LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN Alumno: SCHROEDER, Kevin Escuela: E.P.E.T. N° 12 Ing. Juan Carlos Fontanive, San Martín de los Andes, Neuquén Profesor Guía: ASTUNI, Fernando Carlos Introducción A lo largo de los siglos la naturaleza ha sido fuente de infinito asombro y desvelo. Su búsqueda de explicar o dar sentido a aquellas cosas tangibles como una manzana y fugaces como las nubes, abstractas como un número o el carácter individual, que son ininteligibles. Al mismo tiempo esta ha sido la raíz de los problemas de la Religión y la Ciencia, la contemplación de la naturaleza. Quizás los interrogantes que más conflicto han creado son la naturaleza de Dios, del alma, del mundo, y de la verdad. Hasta cierto punto se puede decir que las mismas ya eran motivo de inquietud en la Antigua Grecia. Cuando se habla de ciencia se refiere a las ramas del conocimiento sistematizado en cualquier campo, esto puede ser explicado considerando que la palabra moderna “Ciencia” proviene del latín "Scientia", de scire "conocer". A su vez podemos clasificar a la ciencia de la siguiente manera: Ciencia pura, que busca la verdad; ciencia aplicada enfocada en el uso práctico de sus verdades, y tecnología que trata los medios por los cuales lleva a cabo las aplicaciones. La Religión, del latín “religare” o “re-legere”, que en términos generales se dice, es forma de vida o creencia basada en una relación entre el hombre y uno o más dioses, o con el universo mismo. De este modo el sintoísmo, el judaísmo, el Islam, el hinduismo, el cristianismo y el budismo pueden considerarse religiones. Sin embargo frecuentemente se refiere a la fe en un orden del mundo creado por una voluntad divina, el acuerdo con el cual constituye un orden de vida; en este sentido se lo aplica más a sistemas como judaísmo, Islam y cristianismo, que implican fe en un credo, obediencia a un código moral establecido y participación en un culto. También se le da un uso más específico aludiendo al sistema de vida de una orden monástica o religiosa. Como resulta difícil dar una respuesta satisfactoria para clasificar y definir a la religión aquí se remitirá al marco de occidente, es decir al del cristianismo. Estos conflictos anteriormente mencionados entre la ciencia y la religión, se expondrán brevemente en esta monografía, para luego desarrollar una opinión que los interpretara e intentara resolver los mismos. De la Antigua Grecia a la Edad Moderna Grecia es considerada la cuna del pensamiento occidental pues see puede remontar el uso de la dialéctica y la razón a Sócrates y sus dos grandes discípulos Platón y Aristóteles. En particular este último utiliza la razón de un modo semejante al de la ciencia moderna, pero de modo intuitivo; sus obras resaltan que para la concepción de la verdad la razón es un a herramienta fundamental. Qué es el alma, el mundo o la verdad; si hay normas que rigen el mundo y la verdad; esas parecen ser varias preguntas frecuentes en el pensamiento griego. A medida que las ideas del pensamiento filosófico, el uso de la dialéctica y de la razón comenzaron a tomar una forma más concreta, aparece un desplazamiento sobre la valoración del mito, convirtiendo a éste en la forma en la cual los antiguos pensadores habían “ocultado” su sabiduría. Aristófanes (c. 445 a.C.-380 a.C.) un dramaturgo ateniense muy conservador ve a los movimientos sofistas y a la desvalorización de las tradiciones como algo terrible. Tal es así que en su obra Las Aves el dramaturgo griego se detiene a satirizar a Sócrates. PROMETEO.-Un verdadero Timón para ellos. Pero dame la sombrilla para que me vaya cuanto antes; si Zeus me ve así desde el cielo, creerá que voy siguiendo a una canéfora. PISTETERO.-Para fingir mejor, coge este asiento y llévatelo con la sombrilla. CORO.-En los confines de los Esciápodas es hay un pantano donde evoca los espíritus el desaseado Sócrates; allá fué también Pisandro, pidiendo ver su alma, que le había abandonado en vida; traía un camello por víctima en vez de un cordero, y cuando lo degolló, dio un paso atrás como Ulises; después, Querofón el murciélago, subió del Orco para beber la sangre. […] Durante ese periodo los cultos religiosos fueron lentamente dejados de lado y conservados sólo como piezas de carácter onírico y literario. En este alejamiento de las tradiciones religiosas fueron los filósofos e historiadores seguidos por los poetas quienes acabaron por difundir este sentimiento. La ciencia moderna fue fundada en el siglo XVII por figuras como Galileo Galilei, Johannes Kepler e Issac Newton. Sus estudios se realizaban sobre la imagen de la Naturaleza, una naturaleza que era obra de Dios, y -1- por tanto, en aquella época, era total insensatez querer ahondar en el mundo material prescindiendo de Dios. Una cita muy celebre de Kepler, perteneciente al último volumen Armonía del Universo, atestigua esto: Te doy las gracias a ti, Dios señor y creador nuestro, porque me dejas ver la belleza de tu creación, y me regocijo con las obras de tus manos. Mira, ya he concluido la obra a la que me sentí llamado; he cultivado el talento que Tú me diste; he proclamado la magnificencia de tus obras a los hombres que lean estas demostraciones, en la medida en que pudo abarcarla la limitación de mi espíritu. Y es que en sus comienzos la ciencia moderna era, por decirle de algún modo, modesta. Se caracterizaba por formular enunciados válidos para dominios estrictamente delimitados, y sólo en tales límites les atribuye validez según expresaba Galileo en su obra “Diálogos sobre dos nuevas ciencias”. Si la Naturaleza en su totalidad fuese un árbol, la ciencia solo puede aspirar a ver a cada hoja por separado, siguiendo a Galileo, al aislar ciertos procesos naturales de las circunstancias que les rodean, para describirlos matemáticamente y explicarlos. Esta contemplación de la “hoja” solo adquiere un sentido cuando se lo pone en conjunto con la totalidad del “árbol”. Pero es probable que la separación progresiva que el cristianismo realizó en ese periodo entre el Cielo y la Tierra, entre Dios y los hombres, hizo que el dejara de ser absurdo prescindir de Dios al considerar a la tierra. Este pensamiento parecería ser el precursor de la tendencia de considerar a la naturaleza independiente del hombre, permitiendo así la idea de una descripción "objetiva" de la Naturaleza. Esto despertó conflicto repetidas veces entre la Iglesia y científicos, un ejemplo conocido fue el caso de Copernico acusado de herejía. Se puede encontrar un desarrollo más profundo sobre los orígenes de la Ciencia y la Religión, así como sus conflictos en la obra “Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia” (1876) de Draper, Juan Guillermo (1811-1882). De La Ilustración al siglo XX Mientras la Religión en occidente se fragmentaba a causa de acciones políticas y la creciente reforma protestante, la ciencia consiguió un gran crecimiento con la ilustración. El método científico de aislar mediante el experimento determinadas partes del proceso natural, observarlas de modo objetivo para descifrar su comportamiento, para luego formular matemáticamente las relaciones descubiertas obteniendo así leyes cuya validez se consideraba incondicional en todo el Universo. De este modo y mediante técnica se logró poner las fuerzas de la naturaleza al servicio del hombre, al menos en parte. Esta capacidad de dar leyes al movimiento de los astros, las mismas leyes con las que Dios regía, parecía dar un camino para descubrir las leyes que gobernaran el conjunto de la Naturaleza, al igual que a la sociedad. Se consideró que por medio de la razón se podría lograr el avance continuo de conocimientos, logros técnicos y sus consecuencias también en valores morales. El rechazo al decadente pensamiento escolástico por parte pensadores como Locke, empirista británico del siglo XVIII, para quien el conocimiento no es innato, sino que procede sólo de la experiencia y la observación guiadas por la razón; degeneró es una aberración contra las instituciones religiosas, principalmente la católica, por haber sofocado el desarrollo del intelecto humano. Esto no implicó un rechazo a la religión de forma directa, sino que la se desarrollaron pensamientos de deísmo, aceptando la existencia de Dios y de la otra vida, pero rechazando gran parte de la teología cristiana. Un gran ejemplo de esto fue Kant quien tras la supresión de un dios según la teología cristiana, lo recrea a través de una justificación de la razón practica, donde el nuevo díos, semejante al pensamiento de los pietistas, es un dios moral. Se tomo un enfoque predominante a mejorar la vida terrena de las personas, lo que colocó en un papel central a las ciencias. Sin embargo esto resulto contraproducente, ya que la ciencia, motivada por sus logros en mecánica, óptica y termodinámica, junto a su desarrollo técnico con las máquinas de vapor le hizo aspirar a ser una filosofía. Esto se debe en parte a que el concepto de naturaleza se torno un concepto colectivo de todos los dominios de la experiencia, los cuales eran accesibles por medio de la ciencia y de la técnica, pero prescindiendo de si alguno de tales dominios forma o no parte de la naturaleza que conocemos por la experiencia cotidiana. Y como los fenómenos químicos podían ser explicados mediante la hipótesis atómica, siguiendo a la Filosofía antigua se consideró al átomo como base de la materia. De ese modo las cualidades sensibles de la materia fueron consideradas como simple apariencia que se producían como resultado de las acciones recíprocas entre la materia y nuestros sentidos. Eso se explicaba mediante la disposición y el movimiento de los átomos y el efecto de dicha disposición sobre nuestros sentidos. Es así como surge la simplista visión materialista del universo en el siglo XIX. Donde los átomos son la única realidad existente e invariable, que se desplazan en el tiempo y en el espacio, y en consecuencia creando nuestro mundo sensible. El materialismo es aplicado no solo en las ciencias, sino también en la filosofía, claro ejemplo de esto es el materialismo histórico de Karl Marx. Como ya se había mencionado antes la teología era la que separa al hombre de dios, mientras que en el siglo XIX el hombre mismo el que se separa de dios. Esto trae como -2- consecuencia de que dios no sea visto como elemento necesario para explicar la naturaleza y por tanto para los racionalistas, si dios no tiene razón alguna de ser, no existe. Sin embargo el mismo dualismo planteado por Descartes aún funciona para muchos, puesto que aunque se pueda explicar la naturaleza de modo material, queda exento de todo análisis racional el aspecto religioso y metafísico. Durante el siglo XX el mayor conflicto entre la ciencia y la religión, no es ya la naturaleza del mundo ni de la verdad, ni siquiera qué es el alma o qué es dios, sino el debate ético. Ya en la primera guerra mundial se discutido caso del químico y premio novel Fritz Haber, quién sintetizó el amoníaco que principal componente de los fertilizantes y además fue jefe del departamento de armas químicas alemán, dirigiendo el famoso ataque con gas cloro en la segunda batalla de Ipres a las trincheras francesas. Otro caso de gran trascendencia para el siglo XX fue J. R. Oppenheimer, brillante científico que realizo agrandes aportes al campo la teoría de la relatividad, de la teoría cuántica, las estrellas de neutrones, los rayos cósmicos, y los positrones; sin embargo el fue el que lideró el Proyecto Manhattan que daría por resultado el desarrollo de la bomba atómica y las tragedias de Hiroshima y Nagasaki. A fines del siglo XX los problemas éticos se enfocan el la biotecnología. En febrero de 1997 los genetistas del Instituto Roslin y los de PPL Therapeutics de Edimburgo publicaron la noticia de que había sido clonado con éxito el primer mamífero adulto. Pero al igual que en 1978 cuando se desarrolló la inseminación in Vitro, muchos grupos activistas y religiosos cuestionaron e incluso atentaron contra las investigaciones por considerar que se trataba de “jugar a ser dios” o “manipular vidas humanas” como simples objetos de laboratorio. Estos debates sobre el uso de la biotecnología, aplicada a humanos, animales y plantas, es no solo campo de la ciencia y los grupos religiosos, sino que también se ven involucrados gobiernos y ONG. A continuación desarrollaré mi opinión personal sobre el tema, y trataré de dar una solución en la medida de que mis conocimientos e imaginación me lo permitan. Sobre el Yo y la Voluntad individual 1 "la larga la razón sigue la línea que el corazón le señala" Para que las voluntades humanas puedan actuar conjuntamente en armonía y equilibrio, es preciso partir de la libertad de la voluntad individual. La misma puede ser considerada una verdad que está basada sobre un fundamento perfectamente lógico de tipo a priori. Puede plantearse de otro modo, y decir que la libertad de la voluntad en todos los casos, y su independencia de la cadena causal, es una verdad que surge del inmediato dictado de la conciencia humana; es decir una formulación semejante a la de Descartes “pienso, por lo tanto existo”. Sin embargo algunos racionalistas a lo largo de la historia, como es el caso de muchos psicólogos modernos o de filósofos racionalistas del siglo XVII y XVIII, consideraron que la libertad de la voluntad es tan sólo aparente y se debe a los defectos de nuestra propia comprensión; en mi opinión esa es una idea comparable al de decir que un perro no alcanza su propia cola por no ser lo suficientemente rápido. Puesto que una conciencia capaz de incluso analizar la estructura causal en las conquistas de los genios más eminentes de la humanidad, esa misma conciencia tendría que renunciar a la idea de estudiar las actividades de su propio Yo en el momento que contempla las actividades de nuestro Yo. Pero incluso de existir una conciencia omnisciente cuya celestial naturaleza está infinitamente por encima de nosotros, y que puede ver todo los rincones de nuestra mente y cada anhelo de nuestro corazón, se puede especular que esa Omnisciencia pudiera vernos como sucesión de causa a efecto en todo lo que hacemos. Pero esto no debiera invalidar el sentido de responsabilidad para nuestras propias acciones; pues aunque nuestras propias vidas estuvieran en último termino sometidas a la causalidad, el Yo y la voluntad individual no puede estar sujeto a dicha ley, pues no podemos estudiamos en el momento de los preparativos de una determinada actividad. De este modo se establece la libertad de la voluntad. Una vez emancipada la voluntad, estamos en libertad para construir un fundamento, que nos satisfaga, en el plano de nuestro propio Yo, aún si se fuera el más estricto determinista causal, permitiendo dar una explicación irracional a la vida. Esta imposibilidad práctica de aplicar la ley de causalidad se extiende más allá de lo individual, extendiéndose a nuestra relación con las demás personas. Esto se debe a que forman demasiada parte de nuestra vida y viceversa, como para hallarse en situación de estudiar desde el punto de vista de los motivos, o sea, desde el punto de vista causal. Sin embargo, hasta cierto punto es posible estudiar los motivos que mueven a actuar a las otras personas, de ese modo se desarrolla la psicología. Pero aún así es requerida cierta distancia entre el investigador y el objeto de su investigación. Por tanto al realizar esta extensión no hay una incoherencia lógica en la idea de una persona que estudia las actividades de su prójimo. Y efectivamente uno puede lograr motivar e impulsar a los demás a partir del mismo mecanismo. Un simple hecho, muchas voces tiene más significación para un ser humano 1 Carta de J.J. Rousseau a Franquieres, en 1769. Citada por Anibal Córdoba en Notas acerca del romanticismo, Revista Ciencias Humanas 12, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Julio de 1989, página 77. -3- del que pueda tener toda la sabiduría del mundo. Quizá esa sea la razón del triunfo de los políticos y de los párrocos. La ciencia exige, de cierto modo, un espíritu creyente. Como los resultados obtenidos mediante un proceso experimental no representan nada en sí mismos, primero se requiere una imagen, aunque no necesariamente clara, de lo que se persigue, y luego estructurarla en una hipótesis imaginativa. Es por esta razón que el racionalismo puro por sí solo no es ayuda, pues para dar orden a los datos que en principio son caóticos se requiere la cualidad constructiva de la mente, para que construya el orden mediante un proceso de eliminación y selección. Repitiéndose una y otra vez, hasta lograr que el plan imaginario sobre el que se intenta edificar ese orden funcione. De esta manera la ciencia nos conduce hacia nosotros mismos, al umbral del Yo, y una vez allí nos encontramos solos; es decir, nos entrega a nuestros propios recursos. Y esto es muy claro en lo que respecta a la conducta de nuestra propia vida, pues el principio causal es de pequeña ayuda. Pues si el camino del futuro parte siempre del presente, lo que se considere admisible para el momento actual de nuestro ser, lo será también para nuestra futura conducta, en la cual las influencias de nuestro presente Yo desempeñan una parte; y el futuro es, en todo caso, parte y parcela del Yo; esta razón hace que el individuo no pueda considerar su propio futuro de manera pura y exclusivamente causal. Esto lleva hace de la fantasía un elemento fundamental al memento de dilucidar el futuro, así como también motiva el afán humano de satisfacer la curiosidad individual acerca del propio futuro, por medios tan diversos como se puedan imaginar. Conclusión Como queda excluido el poder establecer los fundamentos causales de nuestro propio futuro o prever ese futuro como resultado definido del presente, se necesita postulados fundamentales para la conducta de la existencia cotidiana, y esta necesidad resulta más imperiosa que las ansias de conocimiento de la ciencia. Como el apresto intelectual es norma de conducta para la ciencia, dado que se rige por la ley de causalidad en los fenómenos, es preciso un elemento distinto para la norma de vida o dictado del deber y este es el imperativo categórico. Es sobre este plano que la inteligencia dejar lugar al carácter, y el conocimiento científico a la creencia religiosa tomada en un sentido fundamental. No es necesaria una creencia en una religión particular, sino dar cabida en nuestro Yo al fruto ético. Esto conduce así, a lo que es a mi parecer, el centro del problema entre la religión y la ciencia. La religión pertenece a un campo que es inviolable para la ley de causalidad, y, por tanto, cerrado para la ciencia. Uno debe reconocer el valor de la religión como tal, sin importarle cuáles puedan ser sus formas en tanto que no oponer dogmas a la ley fundamental sobre la que la investigación científica está basada. Es mi deseo terminar con estas palabras: "Inteligencia, imaginación, razón: tales son los miserables compartimentos del universo interior. De sus maravillosas mezclas, de las formas que de ellas nacen, de sus transiciones, ni una palabra; nadie ha tenido la idea de buscar otras fuerzas todavía innominadas, de descubrir sus relaciones mutuas. ¿Quién sabe qué uniones maravillosas, qué sorprendentes nacimientos nos falta descubrir dentro de nosotros?" 2 Fuentes bibliográficas • Aristófanes; Las Aves; Edición: eBooket • Aristóteles; Metafísica; Edición Electrónica Universidad de Arcis. • Aristóteles; Sobre el Alma; Edición Digital Libera los Libros (Biblioteca Básica Gredos). • Aristóteles; Del Sentido y lo Sensible - De la Memoria y el Recuerdo; Edición Digital Libera los Libros, (Aguilar). • Bunge, Mario; La ciencia, su método y filosofía; Ediciones Siglo veinte • Bunge, Mario; Ética y Ciencia; Ediciones Siglo veinte • Galileo Galilei; Diálogos acerca de dos nuevas ciencias; Editorial Losada • Kant, Imanuel; Crítica de la Razón Pura; Editorial Libertador • Kant, Imanuel; Crítica de la Razón Practica; Editorial Losada • Platón; Timeo; Edición Electrónica Universidad de Arcis • Platón; El banquete; Edición Electrónica Universidad de Arcis • Platón; Diálogos, Biblioteca Básica Gredos. 2 Novalis. 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