ANÁLISIS ÓSCAR MATEOS Sierra Leona: ¿mirando al futuro o regresando al pasado? n su despedida como secretario general de la ONU, Kofi Annan señaló el proceso de pacificación de Sierra Leona como uno de los principales éxitos de la organización en estos últimos años. 1 No cabe duda de que el país de los «niños-soldado» y de los «diamantes de sangre», como a menudo se ha tendido a etiquetar, ha sido, cuando menos, una auténtica prioridad en la agenda onusiana. El despliegue, en su momento, de la UNAMSIL, con 17.000 cascos azules, el establecimiento de un Tribunal Especial encargado de juzgar los principales crímenes de guerra y de una Comisión para la Verdad y la Reconciliación (TRC, por sus siglas en inglés), o bien el formidable desembarco humanitario de ONG, proyectos y miles de millones de dólares, avalan el empeño internacional por rescatar a este país de su aciago pasado. E No obstante, cuando Sierra Leona justamente conmemora el primer lustro del final de una de las más cruentas (y mediatizadas) guerras de toda la década de los noventa, hablar de éxito supone un cierto atrevimiento. «War don don but betteh no de» –que en krio, el idioma nacional, viene a decir «la guerra acabó, pero poco ha mejorado desde entonces»– es el auténtico leitmotiv de un país inundado de involución, frustración y desesperanza. El famoso «dividendo de la paz» –la mejora socioeconómica que el final de la violencia armada suele conllevar– apenas llegó a este rincón de África Occidental. En este sentido, nadie, ni siquiera las Naciones Unidas, niega que las principales causas de fondo que en su día propiciaron la guerra (corrupción, nepotismo, miseria y falta de oportunidades) siguen, a día de hoy, prácticamente intactas. Así las cosas, los «niños-soldado», anclados en el imaginario occidental sobre la realidad sierraleonesa, se han transformado en un imponente e impredecible ejército de «jóvenes-frustrados» que miran con escepticismo el futuro de su país. 2 Precisamente, en un año en el que Sierra Leona celebrará sus segundas elecciones democráticas tras el fin del conflicto armado. Lo que puede interpretarse como un nuevo éxito de la evolución del país es, sin embargo, un elemento más de incertiÓscar Mateos, Departamento de Paz y Conflictos de la Universidad de Sierra Leona (Fourah Bay College) y Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona. 43 análisis dumbre y confusión en el horizonte sierraleonés. ¿Qué ha impedido a Sierra Leona avanzar adecuadamente en el proceso de rehabilitación posbélica? ¿Cuáles son actualmente los principales desafíos y amenazas que enfrenta el país? ¿Qué escenario se dibuja tras la celebración de los comicios? Las siguientes páginas tratan de abordar estos y otros interrogantes mediante el análisis del pasado, presente y futuro de este país africano. ■ «War don don»: actores, causas y naturaleza de la guerra en Sierra Leona El enfrentamiento armado que entre 1991 y 2002 protagonizaron los diferentes Gobiernos sierraleoneses y el grupo armado de oposición RUF (Revolutionary United Front), intermitentemente aliado con sectores desafectos del Ejército, ha suscitado un extenso debate en torno a sus características, causas y naturaleza. 3 Este triple debate, sin embargo, no se ha circunscrito al contexto sierraleonés sino que ha sido primordial en el análisis y comprensión de las denominadas «emergencias políticas complejas» que acontecieron en África subsahariana tras el fin de la Guerra Fría. 4 Si bien la mayoría de conflictos armados acaecidos a partir de la década de los noventa tuvieron un carácter interno, entendiéndose como aquellos que transcurrieron en el interior de unas fronteras internacionalmente reconocidas, la participación de todo tipo de actores –desde locales, hasta regionales, internacionales e incluso transnacionales– les ha valido igualmente la condición de conflictos internacionalizados. La guerra en Sierra Leona es, sin duda, uno de los mejores paradigmas de esta dinámica en la que pueden vislumbrarse tres tipos de actores diferenciados: primarios (las partes enfrentadas), secundarios (actores externos pero con intereses en la disputa) y terciarios (aquellos implicados en la gestión del conflicto). En cuanto a los actores primarios, el conflicto en Sierra Leona enfrentó fundamentalmente a las Fuerzas Armadas de los diferentes gobiernos del país durante la década de los noventa (Momoh, Strasser, Maada Bio y Kabbah) con el RUF de Foday Sankoh. Desde mayo de 1997 hasta febrero de 1998, el país estuvo gobernado por una Junta Militar (Armed Forces Revolutionary Council, AFRC) liderada por Johnny Paul Koroma, quien compartió el poder con el RUF hasta que el Gobierno de Ahmed Tejan Kabbah fue finalmente restituido. Aunque pertenecientes a diferentes facciones, muchos han subrayado la dificultad de distinguir entre los efectivos de una y otra parte debido a la similitud de su perfil (jóvenes excluidos), con una conjunción total de objetivos e intereses (el ataque indiscriminado a la población civil y el saqueo de los recursos) y, en ocasiones, la existencia de una alianza de facto entre todos ellos, en lo que se ha dado a llamar como el «fenómeno sobels» («soldiers by day, rebels by night»). 5 44 En esta primera esfera, sin embargo, cabe integrar también varios actores que participaron como aliados de los dos principales contendientes. Por lo que respecta al bando gubernamental, destacan tres apoyos militares esenciales: las llamadas Civilian Defence Force (CDF), o milicias kamajors, grupos de cazadores tradicionales pertenecientes a la etnia mayoritaria (mende) que respaldaron principalmente al Ejecutivo de Kabbah; 6 las fuerzas regionales de interposición del ECOMOG (pertenecientes a la organización regional ECOWAS), lideradas por Nigeria y con un papel fundamental durante todo el conflicto; 7 y los efectivos despachados por varias empresas de seguridad privada, tales como la británica Ghurka Security Guards, la sudafricana Executive Outcomes o la también británica Sandline International. 8 Por su parte, el RUF contó con el constante respaldo del grupo armado liberiano National Patriotic Front of Liberia (NPFL), liderado por Charles Taylor, quien a partir de 1997 se convertiría en presidente legítimo de su país. En lo concerniente a los actores secundarios, cabe señalar el apoyo indirecto de algunos gobiernos africanos a ambas partes, como por ejemplo, el ofrecido por Nigeria 9 y Guinea Conakry a los ejecutivos sierraleoneses o bien el de Libia, Costa de Marfil y Burkina Faso al RUF. 10 Asimismo, un aspecto especialmente interesante es la presencia de redes transnacionales vinculadas al llamado «triángulo diamantesarmas-violencia». 11 El control de las minas diamantíferas del este del país por parte del RUF, fundamental en su estrategia de supervivencia militar y enriquecimiento, le permitió establecer una amplia y compleja red de comercialización de diamantes por armas. La empresa diamantífera belga De Beers o bien multitud de nombres propios, entre los que se encuadran socios personales de Taylor 12 e incluso la red Al Qaeda, 13 estuvieron implicados en todo este entramado. Finalmente, los actores terciarios incluirían todas aquellas organizaciones o países que tuvieron un papel relevante en la gestión y mediación de dicho conflicto. Entre estos destacan organizaciones como el ECOWAS, la Unión Africana o las Naciones Unidas; el controvertido protagonismo de la ONG International Alert; 14 las más de 500 organizaciones humanitarias en su momento presentes en el país; o la actuación de países, como EEUU, quien a través del reverendo y político Jesse Jackson desempeñó un papel profundamente criticado en la consecución del acuerdo de paz de Lomé en 1999. 15 De especial mención es la actuación del gobierno británico, quien como ex colonia adoptó un rol muy activo y polémico en la última fase del conflicto a través de su embajador en el país, Peter Penfold, no sólo como mediador sino también con el envío y la intervención de tropas en el año 2000. 16 Toda esta «red de actores» da cuenta de la complejidad de las dinámicas del conflicto sierraleonés a la vez que deslegitima todos los discursos que, como veremos, han tratado de reducirlo a una cuestión tribal y meramente interna. 45 análisis ■ ¿Nuevo barbarismo, guerra por los diamantes o multicausalidad? En la interpretación de las causas de la guerra en Sierra Leona ha emergido un denso e interesantísimo debate que ha sido nuclear para entender no sólo las características de la violencia armada en este país sino en todo el continente africano. Robert Kaplan y su rebatido ensayo «The Coming Anarchy» en 1994 tienen buena parte de culpa. Kaplan, asesor del presidente estadounidense Bill Clinton en los noventa, trató de explicar la violencia que estaba teniendo lugar en Sierra Leona –extrapolando sus especificidades al resto de África Occidental– como una cuestión «cultural» y «tribal» a la que cabía sumar el efecto de la presión demográfica y el colapso medioambiental. 17 Tan sólo dos años después, la obra de Paul Richards, «Fighting for the Rain Forest», ridiculizaba con exhaustiva argumentación la teoría del «nuevo barbarismo», como así la denominó, ofrecida por Kaplan. 18 Tanto para Richards, como para la legión de africanistas que a posteriori cuestionaron dicha hipótesis, los análisis de las guerras africanas centrados en la etnicidad eran sumamente discutibles al estar construidos desde un discurso racial y de determinismo biocultural, en el que las diferencias culturales son consideradas como la causa del conflicto, el antagonismo y la violencia. Del mismo modo, Richards trató de argumentar las causas de fondo de la guerra en Sierra Leona y, en especial, el surgimiento del RUF en este contexto. Para éste, el conflicto armado sierraleonés debía de entenderse a partir de un marco estrictamente político y como producto de una prolongada crisis del patrimonialismo, mientras que los beligerantes eran actores con objetivos claramente políticos y racionales. Richards defendía que el RUF era expresión directa de la «exclusión social de un grupo de exiliados intelectuales», entre los que se encontraba Sankoh, decididos a derrocar a la clase política que hasta ese momento había controlado el país, ofreciendo un programa en el que se planteaba establecer un sistema igualitario revolucionario y reconstruir la sociedad sierraleonesa desde dentro. 19 Esta conjetura, sin embargo, no tardó en ser recusada, ya que poco después, un grupo de académicos sierraleoneses, entre ellos Ibrahim Abdullah y Yusuf Bangura, publicaba «Lumpen Culture and Political Violence: the Sierra Leone Civil War», una crítica directa a la tesis de Richards en la que negaban la crisis del sistema neopatrimonial como origen del colapso estatal y del conflicto, o la existencia de una «elite intelectual excluida» en la génesis del RUF. 20 A la luz de este debate, multitud de autores, en su mayoría sierraleoneses, confluyeron en una misma idea, quizá con algunos matices, de las verdaderas causas del 46 conflicto. En este sentido, Abdullah y Bangura, así como Francis, Kandeh o Alie, entre otros, 21 señalaron que la guerra en Sierra Leona debía entenderse a partir de la existencia de una serie de agravios históricos, conformados desde el período colonial y fundamentados en la rapacidad de la clase política nacional y en el declive socioeconómico que el país experimentó desde su independencia en 1961. Dichos agravios habrían alentado el surgimiento del RUF, pero no como un grupo de «intelectuales excluidos», como sugería Richards, sino como un movimiento de «jóvenes alienados». Por su parte, el RUF habría degenerado de forma temprana en un grupo criminal que perseguía el enriquecimiento de sus elites a través, aunque no exclusivamente, de la comercialización de los diamantes. 22 Esta interpretación, por lo tanto, subraya la esencia multicausal de la guerra en Sierra Leona y deshecha todo discurso simplificador que trata de justificarla mediante factores étnicos o culturales (prácticamente inexistentes) 23 o bien como una mera «guerra por el control de los diamantes», tal y como tenazmente ha defendido la teoría de la «economía política de la guerra. 24 ■ ¿Naturaleza irracional o de base sociológica? La violencia en Sierra Leona se ha popularizado, incluso cinematográficamente, debido a los medios de combate utilizados. El desplazamiento forzado, los secuestros, la detención arbitraria, el asesinato indiscriminado, la destrucción de la propiedad, el saqueo de bienes, la violación, la amputación 25 o el reclutamiento forzado, fueron, por este orden, algunas de las violaciones más comúnmente cometidas. Según el informe de la TRC, la mayoría de ellas fueron llevadas a cabo por el RUF, seguido de la Junta Militar del AFRC y del CDF, siendo la población civil el principal objetivo. 26 En este sentido, cabe preguntarse, qué factores explican que la guerra en Sierra Leona adoptara de forma repentina una naturaleza tan extrema y brutal. Tres discursos han emergido para tratar de argumentar este hecho. En primer lugar, Paul Richards considera que estas tácticas de terror podrían haber sido improvisadas espontáneamente por los menores-soldado bajo la influencia de las drogas y la dramaturgia procedente de algunas películas de Hollywood. 27 Por su parte, David Francis asegura que «existe una interpretación sociológica plausible» para explicarlo. 28 Si bien los sierraleoneses no están generalmente predispuestos a la violencia y la brutalidad, existiendo una serie de normas sociales que recriminan este tipo de conductas, existiría una cierta predisposición social para la imitación, descrita en lingua franca como «falamakata». Este fenómeno está orientado hacia la imitación de cualquier elemento foráneo que tenga cierto recla- 47 análisis mo social, así como al deseo de su perfección y de suceder al original. La mayoría de las fuerzas originarias del RUF lucharon junto con los soldados del NPFL en Liberia donde las tácticas de terror fueron de una crueldad extrema. Posteriormente, los mercenarios liberianos que combatieron junto al RUF desplegaron este tipo de estrategias en Sierra Leona. Para Francis, el RUF habría introducido tácticas de terror a partir de la imitación de sus homólogos liberianos, mientras que las fuerzas gubernamentales o el CDF habrían empezado a utilizar este tipo de violaciones como réplica a la actuación del RUF. Finalmente, Patrick Chabal y Jean-Pascal Daloz ofrecen una doble argumentación. Por una parte, consideran que la utilización de este tipo de técnicas se debió a que las facciones en pugna no podían permitirse un armamento de alta tecnología, por lo que la violencia se convirtió fácilmente en «un terror brutal que alcanzaba las cotas más altas de depravación». 29 Por otra parte, ambos sostienen que el conflicto en Sierra Leona es el producto, al fin y al cabo, de la difícil transición del país hacia la modernidad: «Los actores involucrados en la violencia razonaban en términos de modernidad (social, económica y política), mientras que los instrumentos utilizados estaban empapados de la cultura y la historia de su pueblo». 30 Si bien estos tres discursos pueden integrar elementos un tanto inverosímiles, son, cuando menos, un intento útil de explicar la desconcertante violencia que afectó a este país durante los noventa. ■ «Betteh no de»: un balance de cinco años de rehabilitación posbélica Las Naciones Unidas y los países donantes han tendido a proclamar el significativo progreso que Sierra Leona ha experimentado desde que el conflicto armado acabara formalmente en enero de 2002. Bien es cierto que estos cinco años dejan datos irrevocables: no se han producido nuevos episodios de violencia y el conjunto del país está estable; las Fuerzas Armadas y la policía han sido reconstruidas, y a día de hoy, son mucho más fiables que en décadas anteriores; 31 se celebraron elecciones presidenciales y parlamentarias en 2002 y locales en 2004; el proceso de descentralización avanza, a pesar de las lagunas y serias dificultades; se ha logrado controlar parcialmente la comercialización ilícita de los diamantes; 32 la tasa de escolarización ha incrementado; la vacunación infantil ha mejorado enormemente; y, entre algunos otros aspectos, existe una cierta estabilidad macro-económica. 33 Sierra Leona merece pasar a la historia como el «laboratorio de la rehabilitación posbélica internacional». La inversión en recursos humanos, fondos económicos y experimentos programáticos que este país ha registrado es del todo extraordinaria. Cuatro importantes iniciativas destacan en dicha posguerra: 48 a) El despliegue de los 17.000 cascos azules de la UNAMSIL; en su momento, la mayor misión de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas. El debate sobre el balance final de su actuación es ambiguo, existiendo desde aquellos que opinan que fue fundamental en la estabilidad del país y critican su temprana retirada en diciembre de 2005, hasta aquellos que consideran que su paso fue bastante inocuo. 34 b) La constitución de una Comisión para la Verdad y la Reconciliación (TRC), encargada de llevar a cabo un proceso de escuchas y testimonios para determinar las causas, causantes y consecuencias de la guerra. Si bien el informe final, emitido en 2004, es un documento de enorme importancia por su contenido, muchos consideran que el proceso fue un tanto inconcluso o bien que el Gobierno de Freetown ha hecho caso omiso a sus conclusiones y recomendaciones. c) El establecimiento de un Tribunal Especial para Sierra Leona, responsable de juzgar a más de una decena de personas (pertenecientes principalmente al RUF, las CDF y el AFRC) acusadas de cometer crímenes de guerra. 35 Aunque dicha iniciativa supone un hito en la lucha contra la impunidad en el continente africano, algunos también han señalado la irrelevancia de todo el costoso y largo proceso o las tensiones provocadas por la imputación de algunos líderes (como, por ejemplo, el fallecido líder de las CDF, Hinga Norman) 36 y la impunidad concedida a otros. 37 No obstante, la captura del ex presidente liberiano Charles Taylor, custodiado actualmente en La Haya por motivos de seguridad interna, es quizá uno de los aspectos de mayor trascendencia, no sólo por ser uno de los principales responsables de la guerra, sino también uno de los principales elementos de desestabilización en toda la región. d) Una última iniciativa tiene que ver con la elección de Sierra Leona como «país piloto» en la llamada «Comisión de Construcción de Paz de Naciones Unidas» (Peace Building Commission, PBC). 38 Establecida en julio de 2006 por la Asamblea General de la ONU, la PBC pretende respaldar el proceso de construcción de paz del país a largo plazo y garantizar la implementación de los compromisos adoptados, hecho que denota el enorme interés de la comunidad internacional por lograr consolidar la reconstrucción sierraleonesa. Los resultados de esta incipiente y novedosa iniciativa son todavía inciertos. En clave interna, el Gobierno y la comunidad internacional han puesto en marcha varios programas que pretenden vertebrar la rehabilitación posbélica del país, dos de los cuales son de especial interés. Por una parte, el llamado Poverty Reduction Strategy Paper (PRSP), que define los principales desafíos de desarrollo del país y las estrategias a seguir para combatir la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio mediante una serie de políticas sectoriales, programas, intervenciones y reformas institucionales. Por otra parte, la llamada Vision 2025, que esta- 49 análisis blece las aspiraciones a largo plazo con el objetivo de proporcionar una adecuada gestión del proceso de desarrollo aprovechando los recursos financieros, humanos y técnicos necesarios, especialmente para reconstruir las instituciones estatales y su capacidad. A pesar de toda esta infraestructura programática, las voces más críticas sostienen que los resultados obtenidos hasta el momento son bastante decepcionantes, máxime si se tiene en cuenta el monumental esfuerzo económico realizado. Sierra Leona, a pesar de encontrarse en el centro de la agenda internacional, no ha logrado vencer los grandes males que provocaron la guerra y, lo que es más preocupante, el sentido general de frustración entre la población es creciente. ¿A qué se debe este hecho? Por un lado, tal y como crítica el informe de la TRC, todos los esfuerzos por diseñar e implementar programas de intervención, especialmente los de carácter interno, han sido conducidos por los donantes en vez de por el Gobierno nacional o la sociedad civil sierraleonesa. 39 Así, los objetivos, pautas y ritmos han sido determinados desde afuera sin tener en cuenta los objetivos, pautas y ritmos de los actores internos. Por otro lado, Sierra Leona se ha convertido hasta el paroxismo en un país «donante-dependiente». Según las Naciones Unidas, el 60% del PIB nacional sigue dependiendo actualmente de las ayudas y partidas internacionales. 40 Este hecho se ha traducido, como veremos, en la agudización de la corrupción a todos los niveles, y tal y como algunos defienden, en la consolidación de una actitud marcadamente pasiva (en actores políticos, sociedad civil, población, etc.) que dificulta enormemente el despegue del país. ■ ¿Nuevos retos o viejas amenazas? En el análisis de la coyuntura actual existe un unánime consenso en reconocer la persistencia de las causas de fondo que en su día provocaron o alimentaron la guerra. En este sentido, cinco aspectos son especialmente preocupantes: a) el deficitario proceso de desarme, desmovilización y reintegración (DDR); b) la corrupción y la escasa reforma institucional; c) las deterioradas condiciones socioeconómicas del país; d) la frustración juvenil y la falta de oportunidades; y e) la inestabilidad subregional. En cuanto al DDR, las Naciones Unidas y el Gobierno de Sierra Leona anunciaron en su día la finalización exitosa de todas las fases del proceso. 41 Según ambos, más de 25.000 armas ligeras fueron recolectadas y más de 70.000 combatientes fueron desmovilizados y posteriormente reintegrados. 42 No obstante, organizaciones como Save the Children o Human Rights Watch, 43 e incluso agencias de las Naciones Unidas, como el PNUD, han advertido de los enormes déficit del DDR 50 sierraleonés y del potencial peligro para la estabilidad que ello supone. De este modo, existirían todavía una incierta cantidad de armas circulando por el conjunto del país y la subregión, mientras que miles de ex combatientes (muchos pertenecientes a las CDF o antiguos menores-soldado) no estarían conformes con las expectativas levantadas por la reinserción, no habrían participado en ninguno de los programas de reintegración e incluso se habrían reincorporado a diversos grupos armados de la subregión. 44 El informe de la TRC es concluyente en este sentido: «Muchos ex combatientes testificaron que las condiciones que les alentaron a seguir a algunas de las partes persisten hoy en el país y que si existiera la oportunidad volverían a luchar de nuevo». 45 Un segundo aspecto es el relacionado con la gobernabilidad y la mencionada corrupción de la clase política. Las mismas condiciones que convirtieron a Sierra Leona en lo que William Reno calificó de un «Estado en la sombra» (shadow state) 46 persisten o se han agudizado a día de hoy. 47 Las numerosas iniciativas encaminadas a acabar con este asunto o los discursos retóricos que apelan a la rendición de cuentas y la transparencia son actualmente papel mojado. Así, mientras la comunidad de donantes ha mostrado en reiteradas ocasiones su fatiga y escepticismo por la involución de este aspecto, entre la población civil reina un sentimiento de aparente desconfianza hacia sus dirigentes. 48 En el intento de evitar interpretaciones reduccionistas, Chabal y Daloz sugieren, sin embargo, entender este problema no como un mal cultural endémico ni una patología sino como la deliberada «instrumentalización política del desorden» por parte de la elite política, de la cual las redes sociales también se benefician a cambio de otorgar respaldo político a sus patrones. 49 El problema estribará, según ambos, cuando esta corrupción deje de ser formalmente «ilegal» y pase a ser percibida por la población como «ilegítima», como ocurriera durante los años ochenta en el país. Por otra parte, delimitar el asunto de la corrupción a la clase política sería igualmente obviar una realidad mucho más amplia y compleja. Así, en un régimen de la supervivencia y el cortoplacismo como es Sierra Leona, el conjunto de la población participa, cada uno a su manera, de un modus operandi pródigamente fundamentado en prácticas corruptas. Una tercera amenaza es la que tiene que ver con las paupérrimas condiciones socioeconómicas que enfrentan la mayoría de sierraleoneses. Si bien los datos macroeconómicos indican que Sierra Leona ha crecido a un ritmo constante estos últimos años (con el poco o nulo significado que tengan este tipo de términos en unas realidades africanas que deben entenderse desde el ámbito de lo informal), las desigualdades entre los sectores más ricos y las mayorías más pobres se han acrecentado. 50 Asimismo, y como advertía preocupantemente la organización Médecins Sans Frontières a finales de 2006, 51 el sistema sanitario es extremadamente débil e inaccesible para la mayoría de la población, los índices de mortalidad infantil y materna siguen situándose entre los más elevados del mundo, el acceso al agua potable es 51 análisis prácticamente inexistente, los índices de VIH/SIDA han aumentado preocupantemente o la educación carece de recursos y de profesores bien formados y motivados, teniendo en cuenta que el analfabetismo entre los adultos es del 70%. Por su parte, las infraestructuras, especialmente la energía 52 y las carreteras, son, tras varios años de posguerra, una realidad increíblemente precaria. Con este panorama, alcanzar la famosa meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015 supone en la actualidad una auténtica quimera. No obstante, si existe un verdadero riesgo para la estabilidad de Sierra Leona actualmente es la creciente frustración entre la población joven, que representa a más de la mitad del país. Dicha frustración, identificada como un elemento homologable en gran parte de las sociedades de África Occidental, se fundamenta en la masiva falta de oportunidades sociales y en la imposibilidad de este sector de mejorar su situación socioeconómica. En este sentido, resulta relevante comparar lo que Abdullah y Bangura calificaban de «lumpen proletariado» en los años ochenta, y que llevaría posteriormente a la formación del RUF, 53 con la plausible conciencia de clase que puede estar creciendo en la actualidad entre este sector. La existencia de un discurso monolítico, centrado en la corrupción de la clase política y expresado a través de corrientes musicales que denuncian la situación de precariedad social de los jóvenes y el abuso de poder de las elites políticas y económicas, es, cuando menos, un elemento sintomático. Asimismo, este desencanto también se ha puesto de manifiesto con el incremento de las violentas protestas de estudiantes que reclaman una mejora de las condiciones educativas. 54 Aunque es difícil predecir las pautas de conducta de esta masa desafecta (principalmente porque su discurso está también lleno de contradicciones), parece obvio que, al igual que en el pasado, pueden ser caldo de cultivo para la movilización y la manipulación. A pesar de los intentos institucionales de hacer frente a este problema, como, por ejemplo, el establecimiento de un Ministerio para la Juventud, la mejora de las condiciones de vida de este sector va de la mano de la evolución y el desarrollo del país. Por último, la estabilidad de Sierra Leona no sólo pasa por su situación interna sino que depende enormemente del conjunto de la llamada subregión del Río Mano, que integra a Liberia, Guinea y, aunque no geográficamente, también a Costa de Marfil. La interrelación de actores, causas y grupos étnicos entre estos cuatro países o el flujo incesante de armas y mercenarios a lo largo de sus fronteras, obliga a realizar una constante lectura subregional de la coyuntura. El impacto de la violencia armada en cualquiera de estos territorios vecinos puede generar lo que David Francis ha denominado como «fire next door», es decir, el peligro de que las hostilidades en un país puedan conllevar la desestabilización del otro. 55 En este sentido, si existe un contexto que realmente ha sido determinante en la historia reciente de Sierra Leona es Liberia. Ambos países no sólo tienen una trayectoria histórica prácticamente idéntica, sino que además sus situaciones de conflicto se han retroalimen- 52 tado constantemente. 56 No obstante, con el factor Taylor aparentemente fuera de juego y la evolución positiva de la Liberia de Ellen Johnson-Sirleaf, Sierra Leona puede, al menos en este asunto, respirar más tranquila. Sea como fuere, la impredecible evolución de la Guinea de Lansana Conté, quien seguramente encara el final de su régimen autocrático, o el conflicto que tiene lugar en Costa de Marfil, son también motivos de gran preocupación. 57 ■ «Bette’ fo tumara bambai»?: futuro inmediato y lejano de Sierra Leona En el horizonte cercano de Sierra Leona se encuentran las segundas elecciones democráticas desde el final de la guerra, con todas las expectativas e incertidumbres que este hecho suscita. En el horizonte más lejano, en cambio, se divisa un cierto aunque lento desarrollo y prosperidad, según los más optimistas, o bien el incremento de la frustración, la desesperanza y el verdadero riesgo de que el país se precipite de nuevo por el sendero de la violencia y la inestabilidad, en opinión de una mayoría escéptica. La pregunta que, en este sentido, emerge es: ¿Hay esperanza para el futuro en Sierra Leona? (Bette’fo tumara bambai?) El 28 de julio Sierra Leona tiene previsto celebrar las segundas elecciones presidenciales y parlamentarias desde que acabara la guerra en enero de 2002. El país deberá escoger fundamentalmente entre el actual partido en el Gobierno, el Sierra Leonean People’s Party (SLPP); el principal partido de la oposición que durante casi 25 años (1968-1992) gobernó el país en un sistema de partido único, el All People’s Congress (APC); y un nuevo partido, escindido del SLPP, y cuya aparición presupone una cierta reconfiguración del espectro político, el Popular Movement for a Democratic Change (PMDC). El resto de partidos políticos o no tienen un peso destacable o se presume que supeditarán su apoyo a algunos de los tres grandes. Aunque las cábalas electoralistas son muchas, es bastante impredecible el resultado final de los comicios. Parece factible, sin embargo, que el SLPP renueve su mandato, aprovechándose de la crisis interna que el APC todavía arrastra y de la juventud del PMDC. Por su parte, sólo este último partido, perteneciente a la misma base electoral que el SLPP, sería capaz de arrancar apoyos al partido gubernamental y, por lo tanto, forzar una segunda vuelta. En caso de que este hecho se produjera, la presumible alianza entre APC y PMDC podría, tal vez, hacer peligrar la victoria del SLPP. De todos modos, tratar de intuir el comportamiento electoral en Sierra Leona (u otras sociedades africanas) desde una óptica occidental es un ejercicio absurdo. 58 Aunque el SLPP esté percibido como un partido cleptócrata, cuyas elites se han aprovechado del poder y de las instituciones, la sociedad sierraleonesa, en su ma- 53 análisis yoría y por ahora, no fundamenta su voto en la valoración de la legislatura, ni mucho menos en programas políticos o ideológicos. De hecho, la existencia de agendas políticas, centradas actualmente en el fin de la corrupción y en la mejora de los servicios básicos, 59 son una fachada que esconde la afiliación étnico-territorial que los votantes mantienen con sus «partidos-patrones». De este modo, el sur y este, de etnia mende (mayoritaria en el país, 30% de la población total) ha apoyado tradicionalmente al SLPP, mientras que el norte, de etnia temne (20% de la población) ha estado estrechamente relacionada con el APC. En este marco, resulta especialmente interesante el surgimiento del PMDC, también de base mende, de cara a observar el fraccionamiento político que es capaz de provocar entre la etnia mayoritaria. Por su parte, el resto de grupos étnicos sierraleoneses (creole, limba, fula, kissi, susu, yalunka, etc.) suelen ofrecer su respaldo en bloque a aquellos partidos que les garantizarán mayores réditos durante la legislatura o bien que les generan una mayor confianza. Así, las contiendas electorales deben ser entendidas en términos de intercambio material antes que en términos de racionalidad ideológica: la representación política es comunitaria o colectiva y conlleva el mejoramiento activo de la situación material de la comunidad representada. 60 Esta afiliación étnico-territorial no es espontánea, sino que tiene sus raíces en la clásica política de división que muchos países colonizadores, en este caso el Reino Unido, infringieron a los países africanos colonizados. Por un lado, en lugar de aspirar a construir un Estado sierraleonés unificado, el Gobierno británico contribuyó a crear dos naciones en una misma tierra: la capital colonial, Freetown, conocida como la «colonia»; y el resto de las provincias, conocidas como el «protectorado». Ambas sufrieron un desarrollo y evolución absolutamente dispar, siendo la colonia ampliamente promocionada por encima del protectorado. Todo ello generó dos sistemas legales separados que persisten actualmente, el surgimiento de un importante resentimiento étnico y regional, así como la desestabilización del sistema de jefes tradicionales (chiefdoms). 61 Por otra parte, el desarrollo en 1947 de una Constitución que preparaba al país para la independencia también fue fundamental en la división de las elites políticas en facciones enfrentadas, cada una dedicada a defender los intereses de su gente. Estas facciones formaron finalmente partidos políticos de base regional con una ínfima o nula agenda nacional. Dichos partidos se convirtieron en el mayor obstáculo de la cohesión nacional y de la identidad, 62 ya que pasaron a ser vistos como representantes de comunidades étnicas y geográficas opuestas. 63 Este escenario de división étnico-territorial persiste a todas luces actualmente, si bien hay quien defiende que está experimentando una paulatina transformación. Lo cierto es que a día de hoy tanto las diferentes opciones políticas como los líderes que las representan son prácticamente un calco. Los tres principales candidatos a la presidencia, Solomon Berewa (SLPP), Ernest Koroma (APC) y Charles Margai 54 (PMDC) no son, ni muchos menos, una alternativa al actual sistema neopatrimonial, mientras que la aparición a corto plazo de una nueva generación de líderes que pueda llevar a cabo reformas significativas en el sistema político es improbable. Presumiblemente, gane quien gane, ocupe quien ocupe el poder, la política va a ser entendida como un sistema de intercambios y no de consolidación del bien común. ■ ¿Pasado o futuro? A modo de conclusión Sierra Leona ha dejado atrás los más de diez años de una guerra caracterizada por la multitud de actores que tomaron parte, por la particular naturaleza de su dinámica y por la conjunción de factores de toda índole que provocaron la contienda. No obstante, desde entonces el país ha seguido estancado en los mismos problemas de fondo que llevaron a la violencia de las armas: una clase política depredadora, unas condiciones socioeconómicas lamentables y un sentido de frustración que se extiende y avanza a lo largo y ancho del país y que se alimenta de las fracasadas expectativas ofrecidas por el fin de la guerra. A este tenor, cabe añadir la amenaza que supone el deficitario proceso de desarme, desmovilización y reintegración de miles de ex combatientes o la siempre impredecible evolución del conjunto de la subregión del Río Mano. A pesar de la dificultad de dibujar escenarios de futuro, llaman la atención los significativos, que no cuantiosos, paralelismos existentes entre el contexto de preguerra en los años ochenta y el actual. Es cierto que el país se ha democratizado (entendiendo este aspecto como una cierta consolidación del sistema de partidos y de la representatividad); que las Fuerzas Armadas se han reconstituido; que el asunto de los diamantes se ha corregido parcialmente; que el factor Taylor, de algún modo, ha desaparecido; que el proceso de regionalización ha avanzado, tanto desde el marco de la Unión del Río Mano (MRU, por sus siglas en inglés), el ECOWAS o la Unión Africana; o bien, entre otros aspectos, que la comunidad internacional, con el Reino Unido a la cabeza, ha tomado nota de lo sucedido en el pasado. No obstante, el gran enigma estriba en saber cuándo y cómo se canalizará tan elevada dosis de involución y desesperanza social. En este sentido, las próximas elecciones y la posterior reformulación del Gobierno no parece que vayan a suponer, ni mucho menos, un punto de inflexión en el camino de la reconstrucción. Otra de las cuestiones que aflora con fuerza es el papel que la comunidad internacional ha desempeñado durante todos estos años. Ni las Naciones Unidas, ni la comunidad de donantes, ni la ingente cantidad de organizaciones humanitarias que han pasado por el país, tienen nada que celebrar y sí mucho que reflexionar. Si se compara la cantidad de fondos internacionales destinados al país y el tamaño de su población (que apenas llega a los cinco millones) con los resultados obtenidos, las 55 análisis cuentas, simplemente, no salen. Como ha ocurrido en otros contextos de posguerra africanos, la llamada «rehabilitación posbélica» ha tratado de aplicar una serie de programas, ajustes y medidas, como si de reparar una máquina se tratara, sin tener propiamente en cuenta las especificidades históricas, culturales y étnicas del contexto, y lo que es más grave, sin contar plenamente con la participación, cosmovisión y liderazgo de los actores locales. 64 De este modo, es altamente improbable que los recientes experimentos observados conduzcan en el medio e incluso largo plazo a un establecimiento político, legal y burocrático adecuados. El Estado en construcción, tal y como asevera el propio informe de la TRC, sigue siendo «un ente abstracto para muchos de los sierraleoneses, mientras que el Gobierno central se ha convertido en algo irrelevante en sus vidas diarias». 65 Así las cosas, ¿es la sociedad civil sierraleonesa una esperanza? A pesar de las apariencias, por el número de organizaciones sociales que han surgido durante los últimos años, la respuesta tendería a ser en este momento negativa. Si bien algunas de ellas se han erigido en elemento de presión de las actuaciones políticas, como las organizaciones Campaign for Good Governance o Network Movement for Justice and Development, lo cierto es que la articulación social se ha convertido en una nueva fuente de supervivencia e incluso de enriquecimiento para muchos. No existe una sociedad civil sólida e independiente, porque tampoco existe un Estado fuerte y bien diferenciado. 66 Sierra Leona, por lo tanto, transita en un presente con preocupantes elementos del pasado y con pocos alicientes de futuro. Quizá el país avance, como sugieren Chabal y Daloz, hacia una modernidad distinta, lejos de los patrones occidentales y en el que el país podría llegar a sentirse cómodo. 67 Mientras tanto, cabe seguir preguntándose hacia dónde y de qué forma avanza este rincón de África. 1. UNITED NATIONS SECURITY COUNCIL, «Success in Sierra Leone is good example of achievement of UN, Member States working together, says Secretary-General in remarks to Security Council», en Reliefweb, 22 de diciembre de 2006, en www.reliefweb.int 2. CABALLERO, C. y O. MATEOS, «Sierra Leona: el país de los «jóvenes-frustrados»», en Revista Crítica, número 943, marzo 2007. 3. La guerra en Sierra Leona dejó un balance de entre 50.000 y 75.000 víctimas mortales, medio millón de personas desplazadas y otras tantas refugiadas. El conflicto se desarrolló en tres fases diferenciadas: a) 1991-1996. El surgimiento del RUF y su enfrentamiento con el Gobierno de Joseph Momoh y las juntas militares de Strasser (1992-1995) y Maada Bio (1995-1996); b) el acuerdo de paz de Abiyán (1996), la victoria electoral del SLPP de Kabbah y el golpe de Estado de la Junta Militar de Johny Paul Koroma con el respaldo del RUF (1997); y c) la restitución del Gobierno legítimo (1998), el acuerdo de paz de Lomé (1999) y la intervención internacional final en el año 2000. Véase KANDEH, J. D. (2005), «The 56 Criminalization of the RUF Insurgency in Sierra Leone», en ARNSON, C. J. e I. WILLIAM ZARTMAN (eds.), Rethinking the Economics of War. The intersection of Need, Creed and Greed, Woodrow Wilson Center Press y The Johns Hopkins University Press, Washington y Baltimore, pp.: 85-106. 4. El concepto de «emergencia política compleja» se popularizó desde mediados de los noventa y hace referencia a aquellos contextos en los que tienen lugar de forma simultánea una crisis humanitaria, un conflicto armado, se produce un cierto colapso de la autoridad estatal y se experimenta una respuesta internacional de grandes proporciones. 5. ADEBAYO, A. (2002), Building Peace in West Africa. Liberia, Sierra Leone and Guinea-Bissau, International Peace Academy Occasional Paper Series, Lynne Rienner Publishers, London; ALIE, J. (2005), «The Kamajor Militia in Sierra Leone: Liberators or Nihilists?», en FRANCIS, D. J. (ed.), Civil Militia, Africa’s Intractable Security Menace?, Ashgate Publishing, Hants, England, pp.: 51-70; FRANCIS, D. (2001), The Politics of Economic Regionalism: Sierra Leone in ECOWAS, Ashgate Publishing, Hants, England; KANDEH, J. D. (2005), op. cit.; KOROMA, A. K. (2004), Crisis and Intervention in Sierra Leone 1997-2003, Andromeda Publications, Freetown; MUSAH, A-F. (2000), «A Country Under Siege: State Decay and Corporate Military Intervention in Sierra Leone», en MUSAH, A-F y K. FAYEMI, Mercenaries: An African Security Dilemma, Pluto Press, Londres, pp.: 76-116, y RICHARDS, P. (1996), Fighting for the Rainforest: War, Youth and Resources in Sierra Leone, James Currey and IAI, Oxford. 6. Según Musah, nada más llegar al poder en 1996, el presidente Kabbah transformó a los kamajors en un ejército privado. En mayo de 1997, los kamajors ya habían alcanzado los 20.000 efectivos militares. En MUSAH, A-F, op. cit. Por su parte, Alie apunta que a su llegada, Kabbah nombró al líder de las CDF, Hinga Norman, como ministro de Defensa adjunto, por lo que el Gobierno dispensaba directamente asistencia militar y logística a dichas milicias. En ALIE, J., op. cit. Asimismo, cabe señalar que las CDF también estuvieron integradas por otros grupos de «cazadores tradicionales» de otras partes del país, como por ejemplo, los gbethis, originarios de la zona norte y principalmente de etnia temne. 7. Véase ADEBAYO, A. op. cit. 8. Musah también señala la presencia de otras compañías como la alemana Specialist Services International, las británicas Marine Protection Services, Frontline Security Forces y Special Project Services Ltd., y la estadounidense American Outfit Sunshine Boulle. Asimismo, dicho autor asevera que en Sierra Leona, la comunidad internacional simplemente abdicó de sus responsabilidades a favor de las compañías privadas. En MUSAH, A-F, op. cit. 9. Adebayo ofrece tres motivos para explicar el incondicional apoyo nigeriano: a) su participación en la ECOMOG ayudaba al presidente Abacha a eludir sanciones internacionales contra su régimen dictatorial; b) oficiales militares del ejército nigeriano convirtieron la misión en un medio de enriquecimiento personal, y c) su actitud avalaba su histórico empeño de erigirse en un actor hegemónico regional. En ADEBAYO, A., op. cit., p.: 92. 10. En este sentido, Francis señala que tanto Taylor como Sankoh habían sido entrenados por Gaddafi en los años ochenta, quien pretendía expandir por el continente africano la ideología de su llamado «Green Book». Además, tanto el presidente marfileño Houphouët-Boigny como su homólogo burkinabé Blaise Compaoré conformaban un estrecho e histórico circulo de alianzas con Taylor que se tradujo en un apoyo notable al RUF. En FRANCIS, D., op. cit., pp.: 108-109. 11. En FISAS, F. (1998), Cultura de paz y gestión de conflictos, Icaria, Barcelona. 12. La extensa red de Taylor incluía figuras como el libanés Talal El-Ndine (que gestionaba los pagos de 57 análisis las transacciones de diamantes y armas), el sudafricano Fred Rindle (oficial del ejército retirado que entrenaba a los comandos del RUF), el ucraniano Leonid Minin (que lideraba el negocio de la madera, los diamantes y las armas), el tayiko Victor Bout (ex agente de la KGB, encargado de suministrar armas al grupo), el holandés Gus Van Kouwenhoven (que negociaba directamente con el RUF) o el senegalés Ibrahim Baldeh Bah (cercano a dicho grupo). En KANDEH, J., op. cit. Por su parte, Musah señala que el propio Fred Rindle y Nico Shafer (este último antiguo miembro del cartel de Medellín dirigido por Pablo Escobar en Colombia) establecieron un consorcio internacional con Charles Taylor y el RUF para comercializar diamantes, drogas, armas y mercenarios. En MUSAH, A-F, op. cit. 13. Informes de la organización Global Witness han denunciado la participación de miembros de la red Al Qaeda en todo este entramado, quien habría negociado directamente con el entonces adjunto de Sankoh en el RUF, Sam «Mosquito» Bockarie un contrato de armas por diamantes. En GLOBAL WITNESS (2003), For a few Dollars More, How al Qaeda moved into the diamond trade, Global Witness. 14. La organización británica International Alert jugó el papel de facilitador en la consecución del acuerdo de Lomé de 1999. Su constante interlocución con el RUF fue interpretada como una legitimación del grupo que ayudaría a los de Sankoh a conseguir importantes elementos en el conjunto de las negociaciones. En MUSAH, A-F. op. cit., p.: 89-90. 15. Jesse Jackson fue acusado de haber forzado un acuerdo que beneficiaba ampliamente al RUF, debido a su amistad personal con Charles Taylor. En ADEBAYO, A., op. cit. p.: 98. 16. Íbidem., p.: 93-95. 17. KAPLAN, R. (1994), «The Coming Anarchy. How scarcity, crime, overpopulation, tribalism, and disease are rapidly destroying the social fabric of our planet», en The Atlantic Monthly, febrero. 18. RICHARDS, P. (1996), op. cit. 19. Íbidem, p.: 59 20. ABDULLAH, I. y Y. BANGURA (eds.) (1997), Africa Development - Special Issue: Lumpen Culture and Political Violence: the Sierra Leone Civil War, Vol. XXII, Nos. 3/4, CODESRIA, Dakar. 21. ABDULLAH, I. y Y. BANGURA (eds.), op. cit.; FRANCIS, D. op. cit.; KANDEH, J., op. cit; ALIE (2005), J. op. cit., y ALIE, J. (2006), «Background to the Conflict (1961-1991): What Went Wrong and Why?» en Bound to Cooperate: Conflict, Peace and People in Sierra Leone, UNIDIR, pp.: 15-36. 22. KANDEH, J., op. cit. 23. De hecho, Kandeh afirma que aunque algunos miembros del APC (partido de base étnica temne que llevaba entonces varias décadas en el poder) tildaron la insurrección del RUF como una «guerra antitemne», tanto Foday Sankoh como uno de los principales dirigentes del grupo, Issay Sesay, eran de etnia temne. Íbidem, p.: 95. En este sentido, Alie apunta que fue precisamente la composición mixta del RUF la que evitó que el país pudiera degenerar en un conflicto de calado étnico, ya que sí que existía una cierta polarización étnica impulsada y alimentada por los dos principales partidos, el SLPP y el APC. En ALIE, J. (2006), op. cit. 24. Autores como David Keen o Paul Collier han tendido a considerar la guerra en Sierra Leona como una «guerra por los diamantes». En este sentido, ambos han defendido la preeminencia de las agendas económicas en la explicación de muchos conflictos armados de la posguerra fría en lo que se ha llamado la «economía política de la guerra». En FRANCIS, D. op. cit. p.: 116-117. 25. Si bien las amputaciones han sido el elemento más amplificado de la guerra en Sierra Leona, según la TRC, estas no tuvieron lugar de forma masiva, sino que se produjeron esporádicamente y en formato de 58 campañas, normalmente conducidas por el RUF, las CDF, la AFRC y el ejército sierraleonés. En TRUTH & RECONCILIATION COMMISSION (TRC) (2004), Witness to Truth: Report of the Sierra Leone TRC, vol. 2, capítulos 1 y 2, Sierra Leone, p.: 37. 26. Íbidem, p.: 35. 27. Richards ha destacado la figura cinematográfica de ‘Rambo’ como uno de los principales inspiradores de esta violencia. En RICHARDS, P. op. cit. 28. FRANCIS, D. op. cit. 29. CHABAL, P. y J-P. DALOZ (1999), África camina. El desorden como instrumento político, Biblioteca de Estudios Africanos, Edicions Bellaterra, Barcelona, p.: 124. 30. Íbidem, p.: 124. 31. No obstante, en su último informe sobre la situación del país, el secretario general de la ONU advierte de la existencia de un cierto malestar entre las tropas sierraleoneses por la falta de logística adecuada y el retraso en los pagos. En UNITED NATIONS SECURITY COUNCIL, Third report of the Secretary-General on the United Nations Integrated Office in Sierra Leone, 28 de noviembre 2006, S/2006/922. 32. Aunque la puesta en práctica del famoso ‘Proceso de Kimberley’, que pretende certificar la procedencia de los diamantes, ha funcionado relativamente bien, numerosas organizaciones han advertido que todavía existen muchos aspectos por implementar. 33. Desde el final de la guerra, el país ha alcanzado un crecimiento anual del 6-7%, según DFID. DFID, documento inédito. 34. Véase ADEBAYO, A. op. cit. p.: 100. Tras la UNAMSIL, las Naciones Unidas ha establecido la llamada UNIOSIL, con un mandato centrado en la construcción de la paz. Por su parte, el Reino Unido ha desplegado una fuerza de asistencia militar británica (IMATT), integrada por unos 200 efectivos y que prevé permanecer en el país hasta el año 2010. Esta fuerza es para muchos un auténtico baluarte de la seguridad del país ante cualquier intento de desestabilización. En ICG (International Crisis Group) (2004), Liberia and Sierra Leone: Rebuilding Failed States, Africa Report No. 87, Bruselas. 35. De éstas, sin embargo, tres han muerto antes de que el proceso se completara, por lo que sus casos han sido finalmente desestimados: el líder del RUF, Foday Sankoh; su lugarteniente, Sam ‘Mosquito’ Bockarie, y recientemente, el líder de las CDF, Hinga Norman. Por su parte, el líder del AFRC, Johnny Paul Koroma, sigue oficialmente «desaparecido» desde el final del conflicto, si bien los cargos contra él siguen vigentes. 36. Según el ICG, la imputación de miembros de las CDF puede llegar a suponer una amenaza para la estabilidad del país. En ICG (2003). Sierra Leone: The State of Security and Governance, Africa Report No. 67, Bruselas. 37. El propio informe de la TRC considera que el SLPP y sus líderes deberían rendir cuentas por los excesos cometidos a manos de las CDF. En TRC, op. cit. p.: 28. 38. El otro país seleccionado ha sido Burundi. 39. Íbidem. p.: 8 40. Desde 1971 a 2002, el país recibió casi 3.500 millones de dólares. Las Naciones Unidas también ha gastado grandes cantidades. Por ejemplo, entre julio de 2003 y junio de 2004 el presupuesto de la UNAMSIL llegaba a los 543 millones de dólares. En ICG (2004), op. cit. 41. Tras casi cinco años de operaciones, la Sierra Leone’s National Committee for Disarmament, Demobilization and Reintegration (NCDDR) finalizó definitivamente su programa el 31 de marzo de 2004. 59 análisis 42. DFID, op. cit. 43. En SAVE THE CHILDREN (2005), Fighting Back, Child and community-led strategies to avoid children’s recruitment into armed forces and groups in West Africa, Save the Children, Londres, en www.savethechildren.org.uk; SAVE THE CHILDREN (2005) Girls formerly associated with armed groups and armed forces who did not go through formal demobilisation: Save the Children UK’s experience in West Africa, Londres; HUMAN RIGHTS WATCH (HRW) (2005), Youth, Poverty and Blood: The Lethal Legacy of West Africa’s Regional Warriors, Londres, en www.hrw.org 44. TRC, op. cit., p.: 16. 45. Íbidem, p.: 8. 46. Según Reno, por shadow state debemos entender «todo aquel sistema de gobierno personal, que fue normalmente pero no necesariamente construido detrás de la fachada de una estatalidad formal». En RENO, W. (1995), Corruption and State Politics in Sierra Leone, Cambridge University Press, Cambridge. 47. Véase BU-BUAKEI, S-M. y S. KPAKA (2007), Reconstruction National Integrity System Survey, NIS & Tiri, Londres. 48. El Gobierno también está sometido a una crítica pública constante por parte de la mayoría de la cincuentena de periódicos que se publican en el país. En RENO, W. (2004), Sierra Leone, Countries at the Crossroads 2004: A Survey of Democratic Governance, Freedom House, Washington DC. 49. CHABAL, P. y J-P. DALOZ, op. cit. 50. Según DFID, el coeficiente de Gini, que mide las desigualdades en los países, es actualmente del 0,39. Así el 20% más rico de la población dispone del 46% de los recursos, mientras que el 20% más pobre sólo dispone del 7%. En DFID, op. cit. 51. MÉDECINS SANS FRONTIÈRES, Lessons from Pain. Treating Sierra Leone’s endless health emergency, Amsterdam, noviembre 2006, en: www.msf.org 52. Menos del 10% de la población tiene acceso al suministro energético, con un carácter incluso intermitente. En DFID, op. cit. 53. ABDULLAH, I. y Y. BANGURA, op. cit. 54. UNITED NATIONS SECURITY COUNCIL, op. cit. 55. FRANCIS, D. J. (2006), Uniting Africa. Building Regional Peace and Security Systems, Ashgate Publishing Limited, Hampshire, p.: 102. 56. BOAS, M. (2001), «Liberia and Sierra Leone–dead ringers? The logic of neopatrimonial rule», en Third World Quarterly, vol. 22, no. 5, pp.: 697–723. 57. Véase FRANCIS, D. (2001), op. cit. y RICHARDS, P. op. cit. 58. CHABAL, P. y J-P. DALOZ, op. cit. 59. KANDEH, J., op. cit. 60. CHABAL, P. y J-P. DALOZ, op. cit. 61. En este sentido, el informe de la TRC sostiene: «El impacto de las políticas y prácticas coloniales, incluyendo aquellas relacionadas con la ciudadanía, la propiedad de la tierra y las leyes, fue trascendental». En TRC, op. cit. p.: 5. 62. Ibidem, p.: 6. 63. En este marco surgieron el SLPP y el APC, el primero fomentando una «mendelización» de la política durante su mandato (desde la independencia en 1961 hasta 1967), y el segundo aniquilando la representatividad del resto de grupos tras el establecimiento de un sistema único de partidos. 60 64. ICG (2004), op. cit. 65. TRC, op. cit., p.: 8. 66. CHABAL, P. y J-P. DALOZ, op. cit. 67. Íbidem. BIBLIOGRAFÍA ABDULLAH, Ibrahim (ed.) (2004), Between Democracy and Terror. The Sierra Leone Civil War, CODESRIA, Dakar. ABDULLAH, I. y Y. BANGURA (eds.) (1997), Africa Development - Special Issue: Lumpen Culture and Political Violence: the Sierra Leone Civil War, vol. XXII, nos. 3/4, CODESRIA, Dakar. ADEBAYO, A. (2002), Building Peace in West Africa. Liberia, Sierra Leone and Guinea-Bissau, International Peace Academy Occasional Paper Series, Lynne Rienner Publishers, Londres. ALIE, J. 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