Grasas Vegetales Sobrepasantes para una Mayor Productividad en Vacas Lecheras Publicado el 12/09/2013 - Lecturas: 830 Un estudio colombiano comprueba que alimentar los hatos lecheros con aceites vegetales aumenta significativamente la producción del nutritivo líquido. Es más benéfico para las vacas en periodo de lactancia, porque les brinda más defensas ante enfermedades. Uno los sectores pecuarios más desarrollados del mundo es el ganadero. A las vacas les exprimen, literalmente, hasta su última gota de leche dado el continuo crecimiento del consumo de derivados lácteos. Debido a esto, se exploran nuevos mecanismos para hacer aún más productivos los hatos lecheros. Sin embargo, el continuo mejoramiento genético para lograr este fin se ha relacionado con la disminución en la fertilidad de estos animales. Esto se explica por el incremento en sus requerimientos nutricionales en el momento de la gestación y la deficiencia en las condiciones de manejo y alimentación. La exagerada movilización de reservas de energía del tejido adiposo (grasa) y los cambios en la concentración de metabolitos y hormonas del metabolismo causan un retraso en la reactivación fisiológica de la reproducción. De hecho, el periodo de gestación es una de las etapas más críticas tanto para el ganado como para los productores. ¿Cómo lograr que las vacas preñadas continúen su etapa como “despensas” de leche y no se afecte su salud? Definitivamente la alimentación es un factor esencial. Un Buen Suplemento Mantener el ritmo de crecimiento y la calidad de la leche colombiana es crucial para ser más competitivos en un mercado internacional cada vez más reñido. Por eso, el Grupo de Investigación en Manejo y Conservación de Ganado Criollo Hartón del Valle, de la Universidad Nacional de Colombia (UN) en Palmira, trabaja en estrategias que deriven en valores agregados para el sector. Estudian los cambios metabólicos y nutricionales de las vacas durante las tres semanas finales de gestación y las tres siguientes al parto. Es un tiempo conocido como período de transición. En este intervalo se presentan diversos procesos de adaptación del organismo a una crítica situación productiva. Por ejemplo, al acercarse la lactancia (último mes de gestación), se incrementan los requerimientos energéticos del animal hasta en un 23%. Paralelo, el consumo de alimento se disminuye hasta en un 30%. Esto ocasiona un desbalance entre los nutrientes requeridos y los consumidos (un balance energético negativo); el cual comienza desde un mes antes del parto y puede llegar hasta la séptima semana después del mismo. “Lo anterior está estrechamente relacionado con la aparición de enfermedades metabólicas y la función reproductiva posparto, lo que repercutirá en el ciclo productivo de la vaca”, sostiene el profesor Rómulo Campos Gaona, doctor en Ciencia Veterinaria y director del Grupo. El investigador señala que en este período las hembras presentan una alta demanda energética y no es posible cubrirla con la alimentación normal. Por esta razón, se ven obligadas a movilizar sus reservas corporales de grasa para mantener la producción de leche, lo cual se refleja en un desgaste notable de su condición corporal. Las grasas son una fuente importante de energía, pero pueden interferir con la fermentación ruminal, que es el proceso por el cual los rumiantes transforman el pasto digerido en energía. Lo que ocurre, entonces, es una disminución en el aprovechamiento de la fibra, y se deprime la producción de grasa láctea. Por este motivo, se hace necesario utilizar grasas de sobrepaso elaboradas principalmente de aceites vegetales. Estas proporcionan ácidos grasos parcialmente hidrogenados o sales cálcicas de ácidos grasos que no son metabolizadas en el rumen (la primera de las cuatro cavidades que conforman el estómago de los rumiantes); por tanto, no afectan los procesos fermentativos que allí ocurren. Esto significa que el organismo del animal absorbe directamente el material sobrepasante (llamado así porque evita su paso por el rumen) y así se evitan las complicaciones digestivas, contrario a lo que ocurre con otra clase de suplementos alimenticios. Comparaciones en Campo El trabajo de grado de Katherine García Alegrías, estudiante de Zootecnia de la UN en Palmira, bajo la dirección de profesor Campos, evaluó el efecto de la adición de grasa sobrepasante en la alimentación del ganado, en aspectos como la producción y composición de la leche, la condición corporal de los animales, la respuesta inmunológica y la reactivación ovárica en vacas lecheras. La investigación se llevó a cabo en la hacienda Campo Alegre, localizada en el municipio de Palmira, en donde se utilizaron 17 animales de origen multirracial, con cruzamientos genéticos de las subespecies bovinas Bos indicus y Bos taurus, utilizadas para la producción de leche. Los ejemplares seleccionados se encontraban en un período cercano al parto y fueron distribuidos en tres grupos: uno de control compuesto por siete animales y dos de cinco ejemplares cada uno, a los cuales se les asignaron dos niveles de suplementación de grasa sobrepasante, de 150 gramos (denominado Tratamiento 1) y de 300 gramos de una grasa comercial (denominado Tratamiento 2). Buen Rendimiento El profesor Campos indica que entre mayor grasa sobrepasante se les suministró, más se incrementó la producción de leche en el posparto temprano sin que los animales se hubieran visto obligados a movilizar drásticamente sus reservas corporales. También mejoró, a su vez, la eficiencia reproductiva del hato hasta en un 60%, con una reactivación ovárica temprana y mayor tasa de preñez. De otra parte, la suplementación evidenció mejoras en la respuesta inmune de las vacas en período de transición, al mostrar un aumento en el porcentaje de neutrófilos (células de defensa del organismo que ayudan a disminuir los riesgos de aparición de enfermedades infecciosas). Con el trabajo se comprobó que los hatos lecheros pueden implementar estrategias de alimentación más eficaces para el aumento de la producción, pero a la vez más benéficas para la salud de los animales. Colombia es Lechera por Excelencia Según Proexport, Colombia ha logrado posicionarse como el cuarto productor de leche en América Latina con un volúmen aproximado de 6.500 millones de litros por año, superado solo por Brasil, México y Argentina. En el mundo ocupa el puesto quince. Además, pasó de 2.000 millones de litros en el año de 1979 a 6.500 millones en 2010, con una tasa de crecimiento promedio de 3,5% anual. Esta dinámica es el resultado de las innovaciones en los sistema de alimentación y manejo del ganado, y principalmente del mejoramiento genético de los hatos gracias a la compra y renovación de especies forrajeras altamente productivas.