Ibañez, José Cosmelli - Historia Argentina

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© ED IT O R IA L T R O Q U E L S . A.
BU EN O S A IR E S
Descubrimiento del Río de la Plata. Descubrimiento de la
costa patagónica. Alejo G a rc ía . Sebastián Gaboto. Diego
G a rc ía . Corrientes pobladoras del territorio argentino. Con­
quista del Río de la Plata. El segundo adelantado.
Hecho el depósito que
establece la .le y 11.723
DESCUBRIM IENTO
DEL RIO DE LA PLATA
Publicado en fe b re ro de 1961
Undécim a edición
enero de 1967
LIB R O DE EDICION ARG EN TIN A
Ju a n D íaz de Solís
En 1513, el conquistador espa­
ñol Vasco Núñez de Balboa des­
cubrió el M a r del Sur — llamado
posteriormente por M a g a lla n e s
océano Pacífico— , hallazgo que re­
dobló el entusiasmo de los portu­
gueses por encontrar un paso que
comunicara ambos océanos. Con
este objeto y ese mismo año, una
embarcación lusitana, a cuyo bor­
do viajaba el piloto Juan de Lisboa,
exploró el perfil de la costa atlán­
tica y llegó hasta las bocas del
actual Río de la Plata, pero no lo
descubrió totalmente.
E l interés de los portugueses por
hallar el canal interoceánico, alar­
mó a los españoles, quienes tam­
bién deseaban llegar a las islas
de las Especias y a otras regiones
del oriente, navegando rumbo al
oeste.
Femando V el Católico comi­
sionó a su piloto mayor, Juan Díaz
de Solís, para que descubriera el
acceso al M a r del Sur y a la vez
determinara con precisión la zo­
na que correspondía a España por
el Tratado de Tordesillas x.
1 V er capítulo II, página 58.
i
El in sig n e n a v e g a n te H e rn a n d o d e M a ­
g a lla n e s , según un g r a b a d o an tig u o .
sus compañeros, con excepción del
grumete Francisco del Puerto,
quien quedó cautivo de los aborí­
genes.
El resto de la expedición regre­
só a España al mando de Francisco
de Torres; en las proximidades de
la isla de Santa Catalina naufragó
una embarcación y sólo dieciocho
marinos salvaron la vida, al buscar
refugio en la costa brasileña. Las
dos carabelas restantes prosiguie­
ron la navegación y llegaron a
Sevilla en la primera quincena de
setiembre de 1516.
Solís partió de Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515,
con tres pequeñas carabelas. Lue­
go de cruzar el océano y de reca­
lar en la actual bahía de Río de
Janeiro — donde los indígenas le
facilitaron víveres— prosiguieron
la navegación rumbo al sur, hasta
que las naves penetraron en el
estuario de un ancho río, que los
con qu istadores denominaron de
Santa M a ría o M a r D u lce, por el
sabor de sus aguas1. Continuó
Solís remontando el río hasta des­
cubrir una isla, que denominó
M a rtín García, pues allí fue en­
terrado el despensero de igual
nombre, fallecido a bordo.
Solís desembarcó con ocho de
sus hombres en la actual costa
uruguaya (proximidades del hoy
pueblo de Carm elo), pero cayó en
una emboscada tendida por los
indios y fue asesinado junto con
DESCUBRIM IENTO
DE LA C O ST A P A T A G Ó N IC A
H ernando de M a g a llan e s
El fracaso de Solís dejó pen­
diente la necesidad de un paso que
comunicara el océano Atlántico
con el M a r del Sur, arriesgada
empresa que llevó a cabo Hernan­
do de Magallanes. portugués de
nacimiento. Este marino comunicó
sus proyectos al emperador Car­
los V y le aseguró que encontra­
ría un paso, a través del cual
— navegando hacia occidente— po­
dría llegar a las Molucas.
Magallanes partió de Sanlúcar
de Barrameda, el 20 de setiembre
de 1519, al mando de una flota
de cinco naves2 con 265 tripu­
lantes. Luego de recalar en las
islas Canarias, las embarcaciones
siguieron un rumbo sudoeste, en
1 Los indios lo conocían como P aran á-G uazú y a su vez en los documentos de la época
figura como río de S o lís o río Jordán. Posteriormente, a partir de la expedición de Gaboto,
comenzó a llamarse R ío de la Plata.
3 Fueron las siguientes: Santiago, San A n to n io , C o n c e p c ió n , T rin id a d y V icto ria .
2
demanda de las actuales costas
brasileñas.
A comienzos de enero de 1520,
la flota llegó a las bocas del ac­
tual Río de la Plata; pero, luego
de penetrar en él y explorarlo cui­
dadosamente, Magallanes se con­
vence de que el río no puede ser
el canal interocéanico y continúa
con las embarcaciones rumbo al
sur. Ayudadas por el buen viento,
las naves anclan en San Julián
(21 de m arzo) y a llí el jefe decide
invernar.
Varios capitanes se opusieron al pro­
yecto, pues argumentaron que “ ng te­
nían mantenimientos” y, como estaban
convencidos de no encontrar el estre­
cho, era necesario regresar a España.
Magallanes permaneció firme en sus
convicciones, lo que determinó una su­
blevación encabezada por Cartagena y
Gaspar de Quesada. Los conjurados se
apoderaron de las naves San Antonio,
Concepción y Victoria, mientras que la
Santiago y la Trinidad permanecían
ajenas a los hechos.
Magallanes logró dominar la rebe­
lión y procedió con energía, para escar
mentar a los rebeldes. Uno de los ca­
pitanes, Luis de Mendoza, fue descuar­
tizado en tierra, mientras que Gaspar
de Quesada fue ajusticiado a puñaladas.
Además ordenó que Cartagena y el
clérigo Sánchez Reina quedaran aban­
donados en las costas patagónicas.
Dominada la insurrección, la
flota continuó viaje al sur a lo
largo de la costa patagónica; el 14
de setiembre exploraron las bocas
del río Santa Cruz y allí naufragó
la nave Santiago.
Descubrim iento del estrecho
E l 21 de octubre doblaron el
cabo de las Vírgenes y apareció
ante los audaces navegantes una
gran escotadura, que era el ansiado
paso de mar a mar. Antes de pe­
netrar en él y en vista de la esca­
sez de víveres, M agallanes copsultó con sus capitanes, quienes le
aconsejaron “ pasar adelante” . Sólo
se opuso Esteban Gómez, el cual,
El n a v e g a n te J u a n S e b a stiá n Elcan o ,
qu e reg re só a E s p a ñ a d e sp u és d e h a ­
ber e fe ctu a d o la p rim e ra v u e lta al
m undo. ( G r a b a d o d e la é p o c a .)
acobardado por los riesgos, regre­
só a Sevilla por la ruta del A tlán ­
tico ] .
Con las tres embarcaciones restantes,
se internaron por el estrecho con mu­
chas precauciones, debido a la gran
cantidad de escollos, que eran visibles a
simple vista. De noche observaron ho­
gueras en la costa sur, por lo que la
denominaron Tierra del Fuego. El 27
de octubre del año 1520, después de
pasar el Cabo de Todos los Santos, las
embarcaciones llegaron a un inmenso
océano, que por la tranquilidad de sus
aguas fue llamado Pacífico.
La empresa había sido coronada
con el éxito. Magallanes denomi­
nó al canal de Todos los Santos,
pero la posteridad lo ha inmorta­
lizado con el nombre de su descu­
bridor.
I I regreso. Sebastián Elcano
El cruce del océano en dirección
al Asia, puso a prueba el temple
de estos valientes. Hambrientos y
sin agua potable, muchos perecie­
ron víctimas del escorbuto. A co­
mienzos de marzo de 1521 reca­
laron en las islas Marianas y des­
de a llí navegaron hasta las actua­
les Filipinas, que denominaron
San Lázaro.
M agallanes obtuvo la amistad
del rey de la isla de Cebú, pero
como los naturales del cercano is­
lote de Mactam se negaron a res­
petar la autoridad del monarca
español, el valeroso marino come­
tió la imprudencia de atacarlos.
El 27 de abril, M agallanes pereció
asesinado en manos de los indíge­
nas. El rey de Cebú — para con­
graciarse con el de Mactam— ten­
dió una emboscada a los demás
españoles y fueron ultimados los
principales jefes. Reducidos en su
número, los marinos se vieron for­
zados a destruir la nave Concep­
ción.
Luego de estos incidentes, Juan
Sebastián Elcano se hizo cargo de
la V ictoria, y Gómez de Espinosa,
de la Trinidad.
Ambas embarcaciones, tripula­
das por 115 hombres en total, na­
vegaron juntas hasta las islas Molucas, donde cargaron las bodegas
con gran cantidad de especias. E l­
cano inició el regreso a España
por el océano Indico, mientras la
Trinidad a causa de las averías
1 E n el viaje descubrió casualmente las islas M alvinas. E l hecho está com probado por
un mapa que publicó D iego de Ribera en 1526 y en el cual se consignan con el nombre
de islas Sansón.
4
Esta expedición fue la primera en
hubo de quedar en el puerto de
cruzar por tierra — utilizando una ruta
Tidore x.
desconocida para los europeos— una
La Victoria soportó terribles
gran extensión del continente; además,
temporales y luego de doblar el
demostró la existencia de oro y plata
sur clel África tuvo que recalar
en el Perú y desvió los viajes posterio­
res de Gaboto y Diego Garcia.
en las islas de Cabo Verde por
falta de víveres. A llí los portu­
gueses detuvieron a varios tripu­
lantes que desembarcaron en bus­ SEBASTIÁN G A B O TO
ca de socorros.
El regreso de la Victoria con las
Entonces Elcano, con los restan­
bodegas llenas de especias y los
tes, se hizo a la vela y finalmente
relatos de sus tripulantes, intere­
entró en Sanlúcar el 7 de setiem­
saron a Carlos V, quien dispuso
bre de 1522. Sólo dieciocho hom­
— de común acuerdo con los co­
bres habían conseguido dar la
merciantes de Sevilla— organizar
vuelta al mundo y demostrar la
nuevas expediciones a las codicia­
esfericidad del planeta.
das islas.
Esta temeraria empresa ha sido
E l marino veneciano Sebastián
calificada — muy justicieramente—■ G a b oto2 firm ó una capitulación
como “ la aventura más audaz de
la humanidad” .
A LEJO G A R C ÍA
Hemos visto cómo una de las embar­
caciones de Solís naufragó al regresar
en las costas del Brasil, en las proxi­
midades de la isla de Santa Catalina.
Entre los sobrevivientes que se radica­
ron en esas tierras, se encontraba el
portugués Alejo García, quien se enteró
por los indios que muy al occidente
existía un rey o cacique Blanco, sobe­
rano de un país pródigo en riquezas.
Por el año 1525 partió García con
cuatro compañeros y gran número de
indígenas; penetró por el inmenso Cha­
co, pasó por el territorio de los indios
chañes y llegó a las proximidades de
Charcas. A llí permaneció largo tiempo
y obtuvo gran cantidad de metales pre­
ciosos, pero en el viaje de regreso -—ha­
llándose cerca de Asunción— fue ase­
sinado por los indios payaguaes.
1 Posteriormente zarpó de las Molucas en dirección a Panamá, atravesando nuevamente
el Pacífico, pero luego de diversas peripecias, fue capturada por los portugueses. Tras
varios años de cautiverio, sólo cuatro tripulantes lograron volver a la península.
2 E n 1496 acompañó a su padre Juan Gaboto —marino veneciano al servicio de In gla­
t e r r a - en ]a empresa de descubrir un paso al oriente, por la Am érica del Norte. E n 1512,
Sebastián G aboto pasó a España y a la muerte de Solís fue nombrado piloto mayor del
t\emo (5 de febrero de 1 51 8).
5
barcaciones se hicieron nuevamen­
te a la vela y a mediados de oc­
tubre anclaron en el puerto de los
Patos, frente a la isla de Santa
Catalina 1.
En ese lugar, dos náufragos de la
expedición de Solís aludieron al viaje
de Alejo García y suministraron nue­
vos informes sobre la existencia de ri­
quezas en la legendaria Sierra de la
Plata. A pesar de esto, la resolución de
alterar el rumbo, provocó nuevos mo­
tines entre los tripulantes, incidentes
que Gaboto pudo dominar.
Gaboto dejó en el fuerte una
guarnición y a fines de diciembre
remontó el Paraná. Luego de ven­
cer numerosas dificultades en la
navegación, los españoles arribaron
a la confluencia del Paraguay,
pero torcieron hacia el este — por
el río- que habían remontado—
hasta Santa A na (actual Ita tí).
A llí se detuvieron un mes, pero en
El 21 de febrero de 1527, la
flota penetró en el Río de la Plata
y en la margen oriental Gaboto
fundó el puerto de San Lázaro.
A l poco tiempo se hizo presente
Francisco del Puerto — el sobre­
viviente de la matanza de Solís— ,
quien confirmó las noticias refe­
rentes a la Sierra de la Plata.
Descubrimiento
de los ríos P a ra n á y P ara g u ay
con Carlos V, por la cual se com­
prometía a cruzar el estrecho de
Magallanes y llegar a las Molucas,
para cargar sus bodegas con espe­
cias y piedras preciosas.
Gaboto partió de Sanlúcar el
3 de abril de 1526 con cuatro em­
barcaciones y 210 tripulantes. Des­
pués de recalar en las Canarias,
la flota cruzó el océano y a co­
mienzos de junio los fuertes vien­
tos la obligaron a entrar en el
puerto de Pemambuco, donde ha­
bía una colonia portuguesa.
6
A llí, Gaboto enteróse de que el
río de Solís — al que algunos ya
llamaban de la Plata— conducía
a regiones pródigas en riquezas,
dominadas por el legendario rey
Blanco. Persuadido sobre la con­
veniencia de alterar el rumbo a
las Molucas e internarse por esas
comarcas más cercanas, Gaboto co­
municó su decisión a los demás
capitanes, quienes se opusieron,
pero finalmente — seducidos por la
codicia— aceptaron.
A fines de setiembre, las em-
Luego de dejar un destacamento
en San Lázaro, con el resto de la
expedición Gaboto ascendió por el
Paraná y el 9 de junio de 1527
fundó en la confluencia de los
ríos Carcarañá y Coronda el fuer­
te de Sancti Spiritus (Espíritu
Santo).
Esta primera población española en
la región del Plata consistió en un
rancho de paja, protegido con un te­
rraplén con empalizada. A llí el sacer­
dote Francisco García — integrante de
la expedición— rezó la primera misa,
en lo que luego fue el territorio argen­
tino.
1 Gaboto llam ó a la isla “ Santa Catalina”
Catalina Medrano.
la certeza de que habían equivo­
cado la ruta que los llevaría a la
región del oro, resolvieron volver
atrás y así llegaron — 31 de mar­
zo de 1528— a la desembocadura
del río Paraguay.
M ig u e l de Rifos se internó con
un bergantín y 30 hombres en
busca de la codiciada riqueza, peen recuerdo del cumpleaños de
su esposa,
7
Prim era expedición a l interior
de nuestro territorio
Indígenas de la zona del Carcarañá comunicaron a los con­
quistadores la existencia de rique­
zas al sudoeste, en una región que
ubicaban vagamente al sur de la
actual provincia de Córdoba. Inte­
resado por la noticia, Gaboto comi­
sionó a Francisco César para que
se internara al frente de 15 hom­
bres.
ro todos fueron ultimados por los
indígenas en la confluencia con el
Bermejo.
Enterado Gaboto y ante las no­
ticias de que naves españolas re­
montaban el Paraná, ordenó re­
gresar a Sancti Spiritus. En el
viaje se encontró con Diego García.
D IEG O G A R C ÍA
üste marino había integrado la
expedición de Solís al Plata, y
vuelto a España capituló con el
rey para dirigirse a las Molucas,
por la ruta del estrecho de M a ­
gallanes.
Diego García partió de La Coruña, al mando de dos naves, el 15
de enero de 1526; en Las Palmas
8
(islas Canarias) se encontró con
la armada de Gaboto, quien zarpó
de inmediato, a pesar de las des­
favorables condiciones atmosféri­
cas. Posteriormente lo hizo García
en dirección a las islas de Cabo
Verde y de a llí hasta las costas de
Brasil, donde fue informado de las
supuestas riquezas que podían ha­
llarse al remontar el río de Solís.
Entonces resolvió internarse por
“ el Plata” — como llamó al río—
en busca de fortuna.
A comienzos de mayo de 1528,
se encontró con Gaboto. Ambos dis­
cutieron sobre sus respectivos de­
rechos a esas regiones, pero sin
fuerzas para imponerse uno al
otro, optaron por seguir juntos la
empresa. Para reabastecerse, re­
gresaron a Sancti Spiritus.
El comisionado partió en noviembre
de 1528 y dividió su contingente en
tres pequeñas columnas: una que debía
costear el Carcarañá, otra tomar rumbo
al noroeste y la tercera encaminarse al
sudoeste. César marchó al frente de la
primera, penetró en Córdoba sin perder
de vista el río Tercero y probable­
mente llegó al valle de Conlara (San
Luis).
Emprendió el regreso y arribó a
Sancti Spiritus, en febrero de 1529,
donde relató que habia entrado a una
región de “ gente muy rica en oro y
plata” .
La expedición de Francisco Cé­
sar no sólo tiene el mérito de ser
la primera entrada al interior de
nuestro territorio, sino que tam­
bién dio origen a la “ ciudad de los
Césares” , leyenda que incitó varias
expediciones posteriores.
Destrucción de Sancti Spiritus
Gaboto y García remontaron
nuevamente el Paraná y se inter­
naron en el Paraguay, probable­
mente hasta el Pilcomayo, pero
ante la ausencia de metales pre­
ciosos, decidieron volver aguas
abajo.
En Sancti Spiritus, Gaboto se en­
teró de la actitud hostil de los in­
dígenas, en franca rebelión por el
mal trato a que eran sometidos por
los españoles. Por este motivo, re­
forzó los efectivos y luego partió
hacia el sur, pero aprovechando su
ausencia los indígenas atacaron e
incendiaron a Sancti Spiritus, re­
duciendo todo a cenizas (setiembre
de 1529).
A l comprobar el desastre, Ga­
boto y García decidieron regresar
separadamente a España; primero
lo hizo García y posteriormente
zarpó el navegante veneciano. Des­
pués de un penoso viaje, llegaron
a Sanlúcar en julio de 1530.
CORRIENTES PO BLADO RAS
DEL TERRITORIO A RG EN TIN O
Nuestro territorio fue conquista­
do y colonizado por tres corrientes
pobladoras, de origen hispánico:
a) La del este. Procedió direc­
tamente de España a través del
océano Atlántico y tuvo sus cen­
tros más destacados en Asunción
y Buenos Aires. Se extendió a lo
largo de la Mesopotamia, por las
actuales provincias de Buenos A i ­
res, Entre Ríos, Corrientes, Santa
Fe y territorios situados al este
del río Uruguay, hasta el océano.
b ) La del norte. Procedente del
Perú, abarcó la región conocida
con el nombre del Tucumán, que
comprendía las actuales provincias
de Jujuy, Salta, Catamarca, La
Rioja, Tucumán, Córdoba, Santia­
go del Estero y Chaco.
c) La del oeste. Salió de Chile y
luego de cruzar los Andes se ex­
tendió por las actuales provincias
de Mendoza, San Juan y San Luis.
9
Don P ed ro de M e n d o za , el prim er
a d e la n t a d o d e l R ío d e la P la ta .
territorio estaba comprendido en­
tre los paralelos 25° y 36° de la­
titud sur, de este a oeste por am­
bos océanos. Mendoza recibía el
título de adelantado 1 por dos v i­
das, autorizándolo a que constru­
yera tres fortalezas.
La expedición
CONQUISTA
DIL RÍO DI LA PLATA
Don Pedro de M endoza
Los datos aportados en España
por Gaboto y Diego García sobre
los legendarios dominios del rey
Blanco y las riquezas de la Sierra
de la Plata despertaron gran en­
tusiasmo entre la Corte y el pue­
blo. En enero de 1534, Hernando
Pizarro exhibió el tesoro del inca
Atahualpa, lo que acentuó, aún
mas, el deseo de poblar las co­
marcas del Plata.
Era necesario encontrar un per­
sonaje adinerado para que solven­
tara los gastos de la nueva empre­
sa. La elección recayó en don
leciro de Mendoza, quien el 21 de
mayo de 1534 firm ó con Carlos V
una capitulación, por la cual el
monarca lo autorizaba a conquis­
tar y poblar la región “ del río de
íjoüs, que llam an de la Plata” . El
10
La expedición demoró más de un
año en zarpar, debido especialmente a
que no se encontraban naves ni pilotos
a causa del poco interés de los marinos
avezados por un viaje al Río de la
Plata. Fue necesario incorporar buen
número de extranjeros, entre ellos el
alemán Ulrico Schmidl, más tarde fa­
moso por su crónica.
Entre los principales capitanes que
se embarcaron, podemos citar: Juan de
Osono, Juan de A y olas, Solazar de
Espinosa, Felipe de Cáceres, Francisco
de Mendoza, Diego de Abreu, Luis de
Cepeda (hermano de Santa Teresa) y
el hasta ese momento oscuro soldado
Domingo Martínez de Irala.
Entre los religiosos figuraban Luis
de Miranda, Julián Carrasco, M artín
de Armencia, Francisco de Andrada,
etc. También subieron a las naves — por
vez primera en una expedición al Pla­
ta— vanas mujeres, entre ellas una
amiga del adelantado, María Dávila,
e Isabel de Guevara que luego envió a’
la Corte una conocida carta en la que
relata episodios de la conquista.
Ademas fueron embarcados setenta y
dos caballos y yeguas.
^ ^ de agosto de 1535 zarpa­
ron del puerto de Sanlúcar de Barrameda trece naves, a las que se
agregaron tres más en las islas
Canarias.
— En el_cruce del océano, la flota
1 V e r capítulo II, página 47.
se dividió: unas embarcaciones se
dirigieron al Rio de la Plata, y el
resto — a las órdenes del adelan­
tado— navegó rumbo a las costas
del Brasil.
En el transcurso del viaje, Juan de
Ayolas acusó al maestre de campo Juan
ele Osorio de un intento de amotinación.
Pedro de Mendoza dispuso iniciar un
proceso que fue a todas luces una in­
justicia.
Luego de fondear las naves en Río
de Janeiro, Osorio — acusado de amotinador— fue ajusticiado en )a playa
de esa bahía (3 de diciembre).
Bordeando la costa brasileña, las
naves prosiguieron su derrotero y
ya en él estuario del Plata, en las
cercanías de la isla de San Gabriel,
se encontraron con los demás inte­
grantes de la flota.
Fundación de Buenos A ires
Después de explorar la región,
abandonaron la costa oriental y
— de común acuerdo— se dirigie­
ron a la margen opuesta, que
reunía mejores condiciones para
edificar un poblado. E l desembarco
se produjo en los primeros días de
febrero de 1536.
En aquellas épocas, desde la boca
actual del Riachuelo hasta la calle
Humberto I, emergía de las aguas un
banco de arena (llamado isla del Pozo)
que formaba con la costa un canal
muy navegable. A llí se refugiaron las
naves de Mendoza y anclaron en el ex­
tremo norte de la isla. Frente a ese
lugar y sobre la tierra firme, en una
zona ll&mada más tarde A lto de San
Pedro, se fundó Rueños Aires. A llí se
levanta hoy día la iglesia de San Telmo, en la manzana limitada por las
calles Humberto I, Balcarce, San Juan
y Defensa.
El día 3 de febrero, Mendoza
fundó Buenos Aires.
El cronista Díaz de Guzmán
afirma que el nombre tuvo su ori­
gen en una expresión del marino
ciaron un sitio que se prolongó
cerca de quince días. Gran parte de
las casas y algunas naves fueron
reducidas a cenizas, por lo que
los conquistadores se refugiaron en
las restantes embarcaciones, hasta
que los indígenas levantaron el
sitio.
A mediados de julio regresó
Ayolas con bastantes provisiones,
haciendo buenas referencias del
lugar donde había levantado el
asiento de Corpus Christi. Con el
objeto de observar personalmente
la zona, Mendoza dejó en Buenos
Aires a Ruiz Galán y se dirigió
hacia el poblado. N o conforme con
el lugar, el adelantado se trasladó
cuatro leguas hacia el sur y fundó
Sancho del Campo (cuñado de
don Pedro), quien ante la atmós­
fera diáfana exclamó: “ ¡Qué bue­
nos aires son los de este suelo!”
Actualmente no se acepta esta opi­
nión, pues se atribuye el nombre
a un voto que Mendoza hizo a la
virgen del Buen Aire, que se ve­
neraba en Cagliari (Cerdeña).
En principio, los indígenas de la
región se acercaron al pequeño
poblado en actitud amistosa, pero
al poco tiempo se alejaron en ma­
nifiesta hostilidad.
Ante la falta de alimentos en
la zona, para procurarlos, Mendoza
envió un galeón a las costas del
Brasil y más tarde a su ^igarteniente Juan de A jó la s hacia el
norte. E l último se hizo a la vela
con tres embarcaciones y el 15 de
junio de 1536 fundó Corpus Christi, en las cercanías de la laguna
Coronda (Santa F e).
12
Com bate de Corpus Christi
En Buenos Aires, la falta de a li­
mentos se hacía más notoria, por
lo cual el adelantado designó a
su hermano D iego de Mendoza
para que, acompañado por 300 sol­
dados y 30 jinetes, tratara de ha­
llarlos a la brevedad.
Cuando los españoles se encon­
traban en las proximidades del ac­
tual Tigre, fueron atacados sor­
presivamente por los indios. El
combate — llamado luego de Cor­
pus Christi (15 de ju n io )— term i­
nó con una completa derrota para
los conquistadores. Perdieron la v i­
da Diego de Mendoza y treinta y
ocho compañeros, entre ellos Pe­
dro Luján, quien falleció junto al
río que hoy lleva su nombre.
Los indios, estimulados por este
triunfo, atacaron por millares a
Buenos Aires y el 24 de junio in i­
una nueva población, a la que lla ­
mó Buena Esperanza.
Para no demorar por más tiempo
la búsqueda de la “ tierra rica” , el
adelantado envió hacia el norte
a Juan de Ayolas y a D om in go
M a rtín ez de Irala, al frente de tres
embarcaciones y 170 tripulantes,
quienes partieron de Buena Espe­
ranza el 14 de octubre. Entretanto,
Mendoza — debido al estado pre­
cario de su salud— decidió regre­
sar a Buenos Aires.
La C a n d e la ria
Ayolas remontó el Paraná y a
los 20° 30' de latitud sur fundó
el puerto que denominó La Can­
La A sunción.
Irala y Ruiz G a lá n
delaria. A llí dejó a Irala con un
contingente y con 130 hombres se
internó en la región chaqueña, en
busca de riquezas.
Ayolas llegó hasta los contra­
fuertes andinos — hoy Bolivia— y
obtuvo buena cantidad de oro y
plata; emprendió el regreso, pero
al llegar a La Candelaria no en­
contró a Irala. Debido a esto, que­
dó sin refuerzos a merced de los
indígenas sublevados, quienes lo
ultimaron junto con todos sus
compañeros.
Mientras tanto, Mendoza había
llegado a Buenos Aires y al care­
cer de noticias de Ayolas envió a
Juan de Solazar al frente de dos
naves, en una expedición de au­
xilio.
Sintiéndose m uy enfermo, el
adelantado designó teniente de
gobernador a Ayolas, pero mien­
tras durase la ausencia de éste, lo
reemplazaría Ruiz Galán. Poco
después, Mendoza emprendió el
viaje de regreso a España, mas fa­
lleció en alta mar, el 23 de junio
de 1537.
Por su parte, Salazar remontó el
Paraná y se encontró con Irala al
norte de La Candelaria. Ambos
capitanes, luego de buscar infruc­
tuosamente a Ayolas, decidieron
separarse; Irala zarpó rumbo a La
Candelaria y Salazar a la con­
fluencia de los ríos Pilcomayo y
Paraguay, donde fundó un poblado
que denominó Nuestra Señora de
la Asunción, el cual figura en los
documentos de la época como “ ca­
sa-fuerte” (15 de agosto de 1537).
A l poco tiempo, Salazar zarpó
en dirección a Buenos Aires, donde
los conquistadores le informaron
que Mendoza había partido enfer­
mo a España y que, hasta tanto
apareciera Ayolas, había suscrito
un documento en favor de Ruiz
Galán. Este último, dispuesto a
enfrentar a Irala para ocupar el
poder, reunió cuatro naves y re­
montó el Paraná acompañado por
la mayoría de los conquistadores.
Luego de agria disputa, ambos
caudillos decidieron separarse; Irala marchó a La Candelaria y Ruiz
Galán se dirigió nuevamente a
Buenos Aires. Juan de Salazar que­
dó en la Asunción.
Despoblación de Buenos A ires
En noviembre de 1538 llegó a
Buenos Aires el veedor Alonso de
Cabrera, quien era portador de un
importante documento firmado por
el rey el 12 de setiembre de 1537.
En el escrito, los conquistadores
quedaban autorizados a elegir go­
bernador, siempre que hubiera fa­
llecido el designado por Mendoza.
Con una flota de siete naves, el
veedor marchó a la Asunción y
enterado de la muerte de Ayolas
puso en posesión del cargo de go­
bernador del R ío de la Plata a
Domingo M artínez de Irala.
Una vez confirmado en el man­
do, el último se trasladó a Buenos
Aires acompañado del veedor Ca­
brera y de común acuerdo deci­
dieron destruir el poblado. En el
mes de junio de 1541, Irala ordenó
quemar todas las construcciones y
dejó en la playa una calabaza al
pie de un mástil, donde informaba
a los futuros navegantes que los
pobladores se habían trasladado a
la Asunción.
IL flO U N D O A C H A N T A D O
A lv a r Núñez C a b e za de V a c a
Carlos V carecía de noticias so­
bre Juan de Ayolas, sucesor de don
Pedro de Mendoza en el Río de
la Plata, y como no era aconsejable
detener la marcha de la conquista,
capituló y dio e l título de ade­
lantado a don A lva r N úñez Ca­
beza de Vaca.
En diciembre de 1540 partió de
Cádiz con tres naves y 400 hom­
bres y arribó a la isla de Santa
Catalina (Brasil) en marzo de
1541. A llí se enteró de la despo­
blación de Buenos Aires y enton­
ces dispuso llegar por tierra a la
Asunción, miéntras las embarca­
ciones debían hacerlo remontando
los ríos.
A lva r Núñez inició una penosa
marcha y en el trayecto descubrió
las cataratas del Iguazú. Una vez
llegado a la ciudad de Asunción 1,
el nuevo funcionario tomó posesión
1 E n esas épocas, la Asunción ya era una ciudad, porque Irala Tiabía establecido las
autoridades comunales y organizado el primer cabildo en setiembre de 1541.
14
15
la vigilancia del veedor Alonso de
Cabrera. E l proceso continuó en
la península por espacio de siete
años, y aunque finalm ente fue absuelto, renunció al título de ade­
lantado.
Segundo gobierno de Irala
del cargo, ante el encono de los
partidarios de Irala, quienes cen­
suraron la severidad y orgullo del
adelantado.
Una de las mayores ambiciones
de Á lva r Núñez era encontrar el
camino que lo llevase a la región
donde suponía hallar fabulosa ri­
queza. Por este motivo, comisionó
a Irala para que explorara una
zona apta para iniciar la empresa
y sometiese a los indios, que se
habían rebelado a la autoridad del
rey.
Irala llegó hasta el puerto lla ­
mado de Los Reyes y luego de do­
minar a los naturales regresó a
la ciudad a mediados de febrero
de 1543.
Después de varios incidentes en­
tre el adelantado y los oficiales
reales — que demoraron la partida
de la expedición— todo estuvo lis­
to para el 8 de setiembre, día en
que los españoles salieron rumbo
al Potosí. Formaban la columna
400 conquistadores y 1200 indios
16
amigos, que en 10 bergantines y
120 canoas ascendieron el río Pa­
raguay hasta el puerto de Los
Reyes.
Desde ese lugar iniciaron una peno­
sa marcha, complicada por el extravío
de los guías indígenas, que equivocaron
la ruta.
Las condiciones climáticas tampoco
favorecieron a los españoles, pues fuer­
tes lluvias tropicales ocasionaron el des­
borde de los ríos y grandes inundacio­
nes; además, fiebres malignas abatie­
ron a los hombres.
Los oficiales reales solicitaron
el regreso al puerto de Los Reyes,
a lo que accedió Á lva r Núñez,
quien también estaba enfermo.
Desde allí los expedicionarios se
dirigieron a la Asunción, donde
arribaron exhaustos.
El malestar político culminó en
la noche del 25 de abril de 1544,
en que el adelantado fue apresado
y luego remitido a España — con
un largo capítulo de cargos— bajo
En virtud de la real cédula de
1537, los pobladores de la Asun­
ción eligieron nuevamente gober­
nador a Domingo M artínez de
Irala. Éste partió — noviembre de
1547— al frente de una expedi­
ción, en busca de la región del
oro.
Luego de cruzar el Chaco se
enteró, por medio de los indios,
que estaba en territorios pertene­
cientes a la jurisdicción del Perú;
entonces envió a Nufrio de Chaves
a la ciudad de Lima, para que se
entrevistara con el licenciado de la
Gasea a fin de ofrecerle sus ser­
vicios y solicitarle la confirmación
del cargo de gobernador.
Mientras aguardaban al comi­
sionado, los antiguos partidarios
de Á lva r Núñez provocaron una
revuelta y obligaron a Irala a em­
prender el regreso y a entregar el
mando a Gonzalo de Mendoza
(noviem bre de 1548).
Por otra parte, en la Asunción,
Francisco de M endoza — que ha­
bía sido designado lugarteniente
por Irala— fue ajusticiado en un
motin y reemplazado por D iego
de Abreu.
Los acontecimientos de la ciu­
dad movieron a los expedicionarios
a designar nuevamente gobernador
a Irala, pues Abreu era partidario
de los “ leales” (adictos de Á lvar
La reg ió n c h a q u e ñ a según un m a p a que
se su p o n e o b ra d e l sa ce rd o te je su íta Jo sé
C a r d ie l.
N ú ñ ez). Cuando Irala se aproxi­
maba a la Asunción, Abreu huyó
a la selva.
Los S a n a b ria s
Luego de la llegada de Álvar N ú­
ñez a España, el rey — enterado de las
luchas que agitaban la Asunción— de­
cidió nombrar un nuevo gobernante.
El 22 de julio de 1547, firmó en
Monzón una capitulación a favor de
Juan de Sanabria, dándole el título de
adelantado del Río de la Plata. Sin
embargo, éste falleció al poco tiempo,
por lo cual su hijo Diego de Sanabria
fue designado para el mismo cargo, en
el año 1549.
Partió de Sanlúcar de Barrameda
en abril de 1550, pero el viaje fue muy
accidentado y tras muchas peripecias
llegó a las costas de Venezuela y de
allí se dirigió hacia Lima, donde se
radicó.
Otras dos naves arribaron a la isla
de Santa Catalina, donde recibieron
auxilios de Irala y én esta forma pu­
dieron trasladarse hasta la Asunción
Último gobierno de Irala
A pesar de todos los fracasos,
los conquistadores radicados en la
Asunción no cejaban en su intento
por encontrar riquezas. En enero
de 1553, Irala partió al frente de
120 hombres y 2.000 indios auxi­
liares; exploró la zona circundan­
te a l puerto de San Femando, pero
la llegada del invierno y los fuer­
tes aguaceros le obligaron a re­
gresar, sin haber conseguido su
objeto.
Por real cédula del 4 de octu­
bre de 1552, Irala fue confirmado
como gobernador, pero el monarca
— en otro escrito— le prohibía em­
prender nuevas campañas.
En abril de 1556, llegó a la
Asunción fra y Pedro Fernández
de la Torre, segundo obispo titular
(su antecesor fue Juan de Barrios,
que no arribó) y el primero que
pisaba esas tierras.
E l 3 de octubre de ese año, a
los 45 años de edad, falleció Do­
mingo M artínez de Irala, discutida
personalidad de la conquista, pero
indudablemente el hombre que
sentó las bases de la colonización
en la región del Guayrá (A lto Pa­
raná).
i A sí llegaron al Paraguay doña Mencia
las embarcaciones!50
ITS ’eres
Sucesores de Irala
Muerto Irala, le sucedió su yer­
no Gonzalo ele Mendoza, quien
— dispuesto a poblar la región del
Guayrá— envió una expedición a
las órdenes de N u frio de Chaves.
Éste fundó — febrero de 1561— la
ciudad de Santa Cruz de la Sierra,
cincuenta leguas al este de la ac­
tual; repartió los indios en enco­
miendas y organizó el prim er Ca­
bildo, entre cuyos miembros figu ­
raba Juan de Garay.
Mientras tanto, en julio de 1558
había fallecido —-sin dejar suce­
sor— Gonzalo de M endoza; enton­
ces los pobladores de la Asunción
aplicaron la real cédula de 1537
y eligieron gobernador a Francisco
O rtiz de V er gara, hombre de es­
casos méritos, quien marchó al Pe­
rú para confirmar su título.
La Audiencia de Charcas no había
autorizado el viaje, por lo que el go­
bernador debió detenerse un año en
Santa Cruz de la Sierra. Este lapso fue
aprovechado por Nufrio de Chaves y
otros capitanes para imputarle ante la
Audiencia numerosas acusaciones, de
acuerdo con un plan trazado por Juan
Ortiz de Zarate, vecino de Chuquisaca,
que ambicionaba la gobernación del Pa­
raguay y del Río de la Plata.
Cuando Ortiz de Vergara se presentó
ante la Audiencia, enteróse de las acu­
saciones y aunque consiguió refutar
todos los cargos decidió trasladarse a
España, para someter el pleito al Con­
sejo de Indias.
Calderón
(m adrastra de
D iego de
Sanabría)
mu)eres' Tam blén 1(1 hl2° nuevamente Juan de- Salazar, que mandaba
‘ uvieren
honrosa
descendencia:
una
de
las
hijas
de
doña
Mencia
se
obisDo de T n Z t
f v P 6-!? X S“
’° fue í ray H ern a n d o de T r e jo y Sanabría, futuro
„ -P
Tucumán. Fallecido su esposo, casó con Martín Suárez de Toledo y de esta
unión nació H em an darias de Saavedra.
y
e esia
^i,Ia
de Mencia Calderón —Isabel Contreras— se casó con Juan de Salazar v tuvo
dos bijas; una de ellas fue la esposa de Juan de Garay.
*
a
El ad elan tad o
Ju a n O rtiz de Z árate
Desde la Asunción llegaron al
Perú fabulosas versiones relativas
a la existencia de oro y plata en
el Guayrá; por tal motivo, el rico
hacendado y minero Juan O rtiz de
Zárate presentó su candidatura
para gobernar esa región.
Zárate se dirigió a Lim a y con­
siguió que la Audiencia lo nom­
brara adelantado, con la expresa
condición de obtener en España la
confirmación real.
Partió hacia la península a fi­
nes de 1567, pero antes nombró
lugarteniente a F elip e de Cáceres,
quien salió de Chuquisaca y lue­
go de pasar por Santa Cruz de la
Sierra — donde fue bien recibido
por Nufrio de Chaves— llegó a la
Asunción en diciembre de 1568.
El gobierno de Cáceres se pro­
longó hasta el año 1572, en cuyo
transcurso debió enfrentar la obs­
tinada oposición de sus adversarios
políticos, encabezados por el obis­
po Pedro de la Torre.
El gobernador se trasladó dos
veces hasta las bocas del Río de
la Plata, a la espera del nuevo
adelantado; en el segundo de es­
tos viajes fue acompañado por Juan
de Garay.
■
Los enemigos de Cáceres consi­
guieron finalmente deponerlo y lo
enviaron a España — en calidad de
detenido— bajo la custodia del
obispo de la Torre. En su reem­
plazo fue designado gobernador
M a rtín Suárez de Toledo.
19
C U ESTIO N A R IO
1. ¿Q ué itinerario siguió Solís hasta descubrir el Río de la Plata?
2. ¿En qué año y con cuántas naves partió M agallanes? 3. ¿Q ué
sucedió en San Ju liá n ? 4. ¿Fue coronada con el éxito la empresa?
5. ¿Quién emprendió el regreso? 6. ¿Q ué importancia tiene el viaje
de Alejo G a rc ía ? 7. ¿Q ué capitulaciones firmó G aboto? 8. ¿Por
qué alteró el rumbo? 9. ¿C uál fue la primera población española
en el Plata? 10. ¿Y la primera expedición al interior de nuestro
territorio? 11. ¿Cómo terminó el fuerte de Sancti Spiritus? 12. ¿De
dónde procedieron las tres corrientes pobladoras del territorio a r ­
gentino? 13. ¿Q ué derrotero siguió la expedición de don Pedro de
M endoza? 14. ¿Dónde fué asesinado Osorio? 15. ¿Dónde y cuándo
se fundó Buenos Aires? 16. ¿Quiénes fueron derrotados en el com­
bate de Corpus Christi? 17. ¿Por qué fue ultimado A yo las? 18.
¿Quién fundó la Asunción? 19. ¿Q ué importancia tiene la real cé­
dula del 12 de setiembre de 1537? 20. ¿Q uién fue el segundo ad e­
lantado? 21. ¿Por qué fue apresado? 22. ¿C uáles fueron los últimos
gobiernos de Ira la ? 23. ¿Qué población fundó Nufrio de Chaves?
24. ¿Quién era Ju an O rtiz de Z árate? 25. ¿Cómo gobernó Felipe
de Cáceres?
Juan de G a ra y . G a ra y . Fundación de la ciudad de Buenos
Aires. Juan Torres de V era y A ragón. H ernandarias de Saaved ra. División del territorio: las dos gobernaciones. El Tu­
cumán. Juan Núñez de Prado. La sublevación de los indígenas.
Corriente pobladora del oeste. El Cuyo. La Patagonia.
JU A N DE G A R A Y
A Felipe de Cáceres le sucedió
M a rtín Suárez de Toledo, quien
gobernó la Asunción hasta la lle ­
gada del adelantado Ortiz de Zá­
rate.
Suárez de Toledo comisionó a
Juan de Garay para que fundara
una población en las proximidades
del Plata, mientras escoltaba hasta
ese lugar la embarcación en que
viajaba preso a la península Felipe
de Cáceres.
Como vimos, Garay acompañó a Cá­
ceres en el segundo de los viajes que el
último efectuó al Rio de la Plata. A
partir de ese momento, Garay propició
la fundación de pueblos a lo largo del
Paraná con el objeto de facilitar la ruta
marítima y las comunicaciones con Es­
paña. Él afirma que fue nombrado para
esa misión, “por el calor que yo puse
en decir que abriésemos puertas a la
tierra y no estuviésemos cerrados” (car­
ta del 20 de abril de 1582).
Después de superar grandes d ifi­
cultades — debido a la escasez de
medios— Garay equipó un bergan­
tín grande, ocho barcas de carga
y unas pocas balsas. Para que lo
acompañaran en la empresa, con­
siguió reunir 9 españoles y 75
criollos (llamados “ mancebos de
la tierra” ).
21
El ten ie n te d e g o b e rn a d o r J u a n d e G a r a y ,
q u e dispu so la se g u n d a fu n d a ció n d e
B uenos A ire s.
río Carcaraña. Cuando llegó a las rui­
nas de la Torre de Gaboto (Sancti
Spiritus) fue atacado por los indios,
pero en esas circunstancias apareció
providencialmente un grupo de jinetes
españoles a las órdenes de Jerónimo
Luis de Cabrera, conquistador que aca­
baba de fündar la ciudad de Córdoba.
Ambos jefes decidieron separarse sin
llegar a ningún acuerdo.
Estos mestizos —hijos de españoles
con mujeres indígenas— formaban la
nueva generación que ansiaba parti­
cipar en las exploraciones de su propia
tierra.
La flotilla cargó armas, municiones,
plantas, semillas, herramientas y todos
los elementos necesarios para edificar
una futura ciudad.
Una parte de la expedición marchó
por tierra, con caballos y ganado
vacuno.
Fundación de Santa Fe
Garay partió de la Asunción a
mediados de abril de 1573 y siguió
a la carabela en que viajaba Cá­
ceres hasta la altura de Feliciano
(paralelo 3 1); a llí dejó la escolta
y desembarcó para reunirse con el
resto de la expedición, que mar­
chaba por tierra.
Seguidamente exploró la costa occi­
dental del Paraná con el objeto de en­
contrar una zona donde establecer un
poblado. Una vez elegido el sitio — más
tarde llamado Cayastá—- y mientras se
realizaban los trabajos destinados a le­
vantar las primeras viviendas, se inter­
no con un grupo de compañeros por el
22
Garay regresó al lugar donde
había dejado a la mayoría de sus
hombres y el 15 de noviembre de
1573 fundo la ciudad que llamó
de Santa Fe.
En esos momentos recibió — por
mano de un indio— una carta del
adelantado Ortiz de Zárate, quien
le comunicaba encontrarse en la
isla de San Gabriel y le pedía
ayuda por la pérdida de dos naves.
Sin demorar, Garay partió con
treinta hombres en una pequeña
embarcación al encuentro del re­
cién llegado.
O rtiz de Z arate
Como sabemos, Zárate marchó
a España para solicitar a la co­
rona su confirmación en el cargo
de adelantado. Llegó a destino en
setiembre de 1568, después de so­
portar graves inconvenientes pues
la nave en que viajaba fue asaltada
por unos piratas franceses, quienes
le robaron gran cantidad de dinero
y valiosas prendas.
A pesar de todos los contra­
tiempos, consiguió firm ar capitu­
laciones con Felipe II, quien otor­
gó a Zarate el título de adelantaG^° T para
X sus descendien­
tes— de las provincias del Río de
la Plata.
La expedición salió de Sanlúcar
en octubre de 1572, integrada por
cinco embarcaciones y 510 perso­
nas, en su mayoría pobres y sin
profesión1. Después de una aza­
rosa travesía, llegaron a la isla de
San Gabriel, en el Río de la Plata,
donde solicitaron ayuda a Juan de
Garay, quien acudió presuroso.
Reabastecida la expedición, Zá­
rate dispuso levantar un poblado
en la costa oriental y entonces fun­
dó San Salvador, de efímera exis­
tencia.
El adelantado arribó a la Asun­
ción en febrero de 1575 e inició
un gobierno mediocre. M urió al
año siguiente y por testamento de­
jó heredera universal a su hija
natural Juana, residente en Char­
cas. La joven contaba dieciséis años
de edad y debía contraer matri­
monio con un hombre capacitado
para gobernar, pues éste sería el
nuevo adelantado. Garay fue de­
signado tutor y encargado de cum­
plir con las cláusulas testamen­
tarias.
Por otra parte, Zárate dejó interina­
mente el gobierno en manos de su so­
brino Diego de Mendieta. Éste envió
a Juan de Garay copia legalizada del
testamento, con la orden expresa de
cumplirlo. El último pasó a Charcas y
comunicó a Juana las disposiciones tes­
tamentarias.
La joven — con anuencia de Garay— prefirió al oidor Juan T o ­
rres de Vera y Aragón, pero las
Leyes de Indias prohibían a estos
funcionarios casarse dentro de los
límites de su jurisdicción. A pesar
de todo, la boda se celebró en di­
ciembre de 1577.
Vera y A ragón consiguió que la
Audiencia lo mantuviera en su
cargo, aunque el virrey Toledo
prohibió al matrimonio trasladarse
a la Asunción; por esta causa, él
primero nombró en su reemplazo
a Juan de Garay en el cargo de
teniente de gobernador del Río de
la Plata.
GARAY.
FU N D A CIÓ N DE LA CIUDAD
DE BUENOS AIRES
A fines de abril de 1578, Juan
de Garay salió de Charcas en di­
rección a Santa Fe y desde allí
pasó a la Asunción, ciudad a la
que arribó a mediados de setiem­
bre. E l resto de ese año y parte
del siguiente lo empleó en repri­
m ir varias sublevaciones indígenas
y en pacificar el territorio con­
fiado a su mando.
En enero de 1580, Garay pre­
gonó en la Asunción la repobla­
ción del puerto de Buenos Aires,
las condiciones requeridas para el
enganche voluntario y las venta­
jas qué obtendrían los primeros
habitantes 2.
En la expedición se alistaron
algo más de sesenta personas, en
su mayoría jóvenes mestizos y
1 Subió a una nave el arcediano M a rtín del B arco C entenera, quien luego escribirla su
conocido poema “ Argentina y conquista del Río Se la Plata” .
Aunque embarcaron 45 artesanos y 68 labradores, la mayoría de los integrantes de la
A n d ^ / ^ f 1^ 6ra " chusma va8abunda” , calificada por el tesorero Montalvo como “ escoria de
.
Por otra parte, las naves eran viejas y estaban mal aderezadas; a pesar de todo, 58 m use animaron a emprender la travesía,
d f \ incentivo no fue -c o m o en tiempos de M e n d o z a - el oro y la plata. G aray sólo
destacó como beneficios la abundancia de ganado caballar, la distribución de tierras aptas
para el cultivo y el repartimiento de indígenas.
23
•ón __la Trinidad— fue la de la ciu­
misma. Seguidamente se publicó,
como era de ley, la organización del
gobierno municipal, siendo nombrados
a l c a l d e s Rodrigo Ortiz de Tárate y don
G o n z a lo M artel de Guzmán, con seis
regidores que figuran en el acta (Quir ó s , Olaberrieta, Bermúdez, Gaitán, Ibarroía y Escobar), los cuales allí mismo
fueron admitidos a sus oficios, después
de sendos juramentos” .
A continuación, Garay y demás
miembros del gobierno se trasladaron
al centro de la plaza, donde clavaron
en tierra un tronco o “ rollo público” .
Este “ árbol de la justicia” era el em­
blema visible de la jurisdicción real.
Finalmente Garay tomó posesión de
la ciudad y entonces — de acuerdo con
una antiquísima costumbre— sacó su
espada, cortó algunas hierbas y mien­
tras tiró varias estocadas dijo: “ si avia
alguno que se lo contradiga, que pa­
rezca” y como nadie respondió “ lo
pidió por testimonio” .
dad
criollos (mancebos de la tierra );
una mujer y dos religiosos.
Todos se equiparon por su cuen­
ta, llevando — según expresión de
Garay— “ sus armas, caballos y
ganados” . Para el transporte flu ­
via l contaban con una carabela,
dos bergantines y numerosas ca­
noas y balsas indígenas. U n gru­
po de hombres condujo el ganado
(especialmente caballos y vacas)
por tierra.
El domingo 29 de mayo, día de
la Santísima Trinidad, las embar­
caciones fondearon en el Riachue­
lo. En homenaje al día de llegada,
Garay lla iró a la ciudad con el
nombre de la festividad religiosa.
En las proximidades del lugar,
el teniente de gobernador hizo va­
rias exploraciones hasta que se de­
cidió por un sitio ubicado un poco
más al norte de la prim itiva fun­
dación.
Garay delimitó un rectángulo
de 250 manzanas, pero sólo 46 se
destinaron para solares urbanos;
de aquéllas seis fueron adjudicadas
para el Fuerte y Plaza M ayor (h oy
de M a y o ), tres para conventos y
una para hospital. Las manzanas
restantes se destinaron a chacras.
El sábado 11 de junio de 1580,
Garay fundó la ciudad de la San­
tísima T rinid ad ; el puerto conser­
vó el nonjbre de Santa M a ría de
Buenos Aires.
La ceremonia de fundación se efectuó
el sábado por la mañana, en el lugar
destinado para la Plaza Mayor. Ante
un centenar de españoles y criollos
comenzó el acto el escribano Pedro de
Jerez, quien leyó el acta de fundación.
Luego — escribe el historiador Groussac— “ se plantó una cruz en el sitio
destinado para iglesia mayor (el que
ocupa hoy la Catedral), cuya advoca-
Últimos años de G a ra y .
Su muerte
Terminado el conflicto de San­
ta Fe, Garay se trasladó a Buenos
Aires y en noviembre de 1581 sa­
lió al frente de treinta hombres,
en un viaje de exploración hacia
el sur. Llegó a la altura de la
Punta M ogotes (actual M a r del
Plata) y regresó con la esperanza
de volver a buscar la legendaria
“ ciudad de los Césares” .
Luego pasó a Santa Fe y de allí
a la Asunción, donde permaneció
hasta los primeros días de diciem­
bre de 1582, fecha en que regresó
a Buenos Aires.
En enero de 1583, llegó al Plata
el nuevo gobernador de Chile, don
Alonso de Sotomayor, quien so­
licitó ayuda a Garay para tras­
ladarse por tierra hasta su ju­
risdicción; este último accedió a
acompañarlo hasta el río CarcaraEl 20 de octubre, los miembros
del Cabildo — en presencia de Ga­
ñá, para lo cual, a mediados de
ray— eligieron patrono a San
marzo, embarcó en un bergantín
M a rtín , obispo de Tou rs; también
acompañado de unos cincuenta
fue creado el escudo de la ciudad.
hombres; en el trayecto, para
abreviar camino, Garay se inter­
Mientras Garay se encontraba
nó en una laguna (en las cerca­
en Buenos Aires, se produjo en
nías del fuerte Gaboto), sin saber
Santa Fe -— el 1 de junio de
que había equivocado el rumbo.
1580— una rebelión encabezada
A llí desembarcó y resolvió per­
por siete criollos.
noctar en sus orillas. Cuando los
Enterado de la “ revolución de
españoles estaban durmiendo fue­
los mancebos” Garay se trasladó
ron atacados por los indios, quie­
a Santa Fe y a llí consiguió calmar
nes mataron a Garay y a doce de
las rencillas, en base a una hábil
sus hombres 1.
política de pacificación.
, 1 E l tesorero H ern a n d o de M o n ta lv o relata que Garay no quiso colocar centinelas, a pesar
de que los indios los habían observado todo el día. Afirm a que todos los españoles fueron
sorprendidos en el sueño y “ dan en ellos y matan primero al general sin poder decir Uios
válgame” .
, Por su parte, B arco Centenera dice que G aray confió en sí mismo y que
C1a siempre falto” .
fue de pruden-
25
E statua de H e r n a n d a r ia s d e S a a v e d r a ,
a q u ien el p a d re G u e v a r a c a lific ó co­
mo a "u n o d e los m ayores sujetos d e l
N uevo M u n d o ".
Fundación de Corrientes
Fundación
de Concepción del Bermejo
JU A N TORRES DE VERA
Y ARAGÓN
Vera y Aragón continuaba re­
tenido en Chuquisaca y por tanto
Mientras tanto, con Vera y A ra­
imposibilitado de trasladarse a su
gón sucedía un hecho sin prece­
gobernación. A l tener conocimiento
dentes en América hispana, por
del trágico fin de Garay, nombró
cuanto si bien se le negaba la au­
reemplazante a su sobrino Juan
torización para trasladarse al Río
Torres de Navarrete, quien se di­
de la Plata y al Paraguay, estos
rigió a la Asunción y se hizo cargo
territorios se hallaban gobernados
del mando en marzo de 1584 con
por sus lugartenientes.
el título de teniente de gobernador.
Finalmente, a principios de 1587
Navarrete comisionó a Alonso
ya fallecida Juana de Zárate—
de Vera ( “ Cara de perro” ) para
Vera y Aragón obtuvo el anhelado
que fundara una ciudad sobre el
permiso, aunque el rey lo desig­
río Bermejo, que debería servir de
nó adelantado interino, hasta tan­
enlace con los dominios del Perú.
to justificara legalmente sus pre­
Entre los integrantes de esta em­
tensiones ante el Consejo de In ­
presa figuró Hernandarias de Saadias.
vedra.
Los expedicionarios p a rtie ro n
Vera y Aragón salió de Chuqui­
hacia el Chaco y, luego de explorar
saca en dirección a Concepción del
la zona indicada, Alonso de Vera
Bermejo y desde a llí — en compa­
fundó Concepción del Bermejo
ñía de Alonso de Vera y Hernan­
(a b ril de 1585) en las proximida­
darias— siguió a la Asunción, ciu­
des de la confluencia de ese río con
dad a la que arribó en agosto de
el Paraguay.
ese año.
26
Luego de emprender una cam­
paña represiva contra los indíge­
nas, Vera y Aragón decidió fun­
dar una ciudad a orillas del Pa­
raná. Ayudado por Hernandarias
— quien reclutó un contingente, en
su mayoría criollos— se trasladó
hasta la orilla izquierda del Para­
ná (cerca de la confluencia con el
río Paraguay) y a llí fundó la ciu­
dad de San Juan de Vera de las
Siete Corrientes (3 de abril de
1588).
Después de erigida la nueva ciu­
dad — el acto de más trascenden­
cia de su mandato— Vera y A ra ­
gón embarcó para Santa Fe, luego
pasó a Buenos Aires y más tarde
se trasladó a España. A llí, luego
de un largo proceso 1 renunció a
su cargo.
H ERN AN DARIAS
DE
Nació en Asunción2, hijo del capi­
tán M artín Suárez de Toledo y de
María de Sanabria. En aquella época
no era obligatorio utilizar el apellido
del progenitor y el niño fue llamado
como su abuelo paterno, quien había
ocupado el importante cargo de correo
mayor en Sevilla.
SA A V ED RA
Fue el prim er gobernador crio­
llo de las provincias del Paraguay
y Río de la Plata. De noble estir­
pe, este destacado “ hijo de la tie­
rra” se distinguió por sus dotes de
gobernante y, como bien ha dicho
el historiador Raúl A. M olina, fue
la manifestación más pura de la
estirpe criolla, el sujeto de mayor
envergadura entre los hombres de
su edad” .
En febrero de 1590, el Cabildo
de Asunción designó a H ernan­
darias teniente de gobernador, de­
bido al prestigio de que ya gozaba
en esa ciudad. El gran criollo rea­
lizó una labor constructiva,' pues
mejoró las costumbres, dio ocupa­
ción a los vagabundos, levantó
templos y pacificó a los indígenas;
gobernó en forma interina o como
teniente del gobernador titular
hasta 1597.
. k a Audiencia de Charcas lo había acusado de “ nepotismo” , es decir, de ubicar a sus
pa*lentes en los cargos oficiales.
ma
?S historiadores divergen en cuanto a la fecha del nacimiento de Hernandarias. L a
ai_yoria
fija en el año 1564, pero otros afirman que nació en 1560, tomando como base
gunas cartas que el citado gobernador envió al monarca.
27
Los tres gobiernos titulares
En virtud de la real cédula de
1537, el Cabildo de la Asunción
designó gobernador a Hernandarias — enero de 1598— con el apo­
yo y aplauso de todos los habitan­
tes. Solucionó con acierto las eno­
josas diferencias entre los vecinos
debidas a los injustos repartos de
tierras y creó un establecimiento
educativo.
Dejó el poder al año siguiente,
cuando arribó al Plata un nuevo
g o b e r n a d o r p e r o , muerto éste,
Hernandarias volvió a ocupar el
mando en 1602. Concedió a los
habitantes de Buenos Aires fran­
quicias comerciales, promulgó unas
importantes Ordenanzas en defen­
sa de los indios y exploró hasta
las proximidades del Río Negro en
busca de la legendaria “ ciudad de
los Césares” .
Hasta el término de su mandato
legal en 1609, mejoró las rentas
públicas, fomentó las tareas agrí­
colas, ordenó construir templos y
molinos de viento; además, esta­
bleció una fábrica de tejas.
En mayo de 1615, Hernandarias
se hizo cargo por última vez de la
gobernación del Río de la Plata y
del Paraguay. En este período,
reprimió el contrabando y favore­
ció el establecimiento de las m i­
siones jesuíticas en la región mesopotámica y en el norte del terri­
torio.
El gran criollo gobernó hasta
octubre de 1618, en que cesó en
sus funciones por disposición real,
a causa de la división del territorio
bajo su mandato.
Hernandarias falleció en Santa
Fe, en 1634.
El se llo de a rm a s d e H e r n a n d a r ia s ,
según una r e c o n s t r u c c ió n d e l doctor
Raúl A . M o lin a.
DIVISIÓN DEL TERRITORIO:
LAS DOS G O B ERN A C IO N ES
En diciembre de 1617, el rey
Felipe I I I dividió el extenso terri­
torio de las provincias del Río de
la Plata, en dos gobernaciones: del
Paraguay (o Guayrá) y del R ío
de la Plata. En esta forma com­
placía las solicitudes que desde
tiempo atrás enviaban a la Corte
destacados funcionarios de la pro­
vincia.
Dos son los motivos que provocaron
esta importante medida:
a) La gran extensión territorial de
la única gobernación dificultaba los
trámites administrativos y descuidaba
las poblaciones del norte — amenazadas
por los portugueses y las sublevaciones
indígenas— y del sur, sujetas a los
ataques de los piratas.
b) El rápido incremento de Buenos
Aires, favorecida por su situación geo­
1
E l rey Felipe I I designó gobernador a Rodrigo de Valdés y de la Banda, que ejerció
su cargo hasta el año 1600; fue reemplazado por Francés de Beaumont y Navarra, a quien
le sucedió Hernandarias.
28
gráfica, y la decadencia de la Asunción,
que aiilada del intercambio comercial
y de las corrientes de inmigración sen­
tía los esfuerzos de tantas expediciones
pobladoras.
La gobernación del Río de la
Plata tuvo por capital a Buenos
Aires y comprendía las ciudades
de Santa Fe, Corrientes y Concep­
ción del Bermejo; la región pata­
gónica, el Chaco y la Banda Orien­
tal.
La gobernación del Paraguay
también abarcó parte del actual
Brasil y su capital fue la Asunción.
La gobernación
del Río de la Plata
La gobernación del Río de la
Plata subsistió por espacio de cien­
to cincuenta y ocho años, desde
1618 en que ocupó el cargo su pri­
mer titular D iego de Góngora,
hasta el año 1777 en que concluyó
su mandato el último, V értiz y
Salcedo.
En el transcurso del gobierno
de Góngora, el pontífice Paulo V
creó — año 1620— el obispado de
Buenos Aires y designó en el nue­
vo cargo a fray Pedro de Carranza.
Durante varios años, el rígido
monopolio comercial provocó una
angustiosa situación económica,
aliviada en parte por la práctica
de un activo contrabando. En tiem­
pos del gobernador Pedro Baigorri
(1653-60) la amenaza de los pi­
ratas y corsarios hizo v iv ir mo­
mentos de angustia a los habitan­
tes de Buenos Aires 1.
En el año 1680 se inició un lar­
go conflicto con Portugal debido a
En 1658, tres navios franceses, a las órdenes de T im o le ó n de O sm at bloquearon el
Puerto de Buenos Aires por espacio de ocho meses. Finalmente, las embarcaciones debieron
dejarse después de un combate naval —el primero en el R ío de la Plata— en el que participó
una nave española y algunas holandesas.
29
la Colonia del Sacramento, funda­
da por los lusitanos en la costa
oriental del Río de la Plata. El
gobernador Pedro de Cevallos
(1756-66) sitió y logró la rendi­
ción de la citada plaza. Le sucedió
Francisco
de Paula
Bucarelli
(1766-70), quien cumplió con la
orden de expulsar a los sacerdotes
jesuitas.
Juan José de V értiz y Salcedo
(1770-77). Americano de origen
— había nacido en M éxico— , fue el
más destacado de todos los gober­
nadores del Río de la Plata. Fundó
escuelas de primeras letras, esta­
bleció el teatro de la Ranchería y
creó el hospital de mujeres; mejo­
ró el aspecto edilicio de la ciudad
y tomó otras progresistas medidas
que anticiparon su posterior labor
como virrey.
EL TUCUMÁN
Situación geográfica
La vasta región ubicada al nor­
oeste de nuestro actual territorio
era conocida en la época de la
conquista con el nombre genérico
de Tucumán.
N o se sabe con certeza el origen del
vocablo Tucumán. El padre Lozano
afirma que deriva “ de un poderoso ca­
cique llamado Tucma” ; el padre M on ­
tesinos dice que el término ya se usaba
antes de la llegada de los españoles.
La mayoría de los estudiosos coincide
en que la palabra Tucumán deriva de
una lengua indígena y que dicha región
sufrió durante muchos años la domina­
ción incaica.
El territorio mencionado estaba
situado entre Chile y el Río de
la Plata, y debido a las escasas
referencias geográficas de la época,
no pueden precisarse con exactitud
30
los límites de su jurisdicción. Para
facilitar el estudio, puede decirse
que el Tucumán comprendía nues­
tras actuales provincias de Jujuy,
Salta, Tucumán, Catamarca, La
Rioja, Santiago del Estero y Cór­
doba.
Está plenamente comprobada la uni­
dad, o mejor dicho, la vinculación de
las tres corrientes pobladoras de nues­
tro territorio. Existiendo en América
hispana una sola organización política,
social y económica, debe admitirse que
la obra civilizadora no derivó de un
simple capricho, sino que se llevó a
cabo de acuerdo con un plan precon­
cebido.
A pesar de los numerosos problemas
de jurisdicción que provocó el contacto
de las tres corrientes pobladoras, es in­
dudable que las fundaciones del siglo
xvi — que subsisten en su casi totali­
dad— fueron la resultante de premedi­
tados acuerdos.
La corriente pobladora del norte
— afirma el historiador Levillier— fue
el “ fruto de maduradas ideologías, pues­
tas en práctica por razones económicas,
estratégicas y políticas” .
De acuerdo con las constancias
documentales, el primero en pe­
netrar en la región del Tucumán
fue Francisco César, quien, comi­
sionado por Gaboto, salió de Sanc­
ti Spiritus en 1528 y se internó por
la actinal provincia de Córdoba.
La primera expedición que ba­
jó del Perú estaba a las órdenes
de D iego de A lm a gro, quien par­
tió en 1536. Penetró por la que­
brada de Humahuaca y luego de
recerrer los valles calchaquíes cru­
zó la cordillera y se dirigió a
Chile.
La "gran entrada"
de Diego de Rojas
A fines de 1542, el gobernador
del Perú, Vaca de Castro, autorizó
al capitán D iego de Rojas para
descubrir “ una provincia situada
entre Chile y el Río de la Plata” ,
en la región donde se ubicaba a
la legendaria “ ciudad de los Cé­
sares” .
Rojas se asoció con Felipe G utié­
rrez y Nicolás de Heredia, quienes
en este orden debían sucederle en
el mando, en caso de desaparecer
alguno. Después de equipar unos
200 hombres e indios auxiliares,
los expedicionarios, divididos en
tres grupos, salieron del Cuzco en
mayo de 1543, rumbo a Charcas,
donde completaron süs pertrechos.
El primero en partir fue Diego
de Rojas, quien penetró por la re­
gión de la Puna, cruzó las sierras
del Aconquija y en medio de la
tenaz resistencia de los indígenas
llegó hasta Salavina (Santiago del
Estero), donde se le incorporó Gu­
tiérrez.
Rojas salió con sus hombres a
explorar los alrededores, pero en
un encuentro con los indios fue
herido de un flechazo en una pier­
na y murió poco después (enero
de 1544).
Los españoles ignoraban que la fle­
cha tenía ponzoña y acusaron a Gutié­
rrez de querer envenenar a Rojas, por
lo que el último — antes de morir—
designó jefe de la expedición a Fran­
cisco de Mendoza, contrariando lo dis­
puesto por los socios antes de partir.
Cuando Francisco de M e n d o za 1
asumió el mando, apresó a Gutié­
rrez y lo envió al Perú, acusado
de instigar un motín.
Los expedicionarios prosiguieron
la marcha rumbo al sudoeste, y
en el mes de mayo fueron alcan­
zados por Heredia. Unidas todas
las fuerzas, prosiguieron hasta el
valle de Cálamuchita (Córdoba),
donde erigieron el fuerte de M a l­
aventura. A llí quedó Heredia,
mientras Mendoza — a través de
los ríos Tercero y Carcarañá— lle ­
gó hasta la T orre de Gaboto (Sanc­
ti Spiritus). Por cartas dejadas por
Irala, enteróse de la existencia de
la Asunción, pero optó por regre­
sar a Malaventura, que había sido
atacada por los indígenas.
Poco después se produjo un in ­
cidente 2 atizado por Heredia, en
1 Es sólo un homónimo del lugarteniente de Irala.
2 Mendoza quería dirigirse a la Asunción, y H ere jía regresar al Perú. Resulta evidente
^ue el primero no deseaba llegar al punto de partida, por cuanto era considerado un
Usurpador del mando.
31
cuyo transcurso Francisco de M en­
doza fue asesinado. Los expedicio­
narios quedaron al mando de Heredia, quien emprendió el regreso
y arribó al Perú, en setiembre de
1546, al frente de sus diezmadas
fuerzas.
A esta arriesgada expedición se
la conoce con el nombre de “ la
gran entrada” .
riormente y debido a la hostilidad
de los indígenas, trasladó la ciu­
dad hacia el sur y erigió una ter­
cera Barco (junio de 1552), próxi­
ma a la actual Santiago del Es­
tero.
Fundación
de Santiago del Estero
JUAN NÚÑEZ DE PRADO
Fundación de la ciudad del Barco
Pedro de la Gasea, el goberna­
dor del Perú, autorizó a Juan N ú ­
ñez de Prado a poblar y evange­
liza r una región “ que se llam a en
lengua de indios Tucumán” .
Después de equipar unos 70
hombres, Núñez de Prado salió de
Cuzco a fines de 1549 y probable­
mente siguió la ruta de Diego de
Rojas, pues fue acompañado por
algunos de los hombres que ha­
bían participado en esa expedición
anterior.
Prado penetró en la actual pro­
vincia de Tucumán y en setiembre
de 1550 fundó la ciudad del Bar­
co 1 cerca de la actual Monteros.
En noviembre de ese año, se en­
contró con Francisco de V illagra,
quien al frente de otra expedición
y procedente del Perú, llevaba a
Chile socorros para Valdivia.
La gobernación de Chile, otorgada al
conquistador Pedro de Valdivia, se ex­
tendía desde Copiapó (27° de latitud
sur) hasta los 41° de latitud sur y en
un ancho impreciso de unas cien le­
guas. Por tal causa, podía argumentarse
que dentro de los límites de esa juris­
dicción entraba buena parte del Tu­
cumán.
Además, Valdivia deseaba ampliar su
dominación más hacia el este, es decir,,
hasta el Atlántico.
V illagra intimó a Núñez de
Prado para que se sometiera a la
autoridad de Valdivia, pues sos­
tenía que la nueva ciudad y toda
esa región pertenecían a Chile.
Así lo aceptó Núñez de Prado e
hizo renuncia de sus derechos.
Sin embargo, cuando V illa gra se
alejó rumbo a su destino, Núñez
de Prado decidió trasladar la ciu­
dad al noroeste. Luego de recorrer
los valles vecinos fundó una nueva
Barco (en la actual provincia de
Salta, cerca de San Carlos). Poste-
? L a ciudad recibió ese nombre porque Núñez de Prado quiso congraciarse con de la
Gasea, quien había nacido en Barco de Ávila.
Durante muchos años se discutió la ubicación de la ciudad del Barco. L a opinión más
aceptada - d e l historiador Jaimes F r e ir e - la sitúa en el mismo lugar donde años después se
fundo Cañete y posteriormente la primera San M iguel de Tucumán.
32
V aldivia — el gobernador de
Chile— aprobó la conducta de V i­
llagra y decidió tomar posesión del
territorio del Tucumán. En octu­
bre de 1551 designó a Francisco de
A g u irre teniente de gobernador
para dicho territorio, con amplias
facultades.
A l frente de unos 70 hombres,
Aguirre cruzó la cordillera y se
dirigió a la ciudad del Barco, don­
de impuso su autoridad y apresó
a Núñez de Prado, quien fue en­
viado a Chile.
Nó satisfecho con el lugar en
que se había erigido la población,
en busca de terrenos más altos la
trasladó media legua al norte
— cerca del río Dulce— y en junio
de 1553 fundó Santiago del Es­
tero, la más antigua ciudad del
interior.
Juan Pérez de Zorita
E l nuevo virrey del Perú, mar­
qués de Cañete, designó a su hijo
don García Hurtado de Mendoza
gobernador de Chile. Llegado a
destino, envió al Tucumán a Juan
Pérez de Zorita, con el título de
teniente de gobernador, para que
estableciera varias poblaciones, des­
tinadas a favorecer las comunica­
ciones y también para proteger a
Santiago del Estero de los ataques
de los indios.
Zorita fundó en la región cata-
marqueña habitada por los diaguitas la ciudad de Londres (1558) *.
A l año siguiente erigió Qórdoba
del Calchaquí (sobre Barco I I ) y
en agosto de 1560 la ciudad de
Cañete (en las ruinas de Barco I ) .
Estas tres poblaciones — de efímera
existencia— respondían a la idea
fundamental de crear un triángulo
defensivo entre ellas y a la vez de
protección a Santiago del Estero.
1 Zorita llamó a la provincia “ Nueva In ­
glaterra” y a la ciudad “ Londres” en home­
naje a María Tudor (reina de Inglaterra),
casada con Felipe I I de España.
Gregorio Castañeda
En 1560, Hurtado de Mendoza debió
abandonar el gobierno de Chile y fue
reemplazado por Francisco de Villagra.
Éste — que se encontraba en Lima—
obtuvo ante la Audiencia que la pro­
vincia del Tucumán estuviera compren­
dida dentro de los límites de su juris­
dicción.
V illa gra envió al Tucumán a su
teniente G regorio Castañeda; éste
salió de Charcas y llegó a Santiago
del Estero a fines de 1561. Como
Zorita no quiso reconocer su auto­
ridad, Castañeda lo apresó y lo re­
m itió a Chile.
E l nuevo gobernador se extrali­
mitó en su trato con los naturales
y hasta agredió al jefe de una tri­
bu, llamado Juan Calchaquí. Es­
tos procedimientos desacertados
provocaron un gran alzamiento de
indígenas, que destruyeron las ciu­
dades de LondrQf, Córdoba del Cal­
chaquí y Cañete"'
Los españoles sólo conservaron
la ciudad de Santiago del Estero.
El Tucumán separado de Chile
E l conde de Nieva, virrey del
Perú, solicitó a la M etrópoli la
conveniencia de separar el Tucu­
mán de la gobernación de Chile.
E l Consejo de Indias elevó sus
conclusiones ante F elipe II, quien,
el 29 de agosto de 1563, firm ó una
real cédula por la cual el Tucu­
mán se consideraba autónomo, pe­
ro én asuntos judiciales depende­
ría de la Audiencia de Charcas y
políticamente del virrey del Perú.
Fundación
de San Miguel del Tucumán
Destruida la obra de Pérez de
Zorita, el Tucumán había quedado
reducido a la sola fundación de
34
Santiago del Estero, ciudad que
subsistía gracias a la buena pre­
disposición de los indios juríes. En­
terado del grave problema, el con­
de de N ieva nombró gobernador al
anciano Francisco de A guirre. A l
frente de un grupo de conquista­
dores, el último marchó al Tucu­
mán y luego de someter a algunas
tribus hostiles, decidió reedificar
una nueva ciudad sobre las ruinas
de Cañete. Con este fin, comisionó
a su sobrino D iego de V illa rroel,
quien el 31 de mayo de 1565 fun­
dó la ciudad de San M ig u e l del
Tucumán.
A l año siguiente, A gu irre par­
tió^ al país de los comechingones
(Córdoba) dispuesto a fundar una
ciudad, pero como se opuso al de­
seo de sus hombres de llegar hasta
la fantástica “ ciudad de los Cé­
sares” , fue apresado y remitido a
Charcas, acusado — entre otros car­
gos— de hereje. -En el trayecto ha­
cia el mencionado destino, los es­
pañoles fundaron la ciudad de
Esteco.
Enterada la Audiencia de la
destitución de Aguirre, nombró
nuevo gobernador a D iego Pache­
co, quien penetró por el valle de
Jujuy y a mediados de agosto de
1567 fundó la ciudad de Tálavera
de Esteco, en base a la anterior.
Le sucedió en el gobierno del Tucu­
mán nuevamente Aguirre, quien, absuelto del proceso, arribó a Santiago
del Estero. Dispuso varias medidas con­
tra los indígenas y promovió una serie
de incidentes. Apresado y sometido a
un nuevo proceso, Aguirre se retiró pa­
ra siempre a Chile.
Cabrera. Fundación de Córdoba
En setiembre de 1571, el virrey
Francisco de Toledo nombró a
Jerónim o Luis de Cabrera gober­
M apa del año 1598 en que figura el
río Segundo a su paso por Córdoba.
En este documento tan antiguo se ad ­
vierte la distribución de tierras e in­
dígenas. (Archivo de los Tribunales.
Córdoba.)
Dice Cabrera en uno de sus escritos:
“ . . .para que se comuniquen los reinos
del Perú y Chile, con las provincias del
Río de la Plata y reinos de España” .
Uno de sus primeros actos fue en­
viar una expedición destinada a paci­
ficar la región habitada por los indios
comechingones; a su regreso, sus in­
tegrantes informaron que esa zona era
apta para erigir una población.
nador del Tucumán. En las ins­
trucciones le ordenaba pacificar el
territorio y fundar un pueblo en
Salta, para que sirviera de defensa
y facilitara las comunicaciones en­
tre las ciudades del norte y del
sur.
A l frente de unos 120 hombres,
Cabrera llegó a Santiago del Es­
tero en julio de 1572.
Sin tener en cuenta las instruc­
ciones del virrey, Cabrera coinci­
dió con Francisco de Agu irre en
extender la conquista hacia el sur
y buscar una salida a España por
el río de la Plata.
Cabrera partió al frente de unos
cien vecinos y el 6 de julio de
1573, a orillas del río Primero,
fundó la ciudad de Córdoba1, eñ
la provincia que llam ó Nueva A n ­
dalucía.
Luego marchó con un grupo de
hombres hacia el este, en dirección
al río Paraná, y en un lugar pró­
ximo a la Torre de Gaboto fundó
el puerto de San Luis, el que sub­
sistió m uy poco tiempo. En las cer­
canías se produjo el encuentro con
Juan de Garay, como ya hemos
visto. Desde allí Cabrera regresó
a Córdoba.
Gonzalo de Abreu
El rey Felipe I I designó nuevo
gobernador del Tucumán a G on­
zalo de Abreu, quien llegó a Cór­
doba en 1574. Como primera m e­
dida apresó a Cabrera y, luego de
un juicio breve y arbitrario, lo en­
vió a Santiago del Estero, donde lo
hizo ejecutar.
Para congraciarse con el virrey
Toledo, Abreu trató de fundar una
población en el valle de Salta; por
1 E l historiador monseñor Cabrera afirma que el 11 de julio de 1577, Suarez de F igueroa trasladó la ciudad a su ubicación actual, a un cuarto de legua de distancia. Un tes­
tigo de la época dice que Cabrera “ fundó un fuerte media legua poco más o menos, de
donde ahora está poblada esta ciudad de Córdoba” .
35
tres veces consecutivas pretendió
erigir la ciudad de San Clemente,
pero la agresividad de los aboríge­
nes le obligó a desistir de sus pro­
pósitos.
Hernando de Lerma.
Fundación de Salta
En junio de 1580 llegó a San­
tiago del Estero el licenciado H er­
nando de Lerm a, designado por el
monarca nuevo gobernador del
Tucumán en reemplazo de Abreu,
quien finalizaba ese año su man­
dato.
Lerma fue un individuo cínico,
artero y perverso, que no vaciló en
cometer toda clase de atropellos.
Ordenó el inmediato proceso de
Abreu, quien detenido y engrillado
murió después de diez meses de
prisión, en los que fue torturado
sin piedad.
El hecho más destacado de su
gobierno — en su mayor parte azo­
tado por desórdenes y crímenes-—
fue m aterializar la vieja aspiración
del virrey Toledo de erigir una
ciudad en el yalle calchaquí o en
el de Salta. Con este fin partió de
Santiago del Estero a comienzos
de 1582 y el 16 de abril de ese año
fundó la ciudad de Lerm a, en el
valle de Salta 1.
Enterada la Audiencia de Char­
cas de la situación imperante en
el Tucumán, envió un juez pesqui­
sidor, quien llegó a Santiago del
Estero, en 1584 y apresó a Lerma.
Fundación de La Rioja y Jujuy
A mediados de julio de 1586,
arribó a Santiago del Estero el
nuevo gobernador Juan Ramírez
de Velazco, designado por el rey.
Desde el comienzo de sus funcio­
nes se destacó por su labor cons­
tructiva y puede afirmarse que
elevó material y espiritualmente al
Tucumán.
1 ^ nombre de Lerma, odiado por la mayoría de los pobladores, no se perpetuó. En 1588
por decisión~der nuevo gobierno y del Cabildo la ciudad se llamó Salta.
Personaje prestigioso en la Corte,
“ en sus venas latía la nobilísima san­
gre de los reyes de Navarra” .
A l frente del gobierno, Velazco com­
prendió que era necesario mejorar la
administración y la economía, dignifi­
car y pacificar la sociedad, evangelizar
a los indígenas y limitar las atribucio­
nes de los encomenderos. Dedicó todos
sus esfuerzos al cumplimiento de estos
propósitos.
Reorganizada la go b ern a ció n ,
Velazco decidió continuar la cam­
paña pobladora y el 20 de mayo
de 1591 fundó la ciudad de Todos
los Santos de la Nueva Rioja. A l
37
36
año siguiente, uno de sus capita­
nes erigió la de N ueva M adrid
(en la actual provincia de Salta),
de efímera existencia 1.
Poco después, Velazco otorgó
permiso a Francisco de Argañaraz
para que levantara una población
en tierras jujeñas. E l 19 de abril
de 1593, el último fundó la ciu­
dad de San Salvador de Jujuy.
Fernando de Z arate
Por esas épocas, llegaron al Pe­
rú noticias procedentes de Buenos
Aires, según las cuales una pode­
rosa flota pirata se acercaba para
atacar el Río de la Plata. Ante el
peligro y considerando que esta
última región carecía de autorida­
des titulares y estaba gobernada
por criollos, el virrey del Perú
nombró a Fernando de Zarate go­
bernador del Tucumán y del Río
de la Plata.
Una vez en Buenos Aires, el
nuevo funcionario organizó la de­
fensa e hizo construir el primer
fuerte; sin embargo, la amenaza
de los piratas desapareció, pues és­
tos desviaron el rumbo.
Zárate fue reemplazado por
Ram írez de Velazco, quien sólo se
hizo cargo del Río de la Plata, por
cuanto no tardó en arribar de Es­
paña el nuevo gobernador del T u ­
cumán, M ercado Peñaloza.
LA SUBLEVACIÓ N
DE LOS IN DÍG EN A S
El Tucum án en el siglo XV II
A comienzos del siglo x v i i , l a
gobernación del Tucumán com1 Hasta esa época las ciudades que
Tucumán, Córdoba, Esteco y Salta.
38
prendía una superficie de 700.000
kilómetros cuadrados, h ab itados
por unos 2.500 españoles y criollos,
quienes se agrupaban en ocho pobrísimas ciudades: Santiago del
Estero, Tucumán, Talavera de Es­
teco, Córdoba, Salta, La Rioja, M a ­
drid de las Juntas (reemplazó a
Nueva M adrid) y Jujuy.
Con respecto a los indígenas so­
metidos, los datos son imprecisos,
aunque puede calcularse en algo
más de 24.000 aborígenes.
En el año 1630 se inició en el
Tucumán la llamada “ guerra de
los calchaquíes” , cruenta lucha en­
tre indios y españoles, que se pro­
longó con intermitencias hasta
1666.
E l conflicto puede dividirse en
tres períodos:
a) Primera guerra (1630-36).
Bajo el gobierno de Felipe de A l­
bornoz, los naturales atacaron con saña
varias ciudades y las autoridades de­
bieron recurrir a auxilios 'del virrey
del Perú, quien envió una expedición.
Con esta ayuda, pudo ser conjurado el
peligro.
b) Segunda guerra (1657-59).'
A mediados de 1656, llegó al Tucuman el aventurero andaluz Pedro Bohórquez, que dijo descender de los in­
cas y luego se hizo reverenciar por los
indígenas en el valle calchaquí como
“ Inca Huallpa” .
El aventurero se entrevistó con las
autoridades españolas y' manifestó que
conocía el lugar donde se hallaban te­
soros ocultos. La noticia provocó gran
conmoción entre los conquistadores,
pero enterado el virrey del Perú or­
denó la prisión de Bohórquez.
Como réplica, el embaucador acaudi­
lló un nuevo levantamiento de indíge­
nas, quienes atacaron las poblaciones
íar, erar» las siguientes:
Santiago del Estero,
je blancos. Esta segunda guerra con­
cluyó con la detención del aventurero,
quían, conducido a Lima, fue sometido
a proceso y ajusticiado.
c) Tercera guerra (1665-66).
Aunque con menor intensidad, los
pueblos belicosos que habitaban la re­
gión calchaquí continuaron hostilizan­
do a los españoles. Cuando el goberna­
dor Mercado y Villacorta se hizo cargo
por segunda vez de la gobernación del
Tucumán, emprendió una victoriosa
campaña y pudo dominar a los suble­
vados.
Últimas fundaciones
En marzo de 1681, ocupó la go­
bernación del Tucumán don F er­
nando de M endoza M a te de Luna,
quien fundó la ciudad de San Fer­
nando de Catamarca, en la mar­
gen derecha del río del V a lle (5
de julio de 1683).
A pesar del sitio elegido por Mate
de Luna, los pobladores permanecieron
por varios años sobre la margen iz­
quierda del río, región que ya habi­
taban con anterioridad.
En octubre de 1693 — según el his­
toriador Larrouy— se trasladaron a la
margen derecha, donde se edificó la
definitiva ciudad de Catamarca.
Por su parte, los vecinos de San
M iguel del Tucum án solicitaron
el traslado de la ciudad, perjudi­
cada por las inundaciones del río
de la Quebrada y las fiebres ma­
lignas de los bañados próximos.
El rey firm ó la correspondiente
autorización y Fernando de M en ­
doza M ate de Lim a trasladó la
ciudad a su ubicación actual.
CORRIENTE p o b l a d o r a
d e l OESTE. EL CU Y O
Como vimos, en el año 1548 el
Pacificador de la Gasea otorgó al
conquistador Pedro de V aldivia la
gobernación de Chile, que se ex­
tendía desde Copiapó (27° de lati­
tud sur) hasta los 41° de latitud
sur y en un ancho impreciso de
unas cien leguas (aproximada­
mente hasta el meridiano 65, por
el este). Cuando se creó la gober­
nación del Tucumán quedó elim i­
nada de esa jurisdicción toda la
zona norte — habitada por los diaguitas— conservando sin embargo
la conocida con el nombre de Cu­
yo. Esta última región comprendía
las actuales provincias de San
Juan, San Luis, Mendoza y Neuquén; también, buena parte de La
Pampa y Río Negro.
Por muchos años, las provincias
de Cuyo permanecieron aisladas
administrativamente del resto del
territorio que hoy es nuestra pa­
tria — pues dependían de Chile—y sólo en 1776 fueron incorpora­
das al virreinato del Río de la
Plata.
Fundaciones de M endoza,
San Ju an y San Luis
E l descubridor de Cuyo fue el
capitán Francisco de V illa g ra ,
quien partió del Perú con refuer­
zos para Valdivia, y en 1551 cruzó
las actuales provincias de San
Juan y Mendoza, para luego diri­
girse a Chile.
A l año siguiente, Francisco de
A g u irre salió de Chile en direc­
ción al Tucumán y también pasó
por Cuyo.
Tiem po después, el gobernador
de Chile, García Hurtado de M en ­
doza, dispuso iniciar la conquista
efectiva y envió al capitán Pedro
del Castillo, quien al frente de una
expedición cruzó los Andes y fundó
el 2 de marzo de 1561 la ciudad
39
El capitán español Pedro del Castillo,
fundador de la ciudad de M endoza.
(Óleo de P. Iriarte.)
norte de la anterior— fundó San
Juan de la Frontera (13 de junio
de 1562).
Cuando gobernaba Chile don
M artín García Oñez de Loyola, el
capitán Luis Jofré de Loaiza fundó
la ciudad de San Luis de la Punta
(octubre de 1594), que recién co­
menzó a poblarse dos años más
tarde. Luego de dos traslados, se
erigió en el lugar que actualmente
ocupa.
que llamó Mendoza, en homenaje
al gobernador de Chile.
Villagra, el nuevo gobernador,
envió un contingente a las órdenes
de Juan Jofré; éste trasladó la
ciudad a media legua de distancia,
en tierras más altas, y luego — al
LA PATAGONIA
Los primeros exploradores
La expedición de Hernando de
Magallanes fue la primera que
arribó a la Patagonia — año 1520—
y llam ó así a esa región austral de
nuestro territorio.
En 1526 recorrió esas costas
García Jofré de Loaysa, cuya expe­
dición fracasó debido a las gran­
des tormentas, aunque uno de sus
navios llegó hasta los 55° de lati­
tud sur, es decir, al término del
continente.
En setiembre de 1534, el marino
Sim ón de Alcazaba partió de la
península al frente de dos naves.
Ancló en el litoral patagónico y
exploró el río Chubut, pero en el
transcurso de un motín pereció
asesinado.
En setiembre de 1554, el rey dis­
puso que la Patagonia pasara a
depender de la gobernación de
Chile. Tres años más tarde, el ma­
rino Juan L a d rillero zarpó del
puerto de V aldivia y luego de ex­
plorar los archipiélagos del sur
cruzó completamente el estrecho
de Magallanes.
Pedro Sarmiento de Gamboa
Por esas épocas, los corsarios in ­
gleses comenzaron a atacar las
posesiones españolas en América,
entorpeciendo el tráfico marítimo
entre éstas y la Metrópoli.
Sarmiento de Gamboa conven­
ció al rey Felipe I I sobre la nece­
sidad de poblar y fortificar la re­
gión del estrecho. E l monarca ac­
cedió y el citado marino, al frente
de una flotilla, se hizo a la vela
desde el puerto de Sanlúcar.
En febrero de 1584, las naves
penetraron en el estrecho de M a ­
gallanes y luego de varias expío-
Réplica de la nave insignia de la ex­
pedición Schouten y Le M aire. (Museo
N aval. Tigre.)
raciones Sarmiento de Gamboa
fundó — a media legua del cabo
de las Vírgenes— la población que
llamó N om bre de Jesús.
Algunas naves regresaron a la
península y a pesar del inconve­
niente el intrépido marino se hizo
a la vela con una sola embarcación
y no m uy distante fundó otro po­
blado, al que puso el nombre de
Real Felipe.
Sarmiento de Gamboa regresó a Es­
paña, pero fue capturado por los pira­
tas, mientras unos cuatrocientos colonos
quedaron abandonados a su suerte en
aquellas lejanas latitudes.
A fines de 1586, el corsario inglés
Tomás Cavendish arribó a la zona del
estrecho y sólo recogió a un sobrevi­
viente, abandonando cruelmente a los
demás. Llamó al lugar Puerto del
Hambre.
En enero de 1616 llegó a las re­
giones fueguinas una flota holan­
desa a las órdenes de Schouten y
L e M a ire, quienes descubrieron
un nuevo paso para llegar al Pa­
cífico, que fue bautizado con el
nombre del segundo. La isla que
bordeaba el estrecho por el este
fue llamada “ de los Estados” (de
Holanda).
Las naves prosiguieron la nave­
gación hacia el sur y entonces los
marinos divisaron un gran pro­
montorio rocoso, al que denomina­
ron Cabo de H oorn (en recuerdo a
la ciudad natal de Le M a ir e ); este
vocablo se fue modificando hasta
transformarse en Cabo de Hornos.
— C U E S T I O N A R I O ----------------------------------------------------1. ¿Quiénes acompañaron a G a ra y en la fundación de Santa Fe?
2. ¿Q ué dispuso O rtiz de Zárate por testamento? 3. ¿En cuántos
grupos se dividió la expedición de G a ra y hacia el Plata? 4. ¿Dónde
fundó la ciudad de Buenos Aires? 5. ¿Q ué otras expediciones
efectuó G a ra y antes de su muerte? 6. ¿Quién fundó Concepción
del Bermejo? 7. ¿Y la ciudad de Corrientes? 8. ¿Q ué labor cumplió
Hernandarias en sus tres gobiernos titulares? 9. ¿Por qué fue divi­
dido en dos gobernaciones el territorio del Río de la Plata? 10.
¿Qué episodios de importancia ocurrieron en el transcurso de la
gobernación del Río de la Plata? 11. ¿Q ué regiones ab a rca b a el
Tucumán? 12. ¿Quiénes encabezaron la expedición de Diego de
Rojas? 13. ¿Qué itinerario siguieron? 14. ¿Quién fundó la primera
ciudad del Barco? 15. ¿Cuál fue el origen de la ciudad de Santiago
del Estero? 16. ¿Quiénes destruyeron las ciudades de Córdoba del
C alchaquí, Londres y Cañete? 17. ¿Por qué motivo fue fundada la
ciudad de Tucumán? 18. ¿Respetó C ab rera las instrucciones del vi­
rrey al fundar Córdoba? 19. ¿Cómo gobernó el fundador de la
ciudad de S alta ? 20. ¿Quiénes fundaron La Rioja y Jujuy? 21. ¿En
. cuántos períodos puede dividirse la "guerra de los calchaquíes"?
22. ¿Q ué provincias actuales comprendía la región de Cuyo? 23.
¿Quiénes fundaron M endoza, San Juan y San Luis? 24. ¿Cuáles
fueron los primeros exploradores de la Patagonia? 25. ¿Q ué po­
blados fundó el marino Sarmiento de G am boa?
El régimen político. El rey. El Consejo de Indias. La C asa de
Contratación. El régimen local. Los virreyes. Las audiencias.
Los cabildos. Los consulados. Acción cultural y religiosa,
Las misiones jesuíticas. El monopolio comercial. Am agos e x ­
tranjeros: los portugueses. Los europeos en la Patagonia.
Las M alvinas.
EL RÉGIMEN POLÍTICO
El gobierno de América hispana
Luego del descubrimiento se
fueron creando los primeros orga­
nismos para el gobierno político
y administrativo de las Indias. A n ­
te la vastedad de las nuevas tierras
y la difícil comunicación, no sólo
con la M etrópoli sino entre las di­
versas poblaciones, la corona tra­
tó en lo posible de evitar que los
funcionarios actuaran por propia
voluntad. Por este motivo, la or­
ganización de los dominios espa­
ñoles en Am érica tuvo caracterís­
ticas particulares: ningún funcio­
nario ni organismo era depositario
de todas las atribuciones. Las au­
toridades se complementaban mu­
tuamente y entre ellas existían di­
versos grados de dependencia, con­
trol y equilibrio.
D el carácter absoluto de la mo­
narquía española en aquella épo­
ca se deriva la máxima funda­
mental que dirigió durante muchos
años la política en América: “ Las
Indias occidentales estaban sujetas
directamente al rey por formar
parte integrante de sus dominios
hereditarios.” Los territorios del
Nuevo Mundo eran reinos, ^ pro­
vincias , señoríos — no colonias ,
unidos exclusivamente al monarca
y no a la Nación española.
América hispana estaba gober43
42
Un monje obsequia un libro a los Re­
yes Católicos, según un grabado en
madera del año 1502.
brar y remover los funcionarios y
tomar las medidas que creyera con­
venientes para mejorar la admi­
nistración de sus posesiones.
En el aspecto religioso — por ex­
presa concesión pontificia— podía
nombrar las autoridades eclesiás­
ticas y crear obispados y arzobis­
pados.
EL CONSEJO DE INDIAS
nada por autoridades m etropolita­
nas y residentes. Las primeras
— establecidas en España— fue­
ron: el Rey, el Consejo de Indias
y la Casa de Contratación.
Las autoridades residentes te­
nían su sede en Am érica y eran
las siguientes: adelantados, gober­
nadores, virreyes, capitanes gene­
rales, audiencias, consulados y ca­
bildos.
EL REY
Era la suprema e inapelable au­
toridad de las Indias y el superior
político de todos sus dominios. El
monarca estaba facultado para
crear organismos de gobierno, dic­
tar leyes, anular sentencias, nom44
Después del descubrimiento de
América, los Reyes Católicos desig­
naron al arcediano Juan Rodríguez
de Fonseca — quien pertenecía al
Consejo de Castilla— para que se
hiciera cargo de las cuestiones re­
lativas a las nuevas tierras.
En 1518, el emperador Carlos V
designó a Fonseca presidente de la
Junta de Indias — integrada por
varios miembros— , que al año si­
guiente comenzó a figurar en los
documentos oficiales con el título
de Consejo de Indias. Este orga­
nismo _carecía en realidad de au­
tonomía, pues formaba parte del
Consejo Real de Castilla.
Así funcionó durante varios años
hasta que, debido a la muerte de
Fonseca y para emancipar los asun­
tos de Indias del Consejo de Cas­
tilla, el emperador Carlos V creó,
el 1 de agosto de 1524, el Consejo
Real y Supremo de las Indias, de­
signando presidente a García de
Loaysa.
E l Consejo fue la institución de
mayor autoridad creada en la pe­
nínsula para el gobierno de las
Indias y -sus integrantes debían
ser hombres de buenas costumbres,
“ nobleza y lim pieza de linaje, te­
merosos de Dios y escogidos en le­
tras y prudencia” .
E l organismo entendía en los
más variados asuntos. Resumiendo
los podemos agrupar de la siguien­
te manera:
a) Legislativos. F o rm u la b a y
despachaba las leyes y resolucio­
nes. Aprobaba o rechazaba los
pleitos y diversas cuestiones que
le llegaban de América.
Desde el punto de vista eclesiás­
tico, intervenía en el pase de las
bulas papales — antes de promul­
garlas en Indias— y proponía ante
el rey los candidatos para llenar
los cargos, tanto eclesiásticos co­
mo civiles.
t>) Judiciales. Resolvía las cau­
sas fiscales que se presentaban a
la Aduana de Sevilla y la apela­
ción de los pleitos procedentes de
las audiencias americanas y tam­
bién los elevados a la Casa de
Contratación.
Dictaminaba en los juicios, de
residencia y las visitas 1.
c) Adm inistrativos Se ocupaba
de la organización de las flotas y
expediciones al Nuevo Mundo; v i­
gilaba los intereses de la Real H a­
cienda y cobraba un tanto por
ciento sobre las mercaderías que
se exportaban. Posteriormente la
Casa de Contratación de Sevilla se
encargó de estas últimas funciones.
d) M ilitares. La defensa de las
posesiones en América, la seguri­
dad en la navegación, los delitos
cometidos en el mar y las senten­
cias relativas a militares, corres­
pondían a un organismo del Con­
sejo, llamado Junta de Guerra.
1 Se estudian más adelante.
45
a) Con régim en autónomo
En sus comienzos, la Casa de
Contratación tuvo carácter exclu­
sivamente comercial, con funcio­
nes propias de una aduana, pues
debía controlar todos los produc­
tos que llegaban de América.
A partir del año 1508, la corona
— para impulsar los conocimientos
geográficos y científicos— creó en
la Casa el cargo de p iloto mayor
del reino, nombrando para desem­
peñar esa función al navegante
A m érico Vespucio, a quien luego
sucedió Juan D íaz de Solís.
b) Dependiente del Consejo
de Indias
El g r a b a d o d e la é p o c a nos m uestra u n a c a r a ­
b e la d e la s q u e u sa b a n los co n q u ista d o re s es­
p a ñ o le s en sus v ia je s h a c ia A m é rica .
LA C A S A DE CO N TR A TA CIÓ N
A mediados de 1502, el tesorero
Francisco Pinelo, quien junto con
el arcediano Fonseca se ocupaba
de los asuntos del Nuevo Mundo,
presentó a los reyes un memorial
en el que destacaba la necesidad
de crear una casa donde podrían
depositarse las mercaderías que
llegaran o debieran embarcarse
para las Indias. Este establecimien­
to estaría a cargo de un factor, un
tesorero y dos contadores.
Accediendo a lo solicitado, la
corona creó en enero de 1503 la
Casa de Contratación — con asien­
to en la ciudad de Sevilla— y
nombró factor al propio Pinelo.
Para el estudio de este organis­
mo, distinguiremos tres períodos:
46
Luego de la creación del Conse­
jo de Indias, la Casa pasó a de­
pender de ese alto organismo. N u e­
vas ordenanzas reglamentaron las
funciones de la Contratación; el
número de asesores letrados se
aumentó a dos y comenzó a fun­
cionar una cárcel para la más rá­
pida administración de la justicia.
Las disposiciones de la corona
relativas al tráfico con América
eran celosamente vigiladas por los
funcionarios de este organismo.
c) D ecadencia
Numerosas son las causas que
influyeron para que a fines del
siglo xvi comenzara la decadencia
de la Casa de Contratación.
El puerto de Sevilla, si bien ofrecía
ventajas de seguridad, carecía de aguas
profundas, principal motivo que origi­
nó la creación de un nuevo organismo:
la Casa de Contratación de La C-oruña.
Esto dio origen a una serie de con­
flictos de jurisdicción entre este puerto
y Sevilla, que deseaba mantener la
supremacía de los viajes al Nuevo
Mundo.
Durante el gobierno de los re­
Borbones y a causa de la fun­
d ación de la Secretaría de Marina,
ja Casa de Contratación fue tras­
lad ad a a Cádiz y por último, en
1790, Carlos IV la suprimió, debido
a que sus funciones eran cumpli­
das por los Consulados del M ar.
yes
EL RÉGIM EN LO CAL
Los adelan tad os
El descubrimiento, conquista y
colonización de Am érica hispana
se caracterizó por ser una empresa
popular, en donde el esfuerzo in ­
dividual o privado sobrepasó la ac­
ción oficial de la corona. Con el
objeto de recompensar a los par­
ticulares que arriesgaban su vida
y sus haciendas, se concedió al
jefe de la expedición el título de
adelantado, con carácter vitalicio
y a veces hereditario. Fueron -—por
orden cronológico— los primeros
gobernantes españoles en el Nuevo
Mundo.
Este título se otorgaba en Castilla
a funcionarios con atribuciones de jue­
ces y también a aquellos que, en las
guerras de la reconquista española,
“ adelantaban las fronteras” y libraban
al territorio de los invasores.
El adelantado firmaba con el
rey (o sus representantes) un con­
trato o capitulación, por el cual
se otorgaban al primero ciertos de­
rechos, pero también quedaba suleto a diversas obligaciones.
Este funcionario ejercía el go­
bierno político, administrativo y
m ilitar del territorio adjudicado en
su jurisdicción. Estaba autorizado
a fundar poblaciones y fortalezas,
a dictar ordenanzas, repartir tie­
rras y dictaminar en asuntos ju­
diciales.
Conviene aclarar que los adelan­
tados debían respetar la opinión de
los oficiales reales (tesorero, con­
tador, factor y veedor) o represen­
tantes del monarca, quienes gene­
ralmente los acompañaban en sus
expediciones.
Los gobernadores
Sucedieron a los adelantados y
sus funciones eran similares, aun­
que no firmaban la capitulación
y por esto carecían de los benefi­
cios y ganancias que tal contrato
les hubiera otorgado. Eran nom­
brados por el monarca a propuesta
del Consejo de Indias; sin embar­
go, algunos virreyes designaron
gobernadores, los que estaban su­
jetos a la confirmación del sobe­
rano. La Real Hacienda les fijaba
el sueldo y duraban en el cargo un
plazo variable, que oscilaba de uno
a cinco años.
La Legislación de Indias no acla­
ra debidamente las atribuciones de
los gobernadores, pero podemos
afirm ar que eran bien amplias.
Además de las facultades adminis­
trativas, poseían autoridad judi­
cial porque los fallos del Cabildo
— siempre que la Audiencia estu­
viera distante— podían apelarse
ante el gobernador. Sus atribucio­
nes militares comprendían todo lo
relativo al mando de Tas tropas.
Cuando el territorio bajo su jurisdic­
ción era muy extenso, estaban autori­
zados para designar tenientes de go­
bernador-, además, para evitar los ex­
cesos que se cometían con los natura­
les, podían nombrar corregidores en
los pueblos indígenas.
A l crearse los cargos de virrey y ca­
pitán general, los gobernadores pasaron
a depender de estos funcionarios.
47
LOS VIRREYES
Fueron los representantes direc­
tos del monarca y, por lo tanto, la
más alta autoridad en América.
Elegidos entre los nobles más des­
tacados de la Corte española, go­
zaban de preeminencias semejan­
tes a los reyes y figuran en los
documentos con los títulos de “ ex­
celentísimos” y “ clarísimos” .
A l principio el cargo de virrey
fue vitalicio, pero luego se fijó su
duración en tres años y más tarde
en cinco.
Las amplias facultades de los v i­
rreyes podemos resumirlas de la
siguiente manera:
La r e a l c é d u la d e l 2 0 d e ¡unió de
1661 con d isp o sicio n es d e l m o n arca
refe ren tes a la in sta la ció n d e la A u ­
d ie n c ia en B uenos A ire s.
e) Judiciales. Presidían — sijj
voto— las audiencias y podían
conmutar penas
La labor de los virreyes estuvo
fiscalizada por las audiencias y
también por los juicios de residen­
cia y las visitas. Durante el trans­
curso de su mandato debían redac­
tar una m em oria para facilitar a
su sucesor las tareas de gobierno 2,
a ) Políticas. Les debían obedien­
cia todas las autoridades del virrei­
nato, exceptuando los adelantados.
b ) Legislativas. Podían dictar
bandos, instrucciones, reglamentos
y ordenanzas destinados a los fun­
cionarios subordinados y al pueblo.
c) Administrativas. Manejaban
las rentas reales y como superin­
tendentes de Hacienda vigilaban
todos los aspectos del tesoro. Esta­
ban facultados para nombrar a los
gobernadores, corregidores, alcal­
des mayores de ciudad y oficiales
de Hacienda, aunque luego estos
funcionarios debían ser confirma­
dos por el rey.
d) Eclesiásticas. Estaban autori­
zados para ejercer el vicepatronato,
es decir, podían nombrar religiosos
para ocupar las vacantes eclesiás­
ticas menores.
LAS A UD IEN CIA S
La Audiencia fue el más alto
tribunal creado en América para
la administración de la justicia.
Una de las características de es-,
te organismo fue el número varia­
ble de jueces que lo integraban;
entre ellos podemos citar: los oi­
dores, el alguacil m ayor, los fisca­
les, los alcaldes de crim en y otros
funcionarios de menor jerarquía.
Los oidores eran personajes pres­
tigiosos, nombrados directamente
por el monarca; usaban una toga
talar, considerada ■como insignia
del honor. A l igual que a los virre­
yes, les estaba prohibido mantener
vinculaciones con personas resi­
dentes en el lugar donde funcio­
naba la Audiencia; no podían ser
nativos de la zona ni asistir a ce­
remonias públicas que no fueran
propias de su cargo.
Los fiscales defendían los plei­
tos oficiales y los asuntos derivados
de la Real Hacienda; el alguacil
mayor velaba por el cumplimien­
to de las resoluciones de la A u ­
diencia y los alcaldes de crim en
— propios de las audiencias virrei­
nales— integraban con el virrey
un tribunal que entendía, en ape­
lación, las causas criminales dic­
tadas por los alcaldes.
^unciones
quLÓ'L Í n Í r t » Z < a aeÍ e u f ^ ltaS tareas de s o b e r a o -e s c rib e Zorraquín B e c ú - la legislación
PUíd ÍPorn e?eHÍCard
caso de
48
^
“ ‘^ ^ « " m p e ñ o ^ d e
í u 'e l e v a d ! f u n c T ó n ! ^
ÍUdÍda1,
PSra
^
. a) Judiciales. Alto tribunal con
jurisdicción civil y crim inal; eran
Necesarios dos votos de sus m iem ­
bros reunidos en acuerdo para dic­
tar sentencia en juicios civiles in ­
feriores a doscientos m il marave­
díes, y de tres de ellos para los
demás casos. Los asuntos civiles
que excedían de los seis m il pesos
oro admitían una apelación ante
el Consejo de Indias.
En materia criminal trataba en
primera instancia todas las causas
que llegaban de los otros tribunales
inferiores de justicia; los fallos se
expedían en nombre del propio so­
berano y con el sello real.
A partir del año 1550 se creó
en las audiencias el juzgado de
“ Bienes de Difuntos” a cargo de
un oidor, que administraba las ri­
quezas de los fallecidos en Indias
o en viaje a ellas, siempre que no
tuviesen herederos.
b)
P olítico-a dm inistra tivas. Si
los virreyes se extralimitaban en
cualquiera de sus funciones, la
Audiencia estaba facultada para
llamarlos al orden — sin hacerlo
público— , y en caso de reincidir
comunicaba por escrito al rey la
irregularidad.
El juicio de residencia
Para examinar la actuación de los
altos funcionarios del gobierno, la co­
rona española estableció el juicio de
residencia. En America tuvo su origen
con la real cédula del año 1499, por
la cual los Reyes Católicos designaron
al comendador Francisco de Bobadilla
“ juez pesquisidor” de Cristóbal Colón.
A propuesta del Consejo de Indias
o de la Audiencia, el juez residenciador se trasladaba al lugar donde había
actuado el funcionario sujeto al juicio
49
y allí recogía todas las pruebas de acu­
sación y defensa. Terminado el proce­
so, enviaba las actuaciones al Consejo
de Indias, el que daba el fallo defini­
tivo.
Podían ser residenciados: los virre­
yes, gobernadores, alcaldes, corregido­
res, visitadores de indios, tasadores de
tributos, algunos miembros del Cabildo,
funcionarios de la Real Hacienda y de
la Casa de Moneda.
Otro procedimiento judicial fue el
de la visita, a cargo de un inspector
o visitador. El juicio de residencia se
efectuaba públicamente al término de
la actuación de un funcionario y no
lesionaba su prestigio. La visita -—en
cambio— era motivada por denuncias
graves, se realizaba en cualquier mo­
mento y sus procedimientos eran gene­
ralmente secretos.
Las penas aplicadas en ambos proce­
dimientos consistían en multas, inha­
bilitación o destierro. El monarca po­
día eximir del juicio a funcionarios de
reconocida capacidad como sucedió con
los virreyes Cevallos y Vértiz, en el
Río de la Plata.
La mayoría de las veces, estos pro­
cedimientos judiciales no tuvieron ver­
dadera eficacia, debido a diversos fac­
tores, entre ellos, la venalidad y el so­
borno de los jueces o el poderío de los
juzgados. El quinto virrey del Perú,
el marqués de Monte Claros, los ase­
meja “a los torbellinos que suele ha­
ber en plazas y calles, que no sirven
sino para levantar el polvo’’.
LOS CABILDOS
E l cabildo era una corporación
municipal que tuvo múltiples fun­
ciones y que correspondía a los
viejos ayuntamientos o municipios
castellanos de la Edad Media.
De acuerdo con lo establecido en
las Ordenanzas de Población, el
cabildo se creaba al fundarse una
ciudad. El conquistador que pre­
sidía la ceremonia — adelantado o
gobernador— debía nombrar los
primeros cabildantes; éstos cesaban
50
con el último día del año y el 1
de enero ellos mismos designaban
a sus sucesores.
Para ocupar los cargos concejiles, de
carácter honorario y obligatorio, era
condición necesaria ser vecino, es de­
cir, estar casado y afincado en el lu
gar; se preferían los descendientes de
conquistadores, que no tuvieran “ ofi
cios viles” como ser “ tiendas de mer
caderías” o tabernas. También se les
exigía saber leer y escribir, aunque a
veces no se tuvo en cuenta este ultime
requisito.
Constitución
El
por:
cabildo
estaba
constituido
a) E l alcalde mayor. Era el
prim er magistrado municipal, que
supervisaba todo el movimiento de
ese organismo.
b) E l alcalde de prim er voto.
Desempeñaba la función de juez
de primera instancia en lo civil.
c) E l alcalde de segunao voto.
Con igual jurisdicción que el an­
terior, pero en asuntos de carácter
comercial o criminal.
d ) Los reeidores Se ocupaban
del abasto de la población, de las
mejoras públicas y de la adminis­
tración en general. Su número os­
cilaba de cuatro a doce.
e) E l alférez real. Llevaba el
pendón del rey en todas las cere­
monias públicas y por la jerar­
quía de su función percibía más
sueldo que los regidores.
f ) E l fiel eiecutor. V igilaba el
precio de los articulos, impedía el
alza indebida de los mismos y de­
terminaba los lugares de venta.
g ) E l síndico procurador. Encar­
gado de hacer valer los derechos
de los pobladores de la ciudad ante
las autoridades, inclusive ante el
rey.
h ) E l procurador general. Pro­
ponía reformas de acuerdo con las
necesidades públicas.
i) E l alguacil mayor. Especie de
jefe de policía. Se ocupaba de la
vigilancia de las cárceles, deten­
ción de delincuentes, reprimía el
juego y castigaba los actos contra
las buenas costumbres. Podía per­
manecer armado de capa y espada
dentro del recinto del ayunta­
miento.
j) E l escribano público. Era el
secretario de actas, redactaba los
libros de acuerdo y le estaba pro­
hibido divulgar lo tratado en las
deliberaciones.
k) E l mayordomo. Encargado de
las diversas ceremonias públicas.
Atribuciones
E l cabildo tuvo múltiples atri­
buciones. Entre ellas podemos citar.
a) Funciones judiciales. Estaban
a cargo — como ya hemos visto—
de los alcaldes de primero y se­
gundo voto.
b ) Funciones ejecutivas. Proyec­
taba ordenanzas de buen gobierno,
fijaba los impuestos, establecía disposiciones edilicias, policiales, de
abasto y otorgaba tierras y solares.
Las reales cédulas procedentes
de la M etrópoli se abrían en el
ayuntamiento, en presencia del v i­
rrey o del gobernador y luego se
comunicaban por bando al pueblo,
si ése era el deseo del soberano.
c) Funciones a d m in is tra tiv a s.
Se ocupaba de la creación y fun­
cionamiento de escuelas de prim e­
ras letras exceptuando las que es­
taban a cargo de religiosos; ad­
ministraba mercados, hospitales y
realizaba obras de bien común.
El cabildo obtenía recursos con
dos clases de impuestos: 1) los pro­
pios: dinero que recibía con el
arriendo o venta de las tierras de
su propiedad; 2) los arbitrios: co­
brados a los comerciantes.
d) Funciones electorales. Los
cabildantes elegían a sus sucesores
por medio del voto.
C abildo abierto
Era convocado en casos de ex­
trema gravedad y concurrían las
autoridades civiles, eclesiásticas y
militares, junto con la parte más
representativa y “ sana de la po­
blación” , como figura en los docu­
mentos de la época.
La convocatoria — que contaba
con la anuencia del virrey o go­
bernador— obedecía a diversas
causas que requerían una solución
inmediata: resolver asuntos de
guerra, ataques de piratas, impo­
ner castigos a los indios, epide­
mias, pérdidas de cosechas, etcétera.
En América debemos distinguir
el cabildo abierto tradicional o do
la primera época y el revolucio­
nario o con fines estrictamente po
líticos, propio de los albores de la
emancipación.
A mediados del siglo xvi y a
causa de las guerras civiles, se con­
vocaron en el Perú los primeros
cabildos abiertos revolucionarios;
en el Río de la Plata este tipo de
asamblea se reunió con motivo de
las invasiones inglesas.
LOS CO N SU LAD O S
Desde la Edad Media, los comer­
ciantes españoles se agrupaban en
tribunales mercantiles — conocidos
con el nombre de Consulados o
Universidades de M e rc a d e re s —
con el objeto de defender sus pro­
pios intereses en materia de nave­
gación y comercio.
Como sucedió con otras institu­
ciones ya existentes en la penín­
sula, el Consulado fue trasladado
a las nuevas tierras con funciones
adaptadas al medio en que debía
actuar; es así que tuvo carácter de
junta económica, pues fomentaba
las actividades agrícola-ganaderas,
la minería y las industrias.
Et e d ific io de[ C o n s u la d o d e Buenos A ire s. A ñ o s d e sp u és -—en el p e río d o
d ie n te — a l l í se sio n a ría n
los d ip u ta d o s in te g ra n te s de
in d e p e n ­
la A s a m b le a d e l a ñ o
1813.
R ea l c é d u la p o r la c u a l el m o n arca
e sp a ñ o l a u to riz a la re c o p ila c ió n de
Leyes de In d ia s d e l a ñ o
16 8 2 .
El Consulado estaba formado por un
prior o presidente y dos cónsules,
acompañados en sus funciones por un
contador, un secretario, un tesorero y
otros vocales.
El monarca nombraba a sus inte­
grantes por dos años, al término de los
cuales el presidente y los dos cónsules
se renovaban, eligiéndose por sorteo
nuevos candidatos de una lista presen­
tada por los comerciantes; no sucedía
lo mismo con el contador, el secretario
y el tesorero, que eran funcionarios
permanentes.
En materia judicial, los fallos
del Consulado podían apelarse an­
te la Casa de Contratación de Se­
villa, siempre que el monto del
pleito excediera los m il pesos fuer­
tes; posteriormente se facultó a la
Audiencia para resolver estas cues­
tiones comerciales, la que entonces
sesionaba como tribunal, compues­
to por el decano de este cuerpo
. y dos colegas. En última instancia,
el Consejo de Indias podía dictar
sentencia definitiva, en cualquier
pleito de carácter comercial.
Las Leyes de Indias
Las tierras del Nuevo Mundo
fueron anexadas a la corona de
Castilla y por esto las leyes caste­
llanas y no otras se aplicaron en
América al comenzar la conquista
y población del territorio. Sin em­
bargo, las diferencias de orden
social, político, económico y geo­
gráfico que existían entre las po­
sesiones de ultramar y la M etró­
poli demostraron que esa legis­
lación castellana no se adaptaba
—j-en muchos casos— a las exigen­
cias jurídicas de la incipiente so-
P o r m andado del R e y nuestro Señor,
Don Francisco Fernandez de M adrigal
ciedad. Surgió en esta forma e!
llamado Derecho indiano, es decir,
la fusión del Derecho castellano
con la prim itiva legislación indígena.
La Legislación de Indias es el
conjunto de disposiciones jurídicas
destinadas a las nuevas tierras, que
suscribieron autoridades metropo53
P o rta d a d e un
e v a n g e liz a c ió n
en Lim a, en el
tra d u c id a a la s
A C C IÓ N CULTURAL Y RELIGIOSA
El Patronato
El ju riscon su lto e sp a ñ o l Ju a n d e S o ló rz a no P e re ira — o id o r de la A u d ie n c ia de
Lim a— , u n a d e la s g ra n d e s fig u r a s d e l
D erecho in d ia n o . ( G r a b a d o d e la B ib lio ­
teca N a c io n a l de M a d rid .)
litanas y residentes, tales como los
reyes, virreyes, Consejo de Indias,
gobernadores, consulados, audien­
cias, etcétera.
Con el transcurso del tiempo se hizo
necesario recopilar todo este gran pro­
ceso legislativo, es decir, reunir las
leyes de acuerdo con un orden cro­
nológico y agruparlas por identidad de
asuntos, a fin de simplificar su cono­
cimiento y facilitar su aplicación.
Entre los juristas que se dedicaron
a la gran tarea de recopilar y codifi­
car las Leyes de Indias merecen es­
pecial mención Antonio de León Pinelo
y Juan de Solórzano Pereira. Final­
mente, en el año 1680, el rey Carlos I I
promulgó la famosa Recopilación de
Leyes de los Reinos de Indias.
54
E l Patronato era la prerrogativa
concedida por el Papa a los mo­
narcas españoles, por la cual los
facultaba a nombrar las autorida
des eclesiásticas y crear obispados
y arzobispados en sus dominios.
Las bulas y breves pontificios
debían ser examinados por el so­
berano antes de aplicarse en el
Nuevo Mundo; no podían erigirse
monasterios, iglesias u hospitales
sin estar de acuerdo con las orde­
nanzas reales; los religiosos no po­
dían trasladarse a Am érica sin la
orden expresa del monarca. En re­
sumen, toda la Iglesia de América
hispana dependía — en lo referente
a personas y temporalidades— de
los reyes, sus patronos.
Los primeros sacerdotes que lle ­
garon al Nuevo Mundo fueron los
franciscanos y dominicos, llamados
“ mendicantes” porque vivían de
limosnas y de la caridad pública.
Tam bién arribaron recoletos, mercedarios, agustinos y capuchinos.
Merecen especial mención los
jesuítas, cuya labor fue notable en
todos los órdenes en que desarro­
llaron su múltiple actividad.
Las au to rid ad es eclesiásticas
Respondiendo a un pedido del
emperador Carlos V, el Papa Pau­
lo I I I nombró en julio de 1547
obispo del Río de la Plata — con
sede en la Asunción— al francis­
cano Juan de Barrios. Diversos in­
convenientes impidieron a este úl­
timo trasladarse a las Indias.
Con el objeto de cubrir el cargo
vacante, Carlos V nombró en fe­
brero de 1555 •— antes de abdicar—
a fray Pedro Fernández de la To-
catecism o d e stin a d o a la
d e los in d íg e n a s , im preso
a ñ o 15 8 4 . La o b ra e sta b a
le n g u a s q u ic h u a y a y m a rá .
mera vez esa silla episcopal N ic o ­
lás Videla del Pino.
Toda la región del Plata depen­
día jurisdiccionalmente del arzo­
bispo de Charcas; la región de Cu­
yo estuvo sujeta — hasta 1806— a
las autoridades eclesiásticas de
Santiago de Chile, las que a su vez
dependían de las de Charcas.
La acción cultural
mpttf fo c o n ífcc ncia d e í i R e a l A u d ( f n e ¡ a , e n la
¿t ¡11 B
jriirUTt
¡mprtjfor cnejltt Rcjnos it l Pira.
*A Ñ 0 2?E JM.'D . I X X X U U tAN OS.
£¡ ia
44 t i n 7 ^ 4 /f t r u d é fittg o ,rn
rre\ el nuevo prelado llegó a la
Asunción en abril del año si­
guiente, acompañado por varios re­
ligiosos.
La diócesis del Tucum án — con
sede en Santiago del Estero— se
creó en 1570 y fue su prim er ti­
tular el obispo Francisco de V ito ­
ria; le sucedió Hernando de Trejo
y Sanabria, quien se destacó por
su obra en defensa y evangeliza­
ro n de los indígenas. La diócesis
fue traslada a Córdoba en 1699,
porque esa región contaba con ma­
yores posibilidades de prosperidad.
En 1620, el pontífice Paulo V
erige la diócesis de Buenos Aires y
Nombra en el cargo a fray Pedro
p rim er obispo d e B u e n o s A ire s, m onse­
deñorCarranza.
En 1807 se creó la
P ed ro C a r r a n z a . (Ó le o d e! M useo
diócesis
Histórico de
N a cSalta
io n a l.) y ocupó por pri-
España trasplantó a las Indias
las características particulares de
su cultura, y por medio de la en­
señanza trató de form ar una socie­
dad esencialmente cristiana.
La tradición medieval otorgaba
a la Iglesia el principal papel en
el esfuerzo educativo, de ahí que
la enseñanza de la primera época
fuera particularmente misional y
el primer acto educativo la catequización del indígena.
Las Leyes de Indias contenían
pocas disposiciones sobre la crea-
indígenas y de tal manera la difusión del castellano se logró por
obra de la Iglesia.
a
|
\
LAS M ISIO N ES JESU ITICAS
Su org anización
Se designan con el nombre de
“ misiones jesuíticas” a los estable­
cimientos fundados por esos reli­
giosos con el fin de civilizar y
evangelizar a los indios.
A principios del siglo x vn se establecieron en el Guayrá, donde
•
C
‘
CONQVISTA
ESPIRITVAl
H E C H A
P O R
LO
,
R E L I G I O S O S DE LA C O M P A N Í
tic Iefus, en las Frouincias del Paragua
Parana, Vruguay,yTape.
e
TO K
E l
PADRE
<11
D IR I CI D A
ción de colegios y universidades;
en cambio, son numerosas las que
tratan sobre el adoctrinamiento de
los naturales, y para ellos fueron
las primeras escuelas creadas en
Am érica hispana.
El fa cto r id iom á tico constituyó
el problema más importante en el
desarrollo cultural.
La unificación del idioma, enca­
rada sobre la base del castellano o
de la lengua indígena más avanza­
da, resultó un fracaso; sin embar­
go, en la práctica — por la convi­
vencia entre el aborigen y el con­
quistador— coexistieron las dos
tendencias. Los misioneros inicia­
ron la confección de vocabularios
56
s
c
r
i
t
a
.ANTONIO
mififíA Cn/ipjpM.
La misión d e S a n Ig n a cio M in í segú n un c u a d ro d e Léon ie M atthis. O b sé rv e fren te a la
p la z a el e d ificio d e la ig le s ia , q u e m e d ía 6 3 m de la rg o p o r 3 0 m d e a n c h o y co n sta b a
de tres n ave s con m uros d e p ie d ra — u n id a con b a rro a re n o so — re fo rz a d o s con p ila re s de
m ad era d e la p a c h o .
B V t Z 01
A O C T A V I O
CENTVR.O'
Marques de Monailcrio.
fundaron la “ Provincia jesuítica
del Paraguay” . Más tarde, debido
a la hostilidad de los m am elucos
(mestizos de portugueses e indias)
debieron emigrar hacia el sur, has­
ta detenerse a orillas de los ríos
Paraná y Uruguay. A mediados
del siglo x v i i , los pueblos ocupa­
ban una amplia región que com­
prendía el este del Paraguay, la
provincia de Misiones, parte de
Corrientes y porción oeste de los
estados brasileños de Río Grande
y Santa Catalina.
Un superior religioso gobernaba
cada pueblo, asistido por un te­
niente cura que vigilaba la ins­
trucción y las prácticas de piedad.
Los pueblos levantados por los je­
suítas tenían entre sí un aspecto muy
semejante: en el centro, una plaza de
°rma cuadrada o rectangular; hacia
j1® costado la iglesia, las viviendas de
0s sacerdotes, la escuela, los talleres,
ePositos y el cementerio. En los otros
costados de la plaza, se ubicaban en
0rrna simétrica las casas de los in­
dígenas, hechas de piedra y con techos
a dos aguas.
Las manualidades tuvieron gran
desarrollo en la comunidad indí­
gena, pues surgieron carpinteros,
tejedores, herreros, pintores, esta­
tuarios, relojeros, impresores, fun­
didores y hasta fabricantes de ins­
trumentos musicales. Los aboríge­
nes fueron artífices en la confec­
ción de imágenes sagradas y diver­
sos elementos destinados al culto.
Por real cédula del mes de mar­
zo de 1767, Carlos I I I — a im ita­
ción de los reyes de Portugal y
Francia— ordenó la expulsión de
los jesuítas de España y de A m é­
rica. Además, el soberano creaba
juntas de tem poralidades , para
administrar los bienes que poseían
los religiosos.
Varios administradores se hicie­
ron cargo del aspecto material de
los pueblos, mientras que sacerdo­
tes de otras órdenes (franciscanos,
dominicos, mercedarios) reemplac>7
zaron a los jesuítas. E l procedi­
miento no tuvo éxito.
Hacia el año 1776 los pueblos
estaban en franca decadencia y a
principios del siglo xix sólo que­
daban montones de ruinas. En po­
cos años había desaparecido la obra
de dos siglos.
EL M O N O PO LIO CO M ERCIA L
La expulsión de moros y judíos
ordenada por los Reyes Católicos,
determinó la decadencia económi­
ca de la Metrópoli. Es por esto que
en la época del descubrimiento y
conquista de América, España no
estaba en condiciones económicas
para enfrentar tamaña empresa,
aunque desde el punto de vista
político era una de las grandes
monarquías europeas.
En los primeros tiempos — de
acuerdo con lo que nos relata el
propio Colón— el comercio entre
castellanos e indígenas consistía en
trocar utensilios de escaso valor
por metales preciosos. En mayo de
1497, la corona dictó una real cé­
dula por la que permitía el libre
intercambio comercial con las In ­
dias y otorgaba franquicias a los
derechos dé importación y expor­
tación. Esta política liberal conti­
nuó con la creación de la Casa de
Contratación de Sevilla y la poste­
rior erección de un organismo si­
m ilar en La Coruña.
Sin embargo, a partir de 1543
comienza el período restrictivo con
la aplicación del alm ojarifazgo,
impuesto qué se cobraba a las mer­
caderías que entraban o salían de
la península.
En 1561, España implantó el sis­
tema del m o n o p o lio , por el cual
sus posesiones en Am érica debían
comerciar exclusivamente con la
M etrópoli y les estaba prohibido
hacerlo con cualquiera otra nación
o colonia.
El tráfico con las Indias
Por real cédula del mes de junio
de 1561, la Corona estableció que Se
villa era el único puerto destinado al
comercio con los dominios de ultramar
Dos veces al año — enero y agosto—
zarpaban dos flotas: una destinada a
Nueva España (M éxico) y otra a Tie­
rra Firm e (América Central y del
Sur).
En los puertos donde anclaban las
naves que procedían de la Metrópoli
se realizaban ferias, en las cuales los
comerciantes vendían sus productos y
compraban artículos españoles. El sis­
tema monopolista perjudicó a las po­
blaciones distantes de las ferias, como
sucedió con Buenos Aires.
A M A G O S EXTRA N JERO S:
LOS PORTUGUESES
El Tratado de Tordesillas
A principios del siglo xv, los
portugueses se lanzaron con gran
entusiasmo a las exploraciones ma­
rítimas. Cuando Colón regresó de
su prim er viaje, el rey Fernando
el C a tó lic o solicitó — para evitar
incidentes con los lusitanos— la
intervención del Pontífice, para
que éste resolviera sobre el otor­
gamiento de tierras.
E l Papa se expidió en favor de
España, por medio de varias bu­
las 1, pero como se preveía un con­
flicto armado entre las dos nacio­
nes interesadas, los representantes
1 Entre esas bulas (o documentos pontificios) puede citarse la del 3 de mayo de 1493,
por la cual Alejandro V I otorgó a los Reyes Católicos la posesión de nuevas tierras, siempre
que, por disposiciones anteriores, no pertenecieran a otro soberano.
el a r a b a d o rep ro d u ce un m a p a p ortu g ués
j „ l a ñ o 1 5 8 0 . O b se rv e cóm o - s e g ú n
a
d ip lo m acia lu s it a n a - la lín e á d e l T ra ta d o
. . T o rd e silla s d e b ía p a s a r p o r n uestra
„ctu a l p ro v in cia de C ó r d o b a . L a s tie rra s
c o m p ren d id a s d e sd e e sa lín e a h asta el
A tlántico le p e rte n e c ía n . El e scudo in d ica
|a so b e ra n ía p o rtu g u e sa.
del monarca portugués llegaron a
un acuerdo con los embajadores
de los Reyes Católicos, y el 7 de
junio de 1494 firmaron el Tratado
de Tordesillas.
En las deliberaciones quedo es­
que debía considerarse
una línea imaginaria trazada a
trescientas setenta leguas al oeste
de las islas de Cabo Verde. Las tie­
rras situadas al oeste pertenece­
rían a España y las del este a
Portugal.
ta b le c id o
Los portugueses en el Brasil
En mayo del año 1500, una flota
portuguesa al mando de P ed ro
Álvar ez Cabral arribó a las costas
brasileñas. La corona lusitana sos­
tuvo ante los Reyes Católicos su
prioridad en el descubrimiento de
esas tierras y para consolidar su
soberanía se apresuró a enviar
otras expediciones.
Los viajes de los españoles
es­
pecialmente Gaboto y García— y
la ambición de conquistar la Sie­
rra de la Plata influyeron para
que el rey de Portugal enviara a
M a r tín A lfon so de Souza, quien
inició la colonización del Brasil y
en 1532 fundó la ciudad de San
V icen te.
La ambigüedad de lo resuelto en
el Tratado de Tordesillas favore­
ció las ambiciones portuguesas so­
bre la región del Plata, en una
política de expansión que perse­
guía dos fines: hacia el oeste , en
busca de metales preciosos; y ha­
cia el sur , para adueñarse de las
fértiles llanuras mesopotámicas y
dominar el comercio del Plata con
la posesión de Buenos Aires. Para
estos fines, Portugal contaba con
el apoyo de su aliada Inglaterra.
LOS EUROPEOS
EN LA PA T A G O N IA
A comienzos del siglo x v ií , los
piratas ingleses, franceses y holan­
deses reanudaron sus incursiones
por las costas patagónicas, donde
desembarcaban para reaprovisionar sus naves y también en busca
de posibles riquezas.
., 7
En 1670, el marino ingles Juan
N a rb o u ro u g h — en viaje al estre­
cho de M agallanes— recalo en
Puerto Deseado y tomó posesion
del lugar en nombre de su rey;
este puerto quedó en poder de In­
glaterra por espacio de un siglo.
59
58
reció asesinado por los indígenas
en diciembre de 1673.
Q u iro g a, Strobel y C ard iel
En diciembre de 1745, el gober­
nador de Buenos Aires, José de An
donaegui — cumpliendo órdenes de
la M etrópoli— , decidió establecer
una misión en las tierras australes.
Con este fin despachó una nave,
en la que embarcaron los sacer­
dotes José Quiroga, M atías Strobel
y José Cardiel.
La embarcación recaló en varios
lugares de la costa y al llegar a
San Julián los citados religiosos
comprobaron que ese puerto no
era apto para levantar una misión.
En el viaje de regreso bajaron a
tierra en repetidas oportunidades
y en cortas incursiones se inter­
naron en regiones hasta ese enton­
ces inexploradas.
O cupación efectiva
de la Patagonia
Rosales y M ascardi
E l primer evangelizador de la
Patagonia fue el padre D iego de
Rosales, quien procedente de Chile
inició su labor — por el año 1650—
en las regiones circundantes al la­
go Nahuel Huapí; este ilustre m i­
sionero pacificó a gran cantidad
de indígenas, los que en esas épo­
cas se oponían al avance de los
españoles.
De regreso publicó su H istoria
del Reino de C hile, en la que dejó
constancia de las valiosas informa­
ciones de su viaje.
Fue continuado en su labor
evangelizadora por el padre N ic o ­
lás Mascardi, quien creó la prime­
ra misión en Nahuel Huapí. Pe­
60
A fin de afianzar la soberanía
española e impedir los desembar­
cos de piratas y corsarios extran­
jeros, el monarca Carlos I I I deci­
dió establecer una serie de fun­
daciones en las costas patagónicas.
Para llevar a cabo con éxito la
empresa ordenada desde la M etró­
poli, el virrey Vértiz dispuso que
se hicieran a la vela seis naves en
las que embarcaron — entre otros—
Juan de L a Piedra, Francisco de
Viedm a y Basilio V illarino.
La flota zarpó de Montevideo
en diciembre de 1778 y luego de
anclar en la bahía de San José
(Chubut), los españoles levanta­
ron en ese lugar la primera po­
blación patagónica.
Francisco de Viedm a se trasladó
hasta el río Negro, en cuyas pro-
^imidades fundó Mercedes de Patákones:> a causa de una inunda­
ción los pobladores se trasladaron
a Ja margen opuesta del río y se
establecieron en Carmen de Patasones. La prim itiva fundación sub­
s is t ió y
más tarde fue llamada
Viedm a.
Basilio V illa rin o fue otro nave¿ante que se destacó por su incan­
sable actividad. Exploró detenida­
mente el río Negro y también re­
montó las aguas del río Lim ay;
en sucesivos viajes recorrió una
amplia zona que puede delimitarse
entre la actual, ciudad de Bahía
Blanca y la península de Valdés.
LAS M ALVINAS
El descubrimiento
Nuestras Malvinas están ubica­
das en el Atlántico sur — próximas
a la Patagonia— y forman un
archipiélago en el que se destacan
dos islas mayores: la occidental o
Gran M a lvin a y la oriental o So­
ledad.
Según algunos in vestiga d o re s
fueron descubiertas por el piloto
portugués Esteban Gómez, quien
desertó de la expedición de M aga­
llanes y en 1520, al mando de una
nave, avistó las islas en su viaje
de regreso a Sevilla.
Otros historiadores dicen que las
Islas M alvinas fueron descubiertas
P°r el marino holandés Sebaldo de
Weert, quien en el año 1600 reco­
rrió sus costas y las llamó Sebaldinas, pero no desembarcó.
En cuanto a los ingleses, quienes
atribuyen la prioridad en el
descubrimiento, ningún documento
Prueba que hayan estado por el
ar<hipiélago antes de los naveE n recuerdo del puerto de Saint M aló,
gantes ya citados; por otra parte,
dichas islas entraban dentro de la
jurisdicción española.
La ocupación efectiva
En 1690, el corsario inglés Juan
Strong, al frente de una nave, cru­
zó por vez primera el estrecho que
separa las dos islas más grandes del
archipiélago.
Posteriormente arribaron algu­
nas expediciones francesas, dedi­
cadas a actividades pesqueras. Uno
de estos n avega n tes — lla m a d o
Saint Jean— las denominó M a lou in e sx, vocablo que más tarde los
españoles transformaron en M a l­
vinas.
Otra expedición francesa, al
mando de Luis A ntonio de Bougainville, llegó a las islas en 1764
e inició la ocupación efectiva, pues
fundó Puerto Luis (en homenaje
al rey Luis X V ) en la isla Soledad.
A l año siguiente, el inglés Juan
Byron — abuelo del poeta— fundó
en la isla occidental (Gran M a lv i­
n a) la población de Puerto Egm ont y llamó Falkland al archi­
piélago.
Reclam aciones diplom áticas
En conocimiento de los sucesos,
el gobierno español inició las res­
pectivas reclamaciones diplomáti­
cas. La corona francesa accedió al
retiro de sus efectivos en 1767, pre­
vio pago de una indemnización.
Los españoles ocu paron Pu erto
Luis al que denominaron Soledad.
En cambio los ingleses fortifica­
ron Puerto Egmont y amenazaron
con expulsar a los españoles de
Soledad. La Corte de M adrid re­
clamó ante el gobierno de Londres
donde h abía partido.
61
y ordenó al gobernador del Río de
la Plata •— Francisco de Paula Bucarelli— que procediera a desalojar a los ingleses de las Malvinas.
El gobernador envió al comandante Juan Ignacio Madariaga,
quien al frente de una expedición
expulsó a los intrusos en el año
1770.
Inglaterra protestó enérgicamente y amenazó con solucionar la
cuestión por medio de las armas.
Ante la gravedad de los acontecímientos y para evitar úna guerra
que no estaba en condiciones de
emprender, España aceptó devolver Puerto Egmont a los ingle-
-
ses, pero en cláusulas del convenio
celebrado dejó bien establecidos sus
derechos sobre dichas islas; el citado puerto fue nuevamente ocu
pado.
En 1774, los ingleses se retira
ron de las Malvinas, cumpliendo
posiblemente con un pacto secreto
firmado anteriormente con Espa
ña. Con este episodio, el último
país qu edó. en legítim o poder de
las islas, las que — producida la
Revolución de M ayo— ingresaron
al patrimonio de nuestra soberan í a 1.
. -t _____________ _________
» E l tema continúa en el capítulo X III.
C U E S T I O N A R I O ----------—
-------------------- ----- ■
1. ¿Cómo fue gobernada la Am érica Hispana? 2. ¿Quién era la
suprema autoridad de las Indias? 3. ¿Cómo surgió el Consejo de
Indias? 4. ¿En qué asuntos entendía? 5. ¿Cuántos períodos pueden
distinguirse para el estudio de la C asa de Contratación? 6. ¿Quiénes
fueron los primeros gobernantes españoles del Nuevo Mundo? 7.
¿Qué atribuciones tenían los gobernadores? 8. ¿C uáles eran las
am plias facultades de los virreyes? 9. ¿C uál fue el más alto tribunal
de justicia en Am érica? 10. ¿Q ué funciones cumplían las audien­
cias? 11, ¿A qué se llamó el juicio de residencia? 12. ¿Q ué otro
procedimiento judicial se utilizab a? 13. ¿Cómo estaba constituido
un cabildo? 14. ¿C uáles eran las atribuciones de este organismo?
15. ¿Cuándo era convocado un cabildo abierto? 16. ¿Q ué fun­
ciones cumplían los consulados? 17. ¿Q ué fue la Legislación de
Indias? 18. ¿Q ué era el Patronato? 19. ¿C uáles fueron las diócesis
de la región del Plata? 20. ¿Q ué acción cultural desarrolló la
Iglesia en Am érica? 21. ¿Dónde se establecieron definitivamente las
misiones jesuíticas? 22. ¿En qué aspectos del arte sobresalieron los
indígenas? 23. ¿Cómo se establecieron los portugueses en el Brasil?
24. ¿Quién tomó posesión de Puerto Deseado en 1670? 25. ¿Quién
fue el primer evangelizad or de |a Patagonia? 26. ¿Q ué regiones
exploraron los marinos Viedm a y Villarino ? 27. ¿Los ingleses tienen
prioridad en el descubrimiento de las M alvinas? 28. ¿Quiénes ocu­
paron cronológicamente dichas islas? 29. ¿Por qué España inició
reclamos diplomáticos? 30. ¿Q ué actitud asumió Inglaterra?
62
El virreinato del Río de la Plata. Los virreyes del Río de la
Plata. O rganización político-administrativa del virreinato. Evo­
lución del régimen comercial. O rganización económica del
virreinato. El ambiente cultural y social. La sociedad del vi­
rreinato. La cultura en el período hispánico. Los conflictos
con Portugal hasta el Tratad o de San Ildefonso.
EL VIRREIN ATO
DEL RÍO DE LA PLATA
Las cau sas de su creación
Mientras gobernaron en la pe­
nínsula los soberanos de la casa de
Austria, sólo hubo en Am érica dos
virreinatos: el de Nueva España
(M éx ico ), creado en 1535, y. el del
Perii, erigido en 1544.
Los Borbones procedieron a la
subdivisión del territorio american° y crearon dos nuevos virreina­
tos, el de N ueva Granada (1718)
y el del R ío de la Plata (1776).
La creación del virreinato del
Río de la Plata respondió al plan
de reformas trazado por los reyes
Borbones — particularmente Carlos
X II — destinado a mejorar los t e ­
rritorios de ultramar con una nue­
va organización administrativa y
legal.
Diversas razones, tanto externas
como internas, constituyen las cau­
sas de la creación del virreinato
del Río de la Plata. Podemos re­
sumirlas de la siguiente manera:
63
económico, beneficiado por
Vis franquicias que concedían es­
porádicamente los reyes Borbones.
V Se elevaron los índices de la
exportación de cueros y surgieron
establecimientos destinados a salar
la carne; la evolución también se
extendió a otras ciudades.
Era evidente que la dirección
política-económica se orientaba en
e l siglo x v i i i hacia Buenos Aires,
ubicada en situación de privilegio
para el comercio con Europa. Esta
prosperidad económica aseguró la
creación del virreinato, pero tam­
bién levantó muchas protestas en
Lima, cuyos comerciantes veían
lesionados sus intereses.
n ie n to
1) Externas
a) E l peligro portugués. Las
cuestiones de límites con Portu­
gal por la posesión de la Colo­
nia del Sacramento habían alcan­
zado las proporciones de una grave
amenaza para los dominios hispa­
nos del Río de la Plata. Para ter­
minar con la expansión territorial
del enemigo, el rey Carlos I I I dis­
puso jerarquizar la gobernación de
Buenos Aires y transformarla en
virreinato.
b) Amenaza extranjera contra
la Patagonia. Ingleses y franceses
merodeaban por las costas patagó­
nicas, muy aptas para las activi­
dades pesqueras; además, navios
de esas naciones habían intentado
ocupar las islas Malvinas. La v i­
gilancia de esas desoladas regiones
no podía hacerse desde Lim a y
tampoco las autoridades españolas
de Buenos Aires contaban con me­
dios adecuados.
64
2) Internas
a)
La gran extensión territorial
y el aumento de la población. Los
territorios que luego formaron el
virreinato del Río de la Plata
— hasta su creación dependientes
del Perú—- comprendían las go­
bernaciones de Buenos Aires (con
la Patagonia), Paraguay, Tucu­
mán y Cuyo (separada de la Ca­
pitanía General de C h ile); ade­
más, Potosí, Charcas, Cochabamba
y La Paz. Estos inmensos terri­
torios constituyen hoy la Repúbli­
ca Argentina, Uruguay, Paraguay,
Bolivia y Río Grande (Brasil).
La enorme extensión hizo nece­
sario establecer una autoridad pro­
pia, que gobernara independiente
del virrey del Perú. Por otra parte,
Buenos Aires y la zona ribereña
había duplicado la población en
un lapso de treinta años,
dujo en Buenos Aires un increel aumento de la población se prob ) La evolución económica. Con
virreinato del Rio de la Plata y
designó en el cargo a don Pedro
de Cevallos, quien antes había sido
gobernador de las citadas provin­
cias.
Zarpó de Cádiz en noviembre de
ese año, al frente de una poderosa
armada de ciento dieciseis embar­
caciones y unos nueve m il hom­
bres. Luego de desalojar a los por­
tugueses de la Banda Oriental, Ce­
vallos se trasladó a Buenos Aires
para tomar posesión de su cargo.
c)
Insuficiencia administrativa.
La gran extensión territorial y las
dificultades de las comunicaciones,
causaban serios perjuicios a las ac­
tividades administrativas, particu­
larmente judiciales.
El virrey del Perú estaba radi­
cado en Lima, y la Audiencia en
Charcas; por otra parte, Cuyo es­
taba separado de Chile por el im ­
ponente macizo andino. Esto favo­
reció la inercia de la justicia, por
cuanto debían acatarse los fallos
de los magistrados menores — ge­
neralmente incapaces— cuyas sen­
tencias eran prácticamente imposi­
bles de apelar.
El virreinato provisional
Debido al conflicto con Portu­
gal y ante las noticias alarmantes
procedentes de Buenos Aires, el
monarca español creó provisional­
mente — 1 de agosto de 1776— el
B an d o d e l v irre y V é r tiz , en el cu a l in ­
form a a l p u eb lo q u e e stá p ro h ib id o p ra c ­
tic a r c u a lq u ie r c la s e d e ¡u egos d e a z a r .
la inauguración de la Escuela de Náu­
sea y la aparición del periódico “ El
T e lé g ra fo Mercantil” .
. que llamo
Casa de Comedias”
d ic 5 ó ^ Ófíl ttrÍb!JnaI del “ P etó m eicato
destinado a co n tro lar
K m e d i c i n a
mate,
n a m ilitar, reorganizó el ejército
L enV1° , tr0pas aI AIt0 Perú para
sofocar la sublevación de indíne
ñas acaudillada por T u p a C A m T ú .
J o a q u ín
del Pino (1801-04).
Se ocupó de la correcta marcha de
la administración y de la economía
¿el virreinato. Fomentó la educación y
las labores intelectuales; también pro­
siguió con el adelanto edilicio, pues
durante su gobierno se inauguró La
Recova (en la actual Plaza de M ayo),
y la Plaza de Toros (en el Retiro).
Rafael de Sobremonte (1804-07j.
Sucesores de Vértiz
NlC(° m 4 d&9)CamP° ' mar(/ués de Loreto
' ¡colas de Arredondo (1789-95)
e(r / 9 5 1
9 7)
*
Portu« al Y
Villena
Continuó discretamente la labor do
bienestar de sus habitantes. Orde­
no el empedrado de dos calles v la
sebo v
í
t
P ubIlC0 con velas de
bres v n
-e’ •nie,?ro las costum­
bres y persiguió el juego
t n materia cultural abrió el
Colegio de San Carlos e hizo traer
HnhUen° S ¿res la im Pr enta de Cór-
momo Olaguer Feliú (1797-99),
, ■^ ntre su,s escasas medidas de en
bierno, pueden citarse algunas frannni
ío r L Cr erCÍaleS’ con«dfdas para me-'
jorar la situación de los habitantes de
interno
y la vigilancia d ef ordeí
e S
: r tem° r 3 levantamientos £
Gabriel
1X01),
A»
r
Fierro
(1799-
jesuitas.Ue 3bía PerteneddfJ a
¡),,Crec? la “ Casa de Corrección” nara
albergar mujeres de mala conducfa y
produjeron adelantos ' culturales? com0
66
Preocupóse por solucionar los pro­
blemas económicos que afectaban a los
pobladores, controló los precios de los
artículos y trató de mejorar la situa­
ción de los indios.
La deficiente actuación de Sobremonte durante las invasiones inglesas,
como también los virreinatos de sus
sucesores: Santiago de Liniers (18071809), Baltasar Hidalgo de Cisneros
(1809-10) y Francisco Javier de Elío
(1810-11), se estudian más adelante,
■vinculados con los acontecimientos pos­
teriores.
O R G A N IZ A C IÓ N POLÍTICOADM INISTRATIVA
DEL VIRREIN ATO
La Real O rd e n a n za
de Intendentes
Las reformas implantadas por
los Borbones, si bien hicieron sen­
tir con rapidez sus efectos en el
orden económico, tardaron en va­
riar la administración territorial
de las posesiones de América. Los
virreinatos, gobernaciones y capi­
tanías generales mantuvieron su
tradicional funcionamiento, altera­
do sólo por los nuevos límites y
jurisdicciones.
En las postrimerías del siglo
x v i i i se creó en el Río de la Plata
— por vez primera en Am érica—
el régimen de intendencias, insti­
tución que transformó radicalmen­
te la vieja estructura y sirvió para
uniformar la administración, has­
ta ese momento complicada por el
excesivo poder de las autoridades
residentes y la lentitud e inefica­
cia de su funcionamiento.
El sistema de las intendencias tuvo
su origen en Francia y fue implan­
tado por Richelieu para disminuir el
poder de la nobleza y consolidar el
absolutismo del monarca.
En 1718, el rey Felipe V lo im­
plantó en España.
III, siguiendo con la costumbre de
E l 28 de enero de 1782, Carlos
trasplantar a Am érica los organis­
mos metropolitanos, dictó la Real
Ordenanza para el establecimiento
67
e instrucción de intendentes de
ejército y provincia, código de dos­
cientos setenta y seis artículos que
reglamentaba las atribuciones de
los nuevos funcionarios.
Dos causas principales influye­
ron para que el monarca im plan­
tara el régimen de intendencias en
el Río de la Plata: a) la necesidad
de no centralizar en el virrey la
suma de las atribuciones, y b) de­
bilitar el poder local de los ca­
bildos.
Los gobernadores intendentes
Los virreinatos y capitanías ge­
nerales quedaron subdivididos en
grandes provincias llamadas in ­
tendencias, a cuyo frente se halla­
ban los gobernadores intendentes.
fu n cio n a rio s nombrados directa­
mente por el rey.
Duraban cinco años en el cargo
y al término de su mandato de­
bían someterse a juicio de residen­
cia. No obstante su aparente ca­
rácter fiscal y financiero, sustitu­
yeron a los gobernadores, a los
adelantados y en algunos casos a
lo¡? corregidores, con todas sus fa­
cultades.
Su mando comprendía las si­
guientes atribuciones gubernati­
vas:
tervenía también en el régimen fi­
nanciero de los cabildos, lo que
provocó numerosos conflictos.
y Guerra. Estaba encargado de]
albergue, mantenimiento y vestua­
rio de la tropa; sin embargo, el
mando de las fuerzas militares era
privativo del virrey.
4® Policía. Debía asegurar el or­
den público, la vigilancia de los
caminos y la lim pieza de la ciudad. Estaba obligado a levantar
— asesorado por especialistas— ma­
pas topográficos de su provincia,
con indicaciones de montañas, bos­
ques, ríos y lagunas.'
6" Intendencia de Cochabamba.
En la región comprendida entre la
cordillera de los Andes y la llanu­
ra de Santa Cruz.
Jurisdicciones territoriales
en el Río de la Plata
7* Intendencia de Charcas. La
de menor extensión, entre el Pilcomayo y el río Grande.
La ordenanza de 1782 dividió
al vasto territorio del Río de la
Plata en ocho intendencias y cua­
tro provincias subordinadas.
8" Intendencia de Potosí. Com­
prendía la parte sur del altiplano,
con salida al Pacífico.
1’ Intendencia de Buenos Aires.
Comprendía la provincia de Bue­
nos Aires, el litoral y toda la Pa­
tagonia. Por su importancia contó
con un S u p e rin te n d e n te hasta
1788, en que el virrey se hizo car­
go del gobierno de la intendencia.
2’ Intendencia de Córdoba del
1
Justicia. Debía velar por la Tucum án. Abarcaba las actuales
buena marcha de la misma y el
provincias de Córdoba, San Luis,
rápido despacho de los procesos.
Mendoza, San Juan y La Rioja.
Se ocupaba de las causas civiles
3* Intendencia de Salta del T u ­
y criminales, las que eran ape­
cumán. Comprendía Santiago del
lables ante la Audiencia; en estas
Estero, Tucumán, Catamarca, Salta
funciones — que quitaban faculta­
y Jujuy.
des judiciales a los cabildos— es­
taba asesorado por un teniente le­
4
Intendencia del Paraguay.
trado.
Ubicada en el este del actual te­
rritorio paraguayo.
2 Hacienda. Debía percibir los
impuestos y contabilizar los ingre­
Las siguientes eran del Alto
sos públicos y las inversiones. In ­
Perú:
68
5* Intendencia de La Paz. L im i­
tada entre los Andes y el Lago T i­
ticaca.
Parte del territorio correspon­
diente a la Intendencia de La Paz
fue desintegrado en 1784, para for­
mar una nueva intendencia: la de
Puno, que en 1796 pasó a formar
parte del virreinato del Perú.
Las p ro v in c ia s subordinadas
eran: M oxos y Chiquitos, en Bolivia; M ontevideo (Banda Oriental)
y las Misiones, en dicho territorio
guaraní.
La más alta significación de la real
ordenanza de 1782 radica en el hecho
de haber establecido para el Río de
la Plata una nueva estructura insti­
tucional.
El régimen de intendencias ha ori­
ginado numerosas polémicas entre los
historiadores, pues algunos sostienen
que defendió las autonomías provin­
ciales y otros, por el contrario, afir­
man que con esta medida se trato de
organizar la centralización política y
administrativa.
Resulta evidente que la citada or­
denanza quitó atribuciones a los vi­
rreyes y en consecuencia descentralizo
el gobierno; también restó prerroga­
tivas a los cabildos y en algunos aspec­
tos mejoró la marcha de los asuntos,
administrativos.
“ Conviene no exagerar — dice el his­
toriador Levene— las consecuencias in­
mediatas sobre el régimen político mtemo, derivadas de una institución que
69
como las intendencias, fueron implan­
tadas ya al término de la dominación
española. Puede decirse que fue el pe­
ríodo al mismo tiempo más orgánico
y de intensa crisis del virreinato, pues
de su seno salieron las Provincias Uni­
das del Rio de la Plata, resultante fe­
cunda en la lucha de intendencias y
cabildos.”
EV O LU CIÓ N
DEL RÉGIM EN COM ERCIAL
El estudio de la evolución co­
m ercial del Río de la Plata puede
facilitarse agrupándolo en cua­
tro períodos.
Prim er período (1536-1622)
Esta etapa se inicia con la pri­
mera fundación de Buenos Aires
(1536) y finaliza con la creación
de la Aduana Seca de Córdoba. En
este lapso las actividades comercia­
les entre Buenos Aires y la M etró­
poli gozaron de relativa libertad,
especialmente hasta el año 1561,
en que España implantó el m ono­
polio con sus dominios.
En 1602, bajo el gobierno de
Hernandarias, el Río de la Plata
fue beneficiado con una franqui­
cia comercial, pues el monarca au­
torizó por seis años la exportación
de frutos del país (harina, char­
qui y sebo) a cambio de ropas,
hierro y otros elementos necesa­
rios. Esta franquicia fue prorroga­
da en 1608 y 1614.
A l m argen de las concesiones
egales, en esa época se practicaba
un activo com ercio de contrabando
con el extranjero, lo que origin ó
numerosas protestas de los com er­
ciantes del Perú, de cuyo v irre y
dependía el Río de la Plata.
70
Las poblaciones ubicadas en el inte­
rior y al norte de la gobernación del
io de la Plata eran explotadas por
los aprovechados comerciantes limeños
lodos los artículos que procedían del
•teru estaban gravados con un precio
exorbitante; asi, al llegar un producto
a Potosí valia cuatro veces más caro
que en Lima, y en la región del Tucu­
mán su precio se elevaba a ocho veces.
Fácil resulta comprender que la in­
troducción de productos por Buenos
Aires competía con mucha ventaja soPerú
artlcul°s que procedían del
Las reiteradas protestas de los
comerciantes limeños ante la co
n ^
V» ir0n éxit0 y en febrero
de 1622 el monarca ordenó crear
la Aduana Seca de Córdoba. Este
organismo •- destinado a impedir
el paso de artículos desde Buenos
Aires al interior— elevaba un cin­
cuenta por ciento los precios de
los productos que pasaban por di­
cha ciudad hacia el norte.
Segundo período
(1622-1713)
. Esta segunda etapa se caracte­
riza por la aplicación rigurosa del
régimen monopolista hispano res­
pecto de sus dominios de ultramar.
Establecida la Aduana Seca, los
comerciantes del Perú vigilaron
celosamente todo intento por con­
ceder franquicias comerciales a sus
rivales de Buenos Aires. Sin em­
bargo, la buena situación geográica de este último puerto y l a ride su campaña, hacían muy
difícil controlar si se burlaban las
disposiciones vigentes. Prueba de
esto es que la primera creación de
la Audiencia de Buenos Aires — es­
tablecida en 1661 para impedir el
trafico, ilegal— fracasó totalmente.
Este período de la evolución
comercial finaliza en 1713, pues
p o rtad a d e l "R e g la m e n to d e l C o m ercio Lib re" p ro m u lg ad o p o r el re y C a r lo s III de
E sp añ a.
en ese año se firm ó la Paz de
U trech tl .
Tercer período (1713-1796)
El advenimiento de los reyes
Borbones en el trono de España
marca el comienzo de una nueva
política económica. De acuerdo
ron las ideas liberales de la época
y aconsejados por hábiles minis­
tros, estos soberanos se preocupa­
ron por mejorar las industrias y
corregir los errores del monopolio.
Por una de las cláusulas de la
Paz de Utrecht, Inglaterra obtuvo
el privilegio de establecer en las
más importantes ciudades de Am é­
rica hispana asientos de negros,
es decir, lugares donde los britá­
nicos podían comerciar esclavos.
Uno de estos “ asientos” funciono
en Buenos Aires.
En 1740, la corona española su­
primió el sistema monopolista de
flotas y lo reemplazó por barcos
de registro sueltos, que estaban
autorizados para recalar en cual­
quier puerto hispanoamericano. En
esta forma, el Rio de la Plata se
liberó de la dominación económica
a que lo tenía sometido el Perú.
En 1765 fue suprimido el absur­
do sistema del puerto único y se
permitió a nueve de España co­
merciar con América. De acuerdo
con lo dispuesto el tráfico sólo po­
día realizarse con las Antillas y
México, aunque más tarde
en
1778— fue beneficiado él puerto
de Buenos Aires, cuando Carlos I I I
promulgó el Reglamento del Com ercio Libre.
El soberano habilitaba trece puer­
tos de España, Mallorca y Canarias y
veinticuatro americanos, entre ellos,
Buenos Aires.
Conviene aclarar que el comercio
“ libre” entre la Metrópoli y sus domi­
nios estaba reservado exclusivamente a
los españoles. Si un extranjero deseaba
participar de ese comercio, debía recu­
rrir a intermediarios españoles.
En 1795 los dominios españoles
en América fueron autorizados a
1 L a Paz d e Utrecht puso fin a la C ™
*
' “n f r e n u / u n í fo X c ió n E u ro p e a ‘ integrada
esta última nación -a lia d a con Francla- ,
r or^ d ic h a paz, Felipe V -p rim e r
Por Inglaterra. Austria, Holanda y principaes a
•
España y de sus dominios de
rey Borbón en el trono pcn n s u la r- fue r e c o c i d o « > '
ultramar; por otra parte, Inglaterra resulto la nación más tavoreciaa.
71
P rim era ho ja d e l "R e g la m e n to d e l C o m e r­
cio L ib re " d e 1778.
nes neutrales
año 1797).
(real
cédula
del
En el transcurso de la primera
invasión inglesa, Beresford decretó
— el 4 de agosto de 1806— el libre
comercio para el puerto de Bue
nos Aires. Hasta la Revolución de
1810 no se produjeron acontecí
mientos económicos de trascenden
cia, salvo la Representación de los
Hacendados, que se estudia más
adelante.
O R G A N IZ A C IÓ N EC O N Ó M IC A
DEL VIRREIN ATO
El
comerciar con colonias extranjeras,
aunque no podían importar “ gé­
neros ni efectos similares a los
producidos en España” .
Este tercer período de la evolu­
ción económica del Río de la Pla­
ta termina en 1796, año en que se
inicia la guerra entre España e
Inglaterra.
Cuarto período (1796-1810)
Debido a la situación europea,
el soberano español autorizó a sus
dominios de ultramar el comercio
con barcos pertenecientes a nació-
Consulado
de
Buenos
A ires
En enero de 1794, el rey Carlos
IV estableció un Consulado en
Buenos Aires, organismo cuya fi­
nalidad era resolver los pleitos
mercantiles, proteger y fomentar
el comercio y procurar el adelanto
de la agricultura.
El monarca nombró secretario
al joven abogado M a n u el Belgrano \ a la sazón en España, quien
regresó a su patria para hacerse
cargo de sus nuevas funciones.
Desde que inició sus sesiones,
dos tendencias dividieron a los in ­
tegrantes del Consulado de Bue­
nos Aires: los partidarios del sistema_ comercial implantado por
España — es decir, los monopolis­
tas— ■ y los hombres jóvenes, de
ilustración liberal, que tenían en
1 M a n u e l B elgrano nació en .Buenos Aires el 3 de iunin rlp 1 7 7 0
•
*. j
,
familia, completó sus estudios en el Colegio de San Carlos F n J e n v írf
i?
padre; en 1789 obtuvo en ValladnliH #>l
a
r
u^n
t enviado a España por su
2£ » S S S v s S t S
72
B
el secretario Belgrano su mejor re­
presentante.
Todos los años, las sesiones del
C o n s u l a d o se abrían con l a lectura
de u n a memoria redactada por el
secretario del cuerpo. En tal ca­
rácter y por medio de varios es­
critos, Belgrano propició estimu­
lar el comercio, establecer premios
al trabajo y a la industria; destacó
la importancia del cultivo del lino
v del cáñamo y también bregó por
la creación de una escuela de Co­
mercio y otra de Náutica, conoci­
mientos que eran muy necesarios
a los hombres de su época.
El Consulado de Buenos Aires
subsistió hasta el año 1862, en que
fue suprimido, debido a la sanción
del Código de Comercio.
La A d u an a de Buenos A ires
Las aduanas eran organismos
que funcionaban en las inmedia­
ciones de los puertos y estaban des­
tinadas a percibir el cobro de los
diversos impuestos: si se estable­
cían en el interior del territorio
se llamaban aduanas secas.
Como consecuencia de la real
cédula de 1778, que facultaba a
Buenos Aires para comerciar con
la Metrópoli, el monarca dispuso
crear una Aduana en la mencio­
nada ciudad. Además de sus fun­
ciones fiscales, este organismo te­
nía jurisdicción en los asuntos de
orden comercial o financiero, pues
los derechos que percibía eran
destinados a sufragar diversos gas­
tos de la administración.
La m oneda en el Río de la Plata
Durante el período de la con­
quista y población de América, y
a causa de la política económica
seguida por España con sus do­
minios, casi no existía moneda me­
tálica en la región del Río de la
Plata. E l oro y la plata se consi­
deraban regalías y no se utilizaban
para la confección de numerarios.
Hasta fines del siglo xvi, las tran­
sacciones comerciales se realizaban con
mercaderías de uso común, a las que
se les asignaba un valor determinado;
así, la vara de lienzo equivalía a dos
reales.
El Cabildo de Córdoba estableció que
los pagos se efectuaran con herradu­
ras y cabras; posteriormente, también
autorizó que se emplearan con el mis­
mo objeto carneros, ovejas, lanas y
sebos. En el Paraguay se utilizaba co­
mo moneda la yerba mate y el taba­
co en rama.
Alrededor del año 1575, comen­
zó a funcionar en Potosí una ceca
(casa de moneda) que dependió
de Buenos Aires después de la crea­
ción del virreinato del Río de la
Plata.
Las monedas de oro y plata que
se utilizaban en España fueron las
mismas que circularon en América.
La unidad de las monedas de oro
fue el escudo, aunque el real
— unidad de las monedas de pla­
ta— fue la más empleada en el
Nuevo Mundo.
La g an a d e ría
La ganadería fue la mayor ri­
queza del virreinato del Plata y la
primera fuente de su progreso eco­
nómico. Esta actividad despertó el
interés de los habitantes de la
campaña, quienes con un mínimo
de esfuerzo producían un elevado
rendimiento.
El primer ganado llegó a Bue­
nos Aires en 1536 con la expedi
ción de Mendoza, quien trajo unos
setenta caballos y yeguas y proba
blemente cerdos. Destruida la po
blación en 1541, los animales se
hicieron cimarrones (errantes) y
se reprodujeron con- rapidez. A lgo
semejante sucedió con el ganado
vacuno, introducido primeramente
en la Asunción y traído por Ga­
ray a las extensas llanuras pam­
peanas, en sus viajes a las bocas
del Plata.
La gran abundancia de ganado
determinó que 'los cabildos otor
garan “ permisos de vaquerías” , es
Un g r a b a d o a n tig u o rep ro d u ce la form a en q u e e ra n e n la z a d o s los v acu n o s p a r a luego
sa crific a rlo s. La t a r e a se c u m p lía con sum a r a p id e z y a p e n a s sujeto el a n im a l — como pu ede
o b se rv a rse en la ilu stració n — uno d e los g a u c h o s p ro c e d ía a u ltim arlo.
decir, autorización para faenar
animales y aprovechar los cueros.
Las tareas agrícolas fueron descui­
dadas, pues requería mayor trabajo ex­
plotar la riqueza de la tierra — ame­
nazada por las sequías, las plagas y
pisoteada por los animales— que dedi­
carse a la matanza del ganado.
En los primeros tiempos se faena­
ban los animales para quitarles el cuero
y aprovechar — en menor escala— el
sebo, las crines y las aspas. La gran
abundancia de carne excedía la de­
manda del consumo y por esto era
común verla descomponerse al aire
libre o servir de alimento a cuervos y
perros cimarrones.
Con la valorización de los cueros y
el rápido incremento de las actividades
ganaderas, nacieron las estancias. Es­
tos establecimientos comprendían una
extensión de cinco leguas cuadradas de
tierra, sin alambradas ni divisiones, en
cuya parte central se levantaban algu­
nas toscas viviendas, de paredes de ado­
be y techos de paja. En ellas habitaban
el mayordomo y los peones, por cuanto
el patrón o estanciero sólo efectuaba
periódicas visitas, pues vivía en la
ciudad.
El hombre de nuestra campaña fue
el gaucho — mestizo de español e in­
dígena— , quien vestía una típica indu­
mentaria, gustaba de los bailes nativos
y utilizaba como armas el facón, las
boleadoras y el trabuco.
La incontrolada matanza de va­
cunos hizo peligrar la estabilidad
de la riqueza ganadera; los abusos
fueron en parte limitados con me­
didas tomadas por algunos v i­
rreyes.
En épocas del marqués de Loreto se incrementó la industria de
la salazón de carnes; por este mo­
tivo en 1794 los hacendados solici­
taron al monarca les permitiera
exportar dichos productos al Á fr i­
ca y al Asia. En el documento,
llamado M em oria l de los Hacen­
dados., se exponen avanzadas ideas
económicas relativas al comercio
libre.
Otra industria importante de la
época virreinal fue la del cuero.
Belgrano, como secretario del Con­
sulado, sostuvo la necesidad de
instalar curtidurías.
H o rn o s d e stin a d o s a la fu n d ició n d e l
oro y la p la ta en el p e río d o h isp án ico .
(L ito g ra fía d e T. M. B aynes.)
La agricultura
E l cultivo de la tierra tuvo un
desarrollo menor que la ganade­
ría. Su lento avance se debió a la
influencia perturbadora de varia­
dos factores, como las sequías, los
incendios de campos, los ganados
cimarrones que pisoteaban los
sembrados, las mangas de langos­
ta y los pleitos originados al tra­
tar de delim itar las tierras culti­
vadas.
Otra causa que gravitó en dis­
minución de las tareas agrícolas
fue la escasez de brazos, debido a
la mayor intensidad del trabajo.
La m inería
A pesar de su nombre, el Río
de la Plata no contó con la riqueza
de otros dominios hispanoameri­
canos.
Existían yacimientos de azogue
(m ercurio) en las misiones guaraníticas, oro en San Luis y La
Rioja, plata en Mendoza y cobre
en Córdoba. En enero de 1546 fue
descubierto el cerro de Potosí, cu­
ya producción m etalífera superó a
todas las demás del virreinato.
Debido a su importancia se formó
una población y en las tareas m i­
neras llegaron a trabajar hasta
quince m il indios.
Los tesoros americanos eran en­
viados a España, pero generalmen­
te a llí permanecían poco tiempo,
pues eran utilizados para saldar
deudas. E l rey Enrique IV de
Francia afirmaba con ironía “ que
no necesitaba tener yacimientos
metalíferos mientras los tuvieran
los españoles” que eran sus deu­
dores.
76
La pesca
i
Las actividades pesqueras se des- ■
arrollaron principalmente en el lú I
toral patagónico, zona que — ant > I
la amenaza de los corsarios ingle- I
ses— fue recorrida por naves es- I
pañolas.
"
En épocas de V értiz se practicó I
la caza de ballenas y más tarde I
una Compañía M a rítim a se dedicó I
al aprovechamiento del cuero y del I
aceite de los lobos marinos. I.a I
industria dio buenos resultados y I
cuando la citada compañía cesó, la I
Real Hacienda se hizo cargo de I
la faena.
El desarrollo industrial
Mientras no se aplicó la fuerza 1
motriz del vapor y de la electrici­
dad, la industria fue casi exclusi- I
vamente manual. La América his- :
pana desarrolló sus actividades
manufactureras en pequeños talle­
res — algunas veces con ayuda de
sencillas máquinas— donde traba­
jaba el maestro u hombre experto,
con sus aprendices y colaboradores.
En el Río de la Plata la industr ia
se desarrolló especialmente en el inte­
rior, debido a la valiosa mano de obra í
facilitada por los criollos, mestizos y |
extranjeros. En su gran mayoría los I
españoles llegados al Nuevo Mundo
menospreciaban las labores manuales, i
pues las consideraban “ oficios viles’ ■I
En el transcurso del siglo x v i i y m i - I
tad de la centuria siguiente, mientras estuvieron en vigor las trabas impueS'
tas por el monopolio comercial, las pri'
meras industrias del Rio de la Plata se ¡
desarrollaron con rapidez.
La aplicación del Reglamento d& |
Comercio Libre, de 1778, benefició elj
vasta escala a Buenos Aires, que ele'-0
rápidamente su comercio exterior, J>e' I
ro perjudicó a las industrias del inte'
rior, debido a la competencia extra11'
jera.
La industria te xtil sobresalió en
la región central, oeste y norte del
virreinato, donde se fabricaban co­
bijas, frazadas y ropas de abrigo.
La región de Cuyo y en menor
escala Catamarca, producían vinos,
aguardientes, pasas de uva y “ ore­
jones” (duraznos) que eran consu­
midos en su mayor parte por Bue­
nos Aires.
En Tucumán y Mendoza se
construyeron carretas y galeras
Para el transporte y en Corrientes
se levantaron pequeños astilleros,
donde fueron botadas embarcaciones de poco calado. En las misio­
nes jesuíticas se confeccionaban
imágenes religiosas, altares, púlpitos y ornamentos sagrados; allí
también industrializaban la yerba
mate y el algodón.
. Las industrias derivadas de la
g^ueza ganadera se instalaron en
r-Upnos Aires: saladeros, curtidubriS’ ta^a^arterías5 graserias y fátcas de velas y jabones.
t » / ° S ^u^ces no tenían fronteras,
íu/t ,eran fabricados y también
ados en todo el virreinato.
Los grem ios
En los primeros siglos de la
Edad Media, los artesanos de un
mismo oficio se reunían con el
objeto de d irigir la práctica de su
ocupación manual y defenderse
contra los inhábiles o mal inten­
cionados, que desacreditaban el ofi­
cio y perjudicaban al consumidor.
Como sucedió con otras institu­
ciones peninsulares, los gremios
también se organizaron en el Nue­
vo Mundo.
En el Río de la Plata, el super­
intendente Paula Sanz reglamen­
tó — en 1788— el funcionamiento
del gremio de plateros. En la ci­
tada disposición se establecía que
nadie estaba autorizado para abrir
negocios “ sin que haga constar
haber servido cinco años de apren­
diz y otros dos de oficial, con
maestro conocido y que a su tiem­
po le dé la competente certifica­
ción” .
En 1791 fue organizado el gremio
de los panaderos, quienes habían in­
tentado encarecer el producto, simu­
lando malas cosechas.
La " t r o p a " d e c a r r e ­
tas, uno d e los pocos
m edios d e com un icación
en el p e río d o h is p á n i­
co. El b a q u e a n o — a c a ­
b a llo — c o n ve rsa con los
p a s a je ro s d e l lento y
p e sa d o v e h ícu lo . (D ib u ­
jo d e R u g e n d as.)
Los zapateros no pudieron agremiar­
se debido a las numerosas polémicas
que originó la expulsión de extranje­
ros, pardos y negros del gobierno de
la asociación.
Los m edios de transporte
El aislamiento de los diversos
núcleos de población fue una de
las características del período v i­
rreinal. Resultaba d ifícil comuni­
carse con las ciudades, debido a
las grandes distancias, a los pri­
mitivos caminos y a la lentitud de
los medios de transporte, que se
efectuaba a caballo, a lomo de
muía, en carretas, galeras y pe­
queñas embarcaciones para cruzar
los cursos de agua.
La muía era empleada en las regio­
nes montañosas, especialmente como
animal de carga.
La carreta era un pesado vehículo
de dos altas rufedas, que sostenían una
tosca caja de madera protegida de las
inclemencias del tiempo por medio de
cueros vacunos. Se utilizaba para el
transporte de pasajeros y carga.
Tiradas por yuntas de bueyes, las
carretas marchaban, para proteger­
se, en conjunto ( “ tropas” ), acompa­
ñadas por baqueanos a caballo. Con
78
buen tiempo recorrían unas cinco le­
guas diarias. Según cuenta el padre
Gervasoni, la travesía entre Buenos
Aires y Córdoba demoró en el invierno
de 1747 casi treinta días.
Más veloces que las carretas eran
las galeras, pequeños pero altos vehícu­
los arrastrados por caballos. A grandes
distancias se encontraban postas aten­
didas por indígenas, en las que se
refrescaban los animales y descansa­
ban los viajeros.
EL AM BIENTE CULTURAL
Y SO CIAL
La población del virreinato
Las restricciones para que las
mujeres solteras viajaran a Am é­
rica, favorecieron la fusión de ra­
zas y tanto los inmigrados como
los indígenas llegaron a mezclarse
en elevada proporción, originando
nuevos tipos etnológicos. La raza
blanca de los conquistadores se
unió a la aborigen y más tarde
con la negra, lo que originó grafl
variedad de cruzas.
Los cinco millones de kilómetros
cuadrados que constituían la su­
perficie del virreinato del Río de
la Plata estaban poblados por unos
800.000 habitantes. La actual Re­
pública Argentina contaba con
unos 380.000 habitantes, el Para­
guay con 100.000 y el A lto Perú
con 320.000.
Desde el punto de vista étnico,
Ja sociedad del período hispánico
aba formada por blancos, indí­
genas y negros.
Los blancos comprendían los esfenoles, los criollos y los extran­
jeros.
no podían compartir sus privile­
gios por el solo hecho de haber
nacido en este continente.
Los españoles ocupaban el go­
bierno y las principales funciones
públicas. Administraban sus gana­
dos y haciendas, es decir, las tareas
que resultaban más provechosas,
pues — dice un documento de la
época— “ su propensión e inclina­
ción los lleva a enriquecerse” .
Los criollos
Los españoles
hidalgos españoles que paro 011,
Nuevo Mundo conservan los caracteres propios de su
a w P j A m biciosos y arrogantes,
tuv
3 su tierra natal, manleron su fe religiosa y su carác' r autoritario.
sider ” lediocre instrucción, se conatnP •
superiores a sus iguales
«canos — los criollos— quienes
Hijos de padres españoles, pero
nacidos en América, los criollos
eran inteligentes, ambiciosos, alti­
vos y liberales. N o pudieron tole­
rar que los “ chapetones” recibie­
ran todos los privilegios y que
— basados en una injusta descon­
fianza— los excluyeran de las fun­
ciones públicas.
Aunque las leyes otorgaban a
los españoles y a los criollos la
79
Los indios
Así fueron llamados los natura­
les de América, sin mezcla de san­
gre europea. De acuerdo con el
Derecho Castellano, los indios eran
considerados hombres libres, pero
en el orden de su adoctrinamiento
estaban equiparados a personas que
necesitaban de protección legal.
Para facilitar la obra coloniza­
dora en América, la corona im­
plantó el trabajo obligatorio de
los naturales, por medio del siste­
ma de las encomiendas (m ita y
yanaconazgo), procedimiento que
en la práctica dio origen a mu­
chos excesos por parte de los es­
pañoles 1.
por constituir un elemento co­
mercial, los negros recibieron me­
jor trato que los indígenas.
a)
Los mestizos
Los españoles del período virrei­
nal se alarmaron ante la gran
cantidad de mestizos — hijos de
blanco e india— ■, que eran hábi­
les jinetes y se destacaban por su
arrogancia y falta de escrúpulos.
Prefirieron abandonar la ciudad,
donde se les reprochaba su mesti­
zaje, y se internaron en las cam­
pañas. En principio, estos campe­
sinos fueron llamados gauderios,
y más tarde — siglo xix—- conoci­
dos como gauchos.
Los negros
igualdad jurídica, estas disposicio­
nes no se cumplían en la práctica.
Los extranjeros
Los monarcas españoles trataron
de impedir la libre entrada de ex­
tranjeros en sus dominios de ultra­
mar. Procedían en esta forma, de
acuerdo con principios políticos y
religiosos comunes a la época.
A pesar de lo que establecían
las leyes vigentes, buen número
de portugueses, ingleses, franceses,
italianos y judíos, se radicaron en
América para ejercer variados o fi­
cios (sastres, zapateros, carpinte­
ros, etcétera).
80
La necesidad de reemplazar a
los indígenas que no respondían
en los trabajos rudos, inició la
trata o comercio de negros. Éstos
eran adquiridos a sus reyes en la
costa atlántica del África por tra­
ficantes ingleses, portugueses y
franceses, quienes luego los ven­
dían como esclavos en América.
En el Río de la Plata, el primer I
asiento (contrato entre la corona y un j
particular o compañía) fue otorgado j
por real cédula de 1595 a Gómez Rey- I
riel. Por la paz de Utrecht (1713), la I
compañía inglesa “ Mar del Sur” fue I
autorizada por el gobierno español pa-1
ra establecer un asiento en Buenos j
Aires.
LA SO CIED AD
cracia, la plebe y los esclavos, se­
paradas por diferencias de naci­
miento y de alcurnia.
La
a r is t o c r a c ia
Representada especialmente por
españoles poseedores de títulos no­
biliarios y de fortuna. Esta aristo­
cracia oficial centralizaba honores,
preeminencias y cargos públicos.
Propietarios de campos y ganados,
estos aristócratas miraban hacia
España y estaban ausentes de la
realidad del virreinato.
Existía una nobleza criolla for­
mada por los descendientes de los
conquistadores, la cual era subes­
timada por los peninsulares, quie­
nes los miraban con desconfianza
y recelo.
DEL VIRREIN ATO
El aspecto dominante de la so­
ciedad del período hispánico fue
la desigualdad. La población se
agrupaba en tres clases: la aristo­
Formada por blancos de baja
estirpe, mestizos y mulatos. Ejer­
cían oficios manuales y se dedica­
ban a labores humildes: peones,
U n a m uestra c a lig rá fic a de! m aestro F ra n ­
cisco M o re y ra . (Fo to co p ia d e R a ú l A .
M o lin a.)
labradores, aguateros, serenos, pul­
peros, etcétera.
Los hijos ilegítim os de aristócra­
tas y plebeyas europeas, llamados
“ decentones” , se destacaron por su
buena presencia y muchos de ellos
— especialmente las mujeres— con­
siguieron vencer las trabas sociales
y contraer matrimonio con figuras
de la rancia aristocracia.
c)
Los
ESCLAVO S
Esta clase servil estaba integra­
da por los negros, mulatos y zam­
bos ] . Sus integrantes carecían de
derechos y tenían a su cargo las
tareas más pesadas. Resignados con
su destino, sometían su existencia
a la voluntad de sus patronos.
En el Río de la Plata recibieron
un trato humanitario e integraron
el núcleo familiar.
LA CULTURA
EN EL PERÍODO H ISPÁ N ICO
La enseñ an za prim aría
Las Leyes de Indias o código
que se aplicó en los dominios es­
pañoles de América, contienen
muy escasas disposiciones referen­
tes a la educación infantil, pero
en cambio son abundantes las que
se ocupan de la catequización del
indígena.
El desarrollo de la población
hizo necesario crear establecimien­
tos de primeras letras para los h i­
jos de españoles. En las ciudades,
las escuelas elementales eran de
tres categorías: a) conventuales o
anexas a los conventos; b ) del rey,
que tenían carácter gratuito pues
eran sostenidas por los cabildos, y
c) particulares o privadas, a cuyo
frente se encontraban personas au­
torizadas.
Los maestros laicos escaseaban,
debido a que el trabajo era mal
retribuido y considerado una labor
menospreciada. Para abrir una es­
cuela era necesario obtener la co­
rrespondiente autorización del ca­
bildo local. Según las constancias
documentales, el primer maestro
seglar o laico autorizado por el
Cabildo de Buenos Aíres fue Diego
Rodríguez.
n 1 J l ® , ™ '0?, de blanc° ,c™ in!Jio produjo el m estizo, que fue el elemento predominante.
D e negro^y blanco resultó el m u la to y la cruza de indio y negro produjo el zam bo.
82
La enseñ an za m edia
La enseñ an za superior
Los primeros establecim ientos
educativos de enseñanza media del
virreinato fueron los de gramática
o latinidad (porque el latín era la
materia básica) y funcionaban en
los conventos.
En 1610, los jesuitas establecie­
ron en Córdoba el Colegio M á x i­
mo, destinado a la formación de
religiosos, y tres años más tarde
abrieron el Convictorio de San Ja­
vier. Estos dos establecimientos
fueron la base de la futura uni­
versidad.
Con respecto a la enseñanza me­
dia en la ciudad de Buenos Aires,
puede afirmarse que a principios
del siglo xvn los jesuitas erigieron
un colegio frente a la Plaza M ayor
(hoy de M a y o ), que en 1661 fue
trasladado junto a la iglesia de
San Ignacio con el nombre de
Colegio Grande o de San Ignacio.
La expulsión de los jesuitas en
el año 1767 perjudicó la obra cul­
tural en que estaba empeñada di­
cha orden.
En 1783, el virrey Vértiz fundó
el Colegio de San Carlos o Real
Convictorio Carolino, cuyo primer
regente fue el canónigo Baltasar
Maciel.
Debido a que el establecimiento
no otorgaba títulos, los alumnos
que deseaban diploma estaban
obligados a terminar sus estudios
en las universidades del virrei­
nato (Córdoba o Chuquisaca). Se
hicieron gestiones para transfor­
mar el colegio en universidad, per° no progresaron.
Los jesuítas dirigieron las dos
universidades que funcionaron en
el virreinato del Rió de la Plata:
la de Córdoba — la más antigua—
y la de Charcas o Chuquisaca.
La Universidad de Córdoba. En
1613, el obispo Hernando de Trejo
y Sanabria consultó a los superio­
res jesuitas y obtuvo la autoriza­
ción necesaria para que en los co­
legios de esa orden — Colegio M á ­
ximo y Convictorio de San Ja­
vier— se enseñara latín, artes y
teología; además, que pudieran
otorgar grados de bachiller, licen­
ciado, maestro y doctor.
Así quedó constituida la U n i­
versidad de Córdoba, destinada a
los miembros de la orden jesuí­
tica, aunque más tarde los estu­
dios fueron públicos. Luego de la
expulsión de dichos sacerdotes, el
establecimiento pasó a depender
de los franciscanos, hasta 1808.
P o rta d a d e un lib ro d é A ritm é tica u sado
en las e scu e la s d e B uenos A ire s a fin es
d el sig lo X V III.
La U n iv e rsid a d d e C h a r c a s , en el Alto
P erú, en c u y a s a u la s no ta rd a ro n en pe
n e tra r las ¡d e a s d e los eco nom istas y filósofos del sig lo X V III.
gunda en importancia de América
hispana. Pronto adquirió justo re
nom bie la Facultad de Derecho,
a la que fue anexada, en 1780.
la Academia Carolina, destinada
a la práctica forense.
Las ideas liberales de los pensa
dores del siglo x vm fueron acep­
tadas con entusiasmo por los jó
venes universitarios y como bien
ha dicho un autor “ la idea revo­
lucionaria se nutrió en este insti­
tuto de juristas” .
Cursaron estudios en la U niver­
sidad de Charcas: Mariano M ore­
no, Juan José Castelli, Agustín
Gascón, Bernardo
Monteagudo,
etcétera.
La Universidad de Córdoba compren­
día dos facultades: de Artes y de Teo­
logía. Los cursos de la primera se des­
arrollaban en tres años y comprendían
Lógica, Física y Metafísica; otorgaba
grados de bachiller, licenciado y maes­
tro. La carrera culminaba con el título
de Doctor en Teología, obtenido al
cabo de cinco años de estudios en esa
r acuitad.
La Universidad, de Charcas. La
Universidad de San Francisco Ja­
vier, también llamada de Charcas
o Chuquisaca, fue fundada en marzo de 1624 por el padre Jaime Frías
— provincial de la Compañía de
Jesús— sobre la base del Colegio
de San Juan Bautista, creado dos
años antes.
Aunque los estudios fueron de
preferencia eclesiásticos, tuvo un
carácter más liberal que la U n i­
versidad de Córd-iba y contó con
una biblioteca ccnsiderada la se­
84
La e n señ an za e sp e cia liza d a
Por iniciativa de M an u el Bel­
grano — secretario del Consulado—
la ciudad de Buenos Aires contó
en 1799 con dos establecimientos
de enseñanza especializada: la Es­
cuela de Náutica y la Escuela de
Dibujo.
Primer director de la Escuela de
Nautica fue el geógrafo e ingeniero
Pedro Cervino y su vicedirector el pi­
loto Juan Alsina. Ambos se encarga­
ron de la enseñanza a desarrollar en
un lapso de cuatro años, de acuerdo
con las siguientes materias: aritmética
(algebra y trigonometría), geografía,
hidrografía y navegación.
Por orden del rey. el Consulado cede° 1807
Náutica a mediados
En mayo de 1799 se inauguró la Es­
cuela de Dibujo del Consulado, con
una asistencia de sesenta y cuatro
M iguel O 'G o r m a n , el p rim er protom édico d e B uenos A ire s. C u a d r o d e a u ­
tor a n ó n im o existen te en el M useo
H istórico N a c io n a l.
alumnos, y funcionó regularmente cer­
ca de un año. Fue su primer profesor
el tallista español Antonio Gaspar Her­
nández, quien utilizó el primitivo mé­
todo de la copia o reproducción fiel
de láminas y grabados.
El Protomedicato
A mediados del siglo xv se creó
en España el T rib u n a l del P roto­
medicato, organismo docente des­
tinado a combatir la práctica ile ­
gal de la medicina y encargado de
vigilar el ejercicio de esa profe­
sión; además, otorgaba títulos pre­
carios a quienes demostraban ido­
neidad y conocimientos científicos.
En 1570 estos tribunales fueron es­
tablecidos en México y Perú.
En el Río de la Plata, el virrey
Vértiz estableció el Protomedicato
en 1780 y nombró titular al doc­
tor M ig u e l O ’Gorm an, graduado
f,n París v Reims, con títulos re­
validados en España. Una vez al
frente de sus funciones tomó exa­
men de competencia a todos aque­
llos que ostentaban títulos de “ bo­
ticario y sangrador” .
En 1801 comenzó a funcionar la
Escuela de Medicina, cuyo curso de
Anatomía estuvo a cargo del doctor
Agustín Fabre, y al año siguiente dier°n comienzo las clases de química far­
macéutica —correspondientes al se­
gundo curso— bajo la dirección del
doctor Cosme Argerich, en reemplazo
<te O’Gorman, que estaba enfermo.
■ En 1805 llegaron a Buenos Aires las
Primeras vacunas antivariólicas, que
Ue«m aplicadas con éxito.
La entrada de libros
La introducción de libros en
América estuvo sujeta a restriccio­
nes de carácter general, semejan­
tes a las que regían en España,
pero adaptadas al nuevo medio.
Fueron censurados los libros que
atentaban contra el dogma cató­
lico y los que difundían las nue­
vas ideas de los filósofos y enci­
clopedistas.
No obstante estas prohibiciones,
casi toda la producción literaria y
filosófica de la época pasó a las
nuevas tierras sin mayores incon­
venientes.
Dos eruditos historiadores — José To­
rre Revello y Guillermo Furlong—
han demostrado, sobre la base de una
copiosísima documentación, “ que las
obras impresas y leídas no sólo en la
península (España y Portugal) sino
aun las publicadas en Francia, en Ita­
lia, en los Países Bajos y en A le ­
mania (siempre que el idioma no fue­
ra un insalvable obstáculo) se leían a
la par en el Río de la Plata” . Guiller­
mo Furlong: Bibliotecas Argentinas du­
rante la Dominación Hispánica. Bue­
nos Aires, 1944, página 21.
85
da de Europa por el año 1764 y
luego se entregó al Colegio de
Monserrat.
Con la expulsión de la Compa­
ñía, la imprenta cesó de funcionar
pero en 1780, el virrey V értiz la
compró a los franciscanos y la hizo
trasladar a Buenos Aíres. Instalada
en un modesto local (actual es­
quina de Perú y M oreno) recibió
el nombre de Real Im prenta de
Niños Expósitos, pues los benefi­
cios obtenidos se destinaron a la
citada institución. El taller impri­
mió bandos, proclamas, carteles,
almanaques, formularios, periódi­
cos y libros diversos.
El periodismo
La im prenta
en el Río de la Plata
La primera imprenta del Río de
la Plata no fue importada, sino
creada en el territorio de las m i­
siones — reducciones de Guara­
níes— por obra de los jesuítas. En
el año 1700, los misioneros Juan
Bautista Neum an y José Serrano
construyeron una prensa, con la
colaboración de los indígenas; el
papel fue el único material impor­
tado. E l primer impreso se tituló
el M a rtirolog io Romano, del que
no se conserva ningún ejemplar.
La imprenta misionera estampó libritos de efemérides, anuarios, ta­
blas astronómicas, catecismos y ho­
jas sueltas.
Tam bién por obra de los jesuí­
tas, la Universidad de Córdoba ad­
quirió una imprenta que fue traí-
86
A partir de la segunda mitad
del siglo x v i i i , comenzaron a cir­
cular en Buenos Aires, primero en
forma clandestina y luego públi­
camente, hojas manuscritas que
difundían noticias locales y algu­
nas europeas.
El 1 de abril de 1801 apareció
el primer periódico editado en
Buenos Aires, que se llamó: Telé­
grafo M erca n til, Rural, PolíticoEconóm ico e H istoriógrafo del Río
de la Plata. Su fundador y direc­
tor fue el militar, abogado y es­
critor extremeño don Francisco
Antonio Cabello y Mesa.
El Telégrafo M ercantil se sos­
tenía gracias a la contribución de
ciento cincuenta y nueve subscrip
tores. Desde su creación hasta el
mes de octubre, apareció miércoles
y sábados; luego salió los domin­
gos. Llegó a publicar ciento diez
n ú m e r o S j hasta octubre de 1802,
eJ1 que fue clausurado por orden
¿el virrey del Pino 1.
En setiembre de 1802, un mes
antes de extinguirse el anterior,
apareció un nuevo periódico: el
Semanario de A gricultura, Indus­
tria y Comercio, dirigido por el
comerciante criollo- Juan H ip ólito
Vieytes. De acuerdo con su título,
la citada publicación propició el
fomento de las industrias, estimuló
la producción y sostuvo la necesi­
dad del libre comercio interior y
exterior.
El 23 de mayo de 1807, los in ­
gleses iniciaron desde Montevideo
la publicación de la Estrella del
Sur (T h e Southern Star), periódi­
co bilingüe, escrito en inglés y
castellano. Sus artículos difundían
propaganda británica e incitaban
a los criollos a abatir el yugo es­
pañol, para gozar de los beneficios
de la libertad de comercio. Sólo
aparecieron siete números.
El 3 de marzo de 1810 — en vís­
peras de la Revolución— M anuel
Belgrano comenzó a publicar el
Correo de Comercio de Buenos A ire$, cuyo principal objeto sería “ el
estudio de las ciencias, de las ar­
tes y de la historia” . El virrey CisReros brindó inconsciente apoyo a
estos principios sin saber que, gra­
bas a la sagacidad de Belgrano,
iban a utilizarse en servicio de la
emancipación. Luego de publicar
Cl*icuenta y dos números, dejó de
aParecer en febrero de 1811.
Las letras
La historia literaria del Río de
la Plata comienza con Luis de
M iranda, clérigo español que llegó
a estas playas con la expedición de
Mendoza y escribió en la Asun­
ción un Romance que relata los
padecimientos de los primeros po­
bladores de Buenos Aires.
De acuerdo con el orden crono­
lógico de publicación, el segundo
trabajo literario fue Comenta­
rios de A lvar N úñez Cabeza de
Vaca, escritos por su secretario Pe­
ro Hernández.
1 L a m e d id a se d e b ió a u n a r tíc u lo a p a r e c id o e l 8 d e o c tu b r e d e 1 8 0 2 , t itu la d o :
U n s t a n c ia s e n q u e s e h a l l a l a p r o v i n c i a d e B u e n o s A i r e s e is la s M a l v i n a s y m o d o d e
g a rs e ” ,
a E s t e e s c r it o , c o n s i d e r a d o a g r a v i a n t e p o r l a s a u t o r i d a d e s , s e a t r i b u y ó d u r a n t e
( j e t a b e l l o y M e s a , a u n q u e a c t u a l m e n t e lo s h i s t o r i a d o r e s o p i n a n q u e f u e u n a
tr a b a jo p e r te n e c ie n t e a J u an d e L a P ie d r a , d e l a ñ o 1 7 7 8 .
“ C ir rep a ­
m u ch os años
r e p r o d u c c ió n
87
fra n ca
El so ld a d o a le m á n U lrico S ch m id l, q u e re ­
lató la co n q u ista d e l R ío d e la P la ta . El
g r a b a d o p e rte n e ce a la ed ició n d e 15 99.
Con la expedición de Mendoza
llegó al Plata el soldado alemán
V íric o Schm idl, quien escribió en
su idioma D errotero y viaje de Es­
paña y las Indias, obra que descri­
be con bastante imparcialidad la
historia de la conquista.
Con la armada de Ortiz de Zá­
rate arribó el arcediano M a rtín
del Barco Centenera, autor del
poema “ Argentina y Conquista del
Río de la Plata” que es una mez­
cla difusa de historia y geografía
americanas.
El relato de nuestra historia co­
mienza en realidad con Ruy Díaz
de Guzmán — mestizo asunceño— ,
autor de “ La Argentina” , publi­
cada en Charcas en 1612.
E l primer poeta nacido en nues­
tra patria fue el cordobés Luis de
Tejeda, quien escribió por el año
1663 su conocido poema E l pere­
grin o en Babilonia. Este largo tra­
bajo, de carácter autobiográfico,
compara el ambiente de Córdoba
con la pecadora Babilonia.
M an u el José de Lavardén fue
el primer poeta porteño, autor de
Siripo, obra inspirada en una le­
yenda de la conquista, que relata
Ruy Díaz de Guzmán. También
escribió su conocida Oda al Para­
ná, que publicó el Telégrafo M er­
cantil en su primer número.
Las invasiones inglesas y la he­
roica actitud de los habitantes de
Buenos Aires inspiraron a diver­
sos poetas; así Vicente López y
violación de las leyes his­
p á n ic a s-
La corona portuguesa estaba
convencida de que el Río de la
plata era “ el lím ite austral del
Brasil” y que era necesario exten­
der su dominación hacia el sur
para controlar el comercio flu vial
del alto Paraná, h allar buenos pas­
tos para los ganados e intensificar
el contrabando en perjuicio de
España.
Los lusitanos contaron con la
ayuda de Inglaterra, siempre inte­
resada en disponer de un puerto
amigo en el Plata.
San Gabriel, la Colonia del Sacra­
mento.
Consistió en un fuerte artillado, eri­
gido sobre una barranca que conducía
hacia el río. El reducto portugués se
estableció en pleno territorio sujeto a
la jurisdicción de Buenos Aires y, en
consecuencia, de España.
Prim era ocupación españ o la
(1680-1683)
Enterado el gobernador del Río
de la Plata, don José de Garro,
informó de inmediato a la corona
Planes se basa en la memorable
reconquista para componer E l
triunfo argentino, y Pantaleón Rivarola dedica dos Romances a la
defensa.
LOS CON FLICTOS
C O N PO RTUGAL HASTA
EL TRATADO
DE SAN ILDEFONSO
La ambigüedad de lo dispuesta
en el Tratado de Tordesillas 1 esti
muló las ambiciones portuguesa?
sobre la región del Río de la Plata
Los bandeirantes paulistas no tar
daron en iniciar desde el Brasil
una serie de ataques sistemáticos
contra las posesiones españolas y
en forma coetánea recrudeció el
comercio ilegal o contrabando, en
1 E l C abo Verde es un archipiélago y no una isla, por lo tanto la línea del Tratado di
Tordesillas varía de acuerdo a si consideiamos la isla más occidental o la más oriental
A l tomar la línea desde la primera, se perjudicaba España, porque alimentaba en América
los territorios concedidos a los portugueses; si se consideraba la segunda se producía 1¿1
cuestión contraria.
Un g r a b a d o d e la
época nos m uestra
a tro p as e sp a ñ o la s
cuando a ta c a n a los
portugueses en una
de las fo rta le z a s lev an ta d a s en la C o ­
lo nia
H el
S a c ra ­
mento.
portugueses fundan
Colonia
, El 1 de enero de 1680, el go­
bernador de Río de Janeiro, M a Lobo — cumpliendo órdenes
de Pedro II, rey de Portugal— ,
j^ndó en i a margen oriental del
10 de la Plata, frente a la isla de
española, la que inició lentas ne­
gociaciones diplomáticas. Mientras
tanto y ante la audacia de los in ­
trusos, el gobernador dispuso des­
alojarlos de dicha plaza, para lo
cual comisionó a A ntonio de Vera
y M u jica al frente de un' ejército,
en su mayoría indígena. El jefe
español consiguió la rendición de
la Colonia y la ocupó en agosto
de 1680.
M anuel Lobo fue tomado pri­
sionero y la victoria celebrada ju­
bilosamente en toda la extensión
del Río de la Plata.
Segunda ocupación
(1683-1705)
portuguesa
La noticia de la toma de la Co­
lonia por los españoles motivó una
enérgica protesta de don Pedro II,
el rey de Portugal, quien ame­
drentó al monarca hispano Carlos
I I (E l Hechizado) y le obligó a
firm ar el Tratado de Badajoz (m a­
yo de 1681). Por el mismo España
— humillada a causa de su debi­
lidad— restituía la Colonia, reedi­
ficaba el fuerte y entregaba las
armas y prisioneros tomados en la
lucha.
En esas épocas, España no estaba en
condiciones de enfrentar una nueva
guerra, en la que debía luchar no sólo
contra Portugal, sino también contra
Inglaterra.
El gobernador Garro, a pesar de su
heroico comportamiento, fue destituido
del gobierno de Buenos Aires y enviado
con igual cargo a Chile.
En febrero de 1683, los portu­
gueses recuperaron la Colonia y
mientras tañto — de acuerdo con
el tratado de 1681— quedaba cons­
tituida una comisión mixta para
estudiar la demarcación de lím i­
tes, tarea que nunca llegó a buen
término.
Segunda ocupación española
(1705-1716)
Durante la Guerra de la Suce­
sión española1 que comenzó en
1702, Portugal fue aliada de Espa
ña, por lo que el rey Felipe V
(prim er Borbón en el trono espa­
ñ ol) reconoció la soberanía portu
guesa en la Colonia del Sacramen­
to. Pero al año siguiente, Portugal
— unida a Inglaterra por el trata
do de Methuen— pasó al bando
contrario y entonces Felipe V en
comendó al gobernador de Buenos
Aires procediera contra la Colonia
Éste envió un ejército a las órdenes
de García Ros, quien tomó esa pía
za luego de seis meses de asedio
(marzo de 1705).
Tercera ocupación portuguesa
(1716-1762)
La Guerra de la Sucesión espa
ñola terminó con la Paz de
U trecht (1713). En febrero do
1715, España y Portugal — bajo el
control de Inglaterra— firmaron
un tratado complementario del an­
terior, en el que se puso nueva­
mente de manifiesto la inferiori­
dad diplomática de los hispánicos.
A llí se estableció que la Colonia
pasaba al poder de los lusitanos,
“ haciendo la dicha cesión en los
términos más firmes” . La plaza
fue entregada en noviembre de
1716.
En los años siguientes, los por­
tugueses practicaron un activo
contrabando con los pobladores del
Plata e intentaron levantar un
1 L a Guerra de la Sucesión española (1 7 0 2 -1 7 1 3 ) se produjo a la muerte del rey C ar- ü s I I , quien no dejó descendientes, y entonces las coronas europeas se disputaron el trono
peninsular. España y Francia apoyaron a Felipe de Anjou - q u e finalmente ceñiría la
Habshurgo ^
° contrario InSlaterra y Austria sostenían al archiduque Carlos de
90
fu erte en la bahía de Montevideo.
Debido a la situación creada,
el gobernador de Buenos Aires
__Bruno Mauricio de Zavala— se
trasladó hacia ese lugar al frente
de un ejército. Ante su presencia,
los intrusos se retiraron y enton­
ces para afianzar la dominación
española en la banda del Plata,
Zavala fundó San Felipe de M o n ­
tevideo, que luego de recibir po­
bladores, fue erigida ciudad el 24
de diciembre de 17261.
En 1746 subió al trono de Es­
paña el mediocre soberano Fer­
nando V I — casado con la infanta
portuguesa Bárbara de Braganza— , quien decidió poner fin a las
luchas por la Colonia y en enero de
1750 firm ó en M adrid el Tratado
de Permuta. A cambio de la citada
plaza, los lusitanos recibían una
gran extensión de tierras sobre la
banda oriental del río Uruguay,
en la que existían siete adelanta­
dos pueblos jesuíticos. “ Lo que
hacía más absurdo el Tratado — es­
cribe Enrique Barba— es que Es­
paña cedía las Misiones que eran
suyas, a trueque de la Colonia . . .
que también por derecho le perte­
necía.”
La guerra g u aran ítica
El absurdo Tratado de Permuta
establecía que los indígenas de los
siete pueblos misioneros debían
abandonar sus tierras y retirarse a
la margen occidental del río Uru­
guay, entregando a los portugue­
ses sus casas, iglesias, colegios y
grandes extensiones cu ltiva d a s.
Por todo este sacrificio se les daba
, 1 L a fecha es discutida. E l 1 de enero
e 1730 se nombraron los componentes del
P^m er Cabildo.
U niform es u sad o s p o r a lg u n a s d e la s tro p a s d e ­
fe n so ras d e l R ío de la P la ta , en la é p o c a de los
conflictos con P o rtu g al. A c r ib a , d e iz q u ie r d a a d e ­
re c h a : D ra g o n e s e In f a n t e ría d e B uenos A ire s.
A b a jo : B la n d e n g u e s d e la Fro n te ra . (Tom ad o de
E. U d a o n d o .)
una compensación de 4.000 pesos
por pueblo (que no alcanzaba a
un peso por habitante). Como bien
ha escrito el deán Funes, la tran­
sacción consideraba a los indios
“ como un rebaño de bestias que se
pasan de unos pastos a otros” .
Los jesuitas se opusieron al tra­
tado y reclamaron sin cansancio,
pero no fueron oídos por “ el im ­
bécil Fernando” , como ha sido ca­
lificado el monarca español.
Los indígenas empuñaron las
armas e iniciaron la llamada “ gue­
rra guaranítica” en que se dio el
caso sumamente curioso de “ pelear
los vasallos, contra su propio so­
berano, para no pasar al dominio
de otro” .
La lucha fue muy sangrienta y los
indígenas — armados con arcos, flechas
y cañones de madera— debieron en­
frentar al ejército combinado españolportugués.
Resistieron durante tres años, hasta
que finalmente los europeos vencieron
en la batalla de Caybaté — febrero de
1756— y penetraron en los pueblos mi­
sioneros.
Enterado Fernando V I de la
cruenta lucha, dejó en suspenso el
cumplimiento del tratado y su
sucesor Carlos I I I lo anuló defi­
nitivamente en febrero de 1761.
La Colonia del Sacramento siguió
en poder de Portugal y España
recuperó los territorios que había
cedido en el convenio.
Tercera ocupación esp añ o la
(1762-1764)
En 1756 se inició en Europa la
llamada “ Guerra de los siete años”
en que Austria, Rusia, Francia y
España lucharon contra Prusia,
Inglaterra, Holanda y Portugal.
Nuevamente españoles y portu­
gueses se hallaban en bandos con­
trarios. Ante esta situación y de
acuerdo con órdenes de la M etró­
poli, el gobernador del Río de la
Plata, don Pedro de Cevallos, sitió
la Colonia y finalmente consiguió
la rendición de la guarnición por­
tuguesa (noviem bre de 1762). Por
tercera vez los españoles ocuparon
la disputada plaza.
C u arta ocupación portuguesa
(1764-1777)
La “ Guerra de los siete años”
finalizó en 1763, con el Tratado
de París. Entre sus cláusulas se
que España debía e n t r e ­
a Inglaterra — la más bene­
f i c i a d a —- la Florida y devolver a
P o rtu g a l
la Colonia de Sacra­
e s ta b le c ió
gar
m e n to .
Los lusitanos solicitaron al go­
bierno de M adrid la entrega de
las islas de M artín García y de
San Gabriel, pero la petición fue
denegada. Además, Río Grande
quedó en poder de los españoles.
Nuevamente dueños de la Colo­
nia, los portugueses reanudaron
sus ataques contra los dominios
hispánicos, en especial, los territo­
rios de las Misiones y zona de Río
Grande.
Cuarta ocupación española
(1777)
Para poner fin al secular con­
flicto, el rey Carlos I I I creó en
forma provisional el V irreinato del
Río de la Plata (1 de agosto de
1776) y designó en el cargo al ex
gobernador don Pedro de Cevallos.
Éste partió de Cádiz al frente de
una poderosa expedición, integra­
da por ciento sesenta y seis barcos
y nueve m il hombres, entre solda­
dos y tripulantes.
En febrero de 1777, Cevallos ocupó
la isla de Santa Catalina, cuya guar­
nición portuguesa rindióse ante la sola
presencia del poderoso enemigo. Desde
allí envió refuerzos a Vértiz, que lu­
chaba en Río Grande.
A l frente de su ejército, Cevallos
sitió la Colonia, que se entregó al
cabo de tres días (4 de ju lio ). Des­
pués de destruir la citada plaza,
se dirigió a Montevideo y allí re­
cibió noticias de la península, en
las que se le ordenaba suspender
la lucha, pues España y Portugal
habían firmado la paz, por el T ra ­
tado de San. Ildefonso (1 de octu­
bre de 1777).
España quedó con la Colonia,
la zona de la Banda Oriental y las
Misiones ubicadas en la orilla iz­
quierda del río Uruguay. Debió
entregar a los lusitanos la isla de
Santa Catalina y toda la parte del
continente que — años antes— ha­
bía cedido a los últimos por el
Tratado de Permuta.
Una comisión hispano-lusitana
procedió a efectuar la demarcación
sobre el terreno, pero — aunque
sus integrantes trabajaron casi diez
años— no llegaron a determinar
con exactitud los límites entre los
dominios americanos de ambas
naciones.
La guerra por la Colonia influyó
en la creación del virreinato del
Río de la Plata y demostró la im ­
portancia económica de estas re­
giones. En el transcurso de la
lucha, España ocupó el territorio
oriental y se fundó Montevideo.
Además, los jesuitas fueron acu­
sados de provocar la “ guerra gua­
ranítica” ; éste fue uno de los ar­
gumentos que sostuvieron los que
años más tarde ordenarían la ex­
pulsión de esos religiosos:
93
C U ESTIO N A R IO
1. ¿Q ué causas externas e internas motivaron la creación del vi­
rreinato del Río de la Plata? 2. ¿Cuándo se creó en form a provi­
sional? 3. ¿Q ué actuación cumplieron los virreyes más destacados?
4. ¿Por qué el monarca implantó el régimen de intendencias? 5.
¿Q ué atribuciones gubernativas tenían los gobernadores intendentes?
ó. ¿Cómo dividió el territorio del Río de la Plata la real ordenanza
de 1782? 7. ¿En cuántos períodos puede agruparse la evolución
del régimen com ercial? 8. ¿Q ué importantes disposiciones fueron
tomadas en cada uno de ellos? 9. ¿Q ué tendencias dividieron a los
integrantes del Consulado de Buenos Aires? 10. ¿Q ué funciones
cumplía la A du an a de Buenos Aires? 11. ¿Cómo surgió la moneda
en el Río de la Plata? 12. ¿Cuál fue la m ayor riqueza del virreinato?
13. ¿Por qué la agricultura no alcan zó gran desarrollo? 14. ¿Contó
el Río de la Plata con abundante riqueza m inera? 15. ¿Cómo evo­
lucionó la industria? 16. ¿Q ué eran los gremios? 17. ¿Cómo se
efectuaba el transporte? 18. ¿Cómo estaba integrada la sociedad
del virreinato desde el punto de vista étnico? 19. ¿En cuántas clases
se dividía la sociedad? 20. ¿Q ué establecimientos de primeras letras
funcionaban en las ciudades? 21. ¿Cómo estaba o rg anizada la
enseñanza media en Buenos Aires? 22. ¿Cuántas universidades fun­
cionaban en el virreinato del Río de la P lata? 23. ¿Existieron es­
tablecimientos de enseñanza e sp ecializad a? 24. ¿Q ué era el Protomedicato? 25. ¿Era permitida la libre introducción de libros? 26.
¿Quiénes construyeron la primera imprenta rioplatense? 27. ¿C uáles
fueron los primeros periódicos que circularon en el Río de la Plata?
28. Mencione por orden cronológico los primeros trabajos literarios.
29. ¿Por qué los portugueses am bicionaban posesionarse del Río de
la Plata? 30. ¿Cuándo fundaron la C olonia? 31. ¿Cómo fueron des­
alojados? 32. ¿Por qué se produjo la segunda ocupación portuguesa?
33. ¿Cómo volvió a poder de los españoles? 34. ¿Q ué sucedió
después de la paz de Utrecht? 35. ¿Quién fundó Montevideo? 36.
¿Por qué estalló la guerra guaranítica? 37. ¿Q ué consecuencias
produjo la guerra europea de los Siete Años? 38. ¿C uál fue la
última ocupación portuguesa? 39. ¿Cómo terminó el conflicto por
la Colonia del Sacram ento?
94
Antecedentes de las invasiones inglesas. Causas de las inva­
siones inglesas. La primera invasión inglesa. La Reconquista.
Cabildo Abierto del 14 de agosto. Segunda invasión inglesa
al Río de la Plata. La defensa. Consecuencias de las invasiones
inglesas.
La riv alid ad entre
Inglaterra y España
Cuando la reina Isabel ocupó el
trono de Inglaterra (1558), esta
nación — de religión anglicana—
siguió una política inamistosa con­
tra España, cuyo monarca Felipe
I I se mostró decidido defensor de
los católicos. Ambos países lucha­
ron en bandos contrarios en las
llamadas “ Guerras de Religión” y
en el siglo xvn — al advenimiento
de los Éstuardos— la mayoría del
pueblo inglés era anglicano faná­
tico, mientras los católicos fueron
perseguidos como integrantes de
una secta “ que debía ser combatida
y desterrada” .
95
La evolución económica
de Inglaterra
CA U SA S
DE LAS IN V A SIO N ES
El siglo x v i i i se caracteriza, en
el aspecto económico, por el gran
desarrollo de la industria y del
comercio. Inglaterra es el país que
más se destaca en este proceso evo­
lutivo, debido al incremento de la
maquinaria, al empleo de nuevas
fuentes de energía y a la apli­
cación de la fuerza motriz en la
actividad industrial. Diversos fac­
tores, entre ellos los avances cien­
tíficos y el espíritu utilitario de
la época, dieron origen a la lla ­
mada “ revolución m a q u in is ta ” ,
que consiguió sus mayores progre­
sos en la industria textil algodo­
nera.
G ra n Bretaña a la conquista
de nuevos m ercados
La decadencia españ o la
El período de mayor floreci­
miento de España se inicia con
los Reyes Católicos, prosigue con
Carlos V y culmina con el monar­
ca Felipe II. Sin embargo, m ien­
tras el siglo xvn señaló para la
península una época de grandeza,
en la centuria siguiente se inicia
la decadencia o agotamiento espa­
ñol. Este período comienza cuan­
do ocupan el trono los 4 ustrias
menores — Felipe III, Felipe IV y
Carlos I I — , reyes incapaces que
abandonaron el gobierno en ma­
nos de favoritos.
El advenimiento de los Borbones remedió en parte la situación,
aunque a pesar de los esfuerzos
de estos monarcas por impulsar el
progreso, no lograron devolver a
España su anterior grandeza.
Hom e P o p h am , el m arin o in g lé s jefe
d e la e s c u a d ra q u e a t a c ó a Buenos
A ire s en la p rim e ra in va sió n .
96
INGLES s
Mientras sus industrias progre­
saban con rapidez y la marina
acrecentaba su importancia, Gran
Bretaña debió resolver el grave
problema económico surgido de la
independencia de sus trece colo­
nias en Am érica del Norte (4 de
julio de 1776) y además del cie­
rre — para su comercio— de los
puertos europeos, como consecuen­
cia de las frecuentes guerras con­
tra Francia y sus aliados.
_ E l gobierno de Londres ambi­
cionó obtener materia prima y
ubicar la superproducción de sus
industrias en los dominios hispá­
nicos del Nuevo Mundo, pero las
trabas comerciales impuestas a
estos últimos vedaban toda posi­
bilidad legal. De tal manera, los
ingleses iniciaron en el Río de
la Plata un activo contrabando,
mientras periódicamente sus na­
ves alarmaban a los pobladores del
estuario.
ios gestiones de M iran da
El patriota/ venezolano FrandsMiranda recorrió varios países
e u r o p e o s y en 1790 pasó a In gla ­
terra y expuso por vez primera al
ministro W illiam s Pitt su proyecto
je liberación de Am érica hispana
con ayuda de tropas expediciona­
rias británicas. E l disparatado pro­
yecto no fue tenido en cuenta.
En 1798, M iranda propuso nue­
vamente al ministro Pitt un plan
de emancipación de las posesiones
hispanas, que tampoco llegó a rea­
lizarse. Ante la indiferencia ofi­
cial, el incansable venezolano fun­
dó una sociedad secreta, con el
fin de llevar adelante sus propó­
sitos revolucionarios. Así surgió la
Logia Lautaro, organización de ca­
rácter político con ritos masónicos.
En 1804, M iranda reanudó sus
gestiones ante el gobierno de Lon­
dres y también se puso al habla
con el marino Home Popham,
quien luego presentó a las auto­
ridades un “ M em orial” en el que
aconsejaba una expedición m ilitar
a la Am érica del Sur.
El proyecto fue bien recibido
por las autoridades británicas, pero
no se llevó a la práctica.
El ataq ue a una flotilla españ o la
En 1793, España se incorporó a la
Primera coalición organizada por In­
glaterra contra los ejércitos de la Re­
volución Francesa. La alianza entre
ambos países fue de corta duración,
pues en 1795 España optó por aban­
donar la lucha y firmar la Paz de Ba­
stea. A l año siguiente, los hispanos se
unieron a los franceses por el Tratado
de San Ildefonso, que provocó una nueVa guerra anglo-española (1796-1802).
En el transcurso del conflicto, la ar­
cada hispana fue vencida en la batalla
del Cabo de San Vicente (1797) y los
ingleses se apoderaron en América de
la isla de Trinidad (desembocadura del
río Orinoco).
La guerra concluyó con la Paz de
Amiens, firmada en 1802.
La paz de Amiens fue de breve
duración y en 1803 se inició una
nueva guerra entre Inglaterra y
Francia. Debido al sistema de
alianzas, España debía intervenir
directamente en favor de la ú lti­
ma, pero el rey Carlos IV prefirió
firm ar con Napoleón — a la sazón
prim er cónsul— un tratado secre­
to, llamado “ de los subsidios” . El
monarca español se comprometía
a entregar seis millones de francos
mensuales, a cambio de una apa­
rente neutralidad (o c tu b re de
1803). E l gobierno de Londres no
tardó en conocer la alianza secre­
ta y entonces ordenó a su flota
atacar el tráfico comercial de Es­
paña, sin previa declaración de
guerra.
E l 5 de octubre de 1804, una
flo tilla de cuatro fragatas de gue­
rra españolas fueron atacadas por
una escuadra inglesa de igual nú­
mero de naves, pero de mayor ar­
mamento.
La flotilla española había zarpado
del puerto de Montevideo el 9 de agos­
to, con destino a la península, a las
órdenes de José de Bustamante y Gue­
rra. Las embarcaciones transportaban
— además de variado cargamento—
cuatro millones de pesos fuertes, en su
mayor parte producto de las arcas de
Lima y Buenos Aires.
E l encuentro se produjo en el
océano, a unas millas del puerto
de Cádiz. Después de un breve
combate, resultó hundida una fra­
gata hispana y las tres restantes
debieron rendirse.
E l atentado motivó que España
se uniera con Francia en contra de
97
El b rig a d ie r G u ille rm o C a r r B eresford
qu e ocu pó a B uenos A ire s en 18 06,
p e ro
lu eg o fu e v en cid o y tom ado
p risio n ero .
Inglaterra. En octubre de 1805, la
armada franco-española fue derro­
tada por la escuadra inglesa a las
órdenes del almirante Nelson en
el combate naval de Trafalgar. El
dominio de las agua a quedaba en
poder de los británicos.
Expedición inglesa
al C abo de Buena Esperanza
Con el propósito de asegurar la
ruta comercial que llevaba a la
India, el gobierno británico dispu­
so apoderarse nuevamente de la co­
lonia holandesa del Cabo de Bue­
na Esperanza 1 ubicada al sur del
África.
Se equipó una expedición de
6.654 hombres de tropa, confiada
a las órdenes del mayor general
David Baird; segundo jefe era el
brigadier G u illerm o Carr Beres­
ford. Una fuerza naval de seis na­
ves, mandada por el comodoro
H om e Popham , debía escoltar a
los transportes durante la nave­
gación y cooperar en la conquista.
Una vez logrado su objetivo -— cu­
yo éxito se descontaba— parte de
las fuerzas debía continuar para la
India. E l Río de la Plata no figu­
raba en los planes del gabinete
británico.
En enero de 1806 la armada
inglesa atacó la colonia del Cabo.
Luego de una breve pero enérgica
resistencia, los defensores capitu­
laron: el general Baird asumió las
funciones de gobernador civil y
militar.
Una vez conquistada la colonia
del Cabo, el comodoro Popham
decidió atacar — en un golpe de
mano audaz—- el Río de la Plata,
empresa que consideraba de fácil
realización, de acuerdo con not¡
cias recibidas sobre el estado ind<
fenso de los puertos platenses. Re­
cordó el antiguo proyecto del m i­
nistro P itt tendiente a cooperar
con el venezolano M iranda “ pan»
alcanzar en Sudamérica una si­
tuación favorable al comercio in ­
glés” .
Popham convenció al general
David Baird sobre las bondades
escasos riesgos de su proyecto, por
lo que el último le facilitó part
1 E n setiembre de 1795, los ingleses ocuparon la colonia holandesa del C abo de Buen
¿.speranza, pero en febrero de 1803 debieron entregarla a sus antiguos poseedores, debido
lo dispuesto en la paz general de Amiens.
Inglaterra consideraba a Holanda nación enemiga, por cuanto la última estaba gobernad'
por el rey L u is, hermano de Napoleón Bonaparte.
^ o p a d e l R ío de la
plata t r a z a d o en el
a fj0 1 8 06 en el cu a l
puede
o b se rv a rse
|a posición d e las
naves c u a n d o d e s­
embarcaron
los
efectivos in g le se s al
comienzo d e la p ri­
mera in va sió n .
de las tropas que se encontraban
en el Cabo, las que fueron puestas
a las órdenes del brigadier G u i­
llermo Carr Beresford.
LA PRIMERA IN V ASIÓ N IN GLESA
El desem barco
La expedición zarpó del Cabo
de Buena Esperanza el 14 de abril
de 1806. Estaba integrada por seis
naves de guerra al mando del co­
modoro Popham y cinco trans­
portes. Las tropas de desembarco
fueron puestas a las órdenes del
brigadier Beresford, quien — por
°rden de Baird— sería el gober­
nador de los dominios españoles a
conquistar.
Viajaba con destino al Río de la Plael conocido regimiento N 5 71 de rifleros escoceses, con su jefe el general
Ijponisio Pack.
El convoy recaló en la isla de Santa
Olería, cuyo gobernador facilitó un des­
tacamento de infantería y algunos ca­
rn es, que fueron embarcados en una
®ave mercante.
El total de las fuerzas británicas as­
e d i a a unos 1.600 hombres.
La escuadra cruzó el Atlántico
en dirección al Río de la Plata y
el 8 de junio llegó al cabo de San­
ta María, ubicado a la entrada del
estuario. A l día siguiente, la flota
fue observada — a pesar de la ne­
blina—- por el vigía de Maldonado,
quien comunicó la inquietante no­
vedad al gobernador de M ontevi­
deo, don Pascual Ruiz Huidobro.
En la certeza de que se trataba
de naves enemigas, el último se
apresuró a inform ar al virrey y
puso en estado de alerta los ele­
mentos de defensa.
Sobremonte envió a Montevideo
las pocas fuerzas veteranas de que
disponía, pues creyó en un ataque
contra esa plaza, basado en el ta­
maño de las naves y la escasa pro­
fundidad de las aguas frente a
Buenos Aires.
Popham exploró el estuario y
luego convocó a un consejo de gue­
rra, para resolver en definitiva so­
bre la ciudad donde se efectuaría
el ataque: Buenos Aires o M ontevi­
deo. Los oficiales — con excepción
de Beresford— votaron por la capi­
tal del virreinato.
99
98
En la mañana del 24 de junio,
las naves inglesas pasaron frente a
la Ensenada de Barragán, en esa
época al mando del capitán de na­
vio Santiago de Liniers. Las bate­
rías de la costa abrieron fuego e
impidieron acercarse a los inva­
sores.
En la tarde del 25 de junio, las
tropas británicas desembarcaron en
Quilmes. “ Desde la altura — escri­
be Groussac— grupos de gauchos
a caballo presenciaban el apeo de
las casacas rojas, como los natura­
les de Guanahaní el desembarco de
Colón: pronto cambiarían las co­
sas.”
Toma de Buenos A ires
E l 24 de junio — día anterior
al desembarco— Sobremonte fes­
tejó con una función en la Casa
de Comedias el cumpleaños de su
U n a d e la s fo rtifica cio n e s le v a n t a d a s por
los e sp a ñ o le s en la E n se n a d a d e B a r r a ­
g á n . E sa s d e fe n sa s e sta b a n a c a rg o d e
Lin iers c u a n d o se p ro d u jo la p rim e ra in­
vasió n in g le sa .
futuro yerno. A l promediar el es
pectáculo, el virrey recibió un par
te de Liniers, por el cual sr
enteró de que naves enemigas ha
bían pasado frente a la Ensenada.
Debido a la confusión que pro­
dujo la noticia y a la desorganiza­
ción de las fuerzas defensivas, re­
cién el día 26 el subinspector de
armas, don Pedro A rce, salió al
encuentro de los ingleses con unos
quinientos jinetes y seis piezas de
artillería. Tomó posiciones frente
al enemigo, sobre una elevación
del terreno que cerraba el camino
entre Quilmes y la capital del v i­
rreinato.
Beresford, que había agrupado
su ejército y cañones en la playa,
tras grandes pajonales, ordenó el
avance en dos columnas, con el
aguerrido regimiento 71 a la dere­
cha. Las baterías abrieron fuego
sobre los milicianos de Arce, quie­
nes en gran confusión emprendie­
ron la fuga. Los ingleses ocuparon
las barrancas de Quilmes, mientras
los defensores cruzaron el Riachue­
lo por el puente de Gálvez y luego
lo incendiaron.
Mientras tanto — en la madruada de ese día— el virrey había
f cSpachado los caudales públicos
rumbo a Luján en un convoy de
c a r r e t a s con escolta.El 27 por la mañana, los inva­
sores consiguieron cruzar el Ria­
chuelo y vencieron una última re­
sistencia opuesta por los m ilicia­
nos en el paso de Barracas, que
llevaba directamente a Buenos A i­
res. Ante el curso de los sucesos,
el acobardado Sobremonte se retiró
con su fam ilia y algunos jefes m i­
litares a Monte Castro (actual Flo­
resta) donde redactó un ^ pliego
explicativo de su fuga, “ mucho
tnás indigno y vergonzoso que
cualquier capitulación’'. De a llí se
trasladó a Luján, donde se halla­
ban las cajas reales, pero ante la
noticia de que un destacamento in ­
glés marchaba en busca de ese di­
nero, el virrey — con su fam ilia y
escolta— se dirigió a Córdoba,
ciudad que pretendió transforaiar
en “ capital provisional del virrei­
nato” .
A las tres de la tarde del día
27 las tropas inglesas penetraron
triunfantes por las calles de Bue­
nos Aires, “ a tambor batiente y
banderas desplegadas” .
El coronel de la Quintana, que era
el jefe militar de mayor jerarquía en
Buenos Aires, consideró inútil toda re­
sistencia . y comunicó que — por man­
dato de Sobremonte— debían las auto­
ridades presentes trasladarse a la For­
taleza para firmar “ una honrosa capi­
tulación” .
Una vez en el Fuerte, Beresford
asumió el cargo de gobernador y
obligó a que los vencidos firmaran
“ las condiciones concedidas por los
generales de Su Majestad Britá­
nica” .
Las tro p a s in g le sa s d e se m b a rc a n en la s p ro x im id a d e s de Q u ilm e s y e n p e r f e c t a fo rm a c ió ',
se d irig e n p a r a o c u p a r a B uenos A ire s. La ilu stració n re p ro d u ce un g r a b a d o d e l a n o 1 8 0 6 ,
p u b lica d o en Lon dres.
ineptitud de las autoridades
encargadas de su defensa. La hu­
m illante actitud del virrey y la de­
bilidad de los jefes españoles sir­
vieron para acentuar los síntomas
de reacción entre los habitantes,
quienes trataron de expulsar por
la fuerza a esos invasores, diferen­
tes en origen, religión e idioma.
No en vano, Buenos Aires había
sido reconocida anteriormente por
la corona española con los títulos
de “ muy noble y m uy lea l” .
A n tes d e la o cu p ació n d e B uenos A ire s , e l v irre y So b rem o n te h a b ía e n v ia d o las c a ja s
re a le s a Lu jan , donde^ fu ero n d e p o sita d a s en e l C a b ild o . C u a n d o los in va so re s d o m in aro n
la situ ació n , se a p r o p ia r o n d e los c a u d a le s , con a n u e n c ia d e l v irre y y d e l p ro p io C a b ild o
(A c u a re la de F. Fortuny.)
Los ingleses en Buenos A ires
Luego que el coronel de la Quin­
tana aceptó con su firma la rendi­
ción de las autoridades españolas
— de acuerdo con órdenes del v i­
rrey— , Beresford dio a conocer un
manifiesto, donde exponía a los
habitantes de Buenos Aires el plan
de acción política y administrativa
a desarrollar durante la ocupación.
La ciudad debió prestar juramento
de obediencia al rey Jorge I I I de
Gran Bretaña, mientras el jefe
vencedor pretendía co n gra cia rse
con la población mediante una se­
rie de disposiciones prudentes y
moderadas. Aseguró el “ libre ejer­
cicio de la religión católica” , la
protección a la propiedad privada,
el normal funcionamiento de los
tribunales de justicia y la libertad
de comercio “ semejante a la que
disfrutan todas las otras colonias
de Su Majestad” .
Como trofeo de la victoria, Be­
resford obtuvo la anuencia del v i­
rrey para la entrega aproximada
de un m illón doscientos m il pesos
fuertes, producto de los caudales
— que fueron apresados en Luján—
y de los fondos que habían que­
dado en Buenos Aires 1.
Com bate de Perdriel
Era evidente que la capital del
virreinato había sido ocupada por
los ingleses debido a la negligen-
S í ^ “ *5 I1” ínillón- fue enviado a Londres en la fragata “ Narcisus” . E n aquella
o m n l» ;
? 65. fu f on subidos en carros alegóricos y desfilaron en medio del júbilo
popular, que aclamaba los nombres de Popham y Beresford.
3 U n a parte de este dinero fue repartida entre los principales jefes británicos y el resto,
A los pocos días de la ocupación,
dos ingenieros catalanes -Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llac— , con
la ayuda financiera del acaudalado co­
merciante Martín de Álzaga, propusie­
ron construir dos túneles que llevasen
uno a la Fortaleza y otro al cuartel
del regimiento N 9 71 (La Ranchería).
Allí debían colocarse cargas de explo­
sivos destinadas a volar esos lugares
ocupados por el grueso del enemigo.
Los trabajos se iniciaron con el ma­
yor sigilo y luego de abrir sendas bocas
en casas próximas las galerías avan­
zaron con rapidez, pero al poco tiempo
fueron abandonadas las obras, por cau­
sas que se ignoran.
La primera reacción organizada
contra los ingleses se produjo en la
campaña, donde Juan M a rtín de
Pueyrredón consiguió equipar una
fuerza de setecientos hombres, en­
tre milicianos y vecinos. Las acti­
vidades de los conjurados — entre
los que figuraba M artín Rodrí­
guez— llegaron a conocimiento de
Beresford, quien al frente de qui­
nientos soldados los enfrentó — el
1 de agosto— en la chacra de
Perd riel, distante a cuatro leguas
de Buenos Aires.
Luego de breve combate, los bri­
tánicos consiguieron dispersar a
sus bisoños adversarios, quienes,
sin embargo, lograron apoderarse
de un carro de municiones.
S a n tia g o d e Lin ie rs, m arin o e sp a ñ o l
d e o rig e n fra n cé s, d ir ig ió la d e fe n sa
d e la c iu d a d d e B uenos A ire s co n tra
los in g le se s. Fue d e sig n a d o v irre y d e l
Río d e la P la ta y C o n d e d e Buenos
A ire s.
LA RECO N Q U ISTA
Rendición de los ingleses
El alto honor de reconquistar a
Buenos Aires correspondió al fran­
cés Santiago de Liniers, quien — de
acuerdo con un plan trazado— de­
cidió concentrar toda la acción en
Montevideo y avanzar desde allí
sobre la capital del virreinato.
Liniers se trasladó a la vecina
orilla donde su plan fue aprobado
por una Junta de Guerra. La po­
blación colaboró con entusiasmo y
con el aporte de numerosos volun­
tarios pudo formarse un ejército
de m il trescientos hombres.
Santiago de Liniers fue nom­
brado comandante en jefe de las
tropas, las que marcharon por tie­
rra hasta Colonia, donde el 3 de
agosto embarcaron en una flotilla
de transportes, puesta a las órde­
nes del capitán de fragata G utié­
rrez de la Concha.
El cruce del río de la Plata se
efectuó sin mayores inconvenientes
104
y al día siguiente los expedición;
rios desembarcaron en las proxim
dades del río Luján (actual T ig re).
Las lluvias demoraron el avance
del ejército, que con grandes d ifi­
cultades arribó el 10 de agosto a
los Corrales de M iserere, y desde
a llí Liniers exigió la rendición de
Beresford. La respuesta del último
fue negativa.
El mismo día 10 de agosto, L i­
niers avanzó con su ejército y to­
mó el Retiro, obligando a los in
gleses a retroceder en dirección a
la Plaza Mayor.
Finalmente, el 12 de agosto, las
fuerzas de la reconquista iniciaron
el ataque decisivo. Luego de ofre­
cer tenaz resistencia, amparados en
los muros de la Recova, los invaso­
res se encerraron en el Fuerte.
Beresford accedió a izar la ban
dera española a modo de rendición
y luego se trasladó hasta la puerta
del Cabildo, donde se entrevistó
con Liniers para deponer formal
mente las armas.
M il doscientos soldados ingleses
debieron rendirse — con armamen­
tos, banderas y estandartes— y sus
bajas ascendían a trescientos hom
bres, entre muertos y heridos. Por
su parte, el ejército de la recon
quista había perdido unos doscien
tos hombres. Los vencidos fueron
internados en calidad de prisio
ñeros.
CABILD O ABIERTO
DEL 14 DE A G O ST O
Como bien se ha dicho, “ la vic­
toria fue la única autoridad q u e
e encontró en Buenos Aires el día
j e la reconquista” . Acéfalo el go­
bierno por la ausencia del virrey
desprestigiados muchos m ilita­
res españoles, era evidente que só­
lo el pueblo mantenía la gloria del
triunfo sobre los ingleses.
A l día siguiente de la rendición,
el Cabildo — de acuerdo con las
atribuciones que le otorgaban las
leyes españolas— resolvió convo­
car un congreso general o Cabildo
abierto para el 14 de agosto a las
once de la mañana, con el propó­
sito de “ afirmar la victoria” .
Fueron invitados cerca de cien
vecinos de destacada figuración.
Desde la Plaza M ayor, gran can­
tidad de público siguió con ansie­
dad las deliberaciones.
La asamblea dispuso comunicar
el triunfo a la corona española y
también organizar cuerpos de m i­
licias para defender a Buenos A i­
res de una nueva invasión inglesa.
Los miembros de la Audiencia
— presentes en el debate— sostu­
vieron que esas medidas eran pri­
vativas del virrey, y se inclinaron
por la designación interina de una
Junta de Guerra.
En medio de gran alboroto, la
moción no prosperó y ante la pre.sión popular — que deseaba la des­
titución de Sobremonte— los cabil­
dantes otorgaron el mando m ilitar
a Liniers y el político a la Au ­
diencia.
Una comisión de tres miembros
salió al encuentro del virrey para
'^formarle de lo resuelto y exigir
su cumplimiento.
M i e n t r a s tanto, a comienzos de
agosto, Sobremonte salía de CórU niform es d e a lg u n o s
lu charo n co n tra los
q u ie rd a a d e re c h a :
beños. (D ib u jo d e L.
reg im ien tos qu e
in g le se s. De iz ­
P atricio s y A r r i­
B eau fo rt.)
doba con unos 3.000 hombres en
dirección a Buenos Aires. En el
trayecto se enteró de lo dispuesto
por el Cabildo abierto y entonces
manifestó su total disconformidad;
sin embargo, ante la importancia
de los sucesos y hallándose en San
Nicolás, el 28 de agosto delegó el
mando m ilitar en Liniers y el po­
lítico en el regente de la Audien­
cia. Además, manifestó que se tras­
ladaría a Montevideo para dirigir
la defensa de la ciudad en caso de
un ataque británico.
Aunque el Cabildo abierto del
14 de agosto mantuvo el respeto
por la alta investidura del virrey,
es evidente que resolvió suspen­
derlo en el gobierno de la ciudad
en un movimiento de tendencia
revolucionaria, que actuó bajo la
decisiva influencia del pueblo de
Buenos Aires.
O rg an izació n de la s m ilicias
A pesar de
ford, la flota
las órdenes de
rodeando por
la rendición de Beres­
inglesa que obedecía a
Popham continuaba me­
el Río de la Plata, lo
El g e n e ra l J u a n W h ite lo c k e , ¡efe su­
p rem o d e to d a s la s fu e rz a s in g le sa s
q u e p a rtic ip a ro n en la se g u n d a invasión.
que hacia suponer con fundamento un
nuevo y próximo ataque del invasor
contra Buenos Aires.
El 6 de setiembre de 1806, Liniers
expidió una proclama en la que exhor­
taba a los vecinos de Buenos Aires
—^comprendidos entre los 16 y 50
anos— a incorporarse en diversos ba­
tallones, de acuerdo con el lugar de
nacimiento. El pueblo respondió al lla­
mado con gran entusiasmo y en poco
tiempo se crearon cuerpos de volunta­
rios que estuvieron listos para los ejer­
cicios de adiestramiento. Cabe destacar
que los soldados nombraban por mayo­
1806 zarpó el brigadier general
ría de votos a sus oficiales y éstos a
Samuel A chm uty al frente de unos
ios jefes superiores.
3.600 hombres. Tam bién se hizo a
Entre los cuerpos de infantería inte­
la vela el contraalmirante Stirling,
grados por criollos merece especial
quien debía reemplazar en el man­
mención el de Patricios, a las órdenes
do al comodoro Popham, destituido
de Cornelio Saavedra, a cuyas filas
ingresaron numerosos jóvenes de des­
por haber abandonado la ciudad
tacada actuación posterior, como Beldel Cabo — rumbo al Plata— sin
grano, Viamonte, Díaz Vélez, Chiclaórdenes de su gobierno.
na y otros. La caballería criolla contó
Los ingleses ignoraban la rendi­
entre varios— con el cuerpo de H ú­
ción
de Beresford; por esto el go­
sares, formado por tres escuadrones al
bierno de Londres envió un ejér­
mando respectivo de Juan Martín de
cito a las órdenes del brigadier
Pueyrredón, Lucas Vivas y Ramón
Roberto Crawfurd para que con­
Nuñez. Los cuerpos españoles se agru­
paron en Gallegos, Andaluces, Catala­
quistara Valparaíso, en la capita­
nes (o Miñones), Vizcaínos y Monta­
nía general de Chile. Sin embargo,
ñeses.
En octubre de 1806, las milicias con­
taban con unos 8.500 hombres, de los
A sp ecto q u e p re s e n ta b a
la c iu d a d de
cuales sólo 3.000 eran españoles.
M o ntevid eo en é p o c a s d e la se g u n d a in'
SEG UN D A IN V A SIÓ N IN GLESA
AL RÍO DE LA PLATA
El gobierno de Londres
envía refuerzos
Para consolidar la conquista, el
gabinete inglés dispuso enviar re­
fuerzos a sus efectivos que opera­
ban en el Río de la Plata; con
este propósito, en noviembre de
vasió n in g le sa a l R ío d e la P la ta . El g r a ­
b a d o se con oció en Lo n d res en 1807.
, enterarse de la reconquista, el
bínete ordenó a Crawfurd que
^«vegara rumbo al Plata; además,
II® evitar rivalidades entre este
■’ltinio jefe y Achmuty, se resolvió
u„;firar el mando de todas las
berzas en el general Juan W hiteZcke , designado comandante en
• fe y quien debía partir cuanto
Lites a destino. Éste zarpó de In ­
glaterra en el mes de marzo de
¡807, con unos 1.600 hombres.
La fuerza operativa designada
«ara el Río de la Plata compren­
día un total de 12.000 hombres,
embarcados en veinte naves de
guerra y noventa transportes.
Ocupación de Montevideo
A mediados de enero de 1807,
los ingleses desembarcaron en las
proximidades de Montevideo, pues
el general Achm uty — con anuen­
cia del contraalmirante Stirling
juzgó oportuno ocupar esa ciudad
como operación previa al asalto
sobre Buenos Aires.
Enterado de los sucesos, el in­
capaz Sobremonte envió sus dos
mil milicianos para que im pidie­
ran el avance del enemigo, pero
los bisoños defensores fueron dis­
persados por la infantería inglesa,
la que actuó con el apoyo de los
cañones de la flota. Mientras el
yirrey se retiró a la campaña, los
¡nva sores acamparon en los subur­
bios de Montevideo.
La noticia de la derrota experi­
mentada por los milicianos in dig­
nó a la población de la ciudad y,
ante el peligro inminente, el go­
bernador Ruiz Huidobro dispuso
la salida de la guarnición, pero las
fuerzas de Achm uty volvieron a
imponerse.
Los británicos iniciaron el sitio
de Montevideo, que se prolongó
durante diecisiete días; finalmente,
en la madrugada del 3 de febrero
se apoderaron de la ciudad luego
de encarnizado combate. Cayeron
prision eros el gobernador Ruiz
Huidobro y varios oficiales, entre
ellos Rondeau y Balcarce, los que
fueron enviados a Inglaterra.
En Montevideo, los ingleses apli­
caron su ya acostumbrada política
liberal, única forma de perm itir
la tranquila ocupación de la ciu­
dad; dispusieron la apertura del
puerto y la libre entrada de las
mercaderías británicas.
Suspensión y arresto
del v irrey Sobremonte
La desacertada conducta de So­
bremonte — que por ineptitud ha­
bía impedido la defensa de M onte­
video— provocó indignación en
Buenos Aires; el pueblo se reunió
frente al Cabildo para solicitar la
deposición del virrey.
Intérprete del sentir general fue
el alcalde de primer voto, don
M a rtín de Álzaga, quien obtuvo la
aprobación del Cabildo para qui­
tar del mando al incapaz gober­
nante. Enterada la Audiencia, sus
miembros dispusieron asumir el
gobierno, previa delegación del v i­
rrey. Ante la delicada situación,
Liniers convocó el 10 de febrero
una Junta de Guerra destinada a
solucionar el problema.
Los presentes votaron por la sus­
pensión y el arresto del virrey, ba­
jo la ficción de que estaba enfer­
mo 1; también dispusieron entre­
gar el mando político a la A u ­
diencia.
Una comisión se trasladó a la
Banda Oriental, donde detuvo a
Sobremonte y lo trajo a Buenos
Aires 2; en esta forma se había pro­
ducido — dice Levene— “ la pri­
mera chispa de la revolución jurí­
dica de la América española” .
El
desem barco
de
los
ingleses
Dueños de Montevideo y tam­
bién de la Colonia los ingleses se
dispusieron a completar la conquis­
ta del Río de la Plata con la toma
de Buenos Aires. A mediados de
mayo de 1807 arribó el general
Whitelocke, comandante en jefe,
quien dispuso todo lo necesario
para emprender sin demora la ex­
pedición, aunque debió aguardar
el arribo de las fuerzas del briga­
dier Crawfurd, pues eran insufi­
cientes los efectivos con que con­
taba.
De tal manera, se reunió en la Ban­
da Oriental una flota de 20 naves de
guerra y 90 transportes, con un ejército
aproximado de 12.000 hombres. Whit.
locke fraccionó estas fuerzas en cu!'
tro divisiones, que confió a los destá
cados militares Crawfurd, Achmu, v
Lumley y Mahon, mientras la van’
flowe
S6ría dirigida por eI general
Basados en su mayor poderío y
la superioridad numérica, los británi, 0
anticipaban un segundo triunfo sobro
sus adversarios.
Luego de dejar parte de sus efec­
tivos para la defensa de la Banda
Oriental, W hitelocke embarcó con
unos 9.000 hombres y el 28 de ju­
nio de 1807 sus naves anclaron en
la Ensenada de Barragán; a llí se
inicio el desembarco de las tropas
operación que debió continuarse aí
día siguiente.
El com bate de M iserere
E l 1 de julio, la columna bri­
tánica de vanguardia — al mam o
del general Gower— avanzó sobre
la capital hasta rebasar la Reduc­
ción de los Quilmes. Por otra par­
te, ese mismo día, Liniers — en
temeraria maniobra— salió de
^ res
frente de unos
7.000 hombres, para librar com­
bate en campo abierto, dejando
prácticamente desguarnecida a la
ciudad en caso de una probable
derrota.
En la mañana del 2 de julio,
Liniers cruzó el Riachuelo y dis­
tribuyó su ejército en las proxim i­
dades del puente de Gálvez (en
Barracas). La columna inglesa de
vanguardia — para eludir* el conbate
se desvió hacia su izquierda
a ,t i t u t o r i d a d e n ^ f a C d e U ,
Libro 29) la cua, autorizaba a q u it o del mTndo a lo .
de Indias
Ia d < * ° sició" ¿ e
4 8 , Título 15.
1809,°y T á T ' ‘tarde6 r e m i t í ' “a E s p i f i r c T n ^ l a í g o
^ / ¡ nes deI
suelto en 1813.
go eaIntul° de cargos; por último fue ab-
108
y atravesó el río a dos leguas de
distancia, por un vado conocido
por Paso Chico. Guiado por el
norteamericano Guillermo W hite
— quien colaboró con los invaso­
res— , Gower se dirigió con sus
tropas hasta los corrales de M ise­
rere.
Ante la hábil maniobra del ene­
migo, Liniers se dirigió con parte
de su ejército hacia Miserere y
allí libró un desordenado combate,
a cuyo término las fuerzas defen­
soras se desbandaron.
M u y desmoralizado, Liniers se
dirigió con algunos efectivos a la
Chacarita de los Colegiales, donde
— según propias palabras— “ pasó
la noche más amarga de su vida” .
Por su parte, el general Gower
decidió no avanzar sobre Buenos
Aires -— a la que ignoraba desguar­
necida—- y optó por esperar al
grueso del ejército inglés.
LA DEFENSA
Después de la derrota de M ise­
rere todo parecía perdido; sin em­
bargo, y a pesar de la crítica si­
tuación, el vecindario de Buenos
Aires decidió defender la ciudad
del próximo ataque. E l Cabildo se
declaró en sesión permanente y
M a rtín de Álzaga, el alcalde de
prim er voto, encabezó la ardua
tarea de organizar la resistencia.
En la noche del 2 de julio comen­
zaron a llegar los dispersos de Mise­
rere y las tropas que habían permane­
cido en las proximidades del Riachuelo.
Álzaga impartió las órdenes más
apremiantes. La Plaza Mayor se con­
virtió en un núcleo de resistencia y en
las calles que convergían hacia ella se
levantaron barricadas, protegidas con
cañones.
La defensa se organizó en base a tres
líneas escalonadas. La primera, estable­
cida en la actual calle Lima, tenía por
misión anunciar el paso de los ingleses
y luego replegarse hasta la segunda lí­
nea, que bordeaba la Plaza Mayor por
las actuales calles Relgrano, Tacuarí y
Sarmiento. En este circuito debía con­
solidarse la resistencia principal y las
casas serían utilizadas como bastiones,
pues las azoteas habían sido fortifica­
das con armamentos. Los vecinos em­
plearían piedras, agua hirviendo y otros
proyectiles.
La tercera línea se extendía a una
cuadra de la Plaza Mayor y la rodea­
ban las actuales calles Alsina, Bolívar
y Bartolomé Mitre (ver mapa). A llí
se abrieron trincheras de seis varas de
ancho por cuatro de profundidad, pro­
tegidas por cañones. Esta tercera y úl­
tima línea constituía el número final
de la defensa.
W hitelocke arribó a los Corrales
de Miserere con el grueso de sus
tropas y el 4 de julio envió a los
defensores una intimación, que
fue rechazada. Decidió entonces
tomar a Buenos Aires, según un
plan concebido por el general Gower, quien dividía a las fuerzas
atacantes en trece columnas, las
cuales convergirían por el norte y
el sur, en un movimiento envot
vente sobre la Plaza Mayor.
El ala izquierda (al norte) que ac­
tuaría bajo las órdenes de Achmuty
debía apoderarse del Retiro y la Plaza
de Toros. Las columnas del centro di­
rigidas por Lumley llegarían hasta el
río para ocupar la zona comprendida
entre la posición anterior y el Fuerte
El ala derecha (sur) a las órdenes de
Crawfurd y Pack debía tomar la Resi­
dencia 1. Finalmente las tropas atacan
tes convergirían hacia la Plaza Mayor
para rendir la Fortaleza.
El ataq ue a Buenos A ires
A l amanecer del 5 de julio de
1807, unos 6.000 soldados ingleses
distribuidos en trece columnas in i­
ciaron el avance desde los Corrales
de Miserere en dirección al río
(de oeste a este). Sin usar las ar­
mas — tal era la orden impartida—
debían penetrar en la ciudad, cu
yas calles, cortadas en ángulo rec
to, favorecían a los defensores.
Ala izquierda (norte). Dos de las
cinco columnas de Achmuty penetra­
ron por las actuales calles Charcas y
Santa Fe y una vez en el Retiro lo­
graron ocupar esa posición después de
hora y media de lucha. También cola­
boró en el ataque la columna N ” 13.
Las columnas 9 y 10 avanzaron por
las actuales calles Tucumán y Viamonte hasta el monasterio de las monjas
catalinas, que fue ocupado.
Acción del grupo central. Las cuatro
columnas marcharon a las órdenes de
Lumley. La columna X '1 5 avanzó por
la actual calle Mitre, pero sus inte­
grantes se rindieron a la altura de la
calle Maipú.
Rsáneniuín 'íí Propied“ ¿ de, >°s jesu ítas- estaba ubicada entre las actuales callo:
h o s p it a l
^
/ H " n’ h" ‘ .° '• En épocas de las invasiones, a l l í funcionaba
un Hospital, actualmente esos terrenos están ocupados por el t'dvonalo de la Infancia.
B a le a r
» „
110
torre, pero una poderosa colum na de­
fe n s o ra
avanzó p or B o lív a r y lu ego de
combatir con en ergía consiguió la ren ­
dición de los invasores.
A l caer la tarde, los ingleses ha­
bían fracasado, pues sólo ocupaban
los puntos extremos: al sur, la Re­
sidencia, y al norte, la Plaza de
Toros, en el Retiro. E l núcleo de
la resistencia, la Plaza Mayor,
permanecía intacto.
L a colum na N 9 6 bajó p o r Sarm iento, pero debido a la tenaz resistencia
i!
sus armas en la actual
calle 25 de M a y o .
Las columnas N 9 7 y 8 avanzaron
por C o m e n te s y L a v a lle hasta la casa
de sotoca (m ás tarde de A n c h o ren a )
a ia que ocuparon p or poco tiem po,
pues se viero n forzados a d irigirse al
A la derecha (s u r ). Estas tropas eran
las mas aguerridas y se in tern aron en
cuatro columnas. Las columnas N 9 1
y 2 avanzaron probablem ente p or las
actuales calles San Juan y H um berto
l hasta el edificio de la Residencia,
que fu e ocupado. Los ingleses enarbolaron su bandera en la iglesia contigua de San T elm o .
L a colum na N ’ 3, a las órdenes de
C ra w fu rd penetró p or V en ezu ela , y la
4, de Pack, p or B elgra n o. P a rte de
estos efectivos fu eron rechazados con
tuertes perdidas p o r los Patricios, quie­
nes estaban atrincherados en la Ran­
chería (P e rú y A ls in a ). A lg u n a s tro­
pas inglesas debieron refu giarse en la
casa de la V irre in a V ie ja (P e r ú y Bel­
gra n o ).
La capitulación de Whitelocke
E n un ú ltim o intento, C ra w fu rd con­
siguió ocupar la iglesia de Santo Do­
m in g o y enarbolar su bandera en la
Ante el curso de los aconteci­
mientos, Liniers envió una intim a­
ción a W hitelocke para que eva­
cuara su ejército del Río de la
Plata, pero la negociación fue re­
chazada al día siguiente (6 de ju­
lio). Sin embargo, y debido a la
enérgica actitud de los defensores
•—que amenazaban con proseguir
las hostilidades— , el jefe inglés de­
cidió firm ar el 7 de julio el tra­
tado que ponía fin a la lucha en
el Río de la Plata.
W hitelocke se comprometió a
evacuar Buenos Aires en el plazo
de diez días, y Montevideo y dettiás puertos de la margen oriental
en el término de dos meses. En la
capitulación, que se cumplió es­
trictamente, se estableció el canje
^e todos los prisioneros.
U niform es q u e v e stía n los s o ld a d o s del
fam oso "R e g im ien to N ? 7 1 " d e rifleros
escoceses, q u e lu c h a ro n a
las ó rd en es
d e l g e n e ra l D io nisio P ack. En el d ib u jo
o b ra d e L. B e a u fo rt— se a d v ie rte un
g a ite r o y e l tam b o r m ayo r.
1 Por orden del rey —fechada el 28 de enero de 1808— Whitelocke compareció ante una
Z9rte marcial presidida por el general M edows e integrada por cinco generales, catorce telf^;tes generales y el fiscal del ejército.
. E l proceso se debatió en treinta y una extensas sesiones en cuyo transcurso ningún testigo
^ c la r ó a favor del acusado. E l 24 de marzo, la corte marcial dictó la siguiente sentencia:
corte marcial condena al general Whitelocke a la pérdida del empleo y a que se le
H .Ure incapaz e indigno de gozar empleo militar, de cualquier especie que sea, en el servicio
e Su Majestad.”
[
sentencia fue confirmada por el rey.
L as otras fuerzas invasoras, dirigidas
personalm ente p o r Pack, abandonaron
sus proposites de acercarse a la Plaza
M a y o r en las proxim idades de la ig le ­
sia de San Francisco.
En el transcurso de la lucha, los
ingleses perdieron unos 2.500 hom­
bres entre muertos, heridos y pri­
sioneros; por otra parte, las fuer­
zas de Liniers habían sufrido unas
800 bajas e igual número de pri­
sioneros.
La capitulación de W hitelocke
provocó hondo pesar en el gobier­
no y pueblo británicos A l fracaso
de los planes de expansión terri­
torial y comercial se sumaba el
desprestigio de las fuerzas arma­
das, vencidas por bisoños adversa­
rios. La indignación se volcó so­
bre el general W hitelocke, quien
— indudablemente— había demos­
trado manifiesta incapacidad en
el curso de los sucesos. Llegado a
Inglaterra, el citado general fue
sometido a proceso y finalmente
condenado a la pérdida de su gra­
do militar.
C O N SEC U EN CIA S
DE LAS IN V A SIO N ES
INGLESAS
Las invasiones inglesas al Río
de la Plata produjeron importan­
tes consecuencias políticas, socia­
les, militares y económicas.
había sido derrotado por milicias
en su mayoría criollas, las cuales
— en su oportunidad— estaban ca­
pacitadas para enfrentar también
a los cuerpos españoles. N adie du­
daba que tanto la reconquista co­
mo la heroica defensa habían sido
victorias del esfuerzo popular.
Los sucesos ahondaron el anta­
gonismo existente entre criollos y
españoles, los que habían luchado
contra el invasor en regimientos
separados. Los comentarios sobre
la victoria daban origen a frecuen­
tes incidentes, que demostraban la
divergencia de intereses.
c)
Fomentaron los propósitos de
emancipación. Es evidente que las
dos invasiones provocaron un hon­
do sacudimiento en el espíritu ale­
targado de los habitantes del Pla­
1) En el orden político y social
ta. Después del fracaso de la
conquista armada, los militares
a)
Se inició la crisis del sistema
ingleses realizaron gestiones para
p olítico español. La suspensión de
transformar a Buenos Aires en un
Sobremonte propuesta por el Ca­
protectorado británico, a fin de
bildo abierto del 14 de agosto de
poder comerciar sin ninguna traba
1806 — que entregó el mando m i­
económica. En tal sentido, los in­
litar a Liniers y el político a la
vasores prometieron su apoyo a
Audiencia— y la posterior deposi­
toda tentativa de emancipación de
ción del citado virrey por la Junta
España.
de Guerra del 10 de febrero de
1807, señalaron el comienzo de la
Hallándose Beresford confinado en
gran crisis política que lenta y
Lujan
con Pack y otros oficiales—
trabó relación con Saturnino Rodriguez
gradualmente llevaría a la revo­
Peña, quien, con otros criollos, se había
lución.
En la capital del virreinato del
Río de la Plata la decisión popu­
lar había suspendido en sus atri­
buciones al funcionario español de
más elevada jerarquía. El hecho
en sí demostraba la ineficacia del
régimen imperante.
. k) E l pueblo adquirió concien­
cia de sus propias fuerzas. E l po­
deroso y aguerrido ejército inglés
afiliado a las logias creadas en Buenos
Aires por los ingleses. El citado militar
propuso sus planes para que el Plata
se emancipara de España con el apoyo
del ejército británico. Peña aceptó calurosamente la idea y la transmitió al
alcalde M artín de A Izaga, pero éste
no vaciló en comunicarla a las autori­
dades, lo que motivó el fin de las ges
tiones.
Conviene aclarar que algunos historiadores niegan tal confabulación de
Beresford, pues se basan en las propias
Manifestaciones del mencionado genera l1En una carta que Achmuty envío
s u gobierno — 26 de marzo de 1807—
¿ice refiriéndose al espíritu de algunos
c rio llo s: “ Si le prometiésemos la inde­
pendencia se levantarían inmediata­
m e n te y la gran masa de los habitan­
tes se nos uniría.”
A pesar de que los ingleses di­
fundieron ideas liberales y trata­
ron de predisponer a la población
contra España, sus efectos no se
apreciaron en ese momento, por
cuanto la opinión no estaba prepa­
rada para ningún cambio ni se ha­
bían robustecido las fuerzas que
debían apoyarlo 2.
2) En el orden m ilitar
A l producirse la primera inva­
sión inglesa, los efectivos militares
del Río de la Plata presentaban
un cuadro de total abandono. A l
término de la lucha quedó organi­
zada una fuerza considerable, en
su gran mayoría criolla y en la
que habían hecho su bautismo de
fuego los primeros oficiales que
luego se destacarían en el futuro
ejército patrio.
3) En el orden económico
En el transcurso de la breve
ocupación de Buenos Aires y de
Montevideo los ingleses suprimie­
ron las trabas económicas, lo que
permitió la venta de gran canti­
dad de frutos del país, que no sa­
lían por falta de compradores;
además, se produjo la importación
de productos manufacturados.
En el aspecto financiero, Be­
resford aligeró los gravámenes que
pesaban sobre la población de
Buenos Aires •— impuestos inter­
nos, aranceles de aduana— , medi­
das que fueron recibidas con bene­
plácito por los habitantes.
Después de la rendición de los
ingleses y una vez visibles los be­
neficios del libre comercio, las
au torid ad es españolas debieron
vencer grandes dificultades para
reimplantar su sistema económico.
1 “ Pero la verdad es que durante el tiempo que permanecí en Lu jan , nunca me¡ vi con
aadie de Buenos Aires, exceptuando las personas que me fueron e n v i a d a s por el gobierno
0 aquellas que, de paso por la villa, me visitaban por curiosidad o cortesía.
A rc h iv o l * e neral de la N a c ió n . In fo rm e del general B eresford a lo rd vizc o n d e de Castlereagh.
, ! Después de la rendición de los ingleses, el general C ra w fu rd insinuó a M a n u e l fe lg r a n c
Ja seguridad del apoyo de Gran Bretaña a toda tentativa por emancipar el Kío de la íla ta .
i L a respuesta de Belgrano fue terminante: “ Q u erem os al am o v ie jo o a n in g u n o.
114
115
C U ESTIO N A R IO
1. ¿Q ué antecedentes lejanos influyeron sobre las invasiones in­
glesas al Río de la Plata? 2. ¿C uáles fueron las causas del ataque
a Buenos Aires? 3. ¿Quiénes m andaban la expedición que partió
h acia el Cabo de Buena Esperanza? 4. ¿Q ué decisión tomó el como­
doro Popham? 5. ¿Q ué día las naves inglesas pasaron frente a la
Ensenada de B arragán ? ó. ¿Dónde desem barcaron? 7. ¿Estaba
guarnecida la capital del virreinato? 8. ¿Quién salió al encuentro
de los ingleses? 9. ¿Cómo avanzaron hasta Buenos Aires los inva­
sores? 10. ¿Q ué hábil política siguieron? 11. ¿Cómo se produjo el
combate de Perdriel? 12. ¿Q ué plan trazó Santiago de Liniers? 13.
¿Cuándo arribó a los Corrales de Miserere el ejército reconquista­
dor? 14. ¿Q ué día capitularon los ingleses? 15. ¿C uál fue la impor­
tancia del C ab ildo abierto del 14 de agosto? 16. ¿Q ué m ilicias
se organizaron para repeler una próxima segunda invasión? 17.
¿Q ué actitud asumió el gobierno de Londres? 18. ¿Cómo se rin­
dió Montevideo a los ingleses? 19. ¿Por qué fue suspendido y
arrestado el virrey Sobremonte? 20. ¿Dónde desembarcaron por
segunda vez los invasores? 21. ¿Q ué error táctico cometió Liniers
al frente de las tropas defensoras? 22. ¿Q ué destacada actuación
cumplió Martín de A lz a g a ? 23. ¿Q ué día y en cuántas columnas
los ingleses atacaron a Buenos Aires? 24. ¿Cuándo firmó la cap i­
tulación W hitelocke? 25. ¿Q ué pérdidas sufrieron ambos bandos?
26. ¿Q ué consecuencias políticas, sociales, militares y económicas
tuvieron las invasiones inglesas?
116
La invasión napoleónica en España. Repercusión de la polí­
tica europea en Am érica. El virrey Cisneros. Movimientos re­
volucionarios en el Alto Perú. La Representación de los H a­
cendados. Antecedentes externos de la Revolución de M ayo.
Antecedentes locales. La Revolución de M ayo. Cabildo abierto
del 22 de mayo. El 25 de mayo. Primera Junta de Gobierno.
LA IN VASIÓ N N A PO LEÓ N ICA
EN ESPAÑA
José B onaparte, rey de Españ a
y de la s Indias
En 1806, Inglaterra levantó una
cuarta coalición contra el empera°r francés Napoleón Bonaparte,
P°r lo que el último decretó — a
**iodo de réplica— el bloqueo con­
g e n i a l contra su enemiga.
Portugal — aliada con Inglaterra—- no cumplió con las disposiCl°nes del bloqueo continental y
eHtonces Napoleón Bonaparte or­
denó ocupar el territorio lusitano.
E l rey de España, Carlos IV , auto­
rizó el paso de las tropas francesas
que se dirigieran hacia Portugal.
En noviembre de 1807, el último
país fue ocupado mientras la fam i­
lia real lusitana buscaba refugio
en el Brasil, en naves de bandera
inglesa.
La gran cantidad de efectivos
franceses en suelo español — pues­
tos a las órdenes del mariscal Joa­
quín M u ra t— preocuparon a la
opinión pública, pues era visible
que el emperador extendería sus
deseos de conquista.
117
ooPular— juraron fidelidad a
Ornando V II,, el rey cautivo,
fo n el proposito de unificar los
e n tre 1808 y 18 13. Fue resistid o por
f u e r z o s , se constituyó en M adrid
el p u eb lo y a p o d a d o d e sp ectivam ente
f Junta Central, instalada en se" P e p e B o te lla s".
■ mbre bajo la presidencia del
tiende de Floridablanca. Este goVerno — producto de un acuerdo
en favor de su hijo Femando; ei I “\ eral— estaba facultado para reministro Godoy fue apresado <rna» I olver los problemas exteriores y
zo de 1808).
"I
acordar tratados de paz o guerra,
Poco después, Carlos IV retraebebido a los avances de las tropas
tóse de su abdicación — so pretexto
f r a n c e s a s dentro del territorio es­
de haber sido coaccionado— y p¡.
pañol, la Junta Central se vio for­
dió la ayuda de Napoleón. En esta
z a d a a cambiar de residencia y se
forma, España y sus dominios tu­
estableció en Sevilla.
vieron dos reyes simultáneos.
La proximidad del ejército na­
Entretanto, el general francés
poleónico obligó a un nuevo tras­
M urat persuadió a Carlos IV y a
lado de la Junta Central, que se
Fernando V I I para que se diri­
estableció — enero de 1810— en la
gieran a Bayona 1 con el objeto de
isla de León (bahía de Cádiz).
celebrar una entrevista con el em­
Allí transfirió sus poderes a un
perador. A llí se realizó una agria
Consejo de Regencia, integrado por
reunión, en cuyo transcurso Fer­
cinco miembros.
nando devolvió la corona a su pa­
dre, quien entonces cedió a Napo­
La lucha en España
león todos sus derechos. El último
contra Napoleón
resolvió proclamar rey de España
y de las Indias a su hermano José
La dura contienda que libraron los
Bonaparte, quien tomó posesión
españoles para defender su territorio
del trono el 1 1 de junio 2.
se prolongó por seis largos años ( 1808Jo sé I B o n a p a rte — h e rm an o m ayor
d e N a p o le ó n — q u e g o b e rn ó E sp a ñ a
Los planes imperialistas de Napo­
león, perjudiciales para España, se vie­
ron favorecidos por el débil y bonda­
doso monarca Carlos IV y la política
seguida por su primer ministro y favo­
rito Manuel Godoy. Era visible en la
Corte la enemistad existente entre Go­
doy y el príncipe Fernando, hijo ma­
yor del monarca y heredero de la co­
rona.
La impopularidad del primer minis­
tro hizo surgir el partido fernandista,
que contó con gran cantidad de adeptos
en España y también con el apoyo de
Napoleón, quien había prometido ayu­
da a Fernando, con el solo objeto de
derribar del trono a Carlos IV y a la
monarquía borbónica que gobernaba la*
península.
Nuevas tropas francesas conti­
nuaron penetrando en España y
entonces el ministro Godoy acon­
sejó a la Corte que se retirara ha­
cia el sur, para luego — en caso
de empeorar la situación— poder
embarcar rumbo a América. Así
se hizo, pero cuando la Corte arri­
bó a la ciudad de Aranjuez se
produjo un motín organizado por
el partido fernandista, a raíz del
cual Carlos IV abdicó la corona
1814).
La Junta Central de Sevilla
Los sucesos de Bayona provoca­
ron tremenda indignación en toda
España y en las distintas provin­
cias comenzaron a equiparse bata­
llones para defender la indepen­
dencia del país.
Protegido por las bayonetas
francesas, José I llegó a M adrid el
día 20 de junio. Las provincias de
Oviedo y Gijón iniciaron levanta­
mientos, que rápidamente se ex­
tendieron a las demás partes del
reino. Pronto surgieron juntas
provinciales, que — con gran ap0'
i Ciudad francesa cercana a los Pirineos,
lengay y su padre" c I S o s * I V « " " c i m ií é g n e .S “
Entre los combates de mayor im­
portancia podemos citar la gran vic­
toria de Bailen (julio de 1808) sobre
l°s franceses.
Irritado por el fracaso de sus fuerZas, Napoleón se dirigió personalmente
® España y obtuvo buenos triunfos (en
Madrid, Zaragoza, Burgos, etc.), pero
oebíó abandonar la península en 1809,
Aclamado por una conspiración contra
^ persona urdida en la ciudad de
^arís.
v. En 1812, lord Wellington inició una
lQlenta ofensiva contra las tropas im­
ánales; al año siguiente y favorecido
por las derrotas de Napoleón en Rusia,
venció a José I en la batalla de Vitoria, lo expulsó de Madrid y finalmente
obligó a los franceses a dejar el terri­
torio español.
REPERCUSIÓN DE LA POLÍTICA
EU RO PEA EN A M ÉRICA
V irreinato de Liniers
A los pocos días de la deposi­
ción de Sobremonte— febrero de
1807— la Audiencia se hizo cargo
del mando m ilitar y político_ del
virreinato. En junio de ese año y
de acuerdo con órdenes llegadas
de España, el citado organismo
entregó el mando a Liniers, quien
pasó a desempeñar interinamente
las funciones políticas y militares
de virrey.
En mayo de 1808, llegó a Bue­
nos Aires una real cédula de
Carlos IV , en la que el monarca
español confirmaba a Liniers co­
mo virrey interino del Río de la
Plata. E l nuevo mandatario prestó
juramento tres días después igno­
rando — por desconocer los ú lti­
mos sucesos europeos— que asu­
mía la representación de un rey
cautivo y que España se hallaba
en cruenta lucha contra su patria
de nacimiento L
En el transcurso del virreinato
de Liniers se produjeron los si­
guientes sucesos de importancia:
a) L as
a m b ic io n e s de P ortugal
SOBRE EL Río DE LA PLATA
Expulsada por las armas napo­
leónicas, la fam ilia real portuguesa
debió trasladarse al B ra sil2, epi­
sodio que produjo justificada in-
l Santiago de Liniers h abía nacido en Niort (F r a n c ia ) el 25 de julio de 1753.
p
Así arribaron al suelo americano la reina madre M a ría L uisa, incapaz de gobeinar,
Joq ?staba demente; su hijo Juan V I en funciones de príncipe regente, su esposa C arlota
,na y los hijos del matrimonio.
castlllos de Francia: Fernando V I I en V » '
119
118
L a p rin ce sa C a r lo t a J o a q u in a d e Borbón — e sp o sa d e Don J u a n d e Portu­
g a l— q u e p rete n d ió e x te n d e r su d o ­
m in ación a l R ío d e la P la ta . (P in tura
d e la é p o c a .)
tranquilidad en Buenos Aires,
pues los lusitanos ambicionaban
desde tiempo atrás extender su
dominación por los territorios del
Plata.
Cuando en Río de Janeiro se
confirmaron las noticias sobre las
renuncias de los Borbones y la
proclamación de José I, la princesa
Carlota Joaquina — hija de Car­
los IV y hermana mayor de Fer­
nando V I I — no vaciló en procla­
mar sus pretensiones al trono de
España, para protegerlo contra las
usurpaciones de Napoleón. Soste­
nía sus derechos a gobernar toda
la Am érica hispana en carácter
de regente, para defender la inte­
gridad de esos dominios ante una
probable invasión francesa.
Aunque las pretensiones de la prince­
sa Carlota tenían aspectos legales, de­
bido a su vinculación con la monarquía
española, era evidente que la Corte
portuguesa la utilizaba como un simple
instrumento para satisfacer las exigen­
cias comerciales de los ingleses — sus
aliados— y dominar, por lo menos la
Banda Oriental.
Radicado en Río de Janeiro, Satur.
nino Rodríguez Peña encabezó a un
grupo de revolucionarios porteños quienes apoyaban los propósitos de la prin.
cesa Carlota. Varios personajes sirvieron dé enlace y desarrollaron una compleja actividad con el mismo fin, tales
como el contraalmirante Sidney Smith
— jefe de la flota británica en el Bra­
sil—, el italiano Felipe Contucci, José
Guezzi y otros.
El plan consistía en trasladar a la
princesa al Río de la Plata y procla­
marla regente de una monarquía cons­
titucional para gobernar toda la Amé­
rica hispana. Manuel Belgrano y José
Castelli apoyaron la proclamación de
la nueva dinastía, sobre la base de una
posible emancipación de la Metrópoli.
Todas las tratativas para coro­
nar a la princesa Carlota fracasa­
ron. E l regente Juan V I se opuso
al viaje de su esposa al Río de la
Plata y tampoco apoyó la inten­
tona el influyente lord Strangford,
embajador inglés en Río de Janei­
ro. Por su parte, Liniers y las auto­
ridades de Buenos Aires no acce­
dieron a las pretensiones lusitanas.
Los confusos sucesos ocurridos
en España causaron incertidumbre
en las autoridades del virreinato
del Río de la Plata. Sin embargó
ante las noticias llegadas de la pe'
nínsula, Liniers dispuso efectuar la
proclamación y jura de Fem an­
do V I I (agosto de 1808).
Para comunicar el cambio di'
, stico ocurrido en España y obte­
ner acatamiento al nuevo^ sobera® Napoleón envió al Río de la
plata en misión diplomática al
■marqués de Sassenay.
El emisario llegó a Buenos Aires
m e d i a d o s de agosto. Liniers reu­
n i ó en el Fuerte a miembros del
C a b i l d o y de la Audiencia y luego
r e c i b i ó a Sassenay, quien hizo en­
t r e g a de los pliegos de que era
p o r t a d o r . A l enterarse de su con­
t e n i d o , las autoridades dispusieron
r e c h a z a r las proposiciones y em­
b a r c a r a la brevedad al emisario
i m p e r i a l con destino a Europa.
c)
R iv a lid a d
y
e l
e n tre
e l
C a b ild o
v ir r e y
Después de las invasiones in gle­
sas, el Cabildo de Buenos Aires ro­
busteció en forma vigorosa su pres­
tigio, lo que produjo un desequi­
librio en el ordenamiento político,
al pretender ejercer la preeminen­
cia en el gobierno y actuar sobre
la autoridad del virrey Liniers. La
figura más destacada de esta acción
opositora fue el alcalde de primer
voto don M a rtín de Álzaga.
Las vacilaciones del virrey para
proceder a la jura de Fernando V II
y el trato cordial que dispensó al
marqués de Sassenay fueron ar­
gumentos bien utilizados por Á l­
zaga y los cabildantes para crear
un ambiente adverso a Liniers.
Éste era francés de nacimiento, lo
que hacía dudar de su fidelidad a
España. La lucha que se libraba
en la península contra la invasión
napoleónica, colocaba al virrey en
delicada situación, pues todo ha­
cía suponer — a pesar de su reco­
nocida lealtad— que se inclinaba
hacia el enemigo.
d)
S e p a r a c ió n
de
M o n te v id e o
Francisco Javier de E lío, el go­
bernador de Montevideo, era un
m ilitar díscolo y violento, que en­
cabezó la oposición al virrey. Acu­
só a Liniers de conducta sospechosa
y efectuó la jura de Fernando V I I
antes que en Buenos Aires. Final­
mente, a través de una nota, or­
denó al virrey que dejara el
mando.
Enterado Liniers del comporta­
miento de su subordinado, reem­
plazó al gobernador por el capitán
de fragata Juan Á ngel M ichelena.
Éste desembarcó en Montevideo el
20 de setiembre y sostuvo una vio­
lenta entrevista con Elío; al día
siguiente, mientras el Cabildo es­
tudiaba la actitud del comisiona­
do, los hombres de Elío provocaron
un tumulto y M ichelena se vio
obligado a regresar a Buenos Aires.
U n Cabildo abierto reunido en
Montevideo resolvió desconocer la
orden del virrey y mantuvo al
enérgico gobernador en su puesto
(21 de setiembre de 1808). Presi-
El m ilita r e sp a ñ o l Fran cisco J a v ie r d e
E lío , g o b e r n a d o r d e M o ntevid eo y m ás
t a r d e — en 1 8 1 1 — v ir re y d e l R ío de la
P la ta .
120
121
dida por Elío creóse en la vecina
orilla una Junta de gobierno, autó­
noma de Buenos Aires, compuesta
exclusivamente por españoles y
que se proclamó subalterna de la
Junta de Sevilla.
En esta forma, la provincia de
Montevideo quedó separada de la
autoridad de Buenos Aires.
A so n ad a del 1 de enero
de 1809
El Cabildo de Buenos Aires, que
estaba en connivencia con su simi­
lar de Montevideo, envió a la Jun­
ta de Sevilla un memorial solici­
tando el reemplazo de Liniers
por un funcionario con mejores
condiciones para el mando.
Deseosos de derribar al virrey,
los cabildantes de Buenos Aires
prepararon un movimiento armado
que debía estallar a mediados dé
octubre de 1808, pero fue aplazado
cuando el propio Liniers se enteró
de esos propósitos subversivos.
Fracasada la intentona, Álzaga
empleó dos meses en preparar
larga y dificultosamente un nuevo
golpe.
En una reunión celebrada en el
obispado, los complotados fijaron
para el motín la fecha 1 de enero
de 1809, día en que el Cabildo de­
bía efectuar la renovación anual de
sus miembros. Trascendió que L i­
niers nombraría candidatos favo­
rables a su persona, por lo cual
era necesario impedir la maniobra
y a la vez destituir al virrey.
El 31 de diciembre, Liniers en­
vió al Cabildo la propuesta para
el nombramiento de Bernardino
Rivadavia para el cargo de alférez
real. Los regidores rechazaron el
pedido, argumentando que ese jo­
ven americano carecía de carrera
122
y de méritos. Ese mismo día, l0s I
batallones que respondían a los I
conjurados — Gallegos, Catalanes I
y Vizcaínos— recibieron orden de
presentarse al amanecer en la Pía- I
za M ayor; por su parte, las tropas
adictas al virrey estaban preveni- I
das en sus respectivos cuarteles.
En la mañana del 1 de enero I.
el Cabildo efectuó la elección de
sus miembros, resultando reelectos I
los mismos regidores que debían
cesar en sus funciones. A l ente- I
rarse de lo resuelto, la multitud
agrupada en la Plaza M ayor co­
menzó a gritar: “¡Junta como en I
España! ¡A bajo el francés Liniers!
¡V iv a el Cabildo y muera el mal j
gobierno!”
Los regidores reunieron de in- [
mediato un Cabildo abierto, el que
nombró una Junta Suprema com- I
puesta exclusivamente por esnaño- I
les, aunque sus secretarios fueren
los criollos M ariano M oren o y Ju- [
lian de Leiva.
Los miembros de la Junta se I
trasladaron al Fuerte para comu- I
nicar al virrey su destitución, pero [
cuando el último se disponía a !
acatarla, penetraron en el recinto ¡
los jefes leales a las órdenes
Cornelio Saavedra, quienes lo g ra ^ l
ron desbaratar la conspiración.
Saavedra negó a los presentes en la
reunión atribuciones como para oblígar a un virrey a suscribir su renuncia. Acto seguido tomó a Liniers de
un brazo y le indicó que se presentase
ante el pueblo reunido en la Plaza, ;i
la multitud lo repudiaba, él y sus
acompañantes firmarían el acta de la
destitución.
I
I
j
i
I
j
Cuando el virrey cruzó el puen- |
te levadizo de la Fortaleza, la mul­
titud repitió a coro: “¡V iv a dort I
Santiago de L in iers! ¡N o querem )S
otro que nos mande!”
B a lta sa r H id a lg o d e C ljn e ro » , e l v irre y
de p u e sto p o r la R evolu ción d e M a y o .
r
Liniers destruyó el acta de su
renuncia y las tropas rebeldes se
rindieron. Álzaga — el principal
cabecilla— y cuatro cabildantes
fu e r o n
condenados a destierro y
embarcados rumbo a Carmen de
patagones; pero Elío envió una
nave que rescató a los presos y los
condujo a Montevideo.
La asonada del 1 de enero de 1809
“no excede de un pleito doméstico — di­
ce el historiador Ruiz Guiñazú— a
base de rivalidades y presunciones” .
Él origen del movimiento debe bus­
carse en la acción omnipotente del Ca­
bildo ante los organismos gubernamen­
tales: el virrey y la Audiencia.
Liniers era un sincero realista y no
debe olvidarse que sus defensores sos­
tenían, autoridades peninsulares igual
que sus adversarios del Cabildo, por
tal causa los criollos y los españoles se
volcaron en uno y otro bando.
La importancia de la asonada
— acontecimiento oscuro en sus
objetivos— radica en el hecho de
acentuar la decadencia del régi­
men político hispánico y en que
se aplica una tendencia que triun­
faría en 1810: el Cabildo abierto
de tipo revolucionario y la crea­
ción de juntas de gobierno L
EL VIRREY CISN EROS
Desde Montevideo, Álzaga y sus
adictos no cesaron de enviar a la
Junta Central de Sevilla acusa­
ciones contra Liniers, cuya nacio­
nalidad aparecía como la causa
directa de los conflictos.
La Junta peninsular resolvió
destituirlo
y enquesuenreemplazo
1 Medítese bien
la asonada deen­
1809
vió un nuevo virrey al Río de la
Plata, el español don Baltasar H i­
dalgo de Cisneros, marino que se
había destacado en la batalla de
Trafalgar.
Embarcó en Cádiz en compañía
de Vicente N ieto, designado reem­
plazante de Elío en el gobierno de
Montevideo, quien a su vez había
sido nombrado inspector de ar­
mas, con asiento en Buenos Aires.
Una vez en Montevideo, Cisneros disolvió la Junta y envió un
edecán a Buenos Aires para anun­
ciar su arribo. En esta última ciu­
dad, los criollos se mostraron hos­
tiles al nuevo virrey y particular­
mente con Elío.
Un grupo de criollo6 — militares y
civiles— dispuso resistir la entrada de
Cisneros. A los conciliábulos asistieron
Pueyrredón, Rodríguez Peña, Relgrano,
Castelli, Ortiz de Ocampo y otros.
No se sabe con certeza a quiénes
la tendencia revolucionaria esta representada
p°r el bando “ español” de Alzaga y sus adictos, quienes propiciaron el Cabildo abierto y
a creación de una Junta de gobierno.
123
pensaban entregar el mando los revo­
lucionarios: unos proponían el estable­
cimiento de una Junta presidida por
Liniers, y otros, la coronación de la
princesa Carlota Joaquina.
Saavedra se mostró más cauteloso y
cuando se le consultó sobre el plan a
desarrollar, replicó: “N o es tiempo, de­
jen ustedes que las brevas maduren y
entonces las comeremos.”
M OVIM IEN TOS
REVO LU CIO N A RIO S
EN EL ALTO PERÚ
rú — pertenecientes 4a l virreina^ I
del Río de la Plata—- insurrecci0, 1
nes contra las autoridades espa. I
ñolas.
El 25 de mayo estalló en Chy. I
quisaca una revolución que tuvo I
su origen en un incidente político
entre el arzobispo M o x ó y el Cabildo eclesiástico. Los acontecímientos se precipitaron con la Hegada de José M a n u el Goyeneche
emisario de la Junta Central dé
Sevilla y portador de documentos
“ carlotistas” tendientes a crear un
protectorado portugués en el Alto
Perú.
Goyeneche contó con el apoyo
del arzobispo M oxó y del inepto
gobernador García P iza rro; pero
no sucedió lo mismo con el Cabil­
do eclesiástico y la Audiencia. Es­
ta última ■
— que contaba con la
adhesión de los criollos— denun­
ció al pueblo que el gobernador
deseaba entregar esos territorios a
la Corte portuguesa.
E l patriota Bernardo de Monteagudo enardeció los ánimos y la
agitación cundió rápidamente. El
25 de mayo, García Pizarro debió
renunciar y la Audiencia asumió
el mando; el coronel Alvarez de
Arenales fue nombrado coman­
dante general del ejército.
Aunque el nuevo gobierno se de­
claró dependiente del virrey de
Buenos Aires y demostró su adhe­
sión a Femando V II, la importan­
cia del movimiento radica en el
grupo americano, que despertó en
la masa popular un fermento de
emancipación.
Revolución de C huquisaca
Revolución de La Paz
En 1809 se produjeron en dos
importantes ciudades del A lto Pe­
A l poco tiempo, la importante
ciudad de La Paz im itó el ejem'
Por la oposición de los jefes
criollos, Cisneros dejó a Elío al
frente del gobierno de Montevideo
y dispuso que Nieto se trasladase
a Buenos Aires, con el cargo de
inspector general de armas.
Liniers marchó a la Colonia y
en compañía del nuevo virrey re­
gresó el 30 de julio a Buenos Aires.
A pesar de la tensión política exis­
tente, no se produjo ningún acto
de hostilidad 1.
Cisneros tenía experiencia en
tareas de gobierno — había sido
capitán general de Cartagena— y
ante los “ muchos y graves asun­
tos” que debía resolver en Buenos
Aires, prefirió adoptar una actitud
conciliadora.
Ante el ambiente de rebelión
creó un Juzgado de V igila n cia Po­
lítica y decretó la libertad de co­
mercio con cualquier buque amigo
procedente del extranjero. Estas
medidas llegaban tarde para sal­
var un régimen condenado, pues
— como bien se ha dicho— la revo­
lución ya estaba en marcha.
1 Liniers se alejó de Buenos Aires y en setiembre de 1809 se instaló en Córdoba, don^e
le sorprendieron los sucesos de mayo. Pereció fusilado como luego verémos.
124
tos. A tal fin se dirigió por nota al
Cabildo y al Consulado para que
se expidieran sobre la necesidad
de complacer la petición de los co­
merciantes ingleses. E l prim er or­
ganismo aprobó lo solicitado
al
solo efecto de congraciarse con la
política del nuevo virrey— y el
Consulado, bajo las directivas de
Belgrano, también aceptó el pro­
cedimiento, aunque por el escaso
margen de siete votos contra cinco.
Todo parecía resuelto, cuan­
do el apoderado del Consulado de
Cádiz, M ig u e l Fernández de A güe­
ro, se opuso al intento de comerciar
con los ingleses por medio de un
extenso alegato en favor del co­
mercio monopolista. Sostuvo que
el permiso provocaría graves daños
a la marina mercante española y
significaría la ruina de la naciente
industria del virreinato.
Ante los argumentos expuestos
por Fernández de Agüero, los ha­
cendados y labradores de ambas
márgenes del Río de la Plata dis­
pusieron defender sus intereses y
designaron representante al doctor
M ariano M oreno. Éste redactó la
Representación de los Hacendados,
LA REPRESENTACIÓN
trabajo que no lleva su firma y
DE LOS H ACEN D A D O S
que fue presentado el 30 de se­
tiembre.
Cuando Cisneros ocupó su alto
Reclama, apelando a la justicia,
cargo, era muy notorio el déficit
las ventajas del libre comercio y
del erario.
califica al monopolio de atentado
A mediados de agosto de 1809
contra la libertad humana. Se
Se presentó la oportunidad de con­
opone a las trabas que impedían
seguir recursos, cuando dos comer­
la entrada de productos del exte­
ciantes ingleses — D illon y Thw airior, pues si éstos “ son inferiores
,tes—. solicitaron autorización para
a los del país no causarán perjuicio
desembarcar y luego vender pro­
y si son superiores, excitarán la
ductos que traían en sus naves,
emulación” . Recuerda a Cisneros
Espetando las condiciones que
que el soberano “ no confirió a
c°nsiderasen justas.
V. E. la alta dignidad de virrey
Cisneros admitió la oferta, pues
de estas provincias para velar por
c°n ella se obtendrían recursos exla suerte de los comerciantes de
traordinarios con los derechos de
Cádiz, sino sobre la nuestra” .
aduana que pagarían esos produc­
. de Chuquisaca. E l 16 de ju lj 0
P lió una revolución acaudillada
e f los criollos, quienes eligieron
^mandante a Pedro D om ingo M u ■i]n e intendente a Juan IndaT
} .. El pueblo se volcó en las
S íe s a los gritos de “ ¡Viva Fer£ ndo V I I ! ” y “ ¡Mueran los cha­
llo n e s !” (españoles).
£1 Cabildo asumió el gobierno
hasta que se organizó una Junta
tuitiva (defensora) de caracter
consultivo, presidida por M u n llo
e integrada exclusivamente por
americanos.
.
Las autoridades realistas de L i­
ma y Buenos Aires enviaron fuer­
zas para reprim ir estos m ovim ien­
tos. Cisneros comisionó al mariscal
Nieto para que se dirigiera a Chu­
quisaca; Abascal — virrey del Pe­
rú— dispuso que M anuel Goye­
neche — a la sazón presidente de
Cuzco— sofocara la insurrección
de La Paz. Los rebeldes carecieron
de unidad y fueron vencidos en
varios combates.
125
El escrito terminaba con una
petición de siete artículos, en la
que solicitaba: a) el franco co­
mercio por el término de dos años,
hasta la definitiva aprobación de
una junta económica; b ) los pro­
ductos ingleses debían ser nego­
ciados por apoderados españoles, y
c) el que introducía mercaderías
estaba obligado “ a exportar la m i­
tad de los valores importados, en
frutos del país” .
E l 6 de noviembre, Cisneros reu­
nió una Junta consultiva a la que
asistieron veinticuatro vecinos “ de
recomendada probidad” , quienes
reglamentaron el franco comercio
del Río de la Plata con buques ex­
tranjeros, de acuerdo con varias
formalidades previas.
La Representación de los H a­
cendados se publicó en Buenos
Aires después de la Revolución de
M ayo y luego — traducida al por­
tugués— también en Río de Ja­
neiro; además, se publicó en Lon­
dres, en el periódico “ El Espa­
ñol” !.
ANTECEDENTES EXTERNO!»
DE LA REVO LU CIÓ N DE M A YO
La Revolución de M ayo de 1810
no fue un hecho casual, sino que
— como todo acontecimiento de
significación— es la resultante his­
tórica de una serie de anteceden­
tes, en este caso tanto europeos co,
mo americanos y locales.
El movimiento estallado en Bug.
nos Aires forma parte de una corriente histórica de rebelión común a toda la Am érica hispana
pues casi simultáneamente se pro!
dujeron otros focos de tendencia
separatista en diversos dominios
españoles.
Entre los antecedentes externos
podemos citar:
a)
L a
in d e p e n d e n c ia
E stados
de
lo s
U n id o s
El 4 de julio de 1776 fue procla­
mada la independencia de las an­
tiguas colonias británicas en Amé­
rica del Norte, la que dio origen
a una nueva entidad política lla­
mada Estados Unidos.
España ayudó a los revoluciona­
rios en su lucha contra Gran Bre­
taña, sin medir las consecuencias
de esta actitud para con los pobla­
dores de sus propios dominios en
América. La corona española re­
conoció las legítimas aspiraciones
de los rebeldes, que no tardarían
en ser imitadas por otros herma­
nos de América.
b)
La
denominó “ Declaración de los
nerechos del Hombre y del CiudaV no” . Las ideas proclamadas por
los revolucionarios, su espíritu crí­
tico y demoledor, encontraron rá­
bida difusión en la juventud ilus­
trada del virreinato del Río de la
plata y de toda la Am érica his­
pana.
R e v o lu c ió n
LAS N U E V A S
fra n c e s a
t
ID EAS
La Revolución francesa de 1789
definió los derechos inalienables
del pueblo en un documento que
1 E l historiador D ie g o L u is M o lin a ri niega la importancia atribuida por otros investi­
gadores a la Representación de los Hacendados; Com o el citado escrito se dio a publicidad
después de la Revolución de M ayo “ mal pudo tener la influencia decisiva e independien*6
que se le atribuye” . E l decreto del 6 de noviembre fue obra de una asamblea en la
“ no participó Moreno y sólo unos pocos de los que en ella intervinieron, habían leído Ia
Representación” .
^
Además, Molinari sostiene que el decreto del 6 de noviembre ño consagró la libertad
de comercio, en el verdadero sentido de la palabra. Afirm a que de acuerdo con ese docu'
mentó “ el extranjero no podía comerciar directamente sus efectos, pues se necesitaba se*
español para ejercer el comercio. Y aun así, los españoles consignatarios de extranjeros *l0
podían vender al por menor. ¿Puede llamarse a esto libertad de comercio?*'
Véase: D ie g o L u is M o lin a r i: “ L a Representación de los Hacendados de Mariano Moreno*
Su ninguna inifluencia en la vida económica del país y en los sucesos de mayo de 1810 •
Buenos Aires, 1939.
c)
L a s id e a s l i b e r a l e s
h is p a n o -
IN D IA N A S
Ilustres pensadores españoles sos­
tuvieron ideas liberales y se anti­
ciparon a los escritores franceses en
las doctrinas sobre la soberanía po­
pular y los principios fundamen­
tales de la ciencia política y social.
A partir del siglo xvi, esclarecidos
teólogos defendieron la igualdad de los
am ericanos y reclamaron la aplicación
de principios más liberales. Entre estos
ilustres religiosos podemos citar a Bar­
tolomé de las Casas y Francisco de
Vitoria.
El sabio jesuíta Francisco Suárez
bregó a través de sus obras por los
derechos del pueblo y en el siglo xvm
se destacó el magistrado español Juan
de Solórzano Pereira, autor de la fa­
mosa “ Política Indiana” en la que sos­
tiene la igualdad de criollos y peninsu­
lares.
d)
L
a
a c c ió n
de
los
precur
­
sores
Con los primeros movimientos
Amados contra las autoridades es­
pañolas surgieron en la Am érica
hispana ilustres patriotas de avan­
zadas ideas, los que han sido lla ­
gados precursores de la emancipa­
ban americana.
Sus más destacados representan­
tes fueron Francisco M ira n d a 1 y
A ntonio Nariño.
Francisco Miranda nació en Caracas
en 1750 y luego prestó servicios mili­
tares en España; de allí pasó al Nuevo
Mundo, donde luchó en favor de la
emancipación norteamericana; más tar­
de engrosó las filas de los revoluciona­
rios franceses.
En 1795 se trasladó a Londres y
empezó a trabajar con empeño por la
emancipación hispanoamericana. Con
el propósito de coordinar la acción re­
volucionaria fundó la “Gran Reunión
Americana”, conocida comúnmente co­
mo. “ Logia Lautaro” .
Antonio Nariño nació en Bogotá en
1765 y desde temprana edad forjó una
sólida cultura. Su lucha por la libertad
de América comienza en 1794, año en
que tradujo el texto de la Declaración
de los Derechos del Hombre” de los
revolucionarios franceses y los publicó
en castellano bajo el titulo de Decá­
logo de la sociedad regenerada .
Su actividad en favor de la causa
de la emancipación le ocasionaron el
destierro y la cárcel.
i Ver
capítulo IV , página 97.
127
126
e)
L a in v a s ió n n a p o le ó n ic a e n
E spañ a
Y a nos hemos referido a la crisis
de la monarquía española como
consecuencia de la invasión napo­
leónica y su repercusión en el Río
de la Plata.
AN TECED ENTES
a)
E
LO CALES
c o n ó m ic o s
Debido a la imprevisora política
seguida por España, puede afir­
marse que — desde fines del si­
glo xvm — sus dominios en A m é­
rica quedaron abandonados a su
propia suerte.
Las guerras y los conflictos eu­
ropeos interrumpían totalmente
las transacciones comerciales con
la M etrópoli, mientras las pobla­
ciones de ultramar sufrían las
consecuencias del absurdo sistema
del monopolio comercial.
Los errores del gobierno penin­
sular favorecieron la acción de
aquellos hombres de ideas progre­
sistas, los cuales, en verdades
acción revolucionaria, defendían J¡
libre comercio y censuraban ]
defectuosa administración est)aa
ñola.
b)
P o l ít ic o s
Después de la asonada del 1 (jf,
enero de 1809 se intensificó la agj.
tación política en Buenos Aires y
a partir de junio de ese año Se
iniciaron reuniones secretas contrarias al régimen imperante.
Los cargos públicos eran ocupados en su casi totalidad por los
españoles, en muchos casos inca­
paces, pero con la ventaja de ha­
ber nacido en la península.
Otra causa política que merece
destacarse es el criterio que im ­
peraba en la corona española res­
pecto de las posesiones en Améri­
ca. Estos territorios se consideraban
propiedad personal del rey, no de
la Nación. En consecuencia, pro­
ducido un cambio de gobierno en
la península o cautivo el monarca,
quedaban desatados de hecho los
vínculos con la Metrópoli.
L
as
in v a s io n e s
in g l e s a s
Ya hemos reseñado las impor­
t e s consecuencias de las invali'ones inglesas.
gl virreinato en v ísp eras
je la Revolución
A comienzos de 1810, un grupo
¿e hombres jóvenes estaba dispues­
to y preparado para servir a la
R e v o lu c ió n . Sus integrantes se reu­
nían en el negocio de H ipólito
V i e y t e s , en la casa de Rodríguez
Peña y en la quinta de Mariano
de Orma. Asistían M anuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Juan
José Paso, Nicolás Rodríguez Pe­
ña, Manuel A lberti y otros.
E l grupo revolucionario contaba
con e l apoyo de la casi totalidad
de la s fuerzas militares, pero ca­
recía de un verdadero dirigente y
no contaba con un plan de acción
determinado.
Este grupo revolucionario ha sido
llamado por muchos historiadores “ la
Sociedad de los Siete” . En la actuali­
dad y debido a los estudios de Juan
Canter, se niega la existencia de dicha
sociedad como núcleo dirigente de la
Revolución de Mayo.
REVO LU CIÓ N DE M A YO
proclam a del 18 de m ayo
El 13 de mayo de 1810 recaló
Montevideo una fragata inglesa
Portadora de diversos periódicos,
los cuales se informaba acerca
'je la caída de Andalucía en poder
e los franceses.
Los impresos traídos por la nase conocieron en Buenos Aires,
'l°nde provocaron justificada agiación. Ante el curso de los suceS°s> Cisneros optó por comunicar­
los al pueblo el 18 de mayo, por
medio de una proclama en la que
aconsejaba tranquilidad y obedien­
cia a las autoridades españolas.
En el citado documento el virrey
informaba sobre el avance de las tro­
pas francesas y agregaba que en el
caso de una derrota total en la penín­
sula, ejercería el mando en Buenos
Aires hasta que un congreso de virrei­
natos nombrara una Regencia en re­
presentación de Fernando V II.
Enterados de la proclama, los
patriotas requirieron la colabora­
ción de Cornelio Saavedra, jefe del
Regimiento de Patricios, quien ma­
nifestó que había llegado el mo­
mento de actuar.
El sáb ad o 19 de m ayo
Por delegación de los patriotas,
Saavedra y Belgrano se reunieron
con el alcalde de prim er voto Juan
José Lezica para solicitarle la ne­
cesidad de convocar, con anuencia
de Cisneros, un Cabildo abierto
“ al que concurriese el pueblo a
deliberar y resolver sobre su suer­
te” . Castelli fue comisionado pa­
ra cumplir idéntica misión ante
el síndico procurador Julián de
Leiva.
El domingo 20 de m ayo
A l día siguiente, Lezica comu­
nicó lo acontecido a Cisneros,
quien antes de tomar una decisión
reunió en la Fortaleza a los jefes
militares, para requerir su apoyo.
En la entrevista, Saavedra — en
nombre de todos— “ se explicó con
tibieza” , por lo que el virrey se
despidió sin tomar ninguna me­
didaPor la noche, los revolucionarios
se reunieron en la casa de Rodrí129
E l a c a u d a la d o co m ercian te J u a n Jo sé
L e z ic a , a lc a id e d e p rim e r voto d e l
C a b ild o d e B uenos A ire s c u a n d o se
p ro d u jo la
R evolución d e M a y o .
tuar la sesión pública el día si
guiente — 22 de mayo— a las n Ue'
ve de la mañana. Redactóse la esquela de invitación y se resolvió
im prim irla sin pérdida de tiempo
para que fuese repartida entre los
más caracterizados miembros de la
administración m ilitar, eclesiásti­
ca y civil.
guez Peña y dispusieron que Caste lli y M a rtín Rodríguez se aper­
sonaran a Cisneros para exigirle
la reunión de un Cabildo abierto.
Los comisionados encolerizaron
al virrey, quien — serenado por el
oidor Caspe— finalmente aceptó
la convocatoria.
El lunes 21 de m ayo
Núcleos de vecinos se reunieron
en la Plaza M ayor para apoyar la
solicitud de un Cabildo abierto.
Los regidores obtuvieron la auto­
rización escrita del virrey para
“ convocar por medio de esquelas,
la principal y más sana parte del
vecindario” .
Conviene destacar que con su
actitud, Cisneros aceptaba de he­
cho la revolución, por cuanto acce­
día a la imposición popular.
Los regidores dispusieron efec-
CABILD O ABIERTO
DEL 22 DE M A YO
A la hora establecida reunióse
el Cabildo con la asistencia de
doscientos cincuenta y un invita­
dos 1, sin contar los regidores que
no tenían voz ni voto.
Los ausentes eran en su mayoría
partidarios del gobierno español y
a la vez muchos de los presentes
no reunían las condiciones reque­
ridas por el Cabildo. E l hecho se
explica si se tiene en cuenta que
las bocacalles próximas a la Plaza
M ayor y la entrada al Ayunta­
miento estaban custodiadas por
soldados del cuerpo de Patricios,
efectivos favorables a los revolu­
cionarios, quienes controlaban el
acceso.
El debate
La sesión la inició el escriban0
del Cabildo, don Justo N ú ñ "L-
1 Otros historiadores afirman que el número de asistentes era de doscientos c u a re n »
y caiatro. L a divergencia de opiniones se ha producido por imperfecciones del acta y en el
hecho cte que algunos “ se escabulleron en una u otra form a” .
Pa u l Groussac da doscientos cuarenta y cuatro asistentes, representados por las siguiente*
clases sociales: militares, 60; empleados civiles, 39; religiosos, 25; profesionales
(e n esVe‘
cial abogados), 2b; comerciantes, hacendados y vecinos en general
94
Atenga no pudo concurrir y tampoco Sentenach, por no haber finalizado elproceso
¡e'
guido contra ambos por su actuación el 1 de enero de 1809.
130
Kken leyó una proclama notoria­
mente realista, pues aconsejaba a
lo s presentes “ evitar toda innova•¿>n o mudanza, pues general­
mente son peligrosas y expuestas
a división” .
Este discurso repetía conceptos
ya enunciados en la proclama del
18 de mayo, lo que prueba el
acuerdo previo existente entre el
virrey, los miembros del Cabildo
y de la Audiencia. Era evidente
que Cisneros había aceptado la
reunión de un Congreso general
con la esperanza de obtener un
triunfo y consolidarse en el poder.
A l escribano siguió en el uso
de la palabra el obispo de Buenos
Aires, don Benito de Lué y Riega,
quien se mostró contrario a toda
innovación. Sostuvo que, aun en el
caso de una pérdida total de^ la
Península, los españoles debían
continuar mandando en América
y los hijos del país sólo podrían lle ­
gar al poder cuando no quedara
ningún español en estas tierras.
Para defender los ideales de los
revolucionarios, habló a continua­
ción el doctor Juan José Castelli,
quien sostuvo la caducidad deí
poder en España debido al cauti­
verio de Fernando V I I y a la di­
solución de la Junta Central de
Sevilla. Sobre estos principios, ar­
gumentó los derechos del pueblo
de Buenos Aires para ejercer su
soberanía e instalar un nuevo go­
bierno.
Luego hizo uso de la palabra el
m ilitar Ruiz Huidobro para desta­
car que Cisneros debía cesar en el
mando — por haber caducado en
España la autoridad que lo nom­
bró— y reasumirlo el Cabildo, pa­
ra luego entregarlo a otra persona.
Opinó seguidamente el fiscal
M anuel Genaro V illota , quien ne­
gó a Buenos Aires el derecho a de­
cidir sobre la legalidad del Conse­
jo de Regencia y menos aún en
erigirse como gobierno soberano.
Su argumentación trataba de de­
mostrar que el virrey debía conti­
nuar en el mando, pues las resolu­
ciones de los vecinos porteños
carecían de validez.
E l g r a b a d o re p ro d u ce u n a d e las
v ita c io n e s q u e se e n v iaro n a los
cin o s p a r a a sistir a l c a b ild o d e l 22
m ayo . O b se rv e a l p ie el nom bre
la
p e rso n a
c ita d a .
in*
ve­
de
de
in fie r e la autoridad o mando.”
Adhirieron a este parecer figuras
j e singular notoriedad, como Castelli, Belgrano, Paso, TVjoreno, Rivadavia y otros.
La ceremonia se había prolon­
gado en exceso, debido a la lenti­
tud del procedimiento utilizado, y
se dejó para el día siguiente la
verificación del escrutinio. En el
acta consta que debió levantarse la
sesión “ por ser ya pasada la hora
de las doce de la noche y no ser
posible de continuar el trabajo,
después del incesante que se ha
tenido en todo el día” .
se decidió votar una proposiriñ.
concreta para resolver si había r
sado la autoridad del virrey y *
tal caso quién debía reem plazad?
A
continuación los presentí
manifestaron su parecer en " h ,
voz o p or escrito, de acuerdo con
tic
S o . i
11
P r o b a b ]e q u e después de Vií
haJ'an intervenido en el de­
bate otros oradores \ entre ellos el
t id a r in T Nepom uceno Solá, par­
e d a ñ o de entregar el poder al Cac )¿ !0- " l , COr¡ Vfí to decisivo del sínJunta r ífh
!■ reunión de una
Junta Gubernativa integrada por
diputados de todo el virreinato.
e atirma que entonces habló el
abogado criollo Juan José Paso
quien rebatió los conceptos de Tos
oradores anteriores al sostener la
eng Bni!ennneCA?Ídad de «ta b le cer
b "ra «T v ,
r“ Una ,U m " G-
La votación
siedadCo ^ í ° de Íde3S Prov°có an­
siedad en los presentes, por lo cual
encuentran en los in fo r m í ° ? " staVC!a valedera
d e S a a ve d ra - y otras f ,
d e' VJrrey ^ de la
riador Groussac a fírm »
^ a d ic io n a le s que
obras de B a rtolom é M it r q U e r .Jos discursos e
a u te n tic id a d ".
» F .d e , L<fpez son
/1 SUCes,ivo de asientos, mi, n
t
,i
r
transcribia
>°*
El obispo L u é — intransigente
en sus ideas— dio el voto rotundo
en favor de la continuación del
; m “y en. e l mando, pero asociado
al oidor Manuel Velazco y ai re
gente de la Audiencia.
El m ilitar R uiz H uidobro — jefe
de la escuadra— fundó su voto en
la cesación de Cisneros y su reemplazo por el Cabildo; fue seguido
en su opinión por algunos patriol u -7Vpla-monte’ Chiclana y Rodrí­
guez Pena.
reacción española se mani­
festó con el voto del oidor José de
eyes favorable al virrey, pero aso­
ciado con el alcalde de primer
w to y el sindico procurador.
Saavedrar interpretó el sentir de­
mocrático de la mayoría del Conffr r ?
v° tar Por la cesación del
del
^
delegación interina
del mando en el Cabildo hasta la
formación de una Junta que lo
I
'
'
|
La asamblea realizada en Buenos
Aires el 22 de mayo de 1810 se di­
ferencia fundamentalmente de los tí­
picos cabildos abiertos, pues surgió y
fue impuesta por el curso de los acon­
tecimientos, contra el parecer de los
regidores y aun del propio virrey. Ya
no fue un simple y cordial cambio de
opiniones entre las autoridades espa­
ñolas y unos pocos vecinos, sino la
expresión de un verdadero movimiento
revolucionario.
El escrutinio del día 23
Por la mañana, el Cabildo ordi­
nario efectuó el recuento de su­
fragios que arrojó las siguientes
cifras:
Por la destitución del virrey:
155 votos.
Por su continuación en el man­
do (solo o asociado): 69 votos.
n ! w r a ?<A,baSe a la Participación
popular. N o queda duda — agre
go— de que e l pueblo es e l que
Recuérdese que los asistentes al Ca­
bildo abierto del 22 de mayo fueron
251, en consecuencia, y dada la canti­
dad de sufragios, no votaron 27 perso­
nas, probablemente por haberse retirado
antes de emitir el voto.
De los 155 que se expresaron por la
cesantía de Cisneros, 87 disponían que
el Cabildo asumiera interinamente el
mando — con voto del síndico Leiva—■
Ia o p in ió " de los
de ellos Las r< X
® pret?nder transcribir
A u dien cia en
** más d et»Uadas se
adolecen d e l r i i
\ m !i™orias *-com o las
inciden tes n n n íL J contradicciones. E l histo£
132
hasta que se constituyera una Junta,
“ no quedando duda de que el pueblo
confería la autoridad o mando” .
Conviene aclarar que los votos fue­
ron precedidos por extensas opiniones,
en gran cantidad dispares.
.
La mayoría de los sufragios de­
cretaban ía cesantía del virrey y
la entrega del gobierno provisio­
nalmente al Cabildo hasta cons­
tituirse una Junta, elegida por el
pueblo.
E l Cabildo abierto había demos­
trado el pensamiento de los patrio­
tas y la solidaridad de algunos
grupos, pero era evidente la diver­
sidad de opiniones, debido a la
falta de unidad de la masa revo­
lucionaria. Sus vacilaciones fueron
aprovechadas por el Cabildo or­
dinario para elaborar un audaz
plan que burlaba la voluntad po­
pular. En efecto: los regidores se
creyeron con facultades suficientes
como para nombrar por sí solos,
sin consultar al pueblo, una Junta
provisional, que tomaría el mando
“ mientras se congregaran los dipu­
tados que se han de convocar de
las provincias interiores, para es­
tablecer la forma de gobierno que
corresponda".
La audacia culminó con la desig­
nación del propio virrey como pre­
sidente de la Junta.
Sólo 25 votos — de los 155 que dis­
ponían la cesantía del virrey— con­
ferían al Cabildo atribuciones para
constituir una Junta en la forma que
creyere más conveniente. Estos sufra­
gios minoritarios respondían a la fór
muía de Ruiz Huidobro, que fue apo­
yada —entre O tros— por Chiclana.
Enterado de lo dispuesto. Cisneros aceptó la resolución del Cabil­
do, pero juzgó prudente consultar
al respecto con los jefes militares,
pues estaba seguro qué el pueblo
líl
i
no deseaba su permanencia en el
mando. Seguidamente se efectuó
una entrevista, en cuyo transcurso
los jefes declararon que era nece­
sario hacer pública la destitución
del virrey, única forma de aquie­
tar la efervescencia popular.
La opinión de los militares fue
aceptada y esa misma tarde un
pregonero — escoltado por soldados
patricios— leyó por las calles de
Buenos Aires un bando relativo a
la destitución del virrey.
El jueves 24 de m ayo
Por la mañana se reunió el Ca­
bildo y dispuso “ que continúe en
el mando el Excmo. señor Virrey,
don Baltasar Hidalgo de Cisneros”
presidiendo una Junta de Gobierno
integrada por Juan M . Solá, cura
párroco de Montserrat, el comer­
ciante José Santos lncháurregui
(ambos españoles) y los criollos
Juan José Castelli, abogado de la
Real Audiencia, y Cornelio Saave­
dra,, comandante del cuerpo de Pa­
tricios.
Bajo la dirección del síndico
Julián de Leiva — cabecilla de la
reacción española— el Ayunta­
miento redactó un Reglamento de
trece artículos, con el propósito de
vig ila r el desempeño del nuevo
organismo.
El Cabildo se reservaba la atribución
de nombrar el sustituto de cualquier
miembro de la Junta (art. 49) y si sus
integrantes no se desempeñaran con
corrección podía deponerlos y reasumir
la autoridad (art. 5’ ) . Además, la Jun­
ta no estaba facultada para imponer
contribuciones sin la anuencia del
Ayuntamiento.
Otros artículos son verdaderas inno­
vaciones en el derecho político vigente
hasta esa época. Así, la Junta no tenía
atribuciones judiciales, pues éstas co­
134
rrespondían a la Real Audiencia fa„
tículo 7V) y todos los primeros días dli
mes debía publicar el estado de ]!
finanzas (art. 8V). Ninguna orden rlj
virrey sería valedera sin la confom,;
(art. i i r
de l0S demáS mieml,r°s
Previa consulta con los jefes mi­
lit a r e s — que apoyaron a los elec
tos— los integrantes de la Junta
juraron esa tarde en la sala capi­
tular del Cabildo, que había sido
ornamentada para la ceremonia
Cisneros usó de la palabra con e]
evidente propósito de mantener
la tranquilidad pública y luego
acompañado por los integrantes del
nuevo gobierno, se trasladó al
* uerte, entre “ repiques de campa­
nas y salvas de artillería” .
sobre las armas dispuestos a brin­
ormanecía en el mando, la agi­
dar su apoyo a los revolucionarios.
tación cundió por la Plaza M ayor
Por la noche, Saavedra y Caste­
v ios cuarteles de Patricios. E l des­
lli comunicaron al virrey la gra­
contento era encabezado por D o­
vedad del momento y luego de una
mingo French, Antonio Beruti y
breve deliberación todos elevaron
otros jóvenes criollos — en su ma­
su renuncia y devolvieron el po­
yoría de los suburbios— conocidos
der al Cabildo.
con el apodo de chisperos.
E l síndico Leiva aceptó la con­
Por su parte, los principales re­
vocatoria del Ayuntamiento para
volucionarios, civiles y m ilita­
el día siguiente, mientras los pa­
res, se reunieron en la casa de
triotas se reunieron nuevamente en
Rodríguez Peña. En esa entrevista,
casa de Rodríguez Peña, hasta las
Castelli admitió su error y prome­
primeras luces del alba. En esa
tió elevar su renuncia como m iem ­
larga sesión se resolvió — -para evi­
bro de la Junta, a la vez que inter­
tar una maniobra reaccionaria
cedería ante Saavedra para el mis­
presentar al Cabildo los nombres
mo propósito.
de las personas que integrarían la
Fue necesario comunicar lo re­
nueva Junta de gobierno. Además
suelto a los regimientos de Patri­
de confeccionar esa lista, se dispu­
cios y Arribeños, que ya estaban
La agitación revolucionaria
Aunque la Junta había logrado
el consentimiento de los jefes m ili­
tares y la integraban dos represen­
tantes de los criollos — de buena
fe, aunque equivocadamente— no
cabía duda que tal solución era in­
aceptable.
Cuando trascendió que el virrey
El co ro n el A n to n io Luis B eruti a p o y ó
d e sd e el com ienzo la g e sta d e M ay o .
En e sa é p o c a in teg ró el g ru p o de
jó v e n e s a p o d a d o s " c h isp e ro s" .
m ientras com entan los sucesos p o lítico s q u e c u lm .n a r.a n
esa
|o rn a d a .
EL 25 DE M A Y O
La petición del pueblo
Los jefes m ilitares
niegan su apoyo a l v irrey
Desde el amanecer del día 9k
grupos de patriotas se trasladaron
a la Plaza M ayor y debido a 1
inestabilidad del tiempo — lluvioso
y frío— debieron dialogar bajo U
arquerías del Cabildo y de la ¿
l acL 0Si,Ca^Ílcíantes se reunieron a
las ocho de la manana y resolvie­
ron rechazar la renuncia de a
Junta presidida por el virrey y !
la vez aconsejarle que se impu­
siera por la fuerza, en caso de ne­
cesidad.
C o rn e lio S a a v e d r c , el p resid e n te y
co m an d an te d e a rm a s d e la Prim e­
ra Ju n ta . (O le o He B. M a rc o l, en el
M useo H istórico N a c io n a l.)
Cuando trascendió lo resuelto
un grupo de patriotas consigu.ó
llegar hasta la sala y exigió la in­
mediata destitución de Cisneros;
Leiva logro tranquilizarlos cuando
les prometió ocuparse para lograr
provTncbs” 16n 7
de estas
)uz&aron nece­
sario dominar a los descontentos
por medio de la fuerza y entonces
so enviar a la brevedad una expe­
nada mejor que consultar la opi
dición m ilitar al interior con ca­
nion de los jefes militares. Éstos
rácter de auxiliadora” .
se presentaron a las nueve y media
de a manana y ante la pregunta
da
opinión más generaliza­
de si podían contar con un apoyo
ste 7 drefendlda entre «tros por Grouspara sostener el gobierno estable­
sac y Levene— según la cual la lista
cido , la mayoría contestó en for­
de los integrantes de la futura Junta
ma negativa.
Gubernativa se hizo el día 24 de mavo
Por la noche. Con esto se rebatía' la
Mientras los jefes militares per­
jpinion tradicional —sostenida por Mimanecían con los cabildantes, un
grupo de patriotas penetró por los
que Ub!Caba en la mañana del
corredores
del Ayuntamiento y
lista gmeme 3 redaCC1Ón de la d *ada
luego de dar fuertes golpes en la
puerta^ cerrada de la sala, manifes­
dores Ia RaI tUat1Íd^ ’ ?lgunos hi" ñazú—"
í
Marfan>'’ Ruiz Gui- taron que querían saber de aué
se trataba” . Fue necesario que el
documentos,
t e ^ d e ' MUre^pues
comandante M artín Rodríguez sa­
lera hacia los corredores para
Í S
Í , ?
” 4' - » ™
contener a los más exaltados.
Ante la delicada situación que
se les presentaba, los cabildantes
decidieron recabar la renuncia in ­
declinable del virrey y en conse­
cuencia de la Junta. Una delega­
ción salió rumbo al Fuerte y re­
gresó al cabo de un rato con la
noticia de que Cisneros había
aceptado la imposición.
En esas circunstancias un nuevo
grupo popular — encabezado por
Beruti—• se hizo presente en la
sala de acuerdos y dio a conocer
oralmente la nómina de los ciu­
dadanos que integrarían la n,ueva
Junta Gubernativa; además, una
vez establecida la última, debería
enviarse una expedición de 500
hombres al interior.
“ Una junta gubernativa compuesta
de Saavedra como presidente y coman­
dante de armas, de los vocales Castelli,
Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu
y Larrea, y de los doctores Paso y M o ­
reno como secretarios: con la precisa
cualidad de que, establecida la Junta,
debería enviarse en el término de quin­
ce días una expedición de 500 hombres
para las provincias interiores” (acta
capitular del 25 de mayo).
Con el propósito de ganar tiem­
po, el síndico Leiva argumentó que
era necesario presentar esa peti­
ción por escrito y firmada por sus
adherentes. Así lo hicieron los re­
volucionarios y después de un lar­
go rato entregaron a los cabildan­
tes varios cuadernillos con nume­
rosas firmas 1.
No conformes con el petitorio,
Jos cabildantes exigieron la ratifi­
cación del mismo por el pueblo
congregado en la plaza. E l síndico
Leiva se asomó entonces al balcón
y ante la vista de un grupo de
vecinos preguntó con ironía a los
patriotas: “ ¿Dónde está el pue­
blo?” Varios le replicaron “ que las
gentes por ser hora inoportuna se
habían retirado a sus casas; que
se tocase la campana del Cabildo
y que el pueblo se congregase en
aquel lugar para satisfacción del
Ayuntam iento; y que si por falta
del badajo no se hacía uso de la
campana, mandarían tocar gene­
rala y que se abriesen los cuarte- ■
les” .
PRIMERA JU N TA DE G O B IERN O
La Junta Provisional G u b ern ativa
Sin medios con que resistir y
para evitar actos de violencia, los
cabildantes decidieron acatar la
voluntad de los patriotas y recono­
cer la autoridad de la Junta revo­
lucionaria. Previa lectura del acta
respectiva, el nuevo gobierno que­
dó integrado por nueve miembros,
en la forma siguiente:
Presidente y comandante de ar­
mas: Cornelio Saccvedra.
Secretarios: doctores M ariano
M oren o y Juan José Paso.
Vocales: Pbro. M an u el A lb e rti,
D. M ig u e l de Azcuénaga, Dr. M a ­
nuel Belgrano, Dr. Juan José Cas­
telli, D. D om ingo M atheu y D.
Juan Larrea.
Era evidente que la Junta daba re­
presentación a las principales clases so-
1 E l documento se conoce con el nombre de “ la p e tic ió n d e l p u e b lo” . Y a hemos dicho
no todos los historiadores coinciden en que esa representación escrita se efectuó la noche
anterior pues otros afirman que se hizo el 25 de mayo, durante el “ largo intervalo de
espera” .
K Las firmas son 401 y en su gran mayoría corresponden a los militares.
136
137
pos d e los se llo s qu e
us¿ |a P rim e ra J u n ta
j e G o b ie rn o . El d e la
Izq u ie rd a re p re se n ta a l
"Sup rem o P o d er E je cu ­
tivo d e las P ro vin cias
U nidas d e! R ío d e la
p la ta ". El sig u ie n te , a l
" G o b ie r n o S u p e r io r
Provisional d e la s Pro­
vincias U n id a s d e l Río
de la P la ta a nom bre
del
S r.
D.
F e rn a n ­
do V I I " .
cíales: asi e l clero estaba representado
p or A lb e rti, y los abogados — los más
numerosos— p or M oren o , Paso, Belgran o y Castelli. P o r su parte, los m i­
litares lo estaban p or Saavedra y A z cuénaga.
F in a lm en te y con el propósito de con­
graciarse con los españoles que habían
apoyado e l m o vim ien to o al menos p er­
m anecido neutrales, se designó a los co­
m erciantes L a rre a y M ath eu.
La solemne ceremonia del jura­
mento se. efectuó a las tres de la
1
ail S
s1
i t1uUa
ó1n1 iiinpcittllic
m p era n te C
en
E s p a ñ a , lia
a
“ L
JU
Uc
UiU
U iJOpnntt,
la J u n ta y u n a d is t in t a in t e r p r e t a c ió n d e la
tarde. En presencia de las más al­
tas autoridades — civiles y milita­
res— los miembros de la Junta se
hincaron y con la mano d erech a
apoyada sobre el libro de los Evan­
gelios juraron: "desempeñar legal­
mente el cargo, conservar in te g ra
esta parte de A m érica a n u e s tro
augusto soberano el señor don
Fernando V I I y a sus legítimos su­
cesores y guardar p u n t u a lm e n t e
la s leyes del reino” 1.
de
i1n
c a c ió n u
ax
l >.auur
r e y \j
cau
p o r lo s m ie m b r o s
1>v*o
uv,av,iuu
jj vt ij v
i o iuo
y
S e m a n a d e M a y o , h a n h e c h o d u d a r —d e sd e m *
a n t i g u o — s o b r e l a t e n d e n c i a e m a n c i p a d o r a d e l m o v i m i e n t o . U n o d e lo s p r i m e r o s e n ^ a c e ¿ .
f u e Tomás Manuel de Anchorena, q u i e n e n c a r t a a s u p r i m o J u a n M a n u e l d e R o s a s í'x P ' ' \ n
" t o d o s l o s p a p e l e s o f i c i a l e s n o r e s p i r a b a n s in o e n t u s ia s m o p o r l a o b e d i e n c i a y s u b o r d in a
01
a
V i l ” . S i n e m b a r g o , e l p r i m e r o e n d u d a r s o b r e l a i d e a s e p a r a t is t a f u e F l ° renntíe
t a r d e l e s i g u i e r o n Luis Dom ínguez, y a c t u a l m e n t e , e n t r e o t r o s , e l D r . En^Q ,,
E s t e ú l t i m o s o s t ie n e q u e e l 2 5 d e m a y o “ s ó l o h u b o u n c a m b i o d e g o b i e i
c o n s e c u e n c ia d e u n a g u e r r a c i v i l q u e c o m e n z ó e n é p o c a s d e L in ie r s .
tí j
F ern a n d o
Varela; m á s
de Gandía.
a
P o r su
id e a l d e
de m ayo
lla m a d a ,
ja r o n ( a
138
p a r t e , l a m a y o r í a d e lo s h i s t o r i a d o r e s — d e M i t r e e n a d e l a n t e — a f i r m a q n e ^5
l a i n d e p e n d e n c i a d e e s ta s P r o v i n c i a s e s t á e x p l í c i t a m e n t e m a n i f e s t a d o a n t e s d e
d e 1S ! 0 ” . L a in v o c a c ió n a l r e y c a u tiv o o “ m á s c a ra d e F e m a n d o ” c o m o h a '
s e u t i l i z ó — e s c r i b e A n d r é s L a m a s — “ p o r q u e la s c o n v e n i e n c i a s p o l í t i c a s l e a c o i
la J u n t a ) e n c u b r ir b a jo es a s fo r m a s su p e n s a m ie n to fu n d a m e n t a l” .
La autoridad del virrey había
caducado definitivamente, y la
J u n ta P r o v is io n a l G u b e rn a tiv a
— tal como figura en los documen­
tos,— se trasladó al Fuerte en m e­
dio del entusiasmo popular,, mien­
tras se escuchaban salvas de arti­
llería y las campanas de los tem­
plos eran echadas a vuelo.
Constituida la Junta Provisional
Gubernativa 110 tardó en manifes­
tarse la sistemática oposición del
Cabildo, de la Audiencia y del ex
virrey. Estos focos contrarrevolu­
cionarios tenían la esperanza de
volver al régimen anterior, confia­
dos en que los diputados provin­
ciales se pronunciarían contra la
Junta, de carácter provisional.
El Reglamento del d ía 25
Con el evidente propósito de
controlar al nuevo gobierno y de
hacer triunfar la contrarrevolución
española, el Cabildo impuso a la
“Unta un Reglamento de once ar­
tículos, muy similar al redactado
f'ara la Junta presidida por Cis-
tteros.
, El documento figura en el acta
día 25 y sus fines fundamenGs son: otorgar al nuevo gobier­
no un carácter provisional y some­
tido al Cabildo, refirmar la autori­
dad suprema del rey Fernando V II
y consultar de inmediato a las in­
tendencias (o provincias) para for­
mar una junta general del virrei­
nato.
E l R eg la m e n to del día 25 reconoce
al Cabildo la facultad de destituir a los
m iem bros de la Junta en caso de que
faltasen a sus deberes.
E l n uevo gob iern o gob ern aría en
form a provisional hasta la creación de
una junta gen era l del virrein a to , para
lo cual debía convocarse a una reu ­
n ión en Buenos A ir e s a los represen­
tantes d el in terior. Éstos “ debían esta­
b lecer la form a de gob iern o que se
considere más con ven ien te” .
De acuerdo con lo dispuesto en
el Reglamento, los diputados del
interior no debían incorporarse a
la Junta Gubernativa, sino formar
un organismo separado.
Prim eras disposiciones
de la Junta
El día 26 de mayo, la Junta pu­
blicó un bando — redactado por
Mariano Moreno la noche ante­
rior— en el que se aconsejaba a
139
La p ro c la m a d e l 2 6 d e m ayo d e 1810.
interior para volver al poder, pues
eran los que debían expedirse so­
bre la legalidad del nuevo gobierno.
£n el transcurso de toda la Semana
de Mayo es visible el interés del virrey
por convocar a esos diputados y así l o
resolvieron los cabildantes el día 23,
cuando en realidad la mayoría de los
sufragios emitidos en el Cabildo abier­
to del día anterior no disponía esa
convocatoria.
A través de la circular del 27 de
mayo, la Junta decidió continuar con
e l pacífico desarrollo de los sucesos y
optó por convocar a esos diputados, los
cuales debían incorporarse al gobierno
para abrazar su causa e interiorizarse
de sus problemas.
¿ e l.
e llo s
rado sino al soberano ni debía jurar a
otra autoridad” .
También lo hicieron en disconformi­
dad miembros del Cabildo, de la Real
Hacienda y del Tribunal de Cuentas.
Los juramentos se efectuaron entre
los días 26 y 27 de mayo.
La circular del 27 de m ayo
la población obedecer a las auto­
ridades y respetar la persona del
ex virrey. Invitaba a todas las au­
toridades a una misa en acción de
gracias por la instalación del nue­
vo gobierno.
El mismo día se dio a conocer
otra proclama con el propósito de
‘ ‘afianzar la tranquilidad y el bien
general” .
En uso de sus atribuciones, la
Junta exigió a las autoridades ci­
viles y militarás de Buenos Aires
el juramento de fidelidad.
Varios funcionarios cumplieron con
el requisito, pero bajo protesta. El fis­
cal de la Audiencia, don Antonio Caspe, argumentó que “jamás había ju­
140
Para mantener la unidad y tran
quidad del virreinato, la Junta en
vió una circular a las autoridades
del interior — fechada el 27 de ma
yo— comunicándoles que se había
hecho cargo del poder, y que de­
bían elegir sus diputados: quienes
“ han de irse incorporando a esta
Junta conform e y por el orden de
llegada a la capital” .
De esta manera, los representan
tes del interior arribarían a Buenos
Aires para integrar la Junta y no
a formar un cuerpo separado.
Además, el citado documento
hace referencia al envío de una
expedición de quinientos hombres,
pues de otra forma “ no se harían
libre y ordenadamente las eleccio
nes” .
Como la Revolución no hizo ini­
ciara y pública manifestación de su
programa de gobierno y por razones
politicas imperiosas debió invocar so
metimiento al rey Fernando VII, los
pueblos del interior permanecieron du
rante un tiempo adictos al sistema po
lítico imperante con Cisneros. Lo
gobernadores, intendentes y cabildos
provinciales no habían sido previamen
te informados por los revolucionarios y
respondian en su mayoría al régimen
anterior.
Era evidente que los enemigos de la
Junta confiaban en los representantes
El Reglam ento del 28 de m ayo
Ln Junta Gubernativa no aceptó
el Reglamento del día 25 — que la
sometía a las directivas del Cabil­
do— y en ejercicio de sus legítim as
atribuciones dictó el Reglamento
administrativo del 28 de mayo.
E l documento establecía el ho­
rario de trabajo de la Junta — dia­
riamente, por la mañana y la tar­
de— , organizaba la labor adminis­
trativa, los honores que correspon­
dían a sus integrantes y el ejerci­
cio del Patronato.
Además, en el 10' artículo — el
último—- dejaba constancia que
cualquier vecino podía dirigirse al
nuevo gobierno para “ comunicar
cuanto crea conveniente a la segu­
ridad pública y felicidad del Es­
tado” .
Las
reacciones
contra
la
Junta
Desde un principio la Junta
debió enfrentar la oposición de la
Audiencia, el Cabildo y el ex v i­
rrey; también el obispo Benito
Lué pretendió trabar la acción del
nuevo gobierno.
A comienzos de junio de 1810
llegó a Buenos Aires la noticia
sobre la instalación del Consejo de
Regencia, en Cádiz.
La Audiencia consideró la lega­
lidad de aquel gobierno — repre­
sentaba a Fernando V I I — y orde­
nó a la Junta que procediera al
juramento del citado Consejo. El
secretario Moreno rechazó el re­
conocimiento al nuevo gobierno
español — había sido elegido sin
consultar a los pueblos de A m éri­
ca—• y aprovechó la circunstancia
para manifestar a la Audiencia el
desagrado con que la Junta obser­
vaba la oposición de ese tribunal.
El 10 de junio, en horas de la no­
che, el fiscal de la Audiencia don An­
tonio Caspe fue agredido y derribado
a sablazos por varios desconocidos.
Para evitar la repetición de inci­
dentes, la Junta dio a conocer una Or­
denanza, con indicaciones a la pobla­
ción destinadas a mantener el orden.
La Audiencia insistió en su te­
naz oposición y luego de jurar obe­
diencia al Consejo de Regencia
comunicó a las autoridades del in ­
terior que imitaran su actitud.
Ante el curso de los sucesos, el
22 de junio la Junta citó en el
Fuerte a Cisneros y oidores de la
Audiencia; allí se les informó que
debían abandonar el territorio y
partirían rumbo a las islírs Cana­
rias. La Junta designó a los reem­
plazantes de los oidores expulsa­
dos.
Por otra parte, el obispo Lué -—ya
conocido por su actuación en el Cabildo
del 22 de mayo— dispuso efectuar una
visita por su diócesis, pero la Junta le
negó la autorización.
141
El citado religioso optó por trasla­
darse a Montevideo.
E l .Cabildo se sumó a los inci­
dentes cuando dispuso que si los
diputados del interior no se reu­
nían antes de los seis meses, nom­
braría una nueva Junta. La intro­
misión del Ayuntamiento en asun­
tos que no le correspondían fue
rechazada.
E l Cabildo no cesó en su plan
contrarrevolucionario, hasta que a
mediados de octubre la Junta des­
tituyó a los cabildantes y designó
a los que debían reemplazarlos.
— C U E S T I O N A R I O ------------------------------------------------- *------1. ¿Cómo José Bonaparte ocupó e! trono de España y de las Indias?
2. ¿Por qué se creó en España una Junta Central de gobierno? 3.
¿Q ué acontecimientos políticos de importancia se produjeron en el
transcurso dei virreinato de Liniers? 4. ¿En qué form a Montevideo
se separó de la autoridad de Buenos Aires? 5. ¿En qué consistió
la asonada del 1 de enero de 1809? 6. ¿C uál es su importancia
histórica? 7. ¿Por quién fue reem plazado Liniers? 8. ¿Cómo se pro­
dujo la revolución de Chuquisaca? 9. ¿En qué form a se extendió
la insurrección a La Paz? 10. ¿Por qué Moreno redactó la Repre­
sentación de los Hacendados? 11. ¿Q ué solicitaba el escrito? 12.
¿Cuáles son los antecedentes externos de la Revolución de M ayo?
13. ¿Y los antecedentes locales? 14. ¿C uál era la situación del
virreinato en vísperas de la Revolución? 15. ¿Por qué Cisneros debió
publicar la proclama del 18 de m ayo? 16. ¿Q ué sucedió en los
días 19, 20 y 21 de m ayo? 17. ¿Q ué se debatió en el C ab ildo ab ier­
to del 22 de m ayo? 18. ¿Q ué cifras arrojó el recuento de sufragios?
19. ¿Cómo se produjo la reacción española del 24 de m ayo? 20.
¿Fue aceptado io dispuesto en ese d ía? 21. ¿Q ué actitud asumieron
los jefes m ilitares? 22. ¿Cómo reaccionó el pueblo? 23. ¿Quiénes
integraron la Junta Provisional G ubernativa? 24. ¿Q ué disponía el
Reglamento del día 25? 25. ¿C uáles fueron las prim eras disposiciones
de la Junta? 26. ¿Q ué decía la circular del 27 de m ayo? 27. ¿C uál
era el contenido del Reglamento del 28 de mayo? 28. ¿Por qué
fueron expulsados los miembros de la Audiencia y del Cab ildo ?
Las expediciones m ilitares. Expedición al Alto Perú. Expedi­
ción al Paragu ay. Expedición a la Banda O riental.
LAS EX PED ICIO N ES MILITARES
La resistencia a ia Junta
en el interior
La Revolución había triunfado
en Buenos Aires, pero, de acuer­
do con el Reglamento del día 25,
debía legitimarse con la aproba­
ción del resto del virreinato. E l 26
de mayo, el ex virrey comunicó su
renuncia a los pueblos del interior,
y al día siguiente la Junta envia­
ba notas sobre su instalación y la
próxima convocatoria de diputados
provinciales a una asamblea a rea­
lizarse en Buenos Aires.
Si bien el cambio de gobierno
se había producido en la capital,
el resto del territorio mantenía
intacta su organización y estaba
controlado por los gobernadores
intendentes del sistema virreinal.
La adhesión a la causa revolucio­
naria no fue inmediata, pues la
Junta no pudo revelar sus verda­
deras intenciones — ocultas bajo el
sometimiento a Femando V I I — y
tampoco impedir que los funciona­
rios españoles depuestos (oidores,
regidores y el propio Cisneros) ins­
taran a las autoridades del interior
a desconocer a la Junta recién esta­
blecida. Se sumaron a estas d ifi­
cultades la gran extensión territo­
rial, la ineficacia de las comunica­
ciones, el aislamiento de los pue­
blos y su espíritu localista, receloso
de las innovaciones.
Los principales centros donde se ra­
dicó la resistencia a la Junta patriota
fueron:
143
T
a) E l A lto Perú. Aunque compren­
dido dentro de los límites del virreinato
del Rio de la Plata, fue siempre un
organismo aparte, debido principalmen­
te a su situación geográfica — distante
de Buenos Aires— y a sus intereses
comerciales.
El mariscal Nieto y el intendente de
Potosí, don Francisco de Paula Sanz,
decidieron no obedecer a la Junta pa­
triota.
b) Córdoba. Ubicada en el centro
geográfico del territorio, con buenos re­
cursos económicos, esta ciudad se cons­
tituyó en un foco reaccionario, bajo el
indudable prestigio de Liniers secun­
dado por las autoridades españolas.
c) La Asunción. El gobernador in­
tendente Bernardo Velazco — al frente
de la provincia del Paraguay— si bien
no hostilizó a los porteños, dispuso no
reconocer a la Junta de Buenos Aires.
d) Montevideo. Bajo las órdenes de
Elio — que llegó con el título de virrey
en 1811— la Banda Oriental se mostró
desde un principio como enemiga de
la Revolución.
Buenos Aires. Esto motivó una
apresurada reunión en casa del
gobernador intendente Gutiérrez
de la Concha, a la que asistieron
Santiago de Liniers, el obispo Orellana, el deán de la Catedral, Gre­
gorio Funes, y algunos miembros
del Cabildo. Estas autoridades
-— con excepción del deán Funes—•
resolvieron desconocer la autori­
dad de la Junta erigida en Buenos
Aires.
Recién el día 20 de junio se pro­
dujo la ruptura oficial de Córdoba
con la Junta, pues el Cabildo de
la primera juró al Consejo de Re­
gencia y comunicó a Buenos Aires
que suspendiera la expedición al
interior.
Ante la actitud asumida por las
autoridades de Córdoba, la Junta
— por intermedio de M ariano M o ­
reno— resolvió iniciar una enér­
gica acción contra sus enemigos.
A pesar de todos los inconve­
nientes, el gobierno revolucionario
fue reconocido — hasta setiembre
de 1810— por más de veinte ciu­
dades y pueblos.
Los rebeldes de Córdoba habían dis­
puesto presentar combate al ejército de
la Junta, para lo cual contarían con el
apoyo de efectivos procedentes del Alto
Perú, Montevideo y Paraguay.
Aunque en principio tenían buenas,
probabilidades de éxito, lentamente el
plan se derrumbó. La unión con las
autoridades realistas del norte quedó
desarticulada, la mayoría de las pro­
vincias aceptaron enviar sus diputados
a Buenos Aires, el deán Funes se puso
en comunicación con la Junta para
denunciar los planes de los complotados
y Moreno trabajó con gran energía pa­
ra destruir la conspiración.
EXPED ICIÓ N AL ALTO PERÚ
La expedición al norte
La situación en Córdoba
De acuerdo con lo dispuesto en
el acta del día 25, la Junta resol­
vió enviar una expedición sobre
Córdoba y el A lto Perú, a fin de
extender la Revolución e impedir
el alzamiento de algunos núcleos
El sentimiento de resistencia hacia
Buenos Aires que hemos reseñado obe­
decía no sólo a causas de orden político,
sino también económicas, pues era evi­
dente que la capital del virreinato ha­
bía sido beneficiada con el libre co­
mercio y otras ventajas derivadas de su
situación geográfica.
El 30 de mayo arribó a Córdoba
un comisionado del ex virrey Cis­
neros quien informó a las autori­
dades de los sucesos ocurridos en
144
¿el interior, que se mostraban
reacios al reconocimiento del nuevo
gobierno.
. ,
El ejército se organizo en base
a voluntarios de los cuerpos ya
existentes, en un total de 1.150
hombres. Comandante en jefe fue
designado el coronel Francisco A n ­
tonio O rtiz de Ocampo, y segundo
el m ilitar de igual grado A ntonio
González de Balcarce; representan­
te de la Junta fue nombrado H i­
pólito Vieytes, y auditor de guerra
Feliciano Chiclana, que partió más
tarde.
El ejército se concentró en M on ­
te Castro (actual Floresta) y de
a llí se dirigió a Luján, donde inició
la marcha hacia el interior del te­
rritorio el 13 de julio de 1810.
Poco antes de la partida, la Jun­
ta tuvo noticias confirmadas del
golpe m ilitar y político que se pre­
paraba en Córdoba, Sucesivas notas
de Moreno ordenaban la detención
de los cabecillas y su inmediato
envío a Bueno? Aires. Sin embar­
go, el 28 de julio y ante nuevas
informaciones sobre los sucesos, la
Junta ordena aplicar la pena má­
xima a los rebeldes “en el m om en­
to que todos o cada uno de ellos
sean pillados, sean cuales fuesen
las circunstancias, se ejecutará es­
ta resolución” .
Ocampo ocupó sin resistencia la
ciudad de Córdoba, mientras los
contrarrevolucionarios escaparon
rumbo al norte, pero fueron apre­
sados.
Aunque sobre los rebeldes esta­
ba dictada la pena de muerte, de­
bido a los ruegos de la población
cordobesa, del Cabildo y del clero,
Ocampo decidió rem itir los presos
a Buenos Aires y enviar una nota
con la justificación de su proceder,
Enterada la Junta del pedido de
clemencia, insistió con energía en
sli resolución anterior, comunican­
do a Ocampo que “ la obediencia
es la prim era virtud de un gene
ral” . Inmediatamente, el vocal Cas­
telli y Rodríguez Peña en carácter
de secretario partieron con un con
tingente para hacer cumplir la
orden emitida por el gobierno.
Los prisioneros estaban camino
de Buenos Aires, cuando la partida
enviada por la Junta los encontró
el 26 de agosto cerca de la posta
de Cabeza de T ig re (actuál pro­
vincia de Córdoba). Los prisione­
ros fueron llevados a un bosquecilio próximo — conocido con el
Un p elotón d e fu sila
m iento, a ías o rd e n e
d e C a s t e lli, po n e fin
la v id a d e lo s con
t ra rre v o lu c io n a rio s
de
C ó r d o b a . Fu ero n rem a
ta d o s
in d iv id u alm en te
y se a firm a
d e sc a rg ó su
la c a b e z a
(C u a d r o d e
R iel.)
q u e French
a rm a sobre
d e Liniers
F ra n z V a n
a las órdenes de Balcarce; ante la
proximidad de las tropas, Cochabamba y Oruro — ciudades del
Alto Perú— se plegaron a los re­
volucionarios.
El virrey del Perú, Fernando de
Abascal, informado de los sucesos,
resolvió anexar a su territorio las
provincias norteñas del A lto Perú,
La victoria de Suipacha
que hasta ese entonces pertenecían
al virreinato del Río de la Plata;
Córdoba fue pacificada y desde
además, designó al general Goyeallí la Revolución extendió su in ­
neche presidente de esos territorios
fluencia por las provincias del
y comandante en jefe de las tropas.
norte y oeste. El 13 de agosto llegó
a dicha ciudad el nuevo goberna­
Balcarce se aproximaba con sus
dor intendente, Juan M a rtín de
efectivos, cuando el enemigo se
Pueyrredón, quien procedió a des­
adelantó hasta Tupiza, aunque
tituir a los cabildantes anteriores.
luego tomó posiciones detrás del
río Cotagaita. Sin esperar la lle ­
Ante la actitud asumida por
gada de refuerzos, Balcarce atacó
Ocampo, la Junta dispuso quitarlo
el 27 de octubre de 1810, pero fue
del mando del ejército y lo reem­
rechazado y debió retirarse al sur.
plazó por González de Balcarce',
además, Vieytes fue sustituido por
Envalentonados por el éxito, las
Castelli, quien tomó en consecuen
tropas realistas iniciaron la perse­
cia la función de representante del
cución de los criollos, quienes se
gobierno de Buenos Aires, con atri­
hicieron fuertes en la margen de­
buciones sobre la Junta de Comi­
recha del río Suipacha, donde re­
sión.
cibieron refuerzos. A llí Balcarce
obtuvo la primera victoria para las
El ejército avanzó hacia el nor­
tes precedido por una vanguardia armas de la Revolución, el día 7 de
nombre de Los Papagayos— y allí
a las tres de la tarde se cumplió
la sentencia. Cayeron arcabucea­
dos Liniers, el gobernador G utié­
rrez de la Concha, el oficial teso­
rero M oren o A llende y Rodríguez.
Fue exceptuado el obispo Orellana
147
Castelli entró en negociaciones
con Goyeneche y aceptó firmar
una tregua de cuarenta días, co­
nocida con el nombre de armisti­
cio del Desaguadero.
La tregua benefició a los realistas y
privó a los patriotas de una victoria
que, en esas circunstancias, hubiera
sido decisiva para la suerte de la Revo­
lución sudamericana.
El ejército expedicionario perdió la
mentablemente un tiempo muy útil,
en cuyo transcurso el campamento
se transformó en un recinto de diver­
siones e indisciplina. Los soldados divi­
dieron sus opiniones de acuerdo con
las noticias llegadas de Buenos Aires
sobre divergencias e incidentes políti­
cos. El mando también se debilitó, pues
algunos oficiales pretendían a Víamonte como jefe supremo.
A bogado
y
p restig io so
eco nom ista,
M a n u e l B e lg ra n o es u n a d e la s g lo ría s
m ás p u ra s de la a r g e n tin id a d .
noviembre. Los jefes enemigos
Córdoba, N ie to y Paula Sanz ca­
yeron prisioneros; enviados pos­
teriormente a Potosí, fueron ejecu­
tados por orden de Castelli.
La derrota de Huaqui
E l triunfo de los criollos en Suipacha motivó que el A lto Perú se
plegara a la Revolución.
El ejército a las órdenes de Cas­
telli y Balcarce — el primero con
amplias atribuciones como repre­
sentante de la Junta— avanzó
hasta^ acampar en la margen sur
del río Desaguadero.
148
El ejército patriota se fraccionó
en dos grupos, uno a las órdenes
de Balcarce y otro bajo el mando
de Viamonte, separados por una
quebrada; por su parte los realis­
tas ocuparon las elevaciones y su­
pieron aprovechar el error táctico
cometido por los criollos.
Goyeneche dividió su ejército en
tres columnas y el 20 de junio
avanzó resueltamente sobre las
tropas expedicionarias. Los realis­
tas tomaron la quebrada — objeti­
vo del ataque— y luego cayeron
sobre los flancos del disperso ejér­
cito criollo, que debió rendirse.
La derrota de las fuerzas revo­
lucionarias en Huaqui tuvo im ­
portantes consecuencias. Las pro­
vincias del A lto Perú se perdieron
definitivamente, el norte quedó
desguarnecido y el gobierno de
Buenos Aires — que sufrió un rudo
golpe ante la opinión pública—debió levantar el sitio de M ontevi­
deo 1. Buena parte de los tesoros
¿el Alto Perú quedaron en poder
je los realistas, aunque Juan M a r­
tin de Pueyrredón — gobernador
intendente de Chuquisaca— consi­
guió rescatar de la Casa de M o ­
neda de Potosí valiosas remesas de
oro y plata y llevarlas a buen re­
caudo a Jujuy.
e x p e d ic ió n
al
paraguay
La actitud del P a ra g u a y
Cuando las autoridades de la
Asunción se enteraron de los su­
cesos de M ayo, reunieron un Ca­
bildo abierto, el cual dispuso jurar
solemnemente al Consejo de Re­
gencia, no reconocer a la Junta de
Buenos Aires, pero mantener con
ella “ fraternal amistad” y consti­
tuir — para la defensa del territo­
rio— una Junta de Guerra presi­
dida por el gobernador Bernardo
Velazco.
En esas épocas, existían en el Pa­
raguay tres tendencias definidas: los
realistas — acaudillados por el gober­
nador— querían continuar sometidos a
España, los nativos encabezados por
Rodríguez de Francia sostenían ideales
i separatistas, y los porteños, dirigidos
por Pedro Somellera, respondían a Bue­
nos Aires.
Ante la actitud asumida por las
autoridades de la Asunción, la
Junta de Buenos Aires nombró a
su vocal, el doctor M anuel Belí
1 E l primer sitio de Montevideo se estu­
dia más adelante.
i r Después del desastre de H uaqui, los jefes
criollos Castelli, Balcarce y Viamonte fueron
fcWftmados a Buenos Aires y sometidos a pro­
ceso. Adem ás, los restos del ejército —refor­
jados con voluntarios— se enfrentaron con
los realistas en S ip e -S ip e (1 3 de agosto de
1 81 1), pero fueron nuevamente vencidos.
grano, comandante en jefe de las
fuerzas expedicionarias que mar­
charían hacia el Paraguay. La em­
presa tenía tres objetivos funda­
mentales: difundir los ideales de
la Revolución, derrotar a los ene­
migos y apoyar el levantamiento
de los patriotas paraguayos.
El ejército se concentró en la
Bajada del Paraná, donde el im ­
provisado general logró reunir 950
hombres de caballería, seis caño­
nes y los pertrechos -necesarios.
Las tropas carecían prácticamente d.e
instrucción militar y el cuadro de ofi­
ciales demostraba escasa preparación.
El armamento era poco eficaz y el ves­
tuario incompleto.
Con estos deficientes elementos, Belgrano debía iniciar una operación que
lo llevaría a más de mil kilómetros de
distancia, a través de una ruta difícil,
sin caminos y erizada de dificultades.
B ataila de P a rag u ary
A fines de octubre de 1810, el
ejército partió de La Bajada
(actual Paraná) y se internó por
la Mesopotamia; al atravesar el
norte de Entre Ríos, Belgrano
fundó el pueblo de M andisoví y
luego, al sur de Corrientes, erigió
el de Curuzú-Cuatiá.
A mediados de diciembre, el
ejército cruzó penosamente el río
Paraná y una vez en territorio pa­
raguayo dispersó a una guarnición
enemiga en Campichuelo.
Entusiasmado con el triunfo,
Belgrano prosiguió su fatigoso
aunque rápido avance en dirección
a la Asunción. Por su parte, V e­
lazco — que era un hábil m ilitar—■
decidió atraer al ejército expedi­
cionario hacia el interior del te­
rritorio, privándolo de los víveres
y recursos que pudiera hallar, al
solo efecto de disminuir su efecti­
vidad, para finalmente enfrentar­
lo en una batalla sobre la línea
defensiva del río Paraguay.
Las tropas de Belgrano conti­
nuaron la marcha hasta que, el
19 de enero de 1811, se enfrenta­
ron con el ejército paraguayo de
Velazco en las proximidades del
arroyo Paraguary (a pocas leguas
de la Asunción).
El ejército paraguayo practicó
un movimiento envolvente y con­
siguió derrotar a las fuerzas de
Belgrano, las que debieron retro­
ceder hasta el río Tacuary, afluen­
te del Paraná.
150
Com bate n a v a l de San
Nicolás
Belgrano comunicó a Buenos
Aires el curso desfavorable de l a
campaña en el Paraguay y solici­
tó el envío de refuerzos a la bre­
vedad. La Junta juzgó necesario
satisfacer el pedido y creó — en
setiembre de 1810— la primera es­
cuadrilla naval patriota, cuyo
mando confió a Juan Bautista A zopardo, a quien debían secundar
H ip ólito Bouchard y A n g el Hubac.
No fue tarea fácil organizar la flo­
tilla, aunque finalmente a mediados
de febrero de 1811 se hicieron a la
vela la goleta Invencible, el bergantín
Veinticinco de Mayo y la balandra
América, a las órdenes de Azopardo,
Bouchard y Hubac, respectivamente.
En total las naves llevaban doscientos
tripulantes y 32 cañones.
La partida de la pequeña escua­
dra no pasó inadvertida a las au­
toridades de Montevideo quienes
enviaron tras ella una flota de
siete naves — de mayor calado y
armamento— a las órdenes del
avezado capitán de fragata Jacin­
to Romarate.
La escuadrilla patriota navegó
aguas arriba hasta San Nicolás y,
enterada de la persecución, fondeó
en esa zona para rechazar al ene­
migo (2 de m arzo).
Las naves de Romarate abrieron
fuego y se generalizó el combate,
mientras una batería levantada en
la costa por los patriotas fue des­
truida. La dotación de la “ Veinti­
cinco de M a yo ” abandonó la lu­
cha y Azopardo — después de he­
roico comportamiento— decidió ca­
pitular ante el enemigo.
Lamentablemente la pequeña
escuadra había sido derrotada, des­
pués de sufrir fuertes pérdidas.
La p rim e ra e sc u a d rilla n a v a l p a trio ta d e tres n ave s es v e n cid a por una flo ta
d e siete e m b a rc a c io n e s en el com b ate d e S a n N ic o lá s. (Ó le o d e Ju sto Lynch.)
B atalla de Tacuary
Mientras tanto, Belgrano per­
maneció con sus tropas casi un
mes en las proximidades del río
Tacuary, hasta que el 9 de marzo
fue atacado desde varias direccio­
nes por el ejército paraguayo bajo
las órdenes del comandante Caba­
ñas. Éste dispuso un avance sobre
la línea del frente, mientras varias
naves remontaban el río para ata­
car el flanco izquierdo y otras
cruzaban las aguas a cierta distan­
cia, con el propósito de arrollar la
retaguardia del ejército expedicio­
nario, que se batió heroicamente.
Comprendiendo que toda resis­
tencia era inútil, Belgrano concen­
tró el resto de sus tropas al pie de
Una pequeña elevación del terre­
no ,— llamada desde ese momento
Cerrito de los Porteños— y envió
un parlamentario al campo ene­
migo.
1 Cabañas dispuso que el cese de
las hostilidades sólo sería posible
con la retirada del ejército expe­
dicionario hasta la margen sur del
re a lista
río Paraná, operación que debía
realizarse al día siguiente. Belgra­
no aceptó el armisticio y en un
escrito hizo presente los motivos
que guiaron su empresa — de au­
x ilio y no de conquista— y los
elevados ideales de la Revolución.
Consecuencias de la
expedición
Si bien la expedición de Belgra­
no al Paraguay fracasó en el as­
pecto militar, su prédica revolucio­
naria germinó en muchos espíri­
tus. El gobernador Velazco perdió
prestigio en el transcurso de la
lucha, mientras otros — entre ellos
Fulgencio Yegros— demostraron
mayor valor. E l descontento con­
tra las autoridades constituidas fue
atizado por Pedro Sometiera, quien
bregó por un movimiento a favor
de Buenos Aires.
El 14 de mayo de 1811 los revo­
lucionarios ocuparon los cuarteles
de la Asunción y nada pudo hacer
el gobernador Velazco; el mando
pasó a una Junta Gubernativa de
tres miembros: Pedro Juan Caba­
151
A sp ecto q u e p r e s e n ta b a la c iu d a d de
M o n tev id e o a fin es d e l sig lo X V I I I , segú n
un c u a d ro d e la p in to ra Lé o n ie M atthis.
llero, Fulgencio Yegros. y Gaspar
Rodríguez de Francia.
Aunque la revolución paraguaya
se había basado en las ideas pro­
cedentes de Buenos Aires, bien
pronto el movimiento demostró su
tendencia separatista, de acuerdo
con el nuevo rumbo hacia el cual
la orientó Bodríguez de Francia.
Numerosos adictos al rey fueron
apresados — entre ellos Velazco— ,
pero también se persiguió a los
partidarios de los porteños, entre
ellos Somellera.
El nuevo gobierno comunicó a
la Junta de Buenos Aires que no
aceptaría someterse a su autori­
dad, a la vez que solicitaba am­
plia libertad de comercio. Para
aclarar el problema planteado,
Belgrano y Anastasio Echeverría
viajaron a la Asunción, donde fir ­
maron un Tratado ( 1 2 de octubre
de 1811) por el cual aceptaban la
segregación del Paraguay, país
que iniciaba una vida autónoma.
EXPEDICIÓN
A LA BAN D A ORIENTAL
La Junta y M ontevideo
La situación geográfica de la
Banda Oriental y diversos factores
económicos y políticos, unidos a la
idiosincrasia de sus habitantes,
permiten afirmar que dos años an­
tes de producirse la Bevolución de
M ayo ese territorio se había sepa­
rado de la autoridad de Buenos
Aires.
Desde 1776, Montevideo inició una
política hostil hacia Buenos Aires,
152
pues ambas ciudades disputaban la
prioridad en el arribo de los buques
de registro. Era evidente la despro
porción entre los beneficios económicos
recibidos por la capital del virreinato
y Montevideo.
En el aspecto político, sabemos que
en 1808 el gobernador Elío creó una
Junta Gubernativa que desconoció la
autoridad de Buenos Aires. Tampoco
debe olvidarse que la Banda Oriental
se defendió casi sola de los periódicos
ataques de los portugueses establecidos
en el Brasil. Esta ciudad demostraba
tácitamente la autonomía de esa pro
vincia del Río de la Plata.
El 31 de mayo el Cabildo de
Montevideo recibió la comunica
ción oficial de la Junta instalada
en Buenos Aires, la cual le exigió
el reconocimiento y el envío de un
diputado al Congreso general.
El gobernador Joaquín de Soria
— Elío había marchado a Espa
ña— reunió el 1 de junio un Ca
bildo abierto que dispuso recono
cer el nuevo gobierno de la vecina
orilla; sin embargo, modificó su
actitud al día siguiente — por do
cumentos recién llegados— y re
solvió jurar y acatar al Consejo de
Regencia.
Debido a la actitud asumida por
las autoridades de la Banda Orien
tal, la Junta envió a Montevideo
a su secretario Juan José Paso, con
la misión de evitar un rompimien­
to definitivo. Aunque en principio
las autoridades realistas se nega­
ron a recibirlo, el comisionado pu­
do hablar el 15 de junio ante el
Cabildo de aquella ciudad y defen­
der la causa de la Revolución y los
motivos que impedían al gobierno
de Buenos Aires jurar por el ConI sejo de Regencia; sostuvo además
, 1 a necesidad de unificar todos los
B esfuerzos, ante el peligro de una
probable invasión portuguesa.
El Cabildo se negó a reconocer
f la Junta de Buenos Aires “ ni admiI tir pacto alguno de concordia y
r amistad” .
A mediados de agosto, la Junta
I dispuso cortar las comunicaciones
■ con Montevideo y poblaciones de­
pendientes.
El 12 de enero de 1811 arribó
[ nuevamente a Montevideo FranK cisco Javier E lío, esta vez con el
título de virrey del Bío de la P la ­
ta, conteriüo por el Consejo de Re­
gencia. No vaciló en declarar la
guerra a la Junta de Buenos Aires,
cuando ésta rechazó el someti­
miento a su autoridad.
Casi simultáneamente con la
llegada del nuevo virrey a M onte­
video, los pueblos de la campaña
uruguaya comenzaron a levantar­
se contra las autoridades realistas.
E l capitán de Blandengues José
Gervasio Artigas K que se encon­
traba con sus tropas en la Colo­
nia, huyó a Buenos Aires y se pre­
sentó ante la Junta para “ llevar el
estandarte de la libertad hasta los
muros de Montevideo” .
A los pocos días, se produjo en
la Banda Oriental el primer m ovi­
miento organizado contra las auto­
ridades españolas, conocido histó­
ricamente con el nombre de G rito
de Asencio. Un grupo de cien
hombres capitaneado por Venan­
cio Bcnavídez y Pedro José Viera
se reunió en las proximidades
i José G erva sio A rtig a s nació en julio de 1764 en las proximidades de Montevi(tfeo.
Creció en el seno de una familia acomodada y aprendió las primeras letras en la escuela
de los padres franciscanos. Luego se dedicó a las tareas campestres en los establecimientos
ganaderos de su padre, hasta que en 1797 ingresó en el cuerpo de Blandengues, donde
alcanzó el grado de ayudante mayor.
,
. .
.. . ,
Se incorporó a las fuerzas de Liniers durante la primera invasión inglesa y participo en
la infructuosa defensa de Montevideo durante la segunda invasión. Cuando ofreció su
espada a la causa de Mayo, la Junta lo ascendió a teniente coronel.
153
del arroyo Asencio (28 de febrero
de 1811) y, luego de proclamar el
fin de la dominación española,
consiguió tomar las poblaciones de
Mercedes y Soriano.
Com bate de Las Piedras
Con el propósito de apoyar la
acción de los patriotas uruguayos,
la Junta ordenó al general Bel­
grano ■— aún en el Paraguay— que
marchara con sus tropas a la Ban­
da Oriental, al mismo tiempo que
le enviaba refuerzos desde Buenos
Aires.
E l jefe patriota — que recibió las
comunicaciones después de la ba­
talla de Tacuary— cumplió de in­
mediato y se puso en marcha con
sus efectivos hacia Concepción del
U ruguay; por su parte, los auxi­
lios de Buenos Aires, al mando de
José Rondeau, se dirigieron hacia
Arroyo de la China, para cruzar
por esa zona el río Uruguay. José
Artigas — al frente de 150 hom­
bres—• se adelantó y el 9 de abril
penetró en territorio
oriental,
donde fue recibido calurosamente
por sus paisanos, quienes lo reco­
nocieron como P rim er Jefe de los
Orientales.
Debido a los sucesos ocurridos
en Buenos A ir e s 1, Belgrano fue
destituido y llamado por el go­
bierno, por lo que debió entregar
el mando de las tropas a Rondeau.
A mediados de mayo de 1811,
Elío sólo dominaba en M ontevi­
deo y la Colonia, por cuanto el
ejército patriota, cuya vanguardia
estaba al mando de José Artigas,
había logrado avanzar hasta la lo­
calidad de Canelones, estrechando
en esta forma el cerco tendido
enemigo.
Enterado Artigas de que un con­
tingente realista — más de 1.200
hombres— a las órdenes del coro­
nel José Posadas avanzaba para
enfrentarlo, le salió al encuentro
en un paraje llamado M o lin o de
las Piedras. La acción tuve lugar
el 18 de mayo y luego de seis ho­
ras de lucha los realistas fueron
derrotados y debieron rendirse.
Prim er sitio de M ontevideo
Artigas avanzó en dirección a
Montevideo y una vez en el Cerrito intimó a Elío la rendición de
la ciudad; por otra parte, pidió
la ayuda del grueso del ejército pa­
triota que bajo las órdenes de
Rondeau se dirigía lentamente ha­
cia esa plaza. El último no creyó
factible tomar la posición por
asalto y acampó en Miguelete,
donde estableció su cuartel ge
neral.
Entretanto, Artigas estrechó el
cerco de Montevideo pero no pudo
emprender un asalto decisivo por
carecer de tropas y elementos bé
licos adecuados; a pesar de esto, el
sitio se prolongó de junio hasta
octubre.
En el mes de abril de 1811, el g<>
bierno de Buenos Aires envió a Ma­
nuel de Sarratea en misión diploma
tica a Río de Janeiro. Uno de los mo­
tivos del viaje era lograr el cese de
las hostilidades por mediación de Ia
Corte lusitana.
1 Como consecuencia de lo. sucesos del 5 y 6 de abril, que estudiaremos más a d e la n t .
(p a g . 1 6 8 ). L a petición entregada p o r los revolucionarios decía en el tópico N « l 3
Quiere el pueblo que el vocal D . M anuel Belgrano, general de la expedición destinada al
auxilio de nuestros hermanos los paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente
esta capital a responder a los cargos que se le formulen.”
154
Las negociaciones fueron muy com­
plicadas y en ellas se destaco por su
adhesión a Buenos Aires lord Strang' ford, embajador inglés en el Brasil.
La duración del sitio de M onte­
video motivó que Elío aceptara la
ayuda m ilitar ofrecida desde tiérnpo atrás por la Corte lusitana ra­
dicada en el Brasil. U n ejército a
las órdenes de D iego de Souza
— capitán general de Río Gran­
de— cruzó la frontera y penetró
en el territorio de la Banda Orien­
tal, a fin de proteger los eventua­
les derechos de la princesa Carlota
Joaquina sobre esos dominios 1.
Por otra parte, y a consecuencia de
la derrota sufrida por las naves patrio­
tas en San Nicolás, Buenos Aires so­
portó —a mediados de julio— el bom> Dardeo de una flotilla española man­
dada por el capitán de fragata Angel
de Micheiena. Siete naves, favorecidas
por una noche fría y de escasa visi­
bilidad, cañonearon la ciudad.
El ataque pretendía amedrentar al
gobierno de Buenos Aires para que éste
levantara el sitio de Montevideo. La
Junta no aceptó y los realistas optaron
por retirarse.
Un ataque similar se produjo el 1
de agosto.
El peligro que representaba la
invasión portuguesa a la Banda
Oriental y las noticias sobre la de­
rrota sufrida en Huaqui por el
ejército patriota, motivaron que la
Junta de Buenos Aires decidiera
pactar directamente con Elío el ce­
se de las hostilidades. Por su parte,
el último aceptó las negociaciones
porque creyó en el fracaso de
la Revolución y, en consecuencia,
1 L a s tropas lusitanas avanzaron sin mayor dificultad hasta la villa de M eló (2 3 de julio
de 1 81 1).
155
los auxilios militares de los portu­
gueses no sólo eran innecesarios
sino también peligrosos.
En los primeros días de octubre, el
doctor José Julián Pérez fue enviado a
Montevideo, mientras Rondeau recibió
órdenes de regresar con su ejército a
Buenos Aires.
Artigas manifestó su desagrado ante
la posibilidad de un armisticio que per­
mitiera a Elio continuar al frente del
gobierno de la Banda Oriental, en ca­
rácter de virrey.
El armisticio — concertado el
de octubre— estableció que
“ las tropas de Buenos Aires deso­
cuparán enteramente la Banda
Oriental, sin que en toda ella se
reconozca otra autoridad que la
20
del Excmo. Sr. V irrey ” . Los efecti­
vos portugueses debían retirarse
hasta sus fronteras y quedaban
restablecidas las comunicaciones y
el tráfico comercial entre Buenos
Aires y Montevideo.
Artigas resolvió no aceptar lo
dispuesto por el tratado y acom­
pañado por sus tropas y gran can­
tidad de fam ilias cruzó el río Uru­
guay y se estableció en el Campa­
mento de A y uí, al norte de la
actual Concordia (Entre Ríos).
Este gran movimiento migratorio
— conocido como éxodo del pueblo
oriental— fue aceptado por el go­
bierno de Buenos Aires, que au­
xilió al caudillo, quien no deseaba
someterse, con un regimiento de
Blandengues.
I— C U E S T I O N A R I O
1. ¿C uál era la situación del interior después de producida la
Revolución de M ayo? 2. ¿En qué centros se radicó la resistencia
realista? 3. ¿Q ué actitud asumieron las autoridades de Córdoba?
4. ¿C uál era el plan de los rebeldes? 5. ¿Q ué instrucciones llevó
la expedición au xiliado ra al norte? 6. ¿Cómo terminó la intentona
de los rebeldes? 7. ¿Dónde fue rechazado el ejército a las órdenes
de Balcarce? 8. ¿C uál fue la primera victoria de las arm as de la
Revolución? 9. ¿Por qué se produjo la derrota de Huaqui? 10. ¿C u á ­
les fueron sus consecuencias? 11. ¿C uál era la situación política
del Paragu ay en esas épocas? 12. ¿Q ué fines persiguió la exp e­
dición de Belgrano? 13. ¿Dónde sufrió su primera derrota? 14. ¿Cómo
surgió la primera escuadrilla naval patriota? 15. ¿Dónde volvió a
ser derrotado el ejército de Belgrano? 16. ¿Q ué importantes con­
secuencias tuvo la expedición al Paragu ay? 17. ¿C uál fue la actitud
del gobierno de Montevideo ante la revolución estallada en Buenos
Aires? 18. ¿Q ué misión cumplió Juan José Paso? 19. ¿Con qué
cargo arribó Ja v ie r de Elío a Montevideo? 20. ¿Q ué se entiende
con el nombre de "G rito de Asencio"? 21. ¿Quién fue reconocido
primer ¡efe de los orientales? 22. ¿Quiénes fueron derrotados en
Las Piedras? 23. ¿Cómo se inició el primer sitio de Montevideo? 24.
¿Q ué actitud asumieron los portugueses del Brasil? 25. ¿Q ué dispuso
el armisticio del 20 de octubre? 26. ¿Por qué se produjo el llam ado
"éxodo del pueblo o riental"?
La obra de la Primera Junta. Acción diplomática de la Junta.
Los diputados del interior y la Junta G rand e La Junta G ra n ­
de Las ¡untas provinciales. Movimiento del 5 y 6 de ab ril.
El Triunvirato. El Reglamento O rgánico. El Estatuto Provisio­
nal José de San Martín. La conjuración de A lza g a . O b ra
de gobierno del Triunvirato. La revolución del 8 de octubre
de 1812.
U OBRA DE LA PRIM ERA JU N TA
A l margen de su tendencia
emancipadora, la Junta desarrollo
ün plan de gobierno renovador,
con. la aplicación de franquicias
comerciales, fomento de la indus­
tria, reorganización m ilitar, apoyo
® la cultura, protección a los in ­
dígenas, etcétera.
, El pensamiento de la Revolu­
ción y la mayoría de las iniciati­
vas correspondieron al secretario
Mariano M oren o, quien poco ande conocer su nombramiento
icpuso a su hermano M anuel los
objetivos de la obra a realizar.
Sostuvo que el nuevo gobierno no
debía limitarse a reemplazar los
funcionarios anteriores, sino que
también “era necesario destruir
los abusos de la administración,
excitar y d irig ir el espíritu públi­
co, educar al pueblo y darj una
nueva vida a las provincias .
Otra figura destacada por su es­
píritu renovador fue Feliciano Chiclana, cuya acción en Salta sinte­
tiza el programa revolucionario.
Nombrado auditor de guerra en la
expedición al Alto Perú, ocupó luego
el gobierno de la Intendencia de Salta.
157
El p o lítico y
ju riscon su lto M a ria n o
M o re n o , u n a d e las g r a n d e s fig u ra s
d e la R evolución d e M ay o .
indios, les concedió derechos p0l;
ticos y los instó a que aprendieran
un oficio.
En el aspecto religioso y previa
consulta con el deán Funes, la
Junta sostuvo su derecho a ejer­
cer el Patronato.
b) Cultural
donde se destacó p or sus in iciativas en
fa v o r de la R evolución.
Cuando C h iclan a dejó e l gobiern o de
la Intendencia entregó a su sucesor una
Instrucción” , considerada p o r el his­
toriador L e v e n e com o “ adm irable sín­
tesis del p rogram a orgánico de la R e ­
v olu ció n ” . A través de diecinueve tó­
picos sostiene la necesidad de reservar
los cargos de los nacidos en el país, de
fom en ta r las obras públicas, re o rga n i­
zar el ejército, p ro te ger a los in d íg e ­
nas, etcétera.
La obra de la Primera Junta
puede agruparse:
a) Política, social
y administrativa
Desde su instalación, la Junta
exigió el juramento de fidelidad,
dio a conocer proclamas, circulares
e instrucciones a las autoridades
del interior.
Reemplazó a los miembros de la
Audiencia y del Cabildo — orga­
nismos reaccionarios— , como tam­
bién a los alcaldes de barrio. Ocu­
póse de la situación social de los
158
Ante la necesidad de comunicar
al pueblo su obra e ideales, el
nuevo gobierno fundó un periódi­
co semanal titulado Gazeta de
Buenos-Ayres, cuyo prim er número
apareció el 7 de junio de 1810. En
sus páginas se ilustró a la pobla­
ción sobre las ideas liberales y tu­
vieron cabida problemas de carác­
ter social, político y económico.
El 7 de setiembre se dio a cono­
cer el decreto de creación de la
Biblioteca Pública, cuyo protector
fue Mariano Moreno. Ocuparon
los cargos de primero y segundo
bibliotecarios fray Cayetano Ro­
dríguez y Saturnino Seguróla.
La Junta no descuidó la ense­
ñanza primaria y encargó a dos
regidores que visitasen las escuelas
y propusieran las reformas necesa­
rias. Elevado el informe se dic­
taron disposiciones tendientes a
uniformar los procedimientos de
enseñanza, reglamentar los e x á m e ­
nes, im prim ir un texto único y
aumentar de 400 a 600 pesos fuer­
tes el sueldo de los maestros.
c) Económica
Fueron disminuidos los dere"
chos que gravaban la e x p o r t a c i ó n
de frutos del país y declaró
de todo arancel la exportación de
j,arinas, lo que estimuló la siem­
bra del trigo. Se tomaron medidas
ara castigar el contrabando.
Con el propósito de im pedir los
abusos del antiguo régimen, la
Junta dispuso redactar un nuevo
¡■eglamento de comercio y para fa­
cilitar las transacciones ordenó la
apertura de varios puertos, entre
ellos Maldonado y La Ensenada.
Ante la desmedida matanza de
ganado vacuno y lanar, la Junta
anunció que esa faena sólo podría
efectuarse previa autorización del
gobierno. Para estimular la funda­
ción de poblaciones y a la vez me­
jorar la defensa de las fronteras,
se ordenó la venta de parcelas cu­
yos compradores estaban obligados
a levantar su vivienda. Además fue
controlada la actividad de los usu­
reros, a quienes exigió un mínimo
de interés para la devolución de
los préstamos.
d) Militar
La Junta de gobierno dispuso la
reorganización del ejército, aun­
que esta tarea se vio demorada en
gran parte por la escasez de equi­
pos y armamentos, la falta de per­
sonal competente para instruir a
{as tropas y la pérdida de material
bélico ocurrida en algunos comba­
tes adversos. Estas dificultades se
®centuaron por la escasez de nu­
merario y la imposibilidad de ad­
quirir material en el exterior a
causa del bloqueo de las naves
El g r a b a d o re p ro d u ce el p r i m e F núm e­
ro He ln " G a z e t a d e B u e n o s-A yres",
q u e fu e en r e a lid a d el prim er p e rió ­
d ico a rg e n tin o de c a r á c te r o ficia l. La
fra se la tin a q u e p u ed e le erse d e b a jo
de la fe ch a se tra d u c e : " R a r a fe lic i­
d a d de los tiem pos en q u e os es p e r­
m itido sen tir lo q u e q u e r á is y d e cir lo
q u e sin tá is ."
realistas. A pesar de todos los in­
convenientes apuntados, la Junta
trabajó con empeño para lograr
sus propósitos.
Los batallones de infantería de
milicias fueron transformados en
siete regimientos de veteranos, in­
tegrado cada uno de ellos por 1.116
hombres.
La reorganización de la caballe­
ría fue más lenta; a pesar de esto,
se elevó el número de efectivos y
se resolvió denominar al Regimien­
to de Blandengues — encargado de
la custodia de las fronteras— co­
mo Regim iento de Caballería de
la Patria.
Los sucesos militares ya estudia­
dos, determinaron que la Junta
dispusiera la creación de una fuer
za naval revolucionaria, con e
propósito de enviar auxilio a la ex­
pedición al Paraguay y elim inar
a los realistas de las rutas flu ­
viales.
A iniciativa del vocal Manuel
Belgrano, en setiembre de 1810 se
abrió una Escuela M ilita r de M a ­
temáticas destinada a la instruc­
ción de los oficiales, cuyo primer
director fue el teniente coronel
Felipe Sentenach. Además, la Jun­
ta dispuso la realización de con­
ferencias periódicas y publicar a
través de varios números de la “ Gazeta” un Catecismo M ilita r.
ACCIÓN DIPLOMÁTICA
DE LA JUNTA
La Junta de Buenos Aires des­
arrolló una labor diplomática ten­
diente a afianzar gradualmente su
obra y conservar la unidad del te­
rritorio ante la amenaza de ata­
ques exteriores, particularmente de
los portugueses, quienes en conni­
vencia con los realistas de M onte­
video apoyaban las pretensiones
de la princesa Carlota sobre el
de la Plata.
0
El nuevo gobierno trató dé 10,
grar el apoyo indirecto de In gla]
térra, potencia m uy vinculada a
estas regiones, debido a sus intere­
ses comerciales. Otro de los pro'
pósitos que guiaron la labor di­
plomática de la Junta fue fomentar
el espíritu de rebelión de Chile y el
A lto Perú. Para llevar a cabo esta
tarea debió vencer numerosos in­
convenientes surgidos de su posi­
ción revolucionaria, en aparente
sometimiento -—por razones de
conveniencia política— al rey cau­
tivo Femando V II.
Según algunos historiadores, la Junta
designó al vocal Manuel Belgrano para
que redac.tara un programa que sería
la base de la política interna y externa
del nuevo gobierno. En materia exte­
rior debían consignarse los procedi­
mientos a seguir para obtener la ren­
La P la z a M a y o r — ho y d e M a y o — d e B uenos A ire s en é p o c a s d e la R evolu ción . A la iz­
q u ie rd a se a d v ie rte el e d ific io d e la R ecova V ie ja , q u e c r u z a b a la m e n c io n a d a p ie z a o
la a ltu ra d e l n acim ien to d e la s a c tu a le s c a lle s R eco n q u ista y D e fe n sa , y q u e la di ¡dio
en d o s: la m itad oeste se den o m in ó " P la z a d e la V ic t o r ia " d e sp u é s d e la s i n v a s i o n e s
in g le sa s y en su cen tro se le va n tó la P irám id e d e M a y o ; la m itad este re cib ió los nombre*
d e 'P la z a d e l F u e rte " y " 2 5 d e M a y o " d e sp u é s d e la R evolu ción , La R ecova V ie ja fu®
d e m o lid a en el añ o 18 84 y enton ces la unión d e las d o s m a n z a n a s constituyó la ectuol
P la z a de M a y o . (Pint. d e C . E. P e lle g rin i.)
dición de los realistas de Montevideo;
¡ j eHiás, la política a seguir con Ingla®jra, Portugal y España, como tamla necesidad de fomentar suble­
vaciones en el Brasil.
El 18 de julio de 1810, la Junta ha^ía comisionado para la redacción del
t r a b a jo
al doctor Mariano Moreno.
jjace unos años, fue hallada en los
Archivos de Sevilla una copia del do­
c u m e n t o , titulado:
“Plan que mani­
fiesta el método de las operaciones que
el nuevo gobierno provisional de las
provincias Unidas del Río de la Plata
jebe poner en práctica hasta consolidar
el grande sistema de la obra de nuestra
libertad e independencia. Buenos Aires,
10 de agosto de 1810.”
En el citado escrito figuran procedi­
mientos en extremo rigurosos para im­
poner el movimiento revolucionario, en
su mayoría basados en la violencia y
en la expansión territorial.
El historiador Ricardo Levene niega
en absoluto la autenticidad del “ Plan” ,
al que califica de “monstruoso en sus
medios preconizados y las ideas que
sustenta” . Sus investigaciones le per­
miten afirmar que el documento ha
sido escrito por un enemigo de la Re­
volución y deduce — después de estu­
dios caligráficos— que el autor de la
copia hallada en Sevilla es Andrés
Álvarez de Toledo, capitán al servicio
ie España, radicado en Montevideo
Relaciones diplom áticas
con G ra n Bretaña
La actividad diplomática de la
Junta se inició el 28 de mayo de
1810, cuando comunicó a lord
Strangford — embajador británico
en Bío de Janeiro— los propósitos
que motivaron su instalación; el
último replicó complacido y a par­
tir de ese momento prestó impor­
tantes servicios a los hombres de
la Revolución.
El capitán de navio M atías Ir igoyen — el prim er representante
diplomático de la Junta— fue en­
viado secretamente a Inglaterra
por decreto del mes de mayo de
1810. Sus propósitos eran obtener
la intervención de esa potencia
contra la amenaza portuguesa so­
bre el Río de la Plata y además
conseguir autorización para adqui­
rir armamentos. El comisionado no
logró sus propósitos debido al tra­
tado de amistad que vinculaba en
esos momentos a Gran Bretaña
con España; por el mismo motivo,
el pedido de armamentos tampoco
se concretó, aunque Irigoyen lo­
gró adquirir algunas armas de
fuego en fábricas privadas.
Para continuar las gestiones an­
teriores y como consecuencia de
los sucesos políticos producidos en
el seno de la Junta Gubernativa
— que luego estudiaremos— el doc­
tor M ariano M oren o solicitó de­
sempeñar una misión diplomática
ante los gobiernos de Río de Ja­
neiro y Londres, pero no llegó a
destino pues falleció en el viaje.
Su hermano M anuel entregó los
pliegos al gobierno británico, que
procedió con cautela, para no per­
judicar sus relaciones con España.
Consúltese: M a ria n o M o re n o y la R e v o lu c ió n de M a y o , por Ricardo * Levene. Buenos
jyres, 1925. Tom o II, pág. 161. Este autor repite idénticos conceptos en H istoria de la
ac ió n A rg en tin a . Buenos Aires, 1941. Tom o V , segunda sección, pág. 244.
. No todos los historiadores niegan la autenticidad del “ Plan” . R u iz G u iñ a zu afirma que el
J^bajo pertenece en realidad a Moreno y que “ es el principal y más interesante de los
jjjaouscritos secretos referentes a la obra orgánica de la Revolución” . Examina cuidadosa? ente la documentación procedente de Sevilla, de M adrid, de Londres y del. archivo imperial
® Metrópolis y deduce que “ las afirmaciones dogmáticas en la supuesta apocrificidad están
««ijtradichas con el verismo histórico” . E n un apéndice publica íntegramente el citado
•Un” .
a j é ase; Enrique Ruiz Guiñazú: E p ifa n ía de la L ib e rta d . D o cu m e n to s secretos de la R e ­
g i ó n de M ay o. Buenos Aires, 1952. Págs. 179 y siguientes.
Relaciones diplom áticas
con Chile
Sarratea en misión diplomática
Río de Janeiro (a b ril de 1811) 9
Las conversaciones fueron de n0
sí muy complicadas y en defin/
tiva sirvieron para demorar la
vasión portuguesa sobre la Banda
Oriental. Sarratea regresó a Bue.
nos Aires en una nave británica
El 18 de setiembre de 1810, los
patriotas chilenos establecieron
una Junta de gobierno de tenden­
cia separatista, lo que permitió a
las nuevas autoridades estrechar
vínculos — como aliados en una
causa común— con la Junta de
Buenos Aires. La última envió a LOS DIPUTADOS DEL INTERIOR
Santiago en «nisión diplomática a Y LA JU N TA GRANDE
A ntonio Álvarez Jonte, quien ha­
Moreno y Sao ved ra
bía residido largo tiempo en Chile
y trabajaba desde comienzos de
Constituida la Junta y a poa
ese año en la emancipación de
de iniciada su labor, no tardaron
ambos gobiernos.
en aparecer serias divergencias en­
El comisionado debió vencer
tre dos figuras de destacada actua­
numerosas dificultades creadas en
ción en el movimiento: Mariano
su mayoría por los integrantes del
M oren o y Cornelia Saavedra.
partido realista. Tampoco prosperó
En el mes de noviembre de
su iniciativa de firm ar un tratado
1810, ya se presentaban definidas
de alianza y de comercio denomi­
las dos facciones en pugna, cuyo
nado Prim era U n ión del Sur.
antagonismo residía especialmen­
te en el modo de resolver los pro­
blemas de gobierno.
Misión de Sarratea
Saavedra era un hombre madu­
ante el gobierno del Brasil
ro, disciplinado y jerárquico, que
acostumbraba a elaborar con suma
Cuando la Junta de Buenos
prudencia las decisiones; su tem­
Aires desconoció la autoridad del
peramento reposado le hacía re­
virrey Elío, éste aceptó la ayuda
chazar toda innovación extrema,
m ilitar ofrecida por los portugue­
tanto en el orden político como
ses del Brasil, quienes sostenían las
social.
pretensiones de la princesa Carlo­
Por su parte M oren o era un jo­
ta Joaquina. Pero lord Strangford
ven abogado de escasa experiencia
manifestó a M artínez de Irujo
política pero capaz, apasionado y
— embajador español en Río de Ja­
fogoso. Se inclinaba a resolver con
neiro— que la actitud del ejército
rapidez los problemas más difíci­
portugués podría ocasionar graves
les y utilizaba la pluma con gran
consecuencias, por cuanto violaba
destreza para apoyar sus argu­
expresas directivas del gobierno
mentos.
hispánico.
Los saavedristas se resistían ®
Irujo vaciló en apoyar la inva­
cambiar profundamente las insti­
sión lusitana en la Banda Oriental,
tuciones y no compartían las
aun cuando sus propósitos fueran
vas teorías liberales. La general1'
derrotar al gobierno de Buenos
dad respondía a esta tendeo0!
Aires. La situación creada motivó
conservadora, que contaba con
que la Junta enviara a M anuel
adhesión de las tropas y una i®8’
162
roría popular de blancos proleta­
rios y gente de color ■
— negros,
Lestizos, etc.— , “ que no discrimidice Ravignani, pero que sirve
¡os fines políticos de quienes la
^anejan” . Tam bién la gente del
interior o provincianos adherían a
estos principios moderados.
El grupo continuador de Morea0 — los morenistas— lo formaban
los hombres ilustrados, partidarios
de las nuevas ideas, quienes bre­
gaban por un gobierno democráti­
co y republicano. Este partido ha­
bía nacido en Buenos Aires y pre­
tendía imponer en el interior las
teorías que entonces circulaban por
Europa. Sus integrantes eran revo­
lucionarios exaltados y debido a
que no contaban con el apoyo de
las provincias se inclinaron a los
procedimientos enérgicos, en de­
fensa de un acentuado porteñismo.
Un incidente acentuó el males­
tar entre ambos bandos. E l 5 de
diciembre, en un banquete cele­
brado en el cuartel de Patricios x,
un oficial — probablemente em­
briagado— • se excedió en sus elo­
gios al brindar por Saavedra.
Enterado del episodio, Moreno
redactó el “ decreto de supresión
de los honores” que constaba de
dieciséis artículos. Dejaba sin efec­
to lo dispuesto en el Reglamento
del 28 de mayo, que otorgaba al
Presidente de la Junta honores se­
mejantes a los virreyes.
El documento redactado por el
J^retario disponía la absoluta
l8ualdad entre todos los m iem ­
bros del organismo “ sin más dife­
rencian que el orden de los asien­
tos” .
Le estaba prohibido al presidente — o
a su esposa— recibir honores indivi­
duales y sólo se permitían homenajes
a la Junta en pleno.
Por el brindis pronunciado conde­
naba a muerte al capitán Duarte, pero
debido a su estado de embriaguez se le
conmutaba la pena por el destierro
perpetuo, “ porque ningún hijo de Bueno§ Aires, ni ebrio ni dormido, debe
tener expresiones contra la libertad de
su país” .
Además establecía que todo decreto
emanado de la Junta sólo tendría va­
lidez con un mínimo de cuatro firmas
y la del secretario.
A l día siguiente — 6 de diciem­
bre— Moreno llevo el decreto al
propio Saavedra, quien lo firm ó
evidentemente afectado.
Los diputados del interior
En el transcurso de la Semana
de M ayo fue visible el empeño de
Cisneros y de sus partidarios por
convocar a los diputados del inte­
rior para realizar un Congreso ge­
neral en Buenos Aires, a fin de
establecer un gobierno definitivo.
Aunque la posición se basaba en la
unidad del virreinato y era a todas
luces legal, detrás de ella se escon­
día una hábil maniobra, por cuan­
to las autoridades del interior — in­
tendentes, gobernadores y cabil­
dos— no habían sido removidas y
en consecuencia respondían al
, . a L a reunión se efectuó en la -loche del 5 de diciembre de 1810, con motivo de la
M o r ia obtenida por las fuerzas patriotas en Suipacha y en homenaje a C om elio Saavedra.
* 4 concurrencia fue numerosa y sólo se permitió el libre^ acceso al que vestía uniforme
m,»tar, o bien a los civiles sindicados como “ saavedristas .
j Moreno trató de asistir sin demostrar su identidad, y el centinela - q u e no lo reconocióe i?e8ó la entrada en el recinto.
_
,
_
.
,
,
En «1 transcurso de la reunión, el capitán Atanasio Duarte -excitado por la b eb id a sobre la frente de la esposa de Saavedra una corona de azúcar y dirigiéndose al
*oio gritó: “ V iva el emperador de América” ,
163
ta exigía la reunión de ca b il^
abiertos pero de tipo revolucioné
a°’
, S m,° sucedió en Bueno,'
Aires el 22 de mayo. Era evidemf
que de no precederse de esa for­
ma solo se permitiría el acceso
los miembros del partido español
M ariano Moreno consideraba
que los diputados provinciales de
bian dictar una Constitución v
establecer un “gobierno sólido í
'Permanente”, en consecuencia, se
oponía — junto con sus partida­
rios— a que esos representantes se
incorporaran a un gobierno provi­
sional.
LA JU N TA GRANDE
partido español. Además, debe te­
nerse en cuenta que en los prime­
ros momentos el vecindario del
interior ignoraba los verdaderos
proposites de los revolucionarios
W Reglamento del 25 de mavo
— impuesto por el Cabildo a la
Junta— disponía que los diputa­
dos provinciales arribarían a Bue­
nos Aires para integrar un orga­
nismo separado de la Junta.
iNo expresaba lo mismo la circu­
lar emitida el 27 de mayo por la
unta. En ella, el nuevo gobierno
comunico a las autoridades del in­
terior que debían elegir represen­
tantes, los cuales “han de irse in­
corporando a esta Junta, conforme
%
llegada a esta ca­
pital . En este caso, los diputados
debían participar directamente en
el gobierno, por cuanto serían vo­
cales de la Junta misma.
Con respecto a la elección de
diputados provinciales, la Jun­
A fines de junio comenzaron a
llegar a Buenos Aires los diputa­
dos electos por los cabildos del in­
terior, con documentos relativos a
sus poderes y la misión que les era
encomendada.
E l plan concebido por los adver­
sarios de Moreno consistía en in­
corporar esos representantes a la
Junta' con carácter de vocales, para
dar satisfacción a Saavedra — des­
prestigiando al secretario— y apla­
zar la reunión del Congreso. La
fracción conservadora deseaba que
el movimiento revolucionario con­
tinuara sin definirse, a la espora
de los sucesos que agitaban la pe­
nínsula. A l no reunirse el Con­
greso no podía dictarse una Cons­
titución, ni tampoco cortar d efin í'
tivamente los vínculos políticos
con España.
A mediados de diciembre se co­
nocía el nombramiento de catorce
diputados, nueve de los cuales y®
estaban en Buenos Aires, entre
ellos el deán G regorio Funes, re­
presentante de Córdoba, quien se
solidarizó con Saavedra, pues an1'
bos coincidían en que Moreno se
adelantaba a los sucesos en una
actitud que podría perjudicar a la
Revolución. Con motivo del decre­
to del 6 de diciembre — que fue
muy censurado por la opinión opo­
sitora— , el deán propuso a Saave­
dra la incorporación de los dipu­
tados.
En la sesión del 18 de diciembre
la Junta en pleno recibió a nueve
diputados 1 y en nombre de ellos
habló el deán Funes.
Argumentó que Buenos Aires “no
tenía títulos legítimos para elegir por
sí sola gobernadores” y que a la Junta
“no se le presentaba otro remedio más
legal, seguro y equitativo, que la aso­
ciación de los diputados a los vocales” .
Funes sostuvo que el gobierno no
contaba con la confianza pública y en­
tonces “ era necesario reparar esta quie­
bra con la incorporación de los diputa­
dos que los mismos descontentos recla­
maban” .
'La mayoría de los vocales se mos­
traron contrarios a la incorporación de
los representantes del interior. Su opo­
sición se basó en los fundamentos si­
guientes: a) el propósito de los di­
putados era integrar un congreso; b)
no debían incorporarse a la Junta por­
que ésta era un organismo provisorio,
y c) la invitación qué figuraba en la
circular del 27 de mayo “ había sido
un rasgo de inexperiencia, que el tiem­
po había acreditado después enteramen­
te impracticable” .
Para resolver el problema se
dispuso efectuar una votación con­
junta, es decir, “ reunidos los voca­
les con los diputados presentes” .
Catorce lo hicieron en favor y sólo
dos -—Moreno y Paso— se opu­
sieron 2.
Con la incorporación de los di­
putados provinciales quedó consti­
tuido un nuevo organismo provi­
sional de gobierno, que se llamó
Junta Grande. A partir de, ese mo­
mento — dice el historiador Ravignani— “ surge un nuevo elemento
político: e l factor provincia. Co­
mienza a tener la consistencia de
una facción para convertirse en
partido, que gravitará de una ma­
nera singular en la contextura del
Estado argentino” .
Renuncia
y
muerte
de
Moreno
Firm e en sus convicciones y
desautorizado ante la votación,
Mariano Moreno presentó la re­
nuncia al cargo de secretario de la
Junta y solicitó partir hacia Euro­
pa, en misión diplomática ante el
gobierno de Londres.
E l 22 de enero de 1811 se alejó
de Buenos Aires en una pequeña
embarcación rumbo a La Ensenada
y a llí trasbordó — el 24 de ene­
ro— a la fragata inglesa L a Fama,
la que partió de inmediato. Fue
acompañado por su hermano M a ­
nuel y Tomás Guido, en carácter
de secretarios.
En el transcurso de una penosa
navegación, enfermó de cuidado
1 Lo s nueve diputados provinciales eran los siguientes: Gregorio F u n es (C ó r d o b a ), S im ó n
G a rc ía de Cossio (C orrien tes), F ra n cis co de G urru ch a g a (S a lt a ), M a n u e l Ig n a c io M o lin a
(M e n d o z a ), José A n to n io O lm o s de A g u ile ra (C ata m a rc a ), Juan F ra n cisco Tarragon a (S a n ­
ta F e ) , M a n u e l F e lip e M o lin a (T u c u m á n ), Ju liá n P érez (T a r ija ), y Juan Ig n a c io G o r r iti
(J u ju y ).
2 Lo s diputados del interior —favorables lógicamente a la incorporación— eran nueve,
mientras la Junta se encontraba reducida a siete vocales, por ausencia de Castelli y Belgrano.
Saavedra dio su voto afirmativo, basado en la “ conveniencia pública” y le siguieron
Alberti y Matheu; por su parte, Larrea y Azcuénaga lo hicieron argumentando la unidad
Política.
Moreno fundamentó su voto negativo en que la incorporación de los diputados era con­
traria al derecho y al bien general del Estado” .
164
165
y después de tres días de sufri­
mientos falleció en alta mar, el
4 de marzo. Su cuerpo fue echado
al océano 1.
El nuevo gobierno
El 22 de diciembre el deán Fu­
nes comunicó a las provincias la
incorporación de los diputados
“ para tomar parte activa en el go­
bierno” .
La Junta Grande cambió el len­
guaje político utilizado hasta ese
momento por el anterior organis­
mo y volvió a invocar “ a nuestra
amada M etrópoli” , en una actitud
que pretendía apaciguar “ las jus­
tas quejas de los españoles euro­
peos” .
El nuevo gobierno de dieciséis
■ miembros — más adelante alcanzó
a veintidós— careció de unidad en
la acción y no pudo impedir las
rencillas internas, propias de un
ejecutivo numeroso. Saavedra si­
guió ocupando el cargo de presi­
dente y el deán Funes tomó la
iniciativa que antes había corres­
pondido a M oren o2; a pesar de la
desaparición del último, sus parti­
darios — los jóvenes morenistas—
no tardaron en organizarse y cons­
tituir un núcleo activo, de oposi­
ción al gobierno.
LAS JUN TAS PROVIN CIALES
Con la incorporación de los di­
putados, la Junta Grande estuvo a
asesinado.6
merced del elemento provinciano
y con el objeto de satisfacer la opi
nión del interior el deán Funes
dictó el Reglamento del 10 de fe­
brero de 1811, por el cual se crea
ron juntas provinciales.
El citado reglamento — la pri­
mera carta orgánica de la Revolu­
ción— es de gran importancia, por
cuanto extendió a las provincias el
sistema de gobierno colegiado. Dis­
ponía la creación de juntas p rinci
pales y subordinadas (o menores)
Las principales se compondrían
de cinco miembros' es decir, “ el
presidente o gobernador intenden­
te nombrado como tal y cuatro co­
legas (vocales) que eligiese el
pueblo” .
Las juntas subordinadas se es­
tablecerían — según aclara el ar­
tículo 69 del reglamento— en las
ciudades o villas que tuvieran re­
presentantes ante Buenos Aires.
Estarían integrada* por tres miem­
bros, a saber “ el comandante de
armas que actualmente lo fuese y
los dos socios que se eligiesen” .
La duración de las juntas pro­
vinciales estaría limitada hasta la
reunión del Congreso general.
Aunque se afirma que el regla
mentó del deán Funes es el pri­
mer antecedente de un sistema fe­
deral, el historiador Ravignani
sostiene con fundamento que es de
neto corte unitario.
El presidente no surge de la elección
popular y es en realidad el mismo
d ?cumentos de ,la
y 1» f o n a c i ó n de M anuel Moreno, que comparó la
hermano con la de Sócrates, Inzo afirmar que el joven secretario h abía sido
E l historiador Levene niega tal versión y sostiene que Mariano M oreno embarcó enferme
del estomago y con una profunda depresión espiritual. U n a excesiva dosis de antimonii'
* aE u su c T é o ' d e t a7 ’ aci™ * e P ° r i
más tarde p o r % p ¡U to V ^ Z ’.
R o f r í g u e ? P e ñ Z e ItÍ
“ Pitón de la nave, habría apresurado el dece" ,
r e m p la z a d o interinamente por Julián P érez v
a comienzos del mes de febrero y en su lugar fue nombrado
intendente que subsiste como restos de
la organización hispánica. El derecho
de sufragio estaba limitado a “ todos los
vecinos españoles” y en consecuencia
la palabra “ pueblo” se refiere a los
vecinos de raza blanca afincados y con
familia, pero no a la masa de los ha­
bitantes \
Las juntas menores estaban subor­
dinadas a su respectiva principal, pero
éstas a su vez dependían directamente
de Buenos Aires.
El canónigo Gorriti — diputado jujeño— criticó las disposiciones del re­
glamento basado en la absoluta igual­
dad de derechos de todos los pueblos.
Sostuvo que las juntas debían llamarse
territoriales y que cada una de ellas
ejerciera en su jurisdicción “ la plenitud
de sus facultades” .
Las juntas provinciales subsis­
tieron hasta fines de diciembre de
1811, en que el nuevo gobierno
— el Triunvirato— las disolvió, de­
bido a “ la heroica resolución de
concentrar el poder” .
La Sociedad Patriótica
E l año 1811 marca el comienzo
de la crisis del gobierno revolucio­
nario, por el poco éxito de las cam­
pañas militares y las disidencias
internas. En este último aspecto
se agrupan las facciones que más
tarde formarán partidos y se dis­
persan muchos esfuerzos debido a
la aparición de las primeras revo­
luciones o episodios violentos de la
vida política argentina:
Prácticamente el virreinato se
había desmembrado con la auto­
nomía del Paraguay, la pérdida
del A lto Perú — después de Hua­
qui— y la situación de la Banda
Oriental, ante la actitud de Elío y
también de Artigas.
El co ro n el D om ingo Fre n c h , q u e d e s­
em peñ ó im p o rtan te p a p e l en los su ce­
sos re v o lu cio n a rio s d e 18 1 0 . La Prim e­
r a J u n ta le co n fió el m and o
reg im ien to " L a E stre lla " .
del
A comienzos de marzo de 1811,
los morenistas — que formaban
una minoría intelectual— decidie­
ron “ reanimar el espíritu amorti­
guado de la Revolución” e ilustrar
al pueblo sobre la necesidad de un
cambio en la dirección gubernati­
va. Con este propósito, formaron
un centro que llamaron “ Sociedad
Patriótica” .
Estos revolucionarios, que se reunían
en el café de Marcos (frente a la igle­
sia de San Ignacio), adoptaron como
distintivos cintas celestes y blancas.
Dice un documento de la época: “ los
complotados tomaron por divisa un lazo
de cintas azul y blanca y corriendo
por las calles y plazas convocaban al
pueblo para el 23 de marzo en el café
de Marcos” .
1 Ií„
fip 1S21 recién se esboza un intento de verdadero sufragio popular. Hasta esa
época, en ías elecciones de autoridades predomina una minoría de clase med.a o burguesa.
167
166
En esas circunstancias, los jóvenes
propagandistas fueron detenidos por
orden del gobierno y alojados en la
Fortaleza. Pronto recuperaron su liber­
tad y entonces volvieron a gritar por
las calles: “ ¡A l café! ¡A l café!”
de privilegio, hasta tanto no fue­
ran eliminados sus adversarios.
c)
Los provincianos — encabe­
zados por el deán Funes— soste­
nían que la Junta Grande estaba
sujeta al predominio centralista
Los integrantes de la Sociedad
de Buenos Aires y en consecuen­
— que se destacaron por su acen­
cia no representaba la voluntad
tuado porteñismo—- sólo contaban
de todos los pobladores de la cam­
con el apoyo de dos jefes militares:
paña.
D om ingo French, comandante del
En la noche del 5 al 6 de abril
regimiento “ La Estrella” , y Floren­
de 1811 se produjo en Buenos
cio Terrada, que dirigía el “ Gra­
Aires el primer intento de revolu­
naderos de Fernando V I I ” . Ade­
ción contra las autoridades consti­
más, seguían la orientación moretuidas — no españolas— que mar­
nista el doctor Pedro Agrelo, quien
ca el comienzo de nuestras luchas
utilizaba las páginas de la “ Gazeinternas.
ta” para la propaganda política, y
E l movimiento finalizó con una
Julián Álvarez, dirigente de una
nueva victoria del bando saavelogia con rituales masónicos.
drista y permitió a la Junta Gran­
de subsistir un tiempo más al fren­
te del gobierno. Aunque la asonada
M OVIM IEN TO DEL 5
dominó aparentemente la tenaz
Y 6 DE ABRIL
oposición morenista, sus orígenes
no están aclarados y las fuentes
Creciente acción opositora
históricas se presentan confusas.
de los m orenistas
En la noche del 5 de abril, gru­
pos de pobladores procedentes de
A comienzos de 1811, tres parti­
los suburbios de Buenos Aires
dos se disputaban el predominio
■
—chacras y quintas— se reunie­
en el mando:
ron en los Corrales de Miserere,
a) Los morenistas deseaban re­
acaudillados por Tomás Grigera,
tomar el poder que habían perdido
conocido como “el alcalde de las
después de la incorporación de los
quintas” y partidario de la facción
diputados provinciales a la Junta
saavedrista. Era evidente que “ los
y del alejamiento de su más desta­
hombres de poncho y chiripá” se
cada figura. Como vimos, su acción
agrupaban para enfrentar a “ los
opositora se concentró en la So­
hombres de capa y casaca” .
ciedad Patriótica.
La compacta y heterogénea mul­
b ) Los saavedristas contaban con
titud llegó a la Plaza de la V ic­
el apoyo de la casi totalidad de las
toria en la madrugada del día 6,
fuerzas militares y del elemento
protegida por los sables de las
humilde de los suburbios. Su hos­
fuerzas militares. En esas circuns­
tilidad hacia los morenistas se ha­
tancias, Saavedra se encontraba en
bía acentuado luego del “ decreto
el Fuerte con miembros del go­
de los honores” (6 de diciembre de
bierno, a la espera de los aconteci­
1810). Aunque tenían el mando,
mientos; por su parte, el Cabildo
consideraban efímera esta posición
también se hallaba reunido.
168
gobierno para inform ar sobre la
derrota sufrida por sus tropas en
el P a ragu ay1.
c)
Expatriación de varios more­
nistas (French, Beruti y otros) y
designación de un Trib u n a l de
Seguridad para v ig ila r la tranqui­
lidad pública.
Exceptuando la concentración
del poder en Saavedra, la Junta
Grande aceptó las condiciones im ­
puestas por los cabecillas del mo­
vimiento.
EL TRIUNVIRATO
La situación a m ediados de 1811
| Una comisión encabezada por el
doctor Joaquín Campana ■
— hom­
bre mediocre a pesar de su títu­
lo— se adelantó hasta el Cabildo e
hizo entrega de un largo memo­
rial que :—en síntesis— expresaba
lo siguiente:
a) Separación de cuatro miem­
bros de la Junta Grande: Rodrí­
guez Peña, Vieytes, Azcuénaga y
Larrea. Se los acusaba de haber
sido designados sin consultar la
voluntad del pueblo. En su reem­
plazo ocuparían las vacantes F eli­
ciano Chiclana, Atanasio Gutié­
rrez, Juan de Alagón y Joaquín
Campana, este último en el cargo
de secretario.
b)
Exigía que Saavedra volvie­
ra a ocupar el cargo de comandan­
te general de armas. M anuel Bel­
grano debía comparecer ante el
i
A fines de junio, la delicada si­
tuación de la Junta Grande se tor­
nó más crítica. La tensión se agra­
vó cuando llegó a Buenos Aires la
noticia de la derrota de Huaqui,
contraste que obligó a levantar el
sitio de Montevideo. Como réplica,
naves realistas bloquearon y caño­
nearon el puerto de Buenos Aires.
La Junta Grande dispuso, a fines
de agosto, que Cornelio Saavedra
se trasladara al norte del territo­
rio para reorganizar el ejército re­
cientemente vencido. Trascendió
en la capital que el alejamiento
del presidente obedecía al propó­
sito de eludir la delicada situa­
ción.
Aunque disuelta la Sociedad Pa­
triótica, los opositores porteños no
cesaban en su actividad y hacían
responsable al gobierno de todos
1 Belgrano recibió las comunicaciones cuando marchaba para auxiliar a los patriotas de
la Banda Oriental; entregó el mando a Róndeau y regresó a Buenos Aires.
Abierto el proceso, defendió su correcto proceder con estas notables palabras: “ F io mi
^ fe n s a a la correspondencia que he tenido con V . E . (l a Jun ta); la dejo a las declaraciones
cuantos han presenciado mi conducta, sean los^ que fueren, castigados o no por mí, tal
es la confianza que tengo de haber procedido según
mis obligaciones.”
«,JEl 9 de agosto se dictó la sentencia que lo eximió de culpa y cargo.D ice eldocumento:
El general Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor,
celo y
in sta n c ia dignos del reconocimiento de la patria.”
169
Fe lic ia n o A n to n io C h lc la n u N o c id o en
B uenos A ire s , se g r a d u ó d e a b o g a d o
en C h ile y m ás ta r d e a d h ir ió a la
c a u sa d e la rev o lu ció n . Fu e m iem bro
d e l P rim er T riu n virato .
J u a n Jo sé P aso (1 7 5 8 -1 8 3 3 ). A sistió a l
C a b ild o a b ie rto d e l 2 2 d e m ayo d e
1 8 1 0 ; fu e se c re ta rio — con M o r e n o d e la P rim e ra J u n ta e in te g ró am b o s
T riu n virato s. C u m p lió u n a rele v a n te
actu a ció n en el C o n g re so de Tu cum án .
Así quedó establecido un nuevo
gobierno o Triu n vira to 1 integrado
por Feliciano Chiclana, M a n u el de
Sarratea y Juan José Paso; secre­
tarios: Bernardina Rivadavia, de
Guerra; José Julián Pérez, de Go­
bierno, y Vicente López, de Ha­
cienda.
los fracasos. Argumentaban que la
mayoría provinciana integrante de
la Junta carecía de prestigio y
eficacia por su excesivo número;
además se decía que estaba bajo
la influencia de elementos “ carlotistas” .
Debido a la agitación pública y
ante las exigencias del Cabildo, el
secretario Campana fue destituido
y más tarde confinado en San A n ­
tonio de Areco.
Creación del Triunvirato
Ante la hostilidad de la opinión
pública y por mediación del Ca­
bildo, la Junta Grande — a la sa­
zón _ presidida por Matheu— de­
cretó el 23 de setiembre de 1811
“la creación de un ejecutivo, cu­
ya conducta debía quedar ajustada
a las disposiciones que le dictaría
la Junta” .
E l decreto del 23 de setiembre
establecía además que “ los seño­
res diputados de los pueblos y pro­
vincias” , es decir, los integrantes
de la desprestigiada Junta Grande,
deberían integrar una Junta Con­
servadora 2, de quien dependían los
miembros del Triunvirato.
D e los seis integrantes del Triun­
virato, cinco eran porteños y uno
solo provinciano: José Julián Pé­
rez. Habían triunfado la tendencia
morenista y la disuelta Sociedad
Patriótica; en la misma corriente
ideológica no tardaría en destacar­
se Bernardino Rivadavia, genuino
representante del centralismo por­
teño.
La Junta C onservadora
y el Triunvirato
El decreto del 23 de setiembre
ordenaba que el Triunvirato debía
gobernar ateniéndose a las normas
que le fijara la Junta Conservadora, pero ambos organismos •— eje­
cutivo y legislativo respectivameii-
,
.E1 nuev° gob>erno se conoce en nuestra Historia como P r im e r T riu n v ira to , a u n q u e en
i
7% - U ra7?om°r.
í m » S u p erior de las P rov in cia s Unid as d el R ío de la P l“ ta
a n om bre del S eñor D o n F e rn a n d o V i l \
leyes n a cion a les" " C ouservadora
170
de
la
soberanía
del
Señor
Don
Fem ando
V II
y
de
i“s
te__no tardaron en distanciarse, a
ca u s a de divergencias políticas.
» E 1 Triunvirato representaba el
porteñismo en marcha y Rivada­
via — su más destacada figura—
sostenía que la difícil situación in ­
terna y externa obligaba a esta­
blecer un gobierno centralizado
que desde Buenos Aires impusiera
su autoridad sobre el resto del te­
rritorio.
I La Junta Conservadora — bajo
la influencia de Funes— era el
sentir pro’vinciano, que también
aspiraba al predominio político.
Conviene destacar que si bien el
Triunvirato representaba al núcleo
dirigente de la capital, la Junta
Conservadora — disminuida y des­
prestigiada— era en esos momen­
tos la expresión del país entero.
’ La confusión de poderes entre
ambos organismos en pugna pro­
dujo inconvenientes a las autori­
dades del interior, quienes al tan­
to de los sucesos no sabían a qué
atenerse.
Para consolidarse en el mando,
el Triunvirato comenzó a gober­
nar sin tener en cuenta a la Junta
Conservadora, lo que aumento la
divergencia entre ambos organis­
mos.
mas a que debía atenerse en el
desempeño de su mandato. Bajo la
dirección del deán Funes, la Jun­
ta redactó un Reglamento Orgá­
nico que envió al Triunvirato el
22 de octubre de 1811.
Por vez primera se establece en
nuestro país la separación de po­
deres: Ejecutivo (T riu n virato), L e­
gislativo (Junta Conservadora) y
Judicial (Tribunales independien­
tes), aunque otorga al segundo fa­
cultades preeminentes sobre el eje­
cutivo.
El documento constaba de tres
secciones. En la primera determi­
naba las atribuciones de la Junta
Conservadora, entre ellas, el poder
nombrar a los miembros del T riu n ­
virato.
Los diputados de la mencionada
Junta
serían inviolables y perma­
EL REGLAM ENTO O R G Á N IC O
necerían en sus funciones hasta la
reunión de un Congreso.
A poco de instalado, el Triu n ­
De acuerdo con lo establecido en
virato reconoció las atribuciones
la segunda sección, el Triunvirato
constituyentes de la Junta Conser­
se ocuparía de la administración
vadora, pues se dirigió a ella, soli­
pública, de organizar ejércitos y
citándole le reglamentara las ñor171
de las finanzas. Sus integrantes
durarían un año y medio en el
cargo v serían responsables de sus
actos ante la Junta Conservadora.
La tercera sección declaraba la
independencia del Poder Judicial
de los otros dos poderes.
E l Triunvirato acusó recibo del
Reglamento y consideró que la
Junta Conservadora se reservaba
excesivas atribuciones; por tal cau­
sa, sometió el documento a estu­
dio del Cabildo, organismo que,
legalmente, no estaba facultado
para intervenir.
Mientras se efectuaban estas tra­
mitaciones, la Junta dispuso publi­
car el Reglamento Orgánico y en­
viarlo a las provincias.
Ante el curso de los sucesos, Rivadavia decidió terminar con el
conflicto y ordenó el 7 de noviem­
bre de 1811 la disolución de la
Junta Conservadora y derogó el
Reglamento. Los diputados recibie­
ron comunicaciones para que se
dirigieran a la brevedad a sus res­
pectivas provincias.
E l golpe de Estado ahondó el
antagonismo entre los pueblos del
interior y Buenos Aires. “ Con esta
violenta medida — escribe el his­
toriador P iccirilli— el Triunvirato
aclaraba aparentemente el hori­
zonte político, pero estaba lejos de
consolidar la autoridad del gobier­
no.”
EL ESTATUTO PRO VISIO N AL
Disuelta la Junta Conservadora,
Rivadavia redactó un programa a
fin de reglamentar la actuación
del Iriu n virato. E l 22 de noviembre
de 1811 dio a conocer el Estatuto
P ro v is io n a l 1 en cuya larga intro­
ducción justifica su actitud ante i
Junta y hace resaltar los error/
cometidos por dicho organismo. S
Debido a la situación imperante
y ante “ la necesidad urgente (¡e
concentrar el poder” decreta qUe
el Triunvirato continuará en ej
mando hasta que los diputados reu.
nidos en un Congreso general
“ establezcan una Constitución per­
manente” .
Disponía la remoción periódica
de los vocales ■— cada seis m esespero no de los secretarios, que es­
taban facultados para reempla­
zarlos.
Para designar a los vocales que ter­
minaran su periodo creaba una asam­
blea electoral mediante una elección
hecha por el Cabildo de Buenos Aires,
un número de ciudadanos designados
por la Capital y representantes que
enviaran los pueblos.
Es interesante destacar que los se­
cretarios eran inamovibles, situación
que permitía a Rivadavia permanecer
en el gobierno.
El Estatuto Provisional fue apro­
bado por el Cabildo y el 1 de di­
ciembre se efectuó la ceremonia
de la jura en la Plaza de la V ic-.
toria, ante las tropas que regresa­
ban de la Banda Oriental, luego
del tratado de pacificación f i r m a d o
con Elío.
El motín de las trenzas
A los pocos días de jurado el
Estatuto, se produjo en Buenos A i­
res la sublevación del cuerpo de
Patricios, episodio que se vinculó
a la tensa situación política.
Absuelto del injusto proceso, Bel'
grano fue designado coronel del
Regimiento de Patricios, en reem­
plazo de Saavedra, quien lo había
mandado hasta entonces. En su
gran mayoría, los soldados eran
adictos al jefe anterior y entre sus
filas también se encontraban mu­
chos “ provincianos” ; en consecuen­
cia, el cambio de mando dispuesto
por el Triunvirato tenía por obje­
to im pedir todo acto de indisci­
plina.
E l descontento inicial se tradujo
en abierta rebelión cuando Belgra­
no ordenó que todos los soldados
debían cortarse la coleta o trenza,
considerada por ellos valeroso dis­
tintivo del regimiento.
E l 7 de diciembre y después de
expulsar a sus oficiales, los patri­
cios se atrincheraron en su cuar­
tel dispuestos a resistir.
De acuerdo con una orden del
Triunvirato, Rondeau — con las tro­
pas que acababan de regresar de
la Banda Oriental— en desigual
combate los obligó a rendirse. Los
cabecillas fueron ajusticiados.
E l sangriento episodio tuvo de­
rivación política, por cuanto Riva­
davia culpó al deán Funes y otros
opositores — saavedristas y provin­
cianos de la disuelta Junta Conser­
vadora— de todos los incidentes.
Por tal causa, comunicó a los di­
putados que aún permanecían en
Buenos Aires la imperiosa necesi­
dad de abandonar inmediatamente
la capital, en el plazo de veinticua­
tro horas.
“ Así fue condenada al ostracismo
— escribe Mitre— la última sombra del
partido vencido. Los diputados perse-
Los m iem bros d e la S o c ie d a d P atrió ti­
c a escu ch an la p a la b r a d e B e rn a rd o
d e M o n te a g u d o . (R e lie v e d e G u sta v o
E b e rle in .)
172
guidos, dispersándose en las provincias
como las postreras chispas de una ho­
guera casi extinguida, fueron a llevar
a ellas nuevos elementos de combustión
y descontento.”
Rivadavia continuó con su polí­
tica centralista en favor de Buenos
Aires y en enero de 1812 ordenó
la supresión de las juntas provin­
ciales, debido a “ la necesidad de
expedirse con rapidez en los gran­
des negocios y de restablecer la ar­
monía y el orden en la política .
N uevam ente
la Sociedad Patriótica
Sabemos que la primera Socie­
dad Patriótica fue disuelta después
de la asonada del 6 de abril. A
comienzos de enero de 1812 y
mientras algunos morenistas — Pa­
so y Chiclana— ocupaban el go­
bierno, Rivadavia decidió la aper­
tura de la Sociedad, brindándole
el apoyo oficial pues anticipaba su
adhesión.
El Triunvirato autorizó las reu­
niones en el edificio del Consulado,
y el 13 de enero Bernardo de M o n teagudo — la figura más destaca­
da—- pronunció el discurso inaugu­
ral. Desde la dirección de la “ Ga­
zeta” , el último comenzó a distan­
ciarse del gobierno, el que nombró
un fiscal para informarse de los
asuntos tratados en las reuniones
de la Sociedad.
La “ Gazeta” que aparecía los martes
era dirigida por Vicente Pazos Silva,
y la editada los viernes, por Monteagudo. Ambos sotenían polémicas de
carácter político con prescindencia del
Triunvirato.
Más tarde, Pazos Silva continuó su
prédica a través de las páginas de un
nuevo periódico: E l Censor.
En el mes de marzo, el Triu n vi­
rato creó la Gaceta M in is te ria l
del gobierno de Buenos Aires, en
reemplazo de la anterior. Por su
parte, Monteagudo editó un nuevo
periódico — de vida efímera— titu­
lado M á rtir o Libre.
La Sociedad Patriótica colaboró
luego con la L ogia Lautaro y fin al­
mente fue absorbida por ésta 1.
La A sam b le a G en e ral Legislativa
El Estatuto disponía la reunión
de una Asamblea General y si bien
el Triunvirato no estaba dispuesto
a hacerlo, la tensión política exis­
tente y la acción opositora de la
Sociedad Patriótica determinaron
su convocatoria.
El 19 de febrero de 1812 fue
publicado el Reglamento que da
form a a la Asamblea, cuyas vein­
te disposiciones tratan sobre l as
normas para la elección de sus
miembros y concede nuevamente a
Buenos Aires el predominio sobre
el interior del país.
La Asamblea tenía carácter le
gislativo, pero no constituyente, y
debía actuar como reguladora de
las decisiones del Triunvirato.
La Asamblea debía integrarse con
los miembros del Cabildo de Buenos
Aires — quienes la presidirían—, los
apoderados de las ciudades del interior
en calidad de diputados y 100 ciuda
danos de Buenos Aires elegidos por un
complicado sistema de voto calificado
Fácil es deducir que estaba asegu
rada la mayoría de la capital en la
composición del organismo.
El Triunvirato su bordin ó la
Asamblea a su entera voluntad, por
cuanto — dice uno de los artícu­
los— “sólo el gobierno puede con
vocarla” por un máximo de ocho
días y también disolverla “si lo
exigen la seguridad y la tranqui
hdaa pública” .
El organismo se reunió el 4 de
abril, presidido por diez miembros
del Cabildo de Buenos Aires, además de treinta y tres representan­
tes porteños y once provincianos.
La Asamblea sólo sesionó dos
días porque a causa de un inci»
dente con el T riu n virato 2 R iva ­
davia ordenó su disolución el 6 de
abril; el Cabildo fue suspendido
en sus funciones hasta nueva or
den.
1 Ver página 180.
Juan M a rtín de
fue11b ie n 'r e c ib ^ d o "^ "^ ^ ! T •Asa” b *ea desi8?ó sucesor a
ción como suplente de José D ía z V é le z pues el ¡m hi>r„n / J
Triunvirato, no así la designaque tal interinato correspondía a R W ad” ?a. g ° b lem ° SOStuv° ~ en base al Estatuto vigente-
174
(
El g lo rio so L ib e rta d o r d e su p a t r ia ,
d e C h ile y d e l P erú : e l g e n e ra l don
J o s é d e S a n M a rtín ,
JO S É DE SAN MARTÍN
A fines del verano de 1812, el
día 9 de marzo, arribó al puerto
de Buenos Aires, procedente de
Londres, la fragata inglesa “ Jor­
ge Canning” , trayendo a su bordo
a un varón de epopeya, el entonces
teniente coronel José de San M a r­
tín., quien más tarde sería apelli­
dado con justicia “ el más grande
de los criollos del Nuevo Mundo .
Regresaba a la tierra natal con
sus compatriotas el alférez Car­
los de A lvea r y el oficial Matías
Zapiola, el barón de Holm berg y
otros.
Soldado genial, abnegado y aus\ tero, sin más fortuna que su espa­
da, San M artín llegaba a su pa­
tria para entregarse por entero a
la causa de la emancipación de me­
dio continente.
Martín debió trasladarse al Áfnca y
allí hizo su bautismo de fuego al defen­
der valerosamente la ciudad de Oran
contra un sitio de los moros.
En 1793 regresó a España y lucho
contra la invasión de los franceses ba]0
las órdenes del ilustre general Ricar­
dos; por su destacado comportamiento
fue ascendido a subteniente del regi­
miento de Murcia. Poco después, el jo­
José de San M artín había nacido en
ven oficial también conoció la lucha
Yapeyú, pueblo de las antiguas misio­
en el mar, pues su regimiento embarco
nes jesuíticas, el 25 de febrero de 1778.
en la flota española y se batió contra
Era hijo del oficial español Juan de
los británicos en la batalla del Cabo
San Martín — designado teniente de g_oI bemador de las Misiones
y de doña de San Vicente (febrero de 1797). Con­
: Gregoria Matorras, de igual naciona- cluyó su experiencia marina cuando la
embarcación en que navegaba — ‘ La
{ lidad.
Dorotea” — fue apresada por un barco
A los ocho años de edad, fue llevado
inglés y, tras fuerte resistencia, San
a España por sus padres e ingresó como
Martín cayó prisionero con los demás
alumno en el Seminario de Nobles de
tripulantes.
Madrid, para continuar con el apren­
En 1801 participó de la guerra de­
dizaje de las primeras letras.
clarada por España a Portugal, como
En julio de 1789, José de San Mar­
segundo capitán del Batallón de Vo­
tín inició su carrera militar en el re­
luntarios de Campo Mayor', en su foja
gimiento de Murcia, sentando plaza de
de servicios consta el honroso desem­
cadete. “ El uniforme — escribe el his­
peño que le cupo. Concluida la cam­
toriador Mitre— era celeste y blanco
paña regresó a Cádiz y allí soportó la
y el joven aspirante vistió con el, los
colores que treinta años después debía
175
pasear en triunfo por la mitad de un
continente.” Con su regimiento, San
A esta altura de la vida, San
M artín era un hombre de vigorosa
contextura física, bien proporcio­
nado y de rasgos a t r a y e n t e s A
mediados de noviembre casó con
M aría de los Remedios Escalada,
joven de quince años que pertene­
cía a una distinguida familia.
El Regimiento de Granaderos
a Caballo
terrible epidemia de cólera de 1804
que puso a prueba su hombría y ele­
vados sentimientos.
San Martín inició una nueva etapa
de su vida cuando se puso en con­
tacto con Jos ideales liberales que en
esa época se esparcían por Europa
lluego ingresó en la Logia Lautaro,
sociedad secreta de acción libertadora
que era una filial de la Gran Reunión
Americana fundada en Londres por el
precursor Francisco Miranda.
En mayo de 1808 el pueblo español
se levantó en armas contra los ejérci­
tos de ocupación franceses y en Cádiz
le tocó a San Martín observar los ex­
cesos de la multitud que culminaron
con el asesinato del gobernador de
dicha plaza, general Francisco Solano
Urtiz. La tragedia impresionó su espíy desde ese momento nunca justiiico los actos incontrolados de la mu­
chedumbre.
Más tarde, San Martín luchó vale­
rosamente contra los ejércitos napoleó­
nicos en la batalla de Arjonilla, donde
salvo la vida gracias a la intervención
i L a ™ de ?us homt>res. En julio de
1808 tuvo destacada actuación en la
batalla de Bailen y fue ascendido a
teniente coronel; en mayo de 1811 volvio a enfrentar a las tropas francesas
en la batalla de Albuera.
Después del último combate, San
Martin dio un nuevo rumbo a su exis­
tencia al seguir el llamado de su patria
-—que se había levantado contra la
Metropoli— y abrazar la causa de la
emancipación americana. Había com­
batido por tierra y por mar veintiún
anos en favor de España, pero juzgó
llegado el momento de obedecer al
dictamen de su conciencia.
“ Sin tener más que una vaga idea
del verdadero estado de la lucha en
America
escribe su contemporáneo
el general Guillermo M iller— resolvió
marchar a serle tan útil como pudiera.”
San Martín solicitó su retiro del
Ljercito español y al mismo tiempo la
autorización para trasladarse al Perú
con el pretexto de atender intereses’
personales. Concedida la baja, a me­
diados de setiembre zarpó de Cádiz pe­
ro con destino a Inglaterra, luego de
aceptar la valiosa ayuda del noble es­
coces lord Macduff.
. En Londres trabó amistad con va­
rios americanos, entre ellos Manuel
M oreno — hermano del “numen de la
Revolución”— , Tomás Guido y el venezolano Andrés Bello. Estos jóvenes
pertenecían a la sociedad secreta fun­
dada por Miranda, que era matriz de
la que funcionaba en Cádiz.
San M artín no trajo otros títu­
los que no fueran su destacada ac­
tuación m ilitar en la península,
mas, por tal causa, su presencia en
Buenos Aires despertó recelos en
los miembros del Triunvirato. Sin
embargo, disipadas las dudas, el 16
de marzo fue reconocido en su gra­
do de teniente coronel.
E l gobierno encomendó a San
M artín la organización de un es­
cuadrón de caballería y designó
segundos jefes a A lvea r y a Zapiola, sus compañeros de viaje. Así
surgió el más tarde famoso regi­
miento de Granaderos a Caballo,
cuyo cuartel se estableció en el
Retiro, al norte de la ciudad.
San M artín eligió uno a uno los
oficiales y soldados, todos ellos jó­
venes de alta talla, física y moral­
mente sanos. Les enseñó en persona
el manejo de las armas y su ex­
periencia guerrera, a •la vez que
los dotó de un vistoso uniforme.
“ E l jefe — escribe Ricardo Rojas—
viste uniforme de paño azul con
vivos rojos, botas de cuero opaco,
sable corvo, espuelas ‘y falucho fo­
rrado de hule.”
San M artín inculcó en sus hom­
bres el culto de la dignidad y del
coraje, para lo cual reglamentó un
código de honor destinado a los
oficiales del regimiento y que cas­
tigaba, entre otras faltas, la cobar­
día en acción de guerra.
Mensualmente se reunía en un
tribunal destinado a vig ila r el es­
tricto cumplimiento del código. De
esta manera se forjó el heroico
cuerpo que debía derramar su san­
gre en las luchas por la indepen­
dencia.
LA CONJURACIÓN DE ÁLZAGA
Don M a rtín de Álzaga, ^a figu ­
ra más destacada del partido es­
pañol, elaboró un cuidadoso plan
para adueñarse del poder, ejecutar
a las autoridades patriotas y esta•blecer un gobierno que respondiera
al Consejo de Regencia de Cádiz.
Los conjurados iniciaron lina.se­
rie de reuniones en comercios y
domicilios particulares, y en los
últimos días de junio de 1812 todo
estaba preparado para la intentona.
E l momento era oportuno, pues-el
T r iu n v ir a to gobernaba ' asediado
por la oposición y sólo unos pocos
efectivos militares defendíáh a
Buenos Aires.
'
Es m uy probable que el complot
contara con el apoyo exterior de
las tropas realistas de la Banda
Oriental y del ejército portugués
que aún permanecía en el terri­
torio.
fra c a sa la conjuración
E l estallido del movimiento su­
frió una demora, pues Álzaga de­
seaba que coincidiera con el ani­
versario de la heroica defensa (5
de ju lio ); esta actitud fue provi­
176
177
[
dencial para los patriotas, por
cuanto permitió reprim ir can éxito
la rebelión.
En esos días integraban el go­
bierno Juan M a rtín de Pueyrredón, Feliciano Chiclana y Bernardino Rivadavia; la rivalidad entre
los dos primeros les hacía no dar
mayor trascendencia a los rumores
sobre el peligro, pero no sucedió
lo mismo con Rivadavia, quien se
dispuso a actuar con toda energía.
Varias denuncias llegaron al go­
bierno por distintos conductos. La
primera información concreta la
suministró un esclavo de color lla ­
mado Ventura, quien lo comunicó
a su dueña, ésta al alcalde de Ba­
rracas y el último al Triunvirato
(1 de ju lio). A l día siguiente, Rivadavia comisionó a Chiclana para
que iniciara la investigación; el 3
de julio, la comadre de Álzaga con­
fesó que en su propio domicilio
los conjurados efectuaban reunio­
nes. Descubierta la conspiración,
Rivadavia decreta — ese mismo
día— la pena de muerte sobre los
principales cabecillas.
Álzaga cambió varias veces de
escondite, hasta que finalmente fue
apresado en la madrugada del 6
de julio y ejecutado esa mañana.
U n tribunal creado al efecto orde­
nó penas de muerte -—fusilados y
colgados de la horca— , condenas a
varios años de prisión o confina­
mientos, según la culpabilidad.
Después del ejemplar castigo y
para tranquilizar los ánimos, el
gobierno publicó — a intercesión
del Cabildo— una circular dirigi­
da al pueblo, que Comenzaba con
estas palabras: “ Ciudadanos, basta
de sangre: perecieron los principa­
les autores de la conjuración y es
necesario que la clemencia subs­
tituya al rigor de la justicia.”
OBRA DE G O BIERN O
DEL TRIUNVIRATO
A m plia e intensa fue la obra del
Triunvirato, debida en gran parte
a la acción de Rivadavia. Podemos
agruparla de la siguiente manera:
a)
P o lít ic a
y
ju d ic ia l
b)
C u lt u r a l
y
e c o n ó m ic a
Rivadavia consideraba que la
El 26 de octubre de 1811, el
instrucción
era la base del bienes­
Triunvirato creó una Junta P ro­
tar social y bregó por mejorar el
tectora de libertad de im prenta
n ivel cultural. Fueron creadas dos
integrada por nueve miembros y
escuelas primarias y solicitó la
cuya misión era reprim ir los de­
venida al país de profesores euro­
litos de prensa. Esta disposición fi­
peos para destinarlos a estableci­
guraba en un decreto publicado
mientos de segunda enseñanza, con
en base a un trabajo anterior del
el objeto de formar “ al químico, al
deán Funes.
naturalista, al geómetra, al m ili­
Tam bién se dio a conocer el D e­
tar, al político, en fin a todos los
creto de la seguridad individual
que deben ser con el tiempo la
— anticipo del actual habeos corcolumna de la sociedad” .
pus— , que juntamente con el de
En materia económica, el Triu n ­
libertad de im prenta se consideran
virato suprimió el estanco del ta­
parte del Estatuto Provisional.
baco, es decir, el monopolio de ese
A instancias del Cabildo y para
artículo por cuenta del Estado. Dio
impulso a la agricultura y a las
elim inar los prejuicios raciales, el
Triunvirato prohibio el trafico de
industrias; además fomentó el des­
arrollo de la minería. Ordenó le ­
esclavos en todo el territorio de las
vantar un plano topográfico del te­
Provincias Unidas. Tam bién dis­
rritorio de Buenos Aires con el fin
puso otorgar la carta de ciudada­
de distribuir tierras para sembrar.
nía a los extranjeros que se hu­
Rivadavia reformó la legislación
biesen hecho acreedores “ a la es­
aduanera y permitió la libre ex­
timación y reconocimiento de la
portación de las carnes saladas y
patria” . La primera fue expedida
las mantas. Con el propósito de
a favor de Roberto Billinghurst, a
mejorar el déficit dispuso una se­
la sazón m ilitar del Ejército de la
rie de medidas económicas, entre
Banda Oriental.
ellas la supresión de los empleos
Decretó la creación de la esca­
innecesarios.
rapela nacional — 18 de febrero de
1812— a solicitud del general Bel­
c) M i l i t a r
grano; además el gobierno ordenó
Las mejoras militares del Triu n ­
componer un him no o canción pa­
virato fueron respaldadas por la
triótica y con tal motivo notificó
colaboración de tres jefes destaca­
al Cabildo la necesidad de encon­
dos: San Martín, Belgrano y Pueytrar un músico y poeta.
rredón. Se instaló un Estado M a ­
El Triunvirato tomó una serie
yor M ilita r para reformar y disci­
de importantes medidas de carác­
plinar el ejército; como vimos, se
creó el Regimiento de Granaderos
ter judicial. E l 23 de enero de 1812
a Caballo y además se dispuso la
dio a conocer el Reglamento de
reorganización de los existentes.
institución y administración de
Tampoco fue descuidada la fabri­
justicia, que reemplaza la antigua
cación de armas y de pólvora.
Audiencia por la Cámara de Ape­
Las peligrosas incursiones de las
laciones y además establece un
naves enemigas procedentes de
T rib unal de Concordia.
179
Montevideo motivaron la cons­
trucción de baterías sobre los ríos
Uruguay y Paraná.
La Logia Lautaro
A poco de su arribo, San M artín
considero indispensable organizar
y disciplinar las fuerzas políticas,
para dar unidad al movimiento re­
volucionario. A mediados de 1812,
fundó -—con A lvea r y Zapiola— la
L og ia Lautaro, sociedad secreta con
fines exclusivamente políticos. Sus
integrantes se propusieron trabajar
por “ la independencia de Am érica
y su felicidad, obrando con honor
y procediendo con justicia” .
La Logia — semejante a la crea­
da por M iranda en Inglaterra—
tomó de la masonería su misterio,
disciplina, jerarquía y algunos
símbolos. “ Los afiliados — escribe
M itre— se daban el título de H er­
manos y su leyenda mística estaba
simbolizada por estas tres letras:
U.F.V. que quieren decir: Unión,
Fe, Victoria.”
Los miembros de la Logia Lautaro
estaban ligados a misteriosos vínculos
que mantuvieron en secreto hasta la
muerte. Datos de interés sobre la cons­
titución de esa sociedad se conocieron
cuando muerto O’Higgins se hallaron
entre sus papeles varios documentos
aclaratorios.
En el grado de iniciación, el jura­
mento era el siguiente: “trabajar por
La independencia americana”, y en el
segundo se exigía “la profesión de fe
det dogma republicano”.
Los integrantes de la Logia de­
bían ser americanos y, además de
juramentarse mutua ayuda, esta­
ban obligados a consultar la vo­
luntad del organismo en caso de
ocupar — cualquiera de ellos— un
cargo público.
180
La sociedad secreta sostenía dos
principios básicos: Independen<;n
y Constitución republicana, por
tanto, sería opositora de toda auto
ridad que no los respetara. Por Pc_
ta causa no tardó en enfrentar al
Triunvirato, dirigido en esas ép0
cas con mano firm e por Rivadavia
La L og ia Lautaro y la Sociednrl
Patriótica unificaron su acción
contra el gobierno, pero utilizaron
distintos procedimientos: la prime­
ra actuaba en secreto, mientras l a
agrupación de Monteagudo traba­
jaba publicamente, a través del p.»
riodismo, de reuniones, etcétera.
LA REVO LU CIÓ N
DEL
8
DE
OCTUBRE
DE
1812
Se convoca a una nueva
A sam b le a
tJ n T ^ d0S de- 1812’ el desPres
tigio del Triunvirato era público
La activa oposición — encabezada
por la Logia Lautaro y la Sociedad
Patriótica— censuraba el marcado
centralismo del gobierno y lo acu­
saba de querer perpetuarse en el
mando, al demorar la convocatoria
ae un Congreso general.
A las dificultades de orden po
iiticp se sumaba la grave situación
del Ejercito del Norte, asediado por
el enemigo Gran descontento pro­
dujo la orden enviada desde Bue­
nos Aires al general Belgrano para
que se retirara con sus tropas sin
librar combate.
, Presionado por sus adversarios,
el 1 nunvirato convocó a los cabil­
dos del interior — el 3 de j u n i o para- que enviaran representantes
ante una nueva Asamblea, que
reemplazaría a la disuelta en los
primeros días de abril.
■ Los diputados provinciales debían
Kncurrir a Buenos Aires para integrar
Asamblea electoral dispuesta a
ajicionar Una ley, a fin de reunir más
tarde una Asamblea constituyente. De
taí manera, se pretendía reemplazar a
ia última — que todos anhelaban—■'por
una simple asamblea de carácter elec­
toral-
1 El Triunvirato dispuso que el
Cabildo de Buenos Aires debía ele­
gir los diputados por la capital y
también examinar los poderes de
los representantes del interior; en
este último caso, el Ayuntamiento
¿staba facultado para rechazar a
cualquiera de ellos y nombrar el
suplente.
■ Mendoza eligió diputado a M on­
teagudo — residente en Buenos A i­
res y candidato de la Logia— , pero
su designación no fue aceptada
por el gobierno, quien lo comu­
nicó al Cabildo, para que éste nom­
brara a un reem plazante1; tam­
bién fueron rechazados los repre­
sentantes de Salta y Jujuy.
La revolución.
El Segundo Triunvirato
■ E l 5 de octubre llegó a Buenos
Aires la noticia de la victoria del
general Belgrano en Tucumán, pe­
ro el triunfo benefició a la oposi­
ción por cuanto era público que
el vencedor había desobedecido ór­
denes expresas del Triunvirato.
■ E l 6 de octubre se reunió la
ÍAsamblea e le c to ra l y design ó
triunviro — en reemplazo de Sa-fratea que había cesado— al doc­
tor Pedro M ediano. Éste era el
¿Candidato sostenido por Rivadavia
y, por tal motivo, los opositores
A n to n io Á lv a r e z Jo n te (1 7 8 4 -1 8 2 0 ).
A d h irió a l m ovim iento de M a y o e
in teg ró el S e g u n d o T riu n virato .
demostraron su indignación y el
descontento se hizo general.
Ante el curso de los sucesos, los
componentes de la Logia Lautaro
organizaron una revolución. A l
amanecer del 8 de octubre se pre­
sentaron en la plaza de la Victoria
las tropas de la guarnición: el
cuerpo de Granaderos a Caballo, a
las órdenes de San M a rtín , el re­
gimiento N ? 2, dirigido por O rtiz
de Ocampo, y la artillería del co­
mandante M a n u el Pinto. Num ero­
so público acompañaba a estos
efectivos.
Los revolucionarios convocaron a
un Cabildo abierto y entregaron
un petitorio donde exigían: “ que
en el acto se suspendiera la Asam­
blea y cesara el gobierno en sus
funciones y, reasumiendo la auto­
ridad de que fuera investido por
el pueblo el 22 de mayo de 1810,
creara un E jecutivo compuesto por
las personas más dignas del sufra­
gio público, debiendo convocarse a
una Asamblea General Extraordv
1 Fue designado José A n to n io V illa n u e v a , partidario de Rivadavia. E l Cabildo de M e n ­
doza protestó contra el centralismo de Buenos Aires, cuyo Cabildo —dice el documento—
tiene jurisdicción alguna sobre la ciudad de M endoza” .
noria en el preciso término de no­
venta días” .
El Cabildo accedió a lo solicitado
y nombró para ejercer un nuevo
gobierno provisional — hasta la
reunión de la Asamblea— a Juan
José Paso, Nicolás Rodríguez P e­
ña y A ntonio Alvarez Jonte. Este
segundo Triunvirato gobernó con
acierto y orientó el país de acuer­
do con los propósitos de la Logia
Lautaro: Independencia y Consti­
tución.
“ La revolución del 8 de octubre ,i
1812 — escribe Mitre— fue como la <} i
25 de mayo esencialmente nacional t,
democrática en su tendencia.
^
"Ésta fue la primera vez que se vin
a San Martín tomar parte directa en
un movimiento revolucionario y S{ji
por accidente otra vez más tomó parto
indirecta en la caída de un gobierno
Encaminada la Revolución y establecí’
da la disciplina de la Logia creada por
él, se alejó para siempre de los partidos
militantes en la política doméstica
consagrándose exclusivamente a la rea­
lización de sus planes militares contra
el enemigo común.”
- C U E S T I O N A R I O _________________________________________________ _
1. ¿Q ué propósitos persiguió la Primera Junta de G obierno? 2. ¿Cuál
fue su obra política, cultural y economica? 3. ¿De qué forma reor­
ganizó el ejército? 4. ¿Cuáles fueron los propósitos de la labor
diplomática del Primer Gobierno Patrio? 5. ¿Q ué misión cumplió
M atías Irigoyen? ó. ¿Q ué relaciones diplomáticas se iniciaron con
los gobiernos de Chile y el Brasil? 7. ¿Q ué divergencias separaban
a los morenistas de los saavedristas? 8. ¿Q ué disponía el "decreto
de supresión de honores"? 9. ¿Por qué se opuso Moreno a que los
diputados del interior se incorporasen a la Junta? 10. ¿Cómo se
integró la Junta G rand e? 11. ¿Q ué disponía el Reglamento sobre
creación de juntas provinciales? 12. ¿Cómo se constituyó la Socieaad Patriótica? 13. ¿Cuándo se produjo el primer intento de re­
volución contra las autoridades constituidas, no españolas? 14. ¿Q ué
consiguieron los revolucionarios? 15. ¿Q ué situación im peraba en
Buenos Aires a mediados de 1811? 16. ¿Cómo surgió el Primer Triun­
virato? 17. ¿Quiénes lo integraban? 18. ¿Q ué situación se produjo
entre el Triunvirato y la Junta Conservadora? 19. ¿C uáles eran las
principales disposiciones del Reglamento O rgánico? 20. ¿Por qué
fue rechazado por el Triunvirato? 21. ¿Qué disponía el Estatuto
Provisional? 22. ¿Cómo se produjo el motín de las trenzas? 23. ¿Por
qué fue disuelta la Asam blea del mes de ab ril? 24. Resuma la bio­
g rafía de San Martín hasta su regreso de Europa en 1812. 25. ¿De
qué forma pretendía Martín de A lza g a adueñarse del gobierno?
26. ¿Cómo fue sofocada la revolución? 27. ¿C uál fue la obra de
gobierno del Primer Triunvirato? 28. ¿Q ué principios básicos sostenía
la Logia Lautaro? 29. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la revo­
lución del 8 de octubre de 1812?
Belgrano
Tucumán.
Combate
ción de
y la creación de la Bandera N acional. Batalla de
Batalla de S alta . Segunda cam paña al Alto Perú.
de San Lorenzo. Segundo sitio de Montevideo. C re a ­
la Escuadra. Brown. Capitulación de Montevideo.
Artigas.
BELGRANO Y LA CREA CIÓ N
DE LA BANDERA N A C IO N A L
La
e scarap ela
f A fines de 1811, el primer
Triunvirato debía enfrentar una
delicada situación m ilitar. Después
de la derrota de Huaqui, el enemi­
go se preparaba oara un vasto
plan de ataque en él norte, mien­
t r a s en la Banda Orienjal los rea­
listas se afirmaban en sus posiJciones.
| A mediados de noviembre, Elío
Epartió de regreso a España y dejó
I en el mando — con el cargo de
capitán general—- a Antonio Gas­
par de Vigodet.
La tensa situación culminó con
una nueva lucha entre ambas ciu­
dades del Plata. En busca de víve­
res, la escuadra de Montevideo in i­
ció una serie de incursiones y actos
de pillaje por los ríos Paraná y
Uruguay. Para proteger el litoral,
el Triunvirato dispuso levantar pe­
queñas fortificaciones de carácter
defensivo.
De acuerdo con el plan trazado,
se construyeron baterías costaneras
en el Rosario, sobre las barrancas
del Paraná, cuyo mando se confió
al general Belgrano, quien llegó a
183
. .
• destino a mediados de febrero de
1812, con fuerzas del Regimiento
de Patricios.
No habían terminado las obras
de fortificación, cuando llegaron
noticias de que una escuadra ene­
miga estaba próxima a zarpar de
Montevideo en dirección al Rosa­
rio. Ante la inminencia del peli­
gro, Belgrano resolvió levantar el
patriotismo de sus tropas por me­
dio de un símbolo, que sería a la
vez el distintivo de la Revolución.
El 13 de febrero se dirigió al
Triunvirato solicitándole la auto­
rización para el uso de una “esca­
rapela nacional”, con los colores
azul celeste y blanco.
En el acuerdo del 18 de febrero
de 1812, el gobierno resolvió re­
conocer la Escarapela N acional de
las Provincias Unidas del R ío de
la Plata, “ declarándose como tal la
de los colores blanco y azul celeste,
quedando abolida la roja con que
antiguamente se distinguía” .
El día 23, Belgrano entregó el
nuevo distintivo a sus soldados.
La B and era N acional
Continuando con sus nobles de­
cisiones, Belgrano juzgó que con
los mismos colores de la escarapela
debía flam ear una bandera bajo
el cielo de la Patria. E l 27 de fe­
brero de 1812 inauguró las bate­
rías y llamó Libertad a la ubicada
en la barranca, e Independencia a
la erigida sobre la isla próxima.
En esas circunstancias enarboló
una nueva bandera “ conforme a
los colores de la escarapela nacio­
nal” . Así lo comunicó al T riu n vi­
rato.
El santafecino Cosme Maciel izó la
bandera argentina ante las tropas for­
madas en solemne ceremonia. Belgrano
184
pronunció estas palabras: “ ¡Soldado
de la Patria! En este punto hemos tpS
nido la gloria de vestir la escarape]
nacional: en aquél (señalando la
teria “ Independencia” ) nuestras armas
aumentarán sus glorias. Juremos ven!
cer a nuestros enemigos interiores y
exteriores y la América del Sur ser¿
el templo de la Independencia y de 1»
libertad.”
a
E l gobierno juzgó imprudente
tal actitud — que implicaba una
alteración de la cautelosa política
exterior seguida hasta entonces—.
y ordenó a Belgrano que ocultase
con disimulo la nueva bandera a
la vez que le envió, para reempla­
zarla, una semejante a la que on­
deaba en el Fuerte.
Belgrano no recibió la comuni­
cación, por cuanto debió trasla­
darse al norte, para hacerse cargo
del mando del ejército. A l llegar
a Jujuy, al celebrarse el 25 de
M ayo desplegó la nueva bandera,
la que fue bendecida por el canó­
nigo Ignacio Gorriti y presentada
al pueblo desde los balcones del
Cabildo.
Enterado el Triunvirato, desau­
torizó nuevamente el proceder de
Belgrano, quien entonces dispuso
reservarla para que flameara “ el
día de una gran victoria” . D esp u és
del triunfo de Tucumán, el procer
enarboló nuevamente la Bandera
de la Patria en el río Pasaje (13
de febrero de 1813).
Belgrano reo rgan iza
el Ejército del Norte
E l 27 de febrero de 1812, el
Triunvirato designó a Belgrano je*
fe del Ejército del Norte, en reei*1'
'plazo de Pueyrredón, quien había
renunciado por motivos de saludCon la orden de partida hacia ese
nuevo destino, Belgrano r e c ib í0
«instrucciones para que iniciara
■una retirada general en dicho fren­
te 1, a fin de facilitar una ofensiva
contra la Banda Oriental.
E l 1 de marzo de 1812 partió
de Rosario y el 26 del mismo mes
Pueyrredón le entregó el mando
ten la posta de Yatasto (actual proK n c ia de Salta).
B El ejército enemigo a las órde­
nes de Goyeneche había demorado
su esperada invasión por cuanto
■¡debió acudir para sofocar el m ovi­
miento revolucionario estallado en
la ciudad de Cochabamba. Belgra­
no aprovechó el lapso para reorga­
n i z a r sus débiles tropas y en ver­
dad que demostró su capacidad en
líUna labor de gran magnitud.
I
Fueron sus colaboradores dos
militares destacados, los coroneles
Ramón Balcarce y D íaz Vélez, ade­
más de varios jóvenes oficiales que
más tarde alcanzarían justo re­
nombre, tales como losé M aría
Paz y M anuel Dorrego.
A mediados de mayo, Belgrano
estableció su cuartel general en
Jujuy y allí — como sabemos
le ­
vantó el espíritu patriótico del pue­
blo al enarbolar por segunda vez
la bandera celeste y blanca.
El ejército enemigo — después
de la rendición de Cochabamba—
avanzó hacia el sur y a comienzos
del mes de agosto unos tres m il
hombres se aprestaban para inva­
dir las provincias del norte. Goye-
I1
Sabemos que después de la derrota de H u aqui, Juan Martín d e
l l e y ^ í
J íe s r a t ir df> la Casa de M oneda de Potosí valiosas remesas de oro y P la ta y llevarías
^ V ie n recaudo a Jujuy (setiembre de 1 8 1 1 ). A llí se hizo cargo del E jé rc to del Norte.
185
neche confió el mando de las tro­
pas a su primo P ío T ristón, gene­
ral nacido -—como el anterior— en
Arequipa.
A l tener noticias de la invasión
realista, Belgrano juzgó prudente
respetar las instrucciones del pri­
mer Triunvirato e iniciar la reti­
rada, por cuanto su ejército — aun­
que reorganizado— era inferior en
número y elementos bélicos; por
otra parte, Buenos Aires no podía
enviarle refuerzos.
E l 23 de agosto, las tropas pa­
triotas abandonaron Jujuy en di­
rección a Tucumán, precedidas por
numerosas familias, las que lleva­
ban consigo sus alimentos y ha­
ciendas, para que la provincia
— dice un documento— “ sólo fue­
ra campo de silencio y desolación,
a fin de que el ejército real nada
hallara” . Este episodio se conoce
en nuestra historia con. el nom­
bre de “éxodo del pueblo jujeño” .
E1 3 de setiembre, la retaguar­
dia patriota al mando de Díaz Vélez fue atacada por un destaca­
mento de vanguardia enemigo a
orillas d,el río Las Piedras y obli­
gada a retirarse precipitadamente.
Enterado Belgraro, acudió con el
grueso de sus fuerzas y derrotó a
los atacantes; el triunfo — aunque
pequeño— levantó la moral de las
tropas e infundió confianza a su
jefe.
BATALLA DE TUCUM ÁN
Belgrano se persuadió de que
cuanto más retrocedía, más difícil
le sería reconquistar el territorio
perdido y mantener el espíritu
combativo de sus tropas, bajo la
presión de un tenaz perseguidor.
Una vez en Tucumán y ante el
apoyo del pueblo, resolvió impe­
dir el avance del enemigo y asu­
m ir la responsabilidad de la des­
obediencia, pues el Triunvirato le
había ordenado una retirada ge­
neral hasta Córdoba.
A l frente de unos 1.500 hom­
bres, Belgrano decidió esperar a
los realistas frente a una planicie
conocida como “ campo de las ca­
rreras” , en las afueras de la ciudad.
E l ejército patriota tomó posi­
ción de combate mirando hacia el
norte, pero Tristán — evitando la
lucha— avanzó sobre la izquierda
con el objeto de cortarle la retira­
da hacia el sur.
E l ejército defensor quedaba en187
tonces amenazado por la espalda,
pero Belgrano ordenó un rápido
cambio de frente, lo que permitió
a sus hombres quedar a la vista
del enemigo.
La batalla se libró el 24 de se­
tiembre de 1812.
La infantería y la caballería pa­
triotas iniciaron el combate al car­
gar con ímpetu sobre las fuerzas
de Tristán. Pronto se generalizó la
lucha, m uy confusa debido a suce­
sivos avances y repliegues de am­
bos bandos, fraccionados en diver­
sos combates aislados, difíciles de
distinguir entre la humareda de
los pajonales incendiados.
A l caer la tarde, Belgrano — que
ignoraba el resultado fin al del en­
cuentro— se dirigió con unos dos­
cientos hombres a la estancia El
Rincón, ubicada a tres leguas al
sur de Tucumán. Esa noche se
enteró del fracaso realista y al
día siguiente volvió a la ciudad
para intim ar la rendición del ene­
migo. Tristán se negó, pero al
anochecer ordenó el repliegue de
sus tropas rumbo a Salta.
Las pérdidas del invasor alcanzaban
a 450 muertos y 690 prisioneros entre
oficiales y soldados; además cayeron
en poder de los patriotas tres banderas
y dos estandartes; 7 cañones y todo el
parque, consistente en doce carretas
cargadas con 71 cajones de municiones,
400 fusiles y gran cantidad de equipa­
jes y monturas.
Las pérdidas de los defensores al­
canzaron a 80 muertos y 200 heridos.
Consecuencias de la victoria
“ Aunque el triunfo de Tucumán
— escribe M itre— fue el resultado
de un cúmulo de circunstancias
imprevistas” , cabe a Belgrano “ la
gloria de haber ganado una bata­
lla contra toda probabilidad y con­
188
tra la voluntad del gobierno tn
m o” .
nisLa victoria consolidó la obra d
la Revolución y alejó momentánea6
mente el peligro de un verdadero
desastre. Si el ejército patriota
hubiera retirado, las provincias del
norte se pierden para siempre
el enemigo, dueño de un extenso
territorio, habría llegado hasta
Córdoba, donde le hubiera sido
más fácil obtener la cooperación de
los realistas de la Banda Oriental
y de las tropas portuguesas del
Brasil.
Tam bién el triunfo tuvo impor­
tantes consecuencias políticas, por
cuanto Belgrano — que contaba
con la simpatía de la Logia Lau­
taro— había derrotado al invasor
contrariando disposiciones del go­
bierno y demostrado el acierto de
los opositores cuando pedían au­
xilios para rem itir al Ejército del
Norte. A los tres días de conocerse
la noticia del combate en Buenos
Aires, el prim er Triunvirato fue
derribado por la revolución del 8
de octubre.
Belgrano nombró Generala del
E jército a la virgen de las M erce­
des -—la victoria se había logrado
el día de su advocación— y depo­
sitó ante la imagen, en el trans­
curso de una procesión, su bastón
de mando.
E l segundo Triunvirato concedió
a los integrantes del ejército el
us.° (;^e un distintivo con la ins­
cripción: “ L a Patria a su defensa*1
en Tucum án” -, también dispuso
que los nombres de los soldados
figurasen en el libro de honor de
los respectivos cabildos de Buenos
Aires y Tucumán. Belgrano fue
designado capitán general, pero
rehusó el ascenso con suma mo­
destia.
I
a
TALLA
de
salta
■ L u e g o de la victoria <ie lucu
f c á n , el gobierno de Buenos Aires
Salta, i'.n las proxim idades de esa
ciudad se enteró Belgrano de que
existía un sendero a través de la
quebrada de Chachapoyas, el cual
le perm itía atacar al enem igo por
retaguardia. Bajo una copiosa lluvia, las tropas siguieron ese rumbo
y el 19 de febrero llega ro n a Ja
hacienda de Castañares, una legua
al norte de Salta.
a Belgrano iniciar una
hasta terca del río DesaIguadero, en el Alto Perú.
■ M ie n tra s lanío, el ejército de
IT iistári se había concentrado en
■Salta hasta que cesara la estación
1 de las lluvias, para luego contxEl general Tristán ignoraba ese paso
ín u a r sus operaciones.
a través de la quebrada y grande fue
■ j.,1 12 de enero de 1813, los efecs u sorpresa cuando se enteró que• Belgrano se encontraba al norte de Salta,
■tivos patriotas iniciaron su avance
cortándole en esa forma toda comu­
lha< 1a el norte y a comienzos del
nicación con Goyeneche e impidiéndole
f ines siguiente vadearon el n o 1 ala retirada en caso de una derrota. Se
■saje. cuyas aguas estaban muy creafirma que exclamó: “ Sólo que fueran
K id a s a causa de los frecuentes
pájaros.
-i
R g u a < cros, por lo que el cruce
“ La maniobra de Belgrano — esenpe
■ d e m o r ó tres días. Una vez en la
Mitre— , perfectamente concebida y eje­
K > rilla opuesta, el 13 de febrero
cutada con habilidad, no dejo duda a
nadie que su intención era repetir e
■ S U g ra n o hizo jurar á su ejercito
mismo movimiento que 1 nstan había
K tb ed i encía a la Asamblea general
ensayado con tan mal éxito en lucu■ reu n id a en Buenos Aires y a la
man.”
■ ban dera bicolor que tiempo atras
■ había creado.
El ejército realista maniobró pa­
I I A pesar del mal tiempo y de los
ra colocarse en posición de corn­
B ín a lo s caminos, los patriotas proija te y el 20 de febrero de 1813
■ siguieron su avance en dirección a
■ o rd e n ó
lo fi- n s iv a
El g e n e ra l espc,!Í0|
P ío Tristón se ri
a B e lg ra n o , a | , j (q
sig u ie n te d e libi
la b a t a lla d e So a
el d ía 21 de
¿
b re ro d e 1813. An.
te la s tro p a s vence,
d o r a s en formación
e l ¡efe r e a lis ta ¡un‘
to con sus oficio-es
y s o ld a d o s entreg n
la s a rm a s. B a jo pa.
la b r a d e h o n o r, 2|
g e n e ra l B e l g r o -0
los d e jó en lib .
t a d . (A c u a r e la de
F ra n z V a n Riel.)
— mejorado el tiempo— se libró la
importante batalla de Salta.
Belgrano despertó enfermo, pero
logró reponerse y d irigir personal­
mente la reserva del ejército pa­
triota, que por vez primera marcriaba al combate con la bandera
celeste y blanca. E l ala derecha
estaba a las órdenes del mayor
D íaz Vélez y al mando de la pri­
mera columna el coronel M an u el
D o rreg o; el ala izquierda obedecía
al coronel M a rtín Rodríguez.
Iniciada la lucha, Dorrego avan­
zó con ímpetu y aunque rechazado
en principio, logró quebrar la re­
sistencia del ala izquierda realista,
cuyos integrantes re tro c e d ie ro n
hasta la ciudad. E l combate adqui­
rió m ayor violencia, mientras el
centro de las fuerzas de Tristán
también debió replegarse hacia
Salta.
Por su parte, el ala izquierda
patriota encontró obstinada resis­
tencia que cesó ante la llegada de
Belgrano con fuerzas de la reser­
va. La lucha prosiguió dentro de
la ciudad, hasta que finalmente
pudo observarse en la torre del
templo de La M erced un poncho
con los colores argentinos, anun­
ciando la victoria.
La capitulación.
Consecuencias de la b a ta lla
. / r i * se convenció de la inuti­
lidad de sus esfuerzos y ofreció a
Belgrano la capitulación de las
fuerzas realistas. E l último la con­
cedió en términos demasiado bené­
volos, pues a cambio de entregar
las armas y bagajes, los vencidos
quedaban en completa libertad,
bajo el juramento de que nunca
volverían a luchar contra las Pro­
vincias Unidas. Este rasgo de ge
nerosidad por parte de Belgrano
perjudicó el triunfo, por cuanto el
juramento no fue respetado.
E l 21 se^ efectuó la ceremonia de
la rendición y al día siguiente las
tropas realistas se retiraban hacia
el norte, en una apresurada eva­
cuación tendiente a evitar la con­
fraternidad entre los soldados de
ambos bandos.
j e una invasión enemiga, consoli­
d ó al gobierno de Buenos Aires y
despertó el sentimiento patriótico.
■ En el orden m ilitar, el ejercito
le a lista sufrió un rudo golpe y la
foérdida de gran cantidad de mate­
rial bélico; también
ia
renuncia de Goyeneche.
f La Asamblea del Ano X I I I con­
c e d ió
a los oficiales y soldados
patriotas el uso de un distintivo
con la siguiente inscripción: La
patria a los vencedores de baita .
Regaló a Belgrano un sable con
■guarnición de oro y la suma de
I 40.000 pesos, que — con gran des|interés— no aceptó y dispuso desa la creación de cuatro escue­
las
de primeras letras en
Jujuy, Tucumán, Santiago del Es­
tero y Tarija.
p
recip
ito
Itinar
pú
blicas
EGUNDA C A M P A Ñ A
KL ALTO PERÚ
V ilcapu gio
Después de la derrota sufrida en
Salta, los realistas se retiraron has­
ta Oruro y quedaron a las órdenes
del brigadier Joaquín de la Petzuela.
Por su parte,^ el ejército revolu­
cionario avanzo lentamente y a
mediados de junio de 1813 esta­
bleció su cuartel general en Po­
tosí 1. En los primeros días de
setiembre, las tropas marcharon
hacia el norte hasta llegar a la
pampa de V ilca p u gio — llanura
rodeada de altas montañas— donde
Belgrano estableció su campamen­
to a la espera de concentrar todas
sus fuerzas.
Enterado Pezuela de estos pla­
nes resolvió anticiparse y al ama­
necer del 1 de octubre de 1813
penetró con su ejército en la lla ­
nura de Vilcapugio. A pesar del
ataque sorpresivo, las tropas de
Belgrano rechazaron el centro y el
ala izquierda enemiga, pero luego
se produjo una confusión en sus
filas, circunstancias que aprove­
charon los realistas para vencerlos.
Belgrano emprendió una ordenada
retirada y acampó en el pueblo de
Macha, tres leguas al norte de la
pampa de Ayohuma.
A yoh u m a
Incansable en el cumplimiento
de su deber, Belgrano recibió al­
gunos refuerzos y reorganizó con
rapidez sus tropas. Enterado que
los realistas avanzaban para en­
frentarlo, decidió no esquivar el
combate, cuando la prudencia le
habría aconsejado en esas circuns­
tancias emprender la retirada, pa­
ra consolidar sus posiciones y fati­
gar al enemigo.
Pezuela atacó a los patriotas el
14 de noviembre de 1813 en la
pampa de Ayohuma. Después de
soportar un mortífero cañoneo y el
fuego cruzado de la fusilería ene­
miga, el ejército revolucionario de­
bió entregar las armas; la caballe­
ría se encargó de perseguir a los
dispersos 2.
Debido a este nuevo contraste
Enr a CS f 6nB1 fíanAlto
depeCrÓ
r
L d e n d f ^ S d e s fg n 'ó ^ A n to n ^ de Arenales gobernador de Cochabam ba. creó un tn bunal militar para reprimir las actividades de los enemigos, etcétera.
historia como las M u je re s de A y oh um a.
Políticamente, la victoria de Sal­
ta alejó por un tiempo el peligro
191
190
,J
— más grave que el de Vílcapugio • los patriotas debieron reti­
narse hasta Salta y en consecuen­
cia se perdió por segunda vez el
A lto Perú. La .Revolución volvía
a quedar amenazada desde el
norte.
COMBATE DE SAN IORENZO
Las naves realistas procedentes
de Montevideo mantenían en cons­
tante zozobra la zona costera del
lío de la Plata y sus afluentes.
Cuando trascendió que una escua­
drilla con tiopas de desembarco
había partido para incursionar so­
bre las costas del Paraná, el se­
gundo Triunvirato encargó a San
M artin para que al frente de un
regimiento de Granaderos a Caba
lio impidiese la acción de los rea­
listas.
E l entonces coronel partió a fi­
nes de enero de 1813, con 120 de
sus hombres, convencido que “ esa
fuerza sería suficiente para dar a
los españoles el escarmiento que
le había encomendado el gobier­
no” .
A trote y galope el destacamento
siguió un derrotero paralelo a las
naves enemigas, pero los soldados
andaban sólo de noche, para evi
tar que la polvareda levantada por
los caballos lucra observada desde
el río. Por su parte la flotilla — 11
embarcaciones y más de 300 hom­
bres— impulsada por viento favo­
rable consiguió adelantarse dos
jornadas sobre sus ocultos perse­
guidores. 11 30 de enero la flo ­
tilla ancló frente a San Lorenzo.
veintiséis kilómetros al norte de
Rosario Las costas altas formaban
una amplia barranca y en lo alto
de esa planicie, oculto entre los
arbustos, emergía el monasterio de
San ('arlos, convento de los reli
giosos franciscanos.
Derrota de los realistas
A l caer la tarde del 2 de febre­
ro, los granaderos llegaron a la
posta de San .Lorenzo, donde cam ­
biaron sus agotados caballos. A llí
San M artín se enteró de la activi­
dad desplegada por el enemigo y
tuvo el ron vencimiento que elegi­
Se afirma que San M artín escribió
rían esa zona para un desembarco
id parte del combate al pie de un
jeon todos sus efectivos.
pino existente en San Lorenzo y
I Poco después de medianoche,
que se conserva como una reliquia
gan M artín penetró cautelosamen­
histórica. Este encuentro — aunque
te con sus hombres en el monas
de poca importancia m ilitar— tie­
(erio — cuyas celdas estaban de­
ne gran trascendencia histórica,
siertas— y dispuso ocultarse con
pues en él recibió su bautismo de
ellos tras los muros posteriores.
fuego el regimiento creado por
A l amanecer del 3 de febrero de
nuestro héroe máximo.
1813. los realistas desembarcaron
A consecuencia de la derrota su­
a las órdenes del comandante Juan
frida en San Lorenzo, los realistas
A ntonio Z abala y avanzaron en
i osaron temporariamente en sus
dirección al edificio
en numero
incursiones, se pacificó el litoral y
»de 250 hombres
divididos en dos
se mantuvieron las comunicaciones
columnas de infantería >n forma
de los pueblos ribereños.
ción de combate. En esas circuns­
tancias, San M artín ordenó el ata­
que y los granaderos embistieron
SEGUNDO SITIO
i resueltamente al enemigo, quien a
DE MONTEVIDEO
: pesar de la sorpresa reacciono con
nutrido fuego de m etralla y fusi­
Hemos visto 1 que el prim er si­
lería.
tio de Montevideo se levantó por
el armisticio firmado en octubre
En medio del combate, «na bala de
de 1811; al mes siguiente, se
cañón derribó el caballo que montaba
hizo cargo del poder en la vecina
San Martín, cuya pierna q u e d ó apre­
orilla Gaspar Vigodet. Éste no sólo
tada por el cuerpo del animal Un
toleró la permanencia de las tro­
enemigo se dispuso a ultimarlo, pero
el granadero Baigorria atravesó con su
pas lusitanas sino que im pidió al
lanza al soldado realista.
primer Triunvirato el envío de re­
San Martín hubiera perecido si no
fuerzos a Artigas, que se hallaba
es por la intervención del correntmo
en el campamento de Ayuí.
Juan Bautista Cabral. quien ayudo a
su jefe a incorporarse, pero en mentó
a su arrojo recibió dos heridas morta­
les. Antes de expirar exclamó: “ Muero
contento, liemos batido al enemigo.
A l cabo do un rato, la lucha se
definió en favor de los patriotas.
I/is realistas huyeron dejando 40
muertos y 14 prisioneros, además
de material bélico; los granaderos
tuvieron 15 muertos y 27 heridos.
<dúdS»“ del* pj"™ '''1''' ambas
épocas, Artigas
as
e m p e z / a ^ d ' * '« s
dd '* » "
< ■ »*. e » i i f e f á s a - ^
llegada del nuevo jefe al campa­
mento de A yu í provocó rozamien­
tos con Artigas, por lo cual Sarratea concentró sus efectivos en
A rroyo de la China (actual Con­
cepción del U ru gu a y)1.
Los efectivos portugueses no tar­
daron en retirarse y entonces A rti­
gas — con sus hombres y los inte­
grantes del éxodo— regresó a la
Banda Oriental, mientras Sarratea
también penetraba en ese territo­
rio y destacaba una vanguardia al
mando de Rondeau para que se
adelantara sobre Montevideo. Así
comenzó, el 20 de octubre de 1812,
el segundo sitio de esa plaza.
Com bate del Cerrito
Los roces entre Artigas y Sarra­
tea se acentuaron cuando el 8 de
octubre cayó el Triunvirato y en
consecuencia el segundo perdió su
apoyo político, único título que
justificaba su presencia de coman­
dante en jefe.
Por su parte, Vigodet había con­
cebido — en principio— un plan
defensivo, pero dueño de las aguas
y enterado de que el ejército si­
tiador carecía de m aterial bélico,
decidió emprender un ataque por
sorpresa.
El 31 de diciembre avanzó al
frente de 2.300 hombres y, después
de vencer la resistencia del coro­
nel Estanislao Soler, logró tomar
el Cerrito, elevación situada una
legua y media al nordeste de M on ­
tevideo, donde los patriotas habían
establecido su cuartel. Rondeau
consiguió reagrupar las fuerzas y
en violento contraataque rechazó
al enemigo y lo obligó a refugiar­
se nuevamente tras los muros de
Montevideo.
En los primeros meses de 1813,
las desavenencias entre Artigas y
Sarratea crearon malestar entre las
filas del ejército sitiador, hasta
que finalmente las tropas depusie­
ron a Sarratea y entregaron el
mando a Rondeau, actitud que el
gobierno de Buenos Aires terminó
por aceptar. Debido a esto, A rti­
gas se incorporó con sus fuerzas
orientales al ejército patriota.
Hasta fines de 1813, el sitio de
Montevideo siguió sin mayores va­
riantes. Rondeau estrechó el cerco
hasta donde se lo permitió el al195
E l m arin o G u ille rm o Brown — irla n d é s
d e o rig e h — q u e en v a r ia s o p o rtu n i­
d a d e s d ir ig ió , con v a le ro so d e se m p e ­
ño, la s fu e rz a s n a v a le s a rg e n tin a s.
C REA C IÓ N DE LA ESCUADRA.
BROWN
La
seg u n d a
fu e rz o
noval
] Vspiu's de la derrota naval de
San Nicolás, el gobierno patrio ca­
reen, de una flotilla para enfren­
tar a los realistas, quienes domina­
ban a su voluntad el estuario del
Plata \ los ríos Paraná y Uruguay.
Repuestos del contraste sufrido en
San Lorenzo, reanudaron los ata
contra las poblaciones ribe
roñas: por otra parto, Montevidoo
estaba sitiada por tierra, pero r e ­
cibía socorros y «ibas toe inri en tos
por vía marítima v fluvial.
II
director supremo Gervasio
Postulas apoyó la iniciativa del se
( i cl iiio <le 1lacienda Juan Larrea
v d-l coronel Carlos de Alvear.
tendiente a crear una nueva fuer­
za naval. 1.a 1inane ¡ación de la
empresa correspondió al adinerado
comerciante norteamericano G u i­
llerm o W hite y el mando se con­
fio al marino irlandés G u illerm o
(7, quien el I de marzo de
luí1 nombrado teniente co­
ronel del ejército al servicio de
la armada. A esta altura de su
vid-i
contaba 37 años y había
navegado alrededor de 25— era
experto conocedor de las aguas
del estuario y como bien ha dicho
un autor “ fueron sus méritos lo
que impuso al gobierno su elec­
ción” 1
I.mrea i White se encargaron de
adquirir
en principio
tres naves
que pronto fueron artilladas y estuvie
ron en condiciones de salir a luchar.
Lomo no había tripulantes criollos
adiestrados fue necesario reemplazarlos
1 Guillerm o fírmen había nacido el 23 de iunin H,. 1 - 7 1
Oxford. Hasta los nueve años pcimai-.eció ™
Vi
1
, ,
irlandés de
tío sacerdote. lluego pasó i FiLuloIfi» \
««i \
^ natal, donde fue educado por un
surcar durante muchos años el océano Atlántico
canoríaJJava,2 ltV 1,K
le Permitió
1796 se matriculó de capitán
Atlántico y el mar de las Antillas.
Por el año
Brown aparece por vez primera en el Rio de I . ri ii-, .... mnó
mente en Montevideo. Al año siKiiicnte llegó a Buenos Aire.
1
,y s,e r¡" llci! twnporariapropiedad y presenció lo, importantes^ a c o n t e c f m S dí^M avo
^ <,P mm fr“* at‘ de *“
Brown toe llamado por el S
196
o .t o ^ t
Te
™ ” d°
por m arinos extranjeros, retenidos circunstancialm ente en Buenos A ir e s a
causa d el bloqueo. Sin em bargo, los
hijos d el país — que no tardaron en
ser m a yo ría — fu ero n embarcados como
in fa n tería de m arin a y para el m a­
nejo de la artillería.
Finalmente se equiparon siete
naves que se hicieron a la vela
rumbo a la isla de M artin García,
donde el capitán de fragata Jacin­
to Romarate — el vencedor de San
Nicolás— había fondeado con tre­
ce embarcaciones.
El 11 de marzo la escuadrilla
patriota inició el ataque, que de­
bió suspender porque la nave ca­
pitana — “ H é rc u le s ” — en ca lló,
luego de soportar un intenso caño­
neo del enemigo.
A los cuatro días, Brown consi­
guió desembarcar un contingente
en la isla, el cual dominó a la
guarnición realista y se apoderó
de varios cañones. Ante el curso
de los sucesos, la flota de Roma­
rate se internó por el río Uruguay,
donde quedó un tiempo bloqueada
por las naves patriotas.
Com bate
n av a l
de
Montevideo
Las embarcaciones de Brown se
dirigieron hacia Buenos Aires pa­
ra reaprovisionarse y a mediados
de abril de 1814 se hicieron nue­
vamente a la vela rumbo a M on­
tevideo. E l 20 de ese mes la flota
patriota inició el bloqueo de dicha
plaza, en medio del entusiasmo del
ejército sitiador y del temor de
Vigodet, quien dispuso la salida
de la flota realista para librar
combate.
De acuerdo con un plan, el 14
de mayo Brown simuló retirarse
y entonces las naves realistas lo
siguieron hasta la altura del Bu­
ceo, donde la flota patriota inició
el combate, pero la nave capitana
enemiga abandonó la lucha nave­
gando hacia el sur. E l día 16 co­
mienza el encuentro definitivo que
culminó al día siguiente con la
total victoria de Brown; la escua­
dra realista quedó prácticamente
destruida y las numerosas naves
que se rindieron fueron incorpo­
radas a nuestra flota.
CAPITU LACIÓ N DE M ON TEVIDEO
A rtig as se retira del sitio
Dijimos que hasta fines de 1813,
el sitio de Montevideo continuaba
sin mayores variantes. A mediados
de enero del año siguiente, el ejér­
cito patriota se enteró de la derro­
ta sufrida por Belgrano en Ayohuma y al poco tiempo Vigodet
recibió tropas de refuerzo proce­
dentes de España.
En esas circunstancias tan de­
licadas para la causa de la revo­
lución, Artigas abandonó el sitio
de Montevideo el 20 de enero de
1814 y al frente de unos 2.000
hombres se dirigió a Belén (actual
Uruguay, frontera de Entre Ríos y
Corrientes). Se había distanciado
definitivamente del gobierno de
Buenos Aires y ante esa actitud el
Director Supremo Gervasio Posa­
das publica un decreto por el cual
declara a Artigas traidor y ofrece
seis m il pesos fuertes “ al que lo
presentare vivo o muerto” (14 de
febrero).
A rtig a s proclam aba la independen­
cia del dom inio hispánico y había le ­
vantado la- bandera del federalism o,
pero a su v e z sostenía que la Banda
O rien tal debía regirse p or un gobiern o
“ fu era de Buenos A ir e s ” , no ad m itien ­
do otro sistema que e l de la “ Confede-
197
ración , es decir, de la unión de varios
listados — en igualdad de derechos—
que se someten a ciertas leyes comunes.
A lv e a r. Rendición de la p la za
El gobierno de Buenos Aires re­
solvió superar las contrariedades
y, mientras organizaba la segunda
escuadra patriota a las órdenes de
Brown, designó al joven coronel
Carlos de Alvear “ general en je­
te de las fuerzas de la capital” .
Ante los sucesos ocurridos en la
vecina orilla, el Director Supremo
aceptó la renuncia presentada por
Hondean y nombró en su reempla­
zo a Alvear. Era necesario proce­
der con rapidez, pues Artigas no
sólo hostigaba con guerrillas al
ejército sitiador, sino que se tenían
noticias de un entendimiento en­
tre el caudillo oriental y Vigodet.
Alvear había llegado a Buenos Aires
el 9 de marzo de 1812, en la fragata
Jorge Canning , en compañía de San
Martin y otros militares. Se dedicó en
seguida a la política y fue uno de
los organizadores de la Logia Lautaro.
Presidio la Asamblea del Año X I I I y
no tardó en distanciarse de San Mar­
tin, en quien veía un obstáculo para
sus ambiciones de mando. Por esta cau­
sa, mlluyo para que el vencedor de
Lorenzo se alejara de Buenos A i­
res como jefe del Ejército del Norte
(Imes de diciembre de 1813); estaba
persuadido de que San Martín fraca­
saría en aquella “ frontera fatídica” !
Designado general, Alvear necesi­
taba una victoriosa campaña militar
para favorecer su carrera política y en­
tonces su tío, el Director Gervasio P(¿
sadas, lo designó jefe del ejército si‘ °í
Ia Banda Oriental, cuando en
realidad la campaña ya estaba bastan­
1 Escribe
el
historiador
Mitre-
“ A lvear
i«
te adelantada y los sitiados —por falt
de víveres— no tardarían en rendirs*
A principios de mayo, A lvea r SP
üirigio a la Banda Oriental al
frente de unos 1.500 hombres de
refuerzo, donde reemplazó a Ron
deau en el mando de las tropas 2.
por su parte, Brown había esta­
blecido el bloqueo flu via l a Mon
tevideo.
,r„!í 0f ieaido ■p0r agua y tierra,
godet solicito un armisticio al
bierno de Buenos Aires, pero
consiguió que se le escuchase.
V i­
go­
no
Fi
coanmA ? te’ entFÓ 6n neg°ciaciones
con Alvear, quien — persuadido de
la rendición de la plaza— se in
tC! l n° por las trata ti vas, para evi
tar derramamientos de sangre El
23 de jumo de 1814, Montevideo
° 3
Aires
tr° PaS de Buenos
A l día siguiente, A lvea r salió a
fa campana para enfrentar a Otor
gues, lugarteniente de Artigas- el
encuentro se produjo en Las P ie­
dras y los artiguistas fueron de­
rrotados.
Consecuencias
La rendición de M o n te v id e o
ultimo baluarte realista en el
io e la Plata
tuvo importan­
tes consecuencias. Buenos Aires se
vio libre de una amenaza perma­
nente y los realistas carecieron de
una base para enviar cualquier
expedición reconquistadora.
El dominio de las aguas del
Plata por parte de los patriotas be­
neficio directamente al comercio
de Buenos Aires, muy perjudicado
por el bloqueo del enemigo.
,
El numeroso b o tín obten id o
__armas y naves— fortaleció el
ejército de la Revolución, cuyos
efectivos pudieron atender la gue­
rra en otros frentes. Por su parte,
A lvea r acrecentó su prestigio y iue
distinguido por la Asamblea de
Año X I I I con el título de Bene­
mérito de la Patria en grado he___
roico” .
En el mes de julio, el gobierno
de Buenos Aires nombró a Nicolás
Rodríguez Peña gobernador inten­
dente de la Provincia Oriental del
Uruguay.
mienzos de julio de 1814 ^declaró
a Artigas “ buen servidor , resti­
tuyéndole el grado de coronel y
nombrándole comandante de cam­
paña de la Banda Oriental.
a r t ig a s
El caudillo oriental
acrecienta su poder
Los territorios de Entre Ríos y
Corrientes — cuyos pueblos teman
afinidad con los de la Banda
Oriental— no tardaron en plegar­
se al movimiento iniciado por A r­
tigas contra Buenos Aires. Hemos
visto que el caudillo se había
establecido en las proximidades del
pueblo uruguayo de Belen, desde
donde dirigía las operaciones.
No por esto cesaron las hostilidades;
la guarnición de Montevideo fue re­
forzada y volvieron a producirse cho­
ques con las montoneras artiguistas.
El 25 de agosto, Estanislao Soler iue
nombrado gobernador intendente de
Montevideo.
Comisionado por Alvear, Dorrego sa­
lió de Montevideo al frente de unos
1 000 hombres para cooperar en un
ataque contra los artiguistas; el 5 de
octubre de 1814, sorprendió a Otorgues
en su campamento de Marmaraja y
consiguió derrotarlo. Posteriormente
— en enero de 1815— Dorrego fue ven­
cido por Fructuoso Rivera, lugarte­
niente de Artigas, en la localidad
Guayabos.
El coronel Holmberg, enviado por
el director Posadas, se dmgio con un
ejército a Entre Ríos para enfrentar a
Eusebio Hereñú — artiguista que do­
minaba ese territorio— , pero fue ven­
cido por el último, quien también con­
tó con la ayuda de Otorgues Holmberg
cayó prisionero con casi todos sus onciales.
Persuadido A lvea r de que el artieuismo representaba una fuerza
d ifícil de vencer y ú til de con­
quistar, dejó sin efecto un decreto
anterior del Directorio y a co­
Mientras tanto, Posadas había
renunciado a su cargo de Director
Supremo y fue reemplazado por
Alvear, quien ordenó a las tropas
de Buenos Aires que evacuaran la
Banda Oriental. En febrero de
1815, Otorgués fue designado por
Artigas gobernador m ilitar de
Montevideo.
Consolidada la autoridad de A r­
tigas en la Banda Oriental, puede
afirmarse que a fines de marzo de
1815 el caudillo dominaba Entre
Ríos, Corrientes, Santa Fe y tam­
bién Córdoba. Su influencia se ex­
tendió a las Misiones orientales,
por acción de su hijo adoptivo A ndresito (Andrés Artigas o Andrés
Guacararí).
Por esas épocas, Artigas osten­
taba los títulos de “ Tefe de los
Orientales” y “ Protector de los
Pueblos Libres” .
h“ ' '■ “ “
198
199
" " " C U E S T I O N A R ! O — ----------------------------------------------------- 1. ¿Q ué situación militar debía enfrentar el Primer Triunvirato a
comienzos de 1812? 2. ¿Cuándo el gobierno revolucionario reco­
noció oficialm ente la escarap ela nacional? 3. ¿En qué circunstan­
cia Belgrano enarboló por vez prim era la bandera de la p atria?
4. ¿Q ué se entiende por el "éxodo del pueblo ¡u¡eño"? 5. ¿Por qué
Belgrano interrumpió su retirad a? ó. ¿Dónde enfrentó a los rea­
listas? 7. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la victoria de Tucu­
mán? 8. ¿Hasta dónde avanzaro n los patriotas? 9. ¿Cómo se pro­
dujo la b atalla de S a lta ? 10. Mencione sus consecuencias. 11.
¿Q ué contrastes sufrió luego el ejército de Belgrano? 12. ¿Q ué mi®ncomendó 61 Triunvirato al general San M artín en enero de
1813? 13. ¿Dónde desem barcaron los realistas? 14. ¿Cómo se libró
el combate de San Lorenzo? 15. ¿Cómo se inició el segundo sitio
de Montevideo? 16. ¿Por qué el gobierno de Buenos Aires decidió
crear una segunda fuerza n aval? 17. ¿A quién se confió el mando
de la flo tilla? 18. ¿Q ué encuentros se produjeron entre las naves
patriotas y las realistas? 19. ¿Q ué actuación tuvo A lv e a r en la
vecina o rilla? 20. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la ren­
dición de Montevideo? 21. ¿En qué form a el caudillo Artigas a c re ­
centó su poder?
La Asam blea del Año XIII. La Asam blea G en eral y los dipu­
tados orientales. La obra de la Asam blea. Proyectos cons­
titucionales. Nuestros símbolos patrios. Reformas territoriales.
El Directorio. Las misiones diplomáticas. Sublevación del Ejér­
cito del Norte. Directorio de A lvear. La revolución federal de
1815. El Estatuto Provisional de 1815. Directorio de A |va re z
Thomas. Directorio de Antonio G o n zález B alcarce. Tercera
cam paña del Alto Perú. Güemes y la guerra gaucha.
LA ASAMBLEA DEL AÑO XIII
In auguración de la A sam b le a
Sabemos que el segundo Triu n ­
virato surgió del movimiento po­
pular del 8 de octubre — dirigido
! por la Logia Lautaro— y que los
I revolucionarios exigieron la conI vocatoria de una asamblea geneI ral, a realizarse en el término de
I noventa días. Recordemos también
I que desde la Semana de M ayo se
I venía exigiendo la tan anhelada
I asamblea.
200
A fines de octubre de 1812, el
gobierno publicó el reglamento de
convocatoria, el cual establecía la
forma de elección de los dipuja­
dos. Éstos serían cuatro por Bue­
nos Aires, dos por cada capital de
provincia y uno por cada ciudad
dependiente de las últimas. Fue
exceptuada
Tucumán — depen­
diente de Salta— , quien pudo en­
viar dos diputados por el apoyo
de su población al ejército de Bel­
grano. Ningún representante po­
día traer limitaciones a sus po­
deres.
El p rim e r núm ero d e " E l R e d a cto r d e |0
A s a m b le a " , p e rió d ico q u e a p a re c ió el 27
d e fe b re ro d e 18 1 3 . En este ó rg a n o ofi­
c ia l d e l g o b ie rn o se p u b lic a ro n resúm enes
— no h a b ía ta q u íg r a fo s — d e lo tratad o
en la A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ye n te . El
últim o núm ero d e l p e rió d ico tie n e fech a
d e l 3 0 de e n e ro d e 18 15.
José Ugarteche (La Bioja), Pablo Vi­
dal (Jujuy), Bernardo Monteagudo
(Mendoza), Agustín Donado (San
Luis), José Agrelo y José de Moldes
(Salta).
El 31 de enero de 1813, la
Asamblea General Constituyente
inició sus sesiones en el antiguo
edificio del Consulado.
E l triunviro Paso pronunció el
discurso de apertura y a continua­
ción fue elegido presidente Carlos
de Alvear — representante de Co­
rrientes—■ y secretarios los dipu­
tados por Buenos Aires, H ip ó lito
Vieytes y V alentín Gómez, este úl­
timo sacerdote.
La Asamblea inauguró sus sesiones
con los siguientes diputados: Carlos A l-,
vear (Corrientes), Mariano Perdriel
(Santiago del Estero), Juan Larrea y
Gervasio Posadas (Córdoba), Fermín
Sarmiento (Catamarca), Vicente Ló­
pez, Hipólito Vieytes y Valentín Gó­
mez (Buenos Aires), Francisco Argerich (Luján), Antonio Valle (San
Juan), Ramón Balcarce (Tucumán),
La primera disposición fue un
decreto de diez artículos, a través
de los cuales asumió la “ represen­
tación de la soberanía” , decretó la
inviolabilidad de sus diputados y
confirmó en el gobierno a los
miembros del segundo Triunvira­
to, hasta que ella “ tenga a bien
disponer otra cosa” .
La Asamblea del Año X I I I hizo
público el ideal de independencia
cuando asumió el ejercicio de la
soberanía de las Provincias Unidas
del R ío de la Plata, y aunque no
llegó a dictar una Constitución
— a pesar de su denominación
“ Constituyente” — tomó varias dis­
posiciones que equivalían a haber­
la promulgado.
Las dos tendencias
en el seno de la Asam blea
Dijimos anteriormente que la
Logia Lautaro — unificada con la
Sociedad Patriótica— sostenía dos
principios fundamentales: decla­
rar la Independencia y dictar una
Constitución republicana 1.
1 Conviene recapitular la acción de los grupos políticos hasta esa época. E n la Primer3
Junta se distinguen dos facciones: morenxstas y saavedristas; triunfan momentáneamente J
últimos y se produce la incorporación de los diputados del interior y la formación de l9
Después del movimiento del 8
de octubre, dos tendencias se vis­
lumbraron dentro de la Logia, que
luego se hicieron presentes en el
seno de la Asamblea del Año X III.
San M artín deseaba cumplir con
las directivas trazadas por dicha
sociedad secreta y bregaba por re­
solver cuanto antes el problema
interno, en base a la independencia
y á una constitución.
Por su parte, A lvea r consideraba
necesario adecuar la situación in ­
terna del país a los problemas ex­
teriores: política europea, amenaza
portuguesa y probable invasión
realista. Defendía un Poder Eje­
cutivo representado en una sola
persona y a su juicio podían pos­
tergarse los dos principios funda­
mentales defendidos por la Logia.
Según constancias documentales
que pertenecieron a Zapiola (uno
de los integrantes de la Logia que
mantuvo amistad con San M a rtín )
los diputados de la Asamblea — de
acuerdo con sus tendencias— po­
dían agruparse en “ alvearistas” ,
“ sanmartinistas” , “ acomodaticios” ,
“ teocráticos” e “ independientes” .
Los primeros no tardaron en cons­
tituir mayoría.
Los teocráticos o de marcada ten­
dencia conservadora no gustaban de
las innovaciones y formaban un grupo
semejante a los independientes en cuan­
to a su falta de una posición definida,
al margen de cualquier apoyo a otras
facciones.
Los alvearistas se hallaban represen­
tados en principio por seis diputados,
pero de inmediato contaron con la
adhesión de los acomodaticios •—trece
diputados— y en consecuencia forma­
ron un grupo de diecinueve represen­
tantes; por su parte los sanmartinistas
— cinco en total—• no fueron apoyados
en sus principios y a su vez su jefe
debió alejarse para luchar en San Lo­
renzo.
LA ASAMBLEA GENERAL
Y LOS DIPUTADOS ORIENTALES
Enterado de la instalación de la
Asamblea General Constituyente
en Buenos Aires, Artigas reunió el
4 de abril — en las proximidades
de Montevideo— un Congreso de
representantes de la Banda Orien­
tal, el cual dispuso reconocer a la
Asamblea
reunida
en
Buenos
Aires, siempre que ésta aceptara
el sistema político de la “ Confede­
ración” y respetara la autonomía
oriental, dentro de la obediencia
a la Constitución que promulgare
la citada Asamblea.
Fueron elegidos seis diputados
para representar a la Banda Orien­
tal ante la Asamblea General
Constituyente.
Las instrucciones
de los diputados orientales
El 13 de abril de 1813, el Con­
greso reunido en las proximidades
de Montevideo impartió varias
Instrucciones a los diputados que
debían viajar a Buenos Aires.
Sus puntos fundamentales eran
los siguientes:
a)
Proclam ación de la Indepen­
dencia. El artículo l* dice textual­
mente: “ pedirán la declaración de
la independencia absoluta de estas
el Prim er Triunvirato , de marcada posición porteña, quien envía de regreso al interior
a los diputados provinciales. En esas circunstancias surge la segunda Sociedad Patriótica y
la Logia Lautaro con sus principios Independencia y Constitución. Los grupos logistas pro­
vocan la caída del gobierno y apoyan al segundo Triunvirato, cuyos miembros —al subir
al poder— reúnen la Asam blea del Añ o X III, para cumplir con los designios de la L o gia:
Independencia y Constitución.
Junta Grande.
L a Sociedad Patriótica atiza el descontento popular contra los saavedristas y se produce
el movimiento del 5 y 6 de abril; la tendencia morenista no tarda en imponerse y surg*
202
203
I Las instrucciones de esos repre­
sentantes no respetaban lo dispues­
to en el artículo 8’ del reglamento
de convocatoria, según el cual, los
diputados no podían obrar por co­
misión 1.
I Ante la situación creada, A rti­
gas se retiró con sus tropas del si­
tio de Montevideo (20 de enero
de 1814).
k O BRA DE LA ASA M BLEA
colonias, que ellas están absueltas
de toda obligación de fidelidad a
la corona de España” .
b ) Gobierno confederativo. “ El
Gobierno Supremo” de la Confe­
deración sólo se ocuparía de “ los
negocios generales del Estado” y
la Banda Oriental “ retendrá su so­
beranía, libertad o independen­
cia” ; además se comprometía a
entrar “ en una firm e liga de amis­
tad” con las demás provincia^ “ pa­
ra su defensa común, seguridad
de su libertad y para su mutua y
general felicidad” .
La Banda Oriental quedaría
autorizada — al igual que las de­
más provincias— a dictar su pro­
pia Constitución.
c) Libertad c iv il y religiosa.
Debía proclamarse la libertad ci­
v il y religiosa y asegurar — por
parte de los gobiernos— el respe­
to a la igualdad de los ciudadanos
y de los pueblos.
d) Im ped ir la decisiva influen­
cia de Buenos Aires. E l artículo
19'; establecía que la capital de la
Confederación se erigiera “ preci­
sa e indispensablemente fuera de
Buenos A ires” .
La lectura de las instrucciones per
mite deducir los siguientes conceptos:
Los anhelos de independencia son muy
204
semejantes a los proclamados años más
tarde por el Congreso Nacional reunido
en Tucumán. Las bases de nuestro fe­
deralismo están presentes en el gobier­
no de tipo confederativo. La consagra­
ción de la libertad civil y religiosa nos
recuerda el Acta de la Confederación
norteamericana de 1777.
Con respecto al temor e inquina que
provocaba el centralismo porteño no
sólo fue expresado a los diputados
orientales, sino que instrucciones se­
mejantes recibieron los representantes
de Tucumán, Jujuy y Potosí; además
el deseo de que la capital se situara en
lugar diferente a Buenos Aires figura
en los dos proyectos constitucionales,
que estudiaremos seguidamente, presen­
tados ante la Asamblea General.
El rechazo de los diputados
Los diputados orientales — pre­
sididos por Dámaso Larrañaga—
presentaron sus poderes en Bue­
nos Aires el 1 de junio de 1813,
ante la Asamblea General reunida
en sesión secreta. La mayoría al
vearista que integraba el organis­
mo rechazó el mismo día los po
deres de esos representantes, argu
mentando que los nombramientos
se habían efectuado sin llenar los
requisitos de forma exigidos por
la convocatoria. E l 11 de junio, los
diputados artiguistas insisten en
incorporarse a la Asamblea, pero
se les rechaza nuevamente.
f
La Asamblea del Año X I I I — la
primera de carácter nacional ar­
gentino— realizó una amplia y
¡fecunda labor, especialmente en el
prim er período de sesiones que se
prolongó desde el 1 de febrero al
&8 de noviembre de 1813, en cuyo
transcurso los diputados trabajaron
en forma intensa y con decisión
Revolucionaria. Posteriormente el
¡organismo careció de orientación
¡definida y vaciló ante los proble­
mas políticos y las disensiones in ­
ternas, hasta que clausuró sus se­
siones el 26 de enero de 18152.
í La labor de la Asamblea puede
sintetizarse de la siguiente ma­
nera:
1) Reform as políticas
I Reglamentó las atribuciones y
facultades del segundo Triun vira­
to como también el funcionamien­
to del mismo. Más tarde — enero
de 1814— creó el cargo de D ire c­
tor Supremo y un Consejo de Es­
tado.
Resolvió someter a ju icio de re­
sidencia (e l antiguo sistema apli­
cado por las leyes españolas) a
todos los gobernantes que hubie­
ran actuado a partir de 1810. Se
iniciaron numerosos procesos, pero
esta tarea convulsionó la opinión
pública, por lo cual se dictó una
ley de amnistía, cuyos .beneficios
no alcanzaron a Saavedra y Cam­
pana, condenados a destierro por
su actuación en el motín del 5 y 6
de abril.
Dispuso que los españoles euro­
peos fueran “ removidos de los em­
pleos eclesiásticos, civiles y m ilita­
res” si en el lapso de quince días
no hubieran obtenido la carta de
ciudadanía.
2) Reform as sociales
Uno de los aspectos más desta­
cados de la obra cumplida por la
Asamblea del Año X I I I fueron las
reformas de carácter social, las
cuales pusieron fin a una serie de
disposiciones hispánicas vigentes
hasta esa época.
Decretó la libertad ac vientres,
según la cual, los hijos de escla­
vos nacidos a partir del 31 de ene­
ro de 1813 debían ser considera­
dos hombres libres.
También declaró libres a todos los
esclavos de países extranjeros, por el
i 1
Es evidente que detrás de esa situación legal la mayoría alvearista que dominaba la
[Asamblea General rechazó a los diputados artiguistas porque, de incorporarse, los últimos
sr sumarían a los partidarios de San M artín, de quien A lvear estaba distanciado ideológicafoente.
■ í ® Com o dijimos, el primer período de sesiones de la Asam blea se prolongó del 1 de
febrero al 18 de noviembre de 1813, en cuyo transcurso se votaron 114 resoluciones.
[Convocado por el segundo Triunvirato a raíz de urgentes problemas internos, el organismo
reanudó sus sesiones el 21 de enero de 1814 hasta el 8 de febrero de ese año, en que
sancionó la ley de amnistía. Los diputados volvieron a reunirse desde el 25 al 29 de agosto
|d« ese año, en que se votaron escasas leyes. Finalmente, la Asam blea se congregó nueva­
mente en enero de 1814, hasta el d ía 26, en que clausuró sus sesiones y publicó un
^Manifiesto.
205
Facsím il d e l d e cre to p o r e l c u a l la A sa m ­
b le a d e c la r a a b o lid o el uso d e l torm ento
(21 d e m ayo d e 18 1 3 ). P a r a cu m p lir con
lo d isp u esto por la m e n c io n a d a le y , un
v e rd u g o de B uenos A ire s a rr o jó a la s lla ­
m as u n a s illa de to rtu ra — d e n o m in a d a
po tro — q u e se u tiliz a b a p a r a los castigos
en la c á rc e l. La c ere m o n ia se r e a liz ó en
la P la z a M a y o r.
3) Reform as judiciales
La Asamblea abolió el uso del
tormento, vigente en la legisla­
ción española para hacer confesar
a los detenidos.
Delim itó las atribuciones del go­
bierno ante el Poder Judicial y
aprobó un Reglamento de A d m i­
nistración de Justicia, dividido en
tres secciones.
4) Reform as eclesiásticas
solo hecho de pisar el territorio de las
Provincias Unidas. Sin embargo, de­
bido a una protesta del gobierno por­
tugués en el Brasil, esta disposición
fue modificada y no alcanzó a los es­
clavos fugados ni a los sirvientes de
los viajeros.
La Asamblea sancionó un de­
creto anterior de la Junta Grande
y declaró extinguido el tributo, la
mita, la encomienda, el yanacon(izgo, y toda forma de servicio
personal de los indios.
Haciéndose eco de un anhelo
popular, sentó las bases de una
sociedad democrática, al prohibir
los mayorazgos y ordenar la abo­
lición de los escudos y todo dis­
tintivo de nobleza, que hasta esa
época se acostumbraba a colocar
en las fachadas de las casas.
206
La Asamblea dispuso que las
autoridades eclesiásticas debían
subordinar sus actos a la sobera­
nía de ese organismo y también
del Triunvirato.
Declaró que las comunidades
religiosas del Río de la Plata que­
daban independientes de toda au­
toridad eclesiástica española; ade­
más dispuso que cesaba sobre los
obispos la obediencia al nuncio
apostólico residente en la penín­
sula.
Abolió la Inquisición y prohi­
bió a los religiosos de ambos se­
xos profesar antes de los treinta
años.
5) Reform as económ icas
La Asamblea ordenó acuñar en
la' ceca de Potosí — en poder de
los patriotas después de la victoria de Belgrano en Salta— m one­
das de oro y plata, iguales en pes°
y valor a las que circulaban en
esa época, pero con diferentes
I grabados. La imagen del rey fue
I eliminada.
Las monedas de plata tendrían de un
lado el sello de la Asamblea con la siguíente inscripción: “Provincias Unidas del Río ele la Plata"; en el reverso
un sol y debajo: “En unión y libertad’.
Las de oro semejantes con el agregado
I de algunos emblemas guerreros. CuanI do Potosí volvió a caer en poder de los
I realistas, la acuñación se suspendió.
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El agudo déficit de las finanzas
públicas, debido en gran parte a
los ingentes gastos de las campañas militares -—pago de sueldos,
compra de equipos y armas— , motivó que la Asamblea decretara un
empréstito de 500.000 pesos, con
cuyos recursos se mejoró la situación y permitió equipar la escuadra naval puesta a las órdenes de
Brown.
6) Reform as m ilitares
La Asamblea continuó con las
reformas militares iniciadas con
éxito por el Triunvirato. Dispuso
que el cargo de brigadier general
fuera el más alto grado del escalafón, prohibió el uso indebido del
uniform e y aplicó castigos muy
severos a los desertores.
Ordenó la creación de una AcaI demia M ilita r para la oficialidad
| y encomendó a Pedro Cerviño la
I redacción de los planes de estudio.
I A fines de mayo, la Asamblea es­
tableció el Instituto M édico M i l i ­
tar y nombró al doctor Cosme M .
A rgerich director y catedrático de
medicina.
I
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|
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I
i
I
cia l — designada por el Triun vira­
to el 18 de noviembre de 1812— y
otro remitido por miembros de la
Sociedad Patriótica.
Ambos proyectos admiten que el
poder del Estado emana de la vo­
luntad popular y, como bien ha
dicho el historiador Ravignani,
“ esto es romper el molde del ori­
gen divino de los gobiernos para
reconocerlo en la democracia” .
El proyecto de la Comisión ofi­
cial adopta la forma republicana
unitaria de gobierno y declara
que “ las Provincias Unidas del
Río de la Plata forman una repú­
blica libre e independiente” .
Establece la división del gobier­
no en tres poderes: el Ejecutivo, a
cargo de un Directorio compuesto
por tres miembros; el Legislativo,
integrado por tres organismos (C á­
mara de Representantes, Senado y
Consejo de Estado), y el Judicial,
encabezado por la Corte Suprema
de Justicia.
E l proyecto de la Sociedad Pa­
triótica es más acertado que el an­
terior por cuanto dispone un Poder
Ejecutivo unipersonal, desempeña­
do por un ciudadano con el título
de Presidente.
Los proyectos de la Comisión
oficial y de la Sociedad Patriótica
fueron presentados ante la Asam­
blea, pero la mayoría alvearista se
opuso a tratarlos, argumentando
que las circunstancias por que
atravesaba el país impedían decla­
rar expresamente la independen­
cia y “ no era oportuno pensar en
constitución escrita” .
PROYECTOS CONSTITUCIONALES
NUESTROS
Dos importantes proyectos cons­
titucionales fueron presentados an­
te la Asamblea del Año X III. Uno
El Himno N acional
SÍM BOLOS
PATRIOS
El 6 de marzo de 1813, la Asam­
blea comisionó al diputado Vicen207
« E x a c t a y v e r d a d e r a rep re se n ta c ió n d e l Es­
cud o n a c io n a l. R ep ro d u cid o d e l sello en
la c re u sa d o p o r la A s a m b le a C o n stitu ye n te
d e 1813 en un docu m en to q u e re fre n d a
el título d e c iu d a d a n o d e la s P ro vin cias
U n id a s d e l R ío d e la P la ta o to rg a d o a
d on Fran cisco de P a u la S a u b id e t (22 d e
fe b re ro He 18 13).
V ice n te Lóp ez y P lan es (1 7 8 5 -1 8 5 6 ),
d ip u ta d o p o r B uenos A ire s a n te la
A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ye n te , es­
c rib ió la letra de nuestro Him no N a ­
c io n al.
E sp a ñ o l d e n acim ien to , B la s P a re ra
luchó p o r la d e fe n sa de B uenos A ires
en la s in v a sio n e s in g le sas. O rg a n is ta
d e ig le s ia , com puso la m úsica d e l Him
no N a c io n a l.
te López — y tal vez a algún otro
poeta— para que presentara una
canción patriótica. El trabajo fue
leído en la sesión del 11 de mayo
y declarado por aclamación como:
“ La única canción de las Provin­
cias Unidas” . Informado el segun­
do Triunvirato, envió comunica­
ciones a las intendencias, para
que la Marcha Patriótica “ sirva a
los fines que dispone la Soberana
Asamblea, a inspirar el inestima­
ble carácter nacional y aquel he­
roísmo y ambición de gloria que
ha inmortalizado a los hombres
libres” .
este último no se publicaba todo io
tratado y lamentablemente nada figura
que permita aclarar debidamente en
qué circunstancias y cuándo fue com
puesto el Himno Nacional.
Existe una versión tradicional, muy
respetada si se tienen en cuenta los
valores de quienes la han formulado;
sin embargo, actualmente se considera
que nuestra canción patriótica se es
cribió en 1812, debido a una representación efectuada en el Coliseo Provi­
sional —teatro ubicado frente a la igle
sia de La Merced— en la noche del
24 de mayo.
Variadas y contradictorias son las
opiniones de los historiadores con res­
pecto a los orígenes de nuestro Himno.
Las Actas de la Asamblea del año X III
se han perdido y sólo ha llegado hasta
nosotros el Redactor de la Asamblea,
órgano oficial de esa corporación. En
208
La música fue compuesta por el
maestro Blas Parera y sus origi
nales — como ocurrió con la le
tra— también se han perdido
El texto auténtico de la letra
del Him no Nacional se conserva
en el Archivo General de la Na
ción y consiste en una copia rerni
tida por el Triunvirato, junto con
la circular del 12 de mayo de 1813,
í a don Bernardo Vélez, secretario
I de gobierno de la Intendencia de
[ Buenos Aires.
La partitura que se interpreta
■ actualmente es la versión que esI cribió en 1860 el maestro Juan
\Pedro Esnaola, destacado pianista
¡que conservó exactamente la pri(m itiva melodía de Parera, pero
¡ agregó ciertas modificaciones y
I detalles de armonización.
El Himno Nacional es una com! posición majestuosa e imponente,
¿que evoca el recuerdo de las lu! chas heroicas de la Patria, nos
j describe al pueblo en armas y proic la in a ante el mundo el surgímienI to de una “ nueva y gloriosa na1 ción” . Arm oniza con sus bellas
[estrofas la magnificencia y ritmo
[de su música, todo lo cual eleva
[e l espíritu a las más puras emo|ciones del patriotismo.
i El Escudo Nacional
E l escudo argentino tiene su
(origen en el sello usado por la
{Asam blea General Constituyente.
Í A pesar de los esfuerzos de iluslíres investigadores, se desconoce
Iquién realizó el dibujo original y
lia fecha en que la citada corporaFción mandó componer y aprobó su
[distintivo gráfico.
Recién instalada, la Asamblea
jse declaró depositaría del “ ejerci­
1 Los gobiernos sucedidos hasta esa época
Inombramientos, despachos y resoluciones.
cio de la soberanía de las Provin­
cias Unidas del Río de la Plata” ,
en consecuencia es lógico afirmar
que de inmediato ordenó la con­
fección de su sello
Se encomendó
tal tarea al diputado por San Luis,
Agustín Donado, quien encargó el
trabajo de burilar la pieza a Juan
de Dios Rivera, hábil artífice pe­
ruano, quien ya había confeccio­
nado el escudo del Consulado y
varias medallas con efigies de mo­
narcas españoles. Si bien Rivera
es el ejecutor material del sello,
“ nada autoriza a tenerlo como
autor del dibujo origin al” .
El 12 de marzo, la Asamblea
dispuso “ que el Supremo Poder
Ejecutivo use del mismo sello de
este cuerpo soberano” con diferen­
te inscripción. E l 13 de abril, el
utilizaban
el
sello
español
para
refrendar
209
citado organismo ordenó que las
nuevas monedas a acuñar en la
ceca de Potosí debían llevar gra­
bado el dicho sello. E l 27 del mis­
mo mes, resolvió que el último
reemplazara — en lugares públicos
o emblemas— a las armas del rey.
De tal manera, el sello de la So­
berana Asamblea adquirió paula­
tinamente el carácter de escudo,
debido a varias disposiciones que
extendieron su uso en todos los
aspectos de la vida nacional.
El escudo argentino debe describirse
tomando como base el sello de la Asam­
blea. Consta de un óvalo cuya mitad
superior ostenta un rayado horizontal,
que en heráldica significa “ azul celes­
te” , y la inferior, por estar en blanco,
completa los colores de nuestra ban­
dera.
En la mitad inferior del óvalo figu­
ran dos antebrazos diestros y desnudos
con sus manos estrechadas en un apre­
tón. Éítas sostienen la pica — antigua
lanza que usaba la infantería— que
alza ün gorro frigio.
Toda la elipse está rodeada de una
corona de ramas finas de laurel. En
la cabecera superior aparece el sol mos­
trando su cara, con treinta y dos rayos
rectos y ondulantes, alternados.
Las manos entrelazadas y el gorro
frigio — distintivo de los esclavos libe­
rados— simbolizan la “ Unión y L i­
bertad” de las Provincias del Rio de
la Plata. La corona de laurel es prenda
de triunfo y el sol, en recuerdo del
culto que le tributaban los incas, es
naciente, como la Nación que lo adop­
taba.
La B and era N acional
Como vimos, el 27 de febrero
de 1812 el general Belgrano enar­
boló por vez primera la bandera
argentina, con los colores de la es­
carapela. E l 23 de agosto de ese
año, los porteños vieron flamear
la que por siempre sería su ban­
210
dera, en la torre de la iglesia de
San Nicolás, con motivo de cele­
brarse una misa en acción de gra­
cias por el fracaso de la conspira­
ción de Álzaga.
El episodio lo describe Juan Manuel
Beruti en sus Memorias Curiosas.
“ Toda la torre en sus cuatro perillas
estaba puesta una bandera celeste y
blanca de seda, y cubierta por los cua
tro frentes de una iluminación espíen
dida, como también los demás del fron­
tis de la iglesia, de cuya ventana del
coro, salía otra igual bandera.”
La iglesia de San Nicolás estaba
próxima a la actual Plaza de la Re
pública y por esto una inscripción en
la cara norte del obelisco recuerda el
episodio.
De acuerdo con las constancias
documentales, la Asamblea Gene
ral Constituyente no tomó ningu
na resolución con respecto a la
bandera y fue el Congreso de Tu
cumán — en 1816— quien dispuso
que el distintivo de las Provincias
Unidas fuese “ la bandera celeste
y blanca que se ha usado hasta el
presente”
REFORMAS TERRITORIALES
La Real Ordenanza de 1782 había
dividido el vasto territorio del virrei­
nato del Río de la Plata en ocho in­
tendencias y cuatro provincias subor­
dinadas.
La Revolución de Mayo conservó la
misma organización territorial del pe­
riodo hispánico.
En 1811, la Junta Grande dispuso
separar las Misiones de la Intendencia
del Paraguay y en enero de 1812 se
creó el cargo de -Gobernador Intendente
de la Provincia de Buenos Aires, es
decir, un gobierno con jurisdicción lo­
cal, separado de la que ejercía el
Triunvirato. Ocupó el cargo M iguel
de Azcuénaga.
En noviembre de 1813, la Intenden­
cia de Cuyo (Mendoza, San Juan y San
Luis) fue separada de la Intendencia
de Córdoba (La Rioja y Córdoba).
En marzo de 1814 se creó la Gober­
nación Intendencia de Montevideo y
en setiembre de ese año la Intendencia
de Buenos Aires fue dividida en dos:
la de Entre Ríos y la de Corrientes.
En octubre sucedió lo mismo con la
Intendencia de Salta, de la cual se
desprendió la Intendencia de Tucumán
(Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca).
EL DIRECTORIO
La concentración del poder
Los acontecimientos europeos
anunciaban el próximo retomo del
monarca Fernando V I I al trono
peninsular, después de las derrotas
sufridas por Napoleón en sus cam­
pañas. Era evidente que el monar­
ca restaurado no tardaría en en­
viar una expedición armada hacia
el Río de la Plata, para sofocar la
revolución con ayuda de los realis­
tas de Montevideo.
La delicada situación externa
unida a los contrastes sufridos por
el ejército patriota en Vilcapugio
y Ayohuma y las disensiones in­
ternas determinaron que se lleva­
ra a la piáctica la concentración
del gobierno en una sola persona,
anhelo que desde tiempo atrás
sostenían los “ alvearistas” .
El 8 de setiembre de 1813, la
Asamblea decidió suspender por
un tiempo sus sesiones y nombrar
una Comisión permanente de cin­
co miembros, que debía convocar
a los diputados en caso de nece­
sidad. Por la misma resolución
autorizó al Triunvirato “para que
obre de por sí, con absoluta inde­
pendencia durante la suspensión
de las s e s i o n e s Esto significaba
otorgar al gobierno “ facultades ex­
traordinarias” 1.
E l 21 de enero de 1814 la
Asamblea reanudó sus sesiones,
convocada por el segundo Triu n ­
virato. El último — compuesto en
esas épocas por Gervasio Posadas 2,
Nicolás Rodríguez Peña y Juan
Larrea— elevó una nota indican­
do que era indispensable “ la con­
centración del poder en una sola
mano” .
Sometida la nota a discusión y
expuestos los pareceres de los di­
putados, la Asamblea decretó la
concentración del Poder Ejecutivo
en una sola persona, “ bajo las cua­
lidades que establecerá la ley ” .
Creación del Directorio
E l 26 de enero de 1814, la
Asamblea creó el D irectorio Su­
premo del Río de la Plata y “ por
universalidad de votos” eligió para
dicho cargo a Gervasio• Antonio
de Posadas y dispuso que el nuevo
funcionario cruzaría su pecho con
una banda bicolor, blanca al cen­
tro y azul a los costados.
“ Art. I 9. La Asamblea ordena que
en la persona en quien se concentrase
la Suprema Potestad Ejecutiva, recai­
gan todas las facultades y preeminen­
cias acordadas al Supremo Gobierno
por el Estatuto del 27 de febrero de
1813.
1 D ice el historiador Ravignanú “ N o hay que sorprenderse, pues, que más adelante se
h aga uso de estas facultades extraordinarias, las cuales no se originaron ni en
1820 ni en
tiempos de Rosas, sino en 1813.”
L a Asam blea reanudó sus sesiones el 1 de octubre hasta el 18 de noviembre de 1813,
en que volvió a conceder al ejecutivo “ facultades extraordinarias” .
2 E l 19 de agosto de 1813, Posadas reemplazó a Álvarez Jonte en el cargo de vocal del
Triunvirato.
211
te del Consejo de Estado a Nicolás
Rodríguez Peña.
Entre los siete vocales del Consejo
de Estado figuraban los tres secretarios
o ministros del Director Supremo.
Desde la Semana de Mayo, la ev.
lución política de las Provincias Uní
das había seguido el siguiente proceso:
Primera Junta, Junta Grande,
Triunviratos y el Directorio. Con es!,
último, el gobierno nacional se con
centraba en una sola persona.
G e rv a s io A n to n io P o sa d a s a d h ir ió a
la R evolución d e M ay o y fu e m iem bro
d e la S o c ie d a d P atrió tica. En e n e ro de
18 1 4 , la A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ­
ye n te lo e lig ió D irecto r S u p re m o del
R ío d e lo P in ta.
”Art. 29. Ella será distinguida con la
denominación de Director Supremo de
las Provincias Unidas; tendrá el trata
miento de Excelencia y la escolta com
petente.
”Art. 39. Llevará una banda bicolor,
blanca al centro y azul a los costados,
terminada en una borla de oro, como
distintivo de su alta representación.”
El D irector Supremo duraba dos
años en sus funciones y sería
acompañado en su gestión guber­
nativa por tres secretarios. Tam ­
bién la Asamblea creó un Con­
sejo de Estado, organismo consul­
tivo compuesto por un presidente
(que reemplazaría al Director Su­
premo en caso de ausencia o en­
ferm edad), un secretario y siete
vocales.
La Asamblea designó presiden­
212
El Director Posadas asumió el
mando el 31 de enero de 1814 y
fueron sus ministros Nicolás He
rrera, de Gobierno y Relaciones
Exteriores; el coronel Francisco
Javier Viana, de Guerra, y Juan
Larrea, de Hacienda.
Los hechos más destacados de
su gobierno fueron la creación
de la escuadra naval puesta a las
órdenes de Brown, la rendición de
la plaza de Montevideo después
de un largo sitio y el envío de mi
siones diplomáticas al exterior.
Aunque en sus Memorias escribió
Posadas: “yo goberné y no fui gober
nado”, la mayoría de los historiadores
opinan que durante su período de man
dato la cabeza dirigente fue su sobrino
Carlos de Alvear. Joven aún, el último
no deseaba ocupar todavía el alto cargo
de Director Supremo, hasta aumenta)
su prestigio con triunfos militares en
la Banda Oriental y en el norte, ob­
jetivos a los que dedicó sus energías.
LAS MISIONES DIPLOMÁTICAS
La difícil situación
a fines de 1814
Dijimos que a fines de 1814 nu
merosos peligros externos e intei
nos amenazaban a la Revolución
Los primeros se debían al hecho
de que — hasta ese momento— las
luchas por la emancipación ame­
ricana eran desfavorables a los
patriotas, mientras el monarca
Fernando V I I — restaurado en el
trono español— pensaba enviar
hacia el Río de la Plata una fuer­
te expedición puesta a las órdenes
del general M orillo.
La frontera norte era constante­
mente amenazada por el enemigo,
y en el litoral se tornaba delicada
la creciente influencia de Artigas.
La desmoralización cundía en el
ejército, las facciones dividían la
Asamblea General y la crisis esta­
ba visible en los gobiernos patrios
que se sucedían unos a otros.
Ante la gravedad de los aconte­
cimientos, el Directorio resolvió
buscar aliados exteriores para la
Revolución y con este objeto en­
vió comisionados a Europa. Sus
propósitos eran obtener el recono­
cimiento de nuestra independencia
por parte de Inglaterra, abrir ne­
gociaciones ante la Corte española
para llegar a un arreglo pacífico y
asegurar la neutralidad de las
autoridades portuguesas estableci­
das en el Brasil, siempre prontas
a colaborar con cualquier intento
de agresión al Plata.
El Director Posadas confió la
misión diplomática a M a n u el Bel­
grano y a Bernardino Rivadavia,
quienes recibieron instrucciones
m uy amplias, aunque el propósi­
to fundamental era “ asegurar la
independencia de Am érica” . Los
comisionados debían proponer al
monarca español el establecimien­
to de una monarquía, representa­
da por un príncipe de la fam ilia
reinante, para que gobernase el
M a n u e l Jo s é G a r c ía (1 7 8 4 -1 8 4 8 ). D e ­
sem peñ ó d iv e rs a s fu n cio n e s d e g o b ie r­
no y cu m p lió la r g a tra y e c to ria d ip lo ­
m ática.
Río de la Plata “ bajo las formas
constitucionales que estableciesen
las provincias” .
Los com isionados
en Río de Jan e iro
Belgrano y Rivadavia salieron
de Buenos Aires el 28 de diciem­
bre de 1814 y arribaron a Río de
Janeiro a mediados de enero de
1815. A llí se entrevistaron con el
embajador inglés lord Strangford,
pero éste — muy cauteloso— no
arriesgó una opinión definitiva.
A l mes siguiente, llegó a Río
de Janeiro el doctor M an u el José
García, quien había sido designado
“ enviado confidencial” por el nue­
vo Director Supremo, Carlos de A l­
vear. Era portador de dos notas,
una destinada al gabinete de Lon­
dres y otra para lord Strangford,
en las que solicitaba el protecto­
rado británico para el Río de la
Plata.
García enteró del contenido de
esos documentos a Rivadavia y
Belgrano, quienes lo persuadieron
para que no diera curso a dichos
pliegos; en consecuencia, el pri­
mero retuvo la nota dirigida al
embajador inglés y entregó a R i­
vadavia la destinada al gabinete
de Londres, para que procediera de
acuerdo con su criterio. Estos plie­
gos no llegaron al destino prefi­
jado.
Por último, los comisionados
partieron a mediados de marzo
con destino a Inglaterra; García
quedó en el Brasil.
Las gestiones en Londres
Cuando llegaron a Londres, R i­
vadavia y Belgrano se pusieron al
habla con M a n u el de Sarratea,
quien se encontraba en esa capi­
tal desde mediados del año an­
terior.
La llegada de los comisionados
a Londres se produjo en circuns­
tancias difíciles, pues Napoleón
— luego de su destierro en la isla
de Elba— penetraba triunfalmen­
te en París.
Rivadavia y Belgrano no tuvie­
ron éxito en sus gestiones ante el
gabinete de Londres y aceptaron
un plan propuesto por Sarratea.
Éste había iniciado negociaciones
con el ex rey de España Carlos IV
— a la sazón exiliado en Roma-—■
para crear en el Río de la Plata
un reino constitucional que sería
gobernado por el infante Francis­
co de Paula, hijo menor del citado
monarca. Intermediario en las
conversaciones sería el conde de
Cabarrús, aventurero francés con
quien Sarratea había trabado amis­
tad en Londres. E l plan contaba
con el apoyo de Napoleón en fa­
vor de Carlos IV.
214
A fines de junio, Cabarrús salió
de Londres con instrucciones y do­
cumentos, entre éstos un proyecto
de constitución ■
— redactado por
Belgrano— para aplicarlo en el
futuro “ Reino Unido de la Plata,
Perú y Chile” . Cuando llegó a Ita
lia ya se había producido la caída
definitiva de Napoleón en Waterloo, lo que motivó el fracaso del
plan. Carlos IV se negó a continuar
las negociaciones, pues “ su con
ciencia le mandaba no hacer nada,
que no fuera favorable al rey de
España” .
Enterado Sarratea, propuso en
última instancia raptar al infante
y trasladarlo secretamente hasta el
Río de la Plata, pero Rivadavia y
Belgrano se opusieron terminante­
mente. Así concluyó este proyecto
por establecer una monarquía en
América.
En noviembre de 1815, Belgra­
no regresó a Buenos Aires y Riva­
davia quedó en Europa para in­
tentar una negociación ante la
Corte española.
Misión de R iv a d a v ia en M adrid
Luego de viajar a París, Riva­
davia se trasladó a España y en
mayo de 1816 consiguió una en­
trevista con Pedro de Cevallos,
ministro de Estado español.
Las conversaciones se iniciaron
en términos cordiales, aunque fi­
nalmente el ministro español de­
cidió suspenderlas, argumentando
sus dudas con respecto a los po­
deres que exhibía el comisionado
y su carencia de instrucciones
precisas. L e ordenó que se retirara
de España porque “ el decoro del
rey no permite que por más tiem­
po se prolongue la permanencia
de usted en la Península” .
Rivadavia continuó un tiempo
en territorio español, hasta que el
15 de julio partió nuevamente
rumbo a París. A l mes siguiente
recibió un despacho del gobierno
de Buenos Aires — a cuyo frente
se encontraba Pueyrredón— por
el cual era nombrado Diputado
de las Provincias Unidas ante las
Cortes europeas.
UBLEVACiÓN DEL EJÉRCITO
EL NORTE
Como sabemos, en mayo de
1814, Posadas designó a Carlos
de A lvear jefe del ejército sitia­
dor de Montevideo, en reemplazo
de Rondeau.
E l ejército destacado en el nor­
te también sufrió cambios en el
mando. A fines de enero de 1814,
San M artín reemplazó a Belgrano,
quien había solicitado su relevo.
Sin embargo, en marzo de ese año,
el nuevo jefe solicitó licencia para
trasladarse a Córdoba, argumen­
tando motivos de salud. Las tropas
quedaron interinamente al man­
do del coronel Francisco de la
Cruz.
El Director Supremo autorizó la
licencia de San M artín y lo reem­
plazó por José Rondeau, quien se
hizo cargo del Ejército del Norte
en julio de 1814.
Mientras tanto, A lvea r — de re­
greso en Buenos Aires después de
su campaña en Montevideo— dis­
puso agregar nuevos éxitos a su
carrera m ilitar, esta vez al frente
del ejército destacado en la fron­
tera norte. Deseaba emprender una
rápida y victoriosa campaña que
lo llevara no sólo hasta el A lto
Perú, sino también al Ecuador y
si era posible a Bogotá.
En un campamento erigido en
31i vos, A lvear disciplinó las tro­
pas que habían regresado de M on ­
tevideo — a las que incorporó es­
pañoles prisioneros— y también a
efectivos de Buenos Aires.
La sublevación de la s tropas
T a l como se suponía, el Director
Posadas nombró jefe del Ejército
del Norte a su sobrino Alvear, en
reemplazo de Rondeau; acompa­
ñado de su Estado M ayor, el nue­
vo jefe partió inmediatamente ha­
cia ese destino.
Mientras tanto, un grupo de ofi­
ciales del ejército acampado en
Jujuy, al enterarse de los cam­
bios se declaró abiertamente en
favor de Rondeau y en la noche
del 7 de diciembre los coroneles
M a rtin Rodríguez, M a n u el Pagola, Carlos Forest y otros lograron
apresar a varios militares partida­
rios de Alvear. Los sublevados co­
municaron a Rondeau que estaban
dispuestos a sostenerlo por la fuer­
za de las armas si las circunstan­
cias así lo requerían.
Por su parte, A lvea r se encon­
traba en la provincia de Córdoba
— Posta de Santa Cruz— , camino
a Jujuy, cuando se enteró de lo su­
cedido. Después de enviar una
enérgica desaprobación a esa acti­
tud de indisciplina m ilitar, dis­
puso regresar a Buenos Aires, an­
tes que los sucesos agitaran aún
más la ya crítica situación y en­
contraran apoyo en las tropas de
la capital.
E l 18 de diciembre, Rondeau in­
formó oficialmente al gobierno de
lo ocurrido y le anunciaba “ que
había tomado las medidas que le
dictaba la prudencia para aquie­
tar los ánimos” .
Cuando A lvear llegó a Buenos
Aires, la opinión pública censura­
ba la actuación de Posadas, debido
215
Los núcleos de oposición
al nuevo Director
Carlos M aría de A lvear (1789-1852). G o ­
bernante enérgico, la oposición sólo le per­
mitió re aliza r un corto gobierno. Como
bien ha dicho el historiador M itre, "fue
bravo en el campo de batalla, pero de­
vorado por la fiebre de la am bición".
a la reciente sublevación del Ejér­
cito del Norte, al fracaso de la
misión diplomática de Belgrano y
Rivadavia y a la situación en que
se encontraban las provincias, en
buena parte dominadas por la
acción de Artigas.
A lvear exigía al gobierno un
plan enérgico de represión y de
severos castigos, lo que motivó
— junto con la sublevación del
Ejército del Norte— la renuncia
del Director Supremo Gervasio Po­
sadas, con fecha 9 de enero de
1815.
1 Ya
hem os
d ic h o
d fd n
que
a
p a r tir
de
la
La Asamblea discutió la renun­
cia presentada por Posadas y, lue­
go de aceptarla, puso a votación la
persona que debía sucederle, por
el tiempo que le faltaba para ter­
m inar su período. Por mayoría de
sufragios, la elección recayó en el
general Carlos M a ría de A lvear,
quien prestó juramento el 10 de
enero de 1815. E l nuevo Director
Supremo — que sólo gobernó tres
meses— mantuvo los ministros del
gobierno anterior.
A lvea r asumió el poder en cir­
cunstancias m uy difíciles: el re­
torno de Fernando V I I al trono
español, la sublevación del Ejérci­
to del Norte, el artiguismo encen­
diendo la guerra civil en el inte­
rior y la opinión pública de Bue­
nos Aires enconada y recelosa. El
mismo día del juramento, Dorrego
era derrotado en la Banda Oriental
(Guayabos) y como consecuencia
de este contraste las tropas de
Buenos Aires debieron abandonar
ese territorio.
Apoyado por la Logia Lautaro 1,
el nuevo gobernante pretendió
consolidarse en el, mando a través
de una acción enérgica y vigoro­
sa, que sólo sirvió para precipitar
su caída.
Pretendió un acercamiento con
el Ejército del Norte, pero Rondeau
r e v o lu c ió n
del
8
de
o c tu b re
de
1812
dos
te n -
? n , Ses ^ C1í rf0 w ' P r e fe ,ite S 6 n í
S6? ° d e l a L o g i a L a u t a r o . E l i d e a l r e v o l u c i o n a r i o , d e f e n a
r e e m p l a z a d o p o r u n partido personalista a c a u d i l l a d o p o r A l v e a r ,
q u e m o t i v ó la d e r r o t a d e lo s p a r t id a r io s d e l p r i m e r o e n la A s a m b le a d e l A ñ o X I I I .
; , . f ? StL p 1T
/u
e ra
L .°g i a , L a u t a r o
íf d ir e c c ^ d r S
0 Gufdo
fu e
un
d ó c il
in s tr u m e n to
rtm SUfgÍÓ “
de
A lv e a r
1816 UDa
y
cayó
ju n to
con
su
S6gUnda L0gia Lautaro’ C° n
le negó obediencia. Tam bién in i­
ció negociaciones con Artigas para
llegar a un arreglo en base al re­
conocimiento de la independencia
de la Banda Oriental a cambio de
que el caudillo retirara sus fuer­
zas del litoral; las gestiones fra­
casaron por negativa del último.
San M artín ocupaba el cargo
de gobernador intendente de Cu­
yo, pero enterado del cambio de
gobierno ocurrido en Buenos Aires
presentó su renuncia, la que fue
aceptada por A lvear, quien a su
vez designó reemplazante al coro­
nel Gregorio Perdriel. Pero un
Cabildo abierto reunido en M en ­
doza rechazó la medida y confir­
mó a San M artín en el cargo 1.
Ya hemos dicho que no sólo en el
norte y en Cuyo la situación era des­
favorable para Alvear, por cuanto A r­
tigas controlaba la Banda Oriental y
varias provincias a través de goberna­
dores adictos: en Entre Ríos el caudillo
Eusebio Hereñú; en Corrientes, Juan
Bautista Méndez; Francisco Candioti,
en Santa Fe, y José Javier Díaz, en
Córdoba.
La bandera nacional fue reempla­
zada por la artiguista, de color celeste
y blanco, pero cruzada en diagonal por
una franja roja.
Combatido por la opinión públi­
ca, puede afirmarse qtie la juris­
dicción de A lvear — en su carác­
ter de gobernante— no pasaba de
una fracción de la actual provin­
cia de Buenos Aires. E l encono
aumentó cuando dio a conocer un
decreto por el cual condenaba a
muerte a todo el que censurase su
actuación.
A comienzos de abril y debido a
la situación imperante, A lvea r sa­
lió de Buenos Aires y se refugió,
con fuerzas que le eran adictas, en
el campamento de Olivos.
Para derribar al Director Su­
premo, los opositores llegaron a
un acuerdo con Artigas, quien de
inmediato dispuso avanzar sobre
Santa Fe para luego dirigirse a
Buenos Aires. Enterado A lvear, or­
denó la salida de 1.600 hombres a
las órdenes del brigadier Ignacio
A lvar ez Thomas, pero cuando es­
tas tropas llegaron a Fontezuelas
— cerca de Arrecifes, en la ruta a
Santa Fe— su jefe se sublevó con­
tra el Director Supremo (3 de abril)
al mismo tiempo que negoció con
Artigas. Desde ese lugar, dirigió
una violenta proclama al gobier­
no e hizo presente el descontento
popular, debido a los errores co­
metidos; en consecuencia exigió la
renuncia de A lvea r y su reempla­
zo por un mandatario que contara
con el apoyo general.
Disolución de la A sa m b le a .
Renuncia de A lv e a r
La actitud de Á lvarez Thomas
y su ejército en Fontezuelas en­
contró apoyo en Buenos Aires,
donde el movimiento fue dirigido
por Estanislao Soler.
A l llegar a la capital la noticia
de la sublevación, A lvea r optó por
elevar su renuncia a la Asamblea,
pero retuvo el mando de las tro­
pas. E l citado organismo designó
1 P a r a ju z g a r la im p o r t a n c ia d e l e p is o d io d e b e te n e r s e e n c u e n ta q u e a lo s g o b e r n a d o r e s
i n t e n d e n t e s s ó l o lo s n o m b r a b a e l D i r e c t o r S u p r e m o . S a n M a r t í n f u e c o n f i r m a d o e n e l c a r g o
p o r e l C a b ild o d e M e n d o z a , c o n tr a r ia n d o ó r d e n e s e x p r e s a s d e l c o b ie r n o d e B u e n o s A ir e s .
C o n s tit u y e ,
en
c o n s e c u e n c ia ,
un
a c to
de
fe d e r a lis m o .
216
217
Portada del
año 1815.
Estatuto
Provisional
SL E S T A T U T O
del
P R O V IS IO N A L
DE 1 8 1 5
en su reemplazo un Triunvirato,
formado por Rodríguez Peña, San
M a rtín y M atías Irigoyen.
Ante la desaprobación popular,
el 15 de abril el Cabildo aceptó la
renuncia de A lvear, proclamó la
disolución de la Asamblea y de­
claró nulo el efímero tercer Triun­
virato. Desde ese momento, el
Ayuntamiento se atribuyó funcio­
nes gubernativas.
Finalmente, A lvea r entregó el
mando de su ejército al general
Juan José Viam onte y se alejó de
inmediato a Río de Janeiro, en
una fragata inglesa.
La revolución de abril de 1815
ha sido llamada “ movimiento fe­
deral por cuanto el gobierno cen­
tral establecido en Buenos Aires
fue derribado por la presión de las
fuerzas del interior. Contribuyeron
en mayor o en menor grado la
rebelión del Ejército del Norte, el
litoral sublevado a las órdenes de
Artigas y las provincias de Cuyo
que desconocieron la voluntad del
Director Supremo. En la misma
ciudad de Buenos Aires la opinión
pública se volcó contra el gobier­
no y precipitó los acontecimientos,
que determinaron la disolución de
la Asamblea, la caída de A lvea r
y la entrega del poder al Cabildo.
Se elige un nuevo
Director Suprem o
Ante la situación creada, e l Ca­
bildo convocó al pueblo de Bue­
nos Aires para que eligiese u n
grupo de electores con facultades
para nombrar un gobierno provi­
sional hasta la reunión de un C on ­
greso General de las Provincias.
218
■^
c?e abril, los electores eli­
gieron Director Supremo proviso­
rio al general Rondeau, quien se­
n a reemplazado — mientras per­
maneciese al frente del Ejército
del Norte— por Ignacio Álvarez
1 nomas en calidad de suplente.
Para im pedir los males que pu­
dieran sobrevenir de un ejecutivo
unipersonal, agravado por la diso­
lución de la Asamblea, el Cabildo
nombró una Junta de Observación
compuesta de cinco miembros, con
atribuciones para im pedir excesos
del Director Supremo y encargada
de dictar un Estatuto.
E l 21 de abril, Álvarez Thomas
prestó juramento, pero hasta que
se sancionase el mencionado Es­
tatuto ejercería sólo el mando m i­
litar, quedando el político a cargo
del Cabildo.
T a l como había quedado esta­
blecido, la Junta de Observación
redactó el Estatuto Provisional pa­
ra la administración y dirección
del Estado. El 16 de mayo, el do­
cumento fue aceptado y jurado
por el Director Suplente; de tal
manera, Álvarez Thomas recibió
el mando superior de las Provin
cias Unidas.
E l Estatuto Provisional de 1815
es muy semejante — “ mala copia ,
dice el historiador Ravignani— al
proyecto de Constitución que la
Sociedad Patriótica presentó ante
la Asamblea del Año X III. Sin
embargo, las circunstancias no
eran las mismas, por cuanto en la
época en que se redactó el pr°"
yecto era necesario un Poder Eje­
cutivo fuerte; en cambio, en 1815
los errores cometidos por A lvea r
reclamaban un gobierno sujeto a
limitaciones en el mando.
E l Estatuto surgió a consecuen­
cia de una revolución federal, pero*
su contenido, como el modelo que
le sirvió de inspiración, es de ca­
rácter unitario.
Establece tres poderes: el Eje­
cutivo, a cargo del Director Supre­
mo; el Legislativo, representado
por la Junta de Observación, y el
Judicial, por un Tribu nal superior
y las cámaras de apelaciones. Su­
bordinaba el Poder Ejecutivo al
Legislativo, por cuanto el Director
podía cesar en su mandato a re­
querimiento de la Junta de Obser­
vación y del Cabildo.
La disposición más importante
del Estatuto Provisional es la que
concedía al Director Supremo la
facultad de convocar a las provin­
cias “ para el pronto nombramien­
to de diputados que hayan de for­
mar la Constitución, los cuales
deberán reunirse en la ciudad de
Tucum án” .
El Estatuto Provisional es un com­
plicado código que consta de un largo
preámbulo, seguido de siete secciones
divididas en capítulos, un reglamento
para la Junta de Observación y final­
mente varias disposiciones generales.
El Estatuto Provisional fue co­
municado a las provincias, pero
éstas lo rechazaron, aunque todas
— con excepción de las dominadas
por Artigas— estuvieron de acuer­
do en la cláusula referente a la
convocatoria de todos los pueblos
a un Congreso General. De tal
manera, el Estatuto de 1815 sólo
fue aplicado en Buenos Aires y
empleado en la designación de los
diputados porteños.
D IR E C TO R IO
DE Á L V A R E Z T H O M A S
Fracasan la s gestiones
con A rtig as
A l frente del gobierno, Álvarez
Thomas trató de mantener el equi­
librio político, agitado por los
problemas exteriores, las discor­
dias civiles, la actitud de Artigas
y el conflicto de poderes con la
Junta de Observación, que paula­
tinamente pretendió imponerle su
autoridad.
El Director Supremo y la Junta
de Observación creyeron tarea fá­
cil llegar a un arreglo con Artigas,
por cuanto éste había prestado su
apoyo a la revolución que derribó
a Alvear. El Cabildo porteño cam­
bió su anterior actitud y elogió
“ al ilustre y benemérito jefe de
los orientales” , y por su parte el
219
gobierno de Buenos Aires envió
comisionados al campamento de
la Purificación (sobre el río Uru­
guay).
Para resolver la actitud a se­
guir, Artigas reunió una asamblea
a la que asistieron representantes
de la Banda Oriental, Entre Ríos,
Corrientes, Santa Fe y Córdoba, es
decir, de las provincias que form a­
ban la liga artiguista. La asam­
blea entregó una serie de exigen­
cias a los comisionados porteños,
las cuales hacían prácticamente
imposible llegar a una solución
amistosa.
Ante el curso de los sucesos, el
Director y la Junta de Observa­
ción enviaron un ejército a las ór­
denes de Viamonte, el cual ocupó
la capital de Santa Fe en agosto
de 1815.
La situación parecía asegurada;
sin embargo, el gobierno de Bue­
nos Aires debilitó las tropas de
Viamonte al enviar hombres de
refuerzo al Ejército del Norte.
La provincia de Santa Fe no
220
pudo mantener la . paz por largo
tiempo. El artiguista M ariano Ve­
ra se levantó contra los porteños
y fue auxiliado por el caudillo en
trerriano Francisco Ramírez, quien
obedeciendo órdenes de Artigas
atravesó el Paraná e invadió a
Santa Fe; también el caudillo
Estanislao López marchó contra
Viamonte.
El último no contaba con fuer­
zas suficientes y debió atrincherar
se en la capital de la provincia,
donde finalmente se rindió el 31
de marzo de 1816, luego de sopor­
tar un sitio de veinte días. V ia ­
monte y sus oficiales cayeron pri­
sioneros.
Mariano Vera fue proclamado
gobernador de Santa Fe y la pro­
vincia volvió a quedar separada
de la obediencia de Buenos Aires.
El Pacto de Santo Tomé.
Renuncia de Á lv a re z Thom as
Ante los sucesos de Santa Fe,
el gobierno de Buenos Aires de­
signó. al general M a n u el Belgrano
— quien había regresado de su m i­
sión diplomática— jefe de las tro­
pas que debían operar en dicha
provincia. Trasladado a destino y
para terminar con la guerra civil,
Belgrano comisiono al general
Eustaquio D íaz Vélez para que in i­
ciase negociaciones de paz con A r­
tigas.
Díaz Véléz se extralimitó en los
alcances de su misión y no vaciló
en firm ar con el representante ar­
tiguista Cosme M aciel un armis­
ticio subversivo, conocido con el
nombre de Pacto de Santo Tom é,
por el lugar del territorio santafecino donde se suscribió (9 de
abril de 1816). El tratado estable­
cía la evacuación de esa provincia
por las fuerzas de Buenos Aires,
nar Director Supremo titular al
la destitución del Director Álvarez
general Juan M a rtin de Pueyrre­
Thomas y la separación de Belgra­
dón y luego comunico a Balcarce
no del mando del ejército, quien
que hasta el arribo del nuevo
debía ser reemplazado por Díaz
mandatario su jurisdicción se re­
Vélez. Las tropas adhirieron a lo
duciría a la provincia de Buenos
pactado y se dispusieron a hacerlo
cumplir por la fuerza de las ar­
Después de electo, Pueyrredón
mas.
quedó dos meses más en Tucumán.
A l llegar a Buenos Aires la no­
ticia de lo resuelto en Santo Tomé,
A gitación federal
el Cabildo comunicó los alcances
en Buenos A ires
del pacto al Director Supremo Al•varez Thomas, quien no tardó en
Desde la caída de Alvear, surgió
presentar la renuncia de su car­
en Buenos Aires una tendencia
go a la Junta de Observación (16
política de carácter federal que se
de abril).
inclinaba a respetar las autonomías
Mientras tanto, el Congreso de
provinciales y admitía que Buenos
Tucumán — que A lvarez Thomas
Aires no fuese la cabeza dirigente
; tuvo el honor de convocar— había
del país. Sus partidarios afirma­
iniciado sus sesiones el mes ante­
ban que la mejor forma de luchar
rior.
contra Artigas era suprimirle el
motivo fundamental de su disiden­
cia y que si Buenos Aires respe­
D IRE C TO RIO
taba los deseos del interior, las
DE A N T O N I O G O N Z Á L E Z
provincias de Córdoba y Santa Fe
B A LC A R C E
dejarían con agrado la liga arti­
guista.
La Junta de Observación y el
Estas ideas ganaron adeptos en­
Cabildo aceptaron la renuncia de
tre la población porteña y contaron
Álvarez Thomas y de inmediato
con el apoyo de militares destaca­
designaron Director Supremo al
dos (Soler, D orrego) y civiles de
general A ntonio González Balcar­
relieve (Sarratea, Chiclana, Agrece, quien tomó posesión del mando
lo ). Los integrantes de esta fac­
el 17 de abril de 1816.
ción recibieron con desagrado el
nombramiento de Pueyrredón pa­
Con esta actitud, el grupo dirigente
ra el cargo de Director Supremo.
de Buenos Aires volvió a demostrar su
Por otra parte, la tendencia po­
política centralista, por cuanto el D i­
lítica contraria a la anterior esta­
rector Supremo gobernaba las Provin­
cias Unidas” , y no era un proceder
ba encabezada por la Junta de Ob­
equitativo el que dos organismos por­
servación y el Cabildo de Buenos
teños designaran sucesor para ese alto
Aires, los cuales apoyados por gran
cargo sin consultar al Congreso reu­
número de partidarios defendían
nido en Tucumán ni al legitimo titu­
la autoridad del Congreso reunido
lar, el general Rondeau, a la sazón en
en Tucumán y el principio del
la frontera norte.
predominio ejercido tradicional­
mente por la capital.
A l enterarse el Congreso de k>
Los federales porteños hicieron
ocurrido en Buenos Aires, resolvió,
pública una declaración en la cual
en la sesión del 3 de mayo, desig­
221
La p rim e ra h o ja d e l p e rió d ic o " E l C e n so r"
co rre sp o n d ie n te a l ju eves 9 d e n oviem bre
de 18 15. En los sucesos p o lítico s q u e cu l­
m inaron con la re n u n cia d e l D irecto r S u ­
prem o G o n z á le z B a lc a rc e , el c ita d o p e rió ­
d ico rep re se n tó la o pinión d e l C a b ild o y
la J u n ta d e O b se rv a c ió n .
ce publicó un bando por el cual
autorizaba la reunión de los peti­
cionantes en la iglesia de San Ig ­
nacio, lo que equivalía a un Ca­
bildo abierto y en consecuencia
una contradicción a su actitud del
día anterior.
afirmaban que el pueblo de Bue­
nos Aires “ quiere y desea pública
y notoriamente, reducirse a una
provincia como todas las demás
en consecuencia, se gobernaría por
sus propias leyes, pero reconocien­
do al Director Supremo nombrado
por el Congreso.
Renuncia de Balcarce
Los partidarios de la autonomía
provincial contaban con el apoyo
de varios regimientos y solicitaron
la reunión de un Cabildo abierto.
Ante el curso de los sucesos, la
Junta de Observación y el Ayunta­
miento porteños — con anuencia
del Director González Balcarce—
convocaron a una Junta de repre­
sentantes.
Sin embargo, al día siguiente
— 19 de junio— el Director Balear222
L a reun ión se efectuó a pesar de las
protestas de la Junta de O bservación y
las deliberaciones fu eron sum am ente
agitadas, debido a las d ivergen cias de
opiniones.
E l D ire cto r Balcarce, apoyado ahora
p or los hombres de tendencia federal,
sostenía la necesidad de re u n ir e l Ca­
bildo abierto, m ientras la Junta de O b­
servación y el C abildo d efen dían el
p rin cip io de e le g ir representantes de
la ciudad y la campaña, con plenos
poderes.
Cuando se efectuaron comicios
para decidir las opiniones, triunfa­
ron por amplia mayoría los parti­
darios del sistema de representan­
tes y en consecuencia los federales
de Buenos Aires fueron derrotados.
E l Director Supremo González
Balcarce recibió la intimación de
cesar en el mando y presentó su
renuncia el 12 de julio de 1816.
La Junta de Observación y el
Cabildo nombraron para reempla­
zarle una Comisión Superior G u­
bernativa de dos miembros: A n to­
nio Escalada, en representación del
Ayuntamiento, y M ig u e l de Irig oyen, de la Junta.
Esta comisión gobernó hasta el
29 de julio, en que el nuevo D i­
rector Supremo Juan M artín de
Pueyrredón ocupó su alto cargo.
TERCERA C A M PA Ñ A
DEL a l t o p e r ú
San M artín,
¡efe del Ejército del Norte
Sabemos que, a fines de enero
de 1814, San M artin reemplazo s
Belgrano en el mando del Ejercito
del N orte; estos efectivos no pa­
saban de dos m il hombres, en su
mayor parte bisoños, mal armados
T i n moral combativa. E l nuevo
L e se dedicó inmediatamente a
r e o r g a n iz a r esas tropas só b re la s
bases de una estricta disciplina y
una mejor instrucción.
San M a r tin inculcó a los oficiales y
o L
trnnas aue “ la subordinación y La
cieg a obediencia es e l a lm a del slsten™
m ifita r ” . Solicitó e l e n v í o de refu erzos
v en esta form a elev ó el num ero de
soldados a unos tres m il. P a ra c0™ Ple ,
ta r su lab or de r e o r g a n iz a c ió n fundo
una A c a d e m i a M il it a r - a la, que asin­
tió gustoso B e l g r a n o - y ordeno este
b lec er en las proxim idades de T u cu
m á n e l cam po atrincherado de la L i u
dadela, así llam ado p or su proxim ida
a la ciudad; el recin to era de form a
pen tagon al y s e u tilizo para e l aloja
m ien to de los efectivos.
Por otra parte, consideraba muy
apropiado para la zona en que
luchaba el Ejército del Norte
sistema de guerrillas empleado con
éxito por M a rtín Guemes y sus
gauchos salteños, a quienes había
confiado la línea de avanzada so­
bre el enemigo.
N o se habían cumplido cuatro
meses de su permanencia al fren­
te del ejército, cuando San M ar
tín solicitó licencia argumentando
motivos de salud, y en a b rú de
1814 entregó el mando al genera
Francisco Fernandez de la Cruz,
auien lo ejerció en forma interina
“ el mes de julio, en que »
hizo cargo de esas tropas el ge
neral José Rondeau, su nuevo jefe.
A pesar de su incansable acti­
vidad, San M artín no se encontro
satisfecho con el resultado de sús
esfuerzos, especialmente e n m a te
ria de disciplina. Juzgaba que esos
efectivos no estaban en condiciones
de enfrentar con éxito a los rea
lis ta s guerreros avezados que aca­
b a l a n de triunfar en Vilcapugio
y Ayohuma. Esta circunstancia,
unida a lo escabroso del terreno,
le persuadieron de que existían
otras zonas más propicias para ata­
car al e n e m i g o . _________
Z
Com ienza la tercera cam p añ a
Luego de las derrotas sufridas
por los patriotas en Vilcapugio y
Ayohuma, el ejército realista, a las
órdenes de Pezuela, había invadi­
do el norte del territorio argentino
hasta la provincia de Salta con el
propósito de avanzar hasta lu c u
mán, para c o m b in a r operaciones
con otros núcleos realistas y — de
ser posible— dominar el litoral del
plata
Después de la retirada de los
patriotas, los gobernadores desig­
nados por ellos en el A lto Perú
decidieron oponerse a las
J
Pezuela. E l comandante Alvarez
de Arenales, gobernador de la proS n d a de fc S U a m b a organizo
vina campaña de guerrillas, y
mayo de 1814 derroto a fuerzas
muy superiores en el paraje
La Florida i.
Una revolución estallada en e
223
Martín Rodríguez y vanos oficiales
cayeron prisioneros. El capitán Maria­
no Necochea y un grupo de sus hom­
bres fueron rodeados por tropas ene­
migas muy superiores en número, pero
en un acto de arrojo el citado capitán
logró salvarse al escapar del asedio
realista.
Posteriormente, Rodríguez recuperó
la libertad, pues fue canjeado por dos
oficiales, bajo la promesa de negociar
una tregua, que no se llevó a cabo.
Cuzco y la victoria de Arenales
motivaron el repliegue de Pezuela.
Com bates de El Tejar
y Puesto del M arqués
En julio de 1814, Rondeau se
nizo cargo del Ejército del Norte
y luego avanzó hasta Jujuy, donde
estableció su cuartel general.
A mediados de febrero de 1815,
el coronel M a rtín Rodríguez in­
tento un reconocimiento, pero fue
derrotado por los realistas en E l
Tejar.
A mediados de abril, los patrio­
tas consiguieron el único triunfo
de su campaña. Una columna a
las órdenes del general Fernández
de la Cruz, que contaba con el apo­
yo de los gauchos de Güemes, de­
rrotó a las tropas realistas en el
Puesto del M arqués, al norte de
la provincia de Salta.
Presintiendo un fracaso en fu­
turas acciones y no conforme con
someterse a las órdenes del ejér­
cito, Güemes se retiró con sus hom­
bres del frente de combate y re­
gresó a Salta. Por su parte, des­
pués del contraste de Puesto del
Marqués, el jefe realista Pezuela
retrocedió hasta Oruro, mientras
Los patriotas altoperuanos ocupa­
ban Potosí, Cochabamba y Chuquísaca.
Com bates de V enta y M edia
y Sipe-Sipe
M artín Rodríguez volvió a ocu­
par su puesto al frente de las tro­
pas de vanguardia y obtuvo el
consentimiento de Rondeau para
atacar al enemigo en el poblado
de Venta y M edia (actual terri­
torio de B olivia). E l encuentro se
produjo el 21 de octubre y term i­
nó con la derrota de los patriotas;
en el transcurso de la lucha, el
entonces mayor José M a ría Paz
recibió una herida que le inutilizó
para siempre el brazo derecho.
Pezuela aprovechó la victoria
para tomar la ofensiva y enterado
de que Rondeau se dirigía con su
ejército hacia la ciudad de Cochabamba, a la espera de refuerzos,
acortó distancias en dirección a la
pampa de Sipe-Sipe, próxima a la
cuesta de V ilu m a ; los patriotas
acamparon en esa llanura, con el
propósito de combatir al enemigo.
Las tropas de Pezuela escalaron
la cuesta que Rondeau no había
fortificado por creerla inaccesible
y desde allí — en hábil movim ien­
to— cayeron sobre el flanco de los
patriotas, quienes a pesar de resis­
224
225
M artín Miguel Güem es, el caudillo
salterio, quien ha sido llam ado “ heroico
soldado de la libertad am ericana".
tir con bravura fueron vencidos
(29 de noviem bre).
A consecuencia de la derrota de
Sipe-Sipe las provincias del A lto
Perú se perdieron definitivamente
para nuestro país y el norte vol­
vió a ser amenazado por los rea­
listas, quienes felizm ente fueron
contenidos por la indomable acción
de Güemes y sus gauchos.
Los restos del ejército de Ron­
deau se retiraron en dirección a
Tupiza y finalmente se establecie­
ron en el norte de Jujuy.
En agosto de 1816, el general
M anuel Belgrano reemplazó a
Rondeau en el mando del ejército
y acampó en la Ciudadela (T u ­
cumán) .
Las guerras
de las Republiquetas
En el territorio del Alto Perú y de­
trás de las avanzadas realistas, varios
centros de resistencia continuaron su
lucha en favor de la causa revolucio­
naria. Estas insurrecciones populares,
dirigidas en su mayoría por oscuros
caudillos, fueron llamadas guerras de
las Republiquetas, las que se prolon226
garon varios años en medio de san­
grientos episodios y crueles represalias
Su importancia militar radica en el he­
cho de haber detenido, en más de una
oportunidad, la acción de los ejércitos
de Pezuela.
Después del triunfo de los realistas
en Sipe-Sipe, la insurrección se exten­
dió con energía por la región altoperuana, asumiendo los caracteres de una
verdadera guerra. Cada población, al­
dea o valle era un centro de insurrec­
ción o republiqueta, bajo las órdenes
de un jefe independiente; es notable
destacar que los sublevados eran en su
mayoría indígenas, armados a veces de
palos y piedras.
Los principales caudillos fueron Ma­
nuel Aniceto Padilla y su esposa Juana
Azurduy, Ignacio Warnés, Miguel Lan­
za, etc. Este movimiento de guerrillas
tuvo en el general Antonio Álvarez de
Arenales al jefe coordinador.
Semblanza de Güemes
Después del fracaso de la ter­
cera campaña al A lto Perú, el nor­
te argentino hubiera caído en po­
der de^ los realistas, de no mediar
la enérgica y eficaz acción de­
fensiva de M a rtín M ig u e l Güemes
y sus gauchos salteños. A m igo per­
sonal de los generales San M artín
y Belgrano, contuvo hasta su
muerte las sucesivas embestidas
del enemigo y a través de esta
ardua y tesonera lucha c o la b o r ó
en la. magna empresa continental
del Libertador.
Martín Miguel Güemes nació en
Salta, en febrero de 1785, d e s c e n d ie n t e
d e una acaudalada familia que le pudo
brindar esmerada educación. A los ca-
torce años ingresó como cadete en el
regimiento “ Fijo de Buenos Aires
a
la sazón en esa provincia— y con ese
cuerpo se trasladó a la última ciudad,
donde luchó contra los ingleses en el
transcurso de la primera invasión. Por
esas épocas ingresó en el Colegio de
San Carlos, donde estudio especial­
mente las matemáticas y el dibujo.
Producida la Revolución de Mayo,
Güemes adhirió de inmediato a la cau­
sa de los patriotas y marchó a Salta
para incorporarse a su guarnición con
el grado de comandante general de
milicias, a fin de llevar a la practica
un plan defensivo contra el avance de
los realistas. Siempre se mantuvo aler­
ta en la frontera y prestó su concurso
a las tropas de Balcarce y más tarde
de Pueyrredón.
Cuando en 1814 el general San
Martín se hizo cargo del Ejército del
Norte, confió a Güemes la defensa de
Salta, como jefe de avanzadas.
O
Conocedor de todos los rincones
de su tierra natal, hábil jinete, va­
liente hasta la temeridad, Güemes
fue respetado y querido por sus
hombres. Empleaba una tactica
defensivo-ofensiva, que se adapta­
ba perfectamente a las modalida­
des del terreno, sembrando con
ella la confusión en las filas ene­
migas; concebía el plan en lo in ­
trincado de un bosque o mientras
descansaba en su campamento al
lado de un fogón, generalmente la
víspera del ataque. Por medio de
su cautivante personalidad incul­
có a sus hombres el amor por la
independencia y la libertad, a tra­
vés de la llamada “ guerra de los
gauchos” , palabras que simboliza­
ban el sentir de un pueblo insobor­
nable, que jamás claudicaría.
El fracaso de los realistas
Después del combate de Puesto
del Marqués, Güemes — disconfor­
me con Rondeau— marchó de re­
greso a su provincia, pero al pasar
por Jujuy se apropió de armas
pertenecientes al Ejército del N o r­
te. Llegado a Salta fue elegido
gobernador (m ayo de 1815) y en
esta forma inició s k gobierno per­
sonal.
Cuando Rondeau retrocedió des­
pués de la derrota de Sipe-Sipe,
dispuso separar a Güemes del man­
do, pero ante la actitud del pue­
blo con su caudillo, prefirió firm ar
con el último un tratado de “ paz
y amistad eterna” .
Mientras tanto, Pezuela había
sido designado virrey del Perú y
lo reemplazó en el mando del ejér­
cito realista el brigadier José de
La Serna. Éste inició la invasión
del norte argentino y entró triun­
fante en Jujuy, pero fue cercado
por las guerrillas. Destinó una
compañía para la búsqueda de a li­
mentos, pero estos efectivos fueron
derrotados por los gauchos en los
campos de San Pedrito.
A pesar de la tenaz resistencia,
La Sema emprendió a mediados
de abril la invasión de Salta y
aunque llegó a ocupar la ciudad,
dispuso — debido a la gravedad de
la situación— iniciar la retirada
hacia el norte; a mediados de ma­
yo, el ejército invasor había aban­
donado a Jujuy.
En el lapso comprendido entre
1817 y 1821, los realistas no ceja­
ron en su intento por avanzar a
través del norte del territorio ar­
gentino, pero las sucesivas embes­
tidas fracasaron ante el heroico
comportamiento de los gauchos
salteños. En el transcurso de una
última invasión, Güemes fue sor­
prendido por una patrulla enemi­
ga y resultó herido de gravedad;
murió a los pocos días (17 de ju­
nio de 1821).
227
— C U E S T I O N A R I O -----------------------------------------------------I . ¿Q ué establecía el reglamento de convocatoria del 24 de octubre
de 1812? 2. ¿C uál fue el carácter de la Asam blea G en eral Cons­
tituyente? 3. ¿Q ué disidencias se produjeron en su seno? 4. ¿C uáles
eran las instrucciones de los diputados artiguistas? 5. ¿Por qué los
rechazaron? 6. ¿Cuáles fueron las principales reformas políticas y
sociales de la Asam blea? 7. Mencione las reformas judiciales, ecle ­
siásticas, económicas y militares. 8. ¿Qué establecía el proyecto de
Constitución presentado por la Comisión o ficial? 9. ¿Y el de la So­
ciedad Patriótica? 10. ¿C uál fue el origen de nuestro Himno?
I I . ¿De dónde derivó el escudo nacional? 12. ¿Tomó la Asam blea
alguna disposición con respecto a la b andera? 13. ¿Q ué reformas
tem toriales se produjeron hasta 1814? 14. ¿Por qué causas la
Asdm blea dispuso concentrar el Poder Ejecutivo en el Director Su­
premo? 15. ¿Cuáles fueron los hechos más destacados del Directorio
de G ervasio Posadas? 16. ¿Q ué peligros externos e internos am e­
nazaban a la Revolución a fines de 1814? 17. ¿Q ué misión diplo­
m ática se confió a Belgrano y a R ivadavia? 18. ¿C uál fue la acti­
vidad diplomática de Manuel José G a rc ía en Río de Janeiro ? 19.
¿Q ué gestiones cumplieron Rivadavia y Belgrano en Londres? 20.
¿Q ué misión diplomática cumplió Rivadavia en España? 21. ¿A quién
reem plazó Rondeau en el mando del Ejército del Norte, en julio
de 1814? 22. ¿Por qué se sublevaron sus tropas? 23. ¿Q ué circuns­
tancias motivaron la renuncia de Posadas? 24. ¿Q ué situación debió
enfrentar A lvear cuando se hizo cargo del gobierno? 25. ¿Q ué
medidas enconaron a la oposición? 26. ¿Q ué sucedió en Fontezuelas? 27. ¿Q ué actitud asumió A lvea r? 28. ¿Quién lo reem plazó en
el gobierno? 29. ¿Q ué problemas originó la creación de la Junta
de O bservación? 30. ¿C uál era el contenido del Estatuto Provisional
de 1815? 31. ¿Q ué política siguió Á lv are z Thomas al frente del
gobierno? 32. ¿C uál fue la actitud de Artigas? 33. ¿Qué luchas se
produjeron en Santa Fe? 34. ¿Q ué se estableció en el pacto sub­
versivo de Santo Tomé? 35. ¿Quién reem plazó a A lv are z Thomas?
36. ¿Q ué actividad inició el núcleo federalista de Buenos Aires?
37. ¿Por qué renunció B alcarce? 38. ¿En qué form a San Martín
reorganizó el Ejército del Norte? 39. ¿En qué combate fueron
derrotados los patriotas en el transcurso de la tercera cam paña
del Alto Perú? 40. ¿C uáles fueron sus consecuencias? 41. ¿Quién
fue Martin Güemes? 42. ¿Con qué táctica enfrentó a los realistas?
43. ¿Cómo pereció?
228
El Congreso de Tucumán. Declaración de la Independencia.
El Reglamento Provisorio de 1817. Directorio de Pueyrredón.
La invasión portuguesa a la Banda O riental. La guerra de
corso. Brown y Bouchard. La Constitución de 1819. La acción
diplomática.
EL CONGRESO DE TUCUMÁN
La elección de los diputados
Sabemos que la disposición más
importante del Estatuto Provisio­
nal de 1815 fue la convocatoria de
un Congreso a reunirse en Tucu­
mán.
T a l como lo indicaba el citado
documento, se aplicó el sistema de
votación indirecta y se eligieron
diputados a razón de uno cada
quince m il habitantes o fracción
mayor de siete m il quinientos.
Los diputados electos por Buenos
Aires recibieron instrucciones para
dictar una Constitución, en la que
figurasen separados los tres pode-
res, asegurase al pueblo el ejercicio
de la soberanía y que el Ejecutivo
recayera en una sola persona. Las
instrucciones nada decían respecto
del delicado problema de la forma
de gobierno.
De acuerdo con la convocatoria
remitida por el gobierno de Bue­
nos Aires, en el interior también
se efectuaron las elecciones, aun­
que no respondieron las provincias
sujetas a la influencia de Artigas,
es decir, la Banda Oriental y el
litoral (Corrientes, Entre Ríos y
Santa F e ); por su parte el Para­
guay — bajo las órdenes del dicta­
dor Francia— se mantuvo en su
tradicional aislamiento.
229
Como hemos visto, en Salta se
produjo un serio incidente entre
Güemes y Rondeau, resuelto des­
pués de momentos inquietantés,
y en la propia Buenos Aires la
agitación federal había encontrado
apoyo en destacadas figuras, quie­
nes pretendieron im pedir el arribo
a la ciudad del nuevo Director
Pueyrredón.
El Congreso
Problem as externos e internos
A comienzos de 1816 y en vís­
peras de reunirse el Congreso de
Tucumán, graves peligros amena­
zaban a la Revolución Argentina.
En el orden externo, la restau­
ración del monarca Fernando V I I
y sus procedimientos absolutistas
indicaban claramente a los gobier­
nos de la América hispana que de­
bían reanudar con mayor empeño
la lucha por la emancipación. Las
armas españolas vencían desde
M éxico hasta el Cabo de Hornos.
El sacerdote Morelos — patriota
mejicano— había caído fusilado
en manos de sus enemigos, mien­
tras la tan anunciada expedición
de M o rillo — que amenazó en
principio el Río de la Plata— • do­
blegaba a los patriotas de Vene­
zuela y Colombia. En Chile la si­
tuación no era mejor, por cuanto
después de Rancagua los realistas
dominaban ese territorio con un
poderoso ejército.
En esas circunstancias, la Revo­
lución Argentina era la única que
mantenía erguido el estandarte de
la rebelión, aunque amenazada
por el enemigo, después de la de­
rrota de Sipe-Sipe. Para colmo de
males, el tradicional peligro por­
tugués se hizo presente una vez
más en ese año de 1816 — llamado
“ de prueba” — y en el mes de
agosto los ejércitos lusitanos inva­
dieron la Banda Oriental.
En el orden interno, el mayor
problema lo representaba Artigas,
quien había formado una liga de
provincias federales, las cuales ne­
garon obediencia no sólo al D i­
rector Supremo, sino también al
Congreso; de tal manera, la Banda
Oriental, Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe no enviaron diputados y
Córdoba demostró bastante recelo
hacia la asamblea.
inicia
sus sesiones
A principios de 1816 y en medio
de los problemas que hemos men­
cionado los representantes de los
pueblos comenzaron a llegar a la
ciudad de Tucumán, elegida por
distante de Buenos Aires, a fin de
no despertar los recelos del inte­
rior hacia el centralismo porteño.
En su mayor parte, los diputa­
dos pertenecían al clero o ' eran
hombres de leyes y Te seguían en
menor cantidad los hacendados y
comerciantes. Entre los religiosos
podemos mencionar a fray Justo
de Santa M a ría de O ro, A ntonio
Sáenz, Pedro Ignacio Castro Ba­
rros y fray Cayetano Rodríguez 1.
Tam bién integraron el Congreso
las destacadas figuras: Juan José
Paso, Pedro M edrano, Tomás G o­
doy Cruz, Narciso Laprida, Juan
M a rtín de Pueyrredón, Eduardo
Pérez Bulnes, Ignacio G o rriti y
otros.
E l Congreso se in te g ró con trein ta
y un diputados. Buenos A ir e s en vió
siete; C u yo, cinco; Córdoba, cinco; T u ­
cumán, seis; Salta, tres, y e l A lt o P e ­
rú, cinco.
Escribe el historiador M it r e : “ Los
hom bres en quienes los pueblos se fija ­
ron para d ele ga r en ellos su soberanía,
fu eron gen era lm en te los más dignos y
respetables de cada p rovin cia, p ero con
raras excepciones sus nom bres eran
desconocidos a la N a c ió n ; poca o n in ­
gu na parte habían tom ado en e l m o v i­
m ien to gen era l de la K evolu ción y m a l
preparados para la vid a pública, n o te ­
n ían ideas fijas sobre adm inistración
n i gobiern o.”
Con la presencia de dos tercios
de sus miembros y para no de­
morar por más tiempo el comienzo
de las deliberaciones, el Congreso
asistió el 24 de marzo de 1816 a
una solemne misa en el templo de
San Francisco y ese mismo día, a
las 9 de la mañana, declaró abier­
tas las sesiones en la casa de doña
Carmen Bazán y Laguna de Z avalía.
El doctor Pedro M edrano fue
elegido presidente — al igual que
en la Asamblea del Año X I I I se
renovaba mensualmente— y secre­
tarios los doctores Paso y Serrano.
A diferencia de anteriores asam­
bleas, el Congreso de Tucumán tu­
vo las siguientes atribuciones:^ a)
constituyentes, porque redactó el
Reglamento de 1817 y la Constitu­
ción de 1819; b ) ejecutivas, por
cuanto dio instrucciones y normas
de gobierno al Director Supremo;
c ) legislativas, debido a que dictó
diversas leyes; y d) judiciales,
porque también se ocupó de rever
sentencias.
Varios eran los asuntos funda­
mentales que debía resolver el
Congreso, entre ellos la declaración
de la Independencia, la unión del
t F m v C iv e ta n o R o d ríg u e z fu e el prim er director d e “ E l R ed actor” d el Congreso, cuyo
núm ero 1ii>arec^ó en Buenos A i L el 1 de m ayo d e 1816 E ste P - . ó d . c o representa
L a
im portante fu en te d e in form ación para historiar las sesionesi de^ l
a
1
decretos dictados por la m ism a. L a colecció n com pleta d e E l R ed actor consta d e 52 num
y e l ú ltim o ejem plar lle v a fec h a d e l 28 d e enero de 1820.
p r im e r
23.1
230
país, el dictado de una Constitu­
ción y la forma de gobierno a
adoptarse.
Elección de Pueyrredón
La destitución de Álvarez Tho­
mas y la designación interina de
Balcarce motivaron que el Congre­
so resolviera en seguida el nom­
bramiento de un Director Supremo
titular. Con este propósito, los di­
putados se reunieron en sesión ex­
traordinaria en la mañana del 3
de mayo, bajo la presidencia del
canónigo Ignacio Castro Barros y
ante numeroso público.
Acto seguido se procedió a la vo­
tación, y de los veinticuatro dipu­
tados presentes veintitrés lo hicie­
ron en favor de Juan M a rtín de
Pueyrredón, representante por San
Luis.
En esos momentos, el país estaba
dividido por las rencillas interio­
res, el gobierno central había per­
dido autoridad ante las provincias
rebeladas y los enemigos del ex­
terior amenazaban la integridad
territorial. En tales circunstancias,
la designación de Pueyrredón fue
un acierto, porque dio estabilidad
a su alto cargo — cumplió el pe­
ríodo completo de tres años— y
en la medida de sus posibilidades
contuvo la anarquía política que
se insinuaba amenazante. Contó
con el apoyo de San M artín y co­
laboró eficazmente con los planes
del Libertador.
Cuando en 1814 San Martín pasaba
por la provincia de San Luis con des­
tino a Mendoza para hacerse cargo del
gobierno, visitó en el mes de agosto a
Pueyrredón, quien se encontraba en las
afueras ^de la ciudad, en su hacienda
de la Aguadita” . A llí ambos coinci­
dieron en sus ideales con respecto a la
lucha por la Independencia.
Puede afirmarse que el nombramien­
to de Pueyrredón en el cargo de Di­
rector Supremo se debió en gran parte
a la influencia de San Martín.
Designado el nuevo mandatario,
todo hacía pensar que se traslada­
ría de inmediato a Buenos Aires
para hacerse cargo de sus funcio­
nes; sin embargo, prefirió marchar
hacia el norte, para m ediar en el
conflicto producido entre Güemes
y Rondeau. De allí, Pueyrredón
volvió a Tucumán para insistir an­
te los congresales sobre la necesi­
dad de proclamar inmediatamente
la Independencia; luego pasó a
Códoba, donde — a mediados del
mes de julio— se entrevistó secre­
tamente con San M artín, para uni­
ficar ideas con respecto al plan
de libertar a Chile.
D ECLARACIÓ N
DE LA IN D EPEN D EN CIA
Acción de San M artín
y Belgrano
Decisiva fue la influencia de
San M artín y Belgrano sobre los
congresales, para que procedieran
a la inmediata declaración de
nuestra Independencia. “ Si ésta no
se hace — escribió San M artín a
Godoy Cruz— el Congreso es nulo
en todas sus partes” , y como el
diputado por Cuyo le respondió
que la declaración “ no era soplar
y hacer botellas” , el ilustre pa­
triota agregó: “ que m il veces es
más fácil hacer la Independencia,
que el que haya un americano que
haga una sola botella” .
El anhelo de San M artín fue
compartido por la mayoría de los
congresales y particularmente por
el general Belgrano — otra presti­
giosa figura de la época— , quien
Francisco Narciso de Laprida (17861829). Diputado por San Juan ante el
Congreso de Tucumán, firmó en ca­
rácter de presidente de dicha asam ­
blea el Acta de la Declaración de
nuestra Independencia.
sostuvo con ardor la necesidad de
una categórica definición con res­
pecto a nuestros vínculos con la
corona peninsular.
Declaración y jura
de la Independencia
Una vez electo Pueyrredón, y
ante los anhelos populares repre­
sentados por San M artín y Bel­
grano a través de sus gestiones, los
congresales dispusieron declarar
oficialmente que las Provincias
Unidas del Río de la Plata for­
maban una Nación soberana, des­
ligada de todo vínculo de someti­
miento con respecto a los reyes de
España. Era evidente que tal pro­
clamación ejercería beneficiosa in ­
fluencia sobre el espíritu del país
y daría poderoso estímulo a los
ejércitos revolucionarios.
Los diputados Gascón, Serrano y
Sánchez de Bustamante habían redac­
tado una lista de diecisiete asuntos
fundamentales que debía tratar el Con­
greso. El punto tercero se ocupaba so­
bre la necesidad de declarar la Inde­
pendencia.
En la sesión del 9 de ju lio de
1816, el presidente de turno, Fran­
cisco Narciso de Laprida, propuso
que el Congreso tratara el punto
tercero del plan de asuntos funda­
mentales, referente a la Indepen­
dencia.
El secretario Paso leyó la pro­
posición que debía votarse y luego
preguntó a los diputados “ Si que­
rían que las Provincias Unidas
fuesen una Nación libre e inde­
pendiente de los reyes de España
y su M etrópoli” .
La decisión unánime de los di­
putados provocó manifestaciones
de júbilo en el numeroso público
presente, que exteriorizó en esa
forma su satisfacción por la tras­
cendencia del pronunciamiento.
Consta en el acta respectiva — re­
dactada por el secretario y diputado por
Charcas, José Maria Serrano— que
“ aclamaron primero llenos del santo
"ardor de la justicia y uno a uno, su” cesivamente reiteraron su unánime y
"espontáneo decidido voto por la in­
dependencia del país, fijando en su
” virtud, la determinación siguiente:
” Nos, los representantes de las Pro­
vincias Unidas de Sud América, reu­
nidos en Congreso General, invocando
” el Eterno que preside el Universo,
” en el nombre y por la autoridad de
” los pueblos que representamos, pro­
testando al cielo, a las naciones y
” hombres todos del globo la justicia
” que regla nuestros votos, declaramos
” solemnemente, a la faz de la tierra,
233
El A c ta d e la in d e p e n d e n c ia d e los
p u e b lo s c o n fe d e ra d o s d e la R e p ú b lic a
A rg e n tin a .
E l 19 de ju lio los congresales efec­
tuaron dos sesiones, una pública y otra
privada. E n la p rim era se aprobó la
fó rm jila d el ju ram en to que debían u ti­
liz a r los diputados y altos funcionarios:
“ ¿Juráis p or D ios N u estro S eñor y esta
señal de Cruz, p ro m o ve r y defen d er la
lib ertad de las P ro vin cias Unidas de
Sud A m é ric a y su in dependencia del
r e y de España, Fern an d o V I I , sus su­
cesores y M e tró p o li y de toda otra
dom inación extran jera? 1 ¿Juráis a Dios
N u estro Señor y prom etéis a la P atria,
e l sostén de estos derechos, hasta con
la vida, haberes y fam a? Si así lo h i­
ciereis D ios os ayude y si no, É l y la
P a tria os h agan cargo.”
” que es volu n tad un ánim e e indu bita­
b l e de estas provin cias ro m p er los
"v io len tos vínculos que las liga b a n a
” los reyes de España, recu p era r los
"derechos de que fu eron despojados e
"in vestirse d el alto carácter de una
"n a ció n lib re e independiente d el r e y
"F ern a n d o V I I , sus sucesores y M e tró "p o li. Quedan en consecuencia, de he"ch o y de derecho, con am p lio y p len o
"p o d e r para darse las form as que exija
" la justicia e im p ere e l cúm ulo de sus
"actuales circunstancias. Todas y cada
"u n a de ellas así lo publican, declaran
"y
ra tifica n , com prom etiéndose por
"n u estro m edio, al cu m p lim ien to y sos” tén de esta volu n tad, bajo e l seguro
” y garantías de sus vidas, haberes y
"fa m a .”
tt
En la sesión del 21 de julio, las
autoridades civiles, militares y
eclesiásticas juraron solemnemente
la Independencia.
E l 25 de julio, el Congreso adop­
tó oficialmente nuestra bandera
celeste y blanca.
E l 18 de ju lio, el diputado Juan José
Paso h izo m oción “ para que se fijase
y jurase la bandera n acion al” . E l día
20, otro representante p or Buenos A i ­
res, Esteban Gascón, reiteró ese p ro­
pósito, y el 25 de ju lio el Congreso
aprobó un decreto según e l cual el
p ecu lia r d istin tivo de las P rovin cias
Unidas fuese “ la bandera celeste y
blanca q u e se ha usado hasta e l p re ­
sente” 2.
1 En
l a s e s ió n p r i v a d a
o s e cre ta , e l d ip u ta d o M e d r a n o p ro p u s o a g r e g a r la
e x p r e s ió n
d e s p u é s d e d o n d e d i c e : “ F e r n a n d o V I I , su s s u c e s o r e s
M e t r ó p o l i ' . C o n e s t o s e d e s v i r t u a b a n lo s r u m o r e s s e g ú n lo s c u a l e s e l d i r e c t o r P u e y r r e d ó n
a l g u n o s c o n g r e s a l e s e s t a b a n d is p u e s t o s a a c e p t a r e l p r o t e c t o r a d o d e P o r t u g a l .
y “ e toda otra dom inación extranjera”
y
y
2 La
b a n d e r a a d o p ta d a te n ía e l c a r á c te r d e “ m e n o r ”
p u e s se e s p e ra b a u n a d e fin ic ió n
c o n r e s p e c t o a l a f o r m a d e g o b i e r n o , p a r a d e t e r m i n a r lo s a t r i b u t o s d e l a b a n d e r a “ m a y o r ” .
I r a s la d a d o e l C o n g r e s o a B u e n o s A ir e s y e n b a s e a u n d ic ta m e n íe d a c t a d o p o r e l d ip u ta d o
C h o r r o a r m , e l 2 5 d e f e b r e r o d e 1 8 1 8 , la a s a m b le a r e s o lv ió p o r l e y q u e la b a n d e r a m a y o r
o d e g u e r r a l l e v a r í a “ u n sol pintado en medio de ella” .
234
F r a y Justo S a n t a M a r ía d e O r o , según
un c u a d ro existen te en el M useo H istó­
rico N a c io n a l.
R ep re se n tan te p o r la p ro v in cia d e S a n
J u a n an te el C o n g re so , d e fe n d ió con
a r d o r su posición re p u b lic a n a .
El problem a
de la form a de gobierno
Declarada la Independencia, el
Congreso se ocupó en resolver la
forma de gobierno que debería re­
g ir los destinos de las. Provincias
Unidas. De acuerdo con el punto
cuarto del plan de trabajos, era
necesario consultar la opinión de
los pueblos del interior al respecto,
pero la asamblea no tuvo en cuen­
ta esta disposición.
E l día 6 de julio, los congresa­
les se habían reunido en sesión se­
creta para escuchar la palabra de
Belgrano sobre las ideas que pre­
dominaban en Europa, “ concepto
que ante las naciones de aquella
parte del globo se habían formado
de las Provincias Unidas y espe­
ranzas que éstas podían tener de
su protección” . Manifestó que las
luchas internas no habían impre­
sionado favorablemente y en ma­
teria de gobierno sostuvo la con­
veniencia de instalar una mo­
narquía constitucional — como la
de Inglaterra— representada por
la dinastía de los incas, para es­
tablecer un Estado con capital en
el Cuzco.
E l 12 de julio, el diputado M a ­
nuel de Acevedo propuso discutir
la forma de gobierno y se inclinó
por la idea de Belgrano, es decir,
el restablecimiento de la dinastía
incaica. E l día 15, el diputado fray
Justo Santa M a ría de Oro sostuvo
que antes de expedirse sobre el
asunto en debate “ era preciso con­
sultar previamente a los pueblos”
y en caso de aceptarse el sistema
monárquico sin este requisito “ se
le permitiese retirarse del Con­
greso” .
El 6 de agosto, el diputado T o ­
más Anchorena sostuvo que la “ fe­
deración de provincias” era la
única forma de gobierno que con­
ciliaria todas las diferencias.
E l debate prosiguió y no se lle ­
gó a nada definitivo, aunque el
proyecto incaico fue desechado.
Si bien el Congreso desarrolló
sus actividades en base a una uni­
dad de criterios, las divergencias
sobre la forma de gobierno per­
miten distinguir las tendencias en
que se dividieron los diputados: los
monarquistas, que sostenían la di­
nastía incaica o bien la candidatu­
ra de un príncipe portugués, y los
republicanos, divididos a su vez en
unitarios (defensores del centra­
lismo porteño) y federales o par­
tidarios de las autonomías provin­
ciales, encabezados por los repre­
sentantes de Córdoba.
235
Los congresales se traslad an
a Buenos A ires
A medida que transcurría el
año 1816 se generalizó la idea sos­
tenida desde un principio por los
diputados porteños, tendiente a
trasladar el Congreso a Buenos
Aires. Existían temores por los
avances de los realistas en la fron­
tera norte y también era probable
un golpe de mano efectuado por
los caudillos, disconformes con la
marcha de las deliberaciones.
Por otra parte y debido a la si­
tuación anárquica de algunas pro­
vincias, era necesario que el Con­
greso estuviera cerca del Director
Supremo para favorecer la centra­
lización del poder, tendencia a la
que se inclinaban la mayoría de
los congresales; además, las tram i­
taciones diplomáticas con el ex­
tranjero y la celeridad en los pro­
cedimientos exigían una estrecha
colaboración con el Poder Ejecu­
tivo.
Aunque a fines de 1816 ya se
había aprobado el cambio de resi­
dencia, el Congreso sesionó en T u ­
cumán hasta el 4 de febrero de
1817, fecha en que se levantaron
las deliberaciones para reanudar­
las el 12 de mayo en Buenos Aires.
EL REGLAM ENTO PRO VISO RIO
DE 1817
Sabemos que el Congreso de T u ­
cumán se reunió en base a lo dis­
puesto por el Estatuto Provisional
de 1815. El tiempo había demos­
trado las imperfecciones de esas
leyes y en consecuencia era nece­
sario reemplazarlas por otras, que
estuvieran más de acuerdo con las
exigencias de la época.
Una comisión lo sometió a es­
tudio y le introdujo modificacio­
nes. Después de largas discusiones,
el Congreso ■— ya instalado en Bue­
nos Aires— sancionó el día 3 de
diciembre el Reglamento P ro v i­
sorio, cuerpo de leyes que, como
su nombre lo indicaba, regiría
hasta que se promulgase una Cons­
titución definitivá.
El Reglamento del año 1817
consta de siete secciones. Se inicia
con una enumeración de los dere­
chos y deberes del hombre y deja
expresa constancia de que la segu­
ridad individual “ jamás podrá sus­
penderse” ; además, ninguna auto­
ridad puede privar del goce de los
derechos políticos.
Facsím il d e la p o rta d a d e l R eg lam en to
P ro visorio d e l a ñ o 18 17.
El Poder Ejecutivo lo designa con
el nombre de “ Director de Estado ,
desempeñado por un ciudadano elegido
por el Congreso.
El Poder Legislativo lo constituye el
Congreso reunido en esa época.
El Poder Judicial no s u f r í a mayores
variantes, salvo una nueva Cámara de
Apelaciones. Los jueces eran nombra­
dos por el Director.
E l Reglamento Provisorio de
1817 es el mismo Estatuto de 1815
con algunas modificaciones y al
io-ual que el modelo utilizado para
su redacción es, en líneas gene­
rales, de marcada tendencia uni­
taria
D IRECTORIO DE PUEYRREDÓN
Después de entrevistarse con
San M artín en Córdoba, Pueyrre­
dón arribó a Buenos Aires el ¿9
de julio de 1816. Debía afrontar
una d ifícil situación, tanto en el
orden externo como en el interno.
Los portugueses avanzaban sobre
la Banda Oriental, varias provin­
cias se habían alzado contra la
autoridad del Congreso y en Bue­
nos Aires un partido defensor de
las autonomías provinciales pro­
clamaba abiertamente su oposicion
al nuevo Director. A pesar de todo,
el mandatario fue bien recibido
cuando hizo su entrada en la ciu­
dad.
La activid ad de la oposición
en Buenos A ires
Hemos visto que en la provin­
cia y en la ciudad de Buenos A i­
res se había formado un partido
federalista, opositor al Congreso y
al Director Pueyrredón. Esto dio
origen a la formación de dos ten­
dencias políticas antagónicas: el
partido de los congresales, que
agrupaba a la clase media (comer­
ciantes, diputados, propietarios) y
brindó su apoyo a Pueyrredón y
al Congreso, y el partido de los
segregatistas, de tendencia repu­
blicana y federal, encabezado por
Dorrego, Chiclana, A grelo, French,
Pazos Silva, M anuel Moreno y
otros.
Los republicanos expresaban sus
ideas por medio del periódico f ti­
tulado “ La Crónica A rgentina” , a
través del cual censuraban las
ideas monárquicas propiciadas por
Pueyrredón y la mayoría de los
diputados del Congreso.
Cuando en julio de 1816 los
portugueses avanzaron sobre el te­
rritorio de la Banda Oriental, Do­
rrego y sus partidarios acusaron
a Pueyrredón de recibir instruc237
dones del Congreso tendientes a
negociar con los invasores, a fin
de contar con la ayuda de los úl­
timos para imponer los planes
monárquicos. Esta prédica atizó el
descontento popular y después de
un artículo aparecido en “ La Cró­
nica A rgentina” , Pueyrredón or­
denó la detención y el destierro
de Dorrego, el 15 de diciembre de
1816.
inclinar a Santa Fe en favor de A r­
tigas, contra los porteños.
Córdoba. Esta provincia procla­
mó su autonomía en mayo de 1815
y cuando llegaron noticias sobre
la invasión de D íaz V élez sobre
Santa Fe el artiguista Pablo Bulnes (hermano del diputado) logró
que el Cabildo lo designara co­
mandante de un contingente que
partió hacia la vecina provincia.
N o pudo luchar contra D íaz V élez
Por su parte, y el mismo día de
— ya se había retirado— , entonces
la detención de Dorrego, el Director
Bulnes regresó a Córdoba y se pu­
Pueyrredón publicó un decreto por el
so al frente del gobierno.
cual mantenía su cargo militar al co­
A nte la situación creada, Puey­
ronel apresado, ordenaba entregar a
rredón sometió el problema a Bel­
la esposa e hijos la mitad del sueldo
correspondiente y destacaba — demos­
grano, quien envió tropas, las cua­
trando pesar en la medida tomada—
les vencieron a Bulnes. En esta
“los recomendables servicios que prestó
forma fracaso el intento artiguista
a su país durante la gloriosa Revolu­
por dominar a Córdoba.
ción” .
Santiago del Estero. Desde el
mes de agosto de 1816, el coman­
Los opositores no cedieron en su
dante Francisco Borges — de ten­
actitud y entonces, en febrero de
dencia federalista— proclamó la
1817, fueron expulsados — acusa­
autonomía de Santiago del Estero.
dos de conspiración— los doctores
Belgrano comisionó un contin­
M anuel Moreno, Agrelo, Chiclana
gente a las órdenes del general La
y Pazos Silva; también los m ilita­
Madrid, quien derrotó a Borsres y
res French, Pagóla y Valdenegro.
lo hizo fusilar.
L a Rioja. Los autonomistas rioLa situación en las provincias
janos negaron obediencia al go­
bierno central. Para terminar con
A poco de iniciar Pueyrredón su
los incidentes fue enviada una ex­
mandato, en las provincias se ha­
pedición m ilitar al mando de A le ­
bían producido diversos disturbios
o actos de rebeldía contra el go­ jandro Heredia, quien logró res­
tablecer el orden político.
bierno central y el Congreso.
La hostilidad de los caudillos
Santa Fe. Después del Pacto de
del litoral frente al gobierno por­
Santo Tomé (a b ril de 1816) se
teño se estudia más adelante (ca­
iniciaron gestiones para lograr una
pítulo X ).
paz duradera, pero las tratativas
fracasaron y entonces un ejército
O b ra cuftural y adm inistrativa
directorial, a las órdenes de Díaz
de Pueyrredón
Vélez, consiguió ocupar la ciudad
de Santa Fe, pero debió retirarse
T a l como lo había prometido
ante la tenaz resistencia de los
anteriormente
a San Martín, una
defensores.
vez al frente del gobierno Puey­
La expedición sólo sirvió para
rredón dedicó todos sus esfuerzos
238
para que el futuro Libertador
equipara al ejército que se cubri­
ría de gloria luchando a través
de medio continente.
A pesar de los múltiples proble­
mas que preocupaban al Director
Pueyrredón, uno de sus mayores
a,nhelos fue el de fomentar la edu­
cación del pueblo. Dedicóse con
empeño a difundir la instrucción
“ cual corresponde — son sus pala­
bras— a los altos destinos a que
es llamada nuestra Patria” .
Por decreto del 2 de junio de
1817, el Director transformó el an­
tiguo colegio de San Carlos en el
Colegio de la U n ió n del Sud y en­
cargó a los secretarios de Hacienda
y Gobierno para que dispusiesen
“ las medidas que fuese preciso
adoptar” . Fue inaugurado a me­
diados de julio del año siguiente,
bajo la dirección del rector canó­
nigo D om ingo Achega y del vice­
rrector presbítero José M a ría TeCon respecto a la instrucción prima­
ria, las escuelas eran muy escasas en
esa época y los métodos utilizados por
los maestros, bastante rigurosos. Por
este motivo, en mayo de 1819, Puey­
rredón dio a conocer un decreto acon­
sejando “ que no se haga uso de azotes
en las escuelas” .
El Director también se preocupó
por establecer una casa de estu­
dios superiores y así a fines de
mayo de 1819 propuso al Congreso
la fundación de una Universidad
en Buenos Aires.
Pueyrredón debió enfrentar una
d ifícil situación económica porque
las finanzas nacionales habían em­
peorado en el transcurso de los
años como consecuencia del des­
equilibrio comercial. Los recursos
se habían agotado, los ingresos es­
caseaban y San M artín solicitaba
239
J
fondos con urgencia para su cam­
paña libertadora 1.
En marzo de 1818 y a solicitud
del Director Supremo, el Congreso
aprobó un “ empréstito forzoso”
que recaía sobre los comerciantes
y vecinos pudientes de Buenos A i­
res; debía cubrirse hasta una suma
de 500.000 pesos, de acuerdo con
una cuota prefijada.
ron reorganizados los regimientos
de Blandengues y se establecieron
milicias de la campaña.
Debido al rompimiento con Es­
paña, la Iglesia se desenvolvía en
forma irregular; por esta causa,
Pueyrredón fue autorizado a “ pro­
veer los cargos eclesiásticos va­
cantes” .
El Estado recibía dinero de los par­
ticulares y se obligaba a pagar un in­
terés y devolver al acreedor la suma
recibida en un plazo estipulado. La
cantidad que debían entregar los subs­
criptores la fijaba el Consulado; por
esto, el empréstito tenía el carácter de
“ forzoso” .
LA IN V A SIÓ N PORTUGUESA
A LA BAN D A ORIENTAL
En noviembre de 1818, Pueyrre­
dón creó la Caja N acion al de Fon­
dos de. Sud Am érica, prim er esta­
blecimiento bancario cuya fin a li­
dad era recibir dinero de los par­
ticulares a cambio de un interés
del 15 % anual. Debido a la si­
tuación económica imperante, el
citado organismo fracasó al cabo
de un tiempo.
En el orden m ilitar, el Poder
Ejecutivo reorganizó la Academia
de Matemáticas — fundada por Á l­
varez Thomas en 1816— a cuyo
frente se destacó Felipe Senillosa.
Se estableció una fábrica de armas
“ por el nuevo sistema de repeti­
ción” .
A propuesta del Director, el
Congreso autorizó extender la l í ­
nea de fronteras sobre los indios
y entregar a los pobladores las
tierras en propiedad. Para el cui­
dado de estas delimitaciones fue­
Sabemos que en el transcurso
del prim er sitio de Montevideo, los
portugueses invadieron la Banda
Oriental y que luego se retiraron
por el pacto del 26 de mayo de
1812.
Cuando el Brasil fue elevado a
la dignidad de reino, se reanuda­
ron las antiguas ambiciones portu­
guesas sobre el Río de la Plata. La
Corte lusitana dispuso avanzar so­
bre la Banda Oriental para exten­
der sus fronteras hasta las bocas
del estuario y ocupar luego la
actual región mesopotámica argen­
tina. Los incidentes fronterizos
provocados por las milicias de A r ­
tigas, dieron al monarca portugués
motivos suficientes como para jus­
tificar el ataque.
El éxito de la campaña a em­
prenderse estaba asegurado por
cuanto el gobierno de Buenos A i­
res nc intervendría en forma di­
recta, debido a su enemistad con
Artigas. Los monarquistas porteños
adherían a la actitud de los lu­
sitanos, mientras los diplomáticos
M anuel José García y Nicolás H e­
1 D e s d e n o v ie m b r e d e
1809 en qu e
e l v ir r e y
C is n e r o s a b r i ó la s ¡p u e r t a s a l c o m e r c i o
b r it á n ic o , se in ic ió u n d e s e q u ilib r io c o m e r c ia l q u e
a u m e n t ó c o n e l t r a n s c u r s o d e lo s a ñ o s .
L a i n d u s t r i a n a c i o n a l s e p e r j u d i c ó c o n l a c o m p e t e n c i a e x t r a n j e r a , la s g u e r r a s y la s lu c h a s
in te r n a s , e n c o n s e c u e n c ia e r a n e c e s a r io c o m p r a r m u c h o m á s d e l o q u e s e e x p o r ta b a . E n e s te
ú l t i m o a s p e c t o , e r a n e s c a s o s l o s p r o d u c t o s q u e s e p o d í a n v e n d e r a l e x t r a n j e r o ( c a r n e s a la d a ,
s e b o , c u e r o s ) y e n to n c e s s a lía g r a n c a n t id a d d e o r o y p la t a . L a s itu a c ió n e m p e o r ó a ú n m á s
c u a n d o lo s r e a lis t a s v o l v i e r o n a o c u p a r l a c e c a d e
P o to s í.
240
rrera — destacados en Río de Ja­
neiro por el Directorio— sostenían
la necesidad de coronar un monar­
ca portugués en el Río de la Plata.
Se inicia la invasión
El ataque portugués contra la
Banda Oriental se inició en julio
de 1816. Las tropas invadieron a
las órdenes del general Carlos Fe­
derico Lecor, divididas en tres co­
lumnas: por el este, es decir, pró­
ximo al Atlántico, avanzó el pro­
pio Lecor; por la región central,
a través del Cerro Largo, lo hizo
el general Silveira, con intención
El g en eral C arlo s Federico Lecor, que
dirigió la invasión portuguesa a la
Banda O riental en 1816. (Ó leo de
M iguel Benzo.)
Grande, mientras atacaba las Misiones
orientales, a fin de que-los portugueses
acudieran a defenderlas y en esta forma
desistieran de ocupar la Banda Orien­
tal. Este plan defensivo era de difícil
realización, pues exigía comandos bien
organizados y tropas experimentadas;
además resultaba muy problemático
que los invasores dejaran de cumplir
sus objetivos fundamentales al solo
efecto de acudir en defensa de las M i­
siones orientales.
de dirigirse — junto con la colum­
na anterior— sobre Montevideo.
U n tercer contingente, a las órde­
nes del general Curado, penetró
por el norte en dirección a las M i­
siones orientales, con ánimo de
torcer hacia el sur, bordeando el
río U ruguay; una cuarta columna
quedó de refuerzo en Río Grande.
Los efectivos portugueses sumaban
en total unos 12.000 hombres.
Artigas no fue sorprendido por
la invasión y rápidamente puso en
práctica un plan defensivo, con­
cebido con anterioridad.
El caudillo oriental pretendía llevar
una ofensiva combinada sobre Río
242
El caudillo oriental destacó a
su lugarteniente Fructuoso Rivera
para que contuviera a Lecor, y a
Fernando Otorgués a fin de im ­
pedir el avance de la columna a
las órdenes de Silveira. Por su par­
te, Artigas dispuso emprender per­
sonalmente la campaña contra las
tropas portuguesas, las que, coman­
dadas por Curado, avanzaban so­
bre el norte del territorio oriental.
El caudillo había organizado
militarm ente las Misiones occiden­
tales, de las que era gobernador
su hijo adoptivo Andresito (A n ­
drés Guacurarí), y en combinación
con esas tropas dispuso invadir las
Misiones orientales, para atacar al
enemigo por la retaguardia.
E l intento fracasó. Andresito in ­
vadió el territorio pero fue derro­
tado por tropas portuguesas y de­
bió replegarse, mientras Artigas
sufrió igual suerte en su campo de
Carumbé (27 de octubre de 1816).
En los otros frentes de combate,
las acciones tampoco favorecían a
los defensores. Silveira derrotó a
Otorgués en el combate de Cerro
Largo y Fructuoso Rivera — el más
destacado lugarteniente de A r ti­
gas— fue vencido en Ind ia M u e r­
ta, al pretender atacar a las fuer­
zas de Lecor (19 de noviem bre).
se atrevieron a darle su aproba­
ción por cuanto descontaban — co­
mo así sucedió— el rechazo por
parte de Artigas.
F racasan las negociaciones
con Buenos A ires
La Provincia C isp latin a
Mientras tanto, el desarrollo de
las operaciones militares en la
Banda Oriental había agitado la
opinión pública en Buenos Aires y
ya hemos visto las acusaciones le ­
vantadas por Dorrego y sus parti­
darios a la política seguida por el
Directorio, aunque también era
evidente que Artigas — a pesar de
su d ifícil situación— no deseaba
llegar a un entendimiento con el
gobierno central.
En medio de tantas dificultades,
Pueyrredón decidió enviar al co­
ronel Nicolás de Vedia para exi­
gir a los portugueses el cumpli­
miento del armisticio firmado en
el año 1812. E l último se entre­
vistó con Lecor, quien le aseguró
su neutralidad con respecto a Bue­
nos Aires, pero que sus órdenes
eran continuar el avance; Vedia
regresó en diciembre de 1816.
Las derrotas sufridas por A rti­
gas motivaron que el Cabildo de
Montevideo y el delegado del cau­
dillo, M a n u el Barreño, enviaran
dos comisionados a Buenos Aires
para solicitar la ayuda de Puey­
rredón.
Después de varias deliberaciones
se firm ó un tratado por el cual los
orientales recibirían lo solicitado
a cambio de aceptar la autoridad
del Director Supremo y del Con­
greso. Cuando los términos del
acuerdo llegaron a conocimiento
del Cabildo de la vecina orilla y
del delegado Barreiro, ambos no
A l no aceptar las condiciones
impuestas por Buenos Aires, los
orientales continuaron sin ayuda
la desfavorable campaña contra
los portugueses. A comienzos de
1817, tropas invasoras cruzaron el
río Cuareim y el 3 de enero Abreu
— lugarteniente de Curado— de­
rrotó a Artigas en el arroyo Ca­
talán.
La columna a las órdenes de
Lecor prosiguió su avance, y el 20
de enero futraba en Montevideo
sin m ayor' dificultad.
Artigas prosiguió la lucha con­
tra los invasores, hasta que el 14
de enero de 1820 fue vencido en
Tacuarembó y debió trasladarse a
la provincia de Entre Ríos. La
guerra había terminado con el
triunfo de los portugueses.
Para otorgar a la ocupación
apariencias de legalidad, los ven­
cedores reunieron el 18 de julio
de 1821 un Congreso Cisplatino,
cuyos integrantes se pronunciaron .
en favor de la anexión con los in ­
vasores. En consecuencia, la Ban­
da Oriental pasó a depender del
Reino Unido de Portugal, con el
nombre de Estado Cisplatino o
Provincia Cisplatina.
LA GUERRA DE C O R SO .
BROW N Y BOUCHARD
Los corsarios
del Río de la Plata
A comienzos de 1815, el Direc­
torio dispuso que naves pertene243
cientes a particulares, sujetas a re­
glamentaciones y previamente au­
torizadas, se dedicaran a destruir
el comercio marítimo del enemigo,
representado en aquella época por
España.
Estas embarcaciones desarrolla­
ron su “ campaña de corso” parti­
cularmente de 1816 a 1820 y con­
viene destacar que nuestros corsa­
rios operaron con evidente correc­
ción porque antepusieron los obje­
tivos revolucionarios a su afán de
lucro.
El gobierno entregaba al capitán cor­
sario una Patente en la cual constaban
sus obligaciones y derechos; desde ese
momento, la nave y sus tripulantes
permanecían al servicio de la marina
del país, de acuerdo con un plazo es­
tipulado.
A l regreso de su expedición, el ca­
pitán debía rendir cuenta de sus actos,
y las embarcaciones que capturara
quedaban sometidas — junto con su
carga— al Tribunal de Presas. Una
vez establecida la legalidad del proce­
dimiento, la embarcación y el conte­
nido de sus bodegas eran subastados
públicamente, con excepción de las ar­
mas y municiones, que pasaban a po­
der del. Estado.
El corsario y sus tripulantes recibían
un porcentaje sobre los productos cap­
turados.
La cam p a ñ a de Brown
En setiembre de 1815, el alm i­
rante Brown inició una campaña
de corso. Formó su expedición con
la nave capitana Hércules, el ber­
gantín Trinidad, la goleta Consti­
tución y la corbeta H alcón, las
dos últimas a las órdenes de H ip ó­
lito Bouchard.
El primero en zarpar fue Brown,
quien luego de hacer escalas en
Colonia y Montevideo, puso proa
al sur, en demanda del estrecho
de Magallanes. Por su parte, Bou­
chard fue sorprendido por un fuer­
te temporal y sufrió la pérdida de
la nave “ Constitución” , la que se
hundió con todos sus tripulantes
— alrededor de cien hombres— en
las proximidades del Cabo de
Hornos.
Mientras tanto, las embarcacio­
nes de Brown, luego de cruzar el
estrecho, anclaron en la costa chi­
lena, donde más tarde se le unió
Bouchard con la corbeta “ Halcón” .
Desde a llí las tres naves corsarias
siguieron hacia el norte, para cum­
p lir su cometido frente a las costas
peruanas, donde apresaron a varios
navios españoles, entre ellos la
fragata Consecuencia, que poste­
riormente y a las órdenes de Bou-
Tres naves corsarias a r­
gentinas se disponen a
capturar una em barca­
ción española en aguas
d e l o c é a n o P a c íf ic o .
El grabado — que re­
produce un óleo de E.
Biggeri— nos muestra a
la " H é r c u l e s " , "Trini­
d a d " y "H alcó n" cum­
pliendo la guerra de
corso en el año 1815.
Hipólito Bouchard (1783-1843), el va­
leroso marino francés que se destacó
por su actuación al servicio de nues­
tra patria.
chard se haría famosa con el nom­
bre de La Argentina.
El 20 de enero de 1816, Brown blo­
queó durante diez días el puerto del
Callao y luego la flota corsaria se di­
rigió hacia el golfo de Guayaquil, don­
de en arriesgada operación penetró
río adentro, sembrando la destrucción
entre los enemigos. En el transcurso
de la lucha, varó la “ Trinidad” , y
Brown — que estuvo a punto de pere­
cer— fue apresado por tropas del go­
bernador de la plaza.
Después de varias negociaciones y
ante ¡a amenaza de bombardeo por
parte de las naves corsarias, los rea­
listas accedieron a libertarlo y a res­
tituirle la embarcación que había en­
callado.
La escuadra se hizo nuevamente
a la vela rumbo a las islas Galá­
pagos y desde allí Bouchard re­
gresó al Plata a bordo de la “ Con­
secuencia” , mientras Brown nave­
gó hacia las costas colombianas
donde ofreció sus servicios a los
patriotas que luchaban contra los
españoles.
El viaje de retom o fue largo y
jalonado de peripecias. A bordo de
la “ Hércules” — única nave que le
quedaba—- enfiló rumbo a las Ga­
lápagos, luego cruzó el Cabo de
Hornos y pasó a la altura del Río
de la Plata con destino al mar de
las Antillas donde ancló en la isla
Barbados. A llí las autoridades in­
glesas se apropiaron de la nave y
de todo su valioso cargamento.
Desalentado, Brown se dirigió a
Londres para gestionar ante el
Alm irantazgo la revocación de la
medida. N o obtuvo éxito y en
1818 estaba nuevamente en Bue­
nos Aires.
Bouchard y "La A rg en tin a"
La más destacada campaña de
corso contra las naves y posesiones
españolas la cumplió el capitán
H ipólito Bouchard, estimulado por
un decreto de Pueyrredón — mayo
de 1817— , cuyas disposiciones die­
ron mayor impulso a este tipo de
actividades.
Cuando la fragata “ Consecuen­
cia” llegó a Buenos Aires, el T r i­
bunal competente la declaró “ bue­
na presa” y entonces fue transfor­
mada en un barco de guerra, con
38 cañones y preparada para una
larga travesía.
Con el nombre de La Argentina
y bajo las órdenes de Bouchard, la
nave partió de La Ensenada el 9
de julio de 1817, con 250 tripu­
lantes a bordo. De acuerdo con lo
que constaba en la patente de cor­
so, debía hostilizar el tráfico es­
pañol por los mares de la India,
en un lapso de dieciséis meses.
La fragata cruzó directamente
el océano Atlántico en dirección al
245
Cabo de Buena Esperanza y luego
de dos meses arribó a Madagascar,
donde sus tripulantes ayudaron a
los británicos a reprim ir el tráfico
negrero. Luego prosiguió su ruta
por el océano Indico y a la altura
del estrecho de Sonda una gran
epidemia de escorbuto produjo nu­
merosas bajas entre los tripulantes.
Después de rechazar un ataque
de una flo tilla de piratas malayos,
la nave corsaria llegó a M an ila y
a llí hundió dieciséis barcos espa­
ñoles y apresó un bergantín arti­
llado.
A pesar de la constante merma
de la tripulación — consecuencia
de los combates y en ferm edadesla fragata navegó hasta las islas
H aw aii, donde Bouchard encontró
a la corbeta argentina “ Chacabuco” , vendida por su tripulación
amotinada a un rey de la isla. Los
insurgentes fueron dominados y,
después de recuperada la embar­
cación, Bouchard obtuvo de aquel
mandatario indígena el primer
reconocimiento de la Independen­
cia nacional.
Junto con la nave adquirida
— llamada ahora “ Santa Rosa” —
“ La Argentina” llegó a las inme­
diaciones de California, para ata­
car la importante guarnición es­
pañola de M onterrey; a llí se libró
un violento combate, a cuyo tér­
mino fueron arrasados la fortaleza,
polvorines y almacenes.
La nave corsaria prosiguió su
actividad por las costas de México
y la Am érica Central. En aguas
nicaragüenses atacó el puerto for­
tificado del Realejo, donde luchó
contra cuatro barcos enemigos, de
los que hundió dos.
Por último, en julio de 1819, el
intrépido marino concluyó su lar246
go itinerario al fondear en el puer­
to de Valparaíso.
Facsímil de la portada de la "Cons­
titución de 1819".
LA CO N STITU CIO N DE 1819
Establecido el Congreso en Bue­
nos Aires, designó una comisión
de cinco miembros para que re­
dactase un proyecto de Constitu­
ción, a fin de reemplazar al Re­
glamento Provisorio.
La comisión redactora tuvo en
cuenta las resoluciones dictadas a
partir de mayo de 1-810, los pro­
yectos de lá Sociedad Patriótica y
de la Comisión oficial que fueron
presentados ante la Asamblea del
Año X III, el Estatuto de 1815 y
el Reglamento Provisorio de 1817.
En el orden externo fue consulta­
da la Constitución de los Estados
Unidos, la francesa de 1791 y la
Constitución de Cádiz de 1812.
Después de nueve meses de de­
bates, la Constitución fue sancio­
nada el 20 de abril de 1819, aun­
que la jura se aplazó hasta el 25
de mayo.
El documento mantenía la divi­
sión de poderes.
El Poder Legislativo lo organi­
zaba sobre la base de un sistema
bicamarista. La Cámara de Repre­
sentantes estaba integrada por di­
putados, elegidos uno por cada
25.000 habitantes o fracción no in ­
ferior a 16.000. E l procedimiento
de elección era indirecto y dura­
ban en el cargo cuatro años. La
Cámara de Senadores estaba for­
mada por un representante por
cada provincia, tres senadores m i­
litares, cuatro religiosos — un obis­
po y tres eclesiásticos— , un sena­
dor por cada Universidad y el D i­
rector de Estado una vez concluido
su mandato. Duraban doce años en
su cargo, pero la Cámara se reno­
vaba por tercios cada cuatro años.
E l Poder Ejecutivo sería desem­
peñado por un Director Supremo
elegido por ambas Cámaras a ma­
yoría de sufragios. Permanecería
cinco años en sus funciones y po­
día ser reelecto una sola vez, si
reunía dos tercios de votos
E l Poder Judicial estaba repre­
sentado por la A lta Corte de Jus­
ticia y demás tribunales inferiores.
Integraban la primera siete jueces
y dos fiscales, todos ellos aboga­
dos. Serían designados por el D i­
rector con acuerdo del Senado y
permanecerían en sus funciones
mientras merecieran la confianza
general.
La Constitución también se ocu­
paba de las garantías individuales,
derechos de los particulares, fina­
lidad de las cárceles, etc. Procla­
maba como religión del Estado a
la católica, apostólica, romana.
El porqué de su fracaso
La Constitución fue jurada por
el pueblo el 25 de mayo de 1819,
pero no lo hicieron las provin­
cias de Entre Ríos, Santa Fe, Co­
rrientes y la Banda Oriental, to­
das ellas distanciadas políticamen­
te del Directorio.
Los juristas que la redactaron
pretendieron imponer una serie de
leyes perfectas, que no tenían apli­
cación en un país convulsionado
por las disensiones internas. Como
bien se ha dicho “ era un traje
magnífico, pero equivocado en las
medidas e inepto por consiguien­
te a quien se destinaba” .
La Constitución de 1819 fue re­
chazada por su contenido centra­
lista, monarquista y aristocrático.
Mientras las provincias se sentían
impulsadas por un sentimiento au­
tonomista o federal, la Constitu­
ción establecía un sistema de go­
bierno unitario a través de una
orientación monárquica, que res­
pondía a la política imperante en
esa época entre la clase dirigente.
La Carta fundamental organizaba un
gobierno unitario o centralista del cual
dependerían las provincias.
Cuando el Congreso trató el proyecto
referente al Poder Ejecutivo, se votó
en favor del sistema unipersonal que
satisfacía a la tendencia monárquica.
El Senado sería un cuerpo aristocrá­
tico, integrado por hombres distingui­
247
dos — civiles, militares, eclesiásticos— ,
semejante a la Cámara de los Lores de
Inglaterra. Los diputados de la Cámara
de Representantes serían ciudadanos
“ de la clase común” , que recuerda a
la organización de la Cámara de los
Comunes inglesa.
Dice un documento de la época:
“ Depositante el Poder Ejecutivo en una
sola persona, el proyecto apropia a
nuestro gobierno la unidad, esa cua­
lidad importante de las monarquías.”
A pesar de sus errores, la Cons­
titución de 1819 señala una etapa
importante en la historia del De­
recho Argentino y fue el antece­
dente más destacado — anterior a
la Carta Fundamental de 1853—
para organizar sobre bases estables
a la Nación.
LA A C C IÓ N DIPLOM ÁTICA
M isión de A guirre
en los Estados Unidos
En cumplimiento de directivas
emanadas del Congreso, tendientes
a estrechar vínculos con los Esta­
dos Unidos de América, Pueyrre­
dón designó a fines de abril de
1817 a M an u el H erm enegildo de
A g u irre comisionado ante esa Re­
pública del Norte. Los propósitos
fundamentales de la misión eran
gestionar el reconocimiento de la
Independencia de las Provincias
Unidas y adquirir naves y arma­
mentos para la expedición que
equipaba San M artín con destino
al Perú.
A gu irre mantuvo varias entre­
vistas con destacadas figuras de la
política norteamericana, a quienes
logró interesar sobre el m ovim ien­
to emancipador de la Am érica his­
pana. E l presidente M onroe mani­
festó su adhesión a la causa de los
patriotas, pero se mantuvo en una
prudente actitud con respecto de
España, país con el que había in i­
ciado gestiones para la compra de
La Florida.
A comienzos de 1818 llegó a
Buenos Aires una misión oficial
con el objeto de inform ar al par­
lamento de Washington sobre la
acción de los patriotas.
Las gestiones iniciadas por A gu i­
rre -—diplomático que regresó en
1818— fueron posteriormente co­
ronadas por el éxito, por cuanto
los Estados Unidos reconocieron
nuestra Independencia en marzo
de 1822.
R iv a d a v ia prosigue sus gestiones
en Europa
Después de su infructuosa ten­
tativa ante la Corte española, Ri­
vadavia se estableció en París y
a llí continuó sus gestiones ten­
dientes a la coronación de un mo­
narca en el Río de la Plata, como
medio para asegurar el orden en
las Provincias Unidas y lograr el
reconocimiento de la Independen­
cia por parte de los soberanos eu­
ropeos.
Debido a la situación imperante
en el V iejo Mundo, el diplomá­
tico americano debió vencer mu­
chas dificultades. De acuerdo con
lo dispuesto por la Santa Alianza,
España — apoyada por Rusia— sos­
tenía la legitim idad de sus dere­
chos sobre sus antiguas posesiones
en América, mientras Portugal ha­
bía invadido la Banda Oriental y
en hábil política negociaba con el
gobierno de Buenos Aires. Por su
parte Inglaterra no deseaba per­
judicar sus buenas relaciones co­
merciales con los países hispano­
americanos y en consecuencia se
inclinaba a una política de media­
ción.
Rivadavia recibió amplios pode­
res y se puso en contacto con el
embajador español en Londres pa­
ra coronar en el Río de la Plata
a un hermano de Fernando V II,
pero el gobierno de Buenos Aires,
enterado de sus gestiones, le orde­
nó que desistiera de ellas.
Rivadavia también inició nego­
ciaciones monárquicas con Fran­
cia y a mediados de 1818 arribó a
Buenos Aires el coronel L e M oy ne, representante del embajador
francés en Inglaterra. El comisio­
nado se entrevistó con Pueyrredón
y le hizo presente las gestiones
que se realizaban para coronar rey
del Río de la Plata y Chile al
duque de Orleáns. No se llegó a
nada definitivo y Le M oyne par­
tió de regreso a Francia.
Misión de V alen tín Góm ez
Ante noticias del apresto de una
nueva expedición que se equipaba
en Cádiz para atacar a Buenos A i­
res y a fin de obtener apoyo a sus
proyectos monárquicos, el Directo­
rio creyó conveniente activar las
negociaciones con Francia. En con­
secuencia dispuso enviar en cali­
dad de agente diplomático al ca­
nónigo Valentín Gómez.
Según las instrucciones, el co­
misionado debía ponerse al tanto
de las actividades de Rivadavia y
luego llegar a un acuerdo con la
corona francesa en “ los términos
más ventajosos para la indepen­
dencia absoluta del país” , y en ca­
so negativo acercarse a otra po­
tencia “ que no fuera España” ; no
podía llevar a término ninguna
negociación “ sin esperar la san­
ción del Congreso” . Por su parte,
Rivadavia debía pasar a Londres.
El sacerdote y abogado José Valentín
Góm ez (1774-1833), cuya gestión di­
plomática ante las cortes europeas fue
!a última tentativa monárquica.
A fines de 1818, Valentín Gómez
llegó a París y se entrevistó con
el ministro de Relaciones Exterio­
res, quien le hizo presente que el
duque de Orleáns no deseaba cam­
biar sus derechos a la corona fran­
cesa, por un trono inseguro en el
Río de la Plata.
En nuevas negociaciones surgió
la candidatura del príncipe de Lú ­
ea, que no tendría reparos por par­
te del gobierno español, por cuanto
era sobrino de Fernando V IL El
nuevo monarca Borbón contraería
enlace con una princesa del Brasil,
lo que resolvería el problema de
la Banda Oriental.
El Congreso aprobó las gestiones
de Valentín Gómez, pero la ba­
talla de Cepeda y la caída del D i­
rectorio hicieron fracasar la ten­
tativa. Como bien dice el historia­
dor M itre: “ el príncipe de Luca
fue el ú ltim o soberano que reinó
en la im aginación de los monar­
quistas del Río de la Plata” .
249
248
C U ESTIO N A R IO
1. ¿C uál fue la disposición más importante del Estatuto Provisional?
2. ¿Q ué sistema se aplicó para elegir a los diputados? 3. ¿Q ué pe­
ligros am enazaban a la Revolución Argentina a comienzos d e '1816?
4. ¿Cuándo inició sus sesiones el Congreso de Tucumán? 5. ¿Q ué atri­
buciones tuvo la asam blea? 6. ¿Q ué asuntos fundam entales debía
resolver? 7. ¿Fue un acierto la designación de Pueyrredón? 8. ¿Por
qué bregaron San Martín y Belgrano ante los congresales? 9. ¿C u án ­
do fu^ d eclarad a solemnemente nuestra Independencia? 10. ¿Q ué
ideas predom inaban con respecto a la forma de gobierno a ad op ­
tar? 11. ¿Q ué causas motivaron el traslado del Congreso a Buenos
Aires? 12. ¿Por qué sufrió modificaciones el Estatuto de 1815? 13.
¿Cómo dividía los poderes el Reglamento Provisorio de 1817? 14.
¿Q ué dificultades internas debió vencer Pueyrredón? 15. ¿Quiénes
fueron desterrados? 16. ¿C uál era la situación en las provincias?
17. ¿Cómo terminaron los incidentes en Córdoba, Santiago del Es­
tero y La Rioja? 18. ¿C uál fue la obra cultural y adm inistrativa de
Pueyrredón al frente del gobierno? 19. Mencione algunos motivos
de la invasión portuguesa a la Banda O riental en 1816. 20. ¿Con
cuántas columnas invadieron los portugueses el territorio oriental?
21. ¿Q ué plan defensivo aplicó Artigas? 22. ¿Aceptaron los orien­
tales la ayuda de Buenos Aires? 23. ¿Cómo terminó la guerra? 24.
¿Qué características tuvo la acción de nuestras naves corsarias? 25.
¿Q ué cam paña cumplió la flotilla a las órdenes del alm irante Brown?
26. ¿C uál fue el derrotero de Bouchard a bordo de "La A rgentin a"?
27. ¿Q ué antecedentes tuvo en cuenta la comisión que redactó la
Constitución de 1819? 28. ¿C uál era el contenido de la citada
Constitución? 29. ¿Por qué fue rech azad a? 30. Resuma la acción
diplomática cumplida por Manuel Hermenegildo de Aguirre, Bernardino Rivadavia y Valentín Gómez.
La situación en Chile. San M artín, gobernador intendente
de Cuyo. El Ejército de los Andes. El paso de los Andes. Chacabuco. La cam paña del sur de Chile. La b atalla de M aipú.
La expedición libertadora al Perú. Proclamación de la inde­
pendencia del Perú. Síntesis de la cam paña de Bolívar hasta
1822. La entrevista de G u ayaq uil. El ostracismo del héroe.
LA SITUACIÓN EN CHILE
La derrota de R ancagua
El 18 de setiembre de 1810 se
inició en Chile el movimiento
emancipador, que no pudo conso­
lidarse debido a las rencillas in ­
ternas. Poco más tarde se produjo
un nuevo cambio de gobierno,
cuando el audaz chileno José M i ­
guel Carrera — ayudado por sus
hermanos Juan José y Luis— se
adueñó del poder e implantó una
dictadura.
Mientras tanto, aprovechando
que las pasiones políticas dividían
a los revolucionarios, las fuerzas
realistas se organizaban para re­
conquistar el territorio chileno.
Por esas épocas comenzó a des­
tacarse el teniente coronel Bernar­
do de O ’H iggins, patriota valeroso,
quien tomó el mando de las tro­
pas defensoras, ante varios fracasos
de Carrera. U n gran distanciamiento existía entre ambos hom­
bres públicos.
Finalmente, el 1 de octubre de
1814, el ejército realista cayó sobre
Rancagua y venció a O’Higgins,
quien se abrió paso entre las filas
enemigas y seguido de quinientos
hombres logró trasladarse a M en ­
doza.
251
Por su parte, José M igu el Ca­
rrera — también perseguido por
los realistas— transpuso la cordi­
llera para no volver nunca más a
su patria.
La derrota de Rancagua permi­
tió a los españoles ocupar la ciu­
dad de Santiago y restablecer su
dominación en Chile.
SAN MARTIN, G O B ERN A D O R
INTENDENTE DE CU YO
San M artín entregó el mando
del Ejército del Norte en abril de
1814 y de allí -e dirigió a una
estancia próxima a la ciudad de
Córdoba, donde maduró sus pla­
nes de cruzar los Andes, para bus­
car por Chile la ruta de Lima. A
su solicitud, el Director Posadas lo
designó el 10 de agosto de ese año
gobernador intendente de Cuyo,
región que comprendía las actua­
les provincias de Mendoza, San
Juan y San Luis.
252
San M artín se hizo cargo de sus
nuevas funciones en los primeros
días de setiembre y bien puede
afirmarse que su llegada a M en ­
doza fue providencial, pues en
esos momentos los ejércitos realis­
tas vencían a los patriotas chilenos
y amenazaban la libertad de las
Provincias Unidas.
Hacía un mes que San M artín
se encontraba en Mendoza, cuan­
do llegaron a esa ciudad los dis­
persos del ejército chileno destrui­
do en Rancagua. Inmediatamente
organizó el auxilio de los emigra­
dos, pero José M igu el Carrera
— altanero y ambicioso— preten­
dió imponer su voluntad, sin res­
petar las directivas ni la jurisdic­
ción del gobernador intendente.
Varios
incidentes provocaron
una creciente tirantez de relacio­
nes, hasta que el 30 de octubre
San M artín con sus fuerzas — apo­
yado por O’Higgins— rodeó el
campamento del jefe chileno y le
exigió que, junto con sus hombres,
depusiera las armas en el acto.
Carrera debió aceptar la orden,
pero desde ese momento guardó
profunda enemistad al gobernador
de Cuyo.
A l enterarse San Mártín de que, el
10 de enero de 1815, Carlos de Alvear
había reemplazado a Posadas en el
cargo de Director Supremo, presentó
la renuncia de gobernador intendente
de Cuyo, argumentando motivos de
salud.
Alvear se apresuró a concedersela y
nombró en su lugar a Gregorio Per­
driel, quien partió en seguida hacia
Mendoza.
El pueblo cuyano manifestó su dis­
conformidad con el alejamiento de San
Martín, y un Cabildo abierto, reunido
en Mendoza, resolvió — desconociendo
la orden impartida desde Buenos A i­
res— que el ilustre argén lino conti-
Retrato del general San M artín, según
un óleo de G il de Castro. (Museo
Histórico N acional.)
nuara al frente de la gobernación. A l­
vear debió aceptar el hecho consumado.
A l frente de la provincia de Cu­
yo, San M artín se reveló como
ejemplo de energía y organiza­
ción, por cuanto desplegó una
m últiple actividad, tanto en el or­
den m ilita r, con la formación del
Ejército de los Andes, como en el
administrativo y político.
Acción política
Hemos visto la influencia ejer­
cida por San M artín a través de
, los diputados cuyanos sobre el
Congreso de Tucumán, para que
éste procediera sin demora a la de­
claración de la Independencia.
El gobernador de Cuyo también
sostuvo la candidatura de Puey­
rredón para el cargo de Director
Supremo, y cuando el último — ya
designado— se disponía a trasla­
darse a Buenos Aires para asumir
sus funciones le propuso una en­
trevista, dado que el éxito de la
campaña emancipadora exigía el
más franco apoyo del gobierno de
Buenos Aires.
San M artín y Pueyrredón se en­
trevistaron en la ciudad de Córdo­
ba el 15 de julio de 1816, dentro
del mayor secreto, “ desde las cin­
co de la tarde hasta la una del
día siguiente” . El Director Supre­
mo aceptó el plan del futuro l i ­
bertador y cumplió con honor el
sagrado compromiso de ayudar a
equipar el Ejército de los Andes.
Acción adm inistrativa
A comienzos del año 1815, la
provincia de Cuyo debía enfrentar
una delicada situación financiera,
por cuanto la interrupción de su
comercio con Chile, a causa de la
derrota de Rancagua, había redu­
cido sus ingresos a menos de la
tercera parte.
San M artín ordenó rápidas y
enérgicas medidas de emergencia.
Decretó un impuesto general so­
bre todos los habitantes, de acuer­
do con la cantidad de sus bienes;
aplicó empréstitos forzosos a los
residentes españoles y ordenó la
venta de las tierras públicas.
En esta acción económica — cu­
ya finalidad era transformar a la
provincia en el baluarte de la Re­
volución— colaboraron con efica­
cia los tenientes de gobernador de
San Juan y San Luis, Ignacio de
la Rosa y Vicente Dupuy, respec­
tivamente. Además, el noble y ge­
neroso pueblo cuyano entregó nu­
merosas donaciones, tanto en di­
nero como en especie.
253
En otros aspectos de su múltiple ac­
tividad, San Martín reglamentó el tra­
bajo de los peones en el campo, y para
impedir el vicio controló el funciona­
miento de las pulperías. Dispuso que
todo propietario de tierra entregara un
plano con la extensión de las mismas,
a fin de precisar con exactitud los
impuestos.
Ordenó aplicar la vacuna antivarió­
lica a los pobladores de la ciudad y la
campaña; reglamentó el servicio de
postas y prohibió el giro de cartas de
un pueblo a otro, para que no tras­
cendieran al enemigo sus preparativos
militares. También se preocupó por el
aspecto edilicio de Mendoza.
Además se interesó por la edu­
cación popular y debido a su apo­
yo comenzó a funcionar el colegio
de la Santísima Trinidad de M en ­
doza.
Para dedicarse preferentemente
a la formación del Ejército de los
Andes y de acuerdo con una dis­
posición del Directorio, San M ar­
tín entregó el mando civil de la
provincia de Cuyo — en setiembre
de 1816— al nuevo gobernador
intendente, coronel T orib io Luzuriaga.
EL EJÉRCITO DE LOS ANDES
La form ación de los efectivos
San M artín formó el plantel in i­
cial de su ejército con dos compa­
ñías de infantería, dos escuadrones
del regimiento de Granaderos a
Caballo y el batallón N ’ l l co­
mandado por Gregorio Las Heras;
desde Buenos Aires llegaron varios
i L a c r e a c ió n d e l
M a r tín y P u e y r r e d ó n
1
d e a g o s to d e
contingentes con armas y muni­
ciones.
Para alcanzar el número de sol­
dados requerido, era necesario el
aporte local y San M artin se preo­
cupó desde un principio en exal­
tar el patriotismo y el espíritu
combativo del pueblo cuyano. De­
cretó el reclutamiento obligatorio
de todos los hombres aptos com­
prendidos entre los 16 y 50 años,
y ordenó a los tenientes de gober­
nador de San Juan y San Luis
que tomaran idénticas medidas.
A fines de enero de 1815, dispuso
la incorporación de los esclavos
pertenecientes a los españoles eu­
ropeos, quienes desde ese momento
debían considerarse libertos.
San M artín vigilaba todos los
detalles relativos al personal y a
la organización material del ejér­
cito, sin olvidar el estudio de­
tenido de mapas y estadísticas.
Fueron sus principales colaborado­
res el general chileno Bernardo
O ’H iggins y el teniente coronel
Las Heras.
Una de las primeras disposicio­
nes de Pueyrredón cuando arribó
a Buenos Aires fue designar a
San M artín general en jefe del
E jército de los Andes 1. T a l como
lo había prometido, envió al futuro
Libertador todos los elementos que
estaban a su alcance y que pudie­
ran ser de utilidad para la em­
presa andina.
Las entregas se prolongaron por un
lapso de seis meses, hasta fines de 1816,
y así arribaron a Cuyo gran cantidad
E j é r c i t o d e lo s A n d e s s e r e s o l v i ó e n l a e n t r e v i s t a
e n C ó r d o b a . E l d e c r e to c o n la d e s ig n a c ió n d e S a n
s o s te n id a p o r S a n
M a r t in tie n e fe c h a
1816.
P o r s u p a r t e , e l C o n g r e s o d e T u c u m á n d i s p u s o o t o r g a r a l il u s t r e p a t r i o t a e l g r a d o d e
" C a p it á n G e n e r a l d e P r o v in c ia c o n e l tr a ta m ie n to d e E x c e le n c ia ” , p e r o é s te re h u s ó a c e p ta r
la
d is tin c ió n .
254
de frazadas, arrobas de charqui, pon­
chos, recados, etcétera.
Para valorar la actitud del Director
Supremo debe tenerse en cuenta la de­
licada situación política imperante en
Buenos Aires, la escasez de recursos, la
necesidad de no abandonar la atención
del Ejército del Norte y los aconteci­
mientos que se producían en la Banda
Oriental con la invasión portuguesa.
En una carta redactada a fines de
1816, Pueyrredón le dice a San Mar­
tin: “no me vuelva usted a pedir más,
si no quiere recibir la noticia de que
he amanecido colgado en un tirante
de la Fortaleza” .
Los armamentos que debían
utilizar las tropas fueron en su
gran mayoría fabricados en M en ­
doza, en una maestranza que San
M artín confió a fray Luis Beltrán,
hombre de ingenio que demostró
gran capacidad y probado patrio­
tismo. A la luz de las fraguas y
con precarios elementos de traba­
jo, dirigió la fabricación de caño­
nes, balas, cureñas, bayonetas y
otros elementos de suma utilidad
para el ejército.
El mayor A ntonio Álvarez Condarco se encargó de dirigir la ela­
boración de la pólvora, en canti­
dad suficiente como para satisfa­
cer la demanda del ejército.
Las mujeres cuyanas trabajaron
en la confección de los uniformes
hechos con tela de bayeta, previa­
mente teñida de azul.
En la primavera del año 1816 y
a fin de adiestrar y disciplinar a
sus soldados, San M artín concen­
tró su ejército en el campamento
del P lum erilla , próximo a M endo­
za. En ese sitio se construyeron
cuarteles espaciosos, con divisiones
para las compañías y alojamientos
de jefes y oficiales. .
Los ejercicios militares se in i­
ciaban al salir el sol y se prolon­
gaban hasta el anochecer, aunque
algunas veces la madrugada sor­
prendía a los hombres en plena
actividad. San M artín aleccionaba
personalmente a los soldados, im ­
partía lecciones de academia a los
oficiales, vigilaba el cumplimien­
to de las órdenes establecidas y se
mostraba in flexible en el castigo,
255
ron las verdaderas actividades de Var­
gas, a quien calificó de “benemérito
ciudadano” .
El ingeniero Á lvarez Condarco dirigió la
fabricación de la pólvora y también efec­
tuó el reconocimiento de los pasos cordi­
lleranos — Los Patos y U spallata— para
comprobar si era posible que ei ejército
de San M artín ios cru zara rumbo a Chile.
cuando las circunstancias así lo
exigían.
La actividad secreta
contra el enem igo
Mientras San M artín organiza­
ba su ejército, dispuso tender una
red de espionaje sobre el campo
enemigo, que llamó “ la guerra de
zapa” . Con suma habilidad pudo
obtener datos de interés para el
futuro desarrollo de las operacio­
nes, propaló noticias falsas al solo
objeto de confundir a los realistas
y utilizó su buena dosis de ingenio
para reprim ir un peligro u obte­
ner una ventaja. En este nuevo
aspecto de su personalidad, el L i­
bertador demostró excepcionales
condiciones.
En diciembre de 1815, arribó a
Santiago el mariscal Francisco
M a rcó del Pont, quien reemplazó
a Osorio en el cargo de capitón
general de Chile. E l nuevo manda­
tario era un hombre incapaz, que
al extremar los rigores del absolu­
tismo realista atizó el desconten­
to de los patriotas y persuadió aún
más a San M artín sobre la nece­
sidad de llevar a la práctica sus
planes de liberación.
En enero de 1816, San Martín dis­
puso aprovechar el entusiasmo del ene­
migo después de Sipe-Sipe y para
atraerlo hacia Mendoza, donde pensa­
ba derrotarlo, enteró a Marcó del Pont
de que las provincias de Cuyo queda­
rían desguarnecidas, por cuanto el go­
bernador debía marchar hacia el norte.
“Con esta tramoya — escribió San Mar­
256
tín— el enemigo se confía, viene a bus­
carnos y en los campos de Mendoza
conquistamos a Chile.” Marcó del Pont
creyó en el éxito de la operación, pero
guiado por su ineptitud no se atrevió a
realizarla.
Varios fueron los hombres que
utilizando los más variados proce­
dimientos se hicieron acreedores a
la confianza de los realistas y en
esta forma obtuvieron valiosa in­
formación. En esta peligrosa tarea
colaboraron varios emigrados chi­
lenos, que volvieron a su tierra
quejosos de supuestos malos tratos.
Los agentes secretos no sólo enviaron
datos de interés al general San Martín,
sino también se dedicaron a difundir
falsas informaciones, que sembraron el
desconcierto entre las filas enemigas.
Entre los numerosos nombres que
podrían citarse, bástanos mencionar a
Manuel Rodríguez, chileno que desem­
peñó riesgosas empresas, y a Pedro
Vargas, natural de Mendoza. El último
demostró públicamente su fingida fi­
delidad a la corona española y como
verdadero mártir de la causa sufrió
cárceles y confinamientos. En esta for­
ma pudo obtener de los más acérrimos
realistas datos de sumo interés para la
campaña emancipadora. Después de la
batalla de Maipú, San Martín comu­
nicó al gobierno argentino cuáles fue­
A comienzos de diciembre de
1816, San M artín comisionó a su
ayudante, el mayor Álvarez Con­
darco, para que entregara al go­
bernador de Chile una copia del
acta de la Independencia argen­
tina. Sin embargo, el verdadero
propósito del viaje era que el co­
misionado — poseedor de una ex­
celente memoria visual—- retuvie­
se los accidentes geográficos, a fin
de trazar el itinerario a seguir por
el grueso del ejército en el cruce
de los Andes.
Condarco transpuso la cordille­
ra por el paso de Los Patos, y una
vez en Santiago — tal como era de
prever— Marcó del Pont ordenó
quemar las comunicaciones en la
plaza pública y le obligó a regre­
sar en el acto por el paso más
corto, que era el de Uspallata.
Los fines de la misión se habían
cumplido: Condarco obtuvo datos
precisos de la topografía cordille­
rana.
La p atrañ a
y la B and era del Ejército
Para consolidar la organización
de las tropas, San M artín estable­
ció sólidas bases morales; con este
propósito — a imitación de Bel­
grano— introdujo entre sus hom­
bres las prácticas religiosas.
Eligió patrona del ejército a la
Virgen del Carmen e hizo enar­
bolar la bandera nacional bajo la
advocación de la divinidad y de la
patria en una solemne ceremonia
que se realizó en la ciudad de
Mendoza el 5 de enero de 1817,
pocos días antes de la partida del
ejército hacia la magna empresa
libertadora.
A l amanecer de ese día, el ejército
con uniforme de gala abandonó el
campamento del Plumerillo y a las
diez de la mañana hizo su entrada en
la ciudad de Mendoza.
El historiador Pacífico Otero descri­
be la ceremonia en la siguiente forma:
“ La columna hizo alto frente al tem­
plo de San Francisco, para esperar allí
que saliera la imagen de Nuestra Se­
ñora del Carmen, declarada Patrona
B a n d e ra d e l Ejército d e ios A n d e s, b o r d a ­
d a en M e n d o za p o r R em edios E s c a la d a d e
S a n M a rtin , L a u re a n o d e O l a z á b a l, M a r ­
g a r it a C o r v a lá n , M e rce d e s Á lv a r e z y Do­
lo re s P rats.
El g e n e ra l S a n M a rtín p resen tó la g lo ­
rio sa b a n d e ra a su e jército el 5 d e
e n e ro d e 18 17.
columnas secundarias cruzaran los
Andes por otros pasos, para luego
reunirse con todos los efectivos en
territorio chileno.
levantado en América! La batió por
tres veces mientras la tropa y el pue­
blo respondían con un ¡Viva la Patria!,
rompían diana las bandas militares y
la artillería hacía una salva de veinti­
cinco cañonazos.”
Luego San Martín agregó: “ ¡Solda­
dos! ¿Juráis sostenerla muriendo en su
defensa como yo lo juro?” “ ¡L o ju­
ramos!”, respondieron ías tropas a coro.
El cruce de la cordillera
E l 12 de enero de 1817 inició la
marcha desde San Juan una co­
lumna que integraba el ala norte
del ejército, a las órdenes del co­
ronel Bautista Cabot. Después de
cruzar el paso de Guana, se inter­
nó en territorio chileno v tomó la
ciudad de la Serena y el puerto de
Coquimbo.
Casi simultáneamente partió de
La Rioja otro destacamento a car­
go de los coroneles Francisco Zelada y Nicolás D ávila; estos efec­
tivos atravesaron la cordillera por
el paso de Come Caballos, para
adueñarse de Copiapó, al norte de
Chile.
EL PA SO DE LOS ANDES
del Ejército de los Andes. Luego se
inició una procesión hacia la iglesia
matriz, en donde en un sitial, cubierto
con un tapete de damasco rojo, había
sido colocada la bandera, sobre una
bandeja de plata.”
“ A la bendición de la bandera siguió
la misa cantada y después del evange­
lio, el capellán castrense, don Lorenzo
Güiraldes, pronunció un discurso re­
lacionado con la solemnidad. A l fina­
lizar la misa, cantóse un Tedeum y
entonces, se organizó de nuevo la
procesión. San Martín y los que le
acompañaban formaron el cortejo y se
dirigieron hacia un tablado construido
al costado de la iglesia y con frente a
la plaza.”
“ A l asomar la bandera y con ella
la imagen de la Virgen, los cuerpos
presentaron armas y batieron marcha.
Acto continuo San Martín se acercó
a la imagen y puso en su mano su
bastón de mando. Luego tomó la ban­
dera y con voz alta pronunció estas
palabras: ¡Soldados, ésta es la prime­
ra bandera independiente que se ha
258
A mediados de enero de 1817
— época de los deshielos— el Ejér­
cito de los Andes se encontraba
listo para iniciar la campaña. Con­
taba con 4.000 hombres de tropa y
1.200 milicianos auxiliares, para
conducir víveres y municiones, to­
dos bajo el mando supremo del
general San M artín, de quien de­
pendían a su vez unos doscientos
jefes y oficiales.
Junto con los efectivos debían
cruzar las montañas 10.600 muías
de silla y carga, 1.600 caballos y
700 cabezas de ganado, las últimas
destinadas a la alimentación.
San M artín resolvió que el terri­
torio chileno debía ser invadido a
través de los pasos de Uspallata y
Los Patos, para cortar por el cen­
tro a las líneas realistas y dirigir­
se luego a la capital. Sin embargo,
era necesario que el enemigo — ya
desorientado por la guerra de za­
pa— ignorara la zona donde ata­
caría el grueso del ejército patrio­
ta; en consecuencia, dispuso que
S a n M a rtín a l fren te d e l
Ejército L ib e rta d o r a v a n ­
z a por los a b ru p to s c a ­
m inos d e la c o r d ille r a ,
b o rd e a d o s p o r p re c ip i­
cios y en m edio d e l frío
y la d eso lació n .
D e b id o a lo riesg oso de
la tr a v e s ía , los cañ o n e s
fu ero n p ro te g id o s con
p ie le s d e v a c a y g ru e sa s
c a p a s d e la n a , m ientras
la s m un icion es, cu re ñ a s
y~c*ros im plem en tos h é ­
ticos e ra n co n d u cid o s a
lom o d e m uía. (Ó le o
d e P. M a g g i.)
Una de las columnas del ala sur,
a las órdenes del coronel chileno
Ramón Freire, inició la marcha el
14 de enero y luego de cruzar el
paso del Planchón venció a un
contingente realista en la región
denominada Vegas del Cumpeo y
penetró en la ciudad de Talca.
Otra de las columnas auxiliares
destacadas al sur, bajo las órdenes
del comandante José Lemos, atra­
vesó la cordillera por el paso del
Portillo, con tropas pertenecientes
al fuerte de San Carlos.
Mientras tanto, el grueso del
ejército patriota inició el avance
dividido en cuatro cuerpos, a las
órdenes respectivas de Las Heras,
Soler, O’H iggins y San Martín.
La columna del primero empren­
dió la marcha el 18 de enero y se
internó por el paso de Uspallata,
seguida a dos jornadas por fray
Luis Beltrán con la artillería y el
parque.
A l día siguiente avanzó por Los
Patos la vanguardia de la restante
columna bajo el mando de Soler,
y a distancia de una jornada, la
reserva con O’H iggins y San M ar­
tín. E l fraccionamiento de las tro­
pas era una medida necesaria pa­
ra evitar la congestión en los
estrechos senderos cordilleranos.
El paso de los Andes ha sido
comparado con las hazañas de
Aníbal y Napoleón; sin embargo,
los últimos fueron guiados por la
venganza y la ambición, en cam­
bio, la epopeya sanmartiniana,
grande en sí militarmente, supera
a otras por la nobleza de sus obje­
tivos: la independencia y la li­
bertad.
C H A C A B U CO
En los primeros días de febrero
de 1817, el Ejército de los Andes
había cumplido su memorable ha­
zaña y descendía por las cuestas
occidentales de la cordillera.
La división del general Las H e­
ras encontró resistencia del ene­
migo en Picheuta, pero luego lo
venció en Potrerillos, mientras la
vanguardia tomaba la posición
fortificada de Guardia Vieja. A los
pocos días, esta división penetra­
ba en la ciudad de Santa Rosa de
los Andes.
Por su parte, la vanguardia de
Soler derrotó a los realistas en
Achupallas y luego volvió a ven­
cerlos en Las Coimas.
Estas victorias permitieron a
San M artín concentrar sus efecti­
En medio de encarniza­
da lucha, el general San
M artín, al frente de los
granaderos, decide en
su favor la batalla de
Chacabuco. (Óleo de
Tomás Vandorse.)
vos e n . las proximidades de la
cuesta de Chacabuco, para iniciar
— de acuerdo con sus planes— un
movimiento convergente sobre la
ciudad de Santiago.
La b a ta lla de C hacabuco
Para ocupar la capital de Chile,
San M artín debía franquear el
cerro de Chacabuco — de una al­
tura máxima de 1.300 metros—
que lo separaba del valle donde
está erigida la ciudad de San­
tiago.
Por su parte, el general Marcó
del Pont reunió sus dispersas tro­
pas y designó general en jefe a
Rafael M aroto, enérgico m ilitar
que sin tardanza marchó a la ha­
cienda de Chacabuco, donde esta­
bleció su campamento.
El 12 de febrero de 1817, San
M artín distribuyó su ejército en
dos divisiones: la que debía avan­
zar por la derecha la confió a
Soler y la de la izquierda a
O’Higgins. Ambas debían efectuar
un ataque simultáneo y conver­
gente sobre las posiciones ene­
migas.
O’H iggins avanzó sin dificultad
y olvidando la consigna atacó de
inmediato a las tropas de Maroto,
pero fue rechazado. Advertido San
M artín de que el combate se ha­
bía iniciado antes de tiempo,
ordenó a Soler que apurase su
avance y luego personalmente em­
bistió al enemigo con sus granade­
ros. En esas circunstancias, la di­
visión de Soler atacó el flanco iz ­
quierdo realista. Los soldados de
Maroto buscaron su salvación en
la huida.
Los españoles tuvieron 500 muer­
tos, 600 soldados cayeron prisio­
neros y dejaron en el campo de
batalla gran cantidad de armas,
municiones, el parque, varias ban­
deras y estandartes. Las pérdidas
de los patriotas fueron escasas:
12 muertos y 120 heridos.
La batalla de Chacabuco fue la
resultante de un hábil plan táctico
trazado por San M artín, quien
— según gráfica expresión— lleva­
ba “ la victoria en el bolsillo” .
De no mediar la temeridad de
O’Higgins, reconocido, sin embar­
go, como el héroe de la jornada,
la lucha hubiera sido m uy breve
y menos encarnizada.
Consecuencias de la victoria
'
San M artín dispuso que su cu­
ñado, el coronel M anuel Escalada,
se trasladase a Buenos Aires para
comunicar el resultado del en­
cuentro. El comisionado cruzó los
Andes, pasó por Mendoza y el
26 de febrero fue recibido por
261
Documento de puño y letra del general
San M artín, en el que comunica a l Direc­
tor Supremo de las Provincias U nidas del
Río de la Plata la entrada del Ejército
Libertador en la ciudad de San tiag o, ca­
pital de Ch ile . (Archivo G en e ral de la
Nación.)
de Santiago y pretendió lle g a r a
V alparaíso con ánim o de pasar a
L im a , pero fue apresado.
Llevado a presencia de San Martín,
sostuvo con su vencedor una conferen­
cia y luego fue trasladado a Mendoza,
en calidad de prisionero de guerra. De
allí pasó a San Luis, donde fue tes­
tigo de la conspiración encabezada por
otros jefes españoles detenidos. Final­
mente, Marcó del Pont falleció en una
estancia puntana, en mayo de 1821.
Pueyrredón, a quien entregó una
bandera tomada a los realistas.
Buenos Aires recibió con júbilo el
triunfo de Chacabuco. El trofeo fue
paseado en medio de repiques de cam­
panas, salvas de artillería y aclamacio­
nes populares.
Los poetas escribieron odas inspira­
das en la victoria y a San Martín se
lo calificó de “ Héroe de los Andes” .
El gobierno otorgó a su hija María
Mercedes la pensión vitalicia de 600
pesos fuertes anuales1. También se
confirió a San Martín el grado de
Brigadier de los Ejércitos de la Patria,
pero el insigne militar rechazó el ho­
menaje con estos términos: “ Tengo
empeñada solemnemente mi palabra de
no admitir grado ni empleo alguno
militar ni político.”
Después de su fracaso en Chacabuco, Marcó del Pont evacuó rápi­
damente con sus tropas la ciudad
E n la m añana del 14 de febrero,
San M a rtín entró con su ejército
en la ciudad de Santiago, entre las
aclamaciones de la m ultitud, aun­
que con su acostumbrada modes­
tia eludió todos los homenajes.
Ig u a l actitud asumió cuando un
C abildo abierto le quiso entregar
el gobiern o; entonces fu e designa­
do D irector Supremo del Estado de
C h ile e l gen eral Bernardo de
O’H iggin s.
El gobierno chileno quiso honrar a
San Martín y lo designó Brigadier Ge­
neral de Ejército, pero, de acuerdo con
sus principios, el ilustre argentino re­
chazó el nombramiento, aunque acep­
tó conservar la jefatura de las tropas,
para llevar adelante sus planes eman­
cipadores.
El Cabildo de Santiago le otorgó un
premio de diez mil onzas de oro, que
el vencedor de Chacabuco destinó a la
creación de una biblioteca pública en
aquella ciudad, para “ que todos se ilus­
tren en los sagrados derechos que for­
man la ciencia de los hombres libres” .
1 San M artín contrajo enlace con M a ría de los R em ed ios Escalada el 12 de setiembre
de 1812. L a señora se trasladó a M endoza con su esposo y allí nació —el 24 de agosto
de 1816— la niña M a ría M erced es Tom asa San M a r tín .
262
San Martín decidió viajar a Buenos
Aires a fin de obtener los recursos
necesarios para continuar la campaña
rumbo al Perú. Salió de Santiago
— acompañado de su edecán y baquea­
no—- en marzo de 1817 y luego de
pasar por Mendoza, donde no pudo
eludir una fervorosa recepción, llegó
de incógnito a la capital del Plata.
Conferenció con Pueyrredón y le hizo
presente la necesidad de conseguir na­
ves y con este propósito se resolvió co­
misionar ante los Estados Unidos a
Manuel Hermenegildo de Aguirre y a
Gregorio Gómez. A mediados de mayo,
San Martín estaba de regreso en San­
tiago.
Una de sus primeras disposicio­
nes fue establecer en esa ciudad
una filial de la Logia Lautaro, or­
ganización secreta que tuvo activa
participación en el desarrollo de
los sucesos políticos chilenos.
O’Higgins — también afiliado a la
Logia—- encabezaba el partido gubernista, el que debió enfrentar la
oposición de los hermanos Carre­
ra, por entonces establecidos en
territorio argentino.
LA C A M PA Ñ A
DEL SUR DE CHILE
Curctpaligüe y G a v ilá n
Después de la derrota sufrida
en Chacabuco, los realistas se
agruparon al sur del territorio chi­
leno, bajo las órdenes de José Ordóñez, hábil militar que desem­
peñaba el cargo de gobernador de
la ciudad de Concepción.
El general San Martín dispuso
terminar con ese foco de resisten­
cia y en febrero de 1817 envió a
Las Heras al frente de una colum­
na expedicionaria. Estos efectivos
acamparon en la hacienda de Curapaligüe y allí se impusieron a
Ordóñez — que pretendió sorpren­
derlos— el día 5 de abril.
La victoria permitió a Las Heras ocupar la ciudad de Concep­
ción, mientras los realistas se re­
fugiaron en Talcahuano.
Ordóñez recibió refuerzos por
mar y entonces dispuso atacar al
pequeño ejército independiente,
que había acampado en el cerro
Gavilán. El 5 de mayo se produjo
el encuentro, a cuyo término los
realistas fueron rechazados con
grandes pérdidas y debieron bus­
car nuevamente refugio en el
puerto fortificado de Talcahuano.
Cuando el enemigo ya estaba
en fuga, llegaron al campo de ba­
talla refuerzos a las órdenes de
O’Higgins. Con estos efectivos, los
patriotas consolidaron sus posicio­
nes e iniciaron el sitio de Talca­
huano, que se erigió en el centro
de la resistencia realista en el sur
de Chile.
A l cabo de cinco meses de ase­
dio, el Director de Chile dispuso
tomar esa plaza por asalto. El 6 de
diciembre y dividido en tres co­
lumnas el ejército independiente
se lanzó contra las fortificaciones
defendidas por las fuerzas de Or­
dóñez.
Aunque las tropas argentinas y
chilenas lucharon con legendario
valor, no consiguieron tomar la
plaza de Talcahuano. San Martín
ordenó a O’Higgins que se retira­
ra hacia el norte, a fin de empren­
der con éxito futuras acciones.
Proclam ación
de la independencia de Chile
El curso de la lucha hacía nece­
saria una pública demostración de
patriotismo como prueba de fe en
el triunfo final. O’Higgins dispuso
consultar la opinión popular para
263
que Chile declarase su indepen­
dencia y, obtenido el consentimien­
to, la solemne ceremonia se efec­
tuó en la plaza principal de San­
tiago, el 12 de febrero de 1818,
prim er aniversario de la victoria
de Chacabuco.
El pueblo se expresó en favor de la
independencia por medio de sufragios
en los cuales debía manifestar si quería
volver al régimen anterior o romper
los vínculos que ligaban al país con
España. No se registró un solo voto
favorable a la sumisión.
A la solemne ceremonia realizada en
la plaza principal de Santiago asistie­
ron el general San Martín, el Director
Delegado Luis de la Cruz (O ’Higgins
se encontraba en el sur), funcionarios,
efectivos militares y numeroso público.
El ministro de Estado, don Miguel
Zañartú, leyó el acta de la Indepen­
dencia, por la cual “ el territorio conti­
nental de Chile y sus islas adyacentes
forman de hecho y por derecho un Es­
tado libre, independiente y soberano y
quedan para siempre separados de la
monarquía de España” . Luego se efec­
tuó la jura “ en nombre de Dios y de
la Patria”. El acta fue enviada a
O’Higgins, quien la firmó en su cam­
pamento.
La invasión de Osorio.
C an cha R a yad a
A fin de efectuar una ofensiva
contra los patriotas, el virrey del
Perú envió una flota a las órdenes
de M ariano Osorio — el vencedor
de Rancagua— , que a mediados de
1818 desembarcó en Talcahuano
3.500 hombres, que se sumaron a
los 1.700 realistas atrincherados en
esa plaza.
Para esperar al enemigo, que
de acuerdo con sus informes debía
desembarcar cerca de Valparaíso,
San M artín acampó en la hacien­
da de Las Tablas, pero enterado
de que los realistas avanzaban por
264
tierra hacia la línea del río M au­
lé, dispuso marchar rumbo al sur,
para unir sus fuerzas con las de
O’Higgins. Ambos ejércitos patrio­
tas se encontraron el 6 de marzo
en la población de San Fernando.
Osorio con sus tropas cruzó el
río Maulé, pero el general argen­
tino — a quien el jefe realista
creía en retirada— avanzó inme­
diatamente y ante esta actitud los
españoles retrocedieron por el ca­
mino de la costa, seguidos en
marcha casi paralela por los pa­
triotas, deseosos de cortar la reti­
rada del enemigo. A l tanto de la
maniobra, Osorio apuró su retro­
ceso y buscó refugio en Talca. San
M artín, con el ejército argentinochileno, acampó frente al realista
en un terreno accidentado, cono­
cido con el nombre de Cancha
Rayada.
En la tarde del 19 de marzo de
1818, San M artín dispuso los efec­
tivos en dos columnas, pero resol­
vió atacar al día siguiente, por
cuanto el sol se ocultaba en el ho­
rizonte. Esa misma noche, Ordóñez propuso a Osorio sorprender a
los patriotas, quienes se verían
perjudicados por la oscuridad rei­
nante.
En previsión de un ataque sor­
presivo, San M artín ordenó a su
ejército un cambio de frente, pero
en esas circunstancias los realistas
embistieron con ímpetu, lo que
originó un confuso y sangriento
combate. A l cabo de dos horas, el
ejército independiente debió dis­
persarse, abandonando sus per­
trechos, parque y artillería. “ El
general O’H iggins — dice un do­
cumento— , cuyo caballo había si­
do muerto por un balazo, acababa
de montar otro que le presentaba
uno de sus ayudantes, cuando reci­
La solemne ceremo­
nia de la proclam a­
ción de la indepen­
d e n c ia d e C h ile ,
según un cuadro de
Pedro Subercaseaux.
bió una herida de bala que le frac­
turó el brazo derecho.”
A pesar del contraste, Las H e­
ras — que pudo efectuar el cam­
bio de frente— retiró en orden su
división, integrada por más de
3.000 hombres.
Cuando la noticia del revés su­
frido en Cancha Rayada se cono­
ció en Santiago, la ansiedad y el
pánico cundieron entre los pobla­
dores. Los confusos detalles apor­
tados por testigos de aquella trá­
gica noche, lo daban todo por per­
dido.
Enterado de lo que sucedía, el
Director O’H iggins apuró su mar­
cha y una vez en Santiago -— a
pesar de su brazo herido— asumió
el mando en la mañana del 24 de
marzo. A l día siguiente llegó a la
capital el general San Martín, en
medio de entusiastas aclamaciones
del pueblo, quien así recobraba su
fe en el triunfo, luego de las an­
gustias pasadas.
El viajero inglés Samuel Haig, tes­
tigo de la llegada de San Martín a
Santiago, escribe: “ Parecía muy fati­
gado y cubierto de polvo. No se había
quitado la ropa, ni siquiera las botas
en varios días; sin embargo, a pesar de
su cansancio estaba de buen ánimo.”
Después de conferenciar dos horas
con O’Higgins, el Libertador, a pedi­
do de la muchedumbre, improvisó un
corto discurso y terminó con estas pa­
labras: “La patria existe y triunfará y
yo empeño mi palabra de honor de
dar en breve un día de gloria a la
América del Sur.”
LA BATALLA DE MAIPÚ
San M artín reunió en Santiago
una junta de guerra, a la que asis­
tieron los jefes militares y en ella
impuso su opinión de reorganizar
en el acto el ejército para salir
a luchar contra el enemigo, a fin
de proteger a la capital de un se­
guro ataque.
El capitán-fraile Luis Beltrán se
dedicó nuevamente a la fabrica­
ción de armas y municiones, m ien­
tras todos los trabajos militares
contaron con apoyo unánime de la
población, de tal manera que a co­
mienzos de abril logróse equipar
a 5.500 hombres. En pocos días el
ejército unido, compuesto de nue­
ve batallones — cinco chilenos y
cuatro argentinos— , se había or­
ganizado sobre la base de la divi­
sión de Las Heras.
San M artín acampó con sus tro­
pas a diez kilómetros de la ciudad
265
lar, de manera que ambos beligerantes
— a la vista uno de otro— tenían de
por medio un valle longitudinal, de
mayor amplitud hacia el oeste que al
este.
Cuando San Martín observó que los
realistas efectuaban un movimiento
táctico desfavorable, en dirección al
camino que llevaba a Santiago, excla­
mó: “Osorio es más torpe de lo que
yo pensaba”, y luego dijo a sus ayu­
dantes: “El triunfo de este día es nues­
tro. El sol por testigo.”
La batalla de M aipú se libró en
la mañana del domingo 5 de abril
de 1818.
San M artín dividió el ejército
independiente en tres cuerpos. La
derecha a las órdenes de Las H eras, la izquierda al mando de A lvarado y la reserva dirigida por el
general H ilarión de la Quintana.
A causa de su herida, O’Higgins
había quedado en Santiago.
Ante la intención de Osorio de
cortar el camino que conducía a
la capital chilena, San M artín in i­
ció el combate al ordenar el avan­
de Santiago, sobre una meseta lla ­
mada Lomas Blancas (por su sue­
lo calizo), próxima al río M a ip ú 1.
Por su parte, Osorio prosiguió su
avance cautelosamente, por cuan­
to la retirada de Las Heras le im ­
pedía valorar las fuerzas del ad­
versario, y dispuso atacar la ca­
pital por el sudoeste; y con este
propósito cruzó el río M aipú y a llí
avistó al ejército patriota. Ubicó
sus fuerzas sobre una meseta de
forma triangular, uno de cuyos
vértices daba sobre la hacienda del
Espejo.
" ^ 3
M f “p o
“
Maipo. N o
h is t o ™ d o r es
El lugar elegido por San Martín
para enfrentar a los realistas era una
extensa llanura limitada al norte y al
oeste por serranías, al este por el río
Mapocho y al sur por el río Maipú o
Maipo (en idioma indígena “ la tierra
nativa” ) .
En esta llanura podía observarse
una serie de elevaciones del terreno y
sobre la más baja — la Loma Blanca—
el general San Martín se situó con su
ejército. Desde allí dominaba los tres
caminos que conducían a la capital,
distante pocos kilómetros.
Las tropas de Osorio acamparon de
frente y en línea paralela a los inde­
pendientes, sobre una meseta triangu­
V ? “ I o s . t r a b a > ° s í l e l ° s i n v e s t i g a d o r e s p u e d e le e r s e i n d i s t i n t a m e n t e
t o d a s la s o p im o n e s c o in c id e n c o n r e s p e c t o a l v e r d a d e r o n o m b r e , a u n q u e
-c o m o
e l c h ile n o A lb e r t o
d e l S o la r a fir m a n
q u e lo
c o rre c to es
ce de su ala derecha, que logró su
objetivo al desalojar a los realistas
de los cerrillos de Errázuri, pero
la izquierda de Alvarado se trabó
en furiosa lucha con el grueso de
la infantería española y sufrió se­
rios tropiezos. En esas circunstan­
cias el general argentino dispuso
que la reserva de Quintana embis­
tiera al enemigo en orden oblicuo.
Esta arriesgada maniobra produjo
la desorganización de las filas ene­
migas, las que retrocedieron y an­
tes de rendir sus armas hicieron
una última resistencia en la ha­
cienda del Espejo.
En momentos en que San Martín se
disponía al último ataque sobre la ha­
cienda del Espejo, llegó al campo de
batalla el general O’Higgins, quien,
pasando su brazo izquierdo por el cue­
llo del militar argentino, exclamó:
“Gloria al salvador de Chile.” El ven­
cedor le replicó: “ General: Chile no
olvidará jamás su sacrificio presentán­
dose en el campo de batalla, con su
gloriosa herida abierta."
procedió a destruirlas por el fuego.
Años después, O’Brien construyó en ese
sitio una casa quinta y en ella erigió
una columna conmemorativa, para re­
cordar, a través de los años, el ejemplo
moral de San Martín.
Muerte de los herm anos
C a rre ra y de Rodríguez
Resultados y consecuencias
de la b atalla
La victoria había sido reñida,
pero completa. Los realistas deja­
ron m il muertos en el campo de
la acción, casi todo su material bé­
lico y cayeron, prisioneros sus
principales jefes, entre ellos Ordóñez y Morgado x. Por su parte, los
patriotas — entre muertos y he­
ridos— tuvieron igual número de
bajas que sus enemigos.
El triunfo del ejército unido ase­
guró definitivamente la libertad
de Chile y consolidó al mismo
tiempo la independencia argentina
amenazada por los realistas a tra­
vés de los Andes. Perm itió contar
con una base segura para la expe­
dición al Perú, desbarató el plan
de reconquista soñado por Pezuela
y sembró el desconcierto entre los
que aún sostenían la causa del rey
en tierras americanas.
El capitán O’Brien retiró del campo
de batalla de Maipú una valija que
contenía la correspondencia recibida
por Osorio, y la entregó a San Martin.
Éste encontró en ella varias cartas que
comprometían a ciudadanos de San­
tiago, quienes — creyendo al enemigo
triunfante después de Cancha Rayada—
se declararon partidarios del rey, para
salvar sus vidas e intereses.
El vencedor leyó aquellas constancias
que hubieran servido para ajusticiar a
más de uno, y en magnánimo gesto
1 E s t o s je f e s r e a lis t a s f u e r o n c o n fin a d o s — c o n o t ro s p r is io n e r o s — e n l a c iu d a d d e S a n
L u is y a l l í s e s u b le v a r o n e l 8 d e f e b r e r o d e 1 8 1 9 . L a in t e n to n a fr a c a s ó y e n la lu c h a p e r e ­
c ie r o n e l b r ig a d ie r O r d ó ñ e z y e l c o r o n e l M o r g a d o .
268
Por esas épocas se produjo un suceso
de honda repercusión en el país tras­
andino. Los hermanos Juan José y Luis
Carrera se encontraban presos en Men­
doza, acusados de conspirar contra la
revolución chilena desde territorio ar­
gentino.
Después de la sorpresa de Cancha
Rayada, Toribio Luzuriaga, el gober­
nador de Cuyo, temió por los presos
confiados a su custodia y, aconsejado
por Bernardo Monteagudo, resolvió eli­
minar a los detenidos. El 8 de abril,
los hermanos Juan José y Luis Carrera
fueron fusilados.
Mientras tanto, y al día siguiente de
lo ocurrido, en la ciudad de Santiago,
la esposa de Juan José Carrera inter­
cedió ante San Martín por la vida del
detenido, ignorando ambos el trágico
fin de los hermanos. El general argen­
tino — olvidando anteriores agravios—
transmitió el pedido a O’Higgins, “ para
suplicarle se sobresea en la causa que
se sigue” ; el director chileno accedió
a lo solicitado por su amigo, “ aun cuan­
do la causa de la patria peligrase por
la existencia de esos hombres” .
Todo fue en vano, por cuanto los
Carrera ya habían sido ajusticiados.
El episodio dio motivos para que. los
enemigos de San Martín y O’Higgins
acusaran a ambos — infundadamente—
de complicidad en la tragedia.
Otro suceso de consecuencias seme­
jantes ocurrió el 24 de mayo, día en
Poco antes de su ejecución, los herm a­
nos Juan José y Luis C arre ra son asis­
tidos espiritualmente por un sacerdote.
El sacrificio de estos hombres fue esté­
ril y produjo honda repercusión en
Chile. (Litografía de Beaubeuf.)
que el chileno Manuel Rodríguez fue
asesinado por el oficial encargado de
su custodia, quien pretextó la fuga del
detenido.
Rodríguez había desarrollado intensa
actividad en la “ guerra de zapa” , pero
luego ingresó en el partido de los Ca­
rrera y en consecuencia militó entre
los opositores de San Martín y O’Higgins.
Gestiones de San M artín
en Buenos A ires
T a l como hiciera después de
Chacabuco, San M artín partió una
vez más hacia Buenos Aires, a los
pocos días de la victoria de Maipú.
Para eludir los homenajes, hizo su
entrada en la ciudad en la madru­
gada del 11 de mayo de 1818,
pues el único objetivo de su viaje
era obtener recursos para la futu­
ra expedición libertadora al Perú.
A pesar de su natural modestia,
no pudo im pedir el caluroso reci­
bimiento popular y el homenaje
que le tributó el Congreso el 17 de
mayo. Ese día, el general San
M artín se presentó en la sala de
sesiones acompañado por el Direc­
tor Pueyrredón y funcionarios del
gobierno, entre el júbilo de la po­
blación, que colmaba las calles ad­
yacentes.
procedió a destruirlas por el fuego.
Años después, O’Brien construyó en ese
sitio una casa quinta y en ella erigió
una columna conmemorativa, para re­
cordar, a través de los años, el ejemplo
moral de San Martín.
Muerte de los herm anos
C a rre ra y de Rodríguez
Resultados y consecuencias
de la b atalla
La victoria había sido reñida,
pero completa. Los realistas deja­
ron m il muertos en el campo de
la acción, casi todo su material bé­
lico y cayeron, prisioneros sus
principales jefes, entre ellos Ordóñez y Morgado
Por su parte, los
patriotas — entre muertos y he­
ridos— tuvieron igual número de
bajas que sus enemigos.
El triunfo del ejército unido ase­
guró definitivamente la libertad
de Chile y consolidó al mismo
tiempo la independencia argentina
amenazada por los realistas a tra­
vés de los Andes. Perm itió contar
con una base segura para la expe­
dición al Perú, desbarató el plan
de reconquista soñado por Pezuela
y sembró el desconcierto entre los
que aún sostenían la causa del rey
en tierras americanas.
El capitán O’Brien retiró del campo
de batalla de Maipú una valija que
contenia la correspondencia recibida
por Osorio, y la entregó a San Martín.
Éste encontró en ella varias cartas que
comprometían a ciudadanos de San­
tiago, quienes ■— creyendo al enemigo
triunfante después de Cancha Rayada—
se declararon partidarios del rey, para
salvar sus vidas e intereses.
El vencedor leyó aquellas constancias
que hubieran servido para ajusticiar a
más de uno, y en magnánimo gesto
1 E s to s j e f e s r e a lis t a s f u e r o n c o n fin a d o s - c o n
o tro s p r is io n e r o s - e n la c iu d a d d e S a n
L u is y a l l í s e s u b le v a r o n e l 8 d e f e b r e r o d e 1 8 1 9 . L a in t e n to n a fr a c a s ó y e n la lu c h a p e r e ­
c ie r o n e l b r ig a d ie r O r d ó ñ e z y e l c o r o n e l M o r g a d o .
268
Por esas épocas se produjo un suceso
de honda repercusión en el país tras­
andino. Los hermanos Juan José y Luis
Carrera se encontraban presos en Men­
doza, acusados de conspirar contra la
revolución chilena desde territorio ar­
gentino.
Después de la sorpresa de Cancha
Rayada, Toribio Luzuriaga, el gober­
nador de Cuyo, temió por los presos
confiados a su custodia y, aconsejado
por Bernardo Monteagudo, resolvió eli­
minar a los detenidos. El 8 de abril,
los hermanos Juan José y Luis Carrera
fueron fusilados.
Mientras tanto, y al día siguiente de
lo ocurrido, en la ciudad de Santiago,
la esposa de Juan José Carrera inter­
cedió ante San Martín por la vida del
detenido, ignorando ambos el trágico
fin de los hermanos. El general argen­
tino — olvidando anteriores agravios—
transmitió el pedido a O’Higgins, “ para
suplicarle se sobresea en la causa que
se sigue” ; el director chileno accedió
a lo solicitado por su amigo, “ aun cuan­
do la causa de la patria peligrase por
la existencia de esos hombres” .
Todo fue en vano, por cuanto los
Carrera ya habían sido ajusticiados.
El episodio dio motivos para que. los
enemigos de San Martín y O’Higgins
acusaran a ambos — infundadamente—
de complicidad en la tragedia.
Otro suceso de consecuencias seme­
jantes ocurrió el 24 de mayo, día en
Poco antes de su ejecución, los hermanos Juan José y Luis C a rre ra son asis­
tidos espiritualmente por un sacerdote.
El sacrificio de estos hombres fue esté­
ril y produjo honda repercusión en
Chile. (Litografía de Beaubeuf.)
que el chileno Manuel Rodríguez fue
asesinado por el oficial encargado de
su custodia, quien pretextó la fuga del
detenido.
Rodríguez había desarrollado intensa
actividad en la “ guerra de zapa” , pero
luego ingresó en el partido de los Ca­
rrera y en consecuencia militó entre
los opositores de San Martín y O’H ig­
gins.
Gestiones de San M artín
en Buenos A ires
T a l como hiciera después de
Chacabuco, San M artín partió una
vez más hacia Buenos Aires, a los
pocos días de la victoria de Maipú.
Para eludir los homenajes, hizo su
entrada en la ciudad en la madru­
gada del 11 de mayo de 1818,
pues el único objetivo de su viaje
era obtener recursos para la futu­
ra expedición libertadora al Perú.
A pesar de su natural modestia,
no pudo im pedir el caluroso reci­
bimiento popular y el homenaje
que le tributó el Congreso el 17 de
mayo. Ese día, el general San
M artín se presentó en la sala de
sesiones acompañado por el Direc­
tor Pueyrredón y funcionarios del
gobierno, entre el júbilo de la po­
blación, que colmaba las calles ad­
yacentes.
La bienvenida estuvo a cargo del
presidente de turno del Congreso, quien
en un conceptuoso discurso agradeció
a San Martín los servicios prestados en
bien de la patria.
El Libertador replicó con suma mo­
destia y “ se empeñó — consta en la
“ Gazeta”— en aminorar su influencia
en la victoria para realzar los servicios
de sus compañeros de armas” .
El ilustre argentino dedicó más
de tres meses a realizar diversas
gestiones para conseguir el apoyo
tan necesario a sus planes futuros.
En una reunión a la que asistieron
el Director Supremo y los más des­
tacados miembros de la Logia Lau­
taro, obtuvo la promesa de 500.000
pesos para el Ejército de los Andes,
dinero que podría conseguirse me­
diante un empréstito interno.
Resuelto el motivo fundamental
de su viaje, San M artín empren­
dió el regreso, pero al llegar a
Mendoza se enteró de que el go­
bierno estaba imposibilitado para
conseguir la ayuda monetaria. La
noticia echaba por tierra sus pro­
yectos y ante el problema plan­
teado optó por presentar su renun­
cia como jefe del ejército unido.
La determinación de San M a r­
tín provocó justificada alarma,
tanto en Buenos Aires como en
Santiago. A l poco tiempo, Puey­
rredón le solicitó el retiro de la re­
nuncia, a la vez que le prometía
buena parte de la ayuda estable­
cida.
El rigor del invierno le impidió
el cruce inmediato de la cordillera
y recién pudo hacerlo a mediados
de octubre; el 29 de ese mes el
lib ertad or llegó a Santiago.
N ueva cam p añ a a! sur de Chile
Después de Maipú, los realistas
retrocedieron y se hicieron fuertes
270
al sur de Chile. Para terminar con
esta guerra crónica, San M artín
destacó al general A ntonio Gon­
zález Balcarce, quien al frente de
sus tropas ocupó la línea del río
Bío Bío — enero de 1819— con el
propósito de desalojar al enemigo
de toda esa región.
El ejército independiente logró
ocupar Talcahuano, pero los espa­
ñoles se atrincheraron en V a ld i­
via. Luego se inició una lucha de
guerrillas encabezada por el realis­
ta Benavídez, quien contó con el
apoyo de los indios araucanos.
Aunque como bien se ha dicho
sólo restaba por hacer “ una guerra
de mera policía” , la resistencia se
prolongó hasta 1826 en que cayó
en poder de los patriotas el archi­
piélago de Chiloé.
La escu ad ra chilena
El dominio de las aguas era in­
dispensable para llevar la guerra
al Perú y de acuerdo con el plan
concebido por San M artín se fue
materializando en Chile la form a­
ción de una escuadra.
Luego de vencer numerosas di­
ficultades lograron equiparse cua­
tro embarcaciones, que fueron lla ­
madas San M a rtín , Lautaro, Chacabuco y Araucano. El mando su­
perior fue confiado al coronel de
artillería M an u el Blanco Enca­
lada, nacido en Buenos Aires.
En octubre de 1818, las naves
independientes se hicieron a la ve­
la para enfrentar a un convoy es­
pañol de once transportes, el que,
protegido por la poderosa fragata
M aría Isabel, navegaba por las
costas chilenas para desembarcar
refuerzos al enemigo. Blanco En­
calada enfiló sus embarcaciones
hacia Talcahuano y a llí sorprendió
a la fragata española anclada bajo
la protección de las baterías terres­
tres.
Después de ruda lucha, la “ M a ­
ría Isabel” fue capturada y se su­
mó a la armada patriota con el
nombre de O ’H iggin s; más tarde
también cayeron cinco transportes
enemigos, con lo que fracasó el
intento de auxilio enviado por los
españoles.
En el mes de noviembre arribó
a Valparaíso el almirante inglés
Tomás Alejandro Cochrane, quien
había sido contratado en Londres
para dirigir la escuadra indepen­
diente. Blanco Encalada renunció
al mando y aceptó quedar a las ór­
denes del nuevo jefe, que en el
acto asumió sus funciones.
En enero de 1819, la flota zar­
pó con destino al puerto del Ca­
llao, donde con gran audacia y por
dos veces consecutivas atacó' a la
escuadra española en su fondea­
dero.
Cochrane prosiguió su actividad
naval en favor de los indepen­
dientes y en febrero de 1820 tomó
el puerto de Valdivia, importante
reducto del sur de Chile, donde
se habían hecho fuertes los realis­
tas. La costa del país trasandino
había quedado libre de naves ene­
migas.
Acritud de San M artín
ante las luchas fratricid as
En febrero de 1819, San M artín
se trasladó a Mendoza a fin de
intentar una mediación que paci­
ficara las Provincias Unidas, por
cuanto la anarquía asolaba el te­
rritorio y la guerra civil se había
desatado en el litoral. La amenaza
de una expedición española que se
disponía a partir de Cádiz para el
Río de la Plata motivó que el
Libertador ordenara el repaso de
los Andes a la primera división de
su ejército, aunque dejó en Chile
otros efectivos.
El gobierno de Buenos Aires exigía
que el Ejército de los Andes se retirara
de Chile para defender al país de los
peligros internos y externos.
271
I
II
llevada en hombros por sus soldados, a causa de su precaria sa-
■
^uc^'
.,
A comienzos de marzo, el Libertador se enteró de los sucesos ocurridos en Buenos Aires, que culminaron con la caída del Director
Rondeau y la disolución del Con­
greso. Las autoridades nacionales
habían caducado y como de ellas
emanaba su nombramiento el general San M artín dispuso renunciar a su cargo al frente del ejército. Elevó el escrito al general
Las Heras — jefe del Estado M a ­
yor— y éste reunió una asamblea
de oficiales en la localidad de Ran­
cagua, donde se encontraba acam­
pado el Ejército de los Andes.
Enterados del contenido del ofi­
cio, lo rechazaron por unanimidad
y ese mismo día — 2 de abril de
1820— se redactó un documento
conocido como Acta de Rancagua,
en el cual los jefes y oficiales ex­
presaron que la autoridad de San
M artín no había caducado “ ni
puede cadutar, porque su origen,
que es la salud del pueblo, es inmutable” .
E l Libertador aceptó lo resuelto
y al mes siguiente O’H iggins lo
I
I
I
I!
j
i I
1
[
,
Para concluir con la guerra civil,
San Martín envió comunicaciones a los
caudillos Artigas y Estanislao López y
en ellas fijaba Su posición de no in­
tervenir en rencillas internas, por cuan­
to “M i sable jamás saldrá de la vaina
por opiniones políticas”.
Una delegación de la Logia Lautaro
se trasladó a Mendoza para apoyar ca­
lurosamente la empresa del Perú, pro­
yecto al que el ilustre general no re­
nunciaba, a pesar de todas las dificul­
tades. Enterado de que la expedición
española no había partido, San Martín
desechó la idea de trasladar sus efec­
tivos a Buenos Aires.
A comienzos de junio, el Direc­
tor Pueyrredón presentó la renun­
cia y fue reemplazado en su alto
cargo por el general José Rondeau,
quien ordenó a San M artín que se
trasladara con sus tropas a la ca­
pital, para combatir en favor de
los unitarios contra el alzamiento
de los caudillos federales. Firm e en
su determinación de no complicar­
se en luchas fratricidas, el vence­
1 D esde
d ic a m e n te
te r m a le s .
272
t ie m p o a trá s , e l
lo
p o s tra b a en
dor de M aipú resolvió no cumplir
la orden.
Escribe el historiador Ricardo Levene: “ San Martín se hallaba frente a
dos deberes: o mezclaba su ejército en
la guerra civil para sostener al go­
bierno o desobedecía la orden para pro­
seguir su campaña de emancipación.
Estimaba que la independencia de su
patria no estaba todavía asegurada, que
era poderosa y fuerte la resistencia es­
pañola del Perú, hasta donde debía
llegar para consolidar la emancipa­
ción.”
“ Por otra parte, la anarquía era un
fenómeno político que estaba en la na­
turaleza del pueblo y no sería por cier­
to un ejército el medio más adecuado
para detener la potente fuerza y rea­
lidad de una evolución histórica."
El A cta de R ancag u a
Para dirigir personalmente los
preparativos de su empresa conti­
nental, San M artín se trasladó a
Chile en enero de 1820, pero debió
cruzar los Andes en una camilla 1
g e n e r a l s u fr ía d e u n
cam a
y le
o b lig a b a
a g u d o r e u m a t is m o , e n fe r m e d a d q u e
a s o m e te rs e
a u n tr a ta m ie n to d e
p e r ió ­
baños
r
nombró general en jefe de las tro­
pas argentino-chilenas que debían
marchar al Perú.
LA EX PED ICIÓ N LIBERTADORA
AL PERÚ
Logrado el apoyo del gobierno
chileno, el ejército expedicionario
estaba listo para iniciar la magna
empresa a mediados del mes de
agosto. En la rada de Valparaíso
se reunieron ocho naves de guerra
y dieciséis transportes con 1.600
tripulantes a las órdenes del alm i­
rante Cochrane. En ellas embar­
caron 4.430 soldados, de los cuales
2.300 eran argentinos del Ejército
de los Andes y 1.800 pertenecían
al Ejército de Chile. Mandaba con
carácter de jefe supremo la expe­
dición el general San M artín y le
acompañaban como integrantes del
Estado M ayor los generales Las
Heras y A ntonio Álvarez de A re­
nales y el ex gobernador de Cuyo
T orib io Luzuriaga. E l amigo del
Libertador, Tomás Guido, también
embarcó como edecán y confidente.
La expedición zarpó el 20 de
agosto de 1820.
Juan Antonio Á lv arez de Arenales
(1770-1831), que realizó la llam ada
cam paña de la sierra, en la que obtu­
vo triunfos de importancia para el
Ejército Libertador.
Jauja, dedicándose luego a organi­
zar política y m ilitarm ente las re­
giones circundantes.
Un ejército realista que preten­
dió detener la acción libertadora
fue vencido en el combate de Pas­
co (6 de diciembre).
Así concluyó la llamada “ prim ;ra campaña de la sierra” . Po­
co más tarde, Arenales se dirigió
ai litoral peruano para reunirse
con San Martín.
Lo prim era cam p añ a de la sierra
El 7 de setiembre la flota se de­
tuvo en la bahía de Paracas y San
M artín ordenó el desembarco de
una división de vanguardia al
mando de Las Heras, quien tres
leguas más al norte ocupó la po­
blación de Pisco; a llí desembarcó
luego el general en jefe con el
grueso de las tropas, sin resisten­
cia del enemigo.
Ante el curso de los sucesos,
Pezuela — el virrey del Perú— dis­
puso tratar pacíficamente con San
Martín, pero los representantes de
ambas partes, reunidos en M ira flores, no llegaron a un acuerdo.
San M artín comisionó al gene­
ral Arenales para que al frente de
unos 1.100 hombres se internara
en el territorio peruano a través
de las sierras, con el objeto de
propagar la acción libertadora. La
columna ocupó el poblado de lea,
venció a los realistas en Nazca y
despejó de enemigos el sur del te­
rritorio. Arenales cruzó los Andes
por un desfiladero y llegó hasta
La acción libertadora
Desde Pisco, San M artín se diri­
gió por mar hasta la bahía de A n ­
cón y desde a llí el convoy expe­
dicionario navegó hacia el norte,
hasta Huacho, donde desembarca­
ron los efectivos para establecerse
en Huaura.
Pezuela — acampado en Aznapuquio— vacilaba en enfrentar a
los patriotas. El descontento que
produjo su actitud y la división de
los realistas en absolutistas y libe­
rales (partidarios de la Constitu­
ción de 1812) determinaron su re­
nuncia (enero de 1821). Le suce­
dió en el cargo de virrey José de
La Serna.
Por orden de San M artín, el co­
ronel M iller, en combinación con
parte de la escuadra de Cochrane,
realizó la campaña llamada de
puertos intermedios (entre Callao
y Valparaíso). En forma simultá­
nea, Arenales emprendió la “ se­
gunda campaña de la sierra” y
reconquistó poblaciones que ha­
bían caído nuevamente en poder
de los realistas (Pasco, Jauja).
PRO CLAM A CIÓ N
DE LA IN D EPEN D EN CIA
DEL PERÚ
Restablecida en España la Cons­
titución liberal, el gobierno inició
una p o litic é de acercamiento con
sus dominios y envió comisionados
a Colombia, M éxico y Perú. A este
último país arribó en tal carácter
M anuel Abreu, con el propósito de
negociar la paz entre los belige­
rantes. San M artín y La Serna
aceptaron la mediación y el 2 de
junio de 1821 ambos conferencia­
ron en la hacienda de Punchauca.
Aunque las deliberaciones se efec­
tuaron en un marco de cordiali­
dad, no se llegó a ningún arreglo.
Reanudada la guerra y ante la
situación creada por el avance de
las tropas independientes, La Ser­
na resolvió evacuar con parte de
sus tropas la ciudad de Lim a y
continuar la lucha en el interior
del país x.
San M artín no se apresuró a
entrar en la capital y recién lo
hizo el día 10 de julio, con su
acostumbrada modestia, aunque no
pudo eludir el júbilo de la pobla­
ción.
Restablecida la normalidad, a
pocos días fue convocada una junta
de vecinos destacados, para que ex­
presaran “ si la opinión general se
hallaba decidida por la indepen­
dencia” . La asamblea votó por la
afirm ativa y el acta fue refrenda­
da por numerosas firmas.
E l 28 de ju lio de 1821, el Liber-
La ceremonia se realizó en un palco
levantado en el centro de la Plaza Ma-
s a r i E s r ^ a a t i s s ¡s
i
p a c ió n
tador proclamó pública y solemne­
mente la independencia del Perú.
de
L im a
le s
d a r ía
el
t r iu n fo
d e fin itiv o
sob re
lo s
e n e m ig o s .
275
274
El general y estadista venezolano Si­
món Bolívar (1783-1830), destacada
figura de la em ancipación am ericana.
El 28 de julio de
1821, S a n M a r t ín
proclama s o le m n e ­
mente la in d e p e n ­
dencia del Perú, en
la Plaza Mayor de la
ciudad de Lima. Las
más altas autorida­
des eclesiásticas, mi­
litares y civiles pre­
senciaron la emocio­
nante ceremonia.
yor de Lima. Rodeaban el tablado al­
tas autoridades militares, eclesiásticas
y civiles, en medio de jubilosa adhesión
popular.
San Martín enarboló la bandera pe­
ruana (que había creado durante su
estada en Pisco) y pronunció estas pa­
labras: “El Perú es desde estos mo­
mentos libre e independiente por la
voluntad general de los pueblos y por
la justicia de su causa que Dios de­
fiende.” Luego dio vivas a la patria,
a la libertad y. a la independencia.
San M artín asumió el 2 de agos­
to el mando transitorio del país
— hasta el fin de la lucha— con
el título de Protector del Perú.
Ajeno a toda ambición, llegó al
gobierno para asegurar la inde­
pendencia y la libertad, de acuerdo
con el pedido popular y lo solici­
tado por la Logia Lautaro.
El Protector ejerció una obra
constructiva de gobierno. Fue ga­
rantizada la libertad individual
de los ciudadanos y suprimida la
esclavitud y el servicio personal
de los indios, como también el uso
del tormento. Otros decretos esta­
blecieron la libertad de imprenta
y en materia religiosa la católica
tuvo carácter oficial. En el aspecto
cultural fue creada la Biblioteca
276
Nacional de Lim a y se abrieron
escuelas públicas.
El 8 de octubre de 1821, San
M artín puso en vigencia el Esta­
tuto provisional del Perú, que de­
bía respetarse hasta el dictado de
una Constitución permanente. De
acuerdo con la tendencia monár­
quica que predominaba en el go­
bierno, se estableció “ La Orden
del Sol” , título nobiliario por el
cual se entregaban pensiones y
otros beneficios a los que habían
prestado grandes servicios a la
patria.
Mientras tanto, las acciones m i­
litares se reducían en esa época al
sitio del Callao, bajo las órdenes de
Las He ras con efectivos terrestres
y Cochrane con la flota; la plaza
se rindió en el mes de setiembre y
su jefe, el general La M a r — natu­
ral del Perú— , se incorporó poco
después en las fuerzas indepen­
dientes. Su ejemplo fue seguido
por otros militares americanos al
servicio de España, como el coro­
nel Andrés Santa Cruz y el gene­
ral Domingo Tristán.
Después del revés, los realistas
abandonaron el litoral a los pa­
triotas, pero acrecentaron su po-
derío en la región de las sierras y
en los valles interiores del Perú,
donde se reagruparon a la espera
de iniciar una ofensiva.
SÍNTESIS DE LA C A M PA Ñ A
DE BO LÍVAR HASTA 1822
La República de Colom bia
Simultáneamente con los suce­
sos que relatamos, el general vene­
zolano Sim ón Bolívar realizaba
desde el norte una importante
campaña emancipadora. É l 7 de
agosto de 1819 venció al ejército
del virrey de Nueva Granada, a
orillas del riachuelo de Boyacá,
triunfo que aseguró la indepen­
dencia de ese territorio y consolidó
el predominio de los patriotas en
el norte del continente.
Bolívar regresó a Venezuela y
reunió un Congreso que creó la
República de Colombia, al agrupar
bajo la autoridad del general ven­
cedor la capitanía de Venezuela
y el virreinato de Nueva Granada.
A pesar de todo, los realistas do­
minaban buena parte de Venezue­
la y Colombia al norte, y la pre­
sidencia de Quito (Ecuador) al
sur. Bolívar prosiguió la campaña
emancipadora y el 24 de junio de
1821 venció al grueso del ejército
enemigo en la llanura de Carabobo y luego entró triunfante en
Caracas, la capital de Venezuela.
Sucre y la c a m p a ñ a ecu atoriana
Bolívar decidió elim inar a los
realistas del sur de Colombia y del
Ecuador, que comprendía — en
aquellas épocas— la presidencia
de Quito.
Para auxiliar a los patriotas
ecuatorianos y negociar la incor­
poración del territorio a la Repú­
blica de Colombia, Bolívar envió
al general A ntonio José de Sucre
al frente de 1.500 hombres.
En mayo de 1821, Sucre desem­
barcó en Guayaquil y desde allí
marchó contra los realistas, pero
ante el curso desfavorable de la
campaña, solicitó la ayuda del
general San M artín, quien desde
el Perú mandó una división de
1.500 hombres a las órdenes del
general Andrés Santa Cruz.
Auxiliado con esos efectivos, Su­
cre venció a las tropas realistas en
el valle de Riobamba (12 de
abril de 1822) y luego volvió a
triunfar en la escabrosa falda del
volcán P ichincha (24 de m ayo) a
la vista de la ciudad de Quito.
La batalla de Pichincha, obte­
nida por la acción conjunta de las
277
Los dos grandes liber­
tadores, del sur y del
norte, San M artín y Bo­
lívar, se encuentran en
G u ayaqu il.
Refiriéndose a ambos,
e s c r ib ió M it re ; ''S o n
grandes intrínsecamente
y por sí mismos y no se
puede concebirla acción
concurrente del uno, sin
la recíproca del otro."
armas independientes, aseguró la
libertad de la América meridional.
Poco tiempo después, Bolívar entró
victorioso en Quito y declaró in ­
corporado el territorio ecuatoriano
a la República de Colombia.
LA ENTREVISTA DE G U A Y A Q U IL
A l aproximarse las campañas
emancipadoras del norte y del sur,
prácticamente la Am érica meridio­
nal había quedado libre del ene­
migo y sólo restaba liberar una
parte del Perú, que continuaba en
poder de los ejércitos realistas. San
M artín dispuso entonces entrevis­
tarse con Simón Bolívar para
“ arreglar de común acuerdo la
suerte de la Am érica” .
Ambos libertadores Se encontra­
ron el 26 de julio de 1822 en Gua­
yaquil, donde se reunieron por la
mañana y la tarde. La conferencia
más importante se realizó al día
siguiente.
278
Aunque las reuniones fueron
secretas, a la luz de los documen­
tos las cuestiones fundamentales
pueden resumirse:
a) Necesidad de unir las fuer­
zas libertadoras para terminar con
éxito la campaña del Perú y ase­
gurar definitivamente la emanci­
pación americana.
b ) Situación política de Guaya­
quil, que si bien había pertene­
cido al virreinato de Nueva Gra­
nada, después de su emancipación
deseaba incorporarse al Perú.
c) Acordar la forma de gobier­
no más conveniente para los paí­
ses liberados, en esencial el Perú.
Bolívar se negó a entregar la
amplia cooperación m ilitar solici­
tada por San M artín y sólo le
ofreció un contingente de algo más
de m il hombres como retribución
a la ayuda prestada por el general
argentino a Sucre. Tampoco aceptó
el desinteresado ofrecimiento de
San M artín de luchar bajo sus ór­
denes.
La cuestión de Guayaquil fue
secundaria, por cuanto San M a r­
tín — de acuerdo con su invariable
conducta de Libertador— aceptó lo
ya resuelto por Bolívar con res­
pecto a ese territorio ecuatoriano.
El general venezolano había obli­
gado a la Asamblea a entregarle
el mando y en consecuencia la
provincia quedó de hecho incor­
porada a Colombia.
La forma de gobierno y la orga­
nización de los nuevos países fue­
ron tratados incidentalmente. San
M artín sostuvo sus principios mo­
nárquicos constitucionales y Bolí­
var abogó por el sistema republi­
cano, porque pretendía una presi­
dencia dictatorial y vitalicia.
Cuando terminaron las delibera­
ciones, se sirvió un banquete cuyos
brindis reflejan con exactitud la
personalidad de ambas figuras.
Bolívar lo hizo “ por los dos hom ­
bres más grandes de Am érica del
sur, el general San M a rtín y yo” .
Por su parte, el general argentino
brindó con estas sencillas palabras:
“ P or la pronta term inación de la
guerra, por la organización de las
nuevas repúblicas del continente
americano y por la salud del L i ­
bertador de Colombia.”
EL OSTRA CISM O DEL HÉROE
San M artín renuncia
a los atributos del m ando
Después del fracaso de la con­
ferencia, San M artín partió de in ­
mediato rumbo al Perú, decidido
a hacer un último sacrificio por
la causa americana: alejarse en
voluntario ostracismo del escenario
de sus brillantes luchas, para de­
jar el término de la campaña en
manos de Simón Bolívar, quien no
deseaba compartir con nadie los
galardones del triunfo final.
A rribó al Callao en agosto de
1822 y allí se enteró de que su
ministro Monteagudo había sido
depuesto por un movimiento po­
pular; este desagradable episodio
fortaleció su firm e resolución de
retirarse a la vida privada.
El Libertador reasumió el man­
do y convocó con urgencia un so­
lemne Congreso Constituyente pe­
ruano. La asamblea se instaló el
20 de setiembre de 1822 y ese mis­
mo día San M artín presentó la
renuncia indeclinable al cargo de
Protector y se despojó al instante
de la banda roja y blanca que
cruzaba su pecho.
El Congreso, conmovido por la
actitud, le acordó el título de
“ Fundador de la Libertad del Pe­
rú” , lo nombró generalísimo de los
ejércitos y votó una pensión vita­
licia de doce m il pesos anuales.
San M artín declinó todos estos
honores.
El Libertador se trasladó — jun­
to con su amigo Tomás Guido— a
su residencia de campo, en las
proximidades de Lima. Hasta allí
fue a entrevistarlo una comisión
del Congreso para solicitarle con­
tinuara en el mando, pero el ge­
neral argentino se rehusó en for­
ma categórica, argumentando que
“ su presencia en el poder político
ya no sólo era inútil, sino perju­
dicial” . Esa misma noche partió
hacia el puerto de Ancón, donde
se embarcó rumbo a Chile.
A modo de despedida, el ilustre jefe
dejó escritos los siguientes conceptos:
“ Mis promesas para con los pueblos en
ue he hecho la guerra están cumplí­
as: hacer su independencia y dejar a
279
su volu n tad la elección de sus go b ier­
nos. L a presencia de un m ilita r afo rtu ­
nado, p o r más desprendim iento que
tenga, es tem ib le a los Estados que de
n uevo se constituyen.”
El G ra n C ap itán se a leja
de su patria
San M artín llegó a Chile en
octubre de 1822 y salvo la cordia­
lidad de unos pocos amigos — en­
tre ellos O’H iggins— fue recibido
con marcada hostilidad. E l descon­
tento había sido atizado por los
integrantes del partido carrerino.
E l 28 de enero de 1823, el D i­
rector O’H iggins fue depuesto y
reemplazado por una Junta Pro­
visoria de Gobierno. Pocos días an­
tes, San M artín — enfermo y aba­
tido— atravesaba los Andes en di­
rección a Mendoza. A poco de lle ­
gar, se trasladó a una chacra de su
propiedad, donde pasó un tiempo
dedicado a los trabajos rurales.
Sus intenciones eran trasladarse en
seguida a Buenos A ire s , para visitar
a su h ija M erceditas y a su esposa
Rem edios Escalada, esta ú ltim a g ra v e ­
m ente en ferm a, pero se enteró de que
partidas armadas estaban prontas para
apresarlo en e l trayecto.
L a hostilidad del gob iern o de Bue­
nos A ir e s 1 am argó aún más su exis­
tencia, por cuanto San M a rtín y a es­
taba profu ndam en te afectado p or la
destitución de su am igo O’H ig g in s en
C h ile y los desórdenes que destruían
su obra en el Perú .
En diciembre pudo viajar a Bue­
nos Aires, pero con la firm e deci­
sión de abandonar el país: su es­
posa ya había fallecido el 3 de
agosto 2.
El 10 de febrero de 1824, el ilus­
tre argentino partió con rumbo a
Europa, acompañado por su hija
Merceditas, a la sazón de siete
años de edad. Residió un tiempo
en Inglaterra y de a llí se trasladó
a Bruselas (B élgica).
Enterado de la guerra que se
libraba contra el Imperio del Bra­
sil, San M artín ofreció sus servi­
cios militares al presidente interi­
no Vicente López. Luego se em­
barcó con destino al Río de la P la ­
ta y llegó al puerto de Buenos
Aires en los primeros días de fe­
brero de 1829; sin embargo, no
descendió de la nave, ante los su­
cesos políticos derivados de la re­
volución que concluyó con el fusi­
lamiento de Dorrego y la hostili­
dad de ciertos periódicos. No con­
taba -— son sus palabras— “ con la
tranquilidad completa que suponía
debía gozar en nuestro país” .
San M artín se alejó de Buenos
Aires y previa estada en M onte­
video, donde fue calurosamente
recibido, regresó a Bélgica. Pasó
luego a París, donde habitó junto
al Sena, en la finca de GrandBourg, la que logró adquirir, a pe­
sar de su apremiante situación eco­
nómica, gracias a la intervención
de su adinerado amigo el banque­
ro Alejandro Aguado. En diciem­
bre de 1832, su hija Mercedes se
unió en matrimonio con Mariano
Balcarce, hijo del general que fue
1 Las obras de im portancia sobre este tem a describen los recelos y actitudes del gobierno
de Buenos A ires hacia San M a rtín . Para aclarar el punto, pu eden consultarse —entre
otras— las siguientes: José P a c ífic o O te ro : “ H istoria d el L ib erta d or José de San M a rtin ” (to m o
I V , cap. I I I . Buenos A ires, 1 9 4 9 ), y C arlos Ib a rg u re n : “ San M a rtín ín tim o” (c a p . V . Buenos
A ires, 1 9 5 0 ).
2 A ntes de partir para el extranjero, le h izo construir en la R ecoleta un pequ eñ o mausoleo,
en el qu e sin tetizó su d o lor con la siguiente in scrip ción : “ A q u í yace Rem edios Escalada, esposa
y am iga d el general San M a rtín .”
U n e p iso d io d e la sa n ­
g rie n ta b a t a lla d e A yac u c h o , e n la c u a l el
e jército p a t r i o t a com ­
p u esto d e unos seis mil
h o m b re s (co lo m b ia n o s,
a rg e n tin o s y p e ru a n o s),
a l m and o d e l g e n e ra l
J o s é d e S u c re , o b tien e
u n a v ic to ria d e cisiv a so­
b re la s fu e r z a s re a lis­
t a s . É stas recon ociero n
la i n d e p e n d e n c i a del
P e rú , ú lt im o b a l u a r t e
e sp a ñ o l en A m é rica . (Li­
t o g r a f ía d e V illa in .)
su colaborador en las luchas por
la independencia.
Debilitadas sus fuerzas físicas y
ante la revolución que produjo la
caída del rey Luis Felipe I, San
M artín abandonó a París y se tras­
ladó con su fam ilia a la ciudad
marítima de Boulogne-Sur-Mer.
A llí falleció el Gran Capitán, a las
tres de la tarde del día 17 de agos­
to de 1850.
E l 28 de mayo de 1880 sus res­
tos llegaron a Buenos Aires y des­
de entonces son venerados en la
iglesia Catedral x.
Los realistas capitulan
definitivam ente en el Perú
Cuando San M artín se alejó del
Perú, le sucedió en el gobierno
una junta de tres miembros, que
debió renunciar debido a los fra­
casos de la guerra contra los rea­
listas. La situación política em-
peoró y ante nuevos reveses de
las tropas el Congreso entregó el
mando supremo del país a Simón
Bolívar.
Mientras tanto, los realistas ha­
bían ocupado a Lim a y al término
de una sublevación también pe­
netraron en la fortaleza del Ca­
llao. El curso de los sucesos de­
terminó que Bolívar iniciara una
campaña a través de los Andes
peruanos y el 6 de agosto de 1824
venció al enemigo en la pampa
de Jun ín ; no se disparó un solo
tiro, pues la batalla se libró cuer­
po a cuerpo, con arma blanca.
Los realistas consiguieron reagruparse, pero el general Sucre
volvió a vencerlos en el acciden­
tado valle de Ayacucho, el 9 de
noviembre de ese año; el ejército
derrotado capituló en su totalidad.
La victoria de Ayacucho aseguró
para siempre la independencia de
la Am érica meridional.
1 En el testam ento que San M a rtín redactó en París, el 23 de enero de 1844, expresa
—entre otras cosas— que a su m uerte 1 1 0 d eb ía hacerse ningún género de fu neral, pero su
especial deseo consistía en qu e su corazón fuese depositado en e l cem en terio d e Buenos
A ires.
280
281
—
C U E S T I O N A R I O --------------------------------------------------------1. ¿Q ué luchas dividían a los revolucionarios chilenos en 1810? 2.
¿Cómo terminaron los esfuerzos de los patriotas? 3. ¿Q ué acción
política y administrativa cumplió San Martín al frente de la In­
tendencia de Cuyo? 4. ¿Cómo formó el Ejército de los Andes? 5.
¿Dónele estableció su campamento? 6. ¿Q ué se entiende por " la
guerra de za p a "? 7. ¿Con cuántos efectivos contaba el Ejército Li­
bertador a mediados de enero de 1817? 8. ¿En cuántas columnas
el ejército atravesó la Cordillera de los Andes? 9. ¿Q ué victorias
obtuvieron las columnas principales? 10. ¿Cómo se libró la batalla
de Chacabuco? 11. ¿Cuáles fueron sus consecuencias? 12. ¿Quién
fue nombrado Director Supremo de Chile? 13. ¿Dónde ofrecieron
resistencia los realistas después de Chacabuco? 14. ¿Fue posible
tomar la p laza de Talcahuano? 15. ¿En qué forma se proclamó
la independencia de Chile? 16. ¿Cómo se produjo el revés de
Cancha R ayada? 17. ¿Qué lugar eligió San Martín para enfrentar
a los realistas? 18. ¿Q ué arriesgada maniobra permitió el triunfo
de los patriotas en M aipú? 19. ¿Cuáles fueron los resultados de
la b atalla? 20. ¿Qué gestiones cumplió San Martín en Buenos
Aires? 21. ¿Cómo terminó la cam paña en el sur de Chile? 22. ¿Con
qué naves se formó la flota chilena independiente? 23. ¿Q ué ac­
titud asumió San Martín ante las luchas fratricidas que se libraban
en nuestro país? 24. ¿Q ué dispuso el Acta de Rancagua? 25. ¿Cómo
estaba formado el ejército expedicionario que debía partir para
libertar el Perú? 26. ¿Quién efectuó la llam ada primera campaña
de la sierra? 27. ¿Q ué acción libertadora realizó San M artín? 28.
¿Dónde continuaron la resistencia los realistas? 29. ¿Cuándo se
proclamó la independencia del Perú? 30. ¿Cuál fue la obra cons­
tructiva de San Martín en su cargo de Protector del Perú? 31. ¿Q ué
cam paña militar había cumplido hasta esa época el general Simón
Bolívar? 32. ¿Cuál es la importancia de la batalla de Pichincha? 33.
¿Q ué cuestiones fundamentales trataron San Martín y Bolívar en
la entrevista de G uayaq uil? 34, ¿Q ué actitud asumió San Martín?
35. ¿Q ué itinerario siguió el ¡lustre argentino hasta su partida para
Europa? 36. ¿Dónde falleció? 37. ¿Q ué victoria aseguró para siem­
pre la independencia de la Am érica meridional?
Las. aspiraciones provinciales y populares, l o s caudillos del
litoral frente al gobierno de Buenos Aires. Batalla de Cepeda.
C aíd a del Directorio. Disolución del Congreso. El Tratado del
Pilar. Las luchas entre los caudillos. Las autonomías pro­
vinciales. Gobierno de Martín Rodríguez. Reformas orgánicas.
El Tratado del Cuadrilátero. El Congreso a reunirse en C ó r­
doba. La política internacional.
LAS A SPIRACIO N ES
PROVIN CIALES Y POPULARES
Los gérm enes del federalism o
Tres corrientes pobladoras pro­
cedentes de España, Perú y Chile
efectuaron la conquista y coloniza­
ción de lo que hoy es el territorio
argentino. Fundadas las primeras
poblaciones, algunas desaparecie­
ron, pero otras — favorecidas por
el medio geográfico y social— no
tardaron en desarrollarse y luego
de organizar su vida política en
tom o a un cabildo se transforma­
ron en ciudades.
Diseminadas en tan vasto terri­
torio, las ciudades extendieron sus
influencias a la zona rural circun­
dante y así dieron origen a las ca­
pitales de las provincias. El aisla­
miento de esos centros poblados y
la idiosincrasia de sus habitantes
hicieron surgir un sentimiento lo­
calista, de marcada hostilidad a to
do lo extraño.
Por otra parte, los cabildos se
desempeñaron — en el aspecto po­
lítico— como organismos de go­
bierno y fueron celosos defensores
de los intereses locales. Además, la
división del territorio en intenden283
cias (Real Ordenanza de 1782) es­
timuló la formación de núcleos au­
tónomos 1.
De tal manera, las provincias
subsistieron con sus propias fuer­
zas y recursos y sus pobladores
adoptaron como bandera la de­
fensa de los ideales y costumbres
que imponía el pasado tradicional.
Como entidades autónomas, las
provincias tenían derecho a par­
ticipar en el gobierno del país y
por eso sus habitantes no acepta­
ron ni concibieron la tutela ejer­
cida por Buenos Aires.
“ La resistencia de las provincias
contra el centralismo porteño — es­
cribe Zorraquín Becú— constituye
el germen del federalismo polí­
tico.” 2
El predom inio de Buenos A ires
Desde la época de la dominación
española, Buenos Aires ejerció un
evidente predominio sobre el resto
del país. Esta primacía obedeció a
factores económicos y políticos.
a)
Económicos. Con un puerto
apto para el arribo de embarcacio­
nes extranjeras, Buenos Aires se
benefició desde un principio con
el intercambio comercial. Sólo li­
mitó su actividad cuando las res­
tricciones económicas se hicieron
más enérgicas y esas circunstan­
cias fueron beneficiosas para la
incipiente industria del interior,
que no se vio perjudicada con la
competencia europea. Reabierto el
comercio, Buenos Aires aseguró su
riqueza y superioridad comercial.
Este predominio económico perju­
dicó particularmente a las provin­
cias del litoral, debido a que el
puerto rioplatense cobraba dere­
chos aduaneros, impedía el paso de
armamentos y fiscalizaba todo el
tráfico fluvial.
b)
Políticos. Capital del virrei­
nato y sede de las autoridades en
el período hispánico, Buenos Aires
fue testigo de la gesta de M ayo y
envió las expediciones militares
que difundieron los ideales revo­
lucionarios.
Los gobiernos que se sucedieron
fueron controlados por la culta
burguesía porteña, que aspiró al
predominio político sobre el resto
del país, a pesar de la creciente
oposición de las provincias.
La Revolución de Mayo dio los pri­
meros pasos para el establecimiento de
un sistema federal. En el Reglamento
del día 25, la Primera Junta dispuso
consultar de inmediato a las inten­
1 A l explicar los orígenes del federalismo, la mayoría de los estudiosos destacan la
importancia de los cabildos y la creación de las intendencias. E l historiador Zorraquín Becú
sostiene que tales afirmaciones son erróneas, pues hacen depender los sucesos de las insti­
tuciones.
Escribe el citado historiador: “ A l hacerlo, se asigna a esas instituciones —que eran meros
instrumentos en manos de los revolucionarios— un papel preponderante en los movimien­
tos sociales, cuando es evidente que ni los cabildos en cuanto cuerpos colegiados, ni las
intendencias como entidades territoriales, iniciaron o dirigieron los hechos históricos que die­
ron origen al sistema federal.” Véase: “ E l Federalismo Argentino” . Buenos Aires, 1953, pá­
gina 95.
3 Llám ase fe d eralism o al sistema político por el cual un Estado se organiza sobre
la base de un gobierno central —que atiende los intereses comunes a toda la nación— y de
leyes generales, pero cada una de sus partes o provincias conservan su autonomía, se
gobiernan según sus propias instituciones y eligen sus autoridades por la libre voluntad de
sus habitantes.
E l gobierno u n ita rio es el que consta de un organismo político centralizado, que sólo
admite en el territorio del país “ divisiones administrativas” , dependientes de su autoridad.
284
dencias, es decir, a las provincias, y en
la circular del día 27 insistió en estos
propósitos. Mariano Moreno defendió
el principio de la soberanía popular y
sostuvo que los diputados del interior
debían llegar a la capital para dictar
una Constitución y establecer un go­
bierno sólido y permanente.
La creación de la Junta Grande
“hizo surgir — dice Ravignani— un
nuevo elemento politico, el factor pro­
vincia” . Para satisfacer la opinión del
interior, este organismo de gobierno
creó las Juntas Provinciales.
La caída de la Junta Grande y la
erección del Primer Triunvirato mar­
ca el comienzo de una política basada
en el predominio porteño; la difícil
situación interna y externa obligan a
establecer un gobierno centralista o
unitario. La Junta Conservadora fue
disuelta y los diputados del interior
marcharon a sus provincias. El histo­
riador Mitre afirma que esos repre­
sentantes “fueron a llevar a sus res­
pectivas provincias nuevos elementos de
combustión y descontento” .
El Primer Triunvirato fue derribado
por la revolución del 8 de octubre, pro­
movida por la Logia Lautaro, organi­
zación secreta que sostenía dos princi­
pios básicos: “ La Independencia y la
Constitución republicana.”
Luego ocupó el poder el Segundo
Triunvirato, el cual convocó a la Asam­
blea del Año XI I I , a fin de aquietar
el descontento del interior ante el cen­
tralismo porteño. En esta Asamblea no
tardó en imponerse la facción acaudi­
llada por Alvear, quien defendía un
poder centralizado y postergaba para
más adelante los dos fines de la Logia.
Artigas sostuvo principios democrá­
ticos en las instrucciones que entregó a
sus diputados, entre ellos la proclama­
ción de la independencia, organizar el
país bajo un sistema federativo y anu-
El g r a b a d o — un d ib u jo a n tig u o — re ­
p rodu ce a un m iliciano u n ifo rm ad o
perte n e cien te a los cu e rp o s q u e lu c h a ­
ron b a jo la s ó rd e n e s d e l c a u d illo
R a m íre z .
lar la creciente influencia de Buenos
Aires. Coincidieron en estos propósitos
los representantes de Potosí, Tucumán
y Jujuy. Sabemos que la mayoría alvearista rechazó a los diputados orien­
tales.
Debido a la situación imperante, la
Asamblea unificó el poder y creó — en
enero de 1814— el Directorio. A par­
tir de esa época comenzaron a enviarse
misiones al exterior con el propósito
de obtener el apoyo de las potencias eu­
ropeas previa coronación de un prín­
cipe extranjero en Buenos Aires. Estos
manejos diplomáticos fueron recibidos
con desagrado por los adversarios del
centralismo porteño.
Cuando en enero de 1815 Alvear
ocupó el Directorio debió enfrentar a
sus opositores federales: Soler en Bue­
nos Aires y Artigas en la Banda Orien­
tal; el mandatario fue depuesto por
una revolución y le sucedió Álvarez
Thomas, bajo cuyo mandato se publicó
el Estatuto Provisional de 1815, que
fue rechazado por las provincias de­
bido a su carácter unitario.
Después de la caída de Alvear, un
grupo de federales organizó una fac­
ción política en la capital, que admitía
las autonomías provinciales y conside­
raba prudente que Buenos Aires no
impusiera su autoridad sobre el resto
del país. Cuando se efectuaron comicios
para decidir las opiniones, los federales
fueron derrotados (Dorrego, Agrelo,
Chiclana, etc.) y más tarde Pueyrre­
dón ordenó su destierro.
A principios de 1816 inició sus se­
siones el Congreso de Tucumán, el cual
si bien declaró la Independencia, no
resolvió el problema de la forma de
gobierno. En el seno de dicha asamblea
existían dos tendencias: monarquistas
y republicanos, estos últimos a su vez
divididos en unitarios y federales, de
acuerdo con su posición frente a la
política de Buenos Aires. Trasladado
a la última ciudad, el Congreso publicó
el Reglamento Provisorio de 1817 y
la Constitución de 1819, ambos de ten­
dencia unitaria y en consecuencia fue­
ron rechazados por las provincias.
El estallido fed eral.
Los caudillos
En los diez años siguientes a la
Revolución de M ayo se produje­
ron sucesivas convulsiones en la
política interna y cambios de go­
bierno que culminaron en el año
1820 con la batalla de Cepeda. Es­
ta victoria de los caudillos López
y Ramírez sobre el Director Su­
premo Rondeau significó el triun­
fo del federalismo en oposición al
gobierno directorial porteño.
Desde el comienzo de nuestro período
independiente, dos fuerzas antagónicas
trataban de ocupar el gobierno. Una
minoría porteña y culta pugnaba por
aplicar los principios innovadores y
progresistas de las ideas liberales; sus
adeptos propiciaban un gobierno cen­
tralizado, y su contenido ideológico lo
representan los términos lirectoriales
o unitarios.
Los opositores militaban en el par­
tido federal, cuyos integrantes se re­
sistían a la influencia de las nuevas
ideas, bajo una posición conservadora y
tradicional. Han sido llamados demo­
cráticos, pues sus gobiernos surgieron a
través de plebiscitos mayoritarios.
Ante la derrota de las autori­
dades nacionales y debido a la au­
sencia de instituciones orgánicas
que consolidaran el régimen polí­
tico interno, se inició el período
de la ana rqu ía1. Representantes
de la rebelión popular, los caudi­
llos se opusieron a la política de
Buenos Aires, con la bandera de
la democracia y la federación.
Los caudillos lucharon por con­
servar el espíritu histórico y polí­
tico del lugar donde habían naci­
do y al frente de sus “ montoneras”
o milicias lugareñas representaron
la fuerza autóctona y viva de la
tierra. Rudos como el medio en
que actuaron, sus ideas no podían
sujetarse a normas jurídicas, pero
es innegable que en ellos predo­
minó el patriotismo y el sentido
de la nacionalidad.
Basta mencionar, entre otros, a
José Gervasio Artigas, llamádo “ El
heraldo del federalismo rioplatense” ; a M a rtín M ig u e l de Güemes,
quien dirigió la epopeya de la
guerra gaucha; a Estanislao L ó ­
pez, quien anheló la organización
de la República, etcétera.
En resumen: el estallido del año
1820 consolidó tres aspiraciones
1 L a m a y o r ía d e lo s h is t o r ia d o r e s c o in c id e n e n q u e e l p e r í o d o d e l a a n a r q u ía p o l í t i c a
se p r o l o n g a e n n u e s t r a h i s t o r i a a t r a v é s d e n u e v e a ñ o s : 1 8 2 0 a 1 8 2 9 ; e n e s t e l a p s o , c e s a r o n
la s a u t o r i d a d e s n a c i o n a l e s ,
c o n e x c e p c ió n d e la p r e s id e n c ia
d e R iv a d a v ia , q u e
fu e b re v e .
E n e l tra n scu rso d e la
a n a r q u í a , la s p r o v i n c i a s f u e r o n d o m i n a d a s
p o r su p a r t e la p r o v in c ia d e B u e n o s A ir e s p r o g r e s ó b a jo lo s g o b ie r n o s d e
L a s H e ra s y D o rreg o .
286
p o r lo s
M a r tín
c a u d illo s y
R o d r íg u e z ,
populares: a) la democracia, por­
que la opinión pública se orien­
ta hacia la forma republicana de
gobierno y rechaza las tendencias
monárquicas; b ) el federalismo,
como expresión del sentimiento
nacional, y c) el surgim iento de
las provincias, que se erigen en
entidades autónomas y dictan sus
propias constituciones.
LOS CAUDILLOS DEL LITORAL
FRENTE AL G O B IERN O
DE BUENOS AIRES
López y Ram írez
Ya nos hemos referido a la ac­
titud rebelde de las provincias a
poco de ocupar el gobierno el D i­
rector Pueyrredón. La hostilidad
del interior — particularmente del
litoral— hacia las autoridades de
Buenos Aires se acrecentó durante
el mandato del citado Director.
En Santa Fe, el caudillo Esta­
nislao López ocupó el gobierno el
23 de julio de 1818 y en él perma­
neció durante veinte años, hasta su
muerte. A poco de ocupar el man­
do, debió enfrentar una invasión
de tropas enviadas por Pueyrre­
dón desde Buenos Aires, en com­
binación con efectivos cordobeses.
López defendió con energía su
provincia y aunque los directoriales ocuparon la capital — noviem ­
bre de 1818— debieron retirarse
al poco tiempo, ante la carencia
de víveres y la hostilidad de los
santafecinos.
Francisco Ram írez (1786-1821). Fue cono­
cido con el nombre de Supremo Entrerriano, aunque sus montoneros lo llam aban
Pancho Ram írez. La moderna crítica histó­
rica ha reivindicado su memoria y lo con­
sidera un demócrata federal. (Archivo General de la Nación.)
Estanislao López (1786-1838), el caudillo
santafecino que sostuvo la necesidad de
organizar el país sobre la base de una
constitución federal. Ha sido llam ado con
justicia "El patriarca de la federación".
(Archivo G e n e ral de la Nación.)
En Entre Ríos, el caudillo Fran­
cisco Ram írez también se opuso
con éxito a los intentos de ocupa­
ción efectuados por tropas porteñas. Apoyado por sus paisanos,
Ramírez derrotó a las fuerzas directoriales de M ontes de Oca a
orillas del arroyo Cevállos (25 de
noviembre de 1817). Otra colum­
na que avanzaba sobre la provin­
cia, a las órdenes de M arcos Bal­
carce, también fue rechazada en
el combate de Saucecito, el 25 de
marzo de 1818; estos éxitos con­
solidaron la posición de Ramírez
en Entre Ríos.
En Corrientes los acontecimien­
tos tampoco favorecieron la políti­
ca del gobierno de Buenos Aires.
U n intento por deponer al gober­
nador Juan Bautista M éndez tuvo
efímero éxito y a principios de
1819 fue repuésto en el cargo.
El arm isticio de San Lorenzo
E l curso desfavorable de los su­
cesos motivó que el Director Puey­
rredón decidiera atacar nuevamen­
te a la provincia de Santa Fe, para
lo cual solicitó la cooperación de
las tropas de San M artín y comu­
nicó a Belgrano — íjue se hallaba
en Tucumán— que marchase con
su ejército hacia el litoral. E l L i­
bertador mantuvo su actitud de no
participar en las luchas internas,
mientras que Belgrano se trasladó
al nuevo escenario de combate.
Las tropas de Buenos Aires fue­
ron puestas a las órdenes de Juan
José Viam onte, quien invadió a
Santa Fe, pero fue derrotado por
López y debió replegarse a Rosa­
rio (marzo de 1819).
Enterado el caudillo santafecino
del vasto plan preparado por Puey­
rredón y ante la posibilidad de
que San M artín llevase al litoral
su victorioso ejército de Chile, dis­
puso iniciar negociaciones de paz.
Belgrano se encontraba cerca de
Rosario cuando le fueron comuni­
cados estos deseos.
Las negociaciones se abrieron en
San Lorenzo el 12 de abril de 1819
y a su término se acordó el cese
de la lucha.
El armisticio dispuso que las fuer­
zas del Directorio debían abandonar
el territorio de Santa Fe y las que se
encontraban en Entre Ríos lo Harían
hasta San Nicolás. Por su parte, las
tropas provinciales debían retroceder
hasta el norte del rio Salado; en con­
secuencia, Belgrano acamparía en Cruz
Alta (Córdoba) y Viamonte en San
Nicolás.
El acuerdo debía comunicarse a Ra­
mírez para que éste enviase represen­
tantes a una reunión con el fin de
llegar a un arreglo definitivo.
El armisticio de San Lorenzo no
fue bien recibido por el gobierno
de Buenos Aires ni tampoco por
Artigas, quien lo consideró contra­
rio a la unidad de las provincias
que le eran adictas.
Directorio de Rondeau
La tregua entre los caudillos del
litoral y el gobierno central fue
de efímera duración, pues la hosti­
lidad volvió a manifestarse cuan­
do el 20 de abril fue sancionada
en Buenos Aires la “ Constitución
de 1819” .
Fatigado por tantas luchas y
presagiando males mayores, Puey­
rredón — terminado su período gu­
bernativo— presentó sin tardanza
su renuncia; ante la negativa del
Congreso, insistió en su actitud
dos veces, hasta que le fue acep­
tada la dimisión el 11 de junio.
Lo reemplazó en el' cargo de D i­
rector Supremo — con carácter in ­
terino— el general Rondeau.
El cambio de gobierno no alteró
la anterior política de conciliación
hacia los portugueses, que era uno
de los motivos de los conflictos
con Artigas y los caudillos del
litoral.
ladó a Cuyo y allí fracasó en sus in­
tentos de imponer su autoridad sobre
San Martín, gobernador de esa pro­
vincia. Despechado, viajó a Buenos A i­
res y se presentó quejoso ante el Di­
rector Alvear, con quien mantenía
amistad.
Más tarde, Carrera partió hacia Es­
tados Unidos donde equipó una escua­
dra que trajo de regreso a Buenos A i­
res, con ánimo de dirigirse a Chile para
luchar contra los realistas. En esos
momentos, Pueyrredón ocupaba el Di­
rectorio y para evitarle conflictos a
San Martín — que había iniciado vic­
torioso su campaña— apresó a Carrera.
Cuando después de Chacabuco el L i­
bertador llegó a Buenos Aires, en gesto
desinteresado entrevistó al caudillo chi­
leno en la cárcel y le prometió la li­
bertad, pero el último se negó a aceptar
cualquier conciliación.
Carrera logró escapar a Montevideo
y desde allí preparó el futuro regreso
a su patria, por medio de un plan
ofensivo contra los realistas; para ul­
timar los detalles, envió a Mendoza a
sus hermanos Juan José y Luis, pero
éstos fueron apresados y fusilados en
dicha provincia.
Varios expatriados chilenos en Mon­
tevideo contaron a Carrera el trágico
fin de sus hermanos y entonces, fuera
de sí, golpeó la pared con ambos puños
y gritó: “Basta de lágrimas, los ven­
garé o perderé la vida.”
A partir de ese momento, una insa­
ciable sed de venganza guió los actos
del caudillo chileno, quien contó para
estos fines con la colaboración de su
hermana Javiera Carrera de Díaz Valdés.
Con tal de perjudicar al gobierno de
Buenos Aires, se proclamó adicto de
Artigas, aunque éste siempre descon­
fió de la sinceridad de sus declaracio­
nes. Dedicóse también a imprimir pan­
fletos censurando la política del Di­
rectorio, hojas que eran leídas en el
litoral. Luego Carrera pasó a Entre
Ríos junto con Carlos de Alvear y am­
bos ofrecieron sus servicios a Francisco
Ramírez, quien se preparaba para ini­
ciar una ofensiva sobre Buenos Aires.
La insidia de José M ig u e l Ca­
rrera atizó el descontento de los
caudillos del litoral hacia Buenos
Aires, tarea en la que también co­
laboró el general Carlos M aría de
Alvear.
A mediados de octubre, atrave­
saba la provincia de Santa Fe una
caravana de carretas, en la que
viajaban el general Marcos Bal­
carce y el doctor M ariano Serra­
no x; un contingente que respon­
día a las órdenes de Estanislao
López tomó prisioneros a los co­
misionados y los condujo a Santa
Fe. Desde ese momento, López
— acompañado por Ramírez y Ca­
rrera— inició nuevamente la gue­
rra contra el gobierno de Buenos
Aires y en consecuencia quedó
anulado el armisticio de San Lo­
renzo.
Rondeau debía afrontar una crítica
situación en casi todo el país. Tucumán
se había declarado “ República Indepen­
diente” , bajo las órdenes de Bernabé
Aráoz, quien, a su vez, controlaba San­
tiago del Estero y Catamarca. El lito­
ral, Córdoba y La Rioja tampoco obe­
decían al gobierno nacional.
Rondeau no podía contar con la ayu­
da de San Martín, quien preparaba su
expedición al Perú. Para .complicar la
situación, el Regimiento número uno de
Los Andes, que el Libertador había
enviado como auxilio, se sublevó al lle­
gar a San Juan, depuso al gobernador
y creó una provincia autónoma.
En el aspecto exterior, la situación
tampoco era favorable. Los portugueses
llegaban al término de su victoriosa
Actitud de José M iguel C arre ra
Sabemos que después de Rancagua
el chileno José Miguel Carrera se tras­
1 E l
g en era l M arco s
B a lc a r c e
se d ir ig ía
a C u yo , p ara
a p res u ra r la
a S a n M a r t ín , y e l d o c to r S e r ra n o v ia ja b a r u m b o a T u c u m á n e n m is ió n
e n c o m e n d a d a p o r e l D ir e c to r io .
ayuda
s o lic ita d a
p o lít ic a , ta m b ié n
289
El general José Rondeau, vencido por
los caudillos en la batalla de Cepeda.
Fue el último Director Supremo, por
cuanto su renuncia marcó el fin del
gobierno centralista de Buenos Aires.
tación revolucionaria que Carrera
y A lvea r habían provocado va­
liéndose de López y Ram írez” x.
Sublevación de Arequito
De acuerdo con órdenes del D i­
rectorio, el general Fernández de
la Cruz al frente del Ejército au­
xiliar del norte avanzó hasta Cór­
doba y desde a llí — a mediados de
diciembre de 1819— continuó su
marcha en dirección a la provin­
cia de Buenos Aires, donde debía
reunirse con otras fuerzas.
campaña en la Banda Oriental y desde
Cádiz se anunciaba el envío de una
expedición española al Río de la Plata.
El levantamiento del litoral -— y
de las provincias del interior—
contra Buenos Aires obedecía a
motivos fundamentales y ocasiona­
les. Entre los primeros pueden ci­
tarse la acusación al gobierno cen­
tral de pretender “ entregar el país
a príncipes extranjeros” contra­
riando el anhelo republicano de
la mayoría y de promulgar una
Constitución que desconocía las
autonomías provinciales. Las cau­
sas ocasionales residían “ en la ma­
la política de avenimiento que
Buenos Aires había usado con
Santa Fe y Entre Ríos y la agí290
A l pisar la jurisdicción de San­
ta Fe, en la posta de A requ ito (so­
bre la margen derecha del río
Carcarañá), una parte de estas
tropas se sublevó en la noche del
7 al 8 de febrero de 1820. Los
cabecillas del movimiento fueron
el general Juan Bautista Bustos,
secundado por el coronel A lejan­
dro Heredia y el comandante José
M a ría Paz, quienes manifestaron
su firm e resolución de no partici­
par en la guerra civil.
Pocas horas después y ante la im ­
posibilidad de someter a las fuer­
zas sublevadas, Cruz capituló con
Bustos, quien — desde ese momen­
to dueño del ejército— retrocedió
hasta Córdoba, no sin antes recha­
zar proposiciones de los caudillos
del litoral para que esas tropas
fueran empleadas contra los efec­
tivos de Buenos Aires.
1 R ic a r d o
A r g e n tin a ” .
Leven e:
“ L e c c io n e s
de
H is to r ia
Cuando Bustos llegó a Córdoba
se hizo nombrar gobernador, ac­
titud que fue imitada por otros
jefes: Juan F elip e Ibarra, en San­
tiago del Estero; Dupuy, en San
Luis, y Barrenechea, en La Rioja.
BATALLA DE CEPED A
Para cerrar el paso hacia Buenos
Aires a los montoneros, Rondeau
se concentró con tropas de línea
y milicias en Luján, mientras los
caudillos del litoral hacían lo
mismo con sus efectivos en Santa
Fe, en las inmediaciones del A rro­
yo del Medio.
Mientras tanto, el Congreso
— que continuaba reunido en Bue­
nos Aires—- resolvió nombrar “ D i­
rector substituto” a Juan Pedro
A guirre, alcalde de prim er voto y
principal funcionario del Cabildo
porteño.
Para adelantarse a los invasores,
el general Rondeau avanzó hasta
San Nicolás, donde se unió con los
efectivos de Balcarce, y desde allí,
al frente de unos 2.000 hombres,
marchó hasta la Cañada de Cepe-
da. En esa región libró combate
contra el grueso de las fuerzas fe­
derales — unos 1.500 hombres— el
1 de febrero de 1820.
El general Rondeau contaba con un
ejército bastante poderoso, cuya caba­
llería dirigió personalmente, mientras
confió la infantería y la artillería al
general Juan Ramón Balcarce.
Las tropas federales estaban forma­
das por los milicianos de Santa Fe, a
las órdenes de López, una división de
correntinos e indios guaraníes dirigidos
por Campbell, un contingente de entrerrianos de Ramírez y los emigrados
chilenos, de José M iguel Carrera.
Las fuerzas de Ramírez y Ca­
rrera atacaron a los efectivos de
Ralcarce, mientras López y Camp­
bell embestían a la caballería de
Rondeau, la que retrocedió casi sin
combatir, en medio de gran con­
fusión.
La batalla duró escasamente
diez minutos, a cUyo término las
tropas directoriales se desbanda­
ron, salvando el prestigio m ilitar
de Buenos Aires el general Bal­
carce, quien después de enérgica
resistencia pudo reorganizar sus
efectivos, rechazó dignamente una
intimación de rendirse y consiguió
llegar a San Nicolás al frente de
unos 900 hombres.
Los caudillos, en lugar de em­
prender nueva lucha contra Bal­
carce, optaron por marchar direc­
tamente hacia la capital.
CAÍDA DEL DIRECTORIO.
DISOLUCIÓN DEL CONGRESO
La derrota de las fuerzas direc­
toriales en Cepeda produjo pánico
en Buenos Aires, por cuanto los
habitantes temían el saqueo de la
ciudad por parte de los vencedores.
Con gran energía, el Director
substituto Agu irre convocó al pue­
blo para la defensa y confió el
mando m ilitar al general Soler,
quien concentró sus efectivos en
Puente de Márquez, a siete leguas
de Buenos Aires.
Los caudillos triunfantes prefi­
rieron iniciar negociaciones pací­
ficas. Ramírez y López enviaron
sendas notas al Cabildo porteño
(desconocían cualquiera otra au­
toridad) en las que, a modo de u l­
timátum, ordenaban la destitución
del Director Supremo, la supresión
del Congreso y la adopción del
sistema federal.
A u n q u e a lg u n o s c a u d i l l o s
d isp u sie ro n d e e jército s re ­
g u la r e s y d is c ip lin a d o s, la
m ayo r p a rte de sus efecti­
vos se c o n o c ía n con el nom ­
b re d e " m o n to n e ra s" , es
d e cir, d e con jun tos d e jin e ­
tes — m ontones— q u e e m b es­
t ía a l ene m ig o con a u d a c ia ,
p ero sin o rd e n ni p la n p re ­
co n ceb id o .
El g r a b a d o re p ro d u c e una
a c u a r e la d e l p in tor C a r lo s
E n riq u e P e lle g rin i, titu la d o
''La m o n to n e ra ".
Ramírez exigió que se publicaran las
actas secretas del Congreso, en las cua­
les constaba el proyecto de establecer
una monarquía en el Río de la Plata,
entregando la corona al príncipe De
Luca, perteneciente a la Casa de Rorbón.
Soler también apoyó lo dispuesto
por los caudillos; en consecuencia,
volvió las armas contra el gobierno
nacional.
El 11 de febrero de 1820, el D i­
rector Rondeau y el Congreso ce­
dieron a la intim ación; las auto­
ridades nacionales habían cesado.
E l Ayuntamiento se hizo cargo del
poder con el nombre de “ Cabildo
gobernador” , en ejercicio de la
autoridad, hasta que fuera desig­
nado un mandatario para la ciu­
dad y la provincia de Buenos
Aires.
Sarratea es elegido gobernador
E l Cabildo había asumido el
mando de la ciudad y de la pro­
vincia de Buenos Aires, pero Ra­
m írez manifestó que sólo trataría
con un gobierno elegido por el
pueblo, opinión que también com­
partía Estanislao López.
La actitud de los caudillos de­
terminó que el 16 de febrero se
reuniera un Cabildo abierto, con
la asistencia de 182 ciudadanos, a
fin de elegir un gobierno “ fine
siendo la obra de un acto libre,
reuniese en sí solo, toda la confian­
za pública” .
Cada ciudadano votó por dos
personas y las doce que obtuvie­
ron mayoría de sufragios pasaron
a integrar la Junta de Represen­
tantes que en su primera sesión
— madrugada del día 17— eligió
gobernador de Buenos Aires al ex
triunviro y agente diplomático
M anuel de Sarratea. Éste ejercería
el cargo en forma provisional, has­
ta tanto se conociera la opinión de
la campaña, en gran parte ocu­
pada por los ejércitos federales.
De tal manera, la provincia de
Buenos Aires quedó constituida
con un cuerpo legislativo de ori­
gen popular — la Junta de Repre­
sentantes— y un gobernador — o
Poder Ejecutivo— elegido por su­
fragio indirecto.
El mismo día 17, Soler se en­
trevistó en Luján con Ramírez y
obtuvo del caudillo un armisticio
de tres días, en cuyo transcurso
debían eliminarse de los empleos
administrativos a todos los que
habían pertenecido al gobierno de­
rrocado. Debido a esto, fueron
reemplazados los miembros del
Cabildo.
293
EL T R A T A D O
DEL P ILA R
Sarratea asumió el mando el 17
de febrero, pero de inmediato par­
tió hacia Pilar, donde debía reu­
nirse con los caudillos del litoral,
a fin de acordar un tratado de paz.
E l 23 de febrero de 1820, en la
capilla del Pila r, Sarratea firm ó
con López y Ramírez un tratado,
por el cual los gobernadores de
Buenos Aires, Santa Fe y Entre
Ríos se obligaban a organizar el
país bajo el sistema republicano
federal, sometiendo la resolución
definitiva a un congreso a reunirse
en el término de sesenta días, en
el convento de San Lorenzo (San­
ta Fe).
Aunque el pacto trataba la am­
nistía, una de sus cláusulas orde­
naba el enjuiciamiento de los di­
rectores supremos y congresales
que habían formado parte del go­
bierno derrocado.
El Tratado del P ila r fue ratifi­
cado por la Junta de Representan­
tes de Buenos Aires el 24 de fe­
brero.
El pacto consta de doce artículos.
El artículo l 9 afirma que las partes
contratantes —Buenos Aires, Entre
Ríos y Santa Fe— se pronuncian en
favor del sistema federal e invitan a
las demás provincias a un congreso a
reunirse en San Lorenzo, para organi­
zar definitivamente el país.
El artículo 29 establece que desde el
mismo día de la firma del pacto cesa­
rán las hostilidades y los ejércitos de
Entre Ríos y Santa Fe se retirarán a
sus respectivas provincias.
El artículo 3V dispone la alianza co­
mún de las provincias signatarias para
enfrentar la agresión portuguesa.
El artículo 49 decreta la libre na­
vegación de los ríos, en razón de que
el puerto de Buenos Aires cobraba de­
rechos aduaneros y fiscalizaba todo el
tráfico fluvial.
El artículo 59 concedía amnistía a los
ciudadanos expatriados por causas po­
líticas, quienes recobrarían el goce de
todos sus derechos.
El artículo 69 se ocupa de los lím i­
tes interprovinciales y el artículo 79
ordena abrir proceso a los miembros del
Directorio y del Congreso “ por com­
prometer la libertad de la Nación, con
En el g r a b a d o pod em os o b s e rv a r p a rte d e l texto - h a s t a el a rtic u lo 4 9 - d e l T ra ta d o d e l
P ila r. El docu m en to se in ic ia en esta fo rm a: " C o n v e n c ió n h e ch a y c o n clu id a entre los g o b e r­
n a d o re s Don M a n u e l d e S a r r a t e a de la p ro v in cia d e B uenos A ire s , Don F ran cisco R a m íre z
de la d e Entre R íos, Don E sta n isla o Ló p ez d e la d e S a n t a Fe el d ía v ein te y tres d e
fe b re ro d s l an o d e l S .ñ o r mil ocho cien to s v e in te , con el fin d e te rm in a r la g u e rra
s u s c i t a d a .. .
°
otros excesos de enorme magnitud” .
Motivaba esta cláusula las misiones
diplomáticas al extranjero, tendientes
a coronar ’in príncipe europeo en el
Río de la Plata.
El artículo 8f dispone que Buenos
Aires no podrá impedir el paso de
armas y municiones a las provincias
federales.
El artículo 99 ordenaba la libertad
de los prisioneros de guerra.
El artículo 109 establece que el pacto
sería comunicado a Artigas y que la
incorporación de la Banda Oriental a
las demás provincias federales “ se mi­
raría como un dichoso acontecimiento .
Los artículos l l 9 y 129 daban nor­
mas para el retiro de los ejércitos y
fijaban un plazo de dos días para que
el pacto fuera ratificado por la Junta
de Representantes de Buenos Aires.
En virtud del artículo tercero y de
un pacto secreto que no se dio a co­
nocer para no alarmar al gobierno
portugués, Sarratea entregó armas y
vestuario al ejército federal. El histo­
riador Ricardo Levene ha demostrado
categóricamente la existencia de un
acuerdo secreto.
El Tratado de P ila r es el primer
pacto in t e T p r o v in c ia l que reconoce
el sistema federal de g o b ie r n o y
dio origen a una importante re­
forma institucional en nuestra his­
t o r ia . De su lectura se deducen
claramente los anhelos por organi­
zar todas las provincias en una so­
la nación s o b r e el principió de la
nacionalidad.
Artigas sólo era reconocido como
“ Capitán General de la Banda
Oriental” pero no en carácter de
“ Protector de los Pueblos Libres” ;
en consecuencia — por obra de Ra­
mírez—- era despojado de toda au­
toridad sobre las provincias de En­
tre Ríos y Santa Fe. Si bien el
caudillo oriental era invitado a
incorporarse a la alianza, se lo
desconocía como árbitro y sólo lle ­
garía a su poder una copia de lo
ya resuelto.
Gobierno de Sarratea
De conformidad con lo dispues­
to en el Tratado del Pilar, Sarra­
tea ordenó la entrega de armas,
municiones y dinero a Ramírez;
esta actitud y el castigo a que se­
rían sometidos los miembros del
gobierno
denocado
provocaron
desagrado entre los integrantes del
partido directorial. Estos últimos
recibieron calurosamente a Balcar­
ce, cuando regresó a Buenos Aires
luego de su valeroso comporta­
miento en Cepeda.
E l 6 de marzo, los descontentos
con el gobierno — atizados por un
grupo de jóvenes— se reunieron
en la Plaza de la Victoria, mani­
festando sus ideas centralistas y
antifederales. Presentaron un es­
crito al Ayuntamiento por el cual
exigían la destitución de Sarratea.
Reunido inmediatamente un Ca­
bildo abierto, el gobernador fue
destituido y en su reemplazo eli­
gió interinamente a Juan Ramón
Balcarce.
Sarratea se retiró a P ila r y des­
de allí reclamó la obediencia que
le era debida, pero como la reso­
lución del Cabildo no fue m odifi­
cada, recurrió a los elementos que
le eran adictos. De tal manera So­
ler salió de Buenos Aires con sus
tropas, y los caudillos López y Ra­
mírez avanzaron hasta los subur­
bios de la ciudad; el último ame­
nazó con desatar nuevamente la
guerra civil si Sarratea no era reco­
nocido como legítim o gobernador.
A l día siguiente, Sarratea dio a
conocer un decreto en que orde­
naba iniciar un proceso de alta
295
El día de los tres gobernadores
Ramos M ejía, hasta entonces sin
mayor actuación, gobernó escaso
tiempo: desde el 2 de mayo hasta
el 23 de junio. Adicto al partido
directorial derrotado, dio curso a
una disposición de la Junta por la
cual eran absueltos algunos de los
ciudadanos sometidos a proceso.
Aceptó también el cargo de Capi­
tán General de la provincia, es
decir, el mando supremo de las
fuerzas militares, en perjuicio de
Soler, quien lo ejercía con el apoyo
del ejército.
traición a los miembros del Con­
greso y del Directorio. Figuras de
prestigio se vieron afectadas por
esa medida, aunque más tarde los
acusados fueron absueltos.
En medio de hondo malestar
político se realizaron las elecciones
para elegir la nueva Junta de Re­
presentantes, cuyo resultado fue
desfavorable para Sarratea, por
cuanto el organismo quedó inte­
grado con hombres pertenecientes
al partido directorial, de ideas cen­
tralistas y monárquicas.
Sarratea presentó la renuncia de
su cargo, la que fue aceptada; en
su reemplazo, la Junta de Repre­
sentantes eligió a su presidente I l ­
defonso Ramos M e jía gobernador
interino de la provincia de Buenos
Aires, hasta tanto se designase un
gobernador propietario.
296
El 15 de mayo, la Junta de Repre­
sentantes eligió a Matías Patrón di­
putado por Buenos Aires ante el con­
greso a realizarse en San Lorenzo.
El 27 de ese mes, llegaron oficios
de los caudillos de Santa Fe y Entre
Bíos, según los cuales esas provincias
no reconocían a Ramos Mejía en su
carácter de gobernador. El problema
económico — la capital absorbía el co­
mercio— motivaba una creciente hos­
tilidad por parte de los caudillos del
litoral.
El 16 de junio, los jefes y ofi­
ciales del ejército, invocando “ la
voluntad general de la campaña”
repusieron a Soler en el cargo de
Capitán General y obtuvieron que
el Cabildo de Luján lo reconociera
como gobernador.
Soler comunicó lo resuelto a la
Junta de Representantes de Bue­
nos Aires, para que ésta lo hiciese
reconocer en toda la provincia.
Ramos M ejía presentó la renuncia
de su cargo, pero la Junta, sin
aceptarla, le ordenó que entre­
gase el bastón de mando al Ca­
bildo y al mismo tiempo comuni­
caba a Soler que podía penetrar
en la ciudad sin dificultades.
E l 20 de junio de 1820 desem' peñaban el gobierno de la provin­
cia Ildefonso Ramos M ejía, el ge­
neral Soler y el Cabildo; ese día se
conoce en nuestra historia como
“ el día de los tres gobernadores” .
En ese momento en que se agudi­
zaba la crisis política, fallecía en
Buenos Aires una de las glorias
más puyas de la argentinidad: el
general M a n u el Belgrano.
i
t
Gobierno de Soler
E l general Soler estuvo al frente
de la provincia de Buenos Aires
escaso tiempo, del 23 al 28 de ju­
nio. Cuando arribó a la capital fue
reconocido como gobernador, pero
al día siguiente ■
— 24 de junio— •
dejó en su reemplazo a M anuel
D o rrego 1 y se dirigió a Luján,
donde estableció su cuartel, para
enfrentar a los caudillos López,
A lvea r y Carrera, quienes avan­
zaban nuevamente sobre la pro­
vincia de Buenos Aires.
El 28 de junio, las tropas de
Soler y de López chocaron en la
Cañada de la Cruz y los efectivos
del primero fueron arrollados y
sufrieron grandes pérdidas.
Soler comunicó su fracaso al
Cabildo y huyó a la Colonia, en
la Banda Oriental.
Gobierno de Dorrego
Después de su triunfo, López
convocó el 1 de julio a los repre­
sentantes de los pueblos de la cam­
paña, los que se reunieron en la
villa de Luján y eligieron gober­
nador a Alvear.
El Cabildo de Buenos Aires des­
conoció lo resuelto y el 4 de julio
la Junta de Representantes designó
a Dorrego gobernador interino con
jurisdicción sobre la ciudad.
Buenos Aires inició gestiones
conciliatorias para que la campaña
revocase el nombramiento de A l ­
vear, por cuanto Estanislao López
no podía erigirse en dueño de la
soberanía de la provincia, pero las
tratativas fracasaron debido a la
intransigencia demostrada por el
caudillo santafecino.
1 Dorrego regresaba del destierro a que había sido condenado por Pueyrredón. Políticamente estaba definido contra la monarquía y desde ese momento lucharía por las ideas
republicanas y federales, hasta su trágico fin en Navarro.
297
Como no quedaba otra solución
que la guerra, Dorrego se dedicó a
organizar la defensa de la ciudad.
Contó con la colaboración de M a r­
tín Rodríguez y del joven hacen­
dado Juan M an u el de Rosas; el
primero fue designado jefe de las
m ilicias del sur, y el segundo se
encargó de reunir y equipar esos
efectivos, que tuvieron destacada
actuación en los sucesos de la
época.
Iniciada la lucha, López, A lvear
y Carrera sitiaron a Buenos Aires,
pero la enérgica defensa hizo fra­
casar los intentos por ocupar la
ciudad.
A lvear y Carrera decidieron
acampar en San Nicolás, pues el
primero no quería alejarse dema­
siado de Buenos Aires, temeroso de
perder sus derechos sobre el go­
bierno. Dorrego dirigió sus fuerzas
hacia aquella zona, y el 1 de agos­
to venció completamente a los dos
caudillos. Por su parte, López tam­
bién fue derrotado por Dorrego al
norte del arroyo Pavón (12 de
agosto de 1820).
298
Alentado por los triunfos, Do­
rrego se internó en territorio santafecino para proseguir la lucha,
a pesar de que el general M artín
Rodríguez y el comandante Juan
M anuel de Rosas licenciaron a sus
tropas, pues deseaban firm ar la
paz. Con escasas fuerzas, Dorrego
fue atacado y vencido por López
en Gam onal, el 2 de setiembre.
El caudillo santafecino comuni­
có al Cabildo de Buenos Aires que
estaba dispuesto a poner fin a la
lucha, siempre que Dorrego fuese
eliminado del gobierno.
M artín Rodríguez, gobernador
de la provincia de Buenos A ires
Dorrego dispuso convocar a los
habitantes de la provincia de Bue­
nos Aires a fines de agosto, para
constituir una Junta de Represen­
tantes, la cual debía nombrar un
gobernador. E l propio Dorrego era
candidato, pero lo combatían los
jóvenes pertenecientes al partido
directorial.
Realizadas las elecciones, la ci­
tada Junta nombró a M a rtín Ro­
dríguez gobernador de la provin­
cia de Buenos Aires (26 de se­
tiem bre).
La facción federal, que deseaba
ubicar en el gobierno a Dorrego,
se sublevó el 1 de octubre a las
órdenes del doctor José A grelo con
las tropas de la guarnición que
mandaba el coronel Pagóla. Des­
pués de sangriento combate, los
amotinados — al grito de ¡abajo los
directoriales!— ocuparon el Fuer-
te y se adueñaron de la ciudad.
Casi en el acto convocaron a un
Cabildo abierto en el templo de
San Ignacio, para proceder a ele­
g ir un nuevo gobernador.
Por su parte, M artín Rodríguez
— que se había alejado de Buenos
Aires— avanzó sobre la ciudad con
la protección de Juan M anuel de
Rosas, quien marchaba al frente
de su regimiento N " 5, llamado Los
Colorados del M onte, que había
equipado a su costa.
Para firmar la paz con Buenos Aires,
el caudillo López había exigido que
Dorrego fuese eliminado del gobierno.
Rosas, que deseaba el fin de la lucha
con Santa Fe y a su vez obediente a
las autoridades constituidas, brindó su
apoyo a Rodríguez, .a pesar de que éste
pertenecía al partido directorial o uni­
tario.
Cuando en el Cabildo abierto se
proponía el nombramiento de Do­
rrego, entraron en la ciudad los
colorados de Rosas, a quienes se­
guía el general Rodríguez.
La Junta de Representantes se
reunió nuevamente y entonces ra­
tificó — el 5 de octubre—- la elec­
ción de M artín Rodríguez; al día
siguiente, otorgó al gobernador,
por el lapso de tres meses, faculta­
des extraordinarias.
A las órdenes de Pagóla, los in ­
surrectos no aceptaron lo dispues­
to, pero fueron atacados y venci­
dos por las tropas de Rosas.
Mientras tanto, Dorrego había
avanzado con su ejército hasta Lu ­
ján, donde — enterado de lo ocu­
rrido-— depuso sus ambiciones al
mando y aceptó a Rodríguez como
gobernador de la provincia; no
obstante, rehusó ponerse a sus ór­
denes.
El Tratado de Benegas
La paz entre Buenos Aires y
Santa Fe se concertó el 24 de no-
viem bre de 1820 en la estancia
de Tiburcio Benegas, situada en
los limites de ambas provincias,
en las márgenes del Arroyo del
M edio. Acudieron representantes
de los dos gobiernos y — en carác­
ter de mediadores amigables—- lo
hicieron comisionados por Córdo­
ba. E l gobernador de esta última
provincia, Juan Bautista Bustos, y
también Rosas, intercedieron favo­
rablemente ante López para apre­
surar las negociaciones.
E l Trotado de Benegas — así
llamado por lo ya expuesto— cons­
ta de siete artículos y aunque na­
da resolvió con respecto a la forma
de gobierno, merece destacarse lo
dispuesto por el artículo segundo,
que ordenaba reunir, en el térm i­
no de dos meses, un congreso ge­
neral en Córdoba; otras cláusulas
disponían el fin de la guerra entre
Buenos Aires y Santa Fe y la l i ­
bertad de los prisioneros.
Pero antes de concluir el trata­
do, el caudillo López exigió para
su provincia la entrega de 25.000
cabezas de ganado para distribuir­
las entre los pobladores afectados
por la lucha. Rodríguez se negó a
aceptar esta condición.
La dificultad fue salvada por
Rosas, quien se comprometió par­
ticularmente a entregar esa in ­
demnización a Santa Fe.
Rosas pudo cumplir con el compro­
miso después de vencer numerosas di­
ficultades. Las 25.000 cabezas de ga­
nado debían ser trasladadas hasta el
Arroyo del Medio. En aquella época
representaban 120.000 pesos de plata.
El número de animales entregados
se elevó a 30.146, es decir con un ex­
ceso de 5.146 sobre lo tratado, así lo
dejó escrito el gobernador de Santa Fe
al pie de la obligación contraída por
Rosas: “ Queda cancelado el presente
documento. . . con el exceso de 5.146
cabezas más . . ( 1 0 de abril de 1823).
E l Tratado de Benegas anuló lo
dispuesto en el de Pilar, referente
al congreso de San Lorenzo, a reu­
nirse ahora en Córdoba, y excluyó
de las negociaciones a Ramírez y
Carrera, lo que produjo la ruptura
entre estos últimos y López.
LAS LUCHAS
ENTRE LOS CAUDILLOS
Derrota d efinitiva de A rtig as
Vencido por los portugueses, A r­
tigas buscó refugio en Corrientes y
estableció su campamento en Curuzú-Cuatiá. A l enterarse de lo re­
suelto en el Tratado del Pila r — fir­
mado sin su consentimiento— in ­
crepó a Ramírez, acusándolo de
confabularse con los directoriales.
No tardó en estallar la guerra en­
tre ambos.
Artigas invadió con sus tropas
la provincia de Entre Ríos y ven­
ció con dificultades a Ramírez en
Las Guachas; el último debió re­
plegarse, pero en un nuevo en­
cuentro en Las Tunas derrotó al
caudillo oriental. Éste retrocedió
hasta el Rincón de Ábalos — pró­
ximo a Curuzú-Cuatiá— y a llí Ra­
mírez lo venció definitivamente,
el 29 de julio de 1820.
Perseguido hasta el norte de Co­
rrientes, Artigas cruzó la frontera
del Paraguay y buscó asilo en ese
país, donde — después de treinta
años de confinamiento— falleció
en 1850.
Predom inio de Ram írez
Alejado Artigas del escenario de
la lucha, Ramírez dominó a Entre
Ríos, Corrientes y Las Misiones.
No tardó en unir esos territorios
mesopotámicos en un solo Estado,
al que denominó “ República de
Entre Ríos” ; al asumir esta acti­
tud, no lo guiaba un propósito se­
paratista, sino que procuró fundar
una gran provincia, dentro de la
nacionalidad argentina. Ramírez
fue elegido jefe supremo de dicho
Estado.
Para extender los límites de su
hegemonía, el caudillo entrerriano dispuso reintegrar el Paraguay
al dominio argentino — que había
formado parte del virreinato— , di­
rigirse luego sobre Buenos Aires
y pasar finalmente a la Banda
Oriental para recuperar esa pro­
vincia ocupada por los portugueses.
Con estos propósitos, trató de ob­
tener el apoyo de Estanislao Ló­
pez, pero éste se negó, pues — por
el Tratado de Benegas— estaba
aliado con Rodríguez y Bustos,
gobernadores de Buenos Aires y
Córdoba, respectivamente.
No quedaba al “ supremo entrerriano” otro aliado que José M i­
guel Carrera, quien — con sus chi­
lenos— fue obligado por López a
abandonar la provincia de Santa
Fe. Con el propósito de llegar a
su tierra natal, realizó correrías
por la campaña bonaerense, para
luego asolar las provincias de Cór­
doba y San Luis.
Carrera pudo continuar su mar­
cha hacia Chile, pero decidió mar­
char hacia el litoral, ante un lla ­
mado de Ramírez, quien lo in vi­
taba a invadir Buenos Aires.
D esaparición de Ram írez
y de C arre ra
Ramírez tomó posiciones en la
margen oriental del Paraná, mien­
tras López y Rodríguez decidieron
enfrentarlo en un movimiento
combinado. E l caudillo entrerriano
hizo adelantar su vanguardia, con
la que tomó Coronda, y luego de
cruzar el río con el grueso de sus
efectivos invadió el territorio santafecino.
Ante la situación por que atra­
vesaba su provincia, López dispuso
iniciar una ofensiva y el 26 de
mayo de 1821 venció a Ramírez
en Coronda. E l caudillo entrerria­
no reorganizó parte de sus tropas
y se dirigió hacia Córdoba, donde
se reunió con Carrera; ambos mar­
charon contra Bustos, pero éste los
venció en Cruz A lta , en las proxi­
midades del río Tercero (16 de
junio).
Después de la derrota sufrida,
Ramírez y Carrera — enemista­
dos— decidieron separarse. E l pri­
mero se dirigió hacia el norte, pa­
ra buscar el camino de Entre Ríos,
a través de la provincia de Córdo­
ba, y el segundo, en dirección a
Chile, por Cuyo.
Francisco Bedoya, el gobernador
substituto de Córdoba, reforzado
con contingentes santafecinos, salió
en persecución del caudillo entrerriano, a quien alcanzó y venció
en San Francisco, cerca del rio
Seco. Ramírez logró escapar, pero
al enterarse de que su compañera
doña Delfina —-que vestida de ofi­
cial le acompañaba en sus cam­
pañas— había caído prisionera,
retrocedió para rescatarla y en
esas circunstancias recibió el cau­
dillo un balazo en el pecho, que
le ocasionó la muerte instantánea
(10 de julio de 1821) 1. Su desapa­
rición permitió que renaciera la
paz en el litoral.
Por su parte, Carrera se dirigió
hacia San Luis y derrotó a una
división que salió a combatirlo,
pero debido a la superioridad de
las fuerzas adversarias marchó a
Mendoza. A l entrar en esa provin­
cia sufrió una derrota en Punta
del M édano y fue apresado, debido
a la traición de un grupo de sus
hombres. En la plaza de esa ciu­
dad — donde habían caído ajusti­
ciados sus hermanos— el caudillo
chileno fue fusilado el 4 de se­
tiembre de 1821.
LAS A U TO N O M IA S
PROVIN CIALES
A partir del año 1819 las pro­
vincias se erigen en entidades au­
tónomas, y basadas en su espíritu
federalista dictan leyes orgánicas
que dan origen a un importante
proceso histórico de carácter cons­
titucional. Este período de forma­
ción del derecho provincial — que
Santa Fe
Como hemos visto, Estanislao
López asumió el gobierno de Santa
Fe en julio de 1818. Con el objeto
de organizar los poderes del Es­
tado y reconocer los derechos de
los habitantes hizo redactar — o
redactó como afirman otros histo­
riadores— el Estatuto Provisorio
que fue aprobado por el Cabildo
el 26 de agosto de 1819. De tal ma­
nera, Santa Fe fue la primera pro­
vincia que dictó una Constitución.
302
de
una
ja u la
de
Por su parte, Catamarca reunió un
Cabildo abierto el 25 de agosto de
1821, el que declaró anulados los
compromisos con Tucumán y pro­
clamó la autonomía de la provin­
cia. E l primer gobernador titular
del nuevo Estado autónomo fue
Nicolás Avellaneda y T u la 1', le
sucedió Eusebio Ruzo, durante cu­
yo período fue jurada — en julio de
1823— la primera Constitución
provincial.
Córdoba
Tucum án, Santiago del Estero
y C atam arca
En octubre de 1814, el Director
Posadas creó la Gobernación In ­
tendencia de Tucum án, integrada
por esta última provincia, Santia­
go del Estero y Catamarca. E l Ca­
bildo tucumano eligió al coronel
Bernabé Aráoz. prim er goberna­
dor intendente de la nueva provin­
cia. Éste resolvió organizar el vasto
territorio que gobernaba en una
provincia federal y entonces creó
— sin propósitos separatistas— la
“ República de Tucumán” .
En abril de 1820, Santiago del
Estero se declaró independiente de
Tucumán y se erigió en provincia
autónoma, designando gobernador
a Juan Felipe Ibarra. En 1826, fue
dictado el Reglamento P rovin cia l,
que luego sufrió modificaciones.
1 U n o f ic ia l s a n t a fe c in o o r d e n ó c o r ta r la c a b e z a d e l c a d á v e r d e R a m ír e z y e m b a ls a m a d a
la e n v ió c o m o t r o f e o a E s ta n is la o L ó p e z . É s te a d o r n ó c o n e lla la m e s a e n q u e f ir m a b a
su c o r r e s p o n d e n c ia y lu e g o la r e m it ió a l C a b i ld o d e S a n ta F e , e n c u y o b a lc ó n f u e e x h ib id a ,
d e n tro
Juan Felipe Ib a rra, elegido goberna­
dor de Santiago del Estero en abril
de 1820. Fue el primer m andatario
que actuó con ese título en dicha
provincia, por cuanto en esa época
Santiago del Estero se declaró autó­
noma de Tucumán. (Cuadro existente
en el Museo Histórico N acional.)
se extiende hasta 1825— ha per­
mitido afirm ar al historiador Ravignani que “ el año 20 no es pre­
cisamente un caos, sino un punto
de partida de fecunda acción cons­
titucional” .
En setiembre de 1816, Am brosio
Funes — partidario del centralismo
porteño— ocupó el gobierno de la
provincia de Córdoba. Luego llegó
al poder otro hombre de la misma
tendencia, M a n u e l A ntonio de
Castro, quien — como consecuencia
de la sublevación de Arequito—
debió renunciar y fue reemplaza­
do por José Javier D ía z; éste reu­
nió una Asamblea de representan­
tes e hizo proclamar la autonomía
de la provincia.
En marzo de 1820 se hizo elegir
gobernador Juan Bautista Bustos,
y el 30 de enero de 1821 dio a pu­
blicidad el “ Reglamento Proviso­
rio” , basado en el sistema federal.
Entre Ríos
Dijimos que después de derrotar
a Artigas, el caudillo Ramírez
consolidó su hegemonía sobre En­
1
F u e p a d re d e
e l p r e s id e n te
llaneda,
M arco M . Avellaneda
de
la
tre Ríos, Corrientes y Misiones, te­
rritorios que agrupó en un solo
Estado, a los que denominó “ Re­
pública de Entre Ríos” .
La muerte de Ramírez significó
el derrumbe de la efímera “ Re­
pública” . L e sucedió en el mando
de la provincia de Entre Ríos su
hermanastro Ricardo López Jor­
dán, quien a su vez fue depuesto
— en setiembre de 1821-— por una
revolución.
Ocupó el gobierno el coronel
Lucio M ansilla. Durante su man­
dato se reunió un Congreso en
Paraná que sancionó el primer
Estatuto Provisorio Constitucional
de Entre Ríos (4 de marzo de
1822).
Consta de 14 secciones. La primera
sección se ocupa de la “ Declaración del
Estado y forma de gobierno” y el ar­
tículo l 9 declara que Entre Ríos “ es
parle integrante de las Provincias Uni­
das del Río de la Plata” .
El Estatuto Provisorio Constitucio­
nal determina la división del Estado
en tres poderes y a través de sus dis­
tintas secciones se ocupa del Poder
Ejecutivo; atribuciones del gobierno;
(d e g o lla d o
en
M e tá n )
y
a b u e lo
de
Nicolás A ve­
R e p ú b lic a .
h ie r r o .
303
forma y elección de los diputados que
debían integrar un Congreso; sanción
de leyes y organización de la justicia.
También figuran acertadas disposi­
ciones referentes al sufragio universal,
a la ciudadanía y a los derechos de los
particulares.
E l Estatuto Provisorio de la pro­
vincia de Entre Ríos fue un ex­
celente cuerpo de leyes, de no­
toria superioridad sobre otros de
su época.
Corrientes
José Vedoya, el gobernador de
Corrientes, fue despojado del man­
do por Andresito Artigas, quien
repuso en el gobierno a Juan Bau­
tista M éndez, partidario del cau­
dillo oriental.
Más tarde, Ramírez — que ya
había vencido a Gervasio A rti­
gas— anexó la provincia a la “ Re­
pública de Entre Ríos” , pero al
desaparecer el primero Corrientes
recuperó su autonomía.
En setiembre de 1821 fue con­
vocado un Congreso General que
sancionó el Reglam ento Proviso­
rio Constitucional de la Provincia.
E l coronel José Fernández Blan-,
co fue el prim er gobernador cons­
titucional de Corrientes y en el
tiempo de su mando se sancionó
la Constitución P o lítica de la P ro­
vincia (24 de setiembre de 1824).
Le sucedió en el' gobierno Pedro
Ferré, hombre enérgico, capaz y
progresista.
M endoza, San Ju a n y S an Luis
En noviembre de 1813, el Triun­
virato creó la Intendencia de Cu­
yo, que comprendía las actuales
provincias de Mendoza, San Juan
y San Luis; la sede de las auto­
ridades fue la ciudad de Mendoza.
304
E l prim er gobernador intenden­
te fue Juan Florencio Terrada y
luego — en setiembre de 1814— el
general José de San Martín, quien
al cabo de dos años delegó el man­
do en T orib io Luzuriaga.
E l 9 de enero de 1820 se su­
blevó en San Juan el Batallón,
número uno de Cazadores de los
Andes y a consecuencia de esa
revolución Cuyo se dividió en tres
provincias autónomas.
En Mendoza, Luzuriaga debió
renunciar y fue reemplazado por
Tomás Godoy Cruz — amigo y
confidente de San M artín— •, quien
organizó el gobierno e hizo reu­
nir una Junta de Representantes.
En San Juan, también como con­
secuencia de la asonada, ocupó el
gobierno su cabecilla M ariano
M endizábál, durante cuyo manda­
to la provincia se declaró autóno­
ma.
Posteriormente asumió el
mando Salvador M a ría del C arril,
progresista gobernante que fomen­
tó la cultura, el comercio y las in ­
dustrias de la provincia. Redactó
la Carta de M ayo, que fue san­
cionada el 13 de julio de 1825.
Por su parte, San Luis se decla­
ró autónoma el 1 de marzo de
1820 e inmediatamente ocupó el
gobierno José Santos Ortiz.
Salta y Ju ju y
A partir de 1814, M a rtín M i ­
guel de Güemes fue el valeroso
caudillo que levantó al pueblo salteño para defender la frontera nor­
te de nuestro territorio del ataque
realista. Buen gobernante, dirigió
los destinos de su provincia sobre
las bases de la autonomía y del
respeto recíproco.
Después de su desaparición fue
convocada una Junta con repre­
sentantes de toda Salta; este orga­
El general M artín Rodríguez, bajo cu­
yo mandato —debido a sus hábiles
ministros— la provincia de Buenos Aires
inició un período de franco progreso.
G O BIERN O
DE MARTIN RO DRIGUEZ.
REFORMAS O R G Á N IC A S
B ernardino R iv ad av ia
y M anuel José G a rcía
nismo, con la dirección del dipu­
tado Facundo Zuviría , sancionó la
primera Constitución de la provin­
cia (9 de agosto de 1821).
El primer gobernador constitu­
cional fue A ntonio Fernández Cor­
nejo.
Por su parte, Jujuy participó
con Salta en la heroica “ guerra
gaucha” y siguió unida a esta úl­
tima provincia hasta el 18 de no­
viembre de 1834, en que se de­
claró autónoma.
La Rioja
En principio formaba parte de
la Intendencia de Córdoba del T u ­
cumán, y si bien en mayo de 1815
La Rioja declaró su autonomía,
por resolución del Congreso de T u ­
cumán volvió a su situación de
dependencia. Recién en enero de
1820 la provincia se desvinculó de
Córdoba y eligió prim er goberna­
dor propietario a Francisco O rtiz
Ocampo.
En marzo de 1823, llegó al po­
der el caudillo Juan Facundo Quiroga.
Sabemos que, después de la de­
rrota de Dorrego, la Junta de Re­
presentantes de Buenos Aires eligió
— el 26 de setiembre de 1820—•
gobernador de la provincia al ge­
neral M artín Rodríguez.
El nuevo mandatario no era un
estadista de relevantes condiciones,
pero sí un buen patriota, quien
— por tener un claro concepto de
las funciones de gobernante— su­
po elegir colaboradores a hombres
de probada competencia. Designó
a Bernardino Rivadavia ministro
de Gobierno y Relaciones Exterio­
res; a M an u el José García, de H a­
cienda, y al general Francisco de
la Cruz en la cartera de Guerra.
Asegurada la paz interna, este
gobierno se dedicó por tres años
— hasta 1824— a elevar el nivel
espiritual y material de la provin­
cia de Buenos Aires.
Rivadavia había regresado de su
misión diplomática después de
ocho años de permanencia en Eu­
ropa y desde ese momento consa­
gró sus esfuerzos a una labor de
reconstrucción, sobre la base de
principios liberales y progresistas;
en esta tarea contó con la aproba­
ción del gobernador Rodríguez,
quien delegó varias veces el man­
do, a fin de realizar frecuentes
expediciones contra los indios,
305
signarse las leyes y ordenanzas del
gobierno.
En materia edilicia, se trazaron
calles de mayor amplitud, se m e­
joraron los desagües, fue obligato­
ria la demarcación de ochavas en
las esquinas, etc.
quienes amenazaban la_ seguridad
de las frónteras.
Rivadavia tuvo un digno colabo­
rador en el doctor M anuel José
García, quien a su talento en ma­
teria económica unía un espíritu
organizador y metódico. Estos dos
hombres — particularmente Riva­
davia— inspiraron múltiples re­
formas orgánicas, las que para
mayor claridad pueden agruparse
en: políticas y administrativas;
económicas y financieras; m ilita­
res, eclesiásticas, educativas, cul­
turales y sociales.
Reform as políticas
y adm in istrativas
Con el objeto de otorgar a la
Junta de Representantes la jerar­
quía de un verdadero parlamento,
fue duplicado el número de sus
306
miembros, quienes serían elegidos
en forma directa por medio del
sufragio universal; los represen­
tantes sesionaban entre los meses
de mayo y agosto y se renovaban
por mitades anualmente.
Por ley del 20 de diciembre de
1821, cesó de funcionar en Buenos
Aires y en Luján la antigua ins­
titución del Cabildo, cuyas excesi­
vas atribuciones fueron repartidas
entre los tres poderes del estado.
Además se dictó la L ey de O lv i­
do, por la cual podían regresar al
país los expatriados por causas
políticas.
Fueron ratificados los anteriores
decretos sobre la seguridad indi­
vidual, inviolabilidad de la pro­
piedad y libertad de imprenta.
Para asegurar la paz y la unión
con las demás provincias, Buenos
Aires firm ó con Entre Ríos, San­
ta Fe y Corrientes el Tratado del
Cuadrilátero.
Debido a la supresión del Ca­
bildo, debieron reorganizarse las
tareas judiciales. La justicia ordi­
naria fue administrada por cinco
jueces de primera instancia, ina­
movibles en el desempeño de sus
funciones; también se creó la jus­
ticia de paz, con jurisdicción sobre
la ciudad y la campaña.
En agosto de 1821 fue creado el
A rch ivo General de la N ación y
se dispuso que una comisión de
tres miembros tuviese a su cargo
la recepción de los documentos ofi­
ciales. Tam bién se estableció el
Registro Oficial, donde debían con-
Reform as económ icas
y fin a n ciera s
De acuerdo con una ley del 20
de junio de 1822 se creó el Banco
de Descuentos, bajo la autoriza­
ción de un directorio o “ Junta Ge­
neral de Accionistas” . Este orga­
nismo de dominio particular, con­
trolado por el gobierno, se inició
con un capital de un m illón de
pesos fuertes, en acciones de m il
pesos; estaba autorizado para emi­
tir papel moneda.
E l gob iern o encargó en Londres la
im presión de billetes y la acuñación de
m onedas de cobre.
L a em isión de p ap el m oneda p ro ­
dujo inm ediatos beneficios, pues fa c ilitó
el com ercio y a g ilitó las transacciones.
Sin em bargo, la prosperidad fu e iluso­
ria, porque se abusó del recurso, a l
im p rim ir m a y o r cantidad que e l fondo
m etálico de respaldo, lo que o rigin ó un
m arcado desequilibrio económico.
Se instaló en el edificio del
Consulado la Bolsa M erca n til, ins­
titución destinada a transacciones
de carácter comercial; los aconte­
cimientos políticos posteriores y la
guerra con el Brasil produjeron la
desaparición de este organismo.
En agosto de 1822, la Junta de
Representantes autorizó por ley al
gobierno de la provincia para con­
tratar en Londres un empréstito
de cinco millones de pesos fuertes,
que se destinarían a la construc­
ción del puerto de Buenos Aires, a
la fundación de tres pueblos en la
costa sur y a instalar un servicio
de aguas corrientes y desagües en
la ciudad.
La operación fue acordada en
1824 y se negoció con la casa Baring Brothers, sobre un interés del
6 % . “ Obtenido el préstamo — es­
cribe el historiador P iccirilli— la
finalidad para la cual se contrajo
no fue cumplida y la oposición
encontró motivo para form ular se­
rios cargos al gobierno.” 1
A fin de garantizar el pago de
los intereses y amortizar la deuda,
debió ordenarse que las tierras pú­
blicas — fuente de recursos para
el gobierno— no podían ser ven­
didas ni donadas2. Para salvar la
dificultad y obtener de esas tierras
una renta, se aplicó a partir de
1822 el sistema de enfiteusis, por
la cual se las entregaba a particu­
lares por un plazo establecido, pe­
ro el gobierno se reservaba la pro­
piedad de dichas tierras. En 1826,
el procedimiento fue convertido en
l e y 3.
El 5 de marzo de 1823 se fundó
la Caja de Ahorros, a fin de esti-
1 Ricardo P iccirilli: “ Rivadavia” . Buenos Aires, 1952, pág. 298.
Los cinco millones de pesos fuertes equivalían a un m illón de libras esterlinas, de las
que sólo se recibieron 560.000 libras; a pesar de esto, el gobierno de la provincia quedó
endeudado por la totalidad del préstamo más los intereses correspondientes.
La deuda contraída pov la provincia de Buenos Aires más tarde pasó a la Nación; fue
saldada en 1905, después de pagar —a través de los años— cerca de ocho veces el val oí
del importe recibido.
2 Para proceder a la venta de las tierras públicas, el gobierno debía obtener permiso
de los acreedores hipotecarios.
8 La enfiteusis se estudia más adelante. Capítulo X I, pág. 327.
307
mular la economía de la pobla­
ción x.
E l gobierno siguió una política
de fomento inmigratorio y con es­
te propósito apoyó al inglés Barber
Beaumont, quien, al frente de una
compañía denominada Asociación
A grícola del R ío de la Plata, ad­
quirió tierras en la actual pobla­
ción de San Pedro y en la Calera
Barquín (Entre Ríos). En 1824 se
estableció una Comisión de In m i­
gración encargada de traer al país
artesanos contratados en Europa.
La reforma económica también
proyectó la explotación minera de
Famatina y aunque sé llegó a un
acuerdo con capitalistas ingleses
para crear la Sociedad de M inas
del Río de la Plata, varios incon­
venientes malograron la empresa.
Reform as m ilitares
♦
Después de la Revolución de
Mayo, los gobiernos patrios que se
sucedieron se preocuparon por con­
tar con un ejército disciplinado y
aguerrido, pero en la práctica
— con excepción del equipado por
San M artín— no siempre se cum­
plieron estos propósitos. Reclutados
apresuradamente, los oficiales ca­
recían de verdadera instrucción
m ilitar y una vez que se alejaban
de los ejércitos en campaña pre­
ferían participar en la agitada v i­
da política. En Buenos Aires se los
llamaba “ espadas ociosas” .
E l ministro de Guerra, general
Cruz, decidió reformar las fuerzas
armadas, para restablecer la dis­
ciplina, proteger y premiar a los
militares que habían participado
en las campañas de la Indepen­
dencia y dar a la provincia de
Buenos Aires un ejército que ga­
rantizase la seguridad y el orden.
La Junta de Representantes san­
cionó la L ey de Retiro y la L ey de
Prem io. La primera permitía de­
jar el servicio activo a los jefes y
oficiales en condiciones de hacer­
lo, con un sueldo mensual; en caso
contrario, podían optar — de acuer­
do con la segunda ley— a una su­
ma única que debían percibir en
el lapso de veinte años, en títu­
los de la deuda pública. Las viudas
y los huérfanos de militares serían
beneficiados con una pensión.
E l decreto fundamental de la re­
forma m ilitar se dio a conocer el
28 de febrero de 1822; luego se pu­
blicó la lista de unos 250 jefes
y oficiales que pasaban a situación
de retiro.
El gobierno de Rodríguez dispu­
so la formación de nuevos cuerpos:
el Regim iento del Orden, la L e­
gión Patricia, y el Regim iento de
Voluntarios de la Campaña. En
1822 se restableció el cuerpo de
Blandengues de la Frontera, des­
tinado a la conservación del orden
contra los ataques de los indios.
M erecieron especial cuidado el
vestuario y las armas que debían
u tilizar las nuevas unidades.
Reform as eclesiásticas
Como hemos visto, la Asamblea
del Año X I I I legisló en materia
religiosa y tomó medidas concer­
nientes al régimen eclesiástico. En
el gobierno de M artín Rodríguez,
y por inspiración de Rivadavia, se
1 No
d e b e c o n f u n d i r s e c o n la a c t u a l Caja Nacional de
d e l 6 d e o c tu b r e d e 1 9 1 4 y q u e c o m e n z ó a fu n c io n a r e l 5
d e la c a lle T a lc a h u a n o y V ia m o n te .
308
Ahorro Postal,
de
a b r il
de
cread a
1 9 15 en
p o r le y
e l lo c a l
continuó con esta orientación y así
fue sancionada la ley de Reforma
General del Orden Eclesiástico.
Fue abolido el fuero eclesiástico
o privilegio de los miembros de
la Iglesia para ser juzgados por
tribunales propios; desde ese mo­
mento, la ley los sometió a los jue­
ces civiles. Tam bién se suprimió el
diezmo o impuesto destinado al
sostenimiento del culto, que obli­
gó a las organizaciones eclesiásti­
cas a rendir cuentas de sus bienes
al Estado.
Se prohibió a los religiosos ha­
cer votos antes de los veinticinco
años y fue limitado en un má­
ximo de 30 y un mínimo de 16 el
número de sacerdotes de cada con­
vento.
Fueron suprimidas las congre­
gaciones de betlemitas, recoletos y
mercedarios, cuyos bienes muebles
e inmuebles pasaron a poder del
Estado. E l convento de la Recoleta
fue habilitado para cementerio del
Norte. También pasó a jurisdic­
ción del gobierno el Seminario
Conciliar, transformado en Cole­
gio N acional de Estudios Eclesiás­
ticos.
Aunque estas medidas contaron
con la aprobación de prestigiosos
sacerdotes — Funes, Zavaleta, V a ­
lentín Gómez, etc.— no tardaron
en despertar una tenaz oposición,
debido particularmente al espíritu
religioso de la época. Entre los
más decididos adversarios de la re­
forma merecen citarse fray Caye­
tano Rodríguez y fray Francisco
de Paula Castañeda; este último
bregó a través de su pluma pinto­
resca y polemista.
Castañeda combatió la reforma eclesiástica con tono destemplado y sin
escatimar medios de expresión. Fue ad-
El sacerdote Francisco de Paula C astañeda
se opuso en m ateria educativa a los avan ­
ces de las nuevas ¡deas. C uando Rivadavia
aplicó varias reformas eclesiásticas, lo com­
batió con la pluma sin escatim ar medios
de expresión. Esta prédica opositora le
ocasionó muchas dificultades.
versario de Rivadavia, de Juan Cruz
Varela y también de Artigas.
Mordaz e hiriente, Castañeda debió
enfrentar numerosas dificultades. En
setiembre de 1821, la Junta de Repre­
sentantes ordenó “ que se le prohíba
escribir por cuatro años y se reco­
miende al gobierno, para que aperci­
biéndole seria y formalmente, le separe
de esta ciudad a alguna distancia” .
Luego de un primer confinamiento
en Maipú (provincia de Buenos Aires),
el fraile polemista reincidió en su pré­
dica y entonces fue enviado a Pata­
gones.
E l m o t í n d e T a g l e . El partido
opositor a la reforma fue encabe­
zado por un jefe civil, el doctor
Gregorio Tagle. Después de engro­
sar sus filas con hombres de va­
riadas tendencias políticas, orga­
nizó un movimiento revolucio­
nario cuyos propósitos eran derro­
car al gobierno de Rodríguez.
En la madrugada del 20 de mar­
zo de 1823, los revolucionarios pe­
netraron en la Plaza de la Victo­
309
La sobm ne ceremo­
nia de la fundación
de la U n iv e r s id a d
de Buenos Aires, en
el interior de la igle­
sia de San Ignacio.
Se observa al go­
bernador M artín Ro­
dríguez y al ministro
Bernardino Rivada­
via rodeados de a l­
tas autoridades.
Detalle de utt fresco
del pintor G o nzález
Moreno existente en
la Facultad de De­
re ch o d e B u e n o s
Aires
ria a los gritos de “ ¡Viva la reli­
gión! ¡Mueran los herejes!”
Después de corta pero encar­
nizada lucha, la asonada políticoreligiosa fracasó y los complotados huyeron por las calles trans­
versales. Rivadavia encomendó a
Dorrego una batida por la cam­
paña próxima a Buenos Aires, pa­
ra apresar a los cabecillas. Aunque
T a gle fue aprehendido, Dorrego
■— en un rasgo de generosidad— le
permitió escapar a la Banda Orien­
tal x.
Reform as educativas,
culturales y sociales
Una de las mayores preocupa­
ciones de Rivadavia fue el desarro­
llo de la cultura popular y para
llevar a cabo este propósito deci­
dió elevar el caudal de conoci­
mientos, a través de un decidido
impulso en los tres ciclos de la
enseñanza.
F u n d a c ió n d e l a U n iv e r s id a d
d e B u e n o s A i r e s . Debido al em­
peño del presbítero Antonio Sáenz
y a la actividad del ministro R i­
vadavia, se concretó el anhelo de
dotar de una Universidad a Bue­
nos Aires.
El edicto de creación se firm ó el
9 de agosto de 1821 y la Universi­
dad se inauguró el 12 de agosto
en el templo de San Ignacio en
una lucida ceremonia a la que
asistieron las altas autoridades
eclesiásticas, militares y civiles.
Fue designado rector el presbítero
Antonio Sáenz, quien era el autor
del Reglamento Provisional U n i­
versitario.
La Universidad de Buenos A i­
res se dividió en Departamentos
Científicos (Facultades) dirigidos
por Prefectos; la reunión de los
últimos constituía el T rib u n a l L i ­
terario, cuyo Presidente era el Rec­
tor de la Universidad.
1 R iv a d a v ia
h a b ía
p u e s to p r e c io
a la
cab eza
de
lo s
je fe s
de
la
r e v u e lta
y
o fr e c ió
2 .0 0 0 p e s o s fu e r t e s p o r l a d e t e n c ió n d e T a g le . É s te fu e e n c o n tr a d o p o r D o r r e g o , q u ie n le
d ijo :
“ [V á y a s e , d o c to r , y
q u e D io s lo
a y u d e !”
E s in t e r e s a n te d e s t a c a r q u e T a g l e , e n
1 8 1 6 , h a b ía c o n d e n a d o a D o r r e g o a l d e s t ie r r o .
,
.
. .
N o t u v ie r o n ig u a l s u e rte o tro s r e v o lto s o s , q u ie n e s f u e r o n ju z g a d o s p o r la ju s tic ia o r d in a r ia
y c o n d e n a d o s a l a ú l t i m a p e n a , d e a c u e r d o c o n l e y e s e s p a ñ o la s y a a b o l i d a s p o r la s a s a m b le a s
r e v o lu c io n a r ia s . D e t a l m a n e r a
c a y e r o n fu s ila d o s B e n it o P e r a lt a , J o s é U r ie n y
F r a n c is c o
G a r c ía .
310
Los estudios comprendían seis
departamentos: 1) de Primeras
Letras, 2) de Estudios Preparato­
rios, 3) de Ciencias Exactas, 4) de
Medicina, 5) de Jurisprudencia, 6)
de Ciencias Sagradas.
Toda la enseñanza dependía de
la Universidad y el estudiante que­
daba subordinado a ella desde que
iniciaba su carrera, pues el De­
partamento de Primeras Letras in­
cluía las escuelas Primarias.
Prim er rector fue designado M i ­
guel Belgrano, vicerrector el pres­
bítero M a rtín Boneo y prefecto de
estudios José de la Peña.
El colegio era un internado, y
el gobierno se comprometió a cos­
tear los estudios de seis alumnos
por provincia, de acuerdo con “ be­
cas de gracia” ; los restantes debían
pagar 120 pesos fuertes anuales de
pensión. Era obligatorio el uso de
uniforme.
E l C o le g io d e C ie n c ia s M o r a ­
le s . Sabemos que en 1817 Pueyrre­
L a e n s e ñ a n z a p r i m a r i a . Una
reforma pedagógica de importan­
cia fue la aplicación en el país del
sistema educacional de Lancaster.
Diego Thompson, uno de los
miembros de la Sociedad Lancasteriana de Londres, llegó a Buenos
Aires a comienzos de octubre de
1818. Aunque en principio no ha­
lló buena disposición para el m é­
todo a aplicar, más tarde, en 1820,
recibió la autorización correspon­
diente.
dón transformó el Colegio de San
Carlos en el Colegio de la Unión
del Sur; en mayo de 1823, Riva­
davia refundió esta última casa de
estudios en el Colegio de Ciencias
Morales.
Este establecimiento de ense­
ñanza secundaria era similar al
anterior respecto de su sistema dis­
ciplinario y a su orientación, aun­
que permitía ingresar a jóvenes de
todo el país y su programa de es­
tudios se adaptó a la posterior ca­
rrera universitaria.
José Lancaster (1778-1838) no fue
en realidad el creador del método de
Aspecto que pres3ntaba el edificio d3 la Universidad de Buenos Aires a mediados del
siglo XIX. Junto con otros organismos culturales y del Estado, se h allab a ubicado ®n la
denom inada "M anzan a de las luces", lim itada por las actuales calles Perú, A lsin a, Bolívar
y Moreno.
enseñanza que lleva su nombre, pues
se limitó a modificar ligeramente el
sistema aplicado en la India por A n­
drés Bell. A su vez, el último perfec­
cionó la didéctica utilizada por misio­
neros protestantes, en las escuelas de
su creación.
E l sistema pedagógico sólo re­
quiere un maestro por escuela,
sin tener en cuenta el número
de alumnos que concurren. Este
maestro-director instruye suficien­
temente a varios alumnos — ele­
gidos entre los más capaces y do­
tados— a fin de que cada uno de
ellos enseñe^ a su vez a un número
determinado de alumnos, sobre la
base del método seguido por el di­
rector. Era en realidad una “ ense­
ñanza mutua” efectuada por me­
dio de “ instructores” .
A mediados de 1821, existían en
la ciudad y en la campaña de
Buenos Aires dieciséis escuelas de
tipo lancasteriano.
L a e d u c a c i ó n d e l a m u j e r . Por
decreto del 2 de enero de 1823 fue
creada la Sociedad de Beneficen­
cia, la que se instaló poco después
bajo la presidencia de Mercedes
Lósala de Riglos. E l citado orga­
nismo controló todos los estableci­
mientos creados en beneficio de
la mujer, es decir, el Colegio de
Huérfanas, el Hospital de M u je­
res, la Casa de Expósitos, aunque
su aspecto más destacado fue la
creación de escuelas para niñas en
la ciudad y en la campaña. Esto
significó extender los beneficios de
la enseñanza a todas las clases so­
ciales, por cuanto hasta esa época
la instrucción de la mujer estaba
m uy descuidada.
La Sociedad de Beneficencia dis­
puso otorgar premios a la moral,
a la industria (es decir, al traba­
jo manual) y al amor filial.
312
O tr a s
c r e a c io n e s
c u ltu r a le s .
A comienzos de 1822, se organizó
la Sociedad Litera ria bajo la ins­
piración de Julián de A güero y
compuesta por veinticinco m iem ­
bros. Esta entidad se propuso di­
fundir la cultura e hizo publicar
— dos veces por semana—■ el perió­
dico titulado “ E l Argos de Buenos
A ires” ; también im prim ió “ La
Abeja A rgentina” , revista men­
sual de contenido científico y l i ­
terario.
A mediados de abril del mismo
año se constituyó la Sociedad de
Ciencias Físicas y Matemáticas,
la que se ocupó de difundir las dis­
ciplinas vinculadas con su título.
Tam bién surgieron en esta épo­
ca progresista la Academia de Ju­
risprudencia teórico-práctica, la
Biblioteca Pública, la Academiade M edicina, la Escuela de A g ri­
cultura, el Museo P úb lico, la Aca­
demia de M úsica, etc.
EL TRATADO DEL CUADRILÁTERO
La muerte de Ramírez permitió
el acercamiento político de las pro­
vincias del litoral con Buenos A i­
res, cuyo gobierno — por inspira­
ción de Rivadavia— se inclinó a
cimentar la paz y la unión con las
primeras.
El 25 de enero de 1822, los re­
presentantes de Buenos Aires, En­
tre Ríos, Santa Fe y Corrientes,
firmaron en la ciudad de Santa
Fe el Tratado del Cuadrilátero,
así llamado por ser cuatro las par­
tes signatarias.
Por el artículo l 9 las provincias
contratantes se comprometían a
asegurar “ una paz firme, verda­
dera amistad y unión permanen­
te” . E l artículo 2° garantizaba la
integridad del territorio “ si los es­
pañoles, portugueses, o cualquier
otro poder extranjero” lo invadie­
sen. El artículo siguiente fijaba en
forma provisional los límites de
Entre Ríos y Corrientes. El 8V ase­
guraba la libre navegación de los
ríos y el comercio interprovincial.
El artículo 13'’ respondía a la
orientación política seguida por el
gobierno de Buenos Aires, pues
desligaba a las provincias signata­
rias de “ su concurrencia al dim i­
nuto Congreso reunido en Córdo­
ba” , disposición que contrariaba lo
dispuesto anteriormente por el
Tratado de Benegas.
El artículo 14'’ estipulaba que
cualquiera de las partes contratan­
tes podía convocar un Congreso
General “ si creyese ser llegada la
oportunidad de instalarse” .
EL C O N G R ESO A REUNIRSE
EN C Ó R D O BA
Como sabemos, el Tratado del
Pila r disponía organizar el país,
por medio de un congreso a reali­
zarse en San Lorenzo (Santa F e).
El intento fracasó por la actitud
de Bustos, el gobernador de Cór­
doba, quien consideraba impru­
dente una reunión en el litoral,
por cuanto la asamblea podía caer
bajo la influencia de José M igu el
Carrera y Carlos de A lvear, per­
sonajes que trataban de recuperar
el poder. En consecuencia, Bustos
trató de desplazar el centro de reu­
nión hacia la provincia de Córdo­
ba, para quitar a Buenos Aires la
posibilidad de cualquier predo­
minio.
La lucha que libraban Buenos
Aires y Santa Fe favoreció las as­
piraciones de Bustos, quien se di­
rigió a las provincias para poner
fin a las hostilidades y reunir un
futuro congreso.
El Tratado de Benegas señaló el
fin de la lucha en el litoral y, de
acuerdo con una de sus cláusulas,
Buenos Aires resolvió enviar una
diputación a Córdoba. Sin embar­
go, la designación de esos repre­
sentantes se hizo en medio de
grandes dificultades porque los ele­
gidos se negaban a aceptar el car­
go, argumentando carecer de in ­
munidades o seguridad en el des­
empeño de sus funciones.
No debe olvidarse que en el
gobierno de Buenos Aires preva­
lecían las ideas políticas unitarias
y sus integrantes se empeñaban en
hacer fracasar el congreso, que
respondía a la tendencia federal.
Después de largas tramitaciones,
el 20 de febrero de 1821, la Junta
de Representantes eligió cuatro di­
putados, que representaban a la
ciudad y a la campaña de Buenos
Aires.
Cuando todos esperaban la aper­
tura del Congreso federativo de
Córdoba, en agosto de 1821, ocu­
pó la cartera de gobierno en Bue­
nos Aires el ministro Bernardino
Rivadavia, quien consideró que no
era oportuno instalar la asam­
blea — por no hallarse las provin­
cias organizadas institucionalmen­
te— y el 24 de setiembre revocó
los poderes de los diputados bo­
naerenses. Éstos regresaron a Bue­
nos Aires, pero antes firm aron con
el gobierno cordobés un acuerdo
sobre postas y correos.
A pesar de los esfuerzos de Bus­
tos, el Congreso había fracasado.
LA POLÍTICA IN TERN ACIO N AL
Ya han sido tratadas las gestio­
nes diplomáticas llevadas a cabo
313
Chile, Perú y Colombia la adhe­
sión a lo tratado con España. Las
tramitaciones fracasaron e igual
suerte sufrieron los delegados que
marcharon a las provincias argen­
tinas.
Poco después, el gobierno libe­
ral español cayó y Fernando V I I
— repuesto en el trono con pode­
res absolutos— anuló lo tratado
por los comisionados regios.
La doctrina de Monroe
por los distintos gobiernos que se
sucedieron a partir de 1810. M en ­
cionaremos ahora — someramen­
te— las cuestiones internacionales
ocurridas bajo el gobierno de M ar­
tín Rodríguez, quien debió asumir
— de hecho— la representación na­
cional en sus relaciones con el ex­
terior.
Los com isionados regios
La revolución liberal estallada
en España en 1820, obligó al rey
Fernando V I I a cambiar de po­
lítica y a convocar a las Cortes,
asamblea a la que debían asis­
tir los representantes de las pro­
vincias de ultramar.
De acuerdo con la nueva orien­
tación política, Fernando V I I en­
vió representantes diplomáticos, o
comisionados regios, para llegar a
un arreglo entre España y los
países hispanoamericanos.
Una primera comisión llegó al
puerto de Buenos Aires el 4 de
diciembre de 1820, pero no logró
su cometido.
Dos años después, la corona es­
pañola obtuvo amplias atribucio­
nes de las Cortes, para resolver los
problemas de ultramar; entonces
Fernando V I I envió ante el go­
bierno de Buenos Aires una nueva
comisión integrada por el doctor
Luis Pereira y el coronel Luis de
la Robla; llegaron al Plata a fi­
nes de mayo de 1823.
Los comisionados regios fueron
reconocidos como enviados del mo­
narca español, pero la Junta de
Representantes — de acuerdo con
un proyecto de Rivadavia— apro­
bó una ley según la cual el go­
bierno de Buenos Aires no firm a­
ría tratados de paz ni de comercio,
si España no cesaba las hostilida­
des en todos los países ameripanos
y reconocía sus independencias.
Los comisionados sólo pudieron
negociar, el 4 de julio de 1823,
una convención, prelim inar al tra­
tado de paz definitivo.
Ratificada la convención, el go­
bierno de Rodríguez envió a Félix
de Álzaga para gestionar ante
En marzo de 1822, Estados U n i­
dos reconoció la independencia ar­
gentina. Gobernaba en esos mo­
mentos el país del Norte su quinto
presidente, Jacobo M onroe, quien
en el mensaje anual al Congreso,
del 2 de diciembre de 1823, decla­
ró que: “ los continentes america­
nos, en virtud de la condición li­
bre e independiente que han asu­
mido y mantenido, no han de ser
considerados, en adelante, sujetos
a colonización futura por ninguna
de las potencias europeas” .
Esta importante doctrina del de­
recho internacional — que lleva el
nombre de su autor— debió su ori­
gen a la amenaza de intervención
de la Santa A lianza en los domi­
nios hispanoamericanos, a fin de
restablecer la autoridad del mo­
narca español. E l ministro britá­
nico Jorge Canning se opuso a es­
ta intervención de los soberanos
absolutistas europeos y entonces el
presidente de los Estados Unidos
apoyó esos principios en su famoso
mensaje.
La doctrina de M on roe ha sido
sintetizada en esta breve frase:
A m érica para los americanos.
Relaciones con el Brasil
A imitación de lo ocurrido en
España, los liberales portugueses
hicieron un pronunciamiento en
la ciudad de Oporto (agosto de
1820). El movimiento repercutió
en el Brasil y el rey Juan V I de­
cidió regresar a Lisboa. Esta acti­
tud hizo pensar en el abandono
de la Banda Oriental por las fuer­
zas ocupantes, pero el monarca
portugués envió a Buenos Aires a
su representante M a n u e l de F igueiredo, a la vez que comunicó
sus deseos de reunir un Congreso
en Montevideo para resolver si la
Banda Oriental se incorporaba al
Brasil o se declaraba indepen­
diente.
Juan V I regresó a su patria en
abril de 1821 y poco después el
general Lecor reunió el mencio­
nado Congreso, pero con elementos
que le eran adictos, y entonces los
diputados proclamaron la anexión
de la Banda Oriental al Brasil con
el nombre de P rovincia Cisplatina.
El príncipe don Pedro — hijo
y sucesor de Juan V I— encabezó
en el Brasil el partido patriota y
el 7 de setiembre de 18221 pro­
clamó la independencia de ese te­
rritorio y su separación absoluta
de Portugal; luego fue coronado
con el título de emperador.
Ante el curso de los sucesos,
Rivadavia planteó al Brasil la res­
titución de la Banda Oriental y en
agosto de 1823 envió a Río de Ja­
neiro a José V alentín Góm ez y
Esteban de Luca.
El emperador don Pedro I se
negó a devolver el territorio orien­
tal. Desde ese momento, no que­
daba otra solución que la guerra.
315
314
r — C U E S T I O N A R I O ----------------------------------------------------------1. ¿Cuáles son las bases del federalism o político? 2. ¿Q ué factores
económicos y políticos determinaron el predominio de Buenos Aires
sobre el resto del país? 3. ¿Q ué significó la victoria de los caudillos?
4. ¿Q ué aspiraciones populares consolidó el estallido del año 1820?
5. ¿Q ué actitud asumieron López y Ramírez ante el gobierno de
Buenos Aires? ó. ¿Q ué dispuso el armisticio de San Lorenzo? 7. ¿Por
qué presentó su renuncia el Director Pueyrredón? 8. ¿Quiénes fue­
ron los cabecillas de la sublevación de Arequito? 9. ¿En qué b a ­
ta lla los caudillos se impusieron a las fuerzas del Directorio? 10.
¿Q ué importantes consecuencias tuvo el encuentro? 11. ¿Cómo se
organizó políticamente la provincia de Buenos Aires? 12. ¿Q ué dis­
ponía el Tratado del Pilar? 13. ¿Cuál es su im portancia? 14. ¿Q ué
medidas de gobierno tomó Sarrate a? 15. ¿Q ué se entiende por el
día de los tres gobernadores"? 16. ¿Cuánto tiempo estuvo el general
Soler al frente de la provincia de Buenos Aires? 17. ¿Q ué cam paña
militar cumplió Dorrego? 18. ¿Cómo llegó al poder Martín Rodrí­
guez? 19. ¿Cuáles fueron las principales disposiciones del Tratado
de Benegas? 20. ¿Quién derrotó definitivamente a Artigas? 21. ¿Q ué
territorios comprendió la llam ada "República de Entre Ríos ? 22.
¿Cómo desaparecieron Ramírez y C a rre ra ? 23. ¿A partir de qué año
las provincias comienzan a organizarse sobre las bases de sus
respectivas autonomías? 24. ¿C uál fue la primera provincia que
dictó su Constitución? 25. ¿Cuál era la jurisdicción de la llam ada
"República de Tucum án"? 26. ¿De qué forma se separaron Santiago
del Estero y C atam arca? 27. ¿Q ué Reglamento se publicó en Cór­
doba bajo el mandato de Bustos? 28. ¿Cómo se organizó Entre Ríos
a la muerte de Ramírez? 29. ¿Q ué sancionó en Corrientes el Con­
greso de 1821? 30. ¿Cómo se declararon autónomas las provincias
de M endoza, San Juan y San Luis? 31. ¿Cuándo se sancionó la
primera Constitución salteña? 32. ¿Quién fue el primer gobernador
propietario de La Rioja? 33. ¿Q ué actuación cumplió Rivadavia
en su carácter de ministro? 34. ¿C uáles fueron las principales re­
formas políticas, adm inistrativas, económicas y financieras? 35. ¿Q ué
disposiciones se tomaron desde el punto de vista militar y en el
orden eclesiástico? 36. ¿C uáles fueron las causas del motín de
Tagle? 37. Mencione las reformas educativas, culturales y sociales.
38. ¿Q ué disponía el Tratado del C u adrilátero ? 39. ¿Por qué fracasó
el Congreso federativo de Córdoba? 40. Resuma la política inter­
nacional del gobierno de Martín Rodríguez.
El gobierno de Las Heras. El Congreso G en eral Constituyente.
Política exterior de Las Heras. Presidencia de R ivadavia. La
Constitución de 1826. Las provincias rechazan la Constitución.
Gobierno de R ivadavia. G uerra con el Brasil. Acciones terres­
tres. Acciones navales. Renuncia de Rivadavia. Disolución del
régimen nacional.
EL G O B IERN O DE LAS HERAS
La Junta de Representantes de
Buenos Aires eligió gobernador de
la provincia, el 2 de abril de 1824,
al general Juan Gregorio de Las
Heras, en reemplazo de M artin
Rodríguez, quien había concluido
su mandato.
Am igo de San M artín y de Bo­
lívar, de valeroso desempeño en
Cancha Rayada y Talcahuano, Las
Heras se hizo cargo del gobierno
el día 9 de mayo. Confirmó el
gabinete de su antecesor, pero R i­
vadavia no aceptó y entonces M a ­
nuel José García ocupó los minis­
terios de Gobierno, Relaciones Ex­
teriores y Hacienda. El general
Francisco de la Cruz continuó al
frente de la cartera de Guerra.
Rivadavia se alejó hacia Lon­
dres, como simple particular, para
fomentar las relaciones con Gran
Bretaña.
La obra de gobierno más impor­
tante realizada bajo la adminis­
tración de Las Heras fue la reu­
nión del Congreso General Cons­
tituyente.
El general Juan G rego rio de las Heras
(1780-1866). Luego de cumplir relevante
actuación en la cam paña libertadora de
San M artín, regresó a Buenos Aires donde
fue elegido gobernador de esa provincia,
cargo que desempeñó con patriotismo.
por otra parte, era necesario dictar
una Constitución, a fin de obtener
el reconocimiento de nuestra In ­
dependencia.
E l 27 de febrero de 1824, el go­
bierno de Buenos Aires convocó
oficialmente a todo el país ‘ a fin
de reunir lo más pronto posible la
representación nacional .
EL C O N G R ESO G EN ERAL
CON STITUYENTE
E l fracaso del Congreso federa­
tivo de Córdoba demostró la im ­
portancia de Buenos Aires y per­
suadió a las provincias que su por­
venir y grandeza dependían de la
unión de todas en un solo cuerpo
de la Nación.
En su carácter de ministro, R i­
vadavia trabajó con empeño para
reunir un Congreso Constituyente
en Buenos Aires. Con suma habi­
lidad pactó con las provincias del
litoral a través del Tratado del
Cuadrilátero y más tarde, para
allanar dificultades, envió al in ­
terior una comisión integrada por
hombres de reconocido prestigio.
La anexión de la Banda Orien­
tal al Brasil precipitó los aconte­
cimientos, pues esta virtual ame­
naza de guerra obligaba a la
unión entre todas las provincias;
Para la elección de diputados, Bue­
nos Aires tomó como base la ley del
sufragio universal y eligió — al igual
que las provincias— uno por cada
15.000 habitantes o fracción mayor de
7.500. De acuerdo con su población
--135.000 habitantes— Buenos Aires
designó 9 representantes.
Las provincias eligieron a Bue­
nos Aires como sede del Congreso,
con excepción de San Luis, que lo
hizo por Tucumán.
A pertura del Congreso
Convocado por Rivadavia, el
Congreso inició sus sesiones duran­
te el gobierno de Las Heras, el 16
de diciembre de 1824.
Enviaron representantes dieci­
siete provincias: Buenos Aires;
cuatro del litoral (Entre Ríos, San­
ta Fe, Corrientes y M ision es); tres
de Cuyo (M endoza, San Juan y
San L u is); tres del interior (Cór­
doba, Santiago del Estero y La
R io ja ); cuatro del norte (Jujuy,
Salta, Catamarca y Tu cu m án );
además de la Banda Oriental y de
Tarija.
El Congreso, que constituía una
nueva esperanza para organizar el
país, se atribuyó la representación
de la soberanía nacional, como
también facultades legislativas y
constituyentes. Se incorporaron en
su seno destacadas figuras de la
época x; fue presidente el diputado
por Buenos Aires, M an u el A ntonio
Castro, y vicepresidente Francis­
co Narciso de Laprida, represen­
tante por San Juan.
El Congreso cumplió una im ­
portante labor institucional, san­
cionó la Ley Fundamental, las le­
yes de presidencia y capitalizüción
y la ' Constitución de 1826. La
asamblea se declaró disuelta el
18 de agosto de 1827.
La Ley Fu rd am e n ta l
Teniendo en cuenta un proyec­
to anterior del diputado correntino Francisco Acosta, el Congreso
sancionó — el 23 de enero de
1825— la denominada L ey Fun­
damental.
El artículo V destacaba la unión
de todas las provincias y reafir­
maba el ideal de independencia;
el artículo 2C dejaba constancia
que la denominación del Estado
sería “ Provincias Unidas del Río
de la Plata” , y en el siguiente fi­
guraba que las provincias debían
E n tre
regirse
ciones.
por
sus propias
institu­
Los artículos 49 y 5" fijaban las
atribuciones propias del Congre­
so, particularmente en lo relativo
a la “ independencia, integridad,
seguridad, defensa y prosperidad
nacional” . El artículo 6’ resolvía
que la Constitución a sancionar
por el Congreso sería sometida a
consideración de las provincias an­
tes de ser promulgada; el artícu­
lo 7" — complementario del ante­
rior— fue suprimido por cuanto
contrariaba lo dispuesto en el 352.
El artículo 8" — que pasó a ser
confiaba el Poder Ejecutivo
del país, con carácter provisional,
al gobierno de la provincia de
Buenos Aires y le señalaba sus
atribuciones: las relaciones exte­
riores, la firm a de tratados con
autorización del Congreso y obli­
gatoriedad de comunicar sus reso­
luciones a los demás gobiernos.
Por su carácter federal, la L ey
Fundamental de 1825 fue bien re­
cibida y aceptada en todo el terri­
torio. Debido a la actuación ex­
terna, encargó el Poder Ejecutivo
a un solo gobierno, pero respetó
las autonomías provinciales sobre
la base de la independencia y de
la unidad nacional y otorgó al
Congreso el carácter de constitu­
yente.
e lla s p o d e m o s m e n c i o n a r : B u e n o s A i r e s , Juan José Paso, Valentín Góm ez v JulUn
p o r C ó r d o b a e l d e á n F u n e s ; e l d o c t o r Dalmacio Vélez SArsfield p o r S a n ' L u í ? -
de Agüero;
“
P T i Sr
IT
i i
( S a n t i a g o d e l E s t e r o ) ; Alejandro
sco Caste,!an°s
t e r a . 5"
? s te
C on greso
es
D e
s e ^ a 'n
se rv a n
° S
la s
r n t if ü e C la
A c ta s
el
de
la
p r im e r a
a s a m b le a
n a c io n a l
en
t a l ™ a n e r a ' * ‘ ™ é s d e l D iario
,q u e d l.e r o n o r i g e n l a s a n c i ó n d e
la s s e s io n e s p ú b l i c a s y l a s A c t a s
a r tíc u lo
M a í s ü T aanparan
ta r ía n la C o n s tit u c ió n
Delgado y Manuel Villanueva ( M e n d o z a ) ; Félix F r í a s
Heredia y Manuel Arroyo ( T u c u m á n ) ; Juan Ignacio G o ­
Lu cio Mansilla y Evaristo Carriego ( E n t r e R f o s ) ; e t c é -
(S a lta );
79
que
P
la
C
C o n s tit u c ió n
°
te n d r ía
que
in t e r v in ie r o n
ta a u fffr a fo s
c o n tra
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S e ^ ^
í o s T n v e X a d f r e ! pu eden '
la s d i f e r e n t e s l e y e s . T a m b i é n s e c o n ­
s e c re ta s .
on
v a lid e z
SUS h a b i t ? n t e s - F u e
P a n d a s d e b ía n
e n tre
la s
p r o v in c ia s
aue
lo
a c e p t a d a la m o c i ó n d e l d ip u t a d o
d e te r m in a r d e q u é fo r m a a c e p -
318
319
El diplomático inglés W oodbine Parish,
el primer representante de G ra n Bretaña a c r e d it a d o a n t e nuestro Pa!SHombre culto e inteligente, cumplió
una larg a trayectoria en Buenos Aires.
R e c o n o c im ie n to
de la independencia de Bolivia
Como sabemos, en noviembre de
1824, el general Sucre venció a
los realistas en Ayacucho y ase­
guró la independencia de la
Am érica meridional. E l ejército
enemigo se disolvio a causa de
una sublevación — en la que pe­
reció el general Olañeta— y el
vencedor ocupo m ilitarm ente el
Alto Perú.
En julio de 1825, Sucre convoco
p o l ít ic a e x t e r io r
una Asamblea General en Chuqui­
saca, la cual proclamó — el 6 de
DE LAS HERAS
agosto— la independencia del A l­
El tratado con Inglaterra
to Perú, no sólo de España, sino
también de las Provincias Unidas
El 2 de febrero de 1825; el m i­
del Río de la Plata, a las que ha­
nistro de Relaciones Exteriores
bía pertenecido. El nuevo Estado
M anuel José García y el cónsul
se denominó República de Bolívar
W oodbine Parish firmaron un
—
como homenaje al procer- , más
Tratado de amistad, comercio y
tarde transformado en Bolivia.
navegación entre las Provincias
Enterado de los acontecimienUnidas del Río de la Plata y la
tos,
el gobierno de Buenos Aires
Gran Bretaña, por el cual la pri­
envió al general Carlos de Alvear
mera era reconocida como Nación
y al doctor José Díaz V élez hacia
independiente.
Potosí, donde consiguieron entre­
A través de quince artículos, el
vistarse con Sim ón Bolívar.
tratado establecía la recíproca l i ­
E l objetivo diplomático de los
bertad de comercio, la disminución
comisionados argentinos era obte­
de los derechos de importación por
ner la ayuda de Bolívar para ha­
ambas partes, el respeto a la l i ­
cer frente al impario del Brasil,
bertad de conciencia para los súb­
que había ocupado la Banda
ditos ingleses radicados en nuestro
Oriental. Los comisionados preten­
país y la abolición total de es­
dieron formar una liga ofensiva
clavos.
de cuatro repúblicas sudamerica­
E l Congreso y el general Las
nas
— Colombia, Perú, Provincias
Heras — a cargo del Poder Ejecu­
tivo de las Provincias Unidas—■ Unidas y Chile— para contener la
peligrosa expansión brasileña.
ratificaron el tratado, que también
Aunque al principio Bolívar se
mereció la aprobación del rey
interesó, no se llegó a ningún reJorge IV.
320
sultado positivo, por cuanto el pri­
mero temía la reacción de In gla ­
terra si Perú y Colombia inter­
venían en la cuestión.
PRESIDEN CIA DE RIV A D A V IA
Los problem as exteriores
A l comenzar el año 1826, los
sucesos políticos están unidos es­
trechamente a la situación exte­
rior, es decir, a la guerra con el
Brasil, que luego estudiaremos. El
conflicto se convirtió en un pro­
blema nacional, tal como lo ha­
bían sostenido desde tiempo atrás
los hombres dirigentes de Buenos
Aires, quienes argumentaban que
el peso de la lucha no debía so­
portarlo una sola provincia, sino
que correspondía a toda la N a ­
ción. Ya hemos dicho que una de
las causas por las cuales se reu­
nió el Congreso fue la unidad del
país frente al peligro exterior.
Aunque por razones nacionales todo
el país debía colaborar en la guerra
contra el Brasil, las provincias del li­
toral — cuyas fronteras limitaban con
el enemigo— y la propia Buenos A i­
res sentían la imperiosa necesidad de
expulsar a los brasileños de la Banda
Oriental.
Para el resto de las Provincias Uni­
das, que nunca habian sentido la pe­
ligrosa proximidad del enemigo, la
cuestión no era tan importante ni
urgente.
De tal manera, a comienzos de
1826 debían resolverse tres pro­
blemas de importancia: la unión
de todas las provincias para la lu ­
cha exterior; concentrar la autori­
dad del gobierno en una sola per­
sona y mejorar la situación finan­
ciera a fin de abastecer el ejército
y crear una escuadra.
Los problemas exteriores favo­
recieron a los hombres del partido
unitario, quienes eran mayoría
dentro del Congreso, pero no en el
país. Cultos e ilustrados, los unita­
rios se oponían desde tiempo atrás
a las autonomías provinciales y
bregaban por el predominio por­
teño. La guerra contra el Brasil y
la necesidad de concentrar el po­
der favorecieron sus aspiraciones
por el mando. En las filas de este
partido — que apoyaba a Rivadav>a— militaban, entre otros, Ju­
lián Agüero, M a n u el Castro y Va­
lentín Gómez.
El partido federal, opositor del
anterior, contaba con la adhesión
de los caudillos y los pueblos del
interior; sus integrantes defendían
sus propias instituciones y lucha­
ban contra la tendencia centralizadora de Buenos Aires. Entre sus
principales representantes pueden
citarse a M anuel Moreno y M a ­
nuel Dorrego.
La Ley de Presidencia
De acuerdo con la L ey Funda­
mental, el general Las Heras de­
sempeñaba provisionalmente el Po­
der Ejecutivo de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, sin
abandonar sus funciones de gober­
nador de la provincia de Buenos
Aires. En julio de 1825, el citado
m ilitar ya había presentado su
renuncia, considerando que le re­
sultaba muy d ifícil la atención de
ambos cargos; en esas circunstan-cias, el Congreso no le aceptó — al
menos por el momento— su dim i­
sión.
Declarada la guerra contra el
Brasil y ante las difíciles circuns­
tancias, el Congreso estudió un
proyecto destinado a crear un Po321
Bernardino Rivadavia cuando ocupaba
el cargo de Presidente de las Provin­
cias Unidas del Río de la Plata. El
retrato —un óleo sobre te la-- es obra
del pintor Prilidiano Pueyrredón.
der Ejecutivo permanente, de ca­
rácter nacional, separado del car­
go de gobernador de Buenos Aires.
A pesar de la oposición de los
diputados federales, el proyecto
fue aprobado el 6 de febrero de
1826, y en esta forma fue creado
un Poder Ejecutivo nacional, con
el título de Presidente de las P ro ­
vincias Unidas del R ío de la Plata,
funcionario que sería elegido por
la propia asamblea.
É l 7 de febrero, el Congreso
— con mayoría unitaria— eligió
presidente a Bernardino Rivada­
via, por 35 votos contra 3 dis­
persos 1.
Al
día
siguiente, Rivadavia
— que había llegado de Europa
en octubre del año anterior— 1pres­
tó juramento y tomó posesión de
su alto cargo. En un discurso, ma­
nifestó su decisión de consolidar
la autoridad de las Provincias
Unidas sobre bases nacionales.
Designó ministros a Julián Se­
gundo Agüero, de gobierno; Car­
los de Alvear, de Guerra y M a ­
rina; Fernández de la Cruz, en la
cartera de Relaciones Exteriores,
y Salvador M a ría del Carril, en la
de Hacienda.
E l nombramiento de Rivadavia
produjo desfavorable impresión en
todas las provincias porque ello
significaba el establecimiento de
un Poder Ejecutivo “ para toda la
Nación” , violando lo dispuesto por
la L ey Fundamental y antes de
sancionar la Constitución, único
cuerpo de leyes que podía crear
tan alta magistratura.
La capitalización
de Buenos A ires
T a l como lo había anunciado
en su discurso del programa inau­
g u r a l2, Rivadavia envió al día si­
guiente un proyecto al Congreso,
1 R e c i b i e r o n u n v o t o c a d a u n o lo s g e n e r a l e s A l v e a r , L a v a l l e j a y Á l v a r e z d e A r e n a l e s .
C o n v i e n e a c l a r a r q u e e l 1 9 d e n o v i e m b r e d e l a ñ o a n t e r i o r e l C o n g r e s o r e s o l v i ó duplicar
e l n ú m e r o d e sus m ie m b r o s , a c t it u d q u e f a v o r e c i ó a B u e n o s A ir e s , q u e p a s ó a t e n e r l o
d ip u ta d o s , d e t e n d e n c ia u n ita r ia , n ú m e r o s u fic ie n te p a r a
e l qu ó ru m .
2 E n e l d i s c u r s o q u e e l 8 d e f e b r e r o p r o n u n c i ó R i v a d a v i a a l a s u m ir
la p r im e r a
m a g is ­
tra tu ra , a fir m ó q u e la b a s e
d e l a o r g a n i z a c i ó n “ e s d a r a t o d o s lo s p u e b l o s
una
cab eza,
un
p u n to
c a p ita l
que
r e g le
a
to d o s , y
sob re
el que
t o d o s se a p o y e n
.
Aspecto que presentaba el Fuerte de Buenos Aires a mediados del siglo XIX. El edificio se
levantaba en el lu gar que hoy ocupa la C asa de Gobierno. O bserve en segundo plano
el río, que llegaba muy cerca de la construcción. (G rab ad o de la época.)
por el cual declaraba a la ciudad
de Buenos Aires y parte de la cam­
paña capital de todo el Estado.
Con el resto del territorio de la
provincia de Buenos Aires — que
también pasaría a depender del
gobierno central— sería posterior­
mente creada una provincia 1.
Aprobado por la Comisión de
Asuntos Constitucionales, el pro­
yecto motivó una larga discusión
en el seno del Congreso. Defendi­
do, entre otros, por el ministro
Agüero, fue censurado por la opo­
sición, encabezada por M anuel
Moreno.
en este país, si este proyecto pasa en
el Congreso.”
En el transcurso de su exposición,
Agüero sostuvo “ ‘que la cabeza de la
República debe estar en su lugar’ y
que era necesario estar muy apegado
a las tradiciones locales para no darse
cuenta de que no hay otro punto en
toda la extensión de la República, si no
es la ciudad de Buenos Aires, capital
de la provincia de su nombre” .
Por su parte, Manuel Moreno cali­
ficó duramente el proyecto en discusión
y afirmó: “ He dicho, señores, con opi­
nión constante, que la libertad peligra
La ley de capitalización eliminaba
del país a la provincia de Buenos A i­
res y despojaba a sus autoridades -—sin
consultarlas— de toda jurisdicción te­
rritorial. De tal manera, quedaba vio­
lada expresamente la Ley Funda­
mental.
La aprobación del proyecto hizo sur­
gir nuevamente una de las causas de
la guerra civil que había azotado el
país, es decir, el predominio de Buenos
Aires — que se convertía en capital de
nación unitaria— sobre las provincias.
Finalmente, el 4 de marzo de
1826, el proyecto fue convertido
en ley, por veinticinco votos con­
tra catorce.
Los federales se opusieron a que
Buenos Aires fuera declarada ca­
pital del Estado, en defensa del
derecho de las provincias, de re­
girse por sus propias instituciones.
Como representante de los hacen­
dados de la campaña, el coronel
Rosas envió al Congreso un memo­
rial de protesta, con las firmas de
miles de personas.
j i ? e “ c u e r d o c<m } °
q u e e s t a b l e c í a l a l e y e n s u a r t í c u l o 6 ? lo s l í m i t e s d e
a e l E s ta d o c o m p r e n d ía n : a l n o r t e la a c tu a l T ig r e , a l e s te e l r ío d e la P la ta ,
E n s e n a d a y a l o e s te u n a lín e a q u e , p a s a r a p o r la a c tu a l p o b la c ió n d e M e r lo .
la
al
C a p ita l
sur L a
322
323
P o rta d a
de
la
Constitució n
del
añ o
1826.
putados, pero había que fija r la
forma: unitaria o federal.
A n á lisis de la Constitución
LA C O N S T IT U C IÓ N
DE 1 8 2 6
Las tendencias unitaria y fed eral
El 7 de marzo, el Poder Ejecuti­
vo firm ó un decreto por el cual el
general Las Heras cesaba en sus
funciones de gobernador de la
provincia de Buenos Aires 1. A l día
siguiente fue disuelta la Junta de
Representantes, y las tierras pú­
blicas — aun las que estaban bajo
la autoridad de otros gobiernos
provinciales— pasaron a depender
del Estado; también fueron nacio­
nalizadas las aduanas.
El federalismo había recibido
un duro golpe, pero debido a los
sucesos políticos posteriores la ley
de capitalización no prosperó.
A pesar de todas las resoluciones
tomadas, el Congreso tenía que ex­
pedirse sobre la más importante,
el dictado de la Constitución, por
cuanto había proclamado su ca­
rácter de “ constituyente” .
Ya nos hemos referido a las dos
tendencias que predominaban en
el Congreso y que debían enfren­
tarse nuevamente con motivo de
la sanción de dicha Carta Orgá­
nica.
Los unitarios, que habían hecho
fracasar el Congreso federativo de
Córdoba, insistían en organizar el
país bajo un régimen centralizado.
El principio no era malo, pero sí
im practicable en nuestro m e d io 2
donde el aislamiento y la autono­
mía eran características funda­
mentales. Teóricos más que prác­
ticos, los unitarios trataron de or­
ganizar la nación de acuerdo con
préceptos legislativos, sin tener en
cuenta n i la conveniencia ni la
oportunidad de su aplicación.
Por su parte, los federales, ins­
pirados en un tradicional ordena­
miento político y social, se opusie­
ron a sancionar una Constitución
que — si bien teóricamente per­
fecta— no conciliaba los intereses
de todo el país.
Con respecto al gobierno a adop­
tarse, el sistema representativo y
republicano no ofrecía problemas
y era apoyado por todos los di-
1 E n defensa de sus derechos, Las Heras pudo reiniciar una nueva guerra civil, pues
contaba con el apoyo de efectivos militares, pero optó por alejarse definitivamente del
país rumbo a Chile, donde falleció en el año 1866.
10 0- 7 \
2 A sí lo afirmó Juan Bautista Alberdi. Véase “ O bras Completas , tomo II I
( 1S80-188/-J.
324
Después de largas discusiones,
la Constitución fue sancionada el
24 de diciembre de 1826, con la
aprobación de setenta y dos dipu­
tados de todo el país. La comisión
redactora había tenido m uy en
cuenta la Constitución del año
1819, la cual poseía — según dicha
comisión— “ títulos respetables que
es justo reconocer” .
La Constitución de 1826 se di­
vidía en diez secciones (la última
fijaba normas para su “ examen y
libre aceptación” por la Capital y
las provincias).
La Sección P rim era proclamaba
la independencia de la Nación,
desechaba la forma monárquica y
establecía el catolicismo como re­
ligión oficial.
La Sección Segunda se ocupaba
de la ciudadanía.
La Sección Tercera disponía:
“ La Nación Argentina adopta para
su gobierno la forma representati­
va, republicana, consolidada en la
unidad de régim en."
La Sección Cuarta organizaba
el Poder Legislativo en dos cáma­
ras: una de Representantes (D i­
putados) y otra de Senadores; los
primeros serían elegidos por su­
fragio directo y permanecerían
cuatro años en sus funciones, re­
novándose por mitades cada bie­
nio. Los senadores — dos por pro­
vincia— eran designados por jun­
tas electorales, ocuparían el cargo
por nueve años y se renovaban por
tercios cada tres años.
La Sección Quinta confiaba el
Poder Ejecutivo a una sola perso­
na con el título de Presidente de
la N a ción ; sería elegido en forma
indirecta, de igual manera que
los senadores. Ambas cámaras
realizarían el escrutinio. El pri­
mer magistrado — con funciones
análogas al actual— permanecería
cinco años en el cargo e integraría
su Consejo de Gobierno, con cinco
ministros secretarios.
La Sección Sexta organizaba el
Poder Judicial en una A lta Corte
de Justicia — constituida por nue­
ve jueces y dos fiscales— , tribuna­
les superiores y juzgados.
La Sección Séptima disponía
que el ejecutivo de las provincias
sería ejercido por los gobernado­
res, pero elegidos por el presiden­
te de la Nación con acuerdo del
Senado; permanecerían tres años
en sus funciones.
En la capital de cada provincia
se creaban Consejos de A dm inis­
tración, con miembros elegidos por
el pueblo, destinados a la vigilan ­
cia de los intereses generales. En
algunas capitales, también se eri­
girían Tribunales Superiores de
Justicia.
La Sección Octava enumeraba
los derechos civiles, y la Sección
Novena establecía los procedi­
mientos a seguir, en caso de una
futura reforma de la Constitución.
“ El Congreso había dado fin a
su teórica tarea constituyente — es­
cribe el historiador Ravignani—
mediante una obra llena de sabias
disposiciones, pero que contenía
una falla capital: el sistema uni­
tario de gobierno republicano, en
contra de la opinión de los
pueblos.”
325
puesta de la Leg'slatura; algo se­
mejante le ocurrió a D iego Zabaleta en el gobierno de Entre Ríos.
Actitud de Facundo Q uiroga
LA S P R O V IN C IA S R E C H A Z A N
LA C O N S T IT U C IÓ N
Después de sancionada la Cons­
titución, era necesario que su texto
fuera conocido y aprobado por las
provincias. Con este propósito, el
Congreso envió comisionados y
eligió para esa delicada misión a
figuras de reconocido prestigio.
Juan Ignacio G o rriti marchó
hacia Córdoba y entregó un
ejemplar de la Constitución a Bus­
tos, quien devolvió los pliegos sin
estudiarlos, argumentando que su
provincia estaba desligada de todo
compromiso con el gobierno de
Buenos Aires.
M ariano Andrade se dirigió a
Santa Fe donde no obtuvo res­
En el noroeste del territorio, la
situación era más grave. Rivadavia
había enviado al coronel Larriadrid — de marcada tendencia uni­
taria— a la provincia de Tucumán, para que organizara un
contingente, a fin de reforzar el
ejército que en esas épocas lucha­
ba contra el Brasil. Bajo su respon­
sabilidad, el citado m ilitar provo­
có una revolución, depuso a las
autoridades y se apoderó de la pro­
vincia. No tardó en unirse con los
gobernadores de Salta y Catamarca, también de ideas unitarias.
El procedimiento de Lamadrid
provocó indignación en las demás
provincias, cuyas autoridades h i­
cieron recaer toda la responsabili­
dad en Rivadavia.
El caudillo riojano Juan Facun­
do Q u iro g a 1, cuya provincia no
había reconocido al gobierno de
Buenos Aires, avanzó contra La­
madrid y lo venció en la batalla
del Tala (octubre de 1826)2. Poco
después ocupó la provincia de
Tucumán y nombró gobernadores
adictos en Catamarca, San Juan y
Mendoza; de tal manera, formó
■— junto con La Rioja— una alian­
za de cinco provincias netamente
federales. En consecuencia, el go­
bierno de Buenos Aires quedó pri­
vado de un valioso apoyo m ilitar
para su lucha exterior.
1 Q u iroga había n acido en 1788, en los L la n o s, provin cia d e L a R io ja ; de a llí su apodo
“ E l T ig r e d e los L la n o s” .
2 Q u iroga m an ifestó pú blicam ente su discon form id ad con los acuerdos firm ados por
R iv a d a v ia con In gla terra y ciertas m edidas relativas al clero.
En los campos d el T a la , el ca u dillo riojano h izo fla m e a r una bandera n egra, con trna
cruz y la in scrip ción : “ R e lig ió n o m uerte” .
Debido a la situación creada,
tampoco logró sus objetivos el co­
misionado del Congreso, Francisco
Castellanos, enviado a La Rioja.
Tezanos Pinto, destinado ante el
gobierno de Santiago del Estero,
se entrevistó con el caudillo Felipe
lbarra sin obtener una respuesta
satisfactoria y acto seguido el
comisionado
recibió
orden
de
abandonar la provincia.
E l cuadro adverso que ofrecía el
interior de la República también
se reflejó en el seno del Congreso,
cuando Rivadavia presentó un pro­
yecto de ley, por el cual dividía
el territorio de la provincia de
Buenos Aires en dos: uno al norte,
denominado del Paraná, con capi­
tal en San Nicolás, y otro al sur,
el del Salado, cuya capital sería
Chascomús.
Durante la presidencia de Riva­
davia se aprobó, el 20 de mayo de
1826, la llamada Ley de E n fiteu ­
sis. Las tierras públicas — que no
podían ser vendidas— fueron en­
tregadas por el gobierno a los par­
ticulares, en una especie de arren­
damiento a largo plazo.
Las tierras eran entregadas p or un
térm in o m ín im o de 20 años y tasadas
p or un jurado de cinco propietarios.
E l enfiteu ta se o bligab a a p aga r en
los d iez prim eros años la ren ta de un
8 % anual sobre el v a lo r del lote, cuan­
do esa tierra fuese de pastoreó; se re ­
ducía a un 4 % , si eran agrícolas o “ de
pan lle v a r ” . Concluida la p rim era dé­
cada, el Congreso debía re n o v a r la ta ­
sación.
1) M ed id as económicofin an cieras
Como la ley de eufiteusis no de­
terminaba la extensión de las tie­
rras ni tampoco obligaba a que se
poblaran, los más adinerados no
tardaron en acapararlas y form ar
latifundios. A este inconveniente
debieron sumarse las ínfimas ta­
saciones y la gran demora en el
pago de las rentas.
La enfiteusis fue resistida por
las provincias y sólo se aplicó en
Buenos Aires. En el gobierno de
Dorrego la citada ley fue mejora­
da y más tarde Rosas — para evi­
tar los abusos— exigió el estricto
cumplimiento de las cláusulas.
a)
Ley de Enfiteusis. En 1822,
la provincia de Buenos Aires con­
trató un empréstito en Londres y
para garantizar el pago de inte­
reses y amortizar la deuda fue
necesario hipotecar las tierras púb l;cas bajo el sistema de enfi­
teusis 1.
b)
Creación del Banco N a cio ­
nal. A mediados de 1824, un grupo
de capitalistas solicitó al gobierno
transformar el antiguo Banco pro­
vincial de Descuentos — en esa
época con grandes quebrantos—
en un Banco Nacional. La idea fue
aceptada y, luego de nombrar una
G O B IE R N O DE R IV A D A V IA
En los meses en que estuvo al
frente del gobierno — febrero de
1826 a junio de 1827—• Rivadavia
desarrolló intensa actividad, a pe­
sar de la oposición interna y de los
peligros exteriores. Su labor puede
agruparse de la siguiente manera:
1 C a p ítu lo X , pá gin a 307.
L a en f teusis se p ract'có en la E d a d M ed ia, con e l fin d e d elim itar los derechos entre
el señor o du eñ o de la tierra y el vasa llo o enfiteuta.
Hasta la aplica ció n d e la enfiteusis en nuestro país, las tierras pú blicas se v en d ía n a
precios m u y bajos y con e l sistema se preten d ió valorizarlas.
327
326
Se construyeron locales destina­
dos a la enseñanza elemental y
fue declarada obligatoria la vacu­
nación de los escolares contra la
viruela.
comisión para redactar los estatu­
tos, en enero de 1826 se sancionó
la ley que creaba el Banco N a ­
cional de las Provincias Unidas
del Río de la Plata.
Se inició con diez millones de
pesos, suma integrada con el em­
préstito contratado en Londres, el
capital del Banco de Descuentos y
subscripciones particulares. E l or­
ganismo estaba facultado para im ­
prim ir y acuñar moneda y conce­
der préstamos. La medida fue re­
sistida por los federales de Buenos
Aires y del interior.
Los gastos que demandaba la
guerra contra el Brasil y las lu­
chas políticas originaron una agu­
da crisis económica y en su trans­
curso el gobierno debió im prim ir
gran cantidad de billetes sin res­
paldo metálico.
El Banco Nacional subsistió a
través de los años en medio de
grandes dificultades económicas,
hasta que en 1837 Rosas lo disol­
vió, reemplazándolo por la Casa
de Moneda.
328
c)
Las
Aduanas
provinciales
fueron nacionalizadas y puestas
bajo el control del gobierno cen­
tral, el que en adelante recibía sus
ingresos. Esta disposición también
fue resistida en el interior.
2) M edidas ad m in istrativas
y ed ucacionales
Para agilitar las lentas comuni­
caciones fue creada la D irección
General de Correos y en otro or­
den de cosas prosiguió la obra de
mejoramiento edilicio.
Por iniciativa de Rivadavia, el
Congreso trató la creación del Ca­
nal de los Andes, proyecto que
contemplaba la posibilidad de unir
— a través de los ríos— la región
cordillerana con el Paraná.
La cultura no fue descuidada.
En el convento de Santo Domingo
se instalaron laboratorios de física
y química y un museo; también
llegaron al país profesores uni­
versitarios contratados en el ex­
tranjero.
GUERRA C O N
EL BRASIL
Expedición de los treinta
y tres orientales
Sabemos que en abril de 1821,
la Banda Oriental proclamó su in­
corporación al Imperio del Brasil
con el nombre de Provincia Cisplatina. La anexión — declarada
por un Congreso—- no respondía a
los deseos del pueblo oriental, tan
enemigo de su sometimiento al
Brasil, como de aceptar incorpo­
rarse a las Provincias Unidas.
Varios orientales se trasladaron
a Buenos Aires y decidieron recon­
quistar la libertad perdida. Los
patriotas emigrados, Juan A ntonio
Lavalleja y M a n u el Oribe, logra­
ron reunir armas y pertrechos con
el propósito de emprender una ex­
pedición libertadora 1.
En número de treinta y tres
hombres y bajo las órdenes de La ­
valleja partieron del actual San
Isidro y desembarcaron en la cos­
ta uruguaya, en la playa de la
Agraciada, el 19 de abril de 1825.
Los llamados treinta y tres
orientales -— once eran argenti­
nos—- consiguieron engrosar sus
filas con importantes contingentes,
entre ellos el general uruguayo
Fructuoso Rivera y sus tropas,
hasta ese entonces a las órdenes del
gobierno brasileño.
Auxiliados con fuerzas entrerrianas2, los libertadores vencie­
ron a los imperiales en el Rincón
de las Gallinas y luego sitiaron la
plaza de Montevideo.
Mientras la rebelión se extendía
por el territorio, Lavalleja reunió
un Congreso en el pueblo de La
Florida, el cual lo nombró gober­
nador y proclamó — el 25 de agos­
to de 1825— la unidad de la
Banda Oriental con las demás pro­
vincias argentinas, “ a que siem­
pre perteneció por los vínculos
más sagrados que el mundo cono­
ce” . Diputado ante el Congreso de
Buenos Aires fue designado Javier
Gomensoro.
1 Lavalleja fue ayudado por miembros del partido federal de Buenos Aires, entre ellos,
■sorregó, Kosas, los hermanos Anchorena, etc.
a ^ s^.uac*ón creada, el gobernador Las Heras estableció en la provincia de
^ntre Ríos un Ejercito de Observación.
329
ler, Federico Brandsen y José de
Olavarría.
E l Ejército Im perial o brasileño,
bajo las órdenes del marqués de
Barbacena, se componía de unos
10.000
soldados
— entre
ellos
2.000 alemanes—- y también era
dirigido por jefes de prestigio.
A fines de diciembre de 1826, el
general A lvea r emprendió una
ofensiva y dividió su ejército en
tres cuerpos: la vanguardia, com­
puesta por caballería uruguaya a
las órdenes de Lavalleja; la segun­
Las acciones militares prosiguie­
ron y el 12 de octubre Lavalleja
venció a los brasileños en la im ­
portante batalla de Sarandí.
Poco después, el Congreso reuni­
do en Buenos Aires aceptó la rein­
corporación de la Banda Oriental
a las Provincias Unidas; el minis­
tro García comunicó esa resolu­
ción al gobierno brasileño y le
hizo presente que serían desaloja­
das las fuerzas invasoras.
Como respuesta, el Brasil de­
claró la guerra a las Provincias
Unidas el 10 de diciembre de 1825
y a los pocos días naves de aque­
lla nación bloquearon el Río de
la Plata.
A C C IO N E S TERRESTRES
El Ejército Republicano
Antes de iniciar las hostilidades,
ambos beligerantes habían efec­
tuado preparativos militares. El
gobierno brasileño reforzó los
efectivos de su ejército en la Ban­
da Oriental y el general Las H e­
ras — gobernador de Buenos Aires
a cargo de las relaciones exterio­
res—- concentró cerca de Concep­
ción del U ruguay (provincia de
Entre Ríos) un Ejército de Obser­
vación, bajo las órdenes del gene­
ral M artín Rodríguez.
E l 1 de enero de 1826, el go­
bierno argentino declaró la guerra
al Brasil y a fines de ese mes el
Ejército de Observación cruzó el
río Uruguay y acampó en las pro­
ximidades del arroyo San José,
donde se le incorporaron contin­
gentes orientales.
Las tropas permanecieron inac­
tivas debido a la falta de decisión
m ilitar de Rodríguez y a los inci­
dentes que sostuvo con Lavalleja,
quien deseaba el mando de los
efectivos. E l primero renunció y
el presidente Rivadavia designó en
su reemplazo al general Carlos ele
Alvear, quien en ese entonces ocu­
paba el ministerio de guerra. E l
nuevo jefe concentró el ejército
— llamado ahora Republicano— en
el campamento de Arroyo Grande.
E l Ejército Republicano contaba
con unos 5.500 hombres, en su ma­
yor- parte de caballería, bajo las
órdenes de un brillante grupo de
oficiales, entre ellos José M aría
Paz, Juan Lavalle, Estanislao So­
da división comandada por el pro­
pio general en jefe y por el gene­
ral M ansilla; la tercera de infan­
tería y artillería, bajo la dirección
del general Soler.
El triunfo de Ituzaingó
El grueso del Ejército Republi­
cano se dirigió hacia el norte y el
26 de enero de 1827 ocupó Bagé,
avance que obligó a los brasileños
a buscar refugio en la Sierra de
Camacuá, donde pudieron aumen­
tar sus efectivos. Con el propósito
de alejar al enemigo de esa posi­
ción defensiva, A lvea r simuló una
retirada en dirección a San Ga­
briel, ardid que tuvo éxito, pues
Barbacena y sus tropas dejaron la
Sierra en persecución del ejército
argentino.
Mientras tanto, una columna a
las órdenes del coronel Lavalle
venció a una división im perial en
Bacacay y el general Mansilla
obtuvo otro triunfo en el combate
de Ombú.
La batalla más importante de
la guerra se libró el 20 de febrero
de 1827 en las proximidades del
arroyo Ituzaingó; después de una
sangrienta lucha, los republicanos
vencieron a un enemigo más nu­
meroso y mejor equipado. Nues­
tras tropas se cubrieron de gloria
y al término del combate ■
— que
costó la vida al heroico coronel
Brandsen—• hicieron numerosos
prisioneros y se apoderaron de va­
rias banderas.
Poco después, los brasileños vo l­
vieron a caer derrotados en Camacuá y en Yerbal.
Debido a la falta de refuerzos y
a la escasez de caballada, el gene­
ral A lvear no pudo aprovechar de­
bidamente los triunfos y debió re­
troceder.
A C C IO N ES N A VALES
E l Río de la Plata fue el prin­
cipal escenario de la guerra naval
y en sus aguas nuestros valerosos
marinos enfrentaron a la escuadra
enemiga, muy poderosa en cuanto
al número y potencia de sus
barcos.
A mediados de diciembre de
1826, buena parte de la flota que
obedecía las órdenes del almirante
Ferreira Lobo bloqueó el Río de la
Plata, lo que produjo gran inquie­
tud entre los pobladores de Bue­
nos Aires y perjudicó el movim ien­
to comercial.
Ante el peligro inminente, el
gobierno argentino improvisó de
inmediato una escuadra — con na­
ves mercantes y marinos bisoños— ,
Cuyo mando supremo confió al
almirante G u illerm o Brown; se­
gundo jefe fue designado Juan
Bautista Azopardo, en tanto que
los capitanes Espora y Rosales fue­
ron destinados a la jefatura de un
grupo de cañoneras.
La escuadra patriota se hizo a la
vela y llegó hasta la Colonia, don­
de atacó a naves brasileñas fon­
deadas en el muelle; la acción des­
plegada por nuestros bravos m ari­
nos — particularmente Espora y
Rosales— obligó a la flota bloqueadora a alejarse de sus posi­
ciones.
El 11 de junio de 1826, encon­
trándose la escuadra argentina en
el fondeadero de Los Pozos — en
Buenos Aires, frente al actual
Puerto Nuevo— fue atacada por
una poderosa flota enemiga de
treinta y un barcos; ante la enér­
gica defensa, las naves agresoras
debieron replegarse.
U n nuevo encuentro se produjo
el 30 de julio a la altura de Q uilmes, en cuyo transcurso Brown
perdió una nave y el bravo capi­
tán Espora resultó herido; a pesar
de esto, los atacantes desviaron el
rumbo.
El combate de mayor importan­
cia se libró al año siguiente, cuan­
do una escuadra enemiga de die­
cisiete naves, a las órdenes del
capitán Sena Pereira, penetró en
el río Uruguay para im pedir que
el ejército de A lvea r recibiese
ayuda. El almirante Brown salió
en su persecución y el 9 de febre­
ro de 1827 in fligió una grave de­
rrota a la flo tilla enemiga en las
proximidades de la isla de Juncal.
Los imperiales perdieron la casi
totalidad de las naves y su capitán
fue apresado.
Otro episodio de importancia en
la guerra naval contra el Brasil
fue la defensa de Carmen de Pa­
tagones, poblado al sur de la pro­
vincia de Buenos Aires, que era
333
utilizado como base de operaciones
por los tripulantes de las naves
argentinas. A comienzos de febre­
ro de 1827, una escuadrilla impe­
rial desembarcó efectivos que fue­
ron rechazados por el coronel
M artín Lacarra al frente de los
defensores. Por otra parte, las cua­
tro naves agresoras fueron aborda­
das y capturadas.
Antes del cese de las hostilida­
des, el gobierno argentino ordenó
una activa campaña de corso con­
tra el comercio enemigo, acciones
en las que se destacaron el capitán
francés César F ournier y el nor­
teamericano Jorge Dekay.
M isión
de M anuel Jo sé G a rcía
A pesar de los triunfos militares
obtenidos por nuestras armas en
la guerra contra el Brasil, la crí­
tica situación política interna del
país hacía peligrar la autoridad
del gobierno nacional. Las provin­
cias habían rechazado la Constitu­
ción unitaria y los caudillos no
aceptaban las directivas del presi­
dente y se negaban a enviar tro­
pas para reforzar los ejércitos en
lucha.
Poco después de la batalla de
ltuzaingó, Rivadavia — debido a
la situación interna ' existente—•
dispuso firm ar la paz con el Bra­
sil con la mediación de lord Ponsonby, ministro inglés ante el go­
bierno imperial.
Fue designado comisionado ar­
gentino el veterano diplomático
M a n u el José García, quien mar­
chó a Río de Janeiro con amplias
facultades para obtener el cese
de la lucha.
El emperador había declarado
que no cesaría la lucha hasta que
la Provincia Cisplatina pasara a
depender nuevamente del Brasil.
Esta actitud irreducible, sumada
a la crítica situación existente en
las Provincias Unidas, motivaron
que García firmara -— el 24 de ma­
yo de 1827— una desventajosa
Convención P relim in a r de Paz.
De acuerdo con el tratado, nues­
tros país renunciaba a sus dere­
chos sobre la Banda Oriental
— que se incorporaba al imperio—
y debía retirar sus tropas de la ve­
cina orilla; además, la isla ar­
gentina de M artín García sería
desarmada y los brasileños indem­
nizados por la acción de los cor­
sarios. “ En verdad — escribe el
historiador Levene—■ este acto era
un sarcasmo. E l país había triun­
fado en las campañas de mar y
tierra y terminaba la guerra en­
tregándole todo al vencido.”
REN U N CIA DE R IV A D A V IA
Cuando llegaron a Buenos Aires
las noticias sobre el convenio fir ­
mado por García, el pueblo mani­
festó su indignación y el Congreso
se dispuso a rechazar lo pactado.
E l episodio atizó el descontento
político y entonces Rivadavia pre­
sentó su renuncia el 27 de junio
de 1827. En el documento afirmó
que: “ cercado sin cesar de obstácu­
los y de contradicciones de todo
género, he dado a la patria días
de gloria que sabrá ella recordar
con orgullo” .
En una proclama dirigida a to­
do el país, repudió el tratado de
paz firmado con el Brasil y agregó
que la renuncia a su alto cargo
era el mayor sacrificio que podía
hacer en bien de la Nación.
E l 30' de junio, el Congreso
— que había creado la presidencia
unitaria — aceptó la renuncia por
48 votos contra dos 1.
DISOLUCIÓN
DEL RÉGIM EN N A C IO N A L
Vicente López,
presidente provisional
La caída de Rivadavia signifi­
caba una derrota para el partido
unitario y el fracaso de su régimen
presidencial. Dos graves proble­
mas amenazaban al país: la situa­
ción interna y el peligro exterior
de la guerra contra el Brasil. En
esas circunstancias, era necesario
un gobierno de conciliación que
armonizara con los intereses gene­
rales.
El Congreso reconoció su falta
de apoyo popular y el 3 de julio
aprobó una ley según la cual de­
bía designarse un presidente pro­
visional que gobernaría la Repú­
blica hasta la reunión de una Con­
vención Nacional, integrada con
un representante por cada provin­
cia. A l instalarse esta última
asamblea — cuya finalidad sería
elegir presidente permanente y
aceptar o rechazar la Constitu­
ción— el Congreso quedaría di­
suelto.
1 Rivadavia continuó
su sucesor. Después de
E n 1829, Rivadavia
debió reembarcarse de
de Janeiro. Residió unos
y definitiva etapa de su
En otro de sus artículos, la ci­
tada ley restablecía las autoridades
de la provincia de Buenos Aires.
El 5 de julio de 1827, el Con­
greso eligió presidente provisional
al doctor V icente López y Planes,
a quien Rivadavia entregó el man­
do dos días después.
En cumplimiento de la ley del
3 de julio, López reinstaló la Jun­
ta de Representantes de la provin­
cia de Buenos Aires, la cual desig­
nó — el 12 de agosto— gobernador
de dicha provincia al coronel M a ­
nuel Dorrego.
La República sin gobierno
nacional
Ante el curso de los sucesos, Ló­
pez presentó su renuncia al Con­
greso. Este organismo, por le y del
18 de agosto, aceptó la dimisión
del presidente provisional y a la
vez se declaró disuelto. Por un ar­
tículo de dicha ley, el gobierno
de la provincia de Buenos Aires
asumiría la dirección de la guerra
y de las relaciones exteriores.
“ En un solo acto — dice Ravignani— Ejecutivo y Congreso N a ­
cional desaparecieron para pasar
la gestión de los intereses genera­
les al gobernador de la provincia
de Buenos Aires, restaurada en sus
instituciones.”
interinamente en el mando hasta la designación de Vicente
López,
esto se alejó para
siempre de la vida política.
marchó a París y en abril de 1834 regresó a Buenos Aires, pero
inmediato rumbo a la Banda Oriental y más tarde pasó
a Río
años en territorio brasileño hasta que se dirigió a Cádiz, la última
expatriación. A llí falleció el 2 de setiembre de 1845.
335
334
CU EST ION AR IO
1. ¿C uál fue la obra más importante re a lizad a bajo la adminis­
tración de Las Heras? 2. ¿Qué provincias estuvieron representadas?
3. ¿Q ué disponía la Ley Fundam ental? 4. ¿C uál fue la política
exterior del gobierno de Las Heras? 5. ¿Q ué problemas debían re­
solverse a comienzos de 1826? 6. ¿Cómo fue elegido presidente
R ivadavia? 7. ¿Q ué ordenaba la ley de capitalización? 8. ¿En
cuántas tendencias se dividían los diputados del Congreso? 9. ¿En
cuántas secciones se dividía la Constitución de 1826? 10. ¿Q ué
actitud asumieron las provincias? 11. ¿C uál fue la obra desarro­
llad a por R ivadavia en los meses que estuvo al frente del gobierno?
12. ¿Q ué acción cumplieron los treinta y tres orientales? 13. ¿Por
qué el Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas? 14. ¿Q ué
distinguidos oficiales se incorporaron al Ejército Republicano? 15.
¿C uál fue la b atalla más importante de la guerra? 16. ¿Q ué a c ­
tuación cumplió Brown al frente de la escuadra argentina? 17.
¿Cuál fue la misión de Manuel José G a rc ía en Río de Janeiro ? 18.
¿Q ué efectos produjo en Buenos Aires la Convención Prelim inar de
P az? 19. ¿Por qué renunció R ivadavia? 20. ¿Quién le sucedió?
Gobierno de Dorrego. Revolución del 1 de diciembre de 1828.
Cam pañas de los generales Lavalle y Paz. Convenciones de
Cañuelas y Barracas. El general Paz domina el interior. El
pacto fed eral. Los federales vencen a los unitarios. Juan
Manuel de Rosas. Primer gobierno de Rosas. Gobierno de
Balcarce. La cam paña de Rosas al desierto. La revolución
de los restauradores. Gobierno de Viam onte. Asesinato de
Q uiroga.
¡
G O B IERN O DE DO RREG O
La situación de] país
En el lapso comprendido entre
1824 y 1827 había fracasado el en­
sayo unitario conocido como régi­
men nacional.
Cuando el 12 de agosto de 1827
el coronel M a n u el Dorrego fue
elegido gobernador de la provin­
cia de Buenos Aires, a cargo de las
relaciones exteriores, el país re­
tornó al sistema político federal,
semejante al que imperó entre los
años 1820 y 1824, con la diferen­
cia de que este segundo período
encontraba a la República en si­
tuación aún más desventajosa.
Los dirigentes unitarios habían
actuado con marcado porteñismo,
y los gobiernos del interior — en
lugar de organizar sus institucio­
nes— se preparaban a la lucha
fratricida con tal de no ceder en
sus respectivas autonomías.
337
M an u el D o rreg o (1 7 8 7 -1 8 2 8 ). R etrato
a l ó leo d e l p ro ce r f e d e r a l — d e au tor
a n ó n im o — o b s e q u ia d o p o r a q u é l a la
L e g is la tu ra d e B uenos A ire s , en 18 28.
(M useo H istórico N a c io n a l.)
La vida política de la época ori­
ginaba tensiones y rivalidades en­
tre el grupo dirigente liberal de
Buenos Aires — los unitarios— y
los caudillos provincianos defen­
sores de su propia libertad e inte­
reses. En resumen, se iniciaba
una nueva época de luchas entre
ambas facciones y por esta causa
— escribe Ravignani— “ el país se­
guirá en estado de inconstitución
hasta 1853, con el predominio
efectivo del federalismo” .
M anuel Dorrego
E l gobernador Dorrego, cabeza
visible del partido federal, soste­
nía la necesidad de emprender una
política de conciliación que armo­
nizara los intereses de toda la Re­
pública.
Dorrego no sólo era valiente militar
— había luchado en las campañas de la
independencia— , sino también desta­
cada figura política. Se opuso desde
un principio a las ideas monárquicas
y centralistas de los miembros del
partido directorial y bregó por el res­
peto de las autonomías provinciales,
particularmente cuando el disuelto
Congreso de 1824 discutió la Constitu­
ción unitaria.
Destacada figura del federalismo ar­
gentino — no sólo político, sino tam­
bién social y económico— utilizó la
pluma en defensa de sus ideales y fus­
tigó al gobierno unitario a través de
“ El Argentino” y más tarde de “ El
Tribuno” .
Tolerante, culto, respetuoso del ad­
versario político — a pesar de las per­
secuciones que sufrió como opositor—
e inclinado siempre al perdón, Dorrego
ha sido calificado con justicia “ El de­
mócrata federal” .
Designó ministros a M anuel
M oreno, de Gobierno; Juan Ra­
món Balcarce, de Guerra, y José
M aría Rojas, de Hacienda.
Para resolver el problema polí­
tico interno — sumado al financie­
ro— y el externo de la lucha con­
tra el Brasil, Dorrego reanudó los
acuerdos interprovinciales de Bue­
nos Aires, reunió una Convención
Nacional y firm ó la paz con el
imperio.
En otro orden de cosas, el gober­
nador de Buenos Aires mejoró el
estado de las finanzas, se preocupó
por extender hacia el sur las lí­
neas de frontera sobre los indios,
fomentó la inmigración y regula­
rizó la actividad de los corsarios
contra el comercio brasileño. En
materia cultural estableció nuevas
cátedras en la Universidad y esti­
muló la creación de establecimien­
tos educativos.
Tratados interprovinciales.
Convención N acional
de Santa Fe
De acuerdo con sus ideas fede­
rales, Dorrego resolvió elim inar
las dificultades entre el gobierno
de Buenos Aires y las demás pro­
vincias. A fin de iniciar una polí­
tica de acercamiento con los cau­
dillos envió comisionados al inte­
rior del país y en virtud de esas
gestiones se firmaron tratados de
alianza sobre la base del recono­
cimiento de la nacionalidad e
igualdad de derechos y deberes.
Las provincias dispusieron en­
viar diputados a una Convención
a reunirse en Santa Fe, con el ob­
jeto de promulgar una Constitu­
ción federal, designar provisional­
mente un Ejecutivo Nacional y
disponer lo necesario para concluir
con éxito la guerra contra el Brasil.
Debido a las ambiciones perso­
nales del caudillo Bustos, la Con­
vención Nacional demoró bastan­
te en reunirse. Finalmente, la
asamblea se instaló el 31 de julio
de 1828 y, aunque no asistieron to­
das las provincias, se tituló Repre­
sentación Nacional de las P rov in ­
cias Unidas.
Su resolución más importante
fue aprobar la paz con el Brasil,
auspiciada por Dorrego. Después
de producido el movimiento revo­
lucionario del 1 de diciembre de
1828 (que luego estudiaremos) la
Convención negó autoridad al go­
bierno unitario de Lavalle y de­
claró “ que los cabecillas deberán
responder de sus actos a la N a ­
ción” . Los acontecimientos políti­
cos derivados del último episodio
impidieron a la Convención de
Santa Fe organizar el país. La
asamblea se disolvió en agosto de
1829.
Paz con el Brasil
E l gobernador Dorrego, que es­
taba a cargo de las relaciones ex­
teriores, decidió continuar la lucha
contra el imperio. Aceptó la re­
nuncia de A lvea r al cargo de co­
mandante en jefe del ejército y
cometió el error de reemplazarlo
por Lavalleja, quien carecía de
capacidad para el mando y ade­
más era partidario de segregar la
Banda Oriental.
La guerra se redujo principal­
mente a operaciones marítimas de
nuestros corsarios y a una cam­
paña terrestre contra las Misiones
orientales sobre el U ruguay — ocu­
padas por los portugueses— reali­
zada con éxito por Fructuoso R i­
vera.
Por su parte, Lavalleja — ene­
mistado con Rivera y a espaldas de
Dorrego— había iniciado por su
cuenta negociaciones para firm ar
la paz con el Brasil sobre la base
de la independencia de la Banda
Oriental.
Aunque Dorrego pretendió con­
tinuar con la guerra y trató de
sublevar a los mercenarios ale­
manes que luchaban en favor del
imperio, era evidente que la paz
era la solución reclamada por
ambos países en lucha.
Aceptada por los beligerantes la
mediación de lord Ponsonby, en­
viado confidencial del gabinete
inglés, el gobernador Dorrego de­
signó a Ramón Balcarce y Tomás
Guido para que se trasladaran a
la capital brasileña.
El 27 de agosto de 1828 se firmó
la Convención Prelim in a r de Paz,
por la cual los gobiernos de Brasil
y las Provincias Unidas recono­
cían y garantizaban la indepen­
dencia de la Banda Oriental. La
nueva república se regiría por un
339
338
gobierno provisional hasta que una
Constitución determinara las auto­
ridades definitivas. Los ejércitos
ocupantes debían evacuar el terri­
torio en el término de dos meses.
Una asamblea de representan­
tes convocada en la vecina orilla
designó al general Rondeau — na­
cido en Buenos Aires— goberna­
dor y capitán general provisorio
de la República Oriental del Uru­
guay. E l citado Congreso sancionó
luego una Constitución que fue
jurada en Montevideo el 18 de
junio de 1830, previa aprobación
por los gobiernos de Argentina y
Brasil
R EVO LU CIÓ N
DEL 1 DE DICIEM BRE
DE
1828
La agitación política
Dorrego trató de gobernar un
país anarquizado, sin una Consti­
tución que lo rigiera, en medio de
profundas disensiones políticas,
crisis económicas y problemas ex­
teriores.
Perturbado por la tenaz oposi­
ción de los unitarios, Dorrego pre­
tendió sofocar las críticas exalta­
das y promulgó una ley que
lim itó la libertad de im p ren ta1,
medida que sólo sirvió para atizar
el descontento.
Mientras los adversarios fustiga­
ban a Dorrego — seguros de una
próxima restauración en el man­
do— , sus propios partidarios, mo­
vidos por pasiones e intereses
personales, lo abandonaban. La
Convención de Santa Fe había fra­
casado, debido en gran parte a las
maniobras del caudillo Bustos, in ­
teresado en dirigir los destinos de
la República y en trasladar la ci­
tada asamblea a la provincia de
Córdoba.
o
Cuando trascendió que la paz
con el Brasil importaba la pérdi­
da de la Banda Oriental, el pue­
blo y los periódicos censuraron a
los hombres de gobierno, particu­
larmente a Dorrego. E l jefe del
partidario unitario en esa época,
doctor Julián Segundo Agüero, d i­
jo al respecto: “Nuestro hombre
está perdido, él mismo se ha la­
brado su ruina.”
Dorrego solicitó al comandante de
campaña Juan Manuel de Rosas — en
esas circunstancias también distanciado
del gobernador— una opinión con res­
pecto al tratado, y el último le respon­
dió: “ Será tan ventajoso como usted
dice, pero no es menos cierto que usted
ha contribuido a formar una grande
estancia con el nombre de Estado del
Uruguay. Y esto no se lo perdonaría a
usted. Quiera Dios no sea el pato de
la boda en estas cosas.”
La Revolución.
Lav alle, gobernador
Desde tiempo atrás, los unita­
rios, dirigidos por Agüero — ex
ministro de Rivadavia— , tramaban
una revolución para restaurarse
en el gobierno. A tal fin decidie­
ron apoyarse en las.'tropas que re­
gresarían de la campaña contra el
Brasil y comprometieron al gene­
ral Juan Lavalle para que acepta­
ra la* dirección m ilitar del m ovi­
miento. La oficialidad del ejército
republicano había abrazado la cau-
1 Los periódicos de tendencia unitaria lanzaban ataques violentos contra las autoridades
constituidas y los miembros del partido federal. E n mayo de 1828 se prom ulgó una ley
que castigaba los impresos sediciosos y aquellos que atentasen contra la religión católica
y la decencia én general.
340
sa de los conspiradores y se mos­
traba partidaria de adherir a la
revolución.
Aunque eran públicas las inten­
ciones de los unitarios, Dorrego no
creyó en un golpe armado y or­
denó brindar una calurosa recep­
ción a las tropas que habían ven­
cido a los imperiales. A fines de
noviembre de 1828, esos efectivos
comenzaron a llegar a Buenos
Aires.
A l amanecer del 1 de diciem­
bre, el general Lavalle y el coro­
nel José Olavarría, al frente de la
Primera División del ejército, ocu­
paron la Plaza de la Victoria, en
medio de las aclamaciones de los
unitarios.
Sin fuerzas con que oponerse, el
gobernador Dorrego abandonó la
Fortaleza por una puerta trasera
y luego de ocultarse algunas ho­
ras marchó a la campaña.
Dueño de la ciudad, Lavalle se
dirigió por la tarde a la Capilla
de San Roque — próxima a la ig le ­
sia de San Francisco— donde ha­
bía convocado a una centena de
ciudadanos, acaudillados por el
doctor Agüero, para un simulacro
de elección popular. A l solo nom­
bre del candidato y únicamente
en caso de aprobación, los presen­
tes debían alzar su sombrero.
Cuando se propuso a Juan Lavalle,
todos lo aclamaron y en conse­
cuencia — debido a tan singular
procedimiento— el citado m ilitar
fue electo gobernador provisional
de la provincia de Buenos Aires.
En la reunión también se resolvió
el cese de la Junta de Representan­
tes, cuyos nuevos miembros serían
elegidos posteriormente.
Muerte de Dorrego
Mientras tanto, Dorrego se diri­
gió a Cañuelas donde se reunió con
Rosas, quien — enterado de los su­
cesos— había comenzado a reclu341
tar paisanos e indios. Por su parte,
Lavalle delegó el mando en el al­
mirante Brown, y al frente de un
regimiento de caballería salió en
persecución del gobernador derro­
cado.
Ambas fuerzas se encontraron en
Navarro el 9 de diciembre. Derro­
tados los federales, optaron por se­
pararse: Rosas marchó rumbo a
Santa Fe y Dorrego pretendió lle ­
gar a San Antonio de Areco, pero
fue apresado por sus propios efec­
tivos — sublevados por el coronel
Escribano— y puesto a disposición
de Lavalle, quien se encontraba en
su campamento de Navarro.
Cuando el prisionero llegó a
dicho lugar, ese mismo día, 13 de
diciembre de 1828, se enteró de que
sería fusilado en el término de una
hora. En ese lapso, Dorrego escri­
bió varias cartas de despedida y
algunas esquelas sobre asuntos par­
ticulares.
Por orden del general Lavalle y
sin ajustarse a las más elementales
normas de legalidad, una descarga
puso término a la vida del gober­
nador de la provincia de Buenos
Aires.
El general Lavalle asumió la res­
ponsabilidad histórica del trágico epi­
sodio y de inmediato escribió al minis­
tro de gobierno Díaz Velez:
“ Navarro, diciembre 13 de 1828.
”Señor ministro:
”Participo al gobierno delegado que
el coronel don Manuel Dorrego acaba
de ser fusilado por mi orden, al frente
de los regimientos que componen esta
división.
”La historia, señor ministro, juzgará
imparcialmente si el coronel Dorrego,
ha debido o no morir; y si al sacri­
ficarlo a la tranquilidad de un pueblo
enlutado por él, puedo haber estado
poseído de otro sentimiento que el del
bien público.
”Quiera persuadirse el pueblo de Bue­
nos Aires que la muerte del coronel
Dorrego, es el sacrificio mayor aue
puedo hacer en su obsequio.
”Saludo al señor ministro con toda
atención.
” Ju a n L a v a l l e .”
Destacadas figuras del partido unitário habían pedido con anterioridad a
Lavalle el sacrificio de Dorrego. Así
Salvador María del Carril le' escribió:
“ Hemos estado de acuerdo antes de
ahora; ha llegado el momento de eje­
cutarla” ; el doctor Agüero le aconsejó:
“ Hay que cortar la primera cabeza de
la hidra.”
La muerte de Dorrego privó al
partido federal y al país entero de
una de sus figuras más destacadas.
Todas las provincias — exceptuan­
do Tucumán y Salta con gobiernos
unitarios— protestaron ante el do­
loroso episodio, cuya consecuencia
más importante fue el surgimien­
to de Juan M anuel de Rosas al
poder.
La convención reunida en San­
ta Fe condenó el fusilamiento del
legítim o gobernador y designó a
Estanislao López jefe de las fuer­
zas que debían oponerse al pro­
nunciamiento de Lavalle.
CA M PA Ñ A S DE LOS GENERALES
IAVALLE Y PAZ
Los federales vencen
a
Lavalle
Lavalle decidió derrotar a los
caudillos para luego sentar en la
República las bases de un gobier­
no definitivo de carácter unitario.
A comienzos de 1829, llegó a
Buenos Aires el general José M a ­
ría Paz — de ideas políticas unita­
rias— , jefe del segundo cuerpo de
ejército que había luchado contra
los brasileños.
Inmediatamente Lavalle trazó su
plan de acción: debía destruir el
ejército federal que se agrupaba
en Santa Fe; impedir que se reu­
nieran las tropas que preparaban
otras provincias y pacificar la cam­
paña de Buenos Aires, que respon­
día a las directivas de Rosas, a la
sazón en Santa Fe.
Para actuar contra las fuerzas
adversarias que se organizaban al
sur de la provincia de Buenos A i­
res, Lavalle comisionó un regi­
miento a las órdenes del coronel
prusiano Federico Rauch, quien en
Las Vizcacheras — inmediaciones
del río Salado— fue vencido por
los montoneros (marzo de 1829);
el citado jefe pereció en la acción.
Otro fracaso lo constituyó la en­
fermedad del coronel Ramón Estomba, comandante general de la
frontera sur, quien al perder el
juicio agotó su división con con­
tramarchas innecesarias.
,
de abril en el Puente de M árquez.
Después de usa sangriento comba­
te, L avalle fue derrotado y debió
replegarse hasta la ciudad de Bue­
nos Aires, en cuyas inmediaciones
llegaron sus perseguidores.
López no tardó en regresar con
sus efectivos a Santa Fe, pues te­
mía que su provincia fuese atacada
por el general Paz, victorioso en el
interior del país. Rosas quedó fren­
te a Buenos Aires con el grueso del
ejército federal.
Después de algunos intentos in­
fructuosos contra Estanislao L ó ­
pez 1, jefe de todas las fuerzas fede­
rales, el general Lavalle se entre­
vistó con Paz al sur de la provincia
de Santa Fe — próximo al río Des­
mochado—• a fin de resolver la ac­
tividad futura de ambos ejércitos.
El general Paz marchó hacia
Córdoba, para quitar del mando
al caudillo Bustos y consolidar el
movimiento unitario en el inte­
rior; por su parte Lavalle — ante
lo ocurrido a Rauch y Estomba—•
abandonó la provincia de Santa
Fe, donde las acciones no le eran
favorables, y se dirigió hacia la
campaña Tfe Buenos Aires.
López y Rosas salieron en su
persecución y lo alcanzaron el 26
Triunfos del general Paz
en el interior
Mientras tanto, el general Paz
avanzó hasta Córdoba sin encon­
trar resistencia y finalmente llegó
a la hacienda de San Roque — al
norte de la capital— donde Bustos
inició negociaciones al solo objeto
de ganar el tiempo necesario para
que llegasen refuerzos prometidos
por los caudillos vecinos. Paz ata­
có de inmediato a su adversario,
venciéndolo el 27 de abril en la
Hacienda de San Roque. Después
de este triunfo, se dirigió a Cór­
doba donde fue elegido goberna­
dor de la provincia. No hubo opo­
sición al nombramiento por cuanto
el general Paz era bien visto por
los hombres cultos del partido fe­
deral.
1 Estanislao L ó pez era un hombre valiente y muy astuto. D om inaba a la perfección la
clásica guerra de guerrillas de los montoneros y atacaba con una formación ingeniosa
llamada el aba n ico, debido al frente semicircular que ofrecían sus hombres. Lavalle preten­
dió sorprenderlo o bien derrotarlo, en un combate definitivo, pero L ó pez no se prestó a
ninguno de los dos planes. E l caudillo no cesó de
hostilizar asu adversario y en momento
oportuno atrajo al ejército unitario —extenuado y hambriento— a unos pastos nocivos, que
produjeron gran mortandad en la caballada.
344
José María Paz era hijo de padre
porteño y de madre cordobesa. Estu­
dioso y de esmerada educación, perte­
neció al grupo de revolucionarios que
se graduaron en la Universidad de Cór­
doba.
No conoció Europa ni había reci­
bido la enseñanza, que allá se impar­
tía. Abrazó el ideal unitario y luchó
contra los caudillos, pues creía nece­
sario extirpar la anarquía y organizar
el país, pero como auténtico hijo del
suelo no ignoró la realidad argentina
y en esto coincidía con los hombres del
partido federal.
Eximio militar, Paz está considerado
el primer táctico de nuestro Ejército.
Riguroso en la disciplina, audaz en el
combate, frío en las resoluciones aun­
que clemente con el vencido, estudiaba
la capacidad del adversario, para luego
derrotarlo con la habilidad del estra­
tego.
Actor destacado de un importante
período de la historia argentina, ha
dejado a la posteridad sus Memorias
Postumas, obra de gran valor en las
que une la facilidad de estilo con la
agudeza de la observación.
Bustos se dirigió a la provincia
de La Rioja, donde Juan Facundo
Quiroga preparaba un ejército con
el apoyo de Catamarca y Cuyo.
Cuando todo estuvo listo, el cau­
dillo riojano invadió la provincia
de Córdoba y después de eludir con
gran rodeo a las tropas de Paz
— que habían salido a combatir­
lo— marchó sobre la ciudad, que
cayó en poder de los federales des­
pués de breve resistencia.
E l general Paz, al frente de
“ ■300 hombres, apresuró su marcha
Para socorrer a Córdoba y el 22 de
junio de 1829 libró batalla contra
Quiroga. El encuentro se produjo
®u La Tablada, a la vista de la
ciudad.
El “ T ig re de los Llanos” — al
frente de 5.000 hombres— , con sus
lugartenientes Bustos y Félix A l-
dao, fue rechazado después de va­
rias furiosas embestidas; al día si­
guiente consiguió rehacerse, pero
fue totalmente vencido y debió re­
troceder en dirección a Cuyo.
Con sus tropas victoriosas, Paz
penetró nuevamente en la capital
cordobesa.
Gobierno de Lavalle
Después de la derrota sufrida
en Puente de Márquez, Lavalle
debió afrontar en Buenos Aires
una difícil situación. No conforme
con la dirección política del jefe
unitario, las figuras más destaca­
das del partido comenzaron a emi­
grar. La ciudad estaba sitiada por
Rosas, y para reprim ir cualquier
revuelta Lavalle ordenó apresar a
los dirigentes federales, acusados
de conspiración.
El 6 de febrero de 1829 había arri­
bado a Buenos Aires procedente de
Inglaterra el general San Martin, con
el propósito de retirarse a su chacra de
Mendoza. Enterado del trágico fin de
Dorrego y de las luchas políticas que
agitaban al país, se negó a desembar­
car y regresó a Europa en la misma
nave. En Montevideo fue entrevistado
por dos delegados de Lavalle, quienes
le ofrecieron el gobierno de la provin­
cia y el mando de las tropas, pero el
ilustre militar rechazó la propuesta,
decidido a no participar en las luchas
internas.
En el mes de abril, el gobierno
de Buenos Aires dictó un decreto
— de acuerdo con una ley del 10
de abril de 1821— por el cual los
extranjeros debían incorporarse en
las milicias; fue creado el Batallón
Am igos del Orden y en sus filas
debieron ingresar buena cantidad
de franceses. Esto motivó una enér­
gica protesta del cónsul de esa na­
ción, quien, al no ser atendido, pi­
dió sus pasaportes.
345
En la noche del 16 de junio y
desde su campamento en Los T a ­
piales (cerca del actual Ramos
M e jía ) Lavalle partió a caballo,
acompañado de un ayudante, en
dirección a Cañuelas, donde Rosas
había establecido su cuartel ge­
neral.
Debido a la situación creada,
una noche del mes de mayo el co­
modoro francés Vizconde de Venancourt, al frente de sus naves
— dos embarcaciones desprendidas
del grueso de la flota que se halla­
ba en Río de Janeiro— atacó a va­
rios buques argentinos surtos en el
puerto de Buenos Aires. Los pri­
sioneros federales, que se hallaban
a bordo de un pontón, fueron pues­
tos en libertad.
C O N V EN C IO N ES
Y B ARRACA S
DE
CA Ñ U ELA S
Ante las insuperables dificulta­
des que debía vencer, Lavalle de­
cidió pactar con Rosas, persuadido
de la influencia del último en la
campaña y creyendo contar con el
apoyo del partido unitario para
tal actitud.
Cuando el general unitario llegó a
destino, los asombrados oficiales de
Rosas le manifestaron que su jefe no
estaba en el campamento, pues había
salido a inspeccionar las tropas. M uy
cansado, Lavalle se acostó en el catre
de su adversario y quedó dormido. Ro­
sas se presentó al amanecer y entonces
ambos jefes iniciaron una cordial en­
trevista 1.
La entrevista permitió que el
general Lavalle, en representación
del gobierno de la ciudad, y el
coronel Rosas, “ a nombre del pue­
blo armado de la campaña” , fir­
maran el 24 de junio de 1829 un
tratado conocido históricamente
con el nombre de Convención de
Cañuelas.
A través de siete artículos dis­
pusieron el cese de las hostilidades
y la inmediata elección de los re­
presentantes de la provincia, quie­
nes a su vez deberían designar el
nuevo gobernador de Buenos A i­
res. Por un pacto único y secreto,
ambos firmantes se comprometían
* Conviene aclarar que las familias de Lavalle y Rosas h abían vivido muy unidas años
atrás y que la amistad se cortó cuando ambos hombres militaron en distintos partidos
P°M u c h ó tiempo después y encontrándose Rosas en Southampton, recordó la entrevista en
una carta dirigida a un amigo: “ Cuando recibí el mensaje, le envié un mate y el aviso de
que iba a verle y a tener el gran placer de abrazarlo; cuando el general Lavalle me vio,
se dirigió a m í con los brazos abiertos.” Carta del 25 de julio de 1869. Publicada por Adolfo
Saldías.
346
a auspiciar la candidatura de Félix
de Álzaga para gobernador, de V i­
cente López y M anuel Garcífa en
calidad de ministros; además, los
diputados serían elegidos en una
lista mixta, propuesta por ambos
contratantes.
Mientras tanto, ya habían lle ­
gado a Buenos Aires las noticias
sobre las victorias obtenidas por el
general Paz en Córdoba y enton­
ces los unitarios — alentados por
el éxito— se opusieron a todo
acuerdo con Rosas.
Las elecciones para renovar la
Junta de Representantes se efec­
tuaron en un ambiente de gran
agitación, y la lista propiciada en
Cañuelas fue derrotada por otra
integrada exclusivamente por uni­
tarios. Lavalle declaró ilegal la
elección y la anuló.
El convenio no había sido res­
petado. Cuando la lucha civil pa­
recía reanudarse, Lavalle y Rosas
se entrevistaron nuevamente, esta
vez en la quinta de Piñeiro, sobre
la margen derecha del río Barra­
cas.
El 24 de agosto firmaron el lla ­
mado Pacto de Barracas por el
cual fue designado gobernador
provisorio de la provincia de Bue­
nos Aires el general Juan José
Viam onte — hombre prestigioso y
apolítico— , quien debía reunir a
la brevedad una nueva Junta de
Representantes, con diputados ele­
gidos por Rosas y Lavalle.
Rosas es elegido gobernador
de la provincia
Con la elección de Viamonte se
llegó a un gobierno de transacción
y el mandatario interino se dio
cuenta que permanecería en el
poder hasta que los federales con­
solidaran sus posiciones. Los en­
conos políticos, atizados por la gue­
rra en el interior del país y por el
periodismo, eran profundos.^
Ante el curso de los sucesos, el
partido unitario se desmembraba
y el general Lavalle — hostilizado
por sus mismos partidarios— optó
por renunciar a la Comandancia
de Caballería y marchó luego a
Montevideo.
Por su parte Rosas, desde su es­
tancia Los Cerrillos — en aparien­
cia alejado de Viamonte— dirigía
347
prácticamente toda la política y
hasta contaba con el apoyo de la
burguesía porteña.
Viamonte debía instalar una
nueva legislatura y entonces con­
sultó a Rosas, quien se opuso a lla ­
mar a elecciones y propició res­
tablecer la Junta de Representan­
tes — que había elegido goberna­
dor a Dorrego— , disuelta por los
unitarios después de la revolución
del 1 de diciembre del año an­
terior.
Viamonte aceptó y el 1 de di­
ciembre de 1829 se reunió nueva­
mente la legislatura derrocada. El
6 de diciembre la cámara eligió
gobernador de la provincia a Juan
M anuel de Rosas, concediéndole
“ las facultades extraordinarias que
juzgue necesarias”
pudo reorganizar sus fuerzas en
Mendoza y al frente de ejércitos
cuyanos invadió nuevamente la
provincia de Córdoba. En esas cir­
cunstancias llegó una comisión
mediadora enviada por el gobierno
de Buenos Aires, la cual — a pesar
de haber entrevistado a ambos je­
fes— no llegó a nada positivo.
El general Paz se dirigió con su
ejército en busca de las tropas de
su adversario y ambos chocaron el
25 de febrero de 1830 en la lla ­
nura de Oncativo, a unas veinte
leguas de Córdoba.
Quiroga fue derrotado y sus
fuerzas destruidas luego de una
hábil persecución. E l caudillo rio­
jano debió escapar en dirección a
Buenos Aires.
La Liga U nitaria
Las facultades extraordinarias signi­
ficaba otorgar al gobernador poderes
absolutos, lo que motivó debates en el
seno de la asamblea, pero la mayoría
aprobó el proyecto, temerosa de un
complot unitario y “ ante el cúmulo de
peligros por que atravesaba el país” .
Rosas fue elegido por 32 votos con­
tra uno, de su amigo Terrero, quien lo
hizo por Viamonte.
EL G EN ERAL PAZ DOM IN A
EL INTERIOR
B atalla de O ncativo
Después de la victoria del gene­
ral Paz en La Tablada, llegaron
a Córdoba comisionados santafecinos para mediar amistosamente
en la lucha que libraba el primero
contra el caudillo riojano, pero no
consiguieron su objetivo. Quiroga
Después de su triunfo, el gene­
ral Paz acrecentó su prestigio y
con el objeto de form ar una coali­
ción de provincias en el interior
del país, envió una serie de expe­
diciones militares, para deponer a
los gobernadores federales.
Consolidado el movimiento uni­
tario, las provincias de Córdoba,
Catamarca, Santiago del Estero,
Salta, Tucumán, La Rioja, M endo­
za, San Luis y San Juan adhirie­
ron en una alianza defensiva y
ofensiva, denominada L iga U nita­
ria o L iga del In te rio r, cuyos con­
venios fueron firmados en la ciu­
dad de Córdoba, el 31 de agosto
de 1830.
Las nueve provincias citadas ex­
presaron sus deseos de organizarse
políticamente “ bajo el sistema
1 N o era la primera vez que se concedían facultades extraordinarias. E l primer antece­
dente se remonta a 1813, año en que la Asam blea concedió poderes absolutos al Segundo
Triunvirato.
348
Entre los a ñ o s 1 8 3 0 y 1831 se p u b licó
en la p ro v in cia d e S a n t a Fe un p e ­
rió d ico titu la d o " E l F e d e r a l" , cuyo
facsím il d e l N 9 17, c o rresp o n d ien te a l
sá b a d o 15 d e e n e ro d e 18 3 1 , re p ro ­
du ce el g r a b a d o .
constitucional que adoptase la ma­
yoría de las Provincias reunidas en
Congreso” a fin de terminar con
las luchas internas.
El acuerdo dispuso la creación
de un Supremo Poder M ilita r pro­
visional y designó en ese alto car­
go al general José M aría Paz.
El Supremo Poder Militar permane­
cería ocho meses en sus funciones y
cumplido ese lapso debía reunirse un
Congreso de carácter nacional.
El general Paz estaba obligado 9 con­
vocar dicha asamblea, a defender la
integridad de las provincias firmantes
del tratado y a mantener el orden in­
terno en cada una de ellas. Podía dis­
poner de los fondos monetarios de una
caja militar, para cuya formación las
provincias debían aportar la cuarta par­
te de sus rentas ordinarias. El dinero
sería destinado a la formación de tro­
pas y a otorgar grados militares.
Sin tardanza, se enviaron comu­
nicaciones a los gobiernos del li­
toral para que adhirieran al con­
venio y mandasen diputados a Cór­
doba, pero la invitación fue consi­
derada una amenaza, por cuanto
esos gobiernos federales no habían
sido consultados — en especial Bue­
nos Aires por su importancia— ni
tampoco deseaban someterse a la
suprema autoridad del general
Unitario.
E l PACTO FEDERAL
^
El movimiento unitario tenía
ta i111
en la Banda Orien91 y en Entre Ríos. En esta última
provincia estalló en noviembre de
1830 una revolución destinada a
derrocar a las autoridades federa­
les, pero el movimiento fracasó
— al cabo de cuatro meses— debido
a divergencias entre sus dirigentes.
Las provincias de Buenos Aires,
Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes
habían entablado — desde tiempo
atrás— negociaciones amistosas;
ante la revuelta estallada en En­
tre Ríos y la creación del Supremo
Poder M ilita r en Córdoba, se apre­
suraron a firm ar el 4 de enero de
1831, en la ciudad de Santa Fe,
el llamado Pacto Federal o L iga
del Litoral.
En diecisiete artículos y dos adi­
cionales, el documento sentaba las
bases para la posterior organiza­
ción del país, bajo el sistema re­
publicano federal. Creaban una
kan representados por Juan M a ­
Comisión Representativa de los go­
biernos de las provincias litorales
(artículo X V ) compuesta por un
diputado por cada provincia signa­
taria, con sede en la ciudad de
Santa Fe. Entre las atribuciones de
esta comisión figuraba — artículo
X V I, inciso 59— invitar a todas las
provincias, una vez pacificadas, a
reunirse en un Congreso General
para organizar el país bajo el sis­
tema federal y propender al “ en­
grandecimiento general de la Re­
pública, su crédito interior y ex­
terior, y la soberanía, libertad e
independencia de cada una de las
provincias” 1.
En otros artículos, los gobiernos sig­
natarios constituían una liga defensiva
y ofensiva contra toda agresión exter­
na o interna — “ lo que Dios no permi­
ta” , dice el documento— y reconocían
mutuamente su libertad, representación
y derechos.
En el Pacto figuraba una declara­
ción de garantías y derechos en favor
de los ciudadanos y disponía la libertad
de tránsito y de comercio interprovin­
cial. Daba normas sobre extradición
nuel de Rosas y Estanislao López.
gobernadores de Buenos Aires y
Santa Fe, respectivam ente.
El momento era decisivo y el
triunfo de cualquiera de las dos
facciones aseguraría su preeminen­
cia en todo el territorio.
La Comisión Representativa se
reunió en Santa Fe y, luego de
designar a López jefe del ejército
federal, dispuso iniciar al instante
las hostilidades contra el general
Paz. La provincia de Córdoba
fue invadida desde varios frentes,
mientras en Buenos Aires el ge­
neral Juan Ramón Balcarce se
hacía cargo del mando de las tro­
de crimínales y dejaba constancia de
pas porteñas.
que las provincias adheridas no podían
firmar tratados particulares sin previo
A comienzos de febrero de 1831,
conocimiento de las demás.
contingentes santafecinos a las ór­
denes de los hermanos G u illerm o
E l Pacto Federal es de gran im
y Francisco Reinafé ocuparon bue­
portancia jurídica y, como bien se
na parte de la campaña cordobesa.
ha dicho, guió el desarrollo insti
El 5 de febrero una división de
tucional de nuestro país hasta el
vanguardia porteña, al mando del
Congreso Constituyente de 1852.
coronel Á n g el Pacheco, venció en
Ha sido calificado como “ una ver­ Fraile M u erto a las tropas del co­
dadera constitución bosquejada a ronel unitario Pedemera.
grandes rasgos” .
El caudillo Facundo Quiroga
inició una violenta ofensiva y a
comienzos de marzo tomó la villa
LOS FEDERALES
de R ío Cuarto, después de vencer
VENCEN A LOS UNITARIOS
al coronel Pascual Pringles, quien
™e perseguido y muerto por los
Luchas entre las Ligas Unitaria federales.
y Federal
El T ig re de los Llanos prosiguió
Con la firm a del Pacto Federal, su campaña y luego de ocupar sin
la República quedó dividida en dos Resistencia la provincia de San
ligas antagónicas. E l partido unita­ , lts, marchó a Mendoza, cuyo goernador V idela Castillo lo en­
rio triunfaba hasta esos momentos
j u t ó en el Potrero Chacón, pero
en el interior del país y su figura
ayo vencido y sus tropas fueron
más destacada era el general P a lspersadas. La victoria permitió
gobernador de Córdoba. Por sl1
parte los federales del litoral estadel S f
sioneroe ^
1 Esta cláusula
yente de 1852.
está considerada como uno
j
a Quiroga ocupar la provincia cuyana.
Prisión del general Paz
Las sucesivas victorias federales
habían comprometido la situación
del general Paz, rodeado virtual­
mente de en em ig o v pues a los an­
teriores se había sumado Ibarra,
el caudillo de Santiago del Estero,
quien también avanzaba para ata­
carlo. A pesar de todo, el bravo
m ilitar dispuso enfrentar a López,
el jefe de los federales.
El general unitario se encontra­
ba con sus tropas cerca de E l T ío
(a l sur de la laguna M a r Chiqui­
ta, Córdoba) cuando se adelantó
para reconocer las posiciones del
enemigo, pero con tan mala for­
tuna que en un momento de con­
fusión fue sorprendido y hecho
prisionero por una partida federal
(10 de mayo de 1831).
El general Paz se internó a caballo
por un bosquecillo y a insinuación de
su guía tomó por un sendero que lo
llevaba justamente al flanco del ene­
migo, el cual había cambiado de posi­
ción y cuyos hombres, en lugar de
ostentar la divisa punzó, usaban ■—al
igual que los unitarios— una chaque­
tilla? blanca. El jefe supremo de los unitarios fue
reconocido en seguida por los monto­
neros; él, en principio, creyó que era
un contingente de sus hombres y apu­
ró la marcha; sin embargo — cuando
se dio cuenta de la situación— , trató
de escapar, pero le bolearon el caballo
y fue hecho prisionero.
Llevado en presencia de Estanislao
López, el general Paz fue tratado con
corrección y enviado —-más tarde— a
Santa Fe *.
"r1 general Paz fue trasladado a Buenos Aires. Según consta en las “ Mem orias”
recibió un trato correcto en los ocho años en que permaneció pri-
de los antecedentes del Congreso Constit 1
351
Los federales habían asegurado
su victoria fin a l con el dominio
sobre Córdoba y Cuyo. Cautivo
Paz, fue reemplazado por el gene­
ral G regorio Lam adrid \ quien se
retiró con las tropas hacia Tucu­
mán, pero fue. vencido por el cau­
dillo Quiroga en la Ciudadela (4
de noviem bre).
La guerra civil iniciada tres
años atrás, con la muerte de D o­
rrego, había terminado con el
triunfo federal. A comienzos de
1832, los hombres de dicho parti­
do controlaban toda la República.
(
JUAN MANUEL DE ROSAS
El estanciero
E l 30 de marzo de 1793, nacía
en la ciudad de Buenos Aires Juan
M anuel de Rosas, prim er hijo va­
rón de León Ortiz de Rosas y de su
esposa Agustina López Osornio,
miembros de una fam ilia de hol­
gada posición económica.
A los ocho años, el niño ingresó
en la escuela primaria de don
Francisco Javier Argerich, donde
aprendió a leer, escribir y contar.
Según lo relató el mismo Rosas a
un hombre de negocios inglés en 1847,
el maestro acostumbraba a decirle:
“ No se haga mala sangre por cosas de
libros; aprenda a escribir con buena
letra, su vida va a pasar en una es­
tancia, no se preocupe mucho por
aprender.”
Todos los años, sus padres lo
llevaban por largas temporadas a
la antigua estancia el “ Rincón de
López” -— la que había perteneci­
do a su abuelo materno— , ubicada
en la desembocadura del río Sa­
lado del sur. A llí se acostumbró
a la vida agreste y a las rudas fae­
nas del campo que atraían al niño
con irresistible inclinación. En ese
medio concordante iba a desarro­
lla r su personalidad psíquica, f í ­
sica y política.
Cuando se produjeron las inva­
siones inglesas, Juan M anuel par­
ticipó en ambas campañas hasta
la expulsión de los atacantes 2.
En 1811, don León confió a su
hijo la administración de la estan­
cia, pues el joven — tenía dieciocho
años— estaba capacitado para ase­
gurar la prosperidad del estableci­
miento.
Dos años más tarde, Rosas casó
con Encarnación Ezcurra y luego
de abandonar la administración de
la estancia paterna se asoció con
Nepomuceno Terrero para dedi­
carse a la salazón de carnes y pes­
cado, en el partido de Quilmes
Más tarde, la sociedad compró
campos en Guardia del M onte y
así surgió la gran estancia “ Los
Cerrillos” , donde Rosas se trans­
formó — escribe Saldías— en un
“ señor de horca y cuchillo” , quien
vigilaba celosamente la dura dis­
ciplina del trabajo, castigaba la
ociosidad, la embriaguez y el robo
1 Según un relato del soldado Saturnino Gallegos, el general Paz declaró a López
“ . . . falto yo, todo está perdido, pues Lam adrid, que es quien queda a la cabeza, es
incapaz de sacar ventaja alguna de su posición, careciendo de aptitudes para llevar a cabo
mis planes” .
2 A sí lo afirman los historiadores M anuel Bilbao y Adolfo Saldías. Por su parte Ernesto
Celesia sostiene que Rosas no participó en la Defensa (1 8 0 7 ) y otros niegan que haya
intervenido en ninguna de las dos invasiones.
Cuando se produjo la Revolución de Mayo, Rosas se encontraba dedicado a sus actividade.'
rurales y fue en absoluto ajeno al movimiento, al que, además, nunca le asignó importancia
352
Dice Ibarguren: “ La pampa nutrió
a Rosas y modeló en su persona el aruetipo del patrón. La estancia era un
ilatado señorío: extensos dominios,
rebaños numerosísimos, peones milita­
rizados, rudos trabajos y guerra contra
los indígenas. El patrón era caudillo,
gobernante, diplomático y guerrero.
Debía comprender a los paisanos e in­
terpretar su alma para dominarlos, ad­
ministrar hasta la extrema minucia
para obtener el mayor provecho de la
explotación, observar profundamente a
las gentes y a los ganados, mirar a los
ganados como si fueran hombres y ma­
nejar a los hombres como si fueran
ganados.”
El comienzo de la v id a política
A partir del año 1818, Rosas
comenzó a intervenir en la vida
pública en defensa del progreso
de la Campaña, y dos años más tar­
de colaboró activamente con M ar­
tín Rodríguez en equipar las tropas
que defenderían a Dorrego, el go­
bernador interino de Buenós Aires.
En los críticos sucesos del año
1820, ya estudiados x, el regimiento
N 9 5, “ Los Colorados” , del coman­
dante Juan M anuel de Rosas, re­
presentó la fuerza más poderosa y
organizada; apoyó la paz entre
Buenos Aires y Santa Fe — Tratado
de Benegas— y para asegurarla se
comprometió personalmente a en­
tregar al gobierno santafecino una
indemnización de veinticinco m il
cabezas de ganado.
Cuando los unitarios ocuparon
el gobierno en 1821, Rosas se apar­
tó de la vida política y se dedicó
a vig ila r sus intereses de hacen­
dado, particularmente contra el
ataque de los indios. Con el trans­
curso de los años, acrecentó su
prestigio e influencia, no sólo en
la campaña sino también en la
ciudad de Buenos Aires.
Después de la caída de Rivada­
via, Rosas volvió nuevamente a la
escena política, cuando el presi­
dente provisional Vicente López y
Planes lo designó comandante ge­
neral de milicias de la campaña
bonaerense.
Como hemos visto, luego de
la revolución del 1 de diciembre,
Dorrego se unió con Rosas, y fu ­
silado el primero, el segundo ven­
ció a Lavalle, quien debió firm ar
las convenciones de Cañuelas y
Barracas. A l efímero mandato de
Viamonte, le sucedió el prim er go­
bierno de Rosas.
Retrato físico. Ideología
U n diplomático francés descri­
bió físicamente a Rosas como “ un
hombre de talla mediana, bastante
grueso y dotado, según todas las
apariencias, de un gran vigor mus­
cular. Los rasgos de su fisonomía
— agrega—
son proporcionados;
tiene la tez blanca y los cabellos
rubios, en nada se asemeja al tipo
español. H ay en su expresión una
extraña mezcla de astucia y de
fuerza; de ordinario mantiene un
gesto apacible y hasta suave, pero
por momentos la contracción de
los labios le da una singular ex­
presión de dureza reflexiva. Se ex­
presa con mucha facilidad y como
un hombre perfectamente dueño
de su pensamiento y de su palaE1 escritor y militar argentino Lucio
V. Mansilla, sobrino de Rosas, descri-
* Capítulo X.
. . Alfred de Brossard, diplomático que llegó al Plata en 1847. Autor de "Considerations
j^storjques et politiques sur les Républiques de la Plata dans leurs rapport» avec la
r *ance et l’Anglaterre” . Traducción de José Luis Busaniche.
353
cuerdo de sus excesos y de su intolerancia política.
PRIMER G O B IER N O DE RO SA S
bió a su tío de la siguiente m anera:
“ M i tío apareció: era un h om bre alto,
rubio, blanco, sem ipálido, com binación
de sangre y de b ilis; de fren te perp en ­
dicular, am plia, rasa com o una p la n ­
cha de m á rm o l frío , lo m ism o que sus
concepciones; de cejas no m u y gu ar­
necidas, poco arqueadas, de m irada
fu erte, tem plada p or e l azul de una
pupila, casi perdida p o r el tenue del
m atiz, dentro de unas órbitas escon­
didas en concavidades insondables; de
n a riz afilad a y correcta, tirando más
al g rie g o que al rom ano; de labios d el­
gados casi cerrados, como dando la
m edida de su reserva, de la firm e za
de sus resoluciones; sin pelo de barba,
p erfectam en te afeitado, de m odo que
e l ju ego de sus músculos era percep­
tib le.” 1
Rosas hizo de la vida en la cam­
paña su escuela política. A llí fue
el jefe supremo, el más hábil, el
más trabajador y también el más
enérgico, el más duro e inflexible.
1 El
Rosas
2A
a los
354
U nió al espíritu autoritario del es­
tanciero, la destreza del gaucho y
la desconfianza del indio.
Cuando interpretó que los uni
tarios desconocían los intereses de
la campaña, Rosas se hizo heredero
de Dorrego y levantó la bandera
del federalismo, pero como simple
mística, al solo efecto de lograr el
apoyo de la mayoría. Espíritu au
toritario, amante del orden y de
los gobiernos fuertes, estaba per­
suadido de que las autonomías pro
vinciales le impedirían controlar
el país bajo su mando. En los lar­
gos años de su gobierno, prefirió
no organizar a la República y
continuar con un régimen provi­
sional, pues juzgaba prematuro es­
tablecer un orden constitucional 2.
Insensible y cruel por cálculo
político, persiguió a sus enemigos
con saña implacable y los eliminó
con astucia y rigor. Consiguió la
adhesión de la masa popular
— constituida por las clases hum il­
des— que no entendía a teóricos e
ideólogos y llevó a la práctica un
gobierno primitivo, limitado a las
exigencias del momento.
Defendió la soberanía del país
contra el ataque extranjero y fue
laborioso y honrado en el manejo
de los negocios públicos.
Después de una larga perma­
nencia en el poder y cansado de
tantos esfuerzos sin resultado po­
sitivo, Rosas se alejó de la escena
nacional dejando tras de sí el re-
escritor, militar y diplomático Lucio V . Mansilla (1 8 3 1 -1 9 1 3 ) era hijo de 'Agustín51
y del general homónimo.
pesar de esto, impidió la disgregación del territorio, contuvo la anarquía y habituó
gobernadores provinciales a aceptar las directivas del gobierno central.
Acción política
El 8 de diciembre de 1829 y en
medio de gran entusiasmo popular
Rosas se hizo cargo del gobierno
de la provincia. Nombró a Tomás
Guido, ministro de Gobierno y Re­
laciones Exteriores; a Juan Ramón
Balcarce, de Guerra, y a M a n u el
José García en la cartera de Ha­
cienda.
Como sabemos, Rosas asumió el
poder con las facultades extraor­
dinarias; en enero de 1830, la L e­
gislatura — en adulación colecti­
va— lo aclamó otorgándole el gra­
do de Brigadier y el título de “ Res­
taurador de las Leyes” .
Una de las primeras disposicio­
nes del nuevo gobernador fue tri­
butar solemnes exequias a la m e­
moria de Dorrego, cuyos restos se
trasladaron desde Navarro a Bue­
nos Aires, donde recibieron sepul-
tura al término de una imponente
ceremonia.
E n e l cem en terio y a l p ie d el m au ­
soleo erigid o en m em o ria de D o rrego ,
Rosas concluyó una b reve alocución
con estos térm inos: “ . . . A l l á ante el
E tern o Á r b itro d el mundo, donde la
justicia dom ina, vuestras acciones han
sido y a juzgadas; lo serán tam bién las
de vuestros jefes; y la inocencia y el
crim en no serán con fu n d idos. . . D es­
cansa en paz con los justos. . . A d ió s . . .
A d iós para siem pre.”
El 3 de febrero de 1830, Rosas
ordenó por decreto el uso obliga­
torio de la divisa punzó. La cinta
roja debía colocarse del lado iz­
quierdo del pecho; los civiles y
eclesiásticos usarían el distintivo
con la palabra Federación y los
militares con Federación o M uerte.
Como repudio a sus adversarios,
el gobernador ordenó “ quemar por
mano de verdugo en los portales
de la Casa de Justicia” las publi­
caciones que hubiesen atacado a
los federales, en el lapso compren­
dido entre el 1 de diciembre de
Un so ld a d o d e la g u a r d ia d e R osas,
seg ú n d ib u jo d e l p in to r fra n cé s A d o l­
fo D 'H a stre l, q u ie n v isitó a B uenos
A ire s entre los a ñ o s 1 8 3 9 y 18 40.
al igual que la matanza de ga­
nado vacuno. Cerró las pulperías
de la campaña y prohibió — debi­
do a sus excesos— los juegos de
carnaval.
Política exterior
1828 y el 24 de junio de 18291.
Los participantes de la revolu­
ción unitaria, — que luego no hu­
bieran cambiado de ideología—
fueron declarados “ reos de rebe­
lión ” , como también “ todo el que
de palabra o escrito o de cualquie­
ra otra manera, se manifieste adic­
to al expresado motín” .
Ante las críticas de algunos pe­
riódicos, Rosas ordenó el cierre de
dos de ellos — “ Nuevo Tribuno” y
“ E l Cometa” — y dispuso que an­
tes de aparecer una publicación
debía solicitar el permiso corres­
pondiente del gobierno.
O b ra adm inistrativa
Cuando Rosas ocupó el gobierno
de la provincia, la situación de la
hacienda pública era muy preca­
ria; basta señalar que en 1829 las
entradas habían totalizado 8 m i­
llones de pesos fuertes contra más
de 23 millones de salidas.
E l déficit aumentó debido a los
gastos de la guerra interior. Eira
necesario equipar y mantener un
buen ejército para enfrentar a la
L iga Unitaria y después de ven­
cida la última prosiguió el pro­
blema de avanzar las fronteras so­
bre los indios. Rosas dispuso con­
trolar severamente las inversiones
y para obtener ingresos vendió
— a comerciantes y hacendados—■
fondos públicos por valor de cua­
tro millones; también aumentó las
tarifas postales.
En el aspecto eclesiástico reco­
noció vicario apostólico — con los
honores establecidos por las Leyes
de Indias— al obispo M ariano
M edrarlo y declaró obligatoria la
enseñanza de la doctrina cristiana
en las escuelas.
En otro orden de cosas exigió la
incorporación de los extranjeros
al ejército; estableció un tribunal
para castigar a los desertores; tam­
bién fueron sancionados los parti­
culares que llevasen armas. A d e­
más, reglamentó las funciones de
la policía y las atribuciones de los
jueces de la Corte de Justicia. Im ­
pidió la extracción de oro y plata,
1 Las fechas recuerdan la revolución unitaria y la reunión do la Convención de Cafiuelas.
356
Rosas reanudó las relaciones con
el Vaticano — interrumpidas desde
1810— y propuso al Pontífice el
nom bre. de M ariano Medrano pa­
ra ocupar la diócesis de Buenos
Aires.
A fines de diciembre de 1831, la
fragata de guerra estadounidense
“ Lexington” atacó y destruyó un
destacamento argentino en las Is­
las Malvinas. Rosas, por interme­
dio de su ministro García, presentó
una form al protesta ante el go­
bierno norteamericano.
Las relaciones internacionales
no fueron descuidadas. M anuel
Moreno se hizo cargo de la repre­
sentación diplomática ante Gran
Bretaña, y Eugenio Santa Coloma
se dirigió con el mismo objeto
hacia Francia; por su parte Carlos
de A lvear fue comisionado ante el
gobierno de Washigton.
Rosas rechaza su reelección
La Comisión Representativa que
se había reunido en Santa Fe, de
acuerdo con lo dispuesto por el
Pacto Federal, no contó con el
apoyo de Bosas. Éste sostuvo que
debido a la tensa situación polí­
tica imperante el país no estaba
en condiciones de organizarse bajo
una carta orgánica; sin embargo,
era evidente que de cumplir su
cometido dicha asamblea el go­
bernador de Buenos Aires perdería
el predominio sobre el resto de la
República. E l último rftiró su di­
putado ante la Comisión Represen­
tativa y poco después el citado or­
ganismo se disolvió.
El 7 de mayo de 1832, Rosas en­
vió un mensaje a la Legislatura de
Buenos Aires, por el cual renun­
ciaba a las facultades extraordina­
rias que ejercía desde su elección.
Motivaban esta actitud — en apa­
riencia sincera— los intensos de­
bates y las discusiones públicas a
357
que habían dado origen esos po­
deres absolutos
E l problema había dividido al
partido federal, pues su grupo m i­
noritario, de tendencia moderada
— más tarde apodado “ lomos ne­
gros” — , se resistía a conceder nue­
vamente esas facultades. Después
de larga y acalorada discusión, los
últimos triunfaron y la Legisla­
tura dispuso reelegir a Rosas — que
había terminado su período le­
gal— pero sin otorgarle los pode­
res absolutos.
Disgustado con esa determina­
ción, rechazó su nombramiento y
como la Cámara insistió dos ve­
ces más, Rosas declinó en ambos
casos volver a ocupar el gobierno.
Finalmente le fue aceptada la re­
nuncia (diciem bre de 1832).
G O B IERN O DE BALCARCE
Los "cismáticos"
y los "apostólicos"
En reemplazo de Rosas, la L e­
gislatura eligió gobernador de la
provincia de Buenos Aires al ge­
neral Juan Ramón Balcarce, quien
se hizo cargo de sus funciones el
17 de diciembre de 1832.
E l nuevo gobernador era uno de
los miembros más destacados del
partido federal y apenas llegado
al poder todo indicaba que con­
tinuaría con la orientación trazada
por su antecesor. Sm embargo, no
aceptó la presión de los rosistas y
aconsejado por su ministro de Gue­
rra, el general E n riqu e M a rtín ez,
no tardó en oponerse a la política
de Rosas, aprovechando que el úl­
timo había partido — en marzo de
1833— a luchar contra los indios
en la campaña al desierto, como
veremos más adelante.
La actitud de Balcarce aumentó
las disensiones que desde tiempo
atrás — con motivo de las faculta­
des extraordinarias— dividían al
partido federal. La Legislatura, en
cuyo seno tenía apoyo el nuevo
gobernador, derogó el decreto que
restringía la libertad de imprenta
y negó ayuda monetaria a la ex­
pedición que encabezaba Rosas.
A fines de abril de 1833, y con
motivo de las elecciones para di­
putados, surgieron dos listas: la
propiciada por los “ cismáticos” o
“ lomos negros” 2, es decir, los fe­
derales moderados de Balcarce y
los “ federales netos” también co­
nocidos como “ apostólicos” . El
triunfo correspondió a los prime­
ros, lo que originó una gran ten­
sión política y la renuncia de al­
gunos diputados federales netos.
A mediados de jim io se efectuaron
nuevos comicios a fin de llenar
esas vacantes, pero a causa de los
tumultos el gobierno las suspen­
dió cuando los apostólicos llevaban
ventajas.
Mientras tanto, Rosas — desde el
río Colorado— seguía el curso de
los sucesos y confiaba el manejo de
sus negocios políticos en Buenos
Aires a su esposa doña Encama­
ción, quien conspiraba contra Bal­
carce y mantenía la actividad opo­
sitora de los federales netos.
1 Rosas era un hábil político y tomó esa determinación para congraciarse con la opinión
pública, pero seguro de que le serían otorgadas nuevamente. D e acuerdo con su concepto
de gobierno, las facultades extraordinarias le eran indispensables.
2 Saldías afirma que el ap do de “ lomos negros” p 'viene del color utilizado por esos
federales moderados en sus boletas para el com ido. Otros historiadores sostienen que se
debe a la levita que vestían sus componentes, como antes lo habían hecho —a m odo de
distintivo— los unitarios.
358
LA CA M P A Ñ A DE ROSAS
AL DESIERTO
Se organiza la empresa
Los indígenas que habitaban el
sur de la provincia de Buenos A i­
res y también la amplia región
surcada por los ríos Colorado y
Negro atacaban periódicamente a
las poblaciones fronterizas y co­
metían todo género de excesos. Los
integrantes del malón irrumpían
por sorpresa, incendiaban las v i­
viendas, mataban a los hombres,
llevaban cautivas a las mujeres y
arreaban el ganado, que era ven­
dido a bajo precio en Chile. No
eran ajenos a estas actividades al­
gunos blancos, quienes se benefi­
ciaban con el producto del robo.
Los salvajes también asaltaban las
postas y los carruajes con pasa­
jeros.
Rosas se había criado en contac­
to con los indios y conocía el peli­
gro del malón; por esta causa,
cuando asumió el cargo de coman­
dante general de la campaña se
dedicó a someter a los más dóciles
— considerados entonces “ indios
amigos” — , persuadido de que era
necesario emprender contra los
más agresivos una amplia campa­
ña punitiva a través del desierto,
como se llamaba entonces a la re­
gión pampeana.
Rosas proyectó la campana por me­
dio de tres divisiones. El ala derecha
la formarían tropas chilenas a las ór­
denes del general Bulnes, cuya misión
sería destruir a las tribus que — em­
pujadas desde el territorio argentino—
cruzasen la cordillera. Las fuerzas del
centro las dirigiría el caudillo Facundo
Quiroga, mientras que Rosas en per­
sona encabezaría el ala izquierda.
Todo estaba preparado cuando una
revolución estalló en Chile e impidió
el concurso de las tropas de ese país;
por otra parte, Quiroga declinó el
mando, só pretexto de que no conocía
ese tipo de lucha contra los indígenas.
Finalmente la empresa quedó
organizada por medio de tres co­
lumnas argentinas: la izquierda a
las órdenes de Rosas, la del centro
al mando del general R u iz H u id o bro , y la derecha dirigida por F é ­
lix A ldao.
359
La primera debía salir de Bue­
nos Aires y operar sobre los ríos
Colorado y N egro; la segunda lo
haría de San Luis y debía desalo­
jar a los indios de la pampa cen­
tral, y la tercera partiría de M en ­
doza para pacificar la región an­
dina y luego unirse con la pri­
mera en Neuquén.
Rosas organizó la expedición
cuando era gobernador, y una vez
terminado su mandato consiguió
que Balcarce lo designara jefe de
las fuerzas que debían actuar con­
tra los indios.
La expedición al desierto
Rosas concentró sus efectivos en
la Guardia del Monte, a los que
incorporó un grupo de técnicos
para que estudiara las caracterís­
ticas geográficas y geológicas de la
región a explorar. Inició la mar­
cha el 22 de marzo de 1833, al
frente de unos 2.000 hombres, y en
las cercanías del arroyo Tapalqué
engrosaron las filas — como auxi­
liares— unos 600 indios amigos.
Rosas prosiguió su avance hacia el
sur y a mediados de mayo acampó
en las márgenes del río Colorado.
Entretanto, la división del cen­
tro había luchado con buen éxito
contra los indios ranqueles, a quie­
nes derrotó en Las Acollaradas
(sur de San Lu is), pero se vio for­
zada a regresar porque el gobier­
no de Córdoba no le había enviado
una ayuda prometida.
La colum na de la derecha — que
debía luchar en la región cordi­
lleran a— cruzó los ríos D iam ante
y Atuel y con gran energía consi­
guió dispersar a los indios, aunque
más adelante -—por falta de caba­
llada— debió detenerse y luego
regresar.
Rosas quedó al frente de la úni­
ca división que concluyó con éxito
la campaña. Dispuso dividir a sus
efectivos en columnas explorado­
ras, para que cruzaran el desierto
en varias direcciones. A l frente de
una de ellas, el general Pacheco
costeó el río N egro hasta la isla
Choele-Choel, donde destruyó una
tribu araucana; luego prosiguió su
avance hasta la confluencia de los
ríos L im a y y Neuquén.
A comienzos de 1834, Rosas re­
gresó con sus efectivos hasta N a postá (próxim o a Bahía Blanca) y
puso fin a la campaña, que había
durado cerca de un año. En ese
lapso, sus efectivos habían elim i­
nado a más de 6.000 indios y res­
catado unos 4.000 cautivos; tam­
bién quedaban una serie de forti­
nes y algunas guarniciones en la
isla de Choele-Choel, las m árge­
nes del río N egro y en campamen­
to sobre el río Colorado.
LA R EV O LU C IÓ N
■>E LOS RESTA U RAD O RES
E l encono político entre federa­
les netos y “ lomos negros” fue ati­
zado por los periódicos de la épo­
ca, que se atacaban con suma v i­
rulencia y hasta con términos soeCes. Cuando la tensión recrudecía,
aPareció un periódico de tendencia
Asista titulado “ E l Restaurador de
las Leyes” , dirigido por Nicolás
Mariño.
A l arreciar los ataques procaces,'
Balcarce ordenó al doctor José
A grelo — fiscal del Estado— que
iniciara proceso a los periódicos
que abusaban de la libertad de im ­
prenta. Fueron sancionados cinco
de la oposición y una gaceta m i­
nisterial.
A l amanecer del 11 de octubre
de 1833, los habitantes de Buenos
Aires pudieron observar varios car­
teles que anunciaban para las diez
de la mañana el comienzo del ju i­
cio al “ Restaurador de las Leyes” .
La noticia aludía al periódico diri­
gido por M ariño, pero los partidar'os de Rosas — ante el equívoco a
que se prestaba el título— sostu­
vieron que el juzgado sería el pro­
pio Juan M a n u e l1.
Numeroso público en actitud
hostil se aglomeró frente al T r i­
bunal, que debió suspender el jui­
cio. La agitación cundió en seguida
y a las pocas horas varios millares
de rosistas se habían concentrado
en Barracas, mientras el gobierno
trataba infructuosamente de domi­
nar la situación.
La asonada adquirió el carácter
de una revolución cuando se ple­
garon al movimiento efectivos m i­
litares y m ilicias de la campaña,
todos bajo el mando del general
Agustín Pinedo. Los insurrectos
avanzaron y luego de derrotar par­
cialmente a las fuerzas leales pu­
sieron sitio a la ciudad de Buenos
Aires, mientras exigían la renun­
cia del gobernador.
1 E n esos momentos, Rosas se encontraba a más de cuatrocientas leguas de Buenos
lres, luchando contra los indios en la campaña del desierto. A pesar de esto,
.®yidente
que la “ revolución de los restauradores” se gestó en su casa de Buenos Aires, bajo
activa
d_recc^ n de su esposa, Encarnación Ezcurra, mujer de gran energía y con singular68 aptitus Para la lucha política.
361
La primera debía salir de Bue­
nos Aires y operar sobre los ríos
Colorado y N egro; la segunda lo
haría de San Luis y debía desalo­
jar a los indios de la pampa cen­
tral, y la tercera partiría de M en­
doza para pacificar la región an­
dina y luego unirse con la pri­
mera en Neuquén.
Rosas organizó la expedición
cuando era gobernador, y una vez
terminado su mandato consiguió
que Balcarce lo designara jefe de
las fuerzas que debían actuar con­
tra los indios.
La expedición al desierto
Rosas concentró sus efectivos en
la Guardia del Monte, a los que
incorporó un grupo de técnicos
para que estudiara las caracterís­
360
ticas geográficas y geológicas de la
región a explorar. Inició la mar­
cha el 22 de marzo de 1833, al
frente de unos 2.000 hombres, y en
las cercanías del arroyo Tapalqué
engrosaron las filas — como auxi­
liares— unos 600 indios amigos.
Rosas prosiguió su avance hacia el
sur y a mediados de mayo acampó
en las márgenes del río Colorado.
Entretanto, lá división del cen­
tro había luchado con buen éxito
contra los indios ranqueles, a quie­
nes derrotó en Las Acollaradas
(sur de San Lu is), pero se vio for­
zada a regresar porque el gobier­
no de Córdoba no le había enviado
una ayuda prometida.
La columna de la derecha — que
debía luchar en la región cordi­
llerana—• cruzó los ríos Diamante
y Atuel y con gran energía consi­
guió dispersar a los indios, aunque
más adelante — por falta de caba­
llada— debió detenerse y luego
regresar.
Rosas quedó al frente de la úni­
ca división que concluyó con éxito
la campaña. Dispuso dividir a sus
efectivos en columnas explorado­
ras, para que cruzaran el desierto
en Varias direcciones. A l frente de
una de ellas, el general Pacheco
costeó el río Negro hasta la isla
Choele-Choel, donde destruyó una
tribu araucana; luego prosiguió su
avance hasta la confluencia de los
ríos Lim ay y Neuquén.
A comienzos de 1834, Rosas re­
gresó con sus efectivos hasta N apostá (próxim o a Bahía Blanca) y
puso fin a la campaña, que había
durado cerca de un año. En ese
lapso, sus efectivos habían elim i­
nado a más de 6.000 indios y res­
catado unos 4.000 cautivos; tam­
bién quedaban una serie de forti­
nes y algunas guarniciones en la
isla de Choele-Choel, las m árge­
nes del río Negro y en campamen­
to sobre el río Colorado.
E l encono político entre federa­
les netos y “ lomos negros” fue ati­
zado por los periódicos de la épo­
ca, que se atacaban con suma v i­
rulencia y hasta con términos soe­
ces. Cuando la tensión recrudecía,
apareció un periódico de tendencia
rosista titulado “ E l Restaurador de
las Leyes” , dirigido por Nicolás
Mariño.
A l arreciar los ataques procaces,’
Balcarce ordenó al doctor José
A g re lo — fiscal del Estado— que
iniciara proceso a los periódicos
que abusaban de la libertad de im ­
prenta. Fueron sancionados cinco
de la oposición y una gaceta m i­
nisterial.
A l amanecer del 11 de octubre
de 1833, los habitantes de Buenos
A ’ res pudieron observar varios car­
teles que anunciaban para las diez
de la mañana el comienzo del ju i­
cio al “ Restaurador de las Leyes” .
La noticia aludía al periódico diri­
gido por Mariño, pero los partidaro s de Rosas — ante el equívoco a
que se prestaba el título— sostu­
vieron que el juzgado sería el pro­
pio Juan M anuel *.
Numeroso público en actitud
hostil se aglomeró frente al T r i­
bunal, que debió suspender el ju i­
cio. La agitación cundió en seguida
y a las pocas horas varios millares
de resistas se habían concentrado
en Barracas, mientras el gobierno
trataba infructuosamente de domi­
nar la situación.
La asonada adquirió el carácter
de una revolución cuando se ple­
garon al movimiento efectivos m i­
litares y m ilicias de la campaña,
todos bajo el mando del general
Agustín Pinedo. Los insurrectos
avanzaron y luego de derrotar par­
cialmente a las fuerzas leales pu­
sieron sitio a la ciudad de Buenos
Aires, mientras exigían la renun­
cia del gobernador.
1 E n esos momentos, Rosas se encontraba a más de cuatrocientas leguas de Buenos
Aires, luchando contra los indios en la campaña del desierto. A pesar de esto, es evidente
que la “ revolución de los restauradores” se gestó en su casa de Buenos Aires, bajo la activa
dirección de su esposa, Encarnación Ezcurra, mujer de gran energía y con singulares aptitu­
des para la lucha política.
361
El d ib u jo — cuyo a u to r fu e el a rtista
R u g e n d a s— nos m uestra a un m azorq u e ro , es d e cir, a un m iem bro de la
tristem ente cé le b re M a z o rc a o S o c ie ­
d a d P o p u la r R e s ta u ra d o ra .
Varios miembros de la Legisla­
tura parlamentaron con los revo­
lucionarios y consiguieron suspen­
der momentáneamente las hostili­
dades. Las tropas gubernamentales
intentaron sin éxito un ataque por
sorpresa y entonces los sitiadores
avanzaron desde varios frentes so­
bre la ciudad.
Ante la crítica situación, la L e ­
gislatura sancionó el 3 de noviem­
bre una ley por la cual el gober­
nador Balcarce cesaba en el mando
y nombraba en su reemplazo al
general Viamonte.
É
M
G O B IERN O DE V IA M O N TE
El predom inio
de los fe d e rales netos
Viamonte ocupó interinamente
el gobierno de la provincia de Bue­
nos Aires, el 4 de noviembre de
1833. Designó ministros al gene­
ral Guido y al doctor M anuel Gar­
cía, quienes habían colaborado con
Rosas en el prim er gobierno, pero
defendían las ideas liberales.
Viamonte ordenó dar la más
amplia publicidad a los actos del
gobierno, otorgó libertades al pe­
riodismo y tomó medidas de im ­
portancia para esa época, como la
creación de un registro civ il, don­
de las personas de religión cató­
lica podían hacer constar sus ma­
ban a los pobladores de Buenos
Aires y descargaban sus armas de
fuego contra las viviendas de los
“ cismáticos” , muchos de los cuales
decidieron emigrar, como los gene­
rales Balcarce, Iriarte y Martínez.
A fines de 1833 y bajo la inspi­
ración de Encarnación Ezcurra
fue creada la Sociedad Popular
Restauradora o M a z o rc a 1 con el
objeto de organizar los actos de
adhesión a Rosas y perseguir a sus
opositores. La integraron hombres
pertenecientes a distintas clases
sociales — algunos de caracteriza­
das familias porteñas— , pero luego
se transformó en una organización
terrorista y represiva cuando integraron sus filas individuos de
clases bajas, pendencieros y fa­
náticos.
Cuando en Buenos Aires circu­
laban noticias referentes a una
conspiración de federales cismáti­
cos vinculados con unitarios, arri­
bó del destierro al puerto de Bue­
nos Aires don Bernardino Rivada­
via (28 de abril de 1834). Los fe­
derales rosistas se opusieron a la
permanencia del ex presidente en
la ciudad — argumentando razones
políticas— por lo que fue obligado
a reembarcarse y zarpar nueva­
mente para el exterior.
trimonios, nacimientos y defun­
ciones L
Con motivo de la designación
del doctor M ariano Medrano obis­
po de la iglesia de Buenos Aires,
el gobierno reunió una junta de
hombres del clero, el foro y las
letras, la que determinó el ejercicio
del Patronato con respecto a la pro­
visión de los cargos eclesiásticos.
Viamonte no tardó en quedar
sometido al predominio de los rosistas, quienes censuraban su ac­
tuación y se aprestaban para la
lucha. Estos federales netos, orga­
nizados en pandillas, atemoriza-
1
Los católicos cum plían esos requisitos en sus respectivas parroquias. Para favorecer
la inmigración de personas pertenecientes a cultos disidentes, el gobierno dispuso que
un juez legalizaría los matrimonios de aquéllos e inscribiría en los registros públicos los
nacimientos y las defunciones.
Tam bién estaban autorizados para unirse por la religión de sus creencias.
Rivadavia permaneció casi un mes
a bordo del bergantín “ Herminie",
mientras el gobernador y la Legislatura
debatían la situación creada con su
arribo.
El caudillo Facundo Quiroga, que
se_ encontraba en Buenos Aires, ofre­
ció sus servicios y hasta su fianza a
Rivadavia, quien agradeció el gesto de
su adversario.
Mientras tanto, los mazorqueros pro­
vocaban serios tumultos y para ame­
drentar al gobernador y al ministro
García tiroteaban sus viviendas.
A fin de calmar los ánimos, el ci­
tado ministro firmó una disposición
por la cual el ex presidente debía ale­
jarse del país. Rivadavia partió rumbo
a la Banda Oriental y más tarde pasó
a Europa.
Elección
de M anuel Vicente M aza
Debido a la d ifícil situación po­
lítica, el general Viamonte elevó
su renuncia, la que fue aceptada
por la Cámara a fines de junio de
1834. A los pocos días designó en
su reemplazo a Rosas, pero éste re­
chazó el cargo de gobernador.
Sostenía que el país atravesaba
un momento de crisis política, pues
hasta los federales estaban dividi­
dos, y que las circunstancias obli­
gaban a robustecer la autoridad
del gobierno; en otras palabras, el
Restaurador solicitaba nuevamente
las facultades extraordinarias. Sin
otorgarle esos poderes absolutos, la
Sala volvió a elegirlo hasta una
cuarta vez, pero Rosas rechazó to­
dos los ofrecimientos.
E l 14 de agosto fue designado
gobernador de la provincia el doc­
tor Tomás M a n u el de Anchorena,
quien declinó el cargo, al igual
que Nicolás Anchorena, propuesto
a continuación.
La Legislatura nombró sucesiva­
mente a otros dos amigos del Res­
taurador: el comerciante Juan N epomuceno Terrero y el general
Á n gel Pacheco, pero ambos dim i­
tieron.
Por último, aceptó provisional­
mente el poder ejecutivo el pre-
L a Sociedad ostentó como emblema la mazorca
"~como el marlo— la unión de sus integrantes.
o
espiga
de
maíz,
que
significaba
363
362
Enterado de la guerra civil, el
gobernador M aza nombró su re­
presentante a Facundo Quiroga,
para que mediara amistosamente
en el conflicto.
Desde tiempo atrás, Quiroga se
encontraba enemistado con Esta­
nislao López y con José Vicente
Reinafé, gobernadores de Santa Fe
y Córdoba, respectivamente.
Q uiroga y L ó p e z am bicionaban el
control de la p ro vin cia de Córdoba,
ubicada estratégicam ente en e l m edio
del país. E n agosto de 1831 ocupó el
gobiern o de dicha p rovin cia José V i ­
cente R ein a fé, con e l apoyo directo
del caudillo santafecino, pero resistido
p or Quiroga.
E n ju n io de 1833, estalló en R ío
Cuarto un m o vim ien to revolu cion ario
que lu ego fracasó. Los R ein a fé — eran
varios herm anos— culparon a Q uiroga
d ' 1' intentona, y éste no ocultó su
■idhesión
los enem igos de' gobern a­
dor cordobés.
sidente de la Cámara, doctor M a ­
nuel Vicente M aza, quien el 1 de
octubre se hizo cargo del mando
de la provincia.
A SESIN A TO DE Q U IR O G A
El conflicto en el norte del país
Cuando el doctor M aza ocupó el
gobierno de Buenos Aires, el norte
del país estaba agitado por los
enconos personales y políticos. Un
grave conflicto se había producido
entre los gobernadores Alejandro
Heredia, de Tucumán, y Pablo Latorre, de Salta. Ambos mandata­
rios se acusaban de mutua agre­
sión — inclusive de connivencia
con los unitarios—- con el objeto
de conseguir ventajas políticas y
territoriales para sus respectivos
gobiernos.
364
B arran ca Yaco
Antes de partir hacia el norte,
para cumplir con su misión con­
ciliadora, Quiroga se reunió con
Rosas para cambiar ideas sobre la
mejor forma de poner término a
la guerra civil.
El 17 de diciembre de 1834,
Quiroga salió de Buenos Aires con
su secretario el doctor José Santos
Ortiz; Rosas los acompañó hasta
San Antonio de Areco, donde vol­
vieron a conferenciar por última
vez en la Hacienda de Figueroa.
A llí convinieron en que el comi­
sionado proseguiría hacia el in­
terior, mientras Rosas le haría lle ­
gar en una carta sus opiniones
sobre el momento político y el pro­
blema institucional, “ para dar más
fuerza á la misión que se le había
encomendado” . Un chasqui llevó
con rapidez el documento y a unas
veinticinco leguas de Santiago del
Estero lo entregó a Quiroga.
Rosas dictó la carta — fechada el 20
de diciem bre— a su secretario A n to n in o Reyes.
A través de un extenso escrito, sos­
tien e que era necesario p acificar el te ­
rrito rio antes de p ro cla m ar una Cons­
titución y de lo in efic a z que resultaría
apresurar la organización del país, con
el propósito de rem ed ia r los m ales de
la época
El caudillo de los Llanos avanzó
con rapidez, pero al llegar a P itambalá (Santiago del Estero) se
enteró de que Latorre había sido
derrotado y más tarde muerto en
una revuelta. Dispuesto a cumplir
con su misión, Quiroga logró que
los gobiernos de Salta, Tucumán y
Santiago del Estero saldaran sus
diferencias sin recurrir a las ar­
mas.
Hecho esto, emprendió el regre­
so a Buenos Aires por jurisdicción
de la provincia de Córdoba, sin
escuchar prudentes consejos y no­
ticias ciertas, según las cuales los
hermanos Reinafé habían ordena­
do su muerte.
En la mañana del 16 de febrero
de 1835, cuando la comitiva inte­
grada por Quiroga, su secretario
José Santos Ortiz, un negro asis­
tente, dos correos, un postillón y
1
Basándose en la carta de la Hacienda de Figueroa, algunos historiadores afirman que
en esas circunstancias las relaciones entre Quiroga y Rosas no eran cordiales, por cuanto
el primero quería organizar el país por medio de una Constitución y el segundo no lo veía
oportuno por la situación política imperante. E n consecuencia —se afirma— Rosas tenía inte­
rés en la muerte del comisionado.
E l historiador Enrique Barba, al comentar- la 8? instrucción de que era portador el cau­
dillo riojano, afirma que ella “ da en tierra con la aventurada opinión de un Quiroga entu­
siasta por la organización del país y enfrentado en ese punto con Rosas” . Dicha instruc­
ción decía: “ En el presente es vano clamar por Congreso y por Constitución bajo el sistema
federal, mientras cada Estado no se arregle interiormente,\
365
un niño atravesaba el lugar deno­
minado Barranca Yaco (norte de
Córdoba) fue rodeado por una
partida de hombres armados, a las
órdenes del capitán Santos Pérez,
persona de confianza de los Reinafé. Acto seguido el caudillo rio-
jano fue ultimado junto con sus
acompañantes, con excepción de
dos de ellos, que lograron huir.
La carta escrita en la Hacienda
de Figueroa, que Quiroga llevaba
en el bolsillo de su chaqueta, que­
dó manchada con sangre.
— C U E S T I O N A R I O ---------------------------------------------------------1. ¿Q ué importancia tiene el nombramiento de Dorrego para el
cargo de gobernador de la provincia dé Buenos Aires? 2. ¿Cuál
fue su política con los caudillos? 3. ¿Q ué dispusieron las provincias?
.4 . ¿Por qué era necesaria la p az con el Brasil? 5. ¿Q ué reconocía
la Convención Prelim inar de Paz? 6. ¿Q ué dificultades se presen­
taron a Dorrego debidas a la agitación política? 7. ¿Quiénes en­
cabezaron la revolución del 1 de diciembre de 1828? 8. ¿Cómo
fue elegido Lavalle? 9. ¿Por qué fue fusilado Dorrego? 10. ¿Q u é
plan de acción trazó La va lle ? 11. ¿Cómo terminó su cam paña?
12. ¿Q ué triunfos obtuvo el general Paz en el interior? 13. ¿Q u é
medidas tomó Lavalle al frente del gobierno? 14. ¿Q ué dispuso la
Convención de Cañ u elas? 15. ¿Dónde se entrevistaron nuevamente
Lavalle y Rosas? 16. ¿Q ué resolvieron? 17. ¿Con qué atribuciones
fue elegido Rosas? 18. ¿Q ué sucedió en O ncativo? 19. ¿Q ué pro­
vincias formaron la Liga U nitaria? 20. ¿A quién confiaron el Supremo
Poder M ilitar? 21. ¿Q ué disponía el Pacto Federal de 1831? 22.
¿C uál es su im portancia? 23. ¿Q ué encuentros libraron los unitarios
y los federales? 24. ¿Cómo fue apresado el general Paz? 25. ¿Dónde
desarrolló su personalidad física y política Juan M anuel de Rosas?
26. ¿Cómo inició su vida política? 27. ¿C uál era su aspecto físico?
28. ¿Cómo inició su primer gobierno? 29. ¿C uál fue su labor adm i­
nistrativa y su política exterior? 30. ¿Por qué Rosas rechazó su
reelección? 31. ¿Cómo se dividió el pqrtido fe d eral? 32. ¿Q ué
peligro representaban los indígenas en esa época? 33. ¿En cuántas
columnas dividió Rosas sus efectivos p ara iniciar la conquista del
desierto? 34. ¿Cuáles fueron los resultados de la cam paña? 35.
¿Cómo se originó la Revolución de los Restauradores? 36. ¿Q ué
medidas tomó Viamonte al frente del gobierno de la provincia de
Buenos Aires? 37. ¿Cuándo se creó la M azo rca? 38. ¿Cómo llegó
al poder Manuel Vicente M aza ? 39. ¿P a ra qué partió hacia el norte
Facundo Q uirog a? 40. ¿Dónde fue asesinado?
Rosas asume nuevamente el poder. Dictadura de Rosas. La
vida social en la época de Rosas. El am biente cultural. Usur­
pación de las M alvinas. Conflicto con la Confederación Pe­
ruano-Boliviana. El Uruguay. O ribe y Rivera. La intervención
francesa en el Río de la Plata. La actividad de los opositores.
Los proscritos. La acción arm ada contra Rosas. La Coalición
del Norte. El general Paz. La guerra en el Litoral. Intervención
anglo-francesa. Acción de Urquiza en el litoral. Relaciones
con países limítrofes.
RO SA S A SU M E N UEVAM EN TE
EL PODER
El plebiscito de m arzo de 1835
La trágica muerte de Facundo
Quiroga produjo consternación en
Buenos Aires. Los federales culpa­
ron del asesinato a los unitarios y
afirmaron que el episodio era el
comienzo de un plan destinado a
elim inar a las autoridades consti­
tuidas. Se sabía que el litoral era
un foco de conspiración que ac­
tuaba en connivencia con los uni­
tarios emigrados en la Banda
Oriental.
Debido a la situación política y
a las amenazas contra la seguridad
pública, la Legislatura de Buenos
Aires se reunió en sesión perma­
nente. E l 7 de marzo de 1835, el
citado organismo aceptó la renun­
cia presentada por el doctor M aza
y nombró en su reemplazo gober367
nador y capitán general de la pro­
vincia al brigadier general Juan
M a n u el de Rosas, por el término
de cinco años. Tam bién le confirió
“ la suma del poder público de la
provincia, por todo el tiempo que
a su juicio fuere necesario, sin más
condiciones que las de defender la
religión católica, apostólica, ro­
mana y la causa nacional de la
Federación, que han proclamado
todos los pueblos de la República” .
Rosas demoró unos días en res­
ponder y luego, consciente del ex­
traordinario poder que se le otor­
gaba, pidió a modo de garantía
que tanto la Legislatura en pleno
como los ciudadanos “ expresen su
voto precisa y categóricamente so­
bre el particular” x.
E l criterio fue aceptado y luego
de tres días de plebiscito — entre
el 26 y el 28 de marzo—■ resultó
que 9.320 ciudadanos sufragaron
en favor de la ley y sólo ocho
en contra 2" Seguidamente la L e­
gislatura reabrió la discusión re­
lativa a la suma del poder público
y, puesto el temario a votación,
treinta y seis diputados sanciona­
ron nuevamente la ley, contra cua­
tro sufragios en contra.
Cuando la Legislatura comuni­
có a Rosas el resultado del plebis­
cito, le aclaró que no se había
consultado a los pobladores de la
campaña porque se descontaba
— por “ actos muy repetidos y tes­
timonios inequívocos” — que adhe­
rían por unanimidad.
Prim eras disposiciones
El 13 de abril de 1835, Juan
M anuel de Rosas se hizo cargo por
segunda vez del gobierno con la
1 L a extensa nota con qu e Rosas respondió a la Legislatura el 16 de marzo concluía
con estos conceptos: “ E l infrascrito ruega a los señores representantes que para poder deli­
berar sobre la admisión o renuncia del elevado
cargo, tengan a bien reconsiderar a sala plena
tan delicado negocio,
y acordar el medio que juzguen más adaptable para que todos y cada
uno de los ciudadanos de esta ciudad, de cualquier clase y condición que sean, expresen 6U
voto precisa y categóricamente sobre el particular.”
2 Los que votaron en contra fueron: Jacinto R odríguez Peña, Juan José Bosch, Juan
B. Escobar, general Gervasio Espinosa, coronel Antonio Aguirre, deán Zavaleta, Pedro Castellote y Ram ón Romero.
368
suma del poder público; en otras
palabras, nacía la dictadura, por
cuanto se le habían „ otorgado fa­
cultades omnímodas y la Legisla­
tura no estaba autorizada para
controlar sus actos.
Las calles por donde debía pasar
la comitiva fueron engalanadas y
una entusiasta muchedumbre si­
guió la ceremonia desde la Legis­
latura hasta el Fuerte.
Rosas leyó una proclama amena­
zante en la que sostenía la nece­
sidad del poder sin límites “ en las
circunstancias aciagas en que se
halla nuestra infortunada patria” .
A firm ó que los enemigos políticos
habían introducido “ el desorden y
la inmoralidad” y más adelante
agregó: “ resolvámonos a combatir
con denuedo a esos malvados que
han puesto en confusión nuestra
tierra” . . “ que su persecución sea
tan tenaz y vigorosa que sirva de
terror y espanto a los demás que
puedan venir en adelante” .
Rosas vaticinaba un porvenir
trágico mientras las manifestacio­
nes de adhesión a su persona se
sucedían sin interrupción. Nombró
ministro de Relaciones Exteriores
al doctor F elip e Arana; de Hacien­
da, a José M a ría Roxas y Patrón,
y al general Pinedo en la cartera
de Guerra. Las provincias no tarda­
ron en reconocerlo en su cargo de
Brigadier general y en delegarle
las atribuciones correspondientes
al Poder Ejecutivo Nacional.
Poco después de la muerte de
Quiroga, Rosas inició proceso a los
sindicados como asesinos, quienes
finalmente fueron ejecutados en
C ará tu la del "Himno de los Restaura­
dores", dedicado a Rosas, con letra de
José Rivera Indarte, publicado en Buenos Aires en el año 1835.
Buenos Aires el 25 de octubre de
1837. A pesar de todo, falta el do­
cumento que aclare totalmente la
tragedia de Barranco Yaco.
Desde e l p rim e r m om ento, Rosas
am enazó con el patíbulo a los culpa­
bles d el asesinato, m ientras los R ein a fé
y demás cóm p lices, trataban de huir.
Estanislao L ó p e z •— tam bién vinculado
al caso— ■ quedó en d ifíc il situación y ,
ante la eviden cia de la sospecha, p re ­
firió sincerarse con e l dictador y de­
m ostrar arrepentim iento.
José V ic e n te R ein a fé debió ren u n ­
ciar a la gobern ación de Córdoba y
cuando preten dió escapar fu e apresado;
igu al suerte su frieron sus herm anos
G u ille rm o y José A n to n io ; en cuanto
a Santos P é re z — e l autor m a terial— tam bién fu e encarcelado. M a n u e l L ó ­
pez reem plazó a José V ic en te R ein afé
en e l go b iern o de Córdoba.
Rosas obtuvo la au torización de las
provincias para ju z g a r el crim en como
un delito de orden fed e ra l; en conse-
R osas o rd e n ó e je m p la r c a stig o a los
c u lp a b le s d e la t r a g e d ia d e B a rra n c a
Y a c o . Un g r a b a d o d e la é p o c a nos
m u e stra los cu e rp o s d e Jo s é V ice n te
y G u ille rm o R e in a fé y d e l c a p itó n S an o ; Pér z, co lg a d o s a la vista d e l p ú ­
blico lu eg o d e su ejecu ció n .
paró de sus cargos a numerosos
funcionarios y empleados de la
administración y a varios jefes m i­
litares “ por no ser fielm ente adic­
tos a la causa nacional de la fe­
deración” . En nombre del partido
triunfante, exigió nuevamente el
uso de la divisa punzó como norma
de conducta diaria y ordenó que
todas las notas oficiales debían ir
precedidas con el “ V iva la Fede­
ración” .
Mientras tanto, no cesaba la
exaltación colectiva de homenaje
a Rosas, con numerosos festejos en
la ciudad, los suburbios y la cam­
paña; Rivera Indarte — más tarde
tenaz opositor— redactó el “ H im ­
no de los Restauradores” .
cuencia, los complicados — unos sesenta
individuos— fueron conducidos a Bue­
nos Aires.
El proceso estuvo a cargo del doctor
Manuel Vicente Maza, designado juez
al efecto, y terminó con la condena a
muerte de los sindicados como cabeci­
llas. Rosas aprobó la sentencia como
juez supremo e inapelable.El 25 de octubre de 1837, los her­
manos José Vicente y Guillermo Reinafé 1 fueron fusilados y colgados por
seis horas en la Plaza de la Victoria;
otros tres cómplices cayeron ejecutados
el mismo día en la Plaza de Marte,
en el Retiro.
Realizaciones concretas.
La econom ía
Rosas declaró abolida la confis­
cación de bienes y llegó a un
acuerdo con Gran Bretaña para
suprimir el tráfico negrero; tam­
bién dispuso que no sería admitido
ningún diplomático extranjero cu­
yo gobierno no hubiera reconocido
la Independencia argentina.
En materia religiosa, la Com­
pañía de Jesús — expulsada en
1767— fue autorizada para regre­
sar al país y reabrir las aulas de
sus colegios 2.
No había transcurrido un mes
al frente del gobierno cuando Ro­
sas — por sucesivos decretos— se-
henn* nos, Rem afé eran cuatro: dos fueron ejecutados; otro, José A n to n io , murió
l< S iíeS en
CxrCej y p0r ultlmo F ra n cis co no fue capturado y pereció más tarde -m a r z o
, T?
en accl° n de guerra, en lucha contra Rosas.
c i o n e s V '- W - V í T
la
iraPla."tada
P“
P o T la c L s a n ^ o L r r 1la aFed^raaaóñ”eStarSe
Rosas, los religiosos debían
adÍCt° S>
y P
~
reunir condi-
iad° s decididamente
Con respecto a las finanzas se
estableció un severo control en el
manejo de los fondos públicos y
fueron reorganizadas la Contadu­
ría y la Tesorería G en era l1. Sobre
la base del extinguido Banco de
Descuentos — de la época de R i­
vadavia— se erigió la Casa de M o ­
neda y el Banco de la P rovincia de
Buenos Aires, bajo la dirección de
una junta nombrada por el go­
bierno.
Además entró en vigencia una
nueva ley de Aduana, que benefi­
ció al comercio y protegió la in ­
cipiente industria local, al gravar
con fuertes derechos las mercade­
rías extranjeras.
Cuando se produjo el bloqueo de
las flotas francesa e inglesa, las
finanzas soportaron ¡ dificultades
insuperables, que se agravaron al
aumentar los gastos ocasionados
por la guerra civil que se libraba
en el país.
La ganadería se desarrolló con
rapidez. Fueron importados ani­
males finos de raza ovina que m e­
joraron los planteles existentes y
permitieron la exportación de la
lana; también el ganado bovino,
cuyo mestizaje se había iniciado
en 1823, elevó su calidad 2.
Desde muy antiguo, la hacienda
pastaba dispersa y para concentrarla
sus dueños debían hacer largos rodeos.
El inglés Ricardo Newton, propietario
de la estancia Santa María (en el
partido de Chascomús), trajo de In­
glaterra, en 1844, alambre de hierro
que utilizó t>ara cercar su estableci­
miento. A l comprobarse los beneficios
del sistema se extendió su uso, el que
— junto con la marca de fuego— eli­
minó los problemas derivados de la
propiedad de los animales y también
de la tierra.
Las industrias agropecuarias se
desarrollaron en la época de Ro­
sas, particularmente los saladeros
y las graserias. La agricultura ■
— en
especial el cultivo del trigo— re­
cibió protección del gobierno.
DICTADURA DE RO SA S
Surgim iento
del régim en dictatorial
Rosas ocupó por segunda vez el
mando desde 1835 hasta 1852, lar­
go período en que aplicó sistemá­
ticamente su anunciado propósito
de castigar a todos los que se opu­
sieran a su voluntad. Había acep­
tado el gobierno luego de que sus
conciudadanos le otorgaron la su­
ma del poder y desde un principio
hizo pública la dura misión a
cumplir.
La dictadura de Rosas fue la
consecuencia del proceso de des­
composición social que siguió a la
anarquía. E l elemento popular y
autóctono — en su mayoría pobre
e inculto.— fue alzado por los cau­
dillos en defensa del federalismo
y la tradición, contra la minoría
aristocrática y liberal de la ciu­
dad, de tendencia europea, que
trataba de imponer los principios
unitarios.
La época de Rosas coincidió con
el auge del absolutismo en Euro­
pa, donde las monarquías constitu­
yeron la Santa A lianza para ins­
taurar el antiguo régimen, comba­
1 E l gobierno publicó periódicamente en la C a ceta M e rc a n til y en el R e g is t-o O fic ia l
el movimiento financiero. E n esas constancias documentales se puede observar el estado de la
Tesorería General y los informes de la Contaduría sobre las cuentas examinadas.
2 En ese año, el hacendado John M ille r introdujo —procedente de Inglaterra— para su
estancia de Cañuelas el primer toro de raza Durham o Shorthom, denominado Tarquino.
370
371
E u se b io d e la S a n t a F e d e ra c ió n , uno
d e los b u fo n es q u e s e rv ía a R o sa s, se­
gún un ó leo existen te en e l M useo
H istórico N a c io n a l. V e m o s a este im ­
b écil v estid o com o un im p o rtan te d i­
p lo m ático.
de un proceso anárquico que mar­
ca una época funesta en la histo­
ria de los pueblos.
La política interna
tido por los reformadores liberales.
De tal manera, la restauración
absolutista fue un proceso interna­
cional contrarrevolucionario que
— bajo otras circunstancias— tam­
bién se produjo en nuestro país a
partir de 1835
Las dos fuerzas históricas argen­
tinas que impulsaron los aconteci­
mientos desde el año 1810 llega­
ron a su crisis después del fusila­
miento de Dorrego, el legítim o
gobernador de la provincia de
Buenos Aires. Los unitarios y los
federales, ya en manifiesto encono
durante el gobierno de Rivadavia,
se desatan en mutua violencia y
engendran la dictadura, resultante
1929RÍCard°
372
Levene:
E l segundo gobierno de Rosas
surgió como consecuencia del de­
sorden, de los fracasos y las vacila­
ciones anteriores. Sin tardanza se
dedicó a contentar los deseos de
una mayoría rural, apegada a las
expresiones^ genuinas de la tierra,
que prefería las faenas pastoriles
al progreso material y cultural del
país.
La autoridad de Rosas fue acep­
tada en todo el territorio y los
caudillos provinciales, que lo res­
petaban y temían, le delegaron
periódicamente la representación
exterior.
En política interna no admitió
la menor oposición y su persona
fue endiosada con enfermiza obse­
cuencia. La Federación se trans­
formó en un mito, en una especie
de fe religiosa que el Restaurador
— hábil y astuto— atizaba al efec­
to de conseguir la unidad de pen­
samiento.
La efigie de Rosas presidía las cere­
monias, aun las religiosas, y en su ho­
menaje se escribieron numerosas déci­
mas, letrillas, odas y marchas.
La Mazorca o Sociedad Popular Res­
tauradora dirigida varios años por el
pulpero Julián González Salomón, or­
ganizaba los grandes actos de adhesión
“ Lecciones de Historia Argentina” , tomo II, pág. 334. Buenos Aires,
las fiestas parroquiales *. El Restau­
rador podía faltar a una reunión pro­
tocolar con un cónsul extranjero, pero
asistía puntualmente al “ barrio del
tambor” (Montserrat) donde los ne­
gros danzaban estrepitosamente el can­
dombe.
Cuando la situación política se tor­
naba amenazante debido a la actividad
de los opositores, la Mazorca — apo­
yada por el populacho irritado— desa­
taba oleadas de terror, como aconteció
a partir del año 1840.
Fatigado con tantos problemas, el
dictador realizaba convites en Palermo, que eran a veces presididos por
uno de sus “ locos” , Don Eusebio, quien
— en determinado momento— debía be­
ber con avidez una botella de ginebra
o saltaba por el aire al estallar un
cohete colocado ex profeso bajo la silla
del imbécil 2.
V
practicado por los gobiernos para los
altos fines de la independencia, pero
no con el carácter organizado de un
sistema; 39 porque la psicología social
de la época determinaba la creación
de este producto, fundado en los sen­
timientos de la plebe inculta, que era
la mayoría de la negrada, que era el
suburbio y que hicieron una manifes­
tación explícita de la voluntad pública
cuando en el plebiscito de 1835, el pue­
blo dio a Rosas la suma del poder pú­
blico.
” Rosas fue una época, porque la in­
mensa mayoría del país — resultante de
un estado de desorganización social—
sustentaba su poder.”
LA V ID A SO C IA L
EN LA ÉPO C A DE RO SA S
Amante del orden, Rosas aplicó
este principio al manejo de las fi­
nanzas públicas y puede afirm ar­
se que en este aspecto su adminis­
tración fue correcta.
La época de Rosas es el período
más discutido de nuestra historia,
que da motivo a sostenidas polém i­
cas entre los partidarios de la es­
cuela tradicional o unitaria y la
revisionista o rosista.
La fam ilia mantuvo la tradición
patriarcal y el catolicismo hereda­
do de España. Los hacendados, sa­
cerdotes, jefes militares, funciona­
rios y los profesionales formaban
la clase superior, denominada “ de­
cente” ; los humildes integraban
la “ clase baja” y a ella pertene­
cían comúnmente los trabajadores
manuales y en un plano más in fe­
rior los negros.
El historiador Ricardo Levene es­
cribió al respecto: “ Decimos que Rosas
es un producto social: l 9 porque era
la resultante de la anarquía y de las
crisis sucesivas de los gobiernos que
desde 1810 no habían durado el tér­
mino fijado por la ley o por la consti­
tución y habían caído por efecto de
explosiones revolucionarias anárquicas;
porque el terror que Rosas implantó
como régimen tenía antecedentes his­
tóricos en nuestro país y había sido
Las familias acomodadas acostum­
braban a ofrecer tertulias, por lo me­
nos, una vez en la semana. En esas
reuniones hogareñas se bailaba el mi­
nué federal y la contradanza.
Existía buena cantidad de negros,
aunque su número no tardó en decli­
nar por las deficientes condiciones de
vida, el clima que les era adverso y
la cruza con los blancos. Recibieron
trato humanitario y en su gran ma­
yoría se ocupaban en el servicio do-
1 Entre los miembros de la Mazorca figuraban L e a n d ro A le m (p ad re del famoso tribuno
Leandro N . A le m ), C iría c o C u itiñ o , A n d rés Parra, N ic o lá s M a riñ o , etc.
3 Transcribimos los títulos con que Rosas h abía “ consagrado** a D o n Eusebio: " G o ­
bernador de la Provincia, Majestad de la tierra, Conde de M artín G arcía, Señor de las Islas
Malvinas, General de las Californias, Conde de la quinta de Palerm o de San Benito y G ran
Mariscal de la Am érica de Buenos Aires” .
373
U n a e sq u in a t íp ic a d e l B uenos A rres
en la é p o c a d e R osas. El d ib u jo es
o b ra d ? l a rtista a rg e n tin o Jucfn L.
Cam aña.
méstico, la venta de golosinas calleje­
ras, la enseñanza de la música, etc.
De acuerdo con el lugar de su naci­
miento, los negros se agrupaban en
“ naciones” o sociedades (Congo, Ango­
la, etc.) a las órdenes de un rey y de
una reina, establecidas en el barrio de
Montserrat.
La gente de color manifestó calurosa
adhesión a Rosas.
“ La sociedad modelada por la
dictadura — escribe Carlos Ibarguren— ofreció el aspecto unifor­
me de un inmenso rodeo humano,
bien amansado, del mismo pelo y
de la misma marca.”
Las festividades patriótico-federales contaban con la adhesión
de todas las clases sociales de la
época. Los actos los presidía la efi­
gie de Su Excelencia sobre un
carro alegórico que era arrastrado
a mano por los asistentes, mien­
tras una gran comitiva formaba
séquito entonando algunos de los
himnos de los restauradores. Las
familias adineradas y los persona­
jes influyentes decoraban sus v i­
viendas con tapices rojos e inscrip­
ciones laudatorias del Restaurador.
E l clero le rendía homenaje y en
el interioí- de los templos ondeaban
las divisas federales.
La política también influyó so­
bre el modo de vestir, el color de
las prendas y el tamaño del bigote,
que debía usarse postizo — o pin­
tarse— en caso de haberlo cortado.
El 19 de octubre de 1838 fa lle­
ció doña Encarnación, la enérgica
esposa de Rosas, a quien llamaban
la “ Heroína de la Federación” ; se
decretó “ luto federal” hasta octu­
bre de 1840 1.
Manuelita, la hija del Restaura­
dor, se destacó por su bondad, to­
lerancia y delicadeza femenina;
los propios unitarios reconocieron
los méritos de aquella joven, que
logró salvar la vida de numero­
sos condenados por causas polí­
ticas.
1 E l gobierno decretó que el -luto “ sea igual y conforme al que usa nuestro ilustre
Kestaurador, que consiste en pañuelo o corbata negra, en una faja con m oño negro en el
brazo izquierdo y tres dedos de cinta negra en el sombrero, debiendo quedar bien visible
abajo la divisa punzó .
374
E n c a rn a ció n E zc u rra d e R osas. N o sólo
fu e en su h o g a r la e sp o sa d e l d ictad o r
sino tam b ié n su c o n se je ra , c o la b o r a d o ­
ra e instrum ento e fic a z d e su acción
p o lític a . ( Ó le o d e l p in tor Fe rn a n d o
G a r c ía d e l M o lin o.)
Rosas tenía la pasión del mando
y también la del trabajo.
El jefe de la secretaría y también
hombre de confianza de Rosas escribió
al respecto: “ Rosas no tenía hora se­
ñalada para su despacho: cuando se
acababa el día, se dejaba el trabajo y se
despachaban los expedientes; nueva­
mente la noche se pasaba en el trabajo.
Se llamaban del ministerio cuatro o
seis escribientes cuando estábamos muy
apurados.”
. “ Generalmente, Rosas dejaba el tra­
bajo a la madrugada, a veces a las ocho
o nueve de la mañana y lo retomaba
a las tres o cuatro de la tarde. Inme­
diatamente que se despertaba y abría
la puerta de su despacho y dormitorio,
si aún yo no había llegado, me man­
daba llamar y ya empezaba el tra’1
1
E l trozo que se transcribe pertenece a
A n to n in o Reyes, cuya “ Memoria Póstuma”
publicó Ad olfo Saldías ( “ Papeles de Rosas” ).
Periódicamente y para descan­
sar, Rosas se trasladaba a su resi­
dencia de San Benito de Palermo
(próxima a donde hoy se levanta
la estatua de Sarm iento); a llí re­
cibía a sus amistades íntimas.
La expresión más dolorosa de la
dictadura lo constituyó el campa­
mento de Santos Lugares, con su
numerosa población de indios,
cuarteles y prisión.
U n testigo de la época lo ha des­
crito en esta form a: “ E n Santos L u ­
gares h a y otra población india. Se
cuentan a llí más de m il ochocientos
in dividuos establecidos en chozas de
barro cubiertas de juncos. Sustraídos a
su existencia nóm ada y sujetos al p o ­
d er a que han sido confiados, arrastran
una especie de v id a an im a l sin alien to
y sin fu erza .”
“ H a c ia cada lado del sitio que ocu­
pan los indios, se extien den las alas
del cam po form ad o p or Rosas hace
diez años (se re fie re a 1840) sobre un
espacio de dos leguas y que encierra
unos cinco m il hom bres divididos en
tres cuerpos: in fa n tería, cab allería y
artille ría , mandadas p or tres coroneles
y un gen era l.”
“ E l e d ificio p rin cip a l de la p olítica
de Rosas es la prisión de Santos L u ­
gares. U n a denuncia innoble, una pa­
labra, un gesto d el dictador, pueden
hacer que e l sospechoso sea conducido
a esa prisión y confundido con lad ro­
nes y asesinos o condenado a fab ricar
lad rillos para e l gob iern o o para los
oficiales de Rosas.” 1
1 X a v ie r
Busanicne.
M a rm ie r:
“ Buenos
Aires
y
Durante la época de Rosas, la
mayoría de los intelectuales — que
se mostraron opositores— debieron
huir del país. La figura más des­
tacada que actuó en Buenos Aires
fue el publicista napolitano Pedro
de Angelis, llegado a la Argentina
en 1827. Poseedor de sólida y vas­
ta cultura, al principio m ilitó po­
líticamente al lado de Rivadavia,
pero más tarde fue asesor intelec­
tual de Rosas, durante todo su
mandato.
EL AMBIENTE CULTURAL
Los problemas económicos deri­
vados de los conflictos internacio­
nales y la subordinación de la
cultura a la política determina­
ron que en la época de Rosas la
instrucción pública sufriera un re­
troceso, con respecto al impulso
dado por los gobiernos anteriores.
Los docentes de la enseñanza
elemental y superior debieron ma­
nifestar su adhesión al Restaura­
dor, quien dispuso controlar la
ideología política, de los candida­
tos a los nombramientos. La So­
ciedad de Beneficencia proporcio­
naba la casi totalidad de la ins­
trucción primaria.
Con respecto a la Universidad,
hasta el año 1849 ocupó el cargo
de Rector el presbítero doctor Pau­
lino Garri, quien luego fue reem­
plazado por otro religioso, el doc­
tor M igu el García.
En 1838 y debido al desequili-
Montevideo
en
1850” .
Traducción
de
José
Luis
Designado A r c h iv e ro y A d m in is tra ­
dor de la Im p re n ta d el Estado, de A n gelis se dedicó a la in vestiga ción histó­
rica y entre 1835 y 1837 p u b licó su fa ­
mosa “ Colección de Obras y D ocu m en ­
tos relativos a la H is to ria antigua y
m oderna de las P ro vin cias U n idas del
R ío de la P la ta ” .
brio financiero provocado por el
bloqueo francés, el gobierno privó
de su apoyo económico a la ense­
ñanza, cuyos establecimientos sub­
sistieron precariamente con el es­
fuerzo de los alumnos.
En lo referente al periodismo,
puede afirmarse qué los impresos
de tendencia unitaria desaparecie­
ron desde el momento en que el
Restaurador subió por segunda
vez al gobierno. Las casi úhicas
expresiones del periodismo rosista
en Buenos Aires, por largos años,
lo constituyeron cuatro publica­
ciones: L a Gaceta M erca n til, E l
Archivero Am ericano, E l D iario
de la Tarde y el British Packet.
A diferencia de otras manifes­
taciones culturales, el teatro porC a b e c e r a d e " L a G a c e t a M e r c a n t il" c o ­
rre s p o n d ie n te a l n ú m e ro d e l lu n e s 8 d e
ju n io d e 1 8 4 6 . Este p e rió d ic o fu e e l m ás
im p o rta n te d e la é p o c a d e R o s a s ; e n sus
c o lu m n a s e s c rib ie ro n d e A n g e lis , M a rin o y
m ie m b ro s d e la L e g i s l a t u r a b o n a e re n s e .
F u n d a d o ^n 1 8 2 3 , a p a r t ir d e l a ñ o 1 8 3 5
p u b lic ó los d o c u m e n to s e m a n a d o s d e l g o ­
b ie rn o , sin a te n e rs e a la c ró n ic a p o lít ic a
p -íro d e s p u é s d e la a g re s ió n fr a n c e s a co m ­
b a tió d u ra m e n te a esos e x t r a n je r o s y a los
u n ita r io s e x ilia d o s en M o n te v id e o . C u a n d o
L a v a lle in ic ió su c a m p a ñ a c o n tra R o s a s , e i
c e r ió d ic o re c ru d e c ió en sus a ta q u e s .
377
teño progresó y al incorporar obras
del repertorio español, junto con
sainetes y pantomimas, consiguió
la adhesión de la masa popular.
Como era natural, no fa ltó la sá­
tira política n i tampoco el tema
autóctono, con sus costumbres y
bailes típicos.
U SURPACIÓN DE LAS M ALVIN AS
El ataq ue de una corbeta
norteam ericana
En el año 1829, Luis Vernet fue
nombrado gobernador de las islas
Malvinas, a fin de que organizase
una población. En 1831 apresó tres
goletas norteamericanas que se
dedicaban a la caza clandestina
de lobos marinos.
El incidente dio origen a una
serie de tramitaciones diplomáti­
cas; sin embargo, cuando éstas se
realizaban, la corbeta norteameri­
cana Lexin gton , a las órdenes del
comandante Duncan, se dirigió a
las Malvinas y, luego de desem­
barcar en puerto Soledad con sus
efectivos, destruyó las instalacio­
nes argentinas en un acto de clá­
sica piratería (31 de diciem bre).
El atropello produjo indigna­
ción en Buenos Aires. Por inter­
medio de su ministro M anuel José
García, Rosas exigió directamente
al gobierno de Estados Unidos una
reparación form al por los daños
causados, mientras el encargado
de negocios de ese país en Buenos
Aires pedía sus pasaportes. La sa­
tisfacción exigida no obtuvo una
respuesta concreta.
In glaterra se ap o dera
por la fu erza
En esas circunstancias, Inglate­
rra sostuvo que las M alvinas le
378
pertenecían y de inmediato envió
desde el Brasil a la corbeta Clío,
al mando del capitán Onslow,
quien desembarcó con sus efectivos
en puerto Soledad, el 2 de enero
de 1833.
Anclada en esas aguas se encon­
traba la goletá argentina “ Sarandí” , cuya escasa tripulación, a las
órdenes del comandante José M a ­
ría Pineda, no pudo ofrecer resis­
tencia a los intrusos. Éstos arriaron
el pabellón nacional y en su lugar
elevaron la bandera inglesa, que
flamea hasta el presente en las
Malvinas.
El gobernador Ramón Balcarce,
por intermedio del doctor M aza
— ministrq de Relaciones Exterio­
res—- pidió explicaciones al en­
cargado de negocios de aquella na­
ción agresora en Buenos Aires. Por
su parte, el doctor M anuel M o ­
reno, representante argentino en
Londres, elevó enérgicas reclama­
ciones ante el gabinete inglés.
Rosas insistió por intermedio de
negociaciones diplomáticas y des­
pués de su caída los gobiernos pos­
teriores continuaron reclamando
sin obtener la devolución de las
islas Malvinas. En el mismo Par­
lamento británico, el diputado
M alesw orth dijo en julio de 1848,
refiriéndose a los gastos que oca­
sionaban dichas islas: “ Decidida­
mente soy del parecer que esta
inútil posesión se devuelva desde
luego al gobierno de Buenos Aires
que justamente la reclama
E l derecho argentino sobre las
islas es permanente, pues ellas in ­
tegran una prolongación de la
plataforma continental patagónica
y nuestro país ha heredado de Es­
paña los justos títulos de posesión
que defiende y sobre los cuales no
hay ni puede haber ninguna duda.
CON FLICTO
CO N LA CO N FED ER A CIÓ N
PERU AN O -BO LIVIA N A
El mariscal Santa Cruz unió las
repúblicas de Perú y Bolivia en
una Confederación, de la que fue
nombrado protector supremo. In i­
ció una administración progresista,
pero en política exterior dispuso
llevar a cabo un plan de agresión
sobre los países limítrofes.
Las relaciones no eran muy cordiales
con el gobierno de Buenos Aires, que
desde tiempo atrás había reclamado
a Bolivia la restitución de la pro­
vincia de Tarija. La situación empeoró
cuando Santa Cruz apoyó las activi­
dades de los unitarios emigrados en su
territorio y fomentó las expediciones
armadas que se organizaban en el
norte contra Rosas. En realidad, el
movimiento tenía mayores alcances y
estaba en connivencia con los uni­
tarios que conspiraban desde la Banda
Oriental.
Deseoso de extender su hegemo­
nía, Santa Cruz invadió a Chile
con tropas procedentes del Perú.
Disolución de la Confederación
Peruano-Boliviana
En febrero de 1837, Rosas rom­
pió relaciones con la Confederación
Peruano-Boliviana y en el mes de
mayo — de acuerdo con Chile—
declaró la guerra al ambicioso ve­
cino. En un manifiesto explicati­
vo, dio a conocer los motivos de
tal actitud: derrocar a Santa Cruz
por el apoyo que brindaba a los
unitarios y poner término a los
ataques bolivianos contra la pro­
vincia de Jujuy.
Alejandro Heredia, gobernador
de Tucumán, fue designado co­
mandante en jefe de las tropas
de la Confederación A rg e n tin a 1.
Este ejército de operaciones, cons­
tituido en su mayor parte por m i­
licias jujeñas, avanzó hacia el
norte, a mediados de junio.
El enemigo no ofreció un com­
bate definitivo a nuestras tropas,
las que se limitaron en consecuen­
cia a librar encuentros parciales,
en su mayor parte favorables.
Los chilenos tuvieron mejor
oportunidad y el 20 de enero de
1839 el general Bulnes venció a
Santa Cruz en la batalla de Yungay. Esta derrota motivó la diso­
lución de la Confederación Perua­
no-Boliviana. Luego se produjo en
Bolivia un movimiento armado
que derrocó al régimen del maris­
cal Santa Cruz y el gobierno su­
cesor optó por pedir la paz.
En marzo de 1839, Rosas anun­
ció el término de las hostilidades
y el restablecimiento de las rela­
ciones con Bolivia.
N o debe olvidarse que la pro­
vincia de Tarija había originado
un problema de límites, todavía
pendiente, en esa época, con Boli­
via. Rosas manifestó que no de­
seaba posesionarse de parte algu­
na del territorio considerado de su
pertenencia por el país vecino.
EL U RU G UA Y.
ORIBE Y RIVERA
Después de jurada la Constitu­
ción uruguaya — 18 de julio de
1 C o n fe d e ra ció n A rg en tin a es uno de los nombres con que oficialmente se designó a
nuestro país. L a denominación se empleó en la época de Rosas. D e acuerdo con las cons­
tancias documentales, aparece por vez primera en un decreto del mes de junio de 1835,
pero se le otorga seis años de antigüedad, pues allí figura: “ 6 de la Confederación Argentina**.
E l término “ Confederación** se utilizó para designar a todas nuestras provincias.
379
derrotó al ejército de Oribe y vol­
vió a asumir el gobierno del Es­
tado Oriental. Rivera intervino
activamente en la campaña con­
tra Rosas.
LA IN TERVEN CIÓ N FRAN CESA
EN EL RÍO DE LA PLATA
1830— el general Fructuoso R i­
vera fue elegido presidente de la
nueva nación. En marzo de 1835,
le sucedió en el cargo de presi­
dente constitucional de la Repú­
blica el general M a n u el O ribe,
enemistado con el anterior y apo­
yado desde Buenos Aires por
Rosas.
A liado con los unitarios expa­
triados, Rivera no tardó en levan­
tarse en armas contra Oribe. Para
distinguirse en la lucha, el ú lti­
mo dispuso que sus partidarios
llevasen una cinta blanca con la
inscripción “ Defensor de las le­
yes” . Así surgió en el Uruguay el
partido Blanco, de tendencia rosista, en contraposición al organi­
zado por Rivera y los emigrados
argentinos denominado Colorado.
Rivera fue derrotado por las
fuerzas gubernamentales y debió
marchar rumbo a la frontera con
el Brasil, donde pudo reorganizar­
se. Entró nuevamente en lucha,
380
En la época de Rosas, Buenos
Aires y el litoral argentino sobre
el Plata fueron bloqueados dos ve­
ces por naves extranjeras. El pri­
mer asedio lo efectuaron embarca­
ciones francesas y se prolongó
desde marzo de 1838 a octubre de
1840; el segundo estuvo a cargo de
una poderosa flota anglo-francesa
desde setiembre de 1845 a julio de
1847, en que Inglaterra retiró sus
efectivos, pero las naves francesas
continuaron el asedio hasta junio
de 1848.
La primera intervención fran­
cesa, es decir el primer bloqueo,
obedeció a causas sobre las cuales
discrepan los historiadores.
E l historiador Carlos Ibarguren es
terminante en sus juicios y afirma que
desde tiempo atrás Francia perseguía
como objetivo fundamental “ implantar
de una manera estable en el Río de
la Plata su influencia política y eco­
nómica, bajo una forma, disimulada o
no, de protectorado o de colonización” .
El motivo inmediato fue la de­
fensa de los derechos de los ciuda­
danos franceses residentes en nues­
tro país. En 1830, el cónsul de esa
potencia en Buenos Aires, M a r­
qués de Vins de Paysac, elevó una
protesta a Rosas por la aplicación
de una le y — bastante antigua en
nuestra legislación— que obliga­
ba a los extranjeros a incorporarse
en las m ilicias; el citado diplomá­
tico exigió que sus connacionales
fueran exentos de esa obligación.
El bloqueo fran cés
A la muerte de Vins de Paysac,
lo reemplazó el vicecónsul A im é
Roger, quien el 30 de noviembre de
1837 protestó ante Rosas por la
prisión del dibujante y grabador
César H ip ólito Bacle, y de otros
franceses residentes.
A pesar de haber nacido en Ginebra,
Bacle era ciudadano francés. Además
de impresor, dominaba la cartografía y
era un experto en geodesia y topo­
grafía.
Con motivo de la guerra contra el
general Santa Cruz, Rosas envió a Ba­
cle a la frontera con Bolivia, a fin de
que levantara planos de utilidad para
la lucha. Más tarde, el ginebrino fue
acusado de vender información militar
al extranjero y de estar en conniven­
cia con los unitarios. Reducido a pri­
sión, solicitó la ayuda del cónsul fran­
cés y también de Enrique Mandeville,
el diplomático inglés. Debido a las ges­
tiones del último, Bacle fue libertado,
pero no tardó en fallecer en su casa,
como consecuencia de una enfermedad
contraída en la cárcel (4 de enero de
1838).
E l vicecónsul francés se conside­
desautorizado en su demanda y
entonces pidió sus pasaportes, los
que le fueron remitidos el 13 de
marzo de 1838. Luego pasó a M on ­
tevideo donde solicitó la ayuda del
almirante Luis Leblanc, el jefe de
la escuadra francesa en el Río
de la Plata.
En esos momentos, la situación
del gobierno de Buenos Aires era
delicada, pues debía hacer frente
a la guerra contra Bolivia y en
el Uruguay triunfaba Rivera, a
ró
quien apoyaban los unitarios ex­
patriados.
Leblanc consideró el momento
oportuno para dirigirse con sus
naves frente a Buenos Aires y pre­
sentar nueva reclamación ante Ro­
sas, pero éste le respondió que
“ exigir sobre la boca del cañón
privilegios que solamente pueden
concederse por tratados, es a lo
que este gobierno — tan insignifi­
cante como se quiera— nunca se
someterá” .
Ante el rechazo de las proposi­
ciones francesas — que incluían el
pago de una fuerte indemniza­
ción—■ Leblanc declaró bloqueado
‘el puerto de Buenos Aires como
el litoral del Río de la Plata per­
teneciente a la Confederación A r­
gentina” (28 de marzo de 1838).
El riguroso asedio provocó una
afligente situación económica y
comercial.
A fines de setiembre, el vicecón­
sul francés dirigió un ultimátum
al gobierno de Buenos Aires, ame­
nazándolo con emplear todos los
medios a su alcance para poner fin
al conflicto. La perentoria decla­
ración fue rechazada, pero, ante
la posibilidad de una lucha abier­
381
ta con Francia, Rosas solicitó la
mediación del ministro inglés
M andeville, quien aceptó gustoso
porque el bloqueo perjudicaba el
comercio británico.
La situación política en el U ru­
guay im pidió el arreglo. Rivera y
los integrantes de la Comisión A r­
gentina — formada con unitarios
emigrados— convencieron al vice­
cónsul Roger para que no pactara
con Rosas, y, por su parte, estable­
cieron una alianza con el diplo­
mático francés.
El 11 de octubre de 1838, contin­
gentes franceses y tropas de Rive­
ra se apoderaron de la isla argen­
tina de M a rtín García.
La isla estaba defendida por 125
hombres a las órdenes del teniente co­
ronel Jerónimo Costa y de su segundo
el sargento Juan Thorne.
En la mañana del 11 de octubre, el
capitán Hipólito Daguenet desembarcó
en Martín García al frente de efectivos
franceses y uruguayos. Después de un
combate de hora y media, en que los
argentinos se defendieron con bravura,
los atacantes ocuparon la posición. El
propio capitán francés elogió el com­
portamiento de la guarnición defen­
sora.
Los franceses
y la política rioplatense
En el mes de diciembre se con­
certó otra alianza ofensiva y de­
fensiva entre el encargado de ne­
gocios francés en Montevideo,
marqués de M artigny , el gobierno
uruguayo (R ivera) y el de Co­
rrientes (Berón de Astrada). Su
finalidad era “ remover del mando
de la provincia de Buenos Aires
y de toda influencia en los nego­
cios políticos de la Confederación
Argentina, a la persona de don
Juan M anuel de Rosas” . El pacto
382
El a b o g a d o y h á b il d ip lo m ático arg é n tino F e lip e A r a n a , c u y a c a p a c id a d q u e ­
dó d e m o stra d a en la convención que
puso fin a l b lo q u e o fran cé s.
— como veremos— fracasó
derrotas del gobernador
rrientes y del general
quien no pudo llegar con
pas hasta Buenos Aires.
ante las
de Co­
Lavalle,
sus tro­
Era evidente que la prolongación del
bloqueo más del tiempo calculado re­
sultaba beneficioso para Rosas, pues lo
congraciaba ante sus adictos y lo afir­
maba en su régimen político.
Las noticias que llegaban a Francia
provocaban gran malestar y compro­
metían el comercio exterior de dicha
potencia. Ante el curso de los sucesos,
el rey Luis Felipe aconsejó a sus
agentes “ evitar toda posible interven­
ción en los asuntos internos de los go­
biernos de Montevideo y Buenos A i­
res” . A pesar de esto, conviene desta­
car que el gabinete francés cambió
varias veces de directivas con respecto
al problema planteado en el Río de le
Plata.
No debe olvidarse tampoco que la
política expansiva iniciada por Francia
en América latina originó desde un
principio la oposición de Inglaterra, que
temía perjudicarse en sus intereses co­
merciales.
El tratado A ran a-M ackau
A comienzos de 1840 y por me­
diación del ministro inglés Man-
deville, se iniciaron conversacio­
nes entre el almirante Dupotet
— quien sucedió a Leblanc— y el
ministro argentino Arana, a bor­
do de una corbeta británica.
Enviadas al gabinete del rey
Luis Felipe las bases del arreglo y
aceptadas en principio, llegó al
Río de la Plata el barón Á ngel
de Mackau, quien el 29 de octu­
bre de 1840 firm ó un tratado con
Felipe Arana, encargado de las
relaciones exteriores de la Confe­
deración Argentina.
La Convención Arana-Mackau
dispuso lo siguiente: Art. 1) Los
residentes franceses que habían
experimentado pérdidas o sufrido
perjuicios, debían ser indemniza­
dos por el gobierno de Buenos
Aires. Art. 2) Quedaba levantado
el bloqueo y restituida la isla de
M artín García, en el término de
ocho días, a contar de la ratifica­
ción del acuerdo. Art. 3) Francia
conseguía de Rosas la amnistía en
favor de los argentinos proscri­
tos, siempre que éstos depusieran
las armas en el plazo fijado por el
artículo anterior. No estaban com­
prendidos en el indulto los gene­
rales y los oficiales superiores.
Art. 4) E l gobierno de Buenos
Aires debía respetar la indepen­
dencia del Uruguay, pero, “ sin per­
juicio de sus derechos naturales,
toda vez que lo reclamen la jústicia, el honor y la seguridad de la
Confederación Argentina” . Art. 5)
Disponía que — hasta la conclu­
sión de un tratado de comercio y
navegación— los ciudadanos de
ambos países firmantes serían con­
siderados como “ súbditos de la
nación más favorecida” . Los fran­
ceses residentes en nuestro terri­
torio no estaban obligados a incor­
porarse en el ejército.
La convención fue aprobada por
la Legislatura y ratificada por
Rosas. El cese del bloqueo y la paz
con Francia se celebraron con bu­
lliciosas fiestas populares 1.
El puerto de Buenos Aires reco­
bró inmediatamente su actividad
y durante el mes de noviembre
arribaron más de cien naves mer­
cantes.
1 L os adversarios de Rosas recibieron con desagrado la firm a d el convenio.
E scribe el h istoriador H é c to r R a tto : “ L a n oticia de la firm a de la C on ven ción M ackau
desencantó no sólo a los unitarios de M o n tevid eo , sino tam bién a las muchas personas in te­
nsadas en la p rolo n ga ción de las hostilidades. L a opinión más corriente era que los fran ­
ceses habían traicionado a sus aliados de la vísp era .” ( “ H om bres de M a r en la H istoria
■Argentina” . Buenos A ires, 1941, piág. 3 0 6 .)
LA ACTIVID A D
DE LOS OPOSITORES
El Salón Literario
Cuando Juan M anuel de Rosas
asumía la dictadura, comenzaban
a actuar los jóvenes de la primera
generación surgida del pronuncia­
miento de Mayo. Partidarios de
las ideas liberales, esa pléyade de
intelectuales había recibido las
enseñanzas del período cultural rivadaviano, donde forjaron su in ­
clinación a la controversia políti­
ca, a la filosofía y a la oratoria.
A partir del año 1830, esa mino­
ría culta y fogosa de jóvenes por­
teños — inclinada a los autores l i ­
berales franceses— solía reunirse
en la casa de M ig u e l Cañé \ don­
de establecieron la Asociación de
Estudios Históricos y Sociales.
En 1835, la juventud ávida de
saber se congregó en el Gabinete
de Lectura establecido por Marcos
Sastre en una habitación conti­
gua a su comercio de librería. Los
sábados por la noche los estudio­
sos se reunían para discutir traba­
jos presentados por Esteban Eche­
verría, M ig u e l Cañé, Vicente Fid el
López, Juan Bautista Alberdi,
Juan M a ría G utiérrez y otros.
En 1837, y ante el aumento de
la concurrencia, Marcos Sastre
trasladó su librería a un local pró­
ximo, pero más amplio — ubicado
en la calle Victoria N 9 59— , e
inauguró en el mes de junio el
Salón Literario, donde se congre­
garon las figuras más destacadas
del movimiento romántico de la
época. Su misión era evidentemen­
te cultural y aunque sus miembros
recibían las influencias ideológi­
cas europeas el movimiento tenía
marcado carácter nacional.
Las inquietudes del Salón L ite­
rario se dieron a conocer por m e­
dio del periódico “ La M oda” , di­
rigido por Juan Bautista Alberdi.
Figuraba como “ gacetín semanal
de música, de poesía, de literatu­
ra, de costumbres” . La difusión de
las nuevas ideas se hizo con suma
prudencia y por esto cada número
estaba encabezado por un “ V iva la
Federación” .
El Salón Literario sólo desarro­
lló cuatro meses de intensa activi­
dad. Más tarde las reuniones de­
bieron interrumpirse por orden
del gobierno. La prédica liberal
que desarrollaban esos “ mucha­
chos reformistas y regeneradores”
no fue del agrado de Rosas y Sas­
tre debió cerrar el Salón — mayo
i M iguel Cañé (1 8 1 2 -1 8 6 3 ). Colaboró en la lucha contra Rosas, aunquej también se
dedicó a las actividades literarias al margen de la política. N o debe confundírsele con su
hijo —de igual nombre— autor de la conocida obra “ Juvenilia” .
384
llamada más 'Jtarde — cuando se
reconstruyó en Montevideo, en
1846— Asociación de Mayo.
En la noche del 23 de junio de
1838, se reunieron más de treinta
y cinco jóvenes para escuchar a
Echeverría, quien leyó el dogma o
credo de la nueva asociación, con­
tenido en quince “ palabras sim­
bólicas” .
de 1838— y desprenderse de las
existencias de su librería, en tres
remates sucesivos. Tam bién dejó
de aparecer “ La M oda” .
La A sociación de M ayo
Esteban Echeverría se destacó
en el Salón Literario por su pré­
dica cultural, sociológica y políti­
ca; había regresado de un viaje a
París y esta circunstancia le otor­
gaba gran prestigio ante su audi­
torio.
Después de cerrado el Salón,
convocó a la juventud intelectual
Para “ promover una asociación de
jovenes que quisieran consagrarse
a trabajar por la Patria” . Echeve­
rría, secundado principalmente por
Alberdi y Gutiérrez, organizaron
sociedad secreta, semejante a
*as que se habían creado en esa
®Poca por Europa. Así surgió la
■Asociación de la Joven Argentina,
Las “ palabras simbólicas” eran las
siguientes:
1. Asociación. 2. Progreso. 3. Fra­
ternidad. 4. Igualdad. 5. Libertad. 6.
Dios, centro y periferia de nuestra
creencia religiosa: el cristianismo su
ley. 7. El honor y el sacrificio, móvil
y norma de nuestra conducta social.
8. Adopción de todas las glorias legí­
timas, tanto individuales como colec­
tivas de la Revolución; menosprecio de
toda reputación usurpada o ilegítima.
9. Continuación de las tradiciones pro­
gresivas de la Revolución de Mayo. 10.
Independencia de las tradiciones retró­
gradas que nos subordinan al antiguo
régimen. 11. Emancipación del espí­
ritu americano. 12. Organización de la
patria sobre la base democrática. 13.
Confraternidad de principios. 14. Fu­
sión de todas las doctrinas progresivas
en un centro unitario. 15. Abnegación
de las simpatías que puedan ligarnos a
las dos grandes facciones que se han
disputado el poderío durante la Revo­
lución.
El 8 de julio, los asociados pres­
taron juramento. La nueva enti­
dad de carácter político no tardó
en contar con filiales en el inte­
rior del país. En San Juan ingresa­
ron Dom ingo Faustino Sarmiento,
Dionisio Rodríguez, A ntonio Abe385
rastain y otros; en Córdoba lo h i­
cieron Vicente Fid el López, Fran­
cisco Álvarez, etc.; en Tucumán,
M arco Avellaneda, B rígido Silva;
en Catamarca, José Cubas, Eufra­
sio Quiroga, etc.
Rosas consideró a los miembros
de la Asociación como integrantes
de una logia unitaria y en conse­
cuencia persiguió a los jóvenes
adherentes. E l grupo se disolvió y
Echeverría marchó a la campaña
de Buenós Aires. Poco después,
aquél redactó los comentarios a
cada una de las palabras simbóli­
cas, escritos que fueron llevados
por Alberdi a la vecina orilla 1 y
publicados en el periódico “ El
Iniciador” , de M ontevideo — 1 de
enero de 1839— , con el título de:
Código o declaración de principios
que constituyen la creencia social
de la República Argentina 2.
En 1846, encontrándose Echeve­
rría proscrito, hizo publicar nue­
vamente su trabajo en M ontevi­
deo, esta vez en forma de libro y
con el título que ha prevalecido:
D ogm a Socialista de la Asociación
de M ayo, precedido de una Ojeada
Retrospectiva, que historia, amplía
y comenta la obra.
LOS PROSCRITOS
Los hombres cultos de la época,
de tendencia liberal, fueron los
más tenaces opositores de Rosas.
Aquellos que no compartían las
directivas políticas del Restaura­
dor — unitarios o federales disi­
dentes—■ debieron trasladarse a
países limítrofes para eludir las
persecuciones de que eran objeto.
Los proscritos se destacaron por
su actividad literaria, en su ma­
yor parte de combate político.
En el Uruguay podemos mencio­
nar al ya citado Echeverría; a
Juan Bautista A lberdi, eminente
jurista y erudito en ciencias socia­
les; a Juan M . Gutiérrez, verda­
dero exponente de la generación
romántica; F lorencio Varela diri­
gió el periódico “ El Comercio del
Plata” ; M ig u e l Cañé y Andrés
Lamas fundaron “ E l Iniciador” .
José Rivera lndarte, en princi­
pio partidario fanático de Rosas,
más tarde lo combatió con pasión
y violencia. En Montevideo diri­
gió el periódico “ El N acional”
— órgano oficial de la revolu­
ción— y publicó varios escritos,
entre ellos las “ Tablas de Sangre”
y el panfleto “ Es acción santa ma­
tar a Rosas” .
Según el historiador Adolfo Saldías,
Rivera lndarte fue el que planeó un
frustrado atentado contra Rosas. Éste
era miembro de una sociedad de an­
ticuarios europea, organismo que le
envió una caja de medallas por inter­
medio del ministro de Portugal.
El obsequio fue interceptado en Mon­
tevideo por Rivera lndarte, quien re­
emplazó el contenido por dieciséis pe­
queños cañones con balas, que debían
hacer fuego simultáneamente al abrir
la tapa.
Rosas recibió la caja y al día si­
guiente — 28 de marzo de 184-1—- la
abrió su hija Manuelita, pero los re­
sortes de percusión fallaron; conviene
aclarar que el dictador se encontraba
en otra habitación.
1 Cuando se iniciaron las persecuciones contra los integrantes de la Joven Argentina,
A lberdi —su vicepresidente— debió emigrar a Montevideo con varios partidarios y allí orga­
nizó la A s o c ia ció n de M a y o. Otros quedaron en Buenos Aires, en el llam ado C lu b d e los
C in c o . Am bas agrupaciones lucharon tenazmente contra Rosas.
2 E l Código también fue publicado en el periódico “ E l Nacion al” , de Montevideo, entre
los meses de febrero y marzo de 1839.
386
LA A C C IÓ N A RM A D A
CON TRA ROSAS
Levantam iento
de Berón de A strad a
El atentado sólo sirvió para ahondar
las pasiones políticas y acrecentar los
actos de homenaje al Restaurador.
En Montevideo se creó la Co­
misión A rgentina, especie de go­
bierno en el exilio, cuya principal
ocupación fue establecer alianzas
con Francia, Inglaterra y Brasil,
para derrocar a Rosas.
En Chile se radicaron otros pros­
critos, entre ellos D om ingo Faus­
tino Sarmiento, quien colaboró en
los periódicos “ E l M ercurio” , “ El
Nacional” y “ E l Progreso” ; en
este último publicó en forma de
folletín su obra más destacada:
F acundo.
Otros perseguidos políticos mar­
charon a Bolivia, donde publica­
ron el periódico “ La Época” .
El bloqueo francés perjudicaba
no sólo a Buenos Aires sino tam­
bién a las provincias del litoral,
debido a la paralización del tráfi­
co mesopotámico. Los gobiernos
de Santa Fe y Corrientes — ene­
mistados con Rosas—- juzgaron que
el conflicto se había producido a
causa de una ley local, es decir,
de Buentts Aires; por esto, se con­
sideraron ajenos al incidente y
sostuvieron además que no habían
sido consultados en la emergencia.
El gobernador de Corrientes,
Genaro Berón de Astrada, se su­
blevó contra Rosas y negoció una
alianza con Rivera, jefe del Esta­
do Oriental, y con los franceses,
por medio de la Comisión A rgen ­
tina. Luego declaró que la provin­
cia de Corrientes se consideraba
“ desligada de la política e influen­
cia ominosa del gobernador de
Buenos A ires” .
El gobernador de Santa Fe, Es­
tanislao López, tampoco secundó a
Rosas ante el conflicto. Estableció
una alianza con Berón de Astrada
y comisionó a su ministro D o m in ­
go Cullen para que entrara en
negociaciones con el jefe de la es­
cuadra francesa. En esas circuns­
tancias falleció López y entonces
Cullen fue elegido gobernador de
Santa Fe.
Los sublevados habían dispuesto
que Rivera atacaría al rosista Pas­
cual Echagüe, gobernador de Entre
Ríos, pero el caudillo oriental no
movió sus efectivos, pues había
iniciado negociaciones con Rosas.
Por otra parte, la muerte de
López alteró los planes. Su sucesor
387
Domingo Cullen fue depuesto por
una revolución y reemplazado por
el rosista Juan Pablo López, her­
mano del caudillo desaparecido.
Acusado de conspirar en fa v o r de los
unitarios y franceses, C u llen se re fu gió
en la p rovin cia de Santiago d el Estero,
pero su am igo e l gobernador F e lip e
Ib a rra debió re m itirlo e n g rillad o a
Buenos A ires , ante las exigencias de
Rosas. P o r orden d el ú ltim o, C u llen
fu e fusilado cuando la com itiva llegab a
a l A r r o y o d el M e d io (2 2 de jun io de
1839).
Terminada la guerra con Boli­
via, Rosas dispuso de tropas que
envió al general Echagüe, quien
entonces invadió la provincia de
Corrientes para enfrentar a Berón
de Astrada.
La vanguardia federal, a las ór­
denes de Justo José de ZJrquiza, hi­
zo replegar a los defensores. F i­
nalmente, el grueso de ambos
ejércitos chocó en la localidad de
Pago Largo, el 31 de marzo de
1839. Después de una sangrienta
batalla, los correntinos fueron
completamente derrotados y más
de ochocientos prisioneros cayeron
pasados por las armas, entre ellos
Berón de Astrada. Corrientes vol­
vió a depender de la Confedera­
ción Argentina y Rosas entregó
medallas a los vencedores.
Los M aza
y la conjuración de 1839
Dijimos que después de haber
sido disuelta la Asociación de la
Joven Argentina los más compro­
metidos emigraron a Montevideo,
donde organizaron la Asociación
de Mayo. Otros quedaron en Bue­
nos Aires y a comienzos de 1839
formaron el Club de los Cinco \
cuya finalidad era derrocar a
Rosas.
Pronto consiguieron adhesiones,
no sólo de unitarios sino también
de federales distinguidos. E l co­
mandante Ramón Maza, de gran
prestigio entre los partidarios del
1 Recibió este nombre porque en principio sus miembros fueron cinco jóvenes: Carlos
T e je d o r, Jacin to R o d ríg u e z Peña, E n riq u e L a fu e n te , Santiago A lb a rra c ín y R afael Corválán.
388
Restaurador1, prometió apoyar el
movimiento con sus tropas. Su pa­
dre era el doctor M a n u el Vicente
M aza — amigo personal de Rosas
y también entre los conjurados— ,
que ejercía las presidencias del
Supremo Tribunal de Justicia y de
la Legislatura.
El plan consistía en un levanta­
miento armado de la campaña del
sur de la provincia de Buenos
Aires y el desembarco en ella de
Lavalle, auxiliado por los france­
ses y los unitarios de Montevideo.
Rodeado y sin el dominio de las
aguas, el dictador no podría es­
capar.
Las actividades de los complotados — reuniones secretas, corres­
pondencias con Montevideo— tras­
cendieron al conocimiento públi­
co 2; por su parte, Lavalle demoró
más de lo convenido y los efectivos
del sur tampoco respondieron con
la rapidez requerida.
Enterado desde tiempo atrás del
movimiento, Rosas ordenó el 24 de
junio la detención del comandan­
te Ramón Maza, cuando éste se
disponía a partir para la campaña
a fin de iniciar las operaciones.
A su vez, y por mediación del
cónsul norteamericano, ofreció al
doctor M anuel Vicente M aza los
medios para que se ausentara in ­
mediatamente de Buenos Aires; el
último no aceptó a fin de poder
ayudar a su hijo.
En la noche del 27 de junio, el
doctor M aza — ante la situación
creada— se dirigió a la Legislatura
para renunciar los cargos que des­
empeñaba. A llí fue asesinado.
E l doctor M a z a pen etró en su des­
pacho y a la lu z de u n qu inqué escribió
varios borradores, que destruyó al no sa­
tisfacerle los térm inos en que eleva ría
su renuncia. E n esas circunstancias,
dos hom bres emponchados irru m p ieron
en la habitación y uno de ellos, M a ­
n u e l G aetán, hundió varias veces su
puñal en el cuerpo d el anciano m a­
gistrado. A c to seguido, tom ó una hoja
de la mesa y secó en ella el acero en ­
sangrentado de su arma.
1 Ramón M aza era un hombre joven y elegante —tenía 29 años— y estaba recién casado
con Rosa Fuente, prima hermana de Encarnación
Ezcurra, la esposa de Rosas, ya fallecida.
2 E l general Paz en sus “ Memorias” destaca que era imposible “ conservar un secreto que
rodaba entre miles de depositarios” .
Los detalles precisos de la conjuración fueron
llevados a Rosas por el capitán M a rtín e z
F on tes y los hermanos M ed in a Cam argo.
389
Amparados en la obscuridad de
la noche, los asesinos h uyeron1.
En la madrugada del día si­
guiente — 28 de junio— el coman­
dante Ramón M aza fue fusilado
en la cárcel por orden de Rosas,
quien luego dispuso archivar el
sumario levantado con motivo de
la conjuración, pues de otro modo,
afirmó, “ habría sido preciso orde­
nar la ejecución de no pocos fede­
rales y unitarios de importancia” .
La Revolución del Sur
La conspiración ie los M aza te­
nía ramificaciones en la campaña
sur de la provincia de Buenos
Aires. Este nuevo movimiento es­
taba encabezado por Pedro Caste­
lli, M a n u el Rico y Am brosio Crámer, quienes — fracasada la con­
juración de la capital— solicitaron
a Lavalle que desembarcara con
su expedición en la costa sur; sin
embargo, el último optó por mar­
char hacia el norte, para invadir
por Entre Ríos, como luego estu­
diaremos.
A pesar de todo, a mediados de
octubre los revolucionarios dis­
pusieron que Rico levantaría el
pueblo de Dolores, Crámer actua­
ría en Chascomús y Castelli apo­
yaría a éstos con los efectivos que
se comprometió a reunir.
Cuando Rosas supo que los revo­
lucionarios del sur no contaban
con el apoyo de Lavalle, tomó las
precauciones militares necesarias
para sofocar el estallido; en segui­
da varias divisiones federales mar­
charon hacia los focos insurrectos.
E l 7 de noviembre de 1839, las
tropas de Prudencio Rosas vencie­
ron a los rebeldes en las proxim i­
dades de la Laguna de Chasco­
mús. Crámer cayó en la acción, y
Pedro Castelli, hecho prisionero,
fue degollado 2. El coronel Rico tu­
1 G aetán fue luego fusilado por orden de Rosas. L a muerte del doctor M aza no está
perfectamente aclarada, pues ambas facciones en pugna —unitarios y federales— se culparon
mutuamente. Falta la constancia documental que arroje una luz definitiva sobre el crimen
y destaque quiénes fueron los instigadores.
2 Castelli —hijo del procer— huyó, pero fue alcanzado por una partida y degollado por
el soldado federal Juan Durán. L a cabeza del jefe revolucionario fue enviada a Dolores y allí
expuesta en una pica por varios días en la plaza pública.
390
vo mejor suerte, pues se retiró en
dirección a Tuyú, donde con 500
de sus hombres embarcó en naves
francesas, para incorporarse luego
en el ejército expedicionario de
Lavalle.
C am p añ a de La v alle en el litoral
En repetidas oportunidades, los
emigrados argentinos solicitaron al
general Lavalle que encabezara
una expedición contra Rosas. Des­
pués de iniciado el bloqueo, la Co­
misión Argentina -— por interme­
dio de Florencio Varela— insistió
y finalmente, aunque con reparos,
Lavalle resolvió organizaría, de­
bido a la colaboración de los fran­
ceses, quienes habían prometido
barcos, armas y también aporte
monetario.
Por su parte, Rivera — el cau­
dillo oriental— postergó su ayuda,
pues había iniciado un acerca­
miento secreto con Rosas, que no
llegó a concretarse.
Lavalle
agrupó1 sus fuerzas
— unos 600 hombres— en la isla
de M artín García y resolvió in ­
vadir la provincia de Entre Ríos.
Desembarcó cerca' de Gualeguaychú y el 22 de setiembre de 1839
venció en el combate de Yeruá.
Después del triunfo, Lavalle se
trasladó a Corrientes, donde reci­
bió la adhesión del nuevo gober­
nador, Pedro Ferré, quien había
ocupado el cargo poco antes, debi­
do a una revolución. Aumentó sus
fuerzas con efectivos correntinos y
material bélico entregado por los
franceses.
Entretanto, el jefe rosista Echagüe — que luchaba en la Banda
Oriental a favor de Oribe— fue
derrotado por Rivera en los cam­
pos de Cagancha (29 de diciem­
bre) y debió replegarse a Entre
Ríos.
391
Lavalle — al frente de unos
4.000 hombres— marchó hasta la
localidad entrerriana de Diamante
y en las alturas del arroyo Don
Cristóbal libró un combate inde­
ciso contra Echagüe (10 de abril
de 1840). El jefe unitario se retiró
en dirección al río Paraná y el
16 de junio volvió a guerrear con­
tra Echagüe, esta vez en Sauce
Grande. El triunfo correspondió al
caudillo federal.
Lavalle abandonó la provincia
de Entre Ríos y utilizando naves
francesas descendió por el Paraná
hasta San Pedro, al norte de la
provincia de Buenos Aires, donde
desembarcó. De allí avanzó en di­
rección a Buenos Aires y cuando
parecía que sus efectivos atacarían
la capital se detuvo en Merlo.
El jefe unitario demoró varios
días en ese pueblo, a la espera de
que la campaña se levantara en
su apoyo y contingentes franceses
reforzaran sus líneas, Pero no su­
cedió así, y entonces -—cuando
Rosas ya había organizado su con­
traataque— Lavalle levantó el
campamento y emprendió la reti­
rada en dirección a la provincia
de Santa Fe, cuya capital pudo
tomar después de vencer la resis­
tencia del general Eugenio Gar­
zón (25 de setiembre).
Por esa época, llegó al general
Lavalle la noticia del convenio
celebrado entre Rosas y el barón
Mackau, lo cual significaba un
duro golpe para la campaña, por
cuanto el jefe unitario perdía el
apoyo de Francia, necesario en
esas circunstancias en que la po­
blación santafecina se mostraba
hostil y ejércitos rosistás avanza­
ban para combatirlo.
LA C O A L IC IÓ N
DEL N O R TE
Las provincias coaligadab
Después de la muerte de A le­
jandro Heredia 1, el gobernador de
Tucumán, los unitarios de esa pro­
vincia *—vinculados a la Asocia­
ción de Mayo— se levantaron con­
tra Rosas por la prédica del doctor
Marco Avellaneda, ministro de go­
bierno. El 7 de abril de 1840, el
último — que presidía la Legisla­
tura— dio a conocer un decreto
1 Cierto día, encontrándose el gobernador Heredia en Salta, abofeteó al comandante
G abino Robles en el transcurso de una reunión. E l humillado juró vengarse y el 12 de
setiembre de 1838, cuando Heredia se dirigía a su estancia, Robles detuvo la galera en
que viajaba el gobernador y lo último de tres balazos.
392
por el cual desconocía la autoridad
del dictador y le retiraba la auto­
rización para dirigir las relaciones
exteriores.
Entretanto, Rosas había enviado
a Tucumán al general Gregorio
Aráoz de Lam adrid a retirar las
armas facilitadas al difunto Here­
dia para su lucha contra Bolivia.
Cuando el comisionado llegó a
destino, no tardó en adherir al
pronunciamiento, actitud que im i­
taron los gobiernos de Salta, Jujuy,
Catamarca y L a Rioja, los cuales,
juntamente con Tucumán, concre­
taron su alianza el 24 de se­
tiembre.
Así surgió la denominada 1Coa­
lición del Norte” , cuyo jefe m ili­
tar fue Tomás Brizuela, goberna­
dor de La Rioja.
393
C a m p a ñ a s de Lavalle
y Lam adrid
Iniciada la lucha, Lamadrid
avanzó sobre Córdoba y pudo ocu­
par la provincia ayudado por una
revolución unitaria, que depuso
al gobernador M anuel López.
Lavalle se encontraba en Santa
Fe y hostilizado por tropas federa­
les resolvió unir sus fuerzas con el
g;eneral Lam adrid; con este propó­
sito, marchó a Córdoba; persegui­
do por Oribe, éste lo alcanzó con
el ejército en Quebracho Herrado
el 28 de noviembre de 1840.
Lavalle sufrió una completa de­
rrota de funestas consecuencias,
pues le significó — prácticamen­
te— el fin de su ejército. Por úl­
timo se encontró con Lamadrid e
impuso su plan de operar con pe­
queñas divisiones separadas, frente
a un enemigo superior en número.
Mientras tanto, Oribe pudo pene­
trar en Córdoba y repuso al go­
bernador federal.
Lamadrid se dirigió hacia Tucu­
mán y Lavalle a La Rioja, provin­
cias que — junto con Catamarca y
Salta— eran las únicas que podían
apoyar la campaña unitaria, pues
las demás obedecían a las directi­
vas de Rosas.
Oribe controlaba la provincia de
Córdoba; el general Félix A ldao1 la
de Mendoza; lo mismo sucedía con
Nazario Benavídez en San Juan e /ba­
rra en Santiago del Estero; también
San Luis obedecía al federal Lucio
Lucero.
Deseoso de dominar la región
cuyana, L avalle destacó hacia
Mendoza una división a las órde­
nes del coronel José Vilela, pero
éste fue derrotado en San Calá
(provincia de Córdoba) por efec­
tivos a las órdenes de Á n gel Pa­
checoi, enviado por Oribe.
Otra columna unitaria, a las ór­
denes del coronel M ariano Acha,
fue vencida por el caudillo Félix
Aldao en Machigasta, La Rioja.
En la misma provincia, el citado
caudillo derrotó al general Brizuela -—jefe de la Coalición del N o r­
te— en la quebrada de Sañogasta
y este último perdió la vida 2.
Entretanto, Lamadrid avanzó
con sus tropas hacia el sur y su
vanguardia, a las órdenes del coro­
nel Acha, penetró en San Juan y
derrotó a Félix Aldao en Angaco.
El m ilitar unitario ocupó la pro­
vincia, pero el gobernador federal
Benavídez reunió fuerzas superio­
res y consiguió vencer al coronel
Acha, quien posteriormente fue
decapitado 3.
Lamadrid continuó la campaña
y penetró con su ejército en la
provincia de Mendoza, pero el ge­
neral Á ngel Pacheco, al frente de
las fuerzas federales, lo derrotó el
24 de setiembre de 1841, en el
sangriento combate de Rodeo del
M edio. Ante la imposibilidad de
reagrupar sus efectivos, Lamadrid
— seguido por algunos oficiales—
buscó refugio en Chile por el paso
de Uspallata.
J-°'S
,fx
° (1 7 8 5 -1 8 4 5 ), natural de Mendoza, fue religioso dominico, por eso
también se le conoce como
el fraile A ld a o ” . Desempeñó honroso comportamiento en la’
expedición de San M artin, aunque más tarde se mezcló en las guerras civiles y desde ese
momento su personalidad es discutida.
2 Brizuela fue herido por su propio asistente, llamado Villafañe, y poco después murió.
decanftádnld‘V _remill,° al cor°n e l.A e h a al campamento de Pacheco, donde el prisionero fue
decapitado
y su cabeza puesta a la expectación publica” .
Fin de la coalición.
Muerte de Lavalle
Después de la derrota sufrida
por los coaligados en Rodeo del
Medio, los rosistas dominaban
nuevamente en las provincias cuyanas y en La Rioja.
Los federales salteños se habían
reorganizado nuevamente y, para
controlar la situación, el goberna­
dor de Tucumán, doctor Marco
Avellaneda
y el general Lavalle
se dirigieron a Salta.
En esas circunstancias, el gene­
ral Oribe — transformado en im ­
placable adversario— invadió T u ­
cumán, lo que obligó al m ilitar
unitario y al doctor Avellaneda a
bajar a la última provincia para
oponerse a los federales.
Con fuerzas desorganizadas y
aunque la prudencia aconsejaba
rehusar la lucha, Lavalle enfren­
tó a Oribe en Fam aillá — 19 de
setiembre de 1841— y fue derro­
tado. E l primero logró salvarse di­
ficultosamente y emprendió el
camino de Salta; no tuvo igual
suerte Avellaneda, quien fue cap­
turado en M etán y su cabeza
— cortada a cercén— expuesta cla­
vada en una lanza en la capital
tucumana.
José Cubas, de Catamarca, era
el único gobernador coaligado que
quedaba al frente de su gobierno.
Para vencerlo, Oribe envió hacia
esa provincia un batallón a las
órdenes del coronel M ariano M a ­
za, quien logró imponerse y de­
mostró extrema crueldad para con
los vencidos.
La Coalición del N orte había
llegado a su fin.
Entretanto, Lavalle con un gru­
po de sus hombres se retiró hacia
el norte con ánimo de ofrecer re­
sistencia, pese a sus escasos recur­
sos, y al llegar a Jujuy ocupó la
casa que hasta poco antes habita­
ba el doctor Elias Bedoya.
E l 9 de octubre, una partida del
ejército federal descargó sus armas
contra el portón de entrada y una
1 M arco Avellaneda h abía sido nombrado gobernador de Tucum án el 29 de mayo de 1841.
395
bala causó la muerte del general
Lavalle, quien se había acercado
hasta el zaguán. Los montoneros
se alejaron sin enterarse de lo ocu­
rrido.
Ante la proximidad de los ene­
migos y para evitar los acostum­
brados ultrajes, los despojos del
general Lavalle — envueltos en su
poncho y a lomo de caballo— fue­
ron conducidos a Bolivia por dos
pequeñas columnas de sus hom­
bres 1. E l 24 de octubre de 1841,
los restos fueron sepultados en la
Catedral de Potosí, en el transcur­
so de una solemne ceremonia.
EL G EN ERAL PAZ.
LA GUERRA EN EL LITORAL
La cam p añ a del general Paz
La derrota de la Coalición del
Norte permitió restablecer las
autoridades federales en las pro­
vincias sublevadas; la guerra con­
tra Rosas prosiguió en el litoral,
donde también intervino Fructuoso
Rivera, el jefe del gobierno uru­
guayo.
Después de ocho años de cárcel,
el general José M a ría P a z 2 se
trasladó a la Banda Oriental y
luego pasó a Corrientes, cuyo go­
bernador, Pedro Ferré, lo nombró
general en jefe del Ejército de Re­
serva. Con escasos medios y gra­
cias a sus brillantes aptitudes m i­
litares, Paz organizó en su campa­
mento de Villanueva un ejército
aguerrido y disciplinado de unos
3.000 hombres.
Enterado Rosas, dispuso que
Pascual Echagüe — gobernador de
Entre Ríos— invadiese la provin­
cia de Corrientes con sus efectivos,
unos 5.000 hombres. Debido a la
superioridad de las fuerzas atacan­
tes, Paz eludió en principio la
batalla, pero interceptando con
guerrillas las comunicaciones del
enemigo, a la espera de que éste
debilitara sus líneas.
Apostados ambos ejércitos a ori­
llas del río Corrientes, Paz vadeó
sigilosamente las aguas con sus tro­
pas y el 28 de noviembre de 1841,
en las proximidades del paso de
Caaguazú, derrotó completamente
a Echagüe, después de dirigir el
combate con habilidad de estrate­
go. “ Lástima grande — escribe el
historiador Levene— que fuera una
batalla de la guerra civil y no de
la guerra emancipadora.”
La victoria consolidó la posición
de los unitarios en Corrientes y
obligó a Echagüe a retirarse a su
provincia, donde fue reemplazado
en el gobierno por Justo José de
Urquiza (15 de diciembre).
La derrota federal in flu ya para
que Juan Pablo López, goberna­
dor de Santa Fe, se pronunciara
contra Rosas.
Todo indicaba que Paz, por sus
excelentes condiciones de guerrero,
continuaría al frente de la campa­
L a difícil empresa de eludir a los enemigos con el cadáver de Lavalle fue dirigida
por el oficial Juan Esteban Pcdernera. Cuando la comitiva llegó al pueblo de Huancalera
los restos en descomposición fueron descarnados en las aguas de un arroyo. Hasta abandonar el territorio salteño. los soldados debieron luchar en varias ocasiones para defender
los huesos del bravo guerrero de la Independencia.
Como sabemos —capítulo X I I — el general Paz fue apresado el 10 de mayo de 1831
por una partida federal en la provincia de Córdoba. Permaneció detenido en la Aduana
tti "oí? a°
• 1A A £
, m SStieiV e ™ der, 1835’ en que fue trasladado al Cabildo de Luján.
r®
2?’ Rosas ordenó su excarcelación, pero dándole por cárcel
vistó con
c o f Lavalle
T n v lu 08 yA luego
¡reS' E1
3- da e Corrientes.
r?brÜ de 1-840 logró fu « ar a> U ru « uay> d " " de »
visto
pasó
la
entre­
ña, que debía culminar en Buenos
Aires; pero las ambiciones de R i­
vera sobre la provincia de Entre
Ríos — y el resto del litoral— pro­
vocaron disidencias entre los jefes
unitarios.
Convencido del éxito de una
campaña inmediata sobre Entre
Ríos, el general Paz, contrariando
disposiciones de Ferré, invadió di­
cha provincia; enterado de esto, el
jefe oriental Rivera cruzó el río
Uruguay al frente de sus tropas y
también avanzó sobre territorio entrerriano.
Entretanto Urquiza, que ya ha­
bía sido designado gobernador por
los federales, debió retirarse ante
la presión de las fuerzas adver­
sarias.
Paz llegó a la ciudad de Paraná
y allí fue nombrado gobernador,
pero su mandato fue efímero, pues
Ferré dispuso llevarse las tropas
correntinas a su provincia y dejó
indefenso al general unitario; éste
optó por renunciar y marchó al
Uruguay.
La derrota de los unitarios
Alejado Paz, Rivera quedó al
frente de la campaña contra Rosas.
Después de sus victorias en el
interior del país, Oribe con un po­
deroso ejército federal penetró en
Santa Fe y venció a Juan Pablo
López. Luego marchó hacia la cos­
ta entrerriana sobre el río Uru­
guay y el 6 de diciembre de 1842
derrotó a Rivera en la encarnizada
batalla de A rroyo Grande. E l úl­
timo, que operaba en territorio ar­
gentino con tropas de Ferré y L ó ­
pez, huyó precipitadamente del
campo de acción.
A l frente de la caballería fede­
ral entrerriana se destacó Urquiza,
quien luego ocupó la provincia de
Corrientes al abandonarla Ferré.
El "sitio grande"
de Montevideo
Luego de su derrota, Rivera cru­
zó el río Uruguay y marchó a la
Banda Oriental, mientras el ejér­
cito de Oribe tenía abierto el ca­
397
S o ld a d o s d e l e jército d e O r ib e qu e
lu ch aro n en el lla m a d o "sitio g r a n d e "
d e M o n tev id e o , se g ú n u n a a c u a re la de
la é p o ca .
rrestres, Oribe no se decidió a to­
mar por asalto la plaza y en con­
secuencia la lucha se redujo a
encuentros parciales con contin­
gentes defensores que operaban en
la campaña.
En ayuda de Oribe, Rosas envió
a Justo José de Urquiza, quien
venció a Rivera en India M uerta,
el 27 de marzo de 1845; el último
volvió a sufrir otra gran derrota y
debió buscar refugio en el Brasil.
La victoria federal no hizo variar
la situación en Montevideo.
mino a Montevideo. Ante el curso
de los sucesos, los emigrados de la
Comisión Argentina influyeron pa­
ra que la última ciudad fuera co­
locada en estado de defensa. Se or­
ganizó un ejército de reserva, pues­
to en principio bajo el mando su­
premo del general Paz, pero luego
— debido a la oposición de Rive­
ra—- sólo fue designado coman­
dante de armas.
E l m ilitar argentino demostró
nuevamente sus relevantes condi­
ciones y con escasos recursos arti­
lló los lugares estratégicos y trazó
una eficaz línea de fortificaciones.
Oribe avanzó en territorio orien­
tal y el 16 de febrero de 1843, al
frente de unos 9.000 hombres,
acampó en el Cerrito, donde enarboló la bandera argentina. Así se
inició el sitio de Montevideo — lla ­
mado “ sitio grande” — que se pro­
longó hasta el 8 de octubre de
1851.
Voluntarios organizados en le­
giones sostuvieron la tenaz defen­
sa de Montevideo, que ha sido ca­
lificada de “ episodio troyano” 1.
Así se destacaron la L egión A rgen­
tina (500 hombres) a las órdenes
de Eustaquio D íaz Vélez; la L e ­
gión Italiana (600 hombres) al
mando de José G a rib a ld i2 y la L e ­
gión Francesa (2.000 hombres) di­
rigida por el coronel Juan T h iebaut.
En su m ayor parte, el sitio se
lim itó a la campaña, por cuanto
Montevideo recibió ayuda de v í­
veres por parte de naves de Fran­
cia e Inglaterra, potencias que
nuevamente participaban en la po­
lítica rioplatense, como en seguida
estudiaremos.
Con respecto a las acciones te­
1 Por Bartolomé Mitre, que participó en el sitio como
2
G a rib a ld i
(1 8 0 7 -1 8 8 2 ), patriota italiano que
y militó en las filas de la Joven Italia. Cuando fracasó
al Kio de la Plata y luego -v u e lt o a E u r o p a - luchó en
artillero de Rivera.
abrazó la causa del liberalismo
la revolución de 1830, se dirigió
fa v o r de la unificación de
Italia.
INTERVENCIÓN
A N G LO -FR A N C ESA
Fra casa la misión
O useley-D effaudis
Después de ordenar el sitio de
Montevideo, Rosas también decla­
ró bloqueado el puerto y cerrada
la navegación por los ríos Paraná
y Uruguay. E l almirante G u ille r­
mo Brown fiie designado jefe de
la flotilla bloqueadora.
Ante el peligro de una inminen­
te rendición, Rivera y los em igra­
dos de la Comisión Argentina so­
licitaron nuevamente la ayuda de
Francia e Inglaterra. E l comodoro
Purvis — comandante naval britá­
nico en Sudamérica— protestó an­
te Rosas per el bloqueo, debido a
la nacionalidad del jefe y de los
tripulantes de las naves argenti­
nas
Cuando el almirante Brown se
disponía a operar sobre una isla
próxima a Montevideo, su flotilla
fue interceptada por naves britá­
nicas y debió desistir de su inten­
to. Por su parte, las últimas reaprovisionaban a Montevideo y des­
embarcaban material bélico.
En agosto de 1843, Florencio Vareía partió hacia Londres — envia­
do por el gobierno uruguayo y los
emigrados argentinos—• para ges­
tionar una ayuda más activa de
Inglaterra en la lucha contra Ro­
sas. E l comisionado no obtuvo una
respuesta categórica y entonces pa­
só a París, donde tampoco sus ges­
tiones alcanzaron mayor éxito.
A mediados de 1845, llegó a
Buenos Aires G u illerm o Ouseley,
enviado diplomático de Gran Bre­
taña, con el propósito de poner fin
a la guerra en la Banda Oriental
y garantizar la independencia de
esa república. Poco después, arribó
el barón Deffaudis en representa­
ción de Francia.
N o se llegó a ningún acuerdo
porque los diplomáticos exigieron
i
Purvis argumentó que la mayoría de los oficiales y tripulantes de las naves argentinas
eran británicos y que de la misma nacionalidad era el almirante Brown. Sostuvo ademas
que de producirse actos de hostilidad contra Montevideo, las embarcaciones de Buenos Aires
serían tratadas como si fueran piratas.
399
El combate de O b lig ad o
el retiro de las tropas argentinas
que actuaban en la Banda Oriental.
Ouseley y Deffaudis pasaron a
Montevideo y reforzaron la defen­
sa de la plaza con tropas anglofrancesas. Naves de las potencias
aliadas se apoderaron de las pocas
embarcaciones de Brown, las cuales
— ahora con pabellón oriental—
fueron puestas a las órdenes de Jo­
sé Garibaldi, quien con el apoyo
de la escuadra europea tomó la
Colonia y poco después la isla de
M artín García.
Los anglo-franceses remontaron
el río Uruguay y Garibaldi saqueó
la población de Gualeguaychú.
El 18 de setiembre de 1845, los
ministros Ouseley y Deffaudis de­
clararon el bloqueo al puerto y a
las costas de Buenos Aires.
Ante la certeza de que las naves
europeas remontarían el Paraná,
Rosas dispuso fortificar la orilla
derecha del río, en el paraje co­
nocido por Vuelta de Obligado, al
norte de la provincia de Buenos
Aires 1. En ese lugar, el ancho del
Paraná no excede los 700 metros
y por allí debían pasar forzosa­
mente las naves enemigas, si pre­
tendían incursionar por el norte
mesopotámico. Sobre un recodo de
la costa y aprovechando como de­
fensa natural un barranco, el ge­
neral L ucio M ansilla instaló cua­
tro baterías 2.
Para obstruir el paso de la flota
anglo-francesa aguas arriba y obli­
garla a batirse si pretendía cru­
zarlo, fueron colocadas — de costa
a costa— gruesas cadenas de hie­
rro, sujetas a unos veinte lanchones. Protegidos tras las sinuosida­
des del terreno y los montes de
la región, unos 2.000 hombres se
aprestaron a la defensa.
El 20 de noviembre de 1845, on­
ce naves anglo-francesas, poderosa­
mente artilladas 3, trataron de cru­
zar la Vuelta de Obligado y en­
tonces se originó un violento com­
bate, que concluyó al cabo de siete
horas con la destrucción de las
fortificaciones.
1 E n t r e la s a c t u a l e s p o b l a c i o n e s d e S a n P e d r o y R a m
2
L a s c u a t r o b a t e r í a s e s t a b a n a la s ó r d e n e s d e lo s
( h i j o d e l a l m i r a n t e ) , Felipe Palacios y
■’ L a s e m b a r c a c i o n e s e u r o p e a s u t i l i z a b a n c a ñ o n e s d e
b a l a s d e n o m i n a d a s “ p a i x h a n s " , p r o v i s t a s d e e s p o le t a s
e n r e la c ió n c o n o tra s a rm a s d e esa é p o c a .
Eduardo Brown
a llo .
s ig u ie n t e s
m i l i t a r e s : Alvaro Alzogaray,
Juan Bautista Thorne.
g ru e s o c a lib r e ,
o d e to n a d o res ,
v a r io s d e e llo s c o n
d e m o r tífe r o
poder
Forzado el paso, las naves euro­
peas ascendieron por el Paraná,
precediendo a numerosos barcos
mercantes cargados de mercaderías.
La expedición llegó hasta las pro­
ximidades de la Asunción, aunque
su éxito comercial fue escaso.
Fin de la
intervención
europea
La larga cuestión del Río de la
Plata, que ya provocaba rozamien­
tos entre los diplomáticos anglofranceses, motivó el envío por am­
bas potencias de dos comisionados
destacados: el inglés lord Juan
Howden y el francés conde A le ­
jandro Walewsky, quienes arriba­
ron a Buenos Aires en los prime­
ros días de mayo de 1847.
Las negociaciones se iniciaron
satisfactoriamente, pero debieron
interrumpirse cuando Rosas exigió
que su aliado Oribe fuera recono­
cido presidente del Uruguay y sos­
tuvo que la navegación del Paraná
era un atributo de la soberanía
argentina.
Los diplomáticos europeos par­
tieron de Buenos Aires en direc­
ción a Montevideo y desde a llí se
trasladaron al campamento de Ori­
be, a quien propusieron un armis­
ticio. El último accedió y entonces
Howden — el 15 de julio de 1847—
comunicó al jefe de las fuerzas na­
vales británicas en el Plata que
procediera a levantar el bloqueo de
Buenos Aires. W alew sky no adhi­
rió a esa actitud y en consecuencia
los franceses continuaron el asedio.
Entretanto, los gobiernos de
Francia e Inglaterra dispusieron
llegar a un acercamiento con am­
bos bandos uruguayos en lucha
— Oribe y Rivera— sin la interven­
ción de Rosas. De tal manera, se
confió una nueva misión al inglés
Roberto Gore y al francés barón
de Gros. Los plenipotenciarios lle ­
garon a Montevideo el 21 de mar­
zo de 1848, un día después de caer
asesinado Florencio Varela, uno de
los más destacados adversarios de
Rosas 1.
1 F lo r e n c io V a r e la f u e t e m ib le a d v e r s a r io d e B o s a s y d e O r ib e . E n a g o s t o d e 1 8 2 9 se
h a b í a r a d i c a d o e n M o n t e v i d e o y h a b it a b a c o n su e s p o s a e h ijo s e n l a f i n c a N ? 9 0 d e la
c a l l e d e la s M i s i o n e s . A l l í f u e a s e s i n a d o p o r l a e s p a l d a e n l a n o c h e d e l 2 0 d e m a r z o d e
1 8 4 8 , c u a n d o p r e t e n d ía e n tra r e n su casa.
E l a s e s in o f u e d e t e n i d o y s e l l a m a b a Andrés Cabrera. A l g u n o s h i s t o r i a d o r e s o p i n a n q u e
O r i b e i n s t ig ó e l c r im e n , y o t r o s , q u e s e d e b i ó a m o t iv o s p a s io n a le s .
400
401
Los mediadores se dedicaron a
cumplir con su tarea y, aunque las
negociaciones fueron aceptadas por
los jefes de ambas facciones orien­
tales, debieron interrumpirse por
la oposición de Rosas, quien no
deseaba verse eliminado en su fun­
ción de árbitro. A pesar de todo,
Francia levantó el bloqueo al puer­
to de Buenos Aires el 16 de junio
de 1848.
A l promediar el siglo xix, Eu­
ropa se hallaba convulsionada por
el .auge de las doctrinas liberales.
En febrero de 1848, abdicó el rey
Luis Felipe de Francia y se pro­
clamó la segunda República; mo­
vimientos liberales también se pro­
dujeron en Italia, Alem ania y Aus­
tria.
El nuevo gobierno francés dis­
puso mejorar sus relaciones inter­
nacionales y poner término al con­
flicto con la Confederación A rgen ­
tina. Por su parte, el gabinete in­
glés — ante las ventajas derivadas
del levantamiento del bloqueo—
envió a E nriqu e Southern, cuya
habilidad y diplomacia le permi­
tieron conseguir la adhesión de Ro­
sas y en esta forma suscribir, el 24
de noviembre de 1849, una Con­
vención definitiva de paz.
Francia destacó con nuevas ins­
trucciones al contraalmirante Le
Prédour, quien debió ceder ante
las exigencias de Rosas y firm ó el
31 de agosto de 1850 un tratado
de paz — semejante al subscrito
por Inglaterra— por el cual la po­
tencia europea retiraba sus tropas
del Plata, reconocía la soberanía
argentina sobre los ríos interiores
y devolvía la isla de M artín Gar­
cía.
La intervención de Francia e
Inglaterra en nuestras disensiones
internas motivó que el general
San M artín — desde su ostracismo
en Europa— censurara la actitud
de dichas potencias.
Por cláusula testamentaria dispuso
que su sable fuera entregado “ al ge­
neral de la República Argentina Juan
Manuel de Rosas, como una prueba de
satisfacción que como argentino, he
tenido al ver la firmeza con que ha
sostenido el honor de la República, con­
tra las injustas pretensiones de los ex­
tranjeros que trataban de humillarla” .
A C C IÓ N DE URQUIZA
EN EL LITORAL
Corrientes se pronuncia
contra Rosas
Luego de la derrota de Pedro
Ferré en Arroyo Grande, Corrien­
tes se incorporó al resto de la Con­
federación Argentina. Sin embar­
go, la provincia era hostil a Rosas,
lo que motivó que unos cien emi­
grados en territorio brasileño, a las
órdenes de los hermanos Joaquín
y Juan Madariaga, cruzaran a
f
nado el río Uruguay y penetraran
en el territorio para deponer a las
autoridades rosistas. Se produjo
una revolución a cuyo término Joa­
quín Madariaga fue nombrado go­
bernador de Corrientes (agosto de
1843). Éste firm ó una alianza con
el Paraguay y con Juan Pablo
López — hermano de Estanislao— ,
gobernador de Santa Fe. También
llamó al general Paz y lo puso al
frente del ejército, para que ejer­
ciera la dirección de la guerra en
el litoral.
Por su parte, Urquiza estaba
amenazado por las fuerzas nava­
les anglo-francesas y por el ejército
del general Paz en Corrientes; a
comienzos de enero de 1846, el
caudillo entrerriano dispuso avan­
zar sobre la última provincia, pa­
ra adelantarse al general unitario,
antes que éste recibiera refuerzos
del Paraguay.
Urquiza avanzó sobre Corrien­
tes y el 4 de febrero de 1846 ven­
ció y tomó prisionero en Laguna
L im p ia a Juan Madariaga. A pe­
sar de su triunfo, el caudillo en­
trerriano se retiró y dio por terminada su campaña sobre Corrientes
El Tratado de A lc a ra z
El^ prisionero Juan Madariaga
entró en negociaciones con U rqu i­
za, sobre la base de quitar del
mando de las tropas correntinas al
general Paz; así se hizo, y el úl­
timo fue destituido y se retiró a
la Asunción.
Entonces Urquiza invitó al go­
bernador Joaquín Madariaga a una
entrevista en Alcaraz, provincia de
Entre Ríos, donde ambos — en
agosto de 1846— firmaron un tra­
tado de alianza. De acuerdo con
sus cláusulas, las provincias de
Entre Ríos y Corrientes deponían
las armas y la última adhería a
la Confederación, delegaba en Ro­
sas las relaciones exteriores y se
comprometía a respetar el Pactó
Federal de 1831. Por una dispo­
sición secreta, Corrientes no coope­
raría ante la intervención anglofrancesa y en el sitio de M onte­
video.
El Tratado de Alcaraz debía ser
ratificado por Rosas, pero éste lo
rechazó. Urquiza debió anularlo y
las hostilidades se reanudaron en­
tre ambas provincias.
El caudillo entrerriano avanzó
sobre Corrientes al frente de 7.000
hombres y entonces Madariaga
— con 5.000 hombres— tomó posi­
ciones en el campo de Vences. El
encuentro se produjo el 27 de no­
viembre de 1847 y después de san­
grienta lucha Urquiza obtuvo una
completa victoria.
En reemplazo de Madariaga
— que huyó— la Legislatura correntina designó gobernador al co­
ronel Benjamín Virasoro, amigo de
Urquiza.
RELACIO NES CO N PAISES
LIMÍTROFES
P arag u ay
Parte integrante del virreinato
del Río de la Plata, el Paraguay
inició — después de la Revolución
de M ayo— una política exterior
de aislamiento durante el mando
del dictador Gaspar Rodríguez de
Francia, quien proclamó desde un
principio la independencia de su
país. Organizado el nuevo Estado,
resistió no sólo el dominio espa­
ñol, sino también la influencia
de sus vecinos, la Argentina y el
Brasil.
En setiembre de 1840, falleció
Rodríguez de Francia y dos años
después un Congreso General Ex­
traordinario dispuso ratificar la in­
dependencia y creó el pabellón y
los sellos nacionales. Poco después
fue elegido presidente de la repú­
blica Carlos A ntonio López, quien
a pesar de su título siguió man­
teniendo el despotismo. La ante­
rior política aislacionista fue mo­
dificada y el Paraguay entró por
vez primera en relaciones con los
países vecinos.
Fue enviado un comisionado a
Buenos Aires para recabar el reco­
nocimiento de la independencia
paraguaya, pero Rosas se negó, ar­
gumentando que aquel territorio
pertenecía a la Confederación A r­
gentina y que una medida de tanta
importancia sólo podía aceptarla
después de consultar a las demás
provincias.
López no tardó en incorporarse
en la turbulenta política del Río
de la Plata en contra de Rosas y
con el apoyo del Brasil. Decidió in ­
tervenir en el litoral argentino y
cuando Rosas cerró el tráfico por
el Paraná, para impedir el comer­
cio flu vial de Corrientes, López
firm ó una alianza con la última
provincia y envió tropas al gene­
ral Paz, en un intento que fracasó.
Brasil
Después de jurada la indepen­
dencia del U ruguay —-julio de
1830— , el Brasil se lim itó a man­
tener vina neutralidad aparente,
vacilante y a veces contradictoria.
Debió afrontar graves problemas
de política interna, como la revo­
lución de carácter republicano y
separatista de Río Grande 1, cuyos
dirigentes habían establecido un
convenio de ayuda recíproca con
los orientales partidarios de Rivera
y con los emigrados argentinos.
Después de la pacificación de
Río Grande, el imperio se mostró
cauteloso en política exterior, pues
desconfiaba de Rivera y de Oribe,
al mismo tiempo que temía una
agresión de Rosas; en previsión de
esta última, se inclinó hacia el Pa­
raguay, cuya independencia reco­
noció.
La participación de Rosas en fa ­
vor de Oribe en la Banda Oriental
motivó una protesta del Brasil,
pero cuando el gobierno de Buenos
Aires exigió que — de acuerdo con
el artículo V de la Convención de
1828— se pronunciara ante la in ­
tervención anglo-francesa, la can­
cillería imperial no se expidió.
quien trataba de atraer desde
1845— para derrocar a Rosas.
C h ile
Los emigrados argentinos en
Chile iniciaron una activa campa­
ña contra Rosas, mientras el go­
bierno de aquel país — aprove­
chando la difícil situación creada
por el bloqueo anglo-francés— en­
vió una expedición al sur, que des­
embarcó el 21 de setiembre de 1843
en Puerto Hambre (península de
Brunswick) y tomó posesión “ del
estrecho de Magallanes en nombre
de la República de Chile” .
Rosas presentó una form al pro­
testa ante el gobierno trasandino,
por cuanto el poblado — Puerto
Hambre— había sido erigido en
territorio argentino.
Chile se mantuvo en su posición,
pero se ofreció a resolver amiga­
blemente el entredicho, mientras
Rosas comisionaba a los publicis­
tas Dalmacio Vélez Sársfield y Pe­
dro de Angelis para que compul­
saran los antecedentes y títulos le­
gítimos de la Argentina.
El problema siguió pendiente
hasta 1902, en que por fallo arbi­
tral correspondió a Chile el domi­
nio del estrecho.
Era evidente que el Brasil había re­
conocido la independencia oriental pe­
ro en forma clandestina intentaba nue­
vamente su anexión.
Cuando Florencio Varela se dirigió
a Europa para solicitar un más amplio
apoyo por parte de Francia e Ingla­
terra, el Brasil comisionó al vizconde
de Abrantes para que cumpliera idén­
ticas gestiones en Londres, las que tam­
poco prosperaron.
Temeroso de Rosas, el Brasil no
descansó en aplicar su plan para
derribarlo y lograr su antigua am­
bición de dominio sobre la cuenca
del Plata. Después de sus triunfos
en el litoral, Urquiza se convirtió
en una destacada figura política,
por lo cual la diplomacia brasileña
apoyó al caudillo entrerriano — a
1 Acaudillada por Bentos G ongalves, la revolución de los “ farrapos” (h arap os) se inició
en Porto Alegre (1 8 3 5 ) y no tardó en extenderse a otras regiones del sur del Brasil.
A l cabo de nueve años de guerra, fue sofocada por el C on d e de Caxias.
404
405
CUESTIONARIO
1. ¿Q ué dispuso el plebiscito de marzo de 1835? 2. ¿Cuáles fueron
las primeras disposiciones de Rosas al frente del gobierno? 3. ¿Q ué
medidas tomó en materia de economía? 4. ¿Cómo surgió el régimen
dictatorial? 5. ¿Q ué política interna aplicó Rosas? 6. ¿Cómo era
la vida social modelada por la dictadura? 7. ¿Y el ambiente cultu­
ral? 8. ¿Q ué incidente produjo en las M alvinas la corbeta norteame­
ricana "Lexington"? 9. ¿Cómo Inglaterra las tomó por la fu erza?
10. ¿Q ué política internacional siguió Bolivia bajo el m andato del
mariscal Santa C ruz? 11. ¿Cómo fue disuelta la Confederación
Peruano-Boliviana? 12. ¿Cómo llegó nuevamente Rivera al gobierno
de la Banda O riental? 13. ¿C uál fue el motivo inmediato del con­
flicto con Francia? 14. ¿Por qué fue apresado el ginebrino Bacle?
15. ¿Cuándo se inició el bloqueo francés? 16. ¿Q ué dispuso la con­
vención A rana-M ackau? 17. ¿Q ué estudiosos se reunían en el G a ­
binete de Lectura de Marcos Sastre? 18. ¿Cuándo se inauguró el
Salón Literario? 19. ¿Cómo surgió la Asociación de la Joven A r­
gentina? 20. ¿Q ué actividad opositora cumplieron los proscritos?
21. ¿Cómo se produjo el levantamiento de Berón de A strad a? 22.
¿Cómo lo sofocó Rosas? 23. ¿Q ué finalid ad persiguió el Club de
los Cinco? .24. ¿Q ué plan revolucionario concibieron los M aza ? 25.
¿Cómo fracasó la Revolución del Sur? 26. ¿Q ué cam paña cumplió
Lavalle en el litoral? 27. ¿Por qué no cumplió el objetivo de su
cam paña? 28. ¿Q ué provincias integraron la Coalición del Norte?
29. ¿Q ué luchas libraron Lavalle y Lam adrid contra las fuerzas rosistas? 30. ¿Cómo llegó a su fin la Coalición del Norte? 31. ¿Dónde
cayó asesinado Lavalle? 32. ¿Q ué cam paña cumplió Paz en el
litoral? 33. ¿Q ué actitud asumió Rivera? 34. ¿Dónde fue derrotado?
35. ¿Cuándo se inició el sitio grande de Montevideo? 36. ¿Cómo
intervinieron Francia e Inglaterra en esos momentos? 37. ¿Por qué
se produjo el combate de O bligado ? 38. ¿Q ué tram itaciones diplo­
máticas permitieron llegar al fin de la intervención europea? 39. ^
¿Cómo enfrentó a Rosas el gobierno de Corrientes? 40. ¿Q ué dis­
puso el Tratado de A lc a ra z ? 41. Resuma las relaciones internacio­
nales seguidas por el gobierno de Rosas con P arag u ay, Brasil y Chile.
Pronunciamiento de Urquiza. Se inicia la cam paña. Caseros.
Los sucesos inmediatos. Acuerdo de San N icolás. Actitud de
Buenos Aires frente a Urquiza. La Constitución de 1853. Pre­
sidencia de Urquiza. La provincia de Buenos Aires. Buenos
Aires y la Confederación. Presidencia de Derqui.
P R O N U N C IA M IE N T O
DE U R Q U IZ A
Los antecedentes
En 1850 no se libraban luchas
en el territorio de la Confederación
Argentina. Todas las reacciones
unitarias habían fracasado y hasta
las más destacadas figuras de la
oposición — que bregaban con la
Pluma— ya no combatían con su
antiguo ardor.
Rosas había resuelto favora­
blemente las enojosas cuestiones
con Francia e Inglaterra, mientras
que el sitio de Montevideo — sos­
tenido por Oribe— no significaba
un problema de gravedad para su
gobierno. Las provincias permane­
cían subordinadas y los goberna­
dores repetían con obsecuencia su
adhesión al Restaurador.
En Entre Ríos la situación era
distinta. Desde tiempo atrás Justo
José de U rquiza estaba distanciado
de Rosas y conspiraba para derri­
barlo. Aquella provincia había me­
jorado su administración, elevado
el orden cultural y ambicionaba
mejoras económicas; en este último
aspecto, el proteccionismo comer­
cial decretado para su provincia
por el gobierno de Buenos Aires
perjudicaba a Entre Ríos, que de­
bía soportar el cierre de la nave407
gación de los ríos Paraná y U ru­
guay.
Las divergencias entre Urquiza
y Rosas se hicieron públicas cuan­
do el segundo rechazó el Tratado
de Alcaraz — que había sido fir­
mado sin su consentimiento— y
desautorizó al caudillo entrerriano.
Con todo, Urquiza acrecentó su
prestigio m ilitar después de la vic­
toria obtenida en Vences.
A comienzos de 1850, los pro­
yectos de Urquiza para derribar a
Rosas estaban en plena madurez.
El movimiento se preparaba desde
tiempo atrás, por medio de agen­
tes confidenciales que mantenían
vinculaciones con las autoridades
de la plaza sitiada de Montevideo
y con representantes diplomáticos
del Brasil.
Las relaciones entre este último
país y el gobierno de Buenos A i­
res eran tensas, pues Rosas obraba
como protector de la Banda Orien408
tal y apoyaba militarmente al ge­
neral Oribe. Por su parte, el impe­
rio temía la expansión territorial
argentina y desde m uy antiguo
ambicionaba el dominio de los ríos
mesopotámicos, para beneficiar las
comunicaciones y el comercio de
los estados brasileños del sur.
Por esas épocas, bandas armadas
de aquella nación invadieron el
territorio uruguayo — con apoyo de
los riveristas— y arrearon gran
cantidad de ganado. El general
Guido — ministro de Rosas ante el
gabinete brasileño— presentó una
enérgica protesta, que culminó con
la ruptura de relaciones entre Bue­
nos Aires y el gobierno de Río de
Janeiro (octubre de 1850). Desde
ese momento, el Brasil resolvió
participar activamente en la cam­
paña a iniciarse para vencer a
Oribe y derrocar a Rosas.
Urquiza se unió con el goberna­
dor de Corrientes — Virasoro— pa­
ra derribar a Rosas. Enterado Ori­
be de las negociaciones, comunicó
a Rosas que estaba pronto para
marchar sobre Entre Ríos con su
inactivo ejército, pero el segundo
— inexplicablemente, no se daba
cuenta de la situación imperante—
lo contuvo, para que continuara
con el sitio de Montevideo.
El pronunciam iento
Mientras en los círculos allega­
dos a Rosas ya se hablaba de “ trai­
ción” , U rquiza dirigió el 5 de
abril una circular a los goberna­
dores de las provincias, exhortán­
dolos a aceptar la renuncia que
periódicamente presentaba el go­
bernador de Buenos Aires y que
era costumbre rechazar.
El 1 de mayo de 1851, Urquiza
anunció su ruptura con Rosas por
medio de un decreto conocido his­
tóricamente como “ el pronuncia­
miento” . Después de aceptar la re­
nuncia presentada repetidas veces
por el último, declaraba que la
provincia de Entre Ríos reasumía
el ejercicio de las relaciones ex­
teriores — que habían sido otor­
gadas a Rosas por el Pacto Federal
de 1831— y también el derecho a
“ entenderse directamente con los
demás gobiernos del mundo” . En
consecuencia, la provincia de En­
tre Bíos quedaba separada del resto
de la Confederación.
Por otro decreto de la misma fe­
cha, Urquiza dispuso abolir el le­
ma “ /M ueran los salvajes unita­
rios!" reemplazándolo por “jM u e ­
ran los enemigos de la Organiza­
ción N a cion al!” .
La adhesión solicitada por U r­
quiza a los demás gobernadores
de la Confederación no halló eco
favorable y — con excepción de
Corrientes— esos mandatarios se
mantuvieron obedientes a Rosas.
SE IN ICIA LA C A M PA Ñ A
Capitulación de O ribe
A fines de marzo de 1851, el go­
bierno de la provincia de Entre
Ríos suscribió con el de Uruguay
y del Brasil una alianza ofensiva
La d isposición p o lític a por la cu a l U r­
q u iz a se p ro n u n ció co n tra el g o b ie rn o
de R osas fu e el d e cre to d e l 1 de
m ayo de 1851 q u e fig u r a en la ilu s­
tració n .
y defensiva, destinada a terminar
con el largo sitio de Montevideo,
expulsar a Oribe y luego iniciar
operaciones para derribar a Rosas.
De acuerdo con lo pactado, U r­
quiza al frente de unos 6.500 hom­
bres cruzó el río U ruguay e in ­
vadió el territorio oriental, mien­
tras parte de la escuadra brasileña
penetraba en el Río de la Plata.
Ante el avance de las tropas de
Urquiza, buena parte de las fuer­
zas de Oribe se dispersaron. Fin al­
mente, el último — considerando
inútil toda resistencia— firm ó el
8 de octubre de 1851 una capitu­
lación honrosa. Se consideraban le­
gales todos sus actos de gobierno y
no se establecían diferencias entre
vencedores y vencidos. Así term i­
nó el largo sitio de Montevideo.
Concluida sin derramamiento de
sangre esta primera etapa de la
Justo José de U rquiza (1801-1870).
M ilitar y estadista argentino. Dio tér­
mino a la dictura de Rosas al triunfar
en la batalla de Caseros. Director Pro­
visorio de la Confederación, logró reu­
nir un Congreso G e n e ral Constituyente.
No pudo dom inar la rebeldía de la
p r o v in c ia d e B u e n o s Aires. Pereció
asesinado.
Iniciada la cam paña contra Rosas, el Ejér­
cito G ra n d e a las órdenes de Urquiza
cruza el río P araná, cerca de Diamante,
e invade la provincia de Santa Fe. (G ra ­
bado publicado en París, en el año 1852.)
campaña, los aliados resolvieron
concretar la acción directa contra
Rosas y para esto se reunieron en
Montevideo los representantes de
Entre Ríos (agregada Corrientes),
Brasil y Uruguay.
Por la convención firmada el 21
de noviembre de 1851 se establecía
— artículo V — que el propósito de
los aliados era “ liberar al pueblo
argentino de la opresión que sufre
bajo la dom inación tiránica del go­
bernador Juan M an u el de Rosas” .
Por otras cláusulas se entregaba el
mando de los efectivos al general
Urquiza, mientras el Brasil coope­
raría con 3,000 infantes, un regi­
miento de caballería, dos batallo­
nes de artillería y la escuadra.
1 ambién aportaba un subsidio
mensual de 100.000 patacones, pa­
ra cubrir los gastos bélicos que
debían pagarse concluido el con­
flicto, al 6 % de interés anual. El
Uruguay debía suministrar hom­
bres y armamentos.
El avance del Ejército Grande
Urquiza acampó a orillas del
Paraná, próximo a Diamante. En
esos momentos, el ejército aliado,
denominado E jército Grande, se
componía de unos 30.000 hombres,
de los cuales cerca de 24.000 eran
argentinos y el resto brasileños y
uruguayos. En el territorio orien­
tal estaba listo un ejército de re­
serva, integrado por 10.000 brasi­
leños.
Mientras tanto, Rosas no tomaba
ninguna medida que la prudencia
le hubiera aconsejado en tales cir­
cunstancias.
A mediados de diciembre, U r­
quiza inició las operaciones con el
cruce del río Paraná y la inva­
sión de la provincia de Santa Fe.
A llí no encontró resistencia, pues
el gobernador Echagüe retrocedió
para unirse con Rosas.
En la marcha hacia Buenos A i­
res, un episodio provocó alarma.
Los 700 hombres puestos a las ór­
denes del coronel A quino se suble­
varon y, luego de asesinar a sus
jefes, se incorporaron a los efecti­
vos de Rosas.
El Ejército Grande prosiguió su
avance favorecido por los desacier­
tos del enemigo. E l general Pache­
co — jefe de las fuerzas rosistas—
no supo aprovechar las ventajas
que le ofrecía el A rroyo del M e ­
dio, para tender una línea defen­
siva.
A fines de enero, el ejército
aliado llegó a Luján y prosiguió su
avance hasta el arroyo Morón.
Entretanto, Rosas en persona to­
mó el mando de sus fuerzas y el
2 de febrero reunió en el campa­
mento de Santos Lugares una jun­
ta de guerra, a la que asistieron el
general Chilavert y los coroneles
Lagos, José Díaz, Jerónim o Costa y
otros. En la conferencia se resolvió
confiarlo todo a una batalla cam­
pal.
La batalla. Derrota de Rosas
El grueso del ejército aliado con­
tinuó su avance y en la madrugada
del 3 de febrero de 1852 atravesó
sin dificultad el arroyo M orón y
extendió sus líneas frente a la po­
sición que ya ocupaba el de Rosas.
Éste había dispuesto sus efectivos
en las alturas de Caseros (h oy es­
tación E l Palom ar), a tres leguas
de Buenos Aires.
El Ejército Grande contaba con
24.000 hombres y 50 piezas de artille­
ría, distribuidos en la forma siguiente:
ala derecha: batallones de infantería y
caballería entrerriana y correntina y
caballería brasileña a las órdenes de los
generales Lamadrid, Medina y de los
coroneles Galán, Mitre y otros. En el
centro: la división brasileña dirigida por
Márquez de Souza y dos batallones ar­
gentinos a las órdenes del coronel Rivero. El ala izquierda: cuatro batallo­
nes uruguayos encabezados por el co­
ronel César Díaz y otros contingentes
dirigidos por Juan Pablo López.
Por su parte, Rosas contaba con
22.000 hombres y 60 piezas de artille-
411
sido unitario—- y dispuso no inno­
var, tomando como base el Pacto
del año 1831; en consecuencia, las
provincias de la Confederación
continuarían dirigidas por los mis­
mos gobernadores, pues derribarlos
y reemplazarlos por otros hubiera
significado desatar una nueva gue­
rra civil.
exteriores — hasta ese momento a
cargo de Buenos Aires—- y de los
asuntos generales de la República.
El gobernador de Entre Ríos reci­
bía esas atribuciones “ hasta tanto
que, reunido el Congreso Nacio­
nal, se establezca definitivamente
el poder a quien competa el ejer­
cicio de ese cargo” .
Protocolo de Palerm o
La Legislatura
Para considerar las tareas pre­
vias a la organización, Urquiza se
reunió en la residencia de Paler­
mo con Vicente López, gobernador
provisional de Buenos Aires, el ge­
neral Virasoro, de Corrientes, y
M a n u el Leiva, delegado de Santa
Fe.
E l 6 de abril suscribieron el lla ­
mado Protocolo de Palerm o, por
el cual las provincias signatarias
delegaron en la persona de U rqui­
za el manejo de las relaciones
La Legislatura de la época re­
sista fue disuelta y entonces el go­
bernador provisional de Buenos
Aires convocó a los habitantes de
la ciudad y de la campaña para
designar a esos representantes.
Los comicios motivaron gran
agitación política. Urquiza propi­
ciaba la confirmación del gober­
nador provisorio Vicente López.
Por su parte, los opositores — in ­
tegrados en mayoría por unita­
rios— sostenían a V alentín A lsina,
defendido por Bartolom é M itr e ,
Dalm acio Vélez Sársfield y otros.
Las elecciones .dieron el triunfo a
estos últimos, de manera que la
Legislatura de Buenos Aires se in­
tegró con adversarios políticos de
Urquiza.
Todo indicaba que Alsina sería
el futuro gobernador, sin embargo,
en el transcurso de una fiesta cam­
pestre, U rquiza sostuvo nuevamen­
te la candidatura de Vicente Ló­
pez.
La Legislatura no se atrevió a
desautorizar tan importante opi­
nión y a fines de mayo de 1852
confirmó al gobernador López.
de Buenos A ires
El 8 de abril de 1852, dos días
después de firmado el Protocolo de
Palermo, fueron invitados los go-
bernadores de las provincias a una
reunión a efectuarse en San N ico­
lás de los Arroyos el 20 de mayo,
con el propósito de convenir las
bases de la organización nacional.
A fines de mayo se reunieron
en la mencionada ciudad diez go­
bernadores x. Catamarca designó
representante al general Urquiza
— gobernador dé Entre Ríos— ,
mientras que Salta, Jujuy y Cór­
doba firmaron más tarde su adhe­
sión. En consecuencia, el acuerdo
contó con el apoyo de todas las
provincias.
El 29 de mayo se iniciaron o fi­
cialmente las deliberaciones.
El Acuerdo de San Nicolás
consta de 19 artículos dispositivos
y uno adicional. Establece la v i­
gencia del Pacto de 1831 — que
califica de “ ley fundamental” — ,
sobre el cual se organizará la Re­
pública dentro del sistema federal.
Con el objeto de sancionar la Cons­
titución, determina reunir un Con­
greso en la ciudad de Santa Fe
con plena igualdad de representan­
tes: dos por cada provincia. Tam ­
bién reglamenta las inmunidades
y privilegios de los constituyentes.
Dicha asamblea cesaría en sus fun­
ciones una vez nombrado el presi­
dente constitucional de la Repú­
blica.
El Acuerdo otorga a Urquiza el
título de D irector Provisorio de la
República Argentina, con impor­
tantes atribuciones, como el man­
do supremo de las fuerzas arma­
das de todo el país y la facultad
de intervem r — en caso necesa­
rio— en cualquier conflicto pro­
vincial. Debía nombrar un Con-
1 Fueron los siguientes: Justo José de U rq u iz a (E n tre Ríos y Catam arca); V ic e n te L ó p e z
V Planes (Buenos A ire s ); B e n ja m ín V ira so ro (C orrien tes); P a b lo L u c e r o (S a n L u is );
N a z a rio B enavíd ez (S a n Ju an ); C e le d o n io G u tié rre z (T u c u m á n ); Pascual Segura (M e n d o z a );
M a n u e l Taboada (Santiago del Estero); V ic e n te Bustos ( L a R io ja ). y D o m in g o Crespo
(Santa F e ).
415
ACTITUD DE BUEN OS AIRES
FRENTE A URQUIZA
La hostilidad de los porteños
Desde el momento en que U r­
quiza hizo su entrada triunfal en
Buenos Aires, los porteños obser­
varon con desconfianza la línea
política a seguir por el vencedor
de Caseros.
sejo de Estado, cuya misión sería
asesorar al Ejecutivo provisional
en los casos de gravedad.
E l Acuerdo suprime los “ dere­
chos de tránsito” sobre las merca­
derías que pasaban de una provin­
cia a otra y dispone — por parte
del Director Provisorio— regla­
mentar la navegación de nuestros
ríos interiores.
Para sufragar los gastos genera­
les de la administración, las pro­
vincias debían aportar proporcio­
nalmente, con el producto de sus
aduanas exteriores 1.
E l artículo adicional dispone
que las provincias ausentes serían
invitadas a adherir a lo resuelto.
El mismo día de la firm a del
Acuerdo, el general U rquiza asu­
mió el cargo de Director Provisorio
y prestó juramento ante la asam­
blea en pleno.
Urquiza penetró en la ciudad vis­
tiendo uniforme de gala, pero cubierto
con poncho blanco y galera de felpa,
extraño indumento que causó desagra­
do entre el culto elemento porteño.
El desfile de los ejércitos extranjeros a
bandera desplegada fue un espectáculo
nuevo desde las invasiones inglesas y
que no se había repetido. Por la no­
che se efectuó en el teatro una función
de gala en homenaje al vencedor, pero
éste se excusó de asistir, actitud que
motivó general desconcierto.
Aunque Urquiza proclamó el gene­
roso principio de “ ni vencedores ni
vencidos” , en los días que siguieron a
la batalla las matanzas de los m ili­
tares derrotados se sucedieron con fre­
cuencia. El bravo coronel Martiniano
Chilavert fue ajusticiado a golpes de
espada y bayoneta, y el coronel Santa
Coloma pereció a lancetazos. El regi­
miento sublevado que había dirigido el
coronel Aquino fue eliminado en gran
parte.
Los unitarios expatriados habían
regresado al país con ánimo de
1 Esta cláusula (artículo 1 9) fue más tarde resistida por Buenos Aires, pues sólo su aduana
—debido a la posición geográfica— estaba en condiciones de responder a esa exigencia.
Tam bién provocaron malestar las grandes atribuciones políticas y militares que se le otor­
gaban a Urquiza.
416
imponer sus teorías de gobierno y
guardaban rencor a Urquiza, quien
había servido a las órdenes de Ro­
sas. Tampoco apoyaban al vence­
dor los federales porteños, quienes
lo acusaban de traidor a la causa.
De tal manera, la política de fu­
sión que pretendía aplicar U rqui­
za para restablecer la paz y la
confianza, no tardaría en fracasar.
La divisa punzó era un distin­
tivo político y no un símbolo pa­
triótico; sin embargo, el general
entrerriano — de acuerdo con sus
ideas federales— decretó nueva­
mente su uso, pero el ministro A l­
sina lo declaró optativo. Entonces
el primero publicó una violenta
proclama contra sus opositores, en
la que acusaba a “ los salvajes uni­
tarios” de reclamar “ la herencia
de una revolución que no les per­
tenece” 1.
Guiados por su espíritu localista,
los porteños censuraron las atri­
buciones concedidas a U rquiza por
el Protocolo de Palermo y más
tarde la ruptura fue definitiva
cuando proclamó gobernador a Ló­
pez contra la candidatura de A l­
sina. E l descontento aumentó al
trascender las cláusulas del Acuer­
do de San Nicolás que quitaban a
Buenos Aires privilegios económi­
cos, políticos y militares, hereda­
dos a través de los años.
En resumen, se decía que U r­
quiza sólo había reemplazado a
Rosas para gobernar amparado por
una Constitución sin tener en
cuenta las exigencias de la oposi­
ción unitaria, minoría culta que
bregaba nuevamente por imponer
sus principios en todo el país 2.
Las jo rn ad as de junio.
Sus consecuencias
La Legislatura de Buenos Aires
autorizó al gobernador López y
Planes para concurrir a San N ico­
lás, pero no le dio atribuciones pa­
ra que firm ara por su cuenta nin­
gún acuerdo. No había regresado
el último, cuando se conoció en
Buenos Aires el texto del docu­
mento — publicado por el diario
oficialista “ E l Progreso”— lo que
provocó gran excitación. Los opo­
sitores juzgaban que López era un
simple instrumento de U rquiza y
que el acuerdo lesionaba intereses
fundamentales para la provincia
más importante del país, entre
ellos, la igualdad de representa­
ción ante el futuro Congreso.
López reasumió el mando el 14
de junio y al día siguiente envió
a la Legislatura un proyecto de
ley por el cual entraba en vigen­
cia en todo el territorio de la pro­
vincia de Buenos Aires el Acuerdo
de San Nicolás. Los debates a que
dio origen la aprobación o el re­
chazo del pedido se conocen en
nuestra historia con el nombre de
“ jomadas de junio” .
El descontento fue atizado por
la prensa opositora, representada
por dos grandes periódicos: “ Los
Debates” , de Bartolom é M itr e , y
“ E l Nacional” , de V élez Sársfield.
1 L a proclama tiene fecha 27 de febrero y dice: “ H oy mismo asoman la cabeza y
después de tantos desengaños, de tantas lágrimas y sangre, se empeñan en hacerse acreedores
al renombre odioso de salvajes unitarios y con inmediata impavidez reclaman la herencia
de una revolución que no les pertenece, de una victoria en que no han tenido parte, de
una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad
sacrificaron con su ambición y anárquica conducta.”
2 L a oposición a U rquiza dio origen a la L o gia “ Juan-Juan” , entre cuyos miembros
figuraban A d olfo Alsina, Estévez Seguí, Julio Crám er y otros. L a asociación trazó los planes
Para eliminar al general entrerriano.
En medio de un hervidero de
inquietudes, la Legislatura se reu­
nió el 21 de junio — primer día del
invierno de 1852-— para tratar el
problema en cuestión. Un público
entusiasta, en su mayor parte ju­
ventud porteña, llenó totalmente
el recinto.
M itre inició el debate y mani­
festó que no rechazaba la idea de
la organización del país, pero que
el acuerdo otorgaba a Urquiza po­
deres dictatoriales; en consecuen­
cia, su voto sería “ por la no admi­
sión del tratado” . Estos conceptos
fueron rebatidos por el ministro de
Gobierno, Juan M aría Gutiérrez ,
quien argumentó la necesidad de
un “ poder fuerte” para organizar
la nación en esas difíciles circuns­
tancias.
La reunión continuó al día si­
guiente mientras Urquiza — de re­
greso en Palermo— seguía con
atención los acontecimientos. Co­
mo en la víspera, gran cantidad
de personas llenó la sala ubicada
en Perú entre Alsina y Moreno.
Vélez Sársfield pronunció un
largo discurso y con argumentos
jurídicos rechazó el acuerdo; le
siguió en el uso de la palabra Vi-
D ijo el jo ven L ó p e z en uno de sus
pasajes: “ Y aquí, señores, m e honro
con la declaración que hago: amo
como el que más al pueblo de Buenos
A ires , en donde he nacido, pero alzo
mi v o z tam bién, para d ecir que mi
p atria es la R epública A r g e n tin a y no
Buenos A ir e s .”
cente F id el López, ministro de
Instrucción Pública de Buenos A i­
res e hijo del gobernador, quien
fue escuchado con viva ansiedad.
Enfrentó a la multitud enardecida,
al sostener que el acuerdo “ era el
punto de partida del proceso ins­
titucional” y reprochó el excesivo
localismo de sus opositores porte­
ños.
Varios incidentes obligaron a in­
terrumpir la sesión y López debió
abandonar la Legislatura — con
G utiérrez— bajo protección po­
licial.
Debido a estos sucesos, el gober­
nador López y Planes, con sus mi­
nistros, elevó la renuncia a la Le­
gislatura el 23 de junio. Aceptada
de inmediato, la Cámara nombró
en su reemplazo a Guillerm o Pin­
to, presidente de la asamblea. Pero
Urquiza también procedió con ra­
pidez y en uso de las atribuciones
que le confirió el acuerdo, por me­
dio de un golpe de estado, declaró
disuelta la Legislatura de Buenos
Aires. Sus tropas ocuparon la ciu­
dad y expulsó del país a los prin­
cipales opositores: Mitre, Alsina,
Vélez Sársfield.
El anciano López y Planes, re­
puesto en su cargo de gobernador,
no tardó en renunciar, y entonces
Urquiza quedó por breve tiempo
al frente de la provincia de Buenos
Aires. Nombró un Consejo de Es­
tado, que no alcanzó a actuar.
Revolución del 11 de setiembre
Mientras la República había
quedado nuevamente dividida en
Luego d e d iso lver la L eg islatu ra d e
Buenos A ires, el g e n e r a l U rq u iza, en su
ca rá cte r d e Director Provisorio d e la
C o n fe d era ció n A rg e n tin a , o rd en ó e x p u l­
sar del p a ís a los o p o sito res d e l a c u e r­
do. El g r a b a d o rep ro d u ce el decreto
respectivo.
dos facciones antagónicas, Salva­
dor M aría del Carril y Eduardo
Lahitte fueron nombrados dipu­
tados por Buenos Aires ante el
Congreso constituyente a reunirse
en Santa Fe. Urquiza marchó ha­
cia esa ciudad y delegó el mando
de la provincia de Buenos Aires
en su ministro general Galán.
Alejado el Director Provisorio,
los opositores juzgaron llegado el
momento oportuno para provocar
el estallido de una revolución, cu­
yo objeto era restablecer el predo­
minio político y económico de la
provincia de Buenos Aires sobre
el resto del país. El jefe civil del
movimiento fue Valentín Alsina,
quien contó con la adhesión de los
generales José M aría Pirán — de­
signado jefe militar— y Juan Ma-
dariaga.
L a revolu ción fu e preparada en el
seno de la L o g ia Juan-Juan, presidida
p or E stévez Seguí, cuyos in tegrantes
efectuaban reuniones secretas de ca­
rá cter político.
U n o de los m iem bros, Federico M iró ,
se trasladó a M o n tev id e o y regresó el
9 de setiem bre en com pañía del coro-
nel Bartolomé Mitre, uno de los más
destacados dirigentes revolucionarios.
En la madrugada del 11 de se­
tiembre de 1852, el general M ada­
riaga al frente de los regimientos
correntinos ocupó la plaza de la
Victoria, mientras otros cuerpos
porteños emplazaban sus hombres
en los lugares estratégicos. En esas
circunstancias, Estévez Seguí llegó
hasta la torre del Cabildo e hizo
sonar repetidas veces la campana,
para anunciar a la población el
estallido revolucionario.
Sorprendido por el movimiento,
el general Galán —-gobernador de­
legado— nada pudo hacer para
impedirlo y entonces levantó su
campamento de Palermo y con tro­
pas entrerrianas marchó hacia San
Nicolás, para esperar órdenes de
Urquiza.
1 L o s alsinistas s o s t e n í a n e l p r e d o m i n i o
v i n c i a s , e n c a m b i o l o s mitristas a d m i t í a n
s u p r e m a c ía p o r te ñ a .
420
A l amanecer la revolución ha­
bía triunfado. La Legislatura vo l­
vió a reunirse y su presidente, el
general G u illerm o P in to , fue ele­
gido gobernador interino de la
provincia de Buenos Aires.
Enterado de los sucesos, Urquiza
decidió en principio sofocar el le­
vantamiento por medio de las ar­
mas, aunque luego desistió de sus
propósitos.
La Legislatura de Buenos Aires
retiró los diputados ante el Con
greso de Santa Fe y no reconoció
a U rquiza en el mando de las re­
laciones exteriores. La revolución
no tardó en triunfar en toda la
provincia y en consecuencia ésta
quedó separada del resto de la Con­
federación que — con excepción de
Corrientes— dispuso apoyar a U r­
quiza. Por su parte, Buenos Aires
aceptó un convenio de no agresión
con el Director Provisorio.
Aisina, gobernador.
Sitio de Lagos
Mientras las provincias se expe­
dían contra la revolución de se­
tiembre y apresuraban el envío de
diputados al Congreso de Santa
Fe, Buenos Aires comisionaba al
general Paz en una misión des
tinada al fracaso. E l anciano mi
litar debía conseguir la adhesión
del interior para los fines revolu
cionarios: la unidad nacional sin
Urquiza sobre las bases de los
principios proclamados por los je­
fes del movimiento x.
a b s o lu t o d e B u e n o s A ir e s
u n a o r g a n iz a c ió n fe d e r a l,
s o b r e la s d e m á s p r (;
p e r o s ie m p r e b a jo I a
Partió a mediados de octubre,
pero al llegar al Arroyo del M e­
dio el gobernador de Santa Fe le
im pidió continuar hacia el interior
a través de su provincia.
El 30 de octubre de 1852, Valen­
tín Aisina fue elegido gobernador
titular de la provincia de Buenos
Aires — en reemplazo del general
Pinto— , cargo que no pudo ejercer
mucho tiempo, debido a los suce­
sos políticos. Nombró ministro de
Gobierno y Relaciones Exteriores
a Bartolomé M itr e , quien desde
ese momento dirigió la lucha ar­
mada tendiente a derribar a U r­
quiza.
Como sabemos, el nuevo gober­
nador era partidario de la hege­
monía porteña y para operar sobre
Urquiza envió dos expediciones
que fueron derrotadas en territorio
entrerriano.
El fracaso de la acción armada
y también de la penetración pací­
fica a cargo del general Paz, per­
m itió al comandante en jefe del
centro de la campaña de Buenos
Aires, coronel H ila rio Lagos, su­
blevarse el 1 de diciembre contra
el gobernador. El citado jefe pro­
clamó su adhesión al Congreso de
Santa Fe, sitió con sus tropas la
ciudad al tiempo que exigía la
renuncia de Aisina, quien — junto
con sus ministros— debió presen­
tar su dimisión a la Legislatura.
Ésta la aceptó el 6 de diciembre
y al día siguiente se hizo cargo
del gobierno el general Pinto.
Urquiza recibió con simpatía el
movimiento, se trasladó a San José
de Flores y se puso al frente de las
tropas sitiadoras. Se reanudaron
las hostilidades y el jefe de la es­
cuadra de la Confederación, el
almirante inglés Juan Coe, inició
en abril de 1853 el bloqueo del
puerto de Buenos Aires.
%
E l anciano gen era l P a z — que ocu­
paba el cargo de m inistro de G u erra—
se dedicó a o rga n iza r la defensa de
Buenos A ires.
Se lib raron una serie de encuentros
parciales en las afueras de la ciudad.
E l 2 de junio, en un tiroteo con el
enem igo, B artolom é M itr e recib ió una
herida de bala en la fren te, cuya ci­
catriz perduró a través de los años.
Causas ajenas a la lucha arma­
da, darían término al conflicto.
Como el bloqueo perjudicaba a los
comerciantes porteños, éstos, por
intermedio de Juan B. Peña, so­
bornaron al almirante Coe, quien
levantó el sitio y puso su escuadra
a las órdenes de Buenos Aires, por
la suma de 26.000 onzas de oro.
Por su parte, las tropas federales
que asediaban por tierra también
desertaron cuando trascendió que
la Constitución recientemente san­
cionada designaba a la ciudad de
M itre fu e h e rid o en la fren te en u n a d e
la s lu c h a s p a r c ia le s q u e se lib ra ro n entre
la s tro p a s d e la C o n fe d e ra ció n y los e fec­
tivos p orteños, en las a fu e r a s d e B uenos
A ire s. (Ó le o d e N ic o la u C o ta n d a .)
apartamiento para siempre; es un ac­
cidente transitorio. La geografía, la
historia, los pactos vinculan a Buenos
Aires, al resto de la Nación. Ni ella
puede existir sin sus hermanas, ni sus
hermanas sin ella.”
Buenos Aires capital de la N a ­
ción; consideraban que esa medi­
da atentaba contra la autonomía
de la provincia.
El 13 de julio de 1853, Urquiza
debió levantar el sitio y se trasladó
a Entre Ríos.
El Congreso de Santa Fe
E l 20 de noviembre, en horas de
la mañana, el Congreso General
Constituyente se instaló con toda
solemnidad en la ciudad de San­
ta Fe. Reunido en el edificio del
Cabildo, eligió presidente al salteño Facundo Zuviría.
Urquiza no pudo asistir porque
se encontraba luchando en la cam­
paña y su mensaje inaugural fue
leído por el doctor Luis José de la
Peña, ministro de Relaciones Ex­
teriores de la Confederación.
Al referirse a la separación de Bue­
nos Aires, dijo: “ M e duele la ausencia
de los representantes de Buenos Aires,
pero su ausencia no quiere significar
422
Una comisión redactó el proyec­
to constitucional que luego fue
presentado en la sesión del 18 de
abril. Dos días después se produjo
un episodio que de prosperar hu­
biera malogrado la organización
del país. E l presidente Zuviría pi­
dió aplazar para más adelante la
sanción del proyecto, argumentan­
do l a . ausencia de la provincia de
Buenos. Aires. N o encontró apoyo
en la asamblea y esa misma no­
che su moción fue rechazada por
amplia mayoría.
El 1 de mayo de 1853, el Con­
greso sancionó la Constitución,
que fue firmada por todos los di­
putados. Una comisión especial la
presentó ante Urquiza — que se
encontraba en San José de Flores— ,
quien dispuso promulgarla como
ley fundamental de la Nación el
25 de mayo. La jura solemne por
todo el país — con excepción de la
provincia de Buenos Aires— se
realizó el 9 de julio.
La Constitución
“ La Constitución de 1853 — es­
cribe Ricardo Levene— pacificó el
país sobre la base de la unión de
todos los argentinos y lo organizó
como no lo habían logrado los Es­
tatutos y Reglamentos de 1811,
1815, 1817 y las Constituciones de
1819 y 1826.”
A las fuentes citadas, particular­
mente la Constitución de 1826
— y también el Pacto Federal de
1831— , debe agregarse la influen­
cia doctrinaria de la obra “ Las
Bases” , de Juan Bautista Alberdi;
del “ Dogma Socialista” , de Este­
ban Echeverría, y del libro de los
norteamericanos Hamilton, Madison y Jay titulado “ El Federalis­
ta” , que analiza la Constitución de
los Estados Unidos de Norteamé­
rica.
La Constitución de 1853 consta
de un Preámbulo y de 107 artícu­
los, estos últimos divididos en dos
partes: la Prim era titulada “ De­
claraciones, derechos y garantías”
(Art. 1 al 31) y la Segunda deno­
minada “ Autoridades de la N a ­
ción” (A rt. 32 al 107). Esta se­
gunda parte comprende dos sub­
divisiones: “ Gobierno Federal” y
“ Gobiernos de Provincia” ; la pri­
mera se ocupa a su vez de los tres
Poderes: Legislativo, Ejecutivo y
Judicial.
La Constitución establece para
la Nación Argentina la forma de
gobierno representativa, republi­
cana y federal. Las autoridades re­
siden en la ciudad de Buenos A i­
res, designada capital por ley del
Congreso.
El Poder Legislativo comprende
dos cámaras: Diputados y Sena­
dores. E l Ejecutivo es desempe­
ñado por un ciudadano con el tí­
tulo de presidente de la Nación,
y el Poder Judicial está formado
por la Corte Suprema de Justicia y
los Tribunales inferiores.
Cumplida su misión constitu­
yente, el Congreso de Santa Fe
Ju a n B au tista A lb e r d i (1 8 1 0 -1 8 8 4 ). Econo­
m ista, so ciólog o y ju rista , sus escritos — in­
clu yen d o fo lleto s y a rtíc u lo s— a lc a n z a n a
v ein ticu a tro volú m enes.
asumió carácter legislativo, pues
sancionó varias leyes orgánicas,
como la de capitalización de Bue­
nos Aires y la de Aduanas; aprobó
los tratados sobre la libre navega­
ción de los ríos, etc.
PRESIDENCIA DE URQUIZA
A fines de agosto de 1853, U r­
quiza convocó al pueblo de todo el
país con el propósito de elegir el
primer presidente constitucional.
Los comicios para designar electo­
res se efectuaron a comienzos de
noviembre y luego los votos fue­
ron enviados al Congreso de Santa
Fe, que practicó el escrutinio de­
finitivo el 20 de febrero de 1854.
Por amplia mayoría fue elegido
presidente de la Nación el general
U rquiza y para el cargo de vice­
presidente la asamblea designó al
doctor Salvador M a ría del Carril.
Los electos prestaron juramento
el 5 de marzo ante el Congreso
C on stitu y en te, que al instante
clausuró sus sesiones. U rquiza y
y se sancionó la le y orgánica de
la justicia federal.
Buenos Aires se mantuvo en po­
sición hostil con el resto de la
Nación, aunque por un tratado del
mes de enero de 1855 se compro­
metió a mantener relaciones po­
líticas y comerciales en un clima
de cordialidad.
U rquiza mejoró el sistema de
postas a fin de agilitar el trans­
porte de pasajeros y el envío de la
correspondencia, adoptó las estam­
pillas para el franqueo, estableció
nuevas rutas interprovinciales, re­
glamentó la navegación de los ríos
e inició estudios para el trazado de
futuras líneas férreas.
sus ministros 1 se trasladaron a la
ciudad entrerriana de Paraná,
donde quedó establecida provisio­
nalmente la capital de la Confe­
deración Argentina.
Luego de asumir el mando, U r­
quiza convocó a elecciones para
formar el Congreso, de acuerdo
con lo dispuesto por la Constitu­
ción. Elegidos los miembros, am­
bas Cámaras iniciaron sus sesiones
en la capital provisional el 22 de
octubre de 1854.
A l frente del país, U rquiza de­
bió vencer numerosas dificultades,
debido a la precaria situación eco­
nómica y al problema político que
significaba la separación de Bue­
nos Aires, actitud precursora de
una nueva guerra fratricida.
La labor desarrollada en los dis­
tintos aspectos gubernativos, puede
agruparse en los siguientes puntos:
a)
P o l ític a
in t e r io r
De acuerdo con lo dispuesto por
el artículo 5" de la Constitución
Nacional, dispuso que las provin
cías dictaran sus propias constitu­
ciones y entregaran los textos para
su análisis por el Congreso.
Fueron designados los miembros
de la Corte Suprema de Justicia
1 U rquiza nombró los siguientes ministros: B e n ja m ín G orostiaga (In te rio r); F a cu n d o
Z u v ir ía (Relaciones Exteriores); Juan M a ría G u tié rre z (Justicia e Instrucción P ú b lic a ); M a
ria n o F ra g u e iro (H a c ie n d a ), y R u d ecin d o A lva ra d o (G u erra y M a rin a ). Zuviría renunció
fue reemplazado por Santiago D e rq u i.
Durante su gobierno se produjo
la llamada “ crisis rentística de la
Confederación” a causa de la se­
paración de Buenos Aires, cuya
aduana era la principal fuente de
recursos. En febrero de 1854 se
estableció el Banco Nacional, pero
debió ser clausurado al cabo de
seis meses. Urquiza se vio forzado
a contratar empréstitos a fin de re­
solver en parte los crecientes dé­
ficit anuales.
El presidente dio gran impor­
tancia a la obra colonizadora y
creó establecimientos agrícolas con
inmigrantes europeos.
En enero de 1853, el médico francés
Augusto Brougnes se comprometió con
el gobierno de Corrientes a traer com­
patriotas europeos, los cuales recibirían
35 hectáreas, semillas, anímales e ins­
trumentos de labranza.
En setiembre de 1856, Aarón Caste­
llanos fundó en Santa Fe la colonia
“ Esperanza” , con pobladores suizos y
franceses.
Inmigrantes llegados a las órdenes
de Juan Lelong se instalaron en la pro­
vincia de Entre Ríos, en la Calera de
Spiro. A llí se estableció la colonia “ San
José” , que tras duros comienzos alcan­
zó luego rápida prosperidad y sobre la
cual se erigió la ciudad de Colón.
Urquiza dedicó preferente aten­
ción a las tareas educativas. Fueron
nacionalizados la Universidad de
Córdoba y los colegios de M on t-
A sp ecto e x te rio r d e l C o le g io d e C o n ce p ció n d e l U ru g u a y , segú n un g r a b a d o d e la é p o c a .
A in ic ia tiv a d e U rq u iz a , a b r ió sus p u ertas en 18 5 1 . Tres a ñ o s m ás ta rd e e sta c a sa de
e studios se c u n d a rio s a d q u ir ió g ra n prestig io a l o c u p a r el re c to ra d o A lb e rto L a rro q u e , q u ien
refo rm ó lo s p la n e s d e e n se ñ a n z a y co n virtió a l e stab le cim ien to en c o le g io su p e rio r o u ni­
v e rsita rio . Su im p o rtan cia d e clin ó cu a n d o el g o b ie rn o n a c io n a l se tr a s la d ó a B uenos A ire s,
d e sp u és d e la b a t a lla d e P avó n.
P astor O b lig a d o (1 8 1 8 -1 8 7 0 ). D octor
en D erecho y C ie n c ia s S o c ia le s, fue
e le g id o por la Le g isla tu ra p rim e r g o ­
b e rn a d o r con stitu cio n al de la p ro v in ­
c ia d e B uenos A ire s. S u b ió a l p o d er
unos d ía s an te s d e cum plir los trein ta
y cinco añ o s, la e d a d m ín im a req u e ­
r id a p a r a o c u p a r d ich o c a rg o .
organizados el Banco de la Pro­
vincia y la Casa de Moneda.
Se fundaron varios pueblos, en­
tre ellos Chivilcoy y Bragado, que
hasta esa época eran simples forti­
nes contra los indios. Fueron crea­
dos varios establecimientos educal" cionales en la ciudad de Buenos
Aires, y Sarmiento — de regreso de
Chile— ocupó el cargo de director
del Departamento de Escuelas.
señal y Concepción del Uruguay.
Se decretaron subvenciones escola­
res a las provincias y fue creada
en Entre Ríos la Junta Directiva
de la enseñanza primaria.
En esas épocas llegaron al país des­
tacados científicos europeos, entre los
que podemos citar al alemán Germán
Burmeister, quien fue un erudito en
ciencias naturales; Augusto Bravard,
eminente geólogo francés, y su com­
patriota M artín de Moussy, autor de
una descripción geográfica de nuestro
territorio que fue impresa por orden
del gobierno.
d)
R e l a c i o n e s e x t e r io r e s
En este aspecto de la adminis­
tración, Urquiza siguió una polí­
tica de cordialidad hacia los países
extranjeros. Se celebraron tratados
de paz, comercio y amistad entre
la Confederación Argentina y los
gobiernos de Estados Unidos, Pa­
raguay, Uruguay, Brasil y Chile.
Tampoco fueron descuidadas las
relaciones con las potencias euro­
peas, particularmente Inglaterra y
Francia. Merece destacarse la la­
bor diplomática de Juan Bautista
Alberdi, que culminó con el reco­
nocimiento de nuestra Indepen­
dencia por España
Urquiza envió comisionados al
Vaticano y finalmente obtuvo del
Pontífice — en 1859— la creación
de la Diócesis del L ito ra l, instala­
da en la ciudad de Paraná.
pre
i
LA PR O V IN CIA
DE BUENOS AIRES
Mientras la Confederación A r ­
gentina había jurado la Constitu­
ción Nacional, la provincia de
Buenos Aires se organizaba e n u n
Estado disidente. La Legislatura se
atribuyó funciones constituyentes
y designó una comisión de siete
miembros para redactar un pro­
yecto de Constitución. Ésta fue
sancionada en abril de 1854 y e n
sy conjunto trataba de satisfacer
el localismo político.
Reunidas ambas cámaras de
Buenos Aires en asamblea, desig­
naron primer gobernador consti­
tucional al doctor Pastor Obligado,
a quien secundaron M itre, Alsina,
Vélez Sársfield y otros.
La provincia inició un período
de franco progreso. A diferencia
del resto del país, las finanzas con­
tinuaron mejorando y fueron re-
aüetr‘¡m d h,inispí!nía qU~ ,E sp añ a. < « * * * » * » » reconocer la
Independencia argentina, siem-
la nacionalidad de
*“ C ° " fed™
Urquiza lo rechazó por considerarlo contrario a la Constitución.
426
i
“ "
continuaran
;
~
f
Un paso importante en el futuro des­
arrollo del transporte se produjo en
agosto de 1857, cuando se inauguró oficiaimente la primera linea ferroviaria
en un tramo de diez kilómetros, desde
la estación del Parque (hoy Plaza Lavalle) hasta Floresta. Los vagones fueron arrastrados por la locomotora La
Porteña” .
Se instaló en Retiro la “ Compañía
Primitiva de Gas” , que suministró el
fluido necesario para alumbrar calles
y casas ubicadas en el radio céntrico,
manteniéndose en el resto los débiles
candiles con aceite.
Los pactos de convivencia
La separación de Buenos Aires
de la Confederación no represen­
taba la opinión unánime de la pro­
vincia y un importante grupo de
civiles y militares — partidarios
del federalismo— intentó derribar
al gobierno, mas fracasó.
Las relaciones entre ambos Es­
tados se agravaron cuando el te­
rritorio de Buenos Aires fue in ­
vadido por el general Jerónimo
Costa, cuyas tropas fueron ven­
cidas.
El gobierno de Buenos Aires culpó a Urquiza de los incidentes, pe­
ro ante la respuesta satisfactoria
del último, dispuso firm ar dos tra­
tados, conocidos como “ pactos de
convivencia” . E l primero se suscri­
bió el 20 de diciembre de 1854_y
el segundo el 8 de enero del año
siguiente.
Un so ld a d o p e rte n e cien te a l ejército
d e .a C o n fe d e ra ció n A rg e n tin a , a r m a ­
d o con e sp a d a y la n z a . (D ib u jo de
N ico lá s G ro n d o n a .)
de este partido fue el periódico “ La
Reforma Pacífica” , dirigido por
Nicolás Calvo. De acuerdo con su
titulo propiciaba una política con­
ciliatoria, sobre la base de revisar
la Constitución sancionada.
Los defensores de la política por
tena, de carácter separatista y ene­
miga de Urquiza, contaban con el
penodico ‘La Tribuna” , dirigido
por Carlos Gómez, en cuyas co­
lumnas también colaboraban M i­
tre, Sarmiento, Héctor Varela, el
poeta M árm ol y otros.
, La ‘ ‘Re( ° ™ a Pacífica” atacó a
Jos oficialistas calificándolos de
pandilla , porque recorrían las
calles en forma tumultuosa; de allí
derivó el mote de pandilleros con
que fueron reconocidos los parti­
darios del gobierno de Buenos A i ­
res. Por su parte, los últimos de­
nominaron a los unionistas fede­
rales chupandinos, porque efec­
tuaban frecuentes reuniones parti­
darias donde no escaseaba el vino.
Los derechos diferenciales
Ambos gobiernos se comprometían
a mantener la situación imperante an­
tes de la lucha, a defender la sobera­
nía nacional y a no consentir en des­
membrar parte alguna del territorio
aa°
ataque exterior.
Además disponían no recargar con
Estados*0*
C0Klerd0 entre
ambos
Dijimos que en Buenos Aires
surgió un partido opositor, de ten­
dencia federal, que bregaba por la
unión de la provincia con el resto
ael país. El organo representativo
Sabemos que la Confederación
afrontaba un serio problema economico; basta citar que en 1856,
sobre un gasto de tres millones
de pesos, el déficit superaba el
millón.
El puerto de Buenos Aires en­
cauzaba la corriente comercial
procedente del extranjero, desde
la época de la dominación espa­
ñola. Las ganancias de su Aduana
enriquecían al pueblo bonaerense,
mientras el resto del país debía
afrontar graves dificultades econó­
micas. Separada la provincia, sur­
gió la idea de desviar esa especie
de monopolio de puerto único ejer­
cido tradicionalmente por Buenos
Aires.
Lo expuesto motivó que los
“ pactos de convivencia” no fueran
bien recibidos en la Confedera­
ción. En esa misma época — di­
ciembre de 1854— el diputado
cordobés M anuel Lucero presentó
un proyecto de “ derechos diferen­
ciales”, por el cual los productos
extranjeros que pasaban por Bue­
nos Aires eran gravados con un
elevado impuesto, no así los que
penetraban directamente por el
puerto de Rosario, perteneciente a
la Confederación.
En esas circunstancias, el pro­
yecto de Lucero no fue tratado,
pero la rivalidad existente entre
ambos Estados en 1856 permitió,
a fines de junio de dicho año, que
las cámaras del Congreso de Para­
ná lo sancionasen luego de acalo­
rados debates.
El propósito que guió la aplica­
ción de los “ derechos diferenciales”
fracasó en la práctica y no resol­
vió el problema económico de la
Confederación. Sólo el puerto de
Rosario recibió algunos beneficios,
mientras la Aduana de Buenos
Aires continuó acumulando ga­
nancias. En el aspecto político, la
mencionada ley aumentó la hosti­
lidad entre ambos gobiernos en
pugna.
Nuevo gobierno de A lsin a
La lucha entre los unionistas
y oficialistas — “ chupandinos” y
“ pandilleros” —
se tom ó
más
agresiva cuando se dispuso que en
marzo de 1857 debía realizarse la
elección de diputados y senadores,
quienes a su vez elegirían el nue­
vo gobernador de la provincia de
Buenos Aires.
Se descontaba de antemano el
triunfo del gobierno, el cual ha­
bía tomado las medidas necesarias
para asegurarse el éxito elecciona­
rio. Después de numerosos inci­
dentes, ganó la lista de los “ pan­
dilleros” , cuyo candidato era Va­
lentín Alsina, representante del
más intransigente porteñismo y
dispuesto a imponerse sobre U r­
quiza por medio de las armas.
Alsina asumió el poder el 5 de
mayo y en seguida se dedicó a
mejorar el poder combativo del
ejército bonaerense, ante la segu­
ridad de un nuevo conflicto. Por
esa época comenzaron nuevas per­
secuciones contra los opositores,
dispuestas por varias logias a las
que pertenecían los miembros del
gobierno.
Mientras en la Confederación
aumentaba el encono hacia Buenos
Aires, un suceso sirvió para preci­
pitar los acontecimientos. Habían
asumido el gobierno de San Juan
hombres partidarios de la política
porteña, quienes apresaron a N azario Benavídez —-federal que por
largos años había dirigido la pro­
vincia cuyana— acusado de cons­
piración.
Urquiza envió una comisión in ­
terventora, pero poco antes de
arribar esos emisarios Benavídez
fue asesinado (octubre de 1858).
El episodio provocó hondo males­
tar en el gobierno de Paraná y en
el resto de la Confederación, no
así en Buenos Aires, donde se juz­
gó acertada la medida.
B atalla de C ep eda
El curso de los acontecimientos
motivó que el Congreso de Paraná
dictase, el 1 de abril de 1859, una
428
429
le y por la cual Urquiza debía rein­
corporar en forma pacífica la pro­
vincia disidente, pero si esto no
era posible ordenaba emplear las
armas a la brevedad.
El gobierno de Buenos Aires in­
terpretó esta le y como una form al
declaración de guerra y en el mes
de mayo la Legislatura porteña
dispuso repeler con sus tropas
cualquiera agresión. Alsina confió
el mando de esos efectivos al gene­
ral Bartolom é M itre.
Ante la inminencia del conflic­
to, Estados Unidos, Inglaterra,
brasil y Paraguay trataron de im ­
pedirlo e intercedieron amistosa­
mente. Paraguay envió al joven
m ilitar Francisco Solano López
— hijo de su presidente— , que en
la emergencia fue designado m i­
nistro plenipotenciario. Todas las
tratativas fracasaron, debido a la
actitud de Alsina, quien exigía la
renuncia de Urquiza.
Iniciada de esta manera la luj Urquiza avanzó con el ejérci­
to de la Confederación sobre Bue­
nos Aires, pero avistó a los efecti­
vos de M itre en la cañada de
Lepeda, al norte de Pergamino.
Después de algunos movim ien­
tos tácticos previos, ambas fuerzas
chocaron el 23 de octubre de 1859.
tu ejército porteño fue derrotado
y al caer la tarde se replegó en
dirección a San Nicolás, donde
M itre — sin mayor d ific u lta d pudo embarcar buena parte de sus
nombres y regresar a Buenos
Aires.
Pacto de San José de Flores
Libre de enemigos, el vencedor
prosiguió su avance y dio a cono­
cer una proclama en la que soste­
nía su política de integración y
pacificación nacionales 1.
Urquiza avanzó hasta San José
.,
es y antes de iniciar una
acción armada dispuso negociar la
paz por intermedio del emisario
paraguayo Francisco Solano López.
Los comisionados federales exi­
gieron la renuncia de Alsina
quien finalmente accedió.
Eliminadas las dificultades, el
Convenio de Paz — conocido histó­
ricamente como “ Pacto de San
José de Flores” — fue firmado el
m is m a t ie r r a y T e r S r o ^ d e
d e s e o q u e lo s h ijo s d e B u e n o s
m f s m aU s'íorfa n T s e
A ir e s s e a n a n L t L ,
o tro s
lo s
m is m o s ,
ab razo
de
de
lo s
h erm a n o.
buenos
y
P a tr io ta s
I n t e g r i d a d " n
D e X
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m a s lo s
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q u e lo s h iJ ° s d e u n a
u n o s c o n t r a lo s o t r o s ;
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a c i o ^ ^ k a ^ t i t ^ s ^ ^ U
el
S
c o n cu rs o
s ”
Sah' d °
de
vos-
^
*'
11 de noviembre de 1859. Según
el tratado, Buenos Aires se decla­
raba “ parte integrante de la Re­
pública Argentina” y con el obje­
to de incorporarse al resto del
país debía reunirse — en un lapso
de veinte días— una Convención
provincial a fin de estudiar la
Constitución promulgada en mayo
de 1853.
En caso de reformas a dicha
Carta Fundamental, se reuniría
una Convención Nacional, cuyas
resoluciones serían aceptadas por
la provincia de Buenos Aires. Ésta
aseguraba la integridad de su te­
rritorio 1 — “ que no podia ser di­
vidido sin el consentimiento de
la Legislatura” — como también la
propiedad de sus establecimientos
oficiales, no así de la Aduana,
que desde ese momento pertenecía
a la Confederación.
E l Pacto decretaba el olvido de
los rencores políticos y el cese de
las persecuciones, tanto de civiles
como de militares. E l ejército de
la Confederación se comprometía
a evacuar la provincia de Buenos
Aires a breve plazo. La República
del Paraguay garantizaba el cum­
plimiento de todo lo estipulado.
La paz fue celebrada con gran
entusiasmo; sin embargo, la lucha
no tardaría en reanudarse. Alsina
había abandonado el gobierno de
Buenos Aires, pero continuaban a
su frente otros hombres de tenden­
cia porteñista y separatista.
La Convención provincial
de Buenos A ires
De acuerdo con lo dispuesto por
el Pacto de San José de Flores, el
gobierno provisorio de Buenos
de
1 E s t a c l á u s u la
B u e n o s A ir e s .
rech azab a
to d o
in t e n to
de
Aíres convocó a elecciones de con­
vencionales, para resolver si la
Constitución debía ser reformada
antes de su juramento por las
autoridades bonaerenses. Practica­
do el escrutinio, ganó por mayo­
ría el partido gobernante.
En enero de 1860 se instaló la
asamblea y formó una comisión
con destacadas figuras de la polí­
tica porteña, entre ellas M itre,
Sarmiento y V élez Sársfield.
Las reformas propuestas intro­
ducían algunas modificaciones a
través de veintidós puntos.
La Constitución de 1853 dispo­
nía que la ciudad de Buenos Aires
fuera capital de la República; la
reforma resolvió que una ley del
Congreso — previa cesión por la
provincia respectiva del territorio
a federalizarse— establecería el
lugar de residencia del gobierno
nacional. En consecuencia, y hasta
nueva resolución, la capital sería
la ciudad de Paraná.
La Constitución había naciona­
lizado la Aduana porteña y esta­
blecido derechos de importación y
exportación. La reforma dispuso
que los últimos correspondían a
Buenos Aires hasta el año 1866,
cláusula que beneficiaba al gobier­
no de dicha provincia.
La Convención porteña resolvió
que la República debía denomi­
narse: “ Provincias Unidas del Río
de la Plata” .
Las enmiendas fueron a su vez
estudiadas por una Convención
N acional que se reunió en Santa
Fe en setiembre de 1860. A llí me­
recieron aprobación todas las re­
formas, aunque con respecto a la
denominación del país se dispuso
que serían nombres oficiales “ Prod e s ig n a r
c a p ita l
de
la
R e p ú b lic a
a
la
c iu d a d
431
S a n tia g o D e rq u ! (1 8 1 0 -1 8 6 7 ). E le g id o
p resid e n te d e la C o n fe d e ra c ió n , in ten ­
tó un a c e rc a m ie n to con B uenos A ire s,
p e ro su p o lític a fra c a s ó y enton ces
d e b ió re n u n c ia r. (Ó le o d e Tom ás d e l
V illa r , en el M useo H istórico N a c io n a l.)
vincias Unidas del Río de la Pla­
ta” , “ República Argentina” y
“ Confederación Argentina” , pero
en la formación y sanción de las
leyes debería utilizarse “ Nación
Argentina” .
El 21 de octubre de 1860, la
Constitución Nacional fue jurada
solemnemente por el gobierno y
el pueblo de Buenos Aires.
PRESIDEN CIA DE DERQUI
Entretanto, en noviembre de
1859 — en medio de las agitaciones
de la lucha civil— se realizaron
elecciones nacionales para reem­
plazar a Urquiza, quien termina­
ba su período. Practicado el escru­
tinio, fue elegido presidente de las
trece provincias de la Confedera­
ción Santiago D erqu i y vicepresi­
dente el general Esteban Pederñera.
A n to n in o A b e r a s ta in (1 8 1 0 -1 8 6 1 ). O c u ­
pó el g o b ie rn o d e S a n J u a n — su p ro ­
v in c ia n a t a l— en é p o c a d e lu ch as y
enconos p o lítico s. P ereció fu sila d o .
432
Asumieron el mando el 5 de
marzo de 1860, cuando el país se
encontraba momentáneamente pa­
cificado. A l dejar la presidencia,
el general Urquiza fue electo go­
bernador de Entre Ríos (1 de
m ayo).
Tam bién en Buenos Aires se
produjeron cambios de gobierno.
En el mes de mayo, la Legislatura
provincial eligió gobernador por
gran mayoría al general Bartolo­
m é M itre , quien nombró ministro
de gobierno a Sarmiento.
Los sucesos de San Ju an
Las relaciones entre Buenos
Aires y la Confederación no tar­
darían en romperse debido a dos
episodios de trascendencia políti­
ca, ocurridos uno en San Juan y
otro en el Congreso Nacional.
El correntino José Virasoro fue
nombrado
gobernador de San
Juan por influencia de Urquiza
y Derqui. E l nuevo mandatario
— hombre irascible y despótico—
fue resistido por el pueblo, pues
no era natural de la provincia.
Por su parte, el gobierno porteño
sostenía la candidatura del doctor
A ntonino Aberastain, amigo del
ministro Sarmiento, quien desde
Buenos Aires participaba en los
sucesos de su provincia.
En noviembre de 1860, Virasoro
y varios acompañantes cayeron
asesinados — fue atacada la casa
de Gobierno— por partidarios de
Aberastain. Éste fue elegido go­
bernador por los revolucionarios,
pero el presidente Derqui — ante
el descontento que provocó el epi­
sodio en la Confederación— desig­
nó interventor de aquella provin­
cia a Juan Saá, gobernador de
San Luis.
Aberastain organizó un ejército
para impedir la intervención del
comisionado, pero Saá al frente de
sus fuerzas lo derrotó en el Pocito
(enero de 1861). E l vencedor or­
denó la ejecución de los prisione­
ros — entre los que cayó el doctor
Aberastain— , actitud que provocó
gran descontento en Buenos Aires.
Derqui desaprobó los excesos de
su comisionado, pero igualmente
el gobierno porteño presentó una
enérgica protesta ante la Confede­
ración. Por su parte, Urquiza y
M itre intercambiaban cartas que
indicaban un próximo rompi­
miento.
Cuando las relaciones se tom a­
ban nuevamente difíciles, se efec­
tuó en Buenos Aires la elección de
los diputados y senadores que de­
bían representar en el Congreso
Nacional a la provincia bonaeren­
se. Ésta eligió a sus diputados de
acuerdo con una ley local — dic­
tada para los convencionales ,
pero que violaba lo dispuesto por
la Constitución Nacional
El Congreso Nacional rechazó
los diplomas de esos representan­
tes de Buenos Aires, lo que provo­
có general descontento en la pro­
vincia. Ante el curso de los suce­
sos, la última y la Confederación
reiniciaron sus aprestos bélicos pa­
ra emprender una nueva guerra
civil.
1 D e acuerdo con esa ley provincial, Bue
consecuencia envió un número mayor de di]
titución Nacional en su artículo 37.
)s Aires dividió su territorio en distritos y en
itados, que alteraba lo dispuesto por la Cons-
433
B atalla de Pavón
E l 5 de julio, el Congreso N a ­
cional sancionó una ley en la que
acusaba a Buenos Aires de romper
pactos amistosos anteriores en una
actitud de sedición y, en conse­
cuencia, la asamblea facultaba al
Poder Ejecutivo a intervenir en
la provincia “ a efectos de resta­
blecer el orden legal perturbado” .
Debido a la inminencia de la
lucha, Urquiza se dedicó a orga­
nizar las tropas entrerrianas y correntinas, mientras Derqui — dis­
tanciado del primero— se diri­
gía a Córdoba para equipar por
su cuenta un ejército en el centro
del país. Las fuerzas de Buenos
Aires fueron confiadas al general
Mitre.
Urquiza al frente del ejército dé
la Confederación — unos 17.000
hombres— inició su avance desde
el norte, mientras los efectivos de
434
Buenos Aires — 22.000 hombres—
a las órdenes de M itre penetraban
en territorio de Santa Fe.
Ambas fuerzas chocaron el 17
de setiembre de 1861 en las proxi­
midades del arroyo Pavón, donde
se libró una encarnizada batalla
que concluyó con el triunfo del
general M itre, mientras Urquiza
sólo pudo salvar contingentes entrerrianos, con los cuales inició la
retirada hacia su provincia. El
vencedor avanzó hasta Rosario.
derrotaron nuevamente a efectivos
federales en la Cañada de Gómez.
Después del triunfo, M itre se diri­
gió a Buenos Aires.
La escuadra federal se entregó y
el ejército del centro depuso las
armas sin ofrecer resistencia. El
1 de diciembre, la provincia de
Entre Ríos reasumió su soberanía
y en esta forma privó al gobierno
nacional que residiera en Paraná.
Sin ningún apoyo, el vicepresi­
dente Pedernera decretó el 13 de
diciembre la disolución de las
autoridades nacionales, hasta que
un Congreso con representantes de
todo el país resolviera las medidas
a adoptar.
E l triunfo sobre U rquiza convir­
tió a M itre en la figura política
más destacada del momento. Los
porteños de ideas localistas creye­
ron llegada la oportunidad de
aplicar sus principios unitarios,
para que Buenos Aires destruyera
los gobiernos federales y se impu­
siera sobre toda la Nación. Los
elementos moderados juzgaron que
el unitarismo no respondía a la
realidad del país y que era con­
veniente reorganizar las institu­
ciones sobre la base de la Consti­
tución Nacional, aceptada por
unanimidad.
M itre procedió con sereno pa­
triotismo y sin ceder ante las exi­
gencias de los exaltados de su pro­
pio partido dio un nuevo rumbo
a su actuación política y se pro­
nunció por la reorganización fede­
ral. Inmediatamente se puso en
contacto am istoso con U rq u iz a
— sin cuya cooperación le hubiera
sido más difícil la tarea a em­
prender— y a instancias del ul­
timo prometió respetar la Consti­
tución y las instituciones entre­
rrianas.
Acéfalo el gobierno nacional, las
provincias confiaron el Poder Eje­
cutivo en el general M itre, a fin
de que convocase un nuevo Con­
greso para elegir un futuro presi­
dente.
La resolución de Mitre
Después de la derrota sufrida
por Urquiza en Pavón, el presiden­
te Derqui se trasladó a Santa Fe,
donde el 5 de noviembre presentó
la renuncia de su cargo y se ausen­
tó del país rumbo a Montevideo.
Las fuerzas de Buenos Aires con­
tinuaron su avance en territorio
santafecino y el 22 de noviembre
435
C U ESTIO N A R IO
1. ¿Cuándo se hicieron públicas las divergencias entre Urquiza y
Rosas? 2. ¿Q ué establecía el decreto de Urquiza conocido históri­
camente como "el pronunciamiento"? 3. ¿Con quiénes se alió Ur­
quiza para derribar a Rosas? 4. ¿En qué condiciones capituló O ribe?
5. ¿Q ué se resolvió en la convención firm ada en noviembre de 1851?
6. ¿Por dónde avanzó el Ejército G ran d e? 7. ¿Cómo se libró la b a ­
ta lla de Caseros? 8. ¿En qué forma huyó Rosas? 9. ¿Q ué problema
debió encarar Urquiza luego de su victoria? 10. ¿Q ué dispusieron
las provincias signatarias del Protocolo de Palermo? 11. ¿Por qué
Alsina retiró su candidatura a la gobernación de Buenos A ires?
12. ¿Cuándo fueron convocados los gobernadores para la reunión
en San N icolás? 13. ¿Q ué resoluciones tomaron los signatarios del
histórico Acuerdo? 14. ¿C uál era la actitud de los porteños frente
a Urquiza? 15. ¿Q ué se entiende por " la s ¡ornadas de junio"? 16.
¿Cuáles fueron las consecuencias de esos debates? 17. ¿En qué
forma triunfó la revolución del 11 de setiembre? 18. ¿Q ué política
siguió el gobierno de la provincia de Buenos Aires? 19. ¿Por qué
debió renunciar el gobernador A lsina? 20. ¿Cómo terminó el con­
flicto entre Urquiza y el gobierno de Buenos Aires? 21. ¿Cuándo se
instaló el Congreso Constituyente de Santa Fe? 22. ¿C uáles son los
antecedentes de la Constitución de 1853? 23. ¿Q ué form a de go­
bierno establece? 24. ¿Cómo divide los poderes? 25. ¿Dónde esta­
bleció el presidente Urquiza la capital de la Confederación? 26.
¿Cómo puede agruparse la labor desarro llada por Urquiza al frente
del gobierno? 27. ¿En qué form a la provincia de Buenos Aires se
organizó en Estado disidente? 28. ¿Q ué dispusieron los "pactos
de convivencia"? 29. ¿Por qué los derechos diferenciales aum enta­
ron la hostilidad entre Buenos Aires y la Confederación? 30. ¿Q u é
sucesos precipitaron la b atalla de C ep ed a? 31. ¿Q ué decretaba el
Pacto de San José de Flores? 32. ¿C uáles fueron las disposiciones
de la Convención porteño referentes a la Constitución del 53? 33.
¿C uál era la situación política al subir Derqui a la presidencia? 34.
¿Q ué episodios volvieron a romper las relaciones entre la provincia
de Buenos Aires y la Confederación? 35. ¿Quién fue derrotado en
Pavón? 36. ¿Q ué patriótica actitud asumió Mitre?
Presidencia de Mitre. La guerra con el Paragu ay. Las princi­
pales operaciones militares. Presidencia de Sarm iento (18681874). Labor orgánica de la presidencia de Sarm iento. Pre­
sidencia de A vellan eda (1874-1880). La conquista del desierto.
Buenos Aires, capital de la República.
PRESIDENCIA DE MITRE
1 ( 1862 - 1868 )
Sabemos que el general M itre,
sin abandonar el cargo de gober­
nador de Buenos Aires, desempe­
ñaba provisionalmente el mando
del país como Encargado del Poder Ejecutivo Nacional. En esas
I circunstancias, convocó al pueblo
de las provincias para elecciones
j
de representantes, y el 25 de ma­
yo de 1862 inició sus sesiones el
Congreso Nacional en la ciudad de
Buenos Aires.
En el mes de junio, la Asamblea
aprobó la actuación cumplida por
M itre al frente del gobierno provi­
sional e inmediatamente dispuso
realizar la elección de presidente
y vicepresidente de la República.
Los comicios se efectuaron en todo
el país, con excepción de Catamar­
ca que no participó.
Practicado el escrutinio, M itre
resultó elegido presidente consti­
tucional de la Nación por unani­
midad de sufragios, y vicepresi­
dente el doctor M arcos Paz. Los
nuevos mandatarios tomaron po­
sesión de sus cargos el 12 de octu­
bre de 1862, en la ciudad de
Buenos Aires, donde quedó insta­
lada la sede del gobierno nacional.
M itre designó ministros a un
calificado grupo de hombres pú­
blicos de reconocido talento. Fue­
ron los siguientes: Dr. G u illerm o
437
Bartolomé Mitre (1821-1906). Fue po­
lítico, militar, legislador, historiador,
orador, poeta, lingüista y traductor.
ciudad de Buenos Aires, donde a
la vez se encontraba el asiento del
gobierno provincial.
La situación culminó en 1867, año
en que debía establecerse la capital
definitiva de la República. Consultadas
las provincias, Córdoba ofreció su pro­
pia capital y Santa Fe propuso a Ro­
sario, pero nada se concretó.
Rawson (In terio r), Dr. Dalm acio
Vélez Sársfield (H acienda), Dr.
Eduardo Costa (Justicia, Culto e
Instrucción Pública), Dr. R ufino
de Elizalde (Relaciones Exterio­
res) y general Andrés G elly y
Obes (Guerra y M arin a).
La cuestión de la capital
El Congreso dispuso tratar el
grave problema político de la ca­
pital definitiva de la República.
Aunque Buenos Aires reunía las
condiciones requeridas, la provin­
cia se oponía — desde tiempo
atrás— a desprenderse de dicha
ciudad.
El 1 de octubre de 1862, el Con­
greso Nacional aprobó la llamada
Ley de Compromiso, que fue acep­
tada por la Legislatura provincial
y promulgada por el presidente.
A modo de transacción y por
cinco años, se concedía a las auto­
ridades nacionales residir en la
438
Recién en 1880 y bajo la presi­
dencia de Avellaneda sería resuel­
to el ya largo problema.
La cuestión de la capital hizo
perder a M itre popularidad en
Buenos Aires y dio origen a la di­
visión de su partido en dos fraccio­
nes: los que seguían sus principios
— convertir a Buenos Aires en ca­
pital de la República— se denomi­
naron “ nacionalistas” , y sus opo­
sitores, encabezados por Adolfo
Alsina, fueron llamados “ autono­
mistas” , porque defendían el lo­
calismo porteño y la autonomía
de la provincia de Buenos Aires.
En el lenguaje político, los últimos
fueron apodados “ crudos” y los na­
cionalistas “ cocidos” , o bien, alsinistas y mitristas, respectivamente.
O b ra d esarro llad a
durante la presidencia de Mitre
Con la eficaz colaboración de
sus destacados ministros, el presi­
dente M itre desarrolló una amplia
labor progresista.
Justicia. El gobierno organizó la
Suprema Corte de Justicia — inte­
grada por cinco miembros y un
procurador— y creó juzgados fe­
derales en las provincias, cargos
que fueron ocupados por ciudada­
nos sin compromisos políticos, ho­
nestos en el desempeño de sus fun­
ciones. E l Poder Ejecutivo designó
al doctor Carlos Tejedor para que
redactara ún proyecto de Código
Penal que no fue promulgado has­
ta 1886.
Con respecto a las relaciones
exteriores, España reconoció la
Independencia argentina y se re­
solvió — sobre la base de acatar
las leyes de los respectivos países—•
el entredicho a que había dado
origen la nacionalidad de los h i­
jos de peninsulares nacidos en
nuestra patria.
Economía. Cuando M itre inició
su mandato, las finanzas tenían
un marcado déficit, no sólo en el
interior del país, sino también en
Buenos Aires. Una importante me­
dida fue la reorganización del
Banco de la Provincia y el control
de la emisión monetaria, para
evitar la pérdida de su valor ad­
quisitivo.
En julio de 1862, fue nacionali­
A sp ecto
H ipólito
sesiones
bre d e
ed ificio
zada la Aduana del puerto de Bue­
nos Aires, medida que permitió
solventar buena parte de los gas­
tos generales y disminuir las
deudas.
En 1862 se derogó la legislación
mercantil del período hispánico
— fue clausurado el Consulado— y
se aprobó el Código de Comercio,
obra de los doctores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sársfield.
En julio de 1866 abrió sus puer­
tas la Sociedad R ural Argentina,
organismo que favoreció el des­
arrollo económico del agro.
Las vías de comunicación reci­
bieron gran impulso, especialmen­
te los ferrocarriles, que contaron
con el apoyo de capitales britá­
nicos.
Se incrementó la inmigración,
y en este período llegaron a nues­
tro país más de 100.000 europeos.
Educación. La enseñanza reci­
bió gran impulso, de acuerdo con
lo que anunció el ministro Eduar­
do Costa: “ la difusión de la ense­
ñanza es la primera de nuestras
d e l a n tig u o C o n g re so N a c io n a l, q u e e sta b a u b ica d o en la c a lle V ic to ria 3 2 8 (hoy
Y rig o y e n ). En u na a m p lia s a la in te rio r, la L e g isla tu ra d e B uenos A ire s in ició sus
p r e p a r a t o r ia s en el a ñ o 18 6 4 . La últim a reu nión se re a liz ó el d ía 15 d e d iciem ­
19 05. A p a rtir d e esa fe c h a , a m b a s c á m a r a s le g isla tiv a s se tra s la d a r o n a l a c tu a l
d e la c a lle E n tre R íos.
necesidades, como es el deber más
imperioso que a los gobiernos li­
bres imponen las instituciones de­
mocráticas” .
El Poder Ejecutivo asignó a las
provincias subsidios para la fun­
dación de escuelas, y en Buenos
Aires se creó el “ Consejo de Ins­
trucción Pública” . En 1860 abrió
sus puertas la escuela primaria
Catedral al Norte, actualmente
“ José M anuel Estrada” ; respecto
de la enseñanza secundaria merece
citarse el “ Colegio Nacional de
Buenos A ires” , reorganizado sobre
la base del antiguo San Carlos.
La Universidad, con el rectora­
do de Juan M aría Gutiérrez, me­
joró su plan de estudios y lo adap­
tó a los adelantos de la época.
Conflictos en el interior del país.
La pacificación
En el transcurso de su presiden­
cia, M itre debió afrontar serios
problemas internos debidos no só­
lo a la tenaz oposición de los auto­
nomistas o alsinistas en Buenos
440
Aires, sino también por la acción
de las montoneras del interior,
que se pronunciaron contra el go­
bierno nacional — al que volvieron
a calificar de “ porteño” — en de­
fensa de sus intereses locales.
La resistencia fue encabezada
por el caudillo riojano Á ngel V i­
cente Peñaloza — apodado “ El
Chacho” — , descendiente de una
vieja fam ilia de su provincia,
quien por su larga actuación ha­
bía sido promovido al grado de co­
ronel mayor del ejército nacional.
Lamentablemente, los jefes en­
viados por el gobierno de Buenos
Aires procedieron con extremo ri­
gor, en una acción represiva que
atizó el descontento y encendió
nuevamente — en 1862— la guerra
civil en el norte y oeste del terri­
torio.
Las luchas contra las montone­
ras se extendieron a Catamarca,
Córdoba, San Luis y San Juan, a
cuyo gobernador Sarmiento le fue
encomendada la dirección de la
guerra. E l caudillo riojano debió
enfrentar a los efectivos mejor ar-
rnados del general Paunero y de
los coroneles Rivas y Sandes.
U n armisticio tuvo corta dura­
ción y las hostilidades se reanuda­
ron en marzo de 1863. E l 20 de
mayo Peñaloza fue derrotado por
Sandes en Lomas Blancas, pero el
caudillo logró rehacer sus efecti­
vos y marchó a la ciudad de Cór­
doba, donde fue alcanzado por las
tropas ' las órdenes de Paunero y
volvió a caer derrotado en el san­
griento encuentro de Las Playas
(28 de junio).
E l Chacho huyó a su provincia
natal, pero fue apresado en Olta
y ajusticiado de inmediato (no­
viem bre de 1863). La cabeza del
rebelde fue colocada en una pica
y exhibida a modo de escarmiento.
A fines de 1866 se originó otra
revuelta contra las autoridades na­
cionales en las provincias de Cuyo,
esta vez a las órdenes de Juan Saá,
apodado “ Lanza Seca” . A l frente
de unos 5.000 hombres emprendió
la marcha sobre Buenos Aires, pero
fue vencido en San Ignacio, el 1
de abril de 1867, por tropas nacio­
nales destacadas en la guerra que
en esas épocas se libraba contra el
Paraguay.
A causa de revueltas estalladas
en el interior del país, el general
M itre decretó durante su mandato
intervenciones a las provincias de
Córdoba, Catamarca, La Rioja,
Mendoza, Santa Fe y Corrientes.
LA GUERRA C O N EL P A R A G U A Y
Actitud del P ara g u a y
frente a la A rgentina
y el Brasil
En 1844, Carlos A ntonio López
fue nombrado presidente del Para­
guay con atribuciones de dictador.
Dispuso aumentar los efectivos del
ejército, construyó arsenales y fá ­
bricas de pólvora, erigió líneas de­
fensivas y equipó una flo tilla de
once naves. Rodeado de poderosos
vecinos y sin determinar las fron­
teras de su país, López se preparó
para defender sus derechos por m e­
dio de las armas.
Desde tiempo atrás, las relacio­
nes entre el Paraguay y la Con­
federación Argentina distaban de
ser cordiales, por cuanto Rosas
siempre se había negado a recono­
cer la independencia del vecino
país.
Carlos Antonio López disputaba
con Brasil una extensa región si­
tuada al norte y al este del río
Paraguay, mientras el imperio
— desde muy antiguo— ambicio­
naba el dominio de los ríos Paraná
y Paraguay para beneficiar a las
comunicaciones del Matto-Grosso.
Con respecto a la Argentina,
tampoco estaban delimitadas las
respectivas jurisdicciones, y el go­
bierno de Asunción pretendía no
sólo la amplia región chaqueña
sino también parte de las provin­
cias de Corrientes y Misiones.
En 1862 murió el presidente del
Paraguay y le sucedió su hijo, el
general Francisco Solano López,
quien aprovechó la oportunidad
para intervenir en los problemas
del Río de la Plata con su país
fortalecido y bien armado.
N om b rad o gen era l a los dieciocho
años, L ó p e z era un h om bre am bicioso
y m edianam ente instruido, que había
podido observar la cultura europea en
el transcurso de un v ia je p o r los países
d el V ie jo M undo.
H em os visto que en 1859 fu e de­
signado p or su padre para in te rv e n ir
com o m ediador en los conflictos entre
Buenos A ir e s
y
la
Confederación.
Cuando ocupó el gobiern o paragu ayo,
441
López desconfió de la Argentina y del
Brasil y sostuvo la necesidad de man­
tener el “ equilibrio del poder” , es de­
cir, impedir todo desarrollo excesivo
de sus poderosos vecinos.
La cuestión u ru g u aya
En el año 1854 se produjo en el
Uruguay una revolución y subió
al poder el presidente Berro,
miembro del partido Blanco, quien
seguía la anterior línea política de
Oribe, enemiga de los brasileños.
El general Venancio Flores
— que había integrado el gobierno
depuesto—
marchó
a
Buenos
Aires, donde se enroló en las fuer­
zas adictas a M itre, en las luchas
contra la Confederación. Flores
pertenecía al partido Colorado,
antiguo aliado de los unitarios ar­
gentinos y del imperio. E l citado
m ilitar organizó un ejército en
Buenos Aires, y en 1863 invadió el
territorio oriental, con el apoyo de
contingentes brasileños.
Argumentando el apoyo presta­
do a los revolucionarios, el Uru­
guay rompió sus relaciones con la
Argentina y el Brasil, aunque es­
tos dos últimos países rechazaron
los cargos y se mantuvieron neu­
trales.
Debido a la situación creada por
la invasión de Flores, el gobierno
blanco solicitó la intervención pa­
raguaya y entonces Francisco So­
lano,López — cuyo ejército alcan­
zaba los 64.000 hombres— dirigió
una enérgica nota al ministro bra­
sileño en la Asunción, acusando al
imperio de romper el equilibrio
entre las naciones del Plata.
Sin hacer caso a la reclamación
paraguaya, el Brasil invadió con
un ejército el territorio uruguayo,
a través de la frontera de Río
Grande, mientras la flota secun­
daba las operaciones.
442
Como réplica, López ordenó
apresar y rem itir a la Asunción a.
la nave mercante M arqués de
Olinda, perteneciente a una com­
pañía brasileña.
En otro acto de hostilidad el
dictador paraguayo invadió MattoGrosso y logró ocupar ese Esta­
do brasileño, luego de vencer es­
casa resistencia.
Mientras se desarrollaban estos
sucesos, los colorados uruguayos y
sus aliados los imperiales arrolla­
ban a los blancos, y en febrero de
1865 la ciudad de Montevideo se
rindió. E l general Venancio Flo­
res fue designado presidente pro­
visional del Uruguay.
La A rgentina interviene
en el conflicto
La guerra civil estallada en la
vecina orilla entre blancos y colo­
rados y su repercusión en las na­
ciones limítrofes dividió nueva­
mente las opiniones en nuestro
país e hizo resurgir los viejos an­
tagonismos partidarios. Los anti­
guos federales culparon a M itre
de alianza con los brasileños en
contra de los blancos uruguayos;
a este descontento no fue ajeno el
levantamiento de Juan Saá. Cuan­
do Francisco Solano López inter­
vino en los sucesos, los federales
del interior lo apoyaron por su ac­
titud frente al Brasil.
Por otra parte, los hombres del
. partido gobernante en nuestro
país — cuya simpatía por Flores
era indudable— contaban con la
adhesión de los núcleos de tenden­
cia porteñista.
En el transcurso del conflicto,
el presidente M itre había mante­
nido una cautelosa neutralidad di­
plomática, sosteniendo que el pro
blema era una cuestión interna de
los uruguayos.
El Paraguay se encontraba en
guerra con el Brasil desde fines de
1864. Para llevar la lucha al te­
rritorio enemigo de Río Grande, el
presidente López solicitó permiso
al gobierno argentino para que
tropas paraguayas cruzasen la pro­
vincia de Corrientes. El presidente
M itre negó la autorización, pues
violaba la neutralidad y daría ori­
gen a un “ derecho recíproco” por
parte del Brasil.
La respuesta argentina alteraba
los fla n es de López, quien se de­
cidió a obrar. En marzo de 1865,
la Legislatura paraguaya declaró
la guerra a la República Argentina
y el 13 de abril fue atacado él
puerto de Corrientes y apresadas
dos naves de nuestra bandera; al
día siguiente, las tropas paragua­
yas se apoderaron de la ciudad.
La Triple A lia n za
La actitud de López frente a la
Argentina y el Brasil determinó
que ambos países agredidos unie­
ran sus esfuerzos en contra del
enemigo común, sobre la base de
una alianza en la que también
ingresó el gobierno uruguayo de
Venancio Flores, del partido polí­
tico colorado.
El 1 de mayo de 1865, los go­
biernos de Argentina, Brasil y
U ruguay firmaron un tratado ofen­
sivo y defensivo contra el gobierno
paraguayo de Francisco Solano Ló­
pez, documento conocido como la
T rip le Alianza.
El mando supremo de los ejér­
citos fue confiado al general M itre,
mientras las fuerzas navales serían
dirigidas por el vicealm irante bra­
sileño vizconde de Tamandaré.
De acuerdo con otras cláusulas,
los firmantes se comprometían a
no deponer las armas hasta que el
gobierno de López fuera derrotado
y a respetar la integridad territo­
rial y la soberanía del Paraguay.
También quedaban fijados los lí­
mites entre la Argentina y el Bra­
sil con el Paraguay, aunque al tér­
mino de la lucha — como Vere­
mos— la oposición del imperio
moti’ ó que nuestro país renunciara
a la ocupación del actual Chaco
paraguayo, como lo estableció la
T rip le Alianza.
E l 9 de mayo, la Argentina
anunció oficialmente que se en­
contraba en guerra con el Para­
guayLAS PRINCIPALES O PERA CIO N ES
MILITARES
La lucha en las riberas
del P aran á y el U ruguay
Aunque los jefes aliados creye­
ron en un primer momento que la
guerra sería breve, la tenaz re­
sistencia de los paraguayos prolon­
gó las hostilidades por cinco años
(1865-1870) \
El ejército del Paraguay,^ al
mando del general Robles, tomó la
ofensiva, invadió territorio argen­
tino y ocupó la ciudad de Corrien­
tes. Una división a las órdenes del
general Paunero consiguió recha­
zarlos y recuperar la plaza, el 25
de mayo de 1865. El triunfo fue
efímero y poco después los efec­
tivos argentinos debieron replegar­
se ante la presión del enemigo, que
volvió a penetrar en la ciudad.
La flota brasileña remontó el
Paraná y venció a la escuadra pa­
raguaya en el combate del Ria­
chuelo 2.
En junio de 1865, el presidente
M itre delegó el poder en el vice­
presidente Marcos Paz y se dirigió a
la localidad entrerriana de Concor­
dia, donde estaban concentrados los
efectivos del ejército aliado — cuyo
mando supremo ejercía— , integra­
do también por los brasileños a
cuyo frente se hallaba Osorio, y los
uruguayos dirigidos por Flores. Las
tropas estaban bastante indiscipli­
nadas y así unos 3.000 milicianos
entrerrianos reclutados por U rqu i­
za se dispersaron para no luchar
contra los paraguayos.
El ejército aliado de vanguardia,
bajo el mando del general Flores,
marchó hacia el norte, para en­
frentar a los efectivos paraguayos
del teniente coronel Juan Estigarribia, los que avanzaron costean­
1 Mitre confiaba terminar en corto plazo con los paraguayos. E n cierta oportunidad dijo:
“ en tres dias en los cuarteles, en tres semanas en el campo de batalla y en tres meses
en la «Asunción” .
2 Un poco más hacia el sur de la ciudad de Corrientes.
444
do el río Uruguay hasta ocupar
— el 5 de mayo— la ciudad brasi­
leña de Uruguayana.
Otro contingente paraguayo, di­
rigido por el mayor Duarte — quien
también costeaba el río— , fue ven­
cido por las tropas argentino-uruguayas del general Flores en el
riacho Yatay, el 17 de agosto. Poco
después, el general M itre consiguió
la capitulación de las fuerzas invasoras de Estigarribia, que habían
ocupado a Uruguayana.
La ofensiva de los paraguayos
había fracasado y entonces López
ordenó el repliegue de sus efecti­
vos, los que evacuaron el territorio
argentino.
Los aliados avanzaron hacia el
norte, y el 3 de noviembre M itre
retomó la ciudad de Corrientes y
se dispuso a llevar la guerra so­
bre el propio territorio enemigo.
Las hostilidades
en territorio p a rag u a yo
El 16 de abril de 1866, el gene­
ral M itre al frente de 60.000 hom­
bres cruzó el Paraná por el lugar
denominado Paso de la Patria y
costeando el río Paraguay se in­
ternó en territorio enemigo.
El 2 de mayo, los ejércitos ad­
versarios chocaron en el Estero Be­
llaco, donde las tropas de López
embistieron a la vanguardia alia­
da — efectivos uruguayos del ge­
neral Flores— y la hicieron re­
troceder, pero el general M itre
contraatacó y logró vencer al ge­
neral Díaz, jefe de los efectivos
paraguayos.
Los aliados continuaron su avan­
ce y el 24 de mayo fueron nueva­
mente atacados en Tuyutí, donde
se libró un sangriento combate de
más de cuatro horas de duración y
a cuyo término los paraguayos se
retiraron del campo de la lucha
donde dejaron 14.000 cadáveres,
contra 4.000 de los aliados, en su
mayoría brasileños.
A causa de los contrastes sufri­
dos, López reorganizó sus tropas y
hasta debió incorporar a los es­
clavos. En el transcurso del mes
de julio, se produjeron combates
aislados como los de Yataití Corá
y Boquerón, que concluyeron con
la retirada de los paraguayos, pero
con grandes bajas para ambos
bandos.
El curso de la guerra era desfavora­
ble para los defensores, por lo que el
presidente López decidió capitular y
para esto convocó al general Mitre a
una entrevista en Yataití Corá, el 12
de setiembre de 1866.
Los dos mandatarios se reunieron por
espacio de cinco horas, aunque no lle­
garon a ningún acuerdo, porque Mitre
exigió a López que aceptara las cláu­
sulas de la Triple Alianza, pero el úl­
timo se negó.
Antes de separarse para reanudar
la lucha, ambos presidentes brindaron
con coñac y cambiaron sus látigos en
recuerdo de la entrevista.
Las tropas aliadas continuaron
su avance y el 22 de setiembre el
general M itre — persuadido por
los jefes brasileños— dispuso ata­
car a la fortaleza paraguaya de
Curupaití, defendida por el gene­
ral Días
La escuadra, a las órdenes de
Tamandaré, arrojó durante varias
. ' Mitre tenía planeado atacar la fortaleza por el flanco izquierdo, pero los jefes brasileños
insistieron en hacerlo por el derecho, que daba al río Paraguay y permitía entonces contar
con el apoyo de la flota.
445
horas más de cinco m il bombas so­
bre las trincheras y parapetos, a
fin de silenciar a las baterías ene­
migas. Cuando los brasileños creye­
ron cumplida su m isión 1, M itre
ordenó al ejército tomar la forta­
leza por asalto, pero las defen­
sas estaban intactas, con sus hom­
bres armados y erizadas de caño­
nes. Aunque los atacantes hicieron
derroche de valor, sus filas fueron
diezmadas en verdadera matanza 2.
Entre las numerosas bajas se con­
tó a Dominguito, hijo adoptivo de
Sarmiento.
El ejército aliado desistió de su
intento y luego se mantuvo en in­
actividad por un año y medio, de­
bido a una epidemia de cólera que
afectó a ambos adversarios.
En febrero de 1867, M itre — al
frente de dos divisiones— regresó
a Buenos Aires para sofocar los
levantamientos de las montoneras
del interior; en julio volvió al Pa­
raguay, donde el general brasi­
leño marqués de Caxias ya había
reorganizado los efectivos.
Las tropas terrestres aliadas en
combinación con la flota lograron
vencer la resistencia enemiga en
Curupaití y luego, más hacia el
norte, repitieron la operación con
la fortaleza de H um aitá, que capi­
tuló luego de tenaz defensa (agos­
to de 1868).
Entretanto, en febrero de 1868,
el general M itre había regresado
nuevamente a Buenos Aires para
hacerse cargo de la presidencia de
la República por fallecim iento del
vicepresidente Marcos Paz.
E l curso de la guerra continuaba
desfavorable para López, quien
— para impedir la caída de Asun­
ción— replegó el grueso de su
ejército tras la defensa natural del
* L a s n a v e s b r a s ile ñ a s
b om b a rd ea ron
d e s d e u n a d is ta n c ia
s u p e r io r a l a l c a n c e d e
sus
c á n o n e s , p o r l o q u e d e j a r o n lo s o b j e t i v o s p r á c t i c a m e n t e in t a c t o s .
E l r u d o c o n tra s te ^ p r o v o c ó m a l e s t a r e n n u e s t r o p a í s , d o n d e c a d a d í a a u m e n t a b a n lo s
p a r t i d a r i o s d e p o n e r f i n a l a g u e r r a . E l d o c t o r J u a n B a u t is t a A l b e r d i , q u e s e e n c o n t r a b a en
J iu r o p a , c e n s u r ó l a p o l í t i c a d e l a T r i p l e A l i a n z a c o n r e s p e c t o a l P a r a g u a y y d e f e n d i ó l a a c t it u d
de L óp ez.
río Pikisiri. A llí esperó el avance
del ejército aliado a las órdenes
del marqués de Caxias, pero el
jefe brasileño, en hábil maniobra,
efectuó un movimiento envolvente
y colocó a sus tropas sobre la re­
taguardia de López.
Luego de una serie de encuen­
tros parciales, los aliados atacaron
el campamento enemigo de Lomas
Valentinas. Después de varios días
de combate — 21 al 27 de diciem­
bre de 1868— , López huyó hacia
el norte, mientras los aliados ocuf paron Angostura y finalmente en­
traron en Asunción, el 1 de enero
de 1869.
L a capital del Paraguay había
r caído en poder de los atacantes, pe: ro López proseguiría la resistencia
¡ un año más.
¡PRESID EN CIA DE SARM IENTO
1(1868-1874)
El proceso electoral
En 1867, cuando todavía faltaba
un año para que M itre terminara
su mandato, el pueblo de Buenos
Aires comenzó a agitarse con los
preparativos de la próxima elec­
ción presidencial. Los dos partidos
políticos opositores eran el “ nacio­
nalista” y el “ autonomista” , aun­
que el primero — encabezado por
M itre— había perdido apoyo poE pular debido a la cuestión de la
capital y al largo conflicto con el
Paraguay.
E l partido mitrista, o nacionalis­
ta, sostenía la candidatura presi> dencial del ministro de Relaciones
| Exteriores, R ufino de E lizalde,
mientras el autonomista — al que
adhería buena parte de los anti­
guos federales— propiciaba a su
jefe el doctor Adolfo Alsina. Este
último, aunque adversario político
de Urquiza, entró en tratos con el
general entrerriano para combinar
una fórmula que permitiera derro­
tar a los candidatos propuestos por
el partido gobernante. Nada posi­
tivo se logró en esas circunstancias.
A fines de 1867, el presidente
M itre se encontraba guerreando
en el Paraguay, y enterado del ar­
dor cívico de sus conciudadanos
envió desde su campamento en
Tuyú-Cué, el 28 de noviembre,
una extensa carta al doctor José
M aría Gutiérrez, la que luego se
dio a publicidad con el título de
“ testamento político” .
A través del escrito, el presiden­
te aseguraba la imparcialidad del
gobierno ante las próximas elec­
ciones y a fin de que el pueblo
expresara libremente su voluntad
negaba la existencia de un can­
didato oficial. N o obstante, en cier­
tos pasajes dejaba entrever su pre­
ferencia en favor de Elizalde, no
así del doctor Adolfo Alsina, cu­
ya ascensión al poder sería — a
su juicio— inconveniente para el
país 1.
A instancias del coronel Lucio
V. Mansilla, el ejército propició la
candidatura presidencial de D o ­
m ingo Faustino Sarmiento — a la
sazón ministro en W ashington— ,
quien también fue apoyado por el
periódico “ La Tribuna” , cuyos pro­
pietarios eran los hermanos Héctor
y Mariano Varela. Para el segun­
do término de la fórmula fue ele­
1 La
p u b lic a c ió n
d e l a c a r t a r e d a c t a d a p o r M i t r e p e r j u d i c ó a A l s i n a , p o r c u a n t o la s
c r í t i c a s t e n í a n su s f u n d a m e n t o s , p e r o t a m b i é n d e s p r e s t i g i ó a E l i z a l d e , q u i e n r e p r e s e n t a b a
la c o n t in u a c ió n p o l ít ic a d e l g o b ie r n o d u r a m e n te c o m b a tid o .
447
446
D om ing o Fau stin o S arm ien to . P re sid en ­
te d e la R e p ú b lica d u ra n te los a ñ o s
1 8 6 8 -1 8 7 4 . De re c ia p e rs o n a lid a d , lu­
chó to d a su v id a en fa v o r d e la^ educació n p o p u la r.
E l nuevo presidente se hizo car­
go del poder con su compañero de
fórmula el 12 de octubre de 1868.
Designó ministros a hombres capa­
ces que representaban distintos sec­
tores de la opinión; fueron los si­
guientes: Dalm acio Vélez Sárs­
field (In terio r), Nicolás A vellane­
da (Justicia e Instrucción Públi­
ca), José Gorostiaga (H acienda),
M ariano Varela (Relaciones Exte­
riores), y coronel M a rtín de Gainza (Guerra y M arin a).
Term inación de la guerra
con el P a ra g u a y
gido el doctor Adolfo Alsina, la fi­
gura más destacada del autonomismo y muy popular en Buenos
Aires.
Sarmiento estaba alejado de las
luchas políticas y carecía de agru­
pación propia y de apoyo oficial.
Su candidatura había surgido co­
mo una transacción entre las ten­
dencias opositoras.
Las elecciones se efectuaron en
el mes de abril de 1868 y Sarmien­
to se embarcó desde Estados U n i­
dos de regreso a Buenos Aires en
el mes de julio.
Después de un complicado pro­
ceso electoral, las Cámaras del
Congreso se reunieron el 16 de
agosto para efectuar el escrutinio,
el que arrojó 79 votos en favor de
Sarmiento, 26 para U rquiza y sólo
22 para Elizalde. Alsina fue ele­
gido vicepresidente por 82 sufra­
gios.
448
Después de la toma de Asunción
por los aliados, Francisco Solano
López se retiró hacia el norte, has­
ta que finalmente logró atrinche­
rarse en Cerro Corá. Las tropas
perseguidoras rodearon el campa­
mento y entonces López ■—viéndo­
se perdido— consiguió huir pero
no tardó en ser alcanzado por el
general brasileño Cámara, quien
lo ultimó (1 de marzo de 1870).
La última resistencia de los pa­
raguayos había terminado, pero la
concertación de la paz con el país
vencido daría lugar a enojosas
cuestiones diplomáticas entre el
Brasil y la Argentina.
E l territorio paraguayo quedó
ocupado por el ejército im perial y
escasos contingentes argentinos a
las órdenes del general Em ilio
M itre. Fue nombrado un gobierno
provisional en la Asunción y des­
de ese momento el Brasil impuso
sus directivas y trató de obtener
1
■
I
1
I
j
L
I
|
L
ventajas territoriales, a la vez que
se opuso a los reclamos de la A r­
gentina basados en las cláusulas
de la T rip le Alianza. De acuerdo
con lo dispuesto en el citado do­
cumento, los límites de nuestro
país debían prolongarse por el
norte, más allá del río Pilcomayo.
En noviembre de 1869, el gene­
ral Em ilio M itre — de acuerdo con
órdenes de Buenos Aires— ocupó
territorios chaqueños situados al
norte del Pilcomayo y acampó en
la población de V illa Occidental
(h oy V illa Hayes). A pesar de esto, en el mes de diciembre de ese
año, el doctor Varela — ministro de
Relaciones Exteriores argentino—
dio a conocer una importante Declaración en uno de cuyos pasajes
afirmaba “ que la victoria no da
derechos a las naciones aliadas pa­
ra declarar por sí límites suyos” .
La astuta diplomacia brasileña
interpretó que la Argentina renunciaba a lo dispuesto en la T r i­
ple A lianza y cedía sus derechos
sobre la región chaqueña situada
al norte del Pilcomayo. Ante el
La ilustración — un
dibujo de A. Methfessel— nos muestra
la muerte de Fran­
cisco Solano López,
el presidente p a ra ­
guayo. L u e g o de
su derrota en C e ­
rro C o rá, pretendió
huir, pero sus per­
seguidores lo ulti­
maron al cru zar un
arroyo.
curso de los sucesos, nuestro país
sostuvo la validez de sus reclamos
sobre los territorios en cuestión.
E l Brasil prosiguió con su po­
lítica y firm ó por separado un
tratado de paz con el Paraguay.
Ante la situación creada, que ha­
cía prever una guerra contra el
imperio, Sarmiento confió al ge­
neral M itre una misión ante el
gobierno de Río de Janeiro.
El comisionado aceptó y logró
entrevistarse con Pedro II, lo que
permitió reanudar las relaciones
amistosas, alejando el peligro de
un choque armado (setiembre de
1872).
A l año siguiente M itre marchó
al Paraguay, aunque sus negocia­
ciones con el ministro de Relacio­
nes Exteriores de aquel país tam­
poco le permitieron resolver la
cuestión territorial en conflicto.
El enojoso problema llegó a su
término el 3 de febrero de 1876,
cuando la Argentina — bajo el go­
bierno de Avellaneda— fijó sus
límites en la línea del Pilcomayo
y aceptó someter al arbitraje del
presidente Hoyes, de los Estados
Unidos, el territorio comprendido
al norte del Pilcomayo hasta el río
Verde. En noviembre de 1878, el
mediador concedió dicha región al
Paraguay.
A sesinato de U rquiza.
La intervención en Entre Ríos
En el año 1866, Urquiza había
sido reelegido gobernador de En­
tre Ríos y desde tiempo atrás ha­
bitaba en el palacio San José, her­
mosa residencia que superaba en
belleza y amplitud a cualquiera
otra construcción de la época.
Sus relaciones con el gobierno
nacional eran cordiales y a co­
mienzos de febrero de 1870 Sar­
miento llegó hasta el palacio, don­
de vínculos de amistad surgieron
entre el presidente y el gobernador
de Entre Ríos. Este acercamiento
entre ambas figuras — hasta esa
época distanciadas— no fue bien
recibido en Buenos Aires n i tam­
poco en Entre Ríos, donde se en­
cendieron nuevamente las pasiones
al amparo del sentimiento localista.
Ricardo López Jordán acusó a
Urquiza de “ entregarse a los por­
teños” y dispuso que varios de sus
hombres eliminaran de la escena
política al vencedor de Caseros. En
la noche del 11 de abril de 1870,
un grupo de unos sesenta in divi­
duos dominó la pequeña guardia
del palacio San José y a los gritos
de “ ¡Viva López Jordán!” irrum ­
pió dentro de ía vivienda.
Ante la certeza de un atentado,
Urquiza trató de buscar un arma,
pero fue alcanzado por un tiro en
pleno rostro y una vez moribundo
ultimado por Nico Coronel.
A los pocos días del crimen la
Legislatura de Entre Ríos nombró
gobernador a López Jordán, quien
asumió la responsabilidad del gra­
ve suceso. Ante la situación creada,
el gobierno nacional decretó la in ­
tervención de aquella provincia,
medida que sería apoyada por
fuerzas militares.
Considerando avasallada su au­
tonomía, los entrerrianos dispusie­
ron resistir, bajo las órdenes de Ló­
pez Jordán, actitud que encendió
una nueva guerra civil en el li­
toral.
Las tropas de la intervención
vencieron al gobernador de Entre
Ríos en Santa Rosa. Todavía cón
" L a fie b re a m a r illa " , por el pintor J u a n
M an u el B la n e s. C o n g ra n d ram atism o
el c u a d ro re p ro d u ce u n a escen a d e la
cru e l e p id e m ia . A l a b r ir la p u e rta de
u n a v iv ie n d a , dos m iem bros de una
com isión d e a u x ilio e n cu e n tran a una
m ujer e x á n im e , víctim a d e l te rrib le m al,
y a su h ijo , aú n vivo .
fuerzas considerables, López Jor­
dán se internó en la provincia de
Corrientes pero fue derrotado en
el combate de Ñaembé (enero de
1871) y buscó refugio en el Brasil,
Dos años más tarde emprendió
una nueva campaña en Entre Ríos.
Vencido en el combate de D on
Gonzalo (diciem bre de 1873), Ló­
pez Jordán huyó al Uruguay.
D ificultades internas
En el transcurso de su presiden­
cia, Sarmiento debió superar gra­
ves dificultades. A la situación ex­
terna con el Paraguay, Brasil y
Chile, se sumaron en el orden in­
terno los alzamientos de López
Jordán, seguidos de otras revolu­
ciones menores en Corrientes y en
Mendoza.
Distraídas las fuerzas militares
en mantener la tranquilidad inter­
na, recrudecieron los malones de
los indios y en el transcurso del
prim er año de gobierno se produ­
jeron doce ataques contra centros
poblados, en los que no faltaron
los asesinatos y las depredaciones.
A comienzos de 1871, las dificul­
tades aumentaron cuando se inició
en Buenos Aires una grave epide­
mia de fiebre amarilla, que diezmó
familias enteras e impidió el nor­
m al desarrollo de las actividades.
Felizmente, el flagelo declinó a
mediados de año.
A
la
contar desde m ediados de febrero,
epidem ia se g en era lizó en form a
alarm ante y d iariam en te se producían
casos fatales. E l 10 de a b ril se re gis ­
traron 545 decesos. C o n vien e aclarar
que la población de Buenos A ir e s no
pasaba de 180.000 personas y que en
cifras generales los atacados fu eron
unos 45.000.
Las oficinas públicas y las escuelas
cerraron sus puertas y los altos fu n ­
cionarios del gobierno abandonáron sus
puestos y se d irigie ro n a la campaña
para salvar sus vidas. D e b ió habilitarse
el cem enterio de la Chacarita, aunque
centenares de cadáveres quedaban in ­
sepultos debido a la cantidad de dece­
sos y al pánico colectivo.
Sin la intensidad del año 1871, la fie ­
bre am arilla atacó n u eva m en te a la
población porteña en 1872 y 1896.
En el orden político local, Sar­
miento debió enfrentar la oposi­
ción de la Legislatura, cuyos inte­
grantes — partidarios de M itren censuraban al gobierno nacional y
su intervención en la provincia de
Entre Ríos. Tam bién el presidente
451
fue criticado a través de varios pe­
riódicos.
E l 22 de agosto de 1873, fracasó
un atentado contra la vida de Sar­
miento.
En la noche del 22 de agosto, el pre­
sidente viajaba en su carruaje por una
calle céntrica de la ciudad de Buenos
Aires, cuando dos italianos, los her­
manos Francisco y Pedro Guerri, pre­
tendieron herirlo desde corta distancia.
A l tratar de hacer fuego, reventó el
trabuco que llevaba uno de los agre­
sores, lo que hizo fracasar el atentado.
Los hermanos Guerri, junto con Luis
Casimiro — otro de los complotados— ,
fueron detenidos. Se considera a López
Jordán como el instigador del episodio.
LABOR O R G Á N IC A
DE LA PRESIDENCIA
DE SARM IENTO
O b ra cultural
Hombre de pensamiento y tam­
bién de acción al servicio de sus
ideas, Sarmiento fue el autodidacto
que dedicó todos sus esfuerzos a la
lucha contra la ignorancia y a la
formación cultural del pueblo.
Promulgó la Ley N acional de
Subvenciones (setiembre de 1871),
cuyo objeto era destinar fondos
para la construcción de edificios
escolares en toda la República, ad­
quirir libros y elementos de traba­
jo y atender el pago de sueldos a
los maestros.
Fueron actualizados los planes
de estudio de los establecimientos
de segunda enseñanza y a falta de
pedagogos en el país contrató edu­
cadores norteamericanos.
Por decreto del mes de junio de
1870, se fundó la Escuela N orm a l
de Paraná, cuya dirección fue con­
fiada al profesor norteamericano
Jorge Stearns, a quien más tarde
reemplazó el educador José M aría
Torres. El establecimiento sirvió
de modelo para la creación de otros
similares, puestos en principio ba­
jo la dirección de pedagogos nor­
teamericanos. Para difundir la lec­
tura se fundó la Comisión Protec­
tora de Bibliotecas Populares con
filiales en diversos puntos del país.
Para apreciar la obra educativa
de Sarmiento basta mencionar que
en el año 1872 funcionaban 1.644
escuelas primarias, con una pobla­
ción escolar de 97.500 niños, quie­
nes eran atendidos por 2.778 maes­
tros *.
Los centros superiores de cultura
tampoco fueron descuidados. En
octubre de 1871 se inauguró en
Córdoba el primer Observatorio
Astronóm ico Argentino, dirigido
por el sabio norteamericano Benja­
m ín G ould ; de este organismo de­
rivó la O ficina M eteorológica N a ­
cional, que luego fue trasladada a
Buenos Aires.
Tam bién en Córdoba se erigie­
ron la Academia de Ciencias — di­
rigida por el naturalista alemán
Germán Burmeister— y la Facul­
tad de Ciencias Físicas y M atem á­
ticas.
En otro aspecto y durante el go­
bierno de Sarmiento aparecieron
los actuales diarios “ La Prensa” y
“ La Nación” , fundados por José C.
Paz y Bartolom é M itre , respecti­
vamente.
O b ra adm in istrativa
En 1869, la Legislatura aprobó
el Código C iv il redactado por Vé-
1 Cuando Sarmiento inició su mandato las escuelas primarias no pasaban de 600 y sólo
30.000 niños recibían educación elemental.
La s m á q u in a s a g r í­
c o la s p e r m i t i e r o n
un rá p id o a v a n c e
en el d e sa rro llo de
n u e stra in d u s t ria
a g r o p e c u a ria . En el
g r a b a d o vem os a
u n a d e la s p rim e ras
m á q u in a s c o r t a d o ­
ra s d e p asto , a r r a s ­
tra d a por dos ca ­
b a llo s.
lez Sársfield, que entró en vigencia
al año siguiente. Tam bién fue san­
cionada la ley de ciudadanía, que
otorgaba derechos a los extranje­
ro?, previo cumplimiento de deter­
minados requisitos. Para dar a pu­
blicidad las disposiciones de los
organismos de gobierno, se creó el
Boletín O ficial de la Nación.
La industria realizó marcados
progresos, que fueron exhibidos en
Córdoba en una exposición inau­
gurada en el año 1870. Para el fo­
mento y protección de la riqueza
agropecuaria se estableció el D e­
partamento de A gricultura.
En este período se dio gran im ­
pulso a la construcción de nuevos
caminos y puentes; lo mismo suce­
dió con los ferrocarriles, que exten­
dieron sus líneas no sólo en Bue­
nos Aires, sino también en las pro­
vincias de Santa Fe, Córdoba, Co­
rrientes y Tucumán.
La red telegráfica alcanzó a
5.000 kilómetros de extensión y
nuestro país pudo comunicarse con
Europa por intermedio de la A gen ­
cia “ Havas” .
En setiembre de 1869 se efectuó
el prim er censo nacional, que per­
m itió calcular una población de
1.800.000 habitantes. Con respecto
a la inmigración, en el año 1874
llegaron para radicarse en la A r ­
gentina unas 70.000 personas.
O b ra m ilitar
Para elevar la capacidad cientí­
fica de los oficiales de las fuerzas
armadas, el presidente Sarmiento
creó — 22 de junio de 1870— el
Colegio M ilita r en el edificio de
la ex residencia de Rosas en Pa­
lermo y su prim er Director fue
el coronel húngaro Juan Czetz.
El mejoramiento dé las naves de
guerra y las nuevas tacticas hicie­
ron visible la necesidad de contar
con personal superior capacitado,
para lo cual fue creada la Escuela
Naval M ilita r, el 5 de octubre de
1872. Bajo las órdenes del Direc­
tor, comandante Clodom iro U rtu bey, los cursos se iniciaron a bordo
de la nave “ General Brown” , que
inició su prim er crucero en abril
del año siguiente.
Sarmiento dispuso crear una mo­
derna escuadra y con este propósito adquirió en astilleros ingleses
varias naves, entre ellas las caño­
neras “ Paraná” y “ U ruguay y el
monitor “ Los Andes” . Tam bién
mejoró el poder combativo del
ejército nacional con nuevos ca­
ñones, fusiles y algunas ametralla­
doras. Las últimas — empleadas
453
452
por vez primera en Europa en
1870— llegaron a nuestro país en
1873 y fueron utilizadas, en escaso
número, contra el segundo levan­
tamiento de López Jordán en En­
tre Ríos.
Después de abandonar la más alta
magistratura del país, Sarmiento fue
designado senador por San Juan y lue­
go Director General de Escuelas de la
provincia de Buenos Aires, cargo este
último que consideraba un ascenso. En
febrero de 1881 fue nombrado presiden­
te del Consejo Nacional de Educación.
Por razones de salud debió viajar al
Paraguay, donde falleció el 11 de se­
tiembre de 1888.
La revolución de 1874
Poco antes de terminar Sarmien­
to su mandato, el debatido proble­
ma de la sucesión presidencial dio
origen a un movimiento revolu­
cionario.
M itre y A hina, los jefes de los
dos principales partidos políticos,
se disputaban el mando futuro del
país, aunque ambos eran resistidos
en buena parte de las provincias
por su condición de porteños. La
actividad del interior favoreció las
aspiraciones del doctor Nicolás
Avellaneda — ministro de Justicia
e Instrucción Pública de Sarmien­
to—-, nacido en Tucumán. La can­
didatura de Avellaneda logró la
adhesión de diez provincias, por
lo que Alsina retiró la propia y
dispuso apoyarlo con su partido
Autonomista.
En medio de gran tensión polí­
tica, las elecciones se efectuaron el
14 de abril de 1874. Como se pre­
veía, el triunfo correspondió a la
fórmula encabezada por el doctor
Avellaneda, seguido del doctor M a ­
riano Acosta para el cargo de v i­
cepresidente.
454
M itre sólo ganó en Buenos A i­
res, Santiago del Estero y San
Juan. Con todo, los mitristas re­
chazaron la victoria de sus adver­
sarios políticos y sostuvieron que
ella se debía a la influencia ofi­
cialista, puesta al servicio del es­
crutinio.
Desde tiempo atrás se incubaba
una revolución, la que estalló fi­
nalmente el 24 de setiembre. Des­
pués de varios combates parciales,
el intento de M itre fracasó y las
fuerzas gubernamentales obtuvie­
ron la victoria final.
PRESIDEN CIA DE A VELLA N ED A
(1874-1880)
El 12 de octubre de 1874, Sar­
miento entregó el mando al nue­
vo presidente Nicolás Avellaneda,
quien integró su ministerio con
destacadas figuras de la época, en­
tre ellas los doctores Adolfo A lsi­
na, en la cartera de Guerra y M a ­
rina, y Bernardo de Irigoyen al
frente de la de Relaciones Exte­
riores.
La situación económica
Cuando Avellaneda asumió la
presidencia, el país soportaba una
aguda crisis económica, debido a
la guerra contra el Paraguay, a las
luchas internas y a las epidemias.
Era necesario amortizar un em­
préstito contraído tiempo atrás con
Inglaterra, pero las exportaciones
habían disminuido y los gastos del
país excedían a los ingresos.
Avellaneda dispuso cumplir con
los compromisos contraídos con el
extranjero y entonces aplicó enér­
gicas medidas económicas, lo que
permitió reducir el presupuesto y
saldar las obligaciones del go­
bierno.
N ic o lá s A v e lla n e d a (1 8 3 6 -1 8 8 5 ). D es­
t a c a d o o r a d o r, hom bre d e le tra s y d e
e stud io, le g is la d o r y m inistro, ocu pó
la p re sid e n c ia d e la N a c ió n en el p e ­
río d o 18 74-80.
Seis mil empleados nacionales quedaron cesantes y el resto sufrió rebajas
de un 15 % en sus sueldos; otras dolorosas medidas de carácter económico
permitieron reducir el presupuesto a
22.000.000 de pesos.
Avellaneda confió en el esfuerzo de
todos los habitantes, a pesar de la te­
naz oposición de la Legislatura y del
periodismo a la política del gobierno.
En un discurso, el presidente manifes­
tó: “ La República puede estar dividi­
da hondamente por partidos internos,
pero no tiene sino un honor y un cré­
dito, como sólo tiene un nombre y una
bandera ante los pueblos extraños. Hay
dos millones de argentinos que econo­
mizarán sobre su hambre y sobre su
sed para responder en una situación
suprema a los compromisos de nuestra
fe pública en los mercados extranjeros.”
La grave crisis no tardó en ser
dominada y el intercambio comer­
cial comenzó a señalar saldos fa­
vorables. Se intensificó el cultivo
de trigo — que en seguida fue
exportado junto con otros cerea­
les— , lo que permitió el progreso
de la industria harinera.
La ganadería recibió gran im ­
pulso y debido al sistema creado
por el ingeniero francés Carlos
T e llie r se enviaron a Europa, en
1876, las primeras reses vacunas
conservadas a cero grado.
En otros aspectos de su obra de
gobierno, Avellaneda fomentó la
llegada de extranjeros al país, por
medio de una ley de inmigración,
en la que colaboró activamente el
ministro Sim ón de Iriondo.
Los ferrocarriles extendieron sus
líneas y en materia cultural fue­
ron creados varios establecimientos
de enseñanza.
La conciliación política
Avellaneda dispuso seguir una
política de pacificación interna,
pero era evidente que existía una
enconada tirantez con el partido
opositor — nacionalista—• que en­
cabezaba el general M itre, quien
sin abandonar su posición revolu­
cionaria había resuelto la absten­
ción cívica para alejarse de los
problemas de interés público.
De acuerdo con su ministro A l­
sina — caudillo del partido Auto­
nomista^—, el presidente expuso
ante el Congreso su política conci­
liatoria (en mayo de 1877) y
anunció la amnistía para los cabe­
cillas de la revolución de 1874. El
acercamiento fue aceptado por el
general M itre, quien dispuso de­
clinar toda actitud de violencia.
455
Soldados de
la
C a r ic a t u r a p u b lic a d a en el p e rió d ico
sa tírico " E l M o sq u ito ". A lu d e a los
g ra v e s p ro b lem as in terno s y exte rn o s
q u e d e b ió a fr o n ta r A v e lla n e d a d e sd e
la p rim e ra m a g istra tu ra .
Una fracción del partido Auto­
nomista, encabezada por los doc­
tores Aristóbulo del V alle y Lean­
dro N . A lem , no aceptó la con­
ciliación y se pronunció en contra.
Como era necesario elegir nue­
vas autoridades para la provincia
de Buenos Aires, los partidos con­
cillados presentaron la fórmula
Carlos Tejedor - José M a ría M o re ­
no., que se impuso en las eleccio­
nes de 1878 sobre la integrada por
Aristóbulo del V a lle - Leandro N.
Alem .
país “ que tras el nombre argenti­
no hay un pueblo que sabe llevar­
lo con honor” .
Como previsión ante cualquier
incidente armado, nuestra flota
zarpó hacia los mares del sur, a las
órdenes del comodoro Luis Py.
Chile no tardó en deponer su
actitud hostil y prefirió iniciar
nuevas negociaciones, que culmi­
naron años después con la firm a
de un tratado.
Con respecto a la cuestión de
límites derivada de la guerra con
el Paraguay, ya nos hemos refe­
rido al resultado del arbitraje nor­
teamericano del presidente Hayes,
quien otorgó a la jurisdicción pa­
raguaya el Chaco hasta la fron­
tera con el Pilcomayo (noviembre
de 1878).
LA
C O N Q U ISTA
DEL
DESIERTO
Relaciones con p aíses lim ítrofes
El problem a del indio
E l gobierno argentino estableció
una línea de navegación entre
Buenos Aires y la costa patagónica,
lo que motivó la protesta de Chile,
cuyas autoridades argumentaban
que el sur de nuestro territorio per­
tenecía a su jurisdicción. A vella ­
neda expuso los fundamentos de la
soberanía nacional sobre esas re­
giones e hizo presente al vecino
A l asumir el mando el presiden­
te Avellaneda, la actitud hostil de
los indígenas constituía un grave
problema, pues los últimos impe­
dían el avance de los blancos y pe­
riódicamente atacaban en malones
los centros poblados x. En esas cir­
cunstancias, el gobierno nacional
— ante la belicosa actitud de los
salvajes—- estaba impedido de ejer-
1 Rosas
había extendido las fronteras por el sur hasta los ríos Colorado y Negro.
E n 1855, los indígenas iniciaron una violenta ofensiva y derrotaron a diversos efectivos
que envió el gobierno de Buenos Aires para contenerlos. L a frontera sufrió un sensible
retroceso y quedó fijada por las poblaciones de Balcarce, Ayacucho, Rauch, Las Flores,
Saladillo, Veinticinco de Mayo, Chivilcoy, Chacabuco y Pergamino.
cer la soberanía efectiva sobre la
actual provincia de La Pampa y la
región patagónica.
La gran extensión desértica de
la Patagonia, habitada en algunos
lugares por diversas tribus erran­
tes, favorecía las aspiraciones de
Chile, cuyo gobierno reclamaba
esos territorios ante la falta de
ocupación efectiva.
En 1870, el coronel Lucio Mansilla
— comandante de la frontera sur— se
internó en regiones ocupadas por los
indios ranqueles y entró en hábiles ne­
gociaciones con ellos.
Con sólo dieciocho compañeros, Man­
silla exploró el sur de Córdoba y bue­
na parte de la actual provincia de La
Pampa. Basado en sus recuerdos, más
tarde escribió el libro “ Una excursión
a los indios ranqueles” , publicado pri­
meramente como folletín por el diario
“ La Tribuna” .
Los indígenas de la región pam­
peana, confederados a las órdenes
del temible cacique Calfucurá — a
quien más tarde sucedió su hijo
Nam uncurá— y con el apoyo de
otras tribus, arrasaban periódica­
mente diversas poblaciones, en
particular de la provincia de Bue­
nos Aires.
El problema del indio se agu­
dizó al perjudicar la economía del
país, por cuanto las futuras líneas
férreas debían cruzar territorios
bajo el dominio de los aborígenes.
El ministro A dolfo Alsina dis­
puso enfrentar el peligro sobre la
base de un sistema defensivo. Es­
tableció una nueva línea de for-
El ca c iq u e C a lfu c u r á , q u ien d e sd e el
a ñ o 18 35 im 
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