumplir eficazmente esta prohibición. (Véase la
Sección 6.d.) Aunque no hubo casos conocidos de trabajo infantil forzado en la economía
formal, varios miles de niños fueron obligados a servir como combatientes paramilitares o
guerrilleros ( Véase la Sección 1.g.), a trabajar en la prostitución (Véase la Sección 5.) o, en
algunos casos, como recolectores de hoja de coca.
El tráfico de blancas con niñas menores con el propósito de prostitución forzada es un
problema. (Véase la Sección 6.f.)
d. Estado de las prácticas de trabajo infantil y edad mínima de empleo
La Constitución prohibe el empleo de menores de 14 años en la mayoría de los trabajos y el
Código del Trabajo prohibe otorgar licencias para trabajar a menores de 18 años; sin
63
embargo, el trabajo infantil es un problema significativo, especialmente en el secdtor
informal. El decreto de 1989 por el cual se estableció el Código del Menor, prohibió el
empleo de menores de 12 años y fijó las condiciones excepcionales y la autorización expresa
de los inspectores del Ministerio del Trabajo para el empleo de menores entre los 12 y los 17
años. Los menores de 14 años no pueden trabajar, exceptuando a menores entre 12 y 14 años
quienes pueden realizar trabajos ligeros con el permiso de sus padres y de las autoridades
laborales competentes. Todos los menores trabajadores (menores de 18 años) deben percibir
el salario mínimo nacional por las horas que trabajen. Los menores entre 12 y 14 años
pueden trabajar máximo cuatro horas diarias; los menores entre 14 y 16 años pueden trabajar
máximo seis horas diarias; y los menores entre los 16 y los 18 años pueden trabajar máximo
ocho horas diarias. Está prohibido el trabajo nocturno o cualquier trabajo que implique un
riesgo físico o exposición al exceso de calor, frío o ruido para todos los menores. Varias
ocupaciones están específicamente prohibidas para los menores, como la construcción y la
minería. Sin embargo, en la práctica estas normas se incumplen en gran medida y solamente
el 5% de los menores trabajadores han solicitado los permisos de trabajo requeridos. Al
permitir que los menores de 12 y 13 años trabajen, aunque bajo condiciones restringidas, la
ley contraviene las normas internacionales sobre trabajo infantil, las cuales establecen los 14
años como edad mínima legal de empleo en los países en vías de desarrollo.
En el sector formal, las leyes sobre trabajo infantil se hacen cumplir por medio de revisiones
periódicas por parte del Ministerio del Trabajo y de las fuerzas armadas, quienes velan por el
cumplimiento de los requisitios sobre el servicio. Sin embargo, en el sector informal y en las
zonas rurales, el trabajo infantil sigue siendo un problema, especialmente en la agricultura y
la minería. Hay menores desde los 11 años trabajando tiempo completo en casi todas las
áreas de la industria de las flores, como forma de complementar los ingresos familiares.
Hasta los menores que están matriculados en la escuela, y en ocasiones algunos que todavía
no están en edad escolar, acompañan a sus padres a los cultivos de flores en la noche y en los
fines de semana. En el sector minero, el carbón representa el problema más grave del trabajo
infantil. En muchas operaciones marginales, generalmente de familia, se emplea a los hijos
menores para aumentar la producción y los ingresos. Se calcula que hay entre 1.200 y 2.000
menores desempeñando esas actividades. El trabajo es peligroso y las jornadas son largas.
Los menores más pequeños son los encargados de cargar el agua y empacar el carbón,
mientras que los de 14 años y mayores realizan trabajos más pesados como cargar bultos de
carbón. Estas operaciones informales son ilegales. El Ministerio del Trabajo informó que,
para finales de 1999, un comité integrado por diversos organismos oficiales había retirado
aproximadamente a un 80% de los menores trabajadores de las minas informales y los había
devuelto a las escuelas. La ley prohibe el empleo de menores para la prostitución, sin
embargo la prostitución infantil es un gran problema. En agosto, la unidad de crímenes
sexuales y dignidad humana de la Fiscalía General de la nación informó que desde agosto de
1999 hasta agosto de 2000 abri&oacu te; [cic.] 41 casos en los cuales menores de 14 años
eran inducidos o atraídos hacia la prostitución.
Según un estudio de la Iglesia Católica realizado en mayo, cerca de 2,7 millones de menores
trabajan, incluyendo unos 700.000 que trabajan cosechando coca. Esta cifra corresponde a
un gran incremento respecto a 1992 cuando (según un estudio de 1997 realizado por la
Universidad de los Andes) el número de menores trabajadores (entre los 12 y los 17 años)
ascendía a 1,6 millones. Un observador señaló que la reciente recesión económica podría
aumentar el número de menores trabajadores, especialmente en las zonas rurales. La
participación de la infancia en el trabajo agrícola se elevó bastante durante las épocas de
cosecha. Según el Ministerio del Trabajo, los menores trabajadores entre los siete y los 15
64
años recibieron en promedio entre el 13% y el 47% del salario mínimo. Se calcula que un
26% de los menores trabajadores tuvo acceso habitual a servicios de salud; cerca del 25%
desempeñó actividades potencialmente peligrosas. El Ejército calcula que por lo menos
6.000 menores fueron utilizados como combatientes por los grupos paramilitares y
guerrilleros. (Véase la Sección 5.) La asistencia escolar entre los menores trabajadores fue
mucho más baja que entre los demás menores, especialmente en las zonas rurales. Los
servicios de salud del Seguro Social cobijan solamente al 10% de los menores trabajadores.
Un estudio realizado en 1996 por la Defensoría del Pueblo para los Derechos Humanos en el
Departamento del Putumayo reveló que el 22% de los menores entre los cinco y los 18 años
trabajaban tiempo completo cosechando coca. En el municipio de Orito, la cifra llegó al
70%.
El Ministerio del Trabajo tiene un inspector en cada uno de los 33 departamentos, cuya labor
es certificar y realizar inspecciones frecuentes a los sitios de trabajo que emplean menores.
Sin embargo, este sistema tiene pocos recursos y abarcó solamente al 20% de la fuerza
laboral de menores que trabaja en el sector formal de la economía. En 1995, el Gobierno
estableció un comité nacional para la erradicación del trabajo infantil, compuesto por
representantes de los ministerios del Trabajo, Salud, Educación y Comunicaciones y también
por funcionarios de diversas oficinas gubernamentales, sindicatos, asociaciones de
empleadores y varias ONG. Bajo el Plan de Acción, durante este año el Gobierno distribuyó
fondos para los proyectos de las organizaciones miembros del comité para la erradicación
del trabajo infantil. El Gobierno también obtuvo el compromiso de las principales
asociaciones comerciales y de sindicatos del país para implementar el programa de
erradicación del trabajo infantil y el programa IPEC de la OIT, los cuales aún estaban en
preparación al finalizar el año. Durante el año, el Gobierno formuló un Plan de Acción 20002002, el cual da prioridad a la intervención directa a favor de los menores trabajadores,
menores mineros, menores explotados sexualmente, menores en actividades comerciales y
menores del sector agrícola. El Gobierno también diseñó un proyecto, para el cual está
buscando financiación, el cual reunirá información más confiable sobre el trabajo infantil al
nivel nacional.
El Gobierno está tomando medidas para incorporar a la legislación laboral la Convención
182 de la OIT sobre la prohibición y acción inmediata para la eliminación de las peores
formas de trabajo infantil.
El Gobierno prohibe el trabajo forzado de menores; sin embargo, es incapaz de hacer
cumplir eficazmente esta prohibición. La trata de blancas con el propósito de prostitución
forzada y el reclutamiento obligatorio de menores soldados son problemas. (Véanse las
Secciones 1.f. , 1.g., 6.c., y 6.f.)
e. Condiciones aceptables de trabajo
El Gobierno establece el salario mínimo legal para los trabajadores cada mes de enero, el
cual sirve de punto de referencia para las negociaciones salariales. El salario mínimo,
establecido mediante negociación tripartita entre representantes de las empresas, los
trabajadores sindicalizados y el Gobierno, fue de unos US$150 ($322.500 pesos) mensuales
durante el año. El salario mínimo no brinda al trabajador y a su familia un nivel de vida
apropiado. Puesto que es un salario basado en la meta de inflación del Gobierno, en años
recientes no se ha mantenido a tono con la inflación real. Se calcula que un 70% de todos los
trabajadores no devengan lo suficiente para cubrir los costos de la canasta familiar de una
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familia de bajos ingresos. Sin embargo, el 77% de los trabajadores ganan apenas dos veces el
salario mínimo y a veces mucho menos.
La ley establece una jornada laboral de ocho horas y una semana laboral de 48 horas, pero
no exige concretamente un período de descanso de por lo menos 24 horas a la semana, falla
que ha sido criticada por la OIT.
La legislación contempla amplia protección para la seguridad y la salud ocupacional de los
trabajadores, pero son normas difíciles de hacer cumplir, en parte debido al número reducido
de inspectores con que cuenta el Ministerio del Trabajo. En general, la falta de conciencia
sobre seguridad al nivel público, la atención inadecuada por parte de los sindicatos y la
laxitud en el cumplimiento de la ley por parte del Ministerio de Trabajo, conducen a un nivel
elevado de accidentes industriales y condiciones de trabajo insalubres. Más del 80% de las
empresas industriales carecen de un plan de seguridad. El Seguro Social informó de 53.408
accidentes de trabajo durante el año, de los cuales 417 fueron fatales. Hubo 243 casos de
enfermedades relacionadas con el trabajo. Las industrias más susceptibles a los accidentes de
trabajo fueron la minería, la construcción y el transporte.
Según el Código del Trabajo, los trabajadores tienen el derecho a retirarse de una situación
laboral peligrosa sin que por ello se vea amenazado su empleo. Sin embargo, trabajadores
del sector informal quienes no se encuentran sindicalizados, temen perder su trabajo si
ejercitan su derecho a criticar los abusos, especialmente en el sector agrícola.
f.
Tráfico de personas
No existe una ley dirigida explícitamente a controlar el tráfico de personas y el país es una
fuente del tráfico de mujeres y niñas hacia Europa, Estados Unidos y Asia. En junio, el
Congreso aprobó un nuevo Código Penal, el cual dispone una sentencia de cárcel de entre
seis y ocho años y una multa del equivalente de hasta 100 salarios mínimos para cualquier
persona que “promueva, incite, obligue, facilite, colabore o participe de cualquiera otra
forma en la entrada o salida del país de personas que no cumplan con todos los requisitos
legales”. Aunque la ley pretende combatir el contrabando de extranjeros en general, en teoría
podría utilizarse también para enjuiciar a los traficantes. La ley entra en vigencia en enero de
2001.
Un comité del Gobierno, integrado por representantes del Ministerio de Relaciones
Exteriores, la Interpol, el DAS, el Ministerio de Justicia, la Procuraduría General, la Fiscalía
General y la Presidencia, se reúne cada dos meses para discutir el tráfico de personas. En
noviembre el Ministerio de Justicia, la Organización de Migración Internacional, y la ONG
Fundación Esperanza llevaron a cabo la primera conferencia nacional sobre tráfico de
personas.
En esa conferencia el DAS informó que Colombia es el tercer país de origen desde el cual
más se trafica con personas y que la mayoría de mujeres traficadas para la prostitución van a
Holanda, España, Japón, Singapur y Hong Kong. La Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE) publicó un informe sobre el tráfico de personas en
septiembre de1999, en el cual afirmaba que hay tráfico de mujeres y niñas colombianas
hacia América del Norte. Según informes de prensa, más del 50 % de las mujeres de
Colombia que entran al Japón son víctimas del tráfico, forzadas a trabajar como prostitutas.
Según el DAS, 126 víctimas colombianas fueron rescatas por la Interpol de 1998 a 2000 y
115 víctimas fueron rescatadas por la Policía Nacional entre 1999 y 2000. Según la Policía,
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la mayoría de las operaciones de tráfico internacional es administrada por colombianos y
tiene nexos con el narcotráfico.
La Primera Dama, Nohra de Pastrana, en colaboración con el Ministerio de Relaciones
Exteriores y la Interpol, participó en una campaña de relaciones públicas para alertar a los
ciudadanos, en particular a las mujeres, del riesgo de la inmigración ilegal hacia otros países.
El 23 de junio, a una mujer colombiana llevada a Dinamarca se le concedió asilo después de
atestiguar en contra de traficantes colombianos y daneses. En agosto, la policía de
Andalucía, España, detuvo a 51 personas y desbarató la organización de traficó de mujeres
desde Brasil, Colombia y Ecuador para efectos de prostitución.
Washington, D.C.
26 de febrero de 2001
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