DESCRIPCIÓN GENERAL DE LOS OBJETIVOS DEL SECTOR La concepción del Estado de Derecho, en lo que a Justicia se refiere, se asienta en el respeto al principio de separación de poderes que establece la Constitución y en el convencimiento de que la justicia en España se administra en nombre del Rey por jueces y magistrados, integrantes de un poder judicial independiente, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley. Para generar confianza en los diversos ámbitos de decisión, confianza en que las leyes se cumplan, en que las obligaciones se pagan, en que los créditos se cobran, en que la sociedad está fundada sobre el sentido de la responsabilidad, es imprescindible disponer de un sistema de resolución de conflictos ágil y efectivo, que además de contribuir de forma determinante al ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, contribuya a la recuperación económica de España. La situación actual de crisis profunda en el ámbito económico y financiero que afecta a España y a Europa obliga a todas las instituciones a actuar decididamente, asumiendo las responsabilidades desde un auténtico sentido de Estado. Ante esta concepción de la justicia, uno de los ejes de actuación de este Ministerio va a ser la búsqueda del consenso mediante el diálogo como instrumento para la resolución de las discrepancias. No se abordará ninguna reforma sin tender puentes y dialogar previamente con los grupos políticos y todos los operadores jurídicos. El ejercicio de estas obligaciones se materializa en la constatación de que la sociedad nos exige transformar los diferentes ámbitos de actuación de las políticas públicas con un objetivo claramente definido: dotarnos de mayor eficacia para que podamos competir en un mundo globalizado e integrarnos con fuerza dentro de las instituciones europeas. Enfrentados a una crisis económica y financiera sin parangón en las últimas décadas, hay una necesidad imperiosa de cambios que afectan a todos los órdenes de la sociedad y del Estado, que nos exige una gestión eficaz y eficiente de los recursos y competir en un mundo abierto con todos aquellos que en estos momentos están haciendo las mismas reformas para resultar competitivos y hacer de la crisis una oportunidad. En este camino de cambio y transformación es preciso incorporar la modernidad, entendida como auténtica modificación de las pautas de comportamiento, y en el respeto a los valores constitucionales de la dignidad de la persona y la cohesión social, la libertad e igualdad, y el propio valor de la justicia, que son los que informan el ordenamiento jurídico español. Por ello, la reforma de la justicia y la realidad de que se lleve a cabo de forma efectiva, es un objetivo prioritario de la acción del Gobierno y del Ministerio de Justicia. Es un reto de interés general que afecta no solo al buen funcionamiento y mayor eficacia de un servicio público esencial, sino especialmente a la calidad del sistema democrátivo, al bienestar social, a la garantía de los derechos y libertades de los ciudadanos y al sometimiento de todos los poderes al ordenamiento jurídico. La reforma de la Administración de Justicia se va a dirigir a buscar y alcanzar una sociedad avanzada, moderna y competitiva, atajando los males que la aquejan y las deficiencias estructurales que en estos momentos impiden identificar la Administración de Justicia como un eficiente servicio básico del Estado en el que confíen los ciudadanos. Dada la gravedad de la crisis económica y financiera, hoy más que nunca la austeridad en el gasto público debe ser una de las señas de identidad de toda acción de Gobierno. Por ello, se va a hacer una reforma de alcance que vaya al corazón del sistema, reorganizando los recursos disponibles y mejorando su gestión y aprovechamiento, especialmente en este momento en que es necesario hacer más con menos. No se trata de invertir más dinero cuando este escasea, se trata de emplearlo mejor, de gestionar con eficacia y de concebir un modelo en el que los jueces y magistrados atiendan los asuntos más complicados, y los ciudadanos y las empresas dispongan a la vez de otros sistemas y mecanismos extrajudiciales para poder resolver sus conflictos en una sociedad compleja. Se pretende realizar una reforma en profundidad que suponga la modificación estructural de la Administración de Justicia. Para reconciliar al ciudadano con las instituciones y su sistema de justicia, se desarrollará un programa de regeneración institucional, mediante la modificación del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial para que doce de sus veinte miembros sean elegidos de entre y por jueces y magistrados de todas las categorías, de tal forma que la configuración de los órganos de gobierno de uno de los poderes del Estado no esté sujeto a un sistema partidario de reparto de cuotas. También se dotará al Consejo de los mecanismos legales adecuados para que puedan ejercer sus funciones de gobierno de una manera ágil. Otro aspecto de no menor transcendencia es el relativo a la carrera judicial, que estará oriendada a la consecución del objetivo de su ordenación conforme a los principios de profesionalidad, responsabilidad e independencia, y a potenciar la promoción en la carrera a través de los principios de mérito y capacidad. Para ello, se incrementarán los elementos reglados para la promoción profesional, disminuyendo la discrecionalidad de los nombramientos, dotándola de previsibilidad desde el mismo momento del ingreso, y sentando las bases de una exigente especialización que constituya el mecanismo ordinario de promoción. También se hará una configuración adecuada del Ministerio Fiscal conforme a lo establecido en el artículo 124 de nuestra Constitución, que le reserva la labor de promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley con sujeción a los principios de legalidad e imparcialidad. En otro orden de cosas, resulta necesario reformar estructuralmente nuestro sistema de justicia. En estos momentos de especial adversidad, con una grave crisis económica mundial, europea y española, se hace necesario, reconociendo la realidad que en el ámbito de responsabilidad de la Administración de Justicia se contribuya a la superación de esta situación crítica. Para conseguir el objetivo no solamente de dar respuesta al derecho constitucional a la tutela judicial efectiva, sino hacer además que la Administración de Justicia sea un elemento determinante para aumentar la competitividad del marco económico español, se actuará con determinación y prudencia, identificando adecuadamente los problemas, planificando ordenadamente las inversiones y demás gastos a realizar, y dotando a la Administración de Justicia de una organización moderna y eficiente. En las actuales circunstancias el funcionamiento de la Justicia tiene una especial incidencia en la economía, adquiriendo la relación entre justicia y economía una determinanante visibilidad. Modernizar la Administración de Justicia y dotarla de un adecuado nivel de eficiencia, supone convertirla en un factor de extraordinaria importancia para favorecer la competitividad de nuestra economía. Los recursos financieros actualmente inmovilizados en los tribunales a la espera de que se dicten las resoluciones judiciales que procedan, lastran la economía nacional. Acometer las reformas organizativas necesarias para que los tribunales puedan dar respuestas a los conflictos planteados en el plazo más breve posible, permitirá que los recursos bloqueados reviertan al tráfico económico y se consiga el máximo beneficio para la economía española y para el normal desarrollo de los circuitos mercantiles. A pesar del esfuerzo realizado por jueces y magistrados, así como el de todos los operadores jurídicos, la actual estructura organizativa no permite obtener los resultados deseados. La congestión en los juzgados y tribunales, la demora de los pleitos y los retrasos e incidencias en la ejecución de las resoluciones judiciales, son manifestaciones externas de una situación que está plagada de carencias que se han ido acumulando en el tiempo, y que justifican sobradamente la toma en consideración de medidas de reforma que acaben con esta deficiente situación. Este necesario e ineludible proceso de reforma se hará buscando el máximo consenso posible, que será un factor clave como elemento vertebrador de las grandes reformas en el ámbito judicial. Las primeras líneas de actuación a lo largo de esta legislatura van a incidir esencialmente sobre tres problemas fundamentales: el exceso de litigiosidad, la carencia de gestión y el agotamiento del modelo seguido hasta ahora. El primero de los problemas indicados hace referencia a la excesiva litigiosidad residenciada en sede judicial. Partiendo del principio del carácter democrático de nuestra justicia, que implica la obligación de mantener las puertas abiertas, sin restricciones, a todos los ciudadanos, porque estamos viviendo en un Estado de derecho que tiene que garantizar la igualdad ante la ley como principio inspirador de nuestra convivencia, es preciso considerar que existen otras vías, igualmente válidas, para resolver los conflictos antes de recurrir a la tutela efectiva de los jueces. La intervención de la justicia debería concebirse como un último recurso reservado para aquellos casos en los que no fueran posibles otras fórmulas de solución. El número de litigios que ingresa en nuestros órganos judiciales se incrementa año tras año y, la solución no puede consistir en destinar cada vez mayores recursos materiales a su resolución, y tampoco basta con elevar la ratio de jueces por habitante. Es necesario habilitar fórmulas que contribuyan a disminuir, de forma razonable, el elevado índice de litigios que anualmente se acumulan ante los juzgados y tribunales. La desjudicialización de determinados procedimientos, de la mano, por ejemplo, de la ley de jurisdicción voluntaria o de la despenalización de determinadas conductas que hoy tienen calificación de falta, el fomento de soluciones extrajudiciales de conflictos a través de la mediación, pueden constituir fórmulas válidas para alcanzar este objetivo. Ante el hecho de que siempre va a perdurar un volumen sustancial de litigiosidad, es necesario poner en marcha otros mecanismos dentro de los propios juzgados y tribunales, como dar prioridad a los expedientes de mayor trascendencia por razón de su naturaleza o por razón de cómo afecten a la economía nacional. Asimismo, es necesario revisar el vigente sistema de tasas judiciales y depósitos. Una situación de crisis como la que vivimos impone la necesidad de fomentar el uso racional de los recursos destinados a los servicios públicos y eso hay que compaginarlo con la máxima eficacia de los recursos que les están destinados. En estos momentos en España se produce un abuso en el acceso a los órganos judiciales, sobre todo en la segunda instancia, que ha originado, el colapso de multitud de nuestros órganos judiciales, lo que obliga a definir y acotar los supuestos en que los conflictos deben y pueden ser resueltos por los órganos judiciales. La Ley Orgánica 1/2009 abrió un camino adecuado al instaurar la figura del depósito previo para la interposición de recursos con el fin de disuadir a quienes recurran sin fundamento jurídico alguno y para que no prolonguen indebidamente el tiempo de resolución del proceso en perjuicio del derecho a la tutela judicial efectiva de las otras partes personadas en el proceso, reflejando en su exposición de motivos su legitimidad. La Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social, recuperó en el ámbito de la Administración de Justicia la tasa por el ejercicio de la potestad jurisdiccional. El tiempo transcurrido desde entonces y las distorsiones observadas justifican el proceso de revisión que se va a abordar de forma inminente, para garantizar una mayor equidad en su configuración y aplicación. La nueva tasa judicial amplía los hechos imponibles y actualiza las cuantías exigibles, con fines no meramente recaudatorios, sino con el propósito de racionalizar el acceso a la Administración de Justicia, tanto en primera instancia como en relación con los recursos. El nuevo régimen seguirá siendo compatible con los depósitos judiciales regulados en la disposición adicional decimoquinta de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, que también serán sometidos a revisión, especialmente para que los depósitos perdidos y los rendimientos que de ellos se deriven queden afectados exclusivamente a sufragar los gastos correspondientes a la modernización e informatización integral de la Administración de Justicia. El segundo problema que resolver es el de la gestión, especialmente importante en momentos de crisis. Por eso el Gobierno va a establecer prioridades, concentrando el esfuerzo en aquellos proyectos que redunden en una mejora clara del servicio público de la justicia. Uno de los aspectos básicos que debe ser objeto de revisión es el tecnológico. No es razonable que en la Administración de Justicia coexistan, además con notables dificultades de entendimiento entre ellos, ocho diferentes sistemas procesales de gestión. Por ello, se debe asegurar una plataforma informática que garantice la interoperabilidad y la compatibilidad de cualquier sistema de gestión procesal. Para seguir avanzando hay que hacer un verdadero esfuerzo por implantar las nuevas tecnologías. Es preciso introducir mayores dosis de racionalidad en la gestión de los recursos económicos destinados a la introducción de las nuevas tecnologías, y su instauración real en el ámbito de la justicia hay que llevarla a cabo necesariamente con el concurso del Consejo General del Poder Judicial y de las Comunidades Autónomas. Para ello, se creará una estructura institucional (consorcio o ente público) que articulará unos sistemas de información que permitan el conocimiento inmediato en red de los datos judiciales y de los que constan en los registros públicos relacionados con la Administración de Justicia. Se invitará a formar parte de esta entidad al Consejo General del Poder Judicial y a las Comunidades Autónomas con competencias transferidas. Entre las tres partes –Consejo, Comunidades y Ministerio- se coordinará la interoperabilidad de los sistemas de gestión procesal que en estos momentos están implantados, y se alcanzará por acuerdo la compatibilidad de cualquier sistema informático que se proponga instalar. Será en el seno de esta entidad donde se plantee la coordinación responsable de los sistemas de comunicación entre los órganos judiciales, los profesionales de la justicia y las administraciones públicas, y desde donde se pondrán en marcha los mecanismos necesarios para la creación de estándares tecnológicos comunes entre todos con una auditoría constante del funcionamiento del sistema. Solo así la actuación en el campo de las nuevas tecnologías aplicadas a la Administración de Justicia se adaptará a la lógica y a la realidad y será verdaderamente eficaz. Una actuación coordinada es lo único que va a permitir el conocimiento y en red de los datos judiciales. Otra reforma que se acometerá en esta legislatura es la implantación razonable, meditada, progresiva, pero determinante y eficaz, de una nueva oficina judicial. El diseño de la nueva oficina judicial quedó plasmado en la reforma que se hizo de la Ley Orgánica del Poder Judicial en el año 2003 y la implantación que durante estos años se ha hecho de la oficina no se ha acomodado, en el plano organizativo, ni al espíritu del legislador que la inspiró, ni tampoco ha ido acompañada de la imprescindible modernización tecnológica que sí habría sido garantía de éxito en su implantación. Por entender que la oficina judicial debe desempeñar un papel fundamental en la modernización de la justicia, hay que lograr que sea una realidad cuando termine esta legislatura. A este respecto, se va a proceder a la implantación progresiva y paulatina de los tribunales de instancia como un mecanismo para reducir el tiempo en la tramitación de las causas en los juzgados, sin necesidad de asumir el elevado coste que supone la creación de nuevos juzgados o el refuerzo de los existentes. En cuanto a los proyectos legislativos que se desarrollarán a lo largo de la legislatura, hay que señalar que la reforma de nuestro sistema debe ser abordada desde una perspectiva de conjunto para dotarla de la adecuada coherencia. Todas las medidas se dirigirán a un único objetivo compartido, que es la eficiencia en la propia Administración de Justicia, y se articularán en torno a dos ejes principales. Primero, la elaboración ex novo de nuevas leyes orgánicas y ordinarias, y, en segundo lugar, las modificaciones de leyes que se encuentran en vigor y que solo de forma parcial deben ser revisadas. Todo ello, enmarcado en un sentido de perdurabilidad de las modificaciones legales que se lleven a cabo, leyes de mayor calidad que no tengan que ser revisadas permanentemente y que alcancen el mayor grado de consenso posible para que las alternancias lógicas en un sistema democrátivo no supongan una modificación radical de las mismas. Se actuará simultánea y coordinadamente en un abanico limitado pero sustancial de materias, desde la relación del ciudadano con la justicia, hasta el propio gobierno de los jueces. Entre las nuevas leyes que tienen que ser elaboradas, se encuentran la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Ley de Planta y Demarcación Judicial, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la Ley de Jurisdicción Voluntaria y un nuevo Código Mercantil. La nueva Ley Orgánica del Poder Judicial planteará una reforma en profuncidad de la Administración de Justicia siguiendo como línea maestra un cambio radical del modelo de organización de la justicia española, superando el modelo actualmente estructurado en torno a los órganos unipersonales de instancia. Se revisará la oficina judicial y se la liberará de todos los problemas que la agobian y que impiden su pleno funcionamiento. Se garantizará una verdadera justicia profesional, a través de fórmulas que busquen y alcancen la objetividad de los respectivos sistemas de acceso, de nombramiento, de formación y de promoción de los jueces, de secretarios judiciales y de todo el personal de la Administración de Justicia. Primará el mérito y la capacidad y también la especialización en la promoción, apostando por una formación continua de sus miembros. De forma paralela, como consecuencia de la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial se elaborará un proyecto de ley de Demarcación y Planta Judicial. Esta es una reforma necesaria, por cuanto los conceptos básicos, señaladamente el de partido judicial, con arreglo a los cuales secularmente ha funcionado nuestra justicia y que fueron todavía vigentes en la ley de 1988, respondían a una realidad social, económica, demográfica y de infraestructuras, que es muy distinta de la actual y que es necesario actualizar. Por lo que se refiere al ámbito penal, se elaborará el correspondiente proyecto para la aprobación de una nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal. Este es, por su envergadura, un proyecto de legislatura. El actual enjuiciamiento criminal se sustenta sobre una ley de hace más de un siglo, que necesita adaptarse urgentemente a lo que debe ser un proceso en el siglo XXI para establecer una regulación precisa que permita afrontar, de acuerdo con la perspectiva actual y con la experiencia acumulada en estos años, determinadas cuestiones que hoy son objeto de preocupación social, el sometimiento a plazo del secreto de sumario, el adecuado control de las intervenciones telefónicas, la necesidad de limitar las situaciones procesales pasivas, el papel que debe cumplir en la investigación de los delitos una policía judicial moderna al servicio de jueces y fiscales, y la regulación de la fase de investigación a fin de garantizar que esta se realice con total imparcialidad y con absoluto respeto a las garantías procesales fundamentales. En este contexto, se planteará la configuración, en la fase de investigación e instrucción de los delitos, del papel que debe jugar el Ministerio Fiscal. Esta reforma se afrontará contando con una participación muy activa de la Fiscalía General del Estado y del Consejo General del Poder Judicial, buscando el consenso entre ambos organismos para establecer cuál es el papel que en la instrucción penal deben tener los fiscales. Otro aspecto importante de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es el derecho de todo condenado a la revisión del fallo condenatorio por un tribunal superior, es decir, la garantía de la doble instancia penal, cuya no implantación en España ha motivado la reiterada condena a nuestro país en los foros y en los tribunales internacionales. La introducción de la doble instancia en materia penal va a llevar aparejada también una reforma del recurso de casación, porque actualmente viene siendo empleado como un instrumento para posibilitar la revisión de los fallos condenatorios como consecuencia de la carencia de esa segunda instancia. La propuesta de modificación irá encaminada a darle a este recurso el sentido que real e históricamente tiene, es decir, un instrumento de unificación de doctrina. También está programada un nueva Ley de Jurisdicción Voluntaria, una ley que permita solventar extrajudicialmente controversias que ahora tienen entrada innecesariamente en sede judicial y que podrían atribuirse a la competencia de determinados profesionales de la máxima cualificación. Será un medio eficaz para desjudicializar, para reducir el volumen de asuntos de naturaleza no estrictamente judicial, que permita la inmediata introducción de este eficaz instrumento dentro de nuestro sistema procesal. Al objeto de poner a disposición de los ciudadanos un mecanismo de resolución de conflictos de carácter voluntario, ágil, flexible y económico, y que contribuya a que muchos asuntos que en estos momentos llegan a juzgados y tribunales sean resueltos con anterioridad, el Consejo de Ministros el pasado 2 de marzo aprobó un Real Decreto-Ley de Mediación Civil y Mercantil. En esta regulación se da cumplimiento a la Directiva 2008/52/CE, del Parlamento Europeo, y del Consejo , de 21 de mayo de 2008, conformando un régimen general aplicable a toda mediación en asuntos civiles y mercantiles, ya sea nacional o transfronteriza. La mediación se configura con carácter voluntario, de forma que no regula ninguna obligación legal de acudir a la mediación. No obstante, el juez podrá instar a las partes que asistan a una sesión informativa cuando aprecie que en atención a la naturaleza del litigio éste podría resolverse de forma ágil y menos costosa a través de la mediación. Este nuevo marco jurídico, uniforme en todo el territorio nacional, ofrece a los ciudadanos una nueva posibilidad de resolver sus conflictos de forma ágil, flexible y mucho menos costosa que la vía jurisdiccional. En el marco del objetivo del Gobierno de garantizar la unidad de mercado, se propondrá un nuevo Código Mercantil que contribuya a llevar a nuestra economía a una situación de competitividad real. Este nuevo Código que sustituirá al viejo Código de Comercio, que data de 1885, no solamente va a integrar la dispersa legislación mercantil, sino que además tiene intención de completarla, de modernizarla y de adaptarla a las exigencias de la nueva realidad económica de España introduciendo seguridad jurídica al tráfico mercantil en territorio nacional. Respecto a la legislación concursal, se revisarán algunos aspectos para garantizar la responsabilidad civil de los administradores concursales mediante la obligatoria contratación de un seguro y la aprobación de un nuevo sistema arancelario que establezca una adecuada retribución evitando situaciones abusivas.