956-99 Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las dieciséis horas del día diecinueve de junio de dos mil uno. El presente proceso de amparo constitucional ha sido iniciado mediante demanda presentada a las doce horas y cincuenta y un minutos del día veintidós de diciembre de mil novecientos noventa y nueve, por el señor José Roberto Hidalgo Vera, de cuarenta y dos años de edad, al inicio de este proceso, estudiante y de este domicilio, contra providencias dictadas por La Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, que considera violatorias de su derecho de propiedad, audiencia y seguridad jurídica, de conformidad a los artículos 2 y 11 de la Constitución. Han intervenido en el presente proceso, además de la parte actora, la Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, como autoridad demandada, y el Fiscal de la Corte, doctor René Mauricio Castillo Panameño. Leídos los autos y considerando: I.- La parte actora manifestó en esencia: que reclama contra actuaciones llevadas a cabo por la Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, por haberle violentado su derecho de propiedad, con inobservancia de su derecho de audiencia y la seguridad jurídica. Específicamente contra la sentencia definitiva pronunciada en el proceso mercantil ejecutivo, clasificado bajo el número 201-EM-91, a las quince horas del día nueve de junio de mil novecientos noventa y dos, promovido por José Enrique Madrigal Gómez en su calidad de apoderado del Banco Capitalizador S. A., contra la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y el señor Narciso Enrique Avilés Cordón. Con dicha sentencia -continúa- se le está privando de su derecho de propiedad dado que él ha sido un garante hipotecario de la obligación constituida a favor del precitado Banco, y ahora, a través de aquélla, dado que la medida cautelar del embargo se llevó a cabo respecto del inmueble de su propiedad, se procederá a la venta en pública subasta del mismo sin haber tenido participación en el proceso ejecutivo respectivo. Es decir, se pretende cumplir la obligación demandada, con su inmueble, sin haber sido ni demandado, ni reconvenido de pago y menos condenado por sentencia ejecutoriada firme. Como consecuencia, su derecho de audiencia se ha visto igualmente transgredido y su seguridad jurídica. Por resolución de folios 12 se admitió la demanda, se ordenó la inmediata suspensión de los efectos del acto reclamado y se pidió informe a la Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, a efecto que expresara si eran o no ciertos los hechos que se le atribuyen en la demanda. Por oficio número 304 la Jueza demandada manifestó que en efecto se sustanció ante el Tribunal que preside un proceso mercantil ejecutivo, promovido por José Enrique Madrigal Gómez en su calidad de apoderado del Banco Capitalizador S. A., contra la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y el señor Narciso Enrique Avilés Cordón; demanda que fue presentada el diecinueve de marzo de mil novecientos noventa y uno, la cual fue modificada posteriormente en el sentido que no se reconvenía de pago a los garantes hipotecarios señores José Roberto Hidalgo conocido por José Roberto Hidalgo Vera y José Eduardo Avilés Cordón. Oportunamente se decretó embargo en bienes de los demandados y además en los inmuebles dados en garantía por los señores Hidalgo Vera y Avilés Cordón, sin que conste –concluye la autoridad- en el proceso que se les haya reconvenido de pago de conformidad al artículo 2177 del Código Civil. Así, se notificó el decreto de embargo a los demandados y al señor José Roberto Hidalgo conocido por José Roberto Hidalgo Vera, por medio de exhorto que fue enviado al Juzgado de lo Civil de Nueva San Salvador; se les declaró rebelde a los primeros y se sentenció el proceso en su contra, sin que se haya notificado a alguno de ellos la sentencia. De conformidad al artículo 23 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, se mandó a oír al Fiscal de la Corte, para la siguiente audiencia, quien no hizo uso de la misma. Se pidió nuevo informe a la autoridad demandada y se confirmó la medida cautelar adoptada. La Jueza Cuarto de lo Mercantil, en su segundo informe, reiteró lo manifestado en el primero y adjuntó certificación de los pasajes del proceso mercantil que consideró pertinentes, los cuales corren de folios 25 a 28. En este estado, y por corresponder así, se confirieron los traslados que ordena el artículo 27 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, al Fiscal de la Corte y a la parte actora. El Fiscal manifestó que "(…) Del estudio de los autos que hoy examino advierto que por ahora la ausencia de aquel determinante elemento en el juicio de amparo: el agravio en perjuicio del actor, por dos razones expuestas por la funcionaria demandada en sus respectivos informes (...) -uno- el demandante de éste (sic) juicio de amparo nunca fue demandado en el juicio ejecutivo (...) -dos- en sentencia de remate tampoco ha sido condenado (...)". La parte actora ratificó los argumentos expuestos en su demanda. Por resolución de folios 39, se abrió a pruebas el presente proceso, plazo en el cual únicamente la parte actora presentó certificación de ciertos pasajes del proceso mercantil ejecutivo, que corren de folios 41 a 59. Se corrieron los traslados que prevé el artículo 30 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, al Fiscal de la Corte, a la parte actora y a las autoridad demandada. El primero lo evacuó ratificando lo ya expresado y agregando que "(...) sin negar aquello que expresé (...) la sentencia dictada en aquel juicio ejecutivo, desde luego que adolece de un vicio de fondo, y es sencillamente que el inmueble dicho, llegado el momento procesal oportuno no podrá ser subastado a favor de los posibles postores, ni adjudicado en pago, puesto que en sentencia de remate su propietario o garante hipotecario no fue condenado, ni vencido en juicio conforme a las leyes (...)". La segunda, al hacerlo, no introdujo elementos constitucionales distintos a los ya expresados en antecedentes, y la autoridad demandada no lo evacuó. Sin más, el presente proceso quedó en estado de dictar sentencia definitiva. II. Argumentó el pretensor desde el inicio de este proceso, que se le ha violentado su derecho a la seguridad jurídica y su derecho de propiedad con inobservancia de su derecho de audiencia, con la sentencia pronunciada por al Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador que condenó en un proceso mercantil ejecutivo a la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y al señor Narciso Enrique Avilés Cordón al pago de determinada suma de dinero, dado que él es garante hipotecario de dicha obligación y sin haber sido demandado, reconvenido y condenado, ahora se pretende pagar ésta con la ulterior subasta o adjudicación en pago que en la etapa de ejecución del proceso ejecutivo se proveerá. En este sentido, es pertinente en esta sentencia esbozar algunos elementos teóricos de los derechos alegados a efecto de vincularlos posteriormente con el elemento fáctico de la pretensión incoada. La seguridad jurídica nuestra Constitución la prevé como categoría jurídica fundamental. A través de ella se obtiene la certeza de que una situación jurídica determinada no será modificada más que por procedimientos regulares y autoridades competentes, establecidas previamente. Por eso, ella es capaz de crear el ambiente que permite al hombre vivir como hombre, sin temor a la arbitrariedad y a la opresión, en el pleno y libre ejercicio de sus derechos. Es decir, no basta que los derechos aparezcan en forma enfática y solemne en la Constitución, sino que es necesario que todos y cada uno de los gobernados tengan un goce efectivo y cabal de los mismos Existen diversas manifestaciones de la seguridad jurídica. Una de ellas es justamente la prohibición de la arbitrariedad del poder público y más precisamente de los funcionarios que existen en su interior. Estos se encuentran obligados a respetar los límites que la ley prevé de manera permisiva para ellos, al momento de realizar una actividad en el ejercicio de sus funciones. Un juez, está obligado a respetar la ley y sobre todo la Constitución al momento de impartir justicia. Sus límites de actuación están determinados por una y otra. Al respecto, este Tribunal en la sentencia de amparo 74-98 del quince de junio del mil novecientos noventa y nueve a la letra expresó que "(…) desde la perspectiva del derecho constitucional, la seguridad jurídica es la condición resultante de la predeterminación hecha por el ordenamiento jurídico, de los ámbitos de licitud e ilicitud en la actuación de los individuos, lo que implica una garantía para los derechos fundamentales de una persona y una limitación a la arbitrariedad del poder público, condiciones indispensables para la vigencia de un Estado Constitucional de Derecho.(…)". La seguridad jurídica constituye, pues, un derecho constitucional que tiene toda persona frente al Estado y donde existe, respecto de éste, el correlativo deber primordial e insoslayable de cumplir real y efectivamente la materialización de sus actos tendentes a la concreción de las distintas manifestaciones que tal derecho posee. Claro está que ello entendido como un deber de naturaleza positiva, traducido, no sólo en un mero respeto o abstención, sino en el cumplimiento de ciertos requisitos, condiciones, elementos o circunstancias exigidas por el propio ordenamiento jurídico. De tal suerte que, sólo así, la afectación de la esfera jurídica del gobernado será válida. Es decir, que todos y cada uno de los gobernados deben tener un goce efectivo y cabal de sus derechos. En cuanto al derecho de propiedad regulado en el artículo 2 de la Constitución, es una categoría jurídica subjetiva protegible por la vía del amparo constitucional en El Salvador. Por derecho de propiedad entendemos la facultad que tiene una persona para disponer libremente de sus bienes, en el uso, goce y disfrute de ellas, sin ninguna limitación que no sea generada o devenida por la ley o la Constitución. No obstante su concepción como categoría jurídica no es precisa en el tráfico jurídico, pues al momento de analizar la naturaleza intrínseca de ella, se hace algunas veces a partir del objeto sobre el que recae el derecho y en otras como el poder-dominio que sobre él existe. La Constitución prevé distintos artículos conexos que se refieren a ella. De cada uno se colige, por un lado, su naturaleza constitucional, por otro, la posibilidad de tenencia por parte de cada uno de los gobernados sobre una cosa determinada y, finalmente, las limitaciones que al respecto el constituyente hace. Su existencia conformativa actual, depende de la evolución histórica que ha tenido, es decir, de su evolución desde lo eminentemente individual hasta su existencia en función social que hoy impera en la mayoría de ordenamientos. La previsión de la ley y la Constitución en cuanto a tal derecho y su regulación, funcionan como garantía de tenencia para cada gobernado, y su vulneración es la que habilita el conocimiento de este Tribunal vía amparo constitucional. Siendo entonces el derecho de propiedad, en El Salvador, una categoría subjetiva protegible por la vía del amparo constitucional, debe reconocerse en esta sentencia que cualquier acto privativo de ella, sin proceso previo o bajo actuaciones contrarias a la ley, estaría afectado de inconstitucional de conformidad al artículo 11 de la Constitución. El derecho de audiencia, de acuerdo a lo que abundantemente la jurisprudencia ha establecido, es un concepto abstracto en cuya virtud se exige que, antes de procederse a limitar la esfera jurídica de una persona o a privársele por completo de un derecho, debe ser oída y vencida con arreglo a las leyes. El artículo 11 de la Constitución lo prevé expresamente y de su tenor no queda, ni ha quedado, duda alguna acerca de su contenido estrictamente procesal. En efecto y por ello justamente constituye una categoría vinculada estrechamente con el resto de derechos tutelables a través del amparo, pues obviamente sólo respetando los límites que al respecto se establecen, pueden limitarse categorías subjetivas jurídicamente protegibles, sin que haya por ello vulneración a la Constitución. Sucede entonces que la violación al derecho de audiencia puede verse desde un doble enfoque a saber: desde la inexistencia de proceso o procedimiento previo, o desde el incumplimiento de formalidades de trascendencia constitucional necesarias en el interior del mismo. En el primer supuesto, la cuestión queda clara en tanto que la inexistencia de proceso o procedimiento dá lugar, habiendo existido la obligación de seguirlo, a la advertencia directa e inmediata de la violación a la Constitución. En el segundo supuesto, sin embargo, es necesario analizar el porqué de la vulneración alegada pese a la existencia de un proceso, el fundamento de la violación y específicamente el acto que se estima fue la concreción de ella. III) Sobre la base de tales consideraciones teóricas es procedente analizar los hechos que constan en el presente proceso, aportados a través de la pretensión y su resistencia a lo largo del mismo. El enfoque central de la disputa estriba en dos cosas, a saber: la reconvención de pago a un garante hipotecario como figura jurídica prevista en el sistema jurídico salvadoreño; y, el momento y modo por el cual puede llevarse a cabo en un proceso ejecutivo. La garantía hipotecaria es una figura jurídica en virtud de la cual una persona, llamada acreedor, garantiza para sí el cumplimiento de una obligación que es en deberle otra, llamada deudor. Lo singular que le caracteriza -aunque no necesariamente-, es que recae sobre bienes inmuebles, coincidiendo, por regla general, la persona del deudor con quien es propietario del mismo. No obstante, el Código Civil Salvadoreño permite garantizar obligaciones ajenas y por tal motivo prevé en el artículo 2178 que: "El que hipoteca un inmueble suyo por una deuda ajena, no se entenderá obligado personalmente si no se hubiere estipulado (...)". De lo anterior se deduce entonces la existencia de la figura conocida como reconvención de pago al garante hipotecario, tal cual es aquel que con su inmueble garantizó el cumplimiento de una obligación determinada. Al respecto el artículo 2177 del Código Civil vigente establece que "El tercer poseedor reconvenido para el pago de la hipoteca constituida sobre la finca que después pasó a sus manos con este gravamen, no tendrá derecho para que se persiga primero a los deudores personalmente obligados (...)". En este sentido, en efecto está previsto por el sistema jurídico salvadoreño la posibilidad de reconvenir de pago a un sujeto con le fin de que cumpla la obligación que ha garantizado y que está siendo reclamada en un proceso ejecutivo donde no ha sido demandado. El término reconvención ha sido utilizado por el legislador en su acepción de demanda, es decir, reconvenir de pago a un sujeto es reclamarle por la garantía que ha prestado, el cumplimiento de una obligación. Tratándose entonces de una hipotecaria, a través del inmueble, si ese fuere el caso. Ahora bien, sabida la legalidad de la figura en comento, es dable pasar al análisis del momento y modo, desde un punto de vista constitucional, en virtud del cual puede llevarse a cabo en los estrados judiciales. Al respecto, ni el Código Civil ni el de Procedimientos Civiles ha previsto expresamente el procedimiento o el modo específico que el juzgador deba utilizar para admitirla y resolverla. Por ello, desde un punto de vista constitucional, y dada la estructura de los procesos de conocimiento en los cuales ella puede verificarse, debe entenderse que con independencia del momento preciso en el que se realice, siempre debe no sólo hacérsele saber al garante el embargo que en su inmueble se ha trabado, sino además la sentencia definitiva condenatoria que se dicte, dado que es a partir de ella que se consolida la situación jurídica de la obligación y consecuentemente el modo por el cual ella coactivamente se cumplirá. En consecuencia el tercero garante a quien se le reclama el pago de la obligación, tiene derecho no sólo a que se le notifique el decreto de embargo que se está proveyendo y que le perjudica directamente, sino la sentencia definitiva que en el mismo proceso se pronuncie, ya que ella potencia la privación del derecho de propiedad del sujeto, sin realmente haber sido oído y vencido con arreglo a las leyes. Analizado lo anterior y visto lo que ha ocurrido en el presente proceso, la conclusión indubitable, desde la perspectiva constitucional, es que no habiendo sido demandado, reconvenido, o condenado el pretensor de este amparo en el proceso mercantil ejecutivo relacionado y no obstante ello se pretende llevar a cabo el cobro de la obligación con el inmueble de su propiedad, dado que fue embargado en su oportuno momento y es ese el estado actual en el que se encuentra el mismo, la actuación de la Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador deviene en contraria a la Constitución, pues habiéndose ya pronunciado la sentencia y estando a su vez ejecutoriada, sin haberla puesto en conocimiento del garante hipotecario, se le ha violentado a éste su seguridad jurídica y su derecho de propiedad con inobservancia de su derecho de audiencia, pues él es un interesado que podría incluso recurrir de ella. Merece incluso la pena manifestar en esta decisión, a título conclusivo, que el proceso ejecutivo, al igual que cualquier otro en El Salvador, tiene una etapa cognoscitiva y una etapa de ejecución. En la primera se concretan, -o deberían por lo menos- las posibilidades reales de defensa de quien podría verse afectado por la eventual sentencia condenatoria que haya de pronunciarse. Por ejemplo la oposición de excepciones o defensas en general tendentes a desvirtuar la pretensión del actor. En este sentido, la reconvención de pago al garante hipotecario debería de hacerse de preferencia antes de la sentencia definitiva, pues, como reiterada jurisprudencia lo ha manifestado, es con ésta que se concreta el acto de privación de un derecho fundamental controvertido o discutido en sede jurisdiccional. Claro está que, de no hacerlo en tal momento el legitimado para ello, como ha ocurrido en el presente proceso, el juzgador debe igualmente propiciar los medios de defensa y audiencia interpretando conforme a la Constitución las normas que regulan la figura, esto es, como se acotó antes, comunicando el decreto de embargo y la sentencia definitiva. De tal suerte, si bien la pretensión no va dirigida contra el garante hipotecario y consecuentemente no hay pronunciamiento alguno respecto de él en el fallo definitivo, sí será con su inmueble que eventualmente se cumplirá la obligación, por lo tanto, si no se pone en conocimiento suyo la sentencia definitiva que condena al pago de la obligación, se genera una situación consolidada que desemboca, o puede desembocar en la alteración del contenido esencial del derecho de propiedad y audiencia, pues sería privado del mismo sin haber tenido las posibilidades reales de defenderlo. Como consecuencia, y para efectos onmicomprensivos de esta decisión, debe señalarse que -obvio resulta- el garante hipotecario no es que deba ser demandado y condenado en el proceso ejecutivo que se instaure contra los deudores, mas si resulta imperioso el que se le conceda la audiencia debida en la sustanciación del mismo, previo a la sentencia, y eventualmente se le permita recurrir de ella. Por todo lo manifestado, si bien consta en autos un hecho respecto del cual no ha habido prueba, tal cual es la notificación al pretensor, o ausencia de ella, del decreto de embargo, dado que las partes contraponen sus declaraciones sin verter elementos probatorios al respecto, arguyendo el demandante que no se hizo y la autoridad demandada que sí por medio de exhorto que libró al Juez de lo Civil de Nueva San Salvador, sí la ha habido del hecho que la sentencia no se le notificó, resultando perjudicado por la concreción de la privación que de ella se deriva, tal como se señaló antes. Como resultado, entonces, es procedente declarar que ha lugar el amparo solicitado por el señor José Roberto Hidalgo conocido por José Roberto Hidalgo Vera, por estimarse que con la omisión de comunicarle la sentencia definitiva pronunciada en el proceso ejecutivo clasificado bajo el número 201-EM-91, promovido ante el Juzgado Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, por José Enrique Madrigal Gómez en su calidad de apoderado del Banco Capitalizador S. A., contra la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y el señor Narciso Enrique Avilés Cordón, se le está violentado su derecho de propiedad, por potenciar su privación, dado que el inmueble ya se encuentra embargado para ese único efecto, con inobservancia de su derecho de audiencia y la seguridad jurídica. V) El artículo 35 de la Ley de Procedimientos Constitucionales señala el efecto normal y principal de la sentencia que concede el amparo, que es el efecto restitutorio, el cual debe entenderse en sentido amplio; es decir, atendiendo a la doble finalidad del amparo: en primer lugar el restablecimiento del orden constitucional violado; y, en segundo lugar, la reparación del daño causado. Reconocida por esta Sala la existencia de un agravio en la esfera jurídica del señor José Roberto Hidalgo conocido por José Roberto Hidalgo Vera, la consecuencia lógica es reparar el daño, restaurando las cosas al estado en que se encontraban antes de la ejecución del acto violatorio de derechos. Para el caso, el efecto restitutorio deberá traducirse en la invalidez del auto en virtud del cual se declaró ejecutoriada la sentencia de remate pronunciada en el proceso ejecutivo, clasificado bajo el número 201-EM-91, promovido por José Enrique Madrigal Gómez en su calidad de apoderado del Banco Capitalizador S. A., contra la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y el señor Narciso Enrique Avilés Cordón, a las catorce horas y cuarenta y ocho minutos del día dieciocho de junio de mil novecientos noventa y dos, debiendo así, notificarse la misma al señor demandante de este amparo para los efectos constitucionales pertinentes que se han acotado anteriormente. POR TANTO: a nombre de la República, con base a las razones expuestas y en aplicación de los artículos 1, 2 y 11 de la Constitución y artículos 32, 33, 34 y 35 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, esta Sala FALLA: (a) Declárase que ha lugar el amparo solicitado por el señor José Roberto Hidalgo Vera contra providencias dictadas por La Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador, por haberse considerado que ha existido violación de su derecho a la seguridad jurídica, propiedad y audiencia b) vuelvan las cosas al estado en que se encontraban antes del acto reclamado, en el sentido que deberá invalidarse el auto en virtud del cual se declaró ejecutoriada la sentencia de remate pronunciada en el proceso ejecutivo, clasificado bajo el número 201-EM-91, promovido por José Enrique Madrigal Gómez en su calidad de apoderado del Banco Capitalizador S. A., contra la sociedad Cartones Industriales S. A. de C. V. y el señor Narciso Enrique Avilés Cordón, a las catorce horas y cuarenta y ocho minutos del día dieciocho de junio de mil novecientos noventa y dos, debiendo así, notificarse la misma al señor demandante de este amparo para los efectos constitucionales pertinentes, (c) déjase expedita a la parte actora la posibilidad de seguir un proceso civil de indemnización por daños y perjuicios en contra del Estado directamente, por constar en autos que el funcionario personalmente responsable de la violación, ya no es quien ostenta la titularidad del cargo en la actualidad (d) óigase en la siguiente audiencia a la Jueza Cuarto de lo Mercantil de San Salvador para los efectos del artículo 84 de la Ley de Procedimientos Constitucionales por no haber contestado, en el presente proceso, el traslado conferido conforme al artículo 30 de la Ley de Procedimientos Constitucionales; y (e) notifíquese.---A. G. CALDERON---R. HERNANDEZ VALIENTE---J. E. TENORIO---MARIO SOLANO---J. ENRIQUE ACOSTA--PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---S. RIVAS AVENDAÑO---RUBRICADAS