LA CARNE PROHIBIDA1 3) Los sarcófagos no son lo contrario de los vegetarianos. Jorge Luis Borges 1. Sacrificio de animales. Desde la antropofagia propia del neolítico los pueblos han evolucionado en dos direcciones: a) hacia el abandono del sacrificio ritual sistemático de los animales domésticos, y b) hacia el incremento de la ritualización de su consumo. La evolución podría haber tenido las siguientes fases: 1) En las sociedades cazadoras-recolectoras paleolíticas toda carne procedía de la caza. No se hacían sacrificios, aunque se propiciaban a los dioses de las especies predilectas, para pedir que los perdonasen por la muerte de sus hijos. 2) Eventualmente en la sociedades cazadoras se criaban humanos en jaulas, que se mimaban y engordaban, para concluir matándolos y consumiéndolos en fiestas. Esto se hizo con osos en pueblos siberianos hasta el siglo XIX; parece relacionarse con el culto a los osos y la conservación de sus cráneos por parte de los neandertales. Es bien posible que este culto sea el predecesor del engorde de humanos en “caponeras” para ser sacrificados y comidos2, como es posible que en su mismo origen el culto a los osos haya derivado del canibalismo. 1 “La carne prohibida”. Yachay, N° 31, pp. 141-158, Cochabamba 2000. 2 Vide Ellefsen 1991. Los pueblos neolíticos -y también los mesolíticos y eneolíticos- ritualizaron la antropofagia de los prisioneros y los criados para ser comidos. La carne del prójimo se santificó por el sacrificio. 4) En los niveles calcolítico y de bronce antiguo el consumo de animales domésticos reemplazó a la carne humana. Como estos animales eran criados domésticamente fue necesario sacrificarlos como ofrendas a dioses, espíritus tutelares y antepasados, como forma de purificar su asesinato. Mientras que el animal cazado era muerto como el enemigo humano en la guerra, con el animal doméstico se había socializado como con el prisionero engordado y bien tratado en una “caponera”. 5) Los sacrificios humanos se siguieron haciendo durante bastante tiempo después de haberse abandonado el canibalismo. Eran sacrificios preciados, como lo habían sido en el neolítico. Con el tiempo, particularmente al distanciarse las costumbres del canibalismo, se prefirió el sacrificio de sucedáneos: figuras humanas, animales. La suovetaurilia sacrificio de un cerdo, un ovino y un toro- de los triunfos romanos reemplazó a los enemigos sacrificados; la ostia cristiana al sacrificio y consumo del rey sagrado. En las sociedades cristianas se abandonó el sacrificio de los animales; estos pasaron sencillamente a ser muertos y faenados utilitariamente, aunque la carne de mamíferos y aves conservó un carácter de impureza pero no así la de peces. Una notable excepción ha sido las corridas de toros, en las que éstos son muertos ritualmente. Las corridas de toros fueron populares en Egipto desde muy antiguo; a veces eran combates entre dos toros, otras lo eran entre un hombre y el toro; ambas formas han sido representadas en Beni-Hassán. Estrabón escribió que había luchas de toros frente al templo en Memfis de Hefesto3 -propiamente de su equivalente egipcio-. Las corridas existieron en la Creta minoica en la forma de acrobacias -saltando sobre toros bravos- realizadas por 3 1 Estrabón, XVII, 31; Gardiner 1930, II, Egypt. 2 jóvenes de ambos sexos vestidos con faldas cortas -aunque ignoramos el conjunto del espectáculo y si se sacrificaban los toros a su conclusión-. En el siguiente milenio en Tesalia se acosó a caballo a toros bravos, como liturgia que concluía con la muerte del toro como ofrenda sacrificial. Al igual que otros juegos de anfiteatro, las corridas de toros fueron populares entre los etruscos. Posteriormente se realizaron con frecuencia corridas de toros en todo el imperio romano, tanto en occidente como en el oriente de habla griega; se hicieron a pie y a caballo, utilizando paños rojos para torearlos4; gustaban a Julio César y se hicieron incluso en la inauguración del Coliseo. A estos sacrificios de toros en los anfiteatros se los denominó en latín taurilia ludus, juegos tauriles de ahí el nombre de taurílias dado en catalán a las corridas de toros-. Se efectuaban en honor de Cibeles y de las divinidades infernales, por lo que tenían el carácter funerario usual en los juegos de anfiteatro. Estos juegos sacrificiales fueron denominados taurocatapsias en griego, término compuesto con las voces taûros, toro, y katháptomai, combatir, luchar, atacar. El que alanceaba al toro estando a caballo era el taurobólion, término compuesto por las voces griegas taûros y ballein, lanzar, alancear; que en latín se convirtió en taurobolium -y en castellano tauríbolo o tauróbolo-. En los siglos II y III e.c. fue usual aplicar a estos vocablos a los sacrificios de toros en honor de diversos dioses particularmente de Cibeles y de Mitra-, prescindiendo de los juegos de anfiteatro. En castellano el término toreador habitualmente indica al que alancea al toro estando a caballo, aunque en la ópera Carmen designe al torero, quien es actualmente la principal figura -luego del toro- en la corrida y que finalmente mata al toro con espada. Los términos torear y toreo son genéricos y se aplican a toda la función. Las descripciones que nos quedan hacen pensar que ya en el período imperial romano las corridas de toros tuvieron todas las características que poseen actualmente: uso de anfiteatro, alanceado 4 Friedlander 1947, p. 583. 3 de los toros por parte de jinetes, empleo de capotes y de paños rojos -con muletas- para los pases, sacrificio a espada, presidente que toma las decisiones agitando un pañuelo blanco -la mappa o servilleta romana-, uso de trompetas de bronce en los cambios de tercios, acompañamiento de banda musical, etc. En lo que ha debido variar es que en los tiempos paganos estos espectáculos taurinos debieron estar dedicados a dioses y prohombres muertos como era usual en los juegos de anfiteatro-, mientras que actualmente en España -pero no en México- se dedican a las festividades católicas. La innovación importante en el toreo como se ha conservado en España es el uso de trajes de luces por parte de los toreros, hechos de seda con bordados en oro y plata; pero incluso esto bien puede proceder de la antigüedad clásica, aunque actualmente el corte es derivado del usado en el siglo XVIII. Estos trajes fastuosos hacen mucho por el espectáculo, que pierde calidad cuando los toreros portan el traje tradicional de los vaqueros españoles -semejantes al de los charros mejicanos pero con otro sombrero-. Falta saber cuán antigua es la actual modalidad de matar al toro clavándole la espada. En la España del siglo XVI lo usual era que el torero decapitase al toro con la espada; así lo hacía César Borja -hijo del papa Alejandro VI Borgia- cuando toreaba en Valencia, de donde era originaria su familia. El uso de trompetas anunciando las diferentes fases de las corridas de toros es una característica sobreviviente de los sacrificios romanos. Cabe recordar que era costumbre romana el celebrar dos veces por año la festividad denominada tubilustrium, en la que se lustraba las trompetas y se inmolaban corderos ofrendados a Saturno. El X de las kalendas de abril -23 de marzose purificaban las trompetas militares, y el X de las kalendas de junio -23 de mayo- las utilizadas en los sacrificios. En China, aunque se ha seguido sacrificando animales ofrendándolos a dioses y antepasados, ninguno ha sido impuro para su consumo, siendo enteramente lícito matar y comer a todas las especies conocidas. Empero los chinos han evitado comer carne de vacuno, no por considerarla impura, sino porque así se preservó este animal durante las malas épocas para su utilización en la agricultura. En India fue necesario hacer sagrado al vacuno para 4 impedir su consumo durante las severas hambrunas periódicas; de este modo el ganado sobrevivía a las carestías y -aunque prescindiendo de comer su carne- servía al campesino para arar la tierra, jalar los carros y dando leche y bosta para los pequeños fogones domésticos. Por el contrario, el islam y el judaísmo han mantenido prohibiciones rituales en las carnes. Las prescripciones dietéticas islámicas se basaron en las prácticas de los árabes preislámicos, cuyo consumo cárneo era escaso, por lo que los animales domésticos eran muertos casi exclusivamente durante las fiestas; buena parte de la carne era consumida durante el festejo y el resto convertida en cecina secándola al sol. Los animales cazados y pescados complementaban la dieta proteínica y, naturalmente, por el carácter esporádico de su obtención, no eran sacrificados5. El Corán dispuso que el consumo de pescado sería siempre lícito. Aunque el cazador al disparar hacia su presa debía invocar el nombre de Alá, empero, dado el carácter no consagrado que tendría la caza ha quedado prohibida al peregrino, cuyas jornadas están consagradas6. Las disposiciones del Pentateuco permitieron el consumo de la mayor parte de los animales cazados -excepto aquellos expresamente prohibidos-, pero con la condición de derramar su sangre al suelo; tan importante se halló este requisito que se estatuyó que también debía hacerlo un forastero que morase entre los israelitas7. Y al igual que en el islam se estatuyó que quien comiese la carne de un animal muerto naturalmente, por accidente o por una fiera, debía purificarse8, aunque en el Deuteronomio se recomendó regalar o vender dicha carne a quien no fuese israelita9. Siguiendo este mismo principio que hacía inmundo o impuro a quien tocase o consumiese un animal muerto naturalmente, era inmundo quien tocase un cadáver humano o entrase en la tienda o habitación donde estuviese10. La disposición del Levítico para que se derramase la sangre de los animales cazados procedía de la estricta prohibición de consumirla11, incluso por parte de un forastero morando entre los israelitas12. Esta prohibición no figura en la antigua sociedad andina -pero sí en el islam-; empero es bien posible que provenga de conceptos muy antiguos, ya que en los pueblos andinos solían derramar sobre los altares la sangre de las llamas sacrificadas, para que se insumiese en la tierra -aunque no siempre la derramaban, ni necesariamente toda-. En el Pentateuco el consumo de un animal sea mamífero o ave- es asimilado al de un ser -semejante en algún grado al humano- y es en la sangre donde residiría su hálito vital, su viva anima, spiritus vivens. Así lo establece el Levítico13: “Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación por el alma en ella”. 5 Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 10 Idem 19, 11-19. 6 Corán, XX, 176; apud Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 11 Lev 19, 16. 7 Levítico 17, 13-14. 12 Idem 17, 10-12. 8 Idem 17, 15-16. 13 Ibidem 17, 11. 9 Dt 14, 21. 14 Bryk 1933, p. 152. 5 Conforme lo señalaron bien los informantes nandi en Africa oriental, entre ellos no había prohibición para el consumo de sangre ni de leche, porque en ambos casos y conforme a su usanza, procedían de animales vivos. Tradicionalmente los nandi y otros pueblos ganaderos de Africa oriental sacaron la sangre a los bovinos abriéndoles venas regularmente y no luego de su faenado14. 6 El principio establecido fue que todo ser animado tiene alma; en su mismo origen el vocablo animal indica que posee animación y alma. Se consideró -por así decirlo- que el consumo de la sangre sería una falta del respeto debido al ser vivo cuya espiritualidad estaría representada por su sangre y consecuentemente una falta de respeto hacia la divinidad: “... Yahvéh, el dios de los espíritus de toda clase de carne...”15; “... porque la sangre es el alma y no debes comer el alma con la carne”16. En los sacrificios de hombres y animales hechos en Mesoamérica y en los Andes no sólo se ofrendaba, pintaba y asperjaba con sangre, sino que se arrancaban los corazones a las víctimas para ofrendarlos a dioses y santos, para quemarlos luego en un bracero frente al altar. También el Levítico especificó que frente al altar debía haber un fuego con este fin, que debía arder permanente17. Este fuego era semejante al nina-willka de los templos del Sol incaicos y a los fuegos patrios dedicados a Hestia o Vesta en las ciudades grecorromanas. En el Levítico se estableció -seguramente siguiendo tradiciones muy antiguas- que la sangre de los animales sacrificados debía derramarse sobre los altares y en sus bases, para que se insumiese en la tierra -por cuanto la esencia de la vida debía retornar a la tierra de la que se creó-; “sobre la tierra la debes derramar como agua”18. Con un poco de ella se debía asperjar siete veces en el lugar santo frente a la cortina del templo19 y también los zócalos y otros sitios del templo20. Los árabes preislámicos también consideraban que la sangre encerraba el principio vital de los animales; los términos sangre y alma significaban también sacrificio. Para que se derramase su sangre sobre la tierra o sobre los altares -o en una fosa al pie de éstos- se sacrificaban los animales degollándolos, tal como se estatuyó en el Corán21: “La sangre ocupa un lugar junto a Alá, antes de haber tocado el suelo. Haced bien por ella a un alma”22. Como los antiguos sirios, fenicios y hebreos, y al igual que los andinos, los árabes preislámicos solían untar con la sangre sacrificial las imágenes de sus dioses y partes de los templos y casas; el Corán condenó que se untase así la piedra negra y los muros de la Kaaba, así como la roca de al-Marwa. En el sacrificio preislámico a la estrella matutina (Venus) el oficiante bebía la sangre de la víctima en comunión23. En tiempos islámicos se ha mantenido la costumbre de degollar animales en honor a los genios (yin) locales24. El Levítico prescribió que para sacrificar se debía poner una mano sobre la cabeza del animal ofrendado -como forma de compenetración con él-. Según el propósito del sacrificio y del tipo de animal -vacuno, ovino, caprino, paloma, etc.-25 se quemaban en el fuego junto al altar las cabezas, los intestinos, las canillas y los riñones, pero siempre se quemaba la grasa, que debía ser ofrendada como la sangre26. Así como la sangre simbolizaba al hálito vital -siendo el corazón el órgano que regula su circulación-, la grasa ha sido símbolo de sus reservas alimenticias -y apreciada en este sentido 15 Números 27, 16. 21 Corán, XVIII, 115; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 16 Dt 12, 23. 22 Corán, XXXIV, 6, 289; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 17 Lev 6, 12-13. 23 Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 18 Dt 15, 23. 24 Corán, XXVIII, 119; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 19 Idem 4, 6-7; ibidem 4, 16-21. 25 Lev 4. 20 Ez 43, 20. 26 Idem 1, 3-17; ibidem 3, 1-16; ibidem 4, 8-10. 7 8 por los andinos-; pero el Levítico estableció que toda la grasa pertenecería a Yahvéh, por la que estaría prohibida a los hombres27. Conforme a la tradición israelita, en shojet o matarife da muerte al animal ritualmente pronunciando una oración a la vez que le corta rápidamente la tráquea. Luego es su obligación lavar la carne que para que no quede nada de sangre que pueda ser consumida conjuntamente, por estar prohibido a los judíos en consumo de sangre, grasa y de los tendones de cuartos traseros. En pueblos neolíticos -como los guaraníes en el siglo XVItoda víctima humana sacrificada era consumida íntegramente; la ofrenda era formal. Ya entre los mesoamericanos se quemaba el corazón y se rociaba sangre; los andinos hacían lo mismo pero eventualmente quemaban llamas enteras después de sacrificarlas, haciendo que el sacrificio fuese completo al no tener un carácter utilitario. Los antiguos hebreos también podían quemar un animal sacrificado28. Y al igual que entre los amerindios, los antiguos hebreos no sacrificaban ningún animal que presentase defecto físico29; siguiendo este mismo principio los guaraníes y otras etnias amerindias consideraban como ofrenda impura a un humano con un defecto visible -lo que no impedía que lo terminasen comiendo- y los incas no sacrificaban a jóvenes con defectos tan nimios como lunares. Por extensión de este principio, los hebreos no permitían que realizase sacrificio quien tuviese un defecto físico bien visible como ser tullido, cojo, tuerto, etc.-30 o fuese eunuco31. Eventualmente podían haber excepciones -por ejemplo, cuando no había animales machos adecuados-, así como los sacrificantes bien podían obrar sin rigor; de ahí que se los maldijese: “(Maldito el tramposo que tiene macho en su rebaño, pero que promete en voto y sacrifica al baal bestia defectuosa!”32 Los musulmanes han considerado que el sacrificio formal de un animal -en un peregrinaje o como expiación, por ejemplodebía ser de una víctima sin defecto y que no hubiese sido envilecida arando o regando33. Se ha sacrificado preferentemente camellos, bovinos y ovejas; la carne se ha consumido -pero derramando la sangre- repartiéndose una parte entre los pobres o toda de tratarse de una expiación -y siguiendo este principio es que la carne de los toros muertos en las lidias es repartida entre los pobres-. Estos repartos de las víctimas sacrificiales ya los practicaban los árabes en tiempos preislámicos, como cuando ofrendaban víctimas cada luna nueva -como hacían los andinos al principio de cada mes-. Siguiendo la tradición semítica, la sangre derramada purifica del asesinato perpetrado en un animal -como el sacrificio y la comunión colectiva purificaba del canibalismo-, siendo el fin el consumo y el sacrificio la expiación; aunque muchos musulmanes, incluso cultos, interpretaron el sacrificio como un rescate del infierno, tanto más seguro cuanto más perfecta y valiosa la víctima34, no obstante que el Corán no lo entendió así: “No pido a los humanos medios de existencia, no pido que me alimenten, pues Alá es el alimentante”35. La expiación por la sangre derrama al matar a un animal para comerlo se contrapone a otro principio: ofrecer a una divinidad una porción del animal sacrificial, para conseguir su 27 Ibidem 3, 16. 28 Ibidem 4, 12. 32 Mal 1, 14. 29 Ibidem 3, 6; Dt 17, 1. 33 Corán, II, 25, 27; idem, III, 4, 535; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 30 Ibidem 22, 16-23. 34 Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 31 Idedem 22, 21-28. 35 Corán, I, 58, 57; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. 9 10 favor. Este principio sublima una intención social que se observa entre chimpancés cuando han cazado una presa y come carne: a) ofreciendo trozos a los compañeros como comunión grupal; b) obsequiando trozos a los superiores en status, como forma de bienquistarse y asegurarse su protección; y c) obsequiando trozos a una o más hembras con la que desea bienquistarse -particularmente si están en celo; El motivo indicado en b) implica tanto la parte utilitaria de repartir un alimento codiciado, como es la carne, como el acto de comulgar: a1) Tradicionalmente, cuando una comunidad del altiplano boliviano mató a un funcionario odiado todos comieron una parte del cadáver -usualmente preparado en forma de guiso o fricasé-; de este modo todos fueron cómplices en el crimen, sin poder excusarse ni acusar a otros. a2) En algunos pueblos antiguos el rey moribundo fue muerto por sus allegados y su cuerpo comido por muchos, como forma de compartir sus santidad. En el caso de la comunión cristiana es la comunidad la que comparte el comer en común el cuerpo simbólico de su divinidad protectora -es por eso los protestantes consideraron que los católicos serían teófagos; sin sentido ha sido la acusación de artólatras hecha por los calvinistas a los católicos, como si adorasen a un pan; de artos, hogaza de pan, y latreía, servicio, que en este caso se entiende como adoración-. El motivo indicado en b) es de acatamiento a la superioridad social; es el mismo principio por el que el gato que caza un ratón o una rata y lo deja a la puerta principal o incluso de la cocina de la casa donde vive o donde quiere ser acogido. El ratón o la rata es una ofrenda, para que coman los dueños de casa y estén contentos con el gato. Sobre esta base de instinto social desde muy antiguo se obsequió carne a personas para congratularlas o bienquistarse con ellas, y además se ofrendó carne a superiores sociales. Racionalmente pudo argumentarse que ningún dios se alimenta espiritualmente de carne o de otras ofrendas, pero la fuerza del instinto tendió a sobreponerse muchas veces sobre el 11 criterio más racional y también más espiritual de que el sacrificio es en expiación por el crimen cometido en un animal viviente. Para cumplir con estas dos motivaciones se las pudo combinar, matando sacrificialmente a un animal y quemando algo de su carne en honor de un dios para obtener su benevolencia. En la terminología latina el que desollaba una víctima sacrificial, la cortaba y separaba la parte para los dioses era el prosecte, de pro-sectare, cortar por delante; lo cortado así es prosectus o prosecta -actualmente el prosector es el disecador o preparador de cadáveres en clases de anatomía-. Conforme se recordó la enseñanza de Pitágoras respecto a comer carne: “Y no es suficiente con cometer esta clase de crimen, sino que se lo imputan a los mismos dioses al creer que las altas divinidades se gozan con la sangre de un laborioso buey”36. 2. Ingestas prohibidas. Además de tener prescripciones bastante más rigurosas que las practicadas en la sociedad incaica, tanto los hebreos como el islam prohibieron el consumo de la carne de algunos animales aunque un ocurrente ha considerado que la carne prohibida es la de la mujer del prójimo-. La única carne cuyo consumo prohibió el Corán es la de cerdo37 -incluso al peregrino a La Meca38-, disponiéndose expresamente como lícitas las carnes de los demás animales: “No impongáis prohibiciones sobre las buenas cosas que él ha creado, permitidas para vosotros”39. Empero se consideró 36 Ovidio, Metamor., XV, III (Pitágoras). 37 Corán, II, 72, 12; idem, II, 72, 30; ibidem, III, 10, 47; apud Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 38 Corán, XX, 176; apud Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 39 Corán, I, 5, 89; idem, X, 7, 7; apud Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 12 impura la carne de un animal que no hubiese sido sacrificado en el nombre de Alá y más aún si lo fuese en nombre de algún otro dios, quedando el recurso de purificarla: “Os está prohibido: la bestia muerta, la sangre, la carne de cerdo, aquello sobre lo cual ha sido pronunciado un nombre distinto de Alá, la bestia estrangulada, muerta a golpes, de una caída o de una cornada, aquello de lo cual han comido las fieras, excepto lo que purifiquéis...”40 La purificación la han hecho los musulmanes invocando el nombre de Alá, como en el sacrificio de los animales, cuando se dirige con rumbo a La Meca la cabeza de la víctima -a esta orientación ritual se la denomina al-qibla en árabe y alquibla en castellano-, de un modo semejante al practicado en la sociedad incaica cuando a las llamas se las sacrificaba dirigiendo su cabeza hacia el sol. Al matar a la víctima el musulmán pronuncia la frase consagrada: “Bismill'ah ar rahman ar rahim” (“En el nombre de Dios, el piadoso, el apiadable”) -se suele traducir esta frase, quizá con mucha razón, al tenor de las palabras del antiguo testamento: “clemente y misericordioso”, y también “benévolo y misericordioso”41-. Las prohibiciones alimentarias israelitas en parte han sido semejantes a las de los antiguos egipcios, como la prohibición de comer pescados; empero los egipcios comían aves acuáticas, y tanto los israelitas como los egipcios comían aves domésticas, palomas, pichones, gansos, perdices, codornices. Para los israelitas estaba prohibidla ingesta de liebres y conejos42. Los hebreos han considerado impuras las carnes de varias especies, las de animales no sacrificados y en general las de aquellos cuya sangre no fuese derramada -exceptuando los pescados-43. El Levítico estableció los 40 Corán, I, 16, 116; idem, 2, 168; ibidem, XXIII, 112; apud Gaudefroy 1960, II, V, IV, b. 41 Joél 2, 13; Jonás 4, 2; Nezikín, Pirqé avot, II, 14; vide Romano 1975, p. 670. 42 Johnson 2003, p. 53. 43 Dt 14, 4-20. 13 animales prohibidos de comer e incluso de tocar estando muertos: camello, tejón, liebre, cerdo44; los animales marinos que no tengan aletas ni escamas45 -lo que incluye a mariscos y crustáceos-; entre las aves: águila, quebrantahuesos, buitre negro, milanos rojo y negro, cuervo, avestruz, lechuza, gaviota, halcón, mochuelo, cuervo marino, búho, cisne, pelícano, buitre, cigüeña, garza y abubilla, además de otros animales como murciélago46, topo, jerbo, lagarto, salamandra y camaleón47 -en el libro de Isaías se maldijo a quienes consumiesen carne de cerdo, reptil y ratón48-. Y no sólo el contacto directo con estos animales fue considerado contaminante -tanto estando vivos como muertos-, sino que incluso tendrían la capacidad de contaminar a otros animales y las vajillas utilizadas para comer49; el contacto con los animales prohibidos -al igual que con los excrementos humanos- debía expiarse50. Pero se dispuso lícito comer langostas y otros insectos51. Con los conocimientos actuales es difícil determinar las causas que llevaron a los hebreos a hacer esta lista de animales impuros y no son convincentes las explicaciones intentadas para justificar la prohibición del consumo de la carne de cerdo establecida por el judaísmo y el islam. Es harto probable la hipótesis - muy aceptada- que el tabú del cerdo lo hayan tomado los cananeos de los egipcios y que posteriormente se haya difundido al 44 Lev 11, 4-8. 45 Idem 11, 9-12. 46 Ibidem 11, 13-20. 47 Ibidem, 11, 29-30. 48 Is 66, 17. 49 Lev 11, 32-38. 50 Idem 5, 2-4. 51 Ibidem 11, 21-22. 14 ser adoptado en el judaísmo y luego en el islamismo -así como es verosímil que la prohibición de la carne de los otros animales mencionados provenga de tabúes sobre ellos al estar consagrados a divinidades, como los buitres y otras aves-; esto si estas prohibiciones regionalmente no procedieron de leptolítico. Buitres y águilas tradicionalmente fueron consagrados a las divinidades; de ahí que en el denominado Cántico de Moisés del Deuteronomio52 se compara a Yahvéh con un águila53, metáfora que, tratándose de pueblos antiguos, no puede dejar de tener una asociación subyacente o un equívoco en la tradición, porque el águila es ave de Zeus, equivalente a Baal-Hadad. En Egipto el cerdo estaba consagrado al dios Set -que los griegos denominaron Tifón-; fue en la forma de un cerdo negro que Set hirió a Horus en un ojo. Por este crimen, Set fue abominado por Ra y una vez al año se sacrificaron cerdos en honor a Osiris54, para luego repartir su carne y celebrar ágapes. El cerdo negro que hirió a Horus era equivalente al jabalí que mató a Adonis55. Los griegos narraban que fue Apolo en cuanto dios solar- quien tomó la forma de un jabalí para matar al bello Adonis, amante de Afrodita -la Astarté o Astoreth del área siríaca, fenicia y cananea-, de quien estaba celoso. Vale recordar el ejemplo de los pueblos del interior de Borneo, que a fines del siglo XX sacrifican cerdos domésticos en sus fiestas, conservando sus cabezas como antes lo hacían con las cabezas-trofeos humanas. Es harto probable que los pueblos neolíticos del medio oriente hayan adoptado al cerdo como animal sacrificial, sucedáneo del sacrificio humano y de la antropofagia. En etnias papúas que fueron antropófagas hasta la primera mitad del siglo XX, en sus templos se ha conservado las mandíbulas inferiores de los cerdos sacrificados y consumidos; cuando la antropofagia fue extensiva se conservaban los cráneos o sólo las mandíbulas inferiores de los humanos adultos consumidos. En México Tenochtitlán había una estructura donde se guardaban todos los cráneos humanos de los sacrificados en esa ciudad. En el siglo XVI en las etnias colombianas -la mayor parte de las cuales eran antropófagas- se guardaban las cabezas de los enemigos muertos colgadas de los techos o de los dinteles de las casas y palacios de sus jefes, en señal de poder y triunfo56; incluso de los techos de algunos templos colgaban las pieles rellenadas con ceniza de los principales enemigos que habían muerto57. Todavía en la actualidad entre los torayas de las Célebes son los búfalos los sacrificios más estimados -como lo fueron los bóvidos entre los grecorromanos-; las casas ricas exponen series de mandíbulas inferiores de búfalos que sacrificaron en el pasado, como signo de riqueza y no precisamente de devoción. Los búfalos son la unidad mayor de intercambio entre los torayas; se da el valor de la tierra en búfalos, lo que es comparable al valor de las desposadas en las etnias ganaderas de Africa oriental y al arcaísmo romano de considerar la pecunia por los pecuus o ganados bovinos. Más tarde hebreos y árabes utilizaron corderos como animales sacrificiales en reemplazo de los cerdos, y los cristianos aunque a nivel simbólico- identificaron a Jesús con el cordero sacrificado en expiación. El cerdo habría pasado de ser el sucedáneo del humano sacrificado y comido en comunión, a ser carne prohibida, al igual que la humana al abandonarse el canibalismo. Quizá como recuerdo de haber sido el cerdo el primer animal doméstico para su consumo -como entre los dayak de Borneo y los papúas-, Platón figuró a los porquerizos como los primeros criadores de animales para su consumo58 y Ovidio a los 52 Dt 32-33. 53 Idem 32, 11. 56 Cieza 1945, XI; idem, XV. 54 Frazer 1998, XLIX, 4. 57 Ibidem, XXVIII. 55 Vide idem, XXXII. 58 Platón, República, II, XIII, 373c. 15 16 cerdos como los primeros animales criados exclusivamente para comerlos59. La identificación entre los caníbales criadores de porcinos que no incluyó a los amerindios neolíticos- de la carne de cerdo con la humana, se ha registrado etnográficamente. Los isleños de Melanesia, que fueron caníbales hasta 1950, denominaban “cerdos largos” a los humanos que comían. Esta traición prehistórica fue recogida en los kening, versos de la antigua literatura nórdica: “Otro kening es lechón largo, que era el eufemismo goloso que daban los caníbales al plato fundamental de su régimen”60. No sólo sirvió el cerdo como sucedáneo del humano para sacrificarlo y comerlo, sino que vino a identificarse con él, al menos en cuanto a comestible. De ahí que en una metáfora poética escandinava (kening) el humano fuese llamado lechón largo61, como eufemismo en el que la carne humana es equivalente a la de cerdo. ¿Se imagina el lector un humano -ya no un cadáver, que es para forenses y estudiantes de medicina, y no para cocineros ni gourmets- adobado, rostizado y con una manzana en la boca, como nos sugiere este kening?” La impureza de la carne de cerdo para judíos y musulmanes, que, conforme a la tesis expuesta en este trabajo, sería por haber reemplazado a la carne humana en el canibalismo, también hizo que se considere que es la de porcino la carne más pura. Para muchos españoles de prosapia cristiana la carne de cerdo es la mejor, la más pura y propia para el cristiano -al punto de que algún bromista haya agregado que los católicos deberían comulgar con carne de cerdo-. Esta tradición la reseñó Cicerón atribuyéndola a un dicho de Crisipo, y más tarde Clemente de Alejandría lo atribuyó a Cleantes: “En cuanto al cerdo, solamente puede dar alimento; en verdad Crysippo llega a decir que el alma se le dio a él para que le sirviera de sal y lo preservara de la putrefacción; y puesto que este animal es muy apto para la alimentación del hombre, la naturaleza lo hizo el más prolífico de todos”62. Entre los grecorromanos -como lo escribió Diódoro Sículoestuvo difundida la creencia de que lo hebreos adoraban a un dios asno; mito persistente que era conocido en Arabia de tiempos de Mahoma. El hecho es que en la Arabia preislámica -y después también- se consideraba propicio imitar a los asnos para evitar ciertas enfermedades, en la idea de que estos animales eran gratos a los genios locales63. La adoración de un dios asno entre los cananeos y posiblemente entre otros pueblos de habla semítica en la península arábiga, parece haber sido generalizada durante el período de los hicsos en Egipto -siendo los hicsos cananeos-, quienes adoptaron al dios egipcio Set -dios del desierto y de la tormenta con figura de asno- como propio, identificándolo con Baal-Hadad -también dios de la tormenta, que tuvo a las diosas Anat y Ashtoreth (Astarté) como compañeras-64. Que los hebreos y musulmanes tradicionalmente hayan sacrificado los animales domésticos, concentró su consumo durante los días festivos. Los musulmanes han considerado lícito conservar una parte en forma de cecina -siguiendo la costumbre árabe preislámica- o actualmente mediante su refrigeración, mientras que los hebreos no; el Levítico estableció que la carne de los animales sacrificados deba ser consumida en el mismo día o al día siguiente, siendo reprobable hacerlo al tercero65. En el caso de los sacrificios 59 Ovidio, Metam., XV, III (Ovidio 1979, p. 394). 64 De Vaux 1975, III, VI. 60 Borges 1974, p. 380. 65 Lev 18, 6-7. 61 62 Cic., De nat. deo., II, LXIV, 160. 63 Corán, II, 72, 28; idem, III, 10, 44; ibidem, X, 8, 48; ibidem, XI, 1, 1579; ibidem, XVIII, 163; ibidem, XLIV, 288; apud Gaudefroy 1960, II, V, III, d. Idem. 17 18 en acción de gracias, el consumo se estableció para el mismo día66 porque tenía un carácter de comunión67. Los pueblos en los que prácticamente toda la carne de mamíferos y aves procedía de animales sacrificados, preferentemente en las festividades -como entre los antiguos andinos, aztecas, grecorromanos paganos, hebreos y musulmanes-, como debía consumirse desde el mismo día del sacrificio era necesario que estuviese bien cocida. La carne de pescado y de mariscos es de mejor sabor cuanto más fresca, mientras que la de aves y mamíferos mejora cuando pasa algún tiempo -es decir, cuando madura-. El comer la carne de modos diversos y madura como hacen los franceses- y más aún los bifes "a la sanguinaria" como hacen los británicos- o cruda -“a la tártara”-, requiere de una vena de tradición “bárbara” que omita la obligatoriedad del sacrificio; aunque viene al caso recordar que en la sociedad andina, aunque los animales domésticos eran sacrificados, eventualmente se comía cruda la carne y se bebía la sangre, así como en algunas sociedades cristianas europeas -como en la española y en vastas regiones hispanoamericanas- pese a que el sacrificio de animales se abandonó hace bastantes siglos, las costumbres siguieron apegadas a la carne hervida -preferentemente fresca- y en todo caso siempre bien cocida -como en el islam y en el paganismo grecorromano-. Estos sacrificios, con su consecuente consumo de carnes tan escasas o simplemente inexistentes en otros días-, por sí mismos producían regocijo: “... jolgorio y alegría, matanza de bueyes y degüello de ovejas, comer carne y beber vino. Comamos y bebamos, que mañana moriremos”68. 66 67 68 En las fiestas preexílicas -y a diferencia de las prácticas judías posteriores- fue usual el consumo de bebidas alcohólicas vino y cerveza- y la embriaguez69. Al igual que los antiguos andinos, los hebreos antes de la destrucción del templo de Jerusalém por los romanos ofrendaban comestibles cultivados, granos y aceite70; también ofrendaban los mejores frutos que cosechaban71 y las primeras cosechas de los árboles72 -comparable a las ofrendas que hacían los andinos de primicias y de papas denominadas llallawas-73. Los cananeohebreos con trigo y harina ofrendados hacían panes sin levadura que consumían en calidad de comunión, tanto por parte de los sacerdotes74 como de los feligreses, pero con la condición de que éstos estuviesen ritualmente puros -de polución por contacto con un muerto, eyaculación involuntaria o con mujer, etc.-. En la sociedad incaica, las mujeres consagradas al dios solar -denominadas mamakuna en plural del quichuaconfeccionaban bollos de harina de maíz o eventualmente de papas estrujadas, como puré, que amasaban con sangre de llamas sacrificadas. Durante los festivales cada feligrés comía un bocado de uno de estos bollos, como confederación con el Inca -y con el orden socio-político establecido-; los bollos eran servidos tanto por las propias mamakunas como por sacerdotes. En las grandes fiestas del año se remitían de estos bollos -que hacían de pan consagrado- desde el Cuzco a todas las provincias para que allí los comiesen los dignatarios, señores étnicos y sacerdotes locales en señal de confederación y vasallaje75. Esta práctica debió ser 69 1 Samuel 1, 13. 70 Idem 2, 1-16; ibidem 6, 14-15. 71 Exodo 34, 26. 72 Idem 34, 19; Lev 19- 23-25. 73 Dt 12, 5-19; Nm 28-29. 74 Lev 24, 5-9. 75 Acosta 1979, V, 23; Anónimo 1918, p. 12; Cabello 1951, III, 19. Idem 22, 29-30. Jue 21, 4; 1 Sm 9, 13. Is 22, 13. 19 20 muy antigua -es de suponer que desde el paleolítico- y existió en muchas etnias indoamericanas prehispánicas. En las islas del Caribe y en la costa venezolana se consagraban panes -que guardaban para las fiestas de todo el año- que algunas mujeres posiblemente las concubinas de los reyes- tenían el privilegio de repartirlos76. Los bollos consagrados incaicos combinaban la comunión con los alimentos vegetales -cultivados en el nivel agrícola, recolectados en el paleolítico- y con la sangre de los animales sacrificiales. Es posible que en culturas preagrícolas no se mezclasen con sangre, dado que los animales eran cazados excepto cuando se criaban para sacrificarlos, como los osos en Siberia, por ejemplo-; empero, desde el canibalismo y los sacrificios humanos los panes consagrados podían ser combinados con sangre sacrificial -como en la sociedad andina- o serlo simbólicamente -como las ostias cristianas-. Cuando David llegó al santuario de Nob -en la falda del monte Scopus, al este de Jerusalém- pidió comida para dársela a los hombres que se unirían a él; le atendió Ajimélek -el sacerdote local, descendiente de Elí; obsérvese el nombre de su antecesor en honor del dios El y el suyo propio, “Aji-rey”, en honor de un dios que bien pudo haber sido el del santuario local-: “No hay pan común bajo mi mano, pero hay pan consagrado, si es que los jóvenes se han abstenido al menos de mujeres”77. Entre los antiguos hebreos usualmente la carne de los animales sacrificados era destinada al consumo de la población78 exceptuando la sangre que se derramaba y la grasa que se quemaba, aunque debían entregar a los sacerdotes para su consumo “la espaldilla y las mandíbulas y el estómago” de los bovinos y ovinos sacrificados79; pero las carnes ofrendadas a Yahvéh quedaban en beneficio de la casta sacerdotal80 -cuando los animales no eran quemados íntegramente en ciertos sacrificios-, así como el diezmo de toda la producción agrícola -de semillas y frutos-81; ciertos diezmos y sacrificios eran entregados a los levitas82, a los huérfanos, viudas y forasteros residentes entre los israelitas, pero estaba prohibido ofrendar la carne -y otros alimentos- a los muertos83. Con la centralización del culto en el templo de Jerusalém desde tiempos de Ciro, se acrecentó el beneficio de sus sacerdotes: todo lo mejor de las primicias y de las moliendas -además de los animales sacrificados-84. El profeta Oseas acusó a los sacerdotes de comer a costa de las ofrendas expiatorias85; empero esta acusación era exclusivamente porque mantenían el culto tradicional a los dioses y no exclusivamente a Yahvéh, como predicaba. También era lícito que un israelita consumiese la carne no sacrificada formalmente -y consecuentemente entregando una parte al sacerdocio- e incluso carnes consideradas impuras, aunque siempre debiendo derramar la sangre, cuyo consumo estaba estrictamente prohibido. Pero este consumo debía ser en privado: “... tendrás que comer dentro de tus puertas siempre que tu alma lo desee con vehemencia”86. 79 Dt 18, 3-5. 80 Lev 6, 16-18. 81 Idem 27, 30-33; vide Dt 12, 5-19; idem 14, 22-23; et in fine Nm 28-29. 82 Ez 43, 19. 83 Dt 14, 28-29; idem 26, 12-13. 76 Benzoni 1989, p. 147; Lopez 1965, I, p. 52. 84 Ez 44, 30-31. 77 1 Sm 21, 5. 85 Os 4, 8. 78 Nm 18, 17-19. 86 Dt 12, 21. 21 22 FRAZER, James George 1998 (1922) La rama dorada. Magia y religión. Ed. 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