pena de muerte: rousseau y kant.

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PENA DE MUERTE: ROUSSEAU Y KANT
UNA REFLEXIÓN BIOÉTICA
Octavio Márquez Mendoza
∗
Profesor-investigador del Centro de
Investigación en Ciencias Médicas, Universidad
Autónoma del Estado de México.
Doctor en Ciencias: Bioética, Universidad
Nacional Autónoma de México. Doctor en
Humanidades: Ética, UAEM.
Investigador del Sistema Nacional, nivel 1.
[email protected]
… Gran cosa es tener la conciencia tranquila mientras corre la
sangre; pero mucho mejor sería impedir que se vertiese. Así,
pues en su concepto, el fin más elevado, más santo, más
grande que puede proponerse un Hombre, consiste en abolir
la pena de muerte.
Victo Hugo
Resumen
Las argumentaciones a favor de la supresión de la pena de muerte van desde
la falibilidad de un juicio penal, hasta las argumentaciones éticas que
sostienen su improcedencia, en tanto lesionan el imperativo ético capital: el
respeto por la vida humana y su dignidad; e impiden la búsqueda de

Maestro en Ciencias, UNAM, Maestro en Administración de Instituciones de Salud, Universidad La Salle,
Subespecialidad como Psicoterapeuta Analítico de Grupo, Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de
Grupo. (AMPAG), Especialidad como Psiquiatra General, Hospital Central Militar y AMPAG A.C. Miembro
pleno de la AMPAG y miembro activo de la Asociación Psiquiátrica Mexicana. Dirección electrónica:
[email protected]
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alternativas que reivindiquen social o individualmente una infracción, por
grave que ésta sea. A la luz de los más variados discursos (jurídico-político,
religioso, filosófico, antropológico, sociológico, científico e incluso
económico), la pena de muerte comprende la más extrema sanción jurídica
que parte de endebles estructuras del Derecho y sistemas de repartición de
justicia.
Palabras Clave: Bioética, Pena de Muerte, Contrato Social.
Abstract
The argument in favor of the suppression of the death penalty range from the
fallibility of the criminal procedure to the ethical arguments that prove its
inadmissibility, since it infringes the capital ethical imperative: the respect
for human life and dignity. The aforementioned hampers the offender from
searching for alternatives that vindicate him both socially and individually,
no matter how serious the offense is. In light of the most varied discourses –
legal-political, religious, philosophical, anthropological, sociological,
scientific and even economic ones– the death penalty is the utmost
punishment derived from feeble law structures and justice distribution
systems.
Keywords: bioethics, death penalty, social contract
Introducción
Diversos pensadores coinciden en que si bien es cierto que las sociedades han
evolucionado paulatina e inexorablemente, existen actitudes o acciones que resultan
anacrónicas e inoportunas, pues contradicen de forma vulnerable el desarrollo social. Y la
pena de muerte ilustra un ejemplo muy claro. Para Neuman, esta sanción evidencia, en
muchos casos, la barbarie de los instintos más primarios del ser humano: “La muerte como
pena, su rito necrófilo y el padecimiento del que va a morir (y de su familia) son siempre
los mismos, aunque mejoren los medios técnicos, aunque sea más rápida, aunque en
conocimiento y la razón con credenciales de bienhechora inercia pretendan hacerla menos
dura.”1
1
ELÍAS NEUMAN, Pena de muerte: la crueldad legislada, Editorial Universidad, Argentina, 2004, pág. 102
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Para efectos del presente artículo, se recurrirá a la reflexión bioética, al ser una
disciplina de ética aplicada que comprende las nociones de persona, justicia, autonomía o
el valor de la vida humana, con base en las disertaciones de dos filósofos representativos de
la era moderna, Rousseau y Kant, cuyos argumentos permitirán analizar y sentar una
postura racional y laica, en aras de aportar fundamentos que avalan el derecho a la vida y la
integridad de las personas, vinculado con la estructura conceptual del respeto de los
derechos humanos.
Para ello, conviene establecer que la bioética existe “como intento de reflexión
sistemática acerca de todas las intervenciones del hombre sobre los seres vivos (…) que
tiene un objetivo específico y difícil de alcanzar: el de identificar valores y normas que
guíen el actuar humano.”2 Tal reflexión sistemática consiste en dilucidar el problema
bioético de la pena de muerte en atención al sistema de referencia moral, regido por una
premisa ontológica y una premisa ética, traducidas en: el hombre es persona, y en tanto que
tal tiene dignidad; en tanto que personas, todos los hombres son iguales y merecen igual
consideración y respeto.3
Rousseau: El derecho de la vida y de la muerte
Autor de la filosofía política del Contrato social, Rousseau introduce en el
pensamiento europeo una nueva mirada del yo, Dios y la Naturaleza. En su obra homónima
indica que en un pacto social converge la intención de que cada integrante pone en común
su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, siendo cada
miembro parte indivisible del todo. En este contexto, distingue tres tipos de libertades: la
libertad natural, que es la que se pierde tras el contrato, la libertad civil, limitada por la
2
ELIO SGRECCIA, Manual de Bioética, Trad. V. M., Fernández, 2ª ed. Universidad Anáhuac/Diana,
México, pág. 51
3
DIEGO GRACIA, Fundamentación y enseñanza de la Bioética, ed. El búho, Colombia, 1998. (Ética y Vida,
No. 1) pág. 24-25
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voluntad general y la libertad moral, que es la que convierte al hombre en amo de sí mismo.
El pacto social trata como iguales a los hombres por convención y derecho.
No se trata de un contrato estipulado entre el soberano y los súbditos, pues el único
soberano es el pueblo mismo. La voluntad general no es la voluntad despótica de un
hombre solo, ni de la mayoría; de hecho, es importante advertir que la voluntad general no
se determina cuantitativamente, sino de forma cualitativa y estructural; es voluntad
democrática, voluntad de aceptar la convivencia democrática. Ello acredita que "Todo
malhechor, atacando el derecho social, conviértese en rebelde y traidor a la patria (...) La
conservación del Estado es entonces incompatible con la suya; es preciso que uno de los
dos perezca".4
Sin embargo, también plantea que el delincuente o cualquier hombre siempre tendrá
la oportunidad de volverse bueno por alguna razón, y que el derecho a la vida existe, pero
el de la muerte es discutible, “...justo que no haya delinquido jamás y que nunca haya
tenido necesidad de gracia.”5
Se trata de transformar la libertad natural en una libertad civil, de donde ha de surgir
una moralidad fundamentada en una razón consensual, por la voluntad general, donde las
leyes y los magistrados tendrán la tarea de conservar los intereses de los individuos libres,
pero sobre todo, conservar la vida de cada hombre en armonía con el bien común de la
sociedad civil. No hay que confundir el estado social capaz de ofrecer tales ventajas con
una convivencia cualquiera, pues se trata de una convivencia fundada en el contrato social
y que realiza la voluntad general, ya que sólo así es posible que cada uno sea libre en el
respeto de la ley.
Con lo anterior, se puede advertir que Rousseau supera netamente la posición
jusnaturalista, pues la libertad natural no es la libertad civil; todos los derechos civiles
4
El Secretario Jurídico, “El Contrato Social de Rousseau”, Libro I (1762), en
http://secretjurid.www5.50megs.com/textos/rouss_contrsocl.htm, Fecha de consulta: 1º de diciembre de 2005.
5
Idem, Libro I (1762), On line.
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nacen del contrato, pero ellos mismos son un producto social para la convivencia
democrática.
De ahí que el filósofo, en el Contrato social, plantea el derecho de vida y de muerte,
exponiendo claramente que dicho contrato tiene como finalidad la conservación de la vida
de los contratantes, por lo que los medios para alcanzar dicho fin, deben estar a favor de la
conservación, significando que todo hombre para su conservación “tiene derecho de
arriesgar su propia vida para conservarla”, 6
pero en una sociedad contractual o
democrática, si un hombre roba, asesina, secuestra, o miente, no es por el gozo de negarle a
los otros la felicidad, sino porque la sociedad de alguna manera ha fracturado el contrato y
ha propiciado la desigualdad, la falta de oportunidades y la explotación, los cuales
derrumban los medios que conducen al bien común.
Si los hombres tienen derecho de exponer su vida para defenderla, es incuestionable
que no lo hacen para verse como ejemplos para la comunidad, con la aplicación de la pena
de muerte que les será asignada en la horca.
La pena de muerte infligida a los criminales puede considerarse poco más o
menos bajo el mismo punto de vista: para no ser víctima de un asesino es por lo
que se consiente en morir si uno se convierte en ello. En este contrato, lejos de
disponer de su propia vida no se piensa más que garantizarla, y no es de presumir
que alguno de los contratantes premedite entonces hacerse colgar.7
En este sentido, Rousseau asegura que en una sociedad civil y democrática, hay
pocos castigos, no porque se sancionen a los malvados mediante leyes severas y
ejemplares, sino porque hay pocos criminales, pues las oportunidades de autoconservación
son para todos equitativas y justas, de tal modo que los hombres no tienen tiempo de pensar
en el hurto, la rapiña o el asesinato, porque todos participan de los medios básicos para
vivir:
6
JEAN-JACQUES ROUSSEAU, Del contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre
el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Prólogo, traducción y notas de Mauro
Armiño, Editorial Alianza, España, 2002, pág. 58
7
Idem, Editorial Alianza, España, 2002, pág. 58
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Respecto al derecho de gracia, o de eximir a un culpable de la pena de muerte,
impuesta por la ley y pronunciada por el juez, sólo pertenece a aquel que está por
encima del juez y de la ley; es decir, el soberano. E incluso su derecho en esto no
está muy claro, y los casos a usar de él son muy raros. En un estado bien
gobernado hay pocos castigos... porque hay pocos criminales.8
La impunidad prevalece cuando el estado perece; por ello, si existe un buen
gobierno, no existirían castigos, ni criminales, y mucho menos la pena de muerte, pues ésta
va contra la vida humana no por naturaleza, sino por el mismo contrato social, pues es el
derecho por antonomasia para la voluntad general. De ahí que no es posible que exista el
derecho de muerte, pues aunque el crimen ataca el bienestar social, nadie tiene derecho a
quitar la vida; “...la frecuencia de los suplicios es siempre un signo de debilidad o de
pereza en el gobierno. No hay malvado que no se pueda volver bueno para algo. No se tiene
derecho a hacer morir, ni siquiera como ejemplo, sino a aquel a quien no se puede
conservar sin peligro.”9
Kant: El imperativo categórico para preservar la vida
Considerado como uno de los filósofos más influyentes de la Modernidad, la obra
de Kant superó el racionalismo y el empirismo tanto del conocimiento, como del terreno de
la acción humana. La ética kantiana formula que la moral debía reducirse a un solo
mandamiento fundamental, nacido de la razón y no de la autoridad divina, a partir del cual
se pudieran deducir todas las demás obligaciones humanas. Definió el concepto de
imperativo como cualquier proposición que declara a una acción (o inacción) como
necesaria.
Según Kant, los imperativos hipotéticos no eran de obligado cumplimiento en
cualquier situación y desde cualquier planteamiento moral, religioso o ideológico. En
cambio, un imperativo categórico, denotaría una obligación absoluta e incondicional, y
8
9
Idem, Editorial Alianza, España, 2002, pág. 59
Idem, Editorial Alianza, España, 2002, pág. 59
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ejercería su autoridad en todas las circunstancias, ya que sería autosuficiente y no
necesitaría justificación externa.
En una posición a favor de la pena de muerte, Kant reflexiona esencialmente en la
aplicación, la justicia retributiva; de igual manera prepondera el valor de dignidad sobre el
valor de la vida, dado que quien atente en contra de la moralidad, pierde así la dignidad que
le es conferida por ser parte de la especie humana: “es preferible sacrificar la vida que
desvirtuar la moralidad; vivir no es algo necesario, pero sí lo es vivir dignamente; quien no
puede vivir dignamente no es digno de la vida.”10
Kant supone que todo hombre, por deber y necesidad, debe ser condicionado a la
ley moral, pues lo único que tiene en el mundo y aun fuera de él, es la voluntad libre y
racional y como tal siempre tenderá hacia la observancia del fin de la humanidad, “por lo
tanto la conservación de la vida no constituye el deber supremo, sino que con frecuencia ha
de ser colocada en segundo plano para vivir dignamente.” 11 Todo lo demás tiene en el
mundo un valor relativo. Según Kant, el ideal al cual aspira la moral es una comunidad de
hombres libres y racionales en la que cada individuo constituya una finalidad para todos los
demás.
Un reo que se encuentre ante la muerte se enfadará consigo mismo,
haciéndose los más duros reproches del modo más estentóreo, pero todo
ello se deberá a lo imprudente que ha sido al dejarse coger in fraganti.
Más, estos reproches que se hace nuestro reo, confundiéndolos con los
de la conciencia moral, no habrían tenido lugar de no haber sido
sorprendido en la comisión del delito, y éste tampoco se hubiera dado de
poseer una conciencia moral. 12
Para este filósofo, una sociedad libre es el resultado de la suma de hombres
libres racionales, y por lo tanto el único orden social aceptable para las personas que se
conciben a sí mismas como agentes racionales autónomos y fines en sí mismos. La
10
IMMANUEL KANT, Lecciones de Ética, Introducción, traducción y notas de Roberto Rodríguez Aramayo
y Concha Roldán, ed. Crítica, España, 2002, pág. 192
11
Ibíd. pág. 197
12
Ibíd. pág. 170
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siguiente es la página más famosa que manifiesta el punto de vista de Kant sobre el castigo
al que el homicida se hace merecedor:
Si ha cometido un asesinato, tiene que morir. No hay ningún equivalente que
satisfaga a la justicia. No existe equivalencia entre una vida, por penosa que sea, y
la muerte, por tanto, tampoco hay igualdad entre el crimen y la represalia, sino es
matando al culpable por disposición oficial, aunque ciertamente con una muerte
libre de cualquier ultraje que convierta en un espantajo la humanidad y la personal
del que la sufre. Aun cuando se disolviera la sociedad civil con el consentimiento
de todos sus miembros (por ejemplo, decidiera disgregarse y diseminarse por todo
el mundo el pueblo que vive en una isla), antes tendría que ser ejecutado hasta el
último asesino que se encuentra en la cárcel, para que cada cual reciba lo que
merecen sus actos y el homicidio no recaiga sobre el pueblo que no ha exigido
este castigo: porque puede considerársele como cómplice de esta violación
pública de la justicia.13
En la cita precedente, la idea de la dignidad de un hombre aparece sólo para excluir
cualquier agresión y brutalidad apoyándose en la sentencia de muerte y su ejecución. No
obstante, en la dignidad de un hombre subyace la idea completa de una sociedad de
personas libres y racionales, que se someten a la autoridad de la ley, la cual incluye el
castigo a crímenes.
En la segunda formulación del imperativo categórico “Obra como si la máxima de
tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza”, 14 el filósofo
alemán se sirve de la analogía de la universalidad de las leyes de la naturaleza para
ponderar la esencia del imperativo categórico (universalidad de la ley moral), y concibe dos
principios morales: la dignidad o el valor de cada persona, como una criatura racional, y el
principio del castigo justo. Si los criminalistas modernos están en lo cierto, resulta
obligatorio evaluar y verificar acepciones correspondientes a la Psicología (motivación,
intención, estado mental) de cada persona que comete homicidio. De modo que resulta
inoperante generalizar la “validez” de la pena capital.
13
REGAN TOM, et al., Matters of life and death, New introductory essays in moral philosophy, North
Carolina State University at Raleigh / Random House, Estados Unidos Americanos, 1980, pág. 153
[traducción propia]
14
IMMANUEL KANT, Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Estudio introductorio y análisis
de la obra de Francisco Larroyo, 4ª ed. Porrúa, México, 1980, pág. 9
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Conclusiones
Cuando se promulgó el derecho a la vida como parte de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, éste se incluyó como un derecho propio y por consecuencia, en
términos kantianos, como un imperativo categórico; es decir, se debe preservar la vida y la
dignidad de los seres humanos, al margen de cualquier finalidad o acción ulterior posible.
Por tanto, la preservación de la vida queda, retomando el planteamiento del propio Kant,
como un asunto que ha de hacerse por sí mismo, en tanto mandato de la razón.
Que alguien pierda el derecho a la vida no es lo mismo que alguien pierda la vida,
así como también que alguien pierda el derecho a la vida no delega sobre cualquier otra
persona el derecho a tomar su vida, tal como sucede cuando una persona continúa
poseyendo algo, por lo que él o ella ha perdido el derecho de posesión. El respeto a la vida
humana es intocable en el sentido ético, por razones de su propia existencia,
independientemente de que el carácter religioso la remita a un origen divino. De ahí que
nos planteemos: ¿qué aporta hoy la pena de muerte al bien común, pues no compensa el
daño irreparable que sufrió la víctima? ¿La venganza es una justa retribución?
El argumento más contundente contra la pena capital es la constatación de que la
violencia genera violencia en una cadena sin fin; por ello, ahora más que nunca es necesario
romper con este paradigma de sucesión destructiva taliónica, para la apertura de un nuevo
paradigma bioético en resonancia con la defensa de los derechos humanos. La abolición de
esta sanción es sólo un pequeño inicio, pero podría ser grande el efecto en la práctica y en
la concepción misma del poder del estado-nación cuando ha cometido tantos errores a
través del tiempo.
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Bibliografía
1. Gracia, Diego, Fundamentación y enseñanza de la Bioética, El búho, Bogotá, Colombia,
1998. (Ética y vida, No. 1).
2. Kant, Immanuel, La metafísica de las costumbres (1797), Estudio preliminar, traducción
y notas de Adela Cortina Orts y Jesús Conill Sancho, Col. Clásicos del Pensamiento,
Tecnos, Madrid, España, 1989.
3. ______________, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Estudio
introductorio y análisis de la obra de Francisco Larroyo, 4ª ed., Porrúa, México, 1980.
4. ______________, Lecciones de ética, Introducción, traducción y notas de Roberto
Rodríguez Aramayo y Concha Roldán, ed. Crítica, Barcelona, España 2002.
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Neuman, Elías, Pena de muerte: la crueldad legislada, Editorial Universidad. Buenos
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Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres,
Prólogo, traducción y notas de Mauro Armiño, Alianza, Madrid, España, 2002.
8. Sgreccia, E., Manual de Bioética, Trad. V. M., Fernández, 2ª ed., Universidad Anáhuac /
Diana, México, 1999.
9. Tom Regan et al., Matters of life and death, New introductory essays in moral
philosophy, North Carolina State University at Raleigh / Random House, New York,
Estados Unidos Americanos 1980.
10.
El Secretario Jurídico, “El Contrato Social de Rousseau”, Libro I, en
http://secretjurid.www5.50megs.com/textos/rouss_contrsocl.htm, Fecha de consulta: 1º
de diciembre de 2005.
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