la nueva arquitectura financiera regional

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HISTORIA Y ECONOMÍA
BOLETÍN DEL THE - TALLER DE HISTORIA ECONÓMICA
Pontificia Universidad Católica del Ecuador – Facultad de Economía
Quito, Febrero de 2010 – No. 01 – http://the.pazymino.com
LA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA REGIONAL:
UN DESAFÍO IMPOSTERGABLE
Carlos de la Torre Muñoz
Economista, profesor de la Facultad de Economía, PUCE
La actual crisis financiera y económica mundial y sus efectos, todavía lejos de amainar, y
los enormes esfuerzos de las principales economías del planeta que casi son acciones fútiles
para enfrentar esta situación, dan cuenta de un hecho inobjetable y evidente: las estructuras
financieras y monetarias en las que se desenvuelve el orden (quizás mejor dicho desorden)
económico global están colapsadas. Esto no es producto del azar ni consecuencia
imprevista y no deseada de circunstancias más allá de voluntades y control humanos. Es el
resultado de una arquitectura financiera y monetaria diseñada precisamente para atender
determinados intereses de determinadas economías que, sumada a un manejo histórico
irresponsable de sus administradores, ha llevado a socavar más profundamente al resto del
planeta. También es el resultado de una silenciosa lucha a muerte entre los gigantes
detentadores de los poderes financieros y económicos privados siempre agazapados detrás
de aparentes legítimos intereses de instituciones y naciones.
Esta crisis como todas las anteriores no es un fenómeno de la naturaleza como un terremoto
o huracán que se origina más allá del poder humano como muchas veces se pretende
presentarla. Es una situación que obedece a relaciones causa-efecto definidas inclusive
premeditadamente en las estructuras financieras y monetarias prevalecientes y, así mismo,
es producto de esfuerzos conscientes dirigidos precisamente a su consecución. Solo basta
hacer una breve revisión de los hechos.
La cita de Bretton Woods (1944) y el Patrón Oro-Dólar
Cuando en 1944, todavía durante la segunda guerra mundial, fueron convocados los
principales economistas de las naciones occidentales aliadas a la localidad de Bretton
Woods, New Hampshire, EE.UU., la intencionalidad del país anfitrión era del todo clara.
Para esas fechas ya se podía avizorar el fin de la conflagración bélica y la redefinición
geopolítica con esa nación a la cabeza, al menos en el mundo capitalista. En esta cita nada
más ni nada menos se iba a tratar la definición de un “nuevo orden económico mundial”; es
decir, quienes estaban ahí reunidos establecerían las reglas de juego y las condiciones que
regirían sobre el resto del planeta, o al menos, de la parte del planeta en la que el país
anfitrión tendría el control total.
Fue en Bretton Woods que se estableció la condición exclusiva del dólar como moneda
convertible a escala mundial en sustitución expresa del uso de metales preciosos (el oro era
para esas fechas de uso exclusivo en este sentido) como última reserva de valor. Es decir,
se redefinía el medio fundamental en el que los países podrían acumular y transar sus
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recursos financieros. Ahora ya no sería un elemento valioso por su escasez (el oro) y cuyo
acervo (sus existencias a nivel mundial) estén dadas por su presencia física y real. Ahora
este nuevo medio (el dólar) estaría sujeto, como se comprobó años más tarde, a la
discrecionalidad exclusiva del país emisor y particularmente de su sistema de banca central
que de paso es privado (el Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos está en
manos y control de grandes grupos financieros privados de escala mundial). Para
consolidar esta configuración denominada Patrón Oro-Dólar en la que solamente la
emisión de dólares se respaldaría en tenencias físicas de dólares, mientras que el resto de
monedas en el mundo se respaldarían en las tenencias en dólares de sus respectivos bancos
centrales, fueron creadas a partir de Bretton Woods las instituciones multilaterales con sede
en Washington que hasta ahora están presentes, principalmente el Fondo Monetario
Internacional.
Evidentemente, con el ratón cuidando la despensa, la regla de emisión de dólares basada en
las tenencias en oro de la economía estadounidense no fue respetada. El Patrón Oro-Dólar
colapsó a fines de los años sesenta del siglo anterior y su estocada final la dio el propio
gobierno estadounidense decretando la inconvertibilidad del dólar (en oro) en 1971. Con
ello, la reserva de valor última, que al menos teóricamente continuaba siendo el oro bajo el
Patrón Oro-Dólar, terminó siendo la moneda estadounidense por tal y como tal. Esto
significa que desde esas fechas hasta la actualidad todo el sistema monetario mundial
asentado en el dólar opera exclusivamente por obra y gracia de la credulidad y confianza
generalizada en dicha divisa, la que además está respaldada por la economía con los
mayores déficit fiscal y comercial del planeta y la mayor deuda externa, pero con las
mayores y mejores fuerzas armadas.
El dólar como la divisa mundial
El efecto práctico de la definición del Patrón Oro-Dólar y la herencia luego de su colapso es
el uso casi exclusivo de esta divisa como medio de pago internacional, a diferencia del
pasado en que eran varias las monedas “convertibles” que podían usarse para tal efecto.
Esta situación implica primeramente que absolutamente todos los países del mundo para
comerciar requieren del uso del dólar cuya disponibilidad está sujeta a una correspondencia
con producción real. Esto significa que las tenencias en dólares de los agentes de un país
cualquiera, excepto los Estados Unidos, se asientan necesariamente en producción efectiva
que en algún momento fue exportada y generó las correspondientes divisas. Es decir, que
si desde un país se realiza una importación que se paga en dólares, ésta termina pagándose
en última instancia con producción real y efectiva, con lo que el intercambio comercial
entre países distintos a los Estados Unidos implica un pago efectivo de producción por
producción. Asimismo, como toda producción implica el uso de recursos humanos,
naturales, materiales y tiempo, el comercio entre todos los países distintos a los Estados
Unidos implica el intercambio de dichos recursos. Pero cuando son los Estados Unidos los
que participan de este comercio, sus importaciones están pagándolas con dólares que son
producto de una emisión monetaria o de operaciones de crédito, es decir, de su parte no hay
una transferencia de una producción real subyacente (recursos humanos, naturales,
materiales y tiempo) a cambio de otra producción que si es real (el producto importado).
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Más de sesenta años de esta dinámica evidentemente implican un proceso metódico y
continuo de extracción de recursos del mundo a favor de la economía emisora de dólares,
además con el mayor déficit comercial del planeta (las importaciones superan con creces a
las exportaciones). Por ello, es claro que desde hace mucho tiempo se estén
implementando como paliativos procesos de unificación monetaria como el caso del más
amplio y antiguo que es el europeo que llevó al euro,
La paradoja de los flujos financieros
Con la implementación del Patrón Oro-Dólar los países del mundo sometieron su manejo
monetario a la condición de respaldar las emisiones de sus monedas locales en sus
tenencias en dólares, las que de inicio se lograron convirtiendo sus reservas originarias de
oro a dólares (entregadas a Estados Unidos). Esta condición indispensable e impuesta a
partir de la adhesión de cada país al Fondo Monetario Internacional (El Ecuador lo hizo en
1948 redefiniendo la operación del Banco Central del Ecuador) derivó en la obligatoriedad
de que los países constituyan las denominadas reservas monetarias internacionales (RMI).
La necesidad de mantenimiento de las RMI desde una perspectiva monetaria correspondía
con el funcionamiento del Patrón Oro-Dólar que se basaba en tipos de cambio y tasas de
interés fijas, pero con su colapso el sentido de respaldo monetario de las RMI se modificó
mientras que la propia existencia del FMI quedaba cuestionada. Pero el FMI en su esfuerzo
por su supervivencia, ahora redefinido como instancia crediticia para la atención de
necesidades no exactamente monetarias, y el hecho de que las RMI significaban tenencias
líquidas en dólares casi a disposición voluntaria de los bancos centrales, determinaron un
cambio de concepto en su uso. Ahora, el discurso estándar colocaba a las RMI como los
recursos requeridos para el enfrentamiento adecuado de situaciones de crisis de las balanzas
de pagos, así como otros impactos en el ámbito cambiario u otras necesidades derivadas de
posibles crisis financieras locales e internacionales. Hasta se estableció una regla implícita
de su monto adecuado en relación a las importaciones de los países, pero no se dijo que su
sentido último atendía a garantizar la liquidez internacional de los países para atender sus
compromisos de deuda externa.
Esto último resultó evidente en la década de los ochenta cuando los países, principalmente
de América Latina, entraron en una crisis sistémica de sobreendeudamiento propiciado por
las presiones del propio sistema financiero internacional presionado a su vez en la década
anterior para colocar ingentes recursos producto de los petrodólares surgidos de la crisis del
petróleo. En ese entorno el FMI se convertía en el único prestamista (ya que por la crisis el
crédito privado se había cerrado para América Latina) y con todos los derechos de
condicionar el manejo económico en los países deudores, a cuya cuenta, en el espacio
particular del manejo de las RMI se generó una cuasi obligación de que sean
permanentemente engordadas bajo un formato de programas de ajuste macroeconómico
basados en la contracción fiscal y de demanda.
Con estos antecedentes, tres décadas después nuestros países denotan en los hechos la
carencia del desarrollo económico y social ofrecido desde los organismos multilaterales,
pero con unas cuentas muy jugosas depositadas en el exterior a título de reservas
internacionales. Esto se resume en la triste paradoja de que esos enormes recursos producto
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de años de impulsar un ahorro nacional basado en el ajuste de los cinturones que
estrangularon a la economía popular, ahora se encuentren invertidos en el sistema
financiero internacional financiando el desarrollo y crecimiento de las economías más
grandes del planeta, mientras que las necesidades de recursos para la inversión local en ese
tan deseado desarrollo económico y social, deban cubrirse a través de créditos
condicionados desde la banca multilateral de desarrollo y otros organismos que operan bajo
la égida del FMI.
La Nueva Arquitectura Financiera Regional
Frente a esta innegable e insoslayable realidad que muchos no quieren ver, la opción de que
nuestros países sigan cruzados de brazos (vamos seis décadas así) solamente nos condenará
a sufrir todavía más de los efectos de estos mecanismos y otros mecanismos consciente y
deliberadamente diseñados para someternos económica y políticamente, además de que nos
obligan a permanecer en una situación de indefensión total frente a los impactos de las
crisis financieras y económicas internacionales.
El escape evidente a esta realidad está en la configuración de una Nueva Arquitectura
Financiera Regional (NAFR) en la que se diseñen nuevos mecanismos, en un esfuerzo real
de cooperación regional, que permitan a nuestros países optar por una mejor suerte y
condicionada a su propio desempeño, y no a las necesidades e imposiciones de terceros.
En este sentido, en los varios espacios de integración en el entorno latinoamericano se
vienen trabajando en iniciativas muy concretas y que se describen a continuación.
Banco del Sur
El día 9 de diciembre de 2007, el Ecuador, junto con otros seis países sudamericanos,
Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela, suscribió el Acta Fundacional
del Banco del Sur, entidad consagrada al impulso del desarrollo económico y social desde
una nueva perspectiva, acorde con las necesidades particulares de la región. Este esfuerzo
ratifica la voluntad de los países de dar soluciones viables a los principales problemas que
han postergado mejoras en los niveles de vida de la población y la justicia social.
El Banco del Sur surge como el eje articulador de la NAFR dirigido a cubrir las
necesidades del desarrollo que no han podido ser atendidas desde los espacios de acción de
las entidades y organismos multilaterales que tradicionalmente han asumido ese papel. De
esta manera, el Banco del Sur será el pilar de esta redefinición estructural orientado a
canalizar los propios recursos financieros de la Región para alcanzar un desarrollo acorde
con sus realidades específicas, en un marco de integración.
A través de una redefinición del papel convencional de la banca de desarrollo multilateral,
el Banco del Sur plantea una salida concreta a la paradoja de los flujos financieros ya que
ofrecerá productos adecuados a las necesidades de seguridad y liquidez que se requiere para
la inversión de los recursos de las reservas internacionales de los países, así como de otros
elementos que configuran el ahorro nacional.
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Además, al constituirse el Banco del Sur como una entidad de carácter regional con el
aporte de países que comparten intereses y necesidades similares, no solo queda
demostrada su capacidad de impulsar su propio desarrollo, sino que se excluye cualquier
posibilidad de injerencia de terceros, ahora casi una norma bajo las estructuras vigentes
debido a la participación accionaria mayoritaria de países exógenos a la Región en la actual
banca de desarrollo multilateral. En esa misma línea, el Banco del Sur no solo circunscribe
el financiamiento del desarrollo a los intereses nacionales de sus miembros, sino que su
gobernanza se enmarca en un manejo democrático en que la participación de cada país en
las decisiones no estará condicionada a la proporción de su aporte en el capital de la
entidad.
La definición de los criterios sustanciales para el impulso al desarrollo que se dará desde el
Banco del Sur se asienta en el planteamiento de nuevas prioridades. Primeramente, la
denominada soberanía alimentaria define como un eje fundamental del desarrollo de los
países su capacidad de atender las necesidades alimentarias de la población desde su propia
producción, privilegiando a los productos autóctonos de la región, sin depender de
importaciones, de recursos externos o de condicionamientos exógenos y fuera del control
de las acciones de política interna.
Asimismo, la soberanía energética, también definida como una condición inobjetable del
desarrollo económico, apunta a consolidar la capacidad de los países de aprovechar sus
propios recursos energéticos renovables y no renovables sobre la base de sus necesidades y
con independencia de otras fuentes externas, respetando al medio ambiente y minimizando
el impacto ecológico resultante de su obtención y utilización.
De la misma manera, considerando el papel fundamental de salud en el desarrollo de los
pueblos, la acción del Banco del Sur se orientará a garantizar a la población de los países de
la Región el acceso a medicamentos de marca y genéricos, a costos asequibles y de
producción local, que principalmente combatan enfermedades endémicas para las cuales la
oferta convencional desde las grandes casas farmacéuticas del mundo desarrollado no
atiende adecuadamente por no tratarse de mercados de alta rentabilidad. En este mismo
espacio, también se encuentra el apoyo a la investigación sobre prácticas médicas
ancestrales, incluyendo a los conocimientos agrícolas y ecológicos de los pueblos nativos.
En el conjunto de estas nuevas prioridades, el Banco del Sur también promoverá el
desarrollo de instrumentos y mercados post Kyoto a efectos de perfeccionar mecanismos
financieros dirigidos a precautelar el medio ambiente y a la protección del acervo ecológico
de la Región.
Las acciones del Banco del Sur se enmarcarán en propiciar una nueva dinámica entre
Estado, economía popular y empresas, a efectos de potenciar el desarrollo de los países de
la Región sobre una base de inclusión de todos los actores productivos.
Por otra parte, si bien décadas atrás, las acciones de la banca multilateral de desarrollo se
orientaban hacia el impulso a sectores que bien podían entenderse como dinamizadores del
desarrollo económico de los países receptores, desde hace algún tiempo estos esfuerzos más
bien se han orientado a financiar la reforma institucional de los Estados nacionales en el
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marco de políticas específicas originadas en los centros de poder en el mundo sobre las
bases de sus propios intereses geoestratégicos. Pero ahora cuando las necesidades de los
pueblos demandan nuevos horizontes en una coyuntura que coinciden los gobiernos de
varios países enmarcados en una visión divergente de la línea neoliberal prevaleciente en la
Región durante más de dos décadas, y más allá todavía, el momento y las condiciones están
dados para impulsar una nueva arquitectura financiera.
Fondo Común de Reservas del Sur
En el marco de la redefinición estructural hacia una nueva arquitectura financiera regional,
además del Banco del Sur como pilar fundamental a través de su papel de banca de
desarrollo, es también indispensable establecer los mecanismos tendientes a propiciar la
estabilidad monetaria y cambiaria de los países miembros, en cumplimiento de los
condicionantes mínimos que permitan alcanzar el objetivo de la integración a través de la
profundización del comercio intrarregional, así como el establecimiento de mecanismos
dirigidos a precautelar y apuntalar las reservas monetarias de los países de la Región, en
especial, ante los embates de crisis financieras de carácter global. Es en este sentido que se
configurará el Fondo Común de Reservas del Sur, como eje articulador de los instrumentos
y acciones destinados a precautelar los niveles de reservas internacionales de los países
miembros, a través del uso de recursos de la propia Región, en sustitución de los
mecanismos convencionales que caracterizaron la dependencia financiera y de las políticas
económicas nacionales a los dictados del Fondo Monetario Internacional.
El Fondo Común de Reservas del Sur incorporará mecanismos de cooperación financiera
dirigidos a que los países miembros puedan mantener sus reservas internacionales en
niveles adecuados en caso de enfrentar impactos derivados de crisis financieras locales o
externas, así como instrumentos que otorguen las seguridades suficientes para que los
bancos centrales puedan enfrentar estos problemas sin requerir del mantenimiento de
niveles de reservas muy elevados invertidos en el exterior a costa de que parte de esos
recursos puedan canalizarse hacia el financiamiento del desarrollo local.
La unidad de cuenta común regional
Asimismo, en el marco de la NAFR se evidencia la necesidad de contar con un sistema de
pagos regional, con la utilización de una unidad de cuenta regional con el propósito de
favorecer la utilización de las monedas locales de los países miembros para la realización
de los pagos internacionales. La unidad de cuenta regional se plantea con el claro propósito
de desacoplar al comercio intrarregional de la lógica del dólar en un esfuerzo para reducir
los costos cambiarios y de transacciones, a efectos de su potenciación como uno de los
elementos sustantivos en los esfuerzos dirigidos hacia la integración (se debe tener en
cuenta que no significa ni está relacionado con el manejo monetario interno de los países, y
más bien en el caso de la dolarización ecuatoriana la utilización de una unidad de cuenta
regional en un sistema de pagos viene a ser un elemento de refuerzo por el ahorro de
divisas que se logra a través de la aplicación de estos mecanismos).
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En este sentido, ya se ha avanzado con la propuesta del Sistema Unitario de Compensación
Regional (SUCRE) al punto que ya entró en operación a inicios de febrero de 2010, en el
que la definición del sistema de pagos para el comercio intrarregional se ha establecido en
conjunción con las entidades de financiamiento para el desarrollo inscritas en la NAFR.
Con ello, el sistema no se limita a un esquema convencional de compensación de pagos
internacionales, más bien, abre la posibilidad de incorporar mecanismos tendientes hacia la
ampliación del intercambio intrarregional, fundamentado en el aprovechamiento de las
complementariedades productivas en procura de convergencia al equilibrio comercial.
Para ello, se configuró al “sucre” como la unidad de cuenta de este Sistema para su uso
exclusivo entre los bancos centrales, mientras que los medios de pago efectivos para los
agentes que realizan las transacciones comerciales internacionales serán las propias
monedas locales de sus respectivos países (en el caso del Ecuador sus agentes locales
operarán en dólares a través del SUCRE y solo el BCE en su relación con los otros bancos
centrales utilizará los “sucres”).
El sistema de pagos y la unidad de cuenta regional son instrumentos que deberán
enmarcarse en un espacio más amplio de políticas comerciales nacionales orientadas hacia
los objetivos de integración regional, sobre la base de la redefinición de la división
internacional del trabajo, en franca intención de reducir la dependencia comercial bajo el
esquema Norte-Sur en el que nuestros países han sido históricos exportadores de materias
primas y productos con reducido valor agregado, e importadores de productos
industrializados y tecnológicos, con los consecuentes efectos de un deterioro progresivo de
los términos de intercambio. Por ello, esta redefinición comercial, asentada en la
potenciación de la complementariedad productiva de la Región y viabilizada a través de los
instrumentos monetarios regionales, se orientará a reforzar la relación Sur-Sur.
Mecanismo regional para solución de controversias
En los sesentas el mundo vivía procesos de descolonización por lo que la preocupación
central de los inversionistas extranjeros fue la de diseñar mecanismos para defenderse de
las expropiaciones y nacionalizaciones confiscatorias. Para resolver esta dificultad, en
1964, el Banco Mundial propuso la creación del Centro de Arreglo de Diferencias Relativas
a Inversiones (CIADI).
El CIADI nació como una alternativa excepcional, originariamente como un instrumento
defensivo para las inversiones extranjeras, pero desde los años noventa, cuando se dio una
ola de ajustes estructurales, privatizaciones y una proliferación de tratados bilaterales de
inversión (TBI), el CIADI empezó a utilizarse como un instrumento ofensivo ampliando el
concepto de “expropiación indirecta” a la aplicación de normas legales por parte del Estado
receptor de la inversión en su territorio. De esta manera se limitó la capacidad regulatoria
de los Estados y en suma se redujo los espacios de políticas públicas.
El CIADI, en la actualidad, se ha transformado en un instrumento ofensivo, pues asegura
grandes réditos para las multinacionales, más allá de que éstas verdaderamente inviertan y
generen riqueza y trabajo como reza el discurso neoliberal.
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De acuerdo a la UNCTAD, en 2007, se estima que al menos 35 nuevos casos (inversionista
– Estado) fueron presentados en virtud de la suscripción de TBI’s, de los cuales, 27 fueron
interpuestos ante el CIADI. De estos 35 casos 17 se presentaron en contra de los países en
desarrollo, 7 en contra de los países en transición y 11 contra los países desarrollados.
En materia de inversiones, según UNCTAD, se prefiere al foro del CIADI, pues el número
de controversias presentados ante el CIADI llegaron a 182, las controversias bajo el
arbitraje con normas de la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Derecho Mercantil
Internacional (CNUDMI) ascendió a 80, la Cámara de Comercio de Estocolmo recibió 14
casos, la Cámara de Comercio Internacional recibió 5 casos, en arbitraje ad-hoc se
presentaron 5 controversias, y otros 4 casos fueron presentados ante la Corte Permanente de
Arbitraje y el Centro Regional de El Cairo.
El CIADI es totalmente dependiente del Banco Mundial, y por lo tanto de los intereses que
este Banco representa. El Vicepresidente del Banco Mundial funge como Secretario
General del CIADI y el Presidente del Banco, preside el Consejo Administrativo del
CIADI, pudiendo designar árbitros conciliadores en los diferendos.
Por otro lado, el alto riesgo de conflicto de intereses, en torno al CIADI puede verificarse
en la designación de árbitros, quienes suelen ser abogados vinculados con las
transnacionales.
Los mecanismos de solución de controversias tienen un elevado costo para los países
receptores.
El principio universal del derecho Non Bis In Idem, según el cuál no se puede juzgar a
alguien dos veces por la misma causa, no es respetado por el CIADI, ya que del arbitraje
que surge de los TBIs, el doble juzgamiento por la misma causa es posible y sucede.
El proceso de resquebrajamiento de la institucionalidad neoliberal, al tiempo de mostrar las
graves deficiencias del sistema de administración de justicia del CIADI, genera la
necesidad de proponer un sistema de solución de controversias alternativo a este
mecanismo. Esta propuesta, asentada en el respecto estricto a los derechos fundamentales y
a los principios generales del derecho, fue acogida en el marco de la UNASUR, con la
aprobación de su Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de una resolución por
medio de la que se constituyó un Grupo de Trabajo, que tiene como objetivo crear dicho
mecanismo.
Para que este objetivo pueda alcanzarse, el primer paso está en que los países que forman
parte de esta iniciativa denuncien el Tratado de Washington que crea el CIADI.
Seguidamente, deberán realizar una revisión a fondo de cada uno de los tratados bilaterales
que han suscrito y que se encuentran en plena vigencia, y se entre a un proceso de
renegociación en los casos que sean necesarios –la principal vía de acceso al CIADI son los
TBIs, y las demandas a los Estados se basan en las cláusulas de estos contratos-.
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El sistema a configurarse no puede reproducir los errores criticados, tanto más cuando la
realización de la justicia debe ser su objetivo primordial, por lo que debe considerarse:
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El respeto estricto a los derechos fundamentales y a los principios generales del
derecho.
Una definición apropiada de inversión.
Que el arbitraje internacional es un mecanismo de solución de controversias de
carácter excepcional y alternativo;
Que solo podrá ser activado debido al consentimiento claro y expreso de las partes;
Que el tratamiento adecuado del conflicto de intereses como una estrategia
preventiva anticorrupción, es un elemento indispensable.
Que la posibilidad de revisión de los fallos debe existir;
Que la rendición de cuentas debe ser completa;
Que la consecuencia de los actos reprochables de los operadores de justicia deben
derivar en responsabilidades administrativas y civiles.
Esta propuesta se asienta en el respeto estricto a los derechos fundamentales y a los
principios generales del derecho. A partir de aquello, se propone la construcción de un
mecanismo de carácter excepcional y alternativo, donde la piedra angular para activarlo sea
la voluntad libre y expresa de las partes involucradas; además de la delimitación del
verdadero alcance del concepto de inversión; un adecuado tratamiento del conflicto de
intereses como una estrategia preventiva anticorrupción, para lo cual se propone el
establecimiento de un tribunal permanente que administre justicia con las consecuentes
responsabilidades de su actuación, la posibilidad de revisión de sus fallos o laudos a través
de un recurso de apelación; un mecanismo accesible por sus costos. En definitiva un
sistema alternativo transparente de administración de justicia.
Carlos de Latorre Muñoz
Quito, Febrero de 2010
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