Presentación Premio Academia a Jaime Collyer Carlos Franz Me parece especialmente afortunado que el Premio Academia de este año haya recaído en un libro de cuentos perteneciente a uno de los narradores más originales de las letras chilenas contemporáneas, que además es un gran prosista. Jaime Collyer, que nació en Santiago en 1955, es un escritor reconocido, que ostenta también el título de psicólogo, y tiene el grado de Maestría (Magíster) en Sociología. Collyer ha publicado las novelas El infiltrado, Cien pájaros volando, El habitante del cielo, La fidelidad presunta de las partes y Fulgor. Dentro de su narrativa corta se cuentan los volúmenes Gente al acecho, La bestia en casa, Cuentos privados, La voz del amo y este que ahora premiamos, Swingers. Por esos libros Jaime Collyer ha obtenido otros importantes galardones. Entre ellos, el Premio Altazor de Narrativa, el Municipal de Santiago, el del Consejo del libro y el Premio Grinzane Cavour, en Italia. Varias de esas obras han sido traducidas a otros idiomas. A propósito de la edición norteamericana de su libro de cuentos Gente al acecho, el New York Times lo calificó como “un narrador nato”. Además, en 2010 Collyer inició una trilogía sobre la historia sexual de Chile con el volumen Pecar como Dios manda: desde los orígenes hasta la Colonia, al cual siguió un segundo tomo: Chile con pecado concebido: el siglo XIX. No me atrevo ni a imaginar lo que sabremos cuando las investigaciones sexuales de Collyer lleguen al siglo XX y XXI. El libro de cuentos, Swingers, que nuestra Academia ha premiado este año, es una prueba de la madurez narrativa de Collyer, y una confirmación de su originalidad y valentía para internarse en territorios desusados. En este conjunto de relatos interrelacionados Collyer imagina que a mediados del siglo XXI un tercio de la humanidad serán clones. La utilidad de estos dobles habrá vencido a los reproches éticos y legales. Y aunque también se habrán multiplicado las complicaciones imprevistas, ya nadie podrá detener la fabricación de esas réplicas. La tecnología habrá creado una nueva necesidad en los usuarios. Por ejemplo, en Italia, un Primer Ministro corrupto sufre porque su popularidad está por los suelos. Tan detestado es, que alguien lo asesina. Sin embargo, el asesinado es el clon que lo reemplaza en los actos aburridos. Un asesor maquiavélico aconseja al verdadero premier retardar la noticia de su supervivencia unas cuantas horas. En ese lapso la aprobación pública del supuesto muerto se recupera y se dispara al 80%. Entonces el Primer Ministro reaparece en el funeral de su doble. Y llora el sacrificio de su réplica –casi como si llorara su propia muerte– ante el país conmovido. Hoy en día, varios políticos reales soñarían con una solución fantástica como ésa para su menguada popularidad. En varios de estos cuentos ese humor irónico se balancea con una dosis de melancólica sabiduría. El doctor Rooney –en el relato Ángel caído– experimenta intentando producir híbridos de humanos y animales. Es una manipulación genética prohibida incluso en ese futuro caótico. Sin embargo, cruzado un límite siempre querremos pasar el siguiente. En el secreto de su laboratorio este genetista consigue hacer germinar un híbrido de mujer y paloma. Una beldad humana con grandes alas de ángel emerge de la piscina de líquido amniótico donde ha sido criada. Su espíritu no es menos angélico: es inteligente pero inocente, no sabe que es un monstruo. Inevitablemente, el creador se enamora de su obra. Pero entonces el ángel empieza a perder su inocencia. Critica el desorden masculino del laboratorio, pide que le compren un florero, se mira desnuda en un espejo y aletea. Apenado, Rooney intuye el dilema de su creación: cortarse las alas para ser una mujer normal o echarse a volar. Estos cuentos de Collyer incursionan en territorios nuevos, pero también reanudan una tradición chilena de narrativa fantástica que solemos ignorar. Por ejemplo, esa mujer-paloma lleva el ADN literario del Alsino, de Pedro Prado. Aquel niño que desarrolló alas como un ángel, pero fue tratado como un monstruo. Asimismo, otros clones en estos cuentos podrían descender de El socio, de Jenaro Prieto. Ese doble poderoso aunque invisible que un mediocre inventó para hacerse millonario, pero que terminó robándole todo a su creador. El estilo de Collyer es tan importante para los considerandos de este premio como todo lo ya dicho. La suya es una prosa creativa, con personalidad propia, que no titubea en innovar sin sacrificar por ello la armonía gramatical. Por esas razones y a nombre de esta Corporación felicito sinceramente a Jaime Collyer, ganador del Premio Academia de este año.