Las traducciones de Camus en España durante el franquismo

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Las traducciones de Camus en España durante el
franquismo: difusión y censura
SUSANA CRUCES COLADO
Universidade de Vigo
Introducción
Este artículo tiene como objetivo analizar cuales fueron los
condicionantes que rodearon las traducciones de Albert Camus
al español durante el periodo de la dictadura franquista (19361975). En primer lugar teniendo en cuenta de que fue un autor
francés de enorme fama y difusión en vida y que la concesión
del premio Nobel contribuyó si cabe aún más a su popularidad.
En segundo lugar, porque la introducción de la obra de Albert
Camus en España posee unas particularidades que muy
probablemente no sean comunes a las de ninguna otra literatura
de los países europeos que después de la Segunda Guerra
Mundial fueron denominados “bloque occidental”. Tras la
guerra, ninguno de los regímenes fascistas sobrevive, puesto que
forman parte del bando de los vencidos. Todo lo contrario fue lo
que sucedió en España, donde el vencedor fue justamente el
bando fascista, que no corrió la suerte de sus iguales al haber
quedado al margen de la contienda mundial. Así, en el sistema
literario español existe un elemento normativo que condiciona
las importaciones, el político. Cualquier producción, cualquier
importación, se ve sometida al ineludible paso por la censura. El
objetivo de este artículo es determinar cuáles fueron las
traducciones a las que tuvo acceso el público español, y cuáles,
en qué momento y por qué fueron autorizadas o denegadas por
la censura, lo que nos dará una idea de las relaciones literarias
entre Francia, el sistema literario prestigiado de este periodo.
1. Aparición de las traducciones de Camus al español
La mayoría de las traducciones existentes en este periodo
fueron editadas por Losada, editorial argentina de gran prestigio
en aquel momento, fundada y dirigida por Gonzalo Losada.
Aparecen sucesivamente: Calígula (1949), El malentendido
82
(1949), Los justos (1949), El hombre rebelde (1953), El mito de
Sísifo (1953), La Caída (1957), El exilio y el reino (1957) y El
revés y el derecho (1958). El extranjero (1949) y La peste
(1958), aparecieron en las editoriales también argentinas
EDHASA y en Sur-Emecé respectivamente. Fue Aguilar, en su
sección mexicana quien en 1953 se encargó de reunir, editar y
traducir las Obras Completas (que aparecerán en México en
1960) para la “Biblioteca Premios Nobel”, al parecer según
propuesta de Gallimard, la cual deseaba una presentación
idéntica a la de su colección La Pléiade.1
Nos encontramos pues, con que aparentemente circularon
en España dos versiones diferentes de cada obra: la de
cualquiera de las editoriales de Buenos Aires, y la de las Obras
Completas, de Aguilar, en su colección de Premios Nobel.
Además, no se volvió a traducir ni revisar ninguna de las obras
hasta después del franquismo. En realidad no llegaron a entrar
en competencia en España, al menos hasta después de los
sesenta, puesto que la segunda versión fue relativamente tardía,
y porque, como más adelante veremos, la autorización para ser
publicada quedó en suspenso durante varios años. Lo que se
puede encontrar —sobre todo a partir de los setenta— son
simplemente estas versiones comercializadas por diferentes
editoriales españolas.
La política de elección de los traductores varió de una
editorial a otra. Sur-Emecé encargó la traducción de La peste a
una escritora española de prestigio, Rosa Chacel. Losada optó
por especializar a los traductores en los diferentes géneros a los
que se dedicó Camus. Así, Aurora Bernárdez y Guillermo de la
Torre tradujeron la obra teatral: Calígula, Los justos, El
malentendido. Luis Echávarri tradujo los ensayos El hombre
rebelde y El mito de Sísifo. Alberto Luis Bixio se dedicó a la
narrativa: La Caída, El exilio y el reino, El revés y el derecho.
Para las Obras Completas la orientación fue diferente. Hubo un
solo traductor para todas las obras narrativas: Federico Carlos
1
Esta información me ha sido personalmente facilitada por D. Julio Lago, traductor
del segundo volumen de las obras completas. (Carta manuscrita fechada el 2-2-95)
83
Sáinz de Robles, y otro para la obra ensayística: Julio Lago
Alonso, ambos españoles, a diferencia de los de Losada.
El hecho de que se tradujera a Camus siempre en países
americanos podría indicarnos que, en un principio, las
traducciones fueron más bien pensadas para el público
latinoamericano, porque de hecho, desde España se sigue
percibiendo el español de América (por poner una sola etiqueta
a todas las variantes del español de los distintos países
hispanohablantes), como un español de peor calidad,
comprensible, pero secundario. Pero esto no es en absoluto
exacto, ya que cualquier libro que se editase en lengua española
era susceptible de ser distribuido en cualquier país de habla
hispana. En los Congresos de Editores de la América Española y
de España, celebrados en Santiago de Chile en 1946 y en
Buenos Aires en 1947, se acuerda considerar todo el ámbito del
idioma español como un solo país en lo referente a las áreas
idiomáticas, por lo que los contratos de traducción se hacen para
toda el área lingüística.
Por otra parte hay que tener presente el contexto
económico y editorial de la posguerra, en situación de la más
completa precariedad (era frecuente incluso la escasez de papel),
y el papel de la censura ejercida directa y explícitamente por el
Estado. Abellán, resume perfectamente esta delicada situación:
La situación preindustrial en que se encuentra la industria del
libro en España ha acentuado todavía más el papel censor de
las empresas editoriales puesto que la política editorial no ha
dependido de condicionantes puramente comerciales —
marketing— sino gubernativos—censura—. (103)
De este modo, en un mercado completamente dominado
por los condicionantes ideológicos, no serían rentables las
traducciones de escritores más o menos desconocidos (o al
menos de escasa difusión) que producirían muy probablemente
problemas con la censura, como ya había sucedido, y generarían
escasos o nulos beneficios económicos. Un escritor como
Camus, comprometido con la lucha contra los fascismos que
habían invadido Europa, difícilmente sería autorizado en un país
84
cuyo gobierno es fascista. Así, a la censura estatal se le añade
otra, la autocensura que desempeña también un importante papel
en las políticas editoriales:
Pero la censura estatal no fue la única razón, puesto que la
autocensura, y sobre todo la autocensura editorial, en
previsión de la primera, existió y ejerció sus efectos: En
efecto, el editor o el director literario de una empresa editora
se encuentra en la difícil situación de ser juez y parte al
mismo tiempo. Tiene que juzgar una obra por sus cualidades
artísticas o literarias, pero sin perder de vista tampoco las
consecuencias económicas que se derivarían de una
publicación cuyo acceso al consumo legal implique, a los
ojos de la institución censoria, complicidad en la difusión de
materias delictivas. (Abellán 97)
2. Las obras de Camus y la censura
2.1 Introducción
El Estado, durante la dictadura franquista para defender los
valores Dios, patria y familia, se arrogó el papel de padre
protector para proteger a sus súbditos de las peligrosas
influencias del marxismo, del liberalismo de las democracias
extranjeras y de las herejías que pudiesen provocar la relajación
de las buenas costumbres. Este control se ejerce mediante la
censura de prensa, cine y literatura. Para ello, delega parte de su
poder en los representantes de la Iglesia Católica.
Dada la simbiosis casi perfecta entre los intereses de la
Iglesia y del Estado en aquella época de consolidación del
levantamiento franquista, no tiene nada de extraño que el
nuevo régimen reconociera la supremacía de la Iglesia en
materia de moral y dogmática, supremacía que establece, por
otra parte, la misma doctrina católica vigente en aquel
momento, sobre la cual el nuevo régimen fundamentó buena
parte de su ideología política y de su ordenamiento social y
económico. De modo que, en un principio, los criterios
aplicados por la censura tendieron a proteger ambas
instituciones, recíproca y solidariamente, contra el enemigo
común: el secularismo foráneo, fuera este “rojo” o “liberal”.
(Abellán 111)
85
La censura se instaura mediante sucesivas órdenes y leyes,
nada más iniciarse la guerra civil, en el territorio dominado por
el ejército sublevado. En 1936 se declara ilícita la circulación y
comercio de cualquier tipo de obra comunista o disolvente. En
1937 se ordena retirar de las bibliotecas públicas e incluso
destruir aquellas publicaciones que divulgasen esta clase de
ideas. Este mismo año se promulga otra orden de la Secretaría
General del Jefe del Estado para Prensa y Propaganda, con lo
que se le da carta de legitimidad a la censura militar, puesto que
hace intervenir a un funcionario de categoría militar. En un
principio sólo examinaba las noticias tocantes a asuntos
militares, pero posteriormente sus atribuciones se fueron
ampliando hacia otras informaciones más de tipo político (p.e.
imagen y reputación de las autoridades). Su función era ponerse
al servicio del régimen, amordazando cualquier crítica o intento
de disidencia, incluso desde las propias filas. No sólo se verá
afectada la prensa, sino también el cine, el teatro y la literatura,
susceptibles de socavar los cimientos del régimen, introduciendo
ideas perniciosas que atacasen los principios políticos o morales
que lo sustentaban:
Nuestras actividades derivadas de las funciones a desarrollar
deben estar encaminadas como decía el Caudillo en el
preámbulo del Decreto de creación del Servicio de
propaganda “a establecer el imperio de la verdad y divulgar
al mismo tiempo la gran obra de reconstrucción nacional que
el Nuevo Estado ha emprendido”. Es preciso difundir la
cultura para el pueblo por medio de todos los medios de
difusión a nuestro alcance, orientándolo de esta forma en las
buenas costumbres en el sano concepto de nuestros ideales
que inspiraron el Movimiento Nacional, y propagando la
sana y tradicional cultura española así como la Doctrina
Cristiana.2
2
Normas a los delegados comarcales de Educación Popular. El texto procede de
Abellán (249 y ss.). Ante la imposibilidad de conseguir los textos auténticos, a partir
de ahora citaré los recogidos en dicha obra.
86
En un principio, cualquier artículo, libro, guión u obra de
teatro estaba obligado al depósito previo. El censor
(denominado lector en la jerga de la Administración),
normalmente uno en el caso de las obras literarias o prensa, y
varios para el cine y teatro, emitía un dictamen, en forma de
comentario exponiendo las razones de la autorización o
denegación del permiso para su difusión. Esto no excluía el
secuestro o la prohibición a posteriori, cosa que se agudizó
cuando, este depósito deja de ser obligatorio con la ley de prensa
de Fraga Iribarne en 1966. Era también un recurso frecuente el
“silencio administrativo”, lo que suponía en la práctica la no
autorización impidiendo además cursar una nueva solicitud.
En cuanto a los censores, incluso tras consulta de los
archivos de la censura, como tras consulta de los diferentes
investigadores en este ámbito, resulta imposible establecer hoy
en día una relación de sus nombres y de los años en que
ejercieron tal labor, a no ser en casos excepcionales (Abellán
287-288) porque ya en su momento fueron públicos y notorios.
Esto se justifica también por el hecho de que esta actividad no
era considerada de prestigio, y ni siquiera estaba bien pagada
(Neuschäfer 43). Era considerada más bien un pluriempleo, tan
habitual durante el franquismo. Los únicos nombres que he
podido descubrir, son por supuesto aquellos que aparecen en los
expedientes de la censura, frecuentemente vinculados a la
Iglesia Católica. En estos casos, el nombre completo va
precedido del tratamiento: "Padre". No sé si se trata siempre de
sacerdotes, o de cualquier miembro perteneciente a una orden
religiosa.
Hay que hacer además dos precisiones. La primera es que:
“En comparación con el cine, la censura de libros era menos
espectacular, sobre todo porque actuaba con mayor sigilo y no
estaba tan apremiada por el tiempo. De ahí su especial
minuciosidad e insistencia.” (Neuschäfer 51). La segunda es que
no existía el mismo tratamiento para las obras o traducciones
que se producían en el país y para las que se importaban. Estas
últimas, al estar editadas en el extranjero, no podían sufrir
enmiendas, supresiones ni tachaduras, siendo autorizadas o
87
rechazadas en su totalidad, con lo que se restringía enormemente
el número de importaciones. Bastaba con que un censor
considerase que ciertos pasajes atacasen “Al dogma, a la Iglesia,
a sus Ministros, a la moral, al Régimen y sus instituciones o a
las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen”.
Este será el caso de las traducciones de Camus, que como se
indica en el apartado anterior, fueron publicadas fuera de
España.
La imagen reproduce el formulario que debían rellenar los
censores: 3
3
AGA (Archivos Generales de la Administración) 11.812
88
2.2 Etapas de la censura
Durante la dictadura franquista no siempre se ejerció la
censura con iguales criterios y dureza. Podemos observar
diferentes etapas que corren paralelas a las de la dictadura
franquista puesto que son las tendencias generales de cada
periodo político las que orientarán los criterios censores de este
aparato represor (Abellán 87-104). De hecho, nunca hubo
normas explícitas, salvo las que establecían el procedimiento
administrativo que se debía seguir para presentar las solicitudes
(Abellán 249-283). Además, la censura estuvo adscrita a
diferentes ministerios y servicios, lo que provocaba que, según
el talante de cada responsable, esta fuese más o menos estricta.
(Neuschäfer 48-54). Como veremos más adelante, esto se verá
reflejado en los distintos juicios censores emitidos con respecto
a las obras de Camus.
La periodización que expongo a continuación es la que
proponen y en la que coinciden diferentes historiadores (Cirici,
Gubern, Sinova, Carr), variando ligeramente los límites
cronológicos.
2.2.1 Primera etapa (1936-1951)
La primera etapa abarcaría desde 1936, al comienzo de la
Guerra Civil y con la Ley de prensa de 1936, hasta el año 1951.
Se caracteriza por el aislamiento internacional y la autarquía. La
hegemonía ideológica y cultural es ejercida por Falange, y sus
dirigentes son partidarios de un férreo control de la información.
La resolución 1-12-46 de la ONU por la que se excluye al
gobierno de Franco de la participación en organismos
internacionales relacionados o establecidos por esta, se revoca
en 1950 levantando el boicot que pesa sobre nuestro país y
EE.UU. concede ayudas económicas, inferiores es cierto, a las
que habría conseguido de haberse beneficiado del plan Marshall
(Tusell 139), del que habíamos quedado al margen. Debido a la
difícil situación económica en la que se encontraba España, hay
un mínimo intento de suavizar la censura. Por ello, una orden
ministerial del 26 marzo de 1946, permite en el papel, atenuar la
censura de prensa: “Art. 1. Se autoriza a la Dirección General de
89
Prensa para atenuar las vigentes normas de censura”. Sin
embargo, como no existe un código de censura, esta medida
nace carente de contenido y efectividad, quedando, como
siempre, al libre arbitrio de los censores. Con todo, el discurso
hostil que el régimen dirigía a las democracias occidentales
comienza a suavizarse hacia 1948, puesto que estas fueron las
vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, y son por tanto las
que ejercen la hegemonía política mundial.
2.2.2 Segunda etapa (1951-1962)
La Segunda etapa coincide con el apogeo del régimen. En
julio de 1951 se crea el Ministerio de Información y Turismo,
cuyo responsable es Arias Salgado, y cuyas funciones
principales consisten en: fomentar el turismo extranjero,
ofreciendo una cara amable del régimen franquista y
falseadamente tópica del país en general, para mejorar la imagen
que de España se tenía en el exterior; controlar la información y
los medios de comunicación en general, con lo que la censura,
adscrita hasta ese momento al Ministerio de Educación, pasa a
depender directamente del recién creado ministerio. Se nombra
a Joaquín Ruiz Giménez ministro de Educación, representante
de la “familia católica” del régimen, lo que suponía la
introducción de un cierto aperturismo cultural por parte de
ciertos miembros de su equipo (Antonio Tovar o Pedro Laín
Entralgo por ejemplo) provenientes de la Falange más liberal
(Tusell 96, 142).
2.2.3 Tercera etapa (1962-1969)
Durante la tercera etapa se llevan a cabo tímidos intentos
de apertura. Sin duda, uno de los acontecimientos más
importantes de esta etapa, es la promulgación de la Ley de
Prensa del 15 de marzo de 1966, ideada por Manuel Fraga
Iribarne, que había sido nombrado Ministro de Información y
Turismo en 1962. Esta nueva ley abolía la censura previa
aunque mantenía la consulta voluntaria. Reconocía un cierto
derecho a la libertad de expresión y difusión de informaciones,
limitadas a: “El respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento
90
a la ley de principios del Movimiento Nacional y demás leyes
fundamentales [...] el debido respeto a las instituciones y a las
personas en la crítica de la acción política y administrativa;
[...]”. 4
En realidad se dejó la puerta abierta a una mayor
arbitrariedad si cabe, puesto que el artículo doce reglamentaba
los secuestros de publicaciones, las multas o los expedientes
administrativos para la prensa y demás publicaciones, con lo que
los filtros aplicados variaban al vaivén de la situación política.
La vida cultural, aun a pesar de la “libertad vigilada”
experimenta un auge, marcado por la aparición de varias
revistas, en 1963, que serán de capital importancia para la
difusión de nuevas ideas (Atlántida, Revista de Occidente y la
católica divulgadora del pensamiento democrático, Cuadernos
para el Diálogo).
2.2.4 Cuarta etapa (1969-1975)
La cuarta etapa, de 1969 a 1975 marca la progresiva
descomposición y desaparición del régimen. Se nombra ministro
de Información y Turismo a Sánchez Bella “hombre
ultraconservador a pesar de su filiación católica” (Gubern 248),
contrario al aperturismo. Con Sánchez Bella se generalizó la
política de advertencias telefónicas a los periódicos acerca de
los temas o asuntos que no podían ser tratados sin necesidad de
declararlos oficialmente “materia reservada”, y acerca de
transmisión de todo tipo de consignas, así como la represión de
los espectáculos públicos.
En enero de 1974 Sánchez Bella es sustituido por Pío
Cabanillas, y durante este periodo comienzan a aparecer nuevas
publicaciones, libros y revistas “que ofrecían planteamientos
críticos y postulaban, apenas veladamente, una necesaria
transformación del régimen” (Gubern 249). Este es destituido al
considerar su gestión excesivamente liberal, y por permitir el
“libertinaje erótico”, que no era sino un pacato “destape” (de
ropa, se entiende) en realidad.
4
Ley de Prensa e Imprenta del 15 de marzo de 1966, art. 2.
91
2. 3 Las obras de Camus y su paso por la censura
La primera obra de la que ha quedado constancia a su paso
por la censura, es El extranjero. Se trata de una solicitud por
parte de EDHASA, para la importación de 200 ejemplares
editados por Emecé en Buenos Aires, con fecha de registro de
entrada del 25 de noviembre de 1949. El informe de lectura es
breve y no deja lugar a dudas: “Se trata de una muestra típica de
literatura existencialista. Todo el libro es una blasfemia. Es por
completo censurable. (22-12-49)”5
5
AGA (Archivos Generales de la Administración) 8.922
92
No consta el nombre del censor, pero por la calificación
de“blasfemia”, bien se puede suponer que se trata de un
religioso. La autorización será por supuesto denegada.
Hasta el año 1952 no se vuelve a encontrar otra solicitud
también de importación, de la misma obra y editorial, aunque no
consta en ella el número de ejemplares. La fecha de entrada es
del 9 de enero de 1952. El informe de lectura reproduce
literalmente el anterior, pero mencionando explícitamente al
responsable último de la Inspección de Libros, que aparecerá
algunas veces más, el “Sr. Úbeda”, Jefe de la sección de
Inspección de Libros, según consta en alguno de los impresos de
los expedientes. La autorización de importación será
nuevamente denegada. Entre las fichas de entrada de autores en
los archivos de la censura no aparece la referida a este año. El
hallazgo del expediente fue fortuito, al encontrarme consultando
los de otros autores a los que se relacionan ideológicamente con
Camus. Una rápida deducción puede llevar a creer que puede
haber más documentación no localizable, pues no resulta tan
infrecuente el caso de extravío de elementos de un fichero,
máxime teniendo en cuenta la desaparición de este Ministerio
tras el fin de la dictadura, y el consiguiente traslado de toda la
documentación a los Archivos Generales de la Administración,
situados en Alcalá de Henares (Madrid), en donde se encuentran
actualmente para permitir su consulta. Sin embargo un examen
atento de los expedientes muestra que cuando una misma obra
vuelve a solicitar una autorización, se hace referencia a todos los
expedientes anteriores si los hay. En este caso, las fechas
concuerdan, y demuestran que no hubo ninguna otra demanda
para El extranjero entre los años 1949 y 1952.
Es en 1955 cuando se autoriza por primera vez en España
la circulación de una novela de Camus, La peste, en francés. La
solicitud es realizada por la Editorial Taupin, probablemente en
noviembre del mismo año. (No he podido determinar la fecha
exacta, me guío por la de la autorización). El informe es
favorable: 6
6
AGA 1.013
93
Es la crónica de la generación que vivió la guerra del 39-45.
La anécdota, una epidemia de peste en la ciudad de Oran
tiene un cuádruple valor simbólico. Es la epidemia física que
hiere al azar, crece de manera fantástica, burla los esfuerzos
de los médicos y se va inesperadamente. Es la guerra y la
ocupación. Los doscientos mil oraneses puestos en
cuarentena simbolizan los dos millones de europeos
encarcelados física y moralmente por la ocupación. La peste
es el mal y el sufrimiento en el mundo. La peste es el mal
moral en la vida.
Camus es incrédulo, más que ateísta es antiteísta. En esta
obra también nos ofrece datos de su incredulidad. Es una
falta de creencia en Dios con angustia, como presintiendo su
existencia. Camus tiene otras ideas inadmisibles, no
cristianas. Camus no es para toda clase de lectores. Pero a mi
juicio, precisamente porque hay quien puede leerlo, y porque
nuestro cedazo debe ser amplio agujeros (sic), opino que
puede autorizarse, a reserva de la traducción, si es para
traducir. Si es para importar sin reservas.
Puede autorizarse con la reserva anterior, muy necesaria esta
obra. Fdo. Javier Dieta.
Se autoriza la importación de 300 ejemplares (indicado en
el expediente posteriormente y a lápiz azul, pues no consta
dicho número en la solicitud) el día 22 de diciembre de 1955.
Esta vez, el juicio que merece la obra no es sólo de corte
moral, sino también literario. Las razones de la autorización se
transparentan: al tratarse de una novela en francés, la difusión
será escasa, y siempre entre un público culto (lee en francés), al
que el censor considera suficientemente preparado como para
que esta pueda ejercer mala influencia. Probablemente
merecería otro tratamiento si se tratase de una traducción, que sí
llega a más amplios sectores de la sociedad. Los argumentos
reflejan una doble moral: tanta mayor permisividad cuanto
menor sea el círculo de influencia. Aún más, es la Iglesia
Católica a través de las instituciones del Estado la que decide
quién está preparado para leer qué, privilegio reservado a unos
pocos elegidos.
Dos años más tarde, y unos meses antes de que le fuese
concedido el premio Nobel a Camus, Joaquín de Oteyza García,
94
representante en España de la editorial Losada de Buenos Aires,
deposita una instancia con fecha del 4 de julio de 1957
solicitando la importación de 200 ejemplares de La Caída. He
aquí el informe del lector: 7
La trayectoria que ha seguido Alberto Camus es conocida.
Se extiende desde el nihilismo al humanismo, y abarca
períodos muy característicos en la agudización de los valores
negativos, como por ejemplo, en “Noces”. “La Caída” es
inadmisible. Se trata de un conjunto de meditaciones —un
monólogo— donde se vierten atrevimientos inmorales con la
enunciación de principios perniciosos, fuera de la ortodoxia
y del buen sentido ético. Para que no le falte al libro nada, el
autor se permite una chanza e ironía sobre Franco, “el
general católico”. DEBE PROBIRSE [intercalada la “h”a
lápiz azul].
Madrid, 19 de julio de 1957. El Lector, M. de la Pinta
Llorente
Ante tal informe, La Caída no podrá ser importada. Sin
embargo, revela ciertos detalles que resultan de lo más
significativo: a pesar de que sólo una obra de Camus ha sido
autorizada en España (La peste, en francés), el lector menciona
Noces. Aún más, afirma que la trayectoria de Camus “es
conocida” ¿Por quién, y por qué medios? Esto nos hace
aventurar la hipótesis de que aunque existiese un férreo control
de los medios de comunicación y de edición, sí se tenía en
realidad noticias de las ideas y literatura que se producían en ese
momento en Francia, aunque el conocimiento fuese únicamente
por referencias y no directo. También podemos pensar que las
autoridades competentes de la Iglesia Católica, para evitar la
transmisión de cualquier ideología que se apartase de la
ortodoxia, tuviesen informados a sus ministros de aquello que
los fieles podían o no leer para consejo y control ideológico a un
tiempo. Tenemos un buen ejemplo en un folleto sin fecha de
edición (es posterior a 1960) encontrado en la Biblioteca
Nacional (Madrid- España) que explica a los usuarios de una
7
AGA 11.697
95
biblioteca circulante qué deben o no leer y por qué, y presenta
un extracto “brevísimo” de los autores incluidos en el Índice de
libros prohibidos —Índice que sigue elaborando la Iglesia
Católica—, en el que no figura Camus, pero sí Sartre y la
mayoría de los escritores franceses del siglo XIX.
La concesión del premio Nobel en 1957 será la ocasión
aprovechada por las editoriales para presentar nuevas solicitudes
ante la censura. Así, al día siguiente del anuncio oficial (18 de
octubre, 1957), la editorial Taurus solicita autorización para
editar La peste y El extranjero, en una tirada de 3.000
ejemplares cada una 10. La primera pasa la censura sin
problemas el 25 de octubre de 1957. El texto del informe es el
siguiente: 8
No resultaron tan fáciles las cosas para El extranjero. El
primer informe, realizado casi con un mes de diferencia, es de
nuevo negativo:9
8
9
AGA 11.801
AGA 11.801
96
Pero por alguna razón, seguramente influyó el que fuese
un autor recientemente laureado con el Nobel, el libro es
entregado de nuevo para ser leído por otro censor. Así, nos
hemos encontrado con esta carta mecanografiada adjunta al
expediente y dirigida al mismo Úbeda anteriormente
mencionado:10
Querido Ubeda:
He leído “El extranjero”, que no es el extranjero, sino el
extraño, esto es, el desentrañado y desarraigado de todo, sin
Dios y sin religión, sin sociedad y sin ética, un hombre—
masa de algunas civilizaciones actuales, en quien no operan
otros estímulos que los inmediatos y semi-animales, sin otro
horizonte que el hic et nunc, el hoy puramente presente. No
solamente no hay el menor atisbo de trascendencia, sino que
positivamente se rechaza todo lo que no sea el momento
terrestre que se vive instintiva y como pasivamente. Se
rechaza, pues, la moral superior y se rechaza la noción de
Dios y todo reconocimiento de Cristo.
Mundanidad absoluta amoralidad son sus características:
Parece que, después de esto, se debe proponer la denegación
de la obra. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta lo siguiente:
sin duda hay en el libro una tesis subyacente del autor (la
que arriba hemos expuesto) absolutamente inaceptable, pero
no está expuesta como tal tesis. El autor se limita a ofrecer la
10
AGA 11.801
97
narración lineal de una vida o de un hombre al que acontece
ser así, ateo, insolidario y amoral. Si, además, se tiene en
cuenta que la censura ha aprobado ya otra obra (“La peste”)
en la que también, y acaso más explícitamente, está presente
la misma tesis con el agravante de que, incluso, (si no estoy
equivocado, ya que no conozco directamente la obra) se
pretende demostrar que el ateísmo es tan natural y eficaz que
ni siquiera hace falta Dios para que florezcan la “caridad”y
la solidaridad, creo que, en fin de cuentas, la censura estatal,
en cuanto tal, carece de argumento suficientemente válido
para denegar “El extranjero”.
Así pues, mi opinión personal es que también debe
autorizarse “El extranjero”, so pena de que la Censura opere
contradictoriamente. Por eso, como sabes, he sido siempre
partidario de que las obras de un mismo autor “delicado”
(Russell, Camus, etc.) sean leídas por un mismo lector. Un
abrazo. Faustino G. Sánchez Marín.
Sirva esto como prueba de que no existen criterios
unificados entre los censores, y que el visto bueno para la
publicación de una obra depende en gran medida del carácter
más o menos tolerante y abierto de aquel a quien haya sido
asignada su lectura.
El extranjero será finalmente autorizada el 10 de marzo de
1958, varios meses después que La peste. En ese mismo año,
con pocos días de diferencia, Taurus y Losada realizan la
solicitud para la colección de narraciones El exilio y el reino.
Taurus, el 30 de octubre 11 y Losada alrededor del 11 de
noviembre 12. Un conflicto va a originarse entre ambas
editoriales y la propia censura, puesto que Taurus afirma que ya
posee la autorización de ésta para publicar los relatos, lo que
resulta totalmente falso. Tras un intercambio de correspondencia
y las disculpas pertinentes, será finalmente Losada quien
difunda en España la traducción de El exilio y el reino, al
exportar 500 ejemplares. El día 13 de diciembre del mismo año,
Joaquín de Oteyza realiza las solicitudes de importación para
tres libros más de novela, ensayo y teatro. 11 Estos son: La
11
AGA 11.869
98
caída, El mito de Sísifo, El hombre rebelde, El Malentendido,
Calígula, El estado de sitio y Los justos.
La caída, novela cuya difusión había estado prohibida
unos meses antes, es ahora autorizada, al existir razones como la
que aparece escrita a máquina en la instancia presentada:
Como más arriba afirmaba, el premio resulta determinante
para que en un momento dado se puedan publicar en España las
obras de Camus. Resulta interesante reproducir el informe, para
comprobar hasta qué punto, como ya he adelantado más arriba
podía existir absoluta disparidad de criterios entre los diferentes
censores:12
12
AGA 11.869
99
Al final, lo que la autoridad pertinente decide es:
“Autorizada importación con carácter de tolerada. En 50
ejemplares. Madrid, 11 de febrero de 1958” (La petición había
sido para 200 ejemplares).13
Por otra parte el informe nos permite constatar cómo esta
vez se anteponen los criterios literarios (“la importancia literaria
del autor”), en los que no dejan de estar presentes lo políticos, a
los de tipo moral o religioso. Quizás no sea arriesgado creer que
subyace también una cierta cuestión de prestigio cultural e
imagen ante el mundo. Un escritor acaba de ser galardonado con
un premio de resonancia mundial, y el hecho de que no circulen
aquí sus obras por estar expresamente prohibidas puede ofrecer
una cierta imagen de inferioridad de la cultura española con
respecto a las extranjeras, y más concretamente frente a la
francesa, cosa que los dirigentes de la época desean evitar a todo
precio. Recordemos que España está en una etapa de tímida
apertura tras el aislamiento internacional al que fue sometida, y
esto no haría sino reforzar la imagen de país dictatorial y
atrasado que de ella se tiene en el exterior.
Es también autorizado sin mayores problemas, y con
carácter de tolerada, el volumen que contiene los ensayos, El
mito de Sísifo y El hombre rebelde, invocando una vez más el
carácter restringido de su público (pocos ejemplares: 50, y para
especialistas):14
13
14
AGA 11.697
AGA 11.869
100
El volumen que contiene las cuatro obras de teatro más
conocidas sí podía haber sufrido algún tipo de trabas: El jefe de
la sección de inspección de servicios, Úbeda se dirige mediante
Nota de servicio interior a la Sección de Teatro:15
A fin de resolver una instancia presentada en esta Dirección
General por Oteyza, en solicitud de autorización para la
publicación de la obra titulada “TEATRO”, de la que es
autor Albert Camus, tengo el gusto de adjuntarle un ejemplar
de dicha obra con el ruego de que nos sea devuelta
juntamente con un informe sobre la conveniencia de dicha
publicación. (19-12-57).
La respuesta es:
En contestación a la nota que antecede, pongo en
conocimiento de V.S. que las obras a que la misma se refiere
no han sido censuradas por estos servicios. La obra
“CALIGULA” está prohibida por esta Dirección General.
20- 12-57. Firmado: José María Ortiz.
Aunque no trataré de la censura de espectáculos teatrales
(sería otro artículo aparte y haría de este uno demasiado
extenso) oficialmente hasta la fecha, sólo se había intentado
representar una obra de Camus, lo que permite deducir el
práctico desconocimiento de su teatro para el gran público. A
pesar de esta prohibición, y aunque el informe no sea
precisamente de lo más positivo, se autoriza:
15
AGA 11.869
101
Así, se resuelve proponer la “autorización de su
importación con carácter de tolerada. En 50 ejemplares. Madrid,
11 de febrero de 1958”.16
Se comprueba de este modo cómo en 1958, la práctica
totalidad de la obra “mayor” de Camus, a pesar de juicios
adversos ya ha sido publicada en España, aunque hay que
matizar que el número de ejemplares es tan escaso que hubiera
sido difícil que tuviesen una buena difusión entre amplios
sectores del público.
A partir de este momento lo esperable hubiera sido que no
se hubiese vuelto a imponer ningún tipo de prohibición. Sin
embargo no fue así. Durante ese mismo año 1958, las
importaciones quedan suspendidas, no de forma oficial, sino
dejando transcurrir el tiempo sin comunicar una resolución a los
solicitantes. De este modo, en el mes de abril, se intentan
importar 2000 ejemplares de La chute. El informe no llega tan
siquiera a realizarse, sólo aparece adjunto al expediente una
cuartilla, en papel de seda, donde aparece escrito sin firmar, a
lápiz azul: 17
16
17
AGA 11.869
AGA 11.972
102
¿Quién podría tener interés e influencia suficiente para
suspender la obra, sin seguir los trámites habituales? Lo mismo
sucede con el primer volumen de las Obras Completas
(narraciones y teatro), editadas por Aguilar en México.
Probablemente no ha sido dirigido a ningún lector, pues no
aparece ningún informe redactado, sino que se consultan los
expedientes previos correspondientes a cada una de las obras
incluidas, comprobándose que se encuentran todas autorizadas.
Aunque ninguna de ellas ha sido prohibida ni mantenida en
silencio administrativo, ni aparece ninguna nota como en otros
casos, ordenando la retención del expediente, este permanece
cinco meses sin repuesta, hasta que la propia editorial Aguilar
solicita su anulación mediante instancia a la censura:18
Que el mucho tiempo transcurrido, y el que pueda transcurrir, en
la tramitación para la solución definitiva y favorable del
expediente, ha trastocado el plan de publicaciones y, como
consecuencia, decide no publicar, de momento, la mencionada
obra, por lo que a V.I. SUPLICA:
Se digne ordenar sea considerada nula la mencionada solicitud y
devueltos los ejemplares que a la misma se acompañaban (28-459)
18
AGA 12.127
103
La anulación tardará más de un año en ser notificada,
mediante una inscripción manuscrita “anulado 6-VI-60”, con el
usual lápiz azul sobre dicha instancia, apareciendo sin embargo
en la solicitud de 1958 “denegado”, con idéntica fecha a la
anterior. Ante la falta de más pruebas documentales, caben una
explicación razonable, que el número de ejemplares (17.750)
debió de parecer excesivo a las autoridades. Una cosa es
permitir unas pocas decenas de libros, y otra una edición de
varios miles, que llegarían a muchísimos más lectores.
Idéntico caso fue el de La peste que había sido
anteriormente autorizada tanto en francés (1955) como en
español (1957). Así, aunque en el informe del censor se lee:19
Examinada la obra de referencia y sin nada fundamental que
oponer a anterior resolución, se estima que: PUEDE
AUTORIZARSE DE NUEVO. Madrid, 17 de Nov. de 1958
Vuelven a aparecer dos cuartillas escritas a mano y en lápiz
azul, cuyo mensaje es casi idéntico: “Orden de Úbeda.
Pendiente de resolución. 19-11-58” y:
Úbeda parece transmitir órdenes de superiores políticos.
Pero las razones siguen permaneciendo oscuras: ¿Parecía tal vez
excesivo número de ejemplares? (esta vez son 4000). La peste
19
AGA 12.201
104
no será en realidad publicada en esta editorial hasta 1961, y sólo
después de haber presentado una nueva solicitud ante la censura.
Parece entonces razonable concluir que durante el año
1958, bien por parte de personas concretas pertenecientes al
propio aparato de la censura, o bien por parte de personas
vinculadas a otras diferentes instancias políticas superiores,
existió una clara voluntad de impedir que las obras de Camus se
difundiesen en España, sin que por ello trasluciese una
prohibición explícita. Esto tal vez estuviese motivado por el
deseo de dar una buena imagen pública ante ciertos medios
culturales especialmente críticos con el régimen.
Al año siguiente, sin embargo, la política parece ser otra:
se autoriza a la Sociedad Española de Libreros, y al distribuidor
Joaquín de Oteyza a importar respectivamente 300 ejemplares
de L'étranger y 200 de El revés y el derecho , en la edición de
Losada.20 Es cierto que ninguno de los censores coincide con los
que nos hemos encontrado anteriormente. Con L'étranger, el
criterio que se siguió, por una vez, fue el de la coherencia:21
Es cierto que se trata de la versión original en francés, y
que no todo el eventual público puede leer en esta lengua, pero
también es cierto que el Nobel parece ser empleado por los
20
AGA 12.366 y AGA 12.382 respectivamente
AGA 12.366. Transcripción del documento: “Revisada esta novela del flamante
Premio Nobel, ya autorizada en versión española, puede autorizarse su importación.
Madrid, 16-6-59. Firmado: Miguel Piernavieja.”
21
105
censores como una especie de argumento de autoridad para
apoyar sus juicios, al igual que sucedía en 1957. A El revés y el
derecho tampoco parece posible hacerle objeciones de ningún
tipo:22
Cabe además destacar el hecho de que esta vez
prácticamente no se aluda a cuestiones ideológicas, sino
estéticas, comentado estilo y características de la prosa de
Camus. Esta clase de informes más cercanos a la crítica literaria
que a la moral y política no era en absoluto infrecuente. En
bastantes de ellos que he podido consultar, lo que se emite
realmente es un juicio crítico, ejerciendo tanto un patronage
ideológico como poetológico (Lefevere 15-18).
A partir del año 1960, y hasta el año 1970, y coincidiendo
con los supuestos intentos de apertura del régimen, no se
volverá a prohibir ninguna obra —incluso más adelante, pues no
se ha de olvidar que la censura siguió existiendo durante la
transición—, a excepción de algunos casos bastante
significativos.
El primero afecta al segundo volumen de las Obras
completas editadas por Aguilar—México que incluyen ensayos
y otros escritos. Se solicita la autorización de importación el 26
de junio de 1961, unos días después de que se haya anulado la
solicitud del primer volumen —como acabo de señalar—, tras
22
AGA 12.382
106
haber estado suspendido durante varios años.23 El informe del
censor, el P. Álvarez Turienzo, en un intento de objetividad,
expone las razones por las que debería autorizarse (de tipo moral
y por ser escaso el público al que van destinadas), pero también
las objeciones que cabe oponerle, de índole política. La
conclusión a la que llega es que debería ser autorizada la
importación:
Sin embargo, los responsables deciden denegar la
importación. La explicación parece estar en que se trata del
volumen que recoge además de los ensayos los escritos
periodísticos de Camus, publicados en su mayoría en el diario
parisino Combat, así como discursos pronunciados y otros
artículos que aparecen en sucesivas recopilaciones tituladas
Actualités. Al consultar las páginas de la edición original
mencionadas en el informe, se encuentran artículos como: “¿Por
qué España?”(1948), explicando por qué sitúa L’etat de siège en
España, “España y la cultura “(1952), sobre la entrada de
España en la UNESCO, etc. Por supuesto esto resulta del todo
23
AGA 13.288
107
inaceptable para el régimen de Franco, por mucho que se intente
dar imagen de aperturismo político. Pesan más los principios
políticos que los filosóficos o incluso religiosos, mostrándose
más flexibles y abiertos los propios representantes de la Iglesia
Católica que los censores ajenos a ella.
El segundo caso afecta una vez más a El extranjero. En
1963 la editorial Plaza y Janés, de Barcelona, solicita la
autorización para imprimir 3000 ejemplares. A pesar de que en
los antecedentes se indica “Autorizada con carácter de tolerada
el 19-11-57”, el informe es negativo:24
Puede resultar chocante que el mismo censor que autoriza
en 1957 La peste, también atea y en donde la imagen de la
religión católica no es precisamente positiva, ahora juzgue que
no se debe autorizar El extranjero. En todo caso esta decisión
entraría en contradicción con la anterior autorización, y tal vez
la censura, y por extensión el régimen podría dar una imagen
arbitraria de su gobierno y proceder. Tal vez por ello después
del informe negativo, se encarga otro inmediatamente a un
nuevo censor, esperando que sea positivo. Así es efectivamente,
y probablemente no sea fruto del azar el que este censor sea P.
Álvarez Turienzo, que siempre ha recomendado la autorización
de todas las obras de Camus (menos La peste, la que no se le ha
encomendado), salvo curiosamente El extranjero, en 1957, por
inmoral. Su opinión, seis años más tarde, ha variado: 25
24
AGA 12.924
AGA 12.924. Transcripción del documento: “Relato que refleja la experiencia del
hombre que acaba sintiendo extraño en todas las instancias convencionales, y que en
25
108
No vuelve a mencionar, como en el año 57, el hecho de
que se haga alusión explícita a mantener relaciones sexuales, ni
la califica de “amoral” e “inmoral”. Por el contrario, tenemos la
sensación de que desea “salvar a Camus”, y el argumento para
ello es claro: “El libro es una denuncia, no una tesis”. Quizá el
conocer mejor la obra de Camus ha hecho que cambiase de
parecer.
La tercera excepción la constituye la obra El estado de
sitio, cuya solicitud de impresión de 15.000 ejemplares se
el absurdo de la existencia acaba siendo homicida, sin explicarse nada de lo que
ocurre a consecuencia de ello.
Parece interpretar como artificial todo el trámite del proceso y rechaza la instancia
final religiosa que el ofrece el sacerdote. El libro es una denuncia, no una tesis. Pese a
su desolación de contenido, Puede autorizarse”
109
presenta el 7 de septiembre de 1972.26 La obra se entregará a dos
lectores diferentes, y ambos dictámenes van a ser negativos,
aunque con matizaciones diferentes. El primero, Pedro Rodrigo
Martínez, fundamenta su rechazo en el trasfondo político de la
misma, y sobre todo en el hecho de que haya alusiones a
España, en donde transcurre la pieza:27
Conforme a la mentalidad y sentir de Camus,
existencialista y desesperado, la obra podría difuminarse en
su simbología. Pero su localización real, dentro de su
fabulación, en Cádiz, da ocasión para que las teorías del
autor pudieran tener tendenciosa y sectaria interpretación, ya
que el personaje La Peste se identifica con el orden, el
silencio, la justicia, el uniforme y otros aspectos que son
clave política en la obra. Las claves son singularmente
sospechosas en las páginas […] y otras donde hay claras
alusiones a España, teorías anarquistas y subversivas […]
Hay muchas razones para rechazar este libro, que hubiera
quedado en la ambigüedad (sic), sin excluir parciales
afirmaciones inaceptables, si no se desarrollara en nuestro
país.
RECHAZADO el depósito.
El segundo lector (lector nº 6, cuya firma es ilegible)
considera que la obra es una alegoría, y que es difícil establecer
una relación directa entre ésta y la situación real de España, sin
que llegue a atacar ideas u opiniones concretas, lo que no impide
que recomiende silencio administrativo:28
Esta obra es un mito, sin alusión directa a régimen político
alguno. Es posible hacer interpretaciones, pero no serán
nunca más que eso. Interpretaciones. Por ello no sé vé (sic)
fundamento jurídico para rechazarlo. Salvo las dos frases
antirreligiosas de las pags 23 y 199, el resto es vago,
indeterminado, e imposible de identificar directamente con
nuestro régimen. Se recomienda silencio administrativo. 9-972
26
AGA 645
AGA 645
28
AGA 645
27
110
Será esta la última vez —documentada, es necesario volver
a insistir— en que no se autorice una obra de Camus. Hay que
recordar sin embargo, que desde 1966, en virtud de la nueva Ley
de Prensa e Imprenta anteriormente mencionada, no es necesario
hacer depósito previo, por lo que si en algún momento la
censura decidió paralizar la distribución de algún libro o
imponer una multa, no quedaría constancia documental en este
archivo, sino en el del organismo o juzgado que iniciase el
trámite sancionador.
3. Conclusiones
Tras analizar dónde y quiénes realizaron las traducciones
de Camus y cuáles fueron los avatares sufridos para que estas
pudiesen publicarse en España, podemos extraer una serie de
conclusiones.
En primer lugar, cuando Camus es galardonado con el
Nobel, en España aún no ha sido publicada ninguna traducción
de su obra. Sólo ha circulado un restringido número de
volúmenes de La peste en francés. Por tanto, se podría deducir
que el desconocimiento de su literatura, tanto por parte del
público como de la crítica especializada es —tendría que ser—
casi total. Esta última afirmación no es válida sin embargo para
el segundo caso. El francés era una lengua que todavía leían
intelectuales, y en general las personas con estudios
universitarios, y a través de la que se accedía a todo lo nuevo —
literatura, filosofía o economía, por ejemplo— que iba
surgiendo en el extranjero. Según testimonios de los que
vivieron aquella época, existía una intensa circulación de libros
traídos de Francia de forma más o menos clandestina, y además,
no eran infrecuentes los viajes fuera de España, en busca de
otros horizontes culturales más amplios. Así pues, Camus es ya
un autor conocido de los círculos culturales “no oficiales”. Con
todo, en el momento de su muerte, el 4 de enero de 1960, la
práctica totalidad de sus títulos más conocidos: las novelas La
peste, La caída y El extranjero, los ensayos El mito de Sísifo y
El hombre rebelde, sus cuatro obras de teatro, junto con los
111
relatos de El exilio y el reino y los escritos de El revés y el
derecho, sí han sido publicados, al menos una vez, si bien las
tiradas siempre han sido reducidas.
En segundo lugar, los criterios con los que operan los
censores son de naturaleza religiosa casi exclusivamente.
Contrariamente a lo que se pueda creer, el régimen franquista no
censura exclusivamente por motivos políticos. De hecho, la
estrecha vinculación entre la ideología del aparato censor y el
que sean miembros de la Iglesia Católica una buena parte de los
que para él trabajan provoca que lo que más se vigile sean las
cuestiones morales.
En tercer lugar, es el premio Nobel el que origina una
cierta flexibilidad de criterios para que puedan empezar a
publicarse estas obras en España. Más que nada, debía tratarse
de una cuestión de prestigio: en un país culto no puede faltar un
autor al que acaban de conceder tan importante distinción. El
hecho de que posteriormente algunas obras fuesen de nuevo
prohibidas parece reforzar esta hipótesis. En realidad se trató de
una flexibilidad de criterios absolutamente coyuntural. Sin
embargo, y coincidiendo con los intentos de apertura de las
últimas etapas de la censura, se relajaron los criterios y salvo las
excepciones mencionadas, desde comienzos de los sesenta se
toleraba la circulación de las obras de Camus.
En cuarto y último lugar, cabe destacar el hecho de que
nunca fuese traducida ninguna de estas obras desde España,
aunque sí lo fuese por traductores españoles, debido a las
razones de censura ya expuestas detalladamente. Las editoriales
españolas se limitaron a importar estas traducciones. Esta
situación cambió sin embargo sólo unos pocos años más
adelante, gracias al auge —si así se puede denominar— de la
vida cultural, el nacimiento de nuevas editoriales, y la
desaparición del paso por la censura previa, cuando son éstas las
que comienzan a editar, y en ciertos casos, ya muy
recientemente, a corregir dichas traducciones.
112
OBRAS CITADAS
Abellán, Manuel L. Censura y creación literaria en España
(1939-1976). Madrid: Península, 1980.
Carr, Raymond. España: de la Restauración a la democracia,
1875-1980. Trans. Ignacio Hierro. Barcelona: Ariel, 1984.
Cirici, Alexandre. La estética del franquismo. Barcelona:
Ediciones G. Gil, 1977.
Lefevere, André. Translation, Rewriting & the Manipulation of
Literary Fame. Londres: Routlegde, 1992.
Neuschäfer, Hans-Jörg. Adiós a la España eterna. La
dialéctica de la censura. Novela, teatro y cine bajo el
franquismo. Barcelona: Anthropos, 1994.
Gubern, Román. La censura: función política y ordenamiento
jurídico bajo el franquismo. (1936-1975). Barcelona:
Península, 1981.
Sinova, Justino. La censura de prensa durante el franquismo.
(1936-1951). Madrid: Espasa, 1989.
Tusell, Javier. La España de Franco. Madrid: Historia 16, 1989.
113
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