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I 'apto estos como los artículos que se] nos remitan , no 1
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Ño so ad laua oorraspoadaaoit qno no venga (ranea de ^ r t
^ O Ul—NOMERO. 682.
Viernes 10 de Octubre de 1856.
Cdicion do Madrid.
8ECCXOII DOGTBINAL.
Hace tres dias fué recojido nuestro periódico por un artículo en que nos ocupábamos
del estado de sitio : modirados en el estilo
por costumbre , y hasta retraídos en las reflexiones por amor y gratitud á la deferencia
coa que nos distingue el señor gobernador
civil , nuestra pluma iba mojada en tinta
apenas coloreada, y sin embargo no acertamos á dar gusto á los señores.
Hoy sin embargo Tolvemos á probar fortuna con otro artículo sobre el mismo asunto, en la creencia que no se ha de negar
solo á LA IBERIA tratar una cuestión sobre la
cual diariamente emiten su opinión amigos y
adversarios del gabinete > y retamos á que se
nos pruebe que nuestro escrito es mas duro
que los de otros periódicos sobre esta ma"
teiia.
Al hacer por segunda vez este ensayo, lo
emprendemos con sombrero en mano , saludando al censor, guardando muchos miramientos á S. E., inclinándonos ante el portero , y eucomendánilonos á San Antonio
Abid, abogado de lo perdido, para que haga
que no se pierda hoy este artículo para nuestros lectores. Va escrito con tinta simpática,
de manera que no es dudoso que ni aun puedan conocer los suscritores qué es lo que
queremos decir.
Dios nos acompañe y el censor se apiade
de nosotros.
Empezamos:
los instintos liberales; devuelto al trono su
prístino esplendor; en prosperidad creciente
la Bolsa; próximos á reanudar nuestras relaciones con la curia romana, y lodo en fio
devuelto á sus primitivas condiciones de lo
que llaman solidez y acierto,' ¿por qué no
levantar el estado de sitio?
Porque es de advertir, que los alardes de
fuerza, cuando la necesidad no los justifica
ó la previsión no los aboQf», lejos de ser li
manifestación normal y procedente de una
verdadera fuerza, no son otra cosa que un
repugnante simulacro de un poder que no
existe, ó la convicción de que tan efímeros
y deleznables son los cimientos sobre que
estriba, que se teme que al menor accidente
el minado edificio venga estrepitosamente
al suelo.
del poder supremo y sus administrados, y
de oponer caprichosas trabas al ejercicio de
un derecho csplícitamente consignado en la
ley fundamental que el mismogobierno acaba de publicar.
Si al gobierno le molesta el lenguaje de la
prensa, por descubrir en una parte de ella
tendencias demasiado reaccionarias , y en
otra aspii aciones demasiado liberales, elogios escasos y poco convincentes en unos,
mal embozadas censuras en otros, y en casi
lodos oposición; si tal es, decimos, la situación del gobierno respecto de la prensa, regularice en buen hora su ejercicio, siquiera
no se muestre mas propicio para con ella en
las disposiciones que al efecto adopte, que
lo fueron los González Brabo, los Pídales y
demás patriarcas del moderantismo. Todos
Miañaremos no pocoenello: el gobierno, haciendo pública o^tealacion de franqueza y de
confianza en sus fuerzis; nosotros, sabiendo á qué atenernos, escribiendo con arreglo á una paula lija, que nos evite el doble
1nconvenientede uua eterna perplejidad y de
las bruscas recojidas, inevitables cuando el
•escritor público no tiene un punto de parlida seguro, ni ctrtidumbre de llegar a la
meta qu se propone en sus intranquilas
Si, pues, al gobierno de nada sirve ese
andamio, puesto que, según sus sostenedores,
el secreto de su fuerza radica esclusivamente
en su tino, su firmeza y popularidad, ¿por
qué no prescindir ya de esa embarazosa armazón, que en nada robustece el alcázar de
la situación creada este verano, y lo que es
mas sensible, hace aparecer al gabinete Rios
Rosas-O'Donnell, harto menos amante de la
legalidad, de loquea él yásus adeptos conviene hacer creer?
tareas.
Díctese ya algún acuerdo relalivamente á
¿Se quiere por ventura ejercer por este
medio, esencialmente característico de la ia prensa, ijue lo que de libertad perdamos,
escuela moderada, una presión eterna sobre ganaremos en seguridad. Una vez conocido
la prensa, ó no es, como ha dicho un perió- el límite que se nos traza, no correremos el
dico muy allegado al ministerio, sino una riesgo de estrellarnos en los nunca bien defórmula? Si es lo primero, lo comprendemos terminados, en los nunca bien conocidos ba¿Qué significa la indefinida continuaciondei sin el menor esfuerzo, y mucho teraemps jíos de los mares de la política, hoy tan proestado de sitio? Hé aquí la pregunta que que todas las observaciones y argumentos celosos; nosotros nada tendremos que temer,
todos los hombres independientes se hacen á de hecho que softe el particular se aduzcan, y el gobierno no hallará en nuestra conducsí mismos; la pregunta que por donde quiera sean vanos sonidos perdidos en el espacio; ta razonable motivo de despecho : todo en
oimos resonar, sin que nadie, ni aun los mis- si lo segundo, cosa que á nadie aprovecha y el mundo periodístico marchará á su placer;
mos que quisieran darle una satisfactoria á muchos, ¿qué decimos á muchos? á una y por parte de este , si los suscritores no
contestación, acierten á resolver tan incom- institución tan legal como la que mas, per- leen siempre lo que de seguro quisieran leer,
prensible enigma. Poco, sin embargo, debe- judica en alto grado, debe dejar de existir, leeráji á lo menos algo diariamente , que es
remos esforzamos para demostrar todo lo puesto que en último análisis, no tiene razón todo el triunfo que en tal materia puede
ilógico é iuconveniente de la prolongación alguna, oi quisiera sombra de pretesto de conseguirse en los dias que corren. ¥ no se
de una medida, que si pudo ser necesariaen existencia.
nos replique que hay delitas comunes: ciermomentos de lucha á mano armada, hoy es
Interprétese como quiera esta cuestión, y to es que los incendios se han aumentado, y
en toda laestensioade la frase una suspicacia ora sea presión contra la prensa, como nos- que la estadística criminal es hoy mas alarridicula, ó un prurito vano de ostenttromni- otros creemos, ora mera fórmula, como ase- mante que en lie!n,¡o alguno. Mas si para
potencia.
guran los que por deber ó por cálculo se ple- levantar el estado escepcional se espera á
Al decir de los escasos defensoras de la gan dócilmente á todo, y á todo aplican las que tales crím«nes desaparezcan , como con
situación actual, la paz y el orden públicos J calificaciones mas melifluas que les es dado sangriento sarcasmo se ha tenido la audacia
están de tal modo asegurados, que nada deben inventar , nosotros rechazamos con igual de indicar, declárese sin pérdida de tiempo
temer por este lado el pais y el gobierno; el franqueza li presión y la fórmula. Nos cree- abolida la legislación civil , y proclámese la
nuevo orden do cosas descansa, en concepto mos en el caso y en el derecho de pedir que fuerza bruta como única protectora de la
de sus amigos, sobre tan anchas y robustas un estado de sitio tan inmotivado, y que sociedad, como el único puerto de salvación
bases, que nada puede conmoverlo y mucho así se hace sentir en daño de la prensa mo- en las tormentas políticas. ¿Por qué no cora
menos desquiciarlo; satisfechas, según los derada, sin escluir á la dócilísima y floxibi- plemenlar con tan magnífica declaración el
cantores del vicalvarismo, las neceiidades lísiraa Epoca,como en quebranto de la pren- pensamiento culminante de la escuela modepúblicas; acalladas las malas pasiones, que sa liberal, cese ya de interrumpir la regula- rada? Asi la razón humana , eternamente
en sentir de los neo-absolutistas, no son sino ridad que debe existir entre las relaciones sitiada , dejaría de ser el obstáculo terrible
AHCHCIO».
que desconcierta todas las empresas absolutistas y todas las preocupaciones del fan^
tismo : inagotable mina de grandeza y ce
opulencia para los hipócritas y sibaritas.
RKFLEXIOMES ACERCA DE LA PRISIÓN
PREVENTIVA.
II.
iCuál es el estado de nuestras cárcelest
Al leer e! epígrafe de este artículo, parece
que se trata meramente de hacer una descricion del recinto material, del orden económico y administrativo, y del régimen interior de aquellos establecimientos*. A la
verdad, que á esos puntos procuraremos limitarnos; pero ¡á cuántas elevadísimas reflexiones dá margen la sencilla pregunta
que nos hacemos! Cuestiones sociales de la
mayor trascendencia, encuentran acaso allí
la solución que en vano se busca en otra parte; hechos inconcebibles , monstruosidades
morales que aterran , escentricidades que
despiertan la curiosidad, secretos iudescifrables para el que sigue el ordinario rumbo de
la vida, hallan cumplida esplicacion en la
respuesta que pudiera darse. Abandonemos,
sin embargo, lan interesante punto de visla , que iralaremos de esponer en un artículo aparte, y ciñámonos al que nos debe
ocupar.
Las cárceles corresponden hace mucho
tiempo á la administración del Estado ; y
aunantes de que la ciencia y las leyes distinguieran las atribuciones y asuntos gubernativos de los judiciales, cuando todavía
una misma autoridad estaba encargada de
fallar en justicia sobre la suerte de los reos,
cuidar de ellos y hacer que sus condenas se
cumplieran. conslituia cada una de estas
ateuciones un ramo separado, de suficiente
complicación para necesitar dependencias especiales.
Andaban sin embargo á lo mejor confundidos, y a esta circunstancia atribuían hombres pensadores, ios males que siempre se
han deplorado. Hoy existe una división
profunda entre las varias ocupaciones que
suscita el encausado: la averiguación y castigo del deiíío, se ha dejad i á los jueces y
audiencias, con esciusion detoda otra autoridad; paradlo tienen los auxiliares y raedios que se han creído necesarios, y lodo
esto fuuciüaaado, constituye to que se lama
el piocediinienlo cu lualeria criminal. En
cuantoá la pusona del reo, es otra cosa;
las ideas no han acabado de lijarse, cienlíficaraente hablando; se hace cuanto se juzga
conveniente, y no se atiende mucho á su
clasificación. Así, la captura del reo se decreta y ejecuta por los jueces, ó bien y con
mas frecuencia, se hace sin fórmulas por los
agentes del gobierno civil, pudiendo también llevarla á cabo según nuestras leyes,
cualquier particular, si sorprende al reo
in fraganti, y teniendo en todo caso verdaiera obligación de auxiliar para conseguirla, á las autoridades; también estas puedea
efectuarla por sí, con derecho de exijirse
recíprocamente igual cooperación. De cualquier modo, ejecutada la prisión se ha de
lar parle al juzgado de primera instancia y
dejar el preso á su disposición, bajo la mas
estrecha responsabilidad del contraventor.
Esta entrega se limita empero á la facultad
de determinar que el encarcelamiento prosiga ó cese, conforme á lo que vá resudando del espediente ó sumario; pues en todo
lo demás, queda á disposición del gobernador de provincia , háyalo preso quien
quiera, y aun cuando lo haya llevado el
mismo juez.
El gobernador dá sus órdenes respecto al
régimen esterior é interior del establecimiento , sujetándose para ello á los reglamentos
que están dictados; esto, sin embargo, no se
opone a i^ac los jueces y audiencias debaa
hacer una visita de cárceles cada semana,
oir en ella á los pre?os, informarse de los
abusos que haber pudiere, y tomar aquellas
medidas que su celo les dicte. Pero ni la audiencia ni el gobernador se hacen cargo de la
manutención del preso ; porque siendo las
cárceles locales, y el riesgo de ocuparlas individual, no es justo, según la ciencia, que
toda la provincia cargue con el gravamen
que cada vecindario motiva ; y asi el presupuesto de manutención es cargo de los ayuntamientos; la pobreza de estos no puede remediarse sino con derramas sóbrelos vecinos
bajo uno ü otro nombré, y asi no es estraño
que mantenga en parte al preso , quien no
licne noticia siquiera del delito , si ya aó e
mismo agraviado por él.
Mas todas estas intervenciones no bastan,
y hay al inmediato cuidado de cada cárcel
un gefe especial, eJ alcaide , nombrado por
la administración civil, pero sujeto á todas
las autoridades; este , como único responsable de lo que allí ocurra, nombra sus dependientes , y para la vigilancia especial de
cada deparlamenlo elije entre los mismos
presos los auxiliares llamados calaboceros.
que ejercen también cierta autoridad sobre
cada individuo sometido á su custodia. La
paternal protección que la sociedad dispensa
al hombre no ha podido imaginar mas para
que no quede abandonado, mientras le priva
desús recursos personales, de su libertad; sia
embargo, el hombre allí está solo, completamente solo y á merced de otro mas osado,
ó de una turba bulliciosa, compuesta de in-
ajgagagggatjgaggwgggj
.ipeóse para continuar su camino i pié hasta
coloso que gimiendo y resoplando, alzaba y ba- dos... ó retorcido vea yo mi petcuezo por una por eso. Solamente murmuró pasando la lengu
Bakers-Row.
sobre
sus
labios:
jaba sus brazos melódicamente. No liabia oido hembra del demonio, mil rayus! aunqne se busAllí llamó fuertemente á la puerta de una gran
—Bueno...
señor
Paddy...
bueno!
SEGGIOll R E C R E A T I V A .
los pasos de sus visiladores y conlinu»1)a su tra- case con un candil no se enconlraria un bribón
casa,
que se abrió al instante. Detrás de la puer—Ya lo creo, borracbon, amigo mió, tonel de
bajo sin sospecbar su presencia.
de su talla tan bien corlado... Yo soy quien le
ta permanecían dos hombres , armas visibles,
aguardiente,
estúpido
bribón—replicó
dulceLa tierra ijue Sauuder desprendía á cada es- ha buscado, milord!
mente el capitán;—ya lo creo, ¡voto al inlierno! pero cuyo aspecto vigoroso decía suficientemente
fuerzo de su palanca, caía en una caja colocad
—¡Tiene aire de estar muy cansado!-dijo
que, después de abierta la puerta, había que
¿Le habéis visto bien, milord?
ilebajo, que vaciaba de tiempo en tiempo en Bembo.
Bembo hizo un gebtu de compasión, que Paddy vencer una nueva barrera.
uno de los toneles de que hemos hablado antes.
—¡Esta es la hora en que descansa, milord!
—¿Por quién preguntáis, caballero?
interpretó como una alirraucion.
Algunos pasos detrás, sobre una m«sa, habla un
En el momento en que Paddy acababa de pro—Por el Consejo de la Familia—respondió
—Vete á acostar—dijo—miserable cuba, en- Bembo.
reloj, una brújula, un nivel y algunos instrumen- nunciar estas palabras, el reloj dio las once.
PAUL FBVAIi.
tos de cálculo. Era el sitio del capitán Paddy
—¿Quién sois?
El Elefa'nte dejó caer su palanca y lanzó un marada mió... Duerme bien y... ¡que el diablo te
lleve!... no tengas malos sueños.
O'Cbrane.
—üu caballero de la Noche.
largo suspiro de alegría.
Suander se deslizó lo mejor que pudo entre
Bembo contempló algún tiempo con una muda
—Vuestra Señoría se ha retrasado—dijo el
—¡Enhorabuena , Saunder ! ¡enhorabuena 1
Bembo
y la pared. Un momento después, ronca- otro portero.... ó centinela, apartándose para
TERCERA PAEIE.
sorpresa aquella máquina humana cuyo poder —esclamó Paddy con tono paternal.—Veo que
estraordinari» estaba demostrado por todo cuan- sabéis contar, hijo mió... Bebed este vaso de ba como un cíclope.
dejarle paso.—Los caballeros están reunidos hace
Paddy atrajo á Bembo hacia su mesa y llenú ya mas de una hora.
to le rodeaba. El gigante estaba medio desnudo. aguardiente, triste criatura. ¡Pardiez! ¡A la sados vasos de aguardiente.
LA
«RAN
FAMILIA.
La luz de la últinn lámpara caia á plomo sobre lud de Su Señoría!
Bembo subió rápidamente una escalera grande
—Milord—dijo,—ya lo habéis visto todo...
sus liombros bañados de sudor. Veíanse á sus
Saunder se volvió y Bembo estuvo í punte de Bebo á la salud de Vuestra Señoría, ¡que el in- bien alumbrada, y al instante fué introducido en
músculos marcarse y desaparecer sucesivamen- soltar un grito de sorpresa, al ver la fisonomía
el espacioso salón en donde lady Jane B.... al
XXXIV.
te, destacándose las atléticas proporciones de apagada , sufiida , bonachona que mostró el gir- üerno me aguarde,., y me aguarde por mucho salir de la horrible caverna del Purgatorio hatiempo!
sus espaldas, tan superiores á toda medida hu- ganle. Por detrás, debía pensarse que Saunder
bía cambiado las veinte mil libras de su real
—Esto no me entera del estado en que se halla prütector por el diamante de la corona.
mana, hasta el punto que Bámbo creia soñar. tenia uno de esos rostros que hacen temblar á
SAUXDBR I L ELEFANTE.
Este esperaba con una especie de tímida curio- los débiles y contienen al hombre mas rosuelto: la mina—replicó Bembo.
Al rededor de la ancha mesa, cubierta con un
Paddy tomó un aire mas grave y su palabra
sidad que el gigante se volviese, pues pensaba
tapete verde, se hallaban sentados como unos
de frente no se encontraba en él mas que un niño tornóse mas sentenciosa.
—Es su manera de resoplar—repuso el capi- ver una terrible energía en el rostro de aquel de estatura colosal, cuya inmensa fuerza física
—Fuego del cielo!—dijo, mostrando un papel veinte hombres.
Un, ron su blasf.mia favorita, que no nos es per- descomunal hombre.
En el centro, sobre un sillón mas elevado,
estaba'coniraresUda por la absoluta falta de in- grasiento lleno de números bastante mal alineaPjddy yozaba con la admiración de su hués- teligencia.
mitido estampar »qui:—forzoso es creer que eso
semejante al trono de la capilla subterránea de
dos—respecto
al
cálculo,
nosotros
los
marinos
le divierle, porque no cesa... Miríd... ved aquí ped. Saunder era para él, y realmente lo era, un
Al ver á Bembo, lle"5se la mano á su frente ho somos mancos... Sobre la corbeta Arenque, Sania María de Crewe, se hallaba el señor maranimal bastante raro, para que dejase de essu cama y su botella.
descubierta , como si hubiese querido levantarse ¡ira de Dios! tengo hechas operaciones mas difí- qués de Rio-Santo.
Paddy señalaba un hueco practicado en »1 periinentar cierto orgullo al mostrársele á las
XXXV.
una gorra que no tenia. En Inglaterra, eu donde ciles que esta. Estamos bajo las cuevas, milord,
pared d« la galería, en donde se hallaba un» gentes.
á
diez
pasos
del
tesoro.
el
sombrero
de
un
caballero
parece
enclavado
en
EL CABALLERO AT^GELO BEMBO.
—¿Y bien, milord?—dijo por último con la vaverdadera jhu-'na cama. En cuanto á la botella,
la cabeza, este ademan es mas signifiealívo que
Como Bembo no tenia ningnn medio para comera un gran cúiitaro Je barro, que podría con- nidosa modestia de un ginete que presenta su
No solo se parecía el trono al do los íalfos
mejor caballo á la admiración de un visitador. - en cualquiera otro pais. Al mismo tiempo, Saun- probar aquel aserto, y el tiempo apremiaba, voltener seis pintas.
monjes de Santa María, sino que entre esta grader
se
puso
á
sonreír
inocentemente
y
bajó
los
vió
sobre
sus
pasos,
seguido
del
capitán
que
le
Al cabo de alguno-i pasos empezaron á subir Por todos los diablos!... ¿qué os parece mi peojos, como hubiera poJiJo hacerlo un niño tí- hizo un saludo respetuoso al llegar á la puerta ve reunión de boy y la reunión de los bandidos
una especie de rampa, y bien prontx), el capi- queño Saunder?
mido.
de la calle, deseándole cordialmente la condena- sentados ante ia mesa de una orgía, habia otros
—¡Es
iucreible!—murmuró
Bembo—sin
ruitán , deteniéndose de repente, tocó en la pared.
puntos de comparación.
—Es cortés—dijo el capitán con un laconismo ción eterna.
—Si Vuestra Señaría, voto ai infierna , quiere do... sin golpear... horadar tanto terreno...
Mr.
Svuitb
habia
partido
ya.
Frank Pcrceval, introducido súbitamente en
enfático,—cortés
y
educado
por
mi,
así
Dios
me
—Como si fuese un pudding, condenación!
lomarse la molestia de mirar—dijo —»erá á
Bembo
volvió
á
montar
en
su
carruaje
de
plaeste
salón brillantemente alumbrado, sin dud«
castigue!
Saunder el Elefante, el mas gordo bribón que milord, no es verdad?—interrumpió el capitán.
existe en los Tres-Reinos, y el mas grandi tam- ; —Aunque se buscase con candil, lo juro por mi
Saunder se bebió de un solo trago «1 enorme za y se hizo conducir con la ligereza que permi- hubiera reconocido mas de una fisonomía, y se
tía el caballo á While-Chapel-Road. Llegado á hubiera estremecido mis de una vez al oir el
bién , asi Dios nos condene.
I honor, por 6l nombre de Dios y por el nombre vaso de aguardiente que le présenlo Paddy.
la esquina de Osborn-Street, pagó »1 cochero y sonido de «quellas voces.
Bembo levantó los ojos y vio efectíTamente un del diablo... porque ei preciso dar gusto á toSu rostro pálido y «bolargado no so animó
201
LOS ímum m imm
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