MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LAS RELACIONES INTERIORES, JUSTICIA Y PAZ Ministro Miguel Rodríguez Torres MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA Ministro Pedro Calzadilla AUTORIDADES UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LA SEGURIDAD Rectora Soraya Beatriz El Achkar Gousoub Vicerrectora de Desarrollo Académico Aimara Aguilar Vicerrector de Creación Intelectual y Vinculación Social Edgar Gavidia Secretario Frank Bermúdez Sanabria Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (Unes), 2013 El foco principal de los estudios sobre el delito había estado enmarcado en explicaciones con tilde unilateral, “configurado generalmente desde apreciaciones e interpretaciones sociales y científicas como punto de partida al agresor, delincuente o victimario” (Cifuentes Ma. F., 2006: 9). Siendo así que históricamente no se prestase especial interés a la víctima1, salvo en aquellos casos en los que pudiera ayudar a resolver aspectos relevantes de un crimen. En principio el estudio de la víctima2 como elemento fundamental tanto para el proceso jurídico-penal así como de análisis de circunstancias asociadas al proceso de victimización3, estuvo impulsado por estudiosos del área criminológica (Dussich, s/f:116), quienes con escritos sobre la víctima aparecieron en muchos trabajos tempranos; entre ellos Beccaria, C. (1764); Lombroso, C. (1876); Ferri, E. (1892); Garófalo, R. (1885); Sutherland, E. (1924); Hentig, H. (1948); Nagel, W. (1949); Ellenberger, H. (1955); Wolfgang, M. (1958); y Schafer, S. (1968), citados por Dussich, J., y de cuyos aportes se permitió aludir que es así como el concepto retoma posición, desde una ciencia para estudiar a las víctimas y lo que a ella atañe desde dentro y fuera de sí misma. Todas estas iniciativas dieron lugar a esfuerzos que fueron más allá de los estudiosos e investigadores en la materia; por una parte, los gobiernos de países de todo el continente, quienes inician introduciendo a la víctima como elemento jurídico, dentro de sus acuerdos supranacionales, y posteriormente en sus normativas nacionales. Surge entonces como brecha de dicho proceso la Sociedad Mundial de 1 “Los delincuentes históricos se han hecho célebres; sus víctimas han sido condenadas al anonimato” (Esbec, 1994). 2 Tradicionalmente (Clemente, 1998), se ha utilizado la díada delincuente-víctima a la hora de conceptualizar sobre la víctima. Esta consideración deja de lado otro tipo de víctimas como las de accidentes de tráfico, desastres naturales; no siendo el caso de profundizar en este tipo de colectivos victimológicos, cabe puntualizar que en lo que se refiere a la presente publicación, al hablar de víctima, nos estamos refiriendo a las víctimas de delitos, concretamente de delitos violentos, y de abusos de autoridad por parte de la policía. 3 El proceso de victimización hace referencia al proceso de interacción social en el cual una o varias personas resultan ser víctimas. Victimología4 quien fuere la promotora de la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 40/34, de 29 de noviembre de 1985. Esta declaración define a las víctimas de delitos y de los abusos de poder5, a partir de lo cual se entenderá por víctima las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización; establece lineamientos para el acceso a la justicia y para el trato justo de las víctimas; y formula varias directrices sobre resarcimiento, indemnización y asistencia a las mismas. Esta apertura internacional6 da continuidad a las investigaciones en materia victimológica, aunado a la inserción de la figura de la víctima en los marcos constitucionales de numerosos países7; requiriendo a los estados miembros, entre otras cosas, acatar irrestrictamente directrices de gran interés sobre todo para el colectivo de los profesionales de los cuerpos de seguridad cuando se trate de la asistencia a las víctimas de delitos violentos (Landrove, G., 1998). 4 Se funda en Munster, Alemania en 1979. Toda acción propiciada por funcionarios(as) públicos(as) quienes haciendo uso de la autoridad otorgada por el Estado, propenda a victimizar a una o varias personas, en detrimento de su persona o bienes materiales. 6 En 1999 Las Naciones Unidas y la Oficina de EE.UU. para las víctimas de delitos publicó la Guía para responsables de políticas sobre la aplicación de la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del abuso de poder; en 2002, el Estatuto de Roma fue ratificado y entró en vigor el 1 de julio en el cual la Corte Penal Internacional entró en vigor e incluía la creación de una Unidad de Víctimas y Testigos; en 2003, se crea el Instituto Internacional de Victimología Tokiwa en Mito Japón (cronología elaborada por Peter Dussich, (s/f):117). 7 Entre ellos se ha de citar la experiencia del continente europeo, que en el año 1985, en el Comité de Ministros marco del Consejo de Europa aprobó el 28 de junio una serie de recomendaciones encaminadas a mejorar la situación de la víctima en el derecho y proceso penal. 5 En los últimos años la visión de la víctima ha ido evolucionando y hoy día, se hace patente la importancia de una adecuada profesionalización de los cuerpos susceptibles de entrar en contacto con las víctimas, de cara a un trato adecuado de las mismas (Navarro, s/f: 5). Sobre este particular, el papel que desempeñan los cuerpos de seguridad es de vital importancia, pues en la mayoría de los casos son el primer grupo profesional que aborda a las víctimas. En Venezuela, en al momento de abordar este tema, se partió de la consideración de la víctima en un contexto jurídico-penal, versando en el Artículo 119 del Código Orgánico Procesal Penal (COPP8 ,2001); al contemplar a la víctima en dicho proceso se marca pauta sobre el significado de la atención a las mismas por parte del sistema de justicia penal. Esta consideración de la víctima le deja como mero referente para el proceso penal que dejaba un vacío respecto a lo que pudiese llamarse el primer eslabón del proceso para acceder al sistema de justicia, es decir, la intervención de los cuerpos de policía en tanto que prestatarios de asistencia a las víctimas de delitos. Fundamentados en los índices de violencia y victimización9, aunado a la percepción que tienen los ciudadanos frente a la actuación policial cuando se trata de víctimas directas o indirectas de algún delito, y entre otras cosas, la valoración de sus respuestas frente a abusos de poder policial, se dio lugar a una iniciativa que apuntaría a un cambio de paradigma y a la merecida reivindicación sobre un 8 Definición elaborada a partir de lo que contempla la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder de 1985, definiéndola en su numeral 1º. La persona directamente ofendida por el delito; 2° El cónyuge; 3° Los socios, accionistas o miembros, respecto de los delitos que afectan a una persona jurídica; 4° Las asociaciones, fundaciones y otros entes, en los delitos que afectan intereses colectivos o difusos. 9 Las encuestas de victimización se iniciaron específicamente en 1989 y principios de la década de los 90, se realizaron las primeras versiones de esta encuesta, empezando con una aplicación internacional. Para el caso venezolano se inician en el año 2001 se desarrolló la primera Encuesta Nacional de Victimización promovida por el MIJ/Consultores 21; posteriormente en el 2006, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Policial; en 2009, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana; y finalmente para el 2011, con respaldo del Instituto Nacional de Estadística (INE) fue realizada la última de estas que se reseña, en la actualidad se están elaborando los resultados obtenidos. panorama de registro de un número significativo de víctimas de delito, asociados a registros oficiales de abusos de autoridad por parte de los cuerpos de policía. Un contexto venezolano complejo, en 2006 dio lugar al surgimiento de la Comisión Nacional para la Reforma Policial (Conarepol), la cual se conformó para que –entre otras cosas– realizara un diagnóstico integral del sistema actual de policía en Venezuela con el propósito de poder detectar déficits, elaborar propuestas y recomendaciones al Estado en la construcción de un nuevo modelo policial. Particularmente, en materia de Atención a la Víctima, la Conarepol –en su consulta a sectores específicos– obtuvo comentarios relevantes que permiten caracterizar la situación. La principal afirmación en donde coincidieron varios sectores consultados fue la inexistencia de una adecuada atención a la víctima como consecuencia de: a. Ausencia de personal capacitado y multidisciplinario así como de disposiciones requeridas para esta tarea (recursos, espacios, etc.). b. Falta de oficinas de atención al ciudadano y recepción de denuncias en las sedes policiales (Consejo General de Policía, 2010). Es a partir de las consideraciones resultantes, que se le da mayor carácter jurídico a este tema de atender a las víctimas de delitos, sobre todo cuando los cuerpos de policía se configuran en la institución más próxima a la comunidad, de cara a la disminución de los índices de victimización en nuestras comunidades. Resaltando la labor de las funcionarias y funcionarios policiales en esta materia, se dispuso en normativa jurídica la Ley Orgánica del Servicio de Policía y Cuerpos de Policía Nacional Bolivariana, la cual surge por decreto y toma fuerza de ley en el año 2008, en la que se contempla en su Artículo 83 sobre la atención a las víctimas, que los cuerpos de policía contarán con una oficina para tal fin, y se precisa las implicaciones de la actuación policial al respecto. A los fines regulatorios más directos sobre la actuación policial, posteriormente tuvo lugar la Ley del Estatuto de la Función Policial (Art. 13, 87, 97, 99, 101) decretada en 2009, la cual prevé entre su normativa los deberes de los cuerpos de policía frente al resguardo de la ciudadanía, distinguiendo los principios para abordar y aplicar control y asistencia a la ciudadanía en caso de ser víctima, lo cual implica puntualmente su protección, atención y resguardo, sin distinciones ni discriminación alguna. Atendiendo esta área de intervención policial y de la integralidad de lo que implica asistir a las víctimas, seguidamente se decreta en Gaceta Oficial (n° 39390 de fecha 19-03-10), la Resolución n° 83 sobre atención a las víctimas de delito y/o abuso policial y creación de la Oficina de Atención a la Víctima (OFAV). Estableciendo así las definiciones operativas sobre la materia y los procedimientos más precisos para asumir la asistencia de las víctimas, buscando minimizar los efectos iniciales de la victimización. Algunos documentos elaborados por la Conarepol señalan que: …nuestra cultura en materia de respuesta a las víctimas de delitos contra los derechos humanos y de violaciones de derechos humanos es muy rica en casos pero muy pobre en respuestas adecuadas, respetuosas y ciertas para las víctimas. Es por eso que es preciso minimizarle a la víctima los inconvenientes y daños que pudieran derivarse de su necesidad de encontrar asistencia, luego de su victimización primaria (derivada del delito o del abuso del poder), con la idea de evitarle sufrir una victimización secundaria (la que se deriva de la falta de apoyo a sus necesidades provenientes de la victimización primaria) (Ferrer, M. citada en Conarepol, 2007). Razón suficiente que hace necesaria la constitución de adscripciones especializadas dentro de los cuerpos de policía, para la atención de las personas en esta situación. Dando paso al reasentamiento de las coordinaciones del servicio policía comunal, es en año 2009 que con rango y fuerza de ley se erige este como un eje transversal de la función policial, y es dentro de su rango de acción en el que se insertan y se posicionan desde ese mismo momento las Oficinas de Atención a la Víctima (OFAV) en Venezuela para los cuerpos de policía, con líneas claras y precisas, en cuanto a la actuación policial, expuestas en el texto de la Resolución Ministerial y la Ley Orgánica; ciertas circunstancias que permiten comprender un avance en materia de políticas de atención a las víctimas de delito y de abuso policial y que delimitan un ámbito de intervención fundamental de los cuerpos de policía. El proceso de victimización podría estar dado no solo por el daño infringido de una persona a otra, sino que cabe la posibilidad de que instituciones se configuren en entes victimizantes y/o revictimizadores; atendiendo la clasificación10 de este proceso que se hace desde el enfoque victimológico, y que para los efectos del abordaje que se desea realizar, algunos de ellos en particular serán tomados en cuenta. 10 Victimización primaria, la sufrida por la víctima a consecuencia de la originaria agresión o injusticia, la interacción víctima-vícitimario; secundaria, subsecuente a la primaria, que padece la víctima normalmente al ser estigmatizada, culpada o rechazada en contacto con las instituciones (policía, operadores jurídicos, asistentes) ; terciaria, “reinserción social de la víctima” relacionada al tema de la estigmatización. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ha planteado que Venezuela es el país más violento del mundo, y según cifras del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), entre 1998 y 2007 los indicadores de violencia y criminalidad se desbordaron, pues de un total de 4.550 homicidios registrados en 1998, se triplicó la cifra a 13.156 homicidios en 2007 (Centro de Estudios para la Paz-UCV, 2007). Los niveles de inseguridad frente al delito medidos por el número de homicidios ocurridos en el territorio ponen en alerta a la ciudadanía en cuanto a la inefectividad de las instancias de control social formal, lo cual afecta la credibilidad de la actuación pública en la materia y en algunas oportunidades los mismos ciudadanos aprueban la ejecución de mecanismos informales que pretenden asumir el control delictivo como sistemas paralelos que ponen en entredicho el diseño y la ejecución de las políticas de seguridad ciudadana en el país, y representan una pérdida de espacio del Estado en el ejercicio del control. La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Policial (ENVPP) realizada en Venezuela para 2006 mostró un incremento notable respecto a los registros en 2003; robo (16 veces), hurto (7,5 veces) y lesiones personales (3 veces), concentrando en los hechos convencionales contra la propiedad, entre los que, el robo y hurto representan el 67,8% de las ocurrencias, con tasas muy superiores a las registradas oficialmente. En conjunto, la tasa delictiva para los delitos contemplados en la encuesta es de 8.986/100.000, nueve veces más alta que la registrada oficialmente (Gabaldón, L., Benavides, D., y Parra, Y. 2007, 318-319). Las lesiones personales representan el 5,2% de casos reportados con una tasa por 100.000 habitantes tres veces superior a la tasa oficial. En el año 2009, se cuenta por una parte, con datos provistos por la Encuesta de victimización y percepción sobre seguridad ciudadana (ENVPSC), en la cual se encontró que en el país hubo 8.400 delitos por cada 100.000 habitantes, los hechos contra la propiedad, la estafa, las amenazas y lesiones personales tienen el mayor número de casos; 8,5% de los afectados por corrupción no recibió apoyo institucional. El gobierno calculó 1,8 millones de víctimas de delitos en un año consecuente a este estudio. Por otra parte, se originó el informe de la organización Provea, el cual registró que la tasa de homicidios pasó de 48 homicidios por cada cien mil habitantes (hpcmh) en 2007 a 52 hpcmh en 2008, período en el que se registraron 14.467 homicidios en todo el país. Siendo así, se podría afirmar que la progresividad del delito observada en las tasas registradas extraoficialmente denota que sigue dándose sub registro delictivo, frente a los registros oficiales de tasas delictivas. Entre el conglomerado de delitos registrados resaltan unos ante otros, y entre ellos además del homicidio, los de abuso de autoridad policial causan conmoción al conocer sus registros, caso especial pues estos son perpetrados por funcionarias y funcionarios policiales y/o militares. Algunos datos aportados tanto por adscripciones estatales con cifras oficiales como por organizaciones sociales dan cuenta de una situación que arropa a los cuerpos de seguridad ciudadana de cara a inmiscuirse en los procesos de victimización (ver figura n° 1). • Período del 200-2005: recibió 306 denuncias de abusos policiales y militares. •a. 149 fueron víctimas a quienes se les vulneró el derecho a la vida, representa el 50%, la mitad del total de casos atendidos por la organización en los cinco años de estudio. •b. La otra mitad está distribuida entre el derecho a la integridad personal con 118 casos (39% del total), seguido de 14 casos en los que se atentó contra el derecho a la libertad personal (5%), 11 situaciones en las que se vulneró el derecho a la inviolabilidad del hogar (4%) y ocho ocasiones en las que las personas denunciaron haber sido víctimas de violación al derecho a la seguridad personal (3%). Red de Apoyo por la Justicia y la Paz MP:Fiscalia General de la República •Período de marzo de 2008 a marzo 2009: un total de 10.858 casos de funcionarios policiales presuntamente involucrados en delitos contra los derechos humanos. De ese total, los delitos correspondientes a lesiones, abuso de autoridad, violación de domicilio, privación ilegítima de libertad, tortura, desaparición forzada, acoso u hostigamiento, 10.103 corresponden a las categorías mencionadas. Elaboración propia •Según datos recabados en 2006: los funcionarios policiales o guardias nacionales representan casi una octava parte de los autores de los diversos delitos. La Policía y la Guardia Nacional representan el 13% de los vícitimarios. 2009: en Caracas y las grandes ciudades la policía tiene fama de corrupta. Los venezolanos creen que la falta de valores afecta la labor de los uniformados. ENV Provea •Período comprendido entre octubre 2008 y septiembre 2009: •205 personas fueron víctimas de violación del derecho a la vida por parte de diferentes cuerpos de seguridad del Estado venezolano En relación con la vulneración de la integridad personal, esta organización registró un total de 150 denuncias, con un saldo de 509 víctimas. En los casos en los que han estado involucrados funcionarias y funcionarios de los cuerpos de seguridad, generalmente conllevan a sub registros delictivos, pues es la propia naturaleza de las funciones que desempeñan que dan cabida a ello; en tanto que los casos reportados representan una proporción considerable en los delitos de corrupción, privación de la libertad y extorsión. Ahora bien, si se les asocia a la categoría delictiva homicidios, existen los denominados “fallecimientos por resistencia a la autoridad”11. Según el informe de la organización Provea del año 2009, este tipo de víctimas ha aumentado progresivamente en los últimos cuatro años, siendo la cifra registrada en 2009 un total de 1.993 casos. La actuación letal de los cuerpos policiales logró su máximo histórico en el año 2003 llegando a 2.305 casos. Dichos datos pudieran alcanzar un sub registro aproximado de 30% tomando en cuenta las limitaciones técnicas que presentan los organismos de investigación criminal en esta materia. La probabilidad de morir en un enfrentamiento siendo un civil es de 94,07% mientras que para las y los funcionarios policiales es de 5,93% según lo que reporta Provea. El Ministerio Público (MP), a través de información suministrada por la Fiscal General de la República en fecha 22/05/2009, da cuenta de haber atendido en total de las actuaciones fiscales (5.641 casos) solo 22 llegaron a sentencia condenatoria. Estos datos, si bien son genéricos y no discriminados por delito, dan cuenta del alto nivel de victimización que sufre la población venezolana a raíz de actuaciones policiales desviadas. 11 Como resistencia a la autoridad se entienden fallecimientos de civiles en supuestos enfrentamientos con cuerpos de seguridad del Estado (PROVEA, 2009). Son millones de personas en el mundo las que sufren daños como resultado de delitos y de abuso de poder; los derechos de esas víctimas no han sido reconocidos adecuadamente por las jurisdicciones de los Estados del mundo (ONU, 1985). Informes, producidos tanto por organismos no gubernamentales como del Estado venezolano en sí mismo, como el Ministerio Público, Defensoría del Pueblo (DP-vinculados directamente con el tema de derechos humanos), así como las organizaciones de derechos humanos en Venezuela, dan cuenta de dicha situación. Es responsabilidad del Estado dar protección y asistencia a las víctimas y procurar que los culpables reparen los daños causados (CRBV, Artículo 55). De acuerdo a nuestra legislación venezolana todos tenemos acceso al Sistema de Administración de Justicia, incluyendo a la víctima de delitos comunes y de violación de derechos humanos, como lo establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) en sus artículos 26, 49 (numeral 3) y 51. En principio se dirime este ámbito de atención al Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo, ambas encargadas de cumplir con esta misión y los cuerpos de seguridad del Estado deben colaborar con estas instituciones. Para ello el Ministerio Público cuenta con la Unidad de Atención a la Víctima. La misma, prestaría los servicios de protección, asesoría, apoyo, información y educación de sus derechos para garantizar su correcta y oportuna intervención. Observando la necesidad de abordar esta situación de las víctimas en rangos más cercanos a estas, se dio paso a que en todos los cuerpos de policía se diera funcionamiento al menos a una OFAV, que preste servicios a partir de la “recepción, trámite, registro, evaluación, asistencia y protección de la víctima” (Normativa sobre el Sistema Policial Venezolano. Resoluciones Ministeriales 2009-2011 n° 86: Art. 1) 12. Además, la norma establece que los cuerpos policiales, en función del tamaño y área territorial de cobertura, instalarán una OFAV por cada área de despliegue policial con características y condiciones claramente definidas y acordes para la asistencia de las víctimas (Consejo General de Policía, 2010). En 2011 se promulgó en Venezuela la Ley para sancionar los crímenes, desapariciones, torturas y otras violaciones de derechos humanos por razones políticas y reparación e indemnización a sus víctimas en el período 1958 a 1998; proyecto que se quedó corto, pues en ese momento solo se hablaba de reparación a esas personas víctimas, pero no se planteaba la creación de un sistema de atención a las víctimas. Es en el año 2012 que se diseñó, a partir de la Gran Misión A toda Vida Venezuela (GMATVV), una política de Estado en materia de seguridad ciudadana que abarca diferentes ejes temáticos, y/o vértices, entre los cuales se visualiza la directriz de brindar atención a la víctima por parte del Estado. Uno de los vértices que señala la GMATVV, específicamente el vértice cinco, habla de la creación de un Sistema Nacional de Atención a la Víctima, cuyo objetivo es crear una respuesta efectiva y eficaz por parte del Estado a quien haya sufrido una situación que le haya victimizado. Medidas para minimizar las contrariedades originadas en cuanto a la violencia y el abuso policial, favoreciendo estrategias holísticas para proteger la intimidad de las víctimas, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así como la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de intimidación y represalia. 12 Acogiendo los ordinales 14 y 15 de la Declaración en materia de víctimas, se prescribe que, “Las víctimas recibirán la asistencia material, médica, psicológica y social que sea necesaria, por conducto de los medios gubernamentales, voluntarios, comunitarios y autóctonos. Se informará a las víctimas de la disponibilidad de servicios sanitarios y sociales y demás asistencia pertinente, y se facilitará su acceso a ellos”. Los cuerpos de policía, al igual que estas instituciones del sistema de administración de justicia, tienen obligaciones claras y precisas en materia de atención a las víctimas del delito y/o abuso del poder, versadas en las legislaciones anteriormente mencionadas que son relativas a la materia. La asistencia a la víctima es fundamental. Por lo general, el primer contacto de la víctima con alguna institución formal que pueda brindarle ayuda es con el cuerpo de policía, pues son los funcionarios públicos cuyo eje de acción inmediato se circunscribe a las comunidades en sí mismas. La importancia de recibir la asistencia adecuada por parte de los entes encargados en la materia de atención a las víctimas pasa por dos procesos que caben ser definidos; el primero, es la comprensión de la asistencia a víctimas, entendiendo por asistencia “ofrecer socorro, favor o ayuda a una persona que se encuentra en necesidad para que pueda encontrar satisfacción de la misma, preferiblemente desde su propio poder” (Ferrer, M. en Conarepol, 2007), en lo que respecta a los cuerpos de policía se da especial atención a víctimas de delito y abuso policial o militar; en segundo lugar, comprender lo que implica dicha asistencia por parte de los cuerpos de policía, pues amerita formación y manejo de herramientas elementales, así como de identificación y consideración de aspectos puntuales que diferencian a una víctima de otra, y finalmente delimitando su campo de acción, participación e intervención dando paso a que otras instituciones se involucren en lo que respecta a la atención integral de las víctimas. Según el caso, la asistencia puede implicar desde una ayuda logística (por ejemplo, información sobre qué hacer en diversas circunstancias) sobre todo en los casos cuando la víctima aun no toma o ha tomado la decisión de denunciar el hecho y al vícitimario; médica (por ejemplo, casos de lesiones o violación); o psicológica, simplemente ser escuchada sin ningún tipo de expectativa ni culpa (Ferrer, M. en Conarepol, 2007). Es por ello que, al proporcionar servicios y asistencia a las víctimas, es necesario prestar atención a las que tengan necesidades especiales por la índole de los daños sufridos o debido a factores13 agravantes y latentes al momento de la atención por parte de los cuerpos de policía. Existen situaciones características de cada persona que le pueden condicionar para que esta termine convirtiéndose en víctima y que además, la distingue de un tipo u otro de víctimas de cara al delito. La victimización afecta a cada persona de una manera diferente y causa diferentes grados de lesión o trauma (Dussich, (s/f):118). Es inevitable evaluar algunos daños como más graves que otros, e incluso es inevitable distinguir entre personas según el grado de daño que hayan padecido. Es muy probable que la víctima de una violación sufra mayores daños que los miembros de su familia u hogar; sin embargo, si se consideran los casos de víctimas de homicidio donde la víctima directa no padecerá daño perceptible, y a pesar de ello son sus familiares quienes indirectamente quedan afectados por el hecho delictivo, y por las secuelas de la victimización. Partiendo de un supuesto así, se hace necesario jerarquizar la atención que se presta a las personas afectadas (Birbeck, C. 2006). 13 Según lo versado en numeral diecisiete (17) de la Declaración sobre los principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y de Abuso de Poder. Asamblea General de las Naciones Unidas, 1985. Sobre este particular, Puya N., (2001), hace mención a que “existen individuos que por su naturaleza, las circunstancias en que se encuentre, su forma de ser o personalidad, fácilmente se convierten en víctimas tanto pasivas como voluntarias de los más diversos delitos” (18). Por lo que en su estudio este autor distingue algunos factores victimógenos tanto inherentes a la persona en sí misma –factores endógenos–, así como externos a ellas –factores exógenos– que de igual modo le exponen, y que en caso de llegar a ser víctima de delito harán que amerite un trato diferenciado al acudir a la instancia que competa en materia de atención a víctimas. Factores Exógenos 1. Estado civil Factores Endógenos 1. Biológicos 2. Escolaridad 1.1. Debilidad corporal 3. Procedencia 1.2. Edad 4. Familia 1.3. Sexo 5. Profesión 2. Psicológicos 6. Espacio y tiempo vícitimal 2.1. Procesos cognitivos 2.2. Esferas afectivas Fuente de información: Clasificación hecha por Puya N. Juan M. (2001), Pp. 157. 2.3. Personalidad 2.4. Desviación de los instintos Elaboración propia Figura n° 2 2.5. Otros 14 Siendo así, cuando se trata de la atención y apoyo que se le debe prestar a las víctimas de delitos violentos, la actuación policial necesariamente se debe encausar considerando en principio algunos de estos factores victimógenos que exponen, y 14 Clasificación hecha por Puya N. Juan M. (2001), Pp. 58 que además hacen que la condición de haberse configurado en víctimas esté asociada a estas características propias de sí mismos(as), y de sus prácticas cotidianas. En algunos casos se les ha reconocido como víctimas especiales15, que para los efectos de la política venezolana de atención a víctimas se prioriza a partir de la incidencia que tengan ciertos tipos de delito violento, y que por tanto connota una variedad de víctimas con características bien precisas. La formación especializada para el personal que integre las OFAV más allá de estar fundamentada en el manejo de herramientas de asistencia primaria, debe contar con preparación comprobada para la atención particularizada según la población destinataria, en especial si se trata de poblaciones vulnerables tales como mujeres, indígenas, niños, niñas y adolescentes, ancianos, indigentes, población sexo diversa (GLBT), trabajadoras sexuales, entre otras. (Consejo General de Policía, 2010: 37). Partiendo del acogimiento de los principios fundamentales de todo ser humano en función de los derechos que universalmente nos son conferidos (derechos humanos), los funcionarias y funcionarios de los cuerpos de policía en sus diferentes ámbitos políticos territoriales, desde el momento en el que tienen contacto con una víctima del delito y/o abuso de poder policial, deben observar los siguientes principios (Resolución n° 83: Artículo 4): 15 Puya N. Juan M. (2001). La atención a las víctimas por parte de los cuerpos de policía con independencia de que la intervención policial con cierta tipología de víctimas, deberá ser objeto de estudio compartido con otras materias. Precisamente por resaltar algunas connotaciones especiales en la denuncia de las infracciones penales cometidas sobre menores de edad, mujeres, víctimas de abuso sexual, familiares de víctimas de homicidio, entre otros. 1. Acceso a la justicia. Garantizar a las víctimas de delito y/o abuso policial, el acceso a los mecanismos de justicia, informando de manera inmediata a los interesados sobre el procedimiento a seguir para acceder a los mismos según sea el caso. Utilizar, cuando proceda, estrategias y técnicas para la solución alternativa de conflictos, tales como: la conciliación, la mediación, el arbitraje y la negociación. 2. Trato justo. Las víctimas de delitos y/o abuso policial, serán tratadas con consideración, respeto, equidad y sin discriminación alguna. 3. Asistencia. Los cuerpos de policía brindarán la asistencia necesaria a la víctima según cada caso particular, atendiendo a las recomendaciones de un equipo interdisciplinario. 4. Celeridad. Los miembros de la OFAV, evitarán demoras innecesarias en las actuaciones, agilizando los procesos y la asistencia integral de las víctimas. 5. Información. Las víctimas de delitos y/o de abuso policial, tendrán acceso a la información sobre las implicaciones que para ellas tienen los procedimientos policiales o judiciales, las actuaciones, el estado de su causa y la decisión que se haya tomado respecto a la misma. La intervención de las y los funcionarios cuando prestan asistencia a las víctimas queda preestablecida por irrestricto marco legal a cuyos lineamientos se adecuan estos, con principios básicos y fundamentales, a los cuales vale la pena añadir una característica que permite por una parte, brindar mejor asistencia y atención a las víctimas, y por otra, iniciar procesos de confianza de la ciudadanía hacia los cuerpos de policía. Se trata de la confidencialidad para reservar, resguardar y proteger la identidad del denunciante (Consejo General de Policía, 2010: 29-47). Los cuerpos de policía en el marco del nuevo modelo policial venezolano, han orientado su actuación a asumir la proximidad a la ciudadanía como primicia de sus labores, lo que conlleva en esencia a que representen el cuerpo de seguridad ciudadana de primera mano para la ciudadanía, y por tal motivo, cuando se suscitan situaciones en las que se victimiza a una o varias personas serán la instancia más inmediata a la cual la ciudadanía podrá recurrir. Lo expuesto en la resolución ministerial n° 86 en materia de atención a la víctima, resalta dos momentos cruciales en esta materia; el primero, sobre la creación de la OFAV en los cuerpos de policía, la cual fundamentalmente detalla las atribuciones de la actuación policial16 para asistencia a personas víctimas; y el segundo, que precisa sobre la garantía del procesamiento adecuado de la denuncia17. Dos ámbitos de acción que coinciden en la intervención in situ de la policía como instancia formal y cercana a la ciudadanía cuando se trata de atención a víctimas. En concordancia con Navarro (s/f: 26, 27) quien considera que al momento de prestar asistencia, atención y apoyo a las víctimas se suscitan dos momentos vitales de la participación 16 Artículo 1: Se crea la Oficina de Atención a la Víctima en los Cuerpos de Policía en sus diversos ámbitos político territoriales, la cual tendrá entre sus atribuciones la recepción, trámite, registro, evaluación, asistencia y protección de la víctima en los casos de delitos y/o abuso policial; asimismo, desempeñará sus funciones conforme a mecanismos que garanticen un tratamiento digno y respetuoso, protegiendo la intimidad y seguridad de las víctimas, sus familiares, testigos y demás sujetos procesales, contra todo acto de intimidación y/o represalia (LEFPol, 2009). 17 Artículo 5: Las Oficinas de Atención a la Víctima, garantizarán el procesamiento inmediato y adecuado de la denuncia o requerimiento de las víctimas de delitos, manteniendo un registro de estos casos (LEFPol, 2009). de la o el funcionario: (1) la atención primaria a las personas víctimas, y (2) la recepción de la denuncia como tal, es decir, la toma de la declaración del hecho suscitado. El cuerpo policial es el primero que entra en contacto con las personas relacionadas con un delito, y a veces no hay más pruebas que el testimonio de una víctima, es por ello que, cuando nos referimos al primer contacto que hacen las personas víctimas con la policía, se hace necesario establecer un clima o ambiente de tranquilidad y armonía sobreponiéndose a la situación que contextualiza a la víctima; ello permitirá que actúen en función de considerar aspectos que son fundamentales para la siguiente fase donde se recibirá la declaración y denuncia como tal (Navarro, s/f: 2427). Entre los aspectos a considerar se encuentran: (1) privacidad, preservando la intimidad de la(s) persona(s) proveyendo un espacio específico para su atención; (2) objetividad, sin emitir juicios de valor y/o apreciaciones personales; (3) receptibilidad, prestando singular atención al relato; (4) credibilidad, mostrando una actitud positiva y cercana; finalmente (5) información, dándole a conocer sus derechos, protección legal y asistencia psico-social que le será brindada. Añadiendo un aspecto relevante sobre todo, cuando sean las víctimas indirectas18 (sin menoscabo de las víctimas directas del agravio) sería necesario asegurar al denunciante un nivel de confidencialidad19 desde que este acude a la institución policial. La importancia de atender todo lo anteriormente mencionado tiene dos objetivos fundamentales: primero, lograr la escucha activa a la víctima, y segundo, la 18 Las víctimas de abuso policial son objeto de persecución, acoso y hostigamiento por parte de los funcionarios policiales” (Conarepol, 2006). 19 Según lo versado en la Resolución ministerial N° 83, Art. 9; señalado en la Practiguía elaborada por la CONAREPOL en materia de atención a víctimas, se mantendrá confidencialidad en tanto que, Establecer mecanismos para la denuncia anónima para reservar, resguardar y proteger la identidad del denunciante (Pp. 26, 49). obtención de información lo más veraz posible de cara a una declaración eficaz para el posterior trabajo. Existirán situaciones de personas víctimas que ameriten, según lo definan tanto particularidades de la persona víctima así como la tipología del delito, la o el funcionario policial debería valorar la pertinencia de posponer algunas actuaciones policiales (toma de declaración ruedas de reconocimiento, visionado de fotografías…) para otro momento; no obstante, en este punto, se debe tener también en cuenta, que “cuanto mayor sea la demora en la toma de declaración, mayor será el riesgo en la credibilidad del testimonio” (Alonso, M., 1994), ya que cuanto más tiempo pase, se puede dar mayor número de errores en la declaración. En otro orden de ideas, se plantea que cuando se trata de abuso policial, debe haber interconexión entre la OFAV y la Oficina de Control de Actuación Policial (OCAP). Ello significa que las y los funcionarios adscritos a la OFAV son más próximos a los ciudadanos, al momento de formular una denuncia, cuando una o un funcionario policial vulnere la condición de alguna persona en el ejercicio de sus funciones. En la práctica, de todos los delitos cometidos solamente se persiguen aquellos por los que se ha formalizado denuncia, siendo una minoría los perseguidos de oficio. De hecho, determinados delitos solo pueden perseguirse previa denuncia del perjudicado. Por tanto, “se hace evidente que la víctima es la que tiene en sus manos la puesta en marcha del sistema legal” (Puya N., 2001: 15). Según la ENV (2006), la denunciabilidad promedio de los delitos se encuentra por el orden del 30%. Las razones para no denunciar reflejan, fundamentalmente, desconfianza en la atención que prestaría la policía a las denuncias o en que sean registradas. Así mismo en 2009 la situación no fragua pues el promedio de denunciabilidad de los delitos se halló en el orden del 30%. Ambos estudios señalan que uno de los aspectos que más interesa a la población victimizada es la garantía de su integridad física y moral, ya que la “protección contra retaliaciones”, si bien se considera una acción esencial en materia de atención a la víctima, resulta inexistente o inaplicable dentro de la dinámica socio-jurídica de nuestro país. Los resultados de la ENV (2006) expuestos por Gabaldón, L. et al. donde este autor plantea que “entre las razones para no denunciar, resaltan [que] no harían nada con la denuncia (38,5%), no tomarían la denuncia (15,6%), el hecho fue de escasa importancia, no hubo pérdida (13,9%) y por miedo a represalias por parte de los responsables del hecho”. En la consulta elaborada por la Conarepol en el mismo año, los grupos de víctimas y familiares del abuso policial indicaron que “las denuncias no son debidamente atendidas y no se les da respuesta a largo plazo. Por el contrario, el policía ve al denunciante como un enemigo y lo criminaliza” (2006: 72). Adicionalmente, se mencionó que “la atención de la denuncia depende del estatus de quien la hace y los policías se parcializan claramente: si el denunciante es pudiente, le dan curso a la denuncia; si no lo es, la descartan, botan los expedientes y dan fin al caso” (p. 77). Estudios sobre víctimas de delito han destacado que en las prácticas policiales se suele detectar discriminación de determinados sectores vulnerables a la hora de considerar sus denuncias (por ejemplo: discriminación a mujeres, por orientación sexual, por posición económica, entre otras). Burin, D. (2003) citado por Gutiérrez, L. (2008) expresa que …algunos funcionarios policiales muestran arraigo a falsos mitos y creencias que tienden a perpetuar la violencia contra la mujer como un asunto que se debe resolver en el interior de los hogares, e incluso se justifican los incidentes violentos como algo necesario (p. 23). Haciendo más comprensible este particular; cuando se trata de la fase secundaria de victimización; Jorge Corsi (s/f: 2) refiere a esto una experiencia que el mismo ha titulado ¿Por qué es más fácil creer al víctimario que a la víctima?: En la década del 50, un equipo de psicólogos sociales americanos realizó una experiencia que consistía en presentar materiales filmados a un grupo numeroso de personas de variadas ocupaciones, para que contestaran luego un cuestionario sobre dicho material. Uno de ellos mostraba entrevistas con un ex torturador de la Alemania nazi y con un ex prisionero de los campos de concentración (sin informar al grupo de las respectivas identidades y antecedentes); las entrevistas versaron sobre temas generales... en el cuestionario posterior, la mayoría de quienes habían presenciado el material fílmico definieron al torturador como más seguro de sí mismo, coherente, veraz y confiable, mientras que percibieron al torturado como inconsistente, vacilante, poco confiable, contradictorio y poco veraz. Las conclusiones de esta experiencia se ajustan a lo que ocurre cuando los protagonistas de violencia familiar, a raíz de los efectos psicológicos de la victimización, son percibidas como contradictorias, emocionalmente desequilibradas y, por lo tanto, se tiende a desconfiar de la veracidad de su testimonio. En cambio, el perpetrador se muestra como más confiable, en función de su fachada de seguridad, racionalidad y aplomo. Cuando esto ocurre, están dadas las condiciones para que se produzca el fenómeno de la doble victimización. La victimización secundaria o como también se le suele hacer mención “revictimización” comienza ante la policía. La policía es normalmente el nexo de unión entre la víctima de un delito y el sistema jurídico penal, su puerta de entrada en el proceso. Recién sufrida la agresión la víctima ha de comparecer en las dependencias policiales donde generalmente se le hace esperar. Allí es atendido por una o un funcionario que, por regla general, carece de conocimientos en la intervención psicológica con víctimas y cuya principal preocupación es la de acumular el mayor número de datos posible que conduzcan a la detención del agresor. Por otra parte, es normal que la víctima tenga que dar cuatro o cinco veces la misma versión de los hechos. Así pues, el ciudadano que requiera a una patrulla para cualquier intervención deberá dar la primera versión a los agentes actuantes, una segunda o tercera en las dependencias policiales y a los fiscales del Ministerio Público; una más en el Juzgado, por si posteriormente, en otra ocasión, si es necesaria la ratificación y otra final el día del juicio (Puya N., 2001). Es todo esto lo que representa para la víctima haber ingresado al sistema de justicia penal, pues para estas instancias del Estado que siguen actuando bajo esquemas, altamente burocratizadas, suelen olvidar los perjuicios experimentados por la víctima, que hace y produce también que la víctima se sienta maltratada por el sistema legal. Otro derecho fundamental que tiene la víctima en todo este proceso de atención es el relativo al resarcimiento y la compensación, el cual inicia desde el momento en que la víctima tiene un primer acercamiento con alguna instancia formal de justicia, bien sea para establecer su denuncia o no. Cuando se le causa un daño a la víctima la reparación es uno de los principales objetivos del proceso penal y corresponde a las o los jueces garantizar tal derecho. La víctima de abuso del poder tiene el derecho de ser indemnizado por el Estado, mientras que las víctimas de delitos comunes tienen el derecho de obtener su reparación económica. Por no tener influencias, en ciertas ocasiones no se les da credibilidad ni respuesta a las víctimas, aún y cuando contemplamos como principio inmediato del proceso de incursión en el sistema de justicia penal la Justicia Restaurativa. Las disposiciones de la Declaración20 en su numeral 3, dan por sentado que serán aplicables a todas las personas sin distinción alguna, sea de raza, color, sexo, edad, idioma, religión, y otras condiciones que pudieran asociarse. No obstante, en Venezuela actualmente se cuenta con acuerdos reparatorios los cuales son parte de la justicia restaurativa y forman parte de nuestra legislación (COPP). A pesar de las sanciones legales que existen en todo el mundo para prevenir el abuso de poder policial, este sigue ocurriendo con creciente frecuencia e impunidad relativa. Fundamentalmente, hay cinco consideraciones al abuso de poder: (1) el tipo de abusador, (2) el abusador específico, (3) el método utilizado, (4) 20 Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, adoptada por la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas en su resolución 40/34. las víctimas, y (5) el grado de lesiones y daños. En cada una de ellas hay numerosos ejemplos, circunscritos a jurisdicciones de rango mundial, que van desde el apartheid sudafricano (1961-1994), hasta la organización criminal conocida como la mafia, que usa chantaje, coacción, intimidación, soborno y la corrupción en los ciudadanos inocentes que causan la muerte extensa, el sufrimiento y la pérdida de propiedad (Dussich, s/f). El ejemplo más reciente de abuso de poder es el gobierno de la antigua Yugoslavia que utilizó formas extremas de agresión, contra croatas, musulmanes de Bosnia y Herzegovina; y más recientemente kosovares étnicos con asesinatos en masa, violaciones masivas, extensa destrucción de bienes, edificios y símbolos culturales sagrados, en su mayor parte haciendo caso omiso de los protocolos. Las víctimas y familiares de abuso policial consultados por la Conarepol en el año 2006 señalaban en este sentido que “por no tener influencias no se les da credibilidad ni respuesta a las víctimas. Además, las víctimas de abuso policial son objeto de persecución, acoso y hostigamiento por parte de los funcionarios policiales” (Conarepol, 2006) que probablemente han estado involucrados en la comisión de algún tipo de delito. Según lo versado en la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, los Estados deberían considerar la posibilidad de incorporar a la legislación nacional normas que proscriban los abusos de poder y proporcionen remedios a las víctimas de esos abusos. En particular, esos remedios incluirán el resarcimiento y la indemnización, así como la asistencia y el apoyo materiales, médicos, psicológicos y sociales necesarios. Sobre este causal Venezuela ha avanzado notoriamente, e incluso se ha proyectado sobre políticas sociales de asistencia, orientadas a establecer redes de atención primaria. Más allá de considerar a la víctima como “persona natural que experimenta una lesión objetiva de bienes jurídicamente protegidos” (Puya, J. 2011: 12), se empieza a visualizar la misma como un sujeto de derecho, y de hecho; esto en tanto que la acción de las instancias formales de control están en obligación de brindar una atención adecuada y de calidad a las víctimas tanto de delitos, como de abuso de poder, aun y cuando quienes perpetran este tipo de delitos al mismo tiempo se configuran en la instancia protectora. Plantearse entonces ¿en qué medida los cuerpos de policía se configuran como victimarios de sus protegidos(as)?, y paradigmáticamente ¿de qué manera se involucran en casos que ameritan de su atención cuando el agresor (a) es una o un funcionario policial? y, finalmente ¿sigue imperando la discrecionalidad sobre la actuación policial al atender a las víctimas, o se empieza a asumir la intervención sin distinciones ni agravios añadidos a las víctimas que a ellos acuden? Sobre el proceso de atención también debe tenerse presente que, las personas que trabajan para prevenir la victimización podrían haber derivado empíricamente en hechos con el fin de reducir la vulnerabilidad de las víctimas potenciales. Interventores de crisis podrían reducir de forma efectiva el sufrimiento de las víctimas inmediatamente después de la victimización y prevenir la escalada de trauma. La necesidad de contar con un protocolo bien pensado ejecutado por especialistas, mejor podría resultar para facilitar la recuperación de las víctimas y reducir o eliminar el sufrimiento a largo plazo y promover el retorno a una vida estable y funcional para los victimizados (Dussich, J. s/f). Es importante señalar que no siempre las víctimas acuden a una oficina o coordinación en la que se encuentran las y los funcionarios; existen ciertas ocasiones en que la actuación de los Cuerpos de Seguridad será in situ, es decir, que tienen lugar en el campo de desempeño, en el lugar donde están ocurriendo los hechos. En esa labor no solo debe estar comprometida la asistencia, sino, ciertamente, todas y todos, pues no estamos exentos. Por eso es tan relevante la tarea de prevención victimal, que es un punto álgido, pues muchas veces las personas solo deciden dejar transcurrir los hechos o que estos se consumen, en lugar de acudir a tiempo y evitar resultados negativos. Probablemente esto tenga lugar en actos flagrantes, sin embargo, cuando se trata de víctimas consumadas, debe considerarse que el desconocimiento por parte de la ciudadanía de la relación entre la OFAV y la OCAP implica que esta última tiene la competencia de hacer el seguimiento interno sobre el procesamiento y correctivos frente a las y los funcionarios policiales, paralelo a la apertura de un caso en una instancia ajena, y que en trabajo conjunto podría tener lugar una incidencia positiva en los índices de resarcimiento y aplicación de justicia penal. La consideración de algunos factores inhibitorios y favorecedores sobre la denuncia por parte de víctimas de delitos violentos, incide de una u otra manera en la actuación de los cuerpos de policía para atender, y proteger a las víctimas de este tipo de hechos. Es así como, suministrar información sobre la aptitud y propensiones de los sujetos para convertirse en víctimas del delito, las relaciones entre delincuente y víctima, los daños que padece la víctima y los mecanismos de reparación, los programas de prevención del delito dirigidos a determinadas víctimas potenciales, el comportamiento de la víctima denunciante ante la instancia de control social formal, o la inmersión en procesos de victimización secundaria (Puya, J., 2011: 10). Finalmente un particular que probablemente no se ha abordado, y que tiene suma importancia para la actividad policial; propone traer a discusión consideraciones sobre la existencia de profesiones con riesgos potencialmente victimógenos. Es el caso de policías, taxistas o empleados de banca, que tienen necesariamente que asumir el riesgo. Cabría entonces ¿considerar sanciones tan rotundas sobre los cuerpos de seguridad?, esto en función de lo expuesto por la CIDH en su Informe Anual 2004, numeral 231.5 en el que expresan “…poner en práctica mecanismos de sanción y remoción de miembros involucrados en violaciones a derechos humanos durante el ejercicio de sus funciones, apelando a la aplicación irrestricta de la sanción penal”. Ahora bien, ¿será acaso que siempre las y los funcionarios policiales son garantes de derecho o victimarios en el peor de los casos?, o ¿es que la investidura que les otorga ser policía los desdibuja de su carácter humano cuando se trata de situaciones donde las víctimas de delitos violentos son ellas y ellos? Aun cuando los procesos de reforma dados en países como el nuestro son necesarios, no debe caerse en el error de considerar que por sí solos constituyen una política integral de seguridad ciudadana. Las agencias de seguridad y los cuerpos policiales son tan solo una de las aristas a considerar, y los procesos de reforma deben ser comprendidos en su justa dimensión, sin sobrestimar su alcance. En términos generales, asumimos la aseveración de Dammert, L. y Bayley,Y. (2005) cuando afirman: …los problemas de criminalidad policial o de la ineficacia de la policía no podrán resolverse solo con reformas policiales, sino dentro de una visión sistémica más amplia, de todo el sistema de justicia penal, y más allá de este que incluya la consolidación de democracias legítimas y estables que promuevan una distribución equitativa del bienestar El estado social de derecho impone límites claros y precisos para la actuación policial. La potestad de la coerción concedida a los funcionarios policiales, debe tener como marco el respeto de la convivencia social y de los derechos y libertades de las personas. Es en su actuar, en el empleo de los recursos y en la aplicación de los procedimientos, donde la autoridad pone en juego la legitimidad de su acción.