iBÜMtfldlMililttLatO'' BO, OoUjríttk. niís. i, pria< oipü, y en todas IM UbrerM. ANUNCIOS. 21 pañoles ~ Precios coa* Porttífjíil-. ^istmní'íroi. Dos roalsí linea. iíoBiitiííoj- - Procioi eoaTsncionalea. Bxtratijero y OUramar. VENTA, Sapaña-.. Portuiial Toda la correspondencia n dlrigrlrS al adminiírtradoí di BL OLOBO. 29 númerot Irsalsa. ídem, 6D DIARIO ILUSTRADO POLÍTICO. CIENTÍFICO Y LITERARIO. K«x»».T/)ttii»iinKF;<ffcmpBa A.ao V I . -(SKGUNDA HPOGA.J Miéi'oolos '7' dio E n e r o de ISSO. MADRID.-Núm. 1 . 1 5 4 3 mmammmummmBmmmmmmmmum«m.mmimmmmmMmnummm enamorada, desdeñada, celosa y vengativa; un primo Ídem, ídem, cauteloso y traidor: un fraile, que Naastro grabado.- Una decspoion 41o8 doce años, par Héctor ! hacia el papel do apoderado especial de la ProviPeíiHs. B^ccherini ou. Madrid, p.r .1 A.- La úuima sordencia, para aquellos lances; varios asesinos, rlgupresd.—Envista extraDJera.-Hcca políticos.—Noticias ge- pos soldados y masas populares oo;i especial afinerales Telegramas. Giíceta —Variedades (ü.ipeciáculos ción á los motines. al aira Hbyc), por P. B. -Novedadss teatrales (upera) - NoContales personajes ya ss adivinará el argutiuias de eaptctáculos - Movimiento bibliográfico.-Anun- mento. El amante se constituía en ángel tutelar de su papá suegro, el cual le pagaba sus desvelos con una feroz antipatía; ayudado por el frailoi se enteraba aquel de las conspiraciones y tías deshaNUBSTRO GRABADO. cía no sin riesgo de ser ensartado por su mismo protegido, que creía que el tal mozalvete iba á su Con motivo de la activa parte que la famosa casa, no á salvarle la vida, sino á atentar contra su bailarina española Rosita Mauri ha tomado recienhonor; el fraile que estaba al tanto de todo, descutemente en la flesta del Hipódromo, celebrada en bría la verdad en el momento oportuno, y ajusParís á beneficio de los inundados de Murcia, putándose la correspondiente boda se terminaba la blicamos hoy su retrato, á ñn de que nuestros lecfunción á gusto de los principales personajes del tores conozcan su efigie y los principales acontecidrama y de los espectadores. mientos de su vida artística. Entre éstos me contaba yo, que habia seguido Rosa Mauri nació en Reus, en 15 de Setiembre anhelante todas aquellas peripecias; que me había de 18S2. Su padre, artista eoreog-ráfico, le dio las primeras lecciones, y en vista de las esperanzas identiliCrido con los afanes del amanto), con tos terque su aptitud habia hecho concebir á algunos inte- rores de la amada; que había temblado por el padre, cuando el enemigo acero ó el tumulto popular ligentes, se encargó dé perfeccionarla el reputado M. Desvine, cuyos consejos aprovechó nuestra com- había amenazado su vida; que me h;ibia indignado patriota de tal modia, que muy pronto pudo ocupar seriamente contra el traidor, y cuando éAe moría rtignaffiente el puesto de primera bailarina en el á manos del protagonista, habia estado á punto de teatro Principal de Barcelona, donde estuvo con- ped r con varios espectadores que lo mataran otra vez, y que me había regocijado con la feliz termitratada por espacio de cinco años consecutivos. No satisfecha con estos triunfos ni envanecida nación de toda aquella máquina do vulgaridades. con los aplausos que el público le prodigaba, quiso Tan adocenada producción se habia desarrollado, adelantar mas y mas en su carrera, y á este efecto 3e trasladó á París, é ingresó en la renombrada academia de Mme Domenique. Apenas habia salido de esta escuela, y ya su fama se habla extendido por toda Europa. París, Hamburgo, Milán y Berlin fueron las primeras capitales extranjeras que tuvieron ocasisn de admirar su talento, su hermosura y su agilidad de sílflde, y en sus teatros fué donde Rosa Mauri recogió multitud de coronas para ornar sus juveniles sienes. La carrera artística de Rosa Mauri ha sido un continuado triunfo. Después de su primera expedición volvió á Ijarcelona, actuando en el f^-ran teatro del Liceo, y antes de que allí concluyera sus compromisos con la empresa, recibió nuevas proposiciones de varios teatros extranjeros, donde, como en todas partes, conquistó nuevos lauros, poniendo el sello á su envidiaole reputación, y colocándose á la altura de las primeras bailarinas de nuestra época. Posteriormente ha bailado en Trieste, en cuyo teatro obtuvo un éxito inmenso en cuantas obras tomó parte, y en 1875 pasó á Viena, donde fué tal el fanitisrao que produjo, que los periódicos de la capital de Austria, la tributaron los mas cumplidos elogios, y llegaron á apellidarla la Patti del baile. En el mismo año actuó en el teatro Real de Turin, y tras una nueva serie de no interrumpidos triunfos volvió á la capital de Alemania, trasladándose después á Milán, para cuyo primer coliseo fué contratada con muy ventajosas condiciones. Allí la vio bailar el maestro Oounod, quien prendado de su portentosa habilidad, exigió do M. Harlanzier que la ajustase para el teatro de la Opera de París, á fin de que desempeñase los primeros papeles en los bailables de la ópera Poliuto, cuyo estreno debia veriflcarse en breve. Y no salieron fallidas las esperanzas del gran maestro, pues Rosita Mauri ejecutó á las mil maravillas su parte, luciendo en ella la gracia, la habilidad y la hermosura de que la naturaleza con tanta prodigalidad la ha dotado. En la actualidad sigue escriturada en el mismo teatro, cuya escena continuará pisando por mucho tiempo, dadas las dificultades que ofrece su reemplazo. Gomo buena compatriota, prestó su generoso concurso á la benéfica obra realizada recientemente á favor de las vlcti uas de las inundaciones de nuestras provincias de Levante, y todos saben que ftié una de las artistas que mas se distinguió en la famosa flesta, cuyo recuerdo quedará eternamente grabado en el corazón de los españoles. lítossi SQMARIO. u'ii;,^>. UNA DECEPCIÓN Á LOS DOCE AÑOS. Para asistir á las representaciones teatrales se debería ser siempre niño. Con la edad se torna mas exigente el hombre; el periodo de análisis comienza bien pronto en la misma juventud; y sí es cierto que se saborean mas á coBciencia las bellezas, también lo es que solólas verdaderas joyas del arte satisfacen el ánimo, y\ como estas son raras, resultan escasas las satisfacciones. Mas cuando todavía se está en esa época de la vida en que el sentimiento y la fantasía prepondei'íin, y en que se reciben con cierta agradable confusión las impresiones sin que el espíritu se sobreponga á ellas, los defectos se desconocen ó se perdonan, las bellezas no se aquilatan, y las producciones do adocenada medianía conmueven y atraen, como en edad mas avanzada no lo consiguen quizás las obras de omínente poeta. Pero esto ha de ser á condición de no entrar jaaiás entre bastidores. Yo recuerdo lo que me acaeció en este punto. Han pasado muchos años, y el efecto no ha podido desvanecerse aun de mi ánimo. Habia asistido desde la butaca á la representación de un drama de muchas prete isiones, cuyo nombre se ha borrado da mi memoria, pero no el argumento. Era éste de lo más manoseado y los resortes del drama do los más triviales que en el género puede hallarse. ^ Había allí familias separadas por seculares 'jdios, los cuales no habían impedido á dos vástaRoívde aquellas, de sexo distinto, conocerse y amarle; iriírigas y conspiraciones de los parientes de & ^ontra U poder y la vida del padre de ella, que era "^1 señor muy iracundo y muy bruto; una prima pues, ante mis ojo'S de doce años palpitante de vida y do realidad, y todas aquellas pasiones cantadas en altisonantes verjos de hinchado estilo, habían tenido para mí verdadera existencia. Desgraciadamente, dos ó tres días después un joven pariente mío, que me aventajaba ocho ó nueve años en edad, y que era pollo elegante é intrépido, creyendo hacerme un favor, me llovó á presenciar una fuDiCíon entre bastidores, donde él tenia franca y expelita entrada. Con viva emoción penetró en aquel rincón del mundo para mí tan desconocido como casi lo era el resto. Desde qua mo vi en el laberinto de maderos, cuerdas, escaleras y lienzos, se apoderó de mí cierta inquietud, porque temía á cada paso desaparecer por una de aquellas aberturas que en el suelo había ó sentir sobre mi cabeza alguno de aquellos telones que se balanceaban en el aire, ó encontrarme, y esto era lo que mas terror me inspiraba, por algún cambio de decoración, en medio de la escena y frente al terrible é impimente público, cuyas risas y silbidos me parecía oir ya, La funciion habia empezado. Era la misma á que noches antes habia yo asistido desde una butaca. Recordó que en el primer acto no se cambiaba de decoración, y sintiéndome mas tranquilo me aproximé á la puerta del foro y miré por las rendijas. ¡Qué efecto mas deplorable me causó el. espectáculo, vi.-jto de aquella manera! L;5s actitudes y los ademanes da los -nctorés me parecieron muy afectados; sus voces llegaban Secas y fria^ á mi oido; la voz del apuntador llegaba mas fría y mas seca aun; su figura me h'^cia reir, pues se me antojaba una especie de molusco fenomenal y mayor risa me causaba aquel inmenso cuadro de fondo oscuro lleno de multitud de caras, que al estar todas atentas mirando hacia el mismo sitio, formaban el mas cómico conjunto. Abstraído me hallaba en mis observaciones, cuando don Juan (el amante), saliendo como un rayo por la puerta que me servia de observatorio, apoco mas me rompe con e'da las nariee='. Don Juan huia de don Pedro (el padre de la heroína), que andaba al;?o encamado, y habiendo sentido ruido en su casa se habia puesto á registrarla. Y en efecto: cerca de raí estaba dando descompasadas voces, que á los oidos de los espectadores llegaban como la mas viva expresión del furof. Al salir huyendo, don Juan, luego que hubo cerrado la puerta, se le acercó don Pedro, y arrojando al suelo la colilla de un cigarro y sacudiéndose cuidadosamente la ceniza que le había caído en la ropilla, preguntó á aquel con el tono mas indiferente: —-üQué tal está el Dúblico esta noche? —Frío, muy frío,—contestó don Juan con un signíflcatívo movimiento de hombros. El traspunte se acercó dando la salida á don Pedro, y este, tirando de la espada, se lanzó furioso á la escena, buscando al seductor y amenazando á su liija, al cielo y á la tierra. Aquel era el momento'en que la joven se desmayaba y el fraile s a lía para impcdípun parricidio. La joven'iayó de espaldas al público, y mientras que su padre tro- nutos después de haber sido ensartado por éste, en toda regla, Los tres aldabonazos lentos y sonoros que me habían hecho estremecer dos noches antes en mi butaca, porque anunciaban que los guardias del rey venian á conducir á la prisión, y quizás á la muerte, á don Pedro, los daba á mis pies el traspunte,, golpeando con un mazo una estaca clavada ou el suelo; el motín de la plebe, cuyas voces habían llegado ha"ta mí la consabida noche como rugidos de agitado mar, lo hacían cuatro ó cinco comparsas agrupados junto á la puerta del foro, ahuec»ndo las mejillas y la boca y mirándose unos á otros con el aire mas estúpido. ¡Y eutretanto el público aplaudía como yo tarabien, cuando formaba parte de él, había aplfui Udo! En aquel momento el público me parecía el ser mas digno do lástima. —¡Si vieran como yo lo que esto es!—pensaba poseído ya de la soberbia que hay en el fondo del exceptícismo. Fetizmentffl, mi primo vino'á sacarme de tal situación, dicióndome que era hora de Uevai'nieá casa porque él teniíi que volver para acompañar á una familia amiga. Yo le ssgul silencioso y sombrío, c(nno el hombre que ha logrado conocer el verdadero vfllor de las cosas déla tierra. Llegué á mi casa y me ac-sté saboreando mi amargura. Hasta creo que filosofé, lo cual nada tendría de extraño, porque al fin y arcabose llama filósofo á quien observa las acciones de los hombres desde un punto de vista análogo al que yo habia tenido aquella noche para asistir á la representación del drama. Desde entonces no quise volver al escenario y . Siempre que mi familia me llevaba al teatro volvían á mi imaginación la colilla del cigarro arrojada por el barba, los juramentos del fraile, las conversaciones del galán, las miradas de la dama al brazalete, los golpes del traspunte y las caras de los comparsas, y más que á los personajes del drama ó comedia representado me figuraba v e r á cada actor Pütre bastidores, fuese cual fuese la obra. Bn el teatro de la vida, siemlo, no niño sino hombre, snele uno presenci r muchos espectáculos que le atraen y le cautivan y le encantan cuando los vé desde fuera, pero que le hacen perder muchas ilusiones y mucho entusiasmo cuando los mira desde dentro. Por eso creo muy perjudicial para el corazón y para la ftmtasfa en la vida del teatro y'en el teatro de la vida presenciar la función entre bastidores. Héctor Peüas! BOOCHERINI BN IttADRID. ' La historia de los príncipes y do los reyes prescinde en ranchas ocasiones de ciertos hochü.s, al parecer do poca imporíanoia, omitiendo así algunos detalles de no escaso valor que á veces pintan iiii carácter y son más elocuentes que el estudio biográfico más perfecto y atildado. Gomo ejemplo decaía observación citaremos un hecho de la vida de Garlos IV, acaecido durante la' ¡permanencia del famoso compositor Rocclierini en Madrid, y cuyo relato hemos leido on la obra do Scudo que lleva por título La música antigua y moderna. Pero digamos antes quién íúé.Boceherini. Nació este ilustré maestro en Lueca, el dia 14 da Enero de 1740. Su padre, habilísimo contrabajista, le dio las primeras lecciones de mdiic¿i y de violóncello, pero al poco tiempo fué reemplazado por el maestro de capilla del arzobispado, el abate Vannnci, quien le hizo f delantar rápidamente en su carrerai Después perfeccionó su.s estudios en Roma, y á la edad de veinte ; ños se reveló su genio por medio de varias composiciones que excitaron el entusiasmo de sus compatriotas. Ebrio de gloria, cuando sú fama empezó á extenderse por Europa abandonó su páti'ia en compañía de un amigo, artista como él, provocando entrambos la admiración de cuantos tuvieron la Mauri. fortuna de escucharles. En París, sobre todo, á cuya capital llegaron en 1768, obtuvieron uno de sus más ruidosos triunfos, y en vista de tan pasmoso resultado el embajador de España en la capital de Francia les indujo á hacer un viaje á nuestro país asegurándoles qué serian muy bien acoginaba contra ella, entreteníase en mirarse un brados por el príncipe de Asturias, que reinó después zalete de íilsos diamantes que llevaba en el brazo, con el nombro de Carlos IV. sobro el cual apoyaba su lánguida cabeza. En cuanto al fraile—un verdadero santo—pasó á mi lado Al Ilegal" Boceherini á Madrid, el príncipe tenia echando por aquella boca sapos y culebras, porque como maestro de capilla á Cayetano Bruiietti, hábil en el clavo de un madero se habia desgarrado el víolmista, cuyos celos so despertaron al presentarhábito; pero esto no le impidió tomar en la escena se su tem'ble rival. el aii'e de unción y de beatitud mas evangálíoa. Brunetti trató de indisponer á su paisano con el Al caer el telón estuve por marcharme. Hallába- principe, sin que perdonara ninguno de los medios que pudieran conducirle al logro de sus deseos. me mustio y disgustado; parecióme que rae hablan engañado y que alguien S J habia burlado de mí. Mi Don Luis, tío de don Cirios, llovó ci rto dia á mal hum r se aumentó con las observaciones que Boci-herini á casa de su sobrino, á fin do que a d j u hice durante el entreacto. Los trajes, q u e m e ha- rara varios quintetos que el maestra acababa de bían maravillado roñando los miraba desde las bu- escribir. tacas, resultaban descoloridos y viejos vistos de El príacipe cogió su violin, y se puso á tocar su cerca; las caras de los artistas, cubiertas de alba- instrumento favorito. Bn la parta que desempeñayalde y de polvos de arroz, ae me antojaban, por lo ba, y que era como siempre la primera, habia un ompo vadas, las de los mozos de una tahona que pasaje en extremo lánguido y monótono. Don Cirfrente á mi casa habia, y las conversaciones que ios no se fijaba en los acordes de los demás instruallí escuchaba mffl parecían muy poco poéticas. Sin mentos, y abandonando dra pronto su víoliu se leemliargo, la curiosidad en los muchachos es mas vantó, y lleno do cólera, dijo: poderosa que todo otro sentimiento; y á pesar de —Eso es detestable; un estudiante no 'o haría mis propósitos de fuga me quedé. peor. En el acto siguiente mi desilusión fué en aumen—Dígnese vuestra alteza prestar su atención al to. Durante él, vi á doña Elvira (la amada de don acompañamiento que ejecutan el segundo violin y Juan) arreglando cariñosamente los bucles y tira- la viola, y al pissicato que hace en tanto el riolonbuzones de doña Beatriz (su odiosa enemiga) cuando cello. El pasaje pierde .su monotonía cuando los esta iba á salir á la escena para tramar contra ella otros instrumentos intervienen en el discurso. . la intriga mas inf nie; vi á don Pedro dando la;! úl—Rsa es música de principiante, de mal princí-* timas instrucciones á sus propios asesinos para que piante. ;Ut si, ut si, durante media hora! las actitudes de éstos pudieran hacer mayor efecto —Señor, antes de emitir semejante juinio, "3 ! en el público, y vi junto á mí á don Lúeas (el trai- preciso ser inteligente en la materia. » dor) hablando cariñosamente con don Juan, dos mi—¡Insolente,