Estado, globalidad o comunidad: el punto de encuentro con el siglo

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Estado, globalidad o comunidad:
el punto de encuentro con el siglo XXI
Pero el entendimiento, vencido por la inmensa
cantidad de imágenes y de sus múltiples especies,
se siente pobre en la abundancia, se mueve sin saber
elegir un rumbo fijo, y nada ve por mirarlo todo.
K ARL VOSSLER
E
n la transición entre siglos es posible identificar las formas
sociales que entrarán en juego. Al iniciarse el siglo XIX era
visible la obsolescencia del antiguo régimen absolutista, la
república aparecía en torno a las nuevas naciones que habían
surgido desde finales del siglo XVIII, mientras que otras comenzaban su vida independiente brotando desde las entrañas
de imperios en decadencia, todas con una tarea común: la
construcción de un Estado nacional.
El paso rumbo al siglo XX fue también de definiciones.
En 1901 muere la reina Victoria, nueve años después fallece también su sucesor Eduardo VII. Para ambos sepelios se
convocó a toda la realeza, siendo los últimos momentos de
una nobleza agónica, puesto que después de las exequias las
testas coronadas caerían en su mayoría tras la Gran Guerra
o quedarían subordinadas al parlamento y al nuevo orden
constitucional. Por fin aires republicanos conformaban al
nuevo Estado, adyacente a las ideologías que lo acompañarían
como las teologías civiles que darían apellido a los nuevos
regímenes que se habrían de instaurar. En esta línea en 1936
Karl Mannheim ya apuntaba en torno a las corrientes histó*
762
Profesor titular del Departamento de Economía de la Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Becario en el Center for Latin
American Studies, University of Pittsburgh.
COMERCIO EXTERIOR, VOL. 56, NÚM. 9, SEPTIEMBRE DE 2006
GUILLERMO J.R.
G A R D U Ñ O VA L E R O *
rico políticas del siglo XX: el conservadurismo burocrático, el
historicismo conservador, la democracia liberal y el fascismo,
a las que habría que agregar el marxismo soviético.1
En este crisol avanzaron tres grandes expresiones político económicas: el imperialismo, los estados nacionales y el
colonialismo. El primero sería el actor dominante y su costo
se expresaría en dos guerras mundiales y un largo periodo de
guerra fría. En medio de estas situaciones los nuevos estados
nacionales quedaban sometidos a los vaivenes del exterior,
mientras que las colonias constituidas al margen de su composición cultural se distribuían de acuerdo con las fronteras
de las áreas de influencia de las potencias dominantes, las
cuales jamás entendieron las identidades y las contradicciones contenidas en la geopolítica que habían impuesto.
El inicio del siglo XXI no está exento de las formas sociales
que dominaron el siglo pasado, las cuales guardan relación de
continuidad y discontinuidad: el viejo imperialismo ha derivado en globalidad, pero no bajo la dirección del Estado, sino
bajo el dominio del mercado que impone formas de integración
multinacional y reglas más allá de los límites de lo estatal.
El estado del bienestar, producto de las crisis capitalistas y
de la posguerra bajo la divisa del desarrollismo, ha declinado
por el peso del estancamiento, resultado de la crisis fiscal del
Estado, la imposibilidad de cumplir las promesas populistas, la pérdida de potestad del aparato de dominación sobre
su propia población cada vez más plural, la emergencia de
1. Karl Mannheim, Ideology and Utopia, Harvest Books, Nueva York, 1936,
pp. 192-248.
sus identidades y, por tanto, cada vez representando menos
y con una racionalidad más limitada, para controlar el presente y garantizar su continuidad futura.
Hoy el mundo colonial se ha extinguido, pero sus consecuencias son plenamente vigentes. El colonialismo buscó
borrar toda cultura ajena al occidente dominante negando
las identidades, excluyendo la pertenencia, imponiendo otras
creencias y reprimiendo a quienes plantearon la resistencia.
El punto de ruptura estuvo a mediados del siglo XX cuando,
con el triunfo aliado, la idea de libertad se transformó en independencia; se trató de un proceso radical de recuperación
y la fuerza de estos movimientos se tradujo en violencia. En
este sentido, Jean Paul Sartre escribió en 1961:
Mientras existió la condición de indígena la impostura no se
descubrió; se encontraba en el género humano una abstracta
formulación de universalidad que servía para encubrir prácticas
más realistas: había, del otro lado del mar, una raza de subhombres que gracias a nosotros en mil años quizá alcanzarían nuestra condición. En resumen se confundía el género con la elite
[…] Nosotros hemos sembrado el viento, él es la tempestad.
Hijo de la violencia, en ella encuentra a cada instante su humanidad: éramos hombres a sus expensas, él se hace hombre a
expensas nuestras. Otro hombre: de mejor calidad.2
Sin embargo, el mito del hombre de mejor calidad no fue
lo que trajo consigo la violencia, porque la que se empleó para
alcanzar la independencia no se tradujo en libertad, sino en
expresiones terribles de autoritarismo. El nuevo Estado no logró plantearse la democracia, sino que derivó en autocracias
que las viejas metrópolis aceptaron como intermediación para
la permanencia de sus intereses. La corrupción se enseñoreó.
La participación social se diluyó en demagogia. El anhelo de
un nuevo orden no cuestionó la exigencia de que fuera un orden justo. La extrema concentración de la riqueza de la nueva
élite ignoró la miseria evidente de las grandes mayorías, y la
intolerancia unida a los viejos agravios se sumó hasta derivar
en emigraciones masivas en busca de pan y oportunidades.
En ese entorno, el nuevo siglo penetra en busca de las formas que han de prevalecer, y tanto la globalidad como el Estado o las comunidades se concentran sobre el presente y lo
desgarran, pues no encuentran ángulo de compatibilidad.
La primera opción busca una relación de presente a futuro
según mecanismos de integración, con una cultura común y
formas de dominación que irían más allá de los mecanismos
estatales. El Estado busca restaurar la potestad de sus mejores tiempos, por lo que incluso acude a los aventureros de la
política con sus mitos de corte populista, y las comunidades
2. Jean Paul Sartre, “Prefacio”, en Frantz Fanon, Los condenados de la Tierra,
Colección Popular, Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 22-24.
van al reencuentro de un pretérito muchas veces milenario,
en el que, por negación al presente, se idealiza el pasado.
Pero en los tres casos los procesos avanzan de manera simultánea en direcciones opuestas, contradictorias entre sí,
con medios y métodos distintos (véase la figura).
CONJUNTOS QUE ACTÚAN SOBRE EL PRESENTE
Globalidad
Estado
Comunidad
En sí, cada opción busca generar su propia dinámica y comprometer a sus actores; sin embargo, una característica propia
de este tiempo es la existencia de una vasta mayoría expectante
que no parece interesada en opción alguna, que mantiene su
cotidianeidad como si ésta fuera perdurable, y busca en medio
de un presente vertiginoso operar en forma reactiva, lo que la
lleva a no tener más idea del futuro que la continuidad del presente. El punto central es que mientras las minorías intensas
y las élites buscan garantizarse en estas vías su visión de futuro, aun dentro de la idea comunitaria, la mayoría expectante
parece estar de espaldas al pasado y al futuro.
De la figura se derivan los conjuntos globalidad, Estado y
comunidad que actúan sobre el presente, representado por la
intersección de los tres círculos. La relación entre el Estado y
la globalidad aparece mediada por una situación que va desde la negociación entre actores estatales con las corporaciones
transnacionales, hasta el enfrentamiento entre estos dos entes.
La intersección entre el Estado y la comunidad va desde los
mecanismos de integración de minorías hasta la resistencia al
Estado por una postura radical de defensa de la identidad. Finalmente, la relación entre comunidad y globalidad va desde
la marginalidad hasta la violencia terrorista. En cada caso las
intersecciones representan formas de violencia que van desde
el ámbito simbólico hasta el enfrentamiento radical.
En sí, el conflicto parte de las contradicciones entre élites
frente a minorías intensas. Por un lado los grupos reclaman
una sobredemanda al Estado, el cual tiene una limitada oferta
institucional. La globalidad se muestra cada vez más selectiva
frente a sus posibles beneficiarios en materias como empleo,
ingreso, acceso a la información y capacidad de decisión. Y
por otra parte, el mundo comunitario busca escindirse no sólo
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de la modernidad, a la cual opone los mitos de su tradición,
sino que desde la misma marginalidad genera sus respuestas
de rechazo pleno. Todo esto corre simultáneo a una cada vez
más creciente masa expectante que no parece identificarse y
menos comprometerse con ninguno de los extremos, por lo
que la opción de los radicales es incluir al indiferente en el núcleo de sus enemigos, pues en esa lógica nadie es inocente, sino
responsable directo o indirecto de sus infortunios.
A partir de lo anterior, la lucha corre en los márgenes entre la modernidad y la tradición, y la defensa de los espacios
va paralela a los procesos que cada una de estas instancias
desarrolla en su interior y que, para su mejor comprensión,
exigen un análisis por separado.
l Estado fue para los siglos XIX y XX no sólo la plataforma institucional de dominación, sino el representante y
contenedor del mundo social, a tal grado que en más de un
momento el interés del Estado se impuso no sólo sobre el
individuo, sino sobre el conjunto social, teniendo como más
sólida expresión la razón de Estado y, después de la segunda
guerra mundial, la seguridad nacional.
Hoy en día la transición de la pluralidad, inherente a
toda sociedad, obliga el paso al pluralismo, que supone una
adhesión a la diversidad, derivando a dos vertientes: la primera supone un nuevo pacto social de tolerancia e igualdad
jurídica bajo formas incluyentes y organizaciones no gubernamentales, con gran capacidad de aglutinar demandas y
reclamar autonomías; la segunda se aproxima más al reclamo y a recuperar su tradición e identidad.
En este punto cabe destacar la nueva concepción de lo público, categoría que fue durante el siglo XIX, y parte importante del XX, esfera exclusiva de lo estatal, que bajo la exigencia
de control sobre un Estado cada vez más complejo reclamó la
idea misma de su tecnificación, llevándola simultáneamente
a separar de sí sus instancias deliberativas, pues su exigencia
funcional reclamaba decisiones cotidianas e inmediatas.3
En ese marco deliberativo se enmarca hoy el espacio de
la sociedad civil, que rápidamente transforma en una visión
ampliada a lo público, entendido como el espacio común de
lo social, por lo que las organizaciones no gubernamentales
(ONG) se generalizan y plantean como demandantes del Estado, abriendo con ello un cuestionamiento que comienza en
los reclamos ciudadanos y va trascendiendo hasta la crítica
del proceso mismo de gestión estatal. Todo ello lleva a exigir
la transparencia, pero también dificulta generar acuerdos y
decisiones con los actores de la globalidad. Esto a su vez trae
consigo el propósito de quienes dirigen las ONG de transformar
lo no gubernamental en plataforma para aspirar a la dirección
del Estado. Ya que desconocen éste, en un eventual arribo de
estas fuerzas al gobierno no queda claro si podrán cumplir con
sus compromisos mediante el aparato estatal tan tecnificado,
pues fue construido en torno a otras finalidades.
Del paso de una sociedad tradicional a la modernidad y
la transformación de la cultura de pluralidad a pluralista se
derivan las formas actuales de Estado y su idea de seguridad,
las cuales parecen ubicarse en torno a los cuatro ejes que se
ilustran en el recuadro.
A cada forma de Estado corresponde un tipo particular
de dominación y por tanto una idea de aseguramiento de su
permanencia que se presenta como una doctrina de la seguridad nacional. Sin embargo, no obstante todas las medidas
que cada forma estatal plantee, el hecho es que el nuevo siglo
ha introducido factores de entropía en todas las formas que
se han traducido en su decadencia y cuestionamiento, sin
que parezca haber mecanismos de retorno al pasado u opciones de mejoramiento futuro. Ello plantea el dilema hacia
la idea de comunidad o globalidad como formas antitéticas
que se muestran como opciones frente al probable colapso
del Estado nacional tal como hoy se conoce.
Es importante partir de la idea de que la decadencia de lo
estatal se vincula a formas de violencia, tanto por parte de las
fuerzas que buscarían la conservación de las viejas estructuras sociales, como aquellas que buscan su restauración. A su
vez las fuerzas que niegan la dominación van más allá de la
resistencia pasiva y se enfrentan a las formas impuestas, no
en busca de una negociación o arreglo, sino en la afirmación
de una identidad, o bien en la búsqueda de incorporación y
reconocimiento en las sociedades globalizadas donde la creciente emigración las ha conducido.
Para el caso de las sociedades que no rebasaron la pluralidad y por tanto no alcanzaron el pluralismo, 4 la única
forma de enfrentar la diversidad fue ofrecer una opción autoritaria y vertical que permitía incluir a todos como subalternos y sujetos a la tutoría de hombres o instituciones; pero
al entrar en el nuevo siglo y estar expuestas a la apertura de
3. Iris Marion Young, “Teoría política: una visión general”, en Nuevo manual
de ciencia política, tomo I, Ediciones Istmo, Madrid, 2001, p. 713.
4. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Alianza Editorial, México, 1991,
pp. 133-138.
El poder es la capacidad de obtener los resultados
que uno quiere, y en caso necesario, de cambiar
el comportamiento de otros para que esto suceda
J OSEPH N YE
EL ESTADO
E
764 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD
LAS FORMAS DE ESTADO EN LA TRANSICIÓN AL SIGLO XXI Y SU IDEA DE LA SEGURIDAD NACIONAL
Cultura
Sociedad
Pluralidad
Existencia de una diversidad social bajo un modelo muy
rígido en su diferenciación y en la verticalidad autoritaria
de sus ordenanzas, donde los actores centrales son el
Estado nacional y las figuras que detentan su dirección,
por lo que la decisión es exclusiva de las élites.
Pluralismo
Reconocimiento de la diversidad y adhesión a la misma,
lo que obliga a que la fase deliberativa y de negociación
que antes se ventilaba sólo dentro del Estado tenga que
hacerse ahora entre las diferentes instancias, lo que
lleva a que se vuelva más compleja y por tanto rebase
los límites de lo estatal y se coloque en el marco de la
sociedad civil, al tiempo que aparece un vasto sistema
de acuerdos tendientes a la igualación de privilegios de
las grandes corporaciones en materia energética, fiscal,
laboral, de telecomunicaciones, comercio y tecnologías,
lo cual genera profundas contradicciones entre sociedad
civil, Estado y globalidad.
Tradicionalismo
Alianza entre élites en torno al caudillo o a un
presidencialismo despótico, por lo que la seguridad
nacional es tan sólo la defensa de una alianza de las
figuras que giran en torno a la figura dominante;
de ahí que incluso el disidente sea visto como un
actor que ha de combatirse. El peligro se presenta
cuando esta forma de ejercicio del poder unipersonal
cae en crisis.
Modernidad
En este periodo se plantea una modernización del
autoritarismo. El concepto de seguridad nacional
gira en derredor del ambiente que priva en el marco
internacional, y en el ámbito de las fuerzas armadas se
estructura una renovación en el plano de la organización
y la tecnología, no afectando la base doctrinaria ni el
sistema de alianzas que tan sólo incorpora a los sectores
modernizantes emergentes, por lo que su base de
sustento es un pacto político militar. En esta visión la
seguridad nacional se entiende como situaciones que
rebasan la capacidad institucional, por lo que deriva
en restauración.
Este periodo de transición se caracteriza por el ascenso
de una nueva clase política muy dividida, pero el aparato
institucional se mantiene en el pasado por lo que no
hay correspondencia entre intencionalidad y viabilidad,
ni entre dirección y ejecución. En este momento no hay
claridad plena en los referentes de la seguridad nacional,
y las fuerzas armadas actúan como espectadores, con el
riesgo de ser rebasadas por coyunturas que pueden afectar
la gobernabilidad; todos los pactos en este periodo son
coyunturales. El énfasis en este periodo es la exigencia de
reconciliación entre actores irreconciliables y la exigencia
de perdón como olvido del pasado.
La democracia supone pactos entre fuerzas e intereses
que se traducen en acuerdos de corto plazo, lo que
representa una complejidad creciente para definir
constantemente el nuevo punto de equilibrio que
defina el concepto de seguridad. En éste las fuerzas
armadas participan no sólo en un proceso acelerado
de cambios que se inician a partir de un pacto cívico
militar en defensa del nuevo régimen, sino que se ven
involucradas en las consecuencias derivadas de los
conflictos entre sociedad civil y Estado, entre sociedad
civil y resistencia a la globalidad y entre Estado y
globalización.
Fuente: elaboración del autor.
nuevas influencias se colapsan por su incapacidad de generar una propuesta alternativa o evolucionar a formas de mayor complejidad.
En el caso de la relación entre tradición y pluralidad, el
factor de cohesión es la figura autoritaria y al carecer de ella,
las élites se dividen, la cohesión social sometida por la verticalidad pierde su punto de equilibrio y la violencia aparece como único mecanismo de imposición de una voluntad.
Sin embargo, aun bajo la violencia extrema la capacidad de
control está perdida, los antiguos dominadores han sido rebasados, los vencedores tienen que admitir que se comienza
a reinar sobre la nada, por lo que el refugio frente a la tradición perdida es la búsqueda de un pasado idealizado, tanto
el de un Estado y un presidencialismo fuertes, como la visión
comunitaria utópica y lejana que carece de referentes.
Para los que buscaron el camino de la modernización del
autoritarismo, tienen ante sí el dilema de restaurar lo que
alguna vez combatieron o asumir sus acciones hasta las últimas consecuencias, pues aun reconociendo que su papel fue
funcional frente al mundo externo al que se querían aproximar, éste era la negación misma de sus orígenes, al combatir la tradición y el arribo a los límites de la modernidad se
quedó en la espera. Al eliminar las fuerzas de que en muchos
casos habían sido víctimas de la inercia, quedaron en cir-
cunstancias en que la globalidad no requería arriesgar nada
en beneficio de una élite que había perdido el control de sus
subalternos, por lo que se cumplió en ellos la máxima de que
el destino de los profetas es ser lapidado, tanto si se cumple
la profecía, como si ésta no se confirma.
Si lo anterior es el caso de las élites que rebasaron los límites de su propio proyecto, lo más visible es el de las fuerzas
sociales que alcanzaron el pluralismo y por tanto reclamaron el arribo al poder del Estado; pero éstas encontraron
sólo el viejo aparato tradicional, con su vieja mecánica, su
lógica autoritaria y su visión limitada hacia el pasado. Así,
la intención de transformarlo choca con instituciones en
crisis, pero con amplias posibilidades de resistencia, pues
tanto el viejo personal político como las fuerzas del antiguo
régimen emplearán toda su capacidad ya no en restaurar el
viejo orden, sino en oponerse a su relevo, dejando sólo el camino abierto a la demagogia y finalmente al enfrentamiento y la violencia.
En cuanto a las sociedades que alcanzaron la democracia mediante el pluralismo y la modernidad, se enfrentan
también a una vasta problemática. La globalidad las obliga
a entrar en un proceso ampliado de integración en el que
sus niveles de apertura contrastan con la idea de una evolución lineal hacia la globalidad. Estas sociedades de pronto
COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006
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tienen que reconocer a minorías que, como en el caso de los
musulmanes o los indígenas, no admiten la trasgresión de sus
valores, por lo que la libertad tiene que ser acotada desde países lejanos, pero cuyos reclamos les afectan.
A su vez los emigrantes que estaban confinados a los barrios marginales reclaman el acceso indiscriminado a las
oportunidades, privilegio perteneciente sólo a los ciudadanos de origen; la igualdad jurídica de las instituciones
contrasta de inmediato con las crecientes expectativas que
se sembraron en la población, tanto integrada, como marginal, con la limitada oferta institucional para satisfacer sus
demandas. En esas condiciones se recurre de nuevo a la violencia, pero ampliada en la forma de resistencia hasta el terrorismo, no como solución, sino como respuesta irracional
que cuestiona a todo el aparato democrático.
En sí el Estado se ha puesto en el banquillo, tanto en su
versión autoritaria como democrática, y las transiciones hacia la restauración o hacia la democracia hacen frente tanto al
cuestionamiento como a la indeferencia de la mayoría que no
responde a convocatoria alguna, lo que se deriva en indiferencia, abstencionismo, inacción, como si ese mundo de representaciones les fuera ajeno. La falta de respuesta frente al interés
público se compensa con el mundo de espectáculos de masas
que son el punto concurrente del interés colectivo.
Las afirmaciones anteriores reclaman ejemplos. El caso
más drástico de las sociedades que se quedaron en medio
del autoritarismo y sin acceso a la promesa democrática y de
bienestar lo constituyen los llamados estados fallidos ( failed states). En un análisis riguroso realizado por el Foreing
Policy Fund for Peace sobre 60 países problemáticos, que
representan casi un tercio del mundo, se identifica un riesgo
inminente de colapso al menos en 20 de ellos, de acuerdo con
12 indicadores sociales, económicos, políticos y militares,
incluidas, además, la declinación económica, la desigualdad polarizada, las presiones demográficas, la persistencia
de guerra en su territorio y la corrupción.
De acuerdo con esta clasificación, en mayor riesgo figuran Costa de Marfil, la República Democrática del Congo,
Sudán, Irak, Somalia, Sierra Leona, Chad, Yemen, Liberia,
Haití, Afganistán, Ruanda, Corea del Norte, Colombia,
Zimbabue, Guinea, Bangladesh, Burundi y las repúblicas
Dominicana y Centroafricana. Se trata de 12 países africanos, cinco asiáticos y tres latinoamericanos. El punto de reflexión, sin embargo, no radica en lo inmediato, sino en que
esta probabilidad se extienda a un número mayor de estados
en los próximos años.5
5. Time Almanac with Information Please, 2006, Pearson Education, Boston,
2005, p. 715.
766 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD
En mayor o menor medida el Estado se enfrenta en la actualidad a riesgos y amenazas no conocidos antes, pues a diferencia
del pasado cuando el autoritarismo era sinónimo de certeza y
capacidad de decisión, hoy lo es de debilidad e inseguridad. A
su vez, la ventaja de los estados totalitarios fue la capacidad de
recuperación en el corto plazo, aun cuando después condujera
a la destrucción misma de la nación en su conjunto. En contraste, el totalitarismo es actualmente la negación misma de toda
posibilidad de crecimiento, como lo fue en el caso soviético. El
líder mesiánico ha sido sustituido por los aventureros de la política. Estos sujetos de turbio pasado llegan en medio del vacío
de liderazgos reales con un discurso contra el sistema, sin más
ideología que el cinismo y la irresponsabilidad en cuanto a las
consecuencias de sus propias decisiones.
La fuerza de los partidos y su capacidad de convocatoria
gracias a sus programas se ha sustituido por la mercadotecnia
fácil, que a nada compromete, y por el clientelismo interesado.
Estas expresiones son consecuencia y no origen, pues se derivan
de fuerzas ajenas a lo estatal y por tanto no están comprometidas con su lógica ni conocen el manejo de las instituciones.
Así, la idea de convertirse en aprendices de brujo los lleva a la
larga a presidir las instituciones que les son ajenas y por tanto
desde ellas seguirán actuando como demandantes del poder y
no como rectores del mismo. En síntesis, las recetas de ayer no
tienen nada que ver con la visión de reconstrucción del Estado
de hoy; de ahí que lo que fue la encarnación institucional del
poder tenga que admitir qué tanto el poder puede.
Detente momento: eres tan hermoso
J.W. GOETHE, FAUSTO
LA GLOBALIDAD
S
i al parecer el Estado no será el punto central y el contenedor del mundo social en este siglo, la atención recae en
los otros dos procesos que corren en paralelo. Entenderlos
supone comprender el ámbito de la posmodernidad. Sin
pretender abordarlo en toda su complejidad, una idea que
permite su comprensión se resume en la frase de Raúl Corral:
“La diferencia básica entre modernidad y la posmodernidad
radica en que la primera se sustenta en el principio del sentido
de la libertad, mientras que la posmodernidad parte de que la
libertad no tiene sentido”. 6 En efecto frente a la racionalidad
que buscaron imponer a la libertad terminaron negándola,
pues a fin de cuentas ésta terminó reducida no a la capacidad
6. Raúl Corral Quintero, “Desarrollo sustentable o desenvolvimiento sustantivo”, Revista del Senado de la República, enero-marzo de 1997, vol. 3, núm.
6, México, p. 177.
del ejercicio de la voluntad, sino que se le acotó a la aceptación del deber, por lo que la libertad sólo podría operar en el
estrecho margen de los límites previamente impuestos. Por
el contrario, si la libertad niega la noción misma de límite, la
voluntad humana queda exaltada y frente al espacio ilimitado que se alza el problema central es la elección de lo que se
desea, no como límite o sentido predeterminado, sino como
afirmación de su capacidad de decisión.
La idea de un mundo ilimitado es el horizonte en el que se
inscriben los procesos que impulsan la globalidad; en ellos no
hay determinaciones, sino factores de posibilidad. El mundo
de mercancías al que Marx se refería está hoy destinado a un
consumo inmediato y el periodo de vida de un producto es
efímero, lo que ocasiona una secuencia vertiginosa de bienes
en la que el nuevo desplaza al anterior, por lo que el uso y no
la propiedad sobre el objeto es lo que prima.
Pero en esta misma línea es conveniente intentar siquiera
colocar límites a los procesos que se desenvuelven en torno de
la globalidad. Imaginar hasta qué momento podría parar la
revolución científica técnica que en menos de tres decenios ha
cambiado todos los conceptos es el inicio de cambios trascendentes de materias tales como energía, genética, telecomunicaciones, sistemas de transporte, sistemas de financiamiento,
etcétera. Estos cambios que no parecen detenerse están modificando de modo radical los conceptos de educación, la idea
misma de empleo, la relación del hombre con instrumentos,
la división del trabajo y sus formas de comunicación.
La idea misma de los movimientos sociales no está reducida al campo de las reivindicaciones de clase; hoy en día aparecen movimientos de identidades, género, derechos humanos,
ecología, paz, minorías, seguridad, religión, y un ilimitado
número de exigencias que se traducen en movimientos capaces de activarse y desactivarse en plazos muy cortos; ello
amplía la visión de lo público no estatal, y la idea de lo político no es ya espacio exclusivo de la gestión estatal.
En el pasado fue el Estado moderno; en el presente siglo
son las corporaciones transnacionales los espacios de gestión
que van más allá del limitado espectro de la función estatal.
Al mismo tiempo aparecen variables que están construyendo
el entorno y que no están sometidas a la voluntad individual
o estatal, sino que se refieren a los recursos y fundamentos
del nuevo proceso civilizatorio que hoy se enfrenta a dilemas
y encrucijadas en muchos casos catastróficos, por lo que las
más significativas requieren el análisis de sus tendencias.
Estas tendencias se pueden agrupar en tres conjuntos
de variables: las tres primeras, agua, alimentos y ecología,
corresponden a la relación del hombre con la naturaleza; a
continuación se presentan las líneas de desarrollo más significativas de la revolución científico técnica que modifican
la forma de vida y la cultura al cambiar la noción de energía,
genética, biotecnología, informática y telecomunicaciones;
por último, los factores sociales, es decir, la demografía, el trabajo y el consumo. Estas 11 variables interactúan simultáneamente y ofrecen el marco de desarrollo de la globalidad.
Agua
El dilema actual con relación al agua va de la exigencia de considerar ésta como patrimonio de la humanidad, lo cual supone
un acceso ilimitado a un bien limitado, o privatizar su acceso, lo
que redunda en una selectividad extrema, pues un bien público
sólo sería accesible de acuerdo con su valor en el mercado.
El problema no concluye ahí; la pérdida del recurso es
progresiva por los altos niveles de contaminación, lo que hace
prever alta demanda e insuficiente oferta del líquido para
los próximos decenios. Representa un punto en que las tecnologías tendrán que darse cita con la capacidad de generar
propuestas y políticas de distribución.
Sólo seis países (Brasil, Rusia, Canadá, Indonesia, China
y Colombia) tienen 50% del suministro mundial de agua
dulce. Al mismo tiempo China dispone de 7% del agua, pero
tiene 21% de la población mundial. Por si fuera poco 1 100
millones de personas en el mundo en desarrollo no disponen
del recurso acuífero en su mínima proporción de 20 litros
diarios y a una distancia no mayor de un kilómetro. Las regiones críticas en materia de agua son África, donde 36% no
dispone del líquido con calidad, seguida de Asia con 19% y
América Latina con 13 por ciento.
En cuanto a las 263 cuencas fluviales que comparten dos o
más países, es previsible que se estén constituyendo en fuentes de
conflicto para el 40% de la población mundial que habita estos
lugares. No es de menor importancia el aprovechamiento real del
liquido, el cual sufre pérdidas en las redes de agua potable que
van de 75% en el caso de Albania hasta 2% en Dinamarca,
que cuenta con una cultura de preservación del agua.7
Alimentos
Al igual que el agua, los víveres de consumo están afectados
por dos líneas de alto riesgo. La primera es la extensión y la
magnitud del hambre íntimamente ligada a la pobreza extrema, y la segunda se relaciona con la calidad de los alimentos. En el primer rubro es imposible soslayar que África
como continente está siendo arrasada por el hambre. De acuerdo con el Programa de Alimentos para el Mundo se consignó en
7. Worldwatch Institute, La situación del mundo, 2004. La sociedad de consumo, Icaria, Barcelona, 2004, pp. 105-141.
COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006
767
diciembre de 2002 el riesgo de que 40 millones de africanos
perecieran por inanición, además de que otras regiones del
mundo no son en modo alguno ajenas a este fenómeno. 8
Al tiempo que en la periferia persiste la marginalidad,
en los países centrales tienden a concentrarse los alimentos en magnitud mayor a la satisfacción natural. De acuerdo
con un experto del Centro de Cooperación Internacional en
Investigación Agronómica para el Desarrollo, la producción
de cereales en el mundo ha reducido su superficie de cultivo
y muestra tendencia al alza, lo que implica que la mayoría
de la población no esté en condiciones de cubrir sus costos.
De hecho, cinco países (China, Estados Unidos, la India,
Rusia y Francia) producen 52.6% de los cereales, 2 029.4
millones de toneladas. Al mismo tiempo China, la India,
Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Japón concentran la mitad de la población mundial con alta densidad y bajos niveles de consumo de alimentos.9
Sobre la calidad de los alimentos hay dos riesgos principales: los niveles de contaminación por fumigaciones y plagas
y el consumo creciente de productos que se expenden sin los
mínimos niveles nutricionales y de higiene, lo que es causa
de desnutrición común en los primeros años de vida y la proliferación de enfermedades gastrointestinales.
Ecología, cambio climático y efecto de invernadero
El siglo XX representó la más amplia devastación de la ecología
que el mundo haya sufrido desde que la especie humana está
en el planeta. Por igual países centrales y periféricos han sido
afectados. La contaminación extrema derivada de las revoluciones industriales o la devastación de los recursos naturales y
de la biodiversidad está presente en el mundo. Las consecuencias son ya previsibles debido al calentamiento global.
En otra línea de catástrofe está el efecto de invernadero
derivado del vapor de agua y gases como el dióxido de carbono que, al operar como cubierta atmosférica, bloquea parte
de la radiación recibida por la Tierra, ocasionando un descenso de temperatura que impediría la vida.
El dilema político radica en la negativa de Estados Unidos de
firmar el Protocolo de Kioto, que plantea una drástica reducción
de gases tóxicos y entraña una reconversión industrial, para la cual
tanto países centrales como los periféricos carecen de recursos.
Las consecuencias están a la vista. En 2005 se produjo el mayor
número de huracanes, al grado en que se agotaron los nombres
previstos para estos fenómenos meteorológicos. En los próximos
años, de continuar el calentamiento de los océanos, es posible que
8. Ibid., p. 30.
9. El estado del mundo, 2004, Akal, Madrid, 2004, pp. 82-84.
768 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD
se derritan glaciares milenarios, lo que puede aumentar el nivel
promedio del mar hasta en 88 centímetros.
Además, el incremento del calor reducirá la productividad
agrícola y pesquera como consecuencia de la erosión, la disminución de superficies boscosas, la extinción de especies animales
y vegetales y el retiro de los cardúmenes por el calentamiento de
las corrientes marinas. Todo ello se traducirá en una disminución
significativa de la biodiversidad. Esta situación afectará de manera distinta a cada hemisferio: a los países costeros y a los ubicados a grandes alturas, tanto por inundaciones como por sequías
prolongadas. El otro límite es que el llamado agujero de ozono
sobre la Antártida ha alcanzado una superficie de 26 millones
de kilómetros cuadrados, y podría extenderse más, lo que tal vez
generaría para muchos países la exigencia de redistribuir su población y redefinir su espacio geográfico.
Genética y salud
La genética es quizá una de las ciencias que parece dominar
el nuevo siglo. Por su naturaleza tendrá que incidir lo mismo
en la prevención de enfermedades que en la modificación de
los patrones de la existencia humana, y en nuevas especies
animales y vegetales.
En abril de 2003 se anunció que se había descifrado el código genético humano. Tal descubrimiento significa la posibilidad de determinar la sensibilidad para enfermedades,
el periodo real de la vida humana y la capacidad de aplicar la
ingeniería genética para preservar la salud. Las consecuencias
éticas están vinculadas a la ruptura de valores tradicionales
y a formas de vida, frente a la posibilidad de clones, semillas
transgénicas y nuevas especies animales.
Fuentes alternativas de energía
Las revoluciones industriales han estado presididas por el cambio
en el patrón de energía, como los casos del vapor, los hidrocarburos
y la electricidad. Actualmente, el punto central está asociado a las
formas de generación, transmisión y conservación de energía.
Las energías alternativas han hecho acto de presencia en
el mundo, tanto por las dificultades que representa la escasez
de recursos hidráulicos, como por la contaminación de las
plantas carboníferas o que utilizan hidrocarburos, además
de los riesgos del uso de la energía nuclear.
Frente a lo anterior se proponen energías como la eólica,
la solar y la llamada renovable, tanto por su carácter no contaminante como por su posibilidad de aumentar el abasto
actual sobre todo en países donde estos recursos pueden ser
abundantes y de bajo costo, salvo la tecnología que se requiere para su explotación.
En otra línea estarían los superconductores que serán los
transmisores de energía del futuro inmediato, pues evitan las
mermas y pérdidas de energía que hoy se presentan, para dar
uso óptimo a la electricidad y crear computadoras y máquinas
muy veloces capaces de realizar trabajos que sin duda modificarán la vida cotidiana. Al mismo tiempo volverán obsoletas
las tecnologías actuales de alto consumo de energía.
Biotecnología
Hace más de dos decenios los biólogos lanzaron un desafío
frente a la visión que parecía apostarle todo a la electrónica. En
efecto, los seres vivos incluidos los microscópicos se utilizarían
para la resolución de problemas cotidianos que van desde la
purificación de aguas contaminadas a partir de microorganismos hasta la generación de estructuras vivas inteligentes que
superen los sistemas de cómputo más complejos.
En muchos casos las tecnologías están disponibles, sobre todo
la de uso de microorganismos, y en otros casos hay resistencia cultural para admitir la posibilidad de interactuar con seres vivos e
intercambiar información e incluso compartir códigos. Es todavía difícil imaginar la posibilidad de almacenar información en
un tejido neuronal, aun cuando cualquier ser humano lo hace.
Habría que prever también la capacidad de respuesta para interactuar con otras especies y formas inteligentes. Resolver problemas
éticos para la explotación de seres vivos y dar usos prácticos al conocimiento de la vida en sus diversas manifestaciones.
Esto implica una paradoja difícil de remontar: por un lado
el hardware y el software han avanzado hasta límites imprevistos, lo que significa mayor velocidad y máxima capacidad
de almacenamiento, lo que permite usos y aplicaciones inconcebibles hasta hace poco. Ello ha generado la caída vertiginosa
de los precios de las computadoras. Las que quedan rezagadas
constituyen una montaña de basura electrónica de la cual no
se sabe aún como deshacerse, pues no hay posibilidad de reciclaje y los materiales son muy contaminantes.
De continuar esta tendencia que combina desarrollo y obsolescencia en plazos cortos, se sustituirá la compra por el alquiler,
la idea de usuario por la de un sujeto sometido a educación permanente. Al mismo tiempo, el valor de la información tendrá
una vigencia breve, por lo que la educación en cualquier rama del
saber estará en función de la vigencia de la información aprendida, perdiendo su carácter vitalicio o de largo plazo.
Telecomunicaciones
Se habla desde hace buen tiempo de las sociedades de la información. A pesar de ser difícil encontrar una definición precisa,
una noción señala que se refiere al tratamiento racional de la
información como soporte de los conocimientos y las comunicaciones. Si al mismo tiempo se considera que la información
es la base de la toma de decisiones, se puede deducir que ella es
el soporte mismo de la modernidad, pues ningún campo del
saber ha quedado al margen de esta actividad.
Al mismo tiempo la electrónica, que proporciona el fundamento para la informática, es la industria con mayor crecimiento del mundo; baste decir que de 1988 a 2002 la
cantidad de computadoras personales pasó de 105 millones
a 500 millones, lo que no deja de sorprender. Sin embargo,
es posible advertir que dada la revolución en esta materia, a
partir de 2005 cada nueva computadora fabricada representará la obsolescencia de todas las producidas antes.10
Sin apenas advertirlo pasamos de la telefonía a las telecomunicaciones, del mundo de conexiones mediante redes alámbricas a inalámbricas, de sistemas analógicos a digitales, de
usos limitados de las frecuencias antes operados sólo para
radio, televisión y telefonía a integraciones complejas que
permiten que dentro de un mismo espectro se pueda procesar, enviar y recibir información e imágenes sin límite de
tiempo ni distancia y a costos cada vez menores, posibilitando el uso creciente de estas tecnologías.
La tendencia en esta materia es evidente; quien controle las
redes de telecomunicaciones dispondrá de un poder y riqueza mayores al cumplirse el principio de que la información es
poder, en la medida que está vinculada a la toma de decisiones. Pero la capacidad de decidir de unos cuantos significará
la pérdida del poder de decisión de las grandes mayorías, cumpliéndose la definición de Jacob Burckhardt sobre las élites
como: “todo aquello que nosotros no somos”. En efecto, en la
la revista Forbes se consigna entre los tres hombres más ricos
del mundo a Bill Gates, dueño de la próspera Microsoft, y a
Carlos Slim, dueño de grandes empresas de telecomunicaciones, las cuales en 1980 no tenían la menor relevancia.11
La rama de las telecomunicaciones con telefonía celular
integra hoy imagen y sonido, además de la capacidad para
almacenar información y enviarla. La cobertura de los celulares ha crecido de 1992, cuando sólo 1% de la población
mundial disponía de este medio; 10 años después 18% de la
población dispone del mismo, lo que representa a 1 140 mi-
10. Worldwatch Institute, op. cit., p. 102.
11. Jacob Burckhardt, Force and Freedom, Pantheon Books, Nueva York, 1943,
p. 303, y Forbes, 2 de abril de 2006.
Informática y sociedades de la información
COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006
769
llones de usuarios, frente a 1 100 millones que aún lo combinan en su mayoría con la telefonía fija convencional.
Además de las ventajas que ofrece su versatilidad, ubicuidad
del usuario y capacidad de transmisión de información, los celulares posibilitan el uso de internet y los mensajes de texto (en las
Filipinas contribuyeron en gran medida a la caída del presidente
Joseph Estrada). Al mismo tiempo, los riesgos para la salud son
evidentes, pues sus componentes son muy tóxicos, y continúa la
investigación que busca establecer las relaciones entre el cáncer
de cuello y de cabeza con el uso de celulares. Además, al igual que
toda pieza electrónica, es fácilmente sustituible por una nueva generación que deja en la obsolescencia a los modelos anteriores.
Demografía y movimientos de población
A partir del fin de la segunda guerra mundial el crecimiento
demográfico se incrementó de modo considerable, sobre todo
en los países en desarrollo: la población pasó de 2 550 millones en 1950 a 6 100 millones en 2000. En contraste, el siglo
XXI no parece seguir la misma tendencia; por el contrario, en
2020 los países con mayoría de jóvenes iniciarán su etapa de
envejecimiento, sin que la población de menores y jóvenes se
incremente en la misma proporción. Lo anterior, unido a un
crecimiento notable de la expectativa de vida, traerá como
consecuencia la inversión, ese mismo año, de la pirámide de
edades, cuando la población llegue a 7 500 millones.12
Los efectos de la natalidad en un mundo cuyo crecimiento poblacional amenazaba con cumplir las profecías de Malthus han
desaparecido, aun cuando la población mundial superó en mucho cualquier expectativa. La propagación de la prevención de
enfermedades, el avance de la medicina y la tendencia al bienestar
han sido factores asociados a esta disminución. Sin embargo, esta
situación no se puede generalizar a todo el planeta. En África, Asia
y América Latina las hambrunas, epidemias, matanzas y guerras
han generado una masa de refugiados fuera de la capacidad de
cualquier país o grupo de éstos para absorberla.
A su vez, la ausencia de oportunidades impulsa corrientes
migratorias de la periferia al centro, donde en poco tiempo
los recién llegados de modo ilegal se convierten en millones
que al unísono reclaman amnistía y reconocimiento legal,
lo cual provoca una fuerte reacción en las sociedades receptoras en materia de empleo, oportunidades, competencia y
nivel de vida. Esta situación se profundiza en el caso de los
hijos de inmigrantes de la segunda generación, pues a pesar
de que ya están reconocidos como ciudadanos, mantienen el
estigma de origen y son causa de exclusión, como los participantes de las revueltas de diciembre de 2005 en París.
12. Time Almanac 2006..., op. cit., p. 704.
770 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD
La respuesta institucional frente a las corrientes migratorias
por parte de la Unión Europea y Estados Unidos se orienta a
la selectividad de los inmigrantes. En este sentido las políticas
son explícitas: desalentar al inmigrante ilegal cerrándole la
entrada al sistema institucional. Asimismo, se instrumentan
programas de retorno de inmigrantes ilegales a su país de origen; de empleo temporal, sin estancia prolongada ni derecho
a la inmigración definitiva conforme a requisitos estrictos; de
regularización por excepción de los casos con periodos de estancia prolongada y capacidad demostrada de integración de
idioma, acceso a niveles de educación, valores, usos y costumbres. Una política de esta naturaleza excluye de inmediato a la
mayoría de ilegales, quienes no reúnen estos atributos.
Pero si esta situación es en sí dramática, el caso más crítico lo constituye el desplazamiento desde países en guerra
hacia países en condiciones semejantes, donde los expulsados no tienen otra opción que los campos de concentración,
que alojan hoy día a poco más de 10 millones de personas en
Palestina, Afganistán, Sudán, Myanmar, Burundi, la República Democrática del Congo, Irak y Liberia.
En otro renglón estarían los desplazados que no están
protegidos por el estatus de refugiados, pero que han tenido que huir por la violencia extrema; tan sólo cinco países
acumulan más de 14 millones de desplazados de este tipo,
comenzando por Sudán, Colombia, la República Democrática del Congo, Uganda e Irak.13
Trabajo y empleo
En 1987 Peter Drucker publicó un artículo visionario en el que
plantea dos tesis básicas que afectan la continuidad del mundo
laboral.14 Señala el autor que la economía de la posguerra se ha
desacoplado. En efecto, ésta operaba con principios que hasta
ese momento comenzaron a modificarse. El primer desacoplamiento es la relación directa que había entre el crecimiento de la
producción industrial y el del mercado tradicional de materias
primas. La segunda tesis es que el crecimiento de la producción
industrial se correspondía con el del empleo.
Estos dos principios se han quebrado y la relación en ambos casos es hoy inversamente proporcional. En efecto, la
producción industrial puede crecer y el mercado tradicional
ser desplazado. A su vez, puede crecer la producción industrial y disminuir el empleo. En ambos casos influyen diversas
variables. En el primer caso nuevos componentes sustituyen
a las materias primas tradicionales, como la telefonía en que
13. Ibid., p. 715.
14. Peter Drucker, Las fronteras de la administración, Editorial Hermes, Buenos
Aires, 1994, p. 27.
el cable de cobre fue sustituido primero por la fibra óptica y
más tarde por los sistemas inalámbricos, llevando a la ruina
a la producción de este metal.
En la otra tesis la variable que interviene es la automatización, que lleva a la revisión profunda de los ritmos de trabajo
y las condiciones de selección, contratación y duración de la
jornada. En estas condiciones el perfil laboral cambia drásticamente y se considera contrario a la rigidez jurídica que
antes privaba en materia de contratación y empleo.
En esta idea entra la llamada flexibilidad laboral, que se
caracteriza por el paso de la contratación colectiva a la individual; el salario determinado por tiempo, obra y complejidad;
el carácter no permanente de la relación empleador-empleado; la no mediación sindical en el proceso; la responsabilidad
de la seguridad social por parte del trabajador en materias
como seguro médico, fondo de retiro, pagos fiscales y otras
prestaciones que antes correspondían al Estado y a la empresa. En síntesis, esto representa el fin de las viejas burocracias
sindicales y las relaciones laborales tuteladas por el Estado.
En 1996 Jeremy Rifkin hizo un planteamiento por demás provocador en El fin del trabajo.15 El autor enlazaba la
tendencia al desempleo de las naciones desarrolladas con el
avance vertiginoso de las nuevas tecnologías automatizadas.
La propuesta preveía que tanto el sector público como el privado ofrecían cada vez menos oportunidades de conseguir
un empleo bien remunerado y permanente, por lo que había
que establecer las bases de un nuevo contrato social que recuperara a un tercer sector que él denomina social.
En el fondo es la idea de lo público no estatal, pero como
agente económico, por lo que ante el desempleo, la comunidad podría absorber el potencial productivo para actividades
que el Estado iría cediendo a la esfera social con fondos de los
otros sectores económicos para garantizar su financiamiento.
El espacio laboral tradicional se verá inundado por la automatización; el desempleo afectará a la producción misma al
no tener los consumidores ingresos suficientes.
Más allá de la viabilidad de la propuesta, si estas organizaciones no ceden al fácil oportunismo de las posiciones
político-clientelares de los partidos y a las tentaciones y privilegios que les puedan ofrecer los sectores público y privado, constituirían una nueva versión de la sociedad civil que
podría imponer nuevas modalidades al siglo XXI.
personas pertenecen a la sociedad de consumidores, que representa 27% de la humanidad. En el polo contrario están
2 800 millones de personas que subsisten a duras penas con
menos de dos dólares por día.16
El consumo representa también una forma de diferenciación del propio consumidor, pues un mismo producto
puede presentarse con diferentes calidades y estar dirigido
a compradores distintos. El punto central es incorporar en
la lógica del consumo a estratos diferentes. En ese sentido se
explica por qué la radio y la televisión se han extendido, así
como los aparatos complementarios, y por qué la sociedad
actual permanece más tiempo en los centros comerciales que
los aldeanos del medioevo dentro de los templos.
En cuanto a su distribución, 60.2% del consumo privado
mundial se concentra en Estados Unidos, Canadá y los países
de Europa occidental, aun cuando representan 11.6% de la
población; con 15% de la población, África y el medio oriente
consumen apenas 2.6%. Más aún, en los países industriales
80% de la población tiene acceso al consumo; en los que están en desarrollo sólo 17% tiene esa posibilidad.
En esta lista de las 11 variables de la globalización está el entorno, que hace posible la nueva vinculación del hombre con la
naturaleza; las líneas de investigación más significativas por
las cuales avanza la revolución científico técnica, y el factor humano asociado al trabajo y consumo, pero el liderazgo de los
procesos no depende de éstos, sino de un tercer factor: las corporaciones multinacionales, actores en los planos económico
y político y bajo cuya dirección los procesos interactúan y dan
origen a nuevos fenómenos que se dan cita en el mercado.
Advertimos que vivimos en tiempos de grandes
decisiones, y sabemos que no tomamos ninguna.
C. W. M ILLS
LA COMUNIDAD
E
Si en algún punto convergen los contrastes de las sociedades es en el consumo. A pesar de ello, sólo 1 700 millones de
l retorno a la visión comunitaria es algo más que una
aspiración del romanticismo del siglo XIX , cuando se
añoraban los tiempos pasados. La historia humana demuestra que cuando el hombre cree que va en una dirección
definida, la posibilidad de encontrar caminos alternos se
vuelve no sólo posible, sino necesaria. Basta recordar el
mito del ineluctable camino hacia el socialismo y la destrucción inminente del capital, idea que sólo perdura en
los nostálgicos que no aprenden de la historia.
Si el presente se aleja del pasado inmediato, hay que admitir
que la idea de construir un mundo por completo diferente al de
15. Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, México, 1996, pp. 261 y siguientes.
16. Worldwatch Institute, op. cit., pp. 23-24.
Consumo
COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006
771
la modernidad no es del todo descabellada; a fin de cuentas tradición y modernidad son polos de un mismo proceso. A la caída
de Roma en el siglo V siguió el mundo feudal que fue un modo de
visión comunitaria. El mundo árabe volvió a los desiertos al entrar en decadencia los califatos. Los grandes imperios como los
llamó el conquistador español y portugués quedaron reducidos
a aldeas en los tres continentes sometidos a coloniaje. ¿Dónde
queda el mito de un solo sentido hacia el progreso?
Al igual que en otros momentos, la idea dominante de la
modernidad vuelve a toparse con la tradición. Por tanto, el
talón de Aquiles de la globalidad no está en las fuerzas que
lo impulsan, sino en aquellas que desde la tradición y bajo los
mitos se le resisten. Por ello no es casual que estas fuerzas idealicen su pasado, su creencia se oponga al saber científico y el
sentimiento rechace la razón. A fin de cuentas el mito no es
un enredo de mentiras, sino un modo de comprender.
En este sentido el mundo actual surge el 11 de septiembre de
2001. Las catedrales del poscapitalismo del World Trade Center
caían derrumbadas, la fe había hundido a la impiedad. En la otra
interpretación la pregunta que se hacía el pueblo estadounidense era: ¿Cómo puede haber personas que nos odien tanto? En
medio del caos nadie hacía análisis, todo fue sentir.
La idea de los nuevos kamikazes retornó incompleta a la memoria, pues frente a los adjetivos comunes de fanáticos, ignorantes, locos y suicidas, se olvidó lo que habían sido estos personajes
en el Japón de la segunda guerra. No eran fanáticos y menos ignorantes; habían recibido una educación refinada y con apego
a sus valores tradicionales, entre ellos el honor. Sus capacidades
físicas e intelectuales les permitían volar aviones de vanguardia
tecnológica y hacer blanco en los poderosos portaviones y destructores estadounidenses, causando con esto el mayor daño
posible y mermando la moral de las tropas enemigas.
De manera semejante, quienes perpetraron los atentados
del 11 de septiembre se habían formado en la tradición islámica y estudiado en Europa y Estados Unidos. Conocían de
antemano su muerte inminente y pensaban que ese mismo
día estarían en el paraíso.
La plataforma ideológica de estos núcleos fundamentalistas
sólo puede comprenderse en la base misma de su discurso. No son
actores estatales, pues el islam condena la idea misma de Estado
y límites fronterizos y la sustituye por una creencia común que
une las diferencias, según los principios de autoridad y justicia
derivados del libro sagrado del Corán. No comparte la idea de la
concentración excesiva de la riqueza, y obliga a entregar una porción de la misma a entidades religiosas. La educación se rige por
su visión religiosa y por tanto su socialización es parte de su propia
cultura enraizada en valores, familia y comunidad.17
No se tiene la idea occidental del pecado, menos la de confesión; el islam es quizá demasiado humano como para admitir sus debilidades. Su idea abstracta e irrepresentable es la
de Dios y hay un profundo respeto hacia el Profeta y quienes
siguen e interpretan sus enseñanzas; muestran una caligrafía
artística como representación de la palabra divina. Su forma
de vida inicia con los rezos de los minaretes, continúa a media
tarde en la oración y cierra de nuevo con la lectura que desde
los templos se hace de las palabras del Profeta. En todo esto
no hay espacio para bromas, como las caricaturas del Profeta
publicadas en Dinamarca; la ofensa a la fe es más grave que
aquella que se inflinge de persona a persona.
Es curioso observar también que al recuperar la riqueza
con el petróleo, la primera intención fue occidentalizar al
mundo islámico; sin embargo, la futilidad del mundo occidental terminó por apegarlos más a sus creencias originales.
De hecho Huntington reconoce que el islam está en expansión, pues en 2000 aglutinó a 20% de los creyentes y para
2025 será 31%, casi la tercera parte de la feligresía de los credos en el mundo, aun cuando haya divisiones entre chiítas
y sunitas y otras interpretaciones del Corán.18
Pero no todo fundamentalismo es islámico. En América
Latina muchos movimientos sociales fueron precedidos por
la teología de la liberación y muestras de ello están en toda
Centroamérica y en el Movimiento Zapatista de Liberación
Nacional. En ellos reposa la idea de un mundo indígena que
recupera su pasado prehispánico y reivindica la idea de la
comunidad frente al Estado. Muchas utopías se fundan en
la negación, como la de los globalofóbicos, pero también las
hay arraigadas en la etnia y la comunidad, como en el caso
de Mandela, o bien reivindicaciones de los pueblos africanos
sometidos por potencias coloniales. También se deben considerar los movimientos nacionalistas europeos, como los
de irlandeses, vascos, catalanes, serbios, croatas, eslovenos,
o los euro-asiáticos, kurdos, chechenios, etcétera.
El punto común de todos estos movimientos es la recuperación de la identidad y la pertenencia. Identidad que representa la identificación con una cultura que es a fin de cuentas
una forma de sentir que a su vez se traduce en modo de vida
y pertenencia a un lugar vinculado a quienes comparten sus
valores en comunidad. En esta idea no hay negociación posible ni punto a ceder pues es la vida misma y su sentido. El
problema central es que al polarizarse las culturas con relación a occidente sólo hay dos frentes: el propio y el de los
otros, que se niega como alguna vez lo hicieron ellos.
La radicalidad del planteamiento no tiene fondo y occidente no lo ha podido asimilar. Su cultura es muy incluyente,
17. Gilles Kepel, La yihad, Ediciones Península, Barcelona, 2000, pp. 94 y siguientes.
18. Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, Paidós, México, 1996, p.139.
772 ESTADO, GLOBALIDAD O COMUNIDAD
como la de todo imperio. Roma, en su momento, fue capaz
de absorber costumbres y transformarlas en derecho propio;
así, educaron a sus dirigentes criollos y les enseñaron latín;
éstos adaptaron su modo de vida y terminaron pereciendo
con Roma; valores y lengua parecieron olvidarse y en el medioevo y renacimiento ya hablaban una nueva lengua que era
más que una combinación de la autóctona y del latín. En el
largo periodo medieval se gestaron las naciones cuyo origen
fue el previo retorno a la comunidad.
El arte nos ofrece una unidad de intuición,
la ciencia una unidad de pensamiento y el mito
una unidad de sentimiento e identidad
ERNEST CASSIRER
REFLEXIÓN FINAL
E
n distintos periodos el hombre ha cambiado la relación
entre arte, ciencia, religión y mito. En la época de la Grecia
clásica el todo se fundía en la filosofía y en el encuentro de
saberes la razón imperaba en la explicación. En el mundo del
medioevo el conjunto de saberes concurría en el ethos religioso, la explicación de la ciencia se fundaba en la doctrina,
el arte era la representación de lo divino, y el poder mismo
fue sometido al arbitrio pontificio.
El renacimiento devolvió al hombre sus saberes, la reforma transformará la relación del hombre con Dios por medio de su palabra y la libre interpretación. La intuición fue
la base para fundamentar el arte de la guerra y la política en
Maquiavelo. Mientras, la ciencia y el arte se unieron en la
estética en figuras como Leonardo. La revolución francesa
transformó a la razón en diosa, para dar fundamento al poder del Estado mediante el mito que termina encarnado en
Bonaparte. La religión dio durante todo el siglo XIX la batalla por permanecer en un mundo que se le iba de las manos y la ciencia amplió su explicación más allá de los hechos
físicos, abarcando al hombre.
El siglo XX es de grandes cambios: la intuición se transforma en liderazgos totalitarios capaces de manipular a grandes
poblaciones a las que terminaron conduciendo a su destrucción. La ciencia se volvió servil al Estado; el arte mismo quedó
reducido a mercancía de intercambio en las subastas.
En el fin del siglo pasado y el inicio del presente milenio
arte, ciencia, religión y mito parecen ir en direcciones diversas y aún opuestas. La intuición sobre el arte de gobernar en nada proporciona una respuesta a los problemas de la
gestión estatal. La ciencia ofrece más dudas que respuestas
definitorias y su relación con el poder se vuelve ríspida al no
pronosticar el futuro de los actores. Las religiones crecen
cuantitativamente, pero son incapaces de poner en práctica su propia enseñanza. En sí, creencia, ciencia y poder encuentran sus propias fronteras al reconocer cada una de ellas
su propio camino, pero el todo se aleja y la razón deviene en
sentimiento, y los tres actores del inicio del siglo —el Estado, la globalidad y la comunidad— más que buscar un punto de reencuentro, el inicio de una nueva relación, caminan
en direcciones opuestas.
Hoy, occidente es cuestionado en su propuesta de globalidad, consecuencia del hecho ya observado por Lipovetsky:
“Al poscapitalismo se le olvidó crear sus propios valores y
optó de modo pragmático en mantener los anteriores, sobre
una base individualista”.19 La respuesta frente a ellos es evidente: los viejos valores son negados en su práctica, pues a
fin de cuentas la propiedad la sustituyó por el control; la satisfacción de necesidades por el consumismo; el sentido por
la continuidad; el trabajo por la automatización; el esfuerzo
humano por la energía; los alimentos por la ingeniería de los
mismos; la naturaleza por una escenografía virtual; la ideología por la mercadotecnia; el consenso por la propaganda; la
satisfacción de expectativas por el endeudamiento a crédito;
la capacidad de elegir por tendencias de opinión. En síntesis,
se ha sustituido al ser por la ilusión de tener.
La encrucijada está planteada. El mundo parece sometido a tres fuerzas que jalan cada una en su propia dirección
autoritaria, sin dar ninguna importancia a las otras. Para el
fundamentalista que recurre al extremo del terrorismo el otro
no existe; sólo el mito que le da sentido, su fe y su arraigo comunitario. Para el Estado sólo cuenta su capacidad de ejercicio del poder y éste sólo se produce en presente, pues en
pasado es nostalgia y en futuro especulación, y para el caso
de la globalidad sorprende su fragilidad; sólo viendo caer las
torres gemelas como castillos de naipes puede uno captar la
carencia de certeza y lo difuso del futuro. La referencia espacio tiempo no responde a la idea de poder compartir todas
las realidades que están vigentes, sino aquellas que están al
alcance, y en la mayoría de los casos casi nadie quiere arriesgar su decisión de antemano. Esto recuerda a sor Juana Inés
de la Cruz, quien en sus tiempos decía:
No es saber, saber hacer
discursos sutiles vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.
Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.
19. Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barcelona, 1986, p. 13.
COMERCIO EXTERIOR, SEPTIEMBRE DE 2006
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