or Romero, AÑO XXX, No. 621, 1-31 de enero d e 20 12 www.uca.edu.sv/publica/cartas eñ o M on s r t n e C Acuerdos, Paz, Justicia y Víctimas Foto de René Figueroa Presidente Mauricio Funes Parroquia San Luis de la Reina Padre Ponseele 1 Artículos Ellacuría costructor de Paz. Carlos Ayala Pág. 6 ¿Cómo celebrar los acuerdos de Paz? Pág. 7 José María Tojeira Las Iglesias y los Acuerdos de Paz 16 de enero en El Mozote Pág. 8 Discurso del Presidente Mauricio Funes El 11 de enero se reunieron el obispo Medardo Gómez de la Iglesia luterana, el obispo Martín Barahona de la Iglesia Episcopal, Monseñor Gregorio Rosa obispo de la Iglesia católica y los Padres Tojeira y Sobrino para tocar el tema que da nombre a este este artículo. Publicamos las palabras de Jon Sobrino. Pág. 10 El Mozote: verdad, justicia y reparación. Carlos Ayala Pág. 12 Es importante evaluar lo que las Iglesias han hecho en los últimos 20 años, pero para encaminarnos bien hacia el futuro hay que regresar a los setenta donde comenzó una época excepcional en el país. Desde la experiencia de estos años quisiera decir unas palabras sobre qué pueden y, en mi opinión, deben hacer las iglesias en favor de la paz. Para ello analizaré las tres ideas que aparecen en el título. Crónicas de Guerra. Historias prohibidas. Vida, pasión y muerte del Coronel Monterrosa Pág. 13 En qué hemos fallado. José María T. Pág. 14 1. El cristianismo de las iglesias, una fuerza personal y social El juego del quita y pon. YSUCA Pág. 15 Homenaje a Gustavo Gutiérrez Pág. 16 ¿Y nuevamente elecciones? Mauricio Iraheta Pág. 18 Salmo de Juan Bruno Monje, Arcatao Contraporta Miguel Cavada Diez murió el domingo 6 de febrero de 2011, después de 4 años de penosa enfermedad. Y ese mismo día se convirtió en buena noticia, porque sigue y seguirá pruduciendo 2 vida y esperanza. www.uca.edu.sv/publica/cartas Pág. 19 Diseño y diagramación de revista: Ronald Cardoza Las Iglesias son fuerzas sociales específicas. Por un lado, a diferencia de otras, se remiten a algún tipo de ultimidad absoluta, entre nosotros “Dios” Y en esto consiste formalmente lo religioso. Pero lo hacen a través de las dimensiones fundamentales de lo humano. Y estas configuran, de una u otra forma, todos los ámbitos de la sociedad. Me fijaré en las iglesias cristianas, pues son las que hemos sido convocadas, y porque el cristianismo, en sus diversas confesiones, es la “religión” que más ha influido en nuestra época. Me referiré al cristianismo de Monseñor Romero, no por que sea cristianismo un “católico”, sino porque, valga la redundancia, es un cristianismo cristiano y salvadoreño. En él caben los mártires, las comunidades de base, los pastores de los pobres, la teología de la liberación, y muchas otras cosas de muchas iglesias cristianas. Ese cristianismo dio una respuesta determinada a las preguntas fundamentales de los seres humanos, y ayudó a configurar a personas y grupos sociales. Veamos qué respuestas dan las iglesias con ese cristianismo. ¿Qué puedo saber? Es la doctrina. Que Dios es un Dios de vida, liberador de los oprimidos, cuya gloria es que el pobre viva. Y es un Dios crucificado. Jesús de Nazaret es su sacramento en la historia. ¿Qué tengo que hacer. Es la praxis. Justicia para bajar de la cruz a un crucificado y resucitarlo para la liberación. Es el seguimiento de Jesús. ¿Qué nos debe mover? Es la espiritualidad. Espíritu de compasión en contra de la indeferencia, de verdad en contra de la mentira, de entrega en contra del egoísmo. Hasta dar la propia vida en el martirio. ¿Qué me está permitido esperar. Es la utopía. Revertir la historia con Editorial todos los pobres y oprimidos. “El nuevo cielo y la nueva tierra”, de Isaías. ¿Qué puedo celebrar. Es el culto y la liturgia. El vivir y caminar con otros, y juntamente con los de abajo. Muy especialmente, celebrar la vida y el amor de los mártires, individuales como Romero y colectivos como El Mozote. Poniendo todo esto junto, con limitaciones, errores y pecados, el cristianismo fue una vigorosa fuerza humanizadora en los setenta y ochenta. Tuvo un inmenso impacto social y acompañó al pueblo que buscaba su liberación, soñada en definitiva como la paz “shalom”. No fueron pequeños los costos, los agravios y la persecución. El cristianismo se hizo más cristiano, y más salvadoreño. En los últimos 20 años ha cambiado la afiliación a las iglesias cristianas, y el cristianismo mencionado. Y en mi opinión ha decaído. Ha sido sustituido por otro más centrado en la espiritualidad individual interiorizada que en la espiritualidad abierta a la realidad salvadoreña con sus esperanzas y tragedias. En celebraciones más devocionales que de reflexión bíblica, más lúdicas y de menor compromiso que creativas y comprometidas. En mayor o menor medida hay un distanciamiento del Jesús de Nazaret concientizador, parcial hacia los oprimidos, denunciador de todo tipo de opresiones y firme hasta el final. Hay un distanciamiento de las comunidades de base, es decir, que surgen de la base del pueblo sufrido y comprometido que lucha por la liberación. De ahí, las nuevas formas de, música, afiches, publicaciones, que ignorando la rica tradición salvadoreña y latinoamericana. Conclusión. La religión, el cristianismo, las iglesias, puede ser de pobres y seguidores de Jesús. Pero puede dejar de serlo. Y eso afecta a la paz. 2. Al servicio de qué “paz” debe estar el cristianismo En los setenta, en la iglesia católica, la luterana y otras, los cristianos trabajaron por la justicia en contra de la injusticia, por el reino de Dios en contra del antirreino, por la liberación en contra de la opresión. En un momento dado trabajaron, por poner fin a una guerra trágica y cruel como todas, como lo vieron minorías nobles. También inútil, pues, aun considerada como mal necesario, no conducía a ningún bien previsible, como lo vieron pragmatistas sensatos. Y sin expectativa de triunfo para ningún bando, como lo vieron los clarividentes. Había que poner fin a la guerra, no sólo por razones abstractamente cristianas, sino por razones humanas muy concretas. Hay que recordar la lucidez y los esfuerzos de Monseñor Rivera e Ignacio Ellacuría. Y antes, los de Monseñor Romero en tiempo de opresión y represión más unilateral, pero igualmente cruel. En 1979, en su cuarta carta pastoral escribió: “El diálogo nacional es una necesidad”. Ahora, con la experiencia de estos últimos 20 creo que debemos hacer mucho más por la paz, y preguntarnos por qué paz deben trabajar las Iglesias. a) Los acuerdos de paz fueron necesarios para detener la guerra, pero la amnistía, útil para posibilitar un mínimo de convivencia, fue precipitada en el tiempo y, sobre todo, en su enfoque. No buscó caminos humanizadores de reconciliación. Y no hizo desaparecer, sino que reforzó, la cultura de impunidad con que opera la espantosa violencia imperante Junto a ello que tener en cuenta lo que dice el Nuevo Testamento “la raíz del todos los males es la ambición del dinero” (2Tim 6, 10). Persiste la ambición por acumular capital, y ahí también actúa la impunidad. Contra ello deben luchar las iglesias. b) Terminó el conflicto bélico, pero no la violencia masiva y cruel. Hemos llegado a más de 4,000 homicidios al año. En los órganos del estado hay incapacidad o incompetencia para ponerle fin. Y con excepciones, los partidos, los medios, la banca, la empresa privada, tampoco el conjunto de universidades e incluso iglesias -éstas normalmente por omisión- se desviven por frenarlo. El cristianismo al menos debe denunciar la epidemisa del homicidio. c) Aducir que el posible enjuiciamiento de los militares hace peligrar el proceso de pacificación es falacia interesada, que no constata lo que ocurre. El cristianismo urge a la honradez con lo real. Honrado era Monseñor Romero en muy largas homilías. “Los asesinatos, las torturas donde se queda tanta gente, el machetear y tirar al mar. Esto es el imperio del infierno” (1 de julio, 1979). Y escribió cartas pastorales, la tercera con Monseñor Rivera, analizando las causas de la violencia y promoviendo el diálogo por la paz. Estas cartas pastorales eran largas, pues larga era la magnitud del horror, bien fundamentadas racional y evangélicamente, pues irracional y antievangélico era el horror. Hoy son hoy muy necesarias. Y tienen mayor eficacia cuando son expresión de todo un cuerpo eclesial cohesionado, junto con reuniones del clero, religiosos, laicos. Y son expresión de todo un cuerpo cristiano, ecuménico, de las Iglesias que, entre todas, forman la Iglesia de Jesús. d) Y Monseñor analizó también qué es “paz” para no convertirla en un vocablo vacío ni grito mitinesco, no sea que los que decimos “paz, paz, paz” escuchemos las recriminaciones de Jeremías a quienes se les llenaba la boca diciendo “Templo de Jerusalén, Templo de Jerusalén, Templo de Jerusalén”, pretendiendo esconder así sus fechorías. Digamos, por ello, una breve palabra sobre la “paz” desde un contexto cristiano. En navidad los cristianos cantamos “paz en la tierra 3 Editorial Padre José Ma. Tojeira, Mons. Gregorio Rosa Chávez, Obispo Martín Barahona, Obispo Medardo Gómez, Padre Jon Sobrino. a los hombres de buena voluntad” (epi ges eirenen en anthropois eudoxias). El evangelista Lucas escribía en griego, y para decir “paz” usó la palabra eirene, que significa ausencia de violencia, de guerra. En el país hoy ya no hay violencia bélica, pero no existe la eirene griega, pues los homicidios continúan por miles. Pero sobre todo hay que estar claros en que lo que san Lucas tenía en mente era el shalom, paz en hebreo, la vida de todos, en la que participan los pobres y pequeños, basada en la justicia y la verdad, la solidaridad y la reconciliación, lo que fructifica en fraternidad y gozo. Y en eso las iglesias deben seguir insistiendo, aunque no se les preste oído. El salmo dice “la paz y la justicia se besan” (85, 11). “La paz es fruto de la justicia”, decía Isaías (32, 17). Pablo VI lo recordó. Y en ello insistió Monseñor Romero, en la homilía del 31 de diciembre de 1977: “una paz que se construye en la justicia, en el amor y en la bondad” En el país no existe el shalom. Sin trabajar por ello es simplismo, al menos en ámbitos cristianos y eclesiales, dialogar la ausencia de violencia. Monseñor Romero captó con lucidez la intuición bíblica. Bueno es el diálogo, pero solo el diálogo no garantiza la paz. Sin la justicia, “la violencia se institucionaliza y por ellos sus frutos no se hacen espera”. Y no hay shalom. De lo que sí sabemos en el país es de la pax romana, es decir, el sometimiento impotente y resignado que imponía el imperio romano, y que imponen los imperios, militares y económicos hasta el día de hoy. Por cierto imperó en El Salvador más despiadadamente hasta que los campesinos tomaron conciencia y se organizaron. Bien lo entendió Monseñor Romero, y se alegró. Reconociendo sus limitaciones, errores y ambigüedades lo declaró “un signo de los tiempos”. Contra esa pax romana el cristianismo tiene que luchar. 4 3. Quiénes “acuerdan” la paz y construye el shalom Los acuerdos de paz fueron firmados por políticos, que representaban a sectores de la sociedad que se habían convertido en “bandos”, políticos y miliares. Y por ello merecen agradecimiento. Pero para ver quiénes “acuerdan” en verdad que haya paz, y quiénes quieren construir shalom hay que mirar a otros lugares. Las siguientes reflexiones quizás ayuden a comprenderlo. En cualquier caso, el cristianismo puede aportar algo importante. a) Monseñor Romero, no sólo habló de la violencia, sino dijo de que “se provoca el enfrentamiento entre los campesinos”, a lo que llamó “trágico espectáculo”. Y añadió. “Lo más grave es que no son -únicamente o fundamentalmente- ideologías las que han logrado desunirlas y enfrentarlas. No es que los miembros de esas organizaciones piensen en su mayoría de forma distinta sobre la paz, sobre el trabajo, sobre la familia. Lo más grave es que a nuestra gente del campo la está desuniendo precisamente aquello que la une más profundamente: la misma pobreza, la misma necesidad de sobrevivir, de poder dar algo a sus hijos, de poder llevar pan, educación, salud a sus hogares” (Tercera Carta Pastoral 33). Hacer “acuerdos” sobre estas realidades no debería ser difícil porque hay unanimidad basada en lo biológico y primario, no en lo superfluo e ideológico. Los campesinos se apuntaron a “diversos” bandos porque pensaron que así podrían vivir. De ahí también el horror que transmitieron las últimas palabras de Monseñor a los miembros del ejército. “Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos” (Homilía del 23 de marzo, 1980). b) La opción preferencial del cristianismo no consiste en elegir entre las diversas formas del estar debajo en la historia. Su opción fundamental es elegir lo que “Hay signos de que los pobres son evangelizadores, son salvadores. La espléndida experiencia de las comunidades de base como fermento de renovación de la Iglesia y como factor de transformación política, el ejemplo no puramente ocasional de “pobres con espíritu”, que se organizan para luchar solidaria y martirialmente por el bien de sus hermanos, los más humildes y débiles, son ya prueba del potencial salvífico y liberador de los pobres”. En ese país vivimos y en él se mueven las iglesias cristianas. Ojalá hagamos “acuerdos de shalom”, acuerdos de cristianismo entre todas las iglesias y movimientos para ponerlo mejor en práctica. Así funcionarán mejor los acuerdos de paz, el shalom, la vida de los pobres. Jon Sobrino 11 de enero, 2012 Miguel Cavada Diez Palabras sobre monseñor Romero y los mártires El gran número de textos en que monseñor menciona el martirio y reflexiona sobre él y la riqueza teológica de los mismos, leídos y reflexionados veinte años después, es realmente impactante y nos puede ayudar a la reflexión teológica y vivencia en la fe en la actualidad. De los textos de monseñor impresionan varias cosas. Una es la libertad de espíritu con que monseñor habla de los “mártires” actuales, más allá del derecho canónico y de teologías oficiales. La otra es el aplomo con que habla de una realidad tan trágica como es el martirio. Por último impacta la lucidez y generosidad con que enfrenta existencialmente el martirio, tanto el de su pueblo como el suyo propio. Monseñor Romero (1) no duda en reconocer como mártires a las víctimas de la violencia en El Salvador (2) pide que se respete y se celebre su memoria (3) afirma que la persecución es una nota característica de la verdadera iglesia y (4) une el martirio de la iglesia al martirio del pueblo. Citemos dos textos sobre el pueblo crucificado. “Sentimos en el Cristo de la semana santa, con su cruz a cuesta, que es el pueblo que va cargado también su cruz, sentimos en el Cristo de brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado; pero que, desde Cristo, es un pueblo crucificado y humillado que encuentra su esperanza” (Homilía 19/03/1978). “En Cristo encontramos el modelo del liberador, hombre que se identifica con el pueblo hasta llegar los intérpretes de la Biblia a no saber si el siervo de Yahvé, que proclama Isaías, es el pueblo sufriendo o es Cristo que viene a redimirnos” (Homilía 21/10/1979). 5 www.uca.edu.sv/publica/cartas está “abajo”. En el lenguaje que ya se ha hecho convencional, aunque siempre difícil de poner en práctica, es “la opción por los pobres”. Esa opción, o la contraria, sabiéndolo o sin saber, la hace toda criatura. Es la opción de Dios: “Por el mero hecho de ser pobres, Dios toma su defensa y los ama”. Si queremos “acordar” paz y construirla tenemos que defender a los de abajo, optar por ellos. c) Esto significa introducir parcialidad en el concepto mismo de la gestión de la sociedad, aunque suene escandaloso y antidemocrático. “La justicia del rey no consiste primordialmente en emitir un veredicto imparcial, sino en la protección que se preste los desvalidos y a los pobres, a las viudas y a los huérfanos”, dice Joachim Jeremias hablando del rey justo que esperaba el pueblo en el Antiguo Testameno. d) Según lo dicho, las mayorías pobres no son sólo víctimas, sino también principios de vida pueden “acordar” el shalom. La ideología marxista lo dice a su manera, pero también se puede decir cristianamente. Ellacuría dijo de las mayorías populares que son la continuación del siervo de Yahvé, el siervo de Dios, lenguaje que todos los que estamos aquí entendemos. Ese siervo, por un lado, es el pueblo crucificado, “víctima del pecado del mundo”. “Ustedes”, dijo Monseñor Romero a los campesinos de Aguilares”, son el divino traspasado” (19 de junio, 1977). Y hay que bajarlo de la cruz. Pero, cosa que se suele olvidar, ese siervo de Dios también “trae salvación”. Sólo una cita de Ellacuría de 1978. Acuerdos de Paz Ellacuría constructor de paz Carlos Ayala En 1985 Ellacuría escribió un artículo sobre la paz. Caracterizó las distintas posiciones que predominaban en el país: los “pacifistas”, los “militaristas”, los “pragmatistas” y los “realistas”. El pacifismo buscaba cualquier paz, confundiéndola con la ausencia de guerra, sin tener en cuenta que la paz debería ser, por lo menos, la ausencia de toda violencia, no excluida la estructural. Criticó fuertemente la actitud militarista de los que confiaban en la violencia, sin excluir la terrorista y la de los escuadrones de la muerte. También cuestionó a los pragmatistas, para quienes la cuestión fundamental era llegar a un arreglo rápido de la guerra y de las apariencias de los males que la causaron. Frente a esas tres posiciones, Ellacuría propuso una línea de superación que denominó “realista”. Los realistas pretenden dar respuesta a la realidad, pero no la confunden con sus apariencias y sus inmediatismos. Pretenden regirse por la realidad, duramente vivida y largamente escrutada, a la hora de proponer las soluciones. El principio fundamental de los males de El Salvador era la injusticia estructural, que se mostraba como violencia institucionalizada. Esta era la violencia primaria que debía erradicarse. Para ello consideró necesario el cultivo permanente y vigilante de tres actitudes, que pueden ser hoy muy oportunas para enfrentar el tipo de violencia que predomina en el país. Estas son la prudencia, la misericordia y la justicia. Para Ellacuría, el prudente es el que ve lejos, es el providente, el que tiene su mirada puesta adelante, más allá del inmediato presente, más allá de los intereses egoístas y/o minoritarios. Es el que se guía por el principio de realidad, entendido no como aceptación resignada de lo que se suele dar, sino como búsqueda, en lo que hay, de lo que debe haber. Por eso, añadía, cuando se hace menos o más de lo que se debe, ya no se es prudente ni realista. [Hasta aquí el comentario de Carlos Ayala. En adelante palabras de Ellacuría]. “A la hora de encontrar soluciones y a la hora de estar dispuestos a ponerlas en práctica es indispensable, si se quiere ser de verdad realista, una actitud de misericordia, la cual particulariza una fuerte dosis de benignidad en favor de los más castigados por la vida de hoy y por la historia de siempre. Quien piense que este reclamo es meramente moralizante y poco político, se equivoca. Sin esta misericordia, así entendida, se podrá ser pragmatista, pero no realista. Los condicionamientos de los lugares en que uno se sitúa para encontrar respuestas a los 6 problemas teóricos y prácticos son de gran importancia tanto para favorecer como para dificultar ese encuentro. En El Salvador, un lugar que no sea el de las mayorías populares sufrientes, es un lugar irreal para el encuentro de soluciones justas y ajustadas. Pero respecto de esas mayorías ha de tenerse ante todo actitud de misericordia, de vuelta cordial a lo que realmente son en su dignidad, en sus esperanzas y también en la injusticia que padecen. De ahí que la posición realista exija también otra actitud, una actitud de repudio contra toda forma de injusticia y una actitud de entrega a todo lo referente al establecimiento de una justicia siempre mayor. La misericordia debe completarse con verdadera hambre y sed de justicia, entendida ésta aquí como rechazo de una situación intolerable y como promoción de un orden que responda, siquiera mínimamente, a las necesidades y expectativas de quienes siempre han sido privados de lo que les es debido. Esta actitud en pro de la justicia exige mucha fortaleza, mucha actividad, mucha capacidad de sacrificio, lo cual de ninguna manera está en contradicción con la actitud misericorde, pues ésta pone ante los ojos las necesidades y los sufrimientos de los más pobres, cuyo aplastamiento por los poderosos suscita fuertes sentimientos y acciones en favor de ellos y, por consecuencia, en contra de los causantes y responsables de tanto mal y tanta injusticia. Ni los pacíficos son pacifistas, ni los misericordiosos son pasivos aguantadores del mal. La misericordia subraya que el principio de la lucha contra la injusticia no es el odio frente al agresor, sino la compasión con la víctima, una víctima que ella misma se levanta en busca de su propia liberación. Para hacer la paz en El Salvador hay, sin duda, que establecer estrategias, tácticas y eventualmente, maniobras largas y complejas. No se puede esperar que la paz amanezca mañana. A la noche le quedan todavía muchas horas. Pero si se dejan a un lado los intereses parciales y se los subordina a los intereses generales, si se van abandonando poco a poco las posiciones falsas del pacifismo, del militarismo y del pragmatismo; si se consigue que cada vez más gente, no sólo de las que en la actualidad no están comprometidas directamente en el conflicto, sino también de las que son sus agentes principales, se empape más de la posición realista y se sitúe firmemente en ella; si las actitudes de prudencia, misericordia y justicia se enseñorean de más y más personas, de más y más grupos, sin duda, la paz avanzará, la paz se acercará a nosotros y nosotros a la paz”. Acuerdos de Paz ¿Cómo celebrar los acuerdos de Paz? Todos los años celebramos los Acuerdos de Paz. Pero en 2012, por ser el vigésimo aniversario, el festejo tendrá mayor dinamismo y fuerza. Por eso es importante preguntarnos cómo debemos honrar los Acuerdos. Para hacerlo bien, debemos partir de actitudes hondas, que nos impulsen a vivir solidaria y comunitariamente, que nos ayuden a profundizar y mejorar la democracia que tenemos. De lo contrario, terminaremos celebrando una fiesta que no nos afecta, anclada en un pasado que solo sirve a algunas instituciones y personas para hacer propaganda de sí mismas. Lo primero que tenemos que plantearnos es a quién celebramos. Unos dirían que celebramos el escrito de los Acuerdos en la medida en que dio fin a la guerra. Otros opinarían que celebramos a quienes los firmaron, como líderes del país que al fin salió pacíficamente de una guerra fratricida. Muy pocos dirán que celebramos a quienes trabajaron sacrificadamente por la paz, entregando a veces sus propias vidas por esa causa. Y finalmente, casi nadie afirmaría que celebramos la fuerza de las víctimas inocentes, que impulsaron a tantas personas y poner sus mejores esfuerzos dentro de El Salvador y fuera de nuestras fronteras a favor de una paz sin vencedores ni vencidos. Aunque esta lista de protagonistas de la paz tiene anclaje en la realidad, el orden de importancia es exactamente el inverso. En primer lugar hay que celebrar a las víctimas. Las madres de presos y desaparecidos nos hicieron conscientes de la guerra. Los hombres y mujeres asesinados o torturados, los niños y ancianos masacrados nos hicieron odiar la brutalidad de la guerra y de sus protagonistas, nos indignaron y fueron los primeros que crearon la conciencia de que la guerra tenía que terminar cuanto antes. Y no tenía que terminar con victorias militares, sino con una negociación seria y pacífica. El testimonio de Rufina Amaya sobre la masacre de El Mozote, conviene recordarlo siempre, fue más importante para crear la conciencia de la necesaria paz que la buena voluntad final de los firmantes. Después habría que recordar y celebrar los nombres de todos aquellos y aquellas que lucharon denodadamente contra la brutalidad de la guerra, insistiendo en la salida negociada y pacífica cuando aún los bandos en contienda perseguían la victoria militar y atacaban, censuraban o amenazaban a aquellos pocos que hablaban de diálogo y negociación. Es una vergüenza que la figura de monseñor Rivera no sea mencionada en este contexto o que se olvide a los jesuitas asesinados en la UCA. Hay más personas que siguieron la misma línea, dando lo mejor de sí en el intento. A ellos hay que agradecerles, especialmente si ya no están entre nosotros. Finalmente, podemos felicitar a los firmantes, que se dejaron al fin impactar por el dolor ajeno y rechazaron a los grupos militaristas que deseaban todavía una victoria aplastante sobre el enemigo. Aun en medio de todas las críticas que se puedan hacer a algunas de las personas o líderes firmantes, hubo en todos ellos un verdadero impulso ético y responsable para con las grandes mayorías de nuestro país. En ese sentido los podemos felicitar también, al tiempo que les recordamos, en la medida en que tienen todavía poder o influencia, que la paz debe ser un proceso permanente que solo se construye sobre la justicia y el perfeccionamiento de la democracia. Pero si queremos celebrar la paz del pasado en su totalidad, no basta lo dicho. Es necesario continuar hoy el esfuerzo ético de aquel momento e insistir en los avances que entonces no se dieron en torno al desarrollo y la justicia social. Si después de los Acuerdos el Foro Económico Social, constituido para dar continuidad al proceso de paz, fue incapaz de encontrar caminos de desarrollo justo y pacífico, hoy debemos exigir con mayor insistencia que busquemos entre todos un verdadero acuerdo de desarrollo salvadoreño. Un acuerdo en torno a un proyecto nacional de realización común que nos conduzca a una patria más profundamente democrática y a un desarrollo social que nos pueda sacar de nuestro subdesarrollo socioeconómico. Un acuerdo que contemple trabajo digno para todos, que busque bienestar desde los derechos básicos a una educación amplia y universalizada, y a una salud sin las debilidades que todavía hoy muestra nuestro sistema de salud pública. Buscar nuevos acuerdos es la única manera de celebrar la fecha pacificadora de hace veinte años. El haber hecho muy poco y muy lentamente por hacer realidad los derechos al trabajo digno; a la educación amplia, que abarque 11 años formales para todos; a un sistema de salud digno y de acceso universal es una de las causas de la actual violencia social. No es lógico que celebremos la salida de una violencia pasada mientras no hacemos lo debido para prevenir la violencia del presente. No es lógico que busquemos hoy soluciones de mano dura que no dieron resultado en el pasado, mientras el trabajo a favor de los derechos económicos y sociales queda en segundo término. ¿Celebrar los Acuerdos de Paz? Claro que sí. Pero trabajando por unos nuevos acuerdos de desarrollo y paz social. 7 www.uca.edu.sv/publica/cartas José María Tojeira 16 de enero en El Mozote El 16 de enero en El Mozote El Mozote. Juana Sánchez, familiar de víctimas de El Mozote, frente al monumento alusivo a la masacre de diciembre de 1981. Foto de LA PRENSA/Milton Flores www.uca.edu.sv/publica/cartas Palabras de bienvenida de Dorilia Márquez Sean bienvenidos todos y todas a este lugar sagrado. Por ser el lugar donde se derramó mucha sangre inocente. Saludo al señor presidente de la república Don Mauricio Funes. A la señora primera dama de la nación doctora Vanda Pignato. Al señor presidente de la Asamblea legislativa, a los señores diputados, al señor presidente de la corte suprema de justicia y señores magistrados. A los señores miembros del cuerpo diplomático. Saludos con un abrazo fraterno a todas las victimas y familiares de víctimas y a todas las personas que han venido hoy hasta El Mozote a acompañarnos en este histórico acto. Después de 20 años de que finalizó la guerra por primera vez se hace un acto de desagravio en El Mozote, reconociendo las graves violaciones a los derechos humanos que se cometieron en esta tierra sagrada contra gente inocente. El operativo denominado “Tierra Arrasada” quitó la vida a un total aproximado de 936 personas contabilizadas hasta la fecha. De esas 936 personas, 450 eran menores de 13 años, siendo 204 niñas y 246 niños. 65 eran adolescentes de entre 13 y 17 años. 346 eran adultos entre 18 y 64 años, de los cuales 192 eran mujeres y 154 hombres. 58 eran ancianos de 65 años en adelante, de los cuales 32 eran mujeres y 26 hombres y 17 eran personas de edad no identificada. Esta cruel masacre de ancianos, mujeres, mujeres embarazadas, niños y niñas se cometió del 10 al 13 de diciembre de 1981 por el Batallón Atlacatl en el antes mencionado operativo “Tierra Arrasada”. Empezó por Arambala, y siguió por Tierra Colorada y El Mozote, Rancherita, Jocote Amarillo, La Joya, Cerro Pando, Cerro Ortiz y lugares aledaños. Los asesinaron y los quemaron, 8 eran gente sencilla, gente inocente. La mitad niños y niñas. Mis padres, Cesareo Márquez, Geraldina Argueta, mi hermana embarazada, Hilda Hortensia Márquez, su esposo José María Márquez, sus dos hijos, Sonia Dinora, mi hermano Adolfo Arturo de 11 años de edad, 25 sobrinos y 20 ahijados. Los hermanos y hermanas de mi esposo, José Nino, Máximo, María Mártir, Ceferina, Margarita, junto con sus esposos y esposas y sus hijos e hijas, todos menores de edad, todo ellos asesinados, como tantos familiares de los que hoy estamos aquí reunidos, cuyos nombres acabamos de escuchar y seguiremos escuchando después de la ofrenda floral. A treinta años de este horror, sigue la impunidad. A treinta años de haber quitado la vida a estos niños y niñas, y siendo la vida de estos inocentes el futuro de nuestra comunidad, y, por qué no decirlo, del país. Me surgen preguntas por qué lo hicieron, cuál fue el daño que habían hecho, por qué debían morir, por qué todo esto sigue impune, dónde está la justicia. Ninguno debió morir. Es más, algunos aún estaban en el vientre de sus madres. O es que a estos señores no les importa la vida, o les hubiera gustado que le mataran a sus madres y a sus hijos. Yo creo que nadie quiere perder a su familia en estas circunstancias. Estos campesinos eran personas honestas, trabajaban mucho para mantener a su familia y no se metían con nadie. Y los niños estaban esperando la navidad para divertirse sencillamente, pero en vez de recibir juguetes, recibieron balas. Por eso estamos pidiendo justicia y reparación. Nosotros no guardamos rencor ni odio para esas personas. Queremos perdonar, pero para perdonar 16 de enero en El Mozote debemos saber el qué y el quién. Es un acto simbólico importante que el presidente de la república en nombre del estado, venga a pedir perdón a todas las víctimas de esta masacre. Es una acto que las víctimas hemos pedido como medida de reparación simbólica y nos alegra que se nos reconozca el dolor y se visibilice tan cruel acto. Las víctimas tenemos la esperanza de que nuestra voz se escuche y que el rostro que ustedes ven hoy en este lugar sagrado no lo olviden y puedan con nosotros trabajar por la justicia, y porque nunca más se repita el horror y la impunidad que nosotros hemos vivido. Pedimos desde aquí, que el acto de perdón no sea solo un acto simbólico sino que sea el inicio de una verdadera reparación donde se den acciones que acompañen la responsabilidad y el reconocimiento. Estas acciones deben ir de la mano de la verdad y la justicia. Vaya un mensaje de esperanza y de amor con la mirada puesta en el empeño, la verdad, la justicia y la reparación. Esperamos que el estado cumpla con las obligaciones de investigación y reparación tan necesarias para la reconstrucción de la comunidad y el país. Que esto no quede en el olvido y el silencio. Vamos a luchar por nuestros seres queridos. Y por construir un país donde la paz se construya con la justicia. El Mozote nunca más. Gracias. Palabras del Padre Rogelio Ponseele que ha acompañado al pueblo durante todos estos años Bueno, a mi juicio veo el discurso como muy bueno, Ha superado al menos mis expectativas porque el presidente pidió perdón con un sentido humano, no fue un acto formal únicamente. Y después enfatizo la verdad, la justicia y la reparación. Y dejó todo un listado de cosas que piensan hacer dentro de poco, es decir en estos días. A mí me ha gustado mucho el discurso. Creo que ha sido un alivio para todas las victimas que estaban presentes. Es un discurso que nos da ánimo para seguir adelante. Este evento va crear un ambiente favorable para retomar la verdad, la justicia y reparación. Y cabal así ha sucedido. El presidente dijo algo importante, puso a todas las instancias que tienen que ver con la justicia ante a su responsabilidad. Es cierto lo que él dice. Él no administra la justicia, él es el ejecutivo, puede ser una pequeña zafada también. Pero si me gustó que puso a todas las instancias frente a su responsabilidad. Jamás pensé que ese punto de los militares lo iba a tocar, porque aquí se toca la fuerza armada. ¿Ha tenido una plática previa con militares, o es una iniciativa de él y va a tener que negociar esto con los militares? Me Pintada que apareció en el caserío El Mozote después de perpetrada la masacre del 11 de diciembre de 1981 pareció un anuncio bastante atrevido y muy bueno. Es lo que se debe hacer. Así debe ser, sería algo muy apreciado por todas las víctimas de El Mozote. Palabras de David, habitante de El Mozote Lo del discurso del presidente es cosa bastante complicada. Lo que más nos parece a nosotros es la justicia porque es lo que más tocó. Para algunos de los que implementaron el plan, hay muchos que los lastiman que esto se hable, pero es la verdad aunque lo nieguen. Pero esas cosas nunca se pueden borrar. Y la gente que lo vivimos en carne propia, estas cosas no se olvidan. Como dijo el presidente, los jueces que estuvieron en aquel tiempo, que en vez de exhibir el juicio trataron mejor de irlo solapando que esto no saliera a nivel mundial Lo que hace falta es justicia, aunque se habla bastante, pero es lo que más poco hay. Porque lo que se manejaba en gobiernos anteriores solo de trataba de tapar, de que esto no se supiera, de negar. Pero hay cosas que no se pueden negar a nivel nacional e internacional. Porque como se dice, el sol no se tapa con un dedo. Son cosas grandes. Soy del cantón, pero cuando sucedió eso tenia 11 años. Nos libramos por una obra del Señor. Aunque vimos las cortinas de humo negro cuando se estaba quemando la gente, porque en este lugar no nos retiramos tan largo cuando fue la matanza. Nos escondimos en el monte, pero parte de mi familia quedó aquí. Si nosotros no hubiéramos tratado de ocultarnos, a saber cómo nos hubiera ido. Porque el único pecado era ser del lugar aunque no perteneciera a nada. Porque ese operativo era a tierra arrasada, que todo lo que se movía debía morirse. Pero la verdad de las cosas no se puede ocultar nada. Ante los ojos del pueblo no se va a ocultar nada. 9 9 16 de enero en El Mozote AP Foto/Luis Romero Discurso del Presidente Mauricio Funes Extractos editados U na residente de El Mozote y familiar de víctimas solloza mientras escucha al presidente Mauricio Funes. Agradezco a Dios que me ha dado la oportunidad de estar aquí para realizar uno de los actos más importantes de mi gestión gubernamental y de mi labor como presidente de la República. El acto de dar a conocer al país y al mundo entero uno de los hechos que por su magnitud y su barbarie constituye uno de los episodios, sino el episodio más trágico, oscuro y tenebroso cometido contra civiles, especialmente niños y niñas y mujeres durante el conflicto armado. Estoy convencido de que la mejor manera de celebrar el 20 Aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz es avanzando en el reconocimiento de la verdad y hacer valer la justicia. Por eso iniciamos una búsqueda consensuada de medidas morales y materiales que alivien el dolor y mejoren las condiciones de vida de las víctimas y sus familiares. Justicia que busque y promueva la verdad. Justicia que otorgue resarcimiento; justicia que acabe con la impunidad; justicia que genere igualdad de oportunidades y contribuya a erradicar la pobreza; que reconozca derechos por igual al de abajo y al de arriba, al hombre y a la mujer, al que lo tiene todo y al que no tiene nada o casi nada. En suma: justicia en igual medida para todos y todas. En el país, amigos y amigas, no ha habido justicia porque quienes debieron plasmarla no lo hicieron por diversas razones. Ni los gobernantes, en lo que les correspondía, ni los jueces, que tenían la suprema responsabilidad de no dejar impune el crimen, cumplieron con su deber. Aquí, como acabamos de escuchar, en tres días y tres noches, se perpetró la más grande masacre contra civiles de la historia contemporánea latinoamericana. Aquí se exterminó a casi un millar de salvadoreñas y salvadoreños, la mitad de ellos niños menores de 18 años. Aquí se cometió el peor de los pecados, del que hasta hoy –como Estado, pero también como sociedadno nos habíamos arrepentido. Por esa masacre, por las aberrantes violaciones de los derechos humanos y por los abusos perpetrados, en nombre del Estado salvadoreño pido perdón, como Presidente de la República y Comandante General de la Fuerza Armada, pido perdón a las familias de las víctimas y a las comunidades vecinas. Pido perdón a las madres, padres, hijos, hijas, hermanos, hermanas que no saben hasta el día de hoy el paradero de sus seres queridos. Pido perdón al pueblo salvadoreño que fue víctima de este tipo de violencia atroz e inaceptable. Este pedido de perdón, que no pretende borrar el dolor, Aquí, en El Mozote y comunidades vecinas, hace poco es un acto de reconocimiento y de dignificación de las más de 30 años, se consumó una desmesura criminal víctimas de esta tragedia. que se pretendió negar y ocultar sistemáticamente. 10 16 de enero en El Mozote Este pedido de perdón, es expresión de nuestro compromiso para resarcir moral y materialmente, en la medida en que las arcas del Estado lo permitan, a los familiares de las víctimas. Este pedido de perdón, es también, un acto de responsabilidad ante el pueblo salvadoreño y ante la historia porque en la medida en que se reconoce la verdad y se actúa con justicia, se construyen las bases de la paz y la convivencia. A esta descripción de los hechos y al pedido de perdón, quiero agregar que ha habido responsabilidades específicas que deben citarse, de acuerdo con lo expresado por el informe de la Comisión de la verdad. De él surgen responsabilidades: el Teniente Coronel Domingo Monterrosa, comandante de aquel Batallón; su segundo al mando, el Mayor José Armando Azmitia Melara; Jefe operativo, el entonces Mayor Natividad de Jesús Cáceres Cabrera, y otros, mencionados por la Comisión de la Verdad. En virtud de ello, he resuelto a partir de este día, instruir como Comandante General de la Fuerza Armada a la institución la revisión de su interpretación de la historia a la luz de este reconocimiento histórico que hoy en nombre del Estado salvadoreño y como Comandante General formuló. Similar llamado, en mi condición de Jefe de Estado y Presidente de la República, al liderazgo político del país, a todos los partidos políticos para que no exalten nombres de personajes que pudieron haber estado vinculados a violaciones de los derechos humanos ni acciones que hubieren provocado muerte y sufrimiento y que, lejos de contribuir a la creación de una cultura de paz, fomentan la polarización y la división de la sociedad salvadoreña. Me corresponde como Jefe de Estado, iniciar un proceso de reparación moral y material y de creación de condiciones, para que este tipo de hechos abominables no se repitan más en el país, pero no es mi responsabilidad, ni mi atribución administrar justicia. Por ello, ante el pueblo, ante los habitantes de esta zona masacrada hace 30 años, pido a todos los miembros del Órgano Judicial y del Ministerio Público que revisen conductas del pasado que impidieron el reconocimiento de la verdad y hacer justicia. Hay sectores que demandan la derogatoria de la Ley de Amnistía y es una pretensión válida, sin embargo, como Presidente de la República respetuoso de la independencia de los poderes del Estado, me corresponde reconocer que la sentencia de inconstitucionalidad 27-98, de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, deja sin efecto jurídico la mencionada ley, cuando ella constituya un factor de impunidad a las graves violaciones a los derechos humanos. Por ello, como Jefe de Estado, pido también a las organizaciones civiles y a las autoridades nacionales involucrados en el tema de justicia, particularmente a la Fiscalía General de la República y a los jueces y magistrados del Órgano Judicial, que contribuyan con su acción a favorecer el combate de la impunidad en el país. Y pido a los miembros actuales y futuros de la Asamblea Legislativa que legislen con sabiduría, que revisen lo que haya que revisar, para impedir la impunidad. Y que legisle lo que deba legislarse para garantizar la justicia y para facilitar el proceso de reconciliación y paz en nuestro país. El presidente Mauricio Funes visita junto a su esposa Vanda Pignato y otros funcionarios, el lugar donde están ubicados los nombres de las víctimas de la masacre de El Mozote. Tomado de noticias.net, 31 de enero 2012. 11 16 de enero en El Mozote El Mozote: verdad, justicia y reparación Carlos Ayala Ramírez Foto tomada de The Crispal Blog L os huesos y dientes de la familia Márquez aparecieron el 12 de noviembre de 2010, luego de que un albañil cavara una zanja en donde se levantaron las bases de una casa de concreto. Entre el 11 y el 13 de diciembre de 1981, el batallón Atlacatl, el primer batallón de reacción inmediata del Ejército, equipado y entrenado por Estados Unidos, masacró a más de mil personas en seis cantones, localizados en las municipalidades de Meanguera y Joateca, en el departamento de Morazán. Según el Informe de la Comisión de la Verdad, los oficiales al mando del batallón Atlacatl en el momento de la operación fueron el teniente coronel Domingo Monterrosa, el mayor Natividad de Jesús Cáceres, el mayor José Armando Azmitia; los comandantes de campaña Juan Ernesto Méndez, Roberto Alfonso Mendoza y José Antonio Rodríguez; y los capitanes Walter Salazar y José Jiménez. Por esta masacre y por las aberrantes violaciones de derechos humanos cometidas por instancias del Estado en tiempos de la guerra, el presidente Mauricio Funes pidió perdón a las familias de las víctimas. El hecho en sí mismo tiene una importancia histórica y humana porque se comunica verdad sobre los hechos y se dignifica a las víctimas. Además, se hace en el contexto del veinte aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, cuyo espíritu inicial fue refundar la sociedad salvadoreña sobre la verdad, la justicia y la democracia. En definitiva, la acción del Presidente fue por lo menos un acto de desagravio y de reivindicación moral para las víctimas frente a sus verdugos del pasado. En lo que respecta a la verdad de los hechos —cuyos datos están bien fundamentados y son conocidos desde hace años—, la petición de perdón pronunciada por el Presidente incluyó el reconocimiento de que tropas del batallón Atlacatl asesinaron a cerca de un millar de personas no combatientes, la mayoría niñas y niños; la 12 aceptación de que dicha masacre fue un crimen de lesa humanidad que se pretendió negar y ocultar de forma sistemática; la referencia explícita de los responsables, entre ellos el teniente coronel Domingo Monterrosa; la convicción de que no se puede seguir enarbolando y presentando como héroes de la institución militar y del país a personas que estuvieron vinculadas a graves violaciones a los derechos humanos; y la necesidad de que, como Estado y sociedad, se expresara públicamente arrepentimiento por semejante barbarie. Por otra parte, en lo que toca a la dignificación de las víctimas y sus familiares, el Presidente hizo al menos 9 compromisos. Entre ellos, iniciar un censo que permita conocer el número exacto de víctimas, así como las necesidades más apremiantes y los principales problemas que enfrentan las comunidades de la zona; declarar como bien cultural el sitio donde ocurrió la masacre; responder de manera inmediata a los principales padecimientos físicos y psicológicos que sufren muchas víctimas; implementar una serie de medidas de apoyo a los sectores productivos del lugar; y desarrollar en el norte de Morazán el segundo emprendimiento de Territorios de Progreso. El gesto del Presidente, por tanto, parece ser más que un acto simbólico; tiene características de ser un verdadero programa que repare, restituya, rehabilite y compense a las víctimas y sus familiares. No obstante, padece de vacíos o ausencias. Citamos al menos tres. En primer lugar, el Presidente no hizo ninguna alusión a las reiteradas recomendaciones y solicitudes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, orientadas a que el Estado realice acciones para derogar la ley de amnistía El Mozote Foto tomada de Optical Realities Rufina Amaya, sobreviviente. vigente desde marzo de 1993, que sigue siendo fuente de impunidad y negación de justicia para las víctimas. En segundo lugar, la ausencia de compromiso para promover la integración de la legislación interna a importantes tratados internacionales de derechos humanos que pueden garantizar la no repetición de hechos considerados de lesa humanidad. Finalmente, —y quizás más difícil de realizar— no pocos esperaban que el Presidente se comprometiera a abrir los archivos de la Fuerza Armada para que puedan ser examinados por los representantes de las víctimas, que también reclaman verdad y justicia por violaciones de derechos humanos por parte de organismos del Estado. En suma, buscar verdad y justicia, y resarcir en la medida de lo posible los daños cometidos son condiciones necesarias que saldar las deudas con el pasado y construir la paz en el país. Cierto es que las violaciones flagrantes de los derechos humanos que estremecieron a la sociedad salvadoreña y a la comunidad internacional no fueron realizadas solamente por miembros de la Fuerza Armada, sino también por los insurgentes. Pero no menos cierto es que en cantidad y en gravedad la mayor responsabilidad recae sobre los militares de esa época. Algunos preferirían que no se hablara de estos temas, menos en el contexto de la conmemoración de los Acuerdos de Paz. Siguen creyendo que el olvido y la ley de amnistía son factores necesarios para superar las heridas del pasado. Los que así piensan no son realistas ni éticos, porque ni el pretendido olvido ni la ley de amnistía han logrado cerrar las heridas causadas por tanto sufrimiento. Además, está suficientemente demostrado que sin verdad, justicia, reparación y perdón estaremos muy lejos de una verdadera reconciliación nacional, uno de los principales objetivos que se trazaron en los Acuerdos de Paz; meta que a veinte años de la firma sigue siendo asignatura reprobada. La acción de desagravio hecha por el presidente Funes en El Mozote ha dado paso nuevamente al grito profundo de “nunca más” a los crímenes contra la humanidad y al encubrimiento y la impunidad. Coronel José Domingo Monterrosa Barrios, a la derecha, junto al teniente coronel Sigifredo Ochoa Pérez. Santa Clara, San Vicente, 1983. Foto pública tomada del muro de ASVEM en Facebook Crónicas de Guerra... Historias Prohibidas “...Los asesinatos se llevaron a cabo de un manera previamente meditada, todo estaba planeado con mucha anticipación. Primero, los hombres fueron torturados con la intencion de obtener información que estos no tenian y después eran asesinados. La mayoría de mujeres primero eran violadas y luego asesinadas. Cientos de niños fueron los últimos en sufrir la rabia del Coronel Monterrosa quien estaba a cargo del batallón Atlacatl, su batallón. Un niño que pudo escapar comentó más tarde haber visto a su hermano de dos años colgando de un árbol. Rufina Amaya Marquez, única sobreviviente de la matanza de EL MOZOTE, y quien falleció el 17 de marzo del 2007, en sus declaraciones dijo haber escuchado a soldados quienes se resistían a asesinar a los niños, pero que sus superiores les amenazaban con matarlos a ellos mismos si no obedecían las órdenes. Rufina Amaya, perdió a sus cuatro hijos y su esposo en la masacre. En sus relatos dijo que por cosas del destino pudo esconderse entre la maleza y desde allí pudo escuchar cuando sus propios hijos lloraban y pedían ayuda antes de ser asesinados por los soldados. Muchas de las mujeres con sus niños en brazos fueron encerrados en la iglesia local, desde afuera los soldados del batallon Atlacatl dispararon tantas veces que después los cuerpos eran casi irreconocibles. Finalmente, todas las casas de EL MOZOTE fueron quemadas y con ellas también fueron quemados los cadáveres y personas que aún estaban con vida, personas que habían sobrevivido a las balas, el fuego fue su fin”. http://diego-delcid.blogspot.com, “Vida, pasión y muerte de Monterrosa”, 31/01/2012 13 Acuerdos de Paz En qué hemos fallado José María Tojeira Llevamos 20 años celebrando los Acuerdos de Paz. Vencimos la guerra a través del diálogo y la buena voluntad de la gran mayoría de nuestra gente. Pero somos con frecuencia tan obstinados en nuestras propias limitaciones y errores que, efectivamente, salir de la guerra debemos verlo como un gran triunfo de lo humano y de nuestro propio sentido de humanidad. Sin embargo, la violencia sigue teniendo un peso cultural excesivo. Los muertos se multiplican, y en ninguno de los años de la postguerra hemos conseguido bajar el número de homicidios de una cifra que supera tres veces, y en ocasiones hasta seis, la calificación de epidemia que hace la Organización Panamericana de la Salud calculando el número de muertes al año por cada cien mil personas. Releyendo los Acuerdos de Paz vemos algunas dimensiones en las que sus semillas pacíficas no alcanzaron a dar fruto. Se hablaba en los Acuerdos de impulsar un desarrollo económico y social por la vía de la concertación. Pero los esfuerzos fueron escasos, cuando no nulos. El único esfuerzo serio al respecto lo hizo el presidente Calderón Sol con sus amplias discusiones sobre lo que debía ser un Plan de Nación. Pero su sucesor en la Presidencia prefirió dolarizar la economía y olvidarse del esfuerzo y trabajo colectivo previo. De un esfuerzo de concertación para el desarrollo del país se pasó a una política económica duramente neoliberal, que no hizo sino agravar la situación de estancamiento del país. Si los Acuerdos de Paz hablaban de superación de la impunidad, lo primero que se hizo al conocerse la barbarie que reflejaba el informe de la Comisión de la Verdad fue dictar una ley de amnistía, creyendo que con el “perdón y olvido” se sanaban automáticamente las heridas. Si bien los pasos después de un conflicto civil deben ser verdad, compensación a las víctimas, justicia y establecimiento de mecanismos de reconciliación, en El Salvador se nos impuso desde el poder, e incluso desde la amenaza, una reconciliación por ley que eliminaba los pasos adecuados para llegar a purificar la memoria de todos los elementos de odio, mentira y brutalidad de la guerra. Solo desde el proceso descrito se pueden dar pasos eficaces hacia una auténtica reconciliación, basada en la capacidad humana, y en nuestro caso también cristiana, de perdón. El fortalecimiento de la democracia, como sistema de convivencia social y de instituciones adecuadas, fue otro de los grandes elementos e impulsos que dieron a nuestro país los Acuerdos de Paz. Aunque no hay duda 14 de que en este punto es donde hubo mejores logros y continuidad, hubo sus más y sus menos en el proceso. La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos se vio en algunos momentos enfangada en el lodo de la corrupción. La PNC se manejó en ocasiones demasiado discrecional y políticamente, sin dotársele de los recursos adecuados y favoreciendo la corrupción interna. El sistema judicial fue maltratado y distorsionado por los intereses políticos, creando Cortes Supremas donde abundó el prevaricato, la despreocupación por la ley e incluso algunas formas de corrupción. Todos debemos en estos días, examinar las dinámicas que nos llevaron a interrumpir o a poner limitaciones severas a ese gran primer momento de logros unánimes en la construcción de la paz. La paz se construye sobre la justicia, sobre el diálogo, sobre el desarrollo sin desigualdades estridentes. La injusticia y la violencia, al contrario, se construyen desde el egoísmo personal y la irresponsabilidad social, desde la falta de inversión en la gente, desde la negativa a escuchar el clamor de los pobres, desde la desigualdad hiriente entre quien puede derrochar en múltiples lujos mientras la mayoría de la población pasa apuros serios, cuando no graves, en su economía. Al igual que tras la lucha a favor de la paz hay nombres ilustres, también la injusticia y la violencia tienen nombre y apellido, a veces ocultos en denominaciones genéricas, como narcotraficantes, machistas violentos, empresarios sin conciencia social, profesionales que ponen el afán desmedido de lucro por encima de la solidaridad, jóvenes capturados por la cultura de la satisfacción inmediata de los deseos. Examinar los fallos, ser autocríticos, comprometerse con un cambio que nos lleve a recuperar aquel profundo impulso ético que estaba detrás de los Acuerdos de Paz, es hoy más necesario que nunca. El Presidente de la República ha dado un buen ejemplo yendo al Mozote, reconociendo la verdad y comprometiéndose con una serie de medidas que cambian la dinámica de olvido y negativa de lo que en aquellas tierras y a nuestras gentes les sucedió. A todos nos quedan cosas por hacer en este tema de conseguir para nuestro país una paz con justicia. En la medida en que con honradez reconozcamos nuestros fallos, personales e institucionales, y recuperemos lo mejor de nuestro pueblo, que es su ansia de paz, justicia y desarrollo, el futuro será mejor para todos. Si nos quedamos en la celebración sin dar paso a la acción, las cosas seguirán como siempre. Es decir, mal. La PNC y Los Militares El juego del quita y pon Editorial Radio YSUCA La creciente presencia de militares en la Policía Nacional Civil, aunque se mantenga la teoría de que por estar en reserva son civiles, chirría y no concuerda adecuadamente con el texto constitucional. Darle de baja a un militar para ponerlo inmediatamente al frente de la Policía no casa muy bien con la calificación “independiente de la Fuerza Armada” que atribuye la Constitución a nuestro cuerpo policial. Y contrasta todavía más con dicho texto que, a la hora de argumentar sobre los méritos del general Salinas para dirigir la PNC, solo se alabe su actuación frente a la delincuencia mientras era oficial en la Fuerza Armada. Que la Constitución afirme que el Presidente podrá disponer “excepcionalmente de la Fuerza Armada para el mantenimiento de la paz interna, la tranquilidad y la seguridad pública” (artículo 212) tampoco parece demasiado coherente con nuestra realidad actual. La excepción se está convirtiendo en regla. Y los nombramientos para actividades reservadas a los civiles de generales retirados que ostentaban cargos importantes en la Fuerza Armada aumentan la percepción ciudadana de que el tema seguridad se está dejando cada vez más en manos de los militares. Por otra parte, la dimisión de la directora de la Inspectoría de la PNC, Zaira Navas, y la negativa sistemática a que esa instancia pase a depender del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública tampoco son buena noticia. Navas se distinguió por investigar a fondo casos de corrupción o de abuso policíaco, a pesar de los pocos recursos y de la poca colaboración de los jefes de la PNC, incluidos algunos que se consideran cercanos al FMLN. Su salida puede verse como un paso más hacia la legitimación del uso y abuso de la fuerza como estrategia policial. Si esto se une a la mayor presencia de militares, es lógico que aumente la preocupación de una ciudadanía que insiste generalmente más en la prevención que en la fuerza bruta a la hora de dar pasos serios para contener el delito. El uso de la baja y el alta de los militares, de un modo un tanto caprichoso, aumenta la preocupación. La Fuerza Armada no puede convertirse en una institución de quita y pon. Cuando me conviene doy la baja, cuando me conviene doy el alta, aunque a veces dé la impresión de una dulce y suave venganza como en el caso del coronel Ochoa Pérez. Convertir al Ejército en un instrumento básico y discrecional para solucionar los problemas del país, sea el de la violencia, o sea el de la protesta pública de un coronel retirado, no es lo más coherente con el esfuerzo por mantener tranquilos en sus cuarteles a los miembros de la institución castrense. Si los militares retirados fallan, la lógica de utilización creciente de la fuerza que se ha seguido puede recomendar que se acuda a los militares en activo. Y así hasta llegar a quién sabe dónde. Es evidente que hay que invertir más en seguridad. Es cierto también que hay que invertir más y mejor en la PNC. Es obvio que hay que examinar el porqué la Policía se ha visto en tantos aspectos superada por el delito. Pero no es para nada claro ni evidente que los militares estén preparados para enfrentar el reto de la seguridad. Agotar primero el análisis de la situación de la PNC y reforzar los puntos y aspectos en los que se encuentren debilidades es un primer paso, antes de jugar a poner militares, rayando temas constitucionales. El actual Ministro de Justicia y Seguridad Pública ya ha comenzado a lavarse las manos señalando dificultades en la Fiscalía General de la República y en el sistema judicial. ¿Habrá que poner militares retirados también en la Fiscalía? Hacer un análisis integral del problema de la seguridad no es difícil, pues hay ya mucho trabajo hecho. Lo que ha faltado hasta ahora es voluntad política, o bien por falta de recursos económicos o bien por miopía. Irse a la solución más barata, el uso de la fuerza, es entrar en el riesgo de una espiral de violencia y en un aumento del autoritarismo en el campo político. 15 Homenaje “Dios mío, ¿dónde estás? No me oyes para remedio de tus pobres” José Ignacio González Faus, enero 2012. Homenaje a Gustavo Gutiérrez Gustavo Gutiérrez durante su participación en el Congreso de Teología, en la UCA, marzo 2010. Sin muchos preámbulos quisiera, en este homenaje, señalar cuatro rasgos que pueden resumir la aportación teológica de Gustavo Gutiérrez. 1.- No hay salvación sin trabajo por la liberación. El primer rasgo es haber planteado desde el principio el problema de las relaciones entre liberación histórica y salvación ultrahistórica. Un cristianismo desfigurado había reducido la fe a una esperanza en el más allá, donde el más-acá de nuestra historia sólo servía para merecer o comprar el billete de ese más allá. Semejante cristianismo chocaba con la pregunta central de Gustavo: “¿cómo hablar de un Dios Padre a aquél que ni siquiera es hombre?”, volviendo casi imposible la evangelización de los pobres que es distintivo de la misión de Jesús (Mt 11,5; Lc 4,18). Y además, desfiguraba y desvalorizaba la Resurrección de Jesús cuya enseñanza es que la salvación escatológica ha de ir gestándose y anticipándose ya en esta historia. De este tema que Gustavo planteó ya en su primera Teología de la liberación, brotó después el lema tan extendido en una América Latina asolada por la injusticia: “sin in-surrección no hay re-surrección”. 16 2.- De “la fuerza histórica de los pobres” a “Los pobres de Jesucristo” La primera expresión es título de otra de las obras primerizas de Gustavo. La constatación de una fuerza histórica de los pobres podía ser un dato de la situación de aquellas horas. Pero es evidente que esa fuerza histórica se desvaneció poco después por la reacción del imperio del dios Dinero. Gustavo pasó entonces a hablar de “los pobres de Jesucristo” en el título de su espléndida obra (quizás la mejor) sobre Bartolomé de Las Casas. La fuerza teológica de los pobres compensó su pérdida de fuerza histórica. Con ello se dio relieve a otra de las tesis más decisivas de la teología de la liberación: que el problema de los pobres y la eliminación de la pobreza no es meramente un problema ético: es primariamente una cuestión cristológica y por tanto también un asunto teologal en el que nos jugamos la verdad de Dios o la idolatría. Por eso, cuando más tarde aprovechando la caída del Este, se lanzó la pregunta capciosa de qué queda de la teología de la liberación, el obispo Casaldáliga pudo responder sencillamente: quedan los pobres y queda el Dios de los pobres. O sea: queda todo. Homenaje En este punto quizá se estudie algún día la influencia de Guamán Poma en algunas formulaciones de Gustavo. Sospecho que el estudio valdría la pena. Yo me limito a sugerir una comparación entre dos canciones “de iglesia”: a) el himno final de la misa salvadoreña canta: “cuando el pobre crea en el pobre… construiremos la fraternidad” y podremos cantar libertad etc. b) En cambio, otra conocida canción de la época (“Pequeñas aclaraciones”), parte de un presupuesto similar (cuando el pobre nada tiene y aún reparte, cuando un hombre pasa sed y agua nos da…), pero no deduce de ahí ningún pronóstico histórico sino un juicio teológico: no se dice que entonces construiremos nada sino que “va Dios mismo en nuestro mismo caminar”. Con ello, otra vez, la teología y la praxis de la liberación se convierten en experiencia espiritual. Esa es la fuerza teológica de los pobres. Y ya que hemos citado a Las Casas, completemos diciendo que el gran dominico no sólo es ejemplo por su defensa profética de los derechos de los oprimidos (y más si son oprimidos en nombre de Dios), sino también por su concepción de la evangelización (ésta sí que verdaderamente “nueva”): porque “Cristo concedió a los apóstoles solamente la licencia y autoridad de predicar el evangelio a los que quieran oírlo; pero no la de forzar o inferir alguna molestia o desagrado a los que no quisieran escucharlo”. Y, a su vez, “la Iglesia no tiene más poder en la tierra que el que tuvo Cristo”, 3.- “Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente” Esa fuerza teológica de los pobres se despliega en el título de la obra quizás más conocida de Gustavo. Se trata de un breve comentario al libro de Job, que evoca el espléndido verso de César Vallejo (“Dios mío estoy llorando el ser que vivo”), gran poeta peruano muy citado en esta obra. Gustavo pone de relieve cómo toda teología que pretenda hablar y especular sobre Dios al margen del dolor de este mundo (sobre todo del dolor injusto) se convierte en un lenguaje comparable al de los amigos de Job, “consoladores inoportunos” e intachables “ortodoxos” de un dios falso, al que creen poder defender a costa del sufrimiento de su amigo. Pero con ello no hacen más que ofender a Dios, hablar falsamente de Él y convertir su presunta ortodoxia en una blasfemia, hasta verse desautorizados por el mismo Dios al final del libro. En cambio Job, protestando contra la injusticia que se comete contra él, es un testigo más veraz de Dios que todos los que “se acostumbran” a esa injusticia. Esa injusticia le ayudará a salir de sí y de su dolor ante el drama del sufrimiento injusto del mundo, a comprender que no hay nada que justifique el dolor injusto de un ser humano. Con delicadeza y buenas palabras, creo que pocas veces se ha dado un aviso tan serio a toda esa teología meramente académica que se está queriendo revitalizar entre nosotros a raíz de la involución eclesial y que, so capa de ortodoxia, está elaborando una idolatría o una reflexión sobre un dios falso. Y deja planteado a la Iglesia el más decisivo de todos sus problemas: el de la identidad de Dios, deformada tantas veces por los creyentes y causa (según Vaticano II) de buena parte del ateísmo moderno. Conocer a Jesús es seguir a Jesús han dicho con frecuencia los teólogos latinoamericanos. Y hablar de Dios implica un “practicar a Dios” según expresión de Gustavo. Job es llevado a una experiencia de gratuidad que le deja desconcertado ante su propio dolor, pero le mueve proféticamente a trabajar contra todo el dolor del mundo. Teología y santidad (como la justicia y la paz) se besan para Gustavo. 4.- Fidelidad eclesial. Por desgracia, como no podía ser menos, Gustavo se vio denostado y perseguido por una curia romana cada vez más ciega y que pretende articular en todo el episcopado mundial una confirmación de su ceguera. No ha sido el único en nuestro hoy ni en nuestro ayer: ciñéndonos al ámbito hispanohablante ¿habrá que evocar que santos y doctores de la Iglesia, como Juan de Ávila, Teresa de Jesús, Luis de Granada o el arzobispo Carranza, vieron puestas en el Índice de libros prohibidos algunas de sus obras y soportaron dificultades con la inquisición?. Pero lo que aquí merece ser destacado es la fidelidad y ejemplaridad de la reacción de Gustavo, en medio de dolores absurdos que sólo él conoce. He evocado otras veces cómo en Madrid, en un congreso de teología, ante preguntas capciosas que pretendían plantearle una opción entre la Iglesia y los pobres, Gustavo se negó a aceptar el dilema y confesó que él amaba a esta iglesia pecadora “con un amor de antes de la guerra”. Buen punto de referencia para muchos que hoy han compartido su mismo destino crucificado. Y buena lección histórica sobre la fecundidad del seguimiento crucificado de Jesús de Nazaret, que confirma lo que ocurrió con Lagrange, Rahner, Congar, De Lubac… y otros mártires de la teología del preconcilio Vaticano II, reivindicados luego en el concilio. Las peripecias y los vericuetos de esa fidelidad (que necesitó también la astucia de las serpientes sin perder la sencillez de las palomas) no son para ser evocados aquí y son suficientemente conocidos. Sólo una palabra de gratitud para los hijos de Santo Domingo que salvaron para la Iglesia esta pequeña joya y permitieron a Gustavo convertirse en hermano de su querido Bartolomé de Las Casas. 17 Campaña Electoral ¿Y nuevamente elecciones?...¡Pobre El Salvador! www.uca.edu.sv/publica/cartas Mauricio Iraheta Miro la propaganda electoral en la TV y la escucho en la radio. Y me pregunto: ¿en qué galaxia habito? Quedo preguntándome si el desfile enfermizo de candidatos difiere mucho de la presentación de los gladiadores preparados para disputar el derecho a la vida en el Coliseo de Roma. Hay tantas burradas, tantas promesas inconsistentes, tantas ofensas a la lengua patria, que llego a preferir un paseo por el zoológico, donde se puede apreciar, de jaula en jaula, la variedad de animales sin la incomodidad de escuchar tanta tontería. Claro que incontables aparatos de TV y de radio desconectados en el horario electoral significan un mensaje obvio: ¡reforma política ya! Como no sucederá inmediatamente, todo indica que, de nuevo, a partir del 2012 veremos nuestra representación política -en las Asambleas Legislativas y Alcaldías- integrada por figuras respetables, competentes, éticas, hombro a hombro con el bestiario: políticos elegidos no por lo que representan como promotores del bien común sino por su fama en los medios, en la farándula y en el jolgorio general. ¡Pobre El Salvador! ¿De quién es la culpa? ¿Del elector? No estoy de acuerdo. La culpa es de los partidos que aceptan filiaciones irresponsables, funcionan como lemas de alquiler, abren sus puertas a los recaudadores de votos, meros candidatos para robustecer la bancada partidaria en el Poder Legislativo. No importa si el elegido no habla más que con los suyos. Lo que importa es recoger votos en cantidad. Eso revela algo muy grave: los partidos representan cada vez menos a una parte o segmento de la sociedad. Se representan a sí mismos. Se han convertido en clubes políticos destinados a beneficiar a sus socios. Viven separados de la base social, se precian de no tener ideología, sólo intereses, y en todo lo que hacen buscan, en primer lugar, reforzar su propio poder y apellido. Y funcionan sobre la base de acción entre amigos, pues quien resulta elegido trata de nombrar a quien no fue elegido para un cargo público bien remunerado. El Salvador necesita urgentemente una reforma de su sistema político. No basta con cambiar las reglas del juego. Se hace necesario modificar la actual cultura política, fundada sobre el compadreo y el nepotismo (¿cómo puede un ministro incorporar familiares a la máquina de gobierno?), sobre el tráfico de influencias, sobre el uso de los recursos del Estado para beneficio propio. 18 ¿Quién se hace representar en nuestro poder legislativo? La élite, el agronegocio, los lobbies de armas, drogas y de bebidas alcohólicas, de la devastación de nuestros recursos naturales y de la apertura irresponsable del país al capital extranjero. Ésta es la minoría de la población, poderosa, pero minoría. ¿Quién representa a los pobres y sin techo? ¿Quién representa a los que padecen la falta de salud y de educación? ¿Quién representa a los pueblos indígenas, a las personas con necesidades especiales, a los jóvenes, a los ancianos? ¿Quién representa a los movimientos populares? Introducir una nueva cultura política es crear mecanismos de control civil del poder público, de modo que se pueda frenar la corrupción, castigar a los que actúan a contrapelo de las leyes y combatir todo eso que, en la estructura socioeconómica salvadoreña, favorece y fortalece diferentes formas de desigualdad. La revocabilidad de los mandatos, sobre todo en los casos de corrupción comprobada, debiera figurar como principio pétreo en nuestro sistema político. ¿Por qué permitir que una misma persona pueda presentarse indefinidamente como candidato (diputados y alcaldes) perpetuándose en la política? Nadie debiera tener derecho a más de dos mandatos sucesivos en la misma función. Para avanzar rumbo a una democracia participativa El Salvador necesita reformular su sistema de comunicación, de manera que se posibilite el acceso de los sectores populares a la libre expresión; promover plebiscitos y consultas populares; adoptar el financiamiento público de campañas electorales; crear mecanismos de control social de las políticas económicas y del presupuesto. ¿Cómo hablaremos de democracia si en plena campaña apenas algunos tienen derecho a participar en los debates de la TV? ¿Y los demás? Fueron legal y legítimamente presentados por sus partidos. No importa que sean partidos enanos. El elector tiene derecho a conocer las propuestas de todos los que son oficialmente candidatos a funciones ejecutivas. Es hora de no sólo oír lo que tienen que proponer los candidatos sino de que los movimientos sociales y sus congéneres les presenten a ellos sus propuestas y sugerencias. La autoridad es el pueblo, del que los políticos son meros servidores. Poesía Salmo de Juan Bruno Monge, Arcatao Han partido almas y corazones las bayonetas. Se ha bordado con sangre la historia del planeta. El mundo: es un campo de batalla. No dejan de masacrar las metrallas. Rosas de sangre señalan millones de tumbas. Los cielos cierran sus ojos para poder llorar amargamente. Y algún angelito rezagado Aleteando muy asustado, Va dejando rostros de tristeza, Mientras vuela apresuradamente A posarse sobre el epitafio del hijo que está ahí yaciente. La anticristiana y cruel violencia, Cegó esa feliz existencia. ¿Por qué? ¿Por qué espíritu del maligno se han apoderado? de las mentes, de los corazones, de las vidas, de los pueblos y de los destinos? ¿Por qué el derecho omnipotente de los unos sobre los otros? ¿Por qué se ha sembrado tanto luto en campos montañas y ciudades? ¿Por qué hay hoy violencia por doquier? ¿Hasta cuándo te esconderás de mi? ¿Hasta cuándo Dios nos olvidarás? Los delincuentes andan hoy sueltos. La sangre mártir clama justicia. ¡Oh Señor! ¡Oh Dios omnipotente! Dios, salvador y creador nuestro: que se encienda la llama de las más grande revolución que el mundo ha conocido, que nunca vio jamás: La que produzca el hombre nuevo. Porque este hombre y esta mujer actual quedaron sin valores humanos, morales, éticos y cristianos. Tu Señor, que nos has sostenido en nuestra angustia y tribulación y nos salvaste en la persecución: de todos nosotros ten compasión. Y en esta hora de obscuridad, de violencia, de martirio y de maldad, profecía, de pascua, danos paz. Paz para toda la humanidad. Que las montañas y las colinas traigan la paz, la justicia de Dios, al pueblo, que venga ya tu Reino. Este texto es un salmo personal realizado para una tarea escolar de Juan Bruno Monge, agente de pastoral de Arcatao, quien concluyó su proceso formativo en la escuela de Teología Pastoral de Chalatenango. Lo leyó en la clausura de la misma en Diciembre del año recién pasado. El salmo es una expresión de fe enraizada en la historia personal y colectiva desde el corazón de un campesino salvadoreño consciente de la irrupción de Dios en su caminar, conmovido por el conflicto de la guerra y ahora interpelado por la sinrazón de la violencia delincuencial que segó la vida de un menor en su comunidad. Suscripción de Carta a las Iglesias El Salvador: Personal Correo $ 4.00 $ 8.00 Centroamérica y Panamá $ 20.00 Norte y Suramérica $ 25.00 Europa y otras regiones $35.00 Precio por ejemplar $ 0.35 Si desea más información, puede ingresar a nuestra página web: www.ucaeditores.com.sv o escríbanos a la dirección electrónica: [email protected] Tel. 22106600, Exts 240,241,242, Telfax: 503- 22106650 19 Miguel Cavada Diez. Primer aniversario, 6 de febrero 2012 20 Fotos de Equipo Maíz