Los desafíos del desarrollo en América Latina

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Septiembre 2011
Los desafíos del desarrollo
en América Latina
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Sin embargo, para ello requiere disponer de ventajas comparativas, definir
sistemas de cooperaciones originales y diversificadas así como construir estrategias de alianza. Un objetivo que implica identificar y puntualizar los grandes
desafíos económicos y sociopolíticos de la América Latina contemporánea. Es
propósito de este trabajo contribuir a ese conocimiento.
COORDINADORES DEL TRABAJO
Carlos QUENAN
Economista, profesor en el IHEAL
Sébastien VELUT
Geógrafo, profesor en el IHEAL
Serge ALLOU
Socioeconomista, GRET
participó en la coordinación del estudio inicial
CONTACTO
Eric JOURCIN
Departamento para América Latina y el Caribe, AFD
jourcine @ afd.fr
A SAVOIR
Los desafíos del desarrollo en América Latina / Institut des Amériques / Septiembre 2011
Dinámicas socioeconómicas y políticas públicas
Más allá de una diversidad de situaciones nacionales y regionales, América Latina
presenta rasgos comunes que le confieren un lugar particular en el mundo.
Una posición que se destaca por una serie de atributos, de éxitos, de evoluciones
positivas pero también por un cierto número de rezagos y de problemas que
frenan su desarrollo. Todas estas características constituyen sendos motivos de
intervención para una institución de desarrollo como la AFD.
Los desafíos
del desarrollo
en América Latina
A SAVOIR
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Dinámicas socioeconómicas
y políticas públicas
Institut des Amériques
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Los desafíos
del desarrollo
en América Latina
Dinámicas socioeconómicas
y políticas públicas
Institut des Amériques
Con la participación del GRET
COORDINADORES
Carlos QUENAN
Economista, profesor en el IHEAL
Sébastien VELUT
Geógrafo, profesor en el IHEAL
CONTACTO
Eric JOURCIN
Departamento para América Latina y el Caribe, AFD
jourcine @ afd.fr
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À Savoir
Creada en 2010 por el Departamento de Investigación de la AFD, la colección
À Savoir reúne análisis de la literatura o estudios sobre temas de interés operacional.
Realizadas a partir de las investigaciones y de la experiencia adquirida en el terreno
por investigadores y operadores de la AFD y de sus socios, las obras publicadas en
esta colección son concebidas como instrumentos de trabajo. Están destinadas a
un público de profesionales, especialistas del tema o de la zona concernida.
Todas nuestras publicaciones se pueden consultar en línea:
http://recherche.afd.fr
Publicaciones anteriores de esta colección:
À Savoir No 1 : La régulation des services d’eau et d’assainissement dans les PED
The Regulation of Water and Sanitation Services in DCs
o
À Savoir N 2 : Gestion des dépenses publiques dans les pays en développement
À Savoir No 3 : Vers une gestion concertée des systèmes aquifères transfrontaliers
Este estudio fue realizado en 2010 por el Institut des Amériques, a petición del
Departamento para América Latina y el Caribe (ALC) de la AFD. Fue dirigido por
Carlos Quenan y Sébastien Velut. Por parte de la AFD, la relación con el departamento ALC y el seguimiento de los trabajos estuvieron a cargo de Alejandra Caracas
y Eric Jourcin.
Traducción: Monica ROLLINGER
[ Advertencia ]
Los análisis y conclusiones de este documento son responsabilidad de sus autores.
No reflejan necesariamente el punto de vista de la AFD o de sus instituciones socias.
Director de la publicación:
Dov ZERAH
Director de la redacción:
Robert PECCOUD
Concepción y realización: Ferrari /Corporate – Tel: 33(1) 42 96 05 50 – J. Rouy / Coquelicot
Impreso en Francia por: STIN
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Prólogo
Desde hace una década, en la Agence Française de Développement (AFD) se han
producido cambios importantes que se caracterizan por un aumento considerable de
sus financiamientos, una diversificación de sus instrumentos financieros así como la
extensión de los sectores y de las zonas geográficas en los que interviene, en particular
en América Latina. La AFD se sitúa hoy como uno de los principales protagonistas de
la ayuda oficial al desarrollo pero también como un banco dinámico y un vector de
influencia francesa en los países emergentes.
Las orientaciones estratégicas de la AFD y los países en los que interviene son definidos
por el gobierno francés. América Latina es una zona de intervención reciente. Con el
objetivo de promover un “crecimiento verde y solidario”, la AFD recibió la autorización
para intervenir en Brasil en 2007, en Colombia y en México en 2009. La AFD interviene
hoy por medio de préstamos no bonificados a favor de contrapartes soberanas o no
soberanas, en particular Estados, gobiernos locales, empresas públicas, instituciones
financieras y organizaciones no gubernamentales. Otras estructuras del grupo AFD
pueden intervenir en todos los países de la región como lo hace PROPARCO, filial
especializada en el financiamiento del sector privado, o el Fondo Francés para el Medio
Ambiente Mundial (FFEM, por sus siglas en francés) cuyo secretariado es dirigido
por la AFD.
La intervención en América Latina se basa en el fortalecimiento de las relaciones con
Europa, y en particular con Francia, arraigadas históricamente en lazos culturales, intelectuales, económicos y políticos. La crisis financiera internacional mostró el peso que
ejercieron los países asiáticos, pero también los latinoamericanos, en la recuperación
económica mundial por lo que América Latina, debido a su potencial de crecimiento,
debe considerarse como un socio estratégico.
No obstante, la región enfrenta desafíos que pesan sobre su desarrollo, en particular el
déficit de infraestructuras, las desigualdades sociales y geográficas, fuertes problemas
climáticos y de medio ambiente así como una inserción incompleta a nivel regional y
mundial. Es lo que muestra el presente estudio publicado en la colección “A Savoir” de
la AFD, realizado junto con el Institut des Amériques y gracias a la colaboración de una
red de más de 15 investigadores especialistas de América Latina. Complemento de
numerosos documentos y artículos recientes, sus trabajos sintetizan y contribuyen, así
lo espero, al conocimiento de las características socioeconómicas, de las políticas
públicas y del papel del Estado en América Latina al tiempo que permiten una mejor
comprensión de las realidades de los países de la región y de su diversidad.
Dov ZERAH
Director General
Agence Française de Développement
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A SAVOIR
Presentación de los autores
Coordinadores del trabajo:
Carlos QUENAN
Profesor, Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL),
Universidad París 3 Sorbonne Nouvelle, economista
Sébastien VELUT
Profesor, IHEAL, Universidad París 3 Sorbonne Nouvelle, geógrafo
Serge ALLOU, responsable de programas, GRET, socioeconomista,
Co-coordinó el estudio inicial
Bénédicte BADUEL, economista en Natixis y en doctorado en el IHEAL
Alfredo BENITES, profesor en el IHEAL y en el Instituto de Estudios Políticos
(Sciences Po), Director de Proyectos en la CNFPT
Marie-Noëlle CARRÉ, en doctorado en el IHEAL, Universidad de París 3 Sorbonne
Nouvelle
Jean-François CLAVERIE, El Observatorio de los Cambios en América Latina (LOCAL),
sociólogo
María Eugenia COSÍO-ZAVALA, profesor, Universidad de París Ouest Nanterre
La Défense y CREDAL, demógrafa
Georges COUFFIGNAL, profesor, IHEAL y Universidad París 3 Sorbonne Nouvelle,
politólogo
Jean-Marc FOURNIER, profesor, Universidad de Caen
Hubert GOURDON, profesor agregado emérito, Universidad de Versailles
Saint-Quentin-en-Yvelines, politólogo
Bruno LAUTIER, profesor, Universidad París 1, Instituto de Estudios del Desarrollo
Económico y Social (IEDES), sociólogo
Jaime MARQUES PEREIRA, profesor, Universidad de Picardie Jules Verne – CRIISEA,
economista
Mathilde MONDON-NAVAZO, en doctorado de economía, Universidad París 3
Sorbonne Nouvelle
Daniela ORDOÑEZ ARROYO, economista
Catherine PAQUETTE VASSILLI, investigadora, Instituto de Investigación para el
Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés), urbanista
Yves SUREL, profesor, Universidad de París 2, politólogo
Edgardo TORIJA-ZANE, economista, Natixis, profesor en la Universidad París 3
y en la Universidad Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines
François Michel LE TOURNEAU, investigador, CNRS-CREDA, geógrafo
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Índice
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Resumen /Abstract
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Introducción:
Las dinámicas económicas y sociales de América Latina:
Los grandes desafíos
11
1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
19
Resumen
Introducción
1.1. El crecimiento económico de América Latina en una perspectiva histórica
1.2. Los años 2000: crecimiento económico, mejora de la gestión
macroeconómica y resistencia a la crisis internacional
1.3. Tendencias de la distribución de ingresos y del mercado laboral
1.4. Financiamiento de la economía y evolución del sistema financiero
1.5. Inserción comercial externa y tendencias de la especialización internacional
Conclusión
Bibliografía
19
30
48
56
64
73
79
2. Demografía, pobreza y desigualdades
83
Resumen
2.1. El pasado histórico de la población: despoblación y flujos de inmigración
2.2. Los cambios demográficos
2.3. La pobreza y las desigualdades
2.4. Las políticas demográficas
Conclusión
Bibliografía
Anexos estadísticos
83
84
88
98
103
106
107
109
3. El papel del Estado
111
21
22
3.1. El Estado en América Latina: democratización y gobernanza
111
Resumen
111
3.1 .1 . Saldar el pasado militar
113
3.1.2. Justicia constitucional y Estado de derecho
116
3.1.3. Violencias y contenciosos.
El proceso de integración de los indígenas en América Latina
120
3.1.4. Estudio sobre la gobernabilidad
124
3.1.5. Gobernabilidad y presidencialismos de coalición
125
3.1.6. Mayorías negativas y Gobierno dividido
130
3.1.7. Hiperpresidencialismo y Gobernabilidad
133
3.1.8. Las zonas grises de la democratización: violencia, corrupción y narcotráfico 137
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Índice
A SAVOIR
3.1 .9. Sobre la democracia participativa
3.1.10. Los enigmas de la Constitución boliviana de 2009
Bibliografía
3.2. Las problemáticas de la acción pública
Resumen
3.2.1 . Problemas públicos y lógicas de agenda
3.2.2. ¿Quién gobierna la acción pública en América Latina?
3.2.3. Burocracias e implementación de políticas públicas
Bibliografía
3.3. La descentralización: una voluntad de ahondar la democracia
Resumen
3.3.1. El marco institucional: Estados unitarios y Estados federales
3.3.2. Mandatos electivos y gobiernos locales
3.3.3. Recursos financieros y humanos limitados
Anexos
4. Políticas públicas
4.1. La política fiscal
Resumen
4.1 .1 . La evolución de la presión fiscal y de la estructura de los ingresos
4.1.2. Dinámica del equilibrio presupuestario: ajuste del gasto
4.1.3. Balance de las reformas
4.1.4. Los impactos distributivos
4.1.5. Perspectivas de cambios e inercias del sistema fiscal frente
a las nuevas incertidumbres de la economía mundial
Bibliografía
4.2. Las políticas sociales
4.2.1 . Los sistemas de protección social
Bibliografía
4.2.2. Políticas de redistribución y de transferencias sociales
Bibliografía
4.3. Las políticas de inversión urbana
Resumen
Introducción
4.3.1. Movilidad intra-urbana: una nueva prioridad a nivel de la región
4.3.2. Vivienda: un tema todavía urgente y prioritario dentro
de la inversión urbana
4.3.3. Regeneración urbana: una tendencia en progreso,
pero que aún debe desarrollarse mucho más
4.3.4. Servicios urbanos: se requieren importantes inversiones.
Ejemplos del agua potable y de los residuos urbanos sólidos
4.3.5. Más allá de lo urbano: invertir en grandes infraestructuras regionales,
el otro gran desafío de América Latina
Conclusión
Bibliografía
[6]
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141
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143
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189
189
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196
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210
212
212
252
254
291
293
293
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297
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Índice
4.4. Las políticas y desafíos ambientales
Resumen
Introducción
4.4.1. Las transformaciones del medio ambiente en América Latina
4.4.2. Los principales factores de degradación ambiental
4.4.3. América Latina y los cambios ambientales planetarios
4.4.4. Las políticas públicas del medio ambiente
Conclusión
Bibliografía
Anexo
5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
5.1. Las relaciones políticas Unión Europea – América Latina
5.2. La cooperación para el desarrollo
5.3. Las relaciones comerciales
Conclusión
Bibliografía
325
325
326
327
338
349
355
367
369
371
373
374
375
378
383
385
Conclusión general
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Lista de siglas y abreviaciones
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Resumen
América Latina ha registrado considerables avances en los últimos años. A nivel político,
después de los periodos de dictadura militar de los años 1970 y 1980, prácticamente
todos los países llevaron a cabo su transición democrática. Este continente, muy rico
en recursos naturales renovables y no renovables, tuvo un crecimiento fuerte a partir del
año 2000. Muchos países de la región trataron de conjugar el dinamismo económico
con una mayor equidad a través de nuevas políticas sociales. Los países de América
Latina no escaparon al impacto de la crisis económica global pero la enfrentaron con
mayor éxito que durante las anteriores crisis gracias a una mejor gestión macroeconómica
y a una reducción de la vulnerabilidad financiera.
Sin embargo, la región aún enfrenta desafíos importantes. Dado el contexto de inestabilidad internacional, antes de encaminarse por la vía del crecimiento y del desarrollo
sustentable tendrá que superar algunos obstáculos como la baja productividad, el nivel
relativamente bajo del ahorro y de la inversión interna, las fuertes desigualdades regionales
y sociales así como un nivel de esfuerzo insuficiente en materia de investigación y de
innovación.
En este trabajo se exponen las dinámicas económicas y sociales que se registran en
el continente latinoamericano así como sus consecuencias para las políticas públicas
de los países de la región. Para ello se presentan principalmente las grandes tendencias
a nivel económico, demográfico, social y de medio ambiente así como las características
más destacadas de los sistemas políticos. El análisis pretende abarcar tanto los elementos
que son comunes a toda la región como la diversidad de dinámicas y trayectorias
nacionales, regionales e incluso locales para así contribuir a la comprensión de los
grandes desafíos económicos y sociopolíticos de América Latina.
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Abstract
Latin America has made considerable headway over recent years. From a political
stance, after various episodes of military dictatorship during the 1970s and 1980s,
democratic transition has occurred in almost all of the countries. The continent,
which is richly endowed in both renewable and non-renewable natural resources, has
experienced buoyant growth during the 2000s. Additionally, many countries in the
region have sought to dovetail this economic dynamism with greater equity by
implementing new social policies. While Latin American countries have not escaped
the effects of the global economic crisis, they have nonetheless managed to counter
it more successfully than was the case with previous crises, thanks to their improved
macroeconomic management and reduc ed financial vulnerability.
Yet, the region is still facing substantial challenges. In an unstable international environment, it will need to surmount obstacles such as low productivity, a relatively low level
of domestic savings and investment, large geographical and social inequalities and
insufficient efforts in the areas of research and innovation, in order to settle into a
sustainable path of growth and development.
This study describes the economic and social dynamics now underway on the Latin
American continent and the resulting consequences for public policy in the region’s
countries. To do so, it presents the main economic, demographic, social and environmental trends, as well as the foremost features of the various political systems. The
analysis brings further insights to understanding the major economic and socio-political
challenges for Latin America by seeking to capture not only the points common to the
region as a whole, but also the diversity of national, regional and even local dynamics
and pathways.
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Introducción
Las dinámicas económicas y sociales
de América Latina: los grandes desafíos
Carlos QUENAN, Sébastien VELUT y Serge ALLOU
Una modernización económica desigual
Durante las últimas décadas, el crecimiento económico fue mediocre y muy volátil.
Las crisis financieras de finales de los años 1990 y de principios de los años 2000
afectaron fuertemente a las economías latinoamericanas. La segunda parte de la
década fue mucho más favorable. El ciclo de crecimiento que se abrió en 2003 fue
paralelo a la reducción de la vulnerabilidad financiera lo que permitió una buena
resistencia a la crisis económica internacional. Sin embargo, además de la persistente
volatilidad de la actividad económica, varios obstáculos limitan el potencial de crecimiento de la región como el mediocre desempeño en materia de productividad, un
progreso a nivel de innovación todavía muy insuficiente y el nivel relativamente bajo
del ahorro interno y de la inversión local.
En tanto la mayoría de los países de la región buscan un equilibrio entre los principios
del mercado, tal y como se preconizaban en los años 1990 en nombre del “consenso de
Washington”, y el regreso moderado a un Estado intervencionista en la sociedad y en
la economía, la inserción internacional de la región cambia, en particular gracias al
incremento de la demanda china. En paralelo, Brasil ha consolidado su posición
como potencia regional con ambiciones mundiales.
Sin retomar en su totalidad la idea de economías duales hay que destacar que existen,
por un lado, sectores muy competitivos caracterizados por innovaciones tecnológicas
y financieras como es el caso de la gran agricultura de exportación, la aeronáutica, el
transporte internacional o el turismo que se localizan o se apoyan en grandes regiones
metropolitanas y que representan un papel motor para el crecimiento económico.
Por otro lado, hay sectores que padecen rezagos tecnológicos, que no cuentan con
personal calificado ni con una red empresarial que los apoye. Es el caso de algunos
sectores económicos pero también de ciertas regiones cuyo desarrollo está trabado
en forma permanente.
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Introducción
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Fuerzas y debilidades de los Estados
Los Estados latinoamericanos tienen numerosos problemas pero no por ello dejan
de ser protagonistas esenciales, poderosos, capaces de influir en los procesos globales.
Son Estados que fueron importados e impuestos por las élites de origen europeo
que a principios del siglo XIX tuvieron la iniciativa de las independencias nacionales
y, hasta hoy, ese mimetismo ha perdurado. En paralelo, se llevaron a cabo cambios
de importancia: a pesar de las dificultades, los Estados latinoamericanos y sus administraciones se profesionalizaron. Elaboraron y retomaron tradiciones administrativas
y jurídicas, a veces exageradamente complejas, marcadas por el peso de un legalismo
inmovilizador. Pero también mostraron su capacidad para innovar y experimentar a
diferentes niveles de gobierno: Brasil fue uno de los primeros países en utilizar el voto
electrónico lo que facilitó la participación de los analfabetas. También fue en Brasil
donde se instauró el presupuesto participativo local que después tendría un amplio
desarrollo. Más recientemente, en Bogotá, la gestión urbana del antiguo alcalde, Antanas
Mockus, un caso entre muchos otros de ediles modernizadores, fue un laboratorio
de innovaciones urbanas.
Esto prueba que los Estados latinoamericanos disponen de capacidades significativas
en sus países, en las instituciones regionales –por ejemplo en la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL)– y a nivel internacional. En la mayoría de los países,
las élites intelectuales están bien preparadas y están acostumbradas al contacto
internacional. Muchos de los miembros de estas élites estudiaron en las mejores universidades del mundo y disponen de relaciones tanto en el continente americano como
en Europa. A nivel regional algunas de estas relaciones se han institucionalizado (como
la asociación Mercociudades que agrupa a las municipalidades urbanas de países
que pertenecen al MERCOSUR), y otras se han quedado a nivel informal. Pero todas
contribuyen a la rápida circulación de experiencias y saberes. Lo cual prueba que
existe una gran permeabilidad, un interés y una capacidad en los Estados latinoamericanos para implementar innovaciones técnicas y organizacionales pero también
demuestra que los responsables políticos y sus consejeros ya tienen un conocimiento
bastante preciso de lo que existe y de lo que se puede hacer.
La limitada presión fiscal –significativamente inferior a la de los países de la OCDE–
constituye un obstáculo de importancia para fortalecer la acción pública y para
construir sociedades caracterizadas por una mayor cohesión social. Es muy baja en
los pequeños países menos desarrollados, como Guatemala o Paraguay, así como en
los países petroleros (Ecuador, México, Venezuela), en los que el Estado se beneficia
directamente de la renta petrolera. Sin embargo llega al 35% en Brasil y a más de 30%
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Introducción
en Argentina. Pero, para el conjunto de la región, los medios de la acción pública no
son significativos. En la actualidad diversos estados latinoamericanos promueven
reflexiones y acciones para tratar de buscar alternativas a un modelo de crecimiento
excesivamente orientado hacia la producción de materias primas. De igual forma, el
Estado chileno que dispone de considerables reservas financieras acumuladas durante
años de estricta disciplina presupuestaria, pudo atenuar el impacto de la crisis gracias
a su fondo contra-cíclico.
Las desigualdades y el lugar de la clase media
América Latina es el continente de las desigualdades. Cualquiera que sea el indicador
elegido para medirlas se trata de uno de los rasgos estructurales del conjunto de la
región aún cuando existen fuertes diferencias entre los países más desiguales (Brasil,
Chile y Colombia) y los países menos desiguales (Costa Rica, El Salvador, Uruguay,
Venezuela) [ 1 ]. Entre otras traducciones de este nivel de desigualdades se observa, en
concreto, la persistente y elevada proporción de poblaciones pobres o indigentes. La
parte de pobres, variable según el crecimiento económico, era del 33% en el conjunto
de la región en 2008, la de los indigentes del 12% en la misma fecha, lo que corresponde
respectivamente a 180 millones de pobres y a 72 millones de indigentes.[ 2 ]
No obstante, existen diferentes dispositivos para reducir las desigualdades. Por una
parte las transferencias sociales del tipo seguros de salud y por la otra las transferencias
monetarias y no monetarias hacia los más pobres. En el primer sistema (seguro médico,
seguro de desempleo y la pensión de jubilación) hubo una profunda transformación
después de las dificultades financieras generadas, principalmente, por la desarticulación
de las relaciones salariales establecidas durante el período de crecimiento de la postguerra (principalmente el desarrollo del sector informal y de la precariedad laboral)
y por los problemas de finanzas públicas en los años 1980. Las reformas, al principio,
consistieron en privatizar la seguridad social y el sistema de jubilaciones introduciendo los fondos de pensión. Más tarde, el Estado reintervino en los sistemas,
reguló aún más las empresas prestatarias, garantizó mínimos para la población que no
puede cotizar, e incluso hasta renacionalizó el sistema de jubilaciones como sucedió en
Argentina.
[1 ] El índice de Gini se utiliza en diferentes partes de este informe como indicador de desigualdades en materia de
distribución de ingresos. Los coeficientes correspondientes a cada país pueden no coincidir debido a la diversidad
de las fuentes utilizadas. Sin embargo, en todos los casos se constata una posición similar de los distintos países
dentro de la jerarquía regional en materia de amplitud de las desigualdades.
[2] Según el país considerado y la tasa de cambio, el umbral de pobreza se sitúa entre 1 y 2 USD por día y el umbral
de indigencia entre 0,50 y 1 USD (Banco Mundial).
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Introducción
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Por otra parte, los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas (Conditional
Cash Transfer Programmes , CCTP), transferencias hacia los más pobres, se han
generalizado en unos quince países. La Bolsa familia brasileña que retoma programas
existentes y los sistematiza, es emblemática de esos programas que se focalizan en
las familias más pobres. Son de un monto poco elevado y generalmente conllevan
condiciones tales como la asiduidad escolar de los niños y el seguimiento sanitario.
Estos programas son muy bien evaluados a nivel internacional y desde el punto de
vista sanitario su impacto es positivo, aunque en materia de capacitación de las
poblaciones sus resultados son más bien hipotéticos y en lo que concierne a una
eventual salida de la pobreza todavía no son concluyentes.
Uno de los aspectos esenciales de la distribución de ingresos y de su evolución en el
tiempo es el de las clases medias que constituyen grupos importantes en los países
más desarrollados (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México). Se trata de un conjunto
vasto, diversificado, que abarca desde trabajadores calificados hasta ejecutivos. Afectada
por las crisis financieras y por la reducción de empleos públicos y parapúblicos, la
clase media sufrió pero hoy tiende a reconstituirse bajo otras formas, vinculadas en
particular a las actividades más dinámicas. Se trata de un grupo social cuyos ingresos
y estatuto provienen de su nivel de capacitación por lo que el sistema educativo y
universitario tienen un papel esencial en la reproducción de este grupo.
La clase media, bien preparada en universidades públicas y privadas, constituye un
grupo primordial para toda política de desarrollo. Ahí se encuentran, en gran parte, las
“capacidades” que podrán imaginar y aplicar reformas innovadoras a distintos niveles.
Al mismo tiempo, uno de los mayores objetivos políticos del poder gubernamental
sigue siendo el de favorecer la ascensión social de los pobres hacia la clase media, por
medio principalmente del acceso a la educación, al empleo, a la salud y a la vivienda.
Las poblaciones: nueva situación demográfica
e integración de la diversidad
América Latina es una región relativamente poco poblada: ahora que todos los países
de América Latina están llegando, progresivamente, al final de la transición demográfica apenas se cuentan alrededor de 550 millones de habitantes. Algunos
(Argentina, Chile, Cuba, Uruguay) ya se encuentran en un estado avanzado o muy
avanzado de esta transición. En cambio Bolivia, Guatemala, Haití y Paraguay apenas
están en el estado inicial.
Por ello, los desafíos demográficos han cambiado. En términos cuantitativos, la
desaceleración del crecimiento demográfico favorece el incremento del ingreso por
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Introducción
habitante. Asimismo, la desaceleración del crecimiento urbano que se debe tanto al
estancamiento del ritmo de crecimiento natural como al fin de la gran ola de éxodo
rural, reduce la magnitud de algunos problemas urbanos específicos como son la
vivienda y los servicios. Estos problemas adoptan formas diferentes y a veces más
intensas. Además, el “stock” de problemas acumulados sigue siendo considerable y es
necesario pensar en renovar, cuidar y mejorar lo que ya existe tanto a nivel material
como a nivel de las formas de gestión.
El final de la transición demográfica significa, en un principio, la disminución de la
relación de dependencia (el “dividendo demográfico”) debido al crecimiento de la
población en edad activa. Puede ser un factor de dinamismo económico y de reducción
del gasto público. Sin embargo, con el aumento de la esperanza de vida que rebasa
casi en todos lados los 70 años, el envejecimiento se ha convertido en un problema
para el que no se ha previsto nada, ni en los sistemas de jubilación o de salud, ni a nivel
de la vivienda o de las actividades para los “seniors”.
Por otra parte, los censos más recientes que se llevaron a cabo en 2010 incluyen
preguntas relativas a la pertenencia a poblaciones indígenas. Esta pregunta que durante
mucho tiempo se omitió, traduce la renovada preocupación por integrar y conocer
mejor a estas poblaciones. Las identidades étnicas que durante mucho tiempo se
estigmatizaron ahora se reivindican: de hecho, la parte de la población que se
declara indígena aumentó entre los censos de los años 1990 y los de los años 2000.
Por consiguiente, la cuestión del desarrollo ya no puede estudiarse únicamente a nivel
del conjunto de la población, también debe tomar en cuenta esta diversidad. Es un
desafío social así como político que cuestiona el funcionamiento de las democracias.
El medio ambiente: un capital que se debe preservar
y valorizar
Las condiciones ambientales son, sin duda, una de las principales ventajas de América
Latina dado lo bien dotado que está el continente en materia de recursos naturales
renovables y no renovables. La densidad demográfica relativamente baja, los espacios
disponibles para la extensión de cultivos, los recursos acuíferos, son atributos bien
identificados y muy codiciados. Es más difícil valorizar la biodiversidad, los paisajes,
las condiciones climáticas.
A pesar de ello, el desarrollo económico de América Latina se ha hecho en detrimento de las condiciones medioambientales y se ha traducido en una degradación de
sus tierras, en una disminución de las superficies forestales, en situaciones agudas de
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Introducción
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contaminación del aire y del agua, en pérdidas de biodiversidad y en una exposición
a riesgos de origen entrópico, en particular en las zonas urbanas. Por lo tanto, todavía
queda por recorrer un largo camino antes de que América Latina pueda emprender
la vía de un “crecimiento verde”.
No obstante, bajo presión de las opiniones públicas nacionales e internacionales cada
vez más atentas y exigentes, los Estados han avanzado en materia de protección de la
naturaleza así como en su manera de tratar los principales problemas ambientales.
Desde ese punto de vista, la extensión y la mejoría en la gestión de las zonas protegidas
y, más generalmente, la creación de legislaciones ambientales, van por buen camino.
El sector del medio ambiente se ha convertido en un importante ámbito de expresión
y de movilización social así como en un área para experimentar gobernanzas que
vinculen a protagonistas públicos y privados, instituciones nacionales e internacionales.
El tema de la organización territorial ocupa un lugar central en esta evolución. Se
trata de un tema en el que los desafíos rebasan al campo mismo del medio ambiente
para cuestionar las formas de la acción pública.
Democracias perfectibles pero enraizadas
Las democracias latinoamericanas son imperfectas como lo son todas las democracias,
aún las más avanzadas. Ahora bien, después de los episodios de dictaduras militares
de los años 1970 y 1980, la transición democrática se llevó a cabo en todos los países
según esquemas y ritmos diversos, provocando nuevas formas de constitucionalismo.
Contrariamente a otras regiones del mundo, América Latina cuenta con una verdadera
tradición en la reflexión sobre las constituciones, que remonta a la época posterior a las
independencias: Diego Portales en Chile o Juan Bautista Alberdi en Argentina encarnan
esta tradición del siglo XIX. De modo que la democracia formal, asentada en una constitución, no es algo ajeno en este continente apegado al legalismo de las formas.
Las transiciones democráticas de los años 1980 y 1990 se esforzaron en saldar pasivos,
en particular al abrir –difícilmente– el tema de las violaciones de los derechos humanos,
en lo cual se opusieron a las instituciones militares. Esta operación de catarsis está
lejos de haber terminado.
Ello no ha impedido que los gobiernos latinoamericanos retomen aquellos viejos
vicios del presidencialismo exacerbado, encarnado por diferentes personalidades y
aplicado a diferentes niveles, según los países. Este presidencialismo está inscrito en
las constituciones que confieren al presidente un amplio poder e incluso en los sistemas
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de partidos que no están lo suficientemente estructurados como para hacer contrapeso en el seno de los parlamentos. Sin embargo, se modera gracias a la limitación
de mandatos a uno o dos periodos –salvo en Venezuela y, obviamente, en Cuba.
No obstante, los Estados latinoamericanos han podido avanzar por la vía de la descentralización a nivel de las regiones y de los Estados tanto en los países federales
como en los Estados unitarios que han implementado medidas de descentralización.
De esta manera las grandes ciudades se han convertido en lugares de fortalecimiento
para los procedimientos democráticos, de inventiva, de participación y de consolidación
de la ciudadanía, en torno a desafíos y en niveles que cada habitante puede percibir
de manera más inmediata.
A pesar de estos avances, el poder político sigue estando bajo influencia de la corrupción y de la violencia que con frecuencia van de la mano. La infiltración de las
mafias en los Estados, en particular de las mafias relacionadas con el tráfico de drogas,
ha tenido un efecto deletéreo sobre la organización del poder. En varias regiones,
sobre todo en Centroamérica, en Colombia y en México, donde las bandas criminales
reclutan a jóvenes, la violencia se ha instalado de manera duradera.
Por lo tanto, la cuestión de la democracia no se limita ni a la manera de ejercer la
ciudadanía dentro del respeto de la diversidad, ni a los equilibrios de los poderes
entre los diferentes niveles: incluye también la capacidad de los gobiernos para
garantizar la seguridad de sus conciudadanos y el respeto de sus derechos.
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1. Dinámicas económicas:
tendencias y perspectivas
Carlos QUENAN y Edgardo TORIJA-ZANE
Resumen
Con una población cercana a los 550 millones de habitantes y una mayoría de países
con ingreso intermedio, América Latina que representa el 8.1 % de la población del
planeta, el 7.5% del PIB mundial y el 5% del comercio internacional, no se ha destacado
en las últimas décadas por el dinamismo de su crecimiento económico. En particular,
desde los años 1980 se ha observado un recrudecimiento de las crisis monetarias y
financieras en la región. A partir de entonces, en América Latina se agravó el carácter
mediocre y volátil del crecimiento así como se acentuó la brecha con los países más
desarrollados a nivel del ingreso por habitante. No obstante, en el marco de un contexto
internacional favorable en los años 2000, la región tuvo un crecimiento más dinámico y
redujo su vulnerabilidad financiera, lo que le permitió resistir a la crisis económica
internacional que se desencadenó en 2007. Así, después de la recesión de 2009, que
finalmente resultó moderada, se observó el inicio de una recuperación bastante
vigorosa y la región latinoamericana registró un crecimiento de 6% en 2010. El fuerte
crecimiento económico y la alta rentabilidad que registró la región en comparación
con los principales centros financieros, dieron origen a una llegada masiva de capitales
que ha favorecido la apreciación de las monedas latinoamericanas.
Consolidar la recuperación en curso y abrir un nuevo ciclo de actividad económica
sostenible depende, más allá de un contexto internacional que sigue siendo muy
inestable, de la capacidad de los países latinoamericanos para enfrentar los problemas
que pueden obstaculizar la dinámica del crecimiento. A pesar de la diversidad de las
situaciones nacionales, en casi todos los países de la región se observa que el mercado
laboral incluye una alta proporción de empleos de baja calidad, que los diferentes
sectores de la economía (gobierno, bancos, empresas) enfrentan dificultades de financiamiento y que hay un subdesarrollo del sistema financiero. En cuanto a la inserción
comercial exterior, se observa también que el grado de concentración geográfica
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
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disminuye y, al menos hasta los años 1990, que hay diversificación en términos de
productos exportados. La disminución de esta concentración y la evolución de la
diversificación en términos de producto son resultado, en gran medida, de la creciente
importancia que ha cobrado la llegada de China, desde los años 2000, como socio
comercial de América Latina.
En resumen, identificamos cuatro obstáculos principales que limitan el potencial de
crecimiento de la región: la volatilidad del crecimiento, los resultados mediocres en
materia de productividad, el progreso aún muy insuficiente a nivel de la innovación
y el nivel relativamente bajo del ahorro y de la inversión internos.
Dentro de este marco, las perspectivas de crecimiento a mediano y a largo plazo
dependen fundamentalmente de la evolución del contexto internacional y de una
serie de variables internas, en particular de la tasa de inversión. En un contexto de
crecimiento mundial moderado, en nuestra hipótesis central prevemos para el periodo
2010-2020 que la actividad económica en América Latina se incremente a un ritmo
de 4.4% en promedio anual asociado a una tasa de inversión de 22% para el conjunto
de la región. Se trata de una hipótesis más bien optimista en términos históricos pero
insuficiente desde el punto de vista de los imperativos de la región, en particular en
términos sociales.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Introducción
Con una población cercana a los 550 millones de habitantes y una mayoría de países
con economías de ingreso intermediario, América Latina que representa el 8.1 % de
la población del planeta, el 7.5% del PIB mundial y el 5% del comercio internacional,
no se ha distinguido en las últimas décadas por el dinamismo de su crecimiento
económico. Desde la segunda mitad del siglo XIX cuando se integraron de manera
perdurable en la economía mundial, los países latinoamericanos se han estabilizado
en una posición intermedia dentro de la jerarquía económica mundial. Sin embargo,
a partir de los años 1980 se observó en la región un recrudecimiento de las crisis
monetarias y financieras. Desde entonces, el carácter mediocre y volátil del crecimiento en América Latina se agravó y la brecha con los países más desarrollados se
acentuó. No obstante, gracias al contexto internacional favorable de los años 2000,
la región tuvo un crecimiento más dinámico y redujo su vulnerabilidad financiera lo
que le permitió resistir a la crisis económica internacional que se desencadenó en
2007. Por lo tanto, ahora se trata de saber si, tras los choques externos desfavorables
registrados durante la fase más aguda de la crisis internacional, la región es capaz de
sentar las bases de un crecimiento robusto y sostenido.
Al destacar los rasgos sobresalientes de los resultados macroeconómicos de la región
durante las últimas tres décadas, no hay que olvidar que existe una gran diversidad
de situaciones nacionales. Las características comunes del conjunto de la región, que
vamos a considerar bajo la forma de hechos estilizados, coexisten con una gran
diversidad de trayectorias nacionales sobre todo en materia de organización del
mercado laboral, del peso y del papel del Estado, así como de la articulación entre
dinámica interna y tipo de inserción internacional. Nuestros análisis toman en cuenta
principalmente las siete grandes y medianas economías de la región, es decir Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela que representan más del 90% del
PIB de América Latina así como Bolivia, Ecuador y Uruguay. El caso de otros países
se abordará de manera puntual según la temática estudiada.
Después de presentar las grandes tendencias históricas, destacaremos las especificidades del ciclo de fuerte crecimiento de 2003-2008, interrumpido por los choques
desfavorables que se produjeron a raíz de la crisis económica internacional. Sin embargo,
gracias a las políticas macroeconómicas rigurosas y a una reducción de los factores
de vulnerabilidad en la mayoría de los países latinoamericanos, la región supo resistir a
las turbulencias internacionales: no hubo crisis financieras y la recesión fue moderada
si se compara con la de otras zonas del mundo.
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No obstante, la disminución de la vulnerabilidad financiera y la existencia de márgenes
de maniobra para llevar a cabo políticas contracíclicas son tan sólo algunas de las
componentes de las estrategias de desarrollo. Para profundizar nuestro análisis
sobre los factores determinantes del crecimiento y del desarrollo de la región,
vamos a examinar las tendencias en materia de distribución del ingreso y del funcionamiento del mercado laboral, los modos de financiamiento de la economía y de la
evolución del sistema financiero, así como los rasgos destacados de la inserción
comercial externa.
A modo de conclusión, en la última sección vamos a examinar los principales obstáculos
estructurales del desarrollo económico de la región. Tomando en cuenta los retos
que se presentan y que constituyen los grandes desafíos económicos del desarrollo
de los países latinoamericanos, finalmente nos interesaremos en las perspectivas de
crecimiento a mediano y largo plazo.
1.1. El crecimiento económico de América Latina
en una perspectiva histórica
Desde la época de las independencias de la mayoría de las naciones latinoamericanas
que se llevaron a cabo durante las dos primeras décadas del siglo XIX, los resultados
y el modelo de desarrollo económicos de la región han pasado por diversas etapas.
En una primera fase, que corresponde al periodo de 1820 a 1870, en el que América
Latina apenas representaba de 2 a 2.5% del PIB mundial, la diferencia entre el ingreso
por habitante de esta región y el de las zonas más desarrolladas del mundo se
incrementó (Maddison, 2001).
En una segunda fase, esta diferencia se estabilizó durante un siglo: en promedio, entre
1870 y 1980, el ingreso por habitante de la región fue equivalente al 30% del registrado
en las zonas más desarrolladas (CEPAL, 2008). Esto corresponde a dos etapas bien
distintas. La primera, que va de 1870 hasta la gran crisis que inició en 1929, corresponde a la apertura y a la inserción sostenida en la economía mundial a través de
la exportación de materias primas –mineras y agrícolas– hacia los grandes centros
desarrollados de la época. Esta etapa de inserción en la economía mundial corresponde a lo que se llama con frecuencia la “primera globalización” que se vio favorecida
por la revolución en los transportes y estuvo vinculada al auge que registraron en la
región las inversiones extranjeras directas de origen británico, principalmente en el sector
de las infraestructuras. El dinamismo económico fue particularmente significativo en los
países del Cono Sur: en Chile y sobre todo en Argentina y en Uruguay, exportadores
de carne y de productos agrícolas característicos de los climas templados.
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Cuando este modo de desarrollo se agotó debido a la gran crisis económica internacional de los años 1930, la región tuvo una segunda etapa de sostenido crecimiento a
partir de los años 1940-1950. Esta, que se llevo a cabo entre finales de la segunda guerra
mundial y finales de los años 1970, corresponde a la implantación y a la consolidación
de regímenes de crecimiento más autocentrados y asociados a la implementación
de estrategias de industrialización por sustitución de las importaciones. Durante
este periodo, la diferencia entre el PIB por habitante de la región y el de los países
más avanzados se estabilizó a pesar de que la región tuvo un crecimiento dinámico
(algo más de 5% en promedio anual entre 1950 y 1980). De hecho, los países más
avanzados –Estados Unidos, Europa Occidental y Japón– registraron también un
aumento continuo de su actividad económica durante los “Treinta Gloriosos”, es decir
las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Por lo que este periodo se
caracterizó, en la región, por la ausencia de catch-up en términos globales: el PIB por
habitante de la región aumentó de 3% en los años 1950-1980 es decir un ritmo de
crecimiento ligeramente inferior al del grupo de países más desarrollados representados por los que hoy integran el G7 [ 3 ]. Sin embargo existe, al igual que en el
periodo que va de finales del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX, una
diversidad de trayectorias nacionales y algunos países como México y sobre todo
Brasil –economías de gran tamaño que favorecen la expansión del mercado interior y
de la industrialización– registraron un proceso de ‘catch-up’ durante esta fase (cuadro 1).
En cambio, a partir de los años 1980 y hasta los años 2000, se observó un verdadero
retroceso relativo de la región como resultado de la crisis del modelo de desarrollo
vinculado con la industrialización por sustitución de las importaciones (o sea de la
producción local de bienes industriales anteriormente importados) y con el fortalecimiento del mercado interior. Aún cuando registraba tasas de crecimiento más que
respetables, la región se caracterizó por desequilibrios crecientes a nivel macroeconómico (sobre todo con una inflación alta y creciente en varios países de la región),
a nivel de presupuesto y a nivel exterior. Los límites de este modo de desarrollo fueron
evidentes a partir de la crisis de la deuda de las cuentas externas que se desencadenó por las dificultades que tuvo México, en agosto de 1982, para cumplir con sus
compromisos externos.
Debido al peso de la restricción financiera consecutiva a la crisis de la deuda externa,
la mayoría de los países latinoamericanos que se vieron marginalizados de manera
duradera en los mercados internacionales de capitales tuvieron que adoptar medidas
de austeridad durante los años 1980. Al mismo tiempo, en un contexto de nuevas
[3] Se trata de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia y Japón.
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controversias teóricas sobre el tema del crecimiento y del desarrollo, adoptaron el
enfoque liberal preconizado por las instituciones financieras internacionales. Con el
objetivo de promover la emergencia de economías regidas por las leyes de la competencia, más abiertas y competitivas, las políticas de ajuste y las reformas estructurales
se generalizaron. Dentro de esta perspectiva, la inversión privada y las exportaciones
se convertían en motores del crecimiento y favorecían así el regreso de la viabilidad
financiera externa. Con las privatizaciones y el repliegue del Estado, con la desregulación
de la economía –en particular la liberalización financiera interna y externa– y la apertura
al mercado internacional, el objetivo era establecer un nuevo entorno institucional
y una amplia restructuración de la oferta.
En un contexto de austeridad y de restricción financiera externa, los años 1980 fueron
finalmente una “década perdida” para el desarrollo: el PIB por habitante registró una
tasa de crecimiento, en promedio anual, de -0.4% lo que, por supuesto, acrecentó la
diferencia del ingreso per cápita con los países desarrollados en tanto los países
emergentes como China iniciaban un proceso de catch-up rápido que prosiguió
durante los años 1990 y 2000 (véase cuadro 1). En lo esencial, esta situación no cambió
en los años 1990. Por supuesto los países de la región reintegraron los mercados
internacionales de capitales debido, por una parte, a la renovada confianza que
manifestaron los inversionistas internacionales gracias a las reformas implementadas
en la mayoría de esos países y, por otra parte –y sobre todo– a los cambios operados
en la coyuntura financiera internacional a principios de los años 1990, en particular
las bajas tasas de interés en vigor en Estados Unidos que incrementaron el atractivo
de los rendimientos que ofrecían los países latinoamericanos. Por lo tanto, la afluencia
masiva de capitales extranjeros –aunada a los esfuerzos realizados a nivel del ajuste
interno– indujo una nueva dinámica macroeconómica y un repunte del crecimiento
pero, al mismo tiempo, dio origen a efectos perversos y a riesgos significativos para
el conjunto de los países que tienen acceso a los mercados financieros internacionales.
En efecto, en un contexto de liberalización financiera y de abandono progresivo de
las restricciones de convertibilidad, la crisis mexicana de diciembre de 1994 –llamada
“crisis tequila”– reveló los riesgos que corrían los países que se caracterizaban por
una apertura financiera total, un sistema bancario poco sólido, una fuerte apreciación del cambio real y una agravación del déficit de la cuenta corriente. Luego, el
efecto de contagio suscitado por la crisis mexicana quedó ampliamente rebasado
por el impacto negativo que tuvieron las crisis asiática y rusa de 1997-1998 en el
conjunto de las economías emergentes y en particular en las economías de América
Latina (principalmente a través de los choques comerciales y financieros desfavorables).
De esta manera, se observaron nuevas crisis monetarias y/o financieras en los países
latinoamericanos (en particular en Brasil en 1999, Ecuador en 2000, Argentina en 2001,
Uruguay en 2002, etc.) que afectaron fuertemente el crecimiento a finales de los años
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1990 y a principios de los años 2000, a tal grado que se habla de una “semi-década”
pérdida 1998-2002.
En resumen, dentro de un marco de inestabilidad financiera creciente, los años 1990
constituyen, en términos de resultados del crecimiento, una prolongación de los
años 1980. Por ello durante estas dos últimas décadas, más que sentir la ausencia de
la recuperación, en la región se acentuó esa brecha que la separa de las zonas más
desarrolladas (véase cuadro 1). Más aún, el resultado en materia del crecimiento fue
muy decepcionante en comparación con otras zonas emergentes y en desarrollo
(gráfico 1). Sólo algunas pequeñas economías como Bolivia, Trinidad y Tobago,
República Dominicana escaparon, a partir de los años 1990, de la mediocridad que
caracterizó a la región hasta principios de los años 2000 (ver cuadro 1), además de
Chile que registró un ciclo de fuerte crecimiento a partir de la mitad de los años
1980 y pasó a ser considerado por muchos como un modelo o un ejemplo a seguir.
Obviamente, aún cuando existe una gran diversidad de recorridos económicos
nacionales, la fragilidad y la inestabilidad del crecimiento latinoamericano así como
las graves crisis monetarias y financieras que afectaron a la región, marcaron el final
del consenso que se forjó en los años 1990 en torno a la pertinencia de las reformas
estructurales, es decir sobre las propuestas del “Consenso de Washington” [ 4 ]. Este
cuestionamiento dio origen a nuevos debates sobre las políticas económicas, sobre
los regímenes de cambio, los objetivos y modalidades de la liberalización financiera.
Más ampliamente, los años 2000 se destacaron por nuevos planteamientos teóricos
y prácticos sobre las estrategias de desarrollo a seguir. En términos más generales, se
busca un nuevo equilibrio entre crecimiento y equidad así como un enfoque y un
discurso que tiendan a promover un papel más activo del Estado, en particular en la
regulación de los regímenes de crecimiento [ 5 ].
A nivel de los resultados macroeconómicos, la situación de los años 1980 y 1990
contrasta con la que prevalece a partir de 2003. En efecto, contar con un contexto
internacional favorable fue una condición decisiva para que se iniciara un ciclo de
[ 4 ] La expresión “Consenso de Washington “, utilizada por primera vez por el economista John Williamson a finales
de los años 1980 (Williamson, 1990) se refiere al proceso de convergencia intelectual desarrollado a partir
de las ideas preconizadas por la administración de los Estados Unidos (en particular del Tesoro), y por la
tecnocracia de las instituciones multilaterales (FMI y Banco Mundial) en relación a la necesidad de adoptar en
los PED, después de la crisis de la deuda, políticas de gestión macroeconómica rigurosas y de liberalización. El
citado Consenso se traduce en una decena de recomendaciones (disciplina presupuestaria, liberalización
comercial, seguridad jurídica…). Además del trabajo de Williamson sobre el Consenso de Washington véase
sobre el tema: Adelman (2001), Boyer (2002) y CEPAL (2002).
[ 5 ] Ver por ejemplo Ffrench-Davis (2005). Una presencia más importante del Estado no se traduce forzosamente por
un regreso del “nacionalismo económico” (nacionalizaciones masivas) salvo en los casos de Argentina, Bolivia
y Venezuela (en distintos grados).
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crecimiento inédito entre 2003 y 2008. En este nuevo ciclo, América Latina reanudó
con una tasa de crecimiento cercana al 5%. El conjunto de la región, formada principalmente por países de ingreso intermedio –salvo algunas excepciones– con un
nivel de desarrollo humano medio [ 6 ], registró una fase de recuperación. (Véase cuadros
1 y 2 y gráfico 2 . )
Cuadro
País/región
1
PIB/habitante y catch-up económico
“Catch-up "
(diferencia de crecimiento
en relación al G7, puntos porcentuales)
Tasa de crecimiento anual media (%)
PIB
por habitante,
2008,
USD
1950-1980 1981-1990 1991-2002 2003-2008 1950-1980 1981-1990 1991-2002 2003-2008
Argentina
1.4
- 1.3
0.7
7.4
Bolivia
Brasil
- 1.8
- 3.7
- 0.9
6
8 320
4.7
0.1
3.5
4.4
1.5
- 2.3
1.9
3
1 718
3.9
0.2
1.4
2.7
0.7
- 2.2
- 0.2
1.3
9 830
Chile
1.6
2.6
4.4
3.6
-1.6
0.2
2.8
2.2
11 330
Colombia
2.6
1.4
0.7
3.7
-0.6
-1
- 0.9
2.3
4 180
Ecuador
3.4
- 0.5
- 0.3
4.2
0.2
- 2.9
- 1.9
2.8
4 220
México
3.6
- 0.7
1.2
2
0.4
- 3.1
- 0.4
0.6
9 010
Perú
1.7
-4
1.8
5.7
- 1.5
- 6.4
0.2
4.3
4 810
Republica
Dominicana
n.d.
0.2
3.8
4.24
n.d.
- 2.2
2.2
2.8
5 160
Trinidad
y Tobago
n.d.
- 3.3
4.2
7.7
n.d.
- 5.7
2.6
6.3
20 550
Uruguay
1.4
- 0.5
1.7
5.5
- 1.8
- 2.9
0.1
4.1
12 040
Venezuela
0.3
-1
- 0.6
5.4
- 2.9
- 3.4
- 2.2
4
7 060
América
Latina
2.8
- 0.4
1.1
4.5
-0.4
- 2.8
- 0.5
3.1
n.d.
PED
3.4
1.5
4.3
3.5
0.2
- 0.9
2.7
2.1
n.d.
China
2.3
8.7
8.4
10.1
-0.9
6.3
6.8
8.7
3 325
G7
3.2
2.4
1.6
1.4
n.d.
Fuente: CEPII, CEPAL y Global Insight.
[6] El índice de desarrollo humano, o IDH, es un índice estadístico compuesto (salud y longevidad, educación y nivel de
vida), creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1990 para evaluar el nivel de desarrollo
humano de los diferentes países. El índice va de 0 (más bajo) a 1 (el nivel más alto de desarrollo humano).
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Cuadro
2
PIB/habitante y desarrollo humano
Rango
Indicador
de desarrollo
humano
Clasificación
PIB
por habitante
Clasificación
mundial
Chile
0.878
44
11,330
47
Argentina
0.866
49
8,320
56
Uruguay
0.865
50
12,040
45
México
0.854
53
9,010
54
Venezuela
0.844
58
7,060
66
Brasil
0.813
75
9,830
53
Colombia
0.807
77
4,180
78
Perú
0.806
78
4,810
70
Ecuador
0.806
80
4,220
85
Paraguay
0.761
101
2,200
98
Bolivia
0.729
113
1,718
101
Fuente: ONU y IHS-Global Insight.
Gráfico
1
PIB real (índice 1960 = 100)
Unión Europea
Estados Unidos
América Latina
Asia-Pacífico
Medio Oriente y Magreb
500
450
400
350
300
250
200
150
100
50
1980
1990
2000
Fuente: Maddison, University of Groningen.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Gráfico
2
América Latina: PIB real (%)
10
10
1961-1970
promedio
de 5.1%
9
8
2003-2008
promedio
de 4.8%
1991-2000
promedio
de 2.5%
7
6
8
6
5
4
4
3
1971-1980
promedio
de 5.8%
2
1
2
0
0
1981-1990
promedio
de 1.8%
-1
-2
-2
-3
-4
-4
1960
1970
1980
1990
2000
Fuente: Maddison, University of Groningen y CEPAL.
Recuadro
1
Chile: una economía sólida pero
con un dinamismo decreciente
Chile, que con frecuencia es citado como ejemplo, incluso presentado como modelo,
tuvo un crecimiento fuerte desde mediados de los años 1980 gracias a las reformas
estructurales lanzadas a mediados de los años 1970 cuando el golpe de estado que
puso fin al gobierno de Salvador Allende (1970-1973) provocó una ruptura radical del
marco institucional en vigor. Pero contrariamente a lo que generalmente se piensa,
atribuir el éxito de la economía chilena a los beneficios de la aplicación de un enfoque
liberal “puro” es por lo menos inexacto.
Los buenos resultados que tiene la economía chilena desde 1984 resultan de una
combinación de factores que ha provocado un círculo virtuoso. El modelo que prevaleció
hasta principios de los años 1970 se enfrentaba a la persistencia de una inserción
comercial mono-exportadora (exportaciones de cobre) lo que se traducía en crisis
recurrentes de la balanza de pagos, en ahorro e inversión bajos, en la atonía de la
producción agrícola y en la sobre-indexación de los salarios en relación a la productividad. En un contexto de déficit presupuestario importante y de fuertes tensiones en
torno a la distribución de ingresos, el resultado fue un régimen de bajo crecimiento
y de inflación alta.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
El dinamismo de la actividad económica y de la acumulación, a partir de la segunda
mitad de la década de 1980, se basó en la flexibilidad salarial y en la pérdida de
influencia de los sindicatos que permitieron orientar el reparto de ingresos a favor de
los beneficios. En un marco de apertura comercial y de estabilidad macroeconómica,
sumamente favorable a la expansión del sector privado, el aumento de las inversiones
fortaleció las transformaciones efectuadas en el sector agrícola, en la década de 1960,
a raíz de la reforma agraria. Lo cual permitió consolidar al sector de las exportaciones
agrícolas y agroindustriales. Estas transformaciones son las que dan origen a un régimen
de inflación baja y de fuerte crecimiento. Desde la década de 1980, el crecimiento es
impulsado por la inversión y por las exportaciones. De hecho, Chile adoptó una estrategia de nichos en los sectores de materias primas o con poco grado de elaboración
(frutas, pescados frescos, refrigerados o congelados, vinos, harina de pescado, madera,
pasta de papel…) que amplió la especialización tradicional que giraba en torno al cobre.
La inserción comercial de Chile también se orientó hacia una mayor diversificación
del destino geográfico de las exportaciones, en particular hacia Asia. Si en los años 1990
los gobiernos civiles elegidos después de la dictadura militar (1973 -1989) mantuvieron
las características esenciales del nuevo régimen de crecimiento, también adoptaron
políticas que tenían por objetivo fortalecer la demanda interna y modernizar las infraestructuras. Además reformaron la política fiscal, modificaron la legislación laboral,
prestaron mayor atención a los aspectos sociales y trataron de controlar los movimientos internacionales de capitales.
Mientras que la mayoría de los países de la región registraron resultados mediocres
durante los años 1980 y 1990, Chile tuvo un largo ciclo de crecimiento entre 1984 y
1997 con un aumento de 7% del PIB en promedio anual, lo que le permitió reducir
considerablemente la pobreza aunque no impidió que las desigualdades se acrecentaran. Después de la interrupción que se produjo en este ciclo debido al choque
externo desfavorable de la crisis asiática de 1998, el crecimiento no recuperó el dinamismo que tuvo durante los años 1990. Las finanzas públicas se mantienen sanas, la
deuda pública es baja y el sistema financiero sólido, lo que se traduce en una persistente reducción de la vulnerabilidad financiera que explica la resistencia de este
país frente a la crisis económica internacional que comenzó en 2007. Pero ante la
realidad de un crecimiento menos dinámico (entre 2000 y 2007, el PIB creció de 3,7%
en promedio anual) las autoridades buscan fortalecer la investigación y la innovación de
manera a fomentar, en lo futuro, una mayor diversificación del aparato productivo.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
1.2. Los años 2000: crecimiento económico, mejoramiento
de la gestión macroeconómica y resistencia a la crisis
internacional
Durante los años 2000, el auge del crecimiento se conjugó –de manera excepcional
si se consideran los resultados de las economías latinoamericanas durante las últimas
décadas– con excedentes de la cuenta corriente (gráfico 3). Bajo otros términos,
durante las fases de expansión de la actividad económica, el aumento de las importaciones, más rápido que el de las exportaciones, se traducía en general por un déficit
exterior que podía bloquear el crecimiento si las condiciones de financiamiento se
volvían problemáticas. Además, desde los años 1970 las fases durante las cuales las
economías de la región registraron una aceleración del crecimiento –segunda mitad
de la década de los años 1970 y una parte del decenio de los años 1990– coincidieron
con importantes entradas de capitales (gráfico 4) que constituyeron el preludio de
graves crisis monetarias y financieras.
En la fase 2003-2008, el incremento en las exportaciones de materias primas y en
los precios de estos productos, respaldado por el dinamismo de la demanda asiática
y sobre todo china, permitió a los países de la región –en particular los países de
Sudamérica cuya especialización internacional conlleva fuertes ventajas comparativas
en el sector primario– [ 7 ] evitar que surgiera alguna restricción financiera externa. En
otras palabras, el comportamiento de la actividad económica en el periodo 20032008 estuvo más vinculado a la evolución favorable de los términos del intercambio
que al ciclo financiero (entradas o salidas netas de capitales).
[ 7 ] En particular Argentina y Brasil en los sectores agrícola y agroalimentario, Chile en lo que concierne al cobre,
Perú en materia de metales así como Venezuela y Ecuador para el petróleo.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Gráfico
3
América Latina: PIB real (%, eje horizontal)
y saldo corriente (% del PIB, eje vertical)
2
2006
2005
2004
0
0
4
2007
2003
1990
4
2009
8
2008
2002
1991
-2
1996
1995
2000
2001
1999
1992
1997
1993
1994
-4
1998
6
Fuente: EIU.
Gráfico
4
América Latina: PIB real y flujo de capitales
Saldo financiero (miles de millones USD, esc. I
Crecimiento del PIB (%, esc. D)
120
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
-1
-2
-3
-4
-5
100
80
60
40
20
0
-20
-40
1980
1985
1990
1995
2000
2005
Fuente: Maddison, University of Groningen y CEPAL.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Dado que la importancia que tiene un entorno internacional favorable como elemento
de explicación en la recuperación de las economías latinoamericanas no se plantea
como tema de discusión, la cuestión es entender, de manera más precisa, cuál es el peso
respectivo que ejercen las dinámicas internas y las condiciones exteriores en el ciclo de
crecimiento 2003-2008 (Osterholm et al., 2007). Utilizando un modelo de vectores
autoregresivos (VAR) con datos trimestrales para el periodo 1994 a 2006, estos autores
tratan de medir la influencia de los factores externos en las variaciones del PIB de
Latinoamérica. Observan que entre 50% y 60% de la variación del PIB de la región se
explica por los choques externos.
Si el problema se aborda desde el ángulo de la contribución al crecimiento de las
diferentes componentes del PIB (consumo privado de los hogares, gastos de consumo
de las administraciones públicas, inversión, exportaciones), se observa que el peso
de la demanda externa (bruta) explica por lo menos un 40% del crecimiento económico de países como México, Chile, Bolivia y Brasil en el ciclo de crecimiento 20032008, y ello tomando en cuenta únicamente los efectos “directos” (esta cifra está
subestimada si se incluye la inversión de los sectores cuya producción se orienta
hacia la exportación). En otros países como Argentina o Venezuela, que registraron
un crecimiento del PIB real bastante extraordinario (49.8% y 62.8% respectivamente
entre 2003 y 2009), el crecimiento está vinculado, en buena parte, a una demanda
interna que se regeneró después de las severas crisis que estos países sufrieron a
principios de la década del 2000 (cuadro 3 y gráfico 5).
Cuadro
3 Oferta y demanda agregada a precio constante
Oferta y demanda agregada a precio constante (variación entre 2008 y 2003 en %)
Consumo
Inversión
Exportaciones Demanda PIB
agregada
Importaciones
Oferta
global
167,0
58,5
Privado Público
Argentina
[ 32 ]
49,2
31,9
133,7
45,4
58,5
49,8
Bolivia
21,6
18,7
52,6
48,2
30,8
26,5
45,4
30,8
Brasil
29,6
16,9
99,7
39,7
37,5
26,5
105,6
37,5
Chile
38,0
28,7
82,2
37,8
44,1
26,9
97,2
44,1
Colombia
27,9
22,9
97,3
52,1
40,7
30,4
92,1
40,7
Ecuador
31,0
31,4
65,7
43,8
41,0
31,9
64,3
41,0
México
23,8
5,7
19,8
40,3
24,7
18,2
49,0
24,7
Perú
36,1
32,9
126,6
53,7
52,5
44,5
99,8
52,5
Uruguay
35,3
19,7
105,0
74,6
50,1
37,6
103,9
50,1
Venezuela
96,1
56,8
334,8
3,5
99,9
62,8
287,1
99,9
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Factores explicativos de la dinámica macroeconómica entre 2003 y 2008 –
Contribución de los diferentes rubros de cuentas nacionales al crecimiento
de la oferta y la demanda global (puntos de crecimiento).
Consumo
Inversión
Exportaciones Demanda PIB
agregada
Importaciones
Oferta
global
Privado Público
Argentina
29.9
Bolivia
12.4
Brasil
15.8
Chile
18.0
Colombia
15.5
Ecuador
México
4.0
18.8
5.8
58.5
46.2
12.3
58.5
1.7
5.7
11.0
30.8
20.6
10.2
30.8
2.3
10.6
8.8
37.5
22.8
14.8
37.5
2.6
13.1
10.4
44.1
20.3
23.8
44.1
3.7
14.6
6.9
40.7
25.3
15.4
40.7
15.1
2.0
12.8
11.0
41.0
22.9
18.1
41.0
12.5
0.5
3.6
8.1
24.7
14.4
10.4
24.7
Perú
22.1
2.5
19.4
8.5
52.5
38.0
14.5
52.5
Uruguay
20.4
2.0
13.3
14.5
50.1
30.5
19.6
50.1
Venezuela
48.1
7.8
43.2
0.8
99.9
52.4
47.6
99.9
Fuente: estimaciones de los autores, datos de Global Insight.
Gráfico
5
Descomposición del crecimiento del PIB
(2003-2008, % de crecimiento)
Exportaciones
Inversión
Consumo privado
Consumo público
60
50
40
30
20
10
M
éx
i co
ile
Ch
liv
ia
il
as
Br
Bo
Ec
ua
do
r
bia
m
lo
Co
Ur
ug
ua
y
ú
Pe
r
nt
ge
Ar
Ve
n
ez
ue
ina
la
0
NB: retiramos la componente importada del consumo privado y de la inversión. Por falta de estadísticas detalladas,
hicimos la hipótesis de que la mitad de las exportaciones corresponden a productos destinados al consumo
y la otra mitad a la compra de bienes de capitales.
Fuente: estadísticas oficiales y cálculos de los autores.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
La crisis económica global interrumpió el ciclo de crecimiento 2003-2008. En efecto,
como lo hemos destacado, la crisis internacional afectó fuertemente a América
Latina a partir de septiembre del 2008 provocando una reacción casi instantánea de
las variables financieras, aún cuando este efecto fue, finalmente, de corto alcance
(Baduel, Ordoñez y Quenan, 2010): en su mayoría estas variables registraron una
rápida recuperación a partir del segundo trimestre de 2009 y la mayoría de los países
no tuvieron que enfrentar una interrupción duradera del financiamiento externo.
Así, entre septiembre del 2008 y marzo del 2009 se observó un aumento generalizado
de las primas de riesgo de los bonos soberanos. Desde marzo del 2009 la situación
mejora gracias a la disminución de la aversión del riesgo y a una abundante liquidez
global. Lo cual provocó el regreso de los flujos de capitales hacia la región y dio a la
mayoría de los países latinoamericanos un acceso más fácil a los mercados internacionales del crédito. Asimismo, las monedas de los países de la región sufrieron una
sensible depreciación a finales del 2008/principios del 2009 antes de observar una
nueva apreciación general a partir de marzo/abril del 2009. En paralelo, después de
la profunda depresión de las bolsas locales a finales del 2008, se observó a partir de
marzo del 2009 una rápida recuperación del dinamismo de la mayoría de las plazas
financieras latinoamericanas.
Los efectos negativos de la crisis internacional se sintieron también –y sobre todo–
a través del canal comercial. De manera que en América Latina la crisis se reflejó
en el fuerte deterioro de los intercambios comerciales tanto en volumen como en
valor. Por el lado del volumen de las exportaciones, la CEPAL calcula que las exportaciones regionales disminuyeron en un 9% en 2009. Debido principalmente al
derrumbe de la demanda internacional (en particular de los países industrializados),
las cantidades exportadas registraron una caída fuerte, sobre todo en los países
exportadores de bienes manufacturados que tienen como principal cliente a Estados
Unidos (Centroamérica, México). Por el lado de los países exportadores de commodities la caída del volumen exportado fue menor gracias a que la demanda china se
mantuvo. A nivel de valores, los montos intercambiados se vieron afectados entre finales
del 2008 y principios del 2009 por la brutal caída de los precios de los productos
primarios lo que perjudicó directamente a los países exportadores netos de materias
primas. Sin embargo, para los países importadores netos, la baja de las cotizaciones
permitió reducir las tensiones sobre el saldo corriente en un contexto de contracción
del crédito internacional. Los precios de las materias primas, dato clave para ciertas
economías de la región, registraron una notable alza a partir de principios del 2009.
El aumento del precio internacional de estos productos fue una bocanada de oxígeno
para los países exportadores de materias primas que tienen un acceso restringido a
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
los mercados internacionales de capitales (Argentina, Venezuela) y cuyas finanzas
públicas dependen fuertemente de las ventas externas de esos productos (por ejemplo,
Ecuador y México). De modo que aún cuando los términos del intercambio sufrieron
un deterioro en el conjunto del año 2009, éste fue menor a lo previsto inicialmente.
Por otra parte, en el conjunto del año la reducción de las exportaciones en valor no
causó, en las principales economías de la región, ningún deterioro importante en los
saldos de las balanzas comerciales dado que las importaciones también se vinieron
abajo debido a la recesión.
La crisis también afectó a América Latina a través del deterioro en el saldo de otras
operaciones de la cuenta corriente. Es el caso de las remesas que representan una
parte significativa del PIB de ciertos países de la región (los pequeños países de
Centroamérica y el Caribe, Ecuador, México, etc.) (ver gráficos 6a y 6b). Aún cuando
estos fondos son menos volátiles que otros flujos de capitales, los efectos de la crisis
sobre los países desarrollados (en particular sobre Estados Unidos y España) y sus
consecuencias sobre los mercados laborales provocaron una caída en las transferencias
de los migrantes latinoamericanos hacia sus países de origen. Según las estimaciones
del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las remesas registraron una baja de 15%
en 2009 [ 8 ].
[8] Datos del BID: http://www.iadb.org/news-releases/2010-03/english/remittances-to-latin-america-stabilizingafter15-drop-last-year-fomin-6671.html
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Gráfico
6
América Latina: remesas
de trabajadores migrantes
(a) miles de millones de dólares
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1980
1985
1990
1995
2000
2005
Fuente: CEPAL.
(b) % del PIB
República Dominicana
Salvador
Bolivia
Ecuador
México
20
15
10
5
0
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
00
01
02
03
04
Fuente: EIU.
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05
06
07
08
09
10
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Los choques desfavorables que resultaron de la crisis internacional provocaron una
recesión moderada –disminución del PIB de cerca de 2%– en 2009: la región se vio
relativamente poco afectada por la crisis si se compara con otras zonas del mundo
(gráfico 7). Es cierto que, como lo señalan algunos observadores y analistas (Machinea,
2010), si se evalúan los efectos de la crisis financiera por medio del nivel de crecimiento
de 2009 se podría sobreestimar la capacidad de resistencia de la región. Si en cambio
se evalúa el impacto de la crisis a través de la diferencia que hubo entre la dinámica
de crecimiento del periodo 2005-2007 (ciclo de fuerte crecimiento de la región) y
la del crecimiento de 2009, América Latina se destaca como una de las regiones
que más fue afectada. En 2009, su crecimiento retrocedió de 7 puntos en relación al
crecimiento promedio anual del periodo anterior (gráfico 8). Sin embargo, esta
observación debe relativizarse. Por una parte, debido a un efecto básico: la brusca
desaceleración del crecimiento latinoamericano se explica esencialmente por el
crecimiento muy dinámico que se había registrado en los años anteriores a la crisis.
Por otra parte, querer evaluar la resistencia de América Latina en su conjunto puede
resultar simplista. Se debe tomar en cuenta la diversidad de impactos que produjo
la crisis en los diferentes países de la región. Cuando algunos países como Brasil (ver
recuadro 2) que tenían un fuerte crecimiento antes de la crisis internacional pudieron
resistir, otros se vieron fuertemente afectados. Muy en particular México, que ya
tenía un crecimiento anémico antes de la crisis (inferior al promedio regional desde
el inicio de los años 2000), resultó muy vulnerable a los choques de 2008-2009
debido a su estrecha vinculación económica con Estados Unidos (ver recuadro 3).
Dado que representa cerca del 30% del PIB latinoamericano y que fue el país de la
región que experimentó la mayor recesión en el 2009 (-6.5%), México jaló hacia abajo
el resultado económico de la región. Pero si se excluye a México, las consecuencias
de la crisis en América Latina resultan mucho menos dramáticas: el crecimiento
regional es entonces nulo en 2009 y su desaceleración mucho menos significativa
(algo menos de 5 puntos porcentuales).
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Gráfico
7
Tasa de crecimiento en 2009 (%)
8
6
CEI
2.3
Unión
Europea
América
Latina
6.6
2
PECO
4
- 3.7
- 4.1
- 6.6
0
- 1.8
-4
África
Asia
emergente
-2
-6
-8
Fuente: FMI – WEO, abril 2010.
Gráfico
8
Diferencias de crecimiento: promedio 2005-2007
vs 2009 (en puntos porcentuales)
- 14.6
CEI
- 9.7
PECO
- 7.2
América Latina
Unión Europea
- 7.0
- 6.0
Economías desarrolladas
- 5.4
Economías en des.
- 3.8
- 3.2
Fuente: FMI – WEO, abril 2010.
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África
Asia en des.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Si bien los choques externos desfavorables fueron de magnitud comparable a los
que América Latina enfrentó durante la crisis de la deuda exterior a principios de los
años 1980 (OCDE, 2009), la región resistió mejor a la crisis económica internacional
iniciada en 2007. Evitó una recesión más profunda y pudo hacer frente a las turbulencias internacionales sin sufrir –como había sucedido en el pasado– crisis monetarias
o financieras.
Esta capacidad de resistencia a la crisis es resultado de varios factores convergentes
hacia una perspectiva de reducción de la vulnerabilidad financiera: en la mayoría de
los países de la región observamos que, en los años 2000, se mejoraron los saldos de
las finanzas públicas y se redujeron los coeficientes de endeudamiento público, al
tiempo que se fortaleció la situación financiera exterior gracias a un considerable
aumento de las reservas de cambio y a una solidez reforzada de los sistemas bancarios
internos.
Muy en particular, el buen estado de las finanzas públicas y los márgenes de maniobra
que tuvieron los gobiernos de los diferentes países de América Latina en términos de
medidas contracíclicas fueron factores decisivos. Ellos permitieron establecer rápidamente estímulos fiscales que, aún siendo de menor magnitud que los implementados
por los países desarrollados [ 9 ], y gracias a las políticas monetarias expansionistas que
con frecuencia los acompañaron, contribuyeron a mitigar las tensiones recesionistas. Aún
cuando el deterioro muy moderado de los saldos presupuestarios que esto produjo
podría reducir los márgenes de maniobra de futuras políticas de apoyo a la demanda
interna, después de varios años de mejoría las finanzas públicas estaban bajo control
así como el endeudamiento soberano (gráfico 9). Por lo tanto América Latina no forma
parte de esas zonas y de esos países que, a corto plazo, podrían atravesar graves crisis
vinculadas al descontrol de la deuda pública.
[9] Sólo Chile y Perú han implementado planes de recuperación consecuentes, que representaron alrededor de 3%
del PIB en 2009.
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A SAVOIR
Gráfico
9
Deuda pública en América Latina (% del PIB)
Deuda pública externa
Deuda pública interna
Deuda pública total
70
60
50
40
30
20
10
0
91
93
95
97
99
01
03
05
07
09
Fuente: CEPAL.
Además, dentro de un contexto de reducción de la deuda externa y de acumulación
de reservas internacionales (cuadro 4) que se conjugó con las necesidades de financiamientos externos relativamente moderados en 2009, no se requirió un ajuste
drástico de las cuentas externas. Finalmente, los sistemas bancarios son hoy más
sólidos que en los años 1990: el riesgo de crédito disminuyó aún cuando en 2009 se
observó un aumento de la cartera vencida. La situación de la mayoría de las economías de la región es satisfactoria en lo que atañe al riesgo de liquidez y al riesgo de
insolvencia, y se observa una baja exposición al riesgo de mercado, aún cuando los
desequilibrios en divisas representan cierta fragilidad para algunos países [ 10 ]. La mejor
relación entre los préstamos externos netos y el crédito que distribuye el sistema,
talón de Aquiles del sistema bancario de numerosos países emergentes durante la
actual crisis internacional, constituye además un factor de solidez [ 11 ].
[10] En un contexto en el cual el grado de dolarización de las economías ha disminuido en términos generales (Baduel,
Koagne, Prat y Rodado, 2010).
[ 11 ] Ese fue el caso de numerosos países de Europa Central y Oriental así como de Corea del Sur.
[ 40 ]
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Cuadro 4
Indicadores de sostenibilidad externa
(a) Deuda externa (en miles de millones USD)
1990
1995
2000
2005
2010
Argentina
Total (miles de millones USD)
62.2
98.5
140.9
125.0
122.0
Corto plazo (miles de millones USD)
10.5
21.4
28.3
34.8
26.7
Pública (miles de millones USD)
46.9
54.9
81.6
54.2
73.1
Total (% del PIB)
44.0
38.2
49.6
68.2
36.2
Total (miles de millones USD)
4.3
5.3
5.8
6.9
6.2
Corto plazo (miles de millones USD)
0.2
0.3
0.4
0.2
0.2
Pública (miles de millones USD)
3.7
4.5
4.1
4.6
2.8
87.8
78.5
68.9
72.3
32.1
119.7
160.5
241.6
187.4
310.0
23.7
31.2
31.0
24.0
40.8
Bolivia
Total (% del PIB)
Brasil
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
Pública (miles de millones USD)
87.5
98.3
96.1
93.9
99.6
Total (% del PIB)
25.8
20.9
37.5
21.3
16.0
19.2
22.0
37.3
45.4
88.8
Chile
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
3.4
3.4
6.2
7.1
20.8
Pública (miles de millones USD)
10.4
7.2
5.3
9.1
11.6
Total (% del PIB)
60.1
30.8
49.5
38.4
45.8
17.2
25.0
33.9
37.7
50.9
1.4
5.5
2.9
6.2
4.1
Pública (miles de millones USD)
14.7
13.9
20.8
22.6
35.0
Total (% del PIB)
36.0
24.0
36.1
26.1
18.3
12.1
13.9
13.6
17.1
13.9
Corto plazo (miles de millones USD)
1.8
1.3
0.8
1.7
1.6
Pública (miles de millones USD)
9.9
12.0
11.2
10.6
7.3
Total (% del PIB)
n.d
68.8
85.1
45.9
23.4
Colombia
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
Ecuador
Total (miles de millones USD)
Septiembre 2011 / Los desafíos del desarrollo en América Latina / © AFD
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
1990
1995
2000
2005
2010
México
Total (miles de millones USD)
104.4
165.4
150.9
167.9
186.6
Corto plazo (miles de millones USD)
16.1
37.3
18.9
6.6
10.0
Pública (miles de millones USD)
76.0
93.9
81.5
108.5
118.2
Total (% del PIB)
37.0
53.3
24.0
19.8
18.4
20.0
30.8
28.6
28.9
35.6
5.3
9.7
3.9
3.2
5.1
Pública (miles de millones USD)
13.6
18.9
19.2
22.5
20.8
Total (% del PIB)
69.2
57.5
53.7
36.4
24.7
Total (miles de millones USD)
4.4
5.3
8.1
14.5
13.8
Corto plazo (miles de millones USD)
1.2
1.3
1.9
4.0
1.7
Pública (miles de millones USD)
3.0
3.8
5.5
7.8
11.8
47.5
27.5
40.4
83.2
34.1
33.2
35.5
42.0
45.7
57.9
2.0
3.1
8.2
10.1
11.3
Pública (miles de millones USD)
24.5
28.2
27.4
30.9
43.8
Total (% del PIB)
68.2
45.9
35.8
31.4
28.6
448.1
617.8
760.6
750.2
969.7
Perú
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
Uruguay
Total (% del PIB)
Venezuela
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
América Latina
Total (miles de millones USD)
Corto plazo (miles de millones USD)
Pública (miles de millones USD)
Total (% del PIB)
76.7
127.4
115.0
110.6
137.9
328.3
376.6
394.9
418.5
493.0
39.0
34.1
36.4
28.1
21.6
Fuente: EIU.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
(b) Reservas de cambio
1990
1995
2000
2005
2010
Argentina
Total (miles de millones USD)
6.0
16.0
25.2
28.1
48.9
En meses de importaciones
10.5
7.4
9.1
9.7
9.7
% deuda ext. corto plazo
57.4
74.8
88.8
80.6
183.4
Cociente de cobertura (1)
49.3
57.3
68.7
64.5
117.0
Total (miles de millones USD)
0.2
0.7
1.2
1.8
8.1
En meses de importaciones
2.3
5.3
6.8
7.5
16.5
% deuda ext. corto plazo
133.1
227.4
291.3
987.9
5166.0
Cociente de cobertura
48.1
99.6
127.1
200.2
497.1
Total (miles de millones USD)
9.2
51.5
33.0
53.8
261.6
En meses de importaciones
3.9
9.8
5.5
6.6
13.9
% deuda ext. corto plazo
38.7
164.8
106.6
224.2
640.5
Cociente de cobertura
29.8
109.4
67.3
111.0
268.9
Total (miles de millones USD)
6.7
14.8
15.4
16.9
26.9
En meses de importaciones
8.8
9.7
8.4
5.3
4.8
% deuda ext. corto plazo
198.4
430.9
248.8
238.8
129.0
Cociente de cobertura (1)
118.3
184.6
131.8
101.7
71.4
4.9
8.5
9.0
15.0
25.9
Bolivia
(1)
Brasil
(1)
Chile
Colombia
Total (miles de millones USD)
En meses de importaciones
8.5
6.3
7.5
7.2
7.2
% deuda ext. corto plazo
339.1
152.7
313.7
242.1
634.3
Cociente de cobertura (1)
154.7
88.7
139.2
120.6
174.1
Ecuador
Total (miles de millones USD)
1.0
1.8
1.2
2.1
3.6
En meses de importaciones
4.8
3.8
2.9
2.2
2.3
% deuda ext. corto plazo
55.3
136.7
148.1
125.0
229.5
Cociente de cobertura
41.1
65.5
58.1
45.9
57.5
(1)
(1) = reservas de cambio en % de la suma del volumen de deuda a corto plazo y de tres meses de importaciones.
Fuente: EIU.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
1990
1995
2000
2005
2010
México
Total (miles de millones USD)
En meses de importaciones
9.9
17.0
35.6
74.1
109.5
2.3
2.5
2.2
3.7
4.3
% deuda ext. corto plazo
61.3
45.7
187.9
1126.5
1099.4
Cociente de cobertura (1)
34.1
29.6
53.5
110.2
126.8
Perú
Total (miles de millones USD)
1.8
8.6
8.6
14.2
37.3
En meses de importaciones
5.2
10.7
10.7
11.2
14.4
% deuda ext. corto plazo
33.2
88.9
219.7
441.9
729.8
Cociente de cobertura
27.9
71.2
136.0
202.3
289.6
Total (miles de millones USD)
1.3
1.7
2.8
3.1
7.8
En meses de importaciones
9.0
5.6
7.9
7.9
10.6
104.9
125.4
144.7
77.7
451.9
77.8
75.2
93.5
60.0
198.3
Total (miles de millones USD)
11.8
9.7
15.9
29.6
27.7
En meses de importaciones
14.9
6.9
8.9
12.0
7.5
(1)
Uruguay
% deuda ext. corto plazo
Cociente de cobertura
(1)
Venezuela
% deuda ext. corto plazo
588.0
317.4
194.0
293.2
245.4
Cociente de cobertura (1)
269.6
133.4
117.6
169.4
123.8
52.6
130.2
147.7
238.7
557.2
América Latina
Total (miles de millones USD)
En meses de importaciones
5.2
6.4
4.7
5.7
8.2
% deuda ext. corto plazo
68.7
102.2
128.5
215.8
404.0
Cociente de cobertura (1)
49.2
69.3
70.8
101.0
163.6
(1) = reservas de cambio en % de la suma del volumen de la deuda a corto plazo y de tres meses de importaciones.
Fuente: EIU.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Sin embargo, disminuir la vulnerabilidad financiera y contar con márgenes de maniobra
para llevar a cabo políticas contracíclicas son tan sólo algunos de los factores que
pueden provocar y consolidar una dinámica de crecimiento fuerte y sostenible. Para
lograrlo es necesario que la evolución de la distribución de ingresos favorezca el
dinamismo de la actividad económica, un financiamiento estable y suficiente de la
economía asociado a un sistema financiero sólido y a un sector privado dinámico así
como una inserción comercial externa capaz de favorecer un aumento sostenido del
crecimiento.
Recuadro
2
Brasil: une economía diversificada
con perspectivas favorables
País-continente con cerca de 200 millones de habitantes, Brasil cuenta con un atributo
principal desde el punto de vista económico: su aparato productivo muy diversificado,
resultado de un proceso de industrialización que se fue desarrollando después de la
Segunda Guerra Mundial. Desde esa época, el sector industrial creció en forma
constante hasta representar el 35% del PIB en 1980. A partir de entonces, el grado
de industrialización comenzó a disminuir (aunque de manera menos marcada que en
otros países latinoamericanos) debido a la apertura comercial y al marco recesivo que
predominó durante los años 1980.
Tres características principales reflejan la importancia del desarrollo industrial. Primero,
la existencia de sectores muy sofisticados como, por ejemplo, la industria aeronáutica.
La empresa brasileña Embraer, líder en algunas ramas de esta industria, compite con
Bombardier por el tercer lugar en la clasificación mundial de constructores aeronáuticos
detrás de Airbus y Boeing. Luego, la existencia del polo del estado de São Paulo, eje
del aparato productivo brasileño. Con 22% de la población del país (o sea más de 40
millones de habitantes), 35% del PIB total, 32% de las exportaciones, 30% de la producción de patentes y 50% de la investigación científica brasileña, es uno de los polos
industriales más importantes del mundo. Por último, el alto grado de desarrollo industrial dio origen al auge de las exportaciones de manufacturas (de aviones, autobuses
y otros medios de transportes de pasajeros, de material de transporte, de teléfonos
celulares). A pesar de la importancia que han cobrado en los últimos años las exportaciones agrícolas y agroindustriales –en particular las de soya–, las exportaciones
manufactureras representan actualmente cerca del 50% de las exportaciones totales.
A los factores positivos que se observan por el lado de la oferta, en los últimos años
se han sumado, dentro del marco del ciclo de crecimiento 2003-2008, otras señales
que reflejan cierto dinamismo por el lado de la demanda. De modo que antes de
que se sintieran los efectos de la crisis económica internacional, Brasil pasaba
por una fase de auge de la demanda dosméstica, la cual resurgió en 2010 con el
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
crecimiento que tiende a embalarse nuevamente. Más allá de la importancia que
tiene el incremento del crédito para el consumo, el rebote de 2010 refleja una dinámica de fortalecimiento de la demanda interna que se percibe desde hace varios años
y que está vinculada al aumento de los ingresos per cápita, a la evolución favorable del
mercado laboral, a la expansión de las clases medias y a las nuevas oportunidades de
inversión que se perfilan a corto plazo (nuevos yacimientos de petróleo, las infraestructuras para la Copa del Mundo de Fútbol de 2014 y para los Juegos Olímpicos
de 2016…).
Si las perspectivas económicas para los próximos años parecen más bien positivas,
persisten un cierto número de retos. A corto plazo, la gestión de los movimientos de
capitales (entradas/salidas masivas de capitales volátiles en función de la coyuntura
internacional, presiones sobre el tipo de cambio) y del auge de la demanda, que podría
ahondar el déficit corriente y generar crecientes tensiones inflacionistas, serán temas
centrales de las decisiones de política económica (presupuestaria y monetaria). A
mediano plazo, más allá de corregir algunas debilidades estructurales como el retraso
en materia de infraestructuras, las desigualdades aún bien marcadas o una fiscalidad
cuya complejidad constituye un obstáculo para el desarrollo del sector privado, la
fragilidad del capital humano persiste como un reto ineludible. Aún más importante:
el régimen de crecimiento de Brasil, hasta ahora esencialmente impulsado por el
consumo, se caracteriza por tasas de ahorro interno y de inversión local relativamente bajas (difícilmente rebasan el 20% del PIB). Ahora que Brasil requiere aumentar las inversiones productivas indispensables para alcanzar un crecimiento potencial
superior al 5%, el aumento del ahorro interno se ha convertido en algo crucial para
evitar una excesiva dependencia de los capitales externos.
Recuadro
3
México: un régimen de crecimiento estancado
Después de haber sido el epicentro de la crisis de la deuda externa en 1982 y de la
tempestad financiera de finales de 1994 conocida como la crisis “tequila”, México
atravesó las crisis asiática, rusa y brasileña sin demasiado daño: el contagio financiero
y comercial que produjeron se vio compensado en buena parte por el sostenido
dinamismo de la economía estadunidense. Pionero en la implementación de reformas
estructurales de inspiración liberal, este país que cuenta con unos 100 millones de
habitantes, registra desde mediados de los años 1980 una transformación radical
que se traduce por una creciente integración productiva con Estados Unidos. Gracias
al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que firmó con
Canadá y Estados Unidos en 1994, consolidó el desarrollo de las exportaciones
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
manufactureras –en particular las exportaciones de las maquiladoras, es decir del
sector de ensamblaje– que se destinan al mercado estadunidense y que se convirtieron en una fuente mayor de crecimiento durante la segunda mitad de los años
1990. Durante este periodo, México tuvo un crecimiento robusto que rebasó el
promedio latinoamericano hasta finales de los años 1990. La desaceleración de la
actividad en Estados Unidos, a principios de los años 2000, puso término a este ciclo
de crecimiento sostenido. Y contrariamente a la situación que prevaleció entre
1996 y 2000, la nueva fase de crecimiento iniciada en 2002 –pero interrumpida
por la crisis internacional en 2007/2008– fue mucho menos dinámica. Los años
2000 se caracterizaron por una actividad económica más bien mediocre con un
ritmo de crecimiento inferior al promedio regional.
De hecho, este régimen de crecimiento centrado en exportaciones favorecidas por el
bajo costo de la mano de obra (comparado con los salarios en Estados Unidos) no
estimula el desarrollo de la cadena productiva ni promueve la fabricación de productos con un mayor valor agregado. Por el contrario, con la creciente apertura de
la economía mexicana se ha observado una fragmentación de la cadena productiva. Con este modelo de desarrollo es particularmente difícil crear empleos de
calidad y bien remunerados lo cual fragiliza los motores del crecimiento interno.
Así, se ha observado que el consumo, y sobre todo la inversión, tuvieron menor
impulso durante los años 2000 que durante la segunda mitad de los años 1990, lo
que fortaleció un círculo vicioso de crecimiento mediocre.
Por otra parte, el Estado no parece tener márgenes de maniobra para respaldar el
crecimiento por medio de políticas presupuestarias más expansionistas. Aún si en los
últimos años los coeficientes entre deuda pública y deuda externa mejoraron ampliamente gracias a políticas de austeridad, las finanzas públicas siguen siendo frágiles.
La disminución de la vulnerabilidad financiera del país –que también se basa en un
sistema bancario sólido– constituye un gran avance. Sin embargo, la mejoría en la
situación de las finanzas públicas reposan sobre bases precarias. Los ingresos y los
gastos del Estado siguen siendo sumamente pro-cíclicos debido a su dependencia
respecto a los ingresos petroleros, lo cual restringe la capacidad de acción de las políticas públicas. Sabiendo que la extracción de petróleo disminuirá en las próximas dos
décadas, resulta indispensable implementar reformas que permitan a los ingresos
presupuestarios aminorar su dependencia al petróleo.
Sin embargo, estas reformas enfrentan una fuerte resistencia en el país donde la presión
fiscal es particularmente baja (alrededor de 10% del PIB). Ahora que los motores
internos del crecimiento parecen estar afectados de manera perenne, la extrema
dependencia de México hacia su vecino del norte condena a este país a seguir la
coyuntura económica estadunidense. Algo preocupante cuando se sabe que el lugar
de México en el mercado estadunidense se reduce paulatinamente a favor de los productos chinos frente a los cuales, a pesar de su cercanía geográfica, tiene dificultades
para mantenerse competitivo.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
1.3. Tendencias de la distribución de ingresos
y del mercado laboral
América Latina es a menudo considerada como el continente de las desigualdades.
En particular, son muy fuertes a nivel de la distribución de ingresos, rubro en el que
durante las últimas décadas se ha registrado sistemáticamente un coeficiente de
Gini superior a 0.5. Según una clasificación en cuatro categorías propuesta por la CEPAL,
a principios de los años 2000 sólo Uruguay –país que representa una proporción
muy pequeña de la población total de la región– se incluía en el grupo de países con
índice de Gini bajo, aunque su índice de Gini es de 0.46, un nivel por encima de los
coeficientes generalmente registrados en los países desarrollados.
Estas desigualdades tienen su origen en un largo proceso histórico que consolidó
una distribución muy desigual de los activos y de los ingresos desde la época de las
conquistas española y portuguesa (de Ferranti et al., 2004). En el caso de América
Latina, las desigualdades fueron de la par con una situación de pobreza elevada que
concierne a una tercera parte de la población total de la región [ 12 ].
Sin embargo, la evolución reciente de los coeficientes de Gini permite observar un
cambio en los años 2000. Las desigualdades se acentuaron en una decena de países
de la región (cuadro 5), entre los años 1980 y los años 2000. En cambio desde 20022003 se observa un movimiento en sentido inverso. En efecto, numerosos países de
la región registraron una disminución en los índices de Gini durante los años 2000.
[ 12 ] Aún cuando, según la CEPAL, el número de pobres ha disminuido de 226 millones en 2003 a 180 millones en
2008 antes de remontar a cerca de 190 millones después de la recesión de 2009.
[ 48 ]
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Cuadro
5
Índice de Gini
1980s
Argentina
2000s
Última cifra
0.44 (1986)
0.49 (1998)
0.52 (2002)
0.48 (2006)
n.d.
0.58 (1997)
0.60 (2002)
0.57 (2007)
Bolivia
Brasil
1990s
0.59 (prom. 1981-89) 0.58 (prom. 1991-99) 0.56 (prom. 2001-07)
0.55 (2007)
Chile
0.45 (1987)
0.55 (1998)
0.54 (2004)
0.52 (2006)
Colombia
0.53 (1988)
0.58 (1998)
0.58 (2003)
0.58 (2006)
Ecuador
0.50 (1987)
0.53 (1998)
0.61 (2003)
0.54 (2007)
México
0.46 (1984)
0.48 (1998)
0.59 (2003)
0.51 (2008)
Perú
0.45 (1986)
0.46 (1996)
0.54 (2002)
0.50 (2007)
Uruguay
0.42 (1989)
0.45 (1998)
0.44 (2003)
0.46 (2006)
Venezuela
0.44 (1989)
0.49 (1998)
0.48 (2003)
0.43 (2006)
Fuente: WDI, Banco Mundial.
La tendencia a la baja de las desigualdades de ingreso durante los últimos años en 12
de los 17 países de la región que cuentan con datos comparables, se confirma en un
análisis detallado que también busca esclarecer las causas de este cambio en el caso
de los cuatro ejemplos que conforman una muestra representativa de los países con
ingresos intermediarios de la región: Argentina, Brasil, México y Perú (López-Calva
et al., 2009). Uno de los primeros factores que contribuyó a reducir las desigualdades
tiene que ver con la implementación de programas de transferencias condicionadas
de ingresos, cuyas características y alcance se analizarán más adelante. Un segundo
factor que, según los autores de este estudio, contribuyó de manera favorable a
reducir las desigualdades, es de carácter estructural. Está relacionado con la expansión
de la educación básica o sea con la sensible reducción, en las dos últimas décadas, de
la parte de población que no cuenta con estudios primarios terminados. El aumento
de capacitación de los más pobres sería el generador de una mejoría de las remuneraciones de los sectores más desfavorecidos. No obstante, estos autores estiman
que esta mejor preparación tendrá un beneficio limitado para las poblaciones desfavorecidas ya que rápidamente van a tropezar con la barrera de la educación superior
( acces-to-tertiary education barrier ) donde su acceso se verá obstaculizado por la
menor calidad de su educación secundaria.
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A SAVOIR
En cualquier caso, la evolución de las desigualdades y de la pobreza que caracterizan
a la región depende fundamentalmente de las tendencias del mercado. La creación
de un número suficiente de empleos de calidad junto con un aumento significativo
de la productividad y de los ingresos reales constituye un elemento decisivo para
que el crecimiento influya en la reducción de las desigualdades y de la pobreza que
a su vez podría fortalecer la demanda y el dinamismo de la actividad económica.
La evolución del mercado laboral en América Latina es resultado de un proceso
contradictorio de inclusión y exclusión social (Weller, 2001). Durante el período de
sustitución de importaciones y de crecimiento “hacia adentro” (1950-1980), una
creciente proporción de la población activa se integró a actividades urbanas relacionadas con procesos de industrialización. Pero, al mismo tiempo, una parte importante
de los que migraron del campo hacia los centros urbanos fueron excluidos de esos
procesos y tuvieron que limitarse a desarrollar actividades precarias de muy baja
productividad, dando así un impulso decisivo al desarrollo del sector informal.
Durante la “década perdida” de los años 1980, los factores de integración al sector
formal perdieron bastante fuerza y la mayoría de los nuevos puestos de trabajo se
crearon en el sector informal con lo que la heterogeneidad estructural de las economías
se acentuó. Al mismo tiempo que disminuía la parte correspondiente de la agricultura en el empleo total, se frenó la expansión del empleo industrial y el sector de los
servicios acaparó entonces, a nivel regional, más de la mitad del empleo total. En los
años 1990, que se caracterizaron por una recuperación económica limitada debido
a un nuevo ciclo de crisis financieras, la evolución del mercado laboral confirmó la
persistencia de las tendencias registradas desde los años 1980: la tasa de desempleo
se mantuvo elevada y el sector informal siguió creciendo. En forma paralela, durante
los años 1990, las reformas de orientación liberal se generalizaron. Empero, la desregulación del mercado laboral no fue prioridad de los programas de reformas [ 13 ], aún
cuando en la mayoría de los países de la región se observó, de facto, a niveles distintos,
una creciente flexibilización de ese mercado.
El ciclo de crecimiento de los años 2000 tuvo un impacto positivo en el mercado
laboral que fue frenado por los efectos negativos de la crisis económica internacional.
Así, entre 2003 y 2008 se observó un incremento del empleo que se tradujo en una
disminución generalizada de la tasa de desempleo. La tasa de desempleo urbano de
[ 13 ] Con excepción del “Plan Laboral” implementado en Chile en 1979 y de la reforma de 1986 en Panamá no hubo
modificaciones radicales a nivel del mercado laboral y de la relación salarial. Más aún en las “diez reformas” del
consenso de Washington ya evocado (Williamson, 1990) no se incluye la reforma del mercado laboral, a pesar de
que se considera en la parte “desregulación” junto con otras seis dimensiones.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
la región, tal y como la calcula la CEPAL, alcanzó 11% en 2003 para situarse después
en 7.4% en el 2008 y luego subir hasta 8.3% con la recesión de 2009.
El ciclo de crecimiento que registró recientemente la región también influyó sobre la
evolución del sector informal. A pesar de una gran diversidad de realidades nacionales, este último se mantuvo en aumento constante desde principios de los años
1990: entre 1990 y 2003 pasó de cerca de 43% a un poco más de 47% del empleo
total urbano en los siete países más grandes de la región (cuadro 6). Esta proporción
bajó entre 2003 y 2008 gracias al dinamismo de la actividad económica formal: si se
toma en cuenta a cinco países de la región (Colombia, Ecuador, México, Panamá y
Perú), alcanzó 37.9% en 2008 antes de remontar ligeramente (38.7%) (CEPAL/OIT,
2010) [ 14 ]. Por supuesto, a pesar de que la parte relativa del sector informal disminuyó en
los años 2000, los niveles son todavía muy elevados por lo que se supone que persiste una
alta proporción de empleos de baja calidad.
Objeto de polémicas y de numerosos debates teóricos, la informalidad constituye
para muchos autores un factor de mantenimiento, e incluso de fortalecimiento, de
esa heterogeneidad estructural que caracteriza a los países latinoamericanos
(Cimoli et al . , 2006) y que tiene importantes efectos sobre la naturaleza y el tamaño
de las empresas. Según estudios recientes, la “competencia desleal” del sector
informal constituye uno de los principales obstáculos para el crecimiento de las
empresas en América Latina [ 15 ]. Pero dado el costo prohibitivo que representa, en
muchos casos, acceder al sector formal debido a las pesadas gestiones administrativas
y a la compleja fiscalidad, la informalidad perpetúa micro-empresas y pequeñas
empresas de muy baja productividad.
[ 14 ] A pesar de esas observaciones, no se ve que la relación entre evolución del sector informal y el ciclo económico sea
algo evidente en América Latina (Galli et al., 2003).
[ 15 ] En efecto, al utilizar los datos del World Bank Enterprise Survey (WBES), se observa que esta “competencia
desleal” que se traduce en costos mucho más bajos en el sector informal constituye una restricción muy
importante –la tercera después de la corrupción y de la inestabilidad macroeconómica– para el crecimiento
de las empresas (Pagés, 2010).
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Cuadro
6
Estructura del empleo (%)
Sector informal
Sector formal
Argentina
1990
52
48
2003
46.5
53.5
1990
40.6
59.4
2003
44.6
55.4
Brasil
Chile
1990
20.9
79.1
2003
21.5
78.5
1990
45.7
54.3
2003
61.4
38.6
1990
38.4
61.6
2003
41.8
58.2
1990
52.7
47.3
2003
55.9
44.1
Colombia
México
Perú
Venezuela
1990
38.6
61.4
2003
53.6
46.4
1990
42.8
57.2
2003
47.4
52.6
América Latina
Fuente: OIT, CEPAL.
Otro hecho destacado de la evolución de los mercados laborales se refiere a las
tendencias en materia de salarios y remuneraciones. Si se toma en cuenta la evolución
de las remuneraciones promedio reales desde 1990 (cuadro 7), se observa que existe
en este ámbito, como en otros, una diversidad de realidades nacionales. Sin embargo,
fuera de los casos de Brasil, Chile y Colombia, a este nivel se observa un estancamiento
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e incluso un retroceso en los años 1990 (en particular en los casos de Argentina,
Perú y Venezuela). En cambio, en los años 2000, muy especialmente después del
2003-2004, se observa un aumento de las remuneraciones reales. Ahora bien, desde
una perspectiva a largo plazo este avance resulta bastante moderado.
Cuadro
7
Remuneraciones reales (índice, base 1992 = 100)
1995
Argentina
2005
2000
98.3
99.9
2008
104.7
135.2 (*)
Brasil
115.1
120.5
102.7
110.1
Chile
115.8
131.6
142.8
149.3
Colombia
112.6
130.4
137.3
139.4
México
99.3
98.4
109.0
114.1
Perú
105.1
96.1
100.3
101.9
Uruguay
102.6
105.7
86.2
97.5
Venezuela
73.2
73.7
59.5
60.4
( ) Esta cifra puede estar sobre estimada, el índice de inflación oficial que se utiliza para el cálculo es materia de controversia.
*
Fuente: CEPAL.
Ahora bien, si se estudia la dinámica del régimen de crecimiento de los países de
la región y de sus efectos en términos distributivos, las tendencias en materia de
evolución de los salarios reales deben relacionarse con la evolución de la productividad
del trabajo (cuyo incremento es bastante mediocre como veremos más adelante).
Diversos estudios han señalado que su incremento está vinculado positivamente
con el incremento de los salarios reales pero el aumento de estos últimos es más flojo
que el de la productividad (Ruesga et al., 2006). Este hecho estilizado se confirma al
calcular el aumento de salarios reales y de productividad para los siete países más
grandes de la región en el periodo 1994-2008 (crecimiento promedio de remuneraciones reales: 0.8%, crecimiento promedio de la productividad: 1.45%).
Obviamente, esta tendencia regional abarca situaciones muy diferentes. No se trata
aquí de analizar los diversos casos nacionales en los que la distribución de ganancias
de productividad depende de compromisos socio-institucionales específicos. Pero
se pueden destacar casos como los de Chile en el que se observa un aumento bastante
estable de la productividad entre 1990 y 2008 (2.8% en promedio anual), similar al
de los salarios reales. En cambio, el caso de Argentina es bastante representativo de
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A SAVOIR
la tendencia global de la región, en particular durante los años 1990. Durante el
periodo de expansión de 1992 a 1998, el aumento de productividad (crecimiento
anual de 3.7%) fue mucho más dinámico que el de los salarios reales (-0.1 % en promedio anual). Esta diferencia, que se acentúa cuando se examinan los resultados de
productividad y de salarios reales en la industria, refleja la reorientación que tuvo el
régimen de crecimiento de este país en el marco de la apertura total de los años
1990 (Miotti y Quenan, 2006) (ver recuadro 4). El crecimiento de la productividad
industrial durante los años 1990 batió incluso récords históricos (cerca de 6% en
promedio anual). Aún cuando el empleo retrocedió, el “salto de productividad”
fue señal indiscutible de una modernización del aparato productivo realizada sin
un aumento de salarios reales, lo que constituyó una considerable diferencia en relación
a los periodos anteriores, en particular a los años 1970 cuando las ganancias de productividad se distribuían de manera relativamente equilibrada (aunque no sin conflictos)
entre beneficios y salarios. Cuando la economía se abrió a la competencia internacional,
la presión competitiva y el alto desempleo contribuyeron a orientar la distribución
de esas ganancias hacia los beneficios. Como ha sucedido en otros casos similares, este
esquema perjudicó al dinamismo de la demanda interna que en Argentina estaba
respaldada por la expansión del crédito.
Recuadro
4
Argentina: en búsqueda de la prosperidad perdida
Después de gozar, entre 1870 y 1930, de la prosperidad de una economía basada en la
renta exportadora de alimentos y de materias primas agrícolas, y de un desarrollo
industrial precoz que se fortaleció después de la gran crisis de los años 1930, Argentina
entró en una larga fase de decadencia durante la segunda mitad del siglo XX. El
crecimiento fue mediocre y las tensiones inflacionistas se agravaron con el tiempo.
Estas tensiones condujeron a la crisis de mediados de los años 1970 que trastornó el
modo de funcionamiento de la economía que había prevalecido desde la post-guerra
y que se caracterizaba por la importancia decisiva del mercado interior en la dinámica
de crecimiento. La junta militar que dirigió al país entre 1976 y 1983 intentó entonces
una primera gran acción de estabilización, de apertura y de desregulación de la
economía. Esta experiencia fue un rotundo fracaso y exacerbó la inestabilidad de la
economía argentina. La deuda pública y el endeudamiento externo crecieron hasta
alcanzar niveles insoportables que dieron origen a crisis financieras recurrentes. Se abrió
entonces una fase de retroceso en la industrialización que acarreó una degradación
de las condiciones de vida de un amplio sector de la población.
Como reacción a los fenómenos de hiperinflación de 1989 y 1990 se intentó un reordenamiento general en torno a un régimen monetario de “convertibilidad” (paridad
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fija entre la moneda nacional y el dólar, y establecimiento de límites estrictos para
la creación monetaria) que se llevo a cabo en paralelo con un amplio programa de
liberalización que implicó grandes transformaciones estructurales e institucionales,
en particular privatizaciones masivas, un repliegue del Estado, el reimpulso de procesos
de liberalización financiera y de apertura comercial. En el decenio de los años 1990 se
instaló una dinámica de crecimiento muy dependiente del crédito –y por tanto, en
ausencia de un incremento suficiente de exportaciones, del financiamiento externo–
y muy poco generadora de empleos. En esas condiciones, los choques exógenos
que se produjeron a finales de esta década debido a la crisis asiática, rusa y brasileña
desestabilizaron al crecimiento y condujeron a la implementación de ajustes deflacionistas –por ejemplo, reducción de salarios nominales– que provocaron un brusco
incremento de desigualdades y pobreza. Eso condujo en 2001 a un escenario de crisis
multidimensional. Es decir, una crisis de legitimidad que repercutió sobre la estabilidad
política y social del país y convergió con una persistente degradación de las finanzas
públicas así como con una crisis bancaria provocada por masivos retiros de depósitos.
La gravedad de esta crisis que se reflejó en particular en la cesación de pagos de la
deuda pública, en la brusca devaluación de la moneda nacional, en la ruptura
generalizada de contratos, en un profundo deterioro de la situación de los bancos y
en un verdadero “shock de pobreza” para la población del país, suscitó el temor de
que se abriera un largo periodo de turbulencias y de inestabilidad. Sin embargo, en un
contexto internacional muy favorable, en particular por el incremento en precios y
volúmenes de las materias primas –sobre todo de origen agrícola– exportadas por
este país, el crecimiento recobró fuerza a partir de 2003. El regreso a un excedente
presupuestario y a un superávit de cuenta corriente permitió recuperar márgenes
de maniobra en la política económica y reducir la vulnerabilidad financiera del país.
Esto explica en buena medida la capacidad de resistencia frente a la crisis económica
internacional que comenzó en 2007.
Sin embargo, no está claro que Argentina haya emprendido una trayectoria de crecimiento fuerte y sostenido que le permita reanudar con aquella época de oro que
tuvo entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Por una parte,
para sentar un ciclo largo de crecimiento es necesario superar diversos obstáculos
estructurales como el rezago en materia de desarrollo y en la modernización de las
infraestructuras –en particular en el sector de la energía. Por otra parte, la baja intermediación financiera que en estos últimos años se ha sumado a las polémicas sobre
la verdadera tasa de inflación, no favorecen el desarrollo de la inversión privada.
Asimismo, la medición de la inflación se encuentra desde hace cuatro años en el
centro de una polémica sin resolver: la diferencia entre la medición oficial y las cifras
–mucho más elevadas– de los analistas privados y de las mediciones de las provincias
provoca confusión en las expectativas de los agentes y crea un ambiente de desconfianza hacia la política económica del país. A su vez, este país se caracteriza por su gran
dificultad para establecer compromisos socio-institucionales estables.
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A SAVOIR
1.4. Financiamiento de la economía y evolución
del sistema financiero
El financiamiento del crecimiento es un tema crucial para el desarrollo de la región.
Desde que se abrió a las inversiones externas, sobre todo a partir de los años 1970,
la actividad económica en América Latina se ha financiado por medio de una combinación de capitales extranjeros e internos, encauzados por circuitos bancarios y
mercados de bonos y acciones. Una parte del financiamiento circula fuera del sistema
bancario y del mercado de capitales que provienen directamente del ahorro de las
empresas (autofinanciamiento).
Durante los años 2000, el nivel de ahorro interno de las economías de América
Latina tuvo una evolución favorable ya que entre 2007 y 2009 representó el 22% del
PIB, mejorando el 19% que había alcanzado entre 2000 y 2002 . Gracias al aumento en
los precios de las materias primas, a la mejoría de los términos del intercambio, lo
cual se tradujo en excedente comercial, así como a las políticas presupuestarias que
tenían por objetivo la reducción del endeudamiento público, numerosos países de
América Latina se convirtieron durante los años 2000 en proveedores de ahorro
neto para el resto del mundo como lo prueban los excedentes de la balanza corriente
alcanzados en ese periodo (ver gráfico 3). Ese fue en particular el caso de Argentina,
Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela, países que disminuyeron de manera importante
su nivel de deuda externa (ver cuadro 4).
En un contexto internacional que se caracterizó por la abundancia de liquidez, todos
los países de la región registraron considerables entradas de capitales incluyendo los
países superavitarios en cuenta corriente. En relación al tema de la abundancia de
estos capitales en un contexto de expansión de la liquidez mundial, un nuevo
consenso destacó la importancia de acumular reservas internacionales en los bancos
centrales como una manera de proteger a las economías de la inestabilidad de algunos
flujos especulativos (Bastourre et al., 2006). Así, una parte considerable de estas
inversiones financieras extranjeras se reinvirtieron en los principales centros financieros internacionales. Países como Brasil, Chile y México hacen inversiones
extranjeras directas en cantidades importantes a través de sus multinacionales que
constituyen el grueso de las “Multilatinas” (Casanova, 2009).
Las cifras relativas a la formación bruta de capital también registraron un alza, aún
cuando ésta fue menos pronunciada. En promedio, la tasa de inversión pasó del 18%
del PIB en 2000-2002 al 21% del PIB antes de que la crisis internacional se intensificara
en 2008 (caída de Lehman Brothers). La brecha entre ahorro e inversión fue positiva
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de manera ininterrumpida entre 2003 y 2007 de modo que la región logró excedentes
externos en ese periodo que se tradujeron en una considerable disminución del
endeudamiento externo neto con respecto al resto del mundo. Desde 2008, América
Latina se encuentra de nuevo en una situación de déficit externo (ver gráfico 3).
Por su parte los diferentes sectores de la economía (gobierno, bancos, empresas)
presentan configuraciones específicas en términos de financiamiento. Los déficits
presupuestarios –que antes de la crisis de 2008 estaban a la baja– fueron financiados
principalmente por recursos internos (fiscalidad, préstamos) lo que se tradujo en
una disminución del endeudamiento externo público relativo al PIB (ver gráfico 9).
Argentina, Chile y desde el 2007 Bolivia, Ecuador y Perú presentaron un saldo presupuestario excedentario. En el caso de Argentina, este superávit presupuestario se
debe en parte a la cesación de pago de una parte considerable del servicio de la
deuda en bonos (2001) y a la reestructuración posterior de esos pagos en 2005 y
2010. Algunos países cuyos principales recursos de exportación son explotados
por empresas estatales (Chile, Venezuela), constituyeron fondos contracíclicos y/o
soberanos que invierten principalmente en activos en divisas. Los gobiernos deficitarios (Brasil, México, Uruguay) se financian principalmente a través de los mercados
internos. A diferencia de los años 1990, los gobiernos latinoamericanos no recurrieron
a los mercados internacionales de capitales (o muy poco) para financiar su gasto, de
manera que el peso de la deuda pública financiada por el mercado interno aumentó
considerablemente, sobre todo en Brasil.
Aún cuando en su conjunto el sector privado dispone de un excedente de ahorro,
parte del financiamiento del crecimiento se siguió apoyando en la llegada de capitales
extranjeros. En primer lugar, la inversión directa extranjera se mantuvo en un nivel
elevado, en particular en el periodo 2007-2008. Luego, las grandes empresas de
países como Brasil, Chile, México, recurrieron a mercados de capitales internacionales
por medio de la emisión de acciones y obligaciones en los mercados internacionales
(gráfico 10). Por último, el financiamiento externo por la vía del endeudamiento
bancario sigue aún presente en estos países (gráfico 11).
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A SAVOIR
Gráfico 10 Emisión de bonos en los mercados
internacionales (miles de millones USD)
Brasil
Colombia
México
Chile
25
20
15
10
5
0
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
00
01
02
03
04
05
06
07
08
09
Fuente: EIU.
Gráfico 11 Créditos de los bancos internacionales a los países
latino-americanos (miles de millones USD)
Brasil
Colombia
México
Chile
400
300
200
100
0
84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07 08 09
Fuente: Bank for International Settlements (BIS).
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Sin embargo, la inversión privada se financia en su mayoría por medio del ahorro
interno. La situación de los países en materia de financiamiento bancario es también
heterogénea con un rasgo común que es que la intermediación financiera se mantiene
relativamente subdesarrollada en numerosos países. La profundidad del sistema
bancario, medida por el coeficiente M3/PIB, es de 69% en Chile, de 54% en México
pero de sólo 29% en Perú y de 22% en Argentina. En éste último país, el autofinanciamiento y formas alternativas de financiamiento como la fiducia son relativamente
importantes en el modo de financiamiento del crecimiento de las empresas. Dado
que los sistemas estadísticos no describen en forma detallada los orígenes del financiamiento, es particularmente difícil detallar la contribución de cada una de las fuentes
al gasto de inversión privada. Sin embargo, es posible presentar algunas estimaciones
(cuadro 8) a partir de evaluaciones sobre el peso que representa la inversión real en
relación al PIB y deduciendo de ello la inversión extranjera directa (IED), el aumento
de la deuda externa del sector privado (tomando en cuenta que una parte financia
fusiones y adquisiciones y no la formación de capital) y el alza del crédito doméstico
en el sector privado (fuera del crédito a los hogares y del capital circulante). El resto
es una estimación del autofinanciamiento dado que, por lo general, en los últimos
años, ha sido limitado el volumen de emisión de obligaciones de las empresas latinoamericanas en los mercados domésticos, salvo algunas excepciones puntuales.
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A SAVOIR
Cuadro
8
Fuentes de financiamiento del sector privado (2006-2008)
Inversión total (*)
Financiamiento de la inversión privada
Endeudamiento
externo
EndeudaFDI
miento Interno
(bancos)
Inversión
– sector público
Inversión
– sector privado
Alza del
saldo
del crédito
bancario
en el sector
privado
(
**)
Promedio anual – % del PIB
Argentina
5.7
17.9
Inversión
Extranjera
Directa
(
***)
Variación del
endeudamiento
externo
del sector
privado
Otras
fuentes
(Autofinanciamiento de
las empresas,
emisiones
de bonos
en el mercado
interno…)
Promedio anual – % del PIB
0.4
0.6
1.4
15.5
Bolivia
7.9
7.9
0
0.7
2.7
4.5
Brasil
5.8
11.7
4.6
0.6
3.6
3.0
Chile
5.5
15.6
3.6
1.9
9.1
1.0
Colombia
10.1
14.5
1.4
1.1
1.3
10.6
Ecuador
8.6
14.1
0.6
0.3
1.2
12.0
México
7.1
14.3
0.2
0.6
0.7
12.8
Perú
7.5
14.6
2.4
1.0
4.8
6.3
Uruguay
4.7
13.3
0.7
1.6
- 0.3
11.4
Venezuela
11.0
11.4
1.1
0.0
- 0.9
11.2
Fuentes: bancos centrales, FMI, CEPAL, estimaciones de los autores.
* Estimación de la distribución entre inversión pública y privada basada en el peso histórico de cada sector en relación al total,
( )
según los cálculos de Solimano y Soto (2006).
** ) Neto de crédito para consumo.
(
*** ) Tomamos 23% de la IED, o sea la parte de estos flujos que se traducen en América Latina por un alza de la formación bruta
(
de capital fijo según las estimaciones de Jiménez y Podestá, 2009).
En el reciente periodo de 2006 a 2008, el peso del financiamiento externo de las
empresas privadas brasileñas, chilenas y mexicanas fue ampliamente superior al de
países como Ecuador, Perú y Venezuela. Con un acceso muy limitado al mercado de
capitales internacionales desde la cesación de pago de la deuda soberana de 2002,
las empresas argentinas recurren de manera importante al autofinanciamiento.
La actividad bancaria, por su lado, se financia principalmente por medio de fuentes
internas (en particular depósitos, véase cuadro 9) ya que la parte de la deuda externa
neta en el balance disminuyó significativamente. Dada la incertidumbre persistente
del contexto financiero internacional que incluye riesgos importantes en materia de
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refinanciamiento externo de los bancos, en los años que vienen el desarrollo del
sistema bancario de los países de América Latina debería seguir expandiéndose en
función de la disponibilidad de recursos domésticos. Sin entrar en el detalle de las estrategias particulares de desarrollo del sector, conviene señalar que el reverso de la
medalla de una situación relativamente sólida en términos de balance de las instituciones
financieras (exposición externa baja, nivel de cartera vencida relativamente bajo), es su
relativo subdesarrollo, como lo muestran tanto el poco peso que, en algunos países
(Argentina, Perú), tiene dentro del PIB la cartera de créditos bancarios concedidos
cuando se compara con los estándares internacionales, como el importante grado de
dolarización de los depósitos (cuadro 9). Esto es una de las consecuencias de las crisis
recurrentes y de la elevada volatilidad macroeconómica que caracterizaron a los países
de la región, salvo algunas excepciones como Colombia (recuadro 5). En Brasil, Chile y
México se ha desarrollado bastante el acceso al crédito para los hogares (gráfico 12),
pero se mantiene inferior al de los países desarrollados (en Europa Occidental la suma de
créditos inmobiliarios y de crédito para consumo representa alrededor del 70% del PIB).
Por lo general, el subdesarrollo del sistema financiero concierne también a los mercados
de acciones dado que la capitalización bursátil, en términos de PIB, es también inferior
a la de otras regiones emergentes [ 16 ].
Cuadro
9 Estadísticas del sistema financiero (2009)
Bancos comerciales
Cociente depósitos
sobre préstamos
totales (%)
Argentina
Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Ecuador
México
Perú
Uruguay
Venezuela
81.0
76.7
64.4
64.0
39.9
79.0
54.7
73.4
66.9
78.2
Capitalización
bursátil (% del PIB)
Crédito al sector
privado (% del PIB)
13.1
31.5
38.0
63.0
29.0
25.4
27.0
28.0
28.1
20.6
Grado
de dolarización
de los depósitos (%)
6.4
50.3
0.0
6.3
0.0
100.0
4.9
32.5
74.1
0.0
15.9
16.0
36.6
78.1
35.9
8.7
21.4
43.7
0.7 (2007)
4.5 (2006)
Fuente: Banco Mundial, FMI, CEPAL.
[ 16 ] Por ejemplo, esta relación es en 2008 de 64% en China, 82% en Rusia, 177% en África del Sur y de 53% en India,
en tanto que es de 31% en América Latina (en su conjunto), según los datos del Banco Mundial.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
Gráfico 12 Crédito para el sector privado (% del PIB)
Crédito para el consumo
Crédito inmobiliario
Crédito comercial
70
60
50
40
30
20
10
n.d.
2001
2009
2001
2009
2001
2009
2001
2009
2001
2009
2001
2009
2001
2009
2001
2009
0
AR
AR
BR
BR
CH
CH
CO
CO
MX
MX
PE
PE
UR
UR
VZ
VZ
AR = Argentina BR = Brasil CH = Chile CO = Colombia MX = México PE = Perú UR = Uruguay VZ = Venezuela
Fuente: OCDE.
Recuadro
5
Colombia: una economía poco volátil
Los indicadores económicos de Colombia han mostrado una gran estabilidad, algo
poco común a nivel de la región latinoamericana. En efecto, contrariamente a los
ciclos de crecimiento en otros países latinoamericanos que se han caracterizado por
periodos de aceleración seguidos con frecuencia por profundas recesiones, la actividad
económica de Colombia creció, en promedio, durante los últimos cincuenta años, a
un ritmo anual de 4.3%, además de mostrar una baja volatilidad.
Los choques que sacudieron a la región en las últimas décadas tuvieron poco impacto
en Colombia. Este país, que se vio moderadamente afectado por la crisis de la deuda de
los años 1980 y que (mantuvo un ritmo de crecimiento promedio positivo durante la
“década pérdida”), nunca suspendió los pagos de su deuda pública, lo que le permitió
mantener un acceso bastante estable a los mercados financieros internacionales.
La economía colombiana también presenta cierta estabilidad en la evolución de los
precios. Contra-riamente a numerosos países latinoamericanos, nunca ha experimentado episodios de hiperinflación.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A nivel político, este país cuenta con estabilidad institucional, continuidad en políticas
públicas y, contrariamente a numerosos países de la región, no ha sido escenario de
un golpe de estado desde los años 1950. Por lo tanto, Colombia se destaca como una
economía con un marco macroeconómico y político estructuralmente estable y con
un crecimiento relativamente dinámico en el largo plazo.
Sin embargo, esta tendencia se vio perturbada a finales de los años 1990 por la
repercusión de los choques que afectaron a las economías asiáticas. En 1999, Colombia
registró su primera recesión desde los años 1930 (contracción del PIB de un poco
más de 4%) lo que hizo evidente su fragilidad en términos de saldo presupuestario
y saldo de la cuenta corriente, factores que hasta hoy cuentan entre los principales
puntos vulnerables de su economía.
De 2003 a 2008, al igual que sucedió en toda la región, la economía colombiana tuvo
un ciclo de crecimiento dinámico que se benefició de un contexto externo favorable
(mejoría en los términos del intercambio, importantes flujos de IDE) así como de un
fuerte aumento de la demanda interna. A nivel sectorial, la construcción y los sectores
relacionados con la energía fueron los motores de la economía y no los sectores tradicionales como la agricultura que retrocedió en términos de participación en el PIB.
La economía enfrenta límites estructurales que frenan su potencial de crecimiento y
desarrollo. A nivel macroeconómico la gestión fue más rigurosa durante los años
2000 –tanto a nivel monetario como a nivel de las finanzas públicas– lo que permitió
algunos avances. Sin embargo, el país sigue teniendo un déficit presupuestario
recurrente y una deuda pública relativamente elevada. Ahora bien, contrariamente a
lo que sucedió en otras economías de la región, la fase de fuerte crecimiento que
precedió a la crisis económica internacional de 2007 no generó ningún superávit de
la cuenta corriente ni excedente presupuestario. Para que Colombia pueda instalarse de manera perenne en una trayectoria de crecimiento fuerte será necesario
que, tal como se plantea en otros países de la región, aumenten las tasas de ahorro e
inversión internas.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
1.5. Inserción comercial externa y tendencias
de la especialización internacional
El modelo de economía abierta ha sido uno de los rasgos destacados de la evolución
de América Latina durante las últimas dos décadas (gráficos 13 a y b).
Gráfico 13 Exportaciones de bienes y servicios (% del PIB)
Bolivia
(a)
Ecuador
México
Chile
Uruguay
50
45
40
35
30
25
20
15
10
90
91
92
(b)
93
94
Perú
95
96
97
98
Venezuela
99
00
01
Brasil
02
03
04
05
Argentina
06
07
08
09
08
09
Colombia
40
35
30
25
20
15
10
5
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
00
01
02
03
04
Fuente: EIU.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Esta apertura contribuyó a una inserción creciente de la región en los procesos de
internacionalización de la economía mundial, lo cual se reflejó en una serie de transformaciones en torno a la especialización de las economías de los países latinoamericanos. Sin embargo, a pesar de que se advierte una diversificación de la oferta de
exportación, la especialización internacional de la región gira todavía, en la mayoría
de los casos, en torno a la explotación de recursos naturales. De hecho, comparando
con otras zonas y países, su posición en la globalización en términos de especialización,
medida por el indicador de contribución al saldo [ 17 ], permite observar que la región
presenta, en su conjunto, desventajas muy marcadas a nivel de la industria y, en
menor grado, en los servicios comerciales. Estas desventajas se equilibran con las
ventajas en los sectores primarios (Miotti y Quenan, 2007).
Si observamos más de cerca la situación de los países de la región, lo primero que
vemos es que su parte correspondiente en las exportaciones de servicios comerciales
modernos (en particular finanzas, turismo y transporte) se contrajo ligeramente
durante los años 2000. En segundo lugar se observa que Brasil y México tienen una
especialización más equilibrada que incluye, en términos agregados, ventajas o ligeras
desventajas a nivel de la industria y de los servicios. En tercer lugar, la configuración
de la región (con un predominio de ventajas comparativas en el sector primario)
se explica por el hecho de que prácticamente todos los países de Sudamérica, sin
sorpresa, se caracterizan por una especialización en materias primas: algo que es
muy marcado en el caso de Argentina, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela. Lo es menos
en el caso de Brasil aunque la tendencia a la primarización aumenta en ese país.
Finalmente, en cuarto lugar, es interesante destacar que entre los países seleccionados,
tres economías de pequeño tamaño, Costa Rica, República Dominicana y Uruguay,
presentan ventajas comparativas –crecientes en los dos primeros casos– en los servicios
(Miotti y Quenan, 2007).
Tomando en cuenta estas características se pueden distinguir, como lo hace la literatura
que aborda este tema, tres grandes perfiles de inserción comercial externa en América
Latina [ 18 ]. Un primer grupo corresponde a algunos pequeños países del Caribe como
la República Dominicana que ya evocamos o de Centroamérica como el caso también
ya mencionado de Costa Rica o entonces el caso de Panamá –por la importancia de
los servicios de transporte relacionados con el Canal– que se caracterizan por el
peso decisivo que representan sus exportaciones de servicios y por sus intercambios
comerciales fuertemente concentrados en Estados Unidos.
[17] Para una presentación del indicador de contribución al saldo aquí considerado referirse a Lafay (1987).
[18] Tomando en cuenta en esta ocasión el caso del Caribe. Ver por ejemplo Machinea y Vera (2007).
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
A SAVOIR
El segundo grupo corresponde a la situación de México y de la mayoría de los
pequeños países de Centroamérica que están integrados, a través de zonas francas
de exportación o/y otras formas de maquiladoras, en cadenas de producción que
valorizan el bajo costo relativo de la mano de obra. Su principal mercado es, de lejos,
Estados Unidos. En la mayoría de los casos cuentan con un alto grado de diversificación de sus exportaciones en términos de sectores y de productos. México es un
buen ejemplo de esta configuración ya que el destino de sus exportaciones tiene un
alto grado de concentración geográfica y, al mismo tiempo, si se compara con los
países que analizamos más en particular en este capítulo, tiene una diversificación
importante en términos sectoriales (cuadro 10), como lo muestra el índice de HilferdingHirschmann [ 19 ].
El tercer perfil corresponde, en esencia, a los países de Sudamérica. A diferencia de
los otros dos grupos, las exportaciones en estos casos están constituidas en su
mayoría de productos primarios o con bajo grado de elaboración basado en recursos
naturales (cuadro 10). En este grupo, Brasil constituye un caso bastante peculiar
–seguido de cerca por Argentina– ya que además de la diversificación geográfica
elevada, presenta una fuerte diversificación sectorial gracias a la importancia de sus
exportaciones industriales que equivalen a cerca del 50% del total. El caso de Venezuela
es opuesto al de Brasil: presenta una elevada concentración tanto a nivel geográfico
como en términos sectoriales debido a su persistente especialización petrolera,
destinada en gran medida al mercado estadounidense.
[19] El índice de Hilferding-Hirschmann (IHH) se establece al sumar el cuadrado de los pesos de un sector o de un
país con el total de las exportaciones de una economía. Cuanto más elevado y más próximo del valor 1 es el IHH
de un sector, más serán concentradas las exportaciones.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Cuadro 10 Grado de diversificación de las exportaciones
Diversificación geográfica de las exportaciones – Índice Hilferding-Hirschmann
(72 mercados de exportación)
El indicador va de 0 (muy fuerte diversificación) a 1 (concentración máxima)
1970-1979
1980-1989 1990-1999 2000-2008 1970-2008 2008
Argentina
0.06
0.08
0.1 0
0.09
0.08
0.07
Bolivia
0.1 4
0.27
0.14
0.20
0.1 9
0.28
Brasil
0.08
0.1 0
0.08
0.08
0.08
0.06
Chile
0.09
0.08
0.08
0.08
0.08
0.07
Colombia
0.1 7
0.1 8
0.22
0.22
0.20
0.1 7
Ecuador
0.22
0.36
0.21
0.23
0.25
0.22
México
0.55
0.51
0.68
0.70
0.61
0.60
Perú
0.1 5
0.1 6
0.1 0
0.1 2
0.14
0.09
Uruguay
0.08
0.14
0.1 5
0.08
0.1 1
0.06
Venezuela
0.36
0.33
0.44
0.52
0.41
0.46
Diversificación sectorial – Índice Hilferding-Hirschmann (72 productos)
1970-1979
1980-1989 1990-1999 2000-2008 1970-2008 2008
Argentina
0.1 3
0.11
0.06
0.06
0.09
0.06
Bolivia
0.32
0.29
0.11
0.1 8
0.22
0.27
Brasil
0.1 3
0.05
0.04
0.04
0.07
0.05
Chile
0.35
0.21
0.1 3
0.1 5
0.21
0.1 8
Colombia
0.37
0.29
0.1 2
0.08
0.22
0.09
Ecuador
0.43
0.34
0.23
0.27
0.32
0.33
México
0.07
0.20
0.05
0.05
0.09
0.06
Perú
0.1 6
0.1 4
0.1 2
0.12
0.1 4
0.15
Uruguay
0.1 6
0.1 2
0.08
0.08
0.1 1
0.08
Venezuela
0.44
0.43
0.32
0.53
0.43
0.67
Fuente: cálculo de los autores, datos de Chelem.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
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En términos generales, se observa que el nivel de concentración geográfica disminuye y que, al menos hasta los años 1990, los productos exportados se diversifican.
Durante los años 2000, la diversificación del destino geográfico fue, en muchos
casos, paralela a la disminución del nivel de diversificación sectorial. En buena parte,
esto es consecuencia de la emergencia de China en el comercio exterior de la región
(cuadro 11) y resultado, en particular, del desarrollo de las exportaciones latinoamericanas de materias primas hacia ese país. De hecho, si el ritmo de crecimiento de los
intercambios con la región mantuviera la tendencia actual, China podría convertirse,
hacia el 2015, en el segundo socio comercial de la región (CEPAL-OIT, 2010). Esto no
es sólo resultado de la fuerte demanda china en materias primas y de las relaciones
de complementariedad que la nación asiática mantiene, sobre esta base, con los países
de Sudamérica. China no es sólo competencia para países de la región que, como
México, cuentan con una dinámica exportadora centrada en Estados Unidos, sino que
también está incrementando su participación en las importaciones latinoamericanas.
Por ello, en el comercio sino-latinoamericano, el saldo de América Latina es fuertemente deficitario, sobre todo en el caso de México (cuadro 12). Por lo tanto, para
entender mejor las perspectivas de desarrollo de la región durante los próximos
años, es indispensable evaluar el potencial de las relaciones económicas de América
Latina con China, no sólo en el terreno de la complementariedad sino también en el
de la competencia con los diferentes países de la región.
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Cuadro 11 Estadísticas comerciales
Argentina
Exportaciones (2009)
Países
Brasil
Unión Europea
Chile
Estados Unidos
China
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
20.4
18.5
7.9
6.6
6.6
Países
Brasil
Unión Europea
China
Estados Unidos
Paraguay
Parte del total (%)
29.3
16.9
13.4
13.4
3.0
Exportaciones: productos agrícolas (50.6%), manufacturas (31.9%), combustibles y minerales (14%).
Importaciones: manufacturas (86.1%), combustibles y minerales (8.8%), productos agrícolas (5.1%).
Brasil
Exportaciones (2009)
Países
Unión Europea
China
Estados Unidos
Argentina
Japón
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
22.3
13.2
10.3
8.4
2.8
Países
Unión Europea
Estados Unidos
China
Argentina
Japón
Parte del total (%)
22.9
15.8
12.5
8.8
4.2
Exportaciones: manufacturas (38%), productos agrícolas (37.7%), combustibles y minerales (21.3%).
Importaciones: manufacturas (75.9%), combustibles y minerales (17.6%), productos agrícolas (6.4%).
Chile
Exportaciones (2009)
Países
China
Unión Europea
Estados Unidos
Japón
Corea del Sur
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
23.2
18.0
11.3
9.2
5.8
Países
Estados Unidos
Unión Europea
China
Argentina
Brasil
Parte del total (%)
16.8
15.5
11.8
10.9
6.7
Exportaciones: combustibles y minerales (56.7%), manufacturas (11.4%), productos agrícolas (27.1%).
Importaciones: manufacturas (58.9%), combustibles y minerales (23.2%), productos agrícolas (7.8%).
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Colombia
Exportaciones (2009)
Países
Estados Unidos
Unión Europea
Venezuela
Ecuador
Suiza
Importations (2009)
Parte del total (%)
39.9
14.4
12.3
3.8
3.2
Países
Parte del total (%)
Estados Unidos
Unión Europea
China
México
Brasil
28.9
15.7
11.3
7.0
6.5
Exportaciones: combustibles y minerales (49.6%), manufacturas (27.4%), productos agrícolas (18.2%).
Importaciones: manufacturas (81.7%), combustibles y minerales (5.6%), productos agrícolas (11.5%).
México
Exportaciones (2009)
Países
Estados Unidos
Unión Europea
Canadá
Brasil
Colombia
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
80.7
5.1
3.6
1.1
1.1
Países
Estados Unidos
China
Unión Europea
Japón
Corea del Sur
Parte del total (%)
48.1
13.9
11.6
4.9
4.7
Exportaciones: combustibles y minerales (15.8%), manufacturas (75.1%), productos agrícolas (6.8%).
Importaciones: manufacturas (80.4%), combustibles y minerales (9%), productos agrícolas (8.6%).
Perú
Exportaciones (2009)
Países
Estados Unidos
Unión Europea
China
Suiza
Canadá
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
17.2
15.8
15.3
14.8
8.6
Países
Estados Unidos
China
Unión Europea
Brasil
Ecuador
Exportaciones: combustibles y minerales (44.1%), manufacturas (12.2%), productos agrícolas (18.1%).
Importaciones: manufacturas (72%), combustibles y minerales (15.3%), productos agrícolas (12.3%).
[ 70 ]
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Parte del total (%)
19.8
14.9
11.3
7.7
4.7
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1. Dinámicas económicas: tendencias y perspectivas
Uruguay
Exportaciones (2009)
Países
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
Brasil
Unión Europea
Argentina
China
Rusia
20.4
15.4
6.4
4.3
4.0
Países
Parte del total (%)
Argentina
Brasil
China
Unión Europea
Estados Unidos
23.6
21.1
11.9
10.8
8.2
Exportaciones: productos agrícolas (73.5%), manufacturas (23.8%), combustibles y minerales (1.6%).
Importaciones: manufacturas (62.5%), combustibles y minerales (25.3%), productos agrícolas (12.2%).
Venezuela
Exportaciones (2009)
Países
Importaciones (2009)
Parte del total (%)
Estados Unidos
Antillas Holandesas
Unión Europea
Taiwan
Brasil
32.0
15.8
7.0
3.2
2.2
Países
Parte del total (%)
Estados Unidos
Colombia
Unión Europea
China
Brasil
26.7
14.5
12.8
9.5
9.0
Exportaciones: combustibles y minerales (95.3%), manufacturas (2.7%), productos agrícolas (0.2%).
Importaciones: manufacturas (73%), combustibles y minerales (4.9%), productos agrícolas (16.3%).
Fuente: OMC.
Cuadro 12 Balance comercial América Latina–China
(en miles de millones USD)
2005
Argentina
Brasil
Bolivia
Chile
Colombia
Ecuador
México
Perú
Uruguay
Venezuela
0.97
1.00
- 0.12
1.85
- 1.37
- 0.99
- 16.56
0.95
- 0.12
- 0.84
2006
0.35
- 0.20
- 0.16
1.46
- 1.76
- 0.96
- 22.75
0.68
- 0.19
- 2.07
2007
0.08
- 2.93
- 0.21
5.1 0
- 2.53
- 1.57
- 27.90
0.55
- 0.38
- 4.02
2008
- 0.71
- 5.34
- 0.28
3.05
- 4.09
- 1.93
- 32.65
- 0.34
- 0.74
- 4.40
2009
- 1.15
3.25
- 0.24
6.41
- 2.75
- 1.75
- 30.31
0.71
- 0.59
n.d.
Fuente: CEPAL.
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A SAVOIR
Otro problema que plantea la creciente importancia de China en el comercio exterior
de América Latina tiene que ver con el dinamismo de las exportaciones primarias de
la región hacia China y lo que implica en términos de una eventual “primarización” o
“re-primarización” de las economías.
Si en términos de financiamiento el impacto es en principio positivo –a menos de
que el déficit exterior hacia China aumente–, el efecto más o menos benéfico de las
exportaciones primarias sobre el crecimiento es objeto de un debate que hasta
ahora no ha dado resultados concluyentes. Muchos estudios han insistido en los
magros efectos que tienen las exportaciones primarias en términos de cadena productiva, de beneficios en economía de escala o entonces en externalidad positiva
para el resto de la economía [ 20 ]. Varios autores observan una relación positiva entre
la tasa de crecimiento del PIB y el incremento de la parte proporcional representada
por los bienes de contenido tecnológico alto e intermedio en las exportaciones
totales de los países en desarrollo (Ocampo et al., 2005). Sin embargo, esta relación no
resulta clara en el caso de los países latinoamericanos. Parece que los países que han
logrado buenos resultados en términos de crecimiento y de desarrollo gracias a una
proporción elevada de exportaciones primarias –Australia, Canadá, países nórdicos,
Nueva Zelanda–, llevaron a cabo una diversificación de las mismas a favor de exportaciones en productos manufacturados con mayor intensidad tecnológica intermedia y
alta. En todos estos casos, la diversificación es fruto de un esfuerzo acentuado en
materia de innovación y, en la medida en que la rentabilidad relativa de las diversas
actividades favorece con frecuencia la producción primaria, también lo es de un
proceso “no espontáneo” que resulta de la asociación y de acciones concertadas
entre el sector público y el sector privado (Machinea et al., 2007).
[20] En relación a estos debates referirse, por ejemplo, a Sachs y Warner (1995) o Lederman y Maloney (2003).
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Conclusión
Obstáculos estructurales para el crecimiento
y perspectivas a mediano y largo plazo
En el marco de un contexto internacional favorable, la primera década del siglo XXI
se destaca por el dinamismo del ciclo de crecimiento 2003-2008, por una mejor gestión
macroeconómica, por la disminución de la vulnerabilidad financiera y la existencia
de márgenes de maniobra para implementar políticas para hacer frente a la crisis
internacional. Después de la recesión del 2009 que finalmente resultó moderada,
se emprendió una recuperación bastante vigorosa por lo que en el 2010 la región
latinoamericana registró un crecimiento superior al 5%. Cabe destacar que algunos
países como Brasil tuvieron que recurrir a políticas más restrictivas para mitigar las
señales de sobrecalentamiento que se observaron en la economía durante el primer
semestre de 2010. El fuerte crecimiento económico y la rentabilidad elevada que se
registraron en la región, comparado con los principales países desarrollados que llevan
a cabo políticas monetarias muy expansionistas, provocaron entradas masivas de capitales que favorecen la apreciación de las monedas latinoamericanas. Las autoridades
tratan de contrarrestar esta tendencia ya que las entradas de capitales y la apreciación
pueden conducir a desarrollar burbujas en los mercados domésticos, a mermar la competitividad de los países y, a mediano plazo, a generar las condiciones de una fuga de
capitales vinculada a cambios bruscos en las expectativas de rentabilidad.
En un entorno internacional aún muy inestable, consolidar el repunte en curso y
comenzar un nuevo ciclo de actividad económica, dinámica y sostenida, depende
de la capacidad de los países latinoamericanos para superar las trabas que limitan el
potencial de crecimiento de la región. Identificamos cuatro grandes obstáculos
estructurales para el crecimiento y el desarrollo económico de la región, los cuales
constituyen un igual número de retos para la segunda década de este siglo.
En primer lugar, el alto grado de volatilidad macroeconómica que caracteriza a la
región y constituye un obstáculo importante para su avance económico. No sólo tiene
una tasa de crecimiento que, en una perspectiva histórica, es de menor importancia
que en otras regiones emergentes (Asia en particular), como lo mostramos anteriormente, sino que además registra una variabilidad del crecimiento mucho mayor que
otras economías (cuadro 13). Aún cuando la situación de Colombia, economía bastante
estable, contrasta fuertemente con la de Venezuela, o la de Argentina, en donde el
crecimiento ha sido más volátil, la amplitud del ciclo económico para el conjunto de
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la región es mayor que la de los países más desarrollados incluso de las otras regiones
emergentes. Esta volatilidad del crecimiento ha persistido incluso en los años 2000.
Las causas de la volatilidad del ingreso son múltiples: las variaciones de los términos
de intercambio, los cambios en la dinámica del consumo privado... En particular,
durante estas últimas décadas, la volatilidad del crecimiento se vio influenciada por
la de la inversión, principalmente pública. En efecto, los datos sobre el periodo 19802003 muestran que la volatilidad de la inversión pública, afectada por los ajustes
presupuestarios recurrentes, superó a la de la inversión privada (Solimano et al., 2006).
Una excesiva variabilidad del crecimiento tiene consecuencias importantes: como
se ha demostrado, una volatilidad elevada afecta negativamente las expectativas de
los agentes económicos y perjudica, a largo plazo, el nivel de la inversión productiva
(Ffrench-Davis, 2005).
Cuadro 13 Volatilidad del ciclo económico
(diferencia-tipo del crecimiento, %)
1961-1970 1971-1980 1981-1990 1991-1999 2000-2008 1961-2008
Venezuela
3.4
3.6
4.6
Argentina
4.5
3.9
4.7
Perú
3.1
2.6
8.4
Rep. Dominicana
8.6
3.5
5.0
Chile
2.9
7.5
6.9
Uruguay
3.1
3.3
5.5
Trinidad yTobago
1.1
3.5
4.5
Ecuador
2.3
2.4
4.5
Brasil
3.1
2.7
México
1.9
Bolivia
1.7
Colombia
1.2
América Latina
1.5
Asia-Pacífico
3.0
Estados Unidos
2.1
Unión Europea
0.8
Mundo
1.1
5.6
8.7
5.4
5.0
7.4
5.4
4.8
3.0
5.3
2.7
3.6
5.2
3.6
1.2
5.1
3.4
7.2
4.7
2.6
4.6
4.5
3.7
6.8
4.5
4.7
2.3
1.6
3.8
2.2
4.0
3.7
2.2
3.4
2.6
3.4
1.7
1.5
2.9
1.8
1.6
3.1
2.2
2.3
1.4
2.4
1.8
2.4
2.5
1.9
1.0
2.6
1.1
2.1
2.5
2.3
1.5
1.2
2.0
1.7
1.2
1.0
1.1
1.6
1.5
1.1
1.0
0.9
1.4
Fuente: Maddison, CEPAL.
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En segundo lugar, los magros resultados a nivel de la productividad son otro obstáculo
estructural para el desarrollo económico de la región. Salvo en el caso de la agricultura,
las ganancias de productividad en la región son sistemáticamente inferiores a las que
se obtienen, desde los años 1970, en los países industrializados y en los países asiáticos
(gráfico 14). El aumento de productividad se ha convertido, según numerosos autores,
en el reto mayor al que deberán enfrentarse los países de la región durante los próximos años. Lo cual explica el creciente interés por este tema: además de la mejoría
en factores generalmente identificados como determinantes para los resultados en
materia de productividad (como la educación), algunos trabajos recientes se han
interesado en factores menos estudiados. Entre estos, cabe mencionar los costos elevados de transporte que impiden a los países aprovechar los beneficios propiciados
por su apertura al comercio internacional, el bajo crédito que obstaculiza la inversión y
no es propicio para que las empresas puedan acceder al progreso tecnológico, el
pesado y complejo sistema de impuestos que desalienta a los productores y que, como
lo hemos destacado, contribuye a que proliferen las micro empresas y pequeñas
empresas de muy baja productividad del sector informal (Pagès, 2010).
En tercer lugar, el comportamiento de la región a nivel de la innovación, uno de los
factores que influye en la productividad, se puede considerar de manera separada
dada su importancia dentro de la perspectiva de la diversificación del aparato productivo. La generación y/o la adaptación del progreso técnico y el desarrollo de la
capacidad para innovar con el objetivo de crear nuevos productos y favorecer la
difusión de mejores prácticas y procedimientos en las estructuras productivas,
cuentan entre las principales fuentes de crecimiento.
Si se toma uno de los indicadores más utilizados para medir el esfuerzo de innovación,
es decir los gastos de investigación y desarrollo en porcentaje del PIB, se observa que
para el conjunto de América Latina alcanza apenas 0.7%. Sólo Brasil rebasa el 1%,
que es el cociente más elevado de la región pero es sensiblemente inferior al de los
países más desarrollados o al de otros países que han experimentado un proceso de
recuperación rápida en las últimas décadas (por ejemplo Corea del Sur que, durante
los últimos años, se ha situado ligeramente por encima de 3%).
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Gráfico 14 Resultados en materia de productividad
(Crecimiento promedio en %)
América Latina
Asia emergente
Economías industriales
6
5
4
3
2
1
0
-1
-2
-3
Agricultura
1975-1990
Agricultura
1990-2005
Industria
1975-1990
Industria
1990-2005
Servicios
1975-1990
Servicios
1990-2005
Fuente: BID.
En cuarto lugar, la inversión productiva todavía es de un nivel demasiado bajo como
para poder asentar una dinámica de crecimiento fuerte y sostenido. La tasa de
inversión de América Latina es inferior a la de otras regiones del mundo (gráfico 15)
pero está en aumento si se compara con el nivel sumamente bajo que registraba en
los años 1980 y 1990. Desde el 2003, pasó de 17.3% a cerca de 20% en 2008/2009.
No obstante, la tasa de este período reciente se sigue ubicando por debajo de la que
registraba en el período 1950/1980. Durante esa fase de sustitución de importaciones
y de economías semi-cerradas, la tasa de inversión fue, en promedio anual, de 21%.
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Gráfico 15 Inversión (% del PIB)
Asia emergente
China
OCDE
América Latina
45
40
35
30
25
20
15
1980
1985
1990
1995
2000
2005
2010
Fuente: Global Insight.
Dentro de este marco, las perspectivas de crecimiento a mediano y largo plazo
dependen de manera crucial de la evolución del entorno internacional y del comportamiento de variables internas, sobre todo de la tasa de inversión. Tomando en
cuenta las hipótesis del Banco Mundial, de la EIU y de Global Insight, el crecimiento
mundial será de 3.7% en el periodo 2010-2020 (cuadro 14). Esta previsión incluye
una estimación para el crecimiento chino de 8% en la década 2010-2020 –contra
9.9% en 1990-2009– lo cual supone que su demanda de productos primarios procedentes de los países de la región, en particular de los sudamericanos, se mantendrá
en un nivel elevado.
De ese modo, con una tasa de inversión de 22% –más o menos equivalente a la del
periodo 1950-1980– el crecimiento regional sería de 4.4% durante el periodo 20102020. Se trata de un escenario central que es bueno en términos históricos pero
insuficiente desde el punto de vista de los imperativos de la región, sobre todo en
términos sociales. En un escenario optimista se requeriría un crecimiento económico
del orden de 5 a 6% en promedio anual asociado a una tasa de inversión de alrededor
de 25% del producto.
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Cuadro 14 Escenario de crecimiento
Inversión
(% del PIB)
Crecimiento
del PIB
(promedio, %)
1990-2009
Inversión
(% del PIB)
Crecimiento
del PIB
(promedio, %)
2010-2020 previsiones
Argentina
18.5
3.9
21.8
4.1
Bolivia
15.8
3.8
17.3
4.0
Brasil
17.4
2.5
22.5
4.8
Chile
22.2
5.1
23.1
4.5
Colombia
19.6
3.4
22.0
3.7
Ecuador
20.3
3.2
19.0
2.9
México
19.7
2.5
22.1
3.8
Perú
19.9
4.2
23.9
5.1
Uruguay
15.7
2.8
18.9
3.7
Venezuela
23.6
3.1
22.5
3.2
América Latina
18.8
2.8
22.1
4.4
OCDE
21.1
2.1
19.1
2.0
China
35.5
9.9
38.1
8.0
Mundo
21.8
2.7
23.8
3.7
Fuente: elaborado por los autores en base a proyecciones del Banco Mundial, de la EIU y del IHS-Global Insight.
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2. Demografía,
pobreza y desigualdades
María Eugenia COSÍO-ZAVALA
Resumen
Después de la despoblación histórica que América Latina había registrado desde
1492 con el arribo de los europeos y como consecuencia de epidemias y guerras, en
el siglo XIX recibió muy importantes flujos de migraciones. Luego, a partir de 1930, la
reducción de la mortalidad condujo a una explosión demográfica. En la segunda cuarta
parte del siglo XX, la disminución de la fecundidad permitió una reducción de las tasas
de crecimiento poblacional hasta un nivel que en la actualidad es de 1.1 2% al año.
No hay una sino varias transiciones demográficas, por lo que las poblaciones se
encuentran en situaciones muy diferentes en países como Argentina, Cuba y Uruguay
cuyo crecimiento es bajo, o en países como Bolivia o Guatemala que aún están en
pleno crecimiento demográfico (3.5 niños por mujer). Por consiguiente, el bienestar
social y la pobreza atañen a las poblaciones de manera muy diferenciada. En los países
de bajo crecimiento y de baja fecundidad hay un envejecimiento de la población, los
de fuerte crecimiento y fuerte fecundidad aún están en la fase de rejuvenecimiento
de su población.
Por lo tanto, la relación de dependencia, después de haber aumentado durante la
fase de reducción de la mortalidad (rejuvenecimiento de la población), disminuyó
rápidamente durante la fase de reducción de la fecundidad (envejecimiento). Al respecto se habla de “dividendo demográfico” que es un período de duración limitada
durante el cual la proporción de poblaciones dependientes disminuye en relación a
las que se encuentran en edad activa. Por lo contrario, esta relación aumentará a partir
de 2030 durante la fase final de envejecimiento.
De modo que las transiciones demográficas tienen una gran importancia en términos
de crecimiento y de estructura de la población. Es un fenómeno universal e ineluctable
con grandes consecuencias económicas y sociales aún si los países latinoamericanos
se destacan por una fuerte heterogeneidad de las situaciones demográficas.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
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Con 180 millones de pobres y 71 millones de indigentes, América Latina es el continente
más desigual del mundo. No obstante, en el periodo 2002-2008 las tasas de pobreza y
de indigencia disminuyeron. Estas mejorías provienen del crecimiento económico
sostenido que se registró durante ese periodo y de algunos avances en la distribución
de riquezas. Las medidas de lucha contra la pobreza han rendido frutos pero se han
visto afectadas por la reciente crisis económica. Algo preocupante ya que la distribución
del ingreso sigue siendo sumamente desigual y aunque la mayoría de la población
pertenece a las “clases medias” que se sitúan por encima del umbral de pobreza,
éstas resultan todavía muy vulnerables como lo mostró la triste experiencia de la crisis
económica de los años 1980 y el notable incremento de la proporción de pobres.
Una situación particularmente tangible para los grupos más vulnerables, sobre todo
los de indígenas y de afro-descendientes.
Si se quiere hacer un balance de las políticas demográficas en América Latina se
puede observar que la disminución de la fecundidad se llevó a cabo en un tiempo
récord y a un ritmo excepcional. Dió como resultado ese “dividendo demográfico”
que permitió reducir las tasas de pobreza. Por lo tanto, desde ese punto de vista las
políticas son un éxito. Después de la conferencia del Cairo (1994), se redefinieron las
políticas demográficas y en su centro se colocó el bienestar de la población, la igualdad
entre mujeres y hombres así como los derechos humanos. Hay que esperar ahora
que, por fin, se entienda plenamente la importancia que tienen las cuestiones
demográficas para que se integren al desarrollo económico y social.
2.1. El pasado histórico de la población:
despoblación y flujos de inmigración
Los indígenas de América, originarios de Asia, se instalaron en forma progresiva en
todo el continente hace más de 11 mil años, en particular sobre las altas planicies
andinas y en Centroamérica. Ahí se desarrollaron grandes civilizaciones agrarias
con poblaciones relativamente importantes. Sin embargo, por falta de datos es
imposible conocer la población de América en 1492 cuando Cristóbal Colón arribó.
Es un tema sumamente polémico ya que las estimaciones van de 13 millones según
Rosenblat (1954) a 100 millones de acuerdo a Cook y Borah (1960) [ 21 ]. Sin duda
alguna, la caída demográfica a partir de la colonización fue terrible aunque no
podemos cuantificarla realmente. La población indígena fue diezmada debido a
[21] Para mayor información, véase Cosío-Zavala (1998). Ver también el libro de Livi-Bacci (2006).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
las enfermedades, las guerras, el trabajo forzado y hubo que esperar hasta el siglo
XVII para que el crecimiento demográfico natural volviera a ser positivo [ 22 ].
En 1570, la población de América Latina era de 11 millones de habitantes. Para compensar la falta de mano de obra indígena, se importaron alrededor de 15 millones de
esclavos africanos entre finales del siglo XVI y finales del siglo XIX. En 1825,
Alexander von Humboldt calculaba que el número de habitantes en América Latina
era de 23 millones, en su mayoría negros, mestizos, mulatos y criollos. En su época, una
minoría de la población (36%) se señalaba aún como “indígena”. Para compensar
el vacio de población también se requirieron, en el siglo XIX, grandes corrientes de
inmigración europea. Entre 1800 y 1957, llegaron 30 millones de inmigrantes europeos en particular a Argentina, Brasil y Cuba [ 23 ]. En 1900, la población de América
Latina era de 63 millones de habitantes, menos que la población de Estados Unidos
(76 millones) que un siglo antes era inferior. Hubo que esperar hasta 1950 para que
la población latinoamericana fuera de nuevo más numerosa que la de Estados Unidos
(respectivamente 166 y 158 millones), un cambio de equilibrios demográficos que
sería definitivo.
Durante el periodo colonial, la población se concentró en las costas, cerca de los
puertos, de las plantaciones, de las minas o de las capitales administrativas, con frecuencia
antiguas ciudades precoloniales. Este patrón poblacional sigue vigente y las zonas más
pobladas son con frecuencia las costas o las antiguas capitales.
[22] El crecimiento natural es la diferencia entre nacimientos y defunciones.
[23] Todas estas evoluciones se analizan en detalle en Cosío-Zavala (1998). Veáse también Sanchez Albornoz (1994).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Mapa
1
Densidad de población
Más de 500 hab/km2
50 a 500 hab/km2
5 a 50 hab/km2
menos de 5 hab/km2
Cartografía: S. Velut, 2005.
Fuente de datos: CIESIN.GPW.http://sedac.ciesin.columbia.edu/plue/gpw/
Ahora bien, contrariamente a la idea bastante antigua de una América Latina vacía
de habitantes, en el siglo XX se registró una urbanización y un crecimiento acelerado
de la población que acentuaron los desequilibrios poblacionales y las desigualdades
socioeconómicas.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Cuadro 15 Población, ingreso por habitante
y densidad América Latina 2008/ habitante
Indicadores
Países
Argentina
Población
(en miles)
Ingreso Nacional
bruto por hab.
en p.p.a (en USD) *
Densidad promedio
(hab./km2)
40 666
14 020
15
Belize
313
6 040
13
Bolivia
10 031
4 140
9
Brasil
195 423
10 070
23
Chile
17 135
13 270
23
Colombia
46 300
8 510
41
Costa Rica
4 640
10 950
91
Ecuador
13 775
7 760
49
El Salvador
6 194
6 670
294
Guatemala
14 377
4 690
132
Honduras
7 616
3 870
68
México
110 645
14 270
57
Nicaragua
5 822
2 620
45
Panamá
3 508
11 650
46
Paraguay
6 460
4 820
16
29 496
7 980
23
3 372
12 540
19
Venezuela
29 044
12 830
32
Conjunto
544 817
Perú
Uruguay
29
* En paridad de poder adquisitivo (PPA).
Fuente: INED, www.ined.fr y “Todos los países del mundo” (2009).
( )
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
2.2. Los cambios demográficos
A partir de 1950, la población latinoamericana [ 24 ] aumentó mucho: de 63 millones
de habitantes en 1900, pasó a 589 millones en 2010, o sea 9.4 veces más. En 1930, la
población latinoamericana representaba el 3% de la población mundial, en 1950 el
6.5% y en 2010 el 8.5%, lo que corresponde a un crecimiento demográfico superior
al promedio global (Cosío-Zavala, 1998; Naciones Unidas, 2010).
América Latina incluye a países muy poblados (como Brasil), pero también a poblaciones muy pequeñas, en particular en Centroamérica (como la de Belice) sin contar
el Caribe. Cerca de las tres cuartas partes (72%) de la población del subcontinente
latinoamericano está concentrada en cuatro países: Argentina, Brasil, Colombia y
México. La población de Sudamérica (que no incluye a México, país de América
Latina situado en Norteamérica) se concentra en un 87% en cinco países: Argentina,
Brasil, Colombia, Perú, Venezuela (cuadro 15).
2.2.1. Las transiciones demográficas
Desde finales del siglo XIX, y sobre todo a partir de 1930, la mortalidad empezó a bajar
en todos los países. A partir de 1970, fue la fecundidad la que disminuyó rápidamente.
Sin embargo, en el subcontinente latinoamericano se observa una gran diversidad de
situaciones demográficas directamente relacionadas con las condiciones socioeconómicas. En su conjunto, las transiciones demográficas son a la vez tardías y sumamente
rápidas en todos los países pero se dan en periodos diferentes.
Gracias al progreso médico y sanitario, desde los inicios del siglo XX, la mortalidad
disminuyó precozmente en Argentina, en Cuba y en Uruguay, los países de mayor
emigración europea. Luego, a partir de 1930, la mortalidad bajó en toda América
Latina. Por consiguiente, el crecimiento demográfico se aceleró durante tres a cuatro
décadas antes de que la fecundidad disminuyera a su vez a partir de 1970 (CosíoZavala, 1998).
[24] Para el CELADE (Centro Latinoamericano de Demografía), la población de la región “América Latina” incluye
a los países de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALC) incluyendo las antiguas
colonias inglesas y holandesas así como los departamentos franceses de las Antillas. La región CEPALC incluye
en total 41 países o territorios, independientes o no.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Los modelos de transición de la mortalidad dividen a los países latinoamericanos en
cuatro grupos:
l
En el primer grupo (Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba y Uruguay), en 2005-2010,
la esperanza de vida al nacer es de 80 años para el sexo femenino. Es el grupo de
las transiciones avanzadas.
l
Un segundo grupo (Brasil, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Panamá, Perú,
República Dominicana, El Salvador y Venezuela) que en 2005-2010 registra más de 75
años de esperanza de vida para las mujeres, es el de las transiciones medias.
l
En el tercer grupo (Guatemala, Honduras, Paraguay), la esperanza de vida es superior
a los 70 años para el sexo femenino en 2005-2010. Es el grupo de las transiciones
en aceleración.
l
Por último, el grupo de Haití y Bolivia con menos de 70 años de esperanza de vida
femenina al nacer, en 2005-2010. Sin embargo se registra ya una reducción de la
mortalidad aún cuando la mortalidad infantil es todavía relativamente elevada [ 25 ]
(cuadro 16).
[25] Con niveles en Haití y Bolivia respectivamente de 49 y 46 defunciones de menores de un año por 1000
nacidos vivos (cuadro 16).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Cuadro 16 Esperanza de vida al nacer y tasa de mortalidad infantil
País
Conjunto
Hombres
Mujeres
América Latina
73.4
70.4
76.6
21.7
Argentina
75.2
71.6
79.1
13.4
Bolivia
65.5
63.4
67.7
45.6
Brasil
72.4
68.8
76.1
23.6
Chile
78.5
75.5
81.5
7.2
Colombia
72.8
69.2
76.6
19.1
Costa Rica
78.8
76.5
81.2
9.9
Cuba
78.2
76.2
80.4
5.1
Ecuador
75.0
72.1
78.0
21.1
El Salvador
71.8
68.8
74.9
21.5
Guatemala
70.2
66.7
73.8
30.1
Haití
60.6
59.0
62.4
48.6
Honduras
72.1
69.7
74.5
27.8
México
76.1
73.7
78.6
16.7
Nicaragua
72.9
69.9
76.0
21.5
Panamá
75.6
73.0
78.2
18.2
Paraguay
71.8
69.7
73.9
32.0
Perú
71.4
68.9
74.0
21.2
República Dominicana
72.2
69.2
75.5
29.6
Uruguay
76.2
72.8
79.9
13.1
Venezuela
73.8
70.9
76.8
17.0
( ) Defunciones anuales de menores de un año por 1000 nacidos vivos.
*
Fuente: CEPAL (2007).
[ 90 ]
Mortalidad infantil *
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Después de tres cuartos de siglo de reducción de la mortalidad, las diferencias regionales
se cristalizaron aún más en función de los ritmos de disminución de la fecundidad.
En el Cono Sur (Argentina y Uruguay) y en Cuba, la fecundidad fue baja desde finales
del siglo XIX. A partir de finales de los años 1960, los métodos modernos de control
de la natalidad se propagaron ampliamente empezando por Chile y Costa Rica. A
partir de 1970, la fecundidad disminuyó rápidamente en Brasil, Colombia, México,
Panamá, Perú, República Dominicana, El Salvador, Venezuela. Sin embargo, otros países
de Centroamérica (Guatemala, Honduras, Nicaragua), Bolivia, Haití y Paraguay registraron en esa época un leve descenso de la fecundidad.
En 2005-2010, la fecundidad total se estimó en 2.3 hijos por mujer para el conjunto del
subcontinente latinoamericano [ 26 ]. Sólo cuatro países latinoamericanos, entre los
más pobres, conservan tasas globales de fecundidad superiores a 3.5 hijos por mujer:
Haití, Bolivia (3.6 y 3.5 respectivamente), Guatemala (4.1 hijos por mujer) y Paraguay
(3.5). Todos los demás países (con excepción de Honduras), en 2005-2010, se sitúan
en un nivel inferior a 3 hijos por mujer.
[26] Se trata del conjunto América Latina y el Caribe según lo toma la CEPALC.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Cuadro 17 Tasa de fecundidad total, 1960-2010
Países
1960
1965
1970
1975
1985
1990
1995
2000
2000
2005
2005
2010 *
4.0
3.5
Baja
1960
1985
en %
Países andinos
Bolivia
6.6
6.5
5.0
4.3
Colombia
6.8
Chile
5.4
Ecuador
24.2
5.0
3.2
2.8
2.6
2.5
52.9
3.6
2.7
2.2
2.0
1.9
50.0
6.7
6.0
4.0
3.1
2.8
2.6
40.2
Perú
6.9
6.0
4.1
3.2
2.9
2.7
40.5
Venezuela
6.7
4.9
3.6
2.9
2.7
2.6
46.3
Argentina
3.1
3.1
3.0
2.6
2.4
2.3
3.2
Brasil
6.2
4.7
3.1
2.5
2.3
2.2
50.0
Paraguay
6.6
5.7
4.9
4.2
3.8
3.5
25.8
Uruguay
2.9
3.0
2.5
2.4
2.3
2.2
13.8
Costa Rica
7.2
4.3
3.4
2.6
2.3
2.1
52.8
El Salvador
6.8
6.1
3.9
3.2
2.9
2.7
42.6
Guatemala
6.5
6.2
5.7
5.0
4.6
4.1
12.3
Honduras
7.4
7.1
5.4
4.3
3.7
3.3
27.0
Nicaragua
7.3
6.8
5.2
3.9
3.3
2.9
28.8
Panamá
5.9
4.9
3.2
2.8
2.7
2.6
45.8
Cuba
4.7
3.5
1.8
1.6
1.6
1.6
61.7
Haití
6.3
5.8
5.9
4.4
4.0
3.6
6.3
México
6.8
6.5
3.6
2.8
2.5
2.1
47.0
Rep. Dominicana
7.3
5.6
3.6
2.9
2.7
2.6
50.7
Países atlánticos
Centroamérica
México y el Caribe
* En 2005-2010, son estimaciones que se basan en las proyecciones de las Naciones Unidas.
Fuente: CELADE (2010).
( )
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Los modelos de transición de la fecundidad dividen a América Latina en cinco grupos
(Schkolnik, 2004):
l
Una transición muy avanzada en Cuba (1.6 hijo por mujer en 2005-2010).
l
Una transición avanzada: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay (entre 1.9 y 2.3 hijos por
mujer en 2005-2010).
l
Una transición en plena evolución , el modelo mayoritario : Colombia, Costa Rica,
Ecuador, México, Panamá, Perú, El Salvador, Venezuela (entre 2.2 y 2.7 hijos por
mujer en 2005-2010).
l
Una transición moderada : Honduras, Nicaragua (menos de 3.5 hijos por mujer en
2005-2010).
l
Una transición incipiente: Bolivia, Guatemala, Haití, Paraguay (entre 3.5 y 4 hijos por
mujer en 2005-2010).
La píldora, el dispositivo intrauterino y sobre todo la esterilización femenina, han
sido los principales métodos anticonceptivos utilizados. El aborto, aunque es ilegal
en todos los países, salvo en Cuba, se practica ampliamente [ 27 ]. “El apoyo oficial a los
programas de planificación familiar en la mayoría de los países impulsó el desarrollo
y el uso de los métodos anticonceptivos modernos entre las categorías sociales
que no limitarían sus nacimientos si no existieran esos programas" (Cosío-Zavala,
1998, p. 70).
[27] A falta de cifras exactas, se estima que cada año alrededor de cuatro millones de mujeres abortan en la región
(OMS, 2004).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Cuadro 18 Países de América Latina clasificados según
las situaciones de las transiciones
Transiciones
de la mortalidad
Transiciones de la fecundidad
Muy avanzada
Avanzada
Media
Cuba
Avanzada
Mayoritaria
Moderada
Colombia
Ecuador
México
Panamá
Perú
República
Dominicana
El Salvador
Venezuela
Nicaragua
Incipiente
Argentina
Chile
Costa Rica
Uruguay
Brasil
En curso
Inicial
Honduras
Guatemala
Paraguay
Haití
Bolivia
Los cinco grupos de transiciones de la fecundidad tienen fuerte resonancia con las
situaciones socioeconómicas nacionales, en particular con los niveles de pobreza y
las desigualdades socioeconómicas.
Las transiciones avanzadas fueron precoces en países de inmigración europea. Las
transiciones medias se observaron en países que tuvieron un fuerte crecimiento,
tanto demográfico como económico, durante el siglo XX. Las transiciones moderadas
e incipientes corresponden a los países más pobres (cuadro 18).
El cuadro 18 clasifica a los países según los grupos de transiciones de la mortalidad y
los grupos de transiciones de la fecundidad. Se observa una fuerte correspondencia
entre los dos tipos de clasificaciones.
En cada país también se observan diferencias entre las transiciones demográficas
avanzadas de las categorías sociales más favorecidas, más escolarizadas, más urbanizadas y las transiciones atrasadas de las categorías más pobres, en particular las
poblaciones indígenas.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Ahora, hay que observar que entre 1960 y 1975 la correlación entre el crecimiento
económico y el crecimiento demográfico era positiva y que cambió de orientación
y pasó a ser negativa a partir de los años 1975-1980 (Blanchet, 1999). Lo que significa
que en los países en donde ciertos grupos sociales mantienen una fecundidad elevada
después de este periodo y un fuerte crecimiento demográfico, el aumento rápido
de población tuvo consecuencias negativas en las condiciones de vida socioeconómicas,
abriendo una brecha entre los grupos sociales que limitaron su fecundidad y los que
no lo hicieron.
Por lo tanto, no sólo a nivel de países se observan diferentes modelos demográficos,
también se ven en el interior mismo de las sociedades. Las diferencias de ritmo de
las transiciones demográficas separaron a las poblaciones en grupos diferenciados,
lo cual tiene consecuencias sobre la evolución actual y sobre los efectivos (crecimiento demográfico, mortalidad, fecundidad) pero también sobre las tendencias
demográficas futuras, en particular en términos de envejecimiento.
2.2.2. El envejecimiento de la población y el dividendo demográfico
Las transiciones demográficas en América Latina tuvieron consecuencias importantes
en la distribución por grupos de edades de la población. Al principio, la disminución
de la mortalidad provocó un aumento en el grupo de los menores de 15 años y rejuveneció a las poblaciones pero luego la disminución de la fecundidad causó una
rápida disminución en la proporción de niños de 0 a 14 años. Por ahora, el porcentaje
de ancianos es aún reducido (menos de 10%, cifra que se alcanzará en 2025), por lo
que el mayor aumento se registró en la proporción de adultos entre 15 y 59 años. Sin
embargo, en 2010 ya hay más de 40 millones de latinoamericanos que tienen 65 años
o más, lo cual significa que en 20 años estos efectivos casi se duplicaron (21 millones
en 1990) y que se duplicarán una vez más de aquí a 2030. Las previsiones para el
2050 son de 142 millones de personas con más de 65 años lo que representa casi
una quinta parte de la población (Naciones Unidas, 2009).
Por lo tanto, la relación de dependencia [ 28 ] después de haber aumentado durante la
fase de descenso de la mortalidad (rejuvenecimiento de la población), disminuyó
rápidamente durante la fase de reducción de la fecundidad (gráfico 16). Al respecto
se habla de “dividendo demográfico” que es un periodo de duración limitada durante
el cual las poblaciones dependientes disminuyen en relación a las que se encuentran
en edad productiva. En cambio, la relación aumentará a partir del 2030 durante la
fase final de envejecimiento y esto de manera definitiva.
[28] Es la relación entre los efectivos de la población “dependiente” (los jóvenes menores de 15 años y las personas
mayores de 60 años) y los efectivos de la población en edad productiva (personas entre 15 y 59 años).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Por eso las transiciones demográficas tienen una gran importancia en términos de
crecimiento y de estructura de la población. No es sólo un fenómeno universal e
ineluctable, determinado fuertemente por la heterogeneidad de las situaciones
demográficas en los países latinoamericanos, sino que también tiene fuertes consecuencias económicas y sociales.
Gráfico 16 Evolución de las relaciones de dependencia
en América Central y del Sur (1950-2050)
América Central
América del Sur
120
100
80
60
40
20
2050
2040
2030
2020
2010
2000
1990
1980
1970
1960
1950
0
Fuente: Naciones Unidas (2009).
El cuadro 19 muestra el tiempo que requiere la relación de dependencia para pasar
del máximo al mínimo, un tiempo variable según los países latinoamericanos que va
desde 76 años en Paraguay hasta 17 años en Cuba. Algunos países latinoamericanos
ya terminaron este periodo de dividendo demográfico (Cuba desde 1991), otros lo
terminarán dentro de varias décadas (como Guatemala que lo terminará en 2050).
Sea como sea, el dividendo demográfico contribuyó a reducir la pobreza, en particular en los años 1990-2002 durante los cuales, en los hogares, el ingreso per cápita
proveniente del trabajo aumentó regularmente como resultado de la disminución
de las tasas de dependencia, de la reducción del tamaño promedio de los hogares
así como del descenso de la fecundidad (Naciones Unidas, 2009).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Los efectos del dividendo demográfico son menos significativos en 2002-2008
dado que la fecundidad ya no baja tanto. Por consiguiente, las tasas de pobreza
están cada vez más influenciadas por las tasas de empleo y por los ingresos de las
personas ocupadas en los hogares. El dividendo demográfico que la CEPAL menciona
como uno de los “motores de combate” contra la pobreza junto con el crecimiento
económico y el gasto social (CEPAL, 2009), se atenúa con el envejecimiento ineluctable
de la población latinoamericana, siendo que la proporción de personas con más de
60 años pasó de 6% entre 1950 y 1975 a 8% en 2000, 10% en 2010 y 25% en 2050
(Naciones Unidas, 2009).
Cuadro 19 Años de principio y de fin de la reducción
de las relaciones de dependencia
País
Año de valor máximo
Argentina
1989
Año de valor mínimo
2032
Bolivia
1974
2041
Brasil
1964
2007
Chile
1966
2011
Colombia
1965
2017
Costa Rica
1965
2014
Cuba
1974
1991
Ecuador
1965
2025
El Salvador
1968
2028
Guatemala
1988
2050
Haití
1970
2039
Honduras
1972
2040
México
1966
2022
Nicaragua
1965
2035
Panamá
1968
2020
Paraguay
1962
2038
Perú
1967
2017
Republica Dominicana
1965
2027
Venezuela
1966
2020
Fuente: CELADE, proyecciones 2007.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
2.3. La pobreza y las desigualdades
América Latina es el continente más desigual del mundo y lo es con certeza desde
1985 como lo han mostrado las comparaciones con los índices de Gini para Asia,
África Subsahariana y Septentrional, Europa Central y Oriental, la Comunidad de Estados
Independientes, el Medio Oriente (FMI, 2007). En 2008, la tasa de pobreza [ 29 ] era de
33%, o sea 11% menos que en 2002 (44%). En cambio, la tasa de indigencia que
había disminuido de un tercio en relación a su nivel de 2002 (19.4%), subió en el
2008 a 12.9% (contra 12.6% en 2007) debido al alza de precios en los alimentos
(cuadro 20).
Las mejorías en el periodo 2002-2008 provienen del crecimiento económico sostenido
durante ese periodo y de algunos avances en la distribución de riquezas. Se estima que
en 2008, en América Latina había 180 millones de pobres y 71 millones de indigentes, o
sea respectivamente 21 y 26 millones menos que en 2002. Esta evolución a la baja
marca una ruptura con las décadas anteriores ya que desde 1980 las tasas de
pobreza y de indigencia se habían mantenido en aumento. Por lo tanto las medidas
de lucha contra la pobreza sí rindieron frutos aunque ahora se han visto afectadas
por la reciente crisis económica (CEPAL, 2009).
Cuadro 20 Indicadores de pobreza y de indigencia en porcentajes
de la población, 2002 y 2008
América
Latina
Porcentaje de pobres
Total
Urbano
Porcentaje de indigentes
Rural
Total
Urbano
Rural
2002
44.0
38.4
61.8
19.4
13.5
37.9
2008
33.0
27.6
52.2
12.9
8.3
29.5
Variación
2002-2008 (en %)
- 25
- 28
- 16
- 33
- 39
- 22
Fuente: CEPAL, 2009.
[29] La tasa de pobreza es la proporción de personas por debajo de la “línea de pobreza”, o sea el ingreso necesario
para satisfacer las necesidades básicas. La indigencia considera únicamente la satisfacción de las necesidades
alimentarias.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
La pobreza en las zonas rurales (52.2%) representa alrededor del doble de la pobreza
urbana (27.6%). La indigencia es tres veces más importante en las zonas rurales (29.5%)
que en las zonas urbanas (8.3%). Por lo tanto lo que afecta en particular a las poblaciones
rurales es la pobreza extrema. Antes de 1980 la población pobre era esencialmente
rural pero hoy, dada la elevada urbanización de la población latinoamericana, el 66%
de los pobres vive en las ciudades. Sin embargo, la pobreza rural disminuye menos
que la urbana. La reducción de las tasas de pobreza rural y urbana fue respectivamente
de 16% y de 28% entre 2002 y 2008 en tanto las tasas de indigencia rural y urbana
se redujeron respectivamente de 22% y de 39% en el mismo lapso (cuadro 20).
Los países latinoamericanos se ven afectados por la pobreza y la indigencia de
manera distinta. Así, los niveles más bajos se registran en Argentina, Chile, Costa Rica
y Uruguay seguidos por Brasil, Panamá y Venezuela con tasas inferiores a la media
del subcontinente. Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana y El
Salvador tienen tasas de pobreza entre 35 y 48%. Bolivia, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y Paraguay tienen tasas de pobreza superiores al 50% y de indigencia
mayores de 30% (cuadro 21).
Se observaron avances significativos en el caso de Brasil, Perú y Uruguay (-3% como
mínimo), de Costa Rica y Paraguay (-2% como mínimo), de Panamá y de Venezuela
(-1% como mínimo). En los casos de Ecuador y la República Dominicana no hay
variaciones significativas y México registra una deterioro (aumento de 3.1 % de
pobreza entre 2006 y 2008) debido a la crisis económica que la afectó más que a
otros países. En cambio, la indigencia aumentó en todos los países salvo en Brasil,
Perú y Paraguay (CEPAL, 2009).
En términos generales, en 2008, América Latina efectivamente avanzó hacia el primer
objetivo del Milenio, o sea la reducción de la mitad de la pobreza extrema entre
1990 y 2015 ya que la tasa de indigencia de 12.9% se sitúa a 2% del objetivo (11.3%).
La región ya recorrió el 85% del camino en 72% del tiempo previsto. Brasil y Chile
rebasaron el objetivo desde hace varios años, así como Perú desde 2008. Costa Rica,
Ecuador y México avanzaron más rápido que el promedio en tanto los avances
siguen siendo insuficientes en el resto de los países. Sin embargo, el retroceso que se
registra en el periodo actual retrasa el momento en el que podrán alcanzarse los
objetivos del Milenio en términos de reducción de la pobreza.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Cuadro 21 Indicadores de pobreza y de indigencia en porcentaje
de la población, en 2008
País
Indicador de pobreza (%)
América Latina
Indicador de indigencia (%)
33.0
12.9
Argentina *
21.0
7.2
Bolivia **
54.0
31.2
Brasil
25.8
7.3
Chile*
13.7
3.2
Colombia
42.8
22.9
Costa Rica
16.4
5.5
Ecuador
39.0
14.2
El Salvador***
47.5
19.0
Guatemala*
54.8
29.1
Honduras**
68.9
45.6
México
34.8
11.2
Nicaragua****
61.9
31.9
Panamá
27.7
13.5
Paraguay
58.2
30.8
Perú
36.2
12.6
Republica Dominicana
44.3
22.6
Uruguay
14.0
3.5
Venezuela
27.6
9.9
Años (* ) 2006 (** ) 2007 (*** ) 2004 (**** ) 2005
Fuente: CEPAL, 2009.
Sin embargo, la distribución del ingreso es todavía sumamente desigual: 40% de los
hogares más pobres perciben el 15% del ingreso total, en tanto el 10% de los más ricos
acumulan en promedio 34% del ingreso total. Entre los dos, se encuentra la mayoría de
la población repartida en “clases medias” muy heterogéneas en términos de condiciones
de vida, las cuales perciben ingresos que las sitúan por encima del umbral de pobreza
pero que no llegan a los niveles de los dos deciles más elevados. Brasil y Colombia son los
países más desiguales, Venezuela y Uruguay los menos desiguales.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
La vulnerabilidad de estas clases medias se pudo observar a la luz de la crisis de los
años 1980: las tasas de pobreza crecieron en el conjunto de América Latina de 8
puntos (pasando de 40.5% en 1980 a 48.3% en 1990 en el pico de la crisis), y no
regresaron a su nivel de 1980 más que 25 años más tarde, o sea en 2005. De igual
forma, se requirieron 14 años para que el PIB per cápita regresara al nivel de 1980, lo
que sucedió en 1994 (CELADE, 2010).
Gracias al periodo de fuerte crecimiento económico entre 2002 y 2008, se registró
una disminución de 5% en los índices de Gini, lo que equivale a una reducción de las
desigualdades en la distribución de ingresos. Los países que registraron las mayores
reducciones son Venezuela (-18%), Argentina (-10%), Perú (-9%), Bolivia, Nicaragua,
Panamá y Paraguay (-8%). A la inversa, en algunos países la concentración del ingreso
aumentó como fue el caso de Chile, Guatemala y República Dominicana (cuadro 22).
Cuadro 22 Índices de Gini (2002 y 2008)
Países
2002
2008
Argentina
0.578
0.519
Bolivia
0.614
0.565
Brasil
0.639
0.594
Chile
0.564
0.584
Colombia
0.569
0.522
Costa Rica
0.488
0.473
Ecuador
0.513
0.480
El Salvador
0.525
0.493
Guatemala
0.542
0.585
Honduras
0.588
0.580
México
0.514
0.515
Nicaragua
0.579
0.532
Panamá
0.567
0.524
Paraguay
0.570
0.527
Perú
0.525
0.476
República Dominicana
0.537
0.550
Uruguay
0.455
0.446
Venezuela
0.500
0.412
Fuente: CEPAL, 2009. El año de las encuestas varía según los países.
2002 corresponde a la fecha más próxima entre 2000 y 2002, 2008 es la fecha más próxima entre 2004 y 2008.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Entre los grupos más vulnerables se identificaron a los niños menores de 15 años, a
las mujeres y a los grupos étnicos minoritarios (indígenas, afrodescendientes). La
pobreza de los niños no bajó tanto como en otros grupos de población ya que el
cociente entre las tasas de pobreza de los niños menores de 14 años y las de los
adultos aumentó en todos los países latinoamericanos, sobre todo en Brasil, Panamá
y Uruguay (CEPAL, 2009, p.26). De igual forma, los grupos étnicos (indígenas y afrodescendientes) son entre 1.2 y 3.4 veces más pobres que el resto de la población, un
riesgo que está en aumento en todos los países salvo en Brasil (CEPAL, 2009, P.28).
Los censos del año 2000 permitieron hacer estimaciones en 15 países sobre los efectivos de población de los grupos autóctonos (indígenas) que en total representan cerca
de 30 millones (cuadro 23). En general, son ellos los más pobres y los más marginados.
Cuadro 23 Efectivos y porcentaje de la población autóctona.
Censos nacionales de los años 2000
País
Argentina
Efectivos
Porcentaje
402,921
1 .1
5,008,997
62.2
Brasil
734,127
0.4
Chile
692,192
4.6
Colombia
892,631
2.0
Costa Rica
63,876
1.7
Bolivia
Ecuador
830,418
6.8
4,610,440
41.0
427,943
7.0
México
6,101,630
6.3
Nicaragua
443,847
8.6
Panamá
285,231
10.1
Paraguay
88,529
1.7
8,500,000
32.0
Venezuela
506,341
2.2
Conjunto
29,589,123
Guatemala
Honduras
Perú
Fuente: Guzmán et al., 2006. Estimación especial de CEPAL/ CELADE según los censos de población, las encuestas
específicas y las proyecciones según el criterio de autodefinición de pertenencia.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
2.4. Las políticas demográficas
La Conferencia de Bucarest de 1974 (Conferencia Mundial de las Naciones Unidas
sobre Población), propuso a los gobiernos la implementación de políticas poblacionales
dentro del marco del Plan de Acción Mundial sobre Población. Esta conferencia se
había inspirado de las reflexiones de los economistas neomalthusianos sobre las
relaciones entre población y desarrollo, las cuales eran refutadas por los natalistas y
por los optimistas. La conferencia provocó acalorados debates ya que en 1974 todos
los gobiernos todavía no se habían sumado al Plan de Acción que suscitaba una
gran oposición [ 30 ].
Diez años después, en la segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Población que se realizó en México en 1984, se observó una evolución en la posición
de los gobiernos latinoamericanos frente al acelerado incremento demográfico. El
Plan de Acción Mundial tuvo una aceptación muy mayoritaria. Para entonces, ya era
una evidencia que un fuerte crecimiento demográfico acentuaba los problemas
económicos y sociales a todos los niveles. En la mayoría de los países se implementaron políticas poblacionales con propuestas conformes a las recomendaciones
internacionales como programas de planificación familiar, de educación en materia
poblacional y de promoción de los derechos de la mujer. Se trataba de integrar la
planificación demográfica a la planificación del desarrollo. Además, algunos países
procuraron garantizar institucionalmente los derechos humanos, según el ideal de
las Naciones Unidas, como lo hizo México que modificó su Constitución (artículo 4)
de modo a reconocer el derecho a todo ciudadano de decidir de manera libre sobre
el número y el espaciamiento de sus hijos. Entre todos los países latinoamericanos,
sólo Argentina pretendía incrementar su población [ 31 ].
Se crearon algunas instituciones como los consejos nacionales de población (CONAPO)
o algunos organismos que impulsaban los programas de promoción de los métodos
anticonceptivos dentro de las instituciones de salud. Los primeros países que lo hicieron
fueron Chile y Honduras (1965), Colombia (1967), Costa Rica así como varias islas del
Caribe entre 1965 y 1970 (Jamaica, República Dominicana, Puerto Rico). En cambio,
Brasil no adoptó ninguna política demográfica oficial y en su lugar algunas instituciones
privadas como Bemfam ofrecieron servicios eficaces para el control de la natalidad.
[30] Para una presentación completa de estos debates, véase Cosío-Zavala (1994).
[31 ] Ídem y véase también Cosío-Zavala (1998).
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Si se quiere hacer un balance de las políticas demográficas en América Latina hasta los
años 1990, se puede observar que el descenso de la fecundidad se produjo en un
tiempo récord y a un ritmo excepcional (cuadro 17). Dio como resultado el “dividendo
demográfico” que permitió reducir las tasas de pobreza. Por lo tanto desde ese punto
de vista, estas políticas fueron un éxito. Sin embargo, a nivel institucional se observa una
gran variedad de formas de intervención y de organización. Desde políticas con objetivos demográficos muy explícitos como fue el caso de México (a partir de la ley de
1973 [ 32 ] ), hasta el caso de Brasil que adoptó una política de “laisser faire ”. Ahora bien,
los resultados en términos de descenso de la fecundidad fueron muy similares en
estos dos países ya que la difusión de los métodos anticonceptivos modernos y las
intervenciones de instituciones sanitarias fueron decisivas, con o sin organizaciones
gubernamentales. Para las clases sociales poco escolarizadas y pobres se destinaron
programas de distribución de medios anticonceptivos modernos como la píldora, el
dispositivo intrauterino o la esterilización femenina que es un método ampliamente
utilizado por las mujeres latinoamericanas. De modo que la fecundidad bajó mucho
en el subcontinente salvo en los países más atrasados como Bolivia, Guatemala, Haití
y Paraguay (cuadro 17).
La tercera Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de 1994 que se
llevó a cabo en El Cairo redefinió completamente el Programa de Acción Mundial
sobre Población. Innovó al interesarse en temáticas nuevas como la salud reproductiva
que incluye todos los servicios que conciernen a la maternidad, a la vida sexual y al
VIH/Sida para las mujeres y para los hombres, y al proponer a los gobiernos proteger
los derechos reproductivos y sexuales, luchar contra la violencia y mejorar la condición
de la mujer, de las minorías vulnerables y de las poblaciones pobres en términos de
nivel de vida, de educación y de salud.
La lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales era parte del programa de
El Cairo. Los programas de planificación familiar perdieron su especificidad y se
incluyeron en los programas sociales integrados. La Iglesia católica manifestó en El
Cairo su decidida oposición al aborto y Argentina se mostró su más fiel apoyo
durante esta conferencia. Empero este desacuerdo doctrinal sobre los programas
de control de la natalidad, desde hace 30 años la Iglesia católica no se ha opuesto
frontalmente a los gobiernos sobre el tema y en cambio ha propuesto programas de
paternidad responsable en base a métodos de abstinencia periódica (Bolivia, Perú).
[32] El objetivo de una tasa de crecimiento de 1% en el año 2000 se adoptó en 1976. Sin embargo en el 2000 era
de 1.8%
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Los dispositivos establecidos por el Plan de Acción Mundial de El Cairo se centraron
en el bienestar de la población y en los derechos humanos. Cuestionaron el papel
del Estado que fue primordial para establecer las políticas demográficas durante los
años 1970-1990 pero que siempre estuvo fuertemente respaldado por iniciativas
privadas (como el Bemfam en Brasil). Sin embargo, los gobiernos se comprometieron a hacer respetar los principios y garantías del Plan de Acción Mundial sobre
Población así como el seguimiento de los objetivos de El Cairo hasta 2014, tarea
coordinada por el Centro Latinoamericano de Demografía ( CELADE), integrado a la
CEPAL de las Naciones Unidas. Así, se constata lo siguiente: las políticas demográficas no tuvieron mucha incidencia en la reducción de las desigualdades sociales y en
la mejoría de las condiciones de vida en América Latina. Se observa también una
fuerte fecundidad de las jóvenes adolescentes, en alza en la mayoría de los países lo que
se destaca como uno de los fracasos de estas políticas (Guzmán et al. , 2006).
Por otra parte, en América Latina las poblaciones todavía padecen las consecuencias
del intenso crecimiento demográfico de las últimas cinco décadas, lo que se refleja
en una carencia crítica de infraestructuras básicas en términos de educación, salud,
vivienda, empleo. Han surgido ya nuevos retos relacionados con el envejecimiento
de la población cuyos efectos sobre los sistemas de salud y de seguridad social serán
de importancia. En un contexto dolido por la inestabilidad del crecimiento económico,
las opciones políticas no son evidentes. Tienen que tomar en cuenta las tendencias
demográficas a largo plazo, lo que no se hace muchas veces, y sobre todo tienen que
aprovechar el dividendo demográfico en curso, que ofrece un periodo relativamente
largo en los países menos avanzados, para invertir en las generaciones futuras, en los
jóvenes y los niños de hoy.
Se puede así esperar que, por fin, las cuestiones demográficas se integren plenamente
al desarrollo económico y social. Los actores políticos tienen que erigirlo en prioridad
para los próximos 30 años ya que los retos demográficos se van a agudizar fuertemente
y ya no serán de ayuda para mejorar el bienestar de la población, contrariamente al
periodo anterior cuando el dividendo demográfico participó efectivamente en la
reducción de la pobreza.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Conclusión
La transición demográfica, la disminución de la fecundidad, el dividendo demográfico
y las políticas poblacionales contribuyeron a la lucha contra la pobreza en América
Latina fortaleciendo el impacto del crecimiento económico y de las inversiones
sociales públicas. Pero el periodo favorable que reducía la carga inducida por los
niños pequeños ha quedado prácticamente atrás, el envejecimiento de la población
enfrenta a las poblaciones latinoamericanas con nuevos retos.
En el futuro, los factores demográficos tendrán una influencia negativa sobre el
crecimiento económico y social. Por lo tanto, corresponderá a las dinámicas económicas, a las políticas públicas y al Estado ayudar a las familias a sobrellevar la carga
creciente inducida por el incremento de poblaciones ancianas, lo cual sucederá en
todos los países latinoamericanos tarde o temprano, según sus ritmos de transición
demográfica.
En los países más pobres, el dividendo demográfico todavía tendrá impacto durante
un periodo limitado por lo que será conveniente tratar de aprovecharlo de manera
útil a través de inversiones sociales y creación de empleos.
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
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© AFD / Los desafíos del desarrollo en América Latina / Septiembre 2011
2.33
2.69
África
América Latina
Fuente: Naciones Unidas (2009).
2.14
1.97
2.17
Oceanía
2.75
2.47
2.21
2.35
2.12
1.46
2.58
2.59
2.42
2.51
1.92
1.10
0.68
0.83
2.04
19651970
2.43
2.61
2.25
2.35
2.08
0.97
0.59
0.78
1.93
19701975
2.31
2.79
1.86
2.07
1.12
0.93
0.49
0.65
1.72
19751980
2.06
2.87
1.85
2.06
1.55
1.03
0.38
0.59
1.71
19801985
1.89
2.78
1.85
2.03
1.57
1.02
0.43
0.59
1.71
19851990
1.70
2.57
1.58
1.78
1.59
1.08
0.1 8
0.44
1.49
19901995
1.56
2.41
1.38
1.59
1.42
1.04
0.02
0.33
1.34
19952000
1.42
2.37
1.21
1.43
1.32
0.97
0.1
0.30
1.21
20002005
1.12
2.29
1.1 4
1.37
1.31
0.96
0.09
0.34
1.18
20052010
16:21
Asia
1.77
América del norte
0.96
1.09
1.98
19601965
25/08/11
Países menos desarrollados
1.17
0.99
Europa
1.84
19551960
Tasas de crecimiento anuales promedio (%)
Países más desarrollados
Mundo
Continente o región
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
Anexos estadísticos
Cuadro 24 Tasa de crecimiento de la población mundial
por región 1950-2005
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25/08/11
16:21
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2. Demografía, pobreza y desigualdades
A SAVOIR
Gráfico 17 Tasas anuales de crecimiento natural
por continentes (en %)
América del norte
América Latina
Asia
Europa
África
Oceanía
Tasas anuales de crecimiento en %
3.5
3
2.5
2
1.5
1
0.5
0
- 0.5
1955-60 1960-65 1965-70 1970-75 1975-80 1980-85 1985-90 1990-95 1995-00 2000-05 2005-10
Años
Fuente: Naciones Unidas (2009).
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3.1. El Estado en América Latina:
democratización y gobernanza
Hubert GOURDON
Resumen
El movimiento de democratización en los sistemas políticos de América Latina se
observa y se evalúa, la mayoría de las veces, a partir del modelo de la democracia
pluralista, cuyos elementos constitutivos son producto de una sedimentación histórica
efectuada en los Estados Occidentales. Según esta perspectiva, los logros que evocamos deberían inscribirse en un recorrido flechado con etapas que señalen los avances
alcanzados. Así, para empezar, en una sección consagrada a saldar las cuentas del
pasado militar, hemos formulado la hipótesis de que es poco probable que resurjan
gobiernos militares, para luego, en una segunda etapa, dar cuenta de la emergencia
de un tratamiento jurisdiccional de los abusos cometidos. Enseguida, observamos el
desarrollo del Estado de derecho que, en algunos Estados, se hizo en paralelo a este
tratamiento jurisdiccional. Como consecuencia, en Colombia surgió “un gobierno
de jueces” y en los Estados concernidos por la cuestión indígena, su gestión implicó
fuertemente a la justicia.
En cambio, resulta más problemático para los partidos políticos establecer relaciones
entre los poderes públicos (poderes ejecutivo y legislativo) que permitan a los
gobernantes promover políticas públicas –lo que los latinoamericanos llaman la
gobernabilidad. En el marco de una forma de Estado presidencialista –adoptada de
manera unánime en los países de la región–, la gobernabilidad depende de la existencia de una coalición de partidos cuyos representantes en el parlamento apoyen
las iniciativas presidenciales, y la “calidad” de esta gobernabilidad depende de la
naturaleza de la coalición: perfecta en el caso de una coalición homogénea como la
de la Concertación chilena cuando estuvo en el poder (1990-2010), por eclipses en
el caso de coaliciones heterogéneas y fragmentadas como las del Presidencialismo de
coalizão brasileño, inexistente en el caso de la formación de una “mayoría negativa”
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como lo muestra en la actualidad el gobierno dividido en México. Sin embargo
existe una gobernabilidad sin coalición, desarrollada por un hiperpresidencialismo,
que en Venezuela se ha institucionalizado y que, a nuestro parecer, representa la
experiencia más significativa.
La globalización acompaña a esta democratización pero condiciona también a las
instituciones y sus resultados. Este movimiento se considera esencialmente desde el
punto de vista económico, pero en realidad implica a muchos otros ámbitos de la
vida social. El término de liberalización con el que se le vincula no da cuenta, en efecto,
del hecho que entre sus actores también hay diversos grupos como mafias y otros.
Los inmensos flujos de riquezas engendrados esencialmente por el narcotráfico
provocan fenómenos de violencia y de corrupción que alteran profundamente el
funcionamiento de las estructuras formales que rigen al pluralismo de los Estados
de América Latina.
Los pocos procedimientos de democracia participativa contenidos en las constituciones
recientes de América Latina y que se exponen en una sección de este trabajo dedicada
a esta forma de democracia, nos permitió señalar su importancia relativa, e incluso,
abordar los efectos perversos de algunas de sus manifestaciones. La descentralización
que es un elemento importante de esta democracia participativa es objeto de un análisis
específico.
En el inventario crítico de “el estado de los Estados” en América Latina, después
de las “astronómicas desigualdades de ingresos”, Mario Vargas Llosa (El País,
14/02/2005) citó en forma enumerativa los fenómenos de “marginalización”, de
“desempleo y pobreza”, de “corrupción”, de “analfabetismo”, de “criminalidad y de
narcotráfico”, de “éxodo de poblaciones” y para terminar la presencia de “gobiernos
dictatoriales y populistas”. Esta evaluación suscita obviamente algunas reservas.
En efecto, el carácter abrumador de los términos utilizados no se puede abstraer de
la personalidad del autor que ha sido, y es todavía, defensor de una globalización
política y económica con una inspiración neoliberal que ha generado un rechazo
más o menos radical de la mayoría de estos Estados. Por otro lado, se puede esperar
que desde 2005, fecha de publicación del artículo, las políticas públicas elaboradas
en América Latina hayan borrado o atenuado algunos de los estigmas señalados.
Pero cualesquiera que sean los debates suscitados por la evocación de algunos de
estos estigmas, ahora que parece descartada la hipótesis de que resurjan regímenes
militares, nos parece imposible aceptar la observación propuesta por Vargas Llosa en
relación a la persistencia de dictaduras, aún cuando se vinculen a la llegada de
gobiernos llamados “populistas”. Nuestros primeros análisis se van a consagrar al
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saldo de este cargado y largo pasado militar que pesó sobre los regímenes políticos
latinoamericanos. Enseguida abordaremos los avances democráticos, como el establecimiento de un Estado de derecho por medio de una justicia constitucional.
Una vez destacados estos elementos positivos, abordaremos entonces temas cercanos
a los que evocó Vargas Llosa. Así, en el saldo negativo de la democratización emprendida se incluirán las dificultades de los gobernantes y de sus organizaciones partidistas
para adaptarse a las estructuras constitucionales del presidencialismo, conservadas
o modificadas por los textos procedentes de la transición militar. Una inadaptación
que en América Latina se maneja a través del tema de la gobernabilidad. Seguirá
después el censo de disfuncionamientos que sin ser propios de las sociedades o de
los sistemas políticos latinoamericanos sí los afectan en particular: se trata de fenómenos
de corrupción y de violencia que interfieren con el narcotráfico lo que decuplica los
daños. Sólo al final abordaremos el tema de una ingeniería constitucional y civil cuyos
elementos provienen en gran parte de la democracia participativa y serán presentados
en una sección relativa a este invento latinoamericano.
3.1.1. Saldar el pasado militar
Es evidente que la democratización que emprendieron los regímenes políticos a
partir de los años 1980, al término de la última ola de autoritarismos militares, se
caracteriza por ser un movimiento ciertamente progresivo pero obstinado. Desde
ese punto de vista resulta ejemplar la manera en la que saldaron su pasado militar
Estados como Argentina, Brasil y Chile que con seguridad se encuentran entre los
más afectados por esa violencia de Estado que ejercieron los gobiernos de las
“Fuerzas Armadas”: 40 mil muertos y desaparecidos tan sólo en Argentina (19761983). En primer lugar analizaremos el caso chileno ya que probablemente sea ese
Estado y su proceso de devolución de poderes a las autoridades civiles los que
padecieron durante más tiempo y con mayor fuerza una verdadera tutela militar.
Este proceso de transferencia de poderes que comenzó en octubre de 1988, con
la derrota del general presidente Pinochet en el referéndum con el que pretendía
mantenerse en el poder por un periodo adicional de 8 años, siguió en 1989 con la
negociación de un pacto constitucional. Este último suponía que el general Pinochet
aceptara su derrota electoral a cambio de incluir dispositivos que concedían a las
fuerzas armadas un derecho de injerencia en todas las decisiones relativas a su
integridad y sobre todo su impunidad por los crímenes cometidos durante los primeros años de la dictadura (1973-1978). El arresto del general Pinochet en Londres
(octubre de 1988) y las consecuencias jurisdiccionales de su regreso a Chile (marzo
2000) dieron origen a una segunda revisión constitucional en 2005. Esta última,
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que eliminó los “enclaves autoritarios”, se centró esencialmente en vaciar el texto
de todas esas disposiciones que garantizaban a las fuerzas armadas cierta participación política y que pesaban sobre la soberanía de las autoridades civiles. En
suma, se necesitaron alrededor de 15 años de conflictos larvados o declarados para
que al fin los militares asumieran todas las consecuencias de su subordinación a las
autoridades civiles entre las cuales se incluye la responsabilidad penal por las violaciones a los derechos humanos perpetradas cuando el ejército estaba en el poder.
De modo que los juicios continúan. En la actualidad prosiguen en Argentina y la opinión pública descubre, gracias a las revelaciones que hacen los inculpados ante los
jueces, la crueldad del terror de Estado del que fueron víctimas durante el último
gobierno militar (1976-1983). Es la paradoja de esta sociedad que esclarece los
hechos de un pasado que muchos hubieran preferido dejar bajo el velo del olvido.
Ello explica probablemente la trayectoria de las políticas relativas a las violaciones de
los derechos humanos, marcadas por indecisiones y retrocesos. Sólo así se puede
entender el itinerario algo caprichoso del general Videla, primer presidente de la
junta militar (1976-1979) que fue inculpado y condenado a cadena perpetua en 1985,
fue amnistiado y liberado en 1990, estuvo bajo arresto domiciliario en 1998 y que
hoy está encerrado en una prisión militar en espera de ser enjuiciado por secuestro
de menores. Esta conclusión represiva se debe a la voluntad deliberada del presidente
justicialista [ 33 ] Néstor Kirchner que, deseoso de enfrentarse con las fuerzas armadas,
decidió romper con esa política del olvido plasmada por las diversas leyes promulgadas
para clausurar el contencioso y leyes de amnistía que sus predecesores Alfonsín y
Menem adoptaron. La abrogación de dichas leyes en 2003 y 2006 obligó a los soldados
que habían beneficiado de esta legislación a presentarse de nuevo ante el juez.
Estas peripecias jurídico-políticas que implican a autoridades jurisdiccionales y poderes
públicos alternativamente no son ni grotescas ni insignificantes. Podrían parecer
grotescas porque obligan a comparecer ante el juez a ancianos en los que es difícil
reconocer la figura altanera de los gobernantes llenos de galones. No son insignificantes porque, como ya lo destacamos, permiten a la opinión pública asistir a la
revelación y al reconocimiento de abusos que, por clandestinos que hayan sido ya
que atañeron principalmente a las facciones militantes del movimiento peronista, se
nutrieron de las complicidades y abdicaciones silenciosas de una gran parte de la
población.
[33] El Partido Justicialista es un partido argentino fundado en 1945 por el general Juan Domingo Perón.
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En Brasil, donde la última experiencia de gobiernos militares duró unos veinte años
(1964-1985), algunas interrogantes sobre el pasado militar se materializaron muy
recientemente a través de investigaciones judiciales. Las condiciones de la transición,
totalmente controladas por las fuerzas armadas, concluyeron en 1988 con una constitución redactada con participación de los militares. Además, si su ejercicio del poder
tuvo efectivamente una dimensión represiva, no lo fue de manera sistemática ni
permanente y se combinó con esfuerzos muy originales por asociar a la estructura
esencialmente militar del poder algunas estructuras representativas del bipartidismo
(muy controlado) que establecieron y uno de cuyos dos elementos, el Partido del
Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), constituye una de las formaciones clave
del multipartidismo actual. Ello explica, quizás más que cualquier otro factor, lo tímido
y tardío que han sido los procedimientos en contra.
De manera que así se extinguen, en el continente, las perspectivas de gobiernos militares.
Lo cual no excluye los golpes de Estado y las tentativas de golpes de Estado. Desde
los llamados años de “la transición”, se han podido contar una media docena: tres
tan sólo en 1992, de los cuales dos en Venezuela (el primero en febrero de 1992 con
el que surgió en el escenario político el comandante Hugo Chávez) y el tercero en Perú
que comentaremos más adelante. Se puede citar, en 1996 en Paraguay la tentativa
del general Lino Oviedo, en 2000 en Ecuador la del coronel Lucio Gutiérrez que, por
lo menos en el inicio, tuvo un recorrido que se puede comparar con el de Hugo
Chávez: encarcelado después del fracaso de su tentativa en el 2000, liberado y
amnistiado, fue elegido presidente de la República en 2002; pero ahí termina la
comparación entre estos dos destinos ya que en abril del 2005, debido a manifestaciones populares, Lucio Gutiérrez se tuvo que exiliar. La lista se completa con Venezuela,
una vez más, y una tentativa de derrocar a Hugo Chávez (“el burlador burlado”) en
abril del 2002 que después de haber sido elegido presidente en dos ocasiones (1998
y 2000), en el espacio de una noche y una mañana pasó de haber dimitido, a ser
depuesto para finalmente ser restablecido en funciones que, según él, nunca dejo de
ejercer. Recordemos también la expulsión “manu militari” del presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, el 28 de junio de 2009. Este asunto concluyó
con la elección en noviembre de ese mismo año de un nuevo presidente, Porfirio
Lobo, que tuvo la cortesía de acompañar él mismo al aeropuerto al ex presidente
constitucional que entre tanto había regresado. Para cerrar una lista que no pretende
ser exhaustiva citemos, en Ecuador, el muy reciente motín policiaco (septiembreoctubre 2010) que intentó desestabilizar, hasta ahora sin pasar a mayores, a la
presidencia Correa.
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Sin duda, de la exposición de estos eventos se deduce que en Latinoamérica las
fuerzas armadas no han perdido toda oportunidad de participar a su manera (fuerte)
en la solución de los problemas políticos. Pero, y ésta es la primera observación que
se tiene que hacer, para las fuerzas armadas ya no se trata únicamente de “participar”
en la solución de problemas políticos y tampoco, como en la década de 1980, de
emprender por su propia y única iniciativa un golpe de Estado con el objetivo de
constituir un gobierno militar. Es la enseñanza que se puede sacar del desarrollo y de
la conclusión de uno de los golpes de Estado más ejemplares de estos años. Se llevó
a cabo en Perú, en abril de 1992, y fue iniciativa del presidente en ejercicio Fujimori, que
controló tanto el desarrollo del mismo como sus resultados a través de la formación
de un gobierno provisional, que él mismo dirigió y que concluyó con la elaboración
de una nueva constitución en 1993.
De hecho en materia de golpes de Estado los militares no sólo han perdido la iniciativa
y el derecho de constituir su gobierno sino que, además, en la mayoría de las veces
estos pronunciamientos militares fracasan debido, entre otras razones, a la violenta
reacción de la opinión internacional. El autogolpe de Fujimori que acabamos de evocar
y la reciente expulsión de Manuel Zelaya son excepciones en los que se pueden percibir
los límites cuando se analizan detalladamente su desarrollo y sus resultados.
De modo que uno de los primeros avances indiscutibles de la democratización en
América Latina sería la plena y total aplicación del principio de subordinación de las
fuerzas armadas que ya se había enunciado en las primeras constituciones. Obviamente
no es el único. Sin embargo, la reivindicación de un Estado de derecho que se inscribió
en la mayoría de los textos constitucionales publicados a partir de los años 1980,
suscita todavía muchas interrogantes. Estas últimas conciernen en particular el
estatuto del juez encargado del respeto de los grandes principios generosamente
distribuidos por los textos, el tema de su independencia en relación al gobernante,
el de la organización de la administración de la justicia y el tema de una justicia que
sea accesible para el conjunto de los ciudadanos. Pero al institucionalizar una justicia
con capacidad para velar por el respeto constitucional de las normas emitidas por
los gobernantes, los constituyentes impulsaron un proceso que confirió a esta
noción de Estado de derecho una nueva dimensión jurídica y política.
3.1.2. Justicia constitucional y Estado de derecho
En efecto, en paralelo al declive de un militarismo político, en América Latina se
desarrolló una institucionalización de la justicia constitucional. El control de constitucionalidad es una atribución que se incluye desde las primeras constituciones. Así,
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se puede mencionar, tan sólo por citar las que por su longevidad se destacaron en la
historia constitucional latinoamericana, a la Constitución de la Confederación argentina
de 1853 que define las atribuciones de una Suprema Corte en términos tomados
directamente del texto de la Constitución de los Estados Unidos de 1787: “el conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regidos por la
Constitución” (art.97). Ahora bien, en esta materia resulta evidente que las mismas
palabras no produjeron los mismos efectos. En Argentina, la hegemonía de los presidencialismos militares, que prácticamente monopolizaron el ejercicio del poder
hasta 1983, era incompatible con la evolución de un poder judicial con resultados
comparables a los de la Suprema Corte en Estados Unidos. Por ello, lógicamente,
cuando llegó el momento de saldar este pasado la justicia adquirió progresivamente
suficiente audacia para probar las armas que la Constitución le había conferido.
Sucedió en Argentina donde las iniciativas del presidente Néstor Kirchner antes
citadas pudieron apoyarse, a partir de 2003, en decisiones de no conformidad con
la Constitución pronunciadas por la Suprema Corte para abrogar dos legislaciones
anteriores (las llamadas leyes del “punto final” y de la “obediencia debida” de 1986 y
de 1987) que se habían inspirado en una estrategia de reconciliación nacional basada
en el olvido. Hoy, la justicia argentina ejerce su derecho de injerencia sobre el conjunto
de la Constitución y no se limita a tomar decisiones en materia de derechos humanos.
Al intervenir en su calidad de garante del equilibrio de los poderes públicos, ha
enfrentado las decisiones de la presidencia dirigida por Cristina Kirchner desde
diciembre de 2007. Esta última, con el objetivo de escapar al control de un Congreso
donde la oposición es mayoritaria desde las elecciones legislativas del verano 2009,
manifestó cierta voluntad por utilizar la vía del decreto para adoptar medidas que,
según la justicia, requerían la participación del poder legislativo. Así, en enero de
2010, derogó el decreto del Fondo del Bicentenario creado para recibir las reservas
de divisas del Banco Central que servirían al pago de los intereses de la deuda
externa. Esta iniciativa presidencial suscitó gran emoción en la opinión pública ya
que recordó aquellas medidas confiscatorias del 2001, adoptadas para resolver la
crisis económica y financiera, pero que hicieron tambalearse a las clases medias.
Habían tenido también suficiente eco en el medio político como para que la oposición
amenazara con un procedimiento de destitución presidencial.
Esta irrupción de la justicia en el combate político no es una peculiaridad argentina.
El papel del Tribunal Constitucional chileno fue determinante para iniciar el proceso
de transición de un gobierno militar a una democracia civil a finales de la década de
1980. Dos de estas decisiones que se emitieron en plena dictadura (1986 y 1987), y
que imponían la inserción de una codificación de tipo pluralista en la organización
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del referéndum de octubre de 1988, contribuyeron de manera decisiva a la derrota
electoral del general presidente Augusto Pinochet. Ahora bien, en la actualidad este
Tribunal se ha convertido en una institución en todo el sentido de la palabra. Reúne
a la élite del gremio jurista, tanto académicos como profesionales en ejercicio, y no
sólo resuelve grandes problemas de sociedad sino que también propone e impone,
en el debate público, la articulación ideológica que da origen a estos temas de sociedad
adoptando para ello la manera de formular decisiones propia de la Suprema Corte
de Estados Unidos.
Al respecto, su fallo del 7 de mayo de 2004 que reconocía el derecho al divorcio,
contencioso particularmente delicado en Chile donde según el art. 1 de su Constitución,
“la familia es el núcleo fundamental de la sociedad”, puso un término al airado
debate público iniciado unos quince años antes por una propuesta de ley, presentada
ante la Cámara de Diputados, para autorizar el divorcio.
El término de poder judicial cobra pleno sentido cuando se aplica a la vida política
colombiana. Sin exagerar, se puede considerar que los debates políticos más
importantes son producto de un enfrentamiento entre la presidencia y la Corte
Constitucional creada por la Constitución de 1991. Una confrontación que se exacerbó
desde la elección del presidente Álvaro Uribe, en el 2002, en torno a un programa
para edificar la paz civil centrado en la victoria militar de las Fuerzas Armadas sobre
las guerrillas, en particular la de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). Los conflictos entre la Corte y el presidente fueron numerosos. Se materializaron
por decisiones de la Corte, primero sobre las políticas de guerra y de paz elaboradas
por la presidencia, en particular sobre el manejo de las operaciones militares y la
magnitud de los poderes de excepción sistemáticamente aprobados por un
Congreso totalmente partidario de la estrategia “uribista”. En el 2005, las decisiones
de la Corte también concernieron la naturaleza de las medidas de reintegración
propuestas a aquellos miembros de la red de organizaciones paramilitares que habían
aceptado deponer las armas. Sus decisiones también tuvieron que ver con otros
ámbitos. Una de ellas, formulada el 28 de febrero de 2010, acabó con las maniobras
del partido “uribista” para someter al pueblo un proyecto de modificación de la
Constitución que autorizara un tercer mandato presidencial.
Esta última decisión merece que se le analice de cerca ya que destaca la dimensión
política de la Corte que, en este caso, se erigió de manera particularmente audaz en
contrapoder de las iniciativas presidenciales. Efectivamente, por su naturaleza
misma esta decisión ataca de frente las consecuencias más directas de la aplicación
del principio de soberanía del pueblo tal y como se desprende de un concepto
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exclusivamente mayoritario de la democracia. Lo hace por dos razones: en primer
lugar, la Corte asume la responsabilidad de provocar el fracaso de un proyecto de
referéndum que, según los resultados de diversos sondeos y encuestas de opinión,
tenía grandes posibilidades de aprobarse; en segundo lugar, al prohibir la candidatura a
la elección presidencial de la personalidad que, indiscutiblemente, se encontraba en
mejor posición para ganarla, se oponía a la voluntad popular de elegir al candidato
que deseaba. Consciente de esta audacia y del riesgo de desestabilización, la Corte
orquestó cuidadosamente la comunicación de su fallo por medio de conferencias
de prensa organizadas a lo largo de todo el tiempo que duró la elaboración del mismo.
Fue durante una de ellas, particularmente solemne, cuando anunció su decisión de
rechazo. El presidente Uribe reconoció inmediatamente su derrota. Pero lo más
sorprendente fue la argumentación de la Corte para justificar su decisión.
Reconoció que no se había sentido acotada por una definición stricto sensu de sus
competencias que, en materia de una ley convocatoria a un referendo constitucional se limitan, en efecto, a sancionar “vicios de procedimiento” (art. 241, al.2); de
hecho se sintió investida de una misión general de guarda de las “estructuras fundamentales de la Constitución” que, según ella, quedaban irremediablemente
comprometidas por la iniciativa referendaria.
Nuestro propósito no es el de concluir a partir de este ejemplo colombiano que en
América Latina, después de los militares, hoy sean los jueces los que propician los golpes
de estado. Sin embargo, en este continente la justicia no interviene únicamente para
resolver litigios entre los poderes públicos con un afán de equilibrio. Resulta, en
efecto, que hay nuevos actores sociales que están apelando a la justicia, y en particular
a la justicia constitucional, para hacer valer derechos económicos, sociales o culturales
reconocidos por la Constitución. Recurrir a un juez, intérprete de la Constitución,
presenta una doble ventaja: por su papel de guardián de los valores y de los principios
proclamados por la Constitución así como por ser accesible para el simple ciudadano,
tiene facultad para tomar decisiones prácticamente sobre el conjunto de los litigios.
Además, y quizás sea la ventaja más importante, transformar los conflictos sociales
en litigios de orden jurisdiccional podría pacificar la vida política. Sin embargo, con
ello no queremos decir que en la práctica siempre se dé esta misión de pacificación.
Así, en Estados Unidos, el proceso de integración de los negros pasó en forma alternativa por violencia y contenciosos. Parece que hoy la integración de las poblaciones
indígenas de América Latina también esté pasando por esa alternancia.
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3.1.3. Violencias y contenciosos. El proceso de integración
de los indígenas en América Latina
Cuando se evoca la intervención de nuevos actores en América Latina se piensa
naturalmente en los indígenas que, en México, en Centroamérica y en Sudamérica
(esencialmente en los Estados andinos) se forjaron su identidad política a partir de
los años 1970. El término “indígenas” ya no se utiliza exclusivamente para calificar a
individuos marginalizados como lo hacían en el pasado los especialistas de la cuestión
indígena. Desde ese punto de vista, una de las misiones del Estado, dirigido por
autoridades étnicamente “neutras” (o sea blancas y de cultura latina) sería la de
proponer una panoplia de políticas públicas de desarrollo económico y cultural de
integración o de asimilación que aportaría a los indígenas los beneficios de la plena
ciudadanía, es decir una ciudadanía de tipo universalista que incluya el acceso a los
derechos inscritos en el texto constitucional. Esa visión antropológica de los indígenas
no está muy lejos de la que había justificado, muy al inicio de la colonización (1658),
el mensaje contestatario de la Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias de
Bartolomé de Las Casas: indígenas que sufren pero que están dispuestos a recibir
una terapia constitucional (o marxista) como en otra época recibieron la de los Santos
Evangelios.
Con organizaciones que ellos mismos crearon o revitalizaron, estos indígenas se transformaron progresivamente en actores colectivos para reivindicar una particularidad
cultural fuera del alcance de toda política de asimilación. En un mismo movimiento
emprendieron, por diversos medios, una larga marcha durante la cual, a través de un
proceso de “etnificación” de sus reivindicaciones políticas, el concepto de “indígena”
cobró un sentido nuevo y combativo.
Este combate recurrió, y todavía recurre, a todos los medios incluyendo los de la violencia. Los ejemplos relativos al uso de esta violencia durante el periodo que escogimos
y que va desde los años 1980, llamados de la transición democrática, hasta el periodo
actual, son numerosos y abarcan prácticamente todo el espacio latinoamericano.
Uno de los más conocidos, por el eco que tuvo en la opinión pública globalizada, fue
la rebelión en el Estado de Chiapas que se destacó por haber ocupado, en 1994, bajo
la dirección del Subcomandante Marcos, la ciudad histórica de San Cristóbal de las Casas.
Aunque en este enfrentamiento, la movilización “indígena” no contribuyó tanto a las
opciones ideológicas de sus líderes como a reclutar tropas. El Subcomandante Marcos,
el más conocido de todos ellos, supo perfectamente globalizar una versión del
marxismo cuyo modo de expresión, totalmente nuevo en el seno de esta ideología,
privilegió la burla. Su imagen, cabeza cubierta por un pasamontañas con una pipa en
la boca, rivalizó incluso durante un tiempo con la imagen crística del Che.
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Tanto patrimoniales como identitarias, las luchas de las comunidades indígenas buscan
hoy, de manera más prosaica, controlar la explotación de los recursos mineros y
energéticos situados sobre el territorio que el texto constitucional les reconoce. Esta
lucha por el control del “territorio” es sumamente reveladora, dentro de los sistemas
políticos en los que se desarrolla, de las tensiones manifiestas entre, por un lado este
reconocimiento de las entidades étnicas y culturales que reivindican competencias
de tipo económico y, por el otro lado, la persistencia de un Estado jacobino que, sin
importar el tipo de régimen político, quiere mantener el control de los recursos
indispensables para la elaboración de políticas públicas nacionales de desarrollo. Si el
conflicto, a veces, gira en torno a la propiedad del subsuelo, lo que principalmente
está en juego es el modo de distribución de las riquezas provenientes de la extracción
así como la decisión de las autoridades competentes para recurrir a ello. A este respecto,
el enfrentamiento que se produjo entre los militantes de la Asociación Interétnica
del Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) y las fuerzas policiacas, los 5 y 6 de
junio del 2009, en el norte de Perú, es sintomático. Se originó con la iniciativa de
algunos miembros de la asociación de bloquear el acceso a una zona de explotación
petrolera y gasera en protesta por dos decretos legislativos del gobierno de Alan
García que establecían un nuevo régimen jurídico de explotación del subsuelo de tierras
que, hasta entonces, se destinaban al bosque y a la agricultura. Ahora bien, este régimen
jurídico no había previsto la participación de las autoridades representativas de las
“comunidades nativas” en la toma de decisiones. Sumamente violento, el enfrentamiento causó 33 víctimas y terminó en el retiro espectacular de las autoridades del
Estado central. En efecto, después de una declaración solemne del jefe de Estado
por la televisión en la que reconsideró las condiciones de implementación de su
política energética, el Congreso anuló los dos decretos legislativos y unas semanas
más tarde, el Primer Ministro Yehude Simón entregó su renuncia. El asunto concluyó
con la constitución de un nuevo gobierno.
El modo de participación de esas comunidades indígenas en la vida política no siempre
asume este carácter violento y espectacular. Por ser numerosos y múltiples, los
conflictos que pautan la vida cotidiana de estas comunidades se resuelven a menudo
por una negociación con las autoridades del Estado central, y en caso de fracaso, se
llevan ante la justicia. Entonces, además de los individuos también comparecen los
representantes de instituciones y de categorías sociales entre las cuales algunas ya se
frecuentaban pero sin conocerse realmente o entonces sin imaginar su existencia
recíproca. Esa es una de las numerosas paradojas de los sistemas políticos de América
Latina, el de los nuevos términos con los que se desarrolla el encuentro entre dos
tradiciones: la precolonial, revisada y quizás reinventada, de esas entidades que son
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o se convierten en “comunidades nativas”, con la cultural y profesional, tan viva como
la anterior, que desde el inicio de la colonización anima a la casta de los “abogados”.
Esos enemigos se han convertido de alguna manera en complementarios y estos
últimos se alegran de contar, gracias a estos nuevos contenciosos, con elementos
para su sobrevivencia e incluso su prosperidad.
Hacer el inventario de los actores que intervienen en los diferentes modos de participación política en América Latina, entre los cuales se cuenta la justicia, nos
conduce a evocar algunos actores que provienen de otros horizontes. Por ejemplo
las ONG que si bien en el terreno la mayoría de ellas son de dimensión nacional, no
sobrevivirían si no estuvieran incorporadas a una red mundial dominada por el capital intelectual y financiero de las grandes ONG de los países desarrollados. En el
ámbito multicultural y de los derechos humanos se piensa en la poderosa empresa
Human Rights Watch que cuenta con muchos expertos jurídicos egresados de las
grandes universidades estadunidenses; en esta área, la enseñanza más prestigiosa se
imparte desde los años 1980 en el departamento de estudios internacionales de la
facultad de derecho de Harvard en donde alrededor de 15 de los 200 juristas egresados
cada año son especialistas de derechos humanos [ 34 ]. El “patchwork” de esta sociedad
juridizada es paralelo a la multiplicidad de textos invocados: constitucionales obviamente, internacionales como los bien conocidos y frecuentemente citados de la
Convención 169 de la OIT (1969) y, más recientemente, de la Declaración de las
Naciones Unidas sobre el derecho de los pueblos autóctonos (2007), sin olvidar la
interpretación muy ritualizada que hacen estas “comunidades nativas” de ciertos
conceptos utilizados en estos textos y que les confieren una nueva dimensión que,
viéndolo bien, no se relaciona ni con la Constitución ni con la tradición. Se piensa en
particular en el concepto de “territorio” del que la muy poderosa Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) dio en ese país, en 1999, una definición
sumamente significativa: “ un espacio físico integral, intergeneracional, inalienable,
intransferible, indivisible, colectivo e imprescriptible, que pertenece a una comunidad, a
un pueblo o a una nacionalidad y que incluye: la superficie, el subsuelo, (…) los bosques,
los ríos y lagunas; la fauna, la flora, los recursos genéticos y los diferentes ecosistemas”.
Esta definición es significativa ya que nos incita a mirar con mayor atención la esencia del
proceso de “tradicionalización” que en América Latina parece propagarse entre los
miembros de estas “comunidades nativas” a los que se conoce con diferentes nombres
según los Estados. Así en Bolivia, la Constitución ratificada por el referéndum de enero
del 2009 los identifica como “pueblo indígena originario campesino” (art.3). En efecto,
[34] Véase Delazay y Garth (2002).
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estos grupos se han ganado su lugar en una legislación que les otorga un estatuto
con garantías y competencias. Pero esta conquista constituye una identidad que se
desprende precisamente de las garantías y competencias inscritas en la ley: una
identidad que resulta entonces vano buscar en fenómenos y atributos preconstitucionales relacionados con la cultura y la etnicidad [ 35 ].
Los conflictos los resuelve entonces la justicia, cuyo papel es esencial mas no exclusivo.
Lo hemos dicho, y los violentos acontecimientos de los que dimos cuenta lo demuestran.
En relación a la cuestión indígena, se observa más bien un ir y venir entre violencia y
contenciosos. Así, regresando al recorrido político del Subcomandante Marcos, el punto
de partida fue efectivamente un conflicto armado. Pero al concluir en 1996, tenemos
los Acuerdos de San Andrés que dieron origen a una nueva redacción del art. 2 de la
vieja Constitución de 1917 que, al consagrar el multiculturalismo de la nación mexicana
abrió de hecho la fase contenciosa de la gestión del conflicto. Cinco años después, la
ley del 14 de agosto de 2010 se adoptó con una interpretación muy restrictiva de los
derechos que otorga esta reforma constitucional. La voluntad de las comunidades
indígenas de oponerse a esta legislación se manifestó más tarde por la vía jurisdiccional.
En su contra, las municipalidades indígenas de 11 Estados (México es una federación
formada por 31 Estados) presentaron 321 recursos por inconstitucionalidad. Muy esperada, la decisión de rechazo de la Suprema Corte de la Nación basada en una declaración de incompetencia significó una cita errada con el Estado de derecho (Poniatowska,
La Jornada, 08/09/2001) y contribuyó, probablemente unos años más tarde (2006),
en Oaxaca, a la ocupación de la ciudad con múltiples actos de violencia durante varias
semanas. Pero ni la sordera de la justicia constitucional, ni los acontecimientos, pusieron
un término, en México como en el resto de América Latina, a la voluntad de proseguir
con una estrategia de “juridización” de las reivindicaciones indígenas.
El creciente poder de la justicia contribuyó de manera decisiva para establecer, en la
cultura jurídica y política de América Latina, una actitud relativamente nueva en el
conjunto de los gobernantes que, al fin, toman en serio a la Constitución. La justicia no
sólo interpreta los derechos que, inscritos en este texto, determinan las relaciones
entre los gobernantes y los ciudadanos, sino que al hacerlo resultó además, en América
Latina, lo suficientemente creíble como para resolver también los conflictos de
intereses suscitados por las demandas de nuevos actores en el debate público. Se
trata efectivamente de un avance que, junto con el distanciamiento de los militares,
prueba la indiscutible democratización de los sistemas políticos de América Latina.
[35] Véase Courtney (2008).
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Sin embargo para completar este cuadro sobre el recorrido democrático es necesario
abordar los desvíos e incluso los impasses. Basta para ello escuchar a los propios
latinoamericanos y sus dudas sobre la eficacia del modelo institucional que han
adoptado sus Estados. Por lo tanto, nos toca a continuación, analizar lo que llaman
“gobernabilidad”.
3.1.4. Estudio sobre la gobernabilidad
La gobernabilidad significa la capacidad de un gobierno para obtener, en el seno de
asambleas representativas, una mayoría que transforme en leyes los proyectos de su
iniciativa. Así como se reconoce que la capacidad de emitir políticas públicas está sujeta
a condiciones más complejas, también se debe reconocer que sin esta gobernabilidad
(así entendida) su implementación resulta imposible. Ahora bien, hay dos hechos
indiscutibles: primero el de la importancia de las políticas públicas nacionales. Han
quedado atrás aquellos tiempos en los que las políticas de crecimiento y de desarrollo
tenían que ir acompañadas de planes de desregulación del Estado. A partir de los
años 1990, en el seno mismo de la Escuela de Chicago, cuyos economistas habían
propagado su integrismo neoliberal en el terreno latinoamericano, se enseñó el derecho
e incluso la obligación que tienen los Estados de controlar los procesos de crecimiento económico. De hecho, se ha llegado a un consenso según el cual el mercado
es un asunto demasiado importante como para que el Estado lo abandone al libre
juego de los intereses privados así sean estos globalizados.
El segundo punto que debe llamar nuestra atención es que todos los Estados de
América Latina, sin excepción, han adoptado el modelo de gobierno presidencial;
lo que en español se llama el Presidencialismo. Este modelo de Estado implica el
cúmulo de las funciones de jefe de Estado y de gobierno por parte del presidente,
una separación orgánica entre el ejecutivo y el legislativo así como la existencia de
dos procesos electorales distintos que explican y legitiman esta separación orgánica
y que, a escala nacional, pautan los dos grandes momentos de la participación electoral:
las elecciones del presidente (poder ejecutivo) y de los representantes (poder legislativo),
ambas por sufragio universal directo. Este sistema que confiere igual legitimidad a
los dos poderes da origen, obviamente, a divergencias y a veces a conflictos entre la
mayoría presidencial y la parlamentaria que la autonomía recíproca que les garantiza
la Constitución (el Congreso no destituye al presidente que a su vez no disuelve al
Congreso) no les permite resolver; o más bien, formulándolo en términos más sutiles
pero más reales, les permite no resolver. Llevando a lo extremo la lógica del modelo
presidencial, esto significa que un presidente puede permanecer como presidente pero
sin gobernar. Para evitar una situación de este tipo que conduciría a una parálisis
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gubernamental, la primera estrategia que desarrolla un presidente, al día siguiente
de su elección, es identificar o crear una mayoría parlamentaria que, al respaldar sus
opciones políticas, dará a su presidencia las virtudes de la “gobernabilidad ”.
3.1.5. Gobernabilidad y presidencialismos de coalición
Tratando de establecer una tipología de los presidencialismos tal y como han funcionado (o no han funcionado) en América Latina, tendríamos hoy, en el que podría ser
el mejor de los casos, al presidencialismo de coalición. En este tipo de régimen los
ejecutivos se esfuerzan, al término del compromiso, de reunir en el seno de las
asambleas representativas a una mayoría resultante de una alianza entre partidos
políticos que acepten discutir sus iniciativas políticas. Esto puede materializarse de
manera muy diferente según los Estados. Así en Chile, entre 1990 y 2010, se realizó
lo que sería lo más próximo a la perfección del presidencialismo de coalición. Ello, en
la medida en que la alianza entre los partidos políticos, destinada a ser mayoría en la
presidencia como en el Congreso (la concertación) y pactada antes de la campaña
electoral, se fundó tanto en base a la selección de la candidatura presidencial como
a la elaboración de un programa de gobierno e incluso, por una parte, a la formación
del equipo presidencial. En efecto, esta concertación resultaba del hecho que los
partidos políticos afiliados, esencialmente el Partido Socialista y la Democracia
Cristiana, por su arraigo histórico lejano y una implicación común en la victoria electoral de octubre de 1988 sobre el general Pinochet, tenían una identidad capaz de
conservar a una clientela electoral. Además, un modo de escrutinio sumamente
complejo confería a estos partidos una sobre-representación que contribuyó en
mucho al carácter mayoritario de su alianza.
Pero todos los presidencialismos de coalición en América Latina no comparten esta
lógica chilena según la cual, por una necesidad muy cercana de la que rige al régimen
parlamentario, el jefe de gobierno es el representante de la mayoría en el Congreso.
Así en Brasil, al igual que en Chile, desde la ratificación de la Constitución de 1988 se
forja en el seno del Congreso una coalición partidista en torno a un programa de
gobierno. Ahora bien, la historia parlamentaria de Brasil nos enseña que eso que los
brasileños llaman comúnmente el presidencialismo de coalizão puede resultar una
misión difícil e incluso peligrosa para el presidente que lo aplica. En efecto, en 1992
bajo la presidencia de Fernando Collor, se enfrentó al voto casi unánime del Congreso
a favor de un procedimiento constitucional de destitución presidencial. En 20042005, esta misión presidencial enfrentó las tentativas de la oposición para aplicar
este procedimiento, más con el objetivo de arruinar las posibilidades de la presidencia
de Lula de pretender a un segundo mandato que de poner término a su presidencia. En
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los dos casos de las presidencias Collor y Lula, las acusaciones de corrupción que
provocaron la aplicación o la tentativa de aplicación de este procedimiento reflejan
efectivamente el grado de respeto de los miembros de la clase política a una ética
del interés general. Pero nos aportan indicaciones aún más interesantes sobre la
naturaleza de las armas que tienen a su disposición. En efecto, fue gracias a un uso
poco ortodoxo de la flexibilidad del sistema de partidos que la presidencia Lula
superó la rigidez de la estructura presidencial de organización de poderes. Dicho en
términos más directos, la corrupción fue durante los años Lula de 2004 y 2005 el
ingrediente indispensable para implementar sus políticas presidenciales. Al respecto,
mencionaremos el siguiente acontecimiento.
El asunto empieza en el 2003 cuando las investigaciones de diversas comisiones
parlamentarias revelan tentativas de compra de votos parlamentarios por parte del
Secretariado de la presidencia y de su director, también presidente del Partido de
los Trabajadores (PT), José Dirceu. Se llevaron a cabo mientras se discutían en el
Congreso los textos relativos a la reforma de la fiscalidad y del sistema de seguridad
social. El uso de la corrupción resultó, en este caso, ser consecuencia de dos efectos:
un efecto de estructura que concierne la situación de los partidos políticos brasileños
y un efecto de ruptura, resultado de una programación de profundos cambios
económicos y sociales establecida por el PT del presidente Lula. En lo que concierne
a este efecto de estructura, se observa que el sistema político brasileño es a la vez
una caricatura y una síntesis de todas las patologías que se pueden identificar en los
partidos políticos de América Latina: en primer lugar la fragmentación; durante la
legislatura de 2002-2006, 19 partidos tenían representantes en la Cámara de Diputados
y del total de 513 diputados sólo 91 eran del partido presidencial. Mencionemos
también la intensidad de las migraciones partidistas que durante el primer año de
legislatura involucró a 125 diputados o sea más de la quinta parte de los miembros
de la Cámara.
Este nomadismo se facilita porque, a pesar de dos decisiones (2002 y 2006) del
Tribunal Supremo Electoral para crear entre ellas una compatibilidad vertical, las
alianzas que realizan los partidos políticos son distintas según la territorialización de
las elecciones, federal cuando se trata por ejemplo de elegir al gobernador, o nacional
cuando se trata de elegir a las dos cámaras del Congreso. Esta autonomía de los
partidos políticos en relación al electorado radica en el poco impacto que tiene la
pertenencia partidista de un candidato con limitada influencia sobre el voto del
elector. A escala nacional, el proceso de identificación se da durante las elecciones
presidenciales y concierne sobre todo la personalidad de los candidatos. Es lo que
explica que en 2002 (al igual que en 2006) la disparidad entre el porcentaje de votos
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a favor del presidente Lula fuera superior al que obtuvo su partido el PT (un poco
más de 20%).
Brasil cuenta con un multipartidismo que garantiza el carácter pluralista de la democracia
pero es un multipartidismo sin sistema de partidos dado que los partidos políticos,
sin referentes ideológicos claramente perceptibles por sus electores, no mantienen
entre ellos relaciones de alianza o de oposición con la suficiente regularidad y previsibilidad para establecer estrategias claras de gobierno y de oposición.
En vista de estas consideraciones, se imponen dos conclusiones: en primer lugar, dado
el estatuto minoritario del partido presidencial en el seno de las cámaras representativas, el presidencialismo brasileño es obligatoriamente un presidencialismo de
coalizão. Se entiende por tanto que debido a esta autonomía de los partidos en relación
a su electorado y a esta cultura del nomadismo de los congresistas, el momento difícil
al día siguiente de las elecciones presidenciales no es el de la formación de la coalición
mayoritaria. En efecto, tanto la mayoría de los partidos políticos como las personalidades
que los integran están abiertos a este tipo de negociación y ello independientemente
de las decisiones que adopte su partido. Así, en enero de 2004, se pudo retocar y
ampliar la mayoría presidencial gracias a una cohabitación sorprendente entre partidos
de izquierda como el PT y el Partido Laborista Brasileño (PTB) con el PMDB que asume
una posición reformista más moderada que la que reivindica el principal partido de
oposición, el Partido de la Socialdemocracia brasileña (PSDB) del ex presidente
Enrique Cardoso. De hecho, los momentos en los que se entablan las negociaciones
más delicadas entre los partidos de la alianza mayoritaria son esos debates, puntuales y repetitivos, que se llevan a cabo en el seno del Congreso a partir de proyectos
presidenciales que al final resultan en una metamorfosis muy problemática de esta
coalición heterogénea y riesgosa en bloque mayoritario.
Ahora bien, esta metamorfosis de la coalición en mayoría es tanto más aleatoria que
se produce, con la conquista de la presidencia por parte del PT, lo que hemos llamado
un efecto de ruptura. En efecto, la toma de la administración presidencial por parte
del PT introduce entre los responsables de ese presidencialismo de coalición a un
verdadero intruso. No fue tanto la ideología heterogénea del partido presidencial
–un socialismo sincrético ligando referencias marxistas a referencias religiosas inspiradas por la corriente católica progresista de la teología de la liberación– lo que
inquietó a la clase política brasileña. Fue paradójicamente la voluntad de pragmatismo, inscrita en las propuestas de políticas públicas presentadas ante el Congreso,
y que tenían por objetivo una redistribución de las riquezas, ciertamente muy relativa,
pero con consecuencias inmediatamente perceptibles.
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Desde luego, los protagonistas de este combate (pues se trató de un verdadero
combate), presidencia y oposición, utilizaron exclusivamente los recursos del sistema,
pero los utilizaron todos. El PT, obsesionado por la voluntad de respetar su agenda,
previno las debilidades de su coalición y para “fidelizar” a sus miembros aplicó un sistema
de acercamiento individualizado basado en retribuciones financieras mensuales (el
mensalão). A primera vista parece extravagante integrar en la rúbrica de los “recursos
del sistema” prácticas que, de toda evidencia, corresponden a la corrupción. Sin
embargo, quienes tuvieron la iniciativa no carecieron de argumentos para justificarlo.
Primero, destaquemos que estas prácticas existían bastante antes de que el PT las
utilizara. Eran parte de una rutina parlamentaria. El lado escandaloso de este asunto
reside más bien en el carácter racionalizado y sistemático del acercamiento operado
ante los diputados. Por otra parte, estas maniobras se destinaban a “sedentarizar”
a congresistas dispuestos a ceder al nomadismo, ¿acaso no se les debería entonces
considerar como partícipes de una empresa de “moralización” de los usos parlamentarios? Por último, –en el caso de que este último argumento pareciera sofisticado–
queda el de la primacía maquiavélica de la ética de los fines, la de cumplir las promesas
electorales de promoción de una justicia social, sobre la de los medios que en este
caso sólo parecen condenables a partir de criterios que conciernen a una moral de
orden privado, ajena a lo político.
Por supuesto, la oposición dirigida por el PSDB no fue a librar batalla en ese terreno
de la filosofía política. Teniendo eco en la opinión pública gracias a campañas de
prensa, en particular las que organizó el semanario Veja que dispone a nivel nacional
de una amplia red de difusión, su punto de apoyo fue poner de relieve el fenómeno
de la corrupción para manifestar claramente su voluntad de derrocar al gobierno. La
expresión exacta y muy metafórica que se utilizó fue la de “sangrar al gobierno”
(“sangrar o goberno”) , es decir quitarle todas las posibilidades de gobernar y, para
ello, había que esforzarse por todos los medios de demostrar la implicación directa
del presidente Lula en el mensalão , con la idea principal de que esto llevaría a activar
el procedimiento constitucional de destitución o, en caso de fracaso, a erosionar de
tal forma su estatuto presidencial que la hipótesis de un segundo mandato se viera
comprometida. La destacada victoria de Lula en la segunda vuelta de la elección
presidencial de octubre 2006 (algo más de 60% de los sufragios expresados) confinó el
conflicto al mero espacio judicial. Sin embargo, hay que señalar que durante el año
anterior a las elecciones, la actividad política tanto de la oposición como de la presidencia se limitó a implementar estrategias para atacar, defenderse o esquivar en
detrimento de la negociación de políticas públicas. De modo que este capítulo de
la vida política brasileña no sólo tiene un interés histórico. También prueba que la
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gobernabilidad a la que el régimen presidencialista brasileño puede aspirar es tanto
más aleatoria que se encuentra ligada a la realización de una coalición mayoritaria
cuya existencia y permanencia empujan al equipo presidencial a utilizar recursos
extralegales y peligrosos en relación a su perennidad. La victoria, en la segunda
vuelta de las elecciones presidenciales del 31 de octubre del 2010, de Dilma Roussef,
candidata del PT y sobre todo protegida del presidente Lula, no descartó este peligro.
Elegida en base a un programa de fortalecimiento de políticas para reducir las
desigualdades que había preparado su predecesor, dispone de una mayoría en el
Congreso amplia pero, una vez más, heterogénea.
En vista de estas dos experiencias, la chilena y la brasileña, se infiere que aún cuando
ambas corresponden al modelo del presidencialismo, son radicalmente opuestas.
Los elementos que rigen la organización constitucional de sus poderes públicos son
en efecto aproximadamente los mismos, con una igual necesidad de disponer de
una coalición mayoritaria. Pero la naturaleza de los actores –en este caso los partidos
políticos– incita a usos que confieren a la experiencia chilena, lo vimos, un carácter de
estabilidad y previsibilidad del que carece la experiencia brasileña. Ahora, si al criterio
relativamente restringido de la gobernabilidad (solidaridad más o menos grande entre
la coalición mayoritaria y el gobierno) que hasta ahora ha guiado nuestro análisis
comparativo, agregamos el de la naturaleza de las políticas públicas en debate, podríamos vernos obligados a matizar estas conclusiones que, a priori, parecen valorizar
la experiencia chilena. En efecto, para atribuir a los desórdenes de la vida política
brasileña el estatuto que merecen, es conveniente recordar el efecto de ruptura provocado por los programas sociales propuestos a voto en el Congreso. Aún cuando
algunos de estos programas (y a veces los gobernantes) salieron un poco desgastados
de la maquinaria congresista, intentaron dar respuesta a las aspiraciones de cambio
de una sociedad que es objeto de fuertes diferencias sociales (véase el informe
Lautier sobre políticas sociales). A la inversa, si se hace el balance de las políticas
públicas de este tipo realizadas en Chile por las presidencias de la Concertación
(1990-2010), se observa un déficit tanto más decepcionante que las dos últimas presidencias estuvieron encabezadas por representantes del partido socialista. Es cierto
que, en este país, el último recuerdo que se tiene de un “efecto de ruptura” provocado
por iniciativas presidenciales remonta a los tumultos de la década de los años 1970
y de la presidencia de Salvador Allende que terminó en 1973 con la institucionalización
de un gobierno cuya naturaleza militar no autoriza un debate sobre la gobernabilidad.
No hay duda alguna que en Chile más que en Brasil, el trauma que causó la dictadura
militar y las condiciones de su establecimiento contribuyeron a moldear, en el seno
de los partidos de la Concertación, una cultura política acosada por el temor de lo
que pudiera tener como consecuencia adoptar el efecto de ruptura. Si ello permitió
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que la cohesión del aparato mayoritario se acrecentara, lo fue en detrimento de la
producción de políticas públicas distributivas. Probablemente, durante las elecciones
presidenciales de diciembre 2009, este tipo de políticas faltaron en el programa del
candidato de la Concertación que no supo ganarse a todos los electores de la
izquierda y fue derrotado en la segunda vuelta por Sebastián Piñera, candidato de
una alianza de partidos de la derecha. Los resultados de esta alianza partidista en las
elecciones parlamentarias (la Concertación sigue siendo mayoría en el Senado) presagia
que, para la presidencia, el proceso de formación de coaliciones mayoritarias será
más aleatorio.
Sin embargo, recordémoslo, la época de los regímenes militares ya pasó. De modo
que en la América Latina de hoy, los partidos políticos deben negociar y resolver sus
conflictos haciendo uso de los únicos recursos que les propone la Constitución, es
decir las estrategias presidenciales con miras a crear en el Congreso una coalición
mayoritaria. Es la enseñanza que se saca, más allá de sus diferencias, de las experiencias
chilena y brasileña. Ahora bien, ¿sigue éste siendo el caso? En efecto, existen dos
modelos de relaciones presidencia-Congreso que, no obstante sus diferencias, muestran
los dos una ausencia de esa coalición mayoritaria: primero, aquella en la que las coaliciones se forman en el Congreso pero son elaboradas por los propios parlamentarios.
Su propósito es exclusivamente oponerse a las iniciativas presidenciales sin por ello tener
capacidad para proponer, ni por tanto, elaborar políticas de sustitución. La formación y
la existencia en un largo plazo de estas mayorías, llamadas negativas, representan un
fenómeno relativamente reciente en América Latina. Fue identificado en los años
2000 bajo el apelativo de Gobierno dividido lo cual ilustra perfectamente la falta de
acción pública que amenaza a este tipo de gobierno. En el lado opuesto, ya lo hemos
dicho, se manifiestan tipos de presidencialismos mucho más conocidos porque
parecen ser parte de una tradición latinoamericana y a los que hoy se aplica el
concepto de hiperpresidencialismo. Así es como se califica a fenómenos de concentración extrema de todos los poderes en beneficio de un presidente jefe de Estado, jefe
de gobierno y líder del partido mayoritario en el seno del Congreso. En este tipo de
régimen, la acción presidencial se desarrolla estando exenta de esos compromisos
que resultan de la negociación de coaliciones.
3.1.6. Mayorías negativas y Gobierno dividido
El modo de funcionar actual del presidencialismo mexicano es el que mejor ilustra
este enfrentamiento Congreso-presidencia en el que los proyectos gubernamentales se
han atorado en medio de interminables procedimientos parlamentarios que, las más
de las veces, los bloquean aún antes de que accedan a la fase final del debate. Es lo
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que ha sucedido con un proyecto de reforma fiscal que salió listo y acabado de la
administración presidencial en 2007 pero que sigue a la espera de ser incluido en la
orden del día de la Cámara de Diputados y del Senado. Ahora bien, en un país
donde el índice de presión fiscal (10%) es uno de los más bajos de América Latina, se
trata de un texto crucial para poder llevar a cabo políticas de desarrollo. Una misma
impotencia se observa en materia de políticas energéticas, donde el tema de los
estatutos de la empresa pública petrolera PEMEX (modernización y/o privatización),
que es objeto de amplios debates en la prensa, no accede al voto parlamentario. En
cuanto a las políticas de seguridad, su aplicación (cuya evaluación queda por hacer) se
debe a una interpretación presidencial de la Constitución que permitió adjudicárselas
exclusivamente al ejecutivo.
El rechazo de participar en los proyectos gubernamentales se explica, una vez más,
por la configuración de los partidos políticos, por su programa y, sobre todo, por las
relaciones que éstos mantienen entre sí. Este último elemento sigue condicionado al
recorrido del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que de 1946, fecha de su
fundación, hasta 1997 ejerció un control absoluto de la representación a nivel federal.
En 1997 perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en julio del 2000,
su representante y secretario general, Francisco Labastida, fue derrotado en las elecciones presidenciales por el candidato de una coalición de derecha dirigida por el
Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox. Sin embargo el PRI, lejos de desaparecer, se
mantuvo como primer partido en términos de sufragios recabados. Con 39% de votos
alcanzados durante las elecciones legislativas de 2009, no sólo está por reconquistar
la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados sino que además tiene posibilidades
de ganar la presidencial del 2012. Dentro de un contexto en el que la competencia
electoral existe a todos los niveles, tanto federal como a nivel de los Estados, los
representantes del PRI, cuyo acuerdo es indispensable para lograr una coalición
mayoritaria, rechazan por principio negociar con la administración presidencial sobre
políticas que pudieran servirle a esta última en los enfrentamientos electorales
siguientes. Por lo tanto habría que imputar el inmovilismo que afecta actualmente a
la maquinaria gubernamental mexicana a la falta de sentido cívico de esos parlamentarios. Efectivamente, es probable que los representantes del PRI estén más
preocupados por restaurar la hegemonía de la que gozaron durante más de 70 años
que por contribuir a encontrar una solución para las crisis de seguridad y de desarrollo
por las que atraviesa México.
Pero, ¿acaso no es la estructura misma del régimen presidencial la que, al garantizar
la independencia orgánica de las relaciones ejecutivo-legislativo, contribuye a inhibir
las actitudes de los parlamentarios del PRI y a mantenerlos en estrategias de rechazo?
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Entre los comentaristas políticos como entre los propios políticos, se han alzado algunas
voces para proponer la idea de una “parlamentarización” del presidencialismo mexicano
de modo a vincular, de manera estrecha, el ejercicio del poder presidencial con las
variaciones de las mayorías parlamentarias. Ello permitiría que los electores tuvieran
claro el papel de los partidos en la implementación de las políticas gubernamentales.
Este tipo de reflexión deja de lado un fenómeno cultural determinante que concierne
el sentimiento de desconsideración que prima en la opinión pública hacia la clase
política y muy en particular hacia los parlamentarios. Si la elección del jefe de gobierno
dependiera de los manejos parlamentarios con toda seguridad se produciría un
movimiento de rechazo hacia el ejecutivo presidencial. Es el fenómeno que se pudo
observar en Bolivia durante los últimos años del “presidencialismo parlamentarizado”
que precedió la elección presidencial de Evo Morales en 2005. En ese sistema, le
tocaba al Congreso decidir, durante la segunda vuelta, entre los dos candidatos que
habían encabezado los resultados de la primera vuelta. La multiplicidad de candidaturas provocada por el estado de fragmentación en el que se encontraba el sistema
de partidos boliviano erigió a esa segunda vuelta ante los parlamentarios en la etapa
decisiva de la conquista presidencial. Pero esa imagen presidencial no resistió ante
las maniobras que se dieron para su elección ya que tenían por objetivo, según las
palabras de un observador, “repartos del botín según el criterio de que el Estado es
una suerte de supermercado al servicio de los que lo controlan”. Sin embargo, la historia
del parlamentarismo en América Latina no justifica su institucionalización. En total
se puede mencionar, sea a favor o en contra, un sólo acontecimiento turbio en la
vida política chilena (1891-1925) y un referéndum en Brasil, en 1993, en el que el modelo
parlamentario propuesto al pueblo fue rechazado por la mayoría.
El caso mexicano, por singular que sea, nos recuerda nuestras primeras conclusiones
según las cuales la calidad de la gobernabilidad está relacionada con la naturaleza de
las coaliciones mayoritarias: excelente en Chile con la Concertación presidencial,
aleatoria en el Brasil del Presidencialismo de coalizão, inexistente en un México en
donde el PRI tiene como objetivo principal recuperar su hegemonía pasada. En cambio,
en la hipótesis de una institucionalización del hiperpresidencialismo, el instrumento
indispensable sería el control de las asambleas representativas por parte de un partido
presidencial mayoritario. A la ausencia de coalición corresponde entonces un absolutismo presidencial con lo que en principio deberían producirse las condiciones de
una gobernabilidad óptima.
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3.1.7. Hiperpresidencialismo y gobernabilidad
El hiperpresidencialismo no es nada nuevo en América Latina. Pero en el pasado los
presidencialismos eran de tipo caudillista y utilizaban la legalidad constitucional para
ejercer un poder personalizado o entonces de corte militar y el golpe de estado original
por definición relegaba la Constitución y su aplicación a tiempos mejores. El caso
histórico más interesante para el análisis de los hiperpresidencialismos actuales es,
paradójicamente (si nos referimos a lo expuesto anteriormente), el de “la dictadura
perfecta” que ejerció en México el PRI desde su creación en 1929 (bajo el nombre
de Partido Nacional Revolucionario) hasta la década de 1990 cuando perdió progresivamente diferentes elecciones (en particular la presidencial). La confusión de
todos los poderes en beneficio de una personalidad que cumula las funciones de
jefe de Estado y de líder del partido no impedía que se invocara constantemente la
legitimidad democrática. Esta práctica de la confusión de poderes combinada con
un liderazgo sobre un partido mayoritario y de declaraciones de apego a la soberanía
popular, en la actualidad la observamos de nuevo en algunos Estados de la región
andina. Comienza siempre con una victoria en las elecciones presidenciales: la de Hugo
Chávez en Venezuela que en 1998 ganó su primera competencia presidencial con
una mayoría de 56.2% de los sufragios expresados, la de Evo Morales en Bolivia (2005),
o entonces la de Rafael Correa en Ecuador (2006). Prosigue con la convocación de
una asamblea constituyente y la elaboración de una nueva Constitución, en 1999 en
Venezuela, en 2008 en Ecuador y en 2009 en Bolivia. La preocupación principal de
estos nuevos gobernantes –de esta nueva generación de gobernantes, nos gustaría
decir– es, entonces, de dotar a la función presidencial que ya ejercen de instrumentos
constitucionales necesarios para el cumplimiento de esa misión de cambio que se
han fijado. Dado que estamos ante la codificación de un hiperpresidencialismo
racionalizado, en cada uno de estos tres textos constitucionales que acabamos de
mencionar ésta se incluye de manera idéntica. Sus componentes se pueden enlistar:
elección presidencial por sufragio universal directo, implementación de sistemas de
delegación legislativa sumamente amplios, atribución al presidente del derecho de
disolución de las cámaras representativas con una responsabilidad unilateral ante el
presidente de estas últimas que a su vez no lo pueden destituir y, por último, una
ampliación del horizonte presidencial por medio de la supresión de las disposiciones
constitucionales que, tradicionalmente en América Latina, al alero de la prohibición
de “continuismo”, impedían la reelegibilidad presidencial. Las etapas del recorrido
de Chávez ilustran perfectamente la importancia de esta última disposición. Después
de ser electo presidente en 1998 para un mandato de cinco años no renovable, en
1999 redactó una Constitución que le permite aspirar a ejercer dos mandatos
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consecutivos de una duración de seis años. Después del fracaso electoral de su
reforma constitucional de diciembre del 2007 que codificaba un mandato de siete
años cuya renovación dependía únicamente del voto popular, volvió a la carga. En
febrero de 2009, salió triunfante de un referéndum que en materia de duración del
mandato regresa al texto de 1999 pero eliminando la cláusula limitativa de dos mandatos consecutivos. De modo que si en 1998 había iniciado una carrera presidencial que
tenía por horizonte el año 2003, hoy dispone de una agenda que, con una candidatura
presidencial en 2012, lo llevaría hasta 2018 y más aún. Es la perspectiva que explícitamente abrió desde que recibió los resultados del referéndum de diciembre de 2009.
La oposición en Venezuela rechaza violentamente estas estrategias del poder chavista
para perpetuarse y denuncia la intención dictatorial. Ello por dos razones. La primera
reposa sobre la dimensión de los cambios programados y realizados por Hugo Chávez.
A partir de una interpretación de la doctrina bolivariana, que se ha convertido en
doctrina oficial del Estado, desde el 2008 utiliza los recursos de la delegación legislativa
para proceder a su codificación. Entre la treintena de decretos-leyes emitidos desde
la Ley Habilitante legislativa aprobada por el Congreso en enero del 2007 y destinados
a esta misión mencionemos simplemente –porque su título es particularmente
explícito– el que creó la Comisión presidencial para la formación ideológica y política y la transformación de la economía capitalista en un modelo de economía socialista. Pero, por la vía del decreto-ley, también está modificando profundamente las
estructuras del Estado. Así, un decreto-ley asignó a las fuerzas armadas, ayudadas por una
milicia nacional bolivariana, una empresa de movilización ideológica del conjunto de la
sociedad con lo que rompió el principio de neutralidad que garantizaba, según la
Constitución de 1999, su carácter profesional (ley orgánica del 31 de julio del 2008).
Asimismo, el modelo federal elaborado por este mismo texto entra en rivalidad con
la creación de un “Poder Popular” cuyas organizaciones dependen directamente de
la presidencia. De hecho se observa, y la presidencia no lo oculta, que a través del
uso de las delegaciones legislativas está reinyectando sistemáticamente las medidas
constitucionales rechazadas por el pueblo en el referéndum de diciembre del 2007.
Además de estas armas ideológicas y jurídicas cuyo uso, obviamente, no está en
conformidad con la legalidad constitucional, la presidencia dispone de los recursos
financieros provenientes de la renta petrolera y sometidos a su propia discreción
gracias al control que tiene de la empresa pública Petróleos de Venezuela S.A.
(PDVSA) y que obtuvo después del fracaso de las huelgas del personal en 2003.
La segunda razón que explica la violencia de las reacciones suscitadas en el seno de
la oposición por la revisión del estatuto presidencial, reside en la naturaleza de la
participación política que funda la legitimidad democrática del programa de cambio
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aplicado por Hugo Chávez. Centrada en categorías sociales que se consideran explotadas
y marginadas, esta participación las moviliza con mecanismos ajenos a los de la representación tradicional. En efecto, está vinculada a la identificación que hay entre la
masa de estos marginados y la persona de Chávez. Se trata de un carisma muy peculiar
que lo iguala con esos marginados en nombre de quienes gobierna. Lo extraordinario
no reside en la personalidad misma del líder, sino en su capacidad de mimetismo
que, al hacerlo un ser como cualquier otro, eleva a estos marginados a los niveles del
gobierno que dirige. Probablemente sea esta aptitud por la similitud lo que hasta
ahora ha permitido que el carisma de Hugo Chávez resista al proceso de desgaste que
generalmente se observa en este tipo de legitimidad; un proceso de desgaste que en
este caso podía ser previsible dado que los resultados del poder, muy cuestionables en
particular en materia de seguridad, son temas de discusión de una opinión pública que,
a pesar de todos los esfuerzos de la administración presidencial, sigue siendo pluralista.
Se entiende pues la amplitud de las protestas de la oposición contra la revisión del
estatuto presidencial en lo que concierne a abolir la prohibición de la reeligibilidad,
revisión que efectivamente se adoptó, como ya lo vimos. Se debe al hecho, repitámoslo,
de que esta movilización de estratos populares, que confiere la mayoría a un poder que
reivindica opciones revolucionarias, parece depender de la capacidad única que tiene
la personalidad presidencial de dar respuesta a su demanda de identificación. Es por ello
que los oponentes consideraron que la primera presidencia Chávez fue “un mal negocio”
ya que transformó a una masa social de pobres en mayoría política. Si bien debió haberse
cerrado en 2003, ahora podría prolongarse hasta 2018 y quizás más allá.
No obstante, en la agenda política de la oposición venezolana hubo una fecha que les
pareció más próxima. Por absoluto que parezca, este hiperpresidencialismo mantiene
la exigencia de un vínculo mayoritario entre la presidencia y la Asamblea Nacional para
que el trabajo gubernamental pueda efectuarse. De esta forma, el decreto-ley que,
en lugar de la Constitución es actualmente la “norma de las normas”, implica el voto
previo de una ley habilitante por parte de esta Asamblea. Por su composición, este
voto era hasta hace poco una simpe formalidad ya que los partidos de oposición
que habían boicoteado las elecciones legislativas de 2005 no tenían representantes.
Sin embargo desde las elecciones de septiembre 2010 la oposición adoptó una
estrategia muy distinta buscando crear una coalición unida y única a base de candidaturas unitarias. Muy motivada por la incertidumbre de los resultados de encuestas y
sondeos de opinión, la “Mesa de la Unidad Democrática” –organización al mando
de esta estrategia electoral– logró cierto éxito. Obtuvo en efecto una representación
(65 curules de los 163 con los que cuenta la Asamblea Nacional) que le permitiría
constituir la minoría de bloqueo necesaria para oponerse al voto de leyes orgánicas
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así como a las habilitantes de las delegaciones legislativas que exigen una mayoría de
dos tercios. Pero en realidad estas elecciones llegaron muy tarde pues a partir del
voto de la Ley Habilitante del 31 de enero de 2007 la presidencia había lanzado,
como lo vimos previamente, un enorme trabajo de transformación de las instituciones
y de nacionalización del sistema económico y financiero: una avalancha de decretosleyes que para bloquearlos requiere una mayoría (dos tercios) muy alejada de los
resultados que obtuvo la oposición.
Al término de esta ponencia sobre la gobernabilidad, observamos que gran parte de
la acción política de los gobernantes en América Latina se consagra a buscar una
mayoría parlamentaria que sea compatible con las opciones presidenciales. Desde ese
punto de vista no se distinguen en nada de los gobernantes del conjunto de las democracias pluralistas aún cuando esta acción política se da dentro de configuraciones
de extrema confusión de los poderes. Sabemos, en Francia, que el hiperpresidencialismo no es una forma de Estado que esté reservada al ciudadano latinoamericano.
Por otra parte, la desaparición de gobiernos militares y el desarrollo del Estado de
derecho son puntos a favor para integrar completamente a los Estados latinoamericanos en la categoría de las democracias pluralistas. Ahora bien, esta conclusión aún
cuando se basa en hechos irrefutables, suscita reservas relacionadas con un planteamiento doblemente criticable. En primer lugar considera las evoluciones de los sistemas
políticos como inteligibles a partir de un modelo, en este caso la democracia pluralista,
cuyos elementos constitutivos son producto de una sedimentación histórica efectuada
en los Estados occidentales. Según esta perspectiva, los logros que evocamos deberían
inscribirse en un recorrido flechado que señale las etapas de los avances realizados
pero también el retraso que habría que recuperar. Este tipo de determinismo, que
comparte gran número de observadores, presenta el riesgo de producir análisis de
tipo dualista: utópicos cuando tratan de identificar los elementos del pluralismo de
los “Estados del centro”, realistas o críticos cuando identifican lo que falta o no existe
en los “Estados de la periferia”.
Ahora bien, junto al movimiento de democratización se desarrolla el de la globalización
de orden económico, que lo acompaña pero que también condiciona tanto a las instituciones como los resultados. El término de liberalización que da cuenta de ello no
refleja el hecho de que, entre sus actores, también proliferan otros grupos como las
mafias. Los inmensos flujos de riquezas que generan y su apropiación de las mismas
alteran profundamente el funcionamiento de las estructuras formales que rigen el
pluralismo de los Estados nacionales. Este fenómeno que se manifiesta con peculiar
violencia en América Latina implica a todos los Estados, que se trate de los Estados
del Centro o de los de la periferia.
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3.1.8. Las zonas grises de la democratización:
violencia, corrupción y narcotráfico
La novedad en América Latina no reside en la existencia de fenómenos de corrupción
y de violencia. El recuerdo de las violencias de Estado aún está vivo. Se han manifestado
en el presente por medio de las comparecencias judiciales que permiten a los ciudadanos chilenos y argentinos, en particular, enterarse del sistema de terror de Estado
impuesto por los últimos gobiernos militares. No sólo destaca la dimensión de la
represión (40 mil muertos y desaparecidos en Argentina de 1976 a 1983), sino también el uso racionalizado de la tortura: su duración, que podía prolongarse durante
meses y hasta años sobre una misma persona; los sitios que fueron desviados de su
vocación inicial (la famosa Escuela Superior de Mecánica de Buenos Aires); la intensidad combinada con la variedad de procedimientos importados o inventados; la falsa
clandestinidad con el objetivo de que cada uno supiera sin por ello poder prever ni
el porqué, ni el cómo, ni obviamente el cuándo.
Esta violencia de Estado no ha sido monopolio de los gobiernos militares. Con menos
ritual, también se ha producido durante revueltas o incluso simples manifestaciones
que las fuerzas armadas han reprimido obedeciendo a órdenes de gobiernos civiles.
Recordemos la masacre de estudiantes en octubre de 1968 en la plaza de Tlatelolco,
en la ciudad de México, en vísperas de los Juegos Olímpicos, caso en el que la justicia
aún no ha determinado todas las responsabilidades; o entonces los 500 muertos del
Caracazo, en Venezuela en febrero de 1989, cuando las tropas, por orden del presidente Carlos Andrés Pérez, dispararon sobre manifestantes que participaban en un
movimiento popular. La implicación de las fuerzas armadas en esta represión tuvo
como resultado divisiones internas que dieron origen al golpe de estado de febrero
de 1992 dirigido por el teniente coronel Chávez y más tarde a su candidatura a la
elección presidencial de 1998. Mencionemos también, en octubre de 2003, los disparos
sobre poblaciones indígenas que preparaban en El Alto una marcha hacia La Paz y
que causaron la muerte de 30 personas, lo cual también tuvo consecuencias importantes en el futuro del sistema político boliviano. La renuncia del presidente Sánchez
Lozada y las dos presidencias interinas que siguieron fueron un preliminar de la elección
de Evo Morales en diciembre de 2005.
La corrupción también es una compañera familiar del ciudadano latinoamericano.
Concierne a los gobernantes, por supuesto, y los escándalos provocados pueden
estallar hasta en Estados donde los dirigentes contaban con una relativa reputación
de integridad. En el 2004, en Costa Rica, dos ex presidentes, Rafael Calderón (19901994) y Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002), ambos del Partido de Unidad Social
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Cristiana (PUSC, derecha) fueron inculpados por corrupción pasiva y sobre un tercero,
José María Figueros (1994-1998) del Partido Liberación Nacional (PLN) de Oscar
Arias, pesaron fuertes sospechas. De modo que la República de Costa Rica, de 1990
a 2004, fue presidida por tres jefes de Estado pertenecientes a dos partidos, uno de
derecha y otro de izquierda (social demócrata) pero los tres a la cabeza de gobiernos corruptos. Se menciona a la República de Costa Rica porque su gestión parecía
al abrigo de este fenómeno. En México y Perú, es muy diferente. Desde hace tiempo
y casi en forma cotidiana, la prensa denuncia casos de corrupción. Los efectos de esta
repetitiva comunicación sobre la opinión pública no siempre resultan ser aquellos
en los que se piensa más naturalmente, como serían efectos de creciente rechazo
que descalificaran a los gobernantes. Muy difundida, la corrupción no es sólo un
hecho de los políticos sino también de los funcionarios cualquiera que sea su nivel.
Considerada como un “recurso” para uso del conjunto de los ciudadanos, se le
admite. Como lo destaca Hernando de Soto en un libro algo olvidado hoy (de Soto,
1986), el comportamiento corrupto es resultado del costo demasiado elevado de la
legalidad en una sociedad en la que cumplir con la ley requiere una inversión, en
cantidad de tiempo y de conocimientos, superior al precio del bien obtenido. Sin
embargo, su conclusión es errónea cuando señala que la corrupción es sólo un
efecto y no una causa. Efectivamente, tiene como consecuencia, lo cual es seguro
y se puede verificar a nivel contable, el desecar los flujos de políticas públicas y
contribuir al sub-equipamiento de los servicios públicos así como a la escasez y a la
baja calidad de los bienes propuestos. En México en el 2006 se estimó (según las cifras
publicadas por la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo) que las sumas
que desaparecen de los circuitos públicos equivalen a 10% del PIB. Por lo tanto sería el
creciente número de desvíos lo que maximizaría la lógica individualizada del cálculo
costos-ventajas que origina la generalización de los actos de corrupción.
El fenómeno más reciente del narcotráfico se sumó y decuplicó la dimensión de estos
otros dos fenómenos que son la violencia y la corrupción. A partir, principalmente,
de una actividad primaria de cultura de la hoja de coca por definición territorializada,
se creó desde América Latina una red de organizaciones destinadas a una coordinación
globalizada de empresas de producción, de transformación y de distribución. Entre
los dos extremos de la cadena que une al consumidor de la droga con el productor de
la hoja, situados a miles de kilómetros uno del otro, surgieron los carteles, esas organizaciones transnacionales que racionalizan las transformaciones y la comercialización.
Implantados, en parte, en las ciudades fronterizas mexicanas de Tijuana, en Baja California,
y de Ciudad Juárez en el Estado de Chihuahua, están a punto, según parece, de ganar
la guerra que declaró el presidente Felipe Calderón a principios de su mandato. Este
último se vio obligado a retirar, en abril del 2010, las tropas federales que había
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movilizado tres años antes (marzo 2007). El procedimiento de introducción de las
fuerzas armadas y las condiciones de su retiro ilustran perfectamente las dificultades de
esta lucha. La intervención se originó por la necesidad de desarmar a las policías
locales acusadas de corrupción y el retiro se debió a los resultados catastróficos de
esta misma intervención: mencionemos tan sólo el número creciente de asesinatos,
242 en marzo 2010 tan sólo en Ciudad Juárez entre los que se contaban muchos
civiles asesinados por las propias fuerzas armadas lo que provocó hostilidad por parte
de la población, exasperada por los abusos de esos soldados. Actualmente están
siendo sustituidos por contingentes de policías federales. De hecho, los enormes
recursos financieros de los que disponen estos carteles –se habla de un presupuesto
cercano a los 29 000 millones de dólares– y lo poco que les cuestan sus sicarios [ 36 ],
les permite utilizar todas sus armas, las de la violencia (están mejor armados que las
fuerzas regulares) pero también el miedo y la corrupción. Su estrategia no es destruir al
Estado, sino cercarlo de manera a obtener la licencia liberal favorable a su vocación
empresarial. Estas organizaciones desean simplemente reducirlo a la impotencia. Y
aparentemente ya lo han logrado si nos referimos al calificativo de “estado fallido”
que las autoridades estadunidenses ya atribuyeron al Estado mexicano.
Sin embargo, la naturaleza del narcotráfico y sus ganancias resultantes pueden tener
como consecuencia no sólo la parálisis del Estado sino también la perversión de
organizaciones que, por apego a ideologías revolucionarias, en sus inicios habían
optado por la lucha armada. Confundiendo los medios con los fines, se integraron
en las redes de narcotráfico para seguir rentabilizando su nueva función de guardias
del acceso a los territorios de producción. El caso emblemático de esta transformación
es el de la guerrilla de las FARC. Este cambio no implica, a corto o mediano plazo,
que renuncien a la violencia. Esta última se nutre de la desestructuración de la sociedad
provocada por los núcleos de conflicto que surgen en el seno mismo de la sociedad
civil y se crea así el “mercado laboral” que conviene a su propagación. En los sectores de
la sociedad afectados por estos conflictos, se contrata a jóvenes (sicarios) para quienes la
vida tiene el precio de la prima que se les paga para terminar con ella. Los reclutan
tanto las guerrillas y otras mafias (por ejemplo las nuevas estructuras creadas a partir del
fracaso de las políticas de reintegración de los grupos de paramilitares negociadas a
partir de 2005) como las propias fuerzas armadas. El llamado caso de los “falsos
positivos” sacó a la luz pública, en el 2008, la arbitrariedad de algunas prácticas de
unidades militares. Para probar su eficacia y percibir los premios prometidos, reclutaban
en los pueblos edificados en los alrededores de Bogotá a jóvenes a los que prometían
[36] En América Latina, el término sicario designa a los asesinos a sueldo con objetivos bien definidos.
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dinero y empleo, los mataban, vestían los cadáveres de guerrilleros y los transportaban
hasta las zonas de combate, a cientos de kilómetros, haciendo creer así que eran
resultado de la eficacia de su acción. Todo ello a costa del sacrificio de la vida de
estos jóvenes...
La corrupción y sobre todo la violencia son características que se observan en todos
los Estados de América Latina desde los primeros años de la historia de sus independencias y más adelante durante la formación de los Estados-Naciones. Es algo muy
cierto en Colombia, México y Centroamérica. Pero es evidente que con la irrupción
y el desarrollo del narcotráfico, su propagación y sus efectos se han decuplicado.
3.1.9. Sobre la democracia participativa
La reivindicación de la democracia participativa surge en América Latina en el transcurso
de los años 1980. Para restituir la palabra a un pueblo desposeído de su poder de
decisión y de control por los mecanismos mismos de la representación, propone entre
sus recetas algunos mecanismos de democracia directa, en particular el referéndum
que en los textos constitucionales está presente con una panoplia completa, desde
aquellos que ratifican textos elaborados por los gobernantes hasta los de iniciativa
popular que pretenden eliminar toda intervención de los representantes en la elaboración de la ley. Pero existe un tipo de referéndum que merece una atención particular:
se trata de ése que, semejante a la fórmula del “recal” inscrito en la Constitución de
algunos Estados de los Estados Unidos, se introdujo bajo el apelativo de referendo
revocatorio en las recientes constituciones de los Estados andinos, en Venezuela
(1999), en Ecuador (2008) y en Bolivia (2009). Se aplica a todos los magistrados electos,
y su inscripción en la Constitución tanto como su uso suscitan algunas interrogantes
en lo que concierne a la magistratura presidencial. Veamos el caso venezolano:
resulta en efecto que reunir las condiciones para llegar a una destitución presidencial es
difícil y hasta prácticamente imposible. Se requiere, primero, que el número de
sufragios alcanzados por la moción de rechazo sea igual o superior al que permitió
la elección. Luego, es sobre todo necesario que previo a la moción propuesta a voto
se haya organizado una petición que haya recabado un número de firmas igual o
superior al 20% de los electores inscritos (2 millones 400 mil en la fecha en la que el
procedimiento se inició) en las listas electorales. La regularidad de estas firmas será
controlada por el Consejo Nacional Electoral (CNE). La campaña de colecta de firmas
iniciada en octubre de 2003 con la creación de una “coordinación democrática” que
reunió, como lo había anunciado, a “las fuerzas vivas de la sociedad civil”, prosiguió
en diciembre de 2003 con la entrega ante el CNE de 3 millones 650 mil 53 formularios.
Este examen particularmente meticuloso concluyó, en agosto del 2004, con un
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indiscutible resultado de rechazo a esta moción: 60% de votos en contra. Se ve bien
en este caso cuán dudoso puede ser el uso del apelativo “democracia participativa”
cuya versión mínima supone un mayor acercamiento entre el gobernado y el
gobernante. En efecto, la aplicación de este “referendo revocatorio” que implica
una movilización intensa y a largo plazo de múltiples organizaciones de la sociedad
civil requiere una inversión muy fuerte (colecta de firmas) a la que difícilmente se
puede recurrir con frecuencia, por lo menos a escala nacional. En la actualidad
en Venezuela, lo hemos visto, la oposición prefiere centrarse en las próximas elecciones legislativas que son procedimientos de participación de manejo más fácil y
flexible, aún cuando sean instrumentos de la llamada democracia representativa.
Nos falta por abordar las acciones de descentralización que también están relacionadas
con la democracia participativa. Por su importancia, a continuación serán objeto de
un capítulo aparte.
3.1.10. Los enigmas de la Constitución boliviana de 2009
Producto de una larga crisis política marcada desde los años 2000 por una movilización
multiforme de poblaciones indígenas, el texto constitucional elaborado en Bolivia,
en condiciones caóticas, por la asamblea constituyente en 2007, luego modificado por
el Congreso en 2008 y ratificado por referéndum en 2009, establece una ruptura
con la tradición liberal y universalista que rige al constitucionalismo latinoamericano.
En efecto, según este texto, la persona accede a una identidad política bajo dos formas.
La primera es la ciudadanía que le atribuye derechos relativos a los dos grandes
principios de libertad e igualdad; hasta ahí nada que no corresponda a los cánones
establecidos por el constitucionalismo clásico. La segunda concierne a un individuo
que pertenece a una entidad que el texto boliviano califica de “nación y pueblo indígenas de origen campesino”; dispone entonces de derechos y valores específicos
vinculados a la identidad preconstitucional de estas entidades. Estos derechos que
le son reconocidos según un sistema de atribuciones propio a estas comunidades
quedan sin embargo sometidos a un control de conformidad con los principios y
valores reconocidos por la Constitución.
El reconocimiento de estas comunidades y de su legitimidad histórica contribuyó
ampliamente a la complejidad de una distribución territorial de poderes sumamente
descentralizada. Esta descentralización, sólo a costa de incertidumbres y de contradicciones se adapta a la exigencia de un Estado central –que el constituyente no
quiso olvidar– capaz de conducir políticas públicas nacionales de desarrollo.
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3.2. Las problemáticas de la acción pública
Yves SUREL
Resumen
El análisis de las políticas públicas en América Latina es una materia aún poco desarrollada si tomamos en cuenta los estudios de caso en ciencias políticas. Esta relativa
ausencia se puede explicar por varios elementos que dependen tanto del objeto de
la investigación, las políticas públicas, como de la visión que se tiene de la acción
pública en los países latinoamericanos. El déficit de conocimientos está sin duda
relacionado, en primer lugar, con el estado del objeto en la medida en que la debilidad
y/o politización que se observan a menudo en las estructuras administrativas dificultan
la colecta de datos tanto como la identificación de los problemas del análisis. Como
ejemplo mencionemos lo complicado que puede ser el acceso a los archivos o
incluso a los actores competentes. Así, algunos investigadores enfrentan limitantes
por la falta de clasificación de documentos oficiales, por los incesantes cambios que
caracterizan a los funcionarios o entonces por la desaparición de esas estructuras
que eran objeto de su estudio. También, a menudo resulta difícil hacer entrevistas a
pesar de que, desde el punto de vista metodológico, se trata de una manera privilegiada de entrar al meollo del análisis de las políticas públicas (Pinson et al. , 2007). Los
entrevistados tienen tendencia a disimular informaciones o datos útiles por razones
personales y/o políticas. Aún cuando estas reacciones no son específicas de los
contextos latinoamericanos, el carácter sistemático de estas posturas así como la
imposibilidad de cotejar las entrevistas con otros datos fragiliza el análisis. Por último, los
datos, en particular los estadísticos, a pesar de las publicaciones de las organizaciones
internacionales, pocas veces son homogéneos por lo que muy frecuentemente se
dificulta la comparación.
Sin duda, la otra serie de razones se debe, en parte, a la postura que a menudo asumen
los actores o los investigadores en relación a las políticas públicas. Lo que llama la
atención de un observador exterior es la especial profusión de escritos normativos
y militantes que se emprenden sobre numerosos ámbitos. No siempre se separa el
análisis y la acción como se busca hacerlo por ejemplo en Francia y los trabajos
publicados tienden a producir tanto diagnósticos como soluciones para los problemas
estudiados. El caso se da especialmente en políticas sociales donde algunos trabajos
tienen un carácter académico tanto como de valoración.
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Más a fondo y contrariamente a lo que sucede en otras zonas geográficas, a
menudo el análisis de las políticas públicas es indisociable de interrogantes o análisis
relacionados con la formación y evolución del Estado y del régimen político (Collier
et al., 1991). La falta de madurez del aparato administrativo deja sin respuesta el tema
del Estado no sólo desde el punto de vista normativo (¿cuál debe ser el lugar del
Estado en la sociedad?), pero también desde un punto de vista práctico (¿cuál debe
ser la forma y la intensidad de la acción pública?). De modo que las políticas públicas
no siempre se analizan por sí mismas sino porque manifiestan una evolución mayor del
Estado y del aparato administrativo. Ejemplo típico, en un reciente número de Critique
Internationale que se consagró a las reformas administrativas en América Latina,
Philippe Bezès recuerda cuán indisociables resultan, en estas sociedades, la implementación y la evolución de las estructuras administrativas, necesarias para la acción
pública, de los temas relativos a la estabilización del Estado y de su aparato burocrático
(Bezès, 2007).
A pesar de diferentes escollos, los trabajos existentes, a menudo relacionados con la
sociología y la economía, como las publicaciones de las organizaciones internacionales
o de los actores movilizados, así como varias tesis en curso, en específico en Francia,
sobre diferentes sectores de intervención pública, permiten elaborar un panorama
rápido de las características y retos actuales de las políticas públicas en los países
latinoamericanos.
Con el fin de facilitar la exposición, centraremos nuestra atención en tres elementos
principales:
l
destacar, antes que nada, que los problemas públicos a los que se enfrentan
estos países presentan peculiaridades desde el punto de vista de su intensidad
como de las temáticas abordadas;
l
mostrar enseguida que los procesos de decisión se caracterizan por el peso de
actores externos a las instituciones políticas nacionales y por la persistencia de
lógicas políticas y sociales dominadas por el clientelismo y la inestabilidad institucional;
l
retomar, finalmente, diagnósticos a menudo presentes que hacen hincapié en la
debilidad administrativa y la falta de control de los actores burocráticos sobre la
implementación de las políticas públicas.
3.2.1. Problemas públicos y lógicas de agenda
Aún cuando esta idea es con frecuencia considerada como simplista y esquemática,
el análisis de las políticas públicas reposa poco o mucho en la idea que los actores
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político-administrativos son estimulados por eventos, movilizaciones y/o presiones
impulsadas por actores públicos y privados situados a diferentes niveles del gobierno.
En función de las capacidades de acción y de las oportunidades políticas, los actores
gubernamentales llevan a cabo un tipo de filtración en el seno de estas dinámicas de
emergencia de manera a inscribir en la agenda gubernamental los problemas que
determinarán más tarde el contenido de la acción pública.
En relación a esta doble dinámica de emergencia y de inscripción en la agenda, los
países latinoamericanos presentan varias especificidades. Estas se deben antes que
nada a los problemas socioeconómicos, objetivos con los que se enfrentan estos
países. Como ejemplo, se pueden mencionar varios indicadores, en particular aquellos que dependen de los “umbrales” de desarrollo tradicionalmente vinculados a
estas sociedades. En el informe anual del PNUD de 2009, los primeros países latinoamericanos clasificados en el índice de desarrollo humano son Argentina,
Uruguay y Cuba, situados respectivamente en los lugares 49, 50 y 51 del índice [ 37 ].
Como se sabe, este índice permite agregar a la medida tradicional de desarrollo
esencialmente centrada en el PIB, algunos factores adicionales relativos a la salud, la
educación y la esperanza de vida. Tomemos el ejemplo de Argentina, generalmente
el país latinoamericano mejor situado en este índice, que se clasifica en el lugar 50 sobre
177 en relación a la esperanza de vida, 31 sobre 151 países en lo que se refiere a la tasa
de alfabetización de adultos y finalmente en el 62 sobre 181 en lo que concierne al
PIB por habitante. Otro indicador a menudo citado es el Índice de Gini que mide la
desigualdad y permite mostrar que muchos países de la zona se caracterizan por
tasas sumamente elevadas, en particular Bolivia (60.1 ), Colombia (58.6) o Brasil (57).
Aunque a veces suscitan ciertas discusiones o entonces no dan más que una imagen
evidentemente parcial del desarrollo de estas sociedades y de los problemas que
enfrentan, estos índices se han ganado poco a poco una auténtica legitimidad gracias a
las comparaciones que permiten establecer ya que señalan cierto número de problemas
prioritarios para los Estados concernidos. De hecho, estas observaciones repetidas,
sean fruto de investigaciones o de informes dirigidos por organizaciones internacionales
o bien emanen directamente de actores político-administrativos locales, han nutrido
en forma duradera la agenda de los gobiernos latinoamericanos en estos últimos
años. Por ejemplo, se puede considerar que la creciente publicidad que se hace de
los problemas relacionados con la salud y las estructuras médicas son un efecto más
o menos directo de estos indicadores internacionales que destacan las “insuficiencias”
[37] Los datos se pueden consultar en línea: http://hdr.undp.org/fr/statistiques/. Véase también PNUD, 2009.
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o los “retrasos” de los países concernidos. Así en Brasil, programas como los de la
Bolsa Familia impulsados por el gobierno de Lula junto con el Banco Mundial, alentaron
la implementación de políticas de transferencias monetarias condicionadas que
tenían como objetivo tanto luchar contra la pobreza como garantizar un ingreso de
subsistencia a las familias más pobres. El tema de la pobreza, los problemas de salud
relacionados con la malnutrición y las tasas poco elevadas de escolarización son,
dentro de esta perspectiva, problemas cuyos lazos se pudieron establecer justamente gracias a estos índices internacionales, y que este dispositivo busca manejar
precisamente de forma conjunta.
Por otro lado, más allá de la publicidad más o menos amplia que se da a estas cifras
y a estas estadísticas, a menudo los actores movilizados se apoderan de ellas para sus
reivindicaciones o para justificar intervenciones directas en el terreno. Por ejemplo,
las debilidades endémicas del sistema escolar brasileño que a menudo se destacan
en los informes internacionales (Brasil ocupa el lugar 71 de 151 países según el índice
de desarrollo humano publicado en 2007), fueron objeto de mucha publicidad por
parte de fundaciones o asociaciones, nacionales o internacionales, que de esta forma
pudieron justificar su intervención directa en el terreno en complemento de estructuras político-administrativas tradicionales (Trindade, 2006).
Más allá de estas problemáticas directamente relacionadas con las características
socioeconómicas de los países latinoamericanos, otros problemas públicos, más o
menos asociados de forma directa a este primer conjunto, también alimentan la
agenda gubernamental. Es el caso, en especial, de las cuestiones de infraestructura
de los transportes, de los problemas ligados a la educación o entonces de tensiones
suscitadas por esa urbanización rápida que se lleva a cabo en varios Estados. El
asunto de las infraestructuras de los transportes, por ejemplo, se ha convertido a
menudo en un tema determinante en ciudades de crecimiento continuo. Para tomar
un solo ejemplo, la población de Bogotá que se estimaba en menos de 3 millones de
habitantes a principios de los años 1970, aumentó a 5.5 millones en 1993 antes de
rebasar los 7 millones de habitantes, según las más recientes estimaciones. Más allá
de los problemas de infraestructuras relacionados con la gestión de esta población
en rápido crecimiento, tanto a nivel de los transportes como de la vivienda, estas
evoluciones demográficas también se han señalado a menudo como uno de los
posibles factores del aumento de la criminalidad junto con la guerra civil y la intensificación del tráfico de drogas. De esta forma, según algunas estimaciones, la tasa
de homicidios llegó hasta 81.2 homicidios por cien mil habitantes, con lo que Bogotá
se consideró, en esa época, en una de las ciudades más peligrosas del mundo
(Velásquez, 2007).
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Los problemas de saturación del tráfico, de contaminación y de inseguridad provocados
por esta evolución demográfica justificaron entonces algunas iniciativas destacadas.
Ese fue el caso, por ejemplo en Bogotá, a partir de los años 1990, con la reforma que
emprendió el entonces alcalde, Antanas Mockus, que dio lugar a la creación de una
red de autobuses, el TransMilenio, y que cambió de fondo la geografía urbana en la
capital colombiana. En este caso, lo interesante es que esta iniciativa también se
pensó como elemento de un plan más amplio de solución a los problemas urbanos,
en particular la violencia y la criminalidad. La irrupción de estos asuntos en la agenda
fue inseparable de la producción de nuevos diagnósticos y de nuevas soluciones, lo
cual tuvo un efecto duradero en las políticas públicas en Bogotá, en Colombia, y por
difusión, en otros países latinoamericanos. En base a un discurso original y a nuevas
maneras de presentar estos problemas, Antanas Mockus fue capaz de influir tanto
en el comportamiento de los individuos como en los ejes prioritarios de las políticas
implementadas”. En especial, al presentar la violencia como una patología social que
había que combatir, Mockus logró convencer a los actores concernidos de la necesidad
de desarrollar acciones profilácticas (prevenir comportamientos violentos limitando
la detención de armas de fuego, cerrando los bares después de ciertas horas, etc.) así
como acciones curativas (aumento de medios para la policía, regulación del tráfico
vial, etc.). De acuerdo a lo que se llama a veces el enfoque cognitivo y normativo de las
políticas públicas, la emergencia de estos problemas públicos fue por consiguiente sinónimo de estructuración y de valorización de un nuevo paradigma de la acción
pública, dicho de otra manera de un conjunto de valores, de principios y de imágenes
que determinan los comportamientos de los actores político-administrativos y suscitan
reorientaciones significativas de varias políticas públicas (Hall, 1993; Surel, 2000).
Otro tema de infraestructuras a menudo presente en la agenda gubernamental son
las redes de distribución de ciertos bienes y servicios públicos, en específico el agua.
Bien público fundamental como lo ha demostrado Elinor Ostrom con su teoría de
los “Communs” (Ostrom, 1990), el agua fue en efecto un tema de movilización
social y de reformas importantes en los años 1990 para solucionar a la vez problemas de urbanización y a veces también permitir una racionalización de la gestión de
los recursos necesarios para el desarrollo de los cultivos. Este ámbito de la acción
pública que en los años 1990 a menudo fue objeto de reformas orientadas hacia la
privatización de los servicios de agua, en especial por influencia del “consenso de
Washington”, en ocasiones alimentó conflictos muy violentos que llevaron al Estado
y a las municipalidades locales a mantener estos asuntos de forma duradera en la
agenda. Así en el 2000, violentas protestas en la ciudad de Cochabamba, en Bolivia,
condujeron a un conflicto duradero, en ocasiones calificado de “guerra del agua”,
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que fue un vector de polarización de las divisiones sociopolíticas antes de servir para
justificar el regreso del Estado en la gestión de esta industria de red (Mayaux, 2006).
Se podría prolongar la lista de estos temas que hoy son centrales en la manera en la
que los gobiernos conciben sus tareas de gestión y de regulación, pero lo que llama
la atención es, una vez más, la intensidad y la gravedad de los problemas a los que se
enfrentan estos países. Se trate de desarrollo, de medio ambiente, de urbanismo, de
educación, de pobreza, etc., los problemas estructurales que se imponen en la
agenda de los gobiernos son a menudo comunes a estos países e influyen en toda la
acción política. Al observar ciertas dinámicas nuevas que emergen, vemos además
que los actores sociales no son necesariamente los principales vectores para activar
la agenda. La debilidad de los actores representativos tradicionales, en especial los
sindicatos, deja el juego relativamente abierto a otras formas de grupos de intereses,
en particular empresas u organizaciones no gubernamentales. Desde ese punto de
vista, el ejemplo más caricaturesco es sin duda la influencia que ha ejercido en forma
constante el “consenso de Washington” sobre las élites latinoamericanas (véase
infra). Aún cuando los efectos concretos de este conjunto de orientaciones de la
acción son objeto, desde hace poco, de evaluaciones prudentes debido a cambios
en las estructuras administrativas y en las políticas públicas menos importantes que
lo anticipado, no hay duda alguna de que estas propuestas han tenido un impacto
importante en el debate público y en la agenda gubernamental. En efecto, permitieron
valorizar cierto número de reformas que conciernen a las políticas fiscales, a la liberalización de los mercados o entonces a las privatizaciones ya evocadas. También
facilitaron la llegada al poder de los partidos y/o los líderes que se presentaron como
los promotores de una modernización sociopolítica basada en una mayor apertura
hacia el exterior.
En paralelo a estos procesos exógenos, la activación o reactivación de la agenda es a
menudo resultado de un evento traumático que determinará, al menos durante algunas
semanas, el sentimiento de una urgencia de acción que, sin embargo, puede no desembocar en un resultado favorable. Las inundaciones y deslizamientos de terreno
que se produjeron en varias ciudades brasileñas en el 2010 volvieron a colocar en
primera línea a problemas públicos más o menos presentes y de manera difusa en la
agenda, en particular los problemas relacionados con la localización y los modos de
construcción de las viviendas, o entonces los problemas de acción vinculados con la
situación relativa de ciertas comunidades. Algunos accidentes especialmente graves
como los avionazos, también hicieron hincapié en el problema de la vetustez de ciertas
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infraestructuras aeroportuarias o de aparatos que pertenecen a compañías locales.
Al respecto, América Latina no difiere en nada de los demás países en lo que
concierne a esas dinámicas que influyen en la agenda. Un accidente especialmente
grave o una catástrofe natural tienen efectos análogos en los países occidentales
aún cuando, una vez más, la intensidad del problema y su gravedad son a menudo
“marcas” distintivas de los Estados latinoamericanos.
Si se quiere resumir este primer conjunto de temas, se pueden recordar varias características de la agenda de los problemas públicos en América Latina: una estructura
de problemas dominada por cuestiones ligadas al nivel relativo de desarrollo y/o
por la densidad o gravedad excepcional de los problemas relacionados con el medio
ambiente, con los fenómenos de urbanización y con la criminalidad; enfoques de
actores emergentes que consideran que la sociedad civil desempeña un papel desigual
de activación y de movilización; la influencia de presiones exógenas y, a veces, una
importante permeabilidad de las agendas gubernamentales a las presiones ejercidas
por organizaciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales y por
países extranjeros (en particular Estados Unidos). Saturada por problemas estructurales
importantes, la agenda gubernamental en América Latina da con frecuencia la
impresión de caos y de discontinuidad, algo que observamos bajo otras modalidades
en otras etapas de la acción pública.
3.2.2. ¿Quién gobierna la acción pública en América Latina?
Uno de los temas centrales en ciencias políticas, y en especial en el análisis de las
políticas públicas es, por supuesto, la cuestión de los actores y de sus formas de
gobierno. En su obra clásica, Who Governs? Democracy and Power in an American
City, el politólogo estadunidense Robert Dahl había tratado de demostrar que bajo
la influencia de las lógicas inherentes a toda toma de decisión, el gobierno de las sociedades adoptaba un sistema generalmente pluralista, principalmente en los regímenes
políticos que habían institucionalizado los principios democráticos (Dahl, 1961). Mejor
aún, en estos últimos años, numerosas investigaciones han demostrado que las
formas contemporáneas de gobierno se habían diversificado todavía más. El término
genérico de gobernanza (Le Galès, 1995),que a menudo se relaciona con estas transformaciones, abarca a la vez un proceso de desterritorialización de la acción pública (las
políticas se definen de manera más o menos coordinada entre varios niveles de
gobierno), de desmonopolización (el Estado ya no es más que un actor entre otros de
un complejo juego de compromisos e intercambios) y de despolitización (la decisión
depende de un número cada vez mayor de actores o de instituciones legítimas en
función de su experiencia y por efecto de un mecanismo político de delegación).
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Dinámicas tan complejas y a veces difícilmente separables como la globalización, la
descentralización y la integración regional se identifican a menudo como los factores
explicativos de estos movimientos que afectan a los Estados y a las políticas públicas
en el periodo contemporáneo.
Al respecto, América Latina constituye un excelente laboratorio para interrogar y
mejor caracterizar esas lógicas de gobernanza. Primero por una razón histórica mayor:
el Estado, como ya lo hemos dicho, a menudo se presenta como inacabado y a veces
como poco legítimo, lo que se refleja, en especial, en su persistente incapacidad para
imponer un monopolio fiscal que le permita disponer de los recursos financieros
necesarios para su acción. Luego, porque a América Latina a menudo se la presenta
como el área geográfica en donde mejor se ha dado una doble dependencia hacia
una gran potencia, Estados Unidos, y hacia organizaciones internacionales. Lo que
sin duda sintetiza fuertemente a estos elementos es el famoso “Consenso de
Washington”, una serie de principios de acción elaborados en los años 1990 por
economistas como Williamson, por organizaciones internacionales como el Banco
Mundial y el FMI, respaldados por Estados Unidos. Resumiendo, este “consenso”
reposaba sobre varios ejes considerados como decisivos para las políticas públicas
en América Latina, todos ellos más o menos determinados por la idea de ortodoxia
financiera y presupuestaria, única opción para restaurar a la vez el libre funcionamiento del mercado y la autoridad del Estado regulador. Estos preceptos tuvieron una
fuerte influencia en los países latinoamericanos durante varios años y determinaron
en particular una reducción del gasto público con el riesgo, a menudo, de que surgieran
crisis políticas y sociales sumamente fuertes.
Esta permeabilidad entre instituciones y actores políticos internos se corrigió un poco
en estos últimos años, en particular gracias al efecto de las reformas institucionales
y a las alternancias políticas que alimentaron, a veces de manera sustanciosa, una
reorientación de las políticas públicas. De esta forma, en muchos países como en
Bolivia o en Colombia, se produjeron revisiones constitucionales ligadas a políticas
de descentralización que modificaron las jerarquías de competencias y reorientaron
los procesos de decisión en materia de acción pública. Aún cuando la organización
de los poderes sigue siendo asimétrica en muchos países, parece que la gobernanza
multiniveles se instala paulatinamente y se valora a los alcaldes de las grandes ciudades
tanto como se valora cada vez más a instituciones y actores locales. En algunos casos
es bastante antigua, como lo muestra en especial Tulia Falleti en el caso de las políticas
de descentralización en Argentina y en Brasil que, en particular en este último país,
datan del periodo dominado por regímenes autoritarios (Falleti, 2007).
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El otro cambio político-institucional importante se relaciona con la “presidencialización”
de los procesos de decisión. No porque el fenómeno en sí sea especialmente nuevo:
después de todo, la figura del “Caudillo” es todavía una característica de América
Latina, tanto en la práctica política como en la expresión artística, en particular en
literatura. Algo más original es la codificación institucional y jurídica de este papel que
ahora confiere a las elecciones presidenciales un lugar determinante en la definición
de los marcos y orientaciones de las políticas públicas.
Es también el compromiso fuerte que varios presidentes en ejercicio manifiestan
hacia varias reformas de gran alcance. Por mencionar sólo algunos ejemplos, ese fue
el caso de Lula en Brasil con el programa Bolsa Familia, de Uribe en Colombia con las
cuestiones de seguridad y las relaciones entre el gobierno y la guerrilla, o entonces
de Lagos en Chile con las cuestiones culturales. Cada uno de estos presidentes comprometió también una parte de su capital político con estas reformas al encargarse
del seguimiento de la medida más allá del simple procedimiento de decisión. Se podrían
incluso ampliar estos ejemplos al nivel local con el caso de las reformas antes mencionadas de Mockus en Bogotá, y considerar también que ciertos altos funcionarios
aseguraron la continuidad y la legitimidad de la estructura o del departamento que
tenían a su cargo, como fue el caso de Manuel Estela en Perú con la Superintendencia
Nacional de Administración Tributaria, la SUNAT (véase infra).
Esta personalización de los procesos de decisión y de las estructuras administrativas,
aún cuando no sea inédita, sí resulta excepcional por su magnitud relativa y por la
influencia que parece tener sobre las políticas públicas. En efecto, en muchos casos el
éxito, y por ende el fracaso de las políticas evocadas, depende de la permanencia en
el poder de los actores políticos que tuvieron esa iniciativa. De modo que el proceso
de decisión resulta sumamente politizado, dado que depende de actores políticos que
fueron elegidos o cuya legitimidad depende de su cercanía con un actor político
(caso de Estela con Fujimori). Además, resulta segmentado y sujeto a efectos de ciclo
pautados, en especial por la sucesión de elecciones y/o la alternancia en el poder. Por
último, esta politización y esta personalización del proceso de decisión reflejan una vez
más la estabilidad y la influencia muy variables de los actores burocráticos sobre las
orientaciones de la acción gubernamental.
Como complemento de estos elementos estructurales, también es necesario
subrayar que la llegada concomitante de gobiernos de “izquierda”, aún cuando este
término genérico a menudo oculta diferencias importantes, también situaron en primera
línea a las nuevas políticas (que valorizan la lucha contra la pobreza, nacionalizan los
recursos naturales, desarrollan infraestructuras). De manera desigualmente explícita
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y sistemática según los países, estas alternancias simultáneas fueron la ocasión para
criticar el impacto de las políticas inspiradas por el Consenso de Washington y para
reafirmar la soberanía de los Estados latinoamericanos sobre sus propias opciones
políticas. De esta forma el endurecimiento de relaciones que se observó, en ocasiones,
entre los países de la zona y Estados Unidos, a veces se nutrió de una crítica a la
hegemonía estadunidense sobre la región. Sin duda, uno de los países más emblemáticos de este cambio es la Venezuela de Hugo Chávez en donde las políticas
sumamente dependientes de la “variable personal” a menudo se justificaron por la
voluntad de liberarse de la tutela de Estados Unidos en especial al nacionalizar los
sectores energéticos y los de la gestión de los recursos naturales. Esta afirmación de una
independencia relativa también puede efectuarse hacia la comunidad internacional.
Al respecto podemos mencionar la política de Brasil en materia de patentes de
medicamentos, en específico para la lucha contra el sida, que se presentó a la vez
como una respuesta a las estrategias comerciales de los grandes grupos farmacéuticos
y como el vector de desarrollo de una forma de independencia sanitaria del país
hacia ciertos males. Sin embargo hay algunas excepciones, en especial Colombia, en
la época de Uribe, cuya cercanía con Estados Unidos fue uno de los sellos de su
opción política en materia de acción pública. Misma situación en los países de
Centroamérica, como El Salvador, en donde la transferencia de experiencia y de
políticas públicas desde Estados Unidos es todavía importante, en particular en lo
que concierne a políticas de lucha contra la criminalidad (véanse las transferencias
de política después de las implantaciones de bandas delincuentes inspiradas de las
organizaciones similares de las grandes ciudades estadunidenses).
Por último, la integración regional, aún cuando fuera decepcionante y por obligación,
pudo facilitar los intercambios de ideas y de experiencia así como conducir a varios
países hacia reformas similares. Por supuesto, en América Latina los procesos de
integración se caracterizan más bien por la debilidad de sus instituciones comunes,
por persistentes reticencias para transferir competencias a nivel supranacional en
varios ámbitos de la acción pública y por una gran fragmentación de las iniciativas
(Dabène, 2009). No obstante, desde el punto de vista de las políticas públicas sucede
que, un poco al igual que la integración europea, los intercambios suscitados por
estas lógicas de integración resultaron en una mutualización de los diagnósticos y de
las soluciones, al mismo tiempo que socializaron a las élites político-administrativas
en estas mismas orientaciones. Los programas sociales de ayuda, ejemplo de los cuales
es la ya mencionada Bolsa Familia, se han desarrollado en estos últimos años en Brasil y
en México para buscar una solución a la pobreza de algunos sectores de la población.
Los intercambios entre los dos países sobre el tema parecen reales y fructuosos.
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Aún cuando los marcos políticos e institucionales de las políticas públicas cambiaron
hacia una “renacionalización” de las opciones públicas, cabe precisar que el proceso
de decisión sigue bajo control muy parcial de los actores político-administrativos
locales. La dependencia de esos países en términos de recursos y de experiencia de
acción es todavía fuerte, en especial en algunos ámbitos y para ciertos países. Las
políticas de desarrollo alternativo, que adoptan en especial la forma de incentivos para
cambiar las lógicas de producción agrícola al erradicar o limitar el cultivo de la coca
en varios países, siguen siendo estructuradas, financiadas e implementadas esencialmente por organizaciones internacionales, organizaciones no gubernamentales o entonces por países no latinoamericanos. Lo que ha cambiado no es tanto la dependencia
relativa como las fuentes y formas de interacción características de esas presiones
externas. Así, en el análisis de estas políticas en Perú se observa que las organizaciones
estadunidenses, tipo USAID, tienen ahora una presencia relativamente menor y que la
acción pública es cada vez más resultado de la inversión local de fundaciones privadas,
en particular alemanas, que tratan de elaborar nuevas políticas en asociación con los
actores locales. De la misma manera, la gestión de los servicios públicos no siempre
está racionalizada dado que las recientes reformas provocaron principalmente la
renegociación de los contratos de concesión en lugar de restituirle al Estado la competencia directa en estos ámbitos de acción. Si la naturaleza de la relación de fuerzas
entre actores internos y externos en ocasiones permitió un mejor equilibrio, estos
cambios recientes apenas autorizan a muchos de estos países a prescindir de manera
muy parcial y puntual de una influencia exterior que todavía es necesaria, especialmente
en lo que concierne a la experiencia y a los medios de acción. Por último, subsisten
todavía formas más tradicionales de “captura” del proceso de decisión, ya sean ligadas
a las relaciones clientelistas a menudo consideradas como determinantes en estos
países, al peso de ciertas grandes compañías o de ciertas élites sociales, o entonces
a la influencia de ciertas instituciones sociales como las iglesias o las comunidades
indígenas. En muchos casos, es la contraparte del proceso de politización y/o de
personalización ya evocado. La decisión queda bajo influencia, sigue siendo elaborada y finalizada por redes restringidas de actores, cercanos a algunas organizaciones
políticas o agentes económicos. De esta manera, toda tentativa de estudio del proceso
de decisión en el caso de Venezuela parece frenada no sólo por la escasez de los
recursos documentales sino también por la gran volatilidad del contenido y de los
actores influyentes durante el proceso de decisión. A veces parece que las decisiones se
toman de manera circunstancial y arbitraria. También pueden tener un carácter
contradictorio a unos meses de intervalo, como fue recientemente el caso en torno
a varias reformas sucesivas del sistema universitario venezolano. La permeabilidad del
aparato de Estado a grupos o instituciones sociales exteriores al marco burocrático
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en el sentido estricto, también ha sido una característica, en estos últimos años, del
caso de Bolivia en donde la irrupción del Movimiento Al Socialismo (MAS), que llegó
al poder con la elección de Evo Morales, contribuyó en ocasiones a cuestionar las
redes de acción pública hasta entonces generalmente controladas por las compañías
y los grupos de interés de la región de Santa Cruz, y a crear otras redes estructuradas
alrededor del partido presidencial.
3.2.3. Burocracias e implementación de políticas públicas
Los límites de las instituciones y de los actores políticos tradicionales, en los
que a menudo se hace hincapié, se completan con las debilidades estructurales a
nivel de las burocracias, de las capacidades administrativas y de los procedimientos
de implementación de las políticas públicas. No es algo específico de los países latinoamericanos dado que la implementación se considera como una fase crucial, a
menudo conflictiva y muy parcialmente controlada de la acción del Estado. De manera
clásica, a menudo se le describe como una dilución, más o menos extensiva, de la
decisión en condiciones locales del ejercicio de la acción pública. Pressman y Wildavsky,
en una obra de referencia indispensable en este ámbito de estudio, habían mostrado
que en Estados Unidos sucede que, según la fórmula empleada, “las políticas decididas
en Washington desaparecen en Oakland” (Pressman et al., 1973). Contrariamente a
un concepto convencional reductor, la comprensión de las políticas públicas no se
resume al análisis de la decisión, también debe incorporarse el estudio de las condiciones y modalidades objetivas de su aplicación en el terreno. Ahora bien, estos
factores “locales” a menudo se caracterizan por medios objetivos poco relacionados
con las metas fijadas durante la decisión o entonces por la resistencia más o menos
inesperada de “clientelas” concernidas por la acción pública. Para retomar una expresión utilizada por Mény y Thoening, la implementación es una manera, característica
de toda política pública, de “proseguir con la lucha” en otros momentos y por otros
medios (Mény et al., 1987).
En el caso de los países latinoamericanos, una vez más, la particularidad reside más
en la forma y en la intensidad de los problemas que estos países enfrentan, que en
una originalidad esencial. Lo que se observa en varios estudios es la incapacidad de
los actores en el terreno, sean administrativos o privados, para tomar a su cargo y
hacer efectivas las decisiones lanzadas a nivel central. Muchas de las reformas
emprendidas se “diluyen” así en la realidad de contextos locales desigualmente
controlados por el aparato burocrático o que son objeto de movilizaciones sociales
fuertes en contra de las políticas adoptadas.
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Una de las nociones empleadas frecuentemente por los analistas de los Estados
latinoamericanos así como por las organizaciones internacionales es la de “capacitybuilding” o entonces “State capacity”. En los trabajos comparativos sobre los regímenes
latinoamericanos realizados a partir del estudio de las reformas administrativas,
Barbara Geddes mostró desde 1994 que uno de los problemas cruciales de la acción
política y de las políticas públicas residía en la incapacidad de los actores políticos
para apoyar sus decisiones en instituciones y competencias burocráticas reales
(Geddes, 1994). Uno de los indicadores con frecuencia citados y que ya evocamos
en relación al lugar del Estado en general, está relacionado con los resultados de las
administraciones latinoamericanas en materia de recaudación de recursos. En estudios
sucesivos, la OCDE ha podido mostrar que en este tema la capacidad de las burocracias
para obtener, por medio del impuesto, los recursos necesarios para sus acciones es
todavía bastante desigual. Así, mientras Brasil se caracterizaba en 2004 por una relación
entre el producto del impuesto y el PIB bastante satisfactorio (alrededor de 36%,
lo cual es comparable a los resultados de los países de la OCDE), otros Estados,
específicamente Perú y México, contaban con ingresos públicos cuya parte en el PIB
era muy inferior, alrededor de 15 a 20% del PIB (OCDE, 2006). Con excepción del
caso chileno, a menudo presentado como ejemplo de una administración eficaz, en
especial en varias publicaciones del BID, los países latinoamericanos parecen tener
muchas dificultades para obtener por medios burocráticos clásicos los recursos
financieros necesarios para la acción concreta.
Más allá de la cuestión fiscal, abundan ejemplos de acciones públicas que, una vez
elaboradas, se diluyen durante la implementación debido a los limitados medios y
competencias de la mayoría de las administraciones en los países latinoamericanos.
En Brasil, se han denunciado de manera recurrente las políticas de educación por su
incapacidad a luchar de manera eficaz contra la baja tasa de alfabetización en algunas
zonas y/o en ciertos sectores de la población. En varios países algunas administraciones
esenciales, en particular la administración fiscal, han sido gangrenadas por la corrupción,
el clientelismo y/o una capacitación limitada de su personal. Por último, el sistema
hospitalario también ha sido objeto de críticas debido a su falta de equipo y de
capacitación del personal de salud.
Estos ejemplos dispersos a veces han sido objeto de análisis transversales, considerados como diagnósticos previos a la implementación de las reformas administrativas
importantes. Desde hace algunos años, las investigaciones de Merilee Grindle, en
particular, se centran en el estudio comparativo de las burocracias latinoamericanas
(Grindle, 2000). Entre sus diagnósticos, se destaca la denuncia de la persistencia del
clientelismo y la crítica recurrente de una fuerte politización de los funcionarios. En
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base a un estudio realizado por Iacoviello y Zuvanic (Iacoviello et al., 2006, citado en
Grindle, 2010), Grindle establece que el porcentaje de puestos de funcionarios
públicos que dependen de un nombramiento político es a veces muy elevado: el 9%
de los puestos en Bolivia, 9.52% en Brasil y hasta 17.76% en Guatemala están sujetos
a dicha politización, en tanto otros países, al menos formalmente, han logrado
limitar esos sesgos potenciales (tasa de 0.26% en Argentina, de 1.34% en Chile o de
1.08% en Colombia). A pesar de estas reformas recientes, Grindle concluye que
“los estudios de caso indican que de los administradores de rango intermediario
hasta los consejeros presentes a niveles superiores, muchos están todavía sujetos a
nombramientos y dimisiones arbitrarias” (Grindle, 2010, p. 21). De ello deduce un
cuadro comparativo con los resultados relativos de las administraciones latinoamericanas en torno a tres dimensiones principales; la eficacia, la importancia relativa
de los nombramientos por mérito y la capacidad reconocida de los funcionarios en
el lugar. Brasil y Chile se caracterizan por resultados relativamente elevados lo que
prueba el funcionamiento relativamente satisfactorio de sus administraciones. En
el caso de Brasil, la parte de los nombramientos por mérito es de 87% en tanto
los índices de eficacia y de “competencia” figuran también entre los más altos.
Simétricamente, Ecuador, Perú y El Salvador se distinguen por resultados muy bajos
en las tres dimensiones arriba mencionadas.
Con el cúmulo de los diagnósticos, a veces difundidos por organizaciones internacionales [ 38 ], se han generado numerosas tentativas, bajo distintas formas, para rebasar
estos límites de la burocracia tradicional. Primero, con la implantación de administraciones nuevas, inspiradas del mundo empresarial y alentadas por las organizaciones
internacionales y/o defendidas por nuevas coaliciones gubernamentales. Frente al
problema de recaudación tributaria, el gobierno de Fujimori en Perú trató, por ejemplo,
de establecer una nueva administración fiscal, la Superintendencia, integrada por
jóvenes economistas a veces reclutados en el extranjero y pagados en base a un
índice mucho mayor que el de los funcionarios “clásicos”. La idea subyacente era no
sólo dotar al Estado peruano de una estructura adaptada a la búsqueda de un mejor
resultado fiscal por medio de la competencia técnica de sus economistas, sino también
prevenir toda tentativa de corrupción de los funcionarios por medio de salarios más
altos y carreras mejor valorizadas (Cuvi, 2009).
[38] Ver el sitio creado por el BID sobre estas cuestiones:
http://www.iadb.org/idbamerica/sectorhomepage.cfm?thisid=6&lanid=4
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Otro intento de solución, la privatización de cientos de actividades que se confiaron
a empresas consideradas más competentes y menos susceptibles de ceder a los
arreglos tradicionales como sucedió en varias industrias de transporte y de red. La
privatización total o parcial de la gestión del agua, de los transportes urbanos o de
las actividades de recolección y tratamiento de basura permitió establecer acuerdos
público-privado que se estiman garantes de una mayor eficiencia de la acción en
estos ámbitos considerados cruciales.
Por último, las debilidades endémicas de las burocracias clásicas a menudo han instigado
iniciativas privadas de empresas pero también de asociaciones u organizaciones no
gubernamentales que se encargan de políticas insuficientemente apoyadas por el
Estado. Ese fue el caso en Brasil, donde los límites estructurales de las políticas de
educación han permitido a fundaciones o asociaciones crear sus propias estructuras
para completar, o incluso sustituir al sistema educativo clásico. De igual forma, para
esquivar los bloqueos ejercidos por intereses locales, públicos o privados, las asociaciones
y/o organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales practican un
“derecho de tanteo” en materia de políticas de preservación del medio ambiente.
Estos ajustes provocados por los desarreglos a nivel de la implementación no siempre
son perennes y a su vez fomentan problemas adicionales. De esta manera, la creación
de administraciones ad hoc , muy especializadas y a menudo muy apegadas a los
empresarios, políticos o administrativos que contribuyeron a crearlas y a establecerlas,
no garantiza una verdadera continuidad ni una institucionalización duradera de
estructuras y procedimientos administrativos legítimos. Si retomamos aquí el caso
peruano antes mencionado, es interesante observar que la Superintendencia resultó
muy permeable a las evoluciones de la coyuntura política y al retiro de las personas
que la habían iniciado. Otro ejemplo, la implementación de nuevas estructuras para
la gestión de carreras públicas en México, el servicio profesional de carrera, que se
estableció a partir de 2003 pero de manera muy parcial y politizada como para
permitir una verdadera renovación de la gestión del personal administrativo.
Por otra parte, dentro de un contexto dominado por el cuestionamiento del “consenso
de Washington” y debido a los límites objetivos de las asociaciones público-privado,
la privatización de políticas públicas es una solución a la que se recurre cada vez
menos. El encarecimiento de los servicios, el sentimiento de una “traición” de prácticas
o de intereses locales, son a veces problemas relacionados con estas transferencias
que han terminado por justificar que estas políticas vuelvan a ampararse en el Estado.
La gestión del agua por ejemplo se confió de nuevo a las municipalidades locales, en
ocasiones incluso al Estado, de manera a producir un servicio público más próximo
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a los ciudadanos y mejor ajustado a las necesidades expresadas por los grupos sociales
como por las empresas concernidas. Al igual que sucede con otras dinámicas de la
acción pública, las condiciones y modalidades de la implementación son reflejo de
las especificidades de la realidad latinoamericana que se destacan en particular por sus
políticas híbridas entre prácticas tradicionales, presiones internacionales y una voluntad
reformadora más o menos perdurable. Philippe Bezès lo muestra perfectamente en
su artículo antes mencionado, en el que insiste, en especial, sobre los elementos de
continuidad y sobre las reformas parciales que caracterizan a las reformas burocráticas
recientes. En su opinión, “los modos de funcionar y de organizarse de las administraciones de los regímenes anteriores no democráticos, a menudo sedimentaron la
distribución del poder, favorecieron divisiones sociales, legitimaron y difundieron
representaciones colectivas, estructuraron intereses, apoyos, incentivos y recursos,
desarrollaron ciertos tipos de lealtades que reposan sobre el clientelismo y contribuyeron a las prácticas de grupos sociales al desarrollar patrones de respuesta para
la sociedad y los oponentes” (Bezès, 2007, p. 27). De la misma manera, las reformas
administrativas tropiezan con los anteriores marcos institucionales cuya inercia intrínseca se completa con las movilizaciones que buscan defender los intereses ganados.
Aquí se retoma esa idea según la cual las tensiones y evoluciones que están en el centro
de las políticas públicas y del funcionamiento de las burocracias en América Latina,
también son determinantes para todo análisis de los fenómenos de consolidación de
los regímenes democráticos y del Estado en esas mismas sociedades.
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3.3. La descentralización:
una voluntad de ahondar la democracia
Jean-François CLAVERIE
Resumen
Tres etapas han marcado la descentralización en América Latina:
l
la creación, al término de las independencias, de Estados federales: Argentina,
Brasil, México, Venezuela.
l
la institucionalización en los años 1980 de los países unitarios que permitieron
consolidar la democracia;
l
por último, desde los años 2000, la descentralización pasó de un nivel formal a
una afirmación del poder de los gobiernos.
Entre los Estados federales hay que distinguir los países de federalismo formal como
Venezuela, los países en donde el peso del Estado federal predomina y frena la autonomía de los Estados federados como Brasil y México, así como Argentina en donde
las provincias tienen poderes muy importantes pero fragilizados por el sistema de
transferencia financiera llamada de “coparticipación”.
La descentralización de los países unitarios se construyó a partir de un movimiento
municipalista y a partir del debilitamiento de los Estados, enfrentados a la necesidad
de dar respuesta a las crisis económicas de los años 1990. Chile es una excepción
en la medida en que estas crisis lo afectaron menos, lo cual explica su retraso para
descentralizarse.
En lo que toca a la gobernanza de las administraciones locales hay que hacer hincapié,
por un lado en la debilidad de su capacidad de gestión, en la corrupción –mal endémico
en muchos países que no afecta necesariamente a los países más pobres (Argentina,
México)–, en la fragilidad de sus recursos financieros, en los problemas de recaudación
de impuestos, en la dificultad de llevar a cabo políticas estructurantes debido a mandatos cortos y a menudo sin posibilidad de reelección. Al lado de estas fragilidades, la
evolución actual muestra que una nueva élite política ha surgido, bien preparada ya
sea gracias a estudios universitarios o a prácticas sociales anteriores (miembros de ONG
o sindicalistas). Además han surgido nuevos modos de gestión local, más transparentes.
Estas nuevas prácticas también son más participativas, más democráticas y menos
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clientelistas. Un movimiento de mancomunidades busca rebasar las diferencias políticas
o territoriales para enfrentar los grandes retos de la gestión pública local, sean los
del agua, los de los transportes o los de la basura que se encuentran en el centro de
las problemáticas latinoamericanas.
Estas fuerzas y flaquezas no conciernen a los mismos municipios. Los que se pueden
calificar de “fuertes” representan una minoría pero son cada vez más numerosos
en cada nueva elección local. Este movimiento demuestra que, al igual que existen
países emergentes, hay gobiernos locales emergentes y que este calificativo no reúne
exclusivamente datos económicos sino también nuevas formas de gobernanza, más
democráticas.
Las crisis económicas y políticas de los años 1980 en América Latina, la imposibilidad
de los gobiernos nacionales para responder eficazmente a las crecientes demandas de
la sociedad civil han sido en gran parte generadores de los procesos de descentralización en América Latina. Los gobiernos nacionales, a partir de esos años, decidieron
poco a poco, transferir una parte de sus competencias y otorgar una autonomía más
o menos amplia a los gobiernos locales. Estas transferencias reflejaban una voluntad
de reestructurar su economía en un contexto de globalización que redistribuía los
poderes financieros y políticos. En general, se acompañaron de una distribución más
igualitaria de los recursos.
3.3.1. El marco institucional: Estados unitarios y Estados federales
En paralelo a la democratización de los años 1980 y a los planes de ajuste estructural,
en los últimos treinta años América Latina también vivió un movimiento de descentralización así como experimentó el creciente poder de gobiernos locales que
afirmaron su voluntad de ser actores de las políticas públicas, sean éstas conducidas
por los Estados centrales o iniciadas por ellos mismos, lo cual se concretizó a través
de movimientos municipalistas apoyados en especial por las asociaciones nacionales
de municipalidades. La más emblemática de estas asociaciones ha sido la de Ecuador
(Asociación de Municipalidades Ecuatorianas, AME) que todavía en 2010 era la más
representativa de América latina.
Hoy, todos los niveles de gobiernos locales (municipalidades, departamentos,
provincias, Estados federados) son elegidos por sufragio universal, salvo en Chile
donde los ejecutivos regionales y provinciales son nombrados por el poder central
(Intendentes, gobernadores), pero esto se inscribe en un proceso de descentralización
que debería, a corto o mediano plazo, conducir a una elección directa.
En este contexto hay que distinguir a los Estados federales y a los Estados unitarios.
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Estados Federales
El federalismo en Brasil y México se inspira en gran parte del federalismo de los
Estados Unidos, el de Venezuela es sólo formal desde sus orígenes y desde 1999 el
gobierno de Hugo Chávez ha fortalecido ese formalismo. El federalismo argentino
es atípico; no se trata de Estados como tales sino de provincias. La nación argentina
se edificó a partir de provincias, y el peso demográfico (más del tercio de la población),
económico (50% del PIB) y geográfico (superficie igual a la de España) de la provincia
de Buenos Aires fortalece esta preeminencia histórica de las provincias. Cabe señalar
que desde la crisis de 2001, el Estado federal ha cobrado mayor poder, sobre todo a
través del llamado financiamiento de “coparticipación” que se aplica entre provincias y
municipalidades. Esta preeminencia de las provincias se expresa en la Constitución
en donde se menciona que son las provincias las que delegan una parte de sus
poderes al Estado Nacional.
Brasil
Desde que se constituyó en un Estado-Nación, Brasil ha tenido dos formas de
organización política: primero el Imperio, creado después de la Independencia de
1822 y que llegó a su término en 1889; luego, con la proclamación de la República el
país se organizó en una federación. La noción de federalismo que define a un Estado
federal o a una “federación” se caracteriza por la manera en la que se concibe la
participación del todo y de las partes en la elaboración y en la enmienda de la
Constitución: “Cada sistema de gobierno federal prevé la participación de las administraciones locales en el poder de enmienda”. Esta característica de organización
implica la definición de los poderes locales que constituyen al Estado en su conjunto.
La República de Brasil ha tenido desde el final del Imperio seis constituciones y en
todas se ha reafirmado el carácter federativo del país. La Constitución de 1891, la
primera del Brasil republicano, se inspira ampliamente del sistema de federación de
los Estados Unidos –al grado de llamarse “Estados Unidos de Brasil”. Desde ese
entonces, se ha planteado el problema de los poderes locales y de la definición de las
entidades territoriales. En efecto, el cambio de Imperio a República implicó el cambio
de provincias a Estados que hasta hoy son las componentes del Estado brasileño.
La organización territorial brasileña es anterior a la Constitución de 1988 que instaura
un regreso a la democracia e integra la descentralización. Garantiza la autonomía
administrativa y política de la Unión de los Estados, del Distrito Federal (DF de Brasilia) y
de sus municipios. Los niveles de gobiernos son tres con un estatuto peculiar para el DF.
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El gobierno central se define como “la Unión que reúne a los poderes ejecutivo y
judicial”. El Presidente de la República, elegido por sufragio universal directo por un
periodo de cuatro años se encuentra a la cabeza del ejecutivo. El presidente está
secundado por el vicepresidente que asume el ejecutivo en caso de deceso o vacancia
del poder. Bajo circunstancias de este tipo fue como Immar Franco, siendo vicepresidente de Fernando Collor, destituido por corrupción y delito en cuadrilla, se convirtió
en Presidente de la República
El poder legislativo está a cargo del Congreso nacional organizado en sistema bicameral,
una cámara alta y una cámara baja, respectivamente Senado y Cámara de Diputados.
Los senadores son elegidos por ocho años con una renovación de un tercio y luego
de dos tercios cada cuatro años. El Senado cuenta con 81 parlamentarios, o sea tres
representantes por Estado, incluido el Distrito Federal. Por su parte la Cámara de
Diputados reúne a 513 parlamentarios. Se diferencia a los diputados federales de los
diputados estudais o sea parlamentarios de “Estado”. Son elegidos por sufragio universal
directo cada cuatro años. Contrariamente a los senadores, el número de representantes
de la cámara baja es proporcional a la población de cada Estado (con un mínimo de
ocho representantes para los Estados menos poblados y un máximo de 70 para el
Estado de Sao Paulo).
La Unión, siguiendo el modelo de Estados Unidos, está compuesta por Estados
federados y son 26. Se observa que hay una transposición del sistema presidencial a
nivel de los estados y en cada uno el poder ejecutivo recae en un gobernador asistido
por un vicegobernador, ambos elegidos por sufragio universal directo por cuatro años,
mandatos renovables una sola vez. Cada Estado adopta su Constitución en armonía
con la Constitución Federal y en cada uno el poder legislativo reposa en una asamblea
legislativa.
El segundo nivel de poder local es la municipalidad. Se cuenta con 5 564 municipalidades en Brasil. El ejecutivo, al igual que en el esquema presidencial y en el del
Estado federado, está a cargo de un alcalde (Prefecto) y un vicealcalde, elegidos por
sufragio universal directo por cuatro años, mandatos renovables una sola vez. La gestión
de la municipalidad está a cargo de un gobierno municipal formado por secretarios,
designados y dirigidos por el alcalde. Los consejeros municipales (vereadores), elegidos
por sufragio universal, se reúnen en la Cámara de los consejeros municipales (Camara
dos vereadores) para ejercer el poder legislativo. Este sistema admite que el alcalde,
elegido sobre una lista distinta a la de los vereadores, no cuente con la mayoría en la
Cámara de los consejeros municipales.
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El DF de Brasilia que combina el funcionamiento de los Estados y el de las municipalidades elige a la cabeza de su poder ejecutivo a un gobernador así como a un
vicegobernador por cuatro años.
México
El federalismo mexicano se inspiró ampliamente del de los Estados Unidos. Al igual que
Brasil, el país se llama “Estados Unidos de México”. Se caracteriza históricamente
por una paradójica centralización inscrita en la Constitución de 1917 que por un lado
otorga un estatuto indefinido a los gobiernos locales y, por el otro, impone reglas
muy centralizadoras. Un centralismo fortalecido por el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) que gobernó durante 71 años, hasta el año 2000, de manera muy
autoritaria y centralizada. Hubo que esperar los años 1980 para que se redefinieran
las relaciones entre el Estado federal, los Estados federados y las municipalidades a
través del Plan Nacional de Desarrollo que creó instancias de coordinación entre los
tres niveles y delegó competencias relativas a los servicios urbanos básicos.
Finalmente, en los años 1990 con un programa nacional de solidaridad que buscaba
contrabalancear a nivel social los efectos de la política neoliberal aplicada, se crearon
27 000 comités locales clientelistas que reúnen a los beneficiarios de este plan de
solidaridad. Estos comités, controlados por el gobierno central a través de la Secretaría
de Desarrollo Social (SEDESOL) debilitaron el poder de las municipalidades.
México está compuesto por 31 Estados, el DF de México (DF) y 2 397 municipalidades.
La Constitución mexicana no atribuye competencias exclusivas a los 32 Estados
(DF incluido) pero les delega la “dirección del desarrollo nacional” con lo que tienen
toda libertad para definir, en la Constitución de su Estado, las delegaciones de competencias a nivel municipal. Sin embargo, la Constitución federal establece la lista de
servicios que son responsabilidad de las municipalidades. Aquí surge claramente la
verdadera naturaleza, falsamente centralizadora, del federalismo mexicano en el
que el Estado federal “retoma con una mano lo que atribuye con la otra”.
Argentina
El federalismo argentino se caracteriza por una preeminencia histórica de las provincias.
La Constitución argentina prevé que sean las provincias las que deleguen los poderes,
por un lado al Estado nacional y, por el otro, a las municipalidades. En este marco institucional disponen de una muy amplia autonomía política, jurídica, administrativa y
financiera que se enmarca en el sistema de coparticipación mencionado anteriormente.
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Argentina está compuesta por 23 provincias más el gobierno de Buenos Aires que
institucionalmente se puede asimilar a una provincia, así como de 2 80 municipalidades de pleno derecho dirigidas por autoridades elegidas. Dentro del marco de la
Constitución federal de 1994, el poder provincial otorga autonomía a las municipalidades. Al día de hoy, 19 provincias han otorgado esta autonomía a las municipalidades
para lo cual definieron los criterios de acceso. Cabe señalar que tres de las cuatro
provincias más importantes (Mendoza, Santa Fe y Buenos Aires), a 16 años de que la
Constitución las haya autorizado a hacerlo, aún no han otorgado esta autonomía a
sus municipalidades. Únicamente la provincia de Córdoba ha permitido la creación
de numerosas municipalidades que representan, por sí solas, cerca de la quinta parte
de las municipalidades argentinas.
Esta preeminencia institucional de las provincias repercute en los sistemas de gobernanza local. En Argentina el poder pertenece a las provincias, que están en el centro
del sistema de poder y tienen una amplia autonomía pero que ha sido frenada desde
1990 por el sistema de coparticipación impuesto por el Estado federal.
Las provincias también tienen un poder sobre las municipalidades gracias a esta misma
coparticipación provincia-municipalidades. En Argentina es imposible trabajar con
una municipalidad sin contar con el acuerdo de la provincia, el cual está condicionado al grado de sumisión política al gobernador. La atribución del presupuesto
depende en parte de su adhesión o no a la política del gobierno de la provincia.
Sin embargo, es importante destacar la existencia del Centro Federal de Inversiones
(CFI), algo así como un banco de desarrollo de las provincias que cofinancia los
proyectos de las provincias suministrando apoyo técnico. El consejo de administración
del CFI está formado por los gobernadores de las provincias y el Estado federal no tiene
ningún poder sobre sus decisiones. El CFI se financia en base a una cuota proporcional
que entrega cada provincia.
Venezuela
Formalmente federal desde 1864, Venezuela nunca ha asumido las características
de una federación y ello se ha acentuado con el actual gobierno cuyas tendencias
económicas así como políticas son fuertemente centralizadoras.
Venezuela está compuesta por 23 Estados y 322 municipalidades.
Los Estados y municipalidades deben cooperar entre sí para cumplir con las políticas
decididas por el gobierno.
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Los Estados deben administrar sus bienes, recursos y las tierras ociosas según las
normas decretadas por el poder central.
Las municipalidades tienen competencias más amplias y sobre todo presupuestos que
les permiten desarrollar políticas públicas y administrar servicios públicos en condiciones
aceptables ya que pueden recabar impuestos locales que corresponden a 50% de su
presupuesto y el resto lo asume el Estado Federal.
Estados unitarios
Las constituciones de los países unitarios, aprobadas hacia los años 1980, permitieron
en un primer tiempo democratizar a los gobiernos locales al instituir elecciones por
sufragio universal de los ejecutivos departamentales, provinciales y municipales.
Esto, por supuesto, revolucionó la vida local anteriormente controlada por “caciques”,
nombrados por un poder central a menudo dictatorial. Al principio, esta democratización significó una delegación de competencias muy restringida. Hubo que esperar
los años 1990 para que el proceso de descentralización, iniciado por Colombia y su
Constitución de 1991, se pusiera en marcha.
Hoy se pueden distinguir tres tipos de descentralización:
l
Los países unitarios con la descentralización más avanzada, al menos a nivel
institucional. Son los países en donde las constituciones, al igual que las leyes de
descentralización, se determinaron esencialmente por tres factores: el modelo de
las constituciones europeas y en particular la francesa, República descentralizada
en la cual el Estado mantiene un rol muy importante; la influencia de los modos
de organización social de las comunidades indígenas a las que se atribuyó estatuto
de organizaciones territoriales; por último, la presión de las ONG que, en la época
de las políticas de ajuste estructural, a menudo se sustituyeron a los poderes locales
para responder a las demandas de las poblaciones locales muy afectadas por estas
políticas. La influencia del modo de gobernanza de las comunidades indígenas así
como del de las ONG permitieron institucionalizar la participación ciudadana,
concepto fundamental en toda América Latina y que en sus orígenes tenía por
meta fortalecer la democracia local y luchar contra la corrupción. Este primer tipo
de países unitarios descentralizados reúne a Bolivia (Constitución de 2009), Colombia
(Constitución de 1991), Ecuador (Constitución de 2008) y Perú (Constitución de
2002). Cabe señalar una fuerte presencia indígena en estos países, mayoritaria en
el caso de Bolivia (60%), importante en el caso de Ecuador (35%) y de Perú (30%),
pero menor en Colombia (4%).
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l
El segundo tipo de descentralización concierne exclusivamente a Chile cuya
descentralización está inacabada. Se inspiró del modelo francés de los años anteriores a las leyes de 1982. Los ejecutivos de las regiones y de las provincias son
nombrados por el poder central. Esta fuerte centralización se debe a la geografía
del país (4 200 km del Norte al Sur) así como a la herencia de la dictadura militar
(1973-1989) que “legó” a los gobiernos democráticos las regiones militares convertidas
en regiones administrativas. El peso del Estado central es determinante en Chile,
sobre todo a través de la Subsecretaría de Desarrollo Regional (SUBDERE) que
mantiene un control determinante sobre las políticas públicas locales. Sin embargo,
se puede considerar que Chile va a emprender una descentralización más activa y
a corto plazo pasará al nivel de la descentralización francesa de 1982 otorgando
una autonomía real y permitiendo la elección directa de los ejecutivos regionales.
l
El tercer tipo abarca a los pequeños países, sean de Centroamérica (Costa Rica,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador), o del Cono Sur (Paraguay y Uruguay).
Por supuesto, representan realidades socioculturales y políticas muy diferentes. Costa
Rica y Uruguay son países reconocidos por la modernidad de su organización política
que incluyen una descentralización democrática y otorgan una autonomía real a
las administraciones infranacionales. Los otros países se caracterizan por su extrema
pobreza y por una historia política, más o menos reciente, muy conflictiva: guerras
civiles en Guatemala, en Nicaragua y en El Salvador, golpe de Estado en Honduras,
dictadura en Paraguay.
3.3.2. Mandatos electivos y gobiernos locales
Es importante hacer algunas precisiones semánticas de manera a entender bien la
realidad de los poderes locales en América Latina que revela un modo de gobernanza
peculiar.
Antes que nada, el término de “colectividad local” o “territorial”, muy empleado en
Francia no tiene sentido en América Latina en su traducción española o portuguesa.
Sólo la expresión “gobierno local” tiene sentido, lo que en sí, ya muestra la manera
en la que los alcaldes y gobernadores se situaron en relación al poder central. Recrearon
a nivel local las estructuras nacionales de gobierno sin contar, en su territorio, ni con
los poderes ni con los recursos que son constantemente negociados con la nación y
que a su vez negocian con sus municipalidades (sistema de coparticipación).
Esta observación semántica también debe hacerse en el caso de los miembros de los
ejecutivos locales: se trata de “secretario” en las alcaldías, provincias, Estados o departamentos. Esta palabra es la misma que la que designa a los ministros de los gobiernos
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3. El papel del Estado
nacionales. En Francia, los términos de “adjuntos” en el caso de las municipalidades
y de “vicepresidentes” en los departamentos y regiones se emplean para designar a
los ediles de la mayoría política de la administración a quien el alcalde o presidente
delegó un poder para administrar un sector específico.
Estas precisiones semánticas permiten comprender mejor el modo de gobierno de
las administraciones locales en América Latina, inducido por el sistema electoral en
vigor. Este sistema reposa sobre la elección del alcalde y del gobernador por escrutinio
uninominal. Se elije entonces a una asamblea deliberante en las municipalidades o
departamentos y, en los sistemas federales, a una asamblea legislativa en las provincias
o Estados. Además, en muchos países, es prácticamente imposible presentarse sin el
respaldo de partidos políticos nacionales, salvo en Argentina donde existen en las
provincias partidos “provincialistas”.
La elección separada de los ejecutivos y de los órganos deliberantes determinó un
modo de gobernanza que impide implementar políticas públicas estructurantes a
largo plazo y favorece los fenómenos de corrupción dado que los alcaldes o los
gobernadores, que con frecuencia no cuentan con una mayoría en su asamblea
deliberante, se ven obligados a negociar cada acción.
Los mandatos electivos se definen también por su corta duración, en especial para
los alcaldes, así como por la no reelección en muchos países. Al respecto, el más
significativo es México donde los alcaldes tienen mandatos de tres años sin posibilidad
de reelección. Esos modos de elección favorecen el populismo, la corrupción y el
clientelismo que con demasiada frecuencia rigen las decisiones de las políticas locales.
Además hay que destacar que los alcaldes, sus “secretarios” (equivalente de adjuntos al
alcalde) y los miembros de las asambleas deliberantes no reciben indemnizaciones
como sucede en Francia. Reciben salarios a menudo muy consecuentes, incluso en
las pequeñas municipalidades y se consagran de tiempo completo a su mandato. Sin
embargo, en América Latina se observa un movimiento animado por las asociaciones
de alcaldes que reivindica mandatos más largos y la posibilidad de una reelección.
Este movimiento surgió después de la serie de reformas constitucionales que se han
aprobado en estos últimos años y que han permitido a los presidentes de la República
volver a postularse (Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador).
A pesar de todos estos frenos para realizar una descentralización asumida y para
implementar las políticas públicas que den solución a las necesidades de infraestructuras, de acciones sociales, de medio ambiente de este continente, en los últimos diez
años ha surgido una dinámica interesante.
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3. El papel del Estado
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Está llegando una nueva élite política que cuenta ya sea con estudios superiores en
su país o en el extranjero, o entonces con una experiencia adquirida en los movimientos sociales o en las ONG. Esta nueva élite política ya no depende únicamente
de la necesidad de reconocimiento sino que se apoya en valores y competencias que
permiten pensar en el futuro con mayor optimismo y sobre todo han permitido una
cierta perennidad de sus políticas más allá de su mandato. Como ejemplo podemos
mencionar entre las grandes ciudades brasileñas a Belo Horizonte, Porto Alegre y
Vitoria ; en Chile a Valparaíso ; en Colombia, Bogotá y Medellín ; en Ecuador, Quito
y Cuenca ; en Perú, Lima ; en Venezuela, Ciudad Guyana y Maracaibo ; en Argentina,
Rosario, Morón, Córdoba y Quilmes ; en Uruguay, Montevideo y Canelones. Dentro
de este contexto, es difícil citar una ciudad mexicana, no porque ese país no cuente
con municipalidades cuya gestión sea de calidad sino porque la duración de los
mandatos impide políticas de largo plazo.
Un segundo factor positivo reside en las creaciones de redes de gobiernos locales.
Estas redes muy activas permiten intercambios y sobre todo acciones transnacionales.
Estas redes se han implicado en las políticas de cooperación descentralizada. El
ejemplo más emblemático es la red de las Mercociudades, creada en el 2000, que
reúne a las 200 ciudades más grandes del Cono Sur cuya sede se encuentra en los
locales de MERCOSUR, en Montevideo. Está organizada en 14 talleres temáticos, la
presidencia es anual y la asume una ciudad (en 2010 fue Rosario, en Argentina); la
Asamblea general de Mercociudades se llevó a cabo en Belo Horizonte, en Brasil,
los días 1,2 y 3 de diciembre 2010. Esta red se ha implicado mucho en los programas
de cooperación de la Unión Europea sean los programas “URBAL” [ 39 ] o “Actores
no gubernamentales y gobiernos locales” [ 40 ]. Otra red más reciente, reúne a los gobiernos intermedios: Estados federados, provincias, departamentos: OLAGI (Organización
Latinoamericana de Gobiernos Intermedios), cuya sede está en Quito (Ecuador).
Por último, en lo que concierne a la cooperación entre los gobiernos locales de
América Latina y las administraciones locales francesas, se observa un dinamismo
importante con Brasil y mucho menor con los países hispanoparlantes. Estas cooperaciones descentralizadas se han concentrado en Chile, Nicaragua y Perú. Inicialmente
[39] El objetivo del programa URBAL de la Unión Europea es desarrollar las redes de cooperación descentralizada
entre gobiernos locales de Europa y de América Latina sobre temas y problemas concretos de desarrollo local
urbano.
[40] El programa Actores no Gubernamentales y Gobiernos Locales es un programa mundial de la Unión Europea
que tiene como objetivo poner en contacto a las asociaciones y a las ONG con los gobiernos locales de manera
a establecer un intercambio y un espacio de trabajo sobre políticas públicas locales.
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los motivos fueron humanitarios y/o políticos pero con el tiempo se orientaron
–las que perduraron– hacia aspectos técnicos por lo general relativos a la gestión de
servicios públicos (agua, basura, transportes). Por otra parte, desde hace más de diez
años hay cooperaciones entre la Comunidad urbana de Nantes y Cochabamba en
Bolivia así como entre la Comunidad urbana de Bordeaux y varias ciudades venezolanas: Maracaibo, Ciudad Guyana, Caracas.
Con México se iniciaron dos cooperaciones, por un lado entre el Consejo regional
Provence-Alpes-Côte d’Azur (PACA) y el Estado de Nuevo León, y por el otro entre el
Consejo regional de los Pays de la Loire y el Estado de Yucatán. No existen cooperaciones con las ciudades mexicanas por las razones evocadas anteriormente, es decir
los mandatos de alcalde demasiado cortos (tres años sin posibilidad de reelección).
Hay que destacar que las cooperaciones recientes de las administraciones locales
francesas otorgan una particular atención a los temas relacionados con la gobernanza local y, más específicamente, con la democracia participativa, en la medida en
que esta práctica se ha institucionalizado en América Latina con metodologías
diversas según los países pero está perfectamente vigente gracias a una sociedad
civil muy presente y a las ONG muy activas. Las administraciones locales francesas
solicitan cooperaciones sobre este tema a sus socios latinoamericanos.
3.3.3. Recursos financieros y humanos limitados
Los gobiernos locales en América Latina cuentan con presupuestos bajos en relación
a las necesidades de su población. La contribución tributaria es baja, los mandatos
cortos de los ediles no favorecen una mejoría del sistema. Esta fiscalidad se aplica a
los servicios y equipamiento de locales. Por otra parte, la transferencia de recursos
del nivel central son insuficientes y objeto de conflictos entre los políticos locales y
los poderes nacionales. En los casos en los que existen recursos naturales, suscitan
reivindicaciones de autonomía que pueden resultar en conflictos violentos como ha
sucedido en Bolivia, en estos últimos años, en los departamentos de la “media-luna”
(Santa Cruz, Tarija, Pando y Beni), donde se localizan reservas de petróleo y de gas.
Argentina es una excepción ya que en ese país las provincias petrolíferas son las que
aprovechan la renta en un 90% sobre todo la provincia de Santa Cruz, única provincia
que no se fue a la quiebra durante la crisis de 2001. No es, por cierto, ninguna coincidencia política si al salir de esa crisis el gobernador de esa provincia, Néstor Kirchner,
fue quien resultó elegido Presidente de la República.
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3. El papel del Estado
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El recurso al préstamo sólo concierne a los gobiernos locales importantes y sobre
todo a las grandes metrópolis urbanas.
En estos últimos años, la intervención del BID y del Banco Mundial en grandes
proyectos de infraestructuras obligaron a los gobiernos locales a ser más rigurosos
en su gestión ya que las normas requeridas para estos programas son muy estrictas
e implican una inversión humana y financiera importante.
Las transferencias de recursos financieros no corresponden a las necesidades de los
gobiernos locales y crean brechas entre los territorios ricos, esencialmente las grandes
metrópolis, y los territorios pobres.
En los años 1990, época de políticas económicas neoliberales, se engendró la
privatización de los servicios públicos locales. Lo que provocó muchos conflictos, en
especial en torno a la gestión del agua en la que estaban implicadas empresas francesas (Cochabamba y El Alto en Bolivia, Buenos Aires en Argentina).
Los cambios políticos de los años 2000 marcaron una voluntad de los gobiernos locales
para reapropiarse estos servicios públicos. Al respecto, hay que destacar el interés
que hubo por el modelo francés de sindicatos mixtos que combinan financiamiento
público y privado. De igual forma, debido a sus bajos recursos, las municipalidades
latinoamericanas emprendieron un movimiento para crear mancomunidades. Esta
temática de la mancomunidad se integró en las constituciones ecuatoriana y boliviana,
lo que permite darle un marco legal a instituciones hasta entonces informales. Brasil
desarrolló este tema a nivel de las grandes metrópolis: la más conocida de estas
mancomunidades es la de los suburbios de Sao Paulo: San Andrés, San Bernardo, San
Caetano (A.B.C.).
No se puede abordar el tema de los recursos financieros sin evocar un tema íntimamente relacionado, los recursos humanos de los gobiernos locales.
Fuera de México, donde los obreros (operativos) de las municipalidades están
fuertemente sindicalizados, de Argentina, Brasil y Uruguay que cuentan con un
embrión de función pública local, en todos los países se observa un sistema de
“spoils system” [ 41 ] así como una rotación sistemática que no se limita a los altos
“funcionarios”, esto último incluso en los cuatros países antes mencionados. Frente
[41] El “spoils system” reposa sobre el principio según el cual un nuevo gobierno debe poder contar con la lealtad
partidista de los funcionarios, y por lo tanto debe sustituir a los que se encuentran en esos puesto por otros que
sean “fieles”.
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3. El papel del Estado
a este sistema, el BID y el Banco Mundial con frecuencia aplican créditos no reembolsables para fortalecer las capacidades de gestión de los gobiernos locales antes
de aportarles sus créditos.
Desde hace poco, los cambios políticos que resultan de las elecciones locales son
propensos a frenar los “spoils system”, aunque esto se debe más a la mejor preparación
de los ediles locales que reconocen la necesidad de contar con mandos medios de
calidad que garanticen una permanencia de la gestión local, que a la institucionalización
de un servicio civil de carrera. Cuando se promulgaron leyes para establecer este
servicio civil de carrera, en particular en los Estados mexicanos, en muchos casos
nunca se aplicaron porque plantean un cuestionamiento demasiado evidente del
sistema político clientelista (ejemplo del DF de México).
En paralelo se organizaron cursos de capacitación para los agentes locales pero fuera de
algunos casos destacados (Quito, Rosario, Medellín, grandes ciudades brasileñas),
estos cursos no fueron racionalizados y no se apoyaron en ningún trabajo de análisis
de las necesidades ni de ingeniería de formación.
Se plantea entonces la cuestión de la toma de decisiones y de la relación del poder local
con la sociedad civil.
Si como lo hemos observado, las administraciones locales en América Latina se
consideran como verdaderos gobiernos locales y destacan la participación de los
ciudadanos en la gobernanza de su territorio, la realidad es a menudo diferente, aún
cuando sea riesgoso avanzar generalidades en un continente tan diverso por sus
historias políticas y culturales.
Sin embargo, podemos destacar los siguientes puntos flacos:
l
mandatos cortos en las municipalidades, a menudo con imposibilidad de reelección;
l
ediles políticos locales bien pagados para un mandato electivo que asumen de
tiempo completo. Esta situación, decidida por el legislador para luchar contra la
corrupción tuvo el efecto inverso ya que, en la mayoría de los casos, incitó a los
ediles locales a querer ganar mucho más dinero en poco tiempo;
l
complicadas gestiones jurídicas y administrativas en los procedimientos de toma
de decisiones establecidos para luchar contra la corrupción. Dado que la mayoría
de los países no cuenta con órgano de control financiero externo, no se alcanza el
objetivo inicial lo que frena la toma de decisión;
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recursos humanos que son fruto de un muy fuerte clientelismo, y por tanto competencias que con frecuencia no corresponden a las necesidades de las administraciones. Al respecto, cabe señalar que el clientelismo es más de orden personal
que político. Que el nuevo alcalde elegido sea del mismo partido que el anterior
no impedirá que se proceda al cambio de los funcionarios locales;
l
la falta de una “función pública”, sobre todo a nivel de los mandos medios que
deben garantizar la permanencia de la gestión local más allá de los cambios políticos;
l
posibilidades limitadas para obtener crédito que frenan las aptitudes para realizar
proyectos estructurantes a largo plazo.
También es necesario señalar algunos puntos fuertes que pueden parecer contradictorios en relación a las flaquezas mencionadas anteriormente. Pero en realidad
destacan la diversidad de situaciones y la heterogeneidad de un continente que
incluye a gobiernos locales con problemas del “Tercer Mundo” y a otros que han
emprendido la vía de una modernidad que en ciertos aspectos se encuentra
incluso por delante de las administraciones locales del “Primer Mundo”:
l
élites políticas más jóvenes, bien preparadas, a menudo en el extranjero, o entonces
con experiencia profesional después de haberse formado en ONG lo que les
permitió confrontarse a la realidad en el terreno y mantener una cercanía con los
ciudadanos;
l
la llegada muy importante (en ocasiones en mayor proporción) de las mujeres al
ámbito político así como a la alta administración local, por lo general más implicadas
que los hombres en las políticas públicas y, sobre todo, mucho menos concernidas
por la corrupción;
l
la presencia de ONG muy activas y cuyas actividades a menudo se parecen más
a las de un gabinete de estudio o de una empresa con posibilidades financieras
importantes. En los años 1990 de crisis económica, se sustituyeron a las instituciones
públicas deficientes y permitieron organizar a la sociedad para que viviera correctamente o incluso sobreviviera. De esta manera ganaron peso político y social
ineludible para la gobernanza local.
Por otro lado, las ONG tienen un papel preponderante a nivel local en los programas
de cooperación implementados por los donantes internacionales (PNUD, UE) que a
menudo prefieren trabajar con las ONG que con los gobiernos locales por confiar
más en relación a la transparencia en el uso de los fondos de cooperación;
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otro punto fuerte que se debe destacar concierne el hecho de que los gobiernos
locales toman en cuenta las problemáticas relacionadas con las políticas ambientales
y de desarrollo rural más allá de las que estén vinculadas a la biodiversidad y a la
Amazonia. Si bien América Latina enfrenta una urbanización “salvaje”, que a menudo
se considera como ineluctable, ha surgido una voluntad de afrontarla y se implementan programas que buscan anclar a las poblaciones en las áreas rurales, programas a cargo de comunidades indígenas, en particular. Esta voluntad empieza a ser
apoyada a nivel de algunos gobiernos (Ecuador, Bolivia).
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3. El papel del Estado
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Anexos
Estados federales
Argentina
Gobiernos
Locales
Poderes
Ejecutivos
Asambleas
deliberantes
Poder judicial
23 provincias.
Gobernador
y vicegobernador
(Sufragio universal
[SU] directo –
4 años).
Cámara legislativa
bi o monocameral
(SU directo – 4 años).
• Tribunal superior
2180
municipalidades.
Alcalde (electo
separadamente
por SU (4 años,
reelección autorizada
en la mayoría
de las provincias).
Consejo deliberante
(SU directo, duración
del mandato según
la provincia).
Ciudad
autónoma
de Buenos Aires
Jefe de gobierno o
gobernador electo,
con el vicegobernador
(SU directo desde
1994 – 4 años,
mandato renovable
una sola vez).
Legislatura de 60
diputados (SU directo –
4 años, renovación
parcial cada 2 años –
reelección autorizada
pero no inmediata).
Organización
político
administrativa
de la magistratura,
• Ministerio publicó.
1054 estructuras
infra-municipales.
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de justicia,
• Consejo
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(idem provincias).
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3. El papel del Estado
Argentina
Estado federal
Estados federados
Municipalidades
Poderes delegados
por las provincias
Competencia
general
Autonomía relativa: las provincias
definen su alcance y su contenido.
Competencias exclusivas:
• acuerdos internacionales,
• propiedad
de los recursos naturales
de su territorio,
• educación secundaria
(por transferencia).
Competencias exclusivas:
• colecta y tratamiento
de los residuos sólidos,
• construcción y mantenimiento
de las carreteras,
• evacuación de las aguas
usadas y de lluvia,
• parques, mercados y cementerios,
• POS, normas de construcción,
• limpieza y alumbrado público
circulación y reglamentación
del transporte público.
Competencias compartidas
con el Estado federal:
• educación superior,
• salud preventiva,
• estaciones de autobuses,
• vivienda,
• luz y gas.
Competencias compartidas
con las provincias:
• educación primaria,
• salud básica,
• agua y saneamiento,
• carreteras regionales.
Competencias de hecho:
• mantenimiento
de los edificios escolares,
• servicios de salud.
Répartition
des
compétences
Reparto
de
competencias
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
Provincias
Municipalidades
Recursos:
• transferencias establecidas por la ley:
régimen de coparticipación,
• derechos sobre subsuelo: recursos naturales,
• impuestos sobre la renta, bienes inmuebles,
sellos y vehículos.
Recursos:
• transferencias fijos de las provincias
(coparticipación),
• subsidios de servicios,
• impuestos sobre servicios municipales,
medio ambiente, empresas.
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3. El papel del Estado
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Cuadro 25 Brasil
Gobiernos
Locales
Poderes
Ejecutivos
Asambleas
deliberantes
Poder judicial
27 Estados.
Gobernador
y vicegobernador
(Sufragio
universal [SU]
directo – 4 años).
Asamblea Legislativa
Diputados electos por SU
directo (4 años) – número
según la representación
del Estado en la Cámara
de Diputados de la Unión.
• Jueces
Distrito Federal
de Brasilia.
Gobernador
(SU directo –
4 años).
Asamblea de Distrito
Diputados electos por SU
directo (4 años) – número
según la representación
del DF en la Cámara de
Diputados de la Unión.
5 561
municipalidades.
Prefeito (= alcalde)
(SU directo – 4 años
Renovables 1 vez).
Cámara Municipal
9 a 55 consejeros según
la población, electos
por SU directo (4 años
renovables 1 vez).
Organización
político
administrativa
8 000 distritos
inframunicipales .
[ 178 ]
de primera
instancia.
• Tribunal de Justicia
del Estado.
Sub-prefeituras (= alcaldías anexas).
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3. El papel del Estado
Cuadro 26 Brasil
Répartition
des
compétences
Reparto
de
competencias
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
Estado federal
Estados federados
Municipalidades
Interés nacional
o regional
Interés nacional
o regional
Autonomía administrativa
y política
Competencias exclusivas:
• relaciones con los Estados
extranjeros,
• planes nacionales
o regionales de desarrollo
social o económico,
• concesión de algunos
servicios
(telecomunicaciones,
radiodifusión).
Competencias exclusivas:
• explotación del gas,
• reuniones
supramunicipales,
• todas las competencias
que no son prohibidas
por la Constitución
Federal.
Competencia general
sobre temas locales.
Competencias compartidas:
• patrimonio y turismo,
• salud,
• medio ambiente,
• educación y cultura,
• justicia y policía,
• política social,
y desarrollo económico.
Competencia exclusiva:
• creación de distritos que
dependen principalmente
de las municipalidades:
• educación preescolar
y primaria,
• centros de salud,
• deportes y esparcimiento,
• cultura y turismo,
• urbanismo: zonas,
inspección, autorización
de actividades comerciales
e industriales.
Estados Federados
Municipalidades
Recursos:
• transferencias
discrecionales
del Estado Federal.
Recursos:
• parte de la explotación de recursos naturales,
• transferencias del Estado Federal y de Estados Federados,
• impuesto a la propiedad, impuestos sobre servicios,
• préstamos,
• acceso al crédito limitado.
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3. El papel del Estado
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Cuadro 27 México
Organización
políticoadministrativa
Gobiernos
Locales
Poderes
Ejecutivos
Asambleas
deliberantes
31 Estados +
Distrito Federal
de México.
Gobernador
(SU directo – 6 años
no renovables).
Asamblea legislativa
(SU directo – 6 años
no renovables)
2 397
municipalidades.
Elección común de los representantes
municipales por SU directo por 3 años
no renovables.
Alcalde
[ 180 ]
5 a 20 consejeros
en función del tamaño
de la municipalidad.
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Poder
judicial
Representante
judicial –
controla al ejecutivo.
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3. El papel del Estado
Cuadro 28 México
Estado Federal
Répartition
des
compétences
Reparto de
competencias
Estados Federados
Municipalidades
Competencia general
Competencia general
pero autonomía relativa:
los Estados federales crean
las municipalidades y definen
sus competencias.
Competencias municipales
a menudo garantizadas
por los Estados:
• agua,
• urbanismo,
• carreteras,
• recaudación tributaria.
Dependen principalmente
de las municipalidades:
• agua potable y saneamiento,
• parques, mataderos,
mercados, cementerios,
transportes urbanos,
• limpieza y alumbrado público,
• policía y circulación.
Competencias eventuales:
• urbanismo,
• desarrollo,
• medio ambiente.
Competencias compartidas:
• educación y salud
definición de políticas,
reglamentación y control,
• ayuda social: control.
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
Competencias compartidas:
• educación: técnica
y administrativa,
• salud: recursos humanos,
materiales y
presupuestarios,
• ayuda social: reparto
de fondos a las
municipalidades.
Competencias compartidas:
• locales escolares,
• ayuda social: uso
y control de fondos.
Estados federados
Municipalidades
Recursos:
• sistema nacional de coordinación fiscal:
los Estados redistribuyen
las transferencias del Estado federal
según montos fijos.
Recursos:
• sistema nacional de coordinación fiscal –
subsidios discrecionales,
• impuesto a la propiedad,
• impuestos,
• préstamos.
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3. El papel del Estado
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Estados unitarios
Bolivia
Organización
políticoadministrativa
Répartition
des
compétences
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Gobiernos Locales
Poderes ejecutivos
Asambleas deliberantes
9 departamentos.
Gobernador
(SU directo – 5 años).
Consejo departamental
(SU directo – 5 años,
mandato renovable
una sola vez).
112 provincias.
Subprefecto.
Consejo provincial.
313 municipalidades.
Posibilidad de crear
regiones metropolitanas
para las ciudades .
500 000 h.
Alcalde elegido
por el consejo municipal
(5 años, mandato renovable
una sola vez).
Consejo municipal
(SU directo – 5 años, mandato
renovable una sola vez).
Territorios indígenas.
Alcalde elegido
por SU directo – 4 años.
Estatuto propio en proceso
de elaboración.
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3. El papel del Estado
Bolivia
Reparto de
competencias
Nivel regional (departamento)
Nivel municipal
• mantenimiento del orden (gobernador),
• planificación y promoción
• planificación y promoción del desarrollo,
del desarrollo económico y social
(planes departamentales),
• electrificación rural, irrigación y apoyo
a la producción, investigación
y desarrollo técnico-científico,
medio ambiente y turismo,
asistencia social),
• salud, educación y asistencia social,
• estado civil.
• educación, salud, cultura, deporte,
• agua potable, saneamiento, residuos sólidos,
ordenamiento territorial, catastro,
alumbrado público, mercados, mataderos,
cementerios,
• servicios sociales (poblaciones vulnerables),
• defensa del consumidor,
• vivienda,
• medio ambiente,
• seguridad.
Competencias compartidas:
construcción y mantenimiento de las vías de comunicación terrestres.
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
Nivel regional
Niveau municipal
Recursos:
• regalías departamentales,
• Fondo departamental de compensación,
• 25 % del impuesto especial sobre
les hidrocarburos,
• transferencias relacionadas
al personal de salud, de educación
y de las políticas sociales,
• transferencias extraordinarias del Tesoro,
• impuestos sobre les servicios,
• créditos del Fondo nacional
de desarrollo regional.
Recursos:
• impuestos, impuestos y patentes
(1/3 del presupuesto municipal),
• Fondo nacional de inversión productiva
y social (57 %),
• créditos del Fondo nacional de desarrollo
regional.
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3. El papel del Estado
A SAVOIR
Cuadro 29 Chile
Organización
políticoadministrativa
Répartition
des
compétences
[ 184 ]
Gobiernos Locales
Poderes ejecutivos
Asambleas deliberantes
12 regiones + región
metropolitana
de Santiago.
Intendente nombrado
por el Presidente
de la República (4 años).
Consejo regional,
elección indirecta
por los consejos municipales
(4 años, reelegible).
51 provincias.
Gobernador nombrado
por el Presidente
de la República (4 años).
Consejo económico
y social consultativo:
• miembros permanentes,
• miembros elegidos
por las organizaciones sociales
provinciales (4 años).
345 municipalidades.
Alcalde elegido
por SU directo – 4 años.
Consejo municipal
(SU directo – 4 años, reelegible).
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3. El papel del Estado
Cuadro 30 Chile
Nivel regional
Nivel municipal
Regiones:
muy bajo grado de autonomía.
Competencia general:
promoción del desarrollo socioeconómico
y cultural.
Competencias exclusivas
de los Intendentes:
• orden público,
• coordinación de las oficinas regionales
de los ministerios.
Competencias exclusivas:
• plan regulador y de desarrollo comunal,
• permiso para construir,
• alumbrado y salubridad pública,
• parques y jardines,
• desarrollo comunitario,
• educación primaria y secundaria,
• salud básica.
Competencias compartidas
con el gobierno central y
con las municipalidades:
• promoción del desarrollo.
Competencias compartidas con las regiones
o con el gobierno central
• cultura,
• medio ambiente,
• políticas sociales,
• capacitación y empleo,
• apoyo a la producción,
• turismo, deportes y esparcimiento,
• urbanismo y vivienda social,
• infraestructuras sanitarias,
• transportes públicos,
• defensa civil,
• cultura, igualdad de genero.
Nivel regional
Niveau municipal
Recursos:
• transferencias: Inversiones públicas
de Decisión Regional (IDR),
entre las cuales el Fondo Nacional
de Desarrollo Regional (FNDR)
y contratos de programación,
• fiscalidad marginal: impuestos
sobre carreteras, autopistas y puertos.
Recursos:
• impuesto a la propiedad, permisos
de actividad comercial, tenencia de vehículo,
• transferencias: Fondo común municipal.
Reparto de
competencias
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
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3. El papel del Estado
A SAVOIR
Cuadro 31 Colombia
Répartition
Organización
des
político
compétences
administrativa
Gobiernos Locales
Poderes ejecutivos
Asambleas deliberantes
32 departamentos.
Gobernador
(SU directo – 4 años,
sin reelección inmediata).
Asamblea departamental
(SU directo – 4 años
sin reelección inmediata).
1 120 municipalidades.
Alcalde
(SU directo – 4 años,
sin reelección inmediata).
Consejo Municipal
(SU directo – 4 años
sin reelección inmediata).
5 distritos entre
los cuales Bogotá.
Régimen municipal específico en relación con la importancia
de las municipalidades concernidas.
Divisiones
infra-municipales.
Alcalde de la municipalidad.
Entidades territoriales
indígenas.
Asamblea local electa .
Consejo formado según la usanza de las comunidades.
Posibilidad de establecer entidades territoriales supra e infra-departamentales
(regiones y provincias).
[ 186 ]
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3. El papel del Estado
Cuadro 32 Colombia
Reparto de
competencias
Nivel regional
Nivel municipal
Competencias regionales:
• planificación y desarrollo
económico y social,
• coordinación de entidades
prestatarias de servicios públicos,
• policía.
Competencias de responsabilidad municipal:
• agua, saneamiento,
• luz, teléfono,
•transportes urbanos,
• ordenamiento urbano y catastro,
• planificación del desarrollo,
• policía.
Competencias compartidas con el nivel regional
• educación, salud, deportes,
• agua potable y saneamiento,
• vivienda,
• promoción de la participación ciudadana.
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
Nivel regional
Nivel municipal
Recursos:
• transferencias del “situado fiscal”.
Recursos:
• impuestos sobre la industria, el comercio,
la propiedad, el automóvil, las construcciones
urbanas.,
• transferencias del “situado fiscal”,
• parte del IVA,
• transferencias atribuidas a las políticas sociales.
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3. El papel del Estado
A SAVOIR
Ecuador
Organización
políticoadministrativa
Répartition
des
compétences
Reparto de
competencias
Gobiernos Locales
Poderes ejecutivos
Asambleas deliberantes
23 departamentos.
Prefecto + vice-prefecto
(SU directo – 4 años,
mandato renovable
una sola vez).
Consejo provincial integrado
por representantes
de las municipalidades.
231 municipalidades.
Alcalde + vice-alcalde
(SU directo – 4 años,
mandato renovable
una sola vez).
Consejo municipal
(SU directo – 4 años, mandato
renovable una sola vez)
+ representantes de las Juntas
Parroquiales.
798 Juntas Parroquiales.
Presidente (SU directo – 4 años,
mandato renovable)
(el mejor electo de la asamblea
de los “vocales”).
Asamblea electa de los “vocales”
(SU directo – 4 años, mandato
renovable).
Departamentos
Municipalidades
Municipalidades
• carreteras,
• gestión del agua,
• medio ambiente,
• agricultura y pesca,
• cooperación
• ordenación urbana,
• saneamiento,
• transportes públicos,
• equipo de salud y de educación,
• patrimonio,
• catastro,
• incendio,
• cooperación internacional.
• presupuesto participativo,
• actividades productivas
internacional.
comunitarias,
• control de la ejecución
de las obras de las
municipalidades.
Competencias compartidas: planificación territorial.
Departamentos
Municipalidades
Municipalidades
Recursos:
Financiamiento
de los
Gobiernos
Locales
[ 188 ]
• El autofinanciamiento de los 3 tipos de gobiernos locales tiene que situarse entre el 5%
y el 15% de los fondos transferidos por el Estado.
• Los gobiernos locales pueden recibir una parte (que queda por establecer)
de la renta de los recursos naturales de su territorio.
(N.B.: las leyes que establecen de manera precisa los financiamientos de los gobiernos locales fueron
votadas en la Asamblea nacional en junio del 2010).
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4. Políticas públicas
4.1. La política fiscal
Jaime MARQUES PEREIRA
Resumen
A lo largo de la última década, en la mayoría de los países de la región, la política fiscal se
ha destacado por sus logros en materia de estabilización de la economía. Son avances
vinculados, en gran parte, a una coyuntura externa sumamente favorable. Esta
última permitió un aumento del crecimiento que autorizó una mayor presión fiscal
combinada a un alza del gasto y a una disminución del ratio de la deuda pública. Una
tendencia que es especialmente efectiva en los países en los que el nivel de ingresos
era anteriormente más elevado.
No obstante, hay que reconocer que en materia de fiscalidad perdura una insuficiencia general de reformas. El problema concierne más específicamente a la renovación de
la estructura de ingresos, necesaria para que la política fiscal contribuya a reducir las
desigualdades y a mejorar el potencial de crecimiento. Tal diagnóstico concierne al
conjunto de la región pero incluye fuertes diferencias nacionales. Estas últimas explican los factores estructurales del alza de la presión fiscal como son el desarrollo de
la protección social, la diversificación productiva y la capacidad administrativa de cobrar
impuesto.
En un primer punto de este estudio se analiza la evolución del nivel y de la estructura
de los ingresos. Un segundo punto examina los factores del ajuste presupuestario y
el cambio de la estructura de gastos. Un tercero establece un balance de los factores
relativos al carácter aún marginal de las reformas. Por último se exponen las principales
dimensiones del carácter regresivo de la política fiscal en materia de distribución de
ingresos. La conclusión aborda las diferencias entre Argentina, Brasil y México que ponen
en evidencia los factores de cambio y de inercia de la política fiscal, los cuales condicionan su potencial de palanca del desarrollo. Dentro de esta perspectiva se explora
también el carácter aleatorio de los equilibrios presupuestarios, resultado del incierto
futuro de la economía mundial.
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
4.1.1. La evolución de la presión fiscal y de la estructura de los ingresos
Las significativas diferencias que se observan en la evolución de la capacidad para
incrementar el gasto del Estado pueden relacionarse con un cambio en la estructura de
los ingresos vinculado a la liberalización comercial. Una tipología de países, establecida
de acuerdo al nivel de presión fiscal, precisa los determinantes estructurales que,
además, explican la insuficiencia de este cambio en la estructura de los ingresos.
Los datos recabados por la CEPALC (Comisión Económica para América Latina y el
Caribe) sobre la evolución de la presión fiscal (cotizaciones sociales incluidas) para el
conjunto de los gobiernos centrales (salvo el Caribe) muestran un progreso lento a
nivel del promedio regional pero muy desigual. Las diferencias nacionales permiten
distinguir tres grupos de países en función de una diferencia superior o inferior de 3
puntos del PIB en relación a la media ponderada del cociente entre la presión fiscal
y el PIB de la región. Esta tipología, establecida por Cetrángolo y Gómez Sabaini
(2006) en base al promedio de 2004, es todavía pertinente si la comparamos con los
datos más recientes. Distingue a:
l
un primer grupo (Argentina, Brasil, Uruguay) en el que la presión fiscal subió en
promedio de 20.6% del PIB en 1980 a 30.3% en 2009. En Brasil, el ratio llegó hasta
34.3%;
l
un segundo grupo que reúne a la mayoría de los países andinos y centroamericanos.
La presión fiscal pasó de 14.1% en 1980 a 17.4% en 2008 pero bajó a 16.4% en 2009;
l
un tercer grupo, en donde la presión fiscal también registró poco progreso pero
en base a niveles más bajos. Este grupo incluye a cuatro pequeños países –Ecuador,
Guatemala, Haití y Paraguay– además de México y Venezuela.
El cuadro 33 destaca algunas especificidades notables de estas evoluciones nacionales.
En primer lugar se destacan los casos de Brasil y de Argentina, que registran el mayor
avance. En lo que concierne al primero, el alza ha disminuido de ritmo desde el 2004.
Por otra parte, en el periodo 1999-2009, se observa un aumento superior a 3 puntos
del PIB en Bolivia, Ecuador, Haití y Nicaragua. Finalmente, hay que señalar el caso de
México, único país en donde el nivel de la presión fiscal se estancó.
[ 190 ]
© AFD / Los desafíos del desarrollo en América Latina / Septiembre 2011
12.9
Costa Rica
11.5
13.9
10.6
Ecuador
Septiembre 2011 / Los desafíos del desarrollo en América Latina / © AFD
[ 191 ]
14.4
12.8
Fuente: elaborado por el autor a partir de CEPAL estad.
Media simple
Haití
12.5
7.3
7.6
6.7
Guatemala
10.1
11.4
18.7
9.1
11.1
Venezuela
9.2
11.9
México
9.9
8.8
Paraguay
7.3
10.5
10.8
Grupo 3
8.6
10.1
El Salvador
9.4
Bolivia
14.8
11.7
17.5
Perú
7.1
7.7
10.1
Colombia
11.4
14.7
Panamá
14.1
5.5
9.1
13.3
9.6
10.1
13.6
10.2
13.0
13.7
15.4
12.0
10.6
16.3
14.2
14.2
16.6
11.2
13.7
20.3
21.8
27.3
23.1
1995
15.1
7.9
10.9
13.6
11.6
11.5
12.0
11.3
12.4
16.8
14.1
11.8
11.3
16.0
17.5
14.3
17.7
12.3
14.4
21.5
23.0
30.4
24.9
2000
16.0
8.9
11.8
13.3
12.8
10.8
12.9
11.8
13.3
18.1
14.7
14.3
12.8
14.4
19.3
15.5
17.1
13.3
15.3
26.4
22.0
32.2
26.9
2004
17.8
10.6
11.5
14.3
16.0
9.8
13.0
12.6
14.7
20.9
17.2
15.5
15.0
16.5
22.1
16.3
19.9
15.6
17.4
30.7
24.2
34.4
29.8
2008
17.6
11.7
10.8
14.5
17.9
11.3
14.5
13.4
14.1
21.6
15.3
15.0
13.1
17.0
22.2
15.7
16.1
13.8
16.4
31.6
25.1
34.3
30.3
2009
14.5
7.1
10.1
14.3
10.8
11.5
11.7
10.9
12.2
14.8
14.5
11.9
11.0
15.6
15.2
14.2
17.2
12.2
13.9
20.9
22.2
27.8
23.6
15.0
7.9
10.8
13.4
11.3
11.2
12.3
11.2
12.6
16.4
14.9
13.0
11.9
15.6
16.7
14.6
17.5
12.6
14.6
21.5
22.3
29.5
24.4
17.2
10.3
11.7
15.3
14.7
10.6
13.2
12.6
14.3
19.9
16.0
15.1
14.4
15.7
21.3
16.1
18.3
14.3
16.5
28.7
23.5
33.6
28.6
Promedio Promedio Promedio
1990-2004 1995-2004 2004-2009
16:22
Republica Dominicana
9.0
12.9
14.7
10.9
10.9
16.0
21.2
26.4
21.2
1990
Nicaragua
18.5
14.1
Grupo 2
19.1
18.3
14.5
19.2
Argentina
14.7
20.0
Uruguay
Honduras
22.7
Brasil
18.7
1985
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Chile
20.6
Grupo 1
1980
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4. Políticas públicas
Cuadro 33 Ingresos fiscales (con contribuciones para la seguridad social)
1980 – 2009 (% PIB) – gobierno central
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
En los años 1980, siguiendo el cauce de la liberalización comercial, se impuso la necesidad de una disminución de los ingresos fiscales del comercio exterior. Esta baja ha
proseguido hasta la actualidad de manera muy desigual según los países. Para algunos,
representa una restricción presupuestaria determinante ya que el aumento paralelo
del impuesto indirecto sobre las transacciones locales hasta ahora sólo ha compensado
parcialmente la pérdida de ingresos fiscales relacionados con el comercio exterior
(Cetrángolo et al., 2009).
El último balance general a nivel regional, antes mencionado, pone de relieve las
siguientes características en el periodo 1990-2003 (Cetrángolo et al., 2006):
l
la disminución de 18 a 11% de los ingresos del comercio exterior se relaciona
con la desaparición de los impuestos de exportación, salvo en Argentina donde
se restablecieron al término de la crisis de 2002;
l
la generalización y el fortalecimiento de los impuestos generales sobre bienes y
servicios cuya parte subió de 21.1 % a 33.4%;
l
el incremento de la parte correspondiente al impuesto sobre la renta (“ingresos
fiscales directos”), en la cual de 60 a 70% depende de las empresas;
l
una reducción de impuestos selectivos (llamados “específicos sobre bienes y
servicios”), aunada, sin embargo, a nuevos impuestos llamados “heterodoxos” como
el gravamen de movimientos financieros.
Esta evolución se observa en toda la región. Sin embargo observamos que las diferencias de nivel de presión fiscal conllevan algunas peculiaridades. En el primer grupo, la
disminución del impuesto sobre el comercio exterior es anterior a 1990. En esta
fecha, ya no representaba más que 6.8% de los ingresos. En 2001, se redujo a 1.7%.
En cambio, en los otros dos grupos, este impuesto sigue representando más del
10%. Cabe señalar, además, el fuerte aumento de los impuestos generales sobre
bienes y servicios en el tercer grupo (de 18.1 a 38.7%). Finalmente, el grupo de países
con mayor presión fiscal muestra una menor participación del impuesto sobre la
renta pero también la mayor parte de ingresos correspondientes a contribuciones
sociales. También se observa la relación inversa: entre más baja es la parte de esos
ingresos, mayor es la parte del impuesto sobre la renta.
De 2003 a 2008, esta estructura de ingresos no cambió fundamentalmente. Esos
años de mayor crecimiento señalan sin embargo los límites del cambio de las partes
correspondientes a los diferentes tipos de impuesto.
l
[ 192 ]
La parte del impuesto sobre la renta sigue creciendo.
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4. Políticas públicas
l
La de las contribuciones sociales se recupera ligeramente en el primer y tercer grupo
después de haber bajado en el intervalo 1990-2003. En el segundo grupo de países,
el movimiento fue inverso: su participación pierde, entre 2003 y 2008, los dos puntos
de PIB que había ganado de 1990 a 2003.
l
La parte correspondiente del impuesto al consumo parece llegar a su límite. Los
“impuestos generales sobre bienes y servicios” bajaron algo en el primer grupo,
subieron en el segundo y permanecen estables en el tercero. Los “impuestos específicos” bajaron, principalmente en el segundo y tercer grupo.
l
En lo relativo al comercio exterior, su parte sigue disminuyendo alrededor de dos
puntos en cada grupo.
Gráfico 18 Estructura de los ingresos fiscales (1990, 2003)
Ingresos fiscales directos
Impuestos específicos sobre bienes y servicios
Contribuciones sociales
Presión Fiscal
(en %)
Impuestos generales sobre bienes y servicios
Comercio y transacciones internacionales
Otros impuestos
23.0
12.0
8.5
12.6
27.1
16.2
11.2
16.3
1.7
5.0
13.8
7.3
1.5
1.8
4.1
2.5
16.5
8.7
15.6
15.6
26.3
100%
14.2
30.2
10.6
80%
12.5
10.6
10.6
19.8
20.8
6.8
18.1
10.6
6.9
13.3
60%
11,7
8.7
14.8
16.5
15.4
13.9
40%
27.1
30.7
31.0
38.7
33.4
21.1
18.1
21.1
23.4
22.8
22.6
25.8
26.7
25.3
26.1
Grupo 2
Grupo 3
América
Latina
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
América
Latina
20%
19.3
0%
Grupo 1
1990
2003
Fuente: Cetrángolo y Gómez Sabaini, 2006.
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
Gráfico 19 Estructura de los ingresos fiscales (2008)
Ingresos fiscales directos
Impuestos específicos sobre bienes y servicios
Contribuciones sociales
Presión Fiscal
(en %)
Impuestos generales sobre bienes y servicios
Comercio y transacciones internacionales
Otros impuestos
29.8
17.3
12.5
17.8
1.5
2.4
3.1
2.4
11.6
12.3
15.6
100%
28.0
6.0
80%
10.8
7.8
5.2
8.3
37.1
38.3
35.1
29.4
32.4
29.4
31.7
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
América
Latina
En porcentaje del PIB
10.6
8.9
60%
40%
20%
5.9
26.2
0%
Fuente: Elaborado por el autor a partir de datos de CEPAL estad.
El aumento de ingresos revela indicios sobre un cambio de tendencia relacionado
principalmente, por un lado con las contribuciones sociales (la disminución en el
segundo grupo señala una necesidad de comparativos detallados en la materia) y,
por el otro, con el impuesto al consumo.
4.1.2. Dinámica del equilibrio presupuestario: ajuste del gasto
El análisis de los factores del saldo presupuestario pone en evidencia una evolución
general en todos los países de la región durante el periodo 2002-2008. Un reciente
estudio muestra (Kacef et al., 2010) que los países con excedente primario pasaron
de 7 a 14, en un grupo de 19. En los años 2005-2006, su alza de excedente primario
se basó principalmente en el aumento de ingresos, más vigoroso que el incremento del
cociente entre gasto y PIB, a la inversa de los años 2003 y 2004 durante los cuales
estos ingresos subieron menos. El aumento de ingresos ha bajado de ritmo desde
2007. A finales de 2009, el grupo estudiado presentó un déficit primario de 1% del PIB,
después de haber alcanzado un excedente de 1.4% el año anterior. Sólo seis países
[ 194 ]
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4. Políticas públicas
tenían un excedente primario a finales de 2009. El último informe económico anual de
la CEPAL señala que en los países con ingresos mayoritariamente dependientes de
los recursos naturales, estos ingresos disminuyeron de 3.9% en 2009. La baja fue de
1.3% en un grupo de países menos especializado y de 0.5% en países donde esta
especialización está poco presente (CEPAL, 2009b , p. 38).
Los datos recabados en el estudio de Kacef y Lopez-Monti señalan lo sensible que es
el gasto primario al ciclo económico. En la coyuntura favorable de 1995 a 2001, éste
crece de 3 puntos de parte del PIB y después, hasta el 2004, baja en 11 de 17 países
analizados, a raíz de un cambio en el ciclo. Entre 2005 y 2007, el alza de 2% del
cociente al PIB lo remontó al pico de 2001.
l
La primera fase de alza es general, salvo en Paraguay y en Honduras. Las causas y
la dimensión son variables (en Brasil, el alza llega a 5.5% impulsada por el gasto
corriente no salarial). Se observa un alza similar en relación al costo salarial (Honduras,
Uruguay) o a los gastos de pensión, gasto social y de capital (Bolivia, Chile).
l
La segunda fase de alza media del gasto, 1% del PIB, oculta disparidades acentuadas.
Venezuela presenta un alza de 9.5%, Argentina, Brasil y Colombia un alza de 2.5%.
En cambio Centroamérica, que no benefició de ingresos más elevados sobre
productos de exportación, experimenta una baja de 0.5%. En algunos casos, la
rigidez presupuestaria contribuye a un alza del gasto institucionalmente vinculada
al alza de los ingresos (Brasil, Chile, Colombia).
La capacidad para lograr un excedente primario, compatible con un alza del gasto
pareció haber llegado a su límite aún antes del cambio de coyuntura externa.
Considerando el bajo nivel del gasto público latinoamericano comparado, se observa
que márgenes mínimos de maniobra en la política fiscal parecen tener importantes
consecuencias, como lo sugieren las siguientes observaciones de un estudio del FMI
(Clements et al., 2007).
l
El aumento del gasto público hubiera podido ser mayor, dado el incremento del
PIB efectivo, cercano al del PIB potencial, sin embargo frenó la baja de los cocientes
entre deuda pública y PIB en la fase ascendente del ciclo.
l
El nivel de inversión pública, que fue de 5 a 6% del PIB en el periodo 2000-2006,
es inferior al de Asia en desarrollo y al de África (situado en torno a 8%). Sólo Europa
emergente se encuentra en un nivel más bajo, 3.6%. La baja observada a lo largo
de la última década en América Latina parece relacionada con las privatizaciones
realizadas anteriormente. No se vio plenamente compensada por la inversión privada.
La calidad de las infraestructuras no está a la altura del nivel de desarrollo y el déficit
es considerable en algunos países (Paraguay, Argentina).
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l
El empleo público representa una parte del empleo total similar en los países de la
OCDE (alrededor del 20% pero el cociente con la población es de mitad inferior,
3.0% contra 7.7%). El déficit de calidad del servicio público se destaca en particular
en lo referente a la educación.
4.1.3. Balance de las reformas
El cambio, así sea marginal, que hubo en la estructura de la presión fiscal muestra
que, a pesar de todo, permitió un avance en los países donde su nivel era históricamente
más elevado y donde el peso de las contribuciones sociales es más significativo. No
obstante, el incremento de ingresos puramente fiscales fue más rápido que el de la
seguridad social. Por el contrario, los niveles más bajos de fiscalidad conciernen a los
países donde ésta se basa por mucho en los recursos naturales (Ecuador, México,
Panamá y Venezuela) así como aquellos que tradicionalmente tienen dificultades para
aumentar sus recursos fiscales (como Guatemala, Haití y Paraguay). Estos últimos
países tienen en común una mayor dificultad para sustituir los ingresos que provienen
del comercio exterior. Ahora bien, con el fortalecimiento de las integraciones regionales
este imperativo será cada vez más apremiante. El avance rápido del gravamen al
consumo se consideró como la solución pero no bastó para compensar la pérdida
de ingresos basados en el comercio exterior. Otro desafío, también común, es que la
creciente demanda de gasto, vinculada a la universalidad y a la madurez de las pensiones
de jubilación, induce un incremento del impuesto sobre el factor laboral, además de
nuevos impuestos llamados heterodoxos, en especial sobre los débitos y créditos. A
ello se agregan las dificultades de recaudación de la administración fiscal, dada la
dimensión de la evasión y de la economía informal (el tema se aborda en el punto
siguiente relativo a la equidad fiscal). Este conjunto de restricciones institucionales
no se puede analizar sin referirse al vínculo con el ciclo de la política fiscal. A su vez,
este tema remite a opciones de política económica y a sus determinantes políticos
que varían, por supuesto, en función de las especificidades de cada país –entre las
cuales está, en primer lugar, la diversidad en materia de descentralización fiscal.
Límites y necesidades de una reforma fiscal de mayor dimensión
El cambio institucional en materia fiscal se considera como inacabado, principalmente
la parte referente a la estructura de ingresos y gastos. Hace diez años, uno de los
especialistas más conocidos, Tanzi (2001), caracterizó la dificultad de implementarla
con la metáfora de “termitas fiscales” para designar a los factores de reducción de
ciertos ingresos y de alza institucionalizada de ciertos gastos. Con lo cual resulta que
las reformas no son más que un apilar de medios que permiten generar mayores
ingresos en margen del sistema. Tal diagnóstico sigue vigente (Cetrángolo et al., 2009).
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Algunas medidas sugieren que la dificultad es antes que nada administrativa. Por
ejemplo, el impuesto sobre transacciones financieras podría recaudarse a través de
los bancos por retención a cuenta. Se puede considerar que el problema, al final,
tiene que ver con una falta de voluntad política para llevar a cabo el cambio de
estructura fiscal, cuya necesidad se destaca en todos los estudios. Los cambios
observados en la estructura de ingresos confirman que su evolución no ha alterado
fundamentalmente el dispositivo normativo del impuesto heredado de aquella
época de economías cerradas cuando las finanzas ocupaban un lugar menor.
El alza en el nivel de presión fiscal depende así esencialmente del rendimiento del
impuesto sobre los ingresos. Su aumento encubre un problema de lucha contra la
evasión fiscal pero por otro lado está vinculado al potencial de crecimiento determinado
por el conjunto de las políticas públicas. La evolución de la estructura de ingresos
del primer grupo es, desde ese punto de vista, significativa. De ello dependerá el
aumento de los ingresos fiscales en particular porque, en este grupo, el gravamen
sobre bienes y servicios se reduce particularmente. La competencia de las importaciones a la que se enfrenta la producción local, limita las posibilidades de convertirla
en palanca del alza de ingresos. Cabe destacar que el aumento de crecimiento en los
años 2000 no permitió recuperar la disminución registrada en la participación de las
contribuciones sociales durante los años 1990 cuando la apertura económica indujo
una reducción del empleo y un aumento del sector informal. A ello se suma el carácter
regresivo de la política fiscal. Lo cual constituye uno de los aspectos más problemáticos
de su reducida capacidad para contribuir a un crecimiento de largo plazo. En el punto
siguiente se precisan las principales evidencias y los obstáculos, económicos y políticos,
que enfrentan las reformas de la fiscalidad para que ésta sea más distributiva.
A pesar de este balance más bien negativo en cuanto a la capacidad de los países
latinoamericanos para emprender una reforma fiscal que condicione el alza del nivel
de crecimiento potencial, la consolidación de los equilibrios presupuestarios genera
por lo general una visión más bien optimista. Los cambios de la estructura tributaria
que están en curso demuestran, por otro lado, una flexibilidad que ha inducido en
un aumento de la capacidad de gasto. Además, los avances en términos de gobernanza
consolidan este optimismo (Lora y Cárdenas, 2007; Filc y Scartascini, 2006).
Con excepción de tres países de Centroamérica, todos los demás disponen de una
forma de restricción cuantitativa del gasto, del déficit o de la deuda pública con grados
de rigidez variables. En Chile, el principio contracíclico es una norma legislativa. Al
respecto cabe mencionar el desarrollo de los fondos de estabilización: fondos de
compensación por la baja de precios (existen desde mediados de los años 1980 para
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el cobre en Chile, y desde los años 1940 para el café en Colombia); fondos de reserva
presupuestaria alimentados por las privatizaciones y los saldos corrientes en fase
alta del ciclo; más recientemente, fondos alimentados por los ingresos del petróleo
así como los fondos presupuestarios introducidos después de las nuevas leyes de
responsabilidad fiscal. Para terminar, numerosas reglas jerárquicas sobre la toma de
decisión restringen los poderes parlamentarios y/o aumentan el poder del ministro
de finanzas. Al respecto cabe mencionar que en 12 países se han promulgado normas
de transparencia de la información fiscal (homogeneidad de los datos, pasivos contingentes, medición del costo de las exoneraciones, publicidad de los métodos de previsión,
análisis de impacto).
Ciclo, fiscalidad y política económica
Sin embargo, cabe destacar que el carácter contra-cíclico de las políticas fiscales es
aún relativo. Martner (2007) muestra que son propensas a ser menos contracíclicas
cuando la brecha del PIB efectivo en relación al PIB potencial es positiva. Algunos
países –Argentina, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Panamá y Paraguay– son
procíclicos tanto al alza como a la baja. Si se consideran los periodos en función de
una brecha creciente o decreciente (hasta 2006 decrece para luego ser positiva),
la mejoría del saldo estructural es entonces contracíclica y se observa la misma
diversidad. Si se sigue la segunda medición –la del cambio de una tendencia al déficit
por una tendencia hacia el excedente–, el comportamiento de la deuda pública
revela también el efecto contracíclico de la fiscalidad. En paralelo a las mejorías
coyunturales se observa una tendencia discrecional de reducción de la deuda. De
ahí la conclusión del autor en el sentido de que la discreción no es sinónimo de
irresponsabilidad fiscal.
Además es necesario insistir sobre la magnitud de las diferencias del problema en el
interior de la región. Los datos agregados según la tipología de países establecida en
función de niveles de presión fiscal, muestran su importancia.
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Gráfico 20 Saldo de la deuda pública total
(interna + externa)
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
América Latina
100
90
80
En porcentaje del PIB
70
60
50
40
30
20
10
0
1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
Fuente: elaborado por el autor a partir de datos de CEPAL estad.
El alza muy fuerte, a principios de los años 2000, del saldo de la deuda pública en el
grupo de países de mayor presión fiscal destaca la importancia que representan,
dentro de los márgenes de maniobra de la política fiscal, la política cambiaria y la
coyuntura externa. El alza muy significativa de la demanda externa y de los precios
de las materias primas, después de las crisis cambiarias registradas con la llegada del
nuevo milenio, contribuyó a reducir muy fuertemente el cociente al PIB del saldo de
la deuda pública en el primer grupo (-40 puntos entre 2002 y 2005). Gracias a un
crecimiento en aumento, se logró incrementar en forma simultánea ingresos y gastos.
El hecho no se debe únicamente al vigoroso crecimiento de la economía mundial
durante los años 2002-2007. También tiene que ver con el cambio en la política
económica.
El decidido apoyo que dieron Argentina y Brasil a su demanda interna resultó ser
una variable determinante del círculo virtuoso entre aumento del gasto público y
crecimiento, muy en particular para el primer país donde fue más intenso gracias
a la reestructuración de la deuda que disminuyó el peso de los intereses hasta su
promedio histórico (ver cuadro 35 en la conclusión) y a una intervención más decisiva
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para limitar la apreciación cambiaria. En Brasil, el apoyo a la demanda reposó esencialmente en una importante alza del crédito, en especial del crédito al consumo, y
en el alza de salarios. Sin embargo, su crecimiento fue netamente inferior al de su
vecino debido a que tiene que lidiar con tasas de interés que, no obstante haberse
reducido, se mantienen muy altas, y con una intensa competencia generada por las
importaciones, acentuada por la apreciación cambiaria. En uno y otro caso, se manifiestan oposiciones políticas muy fuertes al alza de la presión fiscal. Por otro lado, el
carácter sostenible de un círculo virtuoso entre ésta y el crecimiento podría ceder
ante los efectos perversos de la política económica. Impedir la apreciación cambiaria
manteniendo, como lo hace Argentina, la tasa de interés de referencia a un nivel bajo
(y por tanto los intereses de la deuda pública), se hace a costa de una fuerte inflación
(más de 20% hoy). La solución contraria que aplica Brasil, implica un aumento alarmante
del déficit comercial manufacturero [ 42 ].
Por lo tanto, hay un dilema de política económica que señala los límites del círculo
virtuoso entre alza de la fiscalidad y del crecimiento. Este dilema plantea el problema
de la determinación política de las opciones aplicadas. Es innegable que la reducción
de la presión externa favoreció la implementación de este círculo virtuoso, sin
embargo este último también depende de la voluntad política. Desde este punto de
vista, se puede considerar que las relaciones de fuerzas presentes son un obstáculo
para reformas más radicales. No obstante, considerar a la política fiscal como un
medio para reducir las desigualdades condiciona en parte el dinamismo de regímenes
de crecimiento que se basan, antes que nada, en el mercado interior como es el caso
de Argentina y de Brasil. Ahora bien, consolidar tales regímenes es el proyecto de
desarrollo del MERCOSUR, contrariamente al del TLCAN para México. Este patrón
de integración regional consolida la reorientación del modelo de desarrollo de un
régimen de crecimiento, antes que nada impulsado por la demanda interna, hacia
un modelo donde el motor es la exportación industrial. Esta transición se había
perfilado por iniciativa de sectores patronales de México que desde los años 1980
promovían en Estados Unidos la deslocalización. Colocándola dentro de esta perspectiva a más largo plazo, la evolución de la estructura fiscal de los países del primer
grupo de la tipología, previamente elaborada, demuestra una voluntad política de
acrecentar el papel económico del Estado, voluntad que en México se había manifestado muy poco a lo largo de las tres últimas décadas (Marques Pereira et al., 2001;
Marques Pereira et al., 2004).
[42] Para mayor detalles, en lo que concierne a Argentina, véase Marques Pereira (2007), y sobre Brasil, véase Bruno
y Marques Pereira (2010 a y b).
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La descentralización fiscal
Sin detallar esta determinación social, lo cual rebasa el marco de este estudio, es necesario mencionar una dimensión directamente relacionada con la fiscalidad, es decir
su descentralización. Desde ese punto de vista resulta muy instructivo comparar a
los tres países más grandes de la región. La mayor incidencia de la descentralización
en Argentina y en Brasil es resultado de un imperativo de la legitimidad política que
en parte vincula la del gobierno central con los poderes infranacionales dentro del
marco de sistemas políticos federales. Se puede considerar que en estos dos países,
el alza continua de la presión fiscal del gobierno central corresponde a una voluntad
para limitar el poder de influencia del clientelismo de los poderes locales en la elección presidencial. Una preocupación que no existe en México, dada la capacidad de
organización corporativista de la sociedad que ha desplegado el poder central. Esta
herencia histórica formaliza más bien el carácter federal del sistema político. Esta
oposición de regímenes de organización de los poderes públicos se refleja ahora, a
una escala supranacional, en la diferencia de opciones de integración que representa
la alternativa entre unión aduanera y simple tratado de libre comercio. De esta manera,
se destaca como un factor determinante de las diferencias de evolución de los sistemas
fiscales latinoamericanos.
Sólo Argentina y Brasil cuentan con un alto nivel de descentralización fiscal. La parte
del gasto público que corresponde a los gobiernos locales se incrementó en promedio
regional de 13.1 % a 19.3% entre 1985 y 2004 (Lora et al., 2007). Fuera de los dos
países antes mencionados, sólo Colombia otorga mayor autonomía tributaria a los
gobiernos locales. En el conjunto de la región se observa que la descentralización de
las responsabilidades del gasto empezó en los servicios de infraestructura urbana y,
más recientemente, se emprendió en los servicios de educación y de salud, en los de
vialidad interurbana, en la vivienda, la policía y el sector eléctrico. No obstante se considera inacabada, muy particularmente en estos últimos sectores en los que apenas ha
sido delineada. Un grupo de países se ha erigido en pionero –Argentina, Bolivia,
Brasil, Colombia y México. Cabe mencionar que los pequeños países son menos
propensos a descentralizar, a excepción de Nicaragua en materia de planes de estudio
y prácticas educativas.
En relación a las transferencias que acompañan a la descentralización del gasto, algunos
países (Bolivia, El Salvador, Perú) han definido mecanismos de automaticidad en
esta última década. Argentina que ha establecido reglas ‘ad hoc’ en algunos servicios descentralizados, resulta una excepción. Por último, hay que señalar la reciente
implementación de dispositivos para limitar el poder de endeudamiento de los gobiernos locales. Este poder había sido uno de los principales problemas fiscales de Brasil y
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de Colombia en los años 1990. Más tarde Ecuador, México y Perú imitaron las medidas
adoptadas por estos dos países para limitar el endeudamiento infranacional. Se
considera a Brasil como un modelo exitoso de reforma fiscal en materia de descentralización (véase recuadro n o 6).
6 Fortalecimiento y control del federalismo fiscal en Brasil
Recuadro
La República federal de Brasil puede ser considerada como una de las organizaciones
políticas más descentralizadas del mundo desde que adoptó la nueva Constitución
de 1988. Esta última se inscribe en un ciclo histórico de dictadura centralizadora/
democratización descentralizadora.
La Constitución de 1988 implicó una descentralización significativa de los ingresos
fiscales y del poder político, en beneficio de los gobiernos de los Estados y de las municipalidades. Permitió que estas entidades crearan nuevos impuestos y modificaran las
tasas. La parte de transferencias del gobierno federal que corresponde a las municipalidades aumentó en forma considerable en estos últimos años. En paralelo, se descentralizaron responsabilidades en materia de protección social y de servicios públicos.
Una nueva ley de responsabilidad fiscal del año 2000 consagró la reestructuración de las
finanzas públicas para resolver y prever la insolvencia financiera del gobierno federal, de
los Estados y de las municipalidades. Todo nuevo gasto permanente generado por entidades infranacionales debe vincularse con una nueva fuente permanente de financiamiento, sea un nuevo impuesto o el aumento de la tasa de un impuesto ya existente.
Se establecen límites al gasto público y se enmarca el financiamiento privado. La ley
ya produjo efecto. Desde el año 2004 se comprobó un equilibrio presupuestario. No
obstante, la compensación interregional sigue suscitando debate (Gonçalves, 2005).
Cuadro 34 Brasil: presión fiscal y división federativa 1960-2005
(porcentajes)
Años
Presión Ingreso directo
Ingreso fiscal disponible
fiscal
Federal Estados Municipios Total Federal Estados Municipios Total
1960
17.41
64.0
31.3
4.7
100
59.5
34.1
6.4
100
1965
18.99
63.6
30.8
5.6
100
54.8
35.1
10.1
100
1983
26.97
76.6
20.6
2.8
100
69.8
21.3
8.9
100
1988
22.43
71.7
25.6
2.7
100
60.1
26.6
13.3
100
1991
25.24
63.4
31.2
5.4
100
54.7
29.6
15.7
100
2005
38.94
68.4
26.0
5.6
100
57.6
25.2
17.2
100
Fuente: Afonso y Meirelles (2006).
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4.1.4. Los impactos distributivos
América Latina es la región más desigual del mundo. El hecho se arraiga en una larga
historia. Un reciente estudio (Medina et al., 2008) señala que en 1960 la media del
coeficiente de Gini de la región superaba en más del doble a la de Europa del Este,
que en ese entonces era la región más igualitaria. Esta medición sugiere que en las
dos décadas siguientes la situación mejoró ya que la media disminuyó de 53.2 a
49.3. Este nivel de desigualdad es todavía más de 2 puntos superior al de África subsahariana, y de 16 puntos mayor al de los países de la OCDE de alto ingreso (datos
tomados de Morley, 2001). Sin embargo, el coeficiente de Gini para la región (ponderado en función de las partes nacionales) muestra una mejoría en los años 1970 y
un retroceso en la década que siguió. De este modo, en 1990 retrocedió a su nivel
de 1980 y presentaba ese mismo nivel en 1995. En los diez años que siguieron, la
mejoría fue general para el conjunto de la región, con excepción de la República
Dominicana. Brasil registró la mayor reducción (de 0,640 a 0, 584). Los países menos
desiguales (Uruguay, Costa Rica, Venezuela) registraron un coeficiente inferior a 0.5%.
La comparación con los países de la OCDE señala la importancia que tienen para la
reducción de las desigualdades, el impuesto y los ingresos de transferencias.
Gráfico 21 Efecto distributivo del impuesto y transferencias
– Países de la OCDE y de América Latina
Desigualdad después de impuestos y transferencias
Desigualdad antes de impuestos y transferencias
60
50
40
30
20
10
Suecia
Reino Unido
España
Portugal
Polonia
Países Bajos
Italia
Luxemburgo
Grecia
Irlanda
Francia
Alemania
Finlandia
Bélgica
Dinamarca
Austria
Perú
México
Colombia
Chile
Brasil
Argentina
0
Fuente: Santiso, 2008.
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Estos datos comparativos plantean el problema del carácter regresivo de la fiscalidad
latinoamericana, incluyendo en lo que concierne a las contribuciones sociales. El
problema distributivo de la política fiscal en la región nunca se ha tomado en cuenta.
Como lo recuerda Cetrángolo et al. (2009), las reformas estructurales de los últimos
veinte años nunca tuvieron como meta reducir las desigualdades por medio del
impuesto. Los autores destacan que muchos estudios sobre el efecto distributivo de
los diversos tipos de impuestos determinaron su carácter regresivo para Argentina,
Chile, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú y El Salvador. Además, señalan
que si bien el impuesto sobre la renta puede presentar una fuerte progresividad,
como es el caso en la Comunidad Andina (CAN), al final su impacto distributivo es
mínimo debido a su baja recaudación: por ejemplo, en Colombia, la tasa marginal
superior del impuesto es de 30% pero la tasa efectiva, que concierne al 10% de los más
ricos, es apenas superior al 3%. Ecuador es un caso aparte. En general, su fiscalidad
es progresiva gracias al IVA: genera una redistribución de ingresos de 2 puntos de Gini.
Para el conjunto de América Latina, el Gini después de impuestos se incrementa de
0.564 a 0.574 en tanto para la UE 15 baja de 0.470 a 0.330 después de impuestos y
transferencias (Cetrángolo et al., 2006).
Por otro lado, cabe mencionar que el gasto social fue procíclico y más volátil que el
gasto agregado. A pesar de su alza, su carácter regresivo muestra los límites de las
políticas de focalización. El 20% más pobre de la población beneficiaria recibe
menos de una quinta parte del monto, o sea 15%, en tanto el quintil superior acapara
30.4%. En materia de protección social, este último recibe 10 veces más que el quintil
inferior, es decir 51.2% contra 5.6%. Sólo los gastos para educación primaria y asistencia
son claramente favorables para los pobres. En promedio, este último gasto sólo asciende
a 1.5% del PIB (Clements et al., 2007).
Se considera que el bajo nivel de efectividad del impuesto sobre la renta es uno de
los tres obstáculos para la equidad del sistema fiscal, junto con el nivel de imposición
y la composición de los impuestos. La informalidad no es la única dimensión de la
evasión fiscal. En el extremo opuesto, la capacidad de los Estados para detectar la
evasión “sofisticada” de las compañías extranjeras requiere una modernización
administrativa que, para la mayoría, está fuera de su alcance. Se calcula que la evasión
relativa al impuesto sobre la renta se sitúa entre 45 y 65% lo que equivale a una brecha
de imposición potencial cercana a 4.6% del PIB (Jiménez et al. , 2008). El tema de la
evasión no es objeto de un seguimiento sistemático por parte de la administración
fiscal. Al respecto, es relevante que México sea el único país de la región en donde
el Congreso Nacional haya decidido implementar una observación sistemática
por medio de la realización de estudios académicos (Álvarez Estrada, 2009).
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Recuadro
7
Evasión fiscal, informalidad: el ejemplo de Ecuador
A pesar de la amplia literatura que existe sobre la informalidad en América Latina,
el tema de su implicación en la fiscalidad se ha estudiado poco. Se menciona como
un tema fundamental en el reciente informe “equidad y tributación” de la CEPAL
que hace una síntesis de una serie de estudios nacionales sobre siete países, entre los
cuales Ecuador. En el marco de una reciente reforma fiscal, este país implementó
un “régimen impositivo simplificado” que instituye una cuota fija para los ingresos
generales. Los salarios e ingresos de actividades económicas deben ser inferiores a
60 000 USD y la actividad en cuestión debe contar con menos de diez empleados.
Dicho régimen está destinado al 75% de microempresas no declarantes. Se calcula que
lo ganado en relación al régimen general es de 30 a 50%. La pérdida de imposición
aunada a la informalidad de las actividades comerciales de los hogares no declarantes
se evalúa en 30% de la imposición potencial de los patrones y trabajadores independientes (cuentapropistas). Sin embargo, dados los términos conclusivos del autor
de ese informe nacional, esta mejoría de la administración fiscal puede parecer
vana. La idea que ha promovido el Consenso de Washington para dar prioridad a la
eficacia institucional de la administración fiscal no toma en cuenta la corrupción ni la
inseguridad jurídica ni tampoco el incumplimiento de contratos (Barreix et al., 2008).
Fuente: parte 1.6 de los trabajos previos.
4.1.5. Perspectivas de cambios e inercias del sistema fiscal frente
a las nuevas incertidumbres de la economía mundial
Las diferencias entre Argentina, Brasil y México permiten acotar el peso de las
herencias históricas desde el punto de vista de su inserción económica internacional
y de las dificultades que generan en las perspectivas de evolución de las políticas
fiscales. Para ello se comparan los promedios de ciertos indicadores en los periodos
1990-2008 y 2003-2008. De esta manera se mide lo que ha sido, en el transcurso de
los últimos años, el grado de evolución de la tendencia a largo plazo desde el inicio
de las políticas de liberalización económica implementadas en los años 1980 y 1990.
Se observa así que la tasa de crecimiento promedio se duplicó en Argentina y en
Brasil mientras que en México no se modificó.
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[206]
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2.6
4.1
Promedio
1990-2008 640 382.4
761 457.9
597 269.1
713 154.0
Promedio
2003-2008
Promedio
1990-2008
Promedio
2003-2008
3.1
3.1
8.5
Promedio
2003-2008 328 417.2
6 763.1
6 124.5
4 069.6
3 715.6
8 409.8
7 599.1
(1) Precios constantes (dólares de 2000), (2) Ídem, (3) % PIB.
Fuente: elaborado por el autor a partir de CEPAL estad.
México
Brasil
4.0
Tasa de PIB
variación per
cápita
del PIB
(2)
1.9
1.7
2.9
1.2
7.4
2.8
31.9
22.4
16.9
10.7
13.8
9.7
3.1
3.8
5.3
4.9
4.8
4.8
Tasa
X/PIB Sector
de
primavariación
rio/PIB
del PIB
(3)
per cápita
21.6
25.8
30.8
30.7
84.2
62.2
1.4
1.6
13.7
13.6
1.8
2.3
1.5
2.4
7.1
7.0
1.8
1.9
10.5
8.8
7.2
6.8
10.2
9.4
Deuda/ Salarios Intereses Subsidios y
PIB (3)
transferencias
corrientes
2.7
2.0
4.2
4.3
1.9
1.3
3.9
3.7
5.0
4.5
4.7
4.4
2.6
2.6
4.5
3.9
4.6
4.7
2.5
1.7
12.5
11.1
9.7
9.9
1.9
1.4
1.6
1.2
1.6
1.5
Educación Salud Seguridad Vivienda
Social
Gasto público social (3)
16:22
278 109.7
Promedio
1990-2008
PIB
(1)
Gastos
de
capital
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Argentina
País
Gastos corrientes
Seleccionados (3)
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Cuadro 35 Determinantes de la evolución del gasto público –
Argentina, Brasil, México
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4. Políticas públicas
La creciente importancia de la inserción internacional en los años recientes es considerable: México registra un incremento de la participación de sus exportaciones en
el PIB de 9.5 puntos, seguido por Brasil con 6.2 y Argentina con 3.1 . Más allá de la
concomitancia que hay, como ya hemos indicado, entre la opción de una política
económica más o menos favorable a la dinámica del mercado interno y el nivel de
incremento de la presión fiscal y del gasto público, es necesario destacar la importancia
de los cambios institucionales en materia de protección social y su incidencia en la
fiscalidad.
El cuadro 35 muestra que México es el país que registra el mayor aumento en los
gastos por transferencias y subsidios así como en el gasto público social. Sin duda
hay que considerar que después de la privatización del sistema de protección social
esto resulta un imperativo político inevitable. No obstante, la mayor elasticidad del
índice de Gini en relación a los ingresos de transferencias, comparado con la que se
registra en relación a los ingresos laborales, se observa en México pero también en
Brasil, a la inversa de Argentina (Medina et al., 2008). El caso brasileño sugiere que la
capacidad de incrementar los ingresos de las transferencias corre de la par con un
crecimiento económico más distributivo. Para el mismo periodo (1999-2005), el coeficiente de Gini de Argentina disminuye menos que el de Brasil: 0.013 contra 0.072.
México registra una reducción comparable a la de Argentina, o sea 0.014. Estas diferencias no señalan únicamente la importancia de los ingresos de transferencias en la
reducción de las desigualdades. También sugieren que la maximización del incremento del empleo y del crecimiento en Argentina durante los años 2000 es, a ese
nivel, una política insuficiente.
Estas observaciones fortalecen la hipótesis de que el diagnóstico común que se hace
sobre la inercia de los sistemas fiscales debe relativizarse. Este último con seguridad
es válido en lo relativo a la estructura de los ingresos pero aún a este nivel, lo hemos visto,
la inercia no es homogénea en el conjunto de la región. Ya señalamos la importancia
de la voluntad política de una intervención del Estado que promueve el crecimiento
por estimulación de la demanda, lo que contribuyó a su interacción positiva con el
alza de ingresos y de gasto público compatible con la reducción del peso de la deuda
pública. Dentro de esta perspectiva, el esfuerzo de redistribución es, sin duda, una
variable esencial. Esta última da la medida de la importancia que representa la posibilidad de acrecentar el impacto de los impuestos y de los ingresos de transferencias
sobre la reducción de las desigualdades.
Desde el punto de vista de este horizonte a largo plazo de la relación entre crecimiento
y distribución, también hay que considerar la incidencia fiscal de las reformas de
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A SAVOIR
protección social. El estudio de Cetrángolo y Gómez Sabaini (2006) destaca que las
modificaciones de los sistemas de seguridad social de reparto, generalmente, conllevan
un incremento del financiamiento fiscal del acceso universal a la salud. Por otra
parte, los autores señalan la posibilidad de una evolución hacia un sistema mixto. Así,
en Argentina, las dos terceras partes del gasto para pensiones dependen de un
financiamiento fiscal, en tanto las cotizaciones obligatorias de salud se destinan al
sector privado. En cambio, Brasil ha desarrollado un financiamiento fiscal de la
oferta médica universal sin afectar a otros tipos de retenciones sociales. Además,
hay que agregar que Argentina decidió recientemente restablecer el sistema público
de pensiones de reparto que había sido privatizado en los años 1990. El tema es
ampliamente discutido. Hay quienes estiman que la medida tenía como meta garantizar
el control de la compra de títulos de la deuda pública. En cualquier caso, la protección
social constituye una variable que influye en la necesidad del alza de ingresos. Cierto,
el esfuerzo del alza de los gastos sociales se restringió como lo señalan los datos
arriba mencionados, pero a la inversa de México, la democratización en Argentina y
en Brasil incide en un cambio de modelo económico que corresponde a una voluntad
de incrementar la capacidad del Estado en materia de regulación económica y social.
La gran incógnita es ahora saber si la evolución de la economía mundial seguirá o no
favoreciendo esta transición. Se sabe que las tasas de inversión se han recuperado muy
poco y se mantienen muy por debajo de los países asiáticos de fuerte crecimiento.
Sin duda, la perspectiva de que China mantenga a un nivel elevado su demanda de
materias primas se puede confirmar ahora por la voluntad que muestra de reorientar
su crecimiento hacia la demanda interna. Sin embargo, la perspectiva de una menor
demanda de los países avanzados, Estados Unidos y Unión Europea, presagia un
deterioro del saldo corriente –y, con ello, un probable apretón de la presión externa
en Argentina y Brasil.
Desde ahora, Brasil ya se está enfrentando a la necesidad de frenar su crecimiento
para limitar el déficit de la cuenta corriente y el alza de la inflación observada en 2010.
Desde ese punto de vista, el alza de las tasas de interés, se ha dicho, es problemática.
Además, incrementa el costo de la deuda pública. Hay que ver que el cociente con
el PIB de la deuda pública y de los gastos de intereses que implica, en lo esencial, no
se ha modificado en promedio durante los dos periodos considerados. La perspectiva del aumento de las tasas (parte de la deuda está indexada sobre la tasa de
interés corriente) incita a una reducción de los gastos y, en especial, a postergar
inversiones públicas. Por lo tanto, no sólo se cuestiona el aumento del crecimiento a
corto plazo sino también el crecimiento potencial. Queda por ver si los imperativos
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políticos no van a inducir una modificación de estas políticas. El alza de las tasas de
interés agrava la apreciación cambiaria al reducir el efecto tributario sobre los movimientos de capitales especulativos. La pérdida de competitividad no se compensa
más que, eventualmente, en el sector de las materias primas cuya cotización está en
auge pero amenaza al sector industrial. El recargo del servicio de la deuda pública
indexada a la tasa de interés agrava la restricción presupuestaria. En esas condiciones,
limitar la apreciación cambiaria gracias a tasas de interés mucho más bajas resulta
una alternativa, en particular porque el crecimiento económico podría mejorar y,
por lo mismo, inducir un aumento de los ingresos públicos y del empleo.
En cambio, el caso mexicano es emblemático de la inercia del sistema fiscal y del
papel que podría desempeñar en el desarrollo. La descomposición de su sistema
corporativista bajo el impacto de la liberalización y de su desviación parcial en economía de la droga, algo que ya se señalaba hace diez años (Marques Pereira et al.,
2004), parece ser el principal factor explicativo.
Este análisis de los determinantes de la evolución de los sistemas fiscales puso en
evidencia su importancia estratégica en el desarrollo de América Latina. Muestra, en
particular, que las enseñanzas del pasado se han tomado en cuenta, lo que permite
relativizar ese diagnóstico común y bastante ambivalente sobre la dificultad de rebasar
esas inercias responsables de que el cambio de la estructura de ingresos haya sido
insuficiente ante las necesidades de suministro de bienes públicos. A partir del
momento en que la crisis mundial de 2008 parece incidir en restructuraciones
fundamentales de los patrones de desarrollo, se puede suponer que Argentina y
Brasil, a pesar de una restricción presupuestaria probablemente más significativa,
van a proseguir con las que ya delinearon. La conciencia sobre la importancia que
tiene la política fiscal no puede sino fortalecerse.
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A SAVOIR
4.2. Las políticas sociales
4.2.1. Los sistemas de protección social
Bénédicte BADUEL
Resumen
Este capítulo presenta las grandes características de los sistemas de protección social
así como algunas particularidades nacionales bajo tres modalidades que son el
ahorro para el retiro, el seguro de salud y la protección laboral. La protección social
ha estado presente en América Latina desde principios del siglo XX ya que en diversos
países se crearon sistemas institucionalizados a partir de los años 1920-1930. Sin
embargo, estos regímenes no quedaron a salvo de los problemas que la región ha
enfrentado en los últimos 50 años. Frente a las crecientes dificultades de los sistemas
en términos de sostenibilidad financiera (costo relacionado con los parámetros
actuariales, por ejemplo) así como de eficiencia económica (costo de la gestión
administrativa) y social (baja cobertura, etc.), en los años 1980 y 1990 se aplicaron
importantes modificaciones a estos sistemas. Las reformas que se generaron dentro
de un marco intelectual favorable al retroceso de la participación pública, tuvieron
como meta, en todas partes, la desregulación, la descentralización y la privatización
de los sistemas, lo cual se produjo en paralelo a una flexibilización de los mercados
laborales. A nivel de los sistemas de pensión, esto se tradujo por la introducción de
pilares de capitalización individual administrados por fondos de pensión privados.
En el ámbito de la salud, la gestión del seguro de salud y de la atención médica se
abrió al sector privado.
Veinte años después de las reformas, los beneficios asociados a los cambios de regímenes se han cumplido parcialmente y las principales fragilidades estructurales de
los sistemas persisten (en especial un sesgo a favor de los regímenes contributivos
aún cuando los mercados laborales se caracterizan por una tasa de informalidad
elevada). Mientras América Latina registraba a partir de 2003 un ciclo de fuerte
crecimiento combinado con mejoras en sus fundamentales macroeconómicos y
financieros, todo ello dentro de un contexto internacional especialmente favorable,
las reformas por su lado se readaptaron y hoy se observa, en todas partes, una reintervención del Estado por medio de la consolidación de pilares de solidaridad en el
seno de sistemas menos fragmentados.
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4. Políticas públicas
No obstante, aún quedan muchos retos para lograr los objetivos planteados en términos
de equidad y eficacia. Dentro de este marco, las acciones que deben considerarse
como prioritarias son la inclusión de los diferentes regímenes dentro de sistemas
integrados que favorezcan la solidaridad inter-pilares así como la implementación de
acciones adecuadas y centradas en los grupos de poblaciones sub-representados en
los sistemas actuales (mujeres, jóvenes, trabajadores independientes, rurales). Ahora
que la intervención del Estado podría incrementarse debido al fortalecimiento de
las prestaciones no contributivas, asegurar recursos financieros a largo plazo –que
no dependen del ciclo económico (dado que la protección social es más bien
contracíclica)– es un desafío mayor, tanto como lo es la lucha contra la evasión sobre
las contribuciones sociales. Este último punto también pasa por una mejoría en la
calidad de las prestaciones, actualmente criticada por la opinión pública, lo que desfavorece la adhesión efectiva a los sistemas. Desde ese punto de vista, el papel del
sector público como prestador de servicios, regulador y garante de la oferta privada
no debe subestimarse.
Introducción
La protección social tiene una historia consecuente en América Latina: Desde los
años 1920-1930 se crearon dispositivos institucionalizados, o sea bastante antes que
en otros países hoy también considerados como emergentes. Esos sistemas, administrados por el sector público, se concibieron con una dimensión especialmente
generosa si se les compara con los estándares internacionales. Desgraciadamente,
muy pronto enfrentaron cierto número de disfunciones. En particular, no se adaptaron
a las evoluciones demográficas de los países y en los años 1970 mostraron sus límites.
Desde el punto de vista de su financiamiento, se vieron afectados por el comportamiento procíclico de las finanzas públicas durante ese periodo así como por la debacle
económica y financiera de la región en los años 1980. Las reformas implementadas
en los años 1990 –a raíz de los programas de reestructuración de la deuda en los
años 1980– se centraron, en todas partes, en desregular las economías, favoreciendo
la apertura hacia el exterior (liberalización comercial y financiera) y la privatización
de numerosas actividades hasta entonces administradas por el sector público. De
modo que en ese ambiente favorable al repliegue del Estado, se realizaron importantes
modificaciones a los sistemas de protección social, orientadas en la mayoría de los
casos hacia la privatización.
Chile fue un país pionero en este sector al introducir una amplia reforma de sus sistemas
de pensión y de salud a partir de 1981. Más tarde, durante la década de 1990, casi
todos los otros países de la región implementaron, a su vez, reformas similares (aún
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cuando la experiencia chilena es hasta ahora la más radical y más completa). Colombia y
Perú reformaron sus sistemas de seguridad social en 1993; sin embargo sus sistemas
públicos no desaparecieron sino que entraron a competir con nuevos regímenes
privados. Argentina y Uruguay reformaron sus sistemas en base a un modelo similar pero
con criterios de afectación preestablecidos entre régimen público y régimen privado en
1994 y 1995. En 1995, la reforma mexicana del sistema de seguridad social se basó en
el modelo chileno pero varios sectores de actividad quedaron fuera de la reforma y
mantuvieron regímenes especiales. Finalmente, en 1997, Bolivia también implementó
importantes reformas e introdujo al sector privado en el sistema de seguridad social.
No obstante estas reformas de gran magnitud, cierto número de insuficiencias que se
habían identificado en los primeros sistemas perduraron después de las modificaciones.
Además, la estructura misma de las instituciones de seguridad social, basada en gran
parte en el pilar contributivo, mostró serios límites en términos de bienestar social.
En ese contexto, los sistemas de protección social, en particular en su componente
“salud” y “pensión”, observaron durante la última década las primicias de una reintervención del Estado a través de la creación de regímenes solidarios no contributivos
que intervienen como complemento del pilar principal basado en contribuciones
privadas. Las modalidades del pilar contributivo también cambiaron con el tiempo
para adaptarse a las nuevas condiciones económicas y demográficas.
Los sistemas de pensión
Modalidades de las reformas de los sistemas de pensión en la región
Antes de las reformas estructurales de los años 1990, los sistemas de pensión latinoamericanos eran regímenes de reparto con prestaciones definidas y administrados
por el sector público. Sin embargo, estos últimos enfrentaron rápidamente problemas estructurales y de gestión en los años 1970 y 1980. Ante el envejecimiento de
la población (que acrecentó de manera considerable el costo de las pensiones), las
disfunciones de la gestión administrativa de los regímenes [ 43 ] y el comportamiento
procíclico de los sistemas contributivos en el marco de un ciclo económico fuertemente
volátil y marcado por crisis económicas graves, resultaba necesario implementar
reformas de gran magnitud. Estas reformas se centraron, en la mayoría de los casos,
en desregular los sistemas y en privatizarlos total o parcialmente por medio de la
creación de un pilar ahorro para el retiro por capitalización individual con contribuciones definidas y prestaciones variables. Además de garantizar la sostenibilidad
[43] Estas disfunciones eran tales que, en muchos casos, las cotizaciones eran elevadas en tanto que las prestaciones
eran relativamente mediocres.
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económica, financiera y actuaria de los regímenes, las reformas también tenían como
meta racionalizar sistemas hasta entonces bastante fragmentados y segmentados
entre diferentes categorías de trabajadores.
La reforma chilena de 1981 fue la más radical y la más completa en la medida en que
la gestión integral del ahorro para el retiro del régimen principal se trasladó al sector
privado. Las reformas que después se llevaron a cabo en los demás países de la
región fueron más o menos semejantes. Sin embargo, con el objetivo específico de
aliviar la deuda previsional asociada a los costos del cambio de régimen, algunos países
mantuvieron un régimen público en paralelo a la introducción de un pilar privado de
capitalización individual en el régimen contributivo. En efecto, el costo relacionado
con la pérdida de contribuyentes del sistema público, cuando este último tenía que
seguir pagando las pensiones de los trabajadores ya jubilados o trasladando el reconocimiento de las cotizaciones ya acumuladas al sector privado, supuso un importe
fiscal sumamente elevado que muchos países buscaron limitar.
La magnitud de la privatización fue por tanto desigual en la región. Al término de las
reformas, se distingue a tres tipos de organización de los sistemas de pensiones (véase
cuadro 36):
l
el modelo “sustitutivo” que prescindió del sistema público de reparto y lo sustituyó
íntegramente por un régimen privado por capitalización; además de Chile, fue el caso
de Bolivia [ 44 ] y de México;
l
los sistemas “mixtos” en los que se procedió conjuntamente a la reforma del sistema
público y a la creación de un sistema privado que entraron en competencia entre
sí; fue la opción que adoptaron Colombia y Perú. Existen empero variantes de este
modelo: en Argentina, por ejemplo, había libertad para elegir entre los sistemas
pero la decisión era irrevocable (antes de la nacionalización de los fondos de pensión
que realizó en septiembre de 2008 el gobierno de Cristina Kirchner), en tanto en
Ecuador y en Uruguay la afectación a uno u otro de los regímenes se hace en función
del nivel de salario;
l
por último, otros países como Brasil o Venezuela mantuvieron sistemas públicos
de reparto pero introdujeron reformas paramétricas con el objetivo de mejorar el
perfil de sostenibilidad financiera y actuarial de los regímenes. No obstante, Brasil
dispone de fondos de pensión en el marco de un régimen de cotizaciones voluntarias. Este sistema de pensión complementaria cubre poco más de 6.5 millones
de personas y en la actualidad se sitúa como el octavo más grande del mundo.
[44] No obstante, en el caso de Bolivia, está en curso un proceso de nacionalización de las dos administradoras
que operan en el mercado de fondos de pensión.
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Cuadro 36 Sistemas de pensión en los países latinoamericanos
Tipo
Detalles
Argentina
Público
Antes del 10/2008: opción inicial entre el sistema público de reparto
y el sistema privado por capitalización individual. Los fondos fueron
nacionalizados en octubre 2008 sellando así el regreso a un sistema
público de reparto.
Bolivia
Privado
Sistema privado contributivo obligatorio.
Nacionalización de los fondos de pensión privados e introducción
de un pilar público de solidaridad.
Brasil
Público
Sistema público segmentado entre los trabajadores del sector privado
y las diferentes categorías de funcionarios. Existencia de un sistema
privado complementario.
Chile
Privado
Sistema privado obligatorio de contribuciones definidas.
Implementación de un pilar de solidaridad por el gobierno en 2008.
Colombia
Mixto
Dos opciones: régimen público de prestaciones definidas y sistema privado.
Ecuador
Mixto
Sistema público de reparto o privado por capitalización según el nivel
de ingreso (obligatorio y voluntario).
México
Privado
Sistema privado por capitalización.
Perú
Mixto
Competencia entre el sistema público de reparto y el sistema privado
por capitalización.
Uruguay
Mixto
Sistema público de reparto o privado por capitalización según
el nivel de ingreso.
Venezuela
Público
Ley orgánica del sistema de seguridad social aprobada en 2002
para la implementación de un sistema mixto pero no entrado en vigor
desde entonces. El sistema público sigue funcionando.
Fuentes: Federación Internacional de Administradoras de Fondos de Pensiones (FIAP), Superintendencia de Bancos y Seguros del
Ecuador, Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), Assoçiação Brasileira das Entidades de Previdência Complementar (ABRAPP).
Los partidarios de las reformas adoptadas a partir de los años 1990 habían destacado
numerosas ventajas vinculadas a la creación de regímenes de pensión por capitalización
para oponerlos a los sistemas de reparto que mostraban muchas insuficiencias. En
efecto, además de los problemas en términos de cobertura poblacional, las evoluciones
demográficas en relación a las opciones paramétricas planteaban interrogantes
sobre la solvencia de los sistemas. Lo que es más, la fuerte volatilidad económica
asociada al estado de las finanzas públicas suscitó dudas en cuanto a la capacidad del
Estado para llevar a cabo de manera conveniente su misión de garante y de prestador
de la protección social. Dentro de ese contexto, se consideró que la introducción de
sistemas por capitalización privatizados aportaría numerosas ventajas tanto en términos
financieros como de eficacia:
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l
la posibilidad que tendrían los trabajadores de elegir libremente entre administraciones privadas que están en competencia reduciría los costos administrativos,
mejoraría la gestión de los fondos y por tanto la calidad de las prestaciones;
l
los trabajadores serían cada vez más propensos a afiliarse y a cotizar en los regímenes
privados pues se sentirían más directamente comprometidos con prestaciones generadas por sus propias contribuciones y sin un lag generacional como sucedía con los
regímenes de reparto; eso debería permitir una mayor cobertura de los sistemas;
l
por último, la introducción de estos sistemas provocaría externalidades positivas a nivel
macroeconómico, en particular con una disminución a término del pasivo del sector
público y un impacto favorable sobre el desarrollo de los mercados de capitales locales.
Balance de los sistemas reformados
Hasta ahora, el balance muestra que no se han logrado buena parte de los beneficios
previstos para los diferentes sectores. Desde luego, los rendimientos de los nuevos
sistemas son en muchos casos razonables: según los datos de la FIAP y de la Asociación
Internacional de Organismos de Supervisión de Fondos de Pensión (AIOS) la rentabilidad real anual media de los fondos de pensión desde que se implementaron los
regímenes por capitalización individual es de alrededor del 7% en Bolivia, del 9% en
Chile y en Uruguay, 11% en Colombia, 5% en México y 10% en Perú. Una evolución
más favorable que la lograda por los salarios reales para el mismo periodo.
Además, la experiencia chilena muestra que, bajo ciertas condiciones, los regímenes
por capitalización permiten ampliar y profundizar el mercado de capitales doméstico,
favoreciendo así a otros sectores de la economía.
No obstante, las principales limitantes de los antiguos sistemas no se han resuelto
todavía (o sólo parcialmente):
l
el impacto esperado en materia de competencia no ha sido concluyente, principalmente por una rigidez de la demanda (baja reactividad de los consumidores
ante los precios, falta de información y de conocimientos de los sistemas, falta de
educación financiera) y de disfunciones en la supervisión que han conducido a
comportamientos oligopolísticos de las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP);
l
los costos administrativos se han mantenido elevados (véase cuadro 37): el papel
pernicioso de los vendedores (que reciben importantes comisiones por los traslados
de los afiliados de una AFP a otra) y los gastos adicionales (de marketing , por
ejemplo) de las AFP impidieron una fuerte baja de los gastos relacionados con la
gestión del ahorro para el retiro.
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A SAVOIR
Cuadro 37 Estructura de las cotizaciones para los fondos de pensión
(2008)
Contribución
De lo cual
(en % del salario corresponde
imponible)
para el fondo
De lo cual
corresponde
para la prima
de seguro
De lo cual
corresponde
para la
Comisión AFP
Peso de la
comisión en la
contribución
total
Bolivia
12.21%
10.00%
1.71%
0.50%
4.1 %
Colombia (1)
16.00%
11.50%
1.42%
1.58%
9.9%
Chile
12.68%
10.00%
1.24%
1.44%
11.4%
6.50%
6.50%
-
-
México (2)
Perú
12.75%
10.00%
0.88%
1.87%
14.7%
Uruguay
15.00%
11.999%
1.009%
1.993%
13.3%
(1) Colombia: La tasa de cotización incluye una participación de 1.5% para el Fondo de Garantía de Pensión Mínima;
(2) México: La cotización no incluye el seguro por invalidez regido por el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social).
Fuente: FIAP .
l
[ 218 ]
las tasas de cobertura (véase gráfico 22) aumentaron poco y se mantienen bajas a
causa de la escaza inclusión en el sistema de los trabajadores independientes e
informales, así como de una falta de confianza de la opinión pública en relación a
los sistemas. La cobertura es inferior al 50% de la masa salarial en la mayoría de los
casos y en la última década no hubo incremento significativo a pesar de la mejora
en el mercado laboral. Algunas categorías, que no tienen obligación legal de contribuir
al ahorro para el retiro, en realidad no vieron el interés de hacerlo (por ejemplo, los
trabajadores independientes). A la inversa, otras categorías están sub-representadas
en los regímenes actuales debido a la desigualdad en las condiciones de acceso y
por lo tanto al llegar a la vejez son más vulnerables al riesgo de pobreza. También
se observan perfiles de afiliación muy heterogéneos según el nivel de ingreso (la
cobertura es más baja para los primeros deciles), según el sector de actividad (los
rurales, los informales y los trabajadores independientes están sub-representados)
y según el género (las mujeres están en general menos cubiertas que los hombres).
Además, la falta de adaptación de los sistemas a las condiciones del mercado laboral
y las disfunciones relativas a la gestión de la evasión fiscal también explican las numerosas insuficiencias que perduran en el pago de cotizaciones de los afiliados. Así,
en la mayoría de los países, la parte de los afiliados que cotizan efectivamente no
llega al 60% (véase gráfico 23) y los perfiles de densidad de contribución son muy
heterogéneos entre las diferentes categorías socioprofesionales. Incluso en Chile, que
a nivel regional cuenta con la mayor cobertura, la tasa se ha estancado relativamente
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4. Políticas públicas
desde mediados de los años 1970 en tanto que el nivel de vida de la población se
incrementó fuertemente en el mismo periodo;
Gráfico 22 Afiliados a los fondos de pensión
(1990-2008)
Bolivia
Colombia
Chile
México
Perú
02
05
Uruguay
140
Afiliados a los fondos de pensión
(en porcentaje de la población activa)
120
100
80
60
40
20
0
90
93
96
99
08
Fuente: FIAP y OIT.
Gráfico 23 Contribuyentes efectivos a las AFP
en porcentaje de los afiliados (1990-2008)
Colombia
Chile
México
96
99
Perú
Uruguay
Parte de los afiliados a las AFP
que contribuyen efectivamente%
80
60
40
20
90
93
02
05
08
Fuente: FIAP.
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4. Políticas públicas
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l
las cotizaciones se mantienen elevadas en relación a pensiones relativamente mediocres. La tasa de reemplazo sobre el periodo 2003-2010 alcanza alrededor de 65%
en México y en Perú, y menos de 50% en Argentina (antes de la nacionalización)
y en Chile, lo que incita todavía menos a los trabajadores a contribuir. Esto se verifica
aún más en el caso de quienes no tienen una obligación legal de contribuir (trabajadores independientes) o para quienes las condiciones actuales son particularmente
desfavorables (ingresos bajos o perfiles de contribución cortos en algunos casos);
l
para los países que han mantenido un sistema público en paralelo al sistema privado,
la idea que la competencia entre los dos sistemas tuviera externalidades positivas
sobre la eficacia de la gestión administrativa pública no se ha verificado y los sistemas
se han mantenido fragmentados. En Colombia, aunque el régimen público cubre
alrededor del 20% de la población activa, la deuda previsional vinculada al sector
público se estima en cerca del 200% del PIB. Además de los compromisos hacia
los cotizantes del régimen principal, la existencia de regímenes especiales para los
funcionarios así como los costos asociados a la transición parcial hacia el régimen
por capitalización individual influyen en la solvencia fiscal del sistema. En Perú, el pilar
público del régimen contributivo principal no es todavía financieramente autosuficiente. En 2005, las transferencias del Estado representaban cerca del 75% de los gastos
totales del régimen. Los costos de transición también se mantienen elevados y las
tasas de remplazo en el sector público son menores que las del régimen privado.
Recuadro
8
El sistema de pensión brasileño
Después de haber desarrollado, en los años 1920-1930, sistemas de pensión adecuados
para diferentes sectores de su actividad económica con estructuras de financiamiento y prestaciones particulares, Brasil unificó su sistema de pensión en 1960 con la
Lei Orgânica da Previdência Social . Fortaleció la integración del sistema en 1977 con la
creación del Sistema Nacional de Previdência e Assistência Social que se hizo cargo de
la gestión administrativa así como de aplicar la política en materia de protección social
y es administrado por el ministerio del mismo nombre. Actualmente, el sistema de
pensión (en su modalidad contributiva) se organiza en torno a tres regímenes:
l
el régimen general administrado por el Instituto Nacional do Seguro Social (INSS);
l
regímenes especiales para los servicios públicos y los ministerios;
l
un régimen complementario administrado por el sector privado y abierto a los
cotizantes de estos otros dos regímenes.
Estos regímenes son independientes desde el punto de vista de su legislación y de su
financiamiento.
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De las grandes economías de la región, Brasil es –junto con Venezuela– el único
país en haber mantenido un régimen contributivo principal Pay As You Go (PAYG) y
público gracias a que introdujo reformas paramétricas. En efecto, desde el punto
de vista financiero se consideró que adoptar un régimen por capitalización era poco
sostenible debido a sus muy importantes costos de transición. Por lo tanto, en 1999 y
2003 se lanzaron dos grandes olas de reformas paramétricas buscando principalmente incrementar la equidad de los diferentes regímenes (con el objetivo de que
convergieran obligaciones y prestaciones a más largo plazo) y mejorar la sostenibilidad
financiera de los mismos (principalmente por medio de una modificación del modo
de cálculo de los beneficios). En particular, el salario de referencia para el cálculo de la
pensión se modificó y pasó de un equivalente de la remuneración de los últimos 36
meses al valor promedio del 80% de los mejores salarios del periodo total de contribución. Asimismo, para tener derecho a una pensión por tiempo de cotización se
introdujo un fator previdenciario; éste ajusta la prestación en función de la edad, de
la esperanza de vida y del tiempo de cotización del beneficiario con el objetivo de
desalentar toda jubilación precoz de aquellas personas que tengan derecho gracias a
la duración de su cotización [ 45 ]. Por último, en 2003, el límite máximo de la pensión
se aumentó.
A pesar de las diferencias estructurales de los sistemas de pensión brasileños y de
otras economías de América Latina, algunas de las fragilidades de los regímenes descritas anteriormente se aplican también al caso de Brasil. Según las cifras de 2007, alrededor de 30% de la población activa se encuentra al margen del pilar contributivo del
sistema de pensión y sólo la mitad de los trabajadores activos cotizan efectivamente.
Según el Ministerio de Seguridad Social, de los 29 millones de brasileños que no están
dentro del sistema, cerca del 55% podrían estarlo si contaran con mayores incentivos
para afiliarse. Dentro de este contexto, varias medidas están en proyecto para tratar
de aumentar la tasa de cotización, por ejemplo una reducción de la tasa de cotizaciones
para trabajadores independientes o la promoción de incentivos particulares a favor
de las categorías sub-representadas (empleados domésticos, trabajadores rurales,
mujeres, etc.). Después de una fuerte baja en los años 1990, la cobertura del sistema
parece haber recobrado una tendencia al alza durante el ciclo de fuerte crecimiento
que la economía brasileña registró a partir de 2003. Además, gracias a la implementación de prestaciones no contributivas, la cobertura para las personas mayores es
superior a la del periodo de actividad lo que ha contribuido a limitar el riesgo de
pobreza de los seniors. La participación creciente de esos gastos en el costo del sistema podría empero poner en riesgo su viabilidad financiera si no se acompaña de un
alza de la cobertura del pilar contributivo.
[45] No obstante, numerosos sectores de la población se opusieron al fator previdenciario; el parlamento votó su
abrogación en mayo 2010. Sin embargo, el presidente Lula estaba en contra de esta decisión y vetó su aplicación
en junio. En cambio, se aprobó un alza de 7.7% de las prestaciones.
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En paralelo y a pesar de las reformas paramétricas que también se introdujeron en el
régimen especial del servicio público y del ejército (que cubre alrededor de 9 millones
de personas), éste es todavía muy generoso y sigue requiriendo un financiamiento
neto. De modo que en términos agregados las pensiones son, junto con la educación,
uno de los primeros rubros de gasto del Estado brasileño aún más importante que el
gasto en salud. Por otro lado, la evasión de cotizaciones y los diferentes tipos de fraudes
contra el sistema han llevado a Brasil a promulgar en los años 2000 la Lei de crimes
contra Previdência social , que fortalece la autoridad del Ministerio de la Seguridad
Social contra los delitos. Además desde 2007, la recaudación de las contribuciones para
el retiro se incorporó a la del sistema fiscal general de manera a aumentar su eficacia.
Por último, persisten algunas disfunciones en la articulación entre el régimen obligatorio y el régimen complementario así como en la regulación y supervisión de este último.
Si el régimen complementario permite acrecentar los ingresos en el retiro y por lo
tanto la tasa de reemplazo total para sus contribuyentes, también pone en evidencia
las fuertes desigualdades socioeconómicas que existen dentro de la población activa
brasileña y tiende a reproducirlas en la vejez. De esta forma, si el monto de una pensión de jubilación del régimen general fue en promedio de 644 BRL (alrededor de
350 USD) en 2007, la que otorgó el régimen complementario (que sólo cubre a 6.5
millones de personas) fue de 3 400 BRL (1 840 USD).
Dentro de este contexto de fallas persistentes en el funcionamiento de los sistemas
de pensión de la región, en los años 2000 se llevaron a cabo múltiples adaptaciones.
Éstas buscaron mejorar el pilar contributivo administrado por los fondos de pensión
así como fortalecer un sistema global unificado de pensión que incluyera un pilar no
contributivo de modo a ampliar la cobertura, favorecer una mayor equidad de los
regímenes y acrecentar su eficacia.
Adaptaciones recientes en los sistemas de pensión latinoamericanos
A nivel del pilar contributivo, las autoridades de regulación de las AFP desempeñaron
un papel central en la dinámica de mejoramiento de los sistemas. Para incitar a los
trabajadores a afiliarse y a cotizar, se llevaron a cabo campañas de sensibilización y
de educación financiera. En efecto, “la educación previsional” resulta una variable
clave para incrementar la valorización y la implicación de los trabajadores en los regímenes de pensión contributivos por capitalización individual. Se ha observado una
relación positiva entre el conocimiento de los sistemas de pensión y su participación
en los mismos (Martínez et al., 2009). De igual forma, se observa que el desconocimiento sobre el funcionamiento del régimen de pensión impide a los afiliados
tomar decisiones activas como escoger su AFP, decidir entre cotizar para una pensión
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complementaria o jubilarse de manera anticipada, determinar su plan de pensión
(anualidades o retiros programados), optar por una compañía de seguros de vida en
caso de pensión por anualidades, etc. Dentro de ese marco, la reciente reforma
implementada en Chile, en 2008, incluyó la creación de un Fondo de Educación
previsional que financia programas de capacitación sobre el sistema de pensión.
También se aplicaron medidas para incrementar la competencia en el mercado de
las AFP y para reducir las comisiones que cobran los fondos de pensión. En Chile, por
ejemplo, después de una discusión en el seno del gobierno sobre la posibilidad de
crear una AFP pública, se organizó una licitación y en febrero de 2010 se introdujo
una nueva administradora de fondos de pensión –Modelo. Por otra parte, el
gobierno simplificó la comisión cobrada por las AFP (supresión de la comisión fija).
La Superintendencia de Pensiones llevará a cabo una licitación cada dos años y a la
AFP que proponga los gastos de gestión más bajos se le atribuirán automáticamente,
por los siguientes 24 meses, los nuevos contribuyentes del sistema.
Además, para optimizar el resultado de las AFP en términos de rendimiento/riesgo
y tomando en cuenta la conjunción entre la progresiva madurez de los sistemas
reformados y el desarrollo de los mercados financieros domésticos, se dio flexibilidad
a los regímenes de inversión de los fondos de pensión de manera que estos últimos
puedan sacar un mayor provecho de las oportunidades de mercado. Las posibilidades
de inversión en renta variable y en activos extranjeros se incrementaron progresivamente mitigando así la participación de los fondos de pensión en los bonos públicos
locales (que en parte financia la deuda previsional relacionada con el cambio de
régimen). Sin embargo, esta última se mantiene elevada para algunos países (48% en
Colombia, 65% en México y 82% en Uruguay en 2008). Una de las mayores innovaciones de la década 2000 fue la implementación de los “fondos múltiples” dentro
de los sistemas de fondos de pensión. Estos fondos que se iniciaron en Chile en
2002, se aplicaron en Perú y en México en 2003 y 2005, también se prevé lanzarlos
en Colombia en 2011. Estos “fondos múltiples” (o multifondos) permiten que las
administradoras de fondos manejen varios fondos con reglas de inversión diferentes
y un acceso condicionado por ciertas características del contribuyente (edad y
grado de aversión al riesgo). Lo cual permite a los fondos más “riesgosos” exponerse
a activos con mayor volatilidad de corto plazo pero con un rendimiento de largo
plazo más importante que se adapta a la perspectiva de larga duración del ahorro para
el retiro de los cotizantes más jóvenes (véase cuadro 38). En la medida en que por
ahora las tasas de reemplazo son decepcionantes y la esperanza de vida se incrementa, resulta crucial favorecer el aumento de la rentabilidad de los recursos administrados por las AFP de modo a elevar el monto de las prestaciones otorgadas dentro
de un contexto en el que las cotizaciones están predefinidas.
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A SAVOIR
Cuadro 38 Características de los “multifondos”
Tipos
de fondos
Parte
de inversión
en renta variable
Selección
del fondo
A (+ riesgoso)
de 40% a 80%
H. hasta 55 años,
M. hasta 50 años
B
de 25% a 60%
Todos menos
jubilados
Perú
Otras
características
Hasta 35 años
Los afiliados
pueden repartir
M. de 36 a 50 años, sus cotizaciones
H. de 36 a 55 años entre diferentes
fondos y pueden
M. a partir
cambiar de fondo
de 51 años,
dentro de una AFP
H. a partir
dos veces
de 56 años
por año sin cargo.
C
de 15% a 40%
D
de 5% a 20%
E (- riesgoso)
no autorizado
5
hasta 30%
menos de 26 años menos de 26 años
4
hasta 25%
menos de 36 años
de 27 a 36 años
3
hasta 20%
menos de 45 años
de 37 a 45 años
2
hasta 15%
menos de 55 años
de 46 a 55 años
1
no autorizado
“de crecimiento"
hasta 80%
hasta 60 años
"mixto"
hasta 45%
hasta 60 años
"de preservación"
hasta 10%
Chile
México
Asignación
por defecto
56 años y más
Cada afiliado
sólo puede escoger
un solo fondo para
sus cotizaciones
obligatorias y
voluntarias y puede
cambiar de fondo
dentro de la misma
AFP sin límites
ni cargos.
Los afiliados
pueden transferir
sus aportes de
fondos a otro cada
tres meses.
Las cotizaciones
menos de 60 años obligatorias sólo
pueden afectarse
a un solo fondo
pero no hay
restricciones
para las
más de 60 años
contribuciones
voluntarias.
Fuentes: FIAP, Superintendencia de Pensiones (Chile), CONSAR (México), Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (Perú).
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Por otro lado, se han tomado medidas para aumentar la cobertura de los sistemas
con la implementación de incentivos para las categorías sub-representadas. Si la creación
de regímenes intermediarios es una de estas modalidades, incrementar la cobertura
del seguro de pensión también requiere mejorar las políticas laboral y fiscal. En Brasil,
por ejemplo, para favorecer la formalización de los trabajadores (y por lo tanto posibilitar su afiliación al seguro social), un proyecto en curso prevé modificar la forma
de cálculo de la contribución patronal que pasaría de un monto basado en el salario
a uno correspondiente al valor agregado de la empresa. Estas nuevas reformas, establecidas en los años 2000, son parte de una lógica que promueve sistemas de pensión
más inclusivos e integrados, multipilares, que compaginan los regímenes contributivos
con un régimen público de pensión solidaria y con regímenes intermediarios cuyo
objetivo sea promover nuevos incentivos de afiliación y contribución. Por lo general,
en la región, la protección social ha tenido un fuerte sesgo a favor del pilar contributivo
y las medidas no contributivas para proteger a los grupos de población más vulnerables
han estado a cargo de los programas de lucha contra la pobreza y no de las autoridades
responsables de la protección social. Además, a la inversa de los sistemas de pensión
por reparto, los sistemas privatizados en base a la capitalización individual imposibilitan
los traslados solidarios entre los afiliados de modo que las desigualdades socioeconómicas de la vida activa tienden a reproducirse en la vejez. Dentro de ese contexto,
los países de la región han introducido en forma progresiva, en la estructura de los
sistemas de pensión, prestaciones no contributivas. En Brasil (programa de pensión
para los trabajadores rurales que pueden justificar un periodo de actividad de 12
años en el sector agrícola) y en Bolivia (programa de pensión universal, Bonosol, ahora
llamado Renta Dignidad), la creación de pensiones mínimas permitió aumentar la
cobertura vejez (en tanto se estancaba la cobertura contributiva de la población activa)
y de este modo reducir la pobreza de las personas mayores. En 2005, la pensión no
contributiva sumaba algo más de 7 millones de beneficiarios rurales. Actualmente,
casi todos los países de la región disponen de sistemas de jubilación con una pensión
mínima garantizada; sin embargo, estas pensiones son en general modestas en relación
a los ingresos del periodo activo (en un contexto en el que los salarios mínimos son
ya muy bajos) y por lo tanto no siempre solucionan el problema de la pobreza. Varios
países (Chile, Colombia, México principalmente) prevén también pagos complementarios del Estado durante el periodo de cotización para ciertas categorías de afiliados.
Además, la deficiente articulación entre los distintos pilares contribuyó a crear conflictos
de intereses entre los diferentes esquemas de contribuciones y de prestaciones,
provocando efectos adversos en relación a los objetivos establecidos (como un “desincentivo” para contribuir de ciertos grupos de población, lo cual no favoreció el aumento
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de la cobertura). A tal efecto, la reforma chilena de 2008 comprueba la reciente tendencia regional hacia el regreso de una intervención pública favorable a una mayor
equidad de acceso y de prestaciones del sistema de pensión así como a la creación
de un sistema único integrado. Esta reforma, implementada bajo el mandato de la
presidenta Michelle Bachelet, tenía por objetivo clave limitar el riesgo de pobreza de
las personas mayores por medio de una mejor cobertura del sistema. Para proteger
a los grupos más vulnerables, el gobierno chileno creó un nuevo pilar de solidaridad
(administrado por el Instituto de Seguridad Social recién creado) que, dentro del sistema
integral de pensión, se conjugó con el régimen contributivo y permite garantizar una
pensión mínima no contributiva a quienes se encuentran en margen del sistema
contributivo así como crear nuevos incentivos para las categorías de población que,
por lo general, tienen una cobertura de pensión baja (jóvenes, mujeres, trabajadores
independientes) pero que cuentan con cierta capacidad de cotización para integrarse al
régimen contributivo. El incentivo del Estado consiste principalmente en un aporte
previsional solidario (Pensión Máxima con Aporte Solidario, PMAS) para completar
la pensión que el cotizante recibe por medio del régimen principal en el caso de que
ésta sea inferior a cierto monto. También se otorga un subsidio previsional durante
el periodo de cotización para los jóvenes trabajadores de bajos ingresos y para las
mujeres (que además perciben un bono sobre su cuenta individual por cada nacimiento
o adopción). Por otra parte, el régimen de trabajadores independientes será obligatorio
y se alineará progresivamente con el de los trabajadores asalariados (esta primera
categoría profesional es hoy una de las menos cubiertas por el régimen). Se estima
que el costo total de la reforma será inferior al 1% del PIB anual de aquí a 2017 [ 46 ].
Ahora bien, si el esquema de capitalización individual imposibilita el principio de
solidaridad, el fortalecimiento de los pilares de ayuda plantea un problema de financiamiento. En efecto, a corto plazo la consolidación del pilar no contributivo resulta
necesaria (tomando en cuenta el riesgo de pobreza combinado con la baja cobertura
actual de los sistemas de pensión) pero los mecanismos son sumamente costosos
para los poderes públicos y los recursos presupuestarios de los Estados de la región
son limitados. Fuera de la viabilidad –en términos absolutos– del financiamiento de
estas nuevas estructuras, existe también un riesgo de desvío de fondos en otros
sectores clave (educación, salud, políticas activas en el mercado laboral, inversión
productiva, en infraestructuras, investigación y desarrollo, etc.). De modo que resolver
los problemas estructurales como la baja cobertura y poca participación de los agentes
con capacidad contributiva todavía es un reto mayor. En ese sentido, la implementación
[46] Para una presentación más exhaustiva de la reforma chilena de 2008, véase Benavides, 2009.
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de regímenes intermediarios subsidiados resulta una opción interesante para motivar a
afiliarse y a cotizar a las personas que cuentan con ingresos pero cuyo monto o
frecuencia no les permite (o sólo en malas condiciones) tener acceso a una pensión
contributiva. Este tipo de medidas permiten a la vez aumentar los coeficientes de
cobertura y disminuir el peso del pilar de solidaridad (en su modalidad asistencial).
La inserción de diferentes esquemas de contribuciones y de prestaciones en un
sistema integrado también es un elemento clave para garantizar coherencia entre
los diferentes mecanismos de incentivos y de protección. En un estudio publicado
por el Banco Mundial (Forteza et al., 2009), los autores llevan a cabo una simulación de
las tasas de cobertura y de rentabilidad interna de los sistemas, para obtener en función
de parámetros actuales una estimación de las futuras pensiones otorgadas por los
regímenes de pensión de diferentes países latinoamericanos así como determinar los
incentivos para afiliarse. Ponen en evidencia que la correlación entre diferentes pilares
puede tener un impacto en la toma de decisiones de los contribuyentes. De manera
que, según ellos, los regímenes argentino y uruguayo desfavorecen los periodos de
cotización cortos lo cual expone al riesgo de pobreza en la vejez a los trabajadores
independientes o temporales en tanto que, en los casos ecuatoriano y venezolano,
los incentivos para tener periodos de contribución largos son muy bajos y podrían
favorecer comportamientos de riesgo moral [ 47 ]. En cambio, los regímenes chileno,
mexicano y brasileño presentan un mejor equilibrio entre la garantía contra el riesgo de
pobreza de las personas mayores y los incentivos para cotizar durante su vida activa.
Por último, la lucha contra la evasión sobre las cotizaciones sociales también debe
ser tema prioritario dado el costo fiscal que implican estas fugas.
Los fondos de pensión y la crisis económica actual:
¿hacia una mayor participación en el financiamiento de las economías nacionales?
Mientras que los sistemas de pensión reformados siguen presentando serias carencias
y generan descontento en la opinión pública, la crisis económica internacional (que
en el caso de América Latina se sintió en especial después de septiembre de 2008
tras la quiebra de Lehman Brothers) puso el tema de los fondos de pensión en el
centro del debate público.
[47] Término comúnmente utilizado en economía para señalar el hecho de que un agente parcialmente aislado de
un riesgo (relacionado con la presencia de un tercero asegurador) se comporta de forma más arriesgada que si
tuviera que asumir totalmente las consecuencias de dicha toma de riesgo. Aquí utilizamos el término “riesgo
moral” para destacar la posibilidad de que un pilar de seguridad social no contributivo demasiado generoso (en
relación a las prestaciones del pilar contributivo) debilite los incentivos de los agentes para afiliarse al pilar
contributivo.
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En efecto, la fuerte devaluación de todos los activos financieros provocó una caída
de la rentabilidad de los fondos de pensión (véase gráfico 24), lo que puso en duda su
capacidad para pagar pensiones decentes en un contexto de fuerte volatilidad financiera. De esta forma, en 2008, todas las AFP latinoamericanas registraron rendimientos
negativos que en los casos de Chile y de Perú fueron de alrededor de un 20%
Gráfico 24 Rentabilidad anual real de los fondos de pensiones
latinoamericanos (en %), 1981-2008.
Bolivia
Colombia
Chile
México
Perú
30
20
10
0
- 10
- 20
- 30
1981
1984
1987
1990
1993
1996
1999
2002
2005
2008
Fuente: FIAP.
Además, como algunos gobiernos ya habían expresado su hostilidad hacia el pilar
privado de las pensiones, en algunos casos la crisis resultó más bien un pretexto para
su nacionalización. Así, más que ser resultado de una situación crítica del sistema
privado, la decisión del gobierno argentino de nacionalizar los fondos de pensión en
septiembre del 2008 fue producto de una voluntad política por regresar a un sistema público de reparto. En 2007, una primera medida que autorizaba a los afiliados
del sistema privado a reincorporarse al sistema público [ 48 ] ya había permitido que
varios miles de afiliados se trasladaran hacia los sistemas a cargo de la Administración
Nacional de la Seguridad Social (ANSES). Por otra parte, aunque las AFP eran grandes
inversionistas de títulos públicos argentinos, el control sobre los fondos de pensión
[48] Antes, la decisión entre régimen público o privado era libre pero irrevocable.
[228]
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permitió al gobierno reducir su pasivo en relación a los acreedores locales y aumentar
sus recursos financieros (algo así como 23 millones USD de activos en manos de los
fondos de pensión argentinos) en un contexto de escasez de capitales a escala internacional. De igual forma, Bolivia aprovechó la situación de fragilidad de las AFP nacionales para valorizar la idea de un regreso al sistema público que se encuentra hoy en
curso. Sin embargo, esos ejemplos de decisiones radicales no se generalizaron a
otros países de la región. En efecto, los rendimientos se mantuvieron a un nivel correcto
y la recuperación de los mercados financieros a partir del segundo trimestre de 2009
mostró que la volatilidad de corto plazo no tenía necesariamente graves consecuencias
sobre la rentabilidad a largo plazo (que corresponde al horizonte de inversión de los
fondos de pensión).
Sin embargo, la regulación de las AFP y las decisiones relativas a su régimen de
inversión resultan elementos claves del éxito económico y social de los sistemas de
pensión por capitalización. En especial, han ganado terreno los debates en torno al
papel de los fondos de pensión como apoyo para el crecimiento nacional. En efecto, la
importancia de los recursos administrados por estas instituciones y su horizonte de
rentabilidad a largo plazo abrieron la vía a una mayor participación de las AFP en el
financiamiento de las economías (en particular en proyectos de infraestructura) en
un contexto en el que los países trataban de estabilizar sus recursos financieros para
implementar planes contracíclicos y hacer frente a las dificultades estructurales de
las economías. Dentro de un contexto de ahorro nacional estructuralmente débil [ 49 ]
y de mercados de capitales poco desarrollados y poco profundos (que complican el
financiamiento a largo plazo de los actores privados en el mercado nacional), el
ahorro previsional administrado por las AFP es considerable (véase gráfico 25 y 26) y
bien adaptado a necesidades de financiamientos de largo plazo. Por otra parte, ante
el deterioro del valor de casi todas las clases de activos financieros, las AFP se mostraron cada vez más interesadas por inversiones alternativas susceptibles de presentar
perfiles de rendimiento/riesgo más favorables que los activos tradicionales.
[49] En la mayoría de los casos, la tasa de ahorro nacional no rebasa el 20% del PIB.
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4. Políticas públicas
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Gráfico 25 AFP latinoamericanas: fondos administrados
en 2000, 2005 y 2009 (en % del PIB)
2000
2005
2009
80
72
70
63
60
48
50
40
30
19
17
20
11
10
12
10
7
4
5
3
0
Colombia
México
Perú
Chile
Fuentes: FIAP y Economist Intelligence Unit (EIU).
Gráfico 26 AFP latinoamericanas: fondos administrados
entre 1999 y 2010 (en miles de millones de USD)
Colombia
Chile
México
Perú
140
120
100
80
60
40
20
0
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
Fuente: FIAP.
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2009
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4. Políticas públicas
Dentro de ese marco, se abrió una amplia reflexión para mejorar los instrumentos
de inversión directa en proyectos de infraestructura locales adaptados a los criterios
de inversión de las AFP. De este modo Chile creó a partir de 1998 un “bono de infraestructura” autorizando a las AFP a financiar las compañías concesionarias de proyectos
de infraestructura y recientemente México introdujo instrumentos estructurados
en el mercado de capitales para permitir a los fondos de pensión participar en el
financiamiento de las infraestructuras nacionales. De igual forma en Perú, por ejemplo,
los fondos de pensión participaron en la implementación de un “fondo de infraestructuras” en 2009. Se prevé que la dotación total del fondo sea de 600 millones
USD con contribuciones diversas (BID, CAF, gobierno, etc.) y los fondos de pensión
peruanos se han comprometido en aportar 300 millones USD o sea 50% del fondo.
Si la participación directa de los fondos de pensión en las infraestructuras se ha limitado por ahora a las infraestructuras de transporte, no se excluyen otras inversiones
por ejemplo en la construcción de hospitales o de escuelas. En México, en especial,
se destaca la participación de las AFP en la vivienda social (tienen 51% de la cartera
del INFONAVIT y 24% de la cartera de FOVISSTE [ 50 ] ). Si bien los fondos de pensión
gozan de poca legitimidad ante la opinión pública, una mayor participación en el
desarrollo nacional podría acrecentar la visibilidad de las AFP a los ojos de los ciudadanos latinoamericanos (aún cuando esta participación no tiene que suplantar su
función primera que es el pago de pensiones las más altas posibles). En ese sentido
el papel del regulador público que fija los criterios de inversión para las AFP (tipos de
activos, sector institucional, grado de liquidez, rating, etc.) determina en gran parte
la rentabilidad de los fondos de pensión, y por tanto, las pensiones que se pagan.
El seguro de salud
Todas las constituciones de los países de América Latina reconocen el derecho de
acceso a los servicios de salud y en teoría garantizan una cobertura universal por lo
menos para servicios básicos. Sin embargo, en la realidad, la cobertura de los sistemas
de salud es insuficiente a pesar de que es superior a la de los sistemas de pensión. Al
igual que sucedió con las prestaciones de jubilación, la protección en materia de
salud se enfrentó hasta los años 1980 a las disfunciones propias de las economías de
la región, lo cual se reflejó, principalmente, en dificultades para el financiamiento de
la salud así como para la gestión y atribución de las prestaciones. De este modo, las
reformas que iniciaron en este periodo –con la reforma chilena de 1981– y luego fueron
promovidas por las instituciones internacionales y difundidas, a distintos niveles, en
[50] Fondos públicos orientados hacia la promoción del desarrollo de la vivienda de interés social por medio de
créditos para la construcción y créditos hipotecarios subsidiados para los estratos sociales de bajo ingreso.
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
las otras economías de la región buscaron fortalecer la eficacia de los sistemas, incrementar la equidad y lograr una mejor calidad de servicios. Esto se realizó por medio
de dos modalidades principales: la descentralización de los servicios y la introducción
del sector privado tanto a nivel de la gestión de los asegurados (compañías de seguros
de salud privadas) como a nivel de la prestación de los servicios de salud (hospitales
privados) sin que exista necesariamente una relación exclusiva entre administradores
y prestadores del sector público, por una parte, y los del sector privado por la otra.
Aún cuando las reformas se llevaron a cabo prácticamente en todos los países, su
magnitud y sus modalidades fueron en realidad bastante diferentes, lo cual dificulta
la identificación de tipos precisos de estructuras para los sistemas de salud. Sin
embargo, se pueden destacar diferentes grados de integración de los sistemas entre
pilar contributivo y pilar no contributivo:
l
sistemas integrados (en los que existe un principio de solidaridad en el financiamiento entre los regímenes de seguro y de asistencia) financiados de manera no
exclusivamente contributiva y con cobertura universal. Tanto el sector público como
el privado pueden efectuar las prestaciones con un grado de interacción heterogéneo
entre los dos; es por ejemplo el caso de Brasil;
l
sistemas parcialmente integrados financiados por las contribuciones y por transferencias del Estado, cuentan con una cobertura diferente entre el pilar contributivo y
el pilar no contributivo. Por otra parte existe cierta diferenciación en el financiamiento y la prestación entre sector público y sector privado; es el caso de Colombia
y –en cierta medida– de Chile que dispone de un sistema dual en el que sólo
hay solidaridad dentro de una de las modalidades del sistema;
l
regímenes totalmente fragmentados, sin traslados entre los diferentes pilares del
sistema y sin prestación universal [ 51 ], en los cuales existe cierta heterogeneidad a
nivel mismo de las prestaciones otorgadas por el sector público; es la situación en la
que se encuentra la mayoría de los países de la región: Argentina, Bolivia, Ecuador,
México, Perú, Uruguay…
[51 ] Veremos en lo que sigue del capítulo que las reformas más recientes tenían por objetivo fortalecer la implementación de prestaciones de base por medio de la garantía de paquetes mínimos de servicios en prácticamente
todos los países.
[232]
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4. Políticas públicas
Modalidades de las principales reformas de los países latinoamericanos
en el ámbito de la salud
Al igual que en el caso de las pensiones, la ola de reformas en el sector de la salud
comenzó con la experiencia chilena de 1981 que se llevó a cabo en torno a las dos
modalidades arriba citadas: la descentralización y la privatización parcial. De modo
que la gestión de los servicios generales de salud se delegó al nivel municipal y la de
los hospitales a “zonas de salud” (es decir, agrupación de municipios). Por otra parte,
la gestión del seguro de salud se abrió al sector privado a través de las Instituciones
de Salud Previsional (ISAPRES). Los trabajadores chilenos que tienen obligación de
cotizar con el 7% para el seguro de salud pueden optar por pagar sus contribuciones a la administración pública o a una ISAPRE. Estas últimas proponen numerosos
paquetes de “planes de salud” en función de los recursos, la edad, la situación familiar, etc. del cotizante. Para los que se quedan en el sector público, la gestión y las
prestaciones están a cargo del Fondo Nacional de Salud (FONASA) y para los servicios
generales de salud los cotizantes pueden optar por médicos privados, subsidiados
por el Fondo. El FONASA es financiado por las contribuciones de los afiliados con
capacidad contributiva y por las transferencias públicas para la gestión del pilar no
contributivo del sistema. En caso de hospitalización, los cotizantes del sector público
acuden a hospitales públicos y los del sector privado a establecimientos privados
aún cuando en la práctica y por diversas razones (cercanía geográfica, especialización
patológica, etc.), estos últimos recurren con frecuencia a los prestadores públicos.
Como en el caso del ahorro para el retiro, el nuevo sistema de salud chileno se caracterizó
por una inclusión bastante baja y por la falta de un paquete básico de prestaciones
en la definición inicial del sistema. Se caracterizó también por una fuerte segmentación
social ya que las personas de altos ingresos acuden a las ISAPRES donde pueden
acceder a planes completos de salud mientras que las personas de bajos ingresos
por lo general se quedan en el sistema público. Dentro de este contexto, en 2003, el
pilar de solidaridad del sistema se fortaleció con el programa AUGE (Plan de Acceso
Universal con Garantías Explícitas) que garantiza el acceso universal a los servicios de
atención médica para un número determinado de patologías. El FONASA y las ISAPRES
tienen obligación de proporcionar prestaciones que se incluyan en el paquete AUGE.
La reforma colombiana de 1993 retomó muchos elementos de la reforma chilena
pero buscó evitar la segmentación social que se observó en el caso chileno. Estableció
dos pilares entre los cuales se creó un mecanismo de solidaridad:
l
un primer pilar contributivo en el que los trabajadores contribuyen con un 12% de
los cuales el 1% se destina al fondo de solidaridad;
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l
un segundo pilar para personas con un nivel de ingreso que no permite integrar el
pilar contributivo. El subsidio del Estado para este pilar puede ser total o parcial:
su financiamiento está garantizado por los recursos del fondo de solidaridad y transferencias públicas (transferencia del presupuesto e impuestos del petróleo).
Existe un paquete mínimo de servicios de salud para los dos pilares pero que no es
idéntico: el Plan Obligatorio de Salud (POS) y el Plan Obligatorio de Salud Subsidiado
(POSS). A pesar del objetivo inicial para que las prestaciones básicas de los dos
regímenes convergieran, las del régimen subsidiado (POSS) son un 50% inferiores a
las del régimen contributivo (POS). En 2008, la Corte Constitucional colombiana
publicó un fallo (T-760/2008) que obligó al Estado a tomar una serie de medidas
para garantizar la igualdad de los dos paquetes hacia el 2010. Esta decisión se basó
en las quejas que cierto número de ciudadanos presentaron ante la justicia para
denunciar el incumplimiento del derecho a la salud. Actualmente, se prepara un proyecto
para crear un nuevo paquete universal de garantías de prestaciones mínimas, el Plan
Limitado Único de Salud (PLUS). No obstante, es criticado porque se le considera
menos ventajoso que el POS actual. La gestión del seguro de salud está a cargo de
las Entidades Promotoras de Salud (EPS) que proponen planes de seguro de salud y
orientan a sus afiliados hacia los servicios médicos por medio de su propia red o de
otras empresas prestadoras del sector privado o público (como en el contexto chileno, los hospitales públicos colombianos gozan de gran autonomía, principalmente
para administrar recursos financieros). Las EPS tienen que proponer un paquete
básico de salud y pueden ofrecer planes complementarios. Teóricamente tienen la
obligación de aceptar la gestión de los afiliados del régimen subsidiado: pero en la
práctica estos últimos están a cargo de las Administradoras de Régimen Subsidiado
(ARS), que son parte del sector público, pero que pueden orientar a los afiliados
hacia prestadores tanto públicos como privados.
La reforma brasileña del sistema de salud (1988) se diferencia ampliamente de los
dos ejemplos anteriores debido a que creó un Sistema Unificado de Salud (SUS), de
acceso universal, gratuito e integral (incluye un pilar no contributivo) financiado por
impuestos y por contribuciones (trabajadores y empleados), y administrado por el
sector público. Sin embargo, el sistema está todavía muy fragmentado y el sector
privado sigue estando muy presente en la oferta de los servicios de salud. En la práctica
se distinguen varias formas para acceder a los servicios de salud en Brasil:
[234]
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l
el SUS universal, gratuito e integral, financiado por impuestos y por contribuciones,
cuyas prestaciones son suministradas directamente por el sector público o por
servicios que este último ha externalizado y entregado al sector privado;
l
planes de seguro de salud propuestos por prestadores privados y financiados con
los recursos de los trabajadores y de los patrones que acuden al sector privado
para las prestaciones de salud;
l
regímenes especiales de algunos funcionarios y del ejército, financiados por el
sector público pero que utilizan la oferta privada;
l
profesionales de la salud privados y autónomos, de acceso directo a cambio del
pago inmediato de la prestación.
Esta integración del sistema se dio en paralelo a una descentralización creciente de la
gestión y del financiamiento de los servicios de salud hacia los Estados y las municipalidades. Si el SUS se puede considerar como un éxito ya que el 90% de los brasileños
aseguran que recurren a él (Piola et al., 2009), menos del 30% lo utiliza de manera
exclusiva; de modo que el sector privado representa cerca de la mitad del total de
los gastos de salud y reúne alrededor del 70% de las camas de hospital.
A pesar de la implementación de algunas reformas de magnitud más restringida, en
su mayoría los sistemas de salud de otros países de la región todavía están fragmentados. Por ejemplo, en México no hay articulación entre el financiamiento público
y el régimen contributivo. El pilar de solidaridad del régimen es bajo y la prestación
de los servicios básicos pasa en general por programas específicos de lucha contra
la pobreza centrados en categorías particulares de la población como el programa
IMSS-Oportunidades [ 52 ] subsidiado por el Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS). México introdujo recientemente un paquete básico de prestaciones médicas
gratuitas, el Seguro Popular de Salud (SPS) destinado a los más pobres que también
busca limitar las contribuciones de pagos directos que frenan la demanda de categorías sociales de bajos ingresos. Está financiado en un 97% por el sector público
(Estado federal y Estados). En otros países como Bolivia o Venezuela, se crearon
paquetes de prestaciones básicas destinadas a las poblaciones más vulnerables y por
ello menos cubiertas por los sistemas existentes. La experiencia boliviana empezó
con la implementación de un Seguro Nacional de Maternidad y Niñez en 1996
que después se extendió a otras categorías de la población con el Seguro Básico de
[52] Para una presentación más completa de los programas de lucha contra la pobreza, véase el capítulo 4.1.2 sobre
las políticas sociales de redistribución y de transferencia para luchar contra la pobreza y las disparidades.
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Salud (SBS) en 1999. No obstante, estas prestaciones incluyen sobre todo servicios
de medicina general y pocas prestaciones hospitalarias; las patologías más graves no
se incluyen. En Venezuela, a partir de 2003 se lanzó el plan Barrio Adentro con el
objetivo de consolidar la prestación de servicios básicos para las poblaciones desfavorecidas (primero en la capital y luego en todo el país) por medio del desarrollo de
una red ambulante de gabinetes médicos y luego por la implantación de consultorios
populares.
El financiamiento de la salud en América Latina
A pesar de la diversidad de las reformas y de los actuales regímenes de protección
de la salud (seguro y asistencia) así como de las múltiples combinaciones entre el
sector público y privado a nivel de la gestión, del financiamiento y de las prestaciones,
el financiamiento de la salud en la región presenta similitudes entre los diferentes
países que van más allá de la estructura de los sistemas. Además, ponen en evidencia
que la privatización de la salud ha sido menos completa que la de los sistemas de
pensión (véase cuadro 39).
[236]
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336
42.9
21.1
58.8
Gasto directo de los
hogares como
porcentaje del gasto
privado en salud
Gasto directo
de los hogares como
porcentaje del gasto
total en salud
Gasto de la seguridad
social en salud como
porcentaje del gasto
general del Estado
en salud
64.3
24.5
0
34.3
58.8
252
8.4
41.6
17
22
53.2
361
6.2
58.7
Chile
70.1
7.7
48.7
239
6.1
84.2
Colombia
40.1
45.8
75.2
78
5.8
39.1
Ecuador
58.9
50.8
93.1
256
5.9
45.4
México
39.2
55.9
97
48
5.7
42.4
Paraguay
42.4
31.3
75.3
94
4.3
58.4
Perú
35.1
13.1
50.3
431
8
74
Uruguay
33.7
47.1
88.1
222
5.8
46.5
Venezuela
16:22
79.4
47
5
69.2
Brasil
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Fuente: World Health Statistics, 2010.
10
Gasto del Estado
en salud per cápita
(USD)
50.8
Gasto general del
Estado en salud como
porcentaje del gasto
total en salud
Gasto total en salud
en % del PIB
Argentina Bolivia
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4. Políticas públicas
Cuadro 39 Financiamiento de la salud en América Latina (2007)
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4. Políticas públicas
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En todos los países, incluso en aquellos donde el sector privado domina la prestación
de servicios médicos, el financiamiento de la salud cuenta con 40 a 60% de participación del Estado (salvo en el caso de Bolivia y de Colombia en donde la participación
es mayor). Esta participación corresponde a las inversiones realizadas para la prestación
de servicios de salud en el sector público, al costo de la gestión de los regímenes
públicos (regímenes generales públicos y regímenes específicos de algunas categorías
de trabajadores como los funcionarios, el ejército, etc.) y a la externalización –y más
recientemente al subsidio– de algunos servicios. Dentro de este marco, la participación
del sector público ha estado creciendo últimamente, en particular debido al fortalecimiento de los pilares de solidaridad que incluye la creación de paquetes de prestaciones mínimas garantizadas. En efecto, prácticamente todos los países de la región
han creado estos paquetes de prestaciones básicas aún cuando no siempre sean
universales (por ejemplo, en México y en Perú) o que no incluyan el tratamiento de
enfermedades graves (Bolivia). Esto ha provocado el alza de los gastos de salud del
sector público que ahora cuentan entre los primeros rubros del gasto público (junto
con las pensiones y la educación o la vivienda) por lo que la problemática de los
recursos públicos es ahora parte central del problema del financiamiento de la salud.
De esta forma, en 2007, el costo del sistema de salud que asume el sector público
representó desde un 5.4% del presupuesto en Brasil hasta un 18.8% en Colombia.
Por supuesto, los gastos de salud por habitante todavía son bajos en relación a los
países industrializados (en donde el gasto promedio per cápita es de 2 699 USD)
pero también en relación a otros países de ingreso intermediario. Los países andinos
(Bolivia, Ecuador, Paraguay y Perú) se encuentran muy mal situados con gastos por
habitante inferiores a 100 USD (datos de 2007). De este modo, se observa una correlación bastante fuerte del nivel de desarrollo económico y social con el desarrollo
de la protección de la salud. Los países mencionados, algunos de los cuales tuvieron
ciclos de crecimiento muy dinámicos [ 53 ] recientemente, todavía se caracterizan por
la magnitud de su sector informal, de las desigualdades territoriales así como sociodemográficas vinculadas con la existencia de poblaciones indígenas marginalizadas.
En cambio, Argentina, Chile y Uruguay, registran las mejores situaciones en términos
de gastos de salud por habitante y estos mismos países son los que cuentan con los
sistemas de mayor cobertura (superior al 60%).
Otra característica destacada de la región es que los gastos directos de los hogares
son en su mayoría altos, lo cual refleja las fallas de los sistemas de seguridad social en
[53] Es principalmente el caso de Bolivia y de Perú; véase sobre el tema la primera parte de este estudio, “Dinámicas
económicas”.
[238]
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términos de cobertura del pilar contributivo por el sistema público o por planes de
seguro prepagados contratados con los prestadores privados. Existe una relación
inversa entre gastos directos y nivel de ingresos de manera que las personas más
pobres son las que carecen de planes de salud prepagados. En algunos países, el peso
importante de estos gastos en la totalidad del gasto de salud plantea el problema de
la inclusión de los sistemas en la medida en que, para las categorías más pobres,
estos gastos constituyen una barrera para la demanda de atención médica. De modo
que los gastos de salud directos que efectúan los hogares representan alrededor del
35% de los gastos totales promedio de salud en la región y hasta 50% en algunos
casos (Ecuador, México, Venezuela). Para los hogares brasileños, por ejemplo, la salud es
el cuarto rubro de gastos. En todos los casos, el aumento total de los gastos de salud
se explica sobre todo por el alza de los gastos privados.
Además, a pesar del alza en los gastos de salud por parte del sector público, su
asignación no siempre ha sido eficaz en términos de equidad y la acción pública ha
acentuado en algunos casos las desigualdades de ingreso que prevalecen en la sociedad
fracasando de esta manera en uno de los objetivos clave de las reformas emprendidas.
En muchos casos, el alza en los gastos de salud ha favorecido sobre todo a los quintiles
más ricos. En Bolivia, por ejemplo, el 44% de los gastos[ 54] se destinan al sistema de
seguridad social (que no cubre más que a 20% de la población), algo más de 30% al
sector privado (que cubre alrededor del 10% de la población) y sólo el 22% es para
el sector público que, sin embargo, cubre al 65% de la población. Además, en todos
los países, algunas categorías de población (funcionarios y militares por ejemplo) siguen
beneficiando de regímenes sumamente ventajosos que no se han incluido en las
reformas y que representan un costo elevado para el sector público a pesar de que
cubren a una pequeña parte de la población. Finalmente, la implementación de pilares de solidaridad realmente inclusivos con una garantía de prestaciones universales,
requiere una capacidad de financiamiento fuerte por parte de los Estados así como
fuentes de ingresos no contributivas. Lo cual requiere, en especial, una desconexión
de las finanzas públicas y de los ciclos económicos así como una fuerte capacidad de
recaudación fiscal. A parte de Brasil, las tasas de imposición teóricas y efectivas son muy
bajas si se comparan con la experiencia internacional, lo cual dificulta la implantación
de prestaciones universales financieramente sostenibles. Por otro lado, la persistencia
de sistemas poco integrados en la mayoría de los casos (salvo en Brasil) impide la
redistribución entre los diferentes pilares del sistema y por lo tanto imposibilita
toda transferencia solidaria entre afiliados del sistema contributivo y beneficiarios
del sistema no contributivo.
[54] Gastos directos de los hogares.
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4. Políticas públicas
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Balance de las reformas y perspectivas para los sistemas de salud en la región
Además de los problemas relacionados con el financiamiento de la salud, otros
escollos impidieron que los sistemas reformados lograran plenamente sus objetivos
iniciales. Primero, desde el punto de vista de la descentralización, se observó que
ésta no aportaba los beneficios previstos en términos de una mejor gestión, de una
simplificación del acceso y por lo tanto de la equidad, e incluso que podía tener
efectos adversos. En efecto, la descentralización de la gestión de los servicios de
salud no siempre se conjugó con la adecuada transferencia de recursos financieros
que está vinculada a la nueva misión de las entidades regionales y municipales por
parte de los gobiernos centrales. Ello contribuyó a fortalecer las desigualdades territoriales en el acceso a la atención médica y a su calidad. En ese contexto, observamos
una fragmentación de los sistemas (competencia entre niveles de gobiernos y entidades geográficas) así como “des-economías” de escala que tuvieron consecuencias
negativas en la calidad global de las prestaciones suministradas.
A nivel de la privatización, la apertura al sector privado con frecuencia se llevo a
cabo en un contexto de fragilidad de la institución reguladora y supervisora. Esta
situación engendró diferentes tipos de abuso por parte de los prestadores privados:
prácticas anticompetitivas, fraudes a nivel de las prestaciones subsidiadas por el sector
público y otras prácticas poco éticas. En los países que disponen de regímenes privados
y públicos parcial o totalmente integrados, observamos desigualdades de trato entre
asegurados en función de su afiliación (cobertura pública contra planes privados) y
a prácticas de selección por parte de compañías de seguros médicos. Por ejemplo
en el caso de Colombia observamos, por un lado fallas en la identificación de los
beneficiarios del régimen subsidiado y por el otro dificultades para respetar el derecho
a la salud así como para suministrar efectivamente las prestaciones previstas en los
paquetes de mínimo garantizado, prácticas que afectaron al sistema de salud. El
Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales (SISBEN),
utilizado principalmente para identificar a los derechohabientes del pilar subsidiado
(total o parcial) del sistema de salud, se vio manchado por casos de corrupción y
numerosos fraudes. Al cotejar los 32.9 millones de personas registradas en el SISBEN
con los datos de la declaración de ingresos, se puso en evidencia que 63 000 personas
no deberían ser beneficiarios (215 000 personas si se cuentan las personas que tienen
a cargo). Respecto al derecho a la salud, en Colombia se ha vuelto algo común que
los ciudadanos recurran a la justicia para hacer valer sus derechos en términos de
acceso a las prestaciones de salud (alrededor de 90 000 demandas al año en promedio).
Estos pleitos representaron un significativo costo adicional para el sistema de salud
(alrededor de 625 millones USD en 2008 en relación a las prestaciones garantizadas
por el régimen contributivo).
[240]
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Además de estos problemas específicos, muchas de las disfunciones de los sistemas
de pensión se repiten en los mecanismos del seguro de salud aún cuando la cobertura
global (incluyendo el pilar no contributivo) es en general más alta. A pesar de que la
mayoría de los países crearon paquetes de prestaciones de mínimo garantizado, las
fallas administrativas, las desigualdades territoriales y un nivel elevado de co-pagos
obstruyeron la aplicación efectiva de una cobertura universal. A la inversa, la cobertura
del seguro de salud contributivo es todavía limitada en la región. Por ejemplo, en
Bolivia ampara sólo a un 20% de la población con importantes desigualdades para
los sectores rurales y las poblaciones más pobres. Lo que es más, las prestaciones
suministradas en el marco del pilar de solidaridad son en general de menor calidad
que las del régimen principal, lo cual plantea interrogantes en términos de igualdad
en el acceso y en la calidad de la atención que representan un reto para la equidad
de los sistemas. La diferencia de calidad puede ser resultado de múltiples factores
explícitos o implícitos como el propósito de contar con prestaciones básicas diferenciadas
(el caso de Colombia), un trato desigual de las diferentes categorías de afiliados por
parte de los prestadores de salud (caso de Brasil) o la brecha de calidad entre prestadores públicos y privados (en muchos caso, la excelencia médica está todavía vinculada a los hospitales privados). En la mayoría de los países, el sector privado sigue
dominando la oferta en materia de salud (cubre al 25% de la población en Brasil, al
18% en Chile) tanto a nivel del seguro de salud (planes contributivos) como a nivel
de la atención.
Fortalecer la garantía de servicios básicos universales es todavía un reto para la
región a pesar de los avances logrados en la última década y que se perciben en los
indicadores de salud de América Latina (véase cuadro 40). En Brasil, el acceso a los
servicios básicos es más o menos universal y las encuestas de satisfacción destacan
el alza del nivel de satisfacción de la población en relación a estos servicios a pesar
de que la calidad de la atención hospitalaria genera todavía descontento. En Bolivia,
la reforma de 1994 permitió un fuerte aumento de la cobertura gracias, principalmente, a la creación de un paquete básico universal de salud. No obstante, si el acceso
a los servicios de medicina general ha mejorado gracias a estos diferentes programas, el
acceso a los servicios hospitalarios todavía es restringido para las poblaciones que no
están cubiertas por el régimen contributivo.
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A SAVOIR
Cuadro 40 Avance en los Objetivos de Desarrollo del Milenio
(OMD) relativos a la salud
Mortalidad
infantil
Salud materna
Lucha contra las enfermedades
infecciosas graves
Argentina
Por buen camino
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Por buen camino
Bolivia
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Mala
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Brasil
Por buen camino
Por buen camino
Objetivo logrado
Chile
Por buen camino
Por buen camino
Por buen camino
Colombia
Por buen camino
Por buen camino
Ecuador
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Por buen camino
Puede lograrse
si se realizan
sont réalisés
México
Realizado
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Por buen camino
Paraguay
Mala
Mala
Mala
Perú
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Mala
Uruguay
Por buen camino
Por buen camino
Por buen camino
Venezuela
Por buen camino
Por buen camino
Puede lograrse
si se realizan
cambios
Fuente: OMD, Naciones Unidas.
De modo que los sistemas de salud en América Latina se caracterizan por su fragmentación y su segmentación entre los diferentes pilares pero también según las
diferentes categorías de trabajadores y de prestadores, lo cual obstaculiza la eficacia
global de los sistemas y plantea problemas importantes en términos de equidad
pero también de financiamiento.
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La protección laboral
Como lo hemos señalado en las secciones precedentes, las características de los
sistemas de seguridad social en la región están intrínsecamente relacionadas con las
particularidades de los mercados laborales, principalmente con la presencia de un
amplio sector informal. La sección “protección laboral” está aún más vinculada
debido a que se conjuga con políticas de acción directas en estos mercados.
En efecto, se pueden distinguir dos modalidades de protección laboral:
l
políticas llamadas “activas” que buscan favorecer el buen funcionamiento de los
mercados laborales, es decir promover la creación de empleos, mejorar la calidad
del empleo, favorecer la capacitación continua, apoyar a los trabajadores independientes y a la pequeña empresa, etc.;
l
políticas llamadas “pasivas” que buscan proteger a los trabajadores ante las fluctuaciones de los mercados laborales por medio de indemnizaciones de despido y
seguros de desempleo.
Sin ahondar sobre el primer tema (que está fuera del marco de este capítulo), es
importante señalar que, dado el alto costo financiero de las políticas pasivas de
protección laboral, los países de la región con frecuencia dieron prioridad a las políticas
activas, principalmente a través del impulso a la creación de empleos públicos. Sin
embargo, dentro del contexto de desregulación y de flexibilización que experimentaron
los mercados laborales durante la década de 1990, el efecto de estas políticas es
ambiguo. En efecto, últimamente se ha observado un alza del empleo y una reducción
del desempleo pero esta tendencia es sobre todo resultado del dinámico crecimiento
que ha tenido la región en un periodo reciente. Además, con frecuencia ha tenido
por correlato a una bajada en la calidad del empleo que se ha caracterizado por generalizar contratos precarios y temporales en una región donde el sector informal es
todavía importante.
A nivel de las políticas pasivas, la protección laboral se articula más particularmente
en torno a la indemnización por despido (que se ha generalizado en el conjunto de
los países de la región) y a un seguro de desempleo que existe solamente en algunos
países (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela) y que se aplica únicamente
a los empleos formales ya que forma parte del marco del régimen contributivo de la
seguridad social. De manera general, en la región, la protección laboral es claramente
imperfecta. En lo que concierne a la indemnización por despido, es una medida que
con frecuencia se ha considerado como una protección ineficaz que contraría el
buen funcionamiento de los mercados (principalmente al frenar la movilidad de los
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trabajadores). En efecto, dado que su monto aumenta con el tiempo de trabajo,
puede por un lado desalentar el despido de personas con antigüedad lo que constituiría un obstáculo para la entrada de nuevos trabajadores; por otro lado puede
acarrear una mayor rotación de los asalariados (generalización de contratos de
tiempo determinado y cortos), debido a que las empresas no quieren exponerse al
riesgo de tener que pagar una indemnización alta. Además, debido a la evolución de los
mercados laborales en la década reciente (es decir, la precarización), en la actualidad
se despide a pocos trabajadores “sin razón válida” lo cual disminuye el alcance de la
indemnización por despido.
La indemnización de desempleo sólo existe en un reducido número de países y
corresponde a un seguro de desempleo que otorga por derecho el sistema de seguridad social (pilar contributivo) o entonces a una protección de desempleo que se
obtiene por acumulación de recursos en la cuenta individual del trabajador. Implica
contribuciones patronales, salariales y a veces una participación del Estado. En algunos
casos, los dos sistemas coexisten (Brasil, Chile, Ecuador). En Chile, el seguro de desempleo se basa en un sistema de cuentas de depósito individuales y en un fondo de
desempleo solidario financiado por las contribuciones patronales y estatales que
otorga una compensación a los desempleados que hayan agotado el saldo de su
depósito antes del término del periodo de cobertura. Sin embargo, hasta ahora el
acceso a las prestaciones del fondo ha sido muy restrictivo y excluye a muchos
beneficiarios potenciales. No obstante, aún con este esquema más completo de
protección laboral, subsisten carencias principalmente en la cobertura y beneficios
otorgados. En efecto, el monto de las prestaciones suministradas es por lo general
bajo dado que la tasa de cobertura es baja así como el nivel de los salarios mínimos
y medios en la mayoría de las economías latinoamericanas [ 55 ]. Además, debido a la
cantidad de contratos precarios o informales muchos trabajadores asalariados no
tienen acceso al seguro de desempleo. En los países que lo han establecido, el dispositivo
cubre entre 3% y 9% de los desempleados. El sistema excluye en particular a los
trabajadores del sector informal y en muchos casos también a los trabajadores independientes. En cuanto al pilar no contributivo su protección también es muy reducida
y se limita, en el mejor de los casos, a un acceso a los servicios de salud y eventualmente de pensión, en su modalidad no contributiva, vinculado en general a servicios
de menor calidad. No obstante, recientemente se ha observado en algunos países
una mayor implicación estatal en los fondos de seguro de desempleo (Brasil, Chile) con
el fin de completar los sistemas de cuentas de depósito individuales ya existentes.
[55] En efecto, según los datos de la OIT, en 2009 los salarios mínimos se situaban entre 92 USD al mes en Bolivia
y 375 USD en Argentina.
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Por último, la protección laboral en América Latina es limitada, fragmentada y carece
de eficacia:
l
limitada ya que, por un lado, las políticas activas en el mercado laboral no lograron
impedir su precarización dentro de un marco de desregulación que no incluyó
medidas de protección adecuadas contra las fluctuaciones de la demanda laboral;
y por otro lado las políticas pasivas están vinculadas al empleo formal con lo que
se excluye a una parte importante de las poblaciones activas;
l fragmentada ya que coexisten diferentes mecanismos de protección laboral
(indemnizaciones de despido), de protección de los ingresos frente al riesgo de
pérdida del empleo (seguro de desempleo), prestaciones no contributivas y políticas
activas para mejorar los mercados laborales. Ahora bien, estas diversas acciones
no siempre son compatibles y dejan abiertas cierto número de brechas en relación
a la situación de los trabajadores informales e independientes (que ni las políticas
activas, ni las pasivas han resuelto hasta ahora), la protección contra el desempleo
de larga duración (que depende de las políticas activas), la promoción de la reinserción más que de la estabilidad del empleo (políticas activas como, por ejemplo, la
formación continua contra las políticas pasivas de tipo indemnización de despido);
l carece de eficacia ya que el concepto de protección laboral así como los problemas
registrados en el control y la regulación de las prestaciones permitieron algunos
comportamientos de riesgo moral, principalmente en torno a los incentivos para
la formalización destinados a ciertas categorías socioprofesionales.
No obstante, es importante destacar que no existe una relación estricta entre desregulación del mercado laboral y sensación de inseguridad frente al riesgo de pérdida del
empleo. En efecto, como lo señala la CEPAL (Weller, 2009), algunos países que cuentan
con un mercado laboral relativamente flexible (Argentina, Chile, Uruguay) son también
algunos de los que han implementado los esquemas más completos de protección
laboral a escala regional y que registran el sentimiento de inseguridad laboral más
bajo. Por medio del uso del término “flexiguridad”, los autores muestran que la flexibilización de los mercados laborales no es necesariamente contraria a la seguridad del
empleo si se acompaña de medidas apropiadas: protección financiera para limitar el
riesgo relacionado con la pérdida de ingreso, y políticas activas de capacitación y de
reinserción que favorezcan la movilidad de los trabajadores.
Además de la importancia de los mecanismos de protección frente al riesgo de
pérdida del empleo, también resulta importante fortalecer las políticas activas en el
mercado laboral (en específico su articulación con las políticas pasivas) debido a su
impacto sobre el conjunto del sistema de seguridad social. En efecto, hasta ahora el
acceso a la seguridad social está principalmente vinculado a un empleo formal y los
pilares no contributivos de los sistemas se han desarrollado poco en la región.
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A SAVOIR
Conclusión:
los desafíos de la protección social
en América Latina
La historia de la protección social en América Latina es antigua y está marcada por
las grandes evoluciones económicas y sociales de la región en el siglo XX y principios
del XXI. Si bien los generosos regímenes creados antes de los años 1950 se enfrentaron
a las evoluciones demográficas, a los problemas de finanzas públicas y a la ineficacia
de la gestión administrativa, a partir de los años 1980, América Latina fue un campo
de experimentación para la implementación de políticas económicas de orientación
liberal. En el ámbito de la protección social, los beneficios relacionados con la apertura
al sector privado y a la desregulación no lograron dar solución a los problemas estructurales mayores de la región por lo que progresivamente se observó una reintervención
del Estado en los años 2000. Este último interviene en un momento en el que los países
latinoamericanos benefician de una coyuntura internacional favorable y se encuentran
en un ciclo de crecimiento fuerte ligado a una mejoría de los fundamentales macroeconómicos y financieros (reducción de los ratios de deuda pública y externa, en varios
casos excedentes gemelos, etc.).
Una de las causas importantes del fracaso de las reformas en relación a los beneficios
previstos es que la desregulación y la privatización se produjeron cuando los mecanismos de regulación eran escasos, por no decir inexistentes en la región. Esta falta
de control de los actores privados suscitó comportamientos contrarios a los intereses
de las poblaciones; las consecuencias fueron importantes si se toma en cuenta la misión
social vinculada a la protección en el retiro, salud o empleo. Además, la desregulación también afectó al mercado laboral que registró una mayor precariedad de los
contratos, lo que dificultó la inclusión de los trabajadores en las estructuras contributivas de la seguridad social y por tanto pesó en forma negativa sobre el aumento
de las recientes tasas de afiliación a pesar de la baja general registrada en las tasas de
desempleo.
En este contexto, la protección social enfrenta actualmente desafíos mayores, en
especial en términos de cobertura y de financiamiento de los sistemas. Garantizar a
todos un acceso a la protección social supone un aumento de la cobertura de los
pilares contributivos de los sistemas y una voluntad para superar las desigualdades
entre los diferentes grupos socioeconómicos en términos de acceso a los regímenes
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contributivos. Por otro lado, con el reciente fortalecimiento de los pilares de solidaridad
de los sistemas, se plantea el problema de su sostenibilidad financiera. En efecto, los
recursos presupuestarios de los Estados de la región son limitados y, dado que los
diferentes pilares de los sistemas están fragmentados, la solidaridad financiera interpilares es baja.
La cobertura de los sistemas es todavía baja a nivel del pilar contributivo y aumentó
poco durante las últimas décadas. En una región en la que el sector informal es una
característica estructural del mercado laboral (que representa casi 40% de los
trabajadores en promedio), los sistemas que se basan principalmente sobre el pilar
contributivo excluyen de jure una parte importante de la población lo cual tiende
a acentuar las fuertes desigualdades de las sociedades latinoamericanas. De modo
que ciertas categorías de la población están ampliamente sub-representadas: trabajadores independientes, rurales, mujeres y minorías étnicas a menudo marginalizadas. El problema de las desigualdades de género ocupa un lugar creciente en las
reflexiones sobre la inclusión de los sistemas de protección social. Las mujeres que
ganan en promedio menos que los hombres y que en general tienen un perfil de
cotización más corto y una esperanza de vida más larga, cuentan con pensiones más
bajas que las de los hombres tanto en nivel como en términos de tasa de reemplazo.
La cobertura también es muy desigual según las categorías de ingresos: si la cobertura
global de los sistemas es en general inferior al 60% de la población activa, la cobertura
del último quintil es aún más baja y no rebasa 40%.
No obstante, el problema de la cobertura de la protección social en América Latina
va más allá de la segmentación del mercado laboral. En efecto, dentro del propio
pilar contributivo la afiliación y la contribución efectiva a los regímenes son bajas y
las reformas de las últimas décadas no han logrado modificar profundamente estas
características de los antiguos sistemas. Según la CEPAL, el número de personas
empleadas y contribuyentes de los sistemas de seguridad social ascendía a 57% en
2005 contra 63% en 1990. De modo que la idea de que los incentivos para afiliarse
y cotizar fueran más fuertes con un sistema privado e individualizado no se comprueba
aquí. El hecho tiene varias explicaciones, entre las cuales se pueden mencionar las
siguientes:
l
los pocos incentivos o la exclusión de los trabajadores independientes en términos
de afiliación a la seguridad social (debido a prestaciones poco adaptadas a las
características del trabajo independiente que generan una percepción de que el
costo/beneficio es desfavorable para esta categoría de trabajadores) principalmente
cuando los perfiles de cotización son cortos debido a una densidad de contribución
baja (empleos temporales espaciados, por ejemplo). Tomando en cuenta las carac-
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terísticas de los mercados laborales en la región, el problema de la densidad de
contribución no se limita a los trabajadores independientes. Por ejemplo, según
un estudio del Banco Mundial (Ribe et al. , 2010), en Argentina, Chile y Uruguay, el
trabajador promedio contribuye efectivamente a la seguridad social sólo durante la
mitad de su vida activa (tomando en cuenta, entre otros, los periodos de desempleo
y los traslados entre sectores formal e informal);
l
una baja valorización de la protección social por parte de los ciudadanos que no
sólo se debe a la baja calidad de las prestaciones sino también a una falta de conocimiento de los sistemas. La idea general en torno a los sistemas de protección
social es que las reformas ahondaron las desigualdades en la atención, afectaron la
calidad de las prestaciones, aumentaron el descontento en relación a estos sistemas,
lo cual no favoreció el alza del número de contribuciones y de afiliaciones. De
acuerdo con el informe Latinobarómetro 2008, el 85% de los ciudadanos latinoamericanos considera que la administración de la salud debe ser en su mayoría
estatal y un 82% piensan lo mismo en el caso de las jubilaciones (de los cuales el 90%
en Chile donde el sistema privatizado es el más completo y antiguo de la región);
l
en cierta medida, el fortalecimiento de pilares de solidaridad poco coordinados
con el funcionamiento del pilar contributivo pudo generar, entre ciertas categorías
de personas (trabajadores independientes o temporales, por ejemplo), un desincentivo por afiliarse al régimen principal.
Además, tanto en el caso de los asalariados como de los empleadores, en la región se
registra una alta evasión fiscal sobre las cotizaciones. Por ejemplo, según Busso et al.
(BID, 2010) en Chile esta evasión es de 34% en las empresas con más de 10 trabajadores.
Una vez más, el perfil de las empresas influye en su propensión para cotizar efectivamente pues la tasa de evasión es más elevada en las pequeñas empresas. Una
situación que resulta de una tasa de contribución relativamente alta para las cotizaciones
de los empleadores en la mayoría de los países (véase cuadro 41).
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Cuadro 41 Contribuciones patronales para la seguridad social (* )
En % del salario
Argentina
39.7
Bolivia
22.2
Brasil
29
Chile
25.2
Colombia
36.8
Ecuador
15.5
México
31.5
Perú
27
Venezuela
14.2
* Se incluyen las contribuciones para la jubilación, invalidez y sobrevivientes, enfermedad,
( )
maternidad, riesgos de trabajo, ayudas familiares, desempleo, vivienda e impuesto laboral.
Fuente: BID (2010).
De modo que para mejorar los pilares contributivos, es necesario luchar contra la
evasión de cotizaciones sociales por parte de los afiliados y atraer a aquellos trabajadores con capacidad contributiva que los sistemas actuales desalientan (por ejemplo,
los trabajadores independientes que tienen cotizaciones sumamente elevadas que
corresponden a la suma de la participación empleado y empleador). La organización
basada en el modelo de capitalización individual con la que cuentan la mayoría de los
países y la fragmentación de los diferentes regímenes de protección social dificultan
la creación de mecanismos de solidaridad entre los diferentes pilares por lo que el
costo de la asistencia social se concentra casi en su totalidad en el sector público. Lo
cual plantea el problema del financiamiento de la protección social en Estados que
tienen una capacidad presupuestaria limitada y en los que es difícil concebir una
fuerte alza de su capacidad de gasto a corto plazo debido a los numerosos obstáculos
para la eficacia de la política fiscal. De igual forma, el problema de la formalización
del empleo en la región y unas tasas de cotizaciones sociales relativamente altas
hacen difícil proyectar un alza de cotizaciones sociales. Dentro de este contexto y
ante la necesidad de un horizonte temporal largo para el fortalecimiento de la protección social (hoy el reto es evitar el riesgo de pobreza en la vejez de poblaciones
activas poco integradas a los regímenes contributivos de la seguridad social), resulta
primordial garantizar recursos a largo plazo para el financiamiento de la protección
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social que estén desconectados de los ciclos macroeconómicos. En ese sentido, la
iniciativa chilena de crear un fondo soberano destinado a garantizar las obligaciones
del sector público hacia el sistema de pensiones (pensión no contributiva, obligaciones
ligadas a la transición hacia el sistema privado y subsidios en el marco del régimen
contributivo) es un ejemplo positivo que podría reproducirse en otros países ahora
que las reservas de cambio se encuentran a un nivel históricamente alto. El Fondo de
Reserva de Pensiones, creado en el 2006 gracias a las aportaciones del ex Fondo de
Estabilización del Cobre (actualmente Fondo de Estabilización Económico y Social)
con un monto inicial de 604.5 millones USD es alimentado por aportes anuales
equivalentes a por lo menos 0.2% del PIB del año anterior. A la fecha del 31 de abril
del 2010, el valor del fondo se estimaba en 3 365 millones USD.
Además, es necesario contar con una mejor atribución del gasto vinculada a una
mejor definición de los objetivos prioritarios en materia de protección social. En
efecto, los gastos sociales públicos se sitúan actualmente entre 5% y 25% según las
economías de la región (véase gráfico 27) y presentan cierta estabilidad desde hace
quince años. Si bien las reformas recientemente introducidas en los sistemas suponen
que habrá un alza de la contribución del sector público, los gastos de seguridad social
no rebasarán el 10% según los países (son de 9.8% del PIB en Argentina en el 2007,
de 4.7% en Chile y 7.6% en Colombia según la CEPAL – Uthoff, 2009). Lo cual pone
en evidencia la persistente y muy importante fragmentación de los diferentes sistemas
en los que algunas modalidades, a pesar de estar vinculadas a la protección social
(acceso a la salud, pensión para algunas categorías de la población), son administradas
por programas de lucha contra la pobreza. Esto ha generado desigualdades en la
atención debido a prestaciones diferenciadas para categorías de la población con
perfiles comparables. Ahora que las disfunciones propias de la segmentación de los
regímenes son evidentes, una mejor integración de los diferentes pilares de la
seguridad social con estrategias de acción integrales resulta una etapa esencial para
consolidar sistemas más inclusivos y eficientes. En efecto, el problema de la eficacia
del gasto público supone la implementación de políticas adecuadas que tomen en
cuenta tanto a las poblaciones a las que se destinan estas reformas, como a la regulación del sector privado y a la gestión administrativa pública. Dentro de ese contexto,
el gasto público en el ámbito de la protección social también tiene que ser más
progresivo.
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Gráfico 27 Gasto público social (en % del PIB)
Argentina
Ecuador
Bolivia
México
Brasil
Perú
Chile
Uruguay
Colombia
Venezuela
30
25
20
15
10
5
0
1990
1993
1996
1999
2002
2005
Fuente: CEPAL.
Por ello ahora que América Latina enfrenta importantes retos en términos de política
fiscal y de mercado laboral, la protección social que está intrínsecamente relacionada
con estos dos sectores tiene que conciliar con las debilidades estructurales de la región
para garantizar una protección universal al conjunto de sus ciudadanos. Las reformas de
los años 1990 que se caracterizaron por el retroceso del Estado mostraron que los mecanismos del mercado no tenían capacidad para remediar las fallas de los sistemas públicos
anteriores. El retorno de la intervención estatal que se ha comprobado en estos últimos
años es positivo pero enfrenta desafíos importantes para garantizar su viabilidad dado
que las disfunciones estructurales presentes en los sistemas anteriores a las reformas de
los años 1990 persisten en su mayoría.
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WELLER, J. (2009), “ Regulation, Worker Protection and Active Labour-Market Policies
in Latin America ”, CEPAL, Santiago de Chile.
WHITEHOUSE, E. (2007), “ Retirement-Income Systems in 53 Countries ”, Pension
Panorama, Banco Mundial, Washington D. C.
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4.2.2. Políticas de redistribución y de transferencias sociales
Bruno LAUTIER
Resumen
Las políticas sociales de redistribución y de transferencias se asimilan por lo general
a los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas (CCTP, Conditional Cash
Transfer Programmes ). Éstos, que se inspiraron de los planes mexicanos Progresa
(1997) y Oportunidades (2002), se han implementado en unos quince países.
Consisten en distribuir subsidios a familias muy pobres bajo la condición de que
envíen a los niños a la escuela y acudan regularmente a los centros de salud. Su objetivo
es por lo tanto doble: disminuir la extrema pobreza y acrecentar el capital humano
de los pobres. Estos programas no constituyen la totalidad y, con frecuencia, tampoco
son la parte más importante de los programas de transferencia de ingresos. En muchos
casos (como el de la Bolsa Familia brasileña) reúnen –y se sustituyen– a programas
anteriores. En otros casos, coexisten con ellos. Por último, en ciertos casos el carácter
restrictivo, y hasta excluyente, de estos CCTP provocó la creación de programas de
transferencias monetarias complementarios.
En torno a los CCTP hay consenso en las instituciones internacionales además de que
gozan de gran legitimidad en cada país. Aún cuando en algunos países conciernen
hasta una cuarta parte de la población, en el gasto público representan una parte
mínima ya que el monto de las prestaciones es muy bajo.
La primera parte de este artículo está dedicado a la presentación de las características
generales de estos programas (condicionalidades, población concernida, nivel de
las ayudas, impacto sobre los ingresos, educación y salud, impacto político, etc.). La
segunda parte presenta más en detalle los cuatro programas más importantes
(Argentina, Brasil, Chile, México). La tercera parte sitúa a los CCTP en relación a
otros programas de transferencias de ingresos: en algunos países –en particular en
Brasil–, en los que se han popularizado mucho menos, estos últimos tienen un
impacto y un costo superiores a los CCTP. Algo que se acentúa cuando se toman en
cuenta las jubilaciones y las remesas de los emigrantes.
La cuarta parte estudia las transferencias sociales en el marco más general de las
políticas sociales; se observa que sólo pueden cumplir con su papel en materia de educación y de salud si se combinan con políticas voluntaristas de oferta de servicios
públicos y también se destaca que, en su actual formato, no tienen la capacidad para
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dar respuesta al principal reto de los próximos años: la pauperización de las personas mayores. Por último, en la quinta parte se examinan las consecuencias de las
transferencias sociales sobre la pobreza y las desigualdades: si bien logran reducir
significativamente la pobreza extrema así como la intensidad de la pobreza, tienen
muy poca incidencia sobre la pobreza “simple”. Su impacto, que en materia de
reducción de las desigualdades es real, se ve compensado por el carácter antiredistribuidor de las jubilaciones. De manera que en los países más grandes (Argentina,
Brasil, Colombia, México), el conjunto (transferencias sociales + jubilaciones) resulta
generalmente anti-redistribuidor.
Para concluir, se insiste en el impacto político e ideológico que tienen los programas
de transferencias de ingresos y que va más allá de su peso financiero: en América
Latina, la conciencia de un “derecho a la asistencia” se está imponiendo como una
componente de la ciudadanía, lo cual incide para que la difusión y la ampliación de
este tipo de programas sean irreversibles.
Introducción
Las políticas sociales de redistribución y de transferencias se asimilan por lo general
a los Conditional Cash Transfer Programmes (CCTP). Éstos, que se inspiraron del plan
mexicano Programa de Educación, Salud y Alimentación ( Progresa, 1997), que se
transformó en Oportunidades en el 2002, se implementaron progresivamente a
partir del 2002 en quince países latinoamericanos [ 56 ]. En esencia, consisten en distribuir
subsidios (pocos) a familias muy pobres bajo la condición de que envíen a los niños
a la escuela y acudan regularmente (madres e hijos) a los centros de salud. Ahora
bien, estos programas relativamente recientes (fuera de Progresa todos son posteriores al 2000) no constituyen la totalidad y, con frecuencia, tampoco son la parte
más importante de los programas de transferencia de ingresos. En muchos casos,
reúnen y se sustituyen a programas anteriores y más centrados en poblaciones particulares. En otros casos, coexisten con ellos. Por último, en ciertos casos el carácter
restrictivo, y hasta excluyente, de estos CCTP ha generado la creación de programas
de transferencias de ingresos complementarios.
[56] Tales programas existen en los siguientes países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador,
Guatemala, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, El Salvador,
Uruguay. Se encontrará en Valencia Lomelí (2008) una presentación y numerosos detalles sobre estos planes.
Véase también CEPAL, 2007 (pp.132-133) y CEPAL, 2009 (cap.2, pp.35-47). El libro que sintetiza las evaluaciones
del Banco Mundial sobre los CCTP (Fizbein et al., 2009) no está únicamente dedicado a América Latina
pero alrededor de dos terceras partes de los ejemplos analizados provienen de ese continente. Cada programa
nacional es objeto de una abundante literatura tanto institucional como académica.
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Los CCTP suscitaron consenso muy rápidamente: en el 2000, cuando el Progresa
apenas tenía tres años, el International Food Policy Research Institute (IFPRI) publicó
una primera evaluación muy positiva [ 57 ]. Rápidamente, el medio académico hizo lo
mismo (las primeras publicaciones datan de 2002, sean evaluaciones del programa
mexicano o estudios para lanzar los programas argentino, chileno y brasileño) al
igual que los bancos de desarrollo (Banco Mundial y BID). La CEPAL (CEPAL, 2009)
los consideró como un elemento central de la “reforma de las reformas” (es decir la
rectificación a las reformas neoliberales de los años 1990) y destacó su carácter
innovador. A pesar de este consenso internacional [ 58 ], estos programas no se adoptaron bajo el efecto de una presión de las instituciones internacionales sino que
respondieron ampliamente a condiciones y restricciones internas bastante diferentes
según cada caso (elecciones, crisis social en Argentina, conflictos entre los diferentes
niveles de gobierno, etc.). De esta manera, los gobiernos en el poder fueron a buscar en
la “caja de herramientas” asistencial lo que era nuevo, poco costoso y electoralmente
productivo.
El desarrollo de los CCTP, y más ampliamente, de las políticas de transferencia de
ingresos, plantea un conjunto de interrogantes sobre el futuro de las políticas sociales en América Latina. La primera consiste en saber si serán el eje central de la lucha
contra la pobreza, o si al menos concentrarán las medidas esenciales que acompañan
una política que se focaliza de nuevo en el pro-poor growth . La segunda consiste en
determinar si los CCTP disminuyen la vulnerabilidad (sacando de la pobreza a sus
beneficiarios de manera duradera) o si únicamente buscan que las personas en situación
de extrema pobreza puedan sobrevivir. La tercera consiste en definir si esas transferencias de ingresos modifican la tradicional diferencia entre “seguro” y “asistencia” y
si introducen nuevos derechos sociales, y con ello una fuerte presión política.
La primera parte de este artículo presenta las características generales de los CCTP;
la segunda detalla los cuatro programas más conocidos y más importantes en cuanto
al número de los beneficiarios (Argentina, Brasil, Chile, México). La tercera parte
estudia los otros programas de distribución de ingresos y sus vínculos con los CCTP,
en tanto que la cuarta permite entender las relaciones entre el conjunto de esos
programas y las políticas sociales en general. La quinta parte, previa a la conclusión,
está consagrada al impacto de estos programas sobre la pobreza y las desigualdades.
[57] El IFPRI, organismo privado con sede en Washington, publicó en el 2000 alrededor de quince estudios sobre el
Progresa mexicano y sus efectos en materia de educación, de uso de los servicios de salud, etc. Estos informes
se resumen en IFPRI, 2002.
[58] El consenso no era sólo internacional; también existía en cada país: en ninguna de las campañas electorales
recientes ni los partido, ni la iglesia, ni la sociedad civil cuestionaron a los CCTP.
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Características generales de los CCTP
A pesar de la diversidad de sus orígenes y de su dimensión de un país a otro, los CCTP
presentan características comunes; a continuación se exponen las ocho principales.
1. Están destinados a las familias (con niños) en situación de extrema pobreza (siempre)
y de pobreza “simple” (a menudo); ello genera problemas de definición respecto
al umbral, a la identificación y al registro. En la mayoría de los países, el tope del
ingreso familiar que da derecho al pago de subsidios se expresa en porcentaje del
salario mínimo; las variaciones de este último son pues un determinante mayor
del número de beneficiados. El carácter familiar de esas transferencias implica
también fenómenos de exclusión: solteros y viudos, parejas (jóvenes o mayores)
sin hijos, personas mal identificadas (desplazadas y/o aisladas de su familia [ 59 ] ).
2. Los CCTP son de condicionalidad limitada. En general, las condiciones son de dos
tipos: ayuda escolar (generalmente se exige a los niños en edad escolar un mínimo
de 85% de presencia en la escuela) y visitas periódicas a los centros de salud, en
particular para los niños y mujeres embarazadas o que dieron a luz recientemente.
Esta condicionalidad es la base de un discurso sobre el papel de los CCTP en la
“formación de capital humano”. Las condiciones anexas, sean del tipo workfare
(obligación de aceptar empleos “de interés general” como en Argentina, véase a
continuación) o de participación en actividades “de ayuda psicológica y de comportamiento” (Chile, Panamá) son pocas y poco eficientes.
3. Los montos de las ayudas son muy bajos (en general alrededor de 20 a 30 USD
mínimo per cápita a lo que se pueden agregar becas escolares) lo cual no significa
que sean despreciables para los beneficiados. Las evaluaciones demuestran que
estas ayudas permiten reducir la extrema pobreza (o sea la mitad del umbral de
pobreza) pero que influyen mucho menos en la pobreza “simple”.
4. El porcentaje de la población concernida es sumamente variable [ 60 ] : muy elevado
en los dos países en los que estos programas han sido más mediatizados (23% en
México, 26% en Brasil) y en Ecuador (37%); en los otros países varía de 2.5%
(Nicaragua) a 18% (Bolivia); es más bajo en los países en los que los índices de pobreza
son los más altos (1.5% en Paraguay, 2.5% en Nicaragua, 8% en Perú). Aún cuando
el número de beneficiados es alto, el costo total de estas transferencias es bajo, lo
que constituye un indicador del muy bajo nivel de las prestaciones individuales.
Su parte del PIB varía de 0.04% a 0.84% con un promedio de 0.25% (CEPAL,
[59 ] Factor particularmente importante en Colombia.
[60] Las cifras, tomadas de CEPAL (2009), datan, según los países, de 2007 a 2009.
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2009): 0.04% en Nicaragua, en El Salvador y en Paraguay; 0.43% en México, 0.41%
en Brasil y 0.84% en Ecuador. No es sorprendente que los países más “ricos” destinen
una parte más importante del PIB a gastos sociales (de 22 a 24% en Argentina, en
Brasil y en Uruguay) y los más pobres una parte menor (Guatemala, Nicaragua,
Paraguay, El Salvador se sitúan entre 4 y 6%). La misma jerarquía existe en lo que se
refiere tan sólo a los CCTP [ 61 ] : lejos de ser un instrumento para “recuperar” el ingreso
de las familias más vulnerables en los países más pobres, los CCTP incrementan las
diferencias entre pobres de diferentes países dentro del mismo continente.
5. Aún cuando el uso electoralista de estos programas es frecuente y ello a pesar
del “blindaje electoral”, es decir a la promesa de los políticos de no utilizar estos
programas en su argumentación durante el periodo preelectoral (véase la reelección
de Lula en Brasil en 2006, por ejemplo), los CCTP sobreviven a las alternancias
electorales y no se pueden asimilar a las políticas clientelistas tradicionale, sean
“políticas sociales focalizadas” instrumentalizadas por caciques locales, o un “clientelismo de Estado” implantado por el partido en el poder o por el jefe de Estado [ 62 ] .
En sus inicios, los CCTP eran generalmente considerados como un medio para paliar
verdaderas discriminaciones económicas y sociales: por ejemplo, la situación de
los amerindios en las zonas más “marginalizadas” de México o la pobreza de las
zonas rurales del Nordeste brasileño. Sin embargo, con el tiempo cambiaron de
dimensión y de sentido político para transformarse en derecho social. La cuestión
política que actualmente se plantea en varios países se refiere a la emergencia de
un “derecho del ciudadano a la asistencia”.
6. La “focalización” de los CCTP se evalúa en general como satisfactoria, en el
sentido en que son efectivamente los más pobres los que reciben los subsidios.
Según los cálculos de la CEPAL (2007), en lo que concierne a los gastos de
asistencia en general, para el conjunto de los países de América Latina, el quintil
más pobre percibe 33% de las transferencias de asistencia y los dos quintiles
más pobres reunidos perciben 55%. En cambio, para los CCTP, el quintil más pobre
percibe entre 55% y 75% de las transferencias de asistencia (según los países)
y los dos quintiles más pobres reunidos perciben a menudo más del 80% [ 63 ] :
la focalización es por lo tanto mejor que para los demás gastos de asistencia. El
número de beneficiarios de los CCTP es superior al de la población en situación
de extrema pobreza en varios países (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México –
[61 ] Ecuador es la excepción.
[62] Al igual que para el Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) lanzado por el presidente mexicano, Carlos
Salinas de Gortari, entre 1989 y 1994.
[63] 83% en Chile, 81% en Nicaragua, 80% en Brasil, pero sólo 62% en México, según Valencia Lomelí (2008), que
cuenta alrededor de 10 estudios sobre el tema.
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CEPAL, 2009) [ 64 ] y esas transferencias conciernen incluso a una parte muy importante de la población pobre (“extrema” o no) en algunos países (84% en Ecuador,
83% en Brasil, 71% en México [ 65 ] ). Sin embargo, es indudable que numerosos “no
pobres” benefician de “fugas” (leakages): 16% de los beneficiarios en México, 21%
en Colombia y 24% en Brasil (Valencia Lomelí, 2008).
Las evaluaciones precisas de las personas en situación de extrema pobreza que no
perciben estas transferencias son muy pocas. Si llegan a representar hasta un 20%
en los países en los que estos programas están muy desarrollados (Brasil y México),
pueden rebasar el 90% en aquellos en donde los programas son embrionarios
(Nicaragua y Paraguay). Hay diversas razones: en algunos países (Colombia y Ecuador),
los apoyos se entregan a través de redes bancarias y los pobres que residen en
localidades desprovistas de agencias son excluidos; en otros, el problema radica en
que muchos indigentes no tienen documentos de identidad (Perú), o entonces que,
por haberse desplazado recientemente, no están registrados en su municipalidad de
residencia (Colombia) lo que plantea un problema. Otros factores, ligados a la
actitud de los “beneficiarios” también pueden influir: rechazo de la estigmatización que genera el uso de la designación de pobre, rechazo de someterse a ciertas
condiciones [ 66] , etc.
7. El impacto en términos de “producción de capital humano” es real; el que incumbe
a las tasas de escolaridad o a ciertos indicadores sanitarios (carencias alimenticias,
enfermedades endémicas, mortalidad perinatal e infantil, etc.) es en general positivo
y medible al cabo de algunos años. Los impactos medibles con mayor facilidad
son las tasas de inscripción de los niños en edad escolar; sus incrementos gracias
a los CCTP son significativos [ 67 ] . Se han realizado algunos estudios cualitativos
sobre los mejores resultados intelectuales de los niños beneficiarios y prueban
avances notables [ 68 ] . En materia sanitaria, algunos indicadores simples muestran
importantes avances: aumento del número de niños pequeños recibidos en consulta
médica (Fiszbein et al., 2009) [ 69 ] o de la proporción de niños vacunados. El impacto
[64] Ello no significa que todas las personas en situación de extrema pobreza reciban CCTP ya que en la mayoría de
los países hay “pobres no indigentes” que pueden pretender a esas transferencias.
65] La cifra es de 41% en promedio no ponderado para el conjunto de América Latina.
[66] Por ejemplo, la obligación de dar mantenimiento a los locales escolares, en el caso de México.
[67] Varían de 2 a 10% según las edades y los países (Fiszbein et al., 2009, p.128). Las cifras más bajas no son en
general señal de un fracaso del programa sino de un efecto de saturación. De este modo las inscripciones para
los cinco años de primaria en México, por ejemplo, aumentan solamente en un 2% porque la cifra ya era de
94% antes de Progresa.
[68] Como el de Paxson y Schady (2008) en Ecuador que se refería a la aptitud para el lenguaje, las capacidades de
memorización y los “behavioral problems” (problemas de conducta) de los niños de 3 a 6 años y concluían
que había un efecto muy importante para los 10% más pobres pero muy bajo para los deciles situados arriba.
.[69] El país donde este impacto es mayor es Colombia (aumento de 22 a 32% según las edades).
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que tiene este acceso a la atención médica (y a una mejor alimentación) es menos
evidente [ 70 ] ; sin embargo, en varios estudios se han observado algunos impactos
positivos: disminución de la prevalencia de la anemia [ 71 ] , baja de la mortalidad
infantil (de 11% en México) y materna, disminución de la incidencia de numerosas
enfermedades tanto infantiles como de adultos (diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.) [ 72 ].
En cambio, los efectos a largo plazo (mejor productividad relacionada con la “calidad
del capital humano”) son todavía puramente retóricos. Cualquiera que sea el grado
de sofisticación de técnicas econométricas correspondientes a una “casi ciencia
experimental”, es imposible establecer una relación clara entre el aumento de la
estatura de los niños, o de su capacidad de memorización, con el incremento del
ingreso individual, o incluso del PIB. Esto plantea el problema del sentido del debate
sobre la asistencia y las políticas sociales en general; mejorar el nivel de educación,
el del estado de salud, etc., de la parte más pobre de la población, ¿debe evaluarse
en relación a objetivos tales como la cultura, el bienestar, etc.[ 73 ] , o principalmente a
partir de su presunta contribución al crecimiento económico?
8. Los efectos sobre la vulnerabilidad son todavía indiscernibles y es imposible dar
respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué pasaría con las poblaciones a las que se
dejaría de otorgar subsidios? Algunos países han fijado límites temporales para el
pago de subsidios, alegando sobre todo problemas financieros o dudas sobre la
eficacia política de estos programas más que el hecho de comprobar que se
alcanzó la meta en materia de repliegue de la pobreza o que se formó “capital
humano” (Villatoro, 2008). Entre estos países, se destacan México (3 años) y Brasil
(2 años). No obstante, estas “salidas forzadas” no se aplican ya que siempre
existe una cláusula de reconducción de las ayudas. Ningún país (salvo Chile que
estableció una salida progresiva) se expone al riesgo político de enfrentar cesaciones
de ayudas a un número importante de beneficiarios; la condición sería implementar mecanismos de reinserción profesional y de “capacitación” que en ningún lado
existen (Leon, 2008). De modo que se crea entonces una categoría de asistidos
permanentes cuya gestión política representa uno de los mayores retos generados
por los mecanismos de transferencias de ingresos en América Latina.
[70 ] La estatura promedio de los niños menores de un año, por ejemplo, aumenta en general de medio centímetro
a un centímetro por año en las familias beneficiarias del Progresa mexicano; no obstante es imposible saber si
este efecto perdura (Fiszbein et al., 2009).
[71] Para una síntesis véase Fiszbein et al., 2009 (pp.150-151).
[72] El caso de México se ha particularmente desarrollado en Fernald et al., 2005.
[73] Que se podría calificar de “Senniens”, y expresar en términos de acceso a “libertades” en el vocabulario de
este autor, ampliamente reproducido por el PNUD.
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Cuatro casos emblemáticos de transferencias condicionadas de ingresos
Estos cuatro casos (México, Brasil, Argentina y Chile) se escogieron por las siguientes
razones:
l
son los cuatro más importantes en términos de población concernida (en cifras
absolutas), o de la parte que sus programas representan en el gasto público “social”;
l
son los más “popularizados” por las instituciones internacionales que los han erigido
en modelos a reproducir;
l
el hecho de que las evaluaciones sobre el impacto de estos programas sean todas
muy positivas se puede confrontar con sus características a menudo muy diferentes.
Desde el punto de vista metodológico se trata, por lo tanto, de saber qué midieron
estas evaluaciones: ¿los efectos concretos y medibles?, ¿los principios y los métodos?,
¿su funcionalidad en una retórica política?
México
El Progresa se implementó entre 1997 y 1999 en las zonas rurales más pobres y se
extendió a las periferias urbanas en 2002 bajo el nombre de Oportunidades . Su
objetivo inicial no era solamente aumentar los ingresos de los más pobres sino también combatir la transmisión intergeneracional de la pobreza al acrecentar el “capital humano” de los jóvenes rurales para permitirles insertarse en el mercado laboral.
Estuvo precedido de un gran esfuerzo de “cartografía social”: a cada localidad [ 74 ] se
le atribuyó un “índice de marginalidad” en base a encuestas directas [ 75 ] . El Progresa
se implementó en tres fases (las zonas más marginalizadas el primer año, un poco
menos marginalizadas el segundo año y las menos marginalizadas el tercero) en
1997, 1998 y 1999, lo que supuestamente creaba las condiciones de una observación
casi experimental (por ejemplo, la asistencia a la escuela mejoró inmediatamente en
las primeras zonas beneficiadas).
Es uno de los CCTP más antiguos y más importantes (concierne a 23% de la población);
sigue siendo poco costoso (0.43% del PIB, o sea 11.6% del gasto público social en 2008).
Dio origen a la popularización de los CCTP debido a que contó con la promoción
del Banco Mundial, del BID y de la CEPAL, así como a ciertas características que a
menudo se reprodujeron en otros lugares: subsidios para las madres, gestión “participativa”, condicionalidades en materia de educación y de salud. No obstante, estas
últimas generaron exclusiones: por un lado algunos trabajadores nómadas (como
[74] Es decir fracciones de “municipio” (los cuales, en México, son vastos y heterogéneos).
[75] Estas investigaciones suscitaron críticas, entre otras cosas porque a menudo eran efectuadas por estudiantes
que encuestaban durante el día, cuando los campesinos estaban en el campo.
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los jornaleros agrícolas estacionales) quedaron fuera del programa, y por el otro, las
localidades más desfavorecidas (sin escuela ni centros de salud) no eran “elegibles”
debido a la ausencia de condiciones con las que los beneficiarios tenían que cumplir
(Bey, 2008, p.889).
Las dos grandes originalidades del Progresa-Oportunidades son: por una parte que
los subsidios se atribuyen a las mujeres –supuestamente mejores administradoras
del presupuesto familiar– y por la otra que la selección de los beneficiarios y el
control del respeto de las condiciones están a cargo de mujeres de la comunidad
(conocidas como promotoras y luego como vocales). Esta feminización del programa
se basa en parte sobre hechos objetivos: la fuerte proporción de familias monoparentales (sin hombre o en la que el hombre emigró) o el control esencialmente
materno de la asiduidad escolar. Se basa también en estereotipos cuestionables
(como el hecho de que si los hombres recibieran la ayuda la gastarían en bebidas
alcohólicas) y fortalece la división sexual del trabajo[ 76 ].
Los subsidios otorgados son bajos: de 12 a 23 USD mensuales por niño escolarizado
en primaria, una suma que puede ascender a 74 USD para los estudiantes de educación
media superior. Se agregan 17 USD para los gastos de salud, apoyos para la adquisición
de útiles escolares y becas escolares (más altas para las niñas que para los niños), que
supuestamente cubren –entre otras cosas– los gastos de residencia en la ciudad para
los niños de familias rurales a nivel de la secundaria. Para paliar ciertos mecanismos de
exclusión ya mencionados, se instauró en 2006 una ayuda para las personas mayores
sin recursos; su monto empero es muy bajo (23 USD). El total de los apoyos que recibe
un “hogar” está limitado a un monto máximo que se actualiza anualmente (era de
156 USD al mes en 2008). Estos apoyos se entregan durante tres años, son renovables
una vez (lo cual es insuficiente para permitir una escolaridad larga de los niños becados).
Las condiciones son de dos tipos: asistencia regular a la escuela de los niños en edad
escolar (y más allá para los becados) y seguimiento médico familiar (consultas médicas
trimestrales y sesiones mensuales de educación sanitaria). En materia de salud, se
trata por tanto esencialmente de prevención: los centros de salud en general no
disponen de material o de personal competente para realizar operaciones quirúrgicas y
asistir partos. Las prótesis (dentales u oculares) no están cubiertas (Bey, 2008, p.892).
La eficacia del Progresa-Oportunidades en materia de salud depende por lo tanto
estrechamente de la evolución general del sistema de salud. Lo cual condujo a la
creación, en 2004, del Sistema de Protección Social de Salud, cuyo principal elemento
[76] Cosa que denunciaron autores calificados de feministas como Molyneux (2007).
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es el Seguro Popular destinado a las personas hasta entonces sin seguro (agricultores y
trabajadores del sector informal). Con el Seguro Popular se pretendía evitar los “gastos
catastróficos” [ 77 ] que en el caso de los campesinos pobres son una causa frecuente
para la venta de su tierra. No obstante, la gran mayoría de los gastos se destina hoy
a la atención básica y a los “servicios esenciales” (Barba Solano, 2010).
La extensión de Progresa a los barrios pobres citadinos (y su cambio de nombre a
Oportunidades) en 2002 tuvo efectos rápidos en materia de escolarización (que
rebasa 98% a nivel primario). También cambió su lógica: en el medio rural se trataba
esencialmente de permitir a las familias de trabajadores muy pobres elevarse al nivel
del umbral de pobreza para que escolarizaran a sus hijos y, eventualmente, ahorraran
y mejoraran sus técnicas de producción. En medio urbano, los beneficiarios son ante
todo desempleados o subempleados “informales” con apoyos demasiados bajos
como para poder salir de esa situación.
Las evaluaciones críticas del Progresa en México contrastan con los halagos expresados
por las instituciones internacionales [ 78 ]. Si el impacto sobre las tasas de escolarización
se ha comprobado, la calidad de la educación disminuye en áreas rurales debido a la
falta de inversiones en infraestructuras y en personal. Lo mismo se puede observar
en materia de salud, aún cuando la situación mejora aproximadamente desde 2005
en un número importante de sectores (desnutrición infantil, cáncer del útero, salud
dental y ocular de los niños, higiene alimenticia y anticoncepción). Por otra parte,
varias observaciones antropológicas ponen en evidencia algunos efectos de estigmatización (y de auto-exclusión): las familias pueden ser señaladas como “familias
Oportunidades ” con derechos de segunda zona (derecho para acceder al centro de
salud pero no al hospital, por ejemplo); a otras se les puede denunciar por el “mal”
uso de los subsidios (gastos “extravagantes” [ 79 ] o pago de deudas). Por último, los casos
de uso del programa con fines clientelistas locales son frecuentes (por ejemplo, vocales
que tratan de utilizar su situación para integrar el consejo municipal o entonces que
cobran su apoyo).
No obstante, Oportunidades sigue siendo la referencia mayor de las organizaciones
internacionales en materia de programas de transferencias de ingresos, en América
Latina como en otros lugares, debido a su antigüedad y al grado de sofisticación de
las evaluaciones que lo conciernen.
[77] Se trata de gastos de salud que rebasan 30% del ingreso familiar disponible (fuera de la alimentación).
[78] Los efectos en materia de reducción de la pobreza serán analizados más adelante.
[79] Lo que a veces califica a gastos que nada tienen que ver con una diversión, por ejemplo está prohibido utilizar
los subsidios de Progresa para cambiar el techo de la vivienda.
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Brasil
La Bolsa Familia , creada en 2003 por el gobierno de Lula, reunió programas iniciados
por municipalidades o Estados federados que luego el gobierno federal extendió
( Bolsa Escola, Bolsa alimentação, Programa para la erradicación del trabajo de los
menores, Auxilio gás ). Sustituyó al programa Hambre Cero, una de las piezas maestras
del programa electoral de Lula en 2002.
Al contrario del caso mexicano, el objetivo era llegar inmediatamente a la totalidad de
la población en situación de extrema pobreza, lo que suponía una gigantesca operación
de “catastro”, es decir proceder a censar a toda la población que declara ingresos
inferiores al umbral de atribución de los subsidios. Se llevó a cabo con la ayuda de un
banco público (la Caixa Econômica Federal ). A toda la población potencialmente
beneficiaria se le entregó una tarjeta con un chip electrónico con la que podía
retirar los subsidios en los cajeros automáticos (lo que eliminaba a los intermediarios
y disminuía los riesgos de desvíos). Este registro bancario es también fundamento de
un programa de lucha contra la “exclusión bancaria” lanzado en 2009.
Una vez instaurada la ayuda, la Bolsa Familia tenía dos objetivos: (i) unificar los programas estatales de transferencias de ingresos que cuentan con financiamientos
federales (al mismo tiempo que se simplificaron las gestiones administrativas y se
armonizaron los criterios de acceso) y (ii) extender esos programas a todos los
pobres del país. La ayuda es reservada para las familias en situación de extrema
pobreza con un ingreso inferior a 70 Reais (BRL) per cápita , con o sin hijos [ 80 ], y a las
familias pobres (de 70 a 140 BRL mensuales per cápita) con uno o varios hijos menores
de 15 años (o menores de 17 años si prosiguen sus estudios).
Las familias en situación de extrema pobreza reciben el “beneficio básico” de
68 BRL [ 81 ], a lo que se suman 22 BRL por niño (el “beneficio variable”), o 33 BRL para
los adolescentes de 16 a 17 años. El tope de ayudas es de tres “beneficios variables”
+ dos “beneficios por adolescente” y el monto máximo monetario para una familia
es de 200 BRL (es decir 68 + 3x22 + 2x33), o sea 108 USD lo que representa el 39%
del salario mínimo. Estas cifras suscitan tres observaciones:
l
el monto en porcentaje del salario mínimo se ha mantenido estable (era de 40%
en 2005); ahora bien, el salario mínimo aumentó de 155% en valor nominal desde
[80] Lo cual es una diferencia importante con México.
[81] El principio no ha cambiado desde 2003; Se da aquí el valor de las ayudas correspondiente a junio 2010, en BRL.
La tasa de cambio en junio 2010 era de: 1 BRL = 0,54 USD. El sueldo mínimo en la misma fecha era de 510 BRL.
Estos datos se actualizan regularmente en el sitio web del Ministerio de Desarrollo Social:
www.mds.gov.br/bolsafamilia.
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mediados del 2002 (justo antes de la elección de Lula) mientras que los precios al
consumo se incrementaron en un 66%. En otras palabras, el fuerte aumento del
salario mínimo repercutió en la Bolsa Familia a pesar de que no hay obligación
legal (a diferencia de lo que sucede con otras transferencias como el beneficio de
prestación continua [BPC] y las jubilaciones rurales). El temor expresado en 2003
en el sentido de que la Bolsa Familia no fuera más que un instrumento electoral
efímero y disminuyera una vez que Lula fuera reelecto, resultó sin fundamento.
También se comprueba que el salario mínimo es, junto con el movimiento de
formalización creciente del empleo, el mayor determinante de la reducción de la
pobreza en Brasil y ello tanto de forma indirecta (por medio de su papel en la
determinación del nivel de las transferencias) como directa;
l
las condiciones son similares a las que se describieron anteriormente para México:
obligación para niños y adolescentes de acudir regularmente a la escuela (un
mínimo de 85% de presencia); seguimiento del calendario de vacunación de los
niños de 0 a 6 años y cumplimiento de las consultas pre y post natales para las
mujeres embarazadas y en periodo de lactancia. No obstante, estas condiciones
son mucho menos imperativas que en México (en particular en materia de salud)
y el tema de la presencia escolar es menos determinante (al momento de lanzar
Bolsa Familia , la tasa de escolarización de los niños entre 7 y 15 años rebasaba ya el
98%). Si a ello se agrega el hecho de que las familias sin hijos en situación de
extrema pobreza también tienen derecho a recibir un apoyo, esto confirma que el
aspecto “desarrollo del capital humano” es mucho menos pronunciado en Brasil y
el aspecto “redistribución del ingreso” es de un nivel comparable;
l
al encargar a las municipalidades el cuidado de verificar el nivel de ingreso de los
beneficiarios, se abrió la puerta a toda forma de clientelismo. En 2004, el gobierno
suprimió y luego restableció (ante los casos evidentes de cobro indebido de los
apoyos) el control sobre la observación de las condiciones. A pesar de ello, el número
de radiaciones de los beneficiarios es bastante bajo.
El incremento de gastos en el rubro de la Bolsa Familia fue espectacular durante
el gobierno de Lula ya que pasó de 3.4 miles de millones de BRL (3.6 millones de
familias beneficiarias) en 2003 a 8.5 miles de millones de BRL (11.1 millones de familias)
en 2006. Después, el número de beneficiarios se estancó debido a un efecto de
saturación (12 millones de hogares, 50.4 millones de individuos en 2009). Es comparable (en proporción) al caso mexicano, también a nivel de la dependencia (0.41%
del PIB); la parte del gasto público social de 1.7% es en cambio bastante más bajo ya
que los gastos sociales totales son mucho más elevados en Brasil.
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El Banco Mundial, como en el caso del Progresa-Oportunidades mexicano, erigió a la
Bolsa Familia en un ejemplo a seguir a nivel mundial. En un informe de evaluación que
data de 2007 (Lindert et al., 2007), evoca el “interés mundial” por este “laboratorio” y
alaba a los responsables del ministerio brasileño del Desarrollo Social: “Estamos
sumamente impresionados por su implicación, su profesionalismo y su excelencia
técnica. Para concebir e implementar el programa Bolsa Familia, realmente ‘corrieron
un maratón a un ritmo de esprínter ’”.
Este informe dedica varias páginas al tema del targeting (focalización) para concluir
que “el programa Bolsa Familia está sumamente bien focalizado” y señala en especial
que el cuartil de ingresos más pobre recibe el 80% de las ayudas y que el 85% de ese
20% que se entrega indebidamente ( the leakages ) se percibió en el cuartil siguiente.
Cabe destacar que el otro aspecto, el de la mala “focalización”, es decir la proporción
de familias pobres que no reciben la Bolsa Familia , se aborda en sólo cuatro líneas
en ese documento (p. 47). La caza de “falsos pobres” parece concentrar todas las
preocupaciones aún cuando se menciona que “no todos los leakages provienen del
fraude” (nota 78); los fraudes intencionales se estiman en un 7% del total de los
beneficiarios (p. 74).
En términos de política interior, y especialmente en términos electorales, el balance
de la Bolsa Familia es muy positivo. Durante la campaña para la reelección de Lula,
Rosani Cunha, Secretaria Nacional de Ingreso y Ciudadanía del Ministerio de
Desarrollo Social, señaló que los gastos del rubro Bolsa Familia beneficiaron a la casi
totalidad de las familias “pobres” pero no representaron más que 0.4% del PIB y
agregó, con un cinismo sin duda inconsciente: “es una inversión bastante baja si se
toman en cuenta estos resultados”. [ 82 ]
El impacto político de la Bolsa Familia no se basa tanto en la importancia de los
apoyos individuales, ni en la cantidad de estos apoyos, como en la naturaleza del
“foco”: las familias pobres, muy concentradas en las regiones pobres. Dicho de otra
manera, la aplicación de los principios de la Constitución de 1988 permitió resolver
el grueso de un problema político: permitir a aquellas categorías de ciudadanos,
hasta entonces marginadas, que ejercieran sus derechos políticos y económicos.
Estas categorías están constituidas por personas de edad y minusválidas que hicieron
valer sus derechos gracias a la implementación del BPC (1993) y a jubilaciones rurales
duplicadas (1991) [ 83 ]. De esta forma se observa que, paradójicamente, los marginados
[82] Fuente: Ministerio del Desarrollo Social y del Trabajo, citado por la Folha de São Paulo, 11 de junio 2006.
[83] Véase sobre ese tema el capítulo 4.3. “Las políticas de inversión urbana en América Latina”.
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tuvieron mejor atención que los demás (es decir los adultos a cargo de una familia,
sin invalidez ni discapacidad): pequeños agricultores que “se aferran” todavía a su
tierra o vendedores ambulantes que alternan “chambitas” no declaradas en las
microempresas. La Bolsa Familia que tenía por objetivo este “foco” desempeñó un
papel mayor en la lucha contra la exclusión social.
Argentina
El Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (PJJHD) se creó durante la crisis
de 2001-2002. Si presentaba características cercanas a los planes mexicano y brasileño
(destinados a las familias con niños, con control de la asiduidad escolar), se diferenciaba
por una notable especificidad: era claramente del tipo “workfare” (activación del
empleo) puesto que la primera condición para percibir los apoyos era participar en
“empleos de urgencia”. No obstante, el hecho de que cada vez más beneficiarios
carecieran totalmente de aptitudes para una actividad profesional condujo a la creación, en 2004, del programa Familias (un CCTP “clásico”) y al traslado progresivo de
los beneficiarios de un programa a otro. Desde 2007, la CEPAL ya no incluye el PJJHD
entre los CCTP (pero lo menciona en las políticas de “activación del empleo”).
Al filo de los años, el debate sobre la necesidad de incluir a las personas mayores sin
recursos, a los trabajadores pobres sin niños, etc., condujo a la creación, en 2004, del
programa Familias por la inclusión social (Familias) del Ministerio del Desarrollo Social.
Esta iniciativa instauró un sistema de transferencias monetarias hacia familias cuyo
ingreso total era inferior al salario mínimo (145 USD). En 2009, las familias percibieron
un ingreso mensual básico de 200 pesos ARS, (o sea 51 USD) más 45 ARS (11 USD)
por niño a partir del tercero, con un máximo de 380 ARS mensuales (97 USD).
Desde 2004, el traslado del PJJHD hacia Familias fue continuo, debido en parte a
una mejor situación del empleo e, inversamente, a la pauperización de las personas
mayores (en 2009, el PJJHD contaba con 620 000 beneficiarios contra 695 000
hogares y 3 120 000 personas a finales de 2009 para Familias , o sea el 39% de la
población pobre). El costo total del programa es bajo (0.20% del PIB) en un país
que, sin embargo, presenta el gasto social más importante del continente en cifras
absolutas (2 000 USD anuales per cápita ) y el tercero (detrás de Cuba y de Brasil) en
términos de partes del PIB.
Una característica importante del programa Familias es el papel que se atribuye a la
“participación local”. Se han implementado “plataformas comunitarias” que supuestamente atribuyen a los beneficiarios un papel de “facilitadores del programa” a través
de su participación en la planificación, la gestión y la evaluación del programa a nivel
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local; proponen a los beneficiarios algunos talleres de capacitación en servicios
comunitarios, formación para la atención a las personas mayores y a la primera
infancia o para el acceso al microcrédito. Las “mesas redondas de coordinación
local” desempeñan el papel de intermediarios en la transferencia de recursos a las
ONG y otras organizaciones de base. A través de ellas, múltiples acciones de promoción
del microcrédito, de las cooperativas, de apoyo para la capacitación profesional, para
la prevención sanitaria, la seguridad alimentaria, etc., están asociadas al programa
Familias . Sin embargo, la participación en estas acciones no es una condición para la
atribución de subsidios. El programa de transferencias monetarias se presenta como
la “columna vertebral” de un conjunto de acciones sociales para las personas pobres
identificadas por el programa de distribución de ingresos, y es lo que constituye su
originalidad.
En noviembre 2009 se creó el plan de Asignación Universal por Hijo para Protección
Social (AUH). Este plan de apoyos para las familias con niños completa Familias y
presenta el mismo tipo de condicionalidades que la Bolsa Familia . Es más ambicioso
que los planes mexicano o brasileño en términos de niveles de ayudas (94 USD por
familia al mes) o en relación a la parte de este gasto en el PIB (0.58%). Las primeras
simulaciones demuestran un impacto muy fuerte en términos de reducción de la
pobreza (alrededor de -30%) y de la extrema pobreza (-60%) en especial en las
provincias del Norte y de Patagonia. Si estos resultados se confirmaran, la extrema
pobreza se habrá casi erradicado (representaría menos de 2% de la población) en
Argentina.
Chile
A finales de la década de 1990, el gobierno chileno tomó conciencia que, a pesar de la
constante disminución de la pobreza desde 1990, persistía un núcleo de “pobreza
dura”, impermeable a las políticas públicas. En 2002, la administración Lagos implementó el programa Puente para la atribución de subsidios a las familias pobres en las
zonas más marginadas y creó un fondo especial, el Fondo de Solidaridad e Inversión
Social (FOSIS). Puente incluye también un sistema de “apoyo psicosocial” para las
familias en situación de extrema pobreza que les permite beneficiar de aproximadamente cincuenta medidas para mejorar sus condiciones de vida y que van desde su
inscripción en los servicios públicos y en el sistema de apoyos asistenciales, hasta la
mejoría de su vivienda y de sus relaciones intrafamiliares. El programa Orígenes presenta
características similares pero se destina específicamente a las poblaciones indígenas.
En 2004, Puente se transformó en Chile Solidario , presentado como un sistema de
coordinación de la “lucha contra la pobreza” que además de Puente reúne programas
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destinados a adultos vulnerables (Vínculos), a indigentes (Calle), etc. Chile Solidario
ha recibido un apoyo constante de la oposición de derecha (y el nuevo gobierno
que llegó al poder en 2010 lo mantuvo). Una familia beneficiaria percibe un subsidio
mensual durante dos años (Bono Solidario) que va disminuyendo semestralmente:
10 500 pesos chilenos (CLP) mensuales en el primer semestre (19.5 USD), 8 000 CLP
en el segundo (15 USD), etc., así como bonos extraordinarios [ 84 ]. Al término de este
periodo, el apoyo puede prolongarse sólo de manera excepcional ya que el objetivo
es evitar la dependencia de los beneficiarios en relación a los ingresos de sustitución. Para organizar la transición, se creó una ayuda decreciente que los “diplomados” del programa pueden recibir durante tres años (Bono de egreso). A finales
de 2008, los egresados eran mucho más numerosos (208 000 familias) que los beneficiarios del Plan (125 000).
A estos pagos se agregan las prestaciones asistenciales que existen desde los años
1980: el Subsidio Unitario Familiar (SUF) para las familias con hijos menores; la Pensión
Asistencial de Ancianidad (PASIS) para los mayores de 65 años, o para personas
discapacitadas que viven solas. El costo del programa Chile Solidario es bajo (0.1 1%
del PIB en 2009), debido esencialmente a la poca cantidad de pobres en Chile (52%
están cubiertos lo que representa 6.8% de la población). Estudios cualitativos muestran
que los beneficiarios del programa se interesan más en la componente monetaria
que en las obligaciones administrativas y “de reeducación” que se les imponen. Es el
caso muy en particular de los indígenas rurales que constituyen el “núcleo duro” de
la extrema pobreza.
Conclusión sobre los CCTP
El impacto de los CCTP a corto y mediano plazo es indudable y medible. Además
de las consecuencias en términos de reducción de la extrema pobreza y de las
desigualdades [ 85 ], numerosos indicadores en materia de escolaridad o de situación
sanitaria muestran una significativa mejoría por un costo relativamente bajo. En
cambio, según Valencia Lomelí (2008, p.498), “en lo que se refiere a la reducción de
la pobreza a largo plazo, los impactos de los CCTP aún no son medibles en sentido
estricto (…). Incluso entre los partidarios de la teoría convencional, hay quienes
reconocen que no hay respuesta a las preguntas relativas a los impactos de largo
plazo sobre el bienestar”. Es en efecto imposible medir los impactos de la estrategia
[84] Ese fue el caso después del seísmo de 2010.
[85] Consecuencias presentadas a continuación en: ‘El impacto de las transferencias sociales sobre la pobreza y las
desigualdades’.
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de empoderamiento que sostiene la implementación de los CCTP. Lo que las evaluaciones miden son mejoras en relación directa con las condiciones de acceso: mejoría en
las tasas de inscripción y de frecuentación escolar a tal o cual edad; reducción de los
accidentes de salud pre y perinatales, etc. Estos objetivos son moralmente indiscutibles
y la mejoría de los indicadores valida la pertinencia de estos programas. Sin embargo, en
cuanto la observación se aleja de los servicios directamente relacionados con las
condiciones de acceso, el impacto es menos evidente. Si bien es probable que exista
una mejoría de las situaciones más graves de desnutrición, malnutrición y anemia [ 86 ],
una vez que se alcanza el umbral mínimo en el ámbito alimentario, es difícil saber lo
que las personas hacen con el dinero que se les asigna.
Esta incertidumbre es el reverso de uno de los mayores argumentos a favor de los
CCTP: “liberan” a los pobres. Todos los programas anteriores de lucha contra la pobreza
han sido atacados desde el ángulo del encierro de los pobres en la dependencia; los
CCTP les dan libertad para el uso de los recursos monetarios asignados. Por supuesto
habría que establecer algunas restricciones, en especial en el caso mexicano, ya que
el hecho de entregar el dinero a las madres se debe explícitamente a la desconfianza
que hay en relación al uso que le podría dar el padre. En general, es efectivamente
una estrategia de empoderamiento de los pobres lo que sustenta la lucha contra la
vulnerabilidad: al darles acceso a un nivel de recursos que rebasa el estricto imperativo
alimentario, se les permite tomar decisiones económicas racionales. La razón y la moral
se han finalmente reconciliado ya que los pobres pueden, por fin, mostrar que ellos
también pueden ser homines economici [ 87 ].
El consenso en torno a los CCTP denota un “consenso flojo”. Nadie lo afirma ni lo
reivindica pero se puede constatar que nadie está en contra de esos CCTP. Su generalización a países con ingresos per cápita que van de 1 a 9, lejos de ser su punto
flaco, es un argumento a favor de ese consenso: sirve como prueba de la excelencia
técnica y moral de esas políticas [ 88 ]. El hecho de que nadie pueda decir si se ha logrado
el objetivo inicial (la lucha contra la pobreza) tampoco es un obstáculo ya que
[86] Valencia Lomelí (2008, p.494) cita 13 estudios que van en ese sentido, en especial algunos que se refieren a
México, a Nicaragua, a Colombia y a Brasil.
[87] Braun y Chudnovsky (2005) desarrollan la idea según la cual los pobres se ven capacitados para efectuar
cálculos costo-beneficio racionales.
[88] Tanto Chile como Nicaragua implementaron programas CCTP, pero el ingreso per cápita es 9 veces más alto
en el primero que en el segundo (relación que es la misma que la existente entre los PIB per cápita de Francia
y de Perú). Sin embargo, ¿quién se atrevería a decir que los instrumentos de la política social deben ser los mismos
en estos dos últimos países?
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–al menos parcialmente– se han alcanzado otros objetivos secundarios (escolaridad,
salud) y que ningún eventual efecto perverso ha sido jamás denunciado abiertamente.
Los CCTP no se implementaron sin deliberación; pero sus consideraciones fueron
bastante diferentes de un país a otro. En México, el debate sobre la marginación de
las comunidades indígenas originó el Progresa; en Brasil fue el de la escolaridad de
los niños pobres y los menores que trabajan; en Argentina, el tema del desempleo
de masa en tiempos de crisis, etc. En cambio, una vez que los CCTP se implantaron
en esos países, fueron analizados y alabados por el Banco Mundial, los debates iniciales
desaparecieron de la memoria y el consenso descartó toda desaprobación o incluso
cualquier discusión que tuviera que ver con algo más que mejorar la eficacia del sistema
(los leakages ). Todo gobierno que no implementara tales CCTP estaría ipso facto
asumiendo una posición en contra del consenso mundial y tendría interés en contar
con sólidos argumentos para justificar su decisión. Todo partido de oposición que
criticara los CCTP sería inmediatamente acusado de “no defender a los pobre”
y, de hecho, ninguno se arriesga a hacerlo.
Los CCTP y las otras transferencias sociales
Como acabamos de verlo, los CCTP representan una parte muy pequeña del PIB
(0.25% en promedio en el continente) y del gasto social total (2.3%), que a su vez es
relativamente bajo (14% del PIB en promedio) (CEPAL, 2009) [ 89 ] . Representan también
una magra parte de las transferencias monetarias de tipo social, esencialmente a
causa del enorme peso de las transferencias de “pensiones y jubilaciones” [ 90 ].
El gráfico 28 muestra perfectamente el peso de los distintos tipos de transferencias
en los ingresos de los hogares en general (color gris) y en el de los hogares que
perciben estos ingresos (color verde), en promedio simple, en los 18 principales
países de América Latina.
[89] La definición del “gasto social total” que se utiliza es muy amplia e incluye todos los gastos de educación, de
salud pero también de sanidad y, por supuesto, de todo lo que concierne a pensiones y jubilaciones así como los
gastos de asistencia.
[90] Es especialmente cierto para las jubilaciones de funcionarios públicos en algunos países como Brasil, dónde
este asunto provocó un importante conflicto político en 2003. En 2007, según Rocha (2010, p.6), los pagos de
jubilaciones del régimen de los funcionarios públicos (RPPS) representaban 40% de los pagos del régimen
privado (RGPS), para un número de beneficiarios diez veces inferior.
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Gráfico 28 Importancia relativa de las transferencias
en 18 países en porcentaje, hacia 2008
(promedio simple de los 18 países)
Parte de las transferencias en el ingreso per cápita para el conjunto de los hogares
Parte de las transferencias en el ingreso per cápita para el conjunto de los hogares que perciben
ese tipo de transferencias.
50
36.7
40
29.6
30
20
15.9
14.5
10.3
10
9.0
7.2
6.4
1.8
0.3
0.2
0.5
0.6
Total de
transferencias
Prestaciones de ayuda
social pública
Prestaciones de
ayuda social privada
Becas de estudios
Indemnizaciones pagadas
por seguros
Pensiones
Jubilaciones
0
Fuente: CEPAL, 2009, sobre la base de cálculos propios a partir de encuestas-hogares de cada país.
Cabe destacar varios puntos:
l
las jubilaciones, sean contributivas o no, son, de lejos, el tipo de transferencia
más importante (36.7% de los ingresos de los hogares que perciben estas transferencias) [ 91 ] ;
l
les siguen las pensiones (25.2%), obligatorias [ 92 ] y no contributivas (vejez, viudez,
discapacidad, divorcio, etc.);
l
vienen después las “transferencias de asistencia privada” (15.9%). Su peso muy
importante entre los hogares que las perciben proviene principalmente del hecho
que, además de las donaciones caritativas (Iglesias y ONG), este rubro incluye las
remesas de los emigrantes;
[91] En Brasil, según Rocha (2010, p.2), las transferencias asistenciales crecen rápidamente en relación a las transferencias
constituidas por las jubilaciones, y pasan de 7% del valor de estas en el 2001 a 16% en 2008 (es decir 0.84%
del PIB).
[92] Incluyendo las pensiones alimentarias consecutivas a un divorcio.
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l
las “transferencias de asistencia pública” (10.3%) incluyen esencialmente los CCTP
en la mayoría de los países [ 93 ], pero también los subsidios otorgados a los gastos
de primera necesidad (entre los cuales los transportes);
l
las transferencias para “seguro e indemnización” (14.6%) designan los pagos de
seguro médico o de seguro de desempleo generalmente a cargo de instituciones
privadas [ 94 ] ;
l
las becas escolares, a pesar de su poco peso en el ingreso total de los hogares
(0.2%) ocupan un lugar importante (7.2%) en el de los hogares que las perciben.
Varios puntos de importancia se destacan del estudio del conjunto de las transferencias.
1. El peso del financiamiento de los déficits de los regímenes de jubilación no se
redujo, a corto plazo, por las reformas efectuadas a finales de los años 1990. Ese
financiamiento es la primera forma de transferencia en los países que pasaron a un
sistema de capitalización (por el hecho de la existencia de sistemas “de transición”
que van a pesar sobre las finanzas públicas al menos hasta 2020); o en los que
conservaron un sistema de reparto (Brasil) o que lo retomaron (Argentina). Por
razones evidentes (limitación de las jubilaciones al “sector formal”, homología de
las jerarquías de las jubilaciones y los salarios), esas transferencias son generalmente
regresivas (antiredistribuidoras) y su peso es tal que el conjunto del sistema de
transferencias lo es también. Con la creciente discontinuidad de los periodos de
cotización (vinculada a la movilidad formal-informal y a la precarización), el reverso
de la baja previsible de las prestaciones y de los gastos de los regímenes de jubilaciones será, dentro de 10 a 15 años, una inflación de la población mayor (extremadamente) pobre. Los CCTP “clásicos” que se destinan a las familias pobres con
hijos en edad escolar van a resultar cada vez más inadecuados. Por consiguiente
habrá que desarrollar sistemas específicos de transferencias hacia las personas
mayores sin recursos como se hace desde hace tiempo en Brasil (1991 y 1993) o,
desde hace poco, en México con el plan 70 y más (2009) [ 95 ].
[93] Brasil se destaca por la multiplicidad de otros tipos de transferencias públicas (ver a continuación).
[94] Este asunto es complejo y no será detallado aquí; en Brasil, por ejemplo, alrededor de 25 millones de asegurados
están afiliados a un “plan de salud” privado, que depende de una convención colectiva que, además de la atención
médica, da derecho a un ingreso de reemplazo. Asimismo, existe en Colombia una obligación legal de afiliación
(para los empleados del sector formal) pero su gestión la efectúan compañías de seguros privados.
[95] Este programa, destinado a los “mayores” de más de 70 años sin recursos y que viven en zonas rurales (localidades
con menos de 30 000 habitantes), instauró un apoyo de 65 USD mensuales, y se basa en un principio semejante
a los “mínimos vejez” europeos.
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2. La distinción entre ingresos “asistenciales” e ingresos vinculados a “derechos
adquiridos” es cada vez menos clara (como lo prueba el ejemplo de las jubilaciones
rurales no contributivas brasileñas, que se alinearon sobre el salario mínimo en
1991, y que administrativamente son “jubilaciones” pero de facto son transferencias
asistenciales aún cuando estén financiadas por el régimen de jubilaciones contributivas [ 96 ] ). Las fronteras tradicionales (seguro/asistencia, derecho/favor, público/
privado, etc. [ 97 ] ) son cada vez más confusas lo que hace sumamente difíciles las
comparaciones internacionales.
3. En muchos países, los CCTP se han agregado a otras transferencias más “focalizadas”
(véase el ejemplo de Chile mencionado anteriormente). El asunto se ha complicado
por el hecho de que muchas de esas políticas “focalizadas” son políticas locales
(municipales o regionales), mucho más importantes en las zonas menos pobres
(por lo que la probabilidad de “escapar” de la pobreza es entonces mayor en las
regiones menos pobres). Uno de los impactos de la descentralización de las políticas
de asistencia “focalizadas” fue la creación de social magnets (fenómenos de atracción
de migrantes provocados por la existencia de políticas sociales locales favorables),
especialmente cuando municipalidades de metrópolis “ricas” (en comparación
con el resto del territorio) han sido conquistadas por partidos o alianzas de izquierda
(México y São Paulo son buenos ejemplos). Por lo tanto, hay que examinar con
precaución el asunto del “universalismo” de las políticas de transferencias: la mayoría
no son universalistas, y la aplicación de los CCTP (que tienen vocación universalista)
tiende a contrarrestar los impactos heterogéneos de las políticas focalizadas.
4. Algunas transferencias fuera de los CCTP (y fuera de las jubilaciones), que son
más antiguas, están a niveles muy superiores a las prestaciones de tipo CCTP,
como el BPC brasileño creado por la Ley Orgánica de la Asistencia Social (LOAS)
de 1993. Es de hecho una “transferencia condicional de ingreso” que se destina a
las personas mayores sin jubilación y a personas discapacitadas. Su pago está
condicionado al nivel de ingresos (ingresos per cápita inferior a una cuarta parte
de salario mínimo), y a las encuestas realizadas por trabajadores sociales. El monto
de la prestación es igual al salario mínimo. Este programa es el programa brasileño
de transferencia de ingresos más importante en volumen: 15 800 millones BRL
[96] Véase Dias, 2004: estas jubilaciones se pagan a 7.6 millones de jubilados rurales que no han cotizado y que
representaban en 2008, el 36% de los pagos de jubilaciones del régimen general – RGPS (Rocha, 2010, p.5).
[97] A raíz de las reformas de 1993, los sistemas de salud y de jubilación colombianos resultaron particularmente
complejos: las normas de acceso, las tasas de reembolso o de reemplazo son determinadas por el Estado pero
son instituciones financieras privadas las que administran las cajas. Para algunos analistas, es la razón por la cual
el sector privado aceptó, en apariencia fácilmente, el “universalismo” del seguro médico (véase Giraldo, 2007).
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4. Políticas públicas
a finales de 2008 (o sea 8.5 millones USD) contra 10 600 millones BRL para la
Bolsa Familia (Rocha, 2010). Desde luego, concierne a mucho menos beneficiarios
que la Bolsa Familia (3.3 millones, entre los cuales 2 millones de personas mayores y 1.3
millones de discapacitados, contra 12 millones de hogares y 50 millones de personas),
pero su impacto es bastante más importante: el nivel de prestación es mucho más
elevado (un salario mínimo) y por sí solo permite a una persona escapar de vivir
en situación de pobreza, más aún cuando se trata de parejas (cada individuo
recibe su prestación). De tal modo que han surgido fenómenos de redistribución
intrafamiliar hacia la generación siguiente (como en el caso de las jubilaciones
rurales alineadas sobre el salario mínimo), que posibilitan ahorros, compra de
material, etc., que la Bolsa Familia no permite.
Las políticas de transferencia, aún cuando se proclaman universales, son antes que
nada resultado de un apilamiento de estratos históricos de políticas de asistencia,
anteriores y posteriores a los CCTP [ 98 ]. Lo cual plantea el problema de detallar esas
políticas: censo (de las políticas nacionales y locales), armonización, identificación de
los ‘dobletes’ pero sobre todo procesos de exclusión (personas que escapan a la
encuesta de cadastro, personas desplazadas, aisladas, etc.) y discusión alrededor de
lo que puede parecer como “privilegios” dentro de la asistencia [ 99 ]. Sin embargo, la
necesidad política de valorizar los “éxitos” de los CCTP por lo general deja en segundo
plano este imperativo de detallar y de armonizar.
Las transferencias sociales y los otros tipos de políticas sociales
La atención se polarizó sobre el asunto de las transferencias sociales –especialmente
sobre los CCTP– de tal manera que llegaron a ser consideradas (en particular por
algunos think thanks cercanos al Banco Mundial) como casi sustitutos de las políticas
sociales. Al respecto, se pueden hacer cuatro observaciones.
1. Dos países “resisten” a este entusiasmo por los CCTP: Venezuela (en donde no
existen) y Cuba. Ahora bien, Cuba es de lejos el país de América Latina que cuenta
con el gasto social más alto (37% del PIB); Venezuela se encuentra en una posición
media (14%) pero es conocida por su política centrada en la oferta de servicios
públicos “clásicos” o a través de las misiones (programas sociales temáticos –salud,
[98] La Bolsa Familia desde 2009 se completó con el Salario Familia que asigna una prestación (de 18 a 25 BRL, o
sea 10 a 14 USD por niño) a todos los trabajadores cuyo ingreso se sitúa por debajo o justo arriba del salario
mínimo (es decir hasta 752 BRL).
[99] Rocha (2010) concluye así su artículo: “La creación de un sistema único, pero eficaz y justo, ayudaría a ampliar la
base política de la aceptación de las transferencias asistenciales como un mecanismo esencial e inevitable para
hacer frente a la pobreza y a las desigualdades de ingresos.”
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A SAVOIR
educación, vivienda, etc.– creados a partir de 2003 y basados en principios de
“democracia participativa”). La más conocida es la misión Barrio Adentro, que
permite el acceso gratuito a la atención médica (en su fase 3 actual incluye también
prestaciones más sofisticadas como la cirugía, la imagenología, etc.) y en parte se
apoya sobre una decena de miles de técnicos de salud y médicos cubanos. Existen
en total 33 misiones de las cuales: la misión alimentación, la misión hábitat, la
misión identidad (para que todos los ciudadanos dispongan de documentos de
identidad), la misión milagro (atiende a las personas con catarata, glaucoma, etc.),
la misión Robinson 1 y 2 (con ambición de erradicar el analfabetismo), etc.
2. Los CCTP son presentados como instrumentos de lucha contra la pobreza así
como de “producción de capital humano”, por una parte a través de las condicionalidades, y por la otra a través de la solvencia de la demanda. En lo que concierne
a la pobreza (ver previamente) y en específico la pobreza extrema, los resultados
son indiscutibles aún cuando son menos importantes que los relacionados con la
evolución del mercado laboral.
En lo que toca a la “producción de capital humano”, casi inmediatamente surgió el
problema de “cuellos de botella” en los sectores de la educación y la salud (véase
acerca de este tema el caso del Progresa-Oportunidades mexicano). En todos los
países de América Latina, el éxito de las políticas de transferencias monetarias
dependen totalmente de las políticas de oferta de servicios públicos (en educación
y salud principalmente). El éxito de los CCTP se apoya por tanto en una política de
oferta de servicios públicos gratuitos o casi gratuitos, ya que nada indica de manera
clara que el alza de ingresos de los “pobres extremos” conlleve un incremento en su
demanda privada de educación y salud. En otros términos, las políticas de transferencias monetarias no pueden constituir un sustituto sino que solamente son un
complemento de las políticas sociales.
3. A mediano y largo plazo, en toda América Latina, el tema de la pobreza y de la
pobreza extrema se verá totalmente determinado por la situación de las personas
mayores, debido a la evolución demográfica pero sobre todo al impacto de las
reformas de los regímenes de jubilación de los años 1990. Las actuales medidas de
transferencias sociales (en particular los CCTP) no podrán entonces sino mostrarse
en total desfase con las necesidades previsibles: estas transferencias se destinan
mayoritariamente a las familias con hijos a cargo (por lo tanto relativamente jóvenes),
y – debido a la nuclearización de las familias– es utópico esperar que el llamado a la
“solidaridad familiar” genere mecanismos de redistribución intrafamiliar a la altura
del reto. Además, dado que esas personas mayores están casi todas inactivas, las
transferencias representarán lo esencial de su ingreso y no un ingreso complemen-
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tario. El monto de recursos necesarios será pues, en todos lados, muy superior a
los 0.2 o 0.4% del PIB, lo que actualmente corresponde al gasto de los CCTP. En
caso contrario, América Latina se vería confrontada a una situación de reducción
de la esperanza de vida y de ultra pauperización de los “mayores”, lo cual no es ni
ética ni políticamente soportable.
4. El debate sobre “el ingreso de ciudadanía”, cuyos elementos precursores serían los
CCTP, empieza a rebasar los círculos de expertos y a surgir en el escenario político
a pesar de que resulta muy complejo. En efecto, debido a su diversidad, las transferencias de ingresos provocan fuertes desigualdades entre poblaciones beneficiarias
(como es el caso en Brasil). Consideradas como inherentes a los derechos relativos
a la ciudadanía, han adquirido un carácter irreversible. De hecho, desde el punto
de vista político, para armonizarlas sólo se puede concebir una “alineación por lo
alto”, un proceso que promete ser largo y difícil. Por otra parte, aunque el costo
de estas transferencias se mantenga bajo en todos lados, no podrá sino aumentar
en forma constante, lo cual plantea el problema de una reforma del impuesto
sobre la renta (y de la fiscalidad en general) que, en todos lados, podría crear fuertes
tensiones políticas.
El impacto de las transferencias sociales en la pobreza y en las
desigualdades
En el conjunto del continente
América Latina es tristemente conocida por su elevado nivel de pobreza y fuertes
desigualdades. A continuación recordemos –sin entrar en los detalles metodológicos–
algunos datos generales [ 100 ].
De 1990 a 2008, la parte de los indigentes y pobres no indigentes (llamados a veces:
“pobres simples”) en la población disminuyó (respectivamente de 42% y 22%) más
que la cantidad absoluta de indigentes (-24%) y sobre todo de pobres no indigentes
(estable a 107-109 millones). Después de un periodo, entre 2002 y 2005, en el que la
indigencia bajó fuertemente, desde 2006 este movimiento de reducción de la pobreza
e indigencia parece estar bloqueado.
[100] Datos de CEPAL, 2009; se encontrarán cifras precisas por países en el capítulo 1.
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Gráfico 29 Evolución de la pobreza y de la pobreza extrema,
1990-2008 (en porcentaje y en millones)
Indigentes
pobres no indigentes
60
48.3
50
43.5
43.8
44.0
40.5
36.3
Millones
40
34.1
33.0
30
20
10
18,6
22,5
19,0
18,5
19,4
13,3
12,6
12,9
1980
1990
1997
1999
2002
2006
2007
2008
200
204
184
180
0
300
250
221
211
193
Millones
200
150
136
100
50
62
93
89
89
97
71
68
71
1980
1990
1997
1999
2002
2006
2007
2008
0
Fuente: CEPAL, 2009, en base a cálculos propios a partir de encuestas-hogares de cada país. Estimaciones
que corresponden a 18 países de la región, además de Haití; las cifras situadas arriba de las columnas representan
el porcentaje y el número total de personas pobres (es decir en situaciones de pobreza y de pobreza extrema).
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El análisis país por país muestra que entre 2002 y 2008, los índices de pobreza y de
pobreza extrema disminuyeron en casi todos los países aunque en proporciones
relativamente bajas (fuera de Argentina y Venezuela). Se llama “brecha de pobreza”
a la diferencia entre el ingreso medio de los pobres y la línea de pobreza, y se
expresa en % de esta última [ 101 ] ; esta brecha de pobreza disminuye más rápido que
la proporción de personas en situación de pobreza lo que demuestra que, más que
el número de pobres, lo que disminuye es la intensidad (“la profundidad”) de la
pobreza. Ahora bien, los tres países en donde los CCTP representan las masas más
importantes (en términos de % del PIB) –Brasil, México y Ecuador– no se distinguen
por una disminución particularmente fuerte de esos índices.
[101] Es decir que si la línea de pobreza es de 100 USD, y el ingreso promedio de los pobres de 75 USD, la brecha de
pobreza será de 25 USD. La línea de indigencia se construye, en cada país, a partir de la evaluación monetaria
del precio de una canasta de bienes alimentarios considerados como básicos; en general se establece una
línea de indigencia en zona urbana y otra en zona rural; algunos países de estructura federal (Brasil, México)
establecen dos líneas de indigencia (rural-urbana) por Estado. La línea de pobreza es definida por la CEPAL
como igual al doble de la línea de indigencia en zona urbana y 1.75 veces esta línea en medio rural. Véase
CEPAL, 2010, p.5.
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Gráfico 30 Variación anual de los índices de pobreza
y de pobreza extrema, 2002 -2008
(en porcentajes de variación) a
Pobreza
Tasa de pobreza
Brecha de pobreza
Cuadrado de la brecha de pobreza
0
-5
- 10
-15
-20
México b
Uruguay
República Dominicana
El Salvador
Paraguay
Bolivia
Guatemala
Paraguay
República Dominicana
Uruguay b
Honduras
Guatemala
Nicaragua
Bolivia
Costa Rica
Ecuador b
Panamá
Brasil
Perú
Chile
Venezuela
Argentina b
- 25
Pobreza extrema
Tasa de pobreza extrema
Brecha de pobreza extrema
Cuadrado de la brecha de pobreza extrema
10
5
0
-5
- 10
- 15
- 20
- 25
Honduras
México
El Salvador
Ecuador b
Panamá
Costa Rica
Nicaragua
Brasil
Chile
Perú
Venezuela
Argentina b
- 30
a) El año de los datos utilizados difieren entre los países; 2002 corresponde a la encuesta más reciente
del periodo 2000-2002, y 2008 a las encuestas disponibles entre 2004 y 2008.
b) Zona urbana.
Fuente: CEPAL, a partir de los resultados de las encuestas realizadas por los diferentes países en los hogares.
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Los índices clásicos de medición de las desigualdades confirman esta idea común, como
lo demuestran los tres conjuntos de datos siguientes:
l
la parte de los 40% más pobres, de los 30%, de los 20% y luego de los 10% (más
ricos) siguientes en la distribución del ingreso (gráfico 31);
Gráfico 31 Estructura de la distribución de ingresos
por decil en 2008 en América Latina
(en porcentajes) a
los 40% más pobres
de los 20% a los 10% más ricos
los 30% siguientes
los 10% más ricos
Argentina b
Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Costa Rica
Ecuador b
El Salvador
Guatemala
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Perú
Rep. Dominicana
Uruguay b
Venezuela
0
20
40
60
80
100
a) El año de la encuesta más reciente disponible en cada país varía entre 2004 y 2008.
b) Zona urbana.
Fuente: CEPAL, a partir de resultados de las encuestas realizadas por los diferentes países en los hogares.
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l
la relación entre el ingreso del quintil más rico y el ingreso del quintil más pobre
(gráfico 32);
Gráfico 32 Relación entre los ingresos del quintil más rico
y los del quintil más pobre
(2002, 2007 y 2008) en América Latina a
2002
2007
2008
45
40
35
30
25
20
15
10
5
a) El año de los datos utilizados difiere entre los países; 2002 corresponde a la encuesta más reciente del periodo
2000-2002, y 2007 a las encuestas disponibles entre 2004 y 2007, 2008 se refiere exclusivamente a los datos
correspondientes a ese año.
b) Zona urbana.
Fuente: CEPAL, a partir de resultados de las encuestas realizadas por los diferentes países en los hogares.
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Honduras
Bolivia
Colombia
Brasil
Guatemala
República Dominicana
Panamá
Nicaragua
Paraguay
El Salvador
China
Argentina b
México
Perú
Costa Rica
Ecuador b
Venezuela
Uruguay b
0
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las variaciones de los índices de Gini, Theil y Atkinson entre 1990 y 2008 (gráfico 33),
que permiten observar que los países con mayor índice de Gini (Brasil con 0.63 en
1990 y 0.59 en 2008; Honduras con 0.61 en 1990 y 0.58 en 2008; Colombia con
0.60 en 1994 y 0.58 en 2008) no son aquellos en donde esos índices bajan más. En
cambio Venezuela que tiene el índice de Gini más bajo del continente (0.47 en
1990; 0.41 en 2008) es también el país en donde más baja.
Gráfico 33 Variación de los índices de Gini, Theil y Atkinson
en 16 países de América Latina, 1990-2008
(en porcentaje de variación) a
Gini
Theil
Atkinson (E = 1,5)
30
20
10
0
- 10
- 20
- 30
- 40
Costa Rica
Ecuador b
Argentina c
Guatemala
Paraguay c
Colombia
El Salvador
México
Brasil
Honduras
Chile
Bolivia b
Nicaragua
Uruguay b
Panamá b
- 50
Venezuela
l
a) Países clasificados según la variación del índice de Gini. El año de los datos utilizados difiere entre los países;
2002 corresponde a la encuesta más reciente del periodo 2000-2002, y 2008 a las encuestas disponibles
entre 2004 y 2008.
b) Zona urbana.
c) Zona metropolitana.
Fuente: CEPAL, a partir de resultados de las encuestas realizadas por los diferentes países en los hogares.
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Recuadro
9
Los indicadores sintéticos de desigualdades
de Gini, Theil y Atkinson
La curva de Lorenz representa la distribución de los niveles de vida entre deciles de la
población. Por ejemplo, en Francia, según el Observatoire des Inégalités (Observatorio
de las Desigualdades) que cita la encuesta “Revenus Fiscaux” (Ingresos Fiscales) del
INSEE (2007), el primer decil de la población (los 10% menos ricos) percibe 3.7% de la
masa total de los niveles de vida. El segundo decil percibe 5.3% del total (por lo tanto
al primer quintil –los 20% menos ricos– tiene el 9% del total), y el decil más rico recibe
24.1% del ingreso. La bisectriz corresponde a lo que sería una distribución perfectamente igualitaria. Entre más se aleja la curva de la diagonal, más acentuada es la desigualdad de los ingresos que se observa.
Esquema
La curva de Lorenz de distribución
de ingresos (Francia, 2007)
1
y
Parte acumulada de los ingresos
100%
Curva que representa la parte
acumulada de los ingresos
(para la curva plena) y bisectriz
que representa una distribución
perfectamente igualitaria de los
ingresos (la línea recta punteada).
A
B
x
Parte acumulada de la población
100%
El índice de Gini pretende resumir la curva de Lorenz. Es representado gráficamente
por la relación entre la superficie A (situada entre la curva de Lorenz y la primera
bisectriz) y la superficie (A+B). Corresponde a una cifra entre 0 (situación de igualdad
perfecta correspondiente a la primera bisectriz) y 1 (la situación más desigual, en la
que el conjunto de los ingresos estaría en manos de un solo individuo).
La CEPAL estima que el índice de Gini en 2008 es de 0,58 en los países más desiguales
de América Latina (y del mundo): Brasil, Honduras, Guatemala y Colombia. En el otro
extremo, se encuentra Uruguay (0,46), Costa Rica (0,48) y Venezuela (0,50). Este índice
es en Francia de 0,28 y de 0,31 para el promedio de los países de la OCDE.
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El índice de Theil se inspira de la medición de la entropía, es decir que mide la diferencia entre una distribución igualitaria uniforme y la distribución observada.
Entre más desorganizada es una secuencia, mayor es su entropía. Aquí, entre más
dispersos están los ingresos, más elevado es el índice de Theil. Un índice de 0 indica
una igualdad absoluta. Un índice de 0.5 indica una desigualdad representada por
una sociedad en la que el 74% de los individuos tienen el 26% de los recursos y el
26% de los individuos el 74% de los recursos. Un índice de 1 indica una desigualdad
representada por una sociedad en la que el 82.4% de los individuos tienen el 17.6%
de los recursos y el 17.6% de los individuos tienen el 82.4% de los recursos.
Este índice puede descomponerse, es decir que se puede sumar para diferentes
subgrupos o regiones del país.
El índice de Atkinson traduce la aversión de la población hacia la desigualdad. Un
índice de Atkinson que vale x% significa que la población aceptaría perder x% parte
de su ingreso actual para que la distribución sea igualitaria. Este índice depende de un
parámetro de aversión por la desigualdad. Los valores utilizados en este parámetro
varían de 0.5 a 2. La CEPAL optó por el valor e = 1.5
Fuente: según CEPAL (2009), inspirado por Frank Cowell, “Measuring Inequality”, LSE Handbooks in Economics, Prentice Hall, 2000.
Desde el punto de vista metodológico es sumamente difícil aislar los factores de
reducción de la pobreza y de las desigualdades, y sólo se ha intentado –en lo que se
refiere a las transferencias de ingresos– en un número limitado de países. Un primer
enfoque se tendría a través de la descomposición de las causas de la disminución de
la pobreza (y del aumento de los ingresos) de los hogares pobres [ 102 ].
[102] Véase CEPAL, 2009 (p.21) ; no se puede aquí distinguir entre transferencias públicas y transferencias privadas,
lo cual explica que esas transferencias resulten importantes en países como Guatemala, El Salvador y Honduras
en donde las transferencias públicas son bajas pero las remesas de los emigrantes son altas. Los “otros ingresos”
(ingresos por propiedades, esencialmente) incluyen la percepción ficticia del alquiler de una vivienda que se
posee, lo cual explica su elevado nivel en hogares pobres.
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Gráfico 34 Variación anual del ingreso total por persona
y por fuente de ingresos en los hogares pobres
1990-2008 (en porcentajes) a
Transferencias
Ingreso total
Paraguay c
-8
Argentina c
-2
Honduras
-4
Colombia
-1
Bolivia b
0
Uruguay b
0
Guatemala
4
Nicaragua
1
El Salvador
8
México
2
Venezuela
12
Ecuador b
3
Costa Rica
16
Brasil
4
Panama b
20
Variación de la tasa de pobreza
Ingresos de los Independientes
Otros ingresos
5
Chile
Variación de ingresos
Remuneraciones y salarios
Tasa de pobreza
a) Países clasificados según la variación anual de la tasa de pobreza. El año de los datos utilizados difiere entre los países;
1990 corresponde a la encuesta más reciente de este año, y 2008 a las encuestas disponibles entre 2004 y 2008.
El porcentaje de población estudiada es el mismo para los dos periodos y corresponde a la tasa de pobreza de 1990.
b) Zona urbana.
c) Zona metropolitana.
Fuente: CEPAL, a partir de resultados de las encuestas realizadas por los diferentes países en los hogares.
Cuando se dispone de datos, siempre se observa que la primera fuente de disminución
de la pobreza se encuentra en la variación del producto del trabajo en sus diferentes
componentes: alza de salarios, alza del empleo (es decir disminución del desempleo
y del subempleo) y alza de la tasa de empleo formal. Las transferencias no tienen
más que un rol secundario, salvo en Centroamérica, sean de origen privado (remesas de
los emigrantes) o público [ 103 ].
En lo que se refiere específicamente a los CCTP también es difícil, desde el ángulo
metodológico, aislar el impacto propio de esos programas en materia de disminución
[103] Colombia constituye un caso aparte ya que el alza del ingreso de los independientes es la principal causa de la
reducción de la pobreza; ello se debe en gran parte al hecho de que el ciclo económico colombiano está
“desfasado” en relación al resto del continente y que el empleo formal disminuyó en los años 2000.
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de la pobreza. Por lo tanto aquí no se evocarán más que los dos países más grandes
en los que se llevaron a cabo tales investigaciones: México y Brasil.
El caso de México
En México, el impacto del programa Progresa-Oportunidades en materia de reducción
de la pobreza se había estimado, para el periodo 1997-2005, en sólo 2% para la zona
rural y en 7% para la zona urbana (Cortés et al. , 2007). Estas cifras confirmaban que
los CCTP influían mucho más en la disminución de la miseria (pobreza extrema) que
en la pobreza. La explicación es simple: el máximo de ingresos es muy bajo (cercano
a la línea de extrema pobreza), y la prestación es insuficiente para cubrir la diferencia
entre este máximo y el umbral de pobreza.
Un reciente estudio de Huesca Reynoso (2010) relativiza el impacto del programa
Oportunidades sobre la pobreza.
Las instituciones mexicanas definen tres tipos de pobreza “multidimensional”: (i)
la “pobreza alimentaria”, que corresponde a la imposibilidad de adquirir la canasta
alimentaria básica (incluso cuando se le consagra la totalidad de sus ingresos); (ii) la
“pobreza de capacidades”, que también toma en cuenta los gastos mínimos de salud
y educación y (iii) la “pobreza patrimonial”, que agrega vivienda y vestido. En base a
simulaciones econométricas, Huesca Reynoso demuestra (para 2008) que el impacto
de Oportunidades es muy reducido: la “pobreza alimentaria” pasa de una incidencia
de 20.3% (sin el programa) a 18.8% (con el programa); la “pobreza de capacidades”
de 27.4% a 26.2% y la “pobreza patrimonial” de 48.4% à 47.5%. En cambio, una
“transferencia universal otorgada a los pobres”, definida como el monto máximo de
prestaciones asignadas a un hogar a través del programa Oportunidades [ 104 ], tendría
un impacto mayor en la pobreza: su incidencia pasaría a 8.25% para la “pobreza
alimentaria” a 13.95% para la “pobreza de capacidades” y a 35.1 3% para la “pobreza
patrimonial”. Por supuesto, el costo de esta prestación sería muy superior al de
Oportunidades: si este último representaba, en el 2008, 0.43% del PIB habría que
aumentarlo, con una prestación universal, a 3.1 3% para alcanzar los objetivos establecidos, en particular en términos de disminución de la “pobreza patrimonial”, la
única que conduce a una disminución duradera de la vulnerabilidad [ 105 ].
[104] O sea, en 2008, 2 022 pesos mexicanos (156 USD); este tipo de simulaciones implica una profundización
metodológica compleja que rebasa el marco de este artículo.
[105] Después de haber evocado “el impacto apenas perceptible del programa Oportunidades sobre la repartición
del ingreso a favor de los más pobres”, el autor concluye su estudio hablando de “(…) la exigencia de una
nueva forma de intervención de la política social que en términos reales se traduzca en un verdadero
combate contra la pobreza en México, generando con ella las condiciones para la inserción exitosa de los
pobres en un vivir mejor” (p.207).
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El caso de Brasil
En Brasil, según las estimaciones de la Pesquisa Nacional de Amostra de Domicilios
(PNAD, encuesta-hogar sobre los ingresos y el consumo) de 2006, el conjunto de las
“transferencias monetarias condicionadas” (BPC, jubilaciones rurales y Bolsa Familia )
permitió limitar el número de personas en situación de pobreza extrema a 21.9
millones (11.9% de la población), cifra que habría sido de 38.9 millones (21.3% de
la población) sin estos programas (es decir una disminución de 44.1%) [ 106 ]. Para
los pobres “simples”, en 2004, la cifra fue de 31% con los programa de asistencia y
de 38% sin ellos (-18%).
Un estudio muy reciente de Rocha (2010) precisa el rol que desempeñan las transferencias sociales en la disminución de la pobreza. La primera conclusión es que el
principal factor de disminución de la pobreza son las jubilaciones, que permitieron
reducir la pobreza de 37% a 25% de la población (o sea un reducción –o más bien
un no aumento– de 47% del número de pobres). La Bolsa Familia y el BPC tienen un
impacto idéntico (una disminución de la pobreza de 3.2% cada uno) y muy inferior
al de las jubilaciones.
Una de las peculiaridades de Brasil es que cuenta con 24 umbrales de pobreza diferentes que corresponden a los Estados Federales. Lo cual permite demostrar que el
impacto de las transferencias sociales en términos de disminución de la pobreza son
mucho más importantes en las regiones rurales: como los umbrales de pobreza son
más bajos –sin que las prestaciones lo sean–, las transferencias sociales permiten
rebasar la línea de pobreza, lo cual no sucede en las regiones metropolitanas. En las
regiones rurales, la reducción del número de pobres gracias a las transferencias fue
de 51% (contra 47% en todo Brasil) por jubilaciones, y de 16% (contra 6.4%) por el
conjunto BPC + Bolsa Familia. A la inversa, el impacto de la Bolsa Familia en materia
de reducción de la proporción de pobres es nulo en las zonas metropolitanas (lo
cual no impide que la “brecha de pobreza” disminuya ligeramente). La Bolsa Familia
y el BPC tienen un papel importante en la disminución de las desigualdades territoriales de ingresos y de reducción de la pobreza en las zonas más pobres; en las regiones menos pobres, disminuyen la extrema pobreza y la intensidad de la pobreza
pero no la proporción de pobres. Por último, conviene insistir sobre uno de los efectos
“perversos” del sistema brasileño de transferencias, muy favorable para las personas
mayores [ 107 ] : en la población que rebasa 60 años la proporción de pobres es tres veces
[106] Véase Pochmann et al., 2007.
[107] Debido a la importancia de las transferencias de jubilaciones –incluyendo las jubilaciones rurales no contributivas–
y del BPC.
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inferior al promedio del país mientras que en la población infantil (menores de 16 años)
esta proporción es 80% superior a la media nacional (Rocha, 2010, p.16).
El ejemplo brasileño muestra bien que, al analizar las relaciones entre transferencias
sociales y desigualdades, es un grave error considerar de manera independiente
cada tipo de transferencia y no tomarlas en su totalidad. Si se estudian únicamente
los CCTP, las conclusiones parecen simples: reducen ligeramente la pobreza de las
familias con hijos y mucho más la pobreza extrema y la intensidad de la pobreza. No
obstante, en cuanto se analizan las jubilaciones y algunas prestaciones específicas
para las personas mayores, las conclusiones se invierten en el caso de Brasil: los mayores
resultan muy favorecidos en tanto que las familias con hijos pequeños son más
pobres que el promedio. Queda por ver lo que sucede en otros países. La brutalidad
en el cambio hacia las jubilaciones por capitalización fue muy variable de un país
a otro; en algunos países (como México y Chile) fue muy fuerte y el fenómeno de
“pauperización de los viejos” es brutal y se ha acentuado por el carácter “familialista” de
los CCTP¨ . En otros países (como Argentina) fue menos brutal y esta pauperización
es menos evidente (sin que los “ancianos” se vean por ello favorecidos, como en Brasil).
Conclusión
El impacto de los CCTP en América Latina no es insignificante: permiten reducir de
manera notable (hasta una tercera parte) la pobreza extrema y la intensidad de la
pobreza. No obstante, dado el bajo nivel del tope de recursos que dan derecho a
estas prestaciones y el escaso monto de éstas últimas, reducen poco la proporción
de pobres. Probablemente lo más importante sea su impacto indirecto, que está
relacionado con las condiciones de acceso: alza de la asiduidad escolar y difusión de
la prevención sanitaria.
Esos CCTP no son más que una parte de un vasto y variado conjunto de transferencias
privadas (entre las cuales las más importantes son las remesas de los emigrantes) o
públicas: jubilaciones no contributivas, prestaciones para las personas mayores sin
recursos o para las personas discapacitadas, prestaciones otorgadas por los poderes
locales. El conjunto de esas transferencias tiene un impacto globalmente redistribuidor
aunque, en el país que más las ha desarrollado, Brasil, apenas logra compensar
el impacto anti redistribuidor de las jubilaciones contributivas. En otras palabras, las
transferencias sociales a lo mucho, y pocas veces, logran compensar el incremento
de las desigualdades engendradas por la protección social “clásica”.
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La incidencia política de esas transferencias es, empero, mucho más importante de
lo que supone su peso en el PIB. Si originalmente fueron presentados como planes
de asistencia “semi-universalistas” (con bajas condicionalidades y fuera del tradicional
control clientelista), en muchos países (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, etc.)
se transformaron en verdaderos “derechos del ciudadano pobre” para un ingreso
complementario, de hecho incondicional. La difusión en América Latina de la conciencia
de un “derecho a la asistencia” como componente de la ciudadanía rompe con el
doble vínculo clásico entre asistencia y estigmatización por un lado y entre asistencia y
clientelismo por el otro.
Las desigualdades y privilegios relativos en el acceso a esas transferencias conllevan
la progresiva creación de nuevos tipos de transferencias (en especial a favor de las
personas mayores) que no podrán sino conducir a una “alineación por lo alto” so
pena de graves tensiones políticas. Si el peso de esas transferencias sobre las finanzas
públicas en general todavía es bajo, inevitablemente se acrecentará rápidamente, lo
que va a requerir, en los años que vienen, una reforma fiscal de gran magnitud así
como una restructuración a fondo de los sistemas de protección social.
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4.3. Las políticas de inversión urbana
Catherine PAQUETTE VASSILLI,
con la colaboración de Jean-Marc FOURNIER,
para el tema del acceso al agua potable,
y de Marie-Noëlle CARRÉ, para el tema de los residuos sólidos urbanos.
Resumen
América Latina aparece en la actualidad como un territorio con numerosas iniciativas e
innovaciones en materia de políticas de desarrollo urbano. La década del 2000 se ha
caracterizado en la región por un incremento destacable de la inversión en las ciudades,
en especial en tres grandes rubros.
El primer rubro se refiere a la movilidad intra-urbana, considerada ahora como una
auténtica prioridad por los gobiernos locales. Bajo la influencia de ciertas experiencias pioneras que rápidamente se convirtieron en emblemáticas, los proyectos de
nuevos transportes colectivos se multiplicaron, auspiciados por grandes metrópolis,
pero también por ciudades de dimensiones más modestas. Entre ellos, se impuso
ampliamente la opción de los autobuses de gran capacidad que circulan en vías
reservadas (Bus Rapid Transit, por sus siglas en inglés BRT); no obstante, los proyectos
de prolongación de sistemas de transporte masivo de tipo Metro también son varios.
El segundo gran campo de inversión sigue siendo la vivienda, con una demanda
todavía enorme, a pesar de un contexto más favorable debido a la transición urbana
avanzada y una clara reducción de la migración hacia las ciudades en la mayoría de
los países. La importancia de los requerimientos actuales se debe al aumento considerable del número de familias, así como a la importancia del hábitat de origen
espontáneo que deberá mejorarse en la región. Las políticas en materia de vivienda
nueva tienden hoy a reformularse en torno al principio de una producción masiva a
cargo del sector inmobiliario privado. Los programas de mejoramiento de vivienda son
también numerosos y la regularización de los asentamientos humanos irregulares
continúa ocupando un lugar muy importante, estimulada por la idea que la propiedad
de la vivienda constituye también para los más pobres un capital económico posible
de valorizar.
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Las políticas y acciones vinculadas a la “reconquista urbana” constituyen el tercer
gran rubro de interés en las ciudades, aunque debe desarrollarse mucho más. En
efecto, a pesar de las reflexiones que se han llevado a cabo en la materia y de los
programas de revitalización que se han elaborado, todo, o casi todo, queda por
hacer. Desgraciadamente, los intentos de redensificación llevados a cabo en ciertas
ciudades han dado escasos resultados. Sin embargo, la idea de “compactar” las áreas
urbanas no debe abandonarse. Las ciudades latinoamericanas no podrán enfrentar
el desafío del desarrollo sostenible (y el de la lucha contra el cambio climático) si no
se comprometen decididamente en procesos de reciclamiento de la trama urbana
existente y en particular en grandes intervenciones de regeneración urbana.
Actualmente, estas operaciones urbanísticas son todavía poco numerosas, debido a
las dificultades ligadas a su montaje técnico y financiero.
El tema de los servicios urbanos completa este panorama de inversión urbana, así
como el de las infraestructuras regionales, ampliamente deficitarias, y de las que
depende estrechamente la competitividad de las ciudades. En este ámbito, los grandes
programas lanzados recientemente por ciertos países deberían contribuir a mejorar
la situación, aunque las necesidades continúan siendo enormes.
Hoy, en el contexto de una multiplicación de la inversión urbana, la articulación y
la sinergia entre los diversos proyectos y programas constituyen, sin duda alguna,
el principal desafío que la región tiene que enfrentar para optimizar los recursos
disponibles en beneficio de la ciudad, alejándose por lo tanto de las tradicionales
lógicas sectoriales. Toda nueva inversión urbana debería contemplarse y evaluarse
a la luz de este principio mayor.
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Introducción
Durante la década del 2000, América Latina fue el escenario de un aumento significativo
de la inversión pública en las ciudades, en el marco de un tipo de intervención urbana
claramente renovada. Esta evolución se debe a un conjunto de factores: por una parte,
la continuación y la consolidación del proceso de descentralización y de democratización
en la región (sobre todo con el fortalecimiento de la figura de los alcaldes); por la otra,
la globalización y el nuevo papel de las ciudades dentro de este contexto (así como su
ingreso en una fuerte competencia entre ellas mismas); por último, la progresión y la
penetración del discurso sobre el desarrollo sostenible que, al colocar a la ciudad en el
centro de las problemáticas medioambientales mundiales, contribuyo fuertemente a
estimular la reflexión y la innovación en materia de intervención urbana, en una región
que se caracteriza por ser la más urbanizada del mundo en desarrollo.
Esta tendencia al incremento de la inversión urbana –que ahora ya está bien afianzada–
debería proseguir, en especial porque las estrategias implementadas por ciertos gobiernos nacionales para superar la crisis y relanzar el crecimiento la han reforzado. Con el fin
de apoyar y de relanzar sus economías, los dos grandes países emergentes de la región
–México y Brasil– han lanzado planes muy ambiciosos que apuntan a la producción
masiva de viviendas de interés social y a la construcción de infraestructuras en gran
medida urbanas [ 108 ]. Por el hecho de que ambos países desempeñan un papel motor en
América Latina y de que, por otra parte, los dos se plantean desarrollar su cooperación
regional (México en dirección de América Central, en el marco del proceso de integración mesoamericana, y Brasil en dirección de la zona andina), los efectos de las políticas
que implementan tendrán un impacto multiplicador. En cuanto a Chile, también debe
reconstruirse parcialmente, luego del fuerte sismo que tuvo lugar a principios de 2010.
Las políticas orientadas a la inversión urbana que actualmente se llevan a cabo en
América Latina conciernen esencialmente a tres grandes campos:
l el transporte colectivo y la movilidad intra-urbana, que se han convertido en el transcurso de la década del 2000 en una auténtica prioridad para los gobiernos locales;
l la vivienda en un sentido amplio, que continúa siendo un tema de inversión muy
importante, con una inclinación bastante clara de las políticas hacia el modelo de
producción masiva de viviendas de interés social a cargo del sector inmobiliario
privado (con el doble objetivo de reducir el enorme déficit acumulado y de apoyar
el crecimiento económico);
[108] Programa Nacional de Infraestructura (PNI), 2007-2012 en México; Programa de Aceleración del Crecimiento en
Brasil (PAC), 2007-2010 (y PAC 2 en 2010-2014).
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l
las políticas y acciones vinculadas a la “reconquista urbana”, focalizadas primero en
los centros históricos, y luego ampliadas a áreas centrales más vastas e incluso a
terrenos baldíos portuarios o industriales. Estas intervenciones en el tejido urbano
existente deberían desarrollarse en el transcurso del próximo decenio, si logra
resolverse lo relativo a su montaje técnico y financiero, que de momento constituye
un obstáculo importante.
A estos tres campos se agregan dos desafíos muy importantes a los que las ciudades van
a tener que enfrentarse: los servicios urbanos, en particular agua y residuos urbanos, así
como también las grandes infraestructuras regionales, actualmente obsoletas e insuficientes y que necesariamente deberán mejorarse; de lo contrario, se correría el riesgo de
limitar no solamente la competitividad nacional sino también la de las metrópolis, las
cuales representan centros neurálgicos para el crecimiento económico.
Recuadro 10 Expansión urbana, dificultades de gobernanza
y fragmentación socio-espacial: tres padecimientos
graves de las metrópolis de América Latina
Las metrópolis latinoamericanas se caracterizan por la persistencia de una expansión
urbana constante, alimentada hoy esencialmente por movimientos de población
internos a las áreas metropolitanas. Aunque se hayan realizado esfuerzos en ciertas
ciudades para contener este crecimiento espacial extensivo poco conciliable con los
objetivos de un desarrollo urbano sustentable, éstos casi no han dado resultados y las
metrópolis se extienden rápidamente, a veces en detrimento de tierras agrícolas muy
ricas, ocasionando un costo general elevado, tanto para la colectividad como para los
hogares (equipamientos, transportes, infraestructuras, etc.). Esta dinámica urbana
centrífuga contribuye además a hacer aún más compleja, e incluso imposible, la
implementación de una gestión urbana a escala del conjunto de la metrópoli. Desde
el punto de vista político-administrativo, las áreas metropolitanas latinoamericanas
están fragmentadas: muchas cuentan por una parte con un territorio urbano bien
consolidado que corresponde a sus límites administrativos iniciales (el Distrito
Federal en México, el Distrito Capital en Bogotá, etc.), y por otra parte con una cantidad creciente de municipalidades periféricas, integradas por el proceso de urbanización y que forman ahora parte de la metrópoli. Por ejemplo, hoy en día, menos de la
mitad de los veinte millones de habitantes de la Zona Metropolitana de la Ciudad de
México reside dentro de los límites del DF. Debido a la ausencia de mecanismos de
cooperación intermunicipal eficaces y efectivos, las metrópolis funcionan cada vez
más a dos velocidades. En las “ciudades centrales”, las autoridades electas enderezan
paulatinamente la situación, aprovechando la neta desaceleración del crecimiento
demográfico que, por fin, les permite no enfocarse solo a las urgencias.
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En las periferias, la realidad es muy diferente: las municipalidades, a veces todavía
ampliamente rurales, se enfrentan sin recursos ni herramientas adecuados a la presión
del crecimiento urbano que se ejerce en sus territorios. Actualmente, uno de los
desafíos mayores, tanto para las nuevas infraestructuras como para las políticas
urbanas, reside en la superación de esa divergencia territorial y en la ejecución de
soluciones concebidas de una manera global, a escala del conjunto de la metrópoli.
Las metrópolis latinoamericanas se encuentran fragmentadas, no sólo del punto
de vista político-administrativo sino también social; en ellas coexisten –en el contexto
de una segregación socio-espacial cada vez más sutil y compleja (Sabatini, 2006)–
universos urbanos radicalmente diferentes, que rara vez se entrecruzan. De esta
manera, la metrópoli “desarrollada”, que a menudo no tiene nada que envidiar a su
equivalente en los países del Norte, se expresa hoy como un espacio urbano muy
“americanizado”, tanto en su modo de desarrollo y de organización como en sus
paisajes. Los grandes centros comerciales se han multiplicado, dando origen a nuevas
centralidades que estructuran a la ciudad y a las prácticas de los citadinos que los
frecuentan. En metrópolis que son descritas como cada vez más violentas, estos
nuevos espacios públicos aparecen seguros y se adecúan más a las expectativas de las
clases medias y altas que abandonan los espacios urbanos tradicionales, prefiriendo
estos nuevos. Los fraccionamientos cerrados y vigilados constituyen otras de las
manifestaciones visibles de lo que se califica como un proceso de “cierre” de la ciudad
(Capron, 2006). La ciudad latinoamericana moderna y globalizada está hoy cada
vez más compuesta de islotes de prosperidad y de seguridad muy bien comunicados
entre ellos, superponiéndose a otra realidad, ampliamente mayoritaria: la de la ciudad
tradicional, popular o pobre, ciudad del comercio callejero y del transporte público,
cuyos centros históricos constituyen a menudo su centro neurálgico. Luchar contra
esta fragmentación creciente y promover un modelo de ciudad más “inclusiva” es, en
la actualidad, uno de los grandes desafíos de las autoridades, sobre todo para reducir
los niveles de violencia que tienden, cada vez más, a limitar la competitividad de las
metrópolis (Sabatini, 2006).
4.3.1. Movilidad intra-urbana: una nueva prioridad
a nivel de la región
En el transcurso de los últimos diez años, las ciudades de América Latina se han
identificado ampliamente con los desafíos de la movilidad intra-urbana, al punto de
que algunas de ellas han transformado el tema en eslóganes atractivos [ 109 ]. En este
[109] “Ciudad de México, capital en movimiento” se ha vuelto el nuevo eslogan del Gobierno del Distrito Federal
en México. En Santiago de Chile, “Movilidad es riqueza” es la expresión que ha sido utilizada para acompañar
la elaboración del plan de autopistas urbanas en concesión.
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lapso de tiempo, las ciudades impulsaron ampliamente las inversiones en este campo y
los proyectos de nuevas infraestructuras de transporte público se multiplicaron
notablemente, con un claro aumento a partir de 2005. Al día de hoy, esta inversión
concierne no solamente a las metrópolis capitales sino también a las aglomeraciones
urbanas de dimensiones más modestas. Los financiamientos destinados a estudios
de factibilidad ya son más numerosos. Se puede citar el ejemplo del Fondo Nacional
de Infraestructuras mexicano (FONADIN), creado en 2008, que dispone de una línea
específica de aportaciones y financiamientos para asuntos de transporte urbano
destinada a los gobiernos locales. Las consultorías especializadas en este campo también han aumentado de una manera evidente. Este impulso en materia de inversión
es un elemento muy positivo en una región en la que la desregulación del sector del
transporte público –generalizada en los años 1980– había ocasionado el desarrollo
anárquico de una oferta de transporte de mediana y escasa capacidad, operada por
pequeñas empresas privadas, que tuvo impactos desastrosos para la ciudad, el medio
ambiente y los usuarios (Figueroa, 2005).
La supremacía de los BRT
El auge de la inversión en materia de movilidad está marcado por el predominio muy
claro de los BRT, autobuses de gran capacidad que circulan en vías reservadas.
Aunque no se trata del primer sistema de transporte de este tipo en América
Latina [ 110 ], el Transmilenio de Bogotá (inaugurado en el 2000) ha desempeñado un
papel importante en la difusión de los BRT en la región. Constituye sin lugar a dudas
la referencia en la materia y se ha replicado, de forma más o menos fiel, en numerosas
ciudades, con el apoyo de un pequeño grupo de expertos muy dinámicos que participó
en su implementación.
Actualmente, más de quince ciudades en América Latina poseen un BRT, y éstas
están agrupadas en el seno de una asociación: la Asociación Latinoamericana de BRT y
de Sistemas Integrados de Transporte (ALABRT). Sin embargo, las características y el
alcance de esos sistemas de transporte varían considerablemente de un lugar a otro.
Según los casos, el BRT consiste en:
l
una sola o varias líneas, que simplemente se añaden al sistema de transporte
público existente, pero sin intermodalidad ni integración tarifaria con el mismo. Es
el caso del Metrobús de México DF, que de momento cuenta con tres líneas, que
empezaron a circular en 2005, 2009 y 2011; dos líneas complementarias van a
entrar en servicio en 2012. En este caso, el impacto del BRT es bastante reducido,
[110] La ciudad de Curitiba poseía este servicio desde los años 1970 y Quito implementó desde 1996 el “trolleybus”
eléctrico, que circula en una vía confinada.
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pese a que significa una mejora para los usuarios que lo utilizan. El BRT inaugurado
en 2010 en Lima, el Metropolitano, es un proyecto muy semejante al Metrobús de
México;
l
una red compuesta por varias líneas de BRT circulando en grandes ejes, alimentada
por líneas de autobuses regulares integrados al nuevo sistema, permitiendo abrir
el servicio a distritos periféricos (integración tarifaria y organización de la intermodalidad); la red tradicional continúa funcionando paralelamente, lo que, por otra
parte, conduce a hablar de “bimodalidad” (es el ejemplo del Transmilenio de Bogotá);
l
varias líneas de BRT totalmente integradas a una red de transporte público, completamente reorganizada. Es el caso del Transantiago, en Santiago de Chile, que
representa la reforma del transporte público intra-urbano más ambiciosa y más
global en cuanto a sus objetivos en América Latina, pese a que no es la más citada
y que ha tropezado con importantes dificultades para entrar en servicio
(Mardones, 2008).
De hecho, no todos los BRT se plantean los mismos objetivos. Muchos se han concebido,
ante todo, como un modo de transporte público de masas, destinado a permitir a
un gran número de usuarios un desplazamiento rápido y en buenas condiciones en
ciertos itinerarios específicos. Asimismo, su puesta en servicio puede explicarse,
como en el caso de México, por la imperiosa necesidad de reducir las emisiones de
gas de efecto invernadero (GEI), lo que se ha logrado gracias a la sustitución, en ciertos
ejes, de los vehículos viejos por unidades modernas poco contaminantes. En general, no
se da prioridad a los objetivos de la transferencia de los automovilistas hacia el transporte colectivo –se cree muy poco en tales objetivos, en razón de que en América Latina
el automóvil privado ocupa un lugar muy importante–, a pesar de que algunos BRT
han tenido finalmente un impacto significativo a ese nivel [ 111 ].
En otros casos, menos frecuentes, estas nuevas infraestructuras se han concebido
un poco a la manera de los tranvías de última generación, es decir como una oportunidad para “repensar la ciudad”, revitalizar la trama urbana y mejorar los espacios
públicos. Se trata, por lo tanto, de “proyectos de ciudad” más que de transporte, y
su implementación se acompaña de una serie de acciones complementarias que
pueden tener un impacto significativo. De esta manera, el Transmilenio ha sido
concebido como una verdadera columna vertebral en la “recuperación” de Bogotá.
Colombia, junto con otras experiencias de BRT impulsadas por este tipo de ambición,
ha desempeñado el papel de Nación pionera en la región en materia de intervención
eficaz, innovadora e integral en el campo de la movilidad intra-urbana.
[111] 6 a 10 % de los usuarios del Transmilenio habrían abandonado el automóvil por ese sistema de transporte
público (Gil-Beuf, 2007).
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Las razones del éxito de los BRT
El éxito de los BRT en relación a otras opciones de transporte colectivo masivo se
confirma en muchos países en desarrollo. Ante todo, se explica por su gran capacidad
de transporte, aproximada a la de un metro [ 112 ], pero con un costo entre diez y
veinte veces menos elevado (Gil-Beuf, 2007), y también por la relativa rapidez y
flexibilidad de su realización. Sin embargo, también se debe –ello no podría dejar
de mencionarse– a la existencia en América Latina de una campaña de promoción
especialmente activa realizada en las ciudades de la región por un pequeño grupo
de expertos y ciertos actores de la sociedad civil, que se han fuertemente posicionado
en el terreno de la movilidad “sostenible” [ 113 ].
Las dificultades que se han encontrado hasta ahora en las tentativas de introducción
del tranvía en América Latina, sobre todo por las empresas francesas y en especial
Alstom [ 114 ], sin duda están ligadas a la existencia de ese lobby. En el contexto del desarrollo rápido y de la imposición creciente de los BRT, llevar a cabo en una metrópoli
latinoamericana un proyecto alternativo basado en el tranvía representa hoy un verdadero desafío. No obstante, en una región muy influenciada por los modelos, receptiva
a la innovación y a la novedad, una experiencia exitosa de tranvía sin ninguna duda
podría tener un efecto de palanca semejante al del Transmilenio a principios de los
años 2000. Como instrumento de revitalización urbana, así como solución de transporte público, el tranvía se adapta particularmente a la problemática actual de las
metrópolis latinoamericanas, en especial a sus centros históricos (véase a continuación) [ 115 ]. En todo caso, su introducción permitiría una diversificación de las opcio-
[112] En 2005, el Transmilenio ya transportaba cerca de 1 millón y medio de pasajeros al día (Gil-Beuf, 2007).
[113] Embarq, una organización no gubernamental estadounidense, cofundada con la Fundación Shell en 2002, cuya
misión es asesorar a las ciudades del mundo en desarrollo en materia de movilidad, creó una red de Centros de
Transporte Sustentable, de los cuales tres de cinco se encuentran ubicados en América Latina (México, Brasil y
países andinos). Esos centros se han convertido en actores mayores en materia de asesoramiento a los gobiernos
locales y a los ministerios encargados de los transportes y de las infraestructuras y, en la actualidad, disfrutan de una
verdadera renta de situación en la materia. Embarq es el centro de recursos para el transporte sustentable del
World Resources Institute (WRI), un think tank medioambiental estadounidense que trabaja en estrecha relación
con el Banco Mundial, así como con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
[114] En México, una primera tentativa de realización de una línea de tranvía que debía atravesar el centro histórico de
México fracasó en 2007, pese a un estudio de factibilidad positivo (Systra y Taller Parisino de Urbanismo). El
segundo fracasó en el 2010 porque las autoridades del Distrito Federal dictaminaron que era demasiado caro.
[115] En noviembre de 2006, un seminario internacional tuvo lugar en la ciudad de Morelia, en México, en el que se
reunieron representantes electos de las ciudades francesas, que habían instalado recientemente líneas de tranvía
en sus respectivos centros históricos, y representantes electos de las ciudades mexicanas inscritas en la lista del
patrimonio mundial (“Transporte y movilidades en los centros históricos mexicanos”, UNESCO/IRD/Asociación
Mexicana de las Ciudades del Patrimonio Mundial). Esta reunión evidenció las potencialidades de los sistemas
Tranvía en materia de revitalización de centros históricos.
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nes que hoy es necesaria: en efecto, a pesar de que las necesidades difieren mucho
de un contexto a otro, la tendencia es la de aplicar una solución única, basada en una
opción técnica escogida a priori –la de los BRT– que no es forzosamente la mejor ni
la más económica a largo plazo.
Inversiones también en el metro y los “trenes ligeros”
Pese al dominio de los BRT, también es conveniente subrayar la existencia de inversiones en materia de trenes subterráneos o aéreos, así como de trenes ligeros.
Santiago de Chile, en particular, duplicó su red de metro en el transcurso de los años
2000, con la apertura de dos nuevas líneas (actualmente, está programada otra, la
sexta de la red) y la prolongación estratégica de las líneas existentes, en el marco de
una intermodalidad completamente repensada (Transantiago). En São Paulo, las
obras de extensión de la red prevén cinco nuevas líneas, de las que dos debían
terminarse en 2010. La ciudad acaba de inaugurar el primer tramo de la línea 4
(línea amarilla), que es el primer metro automatizado de América Latina. México,
que no había invertido en el metro durante la década pasada, está por inaugurar una
nueva línea (la línea 12, Línea Dorada). Por otra parte, un eje de tren suburbano, un
proyecto del gobierno federal, fue inaugurado en 2008; conecta al centro con las
periferias del norte de la metrópoli. Se trata de la primera línea de una red que en
cierto plazo debería estar integrada por tres, de las que dos permitirán traslados
directos entre distritos suburbanos. En Medellín (Colombia), la red de metro aéreo
también se ha ampliado, sobre todo con la incorporación del Metrocable, un metro
de tipo teleférico; constituye una innovación interesante porque llega hasta un valle
pequeño, a un barrio popular, donde el espacio público también ha sido objeto de
obras significativas (véase el recuadro 11). Asimismo, la red de trenes urbanos de
Lima está por desarrollarse. A partir de la línea que ya existe (en curso de prolongación,
gracias a financiamientos otorgados por la Corporación Andina de Fomento) se prevé
la construcción de seis nuevas líneas hacia el 2025.
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Recuadro 11 El Metrocable: una solución innovadora en materia
de movilidad y de desarrollo social
El Metrocable es un sistema de teleférico urbano (llamado también “tranvía aéreo”),
que ilustra muy bien la capacidad de innovación de la región en materia de inversión
urbana. Se trata de un medio de transporte urbano, adaptado a las topografías
complicadas de ciertas ciudades y destinado en especial a incorporar mejor a barrios
populares enclavados, casi inaccesibles con los medios tradicionales de transporte
público. El primer proyecto de Metrocable (construido por una empresa francesa,
Poma) se inauguró en Medellín en 2004, con una línea integrada a la red de metro
aéreo existente. Desde el principio, el Metrocable no fue concebido como un simple
proyecto de transporte sino como una inversión social, con un aspecto importante en
materia de rehabilitación de barrios (recuperación de los espacios públicos a lo largo
de la línea, construcción de escuelas, de centros culturales, etc.). El éxito de esta primera
experiencia, en particular la identificación de los habitantes del lugar con la misma y
los resultados obtenidos en materia de reducción de los índices de criminalidad en la
zona cubierta por el servicio, condujo a su extensión: hoy en día, Medellín cuenta con
tres líneas de Metrocable y se proyecta la cuarta.
A imagen de lo que sucedió con los BRT a partir del Transmilenio, el Metrocable empezó
a difundirse en América Latina y, actualmente, varias ciudades lo han adoptado. En
Colombia, la ciudad de Manizales posee también una línea y un proyecto está en vías
de realizarse en Bucaramanga. A principios de 2010, la capital venezolana, Caracas,
inauguró su Metrocable con un derroche de publicidad ( Metrocable de San Agustín).
Este proyecto, fuertemente criticado por su elevado costo, presenta características
muy similares a las del Metrocable de Medellín: está integrado a la red existente de
metro y cubre a una zona de hábitat popular, donde su llegada se acompañó de una
inversión muy importante en materia de desarrollo social. En cuanto a la ciudad de Río,
está previsto que inaugure su propio sistema en el transcurso de los próximos meses:
una infraestructura realizada en el marco del Programa Acelerado del Crecimiento
(PAC) destinada a una docena de favelas en el sector de Moro de Alemao.
El Metrocable, que confirma el carácter pionero de Colombia en materia de infraestructura de movilidad bajo un enfoque integral y con una fuerte “rentabilidad social”,
sin duda tiene por delante un futuro prometedor en las ciudades latinoamericanas.
En todo caso, también contribuye a la diversificación de opciones en materia de
transporte colectivo.
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Las infraestructuras viales intra-urbanas: inversiones que emanan
esencialmente del sector privado
Los años 2000 también se han caracterizado en las ciudades latinoamericanas por un
importante desarrollo de infraestructuras viales urbanas concesionadas al sector privado
y que han contribuido a una transformación sustancial de la movilidad intra-urbana
para los automovilistas [ 116 ]. En el transcurso de los próximos años, éstas deberían multiplicarse, relativizando por lo tanto el peso de las inversiones realizadas en materia de
transporte público, pero al mismo tiempo convirtiéndolas en sumamente necesarias si
se quiere promover más equidad social y un derecho a la movilidad para todos.
Sin lugar a dudas, Buenos Aires y Santiago de Chile son las metrópolis latinoamericanas
más marcadas por este tipo de infraestructuras. En Santiago de Chile se han construido
nuevas autopistas urbanas con peaje, como la Costanera norte, trazada en parte en
el cauce del río Mapocho, que permite una conexión directa de los barrios acomodados (situados en el sector noreste de la ciudad) con el aeropuerto. Por otra parte,
las vías existentes más importantes para el servicio urbano han sido otorgadas en
concesión a empresas privadas, como el tramo de la carretera panamericana que
atraviesa la ciudad o la avenida de Circunvalación Américo Vespucio.
De momento, la capital mexicana se ha mantenido en parte al margen de la tendencia
de privatización de las grandes infraestructuras viales urbanas [ 117 ]. Para paliar el importante déficit acumulado, el gobierno del Distrito Federal ha invertido mucho entre
el 2000 y el 2006 en nuevas vías de acceso libre para los usuarios: construcción de
un segundo piso muy controvertido en una parte del anillo periférico, así como de
un sistema de puentes para enlazar el nuevo centro de negocios de Santa Fe con el
suroeste del DF. Igualmente, en 2009 se renovó el Circuito Interior (anillo periférico
interno), en el contexto de los proyectos relativos a las celebraciones del Bicentenario
de la Independencia. Sin embargo, desde hace poco, las autopistas con peaje en
concesión al sector privado también han surgido, a raíz de la puesta en servicio del
Viaducto Bicentenario en el sector de la ciudad que pertenece al Estado de México
(vecino al DF), pero también con el lanzamiento de la muy controvertida Supervía
Poniente , que permitirá a los automovilistas contornar a la ciudad en el sector oeste
del DF. Por último, actualmente, un proyecto de sistema de autopistas urbanas en
concesión está también en proceso de estudio en Bogotá.
[116] Este tipo de infraestructura se ha desarrollado en relación estrecha con los fraccionamientos cerrados; un
producto inmobiliario que ha conocido un auge sin precedente en la región.
[117] Curiosamente, México es sin duda alguna uno de los países de América Latina donde la privatización de los
servicios urbanos se ha desarrollado menos.
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4.3.2. Vivienda: un tema todavía urgente y prioritario dentro
de la inversión urbana
Una demanda enorme, no sólo en materia de vivienda nueva
sino también en mejoramiento del stock existente.
Las necesidades en materia de vivienda siguen siendo inmensas en todos los países de
América Latina, sin excepción, a pesar de que las situaciones locales son bastante
diferentes. Ello se explica, en primer lugar, por los déficits a menudo colosales, acumulados en el transcurso de los últimos decenios y que deben reducirse. Además, se
requiere dar respuesta a la demanda proveniente de las nuevas familias, particularmente
numerosas, que se crean cada año [ 118 ]. Pese a la importante desaceleración de los
ritmos de crecimiento de la población urbana, debido en gran parte a los efectos de
la transición demográfica, la demanda de vivienda está lejos de disminuir porque la
proporción de adultos no cesa de aumentar, lo que revela los aspectos desventajosos
del llamado “bono demográfico”. Asimismo, el ritmo de crecimiento del número de
familias se acelera, precipitado por ciertas evoluciones demográficas urbanas y de la
sociedad que se observan en la región, tales como el aumento de las separaciones de
parejas, la mayor precocidad y frecuencia para dejar el hogar (sobre todo en período
de crecimiento económico) y, en definitiva, la fuerte reducción de la dimensión de
las familias.
Aunque la producción de nuevas viviendas siempre representa un gran desafío en
todos los países de América Latina, actualmente el principal componente del déficit
de viviendas no es mayoritariamente “cuantitativo” sino “cualitativo” –para retomar
los términos utilizados. En efecto, el número de viviendas que presentan condiciones
de habitabilidad juzgadas como insuficientes (debido a la carencia de acceso a los
servicios básicos o a los tipos de materiales de construcción utilizados) es ampliamente
superior al de las viviendas nuevas que es necesario construir. De esta manera, en
Colombia, se estima que se deben de mejorar 2.5 millones de viviendas, mientras que
hay que construir 1.3 millón; en Brasil, estas cifras son de 12 millones y de 7.9 millones,
respectivamente, y en México de 3.2 millones y 2.3 millones. La importancia de las
urbanizaciones de origen espontáneo e irregular en la región explica esta situación
(véase recuadro 12).
[118] En México, por ejemplo, cada año se forman 560 000 nuevas familias (CIDOC y SHF, 2009).
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Recuadro 12 Barrios precarios y no integrados: la problemática
de los asentamientos humanos “marginales”
en América Latina
Se puede estimar que en 2010, alrededor de 31% de la población urbana latinoamericana vivía en “barrios marginales” ( slums): se trata de una urbanización espontánea
resultado de invasiones (numerosas en América Latina durante la segunda mitad del
siglo XX) o fraccionamientos clandestinos e irregulares (segunda gran modalidad
para obtener un terreno para las familias pobres en las ciudades), pero también de
tugurios situados en los centros de las ciudades, así como de conjuntos de hábitat de
interés social degradados [ 119 ]. Aunque la proporción de este hábitat urbano es menos
importante en América Latina que en África, por ejemplo, o en la India, el número de
citadinos afectados –138 millones– da una idea de la amplitud del desafío que hay
que asumir. Esta cifra podría ascender a 164 millones para el 2020. Estos datos globales
ocultan sin embargo disparidades muy profundas entre los países de la región: en
Brasil, más de 53 millones de personas viven en ese tipo de barrios, en la región andina
unos 24 millones [ 120 ], en México más de 15 millones, en Argentina, unos 13 millones,
en Venezuela casi 11 millones (ONU Hábitat, 2006).
Hoy en día, se considera que las carencias de esos barrios son menos agudas que las
de sus equivalentes en otras regiones en desarrollo o pobres, en gran parte porque la
fase de crecimiento rápido de estas barriadas ha terminado, mientras que la de
consolidación progresa. Por ejemplo, actualmente en México y Brasil la tasa de crecimiento anual de los barrios marginales es inferior a 0,5%; sin embargo, permanece
elevada en ciertos países, como Argentina y sobre todo Perú. Durante los dos últimos
decenios, se han realizado esfuerzos importantes en todas partes para consolidar y
mejorar esos barrios y la opción del desalojo o del desplazamiento está hoy cada vez
mas reservada para situaciones de riesgo. Actualmente, en las ciudades de América
Latina el acceso a la electricidad se ha generalizado, con una tasa de cobertura urbana
superior a 95% en la mayoría de los países (con excepción de Guatemala, Perú y El
Salvador). Según los datos generales disponibles, la situación sería más o menos igual
con el agua potable, en razón de que se han realizado progresos notables en cierto
número de países a partir de los años 2000. No obstante, estos datos deben considerarse
con gran prudencia (véase sobre este tema el punto 4 sobre los servicios urbanos).
Las carencias en materia de saneamiento, así como la sobreocupación de las viviendas
y la mala calidad de los materiales de construcción constituyen las otras problemáticas
[119] La definición de un barrio marginal, tal y como la utiliza ONU Hábitat, se refiere a la existencia de carencias en
una o más de las cinco dimensiones, que son: el acceso al agua, el saneamiento, los materiales de construcción,
la sobreocupación de las viviendas y la seguridad de los terrenos y del tipo de tenencia (ONU Hábitat, 2006).
[120] Entre ellos, Perú cuenta con más de 17 millones, que representan más de dos tercios de la población urbana y
que, por otra parte, continúan aumentando de manera significativa, a diferencia de lo que sucede en la mayoría
de los demás países.
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tradicionales de estos barrios no integrados, a lo que se agrega la falta de equipamientos
y las dificultades de acceso al transporte público y por lo tanto a la movilidad (esta última
dimensión pocas veces se toma en cuenta). Más que su escasez, en general es la carestía del transporte la que crea problemas: en ciertas ciudades como Lima, los habitantes de los barrios de hábitat precario situados en zonas periféricas se ven obligados a
efectuar largos trayectos a pie o a implementar diversas estrategias para limitar sus
desplazamientos (Avellaneda, 2008).
Las nuevas políticas de vivienda de interés social: producción masiva
por el sector privado y subvención de la demanda por el Estado
A diferencia de lo que sucede en cuanto a la movilidad, en el que las inversiones emanan
mayoritariamente de los gobiernos locales (con excepción de algunos ejemplos como el
Transantiago), las políticas de vivienda de interés social están conducidas ante todo por
los Gobiernos nacionales, aunque existen también algunas experiencias innovadoras
impulsadas por iniciativa de ciertas ciudades [ 121 ].
En la mayoría de los países latinoamericanos, las políticas nacionales de vivienda han
registrado desde hace unos veinte años una inflexión muy importante, con el abandono
del principio de que los organismos públicos eran constructores y/o promotores de
viviendas de interés social, que había prevalecido hasta entonces, y la orientación hacia el
estricto financiamiento de la demanda. Este nuevo marco de acción, ampliamente promovido por el Banco Mundial, se ha impuesto progresivamente: la concepción y la
construcción de los conjuntos de viviendas de interés social (que en América Latina
casi siempre han estado en acceso a la propiedad, salvo en Chile y en México durante
un corto período) son asumidos integramente por la promoción inmobiliaria privada,
sobre la base de exigencias bastante variables según los países (tamaño y costo máximo
de las viviendas), mientras que los organismos públicos y las entidades financieras se
encargan de otorgar créditos a los hogares adquirientes, generalmente complementados
con subvenciones más o menos importantes y condicionados a la existencia de un
ahorro previo [ 122].
[121] Entre estas iniciativas, se cuentan: el programa de vivienda del gobierno del DF de México, que financió la
construcción y el mejoramiento de varias decenas de miles de viviendas entre 2000 y 2006 (Paquette,
2006); Metrovivienda, una empresa industrial y comercial con capital público, creada por el Distrito Capital
de Bogotá a principios de los años 2000, encargada de la promoción de la vivienda de interés social. Para
informaciones más amplias sobre este proyecto, visitar el sitio del Instituto de Investigación y Debate sobre
la Gobernanza: http://www.institut-gouvernance.org/fr/experienca/fiche-experienca-24.html.
[122] Políticas denominadas a menudo “ABC”: Ahorro, Bono (subvención), Crédito.
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Este tipo de respuesta institucional a la demanda de vivienda se ve hoy como un
modelo del que es conveniente inspirarse, no tanto a partir del ejemplo de Chile, pese
a que es el país más veterano en este campo (años 1980), sino con base a la experiencia más reciente de México y su sorprendente éxito cuantitativo. Desde principios
de los años 2000, los promotores inmobiliarios privados han construido en México
más de 5 millones de viviendas de interés social, bajo el esquema de urbanizaciones
gigantescas edificadas en sectores periféricos de las grandes áreas metropolitanas,
y que cuentan hasta varias decenas de miles de unidades idénticas de un tamaño muy
pequeño. Tanto a nivel de las políticas de vivienda, como en el de la movilidad, la circulación de expertos desempeña un papel importante en la difusión de los modelos
de intervención a escala de la región. En consecuencia, el éxito mexicano inspiró
directamente a Brasil en la elaboración de su muy ambicioso programa de vivienda,
lanzado en 2009, Minha casa, mina vida, cuyo objetivo es producir, al igual que en
México, un millón de viviendas de interés social al año [ 123 ]. Chile, México y ahora
Brasil son indudablemente los tres líderes de este tipo de política de vivienda en
América Latina, y aunque sus objetivos son más modestos, sus vecinos siguen el
mismo camino: la mayoría de los países –Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia– han
optado (o están a punto de hacerlo) por este modo de producción de vivienda de
interés social. Para los tres grandes, estas políticas no se conciben solamente como
una respuesta institucional a la demanda en materia de vivienda: se trata también de
apoyar el crecimiento económico y de resistir a la crisis, dinamizando al sector de la
construcción. En México, en 2008, las 3 000 empresas de construcción de viviendas
generaban, por sí solas, no menos de 2.4% del PIB total y 61.3% del de la construcción
(contra 0.6% y 16% diez años antes) y el sector de la construcción de viviendas
proporcionaba directamente empleo a 1 400 000 mexicanos [ 124 ]. En Brasil se estima
que la construcción de un millón de viviendas podría engendrar la creación de millón
y medio de empleos directos e indirectos y generar casi dos puntos del PIB.
Gracias a sus resultados cuantitativos, las nuevas políticas de vivienda son ampliamente
aprobadas (sobre todo desde un punto de vista político). Sin embargo, también se
critican cada vez más por sus insuficiencias y sus impactos negativos (Paquette et al.,
2009). Por una parte, se considera que no puede haber, a través de estas políticas,
una respuesta universal a la demanda de vivienda: como vimos, el déficit habitacional
tiene también una dimensión cualitativa mayor a la cuantitativa y, en consecuencia,
[123] Por otra parte, los grandes promotores mexicanos de vivienda de interés social están penetrando el mercado
de Centroamérica, con el apoyo del gobierno mexicano, que anunció en ocasión de la cumbre de Villahermosa,
en 2008 (organizada en el contexto del proyecto de integración MesoAmérica), el lanzamiento del Programa
de Desarrollo de la Vivienda Social en Centroamérica.
[124] Datos establecidos a partir de informaciones publicadas por el Ministerio de Finanzas y la Sociedad Hipotecaria
Federal.
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hoy el desafío reside tanto en mejorar las viviendas existentes (sobre todo darles
acceso a los servicios básicos) como en producir nuevas unidades. Por otra parte, esta
oferta de vivienda de interés social sólo está al alcance de familias solventes, capaces
de reembolsar los créditos contraídos, lo que excluye a una gran parte de la demanda,
constituida por poblaciones consideradas pobres e incluso muy pobres. Por último,
aunque esta producción de viviendas tienda ahora a inscribirse en el marco de la
búsqueda de un desarrollo más sostenible [ 125 ], sus impactos medioambientales, urbanos
e incluso sociales son enormes: expansión urbana, consumo de tierras agrícolas,
aumento de la contaminación atmosférica causada por el notable crecimiento de las
movilidades cotidianas, incremento de las necesidades de agua, dificultades de las familias
para vivir en “ciudades dormitorios” gigantescas y en viviendas muy pequeñas (inferiores a 35 m 2), inadaptadas a las necesidades de las familias en el futuro, tensiones
sociales engendradas por barrios con aspecto de guetos [ 126 ]. Estos son problemas a
los que hay que añadir, muy particularmente en el contexto de la crisis financiera
reciente, el endeudamiento de las familias por varias décadas, por la adquisición de
un patrimonio que muy difícilmente se podrá revender y cuya esperanza de vida
casi no excede a la del crédito.
Vigencia de los programas “tradicionales”: vivienda progresiva,
mejoramiento, regularización...
Aunque representan mucho menos inversión en relación a las políticas de construcción
masiva, sobre todo en cuanto a número de unidades, los programas tradicionales
siguen existiendo y caracterizándose por una importante diversidad: lotes con servicio,
vivienda progresiva, mejoramiento de vivienda, de servicios, de barrios, así como
constitución de reserva territorial en el contexto de estrategias de prevención de la
expansión del hábitat informal (véase Metrovivienda, en Colombia), o también rehabilitación de barrios de hábitat social deteriorados (Chile, México). Los programas de
regularización de la tenencia de la propiedad están siempre presentes, ahora impul[125] En México, por ejemplo, las viviendas de interés social deben estar dotadas ahora de calentadores de agua
solares. Si ciertos fraccionamientos nuevos respetan determinadas reglas en materia de protección del
medio ambiente y de contribución a la lucha contra el cambio climático, podrán obtener una etiqueta determinada: la de DUIS (Desarrollo Urbano Integral Sustentable), que permitirá a los promotores recibir ayudas
financieras para la construcción de infraestructuras y de equipamientos. En Brasil también se contempla la
producción masiva de hábitat social en el marco del desarrollo sostenible: las viviendas serán alimentadas
con energía solar, en coherencia con el plan nacional establecido para luchar contra los efectos del cambio
climático.
[126] En Chile, en lo concerniente a las poblaciones que viven en el hábitat social desarrollado desde los años 1980,
expertos en materia de vivienda hablan de un nuevo problema: el de los “con techo”, en relación a la expresión
que siempre se ha utilizado de los “sin techo” (Rodríguez et al., 2004).
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sados también por la idea del potencial que representa como capital económico para
los más pobres, que se ha desarrollado ampliamente en América Latina a partir de
las teorías de Hernando de Soto [ 127 ] (De Soto, 2005).
Globalmente, la gran mayoría de los programas de intervención de mejoramiento se
inclinan progresivamente hacia un enfoque más integral, que toma en cuenta cada
vez más los espacios públicos, las condiciones de integración a la ciudad, o inclusive el
refuerzo de los instrumentos de planificación y de gestión urbana locales (programa
Hábitat, en México). También tienden a implicar cada vez más a múltiples actores:
poblaciones y beneficiarios, ONG (Quentin, 2005) y municipalidades, como en el
programa chileno Fondo Solidario de Vivienda o el Programa de Mejoramiento de
la Comunidad en Paraguay (CEPAL, 2006). El BID desempeña desde hace tiempo un
papel notable en el financiamiento de este tipo de acciones, con la subvención de 37
programas en el transcurso de los últimos 25 años (Rojas, 2010).
En México, en el contexto del auge de la producción masiva de vivienda de interés social,
todos esos programas, que se suelen calificar como “asistencialistas” (en oposición a
una producción “rentable” de viviendas de interés social), se han reducido considerablemente, en términos del volumen de ayudas concernidas. Ese no es el caso
en Brasil, donde el gobierno federal –en relación con los gobiernos estatales y las
municipalidades y apoyándose ampliamente en una red amplia de ONG– invierte
mucho en las favelas , en varios frentes: programas de regularización de la propiedad,
de construcción de infraestructuras para desenclavar y proveer equipamientos (en
el marco del PAC), de viviendas nuevas (que no se limitan a nuevos barrios en la periferia, como en México, sino que operan también dentro de la trama urbana existente),
de mejoramiento de la vivienda, de equipamientos de salud… El programa Favela Bairro,
en acción desde 1994 y ampliamente apoyado por el BID, es sin duda alguna el más
emblemático, pese a que no es el único (Séon, 2008). Las favelas brasileñas se perciben
hoy como un terreno de innovación, donde las inversiones que emanan de todos los
actores públicos son importantes y particularmente visibles (aunque también se critican
los programas realizados).
Chile constituye otro ejemplo muy interesante, sobre todo porque el dispositivo de
apoyo a la vivienda, inicialmente totalmente centrado en la producción masiva de
viviendas nuevas, ha evolucionado desde fines de los años 90 hacia una gran
[127] Sobre este tema, ver el Programa Nacional de Formalización de la Propiedad Informal (Organismo de
Formalización de la Propiedad Informal – COFOPRI), desarrollado en Perú (Saavedra, 2006).
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diversificación; hoy en día, no favorece únicamente la producción de vivienda social
terminada; también se ha desarrollado toda una gama de líneas de financiamiento
que cubren la vivienda progresiva, el mejoramiento del hábitat, la densificación de
parcelas y la vivienda accesible bajo esquemas de venta-alquiler. Y uno de los progresos
destacables ha sido que recientemente se han tomado en cuenta las condiciones
urbanas de inserción de las viviendas por medio de un concepto innovador, el de
“déficit urbano”, y no solamente del de “déficit de viviendas” (Ministerio de Vivienda
y Urbanismo, MINVU, 2009).
Si bien es cierto que en materia de política habitacional, México aparece hoy como una
referencia por sus récords de producción de viviendas de interés social, el “activismo” y
la innovación se tienen que buscar más bien en Brasil o Chile, países en los cuales la
problemática se aborda en múltiples frentes y es objeto de numerosos programas
muy diversificados.
4.3.3. Regeneración urbana: una tendencia en progreso,
pero que aún debe desarrollarse mucho más
El interés por las intervenciones en la trama urbana existente es bastante reciente en
América Latina, cuya cultura urbanística dominante ha favorecido hasta el presente
ante todo a las urbanizaciones nuevas. Si bien es cierto que durante la segunda mitad
del siglo XX algunas operaciones han marcado profundamente a ciertas ciudades,
éstas no han sido realizadas con un objetivo de regeneración urbana, sino en el marco
de programas de modernización bastante radical, motivados por la construcción de
grandes conjuntos de viviendas de interés social (San Borja en Santiago de Chile,
Tlatelolco en México, son algunos ejemplos) o por la realización de importantes
trabajos de vialidad (construcción de los ejes viales en México). El descubrimiento
del potencial existente en la ciudad como tal surgió verdaderamente a finales de los
años 1980 en torno a la cuestión de la rehabilitación de los centros históricos.
Revitalización de centros históricos: una tarea en la que todavía
queda mucho por hacer
La inscripción de varios centros históricos latinoamericanos en la lista del Patrimonio
Mundial de la Unesco, a partir de los años 1980 ha desempeñado un papel importante
en el surgimiento del interés por la ciudad antigua. La mirada hacia esos espacios fue
primero estrictamente patrimonial; sin embargo, rápidamente, a partir de los años
1990, se convirtió en más integral, con el reconocimiento de la necesidad de llevar a
cabo acciones, no solamente para conservar y restaurar los edificios y monumentos
históricos, sino también en materia de vivienda (nueva y usada), de espacios públicos,
así como de desarrollo económico (sobre todo por medio del fomento de actividades
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turísticas) [ 128]. Sin embargo, si bien es cierto que esa idea se generalizó, tanto en el
discurso como en los hechos (un gran número de programas de revitalización y planes
de manejo han sido elaborados en América Latina en el transcurso de los años 1990
y 2000), hasta ahora no se han dado transformaciones urbanas verdaderamente
significativas, fuera de la liberación de los espacios públicos del comercio ambulante,
que varias metrópolis como Quito, Lima o México han logrado llevar a cabo. Se trata de
un logro relevante para las autoridades y que no se debe minimizar dado que la reubicación de los vendedores que ocupan el espacio de la calle constituye un elemento
indispensable en el proceso de revitalización de centros históricos, previo a cualquier
intervención urbana en esos espacios.
Hoy en día, se puede por lo tanto afirmar que pese a dos décadas de reflexión y proposiciones, los centros históricos, particularmente en las metrópolis más grandes, son
todavía espacios deteriorados, pauperizados, en los que queda mucho por hacer: su
rehabilitación sigue siendo uno de los grandes desafíos para los años 2010. Resulta
en particular muy complejo lograr que las clases medias y/o altas vuelvan a vivir en
estos espacios. El llamado “regreso al centro” de estos grupos, altamente deseado
por un número creciente de gobiernos locales que tienden a considerar que se trata
de un paso decisivo para poder desencadenar un verdadero proceso de revitalización,
está aún lejos de ser una realidad; inclusive, los intentos llevados a cabo en este sentido
por iniciativa del sector privado –como los del multimillonario mexicano Carlos Slim
en México, entre 2002 y 2006–, casi no han dado resultados (Paquette, 2006). De
hecho, la tarea aparece como sumamente compleja. Por una parte, se requiere de
actuar en numerosos ámbitos: no solo en materia de vivienda, sino también de espacios
públicos, de transporte, de redes, etc. Por otra, implica trabajar (y llegar a un consenso)
con un gran número de actores y de intereses divergentes. Finalmente, se requieren
mecanismos e instrumentos firmes tanto en materia de “conducción de obras” (“maîtrise d’ouvrage”) como de financiamiento sostenido: condiciones que no existen en la
actualidad. El montaje institucional, financiero y técnico que ha regido en la recuperación del centro histórico de Quito, considerada como un éxito, proporciona sin
embargo un ejemplo del que sería conveniente inspirarse. Por su parte, las reflexiones
sobre la reorganización de la movilidad en los centros históricos, y en especial sobre la
posibilidad de introducir tranvías en el corazón de ciertas metrópolis latinoamericanas
(véase supra ), podrían contribuir a la renovación del enfoque de la rehabilitación
de esos espacios, introduciendo una perspectiva innovadora en el tratamiento de
este asunto.
[128] Un programa considerado como ejemplar sobre ese tema marcó el final de los años 1990: el programa
de rehabilitación íntegra del centro histórico de Quito, financiado por un crédito de 40 millones de
USD del Banco interamericano de desarrollo (BID). Casi en la misma época, un programa parecido fue
elaborado en México por el Fideicomiso del centro histórico, pero no se dio ninguna intervención
significativa como en Quito, en particular por falta de financiación.
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De los centros históricos en un sentido estricto, a las áreas centrales
en una acepción mucho más amplia: el surgimiento de una preocupación
por la redensificación
Desde el inicio de los años 2000, el interés por la trama urbana existente, primero
limitada estrictamente a los perímetros históricos, empezó a extenderse hacia las
áreas centrales de las ciudades y a su centro ampliado (lo que en ciertas ciudades de
América Latina se denomina el “pericentro”), en especial con objetivos de “redensificación” y de “repoblamiento”. En efecto, en esos espacios, en todas las metrópolis
de la región latinoamericana se ha constatado en los últimos treinta o cuarenta años
una disminución importante y continua de la población residente, vinculada a cambios
en el uso del suelo y a un deterioro global preocupante. La idea de “reconstruir la
ciudad sobre si misma” y de optimizar los equipamientos y servicios existentes ha
empezado a imponerse, motivada por las exigencias de un desarrollo más sostenible
y las obligaciones de un control del crecimiento urbano periférico. Ésta suscita
actualmente un interés creciente en un gran número de ciudades (Bogotá, México,
Montevideo, Río, Santiago de Chile, São Paulo, etc.). Sin embargo, los dos programas
lanzados hasta ahora han dado resultados cuestionables. En Santiago de Chile, ciudad
pionera en la materia, un plan muy ambicioso de repoblamiento del centro ha sido
implementado desde principios de los años 1990. Esta estrategia, basada en particular
en el otorgamiento de un subsidio para los hogares interesados en comprar una vivienda
en el área central de la ciudad, calificada como zona de renovación, ha traído como
consecuencia una explosión de construcciones nuevas de naturaleza muy especulativa,
cuyos resultados en materia de aumento de población residente han sido muy
decepcionantes (Paquette, 2005). Por su parte, la política de redensificación de las
cuatro delegaciones centrales del Distrito Federal que se aplicó en México entre
2001 y 2006 ha dado resultados similares (la población residente no ha aumentado)
y ha sido fuertemente cuestionada, sobre todo porque la construcción de miles de
inmuebles nuevos para vivienda no se acompañó con medidas para mitigar los posibles
impactos negativos en materia de calidad de vida y de movilidad (Paquette, 2008).
Estas dos experiencias constituyen éxitos rotundos desde el punto de vista inmobiliario,
por cierto, pero han dado resultados muy criticables en el plano urbano: los valores
del suelo aumentaron y las reservas de terrenos existentes casi han desaparecido; el
potencial de las áreas centrales en materia de reciclaje urbano ha sido casi totalmente
consumido. Sin embargo, las ciudades latinoamericanas no deberían abandonar el
principio de la redensificación: en una región del mundo marcada por una metropolización creciente y un modelo de desarrollo urbano orientado resueltamente hacia
la expansión, la reconstrucción de la ciudad dentro de sus propios límites es un
imperativo ineludible en el marco de la búsqueda de un desarrollo más sostenible.
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Sin lugar a dudas, esta es una de las orientaciones que los gobiernos locales deben
seguir, al tiempo que sacan todas las enseñanzas de las dos experiencias que se han
aplicado en la región. No se pueden limitar únicamente a instaurar mecanismos que
dinamicen la producción de viviendas nuevas en zonas definidas como de redensificación. Se deben de inventar herramientas para controlar el alza de los precios
inmobiliarios y del suelo en particular, para garantizar un espacio para la vivienda
popular; se tiene que trabajar en el tema clave del transporte público y en el mejoramiento de los espacios públicos… De la misma manera, debe profundizarse la idea
de implementar grandes operaciones urbanas estratégicas que permitan detonar
procesos de regeneración urbana amplios y duraderos.
Las grandes operaciones de regeneración urbana:
un tipo de intervención por desarrollar
Pese a la existencia de un potencial importante en materia de reciclamiento urbano
y a la necesidad cada vez más urgente de “compactar” la ciudad, de momento, este
tipo de obras de gran envergadura está bastante poco difundido en América Latina.
Los ejemplos de desarrollo de brownfields o análogos siguen siendo escasos: rehabilitación de ciertos espacios centrales con la creación de grandes parques (Parque
de los Reyes en Santiago de Chile, Parque Tercer Milenio en el corazón de Bogotá),
recuperación de enormes basureros en México (centro de negocios de Santa Fe,
Parque Bicentenario); reciclaje de antiguos sitios industriales ( Paseo Santa Lucía en
Monterrey, México) o aeroportuarios (Proyecto de Ciudad Parque Bicentenario en
el antiguo aeropuerto de Cerrillos en Santiago de Chile), de zonas portuarias (Puerto
Madero en Buenos Aires, proyecto Porto Maravilha en Río). Es sorprendente constatar
la escaza reutilización que se hace del potencial existente, en una región de tradición
urbana muy antigua, en la que la presión en materia de suelo disponible a precio
accesible es ahora intensa y que cuenta con un gran número de ciudades multimillonarias, de las cuáles muchas son megalópolis muy bien insertadas en los circuitos
de la globalización. Si bien es cierto que la celebración de los juegos olímpicos en
Río, en 2016, va a dar lugar a la realización de numerosos proyectos urbanos de
importancia, por su parte, las conmemoraciones de los bicentenarios de la independencia en 2010-2011, en torno a las que había mucha expectativa en algunos grandes
países de la región (Argentina, México, Chile, Venezuela), no dieron ni darán seguramente el impulso esperado en la materia [ 129]. De manera general, aunque los grandes
[129] La recuperación del aeropuerto de Cerrillos en Santiago de Chile es uno de los pocos proyectos urbanos
concebidos en el marco de las celebraciones del Bicentenario. Sin embargo, hoy se ha cuestionado ampliamente.
En México, finalmente no se realizará el proyecto de la Plaza Tlaxcoaque, en el corazón del centro histórico,
aunque fue objeto de un concurso internacional de arquitectura, así como tampoco la Torre del Bicentenario,
concebida por el arquitecto Rem Koolhas, que se pretendía fuera el edificio más alto de América Latina.
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proyectos urbanos sean numerosos en ser concebidos, su realización es escasa en la
región (con excepción de los desarrollos totalmente llevados a cabo por iniciativa del
sector privado). Incluso, la noción de “gran proyecto urbano” es ambigua y se presta a
confusión, ya que designa indistintamente a la construcción de nuevas infraestructuras
de transporte (de esta manera, la puesta en servicio de un BRT es un “gran proyecto
urbano”) o incluso a los programas de acción para la rehabilitación de los centros
históricos (Lungo, 2005). Sin duda alguna, una de las explicaciones de la escasa cantidad
de grandes intervenciones urbanísticas impulsadas por los gobiernos locales se debe a
la insuficiencia de instrumentos, tanto financieros como técnicos, que permitan su
realización en asociación con la iniciativa privada, en el marco de una verdadera conducción de obras por el sector público. Esta situación podría cambiar a raíz del desarrollo
de una cultura pública de grandes proyectos, así como de instrumentos que permitirían
pasar a la acción (el apoyo técnico de la cooperación internacional, particularmente
la cooperación descentralizada, entre municipios, podría ser aprovechado para lograr
estos objetivos). Las ciudades latinoamericanas no estarán en condición de enfrentar
el desafío del desarrollo sostenible (y el de la lucha contra el cambio climático) si no
se comprometen con procesos de regeneración urbana planificados y dirigidos por
las autoridades.
4.3.4. Servicios urbanos: se requieren importantes inversiones.
Ejemplos del agua potable y de los residuos urbanos sólidos [ 130 ]
Al día de hoy, el mejoramiento de los servicios urbanos, en especial en lo referente al
acceso al agua potable y a la gestión de los residuos sólidos, forma también parte de los
desafíos principales en muchas de las ciudades de la región para la década presente.
El acceso al agua potable en las ciudades
Aunque desde hace treinta años se observan mejoras importantes en materia de
acceso al agua potable, este tema sigue siendo una de las preocupaciones recurrentes
en las ciudades de América Latina. Las tasas de cobertura urbana se perciben como
elevadas en relación a otros continentes: de esta manera, se situarían por encima de
90% en dos tercios de los países de la región: Chile, Argentina y Costa Rica figuran
como los más favorecidos, mientras que Perú poseería la cobertura más deficiente,
apenas superior al 80% (CEPAL, 2006). Sin embargo, se impone una gran prudencia
con estos datos: la existencia de redes no garantiza un aprovisionamiento suficiente y
constante. En efecto, en muchas ciudades latinoamericanas, numerosas infraestructuras
[130] Esta parte ha sido redactada a partir de las contribuciones de J.-M. Fournier (Profesor en la Universidad de
Caen), sobre el tema del acceso al agua potable, y de M.-N. Carré (candidata a doctorado en el Instituto de
Altos Estudios de América Latina, Universidad de París 3), sobre el tema de los residuos urbanos sólidos.
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están en realidad en mal estado y la calidad del servicio y del mantenimiento es
globalmente mediocre (Jordan et al., 2009). En 2006, se estimaba que alrededor de
100 millones de personas no tenían acceso al agua en la región (BID, 2006). En los
diferentes países y ciudades, las situaciones son muy heterogéneas: existe un servicio
casi universal y autofinanciado en Santiago de Chile (al principio, era un servicio
público, que fue privatizado tardíamente), mientras que en México la perspectiva de
un acceso para todos no se contempla sino a largo plazo [ 131 ].
La reaparición del cólera en la región en 1991 motivó numerosos gobiernos para
invertir en este sector. Sin embargo, la noción de servicio universal no es siempre una
prioridad institucional ni política. Las categorías desfavorecidas socialmente carecen de
mecanismos de financiamiento y de otorgamiento de subvenciones viables y sostenibles.
En general, son necesarias grandes inversiones, que los Gobiernos nacionales no están
en medida de realizar solos. La descentralización, al dar más autonomía a las instancias
locales, ha generado conflictos de interés entre los niveles nacionales, regionales y
locales. A principios de los años 1990, el entusiasmo por el modelo de asociación
público-privado (APP) incitó a pensar que existía una fórmula de gestión adecuada
para alcanzar el equilibrio financiero, gracias a tarifas que permitieran cubrir los costos
y que al mismo tiempo subvencionarían a las familias con ingresos más bajos. Veinte
años después, el balance es mitigado. Recordemos que en América Latina el sector
privado sólo se encarga de la gestión del agua para una escasa minoría de habitantes
(ONU, 2009) y que, sobre este tema, las interferencias entre posiciones científicas e
ideológicas son relativamente frecuentes. Por un lado, una buena parte de la opinión
pública, representantes electos, universitarios y militantes de ONG han denunciado el
fracaso de las privatizaciones y han enumerado sus causas: tarifas excesivas, corrupción,
abuso de poder por parte de los grupos privados, abandono de las poblaciones
pobres, despidos masivos, etc. Por otro lado, ciertos investigadores, así como el Banco
Mundial (Chong, 2008), han subrayado los aspectos positivos en esos cambios: más
beneficio financiero, aumento de la productividad, mejora de la calidad de los servicios.
La cuestión de saber si el proceso de privatización tiene efectos positivos en el
acceso al agua para todos y, más globalmente, en las condiciones de vida y el bienestar
de las poblaciones más pobres, no se ha zanjado. En todo caso, la privatización no se
percibe como un factor esencial de cambio: las soluciones técnicas, asociadas a una
gobernanza pública adecuada, también pueden mejorar los servicios del agua a nivel
de las categorías más desfavorecidas socialmente, en una perspectiva pro-poor (Laurie,
2007). Para enfrentar de manera sostenible el desafío del acceso al agua potable para el
[131] En relación a las aguas usadas, las tasas de conexión a sistemas de evacuación son también muy heterogéneas,
de 55% en Bolivia a 97% en Chile (Jordan et al., 2009). Sin embargo, esas aguas son rara vez objeto de un
tratamiento adecuado y las incidencias en la salud de los citadinos son enormes.
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mayor número de personas y realizar con este fin inversiones importantes y necesarias,
las ciudades de América Latina deberán, sin duda alguna, movilizar su capacidad de
innovación y tratar de conciliar los enfoques de economistas e ingenieros, así como
las prácticas y representaciones de las sociedades locales; también deberán tratar de
superar los debates y los enfrentamientos ideológicos (muy arraigados en la materia
y agravados por algunos casos transformados en emblemáticos), en especial en cuanto
a los modelos de gestión y a la privatización.
La gestión integral de los residuos urbanos sólidos
Al igual que el acceso al agua, la gestión de los residuos urbanos sólidos, en especial
la de los residuos domiciliarios, también es un asunto sensible en las ciudades latinoamericanas, particularmente en términos de medio ambiente y de salud pública. Para
poder enfrentar un crecimiento poblacional muy rápido (ligado a la intensidad y a la
rapidez de la urbanización), la solución que se ha adoptado en casi todos lados ha sido
la de menor costo y de más sencilla implementación: el enterramiento en basurales.
Pero si 60% de los desechos de las grandes áreas metropolitanas son llevados a rellenos
sanitarios, 44% de los que se generan en ciudades de tamaño medio y casi 59% de los
de las ciudades pequeñas llegan a basurales poco o nada controlados. Éstos predominan
en los países más poblados de la región (México, Brasil) y en los más pobres, sobre todo
en Centroamérica (Organización Panamericana de la Salud, 2005).
Desde principios de los años 1980, por recomendaciones de los grandes organismos
internacionales (incluyendo al BID), las grandes metrópolis de la región se han dotado de
rellenos sanitarios administrados por organismos metropolitanos o empresas privadas.
Las cantidades de desechos que producen los habitantes permiten rentabilizar esos
equipamientos, en la medida en que, en general, las municipalidades pagan por tonelada de residuos sólidos urbanos tratada (15 000 toneladas por día en Buenos Aires,
21 000 en México, 36 000 en São Paulo). No obstante, en el transcurso de los años
1990, la urbanización se desbordó hacia esos rellenos sanitarios que, en su mayoría,
llegaron al final de su vida útil a principios de los años 2000, saturados rápidamente
por el aumento de la producción de desechos (ejemplo del Bordo Poniente, en México,
que está en una situación alarmante). Estos sitios están en el centro de conflictos de
vecindario, en los que los habitantes denuncian la calidad de la gestión y la seguridad
de las instalaciones.
Desde finales de los años 1990, en el marco de la adopción generalizada de legislaciones
sobre el medio ambiente, es cada vez más frecuente que los residuos sean objeto de
políticas públicas de gestión integrada, recomendadas y a menudo apoyadas por la
cooperación internacional (GTZ, OPS-OMS, BID, Banco Mundial), así como por ONG
ambientalistas. La gestión integrada, identificada por la sigla “3R” (reducir, reciclar,
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reutilizar), consiste en promover la responsabilidad ambiental de las municipalidades
en lo relativo a la producción y al tratamiento de sus residuos, así como la participación
ciudadana en la gestión. Se trata de limitar el enterramiento indiferenciado de los
residuos, de favorecer su selección a domicilio y luego su valorización para reciclaje
o para producción de energía. La integración de los miles de recuperadores urbanos
que ya recolectan los materiales reciclables de una manera informal es ampliamente
propiciada por estos nuevos programas. La disminución de la producción de embalajes
constituye otro objetivo. Sin embargo, estas iniciativas se enfrentan a la fragmentación
político-administrativa de los territorios y al carácter particular y aislado de las experiencias locales.
La valorización energética de los residuos sólidos urbanos representa hoy un nuevo eje
de las políticas públicas de gestión de los residuos. Ésta se apoya en acuerdos de cooperación desarrollados a escala internacional, que permiten a los países industrializados
aplicar el Protocolo de Kioto sobre la limitación de emisiones de GEI. No obstante, para
los países latinoamericanos implicados, ello incluye el financiamiento de procedimientos técnicos de costo elevado, como la incineración y la explotación del biogás. El
segundo procedimiento se refiere esencialmente a la producción de energía a partir del
metano generado por la descomposición de los desechos en los rellenos sanitarios. Ya
se aplica en México, Chile, Brasil y Argentina para la producción de electricidad.
4.3.5. Más allá de lo urbano: invertir en las grandes infraestructuras
regionales, el otro gran desafío de América Latina
Una región muy rezagada en el tema
Si bien América Latina, continente definitivamente urbano, invierte ahora cada vez
más en las ciudades, en contrapartida, se considera como una región que acusa un
rezago muy importante en materia de grandes infraestructuras regionales, en especial
en el tema del transporte. En este plano, se situaría hoy claramente detrás del nivel
del sudeste asiático (Fay et al., 2007). La región presenta carencias vitales en materia
de grandes ejes de comunicación terrestres: por ejemplo, no existe una conexión de
calidad entre Colombia y Panamá o entre Brasil y Perú. La densidad de carreteras
pavimentadas ha disminuido en América Latina desde 1980 y en la mayoría de los
países de los que se dispone de datos; menos de un tercio de la red vial nacional
puede considerarse de buena calidad. El transporte ferroviario, sobre todo para las
mercancías, es casi inexistente. Las infraestructuras portuarias son insuficientes y están
saturadas. En un informe publicado en 2006, el Banco Mundial subrayaba la urgencia
para los países de la región de elevar el nivel de sus presupuestos asignados a las
infraestructuras, bajo pena de quedarse a la zaga del desarrollo, en especial detrás
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de China y otros países asiáticos en plena expansión económica. Las empresas latinoamericanas perderían competitividad a causa de la obsolescencia de las infraestructuras y de sus carencias en ese campo. Incluso, debido a esta deficiencia, la región no
estaría en capacidad de crear empleos ni de luchar contra la pobreza (Fay et al., 2007).
Y el repunte del crecimiento podría enfrentarse a esta situación.
En el transcurso de los últimos años, varios países de la región han decidido hacer
esfuerzos importantes en la materia con el lanzamiento de planes ambiciosos. Tal es
el caso de México, con el Programa Nacional de Infraestructura 2007-2012, de Brasil
con el PAC (285 mil millones de USD de inversiones previstos en el período 20072010) [ 132 ], también de Argentina (plan de infraestructuras a la altura de 21 mil millones
de USD) y de Chile, incluso antes del sismo de 2010. En ciertos países, se han creado
fondos destinados al financiamiento de esas infraestructuras (Fonadin en México, Fonden
en Venezuela, etc.). Pero en el conjunto de la región, la amplitud de las necesidades
es tal que, según ciertos expertos, esos planes serían inclusive insuficientes para
enfrentar el gran desafío que los países latinoamericanos deben encarar. Se estima que
la región debe invertir entre 4 y 6% de su PIB en infraestructuras durante veinte años
para lograr igualar el nivel de un país como Corea del Sur (Fay et al., 2007).
Un enfoque sectorial que deja de lado los desafíos de la ordenación
del territorio, sin embargo claves para la competitividad de la región
a largo plazo
Uno de los problemas que plantean esas políticas de inversiones recientemente aplicadas en el campo de las infraestructuras es que, sin duda, están concebidas más para
apoyar el crecimiento económico, o para reanudarlo, que para superar el déficit en una
lógica de largo plazo, orientada hacia el necesario reequilibrio territorial. A pesar de
que las disparidades espaciales, en términos económicos o sociales, son muy importantes
en América Latina (primacía aplastante de las capitales, desequilibrios urbano-rurales,
fuertes disparidades regionales), no se da mucha relevancia a la idea de aprovechar
las inversiones en grandes infraestructuras en una perspectiva de desarrollo regional
–por no decir de ordenación del territorio, en el sentido tradicional francés del
término [ 133 ]– ni siquiera en un país como Brasil, donde existe una fuerte tradición en
materia de planificación regional (DGCID, 2006). Las inversiones se rigen ante todo
[132] En ese sentido, el nombre con el que se designa el programa de infraestructuras en Brasil (Programa de
Aceleramiento del Crecimiento) es muy revelador de los objetivos prioritarios asignados a los grandes
programas de infraestructuras.
[133] Es decir, en el marco de una política que busca explícitamente superar los desequilibrios regionales (entre lo
urbano y lo rural, entre regiones con niveles de desarrollo desiguales).
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por lógicas sectoriales aisladas (grandes operaciones o equipamientos puntuales)
que favorecen a ciertas porciones del territorio ya insertadas en los circuitos de la
economía globalizada, con una tendencia creciente a la puesta en situación de competencia de los espacios, sin objetivo de corrección de los desequilibrios existentes, lo
que agrava las desigualdades. Además, debido a que las naciones latinoamericanas
antes que nada cuentan con el sector privado para superar el rezago en el ámbito de
las infraestructuras, el riesgo de que las disparidades se agraven es igualmente elevado
a escala de América Latina: no sólo es desigual la capacidad de las regiones de un
mismo país para atraer a los inversionistas, sino también la de los diferentes países
del continente.
En el momento en que México inicia inversiones sin precedentes en el campo de las
grandes infraestructuras, así como también en el de la vivienda de interés social (con
la perspectiva de construir verdaderas ciudades nuevas con hábitat social, hasta de
medio millón de habitantes), se considera que este país carece en particular de una visión
en términos de ordenación del territorio. Importantes esfuerzos habían sido realizados
como la formulación del primer Programa de Desarrollo Urbano y Ordenación del
Territorio 2001-2006, que aportó una visión de desarrollo territorial y revalorizó la
importancia de generar proyectos con una visión integral. Sin embargo, este esfuerzo no
encontró continuidad en cuanto a su formulación 2007-2012: el programa 2007-2012
aún no ha sido aprobado, lo cual significa que no existen en la actualidad directrices en
materia de desarrollo territorial que permitan orientar las inversiones muy importantes
que se están realizando.
Más allá de este ejemplo, habría que preguntarse si, en el fondo, y debido a esta ausencia
de orientaciones estratégicas claras en materia de ordenación del territorio, la implementación de grandes programas de infraestructuras no representa una oportunidad
perdida para América Latina: oportunidad perdida, por una parte, para promover
una mayor cohesión territorial (un objetivo al que los gobiernos no están necesariamente muy sensibilizados, aunque en definitiva la competitividad a largo plazo de
la región depende de ello); y oportunidad perdida, por otra parte, para dotarse también
de medios suplementarios para luchar contra el creciente control espacial del narcotráfico y del crimen organizado, que constituye un problema que se agudiza en la
región. Una política racional, coherente y consensada de inversiones en materia de
infraestructuras podría tener un impacto fuerte en este campo. En efecto, la noocupación de ciertos espacios, mantenidos en una situación de enclave, así como la
ausencia de oportunidades para las poblaciones, son factores que favorecen también
que ciertos territorios caigan en manos del control de los cárteles de la droga.
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Conclusión:
dos pistas para el futuro: promover
una diversidad de opciones en materia
de inversión urbana y propiciar una sinergia
entre las diferentes acciones.
En materia de políticas de inversión urbana, América Latina es en muchos planos un
territorio de innovación, en el que las ideas circulan y se difunden muy rápidamente,
facilitadas por la presencia de expertos y de un idioma común. Sin embargo, la región
se percibe al mismo tiempo como propensa a reproducir de manera sistemática
ciertos modelos y a adoptar alrededor de ellos una forma de “pensamiento único”
que, paradójicamente, conduce a reducir de una manera considerable los beneficios
de la innovación. Este fenómeno es muy perceptible en lo que concierne a las políticas
de movilidad intra-urbana. En una región en la que las grandes agencias de financiamiento (Banco Mundial, BID, CAF) contribuyen a veces a reforzar esos modelos a
través de sus acciones de apoyo, es importante velar por que los gobiernos nacionales, regionales o locales examinen toda la diversidad de opciones posibles y no
adopten de entrada ciertas soluciones en boga, aunque éstas sean endógenas. Las
decisiones técnicas no deben realizarse a priori, sino que deben resultar de un
diagnóstico preciso de las problemáticas y de una reflexión profunda en torno a los
objetivos trazados. Este último punto plantea la importancia de la planificación
urbana (y regional) a mediano y largo plazo, que entró en crisis y debe rehabilitarse
en América Latina. En nombre de los principios de una planificación estratégica a
veces mal entendida, muy a menudo se impone una cultura de la improvisación y
del oportunismo, en la que el lugar y el papel del sector privado ameritarían, sin
duda, ser reevaluados y repensados. La importancia del sector público en el campo
de las infraestructuras es cada vez más subrayada, incluso por el Banco Mundial, y la
fuerte participación del sector privado no tendría por qué significar una reducción
de su implicación en materia de planificación, de regulación y para garantizar los
principios de equidad.
A principios de 2010, el segundo desafío que las políticas de inversión urbana deben
enfrentar es la articulación de las diferentes acciones e intervenciones en el territorio.
Esta aparece a menudo insuficiente, debido una inercia de lógica sectorial muy
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acentuada [ 134 ]. Los sectores del transporte público y de la movilidad, de la vivienda,
el campo de la regeneración urbana, no son universos aislados que funcionan de
manera independiente y autónoma. Al contrario, están íntimamente ligados y el avance
en dirección de un desarrollo más sostenible no podrá lograrse si los proyectos no
se incuban de una manera integral y en sinergia de inversión. Toda nueva iniciativa
debería abordarse y evaluarse bajo este gran principio.
[134] En México, por ejemplo, el Metrobús, creado bajo la responsabilidad de la Dirección del Medio Ambiente del
DF, atraviesa la totalidad de los barrios centrales del Distrito Federal sujetos a una política de redensificación
cuya responsabilidad incumbía a la Dirección de Urbanismo y de la Vivienda. Sin embargo, no se ha establecido
ningún lazo entre las dos acciones, mismas que se hubieran beneficiado con la sinergia: el repoblamiento
sostenible del centro no podía encararse independientemente de una política de fomento del uso del transporte público ni de una mejora de los espacios públicos para convertirlos en espacios atractivos para los
nuevos residentes (Paquette, 2008).
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4.4. Políticas y desafíos ambientales
Sébastien VELUT y François Michel LE TOURNEAU
Resumen
Pese a que los cambios del medio ambiente latinoamericano han sido considerables
desde la conquista europea, la gran importancia que han cobrado los problemas
ambientales en los debates sociales y políticos, en un sentido amplio, es algo reciente. El
medio ambiente latinoamericano sufre fuertes presiones a causa del incremento de
los grandes cultivos comerciales, de las considerables inversiones industriales y
mineras, del crecimiento urbano y de la construcción de infraestructuras pesadas,
particularmente de carreteras. La persistente deforestación, cuyo ritmo ha bajado
un poco, la disminución de la calidad de las aguas, de los suelos y del aire, así como
la pérdida de biodiversidad natural y cultivada, son los indicadores de esta evolución.
Esta degradación ambiental afecta muy especialmente a las poblaciones pobres y a
los amerindios.
Las instituciones de políticas ambientales han evolucionado considerablemente con
la inscripción de cláusulas relativas al medio ambiente en la mayoría de las constituciones
y con la creación de ministerios, de secretarías o de comisiones nacionales de medio
ambiente, que se apoyan en una legislación en pleno desarrollo. No todos los países
han avanzado tanto en ese sentido: Costa Rica se caracteriza por un tratamiento precoz
de los asuntos ambientales. Brasil ha avanzado considerablemente. Sin embargo, ante los
grandes proyectos potencialmente portadores de transformaciones ambientales,
dicho esfuerzo resulta limitado. No obstante, el imperativo se integra más que en el
pasado, gracias a estudios de impacto previos y a presiones sociales, nacionales e
internacionales. Si esto no logra detener algunos proyectos, sí los conduce a limitar
sus repercusiones. A pesar de ello, se registran avances en el terreno de la protección
in situ de la biodiversidad, con la extensión de áreas protegidas y la implementación
de un cierto número de instituciones descentralizadas. Asimismo, es un ámbito donde
la coordinación internacional busca asumir posiciones comunes y armonizar las iniciativas,
sobre todo en lo que concierne a la gestión de las áreas protegidas (especialmente en
Amazonia) y de los recursos de agua.
En efecto, la sociedad civil organizada en ONG nacionales, apoyadas por organizaciones
internacionales, ha ocupado fuertemente el terreno ambiental. Esta movilización ha
dado lugar a formas originales de gobernanza ambiental. Pero también ha originado
conflictos de un nuevo tipo en torno a asuntos ambientales y que constituyen
poderosos factores de movilización.
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Introducción
Más que un balance del asunto ambiental en América Latina, este capítulo propone
examinar la forma en la que se han estructurado los cuestionamientos ambientales.
En efecto, aún cuando todas las evoluciones históricas deben verse en el contexto
de sus interacciones con los medios naturales, la noción misma de medio ambiente y el
hecho de que esta noción se haya convertido en una categoría política ampliamente
difundida en las sociedades, es algo reciente. En contradicción con una imagen a menudo
difundida de sociedades poco sensibles a esta dimensión, América Latina participa
en la emergencia mundial de un debate público sobre el medio ambiente y se encuentra
incluso a la vanguardia en un cierto número de temas.
Por supuesto, los problemas concretos no deben olvidarse ni dejarse de lado. Existen
muchos “problemas ambientales”, calificados como tales sobre el terreno, y nos
circunscribiremos a analizar las causas y las consecuencias de algunos de ellos. Sin
embargo, es difícil establecer los límites del tema ya que, por definición, el medio
ambiente lo abarca todo.
Hemos preferido insistir aquí en la manera en la que los debates sobre el medio
ambiente se han desarrollado en América Latina, en el cruce entre los cambios
sociales y los problemas concretos y medibles. Uno de los aspectos originales de
este debate es la importancia que han adquirido los dispositivos internacionales,
sean los compromisos de los Estados en las grandes convenciones internacionales o
entonces el activismo de las ONG, preocupadas por la preservación del medio
ambiente latinoamericano. La importancia de esta dimensión y las respuestas aportadas
por los gobiernos erigen al medio ambiente en un campo de innovación en términos de
políticas públicas y de formas de intervención, pero también en términos de nuevos
conflictos sociales.
En efecto, el desarrollo económico de América Latina pasa por la valorización de los
recursos naturales, renovables o no, particularmente en la fase actual de “reprimarización” de las economías (véase capítulo 1). El cambio de escala de la explotación, su
extensión a nuevos espacios y la aplicación de nuevas tecnologías de producción
aceleran los cambios. Ello conduce a plantearse de nuevo la pregunta sobre las transformaciones radicales a las que están sometidos los medios naturales, en un contexto
en el que las regiones afectadas constituyen actualmente las últimas reservas naturales
de un continente que, durante mucho tiempo, se ha percibido como una inmensidad
prístina.
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En razón de su diversidad, el medio ambiente latinoamericano se percibe como
excepcional. Desde ese punto de vista, encabeza la mayoría de las clasificaciones. Se
trata también de una zona estratégica debido a la abundancia de ciertos recursos y
a los equilibrios mundiales. Ahora bien, en América Latina se ha pasado de una visión
que considera al medio ambiente como el único recurso que se debe valorizar a la
noción de un medio ambiente que hay que preservar rápidamente: si las primeras
medidas de protección estricta, como fueron la creación de parques nacionales,
remontan a principios del siglo XX, fue sólo a partir de los años 1980, y sobre todo
en los años 1990, cuando se afirma el paradigma del desarrollo sostenible y, en consecuencia, de la compatibilidad a la que se debe llegar entre crecimiento económico
y protección del medio ambiente. Sin embargo, el debate entre “preservacionistas”
y “desarrollistas” sigue abierto; estos últimos sostienen con fuerza la idea de que
América Latina todavía necesita valorar sus recursos naturales para impulsar su crecimiento económico, mientras que los primeros temen que el desarrollo al proseguir su avance, en función de sus tendencias históricas, repercuta en degradaciones
irreversibles.
Este capítulo presenta, en una primera parte, las transformaciones del medio
ambiente y sus causas, antes de interesarse en las consecuencias de los cambios
ambientales planetarios. Luego se refiere a la difícil implementación de instituciones
ambientales y su funcionamiento, insistiendo particularmente en el caso brasileño.
La tercera parte presenta algunas innovaciones de gestión ambiental aplicadas en
América Latina.
4.4.1. Las transformaciones del medio ambiente en América Latina
Surgimiento de la temática ambiental
Sin entrar en la historia compleja de la noción de medio ambiente en América Latina,
que remitiría necesariamente a la entrada de América Latina en la globalización, hay
que subrayar que el término de medio ambiente (meio ambiente en portugués) se
ha afirmado como categoría de análisis científico, de organización política y de acción
colectiva desde hace poco tiempo. No olvidemos que 1992, año de la conferencia
de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente en Río de Janeiro, marca un hito en
esta evolución que coincide con un momento de institucionalización del asunto
ambiental aún cuando, obviamente, la realización de dicha cumbre se basó en los logros
de una evolución previa.
El término, muy difundido, reúne en un mismo conjunto a fenómenos que se estudiaban separadamente, o en otras categorías, como por ejemplo las contaminaciones
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de origen industrial o urbano, la protección de paisajes y de especies, de la fauna y
de la flora, la calidad de las aguas y del aire, la gestión de recursos renovables o no,
incluyendo la prevención de catástrofes naturales. Sin embargo, ciertos temas han
atraído más la atención que otros, como por ejemplo la deforestación en Amazonia,
o también la degradación de la calidad de las aguas en los sitios industriales a partir
de los años 1970. A partir de los años 1990, el afianzamiento de la temática del cambio
climático ha añadido una dimensión complementaria a la cuestión ambiental, al introducir en los debates una dimensión explícitamente planetaria y de largo plazo.
Esta historia y la confusión que resulta de ella son relativamente banales. En América
Latina se inscribe en un contexto particular, que se requiere tener presente. Por una
parte, la historia de las transformaciones de los medios naturales por la colonización
y la valorización económica posee características específicas, que reflejan los cambios
de modelos de desarrollo. La población de origen europeo ha desarrollado en la región
una buena cantidad de sistemas de valorización del medio ambiente sin tener conocimientos previos (o teniendo conocimientos insuficientes). Por lo tanto, ha habido
(y todavía hay) experiencias a veces positivas, o a menudo negativas, sin que ningún
estudio previo se haya realizado. Por otra parte, esta valorización se ha hecho sin
preocuparse por tener una perspectiva a largo plazo, con la idea de que siempre
habría reservas de espacio disponibles, tierras “vírgenes” por valorizar, o bien con la
idea de aprovechar lo más rápidamente posible las circunstancias favorables en economías cíclicas. Las tendencias a la “reprimarización” van también en el sentido de
ese tipo de explotación agresiva de los recursos, al tiempo que se abre paso la idea
de que América Latina es “finita” y de que la expansión encontrará un límite natural.
En América Latina, la afirmación ambiental coincide también, en muchos casos
importantes (Argentina, Brasil y Chile), con fases de transición democrática en las
que no solamente los Estados intentan abordar mejor los problemas, sino que también
se enfrentan a fuertes movilizaciones sociales que piden cambios en la manera de
gobernar. En ese sentido, el medio ambiente es un terreno privilegiado de recomposición de la acción colectiva y de interacción entre actores públicos y privados. Durante
mucho tiempo, en los regímenes militares, y luego al principio de los regímenes
democráticos, el medio ambiente tenía un valor simbólico importante, ya que se trataba
del único tema en torno al que se toleraba un cierto debate de ideas. La posición
política de los movimientos ambientales –en cuyo seno la ideología católica de izquierda
y la teología de la liberación ejercen aún su influencia– está todavía marcada por
esta fase, ya que a menudo asocian la ecología con temáticas sociales.
Por último, los asuntos ambientales adquieren una dimensión internacional a la
vez en razón de los actores movilizados (entre ellos, numerosas ONG e instituciones
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internacionales), pero también a causa de las grandes convenciones internacionales
que estructuran ampliamente los debates. El debate sobre el medio ambiente está
también ligado a los procesos de integración, particularmente en México, que emprende
en este terreno acciones conjuntas con los Estados Unidos. Asimismo, los instrumentos
políticos circulan ampliamente, al igual que las experiencias piloto de buena gestión
ambiental destinadas a servir de “modelos”. Hay que recordar también que los grandes
biomas coinciden con las fronteras y que una gestión eficaz de los medios andinos,
de la cuenca del Paraná, de las sabanas secas, así como de la Amazonia, exige necesariamente una coordinación entre los Estados.
Las tendencias históricas
Desde la época de la colonización europea el medio natural se ha transformado profundamente y se han producido diferentes tentativas de valorización económica y
de poblamiento que lo han modificado. De la misma manera, numerosas experiencias han sido abandonadas por diferentes razones (crisis económica, agotamiento de
los yacimientos, etc.). Algunos biomas se han perdido totalmente o han sido reducidos
a proporciones exiguas –como la selva atlántica de Brasil– o entonces han sido profundamente modificados, como la pampa argentina. La colonización europea también
fue una colonización biológica, que implicó la introducción de numerosas especies
cultivadas o domesticadas (ganado bovino, caballos, mangos, cocoteros, café, arroz,
soya, etc.), con su caudal específico (de malezas, especies invasoras), que sustituyeron o entraron en seria competencia con las especies naturales o cultivadas en todo
el continente. Incluso en regiones de difícil acceso, alejadas, poco pobladas, se encuentran testimonios de transformaciones antiguas del medio ambiente, a causa de la
actividad minera, de la explotación forestal o de otros recursos (caucho, recursos de
pesca o de caza, por ejemplo).
Por otro lado, aunque a los ojos de los profanos los medios naturales recuperen en
varios decenios un aspecto “virgen”, en el fondo no se conoce bastante bien su
capacidad para recuperarse luego de las perturbaciones (es decir, su resistencia). En
el caso de la selva amazónica, se sabe que la reconstitución de la capa vegetal es
posible, pero que esos bosques secundarios no logran llegar al nivel de biodiversidad
de los bosques primarios, ni siquiera en muchos decenios. No se dispone en ningún lugar
de América Latina de modelo de retorno a la situación anterior, lo que por tanto
impone mucha prudencia ante las transformaciones de los ecosistemas naturales
que subsisten. Las transformaciones del medio ambiente explotado no se limitan a
cambios de la vegetación. Los suelos pueden ser alterados profundamente, o volverse
especialmente vulnerables a la erosión. Tal es el caso de regiones antiguamente cul-
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tivadas en el centro de Chile, que están hoy en vías de ser abandonadas, pero también
de tierras que la agricultura ha olvidado en Brasil. Es el caso también del cultivo de
nuevas tierras en regiones semi áridas, como la del Chaco.
Es importante observar que los modos tradicionales de valorización del medio
ambiente lograban a menudo respetar esos equilibrios frágiles: sistemas perfeccionados de cultivos y de irrigación en la alta montaña, utilización de recursos silvestres
para la cosecha, etc. Pese a que fueron considerados durante mucho tiempo como
arcaicos, actualmente se les percibe de una manera diferente ya que su menor rentabilidad de corto plazo puede ser mucho mejor a mediano o a largo plazo, dado
que favorecen una perennidad del medio ambiente de producción.
Recuadro 13 Las transformaciones ecológicas en Amazonia
La Amazonia es una región fundamental en América Latina, tanto por el desafío
ambiental que representa como por el hecho de que está repartida entre nueve países
del subcontinente. Esta región ha permanecido mucho tiempo en estado latente
porque se consideraba que la selva amazónica era muy difícil de valorizar (la imagen
del “ infierno verde ”). Hasta los años 1950 sólo hubo una economía basada en la
recolección y algunos productos fueron particularmente rentables durante ciertos
períodos (el cacao en el siglo XVIII, el caucho entre 1850 y 1913).
A partir de los años 1950, las circunstancias cambian. Por un lado, los medios mecánicos
y tecnológicos permiten enfrentar a la selva, que parecía invulnerable; por el otro, el
conjunto de gobiernos de la región implementan, uno tras otro, programas de
valorización de su espacio amazónico por razones sociales (reducir las crisis surgidas
de la mala distribución de tierras en las otras regiones por medio de la instalación de
contingentes de población rural en la Amazonia), económicas (aumentar la producción
agrícola y las exportaciones del sector primario y explotar recursos mineros o petrolíferos recientemente descubiertos) o estratégicas (ocupar un espacio en el que se
temía que su “vacío” lo hiciera vulnerable). Estas políticas se aceleran en los años 1970
con el Programa de Integración Nacional en Brasil, que crea una red de carreteras que
penetra en el macizo forestal.
Las dinámicas implementadas a partir de esta época son complejas, y el papel de los
diferentes actores en el proceso varía en función del país. No obstante, se pueden
identificar algunas características comunes. En primer lugar, algunos frentes de
explotación agresiva de recursos primarios (explotaciones forestales, búsqueda de
oro) avanzan en regiones remotas, una vez agotados los recursos de las regiones
más cercanas.
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Tras ellos progresa muy frecuentemente un frente de apropiación de tierras, a menudo
ilegal, conducido por pequeños o grandes propietarios. Con frecuencia recurren a la
cría de ganado bovino como actividad económica de base. Los gobiernos pueden
articular este frente, en parte, con la creación de parcelas de reforma agraria en
regiones alejadas. Por último, en la retaguardia de ese frente, se encuentran regiones
en vías de consolidación. Debido a la presencia de una población rural (a menudo
poco numerosa) y de una producción agrícola, los gobiernos locales y nacionales crean
o consolidan infraestructuras de transporte y las ciudades crecen. En ese proceso, la
capa forestal se erosiona al punto de reducirse a poca cosa en las regiones consolidadas (como en el centro del Estado de Rondônia, en Brasil), pese a la existencia de
legislaciones protectoras.
Un informe reciente del programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA) indica que una superficie de 857 600 km2 habría sido deforestada en 2005
en la totalidad de la Amazonia, es decir 17% de la totalidad del bioma amazónico. En
Brasil, país que representa dos tercios del conjunto de la Amazonia, un programa
específico de seguimiento de la deforestación permite medir su evolución anual. De
esta manera observamos, en el cuadro 42, un pico de deforestación entre 2000 y
2005 y un fuerte descenso desde entonces. Hay una intensa controversia para lograr
saber si la mejora actual se debe más a la crisis económica –que inhibe las inversiones–
o a la acción del gobierno federal para controlar el fenómeno. Como quiera que sea,
existe un vínculo entre la actividad económica y la deforestación (Le Tourneau, 2004).
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Cuadro 42 Deforestación anual en la Amazonia brasileña,
estadísticas del Programa Legal Amazon Monitoring
and Deforestation Project (PRODES)
Años
Deforestación anual (km2)
Años
Deforestación anual (km2)
1988
21 050
2000
18 226
1989
17 770
2001
18 165
1990
13 730
2002
21 651
1991
11 030
2003
25 396
1992
13 786
2004
27 772
1993
14 896
2005
19 014
1994
14 896
2006
14 286
1995
29 059
2007
11 651
1996
18 161
2008
12 911
1997
13 227
2009
7 464
1998
17 383
1999
17 259
Fuente: Programa PRODES (INPE – Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil), 2010. Ver: www.obt.inpe.br/prodes
Los problemas ambientales contemporáneos
La retracción de los espacios naturales
La deforestación se ha transformado en un tema emblemático de la degradación
ambiental en América Latina. Según los informes de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el ritmo de la deforestación no
ha disminuido en la región: pasó de 3.8 millones de hectáreas al año en los años 1990
a 4.2 millones de hectáreas al año entre 2000 y 2005. Pese a que en Brasil la deforestación es más intensa, Venezuela, Ecuador, Paraguay y Argentina presentan también
índices elevados de retroceso de los bosques.
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Cuadro 43 Evolución de la superficie forestal en América Latina
País
Superficie forestal
Cambio anual (1000 hectáreas)
2005 (1000 hectáreas)
1990-2000
2000-2005
Argentina
33 021
- 149
- 150
Bolivia
58 740
- 270
- 270
Brasil
477 698
- 2 861
- 3 103
Chile
16 121
57
57
Colombia
60 728
- 48
- 47
Ecuador
10 853
- 198
- 198
México
84 146
- 400
- 156
Paraguay
18 475
- 179
- 179
Perú
68 742
- 94
- 94
Surinam
14 776
0
0
Venezuela
47 713
- 288
- 288
Fuente: FAO, 2010.
Este retroceso de los espacios de vegetación natural se debe principalmente al
incremento de la agricultura, pero también de la explotación de madera –ilegal o no–,
basada a menudo en la selección de especies poco abundantes pero muy rentables,
lo que conlleva una degradación considerable de las selvas explotadas, en relación a
un volumen escaso de extracción. En Brasil, el asunto no se limita a la Amazonia, uno
de los biomas más atacados pero también uno de los más protegidos en razón de su
importancia simbólica. Las sabanas de la meseta central brasileña, conocidas con el
nombre de cerrados, han sido particularmente afectadas por el crecimiento agrícola.
En Argentina, en la actualidad, ya se están cultivando las regiones tropicales. En
Paraguay, el Chaco está siendo objeto de un proceso muy rápido de valorización,
fuera de todo control. Asimismo, las tierras bajas de Bolivia y del interior de
Colombia ya se están viendo como los próximos espacios de conquista para la agricultura. En México, según las últimas evaluaciones de la FAO, la deforestación se ha
frenado fuertemente gracias a la difusión de mejores prácticas de gestión forestal.
De una manera más general, la deforestación no es sino una parte de la degradación
del medio ambiente: las sabanas y los medios semiáridos también se han degradado,
pero el interés biológico de esos medios, menos espectaculares que los de las selvas
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tropicales húmedas, sólo ha sido reconocido recientemente. Por lo tanto, de manera
general, si extendemos el concepto de deforestación a la transformación de las
zonas de vegetación natural en zonas artificiales (que estén cubiertas de bosques en
el sentido de la FAO o no), el fenómeno es masivo, rápido y preocupante en todo el
continente.
La “reforestación” registrada en el continente no compensa esa tendencia. En efecto, el
incremento forestal observado en ciertos países corresponde en general a la extensión
de la silvicultura industrial, que ha recurrido a especies alóctonas (eucaliptos o pinos),
de crecimiento rápido, para la fabricación de pasta de papel o para la explotación de
madera para uso industrial. Tal es el caso de Uruguay, donde el aumento de las superficies
forestales está en correlación con el desarrollo de las grandes fábricas de pasta de
papel. Asimismo, en Chile, en el centro del sur del país, la extensión de las plantaciones
forestales para la producción de pasta de papel no debe ocultar el hecho de que
éstas reemplazan a selvas autóctonas, con un fuerte endemismo. Por lo tanto, los
“bosques” conquistados no son sino vastos “campos de árboles”; no ejercen el rol que
se espera de los medios forestales en los grandes equilibrios ambientales.
Por otro lado, se observa una progresión de fenómenos que se pueden asociar a una
desertización; dicho de otra manera, se trata de una degradación de los suelos que
desemboca en la esterilización y en la desaparición de la vegetación. El proceso general
está bastante mal documentado, a pesar de la existencia de estudios nacionales.
Prioritariamente, las tierras de las regiones semiáridas son las más amenazadas (Chaco,
altiplanos de los Andes, pero también los cerrados ). Las causas provienen del cultivo,
realizado sin precauciones suficientes, de suelos inadaptados o demasiado delgados,
o entonces sensibles a la erosión hídrica o eólica. Por ser poco rentables debido a su
pérdida de fertilidad, estos suelos a menudo son abandonados a los pocos años de
haber iniciado su cultivo lo que los expone particularmente a la erosión. En general,
hay ayudas para la reforestación pero, como se ha indicado anteriormente, éstas
consisten frecuentemente en una incitación a extender las zonas de silvicultura, lo
que no constituye necesariamente un progreso.
La pérdida de biodiversidad natural y cultivada
Muchas regiones de América Latina presentan a la vez tasas elevadas de endemismo
y una rápida desaparición; éstas son calificadas de hotspots de la biodiversidad por
la ONG Conservación Internacional [ 135 ]. Se trata de los cerrados y de la selva atlántica
[135] Un hotspot se caracteriza por una gran diversidad de plantas endémicas (más de 1 500 especies) y una
fuerte presión humana (más del 70% de la zona original desaparecido).
Ver: http://www.biodiversityhotspots.org
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en Brasil, del bosque templado húmedo en Chile, del complejo Tumbes-ChocóMagdalena en América del Sur y del bosque de pinos y de robles de México y de
Mesoamérica en Centroamérica. En otro registro y a otra escala, el PNUE ha identificado en América Latina seis países mega-diversos [ 136 ] (Brasil, Colombia, Ecuador,
México, Perú y Venezuela), sobre un total mundial de 17. Por último, el continente es
rico en sitios particularmente emblemáticos de la biodiversidad mundial, como las
Islas Galápagos (en Ecuador) o ciertas regiones de Amazonia.
La presión humana sobre ese patrimonio es fuerte. Ciertas especies simbólicas (el
cóndor, el tapir) están amenazadas. Según el PNUE, en 2006, 26 especies animales y
vegetales habían desaparecido totalmente debido al efecto de la deforestación
amazónica y 644 habían sido incorporadas a la lista de especies amenazadas. Esta
desaparición está ligada a la pérdida de hábitats, en particular debido a la deforestación,
pero también al retroceso de las zonas húmedas litorales y continentales. La disposición
meridiana del continente lo hace, en efecto, una vía de migración norte-sur para las
aves; la desaparición de zonas de reposo crea por lo tanto un grave problema de
conservación.
Por otra parte, en razón de la estandarización de los cultivos y de la selección genética
de especies comerciales, la diversidad de las plantas cultivadas se encuentra amenazada.
Ahora bien, América Latina es el lugar de origen de muchas especies muy comunes
que desempeñan un papel esencial en la alimentación mundial (maíz, papas, frijoles,
tomate, quinoa, mandioca) y, por lo tanto, constituye un reservorio esencial de
diversidad genética para estas. En el Río Negro, algunos estudios demuestran que las
familias cultivan entre 8 y 35 variedades diferentes de mandioca; ahora bien, la extensión de los circuitos alimenticios comerciales compite con los cultivos locales, lo que
acarrea el empobrecimiento –incluso la desaparición– de esta variedad genética,
pese al trabajo específico de preservación de algunas instituciones (como el Centro
Internacional de la Papa en Perú). Sin embargo, ciertos mecanismos específicos o nichos
de mercado permiten frenar el fenómeno. De esta manera, en los Andes se nota un
incremento del cultivo de la quinoa debido a la demanda específica de ese producto
por parte de los países desarrollados, lo que conduce a revalorizar el patrimonio
agrícola existente.
[136] Países que concentran una proporción de la biodiversidad terrestre superior a la proporción del espacio
terrestre que ellos representan.
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Los medios urbanos y el problema de los riesgos
Los problemas ambientales de los medios urbanos de América Latina son más clásicos,
pero también muy preocupantes porque afectan directamente a los citadinos. Están
ampliamente relacionados con el crecimiento no planificado de las ciudades en lugares
inadecuados (pendientes pronunciadas, sectores inundables, volcanismo, etc.), así como
con el embotellamiento de los sistemas de transporte, que origina contaminaciones
atmosféricas (México, Santiago de Chile, São Paulo). En el capítulo sobre las ciudades se
aborda un cierto número de las problemáticas más comunes, sobre todo las relativas al
tratamiento de las aguas y de los residuos urbanos, pero también las que conciernen
a la calidad del marco de vida y a los espacios verdes.
El crecimiento desordenado de las zonas urbanas es también un factor de riesgo
para la población: riesgos sanitarios ligados a las condiciones de vida (como la contaminación atmosférica y sus consecuencias para la salud) pero también algunos riesgos,
que cuentan con una mayor cobertura por parte de la prensa, y que se relacionan
con los insuficientes sistemas de prevención y de protección ante fenómenos excepcionales (terremotos, precipitaciones abundantes, erupciones volcánicas). Las construcciones realizadas en sitios expuestos, en suelos a menudo inestables, son particularmente vulnerables ante estos diferentes factores, como se ha podido constatar en
Brasil, tanto en Río de Janeiro, donde los deslizamientos de terreno han hecho numerosas víctimas, como en Santa Catarina en 2009, o en el Noreste en 2010, donde las
inundaciones no sólo acarrearon pérdidas humanas sino que también causaron la
destrucción total de muchos barrios o pueblos. Caracas conoció los mismos fenómenos en 1999, en ocasión de la “tragedia de Vargas” [ 137 ], que cobró más de 10 000
víctimas. Sin llegar a esos extremos, en Buenos Aires los barrios bajos se inundan
regularmente cuando coinciden fuertes precipitaciones y una ligera subida del nivel
de las aguas del Río de la Plata; en La Paz, las fuertes lluvias que caen en la hondonada donde está construida la ciudad desorganizan completamente los servicios de
transporte del centro. En todos los casos, la vulnerabilidad natural se ha incrementado
por la urbanización y la transformación de los medios naturales, lo que ha agravado
el efecto del chorreo de la lluvia.
El riesgo sísmico y volcánico concierne esencialmente a la parte andina de América
y a Centroamérica. Sin detenernos aquí en los acontecimientos catastróficos de
2010 (Haití, Chile), recordemos que todas las grandes ciudades de los Andes, de
Centroamérica y del Caribe han conocido este tipo de destrucciones (véase el sismo
[137] Desliz de tierra provocado por lluvias torrenciales, los 15 y 16 de diciembre de 1999.
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de México, en 1985). No obstante, la vulnerabilidad urbana ante el riesgo sísmico
mucho depende de las formas de urbanización, de las normas de construcción así
como de la preparación de la población y de los servicios de protección civil. En ese
ámbito, la falta de control de la urbanización por los Estados aumenta la vulnerabilidad.
Las aguas marinas y continentales
Los recursos de agua son una de las riquezas de una gran parte de América Latina,
donde las precipitaciones son abundantes y donde se encuentran numerosos ríos
que se cuentan entre los más importantes del mundo (los “mega-ríos”). Estos representan recursos considerables y de momento están desigualmente perturbados en
su funcionamiento natural. Si América Latina posee algunas de las represas más grandes
del planeta, y podría construir otras para satisfacer sus necesidades energéticas, algunos
grandes ríos como el Amazonas, el Orinoco y el Paraná han sido poco explotados.
Por lo tanto, éstos representan a la vez un enorme potencial para la navegación y la
producción de energía, pero también un desafío ecológico muy importante.
Los recursos subterráneos también son objeto de debates. El gran acuífero Guaraní,
situado en la frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, inspira muchas inquietudes
dentro de una perspectiva de tensiones en torno a los recursos de agua. No obstante
el día en que se llegue a agotar todavía parece lejano, a pesar de que en las regiones áridas y semiáridas ya se estén produciendo tensiones debido al agua. Así, el desarrollo
minero del norte de Chile está limitado por la carencia de recursos de agua, por lo
que se ha considerado la importación o la instalación de fábricas de desalinización.
En Brasil, luego de la implementación de perímetros irrigados a lo largo del río São
Francisco en los años 1970, ese mismo río va a ser objeto de un bombeo de agua a
beneficio de las regiones más secas del Noreste, lo que genera intensas polémicas
sobre las consecuencias ecológicas de ese programa.
También debe mencionarse el asunto de las aguas marinas. En Brasil, el gobierno
designa con el nombre de “Amazonia azul” a la zona económica exclusiva que bordea
sus costas [ 138 ], con el fin de destacar la importancia de ese espacio marítimo. En
efecto, éste abarca una superficie equivalente a la de la selva amazónica de Brasil, es
decir cerca de 3.5 millones de km 2. Este espacio inmenso es a la vez un ecosistema
aún poco explotado, sobre todo desde el punto de vista de la pesca, y un desafío
ambiental muy importante ya que será en altamar donde Brasil cuenta explotar los
campos petrolíferos que lo convertirán en uno de los grandes productores mundiales.
[138] Sobre este asunto, ver el informe del Ministerio de la Marina:
http://www.mar.mil.br/dhn/dhn/amazoniazul.pdf
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Los acontecimientos del Golfo de México en 2010 muestran la magnitud del desafío.
En la costa del Pacífico, Chile y Perú cuentan con una de las regiones marinas de
mayor productividad biológica del planeta, vinculada al sistema de la corriente de
Humboldt: con menos del 1% de la superficie oceánica se produce el 10% de la pesca
mundial en tonelaje (IRD). La región del Atlántico Sur también es una gran zona de
pesca industrial. En todos estos casos, se plantean problemas de regulación de la
pesca y de competencia entre la pesca artesanal y la industrial. El mar Caribe, completamente recubierto por las zonas económicas exclusivas (ZEE) de los países vecinos
(incluyendo a los Estados Unidos),se encuentra particularmente afectado por actividades humanas como el turismo, la pesca y la explotación petrolera (incluyendo la
contaminación originada por la plataforma Deepwater, destruida por una explosión
el 20 de abril de 2010).
4.4.2. Los principales factores de degradación ambiental
La expansión agrícola
El período contemporáneo se caracteriza por una aceleración del proceso de
consumo de espacios naturales con fines de expansión de la producción agrícola,
especialmente en Brasil [ 139 ] y en Argentina. Esta expansión agraria no está ligada al
crecimiento demográfico: el desafío ya no es la alimentación nacional sino la producción comercial para el mercado mundial.
Brasil y Argentina se cuentan entre los primeros productores y exportadores mundiales
de soya y de productos derivados (aceite y harina de soya). Asimismo, son grandes
productores y exportadores de otros cereales, de carne de ganado bovino, de cítricos,
etc. En el conjunto de América Latina, las superficies de siembras de soya pasaron de
aproximadamente 22 millones de hectáreas a más de 40 millones de hectáreas, entre
principios y finales de los años 2000. Esto constituye un cambio muy importante en los
usos del suelo y en los modos de valorización porque se trata, generalmente, de
grandes o medianas explotaciones agrícolas, fuertemente mecanizadas, que utilizan de
manera importante productos químicos –especialmente el glifosato (round up )– y
variedades genéticamente modificadas. En América Latina se encuentran dos de
los tres principales consumidores de semillas transgénicas en el mundo, Argentina
[139] Sobre el Brasil, ver el estudio de Geoconfluencias, “Brasil, la finca del mundo”, en:
http://geoconfluences.ens-lsh.fr/doc/etpays/Bresil/Bresil.htm
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(21 millones de hectáreas cultivadas) y Brasil (15.8 millones de hectáreas), sin embargo
ambos están muy por detrás de los Estados Unidos (62,5 millones). Esta extensión
ha originado numerosos conflictos sociales en torno al acceso a la tierra y protestas
relacionadas con la deforestación, con el pequeño número de empleos generados y
con las consecuencias de los herbicidas en la salud de las poblaciones.
En Brasil, además de la soya, la caña de azúcar registra un fuerte crecimiento debido a
la demanda para producir etanol y en este caso también se conjuga con un “paquete
tecnológico” complejo pero bien manejado por los grandes productores. El cultivo
de la caña de azúcar es especialmente criticado, debido al uso de la quema antes del
cultivo que emite grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) y de partículas. Los
cultivos son industriales, consumen enormes cantidades de pesticidas y se sospecha
que degradan severamente los suelos. En respuesta a estas críticas, Brasil ha adoptado
un plan de zonificación de la expansión de la caña de azúcar (con autorización de un
aumento de las superficies de 7 a 13 millones de hectáreas en el sur y en el centro
del país) y piensa restringir el cultivo de oleaginosas en Amazonia. Actualmente se
están aplicando algunos planes de mejoras en la práctica de cultivos, en particular el
que prevé el abandono de la quema a partir de 2017 (2014 en ciertas regiones).
La estrategia chilena de exportación de alimentos se realiza a costo de una intensa
tecnificación y de un uso masivo de tratamientos químicos, así como de fuertes
presiones sobre los recursos de agua. La extensión de la cría de salmón en el sur del país
acarreó una grave crisis sanitaria en 2009 porque la fuerte densidad de los salmones
favoreció la transmisión de enfermedades e impuso, por lo tanto, el uso masivo de
antibióticos que contaminan el medio marino. Esta importante crisis ha ocasionado el
desplazamiento de los criaderos hacia nuevas zonas. En Ecuador, la cría de camarones es
responsable de la desaparición de los manglares en el Golfo de Guayaquil, aún cuando
proporciona al país su primer recurso de exportación agrícola, delante del banano.
En Brasil, la superficie agrícola útil (SAU) total aumentó de 200 millones de hectáreas en
los años 1940 a 329 millones en 2006, luego de un pico histórico de 372 millones en
1985. Un desplazamiento hacia el interior del continente acompañó esta expansión:
el centro oeste de Brasil se transformó en algunos años en una gran región agrícola,
al precio de una deforestación acelerada y de una degradación del medio ambiente.
Esta expansión franqueó las fronteras políticas: la parte oriental de Paraguay está
ampliamente ocupada y explotada por agricultores brasileños (llamados brasiguayos),
que prolongan sus explotaciones agrícolas en el país vecino. Fenómenos análogos se
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Mapa
2
Progresión de la cría de ganado bovino en Brasil, 1974-2006
1974
Número de bovinos
2 000 000
800 000
400 000
2006
Ecosistemas
Amazonia
Cerrado
Caatinga
Mata Atlántica
Pampa
0
1,000
Kilómetros
Fuente: datos IBGE, cartografía François Michel Le Tourneau.
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producen en el norte de Uruguay y en Bolivia. Dos producciones resumen particularmente los movimientos registrados en Brasil. La primera es la de soya, la segunda es
la cría de bovinos. En los dos casos, la comparación entre la situación a principios de los
años 1970 y la situación en 2006 muestra tanto el aumento masivo de las cantidades
producidas como el desplazamiento de la producción hacia el norte.
Para evitar que esta degradación penalice la exportación de productos, se han adoptado
normas ambientales más rígidas o códigos de conducta. Dos ejemplos particularmente
interesantes se observan en Brasil. El primero es el de la caña de azúcar, para la cual,
como hemos visto, el gobierno ha implementado una zonificación estricta de las áreas
de expansión, prohibiendo además que éstas se desarrollen en el bioma amazónico.
El segundo ejemplo es el de la cría bovina en Amazonia. Debido a que regularmente se
le acusa de ser el gran motor de la deforestación, el Ministerio Público la ha compelido a
acatar la legislación ambiental. Se aceptó la firma de un acuerdo de buenas prácticas
y algunos de los más grandes mataderos del país firmaron un compromiso con la ONG
Greenpeace, comprometiéndose a cartografiar la localización de sus proveedores y
a verificar que éstos respeten la legislación relativa al medio ambiente.
El impacto ambiental de las infraestructuras
La extensión de los espacios cultivados y la integración continental conllevan la realización de grandes infraestructuras. Por ahora se da prioridad a las carreteras –aunque
no siempre son la mejor solución en términos ambientales– porque técnicamente
son más fáciles de construir y permiten un servicio más completo en regiones
incomunicadas. Sin embargo, también provocan la apertura de nuevas regiones a la
colonización, a la artificialización del medio ambiente, a los cortes ecológicos y
preparan el avance de la deforestación.
Las carreteras: redes nacionales de integración
En toda América Latina, las redes viales nacionales mejoraron a partir de los años
1950, lo que coincidió con el gran desarrollo del tráfico de automóviles y camiones.
Sin embargo, esas carreteras que no eran sino caminos difícilmente transitables atrajeron a olas de migrantes que a sus orillas, en tierras aún “vírgenes”, construyeron
propiedades. Los países andinos crearon carreteras que atravesaron las cordilleras
para llegar a la costa; de esta manera, la montaña y el piedemonte contribuyeron a
la integración regional (Gondard, 2005). En los años 1970 y 1980, se mejoraron estas
redes. Los caminos se asfaltaron, a menudo gracias a préstamos de grandes organismos
financieros internacionales. Para estos últimos, dicha cooperación fue una oportunidad
para empezar a imponer el respeto de normas ambientales, como en el caso de la
carretera Cuibá-Porto Velho (BR-364) en Brasil, cuyo asfaltado fue financiado por el
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Banco Mundial, a cambio de progresos en la protección del medio ambiente y de los
pueblos amerindios.
A partir de los años 1990, las carreteras se transformaron en instrumentos de la integración continental. La carretera panamericana está hoy prácticamente terminada,
lo que permite el tráfico norte-sur a lo largo de la costa del Pacífico (con excepción
de un segmento en el istmo de Panamá).
La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA),
lanzada en 2000 en Brasilia, es especialmente importante. Su objetivo es coordinar
los esfuerzos nacionales e incitar al desarrollo de las infraestructuras. Se organizó en
diez zonas, con el fin de concluir la famosa conexión vial Pacífico-Atlántico a través
de la Amazonia, antes mencionada, y al mismo tiempo de reforzar el paso de la
Cordillera a nivel del Trópico del Capricornio y del eje Buenos Aires-Santiago de
Chile. Sin embargo, no todos los trabajos de la IIRSA son carreteras. De esta manera,
el corredor amazónico (n o 5) propone el ordenamiento de las vías fluviales para
incrementar el comercio regional, así como el eje del Paraná, que coincide con el
desarrollo de la Hidrovía.
Algunas de esas obras han avanzado, sobre todo el asfaltado de las carreteras existentes
y la mejora de puntos de paso fronterizos. Otros ejes, como el eje norte andino, se
encuentran aún en fase de proyecto. En fin, otros, como el paso de las Guayanas
avanzan muy lentamente: el puente del Oyapock, entre la Guayana francesa y el
Estado brasileño de Amapa, se anuncia desde hace diez años y finalmente entró en
servicio en 2011. Como quiera que sea, estas infraestructuras atraviesan espacios
ecológicamente sensibles y suscitan numerosas inquietudes en cuanto a su impacto.
De esta manera, el proyecto Hidrovía Paraná Paraguay implicaría modificaciones profundas de la hidrología del Pantanal, así que de momento ha sido frenado río arriba.
En Centroamérica, la iniciativa de integración “Puebla Panamá” –que va del sur
de México al canal de Panamá y une a los pequeños países de Centroamérica– ha
originado una gran oposición, tanto por razones ecológicas como geopolíticas.
Sin dejar de avanzar hacia la integración, el corredor ecológico mesoamericano
–proyecto transnacional con el fin de proteger el medio ambiente, en coordinación
con las comunidades regionales– lo ha sustituido. Se trata de un proyecto que ha
puesto énfasis en los objetivos de conservación del medio ambiente, pero tiende
también a una mayor integración territorial entre el sur de México y Panamá.
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Zonas de proyectos de la iniciativa IIRSA
ndi
no
d
el n
ort
e
Mapa
Eje
a
Eje de las Guayanas
Eje amazónico
Eje Brasil
Perú Bolivia
Eje del Paraná
Eje interoceánico central
Eje de Capricornio
Eje MERCOSUR-Chile
Eje andino del sur
Eje del sur
0
1000 km
Fuente: IIRSA, S. Velut – 2009.
En los años 1990, se acentuó la presión para asfaltar la carretera BR-163, que debía
convertirse en un eje muy importante para la salida de la producción de soya del
Mato Grosso. Debido a que este asunto era especialmente delicado, el gobierno
integró la operación en un plan, “BR-163 sostenible”, que contemplaba numerosas
audiencias públicas y promovía una gran zonificación de las tierras de la región,
creando de paso numerosas áreas protegidas.
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Si la carretera panamericana está hoy prácticamente terminada (lo que permite el
tráfico norte-sur en el continente, por su lado occidental), desde 2005 las miradas
convergen hacia otra gran obra lanzada hace muchos decenios, pero que ya se está
finalizando: la carretera transoceánica, que debe conectar al Atlántico con el Pacífico.
Desde hace muchos años, la red vial brasileña permite llegar hasta la frontera
peruana y el oeste de Perú dispone de infraestructuras viales desde hace tiempo,
pero la conexión entre ambos países (primero a través de las llanuras amazónicas y
luego del reborde oriental de los Andes) no era transitable, o muy poco. Estaba previsto
que lo fuera a partir de finales del 2010, lo que podría modificar considerablemente
los flujos comerciales en la región. En efecto, gracias a la conexión con tres puertos
peruanos, la producción agrícola del centro-oeste de Brasil estará casi a la misma
distancia del puerto atlántico de Paranaguá, gran centro de exportación de productos
agrícolas, que del litoral del Pacífico, mucho más próximo de los mercados asiáticos.
Las consecuencias serían la posible disminución de los costos de flete y el incremento
de la competitividad, lo que podría convertir a esta nueva carretera en una arteria muy
importante del comercio mundial. Ahora bien, como el trazado de la nueva carretera
está situado en gran parte en el centro de la Amazonia, fácilmente se puede imaginar
que las consecuencias ecológicas también serán masivas, de alcance continental e
incluso mundial.
Pocas alternativas ante las carreteras
Las decisiones latinoamericanas en el terreno de las infraestructuras no son las más
adecuadas desde el punto de vista ambiental. En efecto, el transporte vial, contaminante y poco eficaz en muy grandes distancias, ha sido favorecido en detrimento del
transporte ferroviario que parece más adecuado para los grandes espacios concernidos.
En forma paralela los ferrocarriles, creados durante la primera mitad del siglo XX,
han sido descuidados: las infraestructuras actuales son a menudo obsoletas y poco
funcionales. Sin embargo, existen proyectos para aumentar la participación de los
trenes en el transporte.
En Brasil se habla de una conexión ferroviaria rápida entre Río de Janeiro y São Paulo, el
eje aéreo más frecuentado del país. El proyecto de conexión ferroviaria “Norte-Sur”,
más o menos paralela a la carretera Belem-Brasilia, ha sido también retomado por el
gobierno de Lula y poco a poco se han construido unos tramos. De alguna manera,
reemplaza al proyecto precedente de integración Norte-Sur, que se apoyaba en las
vías fluviales, por medio de los ríos Araguaia y Tocantins, intensamente combatido
por los defensores del medio ambiente debido al gran impacto previsto en los cursos de
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ambos ríos. De esta manera, la navegación fluvial parece reservada a la región amazónica y al Paraná donde, si bien ya está muy desarrollada, se explotan las condiciones
naturales de navegabilidad de los ríos y por lo tanto necesitan poca infraestructura
para mejorarla. En Argentina se observa un impulso del ferrocarril entre las principales
ciudades, luego de que se enterrara el proyecto del tren de gran velocidad entre
Buenos Aires y Rosario.
Los sistemas energéticos
Los sistemas energéticos constituyen uno de los factores importantes de las transformaciones ambientales, no sólo por los efectos de los combustibles fósiles en el
clima, sino también por los impactos directos de la explotación de la energía en las
regiones de producción. Ahora bien, el consumo de energía ha aumentado fuertemente en América Latina, especialmente en los países emergentes, y tal incremento
reposa principalmente en el uso de recursos fósiles. Como lo muestran el gráfico 35 y
el cuadro 44, el petróleo y el gas son las principales fuentes de energía y pueden
representar hasta dos tercios de la energía primaria. La energía hidráulica tiene un
peso significativo en Brasil y algo menor en Venezuela. Las demás energías renovables
son todavía de poca importancia, con excepción de la contribución de los carburantes
de origen agrícola para las necesidades brasileñas. La energía nuclear sólo está presente
en Brasil, Argentina y México.
Sin mencionar el conjunto de factores que explican semejante peso de los hidrocarburos, es importante subrayar que es muy difícil hacerlo disminuir. Con excepción de
Chile, de las Guayanas y de Uruguay, los países de América del Sur son productores de
hidrocarburos y algunos (Brasil, Colombia, Ecuador y Perú) han hecho descubrimientos
importantes durante estos últimos años. Por lo tanto, no tienen restricciones de
importancia en el suministro (pese a que en Argentina se observa una preocupante
disminución en los horizontes de producción). En cambio, el inicio de la producción
en yacimientos situados en nuevas regiones plantea numerosas interrogantes, ya se
trate de la producción petrolera en las partes amazónicas de los Estados andinos o
del desarrollo del off shore profundo a lo largo de Brasil. La iniciativa ecuatoriana de
congelar la explotación del yacimiento de Yasuni a cambio de un compromiso financiero
de la comunidad internacional parece reunir actualmente suficiente apoyo como
para ser viable.
Sin embargo, las tasas de motorización y el equipamiento de los hogares no cesan
de aumentar. Tal incremento ha sido considerable en Chile, debido al impulso del
crecimiento económico. En los otros países emergentes, la introducción de vehículos
baratos, así como un mayor acceso al crédito, permiten hoy que un gran número de
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hogares adquiera un automóvil. Es el caso en especial de la clase media modesta que
goza también de condiciones de acceso preferenciales a viviendas situadas en la
periferia contribuyendo así a la contaminación urbana ya que se ve obligada a efectuar
largos desplazamientos motorizados. Desde hace muchos años, se registran récords
de ventas de automóviles en Brasil. Muchos países mantienen muy bajos los precios
de los combustibles, con un récord para Venezuela. El gas también se vende muy barato
a los consumidores argentinos, lo que no los incita a limitar su consumo.
De esta manera, cualesquiera que sean los esfuerzos realizados en las transformaciones
del suministro de energía, se corre el riesgo de que perdure la dependencia de los
carburantes líquidos. Actualmente, sólo Brasil ha aportado una respuesta original
con el etanol aunque puede ser criticada. Argentina trata de proseguir con el desarrollo
en la producción de biodiesel a base de aceites vegetales. El asunto de esos biocombustibles plantea preguntas tanto desde el punto de vista del aporte energético,
como sustituyentes de los combustibles fósiles, como desde el punto de vista de las
consecuencias socioambientales a nivel de su generalización. En cuanto al primer
punto, la producción de etanol a base de caña de azúcar es muy eficaz y en continua
mejoría gracias a los cultivadores y a los industriales brasileños. La transformación
del aceite de soya en diesel presenta menos interés energético. Las consecuencias
ambientales del cultivo de la caña de azúcar son más problemáticas, pero son objeto
de esfuerzos para disminuir sus impactos (por ejemplo, con un mejor uso de de los
subproductos y la cogeneración de calor y de electricidad con el bagazo).
América Latina ha fracasado en forma relativa en la integración de las infraestructuras
energéticas. De esta manera, la interconexión de gasoductos entre países productores
(Argentina y Bolivia) y consumidores (Brasil y Chile) terminó en interrupciones del
suministro y en fuertes tensiones. Por esta razón, el gas es menos utilizado de lo que
se había previsto y se construyen nuevas centrales que funcionan con fuel-oil o carbón,
lo que acarrea las conocidas consecuencias para el medio ambiente. El gas, que emite
menos partículas y menos CO2 pero con el mismo aporte energético, es subutilizado
pese a que Brasil alimenta desde 2009 una parte de las ciudades del Amazonas con
el gas natural extraído del yacimiento de Coarí.
Por otra parte, se ha relanzado ampliamente la construcción de nuevas represas,
por medio de proyectos en el río Baker (Patagonia chilena), Cóndor Cliff (Patagonia
argentina), Garabi (en el río Uruguay), así como grandes programas de equipamiento en
la Amazonia brasileña y en Colombia. Con una potencia instalada de 11 000 MW, la
estación programada en Belo Monte, en el Xingú (un afluente muy importante del
Amazonas), sería de tan importantes dimensiones como la de Itaipú. Este proyecto,
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4. Políticas públicas
acompañado por la realización de presas menos importantes y de centrales térmicas,
genera protestas, aunque el gobierno brasileño asegura que emprende obras cuyas
consecuencias serán cuidadosamente controladas.
Gráfico 35 Aumento del consumo de energía
en los grandes países emergentes
de Sudamérica
Mtep
Colombia
35
30
25
20
15
10
5
0
Venezuela
Mtep
100
Hidro
80
Carbón
60
Gas
40
Hidro
Gas
20
Petróleo
Petróleo
0
1990 1995 2000 2005-2008
1990 1995 2000 2005-2008
Brasil
Mtep
250
Nuclear
200
Hidro
150
Mtep
30
25
20
15
10
5
0
Chile
Carbón
Gas
100
50
Hidro
Carbón
Gas
Petróleo
1990 1995 2000 2005-2008
Petróleo
0
1990 1995 2000 2005-2008
Mtep
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Argentina
Nuclear
Hidro
Gas
Petróleo
1990 1995 2000 2005-2008
Fuente: S. VELUT según BP Statistical Review, 2009.
Septiembre 2011 / Los desafíos del desarrollo en América Latina / © AFD
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[348]
9 682
64 928
1 028
45
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31 805
3 217
15 540
862
5 517
5 517
1 184
459
6 982
Fuente: Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Venezuela
Perú
89 387
8 709
11 745
11 745
9 097
3 318
Colombia
México
3 318
Chile
93 803
-
13 553
Brasil
2 312
33 972
22 798
2 336
50 541
655
3 351
3 351
17 768
1 677
37 289
Productos Gas
petroleros
-
-
2 716
-
-
-
3 218
-
1 881
Nuclear
7 143
1 681
2 346
777
1 989
1 989
32 165
199
2 624
-
7
6 496
-
1
1
183
-
5
Energía
Geotermia,
hidroeléctrica solar y otras
541
2 561
8 240
728
4 731
4 731
72 335
791
2 539
Combustibles
renovables
y residuos
96
-
101
74
140
140
3 340
-
658
-
-
-
-
-
-
375
-
-
Electricidad Calor
63 745
14 079
184 262
11 805
30 790
30 790
235 556
5 438
73 065
Total
16:23
Ecuador
-
1 079
Petróleo
bruto
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Bolivia
Argentina
Carbón
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
Cuadro 44 Fuentes de energía primaria en América Latina –
en miles de toneladas de equivalente petróleo (2007)
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4. Políticas públicas
El desarrollo de las energías renovables no convencionales se sitúa todavía a un nivel muy
modesto, pese a que por su abundante sol ciertas regiones latinoamericanas son lugares
privilegiados para probar las centrales solares. El potencial eólico ha sido también
poco explotado a pesar de que en este ámbito las inversiones aumentan, en especial
en el litoral de Brasil.
4.4.3. América Latina y los cambios ambientales planetarios
El lugar de América Latina en el escenario mundial de las emisiones
de gas de efecto invernadero
En relación a los países desarrollados, la contribución de América Latina a las emisiones de gas de efecto invernadero (GEI) no es considerable; sin embargo, ésta
crece a causa del aumento del consumo energético en la región. Las emisiones
por habitante son modestas: 3 toneladas Eq-CO 2 en 2004, contra 7 en Francia. Sin
embargo, los inventarios presentados en la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (CCNUCC) no son en absoluto comparables y
no cubren siempre las mismas fechas. De esta manera, si bien ciertos países (Brasil,
Chile) realizaron una sola comunicación a principios de los años 2000, con datos
recolectados en los años 1990, México, por ejemplo, produjo cuatro informes y el
último de ellos se publicó en 2010 (así como el de Perú).
Las emisiones acumuladas son bajas, muy lejos de las de los países desarrollados:
según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC),
en 2004 las emisiones mundiales eran del orden de 50 GT Eq-CO 2, de las cuales
aproximadamente América Latina produjo el 10% (5 GT). Una de las particularidades
de la región es la importancia de las emisiones de CO2 y de metano originadas por
la agricultura, los cambios de uso del suelo ( Land-use, Land-use Change and Forestry
– LULUCF) y la ganadería, con una contraparte de absorciones de CO 2 ligadas al
crecimiento de los vegetales y a las selvas. Según los primeros informes nacionales,
las emisiones de América Latina se repartían en tres tercios: un tercio imputable a la
agricultura (en especial a la ganadería), un tercio a los cambios de uso del suelo y un
tercio a los usos energéticos. No obstante, esta proporción varía en cada país: los usos
energéticos tienen más peso en México que en Brasil, donde se destacan los efectos
del cambio del suelo. En todos los países se plantea el problema de la fiabilidad de
las estimaciones en relación a la absorción de CO2 por la vegetación y los suelos.
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
Gráfico 36 Principales emisores de GEI en América Latina
(1990-2000) – en millones de toneladas de CO2
1990
2000
3,000
2,500
2,000
1,500
1 ,000
500
Chile
Ecuador
Bolivia
Perú
Colombia
Argentina
Venezuela
México
Brasil
0
Fuente: World Resources Institute (2008), “Climate Analysis Indicators Tool (CAIT). Versión 5.0”. Washington DC.
Gráfico 37 Emisiones de CO2 por habitante,
1990 y 2004 – en toneladas de CO2
1990
2004
Media de América Latina y del Caribe, 2004
24
21
18
15
12
9
6
3
Trinidad y Tobago
Bahamas
Venezuela
México
Antigua y Barbuda
Surinam
Barbados
Argentina
Jamaica
Cuba
Chile
Belice
Colombia
Ecuador
San Kitts y Nevis
Guyana
Brasil
República Dominicana
Panamá
Granada
Uruguay
Santa Lucía
Perú
Costa Rica
Dominica
Bolivia
San Vicente y las Granadinas
Nicaragua
Guatemala
Paraguay
Honduras
El Salvador
Haití
0
Fuente: CEPAL, sobre la base de los indicadores de los objetivos del Milenio para el desarrollo, Naciones Unidas, Washington DC . [ 140 ]
[140] Datos disponibles en línea: http://mdgs.un.org/unsd/mdg/Search.aspx?q=emissions
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4. Políticas públicas
Falta de unidad de América Latina en las negociaciones mundiales
Aunque los Estados latinoamericanos hayan firmado la mayoría de las grandes
convenciones internacionales sobre el medio ambiente, están muy divididos sobre la
cuestión climática. De una manera general, antes de la Conferencia de Copenhague
(diciembre 2009), se negaban a comprometerse con objetivos cifrados de reducción
de sus emisiones, ya fuera en virtud de un “derecho al desarrollo” –afirmado por
la mayoría de los países del sur– o entonces, en el caso de Brasil, en razón de un
dogma diplomático, que establece que ese tipo de compromiso internacional es una
traba a su soberanía nacional [ 141 ]. Las cosas han evolucionado considerablemente
desde 2009.
Por su parte, Brasil modificó considerablemente su posición poco antes de Copenhague,
al aceptar por primera vez objetivos ambiciosos en cifras de reducción de sus emisiones. Actualmente parece ser el único que adelanta cierto número de propuestas, en
especial sobre los mecanismos REDD [ 142 ], mientras que otros Estados dan la sensación
de permanecer en la retaguardia. Las razones de este cambio son dobles: por una
parte, el país piensa que ha logrado controlar la deforestación en Amazonia y por
esa razón desea ganar dividendos en el plano diplomático; por la otra, los mecanismos
de compensación de la deforestación que ha evitado pueden potencialmente aportarle
miles de millones de dólares, en el caso de que se utilicen en el marco general de un
mercado funcional de créditos de carbono. La posición de Brasil podría ser adoptada
por Perú y Ecuador, dos países amazónicos también potencialmente favorecidos por
los REDD, así como por Costa Rica, que posee una reputación de país a la vanguardia
en el plano ambiental, debido a que ha implementado durante más de diez años un
mecanismo de pago por servicios ambientales (por otro lado, se observa que Costa
Rica había propuesto a mediados de los años 1990 una iniciativa de los países forestales,
poco alejada de la propuesta actual del mecanismo REDD, que había sido abandonada
debido a la oposición de Brasil).
En el extremo opuesto, se encuentran los países que adoptan una posición cercana
a la de Bolivia y Venezuela. Estos países rechazan los mecanismos de negociación en
torno al clima porque estiman que no permiten que se escuche a los países más
pobres. De esta manera, intentaron promover una cumbre alternativa a la de la ONU
[141] En la medida en que las emisiones de GEI de Brasil están esencialmente ligadas a la deforestación, aceptar
objetivos cifrados de reducción equivale a aceptar una política estricta de preservación en Amazonia, que
Brasil rechazaba por considerarla contraria a su soberanía en esta región.
[142] Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation. (Reducir las emisiones debidas a la deforestación y a la degradación de las selvas).
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
y han insistido en el hecho de que los países desarrollados tienen hacia ellos una
“deuda climática”, que deben pagar por medio de apoyos destinados a ayudar a las
comunidades locales a adaptarse a los cambios actuales. Por supuesto, esta protesta se
ubica en el marco más amplio de su feroz oposición a los Estados Unidos y de su
cuestionamiento de la economía mundial.
Entre ambos grupos, numerosos países tienden a seguir, en el plano climático, sus orientaciones diplomáticas generales. De esta manera, Chile se presenta en ese terreno
(así como en los demás) como un aliado de los Estados Unidos, adoptando en cierta
forma una estrategia de “pasajero clandestino”. México muestra una posición más
avanzada (antes de la cumbre de Cancún de diciembre de 2010) como lo refleja su
comunicación nacional de 2010. Se ha dotado de una estrategia nacional para la
investigación y para la lucha contra el cambio climático, que consiste principalmente
en la identificación de los problemas y de los recursos disponibles. Definió ejes de
trabajo relativos, en especial, a la deforestación, a la eficacia energética y al desarrollo de
energías descarbonizadas, así como a la educación para el cambio climático. Asimismo,
México propuso la creación de un Fondo Mundial para la Lucha contra el Cambio
Climático, que sería apoyado por los países del Anexo I y los países no incluidos en
el Anexo I que deseen beneficiarse con él.
La dispersión en las posiciones de los diferentes Estados puede interpretarse en función
de las estrategias políticas y económicas de cada uno. En primer lugar, éstas remiten
a las diferencias considerables de desarrollo entre ellos. Ciertos países todavía no han
desarrollado de manera completa su infraestructura industrial y por ello se niegan a
comprometerse a disminuir sus emisiones de CO2 , mientras que otros ya se mueven
en sectores tecnológicos de punta, lo que les permite pensar en una transición hacia
una economía poco emisora. Por otra parte, algunos son productores de petróleo
(Argentina, Ecuador, Perú y Venezuela), con vocación para convertirse en el futuro
en actores importantes de ese mercado, como es el caso de Brasil; otros no lo son. Los
productores de petróleo no son siempre emisores masivos de CO2 , como Ecuador
o Perú, cuya situación es muy diferente a la de Brasil y Argentina.
El potencial científico y tecnológico de los Estados complica aún más la situación,
con una posición especial de Brasil. Debido a que dispone de medios de observación
de la tierra y de alternativas tecnológicas que busca promover, en especial en el sector
de los agrocombustibles, Brasil ha adoptado una posición de vanguardia en las negociaciones sobre el clima.
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4. Políticas públicas
Si bien los países de América Latina no presentan un frente unido en las negociaciones
sobre el clima, todos han inscrito este tema en sus agendas políticas, tanto en el plano
diplomático como en el interno. Algunos han afinado estrategias nacionales de lucha
contra el cambio climático (de esta manera, México, Brasil y Argentina ocupan
los 4 to, 8 vo y 10 mo lugares en el Climate Change Performance Index de la ONG alemana Germanwatch) y la mayoría disfruta de las ventajas que ese tema les
aporta en las relaciones bilaterales o en las solicitudes de financiamiento de mecanismos de desarrollo limpio.
A América Latina le resulta difícil todavía insertarse en este tipo de desarrollo: la
región no alberga sino 20% de los 2 500 proyectos de desarrollo limpio registrados a
escala mundial. Son sobre todo proyectos relativos a la recuperación de metano en
los basurales o en los efluentes, pero también proyectos que conciernen la producción
de energía sin emisiones de carbono.
Consecuencias ya patentes…
Si bien en las negociaciones tienen dificultades para definir sus posiciones, en el terreno
los países de América Latina ya sufren las consecuencias de los cambios climáticos.
De esta manera, se constata en especial la fusión de los glaciares tropicales andinos,
que perturba los flujos río abajo, disminuyendo las cantidades de agua disponibles
para la agricultura [ 143 ]. Esto ya está perturbando los flujos de los torrentes andinos
que irrigan los cultivos de las comunidades de montaña. También se registran variaciones en las precipitaciones que impactan las producciones agrícolas. De esta manera,
una modificación ya significativa de la pluviometría en la pampa ha acarreado un
desplazamiento de las isoyetas hacia el oeste; esto ha aumentado la productividad,
facilitado la extensión de la soya, pero también ha producido más inundaciones.
En sentido inverso, en Amazonia, los años 2005 y 2010 fueron excepcionalmente
secos, mientras que 2009 se caracterizó por una creciente del Solimões que superó
el nivel récord de 1950 en Manaos. Según las proyecciones, esta variabilidad de
las precipitaciones debería incrementarse, con consecuencias para los cultivos en
todo el continente. Ciertos escenarios convergen sobre la disminución de las precipitaciones en Amazonia, con consecuencias para la vegetación, lo que puede
acarrear una disminución de la pluviometría más al sur. En efecto, los flujos de
humedad provenientes de Amazonia circulan en dirección del sur y probablemente
causan una parte de las precipitaciones que riegan las sabanas centrales de Brasil,
[143] Esta evolución ha sido bien documentada por varios equipos de investigadores (principalmente por el del
IRD Great Ice).
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
hasta la pampa. Otra consecuencia del aumento de la variabilidad sería sin duda
un crecimiento de la frecuencia y de la violencia de las tempestades tropicales,
que provocan siniestros en las zonas litorales.
Evaluar el estado ambiental de un país es discutible porque las variables que hay que
medir son heterogéneas y porque hay que tomar en cuenta las evoluciones temporales
y los cambios de escalas (ya que las condiciones ambientales no son las mismas si nos
ubicamos a nivel de los Estados o de las regiones). Sin embargo, existen propuestas
para cifrar a una escala mundial el estado del medio ambiente. El Centro de Estudio
sobre el Medio Ambiente de la Universidad de Yale publica así un indicador sintetizado
mundial en el que se toman en cuenta diferentes parámetros que describen el medio
ambiente (contaminación del aire y de las aguas, biodiversidad, deforestación, etc.) [ 144 ].
Esto permite trazar un cuadro (véase no 45), en el que se han insertado algunos países
que no son latinoamericanos con el fin de establecer una comparación. Las jerarquizaciones son más interesantes que los valores, con los resultados positivos de Costa
Rica, Cuba y Colombia. México, Argentina y Brasil se sitúan en el medio del cuadro,
con valores próximos a los de los Estados Unidos. No es sorprendente que Haití esté
al final de la lista, junto con los países de escasos ingresos (con excepción de Trinidad y
Tobago), penalizado por su responsabilidad en las emisiones de GEI, a causa de su papel
en la explotación de hidrocarburos y el refinamiento para una población reducida.
[144] Referencias completas en el sitio internet: http://sedac.ciesin.columbia.edu/es/epi/index.html
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4. Políticas públicas
Cuadro 45 Índice de Desempeño Ambiental (EPI) 2010
Países
Índice EPI
Suiza
89.1
Costa Rica
86.40
Francia
78.2
Cuba
78.13
Chile
73.34
Alemania
73.2
Panamá
71.37
Belice
69.93
Ecuador
69.34
El Salvador
69.07
República Dominicana
68.44
Suriname
68.18
México
67.34
Paraguay
63.51
Guyana
59.25
Jamaica
58.04
Nicaragua
57.05
Trinidad y Tobago
54.25
Guatemala
53.97
Honduras
49.87
Haití
39.50
Fuente: Socioeconomic Data and Applications Center, Columbia University y Yale Center
for Environmental Law and Policy (http://sedac.ciesin.columbia.edu/es/epi/index.html).
4.4.4. Las políticas públicas del medio ambiente
Los Estados latinoamericanos se han dotado de legislaciones y de instituciones ambientales y han tratado de reforzar los medios de acción en ese terreno. No obstante, los
dispositivos no son uniformes y su eficacia es discutible. Uno de los puntos de partida
es la inscripción en las constituciones de normas relativas al medio ambiente, cuya
consecuencia es la implementación de dispositivos institucionales.
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
La institucionalización del asunto ambiental
Los dispositivos institucionales
En América Latina, la legislación ambiental se encuentra todavía en vías de constituirse.
En los diferentes países se avanza hacia la creación de ministerios o de secretarías de
estado del medio ambiente, con prerrogativas más o menos amplias. Estas nuevas
estructuras tienen dificultades para imponerse y ser eficaces en el panorama institucional existente. La necesidad de supervisar diferentes sectores plantea problemas
en relación a las competencias existentes. Por otra parte, se acusa constantemente a
los ministerios del Medio Ambiente de ser trabas para el crecimiento económico porque
bloquean proyectos de inversiones y no se les asignan ciertas atribuciones; por ejemplo,
los parques nacionales pueden seguir siendo administrados por organismos independientes de los ministerios (en Chile) o por los gobiernos de las provincias (en
Argentina). La mayoría de los países han organizado procedimientos de estudio de
impacto previos a la realización de grandes proyectos. Estos pueden ser más o menos
complejos y exigentes para el solicitante. De manera general, los estudios de impacto no
parecen ser instrumentos suficientes para asegurar la protección del medio
ambiente. Chile ha tratado de mejorar sus instituciones ambientales para responder
a las críticas formuladas en el estudio previo a su ingreso a la OCDE, organismo que
señalaba insuficiencias en su política ambiental.
Uno de los puntos que se deben tener en cuenta en la implementación de instituciones
ambientales es la articulación de niveles de poder que impliquen, por una parte, una
cierta descentralización de las competencias ambientales y, por la otra, la puesta en
práctica de perímetros específicos de acción. Es el caso de las agencias de las cuencas
que Brasil ha experimentado y que otros países tienen intenciones de reproducir.
Los espacios protegidos
La protección de la naturaleza in situ comenzó en América Latina desde principios
del siglo XX, aún antes que en Europa, con la creación de los parques Perito Moreno,
hoy Nahuel Huapí en Argentina (1903) y Malleco en Chile (1907). Primero se les
confinó a regiones poco explotadas o fronterizas, pero actualmente se extienden de
una manera tal que cubren ecosistemas muy variados. Asimismo, se han convertido
en lugares atractivos para el turismo internacional en fuerte expansión y en bastiones
de resistencia en lo que concierne a los cambios de usos del suelo. Las superficies que
abarcan son impresionantes, como lo muestra el registro de las áreas protegidas en
Amazonia, efectuado por el grupo Red Amazónica de Información Socioambiental
Georreferenciada (RAISG) (véase en anexo cuadro 46) [ 145 ].
[145] Las comparaciones son difíciles: actualmente, no hay una fuente confiable que incluya el conjunto de los
espacios protegidos latinoamericanos, a causa de la multitud de estatus existentes.
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4. Políticas públicas
Sin embargo, los estatutos de esas áreas protegidas son sumamente variados pese a
que los Estados latinoamericanos se refieren a la Convención de Washington (que
establece las bases de una tipología de los espacios protegidos). En efecto, la evolución
en los objetivos de la protección y su adaptación a las instituciones nacionales han
ocasionado desfases. De esta manera, Argentina, por ejemplo, cuenta con áreas
protegidas que dependen del Estado, de las provincias y de las municipalidades,
debido a que cada provincia posee su propia legislación de protección del medio
ambiente. Muchos países han reformado la legislación de protección de la naturaleza y
han adoptado (o no) las categorías internacionales. La mayoría se esfuerza en poner
en práctica sistemas nacionales de conservación para garantizar la coherencia de las
áreas protegidas (lo que Brasil realizó en el 2000, con la ley del Sistema Nacional de
Unidades de Conservación de la Naturaleza – SNUC).
A nivel de la gestión, se plantea el problema de las relaciones con las poblaciones
locales y amerindias, excluidas durante mucho tiempo de los procesos de decisión y
de administración de los espacios protegidos. A pesar de los compromisos adquiridos,
las administraciones de los parques nacionales se muestran a veces reticentes al
diálogo y se satisfacen con aperturas limitadas. En cuanto a las poblaciones locales,
no siempre se identifican con los objetivos de preservación de la naturaleza. Por
último, la cuestión de los territorios amerindios puede parecer ambigua porque su
objetivo principal es la protección de los grupos étnicos y no la del medio ambiente,
pero se basa en la idea de que los modos de vida, las poblaciones y los cultivos se
desarrollan en medios específicos.
Los Estados hacen esfuerzos por aumentar las superficies protegidas, cubriendo un
mayor número de ecosistemas. Esta extensión se lleva a cabo más fácilmente en las
regiones poco pobladas, donde no entra en conflicto con las expectativas de las
poblaciones locales. Por lo tanto, los espacios protegidos se han extendido ampliamente en toda la Amazonia y en Patagonia, pero con límites relativos a la efectividad
de esta protección: la creación de nuevos espacios protegidos sin aumento de los
medios efectivos desemboca en realidad en la multiplicación de los “parques de
papel”, sin ningún efecto concreto.
Algunas soluciones institucionales innovadoras, como las reservas de biósfera, aportan
instrumentos complementarios para las áreas protegidas existentes. Tal es el caso, por
ejemplo, de la gigantesca reserva de biósfera de la Mata Atlántica en Brasil (de una
superficie de 200 000 km2), que es la más grande del mundo. Igualmente, unas reservas
de uso sostenible han sido estructuradas en Amazonia; su objetivo es preservar los
recursos y los modos de vida tradicionales. De una manera general, se trata de sobrepasar los límites de la protección clásica por la zonificación y la prohibición, con el fin
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4. Políticas públicas
A SAVOIR
de favorecer modos de explotación sostenibles. En este sentido, los nuevos espacios
protegidos son lugares de experimentación para las actividades agrícolas de poco
impacto ambiental, el turismo alternativo y la valorización del patrimonio.
La creación y la gestión de áreas protegidas son al mismo tiempo factores de cooperación entre los Estados. Tal es el caso en Amazonia, donde se empiezan a concebir
los espacios protegidos a la escala de un gran conjunto. A un nivel más local, los parques
y los corredores ecológicos transfronterizos empiezan a surgir, como por ejemplo el
Corredor de Huemul, entre Argentina y Chile, o la Cordillera del Cóndor, entre Perú
y Ecuador.
Mapa
4
Los espacios protegidos en Brasil
Tierras indígenas
Unidades de conservación federales
(Protección integral)
Unidades de conservación federadas
(Protección integral)
Unidades de conservación federales
(Uso sostenible)
Unidades de conservación federadas
(Uso sostenible)
0
Fuente: Kohlhepp (2001).
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500
Kilómetros
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Experiencias emblemáticas de gobernanza ambiental
La gobernanza ambiental es un terreno de innovación donde se cruzan iniciativas
privadas y públicas, nacionales e internacionales. Proponemos aquí el análisis de algunos
ejemplos (no exhaustivos) para ilustrar esta idea y presentar ciertas referencias
que circulan a escala continental.
Experiencias brasileñas de gobernanza ambiental en cooperación:
los programas PPG7 y ARPA
Si bien ya hemos subrayado el hecho de que Brasil ha adoptado una posición más
bien “soberanista” en lo que concierne a la Amazonia, es necesario decir que este
país también es capaz de mostrarse flexible en torno a los asuntos de gobernanza
ambiental. Dos proyectos importantes lo ilustran:
Primero, el Programa Piloto del G7 para la Protección de los Bosques Tropicales de
Brasil (PPG7), que nació de una propuesta de la conferencia del G7 en Houston, en
1990. En esa época, se acusaba a Brasil específicamente por daños al medio
ambiente; por lo tanto, el G7 propuso una donación de 250 millones de USD para
ayudarle a yugular el problema de la deforestación. Las negociaciones avanzaron
lentamente, aunque en 1992 la conferencia de Río las impulsó; luego desembocaron,
en 1994, en un compromiso institucional que se consideró satisfactorio (Brasil no
deseaba un programa piloteado directamente por el Banco Mundial y los donantes
tampoco querían hacer una simple donación al país). Por lo tanto, el PPG7 es un programa que se inserta en las instituciones brasileñas, pero está financiado y controlado por el Banco Mundial. El programa (financiado principalmente por Alemania)
comenzó y realizó muchas acciones, sobre todo de apoyo logístico para la demarcación
de numerosos territorios amerindios –un tema muy delicado políticamente–, así
como un programa de financiamiento “de iniciativas piloto” de desarrollo sostenible
(Kohlhepp, 2001). En la cumbre de Johannesburgo, en 2002, el PPG7 se prolongó
algunos años y puede jactarse de haber tenido un impacto muy importante sobre
el terreno, en lo particular a nivel de la sensibilización sobre el tema del desarrollo
sostenible, pese a que no ha sido muy eficaz en la lucha contra la deforestación.
Otra prueba de flexibilidad institucional: el programa Áreas Protegidas de la Amazonia
(ARPA), conducido conjuntamente por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF,
por sus siglas en inglés) y el ministerio brasileño del Medio Ambiente, desde 2003.
Este programa se inspira de la reivindicación del WWF para que al menos 10%
de cada bioma brasileño se preserve como zona protegida federal. Ante el déficit
observado en Amazonia, se firmó un acuerdo con el ministerio del Medio Ambiente
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y el WWF participa en las acciones, sobre todo a nivel del financiamiento, en tanto
el ministerio coordina el dispositivo.
El programa estaba organizado en tres fases:
l
la primera (2003-2006) permitió la creación de 18 millones de hectáreas de espacios
protegidos, una mitad en unidades de conservación integral (sobre todo el Parque
Nacional de las Montañas de Tumucumaque) y la otra en unidades de conservación
de uso sostenible. De la misma manera, el programa contribuyó durante esta fase
a la “consolidación” de 7.3 millones de hectáreas de unidades de conservación,
creadas antes de 2002;
l
la segunda fase (2007-2009) y la tercera (2010-2013) preveían la creación de 19.5
millones de hectáreas de zonas de conservación integral y la consolidación de las
unidades existentes, con el fin de alcanzar el objetivo de 50 millones de hectáreas
de zonas protegidas en Amazonia (es decir, el 10% de la superficie de la región).
De hecho, la segunda fase sólo empezó a finales de 2009 y el final del programa
se aplazó hasta 2016. En paralelo, se creó un fondo financiero de manera a cubrir
las necesidades de las unidades de conservación que serán creadas después de
esta fecha.
En general, este programa ha sido un éxito porque permitió que numerosas zonas
protegidas fueran algo más que simples “parques de papel”.
El desarrollo de nuevos instrumentos de protección en Chile
Ante la necesaria protección de la biodiversidad, el Estado chileno se esfuerza por
impulsar las iniciativas privadas de áreas protegidas. En efecto, el país se comprometió a
proteger el 10% de su territorio y, por esta razón, amplió las reservas naturales del
Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE).
Para ello, el Estado chileno hace esfuerzos para incentivar la protección a cargo de la
iniciativa privada, muy especialmente para cubrir los vacios observados en ciertas
regiones, como en el centro del país. El Estado que no podía adquirir terrenos por
razones de costo y que no deseaba imponer normas de conservación demasiado
estrictas para evitar conflictos, optó por soluciones voluntarias y negociadas, así como
por la organización de iniciativas de protección, a veces con apoyo internacional. Es
el caso de la iniciativa de conservación del Cordón de Cantillana (apoyada por el Fondo
para el Medio Ambiente Mundial – FMAM) y del proyecto “Área de Conservación
de la Cultura y el Ambiente de la Patagonia chilena” (ACCA) en Patagonia (con apoyo
del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial – FFEM, por sus siglas en francés).
En los dos casos, el objetivo de tales esfuerzos es el de sellar acuerdos entre los
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actores públicos y privados presentes en el terreno para favorecer una gestión sostenible del medio ambiente y la creación de zonas de protección.
A estas tentativas apoyadas por el Estado chileno se agregan las acciones de grandes
propietarios privados, de empresas y de ONG que adquieren terrenos para ponerlos
bajo protección. Uno de los casos más conocidos es el del hombre de negocios estadunidense Douglas Tompkins, que compró grandes propiedades en el sur de Chile
(Parque Pumalin) para dedicarlas a la protección de la naturaleza. También tiene una
propiedad en la provincia de Corriente, en Argentina, que va a destinar a la conservación.
Estas iniciativas, que le han valido un reconocimiento internacional, son sumamente
criticadas en Chile por grupos políticos que no admiten el bloqueo –por un propietario
extranjero– de proyectos de interés económico que afecten a sus propiedades, tales
como la continuación de la carretera austral y la eventual instalación de líneas de alta
tensión. De la misma manera, el actual presidente de la República, Sebastián Piñera,
posee en el sur de la isla de Chiloé una propiedad que quiere transformar en parque
privado (Parque Tantauco).
De momento, estos proyectos carecen de un marco legal claro que asegure compensaciones financieras a los propietarios y la permanencia de sus iniciativas.
El Xingú: alianza entre productores y ONG, un asunto de etiquetado
La región del río Xingú, en Brasil, es muy simbólica en los planos ambiental y cultural.
En efecto, es una zona de poblamiento amerindio antiguo en la que se delimitó, a
principios de los años 1960, el primer parque indígena de gran tamaño. Los artefactos
culturales y las imágenes del Xingú se convirtieron, durante muchos años, en los
símbolos de la Amazonia. Ahora bien, a partir de los años 1990, la conquista agrícola
de tierras empezó a afectar seriamente a la región alrededor del parque, donde se
encuentran todas las fuentes de los afluentes del Xingú que irrigan a la región. Los
cultivos mecanizados, sobre todo de soya, y la implantación de grandes pastos
perturbaron los regímenes hidrológicos, lo que acarreó una escasez de los recursos
haliéuticos y produjo numerosas contaminaciones.
La primera reacción del lobby indigenista y ambiental consistió en atacar frontalmente
a la expansión agrícola en vano, en razón de que el gobierno federal apoyó a los
grandes agricultores, proveedores de divisas gracias a la exportación de su producción. Un cambio importante de estrategia se operó en 2004: en efecto, el Instituto
Socioambiental (ISA) llevó a cabo una campaña cuyo objetivo no era denunciar la
presencia de los agricultores, sino trabajar en ambos lados (es decir, en el territorio
amerindio y en las zonas agrícolas), con el fin de reducir los impactos ambientales por
medio de la adopción de prácticas adecuadas. Desde esta época, se han multiplicado
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las acciones de sensibilización en torno a la importancia de preservar las fuentes y
las selvas de galería, así como los intercambios de semillas locales para permitir la
reforestación de parcelas con especies forestales. El dispositivo ha sido apoyado
financieramente por socios extranjeros y hoy incluye a las administraciones municipales de la región (antes directamente opuestas a los amerindios) y a las organizaciones
representativas de los grandes agricultores. Está claro que aún se debe medir el impacto
concreto sobre el terreno, una tarea que intenta realizar el sistema de información
geográfica del ISA.
El cambio de estrategia frente a las cuestiones ambientales (del enfrentamiento a la
negociación) no ha sido una iniciativa aislada de la ONG ISA. La importante ONG
internacional The Nature Conservancy lanzó en 2008 un programa de cooperación
con el estado de Mato Grosso –considerado antes como un adversario, a causa de
su apoyo incondicional a la expansión de la gran agricultura–, que busca ayudar a las
propiedades rurales a respetar la legislación ambiental, sobre todo aportando su
apoyo para la regularización territorial y la cartografía de las propiedades.
El programa de pago por los servicios ambientales de Costa Rica
En los años 1960 y 1970, el espacio forestal de Costa Rica se erosionó a un ritmo
rápido, debido a la presión de la extensión de las superficies dedicadas a la agricultura,
en especial para la exportación. En 1969, una primera ley sobre los bosques creó un
sistema de áreas protegidas, pero resultó insuficiente para limitar la pérdida de las
superficies forestales, ya que el 75% de los bosques se encuentran en terrenos privados.
Ante la decadencia rápida de los bosques, que según la FAO representaban menos
del 47% de la superficie del país en 2005, el gobierno ha innovado al transformar, en
1996, la Agencia Nacional de Bosques en Fondo para el financiamiento de los bosques
(Fondo Nacional de Financiamiento Forestal – FONAFIFO), financiado por diferentes
fuentes incluyendo un impuesto sobre los combustibles fósiles consumidos en el
país. Éste, a su vez, organizó un programa de pagos de los servicios ambientales que
compensa financieramente (y no sólo en forma de reducción de impuestos) a los
propietarios que conserven sus propiedades en estado de bosques, a los que replanten
los bosques o a aquellos que desarrollen sistemas agroforestales.
El monto pagado y las prioridades asignadas a ciertas zonas son redefinidos cada
año por el gobierno. Los montos son elevados: 320 USD por hectárea conservada en
2008 y hasta 816 USD por hectárea replantada. Los propietarios pueden suscribirse
individualmente (en el límite de 300 hectáreas), o bien por medio de asociaciones
(en el límite de 50 hectáreas por asociado). Los contratos duran 5 años y pueden
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renovarse una vez (dos veces en los casos de proyectos de replantación). En total,
entre 1997 y 2007, se protegieron casi 600 000 hectáreas de bosques con 7 250
contratos. En el terreno también se observa su eficacia ya que el país pasó de una
tasa de deforestación de 19 000 hectáreas por año en 1990 a una reforestación de
casi 3 000 hectáreas por año en 2005.
Si desde un punto de vista estadístico la experiencia de Costa Rica es positiva, también
plantea un cierto número de interrogantes a nivel social. En efecto, el programa es
eficaz porque incluye a grandes y a medianos propietarios, que son los más indicados
para beneficiarse con los pagos propuestos. La capacidad de los pequeños productores
para entrar en el programa es mucho menor, ya sea por las inversiones que se requieren
hacer o por las exigencias burocráticas de control impuestas por el FONAFIFO. Por
lo tanto, para cierto número de observadores el programa es un éxito a nivel ecológico
pero no incide en la reducción de la pobreza, un objetivo que generalmente se asocia
a los programas de pago por servicios ambientales.
El medio ambiente y la sociedad
El medio ambiente se ha convertido en un tema de movilización social en América
Latina, pese a que la ecología política no ha encontrado aún su lugar. El buen resultado
que obtuvo Marina Silva, del Partido Verde, en las elecciones presidenciales brasileñas
es todavía un hecho aislado en el panorama político. Las ideas ecologistas son defendidas por diferentes fuerzas políticas innovadoras –como el Partido Verde que apoyó
la candidatura de Antanas Mockus en Colombia, con el tema de la renovación de la
ciudadanía– y no solamente en relación a asuntos ambientales.
La temática ambiental, difundida masivamente por los medios de comunicación, se
ha convertido en un tema de preocupación y de movilización para las clases medias
urbanas, que reaccionan tanto a las transformaciones nacionales como a los proyectos
locales. Aunque las poblaciones pobres se ven afectadas por los problemas ambientales,
difícilmente se toman en cuenta sus planteamientos –tanto en este terreno como
en otros– para mejorar su situación ya que no disponen de redes políticas eficaces.
Sociedades cada vez más receptivas a la cuestión ambiental
A partir de los años 1990, las sociedades latinoamericanas se han mostrado cada vez
más sensibles a los asuntos ambientales. Esta sensibilización está ligada a la consolidación del papel social y político de las clases medias urbanas, especialmente en
Brasil, Argentina, Chile y probablemente en México. La puesta en práctica de la Agenda
21 y de sus variantes locales ha sido la ocasión de reforzar esta toma de conciencia; de
la misma manera, el medio ambiente ha sido introducido en la enseñanza escolar.
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Una corriente de reflexión denominada “socioambiental” relaciona preservación del
medio ambiente y modos de vida tradicionales, en particular de los amerindios. A
menudo ha sido vinculada con el catolicismo progresista y ha tenido sus mártires
–como Chico Mendes, asesinado en 1988– y sus figuras emblemáticas, como Raoni
Kayapó o Davi Kopenawa Yanomami.
El medio ambiente moviliza a grandes ONG, bien implantadas en toda América
Latina, muy especialmente a Conservación Internacional, The Nature Conservancy y
al WWF. Estas ONG, capaces de adquirir grandes propiedades y de movilizar recursos
considerables, desempeñan un papel importante en los territorios donde se implantan,
así como en los debates nacionales sobre la conservación y el medio ambiente. Tienden
a dar mayor prioridad a las cuestiones de medio ambiente natural, de conservación
de recursos biológicos naturales y de preservación de modos de vida tradicionales,
que a los problemas ambientales más inmediatos que enfrentan las poblaciones
urbanas de la región. Se destacan por su capacidad para recaudar fondos por medio de
proyectos financiados por la cooperación internacional (USAID, Unión Europea, GEF).
Disponen de verdadera experiencia en el montaje y la gestión de proyectos, en
cuestiones legales, de comunicación y de cartografía. Como parte de un movimiento
mundial, se han convertido también en una fuente creíble de información científica
(aún cuando la objetividad de los datos comunicados puede ser cuestionada). Su acción
a través de relevos locales se aprecia de manera diversa. Los Estados a menudo han
desconfiado de esas organizaciones, sospechando alguna injerencia en los asuntos
internos en nombre del medio ambiente.
La relación con las ONG locales puede ser tanto a nivel de la cooperación o de la
subcontratación como a nivel de la competencia para acceder a los financiamientos.
Algunas de estas ONG han adquirido importantes capacidades, como por ejemplo
ISA en Brasil, DESCO en Perú, más interesada en los asuntos sociales, CODEFF en
Chile o la Fundación Vida Silvestre en Argentina.
Los conflictos
Los conflictos socioambientales son una nueva expresión de las expectativas de las
sociedades latinoamericanas ante la preservación de su marco de vida, pero al mismo
tiempo del grado de incertidumbre en cuanto a los impactos reales de los grandes
proyectos. Estos conflictos son reveladores de los cambios de actitud y de la dificultad de los gobiernos para responder a esas exigencias sociales. Se trata también de
conflictos movilizadores que coinciden con las divergencias políticas habituales en el
plano internacional y en el terreno de los asuntos urbanos concretos.
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A partir de 2003, se inició un conflicto entre Argentina y Uruguay, a causa de las
fábricas de pasta de papel construidas a orillas del río Uruguay, en la localidad de
Fray Bentos. Se trataba de una obra importante para el desarrollo económico del
país: las plantaciones de árboles se habían fomentado desde hacía varios años para
abastecer a esas fábricas en materia prima. Las protestas surgieron en la ciudad argentina de Gualeguaychu, situada frente a dos fábricas de Fray Bentos, y sus habitantes
denunciaban los riesgos de contaminación del río. Las compañías Empresa Nacional de
Celulosas de España (ENCE) y Botnia (Finlandia) aseguraban que las fábricas habían sido
concebidas según las normas más estrictas, con el fin de eliminar cualquier riesgo.
Independientemente de los riesgos reales o imaginarios, este conflicto se agudizó
porque los habitantes de Gualeguaychu interrumpieron el tráfico en el puente que
une a las dos localidades (también punto de paso importante entre Argentina y
Uruguay). Gracias al apoyo de movimientos ambientalistas también bloquearon en
determinados momentos a los demás puentes entre ambos países.
El gobierno argentino de Néstor Kirchner apoyó al movimiento de protesta de
Gualeguaychu y pidió a Uruguay que revocara las autorizaciones dadas a las dos
fábricas, a fin de garantizar la calidad de las aguas del río. Una larga batalla jurídica
internacional tuvo lugar, que en líneas generales dio razón a la posición uruguaya a
cambio de ajustes menores en las fábricas o de recomendaciones sobre la puesta en
práctica de mecanismos de control común sobre los efluentes. Estas decisiones no
fueron del gusto de Argentina y aún menos de los militantes. No se puede excluir que
el gobierno argentino no haya estado motivado únicamente por consideraciones
ambientales y que también haya jugado una carta más local en la provincia de Entre Ríos.
Sin entrar en los detalles de tales episodios, este caso fue un conflicto ambiental que
rápidamente se transformó en un diferendo internacional entre dos países hasta
entonces amigos. La relación entre Argentina y Uruguay se vio afectada durante
mucho tiempo y este conflicto fragilizó al MERCOSUR, aceleró el acercamiento entre
Uruguay y los Estados Unidos, y estuvo a punto de costar al antiguo presidente
Kirchner su puesto de secretario de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), por carecer del apoyo de Uruguay.
Sin duda, este es un caso extremo en el que la acción diplomática no logró encontrar un compromiso y más bien condujo a un endurecimiento de las posiciones.
Tampoco se trata de un caso aislado: el proyecto minero Pascual Lama, en la frontera
entre Argentina y Chile, originó una fuerte oposición internacional. Sin embargo,
obtuvo mayor benevolencia por parte de los dos gobiernos. En el contexto del TLCAN,
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un protocolo específico sobre el medio ambiente completa los acuerdos comerciales;
sin embargo, ello no impidió a una empresa estadunidense proyectar la construcción
de un depósito de residuos tóxicos en la ciudad mexicana de Guadalcázar (San Luis
Potosí). La oposición de la municipalidad, de los habitantes y de organizaciones de
protección del medio ambiente bloqueó el proyecto, lo que condujo a la empresa a
entablar una demanda contra el gobierno mexicano por no respetar los derechos
de los inversionistas y le permitió recibir una compensación de 16 millones de USD.
Asimismo, en Ecuador, los grandes proyectos petroleros que amenazaban algunas
áreas indígenas fueron fuertemente criticados y originaron movilizaciones internacionales. La proposición de internacionalización de Yasuni, hecha por el presidente
Correa, es también una manera de responder a esas críticas. Por último, la Iniciativa de
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) ha sido denunciada por
numerosas ONG en América Latina porque temen que la construcción de nuevas
infraestructuras ocasione serios daños a los medios naturales.
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Conclusión
La temática ambiental cambia muy rápidamente. Posee un fuerte poder de movilización y se ha convertido en una referencia esencial en los discursos y en los valores.
Sin embargo, ante el hábito adquirido de explotar sin medida el medio ambiente y,
por lo tanto, de dañarlo, pasar de la preocupación social a la acción efectiva no es
algo que se efectúa fácilmente. El desafío de la producción se impone todavía
ampliamente al de la protección. Los grandes actores de los Estados, y más aún las
empresas, sientan más su legitimidad en la realización de grandes proyectos que en
la protección del medio ambiente.
Se plantean dos problemas importantes. El primero se refiere al vínculo entre las
condiciones ambientales y la pobreza. Si en general se reconoce que las condiciones
ambientales acentúan la pobreza, esto es sólo una parte del problema. En efecto,
estudios precisos, localizados, demuestran que las poblaciones pobres de las áreas
rurales son también las que más dependen de los servicios ambientales y por lo
tanto son las más afectadas por su degradación o su acaparamiento por los grandes
proyectos industriales que no les aportan ningún beneficio. En el medio urbano, se
trata también de las poblaciones más expuestas a los riesgos ambientales, mientras que
las poblaciones acomodadas tienen medios para vivir en distritos más protegidos y
menos contaminados. Trabajar en la mejora de las condiciones ambientales de las
poblaciones pobres y de las clases medias es una labor considerable, que concierne
a un gran número de latinoamericanos, pero que no necesariamente interesa a la
comunidad internacional. Por otra parte, el hecho de ayudar a las poblaciones
desfavorecidas a salir de la pobreza tiene repercusiones ambientales: la extensión
urbana para construir viviendas de interés social de mejor calidad, la posibilidad de
comprar vehículos motorizados, el consumo de bienes industriales, etc., también
tienen un costo ambiental. Es difícil pensar en una generalización del modo de vida
de las clases medias para el conjunto de la población.
El segundo problema se refiere a los espacios rurales, particularmente afectados por
los problemas ambientales y relacionados tanto con los sistemas agrícolas como con
los espacios de protección, con los problemas de deforestación y de cambios de uso
del suelo. También dentro de este contexto se plantea la cuestión de las poblaciones
tradicionales, que incluye tanto a las poblaciones indígenas (las que más interesan a
los medios de comunicación) como a las poblaciones rurales mestizas (pequeños
cultivadores, caboclos brasileños, campesinos con o sin tierras). Concebir y poner en
práctica proyectos de desarrollo innovadores para esas poblaciones es un desafío
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importante. Hoy, las esperanzas reposan principalmente en el turismo, en todas sus
variantes, y en la valorización comercial de los productos agrícolas de calidad. Pese a
algunos casos emblemáticos –ecoturismo en Costa Rica, denominaciones de origen
del café en Brasil, redes de producción de quesos–, todavía queda mucho por hacer.
En efecto, en la región las soluciones alternativas apenas están surgiendo tímidamente,
ya se trate del desarrollo de formas de energía renovable, de modos de producción
menos destructores, de valorización de los productos forestales, de etiquetado o de
transporte. Es una labor considerable a la que aún no se le presta toda la atención
necesaria y que no se atiende de manera sistemática. Sin embargo, la reducción del
crecimiento demográfico, el crecimiento de las capacidades tecnológicas y la atención
a los desafíos ambientales son tres factores muy favorables al cambio.
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121 920
Territorios
indígenas
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34.9%
1.6%
16.7%
19.8%
% de la región
amazónica
del país
39.6%
2.0%
21.7%
20.0%
25 338
Área
Surinam
270 757
20 421
244 782
66 816
15.5%
% de la región
amazónica
del país
56.0%
4.2%
50.7%
13.8%
% de la región
amazónica
del país
324 618
152 488
305 961
171 145
Área
71.5%
33.6%
67.4%
37.7%
% de la región
amazónica
del país
79.7%
10.7%
64.8%
25.6%
% de la región
amazónica
del país
Venezuela
92 919
12 466
75 542
29 843
Área
Fuente: Instituto Socioambiental /Red Amazónica de información Socioambiental Georeferenciada (2010); véase: raisg.socioambiental.org
273 564
130 761
155 243
12 440
2.8%
Áreas sin
imbricación
5 914
indígenas
Imbricación
de las áreas
protegidas
y de los territorios
Territorios
indígenas
Áreas protegidas
Área
% de la región
amazónica
del país
1 984 570
Área
41.1%
100 305
Perú
195 248
Áreas sin
imbricación
8.6%
1 084 665
1 000 210
Área
Ecuador
72.3%
7.3%
8.2%
71.4%
% de la región
amazónica
del país
3 204 248
345 263
1 970 699
1 630 485
Área
41.2%
4.4%
25.3%
20.9%
% de la región
amazónica
del país
Total Amazonia
62 572
6 289
7 068
61 793
Área
Guayana francesa
16:23
Guyana
40 854
25.7%
24.0%
% de la región
amazónica
del país
Colombia
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indígenas
Imbricación
de las áreas
protegidas
y de los territorios
114 182
Áreas protegidas
Área
Área
% de la región
amazónica
del país
Brasil
Bolivia
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4. Políticas públicas
Anexo
Cuadro 46 Superficie y proporción de áreas protegidas en Amazonia
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5. Las relaciones
Unión Europea –
América Latina
[ 146 ]
Alfredo BENITES
Georges COUFFIGNAL
Desde hace cerca de tres décadas, la Unión Europea y América Latina intentan
construir un diálogo fomentado por valores comunes y fuertes lazos históricos y
culturales que durante los años 1980 y 1990 logró significativos avances dando
como resultado, en 1999, el establecimiento de una “asociación estratégica” entre
las dos regiones.
Sin embargo, la impresión que se tiene es que en la actualidad esta asociación progresa lentamente. Durante la última cumbre de jefes de Estado de la Unión Europea y
de América Latina que se llevó a cabo en Madrid, los 17 y 18 de mayo de 2010 –calificada de “éxito” por los cerca de 60 mandatarios presentes–, se firmaron varios acuerdos de asociación con países de Centroamérica, con Colombia y con Perú, se decidió
crear una Fundación Europa-América Latina y el Caribe (EUROLAC) así como reanudar
las negociaciones en vista de un acuerdo de asociación UE-MERCOSUR. Sin embargo,
todavía a finales de 2010 se ignoraba la manera en la que esta fundación podría
estructurarse y cuál de las tres candidaturas señaladas podría acogerla (Hamburgo,
Milán, París). Tampoco se veía de qué manera podrían superarse las divergencias en
materia de precios agrícolas entre la UE y el MERCOSUR. Más aún, ciertas interrogantes ven la luz en relación a la coherencia de firmar acuerdos bilaterales cuando el
discurso oficial es el de firmar acuerdos regionales. Consecuentemente, es legítimo
interrogarse sobre el tema y analizar el sentido así como las orientaciones actuales
de estas relaciones, tanto como los objetivos que se buscan en los tres sectores
clave que son el diálogo político, la cooperación para el desarrollo y los intercambios
comerciales.
[146] Daniela ORDOÑEZ y Mathilde MONDON participaron en la redacción del estudio inicial, a partir del cual se
elaboró este documento.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
A SAVOIR
5.1. Las relaciones políticas Unión Europea – América Latina
En su forma actual, estas relaciones remontan a los años 1980. En 1983, la Comunidad
Económica Europea (CEE) firma el primer acuerdo con el Pacto Andino. Ese mismo
año respalda el nacimiento del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá,
Venezuela), que pretendía promover una solución negociada de los conflictos
centroamericanos. En 1984, firma los acuerdos de San José con los países de
Centroamérica. Renueva su aval político para soluciones no conflictivas en 1985
cuando se constituye el “Grupo de Apoyo” de Contadora (Argentina, Brasil, Perú,
Uruguay). Por último, la CEE apoya sin reservas la creación, en diciembre de 1986,
del “Grupo de Río” del que hoy son miembros todos los países de la región
(incluyendo Cuba).
Desde entonces, las relaciones políticas entre Europa y América Latina se ampliaron.
La incorporación de España y de Portugal a la CEE, en 1986, y el fin del enfrentamiento
bipolar consecutivo a la caída del muro de Berlín, en 1989, permitieron institucionalizar
estas relaciones. En 1995, se abrieron negociaciones con el MERCOSUR, en 1996 con
Chile, en 1997 con México. La intensificación de las relaciones condujo a la UE y a
América Latina a decidir en 1999, en Río, la elaboración de una “asociación estratégica”
y la organización cada dos años de las Citas Cumbres de Jefes de Estado de las dos
regiones. Esta asociación reposa sobre tres pilares: el diálogo político, la cooperación
para el desarrollo y las relaciones comerciales. La UE se distingue así claramente de
la óptica que promueve Estados Unidos y que se centra, antes que nada, en la liberalización de los intercambios económicos y comerciales.
Este diálogo político pretende establecer posiciones comunes sobre los grandes problemas mundiales. A partir de los años 1980 y durante la década de 1990, este tipo
de encuentros políticos se va a institucionalizar. Además de las reuniones ministeriales
regulares, a partir de 1990 se instauró un diálogo con el Grupo de Río [ 147 ], y con
motivo de las firmas de acuerdos comerciales se desarrollaron considerablemente
los convenios interinstitucionales. En cada ocasión, la dimensión “diálogo político”
salió fortalecida y más aún respaldada por los encuentros anuales de jefes de Estado
de la Península Ibérica y de América Latina, el último de los cuales se llevo a cabo en
Mar del Plata en 2010.
[147] El Grupo de Rio, creado en 1986, integra hoy a 23 países de América Latina y el Caribe (incluyendo Cuba
desde 2008). Cuenta con una representación en Bruselas y se organizan encuentros regulares con la UE a nivel
ministerial. El 14 vo encuentro se llevó a cabo en Praga en mayo 2009 en torno a los temas de seguridad
energética, cambio climático y crisis económica y financiera.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
Es digno de destacar que el compromiso europeo en esta dinámica de acercamiento
y de profundización de sus relaciones con América Latina tiene sus raíces en los
valores y una historia comunes. Por encima de ello, la Unión Europea veía en América
Latina –región en búsqueda de su unidad– un área para exportar su modelo de
integración. De modo que no escatimó esfuerzos en ese sentido y, sin duda alguna,
inspiró algunos de los procesos de integración en América Latina (en especial el
MERCOSUR y la Comunidad Sudamericana de Naciones [ 148 ] ). Las citas cumbres UEAmérica Latina, que debutaron en Rio con la firma de una “asociación estratégica”,
fueron así el resultado natural del proceso iniciado en los años 1980. Estas cumbres
también permitieron el lanzamiento de programas de cooperación, en la actualidad
en ejecución.
Estos encuentros múltiples al más alto nivel sin duda acercaron –en ocasiones elaboraron– posiciones comunes en cierto número de temas (por ejemplo, sobre el asunto
del multilateralismo). Sin embargo, en algunas cuestiones mayores, esta posición
común es aún incipiente como se pudo comprobar durante la cumbre sobre medio
ambiente de Copenhague en 2009 o la de Cancún en 2010.
El nombramiento de un Presidente del Consejo Europeo y de un Alto Representante
para Asuntos Exteriores y Vicepresidente de la Comisión no parece, por ahora, haber
modificado la situación anterior. Por otra parte, en los encuentros internacionales se
ha reflejado la división de los latinoamericanos en relación a las grandes temáticas.
Aún más se hace hincapié que el principio de supranacionalidad no ha progresado
significativamente en América Latina. Quizás sea la razón por la cual, en la Cumbre de
Madrid de mayo 2010, la UE –aunque sin cambiar su discurso en la materia– pareció
alejarse o cuestionar el enfoque de integración regional. ¿Acaso no firmó, en detrimento de su política de integración regional, acuerdos de asociación bilaterales con
países (Colombia, Perú) o con conjuntos de países (Centroamérica) que corresponden
más bien a acuerdos comerciales apostillados con relaciones de cooperación más
estructuradas?
5.2. La cooperación para el desarrollo
Desde el inicio, la cooperación para el desarrollo fue uno de los ejes de la acción
exterior de la Comunidad Europea en sus relaciones con el resto del mundo. En
[148] La Comunidad Sudamericana de Naciones fue lanzada en Cuzco en 2004. Doce países de Sudamérica firmaron
en 2008 (Brasilia) el tratado constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) que se inspira del
“modelo de integración europea”.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
A SAVOIR
América Latina, después de los acuerdos de San José, el conjunto de los países
integró el programa “Países en Vías de Desarrollo - América Latina y Asia (PVD-ALA)”
cuyo impacto, si se observa la evolución de los intercambios entre las dos regiones,
es lejos de ser insignificante. Recordemos que la UE es el primer donante y el segundo
socio comercial de América Latina.
Los programas de cooperación se desarrollaron al filo de los años en numerosos
ámbitos: cohesión social, tecnologías de la información y la comunicación, cooperación
universitaria, cooperación entre autoridades locales, energías renovables, ayuda a la
inversión para la pequeña y mediana empresa (PYME), etc., y los fondos movilizados
han aumentado significativamente.
Desde 2002, es digno de destacar que la arquitectura de la cooperación de la
Unión Europea en América Latina se estructura y se apoya en tres instrumentos de
intervención:
El Programa Indicativo Regional (PIR)
El PIR comprende 18 países latinoamericanos (salvo Cuba). El primer PIR 2002-2006 fue
un hito en la historia de las relaciones de cooperación. Marcó, por un lado, la institucionalización de un ciclo de intervención de la UE en América Latina y, por el otro,
permitió la selección conjunta de los “desafíos” políticos prioritarios latinoamericanos:
a) la integración regional y b) la reducción de la pobreza. Con un presupuesto de
250 millones de euros, durante este PIR se implementaron nuevos programas regionales
(@lis, ALBAN, Euro-social), y se consolidaron otros (Al-Invest, URBAL…), reforzando
de esta manera la asociación bi-continental e impactando las organizaciones de la
sociedad civil. El segundo PIR, 2007-2013, con un presupuesto mayor (556 millones de
euros) incluye otros “desafíos políticos”: a) la cohesión social; b) el apoyo a la integración
regional; c) la “formación y la comprensión mutua”.
La cooperación subregional (Comunidad Andina de Naciones (CAN),
América Central y MERCOSUR)
El enfoque subregional de la UE se adoptó hace más de 35 años centrándose en las
regiones relativamente homogéneas dentro de una perspectiva de Integración subregional. La Declaración de la Cumbre de Río (1999) organiza el apoyo a los procesos
de integración subregional en torno a tres objetivos: a) el desarrollo económico y
social sostenible, b) la inserción en la economía mundial y c) la lucha contra la pobreza.
Para el periodo 2007-2013, la cooperación subregional de la Unión Europea dispone
de un presupuesto de 1 600 millones de euros. Esta modalidad de cooperación en
las tres subregiones marca en cierta medida el inicio del proceso de cooperación.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
Acuerdos UE con la CAN (Cartagena, 1969)
La CAN reúne en la actualidad a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú (Venezuela se
retiró de la CAN). Es el segundo bloque económico del subcontinente. La Unión
Europea es el principal donante de la subregión. En el ámbito comercial, la Unión
Europea ofrece a la CAN condiciones preferenciales para sus exportaciones de productos industriales o agrícolas (el 90% de sus exportaciones pueden entrar sin pago
de aranceles) y la clausula de “las naciones más favorecidas”.
Acuerdos con América Central (San José, 1984)
Las relaciones de la Unión Europea con Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá y El Salvador empezaron en los años 1980. En esta subregión (fuera de
Costa Rica) la pobreza afecta al 49% de la población y las catástrofes naturales son
recurrentes.
La cooperación europea financia numeroso proyectos para consolidar la democratización y la integración regional. Entre 2007-2013, un presupuesto de 840 millones
de euros apoya la buena gobernanza, la cohesión social y económica. En lo referente
a los intercambios comerciales, las negociaciones iniciadas en 2006 en la cumbre de
Viena dieron como resultado la firma de un acuerdo de asociación birregional
durante la cumbre UE-América Latina en Madrid, en mayo de 2010.
Acuerdos con el MERCOSUR (Asunción, 1992)
El MERCOSUR, cuarto grupo subregional del mundo, reúne a países miembros
permanentes (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y países asociados (Bolivia, Chile,
Colombia, Ecuador y Perú). La adhesión de Venezuela está en fase de ratificación. El
MERCOSUR y la CEE firmaron en 1992 un acuerdo de ayuda para establecer estructuras
subregionales. En 1999, se iniciaron negociaciones para liberalizar los intercambios
de la Unión Europea y el MERCOSUR, las cuales se estancaron muy rápidamente. Si en
la última cumbre (Madrid 2010) se decidió reiniciar las negociaciones entre la UE y
el MERCOSUR, todavía subsisten enormes obstáculos comerciales para crear lo que
podría ser “la mayor zona de libre comercio”. En efecto, los subsidios de la UE a la
exportación de algunos productos agropastorales dentro del marco de la PAC (trigo
y carne, por ejemplo) son sumamente criticados por los países de la subregión.
La cooperación bilateral (México y Chile)
Mientras que el discurso oficial es de apoyar los procesos de integración subregionales,
la Unión Europea firmó sus primeros acuerdos bilaterales con México y Chile, dos países
que no forman parte de ninguno de los grupos subregionales establecidos con el apoyo
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
A SAVOIR
de la Unión Europea. Se destaca sin embargo que México es miembro del Acuerdo
de Libre Comercio norteamericano (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá mientras
que Chile sólo es miembro asociado del Mercosur. El acuerdo de cooperación que
se firmó en 1997 con México entró en vigor el 1ro de octubre de 2000.
Incluye las relaciones políticas (institucionalización del diálogo), la cooperación económica, el comercio y la implementación de la zona de libre comercio de bienes y
de servicios. El acuerdo con Chile se firmó el 18 de noviembre de 2002 y entró en
vigor en 2004. Al lado de la liberalización de los intercambios se hace énfasis en el
desarrollo social, incluyendo a la participación de la sociedad civil. En esta perspectiva
bilateral se incluyen ahora los acuerdos con Colombia y con Perú de mayo 2010
(Madrid). ¿Cómo se les debe interpretar? ¿Acaso no están en contradicción con la
política de integración regional de la UE? ¿O es entonces una respuesta pragmática
de la UE al estancamiento de las negociaciones con el MERCOSUR y con la CAN?
5.3. Las relaciones comerciales
Este tercer pilar de las relaciones UE-América Latina concierne a un sector en el que,
en reiteradas ocasiones, la UE y América Latina expresaron su voluntad de profundizar
sus intercambios. Sin embargo, la brecha entre la estructura productiva de las regiones
y los intereses que de ella resultan, en especial en lo que concierne a la cuestión agrícola,
a menudo han conducido las negociaciones comerciales hacia un callejón sin salida.
Estas dificultades se reflejan en los intercambios comerciales estáticos así como en
los flujos comerciales y de inversión todavía poco dinámicos.
La situación de los flujos de IDE
El peso relativo de la UE en las IED latinoamericanas ha disminuido en estos últimos
años. Durante los años 1990, las IED europeas en América Latina fueron de particular importancia gracias a la participación de las empresas europeas en las privatizaciones masivas que realizaron los diferentes Estados latinoamericanos. Encabezadas
por las crecientes implantaciones españolas, las inversiones europeas se concentraron en los sectores de la energía y de los servicios, así como en los países del MERCOSUR, singularmente en Argentina y Brasil. Sin embargo, entre finales de los años
1990 y principios de los años 2000, durante los cuales varios países latinoamericanos
registraron crisis monetarias y financieras así como un neto rezago de crecimiento
económico, el volumen total de los flujos de IED en América Latina disminuyó (caída
de 41% en 2009). De igual forma, la parte de América Latina en el total de flujos de
IED europeas cayó por debajo del umbral simbólico de 5% desde 2007 cuando en
1997 rebasaba el 15%.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
Gráfico 38 Las IED en América Latina
América Latina: flujos de IED entrantes según el origen (en miles de millones USD)
Unión Europea
España
Mundo
140
120
100
80
60
40
20
0
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
Fuentes: EUROSTAT, UNCTAD.
América Latina: importancia como destino de IED europea
(en % del total de la IED europea fuera de la UE)
18
16
14
12
10
8
6
4
2
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
Fuentes: EUROSTAT.
Situación de los intercambios comerciales
A finales de los años 1990 y principios de los años 2000, el dinamismo del comercio
birregional se vio impactado por las crisis económicas que afectaron a numerosos
países latinoamericanos.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
A SAVOIR
Después de este periodo de estancamiento, el comercio registró una considerable
expansión en valor, como resultado de la reanudación de las importaciones de los
países de América Latina –consecuencia del ciclo de fuerte crecimiento del que
beneficiaron entre 2003 y 2008– y del aumento de sus exportaciones hacia la Unión
Europea –gracias al auge en los precios de las materias primas. Una vez más, la
crisis internacional –quiebra de Lehman Brothers en septiembre del 2008– afectó
considerablemente los intercambios comerciales. Las exportaciones latinoamericanas
hacia la Unión Europea fueron especialmente impactadas (-24% entre mayo 2008 y
mayo 2009) por la caída en los precios de commodities y por la recesión de la Unión
Europea. Las importaciones de la región en productos europeos también registraron
un declive importante (-23% entre mayo 2008 y mayo 2009) a causa, esencialmente,
de la contracción de la actividad en los países latinoamericanos.
No obstante, la revalorización de precios de las materias primas a partir del segundo
trimestre de 2009 permitió un progresivo repunte de las exportaciones latinoamericanas hacia la UE en tanto que las importaciones permanecieron estancadas.
Importancia de la UE como socio comercial de América Latina
Si los intercambios comerciales crecieron en valor, el peso comercial relativo de
Europa en América Latina disminuyó en los últimos 20 años. Su participación en el
total de importaciones latinoamericanas pasó de 20% en 1990 a 14% en 2008. Esta
situación contrasta fuertemente con el perfil de las relaciones comerciales entre
América Latina y China que se encuentran en constante aumento. Entre 1990 y
2008, el total de importaciones chinas de América Latina pasó de 0.6% a más de
10% y en la actualidad el gigante asiático es el tercer proveedor de la región, detrás de
Estados Unidos y de la Unión Europea. China es el tercer destino de las exportaciones
latinoamericanas (ocupaba el rango 17 en 1990).
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
Gráfico 39 América Latina: exportaciones e importaciones
América Latina: destino de las exportaciones (% del total)
1990
2000
2008
70
61.2
60
50
44.1
40
39.3
30
24.6
20
13.3
11.0
10
0.7
0.9
3.9
0
Estados Unidos
UE 27
China
América Latina: origen de las importaciones (% del total)
1990
2000
2008
60
50.2
50
40.2
40
32.3
30
20.4
20
13.9
14.2
10.8
10
0.6
2.2
0
Estados Unidos
UE 27
China
Fuentes: Paninsal 2008-2009, CEPAL.
Características de los intercambios comerciales
Los intercambios comerciales entre los dos continentes son desiguales, asimétricos y
concentrados.
Desiguales: desde 1993, la Unión Europea ha sido sistemáticamente excedentaria. Una
situación que se invirtió coyunturalmente a partir de 2006 cuando las exportaciones de
productos latinoamericanos hacia la Unión Europea rebasaron las exportaciones
europeas hacia América Latina principalmente en razón del auge en los precios de
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
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las materias primas. Sin embargo, la caída de los precios de los commodities a partir
de septiembre 2008 contrajo estas exportaciones y la región fue de nuevo deficitaria
en relación al Viejo Continente.
Asimétricos: en términos de productos intercambiados, América Latina importa de la
Unión Europea esencialmente productos industrializados mientras que las importaciones comunitarias de productos latinoamericanos son ampliamente dominadas
por productos primarios. En 2008, más del 95% del total de las importaciones latinoamericanas de productos europeos fueron productos manufacturados de los cuales
el 47% con fuerte contenido tecnológico. Los productos primarios sólo representaron
el 1% del total de las importaciones. En sentido inverso, los productos primarios constituyeron más del 40% del total de las exportaciones latinoamericanas, y aún cuando
a primera vista los productos industriales priman (más del 55% del total), estos últimos
son esencialmente productos manufacturados básicos. Esta situación ha cambiado
muy poco desde los años 1990.
Concentrados; las relaciones comerciales se limitan a un puñado de países. Argentina,
Brasil, Chile, Colombia y México representan más del 75% de los intercambios con
los países comunitarios. De igual forma, Alemania, España, Francia, Italia y el Reino
Unido son los principales clientes (proveedores) del continente latinoamericano
(reciben más del 60% de las exportaciones latinoamericanas y representan casi 55%
de las importaciones provenientes de la Unión Europea).
De este repaso general, se observa que a pesar de la voluntad política para profundizar
las relaciones económicas, las divergencias sobre los términos de liberalización de
los mercados, en especial en lo que concierne al sector agrícola, a menudo han sido
limitantes o un freno. Además, el acuerdo comercial entre la UE y el MERCOSUR
que representaría uno de los acuerdos más importantes del mundo, aún está lejos
de finalizar. A pesar de que las negociaciones se reanudaron en la cumbre de Madrid, el
antagonismo de intereses comerciales es todavía fuerte y las negociaciones se anuncian
“largas y difíciles”.
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5. Las relaciones Unión Europea – América Latina
Conclusión
A pesar de la lentitud, las citas cumbres bianuales de jefes de Estados de la UE y de
América Latina y el Caribe iniciadas en 1999 han tenido resultados concretos. Han
dado origen a la mayoría de los programas de cooperación (@lis, Eurosocial,
Eurosolar…), y han consolidado otros (URBAL, Alinvest). Lo han hecho bajo el título
genérico de “asociación estratégica” que abarca ámbitos sumamente extensos (se
enumeran 54 sectores): política, economía, cultura, educación, nuevas tecnologías,
gobernanza, profundización de la democracia, protección de los derechos humanos,
construcción de Estados de derecho.
Sin embargo, los efectos de estas cumbres son poco visibles y hoy en día las opiniones
públicas de los dos continentes cuestionan su legitimidad y su impacto. En Europa,
los movimientos altermundialistas empiezan a denunciar estas reuniones en las que
ven, antes que nada, instrumentos de propaganda de las ópticas de libre comercio
que favorecen el control de los países desarrollados sobre los que se encuentran en
vías de desarrollo. Por su lado, el ciudadano latinoamericano es más bien indiferente o
dubitativo ya que no ve resultados concretos, en particular en materia de reducción de
las desigualdades sociales o de la pobreza. Además, si es indudable que algunos procesos
de integración en América Latina, en especial el del MERCOSUR, se inspiraron de la
Comunidad Europea, el principio de supranacionalidad nunca se ha desarrollado
realmente en esta región. Hoy nos encontramos ante una maraña de estructuras
(MERCOSUR, CAN, MCCA, UNASUR, Alba, Grupo de Río, Comunidad del Caribe –
Caricom, etc.) en la cual es difícil discernir los conceptos de fondo que se gestionan
en esta región en términos de agrupaciones o de integración.
Por otra parte, a pesar del discurso europeo sobre la asociación estratégica y a pesar
de la importancia que representan los intercambios múltiples (económicos, culturales,
universitarios…) con América Latina, ésta no es una de la prioridades comerciales de
la Unión Europea. A nivel político, cabe preguntarse si no somos testigos de una cierta
desilusión compartida. Los europeos pensaban que América Latina se organizaría y
se estructuraría como ellos lo hicieron, y por su parte los latinoamericanos esperaban
mucho de la Unión Europea, en especial en materia económica.
Por último, el llamado “triángulo trasatlántico” (Estados Unidos-América Latina-Europa),
que parecía afirmarse en los años 1990, se atenúa con la creciente influencia de Brasil
como actor global, y con la llegada de China, cada vez más presente en la región. En
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suma, después de haberse desvinculado de los Estados Unidos, ¿estará hoy América
Latina desvinculándose de Europa? La pregunta merece ser planteada. Sin embargo,
¿no se sitúa esto dentro de la lógica del mundo multipolar que se perfila, en particular
con la creación del G20? Argentina, Brasil y México son miembros del G20 y a través de
esta representación, América Latina cuenta en esta instancia con un peso superior al
que normalmente le asignarían su PIB o su población.
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y largo plazo , Instituto de estudios latinoamericanos (Universidad de Alcalá), Madrid.
OECD (2010), Latin American Economical Outlook 2011, París.
ROUQUIÉ, A. (2006), Le Brésil au XXIe siècle. Naissance d'un nouveau grand, Fayard, París.
WONG, R.Y. (2006), The Europeanization of French Foreign Policy. France and the
European Union in East Asia , Palgrave Macmillan, Basingstoke.
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Conclusión general
A raíz de las decisiones del Comité Interministerial de la Cooperación Internacional
y el Desarrollo (CICID) de autorizar la AFD a intervenir en nuevos países de Asia y de
América Latina, la dirección general de la AFD procedió, el 1ro de octubre de 2009, a
la creación de un nuevo departamento geográfico “América Latina y el Caribe” (ALC).
En paralelo a la apertura de las agencias y a la evaluación de los financiamientos, el
departamento ALC se esmeró en precisar el contenido de las intervenciones de la
AFD y el despliegue de medios en esa región.
Dentro de ese marco, la AFD decidió la elaboración del presente estudio que encargó
al Institut des Amériques (IdA) y que expone el contexto de las acciones de las instituciones financieras de desarrollo. Los análisis de los expertos del IdA revelan a una
América Latina emergente y con una mayor participación en la evolución del mundo.
No obstante, la región encara desafíos y enfrenta obstáculos para su desarrollo,
principalmente a nivel de las desigualdades sociales y territoriales, de la insuficiencia
de infraestructuras y de la baja productividad. Estos análisis también destacan que,
en un mundo más complejo, la cooperación necesita evolucionar de manera a dar
respuesta a los grandes desafíos de la globalización que se describen en el documento
“Marco Francés de Cooperación para el Desarrollo”.
En ese sentido, las intervenciones de la AFD se enfocarán en consolidar las cooperaciones entre los diferentes actores, se trate de instituciones o de empresas francesas
y latinoamericanas, al mismo tiempo que apoyarán políticas coherentes con los
desafíos del desarrollo en América Latina. De modo que, según las orientaciones
definidas por los ministerios de tutela de la AFD, en términos operacionales nuestros
financiamientos deberían principalmente contribuir a equipar las ciudades sustentables,
favorecer las inversiones en eficacia energética y energía renovable, apoyar la protección de la biodiversidad, promover una producción agrícola y una gestión forestal
ecológicas, participar en la implementación de proyectos de cooperación trilateral
en América Latina y en otras regiones del mundo.
Estas acciones se insertan en la política francesa de fortalecimiento de las relaciones
entre la Unión Europea y la región de América Latina ahora que se perfila un mundo
multipolar. Serán sustentadas por grandes instituciones multilaterales y regionales de
financiamiento al desarrollo con las que la AFD ha firmado acuerdos marco de asociación. De manera más amplia, participarán en una dinámica de mutua experiencia y
enriquecimiento.
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Lista de siglas y abreviaciones
ABC
Ahorro-Bono-Crédito
ABRAPP
Associação Brasileira das Entidades Fechadas de Previdência
Complementar (Asociación Brasileña de Fondos de Pensión)
ACCA
Área de Conservación de la Cultura y el Ambiente
de la Patagonia chilena
AFD
Agence Française de Développement
(Agencia Francesa de Desarrollo)
AFP
Administradora de Fondos de Pensión
AIDESEP
Asociación Interétnica del Desarollo de la Selva Peruana
AIE
Agencia internacional de la Energía
AIOS
Asociación Internacional de Organismos de Supervisión
de Fondos de Pensión
ALABRT
Asociación Latinoamericana de Autobuses de Tránsito Rápido
y de Sistemas Integrados de Transportes
AME
Asociación de Municipalidades Ecuatorianas
ANSES
Administración Nacional de la Seguridad Social
ARPA
Programa Áreas Protegidas de la Amazonia
ARS
Pesos argentinos
ARS
Administradoras de Régimen Subsidiado (Colombia)
AUGE
Plan de Acceso Universal con Garantías Explícitas
AUH
Asignación Universal por Hijo para Protección Social (Argentina)
BID
Banco Interamericano de Desarrollo
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Lista de siglas y abreviaciones
A SAVOIR
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BPC
Beneficio de Prestación Continua (Brasil)
BRL
Real brasileño
BRT
Bus Rapid Transit (Autobús de Tránsito Rápido)
CAF
Corporación Andina de Fomento
CAN
Comunidad Andina de Naciones
CCNUCC
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático
CCTP
Conditional Cash Transfer Programmes
(Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas)
CEE
Communidad Económica Europea
CELADE
Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía
CEPAL
Comisión Económica para América Latina
CEPALC
Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
CFI
Consejo Federal de Inversiones
CICID
Comité Interministerial para la Cooperación Internacional
y el Desarrollo
CLP
Pesos chilenos
CNE
Consejo Nacional Electoral
CONAIE
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
DF
Distrito Federal (México)
DGCID
Dirección General de la Cooperación Internacional y del Desarrollo
DUIS
Desarrollo Urbano Integral Sustentable (México)
EIU
Economist Intelligence Unit (Unidad de Inteligencia Económica)
ENCE
Empresa Nacional de Celulosas de España
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Lista de siglas y abreviaciones
EPI
Índice de Desempeño Ambiental
EPS
Entidades Promotoras de Salud (Colombia)
EUROLAC
Fundación Europa-América Latina y el Caribe
FAO
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura
FARC
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
FMAM
Fondo para el Medio Ambiente Mundial
(conocido también por sus siglas en inglés, GEF o en francés, FEM)
FFEM
Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial
FIAP
Federación Internacional de Administradoras de Fondos
de Pensiones
FNDR
Fondo Nacional de Desarrollo Regional (Chile)
FONADIN
Fondo Nacional de Infraestructura (México)
FONAFIFO
Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Costa Rica)
FONASA
Fondo Nacional de Salud
FONDEN
Fondo de Desarrollo Nacional
FOSIS
Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Chile)
GEF
Global Environment Fund (véase FMAM, por sus siglas en español)
GEI
Gas de efecto invernadero
GIEC
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
GRET
Grupo de Investigación e Intercambios Tecnológicos (Francia)
GTZ
Agencia Alemana de Cooperación Técnica para el Desarrollo
IdA
Institut des Amériques (Instituto de las Américas)
IDH
Índice de Desarrollo Humano
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Lista de siglas y abreviaciones
A SAVOIR
IDR
Inversión pública de Decisión Regional
IED
Inversión Extranjera Directa
IFPRI
International Food Policy Research Institute
(Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias)
IIRSA
Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana
MAS
Movimiento Al Socialismo (Bolivia)
IMSS
Instituto Mexicano del Seguro Social
INSS
Instituto Nacional do Seguro Social
IRD
Instituto de Investigación para el Desarrollo
ISA
Instituto Socioambiental (Brasil)
ISAPRES
Instituciones de Salud Previsional (Chile)
IVVS
Instituto Venezolano de los Seguros Sociales
LOAS
Ley Orgánica de la Asistencia Social
LULUCF
Land Use, Land-use Change and Forestry
(Uso de la Tierra, Cambio de uso de la Tierra y Silvicultura)
MAEE
Ministerio de Asuntos Exteriores y Europeos
MERCOSUR Mercado Común del Sur
[392]
MINVU
Ministerio de Vivienda y Urbanismo
OCDE
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
OIT
Organización Internacional del Trabajo
OLAGI
Organización Latinoamericana de Gobiernos Intermedios
OMD
Objetivos de Desarrollo del Milenio
OMS
Organización Mundial de la Salud
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Lista de siglas y abreviaciones
ONG
Organización No Gubernamental
OPS
Organización Panamericana de la Salud
PAC
Programa de Aceleración del Crecimiento (Brasil)
PAC
Política Agrícola Común (Unión Europea)
PACA
Conseil régional Provence-Alpes-Côte d’A zur
PAN
Partido Acción Nacional
PASIS
Pensión Asistencial de Ancianidad (Chile)
PAYG
Pay As You Go
PDVSA
Petróleos de Venezuela S.A.
PED
Países en desarrollo
PIB
Producto Interno Bruto
PIR
Programa Indicativo Regional
PJJHD
Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (Argentina)
PLN
Partido de Liberación Nacional
PLUS
Plan Limitado Único de Salud
PMAS
Pensión Máxima con Aporte Solidario
PMDB
Partido del Movimiento Democrático Brasileño
PME
Pequeña y Mediana Empresa
PNAD
Pesquisa Nacional de Amostra de Domicilios (Brasil)
PNI
Programa Nacional de Infraestructura (México)
PNUD
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
PNUE
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
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Lista de siglas y abreviaciones
A SAVOIR
[394]
POS
Plan Obligatorio de Salud
POSS
Plan Obligatorio de Salud Subsidiado
PPG7
Programa Piloto del G7 para la Protección de los Bosques
Tropicales de Brasil
PRI
Partido Revolucionario Institucional (México)
PRODES
Programme Legal Amazon Monitoring and Deforestation Project
(Proyecto de Monitoreo de la Deforestación en la Amazonia Legal)
PSDB
Partido de la Socialdemocracia brasileña
PT
Partido de los Trabajadores
PTB
Partido Laborista Brasileño
PUSC
Partido de Unidad Social Cristiana
PVD-ALA
Programa Países en Desarrollo América Latina y Asia
RAISG
Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada
3R
Reducir, Reciclar, Reutilizar
REDD
Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation
(Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación Forestal)
SAU
Superficie Agrícola Util
SBS
Seguro Básico de Salud
SISBEN
Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios
de Programas Sociales
SNASPE
Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado
SNUC
Sistema Nacional de Unidades de Conservación de la Naturaleza
SPS
Seguro Popular de Salud
SU
Sufragio Universal
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Lista de siglas y abreviaciones
SUF
Subsidio Unitario Familiar (Chile)
SUNAT
Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Perú)
SUS
Sistema Unificado de Salud
TLCAN
Tratado de Libre Comercio de América del Norte
UE
Unión Europea
UNASUR
Unión de Naciones Suramericanas
UNESCO
Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura
USAID
United States Agency for International Development
(Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional)
USD
Dólar (de Estados Unidos)
VAR
Value at risk (Valor en Riesgo)
VAR
Vectores Autoregresivos
WRI
World Resources Institute (Instituto de Recursos Mundiales)
WWF
World Wide Fund for Nature (Fondo Mundial para la Naturaleza)
ZEE
Zona Económica Exclusiva
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¿Qué es la AFD?
La AFD, Agence Française de Développement , es una institución pública que trabaja
desde hace 70 años en la lucha contra la pobreza y el fomento al desarrollo de los
países en desarrollo así como de los territorios franceses de Ultramar. La AFD
implementa la política de ayuda al desarrollo del gobierno francés.
Presente en más de 50 países y en 9 territorios de Ultramar, la AFD otorga financiamiento y da seguimiento a proyectos que buscan mejorar las condiciones de vida de las
poblaciones, impulsar el crecimiento económico y proteger al planeta: escolarización,
salud materna, apoyo a los agricultores y a la pequeña empresa, suministro de agua,
preservación de los bosques tropicales, lucha contra el cambio climático, son algunos
de sus temas.…
En 2010, la AFD destinó más de 6 800 millones de euros al financiamiento de
actividades en los países en desarrollo y en los territorios de Ultramar. Estos fondos
contribuyen principalmente a escolarizar a 13 millones de niños, mejorar el abasto en
agua potable para 33 millones de personas y otorgar microcréditos para beneficio
de 700 000 personas. Los proyectos de eficiencia energética que la AFD apoyó en
2010 significan un ahorro anual en emisiones de dióxido de carbono (CO2 ) cercano
a los 5 millones de toneladas.
www.afd.fr
Agence Française de Développement
5, rue Roland Barthes – 75598 Paris cedex 12
Tel: 33 (1) 53 44 31 31 – www.afd.fr
Depósito legal: septiembre 2011
ISSN : 2105-553X
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Septiembre 2011
Los desafíos del desarrollo
en América Latina
04
Sin embargo, para ello requiere disponer de ventajas comparativas, definir
sistemas de cooperaciones originales y diversificadas así como construir estrategias de alianza. Un objetivo que implica identificar y puntualizar los grandes
desafíos económicos y sociopolíticos de la América Latina contemporánea. Es
propósito de este trabajo contribuir a ese conocimiento.
COORDINADORES DEL TRABAJO
Carlos QUENAN
Economista, profesor en el IHEAL
Sébastien VELUT
Geógrafo, profesor en el IHEAL
Serge ALLOU
Socioeconomista, GRET
participó en la coordinación del estudio inicial
CONTACTO
Eric JOURCIN
Departamento para América Latina y el Caribe, AFD
jourcine @ afd.fr
A SAVOIR
Los desafíos del desarrollo en América Latina / Institut des Amériques / Septiembre 2011
Dinámicas socioeconómicas y políticas públicas
Más allá de una diversidad de situaciones nacionales y regionales, América Latina
presenta rasgos comunes que le confieren un lugar particular en el mundo.
Una posición que se destaca por una serie de atributos, de éxitos, de evoluciones
positivas pero también por un cierto número de rezagos y de problemas que
frenan su desarrollo. Todas estas características constituyen sendos motivos de
intervención para una institución de desarrollo como la AFD.
Los desafíos
del desarrollo
en América Latina
A SAVOIR
04
Dinámicas socioeconómicas
y políticas públicas
Institut des Amériques
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