La fantasía del retorno: Conflictos de identidad en biografías de inmigrantes en Madrid Autores: Lorenzo Navarrete Moreno y Ricardo Zúñiga. Este trabajo trata de una de las consecuencias del fallido diálogo entre los constructores de políticas públicas y las personas que deciden migrar desde países externos a la Unión Europea. Es parte de una investigación más amplia sobre expectativas de inmigrantes cualificados en Madrid. En ella se realizaron 21 entrevistas en profundidad a inmigrantes mayores de 18 años y con más de 5 años de permanencia en España. En esta investigación surgen tres tipos de discursos del migrante, cada uno de ellos se relaciona de forma específica con la decisión de quedarse permanentemente en España o volver a su país de origen. Del mismo modo, hay una coherencia con su relación previa con el país de origen. A continuación se resumen en un esquema esos tres estilos y sus relaciones con decisiones conductuales. Ilustración 1: Los tres discurso de la inmigración trabajo/ económico opinión positiva del origen volver o tercer país cambio de vida opinión negativa del origen quedarse resolución problema +/- quedarse o volver Primero, el más numeroso, el conocido por los discursos oficiales, basado en el trabajo, requiere empleo y se mueve básicamente por discursos económicos, tiene buena opinión de su país de origen y mantiene la idea de volver a él como centro del proyecto migratorio, también considera la posibilidad de un tercer país migratorio para capear la crisis. Segundo, el discurso del cambio de vida, que no tiene el centro en lo económico sino en la calidad de vida general de él y de su familia, tiene una opinión negativa de su origen y vino desde el comienzo a quedarse en España o entro país europeo. El tercero y último de los discursos es el de resolución de problemas, basado en una situación específica de la vida de la persona, violencia machista, enfermedades crónicas o de difícil curación o estudios de posgrado, este discurso hay opiniones negativas y positivas del origen y, por ello, no tiene una asociación directa con volver o no, hay de ambas tendencias. De estos tres discursos la presente exposición sólo profundizará en un aspecto del primer discurso. La de aquellos cuyo proyecto migratorio es básicamente un asunto económico, una decisión pragmática y, casi siempre, planteada como momentánea, ya que en ellos siempre está presente la fantasía del retorno. Llamaremos fantasía del retorno al fenómeno de negación del duelo identitario por el pasado perdido del origen y la pérdida de la pertenencia, así como a la negación de la nueva pertenecía y de las vivencias de inserción necesarias para la recuperación del confort intrapsíquico. Ésta fantasía actúa como un elemento de mantención de la identidad de origen y como una des-inserción de la situación inmediata. Es una fantasía en la medida que niega elementos de la pragmática inmediata y la racionalización de las posibilidades futuras. Se niega el paso del tiempo, al congelar la biografía en el momento del desarraigo. Se niega el arraigo relacional y laboral, en la medida en que no se profundiza en las amistades locales y nuevas redes. A la vez que se producen estas negaciones se mantienen proyectos paralelos e incompatibles como “volver y poner un negocio a mi país” con la idea de “educar a mis hijos aquí para que vayan a la universidad”. Se aprecia que los mecanismos de reducción de la complejidad se concentran en el retorno como fuente de sentido inmediato para superar los problemas contingentes aún cuando implementar estas soluciones reduzca notablemente las posibilidades de retorno. El origen de esta situación hay que buscarlo en la intersección entre las políticas de migración formal del Estado español (y de la Unión Europea) y la biografía de necesidad económica y privación de alternativas laborales de los migrantes latinoamericanos de baja y media cualificación. El estado español implementó una migración de tipo formal durante el boom económico de fines de los años 1990 y primera mitad de la década del 2000. Esta política consistía en controlar la migración mediante un sistema de exigencias contractuales y procedimientos administrativos que hacen muy difícil la obtención de la documentación legal si no se es contratado en origen. La intención de estas políticas es controlar la migración para que se mantenga dentro de rangos aceptables para la economía y la política nacional. Esta pretensión de las instituciones españolas y europeas genera las contradicciones que producen el sufrimiento que describiremos. Sin embargo, la situación de alto nivel de ingresos económicos que vivenciaron los inmigrantes que llegaron legalmente actuó como incentivo para el deseo que muchos migrantes informales vinieran a España en busca de una oportunidad económica y de bienestar social y cultural para sus familias. Dentro del proyecto migratorio de muchas de estas personas estaba el conocido proceso de migración circular. Este es el caso de los inmigrantes que llegan a España con la idea de permanecer en el país un período de tiempo determinado, que ellos mismos suelen calcular entre 3 y 5 años. Sin embargo, debido a que son inmigrantes que llegan con la documentación adecuada para un período corto de tiempo, pronto se dan cuenta que para obtener la libertad de volver a Europa cuando deseen, deben pasar por un complejo período de trámites y acuerdos con empleadores que le permitirá optar a documentación de nacionalidad o residencia permanente, sumando esta situación al proyecto migratorio, con lo cual decide quedarse por un período más largo de tiempo que el planeado. A esto se suma que cuando han pasado esos tres o cinco años, el migrante no cuenta con los ahorros suficientes del proyecto migratorio original. Estos ahorros insuficientes dañan las posibilidades de llevar a cabo algún objetivo del proyecto migratorio en el país de origen. De estos objetivos los más comunes que hemos encontrado en los discursos de los inmigrantes, son estos cuatro: iniciar un negocio propio, comprar una vivienda, obtener una cualificación o profesión europea, pagar una deuda. Esta situación es propia de inmigrantes económicos, que no se vienen a España huyendo de su país de origen sino buscando una alternativa de movilidad social ascendente que les permite superar el débil límite entre la pobreza y la clase media en su país de origen. Esto significa que su identidad cultural no está en cuestionamiento antes de llegar a España, incluso no lo está hasta el momento en que deben reconsiderar su proyecto migratorio de regreso al país de origen. Este tipo de migrante debe hacer una reconsideración de su situación. Ese es el momento de inflexión en que por primera vez se enfrentan con la confusión de su pertenencia y conflicto en su autocategorización, surge como respuesta de fuga a un sufrimiento inmediato la fantasía del retorno. Es decir, la postergación del regreso a origen en pos de nuevas posibilidades económicas y administrativas que está más en el deseo que en las alternativas inmediatas. Aquí se cambia la orientación del discurso en cuanto a la permanencia en España, cambiando de años a logro de objetivos. Aquí surgen las alternativas incompatibles, como solicitar la nacionalidad española a la vez que se revisan posibilidades para migrar a un tercer país (USA, Alemania o algún país escandinavo) y todo esto con la mente puesta en volver “cuanto antes mejor” Como consecuencia de esta reconsideración, la identidad cultural (nacional o étnica) se resiente. Basada en el propio pasado biográfico, la adaptación se vive como traición, es la negación de la evolución emotiva del contexto de origen (las personas y los paisajes ya no estarán cuando regrese), dejan el presente en suspenso durante un tiempo importante de la vida adulta. La congelación del tiempo se aprecia en la añoranza de un país que ya no existe como se le recuerda y que entra en contradicción cuando van de visita o saben de sus transformaciones por terceras personas o medios de comunicación. Se vive, se come, se baila, como en el país de origen o, más bien, como era el país de origen hace ocho, diez o quince años. Hay casos de nueve y 14 años de permanencia en España sin nunca haber cocinado como los españoles. Los relatos donde se declara no querer pensar mucho en ello no son extraños en este período. La respuesta defensiva a este estrés de un futuro posible pero esquivo. De aquí se desprende la importancia de las redes de inmigrantes del mismo país de origen, e incluso de la misma región, estado, provincia o ciudad de origen del migrante. Viven en un país que ya no existe y quieren regresar a un país que desapareció bajo el peso del desarrollo posmoderno. El sustento de este malestar está en fantasear continuamente con lo que hará cuando regrese al lugar de origen, lo que alimenta una sensación de sentido a la vivencia inmediata, de seguridad en un destino desconocido, aun cuando esté al borde del sinsentido. Hay un segundo momento de inflexión, un cuestionamiento de la identidad y la pertenencia relacionado con la situación familiar. La melancolía y la culpa que surge de la posibilidad de desarraigo en los propios hijos o la pareja, ahora no por la necesidad de migrar para vivir, sino en el deseo de retornar de los padres o la pareja. La melancolía vinculada a la añoranza de ese país imaginario que aún pervive en las defensas identitarias del migrante y la culpa de desear algo que le puede causar esa misma vivencia negativa a los seres queridos. Todos estos elementos producen desestabilización de la inserción social y la adaptación individual. Este proceso sufrimiento y desajuste emocional y socio-político se extiende aún más en el tiempo debido a la complejidad de los procesos administrativos de la unión europea, que más que desincentivar el ingreso de inmigrantes desincentivan el retorno de quienes quisieran volver pero no quieren cerrar una puerta a su futuro o el de sus familias, por ello prolongan su estadía más allá de lo necesario para lograr la nacionalidad española, que se le concede a la mayoría de los latinoamericanos y otras ex-colonias españolas. Finalmente a esto hay que añadir la prolongación por la disminución del ahorro debido a la crisis económica. Es así como el proceso de inserción social del migrante, que por su propia naturaleza debiera estar ligado a procesos de identificación y al desarrollo de un arraigo social, cultural, territorial o tan sólo emotivo, se observa en la biografía de varios de los migrantes entrevistados como una alternativa de migración circular. Es decir, la garantía de poder irse y volver o migrar a un tercer país de la unión europea, cuando deseen, una vez obtenida la nacionalidad española. Es así como la migración circular, se está produciendo, pero no sólo comandada por las medidas administrativas que para ello se han desarrollado, sino por la voluntad de muchos migrantes que sacrifican parte de su salud mental y la de sus familias por una práctica que vulnera las normas administrativas, pero curiosamente en pos de un fin similar: la flexibilidad laboral, la libertad del trabajador para desplazarse por los mercados que requieren mano de obra. El origen de este sinsentido es el mercado de la mano de obra barata, en el entender a las personas como recurso humano, como mercado de carne viva, que nutre a la estructura económica. Este es el logro de un sistema que se desentiende de los deseos personales de su “recurso humano”, que plantea un diálogo de sordos, donde, por un lado, se supone a un inmigrante pasivo, en espera en su país de origen hasta que a un empresario le parezca apropiado recurrir a él, y por otra parte unas instituciones que creen saber lo que las personas deben hacer para ser útiles socialmente. En este proceso no se da voz a los migrantes, pues son un recurso, no un sujeto. Esta miopía institucional es la que genera gran cantidad de los esfuerzos de control institucionales y recursos fiscales para financiarlos. Sin embargo, ya vemos en las biografías de estos migrantes que su necesidad de protagonizar sus propias historias supera la previsión de las políticas públicas unidireccionales, buscando intersticios en la red de control y dando sentido de oportunidad a los condicionamientos del sistema, donde la vieja lucha de la espada y el escudo se convierte en la lucha entre nuevas restricciones y nuevos métodos para superarlas. En estas vidas errantes vemos la insumisión y la dominación en una lucha desigual, pero el ser humano ha mostrado hasta ahora ser más rebelde que los incentivos fiscales, más silvestre que los documentos burocráticos y más libre que las fronteras y las aduanas.