MANEJO DE LA IRA EN NIÑOS PEQUEÑOS: UNA GUÍA PARA LOS PADRES La ira es una emoción natural experimentada por todas las criaturas vivientes. Los animales y los humanos reaccionan y despliegan comportamientos cuando están enojados, y aunque los seres humanos podemos utilizar las palabras para comunicar los sentimientos, necesidades y deseos, también nos comunicamos a través de comportamientos. Algunos de estas respuestas y sentimientos de enojo son innatos; sin embargo, los adultos pueden enseñarles a los niños cómo responder a las emociones. Los niños aprenden cómo reaccionar y manejar diferentes emociones y sentimientos, observando a los padres, a los amigos, y a los maestros que los rodean. La ira puede ser una buena emoción porque nos avisa que algo no es correcto o que estamos en peligro. Aprendiendo cómo y cuándo responder a los diferentes sentimientos de enojo es la lección que tenemos que enseñarles a nuestros hijos. La mejor manera de manejar su ira, es mediante el modelo de comportamientos apropiados, y esto es especialmente importante en los niños pequeños, que aprenden cómo asociar nuevas palabras con sus sentimientos. Desarrollo Típicamente, los niños dirigen sus comportamientos agresivos hacia otros niños con mayor frecuencia que hacia los adultos. Los niños manifiestan su enojo inapropiadamente porque ellos no tienen estrategias para enfrentarlo. Los niños no entienden cómo las situaciones o acciones pueden evocar sentimientos de enojo. Algo dispara una reacción en el niño y él no sabe cómo responder. Los niños pequeños aún no son hábiles intelectualmente para etiquetar correctamente emociones y responder de forma socialmente deseada. Ellos son físicos (empujan, patean, muerden, gritan) porque su lenguaje aún no está totalmente desarrollado y reaccionan con respuestas innatas. Conforme el niño va creciendo, es importante que los padres entiendan los comportamientos típicos asociados con cada etapa de desarrollo (edad). Aunque estas etapas no empaten con cada niño perfectamente, ya que no toman en cuenta el temperamento individual de cada niño o los factores ambientales, pueden darte una guía importante. El niño de dos años: Los niños de dos años tienen dificultad para tomar decisiones. Ellos quieren saber el por qué de todo. Todo el tiempo se la pasa preguntando. Durante esta etapa de desarrollo, el niño siendo individualista. No comparte. Por los dos años y medio, el niño comienza a manifestar emociones intensas y a veces violentas. Ellos quieren todo, especialmente lo que no pueden tener. Los niños en esta etapa expresan sentimientos fuertes por aquello que desean y harán todo lo que puedan hacer, todo lo necesario para lograr obtener ese objeto deseado. El niño de tres años: El niño al cumplir los tres años comienza a sentirse más independiente y le resulta más fácil compartir con otros niños. Al mismo tiempo, el niño de tres años con frecuencia se siente asustado en situaciones nuevas y se esfuerza por controlarse de nuevo. Su asertividad se muestra en su lenguaje, dice cosas como “Eres un estúpido” o “Te odio”. El niño de cuatro años: A los cuatro años el niño hará cualquier cosa si es provocado. Patea, escupe, e incluso corre para alejarse. Aunque ellos necesitan límites, el niño de cuatro años disfruta empujando los límites. La agresividad verbal se incrementa con otros niños de la edad, incluso en ocasiones poniéndoles apodos. El niño a los cinco años: Los niños a los cinco años quieren ser “buenos” y preferirán quedarse donde están cómodos que tratar de probar nuevas cosas. Los niños a esta edad con frecuencia hacen rabietas y berrinches y refunfuñan cuando se enojan. El niño a los seis años: Cuando estás alrededor de un niño de seis años, nunca sabrás lo que pasó porque rara vez te lo dirán. Los niños de seis años se están esforzando por lograr su independencia y manifiestan una intensa necesidad de ser los primeros y los mejores. Esto les causa mucha ansiedad. Ellos quieren tener la atención de todos. Se vuelven verbal y físicamente agresivos y usan frases como “Házmelo” o “No, no voy a hacer eso”. Mediante burlas e intimidaciones, el niño de seis años puede ser muy ruidoso y mandón. El niño de siete años: Los niños de siete años tienden a retirarse cuando las cosas se vuelven difíciles y miran al interior de sí mismos. Comienzan a pensar acerca del mundo que los rodea. Las inquietudes comienzan a convertirse en preocupaciones mayores y muestran un incremento en su sentido de lo que es justo y lo que es injusto. El niño de ocho años: Los niños a los ocho años, son inquisitivos- están interesados en todo lo que les rodea. Surgen fricciones y pleitos con los hermanos porque los niños a esta edad continúan queriendo la atención de la mamá y cuando sienten rivalidad con los hermanos, la pelean. Es muy fácil herir los sentimientos de un niño de esta edad. El niño a los nueve años: El niño a los nueve años no quiere que sus padres le estén diciendo lo que tiene que hacer. Ellos resienten estas instrucciones y con frecuencia se rebelan. Estos niños con frecuencia se pelean, se quejan, critican e ignoran a sus padres. ¿Qué podemos hacer como padres? Antes de que puedas ayudar a tu hijo a enfrentar su ira, tienes que empezar por explorar tus propios sentimientos con respecto al enojo y la manera en que lo enfrentas. Los niños aprenden observando a sus padres. Es importante que los padres tengan cuidado si sus métodos para enfrentar la ira son observados y luego imitados y aprendidos por sus hijos. Además, entender el desarrollo típico de los comportamientos de los niños ayuda a los padres a conocer cuáles comportamientos no lo son, y que requieren observación y alguna respuesta de su parte. Algunas de las cosas que pueden hacer son: Reforzamiento positivo: Este es un método para enseñar a los niños cuáles son los comportamientos deseados porque los niños buscan la atención. Enfocarse en los comportamientos buenos, en lugar de enfocarse en los malos. Premiar a tu hijo con frecuencia con algún reconocimiento pequeño o con atención especial por cada período corto de tiempo que tu hijo se comporta adecuadamente. Se requiere consistencia, porque tu hijo necesita entender claramente lo que se espera de él. Si necesitas asistencia para crear un plan de comportamiento, puedes consultar con algún psicólogo escolar. Ayuda al niño a entender y expresar sus sentimientos: Cuando las voces y los berrinches comienzan a aumentar y aumentar, dile al niño que esperarás hasta que utilice una voz calmada. También puedes validar su enojo preguntándole qué puedes hacer para ayudarlo, decirle algo así como: “Me doy cuenta que estás muy enojado, ¿qué puedo hacer para ayudarte? Los niños no siempre podrán expresar lo que quieren, pero así les estamos enseñando que sus sentimientos nos importan. También puedes enseñarles que hay formas más aceptables para lograr lo que desean obtener sin tener que enojarse. Enséñale al niño habilidades de resolución de problemas: El juego de roles puede ayudar a encontrar diferentes soluciones y enseñar técnicas de solución de problemas puede resultar benéfico para tu hijo porque puedes demostrarle, de una forma positiva, que hay maneras no violentas de resolver conflictos. Los padres que utilizan un enfoque positiva y técnicas de modelo de comportamiento son hábiles para ayudar al crecimiento emocional de sus hijos, y también son hábiles para enfrentar las situaciones difíciles a las que se enfrentan cada día en la vida. Algunos niños manifiestan inapropiadamente su enojo porque aún no han aprendido maneras más efectivas para manifestarlo. Hay otros niños que se pueden volver violentos o pueden manifestar comportamientos peligrosos para sí mismos y para los demás. Si observas un incremento en el enojo de tu hijo, determina qué cambios significativos han ocurrido que puedan haber provocado ese cambio. Si tu hijo manifiesta violencia severa o comportamientos peligrosos, es muy recomendable que pidas ayuda adicional a algún psicólogo o pediatra.