Los que se dedican a este arte producen objetos como platos, floreros, copas, marcos, cuadros, puertas, ventanas, santuarios, cofrecillos, cajitas, tazas de té, narguiles, espejos y un largo etcétera. Repujado sobre metal Los repujados sobre metal (en persa, «qalamzaní»), se realizan sobre oro, plata y latón y son de una gran variedad en cuanto a tamaños, formas y objetos. Así, pueden admirarse distintas piezas como floreros, chocolateras, bandejas, teteras y platos, objetos que van desde los 16 cms. hasta dimensiones mayores. El repujado, que se lleva a cabo a golpe de martillo, es una de las artes tradicionales persas, y, para poder labrar sobre el metal las filigranas se utilizan multitud de cinceles con diferentes puntas, cada uno de los cuales tiene un nombre propio. Una vez realizado el labrado, se impregnan las oquedades de los relieves con polvo de carbón, el cual se fija con un tipo de aceite, siendo el resultado de este trabajo una pieza repujada en las que se alterna el color oscuro (oquedades) con el del color natural del metal utilizado. En Irán son dos los tipos de repujados más importantes: el de Tabriz y el de Isfahán. La diferencia es que en el primero el repujado es menos profundo, de menos relieve, y, en el segundo, lo contrario. Ello es debido a que en la ciudad de Tabriz el repujado se obtiene a golpe de muñeca, mientras que en Isfahán se utiliza el martillo. Cerámica La cerámica —imbricada e inseparable de la azulejería—, es un arte que goza de mucha aceptación en todo el mundo musulmán, donde comienza a desarrollarse desde una tibia azulejería elaborada solamente con retazos de cerámica de color que se colocan como ornato en las fachadas, hasta evolucionar en los siglos XIV y XV con la cubierta total de todo el edificio, desde la fachada hasta la cúpula, en caso de ser mezquita o santuario. Así, en los primeros siglos del Islam, la cerámica, a la sazón, de color turquesa y azul, se utilizaba para adornar edificios, alternándola con ladrillos sin esmaltar. Es una época en la que la cerámica cubre parcialmente las partes altas de los alminares, o bien es utilizada —hábilmente dispuesta— para escribir aleyas del Corán en los edificios. Sin embargo, poco a poco la cerámica y la azulejería se fue desplazando a las construcciones civiles, adoptando formas geométricas y florales simétricas y utilizándose colores de los más diversos, transparentes también, abandonándose pues el monocolor del primer periodo para pasar a las piezas multicolores, sobre todo en el tipo de mosaico denominado en persa «mo‘arraq». Mohammad Reza Honarvar Iluminador de libros Nacido en 1975 en Qom, es diplomado de 1ª clase por el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica de Irán en arte de la iluminación de libros, miniaturas, diseño de alfombras, cortinas y telas, con más de 25 años de experiencia. Es miembro de la Sociedad de Pintores de Irán, donde ejerce también como profesor, es director del consejo editorial (sección de arte) de la editorial de la Casa del Arte Mirdashti, el primer profesor de arte de iluminación de libros en los Emiratos Árabes Unidos y en Kuwait, es autor de 26 obras sobre las artes de la iluminación de libros y diseño de alfombras, artes ambas con las que ha obtenido 8 medallas de oro en Irán y 1 en los Emiratos Árabes Unidos, y ha participado en más de un centenar de exposiciones nacionales e internacionales en torno a dichas artes. Los artistas persas crearon también otro tipo de azulejo llamado «ma‘qeli», en realidad, una combinación de azulejería con ladrillo y yeso con la que forman palabras, normalmente de carácter sacro, para adornar las fachadas de construcciones religiosas sobre todo. Así las cosas, a partir del siglo XI son pocas las edificaciones en el mundo islámico que no estén adornados con algún tipo de azulejería. Cerámica, repujado de metal y «minakarí» El arte de la cerámica alcanza su punto álgido en la era safaví, de tal manera que la azulejería creada en dicha época, en especial, durante el reinado de Shah Abbas (1588-1629), sigue causando la admiración de propios y extraños. Sin duda, el mejor museo de la cerámica y la azulejería safaví es de la plaza de Imam Jomeini, en Isfahán, enclave de las más bellas mezquitas azules de todo Irán. Nacido en Isfahán en 1970, Mirzakhanian es especialista en el arte del esmaltado, llamado en persa «minakari», con una experiencia de 15 años en el sector, durante los cuales ha trabajado en el ornato de más de 25 santuarios, entre los que cabe destacar los santuarios del Imam Ali y el Imam Huseyn, en Irak. Sus protagonistas Ali Asghar Mirzakhanian Trabaja especialmente los estilos florales, arabescos y dibujos de aves, edificios, rostros y figuras así como en el repujado de metal. En efecto, en las excavaciones arqueológicas de Chogha Zanbil y Susa (sur de Irán) se han hallado, además de vasijas de barro esmaltado, ladrillos esmaltados, como, por ejemplo, en un palacio aqueménida (Susa) del siglo IV a.C. Con la llegada de Islam a Persia, el arte de la cerámica y la azulejería se convierte en uno de los ornatos más relevantes de los edificios, sobre todo, de las construcciones de carácter religioso, como las mezquitas, madrazas o seminarios, santuarios, etc. Desde los mismos inicios del Irán musulmán, los ceramistas de este país crean un estilo diversificado en la cerámica que llega incluso a al-Ándalus. Mohsen Soleimani Marghmaleki Sala José Nicolás Almansa, Museo de la Universidad Pabellón Nº 4, Antiguo Cuartel de Artilleria Calle Cartagena, s/n, Murcia www.um.es/museo Nacido en 1970 en Shahr-e-Kord, Mohsen Soleimani Marghmaleki es ingeniero de Obras y Caminos por la Universidad de Isfahán. Se graduó en caligrafía en la Sociedad de Calígrafos de Irán y es experto en el trazado de varios tipos de estilos caligráficos muy conocidos en la cultura persa y árabe, como el «sols», el «nasta‘liq» y el cúfico así como de la caligrafía pictórica. Ha ejercido como profesor universitario en Artes Caligráficas y Gráficas y Artes Figurativas, ha sido director del Centro de Arte de Isfahán, ha participado en numerosas exposiciones trabajando a la vista del público así como en decenas de simposios de caligrafía tanto en Irán como en el exterior, ha fundado el Centro Especializado de Pintura Caligráfica y Nuevas Tendencias, ha sido organizador de las jornadas Fundamentos Filosóficos del Arte; Diferencias entre las Escuelas de Oriente y Occidente y Relación entre la Filosofía Islámica y el Arte, ha sido miembro de tribunales calificadores de concursos de arte caligráfico, y ha escrito en caligrafía aleyas coránicas en decenas de monumentos religiosos tanto en Irán como en el exterior, entre otras muchas experiencias en su haber curricular, todas ellas relacionadas con el arte de la caligrafía. Mohsen Soleimani Marghmaleki Mohammad Reza Honarva Aliasgar Mirzakhanian Del 10 al 25 de mayo Inaguración: 10 de mayo, 20:00 horas Calígrafo Irán siempre ha sido un lugar en el que el arte de la cerámica y el mosaico se han desarrollado notablemente. Las grandes reservas de materia prima para tal menester en su subsuelo ha sido quizá el factor principal para que de este arte ya tengamos constancia de su existencia en la meseta del Irán a finales del II milenio a.C. EXPOSICIÓN ARTE PERSA ISLÁMICO Mohsen Soleimani Marghmaleki Mohammad Reza Honarvar Ali Asghar Mirzakhanian En el Nombre del Altísimo España e Irán: dos países amigos Aunque en España es escaso lo que se conoce acerca del arte, la ciencia y la civilización del Irán tanto preislámico como islámico, ello no impide que ambas naciones hayan mantenido y mantengan unos lazos de amistad que se han materializado tanto en sus relaciones diplomáticas como en las culturales. Aunque las relaciones políticas bilaterales son muy antiguas, con más de 600 años, si contamos desde el primer embajador enviado a Persia por España, lamentablemente, las culturales no tienen esa solera, y ello a pesar de la gran cantidad de denominadores comunes que une a los dos países: ambos tienen una civilización antigua, heredera de Roma por un lado y de la Antigua Persia por el otro; en la historia de ambos, el Islam ha desempeñado un papel crucial; ambos han sido encrucijadas de civilizaciones y culturas; y ambos pueblos son el resultado de un sincretismo multicultural forjado durante más de 25 siglos de historia. Vemos pues, que las características culturales de España e Irán, países ubicados en dos continentes diferentes y a una distancia notable uno del otro, no sólo no son ningún impedimento, sino que son un acicate para que ambos países desarrollen una relación mayor que la que tienen ahora, por lo que no está de más trabajar en aumentar y reforzar los lazos amigos entre Teherán y Madrid. Los valores humanos universales, junto al lenguaje del arte, pueden desempeñar en el mundo de hoy un papel crucial en este entendimiento entre las naciones. Desde la Consejería Cultural de la Embajada de la R.I. de Irán en Madrid trabajamos, al alimón de instituciones españolas como la Universidad de Murcia, por elevar nuestras relaciones bilaterales en los terrenos de la cultura, el arte y las ciencias, quizá, las únicas tres manifestaciones del genio humano cuyas diferencias no sólo no se traducen en desavenencias sino que además son motivo de acercamiento entre las naciones. El arte persa Cuando hablamos de arte persa hacemos referencia a un concepto tan dilatado en el tiempo como extenso en su variedad. Dilatado en el tiempo por cuanto las primeras manifestaciones artísticas de los pueblos iranios se remontan a 27 siglos de antigüedad, o, lo que es mismo, desde que éstos aparecen en la historia. Extenso en su variedad por cuanto abarca un amplio abanico de las Bellas Artes, que se mezclan con las artes arquitectónicas y otras de carácter más pragmático y funcional en una armonía que se traduce en belleza y funcionalidad. A esto hay que añadirle el factor de la complejidad, agudizado por el carácter sincrético de la cultura persa, en la que la impronta propia se ha ido mezclando con una multitud de idiosincrasias foráneas de pueblos, ora sometidos por los persas, ora invasores de Persia. Así, en una primera etapa debemos retrotraernos a los pueblos preindoeuropeos que poblaron el Irán en el III y II milenio a.C., antes de la llegada de los iranios. Además de grandes monumentos como los zigurats, de esa época nos han llegado numerosas piezas de alfarería y de metal, como, por ejemplo, los conocidos frenos de caballos del Luristán. Es una época en la que la cultura de Urartu (en Asia Menor), ejercía una influencia notable. Ya con los medos —(hasta el 549 a.C.), el primer pueblo iranio que ejerce el poder político en Irán—, la influencia es, sobre todo, mesopotámica, —asiria, para más señas. Con la dinastía aqueménida en el poder (550 a.C.- 331 a.C.), a esta impronta de Mesopotamia se añadirá la de sus rivales en el campo de batalla, es decir, los griegos, cuya repercusión cultural en el Irán durará siglos, con especial auge durantía la dinastía de los Partos (. 250 a.C. - 224). Con la llegada al poder de los sasánidas (224-657), éstos heredarán un arte ya milenario, pero al que harán contribuciones originales, por ejemplo, en la arquitectura (pórticos y cúpulas), joyería (tiaras), repujados sobre metal (platos), tallados sobre diferentes soportes (camafeos) y un largo etcétera que será la base del arte islámico persa. La llegada del Islam a Persia en el siglo VII sumirá a esta nación en un cambio profundo que se manifestará entre los siglos IX y X, cuando despierta un Irán musulmán, mas con un fuerte substrato propio heredado de su rico pasado preislámico. Durante esta etapa, los persas, recién convertidos al Islam, conferirán a la cultura y ciencia musulmana una riqueza particularmente acusada, que comienza durante el califato abasí (mediados del siglo VIII) y que se prolongará hasta la actualidad. En lo referente al tema que nos ocupa, Irán hará asimismo aportaciones fundamentales y dará forma y estructura a las artes islámicas. Por otro lado, a partir de su renacimiento cultural, la nueva indumentaria musulmana confiere al Irán nuevos elementos de inspiración: una nueva ideología religiosa y una escatología diferente, sobre las que se fundamentará el arte. También el alfabeto árabe, utilizado para escribir la lengua persa desde la islamización del país, derivará en Irán y en todo el mundo islámico en un desarrollo acusado M, de las artes de la caligrafía: el bello y versátil alfabeto árabe será remoldeado y remodelado por los persas, quienes han regalado al mundo musulmán una caligrafía hermosa que a día de hoy es utilizada para ornar los libros en todos los idiomas que utilizan este tipo de escritura. En lo arquitectónico, el arte islámico persa puede verse en mezquitas, castillos y palacios; en lo pictórico, pinturas y miniaturas; en lo textil, estampado de telas y diseño de las celebérrimas alfombras; en la alfarería, cántaros y jarrones; en la azulejería, en los azulejos que cubren las mezquitas cuyo color azul caracteriza de tal manera lo persa que nuestra palabra «azul» proviene del persa (a través del árabe); y un largo etcétera algunos de cuyos botones de muestra pueden admirarse en esta exposición. Más de un milenio tiene el arte islámico persa, mil años a lo largo de los cuales ha hecho gala de ese sincretismo original —valga el oxímoron— que siempre ha caracterizado la cultura persa. Más de mil años durante los cuales ese arte se ha expandido —de manera más o menos acusada— desde al-Ándalus a la India, fundiéndose en el país de los Brahmanes en otra tradición sincrética que se denominará cultura indopersa. Más de un milenio que tiene como corolario el gran avance que ha habido en las artes en general tras la Revolución islámica de 1979, merced al apoyo institucional con el que cuentan los nuevos talentos. Las artes de esta exposición Caligrafía La caligrafía, denominada en persa «joshnevisí» o «jattātí», consiste, como es sabido, en el arte de representar la escritura en formas bellas y estilizadas. Puede afirmarse que el arte de la caligrafía existe en casi todas las culturas en mayor o menor medida, pero es en Oriente, en especial, en los países musulmanes, y en particular, en Irán, donde el arte de la bella escritura ha llegado a su máximo auge, de tal guisa que se ha erigido como el arte visual de mayor excelencia. Iluminado de libros En la caligrafía, el tamaño de cada letra se determina con total precisión contrastándolo con el resto de las letras. Cada letra encaja en una especie de módulo, o, dicho de otra manera, se engarza en un hilo imaginario en lo que son unas normas que el calígrafo debe seguir y cuya transgresión significa pasar por alto varios siglos de reglas establecidas entre el calígrafo y el público al que dirige su arte. Incluso la forma y disposición de las palabras siguen unos fundamentos predeterminados en los trazos y en la ortografía que se ha heredado de los grandes maestros calígrafos de antaño. El arte del iluminado se expresa en persa con el arabismo «tazhib», que proviene de raíz «zahab», que significa «oro». Por tanto, «tazhib» viene a significar propiamente «doramiento» o «lustre con oro». Puede decirse que el iluminado se compone de diferentes conjuntos de dibujos y hermosas filigranas que los iluminadores utilizaban para ornar las páginas de toda clases de obras, desde libros de historia hasta religiosos, pasando por poemarios, de tal manera que añadía a estas obras una estética visual mediante los más variados motivos —geométricos, florales, etc.— que se dibujaban en los márgenes de las hojas. Tras la islamización de Persia y el cambio de alfabeto en la lengua persa (de una escritura aramaica al alfabeto árabe), paulatinamente los iraníes fueron creando una caligrafía de impronta propia. Tras la adopción de la escritura árabe para escribir el persa, el tipo de grafía en boga era una llamada «nasj». Un calígrafo, Mir Ali Tabrizí (s. XIV), creó la escritura «nasta‘liq» combinando la «nasj» con otra denominada «ta‘liq». El iluminado de libros es en Persia un arte del que ya se hacía gala en la época de los Sasánidas. Tras la llegada del Islam a Persia, este arte llegó a los gobiernos árabes musulmanes, por lo que pasó a considerarse un «arte islámico». A grandes rasgos puede decirse que entre los siglos XV y XVII se produce la edad dorada de la caligrafía en Persia. A mediados del siglo XVI Morteza Qoli Jān Shāmlú, gobernador de Herat, crea a partir de la «nasta‘liq» la tercera caligrafía persa, «shekaste-ye-nasta‘liq» («nasta‘liq» rota). Quizá la causa de que esta nueva caligrafía no fuera otra que la necesidad de escribir de forma rápida y cómoda, o lo que es lo mismo, poner al alcance de los secretarios y de la Administración un medio práctico para el registro por escrito de los documentos. Durante el reinado de los Qayar (1789-1925), la caligrafía perdió su utilidad a efectos prácticos, es decir, la de ser un medio para escribir, para convertirse en un arte. Por un lado, con el desarrollo de los ejercicios de escritura se fue inclinando a lo que es el arte puro, y, por otro lado, con la aparición de la prensa y la impresión litográfica, se fue acercando a las artes aplicadas. Durante el reinado de los Pahlavi (1925-1979), las necesidades modernas comerciales y publicitarias sacaron la caligrafía de las bibliotecas y de los recintos privados para ponerla en medio de la sociedad, lo cual se tradujo en el surgimiento de corrientes modernas de arte como la caligrafía pictórica, muy presente en los foros artísticos de todo el mundo. En los años posteriores a la Revolución islámica de 1979, la caligrafía fue ganando popularidad al punto de que la Sociedad de Calígrafos de Irán fundada en 1950 desempeñó un papel destacado en el desarrollo tanto cualitativo como cuantitativo de este arte en el país. En la época de los Selyúcidas (1037-1194), los iluminadores, además de coranes, añadieron objetos para ornar como recipientes, tejidos y edificaciones, y, poco después, ya en la época de los Timúridas (1370-1526), este arte alcanzó su apogeo al punto de que fue en este periodo cuando se crearon las más bellas obras del arte de la iluminación. Pintores, libreros y artesanos eran llamados por toda Persia por los sultanes del momento para ponerlos a trabajar en las bibliotecas de la capital, creando bellas obras que siguen causando admiración transcurridos varios siglos. Durante la dinastía de los Safavíes (1501-1722), pintura, caligrafía e iluminación se pusieron al servicio del ornado de libros, creando obras que hoy adornan los museos de todo el mundo. Quizá pueda afirmarse que las artes del ornato e iluminación del Corán comenzaron en los mismos inicios que se empezaron a realizar copias de este texto sagrado, ya que desde los inicios se adornaban e iluminaban los encabezados de las suras y las aleyas. Transcurrido el tiempo y como es lógico, el apego y amor de los musulmanes por su texto sacro hizo que fueran refinando cada vez más sus artes, superando aquella etapa tosca primigenia para alcanzar cuotas artísticas de una belleza sin precedentes, en particular, en aquellos coranes que eran escritos y preparados para los mandatarios. Motivos florales y de aves Flores y aves son motivos pictóricos que en el arte persa tradicional constituye una especialidad aparte, que, en conjunto abarcan otras como la miniatura, la iluminación y los motivos de animales y plantas también, todos ellos imbricados y relacionados con otras artes como la caligrafía, en especial, el ornato de libros. Los motivos de aves tienen en Irán una larga tradición que de alguna forma están relacionados con la cultura persa. El «Simorgh» —una especie de ave Fénix de la mitología irania—, es el ave más destacado y el que se erige como símbolo del arte y la cultura del Irán, y se le suele pintar rodeado de plantas y flores. Conocido como «Anqa» en los relatos islámicos, esta ave fabulosa de carácter semidivino tiene sus orígenes en la Persia preislámica y podemos verla sobre todo representada en los ejemplares del Shahnameh del poeta épico Ferdousí (h. 940- h. 1020), debido a la relación que su héroe principal —Rostam—tiene con este animal. Hoy día los que se dedican a este arte mezclan las imágenes reales de aves y flores con su propia imaginación, creando hermosas imágenes semiestilizadas que se utilizan para adornar coranes y demás libros. Esmaltado El esmaltado (en persa, «minakarí») es un arte que tiene una antigüedad de unos 5000 años. Utilizado en objetos de adorno y en vasijas, este arte es una combinación de barro y fuego que posteriormente se entremezcla con el arte de la pintura para la creación de bellas formas y dibujos. Según algunos entendidos y tras examinarse y compararse objetos esmaltados procedentes de Bizancio con los de Persia, se ha llegado a la conclusión de que este arte es originario del Irán, y que luego traspasó las fronteras para ser adoptado por otros pueblos. El arte del «minakarí» puede considerarse como uno de grandes inventos del genio humano ya que en él se imbrican acciones e interacciones que están relacionadas entre sí. Por un lado tenemos elementos sencillos, como son el silicio, el minio y el potasio, mientras que por otro lado tenemos el precioso material que de todo ello se deriva: el esmalte. En este sentido, es un arte de laboratorio pues en realidad lo que se obtiene es un material compuesto de óxidos metálicos que adquieren sus colores mediante un calentamiento más o menos prolongado según el color que se busque, colores que luego se fijan al mezclarlos con sales. Por tanto, para la obtención de este fabuloso objeto de arte se debe tener un control total del fuego y la temperatura. El esmalte obtenido, que es transparente, debe su transparencia sobre todo al óxido de estaño. Aunque también se pueden esmaltar de esta manera objetos de oro y plata, sin embargo, el arte de esmaltado se aplica especialmente sobre objetos de cobre. Para el esmaltado debe pasarse varias fases. Primero, el objeto a esmaltar debe ser moldeado por un artesano del cobre. Luego, el esmaltador cubre el objeto con una capa de esmalte blanco, si bien normalmente lleva entre tres y cuatro de estas capas, cada una de ellas horneadas a 700 grados de temperatura para fijar el esmalte. Posteriormente, se pinta el objeto con colores y dibujos para volverlo a introducir nuevamente en el horno, esta vez, entre 400 y 500 grados, hasta obtener los matices deseados.