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Claves de género de la crisis económica en España
Key Gender Issues in the Economic Crisis in Spain
María Luz Rodríguez Fernández
[email protected]
Universidad de Castilla-La Mancha
“La inversión en mujeres, y su participación, no es solo un imperativo moral, sino también
una inversión en democracia y un baluarte contra el fundamentalismo y la opresión”, Sharan
Burrow, Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional
Resumen:
Debido a la definición de “trabajo” que habitualmente emplean laboralistas y economistas, y a
que la crisis económica ha afectado en España fundamentalmente al sector de la construcción,
con una composición de la fuerza de trabajo mayoritariamente masculina, apenas si han salido a
la luz los efectos de la misma sobre las mujeres. Sin embargo, en este artículo se avalan con datos
estadísticos las siguientes conclusiones: que las mujeres han sufrido significativas pérdidas de
empleo y de afiliación a la Seguridad Social, más intensas a medida que la crisis ha avanzado y las
políticas de austeridad se han puesto en marcha; que ha habido un importante incremento del
número de mujeres en busca de trabajo remunerado fuera del hogar; y que el tiempo que las
mujeres dedican al trabajo es mayor que el de los hombres. Con todo, el peor efecto de la crisis es
que la igualdad ya no está en la agenda política y que los derechos de reconciliación de la vida
familiar y profesional han sufrido un importante retroceso en la reforma laboral de 2012.
Palabras clave:
Igualdad, Género, Empleo, Reconciliación vida laboral y familiar, Crisis económica
Abstrac:
Due to the definition of “work” usually employed by labour lawyers and economists, and given
that the economic crisis in Spain has had an impact mainly on the construction sector, which has
a mainly male workforce, the effects of the crisis on women have hardly come to light. However,
this paper provides data to support the following conclusions: women have suffered significant
employment and Social Security affiliation losses, more intense as the crisis has advanced and the
austerity policies have been launched; there has been a significant increase in the number of
women seeking paid work outside the home; and women spend more time working than men.
Nonetheless, the worst effect of the crisis is that equality is no longer in the political agenda, and
that the rights of reconciliation of family and professional life underwent a considerable setback
in the 2012 labour reform.
Keywords:
Equality, Gender, Employment, Reconciliation of work and family life, Economic Crisis
1. Razones por las que los efectos de la crisis sobre las mujeres resultan
invisibles
Cuando se analizan los efectos de la crisis económica habida en España desde 2008 sobre
el mercado de trabajo y las reformas laborales que han pretendido darle respuesta, se corre el
riesgo de no ver lo que ha sucedido desde entonces a las mujeres. Ello es así, en primer lugar,
porque las personas que analizamos el mercado de trabajo y las normas que lo regulan solemos
tomar como valores de referencia los propios del “trabajo remunerado”. El “trabajo” objeto de
nuestros estudios es el que se desarrolla de forma libre, remunerada, dependiente y por cuenta
ajena. Es así como lo define la norma, en el caso de España el Estatuto de los Trabajadores1, y es
así como lo proyectamos en nuestros análisis. Hay quienes se jactan, incluso, de que esta
definición de “trabajo” no es fruto de un ejercicio intelectual, sino el resultado de haber llevado a
la norma los caracteres que definen el “trabajo” en la realidad: la forma de “trabajar” hegemónica
que se expandió tras la Revolución Industrial en el sistema capitalista y que aún sigue plenamente
presente en él. Con este enfoque, todavía mayoritario entre laboralistas y economistas, es
imposible ver qué sucede más allá de unas fronteras en la definición de lo que se entiende por
“trabajo” que proceden de un tiempo y una realidad social en que germinó el modelo family wage
(Fraser 1994, 591), y donde la división sexual del trabajo y la desvalorización del que realizaban
1
Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto de
los Trabajadores, texto consolidado disponible en http://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1995-7730
(revisado: 21 de junio de 2013).
2
habitualmente las mujeres hicieron que en la norma solo se plasmaran los atributos jurídicos
definidores el trabajo masculino (Agenjo 2011, 87).
De ahí que los análisis clásicos o convencionales no reparen en consecuencias de la crisis
que quedan fuera del marco del intercambio de trabajo por salario. Que se analicen las tasas de
empleo o de paro, en el mejor de los casos desagregando los datos por razón de sexo según las
pautas del “empirismo feminista”, pero no se sepa casi nada de lo que ocurre en los hogares, ni
de cómo incide la crisis en el trabajo no remunerado de cuidados que aún desarrollan más
habitualmente las mujeres. En algunos casos porque los cuidados no se consideran ni siquiera
trabajos; y, en otros, porque, aun considerando que lo son, faltan datos e instrumentos para
medir esa otra realidad económica. El resultado de ello es que, salvo en algunas obras
procedentes de la economía feminista, apenas ven la luz los efectos que la crisis económica haya
podido causar sobre los más de 9’1 millones de mujeres que la última Encuesta de Población
Activa (en adelante, EPA) denomina -de modo bien elocuente al respeto de la concepción de
“trabajo” dominante (Gálvez y Torres 2010, 17)- “inactivas”, ni de los que hayan podido sufrir
los más de 7’5 millones de mujeres “ocupadas” fuera del trabajo remunerado.
La segunda razón por la que las consecuencias de la crisis sobre las mujeres pueden pasar
desapercibidas tiene que ver con el modo como se ha desarrollado la misma en España. A la
crisis financiera internacional se ha sumado la especificidad de haberse derrumbado el sector de la
construcción, que había sido hasta entonces el motor de crecimiento de la economía y cuya
fuerza de trabajo era toda o prácticamente toda masculina. Sabido es que los efectos sobre el
empleo de las mujeres en las crisis dependen de cómo estén situadas en la correspondiente
estructura productiva, razón por la que no hay un patrón uniforme para evaluar las consecuencia
de género de las crisis económicas, sino variaciones en función de la situación previa de las
mujeres en el entramado económico respectivo (Walby 2009, 7-8). En España, el hecho de que la
crisis haya afectado fundamentalmente al sector de la construcción y de que el mismo tuviera una
fuerza de trabajo eminentemente masculina ha determinado que su incidencia sobre el empleo de
las mujeres haya sido menor o, al menos, haya parecido menor.
Durante la crisis, y según los datos de la EPA2, se han perdido más de 3’7 millones de
empleos, de los cuales más de 2’8 millones estaban ocupados por hombres y cerca de 881.000
ocupados por mujeres. Ante dato semejante, donde más del 76% de los empleos perdidos por la
crisis estaban ocupados por hombres, la pérdida de empleo de las mujeres puede parecer, en
2 Los datos en relación con la EPA que se proporcionan en el texto proceden de una comparación entre los relativos
al Primer Trimestre de 2008 (http://www.ine.es/daco/daco42/daco4211/epa0108.pdf), fecha inmediatamente
anterior al que comúnmente se acepta como inicio de la crisis, con los datos de la EPA del Primer Trimestre de 2013
(http://www.ine.es/daco/daco42/daco4211/epa0113.pdf), que son los últimos disponibles (revisado: 21 de junio de
2013).
3
comparación, “poca cosa”. Por ello, porque las comparaciones entre cómo ha afectado la crisis a
los hombres y a las mujeres, ensombrecen lo que les ha pasado a estas últimas, he decidido
centrarme únicamente en los datos que las afectan a ellas, para que, más allá de lo que les haya
sucedido a los hombres, se vean en toda su dimensión las consecuencias de la crisis sobre las
mujeres.
2. Incremento del desempleo y pérdida de afiliación a la Seguridad Social
Tal como he dicho, casi 881.000 mujeres asalariadas han perdido sus puestos de trabajo.
Pero son cerca de 2’9 millones las que están desempleadas, lo que significa un incremento del
número de mujeres en desempleo de más de 1’7 millones y de su tasa de paro de casi 16 puntos,
siendo la actual del 27’61%. Conviene precisar a este respecto que, a lo largo de toda la crisis, y
por cuantiosa que haya podido ser la pérdida de empleo de los hombres, la tasa de paro de las
mujeres siempre ha sido más alta que la de ellos. Aunque también es verdad que ambas tasas de
paro han ido convergiendo, ya que, al inicio de la crisis, la tasa de paro femenina era 4’12 puntos
más alta que la masculina, mientras que en la actualidad la diferencia entre ambas es de 0’83
puntos. La razón de esta convergencia no es, en vista de los datos que se acaban de proporcionar,
la mejora en el empleo de las mujeres, sino el puro empeoramiento en el empleo de los hombres,
que ha producido una especie de nivelación a la baja de las situaciones de desempleo de ambos
(Gálvez y Torres 2010, 102) y una imagen claramente falsa de haber avanzado durante la crisis en
igualdad de género.
Algo semejante ha sucedido en relación con la afiliación a la Seguridad Social. Desde
marzo de 20083 han sido casi 626.000 las mujeres que han dejado de estar en alta. Sin embargo, se
ha producido un fenómeno a destacar. El mayor número de mujeres en alta en la Seguridad
Social que ha tenido nunca España se alcanzó en mayo de 2008, esto es, cuando estaba
empezando a sentirse la crisis. Eran casi 8’3 millones de mujeres en alta. Desde entonces, el
número de mujeres afiliadas a la Seguridad Social no ha hecho más que descender, hasta alcanzar
los algo más de 7’5 millones actuales, razón por lo que la pérdida real de afiliadas a la Seguridad
Social provocada por la crisis económica es de más de 759.000 mujeres. Aun así, a medida que ha
ido evolucionando la crisis y reduciéndose también la afiliación de los hombres, el porcentaje de
mujeres en alta con respecto al de ellos ha ido creciendo hasta alcanzar en la actualidad algo más
de un 46%. De ahí que pudiera darse la imagen de que hemos crecido en igualdad en el espacio
3
Los datos en relación con la afiliación a la Seguridad Social proceden de la comparación entre marzo de 2008 y
marzo de 2013 y están disponibles en http://www.empleo.gob.es/series/ (revisado: 21 de junio de 2013).
4
de la Seguridad Social, cuando lo que ha ocurrido es que mujeres y hombres también se han
igualado a la baja en este terreno.
Es más, es en el ámbito de la Seguridad Social donde se han empezado a hacer más
visibles las consecuencias para las mujeres de las políticas de austeridad que se están poniendo en
práctica frente a la crisis.
Es bien habitual recordar que las políticas de recorte del gasto social tienen importantes
consecuencias de género (Walby 2009, 16). También en el ámbito del empleo. Por una parte, en
los sectores de actividad productiva más vinculados al gasto social, como educación, sanidad o
servicios sociales, suelen trabajar más mujeres que hombres, por lo que los recortes de plantilla
provocados por los recortes en inversiones públicas suelen afectar más a las primeras (OIT 2011,
3). Por otra, algunos de estos sectores de gasto social son los que, a su vez, proporcionan
cuidados de personas mayores, dependientes y menores, lo que no pocas veces libera a las
mujeres de trabajados no remunerados de cuidado y hace que tengan más disponibilidad para
poder acceder al mercado de trabajo remunerado. De ahí que los recortes en gasto social puedan
repercutir también por esta otra vía en el empleo de las mujeres, ya que será más difícil mantener
o acceder al empleo remunerado si deben asumir los trabajos de cuidado que deja de asumir el
Estado (Gálvez y Torres 2010, 64).
Este doble impacto negativo está produciéndose en este momento en España, donde
podemos decir que la crisis está cambiando de cara. Empezó siendo una crisis en el sector de la
construcción y destruyendo miles de empleos ocupados por hombres. Pero los recortes de gasto
social habidos desde mayo de 2010 están convirtiéndola en una crisis “femenina” y destruyendo
en la actualidad miles de empleos ocupados por mujeres. Basta con ver la progresión en la
pérdida de empleo de mujeres en los tres últimos años para darse cuenta de ello: 61.000, 186.800
y 308.300 empleos perdidos en 2010, 2011 y 2012, respectivamente. Ello es fruto de que hay más
mujeres que hombres trabajando en los sectores donde se están produciendo los recortes de
gasto público (el 55.1% de los/as asalariados/as del sector público son mujeres); de la expansión
de la crisis hacia el sector de los servicios, donde tienen una fuerte presencia laboral las mujeres;
y, sobre todo, de una estrategia de lucha contra la crisis que no tiene en cuenta las consecuencias
que produce desde la perspectiva de género (Rodríguez 2013).
Un ejemplo bien significativo de la vinculación entre políticas de austeridad y retroceso
en los derechos de las mujeres es el de los/as “cuidadores/as no profesionales”.
En julio de 2012, y con el fin de reducir gasto público, el Gobierno decidió modificar el
régimen de afiliación a la Seguridad Social de los denominados “cuidadores no profesionales” de
5
las personas en situación de dependencia, en su mayor parte mujeres4. Hasta ese momento, las
cotizaciones a la Seguridad Social eran asumidas por la Administración General del Estado, quien
las pagaba con cargo a impuestos a la propia Seguridad Social, con el objetivo de que las mujeres
que cuidaban de familiares en situación de dependencia pudieran tener en el futuro su propia
protección social, aun sin “trabajar” en el mercado de trabajo remunerado.
Aunque de carácter controvertido, por poder perpetuar el rol de cuidado que
generalmente han asumido las mujeres, era un importante avance de la Ley de Dependencia,
aprobada en 20065. Tanto que había más de 180.000 personas, el 90% de ellas mujeres6, que
estaban cotizando a la Seguridad Social mientras realizaban trabajos no remunerados de cuidado
fuera del mercado de trabajo remunerado. Ahora el Gobierno ha decidido que, si quieren
mantenerse en alta en la Seguridad Social, deben ser ellas mismas las que paguen las
correspondientes cotizaciones. Resultado de esta operación: en el mes de abril de 2013, casi
160.000 “cuidadores no profesionales”, en su práctica totalidad mujeres, han dejado de estar en
alta en la Seguridad Social7. No creo que eso signifique que todas estas mujeres vayan a dejar de
hacer los trabajos no remunerados de cuidados que venían realizando, pero estoy completamente
segura que nunca tendrán la correspondiente protección social.
3. Búsqueda de trabajo fuera del hogar
Otro de los efectos de la crisis económica es el incremento del número de mujeres que
buscan trabajo remunerado. Como era de prever, el desempleo, la devaluación salarial en curso y
los recortes en prestaciones sociales han traído consigo un importante descenso de los ingresos
medios de los hogares, que han caído en algo más del 7% desde 20088. Ante ello, son muchas las
mujeres que han decidido iniciar la búsqueda activa de empleo fuera de sus domicilios con la
finalidad de reemplazar o completar los ingresos perdidos dentro de ellos (Gálvez y Torres 2010,
4 Disposición Adicional Octava del Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la
estabilidad
presupuestaria
y
de
fomento
de
la
competitividad,
disponible
en
http://www.boe.es/boe/dias/2012/07/14/pdfs/BOE-A-2012-9364.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
5 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación
de Dependencia, disponible en http://www.boe.es/boe/dias/2006/12/15/pdfs/A44142-44156.pdf (revisado: 21 de
junio de 2013).
6 Vid. el Informe dirigido por Villota, P. y titulado “Impacto de la crisis económica en el trabajo doméstico
remunerado domiciliario y propuesta de medidas de políticas fiscal, social y laboral para estimular su formalización y
profesionalización”,
p.
25,
disponible
en
http://www.inmujer.gob.es/observatorios/observIgualdad/estudiosInformes/docs/impCrisisEcoTrabDomic.pdf
(revisado: 21 de junio de 2013).
7 Las explicaciones al respecto de este descenso de afiliaciones a la Seguridad Social pueden verse en
http://prensa.empleo.gob.es/WebPrensa/noticias/seguridadsocial/detalle/1823 (revisado: 21 de junio de 2013).
8 Son datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida disponible en http://www.ine.es/prensa/np740.pdf
(revisado: 21 de junio de 2013).
6
103). Este movimiento se hace visible en la EPA, con un incremento de casi 900.00 mujeres
“activas” más desde el inicio de la crisis (hoy hay casi 10’5 millones de “activas”) y un aumento de
la tasa de actividad femenina de más de 4 puntos desde entonces, hasta alcanzar la actual tasa del
53’39%, de las más altas de la serie histórica. Pero es todavía más evidente cuando se constata el
hecho de que más de 900.000 mujeres han dejado, durante la crisis, la situación de “inactividad”
en que estaban por realizar labores del hogar y han pasado a estar “activas” para el mercado de
trabajo remunerado9.
Nada que objetar, desde luego, a que las mujeres quieran tener un empleo remunerado.
Pero el motivo y la forma en que se adentran estas mujeres en el mercado de trabajo “oficial”
hacen presagiar consecuencias adversas para ellas. Primero porque la situación de necesidad
económica que las empuja, unida al más que probable mantenimiento de sus trabajos no
remunerados de cuidado en el seno de sus hogares, ya que los hombres, aun en desempleo, no se
ocupan de ellos (Gálvez y Torres 2010, 122), significa que su poder de negociación en la
búsqueda de empleo es muy reducido (UNAIDS 2012, 3). Ello las avoca a los empleos
“vulnerables” (OIT 2012, 45-46): la contratación temporal o a tiempo parcial, donde siempre han
tenido una presencia mayoritaria, o empleos de bajo nivel salarial, cuando no al puro trabajo
informal (Walby 2009, 9).
Durante la crisis, ha aumentado el porcentaje de mujeres entre los/as asalariados/as con
contrato indefinido, aunque no llega al 48% del total, pero también ha crecido el porcentaje de
mujeres entre asalariados/as con contrato temporal, que hoy es de casi el 52%10. Es decir, las
mujeres son más de la mitad de las personas contratadas temporalmente, pero menos de la mitad
de las que tienen un contrato estable. Es verdad, por otra parte, que no ha crecido
significativamente el número de mujeres con contrato a tiempo parcial, en este momento algo
más de 1’9 millones, pero también lo es que más del 74% de las personas ocupadas a tiempo
parcial en España son mujeres11 y que más de 1’1 millones de ellas –y este número sí ha crecido
considerablemente a lo largo de la crisis- dicen trabajar a tiempo parcial porque no encuentra un
trabajo remunerado a tiempo completo12. En el lado del salario, las estadísticas nos dicen que las
mujeres son mayoría entre los/as trabajadores/as con salarios más bajos: en 2008, el 64% de
9
Datos
de
población
inactiva,
según
clase
principal
de
inactividad,
disponibles
en
http://www.ine.es/jaxiBD/tabla.do (revisado: 21 de junio de 2013).
10 Datos de asalariados/as, según tipo y duración del contrato, disponibles en http://www.ine.es/jaxiBD/tabla.do
(revisado: 21 de junio de 2013).
11 Datos de mujeres y hombres que trabajan a tiempo parcial disponibles en http://www.ine.es/jaxiBD/tabla.do
(revisado: 21 de junio de 2013).
12 Datos de personas ocupadas a tiempo parcial, por motivo de la jornada parcial, disponibles en
http://www.ine.es/jaxi/tabla.do (revisado: 21 de junio de 2013).
7
los/as asalariados/as con salarios más bajos eran mujeres; en 2010, las mujeres son ya el 66% de
ellos/as13.
Lo anterior produce efectos negativos en cadena que es conveniente reseñar. Es sabido
que, en España, trabajar a tiempo parcial supone estar penalizado/a en el ámbito de la protección
social. El cómputo del tiempo de cotización de los/as trabajadores/as a tiempo parcial se hace de
forma tan poco equitativa que deben cotizar durante un periodo mucho más largo de tiempo para
alcanzar las mismas prestaciones que los/as trabajadores/as a tiempo completo. Dado que la gran
mayoría de quienes trabajan a tiempo parcial son mujeres, la penalización que sufre el trabajo a
tiempo parcial se ha considerado discriminatoria por parte de nuestro Tribunal Constitucional14 y
en varias Sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, la última de las cuales ha sido
dictada el 22 de noviembre de 2012 en el asunto Elba Moreno 15 . Sin embargo, pese a estas
“condenas”, las autoridades españolas han permanecido impasibles y nada ha cambiado aún en la
regulación de la protección social del trabajo a tiempo parcial, por temor –ha dicho el actual
Gobierno- a la “presión” financiera que tendría que soportar el sistema de Seguridad Social16.
Por otro lado, el hecho de que las mujeres sean mayoría entre quienes ocupan “empleos
vulnerables” es una de las razones que explican la brecha salarial existente en España, que con la
crisis ha ido en aumento. El salario de las mujeres era un 21,87% inferior al de los hombres en
2008, ahora es un 22,55% inferior al de ellos17, lo que delata que la crisis económica también ha
agravado las diferencias de género presentes en el mercado laboral.
Esto sucede cuando las mujeres encuentran trabajo remunerado, pero es más que
probable que miles de las que la crisis ha impulsado a la búsqueda del mismo nunca lo
encuentren. Son mujeres que, por su propia biografía laboral, necesitan el apoyo de políticas
activas de empleo específicas que se adecúen a su situación y mejoren sustancialmente su
empleabilidad. Políticas que apenas si existen y que es muy difícil que se desarrollen en un
contexto de recortes de las inversiones destinadas a este fin. Téngase en cuenta que, solo en los 2
últimos años, los fondos dedicados a las políticas activas de empleo se han recortado en España
en casi 4.000 millones de euros, alcanzando en la actualidad -en un país que tiene más de 6’2
13
Indicadores de desigualdad de la Encuesta Anual de Estructura Salarial, serie 2008-2012, disponibles en
http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133/cno11/serie/&file=pcaxis (revisado: 21 de junio
de 2013).
14 Vid. la Sentencia del Tribunal Constitucional 61/2013, de 14 de marzo de 2013, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2013/04/10/pdfs/BOE-A-2013-3797.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
15
Disponible en http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=CELEX:62011CJ0385:ES:HTML
(revisado: 21 de junio de 2013).
16 La opinión del Gobierno al respecto de la protección social del trabajo a tiempo parcial puede verse en
http://prensa.empleo.gob.es/WebPrensa/noticias/seguridadsocial/detalle/1918 (revisado: 21 de junio de 2013).
17
Encuesta
Anual
de
Estructura
Salarial,
Serie
2008-2010,
disponible
en
http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133/cno11/serie/&file=pcaxis (revisado: 21 de junio
de 2013).
8
millones de personas en situación de desempleo- poco más de 3.700 millones de euros, esto es,
poco menos de un 0’4% del PIB18. Así pues, existen altas posibilidades de que estas mujeres de
las que estamos hablando sufran una situación de desempleo crónica.
4. Tiempo de trabajo y empleo en el hogar
Hay todavía otro efecto de la crisis económica sobre las mujeres que me interesa
subrayar. Es bien común advertir que las crisis económicas traen consigo un incremento en el
tiempo de trabajo de las mujeres (UNAIDS 2012, 8). Las causas de ello son múltiples, aunque
siempre guardan relación con la acumulación entre tiempo de trabajo remunerado y tiempo de
trabajo de cuidados no remunerado.
Una primera razón a tener en cuenta son los recortes en gasto social que están
patrocinando quienes defienden las políticas de austeridad como vías para afrontar la crisis. Ya
vimos antes que, en la medida que son “vasos comunicantes”, y dado que apenas hemos
avanzado en corresponsabilidad de mujeres y hombres en la asunción de responsabilidades
familiares, cuando el Estado se retira de la provisión de servicios de cuidados para personas
mayores, dependientes o menores, el trabajo de cuidados que se desaloja suele recaer sobre las
mujeres (Agenjo 2011, 80). Estas, a su vez, y también por motivo de la crisis, y la ya aludida
disminución de los ingresos en los hogares, tienen dificultades para “externalizar” este trabajo
hacia empresas u otras mujeres empleadas de hogar que se ocupen del mismo (Gálvez y Torres
2010, 69). No es extraño, por ello, que desde los sectores feministas se hable con insistencia de
una “crisis de cuidados”. Ni tampoco que las estadísticas confirmen que las mujeres trabajan más
tiempo que los hombres.
Es verdad que las mujeres dedican menos tiempo que los hombres al trabajo remunerado
-actualmente 6h 43’ las mujeres y 7h 55’ los hombres-, lo que, por otra parte, las perjudica
notablemente, ya que todos los derechos de protección social que toman como referencia el
tiempo de trabajo remunerado resultan, por esa razón, inferiores para ellas (Seguino 2009, 4).
Solo un par de ejemplos: a lo largo de la crisis, la cuantía económica diaria media reconocida a las
mujeres para el pago de la prestación por desempleo ha sido siempre inferior a la cuantía
reconocida a los hombres, con lo que su cobertura económica frente al desempleo ha sido
18
El presupuesto de 2013 para políticas activas de empleo y también para prestaciones por desempleo está
disponible en http://www.sepe.es/contenido/estadisticas/datos_economicos/index.html (revisado: 21 de junio de
2013).
9
también siempre menor19. Lo mismo sucede con la pensión de jubilación de las mujeres que,
debido a las diferencias en el tiempo de trabajo remunerado y a la proyección en el tiempo de las
diferencias salariales, en la actualidad es un 40% inferior a la de los hombres20. Frente a esto, las
mujeres dedican más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado de cuidado del hogar y la
familia –en la actualidad 4h 29’ las mujeres frente a 2h 32’ los hombres-. Con lo que, sumados
ambos tiempos de trabajo, resulta que, efectivamente, las mujeres trabajan 11h 12’ mientras que
los hombres trabajan 10h 27’21.
De su lado, el trabajo de cuidado remunerado también ha sufrido una transformación.
Aunque aquí quiero detenerme mínimamente para que se comprenda mejor la evolución habida
en España. La reducción de los ingresos de los hogares ha provocado, como es habitual advertir
(UNAIDS 2012, 5), una reducción en paralelo del trabajo remunerado de cuidados, que, movido
por el “traslado de las desigualdades de clase y de género” de que habla Castelli (2011, 109), casi
siempre realizan las propias mujeres y, en no pocas ocasiones, las mujeres inmigrantes. Así,
desde el comienzo de la crisis se han perdido más de 73.000 puestos de trabajo en el sector del
empleo en el hogar familiar22.
No obstante, las estadísticas de afiliación a la Seguridad Social de trabajadores/as
empleados/as en el hogar familiar parecen desmentir esa evolución, ya que, en el mismo periodo
de tiempo, se ha producido un incremento de la afiliaciones de más de 243.000 trabajadores/as23.
La causa de esta aparente contradicción es la doble intervención legislativa habida en el año 2011,
donde, por una parte, se obligaba a los empleadores/as a dar de alta en la Seguridad Social a
los/as empleados/as del hogar, cualquiera que fuera la duración de su jornada de trabajo, y, por
otra, se regulaba de manera más garantista en lo concerniente a los derechos laborales la llamada
relación laboral especial de empleados/as en el hogar familiar24.
19 Datos de cuantía diaria media bruta reconocida a beneficiarios/as de prestaciones de nivel contributivo, según
sexo y edad, disponibles en http://www.empleo.gob.es/estadisticas/BEL/PRD/indice.htm (revisado: 21 de junio de
2013).
20 Datos
sobre cuantía de pensiones de mujeres y hombres disponibles en http://www.segsocial.es/Internet_1/Estadistica/Est/Pensiones_y_pensionistas/Pensiones_contributivas_en_vigor/Por_edades/15
0225 (revisado: 21 de junio de 2013).
21 Son datos de la Encuesta de Empleo del Tiempo 2009-2010 disponibles en http://www.ine.es/prensa/np669.pdf
(revisado: 21 de junio de 2013).
22 Datos de ocupados/as por sector de actividad (actividades de los hogares como empleadores de personal
doméstico) disponibles en http://www.empleo.gob.es/series/ (revisado: 21 de junio de 2013).
23 Datos
de afiliación de trabajadores/as al sistema de Seguridad Social disponibles en
http://www.empleo.gob.es/series/ (revisado: 21 de junio de 2013).
24 Me refiero a la Ley 27/2011, de 1 de agosto, sobre actualización, adecuación y modernización del sistema de
Seguridad Social, disponible en http://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2011-13242 (revisado: 21 de junio
de 2013), y al Real Decreto 1620/2011, de 14 de noviembre, por el que se regula la relación laboral de carácter
especial del servicio del hogar familiar, disponible en http://www.boe.es/boe/dias/2011/11/17/pdfs/BOE-A2011-17975.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
10
Ambas medidas tenían una doble finalidad: formalizar el trabajo informal existente desde
siempre en este sector de actividad productiva y asimilar los derechos laborales y de protección
social de los/as trabajadores/as de este sector con los del resto de los/as trabajadores/as.
Objetivos que habían de beneficiar claramente a las mujeres y, entre ellas, a las mujeres
inmigrantes, en la medida que son las mujeres inmigrantes las que mayoritariamente realizan el
trabajo remunerado dentro del hogar familiar. Y así ha sido. Desde enero de 2012, fecha de
entrada en vigor de ambas normativas, hasta el 1 de abril de 2013, fecha en que ha terminado la
vigencia de la primera, el número de empleados/as de hogar afiliados/as a la Seguridad Social ha
crecido en más de 146.000, más del 98% de los/as cuales son mujeres y casi el 54% de los/as
mismos/as extranjeros/as25. Lo que significa haber sacado a la luz el empleo de todas estas
mujeres, sin importar su nacionalidad, para reconocer sus derechos laborales y garantizarles la
correspondiente protección social (igual que la del resto de trabajadores/as a excepción de la
protección por desempleo).
No obstante, en diciembre de 2012 se ha vuelto al régimen anterior a 2011 26 . Será
nuevamente el/la empleado/a del hogar familiar el/la que tenga que responsabilizarse del pago
de la cotización a la Seguridad Social cuando trabaje menos de 60 horas al mes por cada
empleador/a (es decir, la gran mayoría de los/as empleados/as de hogar). Una vuelta atrás en los
derechos de miles de mujeres, que seguramente provocará otra vez el crecimiento en este sector
del empleo informal.
Aunque lo peor es la causa que motiva este retroceso en la legislación española en materia
de empleo en el hogar familiar. No se trata de razones económicas, ya que es obvio que la medida
no supone ahorro alguno en el gasto público. Son razones de falta de consideración social hacia
el trabajo remunerado que desarrollan las mujeres en el seno del hogar familiar, especialmente si
son inmigrantes, las que están detrás, en mi opinión, de este nuevo paso atrás. Algo que vendría a
confirmarse por la injustificada negativa del actual Gobierno español a ratificar el Convenio
número 189 de la OIT, sobre el trabajo decente para las trabajadoras y trabajadores domésticos27.
5. Igualdad de género y agenda política
25
Datos de trabajadores/as afiliados/as al Régimen/Sistema Especial de Empleados de Hogar disponibles en
http://www.empleo.gob.es/series/ (revisado: 21 de junio de 2013).
26 Real Decreto-ley 29/2012, de 28 de diciembre, de mejora de gestión y protección social en el Sistema Especial para
Empleados de Hogar y otras medidas de carácter económico y social, disponible en
http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2012-15764 (revisado: 21 de junio de 2013).
27 Los colectivos de mujeres empleadas de hogar han calificado la actitud del actual Gobierno español como un
“desprecio patriarcal y clasista hacia el trabajo doméstico”: http://www.lamarea.com/2013/03/18/las-trabajadorasdel-hogar-denuncian-que-espana-no-ratifica-el-convenio-de-la-oit-que-reconoce-sus-derechos/ (revisado: 21 de junio
de 2013).
11
Resta un efecto de la crisis económica que no podemos cuantificar, pero que, a mi juicio,
es el más nocivo de todos. La igualdad entre mujeres y hombres dentro y fuera del mercado de
trabajo remunerado ha desaparecido casi por completo de la agenda política.
La atmósfera de crisis, desempleo, recortes en gasto social y amenazas de intervención de
la economía española por parte de las autoridades monetarias europeas apenas si deja espacio
para el desarrollo de otros debates y otras políticas. Como si fuera un lujo de tiempos de bonanza
económica (Gálvez y Torres 2010, 139), la crisis ha hecho desaparecer la igualdad del escenario
público. Y es verdad que basta con mirar la realidad social para darse cuenta de lo mucho que se
ha conseguido en igualdad entre mujeres y hombres en España en los últimos años, pero también
lo es que esa misma mirada nos revela que todavía es mucho el camino que queda por andar para
lograr una completa y real igualdad entre los dos sexos en muchos de los aspectos de la vida,
incluido el del trabajo. Sin el impulso del debate público sobre la necesidad de avanzar en
igualdad y sin la voluntad política de hacerlo será, sin duda, mucho más difícil recorrer ese
camino. Se puede, incluso, volver hacia atrás, como ha sucedido en la regulación de la
reconciliación de la vida familiar y profesional.
Aunque en 1999 se aprobó la Ley de Conciliación28, que tuvo como principal virtud la de
situar en el debate público los problemas de reconciliación que hasta entonces formaban parte de
la esfera estrictamente privada (Mora 2007, 133), creo que es en el trienio 2005-2007 cuando el
debate y las políticas de igualdad entre mujeres y hombres alcanzan su punto más álgido. La
aprobación de la Ley contra la Violencia de Género29 y de la Ley de Igualdad30 son los dos hitos
normativos que marcan un tiempo en que la igualdad resuena permanentemente en los debates
públicos e impregna, siguiendo la pauta de la transversalidad de género, toda la acción de
gobierno. Como prueba de ello, en diciembre de 2007 se aprueba el Plan Estratégico de Igualdad de
Oportunidades 2008-201131 y el 14 de abril de 2008 toma posesión la primera Ministra de Igualdad
de la historia de España. A partir de ahí, hay que reconocer que el impulso de la igualdad se
desvanece a medida que se sienten con más intensidad los efectos de la crisis (Rodríguez 2012) y
que, aunque la reforma laboral de 2010 32 todavía mantiene una cierta pulsión en materia de
28
Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas
trabajadores, disponible en http://www.boe.es/boe/dias/1999/11/06/pdfs/A38934-38942.pdf (revisado: 21 de
junio de 2013).
29 Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género,
disponible en http://www.boe.es/boe/dias/2004/12/29/pdfs/A42166-42197.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
30 Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2004/12/29/pdfs/A42166-42197.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
31 Disponible en http://www.empleo.gob.es/es/igualdad/Documentos/Plan_estrategico_final.pdf (revisado: 21 de
junio de 2013).
32 Ley 35/2010, de 17 de septiembre, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2010/09/18/pdfs/BOE-A-2010-14301.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
12
igualdad (Menéndez 2012, 363), la reforma laboral de 201233 supone ya una clara regresión en
este terreno (Pumar 2012).
Es en la citada Ley de Igualdad donde se aborda la que a mi juicio ha sido la más extensa
transformación de las normas laborales y de las reguladoras de la protección social con la
pretensión de construir un modelo de relaciones de trabajo más igualitario o, si se prefiere verlo
así, claramente antidiscriminatorio (Ballester 2010, 86). Fueron muchas y muy intensas las
medidas que entonces se adoptaron, pero voy a centrarme en las relativas a la reconciliación,
porque han sido estas las directamente afectadas por la reforma laboral de 2012.
6. Retroceso en reconciliación sin avanzar en corresponsabilidad
Con el objetivo de favorecer un reparto más equilibrado de las responsabilidades
familiares y reconciliar la vida con el trabajo, la Ley de Igualdad estableció/consolidó una serie de
permisos vinculados al cuidado de familiares. Tanta importancia se les concedió que la Ley los
concibió como derechos subjetivos y el Tribunal Constitucional los elevó a la categoría de
derechos fundamentales34.
Sin embargo, quizá sea cierto que la regulación de estos permisos cuidaba más de
garantizar las ausencias del trabajo remunerado para dedicarse al trabajo no remunerado de
cuidados -reducción de jornada o excedencias por cuidado de hijos/as y demás familiares- que
una presencia más compatible o armónica en ambos trabajos –flexibilidad horaria-. Con lo que, a
pesar de haberlo pretendido, la Ley de Igualdad no ha logrado quebrar el paradigma cultural
sexista de que son las mujeres las que habitualmente se ocupan de los trabajos no remunerados
de cuidado y, así, las que habitualmente disfrutan de esta clase de permisos (Ballester 2010a, 104105).
Salvo en el caso del permiso de paternidad, donde la Ley de Igualdad sí inauguraba
claramente un nuevo modelo de reparto de las responsabilidades entre progenitores (Mora 2007,
131-132), que ha hecho que, desde la entrada en vigor del mismo, más de 1’5 millones de
hombres hayan asumido trabajos no remunerados de cuidado en los primeros días de
33
Ley 3/2012, de 6 de julio, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2012/07/07/pdfs/BOE-A-2012-9110.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
34
La Sentencia del Tribunal Constitucional 3/2007, de 15 de enero, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2007/02/15/pdfs/T00013-00019.pdf (revisado: 21 de junio de 2013), alude a “la
dimensión constitucional de … todas aquellas medidas tendentes a facilitar la compatibilidad de la vida laboral y
familiar de los trabajadores”. En el mismo sentido se pronuncia la Sentencia 26/2011, de 14 de marzo, disponible en
http://www.boe.es/boe/dias/2011/04/11/pdfs/BOE-A-2011-6541.pdf (revisado: 21 de junio de 2013).
13
vida/adopción/acogimiento de sus hijos/as 35 . Lo que hace todavía más “dolorosa”, desde la
perspectiva de género, la suspensión de su ampliación a 4 semanas de duración por motivo, una
vez más, de la crisis económica y las políticas de austeridad puestas en marcha para luchar contra
la misma36.
Con todo, hay reconocer que eso no significa que hayamos avanzado significativamente
en corresponsabilidad entre mujeres y hombres. Haya sido por su regulación legal “neutra”
(Ballester 2010b, 33) o por el “peso muerto” de la cultura sexista todavía presente, la verdad es
que lamentablemente los permisos de reconciliación siguen siendo “cosa de mujeres”. Así, los
permisos por maternidad disfrutados por los hombres nunca han alcanzado ni el 2% del total de
los permisos de esta clase, sin que la crisis haya alterado este comportamiento37. Tampoco ha
alterado la crisis que las mujeres sean más del 90% del total de las personas que disfrutan de
excedencia por cuidado de hijos/as; ni que las mujeres sean siempre más del 80% del total de las
personas que disfrutan de excedencias para el cuidado de personas dependientes; ni que las
mujeres sean siempre más del 97% del total de personas que trabajan a tiempo parcial por motivo
del cuidado de hijos/as o demás familiares. Y aunque el número de personas en esta última
situación ha descendido desde 2008 en torno al 39% (lo que induce a pensar que la crisis también
ha provocado entre las mujeres la búsqueda de empleos a jornada completa), el número de
beneficiarios/as de excedencias ha crecido desde entonces, con lo que a estos comportamientos
parece no haberle afectado en exceso la mala situación económica38.
Estos datos demuestran que se ha podido avanzar en reconciliación de la vida familiar y
profesional, pero no tanto en igualdad de género, porque el hecho de que sean las mujeres las que
mayoritariamente utilizan estos instrumentos de compatibilidad entre trabajo remunerado y
trabajo no remunerado de cuidados nos alerta de que apenas se ha modificado la división sexual
del trabajo.
Es probable que a ello haya contribuido, como dije antes, la persistencia de la cultura
sexista, pero hay más razones. En España, el proceso de incorporación de las mujeres al trabajo
35
Datos
disponibles
en
http://www.segsocial.es/Internet_1/Estadistica/Est/Otras_Prestaciones_de_la_Seguridad_Social/Paternidad/index.htm (revisado:
21 de junio de 2013).
36 Es sabido que la Ley 9/2009, de 6 de octubre, de ampliación de la duración del permiso de paternidad en los casos
de nacimiento, adopción o acogida, disponible en http://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2009-15958
(revisado: 21 de junio de 2013), amplió la duración del permiso de paternidad de 2 a 4 semanas, pero las sucesivas
Leyes de Presupuestos Generales del Estado han ido dilatando el momento de la entrada en vigor de esta medida, en
la actualidad pospuesta hasta el 1 de enero de 2014, aunque tienen muchas probabilidades de ser pospuesta
nuevamente con el argumento de las políticas de austeridad y el coste que supone la misma, cifrado en torno a 200
millones de euros al año.
37
Datos
disponibles
en
http://www.segsocial.es/Internet_1/Estadistica/Est/Otras_Prestaciones_de_la_Seguridad_Social/Maternidad/index.htm (revisado:
21 de junio de 2013).
38 Datos disponibles en http://inmujer.gob.es/estadisticas/consulta.do?area=6 (revisado: 21 de junio de 2013).
14
remunerado no ha venido acompañado de una reflexión o toma de postura en relación con la
provisión de cuidados o las políticas de apoyo a la familia (León y Salido 2013, 306). De esta
manera, ha sido la utilización de medidas de reconciliación o el recurso a empleados/as del hogar
familiar de bajo coste el medio utilizado por miles de mujeres para aliviar su sobrecarga de
trabajo. Eso ha hecho que, pese a la fuerte presencia de mujeres en algunos sectores de actividad
productiva, hayan persistido notables diferencias entre mujeres y hombres en el ámbito del
empleo (Otaegui 2013, 13). Lo que, a su vez, ha generado mayores dificultades para avanzar hacia
la corresponsabilidad. El hecho de que las mujeres sean mayoría entre los/as asalariados/as con
“empleos vulnerables” y de que dispongan de un menor nivel de renta salarial supone que su
poder de negociación dentro de sus parejas es menor que el de sus compañeros varones. De ahí
que sean ellas las que habitualmente asumen la utilización de las medidas de reconciliación de la
vida familiar y laboral, dada su dificultad para negociar que sea su compañero varón el que lo
haga (Gálvez y Torres 2010, 179).
Frente a lo anterior, parece que las medidas que hubiera tenido que adoptar el Gobierno
español deberían haber ido en la dirección de mejorar la calidad en el empleo de las mujeres y dar
pasos en la dirección de corregir esta evidente falta de corresponsabilidad de ambos sexos en la
asunción de los trabajos no remunerados de cuidado, siguiendo las enseñanzas de Fraser (1994,
594) sobre la “deconstrucción de las diferencias de género”. Sin embargo, la reforma laboral de
2012, esto es, la Ley 3/2012, de 6 de julio, de medidas urgentes para la reforma del mercado
laboral39, impulsa la precariedad laboral como medida (más que dudosa) de creación de empleo y,
en lugar de avanzar en corresponsabilidad, lo que hace es dificultar al máximo la compatibilidad
de la vida familiar y profesional.
Es una reforma inspirada en el principio autoritario del fortalecimiento de los poderes
empresariales, de modo que la empresa puede modificar, a veces incluso sin contar en absoluto
con la voluntad del trabajador/a ni de su representación unitaria o sindical, buena parte de las
condiciones del trabajo remunerado. Si, tal como ahora permite el Estatuto de los Trabajadores,
en un contrato a tiempo parcial se pueden imponer horas extraordinarias, si puede haber un 10%
de la jornada de trabajo que la empresa distribuya irregularmente a lo largo del año, bastando con
preavisar con 5 días de antelación, o pueden alterarse sustancialmente la jornada, el horario y la
distribución de la jornada y el régimen de trabajo a turnos, los planes de reconciliación que se
hubieran hecho previamente pierden toda certidumbre, porque de un momento a otro la empresa
puede alterar los tiempos del trabajo remunerado y cambiar, con ello, los que se disponen para la
vida familiar (Pumar 2012). En el extremo, ello puede llegar a provocar la dimisión del
39
Disponible en http://www.boe.es/boe/dias/2012/07/07/pdfs/BOE-A-2012-9110.pdf (revisado: 21 de junio de
2013).
15
trabajador/a por no poder compatibilizar su trabajo remunerado con las responsabilidades
familiares y, así, una especie de “despido” sin coste en indemnización para la empresa (Ballester
2012, 100).
Estos son, por así decirlo, los daños colaterales de la reforma. Pero es que, además, hay
un daño que atañe directamente a las posibilidades de utilización de la reducción de jornada
como medida de reconciliación. Hasta ahora, la reducción de la jornada por cuidado de hijos/as y
demás familiares había sido un derecho incondicional del trabajador/a y había podido elegirse la
jornada de referencia (diaria, semanal, …) sobre la que operaba la reducción; a partir de ahora, la
reducción de jornada solo puede referirse a la jornada diaria, perdiendo, así, los márgenes de
flexibilidad que antes había, y el derecho a la reducción queda condicionado a lo que establezca la
negociación colectiva, con la finalidad de hacer compatibles los derechos del trabajador/a con las
necesidades productivas y organizativas de las empresas (Ballester 2012, 109-112).
Vaya por delante que siempre he sido una defensora del papel de la negociación colectiva
en la adopción de medidas de igualdad entre mujeres y hombres en el trabajo remunerado, pero
la experiencia habida tras la entrada en vigor de la Ley de Igualdad en lo relativo a la negociación
de medidas y planes de igualdad ha sido tan decepcionante (Mora 2007, 134-135), que remitir las
posibilidades de ejercicio de la medidas de reconciliación de la vida familiar y profesional a los
avatares de la misma puede acabar con ellas.
Primero porque la crisis debilita el poder de negociación de la representación de los/as
trabajadores/as, de modo que, como se ha demostrado en la experiencia fallida a que acabo de
referirme, resulta poco menos que imposible llegar a acuerdos que avancen en materia de
igualdad de mujeres y hombres en el trabajo remunerado. Y, en segundo lugar, porque las propias
reformas habidas en 2012 en el marco de la negociación colectiva, sobre todo la limitación a 12
meses del periodo de ultra-actividad de los convenios colectivos, están debilitando
sustancialmente la misma, hasta el punto de que nunca antes, ni siquiera en los momentos más
duros de la crisis económica, había habido tan pocos convenios colectivos y tan pocos/as
trabajadores/as cubiertos por la negociación colectiva. En esta situación, dejar que la negociación
colectiva marque el paso de los derechos de reconciliación de la vida familiar y profesional es,
como antes decía, poner en riesgo la posibilidad misma de su ejercicio.
De este modo, no solo no hemos avanzado en corresponsabilidad, sino que
retrocedemos incluso en reconciliación, perdiendo, en cualquier caso, en igualdad de género. El
pretexto para caminar en esta dirección ha sido la crisis económica. El contexto –en mi opinión-
16
ha sido otro muy diferente: una contrarreforma ideológica impuesta por un Gobierno
conservador que considera la igualdad real entre mujeres y hombres como algo despreciable40.
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40 Creo que un ejemplo bien elocuente de la actitud del actual Gobierno de España hacia la igualdad de género lo ha
proporcionado Dolores de Cospedal, Secretaria General del Partido Popular y Presidenta de la Comunidad
Autónoma de Castilla-La Mancha, quien considera “machistas” y “ofensivas” las acciones positivas para impulsar la
participación
política
de
las
mujeres:
http://politica.elpais.com/politica/2013/03/07/actualidad/1362684797_712315.html (revisado: 21 de junio de
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17
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18
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