“A los toreros les da más miedo una aventura que antes”

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ENTREVISTA
Niño de la Capea:
“A los toreros les da
más miedo una aventura que antes”
“El toro es un animal en constante evolución y la afición es cambiante. Pero afortunadamente la filosofía del toreo es eterna.
El ruedo sigue siendo redondo y el torero se siente solo frente al toro. Y esa soledad es la que distingue a este espectáculo de
cualquier otro. No hay amparo por ninguna parte. Eres tú contra ti mismo, contra tus miedos y contra tus limitaciones, y todas
te las va descubriendo el toro a lo largo de la vida”. Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea.
Texto: José Ignacio de la Serna Miró
Fotos: David Cordero y Madrigal
Pregunta | ¿A qué se refiere exactamente?
Respuesta | El hombre tiene limitaciones de
valor, de inteligencia, de arte, de poder, de técnica… Siempre se tienen limitaciones y no conozco a nadie que no las tenga. A nadie.
¿Incluso las figuras?
Todos, incluidas las figuras. El toro tiene
dos fases. En la primera te enseña tus limitaciones y con el tiempo, algunas, las vas
superando, pero luego está una segunda
fase en la que te das cuenta de que no eres
capaz de superar ciertas cosas, y esa incapacidad es la que te va arrastrando hacia la
retirada. El que manda en el ruedo sigue
siendo el toro. Eso no ha cambiado. Lo que
pasa es que hoy nos hemos cerrado en muy
pocas ganaderías, en un solo encaste, el de
Domecq. En consecuencia el comportamiento del toro es muy parejo todas las tardes, por la única razón de que es el mismo
toro. Eso sí que ha cambiado. Pienso que los
toreros están cometiendo el error moderno
de apuntarse a muy poquitas ganaderías y
eso les está restando capacidad de aprender
y de ampliar sus conocimientos, y el público
de sorprenderse. El espectáculo es mucho
más previsible. Al mismo toro, misma
faena.
Siempre han existido ganaderías de
“garantías” que son reclamadas por las
figuras, pero los toreros de su generación también se anunciaban con otros
encastes. ¿Qué ha sucedido?
Creo que en el fondo a los toreros de ahora
les da más miedo una aventura. Prefieren asegurar el triunfo que asegurar su evolución.
Hoy tenemos toreros maravillosos y no me
cabe la menor duda de que se ven los muletazos más hermosos que se hayan visto. Pero
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ese muletazo es previsible en su belleza. No
sorprende. Porque la sorpresa la da siempre
el toro. La capacidad de una figura consiste
en adaptarse a todo tipo de embestidas.
Hoy prefieren asegurar su continuidad como
figuras triunfando todas las tardes que buscar un poquito más en su interior.
Sin embargo, esas figuras hablan de su
constante evolución, de su madurez artística... e incluso utilizan continuamente la palabra “expresarse”.
No se puede madurar de verdad con el mismo toro. Es como estar cuarenta años con la
misma mujer, la conoces perfecto, pero si
cambias probablemente te lleves sorpresas.
Y las sorpresas a veces son favorables y enriquecedoras y a veces no. Con la gran capacidad que tienen las figuras, algo fuera de
lo normal, deberían atreverse un poquito más
a matar otros encastes.
¿Cree que con otros se puede triunfar?
¡Claro que se puede triunfar! Si han triunfado desde la época de Belmonte, ¿por qué no
lo van a hacer ahora?
Pues porque a lo mejor es un toro que
no ha evolucionado, porque quizás no
soporte la exigencia de series ligadas de
mano baja…
Yo siempre oí decir que el mejor torero es
aquel que más toros le caben en la cabeza.
Que un toro coja la muleta de una forma o de
otra es una cuestión técnica. Y eso es lo que
les falta experimentar. El mismo toro nos lleva a la monotonía.
A no ser que el torero sea un artista…
Los artistas se cuentan con los dedos de una
mano, pero no tienen continuidad. Un torero debe buscarse a sí mismo, ver hasta dónde puede llegar. Si con un determinado tipo
de toro es capaz de llegar a lo máximo, también tiene que ser capaz de alcanzar ese nivel con otros encastes. Esa inquietud hay que
escarbársela a los toreros.
Eso se llama ambición…
Otra cosa es que el torero considere que sea
o no el momento de buscar en su interior, de
lanzarse a la aventura. Eso es una cuestión
muy personal y ahí no me meto. Quizás algunos piensen que aún no ha llegado el momento de matar otro toro.
¿El toro de hoy cuando sale bravo es más
noble y bravo que nunca?
Sí, pero también es mucho más previsible. Y
al ser previsible le quita emoción a la fiesta,
lo miremos como lo miremos. El toro previsible no estimula a la gente ni le llega al alma.
Ni demuestra la verdadera importancia que
tiene lo que se le hace. Porque al ser previsible el espectador intuye lo que se le va a ha-
cer. Lo ven hecho antes de que ocurra, aunque tenga una enorme dificultad, la prueba es
que con ese mismo toro solo consiguen ser
figura unos pocos. Y si son figuras es porque
son superiores a los demás. Quiero dejar claro que aunque el toro sea previsible lo que hacen es dificilísimo. Pero para darle más ilusión
y emotividad al toreo hay que abrirse a
otros encastes.
Usted sí los mataba.
Ya te digo que éramos más valientes a la hora
de apostar por otras ganaderías.
¿Eran conscientes de ello o era lo normal
hace treinta años?
Era lo normal. Pero también había más diversidad de ganaderías que ahora. Luego cada
torero tenía una mayor facilidad para triunfar con un encaste que con otro, por eso cuando podías te llevabas a tu rival a tu terreno,
y viceversa. A Paquirri le iba más el toro de
Álvaro Domecq y a mí el de Arranz, por citar un ejemplo.
”P
or temple
y valor, Miguel
Ángel Perera
es el heredero
de Dámaso
González”
En definitiva, no había tantas exigencias.
Las ganaderías también eran más cortas y no
podías hacer una campaña completa solo con
una. Tenías que abrirte a la fuerza. Ahora puedes arrancar en las Fallas de Valencia y acabar en Zaragoza con la misma ganadería. Eso
puede ser rentable en lo que a triunfos se refiere, pero a la larga no es bueno para el torero ni para el aficionado.
Pero muchas ganaderías se han venido
abajo y es lógico que no quieran matarlas.
Ya, vale, pero al ganadero hay que estimularlo.
Si lo vas arrinconando pierde la fe, la ayuda
que necesita y la confianza. Otro grave problema es que el toro se ha comercializado demasiado y muchos ganaderos en vez de
apostar y seguir trabajando con el encaste que
tienen han dado un giro radical a su ganadería
al comprar un toro que se vende con mayor
facilidad. Eso ha hecho mucho daño.
Si el toro es más previsible que antes en
sus reacciones, ¿por qué los toreros son
más técnicos que entonces?
A lo mejor es una técnica extraordinaria para
el tipo de toro que matan ahora. Pero, ¿será
igual de buena para otro? Esa pregunta queda en el aire.
¿Usted qué cree?
Que sigo admirando al torero que más toros
le caben en la cabeza. Al que sea capaz sin
perder su concepto de adaptarse a todas las
embestidas. Mira, la técnica está al servicio
del movimiento del toro, que se mueve y reacciona por estímulos provocados con el capote y la muleta. Y cada estímulo es diferente
en cada toro. Ese estímulo es el que aplica el
torero gracias a la técnica. Por tanto la técnica
es necesaria para estimular la acometida del
toro y convertirla en embestida. Sin técnica
no se puede torear. Pero hay que ser muy inteligente para interiorizarla. Cada toro tiene
una manera diferente de estimularse y eso es
lo que debe descubrir el torero. Hoy le hacen
al toro autenticas diabluras. Tienen una capacidad muy grande de absorber sus movimientos.
¿Más que en su época?
Probablemente. Se han encontrado con un
toro con una fijación de caracteres fuera de
lo normal y como lo matan a diario lo conocen a la perfección. Por eso se atreven a hacerle cosas que no se hacían. Pero como antes no había un encaste dominante podía surgir una sorpresa cada tarde.
De su época, ¿qué torero cree que ha influido más en la generación actual? Siguiendo El hilo del toreo de Pepe Alameda dicen que Paco Ojeda es uno de
ellos…
Solo creo en dos toreros revolucionarios
que han dado paso al toreo del siglo XXI: Juan
Belmonte y Manolete. De esos dos bebemos
todos. Y el primero, Ojeda. Él también bebió
de esas fuentes. Si no hubieran existido tengo dudas incluso de que el toreo hubiera continuado. Luego otro caso único en la historia,
inimitable, al que nadie ha podido seguir su
senda se llama Manuel Benítez El Cordobés.
Ese no ha tenido imitadores ni trazos para poder imitarlo. Ninguno de los que yo he conocido se ha parecido a él.
¿Cree que El Cordobés fue tan reconocido por los toreros de su época como
ahora?
Yo creo que sí, pero lo hacían en silencio.
Tuvo lo más importante que se puede tener:
fue un torero del pueblo. El público se despojó de complejos y de normas establecidas
y dijo éste es nuestro torero. Porque el que
manda es el pueblo. En el toreo solo se triunfa por dos razones: porque se nace con unas
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cualidades innatas excepcionales que te las da
Dios, o porque eres un torero de una sinceridad aplastante. Y cuando eres sincero el primero que lo capta es el público. Tengas el estilo que tengas.
¿Capea nació con esas cualidades o fue
sincero?
Me fui haciendo despacio. Tenía ilusión e intuición. Y hambre.
¿Y valor?
No, no he sido un torero valiente. Tuve el justo para conociendo al toro enfrentarme a él,
nada más. Conocer al toro me fue dando un
valor digamos… aparente. Sin conocerlo no
hubiera tenido el necesario para hacer una carrera importante. Fue el toro el que me marcó los pasos a seguir.
…
A veces salen toros con los que te acobardas.
Pero de verdad. Literalmente acobardao. Y no
sabes cómo hacer para superarlo. Entonces
surge una especie de rebelión interior contigo mismo que te demuestra que tú sí puedes,
y cuando crees que puedes es verdad que puedes. Es difícil de explicar porque son sensaciones. Es una lucha interna en momentos
puntuales en la carrera de un torero. Todos
tenemos en la vida algún toro de esos y además ocurre en plazas donde te juegas el ser
o no ser. A mí me pasó con el de Manolo
González en Madrid. Me entraron unas dudas tremendas mientras lo banderilleaban. Estaba muerto. Me pinchan y no sangro. Pero
entonces apareció mi otro yo. El yo del orgullo, de la ilusión y del amor propio. Un
hombre que no sabes que existe dentro de ti.
Afortunadamente sale pocas veces a lo largo
de un carrera, porque si no te da un infarto.
Lo importante es que cuando salga, el paso
sea siempre hacia adelante, porque de lo contrario hasta ahí has llegado. Se acabó tu carrera. No hace falta que te echen. Se mueren
de golpe tu ilusión y tu orgullo. Cuando sientes que ya no eres tú se sufre un “güevo”, pero
te tienes que marchar. Estoy convencido de
que el valor es como una botella de agua que
se va gastando. Dependiendo de los traguitos que le des, así dura tu carrera. Pero se acaba. Con el paso del tiempo y la suma de conocimientos la lucha con uno mismo es mayor. Eres más consciente de los riesgos que
asumes, y te falta el ardor juvenil. Cuando eres
más racional te vuelves más cobarde.
En el cenit de su carrera, recuerdo la tarde de los seis victorinos en Madrid, en la
Corrida de la Prensa de 1988. ¿Cree que
después algún torero ha llegado a torear mejor con la mano izquierda a un toro
de esta ganadería?
Pues no lo sé… Es difícil contestar. Pero sí
hubo una serie al natural que fue la expresión
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de lo que era Capea, de la autenticidad de Capea. De cómo fue, de cómo era y de cómo
sentía. Poder trasmitir en una tarde como esa,
en una plaza como Madrid, cómo eres realmente aunque solo sea en seis muletazos no
está al alcance de cualquiera. No todos los toreros han tenido esa suerte. Para mí fue el
triunfo de esa tarde.
¿Se sintió artísticamente realizado?
Me sentí El Capea, que era lo más importante
y probablemente lo que más había perseguido
en mi vida de torero. Lo sentí en esa serie y
no hizo falta más.
La prensa le trató con dureza, por decirlo
de alguna manera, sobre todo en su primera época.
Durante muchos años fue dura e injusta conmigo. Pero lo superé teniendo fe en mí mismo y sabiendo que mi meta estaba muy por
delante de lo que estaban diciendo. Cada día
estaba más cerca, lo veía venir, lo intuía…
Pero la prensa no. Sufrí momentos de incomprensión, pero pasito a pasito lo fui logrando, por mandatos del toro, porque cada
año había un toro que me marcaba un pun-
”T
enemos
que recuperar
el lenguaje
de siempre.
Se oyen muchas
chorradas.”
tito más en mi progresión. En un pueblo cualquiera sale ese toro que te ayuda a dar un paso
más. Cuando tú sientes eso no te afectan las
críticas. La confianza es total. Sabes que cada
temporada le das a la tuerca una vuelta más.
Al final de mi carrera valoraron mi sinceridad
y mi madurez como torero.
¿Qué torero de su época le llenó más?
Manzanares. Me llenaba muchísimo. Era mi
gran rival íntimo. Después he sido muy par-
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esa pareja. Creo que están picados, aunque
son muy amigos.
Quiero saber su opinión del epilogo de
la mayoría de las faena de hoy; faenas
larguísimas en las que el torero termina
acortando tanto las distancias con el toro
entregado que en ocasiones parece que
abusan de él, ¿es un abuso?
No, a mí me entusiasma. Porque para mí la
faena no es la parte final. La faena comienza
desde el primer capotazo. Por eso cuando el
torero da el último muletazo yo tengo en la
retina el primero. Eso es dominio total y absoluto. Además, no olvides que por muy dominado que esté un toro, en el fondo no
deja de ser un animal irracional y puede tener algo guardado que no hayas descubierto
antes. Esa incertidumbre está siempre en el
toro, incluso con la espada dentro. Insisto,
me encanta el dominio absoluto del toro
pero, ojo, desde el primer capotazo. Lo difícil es saber por dónde se deja poder un toro.
La diferencia entre una figura y el resto es
que la figura no solo es capaz de pensar para
que embista el toro, sino que lo hace también durante el trayecto del muletazo, con el
toro en movimiento. Eso está al alcance de
muy poquitos. El convencimiento del torero
convence al toro. Eso es capacidad humana.
El misterio del toreo: meterse dentro del
toro. Conectar con él.
¿Hacia dónde camina el toreo? Y me refiero al toro y al torero en el ruedo.
Esta claro que los cambios los marca el toro.
Si cambia su forma de embestir, cambiará la
forma de torear.
tidario de Dámaso González. Tenía la mejor
mano derecha que he conocido. Con el capote no te decía nada, con la izquierda era
regular y con la espada un desastre. ¡Y solo
con la mano derecha fue figurón del toreo!
Poseía un valor fuera de lo normal. Probablemente el torero más valiente que he visto
nunca. Al único torero que hoy veo en esa línea, con ese valor descomunal, que te sorprende cada día, que no le importa ni el toro
ni la plaza, se llama Miguel Ángel Perera.
Para mí es el heredero de Dámaso González.
Si no le muerde los pitones a los toros es porque no le da la gana.
¿Más que El Juli? Pienso que Perera es
más… ¿rígido de concepto?
Es posible que tenga un patrón de faena más
fijo, pero tiene tanto valor que se lo aplica a
todos los toros. Impone el mismo concepto,
al bueno, al malo y al regular. Juli tiene un
trazo diferente y posiblemente se acople a
más toros por el conocimiento que tiene y
sobre todo por lo que dices: porque tiene un
concepto más flexible. Pero la largura del
muletazo de Miguel Ángel en este momento
no la tiene nadie. Es una delicia ver juntos a
¿Hoy se cría un toro para el torero?
Sí, pero ¿hasta cuando? Hay que buscar un
equilibrio. Los toreros son los que llevan gente a la plaza, pero el toro también. Y lo más
difícil no es que la gente vaya a la plaza, es
fidelizar a los que han ido una vez. Yo soy partidario de meter siempre en los carteles a un
torero ‘incordio’. De los que viene arreando.
Son un aliciente. Hay otra cosa que me gustaría decir. Se ha perdido el consejo del banderillero viejo y experimentado, y eso es una
barbaridad. Cuando se está empezando el enfrentamiento con el toro puede ser una experiencia traumática. Tener a una persona a
tu lado que ya haya pasado por eso, que cuando te vea un momento de debilidad sepa darte la voz oportuna, el consejo para que descubras en un solo muletazo que tus miedos
eran infundados. Eso te lleva a crecer. Toda
la vida se ha dicho: “torero nuevo, cuadrilla
vieja”. Y al revés.
Mi padre dice que en el toreo muchas
veces se termina por donde se empieza:
en las novilladas sin caballos por los
pueblos…
Y es cierto. El consejo de un perro viejo, al que
tú le tengas fe, es un salvoconducto. Cuando eres nuevo, muchas veces te sientes impotente frente al toro. Un buen consejo
puede determinar el triunfo o el fracaso. En
mi caso fue El Brujo. Él era el consejo oportuno en el momento adecuado. Gracias al Brujo les hice cosas a los toros que no me atrevía. Ahora ves a novilleros que llevan a tres
chavales de veintidós años en la cuadrilla.
El triunfo o el fracaso ¿dependen de matices tan pequeños?
Sí, absolutamente.
Dicen los sastres de toreros que éstos se
han vuelto unos maniáticos, que antes
había un solo patrón de capote y muleta y no se quejaban.
Los trastos de torear son importantísimos. Es
una cuestión de sensibilidad. No todas las telas son iguales ni tienen el mismo tacto. Y
cuando un torero se pone delante de un toro
es tan sensible que cualquier variación la nota.
Si has tenido un tacto en los engaños que te
ha llevado a sentirte y a realizarte, ese tacto
se queda grabado. Por eso cuando cojes otra
muleta, aunque tenga la misma medida, si la
tela es distinta lo notas. Incluso te resta seguridad. Esa sensibilidad es muy difícil que la
pueda entender el que no se pone delante. El
torero no solo es maniático con esas cosas, es
que debe serlo. Significa que está buscándose a sí mismo, metido en su profesión. A mí
no me parece mal, al contrario, lo que ocurre es que los sastres quieren trabajar poco y
vender mucho (risas). Dicen que los toreros
viven en su mundo, ¡pues claro! Tienen
otras sensaciones, que a lo mejor son mentales, pero es consecuencia de la sensibilidad
que les da el toro y el miedo a perder la vida
y superarlo. Por eso son especiales. Cuanto
más viejo me hago más increíble me parece
que un hombre se pueda poner delante de un
toro.
De un tiempo a esta parte, el lenguaje
taurino ha experimentado un cambio notable. Ahora se oyen cosas incomprensibles... El año pasado oí a un torero decir de un compañero que había estado
muy bien porque “¡había conseguido cogerle la cara al toro para volcársela!”.
Llevo toda mi vida en esto y no tengo ni idea
de qué significa eso. El leguaje taurino se ha
perdido. O se está sustituyendo por otro que
no es el adecuado. Se utilizan nuevos términos, que no sé de dónde salen ni qué significan. Ahora dicen que el toro es “informal”,
o que “suelta la cara”… y cosas por el estilo.
¿Pero cuando ha sido un toro formal? Hay que
recuperar el lenguaje de antaño, es más
nuestro y matiza y explica mejor las cosas. O
sea, que le ha cogido la cara para volcársela…
Hoy se dicen muchas chorradas.
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