ESTÉTICA Y PÓLÍTICA DE LA INTERCULTURALIDAD EL CASO

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ESTÉTICA Y PÓLÍTICA DE LA INTERCULTURALIDAD
EL CASO DE MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS
(TRANSCRIPCIÓN DE VIDEOCONFERENCIA)
Mario Roberto Morales
University of Northern Iowa
Con ocasión del centenario del nacimiento de Miguel Ángel Asturias,
la Colección Archivos me invitó a coordinar la Edición Crítica de los
Cuentos y leyendas (París-Madrid: ALLCA, 2000) de nuestro autor, y
también a contribuir con ensayos para las ediciones críticas de El Señor
Presidente, Mulata de tal y el volumen del Teatro asturiano. Esto
me permitió realizar .un despliegue ensayístico que venia amasando desde
hacia algunos años, ya que la invitación de Archivos coincidió felizmente
con una relectura de Asturias que venía yo realizando con cierto
detenimiento, motivada por una conversación con Luis Cardoza y Aragón,
quien en una ocasión me interrogó (cuando él escribía Miguel Asturias
casi novela) sobre mi "Matemos a Miguel Asturias" (el cual Gerry
Martín incluyó en su edición crítica de El Señor Presidente y yo en la
mía de Cuentos y leyendas). Esa vez, en su casa de Coyoacán, Cardoza
me preguntó: "¿Usted cree que la literatura de Asturias ha empezado a
envejecer?" Y yo, apresuradamente, le contesté que creía que sÍ. Pero la
verdad es que yo no había vuelto a leer a Asturias desde hacía mucho
tiempo. Y a raíz de esa respuesta, que a mí mismo me dejó insatisfecho,
comencé a releerlo.
Las claves que empecé a descubrir articulan el despliegue de mi
conjunto ensayístico, el cual trata de explicar el desarrollo de las mismas.
Éstas se inician con el tránsito asturiano que va de su tesis de abogado,
El problema social del indio, a las Leyendas de Guatemala, periplo
que expresa también el tránsito que va del Positivismo del siglo XIX a la
Vanguardia del siglo XX y a la comprensión plena del fenómeno de la
transculturación como eje de nuestros mestizajes. Es asimismo un
tránsito que va de Guatemala a París y que constituye un momento
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crucial en la trayectoria asturiana. De una defensa paternalista del indio,
Asturias pasa a una toma de conciencia mestiza de su propia identidad,
incorporando la parte indígena, tanto precolombina como moderna, a
su patrimonio cultural identitario.
Leyendo el conjunto de la obra asturiana, se me presentó con cierta
evidencia el hecho de que Asturias se mueve en torno de un eje ideológico
que constituye una preocupación ética, estética y política, manifestada
a lo largo de toda su obra, la cual se torna en una propuesta ética, estética _
y política no sólo para Guatemala si no también para toda la América
Latina.
Esta propuesta tiene que ver con una identidad intercultural mestiza y democrática, en el sentido en que los componentes culturales que
la constituyen se encuentran balanceados en una especie de sujeto popular interétnico que obviamente sólo ha sido posible en la poesía, en la
literatura, no así en la política ni en la sociedad ni en la economía, y que
es el que Asturias sueña, el que Asturias poetiza en claves de la
vanguardia parisina que le tocó vivir.
Lo interesante es que esta preocupación de Asturias -que le llevó
mucho tiempo concretizar en su obra literaria- se torna en un abanico
de desarrollos de los contenidos de la leyenda de la Serpiente Emplumada,
llamada Kuculkán en maya, Gucumatz en quiché, y Quetzalcóalt en
nahua, y que constituye el eje filosófico y moral de las sociedades
precolombinas de Mesoamérica. Esa es la raíz de la elaboración
antropológica e identitaria asturiana en relación a la identidad mestiza
y a su propuesta poética de lo que yo conceptualizo como un sujeto popular
intercultural, interétnico y plenamente consciente de su mestizaje, el
cual es asumido por él con orgullo y equilibrio.
Esta gran propuesta empieza con Leyendas de Guatemala y está
contenida en forma suscinta en el pórtico de ingreso al libro y que se
llama, justamente, "Guatemala". Por ejemplo, en la página 9 de mi
edición crítica se lee:
"La carreta llega al pueblo rodando un paso hoy y otro
mañana. En el apeadero, donde se encuentran la calle y
el camino, está la primera tienda. Sus dueños son viejos,
tienen güegüecho", han visto espantos, andarines y
aparecidos, cuentan milagros y cierran la puerta cuando
pasan los húngaros: esos que roban niños, comen
caballo, hablan con el diablo y huyen de Dios".
La imagen de la carreta se constituye en una clara metáfor~ de
nuestro subdesarrollo, o mejor dicho, de nuestra premodernidad, y
naturalmente la tienda donde se encuentran la calle y el camino es, en
su calidad de símbolo del comercio, emblema de la precaria modernidad
en la cual Asturias ubica a su multitemporal sujeto mestizo (que es un
sujeto que sueña hacia atrás y se convierte en Kuculkán a veces, como
veremos adelante).
'
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Su soñada visión transculturalmente mestiza de la América Latina
queda expresada así:
"El Cuco de los Sueños hace ver una ciudad muy grande
-pensamiento claro que todos llevamos dentro-, cien
veces más grande que esta ciudad de casas pintaditas
en medio de la Rosca de San Blas. Es una ciudad
formada de ciudades enterradas, superpuestas, conw
los pisos de una casa de altos. Piso sobre piso. Ciudad
sobre ciudad" (lO).
Esta visión de palimpsesto, de hibridación cultural, de
sobreimposiciones culturales, es básica para entender la naturaleza
híbrida del sujeto mestizo asturiano. Este sujeto es una invención
poética, como la Rosca de San BIas, que algunas personas que no conocen
Guatemala piensan que es alguna referencia geográfica, pero tiene que
ver más con las roscas de los "panes de dulce", y Asturias las imaginó
como un punto geográfico., Esta imaginación "anárquica" desconcierta
a menudo a etnólogos y antropólogos porque Asturias recurre con
frecuencia a la técnica del pastiche para expresar su sueño mestizo y
transcultural de la identidad. Sus febriles combinaciones hibridizantes
se retrotraen al pasado precolombino (cuando su sujeto se torna en
Kukulkán) y tienen explosiones como la siguiente, en la sección "Ahora
que me acuerdo":
((Bailando como loco topé en el camino negro donde la
sombra dice: (iCamino reyes éste y quien lo siga, el rey
será!' Allí vide a mi espalda el camino verde, a mi
derecha el rojo; y a mi izquierda el blanco. Con cuatro
caminos se cruzan antes de Xibalbá" (17).
Esta es la introducción al ambiente históricamente transculturado
en el que Asturias ubica a su sujeto identitariamente mestizo. En la
pieza teatral llamada "Cuculcán" (esta vez Asturias escribe el nombre
con c y no con k), que está casi al final de Leyendas de Guatemala,
hay una clara indagación en los vericuetos de la identidad como
construcción imaginaria, un asunto central del eje ideolólgico que articula
toda su obra. Aquí se expresa la situación en la que la imagen de sí
mismo seduce al sujeto de tal manera que a menudo acaba perdiéndolo,
como en el mito de N arciso. Esta imagen que pierde al sujeto está ubicada
en el espejo, ya sea en el espejo del lago donde cae Lida Sal o en el
Charco del Limosnero, en El Alhajadito, o bien está representada por
la dualidad de Cuculcán y su contraparte oscura, que eternamente trata
de seducido y de perderlo.
Permítanme leer un pasaje de mi análisis (553-607) del texto
"Cuculcán". En la página 590 escribo:
((Cuando Yai quiere reinvindicar la permanencia de lo
real, le dice al Guacamayo: (iEl amor es eterno!' A lo
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que éste responde: (jEs eterno, pero no en el Palacio del
Sol, en el Palacio de los Sentidos, donde, como todas
las cosas, pasa, cambia! ... ' Luego le indica que lo que
amará esa noche es (un engaño, producto de un juego
de espejos, de unjuego de palabras', y que para juntar
la imagen con la realidad de la persona amada, ella
debe escapar de la muerte que la espera. (Tú dirás
como ... " le responde Yai, y el Guacamayo sentencia: (En
tus manos está ... ' Yaí replica todavía: (¿ y cómo podrán
mis manos luchar contra mi imagen que está en un
espejo? .. -Abrelas', le espeta el Guacamayo, y al
hacerlo, Yai descubre desconcertada: (iSon dos espejos!'
Guerra de imágenes:, guerra de versiones de lo real (que
está en otra parte), la vida es una construcción cultural
y la identidad también. Después de todo, fue
Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, quien le hizo ver a
Kuculkán (su alter ego) que tenía rostro, es decir, que
tenía una identidad, y se la falseó provocando su ruina
temporal. La redención de Kuculkán implicó recuperar
los huesos de sus ancestros, es decir, su memoria y el
sentido de esa memoria: su identidad reconstruida,
incorporando a Tezcatlipoca y sus secretos a su propia
persona. Es decir, integrándose como un sujeto plural y
a la vez unitario".
Esta leyenda, esta metáfora le sirve a Asturias para imaginar (en la
literatura) y proponer (en la imaginación política) un sujeto
absolutamente consti~uido, asumido en su mestizaje, en sus diferentes
facetas identitarias, como eje de la identidad cultural latinoamericana
(que fue quizás el principal objeto de indagación de las vanguardias).
En la página 600, en la que me detengo en El Alhajadito, hay
también un fragmento con el cual podemos ilustrar esta preocupación
de Asturias por el espejo y por la identidad ante la cual sucumbimos.
Acordémonos que Lacan decía que el espejo es la metáfora del otro, o los
otros. Es la única posibilidad que yo tengo de saber quién soy, es decir,
mi identidad se refleja como una imagen de mí mismo, y esa imagen es
siempre una imagen, no soy yo, es una reproducción de lo que soy. La
identidad es lo que el espejo me devuelve, lo que los otros me devuelven,
y esa imagen es construida socialmente y se puede sucumbir ante ella.
((El Alhajadito se oyó nombrar por primera vez
Alhajadito (... )
-iAlhajadito .. .! iAlhajadito ... !
Así le llamaban al ir pasando. ¿Quién? No sabía quien.
Alguien escondido en las cosas ".
En otras palabras, las identidadades son nombres que nos pone el
otro y que nos ponemos nosotros mismos. El espejo (el otro) es un lugar
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de encuentro para el sujeto, un encuentro de la conciencia de su propia
imagen y de su idea de la propia identidad. Se postula también como el
lugar de transformación e incluso de destrucción de esa identidad.
Finalmente se corre el riesgo de sucumbir frente al propio espejo:
"Desesperado, vagando entre el arrepentimiento y la
culpa, el Azacuán clavó espuelas y se arrojó al Charco
de limosnero con todo y su caballo, y esta vez el agua no
devolvió ni su imagen ni su cuerpo sepultándolo en su
espejo misterioso y dormido" (601).
Para Asturias, la identidad transculturizada e interculturalizada
trasciende las dicotomías binarias. Por eso también explora los espacios
del mestizaje de la mulatez en El espejo de Lida Sal, así como la
detectación de nuevas expresiones identitarias híbridas, emblematizadas
no sólo en el traje de Perfectante, si no en el carácter "usurpador" que
reviste su uso por esta mulata que desafía la estructura clasista y la
división sexista 'tradicionales:
"No había disfraz más vistoso que el de 'Perfectante'.
Calzón de Guardia Suizo, peto de arcángel, chaquetilla
torera. Botas, galones, flecos dorados, abotonaduras y
cordones de oro, colores firmes y tornasolados,
lentejuelas, abalorios, pedazos de cristal con destellos
de piedras preciosas" (604).
El traje de Perfectante es un emblema, una metáfora de nuestra
hibridación cultural, de nuestros palimpsestos culturales, de nuestra
transculturización, de nuestra interculturalidad conflictiva, que, en este
caso, lleva finalmente a la bancarrota de la propia imagen.
I
'(Ya estaba, ya estaba sobre una roca de basalto,
contemplándose en el agua.
¿Qué mejor espejo?
Deslizó un pie hacia el extremo para recrearse en el
vestido que llevaba, lentejuelas, abalorios, piedras
luminosas, galones, flecos y cordones de oro y luego el
otro pie para verse mejor y ya no se detuvo, dio su cuerpo
contra su imagen, choque del que no quedó ni su imagen
ni su cuerpo" (604).
Con estos pasajes contenidos en mi edición crítica quise ilustrar la
preocupación de Asturias por el problema de la identidad. Puesto que él
estudió el psicoanálisis en profundidad, el espejo como metáfora del otro
y la identidad como construcción imaginaria no le eran conceptos ajenos.
Sin embargo, esta preocupación es nada más la base de su enorme
propuesta ética, estética y política de una identidad cultural mestiza, la
cual él sueña democrática (por el balance de sus componentes) y
compartida, tarito para Guatemala como para la América Latina.
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. En esta óptica, Leyendas de Guatemala es una colección de relatos
fantásticos, mágicos, que a menudo pendulan del pasado precolombino
hasta la Colonia y hasta la era republicana, con alusiones a la precaria
modernidad y a la simultánea premodernidad que América Latina padece,
y es en ese contexto que los personajes sueñan y se imaginan. Leyendas
de Guatemala es un libro que es juvenil y pionero. Se publica en 1930
en Madrid, pero es escrito más o menos en 1928, un año particularmente
fecundo: es el año del Romancero gitano, de García Lorca; el año de
los Seis ensayos de interpretación de la realidad peruana, de
Mariátegui; y el de Un perro andaluz, de Buñuel y Dalí. Un año
verdaderamente crucial en la producción cultural de las vanguardias en
todo el mundo. Leyendas de Guatemala es la primera obra
emblemática de la vanguardia artística latinoamericana, en la cual ya
Asturias lograba conectar el surrealismo francés con lo que él percibía
como un surrealismo precolombino, presente en textos como el Popol
Vuh, el Rabinal Achí y el Chilam Balam principalmente, pero
también en la poesía nahuatl y en otros textos.
En mis ensayos para las ediciones críticas de El Señor Presidente,
Mulata de tal, y en una pieza sobre Hombres de maíz (en mi libro
La articulación de las diferencias o el síndrome de Maximón.
Guatemala: Consucultura, 2002), desarrollo la explicación de la propuesta
asturiana del mestizaje intercultural y de la identidad mestiza.
El Señor Presidente constituye una indagación de Asturias en la
dualidad de Kuculkán, que es el Señor Presidente, por un lado, y por
otro, es también Miguel Cara de Ángel. Asturias está utilizando sus
nombres propios y se los está ponÍendo a un personaje negativo que
trata de redimirse y que al final no lo logra y muere en el intento. Es
otra vez el descenso de Kukulkán hacia los infiernos, sólo que Cara de
Ángel no logra emerger de ellos triunfante, sino que fracasa. Esta es
una metáfora del fracaso de Guatemala frente a las dictaduras y las
oligarquías que la hicieron ser lo que es, y de la frustración del autor por
no poder ver democratizado su país.
Hombres de Maíz es ya una fiesta del mestizaje en la que la técnica
del pastiche es utilizada hasta con libertinaje por parte de Asturias. Hay,
por ejemplo, giros idiomáticos del Oriente del país y costumbres de
Esquipulas endilgados a personajes indígenas, así como descripciones
de trajes que no corresponden a las regiones etnoculturales de Guatemala. Esto desconcierta a los antropólogos y a veces los enoja, pero es
esa imaginación anárquica la que logr~ transmitir el efecto de realidad
que nos hace saborear una inasible "esencia" guatemalteca (que
obviamente sólo existe en la poesía y en la imaginación) cuando lo leemos.
Esta "esencia" está hecha del pastiche logrado mediante la combinación
a la vez antojadiza y balanceada de sus componentes.
Hombres de Maíz también indaga en otro aspecto de la identidad:
en su carácter intercambiable y negociable. Por ejemplo, el aspecto
femenino de la identidad masculina y viceversa. Recordemos aquella
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escen a de gran ternura en la que un personaje masculino simula un
seno de mujer con una vejiga de animal para darle de mamar a un bebé,
a fin de que el bebé sienta que está mamando del pecho de su madre. En
este pasaje se produce una transfiguración, un travestimiento identitario
sexual y de género que sería digno de estudio para la crítica feminista.
Tanto Leyendas de Guatemala como El Señor Presidente y
Hombres de Maíz, pueden leerse como indagaciones en el problema de
la identidad humana pero remitidas al conflicto intercultural y
trasculturizado de la Guatemala mestiza, de la Guatemala multicultural,
y de sus sujetos trans e interculturalizados. Y esto se hace extensivo a la
América Latina, especialmente a países como México, Bolivia, Ecuador,
Perú y, por qué no, Brasil.
A propósito de Brasil, 1928 (se me olvidaba) es también crucial porque
es el año de Macumaíma, de Mario Andrade, que es una parodia
epectacular de los mitos de origen y de las leyendas y tradiciones orales
del Brasil, mediante las aventuras de este personaje maravillosamente
cínico que es Macunaíma, el cual pretende emblematizar buena parte la
cultura brasileña mestiza y transculturada.
Me parece que Mulata de Tal es una especie de cumbre de esta
propuesta asturiana, porque es una indagación en la capacidad
transfigurativa de las identidades: unos demonios se convierten en otros
demonios, unos hombres se convierten en mujeres. La historia es como
un carnaval de matrioshkas, esas muñecas rusas que siempre contienen
una muñequita más pequeña dentro de la otra. Esto dicho sea sin olvidar
que todas las deidades precolombinas tenían esta misma facultad, y se
transformaban incluso en su contrario. Pero quizá lo más audaz de
Mulata de Tal sea la propuesta "pospolítica" que Asturias esboza al
final, ubicando los anhelos humanos más allá de las contradicciones
mundanas del poder.
Maximón (la deidad mestiza más popular de Guatemala) es
justamente en la actualidad el gran emblema de la capacidad
transfigurativa de las deidades precolombinas que, para sobrevivir a la
imposición colonial, se convirtieron en santos y vírgenes, disfrazándose
de su enemigo. Maximón no sólo se -disfraza de Pedro de Alvarado y
Judas Iscariote, sino de Santiago Apóstol y de militares guatemaltecos
de turno en el poder político.
En Maladrón, Asturias indaga el mestizaje al revés, es decir aborda
el problema de la transculturización y la mestización de los españoles
que se pierden en la selva y se asimilan a la cultura de los indios, en una
especie de reescritura de Naufragios, la impactante crónica de Álvar
N úñez Cabeza de Vaca.
Estos son los libros en los que la propuesta asturiana está mejor
formulada en sus diferentes etapas y aspectos. La limitación del tiempo
me impide hablar en extenso sobre este apasionante tema que, creo,
deberá ser el centro del análisis de la obra asturiana de ahora en adelante,
sobre todo porque el futuro inmediato del mundo es un futuro de aún
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más violentas transculturaciones que las que hemos atestiguado hasta
ahora.
En el siglo XXI, un siglo de migración y de transculturizaciones
insólitas, la obra asturiana resulta utilísima porque pone de manifiesto
las dinámicas y vericuetos de las identidades étnicas, sexuales y culturales
y, por ello, sigue hoy más vigente que nunca y en plena juventud. Mi
respuesta a Cardoza estaba, pues, equivocada. Y me congratulo de
reconocerlo.
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