Crónicas de Brasil 2014 1 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 Antonio Alfaro José Pablo Alfaro Eduardo Baldares Víctor Fernández José David Guevara Amado Hidalgo Yuri Lorena Jiménez Álvaro Murillo Arnoldo Rivera Esteban Valverde Crónicas de Brasil 2014 A mi padre, por regalarme una pelota. A mi madre, por permitirme volver encharcado de incontables mejengas. Al lote baldío en Barrio Meza (q.d.D.g), con porterías de bambú, todo de tierra, en el que tantas tardes fui feliz; como la Sele, en Brasil 2014. Fichas técnicas del libro (el ISBN) y los créditos (diseño de portada, diseño interno, editorial) A los padres y a las madres y a lotes baldíos de mis cómplices en este libro. A los de cada lector, también. Antonio Alfaro 7 Presentación Un sueño redondo no es un libro de futbol sino de pasiones desbordadas, festejos, lágrimas y secretos revelados. Abracé en estas páginas a Lindomar Souza, un desdentado brasileño embriagado de futbol, que grita ¡Costa Rica! ¡Costa Rica!, bandera en mano, sintiéndola propia en la crónica de Yuri Jiménez por las calles de Brasil. Abracé también a Yuri por aceptar el reto de Un sueño redondo. Gitana del periodismo, con artículos publicados en deportes, sucesos, en política, espectáculos y algo más, viajó a Brasil como aficionada y regresó como cronista -en realidad, le resulta imposible dejar el vicio de contar historias-. Me hice un puño con Nicaragua, el zaguero Óscar Duarte y Costa Rica entera en el festejo del segundo gol ante Uruguay, celebrado en Catarina de Masaya como en San José. Festejo también la presencia de Álvaro Murillo en este libro. Cualquier selección de cronistas debe tener a quien jugaba mejengas como leñador y las narraba como poeta. Su participación compensa solo en parte la deuda de las noticias nacionales con las deportivas, por habérselo llevado hace muchos años. No menor reclamo hacemos al derecho, culpable de que Amado Hidalgo ejerza hoy como gran abogado y no como genial periodista. En una mezcla de uno y otro, ofrece evidencia ante el juzgado y obliga a un veredicto sobre Jorge Luis Pinto y su equipo: culpables... De espiar 30 años al futbol italiano; de controlar a Pirlo; de hacer caer a Italia once veces en posición prohibida; de frustrar a Balotelli. Con el acucioso periodista y el riguroso abogado uno termina de entender cómo la Sele selló ante la Azzurra el pase a la segunda ronda. Maradona se habría pegado un tiro el día del sorteo, viéndose junto a Inglaterra, Italia y Uruguay en el “Grupo de la Muerte”. Eduardo Baldares lo convierte en “el Grupo de la Pura Vida”; con la misma desbordada intensidad de sus narraciones en televisión nos devuelve a la ansiedad de aquel día, a nuestra mala buena suerte, al revoltijo de sensaciones, de la ilusión al desaire y del desaire al desafío, de la expectativa al ¡no lo puedo creer!, del no lo puedo creer al ¡nada que hacer! y del nada que hacer al ¡se los dije: clasificamos! Era de ponerse a rezar, tan solo por si Dios sigue el futbol, un misterio en el que José David Guevara se atreve a internarse. Fanático encubierto tras el periodista de temas económicos, José David nos lleva por templos, confesionarios, sacristías y pasajes biblícos hasta la tentación de aquel pastor rogando al cielo que Umaña anotara el penal. ¡Aleluya! -gritó el religioso. Yo, en cambio, enmudecí con los Navas, padre e hijo, en su reencuentro tras el Mundial, aquel almuerzo en casa de Keylor con el plato fuerte como entrada: “Viejo, tengo algo que decirle: no diga nada, no comente nada, pero seguro voy a jugar con el Real Madrid”. Don Freddy abrazó a su muchacho y sin decir palabra se puso a llorar. Aquel abrazo aún no termina en la crónica de Esteban Valverde, el mejor periodista del país en la cobertura de nuestros futbolistas legionarios. Abrazos no faltan en Un sueño redondo, aunque pocos como el de Celso y Guimaraes en pleno Mundial. El reporteo de Valverde nos ofrece una confesión -cedida a este servidor como un pase de gol- en la que Celso, el valiente mediocampista, ejecutor del primer penal de Costa Rica en una Copa del Mundo, confiesa haberse sentido como un niño de cinco años llorando en brazos de su padre. Aquel instante lo encontrará dos veces y en dos capítulos diferentes: primero, desde el sentimiento de Celso -en “Siete ticos dopados... Y Costa Rica también”- y luego en el pecho de Guimaraes -en “Italia 90 se abrazó con Brasil 2014”-. Sin proponérselo, ese abrazo reúne toda la historia tica en mundiales: desde la gesta en Italia 90, con Guimaraes como jugador, de paso por Corea-Japón 2002 y Alemania 2006, con él como estratega, hasta la gloria de Brasil 2014 con Celso como protagonista de la nueva hazaña, la que será narrada por encima de cualquier otra. Sentí un poco de nostalgia por Italia 90, por Cayasso, Guima, el Machillo, Chavarría, el Chunche, Marchena... hasta que el verano italiano se fundió con Brasil 2014, gracias a la narración de Arnoldo Rivera, un extraño y valioso especimen del periodismo. Crónicas de Brasil 2014 Podría escribir de por vida sobre los Beatles, pero si piensa en épicas deportivas su imaginación vuela a un ring de boxeo; entre una cosa y la otra, sin quererlo se volvió especialista en leyendas. Era el indicado para ver el nuevo mundial con los ojos de los viejos héroes. Ese 29 de junio, mientras las figuras del 90 veían a Costa Rica ir más allá de octavos de final, un joven periodista de incansable reporteo se puso tras los secretos de cada penal. José Pablo Alfaro nos cuenta quién eligió a los penaleros; por qué Bryan Ruiz casi queda fuera de la lista; qué hablaron los jugadores justo antes de iniciar el duelo; qué pasó por la mente de cada francotirador justo antes de emprender la carrera... A estas alturas del partido no hace falta aclarar que usted tiene en sus manos una selección -o varias-. Una selección de historias, una selección de autores y una Selección que sorprendió al mundo. La de autores podría parecer extraña: ¿qué hacen juntos varios periodistas deportivos, un abogado, un narrador de televisión, la editora de una guía de televisión, el director de un semanario financiero, un periodista de política y un especialista en los Cuatro de Liverpool? No lo sé, dígame usted, pero no se apure, que la respuesta está escondida en 150 páginas. La selección de historias, en cambio, es más fácil de explicar: nos meten a la cancha, al hotel, los graderíos, el camerino o las calles de Brasil; nos permiten estar al lado del jugador, el técnico o el rival, escucharlo, sentirlo, mirarlo, seguirlo, abrazarlo. Cada capítulo vive por sí solo, pero los once juntos, como si se tratara de un equipo de futbol, cada cual en su función, con estilos diferentes y complementarios, adquieren la fuerza de una Selección. Solo un minucioso rastreo de datos, numerosas entrevistas y una aguda observación hacen posible que Un sueño redondo cuente las historias desconocidas de una historia conocida, reto inalcanzable sin una buena selección de autores. Los reunidos en esta obra son un pequeño lujo -y un capricho personal-. El resto lo hicieron la Sele y usted, porque el gol de Joel, el paradón de Navas y el penal de Umaña solo tienen sentido en los gritos, los abrazos, las lágrimas, los saltos de un país que fue inmensamente feliz. Grupo de la Muerte... ¿O de la Pura Vida? CAPÍTULO I Eduardo Baldares Por más que intenta arrancarse la etiqueta de periodista deportivo, escribiendo sobre pensiones, seguros, finanzas, cooperativismo, industria maderera, residuos y hasta de marcianos en Revistas de Grupo Nación, con cada columna en Al Día la etiqueta se le pegó más, al punto de tenerla casi tatuada. Por si las dudas, narra partidos en Repretel 11 Un sueño redondo V iernes 6 de diciembre de 2013, 6:21am. Recuerdo la hora, porque nací un 8 de mayo de 1976, justo a las 6:21am. Me levanto y pienso “que no nos toque el Grupo de la Muerte”. Los siguientes 60 minutos son de “corre-corre” matutino. Bañarse, vestirse, desayunar a la carrera y ayudar a alistarse a Lucía. La típica rutina L-V. Me ciño la roja con manga blanquiazul de las eliminatorias. Estoy en “automático”, con la mente enfocada en el sorteo del Mundial, por realizarse en pocas horas, a partir de las 10 a. m. Por fin, me subo al carro y sueno el claxon. Lucía tarda en despedirse, dándole besos a la barriga de su mamita, hinchada cual globo con Carolina adentro. Me bajo, vuelvo a besar a Mónica (labios y panza), alzo a Lucía, la siento, le abrocho el cinturón y le doy autoservicio, trayéndole el resto del desayuno para que termine de camino... ¡Qué boronero me dejó! Llego al kinder. Los chiquillos van vestidos con los uniformes de sus selecciones predilectas, así que predominan las rojas como la mía, pero también hay algunas amarillas, albicelestes e, inclusive, una verde. Otros padres, como yo, enfundaron a sus pequeños con casacas de clubes locales, así que había varias moradas y rojinegras, quizás un par de rojiamarillas y sólo una sola azul y blanca, la de mi “Lu”. A siete meses de la Copa, el ambiente es futbolero, mundialista. 12 Crónicas de Brasil 2014 8 a. m. pasadas. Llego al brete y el ronroneo es monotemático: la rifa de los grupos para Brasil 2014. Tengo permiso de la directora de Revistas, Isabel Ovares, para concentrarme en el sorteo, porque me toca subir al blog “Baldazos” un análisis del resultado para Costa Rica. “Qué lindo que nos tocaran Suiza, Bosnia-Herzegovina y Argelia”, bromea Alejandro Arley, contertulio titular del cafecito mañanero, junto con Randall Sáenz, Randall Zúñiga y Eduardo Solano. Nos reímos nerviosamente, casi bobaliconamente. El pinto me sabe a nada. Bien podría haberme devorado la libreta de apuntes sin darme cuenta. Solo pienso en tómbolas, bolitas, papeles y nombres de países. De vuelta al cubículo, impaciencia, ansiedad. Como estoy sentado en el último escritorio camino al baño, muchos de los urgidos fisiológicamente pasan y algo me comentan. -¿Viste que blablablablabla...? -Brasil blablablablablablabla... -Yo creo que blablablablabla... -Los ticos siempre blablabla... Pero como van urgidos, no tardan tanto. El problema es cuando salen. Ya relajados, con cara de “misión cumplida”, ahí sí, comentan a sus anchas los prolegómenos del sorteo. Uno tras otro. Cinco, seis, no sé cuántos. Qué pena con ellos. Me cuesta concentrarme. A todo respondo que sí y no sé ni qué me están diciendo. ¿Y si no me estaban preguntando nada? ¿Si alguien me consultó acerca de alguna abominación y yo moví la cabeza de arriba a abajo, como aprobándola? Pudo haber sucedido. Me doy cuenta de que estoy en la Luna cuando Tomás Zamora, de la radio, me cuestiona “¿sí qué?”. -¿Cómo que sí qué? -le increpo. -¿Te pregunté que cuál cabeza de serie preferís para rival de Costa Rica y me respondiste que sí, huevón? -me regaña Tomás, con justa razón, y se marcha. 13 Un sueño redondo Estoy quisquilloso, hipersensible. Mejor me pongo los audífonos y tecleo a lo loco, para parecer ocupado. Pero no me aguanto ni yo solo. Estoy como león enjaulado en una secadora de ropa. Incómodo, me levanto. Me planto frente al gigantesco video wall de La Nación, a la espera del bendito (¿maldito?) sorteo. Tic-tac, tic-tac. Pero otros compañeros están en las mismas y se sacuden los nervios hablando. Hablándome. Yo, lobo estepario, misántropo temporal, siento taladros en los tímpanos, así que, ermitaño, retorno al espacio personal, dispuesto a tirarme los toros desde mi computadora. Irritado, me pregunto qué diantres hago con la ansiedad. “Ya sé”, me respondo, y me pongo a leer las columnas pre-sorteo. “¿Y si nos toca la más fea?”, se pregunta Antonio Alfaro, director de Al Día. “Decidirá el azar, en un sorteo cargado de morbo, retocado con respecto a mundiales anteriores, que a juzgar por la conformación de los bombos es capaz de deparar más de un grupo De la Muerte”. El autor de la columna 4-4-2 se envalentona y arma un “Star Wars” mundialista: en un grupo coloca a Brasil, Inglaterra y Holanda; en otro, a Argentina, Italia y Francia, y anticipa que allí podría quedar un “patito feo”, entiéndase, una selección de Asia o Concacaf... como Costa Rica. “¿Si va a un Mundial a jugar la primera ronda, cuando mucho la segunda, no es más emocionante bailar con la más fea? Que sufran los grandes las desventuras de un grupo peligroso. Para nosotros, la más fea es guapa. Muy guapa”, finaliza Alfaro. ¡Qué va! Este Toño me pone nervioso. Muy nervioso. Necesito un pronóstico más halagüeño. Y lo encuentro, porque, comparada, la columna de Gaetano Pandolfo me sabe a pan dulce. “Suiza, Ghana, Grecia y Costa Rica. Este sería el grupo soñado para la Selección Nacional en el sorteo; en el papel son las selecciones ‘más flojas’ de los bombos uno, dos y cuatro del torneo”, asegura el autor de la Nota de Tano, del diario La República. Con sus tecleos punzocortantes, el maestro Pandolfo recuerda aquella famosa teoría de la conspiración, según la cual las estrellas encargadas de sacar 14 Crónicas de Brasil 2014 las bolitas de las tómbolas son instruidas para extraerlas de acuerdo con peso o temperatura, según designios previos. Tano conjetura, entonces, que si esto es mentira, chisme, rumor o sacada de clavo, “Costa Rica tiene una leve oportunidad de quedar en un grupo cómodo, pero si la rifa ‘se monta’, probablemente quedaremos instalados en un grupo infernal, que es el destino de las ocho selecciones del bombo tres, las menos calificadas del evento, aunque se enojen los mexicanos”. “Personalmente lo que esta Nota desea es que Costa Rica no quede emparejada con Italia, para no caer en conflictos sentimentales apenas arrancando el Mundial”, finaliza. Nervioso, entro por última vez al simulador web de Al Día. ¡Híjole! Me salen Bélgica, Bosnia-Herzgovina y Argelia, ¡casi casi como predijo Arley! E l mecanismo del sorteo me lo sé de memoria. Lo dirigirá el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, con la asistencia de los exastros mundialistas Zinedine Zidane de Francia, Fabio Cannavaro de Italia, Mario Alberto Kempes de Argentina, Lothar Matthäus de Alemania, Cafú de Brasil, Alcides Ghiggia de Uruguay, Geoff Hurst de Inglaterra y Fernando Hierro de España. Ellos se encargarán de sacar las bolitas de los bombos 1 (Brasil, Argentina, Colombia, Uruguay, España, Alemania, Bélgica, Suiza), 2 (Chile, Ecuador, Costa de Marfil, Ghana, Argelia, Nigeria, Camerún), 3 (Estados Unidos, México, Costa Rica, Honduras, Japón, Irán, Corea del Sur, Australia) y 4 (Holanda, Italia, Inglaterra, Portugal, Grecia, Bosnia, Croacia, Rusia, Francia). De allí saldrán los ocho grupos de cuatro selecciones cada uno para la primera fase del Mundial, bajo el princi15 Un sueño redondo pio de separación geográfica: un solo equipo de la misma confederación por grupo, salvo para Europa, que tendrá un máximo de dos equipos por haber 13 equipos clasificados del Viejo Continente. ¡Por fin! ¡Las 10 a. m.! ¡En vivo, desde Costa do Sauípe en Salvador de Bahía, el sorteo de la Copa del Mundo Brasil 2014! Primero, un homenaje en video al líder sudafricano y Premio Nobel de la Paz 1993, Nelson Mandela, fallecido ayer jueves, a sus 95 años. Luego, imágenes de Brasil, las ciudades sede... ¿En cuáles le tocará jugar a Costa Rica? Y, entonces, entra ella, la despampanante conductora Fernanda Lima, ataviada de dorado, cual Copa del Mundo, de curvas serpenteantes como el Amazonas y ojos de un esmeralda hipnótico, un remanso de paz en medio de los crecientes estallidos internos pre-sorteo, “que no nos toque el Grupo de la Muerte, que no nos toque el Grupo de la Muerte”. La acompaña un tal Rodrigo Hilbert. Batucada, colorido, carnaval, sambódromo, estadios, baile, fútbol, fiesta, zacate, folclor, ¡Brazuca!... Muy lindos todos los montajes, pero, estrangulados por la tensión, no conseguimos disfrutarlos. ¡Sorteo! ¡Sorteo! Ingresan los jerarcas de Brasil (Dilma Rouseauf) y FIFA (Joseph Blatter); piden un minuto de silencio por Mandela y, acto seguido, surge la remembranza en blanco y negro, sepia y a todo color, de las ediciones anteriores de los mundiales, desde Uruguay 1930. Posteriormente, se presentan las epopeyas de los 31 clasificados vía eliminatorias. ¡Qué largo se está haciendo esto! 10:34 a. m. Después de los clasificados europeos, le toca a la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Fútbol, Concacaf, y, de primera (¿señal divina?), ¡sale Costa Rica! Las pupilas me nadan en los ojos, pero contengo el derrame. El corazón se me quiere salir del pecho y veo, de reojo, mis píldoras contra la presión alta. Me sacude la mezcla de música épica con las tomas de 16 Crónicas de Brasil 2014 nuestros jugadores abrazados, cantando el Himno Nacional a todo pulmón, previo al Costa Rica 2 – Jamaica 0, aquella noche clave del pasado 26 de marzo, en la joya de La Sabana, cuando la afición le dio la espalda a la bandera del supuesto Juego Limpio, solo cuatro días después del infame partido en Denver, Colorado, cuando los nuestros fueron obligados a jugar bajo una tormenta de nieve y escarcha hasta los tobillos. La afición desgalillada, el gol de Saborío a México (victoria tica 2-1), el cabezazo de Acosta ante Estados Unidos (goleada 3-1 con sabor a venganza), ¡el Estadio Nacional en movimiento tectónico! Basta ya. Saco el frasco, cojo una amlodín y me la zampo sin pensarlo dos veces. Me calmo a medias, pero rapidito me desesperan los actos culturales y la presentación, ahora más detallada, de seis de las 12 sedes, ya tendré tiempo de ver de nuevo todo con calma, por youtube, para disfrutarlo sin agobios...¡Sorteo, sorteo! 50 minutos y nada. Anuncios. Con el inflador puesto, mi impaciencia se quiere estallar. El logo del mundial, musiquita, la media docena de sedes que faltaba, Fernandita y el otro presentador, ¡más metido que hilo en Copacabana!, ¡salite solo!... Y, ¡sorpresa!, de verdad se sale e ingresa en su lugar el mismísimo Jerome Valcke, ¡a lo que vinimos! Entran los encargados de sacar las bolitas y... Yo tengo una bolita que me sube y me baja, ¡ay!, que me sube y me baja. Son los nervios. Hurst, “El Matador” Kempes, Cannavaro, Matthäus, Zidane, Hierro, Cafú y Ghiggia. ¡Grande, Alcides!, a sus 87 años, lúcido y pochotón. Qué lindo gesto de Brasil, invitarlo a él, quien tanto dolor le causó al país-continente, con aquel mítico gol que consumó el Maracanazo de 1950. 3, 2, 1... ¡Arrancó! Comienzan a formarse los grupos. Tengo frío, luego calor. Me pongo pálido y al instante me ruborizo. La cosa toma forma. Ansiedad. Miedo y esperanza. Todo fusionado. 17 Un sueño redondo Me estoy ahogando, así que salgo de mi cueva virtual. De pronto, me vuelvo “Tico Lindo”, saludo, sonrío, palmoteo espaldas, quiero comentar y que me comenten. Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar. Bipolar, ahora hablantín y grandilocuente, me planto otra vez frente al video wall. Se escucha Teletica, pero tengo Repretel en mi iPhone. Así que estoy full sintonía por todo lado. Y siguen estructurándose los grupos... En el A, ya están Brasil, México y Camerún (¡qué salvada!, esquivamos al organizador y pentacampeón): en el B, España, Chile y Australia (¡menos mal!, eludimos al vigente monarca); en el C, Colombia, Costa de Marfil y Japón (¡lástima!, este grupo pareciera asequible), 11:08a. m. Con su sonrisa de anuncio para dentífrico, Cannavaro, Balón de Oro y campeón en Alemania 2006, saca la esfera con la tercera selección del Grupo D. El secretario general toma la bola, la abre, coge el papel, lo extiende y lee: Costa Rica. “Y ahí está Costa Rica, señores, otra vez contra Ecuador y será Suiza el rival de Costa Rica... Y Ecuador...”, anuncia Jorge Martínez, director de Teletica Deportes. La redacción de Grupo Nación cae en la confusión, unos se abrazan por el grupo accesible, pero otros leen en pantalla la gráfica de la señal internacional: 1) Uruguay, 2) Costa Rica, 3) un espacio por llenar y 4) Italia. Discuten entre ellos. Unos dicen lo que escucharon, otros señalan los teles. Yo, ajeno a las deliberaciones, escucho en mis auriculares al comentarista de Repretel, el ex futbolista Hernán Morales, en pleno esfuerzo de optimismo. “A Uruguay ya lo hemos enfrentado, jugamos un repechaje hacia Sudáfrica y estuvo parejo. Italia es más difícil, pero no imposible”. “No, perdón, Costa Rica está con Uruguay y con Italia... Van a disculpar, vaya grupo (…) Vaya grupo... Aquí hubo una información incorrecta en la pantalla, Uruguay, Costa Rica e Italia... ¡Vaya grupo el de Costa Rica, por Dios!”, rectifica “Jota” Martínez. 18 Crónicas de Brasil 2014 Se acaban las discusiones en la redacción, la algarabía se convierte en murmullo. La esperanza: que la cuarta selección sea vulnerable, “a ver si acaso”, como exclama una voz femenina que no alcancé a identificar, porque ya voy de regreso a mi cápsula de aislamiento social. Sin necesidad de beberme brebaje alguno, velozmente retrocedo del sociable doctor Jekyll al odioso señor Hyde. Y todo por culpa de una bolita. 11:14a. m. Faltan por completarse los grupos D, E, F, G y H... Sigue el nuestro. Quedan las peloticas con los nombres de Bosnia-Herzegovina, Rusia, Portugal, Inglaterra y Francia, así para ponerlas en orden de deseable a indeseable. Pienso “Bosnia, Bosnia, Bosnia, Bosnia, Bosnia”, como queriendo jalarlo con la Ley de la Atracción, porque es debutante en mundiales, pero tampoco me disgustaría Rusia, de discretos accionares desde la disolución de la Unión Soviética. Resuelto, Hurst coge la bola, se la da a Valcke, quien dicta sentencia: Inglaterra. Como imán, me muero de hambre. Costa Rica yace en el Grupo... ¿de la Muerte? Ahora sí. Tengo que redactar los Baldazos. Inexplicablemente, pese a las tensiones recién pasadas, de pronto me siento optimista. Es mi abuelo, don Jesús (gdDg), quien me dibuja con los algodones del firmamento lo que va a pasar. Entonces, recuerdo nuestra conversación del 9 ó 10 de diciembre de 1989, tras el sorteo de Italia 90. -¿Se acuerda de los Juegos Olímpicos, mijito? -Los del 84, claro que sí. Pero, ¿de qué exactamente, Papacito? -Acuérdese, perdimos con Egipto y Estados Unidos. -¡Y por goleada! ¡Por eso tengo miedo! ¡Ahora nos tocan Brasil, Suecia y Escocia! -Calma, calma... Al final, le ganamos a Italia, el campeón del mundo. -¿Y eso qué quiere decir? -Que Costa Rica se crece cuando la cosa parece más di19 Un sueño redondo fícil... Sí clasificamos. ¿Sí clasificamos? Todo mundo presagiaba palizas, que el portero Gabelo Conejo sufriría lumbalgia perenne de tanto agacharse a sacar balones del telar, pero mi abuelo no solo rebatía la tesis del ridículo nacional, sino que preveía clasificación. Aquel retirado profesor de química, física y exdirector del Colegio de San Luis Gonzaga, que no se quitaba sus impecables trajes enteros, ni sus corbatas, ni sus zapatos de charol ni tan siquiera para realizar los más exigentes oficios en su casa victoriana frente a la Escuela Jesús Jiménez, en pleno centro de Cartago, llámese plomería, electricidad, carpintería, pintura, cambio de láminas del techo o lo que fuere, ¡tenía razón! El equipo semi-profesional al mando del serbio Velibor “Bora” Milutinovic hizo partículas las bolas de cristal de los “expertos”. Venció a Escocia, perdió por la mínima ante Brasil y superó a los suecos, antes de caer en octavos de final contra Checoslovaquia. Una hazaña sin parangón, con Conejo como figura. En cambio, para los mundiales de 2002 y de 2006, ya profesionalizada y en grupos teóricamente más propicios para clasificar, la Selección Nacional no pasó de la primera ronda. Incluso, en Alemania finalizó penúltima. Me inspiro y titulo con la última frase de aquella inolvidable conversación, “Sí clasificamos”. Como era de esperar, me llovió metralla en redes sociales por mi “irresponsable” pronóstico. “Vendedor de humo” fue lo más suavecito que me dijeron... mis compatriotas. E ntre los 1.300 invitados en el auditorio del sorteo estaba, bien acomodado en su butaca tipo cine, el seleccionador nacional, Jorge Luis Pinto, justo entre los 20 Crónicas de Brasil 2014 federativos Rodolfo Villalobos y Eduardo Li, tesorero y presidente, respectivamente. Las televisoras ticas les colocaron cámaras durante todo el sorteo, a fin de ver sus reacciones. “La puta madre”. Eso se leyó en la boca de don Jorge Luis cuando Valcke dijo “Costa Rica”, ubicándola con uruguayos e italianos. Villalobos se agachó y volvió a ver a Pinto con cara de “decime que sí se puede”. Li, como estatua. Luego, vino la designación de Inglaterra como cuarta selección del Grupo D; Pinto se rió, Villalobos se petrificó y Li casi se cae del asiento, evidentemente preocupado. “Vamos a enfrentar a tres equipos recios, duros, exigentes. De alguna manera nos gusta. Costa Rica ya demostró que no tiene ni distancia ni temor para enfrentar a estas potencias. Nos vamos a preparar con todo. Y me gusta. Ese es el fútbol y sabíamos que teníamos que venir aquí dispuestos a lo que fuera”, fueron las primeras declaraciones de Pinto Afanador a Juan Ulloa, de Canal 6. -Allá en Costa Rica, la gente está inquieta, por el grupo que nos tocó, contra Italia, Inglaterra y Uruguay -repregunta Ulloa. -Tengamos tranquilidad. Nos vamos a preparar. En Colombia, tenemos un dicho... Entre más bravo es el toro, mejor es la corrida. Quiero ver una Costa Rica grande, sintiendo el fútbol, sintiendo las ganas de ganar. Dije que no tenía temor contra quien fuera y así lo ratifico. No le vamos a tener miedo ni temor a ninguno -cerró el seleccionador. El primer rival será Uruguay, el 14 de junio en Fortaleza. La prensa deportiva charrúa reacciona con confianza, aupada por el cuarto lugar que obtuvo La Celeste en Sudáfrica 2010. El suplemento Tribuna del diario La República afirma que “si bien Uruguay quedó alineado en el supuesto ‘Grupo de la Muerte’ (...) las difíciles son las que más nos gustan” (…) Ingleses y ‘tanos’ (italianos) están tan preocupados 21 Un sueño redondo como los celestes”, remarca, sin meter a Costa Rica dentro del mismo saco. El País titula: “Uruguay y un grupo de terror” y agrega que a “la Celeste le tocó una serie más que complicada”. Internamente, en su suplemento Ovación, analiza que “no muerden, son rivales peligrosos, Italia e Inglaterra son los rivales más complicados aunque Costa Rica ha crecido. Los tres hicieron buenas eliminatorias”. Más preocupados, los editores de la sección deportiva del diario El Observador titulan “¡Noooo!”, junto a la foto del presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Sebastián Bauzá, tomándose la cara tras el sorteo. Ante la ausencia del seleccionador Oscar Washington Tabárez, recién operado de la columna, asistió a Salvador de Bahía su asistente, Celso Otero, para quien “Costa Rica tiene menos figuras, pero también es importante, por eso se clasificó. Esperamos poder ganar ese partido. Cuando estemos más cerca, vamos a estudiar cómo juega”. Por el contrario, Cesare Prandelli, técnico de la selección de Italia, segundo rival de la Tricolor, considera que “el rival más difícil es Costa Rica, porque no sabemos nada de ellos”. Sin embargo, también da lugar al optimismo. “Por lo general, cuando Italia se encuentra en un grupo difícil, siempre le va bien”. La Gazzetta dello Sport encabeza “Grupo duro”, destacando que su selección se enfrentará a “la frescura de Costa Rica, el carácter de Inglaterra y el talento de Uruguay”. Pese a todo, sabiéndose tetracampeones del orbe, se etiquetan favoritos. En cambio, luego de conformarse el Grupo D, el presidente de la Federación inglesa, Greg Dyke, es captado por las cámaras en un gesto de desaprobación que genera revuelo dentro y fuera del Reino Unido: se empieza a reír ante las cámaras y hace la mímica de cortar la cabeza, al pasarse un dedo por el cuello. Su poca fe encuentra eco en algunos de los principales medios locales, que aseguran que su país quedó en el “Gru22 Crónicas de Brasil 2014 po de la Muerte”. Para muestra, The Guardian hace un sondeo en su web y el 69% de votantes opina que los ingleses no pasarán de la primera ronda; The Independent resalta que deberán jugarse la vida ante dos selecciones campeonas del mundo y menciona a Costa Rica como uno de “los peces pequeños”. No obstante, también recuerda la labor costarricense en Italia 90. Mientras el seleccionador inglés, Roy Hodgson, considera que “con Italia y Uruguay, es casi como si tuviésemos dos cabezas de serie en nuestro grupo”, la estrella británica, Wayne Rooney, afirma que “Costa Rica es uno de los rivales más peligrosos”, pero en tono de quien se esfuerza por no menospreciar a nadie. Y nuestros columnistas, ¿cómo reaccionaron? Antonio Alfaro se hace varias preguntas, como “¿no es más sabroso enfrentarse a potencias? ¿Quién reclamará a Costa Rica si cae en el Mundial ante Uruguay, Italia o Inglaterra. ¿No son, al contrario, tres oportunidades para dar una sonora sorpresa? Incluso un empate andaría en boca del mundo y quedaría en nuestra memoria por los siglos de los siglos”. Gaetano Pandolfo, por su lado, se autodenomina “saco de sal”, por anticipar, la víspera, que por nada del mundo querría un enfrentamiento contra su querida Italia. “Lo único bueno que tiene el grupo donde quedó Costa Rica es que la Selección Nacional no tiene nada que perder y esto repite el entorno de Italia 90”, asevera. Aunque presiento que me voy a enchilar, tentado y masoquista, pongo el cable, sintonizo cadenas internacionales y, con el hígado en la mano, oigo más repercusiones de la prensa “internacional”, mayoritariamente de comentaristas mexicanos que laboran para grandes cadenas. Primero, el antecedente: en las eliminatorias 2013, Costa Rica le empató 0-0 a México en el Estadio Azteca, pero jugó mejor que el “Tri”. Luego, en el Estadio Nacional, le dio cátedra musicalizada, con baile incluido, al supuesto gigante del área, al que el 2-1 le salió barato. Ese día, Costa Rica enterró a México, pero Estados Unidos lo resucitó gracias a su 23 Un sueño redondo victoria sobre Panamá, que eliminó a los canaleros y envió a los aztecas al repechaje, que finalmente ganarían sobre una debilucha Nueva Zelanda. No se sabe qué fue más humillante para México, si el carnaval que montaron los ticos en San José o haberse salvado gracias al favor de su archirrival histórico, el Tío Sam. Llegó el sorteo y hubo quienes quisieron paladear la dulzura de la venganza, todavía en caliente, cuando se supone que ese platillo se degusta frío. “¿Demostrarán lo que tanto han pavoneado?... que son los nuevos gigantes. Después que le ganan a México hicieron fiesta (sic), ¡que demuestren ese gran crecimiento! Yo sí creo que se queda fuera Costa Rica”, adelantó, verde, el periodista Rubén Rodríguez en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. Pongo Destino Brasil, de ESPN, y el ex jugador azteca Francisco Gabriel De Anda anuncia “yo veo fuera a Uruguay y a Costa Rica”. En esa misma cadena, pero en el programa Fuera de Juego, el ex futbolista Quique Wolff, simpaticón y diplomático, mejor ni menciona a Costa Rica. “Deben estar preocupados Inglaterra e Italia, que tienen que jugar contra Uruguay. Y que saben lo que significa el desgaste de jugar contra Uruguay. Uruguay no les va a regalar nada”. Sigo el zapping. “Costa Rica definitivamente no tiene ninguna posibilidad de figurar en el Grupo de la Muerte”, aulla una voz de pito de Univisión, en cuyo programa Primer Impacto, se escucha “Costa Rica, rodeada de tres campeones del mundo, ¡pobres los ticos!, que se las van a ver frente a las selecciones de Uruguay, Italia e Inglaterra”. Ese “¡pobres los ticos!” me golpea varios órganos que comienzan con “H”. En Telemundo discuten entre varios de los analistas las opciones costarricenses y les causa gracia. Parece Guerra de Chistes y no un programa futbolístico. Uno de ellos rememora las caras de Jorge Luis Pinto y el presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, Eduardo Li, en Costa de Sauípe, cuando empezaron a salir los nombres de los 24 Crónicas de Brasil 2014 grupos, lo que desata la risita de sus camaradas. “Evidentemente a Costa Rica le tocó bailar con la más fea, son tres campeones del mundo, son tres protagonistas”, afirma y otro le interrumpe, “si Jorge Luis Pinto no arriesgó contra Jamaica... ¿va a arriesgar contra Uruguay?”. Los demás estallan en sonoras carcajadas. Pasan los meses y los gurús del fútbol continúan mofándose de las posibilidades costarricenses. Poco conocido en el planeta, pero popular en Perú, el periodista Gonzalo Núñez afirma, en su programa de Radio Exitosa, que el Grupo D “es un triangular muy parejo”. El comunicador ve a Italia, Inglaterra y Uruguay “muy por encima de Costa Rica. Yo creo que las tres selecciones le van a ganar a Costa Rica”. Pasemos a figuras de relieve, como el técnico portugués del Chelsea, José Mourinho, contratado como adivinador de la cadena Yahoo Sports, quien no le da oportunidad a los dirigidos por Pinto. Convencido y seguro, afirma que del Grupo D avanzarán a los octavos de final Italia e Inglaterra. Aún hay más. En su programa De zurda, el exastro Diego Armando Maradona se deja decir, interrumpiéndose él solo por culpa de unos abscesos, mezcolanza de tos y risa: “Yo, siendo costarricense, me tengo que pegar un tiro, porque el grupo que me tocó, después de pegarme la cabeza contra los palos, tirarme a los pies, irme a jugar la vida a canchas que sabemos jodidas y pesadas... que te toque un grupo así (sic)”. Con el perdón de Rodríguez, De Anda, Núñez, Mourinho, Maradona, el de todos los sabios del deporte y el de los incrédulos y/o escépticos, yo, por mi parte, mantengo lo escrito en mi columna del viernes 6 de diciembre de 2013: Sí clasificamos. 25 Crónicas de Brasil 2014 Sudar con el corazón: la afición tica en Brasil CAPÍTULO II Yuri Lorena Jiménez Veterana en el arte de escribir, Yuri Lorena Jiménez ya casi ajusta los 25 años en La Nación. Ganadora de varios premios nacionales e internacionales, se la cree porque sus textos la respaldan. Dirige la Teleguía desde hace cinco años, pero no permite que su pluma se empolve; por eso viajó a Brasil como aficionada y volvió como lo que siempre ha sido: cronista. 27 Un sueño redondo A quello fue como un terremoto... Un frenesí de estupor que nos transitaba el cuerpo. El alma nos hacía buscar, más allá de la euforia, certezas de que el gol de Óscar Duarte sí había entrado, que el árbitro había señalado ‘bola al centro’ y de que, sí, los pronósticos de goleada a favor de Uruguay no solo se desdibujaban, si no que la cosa pintaba, impensablemente, a otro escenario... pero aún era muy temprano para soñar. ¿O no? Segundos después del 2 a 1, tras zafarme de los brazos tremebundos de la afición tica cercana, aún escéptica miré en las gradas próximas y lejanas del estadio Castelao, en la magnífica ciudad de Fortaleza, y el ensoñamiento no hizo más que ensancharse. Unas 60 mil almas, mayoritariamente verdeamarelas y teñidas de pequeños lunares tricolores, gritaban apoteósicamente un feroz “¡Costa Ricaaaaaaaaa!”, mientras el coliseo se quería caer y los uruguayos se mesaban los cabellos, incrédulos aún. No sé qué minuto corría... ellos habían empezando ganando un juego que la mayoría sintió pan comido tan pronto cruzaron la frontera hacia Brasil y, con la afición brasileña en contra suya -por la ya añeja estocada del Maracanazo, en 1950- entraron con mucha gallardía a avasallar con gusto al mismo equipo al que sacaron de Sudáfrica 2010 en el repechaje, un año antes, allá en Montevideo. Por lo mismo, los brasileños -protagonistas absolutos de esta historia como se sabrá en adelante- se plegaron ad portas con el pequeño y exótico Costa Rica, el enano del “Grupo de la Muerte” que despertaba apenas curiosidad. Hay que decirlo: antes de Uruguay-Costa Rica, el país apenas existía para la población anfitriona. 28 Crónicas de Brasil 2014 Hubo quien nos preguntó, no bien llegando, que cómo habíamos hecho para “salir de Cuba”. El resto, la inmensa mayoría, apenas sabía que se trataba de un “pequeño paraíso”, chiquitico, exótico y facturado en Gringolandia. Igual, los brasileños son un amor. Así que no les costó mucho abrazar la bandera de Costa Rica, más como un acto de rebeldía contra Uruguay, y menos -mucho menos- como un reflejo de apoyo real hacia aquel pedacito de país, perdido en el istmo centroamericano. Horas antes del juego, la búsqueda urgente de una farmacia me puso frente a frente con la delegación de la Sele, en pleno malecón de Fortaleza (inevitable el dejavú con el Paseo de los Turistas, solo que multiplicado en tamaño unas 200, 500, 1000 veces (¡a saber!) y con edificios de hasta 20 pisos al frente. Unas 30, 40, 50 personas (empleados del hotel, en su mayoría) hicieron lo propio y salieron a despedirlos. No más que eso. Aquella ardiente mañana, frente al interminable cordón de acera fronteriza entre la calle y las azules aguas del mar de Fortaleza, los muchachos salieron callados, sin ninguna parafernalia, saludando discretamente y caminando rápido hacia el autobús que los trasladaría al Castelao. Iban custodiados por un par de buses repletos de robustos y morenos oficiales de la policía. Ya solo estos detalles nos parecían maravillosos: era la señal irrebatible de que estábamos en el Mundial e íbamos rumbo a nuestra primera gran aventura. En aquel momento, ni en la más atrevida quimera pudimos pensar que el regreso iba a estar provisto de unos cinco o seis buses escoltando a los muchachos por todas partes, que tendrían que acordonar la zona, abarrotada de cientos de periodistas y fans de todo el mundo, para que se pudieran bajar del bus, y que, aquel sábado 14 de junio, la historia del fútbol nacional y del país mismo, se partiría en dos: un antes y un después de Brasil 2014. 29 Un sueño redondo Pero tendrían que pasar varias horas para culminar con un delirante clímax del que no volvimos a salir nunca -creo que ni aún después de regresar a Costa Rica- todos los que tuvimos el privilegio de vivir la gesta de nuestros guerreros en el país de la samba. V olamos a los previos del juego. Hay que decirlo, el ánimo triunfalista de la fanaticada uruguaya el día anterior, en el Fan Fest de Fortaleza, nos tenía contra las cuerdas. El grueso de la afición tica (viajamos unos 5 mil a Brasil 2014) ya había encontrado los antros en los cuales reunirse y, si no, no era necesario: los distintivos tricolores nos hacían cruzarnos de calle para abrazarnos con ticos que jamás habíamos visto, y a quienes ahora tratábamos como compas del alma, de vida, de aventura pero, sobre todo, de esperanza mancomunada. Entrábamos al Fan Fest en puñitos, solo para vernos avasallados por la superioridad numérica de los tifosi uruguayos -cuya cita obligada se facilitó por la cercanía geográfica con el anfitrión- y quienes se ensarzaron en una maravillosa fiesta de hermandad y armonía: ticos y charrúas en un solo corazón. Sí, claro. Pero entre los brincos y las canciones, venían los hachazos “Solo porque son tan simpáticas les ganamos, pero no los goleamos; disfruten tranquilas chicas”, nos decían. Esos eran los mismos que, 12 ó 15 horas después, lloraban asidos a sus banderas blanquicelestes, cuando la Sele lapidó el 3 a 1 contra Uruguay. No hay otra forma de rememorar aquel momento que no sea en una especie de levitación mental, de cámara lenta... 30 Crónicas de Brasil 2014 un griterío ensordecedor y, a la vez, extrañamente silencioso, acompaña la masa de rostros delirantes que siguen la trayectoria del balón hasta que este se aloja delicadamente en la esquina del marco, mientras mueve la red veleidosamente. El estupor y la euforia se vuelven uno. La Sele acaba de escribir en piedra el marcador con su tercer gol y, en segundos, muchos explotamos en un llanto incontenible. No hay pucheros, no hay pudor; hay lágrimas copiosas y gesto rabioso, como la del guerrero épico que acaba de arrancarle la cresta al contrario. De alguna forma, quienes estuvimos en las gradas del Estadio Castelao el sábado 14 de junio supimos, en ese momento, que nos habíamos adueñado de un trozo de historia que, sin importar lo que pase en los juegos posteriores, nadie podrá arrancarnos jamás. Y es que nada, nada de lo que vivimos a partir del momento en que unos y otros decidimos viajar al Mundial nos preparó para lo que se vendría. Según nosotros, iríamos a Brasil a apoyar a la Sele, conocer alguito de ese subcontinente empotrado en un continente, ver a su gente, empaparnos de su cadencioso idioma y, acaso, traernos un par de decorosos empates. En realidad, la gesta de la Sele nos llevaría a tocar un pedacito de cielo y a comprobar que, en algunos momentos de nuestras vidas, es posible palpar la felicidad más absoluta y total. S i bien en Costa Rica el “estigma” de las clases sociales está dividido por una línea tenue -salvo por uno que otro apellido, contadito, que procura no mezclarse con la plebe-, lo cierto es que en Brasil 2014, esa línea se desdibujó. 31 Un sueño redondo Cada quien pagó el lujo de lo que le permitió su billetera. Según información publicada por los diarios de Grupo Nación, los paquetes oscilaron desde los $5.599 (¢2.8 millones) hasta los $15.599 (¢7.8 millones). Pero a la hora de juntarnos en el estadio, en los Fan Fest, en el metro, en los bares o en la playa, aquello se convertía en una legión única, Tiquicia unida por un balón. Y es que el amor por la camiseta parece unirnos a todos en un ejército que, cuando es fiel, le eriza la piel a cualquiera. Que lo digan los brasileños quienes, a partir del “Castelazo”, adoptaron a Costa Rica como su segunda favorita. Traducido, esto implicaba tener no solo al país anfitrión y a la mayoría de sus 200 millones de habitantes, más otros miles de nuevos y entusiastas en todos los rincones del orbe, apoyando a los muchachos en su hombrada. Solo así, quien no lo vivió, puede entender que los ticos –léase afición– nos convertimos, en cuestión de 90 minutos, tras nuestro debut en el mundial de la samba, en una suerte de celebridades que, al ser identificadas por las camisetas, gorros, banderas, vinchas o pulseras, éramos abordados por los advenedizos tifosi, muchos de los cuales apenas unas horas antes del sábado 14 de junio no tenían idea de qué diablos era Costa Rica o dónde se ubicaba y que ahora, en el primer fin de semana del Mundial de Brasil 2014, habían quedado hechizados y seducidos por la otrora llamada “Costa Pobre”. Esa misma “Costa Pobre” fue la que salió del Castelao a reventar su orgullo, a rabiar su sangre, nunca contra el adversario porque los uruguayos en su mayoría no tuvieron empacho en reconocer que el enano centroamericano les había ganado en buena lid, sino en una comunión con nosotros mismos, con nuestra sangre, con nuestra identidad tantas veces desdibujadas pero pocas veces tan arraigada como cuando se trata de fútbol. Desatados por completo en las afueras del estadio, pronto empezaron a sobresalir los brazos levantados, celulares en mano, que daban cuenta de videos filmados en tiempo 32 Crónicas de Brasil 2014 simultáneo... en la Fuente de la Hispanidad. En medio de nuestro fragor, abríamos espacios para observar por segundos lo que estaba pasando en Costa Rica y pronto empezaron a pulular las utopías: “Maeeee, que lindo sería teletransportarse a Tiquicia y devolvernos cuando termine la fiesta”, mientras el de a la par espetaba: “Maeeee, no sea idiota, nosotros estamos aquí y aquí es donde todo Tiquicia quisiera estar...” y el otro: “Maeeee, es que qué rico estar celebrando con la raza allá, pero después nos devolvemos”... y así, en medio de risas y felicidad absoluta, los diferendos se disolvían cuando alguien batía un latón de Brahma (la cerveza del Mundial) y esparcía su espuma a diestra y siniestra. De vuelta a la ciudad, en el Malecón de Fortaleza, buena parte de la turba tica se tiró a la playa, frente a los hoteles en los que se hospedaba la mayoría, para darles rienda suelta a los cánticos y al festejo. Pasada la medianoche un hombre alto, de contextura gruesa y camiseta negra, envió una ronda completa de cervezas a los más o menos 30 nacionales que bailoteábamos por ahí. Una hora después, Antonio, quien se supone es uno de los magnates gasolineros más poderosos de Fortaleza, se había convertido en el eje de la fiesta. Aunque más bien era serio y de pocas palabras, se dedicó a consentir a la afición tica con rondas y más rondas de cerveza y hasta caipiriñas. A eso de las 3 a. m. se acabó la birra, pero no la fiesta. Antonio se levantó, hizo una seña a sus cinco o seis guardaespaldas y todos subieron a un vehículo blindado, negro, último modelo. Regresó media hora después con una docena de garrafones gigantes y sus hombres se dedicaron a colocar, mesa por mesa, el nuevo cargamento. El vacilón siguió y los ticos, ya enfiestaditos, hasta le hacían el baile del indio, lo rodeaban y simulaban reverencias, todos reían, todos cantaban, Antonio observaba. Cuando empezó a aflorar el alba, el hombre de negro simplemente se levantó, subió a su blindado y se retiró del lugar con los suyos. 33 Un sueño redondo Nosotros también buscamos camino y cama, antes de que los rayos del sol hicieran trizas nuestras sienes. Había que dormir dos o tres horitas... ¡se nos venía el próximo titán! Solo que ahora sí, ahora podíamos perder -hasta por goleada- contra Italia e Inglaterra. Por lo pronto, había que disfrutar nuestra enorme gesta en el arranque, solo comparada con el cada vez más lejano 1 a 0 contra Escocia, en aquella imborrable y maravillosa historia que tejió la Sele en Italia 90. De hecho, tuvieron que pasar 24 años y las instancias recientes de los mismísimos titanes de Italia 90 -como Róger Flores-, quienes atizaban a los jugadores que en aquella época estaban naciendo o aprendiendo a controlar esfínteres, para que superaran la heroica participación de Costa Rica en su primer mundial. “Yo reto a las generaciones que van a representarnos en Brasil 2014 a que hagan que la gente nos olvide, que se olvide de Italia 90. Nosotros hicimos lo que hicimos y fue maravilloso y ahí quedó, pero los que vienen tienen que hacer los suyo y pasarnos por encima, y hacer que la gente nos olvide”, sentenció el “Capi” apenas unos tres meses antes del arranque del mundial de la samba. Para cerrar con el tema de Uruguay... a partir de aquel sábado y hasta nunca jamás, Costa Rica no solo no sería la misma selección tercermundista por la que nadie daba un cinco o, al menos, nada por sentado. A quel sábado ya eternizado en tono sepia, el color oficial de la añoranza, los muchachos a duras penas pudieron bajarse del autobús, igual que el resto de la delegación. Cuando entraron todos y ya no había más fotos ni gritos de apoyo, los fans brasileños y de otras latitudes se volvieron hacia la desconcertada afición. 34 Crónicas de Brasil 2014 Muchos terminamos posando para selfies de gente de todo el planeta que, ante nuestra congoja, se colocaban fascinados y felices junto a cualquier cosa o persona que representara al equipo revelación del Mundial. Yo, por mi tesitura de india -heredada de mis ancestros bribríes- me convertí en dos toques en trofeo de colección de los aficionados asiáticos, quienes murmuraban entre sí y se morían de risa -de contentera, espero- cuando lograban que, torpemente, les “concediera” una foto. A estas alturas, quiero pensar que su trofeo tenía que ver con la Sele... y no con una aborigen venida a menos en pleno Mundial 2014. Total, no me importa. Lo que importa es que aquel sábado inolvidable, hoy detenido en el tiempo, todo fue locura, añoranza, orgullo, admiración, risas, lágrimas, más locura, más añoranza y más orgullo. Si tuviera que elegir una imagen de aquel día, eligiría esta, recurrente, por encima incluso de la escena emblema para nosotros, la de Michael Umaña y su resoplido de titán, de varón, de hombrón, antes de liquidar a Grecia en los penales. Pero no. Quiso Natura (o la FIFA o qué se yo) que durante los juegos de Costa Rica, mi gallada y yo quedáramos ubicados en el marco en el cual cayeron los goles (hablo de Uruguay e Italia). Tuvimos unos microsegundos de ventaja con respecto al resto de la afición en el estadio... así supimos antes que sí, que sí había sido gol, que sí, que Costa Rica había empatado, remontado y tri-remontado con el otrora “montadísimo” Uruguay. Pero entonces, muy a pesar del bazucazo emocional vivido con cada gol de la Sele, primará siempre la figura de Bryan Ruiz, dirigiendo el bloque de salida (el bloque suicida, pensaban muchos), alto, erguido, seguro, al centro... un príncipe. Sin un ápice de inseguridad, a su alrededor levitaban el resto de soldados subiendo en un bloque perfecto, acompasado, junto con el brioso capitán. 35 Un sueño redondo En medio de todo el desboque que implicaron aquellos días de locura, donde no importaba más lo que pasara en Costa Rica (apenas reportes telegráficos de las familias, trabajo y compas) los ticos en Brasil viajábamos en una extraña nube de incredulidad-felicidad-euforia-espejismo-temor-orgullo. No bien habíamos digerido lo ocurrido contra Uruguay, cuando se venía Italia. Algunos hicieron el recorrido en avión; otros, pasamos el domingo 15 empotrados en un bus que demoró 16 horas en transportarnos de Fortaleza a Natal; es decir, acercarnos más a Recife, donde se jugaría el segundo partido de la Sele, morir o matar. I talia. Italia. Cinco meses después, trato de ordenar un toque mis remembranzas. Iba preparada -según yo- para Brasil 2014 porque La Nación me había enviado a Alemania 2006. No tenía mayores expectativas sobre la “Costa Pobre”, pero el gane contra Uruguay nos volvió el panorama de cabeza. Tras devorar cientos de kilómetros, por fin arribamos a la hermosa Recife, con el juego contra Italia respirándonos en la nunca... y en el corazón, y en la mente, y en la conciencia, y en los rezos, y en los brindis, y en los “por favor Diosito por favor”, a sabiendas de que debe ser un escupitajo rogarle a cualquier ser supremo para que intervenga en el marcador de un juego de futbol. A diferencia de como ingresamos contra Uruguay, la hinchada nuestra, esta vez, llegó con tremendos padrinos al Arena Pernambuco. Casi la mayoría de las 30 mil y pico de almas que se acomodaron ahí, en medio del recalcitrante calor, iban movidos tanto por ver al campeón mundial, como por la esperanza de ver a Costa Rica derrotarlo. 36 Crónicas de Brasil 2014 Cientos de sondeos espontáneos en las calles y en el estadio nos lo auguraban: Costa Rica no solo se había vuelto la sensación, si no la gran esperanza de que algo cambiara el curso esperado de la historia. Aparte de Grecia y los penalazos cincelados por los siglos de los siglos amén, Italia, a mi juicio, fue el punto de inflexión. Aunque gritábamos como degenerados, a esas alturas -y como bien lo sabemos quienes estuvimos ahí- hay mundiales agotadores... y Brasil. Las extensas distancias entre los puntos de este hermoso país nos hacían pasar en un permanente frenesí por alcanzar las sedes a tiempo, cumplir con la logística, los tiempos de comida, el carro, el taxi, el bus de la agencia de viajes, el bus de FIFA... Algunas veces, la forma de llegar al destino incluía el metro en medio de la gente más sencilla, muchos humildísimos y otros hasta desdentados que viajaban con sus bolsas de arroz y yuca y sus gallinas (vivas) y ahí mismo, en el subte y sin que mediara razón alguna que un distintivo tricolor en nuestros atuendos o rostros, nos llenaban de abrazos, palmas en la espalda y una metralleta de felicitaciones por venir del país que, intempestivamente, se había robado para sí y para sus acólitos, el Mundial de Brasil. Así, con ese ánimo, ingresamos sudorosos, hartos del calor (hacía 35 grados aquel viernes infernal en Recife) imaginando de cuando en cuando lo delicioso que sería estar en cualquier bar de Costa Rica, con una pantalla de tele en cualquier ángulo que se mirara y con una aguilita michelada, bien sentadotes. Obviamente, cuando el coloso se erigía ante nuestros atónitos ojos, con las banderas de los países contrincantes ondeando veleidosamente y la de FIFA erguida al centro; o cuando por fin alcanzábamos nuestra fila y nuestro asiento y podíamos relajar un poco el desenfreno, y ver a nuestros muchachos calentando en perfecta simetría y serenidad, mientras en el otro extremo titanes como Pirlo, Balloteli, Gianluigi Buffon y los demás hacían lo suyo... en esos mo37 Un sueño redondo mentos, habríamos sido capaces de desandar lo andado para llegar y duplicarlo. Mucho más cuando la Sele, con todas las ilusiones empujando y muchas estadísticas arrinconando, salió a la cancha del Pernambuco y Bryan, Celso y el resto de muchachos se dedicaron, desde el arranque, a divertirse y a soñar. El cabezazo de Bryan Ruiz al 44, a la postre definitivo para aquella orgía de euforia que se decantó tras el pitazo final, marcaría la senda real del sueño. Porque el 3 a 1 contra Uruguay nos puso a delirar, pero siempre existía la duda de si aquello no había sido una “chiripa”. En cambio, hundirle una daga al tetracampeón cuando aún faltaba la mitad del juego, y ver cómo los muchachos, lejos de amilanarse y echarse atrás a cuidar la escuálida ventaja, salían a defender lo suyo con toda gallardía... eso sí fue, gente, un despliegue total de poderío. Por eso, más que Uruguay, Italia fue “el” partido. Y lloramos. Lloramos con un llanto inexplicable al momento del gol de Ruiz. Y luego, con el pitazo postrero, ya no hubo rienda y en aquella levitación colectiva, hasta donde recuerdo, lo que más abundaba era el llanto. Quienes lograban “pegar” la señal del celular, ya en las afueras del Pernambuco y en medio de la locura total, rezaban los titulares mundiales: “Los centroamericanos aniquilaron el ´Grupo de la muerte´, eliminaron a Inglaterra y obligan a Uruguay e Italia a disputar el segundo pase (…) El final fue a toda orquesta, con toques y lujos, con las tribunas cantando “Olé, Olé”. Y sí, el Patito Feo, la famosa Cenincienta del Mundial, ya no lo era más. Ya para ese momento era una certeza: habíamos revolucionado con gran belleza el futbol en Brasil 2014. 38 Crónicas de Brasil 2014 L os encuentros imborrables entre aficionados que se suceden en los mundiales, en algunos casos surcan la memoria casi tanto como la apoteósis tras los goles de la Sele. Cada quien con los suyos... Entre la colección de recuerdos inmaculados -incontables, por cierto- me quedo con el de Lindomar Souza, quien se cruzaría en mi camino 24 horas después del triunfo contra Italia. Coincidimos en un gigantesco mercado de baratijas, al frente del extenso malecón que demarca la costa en Recife. Yo estaba comprando un brazalete verdeamarelo con el logo del Mundial y BRASIL así, en letras gigantes. Mientras lo escogía, un anciano desdentado, con pinta de indigente, se acercó sin siquiera percatarse de mi presencia y empezó a revolcar afanosamente en la canasta de las pulseras. La tendera le preguntó qué buscaba y, ante mi asombro, el desarrapado le explicó que quería un distintivo de “la Costa Rica”. Yo no andaba ni un solo distintivo patrio (ya desde Uruguay nos fuimos quedando poco a poco sin nada, agradecidos hasta la médula con nuestros socios de fe, los aficionados brasileños), así que cuando le toqué el hombro a Lindomar y le espeté que yo era tica -obviamente toda emocionada- tanto él como la vendedora se fundieron conmigo en un abrazo que no olvidaré jamás. Como él no encontró lo que buscaba, saqué del bolso la única bandera de tela que tenía y se la obsequié. Lindomar insistió entonces en pagar mi pulsera de Brasil con los únicos 10 reales que tenía y que, a no dudarlo, le habrían servido para calmar su resaca, pues todo él exhalaba el inconfundible olor a guaro añejo. Nos saltamos la barrera del idioma y, a como pudimos, conversamos de su click con Costa Rica mientras me acompañaba unos 500 metros hasta dejarme en la puerta del hotel. Orgulloso a más no poder, blandía la bandera tricolor mientras los vehículos le pitaban y los transeúntes le cruzaban un entusiasta “¡Olé olé ticos!”. Como pudo me contó 39 Un sueño redondo -y como pude, le entendí- que se había vuelto loco al ver el jogo bonito de Costa Rica ante Uruguay; por supuesto, nunca antes había oído hablar del país, y creo que no logré que me creyera que apenas éramos cuatro millones y pico de habitantes. Y luego... luego me habló del gane contra Italia, que el gol de Ruiz era una joya, y que hasta se había puesto a llorar... y se puso a llorar otra vez. Mientras se enjugaba las lágrimas con la bandera y se deshacía en felicitaciones para la Costa Rica que ahora él había hecho suya, nos despedimos para siempre, pues jamás nos volveremos a ver. Yo también me deshice en lágrimas en el lobby, ya a solas, tratando de digerir qué diablos estaba pasando en aquel país de Dios, qué clase de comunión se había establecido entre nuestra afición y la anfitriona y muchas otras más que fueron quedando huérfanas con la eliminación de sus equipos y felizmente se integraron al otrora desconocido país por el que nadie daba un cinco en el arranque. Tras la primera fase, se impuso el regreso y una nueva ilusión: vivir, por fin, una transmisión desde aquellos colosos en los que habíamos estado, solo que aquí, rodeados de coterráneos, de nuestra raza, en nuestros bares favoritos y en comunión total en nuestra propia tierra, la Costa Rica que a esas alturas tenía enamorado a todo el planeta. Y entonces, se vinieron Grecia y Holanda. Pero el desenlace de esa historia no tengo que contárselas; esa la vivimos juntos y la guardaremos en el alma por los siglos de los siglos. Amén. 40 Crónicas de Brasil 2014 ‘Masayá’ de los Sueños CAPÍTULO IV Álvaro Murillo No recuerda cuándo decidió ser periodista, pero sospecha que lo hizo para encauzar a medias su gusto por las letras. Empezó cuando el Chunche aún jugaba. Casi nada lo ha planeado y casi todo lo ha disfrutado. Está tan orgulloso de ser papá como de ser alajuelense. Escribe en La Nación sobre política y en El País, de España, sobre lo que sea necesario. 41 Un sueño redondo Ó scar Esaú era un niño de cinco años cuando su mamá, Walkiria, se despidió de él, de su hermana y de la Nicaragua beisbolista para ir a trabajar como empleada doméstica a otro país. Era, para peores, un domingo 25 de diciembre de 1994, con el alborozo de la Navidad esparcido por toda la pequeñez del municipio de Catarina que 20 años después estaría conectado viendo la Copa Mundial de Brasil 2014, con decenas de camisetas de Costa Rica deambulando por ahí. Así de curioso. Óscar ya era alto. Vamos, alto para un niño de cinco años. Ya estaba familiarizado con el futbol porque su tío Óscar jugaba en campeonatos del departamento de Masaya y porque en la iglesia cristiana alguien había decidido inculcar el deporte sin limitarse al bate del béisbol que, se sabe, manda en Nicaragua. El niño había tomado ya el camino alternativo de patear la pelota y no lanzarla con la mano, el del deporte rey del mundo y no el de su país, aunque 19 años después toda Nicaragua estaría loca de orgullo por el desenlace de una vida más bien casual que comenzaba con el beso que Walkiria dio al pequeño Óscar Esaú y a su hermana Cintia. Un beso triste, recuerdan todos. Nicaragua era un país a medio construir, con la mitad de su población desempleada y muchos tentados a emigrar. Eran las vísperas de una oleada de viajeros que a partir de 1995 cruzarían en masa a otro país para planchar ajeno, aporcar ajeno, cocinar ajeno y cuidar los jardines de otros a cambio de muy poco. Estaba por reventarse el dique migratorio en mitad del gobierno de Violeta Barrios de Cha42 Crónicas de Brasil 2014 morro, la producción per cápita caía por décimo primer año consecutivo y la sequía arruinaba las cosechas de maíz y de frijoles. Humberto Ortega acababa el año fuera del Ejército Nacional como parte de las reformas políticas de la pos guerrilla que avanzaban a tropezones, pero avanzaban. Daniel Ortega acababa de sufrir un “infarto silencioso” que le deterioraría la salud sin impedirle volver al poder 12 años después. El futbol nada tenía que ver en esa Nicaragua donde Óscar Esaú quedó llorando sin su mamá. Allá detrás del río, como canta Perro Zompopo, Costa Rica era un país menos jodido, donde a Walkiria ser empleada doméstica dejaba más dinero que ser maestra en una escuela privada allá en Catarina. La economía iba bien y la aritmética no dejaba espacio para las emociones y los temores de una mamá, o al menos no los suficientes como para rechazar la propuesta que le hizo la hermana en la visita a Nicaragua ese diciembre. Andate para Costa Rica, le dijo como quien señala el camino a un tesoro o una ruta de escape. El trabajo estaba esperando por ella en las habitaciones y los jabones de una casa en Sabanilla de Montes de Oca, cerca de la Fuente de la Hispanidad. Muchos años después, en unos festejos futboleros, habría de tener sentido esta referencia. La despedida fue como tiene que ser la despedida de una mamá que se va a otro país unos meses a probar suerte. Lloraron, sí, claro, pero el carácter de la familia estaba para más. La abuela Vilma asumió el cuido diario de Óscar Esaú y de Cintia, aunque el papá, Óscar, también se mantuvo en Catarina ese Año Nuevo, ese enero y ese febrero. El niño quedó triste, pero la bola suele llenar vacíos o crear la sensación de llenura. Pam, pam, pam en las paredes de la casa familiar. Pup, pup y pup en cualquier campo verde donde se podía correr y patear la pelota como los tíos. Algo tenía el cipote en su destreza con la pelota, además de la estatura por encima del promedio y una pasión desbocada por el futbol, que solo se interrumpía por momentos de pintura o dibujo, pero muy fugaces. En la iglesia evangélica a la que iba su 43 Un sueño redondo familia era “el niño que juega futbol”. Así hasta marzo de 1995, cuando Walkiria vio que el sueño tico era suficiente para criar una familia, aunque fuera a empujones. Enviaba dinero y llamaba por teléfono los fines de semana, les contaba que en Costa Rica había oportunidades, pero no tenía idea de lo que podía representar para el niño la palabra “oportunidad”. Entonces envió el dinero para los pasajes en marzo y Óscar Esaú y papá Óscar también viajaron rumbo al sur, a instalarse en el país que 19 años después se enteraría quién era Óscar Duarte Gaitán, con el número 6 en el dorso de una camiseta que tenía el escudo nacional. E l 29 de junio del 2014, pasadas las 3 de la tarde, Costa Rica podía ser considerado el país de más riesgo cardíaco en el mundo. Su Selección de futbol, fuente de sueños y pesadillas, de alegrías, sudores y ambiciones, estaba a punto de hacer trizas la historia frente a Grecia, al clasificarse a cuartos de final en el Mundial de Brasil 2018 y quedar entre las mejores ocho del planeta. Inimaginable. Era un partido duro, pero el adjetivo “duro” es muy corto. Era durísimo, peleado en cada metro cuadrado. Cada jugada era un duelo y cada pulmón, un amazonas en crisis. El jugador número 6 llevaba dos de esos pulmones a cada tramo. Sus piernas eran columnas de roca irrigadas por sangre nica. El 6 era un muro ante los griegos hasta el minuto 66 del partido, cuando el árbitro Benjamín Williams le enseñó la segunda amarilla. Expulsado por una jugada estúpida. Fuera. Váyase ya de uno de los partidos más importantes de su carrera y de Costa Rica. Y lo peor: deje a sus compañeros en minoría frente a las embestidas de los griegos, que hasta entonces van perdiendo pero pronto a lograr el empate y for44 Crónicas de Brasil 2014 zar así los tiempos extra, con más pulmones que Costa Rica. Váyase de aquí. Al 6 fue como si le apagaran la luz. Poco sentido tenía lo que había hecho contra Uruguay en el debut mundialista ni el juego de calidad que había hecho en línea con la Selección. Se restregó la boca con la camiseta y no reclamó nada, tampoco tenía claro si se merecía la expulsión. Aún meses después no lo tendría claro. Solo recordará que pensó en la que se venía; la historia estaba aún a medio hacer y los griegos se iban a venir encima, clarísimo. Se sentía muy raro. Caminó hacia la línea y salió de la cancha del estadio de Recife, entró al túnel hacia los camerinos y ahí topó con el asistente Paulo César Wanchope, que venía de orinar, pero el 6 tampoco recuerda nada. O talvez ni siquiera lo vio. - ¿Qué pasó, mae? - Me expulsaron - Mae, tranquilo Tremendo diálogo. No en todos los momentos dramáticos hay grandes conversaciones. Ese “tranquilo” es uno de los que se dicen porque sí, sabiendo que tendrá efecto cero o peor. ¿Cómo estar tranquilo cuando acaba de ser desterrado de ese país verde y rectangular en plena guerra? ¿Cómo ocultar esa cara de muerto que llevaba cuando los demás compañeros se jugaban la vida? En Nicaragua también había desazón. Ya Óscar Duarte, el 6, era un símbolo nica, el único que competía en una Copa Mundial de Futbol, un emigrante cuyo triunfo iba más allá de una remesa o la incorporación plena al país que lo alojaba. Estaba triunfando en la élite con la camiseta de Costa Rica, pero ya todos conocían que era nica, que sus primeras patadas las dio en Masaya y, lo más importante, manifestaba orgulloso su procedencia. Todo era bonito hasta el minuto 66’ del partido más importante que se pudo imaginar. Entonces topó a Chope en el túnel o no, no recuerda. Se fue a consumir al camerino aún con la pulsación a todo tren, 45 Un sueño redondo sudando los vapores, haciendo gárgaras con su impotencia, sentado mientras los demás se mataban por acabar de hacer la proeza. Los vio por tele. Todos se partían las piernas como en la película 300 y Keylor volaba como en la fábula de Súper Campeones. Eso era una tormenta eléctrica sobre el equipo diezmado, mientras las piernas nicas de Óscar, todavía con fuerzas, reposaban en el vestidor. Él se quitó las espinilleras, o no. No recuerda. Solo tiene presente las imágenes del tele y la presencia del utilero, Alberto Mena, que lo acompañó con sabio silencio. Nicaragua estaba en ese momento golpeada. Su representante en el Mundial de Futbol, aunque llevaba la camiseta tica, estaba quedando fuera y con seguridad se perdería el juego siguiente, en caso de que Grecia no pudiera remontar el gol que había hecho Bryan Ruiz, el josefino hijo de cubano, y vencer a Keylor Navas, con raíces en las tierras indígenas del sur del país. Sangres variadas estaban mezcladas oxigenando los músculos ticos que resistieron bien hasta el 91’, cuando un rebote quedó suelto en el área y, bueno, la fiesta pintaba a crueldad. Quedaba jugar media hora más con unos griegos aún potentes frente a los ticos disminuidos en fuerzas y en número. El nica estaba sentado con sus piernas fuertes y desocupadas, nerviosas. Sin quitarse el uniforme blanco vio a sus compañeros batirse como gallos de pelea hasta forzar la tanda de penales. Más tensión en el camerino, allá en la cancha del Pernambuco, en Costa Rica y en la Nicaragua que llegó a matricularse con la Sele, sí, por Duarte, pero llegó a más. Poderoso es el señor futbol, que sabe abrir paréntesis entres las disputas xenofóbicas, los conflictos políticos o las rencillas históricas. Costa Rica venció en penales y, entonces sí, el número 6 se sumó a la fiesta en el césped en Recife. Al día siguiente la prensa en Managua reportaba cómo festejaban en San José y la prensa en Costa Rica contaba cómo festejaban en Managua, todo por culpa de ese muchacho de 1,84 recio y simple, buen cabeceador y seguidor de la música cristiana. Costa Rica estaba en cuartos de final de una Copa Mundial y miles 46 Crónicas de Brasil 2014 lo celebraban a ambos lados del río San Juan, todo por culpa de aquel niño que en la Navidad de 1994 triste se despedía de su mamá, que emigraba. No estamos hablando de futbol. L a familia Duarte Gaitán se estableció en abril de 1995 en Ipís de Goicoechea, en una casa pequeña y sin muebles. Mamá Walkiria era empleada doméstica y papá Óscar chambeaba de “chequeador” en buses y después arreglando computadoras. El niño Óscar hacía amigos en el barrio y seguía pateando pelota en la calle y en la cancha, mezclándose con niños que pronunciaban la “r” arrastrada hasta que él acabó tirando la suya al suelo también. Hablaría como tico, comería como tico y su identidad se iría amoldando sin demasiadas tensiones, aunque debajo de la piel palpitaba su orgullo nica y el pasaporte lo dejaba claro. Entró a la escuela básicamente a jugar futbol. No era buen estudiante y sí buen jugador. La bola era un satélite suyo y millones de adornos de la casa se cargan a la factura futbolística del muchachito. Siempre llevó ventaja sobre el resto y así llegó a la cancha de Jardines de Moravia, donde entró en contacto con las escuelas del Saprissa. Entonces ya no mejengueaba en el barrio o en los recreos. Comenzó a pulir la roca; fue perfeccionando la técnica del cabeceo que algún día le iba a resultar muy útil. Algún día, sabía él. Llegó entonces el momento de dar un paso en serio. Si quería avanzar en el Saprissa hasta la Primera División, debía adquirir la nacionalidad costarricense. Asuntos de papeles y pasaporte, enredos y trámites, vueltas e insistencias, pero algún día iba a resultar muy útil, sabía él. Mientras, los papás se partían el lomo trabajando, intentando cubrir sí lo básico de la familia, pero también los gastos de los entre47 Un sueño redondo namientos de Duarte. Cada pasaje de bus obligaba a hacer cálculos, pero todo valdría la pena. Le decían “Zuca” en Mozotal de Guadalupe. Otros le decían ‘La Piedra’ ya se sabe por qué. Sólido, resistente, más bien parsimonioso, con el carácter de un caballo percherón, fuerte, impetuoso pero no nervioso. Disfruta chocar y sabe que ese es su papel, sin romper papeles con tal de ir arriba, salvo excepciones. En la cancha sí podía írsele la mano. Talvez una pierna más arriba, talvez fuerza desproporcionada o una barrida sin precauciones, como la que algún día le iba costar una tarjeta roja en una Copa Mundial, la primera en la historia de Costa Rica en estas competiciones. A los 16 años debutó en el Saprissa y a los 19, ya con el pasaporte tico, con la Selección Nacional, durante un breve paso por Puntarenas. A los 21 jugaba en el Brujas de Bélgica y a los 24 llegaba como custodio de lujo al equipo nacional en el Mundial de Brasil 2014. No participó en la eliminatoria, llegó cuando Costa Rica tenía ya el cupo, pero el buen momento de la carrera coincidió y los astros le abrieron un camino estelar. Cumplió los 25 el 3 de junio en Tampa, Florida, en el viaje previo al campeonato planetario, jugando contra un equipo semiprofesional. La afición tica, esa masa gigante que supera a los que siguen el campeonato nacional o llevan las estadísticas de su equipo, no sabía aún que la Selección de Costa Rica era tan tica que incluso tenía un nica incorporado. Estaba ya casado y vivía en Bélgica. Se entendía en inglés y tomaba clases de francés. Mantenía a su familia e invertía en negocios pequeños. El niño migrante había vuelto a emigrar pero ahora adulto y en condiciones distintas. El sueño estaba cerquita y él no sabía de qué magnitud era. Le vendrían dichas con la camiseta de la Sele, una de las que después acabaría entregando en manos de Daniel Ortega, ese que se deja ver poco, pero que entiende de gustos populares. El Gobierno de Nicaragua no quería escapar tampoco de la euforia de “su” nica mundialista. Quizá no falte decir nada más sobre el impacto que tuvo ‘La Piedra’. 48 Crónicas de Brasil 2014 El Mundial, ese que sueñan todos los futbolistas y que solo alcanzan los más esforzados y afortunados, los que saben estar en el lugar indicado a la hora indicada, recibió a Óscar Duarte en el momento justo. Joven, pero no novato, con roce internacional y acoplado a un grupo de amigos que venían del Saprissa. La estatura, la fuerza y la disciplina que requería Jorge Luis Pinto. La certeza en defensa y la oportunidad en algún ataque. En eso se había convertido el hijo de Catarina. Se le vio cantar el himno en el estadio contra Uruguay, en el debut mundialista. Él dice que no piensa nunca si es tico, nica, todo junto o todo lo contrario. Trata de permanecer muy concentrado. Así se le veía en televisión atento a los buenos cabeceadores uruguayos, cortando y despejando, tapando y cubriendo. Golpeando de repente también, cómo no. Sacaba bien la marca zonal por donde pasaba talvez Forlán y luego Cavani. La máquina táctica funcionaba debidamente, pero a Duarte eso no le bastaba. Estaba cumpliendo su sueño de jugar un Mundial, pero eso no le bastaba. El partido iba 1-1 con un penal de los uruguayos y un remate lindo del amigo Joel Campbell. Había ánimo y aire. El futbol es uno de los deportes sicológicos en los que acierta el que sepa canalizar sus emociones. En el alma de los ticos, Duarte como el resto, había ímpetu después del gol al minuto 54’. “Sí-se-puede”, cantaban en San José los ticos orgullosos de sus jugadores, Duarte incluido, por supuesto. El futbol es de emociones y de amigos. Un equipo es una amistad forzada o real, pero en un Mundial los términos se agravan. Esa era una familia jugando y dentro de ella Duarte tenía sus favoritos, pues sí, como todos. Christian Bolaños, el volante de mayor edad en la Sele, era uno de ellos. Ya había intentado ponerlo a brillar en un centro para el cabeceador Duarte que no fructificó, pero el minuto 57’ era una buena oportunidad para intentarlo de nuevo. Va igual, le dijo Bola. El volante tocó de derecha globeadito y pasado al segundo poste. La bola caía cerca de donde 49 Un sueño redondo llegaba Óscar Esaú como llegan los niños a abrir los regalos en Navidad. Iba feliz y concentrado, sin certeza de cómo actuar. Talvez era para cerrar con izquierda, pero la zurda no es fuerte en el defensor y, en todo caso, le habían enseñado muy bien a ir de cabeza. El marcador rival, Christian Stuani iba con los pies en el extremo del área chica, pero Duarte tenía que cumplir un sueño que ni siquiera había dibujado en sueños. Él golpeó con la frente sin estar consciente de haberlo decidido así. Perdió de vista el balón unas décimas de segundo, después pudo notar una curva pequeña y la pelota se fue con sonrisilla de medio lado hasta el otro poste y se anidó dócil. 2-1 a favor de Costa Rica. Algo se consumaba en el pecho del defensor, en la afición tica saltando sin hacer chistes sobre nicas; o sí, pero con cariño. En Nicaragua o en el corazón nica de muchos pobladores de Costa Rica, algo se estaba consumando también. “Gooool nica”, titularon en Managua. La cabeza de Duarte era un juego pirotécnico. Narradores de todos los idiomas cantaron su gol y todo el equipo lo rodeaba. Él apretaba los dientes en gesto de plenitud y de coraje a la vez. Después sonrió con sus gestos de niños y señaló al cielo. Después lloró con la cara niño en el césped, como lloró aquella Navidad añeja en que su mamá se iba a probar suerte al país que ahora él representaba ate las cámaras del mundo. “Ticos” y “nicas” más unidos que nunca. La mamá Walkiría, que casi pierde el resuello con ese gol, diría luego que esa fue la manera de Óscar de decir “gracias” al pueblo que recibió a toda la familia. Duarte lo dice con más simpleza. “Fue algo muy bonito”, explicaría cuatro meses después. Es un futbolista de poca letra que no acabó aún el colegio. Es dueño de una lavandería, una panadería y un café, además de un terreno grande en su Catarina. Las armas no son extrañas en sus manos y tampoco le han faltado los enredos. Ha sido denunciado en dos ocasiones anteriores por agresión con arma de fuego, pero un caso prescribió y en el otro logró conciliar con la víctima, el guarda de un bar en Mal País, Cóbano. Son los datos que 50 Crónicas de Brasil 2014 se van conociendo ahora y no agregan belleza a la buena novela del Mundial 2014, pero sí realismo. Ahora Duarte es famoso y eso se paga. N icaragua supo entonces sobre uno de los suyos. En Catarina le hicieron fiesta y ya en Masaya todos saben quién es Salomón Gaitán, pastor de la Primera Iglesia Bautista de Catarina, que congrega a 800 personas en un templo grande de cemento. Es el abuelo materno de Óscar Esaú, el que lidera los festejos inmortales en los videos de Youtube, filmados en la casa sencilla que el nieto visita al menos una vez por año. Nicaragua tiene también un nuevo referente compartido con su vecina del sur. Poderoso señor es el futbol, que trasciende a las cortes internacionales y que a veces, sí, se nutre de discursos patrioteros, pero otras veces es capaz de derrotarlo. ¿De qué otra manera se podrían ver banderas de Costa Rica en Managua y decenas de nicaragüenses con la camiseta roja puesta? “Ójcar, Ójcar”, gritaba la muchedumbre que lo fue a recibir al aeropuerto Augusto César Sandino el 10 de julio. Era la estrella, agobiado por los jalonazos y las fotos, por quienes querían un autógrafo de ese muchacho alto y mandíbula prominente, de cara lampiña y cierto aire infantil. Lo entrevistarían allá y acá y nunca iba a faltar esa extraña pregunta de si se siente más nica o más tico. La primera palabra era elocuentemente tica, “diay”, pero después daba gracias a Dios por nacer en Nicaragua y decía que, en cualquier caso, eso pasó por algo y ya está, nadie lo puede cambiar. Es un muchacho pragmático. Después soltaba una sonrisilla tímida. Era julio y pasaba por Nicaragua antes de volver a Bélgica, donde ejerce también de esposo y de padrastro. Tenía 51 Un sueño redondo un ciclo de visitas a medios de comunicación y presentaciones con público, además de la agenda familiar y una cita importante. El presidente Daniel Ortega quería también su foto de simpatía popular. Estaba su hijo Laureano, poderoso también. Hablaron de cómo impulsar el futbol en Nicaragua y así a la relación entre ambos países, cómo no. Cámaras, cena y una camiseta blanca manga larga toda rayada por las firmas de los seleccionados costarricenses. Quedará para algún periodista curioso averiguar dónde estará esa camiseta de Costa Rica dentro de algunos años. La mamá Walkiria contaba antes que oraba a diario para que los logros de su hijo sirvieran para unir gente de los dos países. Venía el otoño del 2014 y tocaba volver al Brujas. Había pasado el Mundial, el gol ante Uruguay y la expulsión contra Grecia, la hazaña de llegar a cuartos de final aunque no jugara por castigo contra Holanda y el aterrizaje en Costa Rica. Algo grande habían roto como Selección y quizás falten años para procesarlo. Cada uno traía una historia digna de ser escrita, un relato de autosuperación, de suerte, de tradición futbolera o de casualidades. Solo Óscar Esaú, el número 6, debe comenzar su narración fuera de las fronteras ticas, en el municipio masayense de donde en realidad nunca se ha marchado. Aquel niño de ojos abiertos que pateaba una bola de futbol donde sus amigos bateaban una de béisbol sigue en su Nicaragua. Y en Costa Rica. Y en Nicaragua. Y en Costa Rica. 52 Crónicas de Brasil 2014 El Coronel que encarceló a Pirlo CAPÍTULO V Amado Hidalgo Aunque las leyes lo alejaron del periodismo y marcó la cancha para no volver al reporteo diario, tampoco quiso quedar fuera de juego y mantiene un coqueteo permanente con su pasión a través de crónicas y columnas. Debutó en las páginas deportivas de La Extra, jugó el primer tiempo en La República y para el complemento se alineó con Triunfo. Hasta el pitazo final fue columnista de Al Día. 53 Un sueño redondo T reinta años llevaba esperando aquel minuto de gloria. Quiso gritar el gol pero no pudo. La emoción aprisionó su voz y no le quedó más que apretar los puños y correr de un lado a otro ofreciendo al Mundo la imagen de un hombre pleno y seguro de que ese instante estaba escrito en el destino como su hora cumbre. Por eso, casi instintivo, antes de volver a la cordura, Jorge Luis Pinto señaló con sus dos índices al cielo. No solo porque sentía que de allá venía la justicia que el árbitro Enrique Oses le había negado segundos antes, al no pitar un claro penal, sino porque la vida misma tenía una deuda enorme con aquel hombre de un metro sesenta y nueve que persiguió la gloria en cada instante de su vida, pero que hasta entonces tuvo que conformarse con sorbos pequeños de miel. Aunque faltaban 60 segundos para cumplirse el tiempo oficial de la primera parte, no tenía ninguna duda de que esa pelota que Bryan Ruiz acababa de pegar en el poste largo y luego cruzó la línea de sentencia, sería suficiente. La obra maestra, diseñada e imaginada durante años, ya estaba consumada, aunque el reloj y los ojos del Mundo tuvieran que esperar cincuenta y dos minutos más para convertirla en el hecho más sorprendente del incipiente mundial brasileiro. Pese a los 27 grados centígrados en Recife y que la humedad parecía duplicarla en el Arena Pernambuco, Jorge Luis Pinto sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo. Esta vez era la sensación de que su sueño de toda la vida, enfrentar y derrotar a Italia, estaba a muy poco de ser realidad. El 54 Crónicas de Brasil 2014 temor que había sentido cuando Pirlo encontró a Balotelli con un pase perfecto que éste falló ante Navas, pasó a hacer algo lejano. Posiblemente el enojo por el penal no pitado contra Campbell y la euforia, tan solo 60 segundos después, por un gol fabricado en su libreta de apuntes, terminaron de derrotar cualquier resto de duda en el técnico santandereano. El equipo ya tenía controlados los movimientos de Pirlo. Yeltsin y Celso, o cualquiera otro que estuviera cerca de él, lo tenían cercado cada vez que intentaba recibir la pelota y así lo harían en lo que restaba del juego. Habían practicado decenas de veces el sistema defensivo con bloques cortos, reduciendo el espacio para que el medio campo italiano no pudiera lanzar y si lo hacía, adelantar la última línea para provocar el fuera de juego. No estaba seguro pero ya había contado seis outsides a favor. En el vestidor reconocería el trabajo inteligente de “Pipo” González, y la perfecta ejecución de sus compañeros a la hora de atacar al hombre del balón, achicar con sincronía o devolverse hacia el área en caso de un inminente pase en busca de sus espaldas. Pero también se fue al camerino contento con el bloque ofensivo, la incorporación de Junior y Gamboa y las diagonales distractoras de Bolaños y Ruiz para abrir campo en los arribos de los dos laterales. Pero, sobre todo, por el mano a mano que estaba provocando Campbell contra Barzagli y Chiellini, como lo había pedido una y otra vez. “Encáralos. No tienen cintura y son lentos”- le había anunciado en la charla. Con el gol de Ruiz sabía que la tarea era más sencilla para el segundo tiempo. Habían derribado la muralla azurra y ahora era cuestión de mantener al equipo jugando en corto, solidario entre líneas y corriendo como lo habían hecho. Por más que lo había soñado y por más que había seguido a Italia en los anteriores cinco mundiales (por afición a su estilo de juego, o tal vez por una premonición de esas que solo el destino es capaz de explicar), Jorge Luis Pinto Afa55 Un sueño redondo nador nunca hubiera esperado un juego casi perfecto frente a los poderosos tetracampeones del Mundo. Su línea de cinco se comportaba a la altura. Y el medio campo no solo lograba reducir el espacio y someter a Rossi, Pirlo y Thiago para minimizar los ataques, sino que generaba el suficiente volumen de juego como haber llegado a ese gol y, en un par de ocasiones más, con Bolaños y Ruiz, obligar a Gianluiggi Bufon a ser protagonista. La receta en la pizarra parecía sencilla, pero él sabía que la ejecución requería lo mejor de una Selección tica a la que el Mundo entero no creía capaz de algo así. Estaba llena de pequeños detalles. Permitir que los laterales itálicos (Abate y Darmian) recibieran la pelota pero apretarlos contra la línea y desarmarlos. Cercar a Pirlo. Llevar a Balotelli lo más lejos del área posible, adelantando la línea que comandaba “El Pipo” González, para que el fortachón negro no tuviera opciones en el juego aéreo. Por si fuera poco, el equipo tenía que estar sincronizado en función del respaldo a Celso y Yeltsin, los gladiadores del medio campo. Para que no los matara el calor y el rival, para evitar los desplazamientos largos, era necesario que ocurriera lo que estaba pasando y que se acentúo en el segundo tiempo: Buen manejo de la pelota y un respaldo total de los laterales y la línea de fondo. Así, Pinto se fue al vestidor con el sabor fresco del gol cantado en la agonía de la primera parte. Sabía que Prandelli, el técnico italiano, intentaría buscar una fórmula para romper el cerco que sus muchachos habían tejido. Cuando vió que Cassano iba al campo dio una orden individual a Duarte: “Si lo dejamos tener la pelota nos hace daño. Tenés que buscarlo, quebrá la línea, hay que quitarle la pelota lo más rápido posible.” Y así lo haría el tico de Nicaragua, con solvencia, con astucia, sin dudas. Como igual todo el grupo seguiría corriendo, dobleteando a Pirlo, y a Insigne y Cerci, las nuevas armas con las que Italia buscaría atacar la portería de Navas, sin éxito. Porque la pelota era siempre tica, ante el 56 Crónicas de Brasil 2014 asombro de los que estaban viendo el juego en todas partes del Mundo. Al contrario, como había ocurrido en la primera parte, el movimiento de Bolaños y Ruiz, entrando y saliendo hacia los costados y de regreso al centro del campo, las diagonales, las subidas de Gamboa y Díaz, las arremetidas de Campbell contra la defensa central, mantenían desconcertados a los rivales y evitaba que su trabajo de contención fuese efectivo. Durante todo el segundo tiempo Costa Rica seguiría coqueteando con un segundo gol. En las cabinas de transmisión y en la Sala de Prensa el asombro y los elogios por Costa Rica serían una constante de 96 minutos, que se extendió al análisis post juego de lo que sería catalogada la sorpresa máxima de lo que llevaba el Mundial. Todos coincidían en que Costa Rica se había apropiado de las armas históricas de Italia, su presión en todos los sectores de la cancha, el manejo del bloque corto, la reducción de espacios, la defensa en zona, el ataque con los laterales, el contragolpe como vía. E Italia, la poderosa Italia, no había sabido qué hacer para defenderse y responder a un estilo que juego del que ejercía paternidad ancestral. Por eso a los periodistas les pareció un sarcasmo la respuesta de Jorge Luis Pinto: “¿Un juego perfecto?. Casi. Pero me hubiera gustado un poco más de contraataque”. A miles de kilómetros, en un pueblito turístico colombiano llamado San Gil de Santander, doña Raquel Afanador, rodeada de toda la familia, creyó ver en aquella invocación al cielo una dedicatoria especial para Natalia, una de sus cuatro hijas, a quien la muerte prematura le había arrancado la posibilidad de compartir aquel momento sublime con la dinastía completa. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras 57 Un sueño redondo se abrazaba con Luis Ernesto Pinto, y aquella sala amplia se convertía en un manicomio frente a la pantalla gigante, como si la misma Selección de Colombia acabase de doblegar la estirada imposible de Gianluigi Buffon. Allí estaban, como en las navidades, entre arepas y tamales, Alfonso, Ana Rosa , Yolanda, Mercedes, Ernesto, Juan José, y los 18 nietos, vestidos con la camiseta tica, enloquecidos de júbilo por un gol que todo San Gil estaba gritando. Aquella mujer de siete décadas de lucha tuvo la misma corazonada de su hijo. Ella también sintió en los más profundo de su alma que ni cien Pirlos y Balottelis combinados podrían romper con ese enjambre de piernas y voluntades que su hijo había sembrado en la Arena Pernanbuco y que resumía la obsesión de Jorge desde que decidió sentarse en el banquillo de los sufrimientos. Adivinó a la distancia que su hijo famoso había frotado el rosario del Niño Huérfano de Pamplona que siempre llevaba en su muñeca derecha desde que, 30 años atrás, su primera esposa, María Elena Vinasco, se lo regaló. Casi estaba segura que durante la noche previa, o en el albor de aquel día, se había encomendado a Dios y había rezado al menos una de las cuatro novenas diarias que acostumbraba: A la Virgen de Guadalupe, Nuestra Señora, el Cristo Redentor y la de los Hermanos de Los Ángeles. Por eso, devota católica como toda su familia, oró en silencio durante el tiempo que siguió entre el festejo por el gol y el inicio del segundo tiempo. Era la forma de ayudar a ese hijo errante que ahora daba gloria a dos países que todos en la familia llevaban en el corazón. Sabía poco de futbol, en verdad poco. Antes de que su Jorge Luis debutara como técnico del Millonarios, la vida de aquella mujer había estado más que ocupada por el afán de crear y educar a los ocho hijos, pero con un gusto remarcado por el arte y la política. Lo primero lo traía consigo, en las venas, y lo otro lo aprendió por la convivencia con un hombre de inquietudes sociales, Luis Ernesto, concejal por el Partido Revolucionario Liberal, hijo a su vez de un hom58 Crónicas de Brasil 2014 bre que en los tiempos de un país desangrado por la política, había ejercido como alcalde en dos ciudades colombianas. Así que los padres de Jorge Luis, inicialmente no tendría gusto por el futbol. En otro tiempo les emocionaba pensar en su hijo convertido en abogado, para mantener palpitando esa vena política que al menos a Yolanda, una de sus cuatro hermanas, instaló en el congreso colombiano. ¡De entrenador de futbol!, ¡Jamás!. Pero ambos padres sabían, por experiencia, que la voluntad de un santandereano es más poderosa que un regimiento y, a regañadientes, aceptaron que abandonara su carrera política incipiente a los 20 años, terminando de ser concejal de San Gil, y se marchara a la Universidad Pedagógica de Bogotá a estudiar Educación Física, pero con la determinación de convertirse en entrenador de futbol. Por eso, mientras la televisión repetía la imagen de su hijo festejando el gol de Bryan Ruiz, doña Raquel empezó a vivir el partido de Costa Rica frente a Italia con los ojos del alma instalados en el espejo de los recuerdos. Al verlo así, elegante, con ese traje gris de marca, comprado especialmente para la ocasión en una tienda neoyorquina, combinado con la camisa blanca y la corbata roja de puntos, no pudo evitar detenerse en la época colegial de aquel jovenzuelo que se negaba a ir a las clases de Educación Física si las medias no estaban blancas e impecables, o que, pese a las regañadas del director, rehusaba ponerse el saco negro del uniforme colegial, “porque el negro no va con mi corazón”. Verlo extasiado en aquella imagen que repartía la televisión entre 120 países del Mundo fue la confirmación, y su esposo coincidiría más tarde con ella, de que nada habría apartado a Jorge Luis Pinto del camino del futbol y que bien hicieron ambos en dejar de lado aquella batalla, perdida de inicio, para que el niño de trece años se interesara por algo más que por los libros de futbol, conseguidos nadie sabe dónde ni cómo, y que ellos pensaron que se trataba de un simple berrinche pasajero. Aquella gran familia reunida en torno a la televisión en 59 Un sueño redondo un pueblito colombiano, a 300 kilómetros de Bogotá, bien podría ser la versión moderna de los Buendía de Gabriel Garcia Márquez. A decir verdad, muchos rasgos en común los identificaba. Doña Raquel y don Ernesto habían procreado ocho hijos, de los cuales sobrevivían siete que les habían regalado dieciocho nietos. Como en la historia de Macondo, era una familia de estirpe política y aquel hijo, que aparecía gesticulando a cada nada en la televisión, sería algo así como el José Arcadio, primogénito de José Arcadio Buendía, el fundador del pueblo ficticio literario, un hombre obsesivo, emprendedor y soñador, que se fue a recorrer el Mundo, detrás de los gitanos para descubrir los secretos de la ciencia. El de nuestra historia moderna también se había ido al otro lado del Mundo, a Alemania, para perseguir su sueño y llevaba media vida planificando aquella hazaña que se gestaba a los ojos de la familia, cuyo asombro bien podría asimilarse al que despertó el hielo en José Aureliano Buendía, el otro hijo del fundador de Macondo, cuando su padre lo llevó a conocer el hielo. Sabía de la obsesión de su hijo por el trabajo. Por eso no le habían extrañado las quejas de Verónica, la nieta, cuando días antes la llamó por teléfono: “Papi no duerme bien. Dice que a veces se levanta al amanecer, se pasa a la habitación de trabajo y se queda viendo los partidos de Italia hasta la hora de levantarse”. Y así era. El técnico tico había pedido dos habitaciones en el Hotel Mendes Plaza, en Santos: La 517, donde dormía, y la 518, una especie de bunker futbolero, donde estaba la pantalla gigante, el video, las grabaciones de los partidos últimos de cada rival, los entrenamientos ticos que grababa, los menús, las prácticas programadas. Allí se pasaba la mayor parte del tiempo cuando no entrenaban, incluyendo algunas horas en que debía estar durmiendo. La madre había renunciado muchos años atrás a reprenderlo por lo que alguna vez consideró excesos. No había caso. Don Ernesto también hizo lo mismo cuando Jorge 60 Crónicas de Brasil 2014 Luis desoyó un consejo que más bien era una súplica. “¡Deje de joder con el futbol porque le va a pasar lo mismo que a Luis Carlos Galán!”. Había ocurrido allá por 1991 y fue en ocasión de un enfrentamiento entre su hijo y el técnico Luis Augusto García, “El Chiqui”, a quien acusó de comprar partidos. Recibió amenazas de muerte y los progenitores tenían miedo que le pasara lo mismo que al candidato presidencial baleado en la calle. La familia toda había aprendido a vivir con los sobresaltos que el futbol deparaba en la vida del segundo de la dinastía Afanador Pinto. Sabían que el futbol era su pasión y que lo metódico y obsesivo nadie se lo iba a quitar. Cuando asumió la dirección técnica del Millonarios, la mamá Afanador no pudo evitar la evocación de aquella tarde cuando fue por su hijo al colegio y le oyó decir a sus compañeros, en medio de la “pichanga”, que algún día sería entrenador y que llegaría dirigir al equipo capitalino de sus amores juveniles. Y en su camino hacia aquel 20 de junio del 2014, para culminar el sueño, había pasado por todo tipo de peripecias, desde amenazas de muerte por denunciar sobornos, hasta episodios irrisorios como el de poner a un jugador a correr con cinco kilos de carne en sus espaldas, para que supiera los que es tener esa cantidad de sobrepeso encima. Por eso, el gol de Bryan Ruiz de esa tarde calurosa, tanto como el penal de Umaña contra Grecia, días después, serían detonantes de emociones en aquella familia reunida en ocasión de algo que tres décadas atrás nunca pensaron los podría unir: El futbol. Pero el testarudo del clan se había salido con la suya y el pitazo final del chileno Oses en aquel viernes memorable, quedaría tatuado en la piel de cada integrante de la familia Pinto Afanador por el resto de sus vidas. 61 Un sueño redondo E n la gradería, con una cámara en mano, Jorge Luis Pinto Vinasco, no pudo captar con nitidez la jugada del gol. Allí se había instalado después de la charla que dio su padre para registrar en video los diferentes planos del juego, como lo hizo su progenitor durante muchos mundiales y así estudiar después, noches y noches, cada detalle táctico de los partidos. Cuando Ruiz metió la pelota en el marco italiano sintió desbocado el corazón. Sabía lo que ese gol representaba para su padre y, sobre todo, que esa jugada era el producto de lo que había dibujado en la pizarra por días y días y que minutos antes había repetido ante sus dirigidos. Llevaba meses tejiéndola en la cabeza y enseñándola a sus jugadores. Acostumbrado a presenciar las charlas del “Profe”, el menor de los dos hijos fue sacudido por el asombro cuando cayó el gol. En sus oídos resonaban aún las palabras del entrenador pidiéndole a Junior Díaz que subiera para sorprender por los costados, mientras que Bolaños debía cortar en diagonal, para distraer y al mismo tiempo dejar espacio para la galopada del lateral izquierdo. Para cuando llegara a posición de tirar el centro, en el segundo palo ya tendría que estar Bryan Ruiz. Y eso es lo que acababa de ocurrir en el campo de juego. Admirador empedernido de su progenitor, Jorge Luis Pinto Vinasco no podía con el orgullo cuando el estadio Pernambuco estalló festejando el gol. Todo salía a la perfección y, salvo en una ocasión, en que Balotelli se instaló en un mano a mano frente a Navas y falló, el trabajo táctico salía a la perfección. Acostumbrado a entender los conceptos que su padre desgranaba en el vestidor, el joven Pinto se complacía de 62 Crónicas de Brasil 2014 lo que su cámara grababa. El juego en corto, con la línea de cinco adelantada, achicando y apretando a Italia desde arriba, forzando el fuera de juego o agrandando la cancha (reculando la defensa), solo había sufrido un par de fracturas que el equipo supo corregir pronto. A él, como si se tratara del técnico, le preocupaba un hombre. Había escuchado tanto a su papá con el tema, que lo consideraba la clave para el éxito tico. “Hay que aislar a Pirlo”. “Si va a los costados no se dejen engañar. Déjenlo. Allí no hace daño y a lo que va es a abrir espacio a sus compañeros por el centro”. “Que no reciba, porque es un maestro en los pases entre líneas”. “Y si recibe, que no lo haga perfilado”. “Al menos hay que incomodarlo, para que el pase no sea limpio”. “ Métanlo en su propia área, que no llegue a la nuestra”. Había observado muchos entrenamientos dirigidos por su padre simulando el juego contra Italia. En todos, Pirlo era el referente enemigo y sus armas eran los pelotazos para Balotelli, o Insigne (que hasta entonces seguía en la banca) así como los tiros libres, sobre todo por los costados. Sabía que su papá no pensaba en los delanteros como el peligro italiano. No, más bien consideraba a Pirlo y De Rossi, pero sobre todo al primero, como los hombres letales de Prandelli. Por eso, pudo percibir, desde la grada, la frustración de su padre cuando a los 31 minutos, Andrea metió un pase filtrado a “Super Mario” y el gigante de ébano encaró a Navas, quien con un achique rápido, lo obligó a un remate desviado. Pudo leer los labios de su padre cuando le gritó al “Pipo” que tuviera cuidado con el fuera de juego y que no olvidara agrandar la cancha (devolverse hacia el marco con sus compañeros de zaga), si era evidente que Pirlo y Rossi insistían en romper el achique con pases a la espalda de los defensas. Lo había visto decenas de veces plantando la defensa en las jugadas de bola muerta, pidiéndole a cada uno una marca referida, insistiéndoles en que cada italiano debía quedar cercado por dos ticos para que la disputa de la pelota 63 Un sueño redondo siempre resultara favorable. Lo escuchó otras muchas ocasiones ordenar al “Pipo” que el movimiento de los hombres del fondo debía ser sincronizado, que en el momento justo del pase rival entre líneas habría que moverse con precisión para provocar el fuera de juego. Cada pitazo del chileno Oses sancionado en fuera de lugar había provocado una sonrisa en el hijo del técnico, que intentaba registrar con buen detalle el trabajo oscilatorio de la defensa tricolor. Aunque el estar pendiente de la cámara no le permitía el mejor de los análisis, era evidente que el plan salía a las mil maravillas. Después de los primeros errores, cada pase a profundidad se había estrellado con la banderilla del línea y cuando algún italiano buscaba penetrar en forma individual, González quebraba la línea y salía a su encuentro, con el respaldo de toda la zaga. El “fotógrafo de casa” tenía en su cámara cada cuadro del partido. Un retazo de jugadas que dejaban claro las intenciones de su padre: Italia no tenía a Pirlo para provocar futbol de peligro y Balotelli no recibía ninguna pelota con ventaja, salvo la primera que tuvo contra Navas y que no aprovechó. A Costa Rica, en cambio, cada vez la sentía más cómoda. No solo mataba las intenciones del juego del adversario con su achique y presión sobre la salida de los italianos, sino que cumplía a cabalidad con sus tareas ofensivas. Campbell estaba instalado entre los defensas recios pero lentos y en el uno contra uno, con la pelota en los pies, provocaba terremotos en el área rival. Las muchas horas siguiendo a su papá en diferentes equipos y las charlas futboleras que había sostenido con él, le permitían una visión estratégica del partido. Los ticos tenían clara la lectura. Descifraban una a una las intenciones cada vez que un italiano tomaba la pelota. Con solo el gesto técnico al patear, ya la defensa sabía si intentaría un pase profundo, una pared o una jugada individual. Para todas ya habían ensayado el antídoto y la ejecución resultaba casi perfecta. 64 Crónicas de Brasil 2014 A eso su papá le llamaba la intención de juego, y era una especie de intuición que debía tener el futbolista, sobre todo el líder de la defensa (en este caso “Pipo”) para adivinar qué pretendía hacer un rival cuando tenía la pelota (driblar, buscar la pared, un pase corto o uno largo a la espalda de los zagueros, por ejemplo). Los movimientos de González, a su vez, debían ser correctamente interpretados por los demás, a efecto de “cubrirle la espalda”; si salía a quebrar la línea (a buscar al receptor de la pelota), o bien si achicaba en busca del fuera de juego, o retrocedía para ganar la pelota larga a la espalda. El posicionamiento defensivo de Borges y Yeltsin, aislando a Pirlo, las diagonales de Bolaños y Ruiz, las subidas de Gamboa y Díaz, los movimientos hacia adentro y afuera de Campbell, todo lo había visto el hijo del técnico en los entrenamientos y en la pizarra. Por eso tuvo la certeza, cuando llegó el gol, que la victoria solo podría negarse a los ticos por una fatalidad del destino. Cuando bajó la cámara, tras el pitazo intermedio, se sorprendió de todo lo que pasó por su cabeza a los largo de aquellos 48 minutos. Esbozó una sonrisa pensando que su padre alguna vez quiso que siguiera sus pasos y que después de tantos años de seguirlo era un erudito en la teoría del futbol, aunque no hubiese dirigido ni a un grupo de niños. Mientras esperaba el regreso de los equipos pensó en lo que sería el segundo tiempo. Imaginó a Costa Rica manteniendo presión en todos los sectores de la cancha, tal vez cediendo un poco el terreno a los italianos para montar más fácil el contragolpe, que Cubero ingresaría como escudero para darle más piernas al medio campo y que Ureña llegaría en algún momento para intentar la estocada con una bola larga, cuando Italia estuviese desesperada en busca de la paridad. Solo le faltó acertar el cambio del “Chiqui Brenes”. 65 Un sueño redondo A l otro lado de la gradería, Verónica Pinto, la hija mayor, vivió el gol con emoción infinita. Aunque en otra época disfrutaba más en los encuentros con su padre hablando de política, en aquel momento tenía claro que el futbol estaba a punto de darle el sueño de su vida y borrar las heridas de muchos años. Era una adolescente cuando pasó, pero no había olvidado la frustración que tuvo como colegiala cuando la familia debió abandonar Costa Rica, en el 2005, sin darle oportunidad a su papá de terminar la tarea de clasificarla para el Mundial y a ella de concluir el bachillerato en el Country Day, obligada a dejar la casa en Bosques de Doña Rosa y a sus grandes amigas de colegio. Le había escuchado decir en varias ocasiones que el partido inaugural de Alemania 2006 lo había visto solo, en un cuarto de hotel, lamentando la decisión de los dirigentes de entonces de apartarlo del sueño que ya tenía encaminado. También lo había visto quebrarse en el 2012 cuando le quitaron la Selección de Colombia en plena eliminatoria, luego de un enfrentamiento recio con algunos de los líderes del equipo. Las alegrías deparadas por los títulos en el Cúcuta, Alianza Lima, el Táchira y la Liga Deportiva Alajuelense, no eran suficientes para su padre. Ella tenía claro que él había recorrido el planeta, como estudiante, como espectador y como entrenador, para sentarse en el banquillo que ahora estaba ocupando, el de técnico mundialista. Verónica no tenía la formación ni el conocimiento de su hermano menor para desmenuzar tácticamente el partido, pero cuando Oses pitó el final de la primera parte, con el festejo del gol todavía estremeciéndola, estuvo segura de que su papá tenía la fórmula para frenar al que él llamaba el 66 Crónicas de Brasil 2014 más temible de los rivales del grupo. La hija mayor intentó recordar un momento en la vida familiar sin futbol y no pudo. Aún en los viajes a la finca en Subachoque, Cundinamarca, para ver los caballos y las vacas – otra pasión del técnico-, siempre estaban en la mesa los relatos ligados al balompié, sobre todo cuando su hermano intentaba desafiar al papá con preguntas sobre la militancia de este o aquel jugador mundial. Alguna vez le tocó ver al menor de la familia dormido en las gradas del estadio en Santa Marta, adonde solía acompañar religiosamente al padre. Por eso buscó a su hermano en el graderío sin éxito y, tuvo que conformarse con enviarle un mensaje a su celular: “Hermano, papi es un verraco”. Una hora después, mientras lo esperaba en las afueras del estadio, Verónica aprovechó para compartir por whatsapp su regocijo con las amigas ticas, que eran muchas tras su estadía de tres años en Alajuela. A todas les escribió que se sentía orgullosa de llevar puesta la camiseta tricolor y que su papá tenía medio corazón colombiano y la otra mitad costarricense. Esa espera le permitió tiempo para entender mejor al hombre que ahora festejaba en la intimidad de un vestidor eufórico. Acababa de ver en la cancha a un equipo absolutamente disciplinado y no tenía que pensar mucho para saber del origen de ese comportamiento colectivo. Jorge Luis y ella sabían muy bien cuáles eran los códigos del padre y del entrenador: Aquel hombre consentidor y afable, preocupado por ellos como si todavía fueran unos niños, siempre había sido estricto en algunos temas como el estudio, los deberes y las llegadas a casa. Era evidente que las exigencias disciplinarias del hombre recio, que también podía ser un papá tierno y alcahuete, habían sido trasladadas al interior de aquel grupo de jugadores que ahora se habían convertido en la sensación del Mundial en Brasil. Todavía podía recordar aquellos días amargos en que la franqueza y verticalidad de su padre los hizo blanco del pe67 Un sueño redondo ligro. Junto a su mamá y hermano habían tenido que dejarlo solo en Cali, dirigiendo al Santa Fe, porque seguir a su lado representaba una amenaza. Estaba advertido de muerte por gritar un secreto a voces: que algunos equipos rivales amañaban los resultados comprando jueces. Una vez le escuchó decir en una entrevista en Costa Rica que “moriría por un partido de futbol”, y aquel 20 de junio, en una tarde calurosa que se pintó de rojo y azul en las afuera del Arena Pernambuco, Verónica supo que su progenitor se habría ido de este Mundo gustoso tras esos 96 minutos de futbol que le había deparado la alegría inmensa de vencer a la potente Italia. Por sus viajes a la finca ganadera o por las reuniones de familia, Verónica estaba convencida que la vida de su padre llevaba la marca del futbol. Todo lo bueno y lo malo le había ocurrido en ocasión de ese deporte. Durante mucho tiempo tomó como un chiste el cuento de su papá de que en el colegio Guanentá, en San Gil, había comprado la bola con la que jugó, capitaneó y dirigió al equipo que se proclamó campeón. Tendría que oírlo de boca de uno de los excompañeros del profesor Pinto, en un diciembre de tamales en la plaza de San Gil, para entender que sí, que el futbol estaba desde siempre en las venas de su papá, quien a esa edad de colegial ya se atrevía a pronosticar que algún día iba a ser el entrenador del Millonarios. Mientras pasaba un desfile de caras y pelucas en tono azul y rojo frente a sus ojos, recordó el relato paterno de que su madre había llegado a la vida de él en las entrañas de ese equipo, cuando a la vuelta de su pasantía en Alemania, se encontró con una bella joven que se encargaba de las relaciones públicas del club capitalino. Piropeador y medio poeta, no le había costado conquistar a la mujer que le dio dos hijos y que por cosas que a ellos les habían sabido disimular, ya no permanecían juntos. Le vino la imagen de su abuela contando la historia de los viajes que hacía de más de 900 kilómetros desde la rústica San Gil hasta Bogotá para dejarle plata a su hijo, que 68 Crónicas de Brasil 2014 se había empecinado en estudiar educación física y luego especializarse en futbol, contra el deseo de sus progenitores de verlo hecho un abogado. Aquella alegría que compartía con Claudia, la nueva compañera en la vida de su papá, y con miles de desconocidos ticos que tenían un carnaval instalado en las afueras del estadio, nunca la había experimentado. Ni siquiera aquel día que Colombia derrotó a Argentina con Jorge Luis Pinto en el banquillo. Su júbilo iba más allá del resultado… Su corazón le decía que lo más grande en la vida de su papá acababa de ocurrir. J orge Luis hijo, por su parte, se sentó en la sala de prensa a escuchar y grabar las preguntas y respuestas de la conferencia. Mientras esperaba el arribo de los técnicos, empezó a asimilar la magnitud de un triunfo que, por la tarea de camarógrafo y la adrenalina del momento, no había podido cuantificar. El había querido seguir los pasos de su padre, pero desistió cuando en Inglaterra le negaron el ingreso a la Universidad para estudiar educación física por no proceder de un colegio con sistema inglés. Pero con toda una vida de seguirle en las prácticas, en las charlas y en los estadios, sabía lo que representaba para don Jorge Luis el resultado que tenía al Mundo futbolero con la boca abierta. Su progenitor no solo admiraba el balompié italiano, sino que lo tenía como un modelo de juego. Siempre había proferido admiración por el equilibrio de la Azzurra y se enojaba cuando los periodistas preguntaban por lo defensivo del catenaccio. -Hermano. Eso no es defensivo. Eso es equilibrio. ¿Y si no cómo se explica usted que Italia haya ganado cuatro 69 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 copas del Mundo? -solía decir. Jorge Luis Pinto Vinasco sabía también que su padre veneraba a Andrea Pirlo, un jugador cuyos movimientos como volante central siempre lo sedujeron. Le había escuchado decir que si el futbol le hubiese permitido llegar al profesionalismo seguramente habría querido ser ese tipo de jugador, que con un solo pase podía romper todas las líneas rivales y provocar un mano a mano contra el portero. Al él acostumbraba decirle que Italia era el modelo del juego ordenado por excelencia y que era la Selección que más había visto en sus viajes a los Mundiales. Así que no necesitaba haber hablado con su padre para saber el orgullo que podía habitar en aquel hombre que amaba. Al verlo aparecer en la sala de prensa no pudo más y se soltó a llorar. Los huesos duelen menos que el alma CAPÍTULO VI Víctor Fernández Socio de Alfaro en esta jugada de pared, Fernández es periodista, catador de chifrijos y padre de dos ingeniosas chiquillas. Ficha del Grupo Nación desde 1999, exdirector del diario juvenil Vuelta en U, comanda la sección de entretenimiento de La Nación. Le gusta rajar con que le pagan por ver mucha tele, ir mucho al cine y escuchar mucha música. Su texto más internacional fue una oda a Martín Palermo, que se tornó viral en Argentina. Cuando Víctor escribe, sin embargo, no falla ningún penal. 70 71 Un sueño redondo E l hueso traqueó. Fractura en el quinto metatarsiano del pie derecho, dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido fue del alma. Álvaro Saborío supo desde el primer momento que estaba fuera, justo en la víspera del viaje a Brasil. Pobre Saborío, tendido en el césped de su desgracia en un inofensivo entrenamiento; pobre Bryan Oviedo, para entonces fracturado en tibia y peroné, con una platina dentro del hueso, dos pines en la rodilla y cuatro en el tobillo de la pierna izquierda; pobre Heiner Mora, sin sospechar a esas alturas que él sería la tercera víctima de las lesiones tan solo doce días después. Pobre Costa Rica, en camino de ser llamada Costa Pobre. Pobre es lo que menos quería parecer el número 9 de la Selección, pero ni un hombre como él, acostumbrado a esconder emociones, podía disimular que el dedo pequeño de su pie derecho dolía poco comparado con el mundial perdido. Pinto lo encontró deshecho en el lobby del Proyecto Gol. Los médicos confirmaron lo temido y no había consuelo posible. -Si quiere va con nosotros a Brasil -se apuró a ofrecerle el técnico, en fallido intento de alivio para un guerrero abatido, de los que se niegan a perder. A esos no los mueve el dinero, ni la fama, sino las batallas, el orgullo, el espíritu de lucha, no permitirse perder. Había quedado claro en el camerino del estadio Cuscatlán, la noche del 12 de octubre del 2012. Costa Rica llegaba 72 Crónicas de Brasil 2014 a su quinto y penúltimo partido de la fase con apenas una victoria y un empate. Brasil nunca había estado ni estaría tan lejos de un equipo apenas capaz de vencer a Guyana, empatar frente a El Salvador en casa y sufrir doble derrota ante México. Keylor Navas, suplente en el Levante, era un par de guantes deseando atajar; Joel Campbell, unos tacos con los cordones desamarrados en los banquillos del Betis y la Selección; Celso Borges, legionario del AIK sueco, un peón sin pala, destinado a quedarse en banca los 90 minutos; Bryan Ruiz, instalado en el Fulham, era una velita encendida, a punto del debut en la eliminatoria luego de cuatro jornadas entre lesiones y otros males. Saborío, en cambio, sí era el Saborío de siempre. Cuando el presidente de la Fedefutbol ingresó aquella noche al camerino, ofreciendo un premio por derrotar a El Salvador, Saborío, con liderazgo y orgullo propio tomó la palabra: -No queremos premio... El premio de nosotros será clasificar -sentenció el artillero en nombre de todos. Esa misma noche, el atacante pelearía por un centro elevado, muy pasado, más allá de la portería, hasta los límites del área pequeña, donde sin ángulo para el remate de cabeza, casi saltando sobre la línea de fondo, lograría devolver la pelota y habilitar a Ruiz en el corazón del área. Bryan, de espaldas al marco y con celador encima, la serviría a José Miguel Cubero, artífice de un remate rastrero y cruzado que empezó a cambiar la historia tica en la eliminatoria como único gol del partido. Aquel tanto marcó la segunda intervención trascendetal de Saborío en pocas horas: la primera, en el camerino; la segunda, en la cancha. De igual valor en toda la eliminatoria, fue él quien sostuvo el peso mientras aparecían Los Cuatro Fantásticos de Brasil 2014 -Navas, Celso, Joel y Bryan-. Deberíamos incluir a Bolaños, a costa del toque especial que suelen tener los cuartetos: el Guapo Ben y sus amigos, los Beatles, las 73 Un sueño redondo Tortugas Ninjas, el grupo Queen; incluso a los Tres Mosqueteros las historias le han añadido un cuarto. Cuando los cuatro no existían como eje de una fórmula ganadora, Saborío forcejeaba con los ya olvidados momentos difíciles rumbo a Brasil. Titular indiscutible en la cuadrangular, con idas y vueltas en la hexagonal, del protagonismo a los ingresos de relevo, actuó en 15 de los 16 partidos y sumó ocho goles, incluido el último de Costa Rica en la eliminatoria, ese remate de cabeza, como mazazo de un juez que dicta sentencia, condenando a México al repechaje y por poco a la eliminación. Hizo llorar a más de un rival, pero fue a él a quien Pinto encontró deshecho en el lobby del Proyecto Gol, abatido, sin ganas de nada, mucho menos de viajar como invitado a la Copa del Mundo. Lloraba por dentro, sin derramar una sola lágrima. -Profe, gracias -respondió con dificultad-, pero no... no me siento bien. -Piénselo y nos dice -añadió Wanchope, quien se había sumado al momento de dolor. Mal actor, el delantero intentó disimular. Bromeó con Bolaños, también con Celso, su compañero de concentración en el cuarto 14 del Proyecto Gol. Fue precisamente el volante quien hizo el último intento por conservar a Sabo en el grupo: “me gustaría mucho que fuera al Mundial”. Saborío dejó el equipo ese mismo día para perderse del mundo, tras una breve despedida. Había esperado a sus compañeros en el gimnasio, al pie de esas gradas que ya él no subiría rumbo a la charla técnica en el auditorio. Uno a uno pasaron los abrazos, los buenos deseos y las promesas; uno a uno hasta sentir la nostalgia como única compañía. Al rescate llegó su padre, Álvaro MacDonald, sus hermanas Natalia y Mónica, y doña Marta, esposa de su padre. Venían por él. Recién abrazado por su familia futbolística, cayó en brazos de su familia de sangre. Entonces sí, lloró. Deprimido, decidió regresar a Utah en el primer vuelo disponible, operarse cuánto antes y sobrevivir al Mundial 74 Crónicas de Brasil 2014 encerrado en su pesar. “Pensaba que si iba a Brasil, sentiría mucha angustia”. Meses después, lo difícil fue responder cómo habría sido el Mundial sin Mundial: -¡Puff...! -exclama, soltando una bocanada de tristes sensaciones, seguida de un breve silencio-. No sé... Una de las mejores decisiones de mi vida es haber ido. Estuvo a punto de no hacerlo. A punto de perderse los abrazos de bienvenida en Brasil. A punto de setirse derrotado. A punto de no ser inspiración para el resto del equipo justo antes del juego ante Uruguay. ¡Va por usted! -le dijo más de uno: Joel, el heredero de la camiseta número 9; también Celso, otra vez compañero de cuarto; Umaña, cómplice desde aquella eliminada selección olímpica... Todos sabían cuánto había esperado aquella oportunidad de revancha: exactamente cuatro años, seis meses y 27 días, desde el repechaje perdido ante Uruguay. Él le llama “lo del 2010”. Así resume todo: el repechaje, el 1 a 1 en el Centenario, aquel remate suyo, ironía del futbol que le dejó la pelota en la zurda, a la carrera después de llevarse a Godín, el latigazo mal pegado, las críticas posteriores, los acusadores dedos índices, los propios reproches, la amnesia colectiva que impide recordar que a esa altura del partido -42 minutos con 28 segundos del segundo tiempo- la Sele se mantenía con vida gracias a un balonazo al área peleado y ganado por Saborío, ante la marca de Lugano, que terminó en gol del Paté, a la postre insuficiente, simple escala a la amargura... “Lo del 2010”. Sucedió en realidad en el 2009, el 18 de noviembre, en una fría noche montevideana, llena de bruma, aunque ciertamente la factura se pagó en el 2010, unas vez llegado el Mundial. Saborío estuvo a punto de perderse la revancha, ese “¡vamos a sacar esto!” dirigido hacia él, en boca de sus compañeros; a punto de perderse el gol de Joel, el de Duarte, el de Ureña; los de Bryan; saltar con el pie fracturado en cada victoria; llorar como un niño emocionado; servir de inspiración al resto de compañeros; liderar una vez más en 75 Un sueño redondo el camerino; a punto de perderse la oportunidad de soñar, sentir, gritar, morir, resucitar, abrazar, vivir... Lo del 2014. Estuvo a punto de no verse ahí en los graderíos, justo detrás de los banquillos en los penales ante Grecia, emocionado hasta sentirse indetenible, con la determinación para saltar de las gradas a la cancha y decirle al guarda: “quite, quite, yo también soy su jugador”, mientras Michael Umaña iba rumbo hacia el quinto lanzamiento. Estuvo a punto de perderse el desconcierto de sus compañeros, en plena algarabía por el pase a cuartos de final, cuando en piña lo buscaron al borde de las graderías. Saborío no estaba. Las caras de desconcierto dieron paso a la súbita emoción cuando alguno al voltearse lo vio allá abajo en la gramilla. Lo que sigue usted lo conoce: la carrera hacia él, el abrazo apiñado y el llanto, ya no de dolor. El instante en que le toma la cabeza a Umaña y se le derrite con un “gracias por hacerme sentir esta alegría”. -Esto también es suyo -respondió entre lágrimas el cobrador del quinto penal. -Su familia tiene que estar muy orgullosa de usted -arremetió Sabo, una frase que en los minutos siguientes repitiría sin descanso. “Se la dije a todos... Eso espero”. E l hueso traqueó. Fractura en el talón del pie derecho, dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido fue del alma. Todos creímos que Heiner Mora era el más salado entre los salados, tras quedar fuera del Mundial ya en suelo brasileño, a pocos días de que la bola empezara a rodar. Sin embargo, su hora triste había empezado mucho antes, no en Santos, sino en San Rafael de Alajuela. Solo que él aún no lo sabía. El lateral se perdió la Copa del Mundo en un colectivo, contra la Sub20, en el Proyecto Gol. Chocó con un defensa y el pie lo resintió. Nada del otro mundo, nada a lo que 76 Crónicas de Brasil 2014 un futbolista profesional no esté acostumbrado. Le dolió un toquecillo, nada para asustarse, nada para ver en riesgo su momento cumbre. Heiner estaba en la Sele contra todos los pronósticos. Mientras la Tricolor superaba etapas en la eliminatoria, él vivía un infierno personal en Noruega. Su aventura de legionario fue un desastre, y por meses se varó en el congelador blanco nórdico, sin posibilidades de jugar, deprimido, en un país que le resultó demasiado hostil, con la familia al otro lado del mundo y viendo como un lío contractual lo marginaba de cualquier llamado a la Mayor. En medio de aquel hueco, el retiro del fútbol parecía un “mejor” camino. Pero Titi no se arrugó, aunque le sobraron los motivos. Forjado en equipos pequeños, en el pequeñito Belén encontró el espacio para recobrar su vida. La vuelta al terruño le sentó de maravilla y pronto Saprissa volvió a abrirle la puerta. Y el hombre despegó. Y Pinto lo notó. Heiner, el resucitado, estaba entre los elegibles para ir a Brasil. Cuando el Profe dio la lista y dijo su nombre, él y su esposa se hicieron un puño y lloraron como tanto habían llorado durante aquellos meses de castigo en Noruega. Solo que ahora las lágrimas eran de las buenas, de las que saben bien, de las que se recuerdan con cariño. Quizás por todo esto es que aquel golpecito en el talón derecho pareció insignificante en su momento. Nada que no hubiera sentido antes. Nada de lo que no pudiera levantarse alguien que había pasado por caídas peores. Heiner se olvidó del talón y siguió entrenando como endemoniado. Sabía que tenía pocas posibilidades de ser titular pues Cristian Gamboa hacía rato se había casado con la banda derecha de la Sele. Pero bueno, uno nunca sabe... Uno nunca sabe cuándo una lesión dinamitará los sueños de alguien y, por cruel que suene, materializará los de otro. Que lo digan Bryan Oviedo y Junior Díaz. Heiner no olvida el impacto de la noticia de que una fractura dejaba a Bryan sin Mundial y al carril izquierdo abierto de par en 77 Un sueño redondo par para las zancadas de Junior. “Me dolió mucho pues él había vivido todas las etapas de la eliminatoria. Sabía por lo que podía estar pasando”, recuerda. Sin embargo, aún no lo sabía. Pronto. Si lo de Oviedo fue dramático, lo de Saborío resultó inaudito. El golpe para el grupo fue fuertísimo cuando se confirmó que Sabo se perdía al Mundial por una jugada sin gracia en el Proyecto Gol. Heiner lamentó en el alma la mala suerte de Álvaro, ignorando que a esas alturas él también ya estaba matriculado con los salados. ¿Cómo imaginarlo? El lateral disputó como los grandes los últimos fogueos e incluso Pinto lo llamó aparte tras el partido contra Irlanda para felicitarlo. ¿Le dolía el pie? Un poquito, nada fuerte, nada para quejarse. Fue ya en Brasil, como seguro suplente de Gamboa, que el pie empezó a pegarle gritos. El martes 10 de junio, en la práctica de la Sele en Santos, Titi no podía caminar. Se lo dijo a Pinto, Pinto a Luis Marín y el gesto del asistente técnico lo dijo todo, tanto que fue la portada de los periódicos ticos al día siguiente. Pero Heiner seguía con más fe que Lot. “Sentía que con dos días de reposo, o tres, iba a poder, que me iba a recuperar”. El optimismo entró con él a la clínica donde se le practicó la resonancia magnética. Luego, el doctor Vladimir Badilla fue directo: “Mirá Heiner, ya nos dieron el resultado, la situación está grave, tenés una fractura en el calcáneo” Lo que sucedió después aún tiene pinta de nebulosa. Heiner recuerda que él acató a preguntar si el tiempo le daba. “No, estás fuera”, le dijo el médico de la Sele. “Empezó a explicarme pero no recuerdo mucho, estaba en shock, no se me vino ni una lágrima. Ya en el carro pensé ‘pucha, estoy fuera’ y empecé a llorar y llorar, no me pude contener. Se me salió”. Y el llanto siguió. Por horas. Por días. Los compañeros desfilaron por el cuarto de hotel, acongojados, tan llorosos como él. Celso y Bryan lo abrazaron fuerte, le hablaron duro pero con cariño, todos hicieron causa común para 78 Crónicas de Brasil 2014 que Heiner siguiera en Brasil, que se quedara con ellos, que al igual que Sabo viviera el Mundial, aunque ya no como mundialista. En Brasil, Heiner lloró al teléfono. En Costa Rica, Carolina lloró de su lado de la línea. La pareja que tanto sufrió en la lejanía durante el mal trago noruego volvía a padecer a la distancia, sin que ella encontrara las palabras para explicarles a sus hijos que papi ya no jugaría el Mundial. Heiner decidió quedarse, vivir la Copa de ladito. Los entrenamientos fueron tortura, con él tratando de poner la mejor cara desde la banca, con el pie inmovilizado y el alma resquebrajada. Así lo encontró Dave Myrie, a quien la lesión de Mora convirtió en protagonista de una historia aparte, claro, con tonos de milagro. “Hablamos. Le hice ver que le tocaba a él, que diera lo mejor, que dejara en alto el llamado”. Molido por dentro, llegó al partido contra Uruguay. Ese día, mientras sus compañeros comían ansias en el túnel del estadio de Fortaleza, Heiner lloraba, encerrado en el baño. “Llegué al camerino igual que todos pero al verlos felices, con sus camisas y escudos, se me vinieron las lágrimas. Yo estaba ahí, pero al lado, y no quería que me vieran así”. En las gradas, con Saborío compartiendo penas a la par, el ánimo fue mejorando a punta de goles, de gritos, de abrazos. Ya para el partido contra Grecia los dos lesionados se acercaron a la cancha, esperando lo mejor. Y cuando Umaña marcó su penal, EL penal, Heiner echó a correr, descontrolado, olvidándose del pie lesionado. “Luego me vacilaron y dijeron que no tenía nada, pues en la carrera hasta le pasé a Pinto”. Y en esos recuerdos, el lateral encuentra la risa que tanta falta le hacía. Heiner se siente mundialista... a veces. Estuvo allá pero no olvida que no quedó en las listas oficiales de la FIFA, que no tocó bola, que no jugó ni un minuto, que no fue parte de la memoria épica que la Sele le dejó al planeta, que ningún equipo europeo llamó preguntando por él. Heiner Mora está mordido. Tiene un clavo enorme para 79 Un sueño redondo sacarse. “Jugar un Mundial es un sueño que no voy a perder, que no quiero perder hasta el día que me retire”. Y bueno, uno nunca sabe. L os huesos traquearon. Fractura de tibia y peroné, dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido fue del alma. Cualquiera alredor sabía que Bryan Oviedo había quedado fuera, justo a cuatro meses y medio del Mundial: la cara de su compañero Mirallas, que con palabras decía “tranquilo, Bryan, tranquilo”, mientras sus ojos llorosos delataban “esto está mal”; el árbitro pidiendo agitado con las dos manos el ingreso de los médicos; el intento del lateral por apoyar una pierna que se dobló totalmente partida... “Al principio no me dolió, pero después sentí un dolor muy fuerte. Del estadio al hospital se dura diez minutos, pero yo sentí que fueron tres horas”, recuerda Oviedo. El tico había llegado volando a aquel 25 de enero del 2014. El juego por la Copa de Inglaterra contra el teóricamente inofensivo Stevenage, de la League One, una especie tercera división, era todo menos un trámite para el jugador costarricense. Por fin titular del Everton ante la lesión del seleccionado inglés Leighton Baines, estaba decidido a jugar aquel partido como si fuese una final. Comercial: las vueltas del destino le permitirían a Baines recuperarse a tiempo y jugar el Mundial. Curiosamente, enfrentaría a Italia y a Uruguay pero no a Costa Rica. Seguimos: Oviedo estaba demostrando su valor partido a partido. Semanas atrás había entrado en “el Campo de los Sueños”, metafórica y literalmente, anotador del gol del triunfo en casa del Manchester United, el mismo Old Trafford que vio a Paulo César Wanchope anotar un tanto 80 Crónicas de Brasil 2014 de antología 17 años antes, en su debut inglés con el Derby County. Lo de Wanchope fue una incursión atrevida, un soldado corriendo entre las balas en “Misión Vietnam”; touchdown del futbol americano con unas 60 yardas recorridas; versión tica del gol de Maradona ante Inglaterra, en México 86; aventura solitaria en territorio enemigo en medio de rivales hasta ingresar al área, donde casi encerrado por cuatro zagueros, tocó a un costado para vencer al danés Peter Schmeichel -considerado entonces uno de los mejores guardametas del mundo-. Oviedo no tuvo que eludir a nadie, pero ese cierre, en busca del centro rastrero que cruzó el área, implica para un lateral haber recorrido toda la cancha, de punta a punta, y en el minuto 86. El remate cruzado casi sin ángulo tampoco es de top ten, pero vale oro para un Everton que sumaba 21 años sin triunfo en “el Campo de los Sueños”. Aquel gol, otro logrado ante el Stoke City y las buenas actuacciones en dos meses como titular le habrían permitido a Oviedo no arriesgar de más en aquella jugada por la Copa de Inglaterra, contra el teóricamente inofensivo Stevenage; pero Oviedo no es de los que ahorran gotas de sudor o ceden centímetros. La oportunidad de gol tampoco era muy clara para Simon Heslop, cuyo nombre no merece aparecer en un libro como el jugador que lesionó a Bryan Oviedo si no se exime inmediatamente de toda culpa. A la carrera y con varios zagueros del Everton plantados por delante, intentó el remate fuerte desde fuera del área, sin sospechar que nunca impactaría el balón sino una pierna salida de quién sabe dónde. Bryan lo había cazado por detrás con esa velocidad que esta vez le permitió llegar donde no debía. ¡Falta! El árbitro pitó de inmediato y si no hubo reclamos contra Oviedo fue porque el apuro del réferi y los consternados jugadores del Everton dejaban claro que el tico se llevó la peor parte. Stones tomó a Bryan de la mano, Jagielka le sujetaba la pierna partida en dos para que no la moviera, 81 Un sueño redondo Stones pidió con la mano el rápido ingreso de los médicos, Naismith lo tomó por la cabeza con ambas manos, McCarthy parecía petrificado, de pie, mirándolo. Oviedo estaba fuera del Mundial. Todos lo sabían, menos él. Aún dos días después, al despertar de la operación fue lo primero que preguntó. En realidad, hubo un intercambio previo de palabras con el cirujano, nada registrado en el recuerdo de Bryan, antes de su pregunta urgente: -Doctor, ¿podré recuperarme a tiempo? Vinieron las explicaciones, los pronósticos no muy favorables: 80% en contra -calculó el médico-, que para alguien como Oviedo era 20% a favor. -Si juega el Mundial tiene que regalarme entradas para el Costa Rica-Inglaterra -añadió sonriente el cirujano. Superar adversidades es la especialidad de un luchador, que en la adolescencia se había perdido el mundial infantil de Corea 2007, por una lesión de rodilla; de un jugador que en plena Copa Oro 2011 se enteró del fallecimiento de su padre, viajó a Costa Rica a despedirlo y se devolvió a Estados Unidos a dedicarle el resto del torneo. Guerrero, se propuso lo que fuera necesario, para estar recuperado a tiempo, mientras Costa Rica entera hacía causa común con mensajes y plegarias, y el #FuerzaOviedo se propagaba a toda velocidad en Twitter. Desde la nevada en Denver, el país no se había mostrado tan unido. Pinto contaba con él y se mantenía pendiente de su evolución. “Todas las semanas llamaba: ¿qué estás haciendo? ¿ya estás trotando?”, revela Oviedo. De vuelta, él le enviaba vídeos con los ejercicios que hacía en Inglaterra, los primeros pasos, el trote sobre una especie de colchón para evitar el impacto. “¿Cuando empezás a correr? ¿Crees que vas a estar listo?”, le preguntaba el seleccionador al legionario tico de mejor rendimiento en enero del 2014 y de valía demostrada en la eliminatoria, protagonista en nueve de los 16 partidos. Pinto lo esperó hasta el último momento. El 10 de mayo, a dos días de anunciar los elegidos, Bryan Oviedo estaba 82 Crónicas de Brasil 2014 entre los 26 nombres de la lista preliminar. Ese día el lateral izquierdo salió al campo del Everton a la prueba definitiva: correr en la cancha. “Tenía que correr unos tres minutos, hacer un recorrido corto tres veces. Lo hice una vez: bien. La segunda vez: bien. En la tercera empecé a renquear del dolor”. No más. No estaba listo. Ni lo estaría. Bryan arrastró su frustración hasta el camerino, donde aquel día la ducha duró más de lo acostumbrado. “Pensaba muchas cosas... era frustrante... me quedé meditando... Si así lo quiere Dios...” Ya descartado, Oviedo seguiría la recuperación muy cerca del equipo, a veces a escasos metros aunque en canchas separadas, en el Proyecto Gol, donde entrenó varias veces. Ahí estaba precisamente el día de la lesión de Saborío. -Creo que se quebró Sabo -le contó Bryan Ruiz. Aunque acostumbrado a las adversidades, a Oviedo le impactó. “Saborío fue el compañero que más pendiente estuvo de mi lesión”, comenta Bryan, corroborando que la vida, como el futbol, a veces se juega a ida y vuelta. Todo ocurrió tan rápido, que no hubo oportunidad de un “lo siento” ni un “fuerza, goleador”. Álvaro dejó el equipo casi de inmediato y desde entonces no se han vuelto a encontrar -hasta el día en que se escribieron estas líneas- más allá de los usuales mensajes en el WhatsApp de los jugadores mundialistas, en el que Oviedo, Saborío y Mora siempre estarán incluidos. Son mundialistas. O viedo se quedó en Costa Rica, donde conoció el drama de ser aficionado siguiendo el Mundial por televisión. Mora apareció en la lista de convocados sin sospechar que la próxima lesión le tocaba a él. Saborío tomó el primer avión disponible con destino a Utah. Oviedo inició una batalla contra nostalgias y temores; se 83 Un sueño redondo animó a ver el vídeo de la fatídica jugada que había dicho nunca vería, jugó su Mundial interno en las playas de Guanacaste, se prometió estar en Rusia 2018 y se sentó al borde de la cama de hotel a sufrir los penales ante Grecia. Heiner superó el depurado de 26 a 23 convocados. El lateral con apenas 17 minutos en la eliminatoria, sobreviviente de una depresión severa, casi un fugitivo del futbol en su regreso de Noruega, de vuelta a la confianza, el futbol y la vida, viajó a Brasil como quien recibe un premio por levantarse de la adversidad. Saborío intentó refugiarse en su casa temporal en Salt Lake. Ahí lo esperó su esposa Carolina, con palabras que resultaron decisivas para el delantero; ni qué decir ese pequeño de tez blanca como su madre y cabellos ensortijados como su padre, cuyo nombre completo “Sabo” lanza de inmediato si se le pregunta quién será el goleador de Costa Rica en el Mundial 2034. Isaac Saborío Quesada, el pequeño que en Brasil 2014 habría vestido una camiseta alusiva a la Sele, con un 9 en la espalda y el “PAPI” sobre el número, sería su inspiración para plantearse un reto un voz alta: “quiero que me vea jugar un Mundial”. No es fácil para un jugador perseguido por las lesiones, aunque capaz de reponerse siempre. Y bueno, uno nunca sabe. Quizás todo empezó en pleno vuelo hacia Utah, mirando por la ventana del avión, en realidad con la mirada perdida, los audífonos puestos, esas grandes orejeras negras con detalles verdes que siempre lo acompañan, escuchando una de canciones favoritas, Zimbadwe de Bob Marley: “todo hombre tiene derecho a escoger su propio destino... y en este juicio no hay parcialidad... con armas vamos a luchar poco a poco... es la única forma de superar nuestros problemas... Hermano, tienes razón, tienes razón, tienes razón...” “...Si estamos juntos seremos más y poderosos...” 84 Crónicas de Brasil 2014 Siete ticos ‘dopados’... y Costa Rica también CAPÍTULO VII Antonio Alfaro No fuma, no toma, pero es adicto al periodismo deportivo desde que en noviembre del ´92 publicó su primer artículo en la revista Triunfo. Lejos de rehabilitarse cada vez fue consumiendo experiencias más apasionantes: eliminatorias, un Mundial, Juegos Olímpicos, Federer vs. Del Potro, Barcelona vs. Real Madrid... Escribió este artículo dopado con varias tazas de café. 85 Un sueño redondo H izo bien la FIFA en someter no a uno, ni dos o tres, sino a siete ticos al control antidopaje. Hasta el alma de testosterona, los costarricenses habían derrotado a la Italia de Pirlo y Balotelli, garantizándose el pase a la segunda ronda desde el “Grupo de la Muerte”. Celso Borges había corrido casi 11 kilómetros. Marco Ureña era digno de toda desconfianza desde su inesperado ingreso en los 23 de Pinto. Michael Barrantes y Diego Calvo traían algo entre manos, muy inquietos en el banquillo. Keylor Navas no había temblado ante Balotelli y con cuatro paradas empezaba a alzar vuelo. Christian Bolaños había roto el catenaccio con gambetas. Bryan Ruiz, declarado Jugador Más Valioso del partido, había quedado en evidencia: no es posible vencer a Buffon sin estar dopado. Hasta Maradona levantó la voz. Siete ticos al control antidopaje “es una falta de respeto”, criticó el Diez, defensor del talento y posible resentido vitalicio con los cazadores de sustancias prohibidas. “Me cortaron las piernas”, dijo 20 años atrás, excluido del Mundial, tan solo cinco días después de la imborrable escena del ‘94, la salida del campo sonriente y tomado de la mano de una robusta enfermera, más grande que él, con cabellos claros, pañuelo en la cabeza, camisa blanca, cruz celeste a la altura del pecho, pantalón blanco, toda blanca, desde la coronilla hasta los zapatos -blanca como la Navidad estadounidense, blanca como la FIFA-, rumbo al control antidopaje. Argentina había derrotado 2 a 1 a Nigeria, con astuta 86 Crónicas de Brasil 2014 asistencia de Maradona a Caniggia, tiro libre cobrado cuando los 20 jugadores restantes apenas buscaban su sitio; Argentina alzaba vuelo, reforzando el 4 a 0 sobre Grecia en la jornada inicial, gol del Diego incluido, con exultante festejo, gritándole furioso a la cámara, como si fuese a embestir el lente y sacar la cabeza por la pantalla de cada televisor, en especial el de Joao Havelange, presidente de la FIFA, o el de su inseparable cómplice, una especie de Robin para Batman, el entonces Secretario General, Josep Blatter. El 30 de junio de 1994, fecha del Nigeria – Argentina, Celso Borges tenía seis años; Marco Ureña, cuatro; Michael Barrantes y Christian Bolaños, diez; Diego Calvo, tres; Keylor Navas, siete; y Bryan Ruiz, ocho. Aunque eran muy niños, todos conocen la historia del Pelusa. El 30 de junio del 2014, los 20 años del aquel suceso se cumplieron justo el día después del triunfo tico en penales ante Grecia. El control antidopaje no había detenido a Costa Rica, como sí lo hizo con la perturbada Argentina de USA 94, perdida sin su capitán, vencida 2 a 0 por Bulgaria en el cierre de la primera fase y 3 a 2 por Rumania en los octavos de final. Maradona se había convertido en el dopaje más sonado de todos los tiempos, con un coctel de sustancias prohibidas: efedrina, norefedrina, pseudoefedrina, norpseudoefedrina y metaefedrina, estimulantes sobre el sistema nervioso central. Nadie podía competirle; ni siquiera el haitiano Ernest Jean-Joseph, el primer caso de dopaje en un Mundial, con efedrina en Alemania 74, sin sanción de FIFA a falta de reglamento, pero castigado a más no poder por el dictador de su país. Lo sacó del equipo y lo envió dos años a prisión, donde, se dice, fue torturado hasta que cumplida la pena regresó a la selección de su país para las siguientes eliminatorias. El escocés Willy Johnstone, en cambio, no tuvo esa oportunidad, aunque tampoco tanto escarmiento; atrapado con fencafeína en Argentina 78, excluido del torneo por la FIFA, fue expulsado para siempre de la selección por 87 Un sueño redondo los dirigentes de su país. Menos drama, casi nada, vivió el español Ramón Calderé, positivo por un medicamento para combatir problemas intestinales; suspendido solo un juego, continuó en el Mundial; precisamente el Mundial de Maradona, México 86, el de “la Mano de Dios”, el Mundial del golazo ante Inglaterra, con medio equipo británico desparramado desde el mediocampo hasta el área chica, el Mundial del cielo ocho años antes del infierno. Llegado el crujir de dientes, Maradona, el cuarto positivo en la historia de la Copa, se había convertido en el perfecto culpable, con expediente abierto en consumo de drogas, aunque esta vez sin rastros de cocaína. Unos culparon al Ripped Fuel, suplemento para adelgazar consumido por el astro previo al torneo; otros acusaron a la FIFA de complot contra este Che Guevara del futbol, declarado devoto de Fidel Castro en la Copa del Mundo del Tío Sam. Irrespetar el orden establecido a veces se paga. Costa Rica también lo irrespetó. “Cuando decidieron que siete jugadores de Costa Rica debían pasar por el examen antidoping, estaban diciendo algo tan obvio: hay un orden y no jodan con eso”, escribió el argentino Martín Caparrós en El País de España. El orden establecido es un Mundial con las grandes selecciones de los grandes patrocinadores de los grandes cheques llegando hasta las grandes finales. “Increíble”, decía El Comercio de Perú; “Costa Rica angry with Fifa”, titulaba el inglés The Guardian; “Insólito”, anotaba el sitio web argentino Infobae; mientras el diario italiano Corriere dello Sport se limitaba a informar sin mayores calificativos sobre los verdugos de su selección: “Costa Rica, 7 giocatori al controllo anti-doping”. El mundo entero hablaba de los siete frascos con destino a Suiza, dada la ausencia en Brasil de un laboratorio avalado por la Agencia Mundial Antidopaje. En menos de 33 horas las pruebas debían estar en el laboratorio de Laussana, con tal de impedir al jugador dopado actuar en el próximo partido de su selección. Mientras tanto, la Sele podía reclamar con todo su derecho un logro sin precedentes: Mourinho, 88 Crónicas de Brasil 2014 Hugo Sánchez y Maradona, maestros en estar a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor, por una vez en la vida compartiendo indignación. Mourinho criticó falta de sensibilidad: “Si quieres hacer un antidoping a siete jugadores, hazlo a los que han perdido, no a aquellos que han hecho un gran partido”. Maradona insistió en sospechar de quienes sospechan: “Algunas personas están molestas porque Costa Rica y no las grandes selecciones ha clasificado a los octavos de final y entonces los sponsors no pagarán el dinero que prometieron”. Hugo Sánchez lamentó el inoportuno momento: “¿Por qué no lo hicieron antes y lo hicieron en este partido. Incongruente”. C ualquier examen de laboratorio podía dejar a los ticos en evidencia: hormonas de sobra y altas dosis de arroz, frijoles, huevos y salsa Lizano, un desayuno que la FIFA podría considerar dopante en futuras Copas del Mundo. “El secreto no fue lo que comieron ese día”, revela quien anticipadamente había planeado detalle a detalle el plan antidopaje de la Sele, la ingesta dosificada de todo tipo de sustancias, para dar energía, reponer la fatiga o favorecer la restauración del músculo. “Antes de viajar yo sabía: estos muchachos van a correr como nadie se lo imagina”. Las informaciones que iban y venían sobre el dopaje, los controles sorpresa de la FIFA, la posibilidad de un positivo por culpa de algún suplemento alimenticio mezclado con ignorancia, habían llevado a la nutricionista Ligia Chaves a plantear las reglas del juego con todos y cada uno de los jugadores. -Nadie va a tomar ni comer nada sin decirme -les dijo después de un almuerzo, varios meses antes de la Copa. 89 Un sueño redondo Aquel “acuerdo”, como ella le llama, casi un pacto firmado y por escrito, empezó a cambiar el estado físico de los jugadores. Sin importar dónde estuvieran, cualquier duda desaparecía con una llamada telefónica, una foto de la comida enviada por WhatsApp, una muestra del producto en la próxima concentración. Evadir el dopaje era importante, pero más aún preparar el cuerpo para la gran cita. “Si a un muchacho con 11% de grasa lográbamos llevarlo a 9%, sabíamos que correría como si tuviera un cohete”. No bastaba un menú para todo el equipo sin afinar jugador por jugador. La grasa corporal, el porcentaje de músculo, las lesiones recientes, los minutos jugados y hasta la hora de levantarse pasaron a ser, más que curiosidades, argumentos científicos. Quien despierta a las seis de la mañana no debe pasar tres horas sin alimentarse, esperando el desayuno de las 9 a. m. Para él había merienda según sus preferencias, en busca de la perfección nutricional. La dama que dejó la gabacha blanca en su consultorio privado para vestir el uniforme del cuerpo técnico, alguna vez homenajeada como mejor nota de posgrado en la Universidad Nacional, la misma que viajó a Brasil con anticipación a buscar alimentos, conversar con chefs, revisar cocinas y congelarse en los cuartos fríos donde se guardan las carnes... La especialista en deporte, presta a dejar la cocina para mirar cada partido, no por mera pasión futbolera, sino atenta al rendimiento y desgaste de cada jugador, se mataba por “licuar magia” que los jugadores bebían después de cada partido. “Esa receta solo yo la tengo”, asegura quien cree haber logrado en Brasil el equilibrio perfecto entre “sabor, textura y osmoralidad” (concentración de soluciones). “La reposición de carbohidratos era el gran tema”. Detallista hasta morir de cansancio, cree que preparar un menú es como coser un traje, confeccionado a la medida, costura a costura, botón a botón, combinando desde gustos y balance nutricional hasta la temperatura del ambiente y el arte culinario. Más que un sastre, sin embargo, Chaves 90 Crónicas de Brasil 2014 parece el director técnico que estudia a su rival, piensa y repasa alineaciones, anota y tacha en su libreta -inseparable libreta- en la que hace y deshace planes según el clima, la exigencia del partido y el momento de cada jugador. Ni el Coronel que encarceló a Pirlo se interpuso en su trabajo. Con una maestría en sicología, además de nutricionista, sabía que el plan se vendría abajo si los jugadores se sentían como niños pequeños sentados en la silla de comer haciendo pucheros y apretando los labios para no recibir esa “última” cucharada que toda madre batalla por conseguir. Su método no es militar. No hay alimentos prohibidos, tan solo alimentos necesarios. Aquellas sustancias permitidas debían consumirse bajo una filosofía que poco a poco los jugadores asimilaron con agrado: “comer con una sonrisa”. -¡Ya ahora sí estoy sonriendo! -le decía más de uno con jocosidad y deleite a la hora de la comida. El menú a la carta incluía pedir gustos, inventar platillos y disfrutar. La sopa humeante, espléndida en olores y vegetales, no era el hidratante cargado de minerales sino un deleite. Una crema de tomate, antioxidante perfecto, seducía a la vista, el olfato, el gusto y el tacto -solo el oído padecía de envidia-. Quién dice que la ciencia no puede ser placentera, como una pelota que pega en el horizontal y pica ligeramente adentro de la portería, como una victoria, como el liderato en el “Grupo de la Muerte”, como el pase a cuartos de final, como estar en boca de todo el planeta. Al final, el futbol y la nutrición se dieron un abrazo: la Sele se comió el Mundial con una sonrisa. A nabolizantes que aumentan la fuerza y la masa muscular; hormonas peptídicas que provocan secreción de más hormonas; agonistas beta-2 que actúan sobre el torrente sanguíneo; diuréticos que ayudan a enmascarar 91 Un sueño redondo dopantes; estimulantes como la efedrina, la anfetamina y la cocaína, capaces de provocar euforia y retardar la sensación de cansancio, jamás podrían evadir un control antidopaje moderno. La ciencia, sin embargo, no está preparada para detectar estimulantes como el apoyo incondicional de cuatro millones de habitantes, los mensajes publicados en el diario deportivo del país justo el día de la partida hacia Brasil, la mancha roja en la gradería o la afónica voz de un técnico extranjero cantando el Himno Nacional de Costa Rica como el más tico de los ticos. Tampoco quedarían rastros en la orina del “Costa Pobre” en un diario uruguayo, del menosprecio de Balotelli ni del criterio de todos aquellos como el mismo Maradona, Mourinho o Ronaldo (el gordito) que habían dado a Costa Rica por muerta antes de tiempo. La Sele estaba dopada con sentimientos de todo tipo, pero solo un examen del alma habría detectado el más fuerte. ¿Por quién jugará el Mundial? ¿Qué hay en lo más profundo? ¿Qué los motiva a correr un metro más cuando las piernas ya no dan? Provocados por el sociólogo del equipo, Jaime Perozzo, a quien muchos llamaban “mi tata”, los jugadores encontraron respuestas en su interior. Viéndose a la cara y reunidos en un momento íntimo, con el inicio del torneo encima, poco a poco, uno a uno, los 23 jugadores se animaron a confesar sin reservas, apariencias ni temores. Hablaron de hijos, de problemas económicos, de lesiones, de luchas, de sacrificios, de revanchas. Pensaron en los seres queridos que ya partieron y en los que se aún se parten la vida con ellos. Más de un nudo en la garganta y algún ojo vidrioso dieron fe de cuán genuinas eran las palabras. Cada quien reveló su “dopaje”, esa razón íntima que todos asumieron como propia. -Ahora sí, este equipo es una familia -les dijo Wanchope-. Los felicito -añadió el asistente técnico, convencido de estar ante a la Sele más unida que él ha conocido, ni siquiera superada por aquella del “Aztecazo”, integrada por él junto a Erick Lonis, Luis Marín, Gilberto Martínez, Carlos Cas92 Crónicas de Brasil 2014 tro, Wílmer López, Rolando Fonseca, Steven Bryce, William Sunsing, Hernán Medford... “Teníamos más figuras, pero nunca fuimos un equipo tan unido como este”. Qué se dijeron aquel día nunca lo diremos. Quedará en la intimidad del grupo, con revelaciones personales de esas que a nadie se le cuentan. Basta saber como ejemplo que Marco Ureña daba gracias a Dios y hasta definía como “milagro” estar en el Mundial. Bryan Ruiz se reconocía ante su ahora o nunca, luego de perderse dos Mundiales, excluido por el técnico Alexandre Guimaraes, en uno, eliminado en repechaje por Uruguay, en el otro. Celso tenía en mente a su padre, a su madre, a su hermano y las dificultades familiares superadas. Precisamente, con su padre protagonizaría uno de los abrazos más emotivos del Mundial: el día de su penal, el primero de Costa Rica en una Copa del Mundo, el primero de Costa Rica en un Mundial, el desempate con Grecia desde los once metros, el festejo lleno de lágrimas y abrazos, ese abrazo, en el límite entre el campo y la gradería, con Guima gitándole a su hijo: “Bien carajo, estás haciendo historia, carajo”. “Yo lo abracé y lloré. Me sentí como un chiquito de cinco años y sólo lloré”. L legada la hora del control antidopaje, Costa Rica era una fiesta. “Estábamos en el camerino luego del partido y nos llamaron uno a uno”, recuerda Michael Barrantes. Aquello de insólito, sospechoso e irrespetuoso no les pasaba por la cabeza. Mientras el mundo estaba a punto de reaccionar indignado, siete ticos tardaban en percibir qué 93 Un sueño redondo estaba ocurriendo; caminaban sin asombro hacia el doping room, ese vestuario, en el propio estadio de Recife, transformado en laboratorio clínico. Al llegar, ya estaban ahí los italianos citados -dos, como debe ser-. Los costarricenses ni siquiera recuerdan quiénes eran (un tal Pirlo y un tal Balotelli). Nadie los sacó del éxtasis, hasta que una vez reunidos, con la adrenalina en paulatino descenso, empezó la toma de conciencia. “Al principio me pareció raro, a mí no me caía qué estaba pasando -comenta Celso-. Vi muchos jugadores en el control, pero yo estaba tan emocionado... la emoción me ganó y no pensé más”. Estaba por aparecer la gran pregunta: ¿Siete? Inolvidable número: Siete, como los días de la semana, las vidas de un gato, los enanos de Blanca Nieves, las estrellas con movimiento detectadas por los astrólogos antiguos, las notas musicales, los colores del arcoiris. La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza: siete son los pecados capitales; Seven, la película; sétimo el arte que la vio nacer. Siete, símbolo de perfección en la Biblia, los días que tardó Dios en la creación, las trompetas del Apocalipsis, las Plagas de Egipto y hasta la medida del perdón: 70 veces siete. Siete, “chevah” en hebreo, proveniente de “sabah”, satisfecho, lleno, suficiente. Siete vacas gordas, siete vacas flacas, en el sueño descifrado por José al faraón. Siete, las vueltas que mandó Dios a dar a las infranqueables murallas de Jericó antes de hacerlas caer a los pies de Josué. Siete los arcángeles y los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Siete, el resultado de sumar el sagrado 3 y el terrenal 4. Siete, las Bellas Artes, las Maravillas del Mundo y los Mares que antiguamente representaban todos los mares. Capítulo VII: Siete ticos dopados... y Costa Rica también. -¿Qué pasó aquí? ¿Qué fue esto? -preguntaron los jugadores al doctor Alejandro Ramírez, apenas salieron del éxtasis y se vieron en grupo en aquella sala. 94 Crónicas de Brasil 2014 “En el momento fue muy extraño -añade Barrantes- pero el doctor nos explicó y medio comentamos la situación. La verdad estábamos muy felices por la victoria”. La explicación del médico bastó para continuar con el protocolo antidopaje sin más sobresalto que el corazón aún palpitando triunfo: documentos, una muestra de orina, otra de sangre... “A mí podían hacerme las pruebas que les diera la gana”, expresa Celso, sin nada qué temer, como el resto del equipo. Fueron siete los citados, pero el octavo sospechoso estaba a la vista de todos: Junior Díaz. Parece lento, pero no lo es; parece técnicamente limitado, pero es capaz de poner la asistencia perfecta; parece jugar al borde de una falla defensiva, pero en un buen día resulta impasable. Velocidad, técnica y táctica se encarnaron en el número 15 de los ticos. De seguro es el más lento del Mundial en la presentación televisiva de la alineación, ese video en el que cada jugador hace un leve giro de torso, un movimiento de cabeza hacia la cámara y casi de inmediato el cruce de brazos a la altura del pecho. Cuando la imagen parece haberse congelado, Junior gira lentamente la cabeza y unas milésimas de segundo después -que con él parecen una eternidad- vienen los brazos cruzados. Nadie hubiese apostado a que el lateral izquierdo de Costa Rica terminaría el Mundial con el pique más rápido registrado por la FIFA: 33,8 kilómetros por hora, más rápido que Di María, Robben, Messi, Cristiano, Gervinho... “Jugador de piernas largas”, expresa sonriente -y de seguro identificado con aquella cualidad- Paulo César Wanchope, en busca de una explicación a la ilusión óptica llamada Junior Díaz. Velocidad encubierta. En cambio, no deja la menor duda su pase perfecto, a la altura perfecta, con la fuerza perfecta, a la espalda de Giorgio Chiellini, tan cerca del marco pero tan lejos de Buffon, con curva hacia afuera, apenas para tentar al arquero a ese paso en falso hacia adelante, parábola precisa como trazada en computadora, exacta en tiempo, distancia y velocidad para el ingreso de Bryan Ruiz cerca del segundo palo. Da95 Un sueño redondo vid Beckham habría deseado tan exquisita asistencia. Técnica perfecta. No hay sustancia dopante que favorezca la técnica, pero lo de Junior Díaz fue más que evidente en el segundo tiempo, cuando Cesare Prandelli apostó todo a su sector. Al lateral del AC Milan, Ignazio Abate, le sumó el ingreso de Alessio Cersi, el entonces desequilibrante ala del Torino, próximo a vestir la camiseta del Atlético de Madrid, un descubrimiento de Fabio Capello, quien lo hizo debutar en la Roma en el 2004 con apenas 16 años. Veloz y habilidoso, zurdo capaz de jugar por ambos costados, incluido por Prandelli casi como extremo derecho a la antigua, Cersi intentó una y otra vez el enganche que desequilibrara a Junior Díaz y le permitiera un centro perfecto con la zurda, a la altura perfecta, con la fuerza perfecta... Junior Díaz lo impidió una y otra vez, recuperó 17 balones, sumó un tackle, un bloqueo y dejó el área tica poblada de italianos ansiosos de ese pase que nunca llegaría. Marcación impecable. Al hijo de Enrique Díaz -y de alguna forma su revancha, por la exclusión de Italia 90- debieron citarlo al control antidopaje. Debieron, en realidad, someter a los once titulares, a los tres que ingresaron de cambio, a los restantes nueve jugadores... “Y a mí también”, sentenció indignado Jorge Luis Pinto. No habría sido mala idea: a Pinto también. Lo único prohibido que le encontraron a la Sele no estaba en el informe del laboratorio, sino en las estadísticas y la maestría táctica: once posiciones prohibidas italianas. El colombiano ya se preparaba para orinar en el Mundial, como lo hizo el equipo sobre los pronósticos, cuando la FIFA aclaró el malentendido. Fueron convocados los dos jugadores de rigor, como se aplica a todas las selecciones, después de todos los partidos del Mundial, y otros cinco que tenían pendiente el control antidopaje aplicado en Costa Rica previo al Mundial. 96 Crónicas de Brasil 2014 Sin embargo y pese a la explicación, hoy se rumora que, luego del ascenso de la Sele hasta cuartos de final, tan solo privada de semifinales por una tanda de penales, su marcha del Mundial con apenas dos goles en contra y sin conocer la derrota, las celebraciones masivas, las caras pintadas y demás manifestaciones de emoción extrema, además del invicto postergado más allá de la Copa y la intromisión entre los 15 mejores del ranquin mundial, la FIFA sigue analizando la posibilidad de aplicar próximamente un control antidopaje a los más de 4 millones de habitantes en Costa Rica. 97 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 Los ángeles sí existen... y vuelan a Madrid CAPÍTULO VIII Esteban Valverde Estudiante de actuación en sus años de colegio, debió escribir sobre el teatral holandés Arjen Robben; en su lugar decidió entregarle una estatuilla a Keylor Navas y su espectacular Mundial. Con apenas cinco años de periodismo deportivo, forjado en las ligas menores de Al Día y recién fichado por La Nación, se ha convertido en el reportero que mejor sigue a los legionarios. 98 99 Un sueño redondo E ra casi el mediodía cuando Keylor recogió a su padre en el centro de San José. Dos días después del regreso de la Sele a Costa Rica, al fin almorzarían juntos en casa del guardameta y el plato fuerte se adelantó de camino para sorpresa de don Freddy. :-Pá -le dijo Keylor, mientras conducía por las calles josefinas-, hay conversaciones fuertes con el Real Madrid; no hay nada concreto, pero hay muchas posibilidades. -¿Viejo, es en serio? -exclamó don Freddy sorprendido. -Sí, pero no se puede decir hasta que esté hecho. La emoción casi desbordaba al padre, pero se contuvo hasta llegar al hogar. Entonces, don Freddy comenzó a llorar como un niño sobre el hombro de su hijo, el héroe que había llevado a Costa Rica a los cuartos de final de Brasil 2014. Keylor se fundió con él en un abrazo. “Tranquilo, Pá, estoy muy cerca de cumplir mi sueño, pero que sea lo que Dios quiera”. Lo que Dios quiera, como siempre dice Keylor, acostumbrado a encomendarse a El de Arriba previo a cada achique, atajada o jugada, ni qué decir ante un penal. Desde la niñez aprendió de su madre, doña Sandra, y su abuela materna, Elizabeth Gamboa, la importancia de la oración. Antes de cada partido tiene reservados 30 segundos para encomendarse al Ser Supremo. Cuando Keylor era un niño de seis años, la familia Navas Gamboa rezaba el rosario todos los días, además de una oración por la mañana y otra por la noche. Hoy, a sus 27 años, Keylor no esconde su fe y por el contrario la muestra públicamente, como lo hizo el 4 de febrero de 2014 en una entrevista al diario Levante El Mercantil Valenciano. En ella daba pistas de su oración bajo el marco, esa en la que espiritualmente se tras100 Crónicas de Brasil 2014 lada y abandona el campo por un instante. “Hablo con Dios y le pido que me ayude. Le digo que todo lo que voy a hacer en el partido es para su gloria. Le pido que me ponga un ángel a cada lado, en cada poste y que esté detrás mío para que todo salga bien. Me aporta confianza, tranquilidad. Si he llegado hasta la cancha es porque Él lo quiso y lo disfruto al máximo”. Así ha sido desde siempre, según recuerda el guardameta Daniel Cambronero, tercer portero en Brasil 2014, compañero de Navas en seis procesos de Selecciones Nacionales y en ligas menores del Saprissa, con quien tiene una gran amistad desde hace 14 años. En su memoria guarda clara la imagen de Navas orando por una gran actuación de la selección infantil que integraron en 2003. “Siempre ha sido una persona muy espiritual. A veces se separaba un poco del grupo y era para buscar ese momento a solas con Dios”. La fe se vio reforzada con la llegada de Andrea Salas, su esposa, a quien el portero conoció en la búsqueda de esa cercanía con el Creador. En el Centro Religioso Theos, en Santa Ana, Navas buscó acercarse más al estudio de la Biblia; lo que no imaginó en el 2008 es que mientras analizaba, comprendía y escuchaba pasajes bíblicos, el amor le haría un tiro al ángulo de su vida. Andrea también era integrante de la congregación y fue cautivada por la tímida y respetuosa personalidad de Keylor, entonces guardameta del Saprissa. Se pudo pensar que era la típica pareja del futbolista y la modelo, pero más allá del estereotipo impuesto por décadas y que tiene como máximos referentes a David y Victoria Beckham, Andrea y Keylor nunca olvidaron cómo se conocieron: gracias a Dios. En la iglesia, Navas encuentra serenidad, paz, tranquilidad y sus amigos consideran que de ahí ha logrado extraer el temple que se le ve en el campo, esa seguridad en sí mismo que contagia a un grupo entero para no darse por menos ante nadie. Navas también hace el vínculo con Él en el 101 Un sueño redondo camerino de la Sele. Constantemente recuerda a sus compañeros que si alguien tiene respuestas cuando el camino parece cerrado, ese es Dios. Las reflexiones se daban todos los días previo a las prácticas y los partidos, alimentando la seguridad del plantel y el propio Keylor. Así, la jugada que ningún tico olvidará y marca el hito alcanzado en Brasil 2014 tiene como principal ingrediente la determinación del cancerbero. La Sele había llegado donde nunca antes: una definición en penales por el boleto a cuartos de final. El desgaste físico de 120 minutos ante Grecia amenazaba con pasar factura, cuando Navas asumió su papel de pocas palabras pero influyentes. “Todos estábamos tratando de buscar fuerzas, cuando solo se escuchó a Keylor decir: ´compas tranquilos que yo voy a parar uno´. A mí me dio un nivel de seguridad tremendo. Keylor es más un líder espiritual, de emociones”, explica Celso Borges, uno de los tiradores de esa gloriosa tanda. En el último entrenamiento previo al partido, cada portero le había intentado atajar seis penales a cada uno de los jugadores de la Selección. La instrucción de Gabelo Conejo a los guardametas del equipo era clara: cada uno tiene su lado fuerte; se lo tienen que jugar. N avas había gastado muchas horas del día frente al televisor, analizando a cada uno de los tiradores griegos por medio de vídeos. Solo él los observó. Sus compañeros no saben cómo llegaron a la concentración de la Sele esas imágenes, pero lo importante era que ahí estaban. En la temporada previa al Mundial, el trabajo de Luís Llopis, entrenador de porteros del Levante en ese momento, 102 Crónicas de Brasil 2014 fue considerado clave para la evolución del tico. Curiosamente una de las características del “método Llopis” era el marcaje a los rivales por medio de vídeos, sobre todo cuando se trataba de analizar a tiradores de penal. Así, llegó el cuarto penal de los helénicos. Keylor se colocó en el marco. El centro delantero griego Gekas, compañero de Navas en el Levante en 2012, se preparó para tirar. El remate salió muy fuerte al lado derecho del arquero, que con reflejos felinos y a mano cambiada logró detener. Keylor levantó victorioso su brazo derecho, puño cerrado, dedicó el paradón a la gloria de Dios y se persignó de inmediato, un gesto que sin querer trasciende religiones (solo los católicos y los ortodoxos se persigan y el guardameta ha asistido en los últimos años a congregaciones evangélicas). Al entrar al camerino patrio y en medio de la algarabía por hacer historia, el guardameta se encontró ante una felicitación especial. Los otros dos porteros de la Sele en la cita del orbe, el alajuelense Patrick Pemberton y el herediano Cambronero, se unieron al líder del arco en un solo abrazo. Cambronero se acercó al oído del subcapitán y le dijo: -Gracias, Keylor, el bien suyo es el mío. La competencia bajo los tres tubos fue un elemento que siempre alabó el cuerpo técnico de la Sele; aunque los 23 seleccionados y los 4 millones de ticos sabían que el titular era Keylor, nunca hubo desánimo ni tregua por parte de Patrick y Daniel. La exigencia interna mantenía al estelar alerta para entregarse al máximo. “Keylor tenía mucho conocimiento de los jugadores que había enfrentado, pero los tres queríamos tapar penales y entrenamos para hacerlo”, recuerda Cambronero. Más allá de la preparación técnica, detrás de ese gran lance hubo un trabajo emocional. Por la madrugada de aquel 29 de junio, Keylor recibió un mensaje de texto con la bendición de su padre. “Yo siempre le escribía y ese día aproveché para preguntarle cómo se sentía si se iban a penales. Él me dijo: Pá, yo voy a parar mínimo dos´. Entonces yo le dije: yo siento 103 Un sueño redondo lo mismo, viejo, pero bueno... que Dios me lo acompañe, usted sabe que en un penal siempre tiene que aguantar”. “Eso fue lo que le puse, no sé si me hizo caso, pero sí paró”, describe don Freddy. Ese penal le deparó el segundo de sus tres galardones en el Mundial como Jugador Más Valioso de un juego. Ya había logrado uno ante Inglaterra y estaba por venir otro ante Holanda, en la despedida tica. Ser escogido en tantas ocasiones como MVP de un compromiso no es común en un portero; de hecho en los dos mundiales previos al de 2014 ningún guardameta lo consiguió, aunque sí lo hicieron futbolistas de la calidad de Andrés Iniesta, en 2010, o Andrea Pirlo, en 2006. El mérito es mayor si se considera que Iniesta y Pirlo terminaron campeones del mundo, mientras Keylor tuvo hasta los cuartos de final para demostrar su calidad. En Brasil, el único que pudo superar al “Halcón” fue Lionel Messi, con cuatro trofeos como Más Valioso. Los premios personales y sus grandes números en la Copa, donde solo recibió dos goles en cinco juegos lo hicieron estar nominado al Guante de Oro, premio que a la postre se llevó el arquero de Alemania, Manuel Neuer. Ante tan escandalosa actuación y con su nombre en todos los medios internacionales, los rumores de que un grande de Europa se haría con los servicios del arquero de la sorprendente Costa Rica comenzaron a robar titulares de prensa. Keylor Navas Gamboa fue colocado en la órbita del español Atlético de Madrid, los portugueses Porto y Benfica, el italiano Milan, los ingleses Everton y Arsenal, el francés Mónaco, el alemán Bayern Múnich y los planetarios Barcelona y Real Madrid. El representante del generaleño, Ricardo Cabañas, sabía que tanto blaugranas como merengues le estaban dando seguimiento desde la temporada anterior; se acostumbró a notarlo cuando en las prácticas del que considera su hijo deportivo veía a los scouts llenar sus libretas de apuntes. 104 Crónicas de Brasil 2014 A lo interno de la Tricolor se tenía una leve sospecha sobre un fichaje grande para Keylor, pero nadie se atrevía a preguntar y mucho menos a comentarlo, pese a que era una sensación compartida por todos en el camerino. Los compañeros de la Sele preferían no preguntar, en respeto a un acuerdo de caballeros pactado en el Proyecto Gol antes de viajar a Brasil: durante la Copa del Mundo ninguno pondría los intereses personales sobre los grupales. Esto se aplicaría no solo en el comportamiento interno del grupo, sino también ante posibles fichajes. La prudencia en el equipo, sin embargo, no impedía el ir y venir de noticias y especulaciones en internet a la vista de todos los jugadores. Aunque entre ellos eludían el tema, era inevitable que asomara en cada conversación con familiares. Incluso las esposas de Bolaños, Keylor, Duarte, Bryan Ruiz y Gamboa organizaron un juego: aquella cuyo esposo lograra de primero un cambio de club, invitaría a las otras a cenar. El único que en realidad sabía cómo estaba la situación era el propio guardapalos. Todo pintaba a que la familia Navas Salas se trasladaría de país, siempre en Europa, cambiaría de idioma y pasaría a jugar en la élite del futbol europeo. El Bayern Múnich estaba dispuesto a desembolsar el dinero que pedía el Levante, club que solo estaba a la espera del depósito. Cuando parecía que el Bayern Múnich, dirigido por Pep Guardiola, se haría con los servicios del oriundo de Pérez Zeledón, se dio lo inesperado. Keylor recibió una llamada de Cabañas, horas después de eliminar a Grecia. Le dijo que el Real Madrid había preguntado por su situación de manera formal. Aunque los contactos del club con el agente se habían iniciado después del partido frente a Inglaterra, nunca hubo algo en firme hasta esta conversación: -Keylor, no tengo mucho tiempo, pero para que sepáis, te quiere el Real Madrid. -¡¿Me está hablando en serio?! 105 Un sueño redondo Una vez salido del asombro, el jugador ordenó detener inmediatamente cualquier otra negociación y pidió concentrarse en la llegada a la Casa Blanca. Estaba ante el club que suma 10 Champions League entre sus trofeos y ha tenido en sus filas a futbolistas como Alfredo Di Stefano, Zinedine Zidane, Ronaldo Nazario, Roberto Carlos, Fernando Hierro, Raúl González, Ferenc Puskás, Hugo Sánchez, Cristiano Ronaldo, Iker Casillas… genios que le dan sentido a la intrascendente acción de patear una pelota. Los medios españoles como Marca y Antena 3 daban a conocer que estaba muy cerca y que el interés blanco era muy fuerte, pero en el entorno del jugador no estaba claro qué podía pasar luego del Mundial. Bayern Múnich y Real Madrid entraron durante semana y media en una lucha por los servicios del jugador; ambos estaban dispuestos a pagarle al Levante los 10 millones de euros por la rescisión de contrato y no tenían problema en solventar las solicitudes del cuidapalos revelación, pero había una desventaja para los bávaros, la cual sería determinante. Ir a Alemania a competir con Manuel Neuer, a la postre ganador del Guante de Oro del Mundial, o ir a España, a matarse por un puesto con Diego López e Iker Casillas, era prácticamente igual de complicado. Keylor tenía la última palabra. El costarricense se sentía feliz en España; la adaptación a la vida en Albacete y posteriormente Valencia había sido muy sencilla. Si cambiaba de club, quería quedarse en España. La complicada elección, sin embargo, tuvo que esperar un poco más, al menos hasta que finalizara la Copa del Mundo. La zozobra invadía a aficionados y familiares. En su regreso al país, Keylor hablaba poco de lo que estaba pasando y se retiró a una quinta lejos de San José, en el Pacífico Sur, a salvo de la constante pregunta de aficionados y periodistas. Sólo aparecía en público en compromisos de sus patrocinadores, como aquella conferencia en el Club Unión, aus106 Crónicas de Brasil 2014 piciada por Bancrédito, con acceso para la prensa aunque sin espacio para preguntas. En cambio, sí hubo respuestas, a la vista de muy pocos. Varios aficionados, ganadores de un concurso, tenían la oportunidad de acercarse al guardameta, intercambiar un saludo, algunas cuantas palabras, una foto, el selfie... Casi todos le preguntaron con qué equipo jugaría, pero Navas no soltó prenda alguna, hasta que una joven le lanzó un remate al ángulo que él no pudo detener. Enfundada en la camisa del Real Madrid, cuando le tocó saludar al meta le pidió que se la firmara, ya que era la de su próximo club; una sonrisa se dibujó en el rostro Navas, quien prefirió no decir palabra alguna. Al final del acto y cuando Keylor iba saliendo del salón la joven le gritó ¡hala Madrid! Y otra tímida risa apareció en Navas. La decisión estaba prácticamente tomada y la hora de anunciar el gran paso se acercaba. Ya el 12 de julio desde tierras alemanas llegaba la información de que el Bayern se retiraba de la puja, pero no fue hasta el 27 de julio que se hizo oficial el paso al Real Madrid, al menos para la familia. A una semana de partir hacia España, Keylor tuvo nuevamente una reunión con su padre: -Pá, pues quiero contarle que si Dios quiere y todo sale bien voy a firmar con el Real Madrid. Don Freddy se quedó sin palabras. “Yo solo acaté a abrazarlo, hubo nuevamente lágrimas y mucha felicidad. Agradecimos a Dios”. Luego de digerida la noticia se dio un diálogo más amplio. El papá no comprendía cómo con el paso que estaba dando, su hijo no mostraba emoción alguna. Su cara no desbordaba felicidad, casi inexpresivo, se veía más serio que feliz. -¿Viejo, pero qué, no está contento? -le preguntó don Freddy-. ¡Es el Real Madrid! -Estoy feliz, Pá, se me cumplió un sueño. -Pero, ¿entonces? 107 Un sueño redondo -Vamos con calma, todavía tengo que firmar. -Pues, si usted no quiere celebrar es usted, pero yo voy a gritar y saltar de alegría -le dijo el padre, para cerrar con una frase con voz entrecortada-: Bendiciones, mi viejo, que sea lo que Dios quiera. L a semana previa al viaje a Madrid pasó sin mayor sobresalto. Keylor compartía con sus familiares y esperaba la orden de los merengues para salir del país. El Real Madrid reservó tres tiquetes abiertos del 30 de julio al 3 de agosto para que Keylor volara acompañado por su esposa, Andrea, y su hija Daniela. El guardameta tenía como primera fecha de viaje el 30 de julio, pero una llamada de Ricardo Cabañas lo frenó. Su representante le dijo que había que esperar al 3 de agosto, porque el Real Madrid tenía una situación que resolver antes de anunciar el fichaje. La llegada del tico implicaba la salida de uno de los dos porteros élite en el Real Madrid: Iker Casillas, símbolo del futbol español, y Diego López, titular en la primera temporada al mando de Ancelotti. El estratega, sin embargo, devolvió la portería a Casillas en los amistosos de pretemporada, con lo que, por descarte, el candidato a partir era claramente López. Diego se negaba a abandonar el club y por más que Navas atrasó el vuelo, el Real Madrid anunció el 3 de agosto su flamante fichaje, sin haber resuelto todavía el debate Casillas-López. Keylor Navas Gamboa, proveniente del Levante: el nuestro se convirtió en el sexto portero extranjero en la historia del Real, luego del húngaro Jyula Kiszel, el argentino Rogelio Antonio Domínguez, el alemán Bodo Illgner, el ar108 Crónicas de Brasil 2014 gentino Albano Bizarri y el polaco Jerzy Dudek. La zona de salidas del aeropuerto Juan Santamaría fue como la gradería de un estadio. Cientos de aficionados llegaron con la esperanza de robarle una fotografía o al menos poder observar al nuevo guardián del arco madridista. Otros seguidores prefirieron darle a Keylor la sensación de lo que puede sentir un héroe nacional y se colocaron en la orilla de la malla oeste del Santamaría con banderas, para que el espectáculo desde el cielo se tiñera con los colores patrios. La familia del portero no tuvo tiempo ni espacio para despedidas sentidas, mucho menos para hacer el chek in y comerse algo en las cercanías de la terminal, como acostumbraban cuando Keylor era jugador del Levante y venía para una concentración de la Selección. En la zona de chequeo, Navas fue asediado por los medios de comunicación nacionales, los cuales habían esperado durante casi un mes por una declaración del portero. El resto del mundo quería una foto con Keylor Navas. Policías migratorios, encargados de limpieza, personeros de las diferentes aerolíneas, turistas, cada persona que se topaba a Navas de frente sacaba su celular y le pedía un recuerdo al jugador. Keylor no negó una sola fotografía. 48 horas después de su partida, firmó el contrato, se dio un apretón de manos con Florentino Pérez y pisó por primera vez el césped del Santiago Bernabéu, el día de su presentación a los aficionados y la prensa española. La ceremonia finalizó cuando recién comenzaba el día laboral en Costa Rica. El país madrugó para ver al referente del futbol nacional ponerse la camiseta blanca. “Como al mediodía me entró un mensaje de texto que decía: ‘Gracias a Dios ya soy jugador del Madrid, quiero hacer las cosas bien y hacer historia aquí’. Él estaba muy contento por el recibimiento que le hicieron. Ese día hablamos muy poco”, recordó don Freddy. La gesta de ser el primer centroamericano en el Real Madrid era un objetivo cumplido. 109 Un sueño redondo Keylor ya era un consolidado en el Levante, pero el Mundial marcó un antes y después. No solo terminó de exhibir sus cualidades como guardameta, sino que añadió temple a su carácter. La Sele había vencido con solvencia a Uruguay e Italia y la clasificación estaba en el bolsillo. Atrás quedaba un juego de excesivo roce físico ante la Azzurra, en el que Keylor debió luchar por muchos balones aéreos. Un dolor atacó al héroe. En realidad, Navas arrastraba desde setiembre del 2013 una molestia en el hombro derecho. En el juego eliminatorio ante los Estados Unidos un choque aéreo le dejó un problema que le fue tratado de forma parcial, ya que el Levante no quería perderlo para un solo compromiso del plantel en la Liga Española. En la Selección conocían de la lesión, pero no había generado mayor contratiempo hasta los días previos del juego ante Inglaterra. En la tercera práctica después de enfrentar a Italia, Navas presentaba dolor. El cuerpo médico de la Tricolor le recomendó al técnico Jorge Luis Pinto que le diera descanso, pero el colombiano no quiso. Keylor estaba listo para comenzar la oración de cada práctica y antes de que dijera las primeras palabras, el entrenador hizo un cuestionamiento que no cayó nada bien en el cancerbero. -Don Keylor -le dijo Pinto-, ¿estás con miedo de jugar contra Inglaterra, que no querés entrenar? -Profesor Pinto, aquí el único novato en estos ambientes es usted, que nunca ha estado a estos niveles. Yo juego cada domingo contra Cristiano Ronaldo, contra Xavi, contra Iniesta, contra Messi, contra jugadores de ese calibre, cosa que usted no conoce. Un silencio incómodo por un lapso invadió el círculo que estaba compuesto por el resto de seleccionados e integrantes del cuerpo técnico. Los jugadores se volvieron a ver unos a los otros y cuando parecía que nadie se atrevería a romper el momento in110 Crónicas de Brasil 2014 cómodo, alguien se animó a decir: ¡Vamos a entrenar, señores! Y ahí murió. Por la tarde la molestia invadió a Keylor y buscó la forma de desahogarse. Una llamada telefónica ingresó al celular de don Freddy Navas. -Viejo, ¿todo bien? -Sí, Pá, solo una pequeña discusión que tuve con don Jorge en el entrenamiento. -Diay, ¿qué pasó? -Prefiero no entrar en detalles, Pá. -Keylor tomó una pausa y luego continuó-. Solo yo sé lo que tengo. Sé lo que puedo dar y puedo hacer. Yo me voy a cuidar y el partido ante Inglaterra lo voy a jugar. “Desde ese momento yo me di cuenta que Keylor le tomó muy poca importancia a esa situación. Él estaba concentrado en rendir, en conservar el nivel que había mostrado. Además me parecía que el grupo estaba muy fuerte y ese tipo de cosas no lo iban a afectar”, analizó don Freddy. La relación entre el técnico y Navas nunca fue de grandes amigos y luego del pequeño altercado pasó a ser todavía más fría. Keylor se limitaba a escuchar las indicaciones de don Jorge y hablaba más con Gabelo Conejo, preparador de porteros de la Tricolor. Las paradas ante ingleses, griegos y holandeses hicieron olvidar el amargo episodio. Un par de achiques contra Inglaterra, el penal de Gekas, las intervenciones ante Robben y Sneijder, 21 remates repelidos en todo el Mundial, lograron que Pinto dejara atrás los cuestionamientos y provocaron la admiración por el guardameta a nivel nacional. El fenómeno tendría un sinnúmero de manifestaciones, intensificadas con su llegada al Real Madrid: ticos vistiendo la camiseta madridista con el Navas en la espalda, aficionados que participan en concursos para cenar con Keylor en España, una agencia vendedora de autos ofreciendo un viaje a Madrid, con entradas al Bernabéu incluidas, por la compra del último modelo, más niños soñando ser portero y hasta una guardameta comparada con el cancerbero nacio111 Un sueño redondo nal. Cuando Dinia Díaz le detuvo tres penales a Trinidad y Tobago y le dio al país el boleto a Canadá 2015, el primer Mundial para la Sele mayor femenina, recordar al portero de Brasil 2014 fue inevitable. Homenajes sobraron para Keylor Navas, pero quizás ninguno como aquellos paridos en las salas de hospital. Mientras él gritaba de emoción tras detenerle un tiro de larga distancia al uruguayo Diego Forlán, una madre pujaba la venida al mundo de un hijo, cuyo nombre haría honor al héroe del marco tico. Del 1° de junio al 30 de setiembre se dio en Costa Rica el nacimiento de 19 niñas llamadas Keyla y 29 pequeños bautizados Keylor, según los datos del Registro Nacional. Aunque el nombre Keyla fue inscrito por primera vez en nuestro país en 1969, ningún año registra tantas como el 2014, un total de 35. A nadie le queda duda, aunque no esté en los registros de hospital, aunque no hubiese ni una partera cerca, aunque el verde césped sea menos pulcro que las blancas sábanas, aunque los guantes no estuvieran esterilizados: el Mundial parió una leyenda. Crónicas de Brasil 2014 Los penales susurran secretos... Costa Rica los grita CAPÍTULO IX José Pablo Alfaro Volvió del Mundial con el ímpetu de la Sele. A sus 26 años, después de ocho temporadas en periodismo deportivo, con debut en Radio Actual, titularidad en Al Día y reciente incorporación a La Nación, por fin entiende lo que desde niño soñó. Cuando la maestra encomendó el ensayo “¿Qué quieren ser cuando sean grandes?”, él sólo narró un partido de futbol. 112 113 Un sueño redondo L a tarde del 28 de junio, a menos de 24 horas del gran juego, Michael Umaña erró un penal. Costa Rica practicaba los disparos, a puerta cerrada en la cancha del Club Deportivo Náutico, en Recife, un equipo de mediana importancia en la región, pero dispuesto a alojar el simulacro de la gran gesta. Jorge Luis Pinto había decidio evadir el reconocimiento del estadio Arena Pernambuco y aprovechar mejor el tiempo, lejos de los flashes de las cámaras y la ambición periodística de encontrar alguna noticia que pudiera romper su infalible libreto táctico. Ya de por sí, la Sele había dado una cátedra de futbol ante Italia en ese césped, hace una semana, y era poco lo que podía aportar el trote ligero y el usual “monito” de calentamiento. Con doble candado en sus portones, la Sele se dispuso a recrear el escenario en caso de que la fortuna decidiera guiarlos hasta la pena máxima. La puesta en escena fue muy simple: cada cobrador lanzó tres remates desde el manchón blanco. Algunos eficaces anotaron los tres disparos, otros se quedaron en dos cobros, como Michael. “La mayoría de tiradores fallaron un penal. Umaña fue uno de ellos”, confirma Luis Marín. Luego del último entrenamiento y de estudiar el desempeño de cada uno de los cobradores, Paulo Wanchope le sugirió a Pinto poner en papel a los elegidos. –Profe, ahora que estamos más tranquilos, por qué no hacemos la lista por si acaso hay penales –le dijo Chope, previendo que, llegado el momento, la decisión se torna más difícil bajo máxima tensión y en carreras. Al técnico, siem114 Crónicas de Brasil 2014 pre obsesionado con los detalles, le pareció una buena idea. No es para menos, el ser humano por naturaleza se expone a reaccionar mal en los escenarios más inusuales, como una tanda de penaltis en los octavos de final de un Mundial. Oleg Blokhin, extécnico de Ucrania, inmortalizó su momento de debilidad en Alemania 2006: “La situación me superó. Les dije: ‘Chicos, decídanlo ustedes. Quien quiera tirar los penales que los tire’. Luego, me marché a los vestuarios”. En esa ocasión, Ucrania superó a Suiza en la tanda y se clasificó a cuartos de final. Y Pinto, un berraco como pocos, dejó que Paulo César definiera los cobradores, según lo visto en las prácticas: Celso y Bryan Ruiz, los más seguros, se encargarían de abrir y cerrar la tanda; empezar bien y cerrar bien, una estrategia casi convertida en norma para muchos técnicos. –Cambiemos el orden –le dijo Pinto, al ver los elegidos-. La experiencia me dice que la mayoría de veces no se llega al quinto penal. Celso y Bryan pasaron entonces a encabezar una lista en la que también aparecían nombres como Joel, Bolaños y Umaña, el que había fallado en el último ensayo. El presagio de Chope se materializó tras 120 minutos jugados y casi una hora con un hombre menos por la expulsión de Óscar Duarte; algunos parecían no tener fuerzas para enfrentar el cobro. “Bryan ya arrastraba las piernas”, recuerda Wanchope. Entonces lo sacaron de una lista que a fin de cuentas tuvo varias modificaciones: Bolaños había salido de cambio, algunos se sentían seguros pero otros pedían lanzar solo en caso estrictamente necesario. -¿Cuál tiro yo? –preguntó Bryan, sin sospechar que estaba fuera de los primeros cinco ejecutores. Wanchope le explicó lo sucedido, pero Bryan, más allá del cansancio, de sus 14 kilómetros con 43 metros recorridos en una temperatura de 28 grados centígrados, insistió en asumir la responsabilidad. La lista fue modificada una vez más, Bryan ingresó y José Miguel Cubero quedó a la espera, por si el duelo se 115 Un sueño redondo extendía más allá de cinco cobros. -Tranquilos, yo paro uno –le recordó Keylor al grupo en su última reunión antes iniciar la tanda. El mensaje caló hondo en Celso, quien tomó valor para iniciar su camino desde el centro del campo hasta el manchón blanco. Fue un pasaje largo, tan largo que había empezado a recorrerlo el jueves 6 de diciembre de 2007 cuando aún era una joven promesa. En esa fatídica noche decembrina, Celso se clavó una daga profunda que envenenó sus arterias durante siete años sin encontrar una cura. Costa Rica igualó a uno ante Panamá en el tiempo regular y necesitaba una victoria en los penales para seguir con vida en la ruta hacia los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. El escenario era el Ricardo Saprissa, el estadio en donde una y otra vez anotó sin compasión. El rival de enfrente lo comandaba su padre, Alexandre Guimaraes. No tenía por qué fallar, era un penalero de raza. Heredó la técnica de su progenitor y poseía una madurez mental envidiable. Pero esa noche no era el Celso de siempre, no estaba preparado para cobrar el quinto penal. La presión lo carcomió. “No supe asimilarla. Estaba muy cerrado, yo sentía una responsabilidad muy grande en esa Selección y eso tampoco es bueno”, declararía más tarde a la prensa. Después de ese instante, tardó cuatro meses en volver a cobrar un penal... y más de seis años en encontrar revancha. Roberto Baggio, la gran figura de la Selección de Italia en el Mundial de Estados Unidos 94, dice que los penaltis los fallan los que tienen el coraje de tirarlos. A él le tocó errar el disparo decisivo que le entregó a Brasil el tetracampeonato. Tuvo el carácter para lanzarlo pero nunca la oportunidad de resarcirse. Aún sueña con ese cobro; se pregunta cómo fue posible que el balón se elevara tanto cuando Taffarel ya estaba vencido. A Celso, para fortuna de todo Costa Rica, los dioses lo premiaron con una segunda oportunidad.“Estaba esperando este momento, yo soñaba con algo de igual importancia y 116 Crónicas de Brasil 2014 las Olimpiadas se quedaban cortas a la par de un Mundial”. Nunca demostró miedo. No podía hacerlo. En la selección representaba el equilibrio. En gran medida, por eso cobró el primer penal, tenía que darle confianza a sus compañeros en el instante de mayor tensión. El sociólogo de la Selección en Brasil, Jaime Perozzo, lo calificó como un jugador “que se sale del molde”, con la calidad, la madurez y la inteligencia para abrir la tanda. Y le llegó el momento de toparse frente a frente con su fantasma. Celso acomodó la pelota con sutileza en el montículo blanco, dio nueve pasos cortos hacia atrás y respiró hondo antes de cobrar. Su disparó se incrustó fuerte arriba y a la derecha del arquero. Llegó la medicina. Costa Rica 1 - Grecia 0. B ryan Ruiz caminó descalzo por un escabroso sendero cubierto de piedras filosas que lo hicieron caer una y otra vez. Ese había sido su destino en la Selección Nacional. Soportar el dolor sin anestesia. –Yo puedo tirar el penal –le rogó a Chope, aún arratonado por los más de 14 kilómetros recorridos durante el juego. Se acostumbró al sufrimiento: el enorme desgaste acumulado en los tiempos extra no era suficiente para dejarse caer. Un nuevo sendero cubierto de espinas hacia el manchón blanco no significaba nada. Echarse para atrás no era una opción. No lo había hecho en el pasado, cuando se criticó su falta liderazgo dentro del grupo en medio de los malos resultados de la cuadrangular eliminatoria. Tampoco al ser cuestionado por sus constantes lesiones, que pusieron en duda su compromiso con el país. Esa insoportable molestia que no le permitió sostener su 117 Un sueño redondo pie derecho en el césped durante el segundo tiempo extra ya no era nada comparada con lo sufrido en su carrera. El 15 de octubre de 2009, Bryan jugó su mejor partido con la casaca patria. En la tierra del tío Sam, apareció con dos soberbios goles que entregaban el boleto al Mundial, tras una sufrida ruta eliminatoria hacia Sudáfrica 2010. En ese entonces, el decisivo talento del Bryan que brillaba fecha a fecha en el futbol holandés escaseaba en la Selección. El propio futbolista sentía la responsabilidad de convertirse en el gran referente que todo Costa Rica anhelaba. Reconocía con frustración que podía dar más, aunque no terminaba de convencer a los más críticos. Pero ese día Bryan llegó tan inspirado que nadie dudó de él. Nadie, excepto el destino. En el minuto 95, en el último minuto de reposición, Jonathan Bornstein se elevó en las alturas con un cabezazo que silenció a todo Costa Rica; el balón superó a Keylor. El fútbol lo alejó de su mayor anhelo, como ya lo había hecho en el 2006, cuando Alexandre Guimaraes no lo incluyó entre los elegidos. Aquel día en playa Conchal, en el campamento decisivo, jamás será olvidado por su compañero de cuarto, el entonces delantero titular Paulo César Wanchope. Después de la noticia, encontró a Bryan desmoralizado, acostado, envuelto en las frías cobijas de la desilusión. “Yo pensaba que él tenía las condiciones para ir al Mundial”, recuerda Wanchope. Sin embargo, sin remedio posible, no pudo decirle mayor cosa. El joven que tocaba el balón con maestría en el ataque rojinegro se había ilusionado con la Copa del Mundo, pero no era su momento. Tampoco lo había sido cuando se lesionó a las puertas de una eliminatoria Sub 20, siendo él la gran figura del equipo. Por momentos, parecía destinado al eterno sueño sin cumplir, como el de Erick Cantona, jugador francés de brillante carrera en el Manchester United, que nunca pudo disputar una Copa del Mundo. Francia no clasificó a Estados Unidos 94 y él decidió retirarse del equipo galo en 1997, tras 118 Crónicas de Brasil 2014 una serie de conflictos disciplinarios. Apenas un año después, Zinedine Zidane levantó la Copa en su propia casa por primera y única vez en su historia. A Cantona siempre se le criticó su rendimiento con la Selección. La gambeta privilegiada que descontaba rivales en los Diablos Rojos, desaparecía cuando defendía los colores de su país. El icónico volante dio un paso a un lado. Bryan, en cambio, no se desplomó. En medio de la turbulencia, cargó con el gafete de capitán. Y no se esperaba menos de él: en la intimidad del vestuario es visto como un líder sabio, dispuesto a velar por el colectivo, más allá de las individualidades. “Este es su Mundial -le dijo Wanchope a Bryan, en Brasil, trayendo de inmediato a la memoria aquel día en Conchal, cuando las palabras faltaron-. En ese momento, sabía que no había nada que yo pudiera decirle, pero su momento es ahora, aprovéchelo”. Si algo salía mal, Bryan daría la cara, como bien lo describe Celso: “Bryan es el que toma las decisiones con base en el sentir del grupo”. Su estilo reniega del típico capitán. Se aleja de ese líder rudo que encara a los rivales y discute con el árbitro si es necesario. Ruiz prefiere girar instrucciones desde adentro. Si algún futbolista se sale del saco, le basta con decir unas cuantas palabras para calmar las aguas, como en una concentración en la que decidió reprender a Joel Campbell por su comportamiento. Ese liderazgo, forjado en medio del sufrimiento, fue el que le dio las fuerzas necesarias para caminar hasta el punto de penal. Sin sonrisas ni lamentos, inexpresivo, Bryan aguardó hasta el último movimiento del arquero y remató colocado a la izquierda. Costa Rica 2 - Grecia 1. 119 Un sueño redondo ‘P ipo’, el temperamental líder de la zaga nacional, se dirige al punto de penal con un rostro de furia. Con la testa de un guerrero espartano, camina sin detenerse hasta el purgatorio. El luchador incansable al que no le tembló el pulso para frenar el poderío de Edinson Cavani y que machacó el ego de Mario Balotelli, estaba asustado. “El recorrido para cobrar el penal se hace eterno”, recuerda González. Pero no estaba dispuesto a entregarse tan fácil. El día antes, en una larga charla previa al juego, Giancarlo conversaba con el sociólogo Jaime Perozzo sobre su futuro. -Yo te veo en Europa pero jugando en España -le dijo el colombiano, intuyendo que su gran desempeño le aseguraría un buen contrato en el Viejo Continente. El defensor, reconocido dentro del grupo por ser un hombre recto, puntual y ante todo decidido, lo tenía claro: “toda mi vida está puesta en este Mundial”. Lo que no imaginó ‘Pipo’ es que unas horas más tarde, su vida giraría alrededor de un penal. Ahí, en el centro del campo, a pocos minutos de iniciar la tanda, Perozzo lo notó tenso y se le acercó. “Recuerda lo que hablamos ayer”, le dijo al oído. La certeza de González estaba intacta. “Este penal es una puerta que se está abriendo”, le recalcó. Perozzo lo había entendido claramente: el coraje estaba por encima del miedo. Genaro Gatusso, tozudo volante italiano, campeón del Mundo en Alemania 2006, recuerda cómo en las horas previas de esa final fue más de 30 veces al baño para soportar la presión. El ‘Animal’ nunca negó que tuviese temor, su gran mérito estaba en la manera de asimilarlo y hacerle frente. “El único don con el que nací son las ganas de no rendirme nunca”, reconoció en una entrevista al diario El País de España. Y Giancarlo, con un rostro tan imperturbable como el de 120 Crónicas de Brasil 2014 Gatusso, había preparado su carácter para estar ahí. Ahora, la diferencia entre el éxito y el fracaso estaba marcada por 11 metros y un buen cobro. Su personalidad, ya de por sí fuerte, se crispó con las constantes muestras de menosprecio de los rivales durante los primeros juegos del Mundial. En la antesala del partido ante la ‘Azurra’, un periodista le tocó el ego al defensor con una consulta. -Balotelli dice que no sabe quién es Keylor Navas, ¿cómo valora esto? -le preguntó. Pipo se contuvo y respondió con diplomacia: “sabemos que para algunos somos unos desconocidos, pero queremos que el mundo sepa quiénes somos”. Unas horas más tarde, en la intimidad del vuelo chárter de la Selección, Giancarlo recordaba el episodio con un evidente semblante de satisfacción. –Así sabe más rico ganarles– le dijo a un pequeño grupo de periodistas ticos que viajaban con la Sele. Por eso, cuando acomodó la pelota en el punto blanco, Giancarlo estaba tan decidido que nunca cambió su semblante. Tomó impulso, remató duro y a la derecha del portero. Costa Rica 3 - Grecia 2. L e pedimos a la persona que está caminando por el pasillo del avión que tome asiento por favor, estamos aterrizando– recalca exaltada la bella aeromoza brasileña por el alto parlante. Un atrevido joven se puso de pie para cambiar de lugar en pleno descenso. Al grupo no le sorprende que Joel se tome este tipo de licencias. Frente al punto de penal, en donde el vértigo castiga tanto como los 25 mil pies de altura del último vuelo a Recife, Joel no se inmuta. 121 Un sueño redondo Con una tranquilidad pasmosa se detiene unos segundos a esperar el movimiento del arquero, sin ninguna prisa, aguarda a que el arquero se venza. Así sucede. El meta se recuesta vencido al costado izquierdo y Joel le cambia de lado el disparo. El balón toca la red. Su celebración es mesurada. Como si se tratara de esos goles que anota jugando play station en su apartamento en Inglaterra. Yeltsin Tejeda, íntimo amigo de Joel, describe su personalidad en pocas palabras. “Él se la cree, desde niño es así”. Pero ese joven prodigio casi no aparece en las figuritas del álbum Panini. Fue noticia en todo el mundo porque compró una caja llena de postales y no encontró la suya. Y es que, si nos remontamos al 2011, era impensable lo que ocurriría con Joel tres años después: ni por casualidad hubiera pensado en ser una estrella coleccionable en ese entonces, cuando estaba desahuciado en el Saprissa y, aún así, el entonces seleccionador Ricardo La Volpe se animó a convocarlo. Humberto Campbell, padre del futbolista, cuenta que en la ‘S’ lo tenían apartado, con la presión de que firmara una extensión de contrato para ponerlo a jugar. -Está muy joven, aún le falta -le decían a su progenitor en las divisiones inferiores del club... una mentira blanda. Cuando Joel llegó a Saprissa, siendo apenas un niño ilusionado que hacía fintas y acariciaba el balón, se intuía su talento precoz. Era visto como una especie en extinción que controlaba el balón con una eficacia superior a la de los jugadores del primer equipo. Los formadores se preguntaban y comentaban entre sí a qué edad debutaría: ¿14, 15 ó 16? Pero el ansiado debut se mantuvo en “baño María”; no importó que Joel deslumbrara en las esferas globales, porque, como figura de la Sele en el Mundial Sub 17 de Nigeria 122 Crónicas de Brasil 2014 y en la Copa del Mundo Sub 20 de Colombia, Joel destacó entre luminarias de la talla de James Rodríguez. ¿Por qué ese chico talentoso, de técnica exquisita, no lucía en las alineaciones de su club? Dos hipótesis sugieren el motivo. El entrenador argentino César Luis Menotti decía que un jugador puede dejar de correr durante muchos minutos a lo largo de un partido, lo que nunca puede hacer es dejar de pensar. Joel pensaba demasiado… pero no corría tanto. En la cabeza de algunos técnicos, el esfuerzo vale más que el talento, aunque esto último sea lo que diferencie a un jugador del montón de uno fuera de serie. Y, a veces, darle 100 vueltas a la cancha se valora más que un pase de rabona. El joven atrevido era de los mejores en los colectivos. No importaba cuánto corriese su rival, él siempre iba a superarlo en el uno contra uno. Pero el día del partido juega el que más se haya esforzado, ese es el premio para los que trabajan duro. La segunda hipótesis es más sencilla, pero también más morbosa. A nadie le gusta que lo bailen, y menos un ‘puberto’ recién ascendido del primer equipo. Joel es bueno, pero hay que enseñarle quién manda, y la manera más práctica de hacerlo es que espere paciente en el banco. Corría como el resto pero era visto como una amenaza, y no estaba dispuesto a cambiar. Esa valentía de encarar sin aprensiones no tenía límite. Ese brío distinto sí le gustaba a La Volpe. Convencido de ello, lo convocó a la Copa Oro y luego a la Copa América, en donde Campbell se encargó de demostrar que sí, efectivamente, era un diamante en bruto. Aquella decisión fue tan sabia, que se puede homologar con la de elegir a Joel para que lanzara el cuarto penal. Fue el único de los cobradores que hizo un solapado 123 Un sueño redondo baile antes de rematar, como si disimuladamente tratara de distinguirse del resto, de darle un sello personal al cobro.El balón superó la raya de sentencia. Costa Rica 4 - Grecia 3 A menos de 24 horas del gran juego, la tarde del 28 de junio, Michael Umaña erró un penal. Solo falló uno de los tres cobros que practicó en esa tarde lúcida, de privacidad absoluta y reservada para afinar los detalles más ínfimos del duelo. Nadie en el grupo cuestionaba que fuera uno de los mejores lanzadores del equipo. Más allá de su técnica, Umaña era tan frío como un témpano de hielo, obediente, siempre dispuesto a recibir con buen rostro las órdenes de Jorge Luis Pinto. Esa personalidad de obrero abnegado forjó un vínculo con el profesor. Un simple penal no era suficiente para nublar su pensamiento. La seguridad del técnico hacia su pupilo se evidenció durante la semana previa al debut ante Uruguay. Umaña padeció una fuerte gripe que lo apartó de los ensayos tácticos que preparaba Pinto con el once titular. Durante seis días, el colombiano trabajó la retaguardia con Júnior Díaz, por la izquierda; Roy Miller, Giancarlo González y Óscar Duarte, por el centro; y Cristian Gamboa, por la derecha. El trabajo de bloque, indispensable en la estrategia del colombiano, se diseñó con esos defensores. La decisión no estaba en firme pero el grupo intuía que Miller iniciaría el Mundial como titular. Umaña no estaba en sus mejores condiciones y su competencia directa era el único central zurdo del equipo. Pero en el último simulacro, Pinto incluyó a Umaña en 124 Crónicas de Brasil 2014 su oncena. Los 1053 minutos de juego acumulados durante la eliminatoria, lo convencieron de que era el hombre idóneo para iniciar la gesta. Luis Aragonés, técnico que ganó la Euro de 2008 con España, recuerda el éxito de la ‘Roja’ con una frase. “Cogí una selección; intento dejar un equipo”. En medio del talento individual de Andrés Iniesta, Xavi, y Sergio Ramos, estaba el desafío de conjuntar a la mejor generación de la historia. Cuando por fin el “Sabio de Hortaleza” armó su rompecabezas y maduró su idea de juego, no estaba dispuesto a incluir a ningún elemento externo que pudiera atentar contra su base. Ni la leyenda blanca Raúl González encajó en el esquema de España. Aragonés estaba dispuesto a morir con la suya. Pinto también. Y Michael, el perro fiel que no defraudó a su amo en el debut mundialista, sería el elegido para cobrar el último penal. Quizás Pinto no presupuestó que fuese necesario llegar hasta el cobro definitivo. Su proyección decía que la mayoría de tandas no llegaban hasta el quinto remate. Ruiz y Borges, los mejores cobradores, tiraron primero. Bolaños, el otro lanzador, había salido de relevo. El destino eligió a Michael. Y caminó hasta el punto de penal con apuro, como si quisiera acelerar la gloria. Acomodó el balón en el punto blanco, dio siete pasos hacia atrás, apretó los labios, exhaló, quitó un segundo la vista del marco, volvió a mirarlo, fijó la mirada y expulsó otra bocanada de aire... ahora sí... dio un respingo de gladiador henchido y disparó fuerte y arriba. Esta vez no falló. El abrazo del perro fiel fue para Pinto. -Gracias, Profe –le dijo, el único jugador que lo buscó para celebrar. Costa Rica 5 - Grecia 4. 125 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 En el octavo día creó Dios el fútbol… (Y vio Dios que era bueno) CAPÍTULO X José David Guevara Muñoz Alinea en la cancha del periodismo desde 1987; primero como reportero en La Nación, luego como editor y jefe de redacción de El Financiero (2000-2010), semanario que dirige desde 2010. No le gustan los déficits fiscales ni los de buen fútbol; sí las exportaciones de bienes y servicios y futbolistas talentosos. De su padre heredó el valor agregado del deporte rey. 126 127 Un sueño redondo E n el octavo día creó Dios el fútbol. Y vio Dios que era bueno… (Versión libre del libro de Génesis). El domingo 29 de junio y el sábado 5 de julio del 2014, Monseñor José Rafael Quirós, Arzobispo de San José desde el 29 de agosto del 2013, se encontraba de visita en Roma, por lo que acudió al milagroso Internet para seguir las incidencias de los partidos mundialistas entre las selecciones de Costa Rica y las de Grecia y Holanda. “Debido a la diferencia de horarios entre Europa y América, seguí los resultados de ambos partidos por medio de los sitios web de Canal 7 y Repretel. ¡Cómo sufrí con las series de penales!”, recuerda quien durante su infancia en Llano Grande de Cartago participaba en las mejengas de barrio como mediocampista o delantero. “Nunca metí goles”, confiesa sin temor a la penitencia de los aficionados al deporte rey. Ya sabemos lo que ocurrió en esos dos juegos. En el primero, clasificamos a cuartos de final por primera vez en un mundial de fútbol, luego de ganarle a los griegos 5-3 en la tanda de penales; en el segundo, los holandeses nos eliminaron 4-3 en la ronda desde los once pasos. Ese fue el final de una fiesta deportiva que este sacerdote disfrutó en primera instancia a través de la televisión. Así lo hizo durante la transmisión de los encuentros de la “Sele” contra Uruguay, el sábado 14 de junio (marcador de 3-1 a favor de Costa Rica), e Italia, el viernes 20 de junio (1-0 128 Crónicas de Brasil 2014 histórico). Únicamente no pudo ver la confrontación contra Inglaterra, el martes 24 de junio (0-0), debido a las celebraciones religiosas programadas para ese día. Suele ocurrir: las bancas de madera le ganan la partida a las graderías de concreto… Otro sacerdote que echó mano a San Internet para mantenerse informado de los resultados es el cura párroco de La Soledad y Vicario foráneo de San José, Carlos Humberto Rojas Sánchez. Cuando el duelo ante Holanda este sacerdote se encontraba en un convento en Roma en compañía de otros compañeros de Costa Rica. “Los frailes nos autorizaron para ver el partido en la sala de televisión, pero era muy tarde y no queríamos molestarlos con el ruido. Yo me senté en una silla ubicada en un pasillo donde había señal para mi teléfono y seguí los resultados de los 90 minutos iniciales y los 30 minutos de tiempos extra por medio de una aplicación de la FIFA; cuando llegaron los penales me conecté por WhatsApp con una amiga que me informaba desde Costa Rica cómo iba la serie. Fue muy emocionante pero a la vez triste porque quedamos eliminados”, manifiesta este saprissista quien muy ocasionalmente va al estadio. “Ir al estadio y no emocionarse ni gritar es como no ir”, afirma. También es digna de evocar la experiencia que vivió de cara al partido del 20 de junio contra Italia. Como la inmensa mayoría de los costarricenses, no quería perderse ese partido, por lo que hizo los cambios necesarios para despejar su agenda. Sin embargo, el aficionado propone y Dios dispone. A eso de las 8:30 a.m. recibió una llamada telefónica en la que una familia conocida le avisaba que acababa de morir la abuela y querían que él oficiara el funeral. “No lo puedo creer, pensé, pero de inmediato me dije que lo primero es lo primero y me fui a atender esta situación. Faltaba poco para iniciar el servicio y mientras varios de los presentes conversábamos sobre la difunta, escuchamos un grito, la gente pasaba corriendo por la calle y había 129 Un sueño redondo carros sonando los pitos. Todos nos miramos y yo abrí mi aplicación de la FIFA y les conté que acababa de anotar Bryan Ruiz. La gente lo celebró, en silencio pero lo celebró”. Está claro: gol olímpico de la tecnología… Otra vivencia que debe pisar la gramilla de la memoria: la del seminarista católico Roberth Méndez Esquivel, oriundo de Esparza Puntarenas pero radicado en la India desde el 2005, actualmente en un pueblo ubicado al norte de Karnataka -uno de los estados de ese gigante asiático y cuya capital es Bangalore-. “Aquí no hacemos evangelización directa sino que predicamos con el ejemplo, con el amor de Cristo, y los no cristianos se sienten atraídos por nuestro modo diferente de vivir”, explica este religioso que antes de emprender estudios de teología y filosofía egresó de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA). A él le tocó ver el partido Costa Rica-Italia precisamente en Roma, capital de este país europeo, donde realizó una peregrinación en compañía de los sacerdotes de la diósesis donde realiza su misión. Poco antes del juego ingresó en una casa de retiro donde 100 jóvenes tenían los rostros pintados con los colores de la bandera italiana y además estaban equipados con banderas y pancartas con las palabras Forza azzurra. “Me dio miedo entrar. Yo llevaba en mi mochila una bandera de Costa Rica por mi amor a la patria y con el propósito de ser reconocido por algún otro tico. Cuando los jóvenes me vieron se hizo un silencio mortal. No lo podían creer, un tico. Hablaban entre ellos en voz baja. Me senté y empecé a gritar ‘¡OE OE OE OE OE!’ Eso rompió el hielo y los jóvenes empezaron a cantarle a Italia. Nunca imaginaron que Costa Rica ganaría ese partido. ¡Apoteósico!” La vida, ese jugador de sorpresivas gambetas, le regaló otro episodio inolvidable al día siguiente. Cuando ingresó en un restaurante un grupo de jóvenes empezó a corear y a gritar -tras ver la bandera en la mochila- ‘¡Costa Rica! ¡Cos130 Crónicas de Brasil 2014 ta Rica! ¡Costa Rica!’ “Fue muy emocionante”, comenta. Los siguientes partidos los disfrutó, ya sin aficionados entusiastas a su alrededor, en Sri Lanka -país insular de Asia, ubicado en el golfo de Bengala-. “Allí participé en un retiro. Terminábamos muy cansados y por la noche solo queríamos dormir, sin embargo hallaba fuerzas para ver los juegos”. Una ocurrencia: y mientras tanto los ángeles observaban los partidos a través de agujeros en las nubes... En honor a la verdad, no resulta extraño que los balones sean bien recibidos en el mundo de los crucifijos. Las puertas de los templos católicos no son marcos que se cierran para la ofensiva del fútbol; las voces que rezan también encuentran espacios en el día a día para gritar ¡gol! Y es que el 13 de marzo del 2013 el humo blanco del Vaticano le anunció al mundo entero el nombramiento del Papa más futbolero en la historia del Vaticano: el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, succesor 266 de San Pedro bajo el nombre Francisco I. Hermoso gol este de contar con un Pontífice aficionado al balompié. Ya se sabe, es un fiel seguidor del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, fundado en Buenos Aires, Argentina, el 1 de abril de 1908. El nuevo líder de la Iglesia Católica es el socio honorífico número 88.235 de este equipo que ascendió a la primera división argentina en 1914 y ganó su primer título nacional en 1923. No sorprenden por ello las palabras de sus homilías durante su visita a Brasil en mayo del 2014: “Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo”. “¿Qué hace un jugador cuando se le llama a hacer parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos”. “Cuando se suda la camiseta tratando de vivir como cristianos, experimentamos a lo grande”. “Sean protagonistas, jueguen para adelante, pateen para adelante, construyan un mundo mejor”. 131 Un sueño redondo Desafortunadamente para el Papa, dos meses después la selección de su país sería derrotada por la de Alemania en la final de la Copa Mundial Brasil 2014. El partido tuvo lugar el domingo 13 de julio en uno de los templos históricos de los fanáticos al fútbol: el estadio Maracaná y ante la atenta mirada del Cristo de Corcovado, la estatua de 38 metros situada a 710 metros sobre el nivel del mar desde 1931. Allí los alemanes se impusieron un gol a cero con anotación de Mario Götze en el segundo tiempo suplementario. ¿Diablura deportiva? ¿Herejía futbolística? En todo caso, el resultado debe haber dibujado una sonrisa en el rostro del Papa emérito, el alemán Benedicto XVI. T odo tiene su tiempo. Tiempo de adorar y tiempo de gritar ¡gooooool! (Versión libre del libro del Eclesiastés). El fútbol no tiene prejuicios. Por eso juega en diversas canchas religiosas o teológicas… Prueba de ello la experiencia del pastor Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial (MMM), durante el partido ante Uruguay. Esta congregación fue fundada en 1963 en Puerto Rico y se estableció en Costa Rica en 1965, donde reúne a casi 200 iglesias. Guerra dirige a las cerca de 600 personas que se reúnen cada domingo en el templo ubicado en La Valencia de Heredia. Pues bien, en esta congregación se celebró un seminario el día del juego contra los charrúas, por lo cual el pastor no pudo seguir las incidencias frente a la pantalla chica. Sin embargo, en el periodo del café (ese que patea las espinillas del idioma español cada vez que se le llama coffee break) un miembro de la congregación le avisó que Costa Rica iba perdiendo uno a cero. “Le dije: me interesa que me manten132 Crónicas de Brasil 2014 ga informado”. Minutos después el informante pasó por el salón donde tenía lugar el seminario y le hizo señas al pastor para indicarle que la contienda iba uno a uno. Lo mismo hizo con el dos a uno a favor de la “Sele” y también con el tres a uno. “Le dije a los participantes: vamos a hacer un receso porque necesito ir al baño, y aproveché y me fui a ver parte del partido en la cabina de radio y televisión que tenemos en la iglesia. Nadie podía creer que se había volcado la tortilla”. En la serie de penales ante Grecia este predicador se vio obligado a tomarse la pastilla para la presión. “Yo decía: Señor, por favor, confunde al portero de Grecia… Señor, unge a Michael (Umaña), que lo meta, que lo meta, Dios que lo meta y en vez del goooool me salió un ¡glooooooooria a Dios, aleluya!”. No hay duda: tiro libre a la espontaneidad. La euforia mundialista también se apoderó de David Patey, presidente del Club Sport Herediano, uno de los propietarios de Autos Xiri -distribuidor de los vehículos Peugeot- y un líder en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones), en donde fue obispo de la congregación en Escazú durante el período 2006-2011. “Vi el partido contra Grecia en mi oficina en la Peugeot en compañía de cuatro de mis cinco hijos y el guarda de la empresa. Cuando ganamos con el penal de (Michael) Umaña nos montamos en el carro y fuimos a Heredia, San Pedro de Montes de Oca, Ciudad Colón, Santa Ana... ¡No queríamos parar! ¡Quemé el pito del carro! Nunca había experimentado algo así”, evoca este fiebre del balompié que nunca asiste a los estadios los domingos por considerarlo un día de reposo y reflexión, diferente a los del resto de la semana. “No voy a permitir que el fútbol tome la totalidad de mi vida”. Así lo entiendo: no solo de fútbol vive el hombre. Otro que disfrutó mucho de esta fiesta fue Rigoberto Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense y pastor de la Iglesia Monte Horeb, en La Aurora de 133 Un sueño redondo Heredia. Cuenta que vio los partidos con su familia. “Nos preparamos, conseguimos una pantalla plana de 60 pulgadas. Yo viví la alegría del Mundial de Italia 90, pero esto fue mucho más fuerte. El triunfo 3-1 contra Uruguay se pasó, no estaba escrito, nadie se lo imaginaba. Las celebraciones en el barrio fueron impresionantes. Después de cada partido que ganamos mis hijos se fueron a la rotunda de la Hispanidad a festejar”. Según dijo, hubo iglesias que se organizaron para ver los partidos en pantallas gigantes instaladas en algunos de sus salones y hasta modificaron los horarios de los cultos para no perder asistencia. “La iglesia mía es más conservadora, no hicimos esto; sin embargo, no lo considero pecado, cada quien lo administró como mejor le pareció. Hay que respetar las distintas decisiones”, manifiesta este ministro cristiano que al igual que muchos costarricenses se transformó en director técnico en cada partido de nuestra Selección. Dicho de otra manera: Jorge Luis Pinto entró de cambio por San Pablo… “Nosotros guardamos el sábado porque es el día del Señor. Por eso no vimos el partido que jugó Costa Rica contra Uruguay (sábado 14 de junio); sin embargo, estando en el templo escuchamos los carros que pasaban pitando. Cuando terminó el servicio un hermano que se mantuvo en la puerta durante todo el culto se me acercó y me dijo contento ‘pastor, ¿no ve que fueron tres pepinos”, cuenta el pastor Ramón González, de la iglesia Adventista en Hatillo. Luego explica que un sector minoritario de los miembros de esta congregación son conservadores y no participan de actividades como el fútbol e incluso lo consideran pecado e idolatría, pero la mayoría se involcucra y emociona. “La iglesia no priva a nadie de participar de la fiesta del fútbol, aunque sí recomienda abstenerse de tomar licor y participar en actos de violencia. El deporte une, promueve la fraternidad. Durante el Mundial algunos hermanos se reunieron para disfrutar de los partidos mientras saboreaban una carne 134 Crónicas de Brasil 2014 asada o un rice and beans”. Un pastor jubilado de esta religión, el panameño Lucindo Murillo, agrega: “No somos ortodoxos. En la iglesia hay libertad. Los pastores no ordenan qué se puede hacer y qué no”. Comenta entusiasmado que aunque él es oriundo de Panamá, su sentimiento durante Brasil 2014 fue como el de cualquier costarricense. A ver qué les parece: el balón siempre encuentra algún espacio por donde ingresar en el marco... Priscilla Jiménez Agüero no se sintió entrenadora durante la Copa Brasil 2014, pero sí quiso ser árbitro para pitar el final de los partidos que Costa Rica iba ganando. En especial, durante el choque ante los griegos el cual la “Sele” ganaba con gol de Bryan Ruiz desde el minuto 52, pero el rival empató en el 90. “Estaba nerviosa, fue una tensión terrible, solo quería que terminara”, evoca la esposa de Cristian Bonilla, pastor de la Iglesia Metodista en San Jerónimo de Moravia. Seamos honestos: ¿Quién no ha gritado ¡árbitro tiempo!? Al pastor Jarquín Castillo, de la Iglesia Sanidad Divina, en Desamparados, no lo toma por sorpresa la pasión futbolística en las iglesias. “La gente es terriblemente futbolera. Muchas congregaciones tienen equipo de fútbol. El fútbol es pasión, mucho más cuando juega la Sele. ¡Imagínese!” Rememora con alegría el hecho de que el domingo que Costa Rica jugó contra Grecia todos los integrantes del grupo de música de alabanza llegaron al templo con camisetas tricolor. “El fútbol es parte de la vida. Es el deporte rey. Yo soy liguista, pero si realizo un culto de oración un miércoles que juega Saprissa, ¡no me llega nadie! Aquí tengo varios amigos saprissistas envenenados, a pesar de ser cristianos”, dice y deja en libertad una sonora carcajada. Otra forma de verlo: a Dios rogando y el gol celebrando. 135 Un sueño redondo B ienaventurados los que saben disfrutar del fútbol, porque heredarán alegría… (Versión libre del libro de San Mateo). “Para mí Dios es un deportista y un Dios alegre que se deleita en el deporte, aunque muchos no piensan así”. Palabras de Fernando Hodgson Cayasso, pastor de la Iglesia Morava, en barrio Roosevelt, Puerto Limón. Se trata, explica, de una congregación que nació antes del movimiento de reforma iniciado por el alemán Martín Lutero (1483-1546). “Fue una de las primeras iglesias en enviar misioneros a las Islas Vírgenes para trabajar con los esclavos negros. El verdadero nombre de esta iglesia es Hermanos Unidos”. El fútbol es divino: ¿Quién dice amén? En cuanto a la alegría que produce este deporte, el pastor Jarquín Castillo, de la Iglesia Sanidad Divina, comparte una anécdota: “Vino a consejería un señor muy preocupado porque estaba soñando mucho con fútbol, llevaba una semana en eso. El pastor le ofreció orar para que eso terminara y el hermano le dijo ‘está bien, pero hágalo a partir de mañana porque hoy se juega la final”. De acuerdo con este predicador, la Selección nos une a todos sin importar color político o religión. “Dios guarde uno predique contra el futbol: la gente se va de la iglesia”, afirma. Un jugador que siempre debe ser alineado: el sentido del humor… En opinión de Matthias von Westerholt, pastor de la congregación luterana de habla alemana en Costa Rica, el fútbol es un evento social que debe ser aprovechado para unir a las personas. “En nuestra iglesia hubo mucha alegría durante el Mun136 Crónicas de Brasil 2014 dial de Brasil por los buenos resultados obtenidos por Costa Rica y Alemania; tuvimos un alma tica y una alemana. A mí me emocionaron más los partidos de los ticos que los de los alemanes; lo más emocionante fue cuando le ganaron a Grecia y fue una injusticia que perdieran contra Holanda porque los ticos jugaron mejor”. Mas no todo fue celebración para este ciudadano alemán. Confiesa que se sintió muy apenado cuando el seleccionado de su país derrotó al de Brasil 7-1 el martes 8 de julio en el estadio Mineirao. Así es el fútbol: a veces se goza, a veces se sufre… En línea con el disfrute del Mundial, José Soto Villegas, uno de los pastores de Vida Abundante, en Heredia, contó que en cada partido de Costa Rica la congregación se reunía en casas o en algún club campestre equipado con pantallas. “Armábamos la pelota, aquello era una fiesta, una gritería. Recuerdo haber visto a la esposa del pastor Rudy Corea, Ana Luisa, casi desmallada en una silla por la emoción de uno de los juegos de la ‘Sele’, se hacía viento y respiraba profundo”. Y agrega: “El fútbol se hizo para disfrutarlo. Los pastores de esta iglesia siempre estamos vacilándonos. Rudy mete cuñas a favor de Herediano desde el púlpito; Leonardo Chavarría a favor de Saprissa, y yo de la Liga”. Escuchado en platea: no solo de Biblia vive el cristiano… El pastor Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial, está de acuerdo con que el Mundial de Brasil fue una fiesta, una alegría para los costarricenses. “Pero eso no llena completamente al ser humano; hoy decimos ‘hosanna Pinto, hosanna Sele’ y tres días después ‘¡crucifícalo!’ Es una alegría efímera, pasajera. Cuando nos convertimos al Señor, la pasión por las cosas del mundo pasa a un segundo plano. Dios pasa a ocupar el primer lugar en todo y ese sí es un gozo eterno”. Y esta es la alienación: con el número 1 Dios… “Dios se goza en las cosas creativas porque Él es creati137 Un sueño redondo vo. El fútbol es creativo, Dios lo disfruta con nosotros. Pienso que hasta los ángeles hacen un alto en sus labores para ver los partidos que están buenos”, es la opinión del pastor adventista Ramón González. A propósito de ángeles: ¿era Keylor Navas uno de ellos cuando volaba por una bola en el Mundial? La fiesta del fútbol anotó un gol también en la parroquia de La Soledad. Durante el partido contra Uruguay la casa cural se transformó en una especie de estadio mundialista para los jóvenes de esa congregación; los goles costarricenses de Joel Campbell, Oscar Duarte y Marco Ureña fueron festejados entre snacks, carne asada y refrescos. “La pasamos muy bien, disfrutamos muchísimo y gritamos muchos goles. En la iglesia podemos disfrutar sanamente”, expresa el cura párroco Carlos Humberto Rojas Sánchez. Es decir: tarjeta roja al aburrimiento. Cuando se habla de la fiesta del deporte rey, el Arzobispo de San José, Monseñor José Rafael Quirós, se remite al Papa Francisco I: “Los latinoamericanos somos como él: espontáneos”. O rad sin cesar… ¿también por el fútbol? (Versión libre del libro de Tesalonicenses). Comparto una anécdota personal: A finales de la década de los 70’s y principios de la de los 80’s del siglo pasado, asistí con frecuencia al estadio Ricardo Saprissa Aymá en compañía de mi amigo Jaime Castro Valverde. Era común ver a este aficionado orando en la gradería, un poco en broma un poco en serio, para pedirle a Dios un gol a favor del equipo morado. En varias ocasiones llegó la anotación y la celebración era doble: por el tanto –por lo general de Evaristo Coronado Salas- y por la supuesta respuesta a la plegaria. 138 Crónicas de Brasil 2014 ¿Escucha y atiende Dios los rezos y oraciones por los partidos de fútbol? Imposible resistir a la tentación de plantear este tema. “Dios no interviene en los resultados de determinado partido o campeonato. Ciertamente no, sería injusto para alguna de las partes. Sin embargo, sí hay que pedirle por los jugadores, para que pongan todo su empeño, se edifiquen a través del deporte y crezcan humanamente”, responde el Arzobispo de San José. Al pastor José Soto Villegas, de Vida Abundante en Heredia, no le hace gracia cuando la oración se utiliza para pedirle a Dios que tome partido o cuando se afirma que se ganó gracias a Dios. “Cada vez que la ’Sele’ jugó en Brasil oré diciéndole al Señor que en Costa Rica estamos pasando una situación muy dura y que la alegría del gane podría ayudar al país”, manifiesta. “Dios no escoge ganadores ni perdedores en el fútbol. No es saprissista, liguista o herediano. Existen tantos problemas en el mundo como para que Dios intervenga en los partidos o campeonatos”, opina David Patey, de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Mientras, en la Iglesia Morava en Limón, los fieles oraron por la Selección de Costa Rica cada vez que jugó en el Mundial. “Vimos la mano de Dios cuidando a un equipo pequeño, ganándole a gigantes, a Goliat del fútbol mundial. Fue algo maravilloso. Dios escucha todas las plegarias; claro, también es importante que los árbitros sean justos porque Dios es justo”. Sea como sea, esto es irrefutable: el fútbol es divino. “¿Se meterá Diosito en esto?”, se preguntaba durante la Copa Brasil 2014 el ministro Jarquín Castillo, de Sanidad Divina. Luego pedía con toda honestidad que la Selección ganara. Es la confesión de un aficionado que asevera que cuando va al estadio Alejandro Morera Soto o al Ricardo Saprissa se suma a las graderías donde están las barras más apasionadas. “Claro, ahí uno escucha cada palabra que no 139 Un sueño redondo sea tan bárbaro”, dice y luego ríe. Hay que orar por el cuidado de los jugadores, que no se lesione nadie, no por el resultado de un partido, es el criterio de Rigoberto Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense. “Caso contrario, ocurre lo de aquel hombre que cayó en el mar y oraba diciendo ‘Dios, gracias por cuidarme de los tiburones?, mientras el tiburón decía ‘Dios, gracias por los alimentos’”. El predicador Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial, advierte que Dios no influye en los resultados porque no hace acepción de personas. No obstante, reconoce que él sí ora por los jugadores cristianos. “Un día oré por Bryan Vega, jugador de Belén F.C. y quien asiste a mi iglesia. ‘Señor, bendice a mi oveja, haz que meta un gol’; ¡no habían pasado ni tres minutos cuando marcó un gol!” “Un joven de la iglesia me dijo un día ‘pastor, ore porque hoy juega Costa Rica’. Otro hermano al que visité en su casa me dijo ‘yo oré para que le ganáramos a Inglaterra’. Y otro hermano me dijo, muy dolido, ‘Dios no escuchó mi oración para que le ganáramos a Inglaterra’”, evoca el pastor adventista Ramón González. “No creo que Dios tenga color deportivo”, afirma el cura párroco de La Soledad, Carlos Humberto Rojas, y quien considera al portugués Cristiano Ronaldo, del Real Madrid, el jugador más completo del planeta. Y agrega: “Tal vez cuando era chiquillo pude haber orado para que ganara Saprissa, ahora solo pido que gane el mejor”. En fin: ¿si alguien ora por un partido de fútbol está fuera de juego en la cancha de la teología? N o tendrás dioses ajenos delante de mí, pero el fútbol puede ser muy útil… (Versión libre del libro de Éxodo). 140 Crónicas de Brasil 2014 Como se dice en la jerga del fútbol, en la iglesia Vida Abundante, en Heredia, no dejaron ni picar el balón: prepararon una serie de estudios bíblicos titulados “La Copa de la Vida”. Durante los sábados y domingos de seis semanas se habló de este tema en el templo, y durante la semana se hicieron exposiciones más detalladas en distintos hogares de la congregación. El Mundial, El equipo, La alineación y La técnica son los títulos de algunos de los estudios. La oportunidad también fue aprovechada por muchas iglesias evangélicas. De acuerdo con el pastor Rigoberto Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense, cristianos de distintos lugares del país distribuyeron medio millón de folletos evangelísticos en parques y otros espacios públicos donde desde temprana hora del día había mucha efervescencia de cara al partido que Costa Rica iba a jugar ese día ante Uruguay. Asimismo, el pastor Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial, predicó durante los días del Mundial un par de sermones basados en las expresiones “¿Quién dijo miedo?” y “¡Sí se puede!” El Arzobispo de San José, Monseñor José Rafael Quirós también le sacó partido a sus homilías. En múltiples misas en la Catedral Metropolitana llamó la atención sobre algunos valores que los seleccionados ticos transmitieron en sus presentaciones en Brasil: disciplina, humildad, unidad y espíritu de lucha. “Les dije (a los fieles) que así como el país estaba unido durante esos días, sin importar las diferencias, igual todos podemos unirnos en causas fundamentales que impulsen cambios necesarios para Costa Rica. El costarricense es capaz de cosas importantes”, recuerda el sacerdote. Hay que decirlo así: jugada de pared entre el fútbol y la teología... 141 Un sueño redondo M andamiento XI: Prohibido ser fanático, tanto en el fútbol como en la religión. (Versión libre del libro de Éxodo). Crónicas de Brasil 2014 gún libro de devocionales diarios en voz alta, como también era normal gritar ¡gol!, cantar el himno del equipo de fútbol o reclamar ¡diay árbitro! ¿está ciego? Con mi papá compartí muchas horas en capillas, templos y tabernáculos, lo mismo que en sol, sombra y platea. Sin fanatismos, tanto en la iglesia como en el estadio. Ahora sí: pitó el árbitro (o dijo amén algún líder religioso) y este partido entre fútbol y fe terminó. Tiempos extra en este capítulo para que juegue el autor de estas líneas: Soy hijo de David Guevara Arguedas, pastor bautista y aficionado del Deportivo Saprissa. Por lo tanto, crecí en un hogar donde había tiempo y espacio para hablar tanto de Abraham, Noé y Moisés como de Edgar Marín, Marco Antonio Rojas y Fernando Príncipe Hernández. En la radio portátil de casa igual se escuchaban las voces proféticas de los evangelistas argentinos Luis Palau y Alberto Mottesi a través de la emisora Faro del Caribe, que las locuciones deportivas de José Luis Rápido Ortiz y Javier Rojas González, en Columbia. Lo mismo ocurría con el televisor. En la pantalla chica de aquel Sanyo en blanco y negro había lugar para el Club 700 y las prédicas del Hermano Pablo, así como para las transmisiones en directo de los partidos entre Saprissa y la Liga Deportiva Alajuelense, o los resúmenes deportivos dominicales. En los anaqueles de la biblioteca de mi padre resultaba fácil encontrar una Biblia, un libro de teología sistemática o un diccionario de Griego, pero también se podía hallar un ejemplar de la revista Sol y Sombra, una edición de Triunfo o el álbum de los jugadores de las 16 selecciones que participaron en el Mundial de Fútbol Alemania 1974. Los regalos de Navidad podían ser una muda completa y elegante para asistir a la iglesia o bien camiseta, pantaloneta, medias, tacos y bola para mejenguear en alguna plaza. Sí, en mi familia resultaba natural orar, cantar o leer al142 143 Un sueño redondo Crónicas de Brasil 2014 Brasil 2014 se abrazó con Italia 1990 CAPÍTULO XI Arnoldo Rivera Suma 22 años en el periodismo y sigue contando. Casi muere de aburrimiento cuando intentó laborar en relaciones públicas, pero encontró justo a tiempo su rumbo en el periodismo de deportes. Como todo cambia, en el 2014 da el paso (y el pase) a la revista Dominical de La Nación. Sigue haciendo lo que más me gusta: contarle historias a la gente. 144 145 Un sueño redondo P adre e hijo. En aquel primer momento, fue el abrazo; luego, las palabras. Papá Guima no recuerda qué le dijo a Celso al felicitarlo por la hazaña futbolera que acababa de lograr. Sí sabe que se las dijo en portugués, su lengua materna; la segunda es la costarricense, desde hace más de 40 años. -Guima, me llama la atención, ¿por qué le hablaste en portugués? -No sé, Arnoldo. Simplemente, fluyó. Las neurociencias deben tener una certera respuesta al porqué; sin embargo, averiguarla sería como ver el revés de una alfombra bellamente tejida. En ocasiones, las emociones tienen que ganarle a las razones, que aquellas fluyan. En Fortaleza, la Tricolor acaba de derrumbar el muro de los octavos de final en una Copa del Mundo. Ese valladar había sido puesto por la versión 1990 del equipo, una suerte de héroes que lograron lo imposible en el inolvidable “verano italiano”: leyenda y medida para el resto de las participaciones ticas en la máxima competencia del fútbol. Alexandre Borges Guimaraes tenía poquito más de cinco años de ser tico con cédula cuando devolvió de un certero cabezazo un saque del portero sueco Thomas Ravelli que puso a correr a Hernán Medford acompañado por todo un país que saltó en júbilo de costa a costa y de frontera a frontera con el gol del entonces “7” y que avanzó a la Sele a los octavos de final. Celso Borges tenía poquito más de dos años para aquel entonces. No tiene memoria de ese día, no puede tenerla; pero conserva los tacos que su papá usó en el mítico Mundial. Guima volvería a dos Copas más de la FIFA, en ambas como director técnico y en las dos se quedó en la fase de 146 Crónicas de Brasil 2014 grupos. Así, padre e hijo suman entre ambos cuatro mundiales mayores, justo el número que tiene el país en su historia. En los dos en los que Costa Rica se puso de cabeza, hubo un Borges. El ADN se hereda. La herencia futbolera se construye. El día que la historia se rompió, Guimaraes y su familia estaban de testigos. En la cancha, Celso escribía su propia historia y la firmó al cobrar el primer lanzamiento desde el penal de penal ante Grecia. Cuatro series más tarde -más las manos de Keylor Navas en una de ellas- llevaron a la Tricolor a los cuartos de final. Oficialmente, el muro había caido. “Una felicidad absoluta”, resume Alexandre Borges Guimaraes, uno de los héroes del 90, ese momento del 2014 cuando la frontera estaba abierta. No se detuvo a pensar mucho en el asunto de que la hazaña de él y sus compañeros de casi un cuarto de siglo atrás quedaba, efectivamente, atrás. Celso subió al palco para buscar a su ascendencia. Ahí dejó ser el volante de la Sele. Buscaba a su papá, el mismo que vivió en Fortaleza el histórico juego en los carriles de padre, esposo y técnico (“en los cambios, me preguntaban si estaban bien”). Al final, se abrazaron el padre y el hijo. Sin más. Luego, lo demás, fluyó. Q uién pudiera reirse como se ríe el Chunche. -Me contó Róger Flores que lo primero que hizo él cuando Michael Umaña le anotó el penal a Grecia fue volverse hacia Marvin Obando y decirle: “Mae, ahora sí somos leyenda”. Cuando oyó lo que dijo el Capitano, Mauricio Montero soltó la carcajada, uno de los tantos “sellos Chunche”. 147 Un sueño redondo “Diay, es que es una contentera, porque uno es parte de esto y este año ha sido muy grande en esto del fútbol. Yo lo viví en Río de Janeiro y fue una contentera”, recordó quien fuera capitán de la Sele y de la Liga. Veinticuatro años atrás, Montero se tomó la vida con filosofía; más bien, diríamos, con un pragmatismo que hace ver las cosas en su justa dimensión. Tallado en el campo, en la cantera de La Argentina de Grecia, como las grandes esculturas del Renacimiento lo hicieron de una sola pieza. Como la del 2014, la Selección de Italia 90 marchó sin el favor de la gente y lo mínimo que el choteo tico les recomendaba era llevar saco para cargar los goles. “Diay, si me baila Romario, es Romario el que me baila. Si freno a Romario, pues frené a Romario”, decía por aquellos días el Chunche en su fórmula cero estrés. Veinticuatro años después, como la del 2014, la Tricolor de Italia 90 dejó al mundo boquiabierto, quebró barreras, destrozó quinielas y se convirtió en leyenda súbita..., aunque el Capitano Flores le haya puesto una fecha fundacional tan reciente como este año. Cero estrés en 1990 y cero nostalgia en este 2014 cuando el listón tricolor en Mundiales fue superado. “Lo que sentí fue mucha contentera, porque yo sabía por lo que ellos estaban pasando, sabía cómo se sentían. Como tico, la verdad es que estaba muy contento, una alegría grande”. Eso sí: admite que en el juego ante los griegos sintió tensión, como la que padeció todo el país futbolero por el gol de última hora que mandó el partido al alargue, porque se sentía que esta era la oportunidad para tumbar el muro de los octavos, por el dramatismo de la definición desde el punto de penal, porque, ¡carajo!, nadie quería que el asunto se quedara ahí. Todos podemos contar historias de ese día inolvidable, de ataques a las uñas, de estómagos estrujados y agüizotes insólitos. “Fue muy tenso. Es que todos estaban esperando pasar”, dijo Mauricio Montero de ese partido; sin embargo, hay co148 Crónicas de Brasil 2014 sas que solo se saben si uno ha pasado por eso. En el momento culminante de la definición -el lanzamiento de Michael Umaña, el quinto penal- fue, tal vez el menos tenso (dentro de lo que cabe) para Mauricio Montero. Como otros de sus compañeros, tenía la certeza de que Michael iba a anotar “Cuando Umaña toma la bola y se va al punto de penal... Es que son cosas que uno ha vivido, uno ha estado en esas, uno sabe. Yo lo vi muy positivo, yo tenía toda la seguridad de que sí se metía. Es que en el caminar uno nota, uno sabe, uno lo ha vivido. -Vea que contra Holanda, el caminar fue distinto. -¡Y era el mismo jugador! -Sí, sí, sí y era el mismo -subrayó el Chunche, con esa risotada Chunche Approved. “ Es como una cosa rara, pero uno intuye cosas. Tal vez como uno fue jugador... Todo estaba dado para hacer historia. Uno sentía esa emoción. Yo estaba en Brasil y cuando esos muchachos lo lograron yo sentí una alegría muy grande. Yo sabía lo que ellos estaban sintiendo”. Juan Arnoldo Cayasso Reid tiene la misma esbelta figura de hace 24 años, cuando era indispensable, indiscutible e impensable que la Sele jugara sin él. A los 53 años de edad, todavía justifica su nombre de batalla: el Nene. Nunca lo ha dejado de ser. Cayasso sabía lo que esos nuevos héroes sintieron aquel día ante Grecia, cuando el muro tico en los Mundiales cayó. Sin embargo, nadie pudo saber lo que Juan Arnoldo Cayasso Reid sintió aquel el 11 de junio ante Escocia. Sencillo: nadie había marcado un gol en un campeonato mundial mayor. 149 Un sueño redondo Juan se quedó en blanco cuando marcó aquella anotación, una belleza por el taquito de Claudio Jara y la definición exacta del entonces “14” de la Selección Acá, nos permitimos una disquisición: ese tanto, como alguna vez advirtió el periodista Danilo Jiménez Sánchez, fue una especie de homenaje a los cuatro grandes del fútbol costarricense, ya que en la jugada intervinieron representantes de cada uno de ellos: cortó Chaves Innecken y pasó al Machillo (Liga), este sirvió a Marchena (Cartaginés), asistió Jara (Herediano) y culminó el Nene (Saprissa). Si aquel 11 de junio, con su gol, Cayasso se quedó sin saber para dónde agarrar, cuando, finalmente, la Tricolor 2004 tumbó el muro de los octavos de final, el hombre sí supo qué hacer: “Sentí una emoción, igual que todos. A uno se le salen las lágrimas. A uno le late el corazón que ni le digo”. Juan tenía una presión adicional: una televisora brasileña lo buscó para que interviniera en vivo, en caso de que la Sele pasara de ronda..., y el partido se va al alargue y luego a los penales, en los que cualquier cosa podía pasar. “Es que medio me reconocieron [tampoco se le ha ido la modestia] y me me preguntaron si me podían llamar en caso de que Costa Rica pasara. Estaba en el Fan Fest rodeado de ticos; entonces, además de la tensión del partido, estaba viendo si me llamaban o no. ¡Qué tensión! “Son cosas que uno sabe, todo estaba para pasar. Fue un Mundial perfecto, incluso contra Holanda. Yo lo repaso y no le veo nada de malo. Se dio una energía... como que todo el mundo se unió. Fue una emotividad, uno sintió toda esa energía. Ese partido no se podía perder, todo estaba saliendo bien. “Para mí, lejos de pensar en que nos habían superado, pensé en lo que esos muchachos habían hecho, que hicieron historia. Fue una mezcla de emociones. Como te dije, a uno se le salen las lágrimas”. 150 Crónicas de Brasil 2014 H éctor Marchena no entraba en los planes de nadie cuando, en octubre de 1987, Gustavo de Simone entregó la primerísima lista de seleccionados en la ruta al Mundial de Italia 90. Se veía como una quimera..., como se veían todos las anteriores Mundiales. Marchena no apeó en toda aquella extensa ruta, que culminó en el verano italiano de 1990: la Iguana sacó carné de indispensable. Entre otras cosas, el gran salto del entonces novato volante de contención del Cartaginés hizo que el estratega charrúa le diera la mano derecha, en contra de la opinón de la tribuna. La verdad sea dicha: su competencia era German Chavarría. Al final, los dos estuvieron toda la ruta y en la gesta mundialista hubo espacio para los dos. Veinticuatro años después, aquella cualidad que ponderó De Simone está intacta. Lo demostró, cuenta, en el penal decisivo ante Grecia, el de Michael Umaña. “Yo le tenía toda la fe... Cuando Umaña mete el gol..., ¡pegué un brinco que casi pego en el techo! ¡Imagínese, güevón: ¡como no me costaba brincar!”, recordó Marchena de ese momento trascental, el momento en que el muro de la ronda de octavos, finalmente quedaba en el suelo. “Parecía que el que había metido el gol era yo. Andaba como en las nubes”, recuerda, y se le siente la emoción. El juego lo vio en un centro comercial en Moravia, en compañía de un amigo. Es que estos partidos hay que verlos así: acompañado. No hubo nostalgia ni nada que se le pareciera porque 24 años después el récord quedara roto. No importa, porque sabe que él y sus compañeros tienen un pedacito de historia grande. No es poco. “La gente ese día me pedía autógrafos, me daban las gra151 Un sueño redondo cias. Eso es bonito. Que ellos hayan podido romper ese techo me llenó de felicidad: cada una de esas dos selecciones tiene su propia historia”. Si Marchena sacó a relucir aquel brinco, ¿qué hay de German Chavarría, su “rival” en el puesto en aquel 1987? Chava hacía ese trabajo que pocos aprecian, porque las filigranas y los goles le roban el protagonismo a los que tapan espacios al ataque, dan equilibrio a los malabaristas y sellan fisuras cuando la pelota no pasa por pies amigos. Trabajo silencioso que llaman. Ante Grecia, el Chava aficionado llenó de cornetas y bulla el “estadio familiar” en el que se convirtió su casa para ese partido. “Había unas 20 ó 25 personas, se puede imaginar la bulla que hicimos”. El día que Costa Rica volteó a Suecia y puso el listón mundialista en los octavos de final, Chavarría estaba en la banca: Guimaraes había entrado por él, segundos antes del empate marcado por Róger Flores. Son las cosas del fútbol. Veinticuatro años más tarde, festejó igual, solo que un poco más larguito; en aquella oportunidad, con los compas de la Sele; ahora con su familia; en las dos, el pecho se quedaba pequeñitico. “Honestamente le digo: yo estaba inmensamente feliz, con bastante euforia. Fue una sensación impactante, ni siquiera pensé en que nos habían superado....” R óger Flores, el Capitano de la Tricolor, sí supo al instante lo que pasaba; tan pronto, que se lo dijo de inmediato a Marvin Obando, uno de los compañeros de Italia con quienes vio el partido ante los griegos: “Hasta que por fin somos leyenda”. Para Róger Flores, el “fantasma” de Italia 90 se había convertido en una presencia que pesaba demasiado en las 152 Crónicas de Brasil 2014 selecciones que la sucedieron. “Es muy feo que siempre que no se logre algo se diga cuándo es que se va a superar o equiparar. Yo lo viví durante mucho tiempo con los Chaparritos de Oro. Nosotros [los de Italia 90] queríamos dejar algo”. En aquel Mundial, Flores marcó el empate ante Suecia. Como haría con Marvin Obando 24 años más tarde, se le acercó a Juan Cayasso para decirle algo: le pidió que el cobro del tiro libre lo hiciera “como en el Sapri”. Así fue y Róger marcó. Un gol en un Mundial mítico para el país futbolero; capitán de la ilustre generación del 90 y portador de esa cinta con la Liga y Saprissa; campeón con ambos... A uno le cuesta creer que Flores tenga espacios en blanco en su trayectoria. Resulta que sí, que sí lo tenía y la versión 2014 de la Tricolor le dio la oportunidad de redimir esa deuda, que bien mirada no era poco: vivir una alegría de estas como aficionado. El gol de Michael Umaña le dio ese chance. “Indescriptible. ¡Qué increíble esa euforia! Uno ni sabe qué hacer, yo no sabía si reir, si llorar. Nunca había vivido una cosa así, en carne propia, festejar como un aficionado cualquiera”, recordó el Capitano, entre risas que parecían ser el anticipo de que se le podía activar la emoción de ese partido ante Grecia. “Me abracé con gente que ni conocía. Me acuerdo que allá, en Italia, nos preguntábamos cómo sería estar en Costa Rica. Lo que viví como jugador, lo viví como aficionado, era lo que me faltaba para morir tranquilo”. Una vez más se confirma: los senderos del fútbol son insondables. 153 Un sueño redondo Ó scar Ramírez había estado en la primera fase, cuando la Selección se impuso en la hazaña de haber ganado “el Grupo de la Muerte” más “de la muerte” desde que el mundo es mundo. Sin embargo, el deber llamaba. Estaba en Tamarindo, en la pretemporada de la Liga, cuando el muro de octavos cayó. “Muy contento”, atestiguó con sus muchachos, con “el grupo” (para ponerlo en sus palabras), el hecho histórico de que la Sele de Italia 90 quedó superada. -¿Le dio algo nostalgia? -¿Qué? -Que esa hazaña que había logrado ese grupo, en ese primer Mundial, quedara atrás. -No, no, no. Entonces, aparece el Óscar gregario, pero de presencia discreta; quien pone lo colectivo sobre lo individual; quien como técnico rompe marcas como si tal cosa y pasa de largo de los elogios porque el mérito es de los muchachos. Sus muchachos. “Yo creo y pienso que esas situaciones son para que otra gente lo haga. No para quede uno o los demás como los mejores, para decir: ‘Ay, es que nosotros fuimos los mejores’. No me parece y creo que no es así. Creo que en este momento queda lo de los ocho primeros y ahora queda pensar en los cuatro primeros. Dios quiera que sean las próximas generaciones... Yo lo veo así, no lo veo con egoísmo”. El Machillo es un tipo comedido, no es de andar lanzando campanas al aire. Se resiste -tal si fuese un mandamientoa hablar de sí mismo. Si el “nosotros” fuera un tiempo verbal y no un pronombre, Óscar lo conjugaría a la perfección. 154 Crónicas de Brasil 2014 Por eso, a la hora de hablar de los recuerdos, el hombre se decanta por decir que el grupo creyó, con el empate ante Checoslovaque, que se podía lograr algo más, pero se fueron al ataque alegremente. Por eso, cuando habla del equipo del 2014 resalta la unidad de grupo como piedra de toque. “Uno como técnico aporta, pero es la parte grupal lo fundamental. Es cuando el grupo cierra filas y dice que hay que ir por ahí. Eso cuesta mucho. Uno sentía que ellos querían más y querían más. Se dio en los penales, no importa”. Por eso, se alegra porque la gesta en Brasil significa, en su opinión, crecimiento para el fútbol tico. “A nosotros [los de Italia 90] nos tocó una etapa difícil. Bora fue el que nos dio la luz de lo que era un Mundial, fuimos entendiendo. Tal vez, nosotros, con un poco más del trajín de esta Selección, con más roce internacional como tienen estos muchachos, tal vez habríamos hecho un poquito más”. En Mundiales mayores, Costa Rica ahora tiene dos “mojones” que marcan historia. Cada uno en su tiempo, pero iguales en espíritu. Alexandre Guimaraes fue al grano: “Ambos son felicidad absoluta. Son de esos momentos en que uno puede decir que la felicidad es absoluta”. 155