Información, Poder y Democracia Conferencia Magistral dictada por la Dra. Patricia Galeana* Un estado de derecho implica la observancia del régimen jurídico establecido por autoridades y ciudadanía. Para generar una cultura de la legalidad, se requiere en primer lugar, el conocimiento de la Constitución y de las leyes vigentes; así como incorporar al sistema educativo escolarizado y al informal, a través de campañas de difusión masiva, la información sobre los derechos y obligaciones de la ciudadanía. La tecnología informática facilita este conocimiento y su difusión, para lograr la participación ciudadana. Sólo una sociedad informada puede vigilar el cumplimiento de las normas establecidas. Al elaborar una ley los miembros de una sociedad manifiestan no sólo cómo son, sino cómo quieren ser como nación. La ley prescribe conductas. En este marco, la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública marca un hito en el camino de los mexicanos para construir una democracia plena. Nuestro pueblo tiene una tradición legalista contradictoria. Las culturas primigenias de estas tierras tuvieron un derecho consuetudinario, que unido a las concepciones mágico – religiosas era respetado por toda la comunidad. Con la conquista española se trasplantó el concepto occidental de legalidad desde que Hernán Cortés fundó el Ayuntamiento de la Villa Rica de la Veracruz para justificar su acción 1 de gobierno. Posteriormente, también se incorporó la paradójica práctica española de “obedézcase pero no se cumpla”. Desde el siglo XVI, se instituyó también en México el principio de la intolerancia religiosa, correspondiendo al dogmatismo de contrarreforma y al absolutismo del Imperio español. La secularización de la sociedad llevó largo tiempo, Se Inició en el siglo XVIII, con el gobierno de Carlos III, pero la intolerancia prevaleció hasta el triunfo de la reforma liberal en la segunda mitad del siglo XIX. Esta cultura reforzó un sistema autoritario antidemocrático y la cultura de la secrecía. En el México independiente, en el proceso de construcción del Estado nacional, se dieron cinco constituciones, que nunca estuvieron cabalmente en vigor. Prevaleció la máxima de “obedézcase pero no se cumpla” y las diversas constituciones fueron una utopía por alcanzar. Todas buscaban el marco jurídico ideal para resolver los problemas del país. Al triunfo de la República sobre la Monarquía se pretendió, sin lograrlo, reformar a la Constitución de 57 mediante un plebiscito anticonstitucional. Por ello la Constitución escrita se guardó en una vitrina y se modificó de facto la Constitución real. Décadas después Carranza logró la reforma a la Constitución del 57, que Juárez no culminó y la Constitución del 17, dejó de ser una Constitución * Historiadora. Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Asociación Libertad de Información – México, A.C. Conferencia Magistral presentada en el Archivo General de la Nación, 2 semiparlamentaria para convertirse en la presidencial que tenemos hasta la fecha. La dictadura porfirista fue legalista, lo cual nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de generar una cultura jurídica más que una meramente legal. La cultura jurídica es más amplia, incluye el conjunto de ideas, convicciones, percepciones, tradiciones y conductas relacionadas con la organización, el funcionamiento y la evolución de las instituciones. En el siglo XX, México tuvo una Constitución de vanguardia, al ser la primera que incorporó los derechos sociales.1 Emanada de una Revolución, esta Constitución incorporó en su cuerpo normativo una serie de disposiciones reglamentarias, que no tenían por qué formar parte de la ley suprema. Esta es una de las razones por las que ha sido necesario hacerle una serie de reformas. Algunas de fondo, otras de forma, unas indispensables, otras superfluas. Mientras una dictadura es estática, una democracia es dinámica. Por ello, es menester difundir entre la ciudadanía las diferencias entre dichas reformas, ya que existe una idea generalizada de que es una el 23 de octubre de 2003. 1 La primera revolución social del siglo XX, culminó con la promulgación de la primera Constitución del mundo que acuñó los derechos sociales. Tomó las ideas federalistas que se habían manifestado desde la Carta Magna de 1824 y que se habían consolidado en la de 1857. El capítulo de las garantías individuales de la Constitución de 1857 pasó íntegramente al texto de 1917, pero para que quedaran incluidos los derechos de los trabajadores y del campo y la ciudad, se decidió hacer una Reforma a la Constitución del 57. Mientras que los constituyentes de 1857 formaban un grupo más homogéneo en cuanto a su formación intelectual, los de 1917 constituían un grupo de diferente formación, producto natural de 3 Constitución “parchada”, que no responde al espíritu de la Constitución original. Ello propicia que autoridades y ciudadanía la incumplan. Esta percepción del imaginario colectivo contraria a la propia Constitución, es altamente nociva para avanzar hacia una cultura jurídica y la vigencia plena de un Estado de derecho. Generar una nueva mentalidad de respeto al marco jurídico, empezando desde luego por las propias autoridades, es condición indispensable para la vida democrática. Implica la aplicación de la ley y el respeto a los derechos de la persona humana. La legalidad es un elemento esencial del Estado de derecho, ya que la ley encarna la voluntad general y es la manifestación racional de la soberanía. La legalidad implica obligatoriedad y su incumplimiento genera responsabilidad. La ley es el gobierno del hombre por sí mismo. Por ello Jules Michelet consideró que la ley era la máxima expresión de la civilización frente a la barbarie. El fascismo llevó a la crisis de la legalidad, porque todo aquello que era legal era legítimo. Pero en una democracia la ley es el instrumento esencial de protección de los individuos. La legalidad es un principio básico de la democracia y de la ideología liberal. Es también una de las tres formas típicas de la legitimidad. De acuerdo con Max Weber, presupone una “modernización racional”, por un movimiento social. De esta forma, para llegar a un consenso se incluyeron normas que hubieran podido quedar en leyes secundarias o reglamentarias. 4 ello los “sistemas de control de la constitucionalidad y los sistemas de protección de los derechos humanos no son, estrictamente, sino sistemas de control de la legalidad”.2 Mientras los gobiernos autoritarios establecen la cultura de la secrecía, las democracias deben ser transparentes. En este sentido la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública marca un antes y un después en la historia política y administrativa del México contemporáneo, ya que obliga a las autoridades y a la ciudadanía a un nuevo comportamiento en el cual el acceso a la información pública permite vigilar la observancia de la legalidad, el por qué de la toma de decisiones, controlar al poder y evitar su corrupción. El derecho a la información es un derecho fundamental de toda democracia. Desde 1977, este derecho se había incorporado al texto constitucional, pero nunca se elaboró la ley reglamentaria correspondiente, por lo cual el manejo de la documentación había quedado al arbitrio de la autoridad en turno. Hace un cuarto de siglo que se incluyó en el artículo 6° constitucional la obligación del Estado de garantizar el Derecho a la información. Sin embargo el Legislativo omitió todo este tiempo legislar sobre la forma en que el Estado debía garantizar este derecho humano de tercera generación, internacionalmente reconocido como un derecho inalienable en la era de la información. 2 Tamayo, Rolando. Enciclopedia Jurídica mexicana, México, Porrúa – UNAM, 2002, pp. 885 – 891. 5 En el sexenio anterior presentamos ante las autoridades, la necesidad de garantizar mediante el marco jurídico adecuado, la preservación y acceso de los archivos públicos, pero el asunto quedó pendiente debido a que la propuesta sobre una ley nacional de archivos públicos no se consideró políticamente oportuna, por requerir una reforma constitucional, pero tampoco se hizo una ley para el ejecutivo federal. En las mesas para la Reforma del Estado, que coordinó Porfirio Muñoz Ledo, presentamos la propuesta de una Ley Nacional de Archivos, indispensable para ejercer el Derecho a la Información y para sustentar jurídicamente un sistema nacional de archivos. La propuesta de Ley Nacional de Archivos fue incorporada en las conclusiones que se entregaron al Jefe del Ejecutivo. La meta de estos trabajos era convertir al cambio político en una transición democrática, mediante la reforma de los órganos del poder, por ello se consideró esencial garantizar la preservación y el acceso a la información del Estado. Posteriormente, la Secretaría de Gobernación, a través del Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana, organizó el Foro de revisión de la Constitución, donde nuevamente presentamos la propuesta de Ley Nacional de Archivos. En ambos casos se propuso la necesidad de contar con un órgano autónomo del Estado para concentrar la documentación histórica y dar las normas archivísticas conducentes. La Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo y la Comisión Federal de Mejora Regulatoria organizaron el Foro 6 Metropolitano de Consulta sobre transparencia y acceso a la información gubernamental, que culminó con la iniciativa del Ejecutivo en la materia. La Ley Federal de Transparencia y Acceso a la información, propuesta por el ejecutivo estuvo diseñada para aplicarse a los tres poderes, así como a los organismos constitucionales autónomos (IFE, CNDH, Banco de México, universidades y tribunales administrativos). En ella se propuso la creación de una Comisión de Garantías de la Información, conformada por tres ciudadanos autónomos, para atender los reclamos que pueda presentar la ciudadanía frente a la clasificación de documentos que estableciera el jefe de la unidad administrativa de cada dependencia. El 11 de junio de 2002, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental con los diversos cambios que el poder legislativo hizo a la iniciativa presidencial. Se cambió el tiempo de acceso a la información, de un periodo de 20 años a sólo 12 años (art. 15), y se estableció que dicha documentación puede ser pública antes, si desaparecen las causas que dieron origen a su reserva. El Instituto Federal de Acceso a la Información fue creado en diciembre de 2002, con el objetivo expreso de garantizar que los asuntos públicos sean del dominio público, mediante su transparencia. Su creación fue aprobada con el voto unánime de los legisladores. EL 7 IFAI está integrado por cinco Comisionados, en vez de tres, como había planteado el Ejecutivo. Desde el mes de febrero del 2002, la Secretaría de Gobernación había transferido la documentación del Centro de Investigación y Seguridad Nacional a su propio órgano desconcentrado, el Archivo General de la Nación, en cumplimiento del acuerdo presidencial del 27 de noviembre del 2001. Por su parte la Secretaría de la Defensa Nacional, que no había transferido ninguna documentación al AGN desde 1932, envío también la correspondiente de 1965 a 1985. No obstante la importancia que reviste el que ambas secretarías hubieran abierto sus archivos secretos, se trató de un acto discrecional, no de una obligación jurídica. Existe una laguna legislativa que debe ser objeto de una solución institucional. Además de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, nos hace falta una Ley de Archivos, así como de Datos Personales. Se debe contemplar la recuperación de toda la información que se encuentra dispersa en las diversas dependencias del ejecutivo federal, para que sigamos teniendo un Archivo General de la Nación. Es de desearse que se elabore la Ley de Archivos, para precisar las normas de su preservación y las sanciones, no sólo administrativas, en casos de negligencia de los funcionarios responsables, ya que se ha perdido mucha documentación relevante, no sólo por dolo, sino también por descuido. Deben precisarse claramente cuáles son los 8 casos en que por seguridad nacional y privacía de las personas, deben mantenerse documentos en reserva. Debemos reconocer que es positivo contar con el acceso a la documentación de la SEDENA y del CISEN, si bien no sabemos si dicha documentación fue previamente depurada. Por eso es indispensable institucionalizar este proceso por medio de una legislación adecuada y completa. Asimismo deberá recuperarse la documentación faltante en el AGN – comenzando por los archivos presidenciales – para lo cual, será necesario construir el inmueble adecuado, que cumpla con las normas internacionales, para preservar y dar acceso a toda la documentación. Paradójicamente, hoy es más fácil reconstruir la historia del siglo XIX desde la independencia hasta el porfirismo, que la del siglo XX, ya que paulatinamente se fue perdiendo el interés de los gobiernos por preservar los testimonios documentales, con lo que se ha privado a la ciudadanía de ejercer su derecho a la información y se ha perdido nuestra memoria histórica documental. La historia requiere de fuentes confiables; los archivos son de la mayor importancia para conocer las razones del poder y para valorar el desempeño de sus titulares. Sin archivos que funcionen conforme a un marco normativo claro y preciso, la transparencia será relativa y la documentación podrá seguir siendo utilizada como instrumento circunstancial de la política, no de la historia. Lo que importa es 9 asegurar el interés de una nación, no la notoriedad de un gobierno en un momento político determinado. Que no ocurra con los archivos lo que con otras instituciones: que sean objeto de uso y desgaste político, porque perderían credibilidad en la ciudadanía. La confianza en las instituciones es indispensable para fortalecer a nuestra democracia. La mejor definición de lo que es la Democracia, es la que está contenida en el artículo 3° constitucional, cuya redacción se debió a Jaime Torres Bodet. En ella, señala que la Democracia es una forma de vida, en ella se deben alcanzar los consensos por medio del debate de ideas. Todo ello hace imperioso llegar a los acuerdos políticos necesarios en toda democracia, para hacer la Reforma de Estado con la correspondiente actualización de nuestro marco jurídico para que el cambio político que hemos vivido se traduzca en una verdadera transición democrática. Desde los depósitos documentales egipcios del Tel-el-Amarna, del Archeion griego o el Tabullarium romano, los archivos han sido reservorios culturales de los pueblos, fuente para la defensa de sus derechos y fundamento de su juridicidad, centro neurálgico de la toma de decisiones de una buena administración y sede por excelencia de investigaciones históricas. 10 Parafraseando las ideas de Karl Popper sobre los libros, los archivos guardan una de las máximas realizaciones humanas, los documentos, que – en el soporte que sea – requieren de la conjunción de todas las facultades del hombre y marcan el inicio de la conciencia histórica. De tal manera que, si se requiere del arduo esfuerzo mental del mundo del lenguaje para producirlos, no deben escatimarse esfuerzos y recursos para preservarlos, ordenarlos y ponerlos al servicio de la comunidad. La eficiencia de nuestros archivos influye en el desarrollo económico, al garantizar con su buen funcionamiento que se evite el mal uso de los recursos, tanto por duplicidad de acciones, como por falta de continuidad en los programas o por malos manejos de los mismos. En este sentido, la transparencia de los archivos constituye la mejor garantía de una administración honesta, íntegra y, por ende, de una democracia plena, en la cual los ciudadanos pueden constatar en sus acervos públicos el por qué de la toma de decisiones. Por ello, el acceso a la información es esencial a la democracia. Los archivos son centros de información; de su buena administración depende la eficiencia de las instituciones. Hoy debemos promover el reconocimiento social del valor de los archivos. La generación racional, la preservación y el ordenamiento de la documentación es fundamental para que se pueda ejercer el derecho a la información. Existe un gran desconocimiento sobre la 11 responsabilidad moral y legal que implica la administración de documentos. Es necesario establecer programas de capacitación para el personal operativo que labora en los archivos, con objeto de adiestrarlo en el uso adecuado de las nuevas metodologías archivísticas, así como en las nuevas tecnologías informáticas. Deben desarrollarse asimismo, programas de actualización continua para personal archivístico empírico. Métodos y prácticas de valoración; difusión; asuntos legales y ética; administración de documentos y de informática; administración. De igual forma sería conveniente establecer un comité ad hoc que elabore y aplique a nivel nacional criterios de evaluación para aquellos archivistas que no tienen título de técnico ni universitario, pero que pueden acreditar con su experiencia el currículum correspondiente. En los archivos y centros de documentación se requiere de profesionales de los tres niveles educativos: técnico operativo, profesional universitario y especialista posgraduado.3 Lo ideal es que cada institución cuente con personal de los tres niveles. 3 El personal técnico en materia de archivos debe tener una formación mínima de nivel de bachillerato para cumplir con las tareas básicas operativas. El profesional archivista ocupará los mandos directivos y deberá contar con una base suficiente de conocimientos para poder interactuar con otras disciplinas: historia, derecho y administración pública, así como biblioteconomía, paleografía e informática, entre otras. Se requiere también formar especialistas con nivel de posgrado, capaces de hacer ciencia archivista y recrear sus principios teóricos para diseñar nuevos programas de desarrollo archivístico. 12 La informática es el hilo de la modernidad que nos permite manejar la inmensa masa de documentos que se multiplica día a día. Convertir a la sociedad de la información en la del conocimiento. La mayoría de los usuarios tiene poca o nula capacitación sobre los equipos actuales de cómputo. Si bien es cierto que la informática nos ayuda a procesar y almacenar información, si no se sigue una disciplina archivística, se generan verdaderos monstruos de información que se terminan por eliminar en forma por demás irresponsable. Por ello es indispensable aplicar las reglas fundamentales de la archivística: el principio de procedencia y de orden original, en las redes de transmisión de datos. Los documentos electrónicos envuelven una relación e interdependencia más compleja que la que se tiene con documentos en soportes tradicionales. Mientras no se asegure la permanencia de los archivos electrónicos durante todo el ciclo vital de los documentos en soporte de papel, éstos se tendrán que seguir produciendo, de lo contrario, poco y en algunos casos nada quedará como constancia del desempeño de las Instituciones o las personas. Aunque la calidad del papel es inferior a épocas pasadas, no obstante la vida de los documentos electrónicos es todavía menor. Las compañías de cómputo han elaborado insumos perecederos, de ahí la necesidad de seguir utilizando el papel. 13 La revolución tecnológica y la velocidad de cambio de los equipos de cómputo tiene importantes implicaciones para la preservación a largo plazo de los documentos electrónicos, por lo que para asegurar que los que fueron creados en sistemas anteriores permanezcan disponibles en forma entendible y utilizable por los usuarios, se deben migrar o transferir a nuevos sistemas de cómputo. Por ello requerimos de archivistas informáticos, para asegurar que los documentos electrónicos se preserven deben definirse estándares de trabajo que se constituyan en verdaderas Redes de Archivos. Existen diferencias abismales en los archivos públicos, mientras unos se encuentran a la vanguardia tecnológica con la digitalización de sus fondos y su incorporación a la red, otros no cuentan ni siquiera con un local y los muebles mínimos indispensables para ordenarlos. Pero aún en los primeros, se encuentran archivistas que desconocen el manejo de los documentos electrónicos. La Constitución contempla que la legislación de archivos es de competencia estatal. Por ello la mayoría de los estados cuentan con un marco jurídico en la materia; los más hacen referencia a un sistema estatal de archivos que debe estar coordinado por el AGN. Dicho sistema hasta la fecha no ha funcionado por falta de soporte jurídico. Paradójicamente, hay municipios que cuentan con legislación al respecto, en estados que aún carecen de ella. Pero también existen todavía varios estados que no tienen ningún marco jurídico en materia 14 de documentación de archivos públicos. Por ello se requiere una Ley de Archivos. Hoy se cuenta con una Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información y 12 leyes estatales, más la del Distrito Federal, que aún no opera al no integrarse el Instituto para observar su funcionamiento. No obstante, estamos aún por debajo de los estándares democráticos internacionales. Requerimos evaluar la eficacia de la ley y promover leyes en los estados que aún no la tienen. Estados como Sinaloa, ya trabajan en su Ley de Archivos. Leyes complementarias de archivos públicos y protección de datos personales o habeas data, son indispensables para generar una cultura de la transparencia, para ejercer el derecho a la información, que contribuirá en forma decisiva al respeto a nuestro marco jurídico, a vivir un estado de derecho y una vida plenamente democrática. El ejercicio del derecho a la información es garantía de las demás libertades. La obligación de todo estado democrático es dar a la ciudadanía acceso a la información que el propio Estado posee, tanto la que genera como la que recaba de los ciudadanos. Por ello, los archivos gubernamentales deben ser públicos en todo sistema democrático. En todos los países es el Archivo Nacional el encargado de preservar la documentación. El programa Memoria del Mundo de UNESCO es coordinado con los Archivos Nacionales de los diferentes países 15 miembros, mientras que en nuestro país es la SEP la que lo encabeza, por existir una duplicidad de funciones entre el AGN y el INAH, ya que la ley orgánica del INAH incluye también entre sus funciones el cuidado de los archivos históricos. La Ley de Bienes Nacionales considera a los documentos históricos como monumentos constitutivos del Patrimonio de la Nación. No obstante, no existe una reglamentación que especifique cómo se define la historicidad de los mismos. Por otra parte, a partir de la Reforma del Poder Judicial, este poder ha emprendido la organización de sus propios archivos históricos a costa de desintegrar la documentación del AGN, y de los archivos estatales. Ello ha venido a romper la integración de los pocos archivos organizados del país, afectando su estructura y unidad institucional. Afortunadamente hoy día, gracias a la informática, la documentación se puede digitalizar y facilitar su acceso, donde quiera que ésta se encuentre. Desde antes de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información, la ley de responsabilidades de los funcionarios públicos incluía la obligatoriedad de hacer entrega de los archivos bajo su responsabilidad, al término del encargo. Hoy se especifican sanciones administrativas ante su incumplimiento. Esperamos que al cambio de autoridades, los nuevos funcionarios reciban las gavetas llenas y las computadoras completas. 16 Hemos vivido un cambio político, que para convertirse en una verdadera transición democrática, requiere de una profunda reforma del estado, mediante la revisión de la Constitución. En ese sentido, hemos propuesto una reforma constitucional en la que, con base en el artículo 73° constitucional con respeto absoluto a nuestro federalismo y de acuerdo a la cooperación entre los estados, se establezca la facultad de regular los archivos públicos y la creación de un órgano autónomo del estado responsable de esta tarea, así como garantizar el habeas data, derecho humano inalienable de tercera generación. Una Ley de Archivos redundaría en una administración más eficiente, en cuanto las propias autoridades cuenten con la información necesaria para la adecuada toma de decisiones, al tiempo que se evitará que continúe la pérdida de la memoria histórica de la nación. El ejercicio del derecho a la información permitirá que una ciudadanía mejor informada, que pueda participar de manera más consciente y responsable en la vida democrática del país. Resolver conflictos, atender demandas, satisfacer expectativas y anticipar problemas. renovar instituciones, Alentar en suma, el espíritu transformador de una sociedad abierta y dinámica, buscando la concordancia entre la constitución escrita y la constitución real. Consciente de la importancia de preservar la memoria histórica, se debe a José María Lafragua la primera iniciativa para legislar en 17 materia de archivos y reglamentar la concentración de los documentos en el Archivo General y Público de México. En su discurso ante la Cámara de Diputados, con una gran lucidez y una visión extraordinaria, concibió al Archivo como una fuente inagotable de conocimientos, - “de luces, hechos y derechos”, como lo llamaría don Ignacio Cubas, primer director del Archivo -, donde el jefe del gobierno encontraría la brújula para orientar y dirigir la nave del Estado, para guiar los pasos de la nación por un camino seguro, y la ciudadanía abrevaría en sus inagotables fuentes. 18