30 años un balance de la economía argentina en democracia

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10 DE DICIEMBRE DE 1983 - 10 DE DICIEMBRE DE 2013
DOCUMENTO
30 AÑOS UN BALANCE DE LA ECONOMÍA
ARGENTINA EN DEMOCRACIA
Como comunidad universitaria del Departamento de
Economía y Administración nos parece necesario
sumarnos a la conmemoración de estos 30 años de
continuidad y plena vigencia del estado de derecho,
invitando a la reflexión acerca de los avances y
de las cuentas pendientes en consonancia con un
concepto de democracia que por definición refiere a
conquistas y avances en términos de igualdad y de
desmontaje de toda forma de privilegio o fuente de
asimetría en la distribución de recursos.
Desde el punto de vista económico, dos de esas
tres décadas se asocian a los efectos regresivos
perdurables y a los condicionantes derivados de
la profunda reestructuración social y económica
iniciada por la dictadura militar, en coincidencia
con un período de “revolución conservadora” a nivel
mundial que se manifestaría en todos los campos de
la vida social, política y cultural de nuestros pueblos,
y que inspiró políticas y reformas “antikeynesianas”
como respuesta a la crisis estructural capitalista de los
años ‘70, luego de un ciclo largo expansivo “fordista”
de la segunda posguerra (“los 25 años gloriosos”,
estado keynesiano y del bienestar).
La dictadura militar que irrumpió a sangre, fuego
y terror en 1976 fue funcional para que una
minoría o fracción del capital más concentrado
logre su hegemonía política mediante el control
y la subordinación del Estado, eliminando toda
permeabilidad de este a la inclusión de cuestiones
que hacen a los intereses de las mayorías populares e
instaurando un régimen de acumulación basado en la
valorización financiera que recién va a derrumbarse
hacia 2001I2002, cuando se expresa en su plenitud
la devastadora crisis asociada a su agotamiento.
Se trató de un período en el que conocimos las
manifestaciones más extremas en materia de
anomalías económicas como la hiperinflación,
la hiperdesocupación, las recurrentes crisis y
corridas bancarias, la progresión geométrica del
endeudamiento externo, la sangría de recursos hacia
el exterior, la cesación de pagos y hasta la deflación
(1998-2000) y cuasi desaparición de la moneda
nacional.
La primacía de la renta financiera desplazó al eje en
las actividades productivas borrando de la agenda
pública toda aspiración a desarrollo económico y
desmontándose la institucionalidad y las políticas
públicas que hasta mediados de los ‘70 habían
posibilitado configurar una sociedad que, aunque
periférica y dependiente, contaba con elevados
niveles de integración social y ciertos niveles de
industrialización que, aún con sus insuficiencias,
sin dudas constituía una plataforma valiosa para
implementar otro tipo de estrategia de desarrollo
capitalista diferente.
El saldo que se fue acumulando hasta 2002 fue
contundente en cuanto a regresividad y deterioro
en materias: social, productiva (reprimarización,
simplificación de la estructura, achicamiento), de
distribución de ingresos, científico-tecnológica,
cultural y de reforzamiento de vínculos de pasividad y
de menor autonomía decisoria en cuanto a inserción
internacional, con una constante de transferencias
netas al exterior de una parte importante de la
riqueza nacional generada: pagos crecientes
de deuda externa, giro de utilidades y fuga de
capitales. Esta última, en lo sustancial, realizada
sistemáticamente por los mismos grupos económicos
empresariales concentrados que también transfirieron
al Estado su contrapartida de endeudamiento para
que pagáramos todos los argentinos. “Socializar
pérdidas y privatizar ganancias”, un verdadero
“Estado Hood Robin”.
En el campo del pensamiento económico se asistió
al predominio de la ortodoxia neoliberal a partir del
gran protagonismo que adquirieron los organismos
internacionales de crédito (FMI, Banco Mundial),
la mayor influencia de fundaciones y centros
de pensamiento conservador o “think tanks”; el
lugar creciente de las universidades privadas; el
desfinanciamiento y la reconversión de los programas
de enseñanza e investigación en ciencias económicas
en la mayoría de las universidades públicas del
país, en que la matriz de formación neoclásica se
naturalizó como si fuera La Ciencia Económica, con
sus postulados reduccionistas y abstractos, el uso y
abuso de la matemática en detrimento de su carácter
de ciencia social, criterios de eficiencia estáticos y la
pretensión de validez universal.
Asimismo, debe destacarse el auge de los
intelectuales neoliberales (profesionales de medios,
economistas con estudios en EEUU, pensadores
permeables al discurso del “fin de las ideologías,
etc.) y la concentración y centralización en el ámbito
empresario de multimedios con predominio de un
discurso despolitizador, apologético de la libertad de
mercado y promotor del individualismo.
A título ilustrativo, es oportuno recordar que en la
década del 90 se llegaron a publicar estudios
en que se sostenía que algunas provincias eran
“inviables” económica y financieramente y que
debían desaparecer agrupándose en otras unidades
regionales. Las universidades de élite de EEUU se
constituyeron en las referencias de lo que debían
ser las mejores prácticas y los conocimientos de
“frontera”.
La política, reducida a la mera administración de las
decisiones de los núcleos de poder concentrado, se
fue vaciando de contenidos y se desprestigiaba al no
contemplar las demandas y los intereses populares.
Buena parte de la dirigencia política de los partidos
populares tradicionales defeccionaron ante el auge
neoliberal ya sea por desconocimiento, oportunismo,
directo enriquecimiento, vínculo orgánico con
grandes empresas o priorización de supervivencia
y reproducción corporativa y que, en ciertos casos,
hasta adhirió con entusiasmo al nuevo consenso o
“clima epocal”.
La centralidad de la atención de los intereses de los
grupos económicos concentrados en la agenda estatal
se va a imponer y sostener atravesando los gobiernos
constitucionales, condicionados y asediados por la
situación estructural que tuvo como claro resultado un
achicamiento de la economía nacional.
En la década del 90 esos grupos empresarios van
a consolidar también su predominio económico
(privatizaciones, reducción del Estado) en todas
las áreas que generaban oportunidades de alta
rentabilidad (monopolios de servicios públicos, de
alimentos y de insumos industriales de uso difundido;
recentramiento en producciones agropecuarias
tradicionales y en manufacturas de ese origen). Se
destaca particularmente, hacia mediados de esa
década, el inicio de un nuevo proceso de profunda
extranjerización de la estructura productiva nacional,
el cual llega hasta nuestros días.
Este nuevo experimento de aplicación de reformas
conocidas como “Consenso de Washington” terminó
muy mal para las mayorías populares, con graves
consecuencias que llegaron hasta la ruptura misma
de lazos sociales al generar “varios países”, más allá
del indudable éxito que tuvo en definir como claros
ganadores a una minoría beneficiaria por ingentes
trasferencias de recursos sin que ello se tradujera en
inversiones productivas.
Una “economía de endeudamiento” a partir de la
apertura comercial unilateral y la plena integración
a los flujos financieros internacionales que instaló
un imaginario acerca de la supuesta “normalidad”
en cuanto a disponer libremente de divisas para
cualquier fin, sea fugas, usos o consumos suntuarios,
cuando no parasitarios como es el caso de la
adopción del dólar como moneda de reserva de
valor para ciertos sectores de ingresos altos y medio
altos, con el agravante de difusión e imitación de
otros sectores sociales, condicionando las políticas
favorables a las mayorías, conforme la relevancia
de la escasez de divisas como condicionante en una
economía como la nuestra, propagando en el tiempo
las inercias favorables a ciclos con irrupción de crisis
permanentes.
Una manifestación contundente de ese Estado
Nacional desmembrado fue la situación a la que se
llegó en relación a una de sus funciones originarias,
soberanas o fundantes como es el control monetario
centralizado y legal en todo el territorio nacional
cuando irrumpieron múltiples monedas provinciales
hacia fines del siglo pasado.
Recién en este siglo, luego de la divisoria de aguas
de la hecatombe de 2001/2002 y las respuestas que
comenzaron a implementarse con el Gobierno que
asumió en 2003, las alianzas de contenido popular
comienzan a reactivarse y a posibilitan la progresiva
reversión de las políticas antipopulares y predatorias
anteriores. Progresivamente, y muy especialmente
a partir del conflicto con las patronales y grupos
empresariales que se abroquelaron detrás de los
intereses del modelo de “agronegocios” sojero, se
van sucediendo acciones de gobierno que lo ubican
claramente dentro de las mejores tradiciones de los
gobiernos democráticos y populares de Argentina y
Latinoamérica, dejando atrás la larga herencia de
mera administración de las decisiones e intereses de
los núcleos de poder concentrado.
Se inicia así un ciclo de recomposición de instituciones
y de cambios hacia políticas económicas y decisiones
estatales reparadoras que permitieron aumentar la
autonomía del Estado respecto de las corporaciones
y orientarlo progresivamente hacia una agenda
de desarrollo capitalista diferente, recuperando
inspiraciones económicas de origen estructuralista
y keynesiana para intentar proveer a objetivos de:
diversificación productiva e industrialización, mayor
destino productivo de la inversión, inversión en
ciencia y tecnología, fuerte recuperación del empleo,
y del salario a través de la institucionalidad del
salario mínimo y de las negociaciones en paritarias.
En coherencia con la importancia otorgada al
desarrollo del mercado interno; el impulso a la
integración regional en el marco del Mercosur;
políticas económicas que fueron revirtiendo el largo
predominio de políticas contractivas del nivel de
actividad (como son las ortodoxas), y que fueron
recuperando un rol anticíclico; administración del
comercio externo en favor del valor agregado
nacional.
Nuestra Universidad es a la vez expresión y parte
activa de este proceso secular de profundización
democrática, de expansión de derechos y de apertura
de opciones plurales para la discusión de ideas en
materia de ciencias y gestión de conocimiento. En
particular, para dar cabida a las distintas tradiciones
de pensamiento económico y de modelos de gestión
de la variada gama de organizaciones existentes en
nuestro territorio, a los fines de generar conocimientos
más adecuados a nuestras propias necesidades
de definir y dar respuestas a los problemas del
subdesarrollo y de la exclusión social (desarticulación
y desintegración productiva, debilidades en cuanto
a autonomía nacional para controlar y orientar el
desarrollo de las fuerzas productivas, insuficiencia
de sujetos impulsores del desarrollo, etc.).
En un contexto de recuperación del debate social
en términos de economía política, podemos citar
entre las principales acciones progresivas recientes:
reestatización del régimen previsional, ley de
movilidad jubilatoria, ampliación del régimen de
asignaciones familiares (Asignación Universal
por Hijo con actualización); salario mínimo y
negociaciones salariales periódicas mediante
paritarias; modificaciones a la Carta orgánica del
Banco Central (recuperación de grados de soberanía
en materia de política monetaria y manejo de
reservas); nueva ley financiera (tendiente a incentivar
el ahorro nacional y la disponibilidad de recursos
para el crecimiento); recuperación del control estatal
de YPF para objetivos de desarrollo nacional; vigencia
de “tipos de cambios múltiples”, una combinatoria
de instrumentos más adecuada para dar cuenta
de la heterogeneidad productiva y social; política
arancelaria y comercial más adecuada al interés
nacional de protección y diversificación productiva;
controles y restricciones a la entrada y salida de
divisas (contra fuga de capitales y subordinación a
actividades especulativas); ruptura respecto de la
injerencia del FMI en el diseño y la auditoría de políticas
macroeconómicas; recuperación del rol estatal en
el sostén de la demanda agregada; la priorización
del mercado interno y la política internacional de
construcción de un bloque sudamericano autónomo
de los EEUU y su propuesta de ALCA.
No obstante, más allá de los citados avances, aún son
muchas las cuentas pendientes y los condicionantes
que subsisten, especialmente debido a la magnitud
que adquirió la regresión social y
productiva acumulada a lo largo de tantos años:
estructura productiva poco diversificada; restricción
externa (tendencia a la escasez estructural de
divisas como límite al crecimiento económico);
disminución de la elasticidad producto/empleo; gran
concentración del poder económico y de núcleos con
alto poder de veto a la implementación de políticas
que no consideran ventajosas aún cuando estén
más atentas a objetivos de claro progreso popular
(p.e. capacidad de generar, concentrar y acumular
divisas, aumentos de precios e inflación como barrera
en la puja por objetivos de mayor progresividad en
la distribución del ingreso); un mercado de trabajo
heterogéneo que, aún con sustanciales mejoras,
sigue mostrando sus núcleos duros de informalidad
y precariedad; resortes centrales de la economía
nacional en manos del capital extranjero en un marco
mundial “globalizado”; hábitos y obligaciones que
se traducen en una verdadera sangría de recursos
generados en el país y que van al exterior, sumándose
a la tradicional alta elasticidad de las importaciones
respecto del crecimiento (fuga de divisas, pagos
de deuda externa, remisión de utilidades y precios
de transferencia desde filiales de Empresas
Transnacionales que operan en el país); contexto
de crisis internacional que plantea la necesidad de
administración y regulación estatal del comercio y las
finanzas.
Es en este nuevo contexto que nos planteamos el
desafío de revisar la generación de conocimientos y
la formación en el campo de las ciencias económicas
como Universidad pública comprometida con el
porvenir de nuestra comunidad cercana y el país
en general. Estos últimos años que vivimos son una
interpelación a la Universidad pública para contribuir
a la reversión de las dos décadas anteriores de
frustración económica y social que ha padecido
nuestro país, por lo cual no podemos ser ajenos a
los cambios que, desde los ámbitos de movilización
y decisión política o institucionales se han producido,
cuestionando profundamente a la ortodoxia del
pensamiento económico, presentado como único
posible.
de país factoría, para la mitad de la población actual,
con un rol pasivo y subordinado de mero exportador
de productos primarios.
En este contexto, una nueva generación de
Universidades Nacionales, llamadas a cumplir un
papel fundamental en el desarrollo de las comunidades
donde se insertan, procuran comprometerse con la
construcción de una Argentina industrial, moderna
e inclusiva. En particular, en el Departamento de
Economía y Administración de la UNM procuramos
desarrollar propuestas de Planes de Estudios y de
diseño curricular que reconozcan la diversidad
de enfoques teóricos y las corrientes heterodoxas
y alternativas al pensamiento del Mainstream, que
incluye el rescate de las ricas tradiciones en ciencias
sociales nacionales y latinoamericanas, promoviendo
de esta forma, los intentos de una aproximación a
la realidad económica y social más apropiada para
enfrentar los desafíos del presente.
Departamento de Economía y Administración
de la UNM
Este desafío constituye el eje central de su orientación
pedagógica, en la que se prioriza no sólo la
comprensión de la dinámica del capital en el largo
plazo, sino también, y centralmente, el abordaje
de la problemática del trabajo y los trabajadores,
como fuente real de la riqueza; y la diversidad de
actores y formas organizacionales que operan en la
economía local y regional en forma concomitante con
la economía de mercado, como es el caso del mundo
de la “economía social”, las unidades productivas de
pequeña escala y el amplio y complejo mundo de las
distintas estrategias de sobrevivencia en relación a
las condiciones materiales de existencia.
Reafirmamos nuestro compromiso en seguir
trabajando en una propuesta innovadora de ruptura
epistemológica con la tradición de la enseñanza
que más bien ha contribuido a la configuración de
una cosmovisión de la ciencia económica como una
ciencia neutral, ahistórica y universal, cuyas leyes
de comportamiento pueden parangonarse con la
ley de gravedad, dando lugar a recomendaciones
de política económica que han resultado incapaces
para promover el desarrollo económico y social de
nuestro país en gran parte de estos 30 años de plena
vigencia de la democracia y los derechos civiles,
condenando a la exclusión de millones de personas a
partir de un discurso de supuesto “aprovechamiento
de oportunidades históricas” que encubre un modelo
Es por ello que en este momento de celebración, nos
sumamos con este balance de logros y retrocesos que
alimentan la reflexión y orientan nuestro proyecto
académico, con la convicción profunda de que
construir memoria histórica es condición fundamental
para la identidad y la conciencia nacional.
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