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FRAGMENTOS PARA CONSTRUIR UNA MIRADA
Alfonso Armas: “Luz, imagen y sonido de Lanzarote”. Casa de
Colón, Las Palmas de Gran Canaria, mayo de 1972
No es fácil limitar las sensaciones. Resulta más difícil su mezcla.
Poetas, músicos, pintores lo han intentado; y han conseguido
magistrales aciertos. Ver un sonido, escuchar una imagen, tocar un
color; he aquí algo no conseguido por muchos. En Lanzarote, tierra de
magia, esto es posible. Tal vez allí las sinestesias se hacen realidad, tal
vez allí las lenguas de “dragones cósmicos” –al decir de Agustín
Espinosa, guía integral de Lanzarote- hayan obrado el milagro.
Captar, tamizar, narrar estas sensaciones tan variadas; unir todo: he
aquí el secreto de Ildefonso Aguilar, socavador de las entrañas
lanzaroteñas, minero de grutas desconocidas, oidor de mil sonidos
audibles. Y, sobre todo, narrador, magistral narrador de lo que es, de lo
que fue Lanzarote. Ni tiempo, ni espacio; apenas, lugar, apenas un
rasgo. Sólo color, sólo sonido, sólo abstracción. La lava milenaria, la
lava aún latente, la flor apenas esbozada, el azul del cielo, el brillo de
una gota de lava -¿lava, fuego, gota?- saltan, chisporrotean, se
entrecruzan; la pantalla rasgada de Lanzarote, toma vida gracias al
espectáculo proporcionado por Ildefonso Aguilar.
Se piensa en mil Polifemos, se escucha el regurgudido gongorino
cuando las cuevas, las riadas de lava, los hoyos de las higueras, el rojo
del sol o el amarillo vibrante del atardecer cruzan por la pantalla. Porque
la pantalla no es tela sedante, sino incendio de color y sonido. Y
mezclar, con al intensidad y maestría, color y sonido es sólo el fruto de
un filtro especial: el ojo avizor del artista y el amor profundo del hombre
por su isla. Una isla, no hace falta decirlo, que parece descubierta a
mandoblazos de lava. Esa que parece salirse de los altavoces
escondidos...
Salvador F. Martín Montenegro: “Ildefonso Aguilar. Tratamiento de
la imagen”. La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 26 de junio de 1980.
[...]
“En el caso de Aguilar, de sus proyecciones, el uso de la imagen fija, la
nitidez del formato de la diapositiva, el encadenamiento musical, la
yuxtaposición de secuencias, la ausencia de la “palabra” como
amortizador del mensaje, reflejan un tipo de comunicación netamente
directa, no mediatizada por elementos que, pertinentes en otros medios,
aquí son superfluos. La compleja sencillez de la visualización fija,
monolítica, condicionan el desarrollo estético desde su montaje. Se trata
de sintetizar la mayor cantidad de información en un reducido cuerpo
expresivo. Esta condensación permite un juego asociativo, comparable
al método lírico de expresión, ya que lo que interesa es el alejamiento
de todo residuo redundante que desdibuje el sentido del mensaje,
amarrando así la comunicación dentro de los límites de la irrealidad”.
[...]
Alfred Limbach: “Desde las cenizas, Ildefonso Aguilar”. ["Aus der
Asche, Ildefonso Aguilar"]. Texto para el catálogo de la exposición.
Limbachgalerie, Colonia, Alemania, 1980.
Destacado en el panorama del paisajismo en España e introducido en el
mundo del arte en Europa, se unen en esta muestra el nombre de la isla
volcánica de Lanzarote y el nombre del artista Ildefonso Aguilar.
Fue presentado para la Televisión Alemana en el año 1978 en la cadena
WDR como el artista multimedia de Lanzarote, como pintor y fotógrafo,
como compositor y músico, como diseñador de jardines y arquitectura,
como planificador artístico en su isla…
[…]
Lanzarote y él, él y Lanzarote. No desea que la personalidad local sea
interferida por las masas internacionales de turismo, no quiere dejarse
dominar por el hormigón, no quiere que se viole lo que formaron, por
destrucción, las fuerzas del volcán, creando una nueva “cosa”.
[…]
Desde que el tiempo comienza -la ceniza, la piedra, el horizonte, las
plantas, la vida- el primer paisaje de Lanzarote, anticipo de todas las
abstracciones de las que un artista pueda sentirse capaz, han hecho de
Ildefonso Aguilar un realista de estas abstracciones.
[…]
Ángel Sánchez: “Tres videos de Ildefonso Aguilar”, en Jornada,
Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1981, p. 12.
[...]
La simbolización opera igualmente en Aguilar desde sus comienzos, a
los que debo referirme con perspectiva retrovisora. En aquellos
audiovisuales parecía predominar la curva puramente geográfica
(perfiles volcánicos presumiblemente tomados en Lanzarote) como una
esquematización de pulsiones estéticas –materializadas en contrastes
lineales, opticalidad y una narrativa deducible- unidas a las pulsiones
humanísticas (“El Hombre”, “El viaje”, “Subsistencia”) que se podían
suponer solitarias y reflexivas sobre la vida humana en aquel terreno
insular. Esta doble vertiente, de muy fácil lectura, contenían y contienen
los audiovisuales de Aguilar: por un lado la eficiencia estética del
enorme artista fotográfico que hay en él; por otra la reflexión ontológica
que parece hacer sobre los avatares humanos en una isla infernal”.
[...]
Antonio Cillero: “La pintura lanzaroteña de Ildefonso Aguilar”, en El
Eco de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 31 de enero de 1982.
[...]
Ya en este trabajo nuestro artista se ha planteado el tema de su
exposición bajo unas sugerencias que podríamos hallar en su interés por
el ámbito musical, al que recurre en el propio espacio del Castillo, y que
en cierto modo canaliza esa vacaciones cromáticas del rojo con el azul,
el negro con el rojo, el verde con el negro, el negro con el azul, que van
produciendo una estructura cíclica dentro de la que las gradaciones de
luz y las referencias objetuales vendrán a completar los elementos
gráficos de la partitura. Al mismo tiempo, y todo ello con una evidente
modulación cósmica, juega el pintor certeramente en ese horizonte de
nuestra gran historia artística donde la esencialidad del realismo
extremo se converge con la formulación del informalismo, doble camino
en el que Ildefonso Aguilar está con pleno derecho.
[...]
Agustín Quevedo Pérez: “La recreación de Lanzarote en la pintura
de Ildefonso Aguilar”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran
Canaria, 27 de octubre de 1982.
[...]
Después de la proyección de sus audiovisuales y videos experimentales
titulados “Teguise”, “Subsistencias”, “La Graciosa”, “Sublimación”, “Las
montañas, el hombre y su vivienda” –ésta en segunda versión de 1980-,
“El viaje”, “Medusas”, “Vidriera cósmica” y “El eclipse”, en los que el
artista logra efectos de estremecedora y vibrante plasticidad sobre el
subrayado de una música compuesta por aportaciones concretas y
sintetizador, Ildefonso Aguilar ofrece una exposición de pintura de gran
interés, ya que se trata de una elaboración reflexiva, en la que el paisaje
lanzaroteño está considerado y asumido desde una doble dimensión: la
ética y la estética. Ética, en cuanto que él mismo, como artista y como
hombre integrado en una comunidad, está obligado a compartir la
trascendencia histórica de la isla; estética, en cuanto, él recrea, a través
de una serie de experimentaciones –sus trabajos audiovisuales, sus
videos, sus pinturas y esculturas, su música- los estímulos surgidos del
propio paisaje lanzaroteño, y que para Ildefonso Aguilar tienen la
significación de una norma de conducta creativa.
[...]
Ángel Sánchez: “Ildefonso Aguilar, tránsfuga de la fotografía”, en
Canarias7, 6 de diciembre de 1982, p. 22.
[...]
La azarosa aventura de las artes visuales en el medio insular ha
producido escasos logros y no pocas deserciones. Tras unos años de
apogeo del cine amateur –en cuyas reuniones se discutía desde la
noción ¿cine canario o cine en Canarias?, hasta la condición del
practicante: ¿Cineístas o cineastas? Como nomenclatura previa a la
acción filmada- naufraga la comuna del super 8, precisamente por no
haberlo sido nunca. Sobrevive entretanto la fotografía en su mejor
momento –Asociación Fotográfica, Fachico, Tullio Gatti, etc... pisando
en firme- y amaga con resistir el video, que es de lo que aquí se trata.
Tal parece que decir video entre nosotros sea decir adminículo
grabador de programas ya dados por sistemas visuales anteriores (la
televisión, el cine, la ópera) y la larga serie de video-games que están
en el mercado. Parece que el video, de algún modo, ya está instalado en
la mesita visual de nuestras vidas finiseculares y será un video
higiénico, masticable, un video-chicle.
Pero hay otra realidad: existe también –es preciso recordarlo- un video –
arte decantado del uso tópico que se ha impuesto en la mayor parte de
los países civilizados como un increíble medio, un material artístico. Y
no hay duda de que es Ildefonso Aguilar quien mueve este medio entre
nosotros. En el terreno del video-arte se mueve nuestro videómano a su
antojo: está solo contra la élite visual de una capital provinciana,
succionadora de novedades en plaza.
Tránsfuga de la fotografía animada, viniendo además de la pintura o
desembocando en ella, la trayectoria de Ildefonso Aguilar ha sido la
ampliación natural de sus posibilidades creativas hacia el cultivo de la
videografía, desprendido ya de reminiscencias de encuadre óptico y a
punto de sublimar la caligrafía técnica puesta en sus manos. Como que
se trata de una habilidad aparte, de un arte nuevo de hacer imágenes.
[...]
Salvador F. Martín Montenegro: “Aguilar o el placer de la
comunicación audiovisual”, en Diario de Avisos, Santa Cruz de
Tenerife, 8 de octubre de 1983, p. 19.
[...]
En las creaciones de Aguilar, las imágenes no narran, tampoco
describen, se dinamizan y connotan al conjugarse con el soporte sonoro.
Sonido e imagen se depuran en toda formalización, desde la primera a la
última proyección, que pueda desdibujar el sentido del mensaje o que
enturbie la desnudez de la experiencia. Ello supone negarle vías fáciles
de traducción al espectador, pues el signo audiovisual sugiere, nunca
especifica. En este sentido el camino que el autor se ha trazado parece
claro: mantener al auditorio dentro de los límites transparentes de la
irrealidad, disgregarlo, aislarlo gracias sólo a la capacidad
automatizadora del ritmo o arritmia (táchese lo que no proceda) musical
en íntima fusión con la visualización fija para conseguir que el juego
estético se convierta en una vivencia totalizadora.
[...]
José Luis Gallardo: ““Lapilli” (Cenizas)”. Texto para el catálogo
Ildefonso Aguilar, Caja General de Ahorros de Canarias, 1984.
El artista no busca otra cosa que la duración de un instante. Si lo
consigue, si logra que una forma contenga esa permanencia efímera,
sabrá que se ha producido el milagro. Sólo lo fugaz es permanente. Lo
fugaz son las notas agudas de lo que llamamos alma”. Las notas graves
ensombrecen en la lentitud; las agudas, en cambio, son como destellos
que iluminan zonas recónditas. En la correspondencia que se puede
legítimamente establecer entre luz y sonido, el elemento común es la
vibración. Las frecuencias más altas se corresponden en el espectro con
el infrarrojo, el color de la locura momentánea, aquella a la que nadie –
en algún momento aciago de su vida- escapa.
Ildefonso Aguilar es un pintor del infrarrojo, lo subliminar. Su poética de
la ensoñación se traduce en una sucesión brevísima de formas
cambiantes. Sus imágenes –tomando palabras de Bachelard- poseen
una objetividad fugitiva. Escritas sobre un soporte de textura consistente
–cuya técnica el artista ha venido depurando en paciente labor de añosestas imágenes se despliegan como nubes de tormenta: rápidas y
producen relámpagos. Nos ciegan un instante para luego ser “lapilli”,
lluvia de cenizas. Al obligarnos a cumplir un regreso sistemático sobre
nosotros mismos y un esfuerzo de claridad en la toma de conciencia –
continúa Bachelard- nos llevan a buscar la comunicación con la
conciencia del artista. La imagen poética nueva de este modo obtenida –
una simple y fugaz visión- llega a convertirse en un origen absoluto. En
su indurabilidad se hace finalmente duradera.
[...]
Habituado a transcurrir sobre la superficie, su oído sabe captar no sólo
los ruidos de la profundidad con que el volcán nos avisa, sino también
las notas menos graves que despiertan el viento en su piel. Ildefonso
Aguilar conoce de resonancias inéditas de las oquedades. De silbidos
del aire encajonado. De músicas congeladas que han perdido la
memoria de su origen. Ritmos sincopados que el pulso acelera.
Respiraciones del tiempo de estos pulmones de piedra. Por eso su arte
evoluciona a una velocidad imperceptible. El pintor sabe “hacerse una
mirada” como el cantante sabe hacerse la voz. Para el contemplador que
“se ha hecho una mirada” –afirma de nuevo Bachelard- el ojo es el
proyector de una fuerza humana. Estos cuadros que ahora presenta el
pintor de la ceniza, demuestran que el ojo no es simplemente el centro
de una perspectiva geométrica.
[...]
Vida centrada en esas formas puras, matizadas de tonalidades, que
dibujan un erotismo pictórico-musical. Música callada para no distraer la
vibración lumínica del color. La música –en estos cuadros que a veces
son pura línea- enmudecen para que el espectro visual cante, pero, a su
vez, este color enardecido se hace opaco, para que, a su sombra, una
arquitectura musical despliegue su fino encaje.
[...]
José Luis Gallardo: “Ildefonso Aguilar: Pintar por debajo de la
ceniza”, en La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 12 de julio de
1984.
[...]
Nuestro artista está identificado con el volcán, lo ama, vive feliz con su
familia en la lava, se mueve constantemente –por razones profesionalespor entre este paisaje increíble de fuerza en reposo. Su personalidad se
muestra como un arco tenso, y su obra, de lenta e imperceptible
variación a lo largo de los años, ha do adquiriendo esa pátina de ceniza
que hace del volcán apagado alfombra de roto ruido.
[...]
Observando atentamente los cuadros que Ildefonso, va haciendo desfilar
ante nuestros ojos contra la pared insonorizada, encuentro una
“distancia”, o si se quiere, una “uniformidad”, que se corresponde bien
con el concepto de una determinada estética que a toda velocidad está
cambiando. Parecen decir que hora es ya de ver el volcán, no como
apagado, en reposo, sino como si todavía se encontrara emergiendo. En
efecto, la nueva estética, al oído nos dice que hay que verlo como
“volcán flotante”. El artista debe encontrarse ahora como sentado en una
roca, no para contemplar la ceniza (“lapilli”) sino para rebuscar lo que
hay debajo de ella, desenterrar su “memoria”. Sin embargo, por lo que
se ve, hasta ahora, el arte de Ildefonso Aguilar, lo ha sido el de un
“olvido”.
Pintar el olvido no es que no sea válido –lo prueba el hecho de que
nuestro artista tenga el ochenta por ciento de su obra colocada en
colecciones particulares, galerías y museos-, lo que ocurre es que no es
la tarea urgente que hoy llama a la puerta. El arte actual intenta
desperezarse de la ya larga siesta de la “abstracción”, para pasar de
nuevo a la ofensiva de lo concreto”.
[...]
Salvador Martín Montenegro: “Ildefonso Aguilar: anotaciones
cercanas”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar, Caja General de
Ahorros de Canarias, 1984.
[...]
El artista superpone de manera sutil, desde el monocorde fondo-soporte
del tablero, sus elementos cromáticos en una precisa conjunción de
transparencias, no forzadas por el ademán aprendido. Tinta, no encubre;
evoca, desvanece perfiles, no mancha; alude, insinúa, no designa; vela,
esfuma, nunca yuxtapone; procura en todo momento plasmar, a través
de la amplitud y profundidad del trazo desdibujado (expansivo,
dinámico), sonoros ambientes de soledades, aislados espacios plenos
de serenidad. En este sentido, delata en sus signos expresivos una clara
tendencia a la quietud, a hacer del cuadro una sosegada residencia de
aisladas sensaciones, como un reflejo interior, substancial, de ese
mundo exterior, cotidiano y hecho paisaje, que evasivamente se
esconde una y otra vez detrás de un bien disimulado ropaje de
grandiosidad o hermetismo a la mirada del hombre que quiere
aprehenderlo.
[...]
Si tuviéramos que aventurarnos en el resbaladizo campo de las
definiciones y quisiéramos capturar por medio de la palabra las esencias
personalizadoras de la obra de Ildefonso Aguilar, no sólo desde su
actividad pictórica, sino desde el amplio ámbito plástico, fílmico y
musical que condiciona su sensibilidad estética, podríamos afirmar que
la totalidad de su obra artística está dominada por el deseo de vindicar
para el arte y para el hombre el placer de la pura contemplación de los
objetos, como método intuitivo de indagación y análisis, y por ende, por
el anhelo de rescatar también para la obra creativa, individualizada por
el asedio de cada espectador, ese íntimo valor de ensoñación que
emana de lo estático.
Ángel Sánchez: “Imagen, semejanza libidinal”. Texto para el
catálogo Ildefonso Aguilar. Pinturas, Museo Internacional de Arte
Contemporáneo, Lanzarote, 1985.
Imagen de un artista que se ha educado él mismo en la imagen, que va
generando imágenes por la vida movilizado por una inquietud creadora
insaciable de novedad. Y perfeccionista, puesto que perfecciona la
interiorización a la que somete sus otros medios de expresión.
[...]
Intuición compositiva y buena mano técnica son dos registros
dominantes en Aguilar para conseguir el objeto que llamamos cuadro y
añadir una atmósfera para contemplarlo. En razón del primer registro se
diría que los materiales estéticos que él más rápidamente intuye son los
que tiene más cercanos: en esta isla le basta una ventana para elegir.
[...]
No simplifiquemos pues las cosas hablando de inspiración telúrica
inmediata, pues Aguilar es tan producto del terruño como de la óptica.
Acerquémonos más bien a su obra, sin otra intención que la descriptiva,
para decir que existe cierta impregnación referencial de algo que
tenemos localizado como realidad, pero que lo importante es el halo de
la naturaleza técnica que ha madurado el referente hasta convertirlo en
algo portátil, algo físico: arena teñida y encolada sobre tablero”.
[...]
Desde sus principios fotográficos parece como si la imagen le hubiera
servido de materia prima que rendir a la mirada. No en bruto, sino
medida bajo su firma, todo sea contemplar mucho para ver más allá.
[...]
Un hecho estético: pintura materia en sí misma, plano visible más allá de
intenciones invisibles, invento para los ojos tan enturbiados por materia
referencial. Descanso para la vista, sonido físico y cromático para quien
perciba su intensidad como luz. Hijo de la óptica, Aguilar no podrá negar
que es la luz, su anulación y su modulación la base de todo empiricismo
técnico en su obra.
[...]
Todo parece indicar que nos encontramos ante un artista que
pareciendo inspirarse en referencias físicas lo que en realidad cumple es
un proceso generativo de pensamiento lumínico y cromático interiores.
Puede incluso darse el caso de que estas imágenes, tan elaboradas en
la fijeza de lo que al artista más le atrae, terminen encontrándose
cómodas en su condición de nueva semejanza.
Federico Castro Morales: “Ildefonso Aguilar: la magia natural de la
pintura”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar, Universidad de
La Laguna, 1987.
[...]
Lo sorprendente es que el artista alcance esta dimensión a través de la
incorporación de la propia naturaleza al soporte de la pintura.
El tratamiento pictórico al que somete la materia hace posible que la
naturaleza se exprese en toda su intensidad espacial. Paradoja que se
refuerza cuando reconocemos que la tierra ha sido tratada por la
alquimia de la pintura para lograr la imagen mágica de la atmósfera que
envuelve a la isla. Como en las antiguas cosmogonías, la tierra, el aire y
la luz, en la esencia del arte, nos remiten al mito de los orígenes.
Dino Formaggio afirmaba que “En la tierra, con los colores de la tierra,
ocre o roja, están los testimonios y los documentos más antiguos del
archivo del arte humano...” Con sus arenas, Ildefonso Aguilar consigue
dar permanencia a su arte, proyectándose hacia el espectador sobre la
caducidad temporal de propuestas artísticas que agotan su vigencia,
quizá porque su mensaje no entable ningún diálogo con el espectador.
Aguilar nos habla del origen del arte e interrumpe su discurso a la
espera de que el espectador lo concluya permanentemente, porque la
inquietud que suscita su obra es la misma que el hombre ha sentido
siempre ante la naturaleza.
[...]
Carlos E. Pinto: “Geopaisajes”. Texto para el catálogo. Sala Conca,
La Laguna (Tenerife), 1988.
Infinita y exacta
la mirada imita lo habitable
a su alcance.
la niebla,
tras la que existe todo lo que mira
al que ve inexistencia
en lo distante, envuelve la silueta
de la noción de ser
objeto cierto entre la certidumbre
que presiente ser vista.
Matías Olbeen
Cuando Matías Olbeen escribió sobre su naturaleza y su mirada, sobre
la mirada de esa naturaleza asomada a la grandeza incierta de un
paisaje que parecía no ser nada nunca más allá de la luz que lo ocultaba
tras su velo esplendente, sabía que era observado por la atención de un
escritor perdido en la extensión del más acá del nunca nada que era
espesa brillantez emergiendo del borde de las sombras. Su territorio
gráfico descendía paralelo al de él y, como el de él, describía todo
cuanto, invisible más allá era, no obstante, allí de una visible
invisibilidad, exacta e infinita como su mismo ser, al que acababa.
Comprendía, escribiendo, que estaba dando vida a lo inexistente y
mirada a los ojos del vacío, que se asomaba a él con la atención y
astucia de un lector que quisiera mirar, sin ser mirado, lo que escribía
sobre la mirada de la naturaleza Matías Olbeen, cuando se disponía a
escribir de su mirada y su naturaleza.
Carlos E. Pinto
[Matías Olbeen]
A Ildefonso Aguilar, en homenaje
Alberto Pizarro “Sin título”. Texto para el catálogo Abad / Aguilar.
Convento de San Francisco, Teguise, Lanzarote, 1990
[...]
El mundo de los objetos naturales y domésticos tiene, evidentemente, un
poder sugestivo, emocional, simbólico, que trasciende su mera
utilización. Pero el mundo del arte, de todo arte es un problema de
expresión, de lenguaje, y no de simple representación. La materia se
resiste y el artista debe obrar sobre ella, pero a su vez, la materia
inspira al artista, le impone una visión que, generalmente, no coincide
con los primeros proyectos trazados.
[...]
La tierra se disocia en las tierras, el hierro se proyecta al infinito como
guía de caminantes y ellos serán los verdaderos actores de este drama:
una prodigiosa existencia dinámica. Ya no es sólo un objeto dotado de
esta o de la otra forma; es sujeto, es fuerza viva, ímpetu encontrado que
lleva una intención. Las tierras chocan unas contra tras, ascienden y se
encrespan, se atropellan, se rinden, giran bruscamente sobre sí,
caminan conjuntamente con el ondulado hierro, ganan el espacio, se
serenan, vuelven a irritarse, a aspirar, erguirse y precipitarse como si
una inquietud latente azotara nuestros ojos cargados de luz, sonido y
color.
Nos hallamos con la anécdota, esa anécdota simple y real, pero más allá
hay lugar para infinitas anécdotas. El color, la forma, el espacio, todo lo
visible es un lenguaje que hay que engranar con ese otro lenguaje que
todos llevamos dentro.
[...]
Mario Alberto Perdomo: “Ildefonso Aguilar. Música para el silencio”.
Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar, Círculo de Bellas Artes,
Santa Cruz de Tenerife, 1990.
[...]
El paso del tiempo no ha hecho otra cosa que confirmar que, con Ildefonso
Aguilar, el arte adquiere una nueva dimensión plena de sensibilidad en la que
aflora una rigurosa reflexión. La resultante es la coincidencia de la práctica del
autor con su tiempo y con su entorno y un consistente análisis de las formas,
los sonidos y los colores.
Definitivamente válida la obra de Ildefonso Aguilar despojada de todo
contexto inmediato en el que queramos ubicarla, sigue siendo cierto que
aquélla se comprende mejor si se la relaciona con el espacio vital en el
que se desenvuelve el autor, de fuerte sabor ancestral.
La actitud de Ildefonso Aguilar ante el hecho creador le ha llevado a
indagar por cauces de expresión que sobrepasan en mucho el formato
estricto de la tabla como soporte pictórico y, con la técnica como aliada,
impregna las salas en las que presenta su obra de una atmósfera en la
que el sonido, la luz y el color y la volátil textura de las arenas se
entremezclan envolviendo al espectador en el particular mundo
perceptivo del artista.
[...]
La piel de la arena gana presencia cuando la propia necesidad de
indagar en fórmulas de expresión totales, ya experimentadas con éxito
por él, hacen que el quehacer de Ildefonso Aguilar se torne más diáfano.
[...]
Rigor por rigor, reflexión tras reflexión, Aguilar se desembaraza de los
resultados intimistas y abre fisuras para que los ruidosos matices del
color broten originales. Y las impresiones, siempre menudas aunque
trascendentes.
Queda así musicada la plasticidad del entorno de Ildefonso Aguilar, un
entorno latente y expectante, contenida calma reflejada sobre cada tabla
sin más aditamentos, entre cuyos límites, la estructura más primitiva de
la isla y los elementos y materiales más simples no se sienten
atrapados.
El halo de misterio se tiñe ahora de luz y de color.
Mariano Cáceres: “Ildefonso Aguilar: el pintor que comprende a
Lanzarote”, en La Gaceta de Canarias, 4 de abril de 1990, p. 48.
[...]
El trabajo de este hombre carece de intencionalidad descriptiva y
desdobla la expresión en música pintura, donde el aspecto geográfico
se comporta como un divertimento de notas bailables. Y aparece la
creación audiovisual: cada espacio tiene un sonido, y el paisaje crece
dentro de uno mismo.
Los cuadros de Ildefonso Aguilar resumen el silencio luminoso de
Lanzarote, una isla que el pintor mira, y en la que ve nacer la luz de
entre las piedras. No se vierte tanta luz en Lanzarote como la que la isla
devuelve. Sus cuadros son, quizás por eso, materia llena de huellas
luminosas que se dibujan en el borde de las formas. Aspira a que la
materia se una al contenido formal de la obra, y defiende que la
capacidad de comunicación de aquélla en estrecha relación con su
belleza. Desde la mirada glotona del artista se vierten luego luces
negras, dramatismo y volúmenes donde amasar la arena nuevamente.
[...]
A Ildefonso Aguilar no lo retiene nada aparte de Lanzarote. Vaga de la
música a la pintura, o se detiene en la fotografía; todo consiste en mirar
o en escuchar la isla con la cabeza vuelta hacia sus mil rugosidades, o
dar vueltas sobre tu propio eje en medio de una playa demasiado
blanca.
[...]
Jonathan Allen Hernández: “Ildefonso Aguilar: la tierra lejana”, en
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1992, p.
27.
[...]
La horizontalidad de los paisajes, irrealmente larga, tiene su contrapunto
en unos monolitos negros que se alzan verticalmente, y que proyectan la
sombría sensación de la mente y del cuerpo ante el vacío. Pertenecen a
la geografía imaginaria, que deriva de la irrealidad de los paisajes. Los
fondos contra los cuales se yerguen estas rocas ya no son naturales.
Son de unos colores antiartísticos, de una calculada artificialidad:
naranja fluorescente y malva azulado chillón. Aguilar pasa así de un
naturalismo idealizado al mundo de la proyección teatral.
En la exposición que se inauguró el viernes 8 de mayo en la Galería Atiir
contrastan los cuadros de dimensiones mayores con otros de formato
más reducido, donde el pintor se entrega al ejercicio de la abstracción, a
la consecución de implicaciones e ideas que los paisajes y las visiones
telúricas nos sugieren. En ellos reaparecen las formas de sombras,
materia oscura que se agita en densos medios lumínicos, que se pierden
en una disolución tonal de pronunciadas dinámicas.
[...]
José Luis Gallardo: “Ildefonso Aguilar: las tablas lunares de arenas
volcánicas”, en La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 14 de
mayo de 1992, p. 32.
Esos paisajes que Ildefonso Aguilar construye con arenas finas
volcánicas de Lanzarote, cola y acrílicos, son paisajes lunares. Pero en
ellos la luna no aparece sino por sus efectos. Tenemos, en primer lugar,
la ‘luna morena’ de Lanzarote, protagonista indirecta siempre de estos
parajes mágicos que llevan el distintivo de la invención del pintor
recluido voluntariamente en la isla. En segundo lugar, la luna se aparece
como la primera medida del tiempo y como prueba de que la ‘velada’ luz
lunar que mide, se erige en arquetipo, de esta pintura a primera vista
‘fría’. Las series de Aguilar se suelen basar, en nuestra apreciación, en
múltiplos de las cuatro fases de la luna. El tiempo que había en estos
cuadros se cuenta por ‘lunaciones’.
[...]
Finalmente, la luna es aquí al mismo tiempo muerte y renacimiento,
oscuridad y claridad, promesa a través de las tinieblas, y no siempre
búsqueda ascética, que también la hay. Estas imágenes que se
desprenden de las tablas de arena fina levemente coloreadas no
constituyen un mero modelo de confusión mística contemplativa sino
escansión dramática de tiempo.
Pero ¿qué son estas imágenes, además? Cuando no hay nada,
reflexiona Blanchot acerca de lo imaginario, la imagen encuentra su
condición, quizás, pero allí desaparece. La imagen exige la neutralidad y
la desaparición del mundo circundante, quiere que todo regrese al fondo
indiferente del cuadro donde nada se afirma, tiende a esa inasible
promiscuidad de lo que subsiste aún en el vacío. Esta es la verdad
desnuda de la imagen pictórica. Pero esta verdad excede la imagen; lo
que la hace posible es el límite donde se acaba. De ahí e sentido
fríamente dramático que Aguilar imprime a la imagen; de ahí la
ambigüedad que anuncia del suelo atormentado de la isla; de ahí la
mentira deslumbrante en la que otros artistas fácilmente caen. Potencia
soberbia, dice Pascal, que hace de la eternidad una nada y de la nada
una eternidad.
La imagen de Ildefonso Aguilar nos habla, y como sucede con el
‘Réquiem’ de Fauré, parece que nos hablara íntimamente de nosotros
mismos. El arriesgado pintor de la isla de los volcanes busca la felicidad
de la imagen como límite para lo indefinido. Abunda en una de las
funciones de la imagen de que habla Blanchot, la de apaciguar, la de
humanizar la informe nada de la lava que impulsa hacia nosotros
residuos del ser del ‘malpaís’. Lo tersa, lo ‘seleniza’, se lo apropia, lo
vuelve deseable y puro y permite al contemplador creer, en el centro de
ese sueño feliz que el arte a veces autoriza, que al margen de lo real
encontremos la eternidad transparente de lo irreal. Nos asoma a ese
menos que nada que persiste en nuestra retina cuando ya no queda
nada”.
Federico Castro Morales: “Creación audiovisual, síntesis
expresiva”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar. La magia
natural del paisaje. Cabildo Insular de Lanzarote, 1995.
[...]
La creación audiovisual constituye una importante referencia en la
trayectoria de Ildefonso Aguilar, con el valor de un registro en el que se
graba cada momento del proceso integrador de los diversos lenguajes:
fotografía, música y pintura. Para comprender su aportación al mundo
audiovisual es preciso conocer su posición creadora en cada uno de los
campos señalados; sin embargo, sería erróneo considerarla una suma
de ellos, pues al integrarlas plenamente se alcanza una forma de
expresión inédita, apenas imaginable al considerar aisladamente las
aportaciones de Aguilar a la fotografía, la música o la pintura.
En la creación audiovisual se produce un torrente de comunicación que
subyuga al espectador: las formas son portadoras de sonido y la imagen
fotográfica, aparentemente estática se transforma por la acción de la
música que desencadena la fusión de imágenes o la yuxtaposición de
tramas pictóricas a las imágenes fotográficas creadas por el artista.
Estas imágenes superpuestas tienen el valor del gesto y una evidente
correspondencia con los grafismos que pueblan sus pinturas, pero
también un valor temporal. Ildefonso Aguilar dilata el tiempo de cada una
de las imágenes, transmutando su apariencia invariable con la
superposición de otras referencias espaciales o gestuales. El espacio
representado se transforma en la proyección de sucesivas imágenes
estáticas de una misma realidad, que el sonido encadena hasta
componer la secuencia, creando la sensación de continuidad.
La proyección múltiple de las imágenes distorsiona los hábitos visuales
del espectador, acostumbrado a la percepción de la imagen única. La
conmutación del paso de las imágenes así como la fusión de las
sucesivas proyecciones se realiza desde la propia banda sonora: el
sonido dirige la fusión de las imágenes. La música, inspirada en las
propias formas del paisaje que se proyectan, acentúa el clima creado
por la imagen. El artista ha sabido escuchar el sonido de la naturaleza,
una facultad que muchos hemos olvidado: al recordar con él los ecos de
un lejano conocimiento nos sentimos cómplices del proceso de
transformación de la realidad emprendida por Aguilar y partícipes del
orden natural nuevo propuesto por el creador.
[...]
Alejandro Aguilar Pereyra: “El artista y su contexto”. Texto para el
catálogo Desiertos y malpaíses. Ildefonso Aguilar. Centro de Arte La
Recova, Santa Cruz de Tenerife, 1996.
[...]
Aguilar, debido a su carácter multi e interdisciplinar, interesado en el
arte como medio de expresión personal y de comunicación sensorial,
reniega de ese “arte por el arte” para adentrase y experimentar con las
más variadas técnicas y soportes artísticos hasta hacer de ellos uno solo
y conseguir así una obra de arte total, donde es difícil adivinar y
diferenciar los medios de expresión que van desde la fotografía y la
pintura hasta la música. Es necesario situar la obra en el espacio y en el
tiempo para apreciar el grado de innovación, de creatividad, de
aportación técnico-lingüística, de capacidad expresiva y así entender su
particular interpretación de la realidad.
Los paisajes dominadores de la obra de Aguilar están indirectamente
inspirados en la naturaleza, mostrándose individualizados. La mirada del
artista aspira el espectáculo luminoso del mundo exterior e interior y lo
traduce en imágenes. Utiliza esa mirada para transformar la realidad que
le rodea plasmando en su obra las sensaciones personales que el medio
le produce, creándose así un círculo cerrado de inspiración, sensación y
materialización final en forma de obra artística, que servirá para una
nueva inspiración, repitiéndose así, el proceso creador. El grado de
habilidad o capacidad técnica que Aguilar demuestra en su obra permite
reconocer el binomio unidad/variedad, orden/complejidad que
caracteriza todo su universo creador y que refleja esa combinación
presente en el mundo físico que tiende a proyectarse en toda sus
manifestaciones.
Reinhard Valenta: "Erosión". Texto para el catálogo de la muestra
en el Alten Schloss. Wher, Alemania, 1996.
[…]
Son las fuerzas telúricas volcánicas que Aguilar, como si fuese un
sismógrafo, siente y traduce transformando estas fuerzas en artísticas
creaciones. Él domina ese poder caótico que se desarrolla en el proceso
de la evolución de la tierra, poder caótico gracias al cual se hizo posible
el paisaje actual de Lanzarote.
Los espacios de tiempo en los que los humanos estamos acostumbrados
a pensar son diminutos en comparación con los inimaginables espacios
de tiempo que los procesos geológicos de la tierra han necesitado.
De esta manera nuestros conocimientos quedan teóricamente abstractos
al pensar en el origen del mundo desde el punto de vista físico y
geológico. Esta barrera de imaginación concreta la supera Aguilar con
sus obras, en las cuales avanza como un puente de fantasía entre lo
infinito y lo intangible. Su puente de lo elemental comienza en lo
concreto, en lo táctil, en la materia, en lo real; es decir, en la arena de
Lanzarote; con la cual el artista da la primera capa a sus cuadros y de
esta forma transporta el paisaje a sus obras terminando en lo que para
nosotros es conocido como ese deslizarse de la arena entre los dedos.
El artista arranca a la arena la componente racional medida en la física,
transportándola al inmenso pasado del mito.
Los cuadros de Aguilar muestran el mundo en status nascendi, es decir,
en el mismo momento místico de su origen. El caos elemental del origen
del cual todas las culturas extraen su mito creador está marcado en
Aguilar a través de una sombría majestuosidad en erupciones volcánicas
o, a veces, en la incierta niebla.
[…]
Federico Castro Morales: “Ildefonso Aguilar: Desiertos y
malpaíses”, Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar: Desiertos y
malpaíses. Geo, Lanzarote, 1998
[...]
Ildefonso Aguilar trabaja a partir de la vivencia del paisaje en el
escenario volcánico y atlántico de la isla de Lanzarote, desentreñando
silencios y vacíos, los latidos de la tierra bajo la aparente quietud de la
superficie terrestre, auscultando los sonidos del paisaje provocados por
el viento que incide sobre grietas y fisuras o el escarpe del acantilado, al
tiempo que suaviza sus perfiles y arranca fragmentos de la lava para
reforzar la naturaleza abrasiva de un aire que al soplar con fuerza araña
la piel áspera de la isla, erosionándola.
Esas arenas arrancadas a la piedra antes que materiales sedimentarios
son partículas dinámicas que el viento impulsa en su deambular por la
isla, hasta encontrar un relieve insalvable o la profundidad de una sima
donde quedar anclados al paisaje, impidiendo su marcha más allá de los
contornos de la isla.
Durante este periplo las formas que adoptan las arenas se encuentran
en perpetua transformación, hasta acabar por desdibujarse en nuestra
mirada; paradoja que comparten los caminos de espuma trazados por
las olas, o los dibujos que describen en el aire aves y cometas al volar.
Frente a la ilusión de eternidad que desprenden las montañas, la
fugacidad de los relieves arenosos convierte a sus formas en gestos
expresivos del paisaje, sugerencias que sólo el individuo que vive en
armonía con la naturaleza es capaz de percibir.
Ildefonso Aguilar sensible a ese guiño, antes que “retratar” aquellas
formas ha preferido renunciar a la inercia occidental de representar
pictóricamente la apariencia de las cosas para asumir la lógica
constructiva/destructiva de dichos fenómenos. Las consecuencias de
esta decisión afectan a la selección de los materiales y a la técnica
misma de su pintura.
[...]
Brian Eno: “Un festival entre el paisaje más rudo del planeta”, en El
Mundo, 12 de octubre de 1999.
Aun siendo europea, la isla de Lanzarote se encuentra más próxima al
continente africano. Flota en algún lugar entre España y el Sáhara, entre
la luna y el sol. Es un cruce único de geología y cultura de extraordinaria
fertilidad.
Cuando llegué aquí por primera vez, los demás europeos no hablaban
demasiado bien de Lanzarote, por regla general. Más bien lo
consideraban como un lugar al que se venía porque el sol estaba
asegurado, procurando no fijarse en lo adusto y oscuro de su paisaje.
Pero los tiempos cambian y, con ellos, las preferencias culturales. El
silencio y la belleza severa de Lanzarote han tocado una cuerda
sensible en las mentes de los que buscan en el arte cualidades
similares.
Este festival reúne los artefactos que reflejan el carácter de esta isla y
que quedan reflejados en ella. Gracias a la visión y a la energía de
Ildefonso Aguilar, resulta totalmente natural que un festival de este tipo,
que acoge una cultura nueva y sofisticada se celebre entre la geología
más ruda y nueva que haya dado el planeta.
Federico Castro Morales: “Ildefonso Aguilar: la permanencia de una
emoción en el paisaje”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar:
Paisajes Audibles. Ayuntamiento de Arrecife, Cabildo de Lanzarote,
2001.
[...]
Al utilizar de manera sincera el material volcánico en su obra,
respetando su condición edáfica, potencia tanto la naturaleza de las
arenas como la sugestión de la orogénesis de un paisaje joven. Sin
embargo, las referencias espacio-temporales no resultan evidentes. El
artista nos sitúa ante una tierra sin referencias espaciales concretas,
ajena a un instante puntual. Quizás por ello, estos paisajes invocan la
cara más ancestral de nuestra naturaleza humana.
[...]
...esta obra ante todo es matérica: al observarla tendida en el suelo y
girar a su alrededor ofrece múltiples puntos de vista. En esa posición, la
pieza responde a una lógica perceptiva de acumulación de la arena
sobre la superficie que emula el proceso natural de conformación del
paisaje. Luego, este cuadro autónomo se sustrae del contexto arenoso
en el que se prolongaba, dejando en el suelo del estudio, como huella de
su elaboración, un hueco rectangular, un negativo del soporte, un nolugar en la terminología de Robert Smithson recogida por Tonia Raquejo
en su Land art (1998). Extraído ya el cuadro de este ámbito, se impone
su visión vertical y el artista elige un sentido único de visión. Entonces
emerge la ilusión de un paisaje concreto.
Instalaciones audiovisuales: la Naturaleza acotada
La sugerencia de que la obra se prolonga más allá de los límites del
cuadro ha llevado al artista a prescindir del soporte y a plantear la
actuación directa sobre el espacio expositivo, a través de instalaciones
audiovisuales, creando ámbitos donde fotografía, pintura y música,
sutilmente enlazados a través de un empleo funcional de las nuevas
tecnologías informáticas, de las que Ildefonso Aguilar hace un uso
escasamente hiperbólico, pues las integra en su proyecto con un
carácter meramente instrumental, para hacernos partícipes de
sensaciones que ya somos incapaces de percibir por nosotros mismos
debido a la huida de la Naturaleza que ha impuesto el afán de
modernidad.
El personal uso que hace de la tecnología ha convertido a su obra en
punto de encuentro multimedia, al margen de orientaciones críticas,
intereses comerciales o convenciones sociales. Pionero en el ámbito de
las instalaciones audiovisuales paisajistas –las primeras experiencias
datan de 1970- en cada propuesta nos sugiere que la obra artística es el
resultado de un proceso orogénico, del cual resulta un espacio de ficción
transitable en el que el espectador experimenta una vivencia personal de
la sublimidad de la Naturaleza, experimentando sensaciones en las que
lo real y lo ideal se confunden.
[...]
José Luis de la Nuez: “La pintura de Ildefonso Aguilar en el marco
de la pintura canaria”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar:
Paisajes Audibles. Ayuntamiento de Arrecife, Cabildo de Lanzarote,
2001.
[...]
La visualización de una obra de Aguilar plantea una cuestión relativa a
su propia entidad. Es indudable que una parte sustancial de su
producción apunta hacia lo que podríamos entender como una
reinvención del paisaje, en gran medida un paisaje mental, pero basado
en una ambientación inconfundiblemente lanzaroteña.
[...]
La pintura de Aguilar entronca con lo mejor de la trayectoria
vanguardista canaria de la segunda mitad del siglo XX. Desde la más
absoluta de las independencias, el artista isleño parece empeñarse en
recordarnos a través del camino andado en su personal recorrido
pictórico que una de las fórmulas más intensa y auténtica que el arte de
las islas ha aportado a la aventura de la modernidad ha sido la que pasa
por la mirada indagadora en la propia identidad. Durante un tiempo se
argumentó que esta fidelidad de algunos artistas canarios a lo cercano y
esencial era producto del alejamiento y del desconocimiento de otras
formas de entender el arte. Defender eso a estas alturas resulta
insostenible. Demostrar la vigencia de este empeño, como hace Aguilar
desde la década de los setenta, es algo que subraya la enorme potencia
del medio insular como generador de diálogos con el artista inquieto,
que se deja subyugar por una poesía del paisaje que le basta para
alimentar sus inquietudes y colmar sus anhelos por alcanzar la plenitud.
Juan Carlos García: “Concierto de Brian Eno en el cráter de un
volcán”. XII Festival Internacional de Música Visual de Lanzarote,
2001
[...]
Movimiento, quietud, fuerza y delicadeza conviven armoniosamente en
esta tierra volcánica, plataforma natural perfecta para un evento donde
la Luz y el sonido quedan libres en el espacio confundiéndose con el
propio sonido de la Creación. Aquí, el director del evento, el músico y
artista Ildefonso Aguilar, ha sabido localizar un plexo natural, un centro,
por donde fluye el sonido desde las mismas entrañas del planeta.
Si hay una palabra que pueda describir todo el entorno esa es "Ígnea".
Aquí el Fuego de la Creación ha modelado palpablemente el ambiente a
tal punto que todavía se puede ver y sentir el calor que emana de la
misma epidermis de la tierra. La música es Fuego, y la música
electrónica todavía se acerca más a ese Fuego que está presente en
todo lo que nos rodea.
[...]
Elena Morales: “Transformar una isla en arte”, en [2·C= Revista
semanal de ciencia y cultura] nº 75. La Opinión, Santa Cruz de
Tenerife, 29 de marzo de 2001, pp. 8-10.
Ildefonso Aguilar elucida silencios, huecos, ausencias, palpitaciones
terrestres. Mitiga fragmentos de lava y acaricia la piel árida de una isla
desolada. Bajo la aparente quietud de la superficie natural, emerge el
sonido del viento al erosionar los acantilados. No se recrea en un mundo
de calma, sino en un terreno convulsivo, donde frecuentemente los
elementos se encuentran en una trágica lucha. Si hay serenidad, ésta es
sólo aparente; pues esas cumbres, a primera vista muy quietas, esas
montañas barridas por el viento, esas cenizas y paisajes desolados
aprisionan y ocultan una fuerza descomunal. Calma y drama,
espiritualidad y abismo, precipicios y horizontes inalcanzables conviven
en armonía en un ambiente existencial. Aguilar huye de la
representación real, de la tan gastada mímesis pura. Mas bien sintetiza
–con una visión minimalista vivencias sensoriales o ideas preceptuales
de la isla donde vive y se nutre tanto visual como anímicamente:
Lanzarote.
[...]
Comunicar con la textura
La técnica de Aguilar es un elemento comunicador, pues cuando dibuja
intuitivamente con la materia, ésta desprende toda su belleza textural.
[...] Para este artista la arena es un elemento compositivo y
comunicador, como lo es el sonido puro de un instrumento acústico.
[...]
Elena Morales: “Ildefonso Aguilar: Abismos volcánicos”, en [2·C=
Revista semanal de ciencia y cultura] nº 166. La Opinión, Santa Cruz
de Tenerife, 20 de marzo de 2003, pp. 8-10.
Cráteres ahogados, cenizas dispersas, lavas solidificadas, líquenes
colonizando las ásperas rocas... La arena de Lanzarote invade con
infinitud de formas las superficies de los cuadros de Ildefonso Aguilar.
En ellos, esta materia terrestre es tan extensa, tan abrupta, tan
poderosa, que no queda espacio para la representación del cielo. Pero
el cielo se disfraza de viento, de lluvia, de rayos, de sol, de oscuridad...
y, así, somete, con sus fuerzas imprecisas, a este caos primordial, a
esta sustancia universal donde se asienta todo lo tangible. Un paisaje
intransitable y deshabitado, asaltado por redes de barrancos, precipicios
vertiginosos, cumbres a punto de derrumbarse o sierras ardientes al
borde del infierno.
[...]
Sobre la densa arena del fondo irrumpen grafismos automáticos
aislados, consecuencia de arañazos y destrucciones parciales de las
formas inventadas con anterioridad, y estas texturas irregulares, casi
siempre blancas o negras, crean nuevos ritmos y valores expresivos.
Ildefonso Aguilar: “Ikebukuro”. Texto para el catálogo Ildefonso
Aguilar: Ikebukuro. Galería de Arte Puerto Calero, Lanzarote, 2004.
Ikebukuro es el nombre genérico de una exposición compuesta por una
serie de cuadros que fueron realizados, en su mayoría, bajo la influencia
de la obra musical homónima del compositor británico Brian Eno. Esta
misteriosa y enigmática composición se editó en el año 1992 y desde
entonces forma parte de la banda sonora que ambienta el recorrido de la
Ruta de los Volcanes en el Parque Nacional de Timanfaya.
Los cuadros reflejan y sintetizan el diálogo que, desde hace ya mucho
tiempo el autor mantiene con el paisaje volcánico de la isla de
Lanzarote; la esencia de un profundo paisaje lleno de sutiles caminos
que, a pesar del largo tramo recorrido, aún es poseedor de un fuerte
magnetismo y de una incontenible y permanente fascinación. Presiento
que, inevitablemente, nunca llegaré hasta el final.
Pilar Carreño Corbella: “Ildefonso Aguilar a la luz del paisaje”.
Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar de la Rúa. Senderos.
Galería Argenta, Valencia, 2004.
[...]
Si la naturaleza volcánica de Lanzarote ha sido su principal fuente de
inspiración, un viaje a Islandia – una ínsula de enormes dimensiones y
horizontes infinitos, poblada por desiertos de lava y masas de hielo – ha
dotado a algunos de sus paisajes de una extraña y misteriosa luz.
...estos paisajes nos invitan a contemplar en silencio las huellas de la
luz en los senderos de nuestra visión.
Margarita de Lucas: “Paisaje esencial”. Texto para el catálogo
Ildefonso Aguilar. Paisaje esencial. Galería Edurne, Madrid, 2005.
[...]
El paisaje esencial de Ildefonso Aguilar invita a superar la impaciencia,
el desasosiego, la prisa que nos impiden fijar la mirada, el pensamiento
y la voluntad, y conectar con otra dimensión que existe, pero de la que
no podemos disfrutar porque el tiempo se nos va de las manos sin
sentido. Ildefonso Aguilar es pintor, y es músico, y su música y su
pintura son la misma cosa, se complementan y fortalecen en la
construcción de un pensamiento que expresa su sentir a través de dos
lenguajes, el sonoro y el plástico. En esta doble investigación ha
transcurrido el tiempo vital de este artista que no ha hecho concesiones
a modas pasajeras, por el contrario fiel a su propio criterio, ha ido
depurando más y más su dicción para extraer la esencia espiritual de la
materia.
Sus cuadros de una gran sobriedad y al mismo tiempo de enorme
riqueza cromática que no aparece a primera vista, porque como digo
anteriormente es necesario detenerse y concentrar la atención para
percibir el fuego interior que ilumina la materia oscura.
Merece la pena hacer este esfuerzo y establecer el diálogo que nos
permita descubrir en nosotros la afinidad de inquietudes compartidas.
José Corredor-Matheos: Ildefonso Aguilar: “Insularidad y
Universalidad”. Texto para el catálogo Ildefonso Aguilar: paisaje
esencial. Centro de Arte La Regenta, Gobierno de Canarias, Las
Palmas de Gran Canaria, 2006.
[...]
La luz lleva a cabo una selección de elementos y funde el conjunto. Vela
o deja en la tiniebla unas zonas, y destaca con fuerza otras. El paisaje,
como entrevisto, tiene algo de fantasmal. Nada hay que sea del todo
concreto. Más que cosas hay relaciones entre cosas de dudosa
existencia. Pero ¿no es así como ve la física la realidad a nivel
subatómico?
En nuestra vida diaria lo que hacemos constantemente es establecer
relaciones de ese tipo. Nosotros mismos, cada uno de nosotros no es
alguien concreto, sino una madeja de hilos más o menos enredados
cuyos cabos están fuera de nosotros. Y lo que descubre el pintor, el
poeta, el músico, son relaciones, tras la apariencia de sólida
materialidad de los cuerpos visibles.
El artista descubre también vibraciones. ¿Vibraciones de qué? Esto no
ha de quedar, no puede quedar nunca, del todo claro. La obra de arte es
una pregunta, más que una respuesta. O la constatación de una
incapacidad, de la imposible consecución de un objetivo, pero con el
gozo de que la aventura ha valido la pena: se trataba, precisamente, de
eso.
[...]
Unidad y fragmentación
Advirtamos que estas llanuras y montañas no parecen evocar formas
compactas. El granulado de la arena revela fragmentación. El mundo
que consideramos real se muestra tan fragmentado en lo infinitamente
pequeño como en lo infinitamente grande. Por otra parte, uno de los
rasgos del arte contemporáneo es la valoración del fragmento.
Recordemos que, entre los hallazgos de la descomposición introducida
por Picasso y Braque con el cubismo, destaca el collage. Y antes se
había producido ya la fragmentación de la realidad a través de la
pincelada, por los impresionistas y los divisionistas.
Algunas obras de 2001 son fotografías, en las que el artista traza unas
finas líneas blancas, que se desplazan tanto sobre las siluetas de las
montañas como sobre el cielo. El artista ha seleccionado lo que debía
enfocar y luego ha marcado el territorio que ha hecho suyo. La distinción
entre pintura y fotografía se borra en la producción de muchos artistas
actuales, pero raras veces se consigue tal integración, y que resulte
además plenamente justificada.
Mientras la obra de arte mostraba la realidad como algo compacto, el
espacio no estaba especialmente valorado. La fragmentación en pintura
y la desmaterialización en escultura -ésta desde Rodin y profundizada
por Julio González- abren el espacio, que en escultura acabará siendo
tan exterior como interior. Es tan importante lo que se ve como el vacío.
Igual ocurre con el silencio en música. En las Gnossiennes de Eric Satie,
los silencios son tan relevantes y destacados como las notas que se van
desgranando.
[...]
La musique, avant tout chose
Sabemos que la música es otra de las actividades de Ildefonso Aguilar, y
podemos pensar que es inseparable de su pintura. La música, cuyo
importante papel subrayó el poeta francés Pierre de Ronsard en la frase
recién citada, es el resultado de una perfecta armonización de
elementos diferentes y confiere unidad a los conjuntos. De ahí que,
metafóricamente, se apliquen a veces términos musicales a otras artes e
incluso a actividades diferentes. Recordemos que el mítico Orfeo, poeta
y músico, es visto, incluso, como factor fundamental para la cohesión
social, por su capacidad de armonizador. Para Ildefonso Aguilar, la
música, es fundamental en su visión de la realidad y alienta y estructura
su obra.
De estos paisajes emanan unos sonidos, que se diría casi inaudibles.
Tienen la levedad de las formas. Éstas flotan visualmente en grandes
espacios oscuros. Aguilar pone virtualmente música a sus obras y lo
hace de manera real con grabaciones que acompañan determinadas
realizaciones. Es el caso de sus Sonidos para un paisaje, dedicado a la
ambientación del seguimiento de la Ruta de los Volcanes del Parque
Nacional de Timanfaya, de la isla de Lanzarote, donde vive. El mismo
artista ha manifestado: “No me es posible profundizar en el paisaje de
Lanzarote sin sentir la presencia del viento, física y musicalmente. De
igual forma tampoco puedo sentir los sonidos y la música sin recrear
imágenes” 1.
Ildefonso Aguilar nos remite a la realidad inmediata. La arena y la lava
nos hablan de la tierra; los rojos ígneos, de los volcanes de su isla; la
línea del horizonte, del mar siempre próximo, que todo lo envuelve; hay
formas que sugieren montañas, rocas. A esa materialidad se le opone la
levedad de las formas y de la materia misma, su ingravidez, la sensación
de vacío, que hacen trascender la realidad inmediata de la que se parte.
Y podemos preguntarnos: las masas de color ¿se afirman en su
materialidad o están a punto de desaparecer? La apertura de todo
aquello que está dotado de vida implica cierta ambigüedad sólo cuando
la obra es contemplada con los ojos de la visión cotidiana. El creador de
un arte tan rico, tan valioso como éste, espera que adoptemos la misma
lúcida actitud que tuvo él en el momento de la creación, para que la
visión se abra a otro ámbito.
[...]
Carmen Delia Aranda: “La Regenta invita a pasar por los volcanes
de Aguilar”. Texto para el catálogo Canarias 7, Las Palmas de Gran
Canaria, 15 de junio de 2006.
La pintura de Ildefonso Aguilar transmite la sensación de estar ante
parajes volcánicos imponentes, sobrecogedores, capaces de hacer
sentir el vacío y la soledad del hombre frente a la naturaleza. El pintor
lanzaroteño nos invita a viajar por paisajes ficticios inspirados en
Lanzarote e Islandia.
[...]
Cascadas de lava petrificada, suaves colinas rasgadas por las aristas de
las coladas o grandes espacios en los que la luz descubre fragmentos
1
Ildefonso Aguilar: Erosión, Edición musical, Lanzarote, Geo Ediciones, 1978.
de la superficie son algunos de los impactantes paisajes panorámicos
que propone Aguilar a través de sus pinturas realizadas sobre arena.
[...]
Aguilar, a través de la observación sistemática del espacio, ha logrado
llegar a la esencia del paisaje y sus obras son, para el espectador,
ventanas abiertas en grandes miradores o vistas aéreas.
Además, el artista ha integrado lenguajes diferentes, ya que la muestra
incluye tres piezas audiovisuales en las que aúna fotografía, pintura, los
sonidos de la naturaleza y música compuesta por él o inspirada en las
obras de otros autores, como el tunecino Anouar Brahem, Somei Satoh o
Brian Eno, algunos de los cuales han visitado la isla invitados por
Aguilar, quien también ha dirigido el Festival de Música Visual de
Lanzarote.
[...]
Ventanas abiertas a los abismos
La soledad o el vacío del hombre ante el abismo son algunos de los
aspectos que refleja Aguilar a través de un acercamiento plástico.
La oscuridad del rofe, la incertidumbre de los horizontes difuminados o
la imprecisión de las siluetas transmiten la sensación de desconcierto e
invitan al espectador a perderse en estas panorámicas telúricas.
[...]
Yolanda Peralta Sierra: “El hacedor de ínsulas”. Texto para el
catálogo Ínsulas. Ildefonso Aguilar. Galería de arte MurNó, La
Laguna, 2006.
[...]
La sobriedad del vocabulario empleado por Ildefonso Aguilar dota de
misterio a sus visiones de una naturaleza elemental poblada por formas
alejadas de la descripción literal que rozan lo simbólico, con parajes
volcánicos de color misterioso con halos atmosféricos y contornos
imprecisos que nos remiten a procesos de formación orogénicos. El
artista se deleita regresando a las formas originarias de la naturaleza
con paisajes vírgenes y primitivos y elementos sutiles y definidores
como la luz, el aire y el sonido. Recrea el sentimiento de inmensidad del
paisaje de Lanzarote con extensiones infinitas e inconmesurables de
escabrosas siluetas y contornos irregulares, inmensos espacios que
parecen inexplorados y nos remiten a las fuerzas creadoras inasibles de
la naturaleza. Paisajes sísmicos plenos de energía y de indefinibles
formas geológicas en ocasiones espectrales y aéreas, metáforas de una
naturaleza primigenia y sublime en proceso de transformación.
La creación de las formaciones topográficas de la isla conforma un
paisaje turbador y cambiante, vivo, aislado del modelo y de lo
descriptivo que evidencia su estructura interna y su auténtico palpitar.
Una naturaleza áspera, profunda e infinita que parece estar creándose
ante nuestros ojos. Estética de lo embrionario y de lo primigenio en
obras de simplicidad hipnótica, vacías, desprovistas de objetos y de
anécdotas, composiciones elementales con zonas densas e
interrumpidas que nos remiten al gigantismo geológico, que arrastran al
espectador al interior del paisaje para que experimente y se enfrente a
su inmensidad, que viva la experiencia del paisaje de Lanzarote.
Mario Alberto Perdomo Aparicio: “ldefonso Aguilar, esencial”. Texto
para el catálogo Estructuras Efímeras. MIAC de Lanzarote, Arrecife
de Lanzarote. Noviembre, 2012
Sus composiciones musicales insinúan, en Ildefonso Aguilar, su muy
singular percepción de la naturaleza. Sus fotografías revelan cómo mira
el paisaje y qué le interesa de éste: su esencia. Al unir la obra musical y
las fotografías expresa cómo siente, muy hondo, el hecho artístico. Y
ambas se rodean la una a la otra, envolviendo sensorialmente el
resultado del proceso creativo y, por ello, al espectador. La pintura de
Ildefonso Aguilar, además, contiene música.
[...]
‘Estructuras efímeras’ contiene varias fotografías, siete convincentes
piezas pictóricas que producen gran impresión y, al final, aunque desde
y en el principio, una sugerente proyección audiovisual con música del
propio Aguilar. Como siempre, la solidez y la coherencia, la reflexión y el
rigor, presiden esta nueva comparecencia de Ildefonso Aguilar. Y, como
siempre y mediante una depurada técnica, hay ritmo y enigma, apelando
al origen y a aquello que es permanente e invariable en las cosas.
En ‘Estructuras efímeras’ se insinúa la presencia de la huella humana en
el paisaje mediante grafismos. Los grafismos no son nuevos, pues
vienen de muy lejos en su obra, pero se hacen más presentes, ahora a
modo de restos, el rastro [efímero] del ser humano. Grafismos con alma
poética que se diluyen, ligeros, en el paisaje.
Bajo una ordenada distribución, ‘Estructuras efímeras’ remite a la
génesis y ofrece un relato sobre la materia, la soledad, el viento y la
erosión; habla de paisajes austeros y de luces tenues, salpicados de
senderos y de restos pasajeros y frágiles en manos del paso del tiempo.
Es el todo en una obra profunda y esencial, sintética e inseparable de su
creador, erigido ya en un artista magnífico e imprescindible.
Mario Alberto Perdomo
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