Estado, globalidad o comunidad: el punto de encuentro con el siglo XXI Pero el entendimiento, vencido por la inmensa cantidad de imágenes y de sus múltiples especies, se siente pobre en la abundancia, se mueve sin saber elegir un rumbo fijo, y nada ve por mirarlo todo. K ARL VOSSLER E n la transición entre siglos es posible identificar las formas sociales que entrarán en juego. Al iniciarse el siglo XIX era visible la obsolescencia del antiguo régimen absolutista, la república aparecía en torno a las nuevas naciones que habían surgido desde finales del siglo XVIII, mientras que otras comenzaban su vida independiente brotando desde las entrañas de imperios en decadencia, todas con una tarea común: la construcción de un Estado nacional. El paso rumbo al siglo XX fue también de definiciones. En 1901 muere la reina Victoria, nueve años después fallece también su sucesor Eduardo VII. Para ambos sepelios se convocó a toda la realeza, siendo los últimos momentos de una nobleza agónica, puesto que después de las exequias las testas coronadas caerían en su mayoría tras la Gran Guerra o quedarían subordinadas al parlamento y al nuevo orden constitucional. Por fin aires republicanos conformaban al nuevo Estado, adyacente a las ideologías que lo acompañarían como las teologías civiles que darían apellido a los nuevos regímenes que se habrían de instaurar. En esta línea en 1936 Karl Mannheim ya apuntaba en torno a las corrientes histó* 762 Profesor titular del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Becario en el Center for Latin American Studies, University of Pittsburgh. COMERCIO EXTERIOR, VOL. 56, NÚM. 9, SEPTIEMBRE DE 2006 GUILLERMO J.R. G A R D U Ñ O VA L E R O * rico políticas del siglo XX: el conservadurismo burocrático, el historicismo conservador, la democracia liberal y el fascismo, a las que habría que agregar el marxismo soviético.1 En este crisol avanzaron tres grandes expresiones político económicas: el imperialismo, los estados nacionales y el colonialismo. El primero sería el actor dominante y su costo se expresaría en dos guerras mundiales y un largo periodo de guerra fría. En medio de estas situaciones los nuevos estados nacionales quedaban sometidos a los vaivenes del exterior, mientras que las colonias constituidas al margen de su composición cultural se distribuían de acuerdo con las fronteras de las áreas de influencia de las potencias dominantes, las cuales jamás entendieron las identidades y las contradicciones contenidas en la geopolítica que habían impuesto. El inicio del siglo XXI no está exento de las formas sociales que dominaron el siglo pasado, las cuales guardan relación de continuidad y discontinuidad: el viejo imperialismo ha derivado en globalidad, pero no bajo la dirección del Estado, sino bajo el dominio del mercado que impone formas de integración multinacional y reglas más allá de los límites de lo estatal. El estado del bienestar, producto de las crisis capitalistas y de la posguerra bajo la divisa del desarrollismo, ha declinado por el peso del estancamiento, resultado de la crisis fiscal del Estado, la imposibilidad de cumplir las promesas populistas, la pérdida de potestad del aparato de dominación sobre su propia población cada vez más plural, la emergencia de 1. Karl Mannheim, Ideology and Utopia, Harvest Books, Nueva York, 1936, pp. 192-248. sus identidades y, por tanto, cada vez representando menos y con una racionalidad más limitada, para controlar el presente y garantizar su continuidad futura. Hoy el mundo colonial se ha extinguido, pero sus consecuencias son plenamente vigentes. El colonialismo buscó borrar toda cultura ajena al occidente dominante negando las identidades, excluyendo la pertenencia, imponiendo otras creencias y reprimiendo a quienes plantearon la resistencia. El punto de ruptura estuvo a mediados del siglo XX cuando, con el triunfo aliado, la idea de libertad se transformó en independencia; se trató de un proceso radical de recuperación y la fuerza de estos movimientos se tradujo en violencia. En este sentido, Jean Paul Sartre escribió en 1961: Mientras existió la condición de indígena la impostura no se descubrió; se encontraba en el género humano una abstracta formulación de universalidad que servía para encubrir prácticas más realistas: había, del otro lado del mar, una raza de subhombres que gracias a nosotros en mil años quizá alcanzarían nuestra condición. En resumen se confundía el género con la elite […] Nosotros hemos sembrado el viento, él es la tempestad. Hijo de la violencia, en ella encuentra a cada instante su humanidad: éramos hombres a sus expensas, él se hace hombre a expensas nuestras. Otro hombre: de mejor calidad.2 Sin embargo, el mito del hombre de mejor calidad no fue lo que trajo consigo la violencia, porque la que se empleó para alcanzar la independencia no se tradujo en libertad, sino en expresiones terribles de autoritarismo. El nuevo Estado no logró plantearse la democracia, sino que derivó en autocracias que las viejas metrópolis aceptaron como intermediación para la permanencia de sus intereses. La corrupción se enseñoreó. La participación social se diluyó en demagogia. El anhelo de un nuevo orden no cuestionó la exigencia de que fuera un orden justo. La extrema concentración de la riqueza de la nueva élite ignoró la miseria evidente de las grandes mayorías, y la intolerancia unida a los viejos agravios se sumó hasta derivar en emigraciones masivas en busca de pan y oportunidades. En ese entorno, el nuevo siglo penetra en busca de las formas que han de prevalecer, y tanto la globalidad como el Estado o las comunidades se concentran sobre el presente y lo desgarran, pues no encuentran ángulo de compatibilidad. La primera opción busca una relación de presente a futuro según mecanismos de integración, con una cultura común y formas de dominación que irían más allá de los mecanismos estatales. El Estado busca restaurar la potestad de sus mejores tiempos, por lo que incluso acude a los aventureros de la política con sus mitos de corte populista, y las comunidades 2. Jean Paul Sartre, “Prefacio”, en Frantz Fanon, Los condenados de la Tierra, Colección Popular, Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 22-24. van al reencuentro de un pretérito muchas veces milenario, en el que, por negación al presente, se idealiza el pasado. Pero en los tres casos los procesos avanzan de manera simultánea en direcciones opuestas, contradictorias entre sí, con medios y métodos distintos (véase la figura). CONJUNTOS QUE ACTÚAN SOBRE EL PRESENTE Globalidad Estado Comunidad En sí, cada opción busca generar su propia dinámica y comprometer a sus actores; sin embargo, una característica propia de este tiempo es la existencia de una vasta mayoría expectante que no parece interesada en opción alguna, que mantiene su cotidianeidad como si ésta fuera perdurable, y busca en medio de un presente vertiginoso operar en forma reactiva, lo que la lleva a no tener más idea del futuro que la continuidad del presente. El punto central es que mientras las minorías intensas y las élites buscan garantizarse en estas vías su visión de futuro, aun dentro de la idea comunitaria, la mayoría expectante parece estar de espaldas al pasado y al futuro. De la figura se derivan los conjuntos globalidad, Estado y comunidad que actúan sobre el presente, representado por la intersección de los tres círculos. La relación entre el Estado y la globalidad aparece mediada por una situación que va desde la negociación entre actores estatales con las corporaciones transnacionales, hasta el enfrentamiento entre estos dos entes. La intersección entre el Estado y la comunidad va desde los mecanismos de integración de minorías hasta la resistencia al Estado por una postura radical de defensa de la identidad. Finalmente, la relación entre comunidad y globalidad va desde la marginalidad hasta la violencia terrorista. En cada caso las intersecciones representan formas de violencia que van desde el ámbito simbólico hasta el enfrentamiento radical. En sí, el conflicto parte de las contradicciones entre élites frente a minorías intensas. Por un lado los grupos reclaman una sobredemanda al Estado, el cual tiene una limitada oferta institucional. La globalidad se muestra cada vez más selectiva frente a sus posibles beneficiarios en materias como empleo, ingreso, acceso a la información y capacidad de decisión. Y por otra parte, el mundo comunitario busca escindirse no sólo 763 de la modernidad, a la cual opone los mitos de su tradición, sino que desde la misma marginalidad genera sus respuestas de rechazo pleno. Todo esto corre simultáneo a una cada vez más creciente masa expectante que no parece identificarse y menos comprometerse con ninguno de los extremos, por lo que la opción de los radicales es incluir al indiferente en el núcleo de sus enemigos, pues en esa lógica nadie es inocente, sino responsable directo o indirecto de sus infortunios. A partir de lo anterior, la lucha corre en los márgenes entre la modernidad y la tradición, y la defensa de los espacios va paralela a los procesos que cada una de estas instancias desarrolla en su interior y que, para su mejor comprensión, exigen un análisis por separado. l Estado fue para los siglos XIX y XX no sólo la plataforma institucional de dominación, sino el representante y contenedor del mundo social, a tal grado que en más de un momento el interés del Estado se impuso no sólo sobre el individuo, sino sobre el conjunto social, teniendo como más sólida expresión la razón de Estado y, después de la segunda guerra mundial, la seguridad nacional. Hoy en día la transición de la pluralidad, inherente a toda sociedad, obliga el paso al pluralismo, que supone una adhesión a la diversidad, derivando a dos vertientes: la primera supone un nuevo pacto social de tolerancia e igualdad jurídica bajo formas incluyentes y organizaciones no gubernamentales, con gran capacidad de aglutinar demandas y reclamar autonomías; la segunda se aproxima más al reclamo y a recuperar su tradición e identidad. En este punto cabe destacar la nueva concepción de lo público, categoría que fue durante el siglo XIX, y parte importante del XX, esfera exclusiva de lo estatal, que bajo la exigencia de control sobre un Estado cada vez más complejo reclamó la idea misma de su tecnificación, llevándola simultáneamente a separar de sí sus instancias deliberativas, pues su exigencia funcional reclamaba decisiones cotidianas e inmediatas.3 En ese marco deliberativo se enmarca hoy el espacio de la sociedad civil, que rápidamente transforma en una visión ampliada a lo público, entendido como el espacio común de lo social, por lo que las organizaciones no gubernamentales (ONG) se generalizan y plantean como demandantes del Estado, abriendo con ello un cuestionamiento que comienza en los reclamos ciudadanos y va trascendiendo hasta la crítica del proceso mismo de gestión estatal. Todo ello lleva a exigir la transparencia, pero también dificulta generar acuerdos y decisiones con los actores de la globalidad. Esto a su vez trae consigo el propósito de quienes dirigen las ONG de transformar lo no gubernamental en plataforma para aspirar a la dirección del Estado. Ya que desconocen éste, en un eventual arribo de estas fuerzas al gobierno no queda claro si podrán cumplir con sus compromisos mediante el aparato estatal tan tecnificado, pues fue construido en torno a otras finalidades. Del paso de una sociedad tradicional a la modernidad y la transformación de la cultura de pluralidad a pluralista se derivan las formas actuales de Estado y su idea de seguridad, las cuales parecen ubicarse en torno a los cuatro ejes que se ilustran en el recuadro. A cada forma de Estado corresponde un tipo particular de dominación y por tanto una idea de aseguramiento de su permanencia que se presenta como una doctrina de la seguridad nacional. Sin embargo, no obstante todas las medidas que cada forma estatal plantee, el hecho es que el nuevo siglo ha introducido factores de entropía en todas las formas que se han traducido en su decadencia y cuestionamiento, sin que parezca haber mecanismos de retorno al pasado u opciones de mejoramiento futuro. Ello plantea el dilema hacia la idea de comunidad o globalidad como formas antitéticas que se muestran como opciones frente al probable colapso del Estado nacional tal como hoy se conoce. Es importante partir de la idea de que la decadencia de lo estatal se vincula a formas de violencia, tanto por parte de las fuerzas que buscarían la conservación de las viejas estructuras sociales, como aquellas que buscan su restauración. A su vez las fuerzas que niegan la dominación van más allá de la resistencia pasiva y se enfrentan a las formas impuestas, no en busca de una negociación o arreglo, sino en la afirmación de una identidad, o bien en la búsqueda de incorporación y reconocimiento en las sociedades globalizadas donde la creciente emigración las ha conducido. Para el caso de las sociedades que no rebasaron la pluralidad y por tanto no alcanzaron el pluralismo, 4 la única forma de enfrentar la diversidad fue ofrecer una opción autoritaria y vertical que permitía incluir a todos como subalternos y sujetos a la tutoría de hombres o instituciones; pero al entrar en el nuevo siglo y estar expuestas a la apertura de 3. Iris Marion Young, “Teoría política: una visión general”, en Nuevo manual de ciencia política, tomo I, Ediciones Istmo, Madrid, 2001, p. 713. 4. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Alianza Editorial, México, 1991, pp. 133-138. El poder es la capacidad de obtener los resultados que uno quiere, y en caso necesario, de cambiar el comportamiento de otros para que esto suceda J OSEPH N YE EL ESTADO E 764 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD LAS FORMAS DE ESTADO EN LA TRANSICIÓN AL SIGLO XXI Y SU IDEA DE LA SEGURIDAD NACIONAL Cultura Sociedad Pluralidad Existencia de una diversidad social bajo un modelo muy rígido en su diferenciación y en la verticalidad autoritaria de sus ordenanzas, donde los actores centrales son el Estado nacional y las figuras que detentan su dirección, por lo que la decisión es exclusiva de las élites. Pluralismo Reconocimiento de la diversidad y adhesión a la misma, lo que obliga a que la fase deliberativa y de negociación que antes se ventilaba sólo dentro del Estado tenga que hacerse ahora entre las diferentes instancias, lo que lleva a que se vuelva más compleja y por tanto rebase los límites de lo estatal y se coloque en el marco de la sociedad civil, al tiempo que aparece un vasto sistema de acuerdos tendientes a la igualación de privilegios de las grandes corporaciones en materia energética, fiscal, laboral, de telecomunicaciones, comercio y tecnologías, lo cual genera profundas contradicciones entre sociedad civil, Estado y globalidad. Tradicionalismo Alianza entre élites en torno al caudillo o a un presidencialismo despótico, por lo que la seguridad nacional es tan sólo la defensa de una alianza de las figuras que giran en torno a la figura dominante; de ahí que incluso el disidente sea visto como un actor que ha de combatirse. El peligro se presenta cuando esta forma de ejercicio del poder unipersonal cae en crisis. Modernidad En este periodo se plantea una modernización del autoritarismo. El concepto de seguridad nacional gira en derredor del ambiente que priva en el marco internacional, y en el ámbito de las fuerzas armadas se estructura una renovación en el plano de la organización y la tecnología, no afectando la base doctrinaria ni el sistema de alianzas que tan sólo incorpora a los sectores modernizantes emergentes, por lo que su base de sustento es un pacto político militar. En esta visión la seguridad nacional se entiende como situaciones que rebasan la capacidad institucional, por lo que deriva en restauración. Este periodo de transición se caracteriza por el ascenso de una nueva clase política muy dividida, pero el aparato institucional se mantiene en el pasado por lo que no hay correspondencia entre intencionalidad y viabilidad, ni entre dirección y ejecución. En este momento no hay claridad plena en los referentes de la seguridad nacional, y las fuerzas armadas actúan como espectadores, con el riesgo de ser rebasadas por coyunturas que pueden afectar la gobernabilidad; todos los pactos en este periodo son coyunturales. El énfasis en este periodo es la exigencia de reconciliación entre actores irreconciliables y la exigencia de perdón como olvido del pasado. La democracia supone pactos entre fuerzas e intereses que se traducen en acuerdos de corto plazo, lo que representa una complejidad creciente para definir constantemente el nuevo punto de equilibrio que defina el concepto de seguridad. En éste las fuerzas armadas participan no sólo en un proceso acelerado de cambios que se inician a partir de un pacto cívico militar en defensa del nuevo régimen, sino que se ven involucradas en las consecuencias derivadas de los conflictos entre sociedad civil y Estado, entre sociedad civil y resistencia a la globalidad y entre Estado y globalización. Fuente: elaboración del autor. nuevas influencias se colapsan por su incapacidad de generar una propuesta alternativa o evolucionar a formas de mayor complejidad. En el caso de la relación entre tradición y pluralidad, el factor de cohesión es la figura autoritaria y al carecer de ella, las élites se dividen, la cohesión social sometida por la verticalidad pierde su punto de equilibrio y la violencia aparece como único mecanismo de imposición de una voluntad. Sin embargo, aun bajo la violencia extrema la capacidad de control está perdida, los antiguos dominadores han sido rebasados, los vencedores tienen que admitir que se comienza a reinar sobre la nada, por lo que el refugio frente a la tradición perdida es la búsqueda de un pasado idealizado, tanto el de un Estado y un presidencialismo fuertes, como la visión comunitaria utópica y lejana que carece de referentes. Para los que buscaron el camino de la modernización del autoritarismo, tienen ante sí el dilema de restaurar lo que alguna vez combatieron o asumir sus acciones hasta las últimas consecuencias, pues aun reconociendo que su papel fue funcional frente al mundo externo al que se querían aproximar, éste era la negación misma de sus orígenes, al combatir la tradición y el arribo a los límites de la modernidad se quedó en la espera. Al eliminar las fuerzas de que en muchos casos habían sido víctimas de la inercia, quedaron en cir- cunstancias en que la globalidad no requería arriesgar nada en beneficio de una élite que había perdido el control de sus subalternos, por lo que se cumplió en ellos la máxima de que el destino de los profetas es ser lapidado, tanto si se cumple la profecía, como si ésta no se confirma. Si lo anterior es el caso de las élites que rebasaron los límites de su propio proyecto, lo más visible es el de las fuerzas sociales que alcanzaron el pluralismo y por tanto reclamaron el arribo al poder del Estado; pero éstas encontraron sólo el viejo aparato tradicional, con su vieja mecánica, su lógica autoritaria y su visión limitada hacia el pasado. Así, la intención de transformarlo choca con instituciones en crisis, pero con amplias posibilidades de resistencia, pues tanto el viejo personal político como las fuerzas del antiguo régimen emplearán toda su capacidad ya no en restaurar el viejo orden, sino en oponerse a su relevo, dejando sólo el camino abierto a la demagogia y finalmente al enfrentamiento y la violencia. En cuanto a las sociedades que alcanzaron la democracia mediante el pluralismo y la modernidad, se enfrentan también a una vasta problemática. La globalidad las obliga a entrar en un proceso ampliado de integración en el que sus niveles de apertura contrastan con la idea de una evolución lineal hacia la globalidad. Estas sociedades de pronto COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006 765 tienen que reconocer a minorías que, como en el caso de los musulmanes o los indígenas, no admiten la trasgresión de sus valores, por lo que la libertad tiene que ser acotada desde países lejanos, pero cuyos reclamos les afectan. A su vez los emigrantes que estaban confinados a los barrios marginales reclaman el acceso indiscriminado a las oportunidades, privilegio perteneciente sólo a los ciudadanos de origen; la igualdad jurídica de las instituciones contrasta de inmediato con las crecientes expectativas que se sembraron en la población, tanto integrada, como marginal, con la limitada oferta institucional para satisfacer sus demandas. En esas condiciones se recurre de nuevo a la violencia, pero ampliada en la forma de resistencia hasta el terrorismo, no como solución, sino como respuesta irracional que cuestiona a todo el aparato democrático. En sí el Estado se ha puesto en el banquillo, tanto en su versión autoritaria como democrática, y las transiciones hacia la restauración o hacia la democracia hacen frente tanto al cuestionamiento como a la indeferencia de la mayoría que no responde a convocatoria alguna, lo que se deriva en indiferencia, abstencionismo, inacción, como si ese mundo de representaciones les fuera ajeno. La falta de respuesta frente al interés público se compensa con el mundo de espectáculos de masas que son el punto concurrente del interés colectivo. Las afirmaciones anteriores reclaman ejemplos. El caso más drástico de las sociedades que se quedaron en medio del autoritarismo y sin acceso a la promesa democrática y de bienestar lo constituyen los llamados estados fallidos ( failed states). En un análisis riguroso realizado por el Foreing Policy Fund for Peace sobre 60 países problemáticos, que representan casi un tercio del mundo, se identifica un riesgo inminente de colapso al menos en 20 de ellos, de acuerdo con 12 indicadores sociales, económicos, políticos y militares, incluidas, además, la declinación económica, la desigualdad polarizada, las presiones demográficas, la persistencia de guerra en su territorio y la corrupción. De acuerdo con esta clasificación, en mayor riesgo figuran Costa de Marfil, la República Democrática del Congo, Sudán, Irak, Somalia, Sierra Leona, Chad, Yemen, Liberia, Haití, Afganistán, Ruanda, Corea del Norte, Colombia, Zimbabue, Guinea, Bangladesh, Burundi y las repúblicas Dominicana y Centroafricana. Se trata de 12 países africanos, cinco asiáticos y tres latinoamericanos. El punto de reflexión, sin embargo, no radica en lo inmediato, sino en que esta probabilidad se extienda a un número mayor de estados en los próximos años.5 5. Time Almanac with Information Please, 2006, Pearson Education, Boston, 2005, p. 715. 766 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD En mayor o menor medida el Estado se enfrenta en la actualidad a riesgos y amenazas no conocidos antes, pues a diferencia del pasado cuando el autoritarismo era sinónimo de certeza y capacidad de decisión, hoy lo es de debilidad e inseguridad. A su vez, la ventaja de los estados totalitarios fue la capacidad de recuperación en el corto plazo, aun cuando después condujera a la destrucción misma de la nación en su conjunto. En contraste, el totalitarismo es actualmente la negación misma de toda posibilidad de crecimiento, como lo fue en el caso soviético. El líder mesiánico ha sido sustituido por los aventureros de la política. Estos sujetos de turbio pasado llegan en medio del vacío de liderazgos reales con un discurso contra el sistema, sin más ideología que el cinismo y la irresponsabilidad en cuanto a las consecuencias de sus propias decisiones. La fuerza de los partidos y su capacidad de convocatoria gracias a sus programas se ha sustituido por la mercadotecnia fácil, que a nada compromete, y por el clientelismo interesado. Estas expresiones son consecuencia y no origen, pues se derivan de fuerzas ajenas a lo estatal y por tanto no están comprometidas con su lógica ni conocen el manejo de las instituciones. Así, la idea de convertirse en aprendices de brujo los lleva a la larga a presidir las instituciones que les son ajenas y por tanto desde ellas seguirán actuando como demandantes del poder y no como rectores del mismo. En síntesis, las recetas de ayer no tienen nada que ver con la visión de reconstrucción del Estado de hoy; de ahí que lo que fue la encarnación institucional del poder tenga que admitir qué tanto el poder puede. Detente momento: eres tan hermoso J.W. GOETHE, FAUSTO LA GLOBALIDAD S i al parecer el Estado no será el punto central y el contenedor del mundo social en este siglo, la atención recae en los otros dos procesos que corren en paralelo. Entenderlos supone comprender el ámbito de la posmodernidad. Sin pretender abordarlo en toda su complejidad, una idea que permite su comprensión se resume en la frase de Raúl Corral: “La diferencia básica entre modernidad y la posmodernidad radica en que la primera se sustenta en el principio del sentido de la libertad, mientras que la posmodernidad parte de que la libertad no tiene sentido”. 6 En efecto frente a la racionalidad que buscaron imponer a la libertad terminaron negándola, pues a fin de cuentas ésta terminó reducida no a la capacidad 6. Raúl Corral Quintero, “Desarrollo sustentable o desenvolvimiento sustantivo”, Revista del Senado de la República, enero-marzo de 1997, vol. 3, núm. 6, México, p. 177. del ejercicio de la voluntad, sino que se le acotó a la aceptación del deber, por lo que la libertad sólo podría operar en el estrecho margen de los límites previamente impuestos. Por el contrario, si la libertad niega la noción misma de límite, la voluntad humana queda exaltada y frente al espacio ilimitado que se alza el problema central es la elección de lo que se desea, no como límite o sentido predeterminado, sino como afirmación de su capacidad de decisión. La idea de un mundo ilimitado es el horizonte en el que se inscriben los procesos que impulsan la globalidad; en ellos no hay determinaciones, sino factores de posibilidad. El mundo de mercancías al que Marx se refería está hoy destinado a un consumo inmediato y el periodo de vida de un producto es efímero, lo que ocasiona una secuencia vertiginosa de bienes en la que el nuevo desplaza al anterior, por lo que el uso y no la propiedad sobre el objeto es lo que prima. Pero en esta misma línea es conveniente intentar siquiera colocar límites a los procesos que se desenvuelven en torno de la globalidad. Imaginar hasta qué momento podría parar la revolución científica técnica que en menos de tres decenios ha cambiado todos los conceptos es el inicio de cambios trascendentes de materias tales como energía, genética, telecomunicaciones, sistemas de transporte, sistemas de financiamiento, etcétera. Estos cambios que no parecen detenerse están modificando de modo radical los conceptos de educación, la idea misma de empleo, la relación del hombre con instrumentos, la división del trabajo y sus formas de comunicación. La idea misma de los movimientos sociales no está reducida al campo de las reivindicaciones de clase; hoy en día aparecen movimientos de identidades, género, derechos humanos, ecología, paz, minorías, seguridad, religión, y un ilimitado número de exigencias que se traducen en movimientos capaces de activarse y desactivarse en plazos muy cortos; ello amplía la visión de lo público no estatal, y la idea de lo político no es ya espacio exclusivo de la gestión estatal. En el pasado fue el Estado moderno; en el presente siglo son las corporaciones transnacionales los espacios de gestión que van más allá del limitado espectro de la función estatal. Al mismo tiempo aparecen variables que están construyendo el entorno y que no están sometidas a la voluntad individual o estatal, sino que se refieren a los recursos y fundamentos del nuevo proceso civilizatorio que hoy se enfrenta a dilemas y encrucijadas en muchos casos catastróficos, por lo que las más significativas requieren el análisis de sus tendencias. Estas tendencias se pueden agrupar en tres conjuntos de variables: las tres primeras, agua, alimentos y ecología, corresponden a la relación del hombre con la naturaleza; a continuación se presentan las líneas de desarrollo más significativas de la revolución científico técnica que modifican la forma de vida y la cultura al cambiar la noción de energía, genética, biotecnología, informática y telecomunicaciones; por último, los factores sociales, es decir, la demografía, el trabajo y el consumo. Estas 11 variables interactúan simultáneamente y ofrecen el marco de desarrollo de la globalidad. Agua El dilema actual con relación al agua va de la exigencia de considerar ésta como patrimonio de la humanidad, lo cual supone un acceso ilimitado a un bien limitado, o privatizar su acceso, lo que redunda en una selectividad extrema, pues un bien público sólo sería accesible de acuerdo con su valor en el mercado. El problema no concluye ahí; la pérdida del recurso es progresiva por los altos niveles de contaminación, lo que hace prever alta demanda e insuficiente oferta del líquido para los próximos decenios. Representa un punto en que las tecnologías tendrán que darse cita con la capacidad de generar propuestas y políticas de distribución. Sólo seis países (Brasil, Rusia, Canadá, Indonesia, China y Colombia) tienen 50% del suministro mundial de agua dulce. Al mismo tiempo China dispone de 7% del agua, pero tiene 21% de la población mundial. Por si fuera poco 1 100 millones de personas en el mundo en desarrollo no disponen del recurso acuífero en su mínima proporción de 20 litros diarios y a una distancia no mayor de un kilómetro. Las regiones críticas en materia de agua son África, donde 36% no dispone del líquido con calidad, seguida de Asia con 19% y América Latina con 13 por ciento. En cuanto a las 263 cuencas fluviales que comparten dos o más países, es previsible que se estén constituyendo en fuentes de conflicto para el 40% de la población mundial que habita estos lugares. No es de menor importancia el aprovechamiento real del liquido, el cual sufre pérdidas en las redes de agua potable que van de 75% en el caso de Albania hasta 2% en Dinamarca, que cuenta con una cultura de preservación del agua.7 Alimentos Al igual que el agua, los víveres de consumo están afectados por dos líneas de alto riesgo. La primera es la extensión y la magnitud del hambre íntimamente ligada a la pobreza extrema, y la segunda se relaciona con la calidad de los alimentos. En el primer rubro es imposible soslayar que África como continente está siendo arrasada por el hambre. De acuerdo con el Programa de Alimentos para el Mundo se consignó en 7. Worldwatch Institute, La situación del mundo, 2004. La sociedad de consumo, Icaria, Barcelona, 2004, pp. 105-141. COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006 767 diciembre de 2002 el riesgo de que 40 millones de africanos perecieran por inanición, además de que otras regiones del mundo no son en modo alguno ajenas a este fenómeno. 8 Al tiempo que en la periferia persiste la marginalidad, en los países centrales tienden a concentrarse los alimentos en magnitud mayor a la satisfacción natural. De acuerdo con un experto del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo, la producción de cereales en el mundo ha reducido su superficie de cultivo y muestra tendencia al alza, lo que implica que la mayoría de la población no esté en condiciones de cubrir sus costos. De hecho, cinco países (China, Estados Unidos, la India, Rusia y Francia) producen 52.6% de los cereales, 2 029.4 millones de toneladas. Al mismo tiempo China, la India, Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Japón concentran la mitad de la población mundial con alta densidad y bajos niveles de consumo de alimentos.9 Sobre la calidad de los alimentos hay dos riesgos principales: los niveles de contaminación por fumigaciones y plagas y el consumo creciente de productos que se expenden sin los mínimos niveles nutricionales y de higiene, lo que es causa de desnutrición común en los primeros años de vida y la proliferación de enfermedades gastrointestinales. Ecología, cambio climático y efecto de invernadero El siglo XX representó la más amplia devastación de la ecología que el mundo haya sufrido desde que la especie humana está en el planeta. Por igual países centrales y periféricos han sido afectados. La contaminación extrema derivada de las revoluciones industriales o la devastación de los recursos naturales y de la biodiversidad está presente en el mundo. Las consecuencias son ya previsibles debido al calentamiento global. En otra línea de catástrofe está el efecto de invernadero derivado del vapor de agua y gases como el dióxido de carbono que, al operar como cubierta atmosférica, bloquea parte de la radiación recibida por la Tierra, ocasionando un descenso de temperatura que impediría la vida. El dilema político radica en la negativa de Estados Unidos de firmar el Protocolo de Kioto, que plantea una drástica reducción de gases tóxicos y entraña una reconversión industrial, para la cual tanto países centrales como los periféricos carecen de recursos. Las consecuencias están a la vista. En 2005 se produjo el mayor número de huracanes, al grado en que se agotaron los nombres previstos para estos fenómenos meteorológicos. En los próximos años, de continuar el calentamiento de los océanos, es posible que 8. Ibid., p. 30. 9. El estado del mundo, 2004, Akal, Madrid, 2004, pp. 82-84. 768 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD se derritan glaciares milenarios, lo que puede aumentar el nivel promedio del mar hasta en 88 centímetros. Además, el incremento del calor reducirá la productividad agrícola y pesquera como consecuencia de la erosión, la disminución de superficies boscosas, la extinción de especies animales y vegetales y el retiro de los cardúmenes por el calentamiento de las corrientes marinas. Todo ello se traducirá en una disminución significativa de la biodiversidad. Esta situación afectará de manera distinta a cada hemisferio: a los países costeros y a los ubicados a grandes alturas, tanto por inundaciones como por sequías prolongadas. El otro límite es que el llamado agujero de ozono sobre la Antártida ha alcanzado una superficie de 26 millones de kilómetros cuadrados, y podría extenderse más, lo que tal vez generaría para muchos países la exigencia de redistribuir su población y redefinir su espacio geográfico. Genética y salud La genética es quizá una de las ciencias que parece dominar el nuevo siglo. Por su naturaleza tendrá que incidir lo mismo en la prevención de enfermedades que en la modificación de los patrones de la existencia humana, y en nuevas especies animales y vegetales. En abril de 2003 se anunció que se había descifrado el código genético humano. Tal descubrimiento significa la posibilidad de determinar la sensibilidad para enfermedades, el periodo real de la vida humana y la capacidad de aplicar la ingeniería genética para preservar la salud. Las consecuencias éticas están vinculadas a la ruptura de valores tradicionales y a formas de vida, frente a la posibilidad de clones, semillas transgénicas y nuevas especies animales. Fuentes alternativas de energía Las revoluciones industriales han estado presididas por el cambio en el patrón de energía, como los casos del vapor, los hidrocarburos y la electricidad. Actualmente, el punto central está asociado a las formas de generación, transmisión y conservación de energía. Las energías alternativas han hecho acto de presencia en el mundo, tanto por las dificultades que representa la escasez de recursos hidráulicos, como por la contaminación de las plantas carboníferas o que utilizan hidrocarburos, además de los riesgos del uso de la energía nuclear. Frente a lo anterior se proponen energías como la eólica, la solar y la llamada renovable, tanto por su carácter no contaminante como por su posibilidad de aumentar el abasto actual sobre todo en países donde estos recursos pueden ser abundantes y de bajo costo, salvo la tecnología que se requiere para su explotación. En otra línea estarían los superconductores que serán los transmisores de energía del futuro inmediato, pues evitan las mermas y pérdidas de energía que hoy se presentan, para dar uso óptimo a la electricidad y crear computadoras y máquinas muy veloces capaces de realizar trabajos que sin duda modificarán la vida cotidiana. Al mismo tiempo volverán obsoletas las tecnologías actuales de alto consumo de energía. Biotecnología Hace más de dos decenios los biólogos lanzaron un desafío frente a la visión que parecía apostarle todo a la electrónica. En efecto, los seres vivos incluidos los microscópicos se utilizarían para la resolución de problemas cotidianos que van desde la purificación de aguas contaminadas a partir de microorganismos hasta la generación de estructuras vivas inteligentes que superen los sistemas de cómputo más complejos. En muchos casos las tecnologías están disponibles, sobre todo la de uso de microorganismos, y en otros casos hay resistencia cultural para admitir la posibilidad de interactuar con seres vivos e intercambiar información e incluso compartir códigos. Es todavía difícil imaginar la posibilidad de almacenar información en un tejido neuronal, aun cuando cualquier ser humano lo hace. Habría que prever también la capacidad de respuesta para interactuar con otras especies y formas inteligentes. Resolver problemas éticos para la explotación de seres vivos y dar usos prácticos al conocimiento de la vida en sus diversas manifestaciones. Esto implica una paradoja difícil de remontar: por un lado el hardware y el software han avanzado hasta límites imprevistos, lo que significa mayor velocidad y máxima capacidad de almacenamiento, lo que permite usos y aplicaciones inconcebibles hasta hace poco. Ello ha generado la caída vertiginosa de los precios de las computadoras. Las que quedan rezagadas constituyen una montaña de basura electrónica de la cual no se sabe aún como deshacerse, pues no hay posibilidad de reciclaje y los materiales son muy contaminantes. De continuar esta tendencia que combina desarrollo y obsolescencia en plazos cortos, se sustituirá la compra por el alquiler, la idea de usuario por la de un sujeto sometido a educación permanente. Al mismo tiempo, el valor de la información tendrá una vigencia breve, por lo que la educación en cualquier rama del saber estará en función de la vigencia de la información aprendida, perdiendo su carácter vitalicio o de largo plazo. Telecomunicaciones Se habla desde hace buen tiempo de las sociedades de la información. A pesar de ser difícil encontrar una definición precisa, una noción señala que se refiere al tratamiento racional de la información como soporte de los conocimientos y las comunicaciones. Si al mismo tiempo se considera que la información es la base de la toma de decisiones, se puede deducir que ella es el soporte mismo de la modernidad, pues ningún campo del saber ha quedado al margen de esta actividad. Al mismo tiempo la electrónica, que proporciona el fundamento para la informática, es la industria con mayor crecimiento del mundo; baste decir que de 1988 a 2002 la cantidad de computadoras personales pasó de 105 millones a 500 millones, lo que no deja de sorprender. Sin embargo, es posible advertir que dada la revolución en esta materia, a partir de 2005 cada nueva computadora fabricada representará la obsolescencia de todas las producidas antes.10 Sin apenas advertirlo pasamos de la telefonía a las telecomunicaciones, del mundo de conexiones mediante redes alámbricas a inalámbricas, de sistemas analógicos a digitales, de usos limitados de las frecuencias antes operados sólo para radio, televisión y telefonía a integraciones complejas que permiten que dentro de un mismo espectro se pueda procesar, enviar y recibir información e imágenes sin límite de tiempo ni distancia y a costos cada vez menores, posibilitando el uso creciente de estas tecnologías. La tendencia en esta materia es evidente; quien controle las redes de telecomunicaciones dispondrá de un poder y riqueza mayores al cumplirse el principio de que la información es poder, en la medida que está vinculada a la toma de decisiones. Pero la capacidad de decidir de unos cuantos significará la pérdida del poder de decisión de las grandes mayorías, cumpliéndose la definición de Jacob Burckhardt sobre las élites como: “todo aquello que nosotros no somos”. En efecto, en la la revista Forbes se consigna entre los tres hombres más ricos del mundo a Bill Gates, dueño de la próspera Microsoft, y a Carlos Slim, dueño de grandes empresas de telecomunicaciones, las cuales en 1980 no tenían la menor relevancia.11 La rama de las telecomunicaciones con telefonía celular integra hoy imagen y sonido, además de la capacidad para almacenar información y enviarla. La cobertura de los celulares ha crecido de 1992, cuando sólo 1% de la población mundial disponía de este medio; 10 años después 18% de la población dispone del mismo, lo que representa a 1 140 mi- 10. Worldwatch Institute, op. cit., p. 102. 11. Jacob Burckhardt, Force and Freedom, Pantheon Books, Nueva York, 1943, p. 303, y Forbes, 2 de abril de 2006. Informática y sociedades de la información COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006 769 llones de usuarios, frente a 1 100 millones que aún lo combinan en su mayoría con la telefonía fija convencional. Además de las ventajas que ofrece su versatilidad, ubicuidad del usuario y capacidad de transmisión de información, los celulares posibilitan el uso de internet y los mensajes de texto (en las Filipinas contribuyeron en gran medida a la caída del presidente Joseph Estrada). Al mismo tiempo, los riesgos para la salud son evidentes, pues sus componentes son muy tóxicos, y continúa la investigación que busca establecer las relaciones entre el cáncer de cuello y de cabeza con el uso de celulares. Además, al igual que toda pieza electrónica, es fácilmente sustituible por una nueva generación que deja en la obsolescencia a los modelos anteriores. Demografía y movimientos de población A partir del fin de la segunda guerra mundial el crecimiento demográfico se incrementó de modo considerable, sobre todo en los países en desarrollo: la población pasó de 2 550 millones en 1950 a 6 100 millones en 2000. En contraste, el siglo XXI no parece seguir la misma tendencia; por el contrario, en 2020 los países con mayoría de jóvenes iniciarán su etapa de envejecimiento, sin que la población de menores y jóvenes se incremente en la misma proporción. Lo anterior, unido a un crecimiento notable de la expectativa de vida, traerá como consecuencia la inversión, ese mismo año, de la pirámide de edades, cuando la población llegue a 7 500 millones.12 Los efectos de la natalidad en un mundo cuyo crecimiento poblacional amenazaba con cumplir las profecías de Malthus han desaparecido, aun cuando la población mundial superó en mucho cualquier expectativa. La propagación de la prevención de enfermedades, el avance de la medicina y la tendencia al bienestar han sido factores asociados a esta disminución. Sin embargo, esta situación no se puede generalizar a todo el planeta. En África, Asia y América Latina las hambrunas, epidemias, matanzas y guerras han generado una masa de refugiados fuera de la capacidad de cualquier país o grupo de éstos para absorberla. A su vez, la ausencia de oportunidades impulsa corrientes migratorias de la periferia al centro, donde en poco tiempo los recién llegados de modo ilegal se convierten en millones que al unísono reclaman amnistía y reconocimiento legal, lo cual provoca una fuerte reacción en las sociedades receptoras en materia de empleo, oportunidades, competencia y nivel de vida. Esta situación se profundiza en el caso de los hijos de inmigrantes de la segunda generación, pues a pesar de que ya están reconocidos como ciudadanos, mantienen el estigma de origen y son causa de exclusión, como los participantes de las revueltas de diciembre de 2005 en París. 12. Time Almanac 2006..., op. cit., p. 704. 770 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD La respuesta institucional frente a las corrientes migratorias por parte de la Unión Europea y Estados Unidos se orienta a la selectividad de los inmigrantes. En este sentido las políticas son explícitas: desalentar al inmigrante ilegal cerrándole la entrada al sistema institucional. Asimismo, se instrumentan programas de retorno de inmigrantes ilegales a su país de origen; de empleo temporal, sin estancia prolongada ni derecho a la inmigración definitiva conforme a requisitos estrictos; de regularización por excepción de los casos con periodos de estancia prolongada y capacidad demostrada de integración de idioma, acceso a niveles de educación, valores, usos y costumbres. Una política de esta naturaleza excluye de inmediato a la mayoría de ilegales, quienes no reúnen estos atributos. Pero si esta situación es en sí dramática, el caso más crítico lo constituye el desplazamiento desde países en guerra hacia países en condiciones semejantes, donde los expulsados no tienen otra opción que los campos de concentración, que alojan hoy día a poco más de 10 millones de personas en Palestina, Afganistán, Sudán, Myanmar, Burundi, la República Democrática del Congo, Irak y Liberia. En otro renglón estarían los desplazados que no están protegidos por el estatus de refugiados, pero que han tenido que huir por la violencia extrema; tan sólo cinco países acumulan más de 14 millones de desplazados de este tipo, comenzando por Sudán, Colombia, la República Democrática del Congo, Uganda e Irak.13 Trabajo y empleo En 1987 Peter Drucker publicó un artículo visionario en el que plantea dos tesis básicas que afectan la continuidad del mundo laboral.14 Señala el autor que la economía de la posguerra se ha desacoplado. En efecto, ésta operaba con principios que hasta ese momento comenzaron a modificarse. El primer desacoplamiento es la relación directa que había entre el crecimiento de la producción industrial y el del mercado tradicional de materias primas. La segunda tesis es que el crecimiento de la producción industrial se correspondía con el del empleo. Estos dos principios se han quebrado y la relación en ambos casos es hoy inversamente proporcional. En efecto, la producción industrial puede crecer y el mercado tradicional ser desplazado. A su vez, puede crecer la producción industrial y disminuir el empleo. En ambos casos influyen diversas variables. En el primer caso nuevos componentes sustituyen a las materias primas tradicionales, como la telefonía en que 13. Ibid., p. 715. 14. Peter Drucker, Las fronteras de la administración, Editorial Hermes, Buenos Aires, 1994, p. 27. el cable de cobre fue sustituido primero por la fibra óptica y más tarde por los sistemas inalámbricos, llevando a la ruina a la producción de este metal. En la otra tesis la variable que interviene es la automatización, que lleva a la revisión profunda de los ritmos de trabajo y las condiciones de selección, contratación y duración de la jornada. En estas condiciones el perfil laboral cambia drásticamente y se considera contrario a la rigidez jurídica que antes privaba en materia de contratación y empleo. En esta idea entra la llamada flexibilidad laboral, que se caracteriza por el paso de la contratación colectiva a la individual; el salario determinado por tiempo, obra y complejidad; el carácter no permanente de la relación empleador-empleado; la no mediación sindical en el proceso; la responsabilidad de la seguridad social por parte del trabajador en materias como seguro médico, fondo de retiro, pagos fiscales y otras prestaciones que antes correspondían al Estado y a la empresa. En síntesis, esto representa el fin de las viejas burocracias sindicales y las relaciones laborales tuteladas por el Estado. En 1996 Jeremy Rifkin hizo un planteamiento por demás provocador en El fin del trabajo.15 El autor enlazaba la tendencia al desempleo de las naciones desarrolladas con el avance vertiginoso de las nuevas tecnologías automatizadas. La propuesta preveía que tanto el sector público como el privado ofrecían cada vez menos oportunidades de conseguir un empleo bien remunerado y permanente, por lo que había que establecer las bases de un nuevo contrato social que recuperara a un tercer sector que él denomina social. En el fondo es la idea de lo público no estatal, pero como agente económico, por lo que ante el desempleo, la comunidad podría absorber el potencial productivo para actividades que el Estado iría cediendo a la esfera social con fondos de los otros sectores económicos para garantizar su financiamiento. El espacio laboral tradicional se verá inundado por la automatización; el desempleo afectará a la producción misma al no tener los consumidores ingresos suficientes. Más allá de la viabilidad de la propuesta, si estas organizaciones no ceden al fácil oportunismo de las posiciones político-clientelares de los partidos y a las tentaciones y privilegios que les puedan ofrecer los sectores público y privado, constituirían una nueva versión de la sociedad civil que podría imponer nuevas modalidades al siglo XXI. personas pertenecen a la sociedad de consumidores, que representa 27% de la humanidad. En el polo contrario están 2 800 millones de personas que subsisten a duras penas con menos de dos dólares por día.16 El consumo representa también una forma de diferenciación del propio consumidor, pues un mismo producto puede presentarse con diferentes calidades y estar dirigido a compradores distintos. El punto central es incorporar en la lógica del consumo a estratos diferentes. En ese sentido se explica por qué la radio y la televisión se han extendido, así como los aparatos complementarios, y por qué la sociedad actual permanece más tiempo en los centros comerciales que los aldeanos del medioevo dentro de los templos. En cuanto a su distribución, 60.2% del consumo privado mundial se concentra en Estados Unidos, Canadá y los países de Europa occidental, aun cuando representan 11.6% de la población; con 15% de la población, África y el medio oriente consumen apenas 2.6%. Más aún, en los países industriales 80% de la población tiene acceso al consumo; en los que están en desarrollo sólo 17% tiene esa posibilidad. En esta lista de las 11 variables de la globalización está el entorno, que hace posible la nueva vinculación del hombre con la naturaleza; las líneas de investigación más significativas por las cuales avanza la revolución científico técnica, y el factor humano asociado al trabajo y consumo, pero el liderazgo de los procesos no depende de éstos, sino de un tercer factor: las corporaciones multinacionales, actores en los planos económico y político y bajo cuya dirección los procesos interactúan y dan origen a nuevos fenómenos que se dan cita en el mercado. Advertimos que vivimos en tiempos de grandes decisiones, y sabemos que no tomamos ninguna. C. W. M ILLS LA COMUNIDAD E Si en algún punto convergen los contrastes de las sociedades es en el consumo. A pesar de ello, sólo 1 700 millones de l retorno a la visión comunitaria es algo más que una aspiración del romanticismo del siglo XIX , cuando se añoraban los tiempos pasados. La historia humana demuestra que cuando el hombre cree que va en una dirección definida, la posibilidad de encontrar caminos alternos se vuelve no sólo posible, sino necesaria. Basta recordar el mito del ineluctable camino hacia el socialismo y la destrucción inminente del capital, idea que sólo perdura en los nostálgicos que no aprenden de la historia. Si el presente se aleja del pasado inmediato, hay que admitir que la idea de construir un mundo por completo diferente al de 15. Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, México, 1996, pp. 261 y siguientes. 16. Worldwatch Institute, op. cit., pp. 23-24. Consumo COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006 771 la modernidad no es del todo descabellada; a fin de cuentas tradición y modernidad son polos de un mismo proceso. A la caída de Roma en el siglo V siguió el mundo feudal que fue un modo de visión comunitaria. El mundo árabe volvió a los desiertos al entrar en decadencia los califatos. Los grandes imperios como los llamó el conquistador español y portugués quedaron reducidos a aldeas en los tres continentes sometidos a coloniaje. ¿Dónde queda el mito de un solo sentido hacia el progreso? Al igual que en otros momentos, la idea dominante de la modernidad vuelve a toparse con la tradición. Por tanto, el talón de Aquiles de la globalidad no está en las fuerzas que lo impulsan, sino en aquellas que desde la tradición y bajo los mitos se le resisten. Por ello no es casual que estas fuerzas idealicen su pasado, su creencia se oponga al saber científico y el sentimiento rechace la razón. A fin de cuentas el mito no es un enredo de mentiras, sino un modo de comprender. En este sentido el mundo actual surge el 11 de septiembre de 2001. Las catedrales del poscapitalismo del World Trade Center caían derrumbadas, la fe había hundido a la impiedad. En la otra interpretación la pregunta que se hacía el pueblo estadounidense era: ¿Cómo puede haber personas que nos odien tanto? En medio del caos nadie hacía análisis, todo fue sentir. La idea de los nuevos kamikazes retornó incompleta a la memoria, pues frente a los adjetivos comunes de fanáticos, ignorantes, locos y suicidas, se olvidó lo que habían sido estos personajes en el Japón de la segunda guerra. No eran fanáticos y menos ignorantes; habían recibido una educación refinada y con apego a sus valores tradicionales, entre ellos el honor. Sus capacidades físicas e intelectuales les permitían volar aviones de vanguardia tecnológica y hacer blanco en los poderosos portaviones y destructores estadounidenses, causando con esto el mayor daño posible y mermando la moral de las tropas enemigas. De manera semejante, quienes perpetraron los atentados del 11 de septiembre se habían formado en la tradición islámica y estudiado en Europa y Estados Unidos. Conocían de antemano su muerte inminente y pensaban que ese mismo día estarían en el paraíso. La plataforma ideológica de estos núcleos fundamentalistas sólo puede comprenderse en la base misma de su discurso. No son actores estatales, pues el islam condena la idea misma de Estado y límites fronterizos y la sustituye por una creencia común que une las diferencias, según los principios de autoridad y justicia derivados del libro sagrado del Corán. No comparte la idea de la concentración excesiva de la riqueza, y obliga a entregar una porción de la misma a entidades religiosas. La educación se rige por su visión religiosa y por tanto su socialización es parte de su propia cultura enraizada en valores, familia y comunidad.17 No se tiene la idea occidental del pecado, menos la de confesión; el islam es quizá demasiado humano como para admitir sus debilidades. Su idea abstracta e irrepresentable es la de Dios y hay un profundo respeto hacia el Profeta y quienes siguen e interpretan sus enseñanzas; muestran una caligrafía artística como representación de la palabra divina. Su forma de vida inicia con los rezos de los minaretes, continúa a media tarde en la oración y cierra de nuevo con la lectura que desde los templos se hace de las palabras del Profeta. En todo esto no hay espacio para bromas, como las caricaturas del Profeta publicadas en Dinamarca; la ofensa a la fe es más grave que aquella que se inflinge de persona a persona. Es curioso observar también que al recuperar la riqueza con el petróleo, la primera intención fue occidentalizar al mundo islámico; sin embargo, la futilidad del mundo occidental terminó por apegarlos más a sus creencias originales. De hecho Huntington reconoce que el islam está en expansión, pues en 2000 aglutinó a 20% de los creyentes y para 2025 será 31%, casi la tercera parte de la feligresía de los credos en el mundo, aun cuando haya divisiones entre chiítas y sunitas y otras interpretaciones del Corán.18 Pero no todo fundamentalismo es islámico. En América Latina muchos movimientos sociales fueron precedidos por la teología de la liberación y muestras de ello están en toda Centroamérica y en el Movimiento Zapatista de Liberación Nacional. En ellos reposa la idea de un mundo indígena que recupera su pasado prehispánico y reivindica la idea de la comunidad frente al Estado. Muchas utopías se fundan en la negación, como la de los globalofóbicos, pero también las hay arraigadas en la etnia y la comunidad, como en el caso de Mandela, o bien reivindicaciones de los pueblos africanos sometidos por potencias coloniales. También se deben considerar los movimientos nacionalistas europeos, como los de irlandeses, vascos, catalanes, serbios, croatas, eslovenos, o los euro-asiáticos, kurdos, chechenios, etcétera. El punto común de todos estos movimientos es la recuperación de la identidad y la pertenencia. Identidad que representa la identificación con una cultura que es a fin de cuentas una forma de sentir que a su vez se traduce en modo de vida y pertenencia a un lugar vinculado a quienes comparten sus valores en comunidad. En esta idea no hay negociación posible ni punto a ceder pues es la vida misma y su sentido. El problema central es que al polarizarse las culturas con relación a occidente sólo hay dos frentes: el propio y el de los otros, que se niega como alguna vez lo hicieron ellos. La radicalidad del planteamiento no tiene fondo y occidente no lo ha podido asimilar. Su cultura es muy incluyente, 17. Gilles Kepel, La yihad, Ediciones Península, Barcelona, 2000, pp. 94 y siguientes. 18. Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, Paidós, México, 1996, p.139. 772 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD como la de todo imperio. Roma, en su momento, fue capaz de absorber costumbres y transformarlas en derecho propio; así, educaron a sus dirigentes criollos y les enseñaron latín; éstos adaptaron su modo de vida y terminaron pereciendo con Roma; valores y lengua parecieron olvidarse y en el medioevo y renacimiento ya hablaban una nueva lengua que era más que una combinación de la autóctona y del latín. En el largo periodo medieval se gestaron las naciones cuyo origen fue el previo retorno a la comunidad. El arte nos ofrece una unidad de intuición, la ciencia una unidad de pensamiento y el mito una unidad de sentimiento e identidad ERNEST CASSIRER REFLEXIÓN FINAL E n distintos periodos el hombre ha cambiado la relación entre arte, ciencia, religión y mito. En la época de la Grecia clásica el todo se fundía en la filosofía y en el encuentro de saberes la razón imperaba en la explicación. En el mundo del medioevo el conjunto de saberes concurría en el ethos religioso, la explicación de la ciencia se fundaba en la doctrina, el arte era la representación de lo divino, y el poder mismo fue sometido al arbitrio pontificio. El renacimiento devolvió al hombre sus saberes, la reforma transformará la relación del hombre con Dios por medio de su palabra y la libre interpretación. La intuición fue la base para fundamentar el arte de la guerra y la política en Maquiavelo. Mientras, la ciencia y el arte se unieron en la estética en figuras como Leonardo. La revolución francesa transformó a la razón en diosa, para dar fundamento al poder del Estado mediante el mito que termina encarnado en Bonaparte. La religión dio durante todo el siglo XIX la batalla por permanecer en un mundo que se le iba de las manos y la ciencia amplió su explicación más allá de los hechos físicos, abarcando al hombre. El siglo XX es de grandes cambios: la intuición se transforma en liderazgos totalitarios capaces de manipular a grandes poblaciones a las que terminaron conduciendo a su destrucción. La ciencia se volvió servil al Estado; el arte mismo quedó reducido a mercancía de intercambio en las subastas. En el fin del siglo pasado y el inicio del presente milenio arte, ciencia, religión y mito parecen ir en direcciones diversas y aún opuestas. La intuición sobre el arte de gobernar en nada proporciona una respuesta a los problemas de la gestión estatal. La ciencia ofrece más dudas que respuestas definitorias y su relación con el poder se vuelve ríspida al no pronosticar el futuro de los actores. Las religiones crecen cuantitativamente, pero son incapaces de poner en práctica su propia enseñanza. En sí, creencia, ciencia y poder encuentran sus propias fronteras al reconocer cada una de ellas su propio camino, pero el todo se aleja y la razón deviene en sentimiento, y los tres actores del inicio del siglo —el Estado, la globalidad y la comunidad— más que buscar un punto de reencuentro, el inicio de una nueva relación, caminan en direcciones opuestas. Hoy, occidente es cuestionado en su propuesta de globalidad, consecuencia del hecho ya observado por Lipovetsky: “Al poscapitalismo se le olvidó crear sus propios valores y optó de modo pragmático en mantener los anteriores, sobre una base individualista”.19 La respuesta frente a ellos es evidente: los viejos valores son negados en su práctica, pues a fin de cuentas la propiedad la sustituyó por el control; la satisfacción de necesidades por el consumismo; el sentido por la continuidad; el trabajo por la automatización; el esfuerzo humano por la energía; los alimentos por la ingeniería de los mismos; la naturaleza por una escenografía virtual; la ideología por la mercadotecnia; el consenso por la propaganda; la satisfacción de expectativas por el endeudamiento a crédito; la capacidad de elegir por tendencias de opinión. En síntesis, se ha sustituido al ser por la ilusión de tener. La encrucijada está planteada. El mundo parece sometido a tres fuerzas que jalan cada una en su propia dirección autoritaria, sin dar ninguna importancia a las otras. Para el fundamentalista que recurre al extremo del terrorismo el otro no existe; sólo el mito que le da sentido, su fe y su arraigo comunitario. Para el Estado sólo cuenta su capacidad de ejercicio del poder y éste sólo se produce en presente, pues en pasado es nostalgia y en futuro especulación, y para el caso de la globalidad sorprende su fragilidad; sólo viendo caer las torres gemelas como castillos de naipes puede uno captar la carencia de certeza y lo difuso del futuro. La referencia espacio tiempo no responde a la idea de poder compartir todas las realidades que están vigentes, sino aquellas que están al alcance, y en la mayoría de los casos casi nadie quiere arriesgar su decisión de antemano. Esto recuerda a sor Juana Inés de la Cruz, quien en sus tiempos decía: No es saber, saber hacer discursos sutiles vanos; que el saber consiste sólo en elegir lo más sano. Especular las desdichas y examinar los presagios, sólo sirve de que el mal crezca con anticiparlo. 19. Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barcelona, 1986, p. 13. COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006 773