La mortalidad en América Latina

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CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
Mortalidad
La mortalidad en América Latina: una trayectoria
auspiciosa pero heterogénea
Introducción
La medición y el análisis de la mortalidad suscitan el
interés de múltiples disciplinas o campos de acción, entre
ellos los sectores de la salud, la demografía, la seguridad
social y las políticas sociales en general. Este amplio
interés obedece a que la vida constituye el bien más
preciado para todos y por ello el esfuerzo por tratar de
evitar la muerte y disminuir en la mayor medida posible
su incidencia individual y social. A esto se agrega que
la mortalidad es un indicador de la situación de salud
y también de las condiciones de vida de la población
en una amplia variedad de aspectos. De esta manera,
se justifica plenamente contar con una buena medición
de este fenómeno, lo que supone mejorar la recolección
de datos y la elaboración de indicadores adecuados.
Los indicadores más refinados de la mortalidad de una
población determinada se encuentran en las tablas de
mortalidad, cuyo elemento más sintético es la esperanza
de vida, pero que además arrojan una serie de tasas y
probabilidades de muerte y sobrevivencia por sexo y
edad.1 Una característica importante de las tablas de
mortalidad es que sus funciones son comparables, tanto
entre diferentes poblaciones como en el tiempo.
En esta publicación se incluye el conjunto de tablas
de mortalidad de los países de América Latina, elaboradas
con el fin de estimar y proyectar la población para un
1
2
período de 100 años (que comprende un período histórico
de 50 años y una proyección de 50 años).2 Sobre la base
de estas tablas, en la sección I de este capítulo se presenta
el análisis de los niveles y tendencias de la mortalidad
general en los países latinoamericanos para el período
histórico. Debido a su importante incidencia en la región,
en la sección II se examina en particular la mortalidad
en la infancia y en la sección III la mortalidad por sexo
y edades, considerando separadamente la mortalidad de
niños, adultos y adultos mayores. Por último, en la sección
IV se presentan las perspectivas de la mortalidad de
acuerdo con las proyecciones efectuadas por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y
el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía
(CELADE) – División de Población de la CEPAL.
Se propone adoptar como marco analítico de referencia
el proceso de transición epidemiológica que da cuenta, en
gran parte, de la tendencia a la disminución de la mortalidad,
a partir de los avances de la medicina, el desarrollo de
sistemas de atención de la salud más apropiados, las mejoras
de las condiciones de vida de la población y el cambio de
los estilos de vida. La transición epidemiológica vincula la
importante disminución de la mortalidad principalmente
a la mayor posibilidad de evitar las defunciones causadas
por enfermedades transmisibles, lo que cambia el perfil de
Véanse en el anexo los aspectos metodológicos y las definiciones de las funciones de las tablas de mortalidad.
En la publicación impresa se incluye el período 1980-2020 y en el CD-ROM que se adjunta a la publicación el período comprendido entre
1950 y 2050.
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
las defunciones por causas y grupos de edad. En particular,
conduce a la disminución del peso relativo de las muertes
por enfermedades infecciosas y parasitarias, propias de las
edades tempranas, y al incremento relativo del peso de las
muertes por enfermedades crónicas y degenerativas, más
Mortality
frecuentes en los adultos. La transición epidemiológica,
junto con la transición demográfica, permite, en parte,
comprender la heterogeneidad existente entre los países
de la región en lo relativo a los niveles y las tendencias
de mortalidad.
I. Niveles, tendencias y metas respecto de la mortalidad general en
América Latina
3
10
La duración media de la vida de 72 años lograda en
América Latina supera la meta de 70 años fijada por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) para el año
2000 y la establecida para el año 2005 por la Conferencia
Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD),
celebrada en El Cairo en 1994 (Naciones Unidas, 1995).
De los 20 países de la región, solamente Haití y Bolivia no
alcanzaron la meta de 70 años (véase el cuadro 1). Según la
información del cuadro 1, la región probablemente alcance
la meta de 75 años de esperanza de vida propuesta por la
CIPD para el año 2015; sin embargo, las proyecciones
para los países indican que la mitad de ellos tendrán que
hacer esfuerzos importantes para lograr la meta fijada para
ese año. Además, la CIPD fija metas especiales para los
países con alta mortalidad (65 años para 2005 y 70 años
para 2015) y según las estimaciones de los dos países en
esa situación, Bolivia habría alcanzado la meta para el
año 2005 (véase el cuadro 1).
Gráfico 1
ESPERANZA DE VIDA AL NACER,
POR GRANDES REGIONES DEL MUNDO
90
80
70
60
Años
50
40
30
20
América del
Norte
Oceanía
Europa
Asia oriental
América Latina
Asia
África
Regiones en
desarrollo
0
Regiones
desarrolladas
10
Mundo
Al igual que ocurrió en los países desarrollados hace
aproximadamente un siglo y medio, la transición
demográfica latinoamericana se inicia con el descenso de
la mortalidad, sobre todo en los primeros años de vida.
Sin embargo, los niveles y las tendencias de la mortalidad
en los países han sido muy heterogéneos, ya que mientras
en algunos se ha alcanzado en la actualidad una situación
muy similar a la de los países desarrollados, una gran parte
de la población aún vive en países con condiciones de
salud y mortalidad muy desfavorables que se caracterizan
por una elevada mortalidad en la infancia. Si bien en
algunos países comenzó el descenso de la mortalidad en
la primera mitad de este siglo, principalmente en la década
de 1930 (Pérez Brignoli, 1993), los indicadores de esta
publicación se basan en la información recogida a partir
de 1950. Esto se debe a que ese año marca el inicio del
levantamiento sistemático de censos de población, a lo
que siguió la elaboración de estimaciones demográficas
y proyecciones de población por parte de las Naciones
Unidas, que supusieron una evaluación más exhaustiva
de los registros de estadísticas vitales y el desarrollo y la
aplicación de métodos indirectos para estimar la mortalidad,
tanto en la niñez como en edades adultas.
El promedio de la esperanza de vida al nacer
—e(0)— de América Latina a mediados del siglo pasado
era 52 años, mientras que en los últimos años (2000-2005)
es aproximadamente 72 años. Según la información
proporcionada por la División de Población de Naciones
Unidas (revisión 2006), la esperanza de vida al nacer
en América Latina en la actualidad es mayor a la de las
otras regiones en vías de desarrollo (véase el gráfico 1).
Esta es una comparación primaria, ya que en el gráfico
se presenta un promedio de las regiones y en él no se
manifiestan las importantes diferencias entre los países que
las integran. Se incorporó la subregión de Asia oriental,
que habría superado los 20 años ganados por América
Latina entre 1950-1955 y 2000-2005 e incrementado su
e(0) en 30 años hasta alcanzar en la actualidad un valor
de 73 años.3
1950-1955
2000-2005
Fuente: Naciones Unidas, “World Population Prospects. 2006 Revision.” y
Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
Asia oriental comprende los siguientes países: China, Japón, Mongolia, República de Corea y República Popular Democrática de Corea.
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Mortalidad
Cuadro 1
ESPERANZA DE VIDA AL NACER, DE AMBOS SEXOS, Y METAS FIJADAS POR LA CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE LA
POBLACIÓN Y EL DESARROLLO (CIPD), 1994
País y nivel de mortalidada
1950-1955
1975-1980
2005b
Meta: e(0) = 70c 2015b
Meta: e(0) = 75c
América Latina
Alta (menos de 69 años)
Haití
Bolivia
Media (69-71,9 años)
Guatemala
Perú
El Salvador
Paraguay
Nicaragua
Honduras
Brasil República Dominicana Media baja (72-74,9 años)
Colombia
Venezuela (Rep. Bol. de)
Ecuador
Argentina
Baja (75 años y más)
Panamá
México
Uruguay
Cuba
Chile
Costa Rica
51,8
63,4
72,8
X
75,0
X
37,6
40,4
50,0
50,1
59,4
64,7
d
Xd
63,4
67,9
d
42,0
43,9
45,3
62,6
42,3
41,8
51,0
46,0
56,2
58,5
57,1
66,5
57,6
57,7
61,8
62,1
69,5
70,7
71,2
71,3
71,9
71,5
71,7
71,7
X
X
X
X
X
X
X
X
71,9
73,2
73,4
73,2
75,1
73,6
74,1
73,7
50,6
55,2
48,4
62,7
64,0
67,7
61,4
68,8
72,2
73,3
74,6
74,8
X
X
X
X
74,4
75,1
76,2
76,5
X
X
X
55,3
50,7
66,3
59,5
54,8
57,3
69,0
65,3
69,6
73,1
67,2
71,0
75,2
75,5
75,7
77,7
78,1
78,5
X
X
X
X
X
X
76,7
77,7
77,5
79,5
79,4
79,6
X
X
X
X
X
X
d
X
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
a Nivel
de mortalidad sobre la base de la esperanza de vida al nacer en el año 2005.
esperanzas de vida al nacer para estos años se calcularon como promedios de los quinquenios adyacentes.
X significa que se logró la meta fijada.
d Las metas para los países de alta mortalidad son una esperanza de vida de 65 años para el año 2005 y de 70 años para 2015.
b Las
c La
En el cuadro 1 se observa la heterogeneidad que existe
entre los países de América Latina respecto del nivel de
mortalidad. Mientras la esperanza de vida al nacer en
Costa Rica, Chile y Cuba es alrededor de 78 años, una cifra
superior a la de muchos países desarrollados, en Haití no
llega a 60 años. Si se considera el aumento promedio de
la región de 0,4 años por año de la e(0), Haití tendría un
rezago de cerca de 50 años con respecto a Costa Rica.
Uruguay y Argentina constituyen casos excepcionales
por su baja mortalidad debido a los descensos de esta tasa
ocurridos con anterioridad al año 1950.4 Estos países,
que estaban a la vanguardia por su baja mortalidad, han
registrado descensos menores en el período en estudio, por
lo que fueron superados por los tres países mencionados
en el párrafo anterior. En la actualidad integran el grupo
de países de baja y media baja mortalidad, entre los que se
encuentran México, Panamá y Ecuador con una esperanza
de vida al nacer en torno a 75 años.
4
Cabe destacar el salto de los países de Centroamérica
—además de México, Ecuador, Perú y República
Dominicana—, que en medio siglo han aumentado entre
25 y 30 años la expectativa de vida, lo que en algunos
casos significó superar el promedio regional. En síntesis,
en la actualidad la mitad de los países de América Latina
tendría una expectativa de vida superior a 72 años y el
85% superior a 70 años.
Si bien las cifras analizadas revelan un panorama
bastante positivo, existen evidencias de que no se habría
cumplido cabalmente con el objetivo establecido por
la Conferencia Internacional sobre la Población y el
Desarrollo respecto de la reducción de las desigualdades
en la mortalidad en los países. Dada la escasez de estudios
de mortalidad general en distintas subpoblaciones,
puede obtenerse un indicador de la continuidad de estas
inequidades en estudios sobre mortalidad en la niñez. En
ese sentido, en el Panorama Social de América Latina
En cierta medida, ocurre algo similar en Paraguay y Cuba, pero con comportamientos disímiles, pues mientras Cuba se ubica hoy entre los
países de muy baja mortalidad, en Paraguay la esperanza de vida al nacer todavía es inferior al promedio regional.
11
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
(CEPAL, 2005) se muestran evidencias claras de la
continuidad de esas desigualdades en el capítulo sobre
desigualdades demográficas y desigualdades sociales.
Las conclusiones indican que se habrían hecho avances
debido a la reducción de la mortalidad infantil en sectores
socioeconómicos menos favorecidos, pero que no ocurriría
lo mismo en las divisiones geográficas. Además, se señala
que las poblaciones indígenas serían las más rezagadas en
el proceso de descenso de la mortalidad y que muestran
grandes disparidades respecto de lo que ocurre en la
población no indígena.
La transición epidemiológica
Un marco de referencia útil para comprender la tendencia
de la mortalidad a partir de los indicadores incluidos en esta
publicación, es la denominada transición epidemiológica.
Este proceso consiste en el cambio de los perfiles de causas
de muerte, que llevan a pasar de la predominancia de
enfermedades transmisibles y afecciones originadas en el
período perinatal a una mayor presencia de enfermedades
crónicas y degenerativas, así como de causas denominadas
“externas” (Frenk, Lozano y Bobadilla,1994; Chackiel,
1999).5 La transición epidemiológica es la manifestación de
las transformaciones que han ocurrido en las condiciones
de salud de la población, debido tanto a los avances de la
medicina, como a los cambios en los sistemas de salud,
la modificación de los estilos de vida y la mejora de las
condiciones de vida de importantes sectores de la población.
Los mismos autores señalan que el cambio de los perfiles
epidemiológicos no se produce de la misma manera en
todas las sociedades y que no tiene una tendencia lineal,
sino que muestra marchas y contramarchas a velocidades
variables.
La transición epidemiológica está muy relacionada
con la transición demográfica, siendo uno de los factores
desencadenantes de esta última en la medida que determina
la disminución de la mortalidad, un componente con el
que se inicia ese proceso. Posteriormente, los cambios
epidemiológicos se profundizan debido a factores
como el descenso de la fecundidad, el envejecimiento
de la población y la mayor concentración urbana de la
población. Ambas transiciones tienen como consecuencia
un profundo cambio en la estructura por edades de las
defunciones, que se caracteriza tanto por el aumento del
peso relativo de las defunciones de adultos mayores,
causado por la sobrevivencia de las personas hasta edades
5
12
Mortality
más avanzadas, como por el crecimiento acelerado de la
población en edades superiores. Un indicador útil para
conocer el momento de la transición epidemiológica que
atraviesa un país determinado, sería el cociente entre las
defunciones de menores de 15 años y las defunciones de
personas de 65 años y más (véase la sección III).
La mortalidad general por sexo
De acuerdo con el comportamiento conocido de la
mortalidad por sexo, en términos generales las mujeres
se ven favorecidas por un mayor promedio de años de
vida y por aumentos crecientes de la sobremortalidad
masculina (véase el gráfico 2). En general, la tendencia
del diferencial por sexo es a aumentar la ventaja a favor
de las mujeres, de aproximadamente 2,5 a 3,5 años
—para una esperanza de vida al nacer de alrededor de
50 años— a valores superiores a 6 años —para una
esperanza de vida al nacer que supera los 70 años—. A
ello contribuiría el proceso de transición epidemiológica,
tanto por la disminución de muertes femeninas debidas
a complicaciones del embarazo y el parto, así como a
ciertas enfermedades transmisibles que han afectado a
las mujeres con mayor intensidad. Además, habría una
mayor sobremortalidad de hombres por enfermedades
cardiovasculares y por causas externas.
Sin embargo, la magnitud de las diferencias de la
esperanza de vida al nacer de las mujeres menos la esperanza
de vida al nacer de los hombres son heterogéneas entre
países, aun en aquellos que tienen niveles similares de
mortalidad. Por ejemplo, en el último quinquenio analizado,
en países con distinta mortalidad, como Brasil y Uruguay
(véase el gráfico 2), se alcanza una diferencia superior a
6 años, mientras que en Cuba y Costa Rica, que son los
países con más baja mortalidad, se observan brechas por
sexo menores y relativamente estables, del orden de la
que se observa actualmente en Haití.
El patrón general es la existencia de una diferencia
a favor del sexo femenino, que hasta ahora se ha
incrementado en la forma descrita. No obstante, la tendencia
futura no es clara si se tiene en cuenta que el aumento
más reciente en años de vida tiende a alcanzar valores
similares en hombres y mujeres, lo que conduciría al
menos a una estabilización de las diferencias. Este hecho
puede observarse ya en algunos países seleccionados del
gráfico 2, como Uruguay, Brasil, México, Chile, así como
en el promedio regional. Cabría preguntarse si se trata de
Enfermedades transmisibles son las enfermedades infecciosas y parasitarias, infecciones intestinales (diarreas), enfermedades respiratorias
agudas y las evitables por inmunización, que afectan principalmente a los niños. Las afecciones originadas en el período perinatal son las
enfermedades de la madre y obstétricas, malformaciones congénitas y otras enfermedades de carácter endógeno. Las enfermedades crónicas y
degenerativas comprenden las enfermedades cerebrales y cardiovasculares, tumores y otras enfermedades degenerativas, propias de los adultos
y adultos mayores. Las causas de muerte “externas” incluyen accidentes, suicidios, homicidios y otras causas de muerte de carácter traumático
o violento.
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
Gráfico 2
América Latina (países seleccionados): diferencia
de esperanza de vida al nacer de mujeres menos la
esperanza de vida al nacer de hombres
9
8
7
6
Años
un quiebre definitivo de la tendencia creciente de la ventaja
del sexo femenino y si en el futuro debería esperarse una
convergencia de las esperanzas de vida de ambos sexos
o, al menos, una estabilización de la brecha existente
en la actualidad. La respuesta a esta interrogante tiene
que ver con el origen de las diferencias de la mortalidad
por género y a ella concurren explicaciones biológicas,
médicas, sociales, culturales y medioambientales. En
ese sentido, parecería que la tendencia a combatir en el
presente, con mayor éxito que en el pasado, las causas
asociadas a las defunciones masculinas, sumada a los
avances en la igualdad de género, que también suponen
compartir las tensiones de la vida moderna, probablemente
conduzcan a una mayor equidad de género en términos
de los riesgos de mortalidad.
Mortalidad
5
4
3
2
1
0
19501955
19551960
19601965
19651970
19701975
19751980
19801985
19851990
19901995
19952000
20002005
América Latina
Guatemala
México
Chile
Haití
Brasil
Uruguay
Cuba
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
II. La mortalidad en la infancia
El aumento de la esperanza de vida al nacer, tanto en
mujeres como en hombres, ha sido principalmente
el resultado del descenso de la mortalidad en edades
tempranas, particularmente de la mortalidad infantil. Este
descenso se ha registrado en todos los países, incluso en
los que integran el grupo de mortalidad relativamente
alta (véase el gráfico 3). En la segunda mitad del siglo
XX, la región redujo su tasa de mortalidad infantil en
un 80%, al pasar de 128 defunciones por 1.000 nacidos
vivos a 26 por 1.000.6
Gráfico 3
América Latina (países seleccionados): Tasas de
mortalidad infantil, 1950-2005
250
Tasas por 1 000
200
150
100
50
0
1950- 1955- 1960- 1965- 1970- 1975- 1980- 1985- 1990- 1995- 20001955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
Haití
Brasil
Uruguay
Guatemala
México
Chile
Costa Rica
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
6
Si bien las reducciones fueron importantes, como
era de esperarse, los mayores logros corresponden a los
países que alcanzaron esperanzas de vida al nacer más
elevadas, que en el gráfico 3 están representados por Chile
y Costa Rica, cuya tasa de mortalidad infantil se redujo
en aproximadamente un 90% (actualmente muestran tasas
de 10 defunciones por 1.000 nacidos vivos e inferiores).
Asimismo, en los países de alta mortalidad, como Haití y
Bolivia, la reducción es de un 65% a un 75%, y la tasa de
mortalidad infantil quintuplica con creces la de los países
con tasas más bajas. Uruguay y Argentina, que tuvieron una
mortalidad más baja en la primera mitad del siglo pasado,
también tuvieron reducciones relativamente moderadas
(entre un 70% y un 75% ). Entre los países de mortalidad
media, llama la atención Paraguay por ser el país con el
menor porcentaje de disminución (51%), por lo que ha
pasado del cuarto lugar de menor mortalidad infantil en
1950-1955 al decimoquinto lugar en la actualidad.
Un hecho que cabe destacar es que la mortalidad
infantil ha descendido, en mayor o menor medida, en forma
relativamente independiente de los indicadores sociales
y económicos, aun en los períodos de crisis económica
en que en algunos países se produjo una reducción del
PIB y aumentos de la pobreza. De todas maneras, la tasa
de mortalidad infantil continúa siendo un indicador del
nivel de desarrollo social y de las brechas en el acceso
a la atención de la salud en y entre los países (CEPAL y
UNICEF, 2007). Como se ha mencionado, existen varios
Se refiere a la probabilidad de morir antes de cumplir 1 año de vida, que habitualmente se calcula como el cociente entre las defunciones de
menores de 1 año y el número de nacidos vivos correspondiente al mismo período, generalmente un año.
13
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
14
Las estimaciones para los países de mortalidad
intermedia en 2005 muestran un resultado alentador,
pues, en general, todos los países de la región, salvo Haití
y levemente Bolivia, han logrado disminuir las tasas de
mortalidad de menores de 1 año por debajo de la meta
de 50 por 1.000. Un hecho similar ocurriría hacia el año
2015 con la meta de 35 defunciones por 1.000 nacidos
vivos si se cumplen las predicciones actuales.
Tal como ocurre con las metas de la mortalidad general
medida por la esperanza de vida al nacer, para cumplir
el objetivo de la Declaración del Milenio fijado para el
año 2015 se requerirán importantes esfuerzos. Según las
estadísticas disponibles, se estableció que para obtener
una mortalidad de menores de 5 años de un tercio de la
estimada en 1990 será necesario que este indicador tenga
un ritmo de descenso en los años venideros mayor al
registrado hasta el presente (CEPAL/UNICEF, 2007).
Riesgo relativo de mortalidad
en la infancia
La alta mortalidad general de las décadas pasadas, así
como su importante reducción, estuvo en gran parte
determinada por lo que ocurrió con la mortalidad en la
niñez. En el gráfico 4 se presenta un indicador del riesgo
relativo de mortalidad en los primeros cinco años de vida
respecto de la mortalidad general en países seleccionados
de América Latina. El riesgo relativo de mortalidad entre
0 y 4 años respecto de la mortalidad general se calculó
como el producto de la tasa central de mortalidad, m(0-4),
y la esperanza de vida al nacer, e(0), lo que es equivalente
al cociente entre dicha tasa y la tasa bruta de mortalidad
correspondiente a la tabla de mortalidad (Vallin, 1996;
Chackiel, 1999). Si el indicador definido es igual a 1, los
riesgos de morir son similares para los niños menores
de 5 años y para los mayores de esa edad; si es superior
a 1, indica que la mortalidad en la niñez es superior a la
general, y lo contrario si es menor a 1.
Gráfico 4
América Latina (países seleccionados):
Riesgo relativo de la mortalidad en la niñez
respecto de la mortalidad general, 1950-2005
3,0
2,5
Riesgo relativo
estudios que documentan las brechas en el acceso a la
salud que todavía persisten en la región en desmedro de
la población rural y de los habitantes de áreas geográficas
de difícil acceso, de la población analfabeta y de menores
ingresos, así como de los pueblos originarios (CEPAL,
2005 y 2006).
Los logros en torno a la mortalidad en la infancia están
relacionados con el desarrollo de la atención primaria de
la salud, entre los que se cuentan la vacunación y el uso de
la rehidratación oral para evitar muertes por enfermedades
infecciosas y parasitarias. La masificación de esas medidas
marca el inicio de la transición epidemiológica de la
región que, como se anticipó en la sección I, consiste en la
reducción de la importancia relativa de las enfermedades
transmisibles y del período perinatal respecto de las
enfermedades cardiovasculares y tumores malignos que
son más difíciles de evitar y requieren tratamientos más
largos y costosos.
Dada la amplia preocupación social que causa la
todavía elevada mortalidad infantil y en la niñez en
América Latina y otras regiones del mundo, la Conferencia
Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994
ha fijado metas que deberían cumplirse al inicio del
siglo XXI y para el año 2015 (Naciones Unidas, 2005).
Estas metas establecieron para el año 2000 reducciones
de la mortalidad de menores de 1 año y menores de 5
años de un tercio respecto de las de 1990, o el logro de
tasas máximas de 50 y 70 defunciones por 1.000 nacidos
vivos, respectivamente. A su vez, la meta para los países
con mortalidad intermedia para el año 2005 es reducir la
mortalidad infantil a menos de 50 defunciones por 1.000
nacidos vivos y la de la mortalidad en la niñez a menos
de 60 por 1.000. Para el año 2015 se espera que en todos
los países ambos indicadores sean menores a 35 y 45 por
1.000. Asimismo, la Declaración del Milenio ha fijado
como objetivo para el año 2015 una disminución de la
mortalidad hasta los 5 años de dos tercios de los valores
de 1990 (www.un.org/millenniumgoals/index.html).
Una evaluación de lo sucedido con las metas del la
Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
con respecto a la mortalidad infantil en la década de 1990
muestra resultados ambiguos, ya que 14 de los 20 países
alcanzaron la meta, aunque entre ellos se incluyeron seis
que estuvieron a menos de un punto de lograrla (véase el
cuadro 2). Haití y Bolivia, países de alta mortalidad, son
los únicos que no han alcanzado la tasa máxima aceptable
de 50 defunciones por 1.000 nacidos vivos, mientras
que se destacan por haber logrado la meta los países de
más baja mortalidad, que llegaron a tasas de mortalidad
infantil inferiores a 11 defunciones por 1.000 nacidos
vivos. Una situación similar se observa en el análisis del
cumplimiento de las metas de la probabilidad de morir
antes de los 5 años (véase el cuadro 2).
Mortality
2,0
1,5
1,0
0,5
0,0
1950- 1955- 1960- 1965- 19701955 1960 1965 1970 1975
Guatemala
Brasil
19751980
1980- 1985- 1990- 1995- 20001985 1990 1995 2000 2005
México
Chile
Uruguay
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
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Mortalidad
Cuadro 2
TASA DE MORTALIDAD INFANTIL, PROBABILIDAD DE MORIR ANTES DE LOS 5 AÑOS Y METAS DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL
SOBRE LA POBLACIÓN Y EL DESARROLLO DE 1994
Mortalidad infantil
Probabilidad de morir antes de los 5 años
País y nivel de mortalidada
1990b
2000b
meta 2000
1990b
2000b
América Latina
Alta (menos de 69 años)
Haití
Bolivia
Media (69-71,9 años)
Guatemala
Perú
El Salvador
Paraguay
Nicaragua
Honduras
Brasil República Dominicana Media baja (72-74,9 años)
Colombia
Venezuela (Rep. Bol. de)
Ecuador
Argentina
Baja (75 años y más)
Panamá
México
Uruguay
Cuba
Chile
Costa Rica
43
29
29
93
83
63
61
50c
50c
136
113
100
78
70c
70c
61
58
47
45
57
48
47
55
42
35
29
37
30
33
31
38
41
39
31
30
38
32
32
37
85
85
64
56
76
67
60
63
53
49
38
47
38
47
38
42
57
56
43
37
51
55
40
42
31
25
50
26
22
20
29
18
21
17
33
17
43
31
65
30
31
30
36
21
29
21
44
20
28
36
21
16
16
16
22
24
15
8
10
11
19
24
14
10
11
11
36
44
25
19
19
19
29
29
18
10
12
13
24
30
16
13
13
12
meta 2000
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
a Nivel
de mortalidad sobre la base de la esperanza de vida al nacer para el año 2005.
indicadores de mortalidad para estos años se calcularon como promedios de los quinquenios adyacentes.
metas para los países de alta mortalidad son de 50 defunciones por 1.000 nacidos vivos para la tasa de mortalidad infantil y de 70 defunciones por 1.000 nacidos vivos
para la probabilidad de morir antes de 5 años.
b Los
c Las
El comportamiento del riesgo relativo indica que
el peso de la mortalidad temprana está generalmente
asociado a una mortalidad alta. A mediados del siglo
XX, en los países de alta mortalidad el riesgo relativo
era superior a 2 y en casos como el de Guatemala era de
2,7, es decir que la mortalidad en la niñez casi triplicaba
la mortalidad general del país. Ello significa que en esas
condiciones existía una marcada sobremortalidad de niños
con relación a los adultos. Cabe señalar que en este grupo
estaban varios países que hoy tienen una esperanza de
vida al nacer de más de 75 años, como Chile y México.
Asimismo, en el quinquenio 2000-2005, la relación muestra
un comportamiento inverso, pues tiene un valor menor
a 1 en todo los casos (aproximadamente entre 0,2 y 0,5).
El valor 1 se alcanza cuando en los países se logra una
esperanza de vida aproximada de 65 años, por lo tanto,
salvo en Uruguay, que en todos esos años presentó un
riesgo relativo menor a 1, en los demás países se llega a
ese valor durante el período analizado.
Como cabía esperar, los países que tuvieron un mayor
aumento de la esperanza de vida al nacer son aquellos en
los que más ha cambiado el riesgo relativo de morir en
la niñez, ya que este habría descendido más de un 90%
en 50 años. Ese resultado significa que los países que
muestran una muy baja mortalidad y que ya han reducido
considerablemente la mortalidad en la niñez tendrán que
alcanzar logros principalmente en las edades adultas para
continuar aumentando su esperanza de vida.
Este comportamiento diferencial de la mortalidad en la
niñez y la mortalidad adulta se refleja en las tendencias de
la esperanza de vida al nacer —e(0)— y de la esperanza de
vida a los 5 años de edad —e(5)—. En las etapas iniciales
de la transición de la mortalidad, cuando el riesgo de
morir en la infancia es muy alto, la expectativa de vida
al nacer es más baja que a los 5 años (véase el cuadro
3). Es decir, luego de sobrevivir los primeros 5 años más
riesgosos de la vida, se tendría una probabilidad de vivir
un número mayor de años.
Se observa que a mediados del siglo pasado Guatemala
tenía una e(5) de 51 años, casi 10 años mayor a la e(0)
(42 años), lo que significa que los que sobrevivían los
primeros años tendrían, en parte por selección natural, una
15
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
Mortality
Cuadro 3
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): EVOLUCIÓN DE LA ESPERANZA DE VIDA AL NACER —e(0)— Y DE LA ESPERANZA DE
VIDA A LOS 5 AÑOS —e(5)—, 1950-2005
Período
Guatemala
México
Uruguay
e(0)
e(5)
e(0)-e(5)
e(0)
e(5)
e(0)-e(5)
e(0)
e(5)
e(0)-e(5)
1950-1955
1955-1960
1960-1965
1965-1970
1970-1975
1975-1980
1980-1985
1985-1990
1990-1995
1995-2000
2000-2005
42,0
44,2
47,0
50,1
53,9
56,2
58,3
60,9
63,6
66,3
68,9
51,3
52,8
54,9
56,9
59,2
60,1
60,9
62,3
63,6
65,4
67,4
-9,2
-8,6
-7,9
-6,8
-5,3
-4,0
-2,6
-1,4
0,0
0,9
1,5
50,7
55,3
58,4
60,3
62,6
65,3
67,7
69,8
71,8
73,6
74,8
57,6
60,5
62,4
63,2
64,3
65,4
66,8
68,3
69,7
71,1
71,7
-6,9
-5,2
-3,9
-3,0
-1,7
-0,1
0,9
1,5
2,0
2,5
3,1
66,3
67,2
68,4
68,6
68,8
69,6
71,0
72,1
73,0
74,1
75,2
65,8
66,4
67,3
67,4
67,5
68,1
68,7
69,0
69,7
70,5
71,5
0,5
0,8
1,2
1,2
1,3
1,6
2,3
3,1
3,3
3,6
3,7
Aumento
26,9
16,1 24,1
14,2 8,9
5,7
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) – División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
expectativa de vida muy superior a la de los recién nacidos.
En aquel entonces, como se observa en el cuadro 3, otros
países de la región, como México, con una mortalidad
más baja que la de Guatemala, pero relativamente alta,
con una e(0) de entre 50 y 60 años, mostraban todavía
entre 4 y 7 años de superioridad de la e(5). El único país
que en el período 1950-1955 ya tenía una leve ventaja en
favor de la e(0) era Uruguay, cuya mortalidad descendió
con anterioridad a la de otros países de la región (e(0) y
e(5) de aproximadamente 66 años).
La tendencia en el tiempo a medida que disminuye
la mortalidad en la infancia, es a que ambas esperanzas
de vida se acerquen e, incluso, como cabe esperar, que
la relación se invierta. En general, el punto de corte se
produce cuando se alcanza una e(0) aproximada de 65
años, por ello en el caso de Uruguay esto ocurre antes
del período analizado y en el caso de Guatemala con
posterioridad. En este sentido, en la actualidad los países
que han reducido en forma importante la mortalidad ya
tienen una e(0) entre 3 y 4 años superior a la e(5). Dado
que la mortalidad en edades tempranas es la que marca
principalmente la tendencia del descenso de la mortalidad,
las diferencias entre países son menos notorias en la e(5)
que en la e(0). Al comparar los extremos, mientras Costa
Rica tiene una e(0) un 30% más alta que la de Haití, su
e(5) es un 23% más elevada. En años recientes se observa,
al menos en los países de mortalidad baja y moderada,
que la e(5) muestra aumentos cada vez menores, pero
similares a los observados en la e(0).
Como consecuencia, se confirma que en la actualidad,
en muchos países de la región el desafío para la obtención
de mayores logros consiste en reducir la mortalidad de los
adultos, aunque aún hay un numeroso grupo de países y
sectores en que persisten altas tasas de mortalidad infantil
y en la niñez.
III. Mortalidad por sexo y edades
El patrón de las tasas de mortalidad por edades tiene para
América Latina el comportamiento esperado en forma de
U cuando se trata de una mortalidad alta y adquiere una
forma de J en la medida que la mortalidad desciende.7
Ello responde, tal como se analizó anteriormente, a una
7
8
16
tendencia de reducción mayor de la mortalidad en la infancia
en una primera fase de la transición de la mortalidad.
En el cuadro 4 esto se observa en países seleccionados
según diversos niveles y tendencias de la mortalidad.8 Por
ejemplo, el patrón de mortalidad por edades de Guatemala
Se refiere a las tasas de mortalidad por edades calculada a partir de la tabla de mortalidad y que se simboliza como m(x, x+n) para el intervalo de
edades exactas (x, x+n). Representa al cociente de las defunciones entre x y x+n años y la población del mismo grupo (expresado por 10.000);
la forma de U alude al gráfico de las tasas por edades, que muestra para países de baja esperanza de vida al nacer una mortalidad alta en los
extremos de la vida y baja en las edades centrales.
Para el análisis se consideraron las tasas de mortalidad por edad y sexo en los períodos 1950-1955, 1975-1980 y 2000-2005. Los países fueron
seleccionados, en parte, teniendo en cuenta que los datos permitieran realizar los análisis correspondientes, aunque en algunos aspectos su
información no es totalmente confiable.
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
de hace 50 años corresponde a tasas elevadas, tanto para
niños como para adultos mayores, mientras el mínimo
comprende los grupos de edades de 5 a 14 años y, en
menor medida, de 15 a 44 años. Asimismo, la estructura
de las tasas de mortalidad por edades de Chile, que es
un país de baja mortalidad, muestra un comportamiento
similar en años recientes, pero con una mortalidad en la
infancia relativamente más baja. En los gráficos 5A y 5B
se presenta el comportamiento de las tasas por edades
y sexo de ambos países.9 En general, la experiencia de
Mortalidad
los otros países seleccionados se ubica en una posición
intermedia entre las dos consideradas.
Salvo algunas excepciones, la reducción de la
mortalidad en los períodos de 25 años considerados,
muestra una relación inversa con la edad (véase el
cuadro 5), es decir que a medida que se considera un
grupo de edades mayor, menor es el porcentaje de
reducción. Las reducciones de la mortalidad en los grupos
de 0 a 4 años y de 5 a 14 años son, en general, similares,
siendo en el primer período levemente superiores en el
Cuadro 4
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): TASAS DE MORTALIDAD POR SEXO Y EDAD (POR 10.000 PERSONAS),
PERÍODOS 1950-1955, 1975-1980, 2000-2005a
Sexo y edad (en años)
Guatemala
Brasil
México
Argentina
Chile
660,5
68,2
86,9
240,6
879,4
484,2
28,4
66,5
202,2
821,8
482,0
32,4
70,1
199,8
819,0
188,8
11,2
34,6
186,8
826,8
375,7
18,7
55,2
203,1
850,4
617,2
70,0
95,0
225,0
845,6
401,1
24,1
57,3
179,9
789,9
429,1
31,1
55,1
157,8
770,0
170,6
9,5
28,1
114,4
691,3
339,7
16,4
46,5
149,3
730,9
323,4
27,5
61,2
176,9
754,0
277,5
15,8
40,7
141,0
701,9
175,1
11,4
45,6
148,6
676,6
104,9
6,1
24,6
156,4
787,5
120,9
6,9
34,4
163,8
757,5
305,6
27,0
43,0
135,2
714,6
190,6
10,9
31,3
120,7
670,8
139,7
8,6
22,9
99,4
615,2
87,8
4,3
14,9
74,5
627,3
100,7
4,9
17,3
93,9
637,5
114,5
8,6
51,6
110,2
618,1
78,6
4,9
38,4
136,4
631,9
56,4
5,0
22,6
88,9
593,3
40,2
3,4
19,8
116,4
699,2
22,0
2,4
15,9
83,6
598,6
88,0
6,6
21,4
74,3
568,1
59,7
3,4
14,5
81,5
546,8
44,7
2,8
8,3
60,3
543,9
31,0
2,4
9,2
57,5
536,6
17,3
1,8
6,0
46,1
502,2
1950-1955
Hombres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
Mujeres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
1975-1980
Hombres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
Mujeres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
2000-2005
Hombres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
Mujeres
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
a Se
refiere a las tasas de mortalidad de la tabla de mortalidad para los períodos respectivos.
9
Se grafica el logaritmo de las tasas de mortalidad para apreciar mejor los diferenciales existentes, aunque ello atenúa, en parte, el comportamiento
en forma de U y J que tendría la función m(x, x+n).
17
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
10
18
es más rápido que el observado en la población expuesta
al riesgo de morir, sería un indicador de que el factor más
importante ha sido la marcada disminución de las tasas
de mortalidad en edades tempranas como efecto de la
transición epidemiológica (Chackiel, 2004).
Una expresión sintética de la evolución de la
transición epidemiológica es el cociente entre las muertes
de menores de 15 años y las de personas de 65 años y
más.10 La variación extrema de este índice en los países
seleccionados incluidos en el cuadro 7 va de un valor
de 7,22 en Guatemala a mediados del siglo pasado a
uno de 0,07 en Uruguay en el quinquenio 2000-2005.
Gráfico 5
A) CHILE: TASAS DE MORTALIDAD POR SEXO
Y GRUPOS DE EDAD, 1950-1955 Y 2000-2005
1
En m(x)
0,1
0,01
0,001
os
añ
os
añ
75
-7
9
-6
-5
65
55
45
35
9
9
9
añ
añ
os
os
os
-4
-3
-2
9
9
añ
añ
os
os
añ
25
9
15
-1
9
5-
01
añ
añ
os
os
0,0001
Hombres 1950-1955
Hombres 2000-2005
Mujeres 1950-1955
Mujeres 2000-2005
B) GUATEMALA: TASAS DE MORTALIDAD POR SEXO
Y GRUPOS DE EDAD, 1950-1955 Y 2000-2005
1
En m(x)
0,1
0,01
0,001
añ
os
os
75
-7
9
9
-6
65
9
-5
55
9
añ
añ
os
os
añ
os
-4
45
9
añ
os
-3
35
25
-2
9
añ
os
añ
añ
os
15
-1
9
9
5-
añ
os
0,0001
01
grupo de 5 a 14 años, mientras que lo contrario sucede
en el segundo período. De los países seleccionados, en el
primer cuarto de siglo examinado los que más han reducido
sus tasas son Chile y México y en los últimos 25 años
esa situación se presentó en mayor medida en Chile. De
todas maneras, los países con mayor mortalidad, como
Guatemala y Brasil, muestran reducciones más intensas
en el segundo período, lo que representa un importante
avance, aunque mantienen todavía tasas notoriamente
más altas en todas las edades, salvo en el grupo de 65 y
más años de edad. Argentina, al igual que Uruguay, por
tener una mortalidad relativamente baja con anterioridad a
los otros países, muestra tasas con mejoras relativamente
menores, sobre todo entre 1950-1955 y 1975-1980.
Con relación al diferencial por sexo de las tasas
de mortalidad, los datos reflejan lo ya mencionado con
respecto a la mortalidad general, es decir que existe una
sobremortalidad masculina (véase el cuadro 4) en todas
las edades. La única excepción se da en Guatemala en el
grupo de 5 a 44 años, lo que refleja un hecho ya conocido
en situaciones de alta mortalidad: la incidencia de causas
propias del sexo femenino, como las relacionadas con
el embarazo y el parto, además de las enfermedades
transmisibles, como la tuberculosis que han afectado más
a las mujeres (Naciones Unidas, 1963). Cabe destacar
que la sobremortalidad de hombres hasta el presente ha
mostrado una tendencia creciente y se da en mayor medida
en el grupo de edad de 15 a 44 años debido al mayor
control de las causas mencionadas y a posibles aumentos
de defunciones masculinas por causas externas.
Una de las manifestaciones de la transición
epidemiológica es el marcado envejecimiento que se
observa en la estructura por edades de las defunciones
como consecuencia de los mayores logros para evitar las
muertes en edades tempranas, asociadas a enfermedades
transmisibles, así como del envejecimiento de la población,
que responde mayormente a la reducción de la natalidad.
El cambio mencionado en la distribución relativa por
edades de las defunciones puede verse en el cuadro 7, en
que se presenta el porcentaje de las muertes por grandes
grupos de edades. Puede verificarse que en Guatemala,
que en 1950-1955 tenía una esperanza de vida al nacer
de 42 años, el porcentaje mayor de defunciones se
producía antes de los 15 años (65%), mientras la mitad
de las defunciones de Uruguay (con una e(0) de 66 años)
ocurrían en el grupo de 65 años y más. Este último país,
que en la actualidad tiene una e(0) de más de 75 años,
registra más de un 70% de las muertes en el grupo de
adultos mayores. Este envejecimiento de las muertes, que
Mortality
Hombres 1950-1955
Hombres 2000-2005
Mujeres 1950-1955
Mujeres 2000-2005
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
Este indicador está asociado al cociente de perfil de la mortalidad (CPM) que propone Frenk et al (1994), es decir el cociente entre defunciones
por causas transmisibles y derivadas del período perinatal y defunciones por enfermedades crónicas y degenerativas.
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
Otra forma de mostrar la importancia del cambio en los
perfiles de mortalidad por edad y sus causas es analizar
el comportamiento del promedio regional. En este caso,
el cociente pasó de un valor de 3 en 1950-1955 a 1/3 en
2000-2005, invirtiéndose en medio siglo la predominancia
de las causas de muerte asociadas a la infancia respecto
de las relacionadas con los adultos mayores.
Mortalidad en la niñez (0 a 4 y 5 a 14 años)
Los resultados de la tasa de mortalidad del grupo de edades
de 0 a 4 años coinciden con lo analizado en la sección
II. Se confirman las elevadas tasas que prevalecían hace
50 años y las importantes diferencias que existían entre
países, lo que en el cuadro 4 se refleja en la comparación
entre Argentina, con una tasa de 189 defunciones por
10.000 habitantes, y Guatemala, con una tasa de 661
por 10.000 habitantes, es decir 3,5 veces más elevada.
También se observa que en estas edades se presentan,
en general, importantes reducciones de las tasas de
mortalidad (véase el cuadro 5), siendo Chile un caso de
rápida evolución, ya que pasó en 50 años de ser un país
de alta mortalidad a encabezar, junto con Costa Rica y
Cuba, la categoría de países con baja mortalidad. En
Chile, la tasa de mortalidad en la infancia se redujo en
Mortalidad
torno al 70% en el primer período y en más del 80% en
el segundo. Como se señaló, hay una menor reducción
en los países de alta mortalidad, como Guatemala, y en
los de transición temprana, como Argentina.
Respecto de la mortalidad por sexo, en los casos
seleccionados hay una sobremortalidad masculina que
aumenta en relación inversa con la disminución de
la mortalidad. De este modo, en Guatemala, desde el
quinquenio 1975-1980, el diferencial por sexo se ha
incrementado a favor de las mujeres, de aproximadamente
105 muertes de hombres por 100 de mujeres, a valores
recientes de alrededor de 130 defunciones masculinas por
100 femeninas, un índice similar al de los demás países
seleccionados (véase el cuadro 6).
La mortalidad en el grupo de edad de 5 a 14 años es
en todos los casos la más baja, aunque las diferencias entre
países y en el tiempo son muy marcadas. Al inicio de la
década de 1950, la tasa de mortalidad de este grupo en
Guatemala era 69 por 10.000 personas, siete veces superior
a la de Argentina (10 por 10.000) y 35 veces mayor a la
de Chile a comienzos de este siglo (aproximadamente 2
por 10.000) (véase el cuadro 4). Llaman la atención los
logros alcanzados en la reducción de las tasas de este
grupo, considerando que son las más bajas y que ocurren
Cuadro 5
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): PORCENTAJE DE REDUCCIÓN DE LAS TASAS DE MORTALIDAD POR EDADES.
1950-1955 A 1975-1980 Y 1975-1980 A 2000-2005
Sexo y edad (en años)
Guatemala
Brasil
México
Argentina
Chile
1950-1955 a 1975-1980
Hombres
0-4
51,0
42,7
63,7
44,5
5-14
59,7
44,4
64,8
45,7
15-44
29,6
38,8
34,9
29,0
45-64
26,5
30,3
25,7
16,3
65 y más
14,3
14,6
17,4
4,8
Mujeres
0-4
50,5
52,5
67,4
48,5
5-14
61,5
54,7
72,3
55,3
15-44
54,7
45,4
58,5
46,8
45-64
39,9
32,9
37,0
34,9
65 y más
15,5
15,1
20,1
9,3
67,8
63,3
37,7
19,3
10,9
70,4
70,3
62,8
37,1
12,8
1975-1980 a 2000-2005
Hombres
0-4
64,6
71,7
67,8
61,7
5-14
68,8
69,2
56,4
44,7
15-44
15,6
5,6
50,4
19,4
45-64
37,7
3,3
40,1
25,6
65 y más
18,0
10,0
12,3
11,2
Mujeres
0-4
71,2
68,7
68,0
64,7
5-14
75,6
68,8
67,1
44,5
15-44
50,4
53,8
63,9
38,4
45-64
45,0
32,5
39,3
22,8
65 y más
20,5
18,5
11,6
14,5
81,8
64,5
53,8
48,9
21,0
82,8
62,6
65,4
50,9
21,2
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
19
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
en países que ya han alcanzado una elevada esperanza de
vida al nacer. En los países seleccionados, en el último
cuarto de siglo estas tasas se reducen entre el 60% y el
75%, salvo en Argentina en que llegan a aproximadamente
un 45%. En relación con la diferencia de la mortalidad
por sexo, como se mencionó antes, la única excepción
a la sobremortalidad masculina es el caso de Guatemala
en el primer quinquenio en estudio, situación que puede
estar vinculada con la alta mortalidad que primaba en
ese país.
El aumento de la sobrevivencia de niños se debe
principalmente a los buenos resultados en el combate de
enfermedades transmisibles y, en menor medida, de las
afecciones originadas en el período perinatal. Cuando el
nivel de mortalidad era alto, hace 50 años en Costa Rica
y Chile, o en Guatemala aun en la actualidad, la primera
causa de muerte en estas edades eran las enfermedades
transmisibles y, en segundo lugar, las afecciones del
período perinatal; sin embargo, aunque el descenso de
la mortalidad por estas causas es muy importante, siguen
siendo las principales, aunque se invierte el orden de
prevalencia. Como consecuencia de ello, las muertes
de niños en años recientes se deben principalmente a
las condiciones originadas en el período perinatal, ya
que permanecen ciertas afecciones de origen endógeno
respecto de las que es más difícil evitar un desenlace fatal
(Chackiel, 1999).
Mortalidad de los adultos
(15 a 44 y 45 a 64 años)
A partir de los 15 años el comportamiento general es que
las tasas de mortalidad aumentan progresivamente con la
edad y su reducción, salvo excepciones, se hace menor
a medida que se avanza en la edad. En este sentido, las
tasas de mortalidad de adultos más bajas corresponden
al grupo de 15 a 44 años, y en el período más reciente
analizado fluctúa entre 16 por 10.000 personas (Chile)
y 52 por 10.000 (Guatemala) para hombres y de 6 por
10.000 a 21 por 10.000 para mujeres, respectivamente
(véase el cuadro 4). En este grupo de edades se observa
que las disminuciones de las tasas de mortalidad son, en
general, importantes, sobre todo en el sexo femenino, en
que los porcentajes de reducción varían entre el 40% y el
65% en ambos períodos analizados (véase el cuadro 5).
Los países que muestran una tendencia más pronunciada
a reducir la mortalidad en los últimos años son los de
transición reciente y rápida, representados en el cuadro
por Chile y México; en Chile las tasas de mortalidad son
inferiores a las de Argentina que, como se indicó, inició
la transición antes de 1950. Brasil, en el período más
reciente muestra aumentos muy bajos de esta tasa en los
11
20
Mortality
hombres, lo que puede resultar de una elevada mortalidad
por causas externas relacionadas con defunciones por
violencia (entre ellas homicidios y suicidios).
Asimismo, la mortalidad de hombres es superior a
la de mujeres y la diferencia se incrementa con el tiempo
(véase el cuadro 6). En algunos casos, la sobremortalidad
masculina duplica con creces la femenina, siendo este el
tramo de edades en que en la actualidad se encuentran
las mayores diferencias de mortalidad por sexo. En los
casos analizados, solo Guatemala presenta una leve
sobremortalidad femenina en 1950-1955, que probablemente
se deba a la mayor incidencia de defunciones por causas
de enfermedades transmisibles y también por causas
relacionadas con las complicaciones del embarazo y el
parto. Aunque esta puede ser la explicación, no se descarta
la posibilidad de que haya problemas relacionados con
la información básica.
La característica principal de la mortalidad en
este grupo de edades, en términos de las causas que la
determinan, es la marcada presencia de causas externas
en los hombres, que incluyen muertes por violencia y
traumatismos. Entre ellas, las más importantes son los
accidentes de tránsito, suicidios, homicidios y, en varios
países, accidentes por inmersión y ahogamientos. La
mortalidad masculina por causas externas es netamente
superior a la mortalidad por otras causas, lo que explica
que en este grupo se dé la mayor sobremortalidad de
hombres (Chackiel, 1999 y 2004).
Respecto de los adultos jóvenes es frecuente
encontrar irregularidades en los datos principalmente
relacionados con los hombres, que pueden presentarse
como aumentos de mortalidad no previstos. Muchas de
estas irregularidades pueden deberse a hechos reales de
enfermedades emergentes o rebrotes de epidemias de
enfermedades que se consideraban superadas. Entre las
primeras, se encuentra el VIH/SIDA, que por su magnitud
y sus efectos constituye una importante preocupación
social. En cuanto a las enfermedades que se consideraban
extinguidas, en los últimos años en diversos países se
observaron rebrotes de cólera, hantavirus, malaria, mal
de chagas, dengue y tuberculosis, aunque no siempre con
resultados de alta mortandad. También se han presentado
aumentos de mortalidad debidos a causas externas,
entre las que se cuenta la violencia por crisis políticas o
sociales, que pueden causar muchas muertes, sobre todo
masculinas. En esos casos se pueden presentar períodos
de entrecruzamiento de las tasas de mortalidad por grupos
de edades, como en El Salvador en los años 1975 a 1990
(véase el gráfico 6), lo que produjo en ese entonces una
esperanza de vida al nacer femenina 10 años mayor a
la masculina.11 Otro caso es el de Argentina, donde los
La esperanza de vida de mujeres y hombres en el período 1980-1985 fueron estimadas en 63,8 y 50,8 años, respectivamente.
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
Mortalidad
Cuadro 6
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): MASCULINIDAD DE LAS TASAS DE MORTALIDAD POR EDAD (POR 100),
PERÍODOS 1950-1955, 1975-1980, 2000-2005a
Edad (en años)
Guatemala
Brasil
México
Argentina
Chile
107,0
97,4
91,5
107,0
104,0
120,7
117,9
116,0
112,4
104,0
112,3
104,2
127,3
126,6
106,4
110,7
117,5
123,1
163,3
119,6
110,6
114,1
118,8
136,0
116,3
105,8
101,8
142,1
130,9
105,5
145,6
144,7
130,0
116,9
104,6
125,3
132,4
199,5
149,5
110,0
119,4
142,5
164,4
209,9
125,5
120,1
141,4
199,3
174,5
118,8
130,1
130,3
241,7
148,3
108,8
131,5
143,2
265,7
167,4
115,5
126,3
175,5
274,2
147,5
109,1
129,5
141,9
214,9
202,4
130,3
127,3
134,2
266,2
181,4
119,2
1950-1955
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
1975-1980
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
2000-2005
0-4
5-14
15-44
45-64
65 y más
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
entre las tasas de mortalidad de hombres y de mujeres.
adicional que existe para obtener buenas estimaciones
de la mortalidad materna, porque muchos de los decesos
están vinculados a abortos clandestinos. Aun así, con
la información existente se ha podido establecer que
las tasas de mortalidad materna de algunos países de
la región son decenas de veces superiores a las de los
países desarrollados (Rajs, 1996). Si bien esta causa de
muerte no tiene un peso decisivo en la tasa de mortalidad
total y es de las que más se ha reducido gracias a los
Gráfico 6
EL SALVADOR: TASAS DE MORTALIDAD DE HOMBRES,
POR EDADES, 1950-2005
1950-1955
1,0000
1955-1960
1960-1965
0,1000
1965-1970
1970-1975
0,0100
1975-1980
0,0010
1980-1985
1985-1990
0,0001
os
os
añ
75
os
añ
65
os
añ
55
os
añ
45
os
añ
añ
os
25
35
añ
añ
15
0
añ
os
os
1990-1995
5
datos muestran que en el intervalo de edades de 25 a
40 años las tasas de mortalidad de los años recientes
son levemente mayores a la que se observaban en el
quinquenio 1990-1995. Algo similar sucede en el caso de
Brasil en las décadas de 1980 y 1990. Esta circunstancia
es la que explicaría el bajo porcentaje de disminución
de las tasas de mortalidad del grupo de 15 a 44 años en
estos dos países entre 1975-1980 y 2000-2005 (véase
el cuadro 5). Si bien se toma el descenso de las tasas de
mortalidad en todas las edades como un comportamiento
esperado, debe tenerse en cuenta que este hecho puede
responder a la realidad, principalmente en los grupos de
edades de adultos jóvenes, aunque no hay que descartar la
posibilidad de que tales traslapos obedezcan a problemas
de información.
En el caso de las mujeres, las causas más importantes
de muerte son los neoplasmas y las enfermedades del
aparato circulatorio, seguidas por las causas externas.
Las reducciones mayores se observan en las defunciones
debidas a enfermedades transmisibles, que son elevadas
cuando el nivel de mortalidad es alto, y luego a las del
aparato circulatorio. En general, la mortalidad por causas
externas en ambos sexos muestra una tendencia al aumento
sostenido, aunque es notoriamente mayor en los hombres
(Chackiel, 1999).
En este grupo de edades ocurren las muertes por
complicaciones del embarazo, parto y puerperio que
afectan a las mujeres. Cabe considerar la dificultad
ln m(x)
a Cociente
1995-2000
2000-2005
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
21
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
programas de atención maternoinfantil, se la ha tomado
como un indicador importante de la situación de salud, por
considerarse que es totalmente evitable si los embarazos
se desarrollan en buenas condiciones.
En el grupo de 45 a 64 años, en Guatemala se observan
tasas superiores a las de los demás países, aunque todos
tienen una alta mortalidad en el período 1950-1955,
principalmente en el caso de los hombres (véase el
cuadro 4). La tendencia en los últimos años muestra una
cierta convergencia entre los países de baja mortalidad,
sobre todo en el caso de las mujeres. La estimación más
reciente respecto de los hombres muestra que aún persisten
diferencias importantes: Chile y México (alrededor de 85
por 10.000 personas, logran tasas notoriamente inferiores
al resto (entre 110 y 136 por 10.000). Cabe destacar que
Guatemala (110 por 10.000) muestra una tasa menor que
la de Argentina (116 por 10.000), hecho que se retomará
al analizar la mortalidad de los adultos mayores. Los
porcentajes de reducción son muy heterogéneos entre
países y a lo largo del tiempo. Se observa que en los países
de transición temprana, como Argentina, hay reducciones
moderadas; en Chile, que representa a los países de baja
mortalidad con transición reciente y rápida, se obtienen
mejoras importantes, sobre todo en el período más
reciente (véase el cuadro 5); en Brasil, también en este
grupo de edades, hay una muy baja reducción de las tasas
correspondientes a los hombres, lo que probablemente se
vincula con la alta mortalidad por causas externas. Luego
del grupo de los adultos jóvenes (15 a 44 años), es en este
Mortality
tramo de edades que se observa una alta sobremortalidad
masculina en aumento (véase el cuadro 6), siendo las
tasas correspondientes a los hombres entre 1,7 y 2 veces
superiores a las de las mujeres.
En los países de baja y moderada mortalidad, la
causa de muerte más importante de este grupo de edades
corresponde, en el caso de los hombres, a las enfermedades
del aparato circulatorio, seguidas por los neoplasmas y,
en el de las mujeres, en varios países ocurre lo contrario.
En Chile y México, a comienzos de los años sesenta,
todavía había una cierta predominancia de defunciones
producidas por enfermedades infecciosas y parasitarias,
lo que constituye una característica de los países de alta
mortalidad como Guatemala. Esta situación conduce a que
en este último país el peso relativo de la mortalidad por
enfermedades cardiovasculares y cáncer sea notoriamente
inferior al de los otros países (Chackiel, 1999). En este
estudio se muestra que las causas de muerte que más
se han reducido son las enfermedades transmisibles,
mientras que la tendencia relativa a las otras causas
importantes de muerte en estas edades, (neoplasmas y
enfermedades cardiovasculares) es más heterogénea. La
mejora de las tasas de mortalidad de las mujeres, tanto
por enfermedades que tienden a desaparecer, como por
enfermedades transmisibles y las que se benefician de
los nuevos adelantos de la medicina, como los tumores
y las enfermedades cardiovasculares, se refleja en la
tendencia al aumento del diferencial por sexo de este
grupo de edades.
Cuadro 7
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): DISTRIBUCIÓN RELATIVA DE LAS DEFUNCIONES POR GRUPOS DE EDAD (POR 100),
1950-1955, 1975-1980 y 2000-2005
Edad (en años)
América Latina
Guatemala
Brasil
México
Uruguay
Costa Rica
54,8
28,8
16,4
100,0
3,33
64,7
26,4
9,0
100,0
7,22
56,3
29,9
13,8
100,0
4,07
58,1
26,3
15,6
100,0
3,71
14,1
31,6
54,3
100,0
0,26
48,3
26,5
25,2
100,0
1,92
40,1
31,1
28,8
100,0
1,39
55,2
29,1
15,7
100,0
3,52
42,2
32,1
25,7
100,0
1,64
40,9
32,2
26,9
100,0
1,52
10,9
28,4
60,6
100,0
0,18
24,1
28,7
47,2
100,0
0,51
14,7
38,3
47,0
100,0
0,31
32,9
36,8
30,3
100,0
1,09
13,0
44,1
42,9
100,0
0,30
14,6
34,1
51,3
100,0
0,29
4,9
21,6
73,5
100,0
0,07
8,4
31,9
59,7
100,0
0,14
1950-1955
0-14
15-64
65 y más
Total
D(-15)/D(65 y más)
1975-1980
0-14
15-64
65 y más
Total
D(-15)/D(65 y más)
2000-2005
0-14
15-64
65 y más
Total
D(-15)/D(65 y más)
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
22
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
La mortalidad de los adultos mayores
(65 años y más)
Según varios estudios (Del Popolo, 2000; García, 1990;
Grushka, 1996; Dechter y Preston, 1991), la estimación de
la mortalidad en edades avanzadas en los países de América
Latina estaría subestimada como efecto de la incorrecta
declaración de la edad de la población en los censos y de las
defunciones registradas en las estadísticas vitales. El error
consistiría en declarar una edad mayor a la real en el caso
de los adultos mayores, lo que conduciría a estimaciones
sesgadas al intentar conciliar la información histórica de
censos y registros. La sospecha surge de las bajas tasas
de mortalidad observadas a partir de los datos reales, si
se compara con la situación de países desarrollados. Las
tasas que sirvieron de base para la elaboración de tablas
de mortalidad en general toman en consideración estos
problemas, por lo que han sido ajustadas en función de
la coherencia de los datos en el proceso de preparación
de las estimaciones y proyecciones de población. Sin
embargo, cabe mencionar que aún es necesario investigar
más para aclarar si el patrón de mortalidad observado de
los adultos mayores es producto de errores en los datos
o de un comportamiento especial correspondiente a la
región, quizás como efecto de un proceso de selección
natural, o una combinación de ambas cosas. De todas
maneras, los problemas de información constituyen la
explicación habitual de ciertos comportamientos atípicos
en la comparación de la tendencia de la mortalidad de los
adultos mayores situados en países que están en distintas
etapas de la transición epidemiológica y demográfica.
Según los datos del cuadro 4, las tasas del grupo de 65
años y más son muy parecidas entre los países seleccionados,
con una leve superioridad de la tasa de Guatemala. Sin
embargo, en algunos casos esto no se cumple totalmente,
como en el de los hombres en el período 2000-2005, que en
Argentina muestran una tasa de mortalidad superior a la de
los demás países, incluso Guatemala (699 y 618 por 10.000
personas, respectivamente). Los porcentajes de reducción
de las tasas son en general moderados (véase el cuadro 5),
lo cual es lógico si se considera que los países de América
Latina presentan tasas de mortalidad relativamente bajas
en edades avanzadas. La sobremortalidad masculina en
este caso también es moderada (véase el cuadro 6) debido
a que la población de ambos sexos se extingue en el tramo
abierto de edades.
Las tasas de mortalidad de este grupo abierto final
están directamente vinculadas al promedio de años de
vida a partir de los 65 años de edad, indicador de mucha
importancia para la consideración de los recursos destinados
a políticas y programas de salud y seguridad social. Desde
mediados del siglo pasado hasta la actualidad existe un
significativo crecimiento de este indicador (véase el cuadro
8), principalmente para el sexo femenino respecto del que
en algunos países de transición reciente de la mortalidad
Mortalidad
se ha ganado alrededor de seis años de vida en las últimas
cinco décadas Para el período 2000-2005 la esperanza de
vida a los 65 años —e(65)— del sexo femenino, si bien
tiene pocas variaciones, presenta un comportamiento acorde
al esperado en los países seleccionados. De ellos, el valor
mínimo corresponde a Haití (13,1) y el máximo a Chile
(19,9). Sin embargo, en el caso de los hombres la e(65)
tiene un comportamiento errático, ya que en Guatemala y
Brasil el valor es de aproximadamente 16 años superior al
de Argentina y Uruguay, cuyo valor es levemente superior
a 14 años. Como se mencionó anteriormente, esta situación
podría estar vinculada a errores en los datos básicos o
en sus correcciones. También podría explicarse por un
comportamiento especial que tiende a una baja mortalidad
en Guatemala, como producto de la selección natural por
la elevada mortalidad en las edades más jóvenes.
Como referencia, cabe destacar que una gran variedad
de comportamientos de la e(65) también existe entre los
países desarrollados (OECD, 2005). Japón muestra los
valores mayores, 23 años en las mujeres y 18 años en los
hombres, mientras que los valores de Portugal son 19,1
y 15,7 años y los de Dinamarca 18,3 y 15,4 años, ambos
respectivamente. Estos dos últimos valores se asemejan
a los que se observan en países latinoamericanos de
mortalidad media y baja.
Cuadro 8
AMÉRICA LATINA (PAÍSES SELECCIONADOS): ESPERANZA DE
VIDA A LOS 65 AÑOS DE EDAD, 1950-1955 Y 2000-2005
País
Haití
Guatemala
Brasil
Argentina
Uruguay
Chile
1950-1955
2000-2005
Hombres
Mujeres
Hombres
Mujeres
11,0
11,4
12,2
12,1
12,3
11,8
11,1
11,8
12,7
14,5
15,2
13,7
12,2
16,2
15,8
14,3
14,6
16,7
13,1
17,6
18,3
18,6
19,1
19,9
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
Entre las causas de mortalidad en los países
seleccionados, salvo en Guatemala, se observa una
prevalencia mayor de las enfermedades cardiovasculares
y, en segundo lugar, de los neoplasmas. Existe poca
variación en el tiempo de los diferentes grupos de causas,
observándose un mayor descenso de mortalidad por
enfermedades transmisibles. Las causas externas, que son
las que presentan mayores diferencias por sexo (superior en
hombres), muestran aumentos en varios de los países. En
Guatemala, país de alta mortalidad, la prevalencia mayor
corresponde a enfermedades infecciosas y parasitarias, que
muestran, sin embargo, un importante descenso, mientras
que las demás causas aumentan en el período analizado
(Chackiel, 1999).
23
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
Mortality
IV. Perspectivas futuras de la mortalidad
La mortalidad futura depende de múltiples factores que
están vinculados, entre otras cosas, a los avances en la
medicina, el mayor acceso a la atención sanitaria, la mejora
en las condiciones de vida y de trabajo, los cambios hacia
mejores estilos de vida y las mejoras medioambientales
globales, nacionales y domésticas. La mayor parte de
estos elementos son de difícil predicción, por lo que
las metodologías para proyectar la mortalidad se basan
principalmente en las tendencias empíricas de ciertos
indicadores, considerando los niveles de mortalidad ya
alcanzados y la trayectoria de los países con más baja
mortalidad en el mundo.
Como se describe en el anexo metodológico de
esta publicación, el instrumento fundamental utilizado
por CEPAL/CELADE y la División de Población de
las Naciones Unidas, son las tablas de mortalidad para
períodos quinquenales desde el quinquenio 2000-2005
hasta el quinquenio 2045-2050. La hipótesis de evolución
futura del nivel de la mortalidad general se fija mediante
modelos que suponen aumentos cada vez menores de la
esperanza de vida al nacer, a medida que se llega a valores
altos de este indicador. Asimismo, las tasas de mortalidad
por sexo y edades provienen de interpolaciones de la tabla
de mortalidad actual y una estándar que se fija como
meta, tomando como pivotes para la interpolación las
esperanzas de vida al nacer anteriormente fijadas. Dado
que las proyecciones se basan en la experiencia pasada y
que no se realizan predicciones sobre hechos que pueden
ser coyunturales o imprevistos, las hipótesis se monitorean
constantemente, por lo que frecuentemente se actualizan
en función de los nuevos datos conocidos.
En el cuadro 9 se presentan varios indicadores que
describen someramente las características esperadas de la
mortalidad de América Latina y de países seleccionados
en la primera mitad del siglo XXI. La esperanza de vida
al nacer seguirá incrementándose a un ritmo menor, lo
que en términos de aumento de años en este medio siglo
equivaldría aproximadamente a la tercera parte de lo que
ocurrió en el pasado en un período similar. De esta manera
la e(0) de la región a mediados del siglo llegaría a 79,6
años y superaría los 80 años en países que hoy están en
el grupo de mortalidad baja. Ahora, debido a que se ha
considerado un aumento superior en países con una e(0)
más baja, las diferencias en las regiones se harían más
estrechas, como puede apreciarse en los valores de Chile
(82 años) y Haití (74 años).
Cuadro 9
AMÉRICA LATINA Y PAÍSES SELECCIONADOS: INDICADORES DE MORTALIDAD FUTURA, 2000-2050
Indicadora
América Latina
Haití
Brasil
México
Uruguay
Chile
72,2
6,4
17,1
25,6
0,31
58,1
3,5
12,6
56,1
1,23
71,0
7,6
17,0
27,3
0,30
74,8
4,9
17,6
20,5
0,29
75,2
7,3
16,8
14,4
0,07
77,7
6,0
18,3
8,0
0,09
77,1
6,1
18,9
12,0
0,10
67,7
4,1
15,8
30,7
0,48
76,6
7,0
19,0
12,1
0,09
79,5
4,7
19,6
8,4
0,08
79,3
6,6
19,1
7,9
0,04
80,7
6,2
19,9
4,9
0,05
79,6
6,1
20,0
7,9
0,05
74,2
4,6
18,2
17,4
0,18
79,4
7,0
20,1
7,5
0,05
81,1
4,6
20,4
5,6
0,05
81,5
6,3
20,3
4,6
0,02
82,1
6,4
20,8
4,0
0,03
2000-2005
e(0)
e(0)H-e(0)M
e(65)
q(1) (por mil)
D(-15)/D(65 años y más)
2025-2030
e(0)
e(0)H-e(0)M
e(65)
q(1) (por mil)
D(-15)/D(65 años y más)
2045-2050
e(0)
e(0)H-e(0)M
e(65)
q(1) (por mil)
D(-15)/D(65 años y más)
Fuente: Elaboración propia en base a la información contenida en Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División de Población de la CEPAL,
estimaciones y proyecciones de población revisión 2007.
a e(0)-
esperanza de vida al nacer; H – hombres; M- mujeres; e(65)- esperanza de vida a los 65 años; q(1) - tasa de mortalidad infantil; D(-15)/D(65+) - defunciones de menores
de 15 años sobre defunciones de personas de 65 años y más.
24
CEPAL • América Latina y el Caribe. Observatorio demográfico Nº 4
por edades de las defunciones. Para ver los efectos que
sobre la transición epidemiológica tendrán las hipótesis
previstas de mortalidad, en el gráfico 7 se presenta el
porcentaje de defunciones de personas de 65 años y más
en América Latina y países seleccionados, durante el
período histórico de cincuenta años y el equivalente que
resulta de la proyección de la mortalidad y la población.
Además, en el cuadro 9 se resume el proceso con el índice
aproximado de transición epidemiológica, mediante el
cociente entre las defunciones de menores de 15 años y
las defunciones de personas de más de 65 años, tanto en
la región como en países seleccionados. Ambos datos
permiten observar la profundidad del cambio ocurrido
en la estructura de la mortalidad, la heterogeneidad entre
países y los cambios que aún se esperan hasta mediados
de este siglo. En el gráfico se muestra que en los 50 años
transcurridos, las muertes de personas de 65 años y más en
la región pasaron del 16% al 47% y se prevé que llegará
a un 76,5% en el quinquenio 2045-2050.
Gráfico 7
AMÉRICA LATINA Y PAÍSES SELECCIONADOS: PORCENTAJE DE
DEFUNCIONES DE ADULTOS DE 65 AÑOS Y MÁS, 1950-2050
100
90
80
Porcentaje
70
60
50
40
30
20
10
América Latina
Bolivia
Haití
Chile
04
-2
40
20
20
30
-2
-2
03
5
5
5
02
20
15
20
20
5
20
10
-
20
00
-2
00
5
5
019
9
19
9
019
8
19
8
5
19
70
5
019
6
19
6
019
5
-1
97
5
0
19
5
En cuanto a la evolución del diferencial por sexo,
las hipótesis prevén que se mantendrá relativamente
estable en los casos en que alcancen un valor elevado,
de más de 6 años, aunque en algunos casos se plantean
ligeros aumentos o disminuciones de la ventaja femenina
(como en Chile y Uruguay). Asimismo, los países que aún
presentan un bajo diferencial por sexo y una mortalidad
relativamente elevada tienen mayor posibilidad de seguir
ampliando esta brecha.
La mortalidad infantil, el componente principal
del descenso histórico de la esperanza de vida al nacer,
continuará siéndolo en los países que todavía tienen tasas
relativamente elevadas (Haití es el caso más claro de los
países incluidos en el cuadro 9). Dado que la hipótesis de
proyección conduce a aumentos en la esperanza de vida
más importantes en este país, la tendencia es a disminuir
la brecha con los países de baja mortalidad. Ello explica
que en el quinquenio 2000-2005 la tasa de mortalidad
infantil de Haití (56 por 1.000 nacidos vivos) sea siete
veces más alta que la de Chile (8 por 1.000) y al final del
período de la proyección sea cuatro veces más elevada.
Aun así, la brecha entre estos dos países continúa siendo
importante, considerando que la tasa de mortalidad infantil
de Haití (17 por 1.000) a mitad del siglo XXI duplicaría
con creces la de Chile en la actualidad.
Como se mencionó en la sección III, la información
sobre la mortalidad en la vejez es la que arroja más
dudas sobre su calidad, por conducir frecuentemente a
estimaciones más bajas de las esperadas para los niveles
de mortalidad de los países de la región. En este sentido,
esto influiría también en los indicadores resultantes de
la proyección de su comportamiento futuro. Según el
cuadro 9, la esperanza de vida a los 65 años en la mayoría
de los países se acercaría a los 20 años en 2045-2050,
aproximadamente lo observado en la actualidad en Japón,
lo que supone un desfase de casi 50 años. Se considera
oportuno destacar la importancia que tiene la realización
de mayores investigaciones acerca de la calidad de los
datos y los métodos de medición de la mortalidad para
esta población, así como de los determinantes de la
tendencia futura. Deberán tenerse en cuenta los posibles
avances de la medicina, el mayor acceso a los cuidados
de la salud, las condiciones de vida y los cambios de los
estilos de vida, tanto antes como después de los 65 años.
Dados los bajos niveles de mortalidad que afectan a los
jóvenes y adultos en edades centrales, existe la expectativa
de que los mayores aumentos respecto de la duración de
la vida se relacionen con la prolongación de la vida de
los adultos mayores.
Estos cambios de las tasas de mortalidad según las
edades, sumados al envejecimiento de la población,
continuarán modificando los perfiles de mortalidad, lo que
puede analizarse mediante los indicadores de la estructura
Mortalidad
Cuba
Fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) - División
de Población de la CEPAL, estimaciones y proyecciones de población
revisión 2007.
La selección de países en distintas etapas de la
transición epidemiológica y demográfica incluidos en el
gráfico 7, muestra la gran disparidad de experiencias y
los grandes rezagos que todavía persisten y persistirán en
los próximos 50 años. Como ejemplo de ello, se destaca
que mientras en Cuba en el año 2050 el porcentaje de
muertes de personas de 65 y más alcanzarán el 88% del
total de defunciones, en el otro extremo Haití llegará
al 57% . Ello supone un rezago entre ambos países de
aproximadamente tres cuartos de siglo, porque en Cuba
ese porcentaje ya se había alcanzado en el período 19751980. Casos así se encuentran también en los países, ya
sea que se consideren las zonas geográficas como los
estratos socioeconómicos.
25
ECLAC • Latin America and the Caribbean. Demographic Observatory No. 4
Esta información, junto con el perfil epidemiológico
derivado de las estadísticas de morbilidad y causas de
defunción, vuelve imperativas las reformas de salud y
seguridad social de los países de la región. En la mayoría
de ellos esto implica requerimientos en el campo de
Mortality
salud en el que coexisten todavía, y lo harán al menos
en el mediano plazo, las intensas demandas de sectores
en etapas tempranas de las transiciones epidemiológica
y demográfica, y las de los que se encuentran en etapas
más avanzadas de estos procesos.
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