El Primer Año de Universidad

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EL PRIMER AÑO DE UNIVERSIDAD
Una experiencia positiva de transición
Bill Johnston
Madrid: Narcea, 2013
Contenido:
 El primer año en un sistema de educación superior
generalizada.
 Qué sabemos acerca de cómo enseñar a estudiantes de
primer año y qué debemos hacer con ese conocimiento.
 La experiencia del primer año y la planificación académica.
 Diseño de un curso para lograr una positiva EPAU. Estudio
de un caso.
 La estrategia institucional y la experiencia de primer año.
 Las universidades en un mundo cambiante: grandes
narrativas y propuestas modestas.
INTRODUCCIÓN
¿Por qué estudiar la experiencia de primer año de universidad?
La educación superior se ha definido, tradicionalmente, por los contenidos
académicos, por la profundidad en el estudio de esos contenidos y, en cierta
medida, por estar dirigida a las élites sociales económicas e intelectuales. Sin
embargo, las demandas generadas a partir de la generalización de la educación
superior han iluminado otros aspectos de la vida universitaria, como es la
Experiencia del Primer Año de Universidad (EPAU).
Como consecuencia de ello, debemos revisar nuestros puntos de vista acerca del
papel que juega este primer año en los estudios de grado y renovar nuestro
planteamiento de la enseñanza durante este primer año y del apoyo que brindamos
a los estudiantes en este periodo crucial de su formación.
La visión de la experiencia del primer año en la universidad defendida en este libro
es muy sencilla, las universidades deben ofrecer a sus estudiantes un primer año en
el que sus experiencias de aprendizaje:
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Satisfagan sus expectativas, despierten su interés y les animen a alcanzar unos
estándares altos de esfuerzo y de compromiso.
Les capaciten para participar en sus estudios, en su futuro laboral y en una
formación continuada.
Las universidades deben ofrecer todo esto para mejorar la calidad de la educación
superior en un sistema en el que el acceso a la universidad se ha generalizado. Los
desafíos se sienten, quizás, de manera más aguda en las clases de primer año, en
las que el elevado número de estudiantes constituye generalmente un problema, y
las experiencias de transición pueden realizarse deficientemente o, incluso,
truncarse para algunos estudiantes. Para otros, una transición exitosa puede marcar
la diferencia entre unos buenos estudios y otros más pobres.
En esencia, el primer año es una parte importante de la experiencia de todo
universitario y merece una atención seria en cualquier universidad.
Este es un indicador clave de la calidad de la educación, de su competitividad y de
su buen estado en el siglo XXI. Las universidades deben ser capaces de mostrar
honestamente a los estudiantes la importancia de su primer año y poner un alto nivel
de esfuerzo en hacer de ello una experiencia de transición exitosa. Deben mostrar
este empeño en todas las interacciones con los estudiantes y con sus familias. Estos
son procesos básicos de gestión y deben hacerse bien, entre otras cosas,
aprovechando las nuevas tecnologías.
Aún más crucial resulta el cómo la universidad refleja la importancia vinculada a una
enseñanza de alta calidad, a la evaluación y a la devolución de información
vinculada a ella, durante las clases del primer año. En esta área lo que se refleje
debe corresponderse con la realidad. No sirve de nada ensalzar o incluso confiar en
la reputación de la institución universitaria, si los estudiantes de primer año
encuentran que las actitudes y las habilidades del equipo docente no dan la talla, las
instalaciones son pobres y el desafío académico es poco inspirador. Además, en un
sistema masificado, dependiente del Estado, en el que los empleados y los
alumnos demandan una relación con el mercado de trabajo, no basta con mostrar lo
bien que se enseñan las disciplinas académicas durante el primer año, debe haber
también una narración convincente de las competencias clave y de las ventajas de
tener un Grado de cara al mercado laboral. También debe tenerse en cuenta la
importancia crítica de la educación superior para el ejercicio de la ciudadanía en un
mundo complejo y cambiante.
Un primer año que aborde los criterios antes mencionados será una poderosa
experiencia formativa dentro de los estudios de grado, conduciendo a una mejora en
el rendimiento y a un aumento de la satisfacción para quienes optan por la
universidad y los estudios de grado. Este tipo de primer año sería lo opuesto a un
periodo de transición en el que los estudiantes se sienten confusos acerca de los
procedimientos, ansiosos acerca de cómo encajar en ellos, inseguros acerca de lo
que se espera de ellos, o acerca de si lo están haciendo bien, y generalmente
insatisfechos con los estudios y con la universidad. ¿Es demasiado pedir? Si nuestra
primera reacción es responder que "sí", entonces analicemos preguntas que siguen.
¿Cuántos estudiantes de primer año admite nuestra universidad?
Si la respuesta es cientos, cosa que es probable, entonces consideremos el volumen
verdadero de circulación de personas que implica, y las dimensiones de las
infraestructuras y de los recursos. Consideremos también la cantidad de fondos que
esos números representan en matrículas y las consecuencias financieras que tiene
el hecho de que cada 1 % de esos fondos quizás se pierda al finalizar el año y no
sea reemplazado en los años siguientes.
La "clase de primer año" no es simplemente una gallina de los huevos de oro o una
masa indiferenciada de estereotipados "novatos". Cada nuevo grupo de estudiantes
trae consigo muchas de las incertidumbres de sus predecesores. De modo que el
desafío social y pedagógico del primer año de estudios debe renovarse y
dinamizarse cada año. Esta es una tarea primordial y se enmarca dentro de los
mejores esfuerzos a realizar por los profesores y la dirección de las universidades.
¿Cuántos alumnos debe "retener" nuestro departamento durante el paso del
primer al segundo año para mantener un curso adecuado?
Si el objetivo no se cumple, entonces le seguirán problemas de viabilidad. Pero,
¿qué sucede si llegamos al número pero hay un deterioro en la motivación? Quizás
los intereses del alumnado cambien y se sientan atraídos por otras opciones. Un
descenso en el número de los estudiantes de segundo curso tendrá un fuerte
impacto en los estudios de grado. Si no se reconduce rápidamente, esto puede
conducir a espinosas cuestiones acerca del rendimiento del departamento y a
preocupaciones a largo plazo acerca de la viabilidad del plan de estudios.
¿Cuántos estudiantes rinden a pleno potencial durante el primer año?
Si los estudiantes "pasan a segundo con lo justo" o tras un rendimiento distribuido de
manera poco uniforme, esto puede indicar cierto número de problemas no deseados.
Por ejemplo: una mala elección de estudios, una pérdida de motivación durante el
primer año, fallos a la hora de adoptar planteamientos de estudio, y muchos otros. El
hecho de que la mayoría de los estudiantes haya pasado a segundo no debe
asumirse como un síntoma de la buena salud de su primer curso.
¿Cuántos recursos se invierten en el primer año de universidad?
Cuando las cuestiones precedentes se toman en consideración junto a otros asuntos
prácticos como la matrícula, la orientación, los horarios, las aulas, la previsión de
fondos, la contratación, la resolución de problemas, recoger las devoluciones de los
alumnos, etc., requeridos para hacer que un primer curso funcione, año tras año,
resulta claro que el currículo de primer curso debe atraer al menos tanta atención y
recursos como otros importantes aspectos de la actividad universitaria.
Propósitos de este libro
Llegar a una buena práctica en muchos casos no será fácil, en especial como
resultado de la aplicación de fórmulas rígidas que valgan para todo. Las formas
pedagógicas y los mecanismos de apoyo requeridos para mejorar un curso de
primero son contextuales y según cuál sea la necesidad, variará dependiendo de la
universidad, la carrera elegida y el curso. De todos modos, la clave de la mejora
reside en la decisión de las universidades; en que puedan convencer al personal
académico de la necesidad de tomarse el primer curso más en serio, como un
desafío para sus habilidades como profesores universitarios. Hacer esto implicará:
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Prestarle más atención a la bibliografía sobre la EPAU.
Hacer que aumente el estatus de la enseñanza durante el primer curso y el
apoyo a los estudiantes.
Probar nuevas formas de organización del curso y de adaptación de la
enseñanza al periodo de transición.
Repensar la gestión de la captación de estudiantes, su seguimiento de los
estudios y su progresión como prácticas académicas en interrelación y como
procesos de gestión.
Cultivar que se priorice de manera estratégica el primer curso, y, posiblemente,
redistribuir los recursos de acuerdo con esto.
En resumen, la EPAU y la transición deben tratarse como una prioridad clave dentro
de la política académica y la estrategia de gestión. Estos son los asuntos que se
discutirán en este libro.
Si su universidad, estimado lector, ya coincide con la mayoría de los puntos que
hemos planteado, entonces esperamos que lea este libro con una mirada de colega
y que en el futuro, comparta sus puntos de vista. Por otro lado, si su institución tiene
aún camino por andar en este sentido –en todos o en algunos de los puntos–,
entonces esperamos que lo lea con la mirada puesta en adaptar este pensamiento a
sus circunstancias.
Con este libro pretendemos:
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Construir en el lector la capacidad de comprender y tener influencia en el primer
curso, tomando decisiones pedagógicas informadas.
Aumentar los conocimientos personales del lector sobre la enseñanza y el
aprendizaje (más allá del conocimiento sobre determinada área de conocimiento
en particular) a través de la discusión de una importante bibliografía
seleccionada.
Estimular la resiliencia y la persistencia del lector al abordar contextos y
problemas difíciles, en relación tanto a la enseñanza como a los niveles más
relevantes de gestión institucional, incluyendo los estratégicos, de la facultad, del
departamento y del curso.
Abogar por un equilibrio efectivo entre la actividad pedagógica y el apoyo a los
estudiantes.
Discutir construcciones relevantes tales como: expectativas, experiencia,
compromiso, empoderamiento, transición, desarrollo personal y seguimiento,
todo ello como enfoques para la innovación.
En las páginas que siguen examinaremos estos temas tratando la transición y el
aprendizaje del primer año como asuntos prácticos en el diseño de los cursos, la
enseñanza y la evaluación. En consecuencia, las estrategias que el personal
académico puede introducir y evaluar en sus clases será el enfoque principal.
Además, se pondrá énfasis en el desarrollo del trabajo de equipo para maximizar el
impacto y la coherencia de las estrategias adoptadas.
Además, dada la complejidad del primer curso y el creciente interés institucional por
mejorar la experiencia de los estudiantes, también se discutirán algunos
planteamientos para acercarnos a las necesidades de diferentes segmentos del
alumnado, la cooperación entre ellos y la planificación institucional de estrategias.
Al abordar estos temas iremos esbozando cuál es nuestra experiencia y cuáles son
nuestros conocimientos para combinar la estrategia institucional con la práctica
operativa en contextos universitarios y las distintas áreas disciplinares.
Propondremos distintos modos mediante los cuales los lectores pueden provocar el
cambio de manera sistemática.
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