Prof. Dr. D. Aníbal Vial Echeverría

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 Primer Congreso Mundial de Universidades Católicas Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Avila Avila‐España 12 al 14 de agosto 2011 Centro Congresos Lienzo Norte de Avila Tema: El desarrollo de la antropología en la Universidad Católica. I) Introducción El tema antropológico marca el pontificado de Juan Pablo II que culmina con la encíclica Fides et Ratio acerca de la verdad del hombre. El primado del lógos será el hilo conductor del pensamiento del Papa Benedicto XVI, quien, luego de considerar en sus dos primeras encíclicas las tres virtudes teologales, se adentra en lo que constituye el genuino desarrollo del hombre, que resume en el título de su tercera encíclica Caritas in Veritate . Dos aspectos esenciales son tratados en este contexto: la realidad del agnosticismo que invade la mente de los jóvenes universitarios en nuestro tiempo y la reducción del saber a que han sido llevadas las universidades por el desarrollo de la ciencia y la técnica y por un progresivo descuido y desvalorización de los estudios humanísticos y con ello de la ética y la religión. II) Confianza Santa Teresa de Avila dice que la oración es una “sencilla mirada lanzada hacia el cielo”. Ella implica nada más un pequeño gesto interior, imperceptible a los ojos exteriores; esa mirada se puede detener, por ejemplo, en la consideración de Dios Padre, todopoderoso, Creador, de Cielo y Tierra, de todo lo visible e 1 invisible, contemplar esa realidad, contemplarla de manera sencilla. Y no obstante nuestras limitaciones, esa sencilla acción puede llegar a tener un impacto infinito. Es el poder de la oración, cuyo supremo ejemplo se expresa a cada momento en Cristo que vive y muere orando. Si nuestra mirada ahora se detiene en el rostro del Papa Benedicto, rodeado de rostros jóvenes, como los de quienes se comienzan a reunir en Madrid en estos días, al contemplar esa imagen, la del Papa Benedicto con los jóvenes, esa mirada se llena de optimismo, se llena de confianza. Un breve momento del último diálogo de Peter Seewald con Benedicto XVI resulta especialmente significativo y revelador de los algo más de treinta últimos años en la vida de la Iglesia. Le pregunta el periodista alemán ¿Quería Juan Pablo II que usted fuera su sucesor? “No lo sé. Creo que lo dejó enteramente en manos de Dios” responde el Papa. Él, agrega Benedicto XVI, “quiso que yo permaneciera en mi cargo” (se refiere a su cargo como encargado de la doctrina de le fe que debía dejar por haber cumplido ya los 75 años) “yo quiero seguir teniéndolo hasta el final”. Juan Pablo II había “depositado una gran confianza muy cordial y profunda en mi persona (…) era como la garantía de que seguiríamos el curso correcto en la fe”. (Luz del mundo) Esos dos potentes focos han brillado en todo su esplendor en los difíciles tiempos que le ha tocado vivir a la Iglesia al final del segundo milenio y comienzo del tercero. Y como fuentes de intensa luz son motivo de mucha confianza. 2 III) Dos textos claves La raíz profunda de esa relación de confianza entre estos dos grandes hombres es una sólida fe común, junto a una común visión de índole intelectual en relación a esa fe. Decisivo ha sido en este enlace el libro Introducción al Cristianismo del joven Cardenal Ratzinger; al parecer, dice el Papa Benedicto, con esa modestia suya tan cautivadora, “era una lectura importante para él”. Dicho texto, considerado “una de las mejores realizaciones de la teología contemporánea” 1 seguro ha sido el trasfondo de esa intensa relación de confianza que llena de optimismo. Otro documento fundamental del Cardenal Ratzinger es recogido bajo el título Mirad al Traspasado: ensayos para una Cristología espiritual de 1984, escrito cuando ya han transcurrido quince años de la publicación de Introducción al Cristianismo ; estos textos serían “los dos escritos imprescindibles para entender la cristología de Joseph Ratzinger”. 2 En este segundo texto se recogen en forma sintética, y a modo de orientación para la Cristología, siete tesis, que constituirían el “centro de la teología de Joseph Ratzinger” 3. Haremos una breve y quizá audaz referencia a estas tesis que son 1
Ratzinger, J., Introducción al Cristianismo, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2001. Ver nota preliminar de Olegario González de Cardedal. 2
Ver “Introducción a la teología de Benedicto XVI”; Lydia Jiménez (dir); Fundación Universitaria Española, Madrid, 2008. 3
op.cit.ant. ver Juan Antonio Martínez Camino). 3 medulares para el tema que nos convoca. Apoyaremos nuestros pasos en el excelente texto antes citado. Las dos primeras tesis recogen la teología bíblica, el testimonio de la Sagrada Escritura: en la tesis 1 se afirma que “el centro de la vida y de la persona de Jesús es su comunicación constante con el Padre”. La tesis 2 considera el hecho revelador de que “Jesús murió orando”. Las tesis 3 y 4 apuntan a la teología fundamental o hermenéutica filosófica, como bases mínimas para la comprensión de Jesús. La 3 apunta a que “dado que la oración es el centro de la persona de Jesús, la participación en su oración constituye un presupuesto imprescindible para conocerle y entenderle”. La tesis 4 sostiene que “la comunión en la oración de Jesús incluye en sí misma la comunión con todos sus hermanos”. Las tesis 5 y 6 constituyen la Cristología dogmática: la 5 afirma que el núcleo del dogma cristológico definido por los antiguos concilios consiste en la afirmación de que “Jesús es verdadero Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre (Nicea, 325) y por Su Encarnación es también de nuestra misma naturaleza”. La 6 apunta a comprender bien la “íntima unidad existente entre la teología bíblica y la teología dogmática”. Finalmente la 7 refiere a los métodos histórico‐críticos en una auténtica Cristología: “el método histórico crítico como también otros métodos científicos modernos, son importantes para la comprensión de la Sagrada Escritura y de la Tradición, pero su valor depende del contexto hermenéutico (filosófico) en el que sean empleados”. La hermenéutica de la fe, se afirma, es la que se muestra como la más apropiada para hallar la verdad de Jesucristo, porque resulta “la más integradora y explicativa”. 4 ¿Cómo vive y cómo muere Jesús? Cómo se ha de relacionar el hombre con la realidad que Cristo nos muestra? ¿Quién es Jesús? ¿Cómo se le puede conocer? La respuesta a estas preguntas fundamentales se resume en las siete tesis: Jesús vive y muere orando (1 y 2), el hombre para entender esto debe participar en esa oración (3), en ello incluye a todos sus hermanos (4). Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre, de la misma naturaleza que el Padre y por su Encarnación de la misma naturaleza nuestra (5). Una íntima, suprema unidad (6), que la fe muestra de manera misteriosa (7). De esta forma se puede sintetizar el núcleo de la Cristología presentada por el entonces Cardenal Ratzinger. Quién es el hombre y adónde debe ir para encontrar la vida es precisamente lo que apareció en Cristo. Este Cristo, señala el Cardenal, no es puramente una imagen de la existencia humana, o un buen ejemplo de la forma cómo se debe vivir, sino que está “en cierto modo unido a cada hombre”. Él se reúne con nosotros “desde adentro”, en “la raíz de nuestra existencia”, convirtiéndose así, desde adentro, en “el camino” para el hombre. Rompe “el aislamiento del yo”, es “garantía” de la “dignidad indestructible” de cada individuo, y al mismo tiempo es aquel que supera el individualismo en “una comunicación” a la cual aspira toda la naturaleza humana. IV) La verdad del hombre Al referirse en una mirada sintética a las catorce encíclicas de Juan Pablo II, el Cardenal Ratzinger afirma que todos los temas en ellas incluidos “se mantienen unidos por una visión a partir de la cual debemos al menos procurar que surja la dirección 5 fundamental”.4 Previo, recuerda al Cardenal Woityla Arzobispo de Cracovia, refiriendo algunos temas que en la época (1976) habrían ocupado la atención de los intelectuales católicos. Por ejemplo, refutar el carácter absoluto de la materia en oposición al materialismo marxista, o consideraciones acerca de las bases filosóficas de las ciencias naturales. Dicha referencia corresponde a una prédica ante Pablo VI y la Curia romana que el Cardenal Woityla concluyó apuntando que el tema ahora es la antropología, que la interrogante había llegado ser ¿Quién es el hombre?. Su preocupación se expresaba en preguntas acerca de “¿cómo podemos mostrar a los hombres el camino hacia la vida y hacer comprender asimismo a los no creyentes que sus preguntas son también las nuestras?”. El 16 de octubre del año 1978 el Cardenal de Cracovia es elegido Papa, Juan Pablo II. Y su primera encíclica gira justamente “en torno a la cuestión del hombre”; de manera tal que la frase “el hombre es el primero y fundamental camino de la Iglesia” se convirtió prácticamente en un lema. No obstante, agrega el C. Ratzinger en su síntesis, marcando un punto importante de la historia del papa Juan Pablo, que “al citar dicha frase ‐el hombre es el primero y fundamental camino de la Iglesia‐ se olvidó con demasiada frecuencia que poco antes el Papa había dicho: Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él es nuestro camino a la casa del Padre y es también el camino a cada uno de los hombres”. Para el Papa, concluye el texto del Cardenal, “antropología y cristología son inseparables”. 4
Ver Humanitas, 31; 2003 6 De manera que “únicamente partiendo del hombre perfecto es posible comprender qué es el hombre”; o “sólo podemos comprender quién es el hombre mirando a aquel que realiza totalmente la naturaleza del hombre”. En palabras de R. Guardini: “sólo quien conoce a Dios conoce al hombre” que evoca la afirmación agustiniana “sólo cuando entro dentro del Ser perfecto me conozco a mí mismo” de clara resonancia socrática. Con esto se quiere marcar la conexión con toda una tradición cultural que se inicia con la figura de Sócrates, y que preside la antropología del helenismo con el primado del lógos, que será el “hilo conductor del pensamiento de Joseph Ratzinger”. 5 Este es el trasfondo de los últimos treinta años en la vida de la Iglesia, muy influida intelectualmente por el texto Introducción al Cristianismo lo cual queda como cifrado en las siete tesis que apuntamos, que se proyectan luminosamente en el Magisterio de los dos últimos Papas principalmente a través de sus encíclicas. El texto del Cardenal Ratzinger luego de considerar una a una las encíclicas de Juan Pablo II culmina señalando que finalmente, “debemos considerar la gran encíclica Fides et Ratio sobre la fe y la filosofía. El tema de la verdad, que marca claramente toda la obra magisterial del Santo Padre, se desarrolla aquí en todo su dramatismo”. V) Confianza en la verdad. 5
Ver Shultz, M. El primado del Logos y el concepto de razón en el pensamiento teológico de Benedicto XVI; op. cit. “Introducción a la teología de Benedicto XVI”; Lydia Jiménez (dir); Fundación Universitaria Española, Madrid, 2008). 7 El universitario medio desconfía de la verdad. Palabras como Relativismo, Agnosticismo, Pluralismo, Eclecticismo, Historicismo, Positivismo, Pragmatismo, Existencialismo, o indefinidas hermenéuticas y análisis del lenguaje son como los diversos rostros o modos de expresar esa desconfianza. Pareciera que nada se sabe de verdad, sino lo que cada cual interpreta a su modo. 6 Desde siempre una necesidad de sentido acucia el corazón del hombre. Lo que el hombre busca es la verdad, quiere vivir en ella, fuera de ella hay inquietud, no hay paz. No obstante, el hombre desconfía de la verdad. Y muchas veces vive como si no existiera. Esto se ha hecho muy patente en nuestro tiempo. Causas de ello son la ignorancia, desorientación, egoísmo, individualismo, hedonismo, orgullo, que son diversas formas de ceguera, de cierre de la inteligencia, de oclusión. Que llevan al hombre a buscar refugios y ocultarse: detrás del dato cuantitativo, de una estructura lógica, de la eficacia técnica, de un puro contexto histórico, del abuso retórico, de lo políticamente correcto, que son todas formas aparentes de lo real. Pero es en la realidad donde el hombre se conoce a sí mismo. Por eso el hombre busca la verdad de lo real como algo decisivo y absoluto. Y naturalmente esas apariencias no satisfacen el sentido de la existencia humana justamente porque lo que el hombre busca es la verdad, el hombre se define como el que busca la verdad apunta Fides et Ratio. Ello causa insatisfacción ‐en algunos casos indignación‐ e indiferencia, y una desconfianza 6
Ver Vial L., Juan de Dios; Fe y Filosofía, en Revista Humanitas 14). 8 causadas precisamente en esa carencia de verdad, que al final se traduce en desconfianza por la verdad misma. Es necesario romper esa inercia que lleva al hombre, cual bárbaro, a desconocer y a desconfiar de la verdad, a quedar indiferente ante ella; y es necesario pues ello ni más ni menos compromete la existencia del hombre. En esto la universidad católica tiene una tarea urgente. Es claro que “nuestra época tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre”. Son palabras de la Constitución Ex Corde Ecclessia, institución que rige las universidades católicas. En un discurso en la Universidad de la Sapienza que el Papa Benedicto tituló “Mantener despierta la sensibilidad a la verdad” (discurso que se vio impedido de pronunciar por asuntos políticos) señala que se puede afirmar que la universidad tiene su origen en el interrogar de Sócrates y refiere al respecto el Diálogo Eutifrón sobre la religión. Sócrates, señala el Papa, “procedía de una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios realmente divino”, de una religiosidad no mítica, la religión en la que “los cristianos de los primeros siglos se reconocieron a sí mismos y reconocieron su camino”. En la Apología leemos cómo Sócrates tuvo fe en las palabras del dios referidas al saber: “Sócrates es el hombre más sabio”, palabras que él no entendía y que, no obstante el contexto mítico en el que se habrían pronunciado, se empeñó por descifrar movido por su profundo amor a la verdad. Aportó para ello, con 9 generosidad y confianza, esa actitud esencial e inspiradora de confianza que es la fe, y exploró su verdad con inteligencia hasta purificar lo que era una creencia no del todo clara. Creyó para entender. Hubo en ello un acto de confianza original. San Pablo reconoce a los atenienses como los más respetuosos de la divinidad, lo hace luego de observar en un altar en el que se homenajeaba “Al dios desconocido” (Hch. 17, 22‐23); ese respeto y obediencia a la divinidad queda claro en la experiencia de Sócrates y sin duda es signo de la sabiduría reconocida a los griegos en la antigüedad y que sigue viva. La historia del saber que se inicia en las palabras del oráculo en Delfos, se prolonga en el preguntar de Sócrates, se purifica en los Diálogos de Platón y en la Academia de su mismo nombre. Y será Aristóteles quien la llevará a su máxima expresión en la perspectiva de la pura razón, al distinguir en la Etica a Nicómaco el saber en saber técnico, práctico y teórico, cuyo despliegue purifica y afina en su obra mayor Metafísica, que precisamente abre con la afirmación “todos los hombres por naturaleza desean saber” y culmina en una concepción de la sabiduría. Este es el saber más alto, que llega a constituir la vida más feliz, una vida contemplativa que consiste en la inteligencia misma, en virtud de la cual el hombre alcanza a vislumbrar a Dios. Al final de Metafísica, en el capítulo XII, Aristóteles afirma de manera significativa y reveladora: “si Dios se halla siempre tan bien como nosotros algunas veces, es cosa admirable; y, si se halla mejor, todavía más admirable. Y así es como se halla (…) Dios es un viviente eterno nobilísimo, de suerte que Dios tiene vida y duración continua y eterna”; dicho texto 10 culmina de manera confiada en la afirmación: “Dios es esto” 7. En el pensamiento aristotélico hay “un hallazgo originario de Dios, un descubrimiento de lo divino en la naturaleza” que viene “a confirmar el dicho de Tales: la Naturaleza está llena de dioses” 8. Es decir, por la vía del entender se llega o se puede llegar a creer. De forma simplificada se puede afirmar que Sócrates parte “desde arriba”, cree para entender, y Aristóteles “desde abajo” entiende para creer. La historia de la relación de estos dos mundos o realidades y de su recíproca racionalidad quien mejor la escribirá será Tomás de Aquino. Señala el Papa Juan Pablo II en Fides et Ratio que “aun señalando con fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el valor de su carácter racional; sino que ha sabido profundizar y precisar este sentido”; la fe es de algún modo “ejercicio del pensamiento”; de manera que, agrega el Papa, “la razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente” (Fides et Ratio; 43) Antes, como sabemos, el Papa ha referido a la fe y la razón, los dos modos de conocer del hombre, como esas “dos alas con las cuales el espíritu humano se elevará a la contemplación de la verdad.” Aristóteles, (Met. Cap.XII) 7
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Vial Larraín, Juan de Dios; La filosofía de Aristóteles como teología del acto; Ed. Universitaria; Santiago de Chile, 1980, p. 206). 11 La historia muestra también claramente ejemplos de desconfianza en la verdad que se repiten como constantes y que están muy vigentes entre nosotros. Ya en los sofistas y escépticos prevalece una voluntad imperiosa que se complace en sí misma, que es voluntad de nada, que genera el nihilismo, como se reconoce modernamente reflejado en Nietszche o Heidegger. Los escépticos no creen en la verdad, afirman que nada es verdadero, que nada se sabe de verdad, sino lo que cada cual interpreta a su modo: se inclinan más a elegir “su verdad” y no “la verdad”. VI) Ampliación de la razón o conversión. El Papa Benedicto en numerosas alocuciones y documentos hace referencia a la idea de una autolimitación moderna de la razón, “clásicamente expresada en las “críticas” de Kant , aunque radicalizada más adelante por las ciencias naturales” (“Fe, Razón y Universidad”; Discurso en la Universidad de Ratisbona), caracterizadas por una forma de pensar empírico basada en las matemáticas, que han forjado avances notables de la ciencia y de la técnica, pero que han reducido la razón al punto que ya “no le interesan las cuestiones de la religión y la ética” (id.ant.). El Papa llama a una ampliación de la razón, y específicamente a que la razón se abra a la fe, con valentía y confianza, de lo contrario la antropología queda decapitada. La razón, en efecto, estaría “cerrada”, clausurada a este plano o dimensión de la realidad, confinada fuera de los espacios de la racionalidad. En otras palabras lo que es propio del “creer” queda separado de la razón pues no se ajusta al canon que garantizaría la posibilidad de afirmar que esto es verdadero o esto 12 es falso. Nuestro modo de pensar se habría reducido, encerrado en un cierto esquema, como quien pone camisa de fuerza a la realidad. Los conversos son personas que han pasado de un estado de no creer a uno de creer. Un caso ejemplar es el del distinguido filósofo Manuel García Morente. Para quien el problema de Dios, la Providencia, la libertad, el mal, mirado desde una perspectiva deísta, nada más con los ojos de la razón, constituye una aporía a la que no termina de encontrarle la salida. Se trata, según su propio relato, de una experiencia que le perturba y llena de inquietud y angustia, incluso se llega a plantear la posibilidad del suicidio, que por un momento considera como un acto supremo de libertad. Pero, concluye sin mayor rodeo y con no poca lucidez que eso es poco práctico, que no soluciona en nada su búsqueda. Suspende el juicio, al menos por un rato, y desde luego no con la intención de hacerle un espacio a la fe. Nada más decide oír música y pone la radio para conseguir distraerse, para salirse un poco de sí mismo, dispersarse y descansar. El resultado de esta experiencia de distracción fue su conversión. La música de Berlioz, específicamente “La infancia de Jesús”, que suena en su radio, lo saca del encierro mental que lo tiene ensimismado, y lo eleva a un nivel de conciencia nuevo, se abre de manera misteriosa para él una dimensión de la realidad que lo sitúa en un plano vital nuevo, que expresa como “una suspensión de todo lo que en el cuerpo pesa y gravita”, “una sutileza tan delicada”. Se trata de una experiencia mística dirá 13 después y pasado un tiempo según contará lee algo similar en Teresa de Ahumada, Santa Teresa de Ávila. 9 VII) Creer “Hemos perdido ese nivel de unidad que es la creencia” señala significativamente García Morente. (op.cit.ant.) El tema de fondo es lo propio del acto de creer. Santo Tomás al respecto señala que “la incredulidad es esencialmente contraria a la naturaleza del hombre” (S. Theol. II‐II q.10ª.1 ad 1) 10. De hecho, creemos en muchas cosas, que el ascensor no se caerá, que el medicamento contiene lo que pone en la etiqueta, confiamos también en el otro, pues sin confianza sabemos que no se puede vivir, se la requiere, aunque sea mínima, es natural. El Papa Benedicto apunta que en este plano ese “creer” corresponde a un “estadio incipiente del saber” (op.cit.ant.), expresa una forma de ignorancia, conocer es mejor, en este sentido del saber efectivamente la fe es inferior al conocer. Mejor sería conocer bien lo relativo al ascensor o al medicamento. El deseo del hombre es conocer, por naturaleza desea saber como señaló Aristóteles, pasar del creer al conocer. Esto corresponde a la fe de cada día, la fe natural. Cuyo acto según explica el Cardenal Ratzinger se estructura en tres momentos: se refiere a alguien que conoce en el que confiamos, al que se añade la confianza de 9
García Morente, M. El hecho extraordinario y otros escritos; Rialp, Madrid, 1986,pp.46 y sgtes. Ver Ratzinger, J. Mirar a Cristo; Edicep, Madrid, 1989 , p.15 10
14 muchos, que se concreta con mayor firmeza mediante una verificación personal en la experiencia de cada día. En el campo del saber humano es prácticamente imposible conocerlo todo pero en principio todos podríamos alcanzar el saber. En este sentido es que Aristóteles afirma aquello de que “el alma es en cierto sentido todas las cosas”. Todo lo anterior está lejos de la “zona de religión” señala el Cardenal, encargado entonces de la doctrina de la fe; para separar bien los planos de la razón y de la fe, y entrados en esta “zona”, de la fe, afirma que “con la fe en la revelación superamos los confines del saber humano” (op.cit.ant. p.16). En la “fe natural” la fe es inferior al conocer, acá la fe supera la razón. ¿Es conciliable esta fe con la conciencia crítica moderna? ¿no será mejor abstenerse del juicio para hacerle un espacio a la razón? ¿no será mejor esperar que la ciencia avance para que nos aclare? Preguntas como estas están muy presentes entre los jóvenes de hoy, reflejarían la que a juicio del Cardenal Ratzinger es la conciencia media del universitario de hoy día. Muchos jóvenes universitarios en efecto creen, erróneamente, que tras esta actitud hay honestidad del pensamiento y humildad, pues a su juicio no se puede afirmar o creer en lo desconocido. Y consecuentemente piensan, como lo más razonable, que lo que corresponde es adoptar una postura o tener una inclinación favorable al agnosticismo. El ateísmo en cambio habría perdido fuerza por su carácter dogmático o por querer saber mucho, “sabe” que Dios no existe, lo cual es una postura arrogante que se rechaza. 15 Es revelador en este sentido cómo los alumnos cuando se les enseña sobre Sócrates, por ejemplo la Apología, la acogen muy bien en las primeras clases, cuando se muestra en su fase crítica e inquisidora, especialmente derrumbando poderes reconocidos en la ciudad –poetas, políticos, técnicos. En esta parte del curso los alumnos adhieren con Sócrates, lo cual parece natural. Pero es rechazado cuando se habla de verdad, virtud, bien, esto ya no les gusta tanto, no sólo porque supone un esfuerzo entenderlo, “pensamiento débil”, sino que lo ven como representando una cierta altanería, una superioridad que les resulta inaceptable, mejor es condenar a Sócrates, y seguir el camino propio, con no poca arrogancia. 11 Sócrates reconoció límites de la condición humana, especialmente en el conocer, él desde luego no se sentía sabio, sí fue honesto y humilde. Pero su inquietud, su conciencia, su deseo de saber, su sed de infinito, mueven su búsqueda de “algo más”, que le interpela en su alma, en su vida más íntima, y que lo supera. La pregunta del agnóstico lleva a una petición de principio que se presenta como un problema práctico. No cabe duda que como teoría el agnosticismo parece brillante, honesta, humilde. Su defecto es que se está ante un problema que no es teórico pues lo que se juega en la elección que supone la vida es precisamente la vida misma. De hecho Sócrates no podía vivir sin aclarar el enigma. En definitiva no se puede huir ante la elección que el agnóstico quiere evitar. No cabe en esto neutralidad, es un imposible metafísico, pues vivir es elegir, y frente a la cuestión de Dios no hay 11
Ver en este sentido Myers, R. La Misión de la Universidad Católica en los tiempos modernos; Publicaciones Universidad Santo Tomás; Santiago de Chile, 2005. 16 neutralidad posible, de hecho no la ha habido nunca en toda la historia de la humanidad. En el agnóstico hay una cierta oclusión, un punto ciego, que le hace resistirse a lo que supone una elevada apertura. E inevitablemente esa actitud conduce a lo que Chesterton, otro converso, diagnosticó con lucidez: “Cuando se deja de creer en Dios, ya no se puede creer en nada, y el problema más grave es que, entonces, se puede creer en cualquier cosa”. La cuestión de Dios es ineludible. Esto es verdad. No nos podemos abstener de ella, se trata de un problema práctico, el que más. Distinto es que no se la quiera ver u oír; el que tenga oídos que oiga, y que no se engañe o desoiga, o se deje llevar por una decisión a favor de la mera comodidad o de la utilidad. ¿Qué virtudes hacen falta para acercarnos a esta realidad humana con lucidez? Son necesarias algunas virtudes fundamentales, presupuestos metodológicos como lo señala el Cardenal Ratzinger, actitudes o estrategias ganadoras se ha dicho también. Una primera es ver, escuchar el mensaje de nuestra existencia y del mundo y en general acerca de la realidad. Esto requiere silencio, poder estar sólo en una habitación siguiendo el consejo de Pascal, pero en silencio, sin celular, TV, computador o i pod, con humildad ante la verdad y disponibilidad para dejarse purificar por ella. Atender luego a la experiencia de la humanidad, sin excluir la experiencia religiosa, por cierto la vida de los santos, canonizados o no, muertos o vivos. Como sugiere el Cardenal Ratzinger “lo mismo cuando en las cosas empíricas iniciamos con un poco de fe y tenemos necesidad del testimonio de quien ya conoce para llegar nosotros mismos a conocer, así también en este sector de nuestro conocer, al mismo tiempo difícil y decisivo, es 17 necesaria la disponibilidad para escuchar a los grandes testigos de la verdad, los testigos de Dios” (op.cit.p25). Lo tercero, ocupar nuestro tiempo y fuerza interior a esto que nos concierne personalmente, hacernos cargo. Uno podría afirmar que a esas dos alas para alcanzar la verdad, la fe y la razón, de que se habla en el pórtico de Fides et Ratio, a estos dos instrumentos del conocer, habría que sugerir se agregue este “hacerse cargo” como un tercer instrumento, suerte de ala estabilizadora que aporta dirección al impulso de la fe y el vuelo de la razón, que alienta a que ellas de verdad se vivan, con la necesaria armonía, virtud, con el equilibrio de lo real. Hay que añadir al mismo tiempo, apunta el Papa Benedicto, que “el hombre no puede iluminar completamente el extraño crepúsculo sobre la cuestión de lo Eterno, de forma que Dios debe tomar la iniciativa de salirle al encuentro, debe hablarle, y así tendrá lugar una verdadera relación con Él” (op.cit. p.31). VIII) Desarrollo Hemos sido convocados para hablar de antropología. Al hacerlo naturalmente han aparecido los temas de la fe y la razón, su íntima relación, su recíproca racionalidad, los temas de la verdad, de lo que es el acto de creer, todo ello en el contexto de la llamada a ampliar el lógos uno de los temas más relevantes de nuestro tiempo a juicio del Papa Benedicto, tema que entronca y ahonda en la pregunta por el hombre que fue la preocupación principal del Magisterio de Juan Pablo II. 18 Pero la convocatoria apunta dos aspectos adicionales en los que debemos detenernos, aunque sea brevemente, y así respetar debidamente los términos de la misma. Nos referimos a lo que expresa la palabra “desarrollo” por un lado y, por otro, a la universidad, que es interpelada o asociada a la misión precisamente de desarrollar la antropología, en este caso específicamente la universidad católica, aunque el problema interesa en general. Benedicto XVI inicia su pontificando hablando de Dios que es Amor: Deus caritas est y de la Esperanza que salva: Spes salvi. Luego de ello encara el tema del desarrollo para precisar lo que es el desarrollo auténtico: Caritas in Veritate. Dicha encíclica aparece cuando se está en medio de una crisis financiera mundial, y al abordar los desafíos nuevos del desarrollo el Papa lo hace recordando a Pablo VI. La pregunta que se hace Benedicto XVI es hasta qué punto se han cumplido las expectativas de Paulo VI con el modelo de desarrollo de las últimas décadas. Recuerda que en 1987 Juan Pablo II indicó que el derrumbe de los bloques (se refería a los países comunistas de Europa Oriental) hubiera hecho necesario “un replanteamiento total del desarrollo”, un “nuevo modo de proyectar globalmente el desarrollo”, específicamente se refería al derecho a la vida, como el “centro del verdadero desarrollo”; al que ve estrechamente unido como amenaza para el desarrollo, “la negación del derecho a la libertad religiosa”. Dios es el único garante del desarrollo del hombre en cuanto habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad 19 trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de “ser más”. Dios hizo al hombre lo menos posible señalaba Antonio Millán Puelles, pero eso no significa que el hombre sea “un átomo perdido en un universo casual, sino una criatura de Dios, a quien Él ha querido dar un alma inmortal y al que ha amado desde siempre”. Ya al concluir la encíclica Caritas in Veritate Benedicto XVI apunta con precisión que “la clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona considerada en la globalidad de su ser”. La preocupación antropológica original de Juan Pablo II se prolonga en Benedicto XVI mediante una pregunta por el genuino o auténtico desarrollo del hombre, que culmina haciendo referencia a “una inteligencia” que sea capaz de “entender la técnica” y que capte el “significado plenamente humano del quehacer del hombre”. Aquí las palabras antropología y desarrollo se encuentran con la Universidad. El Papa recuerda nuevamente a Sócrates asociado al nacimiento de la universidad occidental y refiere el empeño que en ella se ha llevado a cabo para conocer cada vez más y mejor acerca de “qué es todo lo que nos rodea”. El hombre“ quiere verdad” y verdad es “ante todo algo relacionado con ver”, la verdad “nunca es meramente teórica (…..) el mero saber entristece” (discurso en la Universidad La Sapienza, enero, 2008). Como trasfondo está la realidad del relativismo que opera como un “sustrato”, ciertamente infértil, entre los alumnos universitarios 12 y asociado a lo mismo, el 12
Bloom A., The Closing of the American mind, Touchstone Book; Simon and Shuster Inc. New York, 1987, p. 25) 20 hecho que la palabra verdad se ha “perdido”, primordialmente en los círculos de Bolonia, que son quienes han presidido la vida de la universidad europea de los últimos veinte años. 13 En la Universidad del Sacro Cuore (mayo 2011) el Papa se refiere a la necesidad de una cultura humanista: “la cultura humanista parece afectada por un progresivo deterioro, mientras que se pone el acento en las disciplinas llamadas “productivas”, de ámbito tecnológico y económico; hay una tendencia de reducir el horizonte humano al nivel de lo que es mensurable, a eliminar del saber sistemático y crítico la cuestión fundamental del sentido”; el tema ya lo plantea en Caritas in Veritate recordando significativas palabras de Pablo VI: “una de las causas del subdesarrollo es una falta de sabiduría, de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis ordenadora”(31);antes ha hablado de “una nueva síntesis humanista”(21). En este sentido en Luz del mundo el Papa advierte con optimismo que “la ciencia ve ahora de nuevo sus límites, que muchos científicos dicen hoy que de alguna parte tiene que venir todo, que debemos volver a plantearnos esa pregunta”. Con ello a su juicio vuelve a crecer una nueva comprensión de lo religioso no como un fenómeno de naturaleza mitológica, arcaica, sino a partir de la “conexión interior del Lógos: según el modo como el evangelio ha querido y ha anunciado en realidad la fe”. La religiosidad tiene “que regenerarse en este gran contexto y 13
Ver artículo Montiel, S. Universidades a la boloñesa. 21 encontrar así nuevas formas de expresión y de comprensión” (p.145) Ampliar o reinstaurar el valor de la razón “la conexión interior del lógos” en el interior de la fe volviendo al lema de San Anselmo fides quaerens intellectum. Esto es lo que el Papa advierte como lo esencial, que ha sido el hilo conductor de su pensamiento. Que el Dios que es Lógos nos garantiza la racionalidad del mundo, la racionalidad de nuestro ser, la adecuación de la razón a Dios y la adecuación de Dios a la razón. Cuya conclusión epistemológica es que: la razón puede hablar de Dios, debe hablar de Dios, si no quiere aniquilarse. 22 
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