La arquitectura monetaria y financiera internacional, la coordinación

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La arquitectura monetaria y financiera internacional,
la coordinación de políticas macroeconómicas
y el papel de supervisor del FMI
Alexander K. Swoboda
Presentación para las Jornadas Monetarias y Bancarias del Banco Central de la República
Argentina
Buenos Aires, 5 y 6 de junio de 2006∗
De la prevención y resolución de crisis a la resolución de desequilibrios mundiales
1. Ante la ausencia de crisis de mercados emergentes en el horizonte cercano y el carácter
cada vez más acuciante que adquiere la cuestión de los desequilibrios en cuenta corriente,
el debate sobre la arquitectura del sistema monetario y financiero internacional ha dejado
de centrarse en la prevención, gestión y resolución de crisis monetarias y de deuda para
hacer hincapié en la solución de desequilibrios mundiales. Este cambio de énfasis se ve
reflejado en el tema principal del informe del Director Gerente del FMI sobre la aplicación
de la estrategia de mediano plazo del Fondo y del comunicado del CMFI, de abril de 2006,
sobre la supervisión multilateral. La resolución de los desequilibrios mundiales
contemporáneos, en especial del déficit gemelo —presupuestario y en cuenta corriente— de
los Estados Unidos y del correspondiente superávit en cuenta corriente del resto del mundo,
además de evitar un aterrizaje forzoso de la economía mundial, ha puesto de relieve la
coordinación internacional de políticas macroeconómicas y el papel del FMI en ese
proceso.
∗
Esta presentación sigue, en parte, los argumentos que expuse en un documento más amplio, “La arquitectura
monetaria y financiera internacional en una economía mundial integrada”, que preparé para su inclusión en el
libro que se publicará en 2007 en conmemoración del 1er centenario del Banco Nacional de Suiza.
2. La coordinación internacional de políticas macroeconómicas ha tenido una historia
accidentada durante el período de posguerra. El sistema de coordinación plasmado en el
Convenio Constitutivo original del FMI —que giraba en torno a los tipos de cambio fijos
pero ajustables y, en la práctica, a la armonización de la política monetaria de los Estados
Unidos— se abandonó en 1973, con la adopción de tipos de cambio flexibles para las
principales monedas. Una de las razones que se adujeron para adoptar tipos de cambio
flexibles era que, de hacerlo, se soslayaría la necesidad de coordinar las políticas. Esa
esperanza se frustró pronto (como podrían haberlo predicho las consideraciones teóricas) y
hubo varios intentos de coordinación internacional de políticas macroeconómicas, entre los
que cabe citar, en primer lugar, los intentos de hacer frente a los shocks petroleros de 1973
con el auspicio de la OCDE. Los países cuya posición en cuenta corriente era precaria y/o
cuyo producto experimentaba ciclos de contracción (como Italia o Francia) entraban en un
círculo vicioso de depreciación monetaria y estanflación si trataban de adaptarse por sí
solos a la suba del precio del petróleo, mientras que los países cuya posición en cuenta
corriente era sólida y/o cuya mano de obra era más flexible (por ejemplo, Alemania, Japón
y los Estados Unidos) entraban inicialmente en un círculo virtuoso de apreciación
monetaria e inflación decreciente si optaban por no adaptarse al shock petrolero. No
obstante, ese círculo virtuoso podía ceder, con el tiempo, ante la recesión cuando sus
monedas se disparaban al alza. Para resolver este dilema, la llamada “teoría de la
locomotora” de la coordinación proponía que los países que tenían cuentas corrientes
sólidas se pusieran a la cabeza de la expansión y arrastraran consigo a los países débiles.
Los países superavitarios se opusieron mucho a ese enfoque, que pronto dio lugar al
denominado enfoque “convoy”, según el cual todos los países tenían que crecer a la vez y a
un ritmo moderado: por así decirlo, los más fuertes tenían que escoltar a los más débiles. Al
final, las medidas adoptadas en ese sentido terminaron siendo demasiado escasas y
demasiado tardías.
3. Vale la pena mencionar un segundo intento de coordinar políticas. El aumento de los
déficits gemelos —fiscal y en cuenta corriente— de los Estados Unidos, acompañado de la
fuerte apreciación real y nominal del dólar entre 1980 y 1985 y seguido de una
depreciación igualmente fuerte en los dos años siguientes, generó preocupaciones respecto
del desfase cambiario así como de la sostenibilidad y la solución de los desequilibrios en
cuenta corriente. Se preconizaron cada vez más las zonas de referencia y la coordinación
internacional de políticas basadas en el tipo de cambio; los Estados Unidos también
atacaron a los países superavitarios (en particular, Japón y Alemania), exigiéndoles la
apreciación de sus monedas (en particular, del yen) por temor a que surgiera el
proteccionismo. Los desequilibrios mundiales se habían convertido en el centro de las
conversaciones en materia de políticas, aunque no tanto de las iniciativas al respecto. Estas
últimas se limitaron a intentos por depreciar el dólar, lograr cierta intervención y prometer
ciertos cambios de políticas, principales resultados del acuerdo Plaza celebrado en agosto
de 1985. Luego, siguió la intervención para frenar la caída del dólar, en el acuerdo del
Louvre de 1987.
La coordinación internacional de políticas macroeconómicas: fundamento
4. Por más que, en la práctica, la coordinación internacional de políticas haya sido
limitada, en la teoría se basa en un fundamento claro: la política macroeconómica de todos
los países excepto los más pequeños acarrea consecuencias indirectas para otros países y,
cuanto más estrechos son los vínculos entre las economías (más independientes son), más
fuertes y complejas probablemente sean esas consecuencias. La creciente integración de la
economía mundial, en particular de los mercados financieros y de capitales, pareciera así
otorgar a la coordinación internacional de políticas macroeconómicas más importancia que
nunca. “Pareciera” porque la complejidad de los vínculos también dificulta el proceso de
coordinación. Sin embargo, los fundamentos de la coordinación internacional de políticas
plasmada en la bibliografía sobre la teoría de juegos, por muy compleja que sea su
elaboración teórica, son simples: ante las consecuencias indirectas de las políticas
internacionales, los resultados de las políticas que no tienen en cuenta esas consecuencias
se ven dominadas por aquellas que sí lo hacen. No obstante, si bien los resultados
cooperativos dominan los equilibrios de Nash, éstos son difíciles de alcanzar a menos que
los actores puedan comprometerse de manera creíble a no renunciar a la estrategia de
cooperación. Además, si los actores no conocen a ciencia cierta la naturaleza exacta de la
estructura de las economías y de sus interconexiones, o si se basan en modelos de economía
diferentes, el resultado cooperativo quizá sea peor que el que no fue coordinado.
5. Existe un enfoque más sencillo que los modelos de la teoría de juegos para abordar las
cuestiones de coordinación de políticas: la regla de metas e instrumentos de Tinbergen, que
Meade aplicó a cuestiones de equilibrio interno y externo y que Mundell usó ampliamente y
complementó con su “principio de clasificación efectiva de mercado”. Este último hace
hincapié en la dinámica de convergencia hacia las metas mediante un sistema de respuestas
descentralizadas de política a las discrepancias entre los valores reales y deseados de las
variables meta en un mundo de conocimiento imperfecto. Establece que los instrumentos de
política deben ser asignados a las metas sobre las cuales tienen más influencia que otros
instrumentos. Genberg y Swoboda se valieron de este enfoque para enmarcar el análisis de
los problemas de política y coordinación que suscitaron el déficit en cuenta corriente de los
Estados Unidos y los superávits de Alemania y Japón a mediados de la década de 1980.
Estas cuestiones se asemejan bastante a las que se tratan en los debates contemporáneos
sobre las políticas adecuadas que han de aplicarse para solucionar los desequilibrios
actuales entre los Estados Unidos, Europa y Asia, y el enfoque se puede aplicar a ese
contexto.
6. En el enfoque de metas e instrumentos para la formulación de políticas económicas, el
primer paso consiste en garantizar que haya una misma cantidad de instrumentos
independientes de políticas que de metas de políticas. De ser así, en principio se pueden
alcanzar todas las metas al mismo tiempo (esta es una de las diferencias respecto de la
teoría de juegos, en la que, por lo general, los instrumentos son escasos, lo que da origen a
una relación de compensación en la consecución de las metas, y la solución cooperativa se
encamina a una compensación eficaz). El segundo paso, en el caso de que haya
incertidumbre respecto de los parámetros específicos de la economía y su comportamiento
dinámico, consiste en asignar instrumentos a las metas de modo tal que la formulación de
políticas permita converger en esas metas. Según el principio de clasificación efectiva de
mercado de Mundell, esto se puede lograr en un sistema de respuestas descentralizadas de
política mediante la asignación de instrumentos a metas según su ventaja comparativa.
7. Haré dos observaciones preliminares antes de seguir con el análisis. Primero: es
imposible hallar una solución si hay desacuerdo respecto del valor de las variables
“compartidas” entre los países. Por ejemplo, es imposible que todos los países del mundo
alcancen simultáneamente un superávit en cuenta corriente dado que la suma de tales
superávits, si se calcula de manera exacta y consistente, es necesariamente igual a cero.
Segundo: ¿por qué el equilibrio de cuenta corriente debería ser un objetivo de la política
económica? Mientras no haya distorsiones ni externalidades y se respeten las restricciones
en materia de solvencia, los desequilibrios en cuenta corriente reflejarán las opciones
intertemporales y no distorsionadas de los agentes y se traducirán en una asignación óptima
de capital que fluirá desde donde abunde hacia donde escasee. Estos desequilibrios son
buenos y deben recibirse con agrado: no hay que preocuparse por ellos. En cambio, los
desequilibrios malos reflejan distorsiones en otra parte de la economía y por ellos sí hay
que preocuparse, aunque más no sea porque resolverlos tarde podría llevar a una corrección
costosa y desordenada. En el contexto actual, parece haber acuerdo difundido, aunque no
unánime, en que, en algún punto, el déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos se
volverá insostenible y en que se deberán tomar medidas para reducirlo y así evitar que se
produzca un ajuste abrupto, con una fuerte depreciación del dólar y un aumento de las tasas
de interés estadounidenses que provocarían el inicio de una recesión en ese país que se
propagaría rápidamente al resto del mundo.
La coordinación internacional de políticas en una economía mundial integrada
8. Para ilustrar qué tipo de políticas y coordinación se requieren para mantener una
reducción gradual de los desequilibrios mundiales, pensemos en un modelo sencillo en el
cual los países se vinculen por medio del comercio y los mercados financieros integrados.
En ese mundo, la misma tasa de interés regirá en todas partes (más precisamente, regirá la
paridad de interés descubierta). Supongamos que cada país dispone de dos instrumentos de
política macroeconómica y de política monetaria y fiscal. Supongamos, además, que no se
aplica la equivalencia ricardiana, al menos por completo, ya que, por lo demás, los déficits
presupuestarios quizá no repercutan en las cuentas corrientes ni las tasas de interés. Dentro
de ese marco, es la suma de las orientaciones fiscales de cada uno de los países o regiones
lo que determina la tasa de interés real del mundo mientras que el equilibrio de la cuenta
corriente de un país se ve más directamente influenciado por su orientación fiscal en
relación con la suma de esas orientaciones en el resto del mundo. Esto ocurre con un tipo de
cambio fijo o variable. No obstante, el régimen cambiario resulta crucial para la
implementación de la política monetaria. En un contexto de tipos de cambio fijos, las
intervenciones no esterilizadas para fijar la paridad1 redistribuyen el total de la oferta
monetaria mundial (la suma de las ofertas monetarias nacionales) à la Hume para asegurar
el equilibrio de la balanza de pagos y los pagos oficiales. Dicho de otro modo, son las
ofertas monetarias nacionales relativas las que aseguran el equilibrio de pagos en contextos
de tipos de cambio fijos. En cambio, es la suma de ofertas monetarias nacionales lo que
determina la oferta monetaria mundial total y, en última instancia, el curso del nivel de
precios de la economía mundial. Aquí los arreglos institucionales, sean del tipo de patrón
oro, patrón de cambio a oro o patrón dólar, desempeñan un papel fundamental en la
determinación de la oferta monetaria mundial mediante la interacción de las políticas
monetarias nacionales. En los sistemas de tipos de cambio variables, las políticas
monetarias nacionales se liberan para poder utilizarlas con fines internos y, a la larga,
determinar los niveles de precios en el plano nacional.
La coordinación internacional de políticas y los actuales desequilibrios mundiales
9. Esta visión simple de la economía mundial integrada tiene repercusiones bastante
sencillas en la manera en que deberían ajustar (coordinar) los Estados Unidos, Asia y
Europa sus políticas nacionales. Si la principal preocupación es el déficit en cuenta
corriente de los Estados Unidos, le corresponde a ese país reducir su déficit presupuestario
y, en términos más generales, adoptar medidas estructurales, fiscales o de otro tipo para
aumentar el ahorro nacional en relación con las inversiones nacionales. Si los superávits en
cuenta corriente asiáticos también son una preocupación, Asia (¿habría que leer “China”?)
debería aumentar su gasto en relación con el producto; de ahí la recomendación de ampliar
el consumo en esa región. Si preocupa que el gasto mundial caiga o suba demasiado si sólo
1
Es posible esterilizar un país o región; tal fue el caso de los Estados Unidos como país enésimo durante el
período de convertibilidad de Bretton Woods.
se ajusta la política fiscal en una sola región, habría que tomar las dos medidas al mismo
tiempo. En cuanto a Europa, debería proceder de la manera que más le convenga, es decir,
hacer que la oferta de producto sea más sensible a la demanda agregada reformando el
mercado laboral y poniendo en práctica otras reformas estructurales. Nótese que estas
recomendaciones son independientes del sistema cambiario. Lo que se esperaría en este
contexto es que el euro siguiera flotando en relación con el dólar y que se mantuviera libre
la política monetaria en ambas regiones para poder lidiar con el equilibrio interno. En
cuanto a China, parece claro que, con las restricciones actuales respecto de la salida de
capital, no va a ceder la presión para que se produzca una apreciación real del yuan. Lo que
determinará el régimen cambiario del yuan es la manera en que se dé la apreciación real se
produzca: mediante un aumento de los precios y salarios nacionales, tal como ocurre en los
contextos de tipos de cambio fijos, o mediante una apreciación nominal de la moneda
china. En última instancia, una vez que se ordene un poco el sistema bancario, es probable
que las autoridades chinas opten por la segunda alternativa, no para reducir el déficit en
cuenta corriente de los Estados Unidos, al que casi no afectará, sino por el propio bien de la
economía de China. Esto conllevaría la ventaja adicional de que China deje de acumular
reservas internacionales “excedentarias” a un alto costo de oportunidad. No obstante, es de
suponer que China quiera avanzar lentamente, ya que una apreciación repentina del RMB
presionaría mucho al sector agrícola, aceleraría el éxodo hacia las ciudades y el sector
industrial y podría dar origen a graves problemas sociales y políticos.
10. Aquí se plantea una paradoja: ¿por qué es tan difícil poner en práctica este conjunto de
recomendaciones en materia de políticas, aun cuando se recomiendan políticas que
redundarían en beneficio de los intereses nacionales de los países o zonas de que se trata?
Una primera razón de importancia es que el paquete recomendado requiere que los países
cambien el curso de sus políticas fiscales y estructurales, algo que no están dispuestos a
hacer o que no pueden hacer por razones políticas. Una segunda razón es la incertidumbre
respecto de la eficacia de las medidas propuestas. Por ejemplo, según algunos modelos, la
consolidación fiscal de los Estados Unidos no tiene sino un efecto de menor importancia en
la cuenta corriente de ese país: los déficits presupuestario y en cuenta corriente, según esa
postura, no son gemelos después de todo. No obstante, esa postura no ha sido confirmada
por estimaciones más recientes, que señalan un efecto considerable de la política fiscal
sobre la cuenta corriente. Un tercer elemento que se suma a la explicación es el problema
de la acción colectiva o fuerza inicial: para volver a equilibrar la cuenta corriente
manteniendo, a la vez, el producto y el empleo, todos los actores tienen que actuar al
mismo tiempo. Este último problema se ve exacerbado por la incertidumbre respecto de
cuánto debería ajustar cada parte las políticas del paquete de políticas internacionales. Sin
embargo, me atrevería a sostener que lo que importa es fijarse que cada una de las partes
implicadas se mueva en la dirección acertada y no tanto cuánto se mueve. Se trata de un
caso de “le mieux est l’ennemi du bien” (en español, “lo mejor es enemigo de lo bueno”).
11. Vale la pena destacar que la flexibilidad cambiaria por sí misma no corregiría los
desequilibrios mundiales. Supongamos que todas las principales monedas, incluidas las
principales monedas asiáticas, empezaran a flotar a partir de hoy; es decir, supongamos que
China permitiera que el RMB flotara con libertad. Como mínimo, cuesta creer que así se
podría corregir el déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos, a menos que el dólar se
viniera a pique, las tasas de interés estadounidenses se dispararan al alza, se instalara la
recesión, las inversiones nacionales cayeran drásticamente y aumentara la tasa de ahorro. El
problema no es que el RMB variable acarrearía estas consecuencias, ni negar que la
flexibilidad cambiaria podría facilitar el cambio de los precios relativos que implica el
ajuste del gasto por producto en los países deficitarios y superavitarios. El problema es que
el tipo de cambio real es una variable endógena y no una herramienta normativa, nunca
tanto como en un sistema flexible; que el ajuste de cuenta corriente forzoso o por definición
requiere que se recorte la absorción en relación con el producto en los países deficitarios, y
a la inversa en los países superavitarios; que tales ajustes son, a menudo, dolorosos; y que
la coordinación de políticas puede, en principio, aliviar el dolor, ya sea en el contexto de un
sistema de tipo de cambio fijo o variable.
Los desequilibrios mundiales y la supervisión del FMI
12. Para solucionar estos problemas haría falta un mecanismo de coordinación
internacional. El problema radica en saber si la supervisión multilateral del FMI puede
ayudar a proporcionar ese mecanismo. Al Fondo se le encomendaron responsabilidades de
supervisión de las políticas cambiarias de sus países miembros en la segunda enmienda de
su Convenio Constitutivo. En esa enmienda (Sección 3 del Artículo IV) se especifica que
“el Fondo supervisará el sistema monetario internacional a fin de asegurar su buen
funcionamiento, y vigilará el cumplimiento por cada país miembro de sus obligaciones
conforme a la Sección 1 de este Artículo” y que, a fin de desempeñar sus funciones, “el
Fondo ejercerá una firme supervisión de las políticas de tipos de cambio de los países
miembros”. El ejercicio de la supervisión de las políticas aplicadas por cada uno de los
miembros en el marco de las consultas sobre el Artículo IV es relativamente simple y poco
polémico. Aun así, surgen problemas: ¿qué es exactamente la política cambiaria y cómo se
diferencia de la adopción de un sistema cambiario que se libra a la preferencia de cada uno
de los miembros del FMI?; ¿qué significa exactamente que será obligación de todo país
miembro evitar “manipular los tipos de cambio o el sistema monetario internacional para
impedir el ajuste de la balanza de pagos u obtener ventajas competitivas desleales frente a
otros países miembros”?; ¿y qué incentivos hay para que los países que no forman parte del
programa se ciñan a las recomendaciones del supervisor? Estos problemas son incluso más
difíciles de resolver en el contexto de la supervisión multilateral.
13. En ese contexto, ¿qué puede y debe hacer el Fondo para contribuir a resolver los
desequilibrios mundiales en cuenta corriente? El poder que tiene en la actualidad el Fondo
en ese sentido se prevé en el Artículo IV, que trata de las responsabilidades de supervisar la
estabilidad financiera y monetaria internacional. En lo que respecta a la supervisión
multilateral, el FMI ha cumplido con esta obligación publicando su análisis y algunas
recomendaciones en materia de políticas, u opciones alternativas de políticas, en su
Perspectivas de la economía mundial y, más recientemente, en sus informes titulados
Global Financial Stability Report. Sin embargo, como se dijo antes, la resolución de los
desequilibrios mundiales requiere que las economías mundiales más importantes adopten
medidas en materia de políticas y, en una economía mundial integrada, que esas medidas
sean coordinadas. El Fondo no tiene mucho peso más allá de la persuasión moral para
influenciar las políticas fiscales y estructurales de los principales países, que son elementos
esenciales de un paquete de políticas coordinadas. Las sugerencias que hizo Mervyn King
en el discurso, ampliamente difundido, que pronunció en Nueva Delhi en febrero pasado
quizás sea lo mejor que se pueda alcanzar hoy en día2. El Fondo debería ser la principal
fuente de análisis independientes, sólidos y francos de las amenazas a la estabilidad
financiera y monetaria internacional y de las recomendaciones para lidiar con ellas, agraden
o no a los países, por muy poderosos que sean. Para que el análisis y las recomendaciones
tengan peso, es preciso contar con el respaldo de los órganos de gobierno del Fondo. A su
vez, eso requiere que a estos últimos se les dé mayor independencia y peso político, y
plantea el problema del gobierno del FMI.
14. La promoción de políticas cambiarias consistentes y sistemas cambiarios adecuados es
el segundo desafío que enfrenta la supervisión del FMI, sea de las políticas de los países
por separado o de las políticas multilaterales. Según el Convenio Constitutivo, los países
miembros son libres de elegir su propio sistema cambiario, mientras que el FMI debería
asegurarse de que sigan aplicando políticas cambiarias adecuadas, en especial —y
reiterando lo dicho— para evitar que se manipulen “los tipos de cambio o el sistema
monetario internacional para impedir el ajuste de la balanza de pagos u obtener ventajas
competitivas desleales frente a otros países miembros”. La elección de un sistema
determina, stricto sensu, qué política cambiaria se tiene que aplicar: mantener el tipo de
cambio nominal fijo en un sistema cambiario fijo, dejar que flote el tipo de cambio en un
sistema cambiario flexible, e intervenir cuando corresponda para orientarlo según el sistema
intermedio que se declare. Al parecer, así quedaría poco margen para cuestionar la política
cambiaria nacional, excepto para argumentar que, si no se lo deja flotar libremente, el nivel
al cual se fijó el tipo de cambio es inadecuado y que ello constituye una “manipulación”
desleal del tipo de cambio o del sistema. Las declaraciones recientes de funcionarios
estadounidenses, miembros del Congreso de ese país o analistas de políticas, en especial
pero no exclusivamente respecto de la política cambiaria de China, parecen ir más allá y
sostienen que la adopción de tipos de cambio flexibles es la única política o sistema
adecuado, con la posible excepción de una paridad muy rígida para una cantidad limitada
de economías pequeñas y dependientes. En lugar de centrarse en el nivel del tipo de cambio
2
El Comunicado del Comité Monetario y Financiero Internacional de abril de 2006 sigue la dirección de
algunas de estas sugerencias.
o de considerar los tipos de cambio flotantes los únicos sistemas adecuados (o panacea),
convendría más centrarse en la supervisión de la coherencia de las políticas
macroeconómicas y financieras de los países con (o incluido) el sistema cambiario. Lo que
puede ser una buena política macroeconómica para un sistema, bien puede ser mala para
otro.
15. Ese enfoque, que en esencia es lo que ha propugnado el Fondo en años pasados, tiene
varias ventajas. Evita centrarse en la “manipulación”, expresión sumamente tendenciosa y
poco útil en materia política. Evita tener que especificar un nivel “correcto” (¿“justo”?) de
tipo de cambio, independientemente de las políticas macroeconómicas reales o posibles de
un país, tarea casi imposible de escasa legitimidad científica dado que el tipo de cambio
real es una variable endógena en el largo plazo. Eso no quiere decir que el FMI no debería
proporcionar estimaciones de conceptos de tipos de cambio de equilibrio definidos
cuidadosamente, ni que debería dejar de analizar las discrepancias entre tales estimaciones
y los tipos reales, ni que esas discrepancias podrían no ser indicio de la necesidad de
cambios en las políticas. No obstante, evita poner un acento equivocado en el tipo de
cambio como eje de la coordinación internacional de políticas, y desvía la atención de esas
políticas, como las políticas fiscales, que en realidad son más importantes y cuya
coordinación y modificación es el verdadero problema.
La supervisión multilateral y el gobierno del FMI
16. Pasando al tema del gobierno del Fondo, hay varias cuestiones que requieren solución
para que el Fondo cumpla con eficiencia sus funciones de supervisión y coordinación en
carácter de guardián de la estabilidad financiera y monetaria internacional. El primer
requisito es la legitimidad. A tal fin, volver a equilibrar las cuotas relativas y la
representación en el Directorio Ejecutivo o, en palabras de Ted Truman, reorganizar
“representación y participación” es una condición indispensable para la reforma del FMI.
Así lo reconoció el comunicado de abril de 2006 del CMFI y es probable que en las
Reuniones Anuales de Singapur que se celebrarán este otoño se logren ciertos avances
sobre esta cuestión. Aun así, por más que se reorganice la representación y la participación,
no se resolverá otro problema fundamental relativo al gobierno del FMI, es decir, qué se
puede hacer para que su Directorio sea más eficiente, lo que implica que se vuelva más
independiente sin dejar de rendir cuentas. Se ha sugerido que la estructura de gobierno de
los bancos centrales independientes es una de las direcciones que podría tomar el gobierno
del Fondo. La Junta de Directores Gerentes del FMI estaría integrada por personas elegidas,
aunque no necesariamente designadas, por la Junta de Gobernadores. Cada una
representaría los intereses de los miembros en su conjunto más que los de un país o grupo
de países en particular. Todas rendirían cuentas a una nueva versión del CMFI, que se
reuniría con más frecuencia para revisar, aprobar y, una vez aprobadas, respaldar las
decisiones o propuestas estratégicas de la Junta de Directores Gerentes. Y el proceso de
designación y elección del Director Gerente y los Subdirectores Gerentes del FMI sería
mucho más abierto. Desde ya que estas reformas fundamentales al gobierno del Fondo
tienen un alto costo político y, para peor, guardan relación con el tema de la representación
y la participación. No son para mañana, pero el debate cada vez más abierto que se ha
generado al respecto sugiere que podrían ser para pasado mañana.
17. Mientras tanto, hay una cuestión sobre la cual se puede y se debe avanzar rápidamente.
Algunos de los problemas que surgen con respecto a la estabilidad del CMFI, como los
desequilibrios mundiales o las políticas cambiarias que tienen importantes efectos
secundarios internacionales, si bien incumben al FMI, constituyen una preocupación
inmediata y requieren que sólo un número reducido de miembros del Fondo tome medidas
al respecto, aun cuando la solución sea de fundamental interés para la comunidad
internacional en su conjunto. En parte como consecuencia de eso, estas cuestiones suelen
debatirse fuera del Fondo, en los distintos Grupos de los Xi, donde Xi es cualquier número
del 1 al 30 (aunque 3, 7, 8 y 20 revisten especial importancia). Sería importante que estos
debates volvieran a tener lugar en el foro del Fondo, en concordancia con lo que propone
Mervyn King. Para eso, los miembros tendrían que reconocer que no es necesario que todos
participen en todos los debates, aunque a la vez permitiría al personal del Fondo prestar su
experiencia y a los directivos del Fondo participar en debates que son centrales para la
estabilidad del sistema monetario y financiero internacional.
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