EPISTEMOLOGIA E ENSINO RELIGIOSO: Limites e Possibilidades

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Epistemología y Enseñanza Religiosa:
límites y posibilidades
Carlos Odilon da Costa 1
Resumen: Este artículo analiza y debate el dilema epistemológico resultante de
la inclusión de la disciplina Enseñanza Religiosa en el mapa curricular de las
escuelas públicas de Educación Fundamental. Describe las diversas
constituciones brasileñas y la relación que fueron estableciendo con tal dilema.
Refleja, posteriormente, algunas determinaciones del Consejo Nacional de
Educación (CNE) sobre la disciplina de enseñanza religiosa y otros temas
relacionados, buscando comprender si es posible afirmar que la educación
religiosa tiene una base epistemológica y una razón para estar presente en los
mapas curriculares escolares.
Palabras-clave: Enseñanza Religiosa; Escuela Pública; Epistemología.
Introducción
Reflexionar sobre la Enseñanza Religiosa a partir de una perspectiva externa a una fe
religiosa específica, puede ser un importante paso para una mejor comprensión de este
aspecto relevante de la vida de las personas que es la cuestión relacionada al conocimiento
religioso. Conocer, sin preconceptos, diferentes perspectivas religiosas puede ser muy útil
para que se tenga mayor tranquilidad al asumir o no, un determinado credo.
En el caso específicamente brasileño, la cuestión religiosa florece por todas partes. De
acuerdo con el profesor Costa (2002, p. 2),
1
Magister, investigador del grupo de investigación Educogitans, de la maestría en Educación de la
Universidad Regional de Blumenau, Rua Antonio da Veiga, 140, CEP 89012-900. E-mail:
[email protected]. Clóvis Maciel Kruger, especialista en Ciencias de la Religión por la
Universidad Regional de Blumenau, Rua Antonio da Veiga 140, CEP 89012-900. E-mail:
[email protected].
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En Brasil, al caminar por las calles de su ciudad, si usted mira a su alrededor, [verá] farmacias,
supermercados, hospitales, tiendas, escuelas con nombres de santos, santas y personalidades
religiosas. En establecimientos públicos es común el uso del crucifijo en la pared e, incluso, en
algunos ambientes públicos, la biblia. Muchas ciudades, villas, ríos, estados brasileños
recibieron la influencia de nombres religiosos.
Incluso las personas que no se preocupan mucho con la práctica religiosa acaban
interesándose, por ejemplo, por casarse y bautizar a sus hijos en la iglesia. También se
debe recordar que muchas emisoras de radio y televisión están llenas de programas de
naturaleza religiosa o que, por las calles de las grandes ciudades, son cada vez más
comunes figuras exóticas vinculadas a las nuevas religiones, como los Hare Krishna. Aún
cuando les parezcan sin sentido o hasta relativamente hipócritas las prácticas religiosas de
los padres y familiares, estas mismas personas se enfrentan a cuestiones relacionadas con
los orígenes y al destino de sus vidas. Y salen en búsqueda de respuestas para sus dilemas.
Tarde o temprano ellas son despertadas por los sentimientos de que la vida es más de lo
que en ella perciben. Sentir y desear la presencia de un “algo más” es expresión de lo
Sagrado entre las personas.
Al final de la década de 1990, un debate sobre la forma y las leyes de la Enseñanza
Nacional (Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional – LDBEN – n. 9.394/96)
trajo de vuelta una antigua discusión en torno a la importancia y al papel del mantenimiento
de la enseñanza religiosa en la educación básica. Argumentos bastante conocidos
aparecieron de nuevo: la enseñanza religiosa nunca habría producido resultados suficientes
como para hacerla figurar al lado de disciplinas “verdaderamente” científicas. En respuesta,
los estudiosos de la Religión (ver al respecto el sitio <www.fonaper.com.br>) subrayaron
los progresos relativos a los dominios señalados por los críticos, evocando, notada y
principalmente, el papel de la enseñanza religiosa como elemento básico en la formación
ciudadana del ser humano.
Precisamente en ese sentido, una de las intenciones de la presente investigación es
levantar algunos de los principales problemas relacionados al lugar de la enseñanza
religiosa y de lo Sagrado (como algo importante para la vida de las personas, algo que no
puede faltar. Ver Fusinato; Keim, 2004) en la vida de las personas. A partir de ese
levantamiento, se pretende orientar el centro de la discusión y reflexión del presente trabajo
hacia el campo de la epistemología. Específicamente hablando: buscamos descubrir si hay
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o no una epistemología de la enseñanza religiosa. En otras palabras: como problema de la
investigación, ¿cómo se presenta la base epistemológica de la enseñanza religiosa? ¿Cómo
se constituyeron o no la génesis y el desarrollo de la epistemología de la enseñanza
religiosa? Dicho de otra manera: ¿Qué es la enseñanza religiosa, cuál es su objetivo, cuáles
sus métodos, cómo concebir un conocimiento religioso moderno?
Esto también significa que la investigación pretende comprender la educación religiosa
en los términos de la dinámica de la sociedad y de la cultura y no en términos individuales.
Es importante destacar que, cada vez más, se hace necesaria una contribución
multidisciplinar para la comprensión de los problemas humanos. En este sentido, análisis
situados en otras perspectivas no sólo son complementarios, sino también fundamentales
para una visión global del asunto estudiado. Tratándose de un tema tan complejo, siempre
es oportuno recordar que el análisis que se pretende hacer es sólo un recorte posible, entre
muchos otros. Lo importante es dejar claro el lugar desde dónde se habla y hablar lo más
exactamente posible.
En cuanto a la clasificación de esta pesquisa, siguiendo el modelo adoptado por la
investigadora Weiduschat (2005, p. 121-124), ella puede ser de naturaleza básica, pues
tiene como propósito la generación de nuevos conocimientos para el avance de la ciencia
sin aplicación práctica prevista. Su abordaje es cualitativo. En cuanto a su objetivo, ella es
descriptiva y explicativa. En sus procedimientos técnicos ella es bibliográfica. Está
compuesta en su parte teórica de una introducción; el primer tópico trata de la cuestión
epistemológica; el segundo describe la relación entre epistemología y enseñanza religiosa y,
por último, aparecen algunas consideraciones finales.
Introducción a la epistemología
La palabra epistemología viene del griego episteme, que quiere decir conocimiento o
ciencia. En este sentido, la epistemología puede ser entendida como siendo la parte de la
filosofía que estudia la cuestión del conocimiento, su origen, estructura, métodos y validez.
Así concebida, la epistemología se remonta a la Antigüedad griega. Los escritos de Platón
sobre el origen del conocimiento verdadero, o los de Aristóteles, sobre las facultades del
alma humana, podrían, por lo tanto, ser considerados como ensayos de epistemología. De
acuerdo con este entendimiento, la epistemología se confundiría con la gnoseología o teoría
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del conocimiento y trataría de las interpretaciones más significativas en la historia de la
filosofía sobre la cuestión del conocimiento. Nombres como Tomás de Aquino, René
Descartes, John Locke, David Hume, Immanuel Kant, entre muchos otros, serían
referencias fundamentales.
El principal problema de la teoría del conocimiento es la oposición entre la esencia y la
apariencia. La tesis clásica, generalmente asociada a Platón, considera que todo lo que
conocemos de modo inmediato no pasa de apariencia. Más allá de lo que percibimos acerca
de un objeto, cualquier que sea, hay una esencia invisible en la que reside la verdad de la
propia cosa. Como en el conocido “Mito de la Caverna” de Platón, estamos prisioneros,
viendo solamente sombras de una realidad mayor que casi siempre se nos escapa. Pero, si
nos esforzamos lo suficiente, podremos vislumbrar la esencia y alcanzar un conocimiento
verdadero del objeto. Según el profesor Vasconcelos (2009, p. 23-24), ese posicionamiento
epistemológico, convencionalmente llamado de realismo o dogmatismo, se choca con otros,
tales como el escepticismo, el relativismo o el perspectivismo. Es en ese complejo campo
de debates que se forja la epistemología.
Existe, sin embargo, otro uso del término epistemología, no necesariamente opuesto,
pero que asume connotaciones un poco diferentes. El término es familiar a los estudiosos
de las áreas de lógica, filosofía del lenguaje y filosofía de la ciencia. Eso porque la cuestión
del conocimiento fue retomada en la época contemporánea en términos radicalmente
diferentes de aquellos en que había sido concebida hasta entonces. Hasta mediados del siglo
XIX, la lógica aristotélica reinaba suprema, muy poco se había añadido a lo que Aristóteles
había escrito de forma sistemática en el conjunto de obras intitulado Organon, que
constituye su tratado más completo sobre el asunto. En el paso del siglo XIX al XX, más
especialmente en las primeras décadas del siglo XX, varios pensadores comenzaron a
desarrollar estudios sobre el lenguaje, enfatizando su papel en la producción del
significado. Énfasis especial merece la actuación de un grupo conocido como “Círculo de
Viena”, bajo el liderazgo de Moritz Schlick y Rudolf Carnap. El principal objetivo de esos
pensadores era desarrollar un lenguaje desprovisto de ambigüedades y que sirviera de
forma ejemplar al conocimiento científico. Lentamente, se fue desarrollando una vertiente
diferenciada en la filosofía, de carácter esencialmente lógico y preocupada, sobre todo, con
la relación entre lenguaje y pensamiento científico. Esta vertiente, popularmente conocida
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como filosofía analítica, ganó amplio espacio académico, haciéndose predominante en los
países de lengua inglesa, principalmente en Inglaterra y en los Estados Unidos. Cuando
usamos la palabra epistemología asociándola a esa corriente de pensamiento, continuamos
usándola en el sentido de “teoría del conocimiento”, pero el énfasis recae sobre una forma
de conocimiento en particular: la ciencia. En ese sentido, las cuestiones epistemológicas
fundamentales se reducen a las siguientes: ¿Qué es ciencia? ¿De qué modo la ciencia se
diferencia de otras formas de conocimiento? ¿Cuáles son los métodos y procedimientos que
caracterizan una investigación científica? En el caso específico del conocimiento histórico,
¿qué sentido podemos aplicar a la palabra epistemología? ¿Se trata de una teoría del
conocimiento en general o de una filosofía de la ciencia? Tal vez se trate de las dos cosas.
Cuando, en la actualidad, hablamos de génesis, desarrollo, estructuración y articulación
de la ciencia, estamos hablando de epistemología. Así, la epistemología, en su sentido más
general, puede ser comprendida como discurso sobre la ciencia. Es necesario, sin embargo,
hacer algunas aclaraciones preliminares. Primero, se trata de un discurso sobre la ciencia
moderna, es decir, sobre el saber sistemático y metódico que, a partir del siglo XVI, se
desarrolla autónomamente, desvinculado de la filosofía, de la teología, del arte y de la
literatura. Segundo, la epistemología es un campo reciente del conocimiento, resultado del
propio proceso de desenvolvimiento de la ciencia moderna, o mejor, es consecuencia de la
quiebra de unidad en el discurso sobre la ciencia. (Muchas voces aparecieron en el
escenario mundial de las investigaciones y no se entendían e incluso entraban en conflicto,
a respecto de la utilidad, validez y veracidad de la ciencia). Por lo tanto, la epistemología
trata de la ciencia, a fin de estudiar críticamente sus principios, hipótesis y resultados, con
miras a establecer los fundamentos de una ciencia específica o, dicho de otra manera, a fin
de saber como es posible el conocimiento científico.
Algunos piensan que no existe una definición definitiva de ciencia, y por eso utilizan un
determinado tipo de epistemología. Se considera que la ciencia posee una unidad que no se
puede transponer y, por lo tanto puede ser pensada con criterios universales, por lo que se
hace necesario otro tipo de epistemología. En las palabras de Almeida (1997, p.11-12), el
primer tipo es aquel que entiende la ciencia como proceso de construcción histórica, donde
hay un constante acuerdo entre sujeto y objeto, relativo al contexto histórico, constituyendo
la denominada epistemología genética.
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El otro campo del pensamiento que entiende la ciencia desde un punto de vista estático o
sincrónico, para la que el acuerdo entre sujeto y objeto es hecho desde el origen de forma
definitiva y que no acepta la perspectiva histórica o temporal, se denomina epistemología
no genética. Aun considerando esa amplia división de la epistemología en genética y no
genética, no se puede decir que existen apenas dos epistemologías, pues hay subdivisiones
tanto en las epistemologías genéticas como en las no genéticas.
A partir de estudios epistemológicos, la ciencia pasó a ocupar el lugar que ella merece y,
así, perdió su hegemonía de único saber válido, por lo que se puede decir que su valor de
verdad dejó de ser definitivo y dogmático y pasó a ser abierto y provisorio. Cuando
determinados autores citan que la epistemología nace a partir de la quiebra de unidad del
discurso sobre la ciencia, están diciendo que la ciencia deja de ser entendida en singular y
con letra mayúscula y pasa a ser entendida en la pluralidad de los discursos sobre las
ciencias, con estatutos particulares, campos delimitados y, por tanto, escrita con letra
minúscula. De acuerdo con Almeida (1997, p.9-10), “la ciencia no es una esencia
metafísica inmutable, deducida de principios universales, sino una construcción, un saber
procesal”. Se comienza a entender por qué definir la epistemología no es tarea fácil,
exactamente porque se trata de saberes sobre las ciencias, o sea, también la epistemología
debe ser entendida como pluralidad, porque plurales son los discursos sobre las ciencias. Lo
que se puede intentar es una aproximación a esos discursos y, a partir de esa aproximación,
buscar comprender la epistemología con aquello que es próximo a los diferentes abordajes
encontrados, o sea, encontrar en los diversos discursos referentes a la epistemología, lo que
es semejante en ellos.
Las palabras, inicio, articulación, desarrollo, estructuración de la ciencia, remiten a la
reflexión que aborda la epistemología. De acuerdo con Japiassu (1979, p.24), “hablando
etimológicamente, epistemología es el discurso, logos, sobre la ciencia, epistem”. En el
sentido más general, se puede comprender como discurso sobre la ciencia moderna y sobre
el saber sistemático y metódico. Para el profesor Gamboa (1987, p. 1), “el término fue
creado recientemente y con definición ya comprometida con el positivismo, en la medida
en que connota la reducción progresiva de la Teoría del Conocimiento, a la Teoría del
Conocimiento Científico”. Se puede confirmar la epistemología, en los límites del discurso
filosófico, haciendo de ella parte del discurso. Se percibe que la ciencia no es el saber, sino
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un tipo de saber. Cuando entendida, por ejemplo, como filosofía de la ciencia, la
epistemología es una teoría del conocimiento que intenta responder a la pregunta “¿cómo es
posible la ciencia?”. Ella también es metafísica, porque se apoya en principios atemporales
para responder a las preguntas levantadas. En cuanto historia de la ciencia, ella se pregunta
por la finalidad y destino de la ciencia. De otra forma, se puede concebir la epistemología
como psicología de las ciencias. Ese campo posibilita el conocimiento de las estructuras
físicas del ser humano, que explica el paso del pensamiento concreto para el abstracto. Otro
campo puede denominarse sociología del conocimiento, donde la ciencia se entiende a
partir de las construcciones sociales. Es difícil trazar las fronteras que separan la
epistemología de disciplinas similares. Según Blanche (1988, p.17), “las fronteras
permanecerán móviles porque los problemas de la epistemología comprenden muchas
veces dominios situados más allá de sus fronteras”. En un sentido amplio, es posible
considerar la epistemología como el estudio reflexivo y metódico del saber, de su
organización y el funcionamiento de sus poderes, que serían organizados, de acuerdo con
Japiassu (1979, p. 16-17), en tres tipos para poder estudiarlos: 1) Epistemología general,
saber global; 2) Epistemología particular, campo particular del saber; 3) Epistemología
específica, disciplina intelectualmente definida y constituida en una unidad del saber. La
epistemología específica será nuestro próximo punto de reflexión.
Epistemología y Enseñanza Religiosa
En algunos momentos, la dinámica del desenvolvimiento del asunto tal vez se haga
compleja, sin embargo no es difícil, por lo que se resalta que la importancia de aprender y
comprender la temática de la enseñanza religiosa y la epistemología en su variada
interrelación con otros componentes sociales, a través de los tiempos históricos. Eso
significa que es necesario tener un abordaje histórico del tema para una mejor comprensión
del objeto estudiado y de la manera como se presenta en el escenario nacional. De acuerdo
con Andrade (2001), Edgar Morin dice que necesitamos estudiar el objeto no solamente
como una pieza más en un gran rompecabezas, sino verlo como un sistema vinculado a
muchos otros. Así, en este momento se destaca una breve historia de la enseñanza religiosa
en el país.
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La enseñanza religiosa está presente en la educación brasileña desde el inicio de la
colonización portuguesa. La educación religiosa que se implantó en Brasil desde comienzos
del Imperio, era una enseñanza con énfasis en la doctrina de la religión oficial, la católica
romana.
Durante el Brasil Colonia hubo un acuerdo entre el rey de Portugal y el Sumo Pontífice
al respecto de la formación del pueblo brasileño. Tal acuerdo tenía como objetivo fomentar
un catecismo tradicional. En el Imperio, el catolicismo pasó a ser la religión oficial de
Brasil, mientras que la Iglesia estaría en ese período sumisa al Estado, sirviendo de
instrumento ideológico. En la primera República, la enseñanza religiosa fue perdiendo
espacio en las escuelas y en la sociedad de manera general, pasando a ser materia
facultativa. Actualmente, Brasil es un Estado laico, con una escuela pública y gratuita.
Con la proclamación de la República, en 1889, se establece la separación entre Iglesia y
Estado, con la libertad de culto y reconocimiento de la diversidad religiosa. Sin embargo, la
enseñanza religiosa continuó siendo, en la práctica, la enseñanza de la religión cristiana. La
Constitución de 1934 selló nuevamente la aproximación de la Iglesia Católica con el Estado
brasileño. Brasil presenciaba la ascensión de un Estado autoritario y de una Iglesia que,
finalmente, recuperaba su acceso al poder después de cuarenta años de una República laica,
con aires positivistas.
En ese período, la Iglesia Católica tomó una posición contraria frente a la postura de los
defensores de la Escuela Nueva. Ocurrieron debates ásperos y personalidades como Anísio
Teixeira y Fernando Azevedo fueron llamados de comunistas y materialistas. La corriente
católica venció otra batalla, haciendo prevalecer sus opiniones en la legislación aprobada.
A pesar de que la República brasileña tenga en su origen un fundamento secular, con el
pasar de los años la acción realizada por la Iglesia Católica se mostró eficiente para que los
deseos por ella pretendidos fueran siendo concretizados, especialmente en lo que se refiere
a la enseñanza religiosa. Situación que nos sugiere que la relación Iglesia Católica-Estado
ha estado marcada por la percepción, por parte del clero, de una "función histórica"
especialmente reservada al Catolicismo.
Se puede notar, entonces, que la enseñanza religiosa en Brasil hace historia por caminos
diferentes: el camino de la confesionalidad, el camino de la inter-confesionalidad, el
camino de las religiones y el camino de la religiosidad.
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Como se vio en este breve historial de la disciplina, la enseñanza religiosa ni siempre fue
de hecho “enseñanza religiosa”, es decir, una disciplina dedicada a las culturas y a las
tradiciones religiosas, pues lo que tenía, en muchos momentos, era de hecho una
catequización. Algunos críticos afirman que tal práctica catequética tenía como objetivo
manipular la religiosidad y la mentalidad de la sociedad.
Para entender mejor la historia, la concepción, la formación, la estructura y la identidad
de la disciplina educación religiosa, es necesario dar una mirada histórica sobre ella misma,
lo que permite observar en la enseñanza religiosa tres momentos históricos distintos, sin
embargo siempre guiados por la LDBEN.
En un primer momento histórico hubo una enseñanza religiosa deliberada por la LDBEN
n. 4.024/61, teniendo como eje articulador la dimensión religere (re-escoger – saber en sí),
o sea, había una perspectiva teológica y confesional sobre la disciplina de educación
religiosa.
En un segundo momento histórico hubo una enseñanza religiosa deliberada por la
LDBEN n. 5.692/71, que tenía como eje articulador la dimensión religare (re-ligar/vincular
/unir– saber en relación), o sea, había una perspectiva antropológica y axiológica sobre la
disciplina educación religiosa.
En el tercer momento histórico hay una enseñanza religiosa deliberada por la presente
LDBEN, n. 9.394/96, que tiene como eje articulador la dimensión relegere (re-leer – saber
de sí), o sea, hay una perspectiva fenomenológica sobre la disciplina enseñanza religiosa.
A partir del proceso constituyente de 1988, la enseñanza religiosa va haciendo efectiva
su construcción como disciplina escolar, como componente curricular, a partir de la escuela
y no de una o más religiones. Así, la razón de ser de la enseñanza religiosa tiene su
fundamentación en la propia función de la escuela: el conocimiento y el diálogo. A partir de
la actual LDBEN, el Estado, la escuela y la sociedad ya no pueden considerar la enseñanza
religiosa como una simple formación religiosa o axiológica, ni considerar la enseñanza
religiosa como catequesis o una acción pastoral. Es necesario comprenderla como
componente curricular cuyo contenido sea el Fenómeno Religioso.
Los Parámetros Curriculares Nacionales para la Enseñanza Religiosa (PCNERs) también
se comprenden como un marco histórico tanto para la educación religiosa como para la
educación brasileña: por primera vez, integrantes de varias tradiciones religiosas, en cuanto
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educadores, consiguieron encontrar juntos lo que hay de común en una propuesta
educacional que tiene como objeto el Transcendente.
El objetivo de los PCNERs es simple, sin embargo, muy desafiador: Proporcionar junto
al educando el conocimiento de los elementos básicos que componen el fenómeno
religioso, las culturas y las tradiciones religiosas a partir de las experiencias religiosas
percibidas en el contexto sociocultural de la sociedad. Actualmente existen diversos
modelos de enseñanza religiosa.
El confesional, ofrecido de acuerdo con la opción religiosa del alumno o de su
responsable y enseñado por profesores preparados y registrados por las respectivas
entidades religiosas. El estado de Río de Janeiro aprobó la enseñanza religiosa confesional
y pluralista.
El interconfesional es resultante de un acuerdo entre las diversas entidades religiosas,
que se responsabilizarán por la elaboración de los respectivos programas. Desarrollado, en
general, por grupos de confesiones cristianas, considera lo que es común a las diferentes
Iglesias o confesiones.
El modelo supra-confesional es enseñado en las escuelas públicas y no admite cualquier
tipo de proselitismo religioso, preconcepto o manifestación que no esté de acuerdo con el
derecho individual de los alumnos y de sus familias de profesar un credo religioso, o
incluso de no profesar ninguno. Este modelo se fundamenta, esencialmente, en principios
de ciudadanía como la ética, la tolerancia y en los valores humanos universales presentes en
todas las culturas y tradiciones religiosas existentes, debiendo asegurar el respeto a Dios, a
la diversidad cultural y religiosa.
La disciplina curricular es un modelo de enseñanza religiosa pensado como área de
conocimiento, a partir de la escuela y no de las creencias o religiones, y tiene como objeto
de estudio el fenómeno religioso. Independiente del posicionamiento o de la opción
religiosa, los educandos son invitados a cultivar las disposiciones necesarias para vivir de
forma coherente un proyecto de vida profundamente humano y a orientarse por los
principios del respeto a las libertades individuales; tolerancia para con los que manifiestan
creencias diferentes y convivencia pacífica entre las diversas manifestaciones religiosas que
componen la pluralidad étnica y cultural de la nación brasileña.
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Históricamente, todas las redes de educación, sean públicas o privadas, tienen
dificultades y conflictos para administrar las clases de enseñanza religiosa por causa de la
complejidad del contenido de la misma y del pluralismo religioso. Dificultades porque los
profesores de enseñanza religiosa insisten en catequizar y educar en la fe a sus alumnos,
hecho que es mínimamente cuestionable, en vistas a la existencia de varias denominaciones
eclesiales entre los alumnos. Conflictos porque existen padres que no creen o no admiten
determinados conceptos religiosos que son presentados a los alumnos como único dogma
de fe. ¿Cuál es la razón y el origen de ese problema en el ámbito de los profesores? De
cierta forma, la formación de los profesores pasa por un conjunto de ideas y prácticas que
se denominan “mapas curriculares” de la disciplina. Este currículo está formado a partir de
las vertientes epistemológicas existentes. Se nota, aún, que la enseñanza religiosa, en la
práctica, no está constituida en cuanto disciplina. En esta confusión epistemológica
podemos citar el caso del objeto de estudio de la enseñanza religiosa, que se presenta en
cuanto Fenómeno Religioso, para los Parámetros y Cuadernos Temáticos de educación
religiosa, elaborados a partir de debates a nivel nacional y realizados por profesores de
educación religiosa. Contrario a esa propuesta, el estado de Santa Catarina, en su propuesta
curricular, adoptó el Transcendente como objeto de estudio de la disciplina. Tales
contradicciones se analizarán más adelante.
Para la Constitución Federal de 1988, la religión es un derecho individual (art. 5o, VI) y
la educación, un derecho social (art. 6o). El art. 210, § 1o, sitúa la enseñanza religiosa en el
espacio, al mismo tiempo, público (escuela) y privado (libertad de conciencia). Esta
localización un tanto ambigua implica un dilema epistemológico. La LDBEN intenta
superarlo por la: a) prohibición del proselitismo; b) frecuencia optativa; c) no integración
de la carga horaria de la disciplina en las 800 horas del mapa curricular; e d) concesión del
derecho a ser escuchado por el sistema de enseñanza de entidad civil representativa de las
Iglesias. Tales medidas no resuelven el dilema, porque el sistema de enseñanza republicano
presupone la separación entre Iglesia y Estado (Constitución Federal, art. 19). Educación es
derecho universal (¡de cada persona!) y deber del poder público, conforme el consenso
determinado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco): “El derecho a la educación es, por lo tanto, el derecho que tiene el
individuo a desarrollarse normalmente en función de las posibilidades de que dispone, y la
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obligación, para la sociedad, de transformar esas potencialidades en realizaciones efectivas
y útiles” (Piaget, 1978, p. 35).
La enseñanza religiosa es un área del conocimiento, pero no es parte de la base común
nacional. El Ministerio de la Educación y del Deporte (MEC) no estableció parámetros
curriculares nacionales para la enseñanza religiosa. El Foro Nacional Permanente de la
Enseñanza Religiosa (Fonaper), que reúne educadores – laicos y clérigos – sin
representación oficial de los órganos eclesiásticos directivos, resolvió elaborar una
propuesta de parámetros curriculares, intentando influir en la práctica docente. Esta
propuesta representa un avance importante en relación a los programas de las “clases de
religión”, casi siempre definidos por obispos o pastores. Persiste, sin embargo, el dilema
epistemológico del objeto a pesquisar.
Es falsa la justificativa de que la enseñanza religiosa es un componente curricular porque
integra la formación para la ciudadanía. También caracteriza clara discriminación la
suposición de que una persona religiosa sea mejor, igual o peor ciudadana en razón de su
creencia. En la opinión del ex presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en
Brasil y de la Federación Luterana Mundial, pastor Gottfried Brakemeier,
No hay ninguna necesidad de que la sociedad sea “cristiana” para que sea justa. El principio que
vale para el acuerdo político y la orientación de la causa pública es lo razonable, lo apropiado,
lo provechoso, cuyo conocimiento de modo algún representa privilegio cristiano. Se excluyen,
así, todas las formas de “teocracia” o de “cristiandad” y, juntamente con ellas, la tentación de la
Iglesia de imponer a la sociedad secular su régimen y sus valores (2002, p. 122-123).
Justificar la enseñanza religiosa por la necesidad de propiciar formación moral a los
educandos también es falso. En ese caso, ella sería una “religión civil”, según la cual “los
principios transcendentes tendrían la función esencial de consolidar la solidaridad social”
(Azevedo, 1981, p. 72). El antropólogo Azevedo aplica el concepto “religión civil” en la
crítica a la disciplina Educación Moral y Cívica, creada por el Acto Institucional n. 12,
“destinada a promover la solidaridad social” y el “preparo del ciudadano”. La Junta Militar
y la tecnocracia educacional consideraban que “la moral estaba vinculada a principios
permanentes, originarios de Dios” (id., p. 130-132). Para moralizar la vida social, no
tenemos solamente que proporcionar en la escuela los elementos necesarios para el análisis
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de la vida moral, tenemos que luchar también para conseguir moralizar la sociedad. No
podemos pedir a la escuela más de lo que ella puede proporcionar (Delval, 1998, p. 22).
Las comunidades humanas viven experiencias que atribuyen a la Transcendencia. Existe
la necesidad de distinguir entre fe y religión, o sea, la creencia en la divinidad no implica
conocimiento sobre ella. Las Iglesias se articularon para modificar la redacción del art. 33
de la LDBEN, mas no lo hicieron por la reglamentación del derecho a la libertad de culto.
Esa falta de reglamentación impide que el sistema federal de enseñanza defina el proceso
de formación docente para la enseñanza religiosa. El Consejo Nacional de Educación
(CNE) repasó tal atribución a los consejos estatales y municipales. Por la misma razón el
MEC no formuló parámetros curriculares para la enseñanza religiosa. El ex ministro de
Educación Paulo Renato de Souza defendió la modificación del art. 33 porque la
prohibición del financiamiento público provocaría, según él, “restricción para la actuación
de las diferentes denominaciones religiosas” (apud Caron, 1998, p. 59). Según el Parecer n.
04/98 de la Cámara de Educación Básica (CEB), de 29 de enero de 1998,
La educación Fundamental [...] es indispensable para la nación. Y lo es de tal manera que el
derecho a ella, de la que todos son titulares (derecho subjetivo), es un deber, un deber de Estado
(derecho público). De ahí porque el Poder Público está investido de autoridad para imponerla
como obligatoria a todos y a cada uno.
Así, “el individuo no puede renunciar a este servicio y el poder público que lo ignore
será responsabilizado”. “Las diferentes escuelas sociológicas parten del presupuesto común
de que la religión, diferente de la fe, puede ser objeto de pesquisa empírica, pues, por ser
fruto de creación colectiva, está sujeta a las mismas reglas lógicas que organizan cualquier
fenómeno humano” (Montero, 2003, p. 38). El Parecer n. 04/98 de la CEB reconoce que
“currículos y sus contenidos mínimos (art. 210 de la Constitución Federal de 1988),
propuestos por el MEC (art. 9o da LDB), tendrán su orientación establecida a través de
directrices”. La enseñanza religiosa es la única excepción. La Ley n. 9.475, prohibiendo el
proselitismo, intenta resolver el dilema epistemológico de la enseñanza religiosa por el
comportamentalismo, como si los educandos fueran incapaces de resistir al esfuerzo
proselitista de las Iglesias.
Volviendo a la cuestión epistemológica en su forma específica, hoy podemos servirnos
del término “saber” para designar una serie de disciplinas intelectuales más o menos
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establecidas, pero que no pueden ser consideradas como ciencias, en el sentido del término,
como saber racional, constituido por la filosofía, o saber místico. Sin embargo, entre las
ciencias y los saberes especulativos se intercalan varias disciplinas cuyo estatuto todavía
permanece incierto: disciplinas de erudición, historia, jurídicas etc. ¿No sería el caso de la
enseñanza religiosa? Para responder a esa pregunta, nos valemos de Japiassu (1979, p.
16-17), quien nombra tres tipos de epistemología:
1. Epistemología global o general: cuando se trata del saber globalmente
considerado con la virtualidad y los problemas del conjunto de su organización,
tanto especulativos, como científicos. Parece que no sería el caso de la
educación religiosa, pues el conocimiento religioso no es amplio ni globalmente
aceptado como ciencia o disciplina. En la mayoría de las academias del mundo
toda la enseñanza religiosa no pasa de un discurso, muchas veces pautado por el
fanatismo religioso o vinculado a la teología.
2. Epistemología particular: cuando se trata de llevar en consideración un campo
particular del saber, sea especulativo o científico. El mayor problema en la
enseñanza religiosa se encuentra justamente en la falta original del objeto de
estudio de la misma. Veamos: si el objeto es el fenómeno religioso, la
educación religiosa se apropió de un objeto ya existente en otras ciencias o
saberes especulativos. El fenómeno religioso, antes que la disciplina enseñanza
religiosa se constituyera en nuestro país como tal, ya era estudiado por la
sociología, la filosofía, la antropología, la psicología, la historia, la geografía y
la teología. Si usamos el objeto de la propuesta curricular de Santa Catarina, o
sea, el Transcendente, tendremos otro problema: la teología y la filosofía
también estudiaban ya ese objeto antes que lo hiciera la educación religiosa. Sin
contar que existen grupos de estudios que no aceptan esas dos propuestas. Por
ejemplo: el grupo de estudio Educogitans, de la maestría en Educación de la
Universidad Regional de Blumenau (FURB), defiende como objeto de estudio
de la enseñanza religiosa, lo Sagrado, como algo importante, que no puede
faltar, en la vida de las personas. Ese algo sería una mirada construida dentro de
un abordaje sociológico, o sea, construida en la historia humana en sus
relaciones con los otros.
3. Epistemología específica: cuando se trata de llevar en cuenta una disciplina
intelectualmente constituida en unidad bien definida del saber y de estudiarla de
modo próximo, detallado y técnico, mostrando su organización, su
funcionamiento y las posibles relaciones que ella mantiene con las demás
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disciplinas. ¿La enseñanza religiosa es una disciplina intelectualmente
constituida?
Intentaremos responder, por partes, a la pregunta hecha en el último tipo de
epistemología. Conforme el Referencial Curricular para la Propuesta Pedagógica de la
Escuela (Fonaper, 2000, p. 16), la educación religiosa debe centrarse en la antropología
religiosa. Epistemológicamente, la disciplina enseñanza religiosa, como parte del área del
conocimiento humano, se enmarca dentro del modelo común a todas las otras áreas del
conocimiento, o sea, ella tiene: un objeto de estudio: el fenómeno religioso; un contenido
propio: el conocimiento religioso; un tratamiento didáctico: el tratamiento didáctico del
fenómeno religioso, entre otros ítems. Pero, ¿Qué área es esa?, ¿Fue creada recientemente?,
¿Quiénes son los investigadores de esta área? A ese respecto la respuesta ya fue dada
anteriormente. Confuso es el objeto de estudio, o sea, ¿a qué disciplina pertenece? ¿El
conocimiento religioso es propio de la enseñanza religiosa? Son preguntas que nos llevan a
pensar que aún necesitamos recorrer un largo camino para que la enseñanza religiosa tenga
un estatus de disciplina.
De acuerdo con los PCNERs (1997), se entiende por fenómeno religioso el proceso de
búsqueda que el ser humano realiza en la procura de la Transcendencia y que se estructura
en la bipolarización cultura y tradición religiosa, bien como en aquello que es Sagrado para
las personas. El fenómeno religioso se entiende a partir del conocimiento producido por la
enseñanza religiosa, que es el conocimiento religioso, conocimiento que genera el saber de
si. El espacio donde se sitúa el conocimiento religioso es la propia persona, por eso es una
construcción humana. Cuando los PCNERs responden que el fenómeno religioso se
construye a partir del conocimiento religioso y concluyen que el conocimiento religioso es
producido por la enseñanza religiosa, incurren en un grave error de interpretación, pues el
conocimiento religioso no es solamente producido por la enseñanza religiosa.
El profesor Benicá (1998) escribe que podemos identificar, al menos, tres enfoques
epistemológicos del conocimiento religioso. El primero sería el objeto de estudio
sociológico que produce conocimiento religioso: son las instituciones y organizaciones
religiosas. Como el objeto de investigación es externo a la conciencia del investigador, se
enfoca como objeto social e histórico, campo extremamente rico y significativo en términos
culturales. El segundo enfoque es el antropológico y tiene como objeto de estudio la
relación del ser humano con el desconocido. El ser humano se manifiesta como un ser en
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búsqueda de la Transcendencia. En esa perspectiva produce objetivos para generar utopías
que garanticen el sentido de su vida y la libertad es una condición para esa búsqueda. El
tercero y último enfoque es el teológico, que implica la adhesión del fiel a su revelador, que
puede ser observado bajo diferentes prismas. La observación puede recaer sobre el
revelador en cuestión. Se puede hacer un estudio sobre los textos y narrativas sagrados. Por
último, envuelve la dimensión de la experiencia religiosa. Benicá continúa su análisis
diciendo que la epistemología en cuestión necesita recorrer a una metodología de
investigación religiosa. En ese sentido, el fenómeno religioso, objeto de la disciplina de
enseñanza religiosa, es universal e indestructible porque está radicado en el ser humano. El
conocimiento de ese fenómeno es producto de la investigación humana y en cuanto tal
revela toda su fragilidad, propia de la contingencia de la humanidad. Se puede decir que el
autor propone que la raíz del fenómeno religioso está en la dialéctica libertad-necesidad de
seguridad. Aquí también nada se añadió para el entendimiento mayor de la razón de ser de
la enseñanza religiosa. Se puede cuestionar: ¿hay alguna razón, entonces, para tener otra
disciplina que tenga el objeto de estudio centrado en el fenómeno religioso?, ¿no serían
suficientes las contribuciones de la sociología?, ¿de la filosofía?, ¿de la antropología?, ¿de
la teología?, ¿de la historia?, ¿de la geografía? entre otras áreas. Por lo que parece, este es,
por ahora, el final de la línea en el proceso de investigación de validad de la enseñanza
religiosa en la búsqueda de su base epistemológica.
Una solución puede estar en la interacción dialógica entre “valores”, “nociones” y
“conceptos esenciales” del componente curricular de la enseñanza religiosa. En este diálogo
cognoscente, Iglesias y religiones pueden participar como entidades de la comunidad
escolar. Los valores éticos que fundamentan la formación para la ciudadanía están
definidos en la Constitución Federal: soberanía, ciudadanía, dignidad de la persona
humana, valores sociales del trabajo y de la libre iniciativa, y pluralismo político
(Constitución Federal, art. 1o). Estos valores determinan los contenidos mínimos de todas
las áreas del conocimiento, inclusive de la enseñanza religiosa. Sobre esos valores la
enseñanza fundamental obligatoria estructura su proyecto político-pedagógico de
“formación básica del ciudadano” (LDBEN, art. 32). Es ilusión religiosa e ingenuidad ética
imaginar que tales valores sean determinados por la fe religiosa. El Estado republicano
define valores universales relativos a la vida pública, fundamentándolos en la soberanía
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popular – el poder popular –, sobre la cual se funda la Nación. La sumisión a la soberanía
popular es exigencia legal a todos impuesta por el Estado Democrático de Derecho. La
creencia en la soberanía divina es privativa de la libertad de conciencia. La creencia
racional en la soberanía popular funda la afirmación pedagógica de que cada individuo es –
por definición – ¡sujeto capaz de aprender a ser un ciudadano mejor de lo que ya es! El
derecho a la ciudadanía es reconocido en el acto del registro civil, independiente de la
voluntad del “registrando”. Ese rito público justifica los proyectos político pedagógicos que
buscan “el pleno desarrollo del educando, su preparo para el ejercicio de la ciudadanía y su
calificación para el trabajo” (LDBEN, art. 2). La antigua redacción del art. 33 de la LDBEN
era consistente: ofrecía enseñanza religiosa confesional o interconfesional con contenidos,
costos, formación y habilitación docente bajo responsabilidad de una Iglesia o de un
conjunto de Iglesias, pero mantenido y regido por el Estado y administrado por sus
funcionarios.
La propuesta de parámetros curriculares del Foro Nacional Permanente de Enseñanza
Religiosa acepta tácitamente el dogma religioso del innatismo, según el cual la
Transcendencia sería una “capacidad inherente al ser”, que “en la raíz de toda creación
cultural está la Transcendencia” (Figueiredo, 2001, p. 19-20). No se resuelve el dilema
epistemológico por la naturalización de la cultura o por el re-encantamiento del mundo. El
Parecer n. 05/97 del CNE percibe el dilema epistemológico de la enseñanza religiosa a
partir de la práctica escolar. El “profesor de esta materia” debería trabajarla en la
perspectiva de la “historia de la religión, antropología cultural, ética religiosa” –
haciéndolo, por tanto, como cualquier otro docente, pero “nunca sería representante oficial
de una de las religiones existentes en el país”. A LDBEN, tanto en la versión original del
art. 33 como en la actual redacción, prevé enseñanza religiosa, o sea, enseñanza de religión.
El Fonaper no enfrenta esa polémica porque propone una enseñanza religiosa concebida
como “una disciplina centrada en la antropología religiosa” (2001, p. 11). ¿Existe tal
antropología? La teología y las ciencias de la religión académicas sustentan concepciones
antropológicas divergentes (Rahner, 1969; Thielicke, 1985; Brakemeier, 2002). Una
antropología religiosa no es razonable. Con base en Morin (2000), se podría discutir si
existe naturaleza humana, pues la humanidad está, “a un mismo tiempo, dentro y fuera de la
naturaleza [...] Nuestro pensamiento, nuestra conciencia, que nos hace conocer el mundo
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físico, de él nos apartan aún más” (p. 38). La separación entre naturaleza y humanidad torna
procedente la pregunta filosófica formulada por Romano (1992):
Pregunto a los defensores de la enseñanza religiosa: ¿piensan que los mapas curriculares
obedecerán la línea del Vaticano? ¿O su marca será la de los teólogos y obispos que apoyan a
Pinochet? [...] ¿Quién garantiza los contenidos “antropológicos” [...] hoy impuestos? Como
institución, la Iglesia retoma el conservadorismo. (p. 273).
La creencia de que el “rechazo a la Transcendencia es trágica para el ser humano, pues
lo torna resignado en su mediocridad” (Fonaper, 2001, p. 19), es un preconcepto y una
postura contraria a la democracia. Es irracional afirmar que los creyentes sean más o menos
resignados y mediocres que los no creyentes. La hermenéutica del Fonaper interpreta la
revelación como mística porque sería una verdad vinculada al “misterio” (id., p. 39), al
“sentido de la vida más allá de la muerte” (p. 6). Si la enseñanza religiosa es una disciplina
necesaria a la formación de la ciudadanía, es obvio que se vincule al cotidiano, al más acá
de la muerte. Parece, por tanto, innecesario que una disciplina escolar desarrolle un
“lenguaje mítico simbólico” capaz de dar el “paso de lo psico-social” para la “metafísica
/Transcendente” (p. 39).
Ningún lenguaje resuelve la tensión entre fe y razón. Si la fe cree en verdades perennes, la
razón las admite, porque [...] el envejecimiento de las teorías científicas es sin duda increíble.
Las teorías se desactualizan así como la ciencia. Es que la verdad científica no está en la certeza
teórica. Una teoría es científica no porque ella es verdadera, sino al contrario, porque ella acepta
ser refutada, sea por razones lógicas, sea por razones experimentales o de observación. Esto
significa que la teoría científica no es el sustituto, en un mundo laico, de la verdad teológica y
religiosa. ¡Es todo lo contrario! (Morin; Le Moigne, 2000, p. 39).
Aún quedan muchas preguntas. ¿Qué decir del derecho de aquellos que deciden por no
tener una religión o estudiar abordajes de cuño religioso en las escuelas? ¿Es posible
proponer una nueva semántica para lo que, en la actualidad, viene aconteciendo y siendo
practicado en algunas ciudades y estados, con la llamada educación religiosa? ¿Es posible
pensar la educación religiosa como área del conocimiento humano, a partir de la escuela y
no de las creencias religiosas, teniendo como objeto de estudio el fenómeno religioso? Esta
pregunta es relevante por causa de la intensidad de las disputas pesadas entre Estado e
Iglesia, así como de las iniciativas equivocadas de gobiernos estatales, como las de Río de
Janeiro. La conocida área denominada ciencias de la religión, pretende ser un marco
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teórico, epistemológico y metodológico respetable para la comprensión del fenómeno
religioso, aunque existan prácticas que procuren mostrar que el objeto que se investiga y
estudia no es la fe.
Consideraciones finales
Así como “la fragmentación de las ciencias biológicas anula la noción de la vida, la
fragmentación de las ciencias humanas anula la noción de hombre” (Morin, 2000, p. 41) y
la fragmentación de las teologías anula la noción de Transcendencia. La fragmentación de
las ciencias, sin embargo, no anula a las personas ni a la vida en si misma. ¡La vida y la
persona son parámetros de la ciencia, porque no son reductibles a conceptos científicos!
Este es el contexto académico en que se reflexiona sobre una ética democrática capaz de
superar el dilema epistemológico de la enseñanza religiosa. Con base en la vida humana,
socialmente determinada, y en las personas concretas, parece plausible establecer
parámetros curriculares mínimos y el respectivo proceso de formación del docente de
educación religiosa.
En lo que se refiere a la formación moral del ser humano, la razón polémica que
fundamenta el pluralismo se choca igualmente contra la preservación de valores y creencias
tenidos por eternos y contra la legitimación acrítica de cualquier punto de vista o sistema
normativo. Su acción se torna, entonces, eminentemente educativa, por orientarse por
medio de la elección – y no en la aceptación irracional – de un “verdadero” o de un “justo”
entre muchos posibles. (Oliveira, 1996, p. 234).
Por lo que parece, la búsqueda de fundamentación epistemológica para la enseñanza
religiosa es, al mismo tiempo, una búsqueda por un sistema científico que defina los
principios epistemológicos y metodológicos de investigación acerca de las religiones en
cuanto producto cultural. En este caso, hacer ciencia con un objeto de estudio tan delicado
es colocar una distinción evidente en una metodología lógica y científica de una expresión
de fe teológica. Por otro lado, es posible abrirse a las experiencias vivenciales del diálogo
inter-religioso, experiencias que traigan la “admiración” para el nivel de las vivencias
pedagógicas en las escuelas, intentando escapar de la lógica implacable de los estereotipos
y de las discriminaciones, para que, finalmente, pueda haber un espacio para el intercambio
de dialogal y la convivencia, donde se trate el tema religión y se entienda como un
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fenómeno humano. El problema es si el centro de atención no caerá en la cuestión de los
temas transversales.
A pesar de la crítica aquí presentada, la ley n. 9.475 acabó con la posibilidad de que las
Iglesias y religiones controlaran la enseñanza religiosa en la escuela pública. Con esta ley,
por la segunda vez en la historia republicana brasileña, las Iglesias perdieron el control de
los mapas curriculares, la formación y la selección del cuerpo docente de educación
religiosa. A partir de ahora, las Iglesias que quieran reflexionar sobre la enseñanza religiosa
pueden hacerlo como entidades de la sociedad civil, integradas dentro de la comunidad
escolar, y por medio de la conquista del apoyo de docentes y discentes de esa enseñanza. La
resolución del dilema epistemológico de la disciplina se hará por la capacidad de
movilización autónoma de la comunidad escolar y académica, capaz de justificar una ética
republicana y de fundamentar una epistemología científica para la enseñanza religiosa.
Por último, se presenta otro problema. En tiempos de reconstrucción de mapas
curriculares y de búsqueda de aproximaciones entre las ciencias y las disciplinas para
romper con la lógica fragmentaria, heredadas de una educación esencialmente mecánica y
cartesiana, el debate por el reconocimiento de otra disciplina, ¿no estaría en contramano de
la historia, o sea, otra disciplina para fragmentar la realidad del conocimiento estudiado y
construido, ya fragmentado en varias disciplinas? La conclusión a la que se llega es que el
objeto de estudio de la disciplina enseñanza religiosa no es tan evidente y, aún más, en ese
sentido, no es posible afirmar que la enseñanza religiosa pueda ser considerada una
disciplina escolar. Pero el desafío está lanzado y, lejos de traer una definición, se espera que
a partir de este trabajo surjan nuevas investigaciones y que la educación religiosa pueda,
¿quién sabe?, encontrar una razón de ser en las escuelas.
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