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ACTUALIDAD PROFESIONAL
Desde la OMS
Cambio climático
Repercusiones sobre la salud humana
Mientras los científicos siguen discutiendo
sobre la influencia de la acción humana en el
cambio climático y los políticos dudan si
tomar medidas drásticas para atajarlo, sus
efectos ya se están empezando a notar en
diferentes ámbitos de nuestra vida. Uno de
los campos en que el cambio climático está
teniendo una repercusión real es la salud,
con ejemplos como la sobremortalidad
estival, las enfermedades derivadas de la
alteración de los ecosistemas y las carencias
nutricionales que presentan las poblaciones
desplazadas a causa de fenómenos
climáticos extremos que arruinan las
cosechas y desertizan el suelo.
ientras redacto esta colaboración se está produciendo en España el
implacable goteo de las defunciones
en las que el excesivo calor es la
causa desencadenante o coadyuvante, y ello en lugares tan paradisíacos
y aparentemente tan exentos de ese
riesgo como son las Islas Canarias.
Es un fenómeno de especial trascendencia si se tiene en cuenta que los
responsables de la Sanidad, tanto
estatales como autonómicos, han
advertido al comienzo del estío del
riesgo que se avecinaba y han for-
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mulado útiles consejos respecto al
modo de evitarlos.
Ahora bien, las preguntas que toda persona consciente debe plantearse son, entre otras, las siguientes:
¿Se trata de un fenómeno esporádico o de un calentamiento atmosférico persistente? Y, en particular, si
se ha iniciado ese calentamiento,
¿puede hacerse algo útil para frenarlo?
J.A. VALTUEÑA
PRESIDENTE DEL CENTRO INTERNACIONAL
DE EDUCACIÓN PARA LA SALUD (GINEBRA).
VOL 23 NÚM 10 NOVIEMBRE 2004
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Vivir en un
invernadero
Desde que existe, la especie humana
ha alterado los ecosistemas locales,
pero desde que se inició la era industrial la escala de esas alteraciones ha
sido cada vez mayor debido, en particular, al crecimiento demográfico,
el creciente consumo de energía, la
intensidad del uso del suelo, los viajes
internacionales y otras actividades
humanas. Todo ello está produciendo una acumulación en la atmósfera
de los llamados gases de efecto invernadero, que frenan la evaporación terrestre y provocan una acumulación
de calor, actuando del mismo modo
que la techumbre de un invernadero.
Esos gases son fundamentalmente 4:
el dióxido de carbono, el metano, el
óxido nitroso y el sulfopentafluoruro
de trifluorometilo. Entre los 4, este
último es motivo de especial inquietud, porque se desconoce su procedencia (se ha afirmado que provendría de experiencias militares secretas) y porque una molécula de este
gas tiene un potencial de retención
del calor 18.000 veces mayor que
una molécula de CO2.
Durante el siglo xx, la temperatura
media de la superficie terrestre aumentó en 0,6 ºC aproximadamente,
pero es de destacar que el 66% de
ese calentamiento se ha producido
desde 1975. Según cálculos fidedignos de los climatólogos, esa elevación de la temperatura va a acelerarse durante el siglo XXI. El Panel Intergubernamental de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático,
integrado por especialistas de todo el
mundo y creado en 1988, estima
que el incremento de la temperatura
registrado desde el decenio de 1970
excede el límite superior de la variabilidad natural histórica.
Por primera vez en la accidentada
historia de la Humanidad asistimos a
un cambio del clima propulsado por
las actividades humanas. Hasta ahora, las modificaciones del clima global se habían producido de modo
natural durante siglos o milenios,
debido a la deriva de los continentes, los ciclos astronómicos, los
cambios en la producción de ener-
VOL 23 NÚM 10 NOVIEMBRE 2004
gía solar y la actividad volcánica.
Pero del mismo modo que el hombre asistió impotente e incluso presa
de pavor a tales cambios, una parte
importante de la Humanidad de
nuestros días contempla el actual calentamiento con una mezcla de indiferencia y fatalismo que no presagia nada bueno. Sin embargo, como
señalaba con acierto recientemente
Jennifer Morgan, Directora del programa sobre el cambio climático del
Fondo Mundial para la Naturaleza,
con sede en Gland (Suiza): «Rara
vez en la historia de la Humanidad
han formulado los científicos advertencias tan terribles… y rara vez los
países se han demorado tanto en
afrontar una amenaza conocida».
Las acciones indispensables
son poco populares y exigirán, por parte de los políticos, un esfuerzo de convencimiento que les costará aceptar, empeñados
como están en las acciones
a corto plazo que pueden
conducirles a ganar las
elecciones
Consecuencias
para la salud
Conforme al mandato que recibieron en el momento de su creación,
3 organizaciones internacionales se
están ocupando de los efectos que el
calentamiento atmosférico puede
provocar en la salud. Se trata de la
Organización Mundial de la Salud
(OMS), la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para
la el Medio Ambiente (PNUMA).
Su colaboración originó recientemente el informe «Cambio climático y salud humana. Riesgos y respuestas», en el que se examinan de
modo ponderado (huyendo de la
negrura habitual en ciertos medios
ecologistas y del color rosado que
tratan de dar a la realidad determinados políticos), las dificultades
planteadas y el modo de afrontarlas.
En términos generales, todo cambio climático repercute en la salud
de tres modos distintos:
• Efectos relativamente directos provocados por las situaciones extremas de calor, como son las 15.000
defunciones atribuidas a la canícula del verano de 2003 en Francia
(único efecto bienhechor: la dimisión por incompetente del director
general de salud) o las 6.500 defunciones registradas en la población mayor de 65 años en España
que, según un estudio de la Sociedad Española de Salud Pública y
Administración Sanitaria, debían
considerarse como la sobremortalidad veraniega.
• Consecuencias para la salud de los
procesos de cambio medioambiental y alteración ecológica que
se producen como respuesta al
cambio climático.
• Alteraciones de la salud en forma
de traumatismos, infecciones, carencias nutricionales y daños psicológicos que aparecen en poblaciones desplazadas a causa de la
dislocación económica provocada
por la modificación del clima.
Resulta obviamente muy difícil
cuantificar los resultados que ejercerá
en la salud la continua acumulación
de gases de efecto invernadero, pues
la especie humana ha demostrado sobradamente su enorme capacidad de
adaptación a condiciones desfavorables de existencia. De hecho, ya se
están adoptando medidas higiénicas
defensivas (restringir el ejercicio físico en las horas de más calor, tomar
abundantes líquidos, reforzar los servicios hospitalarios de urgencia, instalar sistemas de acondicionamiento
de aire), pero la experiencia prueba
que las proyecciones pueden verse
rebasadas por los hechos. En 1997,
Kalkstein y Greene previeron que en
2050 se producirían de 500 a 1.000
defunciones en exceso en Nueva
York durante el verano y de 100 a
250 en Detroit, cifras que han sido
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ACTUALIDAD PROFESIONAL
Desde la OMS
ampliamente rebasadas, casi 40 años
antes, en París en el verano de 2003.
Las enfermedades que más fácilmente pueden agravarse o extenderse
como consecuencia del calentamiento atmosférico son las siguientes:
Paludismo (malaria)
Confinado en la actualidad a las regiones tropicales y subtropicales, la
sensibilidad de la enfermedad al clima se pone de manifiesto en su aparición en zonas desérticas y mesetarias, cuando el fenómeno climatológico El Niño provoca un aumento
de la temperatura y la pluviosidad.
Aunque es por ahora un fenómeno
esporádico, el paludismo de aeropuerto (observado hasta ahora en
Bruselas, Ginebra, Zurich, Nueva
York y París) muestra evidentemente la acción del calentamiento atmosférico. Los anofeles procedentes
de regiones tropicales, llegados a los
aeropuertos de esas ciudades, morían nada más salir del avión que los
transportó, mientras que en años recientes son capaces de sobrevivir y
de infectar a una persona, como ha
sucedido en Ginebra, a varios kilómetros de distancia.
En 1997, Kalkstein y Greene
previeron que en 2050 se
producirían de 500 a 1.000
defunciones en exceso en
Nueva York durante el verano y de 100 a 250 en
Detroit, cifras que han sido
ampliamente rebasadas,
casi 40 años antes, en París
en el verano de 2003
Dengue
Es la arbovirosis más importante en
la especie humana. Entre 1970 y
1995 se observó en el Pacífico meridional que la cifra anual de epide-
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mias de dengue coincidía con la
presencia de veranos más calurosos y
húmedos, situación climatológica
que será más frecuente al agravarse
el calentamiento atmosférico. Se ha
observado también que las temperaturas altas provocan una reducción
del tamaño de las larvas de Aedes
aegypti y, posteriormente, de los insectos adultos. Estos insectos de menor tamaño pican con más frecuencia para producir más huevos, lo
que favorece obviamente la difusión
de la enfermedad.
Enfermedades transmitidas
por roedores y garrapatas
Estos vectores son extremadamente
sensibles a los aumentos de la temperatura y de la pluviosidad, en particular, si la lluvia adopta un carácter
torrencial. Las enfermedades que
vehiculan son, concretamente, la encefalitis transmitida por garrapatas, la
enfermedad de Lyme, la hantavirosis
pulmonar, la leptospirosis, la tularemia y las virosis hemorrágicas.
Agravación de enfermedades
preexistentes
La experiencia de los años 2003 y
2004 muestra que este problema va a
ser la consecuencia más inmediata del
calentamiento atmosférico. Dos fenómenos contribuyen de modo evidente
a esta agravación: el continuo envejecimiento de la población y el constante aumento del número de personas
que viven solas, carentes de un contexto familiar o social protector.
Difíciles soluciones
Como exponía con enorme lucidez
en estas mismas páginas (OFFARM
2002;21[9]:68-9) Javier Doménech,
farmacéutico y especialista en tecnología ambiental, «el éxito de cualquier proyecto, sobre todo cuando
es pionero, implica la suma de los
esfuerzos de cada uno de los engranajes que forman el sistema». En es-
te sentido, el farmacéutico está llamado a desempeñar una función
primordial, en primer lugar, por la
propia índole de su formación y, en
segundo término, por la fluidez de
su contacto con la población.
Todas las medidas encaminadas a
reducir el efecto invernadero se
centran en el cumplimiento del
Protocolo de Kioto, elaborado en
1997 por los delegados de los principales países contaminantes del
mundo con la presidencia del argentino Raúl Estrada. Los países
signatarios del Protocolo de Kioto
se comprometieron a reducir en el
5,2% las emisiones de CO2 durante
el período 2008-2012, partiendo
del nivel existente en 1995. A primera vista parece una disminución
fácilmente alcanzable, pero de hecho se trata de invertir totalmente la
tendencia al aumento observada en
el mundo desde el comienzo de la
era industrial. En el caso de España,
el Protocolo de Kioto le autoriza un
incremento del 15% en las emisiones de gases de efecto invernadero,
teniendo en cuenta que nuestro país
parte de un nivel más bajo de desarrollo económico que el resto de los
países industrializados. Desafortunadamente, España ha superado ampliamente el incremento permitido
llegando casi al 40%, lo que obliga a
adoptar medidas enérgicas para dar
marcha atrás a una evolución que
por ahora parece imparable.
Las acciones indispensables son poco populares y exigirán, por parte de
los políticos, un esfuerzo de convencimiento que les costará aceptar, empeñados como están en las acciones a
corto plazo que pueden conducirles
a ganar las elecciones (europeas, estatales, autonómicas y municipales) en
las que están sumidos casi de continuo. Los sectores en los que han de
incidir principalmente los ahorros
energéticos son los siguientes:
Tráfico por carretera
Su constante aumento es, a largo e
incluso a medio plazo, un auténtico
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suicidio económico. No se trata sólo
de su importante contribución al aumento del CO2 en la atmósfera, sino
del hecho incontrovertible de que se
está utilizando un recurso que, según
cálculos fidedignos, va a agotarse en
un plazo de 40 a 50 años. Pese a estas
previsiones, la vida de las poblaciones
occidentales, y de las del Tercer
Mundo que tratan de imitarlas, se
basa cada vez más en el empleo de
medios de desplazamiento privados.
Viviendas y oficinas
Consumen casi la tercera parte del
gasto energético (en Australia se llega al 50%) y es, sin duda, un sector
enormemente proclive a los ahorros,
al depender éstos de las medidas impuestas por el gobierno. Según una
directiva de la Unión Europea, que
va a trasladarse a la práctica en España, podría obtenerse un ahorro ener-
gético equivalente al uso de 6,8 millones de toneladas de petróleo hasta
2012 y una reducción de emisiones
de 40,2 millones de toneladas de
CO2. Se trata, ante todo, de mejorar
el aislamiento térmico de las viviendas y de optimizar el funcionamiento
de las calderas de calefacción y de los
sistemas de alumbrado.
Industria
Es el segundo consumidor de energía, después del transporte, pero
también el que plantea más problemas. En los países desarrollados, las
inversiones que requieren ciertas industrias para reducir las emisiones
de CO2 son tan elevadas que les resulta más fácil deslocalizar y emigrar
a un país del Tercer Mundo, donde
todavía hay un fuerte potencial de
aumento autorizado de la producción de CO2.
El enorme desafío que ahora se le
plantea al personal sanitario que está
en contacto con la población (médicos, farmacéuticos, enfermeros) es
convencer de la necesidad de cambios
de conducta. Como se ha demostrado
recientemente respecto a la necesidad
de protegerse contra la radiación ultravioleta para evitar el cáncer cutáneo
y las cataratas, o bien de beber agua
sin esperar a tener sed para afrontar la
canícula, la tarea no es imposible. Lo
importante es empezar ya. ■
Bibliografía general
50 Simple Things You Can Do To Save The
Earth. Berkeley (California, EE.UU.): Earth
Works Group, 1989.
Climate Change and Human Health. Risks and
Responses. Ginebra. OMS, OMM,
PNUMA, 2003.
Enciclopedia de la Ecología y la Salud. JA Valtueña. Madrid: Editorial Safeliz, 2002.
La OMM y los cambios climáticos. Ginebra:
Organización Meteorológica Mundial, 1990.
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