Atisbos feministas en La ruta de su evasion de

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Atisbos feministas en La ruta de su evasion de Yolanda Oreamuno
Author(s): María Arrillaga
Source: Caribbean Studies, Vol. 22, No. 3/4 (1989), pp. 47-56
Published by: Institute of Caribbean Studies, UPR, Rio Piedras Campus
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/25612973
Accessed: 10-05-2016 17:35 UTC
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Maria Arrillaga
ATISBOS FEMINISTAS EN
LA RUTA DE SU EVASION
DE YOLANDA OREAMUNO
Yolanda Oreamuno, escritora costarricense, logra en su novela,
La ruta de su evasion, publicada inicialmente en 1949 y reeditada en
1980 por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), una
intrigante construcci?n de atisbos feministas.
La voz narradora, apasionantemente involucrada y omnisciente,
corre el riesgo de confundirse, en ocasiones, con la autonomfa de
los personajes, hasta el punto de compartir no solo su sapiencia sino
sus limitaciones cognoscitivas. Este tipo de acercamiento a la mate
ria narrativa crea una estructura donde a la oposici?n central: el
conflicto entre los sexos, se unen, en abigarrada zarabanda barroca,
toda una sehe de inconsistencies y ambig?edades conservadoras
de signo patriarcal y religiosa; a fuer de una intenci?n desmedida
mente honesta de b?squeda de justicia y de verdad, cuyo desboca
miento no logra subsanar la perplejidad del lector ante la selva
todavia oscura de un lenguaje femenino en cierne, tanto a nivel de
significante como de significado.
Sospecho que parte de lo que podria la crftica tradicional atri
buirle a esta novela como exceso, defecto acaso, puede que sea
parte de un legitimo lenguaje de escritura de mujer cuya dilucidaci?n
dependen'a de un afinado instrumento de an?lisis. Porque es que, a
pesar de todo, y no obstante el pesado desperdigamiento de la tesis,
la novela me parece magnifica, de aliento casi epico en su insisten
cia en caracterizar nada menos que el principio humano m?s ele
mental: lo masculino, lo femenino, la relaci?n entre ambos y sus
consecuencias.
A grandes rasgos, el texto narra la vida matrimonial de Teresa y
Vasco, de los hijos que han engendrado y sus correspondientes
peripecias amorosas. El hilo conductor lo provee el fluir siquico de
Teresa que, pr?xima a morir, reflexiona sobre el pasado y el pre
sente. Los dem?s personajes se mueven alrededor de la prefigura
ci?n de muerte inminente que anticipa asimismo sus propios
destinos individuates, con excepci?n del salto cualitativo al final que
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representa la ?nica verdadera superviviente, Aurora, nombre sin
duda simb?lico que preconiza un nuevo comienzo. El significado de
este hilo mortuorio conductor se dilucida en reflexiones de Teresa
hacia el final:
...Es la muerte la fructifera, la que est? constituida por el fertil coraz?n reproduc
tor. Es la muerte la vibrante; ella, toda en nosotros en la infancia, nos hace
sonreir. Y es la estabie, la perdurante, la divina, que nos enfrenta a la vida
destructora (p. 297).
No obstante, lo inconsistente de esta tesis con el final esperan
zado del j?bilo de la vida que comienza a descubrir Aurora, pienso
que la conclusion es clara: Ha sido destructiva y destructora la vida
de esta familia; por consiguiente, la muerte es fructifera en la medida
en que borra las huellas de la destrucci?n. Aurora plantea la posibili
dad de invertir la ecuaci?n.
El principle* masculino: poder en decadencia
Vasco es la masculinidad que se define como poder dominante y
opresivo. "Siempre habia violencia en Vasco", dice Teresa, su
mujer, y describe su voz: "...estrecha, perversa, melosa, amena
zante" (p. 156-157). Ante ella, porque: "le bastaba con sentirse
dueno" (p. 50), utilizar? el sexo como agresi?n:
Escape sintiendome perseguida. Crei que miraba burl?n mis pies bajo la
falda, que me iba a detener violentamente tom?ndome de la cintura y plant?n
dose frente a el, que me iba a desnudar, que me iba a tocar y que si no coma
mucho, pero mucho, ya no podria salvarme de su agresi?n (p. 154).
Su agresividad esclavista no se limita a Teresa:
Don Vasco no usaba latigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenia, eso si,
una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder. Y ante
ello temblaban los ninos y temblaban los perros" (p. 33).
Esteban, personaje cuya bondad se opone a la crueldad de
Vasco, y quien ser? testigo de las humillaciones a que Vasco somete
a su mujer, deseubrir? el "insano deseo de poder" la "tirania", la
"rudeza", la "miseria" y "mezquindad" de Vasco (p. 101-102,108)
Esteban es feminista en la medida en que no solo es bondadoso
y comprende a la mujer, sino que teoriza sobre su situacion:
Mujer de escudo. Para cubrirse con ella. Separa de uno todo lo feo del mundo
Para que uno se mueva en ese ambiente c?lido que ella crea, con la comodidad
del nino en el vientre de la madre. Construye con su bondad y vuelve a construir
con su inteligencia, las cosas que los hombres destruimos y volvemos a destruir.
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Conocimiento perfecta, simplisimo de lo pequeno y lo grande; sabidun'a elemen
tal de lo que hay que evitar para que el hombre siga creyendo en si mismo; y si e\
dejara de tenerse esa fe, todavia quedan'a, siempre, la fe de ella para v?lverse a
levantar. Intensa sabidun'a de las ingnorancias ajenas, profunda ingnoranciade
las sabidurias propias (p. 76-77).
Sobre el trazado del personaje Esteban pesa una dosis de irreali
dad. Es posible que este personaje que encarna el ideal amoroso de
Teresa este influido por Sergio Esquivel, protagonista de En una silla
de ruedas, novela de Carmen Lyra, publicada en 1918, que sin duda
conocia Yolanda Oreamuno, y que, al igual que Ruta, narra la
desintegraci?n de una familia. Parece inadecuadamente motivado
el sacrificio de Esteban quien, al responsabilizarse totalmente de las
graves culpas de indole criminal incurridas por Vasco, desaparece
de la acci?n justo cuando Teresa parecia lista a entregarle su amor.
La inserci?n de Esteban dentro de la ideologia cristiana del sacrificio
que permeara gran parte de las relaciones entre los personajes le
resta solidez y lo convierte en abstracci?n. Todos los ingredientes
que configuran a Esteban: ideal amoroso no cumplido -platonismo-,
imagen de Cristo dispuesto a sacrificarse por pecados ajenos;
incluso su cojera, defecto fisico bastante visible y enfatizado que
tiende a asexuarlo, parecen constituirse en estructura de evasion
pesimista que impide, dentro de la estructura del discurso, que la
alternativa al poder opresivo de Vasco se cumpla.
Fernando Viales, padre de Elena, muchacha emancipada quien
se enamora de Gabriel, hijo de Vasco y de Teresa, es, a su vez,
contrapartida de Esteban y Vasco, y en oposici?n con ambos. Con
trario a la burda rusticidad de Vasco a quien Teresa describe como
un "indio malo" (p. 158), Fernando es un culto y refinado frances,
representante sin duda de lo que la voz narradora considera prdgre
sismo europeo, quien sustituye el sencillo y genuino feminismo de
Esteban por toda una teon'a sofisticada de contenido futurista:
-No se si usted comprende que se est? preparando un tipo nuevo de mujer
consciente. jO no! No me refiero al prototipo revolucionario de la mujer moderna.
jNo, por Dios! Mi mujer consciente es otra, o es mujer para decirlo claro. Pero
antes de alcanzar esa etapa definitiva se produce una deliciosa criatura transi
toria, igual a todas, solo diferente de todas en que es invulnerable al sufrimiento.
Su psicologia se puede definir asi: no importa (p. 218).
La breve incursion de Fernando y su pronta desaparicion man
tiene, ya habia desaparecido Esteban como hemos visto, a Vasco
como figura central hegem?nica de poder masculino dentro del
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espacio narrative Resta a los hijos: Roberto, Gabriel y Alvaro retar su
hegemonia.
Roberto, atleta, naturista de ferrea disciplina y voluntad aut?
noma, fno y desp?tico en el amor que ver? como mera "necesidad
fisiol?gica", termina abandonando el hogar paterno luego de admitir
que se habfa convertido en calco de su padre: "solo repeti sin
alterarlo en nada, su propio caso con mama". Antes de marcharse
arremete con hostilidad irreprimida contra Vasco: "Es usted un
vicioso, un tirano, un corrupto, un pedante, es usted como si tanto
fuera poco..." ..."-jUsted es un demonio!" (p. 44, 57,193,199). Se
piensa "salvado", en el sentido que siente necesidad de humani
zarse, merced al "sacrificio" de Cristina, su esposa, quien muere de
parto; pero tanto el "sacrificio" de Cristina como la "salvaci?n" de
Roberto me parecen tan esteriles como el sacrificio de Esteban e
igualmente traidos por los cabellos como puesta en servicio de una
ideologfa religiosa que no casa bien con la estructura del relato. (Los
enfasis son mfos).
Gabriel, segundo hijo del matrimonio, ofrece la contrapartida a la
situaei?n de Roberto. Tambien abandonar? la casa de sus padres,
pero la locura lo lleva a un suicidio que ve como "sacrificio" para
salvar a Aurora, su mujer, de su tiranfa y desamor. El sacrificio esta
vez parece triunfar, ya que parece liberar a Aurora, pero el valor de
este acto se falsea como parte de la ideologfa conservadora que
permea el texto, en tanto en cuanto evade que las personas se
responsabilicen de sus propios actos y de sus vidas; confiriendole
poder total a los hombres ya sea para dominar, salvar o liberar. El
hecho es que Aurora es el ?nico personaje que, no importa que
ocurriese hubiera terminado asumiendo responsabilidad de su vida.
Alvaro, el hijo menor, condenado al embrutecimiento y la tuber
culosis simplemente porque se masturba, se hace invisible ante la
vacfa hegemonia de poder que mantiene Vasco en una casa final
mente abandonada por todos.
El principio femenino: Complicidad en el poder, rebeldia vs. sacrificio
Sobresale en la novela la compleja, contradictoria y confusa
riqueza de los personajes femeninos protag?nicos. La arquitectura
narrativa le asigna a Teresa, en su calidad de esposa de Vasco y
madre de sus hijos, un papel de complicidad en el ejercicio de poder
opresivo que destruye finalmente a la familia. Contra esta complici
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dad arremete Gabriel quien, presto a abandonar lo que considera la
vacia opresi?n del hogar la impreca:
...Y ahora te mueres poco a poco, tan poco a poco como nos aniquilaste atodos
.porque tal vez tienes m?s culpa con tu tolerancia indiferente, que el con su
crueldad deliberada.... No se hacen hombres asi.... jT?, la que sembr? el odio y
el silencio, quedate con ellos! (p. 266-268).
La voz narradora involucrada redondea este cuadro devastador
de culpa:
...Don Vasco se embrutecia en la embriaguez; pero ella colocaba un ladrillo.
Roberto se endurecta en est?pidas disciplinas; pero ella ampliaba los aposen
tos. Gabriel se deshacia entre su sensibilidad enfermiza indefensa al choque de
dos naturalezas opuestas; pero ella abria una puerta. Alvaro se masturbaba
secretamente hasta convertirse en un adolescente de cera, desleido y borroso,
proximo a la turberculosis; pero ella colocaba un cerrojo. Si. Era cierto. En esa
casa no vivia nadie. Ella pudo salvar del alcoholismo a su marido, de la insensibi
lidad a Roberto, de la locura a Gabriel, del embrutecimiento a Alvaro, pero solo
habia edificado una casa que tambien estaba deshaciendose. Eso era todo. Y
nada m?s (p. 298).
En abierta oposici?n con esta ideologfa conservadora que le
asigna responsabilidad total a la mujer por el destino y bienestar de
la familia est?n los liricamente melodramaticcs pasajes donde pre
senciamos conmovidos el ca?tico y conf lictivo proceso de la interio
ridad de Teresa. Ante el terminantemente fn'o rechazo de su genuino
amor por parte de su marido, Teresa comienza a "odiarconsciente
mente". El odio, indicio de rebeldia incipiente, lo volcar? contra si
mismo:
...Tu ya insensible a todos los castigos odiandote a ti misma te desnudabas, y
hasta la suave curva de tus riftones llegaba el pelo dorado, inmenso, lacio. El te
miraba hosco, te miraba ?vido. Un temblor de ira recorn'a tu cuerpo, pero segufas
como vestida por la total indiferencia de tu odio (p. 50-51).
Sigue en pie, no obstante, la b?squeda de una raz?n de vida:
...-^Para que soy bella? ^Para que vuelve a brillar mi pelo? ^Para que tengo los
ojos azules, los dientes pequeftos y la piel blanca? 6Para quten soy asi si nadie
me mira?- Tu hijo Horb entonces y tu, con el primer destello de maternidad
consciente, le respondiste:
-Para ti, precioso, para ti (p. 52).
Este desplazamiento del erotismo incluir? no s?lo a los hijos, sino la
casa:
...Hoy, la moribunda, comenzaba a comprender por que Teresa, la Teresa de
antes, no se rebel?. Y comprendfa poco a poco, con l$ lentitud con que la iba
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ganando la muerte. Pero se aferraba todavia a la ultima tenacidad, a la terque
dad suprema que la llevara al desastre: la casa. Si Estaba la casa. La hipotetica
casa de sus suefios. Nada importaban los dolores presentes, ni el terror que ya
hacia hondas marcas en las caras semi-infantiles de sus hijos, ni su propio
tormento. Estaba la casa... "Yo sola no podn'a levantar la gran casa que se
requiere para cobijar tan gran familia. Bajo el amparo de un hombre si" (p. 35).
No empece ser presa de toda una ideologia convencional,
Teresa muestra asomos de conciencia que son parte importante de
los atisbos feministas que plantea la obra:
..."Ya ni mis penas, ni mis alegrfas vienen de el. En verdad todas esas cosas no
me ocasionan j?bilo. El j?bilo ha de venir de mi, porque yo soy buena. Son mis
hechos (p. 65).
En otro lugar articular?:
...^No te basta con mirarme tropezar cuando dices 'no tropieces'? ^No te basta
cultivar, hasta el infimo detalle un embrutecimiento paulatino y ver c?mo pro
gresa en mi tu poder demoniaco, tu poder para manejarme y convertirme en una
cosa? (p. 106).
Aun asi, predomina en la conciencia de Teresa la dependencia
en una figura masculina para propiciar lo que es, a fin de cuentas, de
su propio dominio como ser humano racional:
...pero si, me fue posible llegar por mi misma al fondo del alcance de su
penetraci?n y seguir el curso de su pensamiento como si la reflexion viniera por
mis propias vias. Usaba yo ideas ajenas, las engranaba con soltura insospe
chada, empleaba palabras desconcertantes, y todo ocurna como un proceso
l?gico, producto de mi propio razonamiento. Era don de Esteban conseguir
aquello. Don de contagio. Gracia de daci?n (p. 103).
Cristina repetir?, con mas osadfa que Teresa, su mismo reclamo
de amor de parte de Roberto, su marido:
-llnfeliz! IMezquino! Miserable! jMonstruo! jEres fno como una serpiente!
Y Cristina cruz? la cara de su marido con un golpe. Roberto tomb la mano y la
retorci? con una Have bien hecha de luchador entrenado. El cuerpo voluminoso
de Cristina fue a dar contra el suelo, y alii, con unas y dientes se prendi? de las
piernas de el, mientras acosaba histericamente (p. 60-61).
Cristina morira al final.
Aurora ser? una mezcla de paganismo y misticismo: "Aurora era
asi. Tempestuosa, franca, alegre, pero en el meollodetantodespar
pajo estaba intacta su calidad de virgen (p. 87). Se entregar? a
Gabriel en un intenso ritual masoquista:
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...conforme ella lo repetia, entraba en sus carnes el dolortenso del martirio, todo
su ser sufria una contracci?n violenta y a merced a esta disminuci?n parad?jica
de cantidad, la calidad del sufrimiento, y por ende del goce, adquin'an mayor
valor. Ella pedia perd?n por ser tan chica ante ?l tan grande; por ser dulce frente
a la adustez cerril de Gabriel; por llorar y por sufrir. Hasta sentia a veces deseo
de pedir perd?n por haber pedido perd?n (p. 311).
Es precisamente la exacerbada entrega de Aurora, ha convertido a
Gabriel en Dios y es ella la victima expiatoria, lo que motivara, unido
a la progresiva locura de Gabriel quien no soporta bien la carga de
su endiosamiento, el suicidio final de 6ste. El suicidio de Gabriel
crear? una cualitativa inversion de roles que liberar? a Aurora:
...Me quiere distante, magnifico, como no soy; libre como no puedo ser; herm?
tico, silencioso, soberbio. Me quiere en terminos que impican distancia; no
podn'a amarme de otro modo. Pero en ella est? el area de mi entrega. No sabna
vivir, de ahora en adelante, sin darle. No este pedazo de hombre mutilado que
soy, sino el hombre entero que ella necesita para reconstruirse. Me tendra. Me
tendr? para siempre callado y dormido, siniestro y magnifico, solitario y junto,
generoso y ?vido, s?lido y entero. Ella me tendra (p. 327).
Aprovecha la voz narradora el personaje de Aurora para darnos uno
de los pasajes de m?s intrincada lucidez, no obstante su deficiente
omniciencia, donde se explora el origen del poder patriarcal y sus
consecuencias tanto para la realidad animica de la mujer como para
las relaciones entre los sexos. Veamos una parte introductoria:
Los hombres en general, asi pensaba Aurora, y tal vez no estaba equivocada,
tienen todos, en mayor o menor grado, la certeza de su sublimidad. Su exito
consiste en ajustar su vida lo m?s posible a ese molde de sublimidad. La
sublimidad es un elemento masculino, fuera de competencia, ajeno a la idiosin
crasia viril, y puesto en su naturaleza por Dios como un cebo para no permitir de
esta manera que el molde humano se relaje con el uso. Cada individuo mascu
lino, en la medida de sus posibilidades, se aproxima a ese galard?n divino o se
aleja de ?l denigrando con ello su propia calidad. Desde luego, que ?ste era el
pensamiento de Aurora, no asumimos responsabilidad por ?l (p. 273).
Se desprende del an?lisis, que sigue a continuaei?n que es la
mezcla de una sabia y saludable conciencia pagana de aeeptaei?n
de lo humano que posee el hombre, en oposiei?n a la mujer que vive
en el "m?gico mundo del pecado", lo que le confiere una seguridad
absoluta, de donde devenga su poder para convertir a la mujer en un
ser miserable:
...su padre se desarrollaba serenamente sobre una sabia y pagana conciencia
de su inmaculada actitud. Todo en ?l era seguro, libre de secretos temores, sin
puntito luminoso en la mirada para disimular ?vidos deseos, sin nerviosismo ni
voluptuosidad. Realmente su padre era magnifico, sublime, y su madre, en cierta
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forma, y sobre todo despues del incidente, era para ella un poco miserable (p.
279).
La incertidumbre de la mujer ante el hombre se transmitira a los
hijos quienes la despreciar?n por sentirse mas atraidos hacia la
"sublimidad viril". Esto resulta particularmente ir?nico y pat?tico en
el caso de las mujeres:
Por otra parte, aquella comunidad perentoria que compartia con su madre y
todas las mujeres (todas eran m?s o menos iguales), comunidad de incertidum
bre cuando ella cometia un desaguisado y cuando ellas realizaban sus m?s
simples actos, no la acercaba, ciertamente, a la organizaci?n femenina. Es
decir, ella era igual a todas las mujeres, solo cuando incurn'a en falta; ellas eran
iguales a ese estado incierto de remordimiento y culpa, en todo momento. Por
eso se sentia m?s bien dispuesta a rendirse ante la sublimidad viril, ante ese
elemento abstracto y confortante (p. 279).
Este esfuerzo de an?lisis, no obstante la limitaci?n de lo incon
cluso, de cierta incoherencia en la expresi?n, representa otro de los
v?lidos atisbos feministas dentro del texto.
Llegamos a Elena, caracterizada tanto por Gabriel, quien se
enamora de ella, como por la voz narradora, con toda suerte de
epitetos peyorativos: "agresiva, insolente, artificiosa, descarada,
desvergonzada, cmica, impura, voraz, malvada" (p. 114-165, pas
sim). Dentro del texto, es la figura femenina m?s progresista, m?s
interesante, m?s contempor?nea. Estudiante de medicina, es des
envuelta, segura, y abiertamente reta el poder patriarcal. El tono de
desaprobaci?n con que se le presenta no anula su presencia victo
riosa. Es posible que la conciencia narrativa intuya que los epitetos
dirigidos contra Elena en vez de denigrarla en realidad la exaltan.
Elena misma elabora un discurso de rechazo del lenguaje como
instrumento equivoco para presentar estados animicos complejos
en toda su autenticidad:
...-Mira, Gabriel, no me has desconcertado. Pero si me has defraudado. Las
mujeres no amamos tanto la palabra como tu crees. No besa uno y dice: 'asf, y
despues se queda contemplando el efecto de su obra. No se sabe nunca, ni
mucho menos se dice, como se va a besar. Eso no es un beso. Primero trata de
averiguarlo, y despues intenta besarme de nuevo. Tienes que saber cu?l es tu
deseo. Y voy a decirtelo para que te familiarices con el. Tu deseo no era
besarme, si lo era, por encima de este estaba el de humillarme, el de maltra
tarme, y el de demostrar tu valor. Eso lo conseguias con la palabra m?s que con
el gesto. Por eso hablaste. Oye esto, Gabriel, y no lo olvides nunca: casi todo lo
que es verdad es silencioso. Casi todo (p. 136).
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Hacia una tesis de la liberation
Yolanda Oreamuno nos lega un discurso feminista. Su aprehen
si?n no resulta f?cil. Es un mensaje ambiguo, contradictorio, despa
rramado, oculto muchas veces. Todo esto se debe a un obvio
desgarramiento ideol?gico de parte de la autora, cuya claridad
animica y conceptual me parece estaba todavia construy?ndose
cuando escribi? esta novela. El texto se asienta en valores pasatis
tas y conservadores que parecen afirmarse categ?ricamente tales
como algunos ya mencionados y en especial este:
...El amor es en la mujer lo ?nico que tiene la intensidad, la grandeza que en el
hombre tiene el pensamiento. Es tan vasto como 6ste. El amor es solitario, vive
de si, se reproduce en si, se agota en si sin razones. Es puro el amor en la mujer
como puro es en el hombre el pensamiento (p. 162).
Los valores conservadores se sustentan en el hecho de que los dos
ejemplos m?s salientes de liberaci?n, Elena y Aurora, se deben,
seg?n el texto, a los hombres. Considero, no obstante, que el dis
curso narrativo textual muchas veces miente. Elena y Aurora son
magnificas en s\ mismas, y aut?nomas; tal como es Teresa, en
ocasiones. Hay, adem?s, una serie de estructuras que ponen en
entredicho el mensaje conservador. La compleja vacilaci?n de la
voz narrativa es una de ellas. Tambien lo es la estructura de silencio
que, con todas sus contradicciones, permea el texto y que parece
significar la b?squeda de un lenguaje femenino como articulaci?n
de una escritura femenina; es decir, el mundo visto por una mujer
como mujer libre del colonialismo animico, verbal y conceptual del
poder masculino. Contribuye a esto el titulo de la novela que aparece
desglosado en boca de Aurora:
...Tendr? -se vuelve hacia si misma- (instinto de vivir, esperanza que muda de
sitio, brutal deseo de vivir) que hallar un Camino para salir de la fangosa frialdad
que la rodea. Organizar el regreso, no ya a el, sino a ella misma. Debe encontrar
en su propia alma, que tambi?n se ha construido una muralla redonda, ruta de
evasion (p. 141).
Por otra parte, hay unos mensajes claros: La familia tradicional,
asentada en la hegemonfa del poder patriarcal, est? destinada a
desaparecer por su propio peso de vacio y destrucci?n. Todas las
mujeres en la novela, no obstante sus lastres convencionales, tienen
conciencia de su opresi?n y en ocasiones logran articular su ira ante
la injusticia a la cual la historia las ha sometido. Se intenta tambi?n
hacerles justicia a los hombres. No obstante la caricaturade Vasco,
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el macho villano por excelencia, a Teresa tambien se le asigna la
culpa de la complicidad en la medida en que no se rebela. Gabriel
sera victima del endiosamiento a que ha sido sometido y plantea,
aunque pat6ticamente, una conciencia de la necesidad de su propia
liberaci?n. Se trata de un mundo injusto para todos, parece decirse, y
que est? condenado a desaparecer. La vanguardia liberacionista
queda, sin embargo, en manos de las mujeres. Porque son persona
jes m?s completos, mejor trazados, y porque es Aurora, una mujer, la
que representa el amanecer de un nuevo comienzo.
En cuanto al valor pensamiento como territorio exclusivo de los
hombres, la novela misma desmiente el hecho; de igual manera que
instaura como valor el hecho de que el amor no es territorio exclu
sivo de nadie, no empece la grandiosa asexualidad contenida en el
espacio textual.
Esta novela de Yolanda Oreamuno es un texto importante que
tiene mucho que contribuir al actual debate sobre feminismo literario
y escritura de mujer. Una amplia distribuci?n de este texto en el
Caribe de habla hispana enriquecer? el di?logo de todos aquellos
comprometidos en el logro final de la solidaridad humana.
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