Plantaciones forestales y agua Dice un conocido proverbio que se puede morir en paz luego de tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Plantar árboles es una actividad alentada por los múltiples beneficios que brinda a la sociedad. Las plantaciones forestales con fines productivos son hoy vigorosos emprendimientos en el mundo por la creciente demanda de madera y por los estímulos relacionados a la mitigación del cambio climático. Se podría razonar así: “si plantar un árbol es bueno, plantar millones de árboles debe ser mucho mejor”. Durante el siglo pasado se promovió la forestación en los países andinos con resultados variables. Porcón (Cajamarca), un proyecto que se originó hace más de 30 años, es el modelo más exitoso de plantación forestal en Perú, con grandes recursos madereros en unas 14 mil hectáreas que generan puestos de trabajo locales y valor agregado. Sin embargo, no todas las cuencas andinas son como Porcón, con lluvias del orden de los 1.000 mm al año, como se dan normalmente en los Andes del norte. La mayor parte de la sierra en los Andes centrales y del sur es semiárida, con lluvias entre los 100 y 700 mm al año, de régimen estacional, en donde el crecimiento demográfico y el desarrollo de los últimos años hace cada vez más difícil conseguir agua para satisfacer su demanda. Los nuevos árboles a plantar en estas zonas incrementarán la demanda de agua en volúmenes no calculados que dependen de factores como la especie a plantar, la extensión de las plantaciones, su densidad (número de árboles por hectárea) y el sitio de plantación. No obstante, se han forestado –con beneficios visibles en cantidad y calidad de agua– grandes extensiones en la jalca o páramo (puna húmeda), un ecosistema que en buenas condiciones infiltra y almacena eficientemente el agua de lluvia alimentando manantiales y arroyos; pero que en casos como Porcón en Perú o Salinas de Bolívar en Ecuador, se encontraba muy degradado, con suelos compactados y sin cobertura vegetal por el sobrepastoreo y la quema de pastos, erosionado por la alta escorrentía superficial (agua que fluye sobre la superficie del suelo) que ocurría en ausencia de los normales procesos de infiltración. En esta situación los árboles permitieron excluir a la ganadería, detener la quema de pastos y recuperar las condiciones hidrológicas del suelo, regulando el régimen hídrico, al disminuir los picos de descarga en la estación lluviosa y mantener con agua los manantiales y arroyos durante la estación seca, además de producir madera y otros productos y servicios forestales. La elección de suelos, sitios y cuencas a forestar, encara incógnitas que podrían generar conflictos locales al disminuir el agua disponible, poner en riesgo la producción de los agricultores y las nuevas inversiones forestales. Es importante aclarar conceptos hidrológico-forestales como: “las plantaciones forestales no incrementan los caudales de manantiales, quebradas y ríos; por el contrario, los pueden disminuir”. El mito persistente: “las plantaciones forestales, la forestación o la reforestación siempre contribuyen a la recuperación de las fuentes hídricas” se debe erradicar, basándonos en las nuevas evidencias científicas y en el mejor uso de la tierra. Hay ejemplos de experiencias exitosas de países como Sudáfrica, con 1.5 millones de hectáreas de plantaciones forestales, que aplicó conocimientos científicos e hizo frente al dilema de: “madera o agua”. Se generaron datos hidrometeorológicos, se estudiaron las cuencas y su balance hídrico, la transpiración y la intercepción de la lluvia por los árboles, y los resultados se usaron para definir normas legales que se debían cumplir, seleccionando la especie adecuada y disminuyendo el tamaño o la densidad de la plantación si su impacto afectaba la demanda de las poblaciones aguas abajo más allá de un límite crítico. El ordenamiento territorial y la zonificación ecológico-económica aportan también mucho. Con bases científicas, respaldo legal, políticas claras bien aplicadas, instituciones fuertes y buena comunicación, se puede evitar que las plantaciones forestales se muestren como una panacea que luego se torna en caja de Pandora al generar expectativas irreales sobre sus beneficios entre los pobladores y empresarios madereros. PUNTOS CLAVE A TENER EN CUENTA 1. Las plantaciones forestales no incrementan los caudales de manantiales, quebradas o ríos; por el contrario, los pueden disminuir y mientras más seca sea la cuenca, en especial durante la época de estiaje, este impacto puede ser mucho más fuerte. 2. Cuando llueve, el agua abunda; pero cuando para de llover disminuyen los caudales y baja el nivel de los pozos. Además de considerar el total anual de lluvia en la cuenca a plantar, hay que observar el régimen de lluvias y la duración de la estación seca. El impacto de la plantación forestal en la estación seca debe ser especialmente considerado. Se sugiere cautela cuando se desee realizar plantaciones forestales en cuencas con lluvias anuales menores a 1000 mm. A este criterio debe sumarse la evaluación técnica del suelo y el sitio. 3. Plantar árboles es bueno y no hay árbol malo, sino mal ubicado. Las plantaciones forestales en los sitios correctos, con la extensión y densidad adecuadas, con las especies idóneas, respetando la propiedad de las tierras, la cultura y las tradiciones locales, generarán beneficios económicos, sociales y ambientales que se deben conocer y divulgar en su real expresión y magnitud para no generar falsas expectativas y evitar potenciales conflictos. 4. Sin duda, un proyecto de reforestación bien hecho será un apoyo importante para el buen uso de la tierra, el manejo de la cuenca, su rendimiento hídrico, la producción sostenible de otros recursos y la mejor calidad de vida de la población local. 5. Más información. Visite el programa Diálogo Andino: http://www.condesan.org/portal/programas/que-es-dialogoandino y el portal informativo InfoAndina: www.infoandina.org de CONDESAN. También: http://www.bosquesandinos.info una iniciativa del programa regional ECOBONA. www.condesan.org [email protected]