Las traducciones de Camus en España durante el franquismo: difusión y censura SUSANA CRUCES COLADO Universidade de Vigo Introducción Este artículo tiene como objetivo analizar cuales fueron los condicionantes que rodearon las traducciones de Albert Camus al español durante el periodo de la dictadura franquista (19361975). En primer lugar teniendo en cuenta de que fue un autor francés de enorme fama y difusión en vida y que la concesión del premio Nobel contribuyó si cabe aún más a su popularidad. En segundo lugar, porque la introducción de la obra de Albert Camus en España posee unas particularidades que muy probablemente no sean comunes a las de ninguna otra literatura de los países europeos que después de la Segunda Guerra Mundial fueron denominados “bloque occidental”. Tras la guerra, ninguno de los regímenes fascistas sobrevive, puesto que forman parte del bando de los vencidos. Todo lo contrario fue lo que sucedió en España, donde el vencedor fue justamente el bando fascista, que no corrió la suerte de sus iguales al haber quedado al margen de la contienda mundial. Así, en el sistema literario español existe un elemento normativo que condiciona las importaciones, el político. Cualquier producción, cualquier importación, se ve sometida al ineludible paso por la censura. El objetivo de este artículo es determinar cuáles fueron las traducciones a las que tuvo acceso el público español, y cuáles, en qué momento y por qué fueron autorizadas o denegadas por la censura, lo que nos dará una idea de las relaciones literarias entre Francia, el sistema literario prestigiado de este periodo. 1. Aparición de las traducciones de Camus al español La mayoría de las traducciones existentes en este periodo fueron editadas por Losada, editorial argentina de gran prestigio en aquel momento, fundada y dirigida por Gonzalo Losada. Aparecen sucesivamente: Calígula (1949), El malentendido 82 (1949), Los justos (1949), El hombre rebelde (1953), El mito de Sísifo (1953), La Caída (1957), El exilio y el reino (1957) y El revés y el derecho (1958). El extranjero (1949) y La peste (1958), aparecieron en las editoriales también argentinas EDHASA y en Sur-Emecé respectivamente. Fue Aguilar, en su sección mexicana quien en 1953 se encargó de reunir, editar y traducir las Obras Completas (que aparecerán en México en 1960) para la “Biblioteca Premios Nobel”, al parecer según propuesta de Gallimard, la cual deseaba una presentación idéntica a la de su colección La Pléiade.1 Nos encontramos pues, con que aparentemente circularon en España dos versiones diferentes de cada obra: la de cualquiera de las editoriales de Buenos Aires, y la de las Obras Completas, de Aguilar, en su colección de Premios Nobel. Además, no se volvió a traducir ni revisar ninguna de las obras hasta después del franquismo. En realidad no llegaron a entrar en competencia en España, al menos hasta después de los sesenta, puesto que la segunda versión fue relativamente tardía, y porque, como más adelante veremos, la autorización para ser publicada quedó en suspenso durante varios años. Lo que se puede encontrar —sobre todo a partir de los setenta— son simplemente estas versiones comercializadas por diferentes editoriales españolas. La política de elección de los traductores varió de una editorial a otra. Sur-Emecé encargó la traducción de La peste a una escritora española de prestigio, Rosa Chacel. Losada optó por especializar a los traductores en los diferentes géneros a los que se dedicó Camus. Así, Aurora Bernárdez y Guillermo de la Torre tradujeron la obra teatral: Calígula, Los justos, El malentendido. Luis Echávarri tradujo los ensayos El hombre rebelde y El mito de Sísifo. Alberto Luis Bixio se dedicó a la narrativa: La Caída, El exilio y el reino, El revés y el derecho. Para las Obras Completas la orientación fue diferente. Hubo un solo traductor para todas las obras narrativas: Federico Carlos 1 Esta información me ha sido personalmente facilitada por D. Julio Lago, traductor del segundo volumen de las obras completas. (Carta manuscrita fechada el 2-2-95) 83 Sáinz de Robles, y otro para la obra ensayística: Julio Lago Alonso, ambos españoles, a diferencia de los de Losada. El hecho de que se tradujera a Camus siempre en países americanos podría indicarnos que, en un principio, las traducciones fueron más bien pensadas para el público latinoamericano, porque de hecho, desde España se sigue percibiendo el español de América (por poner una sola etiqueta a todas las variantes del español de los distintos países hispanohablantes), como un español de peor calidad, comprensible, pero secundario. Pero esto no es en absoluto exacto, ya que cualquier libro que se editase en lengua española era susceptible de ser distribuido en cualquier país de habla hispana. En los Congresos de Editores de la América Española y de España, celebrados en Santiago de Chile en 1946 y en Buenos Aires en 1947, se acuerda considerar todo el ámbito del idioma español como un solo país en lo referente a las áreas idiomáticas, por lo que los contratos de traducción se hacen para toda el área lingüística. Por otra parte hay que tener presente el contexto económico y editorial de la posguerra, en situación de la más completa precariedad (era frecuente incluso la escasez de papel), y el papel de la censura ejercida directa y explícitamente por el Estado. Abellán, resume perfectamente esta delicada situación: La situación preindustrial en que se encuentra la industria del libro en España ha acentuado todavía más el papel censor de las empresas editoriales puesto que la política editorial no ha dependido de condicionantes puramente comerciales — marketing— sino gubernativos—censura—. (103) De este modo, en un mercado completamente dominado por los condicionantes ideológicos, no serían rentables las traducciones de escritores más o menos desconocidos (o al menos de escasa difusión) que producirían muy probablemente problemas con la censura, como ya había sucedido, y generarían escasos o nulos beneficios económicos. Un escritor como Camus, comprometido con la lucha contra los fascismos que habían invadido Europa, difícilmente sería autorizado en un país 84 cuyo gobierno es fascista. Así, a la censura estatal se le añade otra, la autocensura que desempeña también un importante papel en las políticas editoriales: Pero la censura estatal no fue la única razón, puesto que la autocensura, y sobre todo la autocensura editorial, en previsión de la primera, existió y ejerció sus efectos: En efecto, el editor o el director literario de una empresa editora se encuentra en la difícil situación de ser juez y parte al mismo tiempo. Tiene que juzgar una obra por sus cualidades artísticas o literarias, pero sin perder de vista tampoco las consecuencias económicas que se derivarían de una publicación cuyo acceso al consumo legal implique, a los ojos de la institución censoria, complicidad en la difusión de materias delictivas. (Abellán 97) 2. Las obras de Camus y la censura 2.1 Introducción El Estado, durante la dictadura franquista para defender los valores Dios, patria y familia, se arrogó el papel de padre protector para proteger a sus súbditos de las peligrosas influencias del marxismo, del liberalismo de las democracias extranjeras y de las herejías que pudiesen provocar la relajación de las buenas costumbres. Este control se ejerce mediante la censura de prensa, cine y literatura. Para ello, delega parte de su poder en los representantes de la Iglesia Católica. Dada la simbiosis casi perfecta entre los intereses de la Iglesia y del Estado en aquella época de consolidación del levantamiento franquista, no tiene nada de extraño que el nuevo régimen reconociera la supremacía de la Iglesia en materia de moral y dogmática, supremacía que establece, por otra parte, la misma doctrina católica vigente en aquel momento, sobre la cual el nuevo régimen fundamentó buena parte de su ideología política y de su ordenamiento social y económico. De modo que, en un principio, los criterios aplicados por la censura tendieron a proteger ambas instituciones, recíproca y solidariamente, contra el enemigo común: el secularismo foráneo, fuera este “rojo” o “liberal”. (Abellán 111) 85 La censura se instaura mediante sucesivas órdenes y leyes, nada más iniciarse la guerra civil, en el territorio dominado por el ejército sublevado. En 1936 se declara ilícita la circulación y comercio de cualquier tipo de obra comunista o disolvente. En 1937 se ordena retirar de las bibliotecas públicas e incluso destruir aquellas publicaciones que divulgasen esta clase de ideas. Este mismo año se promulga otra orden de la Secretaría General del Jefe del Estado para Prensa y Propaganda, con lo que se le da carta de legitimidad a la censura militar, puesto que hace intervenir a un funcionario de categoría militar. En un principio sólo examinaba las noticias tocantes a asuntos militares, pero posteriormente sus atribuciones se fueron ampliando hacia otras informaciones más de tipo político (p.e. imagen y reputación de las autoridades). Su función era ponerse al servicio del régimen, amordazando cualquier crítica o intento de disidencia, incluso desde las propias filas. No sólo se verá afectada la prensa, sino también el cine, el teatro y la literatura, susceptibles de socavar los cimientos del régimen, introduciendo ideas perniciosas que atacasen los principios políticos o morales que lo sustentaban: Nuestras actividades derivadas de las funciones a desarrollar deben estar encaminadas como decía el Caudillo en el preámbulo del Decreto de creación del Servicio de propaganda “a establecer el imperio de la verdad y divulgar al mismo tiempo la gran obra de reconstrucción nacional que el Nuevo Estado ha emprendido”. Es preciso difundir la cultura para el pueblo por medio de todos los medios de difusión a nuestro alcance, orientándolo de esta forma en las buenas costumbres en el sano concepto de nuestros ideales que inspiraron el Movimiento Nacional, y propagando la sana y tradicional cultura española así como la Doctrina Cristiana.2 2 Normas a los delegados comarcales de Educación Popular. El texto procede de Abellán (249 y ss.). Ante la imposibilidad de conseguir los textos auténticos, a partir de ahora citaré los recogidos en dicha obra. 86 En un principio, cualquier artículo, libro, guión u obra de teatro estaba obligado al depósito previo. El censor (denominado lector en la jerga de la Administración), normalmente uno en el caso de las obras literarias o prensa, y varios para el cine y teatro, emitía un dictamen, en forma de comentario exponiendo las razones de la autorización o denegación del permiso para su difusión. Esto no excluía el secuestro o la prohibición a posteriori, cosa que se agudizó cuando, este depósito deja de ser obligatorio con la ley de prensa de Fraga Iribarne en 1966. Era también un recurso frecuente el “silencio administrativo”, lo que suponía en la práctica la no autorización impidiendo además cursar una nueva solicitud. En cuanto a los censores, incluso tras consulta de los archivos de la censura, como tras consulta de los diferentes investigadores en este ámbito, resulta imposible establecer hoy en día una relación de sus nombres y de los años en que ejercieron tal labor, a no ser en casos excepcionales (Abellán 287-288) porque ya en su momento fueron públicos y notorios. Esto se justifica también por el hecho de que esta actividad no era considerada de prestigio, y ni siquiera estaba bien pagada (Neuschäfer 43). Era considerada más bien un pluriempleo, tan habitual durante el franquismo. Los únicos nombres que he podido descubrir, son por supuesto aquellos que aparecen en los expedientes de la censura, frecuentemente vinculados a la Iglesia Católica. En estos casos, el nombre completo va precedido del tratamiento: "Padre". No sé si se trata siempre de sacerdotes, o de cualquier miembro perteneciente a una orden religiosa. Hay que hacer además dos precisiones. La primera es que: “En comparación con el cine, la censura de libros era menos espectacular, sobre todo porque actuaba con mayor sigilo y no estaba tan apremiada por el tiempo. De ahí su especial minuciosidad e insistencia.” (Neuschäfer 51). La segunda es que no existía el mismo tratamiento para las obras o traducciones que se producían en el país y para las que se importaban. Estas últimas, al estar editadas en el extranjero, no podían sufrir enmiendas, supresiones ni tachaduras, siendo autorizadas o 87 rechazadas en su totalidad, con lo que se restringía enormemente el número de importaciones. Bastaba con que un censor considerase que ciertos pasajes atacasen “Al dogma, a la Iglesia, a sus Ministros, a la moral, al Régimen y sus instituciones o a las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen”. Este será el caso de las traducciones de Camus, que como se indica en el apartado anterior, fueron publicadas fuera de España. La imagen reproduce el formulario que debían rellenar los censores: 3 3 AGA (Archivos Generales de la Administración) 11.812 88 2.2 Etapas de la censura Durante la dictadura franquista no siempre se ejerció la censura con iguales criterios y dureza. Podemos observar diferentes etapas que corren paralelas a las de la dictadura franquista puesto que son las tendencias generales de cada periodo político las que orientarán los criterios censores de este aparato represor (Abellán 87-104). De hecho, nunca hubo normas explícitas, salvo las que establecían el procedimiento administrativo que se debía seguir para presentar las solicitudes (Abellán 249-283). Además, la censura estuvo adscrita a diferentes ministerios y servicios, lo que provocaba que, según el talante de cada responsable, esta fuese más o menos estricta. (Neuschäfer 48-54). Como veremos más adelante, esto se verá reflejado en los distintos juicios censores emitidos con respecto a las obras de Camus. La periodización que expongo a continuación es la que proponen y en la que coinciden diferentes historiadores (Cirici, Gubern, Sinova, Carr), variando ligeramente los límites cronológicos. 2.2.1 Primera etapa (1936-1951) La primera etapa abarcaría desde 1936, al comienzo de la Guerra Civil y con la Ley de prensa de 1936, hasta el año 1951. Se caracteriza por el aislamiento internacional y la autarquía. La hegemonía ideológica y cultural es ejercida por Falange, y sus dirigentes son partidarios de un férreo control de la información. La resolución 1-12-46 de la ONU por la que se excluye al gobierno de Franco de la participación en organismos internacionales relacionados o establecidos por esta, se revoca en 1950 levantando el boicot que pesa sobre nuestro país y EE.UU. concede ayudas económicas, inferiores es cierto, a las que habría conseguido de haberse beneficiado del plan Marshall (Tusell 139), del que habíamos quedado al margen. Debido a la difícil situación económica en la que se encontraba España, hay un mínimo intento de suavizar la censura. Por ello, una orden ministerial del 26 marzo de 1946, permite en el papel, atenuar la censura de prensa: “Art. 1. Se autoriza a la Dirección General de 89 Prensa para atenuar las vigentes normas de censura”. Sin embargo, como no existe un código de censura, esta medida nace carente de contenido y efectividad, quedando, como siempre, al libre arbitrio de los censores. Con todo, el discurso hostil que el régimen dirigía a las democracias occidentales comienza a suavizarse hacia 1948, puesto que estas fueron las vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, y son por tanto las que ejercen la hegemonía política mundial. 2.2.2 Segunda etapa (1951-1962) La Segunda etapa coincide con el apogeo del régimen. En julio de 1951 se crea el Ministerio de Información y Turismo, cuyo responsable es Arias Salgado, y cuyas funciones principales consisten en: fomentar el turismo extranjero, ofreciendo una cara amable del régimen franquista y falseadamente tópica del país en general, para mejorar la imagen que de España se tenía en el exterior; controlar la información y los medios de comunicación en general, con lo que la censura, adscrita hasta ese momento al Ministerio de Educación, pasa a depender directamente del recién creado ministerio. Se nombra a Joaquín Ruiz Giménez ministro de Educación, representante de la “familia católica” del régimen, lo que suponía la introducción de un cierto aperturismo cultural por parte de ciertos miembros de su equipo (Antonio Tovar o Pedro Laín Entralgo por ejemplo) provenientes de la Falange más liberal (Tusell 96, 142). 2.2.3 Tercera etapa (1962-1969) Durante la tercera etapa se llevan a cabo tímidos intentos de apertura. Sin duda, uno de los acontecimientos más importantes de esta etapa, es la promulgación de la Ley de Prensa del 15 de marzo de 1966, ideada por Manuel Fraga Iribarne, que había sido nombrado Ministro de Información y Turismo en 1962. Esta nueva ley abolía la censura previa aunque mantenía la consulta voluntaria. Reconocía un cierto derecho a la libertad de expresión y difusión de informaciones, limitadas a: “El respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento 90 a la ley de principios del Movimiento Nacional y demás leyes fundamentales [...] el debido respeto a las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y administrativa; [...]”. 4 En realidad se dejó la puerta abierta a una mayor arbitrariedad si cabe, puesto que el artículo doce reglamentaba los secuestros de publicaciones, las multas o los expedientes administrativos para la prensa y demás publicaciones, con lo que los filtros aplicados variaban al vaivén de la situación política. La vida cultural, aun a pesar de la “libertad vigilada” experimenta un auge, marcado por la aparición de varias revistas, en 1963, que serán de capital importancia para la difusión de nuevas ideas (Atlántida, Revista de Occidente y la católica divulgadora del pensamiento democrático, Cuadernos para el Diálogo). 2.2.4 Cuarta etapa (1969-1975) La cuarta etapa, de 1969 a 1975 marca la progresiva descomposición y desaparición del régimen. Se nombra ministro de Información y Turismo a Sánchez Bella “hombre ultraconservador a pesar de su filiación católica” (Gubern 248), contrario al aperturismo. Con Sánchez Bella se generalizó la política de advertencias telefónicas a los periódicos acerca de los temas o asuntos que no podían ser tratados sin necesidad de declararlos oficialmente “materia reservada”, y acerca de transmisión de todo tipo de consignas, así como la represión de los espectáculos públicos. En enero de 1974 Sánchez Bella es sustituido por Pío Cabanillas, y durante este periodo comienzan a aparecer nuevas publicaciones, libros y revistas “que ofrecían planteamientos críticos y postulaban, apenas veladamente, una necesaria transformación del régimen” (Gubern 249). Este es destituido al considerar su gestión excesivamente liberal, y por permitir el “libertinaje erótico”, que no era sino un pacato “destape” (de ropa, se entiende) en realidad. 4 Ley de Prensa e Imprenta del 15 de marzo de 1966, art. 2. 91 2. 3 Las obras de Camus y su paso por la censura La primera obra de la que ha quedado constancia a su paso por la censura, es El extranjero. Se trata de una solicitud por parte de EDHASA, para la importación de 200 ejemplares editados por Emecé en Buenos Aires, con fecha de registro de entrada del 25 de noviembre de 1949. El informe de lectura es breve y no deja lugar a dudas: “Se trata de una muestra típica de literatura existencialista. Todo el libro es una blasfemia. Es por completo censurable. (22-12-49)”5 5 AGA (Archivos Generales de la Administración) 8.922 92 No consta el nombre del censor, pero por la calificación de“blasfemia”, bien se puede suponer que se trata de un religioso. La autorización será por supuesto denegada. Hasta el año 1952 no se vuelve a encontrar otra solicitud también de importación, de la misma obra y editorial, aunque no consta en ella el número de ejemplares. La fecha de entrada es del 9 de enero de 1952. El informe de lectura reproduce literalmente el anterior, pero mencionando explícitamente al responsable último de la Inspección de Libros, que aparecerá algunas veces más, el “Sr. Úbeda”, Jefe de la sección de Inspección de Libros, según consta en alguno de los impresos de los expedientes. La autorización de importación será nuevamente denegada. Entre las fichas de entrada de autores en los archivos de la censura no aparece la referida a este año. El hallazgo del expediente fue fortuito, al encontrarme consultando los de otros autores a los que se relacionan ideológicamente con Camus. Una rápida deducción puede llevar a creer que puede haber más documentación no localizable, pues no resulta tan infrecuente el caso de extravío de elementos de un fichero, máxime teniendo en cuenta la desaparición de este Ministerio tras el fin de la dictadura, y el consiguiente traslado de toda la documentación a los Archivos Generales de la Administración, situados en Alcalá de Henares (Madrid), en donde se encuentran actualmente para permitir su consulta. Sin embargo un examen atento de los expedientes muestra que cuando una misma obra vuelve a solicitar una autorización, se hace referencia a todos los expedientes anteriores si los hay. En este caso, las fechas concuerdan, y demuestran que no hubo ninguna otra demanda para El extranjero entre los años 1949 y 1952. Es en 1955 cuando se autoriza por primera vez en España la circulación de una novela de Camus, La peste, en francés. La solicitud es realizada por la Editorial Taupin, probablemente en noviembre del mismo año. (No he podido determinar la fecha exacta, me guío por la de la autorización). El informe es favorable: 6 6 AGA 1.013 93 Es la crónica de la generación que vivió la guerra del 39-45. La anécdota, una epidemia de peste en la ciudad de Oran tiene un cuádruple valor simbólico. Es la epidemia física que hiere al azar, crece de manera fantástica, burla los esfuerzos de los médicos y se va inesperadamente. Es la guerra y la ocupación. Los doscientos mil oraneses puestos en cuarentena simbolizan los dos millones de europeos encarcelados física y moralmente por la ocupación. La peste es el mal y el sufrimiento en el mundo. La peste es el mal moral en la vida. Camus es incrédulo, más que ateísta es antiteísta. En esta obra también nos ofrece datos de su incredulidad. Es una falta de creencia en Dios con angustia, como presintiendo su existencia. Camus tiene otras ideas inadmisibles, no cristianas. Camus no es para toda clase de lectores. Pero a mi juicio, precisamente porque hay quien puede leerlo, y porque nuestro cedazo debe ser amplio agujeros (sic), opino que puede autorizarse, a reserva de la traducción, si es para traducir. Si es para importar sin reservas. Puede autorizarse con la reserva anterior, muy necesaria esta obra. Fdo. Javier Dieta. Se autoriza la importación de 300 ejemplares (indicado en el expediente posteriormente y a lápiz azul, pues no consta dicho número en la solicitud) el día 22 de diciembre de 1955. Esta vez, el juicio que merece la obra no es sólo de corte moral, sino también literario. Las razones de la autorización se transparentan: al tratarse de una novela en francés, la difusión será escasa, y siempre entre un público culto (lee en francés), al que el censor considera suficientemente preparado como para que esta pueda ejercer mala influencia. Probablemente merecería otro tratamiento si se tratase de una traducción, que sí llega a más amplios sectores de la sociedad. Los argumentos reflejan una doble moral: tanta mayor permisividad cuanto menor sea el círculo de influencia. Aún más, es la Iglesia Católica a través de las instituciones del Estado la que decide quién está preparado para leer qué, privilegio reservado a unos pocos elegidos. Dos años más tarde, y unos meses antes de que le fuese concedido el premio Nobel a Camus, Joaquín de Oteyza García, 94 representante en España de la editorial Losada de Buenos Aires, deposita una instancia con fecha del 4 de julio de 1957 solicitando la importación de 200 ejemplares de La Caída. He aquí el informe del lector: 7 La trayectoria que ha seguido Alberto Camus es conocida. Se extiende desde el nihilismo al humanismo, y abarca períodos muy característicos en la agudización de los valores negativos, como por ejemplo, en “Noces”. “La Caída” es inadmisible. Se trata de un conjunto de meditaciones —un monólogo— donde se vierten atrevimientos inmorales con la enunciación de principios perniciosos, fuera de la ortodoxia y del buen sentido ético. Para que no le falte al libro nada, el autor se permite una chanza e ironía sobre Franco, “el general católico”. DEBE PROBIRSE [intercalada la “h”a lápiz azul]. Madrid, 19 de julio de 1957. El Lector, M. de la Pinta Llorente Ante tal informe, La Caída no podrá ser importada. Sin embargo, revela ciertos detalles que resultan de lo más significativo: a pesar de que sólo una obra de Camus ha sido autorizada en España (La peste, en francés), el lector menciona Noces. Aún más, afirma que la trayectoria de Camus “es conocida” ¿Por quién, y por qué medios? Esto nos hace aventurar la hipótesis de que aunque existiese un férreo control de los medios de comunicación y de edición, sí se tenía en realidad noticias de las ideas y literatura que se producían en ese momento en Francia, aunque el conocimiento fuese únicamente por referencias y no directo. También podemos pensar que las autoridades competentes de la Iglesia Católica, para evitar la transmisión de cualquier ideología que se apartase de la ortodoxia, tuviesen informados a sus ministros de aquello que los fieles podían o no leer para consejo y control ideológico a un tiempo. Tenemos un buen ejemplo en un folleto sin fecha de edición (es posterior a 1960) encontrado en la Biblioteca Nacional (Madrid- España) que explica a los usuarios de una 7 AGA 11.697 95 biblioteca circulante qué deben o no leer y por qué, y presenta un extracto “brevísimo” de los autores incluidos en el Índice de libros prohibidos —Índice que sigue elaborando la Iglesia Católica—, en el que no figura Camus, pero sí Sartre y la mayoría de los escritores franceses del siglo XIX. La concesión del premio Nobel en 1957 será la ocasión aprovechada por las editoriales para presentar nuevas solicitudes ante la censura. Así, al día siguiente del anuncio oficial (18 de octubre, 1957), la editorial Taurus solicita autorización para editar La peste y El extranjero, en una tirada de 3.000 ejemplares cada una 10. La primera pasa la censura sin problemas el 25 de octubre de 1957. El texto del informe es el siguiente: 8 No resultaron tan fáciles las cosas para El extranjero. El primer informe, realizado casi con un mes de diferencia, es de nuevo negativo:9 8 9 AGA 11.801 AGA 11.801 96 Pero por alguna razón, seguramente influyó el que fuese un autor recientemente laureado con el Nobel, el libro es entregado de nuevo para ser leído por otro censor. Así, nos hemos encontrado con esta carta mecanografiada adjunta al expediente y dirigida al mismo Úbeda anteriormente mencionado:10 Querido Ubeda: He leído “El extranjero”, que no es el extranjero, sino el extraño, esto es, el desentrañado y desarraigado de todo, sin Dios y sin religión, sin sociedad y sin ética, un hombre— masa de algunas civilizaciones actuales, en quien no operan otros estímulos que los inmediatos y semi-animales, sin otro horizonte que el hic et nunc, el hoy puramente presente. No solamente no hay el menor atisbo de trascendencia, sino que positivamente se rechaza todo lo que no sea el momento terrestre que se vive instintiva y como pasivamente. Se rechaza, pues, la moral superior y se rechaza la noción de Dios y todo reconocimiento de Cristo. Mundanidad absoluta amoralidad son sus características: Parece que, después de esto, se debe proponer la denegación de la obra. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta lo siguiente: sin duda hay en el libro una tesis subyacente del autor (la que arriba hemos expuesto) absolutamente inaceptable, pero no está expuesta como tal tesis. El autor se limita a ofrecer la 10 AGA 11.801 97 narración lineal de una vida o de un hombre al que acontece ser así, ateo, insolidario y amoral. Si, además, se tiene en cuenta que la censura ha aprobado ya otra obra (“La peste”) en la que también, y acaso más explícitamente, está presente la misma tesis con el agravante de que, incluso, (si no estoy equivocado, ya que no conozco directamente la obra) se pretende demostrar que el ateísmo es tan natural y eficaz que ni siquiera hace falta Dios para que florezcan la “caridad”y la solidaridad, creo que, en fin de cuentas, la censura estatal, en cuanto tal, carece de argumento suficientemente válido para denegar “El extranjero”. Así pues, mi opinión personal es que también debe autorizarse “El extranjero”, so pena de que la Censura opere contradictoriamente. Por eso, como sabes, he sido siempre partidario de que las obras de un mismo autor “delicado” (Russell, Camus, etc.) sean leídas por un mismo lector. Un abrazo. Faustino G. Sánchez Marín. Sirva esto como prueba de que no existen criterios unificados entre los censores, y que el visto bueno para la publicación de una obra depende en gran medida del carácter más o menos tolerante y abierto de aquel a quien haya sido asignada su lectura. El extranjero será finalmente autorizada el 10 de marzo de 1958, varios meses después que La peste. En ese mismo año, con pocos días de diferencia, Taurus y Losada realizan la solicitud para la colección de narraciones El exilio y el reino. Taurus, el 30 de octubre 11 y Losada alrededor del 11 de noviembre 12. Un conflicto va a originarse entre ambas editoriales y la propia censura, puesto que Taurus afirma que ya posee la autorización de ésta para publicar los relatos, lo que resulta totalmente falso. Tras un intercambio de correspondencia y las disculpas pertinentes, será finalmente Losada quien difunda en España la traducción de El exilio y el reino, al exportar 500 ejemplares. El día 13 de diciembre del mismo año, Joaquín de Oteyza realiza las solicitudes de importación para tres libros más de novela, ensayo y teatro. 11 Estos son: La 11 AGA 11.869 98 caída, El mito de Sísifo, El hombre rebelde, El Malentendido, Calígula, El estado de sitio y Los justos. La caída, novela cuya difusión había estado prohibida unos meses antes, es ahora autorizada, al existir razones como la que aparece escrita a máquina en la instancia presentada: Como más arriba afirmaba, el premio resulta determinante para que en un momento dado se puedan publicar en España las obras de Camus. Resulta interesante reproducir el informe, para comprobar hasta qué punto, como ya he adelantado más arriba podía existir absoluta disparidad de criterios entre los diferentes censores:12 12 AGA 11.869 99 Al final, lo que la autoridad pertinente decide es: “Autorizada importación con carácter de tolerada. En 50 ejemplares. Madrid, 11 de febrero de 1958” (La petición había sido para 200 ejemplares).13 Por otra parte el informe nos permite constatar cómo esta vez se anteponen los criterios literarios (“la importancia literaria del autor”), en los que no dejan de estar presentes lo políticos, a los de tipo moral o religioso. Quizás no sea arriesgado creer que subyace también una cierta cuestión de prestigio cultural e imagen ante el mundo. Un escritor acaba de ser galardonado con un premio de resonancia mundial, y el hecho de que no circulen aquí sus obras por estar expresamente prohibidas puede ofrecer una cierta imagen de inferioridad de la cultura española con respecto a las extranjeras, y más concretamente frente a la francesa, cosa que los dirigentes de la época desean evitar a todo precio. Recordemos que España está en una etapa de tímida apertura tras el aislamiento internacional al que fue sometida, y esto no haría sino reforzar la imagen de país dictatorial y atrasado que de ella se tiene en el exterior. Es también autorizado sin mayores problemas, y con carácter de tolerada, el volumen que contiene los ensayos, El mito de Sísifo y El hombre rebelde, invocando una vez más el carácter restringido de su público (pocos ejemplares: 50, y para especialistas):14 13 14 AGA 11.697 AGA 11.869 100 El volumen que contiene las cuatro obras de teatro más conocidas sí podía haber sufrido algún tipo de trabas: El jefe de la sección de inspección de servicios, Úbeda se dirige mediante Nota de servicio interior a la Sección de Teatro:15 A fin de resolver una instancia presentada en esta Dirección General por Oteyza, en solicitud de autorización para la publicación de la obra titulada “TEATRO”, de la que es autor Albert Camus, tengo el gusto de adjuntarle un ejemplar de dicha obra con el ruego de que nos sea devuelta juntamente con un informe sobre la conveniencia de dicha publicación. (19-12-57). La respuesta es: En contestación a la nota que antecede, pongo en conocimiento de V.S. que las obras a que la misma se refiere no han sido censuradas por estos servicios. La obra “CALIGULA” está prohibida por esta Dirección General. 20- 12-57. Firmado: José María Ortiz. Aunque no trataré de la censura de espectáculos teatrales (sería otro artículo aparte y haría de este uno demasiado extenso) oficialmente hasta la fecha, sólo se había intentado representar una obra de Camus, lo que permite deducir el práctico desconocimiento de su teatro para el gran público. A pesar de esta prohibición, y aunque el informe no sea precisamente de lo más positivo, se autoriza: 15 AGA 11.869 101 Así, se resuelve proponer la “autorización de su importación con carácter de tolerada. En 50 ejemplares. Madrid, 11 de febrero de 1958”.16 Se comprueba de este modo cómo en 1958, la práctica totalidad de la obra “mayor” de Camus, a pesar de juicios adversos ya ha sido publicada en España, aunque hay que matizar que el número de ejemplares es tan escaso que hubiera sido difícil que tuviesen una buena difusión entre amplios sectores del público. A partir de este momento lo esperable hubiera sido que no se hubiese vuelto a imponer ningún tipo de prohibición. Sin embargo no fue así. Durante ese mismo año 1958, las importaciones quedan suspendidas, no de forma oficial, sino dejando transcurrir el tiempo sin comunicar una resolución a los solicitantes. De este modo, en el mes de abril, se intentan importar 2000 ejemplares de La chute. El informe no llega tan siquiera a realizarse, sólo aparece adjunto al expediente una cuartilla, en papel de seda, donde aparece escrito sin firmar, a lápiz azul: 17 16 17 AGA 11.869 AGA 11.972 102 ¿Quién podría tener interés e influencia suficiente para suspender la obra, sin seguir los trámites habituales? Lo mismo sucede con el primer volumen de las Obras Completas (narraciones y teatro), editadas por Aguilar en México. Probablemente no ha sido dirigido a ningún lector, pues no aparece ningún informe redactado, sino que se consultan los expedientes previos correspondientes a cada una de las obras incluidas, comprobándose que se encuentran todas autorizadas. Aunque ninguna de ellas ha sido prohibida ni mantenida en silencio administrativo, ni aparece ninguna nota como en otros casos, ordenando la retención del expediente, este permanece cinco meses sin repuesta, hasta que la propia editorial Aguilar solicita su anulación mediante instancia a la censura:18 Que el mucho tiempo transcurrido, y el que pueda transcurrir, en la tramitación para la solución definitiva y favorable del expediente, ha trastocado el plan de publicaciones y, como consecuencia, decide no publicar, de momento, la mencionada obra, por lo que a V.I. SUPLICA: Se digne ordenar sea considerada nula la mencionada solicitud y devueltos los ejemplares que a la misma se acompañaban (28-459) 18 AGA 12.127 103 La anulación tardará más de un año en ser notificada, mediante una inscripción manuscrita “anulado 6-VI-60”, con el usual lápiz azul sobre dicha instancia, apareciendo sin embargo en la solicitud de 1958 “denegado”, con idéntica fecha a la anterior. Ante la falta de más pruebas documentales, caben una explicación razonable, que el número de ejemplares (17.750) debió de parecer excesivo a las autoridades. Una cosa es permitir unas pocas decenas de libros, y otra una edición de varios miles, que llegarían a muchísimos más lectores. Idéntico caso fue el de La peste que había sido anteriormente autorizada tanto en francés (1955) como en español (1957). Así, aunque en el informe del censor se lee:19 Examinada la obra de referencia y sin nada fundamental que oponer a anterior resolución, se estima que: PUEDE AUTORIZARSE DE NUEVO. Madrid, 17 de Nov. de 1958 Vuelven a aparecer dos cuartillas escritas a mano y en lápiz azul, cuyo mensaje es casi idéntico: “Orden de Úbeda. Pendiente de resolución. 19-11-58” y: Úbeda parece transmitir órdenes de superiores políticos. Pero las razones siguen permaneciendo oscuras: ¿Parecía tal vez excesivo número de ejemplares? (esta vez son 4000). La peste 19 AGA 12.201 104 no será en realidad publicada en esta editorial hasta 1961, y sólo después de haber presentado una nueva solicitud ante la censura. Parece entonces razonable concluir que durante el año 1958, bien por parte de personas concretas pertenecientes al propio aparato de la censura, o bien por parte de personas vinculadas a otras diferentes instancias políticas superiores, existió una clara voluntad de impedir que las obras de Camus se difundiesen en España, sin que por ello trasluciese una prohibición explícita. Esto tal vez estuviese motivado por el deseo de dar una buena imagen pública ante ciertos medios culturales especialmente críticos con el régimen. Al año siguiente, sin embargo, la política parece ser otra: se autoriza a la Sociedad Española de Libreros, y al distribuidor Joaquín de Oteyza a importar respectivamente 300 ejemplares de L'étranger y 200 de El revés y el derecho , en la edición de Losada.20 Es cierto que ninguno de los censores coincide con los que nos hemos encontrado anteriormente. Con L'étranger, el criterio que se siguió, por una vez, fue el de la coherencia:21 Es cierto que se trata de la versión original en francés, y que no todo el eventual público puede leer en esta lengua, pero también es cierto que el Nobel parece ser empleado por los 20 AGA 12.366 y AGA 12.382 respectivamente AGA 12.366. Transcripción del documento: “Revisada esta novela del flamante Premio Nobel, ya autorizada en versión española, puede autorizarse su importación. Madrid, 16-6-59. Firmado: Miguel Piernavieja.” 21 105 censores como una especie de argumento de autoridad para apoyar sus juicios, al igual que sucedía en 1957. A El revés y el derecho tampoco parece posible hacerle objeciones de ningún tipo:22 Cabe además destacar el hecho de que esta vez prácticamente no se aluda a cuestiones ideológicas, sino estéticas, comentado estilo y características de la prosa de Camus. Esta clase de informes más cercanos a la crítica literaria que a la moral y política no era en absoluto infrecuente. En bastantes de ellos que he podido consultar, lo que se emite realmente es un juicio crítico, ejerciendo tanto un patronage ideológico como poetológico (Lefevere 15-18). A partir del año 1960, y hasta el año 1970, y coincidiendo con los supuestos intentos de apertura del régimen, no se volverá a prohibir ninguna obra —incluso más adelante, pues no se ha de olvidar que la censura siguió existiendo durante la transición—, a excepción de algunos casos bastante significativos. El primero afecta al segundo volumen de las Obras completas editadas por Aguilar—México que incluyen ensayos y otros escritos. Se solicita la autorización de importación el 26 de junio de 1961, unos días después de que se haya anulado la solicitud del primer volumen —como acabo de señalar—, tras 22 AGA 12.382 106 haber estado suspendido durante varios años.23 El informe del censor, el P. Álvarez Turienzo, en un intento de objetividad, expone las razones por las que debería autorizarse (de tipo moral y por ser escaso el público al que van destinadas), pero también las objeciones que cabe oponerle, de índole política. La conclusión a la que llega es que debería ser autorizada la importación: Sin embargo, los responsables deciden denegar la importación. La explicación parece estar en que se trata del volumen que recoge además de los ensayos los escritos periodísticos de Camus, publicados en su mayoría en el diario parisino Combat, así como discursos pronunciados y otros artículos que aparecen en sucesivas recopilaciones tituladas Actualités. Al consultar las páginas de la edición original mencionadas en el informe, se encuentran artículos como: “¿Por qué España?”(1948), explicando por qué sitúa L’etat de siège en España, “España y la cultura “(1952), sobre la entrada de España en la UNESCO, etc. Por supuesto esto resulta del todo 23 AGA 13.288 107 inaceptable para el régimen de Franco, por mucho que se intente dar imagen de aperturismo político. Pesan más los principios políticos que los filosóficos o incluso religiosos, mostrándose más flexibles y abiertos los propios representantes de la Iglesia Católica que los censores ajenos a ella. El segundo caso afecta una vez más a El extranjero. En 1963 la editorial Plaza y Janés, de Barcelona, solicita la autorización para imprimir 3000 ejemplares. A pesar de que en los antecedentes se indica “Autorizada con carácter de tolerada el 19-11-57”, el informe es negativo:24 Puede resultar chocante que el mismo censor que autoriza en 1957 La peste, también atea y en donde la imagen de la religión católica no es precisamente positiva, ahora juzgue que no se debe autorizar El extranjero. En todo caso esta decisión entraría en contradicción con la anterior autorización, y tal vez la censura, y por extensión el régimen podría dar una imagen arbitraria de su gobierno y proceder. Tal vez por ello después del informe negativo, se encarga otro inmediatamente a un nuevo censor, esperando que sea positivo. Así es efectivamente, y probablemente no sea fruto del azar el que este censor sea P. Álvarez Turienzo, que siempre ha recomendado la autorización de todas las obras de Camus (menos La peste, la que no se le ha encomendado), salvo curiosamente El extranjero, en 1957, por inmoral. Su opinión, seis años más tarde, ha variado: 25 24 AGA 12.924 AGA 12.924. Transcripción del documento: “Relato que refleja la experiencia del hombre que acaba sintiendo extraño en todas las instancias convencionales, y que en 25 108 No vuelve a mencionar, como en el año 57, el hecho de que se haga alusión explícita a mantener relaciones sexuales, ni la califica de “amoral” e “inmoral”. Por el contrario, tenemos la sensación de que desea “salvar a Camus”, y el argumento para ello es claro: “El libro es una denuncia, no una tesis”. Quizá el conocer mejor la obra de Camus ha hecho que cambiase de parecer. La tercera excepción la constituye la obra El estado de sitio, cuya solicitud de impresión de 15.000 ejemplares se el absurdo de la existencia acaba siendo homicida, sin explicarse nada de lo que ocurre a consecuencia de ello. Parece interpretar como artificial todo el trámite del proceso y rechaza la instancia final religiosa que el ofrece el sacerdote. El libro es una denuncia, no una tesis. Pese a su desolación de contenido, Puede autorizarse” 109 presenta el 7 de septiembre de 1972.26 La obra se entregará a dos lectores diferentes, y ambos dictámenes van a ser negativos, aunque con matizaciones diferentes. El primero, Pedro Rodrigo Martínez, fundamenta su rechazo en el trasfondo político de la misma, y sobre todo en el hecho de que haya alusiones a España, en donde transcurre la pieza:27 Conforme a la mentalidad y sentir de Camus, existencialista y desesperado, la obra podría difuminarse en su simbología. Pero su localización real, dentro de su fabulación, en Cádiz, da ocasión para que las teorías del autor pudieran tener tendenciosa y sectaria interpretación, ya que el personaje La Peste se identifica con el orden, el silencio, la justicia, el uniforme y otros aspectos que son clave política en la obra. Las claves son singularmente sospechosas en las páginas […] y otras donde hay claras alusiones a España, teorías anarquistas y subversivas […] Hay muchas razones para rechazar este libro, que hubiera quedado en la ambigüedad (sic), sin excluir parciales afirmaciones inaceptables, si no se desarrollara en nuestro país. RECHAZADO el depósito. El segundo lector (lector nº 6, cuya firma es ilegible) considera que la obra es una alegoría, y que es difícil establecer una relación directa entre ésta y la situación real de España, sin que llegue a atacar ideas u opiniones concretas, lo que no impide que recomiende silencio administrativo:28 Esta obra es un mito, sin alusión directa a régimen político alguno. Es posible hacer interpretaciones, pero no serán nunca más que eso. Interpretaciones. Por ello no sé vé (sic) fundamento jurídico para rechazarlo. Salvo las dos frases antirreligiosas de las pags 23 y 199, el resto es vago, indeterminado, e imposible de identificar directamente con nuestro régimen. Se recomienda silencio administrativo. 9-972 26 AGA 645 AGA 645 28 AGA 645 27 110 Será esta la última vez —documentada, es necesario volver a insistir— en que no se autorice una obra de Camus. Hay que recordar sin embargo, que desde 1966, en virtud de la nueva Ley de Prensa e Imprenta anteriormente mencionada, no es necesario hacer depósito previo, por lo que si en algún momento la censura decidió paralizar la distribución de algún libro o imponer una multa, no quedaría constancia documental en este archivo, sino en el del organismo o juzgado que iniciase el trámite sancionador. 3. Conclusiones Tras analizar dónde y quiénes realizaron las traducciones de Camus y cuáles fueron los avatares sufridos para que estas pudiesen publicarse en España, podemos extraer una serie de conclusiones. En primer lugar, cuando Camus es galardonado con el Nobel, en España aún no ha sido publicada ninguna traducción de su obra. Sólo ha circulado un restringido número de volúmenes de La peste en francés. Por tanto, se podría deducir que el desconocimiento de su literatura, tanto por parte del público como de la crítica especializada es —tendría que ser— casi total. Esta última afirmación no es válida sin embargo para el segundo caso. El francés era una lengua que todavía leían intelectuales, y en general las personas con estudios universitarios, y a través de la que se accedía a todo lo nuevo — literatura, filosofía o economía, por ejemplo— que iba surgiendo en el extranjero. Según testimonios de los que vivieron aquella época, existía una intensa circulación de libros traídos de Francia de forma más o menos clandestina, y además, no eran infrecuentes los viajes fuera de España, en busca de otros horizontes culturales más amplios. Así pues, Camus es ya un autor conocido de los círculos culturales “no oficiales”. Con todo, en el momento de su muerte, el 4 de enero de 1960, la práctica totalidad de sus títulos más conocidos: las novelas La peste, La caída y El extranjero, los ensayos El mito de Sísifo y El hombre rebelde, sus cuatro obras de teatro, junto con los 111 relatos de El exilio y el reino y los escritos de El revés y el derecho, sí han sido publicados, al menos una vez, si bien las tiradas siempre han sido reducidas. En segundo lugar, los criterios con los que operan los censores son de naturaleza religiosa casi exclusivamente. Contrariamente a lo que se pueda creer, el régimen franquista no censura exclusivamente por motivos políticos. De hecho, la estrecha vinculación entre la ideología del aparato censor y el que sean miembros de la Iglesia Católica una buena parte de los que para él trabajan provoca que lo que más se vigile sean las cuestiones morales. En tercer lugar, es el premio Nobel el que origina una cierta flexibilidad de criterios para que puedan empezar a publicarse estas obras en España. Más que nada, debía tratarse de una cuestión de prestigio: en un país culto no puede faltar un autor al que acaban de conceder tan importante distinción. El hecho de que posteriormente algunas obras fuesen de nuevo prohibidas parece reforzar esta hipótesis. En realidad se trató de una flexibilidad de criterios absolutamente coyuntural. Sin embargo, y coincidiendo con los intentos de apertura de las últimas etapas de la censura, se relajaron los criterios y salvo las excepciones mencionadas, desde comienzos de los sesenta se toleraba la circulación de las obras de Camus. En cuarto y último lugar, cabe destacar el hecho de que nunca fuese traducida ninguna de estas obras desde España, aunque sí lo fuese por traductores españoles, debido a las razones de censura ya expuestas detalladamente. Las editoriales españolas se limitaron a importar estas traducciones. Esta situación cambió sin embargo sólo unos pocos años más adelante, gracias al auge —si así se puede denominar— de la vida cultural, el nacimiento de nuevas editoriales, y la desaparición del paso por la censura previa, cuando son éstas las que comienzan a editar, y en ciertos casos, ya muy recientemente, a corregir dichas traducciones. 112 OBRAS CITADAS Abellán, Manuel L. Censura y creación literaria en España (1939-1976). Madrid: Península, 1980. Carr, Raymond. España: de la Restauración a la democracia, 1875-1980. Trans. Ignacio Hierro. Barcelona: Ariel, 1984. Cirici, Alexandre. La estética del franquismo. Barcelona: Ediciones G. Gil, 1977. Lefevere, André. Translation, Rewriting & the Manipulation of Literary Fame. Londres: Routlegde, 1992. Neuschäfer, Hans-Jörg. Adiós a la España eterna. La dialéctica de la censura. Novela, teatro y cine bajo el franquismo. Barcelona: Anthropos, 1994. Gubern, Román. 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