REVI STA DE FISTORIA NAVAL Año III INSTITUTO 1985 DE HISTORIA Y CULTURA ARMADA ESPAÑOLA Núm. 9 NAVAL INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA REVISTA DE HISTORIA NAVAL Año III Madrid, 1985 Núm. 9 REVISTA DE HISTORIA NAVAL CONSEJO RECTOR: Presidente: Vicepresidente: Jefe del Departamento de Historia y Director del Museo Naval, D. José María Zumalacárregui Calvo, capitán de navío. Vocales: Secretario General del Instituto de Historia y Cultura Naval, D. Juan Berenguer y Moreno de Guerra, capitán de navío. Subdirector del Museo Naval, D. Ricardo Cerezo Martínez, capitán de navíó. Director: - Director del Instituto de Historia y Cultura Naval, D. José Lorenzo Rey Díaz, almirante. Ricardo D. Cerezo Martínez, capitán de navío. Redacción: María D. Vigón Tabar, Lda. en Biología. D. M. del Pilar San Pío Aladrén, Lda. en Filosofía y Letras. D. Belén Rivera Novo, Lda. en Geografía e Historia, y D. Lola Higueras Rodríguez, Lda. en Filo sofía y Letras. Administración: D. José Luis Pando Villarroya, teniente coronel de Intendencia de la Armada, y D. Paloma Moreno de Alborán Calvo. DIRECCIÓNY ADMINISTRACIÓN: Museo Naval.—Montalbán, 2. 28014 Madrid (España). IMPRIME: Servicio de Publicaciones de la Armada. Publicación trimestral: segundo trimestre 1985. Precio del ejemplar suelto: 400 ptas. Suscripción anual: España y Portugal: 1.200 ptas. Resto del mundo: 10 $ USA. Depósito legal: M. 16.854-1983. ISSN-0212-467X Printed in Spain. CUBIERTA: Del libro Regimiento de Navegación, por Pedro Medina. Sevilla, 1563. SUMARIO Páginas El torpedero «Número 1» remonta el Ebró hasta Tortosa (1), por Francis co Felipe Olesa Muñido Población aborigen precolombina en el momento del contacto y la con quista, por Guadalupe Chocano Higueras29 El navío de tres puentes en la Armada española, por José Ignacio Gon zález-Aller Hierro45 El sello del Concejo de San Sebastián y su entorno histórico, por José María Lizárraga Durandegui77 Hospitales y enfermerías navales en las islas Filipinas durante la coloni zaçión española, por Juan Antonio Casero Nieto101 Operaciones menores en Cuba, 1898, por Agustín R. Rodríguez Gon zález125 Documento147 Noticias generales, por Lola Higueras Rodríguez151 Recensiones153 La dirección de esta REVISTA no se hace responsable por los autores en sus artículos. de las opiniones expresadas La reproducción y la traducción, parcial o íntegra, de los textos e ilustraciones debe ser previamente solicitada por escrito a la dirección de la REVISTA. EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA (1) Francisco Felipe OLESA MUÑIDO, Profesor de la Escuela de Guerra Naval y de la Universidad Central de Barcelona. El día 30 de marzo de 1915, a las 17 h. 15 m., según su cuaderno de bitá cora, el torpedero Número 1 de la Armada española llegó a Tortosa después de remontar el Ebro y fondeó en el límite de las aguas jurisdiccionales marí timas, amarrando en la orilla derecha —según se entra desde la mar, o sea, en la ribera izquierda siguiendo el curso del río— al pie del mercado muni cipal. Tras mantenerse felizmente en aguas de la ciudad de Tortosa, salió para la mar en la mañana del día 5 de abril de 1915. Poco después de las nuevé leyó anclas y dando un cable por la popa, reviró y descendió sin novedad el curso del Ebro, fondeando frente a la farola de cabo Tortosa. Pasó la barra con cierta dificultad, pero a las 6 h. 15 m. de la tarde del día 7 de abril se hallaba afuera y en franquía, dirigiéndose a La Ampolla para tomar carbón del torpedero Número 2, siguiendo después a Vinaroz y de allí a Cartagena. Situación exterior. En 1915 Europa se halla inmersa en la Primera Guerra Mundial, en la que España no participó, aunque sintió sus efectos. En lo naval señalamos dos puntos de referencia: los Dardanelos y Jutlandia. El 10 de agosto de 1914 los cruceros alemanes Goeben —crucero de batalla— y Breslau —crucero ligero- entran en los estrechos. El 31 de octu bre de 1914 Inglaterra declara la guerra al Imperio Otomano, y el 3 de noviembre dos cruceros ingleses bombardean los fuertes turcos situados en la entrada de su sistema defensivo. En marzo de 1915 la campaña de los Dardanelos está en su apogeo. La operación es un fracaso y pone de mani fiesto las ventajas de la defensa en profundidad utilizada por los otomanos bajo supervisión alemana. El 19 de febrero los aliados efectuan el primer ataque, contra los fuertes de la entrada; seguido, el 25, de un intento de forzamiento en profundidad de los estrechos. Ni uno ni otro consiguen plenamente sus objetivos. El 4 de marzo fracasa el desembarco destinado a destruir los fuertes y su artillería. Los aliados inician pacientemente el ataque a las defensas intermedias, que resisten bien. Durante los días 5, 6, 7 y 8 intentan atacar los fuertes interio res, que también resisten satisfactoriamente. Año1985 F. F. OLESA MUÑIDO AMETLLA DE TORTOSA LA AMPOSTA El bajo curso del Ebro, desde su embocadura hasta Tortosa, en 1915. Distancia entre la emboca dura del Ebro (Gola Norte) y la ciudad de Tortosa: 43 kilómetros, o sea 23,21 millas. Regreso a mar libre: 43 kilómetros, o sea 23,21 millas. En total: 86 kilómetros, o sea 46,42 millas. 6 Núm. 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA Las baterías intermedias otomanas desgastan a la fuerza aliada, que el 18 de marzo de 1915 se retira. La eficacia de la defensa en profundidad de los pasos obligados y bases navales ha quedado demostrada. Ante su evidente fracaso los aliados preparan para el 25 de abril un desembarco en Gallípoli. Pero esta nueva acción —que será un verdadero desastre— es posterior a las fechas de nuestro interés. En enero de 1916 la cabeza de puente de Gallípoli es evacuada. La batalla de Jutlandia se librará en mayo y junio de 1916. Como señalan Gibson y Harper esta batalla significa el punto de inflexión de dos épocas marítimas. La marina de vapor alcanzó allí la plenitud de su desarrollo. Todos los almirantes que intervinieron en ella se habían formado, sin embargo, en los buques de vela. El acorazado tipo Dreadnought databa de diez años atrás y práctica mente no había entrado en combate; por lo que las flotas de Fisher y de Von Tirpitz, hasta entonces experirnéntales, demostraron en esta batalla su capa cidad de combate. En consecuencia —según Gibson y Harper—, la fuerza naval adopta tácticas y alcanza cotas de eficacia insospechables en la tarde deI 31 de mayo de 1916. Estas experiencias tácticas provocan la revisión de las ideas sobre el valor militar del torpedo contra la fuerza naval organizada; valor en aquel momento altamente reducido. El torpedero de superficie como tal deviene un fracaso. El submarino relanza, sin embargo, la importancia del torpedero en la guerra contra el tráfico e incluso, más tarde, contra la fuerza naval organizada. El avión se hace también torpedero antes que bombardero. Jutlandia obligó a que Alemania potenciara, sin restricciones, la guerra torpedera que sus submarinos podían llevar a cabo. En cuanto a la guerra en el aire, se pone de manifiesto el completo fracaso del reconocimiento aéreo, tanto el realizado por los zepelines alemanes, como el efectuado con ayuda de los transportes de la aviación ingleses. La acción aérea torpedera o bom bardera no queda prevista. No olvidemos, sin embargo, que cuando el torpedero Número 1 recibió la orden de remontar el Ebro y llegar a Tortosa, la batalla naval de Jutlandia no había tenido lugar. Era válido, por el contrario, el deseo de establecer una base naval con una posible defensa en profundidad: estaba demostrado su eficacia. en los Dardanelos se Las nuevas doctrinas navales: La «Jeune Ecole». Entre 1885 y 1905 aparece en Francia un interesante fenómeno que el almirante Castex, en su monumental obra Teorías Estratégicas, estima fruto de generación espontánea originado por la aparición de los nuevos elementos bélicos: es la llamada Jeune Ecole —o Nueva Escuela. Son sus evangelistas los almirantes Aube y Reveillére y los comandantes y oficiales Montichant, Charmes, Duquet, Fontin y Siepert. Estima esta doctrina —que pronto adquiere gran predicamento— que el torpedo y el Año 1985 F. F. OLESA MUÑIDO alto explosivo revolucionarán los principios de la guerra dando lugar a una nueva estrategia y a una nueva táctica. En su virtud, los buques pequeños estaban en condiciones, mediante las nuevas armas, de vencer a las unidades de gran porte. Hacia 1900 otra novedad técnica —el submarino— renueva los argumentos de la Nueva Escuela y reactiva su vigencia. En su concepción estratégica pierden toda importancia la fuerza naval organizada y la batalla, y pasan a primer plano la guerra de corso y la de costas, basadas en la incur Sión y en la invulnerabilidad del litoral, lograda por una disp.ersión lineal de cruceros-guardacostas que se harán acorazados y torpederos, después con ducidos por destructores. Esta original doctrina exige la elaboración de una red geométrica que establezca, en lo estratégico, centros, triángulos y cuadriláteros, y en la maniobra táctica curvas de contrasalida y de contrallegada. Una nueva ter minología aparece. El incremento de la velocidad y la reducción del tonelaje del buque constituyen para la Nueva Escuela una verdadera obsesión que incide en la pérdida de autonomía y en consecuencia en la necesidad de aumentar las bases, situándolas en los centros estratégicos previstos. En este contexto doctrinal es fácil situar la campaña de reconocimiento del Ebro, que culmina en Tortosa el 30 de marzo de 1915. Con esta concepción se construyeron —como bien señala el almirante Carrero Blanco en su obra, España y el Mar— la serie de 22 torpederos con propulsión de turbinas —Parsons—, a los que se dieron números en lugar de nombres, y que si, teóricamente, correspondían al tipo de torpedero de alta mar tenían escasa autonomía, sobre todo en lo referente al agua de alimen tación de calderas y quizá también al combustible. Fueron construidos en España entre los años 1910 y 1921 en ejecución del programa naval de Ferrándiz: A esta serie correspondía el torpedero Número 1, que es un claro exponente de las doctrinas francesas entonces de moda. También corres ponde a esta visión estratégica la misión que en 1915 se asigna a este buque y aún la presencia a bordo del teniente de navío Luis Gil de Sola y del alfé rez de navío Mateo Mille, agregados a los torpederos en viaje de prácticas de estudio de costas —señala Mangrané— para su ulterior navegación en sub marinos. Esta opinión la corrobora El Correo Español de Madrid, órgano del car lismo: En estos tiempos en que los submarinos han venido a ser los que han sustituido con ventaja a los grandes acorazados, se trata de habilitar el puerto de Tortosa para constituir una base naval que sirva para refugio de torpede ros y sumergibles utilizando los puertos naturales, que no hay necesidad de elegirlos sino de habilitarlos con arreglo a las modernas exigencias. La rehabilitación del puerto de Tortosa y de la navegación en el río Ebro. La mayor o menor viabilidad de la habilitación del puerto de Tortosa, como base naval de torpederos y submarinos, condiciona los planes «jeune ecolistas» de establecer un centro capaz de apoyar el triángulo estratégico que se delimita entre la frontera francesa, Baleares y Cartagena. Es notable 8 EL TORPEDERO «NUMERO 1> REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA que la terminología que se utilizará en la preparación y exposición de los planes y trabajos será, precisamente, la de la Nueva Escuela. Reviste máximo interés la concepción de la proyectada base —o mejor estación naval—, que viene concebida en lo que tradicionalmente había sido el puerto de Tortosa, desde las golas de acceso al Ebro hasta la propia ciu dad. A lo largo de este tramo fluvial debían escalonarse muelles, varaderos, depósitos e instalaciones de mantenimiento y de defensa, contemplada, esta última, en términos de gran profundidad y apoyándola en los vecinos siste mas orográficos. Se prevé la salida a la mar no por las golas, sino mediante la apertura de un canal que, abrigado por un malecón, diera acceso al Rincón de Levante; postulándose después la ampliación y acondicionamiento del canal de nave gación que, entre Amposta y San Carlos de la Rápita (10 kilómetros), mandó construir Carlos III y mejoró Isabel II. La razón que aconseja pres cindir de las golas para acceder al Ebro es que la sur estaba ya cegada y la norte tenía una incómoda y a veces peligrosa barra. Es evidente que todo ello implicaba rehabilitar también la navegación comercial en el Ebro —por lo menos entre Tortosa y el mar— y abría amplias perspectivas al deseo aragonés de lograr una salida marítima a sus productos. Así se explica la simpatía con que fue recibido el proyecto en las tierras tortosinas y aragonesas. Para Tortosa, el establecimiento de una estación naval en el bajo Ebro, resolvía sus problemas, ya que la situaba en la encrucijada estratégica exis tente entre Cataluña, Valencia, Mallorca, Aragón y la España interior y destacaba su individualidad, a la par que la vinculaba estrechamente a la administración central de España. Hoy resulta difícil determinar si la idea de rehabilitar el bajo Ebro, como punto estratégico y comercial, partió de la Marina de Guerra o de institucio nes locales. La revista La Zuda, en su número extraordinario dedicado, en 1915, a este tema, considera iniciador de la idea al entonces capitán de cor beta D. José Fita Palanca, que puso en la misma todos sus cariños y desve los. La idea, nacida en 1908, fue acogida con fervor por la Cofradía de Pes cadores de San Pedro, por la junta local de la Liga Marítima Española —presidida por D. Damián Llombart— y por todas las fuerzas políticas tor tosinas, desde los carlistas hasta los republicanos. El proyecto de rehabilitación fue acogido en Madrid con gran simpatía, en 1912, por el almirante Marqués de Pilares, por amplios sectores del Ministerio de Marina; no olvidemos que el almirante Auñón, Marqués de Pilares, era tenido entonces como el hombre señero de los criterios de la Nueva Escuela, compartidos por muchos mandos. La «Memoria» de 1911. En 1911, ante las pérdidas de buques y el número de víctimas ocasiona dos por los temporales de Levante, se convoca, según recuerda Mangrané, Año 1985 — F. F. OLESA MUÑIDO cd o o cd cd o) o) cd 1- LL o) cd — cd O) lo Núm. 9- EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA una Asamblea Marítima de Levante, celebrada en Castellón los días 8, 9 y 10 de julio. A esta asamblea asiste la Liga Local Marítima de Tortosa, pre sentando una Memoria sobre la rehabilitación del puerto de Tortosa para fines militares y comerciales, suscrita por el entonces secretario de la junta localD. Damián Llombart; Memoria que fue aceptada por unanimidad. El 17 de enero de 1912 se reúne en Madrid la Asamblea General de la Liga Marítima Española, que hace suya la moción de Tortosa, y después de un atento estudio presenta, en octubre del mismo año, una razonada instan cia, suscrita por el presidente de la Junta Central de la Liga Marítima Espa ñola, D. Joaquín Sánchez de Toca, y dirigida a su excelencia el ministro de Marina. En ella manifiesta que la Liga Marítima Española patrocina, mejor dicho, hace suya la «Memoria» que presentó a la Asamblea Marítima de Levante D. Daniel Llombart —debió consignar D. Damián— explicando los fundamentos de la necesidad de habilitar el puerto de Tortosa en forma que permita utilizar, en favor de la región, las condiciones naturales del Ebro y de su desembocadura para fines militares y comerciales. Por afectar a puertos, se dio trámite a dicha instancia a través de la Direc ción General de Navegación y Pesca Marítima, que el 30 de noviembre de 1912 la remite para su informe al Estado Mayor Central de la Marina. Esta dirección se halla en un todo conforme con los razonamientos del discreto informe del Ayudante de Marina de Tortosa, y a poco que se profun dice en el objetivo del puerto de refugio que se propone, salta a la vista lo importante de su necesidad, no sólo bajo el punto comercial, sino también del humanitario; para poner un dique a los efectos desastrosos que en aquella región producen a toda clase de embarcaciones los duros temporales allí fre cuentes. Ante el informe favorable emitido por el Estado Mayor Ceñtral se nom bra una comisión —R. O. de 24 de marzo de 1913— que estudie los proble mas que suscita la rehabilitación del puerto de Tortosa y la navegación del Ebro. Pocos días más tarde, rinde sus conclusiones iniciales netamente favo rables al proycto. Es indudable la influencia que la opinión del Estado Mayor Central va a ejercer en el curso del proyecto. Consideraciones hidrográficasy militares en torno a la creación de una esta ción naval en el Ebro. En el campo hidrográfico el plan inicial del canal, abrigado por un male cón, que cmunique el Rincón de Levante con el Ebro, pierde fuerza ante la sugerida ampliación y acondicionamiento del antiguo canal de Carlos III entre Amposta y San Carlos de la Rápita. El 7 de mayo de 1913 la primera sección del Estado Mayor Central de la Marina recibe el expediente de rehabilitación procedente de la Dirección General de Navegación y Pesca Marítima, del que informa negativamente el Año 1985 F. F. OLESA MUÑIDO 20 de mayo de 1913. El proyecto de rehabilitación no se remite a la Dirección General de Navegación y Pesca hasta el 25 de junio de 1913. No le gustó al almirante Auñón el contenido del informe emitido, junto con todo el expediente, a la Dirección General de Navegación y Pesca Marí tima, el 20 de mayo de 1913. Rebatió los argumentos esgrimidos de contra rio en forma extremadamente académica. En su opinión, las principales condiciones a que debía responder una base naval secundaria, tipo estación naval de refugio de torpederos y submarinos, eran las siguientes: 1. Estar situada en un punto de la costa que permita a las fuerzas nava les apostadas en ella acudir rápidamente en defensa de las poblaciones ata cadas, o cortar la ruta de los buques de guerra o mercantes enemigos que transiten cerca de nuestras costas. Estima que las golas del Ebro se hallan casi equidistantes de Barcelona, Valencia y Mallorca, además en el medio de aquellos dos primeros radios se encuentran Tarragona y Castellón; con lo que son ya seis ciudades impor tantes, también cita la extensa costa de Barcelona llena de industriosas poblaciones y numerosas fábricas, cuya única defensa serían los cazatorpe deros, sumergibles y minas que hábilmente dispuestos, constituyen una amenaza constante para los grandes buques que se aventuren a atacar nues tras poblaciones comerciales o intenten hacer desembarcos en la costa, con lo que el triángulo estratégico es más amplio y se extiende desde la frontera francesa a Cartagena y Baleares, nó quedando limitado a Barcelona, Valen cia y Mallorca. 2. Tener fácil salida al mar y reingreso al puerto en todo tiempo. La salida de los torpederos y submarinos desde el fondeadero de Tortosa al mar, será fácil y exenta de todo tropiezo tan pronto como se hagan las nece sarias obras de canalización y dragado, que pueden realizarse con mínimo gasto. 3. Contar con una eficaz defensa que permita a nuestros buques ponerse a cubierto de cualquier ataque del enemigo. El fondeadero de Tortosa cumple esta condición porque los bajos fondos que rodean las golas del Ebro no permiten que se acerquen buques de las dimensiones y calado necesario para montar cañones de gran alcance; el fondeadero de Tortosa está 40 kilómetros internado en el río, y entre la costa y el puerto se levantan como muralla formidable las montañas del Coll del Alba y sus derivaciones (337 metros), y, por último, hacia el oeste se yer gue como atalaya vigilante la cima del Monte Caro en los puertos de Beceite (1.413 metros). 4. Poseer muelles de extensión suficiente para que puedan atracar simultáneamente, si fuese necesario, todos los buques que hayan de surtirse de pertrechos y materiales. Opina que la extensión necesaria de muelles, puede obtenerse con acan tilar una de las orillas y establecer en ella los almacenes necesarios, con tando además con que la ciudad de Tortosa puede proveer de cuanto requiera la vida de las tripulaciones. 12 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA 5. Tener comunicación fácil y rápida por tierra o por vías fluviales, con los centros de producción y acopio de los pertrechos necesarios para los buques adscritos al puerto de refugio. Hay que hacer constar la observación hecha por el capitán de corbeta Fita, al sugerir la construcción de una línea férrea afluyente de carácter estra tégico, que no es otra cosa que la de Val de Zafán a San Carlos de la Rápita, enlazando en Tortosa con la línea férrea costera. El interés estratégico de la línea de Val de Zafán es que su trazado hacia el interior —hacia Aragón— elude los riesgos de la línea litoral susceptible de posibles ataques maríti mos. 6. Tener una población próxima que provea en todo momento a las tri pulaciones de los recursos de vida de orden no militar, condición sobrada mente cumplida por la ciudad de Tortosa. 7. Contar con puntos de eficaz observación que, sin ser expugnables ni vistos por los enemigos, puedan comunicar todos sus movimientos. Las que serían fáciles de encontrar en aquella zona. En su opinión, en el bajo Ebro, en el tradicional puerto de Tortosa, se hallaban providencial mente reunidas, actual o potencialmente, todas las condiciones necesarias para establecer, fácil y económicamente, una base naval secundaria desti nada a refugio de torpederos y submarinos. , La comisión técnica de 1913. De la comisión nombrada al 24 de marzo de 1913’forman parte el comandante de Marina de Tarragona, capitán de fragata D. Gerardo Armijo Sego via; el capitán de corbeta de la escala de Mar D. Eugenio Montero Reque na; el también capitán de corbeta D. José Fita Palanca; el capitán de corbeta de la escala de Tierra D. Eugenio Pasquín Reinoso, y el teniente de navío de dicha escala D. Cayetano Marabote Horta. El 25 de junio el proyecto, ya elaborado, se remite a la Dirección Gene ral de Navegación y Pesca, que lo traslada para su vista en junta superior. Reunida ésta el 6 de diciembre acordó que considera de gran conveniencia la rehabilitación del puerto de Tortosa, por lo importante que sería bajo el punto de vista marítimo-militar contar con un puerto de refugio para torpede ros y sumergibles. El expediente se remite a la Dirección General de Navegación y Pesca Marítima y esta Dirección, el 24 de diciembre, lo envía al Ministerio de Fomento; hecho confirmado por la comunicación que remite la Dirección General de Navegación al Estado Mayor Central el 24 de febrero de 1915, donde se dice: Que dicho expediente de Rehabilitación del Puerto de Tortosa y Navegación del Ebro fue enviado el 24 de diciembre de 1913 al Ministerio de Fomento a los fines que competían al mismo, sin que hasta la fecha se haya recibido noticia alguna sobre el estado del asunto. Año 1985 - -_ F. F. OLESA MUÑIDO La actitud del Ministerio de Fomento. No es de extrañaresta posición que culmina con el extravío, puro y simple, del expediente remitido al Ministerio de Fomento y de toda ulterior provi dencia o resolución adoptadas en él. En el archivo del Ministerio de Obras Públicas, sucesor en este ámbito del Ministerio de Fomento, no se halla ras tro alguno del expediente. En marzo de 1915, sin embargo, una comisión de la Liga Marítima Espa ñola pide al Ministerio de Fomento la pronta realización del proyecto, sin obtener resultados positivos. Independientemente, al iniciarse la guerra europea, se pidió a la Jefatura de Obras Públicas de Tarragona —como medio de dar trabajo a refugiados e inmigrantes— que consignara una cantidad para realizar obras en el área portuaria de Tortosa. Lo único que se consiguió es que la Dirección General de Obras Públicas, pasado un tiempo, ordenara a la Jefatura Provincial de Tarragona la formulación de un presupuesto para el estudio del proyecto de Rehabilitación del Puerto de Tortosa. No es ajena a todo ello la nueva orientación en materia de puertos; la dificultad en constituir la Junta de Obras del de Tortosa —dado su ámbito y características— y el deseo, por parte de Tarragona, de ejercer un discreto monopolio del tráfico marítimo comercial sobre toda su provincia y, a través del ferrocarril, sobre buena parte de las tierras zaragozanas y del Bajo Ara gón, junto con las dificultades económicas existentes para desarrollar y ter minar la ambiciosa ampliación del puerto de Tarragona. El plan de Rehabilitación del puerto de Tortosa y de navegación del Ebro no se rechazó: simplemente se perdió el expediente. Ulteriores investigacio nes han confirmado tal pérdida. La Ley de 17 de febrero de 1915. La Ley de 17 de febrero de 1915 —Ley Miranda— es de corte jeune ecolista. Se eliminan los acorazados propuestos en el primer proyecto —como bien recuerda Ricardo Cerezo en su estudio Armada Española. Siglo xx— y se dispone la construcción de cuatro cruceros rápidos, seis contratorpede ros, veintiocho sumergibles, tres cañoneros y dieciocho buques de vigilan cia. Se consignan, además, fondos paraobras en los arsenales, minas y defensas submarinas, y construcción de un adecuado tren naval. Para nuestro estudio resulta de particular interés el artículo 2.° de la Ley, que destina un crédito de dos millones de pesetas para las habilitacio nes necesarias en los puertos que se designen como refugio de torpederos y sumergibles y un millón ochocientas mil pesetas para varaderos flotantes. En tales consignaciones centra sus esperanzas de rehabilitar el puerto de Tor tosa el almirante Auñón. Ya Fita había señalado la necesidad de disponer en la Estación Naval de Tortosa de un tren de dragado para el río y de los adecuados varaderos. El 14 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA almirante Auñón sabe ya como obtener los recursos para lograrlos. Pero antes es necesario que los técnicos, ya que no se trata de materia adecuada para un estudio parlamentario, determinen cuántos y cuáles han de ser dichos puertos de refugio y si Tortosa será uno de ellos. Para facilitar esta selección propone que las instituciones, los técnicos y los estudiosos aporten datos, que cotejados y controvertidos ayuden al estu dio y resolución de tan importante materia. Auñón considera necesario: 1. El examen de las golas del Ebro y el cauce de este río por una comi Sión de expertos oficiales de Marina. Este examen, realizado ya en 1913, dio como resultado un informe totalmente favorable, reco mendando el Ebro como uno de los puntos más indicados para el emplazamiento de una Estación Naval. 2. La experiencia práctica de hacer entrar por la barra uno de los modernos torpederos y remontar el río hasta donde permitan las condiciones naturales de sus aguas. Esta experiencia se realizó con pleno éxito, aunque con dificultades. El día 30 de marzo de 1915 —sólo cuarenta días después de ser sancionada la Ley Miranda—el torpedero Número ¡fondeaba en Tortosa. Mayor celerida’ cabe. 7f0 Bosquejo del río Ebro desde Tortosa hasta el mar, formado por D. Joaquín Rodríguez de Rivera en 1874 (Archivo del Museo Naval). Año 1985 15 F. F. OLESA MUÑIDO 3. Enviar al buque-aviso Urania, de la Comisión Hidrográfica, para que procediera a rectificar las cartas en el área de las golas por estar sus perfiles y fondos muy modificados desde el último levanta miento. Situación hidrográfica. Parámetros a considerar. Cartas y planos. Resulta ser de imperativo estudio: a) La cartografía de las bocas o golas, abiertas o cerradas, y del curso bajo del Ebro hasta el límite, por lo menos, de la jurisdicción marí tima. b) La cartografía del delta del Ebro y de sus estanques, balsas y cana les, naturales o artificiales. c) Los derroteros marítimos, en tanto y cuanto tratan de las costas y litorales de los Alfaques y, en general, del delta y desembocadura del Ebro. d) Las descripciones de la zona. e) El régimen hidráulico del río Ebro en 1913/1915. Para el estudio de la cartografía de las golas y del curso bajo del río hasta Tortosa —punto límite de la jurisdicción marítima— se dispone, ante todo, en la segunda mitad del siglo XIX, del Bosquejo del río Ebro desde Tortosa al mar, realizado en 1874, a la vista del mapa de Tarragona, por el teniente de navío-de segunda clase D. Joaquín Rodríguez de Rivera. En él destacan los siguientes trazos: a) el Ebro desemboca mediante dos golas, llamadas de Tramontana —o del norte— y de Mitjorn —o del sur—, que forman una horquilla que define la isla de Buda; b) al norte del curso bajo del Ebro se define una antigua gola —el llamado Goleró—, ya entonces cegada, y que, cerca del puerto del Fangal, se bifurca formando, su rama izquierda, la llamada Bassa de les Oiles, que comunica con el puerto del Fangal, y la zona derecha que, abriéndose a la mar libre, forma el Pal, y nutre la Bassa de la Estrella y la del Iliot. La zona comprendida entre la mar y las dos ramás del Goleró delimitan la llamada lila de Mar; c) no resulta definido el litoral de los Alfaques, del que sólo destacan la boca de la enca ñizada, la torre-fuerte de San Juan y la playa del Trabucador; d) destaca el canal de navegación San Carlos de la Rápita-Amposta; e) en el curso del Ebro, desde la gola norte de su desembocadura hasta la ciudad de Tortosa, río arriba, están señalados sus veriles de sonda. Del mayor interés resulta el levantamiento del Plano del río Ebro desde las Golas hasta Tortosa, que realizó en 1880 la Comisión Hidrográfica, man dada por el capitán de fragata D. Rafael Pardo de Figueroa, y que fue impreso y publicado por la Dirección de Hidrografía en 1883, En él se defi nen con todo cuidado las posibles áreas de recalada y la línea más aconseja ble de acceso al Ebro desde el mar, que se concreta en la gola norte, o de 16 Núm.9- EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA Tramontana, y la ulterior navegación Ebro arriba. Se detectan, sin embar go, los bajos, pesqueras y obstáculos de todo tipo que, hasta fondear en Tor tosa, existían entre la isla de .Gracia, Amposta y Tortosa, y que hoy subsis ten, en parte, junto con otros de nueva creación, según hemos podido com probar. Este plano adviene no fiable a partir de la gran riada de 1907, que altera sustancialmente los fondos, riberas, perfiles y líneas de descarga y salida del bajo curso del Ebro. El 14 de abril de 1915, cuando el torpedero Número 1 remontó el Ebro, su comandante comunicará al comandante general de la Escuadra de Ins trucción, con respecto a las golas del río, que las llamadas del Norte, Este y principal (carta n.° 809), han desaparecido (...), en la actualidad sólo existe una por la que ha entrado y salido; está orientada al Este, y para tomarla hay que abrir un poco al poblado de las Barracas con las farolas de Cabo Torto sa, la punta Norte avanza hoy casi a la misma altura que la punta Sur. La Gola Sur —sigue el informe— está completamente cegada, no sólo por la parte de la mar sino en el interior, con un enlace con el río, siendo, por tanto, inútil para la navegación. Y resume: La Gola actual es sumamente variable de profundidad y forma, y debido a la mucha corriente es muy difícil sondarla, pues entre ésta y las rompientes ninguna embarcación puede aguan tarse fija sin estar fondeada. Esto hace que el paso por dicha gola sea muy arriesgado o inseguro por no poderse conocer ni el braceaje ni la dirección del Actual situación de la cegada Gola Norte. Véase al londo. a a izquierda, la llamada Isla de San Antonio (Fotografía aérea del autor). Año 1985 17 F. F. OLESA MUÑIDO Actual situación de la Gola de Zurrapa o de Galacho. huy unicuahierta (Fotografía aérea del autor). canal, y en caso de varada, que es lo más posible —el torpedero Número ¡ varó al embocar y desembocar el río—, de haber alguna mar, cualquier barco se perdería irremisiblemente. Este informe explica y justifica las dos soluciones de acceso al Ebro: por el norte, desde el Rincón de Levante —mediante un canal protegido por un malecón—; o por el sur, desde lós Alfaques, mediante la ampliación del canal de navegación de Carlos III. La gran riada de 1937 abre una nueva gola —la denominada gola de Zurrapa— orientada hacia el norte, siguiendo el curso del río, y situada muy cerca de donde, en 1911, se proyectó la apertura del nuevo canal. También produce la creación, por aportes de aluvión, de la triangular isla de San Antonio —al este de la nueva gola— y el total cegamiento de la vieja gola norte, que se transforma en un brazo muerto del Ebro. Hoy el único acceso al río desde la mar es la gola de Zurrapa. Según se desprende del examen del terreno, hecho a pie, navegando sus costas y canales y desde el aire. La otra fórmula, la limpieza, aplicación y mejora del canal de navegación de Carlos III modificado ya en su concepción y trazado durante el reinado de Isabel II, consistía en aumentar la cota del canal y alimentarlo —como bien recuerda Millán y Roca— con aguas del Ebro derivadas en el Azud de Cherta. Con ello se pretendía resolver un importante problema. El primi tivo canal —el de Carlos III— era un canal a nivel del mar y del bajo río, y por ello se obstruyó rápidamente con el fango. 18 Núm. 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA El construido bajo Isabel II tenía una longitud de 10.334 metros de ancho. Estaban dispuestas tres esclusas, conocidas como de Amposta, Inter media y de San Carlos. Sus cotas eran de 3,78 metros, 1,50 metros y 2,20 metros, respectivamente sobre el nivel del mar. Junto al canal había un camino de sirga de cuatro metros de ancho —como señala Millán y Roca—. Esquema del proyectado mápa de Marín (1749). Año 1985 canal Amposta-La Rápita y d& puerto de Los Alfaques, según el 19 F. F. OLESA MUÑIDO Pero hacia 1867 estaba completamente cegada su desembocadura y era tan solo un canal de riego. Los Derroteros. Constituyen elementos esenciales para el estudio hidrográfico del bajo curso del Ebro, de su desembocadura, de la costa del delta y de los puertos del Fangal y de los Alfaques. En la tercera edición del Derrotero de las costas de España en el Medite rráneo, de Tofiño, que aparece en 1847 corregida y adicionada por la Direc ción de Hidrografía, destaca la determinación de una posición astronómica más exacta que la de la edición de 1787, para puntos tales como la población de San Carlos de la Rápita, la cumbre del Montsiá y el cabo Tortosa; la fija ción de distancias más precisas entre diversos puntos del puerto de los Alfa ques; la más exacta ortografía utilizada para designar lugares tales como Casas de Alcanar —que antes aparecía como Casas de Caná— y golfo de Ampolla —antes designado como Ampudia o Ampulla—, y también la sub sanación de algún error de referencia. En cuanto al acceso al río Ebro desde el mar incluye un interesante párrafo: Para entrar por la gola del S. sólo pueden verificar los faluchitos, porque no tiene sino de 2 a 3 pies de fondo, y se hace una terrible rompiente. Por la del N., que tiene de 5 a 7 pies en invierno y de 3 a 5 en verano, es por donde entran y salen todas las embarcaciones del tráfico de Tortosa; una y otra son mudables, y para la averiguación, después de una riada o un ternpo ral, por donde está el mayor fondo, hay en la gola N. dos prácticos que cui dan de dirigir la entrada de todas las embarcaciones que lo intentan: hay un castillo de madera con tres cañones y un obús para defender la entrada de la barra. El denominado Derrotero General del Mediterráneo (tomo 1), redactado por la Dirección de Hidrografía y publicado en 1860 por el Depósito Hidro gráfico, corresponde a distinto esquema. Como todo derrotero sigue la costa —aquí partiendo del sur—, pero la información recogida es más amplia y quizá más concreta: felizmente acaba de terminarse el canal de San Carlos, que, arrancando desde esta ciudad, se comunica con el río, cerca de Ampos ta, para facilitar la navegación interior, evitando a los barcos el peligroso paso de las golas. Destaquemos que se contempla como instrumento de navegación interior, no como instrumento de navegación marítima. A conti nuación añade: En el día surcan las aguas del Ebro algunos vapores de poco calado que se remontan hasta Mequineza. Sobre el acceso al canal desde San Carlos señala: El canal de San Carlos, de que dejamos hecha mención, tiene sus primeras esclusas a poco más de un cable al E. de la ciudad. Por fuera de su boca se sondean de 5 a 6 pies de agua, por lo que sólo pueden entrar en él barcos de poco calado. El Derrotero General del Mediterráneo (tomo 1), publicado en 1873 y redactado en el Depósito Hidrográfico, supone una revisión y perfecciona 20 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA miento de la edición de 1860, advierte: El cabo de Tortosa es el vértice más saliente de la isla de Buda, y consiste en una punta muy rasa y anegadiza que avanza en dirección al E., y a la que es preciso dar mucho resguardo porque despide bancos de arena que sufren alteraciones diarias por las continuas luchas del río y de la mar, habiéndose formado desde 1868 un banco por fuera de ella en dirección al SE. de más de medio cable de longitud y cuatro metros de fondo, que, probablemente, se unirá con el cabo. Asimismo existe, de reciente creación, un islote por la parte septemtrional de la gola del Norte, que tendrá como 2,5 cables del SE. al NO., separado de la costa por un estre cho e impracticable canalizo, el cual çs probable forme parte del continente dentro de poco tiempo. Islote, éste posible origen de la actual isla de San Antonio. En 1873 estaba el canal San Carlos-Amposta inutilizado como de nave gación. En 1880 la Comisión Hidrográfica, mandada por el capitán de fragata D. Rafael Pardo de Figueroa, levanta el Plano del río Ebro desde las Golas hasta Tortosa, El trabajo efectuado es perfecto y se reflej.a—aparte de en una excelente cartografía— en los derroteros de 1883 y posteriores, que suponen, en su tiempo, una total renovación de planteamientos y de información, especial mente en cuanto al curso del río Ebro se refiere. Como edición más próxima a los hechos aquí recogidos se adopta la sexta edición, publicada en Madrid el año 1913 bajo el título Derrotero General del Mediterráneo (tomo 1) y redactada en la Sección de Hidrografía. El curso inferior del Ebro se describe así: El tramo del Ebro, compren dido entre las golas y Tortosa (...), tiene una profundidad variable según las circunstancias, corre a razón de una mil/a por hora; pero se halla expuesto a frecuentes avenidas, si bien ocasionan desastres de muy tarde en tarde, en invierno con temporales del S. o del cuarto cuadrante, acompañados de llu vias, y en primavera durante el deshielo, sin que preceda mal tiempo, caso en que suelen inundarse las márgenes hasta una mi/la por banda y banda del cauce ordinario, donde el agua se eleva de 3 a 4 metros, corriendo a menudo hasta a razón de 7 millas por hora. En cuanto a las golas indica: La gola meridional, o del Sur, rara vez tiene más de 1 m. de agua en su barra, por lo cual sólo admite embarcacionespeque ñas, mientras que la del N., aunque más hondable, varía de profundidad con las avenidas del Ebro. Ambas barras son mudables y muy peligrosas, así que sólo tomando antes a bordo uno de los prácticos residentes en las cercanías, los cuales están siempre al tanto de las alteraciones, y aprovechando una oca sión de mar llana, se puede acometer la go/a del N. con un buque de calado conveniente (...). Sólo con mar llana, no habiendo riada, se puede pasar la barra de la gola del Norte por una o más de las golas subalternas, cuya pro fundidad no excede de 1,4 metros, y que el práctico baliza diariamente con estacas; pero aun así los faluchos construidos a propósito para esta navega ción tocan en e/fondo, a pesar de haber alijado previamente parte de su carga Año 1985 F. F. OLESA MUÑIDO en las embarcaciones menores, y a veces los mismos se ven obligados en invierno a esperar un mes en el puerto del Fangal para poder entrar, y otro tanto en el caserío de las Barracas para poder salir (...). En cuanto al canal Ebro-puerto de los Alfaques señala: El Canal de navegación que, arrancando desde cerca de ella —de San Carlos de la Rápita—, termina en Amposta (...), en 1861 sólo admitía embarcaciones cL.yo calado no excediese de 1,4 metros, en la actualidad está completamente cegado en su desembocadura. A modo de síntesis puede concretarse sobre el curso del bajo Ebro, el puerto de los Alfaques, el canal de San Carlos-Amposta y la costa norte del delta, con respecto a 1913/1915, lo siguiente: a) La gola sur del Ebro estaba prácticamente cerrada. b) La gola norte del Ebro estaba abierta, aunque con las limitaciones que el derrotero de 1913 señala y que pueden resumirse así: utilizar buque de calado conveniente y servirse de uno de los prácticos que habitan en la islas de Buda o en el poblado de Las Barrosas. c) Aguas arriba del Ebro, remontadas las golas, se debe estar en todo momento pendiente de los bancos, lajas y obras sumergidas existentes, de los tornos del río y de los cambios de corriente y braceaje que el aumento o disminución de caudal originan. d) El puerto de los Alfaques era el mejor y más capaz de los existentes en el delta del Ebro; pero con acusada tendencia a irse cegando. e) El canal de navegación San Carlos de la Rápita-Amposta, dos veces abierto y otras dos veces abandonado, denota una clara tendencia a ce garse. El régimen hidrológico del río Ebro en 1913-1915. En el aspecto hidrológico resulta de especial interés examinar cuatro cuestiones: caudal medio, efectos del estiaje, valor de las crecidas y pendien tes del curso. a) El caudal medio diario del Ebro en 1912 era de 294 metros cúbicos por segundo; en 1913, de 331 metros cúbicos por segundo; en 1914, de 371 metros cúbicos por segundo, y de 712 metros cúbicos por segundo en 1915. En 1916 baja a 460 metros cúbicos por segundo. Evidentemente, el año 1915 fue un año excepcionalmente apto para una navegación en el Ebro. b) En cuanto a los efectos del estiaje es de advertir que los aforos míni mos son en Fayón, en 1912, de 30 metros cúbicos por segundo, y de 33 metros cúbicos por segundo en Flix; en 1913 son en Fayón de 38 metros cúbicos por segundo, y 40 en Flix; en 1915, de 99 metros cúbicos en Fayón, y de 78 en Flix, y en 1916, de 64 metros cúbicos por segundo en Fayón, y de 58 en Flix. Evidentemente el año óptimo en un río no regularizado era el de 1915. 22 9 EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA c) En cuanto al valor de las crecidas del Ebro es de advertir que según Carreras Candi: el 25 de mayo de 1853 —en primavera— sube el Ebro en 8,09 metros sobre el nivel normal, el 21 de octubre de 1866 —en otoño—, el Ebro sube en Cherta 7,88 metros sobre su nivel ordinario; el 21 de enero de 1871 —en invierno—, 6,42 metros; el 17 de septiembre de 1884 —en otoño prácticamente—, 7,24 metros, y el 23 de octubre de 1907 —en pleno otoño—, 9,20 metros sobre el nivel normal. Resulta, pues, que salvo vera no, ha habido grandes crecidas e inundaciones en otoño, invierno y prima vera. - La altura alcanzada por las aguas sobre el normal cauce depende de que éste discurra más o menos encajonado en sus riberas. En el informe del comandante del torpedero Número 1 se indica que en la barra del Ebro (gola norte) había, el día 24 de abril de 1915, 1,60 metros de agua; sin embargo, el propio comandante manifiesta que aguas arriba, y pocos días después, el río Ebro tenía más de tres metros de crecida y al tratar de pasar la barra el día 5 de abril de 1915 para ganar la mar, se sondeó en la barra 1,30 metros y 1,50 metros al sondar el siguiente día 6 de abril de 1915. d) En cuanto a la pendiente media del bajo Ebro, dado que en Esca trón la cota del río sobre el nivel del mar es de 100 metros, y que la distancia a la desembocadura es de 260 kilómetros siguiendo el curso del río, resulta teóricamente ser la pendiente media, en este tramo del río, de 0,0004 metros por kilómetro. Pero esta pendiente resulta —como bien señala Carreras Candi— muy irregular. El Ebro presenta numerosos rápidos que dificultan el tráfico y que-, en ciertos puntos, alteran en forma sustancial la pendiente media. En Mora de Ebro llega a ser de 0,0011 metros por kilóme tro; aguas abajo de la Magdalena resulta ser de 0,0009, y de sólo 0,0001 cerca de laconfluencia del Segre. El acondicionamiento del cauce, ni difícil ni caro, exigía, sin embargo, obras. En estas condiciones la efectiva regula ción del río es, en 1915, sin embalses de cabecera en servicio,y sin realizar obras de acondicionamiento del cauce, completamente imposible. No es, pues, de extrañar que el Estado Mayor Central de la Marina esti mara como tiempo óptimo para realizar este reconocimiento del curso infe rior del Ebro la tercera decena del mes de marzo de 1915, y la primera del siguiente mes de abril del mismo año, por ser habitualmente época de creci das y quedar la barra más expedita. Esto explica que el torpedero Núme ro 1 llegara a Tortosa a las cinco y cuarto de la tarde del día 30 de marzo de 1915, y que saliera de Tortosa el día 5 de abril de 1915, a las nueve de la mañana. La misión de remontar el Ebro. Ateniéndose a lo dispuesto por el Ministerio de Marina, el comandante general de la Escuadra de Instrucción ordena a los comandantes de los tor pederos Número 1 y Número 2 que en viaje de instrucción salgan con sus buques de Cartagena el día 19 de marzo de 1915para Valencia y San Carlos Año 1985 F. F. OLESA MUÑIDO de la Rápita, preparados para pasar la barra del Ebro y remontar el río hasta Tortosa. Ostentaba el mando de la conserva el comandante del torpedero Número 1, teniente de navío D. Saturnino Montojo y Patero, y mandaba el torpedero Número 2 el también teniente de navío D. Cristóbal Montojo y Castañeda. A las siete de la mañana, los dos buques que integran la conserva dejan su fondeadero de Cartagena y se dirigen a Valencia para cumplir la misión encomendada. Características de los torpederos «Número 1» y «Número 2». La misión de remontar el Ebro se encomienda a estas unidades, por sus especiales características; las más adecuadas, sin duda, para este tipo de navegación, dado el material entonces disponible en nuestra Armada. Pertenecían a la serie de torpederos que, originariamente prevista en la Ley Ferrándiz como de 24 unidades de 150 toneladas de desplazamiento cada una, se transformó en una serie de 22 unidades —dos buques menos—, pero de 190 toneladas. Se dijo, afirma con razón Ramírez Gabarrús, que los fondos destinados a construir la última pareja de las 24 unidades en principio previstas, se destinaría a la construcción de un cuarto destructor. La verdad es, sin embargo, que consumidos los créditos previstos, dado el mayor tone laje de las unidades construidas, se tuvo que renunciar a dos de ellas. De todas formas, como señala Ramírez Gabarrús, formaron la más larga serie de buques homogéneos jamás poseída por la Marina española. Modelo 24 del torpedero Número ¡ que se conserva en el Museo Naval de Madrid. Núm. 9 EL TORPEDERO NUMERO ¡ REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA Carecían de nombre propio, siendo tan sólo individualizados por un número, del uno al veintidós. El torpedero Número 1 fue botado’ en 1911 y efectuó sus pruebas de mar en diciembre del mismo año. En 1914 —señala Aguilera— habían sido entregados a la Armada los números 1 al 9 y el 10 estaba en trance de serlo; los doce restantes fueron entregados por grupos de cuatro unidades. En 1921 se hallaba completa la serie; toda ella construida en Cartagena. Comenta Cerezo, que los diez años que dura la Construcción de la serie es, sin embargo, un espacio de tiempo demasiado largo, que hará que los últimos queden ya anticuados para su épo ca. Especialmente si se considera que los doce últimos se construyen cuando la guerra europea está imponiendo un meteórico cambio en la tecnología naval. En marzo de 1915, sin embargo, estas mutaciones tácticas no se habían todavía producido. Estos torpederos, que desplazaban unas 190 toneladas —180 según Aguilera y 186 según Ramírez Gabarrús—, tenían 50 metros de eslora que incluida la mecha y pala del timón nos da una eslora total de 52,25 metros—; su manga oscilaba entre 5 y 5,24 metros y el puntal era de 3,20 metros. Su calado, muy reducido, se fijaba en 1,47 metros —prácticamente un metro y medio—; especificación muy importante para el cumplimiento de la misión. Su sistema de propulsión estaba constituido por dos calderas de vapor Normand que utilizaban como combustible’ carbón y que alimentaban las turbinas Parsons que producían, a tiro normal de caldera, una potencia de 620 caballos, y a tiro forzado, 3.750 caballos —o 4.100 caballos, según Ramírez Gabarrús—. Los diez primeros de la serie, entre ellos el torpedero Número 1, disponían de 3 hélices: la central, de 1,10 metros de diámetro, y las dos laterales de 0,78. Los otros doce tuvieron solamente —como recuerda Ramírez Gabarrús— dos ejes. La velocidad máxima contratada ascendía a 26 nudos —el torpedero Número 1 dio, sin embargo, en pruebas 27,235 nudos— y la autonomía de estás buques, a velocidad económica, debía alcanzar las 1.000 millas. Esta última especificación no se cubría, al parecer. El agua, necesaria para la alimentación de las calderas, e incluso el combustible, aún mante niendo aquéllas a estricto tiro normal, exigían repostar continuamente. Los torpederos Número 1 y Número 2 se ven obligados a rellenar en Valencia, el día 22 de marzo —recién salidos de Cartagena—, agua y carbón. El torpe dero Número 1 está el día 6 de abril intentando saJir por la gola norte, de nuevo escaso de carbón —sólo tiene a bordo 4 toneladas—, situación expli cable si se tiene en cuenta que pretende pasar la barra teniendo el barco en los menores calados. Superada ésta y estando ya en mar abierto —quizá por haber buscado los menores calados— tiene que acogerse a La Ampolla para carbonear de nuevo. La silueta de estos torpederos es inconfundible. Un botalón de madera a proa. Cubierta corrida. Dos anclas estibadas en elcastillo, un tajamar. Puente de mando abierto, con resguardo de lona. Dos piezas de artillería de — .. Año 1985 . . 25 E. F. OLESA MUÑIDO Se observaenestafotografía, hechaen aguasde Tortosa. que el torpedero Número 1 montaba en marzo/abril de 1915 sus tres tubos lanzatorpedos(Archivo fotográfico Daufí). 47 milímetros. Dos chimeneas. Montaje giratorio doble de tubos lanzator pedos de 450 milímetros. Montaje simple de tubo lanzatorpedos del mismo calibre. Un reflector sobre plataforma. Una pieza de 47 milímetros montada en crujía y, sobresaliendo por popa, la mecha y pala del timón. El artillado estaba constituido por tres cañones de 47 milímetros. Conta ba, además, como quedó ya señalado, con tres tubos lanzatorpedos de 450 milímetros Los cañones eran semiautomáticos, tipo Vickers, de 50 calibres, cierre de cuña vertical, y tiro rápido —30 disparos por minuto—. Su alcance se cifraba en 2.500 metros, con una velocidad inicial del proyectil —que pesaba 1,400 kilogramos— de 853 metros por segundo. La pieza —que pesaba 280 kilogramos— quedaba protegida por un ligero mantelete. Un dato de gran interés aporta Aguilera: La artillería de estos baécos se construyó en los talleres de la Compañía Anónima de Placencia de las armas, y los tubos lanzatorpedos acabaronfabricándose por la propia S. E. C. N. (So ciedad Española de Construcción Naval) en Cartagena, al ser rechazados por la Co,nisión Receptora los de procedencia británica. De esta suerte se emprendía en nuestra Patria una nueva fabricación de elementos de guerra independizándose del extranjero, como sucedería al no poder servir por las circunstancias bélicas mundiales, un nuevo material para sustituir el desecha . 26 Núm. 9 - EL TORPEDERO «NUMERO 1» REMONTA EL EBRO HASTA TORTOSA do. En 1915 se probaron, al efecto, con satisfactorio resultado, los tubos de lanzar de construcción nacional montados en la unidad número 7. Montó el torpedero Número 1 en 1911, sin embargo, los originarios tubos Armstrong. En 1912 se efectuaron las pruebas de éstos. El 9 de mayo del propio año se entregó el buque a la Marina. Después de 1915 los tubos fueron sustituidos por otros fabricados en España. Es interesante destacar la disposición de su artillería. En la línea de cru jía y a popa de la plataforma del reflector, con campo de tiro libre por banda y banda, y por popa, está situada una de las piezas de 47 milímetros. A proa de la primera chimenea y a popa del puente de mando quedaban situadas, una en cada banda, las otras dos piezas de 47 milímetros. No están en la misma perpendicular de crujía. La pieza situada a estribor queda algo retra sada con respecto a la emplazada en la banda de babor. El campo de tiro de cada una de estas dos piezas abarca proa, popa y su respectiva banda. Pero, además, la situación retrasada de la pieza de estribor, con respecto a la de babor, sugiere la posibilidad de que, disparando por el través, se logre la concentración de las tres piezas mediante una adecuada, pero difícil, disci plina de fuegos; a proa puede concentrarse el fuego de dos piezas; por cada amura la potencia se reduce a una pieza; por el través, y con el condiciona miento señalado, puede concentrarse el fuego de las tres piezas; por la aleta es posible concentrar el fuego de dos piezas; y por popa y para un tiro en retirada, después de lanzamiento, es posible concentrar el fuego de las tres Fotografía Año 1985 en que aparece eL torpedero Número / sin sus tubos de lanzar. 27 F. F. OLESA MUÑIDO piezas de artillería de que disponen estos torpederos. Es necesario destacar que tales unidades carecían de una propia y verdadera dirección de tiro. Según acertada definición de Aguilera, estos buques: Rebosantes de potentes mecanismos asentaban toda incomodidad (...), los cascos y cubiertas de estos torpederos, exigentes del máximo aprovechamiento, venían tasados por decímetros; el reflector instalado primero en el reducido puentecillo de lona trasladábase luego a popa sobre plataforma, bajo la que se pasaba al departamento de máquinas apenas practicable para poder erguirse un hom bre; una cocinita tipo campaña, entre chimeneas, vería en ocasiones salarse el rancho con no muy fuertes golpes de mar. Con tal estilo de parquedad discu rría la vida a bordo, supeditada, en suma, y más que en ningún otro buque militar, a estafinalidad. Con sus limitadas características estaban bien adecuadamente armados de artillería y torpedos —señala Aguilera—. Su mantenimiento, sin embargo, se dijo que era costoso, ya que casi continuamente debían de quedar some tidos a revisiones y carenas, y su estructura fue estimada endeble. La reali dad demostró, sin embargo, su solidez, pero, sin duda, exigía permanente atención y cuidado. La guerra europea, especialmente después de Jutlandia, los devaluaría. Durante ella prestaron excelentes servicios de vigilancia, resguardo y asistencia; custodiando, ocasionalmente, a sumergibles alemanes internados en puertos españoles. Algunos de estos torpederos fueron habilitados —durante la Gran Guerra— para el fondeo de minas. Constituyeron inigua lable escuela de oficiales y tripulaciones. Su dotación quedaba constituida por 31 hombres: de ellos un teniente de navío, comandante; un alférez de navío, segundo comandante, y un oficial maquinista. 28 9 POBLACIONABORIGEN PRECOLOMBINAEN EL MOMENTO DEL «CONTACTOY CONQUISTA» Guadalupe CHOCANO HIGUERAS Licenciada en Historia de América Introducción. ¿A cuánto ascendía la población del continente americano cuando Colón llegó a América en 1492? Quienes investigan la historia de la población ame ricana precolombina nos han proporcionado varias respuestas divergentes entre sí, debido a que contamos con un material copioso, pero incompleto, y lo que es más importante, carente de valor estadístico. Por tanto, cualquier visión de conjunto sobre el estado de población en 1492 no es más que una apreciación provisional sobre una base insegura, ya que, mientras no se lleve a cabo una investigación a nivel regional en base a sondeos locales, no podemos establecer generalizaciones sistemáticas de la población. Según se entienda la magnitud de aquella masa indígena, así resul tará la concepción de toda la historia de la población americana (Sánchez Albornoz, 1973). Existen en las crónicas y documentos españoles gran cantidad de datos demográficos referentes a los dos primeros siglos de colonización. En gene ral, constituyen una fuente de información indirecta, aunque no por ello carente de significado demográfico. Son documentos de carácter hiperbólico por varios motivos: el muy humano afán de ponderar todo lo nuevo. Así, por ejemplo, Cristóbal Colón vería en La Española un puerto hondo para cuantas naos hay en la cristiandad, o los tres millones de indios que adjudica ría a la misma isla; y, sobre todo, el interés de los cronistas y colonizadores en magnificar sus hazañas; los conquistadores luchaban, según sus testimo nios, con cientos de miles de guerreros y los misioneros decían que habían bautizado a millones de paganos. También constituyen fuentes de información demográfica los empadro namientos realizados por el régimen colonial en distintas épocas, los reparti mientos de indios y encomiendas, los libros de confesión y los de tasas y tri butos de la Real Hacienda, estos últimos son la documentación demográfica más común y mejor preservada de las primeras etapas. En principio, el tri buto indígena debería pagarlo todo aborigen de sexo masculino, con edad comprendida entre 17 y 50 años, en calidad de vasallo del rey y a cambio de la exención de las contribuciones que gravaban a los demás súbditos. Sus condiciones variaron según las regiones y las épocas, pero, en términos generales, la categoría sometida a tributo comprendía a la población mascu lina adulta. Año 1985 G. CHOCANO HIGUERAS La Corona encomendó a Juan de Ovando que recogiera información sobre la población de sus dominios de ultramar. Esta información ha llegado a nuestros días gracias a la labor del cronista mayor de Indias, Juan de Velasco, que recopiló en su Geografía de Indias, 1574, toda la información que poseía el Consejo de Indias. Su obra sólo nos proporciona datos refe rentes a los indios de poblaciones ya pacificadas; el mayor número lo regis tra Nueva España, mientras que para La Española —donde ya la población aborigen había desaparecido— no da ninguna cifra, así como tampoco para Chile o El Plata, que aún estaban en guerra. Toda esta información nos da una idea aproximada de la realidad. En la actualidad, los métodos antropológicos ofrecen mayor garantía para determinar el volumen de población indígena en el momento del con tacto con los españoles. A través del conocimiento de la geografía y geología del continente americano, de sus formas de alimentación y sus grados de civilización, se puede llegar a obtener unas cifras de población más pro bables. Volumen de la población en 1492. Los primeros cronistas nos hablan de un Nuevo Mundo densísimamente poblado, seguramente por las razones que ya explicamos antes. Así, por ejemplo, Las Casas nos dirá que en las primeras décadas de la conquista murieron alrededor de 30 millones de indios, lo que nos lleva a un cálculo de población aproximado a los 100 millones, cifra que parece fuera de toda realidad. Las apreciaciones de los investigadores modernos acerca del número de indios antes de 1492 difieren entre sí. La mayor parte de los autores aceptan que, al cabo de cuatro siglos, la población aborigen recobró la cifra total que alcanzaba en 1492 —esto apoyaría la teoría de Holligstworth (1969), en la que considera posible establecer una comparación en el orden demográfico, entre la invasión de México por los castellanos, la de Egipto por los árabes y la de China por los mongoles. Egipto, antes de la incursión mahometana en el siglo vi, tendría unos 30 millones de habitantes, tantos como en 1966, alcanzando un mínimo en 1798; momento en que apenas contó con 2,5 millones. La aceptación de esta hipótesis implicaría la invalidación del argumento que rechaza la posibilidad de que la población precolombina de algunas regiones de Hispanoamérica pudiera tener una dimensión próxima a la de principios de siglo. El paralelo —dice N. Sánchez Albornoz— es tentador, pero hasta tanto no se halle mejor fundada la historia de la población egipcia, no será prudente dejarse llevar siquiera por las analogías. En lo que va de siglo, los especialistas en la materia han llegado, en cuanto a cálculos de conjunto, a muy diferentes resultados; se puede hablar de una tendencia alcista que ofrece unas cifras fabulosas de población, - 30 9 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... frente a la llamada corriente bajista, que, en términos generales, nos parece más acorde con la realidad de la época. Entre los métodos empleados para establecer unos valores aproximados (nos dice Nicolás Sánchez Albornoz) destacan: el de multiplicar por tres el número de aborígenes sobrevivientes en nuestro siglo, partiendo del supuesto de que desde el siglo xvi en adelante se habían reducido en esa proporción; o también el que evalúa el potencial ecológico, región por región, y atribuye una densidad típica a cada una. Por uno u otro método llegarán a cifras muy parecidas Sapper (1924) y Rivet (1924); el primero calcula un volumen de aborígenes entre 40 y 50 millones, y el segundo da un valor de 40 a 45 millones. Poco después, Spin der (1928) llegaría a un resultado de 50 a 75 millones. Céspedes del Castillo cifra la población total del continente, en 1492, en un mínimo de 80.000.000 de indios, de los que unos 64 millones habitarían los territorios de colonización ibérica: México: 20 millones; Ecuador, Perú, Bolivia: 60 millones, y las islas del Caribe, entre 100.000 y más de tres mi llones. Estas posturas, consideradas dentro de la corriente alcista, se ven sobre pasadas por la del antropólogo Dobyns, que nos da la increíble cifrá de 90 a 112 millones, de los cuales 60 corresponderían a México central y Perú. Dobyns generaliza los resultados alcanzados por los estudios de Cook, Simpson y Borah, que no se atrevieron a dar semejante paso. La corriente bajista, representada fundamentalmente por Rosemblat (1945), Kroeber (1934) y Steward (1949), considerado el primero, por los investigadores modernos, como el más realista en sus conclusiones, rebaja enormemente estas cifras. Kroeber, después de un estudio de la población aborigen de determina das áreas de Estados Unidos, especialmente California, y de la proyección hacia atrás de la tasa de crecimiento de la población indígena de México, registrada entre la estimación de Humboldt (a fines del xViii) y el censo nacional de 1930, nos da una población aborigen, en 1492, de 8.400.000 indios. Rosemblat, con su método regresivo y utilizando como fuente principal de su estudio la Geografía de López de Velasco (1574), se niega a aceptar una población superior a los 13.385.000 aborígenes. El reparto de esta cifra era muy desigual, aglomerándose la población en regiones como México central o Perú, mientras que extensas zonas, como Norteamérica, Chile o La Plata, apenas estaban habitadas, fenómeno que en cierto modo sigue dándose en la América actual. Rosemblat nos ofrece en su estudio unas den sidades de población precolombina siguiendo el marco de los países actua les: Año 1985 G. CHOCANO HIGUERAS Norteamérica y norte de Río Grande México4.500.000 Haití y Santo Domingo (La Española) .... 1.000.000 indios » 100.000 » Cuba80.000 Puerto Rico50.000 Jamaica40.000 Antillas Menores y Bahamas30.000 América Central800.000 Colombia850.000 Venezuela350.000 Guayanas100.000 » Ecuador500.000 Perú2.000.000 Bolivia800.000 Paraguay280.000 Argentina300.000 Uruguay5.000 Brasil1.000.000 Chile600.000 » » » » » » » » » » Frente a estos resultados tan contradictorios sólo queda abierto el campo de la investigación a nivel regional, lo que nos permitiría establecer unos cálculos de conjunto debidamente controlados y garantizados. Hasta el momento las regiones mejor estudiadas han sido México y Perú, por el equipo de la Universidad de Berkeley (Escuela de Berkeley) y N. D. Cook, respectivamente. La Escuela de Berkeley, concretamente los investigadores S. F. Cook y Simpson (1948), estudió en México central la región comprendida entre el itsmo de Tehuantepec y la frontera de los chichimecas y del Reino de Nueva Galicia. Siguiendo un método de proyección retrospectiva, elaboraron una estadística demográfica evolutiva: 1519: 11.000.000; 1540: 6.427.466; 1565: 4.409.180; 1597: 2.500.000 indios. Un decenio después W. Borah y S. F. Cook (1957), prosiguiendo la investigación, llegaron a la hasta entonces sorprendente cifra de 16.300.000 aborígenes en 1532; a partir de estos cálculos establecieron la cifra de 25,2 millones de indios en 1492 en México central; con una densidad promedio de 49 habitantes por km2. Esto significa que en ciertas regiones la población de América habría lle gado hasta el límite de sus posibilidades alimenticias; concretamente en México central. Este supuesto confirmaría los informes de los conquistado res acerca de la superpoblación de México, lo que nos parece difícil de aceptar. 32 9 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... En cuanto a Perú N. D. Cook nos da el siguiente cuadro estimativo de la población total de 1520 a 1630; 1520: 3.300.000; 1530: 2.738.673; 1540: 2.188.626; 1550: 1.801.425; 1560: 1.513.396; 1570: 1.290.680; 1580: 1.106.662; 1590: 968.197; 1600: 851.944; 1610: 754.024; 1620: 671.505; 1630: 601.645. También respecto a otras regiones de América ciertos investigadores se inclinan por una mayor densidad de población; R. Korietzke (1965) consi dera factible que en la Española vivieran antes de 1492 un millón de aborí genes —tal como afirmara Fernández de Oviedo— dada la alimentación vegetariana; frente a los 100.000 que nos da Rosemblat. Declinación de la población aborigen. En cuanto al descenso de la población precolombina en el período de contacto, cuyo clímax parece alcanzarse en 1650 en Nueva España y algunas décadas después en Perú, depende obviamente del criterio sostenido res pecto al volumen inicial de 1492. ¿Llegó la población aborigen en algún momento a un grado de satura ción que no podría sobrepasar salvo con la introducción de nuevas tecnolo gías? o, por el contrario, ¿la llegada de los españoles sorprendió a la pobla ción en un grado intermedio de su evolución? Los resultados obtenidos por la expedición arqueológica de la Fundación Peabody en el valle de Tehuacán (México) sugieren un crecimiento lineal de la población en el área excavada: noroeste de Oaxaca y sureste de Puebla, mientras que los estudios edafológicos de S. F. Cook (1949) y W. Borah, les inducen a creer —en México central— que antes de un crecimiento lineal, la población aborigen había experimentado altibajos sucesivos. Los trabajos de J. R. Parsons (1968) sobre la evolución de los patrones de Asentamiento en el valle de Texcoco confirman la existencia de estas oscilaciones demográficas antes de la entrada de Cortés. De ser cierto este supuesto, es presumible que la población indígena de México central hubiera alcanzado un nuevo techo en vísperas de la llegada de los espanoles y que la simple saturación hubiera provocado su declinación aunque no hubiera venido la invasión (S. F. Cook, 1947). Diversos indicios confirman esta teoría de saturación relativa con res pecto al nivel tecnológico de la época: las guerras floridas de los aztecas... quizá hayan constituido una especie de control de población en la América nuclear. Todo hace sospechar que, sin innovaciones tecnológicas a corto plazo, se hubiera producido un desastre demográfico a mediados del si glo xvi. La despoblación, consecuencia de este contacto, fue particularmente intensa y rápida en tierras bajas y tropicales, menor y menos rápida en tie Año 1985 G. CHOCA NO HIGUERAS rras templadas del interior y todavía más lenta y escasa en mesetas altas y frías. Rosemblat, opina que de 1492 a 1650 el continente americano pasó de 13,3 millones de indios a 10 millones, es decir, que disminuyó en una cuarta parte del total inicial: 1570: 10.827.150; 1650: 10.035.000. La tendencia alcista sustenta por su parte una caída abismal. Dobyns, en una postura utópica, considera probable una reducción a la vigésima o vige simoquinta parte, es decir, que los 90-112 millones de aborígenes —que cal cula para 1492— bajarían a unos 4-5 a mediados del siglo XVII, En cuanto a los estudios a escala regional detacan los trabajos de W. Borah y S. F. Cook (1971) para México central en los que dan la siguiente evolución numérica de aborígenes: 1518: 25,2 millones; 1532: 16,8 millones; 1548: 6,3 millones; 1568: 2,65 millones, la de bases más firmes, a decir de los autores, deriva de una muestra de quizá el 90 por 100 de los pueblos de México central; 1605: 1,075 millones, y 1620: 750.000 (3 por 100 de la pobla ción precolombina). Señalan —como probable— un punto más bajo de la población india en una fecha promedio de 1620-1625. Ante esto habría que preguntarse si la evolución de México central fue excepcional o si se repitió en el resto del continente y en qué medida es lícito generalizar a partir de resultados parciales. En el caso de México central, el más grave en tierras continentales, habría que considerar la coincidencia posible de este derrumbe demográfico con una de las varias crisis cíclicas de superpoblación que ya habían ocurrido con anterioridad. En cuanto a Perú, región considerada junto con México central como mejor estudiada, los trabajos sobre demografía aborigen de N. D. Cook (1981) durante el período 1570-1620, muestran que se redujo a la mitad aproximadamente: de 1.290.680 a 671.505 habitantes; Cook establece un ritmo de descenso más atenuado que el expuesto para México central en períodos de tiempo equivalentes. A pesar de estas divergencias e independientemente de los métodos uti lizados, las condiciones concurrentes a la disminución de la población en el encuentro de las dos culturas son similares; las tasas oscilan según la impor tancia económica y social de lás regiones y su mayor o menor alejamiento de las ciudades. Se ha hablado de la extinción de decenas de millones de indios; sería pueril intentar explicar esto simplemente por la fabricación de una leyenda negra; por una parte se ha creído en una grandeza legendaria de América, por otra se ha generalizado a todo el continente el proceso de extinción ocu rrido en las Antillas y se han tomado los hechos aislados —el proceso que Rosemblat llama periférico— como índice de una evolución general. Desaparición del indio antillano. Es un hecho incontrovertible que la población aborigen de América sufrió un terrible golpe. Su declinar se fue acompasando eón el progresivo 34 9 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... aumento de los blancos, los mestizos y los mulatos —epecialmente el mesti zaje tuvo un desarrollo importante desde el principio—. En cualquier caso lo más útil de los ensayos colonizadores en el Caribe hasta 1519, fue la expe riencia que para su actuación futura adquirieron los españoles. En su aspecto negativo: la desaparición de los aborígenes antillanos que los espa ñoles no quisieron pero que no pudieron evitar por una serie de causas que luego analizaremos. La Española fue el primer ensayo de colonización americana; es un hecho comprobado que los primçros viajeros que se han puesto en contacto con un país nuevo han exagerado considerablemente su población, esto pasó en Groenlandia, en Tahití... y también en las Antillas. La Española fue por unos años El Dorado americano. Rosemblat le atribuye una población de 100.000 habitantes, considerada como el máximo que la isla podría sus tentar en el momento del contacto y también lo máximo que le permitían suponer los 60.000 con que contaba en 1508, los 30.000 en 1514 y los 500 en 1570, desapareciendo lentamente en los siglos siguientes, principalmente a causa del fenómeno del mestizaje. El proceso al mismo ritmo se repetiría en Cuba, Puerto Rico y Jamaica. De lo ya expuesto se deduce que la cifra proporcionada por Las Casas de tres millones en la Española, de los que quedarían sólo 200 en 1552, es exa gerada. Hasta 1966 el estudio de Rosemblat fue el más completo y fiable. En ese año Carl Sauer prosiguió la investigación, considerando una mayor densidad de población para esta isla, aunque no aportó ningún cálculo ni estimación. Verlinden, dos años después, calcula una cifra, la más baja, de 55-60.000 aborígenes. Borah y Cook (1971) basándose en conclusiones de Sauer nos aportan unos valores probables: 14963.770.000 150892.300 aborígenes » 151068.800 » 151427.800 151815.600 Aceptando 4.000.000 el en cálculo 1492, supondría una kilómetro cuadrado, que del estos Los cálculos sin en que La Año de 3.770.000 aceptando densidad como de en población es decir, el doble investigadores, dieron 1496 posible consideran la cifra cercana de a unos un 105 aproximadamente para México mínimo 8.000.000, de que habitantes de central lo por la densidad, en el momento contacto. cuerdo; nen mismos » los indios, presencia 1985 de embargo, de población todos una los de los la isla vez sometidos, españoles Española investigadores dislocó del sufrieron muestran tema una la economía un en cuestión, rápida total desa convie disminución. indígena, introdujo G. CHOCANO HIGUERAS enfermedades y les hizo sucumbir en un trabajo agrícola normal a ojos del europeo, pero insuperable para un pueblo primitivo. En el continente, donde habitaban grupos étnicos y civilizaciones con un grado superior de desarrollo, el problema era distinto, y, además, el español pasaba también su experiencia de aclimatación en el Caribe. En orden a las primeras islas el problema permanecería íntegro. Causas de despoblación. Las causas del derrumbe demográfico en este primer encuentro que se prolongaría hasta aproximadamente 1570, sima de la curva de población: se puede considerar que tendría lugar en 1650 en Nueva España y en 1750 en Perú —según S. Albornoz—, año en que terminaría el proceso de conquista y descubrimiento; se entraba de lleno en la época colonizadora —desde julio de 1573 y por orden de Felipe II se evitaba la palabra conquista y empezaba a hablarse de pacificación o población— fueron múltiples y han dado lugar desde sus inicios hasta nuestros días a una polémica continuada. Los trabajos en las minas y agricultura, la encomienda y los repartimien tos; el alcoholismo —de especial importancia, tanto que se pensó en implan tar la ley de los incas que castigaban a los borrachos como a envenenadores públicos— y el mestizaje fueron causa coadyuvante en la despoblación, pero desde luego de importancia secundaria. En cuanto al trabajo en las minas (trabajo forzoso y remunerado), la mita —en Perú— y el cuatequil —en Nueva España— variantes de origen precolombino, tenemos testimonios divergentes sobre su práctica; aunque se estableció una legislación que regulara sus condiciones. Para Viñas Mey constituye un código de trabajo donde por primera vez se establecieron pre misas de derecho obrero, considerándolo, por tanto, como base del sistema moderno. Las condiciones del cuatequil eran más suaves que las de la mita: mientras que en la mita del Potosí se trabajaba unos cuatro meses cada siete años en el cuatequil es de tres o cuatro semanas anuales, 1/7 del total de varo nes adultos trabajaba en la mita y 1/25 en el cuatequil; los mitayas se despla zaban desde grandes distancias, no así en el cuatequil, ya que los indios tapisques procedían de lugares cercanos. Seguramente el efecto negativo más que de la mita misma, cuyo número de trabajadores no era importante —según Miller los indios de la del Potosí oscilaban entre 4.000 y 4.500 desde 1585 hasta 1633 y se redujeron a 1674 en 1688, lo que repercutía sobre la población era su traslado de una región a otra. Aunque la legislación estipulaba que los indios no debían ser traslados de un clima a otro contrario, en la práctica esto no siempre se cumplía, oca sionando lo que Carlos Monge llama la agresión climática. La llegada del negro y su fracaso en las minas vino a perjudicar al indíge na, al que suplantó principalmente en la agricultura. En 1615 el Marqués de Montesclaros, Virrey del Perú decía cada uno de estos negros y mulatos es rayo contra los indios. Ya anteriormente las leyes de Indias habían prohi 36 9 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... bido que los negros y mulatos viviesen en pueblos de indios. Según Mellafe (1965): La conquista en su expresión externa, bélica y política y el trabajo minero, fenómenos constantemente esgrimidos como causantes de la dismi nución son de influencia muy relativa en el desastre demográfico de la pri mera mitad del siglo xvi. Piénsese que cuando el trabajo de las minas se orga niza en forma masiva y obligatoria, la población americana ha disminuido en más de un 50 por 100. A esto hay que añadir que a pesar de la minería, la economía mexicana y peruana era fundamentalmente agrícola. El motivo de mayor influencia es, sin duda, el aumento de mortalidad debido a las enfermedades que a Am4rica llevaron españoles y negros. Como se ha dicho, el ejército de los microbios hace en toda conquista más víctimas que las armas. Las sucesivas epidemias de viruela y sarampión cau saron efectos catastróficos, tanto éstas como otras enfermedades infecciosas eran desconocidas para los indígenas, que estaban indefensos ante ellas. El antropólogo alemán Waitz ha llegado a atribuir a la viruela el exterminio de la mitad de la población indígena. Según Rosemblat, la gran mortalidad causada por las sucesivas epide mias en La Española es un síntoma de que la población estaba derrotada a priori. A lo que hay que añadir la imposición de una dieta monótona y falta de proteínas, basada en la ingestión de yuca (Sauer, 1969). En mayo de 1519, los oficiales de La Española informaban que la mayor parte de los indios de la isla habían sucumbido por la viruela, que a su paso por el continente causó la desaparición de la mitad de la población de Méxi co, desde donde se propagó a todo el continente. El sarampión hizo su aparición durante 1529 en el Caribe, donde arrasó entre la población. El matlazahuátl —enfermedad que pudiera haber sido tifus o gripe— asoló Nueva España en 1545; el año siguiente produjo trágicos efectos en Nueva Granada y Perú. Frente a esta extraordinaria receptividad y ante sus trágicas consecuen cias, la única defensa del indio era su magia. Todos los esfuerzos realizados para salvarlos fueron infructuosos. También el hambre, azote periódico en época precolombina, no dejó de existir con la llegada de los españoles; aunque los nuevos sistemas de ali mentación introducidos, mejoraron el nivel económico de algunos grupos indígenas; en algunos casos como es el de la política de reducciones (en núcleos internos) no siempre obtuvo el éxito esperado. En las revueltas de Manco Capac (1539) murieron en el Perú, a causa del hambre, más de 30.000 indígenas, según Beaumont. El Virrey Velasco, de reconocido celo por los indígenas, escribía a Felipe II: es así que los indios se van acabando, no por los tratamientos ni por los tributos demasiados, por que se ha tasado de nuevo y no pagan sino muy poco, y en muchas partes nin guno, por ser gentes pobrísimas. Entre todo este cúmulo de circunstancias destaca el negativo efecto psí quico, que los colonizadores produjeron en los aborígenes: los indios vieron Año 1985 G. CHOCANO HIGUERAS aniquilada su vida espiritual, desintegradas sus estructuras económicas y sociales y desprestigiadas o anuladas sus jerarquías. En muchos casos les era imposible adaptarse a las nuevas circunstancias, y como consecuencia, y son hechos probados: los abortos provocados, la huida en masa a tierras pobres, aunque alejadas de los colonizadores, las desesperadas rebeliones contra éstos, los suicidios que llegaron a hacerse colectivos, etc. Los efectos demo gráficos de tal desmoralización fueron graves, aunque muy difíciles de preci sar. Se estima que la media de natalidad (a mediados del siglo xvi) en fami lias indígenas era de 3,2 por matrimonio, cifra discutible, pero, sin duda, baja para contrarrestar la elevada mortandad de la época. Por último, la violencia en guerra, causa de capital importancia para Las Casas, no parece, sin embargo, que tuviera efectos notables; la duración de la conquista fue corta, seguida por un régimen estable y pacífico si lo compa ramos con épocas anteriores. La conducta de los conquistadores no se salió de las habituales tradiciones guerreras europeas de la época, donde las cam pañas eran de mayor duración y sin consecuencias demográficas apreciables. Dinámica de la acción colonizadora. Los españoles no podían concebir mejor trato hacia el indígena que for zarle a civilizarse, es decir, a que adoptara el sistema cultural del occidente cristiano; si ésta ha sido la actitud colonizadora de las potencias europeas en el siglo XIX y aun en la actualidad, no puede sorprendernos que desconocie ran hasta qué punto destruían las fuerzas físicas e intelectuales del indio, al que, en realidad, deseaban conservar y mejorar. En la América española los indígenas son considerados como súbditos, a los que se somete y oprime, pero que se desea asimilar, prefiriendo que sean lo más numerosos posible, al contrario de lo que ocurrirá en la América anglosajona, donde se proce derá a su exterminio o expulsión. Las estructuras sociales y religiosas, las instituciones y la economía indí gena eran inadecuadas para acomodarse a la cultura occidental. Además, la población americana presentaba un mosaico cultural tan heterogéneo que todo intento de respetarlo hubiera resultado incompatible con la acción colonizadora española; es el proceso de aculturación, de consecuencias des conocidas en aquel momento, y que hizo sucumbir a los indígenas no capa ces de asimilarlo con la suficiente rapidez. Este proceso se iniciaría con la empresa de Hernán Cortés, y la conversión de Anahuac en centro de nuevas expansiones. España —según Humboldt—, al considerar sus posesiones ultramarinas como parte integrante de su territorio, elaboró una legislación indiana más justa que la establecida por otras naciones en sus colonias. Se trataba de defender la legitimidad de la conquista, tarea emprendida por Juan de Sepúlveda, cronista oficial. Esta inquietud por elaborar una política justificada se inició desde los tiempos del descubrimiento. Tanto Montesinos como fray Bartolomé de las 38 9 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... Casas, apologista por excelencia de los indios, iniciaron una tarea de con cienciación en la monarquía española, que dio lugar a la elaboración de un derecho indiano sin precedentes en la historia. Esta preocupación, que se hace patente en la actividad de juristas y teólogos de la época, ha sido atacada especialmente por historiadores de habla ingle sa, como Thorstein Veblen, que asegura que la empresa colonizadora espa ñola fue una empresa de pillaje inflamada y alentada por el fanatismo reli gioso y la vanidad histórica; o Séjourne, defensor a ultranza de Las Casas,. a quien define como la conciencia más lúcida de las consecuencias que había de provocar la desaparición de una humanidad cuya originalidad sólo él com prende y respeta, y califica su obra de ferviente objetividad y ardor científico frente a los que, como Menéndez Pidal, lo acusan de delirio paranoico, o de galimatías y mente confusa, como el historiador mexicano O’Gorman. Séjourne, siguiendo a Las Casas, opina que la causa principal del derrumbe demográfico fue la encomienda. La encomienda consistía en colocar a un determinado número de indios libres bajo la autoridad de un español, que a cambio de una prestación —trabajo o tributo— tendría que instruirlos y civilizarlos mediante la evan gelización y la práctica regular de un trabajo. Esta institución, muy vincu lada a la persona de Ovando y eje de las estructuras económicas y sociales de España en América, ha sido fuertemente criticada. Pero las corrupciones en que hayan podido caer ciertos encomenderos no pueden empañar el acierto de la institución como tal, como cauce e instrumento de la occidenta lización del indígena. Finalmente, y también basada en la obra de Las Casas, Breve relación de la destruyción de las Indias, surge la actual Teoría homicida, de Kubler (1942), quien, por referirse al exterminio de razas, nos está hablando de genocidio. Postura que se ha mantenido en distintas épocas por intereses claramente políticos. Frente a estas teorías, defendidas por Veblen, Séjourne o Kubler, está el extremo opuesto de la polémica representado por Bayle., que expone: Si comparamos lo que hicieron lbs españoles en el siglo xvi con la obra de los ingleses en el xvii, debemos fallar que, aunque difiere en su carácter y está menos de acuerdo con nuestras predilecciones y prejuicios, constituye una de las mayores proezas de la historia humana. Los españoles emprendieron la tarea magnífica, aunque imposible de exaltar a una raza entera, compuesta de millones de individuos, hasta la esfera del pensamiento, de la vida y religión de Europa. O Lambert: Si la polémica desencadenada en torno a la justicia de la conquista, entre teólogos y juristas, constituye una de las páginas más gloriosas de la vida espiritual de la Edad Moderna, la organización de los nuevos territorios requerirá un conjunto de leyes y ordenanzas en donde otras naciones aprenderán y ensayarán fórmulas de expansión y de dominación que, cuando sean puestas en prácticas, lo serán sin el sentido moral que presi diÓ la empresa indiana. Y también, L. Hanke, otras potencias que tuvieron colonias en el Nuevo Mundo no se preocuparon grandemente por las cuestio Añoi985 G. CHOCA NO HIGUERAS nes teóricas. No surgió ningún protector de los indios en las colonias inglesas o francesas de América. Los puritanos consideraban a los indios como maldi tos salvajes, a los que era preciso destruir o esclavizar. La parcialidad al estudiar la historia de la conquista y la colonización de América, quizá debida al dislocado contexto anejo que se desprende del choque de las dos culturas, ha enturbiado el conocimiento de lo que fue la empresa española en aquellas tierras. Como dice Zubirí la Historia ha de tratar de instalar nuestra mente en la situación de los hombres de la época que estudia, y, por tanto, al historiador corresponde repetir mentalmente la expe riencia de aquella época. La dinámica de la acción española en Indias muestra, por una parte, una evidente tendencia espiritual y, junto a ella, una no menos clara vertienté material, este aspecto, con sus distintos criterios, se puede apreciar en casi todos los que escribieron en el siglo xvi sobre la obra americana. Las palabras de Bernal Díaz del Castillo nos pueden servir de clave para comprender la empresa por servir a Dios, a su Majestad y dar a luz a los que estaban en tinie blas y también por haber riquezas que todos los hombres comúnmente busca mos. Este testimonio nos hace patente cómo los distintos motivos —espíritu de servicio y afán de honra, aliento religioso y ansia de oro— estaban vitalmente entremezclados y confundidos. Pero, como decí a Orte ga, quien conozca los secretos del alma española dudará siempre y «a limine» de la interpretación que se dio en Europa a las hazañas de nuestros conquista dores. Sajones y franceses titularon aquella formidable y loca empresa la «sed de oro». Yo sospecho que la verdad es más bien inversa. Porque el europeo de entonces —comienzo de la era capitalista— sentía una fabulosa sed de oro, según luego se ha demostrado, no podía imaginar que aquellos españoles cumpliesen sus hazañas por otros motivos. Decir que a los seguidores de Cortés o de Pizarro solamente les impul saba su espíritu misionero es faltar a la verdad, pero también lo es decir que el ansia de oro era el único estímulo de aquellas gentes. También hay que tener en cuenta que la financiación de las expediciones y las conquistas correspondía a la iniciativa privada; muchos perdieron su hacienda en ello, sin ir más lejos, Pánfilo Narváez, en la Florida, o Hernando de Soto, quien en el mismo lugar perdió hasta la vida. Naturalmente, en tan gigantesca empresa hubo grandeza y miseria, pero es necesario subrayar el propósito de organizar, conforme a principios de moral y de justicia, una nueva y heterogénea sociedad, bajo una legislación innovadora que, aún no siendo totalmente respetada, sí imprimió un carác ter en la mayoría de los gobernantes. Independientemente de los saqueos de los aventureros, la empresa ame ricana consistió, fundamentalmente, en una cruzada religiosa emprendida por los reyes de España para promover el catolicismo, espíritu de aposto lado en nada ajeno a la política de Carlos 1 o de Felipe II. Esta legislación protectora, la posibilidad de matrimonio legal entre españoles e indios, junto con la necesidad de mantener a la población para 40 POBLA ClON ABORIGEN PRECOLOMBINA EN EL MOMENTO DEL... la obra de colonización, trajo consigo un fenómeno de importancia funda mental: el mestizaje. Rosemblat nos habla de la absorción del indio al quedar paralizado el desarrollo de una cultura propiamente indígena, desde el momento de la conquista éste se incorporó a la vida social y cultural americana con fecun das aportaciones, incluso desde la primera generación. Una figura del siglo xvi puede simbolizar la fusión del alma americana con la cultura europea, el inca Garcilaso de la Vega con sus magníficos Comentarios Reales, a los que Menéndez Pelayo calificaría de libro más genuinamente americano que en tiempo alguno se ha escrito y quizá el único en que verdaderamente ha que dado un reflejo del alma de las razas vencidas. Restrepo Mexía, en su discurso en la Academia Colombiana de la Histo ria (12 de octubre de 1930), se pronuncia en el siguiente sentido: Sobre los horrores de la conquista, porque toda guerra los produce, hubo una acción piadosa, conciliadora, cristiana, mezciáronse las dos razas y resultó la hispa noamericana, prueba irrefutable del humanitario concepto con que estas tie rras fueron conquistadas. Los españoles sentaron las bases de una sociedad, en muchos aspectos nueva y original, cuyas exigencias y aspiraciones entran en conflicto con los objetivos políticos de Castilla, sólo al cabo de medio siglo logra Castilla canalizar las energías de la naciente sociedad ultramarina. Hasta mediados del siglo xvi predomina la figura del conqusitador en el escenario americano y durante este período se lleva a cabo la expansión territorial más espectacular. Las dos décadas siguientes están presididas por otros tipos humanos: el encomendero, el misionero y, sobre todo, el funcio nario del Rey. La conclusión de este período viene marcada por la organiza ción definitiva del Consejo de Indias, la reorganización llevada a cabo por el Virrey Toledo en el Perú y la consolidación del Virreinato de Nueva España bajo el Virrey Enríquez en el aspecto político. En el jurídico el trabajo codi ficador de Juan de Ovando. En el orden económico el comienzo de una etapa de apogeo en el comercio con España y la depresión de la economía interna de los virreinatos. Aparece el criollismo y se inicia la etapa de acul turación más intensa al intensificarse las labores misionales. Año 1985 G. CHOCANO HIGUERAS BIBLIOGRAFIA ASCHMANN, H.: The central Desert of Baja California. Demography and Ecology. Berkeley, 1959. BAYLE, C. S. J.: España en Indias. Madrid, 1942. CASAS, B. DE LAS.: (1542) Breve relación de la destrucción de las Indias Occidentales, en Tratados de Fray Bartolomé de las Casas. Prólogos de L. Hanke y Manuel Jiménez Fernández. México, 1965. CARBIA, R. B.: Historia de la leyenda negra hispanoamericana. Madrid, 1944. CÉSPEDESDEL CASTILLO,G.: América Hispánica (1898-1942), en Historia de España. Dirigida por M. Tuñón, tomo VI, 1983. — La sociedad colonial americana en los siglos xvi y xvii, en Historia de España y América social y económica, de V. Vives, vol. III, 1972. COOK, N. 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El largo período comprendido desde el siglo XVI hasta mediados del xix estuvo protagonizado por el gran navío de línea. El inglés John Hawkins fue Su creador; basándose en su gran experiencia marinera, y a partir del galeón español, promovió un nuevo tipo de buque dotado de más eslora, menos altura de obra muerta, especialmente en el castillo de proa, y, por primera vez, con una distribución interna de cubierta corrida de proa a popa, donde iba instalada la batería de cañones con portas al costado. Así nació el céle bre Revenge, prototipo a su vez de los Ark Royal y White Bear, que comba tieron a la Gran Armada enviada por Felipe II contra Inglaterra en 1588. A partir de entonces, con objeto de incrementar el armamento, los constructo res navales añadieron cubiertas (o puentes, galicismo impiopio que desgra ciadamente ha perdurado en España) al tipo original de Hawkins, hasta lle gar a la culminación de los cuatro del Santísima Trinidad en 1796. Aunque es tradicional considerar al nayío inglés Sovereign of the Seas como el primero de tres puentes que navegó, los suecos Mars y Adier, cons truidos en la segunda mitad del siglo xvi, en Kalmar y Lubeck, respectiva mente, y el también inglés Prince Royal (1610), son claros precedentes de esta clase de buques. El Sovereign of ¡he Seas, diseñado por Phineas Pett y fabricado en Wool wich de 1636 a 1637, marcó un punto de partida para el posterior desarrollo del navío de alto bordo que tanto juego proporcionó durante las guerras anglo-holandesas del siglo xvii. Desplazaba 1.522 toneladas y poseía una longitud de quilla de 38,8 metros, 14,2 metros de manga y 5,8 metros de calado a popa. Su artillería, de bronce, se componía de 104 culebrinas, medias culebrinas y sacres, repartidos de la siguiente forma: 28 en la cubierta baja principal, 30 en la segunda batería, 28 en la tercera y 18 en los castillos y el alcázar. Estaba aparejado con la misma arboladura que se man tuvo, con pocas modificaciones, hasta el siglo xix. Particularmente notable era su decoración de tallas doradas y policromadas. Aunque combatió con éxito en la mar, tuvo que ser reconstruido varias veces. En la última reforma se rebajó la altura de su obra muerta para per mitirle emplear con más desahogo la artillería de la cubierta baja. Rebauti Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO zado con el nombre de Royal Sovereign, se perdió por incendio accidental en 1696. Los navíos ingleses Prince (1670), Royal James (1671), Royal Charles (1673) y Britannia (1682), de 100 cañones; el sueco Stóra Kronan (1672), de 128; el francés Royal Louis (1692), de 106, y los daneses Sophia Amalia (1650) y Fredericus Quartus (1699), de 110, constituyeron los sucesivos pasos que jalonaron el desarrollo del navío de tres puentes a lo largo del siglo XVII. Progresivamente, las alturas de las bordas fueron rebajadas, sobre todo las del castillo de proa, y los largos espolones —que recordaban la con figuración de las galeras— se acortaron para permitir la instalación en caza de un mayor número de piezas artilleras. El aparejo del bauprés mantuvo las antiguas cebaderas e hizo su aparición la vela llamada tormentín, conser vada en este palo hasta que la adopción de los foques hizo innecesaria su presencia. Los palos trinquete y mayor aparejaban tres velas, mientras que el de mesana llevaba desde el principio una vela latina, que hacia 1760 empezó a ser sustituida por la cangreja. Durante el siglo xviii la construcción de los navíos de tres puentes se extendió a todas las marinas europeas, aunque en escaso número. Por ejem plo, la flota inglesa, la más importante de la época, durante el período que va de 1750 a 1790, sólo fabricó seis navíos de línea de primera clase —first rate— con tres puentes y 100 cañones: Royal George (1756), Britannia (1762), Victory (1765), Royal Sovereign (1786), otro Royal George (1788) y Queen Charlotte (1790). Los primeros navíos británicos de 110 cañones fue ron el Ville de Paris (1795) y el Hibernia (1804), mientras que con el Caledo nia (1808) se alcanzó la cifra de 120 piezas de artillería. Este último era copia del francés Cominerce de Marseille (1788), que junto a los españoles Santísima Trinidad y Purísima Concepción fueron los mayores buques de guerra de la época. En España la aparición del navío de tres puentes es muy tardía, en com paración con Inglaterra y Francia, este retraso es en parte achacable a la decadencia que sufrió la nación en todas sus estructuras, particularmente en la Armada, a partir de la derrota de Las Dunas, en 1639. Pero no debemos creer que las tres cubiertas corridas eran una innova ción para los constructores castellanos y aragoneses. España, que cuenta en este campo con una rica tradición poco reconocida internacionalmente, las había introducido en sus barcos desde hacía muchos años. Los astilleros de Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, en la costa cantábrica, y los de Cataluña, en la mediterránea, producían grandes buques desde el siglo XIV. Está docu mentada la existencia de la coca San Clemente de tres cubiertas y 500 hom bres de dotación, botada en Barcelona en 1331; también el Real Edicto pro mulgado por Pedro IV de Aragón en 1354, citado por Capmany, incluye ordenanzas para aparejar naos de tres cubiertas con 150 hombres de dota ción (80 marineros, 40 ballesteros y 30 grumetes). En la expedición a Orán de 1516 participó una gran carraca de 1.000 toneladas. Asimismo, en las armadas de Alvaro de Bazán, el Viejo, las capi 46 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA Plano manuscrito de la popa de un navío de tres puentes (Museo Naval, Madrid). Año 1985 47 J. L GONZALEZ-ALLER HIERRO tanas y almirantas eran galeones y galeazas que alcanzaban las 1.200 tonela das y, a decir de Pantero Pantera, estaban dotadas de tres puentes. Si damos crédito a Michael Lewis, la carraca Madre de Dios, apresada por Martín Frobisher en 1592, desplazaba cerca de 2.000 toneladas y tenía nada menos que siete cubiertas. Finchan cita la opinión de Walter Raleigh de que durante el combate de las islas Flores (Azores) en 1591, uno de los buques españoles que apresaron al Revenge era el Phelipe, que llevaba tres andanas de artillería en cada costado y once piezas en cada cubierta. Llevaba además ocho más a proa para dar caza. Al igual que Inglaterra, España, desde mediados del siglo xvii, conside raba el número de las cubiertas o puentes donde iban emplazadas las bate rías de la artillería como índice de la potencia o capacidad militar de los buques. Veitia escribía en 1671, refiriéndose a la clasificación de las embar caciones: Unas de poza, que son de dos cubiertas y eran las que antiguamente se preferían para la guerra, otras de una cubierta, lo cual sólo puede practi carse en embarcaciones pequeñas; y otras de tres cubiertas, que llaman de Puente corrida, que es la fábrica que hot’ florece, y ha parecido la mejor. 1 l St ‘%SIV%%P 5. 5tIInSSS4 C*livnde ir.. fis. , ,, — - -. * :«1 --e: ‘ Proyecto de un flavio, capaL de montar 112 cañones del calibre de 3ñ, 24, 12 y 8. Plano manuscrito (Museo Naval, Madrid). Sin embargo, esta época marcó un descenso del tamaño y porte de los navíos españoles, así que Garrote, en 1691, ni siquiera propone la construc ción de navíos de tres puentes, seguramente a causa de su difícil ensamblaje y de la poca confianza que inspiraban sus condiciones marineras. Pero la Armada no pudo pasar por alto el hecho señalado por Vigodet de que durante la guerra de Sucesión española, en el combate de Vélez-Málaga (1704), el francés Conde de Tolosa tenía a sus órdenes siete navíos de 104 a 90 cañones, y su enemigo, el almirante inglés Rooke, diez de 100 a 92 pie zas de artillería. Se comprende que Uztariz, en su libro Theórica y práctica de Comercio y de Marina, publicado en 1724, propugnase la construcción de navíos de este porte. Habrá que esperar hasta la llegada de Patiño a la Secretaría de Marina para que se ordene la puesta de quilla, en Guarnizo, del Real Felipe, 48 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA primer navío español auténticamente de tres puentes. Sin embargo, la prueba no convenció, y desde su desguace en 1750 hasta la entrada en servi cio del Santísima Trinidad en 1769, la Armada no contó con nuevos navíos de. este porte. Hacia 1776, coincidiendo con el ministerio del Marqués Gon zález de Castejón, cuando los ingleses tenían 25 buques de primera y segunda clase, dio comienzo la construcción de la magnífica serie de navíos de tres puentes y 112 cañones, Purísima Concepción, Conde de Regla, San Josef,. Santa Ana, Mejicano, Salvador del Mundo, Real Carlos, San Herme negildo, Reyna Luisa, Príncipe de Asturias y Real Familia. Excepto este últi mo, que no llegó a entrar en servicio, el resto fue botado entre 1779 y 1794, y su aparición marcó el cenit de la construcción naval española en barcos de madera. Astilleros. Si excluimos el navío Real Felipe, que fue armado en el astillero de Guarnizo, únicamente los arsenales de La Habana y El Ferrol recibieron el encargo de construir navíos de línea de tres puentes para la Armada. El Real Astillero de Guarnizo tuvo su origen en la necesidad sentida por la Armada de disponer de una fábrica de naos y galeones situada en un lugar del Cantábrico, tan fácil de defender como difícil de batir por un agresor, pues la de Santoña había sufrido en 1639 el ataque de los franceses desem barcados en Laredo al mando de Monseñor Sourdís, que quemaron en gra das tres buques en construcción y el material acopiado para otros siete. En 1645 la decisión real recayó en Guarnizo, caserío emplazado al fondo de la bahía de Santader, entre el monte Cabargo y la península de Maliaño, que, por otra parte, contaba con una antigua tradición en el campo de la cons trucción naval. Por orden de Patiño sufrió una amplia reorganización en 1721, bajo la inteligente dirección de D. Antonio Gaztañeta. Fruto de ella fueron un notable número de navíos y fragatas de buenas condiciones evolu tivas y marineras, acompañadas de un sólido acabado. Entre su producción destaca el Real Felipe, navío de tres puentes y 114 cañones, construido en 1732, bajo el sistema del propio Gaztañeta. El astillero continuó la fabricación de buques de guerra hasta 1798 (bota dura del navío Santo Domingo, de 74 cañones); a partir de entonces sólo recibió contratos de particulares, pues el arsenal de El Ferrol se encontraba ya en plena producción y podía cubrir las necesidades de la Armada. Su vida languideció desde la guerra de la Independencia y desapareció en 1871. El primer astillero y apostadero que Felipe II estableció en México se levantó en la bahía de Sacrificios, cerca de Veracruz, emplazamiento lógico si se tiene en cuenta que este puerto era el destino final de la flota de Tierra Firme y Nueva España. Lo insalubre de la zona y su falta de seguridad obli garon al Marqués de la Ensenada, en 1747, a trasladar el astillero a La Habana, uno de los puertos más importantes de los dominios españoles, tanto en lo militar como en lo comercial, que ya fabricaba navíos y fragatas Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO desde 1723 aprovechando la excelente producción maderera de la isla. Inmediatamente comenzó la construcción ininterrumpida de diversos tipos de buques de guerra, entre ellos el navío Rayo, de dos puentes y de 80 caño nes, que con el tiempo sufriría una serie de reformas que lo elevarían a la clase de tres puentes y 100 cañones. En 1762 los ingleses ocuparon La Habana, sufriendo el arsenal las princi pales consecuencias, pues resultó completamente arrasado. Reconstruido rápidamente, se puso de nuevo en actividad en 1765 con la botadura del San Carlos, de dos puentes, que posteriormente fue modificado, alcanzando la categoría de los tres puentes y 112 cañones. Bajo el impulso de la meritoria labor del jefe de escuadra D. Juan Antonio Colina se construyó en 1769 el célebre navío Santísima Trinidad, de 112 cañones y tres puentes, que tam bién sufrió diversas vicisitudes, convirtiéndose en una unidad de cuatro puentes y 136 cañones, categoría con la que desapareció en Trafalgar treinta y seis años más tarde. Desde 1786 a 1794 salieron de las gradas cubanas los siguientes navíos de tres puentes y 112 cañones: Mexicano, Salvador del Mundo, Real Carlos, San Hermenegildo y Príncipe de Asturias. Este último cierra la serie de las grandes construcciones habaneras, pues los astilleros, arruinados durante la guerra de la Independencia española y Plano del navío de S. M., nombrado Reyna Luisa, con expresión de las sumas de los efectos correspondientes a su velamen (Museo Naval, Madrid). 50 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA de la Emancipación americana, desde entonces sólo fabricaron algunos buques de madera de forma esporádica para finalizar con la fragata Luisa Fernanda, de 44 cañones, botada en 1845. La primera construcción de navíos de guerra que se realizó en la bahía de El Ferrol tuvo lugar en la villa de La Graña hacia 1730 y duró unos cinco años. Entonces, se consideró oportuno establecer las gradas en un sitio más cómodo y practicable dentro de la misma bahía. Para lo que se eligió la ribera oriental del monte Esteiro, contiguo a la primitiva villa de El Ferrol. Desde 1740 a 1749 se labraron hasta 12 gradas, bajo el impulso que propor cionaba a todas sus obras el Marqués de la Ensenada. Su producción, importante por la cantidad, calidad y robustez, se espe cializó en navíos del porte de 68 a 74 cañones y fragatas de 34 a 44. El primer navío de tres puentes y 112 cañones botado en El Ferrol fue el Purísima Concepción, en 1779; con los mismos planos se fabricó el navío San Josef, de porte similar y armado en 1783. Para evitar las grandes dimensiones y conseguir buques de buenas cualidades marineras y con similar poder ofen sivo, en 1784 se construyó el navío de tres puentes y 112 cañones Santa Ana, cuyos planos sirvieron después para fabricar en el mismo astillero los navíos de igual categoría Salvador del Mundo y Reyna Luisa, en los años 1789 y 1791, respectivamente. La decadencia que sufrió España a comienzos del siglo xix repercutió de forma notable en la construcción naval. Nunca más se botarían en nuestra patria navíos de tres puentes. Sistemas de construcción. Vigodet decía, con razón, que nuestros antepasados, hasta que el Sr. D. Felipe V subió al trono de las Españas, no tenían metodizado en ningún con cepto el servicio marítimo, y durante siglos enteros estuvieron haciendo la guerra en el mar sin que el Gobierno o personas inteligentes en su delegación intervinieran en las construcciones y aprestos, ni se pensase en establecer un sistema en lo facultativo, en lo militar ni en los económico; lo que al fin vino a practicarse en el año 1722 por lo respectivo al primer punto, en que se dio comisión al teniente general D. Antonio Gaztañeta para que, fijando su resi dencia en Guarnizo, donde se hacían todos los buques que la marina emplea ba, estableciera reglas y dimensiones para la construcción y buena forma de ellos... De este modo se puso en vigor en nuestra fábrica naval el primer sistéma racional, aunque primitivo, para la construcción de buques. Gaztañeta vivió a caballo, de los siglos xvii y XVIII y no podía, lógicamente, zafarse de una tradición centenaria en su especialidad. Sus diseños y proyectos adolecieron de los defectos de la época, derivados de basarse en reglas heredadas, más que en principios físicos y matemáticos. Sus detractores achacaron a sus navíos falta de solidez en sus ligazones y eslora exagerada en relación con la manga y peso de la artillería, lo que derivaba en continuas carenas, reparaciones y escaso tiempo de vida útil. Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO Aun aceptando en parte los defectos, no se puede comprender cómo los navíos construidos por el sistema Gaztañeta pudieron causar tanta admira ción a los ingleses, que incluso en publicaciones actuales lo consideran uno de los más interesantes proyectistas navales de la Europa moderna. El comportamiento del Real Felipe en el combate de Tolón, en 1744; del navío Princesa, en 1740, y del Glorioso el año 1747 constituyen la prueba palpable de la bondad de su fábrica, ya que, según sus propios enemigos, ¡nade ver)’ evident to the British Admiralty the inferiority of design and com parative size of the English warship. Gaztañeta, como afirma certeramente Artíñano, produjo el último sistema genuino, exclusivo y puramente espa ñol; y en algunos aspectos de la construcción naval, como el alargamiento de la eslora, fue un auténtico precursor de su tiempo. Construido en La 1—labanapor Mullan. inicialmente lue del porte de 112 cañones y tres puen tes. Fue reformado tres veces, quedando finalmente como navío de 136cañones y cuatro bate rías corridas. Termina sus días en Trafalgar, tras denodado y glorioso combate (R. Beren guer). El Real Felipe fue el primer navío español de tres puentes construido en Guarnizo según el sistema Gaztañeta. Desgraciadamente los planos origina les, trazados por los constructores Ciprián Autrán y Juan Pedro Boyer, han desaparecido y no conocemos sus dimensiones exactas. No obstante, en el Museo Naval se conserva el dibujo de su perfil, lo que nos permite conocer cómo era, aproximadamente. El casco, alargado con poco alzamiento, hace suponer una relación eslora/manga superior a la de sus contemporáneos extranjeros. La proa sobria y sencilla, con gran tajamar coronado por el 52 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA mascarón tradicional de nuestra Armada: el león rampante que a veces solía sostener entre sus garras y sobre el pecho un escudo con las armas o la corona reales; a ambos lados de éste se aprecia una estructura en celosía que permitía al castillo servir de firme para el barbiquejo, mostachos y trincas del bauprés. En la popa aparece un discreto coronamiento rematado por fanal. Adivi namos en ella todos los adornos que desde el siglo XVII hacían de este extremo del navío una obra ostentosa de madera tallada con sus galerías y figuras policromadas. La larga pala del timón descansaba sobre un fuerte codaste. Entre los puentes o baterías vemos las dobles cintas que, colocadas en el exterior del buque en el sentido de popa a proa, aseguraban todas las ligazones del casco. La situada por debajo de la batería baja era la más fuerte del bajel, y las tres restantes iban paralelas a la anterior. En la primera cubierta o batería baja principal poseía, según el docu mento, 15 troneras con porta; en la segunda 16, también con porta; la terce ra, 15 sin porta y, finalmente, 8 troneras en la cubierta superior. Todo ello hace suponer un total de 108 piezas de artillería en las bandas; como sabe mos, el navío montaba 114 cañones y creemos que debía llevar, además, dos piezas de guardatimones en la popa y cuatro pedreros en la cubierta supe rior. En lo que se refiere al aparejo, arbolaba bauprés y tres palos, trinquete, mayor y mesana, completamente verticales. El bauprés, con una inclinación de casi 35°, era relativamente corto respecto al de los navíos de fines de siglo. Colocada debajo del bauprés iba guarnida una gran yerga de cebadera que, por sus dimensiones, debía hacer padecer mucho a este palo, particu larmente en las cabezadas. La altura de la arboladura era correcta; se aprecia que el trinquete seguía la regla de tener una longitud de ocho novenos de la total del mayor. Sin embargo, se observa que éste estaba situado muy a proa y cerca de la roda, lo que significa que el navío debía sufrir bastante en las cabezadas y sacudidas que se producen en mares algo gruesas. Este palo estaba dividido entres perchas que se llamaban de abajo a arriba, palo mayor del trinquete, mastelero de gavia y mastelero de juanete, que tenían colocadas las vergas del trinquete, velacho y juanete, respectivamente. El palo mayor seguía la regla de estar situado a un dieciseisavo de la eslora más a popa que la medianía del buque. Sobre sus tres perchas, que se denominaban como las del trinquete, iban colocadas las vergas mayor, de gavia y de juanete mayor. En cuanto al palo mesana, situado a tres diecisei savos del codaste, era ligeramente más corto que el de los navíos de sistemas posteriores, que alcanzaban los siete octavos de la altura del mayor. Sin duda, es debido a llevar entena de vela latina y no la cangreja, de muy pos terior aparición en nuestros navíos. El Real Felipe, por lo que vemos en el perfil, llevaba en el mesana una yerga seca o gata, así denominada por no ser costumbre hacer firme en ella vela alguna a causa de la maniobra de la latina. Sobre su mastelero de gayia iba colocada una yerga de sobremesana. Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO En lo que respecta a la jarcia firme y de labor no presenta novedades y está dispuesta con arreglo a las normas que, prácticamente inalterables, se emplearon hasta mediados del siglo XIX. En resumen, el Real Felipe era, al parecer, un navío de buena planta y de diseño bien estudiado. Lo que no conocemos es su fortaleza, ya que las deficiencias típicas de la época podían haberle afectado notablemente en su ensamblamiento y ligazones; defecto achacado, como dijimos, a todos los buques construidos de acuerdo con el sistema Gaztañeta. En el combate de Tolón, en 1744, lo aguantó todo, pero no pudo volver a navegar. El navío Rayo, también perteneciente al sistema anterior, fue fabricado en La Habana en 1748 por D. Pedro Torres. Gemelo del navío El Fénix, ori ginariamente era de dos puentes y 80 cañones. Así permaneció durante casi toda su vida activa, para ser remontado a la categoría de tres puentes y 100 cañones, poco antes de sucumbir en Trafalgar en 1805, cuando había sobre pasado los cincuenta y siete años de servicio. Sólo el enunciado de tal longe vidad en época tan ajetreada militarmente, es prueba de que los defectos achacados al sistema Gaztañeta o bien eran exagerados o bien la técnica de construcción había experimentado en veintiocho años —desde 1720 a 1748— grandes adelantos, cosa que creemos improbable. El Rayo, de aparejo y arboládura similares al Real Felipe, tenía las siguientes dimensiones: 55 metros de eslora, 45,8 metros de longitud de qui lla, 15,8 metros de manga y 7,9 metros de puntal. Su desplazamiento era de 1.738 toneladas de arqueo actuales. Al correrle la tercera batería en 1804 aumentó su calado, ya.de por sí grande, y seguramente sus defectos, pues según Vigodet era de muy poco andar y menos volin ero que sus contemporá neos. Lo demostró ampliamente en Trafalgar poco después, al quedar sota ventado de la línea de combate durante la acción y estrellarse en la costa gaditana a causa del temporal que se desencadenó a continuación. Con la llegada al poder del Marqués de la Ensenada entraron en la Armada aires de renovación que afectaron notablemente al campo de la construcción naval. El clamor de la corporación, que exigía terminar con los pretendidos defectos del sistema Gaztañeta, encontró eco en las decisiones del secretario universal. En 1748 resolvió enviar secretamente a Inglaterra a D. Jorge Juan, ofi cial de marina con fama de gran físico y matemático, por la que era apre ciado en los medios científicos de Europa. La elección de Inglaterra se debió a que esta nación, en los comienzos del siglo XVIII, poseía la tercera parte del poder naval europeo y utilizaba un procedimiento peculiar para la fabri cación de sus buques: los constructores estaban sometidos a las reglas de los sucesivos sistemas promulgados en 1691, 1706, 1719 y 1745, que paulatina mente iban dando una mayor fortaleza y tamaño a los navíos. Este aspecto de seriedad constructora, unido a los innegables éxitos en la mar —debidos más a las tripulaciones y la táctica que a la calidad de los navíos— dieron a Ensenada la impresión de que era conveniente imitarlos, de ahí la comisión ordenada a Jorge Juan. 54 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA La realidad era otra, y así es reconocida por los grandes tratadistas de la materia, como Charnock, Holmes y otros más modernos. En su opinión, el procedimiento de los sistemas constreñía en exceso a los pro’ectistas y les restaba iniciativa. Por otra parte, estaba comprobado que un navío español de dos puentes y 74 cañones era cerca de 15 pies más largo, 6.pies más ancho y 4 pies superior en calado que el similar británico y poseía, además, las ven tajas de una mayor estabilidad y un superior aguante al efecto de la artille ría. En este aspecto, el caso del Princesa en 1740 es ilustrativo. Este navío de 70 cañones fue capturado por tres navíos británicos de igual categoría, tan sólo después de un prolongado combate, que dejó malparados a sus opo nentes. Es asombroso comprobar que mientras Jorge Juan estudiaba con ahínco a los ingleses, éstos, a la vista del Princesa, desarrollaban un tipo de navío mejorado que no era sino una copia agrandada del español. El famoso Royal George, botado en 1756; el Britannia, de 1762, e incluso el célebre Victory, insignia de Nelson en Trafalgar, botado en 1765, fueron diseñados bajo la inspiración de los gálibos del Princesa de nuestro viejo sistema Gaztañeta. En nuestra opinión, la decisión adoptada por Ensenada se puede considerar como errónea, pues traicionó nuestra esencia secular en la construcción naval y despreció una técnica ancestral muy importante, que debió conser varse aún siendo modernizada. En resumen, Jorge Juan se podía haber encargado de reformar nuestros sistemas partiendo de Gaztañeta y no de los ingleses. Cuando Jorge Juan regresó a España acompañado de un selecto grupo de constructores británicos, se introdujo aquí el sistema que por su origen fue llamado inglés. Su experiencia la expuso posteriormente en el célebre Examen marítimo theórico práctico, o tratado de Mechánica aplicado a la construcción, conocimiento y manejo de los navíos y demás embarcaciones, que vio la luz en 1771. Jorge Juan propugnó la construcción de bajeles de formas más reduci das, técnicamente mejor ligados y ensamblados, descargados de pesos inúti les y fabricados con maderas seleccionadas y mejor tratadas. Su principal mérito fue aplicar los principios físico-matemáticos, sin olvidar la práctica, a las formas del casco, tamaño y colocación de la arboladura y disposición de la artillería. Consiguió sus propósitos parcialmente, pues si en lo tocante a la fortaleza y vida útil de los navíos se avanzó mucho —el Guerrero, botado en 1755, estuvo en servicio casi cien años—, también tenían defectos como el de no ser excesivamente marineros y, principalmente, no ceñir bien al viento. Este segundo sistema empezó a aplicarse en 1753 con la construcción en El Ferrol del Oriente y el Aquilón, y duró hasta el año 1768 en que se bota ron el San Isidro y el San Julián en el mismo arsenal, y el Santísima Trinidad en La Habana en 1769. Nos ocuparemos de este último, único navío del sistema Jorge Juan, ori ginariamente de tres puentes, que siendo quizá el más célebre de todos los , . Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO españoles de su época, merece un tratamiento detenido. Lo fabricó en La Habana el constructor Mateo Mullán, uno de los ingleses que Jorge Juan trajo consigo a España. Cuando salió de grada en 1769 tenía las siguientes dimensiones: 59,4 metros de eslora, 50,7 metros de quilla, 16,5 metros de manga y 8 metros de calado. Llevaba portas para 116 piezas de artillería y desplaba 2.650 toneladas de arqueo actuales. Desgraciadamente, los planos de construcción no han sido hallados, a pesar de los meritorios esfuerzos realizados recientemente por Rafael Berenguer, especialista en arquitectura naval sin embargo. comparando medidas y proporciones. este investigador Perfil del Real Phelipe. bajo las medidas con que está construido, tanto en arboladura en casco y aparejo, arreglado según su imbentario (Museo Naval, Madrid). como ha llegado a la conclusión de que debía ser muy parecido al Culloden inglés, aunque un poco más grande. Por otra parte, el dibujo de la serie de Berlinguero del Museo Naval no parece representar realmente al Trinidad y sí a un navío de 112 cañones pos terior. Aunque no sabemos cómo era el Santísima Trinidad exactamente, cono cemos en cambio la historia de sus reformas, que —según Vigodet— bien pudiera llamarse escandalosa. En efecto, nada más efectuado su primer 56 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA viaje a El Ferrol, en 1770, se recorrieron los costados y cubiertas, se aumentó el ancho de la pala del timón y se cambió la inclinación del bau prés. Sin embargo, su defecto principal consistía en que era tal su falta de estabilidad, que sólo con tiempos bonancibles se podían abrir las portas de la batería principal. De nuevo entró en dique en 1778, con objeto de corre gir los defectos observados y hacer descender el centro de gravedad, para ello se bajaron las cubiertas, se adicionó una falsa quilla y se modificó el tajamar. En las pruebas realizadas se observó que no se había conseguido nada, y así continuó hasta 1795, cuando, en contra de la opinión de Maza rredo, se decidió embonarlo (aumentar la manga a base de forrar de madera el casco original) para mejorar la estabilidad y correrle una cuarta batería, cuando lo lógico hubiese sido rebajarle la tercera y dejarlo en navío de dos puentes. Por supuesto nada mejoró con las reformas, pero quedó con portas para 136 cañones en cuatro puentes y unas dimensiones extraordinarias: 61,29 metros de eslora, 51,5 metros de quilla, 16,22 metros de manga y 7,96 de calado. Su desplazamiento alcanzó las 2.935 toneladas de arqueo actua les. En resumen, era el mayor navío del mundo, y en los combates de San Vicente y Trafalgar causó la admiración de los ingleses por su desmesurado tamaño y su aguante al fuego de cañón. No todo eran defectos en el Trini dad. También pertenecía al sistema inglés el navío San Carlos, de dos puentes y 80 cañones, que fue construido en La Habana en 1765. Lo mismo que el Rayo, conservó su categoría original durante largos años, hasta que, al ser carenado en Cartagena en 1801 se le elevó al rango de tres puentes y 112 cañones. Sus dimensiones primitivas fueron: 54,5 metros de eslorá, 49,5 metros de quilla, 15,56 de manga y 8,03 metros de calado; desplazaba 1.952 toneladas de arqueo actuales. Era de buen aguante, pero —según el ya men cionado Vigodet— no de gran andar, aunque como resultado de la transfor mación ganó bastante en propiedades y no poco en su aspecto exterior. De ello da fe el magnífico modelo que de él se conserva en el Museo Naval, y prueba que, tras la carena, difería muy poco en la arboladura y la planta a las de los navíos de la clase Santa Ana, aunque el casco, por su menor rela ción eslora/manga, y por la disposición de la proa, la popa, el codaste y el tajamar, recuerda su diseño original, que había sido trazado según las reglas :de Jorge Juan. A mediados del siglo xviii, los constructores de buques para la Marina francesa tenían como meta de sus aspiraciones conseguir una velocidad superior a la de sus oponentes, de tal modo que pudiesen rehuir la acción o provocarla a voluntad. Para ello prestaban mucha atención a la forma del casco, principalmente en lo que se refiere a su obra viva, con objeto de obtener en el agua la mínima resistencia al avance; además aumenta ban la altura de la arboladura para proporcionarles una mayor fuerza de vela. Gracias a estas ideas, los navíos franceses resultaron tener una rela ción eslora/manga muy superior a la de los nuestros y, por tanto, mayor velocidad, menor poder artillero, escasa estabilidad y superiores escoras Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO aun con vientos de poca fuerza. Ganaban en velocidad, pero a costa de sacrificar su valor militar. A la caída de Ensenada, ya sea por disensiones ocurridas eñtre su suce sor Arriaga y Jorge Juan, o por la admiración que por aquellos tiempos se profesaba a la construcción naval francesa, se produjo el típico movimiento pendular español; como consecuencia, el ministro decidió llamar en 1769 al general Francisco Gautier, después de la renuncia al cargo de Bouguer, para que introdujese en nuestro astillero de El Ferrol el sistema francés, que fue el tercero que tuvimos aquel siglo. Ante la lógica indignación de Jorge Juan, se inició en el arsenal gallego la construcción de los navíos San Pedro, San Pablo y San Gabriel, siguiendo los proyectos de Gautier. El primero, que realizó sus pruebas de mar en 1773, resultó de gobierno aceptable y buena marcha, pero con importantes defectos, como ser muy rudo en las cabezadas —con riesgo de perder el mastelero de velacho por tener el trinquete muy a proa—, poco andar de bolina y, sobre todo, adquirir tal escora con viento fresco que, según su comandante, impedía el uso de la artillería del combés, por cuanto no cabía apuntar con ella por la parte de sotavento, ni por la de barlovento..., en un caso por la considerable depresión y en el segundo, por la razón inversa. El fracaso del prototipo obligó al Gobierno a reconsiderar sus gálibos, y en navíos posteriores se corrigieron en parte los defectos, aplicando la expe riencia obtenida de las construcciones anteriores. Gautier consiguió buenos veleros, pero de escaso rendimiento militar con malos tiempos. El sistema francés sólo dejó en la Armada dos navíos de tres puentes: el Purísima Concepción y el San Josef, construidos con los mismos planos y botados en El Ferrol en 1779 y 1783, respectivamente. En ellos se pusieron en vigor las reformas introducidas por Gautier en el navío San Eugenio (1775), que había dado buen resultado en las pruebas de mar. La construcción del Purísima Concepción comenzó con planos del sis tema inglés muy parecidos a los del Santísima Trinidad. Posteriormente fueron modificados por el propio Gautier. y como resultado, la Armada obtuvo un navío de tres puentes y portas para 120 cañones, con unas dimensiones de 59,4 metros de eslora, 53 metros de quilla, 16,12 de manga y 2.771,5 toneladas de arqueo. Acusó también los defectos qj.ie caracterizaron al Trinidad, pues el provecho de las mejoras introducidas apenas fue apreciable en la mar; según Fernández Duro, serían los prime ros buques de la Armada en los que se adoptaron los foques en sustitu ción de la cebadera y sobrecebadera. El San Josef resultó ser un navío con mejores condiciones: casi con las mismas dimensiones del anterior, tenía las ventajas de poseer un calado menor y una mejor disposición de la arboladura, lo que —según los informes de sus comandantes— facilitaba el gobierno, que era excelente, tanto de bolina como a un largo o en popa. Además, con viento fresquito y mar llana viraba fácilmente empleando sólo el aparejo con el timón a la vía. Su estabi 58 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA Navío de tres puentes y 112 cañones. San Josej apresado por Nelson, en San Vicente, en 1797. Sirvió en la Royal Navy hasta su desguace en Devonport Dockyard el año 1849. Esta fotografía, tomada poco antes de su desaparición, está considerada como la más antigua de un buque británico y la única que se conserva de un navío español de tres puentes del siglo xviii. El mascarón de proa, evidentemente, no es el suyo original. (Publicada en -The Royal Naiy in oid Photographs por Wilfrid Pym Trotter. M. C. Naval Institute Press.) lidad no iba a la zaga, pues era de balance corto y cabezada regular, por lo que la arboladura trabajaba poco. La buena construcción ferrolana le permi tió alcanzar los sesenta y seis años de vida a flote. A la muerte de Gautier, José Romero y Landa fue nombrado ingeniero director de Marina el 12 de marzo de 1782. Matemático notable, con amplia experiencia de mar y en construcción naval, fue el creador del cuarto siste ma, que estuvo en vigor en la Armada hasta finales del siglo xviti. El primer navío que diseñó fue el San Ildefonso, de 74 cañones, botado en Cartagena el 22 de enero de 1785. En las pruebas de mar despertó la admiración de Mazarredo: Salía a barlovento como las fragatas; gobernaba y viraba como un bote; tenía una batería espaciosa..., estable en todas las posiciones, casos y circunstancias... Como dice Vigodet, quizá el juicio resultó algo precipitado, pues la experiencia posterior demostró que, aun que el San Ildefonso reunía muy buenas cualidades, no por eso dejaba de tener algunos defectos que convenía corregir. Sus balances y cabezadas eran algo violentos por exceso de estabilidad, y esto perjudicaba a la arboladura y disminuía su andar de bolina, especialmente con mar gruesa. El general Retamosa acometió en 1794 la tarea de atemperar estos inconvenientes en el proyecto de los navíos de dos puentes Neptuno, Argonauta y Montañés. Modificó la disposición y peso del lastre, afinó las proas y reforzó las popas. El resultado de este quinto y último sistema que conoció la Armada fue la Año 1985 59 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO máxima perfección lograda por España en la construcción naval en madera. Sus propiedades navegando de bolina, a un largo o en popa fueron extraor dinarias y pudieron compararse con ventaja a los mejores extranjeros. Al sistema Romero y Landa pertenecieron los últimos navíos españoles de tres puentes y 112 cañones: SantaAna (1784), Salvador dei Mundo (1787) y Revna Luisa (1791). botados en los astilleros de El Ferrol. mientras que en D. José Romero Landa (Museo Naval, Madrid). 60 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA La Habana lo fueron el Mejicano (1786) el Real Carlos (1787), el San Her menegildo (1789) y el Príncipe de Asturias (1794). Todos se construyeron de acuerdo con los planos del Santa Ana, proto tipo de la serie. Sin embargo, los diferentes ingenieros de las obras introdu jeron tales modificaciones en su disposición interior y en la fortaleza del maderamen, que dieron origen a los desiguales comportamientos observa dos en las pruebas de mar de cada navío. Así, mientras que el San Hermene gildo nunca pasó de mediano, fueron famosos en la Armada el andar y buen gobierno del Reyna Luisa, el Santa Ana y el Príncipe de Asturias, precisa mente por este orden de preferencia. Sus propiedades quedaron de mani fiesto en el crucero efectuado por el Santa Ana en diciembre de 1784. Decía de él su comandante, el brigadier Félix de Tejada, en el parte de campaña rendido con tal motivo: .Conserva la batería en buen uso con viento fresco .. y mares gruesas. Con las tres gavias en tres rizos y el con trafo que, mucho viento y mar, navegando en seis cuartas y media, escora en el canto alto de la cinta principal, dando los balances y cabezadas con mucha suavidad y no abate más de nueve grados. De rigurosa bolina, con viento que permita llevar todo su aparejo, anda ocho ,nillas, estando la mar llana, en cuya disposición su abatimiento es de dos a tres grados. En doce cuartas, forzado de vela todo lo posible, estando el viento fresco, anda diez millas, y capeando en papahi gos con temporal y mar muy gruesa, echa tres, abatiendo dos cuartas y inedia. Y, por último, vira por avante y por redondo con sólo el uso del timón sin tocar las velas, o con sólo el de éstas sin tocar aquél... Su aparejo difería poco del ya descrito del Real Felipe. Tan sólo los foques sustituían a la antigua cebadera, la vela cangreja a la latina del palo mesana y el bauprés, con una longitud de siete onceavos de la total del palo mayor, tenía una inclinación de 45 grados respecto a la línea de flotación. De acuerdo con una memoria redactada por Juan Ruiz de Apodaca, llevaba instalados pararrayos dotados de cadenas conductoras de electricidad que llegaban hasta el agua en el tope mayor o del trinquete. La popa llana o de espejo había dejado la ostentosa forma de principios de siglo y consistía en vistosas balconadas, de no excesiva ornamentación. Según Fernández Duro, la R. O. de 17 de julio de 1781 previno que todos los buques de la Armada pintaran uniformemente los costados y la arbola dura de color amarillo rojizo o almazarrón. Esto es apreciable en los escasos testimonios pictóricos de la época conservados en el Museo Naval de Mádrid —acuarelas de Berlinguero—, con la única diferencia de tener pin tado de negro el casco a partir de la cinta superior de la batería baja hasta la flotación. Posteriormente, según Guillén, se adoptaron las fajas de las baterías alternativamente negras y amarillas, que hacia 1810 fueron conver tidas en blancas, quedando el color de ante sólo para las arboladuras. Su distribución interna desde los fondos hasta la toldilla consistía en bodega, sollado, tres cubiertas corridas, las de alcázar y de castillo y, por último, la cubierta de toldilla. En los fondos de la bodega se estibaba un lastre de cañones viejos reIle Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO Navío de! porte de 112 cañoneu1(rJjd() en El Ferro!, por Romero Landa. nos de piedra y lingotes de hierro o piedras, con un peso total de 552 tonela das. Encima iban colocadas las pipas de vino, la aguada, 35 toneladas de pólvora en barricas y 120 toneladas de balas de cañón, depositadas en una caja de grandes dimensiones instalada inmediatamente a proa del palo mayor. A popa de la bodega estaba situado el pañol del contramaestre, y a continuación, hacia proa, el pañol de encartuchado de la pólvora con mam paros de madera forrados de plomo; la despensa con barricas de carne, toci no, queso, etc., y finalmente el pañol de leña. En el sollado se hallaban los pañoles del condestable, del carpintero, del calafate, del farolero, del sangrador, otro del contramaestre y el de velas. Rodeando por completo el sollado estaban dispuestos los llamados callejo nes de combate, espacios de libre circulación utilizados por los calafates y carpinteros para mantener la estanqueidad del casco en caso de vías de agua producidas por accidente o por los proyectiles enemigos. Encima del sollado, y sobre la línea de flotación, corría la primera cubierta con la batería principal de artillería, consistente en 30 cañones de a 36 y portas para 4 cañones más de guardatimones. La segunda cubierta o de entrepuente montaba 32 cañones de a 24, mientras que la tercera cubierta o de combés se artillaba con una batería del mismo número de pie zas, pero del calibre de a 12. Por último, en las cubiertas de alcázar y castillo llevaba un total de 18 cañones de a 8. Los únicos alojamientos espaciosos del navío eran los del general y del 62 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA comandante; el primero situado a popa, en la cubierta de alcázar, y el segundo en la de entrepuente. Incluían una cámara y un camarote. Los ofi ciales, en número de 23, se alojaban en camarotes múltiples a popa de la pri mera cubierta. Inmediatamente a proa de estos compartimientos, sin apenas más separación que unas lonas, arranchaban los 37 oficiales de mar. La tri pulación y guarnición del navío, compuesta por 848 hombres, dormía en coys o hamacas colgados de los baos, entre las piezas de artillería. Los ofi ciales poseían cámara propia, y la dotación armaba mesas para comer. Los retretes de oficiales, llamados jardines o leoneras, estaban situados en vola dizos cubiertos en los extremos más bajos del espejo de popa. La marinería los tenía a. proa, al aire libre y emplazados a ambos lados de la roda y fogo nadura del bauprés; se denominaban beques y eran simples tablas con el correspondiente orificio. A popa del palo trinquete, en la cubierta de combés, iban instalados el horno de panificar y la cocina. Las bombas de achique, con una capacidad de 120 toneladas de agua por hora, estaban montadas a popa del palo mayor, en la cubierta de entrepuente. Con mares gruesas eran manejadas por 150 hombres, que se turnaban en este penoso trabajo. Cada navío estaba dotado de una lancha de 11,5 metros de eslora y 2,8 de manga, construida de maderas fuertes y bien trabadas, utilizada para sus pender las anclas, hacer aguada y víveres, transportar gente y, en caso de guerra, ser armada con un cañón de a 24, operación en la que los españoles fueron maestros. Era de mucho peso y difícil manejo. También llevaba dos botes de 10 metros de eslora, que se solían estibar uno dentro de otro, encima de la lancha o en pescantes por la popa. A los navíos de este porte les correspondía llevar, por reglamento, cinco anclas de 3,5 toneladas de peso y 5,8 metros de longitud de caña y tres anclo tes de 1,2 toneladas. Para su faena poseían un cabrestante en el castillo, otro debajo del alcázar y otro en el combés, que exigían el empleo de 260 hom bres para levar en malos tiempos. Los materiales empleados en la construcción eran nacionales o de proce dencia extranjera. La Habana, como es lógico, empleaba con profusión las ricas maderas americanas, pero El Ferrol importaba las perchas para la arboladura, la mayor parte de la tablazón de pino y algo de cáñamo de Cronstad, de San Petersburgo y de Riga; la brea, resma, alquitrán, hierro y cobre se conducían desde Inglaterra, Holanda y Suecia. Las maderas de encina y roble venían de los montes de Asturias (se necesitaban 2.500 robles añejos para cada navío), algo de hierro de Vizcaya, gran parte del cáñamo de Aragón y Granada y el carbón de Asturias. Su coste osciló entre 454.000 pesos fuertes en los más caros y 328.500 pesos en el Mejicano, que resultó ser el más barato. La inflación ya era apre ciable en la época, pues el Rayo, construido treinta y cinco años antes, importó tan sólo 143.640 pesos o reales de a ocho. Siendo Ruiz de Apodaca comandante general del arsenal de La Carraca ordenó realizar, entre 1805 y 1806, un prolijo acopio de datos sobre la cons Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HiERRO trucción de buques en los astilleros españoles. Publicado en La Habana en 1822, fue reproducido un extracto por Gervasio de Artíñano un siglo des pués. En resumen, los costes de fabricación y de mantenimiento de los navíos de tres puentes eran los siguientes: Puentes — Clase Navío Id. Id. Id. Id. Porte 130 120 112 100 94 Pies de manga 58½ 58114 58 56 55 Costo total de cadabuquey sus pertrechos en r. y.’ Clavados los fondos con fierro con brnncc Gasto anuode la conservacióny reparosde cada buque y suspertrechosen r.’ s. Clavados os fundos con fierro 11.286.878 12.105.978 292.002 11.079.880 11.841.199 289.642 10.894.731 11.595.178287.409 10.050.416 10.707.428258.963 9.568.651 10.187.424249.181 con bronce 135.873 255.936 134.537 253.772 133.333 251.765 125.425 225.468 120.170 217.467 94.210 93.046 92.003 86.406 82.896 Para obtener los datos anteriores se tuvieron en cuenta, entre otros, los materiales empleados y costes reales del navío Real Familia, de 112 caño nes, cuya construcción, iniciada en La Habana, fue suspendida en 1808 y no llegó a entrar en servicio. El armamento. Hasta mediados del siglo XIX se clasificó la artillería de acuerdo con el peso de los proyectiles que podían disparar medidos en libras, que para los españoles eran los del marco de Castilla, ligeramente inferiores a las equiva lentes inglesas. Los navíos de tres puentes de la Real Armada montaron exclusivamente cañones de los calibres de 36, 18, 12 y 8 construidos en las fábricas de Liér ganes y La Cavada; sus dimensiones principales, en milímetros, fueron las siguientes, de acuerdo con los sucesivos reglamentos: REGLAMENTOS DE 1728 1752 1765 1783 Cañón de a 36 64 Calibre Longitud Cañón de Calibre a 24 Longitud 174 174 175 175 3204 2926 2926 2647 152 152 153 153 3088 2833 2844 2647 Núm.9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA Cañón de Calibre a 18 Longitud Cañónde Calibre a 12 Longitud Cañón de Calibre a 8 Longitud 138 138 139 139 3088 2716 3088 2508 121 121 122 122 2925 2554 2926 2229 105 105 104 2438 2229 2601 106 1950 El alcance dependía mucho de la carga de pólvora, tipo de proyectil, lon gitud de la pieza, etc. Como promedio se pueden aceptar los siguientes alcances máximos en metros para bala rasa y 15 grados de elevación: 363.326 243.113 183.028 123.071 83.100 El navío Real Felipe fue artillado de acuerdo con el reglamento de 1728, pero, al parecer, en la primera batería llevó sólo cañones de a 24, segura mente por considerarse excesivo el peso de los de a 36 para la escasa solidez del buque. Es probable también que fuesen de bronce, pues las piezas cons truidas de esta aleación eran más ligeras que sus similares de hierro y no reventaban con tanta facilidad, aunque presentasen el inconveniente de tener un retroceso más violento al salir de batería, padeciendo mucho los costados. Este fue el principal motiv de desechar la artillería de. bronce en los buques y quedar este material para ser empleado únicamente en tierra. Los navíos de tres puents a partir del Santísima Trinidad (1769) hasta el Santa Ana (1784) fueron armados de acuerdo con el reglamento de 31 de diciembre de 1766, que disponía emplear el calibre de a 36 sólo tiempo de guerra, y precisamente para las primeras baterías de 1os navtos de dos puentes y superiores; para las segundas, el calibre de a 24 p ‘.tiaserceras, cañones de a 12, y para el alcázar, de a 8 o de a 6. La R. O. de 13 de enero de 1784 asignaba el calibre de la artillería por el porte de la primera batería de los navíos, de manera que los de tres puen-. tes y 112 cañones (clase Santa Ana) debían montar 32 piezas de a 36en la citada batería y el resto, de los calibres 24, 12 y 8. Además establecía para los navíos de castillo y de alcázar corridos, formando una tercera batería, cañones de a 24, en la primerá; en la segunda, de a 18, y en la tercera, de a 8, componiendo entre las tres el porte de 94 piezas. Esta circunstañcia se dio en el San Carlos (1765), el San Fernando (1765) y el San Luis (1767). “ Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HiERRO En comparación, los navíos ingleses y franceses semejantes a los españo les de la clase Santa Ana poseían la siguiente distribución artillera: INGLESES En En En En En la primera batería la segunda batería la tercera batería el alcázar el castillo En la toldilla En el alcázar,toldilla y castillo FRANCESES 30 cañonesde a 32 30 cañonesde a 36 30 cañonesde a 24 32 cañonesde a 24 18 cañonesde a 18 32 cañonesde a 12 14 cañonesde a 12 4 cañonesde a 12 2 carronadasde a 32 7 carronadasde a 24 16 cañonesde a 8 En total, 119 bocas de fuego los ingleses y 110 los franceses. En relación a los primeros, aunque la batería baja era de menor potencia que la españo la, las superiores tenían una marcada ventaja, acrecentada por las innova ciones de las carronadas y de la instalación de las llaves de fuego. Las carronadas procedían de la fábrica escocesa de Carron y comenza ron a emplearse en la Marina británica a partir de 1779. Eran armas de corta longitud de caña, poco peso y montadas sobre afustes de madera, con los muñones situados en la parte baja del cuerpo del cañón; fáciles de manejar por pocos sirvientes, resultaron muy efectivas en el combate a escasa distan cia, pero tenían como inconvenientes su poco alcance, escasa precisión y las grandes sacudidas que experimentaban al ser disparadas. Hacia 1786 se pro baron en España carronadas de los calibres de a 96, 68 y 42 a bordo del navío Santa Ana, aunque no alcanzaron el aprecio de la Armada, a pesar de los éxitos que los ingleses obtuvieron gracias a ellas en todas sus campañas. Otra novedad importante introducida en la artillería naval británica a finales del siglo xviii, consistió en dotar a las piezas con llaves de fuego semejantes a las de fusil, en sustitución de las mechas que se apagaban fácil mente con algo de mar o tiempo lluvioso. Aparte de la rapidez de fuego y de la seguridad, se conseguía con ellas simultanear la puntería y el disparo por el mismo sirviente, mejorando lógicamente la precisión del tiro. A ins tancias de Mazarredo, la Armada adoptó la llave de doble quijada sobre estopines, que estuvo en servicio en los buques españoles hasta bien entrado el siglo xix. De acuerdo con el reglamento de 21 de octubre de 1803, se instalaron obuses con capacidad para disparar granadas en los alcázares de los navíos de tres puentes. Por ello las cuatro unidades españolas de este porte que combatieron en Trafalgar montaron obuses de a 24 recamerados del sistema Rovira. El reglamento de 9 de enero de 1785 disponía que los navíos de tres puentes tuviesen a cargo el siguiente armamento portátil: 66 9 - EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA CAÑONES Portes 112 94 Esmeriles 6 6 Pedreros de a 3 libras 4 4 112 94 Pistolas 224 188 Espadas 224 188 Chuzos 112 94 Hachuelas 112 109 Fusiles, bayonetasy caserinas . .. Respecto a las municiones, la Marina reglamentó el 31 de diciembre de 1766 que los navíos de línea debían tener los siguientes cargos: 66 tiros de pólvora ordinaria por cañón y sus estopines correspondientes. 1 quintal de pólvora fina por cada 7 cañones, para el cebo y carga de los pedreros y armas de chispa. 30 quintales de pólvora más en las capitanas y fragatas repetidoras, para saludos, señales, romper el nombre y rendir la guardia. 50 balas rasas por cañón. 8 palanquetas por cañón. 20 saquillos de metralla por cañón. 1 libra de balas de plomo de 16 adarmes por pistola y 8 por fusil. 5 granadas por cañón. 2 camisas de fuego. 2 frasqueras de fuego de a 15 frascos. 1860 libras de cuerdamecha. Como vemos, los proyectiles empleados a bordo consistían exclusiva mente en balas, palanquetas, metralla y granadas. Las balas eran simples masas esféricas de hierro colado; las palanquetas podían ser: a la española —dos balas unidas por una barra—, a la francesa —dos medias balas unidas de la misma forma— y a la inglesa, que consistía en una masa de hierro batido o colado compuesto de dos pirámides exagonales truncadas y de un prisma también exagonal, que las unía por sus bases menores. La metralla se componía de conjuntos de balas pequeñas como las de fusil, o trozos de hierro apilados y sujetos a un platillo por medio de un saquillo de loneta. Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HiERRO Las granadas se cargaban de pólvora negra fina y se activaban en el momento del disparo. A fines de siglo se había desechado en la Armada el uso de palanquetas españolas y francesas, adoptando la inglesa de hierro batido, que había, demostrado ser más eficaz y manejable. El alcance de la palanqueta era de un tercio del de la bala, y el de la metralla tan sólo de dos tercios; por ello, la experiencia hacía preferir la palanqueta a la bala en combates a distancias inferiores a los 400 metros, pues producía mayores estragos al arrancar grandes astillas a las maderas y poseía más probabilidad de conseguir un desarbolo. Churruca recomendaba no tirar metralla a distancias superiores a los 400 metros, por esparcirse demasiado los proyectiles, sólo balas a partir de los 600 metros y con doble munición —palanqueta y metralla dentro del mismo tiro—, a tiró de pistola o al combatir a tocapenoles. Esta última modalidad de disparo representaba un evidente riesgo de que reventase el cañón, si no era dosificada convenientemente la carga de pólvora: Los ingle ses, no obstante, acostúmbraban a emplear dos balas en este cáso. La pólvora utilizada en la Armada se elaboraba en las fábricas de Alcá zar de San Juan y Granada. Con escasas diferencias, las proporciones adop tadas fueron. de 60 partes de salitre, 8 de azufre y 10 de carbón. En los navíos iba estibada generalmente en barriles de un quintal de peso, y tan sólo parte de ella encartuchada en saquetes de lienzo, para su empleo inme diato. Con objeto de incendiar una embarcación en caso necesario, cada navío estaba provisto de camisas de fuego, consistentes en unos telares de forma cuadrangular sobre los que se adosaban saquetes de lienzo y lona con pólvora en su interior y recubiertos de betún; para su empleo había que unirlas con cadenotes al costado que se pretendía quemar, y, después de acuchillar el artilugio, se encendía la mecha. Los frascos de fuego eran de vidrio delgado con forma de. calabaza, rellenos de pólvora, el tapón recu bierto de cera y dotados de mecha; se arrojaban en la cubierta del enemigo durante los abordajes, como si fuesen granadas de mano y con el mismo designio, provocar incendios. Las dotaciones. En la Armada se ha denominado tradicionalmente tripulación oequi paje al conjunto de hombres de mar que componen la plantilla de un buque de guerra, incluidos sus contramaestres y cabos, mientras que el de guarnición se reserva para la tropa embarcada perteneciente a la Infante ría de Marina, a las antiguas brigadas de Artillería de la Armada ‘o al Ejército. El conjunto formado por la tripulación y la guarnición consti tuye la dotación de la unidad. En el caso particular de los navíos de tres puentes, la dotación se compo nía de oficiales de guerra, guardiamarinas, oficiales de mar (los actuales suboficiales), tropa de infantería y artillería, artilleros, marineros,grume tes, pajes y criados. El mando de estos grandes buques era ostentadp por un 68 . Núm.9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES :2 EmE EN LA ARMADA ESPAÑOLA 2 : Ec 00 EmU 1 E E E E E .-1—E —0EEEE.• UEEEEE.U E —•E•E•EEU•E•E•EtEO E CCC. E 2 .2 E E U-U E i..i. O EE’-E @.E-E r — O O•EEE. OOJOJE 5’ :EEE’-’-.E 2Eo U -o —EEE -o 00 . E ‘U .EOCE.EE CUcO 0 U U. VQ mEE E 5 E ‘000 0’-EEUE.. UEE 00 OOEE’ “0 UE UU- EJ UE 252555a EJ.EEUEEEO E — a; U ‘E OJEE ‘.. EE .2 .2.2:& ____________________ ‘E E E mEo’ EEc-O : E t ,- -2 2 E U 2 2 . • CU.-—-.EOE. E 00000E000 E CE 2: U-E 0 5.5 :2 2 UVE 00EV’ . E E : : : VE2 ‘U C’0—EE E mEJE E ‘UE CE CE E Em E 2’ECEE ‘-‘E -E-” E -‘0’- CC E E E.U E E EU UU CCC ‘0’- E CEO—EOEE•E. C CEO-0.EC0.0. ‘E-UOE2EV °° OE— 000—o EEOE-OE.00Q. :.,.2 OEEEEOEEEEE wE E’-’ Eco. 0EO E•’OE•VE•O•o•EU C : : ESE O U-E • ce-. • -o- E ••O -a0 ‘EEC a. E 00 E ECO -E cE. E EEE E 25 OC E 00 EE E E E E OOEE U o- EEc o — — E E E E E E E ____________________ U ECU U U’_ U-U-EEJ OO CE O E 00 U ‘EEOE.0 °22E.2,22EE2E 0.0 E 2EL E OVE EECE— O EE —oEOE E’E EEEEEU-EEEE ECCCC—ECCC E EE E O’ O ‘COFU— U-. E E o_-o ‘UO 0’-o E CE E E rE :2 — E •O— 2:: :2e._Ca: :. E ‘-EEc O—E CUcO E E -OS EJ E 0w E000ECO E Año :2 1985 5 —E’O—cOEEEEE.c 69 o. J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO brigadier (equivalente al contralmirante actual) o un capitán de navío anti guo. El segundo y tercer comandante eran de un empleo interior, capitanes de navío y de fragata o tenientes de navío. El resto de los oficiales de guerra totalizaba de diez a doce tenientes de navío y de fragata y alféreces de navío y de fragata. La plantilla de oficiales se completaba en tiempo de guerra con cuatro médicos-cirujanos, un contador, dos capellanes y hasta cuatro pilotos y pilotines. Los guardiamarinas y oficiales del Ejército embarcaban en número variable dependiendo de la campaña que tenía que realizar el navío. Las guarniciones y tripulaciones se regularon por los reglamentos de 1 de enero de 1788 y 16 de octubre de 1803, de acuerdo con la siguiente distribu ción: REGLAMENTO REGLAMENTO de 1788 96 130 112 96 23 30 100 168 57 40 200 200 20 100 168 57 34 37 240 250 30 160 200 75 40 37 240 200 30 160 200 75 40 37 200 170 25 130 200 60 34 848 802 1.032 982 856 Cañones de porte 112 Oficiales de mar Marineros Grumetes Artilleros de mar preferentes 23 200 230 Artilleros de mar ordinarios Tropa de infantería. Tropa de artillería Pajes Totales .. . 1803 En el cuadro aparecen los artilleros de mar preferentes que fueron insti tuidos por R. O. de 3 de agosto de 1779 para que sirviesen en los cometidos de primeros timoneles, gavieros y cabos de guardia entre otros. Hay que advertir que el reglamento de 1788 era para tiempo de paz y preveía para la guerra un aumento proporcionado de individuos para cubrir el incremento en la artillería de la batería principal. El de 1803 era para tiempo de guerra. En la práctica, las dotaciones eran algo más reducidas, sobre todo en tiempo de paz; normalmente un navío de 112 cañones llevaba en esta condi ción unos 745 hombres de capitán a paje. Para la guerra pueden servir los datos indicativos de que en Trafalgar los navíos Santísima Trinidad, Santa Ana y Príncipe de Asturias alcanzaron unas dotaciones de 1.048, 1.089 y 1.113 hombres, respectivamente. 70 Núm. 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA - Para buques de fuerza similar, las plantillas españolas eran semejantes a las francesas y bastante superiores en número a las británicas. Así, mientras un navío francés de 116 cañones contaba con una dotación de 1.191 hombres en guerra y 841 en paz, los navíos ingleses de 110 cañones tenían sólo 837 hombres para la primera situación. Los oficiales de guerra procedían, salvo raras excepciones, del Cuerpo General de la Armada, que tuvo su origen en la Compañía de Guardias Marinas, instituida por Felipe V en 1717 y que constituyó desde aquella fecha uno de los conjuntos profesionales más brillantes y eficaces con los que contó la España del siglo XVIII. De una sólida formación científica, téc nica y humanística, podían compararse ventajosamente con el resto de los marinos europeos. Sin embargo, su actuación en la mar ha sido, en ocasio nes, juzgada negativamente, sin tener en cuenta la serie de circunstancias que influyeron en los resultados alcanzádos por su proceder. Entre ellas cabe citar la notable falta de agresividad en la conducción de las operaciones de guerra que se observa en España a partir del año 1700 y la desproporción existente entre los armamentos navales de aquel siglo y su exigua población, industria y comercio, con la secuela de carencias y precariedades de todo tipo. Lo que sí realmente existió fue lenidad en las sanciones, falta de exigen cia en las responsabilidades, exceso de recompensas con escasos méritos y, sobre todo, ausencia de criterios acertados de selección. Es sintomático señalar que Escaño, extraordinario táctico y comandante de bajel, nunca mandó una escuadra, y que Mazarredo, el profesional más completo de todos los de su tiempo, estuvo ausente del mando de la Fuerza en los momentos más críticos para la Armada; se puede afirmar categóricamente que con él no hubiesen existido ni un San Vicente ni, por supuesto, un Tra falgar. Las dotaciones de los buques españoles de la época eran buenas, se les podía achacar de impericia por falta de práctica de navegación en alta mar, pero nunca de mal comportamiento o de insubordinación; no eran —como dijo Pelayo Alcalá Galiano— gente proterva sacada de los presidios, y pitia recogida en levas, sujeta a la obediencia por el temor al castigo que pudiera infligirles la guarnición de a bordo... En todo el período que consideramos, al contrario que en el resto de las Marinas de Europa, en la española tan sólo se dio el caso de una insubordinación en la tropa de Infantería de Marina embarcada a bordo del navío San Juan Nepomuceno, que fue repri mida sin emplear un rigor excesivo. Cierto es que las penas establecidas por el Tratado V de las Ordenanzas de la Armada de 1748 eran rigurosas y con denaban al que favoreciese un motín, con el corte de la mano; al blasfemo, con atraversarle la lengua con un hierro al rojo vivo; al incendiario, a perder la vida haciéndole pasar por debajo de la quilla del navío; al ratero, a sufrir azotes sobre un cañón si era hombre de mar y a carreras de baquetas si era de tropa; a los desertores, con diez años de galeras; al amotinado, con la horca; al ultrajante estando de guardia, a ser fusilado; etc. Pero la verdad es Año 1985 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO que, salvo excepciones, no fue necesario acudir a tales medidas extremas. La disciplina se mantuvo siempre y particularmente en combate. El reclutamiento de la marinería se basaba en la llamada Matrícula de Mar, que con diversas alternativas se venía aplicando en la Real Armada desde 1606 y que a partir de la Ordenanza del Infante Almirante de 1737 tuvo su consolidación definitiva. En ella se establecía .quan de mi Real agrado sería, que se alistase, y matriculase toda la gente de mar de mis Domi nios, para reducirla a un gremio separado y distinguido con honras, fran quezas y privilegios, Con los hombres de mar voluntarios se formaban listas que componían la Matrícula, dividida a su vez en secciones que, cuando eran requeridas, salían a campaña en los buques de guerra por turno rigu roso. La Matrícula era teóricamente un excelente sistema y en ocasiones dio buen resultado, pero, como indicó Javier Salas a mediados del siglo pasado, fracasó, en primer lugar, a causa de los enormes armamentos que se ordena ron para hacer frente a las sucesivas guerras en las que se vio envuelta España a partir de 1770, en segundo, a su falta de previsión y, por tanto, precipitación en su cumplimiento y, finalmente, a la falta de pagas e inobser vancia de sus preceptos que dejaban a los familiares de los matriculados en la mayor indigencia. Todas las reformas fueron inútiles, y la Armada llegó, en este aspecto, a un estado tal que Vázquez de Figueroa lo definió en 1812 como de miseria más espantosa. Los ingleses no seguían este procedimiento y recurrían comunmente a las levas forzosas. Pero, a cambio, las dotaciones recibían sus pagas a tiempo y, sobre todo, tenían el incentivo de cobrar una parte proporcional de las presas. La Gran Bretaña gozaba además de la ventaja de poseer una gran masa de marinería con práctica consumada de mar en buques con apa rejo de cruz, a causa del considerable volumen de su tráfico mercante. Por otra parte, la moral y policía de la marinería inglesa dejaba bastante que desear, llegándose al extremo normal de admitir mujeres públicas a bordo de los navíos. Ya desde 1710, según Guillén, el cuerpo de oficiales comenzó a utilizar el uniforme, que era de casaca y calzones azules a la redingota, con chupa, vueltas de manga y medias grana, todo ello guarnecido de galón de oro. A partir de 1760 la casaca se fue alargando y aparecieron los entorchados y los galones. En 1792, siguiendo la moda europea, se creó el llamado pequeño con solapas grana y faldones parecidos al frac actual. A partir de 1802 empezó a utilizarse la casaca, que perduró, con ligeras variantes, hasta 1931, y el pantalón largo con botas de media caña. Aunque las Ordenanzas de 1793 dictaron normas sobre vestuario de la marinería, tal uniformidad no existió hasta bien entrado el siglo xix. Las prendas de abrigo corrían a su costa, y sólo conservaron, por tradición, según Fernández Duro, un gorro colorado como característica de su oficio. Por el contrario, los batallones de Infantería de Marina y de Artillería de la Armada contaron desde su institución con uniformes propios de su Cuerpo. .. ... 72 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA El navío Príncipe de Asturias, arbolando la insignia de Gravina, se bate contra navíos ingleses en Trafalgar (21 de octubre de 1805). ComposiciÓn y dibujo de A. Cortellini. Salvo raras excepciones, el vestuario de las tripulaciones era muy defi ciente, sobre todo en las épocas de los grandes armamentos navales de fina les del siglo xviii. La penuria de los medios obligaba a las dotaciones a per manecer sin camisa, incluso con mal tiempo y por la noche, lo que ocasiona ba, lógicamente, continuas bajas por enfermedad. Los españoles que com batieron en San Vicente y Trafalgar lo hicieron en pésimas condiciones de vestuario y calzado. Los mandos delas escuadras eran conscientes del grave problema, tanto que lo comunicaron al Gobierno, pero sus insistentes peti ciones no fueron atendidas. Así, Alava daba parte el 1 de agosto de 1805: La marinería se halla en suma desnudez... La tropa se halla descalza, y sin fondos las compañías para las urgencias más precisas... Gravina, por su par te, poco antes de la desdichada salida para Trafalgar, se expresaba así: En caso de salir pronto a la mar, como se halla la marinería en gran parte desnu da, y vamos a entrar en el invierno... La Marina inglesa adoptó la uniformidad para jefes y oficiales en 1748, sin hacerla extensiva a la marinería. Los franceses, por su parte, tuvieron mayores inquietudes en este aspecto: al crear la clase de marineros-artilleros el 1 de enero de 1786 les dotaron de prendas que ya proporcionaban una cierta apariencia externa uniforme. El racionamiento alimenticio en la Armada es muy antiguo y variable, dependiendo de las sucesivas ordenanzas que se dictaron. Hacia 1760 exis tían tres clases de raciones para los buques: la primera se llamaba de carne Año 1985 73 J. 1. GONZALEZ-ALLER HIERRO salada o cecina y tocino; la segunda, de bacalao, aceite y vinagre, y la terce ra, de queso y aceite. Con cada una de estas raciones se suministraba bizco cho, vino, menestra fina, agua y sal. La ración de agua normal era de cuatro cuartillos diarios. Su distribución a lo largo de la semana se hacía de la siguiente forma: DIAS DE CLASE RACION DomingoDe tocino. LunesDe carne salada. MartesDe tocino. MiércolesDe carne salada. JuevesDe tocino. ViernesDe bacalao. SábadoDe carne salada. La ración de queso sólo se suministraba en temporal, y durante la Cua resma se proveía a la dotación de la ración de bacalao el viernes y sábado de cada semana, así como desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrec ción. La ración de dieta para enfermos se componía de bizcocho blanco, gallina y carnero. El bizcocho de mar era conocido con el nombre de galleta. Se hacía con harina, más o menos blanca, bien amasada con un poco de levadura. Una vez cocida se retiraba del fuego y progresivamente se enfriaba proporcio nándole un poco de calor hasta que quedaba completamente seca, sin miga, dura y frágil. Pesaba 18 onzas y tenía forma de bollo redondo. De extraordi naria duración a bordo de los buques, no era raro comerla de dos años de antigüedad. Se comprende que el hacinamiento de las dotaciones en espacios tan reducidos y por largos períodos de tiempo, produjeran efectos desoladores en la salud. Las principales enfermedades del hombre de mar de esta época fueron la disentería, el escorbuto y las fiebres pútridas, casi todas originadas por ingerir alimentos en malas condiciones o bien por la carencia de víveres frescos. Las epidemias eran normales y alcanzó fama por su virulencia la sufrida por la escuadra combinada hispano-francesa de Luis de Córdoba y Orvilliers en la campaña del Canal de la Mancha durante el verano de 1779. A ello contribuyó, sin duda, la poca consideración de que gozaron los médi cos-cirujanos desde principios de siglo y que afortunadamente fue transfor mándose en aprecio y respeto a sus recomendaciones a medida que su pre paración cultural y profesional fue incrementándose, gracias, en gran parte, a la aparición de los Colegios de Medicina, de los que el primero fue el de la Real Armada de Cádiz, fundado por Virgili en 1748. Como no era extraño, el caso de buques que no podían salir a la mar por tener enfermas las dos terceras partes de la dotación, se dictaron normas y se adoptaron precauciones para evitar estas desgracias, sobre todo en cam pailas largas. Era fundamental la buenadisposición de los víveres para con 74 9 EL NAVÍO DE TRES PUENTES EN LA ARMADA ESPAÑOLA servarlos en buen estado. La renovación del aire se consideró siempre esen cial para mantener la salud de las dotaciones, y en este sentido se arbitraron medidas tales como instalar mangueras de lona, sofiones de pólvora, riegos de las cubiertas con vinagre, sahumerios, etc. No obstante, hay que consig nar que la higiene dejaba mucho que desear, y esto contribuía al deterioro de la salud. La vida a bordo se regía por lo preceptuado en las ordenanzas, y cada comandante debía tener dispuesto lo que se llama un plan de puestos, que normalmente se completaba con instrucciones o advertencias dictadas por cada general de la escuadra o comandante de navío. El servicio en los buques del siglo xvtti era duro, tanto en paz como en guerra. La duración de las guardias de mar seguía la norma de las cuatro horas desde las 8 de la mañana. Las comidas solían ser al mediodía y a las 5, horario que no siempre era respetado a causa de las frecuentes maniobras generales, sobre todo con mal tiempo o a la vista de costa. Diariamente en campaña se tocaba generala a las 7.30 de la mañana y a las 3.30 de la tarde, durante una hora, se practicaban ejercicios para adiestramiento de la dota ción. Durante las maniobras, el orden y silencio eran fundamentales para obtener un buen rendimiento del navío en combate. Así, estaban terminan temente prohibidos las salmas o cánticos colectivos acompasados. Para evi tar sorpresas, por la noche estaba ordenado dejar alistados los cañones de la batería alta, y desde la puesta del sol se cerraban las seis escotillas de bodega (dos de la santabárbara, despensa, escotilla mayor, la de proa y la del pañol del contramaestre). Las llaves quedadan en poder de tres oficiales que eran responsables personales de su apertura en caso de combate o cualquier necesidad. La escotilla de la santabárbara tenía un centinela armado esco gido entre los de mayor firmeza y buena razón, con la consigna de dar muerte a cualquiera que intentase bajar a ella sin orden expresa de uno de los oficiales de la batería o la del ayudante del comandante. El abandono de puesto en combate o la cobardía estaba rigurosamente penado; Mazarredo ordenó en sus Advertencias para caso de combate —de 1797— que de noche o de día, en pasando el Comandante su visita de puestos, y habiendo hecho el de cada puesto la intimación de la pena de muerte al que le abandone, o se porte con cobardía, désele su pena al instante, llevándolo al puesto, donde un Soldado de la ronda u otra facción con orden del Oficial de guerra, y a su pre sencia, le corte la cabeza; si falta Oficial, sea a orden y presencia de Sargento y si faltan Oficial y Sargento, sea a orden y presencia del Cabo de Escuadra que haya tornado el mando militar del puesto. Sargentos y Cabos, a la par que los oficiales, deben tener sabido este punto de su obligación para los casos que les respecten. Conclusiones. La decadencia que en todos los órdenes sufrió España como consecuen cia de las campañas napoleónicas, la guerra de la Independenciay la rebe Año 1985 J. 1. GONZÁLEZ-A LLER HIERRO lión de las provincias americanas, no favoreció ciertamente el desarrollo de la construcción naval: los buques que desaparecían, unos por falta de carena y otros por naufragio o a consecuencia de combates, no eran reemplazados. A ello se debe que fuese abandonada la construcción de los navíos de tres puentes en nuestra patria. El último, el Real Familia no llegó a navegar y se perdió en el arsenal de La Habana. Con él se truncó una antigua tradición española en la fábrica de los grandes buques de madera, en la que nuestros ingenieros alcanzaron un raro nivel de perfección. BIBLIOGRAFIA IMPRESOS ALCALA GALIANO, Pelayo: El combate de Trafalgar. Madrid, Imp. Depósito Hidrográfi co, 1930. ARTINANO Y GALDACANO, Gervasio de: La arquitectura naval española. Barcelona, Imp. Oliva de Vilanova, 1920. ASUA Y CAMPOS, Miguel de: El Real Astillero de Guarnizo. Madrid, 1930. BRIAN LAVERY: The ship of the une. Londres. 1983. vol. 1. 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Unos con asignaturas pendientes, otros porque veranean aquí y el resto porque no salimos de aquí. En este mes, y en los locales que la Caja de Ahorros Provincial tiene en la calle Garibay, se montó una exposición naval organizada por la Sociedad de Oceanografía de Guipúzcoa. La entrada a la exposición era como si cruzásemos el túnel del tiempo, se dejaba la exposición picasiana del local de abajo para entrar en el mundo de lafantasía y la ilusión, el mundo mágico del mar y sus hombres. Aquellos barcos, varados para siempre en sus peanas, eran trozos de his toria de unos países y unas gentes que tuvieron el coraje de comunicarse con sus semejantes llevando sus costumbres y sus mercancías, trayendo ideas nuevas y productos desconocidos. Mi atención se centró en lo que podía ser el motivo de la exposición; en el fondo del salón y sobre un estrado, teniendo por fondo una marina, estaba un barco vikingo. Barco que decían era de San Sebastián; era la reproducción a escala del barco que figura en el sello del Concejo de la ciudad de San Sebastián, este sello forma parte de un documento fechado en 1297. (*) Este trabajo, que fue elaborado cuando su autor contaba con dieciséis años de edad, recibió en 1982 el primer premio del concurso convocado por la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, cuyo límite máximo eran veinte folios. Queremos con esta publicación favorecer la difusión de la labor de los jóvenes investiga dores. Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURA NDEGUI Volví muchas tardes a ver el barco, me lo aprendí de memoria, llegué a hablar con él; pregunté a cuantas personas me pudieran dar más datos de esta nave tan extraña en estas latitudes. Lo que a continuación relato forma parte de todos los datos que he podido reunir en torno a este sello, a ese barco y a la fecha del documento. Lo primero y más necesario para estudiar un hecho, un descubrimiento o cualquier acontecer en la historia, es el documentamos sobre lo que en aquel momento rodeaba al motivo de nuestra inquietud, pues sin querer, muchos resultados se explican más fácilmente y por sí solos si se sabe estu diar bien todo lo que rodeó a dicho suceso. El documento más antiguo que lleva dicho sello tiene fecha de 1297; luego partiremos en nuestro estudio de esta fecha hacia atrás tantos años como creamos conveniente para que coincidan en el tiempo el artífice del sello, el Concejo que lo usó, los constructores de ese tipo de embarcaciones y las motivaciones de su uso. Es presumible que los concejos eligieran por emblema el motivo del que estuvieran más orgullosos y pensasen que les era más característico. La vida de un barco en aquellos años se podía cifrar en quince, siempre que un temporal no lo hundiese o que en un acto de piratería o corsario fuese incautado y destruido. El que grabó el sello sería un artesano de mediana edad, treinta y cinco años; luego, si en nuestra búsqueda retrocedemos cincuenta o sesenta años, creo que podremos ver el momento histórico en el que se empezó a diseñar ¿el sello o el barco? Creo que éste es un bonito tema y ésta una buena oportunidad para poner en limpio todo lo que he ido guardando. Para hacer un estudio del sello y del barco, me parece oportuno empezar por enterarnos de quiénes eran nuestros vecinos, quiénes éramos nosotros, qué problemas nos separaban, qué razones nos unían. Mientras todo esto ocurría, aquí alguien construía barcos y hacía comercio. Nuestros vecinos: Castilla. Castilla nos era frontera, era el año más famoso en la historia escolar, la fecha más fácil de recordar, la fecha que todos hemos deseado que nos pre gunten en el examen; el 1212... y su batalla, Las Navas de Tolosa; el rey Alfonso VIII. A la muerte de este rey de Castilla le sucede Sancho III, que muere en el 1217 dejando el reino a su hermana D. Berenguela. Esta renuncia a sus derechos en beneficio de su hijo Fernando, que era, a su vez, hijo de Alfonso IX de León. Fernando es proclamado rey en Valladolid, muere en 1252, pero antes ha conseguido la unión de Castilla y León, aunque esto resultó más fácil 78 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... debido a que las infantas Sancha y Dulce declinaron sus derechos en favor del monarca castellano. A Fernando III le sucede su hijo Alfonso X, el nombre de este monarca está ligado fuertemente a la historia de la cultura, no hace falta más que repasar las páginas de la literatura y de las artes. Muere en 1284, y durante su reinado tuvo que renunciar a los derechos, más bien teóricos, que los reyes de Castilla tenían sobre Gascuña desde la época de Alfonso VIII. Le sucede en el trono, con todos los problemas de los infantes de la Cer da, Sancho IV, que muere en 1295, su sucesor Alfonso XI entra ya dentro de nuestra fecha. Para centrar un poco más esta fecha, añadiré que para entonces la cate dral de León estaba ya terminada. Durante esta época, la influencia de Castilla es notable, nos salpican también todas las intrigas palaciegas y todos los problemas que planteó la puesta en marcha y la adecuación del Derecho Romano; había que pasar del papel a la realidad luchando contra los privilegios establecidos. La crisis de la sociedad estaba de manifiesto en la lucha que mantenía la monarquía y la alta nobleza. Eran los dolores y sufrimientos que preceden a la formación de los nuevos estados, que se prolongaron casi dos siglos. Durante los siglos XII y XIII Castilla hace un esfuerzo extraordinario para el desarrollo de la vida urbana, villas, polas y burgos se construyeron por doquier, las más de las veces sobre núcleos preexistentes, pero en otras ocasiones fueron fundadas ex novo. Hay historiadores que creen que el fun damento esencial de ese desarrollo de la vida urbana en el norte de la Penín sula hay que verlo no en factores demográficos, sino en el propósito de los reyes de llevar a cabo una reorganización de la población del territorio, con trarrestando de paso el poder de los abadengos y de los señoríos laicos. No obstante, aunque el acto concreto de la creación de los núcleos urba nos obedeciera a motivos de carácter administrativo, las razones últimas de la proliferación de las ciudades, en un territorio del que habían estado ausentes hasta entonces, se hallaban en las profundas transformaciones eco nómicas y sociales que se estaban produciendo. Alfonso VIII tenía en su ánimo vitalizar la costa cantábrica, para ello, en pocos años, fundó, sobre la base de núcleos ya existentes, Santander (que recibió fuero en 1187), Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Lare do. Continuando por la cornisa llegamos al territorio del País Vasco actual, lugar donde la fundación de villas se inicia tardíamente, pero continúa en el siglo xiv, cuando en otros lugares ya ha parado. Aquí el impulso de la vida urbana obedecería a diversos factores (toda vía no he hablado del Reino de Navarra), pero uno de los principales es el auge comercial del mar. En tierras interiores, el núcleo de mayor vitalidad era Vitoria, que reci bió fuero en 1181, basado en el de Logroño. En la costa, la villa de mayor antigüedad era San Sebastián. El punto de Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI Calcos correspodientes a los sellos de La Rochelle y Lubek. Núm. 9 - ELSELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... partida se encuentra en un monasterio, a cuyo amparo acudieron, entre otros, gascones y bearneses, dando nacimiento a una aglomeración que mantenía estrechas relaciones comerciales con la vecina localidad de Bayo na. Situados bajo la órbita de Navarra, en la segunda mitad del siglo xii, Sancho VI concede fuero a San Sebastián, ciudad que años después pasará a depender de los reyes de Castilla. A lo largo del siglo xiii se fundaron diversas villas guipuzcoanas, casi todas en la costa: Fuenterrabía, Guetaria, Motrico, Zarauz..., etc. Los oficios o trabajos artesanales de esta época eran innumerables, aun que en las zonas rurales seguía habiendo gente que alternaba la agricultura con otras actividades de carácter industrial; fue en las ciudades donde se iban concentrando los menestrales o artesanos —sólo citaré algunos de los oficios que me he encontrado a lo largo de este.trabajo y que los considero importantes para el estudio, pues creo que fue una época de mucho empuje—, carniceros, vinateros, horneros, sastres, calzadores, bataneros, traperos, corre gueros, peleteros, pedreros, carpinteros, carraleros, herreros, olleros, cambiadores, médicos, escribanos, alfayates, toneleros, armeros, plateros, ferreiros, etc. Como se puede ver, estas actividades rebasan el ámbito de las puras necesidades locales. Esto sucede en las villas guipuzcoanas con las ferrerías, cuyas primeras menciones datan de fines del siglo XII; aquí se incluye tam bién la construcción naval. Nuestros vecinos: Navarra. Una vez visto, poco más o menos, quiénes mandaban en Castilla, su política, sus luchas, sus deseos de expansión, los oficios de la gentes de aquella época, nos falta conocer al otro vecino: el Reino de Navarra. Nuevamente estamos en el 1212, pero en el Reino de Navarra; su rey Sancho el Fuerte también está presente en aquella batalla de la que se trajo las cadenas que forman parte de su escudo. Este rey navarro tuvo que aguantar lo suyo a Alfonso VIII, de tal modo que hasta llegó a entrar en contacto con el califa almohade que derrotó al castellano en Alarcos, en 1195. Para apartarlo de este escándalo, el Papa otorga al navarro un reconoci miento explícito, reconociéndole el título de Rey, que la curia romana venía negando a sus predecesores desde 1134; a cambio de este reconocimiento le exhortaba a integrarse en un frente antiislámico. En el plano de las realidades para el rey navarro las cosas no van bien, Castilla y Aragón atacan sus respectivas fronteras. Sancho llega a un acuerdo con el aragonés, pero el castellano insiste hasta apoderarse de Alava y Guipúzcoa. El navarro espera la ayuda del almohade, que no llegará. Con la conquista del País Vasco, Alfonso VIII logra enlazar territorial mente con Gascuña, dote de su mujer Leonor de Inglaterra. Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI Calcos correspondientes a los sellos de San Vicente de la Barquera, Cabildo de la Catedral de Sevilla y Brístol. 82 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... Sancho pierde la salida al mar; de ahí que para compensar la pérdida de los puertos guipuzcoanos, el navarro entre de inmediato en tratos con Juan sin Tierra, intentando conseguir facilidades en Bayona. En definitiva, Navarra quedaba convertida en un pequeño Reino resi dual, reducido prácticamente a los límites que mantuvo durante el resto de la Edad Media. Navarra no podía crecer hacia el sur a costa de los musulma nes, la salida al mar estaba cerrada, y al norte: Francia. Habiendo llegado el Fuerte a una edad avanzada sin descendencia legíti ma, la herencia del Reino correspondía a Teobaldo, sobrino e hijo del Conde de Champaña, éste no logró el apoyo de la nobleza del país, que, al parecer, lo indispuso con su tío el Rey. Descartada esta candidatura, Sancho VII escoge como sucesor a Jaime el Conquistador, joven de veintitrés años, que acababa de realizar con éxito la conquista de Mallorca. En una entrevista celebrada en Tudela, ambos monarcas se prohijaron mutuamente, convirtiéndose cada uno en heredero del otro. Era evidente para todos, empezando por el mismo Saného, que, dada la gran diferencia de edad que los separaba, todas las ventajas estaban de parte de D. Jaime. En cualquier caso, el navarro pretendía lograr lá ayuda militar de su colega contra los castellanos, que le movían a la guerra por medio del Señor de Viz caya. El cumplimiento de este pacto hubiera significado la integración del Reino en la Corona de Aragón. Pero justamente contra esta solución habían venido luchando los navarros con todas sus fuerzas desde 1134, y ahora tam poco la iban a aceptar. La nobleza, que antes se opuso, ahora llama a Teobaldo para jurarlo como Rey; así consiguen instalar una dinastía extraña, que aunque les per judique creen que conservarán la independencia del Reino frente a las ape tencias de los vecinos. El nuevo monarca, acostumbrado a disponer de una gran autoridad en su condado de Champaña, choca con la nobleza y el clero navarro, que tra dicionalmente disfrutaban de grandes prerrogativas políticas, por lo que se producen de inmediato graves roces y diferencias. Para conservar sus dere chos y para obligar dar marcha atrás a Teobaldo, y que éste no alegase igno rancia de las prerrogativas tradicionales, éstas serían puestas por escrito por primera vez; dando así origen al núcleo del famoso Fuero General de Nava rra. Como detalle curioso citaré un párrafo de dicho Fuero, que hacía alusión al monarca: de estranio lugar o de estranio lengoage, éste no podía colocar más de cinco extranjeros en cargos públicos, no podrían administrar justicia ni tomar decisiones en asuntos importantes sin la intervención de los ricos hombres, cuyo número tradicional era de doce. Le sucede Teobaldo II, que moriría en 1270, víctima de la peste. Teo baldo II se casa con una hija de San Luis; vuelve a Navarra rodeado de fun cionarios y nobles franceses y dispuesto a hacer valer sus prerrogativas regias. Obtiene ayuda del Papa al ser ungido y coronado, esto lo hace para Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGU1 Miniatura 84 belga. Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... que los navarros se vayan enterando de que la autoridad real tenía un carác ter divino y que no se basaba en la voluntad váriable de los súbditos. Las influencias francesas empiezan a hacer mella en las clases altas. Le sucede su hijo Enrique 1, que muere en 1274, y que dejaba una hija, Juana, menor de edad, prometida a Felipe el Hermoso, de Francia. Nuevamente la nobleza y el pueblo cambian de opinión, ahora están har tos de la experiencia champañesa; ya no es 1234, ahora prefieren Castilla o Aragón, y éstos buscan sendos novios para la joven heredera de Navarra. Francia envía a un governador con plenos poderes, Eustaquio de Beau marchais, que ya tenía experiencia en dominar revueltas como las del Lan guedoc. Los navarros se oponen. La corte de París está decidida a sofocar este alzamiento navarro, y en 1276 envía un poderoso ejército que asalta la Navarrería, a la que según las crónicas sometió a un terrible saqueo y destrucción, acompañado de indiscri minadas matanzas. Los ejércitos de Castilla, que estaban a las puertas de Pamplona, se reti ran sin prestar ayuda. Tras la caída de la capital desaparecen los demás cen tros de resistencia. De este modo, mediante un severo régimen de ocupa ción militar, se aseguró la unión de Navarra a la Corona de Francia, unión que duró hasta 1328. Nosotros. • En la época de crisis que fue la Edad Media, los monasterios se convir tieron en salvaguardia de la cultura. Precisamente por esos monasterios nos es posible conocer la cultura antigua. Los libros científicos, literarios, la música, la pintura, etc., todo se refugiaba en los cenobios de los monjes. La falta de grandes e importantes monasterios en Guipúzcoa es una de las razones del desconocimiento de parte de la historia donostiarra. Las primeras noticias de Guipúzcoa en la Edad Media se encuentran relacionadas con la donación hecha por el rey Sancho el Mayor de Navarra de un monasterio que llaman de San Sebastián, junto al litoral del mar, en los límites de Hernani, in finibus Ernani; ad litus maris. La fecha de donación más aceptada es la del año 1014. Fue luego Sancho el Sabio de Návarra quien otorgó el Fuero de San Sebastián, el primero de Guipúzcoa, y fue dado para que la villa se poblase (siguiendo un poco la idea que antes he comentado sobre la fundación de burgos). Este Fuero de San Sebastián es para nuestra ciudad lo que la inscripción de nacimiento es a las personas; es el punto de arranque para contar algo. La motivación de aunar a la gente ya ha sido expuesta, la unificación conve nía a reyes y a nativos, les daría fuerza a ambos; pero ¿qué zona abarcaba la creación de esta nueva plaza? La extensión municipal de San Sebastián en aquella época nada. tiene que ver con la actual; en primer lugar la geografía era completamente distin Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI ta; la boca del Urumea no estaba conformada. La extensión del municipio de San Sebastián en tiempos del Fuero de 1180 era una superficie seis veces mayor que la actual y una quinta parte de la totalidad de Guipúzcoa. Otorgado en exclusiva a nuestra villa, al unirse a Castilla en 1200, Alfonso VIII otorga este Fuero a otros municipios de alrededor. El Fuero original no se conserva, existen copias que, según certifican his toriadores, tienen una gran fidelidad con el original. (Haciendo un paréntesis en este trabajo me permito recomendar la lec tura del mismo, del Fuero, dado que existen trabajos muy buenos en que, junto al texto en latín, está lá traducción al castellano.) El Fuero empieza sin lugar ni fecha. In Dey nomine hec est auctoritatis et confirmationis quam ego Sontitus Dey gratia Rex Nauarre, fihlius Re gis Garsie, facio. Nuestro Fuero era original en cuestiones marineras; fueros posteriores han sido copia o inspirados en éste. El Fuero se dirigía a los que vivían más allá de las murallas, como baserritarrak; a los de dentro de las murallas, kaletarrak (en su mayoría gascones); a los propietarios de casas-fuertes, jauntxoak, y a los arrantzaleak. Este Fuero sirvió de unión a toda esta gente de mentalidad diversa, el pacífico casero y el inquieto gascón, el generoso pescador y el pendenciero jauntxoak. Poco a poco, y fruto de la convivencia, el gascón daría impronta a esta nueva sociedad. Los gascones eran gentes emigradas de Pau y Oloron, que huían del inglés, se instalaron en los arenales del Urumea durante el siglo xii, fue San cho el Sabio quien les autorizó a afincarse en nuestra villa. El destino histó rico tenía reservado a aquellos extranjeros el ejercer sobre los naturales un gran influjo, dominarlos poco a poco, desarrollar nuestro comercio y vincu lar espiritualmente a los donostiarras con una nueva manera de ser entonces extraña y hoy profundamente enraizada en nuestro temperamento. Disputas fronterizas hacen que en el mencionado 1200 San Sebastián dependa de Castilla y le sea leal. San Sebastián recibe a Alfonso como un libertador, no porque el yugo navarro fuese pesado, sino porque Sancho fue muy arbitrario. El monarca castellano reconoce el Fuero y le concede nuevos beneficios, algunos de ellos muy curiosos sobre la pesca y el aporte de hombres de gue rra. Este es el primer rey de quien se tiene noticia que estableciese en San Sebastián su corte con carácter residencial. Los barcos denostiarras acuden a la conquista de Sevilla, consiguiendo romper con sus embestidas el grueso puente por donde los moros abastecían a la ciudad. Alfonso X visita San Sebastián en 1280, el 30 de junio de 1278 había ardido la ciudad, el monarca ayudó a su reconstrucción y fue durante su rei nado cuando se comenzó a usar el castellano como idioma oficial en los documentos (1252/1284). Es Sancho IV quien visita San Sebastián dos veces (1286/1290), concede 86 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... un privilegio al monasterio de extramuros de San Bartolomé y autoriza a los comerciantes navarros para. embarcar sus mercancías en el puerto de San Sebastián en vez de en el de Bayona. El sello. Hemos conocido a nuestros vecinos, hemos visto algo de ¿uestros ante pasados en los siglos xii y xiii, hemos hablado algo de los oficios y del comercio, de la necesidad de traer y sacar mercancías por nuestras fronteras naturales, una de ellas el mar. Los relatos de entonces se refieren a crónicas escritas o a la tradición oral, nadie había descendido a la labor de escribano de la historia, era difícil Figura A—Anverso de la impronta del sello de San Sebastián, que figura en un documento fechado en 1297. Año 1985 87 J. M. LIZARRAGA DURANDEGU! Figura A.—Reverso de la impronta del sello de San Sebastián, que figura en un documento fechado en 1297. que una persona en su vida, en esta época de la Edad Media alta o baja, pen sase que podría subsistir con la profesión que hoy conocemos como cronista de la ciudad tal. No existían los actuales medios de difusión, pero siempre aparece algún documento escrito que permite establecer una relación con otros aparecidos en otras latitudes y que por paralelismo nos va a servir para ir descubriendo los datos que a nuestro estudio se pueden escapar. Del transporte marítimo, las primeras referencias que tenemos son gráfi cas, lo que les da un indudable valor. Dos de estas embardaciones están con tenidas en sendos sellos de plomo (de 82 mm), que cuelgan de unos docu mentos del año 1297, que se conservan en el Archivo Nacional de París; por los que los Concejos de San Sebastián y Fuenterrabía daban poder a sus res pectivos representantes para que negociaran unas bases de amistad con el rey de Francia, con ocasión de la guerra que sostenía a la sazón con el de 88 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... Inglaterra y sus súbditos los vecinos de Bayona. Otra tercera, en el sello de cera que se conserva en el Archivo de Comptos de Navarra, pendiente de un poder dado por el Concejo de Bermeo, en el mismo año de 1297, aparece un idéntico motivo a losanteriores. El sello que figura en estos documentos, tal y como puede verse en la figura A, lleva en su anverso y reverso una nave muy rudimentaria y un cas tillo medieval, y en ambos exergos, en letras mayúsculas y en latín, puede leerse: SIGILLUM CONClUÍ DE SANTO SEBASTIANO INTRAVITDOMINUSJESUS IN CASTELLUM Pero, ¿cómo eran esos barcos en la Alta Edad Media? En el barco del sello de San Sebastián no sabemos si su grabador fue fiel a la realidad o se dejó llevar por su imaginación; el meterlo dentro de un círculo obligó al artista a darle un arrufo excesivo. Son dos las tradiciones de arquitectura naval que surgen de la Alta Edad Media. Una, mediterránea, claramente evolucionada desde los modelos del Bajo Imperio Romano. Otra, en el mar del Norte y el Báltico, con modelos evolucionados, a su vez, de los primitivos barcos sajones y escandinavos. El casco mediterráneo era en «U», perfil asimétrico, cuadernas y forro liso. Por el contrario, los barcos septentrionales tenían el casco de sección en «y» y un perfil simétrico; el sello de San Sebastián es un bello ejemplo de esta construcción que estamos relatando; la proa y la popa eran iguales; el bastidor era muy ligero, está formado por finas cuadernas bastante espa ciadas que se unían a un fuerte forro a tingladillo, o sea, con las tablas sola padas, con los bordes superpuestos. Las consecuencias funcionales vienen dadas por las herramientas usadas, por el tipo de mar y por el uso del barco. Otra diferencia entre ambas cons trucciones era el timón, los mediterráneos tenían el doble timón, que era un resto de las gubernáculas romanas, en tanto que las nórdicas disponían de un único timón o espadilla colocado a popa y a estribor (este detalle de estri bor es muy importante, pues he visto sellos que se han reproducido al revés). El castillo de popa se incorpora a estas naves en el siglo xiii, y responde a la necesidad de dominar las cubiertas contrarias en los combates navales. En otros sellos de esta época, como el del Concejo de Sandwich de 1238, es movible, de lona o lienzo, pero en este caso mas bien parece de ceremonia, a título de palio o quitasol para rendir honor o defender de los rayos solares a algún navegante cualificado. Las embarcaciones de cierto porte usadas en el Cantábrico, dedicadas a la pesca, eran también de tingladillo, tal y como se ve en el anverso del sello del Concejo de Fuenterrabía. En este sello ballenero, los remos se apoyan sobre las bordas y no están introducidos en chumaceras ni pasan a través de falucheras corno en los barcos vikingos, por eso en la aparente reconstruc ción del barco de este sello de Fuenterrabía se han dibujado toletes (fig. B). Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI Detalle Roda Detalle Codaste Figura —D— Forro del Tingladillo y supuestascuadernasdel barco del sello de SanSebastián(son falsas cuadernas) O 90 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... Detalle de Roda. La mayor aportación para desentrañar los misterids de construcción de estas naves la tenemos gracias a los arqueólogos navales escandinavos. El rescate de la flotilla de cinco barcos de Skuldelev (fig. C). Estos barcos, car gados de piedras y hundidos, impedían el paso a las embarcaciones por el fiordo de Roskilde desde hace 950 años. El hallazgo comprende dos barcos de guerra, dos transportes comercia les y un pequeño costero. Datado su hundimiento entre los años 1000/1050, son unos doscientos o trescientos años más jóvenes que el nuestro. Estos barcos suponen la culminación de la gran tradición náutica vikinga, consis tente en montar sobre la quilla las grandes tablas del forro a las que después se fijaban las cuadernas. De estos barcos nos interesan en particular los dos cargueros, pues son en buena medida los antecedentes de nuestro sello. Año 1985 91 J. M. LIZARRI4GA DURANDEGUI Detalle de Codaste. 92 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... Se trata de dos knorren, es decir, un barco vikingo del siglo ix evolucio nado. Más cortos, anchos y sólidos que los de guerra, tienen las cuadernas y tablas del forro sujetas con clavos en lugar de cuerdas, el más grande de los cargueros, que se conserva casi en un 70 por 100, mide: eslora, 16,50 metros; manga, 4,50 metros, y casi dos metros de puntal. Tiene a proa y popa dos semicubiertas separadas por otra más baja, que cumple la función de bodega, tal y como se ve en la figura C. Se calcula que debía llevar una tripulación de cuatro a seis hombres, que no podrían guarecerse de las incle mencias del tiempo. En este barco se ha comprobado, por primera vez, la existencia de arranques en las bordas y la proa, de los obenques y el estay para la sustentación del mástil. He contado lo anterior porque me parece que es una buena base para nuestro sello, pues estas costas nuestras fueron tierras muy apreciadas por losvikingos para hacer sus incursiones, y terminaríamos copiando sus bar cos o quedándonos con alguno. Nuestra iconografía es muy semejante a la descripción de estos barcos. Respecto al tonelaje de los navíos del siglo xiii oscilaba entre 30 y 80 toneladas, pero resulta muy difícil distinguir lo que hoy entendemos por capacidad de carga y desplazamiento. Ciriquiain Gaiztarro da muchas vueltas a la hora de determinar el arqueo; las proporciones de los dibujos no le sirven, sin embargo, el número de personas por embarcación parece convencerle, pero esto sólo cuando hace alusión a los sellos de lanchas (Fuenterrabía, Bermeo). Según las Ordenanzas de Pescadores de 1353, capítulo 49, dice: Que ninguna pinaza que sea menor de diez y ocho codos de codo menor, que no vayan a ninguna vela ni en atón ni entrar ni salir a ningún navío so pena que pague. Aquí se establecen diferencias entre embarcaciones mayores y menores, pero nueva meñte le entran las dudas cuando hay que interpretar el valor del codo menor en Bermeo. Para intentar conocer el arqueo de la nave donostiarra se van a tomar datos de Ordenanzas del puerto de Bayona en el año 1336, que dicen que en sus astilleros no se podrían construir cascos para el comer cio menores de 100 toneladas, porque habrían de servir también para la gue rra; y este dato también lo rechaza por considerarlo bajo, y consideraciones parecidas tiene cuando intenta dar las medidas de eslora, manga y puntal, que pide se añadan un tercio. Ya que hablarnos de Ciriquiain Gaiztarro, vemos cómo interpreta él los adornos en roda y codaste; el adorno en forma de «S» que figura en el codaste (fig. D) es, sin duda, o dos hierros que atraviesan el codaste o uno solo, pero destinado para correr o amarrar escotas, para aparejo o para remolque. En la roda (fig. D) se ve un anda que cuelga del lado de babor. Es de dos brazos y cepo vertical a la caña, muy semejante al de hoy. Ofrece la particu laridad de que al pie de la cruz, y bajo ella precisamente, tiene un pequeño abultamiento circular con un orificio central, al parecer. A lo largo del trabajo he dibujado diversos barcos contemporáneos fran Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI 1.- o o o 1- -o 1 o o- —— o_ ‘o ri .0 1) o— L) o1o o 1 -o o ‘o o 1- o LL. 94 Núm. 9 EL SELLO DÉL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... ceses, ingleses, flamencos y alemanes, en los que se ve con toda claridad la correspondencia de características con los cantábricos; estudiando unos y otros se puede ir ya perfilando el boceto de nuestro barco que va a permitir realizarlo. Es una nave mercante. El forro del casco es de tingladillo. La roda y el codaste son muy levantados e iguales a proa y a popa, tal y como corres ponde a embarcaciones nórdicas. Tiene un mástil aproado ligeramente, casi al centro del casco. El mástil está sujeto a proa por un estay, y tiene además una tabla de jarcia a cada lado o borde de tres obenques ligados entre sí por flechastes. El mástil tiene una altura sobre la borda de una longitud casi igual a la eslora; tal y como eran los de su época, y lo cruza una yerga de lon gitud aproximada a una vela cuadrada recogida. El detalle de tener la vela recogida es un detalle curioso que se observa desde muy antiguo; las velas extendidas disminuían la belleza del modelo (hay un escudo de San Sebastián en el que se ve un navío con todo el vela men desplegado); en un modelo estático el aparejo extendido disminuye su belleza y oculta detalles del aparejado. En nuestro caso se ve cómo penden de la yerga unas guías o drizas desde sus penoles a las dos bandas, y manio brables desde popa para dar a la vela la posición conveniente a cada momen to. Su vela es cuadra, lo que muestra su primitivismo. Lleva en la yerga dos gavieros. Esto parece indicar que la vela sería de dimensiones regulares y que para su maniobra era necesario el trabajo de ambos. En el sello se ven cuatro tripulantes. Un timonel, que debía ir siempre al remo o espaldilla. Un proel, que auxiliaría a los gavieros en las maniobras de la yerga y vela y a través del bauprés. Los dos gavieros de quienes ya he hablado. El castillo a popa parece de madera y serviría para protección del timonel. El timón es de espaldilla y a estribor. Puntal a modo de botalón, del que penden dos drizas para la maniobra de la yerga. De la roda y codaste lo apuntado por Ciriquiain Gaiztarro. Las medidas de este barco medieval entran en el sistema as, dos, cuatro. Traducido a medidas actuales serían: 14,99 metros de eslora, 3,65 metros de manga y 1,95 metros de puntal, y Ciriquiain Gaiztarro opina que hay que añadir un tercio más. Las defensas a las que alude Gaiztarro no son tales defensas, sino rema tes de los baos bien descritos por Bjorn Landstrom, y que por la forma en que aparecen en el sello donostiarra dan a entender que el buque poseía tres cubiertas; dos cortas a proa y popa y una más larga, y a nivel más bajo,entre las dos. Un detalle importante es la cuaderna maestra. La más interesante para este trabajo son las de Galtaback, en 1100, y la de Kalmar, en 1250. Ambas presentan entre sí diferencias notables, como el apoyo del mástil. En cuanto al tema de pabellones, banderas y gallardetes se supone, tal y como se comentaba al principio del trabajo, que el buque del sello fue diseñado mucho antes de la fecha del documento, 1297. Si era anterior a Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGU! 1- o o ‘0 o o o -o o -o o E > o o -c o L#D o -o 1o E o o oo o o -o o •0 -o o o o o ‘o oo o Ch 9 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... 1200 no hay duda de que San Sebastián era puerto de Navarra, pero no hay datos sobre el pendón de Navarra en esta época. La separación voluntaria fue en el año 1200, y Las Navas de Tolosa fue ron en junio de 1212, por tanto, de esta fecha son las cadenas y la emeralda. Con no muchos datos más que éstos, con muchas horas de sueño perdi do, con la ayuda de muchos, MigueI Laburu pudo realizar por primera vez la maqueta del sello de la ciudad de San Sebastián; seis meses de trabajo, a una media de seis horas diarias, y dos mil clavos, que han tenido que ser tra bajados a mano uno a uno, dan idea de la labor realizada. El plano fue pasado a limpio por los ingenieros navales de la empresa «Luzuriaga». La madera en que ha sido realizado ha sido teca. Para terminar este trabajo quiero copiar textualmente lo que Ciriquiain Gaiztarro decía en 1954: Es sensible que estos sellos, de tan poderosa fuerza documental, hayan quedado relegados a simples piezas, siempre muy respeta bles, de museo o de archivo. Yo he visto recientemente en el Museo de la Marina de París unas reproducciones, muy bien hechas por cierto, de los sellos de Fuenterrabía y San Sebastiárí. Bien podían sus respectivos ayunta mientos resucitarlos, podríamos decir, llevando sus estampas, tales y como eran, a sus actuales cuños, pues darían gracia y solera a los documentos en que los estamparan. Desde entonces han pasado veintiocho años. Desde la fecha en que se terminó el trabako (1912) hasta hoy (1985) son varias las ins tituciones que de una manera más o menos directa hacen uso del mencio nado sello en sus papeles oficiales: comunicados, trajetas de visita, etc. (Véase anexo en bibliografía.) El presente trabajo no se podía haber realizado sin la colaboración y la consulta a las fuentes que se citan; pero en particular quiero agradecer a D. Miguel Laburu, constructor de las maquetas de los dos únicos modelos exis tentes en la actualidad del barco del Sello de San Sebastián, las horas de charla que me han permitido llegar a conocer mucho más que lo que aquí he expuesto. Año 1985 J. M. LIZARRAGA DURANDEGUI > a.) Cf) a.) 1-. o a.) E a) a.) 1a) E a) •0 al > a.) a) o 1- 98 Núm. 9 EL SELLO DEL CONCEJO DE SAN SEBASTIAN Y SU ENTORNO... BIBLIOGRAFIA BANUS, José Luis: El Fuero de San Sebastián. B. R. S. y. A. P.: Las representaciones gráficas de embarcaciones del litoral vasco. 1954. CARO BAROJA, Julio: Los vascos y el mar. CIRIQUIAIN GAIZTARRO, M.: Los vascos en la pesca de la ballena. LABURU, Miguel: Apuntes de biblioteca particular. MURUGARREN, Luis: San Sebastián. Donostia. PEREZ-ARREGUI, Ignacio: Historia de San Sebastián. SILYA, Leandro: El término municipal de San Sebastián. TUNON DE LARA, Manuel; VALDEON, Julio, et. al.: Historia de España. Anexo Entidades y organismos que hoy usan el sello del Concejo: — — — — — — — Radio Club Easo (socio de URE) en sus QSL’S, una de cuyas muestras envío y de las que se hicieron 20.000 unidades. Actualmente, todas enviadas y repartidas por todo el mundo. Asociación Filatélica y Numismática Guipuzcoana, en todos sus folletos y cartas. Grupo Dr. Camino de Historia Donostiarra, en todas sus publicaciones y cartas. EKISE, primero y segundo Congreso Internacional de la Medicina del Deporte. Folle tos, cartas, comunicados de prensa y portada del libro del Congreso (años 83 y 84). BANKOA lo usó en la portada de su balance de 1975. Al celebrar el décimo aniversa rio lo piensa reeditar. Asociación de Anticuarios de San Sebastián, en sus carteles. Club Amaikak Bat,- reproducido en piedra a la entrada de su local (50 cm. de diámetro aproximadamente). Año 1985 HOSPITALES Y ENFERMERIAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE LA COLONIZACION ESPAÑOLA(*) Juan Antonio CASERO NIETO, Doctor en Medicina. Introducción. Sin duda, el factor posición ha hecho que el archipiélago haya quedado al margen del campo de estudio de los americanistas, pero es notorio que, si bien geográficamente, las islas Filipinas no sontierras de América; desde el punto de vista histórico se hallan dentro del conjunto que constituye el mundo hispánico, y la historia de la sanidad en el archipiélago es un capítulo interesante dentro de la historia de la sanidad española. El archipiélago filipino, situado frente a las costas cJe China y entre Japón y las Molucas, se hallaba durante la edad moderna en una posición privilegiada para centralizar el tráfico oriental. Por eso, la Corona le dedicó una especial atención y su colonización se debió desde el primer momento a la iniciativa oficial. En consecuencia, la presencia militar y naval española en las islas se remonta a principios del siglo xvi, cuando son descubiertas por Magallanes. Posteriormente, Felipe II ordená a Luis de Velasco, Virrey de México, que organice una expedición con destino a las Filipinas; éste designa al hidalgo vasco Miguel López de Legazpi, quien, partiendo del puerto de Navidad el día 21 de noviembre de 1564, al mando de una numerosa flota, llegó el 13 de febrero a la isla de Leyte. Días más tarde tomó posesión de Samar y, en el mes de abril, de Cebú. En esta última instaló su cuartel de operaciones y, sin guerrear, se apoderó de la mayoría de las islas. El primer centro hospitalario de carácter militar fue fundado por Miguel López de Legazpi en Cebú en el año de 1565 (1); siendo muy pronto trasla dado a Manila por el cambio de asiento del nuevo gobierno —1571—, con el fin de atender, no sólo a los que fueran heridos durante la campaña de ocupación, sino también a los que cayeran víctimas de las enfermedades ocasionadas por las largas jornadas en el mar y las típicas del país. Paralelamente a la conquista, se efectuó una progresiva acción evangeli zadora por parte de diversas órdenes religiosas. Entre las que cabe destacar, , (*) Tercera parte de la tesis doctoral: La organización hospitalaria en Filipinas durante la colonización española. (1) José P. Bantug: Bosquejo histórico de la medicina hispano-filipina. Madrid, 1952. Año 1985 JA. CASERO NIETO desde el punto de vista sanitario, a los franciscanos, dominicos y juandedia nos, pues se ocuparon, casi exclusivamente, de la fundación de hospitales. Una vez más, los intereses de la Armada, apenas nacidos, tienen que buscar la desinteresada ayuda de las órdenes religiosas. Aunque la población española no fue nunca muy numerosa en aquellas islas, la organización económica determinó que se concentrara en su mayo ría en la ciudad de Manila, nudo de comercio entre China y Japón y además punto de partida de la nao Acapulco, único lazo de unión entre España y Filipinas, a través de México. La presencia militar, a causa de su situación estratégica, era imprescindible en esta zona del Pacífico, ya que los sucesi vos intentos de invasión de holandeses, ingleses y piratas chinos, primero, y posteriormente las sublevaciones de los moros de Joló y Mindanao —1851— hicieron cada vez más necesaria la defensa de estos territorios. Con la reorganización del ejército y de la marina se hizo necesario el estable cimiento de puntos defensivos para contener a los atacantes y se crearon en los mismos puestos sanitarios para la cura de heridos y enfermos. Así, pues, hasta mediados del siglo xix no se construyeron hospitales y enfermerías específicamente militares, exceptuando el efímero de Cebú, donde sólo ingresaba gente de guerra. Todos fueron erigidos por y para el servicio de la marina, que hasta entonces había estado usufructuando, del mismo modo que las fuerzas terrestres, los hospitales de San Juan de Dios, Cavite y Real. Hospital de Cañacao. Los preperativos que exigieron la conquista de Joló y Mindanao, hacia mediados del siglo xix, elevaron el contingente de unidades navales y perso nal de la Armada en el archipiélago. A tenor de este aumento numérico se elevó considerablemente el número de enfermos que eran enviados al hospi tal de Cavite, y aparecieron un sin fin de casos leves, para los cuales había que crear unas enfermerías de tránsito que aliviasen las necesidades del ser vicio. Hacia el año 1874, se hizo imperiosa la necesidad de erigir hospitales y enfermerías específicamente militares (2). La primera idea consistió en crear un hospital flotante con el fin de proporcionar a los enfermos los cui dados y atención necesarios con la mayor rapidez posible. Pero al desocu (2) Aunque el Hospital Real y el de San Juan de Dios fueron usufructuados por la Mari na, en la segunda mitad del siglo XIX, el hospital más significativo para la cura de los hombres de armas era el de Cavite. puesto que allí llegaban gran número de soldados y marinos que caían heridos en batalla y debían ser trasladados a Manila. A consecuencia de esto, los Her manos de San Juan de Dios propusieron que el equivalente al gasto que hacían los soldados y marineros del puerto de Cavite en el Hospital de Manila se entregase al Hospital de Cavite y que dichos enfermos fuesen trasladados a éste. El visto bueno por parte del gobierno, de esta propuesta, fue el impulso vital que convirtió al de Cavite en un verdadero Hospital Mili tar. Sin embargo, el estado paupérrimo que presentaba este establecimiento, la falta de aten ción médica, o el alto costo del mismo, hicieron que al concluir el contrato de la Armada con el Hospital de Cavite, el 7 de septiembre de 1874, éste no se renovase. 102 9 HOSPiTALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... parse en Cañacao unos almacenes de carbón se pensó que podrían ser rees tructurados y destinados a hospital. El costo de la transformación de los camarines de carbón en hospital ascendió a 12.500 pesos, facilitando la marina la piedra y madera necesarias. Se proyectó hacer las paredes exterio res y los tabiques de 10 centímetros de espesor de pampango; el piso de madera; balaustradas, puertas y ventanas de pintura verde y el resto de pin tura de cola. El hospital de Cañacao estaba situado en una lengua de tierra al noroeste de Cavite, en la ensenada del mismo nombre, a unos 50 metros de la playa, tendido en dirección noroeste-suroeste, sobre un perímetro de 300 metros limitado por una verja exterior en su frente. Por su situación topográfica reunía mejores condiciones higiénicas que el de Cavite (3). Pasada la por tada de piedra, con cancela de madera, se penetraba en un jardín, y a dere cha e izquierda de la misma, a unos 25 metros, se alzaban los edificios o salas de San José y San Vicente, de una sola planta, elevada sobre el suelo 2 metros y con una altura de 12. Cada una de las salas tenía capacidad para 26 camas, comunicándose por una galería con columnas de piedra. Frente a la puerta principal estaba la capilla y, por detrás de ésta, la sala del Carmen, igual que las anteriores. Existían, además, locales para parque sanitario, botica, oficina, cuarto del médico de guardia salita de oficiales, departa mentos de plana mayor, habitaciones de las hermanas (4), capilla particular de éstas, ropero, despensa y cocina. Las salas del Carmen y San José tenían los techos de teja, y sólo la de San Vicente dispuso de techo de hierro galva nizado. La apertura del hospital de la Marina de Cañacao tuvo lugar el 8 de sep tiembre de 1876, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores; des pués de haber sido trasladados, el día anterior; los enfermos del hospital de Cavite. Este hospital de Cañacao comenzó su actuación, en cuanto a perso nal facultativo, con un primer médico, como jefe local, que era el mismo que trabajaba en el hospital de Cavite y un segundo, procedente de un buque. A los cuatro meses de su existencia albergaba, por término medio, a 67 enfermos y, por estas fechas, ya podía decirse que: 1.0, los enfermos de este hospital están infinitamente mejor servidos y alojados que los que estaban en el de San José de Cavite, desde la cama hasta el alimento; siendo éste exquisito y bien preparado y aquella modesta, pero con excelentes ropas y provistas de mosquitero, de lo cual carecían anteriormente. 2.°, aun con todas las venta jas, el valor total de la estancia no ha llegado al tipo de seis realesfuertes, que era lo que satisfacían al hospital de Cavite, puesto que no excede en el cuatri mestre de 5,22 (5). El número de enfermos asistidos iba en aumento, de tal forma que en poco tiempo su capacidad se hizo insuficiente. Por ello, siendo , (3) Salvador Clavijo y Clavijo: Trayectoria hospitálaria de la Armada Española. Madrid, 1944, pág. 294. (4) LaJunta Económica acordó el 15 de febrero de 1875que el nuevo hospital fuese ser vido por las Hijas de la Caridad. (5) Clavijo: Trayectoria hospitalaria, págs. 296 y ss. Año 1985 J. A. CASERO NIETO jefe superior del Cuerpo de Sanidad de la Armada el inspector Manuel Che sio y Añeses, se aprobó el 1 de junio de 1879 el ensanche y obras del hospi tal, aumentando considerablemente el número de camas que podía alber gar. Posteriormente, el terremoto del 18 de julio de 1880 cuarteó las salas del Carmen y San José, hasta el punto de inutilizarlas casi por completo; se reconstruyeron rápidamente y su funcionamiento ya no se interrumpirá hasta la guerra de 1898, en que España dejó para siempre el protectorado de las islas Filipinas. En la última década del siglo XIX, siendo director del hospital José Bassa, la cantidad de enfermos que acogía en sus salas eran tan numerosa quç poco a poco fue sufriendo modificaciones (6), llegó a habilitar incluso, en muchos casos, sus corredores para instalar en ellos a los pacientes, de forma que de 200 enfermos que podía albergar normalmente, en sus últimos períodos, el total de su capacidad se elevó a 313 camas. Gracias a la memoria escrita por Emilio Illueca y Cubels, que ejerció como primer médico en esta época, conocemos algunos de los casos allí ingresados, así como su tratamiento (7). En 1895, según descripción de Francisco Carrasco (8), la parte material del edificio continuaba siendo reducida en relación con el número de enfer mos (9). La parte central de los dos cuerpos de edificios estaba ocupada por las salas de San Vicente y San José; al noreste de la primera existían tres locales, separados por mamparas y persianas, constituyendo la sala de oftál micos, con alojamiento para los practicantes; en uno de los ángulos de los corredores existía una sala para colocar a los oficiales; si no los había era uti lizada para presos y enajenados. Como complemento se utilizaba la sala pro visional, en otro tiempo Cuartelillo de Infantería de Marina, compuesta por dos locales iguales y paralelos, separados por un patio, lo que dificultaba la asistencia de los allí ingresados. También se usaba la casa del auxiliar del comandante de marina que, aún estando algo deteriorada, servía para alojar á los beribéricos. A la llegada de los enfermos al hospital se les clasificaba, siendo posteriormente enviados, según la naturaleza de su afección, al departamento de medicina, cirugía, dermatología (sífilis y enfermedades venéreas y dermatosis) u oftalmología. El número de enfermos asistidos durante el año 1895 fue de 1.576, correspondiendo 1.133 a la marina y 443 al ejército. De ellos han pertenecido a medicina 700, cirugía 256, venéreas y sifilíticas 419, dermatosis 142 y oftál micos 49... (10). El número de defunciones registradas fue de 27, ocho per tenecientes a la marina y los restantes al ejército (para tal fin contaba el hos ... (6) La política de parcheo que se realizó en las islas Filipinas se hace más evidente a medida que vamos profundizando en el conocimiento de su historia. (7) Emilio Illueca y Cubels: Ligeros apuntes recogidos en el Hospital de Cañacao. 1890. Manuscrito del Museo-Archivo Alvaro Bazán (AAB), Cuerpo de Sanidad, Memorias. (8) Francisco Carrasco: Memoria anual reglamentaria del Hospital de Cañacao, corres pondiente a 1895. Ms. AAB. Cuerpo de Sanidad, Memorias. (9) Ibídem. (10) Ibídem. 104 9 HOSPITALES Y ENFERMERIAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... pital con un depósito de cadáveres, separado 60 metros del edificio princi pal) Calculando, la mortalidad con relación a la totalidad de enfermos ha sido de 1,71 por 100 y respecto a la clínica médica que es la que ha dado el contingente de 3,66 por 100 no creo un resultado desfavorable dadas las con diciones morbíficas de este país (11). El personal asignado al establecimiento era escaso para la correcta aten ción de los enfermos allí asistidos, y tanto Francisco Carrasco como José de la Vega Elorduy dan cuenta de ello en sus memorias anuales al jefe de Sanidad del Apostadero de Manila. El mismo José de la Vega escribe: Pudiendo ser considerado el hospital de Cañacao como uno de primera clase por el número de enfermos que alberga, sin que por esto haya aumentado ni el mate rial ni el personal, pues sólo está dotado de dos médicos mayores para dos clí nicas, cuando por el número de enfermos debía tener cuatro, según el Regla mento de Hospitales vigente. (12). El personal subalterno también era esca so, pues el número de practicantes encargado del cuidado de 100 enfermos era el mismo que en 1896, año en que el hospital llegó a contar con una media de 280 a 300 enfermos. Ya entrado 1896 un temporal acabó por destruir lo que quedaba del depósito de cadáveres. Además, los enfermos estaban, por estas fechas, repartidos en tan sólo dos salas y en las galerías, únicos recintos utilizables del hospital; pues la sala que se formó en el cuartelillo de Marina tenía los pisos hundidos y la del comandante, situada frente al establecimiento, estaba en ruinas, solamente se utilizaba para alojar algunos enfermos conta giosos. A pesar del estado general del hospital y de la carencia de personal, el número de enfermos asistidos en 1896 fue de 1.873, de los cuales 1.606 pertenecían a la Marina y el resto al Ejército. En dicho año han sido curados 1.295, con un 85 por 100; inútiles 63, con un 4por 100; fallecidos 34, con un 1,9 por 100; con licencia temporal 12, con un 0,8 por 100; pasaportados para la península 110, con un 6 por 100, quedando en el hospital para el año pró ximo 269 (13). El hospital de Cañacao se mantendría así hasta el último momento, en que los españoles permanecieron en estas islas. En pleno ataque de los ame ricanos a Cavite, a pesar de la escasez de personal, este hospital glorioso cumplió su cometido, proporcionando a la Armada beneficios incalculables. En esta última campaña, desbordado de enfermos y heridos, tanto víctimas de la batalla como del mortífero clima, estuvo a la altura de las circunstan cias. El hospital de la Marina de Cañacao, situado en Cavite, después sirvió para el mismo objeto a los marinos norteamericanos (14). (11) (12) Cañacao, (13) (14) pág. 79. Ibídem. Joséde la Vega Elorduy: Memoria anual reglamentaria del Hospital de la Marina de correspondiente a 1896. Ms. AAB. Cuerpo de Sanidad, Memorias. Ibidem. José P. Bantug: Bosquejo histórico de la medicina hispano-filipina. Madrid, 1952, Año 1985 J. A. CASERO NIETO Red de enfermerías navales. Durante la segunda mitad del siglo XIX las islas Filipinas carecieron de todo poder militar y naval, tomando aliento las primeras sublevaciones de los moros de Joló y Mindanao, e incrementándose la piratería. Por lo que se hizo necesario organizar, tanto al Ejército como a la Marina. Como conse cuencia de estas circunstancias, se organizaron una serie de expediciones y se establecieron en distintos puntos estratégicos fortificaciones defensivas, produciéndose, por tanto, notables innovaciones en el terreno naval, tales como la elección de Zamboanga como capital de la división sur, la forma ción de un pequeño arsenal en Isabela de Basilán, la fundación de Pollok, etc. Dentro de cada una de las fortificaciones se crearon establecimientos sanitarios, en muchos casos sencillos y sin los suficientes medios para admi nistrar los primeros auxilios a heridos y enfermos. A pesar de las insuficien cias materiales de la mayoría de estos lugares (15), el personal facultativo a ellos destinado se preocupó en todo momento, no sólo de curar heridas, sino también de llevar a cabo una serie de estudios de los factores ambientales que influían en la aparición y desarrollo de determinadas enfermedades endémicas, características de estas latitudes; enfermedades que disminuían las facultades del personal de Marina. Asimismo, conscientes de sus insufi ciencias, en caso de necesidad, los enfermos éran trasladados a los centros hospitalarios de mayor categoría. En este sentido, el hospital de Cañacao fue un auténtico complejo sanitario, cuyas puertas estuvieron siempre abier tas para recibir a los que no podían ser atendidos adecuadamente en las enfermerías de Marina. El hospital de Cañacao se podría comparar con nuestras residencias sani tarias y las enfermerías navales con los ambulatorios, Enfermería naval de Olongapó. Olongapó, situado en la provincia de Zambales —isla de Luzón—, está constituido por una vasta extensión de terreno llano, que comprende desde punta Rivera a punta Carranclán. Está rodeado por el mar de China, que penetra en la ensenada por dos bocas, constituyendo un islote de gran tamaño llamado isla Grande, que, por su situación, podría utilizarse para defensa del Arsenal como punto de referencia (faro) para los buques y tam bién para construir en él un Sanatorium Militar, pues reúne condiciones de salubridad innegables, pudiendo servir para atender al personal del arsenal y al de los buques que estuvieran fondeados en la ensenada. Durante mucho tiempo, la Marina tuvo en esta zona una industria de corte de madera, que era de muy buena calidad para la construcción, por su (15) Aunque la marina puso todo su empeño e interés en mantener dichos centros en las mejores condiciones, los terremotos, temporales y baguíos dieron al traste con ellos en muchas ocasiones, dejándolas, en algunos casos, en lamentable estado de ruinas. 106 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... dureza, densidad, tamaño y duración, con la que abasteció al arsenal de Cavite. Aunque tal industria provenía de tiempo atrás, hasta que el capitán de fragata y jefe de la Comisión Hidrográfica, Claudio Montero (16), expuso la conveiiencia de construir un arsenal, que, aparte de las ventajas como punto militar, tenía las de su riqueza en maderas y salubridad de su clima, no comenzó a explotarse en toda la amplia gama de posibilidades. Esta idea fue rápidamente aceptada, y bajo el mando del general Antequera se hicieron los trabajos preliminares, nombrándose posteriormente la pri mera comisión que encabezaría el capitán de fragata Julio del Río (17). Los trabajos de construcción dieron comienzo en el mes de abril del año 1883 (18), y previo levantamiento de los planos se inició la desecación y elevación del terreno, formando en algunos lugares un suelo artificial, lo que contri buyó al saneamiento de esta región. Aunque los terrernos de nueva forma ción, rellenos y malecones, sobre los que se construiría el arsenal, variaron algo la estructura de los suelos originales, se intentó, al ser en parte sustraí dos al mar, que tuviesen gran solidez. Se emplearon, pues, para su construc ción los materiales obtenidos de los montes cercanos, granitos y piedras cali zas, que, unidas a la arcilla, le proporcionaron gran consistencia. Los traba jos de saneamiento y desecación no se limitaron al espacio que ocuparía el arsenal, dada la necesidad de construir un barrio para los obreros. El nuevo pueblo, que distaba unos 200 metros del arsenal (19), estaba enclavado en el sitio que anteriormente ocupaban una docena de mal llamadas casas. En 1888, tras su saneamiento, contaba ya con dos mil habitantes, indígenas y europeos. La extensa llanura en que se llevó a cabo la construcción del arsenal estaba rodeada de montes, excepto en el SO., donde se comunicaba con la bahía de Subic por un amplio valle. Aunque la comunicación por mar no ofrecía problemas, no ocurría otro tanto por tierra, pues durante el verano, por falta de caminos, y en el invierno por las lluvias, resultaba prácticamente imposible la salida de la región. El gran número de personas que allí se con gregaron con motivo de las edificaciones, la rudeza de los trabajos a llevar a cabo en la demolición y relleno de terrenos desnivelados, así como la endemicidad de determinadas afecciones hicieron necesaria la construcción de una enfermería que subsanase en lo posible estos problemas. Dada la. lentitud de la construcción y la urgente necesidad de contar con un puesto sanitario, se estableció la primitiva enfermería de Olongapó en el pontón Marqués de la Victoria (20), que formaba parte de la flota de la Comisión de Marina en Subic. (16) Juan Gilabert y Burriel: Breves consideraciones sobre la topografía médica de Olon gapó. Ms. AAB. Cuerpo de Sanidad, Memorias. (17) Ibídem. (18) Jóaquín del Castillo y Peñalosa: Ligeros apuntes médico-topográficos de Olongapó. Ms. AAB. Cuerpo de Sanidad, Memorias. (19) Ibídem. (20) Ibídem. Año 1985 J. A. CASERO NIETO Los facultativos, dado el aislamiento de la zona, hubieron de utilizar al máximo, tanto la salubridad del ambiente como las plantas y aguas mineromedicinales muy abundantes en estos lugares. Joaquín del Castillo, al tratar de las plantas medicinales, expone en sus apuntes .muchas de ellas desco nocidas y que está por demás esponer que merecen un detenido y especialí simo estudio... de álgunas que conocemos y hemos usado en nuestra práctica no nos cabe la menor duda de sus propiedades benéficas y curativas, recor dando, entre otras, el «tagulaguay», con cuya raíz se confecciona un aceite de maravillosos resultados, usado como tópico en la curación de las heridas y úlceras en general...; el «sambong», cuyas hojas están dotadas de propieda des antineurálgicas...; el «tanlad», con efectos calmantes; el «macabuhay», antiséptico...; el «curibuetbuet», de acción emenagoga... (21). También utili zaron las hojas de eucalipto para mejorar la respiración de los afectados de fiebres palúdicas. Podemos clasificar las enfermedades que se notificaron en Olongapó, según lo hace Juan Gilabert y Burriel (22), en tres grupos: comunes, infec ciosas y contagiosas. Entre las infecciosas cabe destacar el paludismo y la disentería; de 1884 a 1892 se registraron 401 casos de paludismo y 29 de disentería, el primero considerado endémico en la zona, tenía como único foco de infección el valle situado al NE. y regado por el río Binitigan, que, sembrado de arroz, contaba con abundantes aguas estancadas, ideal caldo de cultivo de gérmenes palúdicos; ninguno de los casos registrados revistió mayor gravedad, presentándose en su variedad intermitente con algunas cefalagias y náuseas repetidas. El grupo de las afecciones contagiosas (cutá neas), siguiendo el documento de Gilabert, estuvo representado casi única y exclusivamente por la sarna. Entre las enfermedades comunes más fre cuentes se pueden citar: los enfriamientos generales o fiebres catarrales, catarros laringobronquiales y gastrointestinales, cólicos por enfriamiento y reumatismo en toda una gama de formas variadas. No obstante, el verdadero campo de trabajo del médico no fue el de las afecciones internas, sino el de la traumatología, a consecuencia de los fre cuentes accidentes, dada la gran dificultad que suponía llevar a cabo los des montes sin medios mecánicos. Mientras la enfermería estuvo enclavada en el buque se asistieron, durante el bienio 1886-1888, 481 enfermos, de los cuales, 252 pertenecían al grupo de medicina, 220 al de cirugía, uno al de sifilíticos, seis al de oftálmi cos y dos al de dermatosis. Los cinco restantes estaban siendo tratados ya en dicha enfermería al comienzo del informe. Del total de los enfermos fueron curados 479 y los otros dos tuvieron que ser trasladados al hospital de Cañacao (23). .. 108 (21) Ibídem. (22) (23) Juan Gilabert, mencionado en la cita 16. Joaquín del Castillo. 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... Enfermería naval de Zamboanga. La isla de Mindanao, segunda del archipiélago por su extensión, atrajo pronto la atención de los españoles, no sólo por la abundancia de recursos sino también por su situación estratégica, ideal para cortar el paso a los moros de Borneo y Joló que tantas incursiones piráticas realizaron a lo largo de la historia moderna de Filipinas. Existieron en esta isla tres presidios: el de Yligán al norte, Tandag en la costa oriental y en el suroeste, el más importante, el de Zamboanga (24). Ocupando el pequeño puerto de La Cal dera, guarnecido con un fuertecillo para defender las embarcaciones, se mandó construir en 1589 un presidio, que un año más tarde se haría retirar (25). Posteriormente, durante el siglo xvii, siendo gobernador de Filipinas Juan Cerezo de Salamanca, una gruesa armada, mandada por Corralat, ase dió la isla. Ante tal hecho se decidió reedificar el fuerte para contener a los moros. Para sufragar los gastos se estableció un tributo conocido con el nombre de la Ganta de Zamboanga, por consistir en el pago de una ganta de arroz. La expedición que había de erigir el fuerte, comandada por el capitán Juan Chaves y formada por 300 españoles y más de 1.000 visayos, salió de Cebú en marzo de 1633, tomando posesión el 6 de abril de 1635 (26). A pesar de su finalidad defensiva, desde el primer momento su utilidad fue discutida y, aunque Hurtado de Corcuera llegara incluso a decir que hubiera sido mejor no construirlo, él mismo dotó de agua el presidio. Terminado el fuerte, su vida fue bastante efímera, pues en 1666 ante las continuas amenazas del pirata Cogsen, Sabiniano Manrique de Lara ordenó desmantelar y abandonar los tres presidios existentes en la isla y concentrar todas las fuerzas en Manila. Permaneció abandonado unos cincuenta años y aunque el 26 de agosto de 1672 se expidió una Real Cédula ordenando que se volviese a reconstruir y ocupar, el entonces gobernador del presidio, Manuel de León, no la cum plió por temor a que el rey de Mindanao se molestase. A comienzos del siglo xviii, la Real Cédula de 19 de junio del 1712 ordena que sea convocada la Junta de Guerra y Hacienda para hacer un estudio viable que haga progresar a Zamboanga. En dicha reunión se decide poner al frente de esta isla a Fernando de Bustamante, mariscal de campo (27). Al concluirse la reedificación, el citado presidio era una magnífica ciu dadela de piedra de figura cuadrilátera con baluartes, dentro de la cual se hallaba el hospital, capaz de alojar a los soldados enfermos que atendía un Platicante con nombre Cirujano... y para la curación, se remite cada año a Manila una caxa de Medicinas... (28). (24) LourdesDíaz-Trechuelo: Arquitectura española en Filipinas. Sevilla, 1959, pág. 359. (25) W. E. Retaria: Estadismo de las islas Filipinas. Tomo 2. Madrid, 1893, pág. 78. (26) J. Delgado: Historia General Sacro-Profana, Política y Natural de las islas Filipinas. Manila, 1892, págs. 55-66. (27) Juan Delgado: Historia General Sacro-Profana... de las islas Filipinas. Págs. 5566. (28) J. M. Maldonado de Puga: Religiosa Hospitalidad por los Hijos del Piadoso Co ripheo y Padre de los Pobres de San Juan de Dios. Granada, 1742. Año 1985 J. A. CASERO NIETO Poco tiempo después de su reconstrucción, en 1720, volvió a pensarse en abandonarlo. No obstante, según el plano de Zamboanga remitido por Val dés Tamón en 1738, aparece el recinto reconstruido, con los baluartes modi ficados y rodeado por un foso que abarca desde la zafia de conducción de aguas hasta el río, que envuelve el fuerte por dos lados. Dentro de él se localiza la iglesia, el colegio de los jesuitas, la casa del gobernador de la fuerza, el hospital y el cuerpo de guardia de la infantería pampanga (29). A pesar de lo contradictorio de su existencia, este célebre presidio sirvió durante mucho tiempo para frenar a la morisma de Mindanao y Joló, acu sando en ocasiones intensa actividad militar y naval. Y prestó extraordina rios beneficios, sin distinción, a todas las fuerzasespañolas destacadas en este lugar estratégico. Enfermería naval de Davao. La Marina tuvo en la parte suroriental de la isla de Mindanao otro esta blecimiento; estaba situado en el territorio que tenía por límites el distrito de Surigao y la comandancia de Builg al norte, el mar Pacífico al este y sur, formando el seno de Davao, las tierras de Cottabao al oeste y las de Misa nius al noroeste. En este pueblo, capital de distrito, hecho de viviendas de caña y nipa —para los naturales— y de tabla y nipa —para los europeos—, la estación naval permanente necesitó contar con una enfermería sencilla para cubrir las necesidades privativas de rigor (30). Enfermería naval de Isabela de Basilán. Basilán, situada al norte de Joló, es la isla más meridional del archipié lago y también una de las mayores que salpican el océano en torno a Minda nao, de la que, situada al suroeste, está separada por un estrecho de unas diez millas. Toda la isla es montañosa, presentando dos cadenas paralelas de elevados picos. Recuperada en 1844 (31), se fundó el pueblo y estableci miento militar de Santa Isabel que, posteriormente, fue convertido en un arsenal. El pueblo se edificó al noroeste de la isla, sobre la misma playa en una pequeña colina; presentaba su vertiente más suave al norte con dos calles paralelas; en la vertiente sur el río de Pasahan; en la oeste se situaba la estación naval o arsenal, separada de las casas del pueblo por una estrecha y alta estacada de mangles enlazados. La vegetación era rica y exuberante, a pesar de las abundantes talas que se efectuaron en 1864 para saneamiento del terreno, ya que el paludismo se padecía con suma frecuencia. El arsenal y depósito de la estación naval se componía de un varadero, dos cuarteles, almacenes, pabellones, oficina y una enfermería —que en principio estuvo situada fuera del arsenal pero, al abandonarse el edificio porruinoso, se trasladó dentro del recinto del mismo—. Dicha enfermería, (29) (30) (31) 110 Díaz Trechuelo: Arquitectura española. Págs. 373-374. Clavijo: Trayectoria Hospitalaria... Ibídem. Pág. 304. 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... según opinión del primer médico Manuel Tramblet (32), era una de las mejores con que contaba la marina en el archipiélago. El edificio constaba de dos plantas, dando entrada a la primera una ancha portada en cuyo zaguán se encontraba la botica. La planta baja estaba ocupada por una sala de medicina y otra de cirugía, espaciosas y bien ventiladas por amplios ven tanales, con capacidad cada una para veinte enfermos. A la salida de estas salas existía, en primer lugar y ocupando el centro de la planta, un pañol, destinado a utensilios del practicante; posteriormente la escalera, que daba paso a la planta alta, y, más al interior, un saloncito destinado a comedor de los enfermos, un amplio pasillo en el que había cuatro habitaciones —cuarto de baño, oftálmicos, practicante, enfermos contagiosos—. La planta alta se componía de cuatro habitaciones para oficiales y una amplia sala. El edificio estaba rodeado por una galería de metro y medio de ancho para paseo de los enfermos. En lugar retirado se encontraba el depósito de cadávéres. Al ser destinado a esta enfermería en el año de 1879, el médico Enrique Cardona (33), se comenzó la reconstrucción de este centro por orden del comandante de la estación Francisco B. Vázquez y Pérez de Vargas (34), cuya utilidad quedó demostrada al trasladarse más de 120 enfermos que no tuvieron cabida en la enfermería de Zamboanga (35), durante las operacio nes militares, así como en las sucesivas epidemias coléricas que se padecie ron en el archipiélago, tal como ocurrió en 1882, que ocasionó la creación de Juntas de Sanidad Provinciales (36). Los estados patológicos asistidos en ella, aparte de la excepcional situa ción del año 1882, fueron, en orden decreciente, las afecciones del dominio de la cirugía, fiebres palúdicas, enfermedades del aparato respiratorio, gas tro-hepático y venéreas. Siendo en total el número de enfermos asistidos desde el 1 de julio de 1892 al 1 de julio de 1893, unos 3.951 (37), cifra que por sí sola acredita la importancia de esta enfermería; no sólo atendió las necesidades del arsenal y dotaciones de buques de la División Naval, sino también a los enfermos que surgieron en los nuevos puntos de ocupación en Bongao, Siassi y Tataan. Enfermería naval de Bongao. El distrito de Bongao está situado en el conjunto de islas que forman el (32) Manuel Tramblet: Aspostadero de Filipinas: Estudio estadístico del movimiento de enfermosdelaestación navaldeIsabela deBasilán, durante julio del92a julio del93.Ms.de AAB. (33) Salvador Clavijo: Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada. SanFernan do, 1925,pág.365. (34) Tramblet, citado en nota 32. (35) Ibídem. (36) Manuelde Ambrós: Epidemiadecólera morboasiático en1882enlaisla de Basilán. Ms. de AAB. (37) Tramblet,citado en nota 32. Año 1985 J. A. CASERO NIETO archipiélago de Joló. Limita al este con el mar de Célebes, al norte con la isla de Joló, al sur y oeste con la isla de Tavi-Tavi (38). La colonia y estación naval, que disponía de cuarenta y dos hombres de dotación, quedó establecida en el año 1882. Más tarde se le agregó la goleta Animosa. Al noreste de la isla, en una punta, estaba situada la colonia mili tar. Un pequeño pantalán daba acceso a la colonia, con un fuerte donde se alojaba el destacamento de infantería. La casa, de madera y nipa, destinada a enfermería, estaba situada en una calzada que unía el fuerte con el pueblo. El cargo de medicinas en dicha enfermería era de 50 plazas (39). Enfermería naval de Poliok. En la isla de Joló, al fondo del puerto, se encontraba el pueblo de Parang-Parang. Entre sus edificios principales cabe citar la enfermería. Constituiçla por un edificio cuadrado, con patio central y edificado sobre pilares de mampostería para evitar la humedad. Constaba de una sala de cirugía y otras cuatro de medicina y tenía capacidad para ochenta camas. En 1890 se declaró en Pollok una epidemia de gripe que afectó a unos 214 individuos, que fueron tratados por el médico Ildefonso Sanz Dome nech, muchos de ellos en la enfermería naval (40). Enfermería naval de Balabac. El pueblo de Balabac se fundó el 1 de enero de 1853 con el nombre de Establecimiento militar de Príncipe Alfonso, Se construyó en la playa sur del puerto que llevaba este nombre, también conocida como bahía de Calando rang. En esta época llegaron al puerto buques de vapor y falúas con fuerzas del ejército y la marina, algunos particulares y gran número de presidiarios que ocuparon un terreno desigual, surcado por infinidad de arroyos, con elevaciones y depresiones cubiertas en su totalidad por bosque claro, caña y zacate. Ya existían en este lugar algunas casas de caña y nipa ocupadas por los moros. Los expedicionarios, a cargo de la administración militar una vez en tierra, procedieron a desmontar y terraplenar el terreno, construyendo posteriormente algunas viviendas. Entre los principales edificios que se construyeron cabe destacar la enfermería y el cuartel de fuerzas del ejército y la estación naval. La enfer mería del ejército, para contener los enfermos que normalmente dan las com pañías que guarnecen la localidad, era un camarín muy espacioso, con pare des de mampostería y techumbre de zinc. El cuartel estaba formado por una nave de dos cuerpos laterales. El recinto de la estación naval era rectangu lar, con paredes de mampostería y madera y techo de nipa de zinc; la planta (38) (39) (40) 112 Retana: Esradismo de las islas Filipinas, tomo 2, pág. 363. Clavijo: Trayectoria Hospitalaria, pág. 305. Ibídem. 9 HOSPITALES Y ENFERMERIAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... baja se empleaba de almacén de efectos navales y la alta, de residencia del comandante de la estación naval, que al mismo tiempo era el gobernador político y militar de la isla; en dicho recinto se encontraban también otras pequeñas edificaciones dedicadas a cuartel y enfermería de la marinería, así como a vivienda de los dependientes de la estación naval. Las obras se paralizaron en el período de las lluvias por la falta de víve res; ante el estado de escasez, el pánico y el desánimo comenzaron a apode rarse de los habitantes, lo que produjo un aumento progresivo de las enfer medades y elevó el número de muertes. En el año 1859, en época seca, nue vamente volvieron a reanudarse las obras, pues, además, habían llegado a la isla buques procedentes de Manila con víveres y nuevo personal. Durante los años siguientes, la trayectoria evolutiva de bienestar social, paralela al estado de salud, fue marcadamente positiva, culminándose con dos sucesos de gran importancia en el desarrollo de la localidad. El primero fue la organización de la Compañía disciplinaria de Balabac y, el segundo, el establecimiento de la colonia agrícola que traería nuevas formas de vida y aprovechamiento de los recursos vitales de la zona (41). Aunque estos sucesos supusieron unas mejoras notables para el pueblo de Balabac, produjeron un considerable aumento del número de bajas por enfermedad, que se vieron duplicadas respecto al período anterior, y que fueron consecuencia de los trabajos que tuvieron que realizarse para llevar a cabo las nuevas construcciones. En 1874la colonia de Balabac pasaría uno de los peores momentos de su existencia, pues muchos de los deportados que había en élla huyeron al monte, formando bandas, que constantemente asaltaban a los habitantes; circunstancia aprovechada por los moros para llevar a cabo un ataque a la plaza. En la mañana del 22 de mayo, dos grupos penetraron en la localidad, uno por el este y otro por el oeste, dejando gran parte del pueblo reducido a cenizas en una hora, y no respetaron tampoco las enfermerías del ejército y la marina, produciendo un número considerable de bajas en la guarnición. La frecuencia de bajas en la estación de Balabac fue poco elevada, incre mentándose, principalmente -a-causa del paludismo, durante breves perío dos. Las enfermedades que se registraron en dicho establecimiento fueron similares a las padecidas en las otras islas del archipiélago: paludismo, ane mias, fiebres gástricas simples o biliosas, algunas dermatosis, ulceraciones en extremidades inferiores, lesiones traumáticas y algunas venéreas. Según informe del primer médico Manuel Moya, presentado el mes dé agosto de 1883 en Cartagena (42), el número de enfermos asistidos en la Estación Naval el año 1878 fue de 287. El mayor número de ingresos se pro dujo en los meses de enero, septiembre y octubre, siendo en estos meses, (41) La localidad no contaba con recursos para abastecer a los habitantes de viandas, obligando a los mismos a pedirlos a Manila. Cultivaban, no obstanté, algunas pequeñas huer tas. Por otra parte, del puerto extraían algún pescado. (42) Rafael Moya Lozano: Noticias geográfico-médicas sobre la isla de Balabac y el esta blecimiento militar del Príncipe Alfonso. Ms. de AAB. Año 1985 J. A. CASERO NIETO como en el resto del año, el paludismo la enfermedad más frecuente. Remi tiendo en la mayoría de los casos con tratamiento mixto, a base de antitífi cos y tónicos reconstituyentes. Ante tan elevada cifra de afectados se tomarían dos tipos de medidas profilácticas, una procedente de la comandancia de la isla, en que se fijaban épocas concretas para llevar a cabo los desmontes, con la orden de quemar todos los restos vegetales para evitar su putrefacción, así como la constante vigilancia efectuada sobre los alojamientos y alimentación de los moradores. Por su parte, la comisión de sanidad de la isla acordó suministrar, en época de frecuentes lluvias, pequeñas dosis de quinina y un líquido alcohólico a la marinería que efectuaba trabajos al descubierto en lugares insalubres, fijan do, al mismo tiempo, el número de trabajo de cada individuo, según sus con diciones físicas. Transcurrieron así trece años de la existencia de esta colonia, durante los cuales el paludismo se vio, en cierto modo, superado gracias a las medidas tomadas. Teniendo que enfrentarse los colonizadores a un nuevo problema, no menos importante que el anterior: los moros, que en otros tiempos coha bitaron con el resto de la población, comenzaron a acosar a los moradores de la colonia, sembrando el pánico, la destrucción e incluso la muerte a su paso. Dos hombres, pertenecientes al Cuerpo de Sanidad de la Armada, sufrieron sus acciones. Uno de ellos, Pedro Espinosa y Capo (43), que, tras ingresar en el Cuerpo en febrero de 1869, cumplía destino en la estación de Balabac en 1884, a bordo del cañonero Bojeador, fue gravemente herido tras el intento moro de apoderarse de dicho buque. El otro, Andrés Castro y Vargas, tuvo peor suerte, siendo una de las víctimas, junto al gobernador y un alférez, de la incursión del 20 de noviembre de 1897. Enfermería naval de Puerto Princesa. La colonia de Puerto Princesa fue fundada en 1873 para hacer efectiva la ocupación de la isla de Paragua. Estaba situada en la costa oriental de dicha isla, ocupando una pequeña península limitada por la extensa bahía de Jhuahy, que le servía de puerto, y el mar de Joló. El sitio donde se erigió la población fue elegido por una, comisión científica, de la que formaba parte un médico de la Armada. Sobre una meseta elevada 15 ó 20 metros sobre el nivel del mar, lejos de zonas pantanosas y tierras anegadas, se comenzaron las edificaciones. En esta colonia existieron tres establecimientos sanitarios: la enfermería de la colonia, también llamada de la policía, la enfermería militar y la enfer mería de la división naval, siendo esta última la que reunía condiciones higiénicas superiores. En la enfermería de la colonia eran asistidos los deportados indígenas de (43) Clavijo: Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada. San Fernando 1925, págs. 368-377. 114 9 HOSPITALES Y ENFERMERIAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... ambos sexos y los pobres de la población. El efectivo medio anual de los que tenían derecho a ser tratados en ella era de unos trescientos ochenta indivi duos. Los deportados, que en su mayoría cumplían condena a trabajos for zados, se encontraban en tan pésimas condiciones de higiene y alimentación que elevaban mucho las cifras de morbilidad y mortalidad. Entre las enfer medades más frecuentemente tratadas en este establecimiento cabe destacar la malaria, tuberculosis pulmonar, úlceras en extremidades y algunas der matosis, sobre todo herpes y sarna. La enfermería militar fue construida sobre estacas clavadas en el suelo, sobre las que descansaba un piso de tablas y bambú mal unidos, y paredes y techo de nipa. En esta enfermería era asistida la fuerza del ejército que guarnecía la plaza, la primera compañía disciplinaria y los individuos de la brigada sanitaria y de la administración militar. Las afecciones tratadas en este establecimiento fueron la disentería, fiebres intermitentes, úlceras y sarna. La enfermería de la división naval era una de las más favorecidas entre las creadas en otras estaciones y divisiones navales de Filipinas. Se cons truyó de ladrillo, con el techo de hierro galvanizado, ocupando el sitio más sano de la población. La dotación media de la estación naval en 1883 era de 101 plazas. La patología asistida responde, como en el resto de la localidad, a fiebres palúdicas, cuyo número supuso más de la mitad del total de enfer medades observadas, y enfermedades dermatológicas, herpes, heridas y sífi lis, obteniendo buenos resultados en las curaciones., no sólo por las condicio nes higiénicas del establecimiento, sino también por la pronta asistencia médica. El número de enfermos tratados en 1881 fue de 281, aumentando a 430 el año siguiente, a consecuencia del aumento de lluvias. El año siguien te, el número de enfermos asistidos fue de 183 y el porcentaje de defuncio nes, aproximado al 0,52 por 100 (44). Enfermería naval de Mariveles (lazareto). El 9 de julio de 1882 llegó a Manila, procedente de Zamboanga, el vapor Francisco Reyes con las señales de cólera a bordo izadas. A causa de esto el gobierno general de las islas envía una comunicación apremiante a la autori dad superior del apostadero, requiriendo con toda urgencia un buque sus ceptible de habilitarse como enfermería flotante para recibir los enfermos del Reyes, solicitando al mismo tiempo un médico de la Armada que volun tariamente se hiciese cargo de los enfermos de cólera. Al día siguiente se hacía cargo del puesto el médico Joaquín Lorente, embarcando inmediata mente en el Patiño, que partió hacia Punta-Limay, donde se había enviado al Reyes en cuarentena. A pesar de la urgencia del caso, hasta el 11 de julio (44) AAB. Andrés Medina y González: Estadística Sanitaria de Puerto Princesa. 1883. Ms. de Año 1985 J. A. CASERO NIETO el Reyes no aparecería en el lugar designado para transbordar sus enfermos al pontón-enfermería Patiño. El vetusto transporte, largo tiempo inútil y en el más lamentable estado, con una tripulación formada por un patrón y doce marineros indígenas, fue remolcado hasta su destino, procurando, con la mayor rapidez, acondicio narlo mínimamente para recibir a los coléricos. Por otra parte, la adminis tración del hospital de Manila remitió, con idéntica premura y a cargo de dos sanitarios, suficiente número de camas y abundante ropa blanca. Faltan do, a pesar de todo, el personal y material farmacéutico preciso para prepa rar los medicamentos. También embarcaron dos frailes dominicos que se ofrecieron voluntariamente para prestar auxilios espirituales, una brigada de presos que harían de enfermeros y otra de carabineros para vigilar a los presos. Ante la misión que le había sido encomendada, Joaquín Lorente tomó varias determinaciones. En primer lugar ordenó trasladar al Patiño todos los enfermos del Reyes, coléricos o no, con la debida separación. Dicho traslado se realizó el 12 de julio, empleándose los medios desinfectantes adecuados. En segundo lugar mandó arrojar al agua todo lo que fuese fuente de conta minación. En tercer lugar ordenó desinfectar, fumigar y airear el Reyes para acabar con el foco contaminante. En cuarto lugar decidió se tomara del Reyes todo lo que fuese aprovechable, previa desinfección. Por último, dio cuenta de la situación al comandante general del apostadero, a quien se debió el rápido envío de medicamentos y la inteligente gestión que tuvo como consecuencia el traslado de ambos buques al puerto de Mariveles, con la orden de construir en él un lazareto provisional, así como el envío cotidiano al mismo puerto de un remolcador que llevase los auxilios necesa rios, mientras la dirección administrativa organizaba el servicio de cuarente na. Dicho comandante, por último, consiguió que por conducto del capitán del puerto, miembro de la Junta Superior de Sanidad del archipiélago, Joa quín Lorente pudiese dirigir a las autoridades superiores sus informes y peti ciones referentes a dicho servicio. Dada por la superioridad la orden de levantar con toda rapidez unos lige ros camarines que pudieran servir como lazareto, se envió el 14 de julio al ayudante de obras públicas, que dirigiría la construcción, y al médico a ele gir los lugares más higiénicos de emplazamiento. No obstante, dada la apre miante necesidad de su utilización y los materiales de construcción que debían ser empleados, el lazareto sucio —formado por camarines dedicados al espurgo y fumigación de los enseres del Reyes que pudieran ser utilizados y del que tomaron posesión los encargados de su gestión el 7 de septiem bre— quedó emplazado en una pequeña playa y el lazareto limpio sobre un manglar cercano al cementerio; dejando mucho que desear ambos lugares en salubridad e higiene. No se había concluido todavía la construcción del lazareto limpio, cuando el 20 de octubre, un ciclón arrasó todo lo que se había edificado, pudiéndose salvar una buena cantidad de los materiales que estaban preparados para el momento en que comenzase a funcionar 116 9 HOSPITALES Y ENFERMERIAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... —ropas, camas, medicamentos y efectos de farmacia— gracias al aviso anti cipado de la cañonera de guerra Otalora, que se hallaba anclada próxima a la zona (45). La organización de este establecimiento fue llevada a cabo por Joaquín Lorente, único médico del lugar, que tuvo que desempeñar además los car gos de director facultativo, médico de visita de naves epidémicas y la de los buques en observación. Esta encomiable labor, llevada a cabo por el citado Lorente, fue merecedora de la concesión que se le hizo de las cruces banca (27 de septiembre de 1882) y roja (noviembre de 1884) al mérito naval (46). Reglamentación de sanidad naval. Las primeras constituciones y ordenanzas de que tenemos constancia pertenecen al hospital Real y fueron elaboradas por Gómez Pérez Dasmari ñas. Dichas ordenanzas regulaban el buen gobierno del régimen interior del hospital, siendo la base para el ordenamiento interno de los hospitales que posteriormente se fueron fundando. Este proyecto de reglamento regulaba la admisión y registro de enfermos, así como su distribución en las diversas salas, atendiendo a si.ispadecimientos; la higiene del establecimiento, de los enfermos, de las salas y alimentos; la permanencia en el centro hospitalario de personal facultativo que asegurase la atención de los enfermos en caso de urgencia, etc. (47). Después de estas constituciones no encontramos ningún otro documento sobre legislación interna hospitalaria hasta bien entrado el siglo xix, en que se elaboran los reglamentos de los hospitales de San Juan de Dios, Los Baños, San Lázaro y el reglamento de hospitales militares que junto con el de Sanidad Marítima para las islas Filipinas son fundamen tales en el tema que nos ocupa. El reglamento de los hospitales militares (48) contiene las normas que debían cumplirse, tanto en los hospitales como en las enfermerías militares, en todas las posesiones de ultramar. Suponemos que, teniendo en cuenta el estado de los mismos en Filipinas, resultaría casi imposible cumplir estricta mente las normas contenidas en esta reglamentación. De cualquier forma, el documento evidencia el deseo de mejorar el nivel de sus hospitales, no sólo en el plano administrativo y sanitario, sino también en cuanto a la prepara ción médica y científica de los facultativos militares allí destinados. El con tenido de este reglamento está distribuido en 18 capítulos, con un total de dos centenares de artículos. El capítulo 3.° se refiere al jefe de servicios del hospital, en el único artículo de que consta se señala que el cargo corresponde al médico de — (45) Joaquín Lorente: Epidemia colérica en Mariveles. 1882. Ms. de AAB. (46) Clavijo: TrayectoriaHospitalaria.Pág. 342. (47) Juan Antonio Casero Nieto: Los Hospitales en Manila durante la colonización espa ñola. Misionalia Hispánica, volumen XL, págs. 217-258. Madrid, 1983. (48) Reglamentación de los Hospitales Militares. Manila 1885. Año 1985 JA. CASERO NIETO mayor categoría efectiva de los allí destinados, después del director. Los deberes y atribuciones de este jefe de sevicios son visitar las salas de oficia les; inspeccionar los trabajos del gabinete histoquímico y la conservación y ampliación del museo anatomo-patológico y biblioteca; que el instrumental quirúrgico permanezca completo y en buen estado de servicio; vigilar las observaciones meteorológicas y los servicios encomendados a los individuos de la plana menor; revisar los aparatos de curación de las enfermerías, cui dando su número y buen estado de uso, y llevar la estadística del estableci miento, que el director remitirá al subinspector de Sanidad del distrito. El capítuo 4.° trata de la asistencia facultativa de los enfermos, que se distribuirían en salas, atendiendo a los padecimientos, confiando su cuidado a un médico, que sería su responsable y también del personal subalterno, militar o civil. Asimismo se responsabilizaría del buen uso del material sani tario a él confiado. El médico deberá realizar dos visitas a cada enfermo, deteniéndose, en cada caso, lo suficiente para apreciar el curso de la enferme dad y el efecto de los medicamentos, indicando la alimentación adecuada para el caso. Dicho médico, como responsable de la evolución del enfermo, estaba capacitado para, si lo consideraba oportuno, indicar el aislamiento del mismo y realizar autopsias, ayudado por los auxiliares. El servicio de plana menor queda regulado en el capítulo 5.° por medio de 21 artículos. Así, este servicio estaría constituido por el personal de la brigada sanitaria asignado a cada médico, debiendo existir en cada visita un sargento o cabo y cuatro soldados de brigada, además de tres enfermeros, cuyo número aumentaría en caso de gravedad. El responsable de todos, y encargado de verificar y asignar sus deberes a cada uno, sería el ayudante de mayor graduación. Un sanitario y un enfermero estarían de guardia perma nente para atender cualquier urgencia. El capítulo 6.° regula el servicio de guardia de los hospitales, que estaría formado por un médico de los allí destinados, un ayudante, un sargento y un cabo de la brigada sanitaria. En caso de ausencia del oficial médico o del director del establecimiento, el médico de guardia se convertiría automáti camente en jefe del hospital. En el capítulo 7.° se establece que, previo registro del nombre y enfer medad, los enfermos podrían ingresar en la sala del hospital adecuada a su dolencia. El reglamento considera muy necesaria una sala de convalecientes en cada hospital, que debía estar dotada, proporcionalmente, de la mitad del personal de sanitarios correspondientes a las salas —capítulo 8.° El objetivo del servicio farmacéutico de los hospitales, según establece el capítulo 12, a través de 35 artículos, era suministrar medicamentos a los hos pitales militares, a los oficiales y jefes del Ejército y sus familias, así como la reposición de los botiquines de las ambulancias y cuerpos armados del Ejército y de las fortalezas o dependencias militares. El jefe encargado de la farmacia debería ser el farmacéutico de mayor graduación efectiva o el más antiguo, si fueran de la misma. Todo medicamento nuevo o de receta secreta 118 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... no podría ser utilizado sin previo análisis e informe dirigido a la Junta espe cial del Cuerpo de Farmacéuticos. A su vez, la reposición de botiquines iría acompañada de una relación que, realizada por el médico militar encargado de la ambulancia, fortaleza o dependencia que precisase los medicamentos, e indicase el número de ellos. Los farmacéuticos también estaban obligados a facilitar las sustancias que fueran necesarias para la desinfección de los cuarteles y demás edificios y a rendir cuentas, de acuerdo con las instruccio nes del 6 de agosto de 1875, 16 de junio de 1866 y de la Dirección General del Cuerpo de 21 de junio de 1875. Con un total de 24 artículos, el capítulo 13 ordena el funcionamiento del laboratorio central y depósito de medicamentos, efectos y utensilios de far macia. Este establecimiento debía suministrar medicamentos, efectos y utensilios farmacéuticos a los hospitales militares y a las familias que recibie ran asistencia facultativa de los oficiales del Cuerpo de Sanidad Militar. Empléase también en la reposición de botiquines de los Cuerpos armados, fortalezas y dependencias militares, y en la de los furgones de efectos de far macia que acompañan a las ambulancias. El laboratorio central, establecido en Madrid, tiene sucursales en Barcelona y Málaga, e instalará otros en las islas de Puerto Rico, Cuba y Filipinas, con el fin de cambiar los productos químicos y medicamentos oficiales que convengan elaborados en la península con las sustancias medicinales exóticas, a fin de proporcionar al erario las grandes economías que ha de reportar la unificación del servicio farmacéutico en todos los territorios de la nación. El laboratorio central y las sucursales debían estar regidas por jefes farmacéuticos, individuos de la Brigada Sani taria y sirvientes civiles. El capítulo 14 está referido al laboratorio histoquímico. El artículo 171 de dicho capítulo señala que dicho laboratorio tiene por objeto: «1.° El estudio fisicoquímico de las sustancias y elementos orgánicos que entran en la composición de nuestro organismo... 2.0 El examen histológico de los sólidos y líquidos que se hallen en la economía animal, tanto en el estado de salud como en el de enferme dad. 3.° El análisis cuantitativo, cualitativo y espectral de cuanto contribuye a la alimentación, vestuario, equipo, armamento y alojamiento del Ejército. 4° Reconocer las sustancias tóxicas o de talespresuntas en las vísceras... 5.° Comprobar químicamente los cuerpos extraños con que se sofistican el agua, bebidas varias y alimentos distintos que se consumen habi tualmente por el Ejército. 6.0 Consignar las observaciones meteorológicas... 7.° Analizar los fermentos y gérmenes miasmáticos... 8.0 Investigar el microbio generador de cualquier dolencia zoo o fitopa rasitaria... 90 Coleccionar, con orden, las preparaciones micrográficas... Año 1985 J. A. CASERO NIETO El resto de los artículos que integran este capítulo regulan los nombra mientos del personal integrante del laboratorio, la forma de consignación de los datos obtenidos en las investigaciones y el emplazamiento del mismo (en el Hospital Militar de Madrid). El capítulo 15, o del museo anatomo-patológico, regula el objeto de dicho museo, según el artículo 181; es el de preparación y modelos de los ejemplares de anatomía patológica que por su importancia o rareza merez can conservarse. Se conservarán en él las neoplasias...; las fracturas consoli dadas viciosamente; las anomalías que se hallen en las autopsias; las deformi dades consecutivas a traumatismos o diátesis especial; las lesiones orgánicas en sus varios períodos de evolución; ejemplares distintos de dermatosis febri les o infebriles, específicas y parasitarias; proyectiles, cuerpos extraños que hayan originado lesiones, má o menos graves, de los soldados asistidos en el establecimiento; hidátides, oxiuros, entozoarios y helmintos de todas clases, expulsados por los enfermos o encontrados en sus cadáveres en la autopsia. El capítulo 16 alude al almacén de instrumentos quirúrgicos y material de curación. Así, en el artículo 189 se expone que en todo hospital habrá: Las colecciones de instrumentos indispensables para las operaciones quirúrgicas que en él se practiquen, así como también las necesarias para las autopsias. 2.° Instrumentos para la exploración inmediata de los enfermos. 30 Aparatos defractura. 40 Medios de deligación. 5•0 Máquinas de electricidad estática, dinámica y electromagnética. 6.0 Hilas y vendajes. 70 Máquinas ortopédicas. 8.0 Sillones para reconocimientos quirúrgicos. 90 Colchones de viento. 10.0 Colchónes hidráulicos. 11.0 Impermeable para las camas de los operados y enfermos con grandes supuraciones. 12.0 Curas listerianas. 1.0 Todos estos objetos, según se reglamenta en el artículo 190, estarían al cuidado de un ayudante de la Brigada Sanitaria. La alimentación en los hospitales debía ser suficiente en cantidad y cali dad para la restauración de las fuerzas de los enfermos. El último capítulo —18— de la desinfección regula el modo de mantener las condiciones ambientales lo más sanas posibles en los hospitales, estable ciendo para ello la evacuación de las salas cada seis meses, de manera que pudieran ser convenientemente encaladas y desinfectadas, no se ocuparían de nuevo hasta que hubiesen permanecido una semana abiertas constante mente —artículo 204—, se procuraría que el número de enfermos alojados en cada una atendiera a la dolencia y capacidad métrica y superficial de la enfermería —artículo 212—, separándose las camas, en la sala de infeccio 120 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... sos, un metro treinta centímetros. Las ropas que han servido para un enfermo no se emplearán de nuevo para otro alguno, bajo ningún pretexto, sin lavarse, colarse y orearse anteriormente (art. 222). Por último, el capítulo 223 establece que las ropas usadas por enfermos de enfermedades infeccio sas nunca se usarán en el servicio de las salas de padecimientos ordinarios. El Reglamento de Sanidad Marítima para las islas Filipinas (49), que complementaba al anterior, se compone de 31 capítulos, con doscientos ochenta y seis artículos, divididos en dos partes. La primera, referida a dis posiciones generales relacionadas con sanidad portuaria, y la segunda, con lazaretos, concretamente el de Mariveles, completaba este Reglamento de un capítulo adicional y una disposición transitoria. Los puertos de las Filipinas, según este reglamento, se dividían desde el punto de vista sanitario en varias categorías: de primera clase (Manila e Iloí lo), de segunda (Cebú y Bohol), de tercera (Zamboanga y Tasloban) y de cuarta el resto de los puertos comerciales; dependiendo la categoría de los mismos del personal a ellos destinado. Así, en uno de primera clase elsevicio estará desempeñado por ahora por un director médico de visita de naves, un médico segundo, dos médicos honorarios, un secretario, un auxiliar, un intér prete, un escribiente, dos celadores, un patrón de falúa y nueve marineros. En los puertos de segunda, el personal se compondrá de un director médico de visita de naves, dos médicos honorarios, un secretario, un intérprete, un cela dor, un patrón de falúa y seis marineros. En los de tercera, además de un director médico de visita de naves, un médico honorario, un celador, un intérprete, un secretario, un patrón de falúa y cuatro marineros; el resto de los puertos tendría el personal sanitario que la Junta Provincial y Local de Sanidad determinase según las necesidades del mismo. Los directores de Sanidad Marítima serían los encargados de realizar las visitas de naves, vigilando la salubridad del puerto a su cargo. Los médicos segundos alternarían las visitas sanitarias a los buques con la guardia en el puertoen que estuviesen destinados. Los médicos honorarios suplirían a los directores médicos o médicos segundos en caso de ausencia de los mismos. Los secretarios, auxiliares y escribientes acompañarían al director médico en la visita de naves para extender los documentos convenientes al caso. También concurrirían el intérprete y el celador, que tendría como obliga ción la revisión de documentos del buque en caso de ausencia del secretario. El capítulo 11, o de la visita de naves; establece que se reconocerán y visitarán.., cuantos buques lleguen a los puertos de estas islas, sin cuyo requi sito no se les dará libre plática ni se les permitirá dejar en tierra persona algu na, ni todo o parte del cargamento, manteniéndoseles en la más completa incomunicación, debiendo vigilarse no sólo el aspecto y condiciones de salu bridad del buque, sino también la de todos sus ocupantes, excepto el que trajese su facultativo, siempre y cuando el mismo se hiciese cargo del estado (49) José P. Bantug: Bosquejo histórico de la medicina hispano-filipina. Madrid,1952, págs. 242-311. Año 1985 J. A. CASERO NIETO general de salubridad del buque y diese cuenta de las enfermedades o defun ciones ocurridas en la travesía a la autoridad sanitaria del puerto. En caso de que el buque no presentase las condiciones higiénicas reglamentarias, habría de ponerse en conocimiento del goberador para que, tras nombrar la Junta de Sanidad, ésta tomase las medidas convenientes, pudiendo remitir a un lazareto sucio los buques en estado antihigiénico extremo para la reha bilitación de su salubridad. Por otra parte —capítulo 12—podrían expedirse dos clases de patentes sanitarias: limpia y sucia. A toda embarcación para que acredite el estado de salud de su primitiva procedencia, y además en que hubiese tocado durante la travesía, se le exigirá la patente de sanidad, exami nándose, tanto la certificación de origen como las anotaciones resultantes en ellas, para tener perfecto conocimiento de las ocurrencias en los puntos de arribada. Si el buque retrasara su salida cuarenta y ocho horas tras la expe dición de la patente, ésta debería ser nuevamente revisada por el funciona rio que la expidió. En caso de cuarentena —capítulo 13— podría optarse por una rigurosa o una de observación. La primera se aplicaría cuando durante la travesía existiesen enfermedades contagiosas, realizándose el desembarco de enseres y personas para el espurgo. La segunda se efectuaría en los puertos habilita dos para tal menester, durando la desinfección de tres a siete días, según las circunstancias. Serían sometidos a la cuarentena de rigor los buques de patente sucia de peste levantina (de quince a veinte días), de fiebre amarilla y cólera morbo asiático (de diez a quince días). Los buques de patente lim pia se someterían a idéntica reglamentación en caso de enfermedad conta giosa, que sería de siete días si presentasen un aspecto poco higiénico, hubiesen conectado en alta mar con embarcaciones de procedencia sucia, proviniesen de puertos higiénicamente sospechosos o no poseyesen patente o la portaran del extranjero. Todo puerto debería contar con el material sanitario necesario para la asistencia, así como con un cuerpo de policía sanitaria que se encargaría de la vigilancia de la salubridad del mismo capítulos 14 y 15. Los lazaretos —segunda parte— estarían divididos en sucios y de obser vación. Los primeros son los destinados para que en ellos purguen cuaren tena los buques de patente sucia, de peste levantina, fiebre amarilla y cólera morbo; los de patente limpia que cambien de carácter por los accidentes del viaje o que procedan de puerto donde reine endémicamente la fiebre amarilla y salgan de él en la época cuarentenaria; los que carezcan de dicho documento o no tengan refrendo consular, no justificándose esta falta, y en el de haber sospecha de procedencia sucia, y los que por sus malas condiciones higiénicas se sujetan al trato de patente sucia. En los segundos se purgaría la cuarentena de esta clase y se establecerá uno en los puertos de primera clase y en alguno de segunda. Según el artículo 165, el lazareto sucio, antes mencionado, se establece ría en la bahía de Mariveles, y debería constar de cuatro departamentos: uno, apestados, para los buques que llegaran con accidentes de enfermeda 122 Núm. 9 HOSPITALES Y ENFERMERÍAS NAVALES EN LAS ISLAS FILIPINAS DURANTE... des contagiosas o epidémicas a bordo; otro, sucio, para las patentes de esta clase donde se purgarían las cuarentenas de rigor, otro de observación, donde se llevaría a efecto esta modalidad de cuarentena y el otro, limpio, donde residiría el personal no de servicio en los demás departamentos. Cada una de estas secciones poseería las separaciones necesarias para las cuaren tenas de diferentes períodos, manteniéndose incomunicadas entre sí, y los de apestados, sucio y de observación tendrían los reqúisitos necesarios para el mejor servicio de los cuarentenarios, gozando los dos primeros de su pro pio cementerio. En la época de cuarentena, los empleados quedarían confi nados en el recinto, y se declararía de nuevo abierto el lazareto diez días después de la estancia del último buque. La dirección especial de sanidad del lazareto de Mariveles la constituiría un médico director de la visita de naves, un segundo médico de la misma, un capellán, un segundo médico honorario, sin sueldo, un secretario, un auxiliar, un escribiente, un intérprete, dos practicantes, seis celadores, un patrón de falúa y nueve marineros. El director estaría en el departamento de observación, y tendría a su cargo la enfermería del mismo. Sería el jefe del lazareto y su inmediata autoridad sanitaria. El médico segundo estaría a cargo de los departamen tos sucio y de apestados, visitaría sus respectivas enfermerías y dirigiría los espurgos y otras operaciones sanitarias, llevando registro de todas las enfer medades que en ellos fuesen tratadas. Cada médico tendría a sus órdenes un practicante y diariamente atendería a todas las personas que le habían sido asignadas en su departamento. La visita a la enfermería sería doble cada jor nada y se efectuaría en las mañanas y en las tardes. En cada departamento debería existir un celador que se ocuparía de la vigilancia del recinto exte rior del lazareto y presenciaría los espurgos. Todo lazareto contaría también con los guardas de salud, cuya obligación sería tomar posesión de los buques que llegasen al puerto,impidiendo que personas o cargamentos desembar casen sin una orden explícita, hasta que no hubieran concluido los espurgos debidamente. Según el artículo 256, se establecerán los lazaretos de observación en los puertos de Iloilo, Cebú, Bani y Zamboanga. Cuando el estado higiénico de los buques a ellos destinados no fuera satisfactorio, el director del puerto podría ordenar las medidas sanitarias que considerara convenientes. Asímismo, y según lo estipulado en este reglamento, los lazaretos tenían el derecho de recibir un pago reglamentado por persona según su categoría, objetos o animales y buques por tonelaje y tiempo que debieran ser someti dos a espurgo. En último término, en caso de que no se cumpliera cualquier aspecto de los ocasionados en el mencionado reglamento, el responsable podría ser legalmente sancionado. Conclusiones. Las instituciones sanitarias y su madrugadora legislación correspondien te, durante la colonización española en Filipinas, beneficiaron principal mente a la población nativa, para la que fueron concebidas. Año 1985 J. A. CASERO NIETO Fueron los religiosos españoles (franciscanos, dominicos y juandedianos) quienes casi exclusivamente se responsabilizaron desde el principio de la labor sanitaria y asistencial, incluso en el Hospital Real de Manila, sirvién doles al mismo tiempo de eficaz medio de evangelización e implantación de la Iglesia Católica en Extremo Oriente. La alta dirección y el mantenimiento de dichas instituciones hospitalarias correspondieron, sin embargo, a la Corona; si bien, por la enorme distancia entre el lugar de los hechos y la Metrópoli, tuvo que verse ésta suplida, con frecuencia, por la organizada beneficiencia de los frailes y de la población civil pudiente. Solamente bien entrada la segunda mitad del siglo XIX se promueve una organización sanitaria militar, específicamente naval e independiente, por ser más ventajosa económicamente y para conjurar con contundencia los nacientes anhelos de insurrección política y los focos de piratería en las islas. El bien ubicado Hospital Naval de Cañacao, a la cabeza de otros y de una tupida red de enfermerías navales, constituyendo un complejo militar sanitario en el Pacífico, con reglamento propio, amplio y pormenorizado a la vez, con banco de datos estadísticos. Por su emplazamiento estratégico, sobre todo, —repito—— fue una de las mejores respuestas a la situación de inseguridad creada y un limpio espejo de la historia sanitaria naval española. 124 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 Agustín R. RODRIGUEZ GONZALEZ Licenciado en Geografía e Historia La escuadra de Manterola no ha merecido la misma atención que la sus citada por la de Montojo, Cervera o incluso la de Cámara. Es cierto que su actuación no tuvo el carácter decisivo de las otras, pero, al menos, consiguió evitar en gran medida su destrucción, proporcionándonos los escasos y modestos triunfos navales habidos en esta guerra. Relatamos aquí algunos de estos encuentros. Fuerzas Navales españolas. Nos da buena muestra de su estado la comunicación que el jefe del apos tadero de La Habana, almirante Manterola, remitió el 10 de abril de 1898 al ministro de Marina: Contestando comunicación muy reservada de V. E. recibida por correo cuatro corriente, manifiesto a V. E. que, de los sesenta y un buques que com ponen esta escuadra, treinta y dos son lanchas, poco útiles aún para la policía de costas, referida sólo a las expediciones fihibusteras. Los dos cruceros de primera están completamente inútiles: «Alfonso XII», sin movimientos pro pios,. «Mercedes», de sus diez calderas, siete inútiles y tres poco menos. «En senada», «1. Isabel» y «Venadito» sólo este último navega, los otros no pue den mo verse en un mes. «Magallanes» tampoco puede encender. Los cañone ros torpederos convertidos en cruceros, para lo que fueron construidos, han perdido su marcha, que constituye su principal defensa. Transporte «Legaz pi» anda 7 millas, de los cañoneritos de Inglaterra, creo excusado decir nada a V. E. (1). Además, los buques eran de un escaso valor militar teórico: los dos cru ceros, Alfonso XII.y Mercedes, no tenían ninguna protección, desplazaban 3.900 y 3.090 toneladas, respectivamente, artillados con seis piezas de 160 milímetros y trece menores, dos ametralladoras y cinco tubos lanzatorpe dos. Deberían andar 14 nudos. Fueron botados en 1887 en El Ferrol y Car tagena. El Marqués de la Ensenada era el único buque protegido del Apostade ro. Contaba con 1.045 toneladas y andaba 14 nudos, lo artillaban cuatro (1) ArchivoAlvaro de Bazán (A. A. B.). Expediciones Asuntos particulares 1898-1899. Campaña de Cuba. En la Colección de Documentos de Cervera se reproduce el texto con alguna alteración, por ejemplo, se da como total 55 buques y no 61. Año 1985 . 125 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ cañones de 120, cinco ligeros y una ametralladora; botado en La Carraca en 1890, presentaba serios fallos de construcción (2). Los Infanta Isabel y Conde del Venadito eran gemelos, botados en 1888 en La Carraca y Cartagena, respectivamente; desplazaban 1.190 toneladas y hacían 14 nudos. Su armamento constaba de cuatro piezas de 120 milíme tros, varios ligeros, una ametralladora y dos tubos lanzatorpedos. El Magallanes era un cañonero botado en La Carraca en 1884, de 540 toneladas y 11 nudos, su artillería era de tres cañones de 120 milímetros, dos ametralladoras de 25 milímetros y otra de 11. Llevaba un tubo lanzatorpedos. El Filipinas era un cañonero-torpedero botado por Vea-Murgufa (Cádiz) en 1891. De 750 toneladas, 20 nudos, dos piezas de 120 y cuatro de 42 milí metros, más cuatro tubos. Resultó tan defectuoso, que en su primera trave sía en 1896 de España a Cuba se averió, debiendo ser remolcado por el Legazpi. Aunque fue reparado, no llegó a prestar servicios útiles. Los cañoneros-torpederos Nueva España, Martín Alonso Pinzón, Mar qués de Molíns, Vicente Yáñez Pinzón y Galicia habían sido botados en La Graña en 1891, salvo el primero que lo fue en La Carraca en 1889, era el mayor de todos ellos con 630 toneladas, frente a las 570 deI resto. Los dos primeros montaban dos piezas de 120 milímetros, cuatro de 57, una ametra lladora y dos tubos lanzatorpedos, el resto sustituía las piezas de 120 milíme tros por otras tantas de 57. Debían andar 18 nudos. Los Cañoneritos de Inglaterra eran seis buques, tres iguales de 300 tone ladas: Hernán Cortés, Pizarro y Vasco Núñez de Balboa; armados con dos cañones de 75 milímetros y dos de 37. Andaban 12 nudos. El Diego Veláz quez era de 200 toneladas, idéntica marcha, y contaba con dos de 57 y dos de 37 milímetros. Los Alvarado y Sandoval, de sólo 100 toneladas y la mitad de artillería. Todos habían sido construidos en Inglaterra (Clydebank) en 1895. También contaban con otros tres cañoneros, casi inútiles: el Alsedo, de 1882, 217 toneladas, 9 nudos, un cañón de 120 milímetros y una ametralla dora de 25 milímetros; el Contramaestre, de madera y de 1860, con 179 tone ladas y un viejo cañón Palliser de 130 milímetros y el Cuba Española, de 1870, 255 toneladas e idéntico armamento y material del casco. De las treinta y dos lanchas cañoneras, doce eran de procedencia inglesa, seis construidas por White y las otras por Forrest. Otras seis habían sido botadas por Vea-Murguía. Tenían unas 42 toneladas, 10 nudos, una pieza de 42 milímetros a proa y otra de 37 milímetros a popa. El resto eran peque ños vapores entre las 30 y 85 toneladas, comprados en los Estados Unidos y con similar artillería, normalmente una o dos piezas de 57, 42 y 37 milíme tros, con una ametralladora. Fueron encargados en 1895 ante la insurrección cubana para operar en aguas someras y fluviales en operaciones de guardacosta y contrainsurgencia. (2) 126 A. A. B. Historial del buque. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 El Legazpi era un viejo vapor de 1879, 1.024 toneladas, dos cañones de 90 milímetros y una ametralladora. Algunas lanchas armadas, dos viejos pontones y otros barcos menores completaban las fuerzas del Apostadero. Los buques con algún valor militar (real o teórico) estaban concentrados en La Habana, excepto el crucero Mercedes en Santiago y el Galicia en Cienfuegos. Los cañoneros y lanchas estaban repartidos por los numerosos puertos de la isla, de acuerdo con su labor de vigilancia. Teniendo esto en cuenta, el proyecto de que esta flota reforzara la Escuadra de Cervera, y juntas atacaran la poderosa base estadounidense de Key West, era realmente descabellado. Como hemos visto, y salvo excepciones, los buques no eran viejos, pero habían sufrido un fuerte desgaste desde 1895 en las operaciones bélicas con tra la insurgencia cubana: actuaban principalmente en la vigilancia de costas para detener los barcos insurrectos que venían con armas y voluntarios y en operaciones anfibias, cooperando con el ejército. La previsión brilló por su ausencia, el capitán general de Cuba, Blanco, decía al ministro de Ultramar el 8 de enero de 1898: A Marina se deban dos millones y un tercio, que convendría liquidar para que puedan hacer servicio gran número de barcos que están en Arsenal con averías sin poder repararlos por falta de fondos (3). Pero si la situación del material era mala, la del personal no era mejor; en carta de Manterola al ministro de Marina el 2 de junio de 1898, podemos leer: En 29 de abril dije al entonçes ministro de Marina: dentro de dos días se deberá a la Escuadra once meses, no hay pago..., ni modo de utilizar la usura por no haber quien preste, bloqueados y sin correos, sin paga ni giros, impónese igualar Marina con Ejército, señalando asignaciones como medio de atender las desatendidas familias del personal de Escuadra y Apostadero... La situación no ha variado, antes, al contrario, se ha agravado (4). Esta desatendida escuadra, —el Isabel II, gemelo del Venadito y dos cañoneros eran la única fuerza naval en Puerto Rico— unida a los cuatro cruceros y tres destructores de Cervera —faltos de puesta a punto y escasos de municiones y carbón— debían hacer frente a fuerzas muy superiores. Fuerzas estadounidenses. La U. S. Navy disponía al comienzo de la guerra, o aprestó durante el conflicto, las siguientes unidades en el Atlántico: — Cuatro acorazados de primera clase: de 10.288 a 11.410 toneladas. (3) En Colección Documentos Escuadra Operaciones de las Antillas. Pascual Cervera. Ferrol, 1899. (4) A. A. B. Expediciones. Asuntos particulares 1898-1899. Año 1985 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ — — — — — — — — — — — Artillería principal: cuatro cañones de 320 6 305 milímetros y ocho de 203 milímetros. Un acorazado de segunda clase: 6.135 toneladas; dos de 305 milíme tros. Dos cruceros acorazados: de 8.200 y 9.215 toneladas; seis a ocho cañones de 203 milímetros. Seis cruceros protegidos: de 3.769 a 7.375 toneladas. Artillería de 203, 152 y 102 milímetros (5). Tres cruceros protegidos de segunda clase: 2.094 toneladas, nueve cañones de 127 milímetros. Doce cruceros diversos: Uno de 2.372 toneladas y ocho piezas de 102 milímetros. Diez entre 1.397 y 1.000 toneladas, con seis u ocho caño nes del mismo calibre, y el más pequeño de 839 toneladas y cuatro cañones de 102 milímetros (6). Un aviso: 1.486 toneladas, un cañón de 152 milímetros. Un buque dinamitero: 929 toneladas, tres cañones neumáticos que disparaban granadas de dinamita. Un ariete: 2.155 toneladas. Cuatro monitores: de 6.060 a 3.990 toneladas, con cuatro de 305 milí metros el mayor y el resto con cuatro de 254 milímetros (7). Nueve torpederos de primera clase: de 165 a 105 toneladas. Tres torpederos de segunda clase de 65 a 46 toneladas. Además se movilizaron viejos monitores y vapores de la guerra de Suce sión para defensa costera. Por otro lado, se artillaron los siguientes buques: — — — Once cruceros auxiliares: de 14.910 a 4.260 toneladas, con piezas de 152, 127 y 102, aparte ligeras. Veintiocho cañoneros auxiliares: de 2.690 a 81 toneladas, los mayo res casi cruceros auxiliares, generalmente artillados con piezas li geras. Veintisiete remolcadores armados: de 702 a 155 toneladas, parecido armamento. Por último, se habilitaron quince guardacostas, cuatro buques de servi (5) Otros dos no fueron empleados: el Atlanta, sometido a reparaciones, y el Chicago a modernización. El Albany, comprado junto con el New Orleans, no se terminó hasta 1900. Por otra parte, los Columbia y Cincinatti estuvieron en reparaciones la mayor parte de la guerra; el número efectivo se redujo a cuatro. (6) Buques de clasificación dudosa; en la U. S. Navy se consideraban patrol gunboats, en otras marinas serían sloops o cruceros. Preferimos reservar la denominación de cañoneros para buques de alrededor de 500 toneladas y menores. (7) Pesea su potencia, fueron una fuente de problemas por su escasa velocidad y autono mía. eran malos buques de mar y muy incómodos para sus tripulaciones, por lo que fueron relegados pronto a misiones secundarias. 128 9 OPERACIONES MEÑORES EN CUBA, 1898 cio de faros.y otros varios, aparte de transportes, hospitales, carboneros y talleres. En el combate de Santiago de Cuba, donde fue destruída la escuadra de Cervera, participaron por parte americana cuatro acorazados; dos cruceros acorazados, dos cañoneros auxiliares y un torpedero. Algunos buques más, entre ellos el otro acorazado y un crucero protegido, se hallaban ausentes carboneando. El bloqueo de Puerto Rico estaba encomendado normalmente a un cru cero auxiliar, que se iba relevando. Las escasas fuerzas destinadas a prote ger las costas estadounidenses se vieron reducidas durante la campaña ante su nula utilidad. De lo expuesto, se deduce que la mayor parte de la fuerza naval de la U. S. Navy en número, no en potencia, se dedicó a distintas operaciones en las costas cubanas, fundamentalmente bloqueos, bombardeos, desembarcos y cortes de cables telegráficos submarinos, en misión de cooperación o ayuda a las partidas cubanas. Pese a su número, resultaban insuficientes para su tarea. Los americanos calculaban que sólo para bloquear la costa norte eran necesarios unos vein tiséis buques y teniendo en cuenta los relevos harían falta unos cuarenta, pero nunca llegaron a alcanzar esta cifra. La Habana. La capital de la isla era. uno de los pocos puntos regularmente fortifica dos. Su puesto estaba defendido por tres líneas de minas: doce del tipo Bus tamante y dieciséis Latimer-clark, británicas; dos tubos lanzatorpedos fijos, y entre la numerosa artillería asentada en las baterías de costa, las piezas más potentes y modernas eran dos de 305 mm. y seis de 280 mm. Krupp. Del sistema Ordóñez estaban instaladas dos de 305 mm., dos de 240 mm., ocho de 150 mm. y ocho obuses de 210. Además constaba de cuatro de 160 mm. y dos de 120 mm. del sistema González Hontoria, que provenían de los inú tiles Alfonso XII y Filipinas. El resto de los buques tampoco estaban en buenas condiciones, como ya sabemos. La fuerza se reducía a los cruceros Marqués de la Ensenada, Infanta Isabel y Conde del Venadito (único en servicio), al cañonero en repa raciones Magallanes, a los cañoneros-torpederos Nueva España, Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez Pinzón y Marqués de Molíns. Por último, las lanchas Aguila y Flecha, de 43 toneladas, con un cañón de 42 y otro de 37 mm. la primera, y uno de 57 y otro de 25 mm. la segunda. El transporte Legazpi carecía de valor militar, así como el mercante M. L. Villaverde, del año 1882 y 2.400 toneladas, cedido por la Trasatlántica. El 25 de abril efectuaron una corta salida de reconocimiento los Nueva España, Martín Alonso y Marqués de Molíns, ante la vista y aclamaciones de la guarnición y los españoles residentes. A últimos de abril la U. S. Navy tenía frente al puerto una fuerza consi Año 1985 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ derable: dos monitores, cuatro pequeños cruceros, tres cañoneros auxilia res, dos remolcadores armados, un torpedero y un aviso, conjunto enorme mente superior a la fuerza útil bloqueada. Naturalmente, el número y com posición de la escuadrilla americana varió con el tiempo. El 7 de mayo la pequeña goleta Santiaguito, con carga de pescado desde Yucatán, intentó forzar el bloqueo. A toda vela, pronto fue perseguida por dos buques enemigos que comenzaron a disparar sobre ella. Ante el asom bro de los espectadores de ambos bandos, la goleta, lejos de amainar, avivó aún más su marcha mientras izaba el pabellón español. Cuando los piques americanos empezaban a rodear el barquito, se pusieron al alcance de las baterías de tierra, que abrieron fuego, alcanzando a los perseguidores con un proyectil de, al menos, 240 mm. Con daños en cubierta, chimeneas y apa rejos, los americanos abandonaron la persecución, entrando por fin sana y salva la Santiaguito en La Habana. El 14 de mayo efectuaron una salida contra los bloqueadores de nuestros buques: Para obligar enemigo sostener bloqueo con más fuerza, dispuse salieran «Venadito» y «Nueva España» a efectuarlo, llegando a distancia que permitiera romper fuego entre ambas partes (...) segurando sin novedad a puerto al anocher, habiendo obligado a retirarse 5 buques enemigos, que dando nuestros dueños aguas combate, y lográndose objetivo operación, pues hoy suben a 10 los buques bloqueadores (8). La salida se efectuó a las 4,20 de la tarde; a 4.000 metros se rompió el fuego, los españoles hicieron 40 disparos, los americanos, que se batieron en retirada, sólo 8. Los buques españoles avanzaron 7,5 millas fuera del puer to, siendo sus comandantes el capitán de fragata D. Esteban Amaga (del Venadito) y el teniente de navío D. Eduardo Capeslategui (del Nueva Espa ña). Al regreso se les unieron las Aguila y Flecha. Los buques americanos eran los pequeños cruceros Vicksburg y Annapolis, los cañoneros auxiliares Mayflower y Wasp y los remolcadores Tecumseh y Osceola. Reunían dos piezas de 127 mm., doce de 102 y treinta y dos menores, frente a las seis de 120 y diez menores españoles. Los días 27 y 28 de mayo salieron Molíns y Yáñez Pinzón a parlamentar, el segundo día se intercambiaron los periodistas americanos Charles H. Thrall y Haydon Jones por el coronel Cortijo y el médico militar García Júlián, así como sus dos ayudantes, que habían sido apresados con el vapor Argonauta el 29 de abril. El 10 de junio, cuando se divisaban nueve buques americanos, salieron los nuestros bajo el mando del capitán de navío Marenco, jefe de Estado Mayor del Apostadero: Vista insistencia algún barco enemigo acercarse estos días costa hacia Bacuranao, haciendo sondeos, salieron mañana de hoy «Venadito», «Nueva España» y «Yáñez Pinzón» con lancha «Flecha» aquella dirección, replegán dose y manteniéndose barcos enemigos a 10 kms. de distancia, cerrando paso (8) 130 Manterola, al ministro de Marina. Cablegrama. Habana, 15 de mayo. Prensa diaria. . Núm. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, .1898 Cañonero-torpedero Nueva España al este con ineficaz cañoneo, que no fue contestado por los nuestros, los cua les se retiraron a mediodía al puerto al ver que no era posible atraerlos al alcance de nuestras baterías (9). La salida duró desde las 8,30 a la 1,35. El alcance fue de unos 10 kms. Al parecer un proyectil de pequeño calibre alcanzó al Pinzón en la obra muerta, causándole escaso daño. Los días 14 y 16 de junio salieron la Flecha y Nueva España a nuevos par lamentos. El 5 de julio salieron las lanchas María Cristina y Vigía a auxiliar al mer cante Alfonso XII, que, tras varios intentos de llegar a La Habana, había sido incendiado por los buques enemigos, debiendo embarrancar cerca de Mariel. Se lograron salvar la tripulación y parte de la carga. Por último, el 12 de agosto se acercaron al Morro el crucero protegido San Francisco, insignia del comodoro Howell, el monitor Miantonamoh y el cañonero Silvia. Las baterías rompieron fuego, haciendo unos 22 disparos, alcanzando tres veces al San Francisco, una de ellas en el camarote del comandante, sin que, al parecer, la tripulación sufriera bajas. Pese a la ausencia de acontecimientos espectaculares, la flotilla habane ra, ayudada por las baterías y la topografía del puerto, evitó su destrucción y casi por completo cualquier daño. Distrajo la atención de una fuerza ene (9) Capitán general, al ministro de la Guerra. Habana, U de junio. Prensa diaria. Año 1985 131 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ miga muy superior, a la que hizo por dos veces retirarse fuera de los límites que alcanzaban las baterías. A excepción del inútil Filipinas, del viejo transporte Legazpi (hundido accidentalmente el 13 de noviembre, cuando la guerra ya había terminado) y las lanchas vendidas allí, todos los buques de La Habana retornaron a España, llegando entre enero y abril de 1899. Cárdenas. En este puerto de aguas someras, tan cercano a Key West, se hallaban destinadas tres lanchas de vapor que fueron objeto inmediato de bloqueo; pronto comenzaron las escaramuzas. El 25 de abril el torpedero americano Foote (10), de 142 toneladas y 25 nudos, armado con tres cañones de 37 mm. y tres tubos lanzatorpedos. se encontró con la cañonera Ligera, de 43 toneladas, 10 nudos y un cañón de (.anonero Ligera 42 y otro de 37 mm. En lo único que ambos estaban igualados era en el peso de andanada, prácticamente igual, con ventaja en el alcance y peso de gra nada por parte española. Al buque americano sólo le dio tiempo a hacer 11 disparos, tocando con uno a la Ligera en un candelero (sin causar bajas ni otra avería), pero al ser alcanzado repetidas veces, se retiró escorado y con averías. (10) Las versiones españolas hablan del Cushing; creemos que erróneamente, según fuentes americanas este torpedero no se vio envuelto en nada parecido. 132 Núm. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 El comandante de la Ligera, teniente de navío D. Pedro Pérez Rendón, fue recompensado con la Cruz de María Cristina. El 8 de mayo el Winslow, gemelo del Foote, mantuvo otra escaramuza con nuestras cañoneras. Efectuó 60 disparos; la intervención de los peque ños cruceros Wilmington y Machias le evitó sufrir una suerte similar. Los americanos decidieron el 11 de mayo aplastar la pequeña escuadri lla. Para ello se reunieron el Winslow, el guardacostas Hudson (dos piezas de 57 mm.) y los pequeños cruceros Wilmington y Machias, el primero de 1.397 toneladas, 15 nudos, ocho cañones de 102 mm., cuatro de 57 y cuatro de 37, con protección de 1,5 pulgadas en la batería y una faja parcial en la flotación del mismo espesor; el segundo, de 1.177 toneladas, 15 nudos, ocho de 102 mm. y seis menores, con protección en batería de 2 pulgadas. A la 1,40 de la tarde entraron en la bahía los tres primeros con un prác tico cubano y con precaución por supuestas minas, bajo el mando de Todd, el comandante del Wilmington. La Alerta y la Ligera se refugiaron entre los pequeños islotes que cierran la bahía. La Antonio López, por su mayor calado, debió soportar en el mue lle el peso del ataque. Se trataba de un antiguo remolcador construido en los Estados Unidos, comprado por la Trasatlántica y cedido a la Marina. Tenía un cañón de 57 mm. (11). Sólo entre el torpedero y el guardacostas debieron haberla hecho peda zos, pero los españoles se defendieron bien. El Winslow fue alcanzado varias veces, quedando inutilizado; su tripulación tuvo cinco muertos (in cluido el segundo de a bordo, alférez Baygley) y cinco heridos (incluido el comandante, teniente Bernadou). El Hudson, alcanzado también, y tras varios intentos fallidos, logró sacar a remolque al destrozado torpedero, mientras tanto los dos cruceros disparaban sobre las cañoneras y la ciudad, creyendo que había baterías costeras, pues no podían suponer que todo ese daño y los dos impactos en el Wilmington procedieran de tan pequeño ene migo. Debieron contribuir a su confusión las descargas de fusilería de la pequeña guarnición de Cárdenas: una compañía de Infantería de Marina y 300 voluntarios, desplegados ante la eventualidad de un desembarco. La Antonio López quedó acribillada por 12 tiros, pero a flote, y con sólo uno o dos heridos; su comandante, el téniente de navío Domingo Montes, recibió la Cruz Laureada de San Fernando (12). Los españoles sufrieron siete bajas más entre la guarnición y población civil de Cárdenas. Al día siguiente, llegó a La Habana el capitán D. Severo Gómez Núñez (autor de una interesante obra sobre la guerra) con la misión de montar dos morteros de 320 mm. y seis cañones de 80 y 90 mm. para defender el puerto, que un día antes hubiçran sido decisivos. Hay que hacer constar que el Ejér (11) La Antonio López se había distinguido ya anteriormente; el 16-Vl-1896 apresó la goleta William Tood con fusiles para los insurrectos: poco después al Genoveva, con el cabe cilla Aguirre. Historial del buque. A. A. B. (12) Manterola, al ministro de Marina, 13 de mayo del 98. A. A. B. Expediciones Cam paña de Cuba. 1898-1899. Año 1985 A. R. RODRIGUEZ GONZALEZ cito era el responsable de las baterías costeras, que, sin embargo, sólo podrían tener aplicación naval. D. Severo estudió los impactos americanos, juzgando su tiro disperso y malo, sin concentración. Los americanos, por una u otra razón, no volvieron a intentar atacar Cárdenas en toda la guerra. El Winslow quedó prácticamente inútil después del combate; hasta 1901 no estuvo completamente reparado, aunque no debió quedar bien, ya que se le dedicó a buque-escuela hasta su baja, que tuvo lugar nueve años antes que sus gemelos. Su tripulación, sin embargo, pudo felicitarse de que uno de los disparos españoles alcanzara un torpedo de los que armaban el buque sin hacerlo estallar. Caibarien. Allí estaban destinados el cañonero Hernán Cortés, las lanchas Cauto y Valiente y la pequeña Intrépida, de sólo 20 toneladas, y una ametralladora de 11 mm. Pese a la pequeñez de la flota, realizaron salidas contra las fuerzas blo queadoras. El 10 de mayo el Hernán Cortés (teniente de navío de primera D. Angel Izquierdo) les hizo 22 disparos. Ocho días después, los cuatro bar quitos alejaron a los bloqueadores, a los que dispararon 30 granadas. El primero de junio, dos de las lanchas fueron sorprendidas por el caño nero auxiliar Suwanee, armado con dos cañones de 102 y cuatro de 57 mm. Cerca de Cayo Francés comenzó la caza; las lanchas jugaron su única posibi lidad, la de su escaso calado y conocimiento de aquellas aguas, el Suwanee 134 Núm. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 terminó encallando, debiendo ser auxiliado por otro buque para liberarse. Las lanchas regresaron sanas y salvas a su base. El Mangrove, otro cañonero auxiliar de 821 toneladas, atacó el 14 de agosto a la escuadrilla fondeada, disparando 87 granadas que alcanzaron ligeramente al Hernán Cortés; respondieron los nuestros, hasta que, en una pausa, salió la Cauto con bandera blanca para notificar al Man grove que el armisticio que daba fin a la guerra había sido firmado dos días antes. El belicoso buque americano había sido el que trasladó a La Habana la comisión estadounidense encargada de investigar las causas de la explosión del Maine. El Hernán Cortés volvió a España, prestando servicio hasta 1926; las lan chas fueron vendidas también al final de la guerra. Nuevitas. Parecidos hechos protagonizaron por estas aguas el cañonero Pizarro, y las lanchas Golondrina y Yumuri. Su final fue, sin embargo, más triste. Tras la caída de Santiago, el Ejército rectificó su despliegue, debiendo evacuarse diversos puntos. El desalojo de Nuevitas fue tan urgente, que se ordenó el hundimiento de los buques con todos sus pertrechos, debiendo conservar las tripulaciones su armamento individual y las raciones y municiones que pudieran llevar personalmente. Crucero Jorge Juan Año 1985 135 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ La evacuación fue decidida el 31 de julio, ordenándose que no se retira ran las minas que defendían la boca del puerto (13). Nipe. Allí estaba fondeado el viejo crucero Jorge Juan, reducido a inútil pon tón-almacén de minas. Tenía 935 toneladas y estaba armado con tres viejas piezas de 120 mm. y algunas menores. Con él estaba la Baracoa. Se habían fondeado unas 13 minas (según fuentes americanas, 30). El 21 dé julio los buques fueron atacados por una formación americana compuesta por los pequeños cruceros Annapolis y Topeka, el cañonero auxiliar Wasp y el remolcador Leyden. A las 12,45 el Jorge Juan abrió fuego, pero el estado de sus piezas le impidió hacer más de dos o tres disparos. Ante la imposibilidad de presentar resistencia, ambos buques españoles fue ron hundidos por sus dotaciones antes que rendirse; luego escaparon por tie rra hacia Gibara. El capitán de fragata Hunker, jefe de la formación atacante, fue recom pensado, no por hundir el pobre cascajo, sino por penetrar en la bahía sobre el campo minado. Indudablemente, la fortuna acompañó a los atacantes; podían haber perdido mucho más de lo que pretendían conseguir. Cienfuegos. En este importante puerto se refugió el 26 de abril, a poco de comenzar la guerra, el célebre correo de la Trasatlántica Monserrat, armado con seis cañones de 57 y cuatro de 37 mm. que salió, rompiendo el bloqueo, él 6 de mayo. El día 29 de abril se acercaron a la boca el crucero protegido Mar blehead, de 2.094 toneladas, 17 nudos, nueve piezas de 127 mm., ocho menores y tres tubos lanzatorpedos, junto con el cañonero auxiliar Eagle de 434 toneladas, 12 nudos, cuatro cañones de 57 y dos ametralladoras. Del puerto salieron las Satélite, Lince y Gaviota. Entre las tres hacían 129 toneladas y reunían tres cañones de 42 mm. y otros tantos de 37 mm. Sus comandantes eran los tenientes denavío Moreno, Gómez Aguado y Freire. Durante treinta minutos ambos contendientes cambiaron fuegos hasta que la decidida actuación del Marbiehead obligó a las lanchas a retirarse. El alcance llegó a ser de 2.000 metros, resultando tocada la Gaviota por dos proyectiles de pequeño calibre en chimenea y bote. Su valor impresionó a sus enemigos, que creyeron luchar contra el caño nero-torpedero Galicia, de 530 toneladas, y el Vasco Núñez de Balboa, de 300, presentes realmente en Cienfuegos, pero que no tomaron parte en el combate. El Eagle afirmó haber alcanzado al Galicia en las calderas, ave riándolo seriamente. (13) 136 Archivo del Museo Naval. Guerra con EE.UU. Ms. 1880, doc. 9. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 u e ro L jocc El 2 de mayo, por la noche, y bajo el mando del teniente de navío de pri mera D. Juan Carranza, salieron del puerto el viejo cañonero Alsedo y las lanchas Almendares y Gaviota, escolta de un convoy de ocho buques con 3.000 hombres, 15 cañones y 800 caballos y mulas, con destino a Casilda, donde llegaron sin ningún percance. Sin embargo, D. Juan Carranza, en carta a Manterola (14), mencionaba la temeridad que significaba exponer esos pequeños barquitos en misiones de escoltas de convoyes. Reiteraba su nulo valor militar, y recomendaba que fueran relegados a la defensa en aguas someras de puertos y costas. Los cañoneros podían, todo lo más, efectuar descubiertas en grupo. Se quejaba de que la naviera Menéndez había dejado como transportes a barcos viejos y lentos, hubiera sido mejor utilizar buques rápidos sin escolta. El día 1 de junio volvió a entrar en Cienfuegos, esta vez con su cañonero, el Diego Velázquez, con las lanchas mencionadas, escoltando un convoy procedente de Manzanillo. Durante la navegación se toparon con un buque enemigo cerca de Mangles Altos, que se retiró precipitadamente al ver el número, no la superioridad, de la formación española. El María Cristina, correo de la Trasatlántica, de 5.611 toneladas, armado en guerra con cuatro piezas de 120, dos de 90, dos de 57 mm. y dos ametralladoras, al mando del capitán Casquero y bajo el mando militar del capitán de fragata D. Justo Arejula, burló el bloqueo poco después, a las cuatro de la tarde y en presencia de tres buques enemigos. El 13 de junio estaban prestando servicio de vigilancia y protección del campo de minas el Diego Velázquez y la ¡ancha Lince. Se le ordenó a (14) Año 1985 Archivo del Museo Naval. Ms. 1879. doc. 24. 137 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ D. Juan Carranza que saliera a reunirse con el Purísima Concepción, mer cante con importante carga al que se esperaba (15). Carranza preparó el cañonero para lo peor: desmontó los aparejos, desembarcó los objetos de madera y aprestó parapetos con sacos de carbón para proteger a la tripulación, disponiendo fusileros para reforzar su débil artillería, que consistía en dos piezas de 57 mm. a proa y popa y otras dos de 37 mm. en los costados. El Velázquez, recordemos, tenía unas 200 tone ladas y andaba 12 ó 13 nudos. Una vez fuera del puerto, se puso a hacer círculos y ochos, esperando al gran vapor avistado. Este no era otro que el crucero auxiliar Yankee, de 6.888 toneladas, 14,5 nudos, armado con diez piezas de 127 mm., seis de 57 y dos ametralladoras; un solo disparo de los primeros podía averiar grave mente al cañonero (recordemos que en un incidente similar, el destructor Terror fue atravesado de parte a parte por un disparo del mismo calibre del también crucero auxiliar Saint Paul en aguas de Puerto Rico). El barco americano intentó hacerse pasar por un pacífico mercante; el español, sin llamarse a engaño, le dejó acercarse, pues sus pequeñas piezas sólo eran efectivas a 2.000 metros. Tras una hora de maniobra, el Yankee desplegó su bandera y abrió fuego a las 3 de la tarde. El Velázquez le contestó de inmediato; la distancia era tan corta que las dotaciones se disparaban con fusiles En medio de una granizada de proyectiles, el Velázquez comenzó a zig zagear y a variar su velocidad para entorpecer el tiro enemigo, intentando ofrecer el menor blanco posible, maniobrando de modo que siempre tres de sus cuatro cañones disparasen sobre su enemigo y aprovechando su menor radio.táctico para impedir que el Yankee pudiera batirle con toda su anda nada. Varios disparos alcanzaron al Yankee, provocando un principio de pánico en su dotación, que suspendió el fuego momentáneamente, mientras un incendio brotaba a popa. Tras 69 angustiosos minutos, el Velázquez entraba de nuevo en Cienfue gos, después de haber disparado 193 granadas, de las que un buen porcen taje dio en el blanco, con seis heridos, incluido un contramaestre por bala de fusil. Al cuarto de hora, con los heridos desembarcados, volvió a salir acompa ñado de las lanchas Lince y Corneta, entre las aclamaciones de los soldados de las baterías de la boca del puerto. Pero el Yankee, al parecer, ya había tenido bastante con uno, como para habérselas ahora con tres cascarones. Su capitán, Browson, debió pensar que el apresamiento del Concepción podía esperar mejor ocasión. La dotación del Yankee se formaba de reservistas navales de Nueva York, lo que explica su escasa puntería: un 1 por 100 de 600 tiros. Es difícil de comprender, aunque muy significativo, el que confundiera al cañonero (15) D. Juan Carranza relató el combate en el Mundo Naval Ilustrado de 1 y 15 de enero de 1899. 138 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 con el Galicia, un buque casi tres veces mayor que el Velázquez y con dos tubos lanzatorpedos, cosa que echó mucho de menos Carranza en su barco. Peor aún, la dotación dijo al llegar a Nueva York que habían dejado hundiéndose al barco español. El Diego Velázquez fue vendido a la Marina de Venezuela tras la guerra, donde sirvió con el nombre de Miranda hasta cerca de 1930. Casilda. El antiguo aviso Fernando el Católico, de 1875, de 500 toneladas, armado con un viejo palliser de 150 mm. y una ametralladora de 25 mm., estaba fondeado allí, como inútil pontón almacén de minas, en Çompañía de la lancha Dependiente. En Casilda se refugió el Purísima Concepción, donde fue a buscarlo el Yankee el 20 de junio, sufriendo el buque americano un nuevo fracaso. Buque-aviso Fernando el Católico Buque enemigo cañoneó hoy Casilda con 150 jroyectiles, calibre 16, y otros minores durante tres horas..., defensa brillante por fuegos del pontón «Fernando el Católico» y cañonera «Dependiente», en medio de gran entu sias,no, retirándose el buque sin hacer otra cosa que ligeros desperfectos en alguna casa y almacén (16). El 23 de junio, nuevo ataque, ahora protagonizado por el Dixie, de 6.114 toneladas, 16 nudos, diez piezas de 152 mm. y resto igual al Yankee. Le (16) Capitán General al ministro de la Guerra. Habana, 20. Prensa periódica. Año 1985 139 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ apoyó el cañonero auxiliar Yankton, de 975 toneladas, 14 nudos, un cañón de 102 mm., seis de 47 mm. y dos ametralladoras. Los buques hicieron unos 40 disparos, alcanzando ligeramente al Fernando el Católico y causándole un herido grave. En el Archivo «Don Alvaro de Bazán», en la signatura antes indicada, se conserva una relación de buques perdidos en Cuba, en la que se consig nan los dos buques como echados a pique por sus dotaciones el 18 de julio, por abandono de las fuerzas del Ejército. Como en Nuevitas, al teniente de navío D. José María Goicoechea no se le dejó otra opción. Manzanillo. El 27 de junio, el presidente Mac Kinley declaró oficialmente el bloqueo de este punto, donde se había registrado un importante movimiento de cabotaje. El hecho ‘enía agravado por su relativa cercanía a Santiago. Siguiendo órdenes del almirante Sampson, partieron hacia allí los caño neros auxiliares Hist y Hornet, más el remolcador Wompatuck, de 472, 425 y 462 toneladas, respectivamente, con un total de dieciséis piezas de 57, 47 y 37 mm., más cuatro ametralladoras. Al pasar por Niquero sorprendieron a la pequeña lancha Centinela, de sólo 30 toneladas, una pieza de 37 y otra de 25 mm., al mando del alférez de navío D. Alejandro Arias Salgado. Por heliógrafo, comandante del «Centinela», 30 del pasado, sé que en Niquero fue cañoneado por tres buques enemigos, resguardándose con su buque en la punta Norte, muerto un fogonero y averías máquina babor, que podrá reparar, recibió 25 balazos en el casco..., desembarcó con gente en Manglar..., cañón para mejor defensa desde tierra..., un balazo enemigo línea flotación... (17). Los enemigos, creyendo que el buque español había volado, tal vez por el efecto del incendio y vapor, siguieron hacia Manzanillo. Sobre las 3,30 de la tarde del mismo 30 de junio, la flotilla entró en el puerto de Manzanillo, donde se hallaban las cañoneras Estrella (teniente de navío D. Joaquín Rivero), Guantánamo (teniente de navío D. Bartolomé Morales), Guardián (teniente de navío D. Carlos del Camino) y Delgado Parejo (teniente de navío D. Ubaldo Serís), estas dos últimas con averías en la máquina, entre todas reunían seis piezas de 57 a 37 mm. y alguna ametra lladora. Se hallaban allí también el viejo cañonero de madera Cuba Española (te niente de navío D. Luis Pou), de 1869, en muy malas condiciones, armado con un cañón Parrot de 130 mm., tan viejo como el buque, y el pontón María, viejo vapor de ruedas, armado con un antiguo cañón de bronce raya do, el primero de 255, el segundo de 198 toneladas. El mando de la escuadri lla lo ostentaba el capitán de fragata D. Joaquín Gómez de Barredo. (17) 140 Ibid. Habana, 25. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 En el puerto no había baterías, pero se emplazó algún cañón de la segunda batería del 4.° Regimiento de Artillería de Montaña, entonces de guarnición en la ciudad, poco eficaces en realidad contra objetivos navales. Tras una hora de fuego, el Hornet recibió varios impactos, uno en línea de flotación y otro que le seccionó la tubería principal de vapor, quedando el buque inmóvil, mientras el vapor liberado abrasaba, al menos, a tres de sus tripulantes. El Wompatuck, que había recibido tres impactos, logró sacarlo a remolque, no sin dificultad. El Hist, por su parte, había recibido 11 impactos: a la baqueteada flotilla sólo le quedó la retirada. Cañonero Cuba Española Por parte española habíamos tenido dos muertos, cuatro heridos y cua tro contusos en el Delgado Parejo y pontón María (18). La guarnición y población tuvo otros tres heridos y dos contusos. Los comandantes americanos dieron contradictorias y confusas versiones de lo ocurrido; Young, el jefe de la formación atacante, señaló que había nueve buques españoles en el puerto, entre ellos un torpedero (no había ninguno español en Cuba), los otros comandantes hablaron de cinco o seis buques, pero insistieron en haber hundido, aparte de al Centinela, un caño nero, un pontón y una goleta española, dejando al resto averiados. Y ello pese a las potentes baterías del puerto, según dijeron. (18) A. A. B. Manterola al ministro de Marina, 3 de julio de 898. Expediciones. A. Particulares. C. de Cuba. 1898-1899. Año 1985 141 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ Por otro lado, el Centinela fue reflotado, incorporándose al resto de la flotilla en Manzanillo poco después. Era la segunda vez que el barquito sal vaba la piel: el 18 de enero de 1897, cuando operaba en el río Cauto, junto con el Relámpago, contra las guerrillas cubanas, una improvisada mina hun dió a su compañero, ocasionándole seis muertos y muchos heridos, mientras él escapaba con un muerto, diez heridos y serias averías. Al día siguiente se produjo un nuevo ataque, esta vez a cargo del Scor pion (850 toneladas, cuatro piezas de 127 y seis de 57 mm.) y del remolcador Osceola (571 toneladas, una de 47 y dos ametralladoras), que abrieron fuego sobre las baterías de tierra, creyendo, sin duda, que no quedaban objetivos a flote tras el combate anterior. Tras veinte minutos de fuego, los americanos salieron de su error y emprendieron la retirada. El Scorpion había recibido 12 impactos y no cier tamente del par de cañones de montaña. Al parecer, los españoles no sufrie ron bajas ni daños; poco después se recogieron 19 proyectiles americanos que no habían explotado, seguramente los de cinco pulgadas del Scorpion. Sólo después de la destrucción de la escuadra de Cervera el 3 de julio, intentó de nuevo la U. S. Navy acabar con los molestos barquitos. El 18 de julio, y al mando de Todd, quien así se resarcía de su fracaso en Cárdenas, se introdujeron por las diversas bocas de Manzanillo el ya nom brado crucero Wilmington, su gemelo el Helena y los cinco cañoneros ya citados, reparados y con su artillería considerablemente reforzada, los tres primeros. La flotilla americana reunía así cuatro piezas de 127 mm., dieciséis de 102, cuarenta y tres menores y ocho ametralladoras, contra las siete meno res españolas y un par de ametralladoras, sin contar con las dos venerables piezas del Cuba y María o las piezas de montaña. Frente a semejante desigualdad y escasez de municiones, la flotilla espa ñola, después de una breve resistencia, zabordó los buques, desembarcando su artillería y pertrechos. Tres mercantes allí refugiados, entre ellos el Purí sima Concepción, siguieron ese camino, siendo bombardeados e incendia dos sus cascos por las granadas enemigas. Las pérdidas humanas españolas fueron, al parecer, de tres muertos y catorce heridos. Todavía, el 12 de agosto apareció una flotilla americana compuesta por el crucero protegido Newark (4.083 toneladas, doce piezas de 152 mm. y diez menores) y los ya citados Hist, Osceola y Suwanee, junto al Alvarado (cañonero español en manos americanas tras la capitulación de Santiago), y el transporte armado Resdute, con un batallón de marines. Abrieron fuego a las 3,40 de la tarde sobre Manzanillo, en combinación con un ataque por tierra de las guerrillas cubanas. La guarnición de Manzanillo resistió pese a estar muy disminuida por la columna Escario, que partió de allí en un frustrado intento de socorrer San tiago. El bombardeo prosiguió con intensidad hasta las seis de la tarde, 142 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 siguiendo fuego lento hasta la nueve, con sucesivas invitaciones a rendir la plaza. Al día siguiente, el Cuba Española (hundido en aguas someras) arboló bandera de parlamento, notificándose a la fuerza agresora el armisticio fir mado el día antes. La guarnición tuvo cuatro muertos y diecisiete heridos; la población, dos muertos y catorce heridos. Pese al resultado final adverso para nuestra pequeña escuadrilla, resulta sorprendente la resistencia que ofreció, rechazando por dos veces aun poderoso enemigo y cediendo tan sólo ante una fuerza muy superior, que logró una insatisfactoria victoria, cuyo único relieve consistió en la pérdida de los mercantes. Por ambas partes se concedieron recompensas. Santiago y Guantánamo. Sólo tres buques de Manterola pudieron apoyar a Cervera más o menos directamente. En Santiago es conocida la conducta del inútil Mercedes, que prestó parte de su artillería para reforzar las debilísimas baterías que defen Crucero Reina Mercedes dían el puerto, respondiendo con el resto a los bombardeos americanos de la plaza, en los que sufrió sensibles bajas. Cuando la derrota de Cervera se consumó, el Mercedes fue hundido en el canal de entrada para impedir el paso de los buques enemigos. El otro buque, el cañoneró Alvarado, de sólo Año 1985 143 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ 100 toneladas, fue capturado intacto por los americanos tras la capitulación de la plaza, como ya se ha indicado. Su gemelo, el Sandoval (teniente de navío D. Pablo Scandella), defendía la bahía de Guantánamo, apoyado por una línea de minas que él mismo había fondeado. Las escaramuzas empezaron el 20 de mayo; a comienzos de junio, Sampson decidió utilizar Guantánamo como base avanzada de carbo neo; el Sandoval defendió como pudo la bahía exterior y, posteriormente, la interior contra poderosos adversarios. Tras el desembarco de los marines cooperó con las fuerzas de tierra hasta que, en fecha tan tardía como el 25 de julio y. ante la imposible huida, Manterola ordenó su hundimiento (19). Los buques americanos tuvieron suerte de nuevo: el acorazado Texas y el crucero Marbiehead enredaron sus hélices con minas fondeadas por el Sandoval, sin que éstas estallasen. Había, al parecer, 35 minas que no sirvie ron al cañonero en su heroica lucha con sus poderosos adversarios, entre los que figuraron, aparte de los citados, los cruceros auxiliares Yankee y Saint Louis y el cañonero Suwanee. Balance. Buques perdidos: Crucero Mercedes, por autohundimiento en Santiago de Cuba; cañonero Pizarro, por la misma causa en Nuevitas; Sandoval, en Guantánamo (reflotado posteriormente por los americanos), así como el viejo Cuba Española en Manzanillo y el Alvarado entregado en Santiago. Además, los viejos pontones Jorge Juan, Fernando el Católico y María. Un número dudoso de lanchas, algunas más de las nueve citadas y de suerte desconocida para nosotros. Buques vendidos: El Galicia y Diego Velázquez se vendieron a la Marina venezolana, donde prestaron todavía dilatados servicios. Los viejos cañoneros A/sedo y Contramaestre, así como el resto de las lanchas, fueron como el inútil Filipinas, enajenados o vendidos por su nula utilidad o estado tras la guerra. Buques repatriados. El resto, que incluía los cruceros Alfonso XII, Mar qués de la Ensenada, Conde del Venadito e Infanta Isabel, los cañoneros tor pederos Martín A. Pinzón, Vicente Y. Pinzón, Nueva España y Marqués de Molíns, los cañoneros Magallanes, Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, todos ellos volvieron a la patria, siguiendo después destinos divergentes: desde su inmediata baja a la larga prestación de servicios durante una vein tena de años más. Conclusión. Otros combates menores se sucedieron en aguas cubanas, enfrentando a nuestros buques con los americanos, los más resultaron indecisos, otros (19) 144 Ibid. Telegrama 2 de julio de 1898. 9 OPERACIONES MENORES EN CUBA, 1898 afortunados, algunos adversos, pero nunca tan desastrosos y unilaterales como los de Santiago y Cavite. La mayor parte de las pérdidas de barcos fueron, como ya hemos visto, por autohundimiento y con escasas desgracias personales. Cuando llegó la paz bastantes de los demás fueron vendidos o desguazados allí mismo, bien fuera por su estado o porque resultaban ya inútile para nuestra Marina. Durante la guerra, pese a su estado e.inferioridad, distrajeron grandes fuerzas del enemigo que- podían haber sido empleadas de otra manera, defendieron la costa, protegieron dentro de sus límitadas posibilidades a los Ñercantes fórzadores del bloqueo (lo que no impidió que tuviésemos gran des pérdidas de buques mercantes)e impidieron repetidas veces el contacto de los estadounidenses con los insurrectos. Al final, habían producido muchas más bajas y daños a sus enemigos que sus «Hermanos Mayores» (el total de bajas americanas en Cavite y campaña de Santiago se redujo a dos muertos y veintiocho heridos, por lo que a las fuerzas navales se refiere). Pero sólo el heroísmo y algo de buena suerte no pudieron nivelar una balanza demasiado desequilibrada en contra nuestra. Año1985 A. R. RODRÍGUEZ GONZALEZ BIBLIOGRAFIA Y FUENTES Aparte de los documentos ya citados en las notas, hemos consultado: AGUILERA y ELIAS: Buques de Guerra Españoles en 1885-1971. Editorial San Martín. Madrid, 1980. 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San Francisco (Estados Unidos). 1985 Conference, Pacific Coast Branch. Patrocinada por The Irternationa1 History Review de Canadá; tendrá lugar en la Stanford University de San Francisco. Para más información dirigirse a: lan Mugridge. Open Learning Institute. 7671 Alderbridge Way. Richmond. British Columbia V6X 1Z9. Canadá. 1985-junio 24-28. Quito (Ecuador). Jornadas nacionales sobre Historia de las Ciencias y Técnica en el si glo XVIII. Organizadas por la Sociedad Ecuatoriana de Historia de las Ciencias y Tecnología (S. E. H. C. T.). Una de las jornadas más importantes estará dedicada en su totalidad a las expediciones marítimo-científicas españolas del siglo XVIII. Para más información, dirigirse al Museo Nacional de Medicina. Gar cía Moreno, 524. Quito. Ecuador. 1985-octubre 13-18. Haifa (Israel). First International Symposium on Harbours, Port, Cities and Coastal Typography. Promovido por la Facultad de Humanidades de la Universidad de Haifa y el Centro de Estudios Marítimos de Haifa. El simposio estará dividido en secciones: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Año Procesos de formación de las costas.. Evidencias de los cambios geológicos costeros durante el Holo ceno. El impacto del mar en la economía y la política de las sociedades humanas. Ingeniería portuaria: pasado y presente. Puertos y ciudades: pasado y presente. Geografía histórica de las regiones costeras. Interrelaciónentre arqueología y ciencias de la tierra. 1985 NOTICIAS GENERALES 8. Potencias científicas de las investigaciones y estudios históricos sobre puertos. Para cualquier información dirigirse a: «Cities on the sea», Center for maritime studies. University of Haifa. Mount Carmel Haifa. 31999. Israel. EXPOSICIONES 1985-junio 15 julio 15. Chicago (Estados Unidos.) - The Art of Map-Making. Dutch Cartography from the Middle Ages to the Industrial Revolution. Exposición itinerante organizada por el Consulado General de Ho landa. Se inaugurará en la Newberry Library de Chicago y pasará a continua ción a la James Ford Beil Library de la Universidad de Minnesota los días 19 de agosto a 27 de septiembre de 1985. Para cualquier informa ción dirigirse a: The Newberry Library. PROYECTOS Galiano Historical and Cultural Society (Canadá). Se ha puesto en marcha en la Isla Galiano en British Columbia, Cana dá, un interesante proyecto de reconstrucción a tamaño natural de las goletas españolas Sutil y Mexicana, con las que Dionisio Alcalá Galia no y Cayetano Valdés exploraron en 1792 las costas NO de la América Septentrional para completar los reconocimientos llevados a cabo por la expedición mundial de Malaspina, de la que ambos provenían. Para este proyecto, que dirige Greg. Foster de Whaler Bay Boatyard, se cuenta ya.con importantes recursos económicos y con la colaboración de la totalidad de la comunidad de Isla Galiano. Para cualquier información en torno a este proyecto dirigirse a Greg. Foster. Whaler Bay Boatyard. Galiano Island. British Columbia. Ca nadá. 152 9 RECENSION VELLERINO DE VILLALOBOS, Baltasar: Luz de navegantes donde se hallarán las derrotas y señas de las partes marítimas de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Edición facsímil. Madrid. Museo Naval-Universidad de Salamanca, 1984. Estudio y comentarios por María Luisa Martín Merás. Este libro, publicado por el Museo Naval en colaboración con la Univer sidad de Salamanca, en cuya biblioteca se encuentra el original manuscrito, es el segundo que sale a la luz con motivo del V Centenario del Descubri miento de América. La edición facsímil, bellamente encuadernada en pasta española, alcanza un gran nivel de reproducción, tanto en los dibujos como en el tipo de letra. El libro se divide en dos partes, una dedicatoria al Consejo de Indias, un prólogo y un índice. La primera parte es una descripción pormenorizada de las derrotas que seguían los galeones de Indias a finales del siglo xvi, en la que se incluyen derrotas alternativas y distintas variantes dependi.endo de la meteorología. La segunda parte se titula De las señas de las partes de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano y está constituida por 115 dibujos que repre sentan perfiles de costa y puertos que se han de avistar al seguir la derrota antes detallada. Estos dibujos van acompañados de una somera explicación sobre aguada, población, facilidad de recalada y productos de la tierra. La introducción y el estudio de este manuscrito, hasta ahora inédito, están a cargo de María Luisa Martín-Merás, jefe de investigación del Museo Naval, que nos informa de la personalidad del autor, sus fuentes e influen cias, los motivos, muy complejos, por los que la obra se mantuvo inédita en su época, la existencia de otro ejemplar ánónimo de la misma obra en la Academia de la Historia y la aportación que supone al americanismo y a la cartografía esta cuidada publicación. Acogemos con interés la aparición de este derrotero del siglo XVI y la de la colección editada por el Museo Naval de Madrid, que tiene como finali dad dar a conocer entre los estudiosos de estos temas libros de navegación, construcción naval y aparejos de naves que sivieron a los pilotos del siglo XVI para realizar con más seguridad la travesía a América. Belén RIVERA NOVO Año 1985 Con objeto de facilitar la labor de la redacción, se ruega a nuestros posibles colaboradores se ajusten a las siguientes líneas de orientación en la presentación de sus artículos: El material que se ofrezca para su publicación será enviado al director. Los autores pondrán en la página del título su nombre y apellidos completos y su dirección postal para posible correspondencia. Los artículos deben estar mecanografiados a dos espacios en hojas DIN-A4, por una cara, dejando un amplio margen a la derecha, que se utilizará par las correcciones. A principio de párrafo se dejarán cinco pulsaciones en blanco. Se evitará la utilización de abreviaturas. Se subrayarán los nombres de barcos, títulos de libros y revistas, así como las citas literales, para indicar el empleo de la cursiva en imprenta. Las notas a pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias directamente relacionados con el textQ. Se redactarán en la forma más sintética posible y se presentarán en una hoja aparte con numeración correlativa. Los títulos de las publicaciones periódicas se citarán íntegros la primera vez que se mencionen,y después se emplearán las abreviaturas existentes. Los autores proporcionarán las ilustraciones para sus trabajos, in dicando su localización en el texto; los originales de éstas tendrán la calidad necesaria para su reproducción. En todo caso deberán citar la procedencia del original y realizar los trámites precisos para que se autorice su publicación; la REVISTA no se responsabilizará del incum plimiento de estos trámites. Todas las ilustraciones enviadas pasarán automáticamente a for mar parte del archivo de la REVISTA. La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias obras del mismo autor, se seguirá el orden crono lógico de aparición de las mismas. Cuando la obra sea anónima, se alfabetizará por la primera palabra del título que no sea artículo. Como es habitual, se darán en listas independientes las obras impresas y las manuscritas.