Volumen 10. Número 1. Marzo 2011

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Economía y
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Economía y Desarrollo
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Impresión
JAVEGRAF - 2011
Contenido
Editorial
Los cien años del Nobel de Economía Ronald Coase ...................... 5
Higinio Pérez Negrete
El problema del costo social ......................................................... 9
Ronald H. Coase
Dos enseñanzas de Coase ............................................................ 53
Jorge Iván González
El Socialismo de mercado de la República Popular China
a la luz de la teoría de los costos de transacción
de Williamson ............................................................................. 63
Oscar René Martínez Mesa
Obstáculos para definir derechos de propiedad en el caso
de recursos comunes globales e intergeneracionales .................... 75
Freddy Cante
Prosperidad para todos ¿Una utopía posible? .............................. 83
Julio Silva-Colmenares
Locomotora minera: Velocidad sí, ¿pero fondo? ....................... 105
Ricardo Bonilla González
Las locomotoras del Plan: unas breves observaciones ................ 121
Remberto Rhenals M.
Universidad Autónoma de Colombia
4
CONTENIDO
Rincón Histórico
Artículos sobre la crisis............................................................. 129
Paul Samuelson
Instrucciones para autores/as ................................................... 145
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
Editorial
Los cien años del Nobel de
Economía Ronald Coase
HIGINIO PÉREZ NEGRETE1
El 29 de diciembre de 2010 cumplió cien años de vida Ronald Coase, Premio Nobel
de Economía de 1991. La revista Economía y Desarrollo celebra este acontecimiento
porque Coase, además de ser el único Nobel de Economía que ha llegado a esa edad,
tiene méritos suficientes para ser considerado uno de los más creativos. Dedicado
desde muy joven a la docencia y a la investigación, publicó en 1937, “La naturaleza
de la empresa”, un artículo en el que demostró que las empresas son creadas, crecen,
se integran vertical y horizontalmente, para evitar los costos de transacción del
mercado.2 Con dicho artículo dejó sin piso el mundo ideal de la ortodoxia neoclásica,
de relaciones perfectamente armoniosas en el mercado, esto es, sin costos de
transacción, y sentó las bases para comprender el mundo real, lleno de incertidumbre,
información asimétrica, comportamientos oportunistas y, en consecuencia, lleno de
conflictos.
Su aporte fue el punto de partida del estudio realizado por Oliver Williamson, Premio
Nobel de Economía de 2009, quien completó el análisis de los costos de transacción
aportando un nuevo concepto, los “activos específicos”3 , y descubrió que en aquellos
sectores de la economía con mayor componente de dichos activos, los costos de
transacción son más altos. El gran aporte de Coase, reforzado por Williamson, es una
herramienta teórica fundamental para comprender los problemas de la contratación
1
Economista de la Universidad de Antioquia. Magíster en Ciencias Económicas de la Universidad
Nacional de Colombia. Docente e investigador de la Universidad Autónoma de Colombia.
2
Los costos son menores cuando las transacciones se realizan en armonía, y son mayores cuando
generan conflicto, lo que se convierte en procesos judiciales, sanciones y renegociaciones.
3
Un activo físico es específico cuando no se le puede cambiar de lugar (de ciudad, por ejemplo) sin pérdida
de valor, o no puede trasladarse a otros usos a bajo costo, y en el caso del “capital humano”, el activo
es específico cuando su actividad implica entrenamiento o formación especializada. Es posible que
un activo físico comporte más de una de estas características.
Universidad Autónoma de Colombia
6
HIGINIO PÉREZ NEGRETE
pública en obras de infraestructura, como carreteras, puentes, túneles, ferrocarriles,
puertos marítimos y fluviales, aeropuertos, en la minería e hidrocarburos, y en los
servicios públicos domiciliarios; en fin, en todos los sectores que tienen un alto
componente de activos específicos, y que, por obvias razones, presentan mayor
incertidumbre, información asimétrica, comportamientos oportunistas y renegociación
de contratos.
En 1960, Coase publicó otro valioso artículo, “El problema del costo social”, en el
cual demostró que no siempre la solución más eficiente, ante la presencia de
externalidades negativas, es sancionar (aplicando altos impuestos) a quien produce
el daño, pues se requiere saber si, en términos económicos y sociales, es mayor el costo
que genera la contaminación, por ejemplo, que el costo que representa castigar a la
empresa que contamina. Esto es así, porque la empresa que contamina contribuye
al crecimiento económico y genera empleo, lo que significa que si se debilita o
desaparece, como consecuencia de la sanción, el resultado es también un deterioro
económico y social. Cabe agregar, de acuerdo con Coase, que no siempre la empresa
que produce el daño es responsable del mismo, pues puede ocurrir que, dadas las
condiciones tecnológicas, evitar la contaminación sea prácticamente imposible.
Este razonamiento de Coase está presente en las discusiones sobre el calentamiento
global. Como parte de dichas discusiones, Paul Krugman, Nobel de Economía de
2008, se pregunta si “¿es posible realizar recortes drásticos en las emisiones de gases
de efecto invernadero sin destruir la economía?”, y él mismo responde: “Lo que oímos
decir a los conservadores que se oponen a la política sobre cambio climático, es que
cualquier intento de limitar las emisiones sería económicamente devastador” (“¿Cómo
construir una economía ‘verde’?”, El País, Madrid, España, 25 de abril de 2010).
Krugman, contrario a los conservadores, considera que es mucho más lo que se
pierde, a largo plazo, si no se aplica una política drástica contra la contaminación,
que lo que se pierde, a corto plazo, aplicándola: “El cambio climático reducirá el
producto mundial bruto en un 5%; detenerlo costará el 2%”. Hecho este balance, cree
que lo más eficiente es desincentivar el uso de combustibles fósiles (contaminantes),
aplicando altos impuestos al carbón y al petróleo, e incentivar su reemplazo por
combustibles no contaminantes.
Cabe destacar que el respaldo de Krugman a una política de castigo a quienes
contaminan es el resultado de un estudio riguroso del impacto económico y social
de dicha política, en el corto y en el largo plazo, en comparación con el impacto que
puede tener la decisión de no hacer nada frente al problema. Precisamente, hace más
de cincuenta años, Coase objetó la propuesta de Arthur Pigou de castigar drásticamente
(con lo que se conoce como “el impuesto Pigou”) a toda persona o empresa que
produjera contaminación, porque consideró que sólo un estudio serio del impacto
económico y social podía determinar qué decisión tomar, y qué tan drástica podría
ser la sanción. En el caso actual de cómo reducir la emisión de gases de efecto
invernadero, el estudio de Krugman indica que el impuesto Pigou es la solución más
eficiente, porque no es tan difícil medir el grado de contaminación de las empresas
y su número es relativamente pequeño; pero no ocurre lo mismo con la contaminación
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EDITORIAL
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producida por un gran número de carros, pues resultaría muy costoso instalar
equipos de control en cada uno, además de lo difícil de evitar el fraude. Frente a esta
situación, lo que propone Coase es que se deben establecer normas básicas de control
de gases.
No hay duda de que el rigor de Coase ha sido un ejemplo seguido por Williamson y
Krugman. Igualmente, es notable su influencia sobre la única mujer que ha ganado
el Premio Nobel de Economía, Elinor Ostrom (en 2009). Discrepando de quienes
creen que la solución más eficiente, en cuanto a la explotación y asignación de los
recursos naturales, es la intervención estatal, y de quienes destacan la eficiencia del
mercado (primacía del interés individual), Ostrom demostró que en los recursos de
libre acceso, como ríos, lagos y mares (generalmente, ricos en peces), corrientes de
aire, radiación solar, bosques, animales de caza, por ejemplo, la propiedad común
puede aportar grandes beneficios a la sociedad, pues las personas que tienen vínculos
directos con el recurso, fácilmente se ponen de acuerdo para establecer unas reglas del
juego que garanticen que no haya sobreexplotación del mismo. En efecto, a través de
estudios en diversas regiones del mundo, se dio cuenta de que las comunidades tienen
gran conocimiento de los recursos naturales y que al tiempo que reciben su beneficio,
los cuidan y garantizan su sostenibilidad.
Respecto de la intervención estatal encontró que, por el contrario, esta puede
ocasionar notorias ineficiencias, debido a que los funcionarios oficiales no tienen el
conocimiento que tiene la comunidad sobre los recursos y, como consecuencia, sus
decisiones no serán acatadas, lo que generaría conflictos y costos de transacción.
Además, la percepción de que el recurso no le pertenece desincentivaría a la
comunidad y podría generar comportamientos de depredación. Precisamente,
hablar de recursos de propiedad común significa que los miembros de la comunidad
pueden impedir que quienes no pertenecen a ella participen de su explotación, es
decir, dejarían de ser de libre acceso, pero igualmente al sentirse identificados por un
mismo interés, dichos miembros estarán dispuestos a acordar reglas del juego para
garantizar su cuidado y conservación. También descubrió que permitir la explotación
libre de los recursos, esto es, por la vía del mercado, significaría dejarlos expuestos
a la sobreexplotación. Lo que concluye Ostrom es que las soluciones alternativas,
intervención estatal o mercado, no son eficientes o lo son mucho menos que la
propiedad común.
En el caso de los recursos naturales, lo mismo que en el estudio de la empresa y del
calentamiento global, la enseñanza de Coase es que, en lugar de tener una solución
preconcebida sobre la eficiencia en la asignación de los recursos, lo riguroso es
analizar las particularidades de cada realidad. Coase cambió completamente el
sentido del estudio de la microeconomía, pasando de la microeconomía normativa
(supuestos imaginarios), de la ortodoxia neoclásica, a la microeconomía positiva
(supuestos reales), que está presente en su análisis. Desechó el método deductivo
neoclásico, portador de un nivel de abstracción demasiado alto, y optó por estudiar
casos específicos de la realidad. Su método inductivo de investigación, de lo
particular a lo general, es el inverso del utilizado por la ortodoxia neoclásica.
Universidad Autónoma de Colombia
8
HIGINIO PÉREZ NEGRETE
Igualmente, frente a quienes creen que la alternativa a las fallas del mercado es la
intervención estatal, demostró que las transacciones del Estado no están exentas de
costos y, por tanto, se requiere estudiar cuidadosamente todas las alternativas
posibles.
La revista Economía y Desarrollo publica en este número uno de los dos artículos que
tuvo en cuenta la Academia Sueca para otorgarle el Nobel de Economía a Ronald
Coase. Además, presenta los comentarios de tres académicos colombianos a su obra.
También se incluye en este número un tema de gran interés nacional. En efecto, sobre
el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, “Prosperidad para todos”, se ha abierto
una interesante discusión y, precisamente, nuestra revista quiere contribuir a dicha
controversia presentando comentarios de docentes e investigadores de reconocidas
universidades colombianas.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
El problema del costo social1
RONALD H. COASE2
Resumen:
El artículo centra la atención, primero, en los perjuicios que una empresa, en el
desempeño de sus operaciones, puede causar a otras o a grupos de la población,
lo que se conoce como externalidades negativas, y segundo, en la solución más
eficiente, en términos sociales, a dicho problema. A través de la presentación de
varios casos, concluye que el gobierno debe comparar el costo social de sancionar
a la empresa que produce el daño, con el costo social de no sancionarla, antes
de tomar una decisión. Con este marco analítico, el artículo critica el radicalismo
de Pigou, quien se hizo famoso por su propuesta de sancionar, con altos
impuestos, a toda empresa que produce externalidades negativas.
Palabras clave: Empresa, costo social, costos de transacción, regulación,
eficiencia, mercado, gobierno.
Abstract:
The article focuses first on the damage that a company in the performance of
their operations may cause to other people or groups, which is known as
negative externalities, and second, in the most efficient solution in social
terms, to the problem. Through the presentation of several cases, concludes
that the government should compare the social cost of punishing the company
producing the injury, the social cost of punishment, before making a decision.
With this analytical framework, the article criticizes the radicalism of Pigou,
who became famous for his proposal to punish with higher taxes, any
company that produces negative externalities.
Key words: Business, social costs, transaction costs, regulation, efficiency,
market, government.
1
Trabajo publicado originalmente en The Journal of Law and Economics (octubre de 1960, pp. 1-44).
Tomado de la revista Estudios Públicos, 45 (Santiago de Chile, 1992).
2
Premio Nobel de Economía 1991. Fue profesor en el London School of Economics en Gran Bretaña
y en las Universidades de Buffalo y Virginia en Estados Unidos. Desde 1964 se desempeña en la
Universidad de Chicago, específicamente en la Escuela de Derecho, de la cual es profesor emérito en
la cátedra Clifton R. Musser.
Universidad Autónoma de Colombia
10
RONALD H. COASE
1. El problema a examinar
Este trabajo se refiere a las actividades de una empresa que tienen efectos perjudiciales en
otras.3 El ejemplo más común es el del humo de una fábrica que provoca efectos
nocivos en los que ocupan las propiedades vecinas. El análisis económico de tal
situación se ha realizado usualmente en términos de una divergencia entre el
producto privado y social de la fábrica, siguiendo el tratamiento de Pigou en The
Economics of Welfare. La conclusión a la que parece haber conducido este tipo de
análisis a la mayoría de los economistas es que sería deseable responsabilizar al
dueño de la fábrica por el daño causado a los afectados por el humo, o, alternativamente,
fijar un impuesto variable al propietario de la fábrica según la cantidad de humo
producido, equivalente en términos monetarios al daño que causa, o, finalmente,
excluir a las fábricas de los distritos residenciales (y presumiblemente de otras zonas en
las que el humo tendría efectos perjudiciales). Mi opinión es que los cursos de acción
sugeridos son inadecuados porque llevan a resultados que no son necesariamente
deseables.
2. La naturaleza recíproca del problema
El enfoque tradicional ha tendido a oscurecer la naturaleza de la elección que encierra.
El problema se formula comúnmente como uno en el que A ocasiona daño a B y lo
que tiene que decidirse es: ¿cómo se puede restringir a A? Pero esto es erróneo.
Estamos tratando un caso de naturaleza recíproca. Evitar daño a B infligiría un
perjuicio a A. La cuestión real que debe decidirse es: ¿debe permitirse que A dañe a
B o que B dañe a A? La cuestión es evitar el daño mayor. Usé un ejemplo en mi artículo
anterior (Coase, 1959, pp. 26-27) que consistía en el caso de un panadero cuya
maquinaria, con sus ruidos y vibraciones, perturbaba el trabajo de un médico. Evitar
daños al médico ocasionaría perjuicios al panadero. El problema presentado en este
caso era básicamente si se valoraban más, como resultado de restringir los métodos
de producción del panadero, los mayores servicios del médico, cuyo costo es una
oferta reducida del producto del panadero. Otro ejemplo es el del ganado que se
desbanda y destruye los sembrados de campos vecinos. Si es inevitable que algunos
animales se dispersen, un incremento de la oferta de carne sólo puede obtenerse a
expensas de una disminución de la oferta de granos. La naturaleza de la elección es
clara: carne o granos. Por supuesto, la respuesta que debe darse no lo es tanto, a
menos que conozcamos el valor de lo que se obtiene, y también el valor de lo que se
sacrifica para obtenerlo. Para dar otro ejemplo, el profesor George J. Stigler habla de
la contaminación de un arroyo (Stigler, 1952, p. 105). Si suponemos que esta mata
peces, lo que se tiene que decidir es lo siguiente: ¿es el valor de los peces perdidos
3
Este artículo, aunque concierne a un problema técnico del análisis económico, surgió de un estudio
sobre la política económica de la radiodifusión. El argumento estaba implícito en un artículo anterior
que se refería al tema de la asignación de las frecuencias de radio y televisión (“The Federal
Communications Commission”, Journal of Law & Economics, 2 [1959]), pero recibí sugerencias sobre
la conveniencia de tratar el problema en forma más explícita y sin referencia al problema original para
el cual había desarrollado esta solución.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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mayor o menor que el valor del producto que origina la contaminación del arroyo?
Se deduce que el problema debe ser considerado en su totalidad y marginalmente.
3. El sistema de precios con responsabilidad por el
daño
Propongo comenzar mi análisis examinando un caso en el que la mayoría de los
economistas estarían presumiblemente de acuerdo en que el problema puede
resolverse de una forma completamente satisfactoria: cuando el negocio que daña
debe pagar todo el daño causado y el sistema de precios funciona correctamente (de
modo estricto, esto significa que la operación de un sistema de precios no tiene costo).
Un buen ejemplo del problema que se discute es el caso del ganado extraviado que
destruye cosechas de tierras vecinas. Supongamos que un granjero y un ganadero
están operando en propiedades vecinas. Supongamos, además, que, sin bardas entre
las propiedades, un incremento en el tamaño de la manada del ganadero aumenta
el daño total de los cultivos del granjero. Lo que ocurre con el daño marginal al
aumentar el tamaño del rebaño no es claro. Esto depende de si las reses tienden a
seguirse una a otra o a pastar una al lado de otra; de si tienden a ser más o menos
inquietas al aumentar el tamaño del rebaño y de otros factores similares. Para los
fines inmediatos no tienen ninguna importancia los supuestos que se hagan acerca
del daño marginal.
Para simplificar el argumento, propongo que se use un ejemplo aritmético. Supondré
que el costo anual de cercar la propiedad del granjero es de $9 y que el precio de la
cosecha es $1 por tonelada. Además, supongo que la relación entre el número de reses
en la manada y la pérdida anual en la cosecha es la siguiente:
Número de reses
(novillos)
Pérdida anual en
la cosecha
(toneladas)
Pérdida de la cosecha
por novillo adicional
(toneladas)
1
1
1
2
3
2
3
6
3
4
10
4
Si el ganadero es responsable del daño causado, el costo anual adicional impuesto
al ganadero si, por ejemplo, incrementa su manada de 2 a 3 novillos, es de $3; y, al
decidir el tamaño de la manada, tomará en cuenta este hecho, además de sus otros
costos. O sea, no incrementará el tamaño de su manada a menos que el valor de la
Universidad Autónoma de Colombia
12
RONALD H. COASE
carne adicional producida (suponiendo que el criador de ganado sacrifica el ganado)
es mayor que los costos adicionales que el ganado le representan, incluyendo el valor
de las cosechas adicionales destruidas. Por supuesto, si mediante el empleo de
perros, pastores, aeroplanos, radios u otros medios puede disminuirse el daño, estos
medios se adoptarán sólo si su costo es menor que el valor de las cosechas que evitan
que se pierdan. Dado que el costo anual de cercar es de $9, el ganadero que desea tener
una manada con cuatro novillos o más pagaría para construir y mantener una barda,
a no ser que los otros medios para lograr el mismo fin fuesen más baratos. Cuando
se construye la barda, el costo marginal por la responsabilidad por daño se reduce
a cero, salvo que un incremento en el tamaño del rebaño obligue a construir una barda
más fuerte, y, por lo tanto, más cara, porque pueden apoyarse en ella más novillos
al mismo tiempo. Puede ser más barato para el criador de ganado no cercar y pagar
por las cosechas destruidas (ejemplo aritmético) con tres novillos o menos.
Puede pensarse que el hecho de que el criador de ganado pague todas las cosechas
destruidas llevará al granjero a incrementar su plantación si un ganadero viene a ocupar
la propiedad vecina. Pero esto no es así. Si la cosecha se vendía anteriormente en
condiciones de competencia perfecta, el costo marginal era igual al precio para el tamaño
de plantación que tenía y cualquier expansión hubiese reducido los beneficios del
granjero. En la nueva situación, la existencia de daño en las plantaciones significaría que
el granjero vendería menos en el mercado, pero que sus ingresos permanecerían
iguales, ya que el ganadero pagaría el precio de mercado por cualquier cosecha
dañada. Por supuesto, si la cría de ganado requiriera comúnmente la destrucción de
las cosechas, la aparición de una industria de cría de ganado podría aumentar el
precio de las cosechas y los granjeros extenderían entonces sus plantaciones. Pero
deseo centrar mi atención en el granjero individual.
He dicho que la ocupación de la propiedad vecina por un criador de ganado no
causará un aumento de producción o, quizá más exactamente, de lo sembrado. En
realidad, si la cría de ganado tiene algún efecto, será el de disminuir lo plantado. La
razón de esto es que para cualquier parcela de tierra, si el valor de la cosecha dañada
es tan grande que los ingresos de la venta de las cosechas sin dañar son menores que
los costos totales de cultivar esa parcela de tierra, será beneficioso para el granjero
y para el criador de ganado formalizar un acuerdo por el que se deje dicha parcela sin
cultivar.
Esto puede aclararse con un ejemplo aritmético. Inicialmente, supongamos que el
valor de la cosecha obtenida por cultivar una parcela de tierra es de $12 y que el costo
ocasionado por cultivarla es de $10, siendo la ganancia neta del cultivo $2.
Imaginemos, para simplificar, que el granjero es dueño de la tierra. Pensemos,
además, que el ganadero comienza las actividades en la propiedad vecina y que el
valor de la cosecha dañada es de $1. En este caso, el granjero obtiene $11 por la venta
en el mercado y $1 del ganadero por el daño sufrido; la ganancia neta continúa siendo
$2. Supongamos ahora que el ganadero halla beneficioso incrementar el tamaño de
su rebaño, aun cuando el valor del daño aumente a $3, lo que significa que el valor
de la carne adicional producida es mayor que los costos adicionales. Esto incluye el
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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pago adicional de $2 por daño, dado que el pago total por daño es ahora $3. La
ganancia neta para el granjero por cultivar la tierra es aún $2. El ganadero estará
mejor si el granjero decide no cultivar esta tierra por un pago menor de $3. El granjero
estará de acuerdo en no cultivar la tierra por cualquier pago mayor que $2.
Claramente, hay oportunidad de un convenio mutuamente satisfactorio que conduciría
al abandono del cultivo.4 Pero el mismo argumento se aplica no sólo a toda la parcela
cultivada por el granjero, sino también a cualquier subdivisión de la misma.
Consideremos, por ejemplo, que el ganado tiene una ruta bien definida, digamos
hacia un arroyo o hacia una zona sombreada. En estas circunstancias, la cantidad
de daño a la cosecha a lo largo de esta ruta puede ser grande, y si lo es, puede ocurrir
que el granjero y el ganadero encuentren beneficioso realizar un convenio por el cual
el granjero estará de acuerdo en no cultivar esa franja de tierra.
Pero esto origina otra posibilidad. Supongamos que existe tal ruta bien definida.
Imaginemos, además, que el valor de la cosecha que se obtendría de esta franja de
tierra sería de $10, pero que el costo del cultivo es de $11. En ausencia del criador
de ganado la tierra no se cultivaría. Sin embargo, dada la presencia del criador de
ganado, bien podría ser que si la franja se cultivase, toda la cosecha fuera destruida
por el ganado. En este caso, el ganadero se vería forzado a pagar $10 al granjero.
Es cierto que el granjero perdería $1. Pero el ganadero perdería $10. Claramente,
no es probable que esta situación dure indefinidamente, ya que ninguna de las
partes desearía que esto ocurriese. La meta del granjero sería inducir al ganadero a
pagarle una recompensa por dejar esta tierra sin cultivar. El granjero no podrá
obtener un pago mayor que el costo de cercar esta franja de tierra, o uno tan alto que
lleve al ganadero a abandonar el uso de la propiedad vecina. El pago que en realidad
se realizará dependerá de la habilidad negociadora del granjero y del ganadero. Pero
como el pago no será tan alto como para hacer que el ganadero abandone esta zona,
y como no variará con el tamaño del rebaño, tal acuerdo no afectará la asignación de
recursos, sino solamente alterará la distribución del ingreso y la riqueza entre ambas
partes.
Pienso que está claro que si el ganadero es responsable por el daño causado y el
sistema de precios funciona correctamente, la reducción en el valor de la producción
será tomada en cuenta al computar el costo adicional de incrementar el tamaño del
rebaño. Este costo será comparado con el valor de la carne adicional producida y, en
4
El argumento del texto se ha derivado del supuesto de que la alternativa de cultivar es el abandono
total del cultivo. Pero no es necesario que así sea. Puede haber cosechas que sean menos propensas
a daños ocasionados por el ganado, pero que no serían tan beneficiosas como las que crecen en
ausencia de daño. Así, si el cultivo de una nueva cosecha diera al granjero un rendimiento de $1 en
vez de $ 2, y el tamaño de la manada que causara $3 de daño en la vieja cosecha ocasionara $1 de
daño en la nueva, sería beneficioso para el ganadero pagar cualquier suma menor que $2 para inducir
al granjero a cambiar su cosecha (ya que esto reduciría la responsabilidad por daño de $3 a $l ) y le
convendría al granjero si la cantidad recibida fuese superior a $1 (la reducción de su rendimiento
ocasionada por cambiar de cosecha). En realidad, habrá motivo para un convenio mutuamente
satisfactorio en todos los casos en los que el cambio de cosecha reduzca el daño en más de lo que
se reduce el valor de la cosecha (excluyendo el daño), en todos los casos en los que un cambio de la
cosecha conduzca a un incremento del valor de la producción.
Universidad Autónoma de Colombia
14
RONALD H. COASE
presencia de competencia perfecta en la industria ganadera, la asignación de recursos
a la cría de ganado será óptima.
Lo que debe tenerse presente es que la disminución del valor de la producción que se
tome en cuenta en los costos del ganadero puede ser menor que el daño que el ganado
cause a las cosechas en el curso común de los acontecimientos. Esto se debe a que
es posible, como resultado de transacciones de mercado, dejar el cultivo de la tierra.
Esto es deseable en todos los casos en los que el daño que pueda causar el ganado,
y por los que el ganadero estará deseoso de pagar, exceda la suma que el granjero
pagaría por el uso de la tierra. En condiciones de competencia perfecta, el monto que
el granjero pagaría por el uso de la tierra sería igual a la diferencia entre el valor de
la producción total, cuando los factores se emplean en esta tierra y al valor del
producto adicional obtenido se da el mejor uso alternativo (que sería lo que el granjero
tendría que pagar por los factores). Si el daño fuera mayor que la suma que el granjero
pagaría por el uso de la tierra, el valor del producto adicional de los factores
empleados en otra parte excedería el valor del producto total en este uso, después que
se deduce el daño. Sería deseable entonces abandonar el cultivo de la tierra y dejar
los factores para otra producción. Un procedimiento que permita el pago del daño
causado por el ganado a la cosecha, pero no la posibilidad de dejar el cultivo,
provocaría un empleo demasiado reducido de los factores de producción en la cría de
ganado y un empleo demasiado grande de los factores en el cultivo. Pero, dada la
posibilidad de transacciones de mercado, una situación en la que el daño a la cosecha
excediese de la renta de la tierra no duraría. Si el ganadero paga al granjero para dejar
la tierra sin cultivar o si alquila la tierra, y paga al propietario una cantidad levemente
mayor que la que pagaría el granjero (si el granjero está arrendando la tierra), el
resultado final sería el mismo y maximizaría el valor de la producción. Aun cuando
el granjero sea inducido a plantar granos que no le produzcan utilidades en el
mercado, este será un fenómeno puramente de corto plazo y puede esperarse que
conduzca a un acuerdo por el cual cese la siembra. El ganadero permanecerá en esa
ubicación y el costo marginal de la producción de carne será el mismo que antes, y
no tendrá, por lo tanto, ningún efecto de largo plazo sobre la asignación de recursos.
4. El sistema de precios sin responsabilidad por daños
Me refiero ahora al caso en el que, aunque se suponga que el sistema de precios
funciona correctamente (o sea, sin costos), el negocio que ocasiona el daño no es
responsable por él. No debe realizar un pago a los perjudicados por sus actos. Me
propongo demostrar que la asignación de recursos será igual en este caso que cuando
el negocio causante del daño es responsable por el daño causado. Como probé en el
caso anterior que la asignación de recursos era óptima, no será necesario repetir esta
parte del argumento. Vuelvo al caso del granjero y el ganadero. El granjero sufrirá un
daño mayor en sus cosechas al aumentar el tamaño de la manada. Supongamos que
el tamaño de la manada del ganadero es de tres novillos (y que este es el tamaño de
la manada que se mantendría si no se tuviese en cuenta el daño a la cosecha).
Entonces, el granjero desearía pagar hasta $3 si el ganadero redujese su manada a
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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dos novillos; hasta $5, si la manada se redujera a un novillo; y pagaría hasta $6, si
se abandonase la cría de ganado. El ganadero recibiría, por lo tanto, $3 del granjero
si tiene dos novillos en vez de tres.
Estos tres dólares sacrificados son parte del costo acarreado por tener el tercer novillo.
Si $3 es un pago que el ganadero debe realizar si agrega el tercer novillo a su manada
(lo que ocurriría si el ganadero fuese responsable ante el granjero por el daño causado
a la cosecha), o si es la suma de dinero que él hubiese recibido si no tuviese un tercer
novillo (lo que ocurriría si el ganadero no fuese responsable ante el granjero por el
daño causado a la cosecha), no afecta el resultado final. En ambos casos, $3 es parte
del costo de agregar un tercer novillo, y debe sumarse a los demás costos. Si el
incremento en el valor de la producción en la cría de ganado por incrementar el
tamaño de la manada de dos a tres es mayor que los costos adicionales que deben
pagarse (incluyendo los $3 de daño a la cosecha), el tamaño de la manada se
incrementará. De otro modo, no. El tamaño de la manada será el mismo si el
ganadero es o no responsable por el daño causado a la cosecha.
Puede argüirse que el punto de partida —una manada de tres novillos— fue
arbitrario. Y es cierto. Pero el granjero no desearía pagar para evitar un daño a la
cosecha que el ganadero no fuese capaz de causar. Por ejemplo, la suma anual
máxima que el granjero puede ser inducido a pagar no podría exceder los $9, que
corresponden al costo anual de instalar el cercado. Además, el granjero sólo desearía
pagar esta suma si no reduce sus ingresos a un nivel que haría que abandonase el
cultivo de esta parcela de tierra. Por otra parte, el granjero sólo querría pagar esta
cantidad si creyese que, en ausencia de un pago de su parte, el tamaño de la manada
que tiene el ganadero sería de cuatro o más novillos. Supongamos que este sea el caso.
Entonces, el granjero desearía pagar hasta $3 si el ganadero redujese su manada a
tres novillos; hasta $6, si la manada se redujese a dos novillos; hasta $8, si se tuviese
sólo un novillo; y hasta $9, si se abandonase la cría de novillos. Debe notarse que el
cambio en el punto de partida no ha alterado la cantidad que obtendría el ganadero
si redujese el tamaño de su manada en un monto dado. Aun es cierto que el ganadero
podría recibir $3 más del granjero si estuviese de acuerdo en reducir su manada de
tres novillos a dos y que los $3 representan el valor de la cosecha que se destruiría
si se agregara el tercer novillo a la manada. Una creencia distinta de parte del granjero
(justificada o no) sobre el tamaño de la manada que el ganadero mantendría en
ausencia de pagos de su parte puede afectar el pago total que se vea inducido a
realizar; pero no es cierto que esta creencia distinta ejerza efecto en el tamaño de
la manada que tendrá el ganadero. Esta será igual que si el ganadero tuviese que
pagar por el daño causado por su ganado, ya que el ingreso sacrificado de una
cantidad dada es equivalente a un pago de la misma cantidad.
Podría pensarse que le convendría al ganadero aumentar su manada por encima del
tamaño que él desearía, una vez que se ha realizado el convenio, para inducir al
granjero a realizar un pago total mayor. Y esto puede ser cierto. Es similar por su
naturaleza a la actitud del granjero (cuando el ganadero era responsable del daño)
de cultivar la tierra en la que, como resultado de un acuerdo con el ganadero, se
Universidad Autónoma de Colombia
16
RONALD H. COASE
abandonaría luego la plantación (incluyendo la tierra que no se cultivaría de
cualquier modo en ausencia de cría de ganado). Pero tales maniobras son preliminares
a un acuerdo y no afectan la posición de equilibrio de largo plazo, que es la misma,
ya sea que el ganadero fuese responsable o no del daño a la cosecha ocasionado por
su ganado. Es necesario conocer si la actividad perjudicial es responsable o no del
daño causado, ya que sin establecer esta delimitación inicial de derechos no pueden
existir transacciones de mercado para transferirlos y recombinarlos.
Pero el resultado final (que maximiza el valor de la producción) es independiente de
la tesis de la ley, si se supone que el sistema de precios actúa sin costos.
5. El problema ilustrado nuevamente
Los efectos dañinos de las actividades de una firma pueden asumir una amplia
variedad de formas. Un antiguo caso inglés se refería a un edificio que, al obstruir las
corrientes de aire, obstaculizaba la operación de un molino de viento (Bowles, 1959,
pp. 237-239). Un reciente caso en Florida fue el de un edificio que daba sombra sobre
la cabaña, la piscina de natación y las zonas para tomar el sol de un hotel vecino
(Fontainebleau Hotel Corp, 1959, p. 357). El problema del ganado y el daño a las
cosechas, que fue objeto de examen detallado en las dos secciones precedentes,
aunque parezca un caso bastante especial, es, en realidad, sólo un ejemplo de un
problema que surge con muchos aspectos diferentes. Para aclarar la naturaleza de mi
argumento y demostrar su aplicabilidad general, propongo ilustrarlo nuevamente
con referencia a cuatro casos reales.
Consideremos primero el caso de Sturges vs. Bridgmarn5 que usé como ilustración
del problema general en mi artículo “The Federal Communications Commission”. En
este caso, un panadero (en la calle Wigmore) usaba dos amasadoras en su negocio
(una había estado en la misma ubicación durante más de 60 años y la otra, más de
26 años). Un médico vino a ocupar el predio vecino (en la calle Wimpole). La
maquinaría del panadero no le causó daño al médico hasta que, ocho años después
de haber ocupado el predio, construyó un consultorio en la parte posterior de su
jardín, contiguo a la panadería.
Entonces notó que el ruido y la vibración causados por la maquinaria del panadero
le hacían difícil usar su nuevo consultorio. “En especial... el ruido le impedía
examinar a sus pacientes cuando los auscultaba6 para diagnosticar enfermedades
del pecho. También halló imposible ocuparse efectivamente de cualquier actividad
que le requiriera atención y concentración”. El médico inició entonces una acción
legal para forzar al panadero a cesar el uso de la maquinaria.
5
Véase cap. 11 D, 852 (1879).
6
Auscultar es el acto de escuchar con el oído o el estetoscopio para juzgar, por el sonido, el estado del
cuerpo.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
17
Las cortes tuvieron poca dificultad en otorgar al médico la solicitud que hacía.
“Pueden ocurrir casos individuales de perjuicios al llevar a cabo el principio sobre el
que sentamos nuestro juicio, pero la negación del principio llevaría a mayores
perjuicios individuales, y produciría, al mismo tiempo, un efecto perjudicial en la
urbanización de la tierra con fines residenciales”.
El fallo de la Corte estableció que el médico tenía derecho de evitar que el panadero
usara su maquinaria. Pero, por supuesto, hubiera sido posible modificar el
resultado de aplicar las disposiciones legales mediante un convenio entre las
partes. El médico hubiese deseado renunciar a sus derechos y permitir que la
maquinaria continuara actuando, si el panadero le hubiese pagado una suma de
dinero que fuese mayor que la pérdida de ingresos que sufriría por tener que
trasladarse a una ubicación más costosa o menos conveniente, o por tener que reducir
sus actividades en esta ubicación o, como se sugirió, por tener que construir una
pared separada que amortiguara el ruido y la vibración. El panadero hubiese deseado
hacerlo si la cantidad que debiera pagar al médico fuese menor que la disminución
del ingreso que sufriría si tuviese que cambiar su forma de operación en esta
ubicación, abandonar su operación o trasladar su negocio de panadería a otro lugar.
La solución del problema depende principalmente de si el uso continuado de la
maquinaria agrega más al ingreso del panadero de lo que disminuye el ingreso del
médico.7 Pero ahora consideremos la situación si el panadero hubiese ganado el caso.
El panadero hubiese tenido entonces derecho a continuar operando su maquinaria
ruidosa y generadora de vibraciones sin tener que pagar nada al médico. El zapato
hubiese estado en el otro pie; el médico hubiese tenido que pagar al panadero para
inducirlo a dejar de usar la maquinaria. Si el ingreso del médico hubiese
disminuido más por el uso continuado de esta maquinaria de lo que hubiera
agregado al ingreso del panadero, claramente hubiese dado lugar a una renegociación
en la cual el médico pagaría al panadero para que dejara de usar la maquinaria. Es
decir, las circunstancias en que no le convendría al panadero continuar usando la
maquinaria y compensar al médico por las pérdidas que esto le ocasionaría (si el
médico tuviese derecho a evitar que el panadero usara la maquinaria) serían aquellas
en las que sería de interés del médico realizar un pago al panadero que lo indujera
a abandonar el uso de la maquinaria (si el panadero tuviese derecho a operar su
maquinaria). Las condiciones básicas son exactamente iguales en este caso que en el
ejemplo del ganado que destruía las cosechas. Con transacciones de mercado sin
costo, la decisión de las cortes respecto de la responsabilidad por daño no tendría
efecto sobre la asignación de recursos. Por supuesto, la visión de los jueces era que
su decisión estaba afectando el funcionamiento del sistema económico, y en una
dirección deseable. Cualquiera otra decisión hubiese tenido “un efecto perjudicial en
la urbanización de la tierra para fines residenciales”. Este argumento se elaboró al
examinar el ejemplo de una fundición que operaba en un paraje inhóspito, que más
tarde se urbanizó para fines residenciales. La opinión de los jueces de que estaban
fijando cómo debía usarse la tierra sería cierta sólo en el caso de que los costos de
7
Nótese que lo que se toma en cuenta es el cambio del ingreso después de producidas las alteraciones
en los métodos de producción, en la ubicación, el carácter del producto, etc.
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18
RONALD H. COASE
realizar las transacciones de mercado necesarias excediesen de la ganancia que
podría lograrse mediante cualquier reasignación de derechos. Y sería deseable
preservar las zonas (la calle Wimpole o el páramo) para uso residencial o profesional
(y dar a los usuarios no industriales el derecho de paralizar el ruido, las vibraciones,
el humo, etc., mediante pleitos), sólo si el valor de las instalaciones residenciales
adicionales obtenidas fuese mayor que el valor del pan o del hierro perdido.
Pero parece que los jueces desconocieron este hecho.
Otro ejemplo del mismo problema es el caso de Cooke vs. Forbes.8 El proceso del
tejido de la fibra de coco consiste en sumergirla en líquidos blanqueadores, después
de lo cual se cuelga para que se seque. El humo proveniente de un fabricante de sulfato
de amonio modificaba el acabado de la fibra de un color brillante a un color opaco
y negruzco. La razón era que el líquido blanqueador contenía cloruro de estaño, que
cuando era afectado por el ácido sulfhídrico se volvía de un color más oscuro. Se pensó
que una demanda haría que el fabricante cesara de emitir estos humos. Los abogados
del demandado arguyeron que si el demandante “no usase [...] un líquido blanqueador
en particular, sus fibras no serían afectadas; que sus procesos eran inusuales, no de
acuerdo con la costumbre del gremio, y aun dañinos para sus propios tejidos”. El juez
comentó: “[...] me parece bastante evidente que una persona tenga derecho a realizar
en sus propiedades un proceso manufacturero en el que use cloruro de estaño, o
cualquier tipo de tinte metálico, y que su vecino no tiene la libertad de lanzar gases
que perjudiquen su industria”. Pero en vista de que el daño fue accidental y ocasional
y de que se tomaron cuidadosas precauciones y no había riesgo excepcional, se
rechazó la demanda, y se dejó en libertad al demandante para iniciar una acción por
daños, si lo deseaba. Lo que ocurrió luego no lo conozco. Pero está claro que la
situación es esencialmente la misma que vimos en Sturges vs. Bridgman, salvo que
el fabricante de fibras de coco no pudo lograr un mandato, sino que tendría que cobrar
los daños del productor del sulfato de amonio. El análisis económico de la situación
es exactamente el mismo que en el caso del ganado que destruía la cosecha. Para
evitar el daño, el fabricante de sulfato de amonio podía incrementar sus precauciones
o trasladarse a otro lugar. Cualquiera de las posibilidades presumiblemente
incrementaría sus costos. Alternativamente, podría pagar por el daño. Esto lo haría
si los pagos por daños fueran menores que los costos adicionales en que incurriría para
evitarlos. Los pagos por daños se transformarían entonces en parte del costo de
producción del sulfato de amonio. Por supuesto, si, como se sugirió en los procedimientos
legales, la cantidad de daño podía ser eliminada cambiando el agente blanqueador (lo
que presumiblemente incrementaría los costos del productor de fibras) y si el costo
adicional era menor que el daño en que se incurriría de otro modo, sería posible que
los dos fabricantes firmaran un convenio mutuamente satisfactorio promoviendo el
uso de un nuevo agente blanqueador. Si la Corte se hubiese pronunciado contra el
fabricante de fibras, como consecuencia de lo cual hubiese tenido que sufrir daños
sin compensación, la asignación de recursos no hubiese sido afectada.
8
L. R. 5 Eq. 166 (1867-1868).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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Al productor de fibras le hubiese convenido cambiar su agente blanqueador si el costo
adicional resultaba menor que la reducción del daño. Y puesto que el productor de
fibras deseaba pagar al fabricante de sulfato de amonio una cantidad hasta su
pérdida de ingresos (el incremento en los costos o el daño sufrido) si cesaban sus
actividades, esta pérdida de ingresos permanecería como un costo de producción
para el fabricante de sulfato de amonio. Este caso es, en realidad, analíticamente
idéntico al ejemplo del ganado.
Bryant vs. Lefever9 presentó el problema de la molestia del humo en una forma
nueva. El demandante y los demandados ocupaban casas vecinas, que eran
aproximadamente de la misma altura.
Antes de 1876, el demandante podía encender fuego en cualquier habitación de su
casa sin que saliera humo por la chimenea; las dos casas permanecieron en las
mismas condiciones 30 o 40 años. En 1876, los demandados demolieron su casa y
comenzaron a reconstruirla. Levantaron una pared al lado de la chimenea del
demandante, mucho más alta que la original, y apilaron madera sobre el techo de
su casa, haciendo así que la chimenea del demandante humeara cada vez que
encendía el fuego.
La razón, por supuesto, de que las chimeneas echaran humo fue que la erección de
la pared y la pila de madera evitaban la libre circulación del aire. En un juicio se falló
a favor del demandante por 40 libras. El caso pasó luego a la Corte de Apelaciones,
donde fue invertida la sentencia. Bramwell, L. J. arguyó:
[...] se dice, y el jurado ha dictaminado, que los demandados hicieron lo que
causó una molestia a la casa del demandante. Pensamos que no hay pruebas
de esto. No hay duda de que existe una molestia, pero no la causan los
demandados; no han hecho nada para causar la molestia. Su casa y la madera
son bastante inofensivas. Es el demandante el que causa la molestia encendiendo
fuego de carbón en un lugar ubicado tan cerca de la pared del demandado, que
el humo no escapa, sino que vuelve a entrar a la casa. Si el demandante no
enciende más el fuego, o traslada su chimenea o la hace más alta, no habrá
molestia. ¿Quién la causa entonces? Sería muy claro que es el demandante,
si este hubiese construido su casa o chimenea después que los demandados
hubiesen puesto la madera sobre la suya, y es realmente lo mismo aunque lo
haya hecho antes. Pero (lo que es en realidad la misma respuesta) si los
demandados causaron la molestia, tienen derecho a hacerlo. Si el demandante
no tiene derecho al paso de aire, excepto [si está] sujeto al derecho de los
demandados a construir o colocar madera sobre su casa, entonces el derecho
de él está sujeto al derecho de ellos y aunque surge una molestia por el ejercicio
del derecho de ellos, no son responsables.
Y Cotton, L. J., dijo:
9
4. C.P.D. 172 (1878-1879).
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20
RONALD H. COASE
Aquí se ha dicho que la erección de la pared de los demandados ha interferido
sensible y materialmente en el confort de la existencia humana en la casa del
demandante, y se dijo que es una molestia de la cual es responsable el
demandado. Ordinariamente esto es así, pero los demandados lo han hecho,
no enviando sobre la propiedad del demandante humo o vapor nocivo, sino
interrumpiendo la salida de humo de la casa del demandante en una forma
a la que [...] el demandante no tenía derecho. El demandante crea el humo, que
interfiere con su confort. A menos que tenga [...] un derecho para liberarse de
esto en una forma particular que ha sido interferida por los demandados, no
puede demandar a los vecinos, porque el humo originado por él mismo, para
el cual no ha ofrecido un medio efectivo de escape, le causa molestias. Es como
si un hombre tratara de liberarse del líquido sucio que surge en su propia tierra
mediante una cañería que desemboca en tierra del vecino. A menos que el
usuario haya adquirido un derecho, el vecino puede detener la cañería sin
incurrir en responsabilidad por hacerlo. No hay duda de que se le crearía un
gran inconveniente al propietario del lugar en el que surge el líquido sucio. Pero
el acto de su vecino sería un acto legal, y no sería responsable por las
consecuencias atribuibles al hecho de que el hombre hubiese acumulado
suciedad sin proporcionar un medio efectivo para liberarse de ella.
No me propongo demostrar que cualquier modificación subsiguiente de la situación,
como resultado de negociaciones entre las partes (condicionadas por el costo de
apilar madera, el costo de aumentar la altura de la chimenea, etc.), hubiese tenido
exactamente el mismo resultado, cualquiera que hubiese sido el fallo de la justicia,
ya que este punto ha sido tratado adecuadamente en la discusión del ejemplo del
ganado y en los dos casos anteriores. Lo que discutiré es el argumento de los jueces
de la Corte de Apelaciones, en lo que se refiere a la afirmación de que la molestia
causada por el humo no fue originada por el hombre que construyó la pared, sino por
el que encendió el fuego. Lo novedoso de la situación es que la molestia del humo fue
sufrida por quien encendía el fuego, y no por una tercera persona. La cuestión no es
trivial, ya que en ella se encuentra el meollo del problema que discutimos. ¿Quién
causó la molestia del humo? La respuesta parece muy clara. La molestia era causada
tanto por el hombre que construyó la pared como por el que encendió el fuego. Con
el fuego, no hubiese habido molestia por el humo sin la pared; con la pared, no
hubiese habido molestia por el humo sin el fuego. Eliminando la pared o el fuego,
desaparecería la molestia del humo. Sobre el principio marginal está claro que ambos
eran responsables y que ambos debían ser forzados a incluir la pérdida de agrado
debida al humo como un costo para decidir si continuaban con la actividad que daba
lugar al humo. Y dada la posibilidad de transacciones de mercado, esto es lo que, en
realidad, ocurriría. Aunque el constructor de la pared no era responsable legalmente
por la molestia, como el hombre con la chimenea presumiblemente estaría deseoso
de pagar una suma igual al valor monetario que tiene para él la eliminación del humo,
esta suma se convertiría entonces para el constructor de la pared en un costo para
mantener la pared alta, con madera sobre el techo.
El dictamen de los jueces de que era el hombre que encendía el fuego quien causaba
la molestia por el humo es verdadero sólo si suponemos que la pared es el factor dado.
Esto es lo que los jueces hicieron al decidir que el hombre que elevó la pared alta tenía
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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un derecho legal a hacerlo. El caso hubiera sido mucho más interesante si el humo
hubiese dañado la madera.
Entonces, hubiese sido el constructor de la pared quien hubiera sufrido el daño. El
caso hubiese sido entonces semejante al de Sturges vs. Bridgman y hubiese existido
poca duda de que el hombre que encendía el fuego era responsable del daño a la
madera, a pesar del hecho de que no había ocurrido daño hasta que quien tenía la
madera construyó la pared alta.
Los jueces tienen que decidir sobre la responsabilidad legal, pero esto no debe
confundir a los economistas sobre la naturaleza del problema económico.
En el caso del ganado y la cosecha, resulta evidente que no existiría daño a la cosecha
sin el ganado. Es igualmente cierto que no existiría daño a la cosecha sin la cosecha.
El trabajo del médico no hubiese sido perturbado si el panadero no hubiese trabajado
con su maquinaria; pero la maquinaria no hubiese perturbado a nadie si el médico
no hubiese construido su consultorio en esa ubicación particular. Las fibras eran
ennegrecidas por el humo proveniente del fabricante de sulfato de amonio; pero no
hubiese ocurrido daño si el productor de fibras no hubiese decidido colgar sus fibras
en un lugar particular y usar un agente blanqueador específico. Si vamos a discutir
el problema en términos de causas, ambas partes causan el daño. Si nos vamos a
atener a una asignación óptima de los recursos, es deseable entonces que ambas
partes tomen en cuenta el efecto dañino (la molestia) al decidir sobre su curso de
acción. Uno de los aspectos positivos de un sistema de precios que opera sin
problemas es que, como ya ha sido explicado, la disminución del valor de la
producción debida al efecto dañino es un costo para ambas partes.
Bass vs. Gregory10 servirá como una excelente ilustración final del problema. Los
demandantes eran los propietarios y el arrendatario de una hostería llamada
Jolly Anglers. El demandado era el propietario de algunas casas y un lote vecino
a Jolly Anglers. Bajo la hostería había un sótano excavado en la roca. En el sótano
se había abierto un gran orificio que daba a un viejo pozo ubicado en el lote del
demandado. El pozo se transformaba entonces en la ventana de ventilación para
el sótano. El sótano había sido “usado para elaboración de cerveza, que sin
ventilación no podría llevarse a cabo”. La causa de la acción fue que el demandado
quitó una reja de la boca del pozo, “de modo que detuvo el libre paso de aire desde
el sótano a través del pozo [...]”. Lo que determinó que el demandado hiciera esta
reforma, no está muy claro en el informe del caso. Quizá “el aire [...] impregnado por
las operaciones de la elaboración de cerveza” que “pasaba por el pozo y se esparcía
en el aire libre” era ofensivo para él. De cualquier modo, decidió eliminar el pozo de
su jardín. La Corte tuvo que determinar primero si los propietarios de la hostería
tenían derecho a una corriente de aire. Si tenían este derecho, el caso debe ser
diferenciado del de Bryant vs. Lefever (ya considerado). Esto no presentó dificultades.
En este caso, la corriente de aire estaba confinada a un “canal estrictamente
10 25 Q.B.D. 481 (1890).
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22
RONALD H. COASE
definido”. En el caso de Bryant vs. Lefever, lo que estaba involucrado era “la corriente
de aire común a toda la humanidad”. El juez sostuvo entonces que los propietarios
de la hostería podían tener derecho a una corriente de aire, en tanto que el propietario
de la casa privada en Bryant vs. Lefever no lo tenía. Un economista podría inclinarse
a agregar: “Pero el aire se movía de todos modos”. Sin embargo, todo lo que se había
decidido en esa etapa de la discusión era que podía haber derecho legal, no que los
propietarios de la hostería lo tuviesen. Pero las pruebas demostraron que la ventana
del sótano hacia el pozo había existido desde hacía casi cuarenta años y que el uso
del pozo como ventilación debía haber sido conocido por los propietarios del lote,
dado que el aire, cuando emergía, olía a las operaciones de la elaboración de cerveza.
El juez, por lo tanto, sostuvo que la hostería tenía ese derecho por la “doctrina del
privilegio perdido”. Esta doctrina establece “que si un derecho legal se prueba que ha
existido y ha sido ejercitado durante un cierto número de años, la ley debe presumir
que tuvo un origen legal”.11 Por lo tanto, el propietario de las casas y el lote tuvo que
abrir el pozo nuevamente y soportar el olor.
El razonamiento empleado por la Corte para determinar los derechos legales a
menudo parecerá extraño a los economistas, porque muchos de los factores sobre los
que se toma la decisión son, para el economista, irrelevantes.
Debido a esto, situaciones que son, desde el punto de vista del economista, idénticas,
serán tratadas muy distintamente por las cortes. El problema económico en todos
los casos de efectos nocivos es cómo maximizar el valor de la producción. En el caso
de Bass vs. Gregory, el aire fresco era obtenido a través del pozo que facilitaba la
producción de cerveza, pero el aire viciado era expelido a través del pozo que tornaba
desagradable la vida en las casas vecinas. El problema económico era decidir qué
elegir: un costo más bajo de la cerveza y vida menos agradable en las casas vecinas,
o mayor costo de la cerveza y una vida más agradable. Al decidir esta cuestión, “la
doctrina del privilegio perdido” es tan relevante como el color de los ojos del juez. Pero
debe recordarse que la cuestión inmediata enfrentada por las cortes no es lo que se
hará, sino quién tiene derecho legal a hacerlo. Siempre es posible modificar mediante
transacciones de mercado la delimitación legal inicial de los derechos. Y, por
supuesto, si tales transacciones de mercado no tienen costo, siempre tendrá lugar la
reasignación de los derechos si conduce a un incremento del valor de la producción.
11 Puede preguntarse por qué no se podría también presumir una pérdida en el caso del panadero que
había trabajado con una mezcladora durante más de sesenta años. La respuesta es que hasta que
el médico construyó el consultorio en el fondo de su jardín, no había molestia. Por lo tanto, la molestia
no había durado muchos años. Es cierto que el panadero en su testimonio se refirió a “una señora
inválida que ocupó la casa en cierta ocasión”, treinta años antes, “quien le solicitaba si era posible
abandonar el uso de las mezcladoras antes de las ocho de la mañana”, y que había ciertas pruebas
de que la pared del jardín había estado sometida a vibraciones. Pero la Corte tuvo poca dificultad para
deshacerse de este argumento: “[...] esta vibración, aun cuando hubiese existido, era tan débil, y la
queja, si es que puede llamarse queja, de la señora inválida [...] fue tan insignificante que [...] los actos
del demandado no hubiesen dado lugar a ningún procedimiento, ya sea de ley o de equidad” (11, cap.
D 863). O sea, el panadero no había molestado, hasta que el médico construyó su consultorio.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
23
6. Consideración del costo de las transacciones de
mercado
Hemos seguido hasta aquí el argumento bajo el supuesto (explícito en las secciones
III y IV, y tácito en la sección V) de que no existían costos para llevar a cabo las
transacciones de mercado. Este es, obviamente, un supuesto muy irreal. Para llevar
a cabo transacciones de mercado es necesario, entre otras cosas, descubrir con quién
deseamos transar, informar a la gente que deseamos intercambiar y en qué términos,
conducir negociaciones que lleven a un convenio, redactar el contrato, llevar a cabo
la inspección necesaria para asegurarnos de que los términos del contrato se
observan.
Estas operaciones son, a menudo, muy costosas; suficientemente costosas para
evitar muchas transacciones que se llevarían a cabo en un mundo en el que el sistema
de precios funcionase sin costos.
En secciones anteriores, cuando tratamos el problema de reordenamiento de los
derechos legales a través del mercado, se sostuvo que tal reordenamiento se haría a
través del mercado cada vez que esto condujera a un incremento del valor de la
producción. Pero esto suponía transacciones de mercado sin costo. Una vez que son
tomados en cuenta los costos de llevar a cabo transacciones de mercado, es claro que
tal reordenamiento de los derechos sólo se emprenderá cuando el incremento en el
valor de la producción a consecuencia del reordenamiento sea mayor que los costos
en que se incurriría por este hecho. Cuando es menor, la concesión de un requerimiento
judicial (o el conocimiento que se concederá) o la responsabilidad de pagar daños (o
puede evitar que se comience) pueden hacer que se suspenda una actividad, que se
llevaría a cabo si las transacciones de mercado no tuviesen costo. En estas
condiciones, la delimitación inicial de los derechos legales tiene un efecto en la
eficiencia con que opera el sistema económico. Un ordenamiento de los derechos
puede ocasionar un valor mayor de la producción que cualquier otro. Pero si este
arreglo de derechos no es establecido por el sistema legal, los costos de alcanzar el
mismo resultado, alterando y combinando los derechos a través del mercado, pueden
ser tan grandes que este arreglo óptimo de los derechos, y el mayor valor de la
producción que ocasionaría, tal vez nunca se logre. El papel desempeñado por las
consideraciones económicas en el proceso de delimitar los derechos legales se
discutirá en la sección siguiente. En esta, consideraré la delimitación inicial de los
derechos y los costos de llevar a cabo las transacciones de mercado como dadas.
Está claro que una forma alternativa de organización económica que podría lograr el
mismo resultado, a un costo menor que el que implicaría recurrir al mercado,
permitiría que se aumentase el valor de la producción.
Como expliqué hace muchos años, la empresa representa una alternativa a la
organización de la producción a través de las transacciones de mercado (Coase, 1937,
p. 386). Dentro de la empresa individual se eliminan los convenios entre los distintos
factores cooperantes en la producción y las transacciones de mercado se substituyen
Universidad Autónoma de Colombia
24
RONALD H. COASE
por una decisión administrativa. El reordenamiento de la producción tiene lugar
entonces sin necesidad de convenios entre los propietarios de los factores de la
producción. Un terrateniente que controla una gran parcela de tierra puede
dedicarla a distintos usos teniendo en cuenta el efecto que ejercerán las interrelaciones
de las distintas actividades en el rendimiento de la tierra; de este modo se tornarán
innecesarias las negociaciones entre quienes llevan a cabo las distintas actividades.
Los propietarios de un gran edificio o de varias propiedades vecinas en una zona
dada pueden actuar del mismo modo. En efecto, usando nuestra terminología
anterior, la empresa puede adquirir los derechos legales de todas las partes y el
reordenamiento de las actividades no se realizaría sobre un reordenamiento de los
derechos mediante contrato, sino como resultado de una decisión a nivel
administrativo sobre cómo deben usarse los derechos.
Por supuesto, no se deduce que los costos administrativos de organizar una
transacción a través de la empresa sean necesariamente menores que los costos de
las transacciones de mercado. Pero cuando los contratos son muy difíciles de lograr
y el intento de describir lo que las partes han acordado hacer o no hacer (por ejemplo,
la cantidad y tipo de humo o ruido que pueden o no producir) requiere de un
documento extenso, y si, como es probable, fuera deseable un contrato de larga
duración,12 sería poco sorprendente si la solución adoptada en muchas ocasiones
para enfrentar problemas de efectos dañinos no fuese el surgimiento de una empresa
o la extensión de las actividades de una empresa existente. Esta solución se adoptaría
cuando los costos administrativos de la empresa fueran menores que los costos de
las transacciones de mercado que reemplaza y si las ganancias derivadas del
reordenamiento de las actividades fuesen mayores que los costos de organizarlas para
las empresas. No necesito examinar con gran detalle el carácter de esta solución, ya
que la he explicado en mi artículo anterior.
Pero la empresa no es la única solución posible para este problema.
Los costos administrativos de organizar las transacciones dentro de la firma pueden
también ser altos, y particularmente cuando se realizan muchas actividades
distintas dentro del control de una sola organización. En el caso de la molestia del
humo, que puede afectar a un gran número de personas comprometidas en una
amplia variedad de actividades, los costos administrativos pueden ser tan altos que
hagan imposible cualquier tentativa de manejar el problema dentro de los confines
de una sola empresa. Una solución alternativa es la regulación directa por parte del
Gobierno. En vez de instituir un sistema legal que puede ser modificado por
transacciones en el mercado, el Gobierno puede imponer regulaciones que establezcan
lo que la gente debe hacer o no, y cuáles deben ser obedecidas. Así, el Gobierno
(mediante leyes o quizá más probablemente a través de un organismo administrativo)
puede encarar el problema de la molestia del humo, decretar que ciertos métodos de
producción deben o no usarse (por ejemplo, que hay que instalar métodos para
12 Por las razones explicadas en mi artículo anterior, véase Readings in Price Theory, n. 14, en p. 337.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
25
eliminar el humo o que no hay que quemar carbón o petróleo) o puede confinar
algunos tipos de negocios a ciertos distritos (regulación zonal).
El Gobierno es, en cierto sentido, una superempresa (pero de una clase muy especial),
ya que es capaz de influir en el uso de los factores de producción mediante decisiones
administrativas. Pero la empresa ordinaria está sujeta a controles en sus operaciones
debido a la competencia de otras empresas que pueden administrar las mismas
actividades a un costo más bajo, y también porque siempre existen las transacciones
de mercado como alternativa a la organización dentro de la empresa si los costos
administrativos se hacen demasiado grandes. El Gobierno puede, si lo desea, evitar
el mercado; lo que una empresa nunca puede hacer. La empresa debe realizar
acuerdos de mercado con los propietarios de los factores de producción que usa. Así
como el Gobierno puede reclutar o determinar el tamaño de la propiedad, también
puede decretar que los factores de producción deben usarse de tal y cual forma. Tal
método autoritario evita muchos problemas (para quienes realizan la organización).
Además, el Gobierno tiene a su disposición la policía y otros organismos para la
observancia de la ley, de modo que asegure de que sus medidas sean llevadas a cabo.
Está claro que el Gobierno tiene la capacidad de obtener ciertas cosas a un costo
menor que una organización privada (sin los poderes especiales del Gobierno). Pero
la máquina administrativa del Gobierno no es, en sí misma, sin costo. Puede, en
realidad, ser en ocasiones extremadamente costosa. Además, no hay razón para
suponer que las regulaciones zonales y restrictivas, realizadas por una administración
falible sujeta a presiones políticas y que opera sin el aliciente competitivo, será
necesariamente siempre aquella que incremente la eficiencia con que opera el sistema
económico. Además, tales regulaciones generales que deben imputarse a una amplia
variedad de casos serán aplicadas en algunos de ellos de forma claramente inadecuada.
De estas consideraciones se deduce que la regulación gubernamental directa no
necesariamente presentará mejores resultados que la solución de mercado o a través
de la empresa. Pero igualmente, no hay razón por la que, en ocasiones, tal regulación
administrativa gubernamental no deba conducir a un aumento de la eficiencia
económica. Esto parecería particularmente probable cuando —como es normalmente
el caso con la molestia por el humo—, un gran número de personas son afectadas y,
por lo tanto, los costos de manejar el problema a través del mercado o la empresa
pueden ser altos.
Existe, por supuesto, otra alternativa, que es no hacer nada frente al problema. Y
aceptado que los costos involucrados en la solución del problema mediante las
regulaciones de la máquina administrativa gubernamental serán a menudo pesados
(particularmente si incluyen todas las consecuencias que se deducen de la dedicación
del Gobierno a este tipo de actividad), sin duda que la ganancia que provenga de la
regulación de las acciones que dan lugar a los efectos nocivos será menor que los
costos asociados a la regulación del Gobierno.
La discusión, en esta sección, del problema de los efectos nocivos (cuando se toman
en cuenta los costos de las transacciones de mercado) es muy inadecuada. Pero, por
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RONALD H. COASE
lo menos, se ha aclarado que el problema es elegir los arreglos sociales pertinentes
para manejar los efectos nocivos.
Todas las soluciones tienen costos y no hay razón para suponer que la regulación del
Gobierno será beneficiosa, aunque el problema no esté bien manejado por el mercado
o por la empresa. Visiones satisfactorias de política sólo pueden provenir de un
estudio consciente de cómo el mercado, las empresas y el Gobierno manejan, en la
práctica, el problema de los efectos nocivos.
Los economistas siempre necesitan estudiar el trabajo del broker al acercar las partes,
la efectividad de convenios restrictivos, los problemas del desarrollo en gran escala
de la compañía, la operación de las zonificaciones del Gobierno y otras actividades
reguladoras. Creo que los economistas, y en general los que delinean la política, han
tendido a sobrestimar las ventajas que provienen de la regulación gubernamental.
Pero esta creencia, aun si se justificara, no hace más que sugerir que las regulaciones
del Gobierno deben disminuirse. No nos dice dónde hay que dibujar la línea límite.
Esto, me parece, tiene que provenir de una investigación detallada de los resultados
concretos de abordar el problema en distintas formas. Pero sería desafortunado que
esta investigación fuese realizada con la ayuda de un análisis económico erróneo. La
meta de este artículo es indicar cuál debiera ser el enfoque económico del problema.
7. La delimitación legal de los derechos y el problema
económico
La discusión de la sección V no sólo sirvió para ilustrar el argumento, sino también
para echar una ojeada al enfoque legal del problema de los efectos nocivos. Todos los
casos considerados eran ingleses, pero podría hacerse fácilmente una selección
similar de casos norteamericanos y el carácter del razonamiento hubiese sido el
mismo. Por supuesto, si las transacciones del mercado fueran gratuitas, todo lo que
importaría (aparte de las cuestiones de equidad) es que los derechos de las distintas
partes debieran estar bien definidos y los resultados de las acciones legales fueran
fáciles de pronosticar. Pero, como hemos visto, la situación es muy diferente cuando
las transacciones de mercado son tan costosas como para hacer difícil cambiar el
ordenamiento de los derechos establecidos por la ley. En tales casos, la justicia
influye directamente en la actividad económica. Parecería entonces deseable que las
cortes comprendieran las consecuencias económicas de sus decisiones y pudieran, en
la medida en que esto sea posible, sin crear demasiada incertidumbre acerca de la
tesis de la ley en sí misma, tomar en cuenta estas consecuencias cuando adoptan sus
decisiones. Aun cuando se pueda cambiar la delimitación legal de los derechos a
través de las transacciones de mercado, es obviamente deseable reducir las necesidades
de tales transacciones y disminuir así el empleo de recursos para llevarlas a cabo.
Un examen completo de las presunciones de la justicia al juzgar tales casos sería de
gran interés, pero no me ha sido posible llevarlo a cabo. Sin embargo, está claro en
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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un rápido estudio que las cortes a menudo han reconocido las consecuencias
económicas de sus decisiones y conocen (a diferencia de muchos economistas) la
naturaleza recíproca del problema. Además, de tiempo en tiempo toman en cuenta
para adoptar sus decisiones estas consecuencias económicas, junto con otros
factores. Los escritores norteamericanos sobre esta materia se refieren a la cuestión
de una forma más explícita que los británicos. Así, para citar a Prosser sobre agravios
(Torts), una persona:
[puede] usar su propiedad o [...] conducir sus asuntos provocando algún daño
en sus vecinos. Puede operar una fábrica cuyo ruido y humo causen alguna
incomodidad a los demás, mientras se mantenga dentro del límite de lo
razonable. Sólo cuando su conducta es irrazonable, a la luz de su utilidad y
el daño que resulta [sin cursiva en el original], se transforma en una molestia
[...]. Como se dijo en un antiguo caso respecto de la fabricación de velas en una
ciudad, ‘Le utility del chose excusera le noisomeness del stink’.
El mundo debe tener fábricas, fundiciones de metales, refinerías de petróleo,
maquinaria ruidosa y quemaderos aun a expensas de algún inconveniente para los
vecinos y el demandante puede ser obligado a aceptar alguna incomodidad razonable
en aras del bienestar general.13
Los escritores británicos no establecen tan explícitamente que una comparación
entre la utilidad y el daño producido sea un elemento para decidir si un efecto nocivo
debe ser considerado como una molestia. Pero pueden hallarse enfoques similares,
aun cuando sean expresados menos enfáticamente.14
La doctrina de que el efecto dañino debe ser substancial para que actúe la justicia es,
sin duda, en parte un reflejo del hecho de que casi siempre habrá alguna ganancia
que compense el daño. Y en los informes de casos individuales se ve claramente que
los jueces han tenido en mente lo que se perdería y, al mismo tiempo, lo que se ganaría
al decidir si se accede a una demanda o solicitud de compensación de daños. Así, al
rechazar evitar la destrucción de un paisaje por un nuevo edificio, el juez expresó: “No
conozco ninguna regla de derecho común que [...] diga que el construir de tal modo
que se prive del paisaje a otro sea una molestia. Si ese hubiese sido el caso, no podrían
existir grandes ciudades; y debería requerir judicialmente a todos los nuevos edificios
de esta ciudad...”.15
13 Véase Prosser (1955, pp. 398-399, 412). La cita sobre el antiguo caso de la fabricación de velas se ha
tomado de Fitzjames Stephen (1890, p. 106). Sir James Stephen no da referencias. Quizá tenía en
mente Rex vs. Ronkett, incluido en Seavey, Keeton y Thurston (1950, p. 604). Un enfoque similar al
expresado por Prosser se encuentra en Harper & James (1956, pp. 67-74); Restatement, Torts 826,
827 y 828.
14 Véase Winfield sobre Torts 6a ed, (T. E. Lewis, 1954) pp. 541-548; Salmond sobre Law of Torts, 12a
ed., (R. F. V. Heuston, 1957) pp. 181-190; H. Street, The Law of Torts (1959), pp. 221-229.
15 Attorney General vs. Dougthy, 2 Ves. Sen. 453, 28 Eng. Rep. 290 (cap. 1752). Compárese lo dicho por
un juez americano, citado en Prosser (1955, p. 413, n. 54); “Sin humo, Pittsburgh hubiese sido una
linda villa”, Musmanno, I, en Versailles Borough vs. McKeesport Coal & Coke Co., 1935, 83 Pitts. Leg.
J. 379, 385.
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En Webb vs. Bird16 se decidió que no era una molestia construir una escuela tan cerca
de un molino de viento como para obstruir las corrientes de aire y estorbar el
funcionamiento del molino. Un caso anterior parece haber sido decidido en dirección
opuesta. Gale comentó: “En los viejos mapas de Londres una fila de molinos de viento
aparece en las alturas hacia el norte de Londres. Probablemente, en la época del rey
Jacobo se consideró que era una circunstancia alarmante, que afectaría el
abastecimiento de alimentos de la ciudad, que alguien construyera tan cerca de ellos
que quitara el viento a sus aspas”.17
En uno de los casos discutidos en la sección V, Sturges vs. Bridgman, es claro que
los jueces estaban pensando en las consecuencias económicas de las decisiones
alternativas. Al argumento de que si el principio que parecían estar siguiendo era
llevado hasta sus consecuencias lógicas produciría los más serios inconvenientes
prácticos. Esto por cuanto un hombre podría ir —digamos al medio de las tenerías
de Bermondsey o a cualquiera otra localidad relacionada con un comercio o
manufactura particular de carácter ruidoso o insalubre—, construir una residencia
privada en un lote libre y poner fin a dicho comercio o manufactura.
Los jueces contestaron que:
[…] si algo es o no una molestia es un elemento a determinarse, no solamente
una consideración abstracta de la cosa en sí misma, sino con referencia a sus
circunstancias; lo que sería una molestia en Belgrave Square no lo sería
necesariamente en Bermondsey, y donde una localidad se dedica a un comercio
o una manufactura particular, llevada a cabo por los comerciantes o fabricantes
en una forma particular y establecida que no constituye una molestia pública,
los jueces y jurados estarán en lo cierto al hallar que el comercio o manufactura
así llevado a cabo en esa localidad no es un mal privado punible.18
Que el carácter del vecindario es relevante para decidir si algo es o no una molestia,
es algo definitivamente establecido:
A quien le disguste el ruido del tránsito no debe fijar su residencia en el corazón de
una gran ciudad. Quien ama la paz y la quietud no debe vivir en un lugar dedicado
al negocio de la fabricación de calderas o barcos de vapor.19
Lo que ha surgido se ha descrito como “planeamiento y zonificación por parte de la
administración judicial” (Haar, 1959, p. 95). Por supuesto, existen a veces
considerables dificultades para aplicar el criterio.20
16 C. B. (N. S.) 268, 142 Eng. Rep. 445 (1861); 13 C. B. (N. S.) 841, 143 Eng. Rep. 332 (1863).
17 Véase Bowles (1959).
18 11 cap. D, 865 (1879).
19 Salmond, en Law of Torts, 12» ed. (R. F. V. Heuston, 1957), p. 182.
20 Véase, por ejemplo, Rushmer vs. Polsue and Alfieri, Ltd. [1906] 1 cap. 234, que presenta el caso de una
casa en una ubicación silenciosa, en un distrito ruidoso.
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EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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Un ejemplo interesante del problema se halla en Adams vs. Ursell,21 en el cual un
negocio de pescado frito en un distrito de clase trabajadora se levantó cerca de casas
de “mucho mejor carácter”. Inglaterra sin pescado y papas fritas es una contradicción,
y el caso revistió gran importancia. El juez comentó:
Se recomendó que una demanda causaría un gran daño al demandado y a la
gente pobre que compraba comida en este negocio. La respuesta es que no se
deduce que el demandado no pueda trasladar su negocio a otro lugar más
adecuado en otra parte del barrio. No se deduce de ningún modo que porque
un negocio de pescado frito sea una molestia en un lugar, lo sea en cualquier
otro.
En realidad, la demanda que prohibía al señor Ursell continuar con su negocio no
se extendió a toda la calle. Por lo que presumiblemente pudo trasladarse a otro lugar
cerca de casas de “mucho peor carácter”, cuyos habitantes, sin duda, considerarían
que la disponibilidad de pescado y papas fritas compensaba el olor molesto, y la
“niebla” descrita tan gráficamente por el demandante. Si no hubiese habido un “lugar
más adecuado en el vecindario”, el caso hubiese sido más difícil y la decisión podría
haber resultado diferente. ¿Qué hubiese tenido “la gente pobre” para comer? Ningún
juez inglés les hubiese dicho: “Que coman tortas”.
Las cortes no siempre se refieren muy claramente al problema económico señalado
por los casos que se les presentan, pero parece probable que de la interpretación de
palabras y frases tales como “razonable” o “uso común u ordinario” surja algún
reconocimiento, quizá inconsciente y ciertamente no muy explícito, de los aspectos
económicos de la cuestión tratada. Un buen ejemplo sería el juicio en la Corte de
Apelaciones del caso Andreae vs. Selfridges and Company Ltd.22 En este caso, un
hotel (en Wigmore Street) estaba situado al lado de una obra abandonada. Lo que
quedaba de dicha obra fue adquirido por Selfridges, quien demolió el edifico existente
para levantar otro en su lugar. El hotel sufrió pérdida de clientela como consecuencia
del ruido y el polvo causados por la demolición. El propietario del hotel inició acción
contra Selfridges por daños. En el juzgado de menor instancia el hotel fue recompensado
con £4.500 por daños. El caso fue apelado luego.
El juez que había fallado a favor del propietario del hotel en el primer juzgado dijo:
No puedo considerar lo que los demandados hicieron en la obra como algo
común en el uso y ocupación ordinaria de tierras o casas. Tampoco es usual
ni común en este país que la gente excave un baldío hasta una profundidad
de 60 pies y luego levante una estructura de acero y asegure dicha estructura
con remaches [...] ni creo que es un uso común u ordinario de la tierra, en este
país, actuar como los demandados lo hicieron cuando realizaron la segunda
operación —a saber: demoler todas las casas que tenían que demoler, creo que
cinco o seis, si no más, y usar para la demolición martillos neumáticos—.
21 [1913] 1 cap. 269.
22 [1938] 1 cap. 1.
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Sir Wilfred Greene, M. R., en representación de la Corte de Apelaciones, observó
primero: “ […] que cuando se está tratando con operaciones temporales, tales como
demolición, reconstrucción, todos tienen que soportar cierta cantidad de incomodidad
porque las operaciones de este tipo no pueden llevarse a cabo sin ruido o una cierta
cantidad de polvo. Por lo tanto, la ley respecto de la interferencia debe leerse sujeta
a esta salvedad [...]”.
Se refirió luego al juicio anterior:
Con gran respeto al juez, creo que no ha enfocado la materia desde el ángulo
correcto. Me parece que no es posible decir [...] que el tipo de demolición,
excavación y construcción que había iniciado la compañía del demandado era
tan anormal o inusual como para evitar la salvedad a que me he referido. Me
parece que, cuando la regla habla de uso común u ordinario de la tierra, no
significa que los métodos de uso de la tierra y la construcción sobre la misma
vayan a estar establecidos para siempre. Al correr del tiempo, nuevos inventos
o nuevos métodos permiten que la tierra sea mejor usada, ya sea cavando en la
tierra o elevándose al cielo. Si, desde otros puntos de vista, esto es algo deseable
para la humanidad, no se va a tratar aquí; pero es parte del empleo normal de
la tierra usarla, en cuanto a construcción, en el tipo particular que se desee y en
la profundidad de cimientos y altura de la construcción que parezca razonable,
en las circunstancias y en vista del progreso actual... Los huéspedes de los
hoteles se disgustan muy fácilmente. La gente que venía a este hotel, que estaba
acostumbrada al lugar tranquilo, al volver y hallar la demolición y la construcción
pueden muy bien haber considerado que el mérito particular de este hotel no
existía ya. Eso sería un infortunio para el demandante; pero suponiendo que no
había nada malo en los trabajos de la compañía del demandado, suponiendo
que se estaba llevando a cabo la demolición y la construcción, aun produciendo
ruido pero con la habilidad razonable, y tomando todas las precauciones
necesarias para no causar molestias a sus vecinos, entonces el demandante
puede perder todos sus clientes en el hotel, porque han perdido la atracción de
un lugar tranquilo, pero no tiene causa para quejarse [...].
Pero quienes dicen que la reducción del confort de los vecinos se justifica
porque sus operaciones son normales y usuales y están conducidas con
cuidado y habilidad tienen el deber específico [...] de usar ese cuidado y esa
habilidad. No es una actitud correcta decir: “¡Continuaremos y haremos lo que
nos gusta hasta que alguien se queje!” [...]
Su deber es tomar las precauciones debidas y cuidar que la molestia se reduzca
a un mínimo. Y no pueden responder:
“Pero esto significaría que tendremos que hacer el trabajo más lentamente de
lo que nos gustaría hacerlo, o nos acarrearía gastos extras”. Todas estas
cuestiones son de sentido común y no sería razonable esperar que la gente
realizara su trabajo tan lentamente o con tantos gastos, con el fin de evitar un
inconveniente transitorio tal que el costo y el trabajo fueran prohibitivos [...].
En este caso, la actitud de la compañía del demandado parece haber continuado
hasta que alguien se quejó y, además, que su deseo de apurar el trabajo y conducirlo,
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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de acuerdo con sus ideas y conveniencias, prevalecería si existiese un conflicto real
entre esto y la comodidad de sus vecinos. Que... no está realizando la obligación de
aplicar cuidado y habilidad razonables...
El efecto resulta ser... el demandante sufre una molestia digna de demanda... tiene
derecho, no a una suma nominal, sino a una suma substancial, basada en aquellos
principios..., pero para llegar a esta suma... he descontado toda pérdida de
clientela... que podría deberse a la pérdida general de atracciones por lo que estaba
ocurriendo en el lugar...
El resultado final fue que los daños se redujeron de £4.500 a £1.000.
Las discusiones de esta sección se han referido, hasta aquí, a las decisiones de la Corte
que surgen del derecho común respecto de las molestias.
La delimitación de derechos en esta área también proviene de leyes. La mayoría de
los economistas parecería que creen que la finalidad de la acción gubernamental en
este campo debe rebasar la competencia de la ley sobre molestias (law of nuisance)
al designar como actividades molestas las que no serían reconocidas como tales por
el derecho consuetudinario (common law). Y no puede haber duda de que algunas
leyes, por ejemplo las de salud pública, han tenido este efecto. Pero no todas las
disposiciones del Gobierno son de esta clase. El efecto de mucha legislación en esta
área es proteger los negocios de las demandas de quienes han sido dañados por sus
actividades.
Existe una larga lista de molestias legalizadas. La posición ha sido resumida en
Halsbury’s Laws of England del siguiente modo:
Cuando la legislación decide que una cosa puede, en todos los casos, hacerse
o autoriza ciertos trabajos en un lugar dado con un fin específico, o garantiza
poderes con la intención de que se ejerciten, aunque deje abierto el modo de
ejercitarlos, ninguna acción se ejercerá por derecho común, por molestia o
daño que sea el resultado indispensable de llevar a cabo los poderes legales así
conferidos. Esto es así ya sea que el acto que cause el daño se autorice para fines
públicos o para beneficio privado. Los actos realizados bajo poderes otorgados
por personas en quienes el Parlamento ha delegado autoridad para ejercer
dichos poderes, por ejemplo, por órdenes provisionales de la Comisión de
Comercio, se consideran como realizadas bajo autoridad legal. En ausencia de
negligencia, parece que un cuerpo que ejercite poderes legales no será
responsable de una acción sólo porque pueda, actuando en una forma
diferente, haber minimizado un daño.
Se dan a continuación ejemplos de exención de responsabilidad por actos autorizados:
una acción ha sostenido que no está en contra del cuerpo que ejercita sus poderes
legales sin negligencia con respecto a la inundación de tierra por aguas que escapan
de cursos de agua, de tuberías de agua, de drenajes, o de un canal; las emanaciones
provenientes de alcantarillas; de las aguas residuales de las alcantarillas: el
hundimiento de un camino encima de una alcantarilla; vibración o ruido causado por
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RONALD H. COASE
un ferrocarril; incendios causados por acciones autorizadas; la contaminación de un
arroyo cuando se han satisfecho los requisitos legales para usar el mejor método
conocido de purificación antes de descargar en el afluente; interferencia con un
sistema de teléfonos o telégrafos por un tranvía eléctrico; la introducción de postes
para tranvías en el subsuelo; las molestias causadas por cosas razonablemente
necesarias para la excavación de trabajos autorizados; daño accidental causado por
la ubicación de una reja en la calzada; el escape de ácido del alquitrán; o interferencia
al acceso por una protección de calzada o barreras de seguridad en el borde de un
pavimento.23
La tesis de la ley en Estados Unidos parecería ser esencialmente la misma que en
Inglaterra, salvo que el poder de las legislaturas para autorizar lo que serían molestias
bajo el derecho consuetudinario (common law), por lo menos sin dar compensación
a la persona perjudicada, es más limitado, ya que está sujeto a restricciones
constitucionales.24 Sin embargo, el poder existe y pueden encontrarse casos más o
menos idénticos a los de Inglaterra. La cuestión ha surgido en conexión con los
aeropuertos y las operaciones de aviones. El caso de Delta Air Corporation vs. Kersey,
Kersey vs. City of Atlanta (Suprema Corte de Georgia, 1942) es un buen ejemplo. El
señor Kersey compró tierra y construyó una casa allí. Algunos años después, la
ciudad de Atlanta construyó un aeropuerto en la tierra inmediatamente vecina a la
de Kersey. Se explicó que su propiedad tenía “una ubicación tranquila, pacífica y
adecuada para una casa antes de que se construyese el aeropuerto, pero el polvo, los
ruidos y el vuelo bajo de los aviones determinado por las actividades del aeropuerto
han convertido a esta propiedad en inadecuada para hogar”, estado de cosas que fue
descrito en el informe del caso con numerosos detalles. El juez primero se refirió a un
caso anterior, Thrasher vs. City of Atlanta,25 en el cual se hizo notar que la ciudad
de Atlanta había sido expresamente autorizada a construir un aeropuerto.
Mediante esta franquicia la aviación fue reconocida como un negocio legal y también
como una empresa afectada por el interés público [...] todas las personas que usan
[el aeropuerto] en la forma prevista por la ley están dentro de la protección e
inmunidad de la franquicia garantizada por la municipalidad. Un aeropuerto no es
una molestia por sí mismo, aunque puede transformarse en tal por la forma de su
construcción u operación.
Dado que la aviación era un negocio legal que afectaba al interés público y que la
construcción del aeropuerto estaba autorizada por ley, el juez se refirió luego a
Georgia Railroad and Banking Co. vs. Maddox,26 a propósito de lo que había dicho:
23 Véase 30, Halsbury, Law of England, 3a ed. (1960) pp. 690-691, artículo sobre las autoridades públicas
y los funcionarios públicos.
24 Véase Prosser (1955, p. 421) y Harper y James (1956, pp. 86-87).
25 178 Ga 514, 173 S.E. 817 (1934).
26 116 Ga. 64, 42 S.E. 315 (1902).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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Cuando se ubica una terminal de ferrocarril y su construcción es autorizada
bajo poderes legales, si está construida y operada en una forma adecuada, no
puede juzgársela una molestia. De acuerdo con ello, las molestias e
inconvenientes de las personas que residen cerca de dicha terminal, por el
ruido de locomotoras, de los vagones, las vibraciones que se producen, el
humo, carboncillo, hollín y similares, que resultan del uso común y necesario,
y por lo tanto adecuado, de tal lugar, no son molestias, sino que son
concomitantes necesarios de la franquicia otorgada.
En vista de ello, el juez decidió que el ruido y el polvo del que se quejaba el señor Kersey
“pueden ser considerados incidentales a la operación adecuada de un aeropuerto, y
por lo tanto, no puede decirse que constituyan una molestia”. Pero la queja contra
el bajo vuelo de los aviones fue diferente:
[...] puede decirse que los vuelos [...] a una altura de 25 o 50 pies por encima
de la casa del señor Kersey son inminentemente peligrosos para [...] la vida y
la salud [...] ¿son un concomitante necesario de un aeropuerto? No consideramos
que esto pueda contestarse afirmativamente. No hay ninguna razón por la cual
la ciudad no pueda tener tierra de una extensión (suficientemente grande) [...]
como para no necesitar tales vuelos bajos [...] Por conveniencia pública de los
propietarios de las tierras vecinas deben sufrir inconvenientes tales como el
ruido y el polvo como resultado de la operación usual y adecuada de un
aeropuerto, pero sus derechos privados tienen preferencias a los ojos de la ley
cuando el inconveniente no es uno que se demande por un aeropuerto
construido y operado adecuadamente.
Por supuesto, esto suponía que la ciudad de Atlanta podía evitar el vuelo bajo y el
aeropuerto podía continuar operando el aeropuerto. El juez, por lo tanto, añadió:
De todo esto parece desprenderse que las condiciones que causan el vuelo bajo
pueden remediarse; pero si en el juicio aparece que es indispensable al interés
público que el aeropuerto continúe operando en las condiciones presentes,
puede decirse que al peticionario se le negará toda compensación.
En el curso de otro caso sobre aviación, Smilh vs. New England Aircraft Co.,27 la Corte
estudió la ley estadounidense respecto de la legalización de molestias y es evidente
que, en el fondo, es muy similar a la de Inglaterra:
Es función del departamento legislativo del Gobierno en ejercicio del poder
fiscalizador considerar los problemas y riesgos que surgen del uso de nuevos
inventos e intentar ajustar los derechos privados y armonizar los intereses
conflictivos mediante leyes generales para el bienestar público [...]. Existen [...]
analogías donde la invasión del espacio aéreo con ruido, humo, vibraciones,
polvo y olores desagradables, habiendo sido autorizada por el departamento
legislativo del Gobierno y no siendo en efecto una condena de la propiedad,
aunque en alguna medida deprecie su valor de mercado, debe ser soportado
27 270 Mass. 511, 170 N.E. 385, 390 (1930).
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por el propietario de la tierra sin compensación o remedio. La sanción
legislativa transforma en legal lo que de otro modo sería una molestia.
Ejemplos de esto son los daños a las tierras adyacentes que se originan por el
humo, la vibración y los ruidos por la operación de un ferrocarril [...], el ruido
de las sirenas de las fábricas [...], la disminución de molestias [...], la
instalación de máquinas de vapor y hornos [...]; olores desagradables por
alcantarillas, refinación de petróleo y almacenamiento de nafta [...].
La mayoría de los economistas parecen desconocer todo esto. Cuando no pueden
dormir de noche por el ruido de los aeroplanos sobre sus cabezas (autorizados
públicamente y quizá operados públicamente), no son capaces de pensar (o de
descansar) durante el día por el ruido y vibración de los trenes que pasan (autorizados
y quizá operados públicamente), hallan difícil poder respirar debido al olor proveniente
de una alcantarilla (autorizada y quizá operada públicamente) y no pueden escapar
porque los caminos están bloqueados por una obstrucción (sin duda, causada por
alguna autoridad pública), sus nervios se quiebran y su equilibrio mental se perturba
y proceden a reclamar por las desventajas de la empresa privada y la necesidad de
regulación gubernamental.
En tanto que la mayoría de los economistas parecen estar equivocados respecto del
carácter de la situación por la que están atravesando, ocurre también que las
actividades que les gustaría que cesaran o fueran restringidas pueden ser justificables
socialmente. Todo es cuestión de sopesar las ganancias que se producirían por la
eliminación de estos efectos dañinos con las ganancias que se perciben por permitir
que continúen. Por supuesto, es probable que una prolongación de la actividad
económica gubernamental conduzca, a menudo, a esta protección contra la acción
por daños, llevada más allá de lo deseable. Por un lado, el Gobierno mira con ojos
benévolos a las empresas que está promocionando. Por otro lado, es posible
describir una molestia causada por la empresa pública en forma mucho más
agradable que cuando la misma cosa es realizada por una empresa privada. Según
las palabras del Lord de Justicia, sir Alfred Denning: “[...] el significado de la
revolución social de hoy es que, mientras en el pasado la balanza se inclinaba
demasiado a favor de los derechos de la propiedad y libertad de contrato, el
Parlamento ha intervenido repetidamente para dar al bien público su lugar
adecuado” (1949, p. 71).
No caben dudas de que el Estado benefactor traerá probablemente una extensión de
la inmunidad de responsabilidad por daños, que los economistas han tenido el
hábito de condenar (aunque han tendido a suponer que esta inmunidad era un signo
de muy poca intervención del Gobierno en el sistema económico). Por ejemplo, en
Gran Bretaña, los poderes de las autoridades locales se consideran absolutos o
condicionales. En la primera categoría, la autoridad local no tiene discreción en el
ejercicio del poder conferido. “El poder absoluto puede decirse que cubre todas las
consecuencias necesarias de su operación directa, aun cuando tales consecuencias
provoquen una molestia”. Por otro lado, un poder condicionado sólo puede ejercitarse
en tal forma que las consecuencias no constituyan una molestia.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
35
Es la intención de la legislatura la que determina si un poder es absoluto o
condicional [...]. Como existe la posibilidad de que la política social de la
legislatura pueda cambiar de tiempo en tiempo, un poder que en una etapa
puede considerarse condicional, puede en otra interpretarse como absoluto,
para alcanzar la política del Estado benefactor. Este punto debe tenerse en
mente cuando se consideren algunos antiguos casos sobre este aspecto de la
ley de las molestias. (Cairns, 1954, pp. 28-32)
Parecería deseable resumir el contenido en esta larga sección. El problema que
enfrentamos al manejar acciones que tienen efectos dañinos no es sencillamente
restringir a los responsables de los mismos. Lo que debe decidirse es si la ganancia
por evitar el daño es mayor que la pérdida que se sufriría de otro modo, como
resultado de detener la acción que produce el daño. En un mundo donde hay costos
de reordenar los derechos establecidos por el sistema legal, la justicia, en casos
relativos a molestias, está tomando decisiones económicas sobre cómo han de
emplearse los recursos. Se sostuvo que las cortes están conscientes de esto y que a
menudo realizan, aunque no siempre en una forma muy explícita, una comparación
entre lo que se ganaría y lo que se perdería evitando las acciones que tienen efecto
dañino. Pero la delimitación de derechos es además el resultado de leyes. Aquí
también hallamos pruebas de la aplicación de la naturaleza recíproca del problema.
En tanto que las leyes se agregan a la lista de molestias, la acción es también tomada
para legalizar lo que, de otro modo, serían molestias para el derecho consuetudinario.
La clase de situaciones que los economistas están dispuestos a considerar como que
requieren la acción correctiva del Gobierno son, en realidad, el resultado de la acción
gubernamental. Tales acciones no son necesariamente desacertadas. Pero existe el
peligro real de que la intervención extensiva del Gobierno en el sistema económico
pueda conducir a la protección de los responsables de los efectos dañinos.
8. El tratamiento de Pigou en La economía del
bienestar
El origen del análisis moderno del problema discutido en este artículo es la obra de
Pigou, Economics of Welfare, y en particular la sección de la parte II que se refiere a
las divergencias entre los productos netos privado y social, que surgen debido a que
una persona A, al prestar algún servicio, por el que se realiza un pago a una segunda
persona B, incidentalmente también presta servicios a otras personas (no productoras
de servicios semejantes), de tal clase que no se puede solicitar pago a las partes
beneficiadas o compensación para las partes perjudicadas (Pigou, 1932, p. 183).28
Pigou dice que el propósito de la parte II de su libro es averiguar hasta dónde el libre
juego del propio interés, actuando bajo el sistema legal existente, tiende a distribuir
28 Mis referencias aludirán siempre a la cuarta edición, pero el argumento y los ejemplos examinados
en este artículo permanecieron substancialmente sin cambios desde la primera edición, de 1920, hasta
la cuarta, de 1932; una gran parte (pero no todo) de este análisis había aparecido anteriormente en
Wealth and Welfare (1912).
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36
RONALD H. COASE
los recursos del país en la forma más favorable para la producción de un gran
dividendo nacional, y en qué medida es posible que la acción del Estado mejore las
tendencias “naturales” (Pigou, 1932, p. xii).
A juzgar por la primera parte de su expresión, el propósito de Pigou es descubrir si
pueden realizarse mejoras en los ordenamientos existentes que determinan el uso de
recursos. Dado que su conclusión es que es posible mejorar, habría sido dado esperar
que continuara diciendo que se proponía establecer los cambios necesarios para que
ello ocurriera. En vez de ello, Pigou agrega una frase que contrasta las tendencias
“naturales” con la acción del Estado, que parece, en algún sentido, igualar los
ordenamientos presentes con las tendencias “naturales”, lo que implica que lo que se
requiere para ocasionar estas mejoras es la acción del Estado (si es posible). Esta es,
más o menos, la posición de Pigou que se desprende del capítulo I de la parte II (Pigou,
1932, pp. 127-130). Pigou comienza refiriéndose a los “optimistas seguidores de los
economistas clásicos”29 que han sostenido que el valor de la producción se maximizaría
si el Gobierno no realizara ninguna interferencia en el sistema económico y los
ordenamientos económicos fueran los que nacen “naturalmente”.
Pigou continúa diciendo que si el interés propio promueve el bienestar económico,
ello se debe a que las instituciones humanas han sido creadas para hacerlo así. (Esta
parte del argumento de Pigou, que desarrolla con ayuda de una cita proveniente de
Cannan, me parece correcta). Pigou concluye:
Pero aun en los Estados más avanzados hay fracasos e imperfecciones [...]
existen muchos obstáculos que evitan que los recursos de una comunidad se
distribuyan [...] en la forma más eficiente. El estudio de esto constituye
nuestro problema presente [...] sus fines son esencialmente prácticos. Este
busca aclarar algunas de las formas en que los gobiernos pueden actualmente
o en el futuro controlar el juego de las fuerzas económicas de modo de promover
el bienestar económico, y, a través de ello, el bienestar total de sus ciudadanos
como un todo. (Pigou, 1932, pp. 129-130) .
El pensamiento básico de Pigou parecería ser: algunos han sostenido que no se
necesita acción estatal. Pero el sistema se ha comportado tan bien como lo ha hecho
debido a la acción estatal. Sin embargo, subsisten aún imperfecciones. ¿Qué acción
adicional del Estado se necesita? Si este es un resumen correcto de la posición de
Pigou, puede demostrarse su imperfección examinando el primer ejemplo que da
sobre una divergencia entre el producto social y el privado.
Puede suceder [...] que ciertos costos recaigan sobre personas a las que no les
conciernen en forma directa, por ejemplo, los daños a bosques de los
alrededores por chispas provenientes de las locomotoras. Todos estos efectos
deben incluirse —algunos de ellos serán positivos, otros negativos— al
29 En Wealth and Welfare, Pigou atribuye el “optimismo” al mismo Adam Smith y no a sus seguidores.
Allí se refiere a la “teoría sumamente optimista de Adam Smith de que el dividendo nacional, en
circunstancias dadas de demanda y oferta, tiende ‘naturalmente’ a un máximo” (1912, p. 104).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
37
registrar el producto social neto del incremento marginal de cualquier volumen
de recursos asignado a cierto uso o lugar. (Pigou, 1932, p. 134).
El ejemplo usado por Pigou se refiere a una situación real. En Gran Bretaña, el
ferrocarril normalmente no tiene que indemnizar a quienes sufren daño por incendios
causados por las chispas provenientes de una locomotora.
Considerando también el capítulo 9 de la parte II, deduzco que las recomendaciones
de política de Pigou son, primero, que debiera haber acción estatal para corregir esta
situación “natural”, y, segundo, que el ferrocarril debiera ser forzado a compensar a
las personas cuyos bosques son quemados.
Si esta es una interpretación correcta de la posición de Pigou, yo sostendría que la
primera recomendación se basa en un error de interpretación de los hechos y que la
segunda no es necesariamente deseable. Consideremos la tesis de la ley. Bajo el
encabezamiento de “Chispas de las locomotoras”, encontramos lo siguiente en las
leyes de Halsbury, de Inglaterra:
Si los dueños de los ferrocarriles usan locomotoras a vapor sin autorización
legal expresa, son responsables, sin tener en cuenta las negligencias de su
parte, de los incendios causados por las chispas de las locomotoras. Los
dueños de los ferrocarriles, sin embargo, generalmente cuentan con autorización
para usar dichas locomotoras; por lo tanto, si una locomotora está construida
con las precauciones que sugiere la ciencia para prevenir incendios y se usa sin
negligencia, no son responsables en el derecho consuetudinario por ningún
daño que puedan ocasionar las chispas [...]. En la construcción de una
locomotora el dueño está obligado a usar todos los descubrimientos que la
ciencia ha puesto a su alcance, para evitar daños, supuesto que son tales que
es razonable pedir a la compañía que los adopte, considerando la probabilidad
del daño y el costo y conveniencia del remedio; pero no es negligencia de parte
de un dueño si rechaza usar un aparato cuya eficiencia está sujeta a duda.
Ante esta regla general, hay una excepción legal que surge de la Ley del Ferrocarril
(incendios), de 1905, enmendada en 1923. Se refiere a las tierras agrícolas o a las
cosechas.
En tal caso, el hecho de que la locomotora sea usada bajo derechos legales no
afecta la responsabilidad de la compañía en una acción por daños [...]. Estas
disposiciones, sin embargo, sólo se aplican cuando la reclamación por daño
[...] no excede de £200 [£100 en la ley de 1905] y cuando la noticia escrita
acerca del incendio y la intención de reclamar sean enviadas a la compañía
dentro de los siete días de ocurrido el daño y la comunicación de las
características del daño, mostrando el monto del reclamo en dinero que no
exceda de £200, sea enviada a la compañía dentro de 21 días.
Las tierras agrícolas no incluyen páramos o edificios, y las cosechas agrícolas no
incluyen las abandonadas.30 Yo no he realizado un estudio detallado de la historia
30 Véase Halsbury (1960, pp. 474-475), artículo sobre “Ferrocarriles y canales”, de donde proviene este
resumen de la posición legal y todas las citas.
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38
RONALD H. COASE
parlamentaria de esta excepción legal, pero, a juzgar por los debates en la Cámara
de los Comunes en 1922 y 1923, tal excepción probablemente se tomó para ayudar
al pequeño propietario.31
Volvamos al ejemplo de Pigou de los daños no compensados a los bosques, causados
por las chispas provenientes de las locomotoras de ferrocarril. Presumiblemente,
trató de mostrar que es posible que “la acción del Estado mejore las tendencias
‘naturales’». Si tratamos el ejemplo de Pigou como referencia a la posición antes de
1905, o como un ejemplo arbitrario (en el que podría haber escrito “los edificios de
los alrededores”, en vez de “los bosques de los alrededores”), entonces es claro que la
razón por la cual no se pagó la compensación debe haber sido que el ferrocarril tenía
autorización legal para utilizar locomotoras a vapor (lo que lo relevaba de su
responsabilidad por los incendios causados por las chispas). Esta tesis de la ley se
estableció en 1860, en un caso bastante singular que se refería al incendio de los
bosques vecinos por un ferrocarril,32 y la ley sobre este punto no ha sido cambiada
(aparte de una excepción) luego de un siglo de legislación ferroviara, incluyendo la
nacionalización. Si tratamos literalmente el ejemplo de Pigou, «los daños no
compensados inferidos a los bosques cercanos por las chispas provenientes de las
locomotoras ferroviarias” y suponemos que se refiere al periodo posterior a 1905,
entonces está claro que la razón por la cual no se pagó la compensación debe de haber
sido que el daño era mayor de £100 (en la primera edición de La economía del
bienestar) o más de £200 (en ediciones posteriores), o que el propietario del bosque
no notificó al ferrocarril por escrito dentro de los siete días del incendio o no envió
detalles del hecho, por escrito, dentro de los 21 días siguientes. En el mundo real el
ejemplo de Pigou sólo podría existir como resultado de la elección deliberada de la
legislatura. No es, por supuesto, fácil imaginar la construcción de un ferrocarril como
una cosa natural. Lo más cercano que podemos imaginar es presumiblemente un
ferrocarril que use locomotoras a vapor “sin tener autorización legal”. Sin embargo,
en ese caso el ferrocarril estaría obligado a compensar a los propietarios de bosques
que se incendian. Esto equivale a decir que pagaría una compensación, en ausencia
de acción del Gobierno. Las únicas circunstancias en que las compensaciones no se
pagarían serían aquellas en las que hubiese habido acción del Gobierno. Es extraño
que Pigou, que notoriamente pensaba que era deseable que se pagase la compensación,
haya elegido este ejemplo para demostrar que es posible que “la acción del Estado
mejore las tendencias ‘naturales’”.
Pigou parece haber enfocado los hechos de manera errónea. Pero también parece
probable que estuviese equivocado en su análisis económico. No es necesariamente
deseable que el ferrocarril sea compelido a compensar a quienes sufren daños por los
incendios causados por las locomotoras. No necesito mostrar aquí que, si el ferrocarril
pudiera realizar un convenio con cada persona que tiene propiedades vecinas a la
línea ferroviaria y no hubiese costos en la materialización de tales negociaciones, no
31 Véase 152 H. C. Deb. 2622-63 (1922); 161 H. C. Deb. 1935-55 (1923).
32 Vaughan vs. Toff Vale Railway Co., 3 H. y N. 743 (Ex. 1858) y 5 H. y N. 679 (Ex. 1860).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
39
importaría si fuese responsable de los daños causados por los incendios. Esta
cuestión ha sido tratada in extenso en las secciones anteriores. El problema es si
hubiese sido deseable responsabilizar al ferrocarril en condiciones en que era
demasiado caro realizar tales negociaciones.
Pigou obviamente pensaba que era deseable forzar al ferrocarril a pagar la compensación,
y es fácil ver la clase de argumento que lo habría conducido a esa conclusión.
Supongamos que un ferrocarril está considerando agregar un tren adicional, o
incrementar la velocidad de un tren existente o instalar instrumentos que eliminen
las chispas en sus locomotoras. Si el ferrocarril no es considerado responsable de
daños por incendio, entonces, de tomar esta decisión no contabilizaría como costo
el incremento del daño resultante por el tren adicional, o por el tren más veloz, o por
no instalar elementos que eliminen las chispas. Esta es la fuente de divergencia entre
los productos netos social y privado. El resultado es que el ferrocarril realizará ciertos
actos que disminuirán el valor de la producción total —que no llevaría a cabo si fuese
responsable del daño—.
Esto puede mostrarse mediante un ejemplo aritmético. Consideremos un ferrocarril
que no es responsable del daño por incendios causados por las chispas de sus
locomotoras, y tiene dos trenes por día, en cierta línea. Y también que el recorrido de
un tren por día permitiría al ferrocarril prestar servicios que valen 150 dólares por
año, y con dos trenes por día se le permitiría prestar servicios que valen 250 dólares
por año.
Supongamos, además, que los costos de operar un tren son de 50 dólares por año y
de dos trenes, 100 dólares por año. En condiciones de competencia perfecta, el costo
es igual a la disminución del valor de la producción debido al empleo de factores de
producción adicionales por parte del ferrocarril. Obviamente, el ferrocarril hallaría
beneficioso hacer correr dos trenes por día. Pero consideremos que, con un tren por
día, se destruirían por el fuego cosechas que valen (en promedio por año) 60 dólares,
y dos trenes por día destruirían cosechas que valen 120 dólares. En estas circunstancias,
hacer correr un tren por día aumentaría el valor del producto total, pero el segundo
tren reduciría el valor de la producción total. El segundo tren permitiría servicios
ferroviarios adicionales que valen 100 dólares por año. Pero la disminución del valor
de la producción sería de 110 dólares por año: 50 dólares, como resultado del empleo
de factores de producción adicionales y 60 dólares, como resultado de la destrucción
de cosechas. Puesto que sería mejor que el segundo tren no corriese —y como no
correría si el ferrocarril fuese responsable del daño causado a las cosechas—, la
conclusión de que el ferrocarril debe responsabilizarse por el daño parece irresistible.
Indudablemente, es la clase de razonamiento que fundamenta la posición de Pigou.
Es cierta la conclusión de que sería mejor si el segundo tren no corriese. La conclusión
de que es deseable que el ferrocarril se responsabilice del daño que causa es, sin
embargo, errónea. Cambiemos nuestro supuesto respecto de las reglas de
responsabilidad. Supongamos que el ferrocarril es responsable del daño por incendio
causado por las chispas provenientes de la locomotora. Un granjero, en tierras
Universidad Autónoma de Colombia
40
RONALD H. COASE
adyacentes al ferrocarril, está entonces en una situación tal que si su cosecha es
destruida por incendio recibirá el precio de mercado del ferrocarril; pero si su cosecha
no es dañada, la recibirá del mercado mediante la venta. Por lo tanto, le es indiferente
si su cosecha es dañada por el incendio o no. Su posición es muy diferente cuando
el ferrocarril no es responsable. Cualquier destrucción de la cosecha por incendio
causado por el ferrocarril reduciría los ingresos del granjero. Por lo tanto, disminuiría
el cultivo de las tierras en las que es probable que el daño sea mayor que el
rendimiento de la tierra (por las razones explicadas en detalle en la sección III). Un
cambio de régimen en el cual el ferrocarril no es responsable del daño por uno en el
que es responsable, es probable que conduzca a un incremento del cultivo de tierras
adyacentes al ferrocarril. Además, por supuesto, conducirá a un incremento de la
cantidad de cosechas destruidas por incendios causados por el ferrocarril.
Volvamos a nuestro ejemplo aritmético. Supongamos que, con la nueva regla de
responsabilidad, se duplican las cosechas destruidas por incendios causados por el
ferrocarril. Con un tren por día, se destruirían cosechas que valen 120 dólares cada
año y con dos trenes por día se destruirían cosechas que valen 240 dólares. Vimos,
previamente, que no sería conveniente hacer correr el segundo tren si el ferrocarril
tuviese que pagar 60 dólares por año como compensación por daños. Con daños de
120 dólares anuales, la pérdida por hacer correr el segundo tren sería 60 dólares
mayor. Pero consideremos ahora el primer tren. El valor de los servicios de transporte
realizados por el primer tren es de 150 dólares. El costo de hacer correr el tren es de
50 dólares.
La cantidad que tendría que pagar el ferrocarril como compensación por daños sería
de 120 dólares. Se deduce que no sería conveniente hacer correr ningún tren. Con los
números de nuestro ejemplo alcanzamos el siguiente resultado: si el ferrocarril no es
responsable por incendio, correrán dos trenes por día; si el ferrocarril es responsable
por incendio, cesará en sus operaciones.
¿Significa esto que es mejor que no exista el ferrocarril? Esta pregunta puede
contestarse considerando lo que ocurriría al valor del producto total si se decidiera
eximir al ferrocarril de responsabilidad por incendio, y se hiciera entonces funcionar
dos trenes por día.
La operación del ferrocarril permitiría servicios de transporte que valen 250 dólares.
También significaría el empleo de factores de productos que reducirían en 100
dólares el valor de la producción en otra parte. Además, implicaría la destrucción de
cosechas que valen 120 dólares. La aparición del ferrocarril también habría producido
el abandono del cultivo de algunas tierras. Ya que sabemos que si esa tierra hubiese
sido cultivada, el valor de las cosechas destruidas por el fuego hubiese sido de 120
dólares, y, dado que es poco probable que toda la cosecha hubiese sido destruida,
parece razonable suponer que el valor de la cosecha producida en esta tierra hubiese
sido mayor que esto. Supongamos que hubiese sido de 160 dólares. Pero el abandono
del cultivo hubiese liberado los factores de la producción para que se empleen en otra
parte. Todo lo que sabemos es que la cantidad en la que se incrementará el valor de
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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la producción en otra parte será menor de 160 dólares. Supongamos que es de 150
dólares. Entonces, la ganancia por operar el ferrocarril sería de 250 dólares (el valor
de los servicios de transporte), menos 100 dólares (el costo de los factores de la
producción), menos 120 dólares (el valor de las cosechas destruidas por el fuego),
menos 160 dólares (la disminución en el valor de la producción de cosechas debido
al abandono de cultivos), más 150 dólares (el valor de la producción en otra parte de
los factores liberados de la producción). En suma, la operación del ferrocarril
incrementaría el valor de la producción total en 20 dólares. Con estos números está
claro que es mejor que el ferrocarril no sea responsable del daño que causa, lo que le
permitiría operar beneficiosamente. Por supuesto, alterando los números se podría
demostrar que hay otros casos en que es deseable que el ferrocarril sea responsable
del daño que cause. Es suficiente, para mis fines, demostrar que, desde un punto de
vista económico, una situación en la que existen “daños no compensados a los
bosques adyacentes por chispas provenientes de las locomotoras del ferrocarril” no
es necesariamente indeseable. Que sea deseable o no depende de las circunstancias
particulares.
¿Cómo es, entonces, que el análisis de Pigou nos da la respuesta errónea? La razón
es que Pigou parece no haber notado que el problema de fondo es totalmente
diferente. El análisis como tal es correcto. Pero las conclusiones específicas a las que
llegó Pigou son por completo ilegítimas.
La cuestión no es si es deseable hacer correr un tren adicional, o un tren más veloz,
o instalar instrumentos que eviten el humo; la cuestión es si es deseable tener un
sistema en el que el ferrocarril tenga que compensar a quienes sufren daños por los
incendios que causa, o un sistema en el que el ferrocarril no tenga que compensar por
ellos. Cuando un economista está comparando ordenamientos sociales alternativos,
el procedimiento correcto es comparar el producto social total brindado por estos
distintos ordenamientos. La comparación de productos social y privado no está aquí
ni allí. Un simple ejemplo lo demostrará. Imaginemos una ciudad en la que existen
luces de tránsito. Un automovilista se acerca a una intersección y se detiene ante la
luz roja. No hay autos que se acerquen a la intersección por la otra calle. Si el
automovilista ignorase la señal roja, no ocurriría accidente, y el producto total se
incrementaría porque el conductor llegaría más temprano a su destino.
¿Por qué no lo hace? La razón es que si ignora la luz lo multarán. El producto
privado por cruzar la calle es menor que el producto social. ¿Debemos entonces
concluir que el producto total sería mayor si no existiesen multas a los que no
obedecen las señales de tránsito? El análisis de Pigou nos muestra que es posible
concebir mundos mejores que el mundo en el que vivimos. Pero el problema es
diseñar ordenamientos prácticos que corrijan defectos en una parte del sistema, sin
causar daños más serios a las otras partes.
He examinado con gran detalle un ejemplo de divergencia entre los productos social
y privado y no me detendré más en el sistema analítico de Pigou. Pero la discusión
principal del problema considerado en este artículo se encuentra en aquella parte del
Universidad Autónoma de Colombia
42
RONALD H. COASE
capítulo 9 de la parte II, que trata de la segunda clase de divergencia de Pigou, y es
interesante ver cómo desarrolla él su argumento. La propia descripción de Pigou de
esa segunda clase de divergencia se citó al comienzo de esta sección. Este distingue
entre el caso en el que una persona nos presta servicios por los cuales no percibe
retribución y aquel en el que una persona ocasiona un daño y no se compensa a las
partes perjudicadas. Nuestra atención se ha centrado, por supuesto, en este segundo
caso. Es, por lo tanto, bastante sorprendente hallar, como me señaló el profesor
Francesco Forte, que el problema de la chimenea que humeaba (Robertson, 1957, p.
162) —en sus dos versiones— (Mishan, 1960, p. 482) sea usado por Pigou como
ejemplo del primer caso (servicios prestados sin pago) y no se menciona nunca, por
lo menos explícitamente, en conexión con el segundo caso (Pigou, 1932, p. 184).
Pigou señala que los propietarios de las fábricas que dedican recursos a evitar que sus
chimeneas humeen prestan servicios por los cuales no reciben pago. La consecuencia,
a la luz de la discusión de Pigou al final de este capítulo, es que al propietario de una
fábrica con una chimenea que echa humo debería dársele un subsidio para inducirlo
a instalar aparatos que eviten el humo. La mayoría de los economistas modernos
sugerirían que el propietario de la fábrica con la chimenea humeante debe pagar un
impuesto. Es una pena que los economistas (aparte del profesor Forte) no parezcan
haber notado este rasgo del análisis de Pigou, ya que el darse cuenta de que el
problema puede ser enfocado en cualquiera de estas dos formas, hubiese conducido
probablemente a un reconocimiento explícito de su naturaleza recíproca.
Al discutir el segundo caso (de servicios sin compensación a quienes sufren el daño),
Pigou dice que se presentan cuando el propietario de un terreno baldío en un barrio
residencial de una ciudad construye allí una fábrica y destruye gran parte de lo que
hacía agradable los sitios vecinos; o, en menor grado, cuando usa ese sitio en tal
forma que arruina la iluminación de la casa opuesta; o cuando invierte recursos para
levantar edificios en un centro poblado, y al ocupar el espacio aéreo y de recreación
de la vecindad, tiende a perjudicar la salud y la eficiencia de las familias vecinas
(Pigou, 1932, p. 185-186). Pigou, por supuesto, está en lo cierto al describir estas
acciones como “de servicios sin cargo”. Pero está equivocado cuando las describe
como acciones “antisociales”33 (p. 186). Pueden serlo o no. Es necesario comparar el
daño y el bien que provocan. Nada sería más “antisocial” que oponerse a una acción
que no causa daño a nadie.
El ejemplo con el que Pigou abre su discusión de “servicios sin cargo” no es, como ya
he indicado, el caso de las chimeneas humeantes, sino el de los conejos que se
transforman en plaga: “[...] de servicios incidentales sin cargo que se prestan a
terceras partes, cuando las actividades de entretenimiento de un ocupante significan
plagas de conejos en los terrenos vecinos [...]”.
Este ejemplo es de extraordinario interés, no tanto debido a que el análisis económico
del caso sea muy diferente al de los otros ejemplos, sino por las peculiaridades de la
33 Para expresiones similares, véase la conferencia de Pigou, “Some Aspects of the Housing Problem”
(1914).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
43
tesis de la ley y la luz que arroja sobre el papel que puede desempeñar la economía
en lo que aparentemente es la cuestión legal de la delimitación de derechos.
El problema de la responsabilidad legal por las acciones de los conejos es parte del
tema referido a la responsabilidad por tenencia de animales.34 Limitaré mi discusión
a los conejos, aunque no de buen grado. Los primeros casos referidos a los conejos
son las relaciones entre el señor feudal y los plebeyos, ya que, desde el siglo XIII en
adelante, fue corriente que el señor feudal poblara de conejos las praderas comunes,
tanto por su carne como por su piel. Pero en 1597, en el caso Boluston, un propietario
inició acción contra un vecino, alegando que el demandado había construido
madrigueras y que los conejos habían destruido la cosecha del demandante. La
acción fracasó por la siguiente razón:
[...] tan pronto como los conejos pasan a la tierra del vecino este puede
matarlos, ya que son ferae naturae, y quien hace las madrigueras no tiene
propiedad sobre ellos y no debe ser castigado por el daño que los conejos hagan
en las tierras que no son de su propiedad, y que el otro puede matarlos
legalmente. 35
Como el caso Boulston había sido tratado como un antecedente —Bray, J., en 1919,
dijo que no sabía que tal caso hubiese sido alguna vez desestimado o puesto en
duda—,36 el ejemplo de los conejos representa la posición legalista en la época en que
fue escrito el libro de Pigou.37 En este caso, no nos alejamos de la verdad si decimos
que el Estado de cosas que sugiere Pigou nace de la ausencia de acción gubernamental
(por lo menos en la forma de leyes) y que fue el resultado de tendencias “naturales”.
Sin embargo, el caso Boulston es una curiosidad legal y el profesor Williams no oculta
su contrariedad por esta decisión:
El concepto de responsabilidad por molestias, basado en la propiedad, es el
resultado, evidentemente, de una confusión con la acción de invasión del ganado, y
es contrario tanto al principio como el pensamiento de las autoridades medievales
sobre el escape de agua, humo y suciedad [...]. El requisito de cualquier tratamiento
satisfactorio de la materia es el abandono total de la perniciosa doctrina establecida
34 Véase Williams (1939). La parte cuatro, “The Action of Nuisance, in Relation to Liability for
Animáis”,(pp. 236-262), es especialmente relevante para nuestra discusión. El problema de la
responsabilidad por los conejos se discute en esta parte (pp. 238-247). No sé hasta qué punto el derecho
común en Estados Unidos de Norteamérica respecto de la responsabilidad por los animales difiera
del de Inglaterra. En algunos estados occidentales de Estados Unidos de Norteamérica, el derecho
consuetudinario inglés con relación al deber de cercar no ha sido seguido, en parte debido a que “la
considerable cantidad de tierra abierta hacía aconsejable a la política pública permitir al ganado correr
libremente” (Williams, 1939, p. 227). Este es un buen ejemplo de cómo un conjunto diferente de
circunstancias hace económicamente deseable cambiar la regla legal sobre la delimitación de
derechos.
35 Coke (vol. 3) 104 b, 77 Eng. Rep., 216-217.
36 Véase Stearn vs. Prentice Bros. Ltd. (1919), 1 K. B., 395-397.
37 No he considerado casos recientes. La posición legal ha sido también modificada por la legislación.
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RONALD H. COASE
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en el caso Boulston [...]. Una vez que el caso Boulston desaparezca, el camino estará
libre para un replanteo racional de toda la materia, en lineamientos que armonizarán
con los principios prevalecientes en el resto de la ley sobre perjuicios (law of nuisance)
(Williams, 1939, pp. 242, 258). [Formato cita texto]
Los jueces del caso Boulston sabían, por supuesto, que la cuestión dependía de
distinguir este caso de uno en que se causaran molestias:
Esta causa no es como los casos del todo opuestos, referidos a la construcción
de un horno de cal, una tintorería, o algo semejante, ya que allí la molestia está
determinada por el acto de las partes que lo realizan; ello es así aquí, puesto
que los conejos se dirigen a la tierra del demandante y él puede tomarlos
cuando entran a su tierra sacando beneficio de ellos.38
El profesor Williams comenta:
Una vez más surge aquí la idea atávica de que los animales son culpables, y
no el propietario. No es, por supuesto, un principio satisfactorio introducirse
en la doctrina moderna de las molestias. Si A construye una casa o planta un
árbol de tal modo que la lluvia corre y cae en la tierra de B, este es el acto por
el que A es responsable; pero si A tiene conejos en su tierra y estos se escapan
y se introducen a la tierra de B, es una acción de los conejos por la que A no
es responsable —esta es la curiosa distinción que enseña el caso Boulston—.
(Williams, 1939, p. 243).
Debe admitirse que la decisión del caso Boulston parece un poco extraña. Una
persona puede ser responsable del daño que causa el humo o de los olores
desagradables, sin que sea necesario determinar si es causante del humo o del olor.
Y la regla del caso Boulston no siempre ha sido seguida en casos que se refieren a otros
animales. Por ejemplo, en Bland vs. Yates,39 se decidió que podía iniciarse una
acción judicial para evitar que alguien tuviera una cantidad inusual y excesiva de
estiércol en el que se reproducían las moscas y que infestaban la casa de un vecino.
No surgió aquí la cuestión de quién era el propietario de las moscas. Un economista
no desearía objetar porque los argumentos legales a veces parecen un poco extraños.
Pero existe una razón económica importante para sustentar la opinión del profesor
Williams sobre el problema de responsabilidad por los animales (y particularmente
por los conejos), en el sentido de que debería ser integrada a la ley ordinaria de las
molestias. La razón no es únicamente que el hombre que mantiene los conejos sea el
responsable del daño; el hombre cuyas cosechas son destruidas también es
responsable. Y si los costos de las transacciones de mercado hacen imposible un
reordenamiento de los derechos, a menos que conozcamos las circunstancias
particulares, no podemos decir si es deseable o no que el hombre que tiene los conejos
sea responsable del daño que cometen los conejos en las propiedades vecinas. La
38 Boulston vs. Hardy, Cro. Eliz., 547, 548, 77. Eng. Rep. 216.
39 Sol. J. 612 (1913-1914).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
45
objeción a la regla del caso Boulston es que, por ella, el criador de conejos nunca
puede ser responsable.
Fija la regla de responsabilidad en un polo: y esto es tan indeseable, desde un punto
de vista económico, como fijar la regla en el otro polo y hacer que dicho criador sea
siempre responsable. Pero, como vimos en la sección VII, la ley de las molestias, como
en realidad es manejada por las cortes, es flexible y permite la comparación de la
utilidad de un acto con el daño que produce. Como dice el profesor Williams: “Toda
la ley de las molestias (law of nuisance) es una tentativa de conciliar intereses
opuestos [...]” (Williams, 1939, p. 259). Incluir el problema de los conejos en el
derecho ordinario de las molestias no significaría, inevitablemente, transformar al
criador de conejos en responsable del daño que cometen. Esto no equivale a decir que
el único deber de la justicia, en tales casos, sea realizar una comparación entre el daño
y la utilidad de un acto. Ni tampoco debe esperarse que siempre se decida
correctamente después de realizar tal comparación. Pero, a menos que las cortes
actúen muy desatinadamente, parece que la ley ordinaria de las molestias producirá
resultados económicamente más satisfactorios que la adopción de una regla rígida.
El caso de Pigou, de los conejos transformados en plaga, es un ejemplo excelente de
cómo se interrelacionan el derecho y la economía, aun cuando la política correcta a
seguir parecería diferir de la que avizoró Pigou.
Pigou permite una excepción a su conclusión de que hay divergencia entre los
productos privado y social en el ejemplo de los conejos. Agrega: “[...] a menos [...] que
los dos ocupantes estén en la relación de propietario a inquilino, de modo que la
compensación se dé en un ajuste de la renta» (Pigou, 1932, p. 185). Esta salvedad es
sorprendente, ya que la primera clase de divergencia de Pigou está muy relacionada con
las dificultades de llegar a contratos satisfactorios entre propietarios y arrendatarios.
En realidad, todos los casos recientes de problemas con conejos citados por el profesor
Williams se refieren a disputas entre propietarios y arrendatarios con respecto a los
derechos de caza (Williams, 1939, pp. 244-247). Pigou parece hacer una distinción
entre el caso en el que no es posible hacer un contrato (la segunda clase) y aquel en que
el contrato es insatisfactorio (la primera clase). Así, dice que la segunda clase de
divergencias entre el producto neto privado y social no puede, como las divergencias
causadas por posesión, ser mitigada por una modificación de la relación contractual
entre las dos partes contratantes, ya que la divergencia surge de un servicio o daño
causado a terceras personas, distintas de las partes contratantes (Pigou, 1932, p. 192).
Pero la razón de que algunas actividades no sean materia de contratos es exactamente
la misma que la de por qué algunos contratos son insatisfactorios: costaría
demasiado poner todo en orden. En realidad, los dos casos son iguales, ya que los
contratos son insatisfactorios porque no cubren ciertas actividades. Es difícil
descubrir el sentido exacto de la discusión sobre la primera clase de divergencia en
el argumento principal de Pigou.
Demuestra que, en algunas circunstancias, las relaciones contractuales entre
propietario e inquilino pueden ocasionar divergencias entre los productos privado y
Universidad Autónoma de Colombia
46
RONALD H. COASE
social (Pigou. 1932, pp. 174-175). Pero continúa demostrando que los esquemas de
compensación establecidos por el Gobierno y los controles de rentas también
producirán discrepancias (pp. 177-183) Además, demuestra que cuando el Gobierno
está en una posición similar a la de un propietario privado, por ejemplo si otorga una
concesión a un servicio público, surgen exactamente las mismas dificultades que
cuando están involucrados individuos privados (pp. 175-177). La discusión es
interesante, pero yo no he podido descubrir qué conclusiones generales de política
económica, si las hay, espera Pigou que deduzcamos de ella.
En realidad, el tratamiento de Pigou considerado en este artículo es muy evasivo y
la discusión de sus opiniones da lugar a dificultades de interpretación casi
insuperables. En consecuencia, es imposible estar seguros de que hemos comprendido
lo que Pigou realmente quería significar. Sin embargo, es difícil resistir la conclusión,
extraordinaria para un economista de la talla de Pigou, de que la fuente principal de
esta oscuridad es que Pigou no había pensado con detenimiento en su posición.
9. La tradición de Pigou
Es extraño que una doctrina tan defectuosa como la desarrollada por Pigou haya
tenido tanta influencia, aunque parte de su éxito se haya debido probablemente a
la falta de claridad en la exposición. Al no ser muy clara, nunca fue muy errónea.
Curiosamente, esta oscuridad de la fuente no ha impedido el surgimiento de una
tradición oral bastante bien definida. Lo que los economistas piensan que aprenden
de Pigou, y lo que dicen a sus alumnos, que es lo que yo denomino “la tradición de
Pigou”, es razonablemente claro. Me propongo probar la insuficiencia de esta
tradición, demostrando que tanto el análisis como las conclusiones de política que
sustenta son incorrectas.
No busco justificar mi enfoque con copiosas referencias a la literatura. Lo hago así,
en parte porque el tratamiento en la literatura es usualmente tan fragmentario, y
contiene a menudo poco más que una referencia a Pigou más algunos comentarios
explicativos, que un examen detallado sería inadecuado. Pero la razón principal de
esta falta de referencias es que la doctrina, aunque se basa en Pigou, debe haber sido,
en gran parte, el producto de una tradición oral. Ciertamente, los economistas con
los que he discutido estos problemas han mostrado una unanimidad de opinión que
es muy notoria, considerando el magro tratamiento dado a esta materia en la
literatura. No hay duda de que existen algunos economistas que no comparten el
enfoque usual, pero deben representar una minoría.
Los problemas que discutimos se enfocan desde la perspectiva de un examen del valor
de la producción física. El producto privado es el valor del producto adicional
resultante de la actividad particular de un negocio. El producto social es igual al
producto privado menos la disminución en el valor de la producción en otra parte,
por la que no paga una compensación el propietario del negocio. Así, si se usan 10
unidades de un factor (y ningún otro) para hacer un cierto producto cuyo valor es
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
47
$105, y el propietario de este factor no es compensado por su uso, no lo puede evitar,
y estas 10 unidades del factor proporcionarían productos en su mejor uso alternativo
que valen $100. Entonces, el producto social es $105 menos $100, o sea, $5. Si el
negocio paga ahora una unidad del factor y su precio es igual al valor de su producto
marginal, entonces el producto social se eleva a $15.
Si se pagan dos unidades, el producto social aumenta a $25, y así sucesivamente, hasta
que alcanza $105, cuando reciben su pago todas las unidades del factor. No es difícil
ver por qué los economistas han aceptado tan rápidamente este procedimiento
bastante extraño. El análisis se enfoca en la decisión del negocio individual, y dado que
el uso de ciertos recursos no está considerado en los costos, los ingresos se reducen en
la misma cantidad. Pero, por supuesto, esto implica que el valor del producto social
no tiene significación social alguna. Me parece preferible usar el concepto de costo de
oportunidad y enfocar estos problemas comparando el valor del producto obtenido por
los factores en usos alternativos o en ordenamientos alternativos. La ventaja principal
de un sistema de precios es que conduce al empleo de los factores donde el valor del
producto resultante es mayor, y lo hace a un costo menor que los sistemas alternativos
(dejo de lado que un sistema de precios también facilita el problema de la redistribución
del ingreso). Pero si, por alguna armonía natural divina, los factores fluyen a lugares
donde el valor del producto obtenido fuese mayor, sin el uso del sistema de precios, y
en consecuencia no hubiese compensación, encontraría que esta es una fuente de
sorpresas, en vez de una causa de problemas.
La definición del producto social es extraña, pero esto no significa necesariamente
que las conclusiones de política que se desprenden del análisis sean erróneas. Sin
embargo, obligadamente existen peligros en un enfoque que distrae la atención de
los asuntos básicos, y puede existir poca duda de que ha sido responsable de algunos
de los errores en la doctrina actual. La creencia de que es deseable que el negocio que
causa perjuicios sea forzado a compensar a quienes sufren daño (discutida
exhaustivamente en la sección VIII en conexión con el ejemplo de Pigou sobre las
chispas del ferrocarril) es, indudablemente, el resultado de no comparar el producto
total obtenible con los arreglos sociales alternativos.
La misma falla se encuentra en las proposiciones para resolver el problema de los efectos
dañinos mediante el uso de impuestos o subsidios. Pigou otorga demasiada importancia
a esta solución, aunque es, como siempre, parco en detalles y reservado en su apoyo
(Pigou, 1932, pp. 192-194, 381; 1947, pp. 94-100). Los economistas modernos tienden
a pensar exclusivamente en términos de impuestos y en una forma muy precisa. El
impuesto debería ser igual al daño causado y variar según la intensidad de este. Como
no se propone que el producto del impuesto deba pagarse a quienes sufren el daño, esta
solución no es la misma que la que forzaría al negocio a pagar compensación a los
damnificados por sus acciones, aunque los economistas, generalmente, no parecen haber
notado esto y tienden a tratar las dos soluciones como idénticas.
Supongamos que se construye una fábrica que produce humo en un distrito donde,
anteriormente, no existía ese problema, que causa un daño valorado en $100 por año.
Universidad Autónoma de Colombia
48
RONALD H. COASE
Consideremos que se adopta la solución impositiva y que el dueño de la fábrica es
obligado a pagar un impuesto de $100 por año, mientras la fábrica produzca humo.
Imaginemos, además, que un aparato que elimina el humo cuesta $90 por año. En
estas circunstancias, se colocaría dicha instalación. El daño de $100 hubiese sido
evitado con un gasto de $90 y el propietario de la fábrica estaría en mejores
condiciones ($10 por año). Sin embargo, el arreglo logrado puede no ser óptimo.
Supongamos que quienes sufren el daño podrían evitarlo trasladándose a otros
lugares o tomando distintas precauciones que les costarían, o serían equivalentes, a
la pérdida de ingreso de $40 por año. Entonces habría una ganancia en el valor de
la producción de $50 si la fábrica continuara emitiendo este humo y si los que ahora
están en el distrito se trasladaran a otra parte o realizaran otros ajustes para evitar
el daño.
Si el propietario de la fábrica es obligado a pagar un impuesto igual al daño causado,
sería deseable instituir un sistema de impuestos doble y hacer que los residentes del
distrito paguen una suma igual al costo adicional incurrido por el propietario de la
fábrica (o los consumidores de sus productos) para evitar el daño.
En estas condiciones, la gente no permanecería en el distrito o tomaría otras medidas
para evitar el daño, cuando los costos de hacerlo fueran menores que los costos en
que incurriría el productor para disminuir el daño (el objeto del productor, por
supuesto, no es tanto reducir el daño como reducir los pagos de impuestos). Un
sistema de impuestos que se confinara a un impuesto sobre el productor por el daño
causado llevaría a costos indebidamente altos por evitar el daño. Por supuesto, esto
podría prevenirse si fuera posible basar el impuesto, no en el daño causado, sino en
la baja del valor de la producción (en su sentido más amplio) resultante de la emisión
de humo. Pero hacerlo así requeriría un conocimiento detallado de las preferencias
individuales y no puedo imaginar cómo sería posible lograr la información necesaria
para tal sistema de impuestos. En realidad, la proposición para resolver el problema
del humo y otros similares mediante el uso de impuestos abunda en dificultades: el
problema del cálculo, la diferencia entre el daño medio y marginal, las interrelaciones
entre el daño sufrido en diferentes propiedades, etc.; pero es innecesario examinar
estos problemas aquí. Es suficiente, para mis propósitos, mostrar que, aun cuando
el impuesto se ajuste exactamente para igualar el daño que se causaría a las
propiedades vecinas como resultado de la emisión de cada bocanada adicional de
humo, no ocasionaría necesariamente condiciones óptimas. Un incremento en la
cantidad de gente que vive allí o de los negocios que operan en la vecindad de la fábrica
que emite humo incrementará la cantidad de daño producido por una emisión de
humo dada. El impuesto a fijar se elevaría, por lo tanto, con un aumento en el número
de quienes viven en el vecindario. Esto conducirá a una disminución del valor de la
producción de los factores empleados en la fábrica, ya sea porque los factores
liberados, como consecuencia de la menor producción asociada al mayor impuesto,
se usarán en otra parte en actividades menos valiosas o para producir medios que
permitan reducir la cantidad de humo emitido. Pero la gente que decida establecerse
en las cercanías de la fábrica no tomará en cuenta esta disminución del valor de la
producción que resulta de su radicación en el área. Esta omisión de tomar en cuenta
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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los costos que se ocasionan a los demás es comparable con la acción del propietario
de una fábrica que no considera el daño que resulta de la emisión de humo. Sin el
impuesto, puede haber demasiado humo y muy poca gente en las cercanías de la
fábrica; pero con el impuesto puede haber muy poco humo y demasiada gente en la
vecindad. No hay razón para suponer que sea preferible uno de estos resultados.
No se necesita mucho espacio para discutir el error similar implícito en la sugerencia
de que las fábricas que producen humo deberían, mediante regulaciones zonales, ser
eliminadas de los distritos en donde el humo causa efectos dañinos. Cuando el
cambio de ubicación de la fábrica provoca una reducción de la producción, esto
obviamente necesita ser tomado en cuenta y sopesado con el daño que resultaría del
hecho de que la fábrica quedase en tal ubicación. La finalidad de tal regulación no
debería consistir en eliminar el problema del humo, sino en asegurar su cantidad
óptima, siendo esta la que maximizaría el valor de la producción.
10. Un cambio de enfoque
Creo que el fracaso de los economistas en alcanzar conclusiones correctas en el
tratamiento de los efectos dañinos no puede ser atribuido sencillamente a unos pocos
errores en el análisis. Surge de defectos básicos en el actual enfoque de los problemas
de la economía del bienestar. Lo que se necesita, entonces, es un cambio de
perspectiva.
El análisis, en términos de divergencia entre los productos privado y social, centra
su atención en las deficiencias particulares del sistema y tiende a alimentar la
creencia de que cualquier medida que elimine la deficiencia es necesariamente
deseable. Distrae la atención de aquellos otros cambios del sistema que están
inevitablemente asociados con la medida correctiva, cambios que bien pueden
producir más daño que la propia deficiencia original. En las secciones anteriores de
este artículo hemos visto muchos ejemplos.
Pero no es necesario considerar el problema en esta forma. Los economistas que
estudian los problemas de la empresa habitualmente usan un enfoque de costo de
oportunidad y comparan los ingresos obtenidos de una combinación de factores
dada con otros usos alternativos. Parecería deseable usar un enfoque similar cuando
se manejan cuestiones de política económica y comparar el producto total obtenido
mediante ordenamientos sociales alternativos.
En este artículo se ha limitado el análisis, como es usual en esta parte de la economía,
a comparaciones del valor de producción, tal como lo mide el mercado. Pero es, por
supuesto, deseable que la elección entre los diferentes ordenamientos sociales para la
solución de los problemas económicos sea llevado a cabo en términos más amplios que
estos, y que sea tomado en cuenta el efecto total de estos arreglos en todas las esferas
de la vida. Como Frank H. Knight ha señalado a menudo, los problemas de la economía
del bienestar deben finalmente convertirse en un estudio de estética y moral.
Universidad Autónoma de Colombia
50
RONALD H. COASE
Una segunda característica del tratamiento usual de los problemas discutidos en este
artículo es que el análisis se desarrolla en términos de una comparación entre un
Estado de laissez faire y alguna clase de mundo ideal. Este enfoque conduce
inevitablemente a un relajamiento del pensamiento, dado que la naturaleza de las
alternativas que se comparan nunca es clara.
En un Estado de laissez faire, ¿existe un sistema monetario, legal o político? Y, si
existe, ¿en qué consiste? En un mundo ideal existiría un sistema monetario, legal o
político, y en ese caso, ¿en qué consistiría? Las respuestas a todas estas preguntas
están rodeadas de misterio y cada uno es libre de obtener las conclusiones que desee.
En realidad, se requiere muy poco análisis para mostrar que un mundo ideal es mejor
que un Estado de laissez faire, a menos que las definiciones del Estado de laissez
faire y del mundo ideal sean las mismas. Pero toda la discusión es irrelevante para
cuestiones de política económica. Sea lo que sea lo que tengamos en mente como
nuestro mundo ideal, aún no hemos descubierto cómo obtenerlo a partir de donde
estamos.
Una mejor orientación parecería ser comenzar nuestro análisis con una situación que
se aproxime a la que existe realmente, examinar los efectos de un cambio de política
propuesto y tratar de decidir si la nueva situación sería, en conjunto, mejor o incluso
peor que la original. De esta forma, las conclusiones de política tendrían alguna
relevancia para la situación actual.
Una razón final del fracaso en desarrollar una teoría adecuada para manejar los
problemas de los efectos dañinos surge de un concepto erróneo de lo que es un factor
de producción. Este usualmente se entiende como una entidad física que el hombre
de negocios adquiere y usa (una hectárea de tierra, una tonelada de fertilizantes)
antes que como un derecho para desarrollar ciertas acciones (físicas). Podemos hablar
de una persona que posee la tierra y la usa como un factor de producción, pero lo que
el propietario de la tierra en realidad tiene es el derecho a llevar a cabo acciones. Los
derechos del propietario de la tierra no son ilimitados. No siempre es posible llevar
la tierra a otra parte, como, por ejemplo, en las explotaciones de canteras. Y aunque
sea posible excluir a alguna persona de usar “su” propiedad, esto puede no ser cierto
para otra. Por ejemplo, alguna gente puede tener el derecho de cruzar la tierra.
Además, es posible o no construir ciertos tipos de edificios o sembrar ciertas cosechas
o usar ciertos sistemas de drenaje.
Estas limitaciones no se deben a la acción gubernamental; serían igualmente ciertas
bajo el derecho común. En realidad, serían verdaderas con cualquier sistema de
derecho. En un sistema en el que los derechos de los individuos fueran ilimitados,
no habría derechos por adquirir.
Si los factores productivos son considerados como derechos, se hace más fácil
comprender que el derecho a hacer algo que tenga un efecto dañino (tal como la
creación de humo, ruido, olor, etc.) es también un factor de producción. Así como
podemos usar un pedazo de tierra de forma tal que evite que alguien cruce por ella,
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL PROBLEMA DEL COSTO SOCIAL
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o estacione su auto, o construya su casa, también podemos usarla de forma tal que
le neguemos a ese alguien un panorama, o la quietud, o el aire puro. El costo de
ejercitar un derecho (de usar un factor de producción) es siempre la pérdida que sufre
la otra parte como consecuencia del ejercicio de ese derecho: la incapacidad para
cruzar la tierra, estacionar el auto, construir una casa, disfrutar de un paisaje, tener
paz y quietud, o respirar aire puro.
Sería deseable que las únicas acciones desarrolladas fueran aquellas en que lo que se
ganase tuviere un mayor valor que lo que se perdiese. Pero al elegir entre ordenamientos
sociales, en el contexto en el que las decisiones individuales son tomadas, debemos
tener en mente que un cambio del sistema existente que conduzca a un mejoramiento
en algunas decisiones puede muy bien conducir a un empeoramiento de otras.
Además, es necesario considerar los costos involucrados en operar los distintos
ordenamientos sociales (ya sea el funcionamiento de un mercado o de un departamento
de Gobierno), como también los costos que demandará la adopción de un nuevo
sistema. Al diseñar y elegir entre ordenamientos sociales debemos considerar el efecto
total. Este es el cambio de enfoque que estoy proponiendo.
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Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Dos enseñanzas de Coase
JORGE IVÁN GONZÁLEZ1
Resumen
El artículo propone una relectura de Coase a partir de su teoría sobre la naturaleza
de la firma y sobre el problema del costo social. El texto comienza mostrando que
la teoría de Coase ha sido mal interpretada, tanto por los autores de la corriente
principal, que tratan de hacerla compatible con los modelos de equilibrio, como
por autores críticos de la corriente principal, que consideran que sus planteamientos
apenas son una variante de la concepción “neoclásica”. El artículo muestra que,
efectivamente, Coase rompe con el enfoque tradicional y que ha introducido una
línea de análisis que la literatura contemporánea sigue enriqueciendo.
Palabras clave: instituciones, costos de transacción, costo social.
Abstract:
The article proposes back to read Coase from his theory of the nature of the firm
and the problem of social cost. The text begins by showing that Coase’s theory
has been misinterpreted, both by the author soft he mainstream, trying to
make it compatible with equilibrium models, and by authors from mainstream
critics, who feel that their proposals are just a variant of conception
“neoclassical”. The paper shows that, in fact, Coase breaks with the traditional
approach and has introduced a line of analysis that continues to enrich
contemporary literature
Key w ords: Institutions, transaction costs, social costs.
1
Doctor en Economía de la Universidad Católica de Lovaina. Profesor de la Universidad Externado de
Colombia. Correo electrónico: [email protected]
Universidad Autónoma de Colombia
JORGE IVÁN GONZÁLEZ
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1. Releyendo a Coase
Coase acaba de cumplir 100 años, y continúa en plena producción académica. Nació
el 29 de diciembre de 1910. Los dos premios Nobel de 2009, Elinor Ostrom (2009)
y Oliver Williamson (2009), reconocen la influencia que ha ejercido Coase en su visión
de la economía.
Coase hace parte de los “nuevos institucionalistas”, según la clasificación de
Williamson. Los “viejos institucionalistas” serían Veblen, Mitchell y Commons
(Coase, 1998). Y los “nuevos” serían Coase, North y Williamson. Esta clasificación es
muy restrictiva. Realmente, el pensamiento institucional es muy amplio en economía.
Basta mencionar a Walras (1926), que dedica la primera parte de su obra a describir
la complejidad de las interacciones de las personas entre sí. Este tema, dice,
correspondería al análisis de las instituciones. Walras tendría todos los requisitos
necesarios para ser considerado un autor institucional. Podría hacer comentarios
similares sobre Marshall, Keynes, etc.
McCloskey (1985, p. 95) dice que “La naturaleza de la firma” de Coase (1937) es el
mejor ejemplo de un texto que logra comunicar, porque está escrito en un lenguaje
sencillo, absolutamente comprensible. Es un excelente prototipo de la buena retórica
en economía. No obstante su claridad, ha sido incomprendido. El mismo Coase
(1988) expresa su insatisfacción al respecto. Se queja porque se le ha malinterpretado
y se le ha querido leer desde los cánones de la economía tradicional, a pesar de su
intento por romper con el enfoque convencional. Una de las interpretaciones
equivocadas que ha hecho carrera es la de Stigler (1966), que ha dado origen al
llamado teorema de Coase.
Mi conclusión fue: “... el resultado final (el que maximiza el valor de la
producción) es independiente del sistema legal si asumimos que el sistema de
precios opera sin costos” (Coase, 1960, p. 104). Esta conclusión la formalizó
Stigler como el “Teorema de Coase”, que expresó de la siguiente manera “... en
condiciones de competencia perfecta, los costos privado y social son iguales”
(Stigler, 1966, p. 113). (Coase, 1988, p. 14).
Coase afirma que la teoría convencional asume que el sistema de precios opera sin
costos. Y dado este supuesto, los aspectos legales e institucionales son irrelevantes.
Stigler dice que la competencia perfecta iguala las costos privado y social, hasta el
punto de hacerlos irrelevantes. Y a esta afirmación la llama el teorema de Coase. Esta
formulación distorsiona el pensamiento de Coase, porque es una nueva apología a
la competencia perfecta. El camino de Stigler lleva a la negación de los costos de
transacción. Y de esta manera, el pensamiento de Coase no se concibe como una
ruptura, sino como una nueva versión de la teoría convencional de la competencia.
Cataño (2000), desde una perspectiva teórica muy distinta a la de Stigler, también
considera que Coase no rompe con la teoría “neoclásica” de los precios. En opinión
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
DOS ENSEÑANZAS DE COASE
55
de este autor, el sistema neoclásico de precios incorpora dos instituciones: el
subastador y la caja de compensación. Concluye, entonces, que Coase se equivoca
porque supone que el mercado de competencia perfecta no tiene instituciones.
Cataño también lee mal a Coase. En ninguna parte de su artículo menciona el costo
de transacción, que es la categoría central del análisis coasiano. Cataño plantea la
discusión en términos equivocados. Coase no niega que el sistema de precios
neoclásico requiera instituciones, sino que critica la teoría convencional por suponer
que el funcionamiento de tales instituciones tiene un costo de transacción igual a
cero2 .
También leen mal a Coase y a los autores institucionales quienes, como Cárdenas
(2002), proponen un marco analítico institucional pero sustentan la argumentación
en los resultados empíricos de la función de producción Cobb y Douglas (1928). Para
Coase, la disyuntiva sería clara: o se es institucionalista, o se utilizan funciones
Cobb-Douglas. Desde el punto de vista metodológico, es inconsistente pretender
hacer una lectura institucional con instrumentos como la función Cobb-Douglas.
Piensa Coase (1992, p. 714) que la corriente principal de la teoría económica ha
tratado la firma como una “caja negra”. Y la función de producción Cobb-Douglas
es un excelente prototipo de “caja negra”.
Entre los numerosos aportes de Coase al pensamiento económico, me voy a referir a
dos: el análisis de la naturaleza de la firma y la polémica alrededor del costo social.
Estas reflexiones rompen con la mirada que hasta el momento tenía la teoría
“estándar” o la “corriente principal”, aunque es difícil precisar qué podría significar
este tipo de categoría en los años treinta, cuando Coase escribe “La naturaleza de la
firma” (1937).
2. La función de producción y la naturaleza de la firma
En los años treinta se proponen varias teorías de la firma: Cobb y Douglas (1928),
Robinson (1932, 1933), Hayek (1934), Coase (1937). Y en los años cuarenta, destaco
el estudio de Simon (1945). Sorprende que frente a este abanico tan rico de
alternativas, haya terminado imponiéndose la función de Cobb y Douglas, que es la
aproximación más simple de todas. Este triunfo podría explicarse por dos razones:
la primera es la sencillez matemática y la segunda es la facilidad de modelación3 .
Cobb y Douglas son plenamente conscientes de las limitaciones intrínsecas de su
función. La mayor parte del artículo se dedica a explicarle al lector la forma como
solucionan las dificultades que tuvieron para construir las series de stock de capital.
2
Para Clower y Howitt (1995), la teoría coasiana de la firma es equivocada porque hace una separación
inadecuada entre las instituciones y la dinámica de los mercados. No resuelve las preguntas centrales
sobre el mercado y los precios.
3
Cuarenta años después, Robinson (1971) se pregunta por qué razón la teoría económica mantiene
la pretensión de medir el capital.
Universidad Autónoma de Colombia
56
JORGE IVÁN GONZÁLEZ
También advierten que el stock de capital no es un factor de producción primario, y
reconocen la pertinencia de la definición de los economistas clásicos de los siglos
XVIII y XIX, para quienes los factores de producción primarios son los recursos
naturales y el trabajo. La teoría posterior olvidó que el capital es un factor de
producción secundario y lo siguió tratando como si fuera un factor de producción
primario. El desconocimiento de la importancia de los recursos naturales se refleja
en el deterioro del medio ambiente.
Robinson (1932, 1933) expresa dudas sobre la forma de medición del capital y sobre
el supuesto de rendimientos decrecientes del factor y de rendimientos constantes de
la función. Estos dos principios son absolutamente necesarios para la consistencia
matemática de la Cobb-Douglas. Pero en el mundo real, dice Robinson, como ya lo
habían advertido Marshall (1920) y Chamberlin (1933), los rendimientos del factor
pueden ser crecientes. Y, además, la competencia entre firmas no es perfecta. Para
Marshall, la aglomeración tiene la virtud de transformar los rendimientos decrecientes
en rendimientos crecientes. La teoría convencional prefirió resguardarse en la
comodidad que se deriva de la concavidad de la función Cobb-Douglas, y no tratar
de entender por qué en numerosos procesos productivos los costos marginales son
decrecientes y el rendimiento del factor es creciente.
Hayek (1934), fiel a los principios de la teoría austriaca de la economía, rescata la
relevancia del tiempo y lo considera de manera explícita en la función de producción.
Al afirmar que todo proceso productivo requiere tiempo, Hayek se ubica en un punto
de partida completamente distinto al de la función Cobb-Doublas, en la que no hay
tiempo. A medida que avanza el proceso de producción, el sujeto se va entregando y
ello posibilita el surgimiento del producto. El tiempo no sólo importa en cada proceso
de producción, sino entre los avances tecnológicos. Los procesos intensivos en
capital, decía Böhm-Bawerk (1914), cada vez son más complejos y por ello requieren
más tiempo. La teoría austriaca establece una relación directa entre la tasa de interés
y el futuro, y no cae en el simplismo de la Cobb-Douglas de suponer que la
productividad marginal del capital es igual —en cada momento del tiempo— a la tasa
de interés.
Coase muestra que la naturaleza de la firma radica en que “reemplaza el mecanismo
de precios” (Coase, 1937, p. 389). Donde hay firma no hay mercado. Dentro de la
firma no opera el sistema de precios, sino las jerarquías propias de las relaciones entre
el patrón y los empresarios. En la firma, el patrón manda e impone sus condiciones,
y los demás le obedecen a cambio de un salario. En cambio, en la función CobbDouglas el salario es equivalente a la productividad marginal del trabajo. Para Coase
(1937, p. 404), la determinación del salario tiene que ver con el precio de la libertad.
Si el trabajador considera que el valor de su libertad es alto, exigirá un salario más
elevado, así que la remuneración no tiene nada que ver con la productividad marginal
del trabajo.
En el mercado, donde no hay jerarquías, todas las personas son iguales y el mundo
de los precios opera de manera adecuada. El espacio económico se lo pelean las firmas
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
DOS ENSEÑANZAS DE COASE
57
y el mercado. En algunas circunstancias las firmas crecen, como ha sucedido con el
Citigroup. En otros casos, las firmas prefieren ir al mercado a través de outsourcing,
como ocurrió con la producción de automóviles en Japón a partir de los años setenta.
La decisión de ampliar el tamaño de la firma o de ir al mercado es un ejercicio
permanente de ensayo y error en el que intervienen numerosos factores: posibilidad
de control, capacidad de gerencia, normas tributarias, etc. Las empresas ensayan
alternativas, y en este proceso unas son exitosas y otras se quiebran.
Los costos de transacción están presentes en la firma como en el mercado. Los
empresarios escogen ampliar la firma o ir al mercado porque buscan, en una u otra
alternativa, reducir los costos de transacción. En el mercado también hay costos de
transacción y cuando una empresa opta por el outsourcing es porque supone que los
costos de transacción en el mercado son menores que en la firma.
Gráfica 1
Representación de la decisión entre ampliar el mercado
del producto o avanzar hacia la integración vertical
A, B y C son industrias. c es el punto de partida de la industria B.
Fuente: Coase (1937, p. 402).
La gráfica expresa el tipo de decisiones que debe tomar el empresario. A, B y C
representan tres industrias, cada una de las cuales produce un bien específico; c es
el punto de partida de cada uno de los empresarios que fabrican el producto B. Hay
dos opciones básicas: o ampliar el mercado del mismo producto o avanzar hacia la
integración vertical. Cualquiera de las dos decisiones es riesgosa, y no es factible
realizar cálculos de probabilidad que indiquen cuál podría ser la alternativa más
ventajosa. Es una decisión en condiciones de incertidumbre. Aquí no existe de
antemano, como en la función Cobb-Douglas, un punto máximo de equilibrio. Para
Coase, es imposible conocer por anticipado la forma de la función de producción y,
por lo tanto, sus propiedades matemáticas no son moldeables ex-ante.
Universidad Autónoma de Colombia
58
JORGE IVÁN GONZÁLEZ
La mirada de Coase rompe con la teoría tradicional, porque si la empresa es distinta
al mercado, no hay un sistema de precios de equilibrio que regule todas las
transacciones. En otras palabras, no es posible un modelo de equilibrio general.
Además, las decisiones del empresario no dependen exclusivamente de los precios
sino, sobre todo, de la ponderación que él hace entre los costos de manejar las
jerarquías de la empresa y los costos de ir al mercado. La introducción de jerarquías
y de interacciones complejas entre sujetos genera equilibrios múltiples y mercados
imperfectos4 .
Simon (1945) profundiza los aspectos relacionados con las jerarquías y complementa
el análisis con los aportes de la sicología. El salario es la compensación que se le
entrega al trabajador por la pérdida de su libertad. Simon dice que existe un margen
de tolerancia frente a las arbitrariedades del patrón, que depende de las condiciones
del mercado laboral. Cuando el desempleo es muy alto, el margen de tolerancia
aumenta.
3. El problema del costo social
Coase (1960) retoma una discusión que fue clásica en los años treinta: el problema
del costo social. El asunto tiene que ver con dos aspectos centrales de la teoría
económica. Uno es el de las externalidades y otro es el de la producción con costos
medios y marginales decrecientes. El primer tema tiene que ver directamente con el
costo social. Y el segundo se conoce como la controversia del costo marginal (Coase,
1946, 1947). Ambos problemas ponen en evidencia las limitaciones de la teoría
convencional. Los problemas del costo social y de los costos decrecientes pueden estar
relacionados, aunque no son exactamente lo mismo. En algunas ocasiones se
presentan de manera conjunta, especialmente cuando se trata de un bien público que
se produce con costos decrecientes. El faro es el ejemplo típico de la situación
descrita.
Una empresa que sigue los criterios convencionales de la Cobb-Douglas y produce
con costos marginales crecientes puede generar externalidades positivas (mayor
turismo) o negativas (contaminación). El análisis es más complejo cuando al mismo
tiempo se presentan costos decrecientes (rendimientos crecientes en el margen) y
externalidades, como en el caso del faro. Siempre que se presentan externalidades,
se abre la discusión sobre quién se apropia de los beneficios y/o quién asume los
daños. Pero cuando, además de este problema, los costos de producción son
decrecientes, se debe resolver la dificultad adicional de cómo determinar el precio, ya
que si éste se fija a costo marginal, podría ser cercano a cero.
4
Coase, con Chamberlin, acepta que hay numerosas imperfecciones. En su teoría del duopolio, Coase
(1935) critica la opinión de Chamberlain (1933), para quien el acuerdo entre los dos productores de
un duopolio necesariamente termina en una solución monopólica. En opinión de Coase, este
resultado no es evidente, ya que es posible que se mantenga el duopolio, no obstante el acuerdo entre
productores.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
DOS ENSEÑANZAS DE COASE
59
La respuesta de Coase a estas dificultades está orientada por este criterio: debe
permitirse, en la medida de lo posible, que las partes involucradas negocien entre
sí. El principio ayuda a resolver ambos problemas. En el caso de las externalidades,
invita a que los sujetos implicados dialoguen y lleguen a un acuerdo. Coase ilustra
la reflexión con ejemplos diversos.
1) El dentista conversa con el dueño de la fábrica vecina que hace ruido y acuerdan
que, entre determinadas horas, la empresa le pagará al dentista un valor
equivalente al que recibiría si atendiera a los pacientes.
2) El dueño del bosque dialoga con el propietario de la empresa de los trenes que
incendian los árboles con las chispas de las locomotoras de carbón. Acuerdan que
la empresa pagará una indemnización, pero el agricultor se compromete a no
sembrar árboles cerca de la carrilera.
3) La empresa que contamina con humo negocia con los quince vecinos que
finalmente aceptan irse a vivir a otro lugar.
En estos casos, las partes valoran sus propios costos y beneficios. Para Coase, estos
acuerdos son preferibles a alternativas, como la pigouviana, que imponen tarifas a
la contaminación o al ruido5 . Estas normas no son convenientes porque se pretenden
universales y no consultan los intereses de las partes.
En el caso de los costos decrecientes habría que buscar los mecanismos institucionales
para que los consumidores, en un ejercicio de ensayo y error, vayan expresando el
precio que estarían dispuestos a pagar por el servicio que presta la empresa. Estas
medidas son mejores que los precios regulados porque, como los impuestos
pigouvianos, las normas son generales y desconocen los intereses específicos de
productores y consumidores.
Vickrey (1948, 1955) interviene en la polémica y rechaza las soluciones de Pigou y
de Coase. Propone que el precio se determine teniendo en cuenta la congestión.
Considera apropiado acercar el precio al costo marginal social de corto plazo. Es un
costo social, porque tiene en cuenta la congestión. En un avión, el costo marginal por
pasajero disminuye. Vickrey considera oportuno cobrarle muy poco a quien compra
el pasaje con un año de anticipación y cobrarle muy duro a quien lo compra una hora
antes de la salida del vuelo. Este precio es elevado porque la persona llegó de última,
no importa que el costo marginal sea cercano a cero6 .
4. Conclusión: la actualidad de Coase
Los principios teóricos desarrollados por la corriente principal se quedan cortos para
abordar la propuesta coasiana. Toda interacción humana es costosa. Y el mercado,
5
Ver Pigou (1912, 1920).
6
Sobre la solución de Vickrey, ver González (2004).
Universidad Autónoma de Colombia
60
JORGE IVÁN GONZÁLEZ
en tanto implica relación entre sujetos, tiene costos. Los empresarios y los consumidores
tratan de reducir los costos de transacción. Ello no significa que exista un mundo
ideal en el que no haya costos de transacción. Esta maravilla no ocurre. Coase ni
siquiera la postula como el punto de llegada de la organización social. Siempre hay
imperfecciones y limitaciones derivadas de la condición humana. El mercado
perfecto es una falacia.
Ostrom y Williamson amplían los alcances de la teoría de los costos de transacción.
Ostrom (1990) analiza las relaciones complejas que tienen lugar entre personas que
buscan mejorar sus condiciones de vida, sin pretender llegar a situaciones óptimas.
El gobierno de los bienes comunes puede ser bastante bueno, aunque reconoce que
todos los acuerdos son complicados. Ostrom es optimista y evita caer en la tragedia
de los comunes de Hardin (1968) o en las trampas propias de los juegos de dilema
de prisioneros. Los hechos muestran que las pequeñas comunidades del sur de
California se pueden organizar bastante bien. Williamson (1993), por su parte, invita
a pensar las decisiones de inversión de las empresas como problemas relacionados
con la interacción humana (del gerente con los accionistas y los banqueros, de los
accionistas entre sí, etc.), y no como alternativas de maximización de precios. La
decisión de emitir acciones o de endeudarse es un tema que toca las relaciones entre
sujetos. Por esta razón, ante la reciente crisis financiera, la pregunta de Williamson
no es por las falencias de los modelos financieros, sino por la incapacidad que han
tenido los gobiernos de controlar las corporaciones. La pregunta relevante sería: ¿por
qué el Gobierno norteamericano no ha logrado regular a los grandes, como el
Citigroup?
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ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1, MARZO 2011
El Socialismo de mercado de la
República Popular China a la luz
de la teoría de los costos de
transacción de Williamson
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA1
Resumen
Este ensayo analiza cómo las organizaciones económicas planeadas
centralmente, como es el caso de la República Popular China, sustituyen en
una primera etapa por su conducta, el modelo puro de mercado; sin
embargo a pesar de sus imperfecciones y de su oportunismo, su presencia
es necesaria en el marco del proceso de globalización actual. Se presenta
una conceptualización inicial a partir de los trabajos de Coase (1937) y
Coase (1960). Se explora las implicaciones en la eficiencia del sistema
económico bajo la existencia de los costos de transacción en la teoría de la
empresa de Williamson.
Palabras clave: socialismo de mercado, costos de transacción, globalización,
economía centralmente, mercado, leadership económico.
1
Doctorando en Ciencias de Gestión de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Análisis de
Problemas Económicos, Políticos e Internacionales Contemporáneos. Profesional en Comercio
Internacional. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables de la
Universidad Autónoma de Colombia.
Universidad Autónoma de Colombia
64
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA
Abstract
This test analyzes how the economic organizations planned central, since it is
the case of the Popular Republic China, substitute in the first stage, by his
conduct, the pure model of market; nevertheless, in spite of his blemishes and
his opportunism, his presence is necessary in the frame of the process of
current globalization. One presents an initial conceptualization, from the
works of Coase (1937) and Coase (1960). The implications are explored in the
efficiency of the economic system, under the existence of the costs of
transaction in the theory of Williamson’s company.
Key words: socialism of market, costs of transaction, globalization, economy
central, bought, leadership economic.
Introducción
Aun cuando se critica la juventud de la teoría de Williamson, que parte de un
postulado que se podría considerar como falso, su teoría funciona si partimos de un
postulado contrario. Si bien puede ser cuestionable desde el punto de vista de sus
postulados filosóficos e ideológicos de inicio, es útil para nuestro análisis acerca de
la existencia del modelo de socialismo del mercado de la República Popular China,
a la luz de la teoría de Oliver Williamson.
Las organizaciones económicas tienen diferentes maneras de alejarse del modelo
puro de mercado. Los lazos directos entre las personas y la necesidad de responder,
por medio de formas que demuestren una capacidad limitada de enfrentar la
incertidumbre y la complejidad, repercuten en la naturaleza de los contratos
económicos, en la posibilidad de establecer mercados y en la substitución del sistema
de precios por relaciones directas, jerarquizadas o no. Al demostrar que nuevos
principios son necesarios para comprender la organización interna, Williamson no
pierde de vista la importancia de las presiones del mercado externo en la dirección
de la actividad económica. Coase (1937, ref. 1960 y discurso Nobel 1991) encontró
que era determinante para la existencia de las empresas minimizar los costos de
transacción e interiorizar los intercambios, los cuales, al realizarse en el mercado,
llegarían a ser costosos.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL SOCIALISMO DE MERCADO DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA A LA LUZ DE LA TEORÍA DE LOS COSTOS... 65
1. Estructura de los defectos de la organización y de la
jerarquía en una economía planeada. De qué manera
el modelo económico centralmente planeado de la
República China, en una primera fase, suplanta el
mercado
La estructura de los defectos de la organización y de la jerarquía (Williamson, 1975,
cap. II) se constituye como la base principal de mi análisis hacia la comprensión de
la primacía de la organización interna en el mercado. Tomo el caso de la economía
centralmente planificada de la República Popular China, a partir de la era de Mao
de 1949. Se considera como un hecho que, al principio, había mercados, aun cuando
sea justificado suponer un defecto de la organización interna, si observamos que las
transacciones se desplazan desde un mercado hacia una empresa. Williamson da
como postulado la superioridad de la empresa sobre el mercado. Sería un mercado
perfecto. Sin embargo, dado que hay en el mercado egoísmos, oportunismos,
racionalidad limitada, imperfecciones y dificultad de información (información
asimétrica)2 , se debe recurrir a la empresa o a la organización interna para poder
luchar eficientemente contra los oportunistas. La empresa se encarga de manejar a
los oportunistas.
A partir de las imperfecciones y de la atomización del mercado, y de la ausencia de
factores externos de la economía de mercado, los costos de transacción suben, lo que
hace que las transacciones se desplacen de un mercado a una empresa. Es por ello
que el modelo y los defectos de la estructura de la organización, aplicados simétricamente
a las formas de economía centralmente planificada, instalada entre 1949 y 1976 por
Mao, funciona; de la organización del mercado y de la empresa, no son muy
considerables, en comparación con los defectos del mercado. Esta misma racionalidad,
que empuja a minimizar los costos de transacción, surge del trabajo original de
Coase: “El funcionamiento del mercado lleva en sí mismo costos y es formando una
organización y permitiendo que una autoridad (la empresa) dirija los recursos, que
se economiza ciertos de estos costos”3 . Veamos cuáles serían las razones de la ventaja
de la empresa en la economía en China, en el mercado:
1. De acuerdo con la teoría de Coase, la organización de China funcionaría
perfectamente mientras no existan ni precios ni mercado, dado que la organización
respondió a las necesidades de distribución y de producción de los consumidores.
Para coordinar las acciones de los chinos, ni los precios ni los mercados fueron
2
El origen de los comportamientos oportunistas debe buscarse en las asimetrías de la información
(Akerlof, 1970).
3
El principal antecedente de la teoría de los costos de transacción es el trabajo de Coase (1937), en el
cual se propone un punto de vista alternativo a la economía industrial clásica (Salas, 1987). A partir
de este estudio seminal, otros autores, como Simon (1947), Qrrow (1969) y especialmente Williamson
(1975, 1979, 1985), siguieron su huella.
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66
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA
necesarios, como le demostró el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Ni la
presión ni la variación de elasticidad fueron necesarias para realizar correctamente
las acciones de producción, de distribución y de consumo.
2. La búsqueda de la eficiencia es dinámica. La República Popular China no
abandona tan fácilmente el modelo de economía centralmente planeada. China
tomó medidas para garantizar su funcionamiento. Se advirtió a la población de las
bondades del mercado. Sin embargo, otro elemento habría favorecido el modelo: la
lucha ideológica entre dos sistemas antagónicos engendró una guerra fría tensa y una
guerra psicológica que se orientó a imponer su sistema.
3. Se necesita creer en la organización. La empresa es superior al mercado excepto
cuando tiene defectos. Mientras la distribución de los productos fue racional, el
mercado chino se mantuvo. El mercado siempre estuvo presente; sin embargo,
mientras funcionó con Mao, el mercado no fue necesario. Lo que no significa que se
haya creído en el capitalismo.
Las organizaciones chinas colectivas desarrollaron la idea del managment afectivo.
Un factor de confianza moral, humano, caracterizó el leadership de Mao Tse Tung.
El factor moral fue esencial en la organización, puesto que no dominó el oportunismo
de un mercado influyendo en los valores y las ambiciones de los miembros de la
organización. Hasta ahora, la ventaja de la planeación central (empresa) no consistía
en resolver todos los problemas de una país o en terminar con el oportunismo
presente en la economía de mercado. Al contrario, canalizaba todas las capacidades
humanas hacia la iniciativa de un pueblo. La genialidad de los dirigentes chinos
mantuvo la unidad de China y permitió al mismo tiempo su desarrollo.
En circunstancias en las cuales los contratos complejos son impracticables y en las
cuales los mercados de contado son peligrosos, la economía centralmente planeada
facilita una toma de decisiones adaptable y consecutiva y, de esta manera, se
economiza la racionalidad limitada. La planeación de China favoreció las expectativas
contingentes, lo que redujo la incertidumbre.
La orientación de los mercados y de las jerarquías identificó factores del entorno y
humanos, que explican las circunstancias en las cuales era costoso para Mao Tse
Tung redactar, ejecutar y respetar contratos complejos de condiciones contingentes.
Considerando los riesgos económicos de contratos simples (o incompletos), de las
condiciones contingentes, la economía planeada centralmente evita el marketing,
recurriendo a los modelos jerarquizados de la organización.4 En China, en las
4
Existen dos opciones extremas para asignar los recursos, entre los cuales otras fórmulas híbridas se
formulan con sus respectivos mecanismos de coordinación (Williamson, 1991): a) La jerarquía, que
utiliza como método de coordinación la autoridad. b) El mercado, coordinado por medio del sistema
de precios —lo que supone la llegada de condiciones planteadas por los neoclásicos—. Por
consiguiente, suponiendo costos de producción constantes, la teoría de costos de transacción analiza
las causas en el origen de los costos constantes derivados de cada uno de los mecanismos de asignación
de recursos.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL SOCIALISMO DE MERCADO DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA A LA LUZ DE LA TEORÍA DE LOS COSTOS... 67
transacciones jerárquicas, una cierta forma de subordinación prevaleció. China se
centró en economizar en costos de transacción y no en tecnología o costos de
producción. En los tres años de 1949-1952, se puso en marcha el proyecto “Un
programa común para el desarrollo económico del país”. Con la reforma agraria en
1952, se había distribuido 43 millones de hectáreas a unos 300 millones de
campesinos. Ciertas medidas, por ejemplo la confiscación del capital burocrático, la
nacionalización de las empresas extranjeras, de los bancos, de los ferrocarriles, la
formación de cooperativas y la formación de un mercado nacional único, impidieron
el oportunismo de la economía de mercado. La producción se asoció a las necesidades
del Estado, integrando un mercado nacional.
La economía china, planeada centralmente, reduciría los costos de transacción
eliminando el comportamiento oportunista y los egoísmos propios del mercado.
Williamson, retomando el análisis del surgimiento de las empresas de Coase,
pensaría que la economía de China se explicaría más como una estructura de poder
que como una función de producción. La economía de los costos de transacción se
centra en el desarrollo de estimulantes que minimizan los costos de transacción
posteriores a la creación de un arreglo contractual, es decir, a la verificación del
respeto del compromiso. De esta manera, las instituciones que estudian los arreglos
posteriores al contrato adquieren una gran importancia. China crece y los desequilibrios
financieros monetarios son controlados; se orienta rápidamente hacia la
industrialización de la agricultura. Esta obedece a tres objetivos centrales:
autosuficiencia alimenticia, generación de excedentes por acumulación y facilidad de
mano de obra para el desarrollo industrial.
El Estado fijaba los objetivos de producción, proporcionaba la materia prima y
distribuía la producción; de esta manera, los costos de transacción se reducían. El
modelo de planeación era ciertamente superior al mercado, en el papel; pero había
un problema relativo a la información verdadera de las necesidades de la población.
La planeación no fracasa en el medio chino, dado que sus dirigentes fueron capaces de
producir la abundancia para un mercado de más de mil millones de personas,
desarrollando una política adecuada de distribución. De esta manera, Williamson,
comparando los diferentes métodos de compromiso de la mano de obra, demuestra que
la organización colectiva china tiene importantes atributos de eficiencia para las tareas
que implican la adquisición idiosincrásica de gran parte de la fuerza de trabajo.
China supo organizar sus unidades de producción en jerarquías simples designando
la relación de empleo adecuado para cada una. ¿De qué manera sus unidades
llegaron a consolidarse en la empresa? La respuesta sería: a través de la integración
vertical. China creó una base agrícola e industrial integrada e independiente. Mao Tse
Tung combina la dirección y la coordinación centralizada de los niveles de producción
de los principales productos que movilizaban los recursos de acuerdo con las
necesidades. La distribución de recursos recaía a nivel local.
Con costos de transacción nulos, el nivel de vida mejoró. Se solucionó el problema
de la alimentación, del alojamiento y se creó, en acuerdo con el Banco Mundial, el
Universidad Autónoma de Colombia
68
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA
sistema de salud más igualitario del mundo. La esperanza de vida se elevó de 35 años
en 1949, a 65 años en 1975. Esto se consiguió gracias a la movilización social y a
la conciencia política. La orientación escogida, que tiene sus fundamentos en los
defectos de la organización económica, subraya que son las transacciones, más que
la tecnología, las que determinan en mayor medida la eficacia del intercambio por
un método de organización, en comparación con el otro (Díaz, 2005).
II Conveniencia de introducir el modelo de mercado como
condición necesaria para el apoyo del leadership, en el
marco del proceso de globalización
De acuerdo con el trabajo original de Coase, en su obra “La naturaleza de la empresa”:
La formación de una organización en cabeza de una autoridad (Estado chino)
puede dirigir los recursos economizando ciertos costos del mercado. La
incertidumbre y la racionalidad son caracteres fundamentales de esta posición.
La planeación china serviría para economizar costos de transacción, dado que
la confianza en el mecanismo del precio exige que se determine los costos
adecuados y que la empresa llegue a ser el único proveedor. La economía china
substituye un solo contrato incompleto (un acuerdo de empleo) por muchos
otros completos. (1937, p. 336)
Esto explica la razón por la cual China, a partir de un “gobierno central”, dominó el
régimen financiero, las inversiones y controló las relaciones con el exterior. Los costos
eran lo que debían ser y el Estado chino, el único proveedor (Dorn, 1998).
Sin embargo, me corresponde recordar aquí tangencialmente, el capítulo X: “La
estructura del mercado en relación con la innovación técnica y organizacional”. En
el libro Mercados y jerarquías de Williamson, se hace una distinción importante
entre la eficacia y el progreso, especialmente cuando el interés se dirige a nuevos
productos, como es el caso del “socialismo de mercado chino”, frente a un nuevo
mercado. Con la ayuda de este capítulo podemos comprender que la empresa y los
mercados coexisten en un equilibrio simbiótico, con métodos internos y de mercado
que son a la vez medios alternativos y complementarios para la organización de
actividades tecnológicamente separables.
De acuerdo com Schumpeter, en el capítulo “The Theory of Economic Development”
del libro Capitalismo, socialismo y democracia (1971, pp. 4-15), el nuevo tipo de
competencia en el socialismo del mercado chino puede atribuirse a la nueva
instalación, a la nueva tecnología, a la nueva fuente de recursos, al nuevo tipo de
organización (la unidad de control de más grande escala). Esta competencia que
cuenta con una ventaja definitiva de costos o de calidad y afecta no sólo los márgenes
de utilidad y la producción de la empresa, sino también sus fundamentos y sus vidas
mismas (Schumpeter, 1942). El tamaño de la economía china y las dimensiones de
la población, el desarrollo de nuevos materiales, el progreso de las comunicaciones
y las nuevas tendencias de la economía digital exigen nuevas formas organizacionales
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL SOCIALISMO DE MERCADO DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA A LA LUZ DE LA TEORÍA DE LOS COSTOS... 69
que permiten enfrentar el proceso de globalización. La invención, la innovación y las
nuevas patentes de la economía de mercado reducirían el margen de maniobra de la
República Popular China.
A partir de Deng Xiaping, no todo sería favorable a la primacía de la empresa sobre
el mercado. Se veía la estructura de los defectos de organización que consistían en un
conjunto de factores humanos y del entorno, que explicaba la eficiencia del
compromiso. Vemos ahora de qué manera el mercado se introduce en China y cuáles
son los elementos que motivan la suplantación de la economía planeada centralmente.
A la muerte de Mao, en 1976 estas preguntas surgen. Había que considerar si el
mercado suplantaría la empresa o si la empresa iba a suplantar definitivamente el
mercado. ¿La estructura de la organización de la República Popular China era
suficiente? ¿El proceso de globalización exigía que el mercado se enfrentara a las
nuevas realidades tecnológicas y de intercambio, manteniendo la unidad del pueblo
y respondiendo de esta manera a la burocracia?
Cuando la planeación experimenta algunas dificultades, el mercado complementa
la empresa y la fragmentación de su economía fue utilizada para el mercado. La
densidad demográfica creó obstáculos para la mecanización agrícola, y entonces
llegó a ser necesario establecer relaciones con los países socialistas. Como consecuencia
de las grandes dimensiones de la economía, empezó a suceder la rareza de los recursos
de inversión y el excedente traído por la agricultura no alcanzaba los montos
esperados. China era un país pobre, atrasado y subdesarrollado. En 1976, el ingreso
por cabeza era el 10% del de la URSS y el 2% del de Estados Unidos. Se admitía que
100 millones de personas no disponían de alimentos suficientes. En la segunda
sesión plenaria del IX Comité Central (30 de diciembre de 1978), se resumió tanto
las experiencias positivas como las negativas del socialismo llevado a bien por China.
Además, se aprobó la propuesta de Deng Xiaoping de realizar la restauración
socialista del país. Coase (1937, pp. 14, 336, 338-341, 350) explica la existencia de
un mercado a partir de los costos de transacción: los mercados son instituciones que
existen para facilitar el intercambio, es decir que existen para reducir los costos
implicados por la realización de transacciones, “China ve la necesidad de introducir
el mercado, cuando su modelo económico planeado centralmente se declara incapaz
de crear un contexto social necesario para la cooperación, la confianza y el
reconocimiento de compromisos.5
El capítulo II de Mercados y jerarquías de Williamson deja entrever que China
permite de entrada la economía de mercado, dado que los mercados y las empresas
son instrumentos opcionales que permiten complementar un conjunto de transacciones
5
El premio Nobel de economía James Buchanan (1979, p. 81-82) llamó “principio del orden espontáneo”
al “más importante principio fundamental de economía”. Su idea es que los individuos buscan sus
propios beneficios en un sistema de propiedad privada y de mercados libres que provoca intercambios
y da beneficios a ambas partes, y que los principios determinados para la competencia las decisiones
económicas sin la planeación central. Por otro lado, la planeación central no puede conducir a un
resultado semejante al generado por el mercado, porque nadie tiene suficiente información para
conocer este resultado de antemano (ver Hayek, 1945; Lavoie 1990).
Universidad Autónoma de Colombia
70
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA
relacionadas entre sí. El hecho de que un conjunto de actividades se desarrolle por
medio de la economía de mercado depende de la eficiencia relativa de cada modelo.
De un lado, los costos que implica para China el hecho de redactar y ejecutar
contratos complejos a través de un mercado, varían de acuerdo con las características
de las personas encargadas de tomar las decisiones, personas involucradas en la
transacción y en las propiedades objetivas del mercado; de otro lado (Williamson,
1975, p. 24), es evidente que había en China factores humanos y del entorno que
impedían los intercambios entre las empresas (a través de un mercado), lo que
permitía reconocer los límites transaccionales de la organización interna de la
economía planeada antes de Deng Xiaoping.
China comprendió que la organización debía adaptarse al proceso de globalización
y que la mejor manera de no caer en la misma crisis que los soviéticos era adaptar
la organización al proceso de globalización, y la dejaron entrar en el mercado, de
manera que la burocracia no se viera cuestionada. Aun cuando la teoría de
Williamson muestra la superioridad de un sistema con respecto al otro, es claro que
esta superioridad puede interpretarse como propia de la guerra fría.
La economía de mercado se impone en tres etapas. En la primera, el PNB se duplica
en diez años, de 1980 a 1990, y el problema de la subsistencia elemental de la
población es resuelto; la segunda se propuso, para el año 2000, cuadriplicar el PNB
de 1980 (se consiguió en 1996) y alcanzar un nivel de vida modestamente
acomodado; la tercera meta señala, para la mitad de este siglo (2049), alcanzar el
nivel de países medianamente desarrollados. ¿Por qué, entonces, se produjo el éxito
de esta economía a pesar de los riesgos de oportunismo, de incertidumbre, de
irracionalidad limitada, de repercusión de la información y del entorno?6 . El país
había conseguido fortalecer un Estado soberano, unificado en su parte continental,
y poseía un peso importante y un reconocimiento internacional. Había desarrollado
complejos industriales en todos los sectores de la economía. Es interesante observar
que, para enfrentar los objetivos trazados, China no escogió volver al “modelo
centralizado”. Este país se orienta hacia las exportaciones de mercado mundial,
abandona su política aislacionista internacional, incorpora la inversión extranjera
directa y establece bases geográficas espaciales económicas alrededor de sus
superficies costeras. De esta manera, combina el trabajo ideológico y político con
mecanismos económicos. En 1979, establece el “sistema de responsabilidad por
6
En lo relativo al comportamiento del ser humano, la naturaleza intangible de los activos tecnológicos
desafía la racionalidad limitada de los individuos (Simon, 1947) y aumenta la probabilidad de que
se comporten de una manera oportunista. Con los costos de transacción derivados del comportamiento
de agentes, conviene buscar otras fuentes de costos en el entorno en el cual se opera el intercambio:
1) El nivel de incertidumbre tecnológica se encuentra en el origen de las dificultades de identificación
de posibles contingencias y el valor real de las tecnología en el futuro y, por consiguiente, para la
redacción de contratos complejos. 2) La frecuencia de la transacción tecnológica, que determina la
posibilidad de amortiguar más fácilmente los costos fijos derivados del establecimiento de una
estructura interna para administrar la transacción. 3) El número de contratantes sirve de unión entre
los costos derivados del entorno de la transacción y del comportamiento de los agentes. En este sentido,
la presencia de grupos reducidos de contratantes tiene una influencia determinante sobre la
probabilidad de que los agentes manifiesten un mayor comportamiento oportunista frente a la
dificultad de encontrar elementos alternativos con los cuales negociar (Williamson, 1975).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
EL SOCIALISMO DE MERCADO DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA A LA LUZ DE LA TEORÍA DE LOS COSTOS... 71
contrato familiar” y en 1985 las transferencias directas de utilidades al Estado son
sustituidas por un impuesto sobre los beneficios; se introduce un sistema paralelo, o
“duelo de precios”, lo que hizo que el 40% del valor de la producción industrial dependiera
de objetivos determinados centralmente. En las ramas industriales, los productos
sujetos a contrato fueron reducidos y se aumentó, poco a poco, el papel y el espacio del
mercado. El mecanismo “duelo” estipulaba que la empresa recibiría una parte de
recursos por medio de asignaciones planeadas; y lo demás lo conseguiría en el mercado.
Finalmente, fue por razones burocráticas que las empresas no substituyeron
completamente el mercado. La integración vertical de la economía china no se afecta
inmediatamente por la concentración del mercado. El modelo planeado centralmente
incorpora la economía de mercado y, a pesar de las deficiencias de la organización
para manejar el gran tamaño y la complejidad, se mantiene gracias al desarrollo de
su estructura una división múltiple que supera las condiciones de pérdida de control.
esto permite la expansión con nuevos recursos y aumenta la concentración, la
diversificación y apoya porcentajes elevados de especialización de productos
(Williamson, 1975, p. 226). Es por esto que la magnitud de la economía china adoptó
esta estructura y que sigue creciendo. La pregunta que se plantea ahora es si el
mercado logrará suplantar definitivamente la empresa.
Conclusión
Frente a la pregunta de si conviene considerar que es el mercado el que suplanta la
empresa o si es la empresa la que suplanta el mercado, Williamson postula la
superioridad de la empresa sobre el mercado. Frente a la existencia en el mercado del
egoísmo, de oportunistas, de imperfecciones del mercado y de la dificultad de
información perfecta, se necesita recurrir a la empresa para poder luchar eficientemente
contra los oportunistas y la racionalidad limitada. Las organizaciones económicas
planeadas centralmente, como aquellas de la República Popular de China, suplantan,
en una primera etapa, el modelo puro de mercado. Sin embargo, a pesar de sus
imperfecciones, su presencia en el mercado es necesaria en el marco del proceso actual
de globalización. La planeación china tendría la ventaja, pero esta se atenuaría en
beneficio del mercado cuando la empresa entre en problemas y su fragmentación sea
aprovechada por el mercado.
La empresa y el mercado coexisten en un equilibrio simbiótico, con métodos internos
y de mercado que son a la vez medios alternativos y complementarios para la
organización de actividades tecnológicamente separables. China comprendió que la
organización debía adaptarse al proceso de globalización y que la mejor manera de no
caer en la misma crisis soviética era hacerlo por medio de una estructura de divisiones
múltiples y permitir que el mercado complementara la economía planeada, conservando
la organización y dejándola entrar en el mercado, de tal manera que la burocracia no
se viera cuestionada. China ve la necesidad de introducir el mercado cuando su
modelo de economía centralmente planeada se declara incapaz de crear un contexto
social necesario a la cooperación, la confianza y el reconocimiento de compromisos.
Universidad Autónoma de Colombia
72
OSCAR RENÉ MARTÍNEZ MESA
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Universidad Autónoma de Colombia
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Obstáculos para definir derechos
de propiedad en el caso de
recursos comunes globales e
intergeneracionales
FREDDY CANTE1
Resumen
La definición de activos económicos de Coase (sean bienes o servicios) como derechos
de propiedad (en un sentido jurídico y político, sección 1) no permite superar
obstáculos cognitivos (racionalidad limitada, sesgos y prejuicios) ni morales
(codicia), que son inherentes a los seres humanos. Tampoco permite captar las
realidades físicas de tales activos (contingencia, incertidumbre), en particular
en un mundo en donde todos los recursos son comunes y entran en un flujo
global e intergeneracional (secciones 2 y 3).
Palabras clave: derechos de propiedad, costo social, comunes globales e
intergeneracionales.
Abstract
The idea of Coase about the definition of economic assets (goods or services)
as property rights (in a legal and political sense) is summarized in section 1.
In the next two sections are showed the main limitations of his proposal. This
definition cannot help us to overcome cognitive barriers (bounded rationality,
biases and prejudices), nor moral hindrances (mainly greed), which are
inherent characteristics of human beings. This definition cannot help us to
encapsulate physic realities of the assets (uncertainty and contingency),
particularly in our world where all resources are commons and, consequently,
they are part of a global and intergenerational flux.
Key words: Property rights, social cost, global communications and between
generations.
1
Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor asociado de la
Facultad de Ciencia Política y de Gobierno de la Universidad del Rosario.
Universidad Autónoma de Colombia
76
FREDDY CANTE
1. Síntesis del planteamiento de Coase sobre el costo
social
En su clásico artículo, “El problema del costo social”, en relación con la definición
de los derechos de propiedad, los planteamientos esenciales de Ronald Coase (1988)
son los siguientes:
a. Puesto que el mercado es una institución (un conjunto de relaciones sociales de
propiedad e intercambio, en gran parte definidas y reguladas por el poder
político), los objetos de transacción no son asumidos como entes físicos sino,
fundamentalmente, como derechos de propiedad.
b. Quien posee un activo (sea este un bien o un servicio) ostenta un derecho (una
libertad económica) para darle el uso que mejor convenga a su visión del mundo
y a sus intereses. Por ejemplo, el propietario de una finca puede utilizarla para
la contemplación o la recreación pequeño burguesa, o para crear una microcomuna
ambientalista, a lo H. D. Thoreau, o para introducir algún cultivo o cría de
animales destinados al comercio.
c. La mencionada libertad económica no puede ser absoluta (una soberanía total
para todos generaría una pérdida de libertad para toda la gente, algo análogo al
dilema de los prisioneros). Por tanto, en aras de evitar mutuos perjuicios
colectivos, ha de existir una regulación: sea el imperio de los precios del mercado,
o la imposición de impuestos y normas por parte del Estado, o diversas
modalidades de tiranía social de carácter comunitario.
d. Un enfoque maximalista para definir los derechos de propiedad exige un
conocimiento de los efectos totales (costes y beneficios) de un activo, no sólo en
términos económicos (para indagar si genera más bienestar que malestar) sino,
además, en aspectos morales y estéticos (lastimosamente Coase deja enunciada
tan ambiciosa empresa y evade tormentosas discusiones de juicios de valor).
e. Un enfoque minimalista exige que la definición de derechos de propiedad, bajo
el imperio de la lógica mercantil (maximización del crecimiento o riqueza
agregada), se haga tomando en cuenta la naturaleza recíproca de las interferencias
económicas: A puede causar daño a B, pero se puede dejar de percibir un benéfico
efecto total (mayor riqueza y crecimiento) al obstruir el derecho de A en aras de
defender el derecho (menos rentable y relevante) de B.
f.
La definición misma de los derechos de propiedad y de las consecuencias
benéficas o nocivas de los usos que se le den, son tareas costosas. En un mundo
de división social del trabajo y del conocimiento, escasez y asimetría de
información, riesgos del oportunismo, incertidumbre sobre futuros estados de la
sociedad y de la naturaleza, y problemas de racionalidad limitada, se incrementan
desmesuradamente tales costos.
g. El derecho para ocasionar un daño es también un factor de producción. Se asume
que si un proceso productivo aporta positivamente al crecimiento global,
entonces debemos tolerar males menores (contaminación, ruido, y demás daños
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
OBSTÁCULOS PARA DEFINIR DERECHOS DE PROPIEDAD EN EL CASO DE RECURSOS...
77
a la naturaleza y a las personas). La licencia para hacer daño es permisible si
quien lo genera contribuye a un valor agregado (riqueza total) mayor que el
perjuicio que ocasiona.
2. Síntesis del modelo de recursos comunes no estrictos
Un planteamiento central en el seminal libro Salida, voz y lealtad, escrito por el
economista Albert Hirschman (1970), se puede presentar brevemente así: la gran
facilidad que tienen las sociedades humanas para deteriorarse es el costo que se paga
por la existencia de grandes niveles de productividad; y, en especial, por la
disponibilidad de enormes excedentes de recursos muy por encima del nivel de
subsistencia. El deterioro (podríamos decir, el coste social) ocurre en cualquier
sistema económico, social o político, y se traduce en un comportamiento deficiente,
irracional, ilegal, vicioso y poco o nada funcional.
En una perspectiva más realista (la cual incluye el tiempo y la historia), los
denominados bienes de consumo colectivo, tan fantasiosamente bautizados como
bienes públicos puros (Pascal sugirió que Dios, en razón de su infinita e incondicional
benevolencia, es el único bien público puro), pueden más bien ser entendidos como
unos recursos de acceso común.
El biólogo G. Hardin (1968) mostró que, en el ámbito microeconómico, puede existir
un bien libre (de acceso abierto), por ejemplo, un terreno de pastura. Si en tal terreno
ingresa una comuna de pastores, cada uno con una población moderada de ovejas,
entonces puede existir algún grado de libertad, en el sentido de que cada animal
puede saciarse de pasto y subsistir sin interferencias (rivalidades, competencia). Si,
seguramente debido a la codicia individual de cada pastor, la población de ovejas que
cada cual lleva a pastar es incrementada, entonces comenzarán los problemas de
escasez y congestión. Si se persiste en la ciega codicia y en buscar tan sólo la ganancia
privada, entonces cada cual incrementará aún más la cantidad del rebaño de ovejas,
a tal punto que el desmesurado aumento generará un mal colectivo traducido en una
situación de tragedia de los comunes: el recurso de acceso común se agota y se
extingue. Cuando, como en el ejemplo, hay una situación de recursos comunes
estrictos (anclados en una localidad y en el corto o mediano plazo), la ambición
personal (la vulgar codicia de cada pastor que lleva todas sus ovejas a pastar) genera
unos males colectivos que son discernibles. Tales perjuicios (diríamos, costes
sociales) son directos, quizás medibles y, en especial, son experimentados por los
mismos usuarios del recurso. Además, corresponden a la misma moneda o especie
de la que está hecho el recurso (en el ejemplo, los males colectivos se traducen en la
escasez y luego en la extinción del pasto).
Tan sólo en circunstancias estrictamente locales, en donde existen pequeños grupos
humanos como familias o comunidades que comparten algún ambiente con recursos
de uso común, hay una enorme sensibilidad colectiva para percibir y afrontar daños
(o costes sociales) que amenazan a toda la colectividad. Los comportamientos
Universidad Autónoma de Colombia
78
FREDDY CANTE
equivocados de esos diminutos grupos humanos son corregidos gracias a que es
posible detectarlos oportunamente, y debido a que los males que puedan generarse
van a recaer, directamente, sobre las mismas personas que los causaron. En 2009 le
fue concedida la mención Nobel para economistas a la profesora Elinor Ostrom
(1990), quien ha mostrado, con elocuente teorización y abundante evidencia
empírica, los éxitos de pequeñas comunidades para cuidar de recursos naturales y
generar formas de autogobierno en ambientes estrictamente locales. Tales modalidades
de regulación (autogestión comunitaria) constituyen serias alternativas a las tan
publicitadas y predominantes formas de regulación estatal (a través de incentivos
selectivos) o mercantil (mediante señales de precios).
Infortunadamente, la tendencia predominante en el nuevo siglo es la de un mundo
cada vez más globalizado, con mercados que abarcan no sólo la geografía global, sino
también la casi totalidad de las relaciones humanas. Esto trae como consecuencia
el hecho de que, muy frecuentemente, los grupos humanos que con su mal
comportamiento generan un daño colectivo no son los mismos que sufren las
consecuencias nocivas de tal anomalía. Esto ocurre porque los recursos comunes
dejan de ser de uso estrictamente común y, literalmente, fluyen a través de la
geografía y del tiempo. Aquí aplica la metáfora del río: las personas que contaminan
aguas arriba no son las mismas que consumen el agua río abajo.
Thomas Schelling (1978) habría de perfeccionar el modelo de los comunes, al sugerir una
ampliación de los límites temporales y espaciales de tales recursos. Al igual que G.
Hardin, este autor insiste en que puede existir una tragedia de los comunes, dado que
tales recursos están sujetos a una explotación desmesurada a medida que se incrementa
la población que los usa. En Cante (2010) mostré que la codicia desenfrenada (apetitos
insaciables de consumidores e inversionistas) es un problema tan (o incluso más) grave
como el de la explosión demográfica (la alarma maltusiana reactivada por G. Hardin).
En el modelo de Schelling se muestra que la cantidad de recursos comunes (Qr) se
reduce en la medida en que aumenta el número de individuos (n) quienes, se insiste,
hacen una explotación y / o contaminación dispendiosas de estos. Hay unos límites
vagos o difusos entre tres zonas, que son: máxima liberalidad (con máximos grados
de libertad individual, debido a la poca población y a los pocos efectos externos);
congestión de libertades (debido a problemas de congestión, se reduce la libertad de
todos los individuos que gozan del recurso común); y tragedia, donde hay tal exceso
de población egoísta que la explotación dispendiosa (o contaminación) del recurso
común conduce a la suprema escasez (la destrucción del común).
La propensión al deterioro existe aun en ámbitos microeconómicos, en localidades
pequeñas y en los contextos más amplios de las economías nacionales. Por ejemplo,
las decenas de muertos y los cientos de afectados por un derrumbe que, a fines de
2010, acabó con un humilde barrio en la zona de Bello en la ciudad de Medellín,
fueron causados por el mal uso de la tierra en la zona alta de la montaña de aquel
poblado. Quienes se beneficiaron con lucrativas actividades de extracción minera,
luego de depósito de basuras y, posteriormente, de parqueo de vehículos pesados, no
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
OBSTÁCULOS PARA DEFINIR DERECHOS DE PROPIEDAD EN EL CASO DE RECURSOS...
79
fueron los mismos humildes citadinos que padecieron las consecuencias del
mencionado comportamiento avaricioso y egoísta.
En el ámbito macroeconómico e internacional, es colosal la facilidad para tolerar el
deterioro y para ser insensibles ante los nocivos comportamientos. Por ejemplo, las
nuevas víctimas de desplazamiento forzado debido a desastres ambientales (huracanes,
sequías, inundaciones, etc.) son, con mucha frecuencia, pobladores del llamado
Tercer Mundo, y sufren las consecuencias del comportamiento nocivo de habitantes
del denominado mundo desarrollado, quienes se caracterizan por elevados niveles de
consumo de energía y excesivos niveles de contaminación ambiental.
3. Discusión
El legendario aserto de Heráclito, “no es posible bañarse dos veces en el mismo río”,
ayuda a entender que las llamadas externalidades (problemas de rebosamiento,
filtración, escape de fluidos que no están definidos en los derechos de propiedad ni
menos aún internalizados en los precios de las transacciones) no son accidentes
marginales. En un mundo cambiante las definiciones de derechos resultan, por
completo, contingentes e inciertas, dado que los activos (sean bienes o servicios) no
son stocks (piezas estáticas de un espacio) sino, fundamentalmente, flujos (momentos
o estados transitorios de una especie de río en permanente cambio y mutación).
Los efectos benéficos y los resultados nocivos de los diferentes derechos de propiedad
se definen apenas muy parcialmente, debido a que los individuos que ostentan la
libertad para usar tales propiedades están, ellos mismos, sujetos a unas estrechas
(mezquinas) fronteras artificiales (Estado nación, comunidad, corto o mediano
plazo). Por lo demás, tales seres humanos —demasiado humanos— son muy
imperfectos, tienen problemas de racionalidad limitada (información incompleta,
sesgos y fallas cognitivas). También padecen una pobre moralidad y un limitado
amor cívico, pues, inmersos en la sociedad de mercado, están cegados por la codicia
(una propensión a usufructuar aquí y ahora de toda la riqueza disponible) a costa de
su prójimo.
Otro impedimento mayúsculo para definir los derechos de propiedad es el de la
incertidumbre radical. Las consecuencias benéficas y dañinas de cualquier derecho de
propiedad no se pueden conocer ni menos aún delimitar de antemano. Tal como
acontece en el magistral relato de Jorge Luis Borges, “El jardín de los senderos que se
bifurcan”, existe una pléyade de posibles mañanas, una pavorosa bifurcación de
nuevas escogencias que se multiplican cada vez que le apostamos a una opción futura.
Si osamos saltar del escenario de piscina infantil de Coase (sus ejemplos
microeconómicos de querellas entre un criador de vacas y un cultivador de maíz),
al salvaje y oscuro océano de la globalización (que trasciende los aún parroquiales
escenarios de la macroeconomía cerrada), nos estrellamos con la cruda realidad de
los recursos comunes globales e intergeneracionales. ¡Así resulta imposible no sólo
Universidad Autónoma de Colombia
80
FREDDY CANTE
definir derechos de propiedad, sino también indagar sobre sus efectos nocivos y
benéficos totales!
Cuando imaginamos siquiera intuir alguna definición de derechos de propiedad en
escenarios contingentes, abiertos e inciertos, como los de los recursos comunes
globales e intergeneracionales, podemos al menos constatar que las interdependencias
son tan complejas que se reduce, dramáticamente, la soberanía individual para
definir los derechos de propiedad. La libertad que cada individuo tenga para
establecer algún derecho de propiedad depende de una interacción no sólo con sus
semejantes (en ámbitos de competencia imperfecta mercantil, política y comunitaria)
sino también con la naturaleza misma que, por lo demás, resulta crecientemente
alterada por la acción humana.
Quizás el ejemplo más elocuente de esta realidad es el de la energía nuclear. Por los
días en que se escribió este artículo la frágil memoria global constató que aún vivimos
la pesadilla de la destrucción total. Desde hace 66 años, Japón (con la pérdida de
Hiroshima y Nagasaki derivada del uso de la bomba atómica por parte las potencias
militares aliadas) nos recuerda que el derecho para destruir a otros mediante tan letal
arma es tan incierto e ilimitado que puede acabar con todo el globo… desde entonces
cada día nuevo es un milagro. Hoy constatamos que los usos supuestamente
benéficos de esta energía limpia y poderosa son tan incontrolables como la activación
de bombas atómicas: ¿acaso los miopes expertos y tecnócratas que definieron los
derechos para usar energía atómica podían, o les convenía, vaticinar los efectos
nocivos de un escape de tal tipo de energía?
En el acertado planteamiento de Hirschman (1970), los organismos sociales que se
deterioran irremediablemente y fenecen son, por lo general, aquellos que acallan la
voz y taponan la salida. Los que sobreviven son los que permiten la voz (entendida
como alerta, queja, denuncia, sugerencia, señal de cambio) y permiten una lealtad
condicional: si la voz no es escuchada, entonces se propicia una salida masiva que
desintegra al organismo.
Tenemos tan sólo un mundo habitable, de tal suerte que la única salida ante la crisis
global o ante la percepción por parte de algún individuo de la inviabilidad misma del
planeta es el suicidio. Aunque por los motivos y circunstancias expuestos en este
breve artículo no podemos definir correctamente los derechos de propiedad, al
menos, en aras de la supervivencia, es apenas sensato escuchar las voces de alerta de
quienes resultan más perjudicados por los efectos nocivos que emergen de ciertas
libertades económicas.
Conclusión
Tenemos tan sólo un mundo habitable, de tal suerte que la única salida ante la crisis
global o ante la percepción por parte de algún individuo de la inviabilidad misma del
planeta, es el suicidio. Aunque por los motivos y circunstancias expuestos en este
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
OBSTÁCULOS PARA DEFINIR DERECHOS DE PROPIEDAD EN EL CASO DE RECURSOS...
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breve artículo no podemos definir correctamente los derechos de propiedad, al
menos, en aras de la sobrevivencia, es apenas sensato escuchar las voces de alerta de
quienes resultan más perjudicados por los efectos nocivos que emergen de ciertas
libertades económicas. Más allá de los problemas de definición enunciados, la
prioridad hoy es generar modelos más sensibles para captar los males colectivos (y
seguramente los bienes) que son característicos de los flujos conocidos como recursos
globales e intergeneracionales.
Bibliografía
Cante, F. (2010). Libertades individuales y acción colectiva. Bogotá: Editorial Universidad
del Rosario.
Coase, R. H. (1988). The Firm, the Market and the Law. Chicago: University of Chicago
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Universidad Autónoma de Colombia
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Prosperidad para todos
¿Una utopía posible?
JULIO SILVA-COLMENARES1
Resumen
Este documento es un breve análisis del segundo de los tres objetivos
principales del Plan de Desarrollo del gobierno Santos: disminuir la pobreza.
A pesar de que el Plan declara la adhesión del Gobierno a las concepciones de
la tercera vía, concede demasiada importancia al crecimiento económico, sin
tener en cuenta que este es necesario pero no suficiente. Por tanto, soslaya las
verdaderas barreras estructurales, en especial la alta concentración del ingreso
y de la propiedad que la hace posible. En consecuencia, señala que las políticas
propuestas no llegan a la solución de fondo y se quedan en el asistencialismo,
que tiene un alto costo económico y moral y una eficacia lenta. Por último,
propone un gran acuerdo político y social para definir como propósito nacional
la recomposición del ingreso en favor de los trabajadores, sin afectar de manera
sustancial la reproducción económica.
Palabras clave: Tercera vía, crecimiento económico, desarrollo humano,
concentración del ingreso, ingreso nacional.
1
Fundador, miembro de número y coordinador de la Comisión sobre Problemas del Desarrollo;
vicepresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas; miembro correspondiente de
la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España; PhD en economía (summa cum laude)
de la Escuela Superior de Economía de Berlín y doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de
Rostock (Alemania); director del Observatorio sobre Desarrollo Humano y profesor-investigador
de la Universidad Autónoma de Colombia; presidente de la Fundación América Mundial; profesor
visitante de postgrado en varias universidades; autor de 11 libros, 21 folletos y más de 300 ensayos
y artículos científicos publicados en Colombia y el exterior; coautor en 20 libros. Correos
electrónicos: <[email protected]>, <[email protected]> y
<[email protected]>.
Universidad Autónoma de Colombia
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JULIO SILVA-COLMENARES
Abstract
This document is a brief analysis of the second of three main objectives of the
Development Plan of the Santos Government: reduce poverty. While the Plan
declares the adhesion of the Government to the conceptions of the third way,
it attaches too much importance to economic growth, without taking into
account that economic growth is necessary but not sufficient. It therefore
overlooks the real structural barriers, especially the high concentration of
income and property which makes it possible. As a result, notes that the
proposed policies fail to fund solution and most stays in the old welfare
[asistencialismo], which has a high economic and moral cost and a slow
effectiveness. Finally, it proposes a great political and social agreement to
define as a national purpose the recomposition of the income in favor of
workers, without substantially affecting the economic reproduction.
Key words: Third way, economic growth, human development, concentration
of income, national income.
1. ¿Una tercera vía que se queda en simple
crecimiento económico?
El Plan Nacional de Desarrollo propuesto por el gobierno del presidente Juan Manuel
Santos, denominado “Prosperidad para todos”, tiene tres objetivos principales, como
se desprende de su propio subtítulo: “más empleo, menos pobreza y más seguridad”.
Este comentario tiene como finalidad referirse al segundo objetivo y se escribe antes2
de que el Congreso de la República le dé carácter de ley, conforme a la Constitución
Política del país, pero se espera que sus lineamientos fundamentales no cambien. No
obstante, si al voluminoso texto básico se adicionan todas las propuestas que han
surgido en los debates reglamentarios, el Plan se parecerá más al “árbol de Navidad”
al que se refieren algunos analistas —en razón de las solicitudes “colgadas” por los
congresistas—, haciendo que se amplíe la “colcha de retazos” de que hablan otros
comentaristas. Son gajes de la democracia, como se dice en términos populares, pero
a medida que el Plan tenga más “arandelas”, será más difícil que la “utopía posible”3
de la “prosperidad para todos” se cumpla —por lo que, más bien, puede terminar
pareciéndose a una “misión imposible” de un igualitarismo decimonónico—; también
será difícil que se logre el objetivo de disminuir en términos significativos la pobreza,
2
Se terminó de escribir el 25 de marzo de 2011.
3
Posible, en cuanto el Diccionario de la lengua española (vigésima segunda edición) define utopía como:
“Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su
formulación”. En la historia de la humanidad se conocen muchas utopías que se han hecho realidad.
De otro lado, si bien la etimología más aceptada de la palabra se vincula con las expresiones griegas
?? (no) t?p?? (lugar): lugar que no existe, en las anotaciones de pie de página que trae la edición de
Utopía de Thomas More, revisada por Ralph Robynson (p. 120), se dice que también puede provenir
de e? (bueno o feliz), por lo que podría significar lugar bueno o feliz o tierra de la felicidad, que también
es la idea que transmiten diversos textos de la época griega.
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PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
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como lo comprueba lo ocurrido con gobiernos anteriores, que se propusieron
objetivos similares.
A pesar de lo que puede pasar, coincidimos con el Plan cuando en los primeros
párrafos plantea que si bien
[…] todavía enfrentamos grandes retos como los de consolidar la seguridad,
disminuir el desempleo, eliminar la pobreza, y enfrentar los desafíos del
cambio climático, es indudable que hemos sobrepasado unas barreras que
parecían inquebrantables hace unos años, y el camino hacia la prosperidad,
no obstante difícil, parece ahora más despejado […]. Estamos ante la
oportunidad de superar adversidades comunes y recientes, empinarnos por
encima de la inercia, y proponer y encarrilar al país hacia la prosperidad
democrática. Una circunstancia que nos permite soñar con dar ese gran salto
que nos dé la entrada, en un futuro no muy lejano, al selecto club de los países
desarrollados. El sueño de un país seguro y en paz, con bajos índices de
pobreza y con una población educada y trabajando.
Y a continuación se da testimonio de un antiguo anhelo del presidente Santos, que
le conocimos cuando era presidente de la Fundación Buen Gobierno: liderar una
propuesta de tercera vía, como se ha planteado en círculos progresistas de la Gran
Bretaña, y que otros prefieren llamar la nueva izquierda4 . “Como lo ha dicho el
presidente Santos —leemos también en los párrafos iniciales de las Bases—, el
objetivo es establecer un gobierno de Tercera Vía que se resume en un principio
fundamental: el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea
necesario. Un gobierno que prioriza las políticas que maximizan el impacto social,
independientemente de su origen ideológico”.
Nueva izquierda que, como dijo el conocido periodista Daniel Samper, tuvo su
declaración de principios en Nuestra América con el discurso del presidente brasileño
Luiz Inácio Lula da Silva en Davos, en enero de 2003, cuando dijo:
Brasil trabaja para reducir las desigualdades económicas y sociales, profundizar
la democracia política, garantizar las libertades públicas y promover activamente
los derechos humanos. […] Buscamos un cambio en beneficio de los
desprotegidos, los humillados, los ofendidos y los que no ven por ahora
posibilidades de redención. […] Hay que crear empleos dignos, mejores
inversiones, expandir mercados, fortalecer salud y educación, propiciar el
desarrollo cultural, científico y tecnológico. […] Mi compromiso es asegurar
que todos los brasileños puedan desayunar, almorzar y comer. (Como se cita
en Samper Pizano, 2010, pp. 1-11).
4
Como ilustración, véase Giddens (1999) o Laxer (1996). Como se lee en la entrevista que le hizo Jorge
Emilio Sierra Montoya, cuando era director de La República, al hoy presidente Santos, la “tercera vía
que proclama, haciendo eco de Tony Blair no pretende convertirse —aclara— en un tercer partido,
sino reconstruir al liberalismo con un énfasis social, dentro de la nueva izquierda, según parámetros
de la economía de mercado, no a través del estatismo obsoleto” (Sierra, 2003, p. 30).
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JULIO SILVA-COLMENARES
Como se reconoce más adelante —cuando se habla de la consistencia del Plan—:
[…] el verdadero desafío es hacer este sueño realidad, lo cual implica aterrizar
los lineamientos y las metas a las realidades del país. Es decir, reconocer la
naturaleza de nuestra estructura productiva, y de nuestra riqueza natural y
humana, e identificar las limitaciones financieras y de entorno existentes. En
este ejercicio, resaltan grandes desafíos del desarrollo como son aprovechar la
transición demográfica, identificar e impulsar los factores que determinan el
crecimiento económico, y desarrollar las estrategias de crecimiento bajo
lineamientos de política macroeconómica responsable y consistente. (DNP,
2010, pp. 1-3, 40-41)
Pero ahí comienzan las dificultades para hacer realidad el sueño, pues en el texto no
se reconoce que “nuestra estructura productiva” se caracteriza por un nivel muy alto
de concentración en la propiedad y, sobre todo, en la apropiación del excedente que
genera esa estructura. Esto ha permitido mantener por décadas, a pesar de que ha
habido gobiernos con propósitos loables, una sociedad con profundas desigualdades,
tanto en el acceso a las oportunidades de progreso como a la propia distribución del
ingreso, lo que se ha convertido, por tanto, en razón de ser de la pobreza. En
consecuencia, mientras no se modifique de manera sustancial esa estructura
productiva y de distribución del ingreso, es imposible reducir en términos significativos
la pobreza. Como dijo en artículo reciente el exministro y destacado economista
Rodrigo Botero Montoya, “hay conciencia de que, a causa de ciertas peculiaridades
de su desarrollo reciente, en Colombia se ha acentuado la desigualdad, en contraste
con la tendencia predominante en América Latina”. Y una línea antes había escrito:
“La supervivencia del régimen democrático lleva implícita la reducción de la
iniquidad social” (Botero Montoya, 2011a, pp. 38-39).
Mientras el Plan soslaya esta verdadera barrera para cumplir el segundo objetivo,
concede demasiada importancia al crecimiento económico —lo que no implica negar
que sea necesario, aunque no suficiente, para el mejoramiento de la sociedad, como
lo ha comprobado la historia—. En este sentido, el Plan señala que para alcanzar los
objetivos de crecimiento económico sostenible se han definido tres grandes pilares:
“1) la innovación; 2) las políticas de competitividad y productividad; y 3) el impulso
a las locomotoras para el crecimiento y la generación de empleo”. Y sobre las llamadas
“locomotoras” dice que son, por definición,
sectores que avanzan más rápido que el resto de la economía. En este sentido,
encontramos que el sector minero-energético, la vivienda y la infraestructura
de transporte ya son sectores con motores prendidos y avanzando a un ritmo
mayor que los demás. Las locomotoras que están calentando motores para
realmente arrancar con fuerza son los sectores basados en la innovación.
Finalmente, el sector agropecuario es una locomotora que se encuentra en
movimiento, pero a una velocidad inferior a su verdadero potencial. (DNP,
2010, pp. 7 y 13)
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
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A pesar de la declaración sobre adhesión a la tercera vía, el analista Camilo Herrera
Mora considera que “las cuatro locomotoras (Agricultura, Infraestructura de Transporte,
Minería y Vivienda), se presentan más como una continuación de Las Cuatro
Estrategias, que como un plan de desarrollo de tercera vía”, ya que “el foco económico
del actual gobierno será el crecimiento de la economía”, y se mantendrá una línea
neoconservadora. Esta línea de política —dice Herrera Mora— “no generará empleo
en el corto plazo ni modificará significativamente la concentración de riqueza en el
país”, lo que deja una serie de “dudas sobre el concepto de desarrollo5 en el mismo
plan”. Y recuerda que el aumento de la inversión durante los gobiernos de Uribe Vélez
no mejoró las condiciones de empleo ni la distribución del ingreso (Herrera Mora,
2011, p. 39).
Este mismo analista dice en otra nota que el énfasis en el crecimiento económico
“explica en gran parte por qué los cambios en concentración de riqueza y la reducción
de la pobreza no serán tan grandes, ya que el foco está en el fomento a la inversión
y al ahorro, lo cual no permite la transmisión de ingresos a toda la población”. Y a
continuación afirma que si “esto no suena bien, es lo correcto”, ya que el país “necesita
construir capital para poder redistribuir y generar oportunidades…” (Herrera Mora,
2010, p. 42). Pero en contra de lo que afirma Herrera, la vieja idea de que es necesario
crecer primero para distribuir después ha sido rectificada por la experiencia de
muchos países, que han hecho del desarrollo humano, o sea de la satisfacción de las
necesidades espirituales, sociales y materiales de sus pobladores, la causa eficiente
del crecimiento económico. Como ha insistido el autor de estos comentarios, el
desarrollo humano y el crecimiento económico deben ser procesos simultáneos y
complementarios, que se retroalimenten.
2. Sin remover barreras estructurales es difícil incluso
el crecimiento económico
Aunque no es el propósito de estas líneas analizar el objetivo de crecimiento
económico —pues queremos centrarnos más en los retos y las posibilidades de
desarrollo humano—, hemos de decir algo sobre las propuestas al respecto, dada su
importancia relativa. Según el Plan, si se mantiene la tendencia de los últimos años
podría esperarse un crecimiento del producto interno bruto (PIB) del 4,5% anual, lo
que llevaría a que el desempleo se mantenga por encima del 10%. Pero —se lee en las
Bases del Plan— la gran apuesta
es cambiar la tendencia e iniciar una nueva etapa en la historia económica del
país que se caracterice por tasas de crecimiento altas, bajo desempleo y alta
productividad. Uno de los principales mecanismos para alcanzar este objetivo
es a través de las locomotoras de crecimiento y sus encadenamientos productivos
5
Sobre el concepto de desarrollo puede verse nuestro artículo “Crecimiento económico y desarrollo
humano. Una distinción necesaria en la búsqueda de un nuevo modo de desarrollo” (Silva
Colmenares, 2007).
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JULIO SILVA-COLMENARES
con los demás sectores de la economía. Las cinco locomotoras de crecimiento,
especialmente a través de la innovación que genera aumentos de productividad
de manera transversal en todos los sectores económicos, se estima que llevarán
al país, al final del cuatrienio, a un crecimiento económico de 6,2%, un
crecimiento de la productividad total de los factores de 1,7% y una tasa de
inversión de 30%. (DNP, 2010, p. 43)
Si bien durante los ocho años calendario de Uribe Vélez (2003-2010) el incremento
del PIB —teniendo en cuenta una cifra provisional de 4,3% para 2010— alcanzó el
4,5% anual, que se considera el mínimo potencial del país, si consideramos los
últimos 20 años, esto es, si incluimos los gobiernos de Gaviria Trujillo, Samper
Pizano y Pastrana Arango, la cifra baja al 3,3%. Por tanto, lograr el 6,2% anual que
propone “Prosperidad para todos” significa un gran esfuerzo, pues implica casi
duplicar la tasa de las dos últimas décadas. Y la situación es más crítica si miramos
el crecimiento económico neto, esto es, descontado el incremento de la población,
pues la tasa se reduce al 1,9% anual durante estas dos décadas, cuando el PIB per
cápita pasó de 1.667.000 pesos en 1991 a 2.409.000 en 2010, en valores constantes
de 1994, un incremento de algo más del 44% en 20 años. A ese ritmo se requieren
38 años para duplicar el PIB per cápita actual, o sea, alcanzaríamos esa meta cerca
del año 2050.
Si bien la rama de explotación de minas y canteras —que es una de las “locomotoras”—
creció al 3,6% anual durante los últimos 20 años y la de la construcción y obras
públicas —que incluye las “locomotoras” de la vivienda y la infraestructura— al 7,4%
anual, estas dos ramas apenas representan un poco más del 11% del PIB en 2010,
si bien sólo eran el 7,6% en 19906 . No obstante, hay que reconocer en estas ramas,
sobre todo en la construcción y obras públicas, la gran capacidad para estimular el
crecimiento de otras ramas, dada la demanda que generan de trabajo humano, de
materias primas y materiales diversos y de inversión en maquinaria y equipo, al
tiempo que contribuyen a la solución de dos problemas crónicos de nuestra sociedad:
el déficit de vivienda digna en los hogares pobres y de clase media baja y la falta de
vías de comunicación modernas. En el caso de la gran minería, debe reconocerse su
contribución a las exportaciones. Por tanto, para que se logre el objetivo esperado,
estas ramas de la economía deben crecer a tasas muy superiores a lo alcanzado en
las dos décadas anteriores.
La verdad es que las condiciones habitacionales de la mayoría de la población
colombiana permiten suponer que, si bien construir un millón de viviendas en el
cuatrienio implica un gran esfuerzo, sobre todo en la búsqueda de tierra apta y de
empresas capaces de comprometerse con megaproyectos, así como de miles y miles
de hogares pobres que sean “clientes confiables” para la banca hipotecaria, tal
volumen apenas atendería el incremento normal en el número de hogares urbanos,
que las mismas Bases del Plan estiman en 245.000 por año, cuando en el lapso 2006-
6
Las cifras, absolutas y relativas, sobre el PIB corresponden a cálculos del autor, tomando para 2010
datos provisionales dados por el DANE.
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2010 se entregaron cerca de 140.000 viviendas anuales por parte de los constructores
formales. De otro lado, se considera que 1.200.000 hogares carecen de una vivienda
adecuada, y los más afectados son los hogares con ingresos inferiores a dos salarios
mínimos (DNP, 2010, p. 245). Otro aspecto que comprueba este déficit es que el
porcentaje de hogares que residen en vivienda propia ha disminuido del 64%, en
1993, al 54%, en el censo de 2005 (“La mitad de los colombianos no residen en su
propia vivienda”, 2011, p. 5).
No obstante, en apoyo a la política de vivienda y ciudades amables, vale la pena
recordar —desde la perspectiva del desarrollo humano— que el ya citado exministro
Botero Montoya dijo, en otro artículo, que según el experto en temas urbanos Eduard
Glaeser:
[…] la ciudad es el principal invento de la humanidad. La interacción personal y
continua que tiene lugar en las ciudades eleva los conocimientos, las habilidades
y el nivel de ingreso de los trabajadores urbanos. Esta función socializadora de
la ciudad es el secreto de su encanto. Les permite a los trabajadores urbanos
remuneraciones que superan en cerca de 30% a los empleados equivalentes en
regiones sin urbanizar. En contra de lo que creen quienes promueven el retorno
a la naturaleza, o de quienes se quejan del efecto corruptor de la vida urbana, las
ciudades tienden a ser más libres, más saludables y más creativas que las zonas
rurales. (Botero Montoya, 2011b, p. 39)
Otro caso es la situación crítica de la producción agropecuaria, que para convertirse
en una “locomotora” debe tener transformaciones sustanciales, tanto en la utilización
de la tierra y nuevas tecnologías como en la vinculación del trabajo humano. En los
20 años mencionados atrás, el valor neto agregado en el conjunto de la rama, esto
es, incluidas silvicultura, pesca y caza, disminuyó un poco, pues muestra una tasa
negativa de -0,30% anual, lo que hizo que su participación en el PIB cayera de casi
22% en 1990 a casi el 11% en 2010. Como al mismo tiempo la población total creció
en una tercera parte, el PIB per cápita agropecuario disminuyó en casi 30%, lo que
explica, en parte, el incremento en la importación de materias primas vegetales y
alimentos, tanto para animales como para el consumo directo de los colombianos.
Para agravar la situación del campo, como se recuerda en las Bases del Plan, las:
[…] zonas rurales tradicionalmente han sido el escenario de los principales
problemas sociales y de violencia del país. A pesar de la mejoría que se ha
presentado en los últimos años en las condiciones de pobreza, la brecha
urbano-rural se ha incrementado, lo que indica una mayor incidencia de la
pobreza en las zonas rurales. En efecto, la pobreza rural medida por ingresos
pasó del 69,2% al 64,3% entre 2002 y 2009 mientras la brecha urbano-rural
(la brecha es relación entre la pobreza rural y la urbana) aumentó de 1,43 a
1,62 en el mismo periodo.
De otro lado, cualquier elevación de la productividad agropecuaria se ve limitada por
el hecho de que sólo el 9% de la población en edad de trabajar tiene secundaria
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JULIO SILVA-COLMENARES
completa o, peor aún, apenas un poco más del 20%, educación primaria completa.
Además, es notorio el envejecimiento de la fuerza laboral campesina (DNP, 2010, p.
192 y 194).
Si bien no tuvo como razón esta situación, aunque puede tener una relación remota,
dado el estancamiento del producto agropecuario, un informe de la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) situó a Colombia entre
el grupo de 29 países que pueden afrontar una crisis alimentaria, “como consecuencia
de la pérdida de cosechas o desastres naturales”. En respuesta del ministro de Agricultura
y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo, al director de la FAO, se considera un
exabrupto tal informe, pues la “producción agropecuaria colombiana arroja una
autosuficiencia alimentaria de al menos el 90%, con una única deficiencia en maíz
amarillo” (“Colombia enfrenta una grave crisis alimentaria similar a la de Haití y África,
advirtió la FAO”, 2011, p. 4; “Minagricultura desmintió crisis alimentaria en Colombia”,
2011, p. 4). Olvida el ministro que si no tuviéramos casi 21 millones de colombianos en
condiciones de pobreza, lo que implica una alimentación insuficiente, de los cuales más
de 7 millones están en la pobreza extrema, lo que supone padecer hambre de manera
habitual, otro sería el balance de la autosuficiencia.
Para “curarse en salud”, como se dice en términos coloquiales, en las Bases del Plan
se reconoce que no todas
las locomotoras tienen un impacto equivalente sobre la generación de empleo,
el impulso al crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Unas
locomotoras son más intensivas en empleo o en capital, otras impactan en
mayor medida a la población más pobre, y otras son más susceptibles de crecer
a grandes velocidades por causa, por ejemplo, de cambios de coyuntura en el
panorama internacional. Por lo tanto, sin desconocer los demás efectos
económicos y sociales que estos sectores generan, cada locomotora cumplirá
un propósito especial en el desarrollo económico y social del país durante los
próximos años. (DNP, 2010, p. 13) [Formato cita texto]
3. Sin redistribución del ingreso es imposible
disminuir la desigualdad y la pobreza
A pesar de las consideraciones anteriores, y de que las Bases del Plan plantean que
así como “el crecimiento económico conduce a mayor desarrollo social, las políticas
y avances en el desarrollo social y la igualdad de oportunidades, además de generar
impactos positivos sobre el bienestar de la población, también retroalimentan el
crecimiento económico y se traducen en mayor productividad”, esto no es tan claro
a la luz de las políticas que se proponen y las acciones que se realizarían para hacerlas
efectivas. Así, por ejemplo, cuando se señalan los “lineamientos estratégicos para
generar un entorno de igualdad de oportunidades para la prosperidad social”, en los
diez grupos de políticas que incluye, desde las que tienen que ver con la primera
infancia, niñez y adolescencia hasta las relativas a los grupos étnicos o de género,
pero sobre todo en la estrategia contra la pobreza (DNP, 2010, pp. 21-25), no aparece
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
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una política definida de redistribución del ingreso, a pesar de que en otras partes del
documento se reconoce la gravedad de su concentración y de que se ha comprobado
que su pésima distribución en una de las principales causas de la pobreza.
Un par de cifras muestran lo anterior. La pobreza ha disminuido por necesidades
básicas insatisfechas (NBI), en cuya reducción es innegable el papel del creciente gasto
público social, pero no así por línea de pobreza (LP), en donde lo determinante es el
ingreso familiar para adquirir una cesta básica de nutrientes. Es suficiente recordar que
en los años setenta del siglo pasado la pobreza por NBI llegaba al 70%; a principios
de la primera década de este siglo, había bajado a alrededor del 20%; en cambio, la
pobreza por LP sólo disminuyó de cerca del 60%, en los años ochenta, al 46% ahora,
aunque algunos centros de investigación dudan de esta cifra. Al contrario, ha
desmejorado el coeficiente Gini, pues en los años ochenta estuvo cercano al 0,50.
Como lo reconocen las Bases del Plan, en la actualidad “el 46% de la población
colombiana se encuentra en condición de pobreza y el 16% en condición de pobreza
extrema. Sumado a lo anterior, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de
ingresos de los países, es de alrededor de 0,57, y es hoy en día uno de los más altos
del mundo”. Más adelante, las mismas Bases insisten en esta tremenda desigualdad
cuando señalan:
que la relación entre el ingreso por habitante de Chocó —la región más pobre—, y
Bogotá —la más rica—, es de uno a seis. En España o Chile dicha relación es de cerca
de 1 a 2,5. No es una sorpresa entonces encontrar que mientras el porcentaje de la
población con necesidades básicas insatisfechas en la región central es de 17,2%,
en la zona del Pacífico ésta es de 62,5%, en la Amazorinoquía de 63,0% y en la región
Caribe de 46%. (DNP, 2010, pp. 18 y 37)
Sobre el mismo aspecto, es más crítica la situación que describe el exministro
Mauricio Cárdenas, cuando dice que:
Colombia es un país de grandes disparidades regionales. En el 2005, el ingreso
por habitante en el departamento más rico fue 7,5 veces mayor que el del
departamento más pobre. En Estados Unidos, por ejemplo, la brecha entre el
estado más rico y el más pobre es de solo 1,5 veces. En España, cuyas tensiones
regionales son bien conocidas, la diferencia entre la región más rica (Madrid)
y la más pobre (Extremadura) es de 1,7 veces. La desigualdad regional en
Colombia es incluso mayor que la de países que se han desintegrado. La Unión
Soviética estaba conformada por quince repúblicas. En el momento de su
ruptura, en 1991, la diferencia entre el ingreso por persona de Rusia (la
república más rica) y el de Tayikistán (la más pobre) era de 6 a 1, todavía menor
que la de Colombia. (…). (Cárdenas, 2011, pp. 1-9)
Según estudios confiables, puede decirse que desde la década de los cincuenta del
siglo XX se ha mantenido en la pobreza, según ingresos, alrededor del 50% de la
población, cifra que aumenta o disminuye en correspondencia con el ciclo económico.
Y detrás de la pobreza se encuentra una alta concentración del ingreso. Como ya lo
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decía a mediados del siglo XX la misión Economía y Humanismo, dirigida por el
sacerdote dominico Louis Joseph Lebret, al analizar los primeros cálculos sobre
distribución del ingreso, la
[…] reducción de una diferencia tan considerable no podrá olvidarse en los
programas de desarrollo económico que deben tener en cuenta no sólo la
finalidad de elevar la masa del ingreso nacional, sino también la de asegurar
una mejor distribución de ella entre las capas sociales en provecho de las
menos favorecidas. […] Bajo el solo aspecto económico, la elevación del poder
de compra de las masas populares es una condición para los mercados
necesarios al desarrollo industrial y agrícola. [...] El aspecto ético y el aspecto
económico se conjugan, por tanto, para que los dirigentes del país preparen
una evolución de las estructuras del ingreso. El mantenimiento de la estructura
actual no hará sino provocar a mediano o largo plazo, una agravación de los
malestares sociales que ya se pueden percibir en la nación y cuyas repercusiones
antieconómicas serían considerables. (Presidencia de la República, Comité
Nacional de Planeación, 1958, p. 28)
Es decir, ya desde la mitad del siglo XX era evidente que el subconsumo de los hogares
dificulta el crecimiento económico, pues limita la demanda efectiva, al tiempo que
la estructura de la distribución del ingreso estimula el malestar social. Casi veinte años
después, Miguel Urrutia y Albert Berry decían, en el prólogo a su libro La distribución
del ingreso en Colombia, que el país “tiene una distribución de ingresos extremadamente
desigual [...] asunto particularmente importante ya que la desigualdad es, esencialmente,
la fuente de la mayoría de la pobreza que se encuentra en el país. Tal pobreza no es
necesaria en un país con el nivel de ingreso de Colombia; sólo la redistribución del 7
al 8% del ingreso nacional sería suficiente para doblar los ingresos de la cuarta parte
de la población más pobre [...]” (Urrutia & Berry, 1975, p. 9).
Y diez años después, en febrero de 1982, señalaba Alicia Eugenia Silva, en un análisis
sobre “La distribución del ingreso en Colombia en la década de los setenta: concentración
y nivelación por lo bajo”, que los “estudios realizados en Colombia, en las últimas dos
décadas, permiten concluir que nuestro país muestra un grado de concentración muy
elevado, que la distribución del ingreso no ha cambiado en forma considerable en los
últimos treinta años y que más bien parece existir una tendencia a un leve aumento
en la concentración” (Silva, 1982, p. 3). Como lo vimos más atrás, al citar cifras de
las Bases del propio Plan de la administración Santos, todo indica que a comienzos
del siglo XXI la situación no es menos crítica. Los datos anteriores muestran que, si
bien la pobreza se agravó en los años noventa, es un fenómeno anterior, que obedece
más al “modo de desarrollo” de la sociedad que a cambios en el “modelo económico”.
Otro obstáculo para lograr un crecimiento económico sostenido con desarrollo humano
es la alta concentración de la producción y centralización del capital. Se ha encontrado
que la protección del pasado fue más una excusa de empresarios privilegiados que una
estrategia de desarrollo, dados los resultados observados en los últimos lustros. Lo
característico del siglo XX fue la existencia de empresarios que no asumían el riesgo
inherente a la inversión capitalista, o sea, ganarse el favor de los consumidores con
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
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bienes y servicios de calidad y precios competitivos, pues preferían buscar por
caminos recónditos el favor del funcionario o del político que manejaba el “paraguas
protector” del Estado. La protección privilegiativa llevó a un atrasado capitalismo de
compadrazgo con mercados cautivos, repartidos bajo modalidades de cártel, con
precios “administrados” por los productores y distribuidores, a costa de unos
consumidores desprotegidos con ingresos precarios.
Como “radiografía” de esa situación, el Gini en acciones supera en la mayoría de las
grandes empresas el 0,9, lo que muestra una altísima concentración, y los activos
controlados por diez grandes grupos económicos equivalen al 50% del PIB7 . En la
propiedad de la tierra rural también se encuentra una alta concentración; para el año
2000, las propiedades con menos de 5 hectáreas tenían 2,5 millones de hectáreas y
pertenecían a 2,6 millones de propietarios, mientras que las propiedades de más de
500 hectáreas tenían un área total de 13,4 millones de hectáreas, pero pertenecían
a sólo un poco más de 13.000 propietarios (Ossa Escobar, 2005, p. 2A). Esto
significa que las pequeñas propiedades tienen menos de una hectárea en promedio,
mientras las grandes exceden de mil hectáreas; es decir, las grandes tienen mil veces
más tierra que las pequeñas. Recuérdese que en el país ya se dice que una sola familia
puede poseer en total más de un millón de hectáreas, por lo que el proceso de
centralización de la propiedad puede haberse agravado.
Según otro estudio del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) y la Corporación
de Investigación Agropecuaria (Corpoica), los grandes propietarios, apenas un poco
más de 15.000 personas, poseen 47,1 millones de hectáreas, mientras los pequeños
propietarios, más de 3,5 millones de personas, tienen 18,6 millones de hectáreas (“La
tierra está en pocas manos”, 2004, p. 8); si bien la relación es más baja que en el dato
del párrafo anterior, las propiedades grandes tienen, en promedio, 582 veces más
tierra que las propiedades pequeñas, lo que sigue siendo muestra de una alta
concentración.
Si se toma otro ejemplo, tampoco es justo ni equitativo que los empresarios tengan
tasas exorbitantes de ganancia, como ha ocurrido en los últimos años en el sector
financiero y algunas grandes empresas industriales y comerciales. Aunque esto no es
ilícito, puede ir en detrimento de la participación de otros actores en la distribución
de un excedente que hoy en día se debe ver como riqueza social, entendida como la
capacidad acumulada de una sociedad para satisfacer las necesidades materiales,
sociales y espirituales de sus miembros, volviendo a la concepción prístina de Adam
Smith.
Si una porción excesiva del excedente se convierte en ganancia empresarial, se corre
el riesgo de que en el momento siguiente la demanda efectiva de los millones de
hogares que no disfrutaron de esa oportunidad se reduzca o estanque, cuando menos;
por consiguiente, se afectan la oferta y las ganancias futuras. La distribución
7
Este problema puede verse con más detalle en Silva-Colmenares (2004).
Universidad Autónoma de Colombia
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JULIO SILVA-COLMENARES
equitativa del excedente es lo que garantiza la reproducción ampliada, o sea el
crecimiento económico sostenido, aunque no puede desconocerse que la economía
capitalista tiende a moverse en forma cíclica. Esta distribución equitativa brilla por
su ausencia en la sociedad colombiana.
Sin duda, se está ante uno de los niveles más altos de concentración del ingreso y de
la propiedad en el mundo, sin que pueda decirse que este es un fenómeno reciente.
Peor aún, la situación tiende a ser más crítica, dada la urbanización y el envejecimiento
de la población. Como demuestra el autor de estas líneas con cifras contundentes en
un libro que analiza de manera sucinta la situación socioeconómica de Colombia
durante el siglo XX y plantea la salida hacia un nuevo modo de desarrollo (SilvaColmenares, 2002), lo característico de la sociedad colombiana durante el último
tercio de su vida republicana, es decir, los últimos 60 a 70 años, ha sido la exclusión
social, con su expresión más dramática en la pobreza y la miseria. Somos, por
antonomasia, una sociedad oligárquica, cerrada y excluyente.
4. Propuestas que se quedan cortas
Nadie niega la importancia de las acciones detalladas en los lineamientos citados del
Plan en párrafos anteriores, y el billonario gasto social que conllevan, lo que luego se
detalla de manera más prolija en otros apartados del documento; pero falta lo
fundamental: un compromiso claro para disminuir la altísima concentración del
ingreso, y de otros factores que la posibilitan, para lo cual es ineludible una activa
política gubernamental. En cambio, se insiste en la focalización hacia los más
pobres, cuando se dice que uno de los
grandes componentes del sistema de protección social, es la promoción social
focalizada en la población más pobre y vulnerable. Por medio de ésta, se busca
promover la inserción de los más pobres y vulnerables a los servicios sociales,
dar una atención integral a este segmento de la población, y brindar
acompañamiento y herramientas que permitan a estas familias más pobres
generar ingresos de manera sostenible y salir definitivamente de su situación
de pobreza. (DNP, 2010, p. 19)
Si bien la focalización ha ayudado a reducir la pobreza en las dos últimas décadas, su
costo económico y moral es muy alto y su eficacia muy lenta, ya que no deja de ser una
política asistencialista, que termina generando una mentalidad mendicante en la
población beneficiada y un aprovechamiento clientelista por parte de políticos corruptos.
La mejor sociedad será aquella que reparta el menor número de subsidios y permita a
sus ciudadanos una vida digna con base en un ingreso justo.
Mientras tanto, las metas de reducción de la pobreza y mejoría en la distribución del
ingreso se quedan cortas, aunque el Gobierno insiste en que lo propuesto es lo posible.
Como se lee en las Bases del Plan, la administración Santos propone bajar la pobreza
por LP del 46% al 38%, dentro de la cual la pobreza extrema disminuiría del 16%
al 9,5% del total de la población; al tiempo que el coeficiente Gini por ingreso apenas
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
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descendería de 0,58 a 0,54, mientras en el norte de Europa hay países con un Gini
por debajo de 0,30 y Colombia alcanzó a tener en décadas anteriores un Gini inferior
a 0,50. En el caso del desempleo, la meta es reducir la tasa del 12% al principio de
este gobierno a un poco menos de 9% en 2014, lo que implica crear cerca de 2,5
millones de puestos de trabajo en el cuatrienio. En el mundo del trabajo, el reto
adicional es disminuir en cinco puntos porcentuales la informalidad, elevar la
productividad, aumentar la escolaridad media y mejorar las habilidades laborales,
lo que supone una fuerza de trabajo con mayores capacidades y, por ende,
merecedora de mejor remuneración, lo que poco entiende la mayoría de los
empresarios colombianos.
Como se lee en la versión inicial del Plan, se requiere:
el desarrollo de competencias laborales para los trabajadores. En este frente,
se encuentra en el país una baja cobertura en educación superior –actualmente
cercana a 35%—, baja participación de la población en educación técnica y
tecnológica, y poca pertinencia de la educación en aspectos como el
conocimiento sobre el uso de las tecnologías de la información y las
comunicaciones, o el bilingüismo.
Y a continuación precisa que:
[…] [un] país competitivo es un país con empresas productivas y pujantes que
generan riqueza y empleo de calidad. Es un país con condiciones institucionales,
económicas y sociales favorables al crecimiento sistemático y sostenido de la
productividad de todos los sectores económicos. Frente a Estados Unidos, la
productividad laboral relativa promedio de Colombia es cercana a 24%
(Estados Unidos = 100%), y ésta es inferior a 20% en sectores que son grandes
generadores de empleo como el comercio, la industria y el sector agropecuario.
(DNP, 2010, p. 9)
La productividad total, medida como el PIB por persona ocupada, en pesos
constantes de 1994, aumentó de un poco más de 4 millones en 1990 a casi 5,6
millones en 2010, lo que implica un ritmo de incremento del 1,56% anual, en
términos acumulativos. Esta no es una tasa baja, aunque tiene tendencia a
disminuir, pues mientras que en el gobierno de Gaviria Trujillo alcanzó el 2,68%
anual, en la segunda administración de Uribe Vélez disminuyó al 1,24%8 .
Pero las condiciones del mercado laboral siguen siendo muy precarias. En un artículo
reciente, el exministro Rudolf Hommes recordaba que el 52% de las personas
ocupadas en las 13 principales ciudades están en el sector informal, esto es, con
escasa protección social y remuneración quizá por debajo del mínimo legal. En la
masa ocupada, dice Hommes:
8
Cálculos de Julio Silva-Colmenares con base en información disponible en el Observatorio sobre
Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de Colombia.
Universidad Autónoma de Colombia
96
JULIO SILVA-COLMENARES
[…] el 30% son personas que han recibido educación superior, 47%, secundaria,
y el 23% primaria o menos. Pero entre los que poseen empleo formal, el 48% tiene
educación superior, el 42%, secundaria, y el 10% restante, educación primaria o
ninguna. Más del 50% de los ocupados con secundaria están en el mercado
informal, el 80% de los que tienen educación primaria está en ese mercado, como
lo está también el 90% de los que tienen menores niveles de educación. Las
personas con educación superior están significativamente sobre representadas en
el mercado de empleo formal. Los demás niveles de educación están sub
representados, y claramente en desventaja. (…). (Hommes, 2011, pp. 1-19)
5. Avances destacables
Sin que sea nuestro interés negar los avances alcanzados en los últimos lustros, pues
no es el propósito de estas notas realizar un balance de los gobiernos anteriores9 , sólo
deseamos mencionar un par de logros destacables por su estrecha relación con el
desarrollo humano. Según el Informe sobre desarrollo humano publicado en 2010
por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Colombia ocupó
el puesto 79 en ese ranking mundial, lo que supuso avanzar dos posiciones, pero
detrás de países de nuestra región como Chile, Argentina, Uruguay, Panamá, México,
Costa Rica, Perú, Venezuela y Ecuador, lo que indica que, si bien ha mejorado un
poco, es mucho lo que le falta para avanzar en el desarrollo humano. Hoy podría
decirse que el desarrollo humano, asentado en un crecimiento económico inteligente,
debe ser el objetivo principal de cualquier Plan Nacional de Desarrollo.
Por otro lado, también se ha avanzado en el campo de la salud. Como señalan las
Bases del Plan:
[en] los últimos años el país ha logrado avances significativos en salud: la
cobertura se expandió y hoy se acerca a la universalidad, el país ha cumplido
de manera anticipada los objetivos de desarrollo del milenio relacionados con
la vacunación de la triple viral y la atención institucional al parto, y se han
disminuido la mortalidad infantil —que pasó de 25,1 por mil nacidos vivos en
2002 a 20,6 en 2008—, y la mortalidad materna —que actualmente es inferior
al promedio latinoamericano con una cifra cercana a 75 por cada 100 mil
nacidos vivos—.
En cambio, existe “una cobertura insuficiente de atención integral a la primera
infancia que, para la población pobre y vulnerable, ronda el 23%. Así mismo,
encuestas señalan que cerca del 50% de los padres considera que los niños menores
de cinco años no están en edad de asistir a centros de atención integral de primera
infancia” (DNP, 2010, pp. 19-20).
9
Pero en el Observatorio sobre Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de Colombia sí estamos
haciendo ese ejercicio, pues desde hace dos años realizamos, con la colaboración de estudiantes
graduandos, una investigación institucional titulada Colombia 1959-2006: grandes trasformaciones
económicas, sociales y políticas, que tiene como punto de referencia los gobiernos transcurridos
durante este lapso y sus planes de desarrollo.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
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6. Recomposición del ingreso nacional en favor de los
pobres
Visto lo anterior, la solución de fondo a la pobreza crónica y al desempleo abrumador,
lo que está llevando a la desaparición de los hogares pobres y de clase media baja
como “bastión” de la demanda interna, requiere de soluciones creativas e innovadoras,
para lo cual pueden utilizarse políticas estatales, mecanismos de mercado e
instrumentos de solidaridad social. Como se insiste cada vez con mayor amplitud y
vehemencia, otro mundo mejor que el capitalismo “salvaje” es anhelado por millones
de seres humanos. El autor de estos comentarios ha propuesto la “utopía posible”10
de “construir” un nuevo modo de desarrollo humano para la realización de la libertad
y la búsqueda de la felicidad. Esta propuesta comienza por señalar la necesaria
distinción que debe haber entre crecimiento y desarrollo, destacando que del
crecimiento podría decirse que es económico, pero del desarrollo, que es humano. El
primero se entiende como la creciente disponibilidad de medios para satisfacer las
necesidades materiales, sociales y espirituales y el segundo, como su utilización para
los fines propios de unas condiciones dignas de vida o de bien-estar o mejor-vivir de
las personas.
Se sugiere, así mismo, precisar más la diferencia entre “fuentes” y “motores” del
crecimiento económico y sustituir como categoría principal en el análisis la concepción
usual de modelo económico por la más compleja, pero esclarecedora, de modo de
desarrollo. Como alternativa a la sociedad excluyente y cerrada del siglo XX, se
señalan los rasgos de lo que podría ser un modo de desarrollo humano, en donde la
libertad sería condición sine qua non del desarrollo y la felicidad, un ascenso en el
proceso de “humanización”, lo cual requiere la acción mancomunada y complementaria
del Estado, el mercado y la solidaridad social. Libertad y felicidad que no son fines
en sí mismos sino caminos para avanzar hacia una sociedad “centrada” en el ser
humano, en el marco de una “humanidad globalizada”11 .
Para avanzar en este sentido, es necesario en la actualidad un gran pacto político y
social que acepte como un compromiso nacional la recomposición a fondo del ingreso
en favor de los pobres, para que aumente, en poco tiempo y en términos significativos,
la participación relativa de la remuneración del trabajo, en modalidades que sean
10 Utilizada esta expresión en el mismo sentido en que la usamos al principio de estos comentarios para
referirnos a la propuesta de “Prosperidad para todos”.
11 Los fundamentos teóricos de esta propuesta se han presentado en diversos eventos académicos. En
marzo de 2009, se hizo en el XI Encuentro Internacional sobre Globalización y Problemas del
Desarrollo, realizado en la ciudad de La Habana, y en agosto de 2010, en el III Encuentro Internacional
sobre Humanismo Económico, realizado en la Universidad Federal de Santa María, Río Grande do
Sul, Brasil. El texto de estas ponencias puede verse en el sitio del Observatorio sobre Desarrollo
Humano, en la página de Internet de la Universidad Autónoma de Colombia (www.fuac.edu.co). Es
posible que esa sociedad transformada no termine llamándose capitalismo. Este, a su vez, hoy es muy
poco parecido al que existía, por ejemplo, hace un siglo. Es tan complejo el hecho de dar calificativos,
que mientras muchos analistas hablan de economía capitalista en China, los chinos dicen que su
sociedad es una economía socialista de mercado, bajo la orientación del Partido Comunista y la
dirección estatal, lo cual es algo muy diferente.
Universidad Autónoma de Colombia
98
JULIO SILVA-COLMENARES
dignas, de manera tal que miles y miles de hogares que están al margen del mercado
puedan convertir su aplazada demanda potencial en demanda efectiva. Hay que
reivindicar el derecho de los pobres al consumo necesario, esto es, el consumo de
bienes y servicios que permitan unas condiciones de vida modestas pero dignas,
conforme corresponde al avance científico-técnico accesible, sin las exageraciones y
el despilfarro que caracterizan al consumismo de las elites irresponsables.
Diciéndolo con otras palabras, ese compromiso nacional implica ampliar de manera
sustancial el consumo necesario de los hogares pobres y de clase media, que está
en niveles muy precarios, para impulsar a un ritmo alto la actividad productiva y
mejorar sus condiciones de vida, sobre la base de incrementar su participación en
el ingreso nacional. Para observar que esta recomposición no es imposible desde la
perspectiva macroeconómica, incluso que no es tan difícil, y que sólo se requiere
voluntad política para hacerla, puede recordarse que el PIB es, grosso modo, el valor
agregado en una economía, es decir, que se compone de las ganancias que en todas
las formas obtienen los dueños de los medios de producción y de la remuneración
que, bajo distintas modalidades, reciben los trabajadores, de lo cual ambos
transfieren una parte para el funcionamiento del Estado.
En concordancia con lo señalado en el párrafo anterior, hay que tomar una decisión
que puede parecer absurda en el primer momento, pero que más bien sería la
oportuna, dadas las transformaciones que se requieren: los propietarios de los
medios de producción —industriales, banqueros, grandes comerciantes, agricultores
y ganaderos ricos y otros sectores similares— deben renunciar a que sus
ganancias sigan incrementándose al ritmo de los últimos años, para poder
aumentar la remuneración total del trabajo en una cifra que deje su participación
en el ingreso nacional, en un nivel que se considere normal para unas condiciones
dignas de vida.
Estudios reiterados de dependencias como la Superintendencia de Sociedades han
comprobado que, incluso en años de bajo crecimiento económico, las ganancias
empresariales no se han afectado tanto y, más bien, aumentan, como lo comprueba
el incremento de los dividendos anuales y el aumento en el precio de las acciones, muy
determinado por la valorización de las empresas y la rentabilidad de los patrimonios.
En cambio, sí se ha afectado la remuneración de las distintas modalidades de
trabajo, como puede verse, aunque no de manera tan nítida como en las ganancias,
en la distribución primaria del PIB, el que puede asimilarse, grosso modo, al ingreso
nacional.
También se ha demostrado la necesidad de recomponer el ingreso nacional a favor
de los pobres, no como un gesto gratuito de los dueños de los medios de producción,
sino como el mecanismo económico más adecuado para recuperar el consumo de
miles y miles de hogares, en especial pobres, lo que permitiría disminuir el desempleo
y mejorar el subempleo o la informalidad. Puede comprobarse la posibilidad evidente
de lo anterior, comparando lo ocurrido en Colombia en los últimos años y lo que
podría suceder si se toma la decisión política y social de hacerlo.
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7. Colombia: es posible recomponer el ingreso nacional
En el capitalismo contemporáneo, a diferencia de lo que ocurría antes, cuando sucedían
momentos de real escasez, lo evidente son periodos de aparente sobreproducción,
pues aunque sobran los bienes ofrecidos, ello ocurre no porque estén satisfechas las
necesidades de todos los seres humanos, lo que se manifestaría como exceso de oferta,
sino porque estos no tienen la capacidad para adquirirlos, pues la inmensa mayoría
de la población —los trabajadores, en especial los pobres— no recibe una remuneración
proporcional a su aporte a la riqueza social, sino mucho menor, determinada por
el precio que se reconoce a su trabajo. Situación que se agrava a medida que el
capitalismo madura, pues es creciente el interés de los dueños de los medios de
producción por apropiarse de una mayor parte del excedente creado.
Si bien el valor, como una categoría general, es difícil de cuantificar, en el caso de la
“mercancía” trabajo es más fácil apreciarlo, pues es más claro o visible a medida que
los trabajadores poseen mayores conocimientos, por una escolaridad más prolongada,
y amplían sus habilidades, debido a una experiencia laboral más diversificada, al
tiempo que se añaden años de vida sana a la existencia humana. Este cambio explica
el incremento creciente del excedente y el aumento de la productividad del trabajo
(más unidades de producto por unidad de trabajo), como es comprobable en
cualquier país, y lo vimos para el caso de Colombia en párrafos anteriores.
Aunque nunca los trabajadores recibirán como precio del trabajo el equivalente a su
valor, todo indica que en el capitalismo contemporáneo crece la brecha entre el valor
del trabajo y el precio que pagan sus compradores por esta “mercancía”. Vale advertir
que conocer su precio era más sencillo antes, pues correspondía a la denominación
específica de salario, fuese en términos monetarios o de equivalencia en cualesquiera
otros bienes. Ahora, en los sistemas de cuentas nacionales, se ha vuelto complicado
identificar su magnitud, pues la precarización del mercado laboral cambia su
denominación y forma de pago. En resumen, a medida que aumenta el valor de la
fuerza de trabajo, disminuye el precio que se le reconoce.
Para los fines de estas páginas interesa destacar que esa brecha se manifiesta en
términos macroeconómicos, por lo menos desde la década de los años ochenta del
siglo pasado, como reducción o estancamiento del fondo salarial global. Una de las
formas de ver este efecto es con la mayor concentración del ingreso, pues aumenta
la parte de quienes están ubicados en los deciles superiores, conformados en lo
fundamental por los propietarios de los medios de producción, con detrimento del
ingreso en los deciles inferiores, en donde se encuentran los trabajadores. Puede
decirse, en otros términos, que en el capitalismo moderno el movimiento cíclico de
la actividad económica no obedece en realidad a un exceso de producción (oferta) sino
a un defecto de consumo (demanda). Por tanto, la verdadera causa de las crisis es el
evidente subconsumo de sectores muy amplios de la población.
Sobre la base de que ha disminuido, grosso modo, el precio del trabajo, incluido el
formal, visto como la remuneración total a los asalariados, puede apreciarse la
Universidad Autónoma de Colombia
100
JULIO SILVA-COLMENARES
ocurrencia de ese fenómeno en Colombia, tomando en consideración la distribución
primaria del PIB calculada y reportada por el Departamento Administrativo de
Estadística (DANE) para los años de 1994 y 2007, pues no se dispone de datos
anteriores o posteriores, con la misma presentación. En estos 13 años la porción
correspondiente a la remuneración de los asalariados disminuyó en casi el 12%,
pues pasó del 35,2% del PIB, en 1994, al 31,1% en 2007, lo que también ocurrió en
casi igual proporción en el ingreso mixto bruto, concepto que agrupa ingresos de otras
modalidades de remuneración del trabajo e ingresos provenientes de formas que
combinan capital y trabajo, como las empresas unipersonales, cuya disminución fue
del 28,0% al 24,5%, en el mismo lapso.
En cambio, la porción del excedente bruto de explotación, que recoge el ingreso de
las organizaciones empresariales, aumentó en más de una quinta parte, al pasar de
27,7%, en 1994, a 33,7%, en 2007. También aumentó, aunque en menor proporción
(11,1%), la porción transferida al Estado, como resultado neto de los impuestos
sobre la producción y las importaciones menos subvenciones, pues pasó del 9,1%,
en 1994, al 10,7%, en 2007. El cambio en el peso relativo entre los tres primeros
conceptos se explica más fácil cuando se observa que la remuneración de los
asalariados y el ingreso mixto bruto crecieron durante los 13 años a una tasa anual
geométrica de un poco más del 14%, mientras el excedente bruto de explotación lo
hizo a más del 17% anual, al tiempo que el PIB total lo hizo al 15,3%, tasas calculadas
sobre pesos colombianos corrientes.
Si como producto de un pacto político y social al más alto nivel para recomponer el
ingreso nacional se hubiese convenido que los empresarios trasladasen en el lapso
señalado (1994-2007) un 10% del excedente bruto de explotación a la remuneración
de los trabajadores, cualquiera fuese la denominación dada, en especial con destino
al consumo del 60% de los hogares en situación de pobreza y de clase media baja,
su capacidad adquisitiva hubiese podido mejorar entre un 20% y un 25%, sin que
se afectase de manera sensible la ganancia empresarial, pues el excedente bruto de
explotación habría aumentado de todas maneras del 27,7%, en 1994, al 30,3%, en
2007, al tiempo que tampoco se afectaría la inversión —suponiendo que el “sacrificio”
hubiese recaído sobre este rubro y no sobre el consumo de los hogares de los
empresarios—, pues la formación bruta de capital, como porcentaje del PIB, podría
mantenerse alrededor del 25%, cifra que considera adecuada la teoría del crecimiento
económico.
Por otra parte, es importante recuperar, por el lado de la utilización del ingreso, el
consumo de los hogares, en especial de los más pobres —como es la propuesta—, pues
ha seguido perdiendo peso como proporción del PIB, aunque con menor intensidad
que en años anteriores. Basta decir que en los años sesenta del siglo pasado el
consumo de los hogares llegó a representar el 75% del PIB, tres cuartas partes, cifra
similar a la que muestra en la actualidad una economía como la estadounidense,
mientras el consumo de la administración pública bordeaba el 7%. Hoy, el consumo
de los hogares ha disminuido a menos de dos terceras partes del PIB y el gasto
público ha multiplicado por más de dos veces su peso relativo.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
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En cuanto al consumo de los hogares, vale la pena recordar lo que dijo en su Informe
final la comisión constituida por el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, para
evaluar la medición del desempeño económico y el progreso social, dirigida por los
profesores Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi. En sus palabras, otro
“mensaje clave, a la par que un tema unificador del informe, es que ha llegado la hora
de que nuestro sistema estadístico se centre más en la medición del bienestar de la
población que en la medición de la producción económica y que es conveniente que
dichas mediciones del bienestar se restituyan en un contexto de sustentabilidad. A
pesar de las deficiencias de nuestras herramientas de medición de la producción,
sabemos más sobre la producción que sobre el bienestar”. En resumen, recomienda
hacer hincapié en la perspectiva de los hogares. Que al evaluar el bienestar material,
haya mayor referencia a los ingresos y al consumo que a la producción, pero que se
tenga en cuenta al mismo tiempo el efecto del patrimonio, y que se otorgue más
importancia a la distribución del ingreso, incluido el originado en actividades no
mercantiles, así como al consumo y la riqueza. En el Observatorio sobre Desarrollo
Humano insistimos en que hay que darle más importancia al estudio de la demanda,
en especial al consumo de los hogares, la fuente principal del crecimiento económico,
y no tanto a la oferta que, a la larga, como lo demuestra la historia, siempre tiene
como límite la demanda efectiva.12
Como es natural, otro supuesto fundamental de la propuesta es que esta transferencia,
acordada en un Pacto Político y Social para la Recomposición del Ingreso Nacional,
beneficie a los hogares más pobres, incluida parte de la clase media inferior. Para
confirmar la eventual mejoría en la capacidad adquisitiva de los hogares más pobres,
puede hacerse una aproximación bastante burda, pero indicativa, de tal beneficio.
A mediados de la primera década del siglo XXI, según datos de la Misión Contra la
Pobreza del Departamento Nacional de Planeación (DNP) (PNUD, 2009), al quintil
de menores ingresos (el 20% más pobre) le correspondía el 2,9% del ingreso nacional;
si se adiciona el quintil siguiente (para totalizar el 40% más pobre), la participación
en el ingreso llegaría al 9,5%; si se suma el tercer quintil, para totalizar el 60% de la
población, lo que podría incluir la parte más pobre de la clase media, su participación
llegaría al 20,2% del ingreso nacional. Si se supone que el gasto de los hogares
mantiene una participación similar —pues el gasto de los hogares depende, en lo
esencial, de sus ingresos—, podría pensarse que al 60% de los hogares le correspondería
el 20% del consumo total. Si esos hogares fuesen beneficiarios de la transferencia del
10% del excedente bruto de explotación, su capacidad adquisitiva podría mejorar
hasta en una cuarta parte, o sea, un máximo del 25%, lo que no es una cifra
despreciable, dado el nivel de pobreza que exhiben.
Como se mencionó en un editorial del diario El Tiempo, de Bogotá, de lograr reducir
la pobreza extrema a menos del 10%, el “Primer Mandatario corregiría una triste
realidad: la bonanza económica que el país disfrutó en años recientes, y otros sectores
aún en desarrollo, desafortunadamente no se tradujeron en mejoras notables de la
12 Véase un resumen más detallado en Silva-Colmenares (2010, p. 3).
Universidad Autónoma de Colombia
102
JULIO SILVA-COLMENARES
situación de los estratos más pobres de la sociedad”; más adelante insiste en que “los
beneficios del crecimiento económico no han sido redistribuidos en el resto de la
pirámide social, como es el caso de algunos vecinos exitosos”.
Pero, como le recuerda el editorial al presidente Santos:
[…] [el] pilar social de la agenda presidencial ya está cimentado en el paquete
legislativo y en el diseño del esfuerzo central. Pero esto no es más que el arranque
del camino. Sacar a más de 350.000 familias de la extrema pobreza requerirá
más ajustes técnicos en la red Unidos, mayor coordinación con los gobiernos
locales, más vigilancia de los fondos de la reconstrucción invernal, sincronización
con las leyes de empleo y tierras y mayor redistribución de la riqueza generada.
Si el gobierno Santos cumple con sus metas, Colombia empezará a abandonar
el inaceptable lugar que hoy ocupa dentro de las sociedades más desiguales del
planeta. (“La cara social de Santos”, 2011, pp. 1-28)
Y el exministro Botero Montoya, en artículo ya citado, también recuerda que la “mayor
igualdad social no es algo que ocurre en forma espontánea. Es el resultado de un
cambio de mentalidad precedido por la labor de persuasión de una elite intelectual con
el respaldo de un movimiento político influyente [...]” (2001a, pp. 38-39).
8. A manera de conclusión
Como se ha observado en este breve análisis, el Plan de Desarrollo “Prosperidad para
todos”, a pesar de que se declara como una “propuesta de tercera vía”, lo que supone
medidas más incisivas y de pronta efectividad para solucionar uno de los problemas
fundamentales de la sociedad colombiana, la concentración del ingreso, se queda en
la vía tradicional de pensar que un mayor crecimiento económico es la solución. No
reconoce el Plan de manera abierta que sin una distribución más equitativa del
ingreso nacional no sólo es más difícil y prolongado reducir la pobreza, como es su
segundo objetivo, sino que el propio crecimiento económico se dificulta, pues olvida
que el incremento del consumo de los hogares pobres y de clase media baja —fuente
básica del crecimiento económico— requiere la ampliación de su demanda solvente,
lo que no puede alcanzarse sólo con el aumento de los subsidios estatales.
Vale la pena insistir en que la mejor sociedad no es la que reparta más subsidios, sino
la que logre que sus miembros obtengan con su ingreso disponible lo que puede
considerarse un consumo necesario, esto es, suficiente para una vida digna, sin
ostentaciones pero sin necesidades apremiantes. En este sentido, la prosperidad
puede definirse por la participación que tengan los miembros de una sociedad en el
disfrute de la riqueza social para satisfacer sus necesidades espirituales, sociales y
materiales, así como sus aspiraciones racionales. En otras palabras, la medida de la
prosperidad está dada por la participación de todos en los asuntos que generan bienestar o felicidad. En términos económicos, la prosperidad implica la distribución
democrática y equitativa del excedente generado. Por tanto, la prosperidad o
felicidad social supone también el disfrute de la libertad. El crecimiento económico
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
PROSPERIDAD PARA TODOS ¿UNA UTOPÍA POSIBLE?
103
es efímero y deleznable si no se comparte la riqueza creada para el beneficio equitativo
de la colectividad, pues el desarrollo humano integral es condición del crecimiento
económico sostenido. Esto es, crecimiento económico y desarrollo humano deben ser
procesos simultáneos y complementarios.
En consecuencia, no sólo es apropiado sino factible recomponer el ingreso nacional
para incrementar de nuevo el consumo relativo y absoluto de los hogares, en especial
de los pobres y de clase media baja, sin que la porción acordada —en el ejemplo un
10% del excedente bruto de explotación— signifique que los propietarios de los
medios de producción entren en bancarrota o vean disminuir en forma exagerada, o
no vista en otros países, su participación relativa. Esta alternativa no sólo permitiría
disminuir el desempleo y mejorar el subempleo o informalidad, sino que no tendría
ningún riesgo inflacionario, como sí es previsible con las fórmulas keynesianas, ya
que no se afectaría el volumen físico de la producción (valores de uso de los bienes
y servicios), ni su precio final (valor de cambio de la oferta total de bienes y servicios).
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Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Locomotora minera:
Velocidad sí, ¿pero fondo?
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ1
Resumen
El Plan de Desarrollo para el periodo 2010-2014, construido sobre la base de
cinco locomotoras en condiciones de generar dinámicas, se basa realmente
sobre la vigencia de la minero-energética y las mayores exportaciones de
petróleo y carbón. Una bonanza que se enfrenta a la limitación de las reservas
probadas y los resultados diversos de la política de exploración, sobre todo en
el caso del petróleo. Esa bonanza genera excedentes pero no empleo y afecta
al resto de la economía, por los impactos en la tasa de cambio y en la
sustitución de producción nacional por importaciones.
Palabras clave: Locomotora minera, bonanza en combustibles, petróleo,
carbón.
Abstract:
The Development Plan for 2010-2014 built on the basis of five locomotives to
generate dynamic conditions, is really base don the life of the mining and
energy and increased exports of oil and coal. A bonanza facing the limitation
of proved reserve sand the mixed results of the exploration policy, especially
in the case of oil. That boom creates jobs and surpluses but not affect the rest
of the economy, the impact on the exchange rate and there placement of
domestic production by imports.
Key words: Locomotive mining boom fuels, oil, coal.
1
Profesor de la Universidad Nacional. Coordinador del Observatorio de Coyuntura Socio Económica
(OCSE).
Universidad Autónoma de Colombia
106
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
El Plan Nacional de Desarrollo para el período 2010-2014 se encuentra en la fase de
aprobación en el Congreso de la República. Bajo del nombre de “Prosperidad para
todos, más empleo, menos pobreza y más seguridad”, el Plan se construye con dos
ejes: a) una directriz hacia el crecimiento económico, formulada con el liderazgo de
cinco locomotoras; y b) una propuesta de mejora social, reflejada en más empleo y
menos pobreza, como consecuencia del dinamismo económico y la reorientación de
recursos públicos y privados.
El presente documento no pretende examinar todo el Plan, sino hacer unas breves
reflexiones sobre la sostenibilidad de la estrategia de crecimiento basada en la nueva
especialización de la economía colombiana, la de país minero exportador, y su
capacidad de irradiar sinergias al resto de la economía. El tratamiento del tema se
organiza en tres partes: i) ¿qué van a hacer las cinco locomotoras?, ii) ¿cuál es la
sostenibilidad de la estrategia minera y de hidrocarburos?, y iii) ¿qué sinergias
genera hacia el resto de la economía?
1. ¿Qué hacen las locomotoras?
La dinámica económica del cuatrienio es identificada por el Gobierno como producto
del impulso generado por cinco locomotoras, las mismas que deberán jalonar al resto de
la economía para lograr la meta de crecer por encima del 5% anual. El Plan está
diseñado bajo la doble condición de que el país superó los efectos de la crisis mundial
y se encuentra en plena fase de recuperación. Por lo tanto, el cuatrienio se beneficiará
de una dinámica expansionista promovida desde el exterior, por la mayor demanda
del grupo de países emergentes, a la cabeza de los cuales se encuentran China e India,
los nuevos líderes de la industria mundial.
El concepto de locomotora es concebido como la capacidad de arrastre de sectores
identificados con esa dinámica mundial y su posibilidad de atraer a otros sectores
ligados con la demanda interna. El dinamismo mundial se basa en la capacidad de
producir y exportar bienes y servicios, más los primeros que los segundos, y los
sectores líderes de ese proceso son la producción de maquinaria, equipo y herramientas,
la diversidad de equipo de transporte y los bienes electrónicos, familias de bienes que,
en conjunto, generan más del 40% del comercio mundial y su origen se concentra en
los procesos industriales de China, Japón, Corea e India.
En la dinámica colombiana, esas locomotoras no existen o están poco desarrolladas
y dependen de las importaciones. De tal manera que, como país, somos compradores
de los bienes líderes, para lo cual nos convertimos en proveedores de insumos y/o
combustibles, y formamos parte de los vagones de carga para las necesidades de otros
países. Las grandes locomotoras que mueven al mundo, en Colombia tienen la misma
dinámica de nuestro sistema férreo y no tienen capacidad de arrastre, ni tampoco son
prioritarias en el Plan de Desarrollo para la Prosperidad.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
107
Lo que el Gobierno colombiano identifica como locomotoras son los sectores más
internacionalizados y los que deberían generar más impacto en la demanda interna
y la competitividad. Nuestro papel en el comercio internacional es el de proveedores
de combustibles, minerales, alimentos, insumos agropecuarios y manufacturas de
bajo contenido tecnológico, mientras somos importadores de bienes industriales de
mediano y mayor contenido tecnológico, insumos, materias primas elaboradas,
bienes finales de consumo durable y de capital. Las exportaciones de hidrocarburos
y minerales transformaron al país —que pasó de ser agroexportador a mineroexportador—, concentran la mitad del comercio externo y son las que más contribuyen
al crecimiento económico —11% en el año 2010—. Por lo tanto, son el verdadero, y
casi único, motor de la economía nacional.
Las cinco locomotoras identificadas son: i) la de minería e hidrocarburos, ii) la de
innovación en potenciales sectores de talla mundial, iii) la agropecuaria, iv) la
de infraestructura de transporte, y v) la construcción de vivienda. De ellas, la única
internacionalizada es la de minería e hidrocarburos, mientras las demás son meras
expectativas. Allí está la actual especialización colombiana y el propósito del
Gobierno es fortalecerla y acentuarla, mientras sea posible, para lo cual se propone
continuar la política de otorgar concesiones para la exploración y explotación,
iniciada por el gobierno anterior. La locomotora de la innovación, en sectores de
transformación productiva, apunta a fortalecer las exportaciones menores, las que
queden después del impacto negativo en la tasa de cambio generada por la
“enfermedad holandesa” propiciada por la primera locomotora. Las otras tres son
necesidades internas y prioridades para el destino de la inversión, con muchas
limitaciones y dependientes de mayor institucionalidad.
¿Qué propone el Gobierno con esas locomotoras? Convertirlas en la fuente de crecimiento
del cuatrienio, mediante un plan indicativo ejecutado conjuntamente con el sector
privado y con metas definidas y susceptibles de ser alcanzadas. El Plan es optimista, pero
no en exceso; realista, con metas posibles y medibles; y soñador, al imaginar que puede
resolver varios problemas al tiempo y que se va a tener dinero suficiente para hacerlo. Se
soporta en el actual patrón de crecimiento, el minero, y se imagina utilizando los
excedentes que este genera para financiar las demás locomotoras, que requieren mucha
inversión y cambios drásticos en las políticas. Se asume que la dinámica internacional
será determinante y financiará los cambios en el mercado interno. Brevemente, los
principales objetivos y metas de cada locomotora se explican a continuación.
La minera es una locomotora basada en la continuidad del boom exportador de petróleo
y carbón, originado en los buenos precios internacionales y la mayor demanda de los
consumidores del mundo. Es una estrategia de producir para exportar, el 93% actual,
en la que se combinan políticas exploratorias, de explotación y transporte de hidrocarburos
y carbón en minas a cielo abierto. Como es la principal fuente de recursos internacionales
y se hace con recursos no renovables, el éxito de esta locomotora depende de la mayor
capacidad exploratoria y el hallazgo de nuevos yacimientos, lo que aumenta el nivel de
las reservas probadas y garantiza mayor capacidad de explotación en el futuro. De este
modo el país se aleja del fantasma de la insuficiencia.
Universidad Autónoma de Colombia
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
108
Tabla 1
PND 2010-2014, algunas metas según locomotora
Indicador
Producción petróleo
Unidad
Base 2010
Meta 2014
Barriles diarios
990.600
1.420.000
Contratos suscritos ANH
Número
197
205
Pozos exploratorios
Número
340
570
Producción carbón
Millones toneladas año
73
124
Toneladas año
48
72
Hectáreas
4.423.420
4.882.891
Producción oro
Área agrícola
Área forestal
Hectáreas
364.080
596.330
Área pecuaria
Hectáreas
38.708.639
36.847.537
Producción agropecuaria
Toneladas
30.588.362
36.283.568
Exportaciones con VA
Proporción
29
40
Número sectores
12
20
Kilómetros
150
740
Número cuatrienio
560.300
1.000.000
Transformación productiva
Red vial construida
Vivienda nueva
Fuente: DNP (2010, cap. tercero).
El plan minero y de hidrocarburos se basa en la presunción de que el país posee una
capacidad potencial de producción superior a la que actualmente está probada. Por
lo tanto, la prioridad es incrementar la exploración y hallar nuevos yacimientos, así
como organizar el mapa minero y obtener un mejor inventario de recursos naturales.
El plan se limita a hablar de tres productos con flujo exportador. Sin embargo, asume
la existencia de otros y su potencial explotación, como es el caso del níquel, las
esmeraldas, la plata y el coltán, para los cuales no hay metas ni prioridades
asignadas explícitamente. Su destino es el mercado internacional en los países de
gran consumo: Estados Unidos, Unión Europea, Japón y China.
El petróleo es la principal prioridad y al que se le ponen las mayores metas (Tabla
1). Dada la limitación de las actuales reservas probadas, el objetivo principal es la
exploración, para lo cual se aspira a completar los 205 contratos y la actividad en
570 nuevos pozos, para el 2014, con la ambiciosa meta de llegar a explotar los 1,4
millones de barriles día. Esto significa producir 511,2 millones de barriles año, la
tercera parte de lo que produce actualmente Venezuela. El reto es aumentar las
reservas probadas mediante la mayor asignación de áreas para explorar, al tiempo
que se incrementa la explotación y se agotan los pozos maduros. El éxito se medirá
en el hecho de que la incorporación de reservas supere la producción; de lo contrario,
esta locomotora no tendrá combustible para avanzar.
En carbón y oro, las metas son de incremento de producción, a partir de los contratos
ya firmados y los yacimientos en explotación o para explotar, una vez definida su
licencia ambiental. En carbón, con base en El Cerrejón (Guajira) y en la Jagua de
Ibirico (Cesar), se aspira a llegar a las 124 millones de toneladas por año, con un
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
109
incremento del 70% con respecto al ritmo de producción actual. En oro, la meta es
llegar a las 72 toneladas al año, 50% más que lo que se produce hoy, dadas las
posibles explotaciones en zonas de páramos, como la reserva natural de Cajamarca
y en Santurbán, además de Marmato (Caldas), las tres con propuestas de explotar
a cielo abierto, debido a la dispersión del mineral.
La segunda locomotora, en orden de importancia exportadora, es la de innovación,
concentrada en 12 sectores con impulso a la transformación productiva, en la que se
combinan productos agroindustriales y manufacturas de mayor valor agregado, con
servicios de subcontratación y turismo. Los doce sectores (DNP, 2010, p. 182) son:
i) software y TIC, ii) procesos de outsourcing a distancia BPO, iii) turismo de salud,
iv) diseño y modas, v) industria gráfica, vi) cosméticos y aseo, vii) autopartes y
vehículos, viii) energía eléctrica, ix) cacao y sus derivados, x) carne bovina, xi) palma
y oleaginosas, y xii) camaronicultura. Todos estos sectores fueron identificados en
estudios previos sobre competitividad e incluidos en el plan 2032, cuando deben
haberse consolidado como la nueva oferta exportable del país.
Las metas de este cuatrienio son creíbles: incrementar sus exportaciones del 29% al
40%, con destino a mercados de vecindad y algunos emergentes, así como incorporar
8 nuevos sectores a esta base. Esta locomotora es la que podría entenderse como la
política industrial del Gobierno, consistente en fortalecer sectores de nicho con
alguna experiencia exportadora y capacidad de adaptación a las nuevas tecnologías,
en la que se pueden destacar cuatro actividades: i) la agroindustria con algún valor
agregado en las nuevas explotaciones de palma y cacao, así como la modernización
ganadera y la expansión del cultivo de camarones; ii) la manufactura de exportación
en nichos basados en diseño, moda y subcontratación para las confecciones, artes
gráficas, cosméticos y autopartes; iii) los servicios de outsourcing en call center,
creación y administración de software y la oferta de servicios de salud para
extranjeros y colombianos no residentes; y iv) la generación y transporte de energía
eléctrica en países de vecindad.
La tercera locomotora, la actividad agropecuaria, está diseñada con el propósito de
activar un sector importante de la economía colombiana, que se encuentra sumido
en un profundo letargo y contribuye poco al crecimiento económico del país,
prácticamente nada2 , en los tres últimos años; es decir, por ahora no es una
locomotora sino un vagón de carga averiado. El propósito es loable y pasa por dos
tipos de acciones, la reparación de víctimas y el retorno de tierras, por un lado, y el
cambio de uso de las mismas, por el otro. El primer aspecto se relaciona con el proceso
de reparación y el retorno al statu quo de los años ochenta, con la devolución de tierras
a sus legítimos propietarios. El segundo aspecto es el más importante para el
propósito de este documento; se trata de reorientar el recurso hacia actividades más
productivas y eficientes, tanto para el abastecimiento del mercado interno como la
promoción de nuevos productos de exportación.
2
Las tasas de crecimiento del sector agropecuario han sido de -0,4% en 2008; -1.1%, en 2009 y de 0%,
en 2010. En la primera década de este siglo creció, en promedio, al 2%, mientras la economía nacional
lo hizo al 4,1%, es decir, a la mitad (datos de cuentas trimestrales del DANE).
Universidad Autónoma de Colombia
110
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
La expectativa de cambio de uso está reflejada en las metas: más tierra dedicada a
la agricultura y la actividad forestal y menos a la ganadería, para obtener, como
consecuencia, un mayor volumen de producción y aumentar la productividad por
hectárea. Las metas, sin embargo, son muy limitadas frente a lo que podría ser un
impulso a la transformación rural acorde con la potencialidad de uso de la tierra. Se
espera recuperar para la agricultura, aproximadamente, 460.000 hectáreas en el
cuatrienio, a 115.000 en promedio anual, para terminar con 4,9 millones, todavía
muy lejos de las 15 millones aptas para esta actividad.
Así mismo, se espera adicionar 230.000 en actividad forestal, mientras la ganadería
deberá reducir su espacio en 1,9 millones, muy poco frente al exceso de 18 millones
actuales. En síntesis, la ganadería se densifica un poco con menos tierra y parte de
ella se dedica a la agricultura y otra, al sembrado de bosques maderables. No
obstante, esas actividades no copan el espacio libre y en el Plan no se establece el
destino de 1,2 millones de hectáreas, lo que revela vacíos en la concepción del
proyecto.
El mejor resultado, sin embargo, se da en materia de incrementos en la productividad
y volumen de producción. En el Plan se espera aumentar en 5,7 millones de toneladas
la producción agropecuaria, a un promedio de 1,4 millones por año, orientadas a
nuevos cultivos y modernización ganadera. Aun cuando el plan no es explícito en
materia de cultivos a estimular, la directriz implícita es la de desarrollar nuevos
cultivos de exportación en plantaciones comerciales de palma, caucho y cacao, para
desarrollar dos de los sectores de talla mundial identificados en la estrategia de
innovación, acompañado de nuevos cultivos de camarón y la mejora de razas para
la ganadería de carne.
El mecanismo para hacerlo es una combinación de procesos asociativos con la
llegada de inversionistas que cultiven grandes extensiones, para lo que se aumenta
el tamaño de la unidad agrícola familiar (UAF) y se espera tener un inventario de
baldíos por asignar.
La cuarta locomotora también es un problema por resolver: la construcción de
infraestructura para el transporte en vías y oleoductos. Es el sector de más atraso y
que más afecta la competitividad colombiana, pero también es el sector más
permeado por los problemas de contratación, la calidad de las obras, los retrasos y
la corrupción. En la construcción de infraestructura vial, los proyectos son de lenta
maduración, desde el diseño hasta la construcción y su mantenimiento, de tal
manera que pasan de un gobierno a otro, y lo que se proyecta hoy se puede obtener
dentro de diez o más años.
En Colombia hay proyectos con diseños que superan los diez años y no se han
construido ni se han contratado, mientras varios de los contratados tienen retrasos
que superan los cuatro años y han faltado los programas de grandes arterías. El Plan
es realista. Se aspira a concluir la construcción de 2.000 km de carreteras de doble
calzada ya contratadas, la rehabilitación de 4.000 km en corredores primarios,
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
111
mantener 50.000 km de vías terciarias y promover la construcción de 740 km
adicionales, con flujos de inversión privada.
La quinta locomotora es resultado de una angustia, el déficit de vivienda y los
problemas de normalización de construcciones en zonas de alto riesgo, con tragedias
anunciadas. El propósito del Gobierno es optimista, construir un millón de viviendas
nuevas y habilitar 7.000 hectáreas para el desarrollo de macroproyectos urbanos con
vivienda de interés social (VIS); es decir, romper el círculo vicioso de no tener tierra
disponible para este tipo de vivienda y obligar a sus potenciales usuarios a hacer
construcciones precarias en zonas de riesgo.
El déficit habitacional colombiano afecta a dos tipos de ciudadanos, los que viven en
condiciones precarias y de riesgo —aproximadamente 1,3 millones de hogares—, y
los que no tienen vivienda —1,2 millones de hogares—, para afectar a 2,5 millones
de hogares. El plan se propone adelantar un millón de viviendas nuevas, 78% más
que las iniciadas en el gobierno anterior. Sin embargo, no resolverá el problema y los
próximos gobiernos deberán aportar más soluciones. Al finalizar el gobierno, será
necesaria una evaluación de esta meta, para saber qué tanto se rompió el obstáculo
de la falta de tierra disponible y si se facilitó el acceso a la vivienda a la población de
bajos recursos.
2. ¿Es sostenible la estrategia minera y de
hidrocarburos?
Usando la metáfora del Gobierno y asumiendo que no se trata del tren de la Sabana,
que se mueve a una velocidad de 40 km por hora, inferior a la del camión, una
locomotora es un medio de impulso que arrastra muchos vagones a gran velocidad
y por grandes distancias; es decir, que tiene los dos elementos básicos de la
movilidad, una velocidad punta, equivalente a una tasa de crecimiento, y una
velocidad de fondo o distancia, equivalente al crecimiento sostenido hacia el mediano
y largo plazo. Las locomotoras que impulsan los trenes de gran velocidad cumplen
esas dos condiciones, tienen velocidad de impulso, que supera los 500 km por hora,
y tienen la capacidad de sostenerse a una velocidad de fondo para cubrir grandes
distancias, a un promedio de 160 km por hora. Nada que ver con nuestro
paquidérmico sistema férreo.
Trasladando esa metáfora hacia el sector llamado a liderar el crecimiento económico
colombiano de los próximos años, surgen dos interrogantes: i) ¿tiene la velocidad de
impulso para arrastrar diversos vagones y consolidar el crecimiento de corto plazo?,
y ii) ¿tiene el fondo suficiente para sostenerse en el tiempo y generar sinergias para
entregar el liderazgo a otros sectores de la economía? El sector minero y de
hidrocarburos está viviendo un momento espectacular. Goza de las bondades de un
boom internacional, con mayor demanda y buenos precios, y de la decisión política
de los dos gobiernos, el saliente y el actual, que apoyan la explotación intensa y
rápida de los recursos naturales no renovables. Por lo tanto, cumple un papel de
Universidad Autónoma de Colombia
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
112
liderazgo de corto plazo. Como la fuente de este crecimiento es un recurso natural no
renovable, la capacidad de sostenerse está en función de la disponibilidad de recursos
o reservas probadas, así como de la estrategia de traspaso del liderazgo a otros
sectores. ¿Qué tanto fondo tiene esta estrategia?
La existencia de recursos mineros es predecible técnicamente y también está llena de
pronósticos especulativos y fabulosos. El país no dispone del mejor escenario para
conocer la cantidad de sus recursos y hace falta un inventario minero bien sustentado
en estudios técnicos y geológicos. Por lo pronto, lo que existe es la presunción de que
hay más recursos de los que hasta ahora se han demostrado; por lo tanto, lo que hay
que acelerar es su reconocimiento para poderlos explotar más rápidamente. Ese es el
trasfondo de las actuales políticas de exploración y explotación. Con base en algunos
estudios, técnicos y no técnicos, se presume que hay una diversidad de recursos
mineros e hidrocarburos por reconocer y explotar, por lo que el gobierno anterior asignó
extensos territorios, cerca de 5 millones de hectáreas, para su exploración.
¿Cuántos recursos tenemos y para cuánto tiempo de explotación? Ese es el
interrogante que permite cuantificar el fondo de esta estrategia. Explorar no significa
encontrar y haberlo hecho no significa un gran hallazgo. El proceso es más complejo
y la disponibilidad efectiva es mutante en función del indicador más aproximado a
su existencia real, el de las reservas probadas. Llegar a las reservas probadas es haber
concluido un proceso con tres fases: i) haber explorado con éxito y haber encontrado
algo equivalente a un mineral o un hidrocarburo, ii) haber superado las pruebas
técnicas que permitan identificar el tipo de mineral o hidrocarburo y la calidad del
mismo, y iii) haber cuantificado la magnitud del hallazgo y prever el tiempo de su
explotación. El índice de reservas probadas va cambiando en el tiempo,
incrementándose por efecto de las adiciones generadas por los nuevos hallazgos y,
reduciéndose, por efecto de lo explotado. ¿Cuánto tenemos en reservas probadas de
petróleo, carbón y oro? ¿Para cuánto tiempo de explotación?
Tabla 2
Reservas probadas de petróleo 2009 (miles de millones de barriles)
Región o país
Reservas
Colombia
2
Norteamérica
73,3
Sur y Centroamérica
199,5
Euroasia
136,9
Medio Oriente
754,2
África
127,7
Asia Pacífico
42,2
Total
1.333,8
Colombia (%)
0,15
Fuente: Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cálculos del autor.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
113
La base del boom es el petróleo, recurso natural no renovable disperso en el mundo y con
reservas probadas, al año 2009, de 1.334 miles de millones de barriles (Tabla 2),
concentradas en el Medio Oriente, Venezuela y Canadá. La presunción colombiana de que
hay más petróleo del que hasta ahora se ha descubierto se basa en los hallazgos de
Venezuela3 , Ecuador, México y Canadá4 , así como en la perspectiva de las nuevas
exploraciones y los cambios recientes en el índice de reservas probadas. En el ámbito
internacional, se entiende como reserva probada en petróleo todo hallazgo que se puede
extraer con la tecnología actual y sea rentable con respecto a los precios vigentes. Por lo
tanto, no se consideran las reservas muy profundas ni las de petróleo muy pesado. En
este escenario, las reservas de Colombia se aproximan a los 2.000 millones de barriles,
según la Agencia Nacional de Hidrocarburos, o a 3.100, según la OPEP, equivalentes al
0,15% o al 0,23% de las reservas mundiales, respectivamente, según la fuente.
La fuente colombiana es la Agencia Nacional de Hidrocarburos (Tabla 3), según la
cual las reservas probadas y la producción evolucionaron hacia un crecimiento
importante en la última década, especialmente en los últimos cuatro años, como
consecuencia de los éxitos en la exploración. Según el mismo organismo, a finales de
2010 había 197 contratos vigentes, 15 millones de hectáreas de tierra en exploración
y 6 millones adicionales en área marina. La política es inequívoca, mayor exploración
e incremento de la explotación, con el fin de usufructuar las condiciones de la
bonanza. El resultado es visible. Entre 2008 y 2010 se perforaron 275 pozos con un
factor de éxito del 49%, es decir, que en 135 pozos se encontró algún hidrocarburo,
petróleo o gas, de diferente calidad. Como consecuencia, en los tres años pasados y
después de algunas pruebas —aunque faltaron otras—, se incorporaron 1.089
millones de barriles de petróleo y 2.066 giga pies cúbicos de gas.
Tabla 3
Colombia, reservas probadas de petróleo 2000-2010
Crudo (millones de barriles)
Año
Relación R/P (años
Reservas probadas RProducción anual P Incorporación anual
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
1.972
1.842
1.632
1.542
1.478
1.453
1.510
1.358
1.668
1.988
251
221
211
198
193
192
193
194
215
245
261
-68
91
1
108
128
167
250
42
524
565
7,9
8,4
7,7
7,8
7,7
7,6
7,8
7
7,8
8,1
Fuente: Agencia Nacional de Hidrocarburos.
3
Según la OPEP, las reservas probadas de Venezuela se expandieron a los 211.000 millones de barriles,
equivalentes al 15% de las reservas de mundo, al incorporar los hallazgos en la cuenca del Orinoco,
que corresponde a la misma falla geológica donde se ha encontrado el recurso en el pie de monte llanero
colombiano, y que llega hasta territorio ecuatoriano.
4
En el continente americano, los hallazgos y su inclusión en las reservas probadas han sido
importantes para otros dos países, diferentes a Venezuela. Canadá es considerado por la OPEP como
Universidad Autónoma de Colombia
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
114
La primera década del siglo XXI reflejó un cambio en la tendencia. En los primeros
años, hasta 2005, los hallazgos fueron inferiores a la producción. Como consecuencia,
las reservas probadas se redujeron en el tiempo, hasta un mínimo disponible para
7 años, que se revirtió con los nuevos éxitos exploratorios, y terminó en 2009 con unas
reservas para 8,1 años, manteniendo el actual ritmo de producción. La producción
promedio día, para 2010, fue de 781.000 barriles, inferior a la proyectada en el texto
del Plan para el mismo año, de 990.600. Esto revela inconsistencias en el uso de la
información. Con ese promedio, la producción anual fue de 261 millones, en ritmo
superior al de año anterior, lo que reduce el balance de reservas probadas a solamente
7,6 años, sin contar lo incorporado como reserva en el año 2010. A ese ritmo y sin
más reservas, la bonanza se agotará en el año 2017.
La expectativa del Gobierno es bastante positiva al respecto y tiene la meta de llegar
a 2014 con una producción diaria de 1.420.000 barriles, para un consolidado anual
de 511,2 millones, es decir, que las reservas probadas al final de 2009 se habrán
agotado para entonces. El reto es magnífico, continuar con la política de exploración
y seguir obteniendo, al menos, el mismo factor de éxito, de tal manera que se puedan
dar simultáneamente tres resultados: i) adicionar reservas probadas en mayor
proporción a lo que se produzca, ii) incrementar la producción sin afectar la
sostenibilidad, y iii) alejar el fantasma de la insuficiencia nacional y aumentar la
disponibilidad en el tiempo. En caso contrario, si la adición en reservas es inferior
a la producción, la bonanza tendrá sus días contados y nos volveremos importadores.
Tabla 4
Colombia, petróleo, capacidad exportadora (miles de barriles día y %)
Año
Producción
Consumo
Exportable
X en %
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
455
583
625
652
739
816
687
604
577
540
528
526
527
531
587
671
781
190
209
228
242
247
249
236
230
228
228
240
254
264
346
357
333
340
265
374
397
410
492
567
451
374
349
312
288
272
263
185
230
338
441
58,2
64,2
63,5
62,9
66,6
69,5
65,6
61,9
60,5
57,8
54,5
51,7
49,9
34,8
39,2
50,4
56,5
Fuente: Agencia Nacional de Hidrocarburos, cálculos del autor.
el tercer país con reservas de 178.000 millones de barriles, equivalentes al 13% y por encima de Irán
e Irak, como consecuencia de hallazgos recientes, mientras las de México subieron a 13.000,3 millones,
el 1,3%. Los países de América con reservas importantes son, en orden: Venezuela, Canadá, Estados
Unidos (21,3), México, Brasil (12,6), Ecuador (4,5) y Colombia (3,1).
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
115
Finalmente, ¿cuánto se puede exportar? El balance petrolero debe incorporar el
consumo nacional, de tal manera que lo exportable equivalga a lo producido menos
el consumo interno (Tabla 4). Como no somos un gran país petrolero y hay
inestabilidad con los nuevos hallazgos, que son de pozos de pequeña capacidad,
mientras no se ha vuelto a encontrar otros de la dimensión de Caño Limón o Cusiana,
con reservas de más 1.000 millones de barriles, la tendencia de la capacidad
exportadora ha sido volátil. En el periodo 1994-2010, el mayor índice de capacidad
exportable se obtuvo en el año 1999, con el 69,5% de lo producido, para bajar luego
reiteradamente hasta el 34,8%, en el año 2007, recuperarse luego y terminar en el
56,5% de 2010. Durante todo el periodo el consumo interno aumentó a ritmo
sostenido y seguirá haciéndolo por efecto de la mayor urbanización, industria y
existencia de parque automotor. Alejarse del fantasma de la insuficiencia significa
incrementar las reservas probadas y, al menos, sostener la proporción de capacidad
exportable, sin sacrificar el consumo.
Cualquiera que sea el curso de la bonanza, quedan tres interrogantes: a) si se explotan
hasta el fondo los actuales pozos y se exporta su contenido, ¿qué se va a hacer cuando
se pierda la capacidad de autoabastecimiento nacional y tengamos que importar lo
que hoy exportamos?, b) ¿en qué se van a utilizar los recursos de esta bonanza, que
permitan pensar en construir actividades alternativas de producción, es decir, en qué
se va a sembrar la bonanza?, y c) ¿cuál va a ser la oferta exportable que va a reemplazar
al petróleo? La alternativa menos optimista es la de tener poco éxito en la política de
exploración, por lo tanto, un fin rápido de la bonanza, para pasar a ser importadores.
Un escenario optimista es el del aumento sostenido de las reservas probadas, para
lo cual, entonces, se requiere organizar el uso de esos recursos sembrando la bonanza
y diversificando la economía. ¿Será esa la razón de ser de la estrategia de innovación?
¿O se va a sembrar en infraestructura vial y de vivienda? El Gobierno tiene la palabra.
Tabla 5
Carbón, reservas probadas, producción y consumo mundial (millones tt)
2009
Colombia
Norteamérica
Reservas
Producción
Consumo
Exportable
R/P años
6.668
72,8
3,9
68,9
91,59
246.097
1.047,2
531,3
515,9
235,00
Sur y Centroamérica
14.860
83,6
23,2
60,4
177,75
Euroasia
272.246
1.152,7
456,5
696,2
236,18
África y Oriente
33.399
255,1
116,6
138,5
130,93
Asia Pacífico
259.253
4.402,8
2.151,6
2.251,2
58,88
Total
825.855
6.941,4
3.279,2
3.662,2
118,98
0,81
1.05
0,12
1,88
Colombia
Fuente: Unidad de Planeamiento Minero Energético (UPME) y Coal Portal, cálculos del autor.
La situación del carbón es menos angustiosa. Hay reservas para más tiempo y nuestra
dotación es superior a la del petróleo (Tabla 5). El país dispone del 0,81% de las
Universidad Autónoma de Colombia
116
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
reservas probadas en el mundo, con una producción en minas a cielo abierto
equivalente al 1,05% y una capacidad exportable del 95%. Por lo tanto, participamos
con el 1,9% del comercio mundial. Al actual ritmo de producción, 73 toneladas por
año, hay existencias para 91,6 años. Sin embargo, la pretensión del Gobierno y de
las multinacionales a cargo es la de aumentar el ritmo de extracción y beneficiarse
mejor de la bonanza. Para ello proponen incrementar la producción al 70% y llevarla
hasta las 124 toneladas al año en 2014. Al nuevo ritmo, y si no hay incremento de
reservas, las actuales existencias se reducen a 53,8 años y afectarán a las dos
próximas generaciones de colombianos.
El fin de esta bonanza no está a la vista, pero sí el interrogante de cómo se está sembrando.
A diferencia del petróleo, para cuya explotación Ecopetrol es un actor importante, la
explotación de carbón la hacen multinacionales interesadas en obtener el máximo
beneficio económico, y le dejan al país solamente unas regalías y el deterioro ambiental
producido por la remoción de más de 7.000 hectáreas de tierra y capa vegetal. Las cuentas
para el país deben ser claras: ¿qué se está haciendo con los excedentes del carbón?, ¿cuál
es la regla de reparto?, ¿cuánto cuesta la recuperación ambiental?, ¿en qué se usan las
regalías?, ¿cuáles serán las actividades alternas cuando se acabe la bonanza o la
explotación del carbón deje de ser útil por razones ambientales? Explotar recursos
naturales tiene riesgos, genera enriquecimiento rápido y malestar social. La alternativa
no es dejar de explotarlos, sino, por el contrario, usarlos como fuente de prosperidad y
financiamiento de la infraestructura y la diversificación productiva.
En el caso del oro, la situación es más complicada. Colombia es actualmente un país
de segunda línea en producción en el mundo, con 48 toneladas al año frente a las
aproximadamente 2.300 del mundo, las 260 de China y las 175 de Perú. La
aspiración del Gobierno es llevar la producción hasta las 72 toneladas en 2014, para
lo cual hay que explotar 2,5 millones de onzas. La meta puede ser posible en el caso
de que se permita explotar los grandes santuarios de agua, niebla y páramo de
Cajamarca y Santurbán, concedidos a la Anglo Gold y a Greystar, respectivamente,
y en los que se estima una existencia de 12 y 9 millones de onzas que, al explotarlas
por 15 años, generarían producciones de 800.000 onzas y 511.000 onzas por año.
La tercera alternativa es Marmato en Caldas, con permisos concedidos, unas reservas
de 7,5 millones de onzas y una producción anual de 500.000 onzas o 14,7 toneladas.
El conflicto ambiental está identificado. En los tres casos se trata de explotaciones
a cielo abierto, lo que significa que el mineral se encuentra disperso y para localizarlo
hay necesidad de remover grandes extensiones de capa vegetal, estimadas en más de
1.500 hectáreas, y disponer de grandes cantidades de agua, para poder reunirlo, con
daños en la vegetación y en las cuencas acuíferas. El dilema para el Gobierno es claro:
permite el daño ambiental y obtiene unas regalías provenientes de las multinacionales
que explotan el mineral o conserva el medio ambiente y se olvida de la meta en la
producción de oro. Por supuesto, ahora que se sabe que allí hay oro, tampoco puede
permitir la explotación ilegal y clandestina, ni la presencia de grupos armados
irregulares dispuestos a explotar el recurso. Es decir, ahora más que nunca, debe
garantizar la presencia del Estado en esas regiones.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
117
3. ¿Habrá más empleo y menos pobreza?
La verdadera locomotora en el corto y mediano plazo es la minera y de hidrocarburos,
que concentra el 50% de las exportaciones colombianas, en pleno boom internacional,
y genera importantes excedentes económicos. Como toda bonanza, trae consigo
bondades y también efectos perversos. La principal bondad es el importante flujo de
recursos que, bien administrados, debe financiar los demás programas de Gobierno,
los vagones de arrastre mal identificados como locomotoras, que deberían mejorar
la competitividad nacional y crear condiciones para construir la oferta exportable del
futuro en bienes industriales de mayor complejidad tecnológica y servicios con valor
agregado. Los principales efectos perversos se encuentran en el tratamiento cambiario
y la propensión a la “enfermedad holandesa”, así como la baja capacidad de
generación de empleo sectorial y los costos de recuperación del daño ambiental.
El mercado de trabajo es la principal inquietud. Este mercado enfrenta dos tipos de
problemas, una tasa de desempleo de dos dígitos, desde hace 15 años, y el creciente
subempleo y precariedad en los nuevos puestos de trabajo. El mantener una tasa de
desempleo tan alta es consecuencia de no tener una estrategia de creación de mayores
y mejores oportunidades de trabajo, aprovechando la oferta existente de mano de
obra, y la incapacidad de controlar la estructura de costos no laborales. La falta de
una estrategia generadora de empleo es la causa más importante y se origina en el
hecho de que la inversión se destine a actividades de capital intensivas y no se
distribuya hacia las áreas de generación masiva de puestos de trabajo, en la
industria, la construcción o la actividad agropecuaria. Más que los costos no
laborales, son la concentración de recursos en las actividades minera y de hidrocarburos
y su impacto negativo en la industria lo que no permite que haya más empleo.
Tabla 6
Colombia, ocupados s/n actividad económica (miles de personas y %)
Agropecuario
2010
2002
Diferencia
3.582
3.169
412
291
276
2.387
2.051
102
69
33
Minero e hidrocarburos
Industria manufacturera
Electricidad, gas y agua
15
336
2010
2002
18,5
20,0
1,5
1,7
12,3
12,9
0,5
0,4
Construcción
1.128
826
303
5,8
5,2
Comercio, restaurantes y hoteles
4.953
4.016
937
25,6
25,3
Transporte y comunicación
1.678
1.054
624
8,7
6,7
Financiero y seguros
1.453
829
624
7,5
5,2
Servicios sociales y Gobierno
Ocupados total nacional
3.758
3.546
19.342
15.844
212
3,497
19,4
22,4
100,0
100,0
Fuente: Dane, Gran Encuesta Integrada de Hogares, cálculos del autor.
El peso del sector minero y de hidrocarburos en el conjunto del mercado de trabajo
colombiano es bajo, solamente del 1,5% de las personas que trabajan en Colombia
Universidad Autónoma de Colombia
118
RICARDO BONILLA GONZÁLEZ
(Tabla 6). El aporte sectorial, en los nueve años de implementación de la política de
“confianza inversionista”, fue de solamente 15.000 nuevos empleos, en medio de una
necesidad de más de 3,5 millones de personas que se inventaron algún trabajo en
otras actividades y de 2,5 millones de desempleados que siguen buscando trabajo.
El desfase es grande y se evidencia en la diferente participación sectorial en el PIB
(6,4%), en el mercado de trabajo (1,5%), en la inversión externa (51%) y en las
exportaciones (48%). La especialización en minería e hidrocarburos para la exportación
genera inversiones y excedentes, pero no genera empleo ni sinergias hacia su
generación en otros sectores.
El único mecanismo efectivo para reducir la pobreza estructural es la generación de
ingresos y la autonomía financiera de los hogares. Los instrumentos son el empleo
y/o el emprendimiento sostenible y el lugar no es la minería. Una estrategia
productiva basada en las enormes expectativas de enriquecimiento rápido con
minerales e hidrocarburos, con concentración de riqueza en unos pocos, las
multinacionales, Ecopetrol y el gobierno, con baja generación de empleo, no es la
mejor política para erradicar la pobreza. Tampoco lo es el uso de esos mismos
recursos en la difusión de subsidios temporales y asistencialistas que no promueven
el empoderamiento de las familias ni su autonomía financiera. El reto para el país
es grande y probablemente el Gobierno no esté en capacidad de asumirlo: construir
una estrategia distributiva y de diversificación económica a partir de los excedentes
mineros, algo que reduzca la concentración y mejore la equidad.
Conclusiones
El Plan de Desarrollo para el periodo 2010-2014 está diseñado como una política
de continuidad alrededor de la bonanza minero-energética de los últimos años. El
crecimiento económico está concebido como un proceso en el que un sector jalona al
resto de la economía, mientras se identifican otras cuatro prioridades con el objeto
de convertirlas en sectores con dinámica propia. Todos ellos se conciben como el
impulso generado por cinco locomotoras. En realidad, es solamente la locomotora
minero-energética, construida a partir de la bonanza en las exportaciones de petróleo
y carbón, la que mantiene el ritmo y la dinámica, con la que el Gobierno espera
arrastrar los vagones de las otras cuatro mal llamadas locomotoras, que actualmente
no tienen mayor dinamismo.
La bonanza minero-energética es una combinación de volumen y precios, en la que
se incrementan la producción y las exportaciones y se reducen tendencialmente las
reservas probadas de recursos no renovables. La bonanza del petróleo se construye
sobre el fiel de la balanza, con unas reservas probadas limitadas, de 2.000 millones
de barriles, suficientes para ocho años. Se aspira a incrementar la producción con la
expectativa de mayores éxitos en la exploración. En el caso del carbón, las reservas
probadas no son limitantes en el mediano plazo y se aspira a ampliar la producción
y las exportaciones con minas a cielo abierto. En el caso del oro, el conflicto minero
ambiental está presente y las metas probablemente no se cumplan, dado que las
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LOCOMOTORA MINERA: VELOCIDAD SÍ, ¿PERO FONDO?
119
minas a cielo abierto sobre las que están proyectadas, La Colosa y Santurbán, no
tienen licencia ambiental.
Finalmente, la locomotora minera deja excedentes y plata, pero no genera empleo y
produce sinergias negativas sobre el resto de la economía, tales como la revaluación
de la tasa de cambio, efecto de la llamada “enfermedad holandesa”, y la destrucción
del aparato industrial, en el que se reemplaza producción por importaciones. Los
retos del país en materia de diversificar la economía, reducir el desempleo y la
pobreza, solamente pueden atacarse con el uso racional de los recursos generados por
la bonanza y su destino hacia actividades creadoras de empleo masivo y crecimiento
económico incluyente. La continuidad de la bonanza sin sinergias positivas hacia
otros sectores reproducirá el modelo de crecimiento inequitativo y concentrador de
la riqueza.
Bibliografía
Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH). (2010, noviembre). Indicadores de gestión
y estadísticas de la industria.
Blanchard, O. (2006). Macroeconomía (4ª ed.). Madrid: Prentice Hall, Pearson.
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una política económica para la productividad, el empleo y la distribución del ingreso.
Bogotá: Fundación Ebert Fescol.
Bonilla, R. (2011, enero-febrero). Apertura y reprimarización de la economía colombiana,
un paraíso de corto plazo. Revista Nueva Sociedad, 231.
Departamento Nacional de Estadística (DANE). (2010, septiembre). Gran Encuesta
Integrada de Hogares (GEIH).
Departamento Nacional de Estadística (DANE). (2010, tercer trimestre). Cuentas
trimestrales nacionales.
Departamento Nacional de Planeación (DNP). (2010, diciembre). Plan Nacional de
Desarrollo 2010-2014. “Prosperidad para todos”.
Unidad de Planeamiento Minero Energético (UPME). Boletín Estadístico de Minas y
Energía 1990-2010, Bogotá.
Universidad Autónoma de Colombia
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Las locomotoras del Plan:
unas breves observaciones
REMBERTO RHENALS M.1
Resumen
Este artículo presenta unas breves observaciones sobre la concepción de
“locomotoras” en el Plan de Desarrollo actual. Una definición un poco más
precisa permite afirmar que las verdaderas “locomotoras” parecen ser solamente
tres: innovación, infraestructura de transporte y vivienda. Exceptuando la
importancia de los sectores minero-energético y de vivienda en el aumento de
la tasa de inversión, la parte más importante de los resultados del cuatrienio
en el mayor crecimiento del producto y de la productividad depende de la
“innovación”, algo que puede ser “gaseoso” en términos de implementación.
Palabras clave: PIB, productividad total de los factores, locomotoras, innovación,
encadenamientos.
Abstract
This article presents a brief remark about the concept of “locomotive” in the
current development plan. A precise definition of “locomotive” defines only
three kinds of true ‘locomotives’: innovation, transportation infrastructure,
and housing. Then, excluding the relevant participation of the mining-energy
sector and housing in the increasing inversion rate, in the next four years
increments in the GDP and the productivity are expected to be explained by
“innovation”; and “innovation” in terms of policy implementation can show
gassy outcomes.
Key words: GDP, total factor productivity, locomotives, innovation, linkages.
1
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Antioquia. Correo electrónico:
<[email protected]>. Este artículo se inscribe en la línea de investigación “Análisis
de la coyuntura y la política económica nacional”.
Universidad Autónoma de Colombia
122
REMBERTO RHENALS M.
Las metas económicas del Plan de Desarrollo de la administración actual son
aumentar la tasa de crecimiento del PIB de 4,5% (escenario base)2 a 6,2% en 2014.
En este aumento (1,7 puntos porcentuales), la acumulación de los factores aportaría
0,8 y la productividad total de los factores (PTF), 0,9 puntos porcentuales. La tasa
de inversión total (relación inversión-producto) pasaría de 24,3% en 2010 a 30,1%
en 2014.3 Suponiendo que la evolución de la relación incremental capital-producto
(ICOR, por sus siglas en ingles) bruta describa el comportamiento de la ICOR neta,
el impacto macroeconómico de las simulaciones presentadas en el Plan sería un
aumento en la eficiencia de la inversión (es decir, una disminución de la ICOR).4
De acuerdo con el Plan, para el logro de estas metas es necesario avanzar en tres ejes
fundamentales: la innovación, una política de competitividad y de mejoramiento de
la productividad y la dinamización de sectores “locomotora”, definidos como
aquellos que avanzan más rápido que el resto de la economía y, por tanto, podrían
liderar el crecimiento y la generación de empleo, debido a sus probables impactos
directos e indirectos sobre otros sectores. Las locomotoras son el sector agropecuario
los nuevos sectores basados en la innovación, la vivienda, la infraestructura y el sector
minero-energético.
A primera vista, la concepción del plan parece un retorno al enfoque sectorial como
estrategia para promover el crecimiento económico, ciertamente mediante mecanismos
diferentes a los contemplados en la teoría del desarrollo dominante en las décadas
de 1950 y 1960.5 Sin embargo, el papel fundamental asignado a la innovación
muestra el propósito de canalizar la inversión pública y orientar algunos recursos
privados hacia actividades de impacto general. En términos más generales, las
inversiones públicas estarían concentradas en actividades que generen externalidades
positivas o que induzcan retornos crecientes a la actividad privada.6
Los sectores minero-energético, de vivienda y de transporte (infraestructura y
servicios) vienen creciendo más rápido que el resto de la economía, algunos desde
2
Este crecimiento es similar al promedio de los últimos cinco años, pero también al de 2010.
3
La tasa de inversión en 2010 corresponde a la mostrada en la Tabla VIII-6 (balance ahorro-inversión)
del Plan. De hecho, es igual a la observada, pero valorada según los precios de 1994. En las cuentas
nacionales con base 2005, la tasa de inversión fue de 25,5% en 2010.
4
Se supone que las cifras de inversión reportadas en el Plan corresponden a la inversión bruta.
Entonces, cuando se considera la tasa de inversión bruta total, se le denomina ICOR bruta. Este
cálculo no es el adecuado porque lo correcto es usar la tasa de inversión neta total. En este caso se
denomina ICOR neta.
5
Esta teoría no prestaba mucha atención a las fuerzas del mercado. En cambio, Currie (1992) afirmaba
que para elevar la tasa de crecimiento económico de un país era importante eliminar los obstáculos
que impedían el buen funcionamiento de los mercados, así como adoptar políticas exógenas que
estimularan la demanda real. La política de “sectores líderes” pertenecía a esta segunda clase de
estímulos.
6
Según el Plan, el “conocimiento y la innovación” son un apoyo transversal a las cinco locomotoras.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LAS LOCOMOTORAS DEL PLAN: UNAS BREVES OBSERVACIONES
123
principios de la década anterior y otros recientemente.7 En el caso del primer sector,
el reto de la política económica es asegurar que el boom minero no frene el crecimiento
económico global. En los sectores de infraestructura se observa en América Latina un
regreso de la inversión privada. Pero, como señala Lora (2011), lo esencial es que las
reglas sean claras, predecibles y estables. Sin esto, es difícil mantener el interés privado
en condiciones que sean beneficiosas para los países. No obstante, los problemas de
concesión y contratación de infraestructura que han estado descubriéndose
recientemente muestran que estos aspectos fundamentales no están presentes en
Colombia.
En consecuencia, los retos más importantes del Plan de Desarrollo se concentran en
el impulso de dos locomotoras: los “nuevos sectores basados en la innovación” o, más
generalmente, la innovación y el sector agropecuario que está creciendo muy por
debajo de su potencial, pese a un contexto internacional bastante favorable.
De hecho, según las estimaciones del Plan de Desarrollo, una quinta parte (19,4%)
del aumento en la tasa de inversión global, un poco menos de la mitad (44,4%) del
aumento en el crecimiento de la PTF y algo más de la tercera parte (35,3%) del alza
en la tasa de crecimiento de la economía se deberían a los impactos de una sola
“locomotora”: la innovación (incluyendo los “nuevos sectores basados en la innovación”).
Exceptuando la importancia de los sectores minero y de vivienda en el aumento de
la tasa de inversión (cada uno contribuye con el 32,3%), los impactos de la
innovación son seguidos de lejos por la minería y la vivienda en la contribución al
alza del crecimiento de la PTF (22,2% cada uno) y por la vivienda en el aumento
de la tasa de crecimiento del PIB (23,5%).
Como puede observarse, una parte importante de los resultados en el cuatrienio
dependen de algo que puede ser bastante etéreo, por lo menos en términos de
destinación de recursos y de impactos concretos: la innovación. De hecho, el 60% de
la inversión en esta “locomotora” durante el cuatrienio está a cargo del sector privado
(31,2%) y de las entidades territoriales (27,7%).8 El hecho de que la inversión en
conocimiento e innovación haya sido muy baja (la inversión total en investigación y
desarrollo ha sido de 0,16% del PIB) en Colombia refleja no solamente los reducidos
esfuerzos del sector público, sino también la escasa importancia que le otorga el
sector privado a la hora de destinar recursos para esta actividad.9
7
América Latina se ha constituido en los últimos años en el mayor destino de la inversión minera en
el mundo. Esta creciente importancia comenzó, por lo menos, desde principios de la década de 1990.
8
La inversión asignada directamente a los “nuevos sectores basados en la innovación” no es
significativa y corresponde al Gobierno central: representa el 2,3% de la “innovación para la
prosperidad” y el 0,1% de la asignada a las “locomotoras”.
9
En términos sectoriales, la inversión en ciencia y tecnología ascendería a 0,29% del PIB, donde el 40,2%
corresponde al sector privado y 35,8%, a las entidades territoriales. Es decir, el 76% de la inversión
no depende del Gobierno central.
Universidad Autónoma de Colombia
124
REMBERTO RHENALS M.
¿Qué tan locomotoras son las “locomotoras”? Una forma de responder esta pregunta
sería medir los impactos de los cambios en la inversión y el producto sectoriales sobre
la inversión y el producto globales, lo que permitiría mostrar la magnitud agregada
de los encadenamientos.10 Sin embargo, en el documento divulgado del plan no se
presentan estos cambios sectoriales (escenario base versus el cuatrienio). En la Tabla
VIII-1 únicamente se presentan los impactos de cada “locomotora” en los cambios de
las tasas de inversión y de crecimiento del PIB y de la PTF globales.
Un ejemplo permite ilustrar las diferencias: la inversión total en investigación y
desarrollo fue de 0,16% del PIB en 2010 (el escenario base en “ciencia y tecnología”
o “conocimiento e innovación” no debe estar muy alejado de este nivel); y, tomando
como base el Plan Plurianual de Inversiones, la meta es elevar la inversión en
“conocimiento e innovación” al 0,36% del PIB (0,29% del PIB en el sector de “ciencia
y tecnología). Este aumento (que podría ser algo mayor que la diferencia entre el
escenario base hipotético y el cuatrienio) generaría un aumento de la tasa de inversión
global de 0,60% del PIB, en virtud de sus efectos multiplicadores. En consecuencia,
las “locomotoras” no sólo difieren en su intensidad factorial, sino también en su
capacidad de arrastre o, en palabras del Plan, en sus eslabonamientos con los
vagones del tren.
No obstante, con base en la simulación de las “locomotoras”, puede calcularse la
relación entre los impactos en la inversión agregada y en el crecimiento del PIB total
como resultado de los cambios en la inversión sectorial. Esta relación en infraestructura
de transporte e innovación es de 1; en el sector agropecuario, de 0,5; en vivienda, de
0,43 y en el sector minero-energético, de 0,3. Para el promedio de las cinco
“locomotoras” sería de 0,55. De acuerdo con el Plan Plurianual de Inversiones, la
inversión total (como porcentaje del PIB) asciende, en promedio, a 1,35% en
infraestructura de transporte; en actividades de innovación (conocimiento e innovación
y “nuevos sectores basados en la innovación”), a 0,36%; en el sector agropecuario, a
0,47%; en vivienda, a 3,68% y en el sector minero-energético, a 3,86%. La inversión
total en estos sectores representaría el 9,72% del PIB.11
Dadas las magnitudes de inversión sectoriales y sus impactos sobre la inversión
agregada y el producto global, puede afirmarse que los sectores donde los cambios
en la inversión tienen mayores impactos multiplicadores son las actividades de
innovación y la infraestructura de transporte. En cuanto a las primeras, no resulta
extraño. La literatura económica claramente muestra la importancia de la
productividad o de la innovación en el crecimiento económico. Los avances en este
aspecto constituyen la base de un crecimiento más eficiente y sostenible. En cuanto
10 El documento solamente menciona que el sector de la vivienda se interrelaciona con 32 actividades
económicas y en la cadena de hidrocarburos se identifican hasta 38 bienes y servicios conexos.
11 En términos sectoriales, estos porcentajes son los siguientes: 1,78% en transporte, 0,29% en ciencia
y tecnología, 0,62% en agricultura, 3,8% en vivienda, 4,1% en minas y energía y 0,74% en
comunicaciones. En su conjunto, ascendería a 11,34%.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LAS LOCOMOTORAS DEL PLAN: UNAS BREVES OBSERVACIONES
125
a la segunda, Currie (1992) señalaba que la estrategia del sector líder proporcionaba
también la base teórica para aumentar el gasto gubernamental en infraestructura
económica. De hecho, la mayor participación de recursos del Gobierno central en la
inversión total corresponde a este sector (entre 52,6% y 56,1%). La construcción
residencial constituye el sector líder por excelencia.
Con respecto al sector minero, la literatura tradicional lo ha considerado como un
sector de reducidos encadenamientos en los países en desarrollo, que ha tendido a
operar más bien como “enclave”. Y esta concepción puede tener todavía alguna
vigencia.12 Por tanto, no debe confundirse la contribución que puede hacer la minería
al crecimiento global con su papel de “locomotora”. El problema no es simplemente
estadístico.
Finalmente, en cuanto al sector agropecuario, los patrones de cambio estructural en
el proceso de desarrollo (Syrquin & Chenery, 1989) muestran que tendía a perder
participación en el producto, empleo y demanda globales, por varias razones. Por
ejemplo, Adam Smith (1958) afirmaba que la división del trabajo en el agro resultaba
limitada no sólo por el tamaño del mercado, sino adicionalmente por la naturaleza.
O, en términos de Allyn Young (como se cita en Currie, 1993), este límite (la
naturaleza) a la división del trabajo imponía restricciones al tamaño del mercado de
bienes agrícolas. Otros argumentos son las bajas elasticidades del precio y el ingreso
de la demanda por los productos agrícolas en general, aunque las exportaciones
pueden dinamizar la producción agrícola de un país durante determinado tiempo.
Cabe señalar también que una parte importante de los aumentos en la productividad
en el sector agrícola puede ser atribuida a los avances logrados por fuera de la
agricultura.
El caso del sector agropecuario brasileño, destacado por sus transformaciones y
dinamismo en los últimos tiempos, muestra las limitaciones que tiene esta actividad
para mantener un crecimiento mayor que la economía en su conjunto. Entre 1999
y 2009, el crecimiento del PIB agropecuario fue similar al crecimiento global.
Además, en once de los últimos veinte años (1990-2009), cuando el sector agropecuario
creció más que el PIB total, prácticamente todo el periodo (nueve años) hubo bajas
tasas de crecimiento de la economía brasileña (fluctuaron entre -4,4% y 2,7%).
Por supuesto, el hecho de que la tendencia del sector agropecuario sea registrar un
crecimiento menor que el del conjunto de la economía no significa que no contribuya
al crecimiento global o que sea poco importante. Currie (1993) afirmaba que, en el
caso de la producción agrícola agregada, las mejoras en la producción aumentarán
poco la demanda de estos bienes y, por tanto, la producción. Sin embargo, habrá una
considerable liberación de “recursos”, especialmente de trabajo, que pueden ser
12 Aunque el pesimismo extremo ha desaparecido, la magnitud de los efectos multiplicadores en
diferentes países en desarrollo oscila entre valores pequeños y un poco menores a 1 en el caso del
producto. En el empleo son sustancialmente más bajos y en la inversión, algo mayores que en empleo.
Universidad Autónoma de Colombia
126
REMBERTO RHENALS M.
utilizados en la producción de otros bienes. En consecuencia, un aumento en la oferta
de productos agrícolas resultará en un mayor número de bienes o en una reducción
de los precios, lo cual permitirá un aumento en la demanda de otros bienes, cuya
producción servirá para emplear los recursos “liberados”. Por ejemplo, un aumento
en la eficiencia productiva agrícola, además de liberar recursos, actúa para evitar un
alza en los precios agrícolas con respecto a los otros sectores que gozan de economías
crecientes.13
Conclusiones
Una aclaración inicial es necesaria. Muchas de las fuentes de crecimiento definidas
en el Plan pueden considerarse intangibles y difíciles de medir, pero no por ello es
posible soslayarlas. Las observaciones presentadas se basan en algunas metas e
instrumentos globales que están cuantificados.
La definición de “locomotoras” en el Plan parece simplemente estadística. Como se
afirma que son aquellos “sectores que avanzan más rápido que el resto de la economía”
(Departamento Nacional de Planeación [DNP], 2010, cap. III, p. 51), por razones
meramente estadísticas contribuyen más al crecimiento global de la economía.
Desde este punto de vista, cualquier sector que crezca más rápido (debido a cualquier
factor, no necesariamente asociado con política económica) que el conjunto de la
economía sería una “locomotora”. Sin embargo, en otras partes del documento y en
las simulaciones de los impactos se le agrega otra característica: sus encadenamientos
productivos con otros sectores de la economía. Esta concepción más amplia de
“locomotora”, que comparte algunas características de la de “sector líder”, parece más
adecuada.
Con base en estas observaciones, puede concluirse que las verdaderas “locomotoras”
del Plan de Desarrollo serían tres: la innovación, la infraestructura de transporte y
la vivienda. Puesto que las dos últimas ya venían moviéndose más velozmente que
la economía en su conjunto, el reto principal de la administración actual es poner la
primera a desplazarse a buen ritmo. De hecho, una parte importante de los
resultados en el cuatrienio dependen de esta locomotora. En infraestructura de
transporte, habría que corregir los problemas que han venido enfrentando las
concesiones y contrataciones públicas, así como la definición de reglas claras,
predecibles y estables. La inversión privada en los sectores de infraestructura está
retornando a la región.
En cuanto al sector agropecuario, recuperar sus ritmos potenciales de crecimiento
sería una meta ya de gran dimensión, sin que implique necesariamente una tasa de
crecimiento promedio de 6,0% o más en el cuatrienio. La coyuntura de precios
13 La importancia de la reducción de costos y precios relativos de un sector como mecanismo de
aceleración del crecimiento global de la economía puede verse en Posada y Trujillo (2004), en el caso
de la industria.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
LAS LOCOMOTORAS DEL PLAN: UNAS BREVES OBSERVACIONES
127
internacionales de materias primas al alza es favorable. Sin embargo, se necesita
fundamentalmente otras condiciones para aprovechar esta oportunidad (que
supuestamente están contempladas en el Plan de Desarrollo), como lo muestra el
desempeño agropecuario en los últimos años. Pese a que el Plan anuncia una revisión
de los instrumentos de política comercial para apoyar el proceso de apertura agrícola,
en la reforma arancelaria decretada por este Gobierno prácticamente no se tocó el
tema de la agricultura.
Finalmente, el entorno internacional y las transformaciones registradas en la minería
y en la política minero-energética colombianas permiten esperar que el dinamismo
de este sector durante los últimos años se mantenga. Que este auge minero
contribuya favorablemente o no al desempeño global de la economía, dependerá de
la política macroeconómica, principalmente de la política fiscal.
Bibliografía
Currie, L. (1992, marzo). La teoría en que se basa la estrategia del sector líder. Estrategia
Económica y Financiera, 163. Reproducido en: Cuadernos de Economía, 18-19, 1993.
Currie, L. (1993). La teoría del crecimiento. Cuadernos de Economía, 18-19.
Departamento Nacional de Planeación (DNP). (2010). Bases del Plan Nacional de
Desarrollo 2010-2014: Prosperidad para todos. Bogotá. Recuperado de http://
www.dnp.gov.co/PortalWeb/PND/PND20102014.aspx
Lora, E. (2011, abril). El regreso de la inversión privada a los sectores de infraestructura.
Dinero, 370.
Posada, C. E. & Trujillo, E. (2004, noviembre). Los precios y el impacto de la industria
en el crecimiento económico: los casos inglés (1770-1840) y colombiano (19231998). Borradores de Economía, 312.
Smith, A. (1958). Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones.
México: Fondo de Cultura Económica.
Syrquin, M. & Chenery, H. (1989). Patterns of development, 1950-1983. World Bank
Discussion Paper, 41.
Universidad Autónoma de Colombia
ECONOMÍA Y DESARROLLO, VOLUMEN 10 NÚMERO 1,
MARZO 2011
Rincón Histórico
Artículos sobre la crisis
PAUL SAMUELSON1
Comienzo de una nueva era mundial
(El País, 29 de noviembre de 2009)
La aplastante victoria electoral del presidente Barack Obama en 2008 evitó un
desastre financiero mundial. Si el senador republicano John McCain hubiese ganado
esas elecciones, el PIB actual de EE. UU. sería aún más bajo, con una diferencia de
más del 15%. Y se habría producido una caída similar en la productividad mundial.
Alegrémonos de la flexibilidad del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke,
y de la del Banco Central Europeo por adoptar una política fiscal activista por
primera vez desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt. El ex presidente de la Reserva
Federal, Alan Greenspan, y los gobernadores de los bancos centrales europeos
huyeron de las políticas preventivas que podrían haber evitado la mayor parte de la
crisis actual. Estos jefes creían erróneamente que el capitalismo no regulado podría
esquivar la bala de la depresión. En todas partes ha quedado demostrado que era una
creencia falsa.
Las presidenciales de EE. UU. de 2008 pusieron fin a las meteduras de pata de la
administración de Bush y a otras actuaciones para “hacer que los pobres y las clases
medias subvencionen a los ultrarricos”. Este es un mal principio ético y no se justifica
por una mayor eficiencia del crecimiento. Iniciamos ahora una era en la que China
hará que el liderazgo que ha ejercido EE. UU. desde 1950 hasta 2009 se quede cada
vez más obsoleto. Sus hijos y mis nietos vivirán en esta época nueva y llena de
1
Fue profesor emérito de economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Premio Nobel
de Economía en 1970. Falleció el 13 de diciembre de 2009, a los 94 años de edad. Los artículos
presentados en esta revista fueron tomados de El País (Madrid, España).
Universidad Autónoma de Colombia
130
PAUL SAMUELSON
desafíos. Veremos a China alcanzar a Japón y superarlo como la segunda economía
con un mayor PIB total tras Estados Unidos.
Luego, a menos que el liderazgo monopartidista de China salte por los aires,
seguramente llegará el día en que el PIB total real de China supere al de EE. UU. Una
lástima. Pero esa es la expectativa realista. Sin embargo, no esperen una rotación
tranquila y sin incidentes de los líderes del mundo. De 2010 a 2020, lo más probable
es que se produzca un ataque masivo contra el dólar. ¿Por qué? Porque siempre, desde
el año 1000 después de Cristo, el crecimiento impulsado por la exportación ha sido
la norma cuando una población con pocos ingresos y capaz de aprender ha empezado
a imitar la tecnología de un país más avanzado, para así hacer la competencia a las
industrias de las regiones ricas. En EE. UU., Atlanta se ha hecho con gran parte de
la producción automovilística de Detroit. Así ha sido y así será. Cada vez que una
población con pocos ingresos y capaz de aprender pueda imitar la tecnología de un
país más avanzado, lo hará. Por eso el proteccionismo es como un virus del herpes
persistente contra el que hay que protegerse.
Últimamente, he llegado a temer que el inevitable ataque desordenado contra el dólar
se presentase antes de lo que yo pensaba. Desearía estar equivocado. Muchas veces,
a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto,
me he equivocado. Aun así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían
los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias. Tengo una
recomendación positiva que podría reducir los riesgos descritos, e incluso posponerlos
en el tiempo. Les aconsejo a los que invierten en activos en dólares con un rendimiento
por intereses cercano a cero que se pasen pronto a una carpeta de inversión
diversificada que se beneficie de los rendimientos medios mundiales, que son
mayores. Eso contribuirá a estabilizar mejor esas volátiles inversiones extranjeras en
bonos de bajo rendimiento. En un artículo publicado hace unos años en Newsweek,
“Advice for a Sheikh” [“Consejo para un jeque”] hice la misma sugerencia. También
el fallecido catedrático de Harvard, Warren Law, y yo fuimos a Noruega a hacer una
propuesta similar.
Gracias al avance de la ciencia y la ingeniería, las centristas economías mixtas de hoy
pueden tener por delante una perspectiva de longevidad con buena calidad de vida.
Antes del 1700 antes de Cristo eso nunca era así. La nueva realidad es que la raza
blanca caucásica constituye una minoría en la población mundial. Las personas de
color son la mayoría, y van a dominar cada vez más. Readáptense a estas nuevas
verdades permanentes. No esperen que las tendencias básicas cambien. Adáptense
y cuanto antes mejor. Las idioteces del egoísmo de libre albedrío de Friedman-Hayek
han desaparecido para siempre, o eso espero.
En la época en que empecé mis estudios de economía, cuando tenía 16 años, Carlyle
estaba en lo cierto al llamar a la economía la Ciencia Deprimente. Gracias a la ciencia
moderna y a un mejor conocimiento, esta maldición maltusiana ha sido vencida. La
buena economía moderna hace que la economía sea la Ciencia de la Esperanza. ¡Al
fin!
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
131
Tormentas pasadas y lo que podría venir a
continuación
(El País, 30 de agosto de 2009)
La última noticia que nos llega desde la Reserva Federal es que nuestra economía en
general ya ha dejado de caer o lo hará muy pronto y, en cambio, se estabilizará. ¿Qué
no significa esto? No dice nada de la rapidez con la que Estados Unidos volverá al nivel
en que estaba en 2008 antes del desastre de la recesión. De hecho, la Reserva y la
mayoría de los pronósticos económicos temen que la recuperación prevista sea débil
y que no haga mucho para reducir el desempleo entre los estadounidenses de a pie.
Y también podría implicar que el futuro gasto del consumidor y en inversión seguirá
siendo anémico.
Eso significaría que a escala mundial podría no repetirse la odisea de siempre en la
que la locomotora estadounidense acude al rescate de las economías deprimidas.
Hubo una vez, cuando Estados Unidos producía casi la mitad de la producción
mundial total, en que era apropiado centrarse principalmente en el papel de Estados
Unidos con respecto al resto del mundo. Pero hace ya mucho que aquello se acabó
para siempre. La Unión Europea prácticamente iguala la parte proporcional
estadounidense de la producción mundial. Y, naturalmente, China e India son
nuevos centros neurálgicos a tener en cuenta.
El PIB total de China en función de la paridad del poder adquisitivo supera ya el de
Japón. Si la tasa de crecimiento en porcentaje total de China sigue creciendo el doble
de rápido, pronto llegará el momento en que el PIB total de China esté a la par con
el de Estados Unidos. Cuando eso ocurra, el nivel de vida chino per cápita todavía
será aproximadamente una cuarta parte del de Estados Unidos y posiblemente solo
un tercio del nivel de bienestar per cápita de Japón. La falta de previsibilidad exacta
en la historia económica es lo que la hace tan fascinante para los expertos en
macroeconomía como yo. Aquí tienen un ejemplo drástico. Tanto a Alemania como
a Francia les ha ido mejor durante la actual crisis que al resto de la Unión Europea.
¿Quién iba a esperar eso de dos sociedades cuya fuerza laboral trabaja tan pocos días
por año y que han tenido que lidiar con sindicatos poderosos?
Cuando el rendimiento económico es relativamente bueno en Alemania y en Francia,
la fortaleza del euro se ve presionada al alza. Por desgracia, eso hace sufrir a Italia,
a España y a los países bálticos. Uno podría sentirse impulsado a pensar que las
locomotoras francesa y alemana tirarían del resto de la Unión Europea. Pero las
estadísticas nos dicen que lo que ha puesto fin a las recesiones en esos países ha sido
la reducción de las importaciones francesas y alemanas. La econometría es un arte
verdaderamente complejo.
Permítanme adivinar cómo serán 2010 y 2011 a escala mundial y en Estados
Unidos. Primero, y quizá con igualdad de probabilidades, las recuperaciones en
Estados Unidos y en el extranjero podrían ser fuertes, como solían ser normalmente
Universidad Autónoma de Colombia
132
PAUL SAMUELSON
y en particular al final de la estanflación de la década de 1970. Un resultado tan
positivo justificaría el poco ortodoxo gasto de los bancos centrales y los ministerios
de Hacienda para estimular la economía en contra del viejo consejo de no interferir
del presidente Hoover entre 1929 y 1933, un consejo resucitado recientemente por
expertos libertarios como el fallecido Milton Friedman.
Sí, la antigua independencia del banco central, que propugnaba el presidente de la
Reserva Federal, Ben Bernanke, antes de la crisis mundial, se ha visto permanentemente
debilitada por los últimos y necesarios planes de rescate. Los tiempos cambian y, por
fuerza, nosotros tenemos que cambiar con ellos. Pero pensemos ahora en la
posibilidad de un estancamiento durante el cual persiste una depresión crónica. Un
buen ejemplo es la Década Perdida de Japón después de que su sector inmobiliario
y el mercado de valores pasaran simultáneamente de burbujas al alza a burbujas a
la baja. El equipo económico de Obama no consentiría una perspectiva tan poco
halagüeña. Una vez más habría que recurrir a nuevos fondos de rescate.
¿Están estos actos de desesperación libres de futuras presiones inflacionistas? Por
supuesto que no. En algún momento, los precios de la energía podrían repuntar.
Entre 2010 y 2015, China y otros países con activos en dólares reciclados perderán
confianza en el dólar como divisa de reserva. China —y Japón, y otros por el estilo—
harían bien en abandonar los bonos del Tesoro estadounidense con tipos de interés
más bajos y pasarse a carteras mundiales diversificadas. Eso induciría una depreciación
considerable del dólar. Y semejante huida del dólar provocaría una subida de los
índices de precios de consumo y de producción estadounidenses.
¿Cuál puede ser el veredicto final de un jurado informado de votantes y autoridades
del Gobierno? El realismo me obliga a indicar que no hay desenlaces seguros. Ahora,
como siempre, es inevitable que tengamos que hacer concesiones. Como ciudadano
patriótico, me siento agradecido por el hecho de que los trágicos errores cometidos
entre 1929 y 1933 se hayan evitado en estos tiempos terribles de verdadera angustia.
¿Podría EE. UU. sufrir “décadas perdidas” como las de
Japón?
(El País, 29 de marzo de 2009)
Cuando Adolf Hitler asumió el poder en Alemania durante el periodo posterior a
Weimar, entre 1933 y 1939, los videntes en Europa y EE. UU. proclamaron que “eso
no puede pasar aquí”. Vale la pena el ejercicio de replantear la pregunta seriamente:
¿podrían los EE. UU. de Obama sufrir una década perdida como la experimentada
por Japón? Pensar lo impensable puede ser útil incluso para los optimistas. Soy un
macroeconomista realista que, a pesar de los excelentes programas de los equipos de
Obama y el Congreso demócrata, prevé que la recuperación del crecimiento del PIB
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
133
real y de los índices de empleo elevados en EE. UU. y en el mundo probablemente
se dará tras una caída cifrada en años, y no en meses.
Supongamos, no obstante, que estoy siendo demasiado optimista y que EE. UU.
pudiera experimentar una década perdida como la de Japón. ¿Cómo podría pasar
eso? Todo lo que se necesita es un estancamiento de la democracia. A lo largo de la
historia, dichos estancamientos se han producido con demasiada frecuencia. En
Japón, las diferentes facciones del partido mayoritario, el Partido Demócrata Liberal,
siempre han tendido a la controversia. Además, los legisladores de la Dieta se
enfrentaban a los burócratas del país.
Solo tenemos que imaginar una pérdida de popularidad del presidente Obama. Sin
una inyección pública fuerte y sostenida de nuevo poder adquisitivo, una economía
en recesión va de mal en peor. La reducción del empleo hace que el consumo se
contraiga. La disminución del gasto provoca un aumento del desempleo. Es un
círculo vicioso, la pescadilla que se muerde la cola. Japón refuta la creencia anterior
de que los mercados liberalizados siempre pueden generar su propia recuperación.
Una refutación incluso anterior la proporcionó el incapaz Herbert Hoover entre 1929
y 1932. Una economía en retroceso genera su propio círculo vicioso descendente, a
no ser que se le aporte un gran estímulo público sostenido. Una economía deprimida
genera una sociedad malsana. La historia nos lo ha mostrado en repetidas ocasiones.
Por ahora, el dólar se mantiene sorprendentemente fuerte. Podría perder su categoría
de moneda refugio. No podemos descartar un ataque desordenado contra el dólar en
el futuro. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, a los fondos de cobertura extranjeros
que venden dólares al descubierto se les unirán también los fondos de cobertura
estadounidenses. Ahora mismo, el presidente Obama y el presidente de la Reserva
Federal, Ben Bernanke, no tienen que preocuparse por un debilitamiento del dólar
(¿a lo mejor, en su fuero interno, incluso lo agradecen como un impulso para las
exportaciones estadounidenses?). Pero más adelante, los excesivamente consumistas
estadounidenses podrían perder el liderazgo mundial en los mercados de divisas.
George W. Bush, durante sus ocho años en la Casa Blanca, se enemistó
imprudentemente con las naciones extranjeras. Ese es su terrible legado.
La vida en una caída sostenida como la de Japón podría ser lamentable. Ya mismo
puedo ver por la ventana de mi casa de invierno en la costa occidental de Florida esa
imagen deprimente. Si conducimos dos kilómetros hacia el sur, podemos contar
carteles de “se vende” en 20 casas de lujo. Las tiendas están en su mayoría vacías. Los
servicios de enfermería abundan porque pocos maridos de enfermeras encuentran
trabajo. Uno se tropieza con abogados e ingenieros dispuestos a aceptar trabajos de
lavacoches, aunque hoy en día no hay trabajos de esos. Edificios abandonados, a
medio construir, se deterioran cada mes que pasa.
Me quedé sorprendido cuando oí decir a un consternado banquero local, que con toda
probabilidad ha votado [por] los republicanos toda su vida, que si para evitar caer
en la trampa japonesa la gente de Obama tuviera que tolerar unas tasas de inflación
Universidad Autónoma de Colombia
134
PAUL SAMUELSON
superiores al 10% entre 2009 y 2012, EE. UU. debería aceptar ese riesgo. Ponderar
la enfermedad japonesa, no porque sea muy probable sino para comprender lo
perniciosa que podría ser, zanjará el debate a favor de los programas de estímulo
extremos. Mejor prevenir que curar.
Y merece la pena explorar otro experimento mental relativo a la próxima media
década. ¿Qué pasaría si la ideología contraria al libre comercio adquiriera popularidad
política? ¿Cómo podría afectar a las tasas de crecimiento real y a los niveles de vida
mundiales el que la UE, Norteamérica y Asia en general sucumbieran a los aranceles
elevados y las cuotas de importación bajas?
El golpe más duro se lo llevarían China e India. Los trabajadores de EE. UU. y de la UE
no se librarían de una caída de sus salarios anuales. Aun así, puede que muchos
ciudadanos de países importantes de la UE como Francia, Alemania e Italia prefieran una
caída de los salarios reales si con eso se consigue, por ejemplo, reducir a la mitad la tasa
de desempleo en Europa. En tiempos y lugares modernos, las sociedades de centroizquierda
evitan morirse de hambre tomando medidas temporales para reducir las desigualdades.
Como ya me sé las locuras de la izquierda y de la derecha, me he convertido en un
centrista convencido que sabe que las empresas privadas y los reguladores públicos
son esencialmente necesarios. Casi por definición, un centrista debe estar dispuesto
a alcanzar un compromiso. Por eso, si los franceses quieren trabajar menos horas a
la semana y frenar el libre comercio, son opciones admisibles que no amenazan con
devolvernos a la era de la servidumbre.
Durante las burbujas ascendentes, el éxito de hoy parece alimentar el éxito de mañana.
Pero es un arma de doble filo. En una burbuja descendente, la caída de ayer de los precios
del Dow Jones genera nuevas caídas hoy y mañana. Irónicamente, cuando los ciudadanos
se asustan demasiado y dejan de gastar, su cambio al ahorro imposibilita el aumento
de la inversión. Mi generación de macroeconomistas lo denominaba “la paradoja del
ahorro”. Los que hoy enseñan en las principales universidades estadounidenses se
dejaron lavar el cerebro por eruditos libertarios como Milton Friedman y Friedrich Hayek
y han olvidado estas realidades. Sería una tragedia —una tragedia evitable— que las
democracias de hoy se dejasen atrapar en recesiones prolongadas.
Recuerden a los que frenaron la recuperación
estadounidense
(El País, 08 de marzo de 2009)
Tras el gran desplome del mercado de valores de octubre de 1929, el nuevo presidente
republicano, Herbert Hoover, y su millonario secretario del Tesoro, Andrew Mellon,
cometieron la estupidez de oponerse a los macroprogramas públicos de estímulo
económico rápido. Ese terrible error arruinó para siempre sus reputaciones en la
historia. La ciencia económica ha progresado mucho desde entonces.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
135
Desafortunadamente, sin embargo, el excelente equipo económico del presidente
Obama todavía se ve constreñido y estorbado por la oposición republicana del
Congreso. Así es la política, la política peligrosa.
Pero quizás resulta más sorprendente que algunos macroeconomistas conservadores
se hayan unido a quienes se oponen con pesimismo a que el Gobierno estimule de
forma enérgica la economía real ahora. ¿Por qué unos especialistas en economía bien
preparados quieren volver a caer en viejos errores en un momento crítico? Es un hecho
interesante, aunque no sirva de explicación, que algunos de ellos estén reproduciendo
un viejo síndrome de Harvard. A principios de la década de los treinta, entre las
estrellas de Harvard se encontraban nombres tan famosos como los de Joseph
Schumpeter y Edward Chamberlin. Ambos encabezaron los ataques contra el plan
de recuperación económica de Roosevelt conocido como New Deal.
Schumpeter afirmaba que las depresiones son algo bueno, no malo, porque
proporcionan una catarsis (sea lo que sea lo que eso signifique en este contexto)
después de las distorsiones de la expansión económica que las precede. ¡Una
depresión era, de hecho, justo lo que recetaba el médico! Pero Schumpeter no era el
único que pensaba así. Otro austriaco famoso, Friedrich Hayek, que entonces residía
en Inglaterra, fue objeto de eternos reproches por insistir de manera similar en limitar
cualquier expansión del crédito durante la deflación de 1931. Se dice que, en un
seminario celebrado en Londres en plena depresión, el joven socio de J. M. Haynes,
Richard Kahn, le preguntó a Hayek: “¿Quiere decir que si usted me presta una libra
y la gasto en consumir algo estoy haciendo que la depresión empeore?”. Hayek le
respondió: “Sí, y es muy complicado explicar por qué”. Pero es fácil explicar por qué
se hundió la reputación de Hayek como macroeconomista.
Esta no era una peculiaridad austriaca. Chamberlin, el famoso inventor de la teoría
de la competencia monopolística, contribuyó a las críticas contra el New Deal con la
descabellada opinión de que las depresiones eran “imposibles” porque la demanda
nunca podía ser más baja que la oferta. Por eso no es de extrañar que un periódico
de Boston publicase un titular desaprobador: “El equipo titular de Harvard queda
eliminado”. En cierta forma, la historia se repite. Otra pareja de famosos economistas
de Harvard, Greg Mankiw y Robert Barro, parece estar dejándose llevar por una
ideología conservadora al estilo Hoover-Mellon para tratar de limitar y oponerse a la
propuesta de Obama para reactivar la economía real. Su versión de la doctrina
conservadora es ligeramente distinta.
Keynes y Richard Kahn sostenían que, en una economía con un paro y una falta de
actividad excesivos, un dólar más de gasto gubernamental en productos de consumo,
especialmente en aquellos que los consumidores normalmente no compran por sí
mismos, sería más útil que un dólar gastado en aumentar la producción total. Su
razonamiento consistía en que esa parte de los beneficios privados obtenidos al
producir lo que fuese que el Gobierno comprase en primer lugar serían gastados por
aquellos que los hubiesen obtenido, y así sucesivamente. Los cálculos actuales sobre
esta multiplicación indican que un dólar de gasto público en productos de consumo
Universidad Autónoma de Colombia
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PAUL SAMUELSON
genera, tras cierto tiempo, alrededor de un dólar y medio de gasto total y de
producción. Como todos los cálculos de ese tipo, este es aproximado e incierto; el
verdadero efecto multiplicador puede variar dependiendo de las circunstancias.
La bajada de los impuestos ha resultado ser menos eficaz porque los beneficiarios
ahorran una parte considerable de ese dinero, especialmente en épocas de
incertidumbre. Los seguidores actuales de Herbert Hoover afirman que la multiplicación
es mucho menor, no de 1,5 sino quizás de 1,01 o 1, o puede que incluso menos.
Probablemente no estén en lo cierto, y esas afirmaciones exageradas son absurdas.
Los modelos de previsión habituales, empleados por el Gobierno y por el sector
privado, funcionan mejor con multiplicadores cercanos al 1,5 que se propone aquí.
Un meticuloso estudio comparativo del Banco de la Reserva Federal en Boston
averiguó que los multiplicadores mucho más pequeños, como los que en su momento
proponía Milton Friedman, funcionan muy mal.
Pero, incluso si las compras de productos con dinero público no añadiesen a la
producción nacional más que esos mismos productos, ese no sería un motivo para
oponerse a ellas en un momento en que se está despidiendo a obreros y las fábricas
están cerrando porque no son capaces de encontrar compradores particulares para
sus productos. Tenemos muchos ejemplos de mejoras en la economía real que
tuvieron su origen en el gasto público: Estados Unidos después de 1940, nuevamente
entre 1963 y 1967, e incluso la Alemania de Hitler. En esos casos, la fuerza impulsora
era el gasto militar. No hay ningún motivo económico por el que el gasto en obras
públicas pacíficas tendría que funcionar de un modo distinto.
De modo que ¿cómo explicar semejante estupidez a estas alturas del desarrollo de
las ciencias económicas y en un momento en que la economía real tiene una necesidad
tan apremiante de un impulso expansivo? Se vislumbran dos posibles explicaciones.
La primera es que un largo periodo de crecimiento económico tranquilo, interrumpido
únicamente por recesiones muy leves, ha adormecido a la joven macroeconomía con
la creencia de que este es el orden natural de las cosas y [de] que las economías
capitalistas modernas simplemente no pueden sufrir caídas graves de la demanda.
Esta es una variante del error de Chamberlin. La otra explicación es que, aparentemente,
la ideología conservadora tiene permiso para dejar de lado la sensatez.
Se tarda tiempo en labrarse una buena reputación. Pero en la injusta jungla de la
ciencia, puede perderse de un día para otro. Afortunadamente, después de toda mala
decisión dentro de los modelos económicos, uno puede hallar algo de consuelo en la
última frase de Lo que el viento se llevó: “Mañana será otro día”.
Consejo para Barack Obama: pásese al centro
(El País, 28 de diciembre de 2008)
Es una vieja historia eso de que se produzca una burbuja inmobiliaria ascendente
seguida del estallido de esa burbuja. Es posible que ese proceso cíclico empezase poco
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
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después de que los humanos dejasen las cuevas. Sin embargo, lo que ha causado la
caótica convulsión en Wall Street y en todo el mundo, esta vez ha sido un factor
completamente nuevo: que esta crisis en la construcción de viviendas y en el préstamo
hipotecario se deriva de las nuevas invenciones monstruosas de los ingenieros de las
matemáticas financieras.
Prácticamente ningún experto de Wall Street entendía las cosas tan raras que
ocurrían cada semana. Bancos de inversión como Goldman Sachs y Morgan Stanley,
así como enormes bancos normales como Bank of America, descubrían de repente
que su deuda crecía muy por encima de sus activos disponibles. Curiosamente, la
actividad en la economía real, en la que la gente busca trabajo y espera ganar
suficiente dinero como para ahorrar para los tiempos de vacas flacas y la posible
jubilación, no cayó tanto ni tan deprisa en 2007 y 2008. Pero a estas alturas, tan
seguro como que el sol se pone por la noche, las economías reales de todo el mundo
están sufriendo, y mucho. Sus males son directamente atribuibles a los chanchullos
de Wall Street. De acuerdo con los pronósticos del Fondo Monetario Internacional y
del Banco Mundial, lo peor está por venir; y puede durar más que todo lo visto entre
1929 y 1939, los años de la gran depresión.
Como macroeconomista, intento fijarme en los mercados financieros y en cómo
reaccionan los bancos centrales —la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central
Europeo, así como el centenario Banco de Inglaterra— para intentar capear los vientos
adversos de los mercados especulativos. Eso ocupa mi mente matemática. Pero lo más
importante, lo que ocupa mi corazón como economista académico, es lo que
probablemente les ocurrirá a las familias en los primeros años de la presidencia de
Obama. ¿Cómo va a reparar el presidente el daño causado por ocho años de chapuzas
de George Bush? Tengo que reconocer que los rescates financieros del Gobierno eran
necesarios para evitar el hundimiento total de la economía. El presidente Franklin
Roosevelt lo descubrió en la semana posterior a su aceptación del cargo, en 1933. Pero
como líder del New Deal que salvó el sistema capitalista, Roosevelt descubrió que los
banqueros, después de ser salvados, se negaban tajantemente a aventurarse a conceder
préstamos a empresas arriesgadas y a las familias.
Entonces, ¿cómo consiguió el New Deal eliminar la mayor parte del desempleo en
1939? Los economistas que hoy tienen menos de 60 años han olvidado la respuesta
a esa pregunta, si es que alguna vez conocieron la respuesta verdadera. Hasta el jefe
de la Reserva Federal, Ben Bernanke, alumno aventajado de Harvard y del MIT,
estaba indebidamente influido por el tosco monetarismo de Milton Friedman cuando
escribió su tesis doctoral sobre la gran depresión en 1979. De hecho, ni la Reserva
Federal ni el Banco de Inglaterra realizaron la difícil labor que elevó el nivel de empleo
y reactivó el crecimiento saludable del producto interior bruto en 1939. ¿Por qué no?
Desde muy pronto y durante buena parte de la década de 1930, los tipos de interés
de los bancos centrales habían caído casi a cero.
De hecho, en el momento de escribir estas líneas, The Wall Street Journal publica la
noticia de que los bonos del Tesoro estadounidense a 90 días, seguros y de gran
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PAUL SAMUELSON
calidad, se venden en el mercado de subastas a un tipo de interés cero (¡!). Eso significa
que Obama empieza con una trampa de liquidez muy parecida a la que mantiene a
Japón en una recesión desde 1991. Durante una trampa de liquidez, lo inteligente es
acumular dinero y no gastarlo ni en mano de obra ni en bienes de consumo.
Volvamos a leer los discursos pronunciados por Alan Greenspan o por Mervyn King,
gobernador del Banco de Inglaterra, entre 1987 y 2006. ¿Es posible que no fueran
a clase el día en que se enseñó ese concepto?
Para centrarme en mi argumento principal, las pruebas actuales y la historia
económica dan a entender claramente que durante la presidencia de Obama [harán]
falta fuertes dosis de gasto fiscal deficitario para sacar a Europa, América y Asia de
la recesión posterior a la catástrofe. Solo después de eso empezarán las herramientas
normales de la Reserva Federal a recuperar su fuerza. El nuevo presidente se verá
inundado de consejos contradictorios. Esto es lo que yo le sugiero: que tire por el
camino de en medio y se pase al centro. Y no es porque no pueda decidirse. En la
izquierda están las nociones fracasadas de Marx, Lenin, Stalin, Castro y Mao. Todos
ellos eran como los incompetentes polis del cine mudo en lo que a organizar una gran
economía se refiere. Y en la derecha están las opiniones libertarias extremistas de la
caterva posterior a Reagan. Sí, solo los sistemas de mercado pueden conservar la
riqueza y el progreso de este milenio. Sin embargo, los mercados descontrolados
causarán su propia defunción, como hemos podido ver.
Los centristas están condenados a hacer concesiones. Cuando todo va viento en popa,
puede ser una locura el tratar de mantener a flote a las tambaleantes empresas
automovilísticas de Detroit (el economista de Harvard Joseph Schumpeter lo
llamaba “capitalismo en una tienda de oxígeno”). Cuando las tasas de desempleo se
disparan hasta el 10% o más, tal vez esté justificado tomar otra decisión.
Tirar billetes verdes recién acuñados desde helicópteros puede ser un modo de
generar crecimiento. Ese dinero nuevo se gastará en lugar de ser atesorado o
ahorrado. Sin embargo, gastar ese dinero nuevo en carreteras que conduzcan a alguna
parte será mejor que emplearlo en carreteras que no vayan a ninguna. En Japón
fueron los grupos de presión del sector de la construcción los que decidieron adónde
debía dirigirse el gasto público. En Estados Unidos podemos hacerlo mejor, siempre
que la vieja pandilla de Bush ya no sea más que un recuerdo desagradable.
Moraleja: manténgase en el centro a la hora de tomar decisiones para ayudar a los
pobres y a las clases medias. Las mujeres y los hispanos y otros que llegan tarde a
la fiesta merecen justicia en el tribunal centrista. Quienes presumen de dar consejo
pronto resultan aburridos. Aun así, ofrezco una última advertencia importante. Un
centrista tiene que ser, por fuerza, un centrista limitado. Un centrista solo puede
reducir en un grado limitado las desigualdades inevitables en un sistema de
mercado. Eso dista mucho de abolir la mayor parte de la desigualdad. Perseguir ese
objetivo inalcanzable y quijotesco sería un modo seguro de hundir el mundo moderno
en una fase de estancamiento como las anteriores.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
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Acordaos de la economía real
(El País, 16 de noviembre de 2008)
El actual caos en todo el mundo recuerda mucho a la Gran Depresión de 1929-1939.
Ambos periodos empezaron con desplomes de las bolsas en la mayor parte de los
centros financieros mundiales. Del mismo modo que se culpa con razón al presidente
George Bush por la mala liberalización económica llevada a cabo entre 2000 y 2008,
al presidente Herbert Hoover (1929-1933) y a su multimillonario secretario del
Tesoro, Andrew W. Mellon, se les considera, por su inacción y sus ideologías
ultraliberales, responsables de permitir durante mucho tiempo que la economía real
se sumiera en un estancamiento cada vez mayor.
Tras un considerable ejercicio de ensayo y error, el activista New Deal de Franklin
Roosevelt salvó el capitalismo. Los bancos centrales —la Reserva Federal
estadounidense, el Banco de Inglaterra y los demás— se volvieron impotentes para
invertir la marea de la depresión profunda. ¿Por qué? Desde el momento en que la
deflación del nivel de precios redujo casi a cero el rendimiento de las menos
arriesgadas letras del tesoro, todo el dinero nuevo que se crease no haría más que ser
acaparado. (¡Los economistas estadounidenses se adelantaron al inglés J. M. Keynes
al reconocer y dar nombre a la trampa de liquidez descrita más arriba!).
Lo que en última instancia consiguió que casi se alcanzara el pleno empleo en Estados
Unidos en 1939 fue, a fin de cuentas, el enorme gasto estatal deficitario. La Agencia
para la Mejora del Trabajo entregó a los trabajadores en paro más pobres miles de
millones de dólares en salarios gastables. Además, la Administración de Obras
Públicas del New Deal gastó miles de millones más en obras públicas. Nada de esto
fue suficiente.
La aceleración de los pagos públicos a los agricultores apuntaló los precios de los
cereales y aumentó el poder adquisitivo. Por fin, algo nuevo: la sociedad de
financiación de la reconstrucción (RFC, [por] sus siglas en inglés), que ayudó a
sostener a los bancos con problemas. Esta RFC asumió las inversiones arriesgadas
que podrían no llegar nunca a ser plenamente amortizadas.
De igual modo que es mejor amar y perder que no haber amado nunca, en tiempos
de gran depresión toda la sociedad sale ganando incluso si la rentabilidad esperada
no llega nunca. Recuerdo que durante el segundo mandato de Roosevelt en la Casa
Blanca se construyó un útil crucero de la Armada. Resulta que en la Segunda Guerra
Mundial resultó ser valiosísimo. ¿Cuál fue su verdadero coste documentado cuando
se construyó? Una contabilidad minuciosa calculaba que el coste de este barco había
sido de hecho negativo para la sociedad. Lo que los contables consideraban dinero
en efectivo perdido, la macroeconomía de la depresión propiamente dicha lo calcula
como una compensación por los miles de millones de dólares de nueva producción
y salarios que este barco había aportado al producto interior bruto. Nada de lo dicho
anteriormente es una crítica a los dólares que Bernanke y Paulson han dedicado a
Universidad Autónoma de Colombia
140
PAUL SAMUELSON
rescatar bancos, aseguradoras y balances de las grandes empresas. Este equipo llevó
a cabo con rapidez la importante labor que el equipo de Hoover-Mellon nunca llegó
a hacer.
Parte de la grandeza de Franklin Roosevelt fue su voluntad de explorar nuevos
programas contra los vientos de la depresión. Probó el malhadado experimento
de la administración para la reconstrucción nacional que consistió en dejar que
los ejecutivos de la lana reorganizaran su sector, junto con otros planes
empresariales de Mussolini igualmente descabellados. Pero pronto abandonó
esos experimentos. En las ocasiones en que el Tribunal Supremo cortó las alas de
Roosevelt, redundó en beneficio de la sociedad. Es de esperar que cuando el joven
y activo presidente Obama dé un paso en falso, los controles y equilibrios de
nuestro sistema de democracia puedan ayudar a moderar los giros excesivos hacia
la izquierda o hacia la derecha del sagrado centro.
En política, el tiempo es esencial. Los nuevos presidentes tienen periodos de
gracia limitados para innovar. Por eso, recordando 1933 y 1934, animo a la
próxima Casa Blanca y al próximo Congreso a improvisar para la economía real
nuevas y grandes inyecciones de gasto directo que ayuden a debilitar las espirales
descendentes que las recesiones son tan propensas a desarrollar. Gasten así,
recordando que en tiempos como estos la deflación puede convertirse en un
enemigo peor que la inflación. Ningún economista sensato lamenta hoy que
Roosevelt rompiese las promesas electorales de “equilibrar el presupuesto” que
hizo en 1932.
En aquel momento, con una jugada por sorpresa, Roosevelt devaluó el dólar,
sacando así a Estados Unidos del cruel patrón oro. Mis profesores estaban
escandalizados. Dado que Estados Unidos era un refugio seguro para el
amedrentado capital europeo, no había necesidad de tomar en aquel momento
decisiones tan poco ortodoxas. Por una vez, los jóvenes sabíamos más del asunto
que nuestros mayores. Mientras que ellos pensaban que eran unas medidas
egoístas por parte de Estados Unidos para “empobrecer al vecino”, a nosotros
Keynes nos había convencido de que devaluar el dólar para hacerlo coincidir con
la devaluación de la libra británica era precisamente lo que nos permitiría a los
dos mantener un gasto de déficit presupuestario expansionista.
A las pruebas me remito. Los cautos belgas depreciaron su franco. En Francia, el
Frente Unido se mantuvo en el patrón oro. Bélgica se recuperó antes. La débil
Francia fue la primera conquista fácil de los tanques alemanes. Sólo después de
que hayamos iniciado la recuperación habrá llegado el momento de que los
bancos centrales vuelvan a “centrarse en la inflación”. Cuando llegue el feliz día de
la recuperación, sospecho que los niveles de precios estarán hasta un 10% por encima
de los de 2007. Es una pena. Pero habrá sido el precio necesario de salvar a la
economía real y a las clases medias.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
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Adiós al capitalismo de Friedman y Hayek
(El País, 26 de octubre de 2008)
El capitalismo puro se impuso entre 1915 y 1919, cuando yo era niño. ¿Quién lo
mató? El presidente republicano Herbert Hoover y su multimillonario secretario del
Tesoro, Andrew Mellon, fueron culpables antes y después del hecho. ¿Quién lo
devolvió a la vida? El New Deal de posición intermedia impuesto por Franklin
Roosevelt. Pero tuvieron que pasar siete años desde la investidura de Roosevelt, en
marzo de 1933, para conseguirlo. Permítanme avanzar rápidamente en el tiempo
hasta el actual estallido financiero mundial. Los sistemas de mercado no regulados
acaban destruyéndose a sí mismos. ¿Ha llegado el sistema de mercado a su fin?
Como persona apegada a los valores tradicionales, espero que no. Mil años de historia
económica atestiguan objetivamente lo indispensables que son los sistemas de
mercado.
Marx, Lenin y Stalin eran paletos en lo que a economía se refiere. Mao era incluso peor.
Y olvidémonos de Castro en Cuba, de Chávez en Venezuela y de quienquiera que fuese
el que sumió a Corea del Norte en la hambruna y el estancamiento. ¿Qué es entonces
lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street? En el fondo
de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo
libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que
se permitió desbocarse sin reglamentación. Esta es la fuente primaria de nuestros
problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados
legados perduran. Son palabras duras que deben justificarse. Pero permítaseme
advertir a los lectores que mi larga y variada experiencia en historia económica me
ha convertido en un centrista incurable. Peor que eso: he aprendido por las malas a
ser incurablemente ecléctico.
Fui un estudiante brillante en la conservadora Universidad de Chicago desde 1932
hasta 1935. Mis profesores de Economía mundialmente famosos me encantaban, y
me colmaron de notas altas. Pero. Pero. Siempre que miraba al exterior por las
ventanas de la universidad veía tasas de desempleo cercanas al 50%. (La situación
en la Alemania prehitleriana era más o menos la misma). Nada de eso cuadraba con
lo que se escribía en los libros de texto que me mandaban leer. ¿Por qué pasé mis
cuatro vacaciones de verano universitarias en la arenosa playa del lago Michigan? Mi
familia no era pobre, pero tampoco asquerosamente rica. Por aquel entonces no había
ningún trabajo. Ninguno significa eso, ninguno. Prácticamente todos los bancos de
Indiana, Illinois y Wisconsin habían quebrado.
¿Cómo se las apañaron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Adolf Hitler para
restaurar casi el pleno empleo en los seis largos años que siguieron a 1933? Lo que
finalmente resolvió el problema fue un enorme gasto deficitario que aumentó la
deuda pública. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi
ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas después de
1970. (Evidentemente, la ciencia mejora y desmejora).
Universidad Autónoma de Colombia
142
PAUL SAMUELSON
Mis frases conectan con el desconcertante futuro de las iniciativas de rescate que están
teniendo lugar en los cinco continentes. Primero, aclaremos quién tiene la culpa de
que la estabilidad y el crecimiento que se produjeron en torno a 1995 se convirtieran
en el caos de 2008.
1. No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopolítica. La
historia futura documentará ese aspecto.
2. Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980,
Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un país de derrochadores en
los planos familiar, empresarial y público, como buenos derechistas radicales
partidarios de la oferta. En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque
mortal y desordenado contra el dólar como divisa, los gestores de fondos de cobertura
que sobrevivan en Estados Unidos serán los principales vendedores al descubierto de
dólares. Esos legados de Reagan habrán desempeñado una función crucial.
3. Los programas de “conservadurismo compasivo (sic)” prometidos por George Bush
resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para
gente como mis prósperos vecinos.
4. El fomento deliberado de la desigualdad no aceleró la productividad total de los
factores en Estados Unidos. Por el contrario, la obscena subida de los emolumentos
de los altos directivos volvió disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial.
Los directores generales de carrera se lo montaron muy bien contando mentiras sobre
los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso después de que los descubriesen,
se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.
De hecho, los candidatos de Bush para la Comisión de Control del Mercado de
Valores, como el primer presidente que nombró, Harvey Pitt, fueron elegidos solo
porque liberalizarían el sistema, en lugar de mantener una sensata regulación
centrista. Pitt fue escogido principalmente porque había sido abogado de las cuatro
empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas
engañosas de medir la verdadera rentabilidad.
5. Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes
se supone que deben vigilar, un caso flagrante en el que la vigilancia y la reglamentación
son una necesidad fundamental.
6. Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch,
Moody’s y S&P-McGraw Hill. Se supone que solo dan aprobaciones AAA al material
seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se
quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el
Congreso.
7. Por ahorrar espacio, pasaré a los nuevos “diabólicos monstruos Frankenstein” de
la nueva “ingeniería financiera”. Puede que yo y otros compañeros del MIT de Chicago,
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
ARTÍCULOS SOBRE LA CRISIS
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de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a
san Pedro en las puertas del cielo.
¿Cuál es el problema? Es verdad que los derivados y los créditos recíprocos pueden
proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total,
pero también pueden destruir por completo cualquier transparencia.
Durante décadas he participado en consejos directivos sin ánimo de lucro con
directores generales desde Nueva York hasta California. Ninguno de ellos entendió
nunca nada de las fórmulas de Black, Scholes y Merton para valorar activos. Todo
lo que sabían, o pensaban que sabían, era que los nuevos y maravillosos centros de
beneficios libres de riesgo habían invadido sus despachos. Era mejor que la alquimia
que convertía el estiércol en oro.
Por lo visto, nadie aprendió la lección de 1998, cuando Long Term Capital
Management (LTCM) estuvo a punto de quebrar y necesitó un rescate pactado por
parte del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingeniería financiera es lo
que nos permite pasar del apalancamiento cero hasta, pongamos, un apalancamiento
de 50 a 1. Y cuando el riesgo acumulado resultante explota, de nuevo todo lo que
ocurre es que el director general y el director financiero se van al banco partiéndose
de risa por el camino.
Bear Stearns convirtió de la noche a la mañana a sus multimillonarios en millonarios.
El emperador Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía. El jefe de Bear Stearns
jugaba torneos de bridge mientras sus accionistas quedaban hechos polvo. Teniendo
en cuenta que esta era una de las casas de corretaje que manejaban muchas de las
transacciones de LTCM, ¿no debería haber aprendido lo letal que es el
hiperapalancamiento? Lo primordial es que la mayoría de las pérdidas será
permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro
de EE. UU. crean suficiente dinero nuevo, la recuperación y la estabilidad serán
posibles. De haber seguido la línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y
Clinton, podrían haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los académicos siguen
debatiendo si Colón introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo o fue al revés. Pero no cabe
duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.
Desde Islandia hasta la Antártida, niños aún por nacer aprenderán a temblar ante
los nombres de Bush, Greenspan y Pitt. Por supuesto, estoy exagerando, pero sólo
un poco.
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analizada independientemente de su tendencia teórica. El objetivo principal de esta
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introduzca un glosario preliminar.
Economía y Desarrollo - marzo 2011, vol. 10, n° 1
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9. La bibliografía del documento debe incluir solamente las publicaciones citadas
en el texto y de la siguiente manera:
a. Libro: Apellido e inicial del nombre del autor, año de publicación entre
paréntesis, título en letra cursiva, ciudad de publicación (y país si la ciudad
no es conocida) y editorial; ejemplo:
VARIAN, H. (1999). Microeconomía intermedia: un enfoque actual.
Barcelona, Edición en castellano por Antoni Bosch editor.
b. Artículo en libro: Apellido e inicial del nombre del autor, año de publicación
entre paréntesis, título del capítulo entre comillas, inicial del nombre y
apellido del editor o compilador, título del libro en letra cursiva, ciudad de
publicación (y país si la ciudad no es conocida) editorial y páginas que ocupa
el artículo o capítulo; ejemplo:
TOVAR, H. (1987). “La lenta ruptura con el pasado colonial (1810-1850)”,
en J.A. Ocampo, compilador, Historia Económica de Colombia. Bogotá,
Siglo XXI editores, 87-117.
c. Artículo en revista: Apellido e inicial del nombre del autor, año de publicación
entre paréntesis, título entre comillas, nombre de la revista en letra cursiva,
ciudad de publicación, volumen, número y páginas que ocupa el artículo;
ejemplo:
QIU, L. (1995). “Strategic trade policy under uncertainty”, en Review of
International Economics, Massachusetts, vol. 3, Núm. 1, 75-85.
d. Documentos de trabajo: Apellido e inicial del nombre del autor, año de
publicación entre paréntesis, título entre comillas, nombre de la serie en letra
cursiva, ejemplo:
HALL, R. (1989). “Invariante Properties of Solow’s Productivity Residual”,
en: NBER Working Papers Series, 3034, Cambridge.
e. Artículo en periódico: Apellido e inicial del nombre del autor, año de publicación
entre paréntesis, título entre comillas, nombre del periódico en letra cursiva,
ciudad de publicación, número, día, mes, sección si la paginación cambia y
páginas que ocupa el artículo, ejemplo.
GALLEGOS, E. (2000). “El ocaso de un triunfador”, en La Jornada, México,
Núm. 5509, 5 de enero, contraportada, 6-7.
f. Fuente electrónica: Apellido e inicial del nombre del autor, título en letra
cursiva, dirección de acceso subrayada, fecha en que se visitó entre paréntesis,
ejemplo:
BETANCOURT M., J. “Jerome Bruner: uno de los precursores de los
estudios sobre estrategias cognitivas”, (ví: 29 de abril de 2008), en http:/
/educación.jalisco.gob.mx/consulta/educar/06/6betan.htm
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