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Roj: AJCA 3/2011
Id Cendoj: 25120450012011200002
Órgano: Juzgado de lo Contencioso Administrativo
Sede: Lleida
Sección: 1
Nº de Recurso: 729/2010
Nº de Resolución:
Procedimiento: CONTENCIOSO
Ponente: JOSE MARIA ARISTOTELES MAGAN PERALES
Tipo de Resolución: Auto
JUZGADO DE LO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
ÚNICO DE LÉRIDA Y SU PROVINCIA
PROCEDIMIENTO ABREVIADO 729/2010
PIEZA SEPARADA DE MEDIDAS CAUTELARES 211/2010
AUTO
Magistrado Titular: Ilmo. Sr. D. José Mª A. MAGÁN PERALES
En la Ciudad de Lérida, a 10 de enero de 2011
HECHOS
PRIMERO.- Por la representación procesal de la parte actora, D. Pedro Francisco , se interpuso recurso
contencioso-administrativo contra una aparente en su forma externa Resolución del Director del Servicio
Catalán de Tráfico, de fecha 10 de septiembre de 2010 (dictada en el expediente nº NUM000 ), en la cual
se desestimó expresamente el recurso de alzada interpuesto por el ahora actor contra la previa (y también
aparente) Resolución sancionadora dictada en fecha 16 de febrero de 2010 por el órgano equivalente a un
Delegado Provincial de Tráfico en Tarragona.
En el mismo escrito de interposición del Recurso contencioso-administrativo la parte actora solicitó
la adopción de la medida cautelar consistente en la suspensión de la ejecutividad del acto administrativo
impugnado.
SEGUNDO.- Se confirió el correspondiente traslado a la Administración demandada, la cual y mediante
escrito presentado por la Letrado de la Generalidad de Cataluña en fecha 3 de enero de 2011 se opuso a la
suspensión solicitada, alegando una serie de consideraciones genéricas y en términos totalmente abstractos,
sobre el sentido de las medidas cautelares, y exigiendo caución en el caso de ser admitida la medida cautelar
solicitada, con el resultado que es de ver en autos.
TERCERO.- Por Diligencia de ordenación del Sr. Secretario Judicial de este Juzgado de fecha 3 de
enero de 2011 quedó la Pieza Separada de Medidas Cautelares pendiente para resolver.
CUARTO.- La lengua original en la que esta Resolución se ha concebido y redactado ha sido
íntegramente en castellano, en tanto que lengua española oficial del Estado y por constituir su uso un derecho
constitucional consagrado en el Título Preliminar de la Constitución Española (art. 3.1 CE ), así como por ser
lengua cooficial con plena validez y plena igualdad respecto a su uso en esta Comunidad Autónoma ( STC
31/2010, de 28 de junio de 2010 ).
RAZONAMIENTOS JURÍDICOS
PRIMERO.- La razón de ser de la justicia cautelar en el proceso en general se encuentra en la necesidad
de evitar que el lapso de tiempo que transcurre hasta que recae un pronunciamiento judicial firme suponga la
pérdida de la finalidad del proceso. O como señaló la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad
Europea, asunto "Factortame", de 19 de junio de 1990 , que la necesidad del proceso para obtener la razón
no se convierta en un daño para quien tiene la razón. Posteriormente el Tribunal de Luxemburgo ha reiterado
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esta doctrina en las sentencias "Zückerfabrik", de 21 de febrero de 1991 , " Atlanta", de 9 de noviembre de
1995 o la Sentencia "Antonissen" de 23 de enero de 1997 .
Fiel a estos criterios, el Tribunal Supremo señaló que "el principio constitucional de efectividad de la
tutela judicial ha de proyectarse también sobre la ejecutividad del acto impugnado, lo que dada la larga duración
del proceso reclama que ese control de la ejecutividad se adelante en el tiempo al que en la sentencia se lleva
a cabo sobre el fondo del mismo" ( ATS de 20 de diciembre de 1990 ).
Se configuraba así la apariencia de buen derecho (" fumus boni iuris "), concepto característico
del proceso cautelar civil, y definido por el Tribunal Constitucional español como la "apariencia de que el
demandante ostenta el derecho invocado con la consiguiente probable o inverosímil ilegalidad de la actuación
administrativa" ( STC 148/1993 ), y que ha venido a ser concretado en dos requisitos: la apariencia razonable
de un buen derecho y una falta de oposición seria y fundamentada por parte de la Administración.
La promulgación en 1998 de la nueva Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa
supuso el establecimiento de un conjunto de artículos estructurados
sistemáticamente, que pretenden ser una regulación común del sistema de medidas cautelares en la
jurisdicción contencioso administrativa (arts. 129 a 136 LJCA ), inspirado y siguiendo muy de cerca
la regulación que de la justicia cautelar se había realizado en los procesos seguidos ante el Tribunal
Constitucional (art. 56 LOTC ). Las medidas cautelares tiene por objeto asegurar la efectividad de la sentencia
(art. 129.1 LJCA ), pudiendo adoptarse únicamente cuando, previa valoración circunstanciada de todos los
intereses en conflicto, la ejecución del acto administrativo o la aplicación de la disposición pudieran hacer
perder su finalidad legítima al recurso (art. 130.1 LJCA ). Son sólo estos presupuestos jurídicos los que
hay que tener presentes para pronunciarse sobre la suspensión de la ejecutividad solicitada. Por tanto, lo
primero que debe verificarse es si la ejecución del acto o de la disposición impugnada jurisdiccionalmente va
a hacer ineficaz la sentencia que se dicte. Y en caso afirmativo, pasar a ponderar los intereses en conflicto,
con especial atención a los intereses generales o de tercero, para acordar o denegar la medida cautelar.
Con las medidas cautelares se trata de asegurar la eficacia de la resolución que ponga fin al proceso,
como dice expresivamente el art. 129 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa 29/1998, de 13
de julio , "asegurar la efectividad de la sentencia" que en su día se dicte. Por ello, las medidas cautelares
forman parte del contenido del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva proclamado en el art. 24 CE
( Autos del Tribunal Supremo de 20 de diciembre de 1990 , 7 de abril de 1997 ó 25 de septiembre de 2000 ).
La Ley 29/1998, sin embargo, ha establecido dos modelos distintos de tutela cautelar: las medidas
cautelares de régimen común, referidas a actos administrativos y reglamentos, cuyo presupuesto de adopción
es el " periculum in mora " (arts. 129 y 130 LJCA ), y las medidas cautelares de régimen especial, previstas
para los casos en que la actuación impugnada es la inactividad o las vías de hecho, y en las que el " fumus
boni iuris " constituye el requisito principal para adoptarlas (art. 136 LJCA ).
SEGUNDO.- En el presente caso nos encontramos ante un supuesto de solicitud de medidas cautelares
de régimen general, contemplado en el art. 130 LJCA, que impone el uso de dos parámetros complementarios:
1º) El primero de ellos impone al Tribunal la obligación de efectuar una valoración circunstanciada de
todos los intereses en conflicto, es decir, una ponderación comparativa de los perjuicios que los intereses
contrapuestos pueden sufrir en caso de adoptarse o no la medida cautelar solicitada. La ponderación de
intereses nos obliga a la valoración de la incidencia en la tardanza al resolver, esto es, del " periculum in mora
". La medida puede ser denegada cuando de la adopción de la misma pudiera seguirse perturbación grave
de los intereses generales o de tercero.
2º) El segundo parámetro a considerar es que la ejecución del acto administrativo (o la aplicación
del Reglamento, en su caso) pudieran hacer perder su finalidad legítima al recurso. Esta alusión al carácter
"legítimo" del recurso exige la necesaria apreciación del " fumus boni iuris " de la pretensión.
3º) El último de los criterios a tener en cuenta es la ponderación y la valoración de los intereses en
conflicto.
La ponderación de las circunstancias a valorar a partir del art. 130 LJCA exige no partir de un criterio
único, absoluto o abstracto, sino que obliga a "prestar atención preferentemente a las singularidades del caso,
lo que implica un relativismo reñido con declaraciones dogmáticas y uniforme" ( Auto del Tribunal Supremo,
Sala 3ª Sección 1ª de 4 de enero de 1990 ) y ponderar en cada supuesto los diferentes intereses en conflicto,
debiendo en todo caso salvaguardarse las exigencias del interés público implicado en la ejecución de la
actividad impugnada.
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No obstante, lo anterior no implica -ni mucho menos- que el interés público que representa la
Administración deba ser necesariamente prevalente al interés privado que defiende el ciudadano.
TERCERO.- Como primera cuestión, se aprecia una vez más por este juzgador de oficio un aspecto
que se le ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones a la Administración demandada por este juzgador,
y que por frecuente empieza a devenir exasperante. Tanto la resolución sancionadora confirmada en alzada
como la que trae causa de la mismas no pasan de ser una mera "apariencia" o simulacro de lo que debería ser
un acto administrativo. En particular, volvemos a comprobar que nuevamente tanto la firma del Director del
Servicio Catalán de Tráfico como la del Órgano equivalente a Delegado Provincial de Comunidad Autónoma
en la provincia no son más que meras firmas escaneadas, copiadas y pegadas, pero no firmas autógrafas.
Ya son unas cuantas las sentencias de este Juzgado las que han repudiado expresamente esta manera
de actuar. Y es evidente que este juzgador, como Magistrado, no tolerará jamás que la Administración trate
a los ciudadanos lo que antes tuvo que aguantarle como ciudadano. Se aprecia en concreto en la resolución
sancionadora (y también en otros documentos remitidos al actor) una reprochable actitud de la Administración
pública, que consiste en escanear la firma de la autoridad la cual, una vez convertida en un formato fotográfico,
es adjuntada a cuantas resoluciones sea necesario adjuntarla (mediante un "copiar y pegar") tantas veces
como sea necesario. En concreto, así ocurre con la firma del órgano equivalente a delegado provincial, que
no es más que un burdo pegote escaneado. Y la del propio Director del servicio autonómico Tráfico, que no
son más que firmas escaneadas, es decir no son nada jurídicamente. La firma de la autoridad es un requiso
esencial de cualquier actuación administrativa, hasta tal punto que cuando la autoridad no pueda firmar, la Ley
Ley estatal 30/1992 , de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del procedimiento Administrativo
Común prevé expresamente un artículo, el 16 , doinde se regula la delegación de firma por parte de las
autoridades, y en concreto, "No cabrá delegación de firma en las resoluciones de carácter sancionador" (art.
16.4 Ley 30/1002 ). Más claro, agua. Y acuando la Ley estatal habla de firma se refiere, obviamente, a la
firma autógrafa (o en su caso, a la firma electrónica), pero no a un pegotazo escaneado copiado de manera
mecánica miles de veces. Ni la Adminstración ni sus autotridades están por encima de la ley. Y de la misma
manera que la Ley 30/1992 exige a los ciudadanos que firmen sus escritos mediante "firma del solicitante
o acreditación de la autenticidad de su voluntad expresada por cualquier medio" (art. 70.1 .a) Ley estatal
30/1992 ), lo mismo ha de exigirse a las autotidades de la Administración, por ocupadísimas que puedan
estar. Pero un archivo fotográfico escaneado ni es una firma autógrafa ni puede ser considerado como tal. Es
más, penalmente el funcionario que se esté encargando de expedir los cientos o miles de documentos con
la firma escaneada, pese a poder cumplir órdenes de la autoridad, puede estar incurriendo -sin saberlo- en
un delito de falsedad en documento público; pues la firma que aparentemente consta no es realmente de la
persona que la "coloca".
En estas circunstancias, y dejando a salvo lo que se pueda decir en el asunto principal, (y al efecto se
planteará a las partes oportunamente la correspondiente tesis en el procedimiento principal), a los efectos de
resolver la presente Pieza Separada de Medidas Cautelares, es criterio de este juzgador no conceder validez
legal alguna a esta praxis, por no reunir el requisito de contener la firma manuscrita de la autoridad, sino una
mera fotografía de dicha firma. Ello permite albergar serias dudas no ya sobre la medida cautelar (que debe ser
concedida sin duda alguna con imposición de costas a la Administración) sino incluso sobre la propia viabilidad
del expediente para poder producir efecto jurídico alguno en la esfera del administrado, dado que la misma
corruptela se aprecia en todas las fases del mismo, asunto que será tratado y diferido en el fondo del asunto.
Los anteriores comportamientos de la Administración catalana en materia de tráfico (que parecen
aprendidos de su "hermana mayor" la DGT) son corruptelas que suponen una ausencia de garantías respecto
a la autenticidad de los expedientes tramitados y a los efectos de pronunciarnos sobre la medida cautelar
solicitada, deben ser apreciados a los efectos de conceder la misma de manera automática, sin que haya que
justificar mucho más.
CUARTO.- Jurisprudencialmente debemos citar, además de todas las que ha dicto este juzgado
revocando sanciones de tráfico, la interesante sentencia del Juzgado de lo contencioso-administrativo nº 1 de
Murcia (Sentencia nº 232/2007, de 16 de mayo ), y en la cual se dice:
"SEGUNDO.- La resolución sancionadora obra al folio 5 del expediente administrativo, habiendo sido
dictada supuestamente por el Subdelegado del Gobierno en Alicante, ya que no aparece firmada por dicha
autoridad, sino con una firma estampillada, al igual que también lo es la propuesta de resolución de la Autoridad
instructora y la resolución resolutoria del Recurso de Alzada.
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Por tanto, faltando un requisito esencial para la validez de tal documento, como es su firma original
(sobre el que se ha pronunciado en este sentido la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior
de Justicia de Murcia en sentencia, entre otras, de 30 de julio de 1997 ) ha de concluirse la nulidad del acuerdo
sancionador, pues éste ha de dictarse previa propuesta del instructor, y su motivación ha de plasmarse en el
presente documento, de conformidad con lo dispuesto en los arts- 13.2 y 15.1 del Real Decreto 329/94 , en
su nueva redacción dada por el Real Decreto 137/2000 (...)".
QUINTO.- Ahora bien, en la pieza de medidas que nos ocupa se solicita la suspensión de una sanción
pecuniaria en materia de tráfico, esto es, la suspensión de la ejecutividad y la ejecutoriedad propias e ínsitas
de cualquier acto administrativo. Sin embargo, y a pesar de la oposición de la Administración autonómica
catalana, las alegaciones de la parte que insta la medida tienen entidad más que suficiente para acceder al
otorgamiento de la medida cautelar solicitada, y hacerlo sin exigirle garantía económica alguna. Todo cuanto
se diga lo será, obviamente, sin prejuzgar el fondo del asunto.
Pues bien, simplemente con la documentación que consta en la Pieza Separada de Medidas Cautelares
observamos que la presunta Notificación de acuerdo de incoación " conducir habiendo ingerido o incorporado
al organismo drogas o estupefacientes que alteren el estado físico o mental apropiado para circular sin peligro
resultado pruebas: Cocaína ". En primer lugar, lo que la Administración pretende hacer pasar como "hecho
constitutivo de la infracción no pasa de ser la genérica descripción de un tipo infractor. Sorprende la categórica
afirmación de "habiendo ingerido o incorporado" Parece que la Administración tiene clara la culpabilidad antes
incluso de incoar el propio expediente. Sorprende asimismo que esta presunta incoación sea de fecha 6 de
octubre de 2009, y el primer análisis (que para colmo, tiene también una firma escaneada (por lo cual debemos
dudar de su autenticidad). Pero hay más, la saliva analizada da positivo en cocaína. Pero la cuestión no es
esta, porque lo fundamental es que las drogas o estupefacientes alteren el estado. Y en el presunto y discutible
análisis no se dice ni una palabra de esto, no se hace mención alguna a la proporción de cocaína ni a sus
efectos, cuestión esta última que es fundamental para poder acreditar el cumplimiento del tipo sancionador
descrito.
Obiter dicta , y sin perjuicio de diferir la cuestión al asunto principal, lo cierto es que el actor niega
categóricamente haber consumido cocaína. Pero es que si aun así fuese, el efecto de la cocaína es muy
discutible sobre la conducción, dado que depende de una cuestión de cantidades que como ya se ha dicho,
y a la vista del presunto análisis, no queda acreditada.
SEXTO.- A mayor abundamiento, y como ya se le ha dicho en numerosas ocasiones a la Administración
autonómica, no existe en materia de suspensión de sanciones lesión alguna del interés público. En primer
lugar, (y de nuevo estamos ante una cuestión que habrá de ser dirimida en el fondo del asunto) porque lo
que se alega por la actora son vulneraciones del procedimiento administrativo, es decir, del iter procedimental
seguido, de un procedimiento en el que -no se olvide- la Administración ha sido juez y parte, contraviniendo
el bimilenario principio nemo iudex in causa sua .
En segundo lugar, y por encima de todo, es preciso atender a la naturaleza de lo que se discute, que
es una sanción. La cuantía cuya ejecutividad se pide suspender proviene de una sanción. Y las sanciones
constituyen unos actos administrativos muy singulares, pues el dinero que deriva de la imposición de una
sanción no debe ser considerado por la Administración pública como un impuesto o un ingreso al que se tenga
derecho de antemano; una sanción no es ni una deuda tributaria ni un derecho preconstituido a favor de la
Administración, ni una partida presupuestaria de ingresos que haya que colmatar mediante el ejercicio de la
potestad sancionadora, ni un objetivo al cual haya de llegarse imponiendo sanciones y cobrándolas. Por ello,
la alegación (y las ansias) de la Administración según la cual de otorgarse la suspensión se podría producir un
perjuicio a la Administración debe ser atemperada. Tener atribuida la potestad sancionadora no significa tener
atribuido de antemano el producto de la sanción; resulta simplemente obsceno pensar que la Administración
tenga calculado de antemano lo que ingresará en concepto de sanciones. En este sentido, resulta loable el
paso dado en la legislación tributaria, donde se ha llegado a establecer la regla de la suspensión automática
(sin necesidad de aportar garantía) cuando lo que se impugne sea una sanción tributaria, tal y como dispone
el art. 24.1 de la Ley 58/2003, General Tributaria .
El volumen que ha alcanzado la potestad sancionatoria el materia de tráfico, el celo inconmensurable
con el que la Administración la ejercita, la sensación de cualquier conductor de estar literalmente siendo
perseguido por halcones hasta la extenuación, y las millonarias cantidades que son recaudadas por dicho
concepto (y cuyo producto se lo queda la propia Administración sancionadora), dado que muchas de las cuales
ni siquiera se impugnan administrativa ni judicialmente, hacen que la medida cautelar deba ser concedida sin
duda de ningún tipo y sin exigencia de garantía alguna.
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SÉPTIMO.- Asimismo y por último, es preciso hacer notar que la Administración demandada, por cierto,
no ha justificado hasta ahora (y sigue sin hacerlo), qué destino da al producto de las multas que impone en
materia de tráfico, pudiendo estar incurriendo en un ilícito expresamente vedado si se incumpliera lo dispuesto
en el art. 22.5 del EBEP (Estatuto Básico del Empleado Público ; Ley estatal 7/2007, de 12 de abril ).
Por todo lo anterior procede, sin ningún género de dudas, acoger la medida cautelar de suspensión
solicitada por la actora, sin exigir caución ni garantía de ningún tipo.
OCTAVO.- En materia de costas, y como ya se avanzó, procede la imposición de las mismas a la
Administración demandada por su oposición a la medida cautelar solicitada, que este juzgador considera
temeraria por estar manifiestamente infundada y perseguir únicamente forzar una suerte de resucitación del
principio solve et repete , llevar a cabo la culminación de la exacción forzosa de la multa impuesta y terminar
así de doblegar al administrado, algo que empieza a ser tristemente habitual (y en el que parece que todas las
Administraciones con competencias en la materia actuasen al alimón) en materia de tráfico y seguridad vial.
Vistos los preceptos citados, así como los demás ge general y pertinente aplicación,
PARTE DISPOSITIVA
DISPONGO:
1º) CONCEDER la medida cautelar de suspensión del acto administrativo solicitada por la parte actora,
D. Pedro Francisco .
2º) ORDENAR, como consecuencia del ordinal anterior, al Servicio Catalán de Tráfico de la Generalidad
de Cataluña la INMEDIATA SUSPENSIÓN de la ejecutividad y la ejecutoriedad de la Resolución del Director
del Servicio Catalán de Tráfico, de fecha 10 de septiembre de 2010 (dictada en el expediente nº NUM000
), suspensión que se extiende expresamente a las resoluciones que traen causa del acto administrativo
impugnado, y cualesquiera Providencias de Apremio que para la exacción forzosa de la multa impuesta
hubiera(n) podido dictarse o haber sido dictada(s).
3º) Para hacer completa la protección otorgada por la presente medida cautelar, se señala
expresamente que si desde el día en que la actora interpuso el Recurso contencioso-administrativo (y solicitó
la medida cautelar) hasta el momento de ser notificado este Auto, se hubiera la Administración apropiado de
cantidad alguna en concepto de la sanción de multa impuesta, vendrá la misma OBLIGADA a devolverlo a la
parte actora de manera inmediata en el plazo improrrogable de 20 (VEINTE) días.
3º) La suspensión afectará igualmente a la eventual retirada del puntos del permiso de conducción
del actor, no pudiendo detraerse punto alguno, ni constar la detracción en archivo ni registro público alguno
durante todo el tiempo en que la presente suspensión esté vigente.
4º) Procede realizar EXPRESA IMPOSICIÓN de las costas causadas en esta Pieza Separada de
Medidas Cautelares a la Administración autonómica, por su temeraria oposición.
Notifíquese esta Resolución a las partes, advirtiéndolas que contra la misma, y en virtud de lo dispuesto
en el art. 80.1.a) de la Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa
, cabe interponer recurso de apelación en un solo efecto, en cuyo caso será necesario el previo depósito de
50 euros en la cuenta de Depósitos y Consignaciones del Juzgado, conforme a lo previsto en la D.A. 15ª.4ª
de la LOPJ (redacción dada por Ley Orgánica 1/2009, de 3 de noviembre , complementaria de la reforma de
la legislación procesal para la implantación de la nueva oficina judicial).
Así, por este mi Auto, lo dispongo, mando y firmo
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