Artículo - Universidad Autónoma de Occidente

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Ciudad y modernidad
LUIS ALFONSO CHAVARRO*
Foto: Claudia Ayala Afanador
Descripción de un viaje urbano
Atravesar una ciudad es una experiencia cotidiana, un movimiento rutinario para la gran mayoría de sus pobladores que, asumido como parte de la
vida diaria, no constituye propiamente un viaje. Sin embargo, un desplazamiento del hogar al trabajo y/o estudio, y eventualmente a los sitios de
recreación, puede constituir un motivo para pensar la ciudad.
Las referentes empíricos aquí se reducen a los registros de la memoria
en aquellos innumerables desplazamientos cotidianos realizados por un
habitante particular en una ciudad determinada. Los registros visuales pueden equipararse a los fotogramas en serie de las cintas de cine cuando un
*
Licenciado en literatura y sociólogo de la Universidad del Valle. Profesor de la División de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente.
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pasajero de un vehículo en movimiento mira por la ventanilla la sucesión
de cuadros urbanos y logra relacionarlos mediante un hilo narrativo o expositivo. Puede suceder también que la memoria guarde esos registros visuales como imágenes en serie pero discontinuas e incoherentes, como muestras de un vídeo-clip cuyo único nexo sea el canto mecánico de la ciudad, el
ruido de los motores.
En esencia, se trata de un desplazamiento cotidiano interpretado como
viaje a través de la ciudad de Cali. Uno de los desplazamientos rutinarios
que hace un habitante cualquiera en el sentido Sur-Norte puede constituir
una forma de pensar la ciudad ya que siguiendo este itinerario tal vez pueda
obtenerse una mirada de corte transversal. Para la realización de dicho desplazamiento rutinario, el medio de transporte utilizado frecuentemente es
el bus ejecutivo y para ello se debe disponer de una hora aproximadamente,
aunque dicho tiempo puede extenderse en las horas «pico». La ruta convencional de los buses implica el recorrido desde una vía metropolitana como
la Carretera Panamericana que en un corto trayecto enlaza con la Calle
Quinta y continúa por ésta hasta llegar a la Carrera 10, vía de acceso al
centro, y tras hacer unos movimientos en zigzag sale a la Avenida Sexta,
principal vía del Norte.
El recorrido de Sur a Norte se inicia en las colinas de Pance. Por las
ventanillas pueden observarse las instalaciones de centros universitarios con
amplias zonas verdes y espacios saturados de automóviles aparcados. Más
abajo, las casas y mansiones separadas comienzan a agruparse en barrios
residenciales y se descubren calles desoladas. Continúa la presencia de arborización y en los enclaves de vías se observan tiendas lujosas y oficinas de
bancos. Tras pasar universidades, centros recreativos y barrios residenciales
se llega al cruce con la Avenida Pasoancho. Se ha dejado atrás la periferia y
aquí parece comenzar a sentirse el pulso de la ciudad. A lado y lado surgen
sendos centros comerciales cuya arquitectura contrasta entre la estructura
pesada y oscura de uno y la levedad y luminosidad del otro.
El recorrido continúa: al lado izquierdo está la vía de entrada al barrio
Meléndez. Tras pasar unos colegios privados, las instalaciones del Batallón
y un hospital psiquiátrico, el paisaje cambia. Las viviendas de los barrios
Nápoles, Buenos Aires y Caldas al lado de la Quinta muestran tiendas de
abarrotes, pequeños talleres, ventas en locales pequeños sin mayor ornamento. Del lado derecho se observa la continuación de unidades residenciales en bloques de apartamentos que se expanden por la margen derecha
de la Autopista Suroriental. A la izquierda y derecha de la Quinta se obtienen perspectivas diferentes. A la izquierda se suceden instalaciones de centros educativos, de unidades deportivas y recreativas como la Plaza de Toros y un coliseo. Al fondo, al inicio de la ladera, aparecen barrios populares
que semejan viviendas superpuestas: el Alto Refugio y más adelante Siloé
y demás barrios de ladera. A la derecha de la Quinta el paisaje no presenta
mayores cambios: aparece un centro comercial muy concurrido, más adelante un teatro, unas cuadras de discotecas y restaurantes en serie, una sala
de cine y un almacén saturado de público. Tras pasar El Lido, Tequendama,
Santa Isabel, San Fernando y Miraflores vuelve a pasarse a un sector de
estratos medios con barrios como Libertadores, Alameda, San Cayetano,
San Antonio; barrios con sitios coloniales atractivos para el turismo, esencialmente los dos últimos.
Un desplazamiento
del hogar al trabajo
y/o estudio, y eventualmente
a los sitios de recreación,
puede constituir un motivo
para pensar la ciudad.
A esta altura en el bus urbano no quedan muchos pasajeros y se observan los complejos viales de reciente construcción. Por la Carrera 10 el bus
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sale de la Quinta y se dirige al centro. Tras más de media hora de recorrido en bus los pasajeros han escuchado pedir limosna a un niño,
vender caramelos a una niña y cantar rancheras a otro. Alguno más se
ha bajado furioso al ver que no le
colaboran con limosna.
Dentro del bus se vive un clima
propiamente de ciudad. Escoger
puesto implica buscarlo donde no
llegue el sol de la tarde, lo cual es
inútil puesto que avanzado el tiempo la luz solar alcanzará todos los
puestos. El punto de la ventanilla es
estratégico para mirar el paisaje urbano, por ello significa para muchos
dejar el puesto de enseguida a otro
pasajero, y no siempre es una mujer. En el bus hay despliegue de miradas, comunicación visual sin signos de retroalimentación, nadie habla, el chofer escucha emisoras de
música salsa a alto volumen, muchos pasajeros muestran un rostro
adusto, mujeres jóvenes viajan con
walkman. Una que otra vez se crea
un ambiente ligeramente erótico
cuando el cuerpo de una mujer sensual es registrado por los espejos retrovisores. Cada quien va sumido en sí, imaginando a partir de las imágenes
visuales, tal vez hilando temas a partir de fragmentos. Un bus recrea la
asociación mecánica de mutismo e indiferencia.
Al llegar a la Calle 10, curiosamente, un bus que se dirige al Norte toma
la ruta del centro. El transporte público se lanza a vías pequeñas, congestionadas y atestadas de negocios de todo tipo. El solo desplazamiento por el
centro puede tomar veinte minutos. En el centro se observan conjugados
aspectos como la suma de diferencias sociales, la división de grupos, de
modos de vida, y hasta el factor residual. Almacenes, bancos, oficinas, parqueaderos, ventas ambulantes, espectáculos callejeros, todo se da en la congestión de un espacio. El centro tiene su murmullo, su perfume, su sabor de
mezcla infinita. El caos del tráfico, la invasión del espacio público, la contaminación, el ruido, la inseguridad, las estrategias de vida más diversas
afloran allí. El centro tiene su público, la población que hace uso del transporte público en su mayoría.
Al llegar al Norte el paisaje cambia bruscamente. Predomina el transporte privado, las calles están llenas de automóviles, las tiendas exhiben
lujosos letreros y vitrinas, las mujeres lucen modas sensuales, la música
parece americanizarse, la imagen visual predomina y se explota como en
ninguna parte de la ciudad. Los sitios de diversión proliferan. Sus centros
comerciales semejan templos de la mercancía, se requieren rituales para
ingresar. Más allá, adentrándose en el sector, los centros de diversión nocturna se especializan. En la prolongación hacia la ciudadela industrial de
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Yumbo aparecen espacios para encuentros amorosos, allí hacer el amor es
también una industria.
Irrupción de la modernidad y caracterización de la ciudad
Si se puede utilizar la descripción del viaje Sur-Norte como referente
empírico para pensar a Cali, puede retomarse la afirmación inicial de que
dicho recorrido constituye una mirada de corte transversal de la ciudad que,
por lo tanto, permite ver las capas que recomponen el tejido urbano.
Ante todo, en dicho desplazamiento cotidiano las imágenes reflejan la
presencia de grandes obras de urbanización que muestran a Cali con la infraestructura de una ciudad moderna: avenidas y complejos viales, enormes instalaciones deportivas, hospitales, instalaciones de fábricas, grandes
centros comerciales, universidades y salas de cine. La modernización se ha
impulsado con orientaciones funcionales y ha irrumpido transformando el
espacio de cierta manera.
El paisaje urbano muestra imágenes que identifican a Cali como la capital deportiva del país (grandes escenarios deportivos), como una ciudad
de gran industrialización (complejo industrial de Yumbo), como una ciudad
de alto consumo estilo Miami (grandes centros comerciales, predominio de
nombres comerciales en inglés), como una ciudad de tráfico ordenado modelo en el país (complejos viales, áreas peatonales) y hasta como una ciudad de oportunidades.
Las imágenes de ciudad moderna conviven con las imágenes de identidad de la ciudad: el templo de la Ermita, la estatua del fundador Belalcázar,
y, al fondo, el cerro de las Tres Cruces. Pero los intentos de modernización
no se anclan de la misma manera en cualquier lugar, la apropiación de tales
intentos no es siempre afortunada y muestra que en la práctica cristalizan
en formas de modernidad diversas. Si se observan estos anclajes en una
perspectiva teórica como la de la ecología humana de la Escuela de Chicago, tal vez pueda descubrirse algo.
En primer lugar, dicho desplazamiento muestra que el crecimiento de la
ciudad hacia el Sur se hace continuo ya que el entronque entre Calle Quinta
y Vía Panamericana conduce a Jamundí, prolongando la urbe. Lo mismo
sucede en el Norte, hacia Yumbo.
Se presenta así el fenómeno de conurbación. Por esto los dos municipios mencionados hacen parte del área metropolitana de Cali. La ciudad
crece y tiende a devorar territorios de otras ciudades administrativas.
En segundo lugar, si se toma el desplazamiento descrito (de Sur a Norte
por los ejes de la Calle Quinta y la Avenida Sexta) como un corte diametral
en el sentido de la teoría de los circuitos concéntricos de Ernest Burguess1,
puede obtenerse lo siguiente: el margen de desplazamiento de las vías de
Pance a la Calle Quinta corta radialmente el círculo periférico y corresponde a una zona de estratificación social alta. En este radio están las universidades privadas, las zonas residenciales de la colina de Pance y barrios residenciales como Ciudad Jardín hasta el comienzo de la Calle Quinta con
centros comerciales como Holguines y Unicentro.
1. BURGUESS, Ernest W. El crecimiento de la ciudad: Introducción a un proyecto de investigación. En La escuela de ecología urbana de
Chicago. Pp. 118-153.
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El centro tiene su murmullo,
su perfume, su sabor
de mezcla infinita. El caos
del tráfico, la invasión
del espacio público,
la contaminación, el ruido,
la inseguridad, las estrategias
de vida más diversas afloran
allí.
La definición del radio del siguiente círculo presenta inconvenientes
puesto que la Calle Quinta parece constituir una coordenada que divide
socialmente. A la izquierda, es decir, al suroccidente, aparecen barrios de
estratos medio-bajo que limitan con la Calle Quinta: Meléndez, Nápoles,
Buenos Aires y Caldas. A la derecha, el sector denominado como propiamente Sur va de zonas de estrato alto o medio alto. Con cierta homogeneidad de estratificación, esta tendencia se mantiene hasta la altura de los barrios San Fernando y Miraflores. Como se puede imaginar, el círculo ha
sido bisectado por un corte radial. El sur-occidente, a la izquierda de la
Calle Quinta, va de estratos de nivel medio bajo hasta alcanzar en los sectores de ladera una estratificación baja, con viviendas construidas en zonas de
riesgo, en condiciones de alto hacinamiento y carencia de servicios públicos regulares. En estas zonas de ladera, desde Meléndez, pasando por Alto
Refugio hasta el sector de Siloé, se descubre la otra cara de la modernización. En contraste con los barrios del Sur, las diferencias por grupos sociales y modelos de vida son sumamente fuertes, como dos mundos diferentes
que, sin embargo, comparten una ciudad.
Tras llegar al cruce de la Calle Quinta con Carrera 66, a la margen izquierda de la Quinta, en la parte plana, el círculo se recompone, como zona
residencial de estratos medio-altos. Aparecen barrios como El Refugio, Pampalinda, y más adelante El Lido, Santa Isabel, San Fernando y Miraflores. A
esta altura, cuando en el margen izquierdo aparece la Calle del Muerto y a la
derecha nace la Avenida Roosevelt, un compás marca el límite invisible del
círculo. Las imágenes de viviendas de sectores medios y medio-bajos señalan la proximidad del centro. Esta no es una zona industrial ni comercial. Tal
vez la característica principal pueda hallarse en las huellas arquitectónicas
anteriores a la gran modernización: conviven junto a los modernos complejos
viales de Santa Librada, la Carrera 10 y la Avenida Colombia barrios como
San Antonio y San Cayetano, considerados tradicionales y atractivos para el
turismo.
Al margen derecho de la Calle Quinta, por la Carrera 10, aparece la
zona nuclear del centro, aunque con imágenes muy similares desde la Carrera 15 por Alameda y San Juan Bosco. Como distrito comercial nuclear
funde todo tipo de diversidades que van desde zonas de alta pauperización
alrededor de la Carrera 10 con Calles 13 y 14, hasta zonas tradicionales
como la Plaza de Cayzedo y el sector del Cali Viejo. Al centro confluye
todo tipo de población, pero particularmente la que opta por el transporte
público. En una perspectiva ecológica, allí se potencia el recurso de la competencia como forma de subsistencia. Los desplazamientos rutinarios al trabajo y los no rutinarios, a realizar compras, adquieren el carácter de aventura. Allí se palpan la movilidad, los cambios en los movimientos, la interacción indiferente, el aceleramiento. Pero también afloran simbiosis, redes
sociales...
En el centro hay una construcción símbolo de la ciudad: la torre de la
Ermita. Permanece esta torre-iglesia en medio de los sitios de venta de ropa,
de chance y loterías, de comidas y pan de bono, de ventas callejeras.
Tras cruzar la Carrera Primera y el puente sobre el río Cali comienza la
inserción de otro círculo de un radio tan amplio que se extiende hasta las
proximidades de la vía a Yumbo, aunque incluye ciertas variaciones. Lo
que da homogeneidad al Norte es su carácter de vitrina, de exhibición, de
culto a la mercancía. Socialmente, este sector está compuesto por población de estratos medios y altos. Proliferan, adyacentes a la Avenida Sexta,
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centros comerciales, comercios de
recreación de todos los tipos, diurnos y nocturnos. Más allá, hacia
Yumbo, está el sector industrial.
Hasta aquí, en síntesis, se ha
observado el desplazamiento descrito a la luz de la teoría de los
círculos concéntricos, haciendo un
corte diametral por las coordenadas de la Calle Quinta y Avenida
Sexta. No se descubren circuitos
concéntricos propiamente, sino
zonas o sectores que muestran una
distribución del espacio urbano y
una organización de la población
de una manera determinada, sobre todo por los abruptos procesos de modernización y del crecimiento desordenado de Cali. El
descentramiento de la ciudad se
expresa en la consolidación de
grandes centros de consumo en el
Sur y en el Norte, núcleos sobre
los cuales gravitan franjas determinadas de población, estratos
sociales usuarios del transporte
privado para quienes se han construido los complejos viales que
facilitan el desplazamiento vehicular.
En una perspectiva obtenida
por un corte diametral, se ha construido una serie de imágenes con
ciertos nexos que indican un perfil aproximado de lo que es Cali:
ciudad industrial, como lo indican
a lo lejos las chimeneas de Yumbo, de industrias químicas y de
cosméticos, más que de textiles,
así lo muestran las instalaciones industriales desde la Panamericana vía
Jamundí hasta el trayecto a Yumbo. Así mismo, ciudad del consumo, por la
cantidad de centros comerciales y el apego en todos los sectores sociales a
las modas. Ciudad de servicios, puesto que los barrios de obreros existen en
menor número que los barrios de empleados y profesionales y que barrios
de población al margen de la economía formal. Ciudad de masas, por el
predominio de escenarios deportivos y de espectáculos masivos, por la frecuencia y cantidad de carteles en los muros que invitan a dichos espectáculos. Ciudad del anonimato, con alto número de pobladores que combinan
roles de trabajo y estudio, que conjugan estilos de vida diversos.
Todos los elementos o proposiciones básicos para una teoría del urbanis2. WIRTH, Louis. El urbanismo como forma de vida. En Ibid. Pp. 162-182.
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mo, como los planteados por Louis Wirth2, se descubren en Cali, en el modo
de vida de sus habitantes. El creciente número de pobladores hace difícil el
que dos personas puedan conocerse enteramente ya que sus roles diversos
sólo hacen posible un conocimiento segmentado. Aquí con las premisas de
Georg Simmel3 para estudiar el secreto se descubriría una buena veta a investigar. Las limitaciones en el conocimiento del otro pueden expresarse en un
indicador como la frecuencia del divorcio en las parejas. La interacción es
múltiple, los contactos son diversos. En la calle, en los buses, se observan
compulsivos anotadores de números telefónicos hasta obtener directorios
personales. En la radio, las parejas intercambian mensajes cifrados e implícitos en la letra de las canciones.
La estructura social
se vuelve más compleja.
Existe la migración interna
en la ciudad, desplazamientos
paulatinos de un sector
a otro, del Norte que pierde
categoría por la
contaminación, al Sur
que tiene amplias zonas
verdes, o a los suburbios
residenciales de las colinas
con microclima fresco.
También se descubre que la interacción múltiple y los medios masivos
que ejercen influencia niveladora hacen perder nexos de parentesco, de etnia, de vecindad, de solidaridad por lugar de origen, todo lo que los funcionalistas han llamado «ruptura de las relaciones tradicionales».
La estructura social se vuelve más compleja. Existe la migración interna
en la ciudad, desplazamientos paulatinos de un sector a otro, del Norte que
pierde categoría por la contaminación, al Sur que tiene amplias zonas verdes,
o a los suburbios residenciales de las colinas con microclima fresco.
Así, algunas zonas se especializan y crean sus propios modos de vida:
los sectores residenciales del Sur y del Norte con estilos consumistas se
aíslan en los centros comerciales que con sus muros semejan fortalezas y
reconstruyen los ambientes perdidos del centro, el espíritu de la exhibición.
Allí aflora la sensibilidad visual en un mundo que va perdiendo la comunicación directa y se refugia en las telecomunicaciones y en la mirada. La
exhibición de celulares y otros artefactos se ve entre los conductores de
vehículos privados, entre los pasajeros que abordan buses rumbo a centros
comerciales y simulan afán. Esta sensibilidad por los artefactos, aspecto
que Wirth retoma de Simmel4, adquiere la semántica de la diferenciación
social, de la distinción: los signos son marcas y modelos de autos, moda
exhibida en el vestuario y accesorios, el despliegue de tarjetas de crédito, la
exhibición de marcas de los productos que se consumen, las maneras de
admirar las mercancías.
Imágenes y discursos: Aproximaciones al conocimiento de un
imaginario urbano
Una de las maneras más importantes para conocer las formas de irrupción de la modernidad en una ciudad la constituye la definición de dicha
modernidad como la experiencia de vivir los cambios introducidos por la
modernización y los significados que éstos despiertan.
García Canclini5 propone indagar sobre las imágenes con que los habitantes de una ciudad la identifican, la perciben, la conocen y la imaginan;
en síntesis, una aproximación empírica para descubrir las capas del imaginario en las que se recrea constantemente el sentido que cobra la ciudad
para sus habitantes.
Al comienzo de este escrito se ha advertido cómo un viaje en bus urbano en el sentido Sur-Norte por los ejes de la Calle Quinta y Avenida Sexta
3. SIMMEL, Georg. El secreto y la sociedad secreta. (Ver biografía del curso Panorama de la Sociología III).
4. WIRTH, Loors. Op. cit. P. 173.
5. GARCÍA CANCLINI, Néstor. Los viajes metropolitanos. En GARCÍA CANCLINI, Néstor; et al. La ciudad de los viajeros. México, Grijalbo, 1996. Pp. 11-38.
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de Cali constituye un referente empírico en el sentido de propiciar una
serie de imágenes de la ciudad que,
dotadas de coherencia narrativa y
expositiva, pueden semejar los fotogramas en serie de una cinta de
celuloide o, en caso de faltar ese hilo
narrativo o expositivo, semejar un
vídeo-clip cuya única estructura
unitaria la constituye algo ajeno a
las imágenes, por ejemplo, el sonido. El observador percibe imágenes
y registra las que significan y tienen lugar en su estructura cognitiva, las que despliegan su imaginación. En ese caleidoscopio de imágenes pueden descubrirse algunas
que la memoria registra como aquellas que identifican la ciudad ya que
se han puesto a circular en diversos
productos de la industria cultural:
postales, carteles o afiches, canciones, comerciales de televisión, vídeos institucionales. Como lo expresa García Canclini6, estas imágenes tienen la coherencia de un
discurso, que en algún grado ha alcanzado eficacia social porque logra ser compartido y ayuda a crear una
concepción colectiva de ciudad.
Algunas de las imágenes que discursivamente se han constituido en
registros que identifican la ciudad pueden percibirse en el viaje descrito. En
primer lugar, las vías por las que se ha hecho el desplazamiento Sur-Norte,
Calle Quinta y Avenida Sexta. Las dos vías son las representativas de Cali
porque es allí donde se exhibe la ciudad, sus registros constituyen las imágenes de postal para atraer turismo en la feria de fin de año. Pero ¿qué se
exhibe? Escenarios deportivos como estadio y coliseo que la identifican
como capital de los eventos deportivos, plaza de toros que recuerda la feria
con más despliegue comercial en el país, discotecas múltiples que le han
dado la fama de ciudad alegre y rumbera, suntuosos centros comerciales
verdaderas catedrales de la mercancía que hacen pensar en una ciudad de
consumo y exhibición. Tras pasar el centro, aparece la iglesia de la Ermita,
construcción premoderna europea que aquí puede significar la llegada del
siglo XX y el legado de los empresarios que impusieron el sonido mecánico
industrial en la región.
La Avenida Sexta, conocida como la «vía rosa», constituye un verdadero escenario de exhibición, de «vitrina». Para habitantes de otros sectores de la ciudad, la Calle Quinta y la Avenida Sexta son coordenadas de
diferenciación social pero también de identidad colectiva. En la realidad
existen otras coordenadas, pero en el imaginario de la ciudad, son éstas
las que cuentan. Por dichas vías se emprenden los viajes de festejos cuan6. GARCÍA CANCLINI, Néstor; ROSAS MANTECON, Ana. Los múltiples viajes de los viajeros. En: Ibid. Pp. 61-106.
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do alguno de los clubes deportivos
locales alcanza la estrella de un
campeonato, por la Calle Quinta se
transita, igualmente, en jornadas de
protesta. En términos de la ecología humana, son dos arterias en las
que se palpa la movilidad, el pulso
de la ciudad, pero, así mismo, dos
coordenadas en el imaginario de
sus habitantes, sus lugares constituyen los puntos de encuentros y
desencuentros de parejas, de amistades y de todo tipo de relaciones
y contactos. Dichas vías son las
preferidas de gran parte de conductores de transporte privado y constituyen rutas de transporte público,
en ellas se hacen altas inversiones
en complejos viales que privilegian
el transporte privado. Son las vías
más mencionadas en las canciones
de feria, los compositores las describen como las pasarelas de las
mujeres lindas.
Hasta aquí se han mencionado
algunas de las imágenes que los discursos han reconocido como arquetípicas de la concepción colectiva
de la ciudad de Cali. Sin embargo,
sólo la investigación socio-cultural
detallada puede referir los niveles
de apropiación de dichas imágenes
y la eficacia de discursos que la sustentan. Los usos y el recurso a las
imágenes arquetípicas pueden ser
diferentes.
En el desplazamiento descrito,
que constituye el referente empírico de este trabajo, aparecen otras
imágenes que se perciben por fuera
de las iconografías arquetípicas: el
predominio de ciertas estructuras y
formas arquitectónicas como el reiterado recurso al color ladrillo, desnudez desprovista de imaginación
estética, o el menos frecuente pero
igualmente destacado uso del cristal como ropaje de grandes construcciones en una ciudad donde el
brillo solar es intenso. Ambas imágenes dicen sobre la tradición estética arquitectónica de la ciudad.
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En algunos centros comerciales
y otras construcciones de sedes
bancarias, la estructura pesada recuerda el ambiente de refugio y protección de los castillos. Esta tendencia al aislamiento se ve más reflejada en los muros de las urbanizaciones y unidades residenciales, dotadas de vigilancia. Una ciudad que
renuncia al espacio público y se repliega en lo privado es una ciudad
en conflicto latente, una sociedad
de barreras físicas y sociales, de
fuerte desigualdad, que reduce su
comunicación a la simbología visual de los artefactos, por lo tanto,
una sociedad excluyente, con temor
continuo a lo diferente.
Esa tendencia a la diferenciación
que se percibe en el repliegue a los
muros de las urbanizaciones es atenuada artificialmente por una necesidad de cohesión, de sentirse parte
de un todo. Esto es lo que se expresa
en la moda. En la ciudad de Cali, aunque la moda es diferenciadora como
en todas partes, también cumple ciertos nexos de cohesión. Mujeres de
todos los sectores sociales acogen con
su vestimenta criterios de imitación,
que en determinado nivel hacen atenuar las diferencias visuales de estilos de vida particulares y de clase,
para crear un contexto más o menos
anónimo e indiferenciado que pueda
denominarse estilo de vida caleño.
Quien aborda un bus percibe la elegancia de formas y cierto estilo en
las mujeres y jóvenes de ambos géneros, cierta homogeneización social de la
moda en un grado que no se percibe en otras ciudades como Bogotá o Medellín, una de las características que han hecho que se antropomorfice la imagen
de la ciudad como una mujer de estilo y sensualidad.
Brilla por su ausencia en las imágenes arquetípicas una referencia a la
cultura letrada.
Al registrar imágenes del recorrido se percibe un número importante
de universidades, lo que da idea acerca del lugar de la educación en la
reproducción de la fuerza de trabajo, pero, aunque gran parte de los pasajeros que abordan bus por el recorrido descrito son estudiantes universitarios, el acceso a la educación superior sigue siendo elitista y una sencilla
manera de descubrirlo es en el número de universidades respecto a ciudades similares o, incluso, más pequeñas.
El observador percibe
imágenes y registra
las que significan y tienen
lugar en su estructura
cognitiva, las que despliegan
su imaginación.
Múltiples recursos más se perciben en el recorrido. La modernidad se
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La modernidad se cristaliza
de las maneras más diversas.
Con sólo un tipo de recorrido,
percepción sincrónica,
no puede descubrirse
completamente la textura
múltiple que dibuja el perfil,
el corte transversal.
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cristaliza de las maneras más diversas. Con sólo un tipo de recorrido, percepción sincrónica, no puede descubrirse completamente la textura múltiple que dibuja el perfil, el corte transversal. Una de las características de la
ciudad moderna es su inabarcabilidad, la sensación de que una visión de
conjunto tiene vigencia momentánea. A veces se requieren métodos comparativos para percibir diferencias pero para ello se precisan investigaciones de diversos tipos que muestren la vivencia que tienen los habitantes de
su ciudad, ello implica aventurarse en el conocimiento de imaginarios mentales y formas de sensibilidad. Esto también puede percibirse en el arte, en
la novela, pero aún no existe una gran novela sobre Cali. Existen múltiples
novelas que imaginan quienes viajan por sus calles, todas diferentes pero
que confluyen en una, la materia prima de sus imaginarios, una Cali que es
así y no de cualquier manera, que deja indicios esquivos que pueden ser
interpretados como un desafío a los investigadores de ciencias sociales para
descubrir o reconstruir su rostro.
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