Crónicas de Brasil 2014

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Crónicas de Brasil 2014
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Un sueño
redondo
Crónicas de
Brasil 2014
Un sueño
redondo
Crónicas de
Brasil 2014
Antonio Alfaro
José Pablo Alfaro
Eduardo Baldares
Víctor Fernández
José David Guevara
Amado Hidalgo
Yuri Lorena Jiménez
Álvaro Murillo
Arnoldo Rivera
Esteban Valverde
Crónicas de Brasil 2014
A mi padre, por regalarme una pelota.
A mi madre, por permitirme volver
encharcado de incontables mejengas.
Al lote baldío en Barrio Meza (q.d.D.g), con
porterías de bambú, todo de tierra, en el
que tantas tardes fui feliz; como la Sele, en
Brasil 2014.
Fichas técnicas del libro (el ISBN) y
los créditos (diseño de portada, diseño interno,
editorial)
A los padres y a las madres y a lotes baldíos
de mis cómplices en este libro. A los de cada
lector, también.
Antonio Alfaro
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Presentación
Un sueño redondo no es un libro de futbol sino de pasiones
desbordadas, festejos, lágrimas y secretos revelados.
Abracé en estas páginas a Lindomar Souza, un desdentado
brasileño embriagado de futbol, que grita ¡Costa Rica! ¡Costa
Rica!, bandera en mano, sintiéndola propia en la crónica de Yuri
Jiménez por las calles de Brasil. Abracé también a Yuri por aceptar
el reto de Un sueño redondo. Gitana del periodismo, con artículos
publicados en deportes, sucesos, en política, espectáculos y algo
más, viajó a Brasil como aficionada y regresó como cronista -en
realidad, le resulta imposible dejar el vicio de contar historias-.
Me hice un puño con Nicaragua, el zaguero Óscar Duarte y
Costa Rica entera en el festejo del segundo gol ante Uruguay,
celebrado en Catarina de Masaya como en San José. Festejo también la presencia de Álvaro Murillo en este libro. Cualquier selección de cronistas debe tener a quien jugaba mejengas como
leñador y las narraba como poeta. Su participación compensa solo
en parte la deuda de las noticias nacionales con las deportivas, por
habérselo llevado hace muchos años.
No menor reclamo hacemos al derecho, culpable de que Amado Hidalgo ejerza hoy como gran abogado y no como genial periodista. En una mezcla de uno y otro, ofrece evidencia ante el
juzgado y obliga a un veredicto sobre Jorge Luis Pinto y su equipo: culpables... De espiar 30 años al futbol italiano; de controlar a
Pirlo; de hacer caer a Italia once veces en posición prohibida; de
frustrar a Balotelli. Con el acucioso periodista y el riguroso abogado uno termina de entender cómo la Sele selló ante la Azzurra
el pase a la segunda ronda.
Maradona se habría pegado un tiro el día del sorteo, viéndose
junto a Inglaterra, Italia y Uruguay en el “Grupo de la Muerte”.
Eduardo Baldares lo convierte en “el Grupo de la Pura Vida”; con
la misma desbordada intensidad de sus narraciones en televisión
nos devuelve a la ansiedad de aquel día, a nuestra mala buena
suerte, al revoltijo de sensaciones, de la ilusión al desaire y del
desaire al desafío, de la expectativa al ¡no lo puedo creer!, del no
lo puedo creer al ¡nada que hacer! y del nada que hacer al ¡se los
dije: clasificamos!
Era de ponerse a rezar, tan solo por si Dios sigue el futbol,
un misterio en el que José David Guevara se atreve a internarse.
Fanático encubierto tras el periodista de temas económicos, José
David nos lleva por templos, confesionarios, sacristías y pasajes
biblícos hasta la tentación de aquel pastor rogando al cielo que
Umaña anotara el penal. ¡Aleluya! -gritó el religioso.
Yo, en cambio, enmudecí con los Navas, padre e hijo, en su
reencuentro tras el Mundial, aquel almuerzo en casa de Keylor
con el plato fuerte como entrada: “Viejo, tengo algo que decirle:
no diga nada, no comente nada, pero seguro voy a jugar con el
Real Madrid”. Don Freddy abrazó a su muchacho y sin decir palabra se puso a llorar. Aquel abrazo aún no termina en la crónica
de Esteban Valverde, el mejor periodista del país en la cobertura
de nuestros futbolistas legionarios.
Abrazos no faltan en Un sueño redondo, aunque pocos como
el de Celso y Guimaraes en pleno Mundial. El reporteo de Valverde nos ofrece una confesión -cedida a este servidor como un
pase de gol- en la que Celso, el valiente mediocampista, ejecutor
del primer penal de Costa Rica en una Copa del Mundo, confiesa
haberse sentido como un niño de cinco años llorando en brazos
de su padre.
Aquel instante lo encontrará dos veces y en dos capítulos diferentes: primero, desde el sentimiento de Celso -en “Siete ticos
dopados... Y Costa Rica también”- y luego en el pecho de Guimaraes -en “Italia 90 se abrazó con Brasil 2014”-.
Sin proponérselo, ese abrazo reúne toda la historia tica en
mundiales: desde la gesta en Italia 90, con Guimaraes como jugador, de paso por Corea-Japón 2002 y Alemania 2006, con él
como estratega, hasta la gloria de Brasil 2014 con Celso como
protagonista de la nueva hazaña, la que será narrada por encima
de cualquier otra.
Sentí un poco de nostalgia por Italia 90, por Cayasso, Guima,
el Machillo, Chavarría, el Chunche, Marchena... hasta que el verano italiano se fundió con Brasil 2014, gracias a la narración de
Arnoldo Rivera, un extraño y valioso especimen del periodismo.
Crónicas de Brasil 2014
Podría escribir de por vida sobre los Beatles, pero si piensa en
épicas deportivas su imaginación vuela a un ring de boxeo; entre
una cosa y la otra, sin quererlo se volvió especialista en leyendas.
Era el indicado para ver el nuevo mundial con los ojos de los
viejos héroes.
Ese 29 de junio, mientras las figuras del 90 veían a Costa Rica
ir más allá de octavos de final, un joven periodista de incansable
reporteo se puso tras los secretos de cada penal. José Pablo Alfaro nos cuenta quién eligió a los penaleros; por qué Bryan Ruiz
casi queda fuera de la lista; qué hablaron los jugadores justo antes
de iniciar el duelo; qué pasó por la mente de cada francotirador
justo antes de emprender la carrera...
A estas alturas del partido no hace falta aclarar que usted tiene
en sus manos una selección -o varias-. Una selección de historias,
una selección de autores y una Selección que sorprendió al mundo.
La de autores podría parecer extraña: ¿qué hacen juntos varios periodistas deportivos, un abogado, un narrador de televisión,
la editora de una guía de televisión, el director de un semanario
financiero, un periodista de política y un especialista en los Cuatro de Liverpool? No lo sé, dígame usted, pero no se apure, que la
respuesta está escondida en 150 páginas.
La selección de historias, en cambio, es más fácil de explicar:
nos meten a la cancha, al hotel, los graderíos, el camerino o las
calles de Brasil; nos permiten estar al lado del jugador, el técnico
o el rival, escucharlo, sentirlo, mirarlo, seguirlo, abrazarlo.
Cada capítulo vive por sí solo, pero los once juntos, como
si se tratara de un equipo de futbol, cada cual en su función, con
estilos diferentes y complementarios, adquieren la fuerza de una
Selección.
Solo un minucioso rastreo de datos, numerosas entrevistas
y una aguda observación hacen posible que Un sueño redondo
cuente las historias desconocidas de una historia conocida, reto
inalcanzable sin una buena selección de autores. Los reunidos en
esta obra son un pequeño lujo -y un capricho personal-.
El resto lo hicieron la Sele y usted, porque el gol de Joel, el
paradón de Navas y el penal de Umaña solo tienen sentido en
los gritos, los abrazos, las lágrimas, los saltos de un país que fue
inmensamente feliz.
Grupo de la
Muerte...
¿O de la
Pura Vida?
CAPÍTULO I
Eduardo Baldares
Por más que intenta arrancarse la etiqueta
de periodista deportivo, escribiendo
sobre pensiones, seguros, finanzas,
cooperativismo, industria maderera,
residuos y hasta de marcianos en Revistas de
Grupo Nación, con cada columna en
Al Día la etiqueta se le pegó más, al punto
de tenerla casi tatuada. Por si las dudas,
narra partidos en Repretel
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Un sueño redondo
V
iernes 6 de diciembre de 2013, 6:21am.
Recuerdo la hora, porque nací un 8 de mayo de
1976, justo a las 6:21am.
Me levanto y pienso “que no nos toque el Grupo de la
Muerte”.
Los siguientes 60 minutos son de “corre-corre” matutino. Bañarse, vestirse, desayunar a la carrera y ayudar a
alistarse a Lucía. La típica rutina L-V. Me ciño la roja con
manga blanquiazul de las eliminatorias. Estoy en “automático”, con la mente enfocada en el sorteo del Mundial, por
realizarse en pocas horas, a partir de las 10 a. m.
Por fin, me subo al carro y sueno el claxon. Lucía tarda
en despedirse, dándole besos a la barriga de su mamita, hinchada cual globo con Carolina adentro. Me bajo, vuelvo a
besar a Mónica (labios y panza), alzo a Lucía, la siento, le
abrocho el cinturón y le doy autoservicio, trayéndole el resto
del desayuno para que termine de camino... ¡Qué boronero
me dejó!
Llego al kinder. Los chiquillos van vestidos con los uniformes de sus selecciones predilectas, así que predominan
las rojas como la mía, pero también hay algunas amarillas,
albicelestes e, inclusive, una verde.
Otros padres, como yo, enfundaron a sus pequeños con
casacas de clubes locales, así que había varias moradas y rojinegras, quizás un par de rojiamarillas y sólo una sola azul
y blanca, la de mi “Lu”.
A siete meses de la Copa, el ambiente es futbolero, mundialista.
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Crónicas de Brasil 2014
8 a. m. pasadas. Llego al brete y el ronroneo es monotemático: la rifa de los grupos para Brasil 2014.
Tengo permiso de la directora de Revistas, Isabel Ovares, para concentrarme en el sorteo, porque me toca subir al
blog “Baldazos” un análisis del resultado para Costa Rica.
“Qué lindo que nos tocaran Suiza, Bosnia-Herzegovina
y Argelia”, bromea Alejandro Arley, contertulio titular del
cafecito mañanero, junto con Randall Sáenz, Randall Zúñiga y Eduardo Solano. Nos reímos nerviosamente, casi bobaliconamente.
El pinto me sabe a nada. Bien podría haberme devorado
la libreta de apuntes sin darme cuenta. Solo pienso en tómbolas, bolitas, papeles y nombres de países.
De vuelta al cubículo, impaciencia, ansiedad. Como estoy sentado en el último escritorio camino al baño, muchos
de los urgidos fisiológicamente pasan y algo me comentan.
-¿Viste que blablablablabla...?
-Brasil blablablablablablabla...
-Yo creo que blablablablabla...
-Los ticos siempre blablabla...
Pero como van urgidos, no tardan tanto. El problema es
cuando salen. Ya relajados, con cara de “misión cumplida”,
ahí sí, comentan a sus anchas los prolegómenos del sorteo.
Uno tras otro. Cinco, seis, no sé cuántos. Qué pena con ellos.
Me cuesta concentrarme. A todo respondo que sí y no sé ni
qué me están diciendo. ¿Y si no me estaban preguntando
nada? ¿Si alguien me consultó acerca de alguna abominación y yo moví la cabeza de arriba a abajo, como aprobándola? Pudo haber sucedido.
Me doy cuenta de que estoy en la Luna cuando Tomás
Zamora, de la radio, me cuestiona “¿sí qué?”.
-¿Cómo que sí qué? -le increpo.
-¿Te pregunté que cuál cabeza de serie preferís para rival
de Costa Rica y me respondiste que sí, huevón? -me regaña
Tomás, con justa razón, y se marcha.
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Un sueño redondo
Estoy quisquilloso, hipersensible. Mejor me pongo los
audífonos y tecleo a lo loco, para parecer ocupado. Pero no
me aguanto ni yo solo. Estoy como león enjaulado en una
secadora de ropa. Incómodo, me levanto. Me planto frente
al gigantesco video wall de La Nación, a la espera del bendito (¿maldito?) sorteo. Tic-tac, tic-tac. Pero otros compañeros están en las mismas y se sacuden los nervios hablando. Hablándome. Yo, lobo estepario, misántropo temporal,
siento taladros en los tímpanos, así que, ermitaño, retorno
al espacio personal, dispuesto a tirarme los toros desde mi
computadora.
Irritado, me pregunto qué diantres hago con la ansiedad. “Ya sé”, me respondo, y me pongo a leer las columnas
pre-sorteo. “¿Y si nos toca la más fea?”, se pregunta Antonio
Alfaro, director de Al Día. “Decidirá el azar, en un sorteo
cargado de morbo, retocado con respecto a mundiales anteriores, que a juzgar por la conformación de los bombos es
capaz de deparar más de un grupo De la Muerte”. El autor
de la columna 4-4-2 se envalentona y arma un “Star Wars”
mundialista: en un grupo coloca a Brasil, Inglaterra y Holanda; en otro, a Argentina, Italia y Francia, y anticipa que allí
podría quedar un “patito feo”, entiéndase, una selección de
Asia o Concacaf... como Costa Rica. “¿Si va a un Mundial a
jugar la primera ronda, cuando mucho la segunda, no es más
emocionante bailar con la más fea? Que sufran los grandes
las desventuras de un grupo peligroso. Para nosotros, la más
fea es guapa. Muy guapa”, finaliza Alfaro.
¡Qué va! Este Toño me pone nervioso. Muy nervioso.
Necesito un pronóstico más halagüeño. Y lo encuentro, porque, comparada, la columna de Gaetano Pandolfo me sabe
a pan dulce. “Suiza, Ghana, Grecia y Costa Rica. Este sería el grupo soñado para la Selección Nacional en el sorteo;
en el papel son las selecciones ‘más flojas’ de los bombos
uno, dos y cuatro del torneo”, asegura el autor de la Nota de
Tano, del diario La República. Con sus tecleos punzocortantes, el maestro Pandolfo recuerda aquella famosa teoría de la
conspiración, según la cual las estrellas encargadas de sacar
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Crónicas de Brasil 2014
las bolitas de las tómbolas son instruidas para extraerlas de
acuerdo con peso o temperatura, según designios previos.
Tano conjetura, entonces, que si esto es mentira, chisme,
rumor o sacada de clavo, “Costa Rica tiene una leve oportunidad de quedar en un grupo cómodo, pero si la rifa ‘se
monta’, probablemente quedaremos instalados en un grupo
infernal, que es el destino de las ocho selecciones del bombo
tres, las menos calificadas del evento, aunque se enojen los
mexicanos”.
“Personalmente lo que esta Nota desea es que Costa Rica
no quede emparejada con Italia, para no caer en conflictos
sentimentales apenas arrancando el Mundial”, finaliza.
Nervioso, entro por última vez al simulador web de Al
Día. ¡Híjole! Me salen Bélgica, Bosnia-Herzgovina y Argelia, ¡casi casi como predijo Arley!
E
l mecanismo del sorteo me lo sé de memoria.
Lo dirigirá el secretario general de la FIFA, Jerome
Valcke, con la asistencia de los exastros mundialistas
Zinedine Zidane de Francia, Fabio Cannavaro de Italia, Mario Alberto Kempes de Argentina, Lothar Matthäus de Alemania, Cafú de Brasil, Alcides Ghiggia de Uruguay, Geoff
Hurst de Inglaterra y Fernando Hierro de España.
Ellos se encargarán de sacar las bolitas de los bombos 1
(Brasil, Argentina, Colombia, Uruguay, España, Alemania,
Bélgica, Suiza), 2 (Chile, Ecuador, Costa de Marfil, Ghana, Argelia, Nigeria, Camerún), 3 (Estados Unidos, México,
Costa Rica, Honduras, Japón, Irán, Corea del Sur, Australia)
y 4 (Holanda, Italia, Inglaterra, Portugal, Grecia, Bosnia,
Croacia, Rusia, Francia).
De allí saldrán los ocho grupos de cuatro selecciones
cada uno para la primera fase del Mundial, bajo el princi15
Un sueño redondo
pio de separación geográfica: un solo equipo de la misma
confederación por grupo, salvo para Europa, que tendrá un
máximo de dos equipos por haber 13 equipos clasificados
del Viejo Continente.
¡Por fin! ¡Las 10 a. m.!
¡En vivo, desde Costa do Sauípe en Salvador de Bahía,
el sorteo de la Copa del Mundo Brasil 2014!
Primero, un homenaje en video al líder sudafricano y
Premio Nobel de la Paz 1993, Nelson Mandela, fallecido
ayer jueves, a sus 95 años.
Luego, imágenes de Brasil, las ciudades sede... ¿En cuáles le tocará jugar a Costa Rica?
Y, entonces, entra ella, la despampanante conductora
Fernanda Lima, ataviada de dorado, cual Copa del Mundo,
de curvas serpenteantes como el Amazonas y ojos de un esmeralda hipnótico, un remanso de paz en medio de los crecientes estallidos internos pre-sorteo, “que no nos toque el
Grupo de la Muerte, que no nos toque el Grupo de la Muerte”. La acompaña un tal Rodrigo Hilbert.
Batucada, colorido, carnaval, sambódromo, estadios,
baile, fútbol, fiesta, zacate, folclor, ¡Brazuca!... Muy lindos
todos los montajes, pero, estrangulados por la tensión, no
conseguimos disfrutarlos. ¡Sorteo! ¡Sorteo!
Ingresan los jerarcas de Brasil (Dilma Rouseauf) y FIFA
(Joseph Blatter); piden un minuto de silencio por Mandela y,
acto seguido, surge la remembranza en blanco y negro, sepia
y a todo color, de las ediciones anteriores de los mundiales,
desde Uruguay 1930. Posteriormente, se presentan las epopeyas de los 31 clasificados vía eliminatorias.
¡Qué largo se está haciendo esto!
10:34 a. m. Después de los clasificados europeos, le toca
a la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de
Fútbol, Concacaf, y, de primera (¿señal divina?), ¡sale Costa
Rica! Las pupilas me nadan en los ojos, pero contengo el
derrame. El corazón se me quiere salir del pecho y veo, de
reojo, mis píldoras contra la presión alta.
Me sacude la mezcla de música épica con las tomas de
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Crónicas de Brasil 2014
nuestros jugadores abrazados, cantando el Himno Nacional
a todo pulmón, previo al Costa Rica 2 – Jamaica 0, aquella
noche clave del pasado 26 de marzo, en la joya de La Sabana, cuando la afición le dio la espalda a la bandera del
supuesto Juego Limpio, solo cuatro días después del infame partido en Denver, Colorado, cuando los nuestros fueron obligados a jugar bajo una tormenta de nieve y escarcha
hasta los tobillos.
La afición desgalillada, el gol de Saborío a México (victoria tica 2-1), el cabezazo de Acosta ante Estados Unidos
(goleada 3-1 con sabor a venganza), ¡el Estadio Nacional en
movimiento tectónico!
Basta ya. Saco el frasco, cojo una amlodín y me la zampo sin pensarlo dos veces.
Me calmo a medias, pero rapidito me desesperan los actos culturales y la presentación, ahora más detallada, de seis
de las 12 sedes, ya tendré tiempo de ver de nuevo todo con
calma, por youtube, para disfrutarlo sin agobios...¡Sorteo,
sorteo!
50 minutos y nada. Anuncios. Con el inflador puesto, mi
impaciencia se quiere estallar. El logo del mundial, musiquita, la media docena de sedes que faltaba, Fernandita y el otro
presentador, ¡más metido que hilo en Copacabana!, ¡salite
solo!... Y, ¡sorpresa!, de verdad se sale e ingresa en su lugar
el mismísimo Jerome Valcke, ¡a lo que vinimos!
Entran los encargados de sacar las bolitas y... Yo tengo
una bolita que me sube y me baja, ¡ay!, que me sube y me
baja. Son los nervios.
Hurst, “El Matador” Kempes, Cannavaro, Matthäus, Zidane, Hierro, Cafú y Ghiggia. ¡Grande, Alcides!, a sus 87
años, lúcido y pochotón. Qué lindo gesto de Brasil, invitarlo
a él, quien tanto dolor le causó al país-continente, con aquel
mítico gol que consumó el Maracanazo de 1950.
3, 2, 1... ¡Arrancó!
Comienzan a formarse los grupos. Tengo frío, luego calor. Me pongo pálido y al instante me ruborizo. La cosa toma
forma. Ansiedad. Miedo y esperanza. Todo fusionado.
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Un sueño redondo
Me estoy ahogando, así que salgo de mi cueva virtual.
De pronto, me vuelvo “Tico Lindo”, saludo, sonrío, palmoteo espaldas, quiero comentar y que me comenten. Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar.
Bipolar, ahora hablantín y grandilocuente, me planto otra
vez frente al video wall.
Se escucha Teletica, pero tengo Repretel en mi iPhone.
Así que estoy full sintonía por todo lado.
Y siguen estructurándose los grupos... En el A, ya están Brasil, México y Camerún (¡qué salvada!, esquivamos
al organizador y pentacampeón): en el B, España, Chile y
Australia (¡menos mal!, eludimos al vigente monarca); en el
C, Colombia, Costa de Marfil y Japón (¡lástima!, este grupo
pareciera asequible),
11:08a. m. Con su sonrisa de anuncio para dentífrico,
Cannavaro, Balón de Oro y campeón en Alemania 2006,
saca la esfera con la tercera selección del Grupo D. El secretario general toma la bola, la abre, coge el papel, lo extiende
y lee: Costa Rica.
“Y ahí está Costa Rica, señores, otra vez contra Ecuador
y será Suiza el rival de Costa Rica... Y Ecuador...”, anuncia
Jorge Martínez, director de Teletica Deportes.
La redacción de Grupo Nación cae en la confusión, unos
se abrazan por el grupo accesible, pero otros leen en pantalla la gráfica de la señal internacional: 1) Uruguay, 2) Costa Rica, 3) un espacio por llenar y 4) Italia. Discuten entre
ellos. Unos dicen lo que escucharon, otros señalan los teles.
Yo, ajeno a las deliberaciones, escucho en mis auriculares al comentarista de Repretel, el ex futbolista Hernán
Morales, en pleno esfuerzo de optimismo. “A Uruguay ya lo
hemos enfrentado, jugamos un repechaje hacia Sudáfrica y
estuvo parejo. Italia es más difícil, pero no imposible”.
“No, perdón, Costa Rica está con Uruguay y con Italia...
Van a disculpar, vaya grupo (…) Vaya grupo... Aquí hubo
una información incorrecta en la pantalla, Uruguay, Costa
Rica e Italia... ¡Vaya grupo el de Costa Rica, por Dios!”,
rectifica “Jota” Martínez.
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Crónicas de Brasil 2014
Se acaban las discusiones en la redacción, la algarabía
se convierte en murmullo. La esperanza: que la cuarta selección sea vulnerable, “a ver si acaso”, como exclama una
voz femenina que no alcancé a identificar, porque ya voy de
regreso a mi cápsula de aislamiento social. Sin necesidad de
beberme brebaje alguno, velozmente retrocedo del sociable
doctor Jekyll al odioso señor Hyde. Y todo por culpa de una
bolita.
11:14a. m. Faltan por completarse los grupos D, E, F, G
y H... Sigue el nuestro.
Quedan las peloticas con los nombres de Bosnia-Herzegovina, Rusia, Portugal, Inglaterra y Francia, así para ponerlas en orden de deseable a indeseable.
Pienso “Bosnia, Bosnia, Bosnia, Bosnia, Bosnia”, como
queriendo jalarlo con la Ley de la Atracción, porque es debutante en mundiales, pero tampoco me disgustaría Rusia,
de discretos accionares desde la disolución de la Unión Soviética. Resuelto, Hurst coge la bola, se la da a Valcke, quien
dicta sentencia: Inglaterra. Como imán, me muero de hambre. Costa Rica yace en el Grupo... ¿de la Muerte?
Ahora sí. Tengo que redactar los Baldazos. Inexplicablemente, pese a las tensiones recién pasadas, de pronto me
siento optimista. Es mi abuelo, don Jesús (gdDg), quien me
dibuja con los algodones del firmamento lo que va a pasar.
Entonces, recuerdo nuestra conversación del 9 ó 10 de diciembre de 1989, tras el sorteo de Italia 90.
-¿Se acuerda de los Juegos Olímpicos, mijito?
-Los del 84, claro que sí. Pero, ¿de qué exactamente, Papacito?
-Acuérdese, perdimos con Egipto y Estados Unidos.
-¡Y por goleada! ¡Por eso tengo miedo! ¡Ahora nos tocan
Brasil, Suecia y Escocia!
-Calma, calma... Al final, le ganamos a Italia, el campeón del mundo.
-¿Y eso qué quiere decir?
-Que Costa Rica se crece cuando la cosa parece más di19
Un sueño redondo
fícil... Sí clasificamos.
¿Sí clasificamos? Todo mundo presagiaba palizas, que el
portero Gabelo Conejo sufriría lumbalgia perenne de tanto
agacharse a sacar balones del telar, pero mi abuelo no solo
rebatía la tesis del ridículo nacional, sino que preveía clasificación.
Aquel retirado profesor de química, física y exdirector
del Colegio de San Luis Gonzaga, que no se quitaba sus
impecables trajes enteros, ni sus corbatas, ni sus zapatos de
charol ni tan siquiera para realizar los más exigentes oficios
en su casa victoriana frente a la Escuela Jesús Jiménez, en
pleno centro de Cartago, llámese plomería, electricidad, carpintería, pintura, cambio de láminas del techo o lo que fuere,
¡tenía razón!
El equipo semi-profesional al mando del serbio Velibor
“Bora” Milutinovic hizo partículas las bolas de cristal de
los “expertos”. Venció a Escocia, perdió por la mínima ante
Brasil y superó a los suecos, antes de caer en octavos de
final contra Checoslovaquia. Una hazaña sin parangón, con
Conejo como figura.
En cambio, para los mundiales de 2002 y de 2006, ya
profesionalizada y en grupos teóricamente más propicios
para clasificar, la Selección Nacional no pasó de la primera
ronda. Incluso, en Alemania finalizó penúltima.
Me inspiro y titulo con la última frase de aquella inolvidable conversación, “Sí clasificamos”. Como era de esperar,
me llovió metralla en redes sociales por mi “irresponsable”
pronóstico. “Vendedor de humo” fue lo más suavecito que
me dijeron... mis compatriotas.
E
ntre los 1.300 invitados en el auditorio del sorteo estaba, bien acomodado en su butaca tipo cine, el seleccionador nacional, Jorge Luis Pinto, justo entre los
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Crónicas de Brasil 2014
federativos Rodolfo Villalobos y Eduardo Li, tesorero y presidente, respectivamente.
Las televisoras ticas les colocaron cámaras durante todo
el sorteo, a fin de ver sus reacciones.
“La puta madre”. Eso se leyó en la boca de don Jorge
Luis cuando Valcke dijo “Costa Rica”, ubicándola con uruguayos e italianos. Villalobos se agachó y volvió a ver a
Pinto con cara de “decime que sí se puede”. Li, como estatua. Luego, vino la designación de Inglaterra como cuarta
selección del Grupo D; Pinto se rió, Villalobos se petrificó y
Li casi se cae del asiento, evidentemente preocupado.
“Vamos a enfrentar a tres equipos recios, duros, exigentes. De alguna manera nos gusta. Costa Rica ya demostró
que no tiene ni distancia ni temor para enfrentar a estas potencias. Nos vamos a preparar con todo. Y me gusta. Ese es
el fútbol y sabíamos que teníamos que venir aquí dispuestos
a lo que fuera”, fueron las primeras declaraciones de Pinto
Afanador a Juan Ulloa, de Canal 6.
-Allá en Costa Rica, la gente está inquieta, por el grupo
que nos tocó, contra Italia, Inglaterra y Uruguay -repregunta Ulloa.
-Tengamos tranquilidad. Nos vamos a preparar. En
Colombia, tenemos un dicho... Entre más bravo es el toro,
mejor es la corrida. Quiero ver una Costa Rica grande, sintiendo el fútbol, sintiendo las ganas de ganar. Dije que no
tenía temor contra quien fuera y así lo ratifico. No le vamos
a tener miedo ni temor a ninguno -cerró el seleccionador.
El primer rival será Uruguay, el 14 de junio en Fortaleza.
La prensa deportiva charrúa reacciona con confianza, aupada por el cuarto lugar que obtuvo La Celeste en Sudáfrica
2010.
El suplemento Tribuna del diario La República afirma
que “si bien Uruguay quedó alineado en el supuesto ‘Grupo
de la Muerte’ (...) las difíciles son las que más nos gustan”
(…) Ingleses y ‘tanos’ (italianos) están tan preocupados
21
Un sueño redondo
como los celestes”, remarca, sin meter a Costa Rica dentro
del mismo saco.
El País titula: “Uruguay y un grupo de terror” y agrega
que a “la Celeste le tocó una serie más que complicada”.
Internamente, en su suplemento Ovación, analiza que “no
muerden, son rivales peligrosos, Italia e Inglaterra son los
rivales más complicados aunque Costa Rica ha crecido. Los
tres hicieron buenas eliminatorias”.
Más preocupados, los editores de la sección deportiva
del diario El Observador titulan “¡Noooo!”, junto a la foto
del presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Sebastián Bauzá, tomándose la cara tras el sorteo.
Ante la ausencia del seleccionador Oscar Washington
Tabárez, recién operado de la columna, asistió a Salvador
de Bahía su asistente, Celso Otero, para quien “Costa Rica
tiene menos figuras, pero también es importante, por eso se
clasificó. Esperamos poder ganar ese partido. Cuando estemos más cerca, vamos a estudiar cómo juega”.
Por el contrario, Cesare Prandelli, técnico de la selección
de Italia, segundo rival de la Tricolor, considera que “el rival
más difícil es Costa Rica, porque no sabemos nada de ellos”.
Sin embargo, también da lugar al optimismo. “Por lo general, cuando Italia se encuentra en un grupo difícil, siempre
le va bien”.
La Gazzetta dello Sport encabeza “Grupo duro”, destacando que su selección se enfrentará a “la frescura de Costa
Rica, el carácter de Inglaterra y el talento de Uruguay”. Pese
a todo, sabiéndose tetracampeones del orbe, se etiquetan favoritos.
En cambio, luego de conformarse el Grupo D, el presidente de la Federación inglesa, Greg Dyke, es captado por
las cámaras en un gesto de desaprobación que genera revuelo dentro y fuera del Reino Unido: se empieza a reír ante las
cámaras y hace la mímica de cortar la cabeza, al pasarse un
dedo por el cuello.
Su poca fe encuentra eco en algunos de los principales
medios locales, que aseguran que su país quedó en el “Gru22
Crónicas de Brasil 2014
po de la Muerte”. Para muestra, The Guardian hace un sondeo en su web y el 69% de votantes opina que los ingleses
no pasarán de la primera ronda; The Independent resalta que
deberán jugarse la vida ante dos selecciones campeonas del
mundo y menciona a Costa Rica como uno de “los peces
pequeños”. No obstante, también recuerda la labor costarricense en Italia 90.
Mientras el seleccionador inglés, Roy Hodgson, considera que “con Italia y Uruguay, es casi como si tuviésemos
dos cabezas de serie en nuestro grupo”, la estrella británica,
Wayne Rooney, afirma que “Costa Rica es uno de los rivales
más peligrosos”, pero en tono de quien se esfuerza por no
menospreciar a nadie.
Y nuestros columnistas, ¿cómo reaccionaron? Antonio
Alfaro se hace varias preguntas, como “¿no es más sabroso
enfrentarse a potencias? ¿Quién reclamará a Costa Rica si
cae en el Mundial ante Uruguay, Italia o Inglaterra. ¿No son,
al contrario, tres oportunidades para dar una sonora sorpresa? Incluso un empate andaría en boca del mundo y quedaría
en nuestra memoria por los siglos de los siglos”. Gaetano
Pandolfo, por su lado, se autodenomina “saco de sal”, por
anticipar, la víspera, que por nada del mundo querría un enfrentamiento contra su querida Italia. “Lo único bueno que
tiene el grupo donde quedó Costa Rica es que la Selección
Nacional no tiene nada que perder y esto repite el entorno de
Italia 90”, asevera.
Aunque presiento que me voy a enchilar, tentado y masoquista, pongo el cable, sintonizo cadenas internacionales
y, con el hígado en la mano, oigo más repercusiones de la
prensa “internacional”, mayoritariamente de comentaristas
mexicanos que laboran para grandes cadenas.
Primero, el antecedente: en las eliminatorias 2013, Costa
Rica le empató 0-0 a México en el Estadio Azteca, pero jugó
mejor que el “Tri”. Luego, en el Estadio Nacional, le dio
cátedra musicalizada, con baile incluido, al supuesto gigante
del área, al que el 2-1 le salió barato. Ese día, Costa Rica enterró a México, pero Estados Unidos lo resucitó gracias a su
23
Un sueño redondo
victoria sobre Panamá, que eliminó a los canaleros y envió a
los aztecas al repechaje, que finalmente ganarían sobre una
debilucha Nueva Zelanda.
No se sabe qué fue más humillante para México, si el
carnaval que montaron los ticos en San José o haberse salvado gracias al favor de su archirrival histórico, el Tío Sam.
Llegó el sorteo y hubo quienes quisieron paladear la dulzura de la venganza, todavía en caliente, cuando se supone
que ese platillo se degusta frío.
“¿Demostrarán lo que tanto han pavoneado?... que son
los nuevos gigantes. Después que le ganan a México hicieron fiesta (sic), ¡que demuestren ese gran crecimiento! Yo
sí creo que se queda fuera Costa Rica”, adelantó, verde, el
periodista Rubén Rodríguez en el programa La Última Palabra, de Fox Sports.
Pongo Destino Brasil, de ESPN, y el ex jugador azteca
Francisco Gabriel De Anda anuncia “yo veo fuera a Uruguay
y a Costa Rica”. En esa misma cadena, pero en el programa
Fuera de Juego, el ex futbolista Quique Wolff, simpaticón y
diplomático, mejor ni menciona a Costa Rica. “Deben estar
preocupados Inglaterra e Italia, que tienen que jugar contra
Uruguay. Y que saben lo que significa el desgaste de jugar
contra Uruguay. Uruguay no les va a regalar nada”.
Sigo el zapping. “Costa Rica definitivamente no tiene
ninguna posibilidad de figurar en el Grupo de la Muerte”,
aulla una voz de pito de Univisión, en cuyo programa Primer Impacto, se escucha “Costa Rica, rodeada de tres campeones del mundo, ¡pobres los ticos!, que se las van a ver
frente a las selecciones de Uruguay, Italia e Inglaterra”. Ese
“¡pobres los ticos!” me golpea varios órganos que comienzan con “H”.
En Telemundo discuten entre varios de los analistas las
opciones costarricenses y les causa gracia. Parece Guerra
de Chistes y no un programa futbolístico. Uno de ellos rememora las caras de Jorge Luis Pinto y el presidente de la
Federación Costarricense de Fútbol, Eduardo Li, en Costa
de Sauípe, cuando empezaron a salir los nombres de los
24
Crónicas de Brasil 2014
grupos, lo que desata la risita de sus camaradas. “Evidentemente a Costa Rica le tocó bailar con la más fea, son tres
campeones del mundo, son tres protagonistas”, afirma y otro
le interrumpe, “si Jorge Luis Pinto no arriesgó contra Jamaica... ¿va a arriesgar contra Uruguay?”. Los demás estallan
en sonoras carcajadas.
Pasan los meses y los gurús del fútbol continúan mofándose de las posibilidades costarricenses.
Poco conocido en el planeta, pero popular en Perú, el
periodista Gonzalo Núñez afirma, en su programa de Radio
Exitosa, que el Grupo D “es un triangular muy parejo”. El
comunicador ve a Italia, Inglaterra y Uruguay “muy por encima de Costa Rica. Yo creo que las tres selecciones le van
a ganar a Costa Rica”.
Pasemos a figuras de relieve, como el técnico portugués
del Chelsea, José Mourinho, contratado como adivinador de
la cadena Yahoo Sports, quien no le da oportunidad a los
dirigidos por Pinto. Convencido y seguro, afirma que del
Grupo D avanzarán a los octavos de final Italia e Inglaterra.
Aún hay más. En su programa De zurda, el exastro Diego Armando Maradona se deja decir, interrumpiéndose él
solo por culpa de unos abscesos, mezcolanza de tos y risa:
“Yo, siendo costarricense, me tengo que pegar un tiro, porque el grupo que me tocó, después de pegarme la cabeza
contra los palos, tirarme a los pies, irme a jugar la vida a
canchas que sabemos jodidas y pesadas... que te toque un
grupo así (sic)”.
Con el perdón de Rodríguez, De Anda, Núñez, Mourinho, Maradona, el de todos los sabios del deporte y el de
los incrédulos y/o escépticos, yo, por mi parte, mantengo lo
escrito en mi columna del viernes 6 de diciembre de 2013:
Sí clasificamos.
25
Crónicas de Brasil 2014
Sudar con
el corazón:
la afición
tica en
Brasil
CAPÍTULO II
Yuri Lorena Jiménez
Veterana en el arte de escribir, Yuri Lorena
Jiménez ya casi ajusta los 25 años en
La Nación. Ganadora de varios premios
nacionales e internacionales, se la cree
porque sus textos la respaldan. Dirige la
Teleguía desde hace cinco años, pero no
permite que su pluma se empolve; por eso
viajó a Brasil como aficionada y volvió como
lo que siempre ha sido: cronista.
27
Un sueño redondo
A
quello fue como un terremoto... Un frenesí de estupor que nos transitaba el cuerpo. El alma nos hacía
buscar, más allá de la euforia, certezas de que el gol
de Óscar Duarte sí había entrado, que el árbitro había señalado ‘bola al centro’ y de que, sí, los pronósticos de goleada
a favor de Uruguay no solo se desdibujaban, si no que la
cosa pintaba, impensablemente, a otro escenario... pero aún
era muy temprano para soñar. ¿O no?
Segundos después del 2 a 1, tras zafarme de los brazos
tremebundos de la afición tica cercana, aún escéptica miré
en las gradas próximas y lejanas del estadio Castelao, en la
magnífica ciudad de Fortaleza, y el ensoñamiento no hizo
más que ensancharse. Unas 60 mil almas, mayoritariamente verdeamarelas y teñidas de pequeños lunares tricolores,
gritaban apoteósicamente un feroz “¡Costa Ricaaaaaaaaa!”,
mientras el coliseo se quería caer y los uruguayos se mesaban los cabellos, incrédulos aún.
No sé qué minuto corría... ellos habían empezando ganando un juego que la mayoría sintió pan comido tan pronto
cruzaron la frontera hacia Brasil y, con la afición brasileña
en contra suya -por la ya añeja estocada del Maracanazo, en
1950- entraron con mucha gallardía a avasallar con gusto al
mismo equipo al que sacaron de Sudáfrica 2010 en el repechaje, un año antes, allá en Montevideo.
Por lo mismo, los brasileños -protagonistas absolutos de
esta historia como se sabrá en adelante- se plegaron ad portas con el pequeño y exótico Costa Rica, el enano del “Grupo de la Muerte” que despertaba apenas curiosidad. Hay que
decirlo: antes de Uruguay-Costa Rica, el país apenas existía
para la población anfitriona.
28
Crónicas de Brasil 2014
Hubo quien nos preguntó, no bien llegando, que cómo
habíamos hecho para “salir de Cuba”.
El resto, la inmensa mayoría, apenas sabía que se trataba
de un “pequeño paraíso”, chiquitico, exótico y facturado en
Gringolandia.
Igual, los brasileños son un amor. Así que no les costó
mucho abrazar la bandera de Costa Rica, más como un acto
de rebeldía contra Uruguay, y menos -mucho menos- como
un reflejo de apoyo real hacia aquel pedacito de país, perdido en el istmo centroamericano.
Horas antes del juego, la búsqueda urgente de una farmacia me puso frente a frente con la delegación de la Sele,
en pleno malecón de Fortaleza (inevitable el dejavú con el
Paseo de los Turistas, solo que multiplicado en tamaño unas
200, 500, 1000 veces (¡a saber!) y con edificios de hasta 20
pisos al frente.
Unas 30, 40, 50 personas (empleados del hotel, en su
mayoría) hicieron lo propio y salieron a despedirlos. No más
que eso.
Aquella ardiente mañana, frente al interminable cordón
de acera fronteriza entre la calle y las azules aguas del mar
de Fortaleza, los muchachos salieron callados, sin ninguna
parafernalia, saludando discretamente y caminando rápido
hacia el autobús que los trasladaría al Castelao.
Iban custodiados por un par de buses repletos de robustos y morenos oficiales de la policía. Ya solo estos detalles
nos parecían maravillosos: era la señal irrebatible de que estábamos en el Mundial e íbamos rumbo a nuestra primera
gran aventura.
En aquel momento, ni en la más atrevida quimera pudimos pensar que el regreso iba a estar provisto de unos cinco
o seis buses escoltando a los muchachos por todas partes,
que tendrían que acordonar la zona, abarrotada de cientos
de periodistas y fans de todo el mundo, para que se pudieran
bajar del bus, y que, aquel sábado 14 de junio, la historia del
fútbol nacional y del país mismo, se partiría en dos: un antes
y un después de Brasil 2014.
29
Un sueño redondo
Pero tendrían que pasar varias horas para culminar con
un delirante clímax del que no volvimos a salir nunca -creo
que ni aún después de regresar a Costa Rica- todos los que
tuvimos el privilegio de vivir la gesta de nuestros guerreros
en el país de la samba.
V
olamos a los previos del juego. Hay que decirlo, el
ánimo triunfalista de la fanaticada uruguaya el día
anterior, en el Fan Fest de Fortaleza, nos tenía contra las cuerdas.
El grueso de la afición tica (viajamos unos 5 mil a Brasil
2014) ya había encontrado los antros en los cuales reunirse
y, si no, no era necesario: los distintivos tricolores nos hacían cruzarnos de calle para abrazarnos con ticos que jamás
habíamos visto, y a quienes ahora tratábamos como compas
del alma, de vida, de aventura pero, sobre todo, de esperanza
mancomunada.
Entrábamos al Fan Fest en puñitos, solo para vernos
avasallados por la superioridad numérica de los tifosi uruguayos -cuya cita obligada se facilitó por la cercanía geográfica con el anfitrión- y quienes se ensarzaron en una maravillosa fiesta de hermandad y armonía: ticos y charrúas en
un solo corazón.
Sí, claro. Pero entre los brincos y las canciones, venían
los hachazos “Solo porque son tan simpáticas les ganamos,
pero no los goleamos; disfruten tranquilas chicas”, nos decían.
Esos eran los mismos que, 12 ó 15 horas después, lloraban asidos a sus banderas blanquicelestes, cuando la Sele
lapidó el 3 a 1 contra Uruguay.
No hay otra forma de rememorar aquel momento que no
sea en una especie de levitación mental, de cámara lenta...
30
Crónicas de Brasil 2014
un griterío ensordecedor y, a la vez, extrañamente silencioso, acompaña la masa de rostros delirantes que siguen la trayectoria del balón hasta que este se aloja delicadamente en
la esquina del marco, mientras mueve la red veleidosamente.
El estupor y la euforia se vuelven uno.
La Sele acaba de escribir en piedra el marcador con su
tercer gol y, en segundos, muchos explotamos en un llanto
incontenible. No hay pucheros, no hay pudor; hay lágrimas
copiosas y gesto rabioso, como la del guerrero épico que
acaba de arrancarle la cresta al contrario.
De alguna forma, quienes estuvimos en las gradas del
Estadio Castelao el sábado 14 de junio supimos, en ese momento, que nos habíamos adueñado de un trozo de historia
que, sin importar lo que pase en los juegos posteriores, nadie
podrá arrancarnos jamás.
Y es que nada, nada de lo que vivimos a partir del momento en que unos y otros decidimos viajar al Mundial nos
preparó para lo que se vendría. Según nosotros, iríamos a
Brasil a apoyar a la Sele, conocer alguito de ese subcontinente empotrado en un continente, ver a su gente, empaparnos de su cadencioso idioma y, acaso, traernos un par de
decorosos empates.
En realidad, la gesta de la Sele nos llevaría a tocar un
pedacito de cielo y a comprobar que, en algunos momentos
de nuestras vidas, es posible palpar la felicidad más absoluta
y total.
S
i bien en Costa Rica el “estigma” de las clases sociales
está dividido por una línea tenue -salvo por uno que
otro apellido, contadito, que procura no mezclarse con
la plebe-, lo cierto es que en Brasil 2014, esa línea se desdibujó.
31
Un sueño redondo
Cada quien pagó el lujo de lo que le permitió su billetera. Según información publicada por los diarios de Grupo
Nación, los paquetes oscilaron desde los $5.599 (¢2.8 millones) hasta los $15.599 (¢7.8 millones). Pero a la hora de
juntarnos en el estadio, en los Fan Fest, en el metro, en los
bares o en la playa, aquello se convertía en una legión única,
Tiquicia unida por un balón.
Y es que el amor por la camiseta parece unirnos a todos
en un ejército que, cuando es fiel, le eriza la piel a cualquiera. Que lo digan los brasileños quienes, a partir del “Castelazo”, adoptaron a Costa Rica como su segunda favorita.
Traducido, esto implicaba tener no solo al país anfitrión
y a la mayoría de sus 200 millones de habitantes, más otros
miles de nuevos y entusiastas en todos los rincones del orbe,
apoyando a los muchachos en su hombrada.
Solo así, quien no lo vivió, puede entender que los ticos
–léase afición– nos convertimos, en cuestión de 90 minutos,
tras nuestro debut en el mundial de la samba, en una suerte
de celebridades que, al ser identificadas por las camisetas,
gorros, banderas, vinchas o pulseras, éramos abordados por
los advenedizos tifosi, muchos de los cuales apenas unas
horas antes del sábado 14 de junio no tenían idea de qué
diablos era Costa Rica o dónde se ubicaba y que ahora, en
el primer fin de semana del Mundial de Brasil 2014, habían
quedado hechizados y seducidos por la otrora llamada “Costa Pobre”.
Esa misma “Costa Pobre” fue la que salió del Castelao
a reventar su orgullo, a rabiar su sangre, nunca contra el adversario porque los uruguayos en su mayoría no tuvieron
empacho en reconocer que el enano centroamericano les
había ganado en buena lid, sino en una comunión con nosotros mismos, con nuestra sangre, con nuestra identidad tantas veces desdibujadas pero pocas veces tan arraigada como
cuando se trata de fútbol.
Desatados por completo en las afueras del estadio, pronto empezaron a sobresalir los brazos levantados, celulares
en mano, que daban cuenta de videos filmados en tiempo
32
Crónicas de Brasil 2014
simultáneo... en la Fuente de la Hispanidad.
En medio de nuestro fragor, abríamos espacios para observar por segundos lo que estaba pasando en Costa Rica y
pronto empezaron a pulular las utopías: “Maeeee, que lindo
sería teletransportarse a Tiquicia y devolvernos cuando termine la fiesta”, mientras el de a la par espetaba: “Maeeee,
no sea idiota, nosotros estamos aquí y aquí es donde todo
Tiquicia quisiera estar...” y el otro: “Maeeee, es que qué rico
estar celebrando con la raza allá, pero después nos devolvemos”... y así, en medio de risas y felicidad absoluta, los diferendos se disolvían cuando alguien batía un latón de Brahma
(la cerveza del Mundial) y esparcía su espuma a diestra y
siniestra.
De vuelta a la ciudad, en el Malecón de Fortaleza, buena
parte de la turba tica se tiró a la playa, frente a los hoteles en
los que se hospedaba la mayoría, para darles rienda suelta a
los cánticos y al festejo. Pasada la medianoche un hombre
alto, de contextura gruesa y camiseta negra, envió una ronda
completa de cervezas a los más o menos 30 nacionales que
bailoteábamos por ahí.
Una hora después, Antonio, quien se supone es uno de
los magnates gasolineros más poderosos de Fortaleza, se había convertido en el eje de la fiesta. Aunque más bien era
serio y de pocas palabras, se dedicó a consentir a la afición
tica con rondas y más rondas de cerveza y hasta caipiriñas.
A eso de las 3 a. m. se acabó la birra, pero no la fiesta.
Antonio se levantó, hizo una seña a sus cinco o seis guardaespaldas y todos subieron a un vehículo blindado, negro,
último modelo. Regresó media hora después con una docena
de garrafones gigantes y sus hombres se dedicaron a colocar,
mesa por mesa, el nuevo cargamento.
El vacilón siguió y los ticos, ya enfiestaditos, hasta le
hacían el baile del indio, lo rodeaban y simulaban reverencias, todos reían, todos cantaban, Antonio observaba. Cuando empezó a aflorar el alba, el hombre de negro simplemente
se levantó, subió a su blindado y se retiró del lugar con los
suyos.
33
Un sueño redondo
Nosotros también buscamos camino y cama, antes de
que los rayos del sol hicieran trizas nuestras sienes. Había
que dormir dos o tres horitas... ¡se nos venía el próximo titán!
Solo que ahora sí, ahora podíamos perder -hasta por goleada- contra Italia e Inglaterra. Por lo pronto, había que disfrutar nuestra enorme gesta en el arranque, solo comparada
con el cada vez más lejano 1 a 0 contra Escocia, en aquella
imborrable y maravillosa historia que tejió la Sele en Italia 90.
De hecho, tuvieron que pasar 24 años y las instancias
recientes de los mismísimos titanes de Italia 90 -como Róger Flores-, quienes atizaban a los jugadores que en aquella
época estaban naciendo o aprendiendo a controlar esfínteres,
para que superaran la heroica participación de Costa Rica
en su primer mundial. “Yo reto a las generaciones que van a
representarnos en Brasil 2014 a que hagan que la gente nos
olvide, que se olvide de Italia 90. Nosotros hicimos lo que
hicimos y fue maravilloso y ahí quedó, pero los que vienen
tienen que hacer los suyo y pasarnos por encima, y hacer que
la gente nos olvide”, sentenció el “Capi” apenas unos tres
meses antes del arranque del mundial de la samba.
Para cerrar con el tema de Uruguay... a partir de aquel
sábado y hasta nunca jamás, Costa Rica no solo no sería la
misma selección tercermundista por la que nadie daba un
cinco o, al menos, nada por sentado.
A
quel sábado ya eternizado en tono sepia, el color
oficial de la añoranza, los muchachos a duras penas
pudieron bajarse del autobús, igual que el resto de la
delegación. Cuando entraron todos y ya no había más fotos
ni gritos de apoyo, los fans brasileños y de otras latitudes se
volvieron hacia la desconcertada afición.
34
Crónicas de Brasil 2014
Muchos terminamos posando para selfies de gente de
todo el planeta que, ante nuestra congoja, se colocaban fascinados y felices junto a cualquier cosa o persona que representara al equipo revelación del Mundial.
Yo, por mi tesitura de india -heredada de mis ancestros
bribríes- me convertí en dos toques en trofeo de colección
de los aficionados asiáticos, quienes murmuraban entre sí y
se morían de risa -de contentera, espero- cuando lograban
que, torpemente, les “concediera” una foto.
A estas alturas, quiero pensar que su trofeo tenía que ver
con la Sele... y no con una aborigen venida a menos en pleno
Mundial 2014.
Total, no me importa. Lo que importa es que aquel sábado inolvidable, hoy detenido en el tiempo, todo fue locura,
añoranza, orgullo, admiración, risas, lágrimas, más locura,
más añoranza y más orgullo.
Si tuviera que elegir una imagen de aquel día, eligiría
esta, recurrente, por encima incluso de la escena emblema
para nosotros, la de Michael Umaña y su resoplido de titán,
de varón, de hombrón, antes de liquidar a Grecia en los penales.
Pero no. Quiso Natura (o la FIFA o qué se yo) que durante los juegos de Costa Rica, mi gallada y yo quedáramos
ubicados en el marco en el cual cayeron los goles (hablo de
Uruguay e Italia).
Tuvimos unos microsegundos de ventaja con respecto al
resto de la afición en el estadio... así supimos antes que sí,
que sí había sido gol, que sí, que Costa Rica había empatado, remontado y tri-remontado con el otrora “montadísimo”
Uruguay.
Pero entonces, muy a pesar del bazucazo emocional vivido con cada gol de la Sele, primará siempre la figura de
Bryan Ruiz, dirigiendo el bloque de salida (el bloque suicida, pensaban muchos), alto, erguido, seguro, al centro... un
príncipe. Sin un ápice de inseguridad, a su alrededor levitaban el resto de soldados subiendo en un bloque perfecto,
acompasado, junto con el brioso capitán.
35
Un sueño redondo
En medio de todo el desboque que implicaron aquellos
días de locura, donde no importaba más lo que pasara en
Costa Rica (apenas reportes telegráficos de las familias, trabajo y compas) los ticos en Brasil viajábamos en una extraña nube de incredulidad-felicidad-euforia-espejismo-temor-orgullo.
No bien habíamos digerido lo ocurrido contra Uruguay,
cuando se venía Italia. Algunos hicieron el recorrido en
avión; otros, pasamos el domingo 15 empotrados en un bus
que demoró 16 horas en transportarnos de Fortaleza a Natal;
es decir, acercarnos más a Recife, donde se jugaría el segundo partido de la Sele, morir o matar.
I
talia. Italia. Cinco meses después, trato de ordenar un
toque mis remembranzas. Iba preparada -según yo- para
Brasil 2014 porque La Nación me había enviado a Alemania 2006. No tenía mayores expectativas sobre la “Costa
Pobre”, pero el gane contra Uruguay nos volvió el panorama
de cabeza.
Tras devorar cientos de kilómetros, por fin arribamos a la
hermosa Recife, con el juego contra Italia respirándonos en
la nunca... y en el corazón, y en la mente, y en la conciencia,
y en los rezos, y en los brindis, y en los “por favor Diosito
por favor”, a sabiendas de que debe ser un escupitajo rogarle
a cualquier ser supremo para que intervenga en el marcador
de un juego de futbol.
A diferencia de como ingresamos contra Uruguay, la
hinchada nuestra, esta vez, llegó con tremendos padrinos al
Arena Pernambuco. Casi la mayoría de las 30 mil y pico de
almas que se acomodaron ahí, en medio del recalcitrante calor, iban movidos tanto por ver al campeón mundial, como
por la esperanza de ver a Costa Rica derrotarlo.
36
Crónicas de Brasil 2014
Cientos de sondeos espontáneos en las calles y en el estadio nos lo auguraban: Costa Rica no solo se había vuelto
la sensación, si no la gran esperanza de que algo cambiara el
curso esperado de la historia.
Aparte de Grecia y los penalazos cincelados por los siglos de los siglos amén, Italia, a mi juicio, fue el punto de
inflexión.
Aunque gritábamos como degenerados, a esas alturas -y
como bien lo sabemos quienes estuvimos ahí- hay mundiales agotadores... y Brasil. Las extensas distancias entre los
puntos de este hermoso país nos hacían pasar en un permanente frenesí por alcanzar las sedes a tiempo, cumplir con la
logística, los tiempos de comida, el carro, el taxi, el bus de
la agencia de viajes, el bus de FIFA...
Algunas veces, la forma de llegar al destino incluía el
metro en medio de la gente más sencilla, muchos humildísimos y otros hasta desdentados que viajaban con sus bolsas
de arroz y yuca y sus gallinas (vivas) y ahí mismo, en el
subte y sin que mediara razón alguna que un distintivo tricolor en nuestros atuendos o rostros, nos llenaban de abrazos,
palmas en la espalda y una metralleta de felicitaciones por
venir del país que, intempestivamente, se había robado para
sí y para sus acólitos, el Mundial de Brasil.
Así, con ese ánimo, ingresamos sudorosos, hartos del calor (hacía 35 grados aquel viernes infernal en Recife) imaginando de cuando en cuando lo delicioso que sería estar
en cualquier bar de Costa Rica, con una pantalla de tele en
cualquier ángulo que se mirara y con una aguilita michelada, bien sentadotes.
Obviamente, cuando el coloso se erigía ante nuestros
atónitos ojos, con las banderas de los países contrincantes
ondeando veleidosamente y la de FIFA erguida al centro; o
cuando por fin alcanzábamos nuestra fila y nuestro asiento
y podíamos relajar un poco el desenfreno, y ver a nuestros
muchachos calentando en perfecta simetría y serenidad,
mientras en el otro extremo titanes como Pirlo, Balloteli,
Gianluigi Buffon y los demás hacían lo suyo... en esos mo37
Un sueño redondo
mentos, habríamos sido capaces de desandar lo andado para
llegar y duplicarlo.
Mucho más cuando la Sele, con todas las ilusiones empujando y muchas estadísticas arrinconando, salió a la cancha del Pernambuco y Bryan, Celso y el resto de muchachos
se dedicaron, desde el arranque, a divertirse y a soñar.
El cabezazo de Bryan Ruiz al 44, a la postre definitivo
para aquella orgía de euforia que se decantó tras el pitazo
final, marcaría la senda real del sueño. Porque el 3 a 1 contra
Uruguay nos puso a delirar, pero siempre existía la duda de
si aquello no había sido una “chiripa”.
En cambio, hundirle una daga al tetracampeón cuando
aún faltaba la mitad del juego, y ver cómo los muchachos,
lejos de amilanarse y echarse atrás a cuidar la escuálida ventaja, salían a defender lo suyo con toda gallardía... eso sí fue,
gente, un despliegue total de poderío.
Por eso, más que Uruguay, Italia fue “el” partido. Y lloramos.
Lloramos con un llanto inexplicable al momento del gol
de Ruiz. Y luego, con el pitazo postrero, ya no hubo rienda y
en aquella levitación colectiva, hasta donde recuerdo, lo que
más abundaba era el llanto.
Quienes lograban “pegar” la señal del celular, ya en las
afueras del Pernambuco y en medio de la locura total, rezaban los titulares mundiales: “Los centroamericanos aniquilaron el ´Grupo de la muerte´, eliminaron a Inglaterra y
obligan a Uruguay e Italia a disputar el segundo pase (…) El
final fue a toda orquesta, con toques y lujos, con las tribunas
cantando “Olé, Olé”.
Y sí, el Patito Feo, la famosa Cenincienta del Mundial,
ya no lo era más. Ya para ese momento era una certeza: habíamos revolucionado con gran belleza el futbol en Brasil
2014.
38
Crónicas de Brasil 2014
L
os encuentros imborrables entre aficionados que se
suceden en los mundiales, en algunos casos surcan la
memoria casi tanto como la apoteósis tras los goles
de la Sele.
Cada quien con los suyos... Entre la colección de recuerdos inmaculados -incontables, por cierto- me quedo con el
de Lindomar Souza, quien se cruzaría en mi camino 24 horas después del triunfo contra Italia.
Coincidimos en un gigantesco mercado de baratijas, al
frente del extenso malecón que demarca la costa en Recife.
Yo estaba comprando un brazalete verdeamarelo con el logo
del Mundial y BRASIL así, en letras gigantes.
Mientras lo escogía, un anciano desdentado, con pinta
de indigente, se acercó sin siquiera percatarse de mi presencia y empezó a revolcar afanosamente en la canasta de
las pulseras. La tendera le preguntó qué buscaba y, ante mi
asombro, el desarrapado le explicó que quería un distintivo
de “la Costa Rica”.
Yo no andaba ni un solo distintivo patrio (ya desde Uruguay nos fuimos quedando poco a poco sin nada, agradecidos hasta la médula con nuestros socios de fe, los aficionados
brasileños), así que cuando le toqué el hombro a Lindomar y
le espeté que yo era tica -obviamente toda emocionada- tanto él como la vendedora se fundieron conmigo en un abrazo
que no olvidaré jamás.
Como él no encontró lo que buscaba, saqué del bolso la
única bandera de tela que tenía y se la obsequié. Lindomar
insistió entonces en pagar mi pulsera de Brasil con los únicos 10 reales que tenía y que, a no dudarlo, le habrían servido para calmar su resaca, pues todo él exhalaba el inconfundible olor a guaro añejo. Nos saltamos la barrera del idioma
y, a como pudimos, conversamos de su click con Costa Rica
mientras me acompañaba unos 500 metros hasta dejarme en
la puerta del hotel.
Orgulloso a más no poder, blandía la bandera tricolor
mientras los vehículos le pitaban y los transeúntes le cruzaban un entusiasta “¡Olé olé ticos!”. Como pudo me contó
39
Un sueño redondo
-y como pude, le entendí- que se había vuelto loco al ver
el jogo bonito de Costa Rica ante Uruguay; por supuesto,
nunca antes había oído hablar del país, y creo que no logré
que me creyera que apenas éramos cuatro millones y pico
de habitantes.
Y luego... luego me habló del gane contra Italia, que el
gol de Ruiz era una joya, y que hasta se había puesto a llorar... y se puso a llorar otra vez.
Mientras se enjugaba las lágrimas con la bandera y se
deshacía en felicitaciones para la Costa Rica que ahora él
había hecho suya, nos despedimos para siempre, pues jamás
nos volveremos a ver. Yo también me deshice en lágrimas
en el lobby, ya a solas, tratando de digerir qué diablos estaba
pasando en aquel país de Dios, qué clase de comunión se había establecido entre nuestra afición y la anfitriona y muchas
otras más que fueron quedando huérfanas con la eliminación de sus equipos y felizmente se integraron al otrora desconocido país por el que nadie daba un cinco en el arranque.
Tras la primera fase, se impuso el regreso y una nueva
ilusión: vivir, por fin, una transmisión desde aquellos colosos en los que habíamos estado, solo que aquí, rodeados de
coterráneos, de nuestra raza, en nuestros bares favoritos y en
comunión total en nuestra propia tierra, la Costa Rica que a
esas alturas tenía enamorado a todo el planeta.
Y entonces, se vinieron Grecia y Holanda. Pero el desenlace de esa historia no tengo que contárselas; esa la vivimos juntos y la guardaremos en el alma por los siglos de los
siglos. Amén.
40
Crónicas de Brasil 2014
‘Masayá’
de los
Sueños
CAPÍTULO IV
Álvaro Murillo
No recuerda cuándo decidió ser periodista,
pero sospecha que lo hizo para encauzar
a medias su gusto por las letras. Empezó
cuando el Chunche aún jugaba. Casi nada
lo ha planeado y casi todo lo ha disfrutado.
Está tan orgulloso de ser papá como de ser
alajuelense. Escribe en La Nación sobre
política y en El País, de España, sobre lo
que sea necesario.
41
Un sueño redondo
Ó
scar Esaú era un niño de cinco años cuando su
mamá, Walkiria, se despidió de él, de su hermana y
de la Nicaragua beisbolista para ir a trabajar como
empleada doméstica a otro país. Era, para peores, un domingo 25 de diciembre de 1994, con el alborozo de la Navidad esparcido por toda la pequeñez del municipio de Catarina que 20 años después estaría conectado viendo la Copa
Mundial de Brasil 2014, con decenas de camisetas de Costa
Rica deambulando por ahí. Así de curioso.
Óscar ya era alto. Vamos, alto para un niño de cinco años.
Ya estaba familiarizado con el futbol porque su tío Óscar
jugaba en campeonatos del departamento de Masaya y porque en la iglesia cristiana alguien había decidido inculcar el
deporte sin limitarse al bate del béisbol que, se sabe, manda
en Nicaragua. El niño había tomado ya el camino alternativo
de patear la pelota y no lanzarla con la mano, el del deporte
rey del mundo y no el de su país, aunque 19 años después
toda Nicaragua estaría loca de orgullo por el desenlace de
una vida más bien casual que comenzaba con el beso que
Walkiria dio al pequeño Óscar Esaú y a su hermana Cintia.
Un beso triste, recuerdan todos.
Nicaragua era un país a medio construir, con la mitad
de su población desempleada y muchos tentados a emigrar.
Eran las vísperas de una oleada de viajeros que a partir de
1995 cruzarían en masa a otro país para planchar ajeno,
aporcar ajeno, cocinar ajeno y cuidar los jardines de otros
a cambio de muy poco. Estaba por reventarse el dique migratorio en mitad del gobierno de Violeta Barrios de Cha42
Crónicas de Brasil 2014
morro, la producción per cápita caía por décimo primer año
consecutivo y la sequía arruinaba las cosechas de maíz y de
frijoles. Humberto Ortega acababa el año fuera del Ejército Nacional como parte de las reformas políticas de la pos
guerrilla que avanzaban a tropezones, pero avanzaban. Daniel Ortega acababa de sufrir un “infarto silencioso” que le
deterioraría la salud sin impedirle volver al poder 12 años
después. El futbol nada tenía que ver en esa Nicaragua donde Óscar Esaú quedó llorando sin su mamá.
Allá detrás del río, como canta Perro Zompopo, Costa
Rica era un país menos jodido, donde a Walkiria ser empleada doméstica dejaba más dinero que ser maestra en una
escuela privada allá en Catarina. La economía iba bien y la
aritmética no dejaba espacio para las emociones y los temores de una mamá, o al menos no los suficientes como para
rechazar la propuesta que le hizo la hermana en la visita a
Nicaragua ese diciembre. Andate para Costa Rica, le dijo
como quien señala el camino a un tesoro o una ruta de escape. El trabajo estaba esperando por ella en las habitaciones
y los jabones de una casa en Sabanilla de Montes de Oca,
cerca de la Fuente de la Hispanidad. Muchos años después,
en unos festejos futboleros, habría de tener sentido esta referencia.
La despedida fue como tiene que ser la despedida de una
mamá que se va a otro país unos meses a probar suerte. Lloraron, sí, claro, pero el carácter de la familia estaba para
más. La abuela Vilma asumió el cuido diario de Óscar Esaú
y de Cintia, aunque el papá, Óscar, también se mantuvo en
Catarina ese Año Nuevo, ese enero y ese febrero. El niño
quedó triste, pero la bola suele llenar vacíos o crear la sensación de llenura. Pam, pam, pam en las paredes de la casa
familiar. Pup, pup y pup en cualquier campo verde donde se
podía correr y patear la pelota como los tíos. Algo tenía el
cipote en su destreza con la pelota, además de la estatura por
encima del promedio y una pasión desbocada por el futbol,
que solo se interrumpía por momentos de pintura o dibujo,
pero muy fugaces. En la iglesia evangélica a la que iba su
43
Un sueño redondo
familia era “el niño que juega futbol”.
Así hasta marzo de 1995, cuando Walkiria vio que el
sueño tico era suficiente para criar una familia, aunque fuera
a empujones. Enviaba dinero y llamaba por teléfono los fines de semana, les contaba que en Costa Rica había oportunidades, pero no tenía idea de lo que podía representar para
el niño la palabra “oportunidad”. Entonces envió el dinero
para los pasajes en marzo y Óscar Esaú y papá Óscar también viajaron rumbo al sur, a instalarse en el país que 19
años después se enteraría quién era Óscar Duarte Gaitán,
con el número 6 en el dorso de una camiseta que tenía el
escudo nacional.
E
l 29 de junio del 2014, pasadas las 3 de la tarde, Costa Rica podía ser considerado el país de más riesgo
cardíaco en el mundo. Su Selección de futbol, fuente
de sueños y pesadillas, de alegrías, sudores y ambiciones,
estaba a punto de hacer trizas la historia frente a Grecia, al
clasificarse a cuartos de final en el Mundial de Brasil 2018 y
quedar entre las mejores ocho del planeta. Inimaginable. Era
un partido duro, pero el adjetivo “duro” es muy corto. Era
durísimo, peleado en cada metro cuadrado. Cada jugada era
un duelo y cada pulmón, un amazonas en crisis. El jugador
número 6 llevaba dos de esos pulmones a cada tramo. Sus
piernas eran columnas de roca irrigadas por sangre nica.
El 6 era un muro ante los griegos hasta el minuto 66 del
partido, cuando el árbitro Benjamín Williams le enseñó la
segunda amarilla. Expulsado por una jugada estúpida. Fuera. Váyase ya de uno de los partidos más importantes de su
carrera y de Costa Rica. Y lo peor: deje a sus compañeros
en minoría frente a las embestidas de los griegos, que hasta
entonces van perdiendo pero pronto a lograr el empate y for44
Crónicas de Brasil 2014
zar así los tiempos extra, con más pulmones que Costa Rica.
Váyase de aquí.
Al 6 fue como si le apagaran la luz. Poco sentido tenía
lo que había hecho contra Uruguay en el debut mundialista
ni el juego de calidad que había hecho en línea con la Selección. Se restregó la boca con la camiseta y no reclamó nada,
tampoco tenía claro si se merecía la expulsión. Aún meses
después no lo tendría claro. Solo recordará que pensó en la
que se venía; la historia estaba aún a medio hacer y los griegos se iban a venir encima, clarísimo. Se sentía muy raro.
Caminó hacia la línea y salió de la cancha del estadio de
Recife, entró al túnel hacia los camerinos y ahí topó con el
asistente Paulo César Wanchope, que venía de orinar, pero
el 6 tampoco recuerda nada. O talvez ni siquiera lo vio.
- ¿Qué pasó, mae?
- Me expulsaron
- Mae, tranquilo
Tremendo diálogo. No en todos los momentos dramáticos hay grandes conversaciones. Ese “tranquilo” es uno de
los que se dicen porque sí, sabiendo que tendrá efecto cero
o peor. ¿Cómo estar tranquilo cuando acaba de ser desterrado de ese país verde y rectangular en plena guerra? ¿Cómo
ocultar esa cara de muerto que llevaba cuando los demás
compañeros se jugaban la vida?
En Nicaragua también había desazón. Ya Óscar Duarte,
el 6, era un símbolo nica, el único que competía en una Copa
Mundial de Futbol, un emigrante cuyo triunfo iba más allá
de una remesa o la incorporación plena al país que lo alojaba. Estaba triunfando en la élite con la camiseta de Costa
Rica, pero ya todos conocían que era nica, que sus primeras
patadas las dio en Masaya y, lo más importante, manifestaba
orgulloso su procedencia. Todo era bonito hasta el minuto
66’ del partido más importante que se pudo imaginar.
Entonces topó a Chope en el túnel o no, no recuerda. Se
fue a consumir al camerino aún con la pulsación a todo tren,
45
Un sueño redondo
sudando los vapores, haciendo gárgaras con su impotencia,
sentado mientras los demás se mataban por acabar de hacer la proeza. Los vio por tele. Todos se partían las piernas
como en la película 300 y Keylor volaba como en la fábula
de Súper Campeones. Eso era una tormenta eléctrica sobre
el equipo diezmado, mientras las piernas nicas de Óscar, todavía con fuerzas, reposaban en el vestidor. Él se quitó las
espinilleras, o no. No recuerda. Solo tiene presente las imágenes del tele y la presencia del utilero, Alberto Mena, que
lo acompañó con sabio silencio.
Nicaragua estaba en ese momento golpeada. Su representante en el Mundial de Futbol, aunque llevaba la camiseta tica, estaba quedando fuera y con seguridad se perdería
el juego siguiente, en caso de que Grecia no pudiera remontar el gol que había hecho Bryan Ruiz, el josefino hijo de
cubano, y vencer a Keylor Navas, con raíces en las tierras
indígenas del sur del país. Sangres variadas estaban mezcladas oxigenando los músculos ticos que resistieron bien hasta
el 91’, cuando un rebote quedó suelto en el área y, bueno,
la fiesta pintaba a crueldad. Quedaba jugar media hora más
con unos griegos aún potentes frente a los ticos disminuidos
en fuerzas y en número. El nica estaba sentado con sus piernas fuertes y desocupadas, nerviosas.
Sin quitarse el uniforme blanco vio a sus compañeros
batirse como gallos de pelea hasta forzar la tanda de penales.
Más tensión en el camerino, allá en la cancha del Pernambuco, en Costa Rica y en la Nicaragua que llegó a matricularse
con la Sele, sí, por Duarte, pero llegó a más. Poderoso es el
señor futbol, que sabe abrir paréntesis entres las disputas xenofóbicas, los conflictos políticos o las rencillas históricas.
Costa Rica venció en penales y, entonces sí, el número 6
se sumó a la fiesta en el césped en Recife. Al día siguiente la
prensa en Managua reportaba cómo festejaban en San José
y la prensa en Costa Rica contaba cómo festejaban en Managua, todo por culpa de ese muchacho de 1,84 recio y simple,
buen cabeceador y seguidor de la música cristiana. Costa
Rica estaba en cuartos de final de una Copa Mundial y miles
46
Crónicas de Brasil 2014
lo celebraban a ambos lados del río San Juan, todo por culpa
de aquel niño que en la Navidad de 1994 triste se despedía
de su mamá, que emigraba. No estamos hablando de futbol.
L
a familia Duarte Gaitán se estableció en abril de 1995
en Ipís de Goicoechea, en una casa pequeña y sin
muebles. Mamá Walkiria era empleada doméstica y
papá Óscar chambeaba de “chequeador” en buses y después
arreglando computadoras. El niño Óscar hacía amigos en el
barrio y seguía pateando pelota en la calle y en la cancha,
mezclándose con niños que pronunciaban la “r” arrastrada
hasta que él acabó tirando la suya al suelo también. Hablaría
como tico, comería como tico y su identidad se iría amoldando sin demasiadas tensiones, aunque debajo de la piel
palpitaba su orgullo nica y el pasaporte lo dejaba claro.
Entró a la escuela básicamente a jugar futbol. No era
buen estudiante y sí buen jugador. La bola era un satélite
suyo y millones de adornos de la casa se cargan a la factura
futbolística del muchachito. Siempre llevó ventaja sobre el
resto y así llegó a la cancha de Jardines de Moravia, donde
entró en contacto con las escuelas del Saprissa. Entonces ya
no mejengueaba en el barrio o en los recreos. Comenzó a
pulir la roca; fue perfeccionando la técnica del cabeceo que
algún día le iba a resultar muy útil. Algún día, sabía él.
Llegó entonces el momento de dar un paso en serio. Si
quería avanzar en el Saprissa hasta la Primera División, debía adquirir la nacionalidad costarricense. Asuntos de papeles y pasaporte, enredos y trámites, vueltas e insistencias,
pero algún día iba a resultar muy útil, sabía él. Mientras, los
papás se partían el lomo trabajando, intentando cubrir sí lo
básico de la familia, pero también los gastos de los entre47
Un sueño redondo
namientos de Duarte. Cada pasaje de bus obligaba a hacer
cálculos, pero todo valdría la pena.
Le decían “Zuca” en Mozotal de Guadalupe. Otros le decían ‘La Piedra’ ya se sabe por qué. Sólido, resistente, más
bien parsimonioso, con el carácter de un caballo percherón,
fuerte, impetuoso pero no nervioso. Disfruta chocar y sabe
que ese es su papel, sin romper papeles con tal de ir arriba,
salvo excepciones. En la cancha sí podía írsele la mano. Talvez una pierna más arriba, talvez fuerza desproporcionada o
una barrida sin precauciones, como la que algún día le iba
costar una tarjeta roja en una Copa Mundial, la primera en la
historia de Costa Rica en estas competiciones.
A los 16 años debutó en el Saprissa y a los 19, ya con el
pasaporte tico, con la Selección Nacional, durante un breve
paso por Puntarenas. A los 21 jugaba en el Brujas de Bélgica
y a los 24 llegaba como custodio de lujo al equipo nacional
en el Mundial de Brasil 2014. No participó en la eliminatoria, llegó cuando Costa Rica tenía ya el cupo, pero el buen
momento de la carrera coincidió y los astros le abrieron un
camino estelar. Cumplió los 25 el 3 de junio en Tampa, Florida, en el viaje previo al campeonato planetario, jugando
contra un equipo semiprofesional. La afición tica, esa masa
gigante que supera a los que siguen el campeonato nacional
o llevan las estadísticas de su equipo, no sabía aún que la
Selección de Costa Rica era tan tica que incluso tenía un
nica incorporado.
Estaba ya casado y vivía en Bélgica. Se entendía en inglés y tomaba clases de francés. Mantenía a su familia e invertía en negocios pequeños. El niño migrante había vuelto
a emigrar pero ahora adulto y en condiciones distintas. El
sueño estaba cerquita y él no sabía de qué magnitud era. Le
vendrían dichas con la camiseta de la Sele, una de las que
después acabaría entregando en manos de Daniel Ortega,
ese que se deja ver poco, pero que entiende de gustos populares. El Gobierno de Nicaragua no quería escapar tampoco
de la euforia de “su” nica mundialista. Quizá no falte decir
nada más sobre el impacto que tuvo ‘La Piedra’.
48
Crónicas de Brasil 2014
El Mundial, ese que sueñan todos los futbolistas y que
solo alcanzan los más esforzados y afortunados, los que saben estar en el lugar indicado a la hora indicada, recibió a
Óscar Duarte en el momento justo. Joven, pero no novato,
con roce internacional y acoplado a un grupo de amigos que
venían del Saprissa. La estatura, la fuerza y la disciplina que
requería Jorge Luis Pinto. La certeza en defensa y la oportunidad en algún ataque. En eso se había convertido el hijo
de Catarina.
Se le vio cantar el himno en el estadio contra Uruguay,
en el debut mundialista. Él dice que no piensa nunca si es
tico, nica, todo junto o todo lo contrario. Trata de permanecer muy concentrado. Así se le veía en televisión atento a
los buenos cabeceadores uruguayos, cortando y despejando,
tapando y cubriendo. Golpeando de repente también, cómo
no. Sacaba bien la marca zonal por donde pasaba talvez Forlán y luego Cavani. La máquina táctica funcionaba debidamente, pero a Duarte eso no le bastaba.
Estaba cumpliendo su sueño de jugar un Mundial, pero
eso no le bastaba. El partido iba 1-1 con un penal de los uruguayos y un remate lindo del amigo Joel Campbell. Había
ánimo y aire. El futbol es uno de los deportes sicológicos en
los que acierta el que sepa canalizar sus emociones. En el
alma de los ticos, Duarte como el resto, había ímpetu después del gol al minuto 54’. “Sí-se-puede”, cantaban en San
José los ticos orgullosos de sus jugadores, Duarte incluido,
por supuesto.
El futbol es de emociones y de amigos. Un equipo es una
amistad forzada o real, pero en un Mundial los términos se
agravan. Esa era una familia jugando y dentro de ella Duarte
tenía sus favoritos, pues sí, como todos. Christian Bolaños,
el volante de mayor edad en la Sele, era uno de ellos. Ya
había intentado ponerlo a brillar en un centro para el cabeceador Duarte que no fructificó, pero el minuto 57’ era una
buena oportunidad para intentarlo de nuevo.
Va igual, le dijo Bola. El volante tocó de derecha globeadito y pasado al segundo poste. La bola caía cerca de donde
49
Un sueño redondo
llegaba Óscar Esaú como llegan los niños a abrir los regalos
en Navidad. Iba feliz y concentrado, sin certeza de cómo
actuar. Talvez era para cerrar con izquierda, pero la zurda no
es fuerte en el defensor y, en todo caso, le habían enseñado
muy bien a ir de cabeza. El marcador rival, Christian Stuani
iba con los pies en el extremo del área chica, pero Duarte
tenía que cumplir un sueño que ni siquiera había dibujado
en sueños. Él golpeó con la frente sin estar consciente de haberlo decidido así. Perdió de vista el balón unas décimas de
segundo, después pudo notar una curva pequeña y la pelota
se fue con sonrisilla de medio lado hasta el otro poste y se
anidó dócil. 2-1 a favor de Costa Rica. Algo se consumaba
en el pecho del defensor, en la afición tica saltando sin hacer
chistes sobre nicas; o sí, pero con cariño. En Nicaragua o en
el corazón nica de muchos pobladores de Costa Rica, algo
se estaba consumando también. “Gooool nica”, titularon en
Managua.
La cabeza de Duarte era un juego pirotécnico. Narradores de todos los idiomas cantaron su gol y todo el equipo lo
rodeaba. Él apretaba los dientes en gesto de plenitud y de
coraje a la vez. Después sonrió con sus gestos de niños y
señaló al cielo. Después lloró con la cara niño en el césped,
como lloró aquella Navidad añeja en que su mamá se iba a
probar suerte al país que ahora él representaba ate las cámaras del mundo. “Ticos” y “nicas” más unidos que nunca. La
mamá Walkiría, que casi pierde el resuello con ese gol, diría
luego que esa fue la manera de Óscar de decir “gracias” al
pueblo que recibió a toda la familia.
Duarte lo dice con más simpleza. “Fue algo muy bonito”,
explicaría cuatro meses después. Es un futbolista de poca letra que no acabó aún el colegio. Es dueño de una lavandería,
una panadería y un café, además de un terreno grande en su
Catarina. Las armas no son extrañas en sus manos y tampoco le han faltado los enredos. Ha sido denunciado en dos
ocasiones anteriores por agresión con arma de fuego, pero
un caso prescribió y en el otro logró conciliar con la víctima,
el guarda de un bar en Mal País, Cóbano. Son los datos que
50
Crónicas de Brasil 2014
se van conociendo ahora y no agregan belleza a la buena
novela del Mundial 2014, pero sí realismo. Ahora Duarte es
famoso y eso se paga.
N
icaragua supo entonces sobre uno de los suyos. En
Catarina le hicieron fiesta y ya en Masaya todos saben quién es Salomón Gaitán, pastor de la Primera
Iglesia Bautista de Catarina, que congrega a 800 personas en
un templo grande de cemento. Es el abuelo materno de Óscar Esaú, el que lidera los festejos inmortales en los videos
de Youtube, filmados en la casa sencilla que el nieto visita al
menos una vez por año. Nicaragua tiene también un nuevo
referente compartido con su vecina del sur. Poderoso señor
es el futbol, que trasciende a las cortes internacionales y que
a veces, sí, se nutre de discursos patrioteros, pero otras veces
es capaz de derrotarlo.
¿De qué otra manera se podrían ver banderas de Costa
Rica en Managua y decenas de nicaragüenses con la camiseta roja puesta? “Ójcar, Ójcar”, gritaba la muchedumbre
que lo fue a recibir al aeropuerto Augusto César Sandino el
10 de julio. Era la estrella, agobiado por los jalonazos y las
fotos, por quienes querían un autógrafo de ese muchacho
alto y mandíbula prominente, de cara lampiña y cierto aire
infantil. Lo entrevistarían allá y acá y nunca iba a faltar esa
extraña pregunta de si se siente más nica o más tico. La primera palabra era elocuentemente tica, “diay”, pero después
daba gracias a Dios por nacer en Nicaragua y decía que, en
cualquier caso, eso pasó por algo y ya está, nadie lo puede
cambiar. Es un muchacho pragmático. Después soltaba una
sonrisilla tímida.
Era julio y pasaba por Nicaragua antes de volver a Bélgica, donde ejerce también de esposo y de padrastro. Tenía
51
Un sueño redondo
un ciclo de visitas a medios de comunicación y presentaciones con público, además de la agenda familiar y una cita
importante. El presidente Daniel Ortega quería también su
foto de simpatía popular. Estaba su hijo Laureano, poderoso
también. Hablaron de cómo impulsar el futbol en Nicaragua
y así a la relación entre ambos países, cómo no. Cámaras,
cena y una camiseta blanca manga larga toda rayada por las
firmas de los seleccionados costarricenses. Quedará para algún periodista curioso averiguar dónde estará esa camiseta
de Costa Rica dentro de algunos años. La mamá Walkiria
contaba antes que oraba a diario para que los logros de su
hijo sirvieran para unir gente de los dos países.
Venía el otoño del 2014 y tocaba volver al Brujas. Había pasado el Mundial, el gol ante Uruguay y la expulsión
contra Grecia, la hazaña de llegar a cuartos de final aunque
no jugara por castigo contra Holanda y el aterrizaje en Costa Rica. Algo grande habían roto como Selección y quizás
falten años para procesarlo. Cada uno traía una historia digna de ser escrita, un relato de autosuperación, de suerte, de
tradición futbolera o de casualidades. Solo Óscar Esaú, el
número 6, debe comenzar su narración fuera de las fronteras
ticas, en el municipio masayense de donde en realidad nunca se ha marchado. Aquel niño de ojos abiertos que pateaba
una bola de futbol donde sus amigos bateaban una de béisbol sigue en su Nicaragua. Y en Costa Rica. Y en Nicaragua.
Y en Costa Rica.
52
Crónicas de Brasil 2014
El Coronel
que
encarceló
a Pirlo
CAPÍTULO V
Amado Hidalgo
Aunque las leyes lo alejaron del periodismo
y marcó la cancha para no volver al reporteo
diario, tampoco quiso quedar fuera de juego
y mantiene un coqueteo permanente con
su pasión a través de crónicas y columnas.
Debutó en las páginas deportivas de
La Extra, jugó el primer tiempo en
La República y para el complemento se
alineó con Triunfo. Hasta el pitazo final fue
columnista de Al Día.
53
Un sueño redondo
T
reinta años llevaba esperando aquel minuto de gloria.
Quiso gritar el gol pero no pudo. La emoción aprisionó su voz y no le quedó más que apretar los puños y
correr de un lado a otro ofreciendo al Mundo la imagen de
un hombre pleno y seguro de que ese instante estaba escrito
en el destino como su hora cumbre.
Por eso, casi instintivo, antes de volver a la cordura, Jorge Luis Pinto señaló con sus dos índices al cielo. No solo
porque sentía que de allá venía la justicia que el árbitro
Enrique Oses le había negado segundos antes, al no pitar
un claro penal, sino porque la vida misma tenía una deuda enorme con aquel hombre de un metro sesenta y nueve
que persiguió la gloria en cada instante de su vida, pero que
hasta entonces tuvo que conformarse con sorbos pequeños
de miel.
Aunque faltaban 60 segundos para cumplirse el tiempo
oficial de la primera parte, no tenía ninguna duda de que esa
pelota que Bryan Ruiz acababa de pegar en el poste largo y
luego cruzó la línea de sentencia, sería suficiente. La obra
maestra, diseñada e imaginada durante años, ya estaba consumada, aunque el reloj y los ojos del Mundo tuvieran que
esperar cincuenta y dos minutos más para convertirla en el
hecho más sorprendente del incipiente mundial brasileiro.
Pese a los 27 grados centígrados en Recife y que la humedad parecía duplicarla en el Arena Pernambuco, Jorge
Luis Pinto sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo. Esta
vez era la sensación de que su sueño de toda la vida, enfrentar y derrotar a Italia, estaba a muy poco de ser realidad. El
54
Crónicas de Brasil 2014
temor que había sentido cuando Pirlo encontró a Balotelli
con un pase perfecto que éste falló ante Navas, pasó a hacer
algo lejano.
Posiblemente el enojo por el penal no pitado contra
Campbell y la euforia, tan solo 60 segundos después, por
un gol fabricado en su libreta de apuntes, terminaron de derrotar cualquier resto de duda en el técnico santandereano.
El equipo ya tenía controlados los movimientos de Pirlo.
Yeltsin y Celso, o cualquiera otro que estuviera cerca de él,
lo tenían cercado cada vez que intentaba recibir la pelota y
así lo harían en lo que restaba del juego. Habían practicado
decenas de veces el sistema defensivo con bloques cortos,
reduciendo el espacio para que el medio campo italiano no
pudiera lanzar y si lo hacía, adelantar la última línea para
provocar el fuera de juego.
No estaba seguro pero ya había contado seis outsides a
favor. En el vestidor reconocería el trabajo inteligente de
“Pipo” González, y la perfecta ejecución de sus compañeros
a la hora de atacar al hombre del balón, achicar con sincronía o devolverse hacia el área en caso de un inminente pase
en busca de sus espaldas.
Pero también se fue al camerino contento con el bloque
ofensivo, la incorporación de Junior y Gamboa y las diagonales distractoras de Bolaños y Ruiz para abrir campo en los
arribos de los dos laterales. Pero, sobre todo, por el mano
a mano que estaba provocando Campbell contra Barzagli y
Chiellini, como lo había pedido una y otra vez.
“Encáralos. No tienen cintura y son lentos”- le había
anunciado en la charla. Con el gol de Ruiz sabía que la tarea
era más sencilla para el segundo tiempo. Habían derribado
la muralla azurra y ahora era cuestión de mantener al equipo
jugando en corto, solidario entre líneas y corriendo como lo
habían hecho.
Por más que lo había soñado y por más que había seguido a Italia en los anteriores cinco mundiales (por afición a
su estilo de juego, o tal vez por una premonición de esas que
solo el destino es capaz de explicar), Jorge Luis Pinto Afa55
Un sueño redondo
nador nunca hubiera esperado un juego casi perfecto frente
a los poderosos tetracampeones del Mundo.
Su línea de cinco se comportaba a la altura. Y el medio
campo no solo lograba reducir el espacio y someter a Rossi,
Pirlo y Thiago para minimizar los ataques, sino que generaba el suficiente volumen de juego como haber llegado a
ese gol y, en un par de ocasiones más, con Bolaños y Ruiz,
obligar a Gianluiggi Bufon a ser protagonista.
La receta en la pizarra parecía sencilla, pero él sabía que
la ejecución requería lo mejor de una Selección tica a la que
el Mundo entero no creía capaz de algo así. Estaba llena de
pequeños detalles. Permitir que los laterales itálicos (Abate
y Darmian) recibieran la pelota pero apretarlos contra la línea y desarmarlos. Cercar a Pirlo. Llevar a Balotelli lo más
lejos del área posible, adelantando la línea que comandaba
“El Pipo” González, para que el fortachón negro no tuviera
opciones en el juego aéreo.
Por si fuera poco, el equipo tenía que estar sincronizado
en función del respaldo a Celso y Yeltsin, los gladiadores
del medio campo. Para que no los matara el calor y el rival, para evitar los desplazamientos largos, era necesario
que ocurriera lo que estaba pasando y que se acentúo en el
segundo tiempo: Buen manejo de la pelota y un respaldo
total de los laterales y la línea de fondo.
Así, Pinto se fue al vestidor con el sabor fresco del gol
cantado en la agonía de la primera parte. Sabía que Prandelli, el técnico italiano, intentaría buscar una fórmula para
romper el cerco que sus muchachos habían tejido. Cuando
vió que Cassano iba al campo dio una orden individual a
Duarte: “Si lo dejamos tener la pelota nos hace daño. Tenés
que buscarlo, quebrá la línea, hay que quitarle la pelota lo
más rápido posible.”
Y así lo haría el tico de Nicaragua, con solvencia, con
astucia, sin dudas. Como igual todo el grupo seguiría corriendo, dobleteando a Pirlo, y a Insigne y Cerci, las nuevas armas con las que Italia buscaría atacar la portería de
Navas, sin éxito. Porque la pelota era siempre tica, ante el
56
Crónicas de Brasil 2014
asombro de los que estaban viendo el juego en todas partes
del Mundo.
Al contrario, como había ocurrido en la primera parte, el
movimiento de Bolaños y Ruiz, entrando y saliendo hacia
los costados y de regreso al centro del campo, las diagonales, las subidas de Gamboa y Díaz, las arremetidas de Campbell contra la defensa central, mantenían desconcertados
a los rivales y evitaba que su trabajo de contención fuese
efectivo. Durante todo el segundo tiempo Costa Rica seguiría coqueteando con un segundo gol.
En las cabinas de transmisión y en la Sala de Prensa el
asombro y los elogios por Costa Rica serían una constante
de 96 minutos, que se extendió al análisis post juego de lo
que sería catalogada la sorpresa máxima de lo que llevaba
el Mundial. Todos coincidían en que Costa Rica se había
apropiado de las armas históricas de Italia, su presión en todos los sectores de la cancha, el manejo del bloque corto, la
reducción de espacios, la defensa en zona, el ataque con los
laterales, el contragolpe como vía. E Italia, la poderosa Italia, no había sabido qué hacer para defenderse y responder
a un estilo que juego del que ejercía paternidad ancestral.
Por eso a los periodistas les pareció un sarcasmo la respuesta de Jorge Luis Pinto: “¿Un juego perfecto?. Casi.
Pero me hubiera gustado un poco más de contraataque”.
A
miles de kilómetros, en un pueblito turístico colombiano llamado San Gil de Santander, doña Raquel
Afanador, rodeada de toda la familia, creyó ver en
aquella invocación al cielo una dedicatoria especial para
Natalia, una de sus cuatro hijas, a quien la muerte prematura le había arrancado la posibilidad de compartir aquel
momento sublime con la dinastía completa.
Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras
57
Un sueño redondo
se abrazaba con Luis Ernesto Pinto, y aquella sala amplia
se convertía en un manicomio frente a la pantalla gigante,
como si la misma Selección de Colombia acabase de doblegar la estirada imposible de Gianluigi Buffon. Allí estaban,
como en las navidades, entre arepas y tamales, Alfonso,
Ana Rosa , Yolanda, Mercedes, Ernesto, Juan José, y los 18
nietos, vestidos con la camiseta tica, enloquecidos de júbilo
por un gol que todo San Gil estaba gritando.
Aquella mujer de siete décadas de lucha tuvo la misma
corazonada de su hijo. Ella también sintió en los más profundo de su alma que ni cien Pirlos y Balottelis combinados
podrían romper con ese enjambre de piernas y voluntades
que su hijo había sembrado en la Arena Pernanbuco y que
resumía la obsesión de Jorge desde que decidió sentarse en
el banquillo de los sufrimientos.
Adivinó a la distancia que su hijo famoso había frotado
el rosario del Niño Huérfano de Pamplona que siempre llevaba en su muñeca derecha desde que, 30 años atrás, su primera esposa, María Elena Vinasco, se lo regaló. Casi estaba
segura que durante la noche previa, o en el albor de aquel
día, se había encomendado a Dios y había rezado al menos
una de las cuatro novenas diarias que acostumbraba: A la
Virgen de Guadalupe, Nuestra Señora, el Cristo Redentor y
la de los Hermanos de Los Ángeles.
Por eso, devota católica como toda su familia, oró en
silencio durante el tiempo que siguió entre el festejo por el
gol y el inicio del segundo tiempo. Era la forma de ayudar a
ese hijo errante que ahora daba gloria a dos países que todos
en la familia llevaban en el corazón.
Sabía poco de futbol, en verdad poco. Antes de que su
Jorge Luis debutara como técnico del Millonarios, la vida
de aquella mujer había estado más que ocupada por el afán
de crear y educar a los ocho hijos, pero con un gusto remarcado por el arte y la política. Lo primero lo traía consigo, en
las venas, y lo otro lo aprendió por la convivencia con un
hombre de inquietudes sociales, Luis Ernesto, concejal por
el Partido Revolucionario Liberal, hijo a su vez de un hom58
Crónicas de Brasil 2014
bre que en los tiempos de un país desangrado por la política,
había ejercido como alcalde en dos ciudades colombianas.
Así que los padres de Jorge Luis, inicialmente no tendría gusto por el futbol. En otro tiempo les emocionaba pensar en su hijo convertido en abogado, para mantener palpitando esa vena política que al menos a Yolanda, una de sus
cuatro hermanas, instaló en el congreso colombiano. ¡De
entrenador de futbol!, ¡Jamás!.
Pero ambos padres sabían, por experiencia, que la voluntad de un santandereano es más poderosa que un regimiento y, a regañadientes, aceptaron que abandonara su
carrera política incipiente a los 20 años, terminando de ser
concejal de San Gil, y se marchara a la Universidad Pedagógica de Bogotá a estudiar Educación Física, pero con la
determinación de convertirse en entrenador de futbol.
Por eso, mientras la televisión repetía la imagen de su
hijo festejando el gol de Bryan Ruiz, doña Raquel empezó a
vivir el partido de Costa Rica frente a Italia con los ojos del
alma instalados en el espejo de los recuerdos. Al verlo así,
elegante, con ese traje gris de marca, comprado especialmente para la ocasión en una tienda neoyorquina, combinado con la camisa blanca y la corbata roja de puntos, no pudo
evitar detenerse en la época colegial de aquel jovenzuelo
que se negaba a ir a las clases de Educación Física si las
medias no estaban blancas e impecables, o que, pese a las
regañadas del director, rehusaba ponerse el saco negro del
uniforme colegial, “porque el negro no va con mi corazón”.
Verlo extasiado en aquella imagen que repartía la televisión entre 120 países del Mundo fue la confirmación, y su
esposo coincidiría más tarde con ella, de que nada habría
apartado a Jorge Luis Pinto del camino del futbol y que bien
hicieron ambos en dejar de lado aquella batalla, perdida de
inicio, para que el niño de trece años se interesara por algo
más que por los libros de futbol, conseguidos nadie sabe
dónde ni cómo, y que ellos pensaron que se trataba de un
simple berrinche pasajero.
Aquella gran familia reunida en torno a la televisión en
59
Un sueño redondo
un pueblito colombiano, a 300 kilómetros de Bogotá, bien
podría ser la versión moderna de los Buendía de Gabriel
Garcia Márquez. A decir verdad, muchos rasgos en común
los identificaba. Doña Raquel y don Ernesto habían procreado ocho hijos, de los cuales sobrevivían siete que les
habían regalado dieciocho nietos. Como en la historia de
Macondo, era una familia de estirpe política y aquel hijo,
que aparecía gesticulando a cada nada en la televisión, sería
algo así como el José Arcadio, primogénito de José Arcadio
Buendía, el fundador del pueblo ficticio literario, un hombre obsesivo, emprendedor y soñador, que se fue a recorrer
el Mundo, detrás de los gitanos para descubrir los secretos
de la ciencia.
El de nuestra historia moderna también se había ido al
otro lado del Mundo, a Alemania, para perseguir su sueño y
llevaba media vida planificando aquella hazaña que se gestaba a los ojos de la familia, cuyo asombro bien podría asimilarse al que despertó el hielo en José Aureliano Buendía,
el otro hijo del fundador de Macondo, cuando su padre lo
llevó a conocer el hielo.
Sabía de la obsesión de su hijo por el trabajo. Por eso no
le habían extrañado las quejas de Verónica, la nieta, cuando
días antes la llamó por teléfono: “Papi no duerme bien. Dice
que a veces se levanta al amanecer, se pasa a la habitación
de trabajo y se queda viendo los partidos de Italia hasta la
hora de levantarse”.
Y así era. El técnico tico había pedido dos habitaciones
en el Hotel Mendes Plaza, en Santos: La 517, donde dormía,
y la 518, una especie de bunker futbolero, donde estaba la
pantalla gigante, el video, las grabaciones de los partidos
últimos de cada rival, los entrenamientos ticos que grababa, los menús, las prácticas programadas. Allí se pasaba la
mayor parte del tiempo cuando no entrenaban, incluyendo
algunas horas en que debía estar durmiendo.
La madre había renunciado muchos años atrás a reprenderlo por lo que alguna vez consideró excesos. No había
caso. Don Ernesto también hizo lo mismo cuando Jorge
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Crónicas de Brasil 2014
Luis desoyó un consejo que más bien era una súplica. “¡Deje
de joder con el futbol porque le va a pasar lo mismo que a
Luis Carlos Galán!”.
Había ocurrido allá por 1991 y fue en ocasión de un enfrentamiento entre su hijo y el técnico Luis Augusto García,
“El Chiqui”, a quien acusó de comprar partidos. Recibió
amenazas de muerte y los progenitores tenían miedo que le
pasara lo mismo que al candidato presidencial baleado en la
calle.
La familia toda había aprendido a vivir con los sobresaltos que el futbol deparaba en la vida del segundo de la dinastía Afanador Pinto. Sabían que el futbol era su pasión y que
lo metódico y obsesivo nadie se lo iba a quitar. Cuando asumió la dirección técnica del Millonarios, la mamá Afanador
no pudo evitar la evocación de aquella tarde cuando fue por
su hijo al colegio y le oyó decir a sus compañeros, en medio de la “pichanga”, que algún día sería entrenador y que
llegaría dirigir al equipo capitalino de sus amores juveniles.
Y en su camino hacia aquel 20 de junio del 2014, para
culminar el sueño, había pasado por todo tipo de peripecias,
desde amenazas de muerte por denunciar sobornos, hasta
episodios irrisorios como el de poner a un jugador a correr
con cinco kilos de carne en sus espaldas, para que supiera
los que es tener esa cantidad de sobrepeso encima.
Por eso, el gol de Bryan Ruiz de esa tarde calurosa, tanto
como el penal de Umaña contra Grecia, días después, serían detonantes de emociones en aquella familia reunida en
ocasión de algo que tres décadas atrás nunca pensaron los
podría unir: El futbol. Pero el testarudo del clan se había
salido con la suya y el pitazo final del chileno Oses en aquel
viernes memorable, quedaría tatuado en la piel de cada integrante de la familia Pinto Afanador por el resto de sus vidas.
61
Un sueño redondo
E
n la gradería, con una cámara en mano, Jorge Luis
Pinto Vinasco, no pudo captar con nitidez la jugada
del gol. Allí se había instalado después de la charla
que dio su padre para registrar en video los diferentes planos del juego, como lo hizo su progenitor durante muchos
mundiales y así estudiar después, noches y noches, cada
detalle táctico de los partidos.
Cuando Ruiz metió la pelota en el marco italiano sintió desbocado el corazón. Sabía lo que ese gol representaba
para su padre y, sobre todo, que esa jugada era el producto
de lo que había dibujado en la pizarra por días y días y que
minutos antes había repetido ante sus dirigidos. Llevaba
meses tejiéndola en la cabeza y enseñándola a sus jugadores.
Acostumbrado a presenciar las charlas del “Profe”, el
menor de los dos hijos fue sacudido por el asombro cuando
cayó el gol. En sus oídos resonaban aún las palabras del
entrenador pidiéndole a Junior Díaz que subiera para sorprender por los costados, mientras que Bolaños debía cortar
en diagonal, para distraer y al mismo tiempo dejar espacio
para la galopada del lateral izquierdo. Para cuando llegara
a posición de tirar el centro, en el segundo palo ya tendría
que estar Bryan Ruiz. Y eso es lo que acababa de ocurrir en
el campo de juego.
Admirador empedernido de su progenitor, Jorge Luis
Pinto Vinasco no podía con el orgullo cuando el estadio Pernambuco estalló festejando el gol. Todo salía a la perfección
y, salvo en una ocasión, en que Balotelli se instaló en un
mano a mano frente a Navas y falló, el trabajo táctico salía
a la perfección.
Acostumbrado a entender los conceptos que su padre
desgranaba en el vestidor, el joven Pinto se complacía de
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Crónicas de Brasil 2014
lo que su cámara grababa. El juego en corto, con la línea
de cinco adelantada, achicando y apretando a Italia desde
arriba, forzando el fuera de juego o agrandando la cancha
(reculando la defensa), solo había sufrido un par de fracturas que el equipo supo corregir pronto.
A él, como si se tratara del técnico, le preocupaba un
hombre. Había escuchado tanto a su papá con el tema, que
lo consideraba la clave para el éxito tico. “Hay que aislar a
Pirlo”. “Si va a los costados no se dejen engañar. Déjenlo.
Allí no hace daño y a lo que va es a abrir espacio a sus
compañeros por el centro”. “Que no reciba, porque es un
maestro en los pases entre líneas”. “Y si recibe, que no lo
haga perfilado”. “Al menos hay que incomodarlo, para que
el pase no sea limpio”. “ Métanlo en su propia área, que no
llegue a la nuestra”.
Había observado muchos entrenamientos dirigidos por
su padre simulando el juego contra Italia. En todos, Pirlo
era el referente enemigo y sus armas eran los pelotazos para
Balotelli, o Insigne (que hasta entonces seguía en la banca)
así como los tiros libres, sobre todo por los costados.
Sabía que su papá no pensaba en los delanteros como el
peligro italiano. No, más bien consideraba a Pirlo y De Rossi, pero sobre todo al primero, como los hombres letales de
Prandelli. Por eso, pudo percibir, desde la grada, la frustración de su padre cuando a los 31 minutos, Andrea metió un
pase filtrado a “Super Mario” y el gigante de ébano encaró
a Navas, quien con un achique rápido, lo obligó a un remate
desviado.
Pudo leer los labios de su padre cuando le gritó al “Pipo”
que tuviera cuidado con el fuera de juego y que no olvidara
agrandar la cancha (devolverse hacia el marco con sus compañeros de zaga), si era evidente que Pirlo y Rossi insistían
en romper el achique con pases a la espalda de los defensas.
Lo había visto decenas de veces plantando la defensa
en las jugadas de bola muerta, pidiéndole a cada uno una
marca referida, insistiéndoles en que cada italiano debía
quedar cercado por dos ticos para que la disputa de la pelota
63
Un sueño redondo
siempre resultara favorable. Lo escuchó otras muchas ocasiones ordenar al “Pipo” que el movimiento de los hombres
del fondo debía ser sincronizado, que en el momento justo
del pase rival entre líneas habría que moverse con precisión
para provocar el fuera de juego.
Cada pitazo del chileno Oses sancionado en fuera de lugar había provocado una sonrisa en el hijo del técnico, que
intentaba registrar con buen detalle el trabajo oscilatorio de
la defensa tricolor. Aunque el estar pendiente de la cámara no le permitía el mejor de los análisis, era evidente que
el plan salía a las mil maravillas. Después de los primeros
errores, cada pase a profundidad se había estrellado con la
banderilla del línea y cuando algún italiano buscaba penetrar en forma individual, González quebraba la línea y salía
a su encuentro, con el respaldo de toda la zaga.
El “fotógrafo de casa” tenía en su cámara cada cuadro
del partido. Un retazo de jugadas que dejaban claro las intenciones de su padre: Italia no tenía a Pirlo para provocar
futbol de peligro y Balotelli no recibía ninguna pelota con
ventaja, salvo la primera que tuvo contra Navas y que no
aprovechó.
A Costa Rica, en cambio, cada vez la sentía más cómoda. No solo mataba las intenciones del juego del adversario
con su achique y presión sobre la salida de los italianos, sino
que cumplía a cabalidad con sus tareas ofensivas. Campbell
estaba instalado entre los defensas recios pero lentos y en
el uno contra uno, con la pelota en los pies, provocaba terremotos en el área rival.
Las muchas horas siguiendo a su papá en diferentes
equipos y las charlas futboleras que había sostenido con él,
le permitían una visión estratégica del partido. Los ticos tenían clara la lectura. Descifraban una a una las intenciones
cada vez que un italiano tomaba la pelota. Con solo el gesto
técnico al patear, ya la defensa sabía si intentaría un pase
profundo, una pared o una jugada individual. Para todas ya
habían ensayado el antídoto y la ejecución resultaba casi
perfecta.
64
Crónicas de Brasil 2014
A eso su papá le llamaba la intención de juego, y era una
especie de intuición que debía tener el futbolista, sobre todo
el líder de la defensa (en este caso “Pipo”) para adivinar
qué pretendía hacer un rival cuando tenía la pelota (driblar,
buscar la pared, un pase corto o uno largo a la espalda de los
zagueros, por ejemplo). Los movimientos de González, a su
vez, debían ser correctamente interpretados por los demás,
a efecto de “cubrirle la espalda”; si salía a quebrar la línea (a
buscar al receptor de la pelota), o bien si achicaba en busca
del fuera de juego, o retrocedía para ganar la pelota larga a
la espalda.
El posicionamiento defensivo de Borges y Yeltsin, aislando a Pirlo, las diagonales de Bolaños y Ruiz, las subidas
de Gamboa y Díaz, los movimientos hacia adentro y afuera de Campbell, todo lo había visto el hijo del técnico en
los entrenamientos y en la pizarra. Por eso tuvo la certeza,
cuando llegó el gol, que la victoria solo podría negarse a los
ticos por una fatalidad del destino.
Cuando bajó la cámara, tras el pitazo intermedio, se sorprendió de todo lo que pasó por su cabeza a los largo de
aquellos 48 minutos. Esbozó una sonrisa pensando que su
padre alguna vez quiso que siguiera sus pasos y que después
de tantos años de seguirlo era un erudito en la teoría del
futbol, aunque no hubiese dirigido ni a un grupo de niños.
Mientras esperaba el regreso de los equipos pensó en lo
que sería el segundo tiempo. Imaginó a Costa Rica manteniendo presión en todos los sectores de la cancha, tal vez
cediendo un poco el terreno a los italianos para montar más
fácil el contragolpe, que Cubero ingresaría como escudero
para darle más piernas al medio campo y que Ureña llegaría
en algún momento para intentar la estocada con una bola
larga, cuando Italia estuviese desesperada en busca de la
paridad. Solo le faltó acertar el cambio del “Chiqui Brenes”.
65
Un sueño redondo
A
l otro lado de la gradería, Verónica Pinto, la hija mayor, vivió el gol con emoción infinita. Aunque en
otra época disfrutaba más en los encuentros con su
padre hablando de política, en aquel momento tenía claro
que el futbol estaba a punto de darle el sueño de su vida y
borrar las heridas de muchos años.
Era una adolescente cuando pasó, pero no había olvidado la frustración que tuvo como colegiala cuando la familia
debió abandonar Costa Rica, en el 2005, sin darle oportunidad a su papá de terminar la tarea de clasificarla para el
Mundial y a ella de concluir el bachillerato en el Country
Day, obligada a dejar la casa en Bosques de Doña Rosa y a
sus grandes amigas de colegio.
Le había escuchado decir en varias ocasiones que el partido inaugural de Alemania 2006 lo había visto solo, en un
cuarto de hotel, lamentando la decisión de los dirigentes de
entonces de apartarlo del sueño que ya tenía encaminado.
También lo había visto quebrarse en el 2012 cuando le quitaron la Selección de Colombia en plena eliminatoria, luego
de un enfrentamiento recio con algunos de los líderes del
equipo.
Las alegrías deparadas por los títulos en el Cúcuta,
Alianza Lima, el Táchira y la Liga Deportiva Alajuelense,
no eran suficientes para su padre. Ella tenía claro que él había recorrido el planeta, como estudiante, como espectador
y como entrenador, para sentarse en el banquillo que ahora
estaba ocupando, el de técnico mundialista.
Verónica no tenía la formación ni el conocimiento de su
hermano menor para desmenuzar tácticamente el partido,
pero cuando Oses pitó el final de la primera parte, con el
festejo del gol todavía estremeciéndola, estuvo segura de
que su papá tenía la fórmula para frenar al que él llamaba el
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Crónicas de Brasil 2014
más temible de los rivales del grupo.
La hija mayor intentó recordar un momento en la vida
familiar sin futbol y no pudo. Aún en los viajes a la finca en Subachoque, Cundinamarca, para ver los caballos y
las vacas – otra pasión del técnico-, siempre estaban en la
mesa los relatos ligados al balompié, sobre todo cuando su
hermano intentaba desafiar al papá con preguntas sobre la
militancia de este o aquel jugador mundial.
Alguna vez le tocó ver al menor de la familia dormido en
las gradas del estadio en Santa Marta, adonde solía acompañar religiosamente al padre. Por eso buscó a su hermano en
el graderío sin éxito y, tuvo que conformarse con enviarle
un mensaje a su celular: “Hermano, papi es un verraco”.
Una hora después, mientras lo esperaba en las afueras
del estadio, Verónica aprovechó para compartir por whatsapp su regocijo con las amigas ticas, que eran muchas tras su
estadía de tres años en Alajuela. A todas les escribió que se
sentía orgullosa de llevar puesta la camiseta tricolor y que
su papá tenía medio corazón colombiano y la otra mitad
costarricense.
Esa espera le permitió tiempo para entender mejor al
hombre que ahora festejaba en la intimidad de un vestidor
eufórico. Acababa de ver en la cancha a un equipo absolutamente disciplinado y no tenía que pensar mucho para saber
del origen de ese comportamiento colectivo. Jorge Luis y
ella sabían muy bien cuáles eran los códigos del padre y
del entrenador: Aquel hombre consentidor y afable, preocupado por ellos como si todavía fueran unos niños, siempre
había sido estricto en algunos temas como el estudio, los
deberes y las llegadas a casa.
Era evidente que las exigencias disciplinarias del hombre recio, que también podía ser un papá tierno y alcahuete,
habían sido trasladadas al interior de aquel grupo de jugadores que ahora se habían convertido en la sensación del
Mundial en Brasil.
Todavía podía recordar aquellos días amargos en que la
franqueza y verticalidad de su padre los hizo blanco del pe67
Un sueño redondo
ligro. Junto a su mamá y hermano habían tenido que dejarlo
solo en Cali, dirigiendo al Santa Fe, porque seguir a su lado
representaba una amenaza. Estaba advertido de muerte por
gritar un secreto a voces: que algunos equipos rivales amañaban los resultados comprando jueces.
Una vez le escuchó decir en una entrevista en Costa Rica
que “moriría por un partido de futbol”, y aquel 20 de junio,
en una tarde calurosa que se pintó de rojo y azul en las afuera del Arena Pernambuco, Verónica supo que su progenitor
se habría ido de este Mundo gustoso tras esos 96 minutos de
futbol que le había deparado la alegría inmensa de vencer a
la potente Italia.
Por sus viajes a la finca ganadera o por las reuniones de
familia, Verónica estaba convencida que la vida de su padre
llevaba la marca del futbol. Todo lo bueno y lo malo le había ocurrido en ocasión de ese deporte.
Durante mucho tiempo tomó como un chiste el cuento
de su papá de que en el colegio Guanentá, en San Gil, había comprado la bola con la que jugó, capitaneó y dirigió
al equipo que se proclamó campeón. Tendría que oírlo de
boca de uno de los excompañeros del profesor Pinto, en un
diciembre de tamales en la plaza de San Gil, para entender
que sí, que el futbol estaba desde siempre en las venas de
su papá, quien a esa edad de colegial ya se atrevía a pronosticar que algún día iba a ser el entrenador del Millonarios.
Mientras pasaba un desfile de caras y pelucas en tono
azul y rojo frente a sus ojos, recordó el relato paterno de
que su madre había llegado a la vida de él en las entrañas de
ese equipo, cuando a la vuelta de su pasantía en Alemania,
se encontró con una bella joven que se encargaba de las
relaciones públicas del club capitalino. Piropeador y medio
poeta, no le había costado conquistar a la mujer que le dio
dos hijos y que por cosas que a ellos les habían sabido disimular, ya no permanecían juntos.
Le vino la imagen de su abuela contando la historia de
los viajes que hacía de más de 900 kilómetros desde la rústica San Gil hasta Bogotá para dejarle plata a su hijo, que
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Crónicas de Brasil 2014
se había empecinado en estudiar educación física y luego
especializarse en futbol, contra el deseo de sus progenitores
de verlo hecho un abogado.
Aquella alegría que compartía con Claudia, la nueva
compañera en la vida de su papá, y con miles de desconocidos ticos que tenían un carnaval instalado en las afueras del
estadio, nunca la había experimentado. Ni siquiera aquel
día que Colombia derrotó a Argentina con Jorge Luis Pinto
en el banquillo. Su júbilo iba más allá del resultado… Su
corazón le decía que lo más grande en la vida de su papá
acababa de ocurrir.
J
orge Luis hijo, por su parte, se sentó en la sala de prensa a escuchar y grabar las preguntas y respuestas de la
conferencia. Mientras esperaba el arribo de los técnicos,
empezó a asimilar la magnitud de un triunfo que, por la tarea de camarógrafo y la adrenalina del momento, no había
podido cuantificar.
El había querido seguir los pasos de su padre, pero desistió cuando en Inglaterra le negaron el ingreso a la Universidad para estudiar educación física por no proceder de
un colegio con sistema inglés. Pero con toda una vida de
seguirle en las prácticas, en las charlas y en los estadios,
sabía lo que representaba para don Jorge Luis el resultado
que tenía al Mundo futbolero con la boca abierta.
Su progenitor no solo admiraba el balompié italiano,
sino que lo tenía como un modelo de juego. Siempre había
proferido admiración por el equilibrio de la Azzurra y se
enojaba cuando los periodistas preguntaban por lo defensivo del catenaccio.
-Hermano. Eso no es defensivo. Eso es equilibrio. ¿Y
si no cómo se explica usted que Italia haya ganado cuatro
69
Un sueño redondo
Crónicas de Brasil 2014
copas del Mundo? -solía decir.
Jorge Luis Pinto Vinasco sabía también que su padre veneraba a Andrea Pirlo, un jugador cuyos movimientos como
volante central siempre lo sedujeron. Le había escuchado
decir que si el futbol le hubiese permitido llegar al profesionalismo seguramente habría querido ser ese tipo de jugador,
que con un solo pase podía romper todas las líneas rivales y
provocar un mano a mano contra el portero.
Al él acostumbraba decirle que Italia era el modelo del
juego ordenado por excelencia y que era la Selección que
más había visto en sus viajes a los Mundiales. Así que no
necesitaba haber hablado con su padre para saber el orgullo que podía habitar en aquel hombre que amaba. Al verlo
aparecer en la sala de prensa no pudo más y se soltó a llorar.
Los huesos
duelen
menos que
el alma
CAPÍTULO VI
Víctor Fernández
Socio de Alfaro en esta jugada de pared,
Fernández es periodista, catador de chifrijos
y padre de dos ingeniosas chiquillas. Ficha
del Grupo Nación desde 1999, exdirector
del diario juvenil Vuelta en U, comanda la
sección de entretenimiento de La Nación.
Le gusta rajar con que le pagan por ver
mucha tele, ir mucho al cine y escuchar
mucha música. Su texto más internacional
fue una oda a Martín Palermo, que se tornó
viral en Argentina. Cuando Víctor escribe,
sin embargo, no falla ningún penal.
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71
Un sueño redondo
E
l hueso traqueó. Fractura en el quinto metatarsiano
del pie derecho, dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido fue del alma.
Álvaro Saborío supo desde el primer momento que estaba fuera, justo en la víspera del viaje a Brasil. Pobre Saborío, tendido en el césped de su desgracia en un inofensivo
entrenamiento; pobre Bryan Oviedo, para entonces fracturado en tibia y peroné, con una platina dentro del hueso,
dos pines en la rodilla y cuatro en el tobillo de la pierna
izquierda; pobre Heiner Mora, sin sospechar a esas alturas
que él sería la tercera víctima de las lesiones tan solo doce
días después. Pobre Costa Rica, en camino de ser llamada
Costa Pobre.
Pobre es lo que menos quería parecer el número 9 de
la Selección, pero ni un hombre como él, acostumbrado a
esconder emociones, podía disimular que el dedo pequeño de su pie derecho dolía poco comparado con el mundial
perdido.
Pinto lo encontró deshecho en el lobby del Proyecto
Gol. Los médicos confirmaron lo temido y no había consuelo posible.
-Si quiere va con nosotros a Brasil -se apuró a ofrecerle
el técnico, en fallido intento de alivio para un guerrero abatido, de los que se niegan a perder. A esos no los mueve el
dinero, ni la fama, sino las batallas, el orgullo, el espíritu de
lucha, no permitirse perder.
Había quedado claro en el camerino del estadio Cuscatlán, la noche del 12 de octubre del 2012. Costa Rica llegaba
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Crónicas de Brasil 2014
a su quinto y penúltimo partido de la fase con apenas una
victoria y un empate. Brasil nunca había estado ni estaría
tan lejos de un equipo apenas capaz de vencer a Guyana,
empatar frente a El Salvador en casa y sufrir doble derrota
ante México.
Keylor Navas, suplente en el Levante, era un par de
guantes deseando atajar; Joel Campbell, unos tacos con los
cordones desamarrados en los banquillos del Betis y la Selección; Celso Borges, legionario del AIK sueco, un peón
sin pala, destinado a quedarse en banca los 90 minutos; Bryan Ruiz, instalado en el Fulham, era una velita encendida,
a punto del debut en la eliminatoria luego de cuatro jornadas
entre lesiones y otros males. Saborío, en cambio, sí era el
Saborío de siempre.
Cuando el presidente de la Fedefutbol ingresó aquella
noche al camerino, ofreciendo un premio por derrotar a El
Salvador, Saborío, con liderazgo y orgullo propio tomó la
palabra:
-No queremos premio... El premio de nosotros será clasificar -sentenció el artillero en nombre de todos.
Esa misma noche, el atacante pelearía por un centro elevado, muy pasado, más allá de la portería, hasta los límites
del área pequeña, donde sin ángulo para el remate de cabeza, casi saltando sobre la línea de fondo, lograría devolver
la pelota y habilitar a Ruiz en el corazón del área. Bryan, de
espaldas al marco y con celador encima, la serviría a José
Miguel Cubero, artífice de un remate rastrero y cruzado que
empezó a cambiar la historia tica en la eliminatoria como
único gol del partido.
Aquel tanto marcó la segunda intervención trascendetal
de Saborío en pocas horas: la primera, en el camerino; la
segunda, en la cancha.
De igual valor en toda la eliminatoria, fue él quien sostuvo el peso mientras aparecían Los Cuatro Fantásticos de
Brasil 2014 -Navas, Celso, Joel y Bryan-. Deberíamos incluir a Bolaños, a costa del toque especial que suelen tener
los cuartetos: el Guapo Ben y sus amigos, los Beatles, las
73
Un sueño redondo
Tortugas Ninjas, el grupo Queen; incluso a los Tres Mosqueteros las historias le han añadido un cuarto.
Cuando los cuatro no existían como eje de una fórmula ganadora, Saborío forcejeaba con los ya olvidados momentos difíciles rumbo a Brasil. Titular indiscutible en la
cuadrangular, con idas y vueltas en la hexagonal, del protagonismo a los ingresos de relevo, actuó en 15 de los 16 partidos y sumó ocho goles, incluido el último de Costa Rica
en la eliminatoria, ese remate de cabeza, como mazazo de
un juez que dicta sentencia, condenando a México al repechaje y por poco a la eliminación.
Hizo llorar a más de un rival, pero fue a él a quien Pinto
encontró deshecho en el lobby del Proyecto Gol, abatido,
sin ganas de nada, mucho menos de viajar como invitado
a la Copa del Mundo. Lloraba por dentro, sin derramar una
sola lágrima.
-Profe, gracias -respondió con dificultad-, pero no... no
me siento bien.
-Piénselo y nos dice -añadió Wanchope, quien se había
sumado al momento de dolor.
Mal actor, el delantero intentó disimular. Bromeó con
Bolaños, también con Celso, su compañero de concentración en el cuarto 14 del Proyecto Gol. Fue precisamente el
volante quien hizo el último intento por conservar a Sabo en
el grupo: “me gustaría mucho que fuera al Mundial”.
Saborío dejó el equipo ese mismo día para perderse del
mundo, tras una breve despedida. Había esperado a sus
compañeros en el gimnasio, al pie de esas gradas que ya él
no subiría rumbo a la charla técnica en el auditorio. Uno a
uno pasaron los abrazos, los buenos deseos y las promesas;
uno a uno hasta sentir la nostalgia como única compañía.
Al rescate llegó su padre, Álvaro MacDonald, sus hermanas
Natalia y Mónica, y doña Marta, esposa de su padre. Venían
por él. Recién abrazado por su familia futbolística, cayó en
brazos de su familia de sangre. Entonces sí, lloró.
Deprimido, decidió regresar a Utah en el primer vuelo
disponible, operarse cuánto antes y sobrevivir al Mundial
74
Crónicas de Brasil 2014
encerrado en su pesar. “Pensaba que si iba a Brasil, sentiría
mucha angustia”. Meses después, lo difícil fue responder
cómo habría sido el Mundial sin Mundial:
-¡Puff...! -exclama, soltando una bocanada de tristes
sensaciones, seguida de un breve silencio-. No sé... Una de
las mejores decisiones de mi vida es haber ido.
Estuvo a punto de no hacerlo. A punto de perderse los
abrazos de bienvenida en Brasil. A punto de setirse derrotado. A punto de no ser inspiración para el resto del equipo
justo antes del juego ante Uruguay. ¡Va por usted! -le dijo
más de uno: Joel, el heredero de la camiseta número 9; también Celso, otra vez compañero de cuarto; Umaña, cómplice desde aquella eliminada selección olímpica...
Todos sabían cuánto había esperado aquella oportunidad de revancha: exactamente cuatro años, seis meses y 27
días, desde el repechaje perdido ante Uruguay. Él le llama
“lo del 2010”. Así resume todo: el repechaje, el 1 a 1 en
el Centenario, aquel remate suyo, ironía del futbol que le
dejó la pelota en la zurda, a la carrera después de llevarse a
Godín, el latigazo mal pegado, las críticas posteriores, los
acusadores dedos índices, los propios reproches, la amnesia
colectiva que impide recordar que a esa altura del partido
-42 minutos con 28 segundos del segundo tiempo- la Sele se
mantenía con vida gracias a un balonazo al área peleado y
ganado por Saborío, ante la marca de Lugano, que terminó
en gol del Paté, a la postre insuficiente, simple escala a la
amargura... “Lo del 2010”.
Sucedió en realidad en el 2009, el 18 de noviembre, en
una fría noche montevideana, llena de bruma, aunque ciertamente la factura se pagó en el 2010, unas vez llegado el
Mundial.
Saborío estuvo a punto de perderse la revancha, ese
“¡vamos a sacar esto!” dirigido hacia él, en boca de sus
compañeros; a punto de perderse el gol de Joel, el de Duarte, el de Ureña; los de Bryan; saltar con el pie fracturado en
cada victoria; llorar como un niño emocionado; servir de
inspiración al resto de compañeros; liderar una vez más en
75
Un sueño redondo
el camerino; a punto de perderse la oportunidad de soñar,
sentir, gritar, morir, resucitar, abrazar, vivir... Lo del 2014.
Estuvo a punto de no verse ahí en los graderíos, justo
detrás de los banquillos en los penales ante Grecia, emocionado hasta sentirse indetenible, con la determinación para
saltar de las gradas a la cancha y decirle al guarda: “quite,
quite, yo también soy su jugador”, mientras Michael Umaña iba rumbo hacia el quinto lanzamiento.
Estuvo a punto de perderse el desconcierto de sus compañeros, en plena algarabía por el pase a cuartos de final,
cuando en piña lo buscaron al borde de las graderías. Saborío no estaba. Las caras de desconcierto dieron paso a la súbita emoción cuando alguno al voltearse lo vio allá abajo en
la gramilla. Lo que sigue usted lo conoce: la carrera hacia
él, el abrazo apiñado y el llanto, ya no de dolor. El instante
en que le toma la cabeza a Umaña y se le derrite con un
“gracias por hacerme sentir esta alegría”.
-Esto también es suyo -respondió entre lágrimas el cobrador del quinto penal.
-Su familia tiene que estar muy orgullosa de usted -arremetió Sabo, una frase que en los minutos siguientes repitiría
sin descanso. “Se la dije a todos... Eso espero”.
E
l hueso traqueó. Fractura en el talón del pie derecho,
dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido
fue del alma.
Todos creímos que Heiner Mora era el más salado entre
los salados, tras quedar fuera del Mundial ya en suelo brasileño, a pocos días de que la bola empezara a rodar. Sin
embargo, su hora triste había empezado mucho antes, no en
Santos, sino en San Rafael de Alajuela. Solo que él aún no
lo sabía.
El lateral se perdió la Copa del Mundo en un colectivo,
contra la Sub20, en el Proyecto Gol. Chocó con un defensa y el pie lo resintió. Nada del otro mundo, nada a lo que
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Crónicas de Brasil 2014
un futbolista profesional no esté acostumbrado. Le dolió un
toquecillo, nada para asustarse, nada para ver en riesgo su
momento cumbre.
Heiner estaba en la Sele contra todos los pronósticos.
Mientras la Tricolor superaba etapas en la eliminatoria, él
vivía un infierno personal en Noruega. Su aventura de legionario fue un desastre, y por meses se varó en el congelador
blanco nórdico, sin posibilidades de jugar, deprimido, en un
país que le resultó demasiado hostil, con la familia al otro
lado del mundo y viendo como un lío contractual lo marginaba de cualquier llamado a la Mayor.
En medio de aquel hueco, el retiro del fútbol parecía un
“mejor” camino.
Pero Titi no se arrugó, aunque le sobraron los motivos.
Forjado en equipos pequeños, en el pequeñito Belén encontró el espacio para recobrar su vida. La vuelta al terruño
le sentó de maravilla y pronto Saprissa volvió a abrirle la
puerta. Y el hombre despegó. Y Pinto lo notó.
Heiner, el resucitado, estaba entre los elegibles para ir
a Brasil. Cuando el Profe dio la lista y dijo su nombre, él y
su esposa se hicieron un puño y lloraron como tanto habían
llorado durante aquellos meses de castigo en Noruega. Solo
que ahora las lágrimas eran de las buenas, de las que saben
bien, de las que se recuerdan con cariño.
Quizás por todo esto es que aquel golpecito en el talón
derecho pareció insignificante en su momento. Nada que no
hubiera sentido antes. Nada de lo que no pudiera levantarse
alguien que había pasado por caídas peores.
Heiner se olvidó del talón y siguió entrenando como endemoniado. Sabía que tenía pocas posibilidades de ser titular pues Cristian Gamboa hacía rato se había casado con la
banda derecha de la Sele. Pero bueno, uno nunca sabe...
Uno nunca sabe cuándo una lesión dinamitará los sueños de alguien y, por cruel que suene, materializará los de
otro. Que lo digan Bryan Oviedo y Junior Díaz. Heiner no
olvida el impacto de la noticia de que una fractura dejaba
a Bryan sin Mundial y al carril izquierdo abierto de par en
77
Un sueño redondo
par para las zancadas de Junior. “Me dolió mucho pues él
había vivido todas las etapas de la eliminatoria. Sabía por
lo que podía estar pasando”, recuerda. Sin embargo, aún no
lo sabía. Pronto.
Si lo de Oviedo fue dramático, lo de Saborío resultó inaudito. El golpe para el grupo fue fuertísimo cuando se confirmó que Sabo se perdía al Mundial por una jugada sin gracia en el Proyecto Gol. Heiner lamentó en el alma la mala
suerte de Álvaro, ignorando que a esas alturas él también ya
estaba matriculado con los salados.
¿Cómo imaginarlo? El lateral disputó como los grandes
los últimos fogueos e incluso Pinto lo llamó aparte tras el
partido contra Irlanda para felicitarlo. ¿Le dolía el pie? Un
poquito, nada fuerte, nada para quejarse.
Fue ya en Brasil, como seguro suplente de Gamboa, que
el pie empezó a pegarle gritos. El martes 10 de junio, en la
práctica de la Sele en Santos, Titi no podía caminar. Se lo
dijo a Pinto, Pinto a Luis Marín y el gesto del asistente técnico lo dijo todo, tanto que fue la portada de los periódicos
ticos al día siguiente. Pero Heiner seguía con más fe que
Lot. “Sentía que con dos días de reposo, o tres, iba a poder,
que me iba a recuperar”.
El optimismo entró con él a la clínica donde se le practicó la resonancia magnética. Luego, el doctor Vladimir Badilla fue directo: “Mirá Heiner, ya nos dieron el resultado,
la situación está grave, tenés una fractura en el calcáneo”
Lo que sucedió después aún tiene pinta de nebulosa.
Heiner recuerda que él acató a preguntar si el tiempo le
daba. “No, estás fuera”, le dijo el médico de la Sele. “Empezó a explicarme pero no recuerdo mucho, estaba en shock,
no se me vino ni una lágrima. Ya en el carro pensé ‘pucha,
estoy fuera’ y empecé a llorar y llorar, no me pude contener.
Se me salió”.
Y el llanto siguió. Por horas. Por días. Los compañeros
desfilaron por el cuarto de hotel, acongojados, tan llorosos como él. Celso y Bryan lo abrazaron fuerte, le hablaron duro pero con cariño, todos hicieron causa común para
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Crónicas de Brasil 2014
que Heiner siguiera en Brasil, que se quedara con ellos, que
al igual que Sabo viviera el Mundial, aunque ya no como
mundialista.
En Brasil, Heiner lloró al teléfono. En Costa Rica, Carolina lloró de su lado de la línea. La pareja que tanto sufrió en
la lejanía durante el mal trago noruego volvía a padecer a la
distancia, sin que ella encontrara las palabras para explicarles a sus hijos que papi ya no jugaría el Mundial.
Heiner decidió quedarse, vivir la Copa de ladito. Los
entrenamientos fueron tortura, con él tratando de poner
la mejor cara desde la banca, con el pie inmovilizado y el
alma resquebrajada. Así lo encontró Dave Myrie, a quien
la lesión de Mora convirtió en protagonista de una historia
aparte, claro, con tonos de milagro. “Hablamos. Le hice ver
que le tocaba a él, que diera lo mejor, que dejara en alto el
llamado”.
Molido por dentro, llegó al partido contra Uruguay. Ese
día, mientras sus compañeros comían ansias en el túnel del
estadio de Fortaleza, Heiner lloraba, encerrado en el baño.
“Llegué al camerino igual que todos pero al verlos felices,
con sus camisas y escudos, se me vinieron las lágrimas. Yo
estaba ahí, pero al lado, y no quería que me vieran así”.
En las gradas, con Saborío compartiendo penas a la par,
el ánimo fue mejorando a punta de goles, de gritos, de abrazos. Ya para el partido contra Grecia los dos lesionados se
acercaron a la cancha, esperando lo mejor. Y cuando Umaña
marcó su penal, EL penal, Heiner echó a correr, descontrolado, olvidándose del pie lesionado. “Luego me vacilaron y
dijeron que no tenía nada, pues en la carrera hasta le pasé a
Pinto”. Y en esos recuerdos, el lateral encuentra la risa que
tanta falta le hacía.
Heiner se siente mundialista... a veces. Estuvo allá pero
no olvida que no quedó en las listas oficiales de la FIFA, que
no tocó bola, que no jugó ni un minuto, que no fue parte de
la memoria épica que la Sele le dejó al planeta, que ningún
equipo europeo llamó preguntando por él.
Heiner Mora está mordido. Tiene un clavo enorme para
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Un sueño redondo
sacarse. “Jugar un Mundial es un sueño que no voy a perder,
que no quiero perder hasta el día que me retire”.
Y bueno, uno nunca sabe.
L
os huesos traquearon. Fractura de tibia y peroné, dijeron los médicos. Estaban equivocados: el crugido
fue del alma.
Cualquiera alredor sabía que Bryan Oviedo había quedado fuera, justo a cuatro meses y medio del Mundial: la
cara de su compañero Mirallas, que con palabras decía
“tranquilo, Bryan, tranquilo”, mientras sus ojos llorosos delataban “esto está mal”; el árbitro pidiendo agitado con las
dos manos el ingreso de los médicos; el intento del lateral
por apoyar una pierna que se dobló totalmente partida...
“Al principio no me dolió, pero después sentí un dolor
muy fuerte. Del estadio al hospital se dura diez minutos,
pero yo sentí que fueron tres horas”, recuerda Oviedo.
El tico había llegado volando a aquel 25 de enero del
2014. El juego por la Copa de Inglaterra contra el teóricamente inofensivo Stevenage, de la League One, una especie
tercera división, era todo menos un trámite para el jugador
costarricense. Por fin titular del Everton ante la lesión del
seleccionado inglés Leighton Baines, estaba decidido a jugar aquel partido como si fuese una final.
Comercial: las vueltas del destino le permitirían a Baines recuperarse a tiempo y jugar el Mundial. Curiosamente,
enfrentaría a Italia y a Uruguay pero no a Costa Rica.
Seguimos: Oviedo estaba demostrando su valor partido a partido. Semanas atrás había entrado en “el Campo
de los Sueños”, metafórica y literalmente, anotador del gol
del triunfo en casa del Manchester United, el mismo Old
Trafford que vio a Paulo César Wanchope anotar un tanto
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Crónicas de Brasil 2014
de antología 17 años antes, en su debut inglés con el Derby
County.
Lo de Wanchope fue una incursión atrevida, un soldado
corriendo entre las balas en “Misión Vietnam”; touchdown
del futbol americano con unas 60 yardas recorridas; versión tica del gol de Maradona ante Inglaterra, en México 86;
aventura solitaria en territorio enemigo en medio de rivales
hasta ingresar al área, donde casi encerrado por cuatro zagueros, tocó a un costado para vencer al danés Peter Schmeichel -considerado entonces uno de los mejores guardametas del mundo-.
Oviedo no tuvo que eludir a nadie, pero ese cierre, en
busca del centro rastrero que cruzó el área, implica para un
lateral haber recorrido toda la cancha, de punta a punta, y
en el minuto 86. El remate cruzado casi sin ángulo tampoco
es de top ten, pero vale oro para un Everton que sumaba 21
años sin triunfo en “el Campo de los Sueños”.
Aquel gol, otro logrado ante el Stoke City y las buenas
actuacciones en dos meses como titular le habrían permitido a Oviedo no arriesgar de más en aquella jugada por la
Copa de Inglaterra, contra el teóricamente inofensivo Stevenage; pero Oviedo no es de los que ahorran gotas de sudor o ceden centímetros.
La oportunidad de gol tampoco era muy clara para Simon Heslop, cuyo nombre no merece aparecer en un libro
como el jugador que lesionó a Bryan Oviedo si no se exime
inmediatamente de toda culpa. A la carrera y con varios zagueros del Everton plantados por delante, intentó el remate
fuerte desde fuera del área, sin sospechar que nunca impactaría el balón sino una pierna salida de quién sabe dónde.
Bryan lo había cazado por detrás con esa velocidad que esta
vez le permitió llegar donde no debía. ¡Falta!
El árbitro pitó de inmediato y si no hubo reclamos contra Oviedo fue porque el apuro del réferi y los consternados
jugadores del Everton dejaban claro que el tico se llevó la
peor parte. Stones tomó a Bryan de la mano, Jagielka le
sujetaba la pierna partida en dos para que no la moviera,
81
Un sueño redondo
Stones pidió con la mano el rápido ingreso de los médicos,
Naismith lo tomó por la cabeza con ambas manos, McCarthy parecía petrificado, de pie, mirándolo.
Oviedo estaba fuera del Mundial. Todos lo sabían, menos él. Aún dos días después, al despertar de la operación
fue lo primero que preguntó. En realidad, hubo un intercambio previo de palabras con el cirujano, nada registrado en el
recuerdo de Bryan, antes de su pregunta urgente:
-Doctor, ¿podré recuperarme a tiempo?
Vinieron las explicaciones, los pronósticos no muy favorables: 80% en contra -calculó el médico-, que para alguien como Oviedo era 20% a favor.
-Si juega el Mundial tiene que regalarme entradas para
el Costa Rica-Inglaterra -añadió sonriente el cirujano.
Superar adversidades es la especialidad de un luchador,
que en la adolescencia se había perdido el mundial infantil de Corea 2007, por una lesión de rodilla; de un jugador
que en plena Copa Oro 2011 se enteró del fallecimiento de
su padre, viajó a Costa Rica a despedirlo y se devolvió a
Estados Unidos a dedicarle el resto del torneo. Guerrero,
se propuso lo que fuera necesario, para estar recuperado a
tiempo, mientras Costa Rica entera hacía causa común con
mensajes y plegarias, y el #FuerzaOviedo se propagaba a
toda velocidad en Twitter. Desde la nevada en Denver, el
país no se había mostrado tan unido.
Pinto contaba con él y se mantenía pendiente de su evolución. “Todas las semanas llamaba: ¿qué estás haciendo?
¿ya estás trotando?”, revela Oviedo. De vuelta, él le enviaba
vídeos con los ejercicios que hacía en Inglaterra, los primeros pasos, el trote sobre una especie de colchón para evitar
el impacto. “¿Cuando empezás a correr? ¿Crees que vas a
estar listo?”, le preguntaba el seleccionador al legionario
tico de mejor rendimiento en enero del 2014 y de valía demostrada en la eliminatoria, protagonista en nueve de los
16 partidos.
Pinto lo esperó hasta el último momento. El 10 de mayo,
a dos días de anunciar los elegidos, Bryan Oviedo estaba
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Crónicas de Brasil 2014
entre los 26 nombres de la lista preliminar. Ese día el lateral
izquierdo salió al campo del Everton a la prueba definitiva:
correr en la cancha.
“Tenía que correr unos tres minutos, hacer un recorrido
corto tres veces. Lo hice una vez: bien. La segunda vez:
bien. En la tercera empecé a renquear del dolor”.
No más. No estaba listo. Ni lo estaría. Bryan arrastró
su frustración hasta el camerino, donde aquel día la ducha
duró más de lo acostumbrado. “Pensaba muchas cosas... era
frustrante... me quedé meditando... Si así lo quiere Dios...”
Ya descartado, Oviedo seguiría la recuperación muy cerca del equipo, a veces a escasos metros aunque en canchas
separadas, en el Proyecto Gol, donde entrenó varias veces.
Ahí estaba precisamente el día de la lesión de Saborío.
-Creo que se quebró Sabo -le contó Bryan Ruiz.
Aunque acostumbrado a las adversidades, a Oviedo le
impactó. “Saborío fue el compañero que más pendiente estuvo de mi lesión”, comenta Bryan, corroborando que la
vida, como el futbol, a veces se juega a ida y vuelta.
Todo ocurrió tan rápido, que no hubo oportunidad de un
“lo siento” ni un “fuerza, goleador”. Álvaro dejó el equipo
casi de inmediato y desde entonces no se han vuelto a encontrar -hasta el día en que se escribieron estas líneas- más
allá de los usuales mensajes en el WhatsApp de los jugadores mundialistas, en el que Oviedo, Saborío y Mora siempre
estarán incluidos. Son mundialistas.
O
viedo se quedó en Costa Rica, donde conoció el
drama de ser aficionado siguiendo el Mundial por
televisión. Mora apareció en la lista de convocados
sin sospechar que la próxima lesión le tocaba a él. Saborío
tomó el primer avión disponible con destino a Utah.
Oviedo inició una batalla contra nostalgias y temores; se
83
Un sueño redondo
animó a ver el vídeo de la fatídica jugada que había dicho
nunca vería, jugó su Mundial interno en las playas de Guanacaste, se prometió estar en Rusia 2018 y se sentó al borde
de la cama de hotel a sufrir los penales ante Grecia.
Heiner superó el depurado de 26 a 23 convocados. El
lateral con apenas 17 minutos en la eliminatoria, sobreviviente de una depresión severa, casi un fugitivo del futbol
en su regreso de Noruega, de vuelta a la confianza, el futbol
y la vida, viajó a Brasil como quien recibe un premio por
levantarse de la adversidad.
Saborío intentó refugiarse en su casa temporal en Salt
Lake. Ahí lo esperó su esposa Carolina, con palabras que
resultaron decisivas para el delantero; ni qué decir ese pequeño de tez blanca como su madre y cabellos ensortijados
como su padre, cuyo nombre completo “Sabo” lanza de inmediato si se le pregunta quién será el goleador de Costa
Rica en el Mundial 2034.
Isaac Saborío Quesada, el pequeño que en Brasil 2014
habría vestido una camiseta alusiva a la Sele, con un 9 en
la espalda y el “PAPI” sobre el número, sería su inspiración
para plantearse un reto un voz alta: “quiero que me vea jugar un Mundial”. No es fácil para un jugador perseguido por
las lesiones, aunque capaz de reponerse siempre.
Y bueno, uno nunca sabe.
Quizás todo empezó en pleno vuelo hacia Utah, mirando por la ventana del avión, en realidad con la mirada perdida, los audífonos puestos, esas grandes orejeras negras con
detalles verdes que siempre lo acompañan, escuchando una
de canciones favoritas, Zimbadwe de Bob Marley: “todo
hombre tiene derecho a escoger su propio destino... y en
este juicio no hay parcialidad... con armas vamos a luchar
poco a poco... es la única forma de superar nuestros problemas... Hermano, tienes razón, tienes razón, tienes razón...”
“...Si estamos juntos seremos más y poderosos...”
84
Crónicas de Brasil 2014
Siete ticos
‘dopados’...
y Costa Rica
también
CAPÍTULO VII
Antonio Alfaro
No fuma, no toma, pero es adicto al
periodismo deportivo desde que en
noviembre del ´92 publicó su primer
artículo en la revista Triunfo. Lejos de
rehabilitarse cada vez fue consumiendo
experiencias más apasionantes:
eliminatorias, un Mundial, Juegos
Olímpicos, Federer vs. Del Potro,
Barcelona vs. Real Madrid...
Escribió este artículo dopado con varias
tazas de café.
85
Un sueño redondo
H
izo bien la FIFA en someter no a uno, ni dos o tres,
sino a siete ticos al control antidopaje. Hasta el alma
de testosterona, los costarricenses habían derrotado
a la Italia de Pirlo y Balotelli, garantizándose el pase a la
segunda ronda desde el “Grupo de la Muerte”.
Celso Borges había corrido casi 11 kilómetros. Marco
Ureña era digno de toda desconfianza desde su inesperado
ingreso en los 23 de Pinto. Michael Barrantes y Diego Calvo traían algo entre manos, muy inquietos en el banquillo.
Keylor Navas no había temblado ante Balotelli y con cuatro
paradas empezaba a alzar vuelo. Christian Bolaños había
roto el catenaccio con gambetas. Bryan Ruiz, declarado Jugador Más Valioso del partido, había quedado en evidencia:
no es posible vencer a Buffon sin estar dopado.
Hasta Maradona levantó la voz. Siete ticos al control antidopaje “es una falta de respeto”, criticó el Diez, defensor
del talento y posible resentido vitalicio con los cazadores de
sustancias prohibidas.
“Me cortaron las piernas”, dijo 20 años atrás, excluido
del Mundial, tan solo cinco días después de la imborrable
escena del ‘94, la salida del campo sonriente y tomado de
la mano de una robusta enfermera, más grande que él, con
cabellos claros, pañuelo en la cabeza, camisa blanca, cruz
celeste a la altura del pecho, pantalón blanco, toda blanca,
desde la coronilla hasta los zapatos -blanca como la Navidad estadounidense, blanca como la FIFA-, rumbo al control antidopaje.
Argentina había derrotado 2 a 1 a Nigeria, con astuta
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Crónicas de Brasil 2014
asistencia de Maradona a Caniggia, tiro libre cobrado cuando los 20 jugadores restantes apenas buscaban su sitio; Argentina alzaba vuelo, reforzando el 4 a 0 sobre Grecia en la
jornada inicial, gol del Diego incluido, con exultante festejo, gritándole furioso a la cámara, como si fuese a embestir
el lente y sacar la cabeza por la pantalla de cada televisor,
en especial el de Joao Havelange, presidente de la FIFA, o
el de su inseparable cómplice, una especie de Robin para
Batman, el entonces Secretario General, Josep Blatter.
El 30 de junio de 1994, fecha del Nigeria – Argentina,
Celso Borges tenía seis años; Marco Ureña, cuatro; Michael
Barrantes y Christian Bolaños, diez; Diego Calvo, tres;
Keylor Navas, siete; y Bryan Ruiz, ocho. Aunque eran muy
niños, todos conocen la historia del Pelusa.
El 30 de junio del 2014, los 20 años del aquel suceso se
cumplieron justo el día después del triunfo tico en penales
ante Grecia. El control antidopaje no había detenido a Costa
Rica, como sí lo hizo con la perturbada Argentina de USA
94, perdida sin su capitán, vencida 2 a 0 por Bulgaria en el
cierre de la primera fase y 3 a 2 por Rumania en los octavos
de final.
Maradona se había convertido en el dopaje más sonado
de todos los tiempos, con un coctel de sustancias prohibidas: efedrina, norefedrina, pseudoefedrina, norpseudoefedrina y metaefedrina, estimulantes sobre el sistema nervioso central.
Nadie podía competirle; ni siquiera el haitiano Ernest
Jean-Joseph, el primer caso de dopaje en un Mundial, con
efedrina en Alemania 74, sin sanción de FIFA a falta de reglamento, pero castigado a más no poder por el dictador de
su país. Lo sacó del equipo y lo envió dos años a prisión,
donde, se dice, fue torturado hasta que cumplida la pena
regresó a la selección de su país para las siguientes eliminatorias. El escocés Willy Johnstone, en cambio, no tuvo
esa oportunidad, aunque tampoco tanto escarmiento; atrapado con fencafeína en Argentina 78, excluido del torneo
por la FIFA, fue expulsado para siempre de la selección por
87
Un sueño redondo
los dirigentes de su país. Menos drama, casi nada, vivió
el español Ramón Calderé, positivo por un medicamento
para combatir problemas intestinales; suspendido solo un
juego, continuó en el Mundial; precisamente el Mundial de
Maradona, México 86, el de “la Mano de Dios”, el Mundial del golazo ante Inglaterra, con medio equipo británico
desparramado desde el mediocampo hasta el área chica, el
Mundial del cielo ocho años antes del infierno.
Llegado el crujir de dientes, Maradona, el cuarto positivo en la historia de la Copa, se había convertido en el perfecto culpable, con expediente abierto en consumo de drogas, aunque esta vez sin rastros de cocaína. Unos culparon
al Ripped Fuel, suplemento para adelgazar consumido por
el astro previo al torneo; otros acusaron a la FIFA de complot contra este Che Guevara del futbol, declarado devoto
de Fidel Castro en la Copa del Mundo del Tío Sam.
Irrespetar el orden establecido a veces se paga. Costa
Rica también lo irrespetó. “Cuando decidieron que siete jugadores de Costa Rica debían pasar por el examen antidoping, estaban diciendo algo tan obvio: hay un orden y no
jodan con eso”, escribió el argentino Martín Caparrós en
El País de España. El orden establecido es un Mundial con
las grandes selecciones de los grandes patrocinadores de los
grandes cheques llegando hasta las grandes finales.
“Increíble”, decía El Comercio de Perú; “Costa Rica angry with Fifa”, titulaba el inglés The Guardian; “Insólito”,
anotaba el sitio web argentino Infobae; mientras el diario italiano Corriere dello Sport se limitaba a informar sin
mayores calificativos sobre los verdugos de su selección:
“Costa Rica, 7 giocatori al controllo anti-doping”.
El mundo entero hablaba de los siete frascos con destino
a Suiza, dada la ausencia en Brasil de un laboratorio avalado
por la Agencia Mundial Antidopaje. En menos de 33 horas
las pruebas debían estar en el laboratorio de Laussana, con
tal de impedir al jugador dopado actuar en el próximo partido de su selección. Mientras tanto, la Sele podía reclamar
con todo su derecho un logro sin precedentes: Mourinho,
88
Crónicas de Brasil 2014
Hugo Sánchez y Maradona, maestros en estar a favor de los
que están en contra y en contra de los que están a favor, por
una vez en la vida compartiendo indignación.
Mourinho criticó falta de sensibilidad: “Si quieres hacer
un antidoping a siete jugadores, hazlo a los que han perdido,
no a aquellos que han hecho un gran partido”. Maradona
insistió en sospechar de quienes sospechan: “Algunas personas están molestas porque Costa Rica y no las grandes
selecciones ha clasificado a los octavos de final y entonces
los sponsors no pagarán el dinero que prometieron”. Hugo
Sánchez lamentó el inoportuno momento: “¿Por qué no lo
hicieron antes y lo hicieron en este partido. Incongruente”.
C
ualquier examen de laboratorio podía dejar a los ticos en evidencia: hormonas de sobra y altas dosis de
arroz, frijoles, huevos y salsa Lizano, un desayuno
que la FIFA podría considerar dopante en futuras Copas del
Mundo.
“El secreto no fue lo que comieron ese día”, revela
quien anticipadamente había planeado detalle a detalle el
plan antidopaje de la Sele, la ingesta dosificada de todo tipo
de sustancias, para dar energía, reponer la fatiga o favorecer
la restauración del músculo. “Antes de viajar yo sabía: estos
muchachos van a correr como nadie se lo imagina”.
Las informaciones que iban y venían sobre el dopaje, los
controles sorpresa de la FIFA, la posibilidad de un positivo
por culpa de algún suplemento alimenticio mezclado con
ignorancia, habían llevado a la nutricionista Ligia Chaves
a plantear las reglas del juego con todos y cada uno de los
jugadores.
-Nadie va a tomar ni comer nada sin decirme -les dijo
después de un almuerzo, varios meses antes de la Copa.
89
Un sueño redondo
Aquel “acuerdo”, como ella le llama, casi un pacto firmado y por escrito, empezó a cambiar el estado físico de los
jugadores. Sin importar dónde estuvieran, cualquier duda
desaparecía con una llamada telefónica, una foto de la comida enviada por WhatsApp, una muestra del producto en
la próxima concentración. Evadir el dopaje era importante,
pero más aún preparar el cuerpo para la gran cita.
“Si a un muchacho con 11% de grasa lográbamos llevarlo a 9%, sabíamos que correría como si tuviera un cohete”.
No bastaba un menú para todo el equipo sin afinar jugador por jugador. La grasa corporal, el porcentaje de músculo,
las lesiones recientes, los minutos jugados y hasta la hora de
levantarse pasaron a ser, más que curiosidades, argumentos
científicos. Quien despierta a las seis de la mañana no debe
pasar tres horas sin alimentarse, esperando el desayuno de
las 9 a. m. Para él había merienda según sus preferencias, en
busca de la perfección nutricional.
La dama que dejó la gabacha blanca en su consultorio
privado para vestir el uniforme del cuerpo técnico, alguna
vez homenajeada como mejor nota de posgrado en la Universidad Nacional, la misma que viajó a Brasil con anticipación a buscar alimentos, conversar con chefs, revisar cocinas y congelarse en los cuartos fríos donde se guardan las
carnes... La especialista en deporte, presta a dejar la cocina
para mirar cada partido, no por mera pasión futbolera, sino
atenta al rendimiento y desgaste de cada jugador, se mataba por “licuar magia” que los jugadores bebían después de
cada partido.
“Esa receta solo yo la tengo”, asegura quien cree haber
logrado en Brasil el equilibrio perfecto entre “sabor, textura
y osmoralidad” (concentración de soluciones). “La reposición de carbohidratos era el gran tema”.
Detallista hasta morir de cansancio, cree que preparar
un menú es como coser un traje, confeccionado a la medida, costura a costura, botón a botón, combinando desde gustos y balance nutricional hasta la temperatura del ambiente
y el arte culinario. Más que un sastre, sin embargo, Chaves
90
Crónicas de Brasil 2014
parece el director técnico que estudia a su rival, piensa y
repasa alineaciones, anota y tacha en su libreta -inseparable
libreta- en la que hace y deshace planes según el clima, la
exigencia del partido y el momento de cada jugador. Ni el
Coronel que encarceló a Pirlo se interpuso en su trabajo.
Con una maestría en sicología, además de nutricionista, sabía que el plan se vendría abajo si los jugadores se
sentían como niños pequeños sentados en la silla de comer
haciendo pucheros y apretando los labios para no recibir esa
“última” cucharada que toda madre batalla por conseguir.
Su método no es militar. No hay alimentos prohibidos, tan
solo alimentos necesarios. Aquellas sustancias permitidas
debían consumirse bajo una filosofía que poco a poco los
jugadores asimilaron con agrado: “comer con una sonrisa”.
-¡Ya ahora sí estoy sonriendo! -le decía más de uno con
jocosidad y deleite a la hora de la comida.
El menú a la carta incluía pedir gustos, inventar platillos
y disfrutar. La sopa humeante, espléndida en olores y vegetales, no era el hidratante cargado de minerales sino un deleite. Una crema de tomate, antioxidante perfecto, seducía
a la vista, el olfato, el gusto y el tacto -solo el oído padecía
de envidia-. Quién dice que la ciencia no puede ser placentera, como una pelota que pega en el horizontal y pica ligeramente adentro de la portería, como una victoria, como el
liderato en el “Grupo de la Muerte”, como el pase a cuartos
de final, como estar en boca de todo el planeta. Al final, el
futbol y la nutrición se dieron un abrazo: la Sele se comió el
Mundial con una sonrisa.
A
nabolizantes que aumentan la fuerza y la masa muscular; hormonas peptídicas que provocan secreción
de más hormonas; agonistas beta-2 que actúan sobre
el torrente sanguíneo; diuréticos que ayudan a enmascarar
91
Un sueño redondo
dopantes; estimulantes como la efedrina, la anfetamina y la
cocaína, capaces de provocar euforia y retardar la sensación
de cansancio, jamás podrían evadir un control antidopaje
moderno.
La ciencia, sin embargo, no está preparada para detectar estimulantes como el apoyo incondicional de cuatro millones de habitantes, los mensajes publicados en el diario
deportivo del país justo el día de la partida hacia Brasil, la
mancha roja en la gradería o la afónica voz de un técnico
extranjero cantando el Himno Nacional de Costa Rica como
el más tico de los ticos. Tampoco quedarían rastros en la
orina del “Costa Pobre” en un diario uruguayo, del menosprecio de Balotelli ni del criterio de todos aquellos como
el mismo Maradona, Mourinho o Ronaldo (el gordito) que
habían dado a Costa Rica por muerta antes de tiempo.
La Sele estaba dopada con sentimientos de todo tipo,
pero solo un examen del alma habría detectado el más fuerte.
¿Por quién jugará el Mundial? ¿Qué hay en lo más profundo? ¿Qué los motiva a correr un metro más cuando las
piernas ya no dan? Provocados por el sociólogo del equipo,
Jaime Perozzo, a quien muchos llamaban “mi tata”, los jugadores encontraron respuestas en su interior.
Viéndose a la cara y reunidos en un momento íntimo,
con el inicio del torneo encima, poco a poco, uno a uno,
los 23 jugadores se animaron a confesar sin reservas, apariencias ni temores. Hablaron de hijos, de problemas económicos, de lesiones, de luchas, de sacrificios, de revanchas.
Pensaron en los seres queridos que ya partieron y en los
que se aún se parten la vida con ellos. Más de un nudo en
la garganta y algún ojo vidrioso dieron fe de cuán genuinas
eran las palabras. Cada quien reveló su “dopaje”, esa razón
íntima que todos asumieron como propia.
-Ahora sí, este equipo es una familia -les dijo Wanchope-. Los felicito -añadió el asistente técnico, convencido de
estar ante a la Sele más unida que él ha conocido, ni siquiera
superada por aquella del “Aztecazo”, integrada por él junto
a Erick Lonis, Luis Marín, Gilberto Martínez, Carlos Cas92
Crónicas de Brasil 2014
tro, Wílmer López, Rolando Fonseca, Steven Bryce, William Sunsing, Hernán Medford...
“Teníamos más figuras, pero nunca fuimos un equipo
tan unido como este”.
Qué se dijeron aquel día nunca lo diremos. Quedará en
la intimidad del grupo, con revelaciones personales de esas
que a nadie se le cuentan. Basta saber como ejemplo que
Marco Ureña daba gracias a Dios y hasta definía como “milagro” estar en el Mundial. Bryan Ruiz se reconocía ante su
ahora o nunca, luego de perderse dos Mundiales, excluido
por el técnico Alexandre Guimaraes, en uno, eliminado en
repechaje por Uruguay, en el otro. Celso tenía en mente a su
padre, a su madre, a su hermano y las dificultades familiares
superadas.
Precisamente, con su padre protagonizaría uno de los
abrazos más emotivos del Mundial: el día de su penal, el
primero de Costa Rica en una Copa del Mundo, el primero
de Costa Rica en un Mundial, el desempate con Grecia desde los once metros, el festejo lleno de lágrimas y abrazos,
ese abrazo, en el límite entre el campo y la gradería, con
Guima gitándole a su hijo: “Bien carajo, estás haciendo historia, carajo”.
“Yo lo abracé y lloré. Me sentí como un chiquito de cinco años y sólo lloré”.
L
legada la hora del control antidopaje, Costa Rica era
una fiesta. “Estábamos en el camerino luego del partido y nos llamaron uno a uno”, recuerda Michael Barrantes. Aquello de insólito, sospechoso e irrespetuoso no
les pasaba por la cabeza. Mientras el mundo estaba a punto
de reaccionar indignado, siete ticos tardaban en percibir qué
93
Un sueño redondo
estaba ocurriendo; caminaban sin asombro hacia el doping
room, ese vestuario, en el propio estadio de Recife, transformado en laboratorio clínico.
Al llegar, ya estaban ahí los italianos citados -dos, como
debe ser-. Los costarricenses ni siquiera recuerdan quiénes
eran (un tal Pirlo y un tal Balotelli). Nadie los sacó del éxtasis, hasta que una vez reunidos, con la adrenalina en paulatino descenso, empezó la toma de conciencia.
“Al principio me pareció raro, a mí no me caía qué estaba pasando -comenta Celso-. Vi muchos jugadores en el
control, pero yo estaba tan emocionado... la emoción me
ganó y no pensé más”.
Estaba por aparecer la gran pregunta: ¿Siete?
Inolvidable número: Siete, como los días de la semana,
las vidas de un gato, los enanos de Blanca Nieves, las estrellas con movimiento detectadas por los astrólogos antiguos,
las notas musicales, los colores del arcoiris.
La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza: siete son los pecados capitales; Seven, la
película; sétimo el arte que la vio nacer.
Siete, símbolo de perfección en la Biblia, los días que
tardó Dios en la creación, las trompetas del Apocalipsis, las
Plagas de Egipto y hasta la medida del perdón: 70 veces
siete. Siete, “chevah” en hebreo, proveniente de “sabah”,
satisfecho, lleno, suficiente. Siete vacas gordas, siete vacas
flacas, en el sueño descifrado por José al faraón. Siete, las
vueltas que mandó Dios a dar a las infranqueables murallas
de Jericó antes de hacerlas caer a los pies de Josué. Siete los
arcángeles y los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Siete, el resultado de sumar el sagrado 3 y el terrenal 4.
Siete, las Bellas Artes, las Maravillas del Mundo y los Mares que antiguamente representaban todos los mares. Capítulo VII: Siete ticos dopados... y Costa Rica también.
-¿Qué pasó aquí? ¿Qué fue esto? -preguntaron los jugadores al doctor Alejandro Ramírez, apenas salieron del
éxtasis y se vieron en grupo en aquella sala.
94
Crónicas de Brasil 2014
“En el momento fue muy extraño -añade Barrantes- pero
el doctor nos explicó y medio comentamos la situación. La
verdad estábamos muy felices por la victoria”.
La explicación del médico bastó para continuar con el
protocolo antidopaje sin más sobresalto que el corazón aún
palpitando triunfo: documentos, una muestra de orina, otra
de sangre... “A mí podían hacerme las pruebas que les diera
la gana”, expresa Celso, sin nada qué temer, como el resto
del equipo.
Fueron siete los citados, pero el octavo sospechoso estaba a la vista de todos: Junior Díaz. Parece lento, pero no
lo es; parece técnicamente limitado, pero es capaz de poner
la asistencia perfecta; parece jugar al borde de una falla defensiva, pero en un buen día resulta impasable. Velocidad,
técnica y táctica se encarnaron en el número 15 de los ticos.
De seguro es el más lento del Mundial en la presentación televisiva de la alineación, ese video en el que cada jugador hace un leve giro de torso, un movimiento de cabeza
hacia la cámara y casi de inmediato el cruce de brazos a la
altura del pecho. Cuando la imagen parece haberse congelado, Junior gira lentamente la cabeza y unas milésimas de
segundo después -que con él parecen una eternidad- vienen
los brazos cruzados. Nadie hubiese apostado a que el lateral
izquierdo de Costa Rica terminaría el Mundial con el pique más rápido registrado por la FIFA: 33,8 kilómetros por
hora, más rápido que Di María, Robben, Messi, Cristiano,
Gervinho... “Jugador de piernas largas”, expresa sonriente
-y de seguro identificado con aquella cualidad- Paulo César
Wanchope, en busca de una explicación a la ilusión óptica
llamada Junior Díaz. Velocidad encubierta.
En cambio, no deja la menor duda su pase perfecto, a la
altura perfecta, con la fuerza perfecta, a la espalda de Giorgio Chiellini, tan cerca del marco pero tan lejos de Buffon,
con curva hacia afuera, apenas para tentar al arquero a ese
paso en falso hacia adelante, parábola precisa como trazada en computadora, exacta en tiempo, distancia y velocidad
para el ingreso de Bryan Ruiz cerca del segundo palo. Da95
Un sueño redondo
vid Beckham habría deseado tan exquisita asistencia. Técnica perfecta.
No hay sustancia dopante que favorezca la técnica,
pero lo de Junior Díaz fue más que evidente en el segundo
tiempo, cuando Cesare Prandelli apostó todo a su sector.
Al lateral del AC Milan, Ignazio Abate, le sumó el ingreso
de Alessio Cersi, el entonces desequilibrante ala del Torino, próximo a vestir la camiseta del Atlético de Madrid, un
descubrimiento de Fabio Capello, quien lo hizo debutar en
la Roma en el 2004 con apenas 16 años. Veloz y habilidoso, zurdo capaz de jugar por ambos costados, incluido por
Prandelli casi como extremo derecho a la antigua, Cersi intentó una y otra vez el enganche que desequilibrara a Junior
Díaz y le permitiera un centro perfecto con la zurda, a la
altura perfecta, con la fuerza perfecta...
Junior Díaz lo impidió una y otra vez, recuperó 17 balones, sumó un tackle, un bloqueo y dejó el área tica poblada
de italianos ansiosos de ese pase que nunca llegaría. Marcación impecable.
Al hijo de Enrique Díaz -y de alguna forma su revancha,
por la exclusión de Italia 90- debieron citarlo al control antidopaje. Debieron, en realidad, someter a los once titulares,
a los tres que ingresaron de cambio, a los restantes nueve
jugadores... “Y a mí también”, sentenció indignado Jorge
Luis Pinto.
No habría sido mala idea: a Pinto también. Lo único
prohibido que le encontraron a la Sele no estaba en el informe del laboratorio, sino en las estadísticas y la maestría
táctica: once posiciones prohibidas italianas.
El colombiano ya se preparaba para orinar en el Mundial, como lo hizo el equipo sobre los pronósticos, cuando
la FIFA aclaró el malentendido. Fueron convocados los dos
jugadores de rigor, como se aplica a todas las selecciones,
después de todos los partidos del Mundial, y otros cinco
que tenían pendiente el control antidopaje aplicado en Costa Rica previo al Mundial.
96
Crónicas de Brasil 2014
Sin embargo y pese a la explicación, hoy se rumora que,
luego del ascenso de la Sele hasta cuartos de final, tan solo
privada de semifinales por una tanda de penales, su marcha
del Mundial con apenas dos goles en contra y sin conocer
la derrota, las celebraciones masivas, las caras pintadas y
demás manifestaciones de emoción extrema, además del invicto postergado más allá de la Copa y la intromisión entre
los 15 mejores del ranquin mundial, la FIFA sigue analizando la posibilidad de aplicar próximamente un control antidopaje a los más de 4 millones de habitantes en Costa Rica.
97
Un sueño redondo
Crónicas de Brasil 2014
Los ángeles
sí existen...
y vuelan a
Madrid
CAPÍTULO VIII
Esteban Valverde
Estudiante de actuación en sus años de
colegio, debió escribir sobre el teatral
holandés Arjen Robben; en su lugar
decidió entregarle una estatuilla a Keylor
Navas y su espectacular Mundial.
Con apenas cinco años de periodismo
deportivo, forjado en las ligas menores de
Al Día y recién fichado por La Nación,
se ha convertido en el reportero que
mejor sigue a los legionarios.
98
99
Un sueño redondo
E
ra casi el mediodía cuando Keylor recogió a su padre
en el centro de San José. Dos días después del regreso
de la Sele a Costa Rica, al fin almorzarían juntos en
casa del guardameta y el plato fuerte se adelantó de camino
para sorpresa de don Freddy. :-Pá -le dijo Keylor, mientras conducía por las calles josefinas-, hay conversaciones fuertes con el Real Madrid; no
hay nada concreto, pero hay muchas posibilidades.
-¿Viejo, es en serio? -exclamó don Freddy sorprendido.
-Sí, pero no se puede decir hasta que esté hecho.
La emoción casi desbordaba al padre, pero se contuvo
hasta llegar al hogar. Entonces, don Freddy comenzó a llorar como un niño sobre el hombro de su hijo, el héroe que
había llevado a Costa Rica a los cuartos de final de Brasil 2014. Keylor se fundió con él en un abrazo. “Tranquilo,
Pá, estoy muy cerca de cumplir mi sueño, pero que sea lo
que Dios quiera”. Lo que Dios quiera, como siempre dice
Keylor, acostumbrado a encomendarse a El de Arriba previo a cada achique, atajada o jugada, ni qué decir ante un
penal.
Desde la niñez aprendió de su madre, doña Sandra, y
su abuela materna, Elizabeth Gamboa, la importancia de la
oración. Antes de cada partido tiene reservados 30 segundos para encomendarse al Ser Supremo. Cuando Keylor era
un niño de seis años, la familia Navas Gamboa rezaba el
rosario todos los días, además de una oración por la mañana
y otra por la noche. Hoy, a sus 27 años, Keylor no esconde su fe y por el contrario la muestra públicamente, como
lo hizo el 4 de febrero de 2014 en una entrevista al diario
Levante El Mercantil Valenciano. En ella daba pistas de su
oración bajo el marco, esa en la que espiritualmente se tras100
Crónicas de Brasil 2014
lada y abandona el campo por un instante.
“Hablo con Dios y le pido que me ayude. Le digo que
todo lo que voy a hacer en el partido es para su gloria. Le
pido que me ponga un ángel a cada lado, en cada poste y
que esté detrás mío para que todo salga bien. Me aporta
confianza, tranquilidad. Si he llegado hasta la cancha es
porque Él lo quiso y lo disfruto al máximo”.
Así ha sido desde siempre, según recuerda el guardameta Daniel Cambronero, tercer portero en Brasil 2014, compañero de Navas en seis procesos de Selecciones Nacionales y en ligas menores del Saprissa, con quien tiene una
gran amistad desde hace 14 años. En su memoria guarda
clara la imagen de Navas orando por una gran actuación de
la selección infantil que integraron en 2003.
“Siempre ha sido una persona muy espiritual. A veces se
separaba un poco del grupo y era para buscar ese momento
a solas con Dios”.
La fe se vio reforzada con la llegada de Andrea Salas,
su esposa, a quien el portero conoció en la búsqueda de esa
cercanía con el Creador.
En el Centro Religioso Theos, en Santa Ana, Navas buscó acercarse más al estudio de la Biblia; lo que no imaginó
en el 2008 es que mientras analizaba, comprendía y escuchaba pasajes bíblicos, el amor le haría un tiro al ángulo de
su vida. Andrea también era integrante de la congregación
y fue cautivada por la tímida y respetuosa personalidad de
Keylor, entonces guardameta del Saprissa.
Se pudo pensar que era la típica pareja del futbolista y la
modelo, pero más allá del estereotipo impuesto por décadas
y que tiene como máximos referentes a David y Victoria
Beckham, Andrea y Keylor nunca olvidaron cómo se conocieron: gracias a Dios.
En la iglesia, Navas encuentra serenidad, paz, tranquilidad y sus amigos consideran que de ahí ha logrado extraer
el temple que se le ve en el campo, esa seguridad en sí mismo que contagia a un grupo entero para no darse por menos
ante nadie. Navas también hace el vínculo con Él en el
101
Un sueño redondo
camerino de la Sele. Constantemente recuerda a sus compañeros que si alguien tiene respuestas cuando el camino
parece cerrado, ese es Dios.
Las reflexiones se daban todos los días previo a las prácticas y los partidos, alimentando la seguridad del plantel y
el propio Keylor. Así, la jugada que ningún tico olvidará y
marca el hito alcanzado en Brasil 2014 tiene como principal
ingrediente la determinación del cancerbero.
La Sele había llegado donde nunca antes: una definición
en penales por el boleto a cuartos de final. El desgaste físico
de 120 minutos ante Grecia amenazaba con pasar factura,
cuando Navas asumió su papel de pocas palabras pero influyentes.
“Todos estábamos tratando de buscar fuerzas, cuando
solo se escuchó a Keylor decir: ´compas tranquilos que yo
voy a parar uno´. A mí me dio un nivel de seguridad tremendo. Keylor es más un líder espiritual, de emociones”, explica Celso Borges, uno de los tiradores de esa gloriosa tanda.
En el último entrenamiento previo al partido, cada portero le había intentado atajar seis penales a cada uno de los
jugadores de la Selección. La instrucción de Gabelo Conejo
a los guardametas del equipo era clara: cada uno tiene su
lado fuerte; se lo tienen que jugar.
N
avas había gastado muchas horas del día frente al
televisor, analizando a cada uno de los tiradores
griegos por medio de vídeos. Solo él los observó.
Sus compañeros no saben cómo llegaron a la concentración
de la Sele esas imágenes, pero lo importante era que ahí
estaban.
En la temporada previa al Mundial, el trabajo de Luís
Llopis, entrenador de porteros del Levante en ese momento,
102
Crónicas de Brasil 2014
fue considerado clave para la evolución del tico. Curiosamente una de las características del “método Llopis” era el
marcaje a los rivales por medio de vídeos, sobre todo cuando se trataba de analizar a tiradores de penal.
Así, llegó el cuarto penal de los helénicos. Keylor se
colocó en el marco. El centro delantero griego Gekas, compañero de Navas en el Levante en 2012, se preparó para
tirar. El remate salió muy fuerte al lado derecho del arquero,
que con reflejos felinos y a mano cambiada logró detener.
Keylor levantó victorioso su brazo derecho, puño cerrado, dedicó el paradón a la gloria de Dios y se persignó de inmediato, un gesto que sin querer trasciende religiones (solo
los católicos y los ortodoxos se persigan y el guardameta ha
asistido en los últimos años a congregaciones evangélicas).
Al entrar al camerino patrio y en medio de la algarabía
por hacer historia, el guardameta se encontró ante una felicitación especial. Los otros dos porteros de la Sele en la cita
del orbe, el alajuelense Patrick Pemberton y el herediano
Cambronero, se unieron al líder del arco en un solo abrazo.
Cambronero se acercó al oído del subcapitán y le dijo:
-Gracias, Keylor, el bien suyo es el mío.
La competencia bajo los tres tubos fue un elemento que
siempre alabó el cuerpo técnico de la Sele; aunque los 23
seleccionados y los 4 millones de ticos sabían que el titular era Keylor, nunca hubo desánimo ni tregua por parte de
Patrick y Daniel. La exigencia interna mantenía al estelar
alerta para entregarse al máximo.
“Keylor tenía mucho conocimiento de los jugadores que
había enfrentado, pero los tres queríamos tapar penales y
entrenamos para hacerlo”, recuerda Cambronero.
Más allá de la preparación técnica, detrás de ese gran
lance hubo un trabajo emocional. Por la madrugada de
aquel 29 de junio, Keylor recibió un mensaje de texto con la
bendición de su padre.
“Yo siempre le escribía y ese día aproveché para preguntarle cómo se sentía si se iban a penales. Él me dijo: Pá,
yo voy a parar mínimo dos´. Entonces yo le dije: yo siento
103
Un sueño redondo
lo mismo, viejo, pero bueno... que Dios me lo acompañe,
usted sabe que en un penal siempre tiene que aguantar”.
“Eso fue lo que le puse, no sé si me hizo caso, pero sí
paró”, describe don Freddy.
Ese penal le deparó el segundo de sus tres galardones en
el Mundial como Jugador Más Valioso de un juego. Ya había logrado uno ante Inglaterra y estaba por venir otro ante
Holanda, en la despedida tica.
Ser escogido en tantas ocasiones como MVP de un compromiso no es común en un portero; de hecho en los dos
mundiales previos al de 2014 ningún guardameta lo consiguió, aunque sí lo hicieron futbolistas de la calidad de Andrés Iniesta, en 2010, o Andrea Pirlo, en 2006.
El mérito es mayor si se considera que Iniesta y Pirlo
terminaron campeones del mundo, mientras Keylor tuvo
hasta los cuartos de final para demostrar su calidad. En Brasil, el único que pudo superar al “Halcón” fue Lionel Messi,
con cuatro trofeos como Más Valioso.
Los premios personales y sus grandes números en la
Copa, donde solo recibió dos goles en cinco juegos lo hicieron estar nominado al Guante de Oro, premio que a la postre
se llevó el arquero de Alemania, Manuel Neuer.
Ante tan escandalosa actuación y con su nombre en todos los medios internacionales, los rumores de que un grande de Europa se haría con los servicios del arquero de la
sorprendente Costa Rica comenzaron a robar titulares de
prensa.
Keylor Navas Gamboa fue colocado en la órbita del español Atlético de Madrid, los portugueses Porto y Benfica,
el italiano Milan, los ingleses Everton y Arsenal, el francés
Mónaco, el alemán Bayern Múnich y los planetarios Barcelona y Real Madrid.
El representante del generaleño, Ricardo Cabañas, sabía que tanto blaugranas como merengues le estaban dando
seguimiento desde la temporada anterior; se acostumbró a
notarlo cuando en las prácticas del que considera su hijo
deportivo veía a los scouts llenar sus libretas de apuntes.
104
Crónicas de Brasil 2014
A lo interno de la Tricolor se tenía una leve sospecha
sobre un fichaje grande para Keylor, pero nadie se atrevía a
preguntar y mucho menos a comentarlo, pese a que era una
sensación compartida por todos en el camerino.
Los compañeros de la Sele preferían no preguntar, en
respeto a un acuerdo de caballeros pactado en el Proyecto
Gol antes de viajar a Brasil: durante la Copa del Mundo
ninguno pondría los intereses personales sobre los grupales.
Esto se aplicaría no solo en el comportamiento interno del
grupo, sino también ante posibles fichajes.
La prudencia en el equipo, sin embargo, no impedía el ir
y venir de noticias y especulaciones en internet a la vista de
todos los jugadores. Aunque entre ellos eludían el tema, era
inevitable que asomara en cada conversación con familiares. Incluso las esposas de Bolaños, Keylor, Duarte, Bryan
Ruiz y Gamboa organizaron un juego: aquella cuyo esposo
lograra de primero un cambio de club, invitaría a las otras
a cenar.
El único que en realidad sabía cómo estaba la situación
era el propio guardapalos. Todo pintaba a que la familia Navas Salas se trasladaría de país, siempre en Europa, cambiaría de idioma y pasaría a jugar en la élite del futbol europeo.
El Bayern Múnich estaba dispuesto a desembolsar el
dinero que pedía el Levante, club que solo estaba a la espera
del depósito.
Cuando parecía que el Bayern Múnich, dirigido por Pep
Guardiola, se haría con los servicios del oriundo de Pérez
Zeledón, se dio lo inesperado.
Keylor recibió una llamada de Cabañas, horas después
de eliminar a Grecia. Le dijo que el Real Madrid había preguntado por su situación de manera formal. Aunque los
contactos del club con el agente se habían iniciado después
del partido frente a Inglaterra, nunca hubo algo en firme
hasta esta conversación:
-Keylor, no tengo mucho tiempo, pero para que sepáis,
te quiere el Real Madrid.
-¡¿Me está hablando en serio?!
105
Un sueño redondo
Una vez salido del asombro, el jugador ordenó detener
inmediatamente cualquier otra negociación y pidió concentrarse en la llegada a la Casa Blanca. Estaba ante el club que
suma 10 Champions League entre sus trofeos y ha tenido
en sus filas a futbolistas como Alfredo Di Stefano, Zinedine
Zidane, Ronaldo Nazario, Roberto Carlos, Fernando Hierro, Raúl González, Ferenc Puskás, Hugo Sánchez, Cristiano Ronaldo, Iker Casillas… genios que le dan sentido a la
intrascendente acción de patear una pelota.
Los medios españoles como Marca y Antena 3 daban
a conocer que estaba muy cerca y que el interés blanco era
muy fuerte, pero en el entorno del jugador no estaba claro
qué podía pasar luego del Mundial.
Bayern Múnich y Real Madrid entraron durante semana
y media en una lucha por los servicios del jugador; ambos
estaban dispuestos a pagarle al Levante los 10 millones de
euros por la rescisión de contrato y no tenían problema en
solventar las solicitudes del cuidapalos revelación, pero había una desventaja para los bávaros, la cual sería determinante.
Ir a Alemania a competir con Manuel Neuer, a la postre
ganador del Guante de Oro del Mundial, o ir a España, a
matarse por un puesto con Diego López e Iker Casillas, era
prácticamente igual de complicado. Keylor tenía la última
palabra. El costarricense se sentía feliz en España; la adaptación a la vida en Albacete y posteriormente Valencia había
sido muy sencilla. Si cambiaba de club, quería quedarse en
España.
La complicada elección, sin embargo, tuvo que esperar un poco más, al menos hasta que finalizara la Copa del
Mundo.
La zozobra invadía a aficionados y familiares. En su regreso al país, Keylor hablaba poco de lo que estaba pasando
y se retiró a una quinta lejos de San José, en el Pacífico Sur,
a salvo de la constante pregunta de aficionados y periodistas.
Sólo aparecía en público en compromisos de sus patrocinadores, como aquella conferencia en el Club Unión, aus106
Crónicas de Brasil 2014
piciada por Bancrédito, con acceso para la prensa aunque
sin espacio para preguntas. En cambio, sí hubo respuestas, a
la vista de muy pocos. Varios aficionados, ganadores de un
concurso, tenían la oportunidad de acercarse al guardameta,
intercambiar un saludo, algunas cuantas palabras, una foto,
el selfie... Casi todos le preguntaron con qué equipo jugaría,
pero Navas no soltó prenda alguna, hasta que una joven le
lanzó un remate al ángulo que él no pudo detener. Enfundada en la camisa del Real Madrid, cuando le tocó saludar al
meta le pidió que se la firmara, ya que era la de su próximo
club; una sonrisa se dibujó en el rostro Navas, quien prefirió
no decir palabra alguna.
Al final del acto y cuando Keylor iba saliendo del salón
la joven le gritó ¡hala Madrid! Y otra tímida risa apareció
en Navas.
La decisión estaba prácticamente tomada y la hora de
anunciar el gran paso se acercaba.
Ya el 12 de julio desde tierras alemanas llegaba la información de que el Bayern se retiraba de la puja, pero no
fue hasta el 27 de julio que se hizo oficial el paso al Real
Madrid, al menos para la familia.
A una semana de partir hacia España, Keylor tuvo nuevamente una reunión con su padre:
-Pá, pues quiero contarle que si Dios quiere y todo sale
bien voy a firmar con el Real Madrid.
Don Freddy se quedó sin palabras. “Yo solo acaté a
abrazarlo, hubo nuevamente lágrimas y mucha felicidad.
Agradecimos a Dios”.
Luego de digerida la noticia se dio un diálogo más amplio. El papá no comprendía cómo con el paso que estaba
dando, su hijo no mostraba emoción alguna. Su cara no desbordaba felicidad, casi inexpresivo, se veía más serio que
feliz.
-¿Viejo, pero qué, no está contento? -le preguntó don
Freddy-. ¡Es el Real Madrid!
-Estoy feliz, Pá, se me cumplió un sueño.
-Pero, ¿entonces?
107
Un sueño redondo
-Vamos con calma, todavía tengo que firmar.
-Pues, si usted no quiere celebrar es usted, pero yo voy
a gritar y saltar de alegría -le dijo el padre, para cerrar con
una frase con voz entrecortada-: Bendiciones, mi viejo, que
sea lo que Dios quiera.
L
a semana previa al viaje a Madrid pasó sin mayor sobresalto. Keylor compartía con sus familiares y esperaba la orden de los merengues para salir del país.
El Real Madrid reservó tres tiquetes abiertos del 30 de julio
al 3 de agosto para que Keylor volara acompañado por su
esposa, Andrea, y su hija Daniela.
El guardameta tenía como primera fecha de viaje el 30
de julio, pero una llamada de Ricardo Cabañas lo frenó. Su
representante le dijo que había que esperar al 3 de agosto,
porque el Real Madrid tenía una situación que resolver antes de anunciar el fichaje.
La llegada del tico implicaba la salida de uno de los dos
porteros élite en el Real Madrid: Iker Casillas, símbolo del
futbol español, y Diego López, titular en la primera temporada al mando de Ancelotti.
El estratega, sin embargo, devolvió la portería a Casillas
en los amistosos de pretemporada, con lo que, por descarte,
el candidato a partir era claramente López.
Diego se negaba a abandonar el club y por más que Navas atrasó el vuelo, el Real Madrid anunció el 3 de agosto
su flamante fichaje, sin haber resuelto todavía el debate Casillas-López.
Keylor Navas Gamboa, proveniente del Levante: el
nuestro se convirtió en el sexto portero extranjero en la historia del Real, luego del húngaro Jyula Kiszel, el argentino
Rogelio Antonio Domínguez, el alemán Bodo Illgner, el ar108
Crónicas de Brasil 2014
gentino Albano Bizarri y el polaco Jerzy Dudek.
La zona de salidas del aeropuerto Juan Santamaría fue
como la gradería de un estadio. Cientos de aficionados llegaron con la esperanza de robarle una fotografía o al menos
poder observar al nuevo guardián del arco madridista.
Otros seguidores prefirieron darle a Keylor la sensación
de lo que puede sentir un héroe nacional y se colocaron en
la orilla de la malla oeste del Santamaría con banderas, para
que el espectáculo desde el cielo se tiñera con los colores
patrios.
La familia del portero no tuvo tiempo ni espacio para
despedidas sentidas, mucho menos para hacer el chek in y
comerse algo en las cercanías de la terminal, como acostumbraban cuando Keylor era jugador del Levante y venía
para una concentración de la Selección.
En la zona de chequeo, Navas fue asediado por los medios de comunicación nacionales, los cuales habían esperado durante casi un mes por una declaración del portero.
El resto del mundo quería una foto con Keylor Navas.
Policías migratorios, encargados de limpieza, personeros de
las diferentes aerolíneas, turistas, cada persona que se topaba a Navas de frente sacaba su celular y le pedía un recuerdo
al jugador. Keylor no negó una sola fotografía.
48 horas después de su partida, firmó el contrato, se dio
un apretón de manos con Florentino Pérez y pisó por primera vez el césped del Santiago Bernabéu, el día de su presentación a los aficionados y la prensa española.
La ceremonia finalizó cuando recién comenzaba el día
laboral en Costa Rica. El país madrugó para ver al referente
del futbol nacional ponerse la camiseta blanca.
“Como al mediodía me entró un mensaje de texto que
decía: ‘Gracias a Dios ya soy jugador del Madrid, quiero
hacer las cosas bien y hacer historia aquí’. Él estaba muy
contento por el recibimiento que le hicieron. Ese día hablamos muy poco”, recordó don Freddy.
La gesta de ser el primer centroamericano en el Real
Madrid era un objetivo cumplido.
109
Un sueño redondo
Keylor ya era un consolidado en el Levante, pero el
Mundial marcó un antes y después. No solo terminó de
exhibir sus cualidades como guardameta, sino que añadió
temple a su carácter.
La Sele había vencido con solvencia a Uruguay e Italia y
la clasificación estaba en el bolsillo. Atrás quedaba un juego
de excesivo roce físico ante la Azzurra, en el que Keylor
debió luchar por muchos balones aéreos.
Un dolor atacó al héroe. En realidad, Navas arrastraba
desde setiembre del 2013 una molestia en el hombro derecho. En el juego eliminatorio ante los Estados Unidos un
choque aéreo le dejó un problema que le fue tratado de forma parcial, ya que el Levante no quería perderlo para un
solo compromiso del plantel en la Liga Española.
En la Selección conocían de la lesión, pero no había generado mayor contratiempo hasta los días previos del juego
ante Inglaterra.
En la tercera práctica después de enfrentar a Italia, Navas presentaba dolor. El cuerpo médico de la Tricolor le recomendó al técnico Jorge Luis Pinto que le diera descanso,
pero el colombiano no quiso.
Keylor estaba listo para comenzar la oración de cada
práctica y antes de que dijera las primeras palabras, el entrenador hizo un cuestionamiento que no cayó nada bien en
el cancerbero.
-Don Keylor -le dijo Pinto-, ¿estás con miedo de jugar
contra Inglaterra, que no querés entrenar?
-Profesor Pinto, aquí el único novato en estos ambientes es usted, que nunca ha estado a estos niveles. Yo juego
cada domingo contra Cristiano Ronaldo, contra Xavi, contra Iniesta, contra Messi, contra jugadores de ese calibre,
cosa que usted no conoce.
Un silencio incómodo por un lapso invadió el círculo
que estaba compuesto por el resto de seleccionados e integrantes del cuerpo técnico.
Los jugadores se volvieron a ver unos a los otros y cuando parecía que nadie se atrevería a romper el momento in110
Crónicas de Brasil 2014
cómodo, alguien se animó a decir: ¡Vamos a entrenar, señores! Y ahí murió.
Por la tarde la molestia invadió a Keylor y buscó la
forma de desahogarse. Una llamada telefónica ingresó al
celular de don Freddy Navas.
-Viejo, ¿todo bien?
-Sí, Pá, solo una pequeña discusión que tuve con don
Jorge en el entrenamiento.
-Diay, ¿qué pasó?
-Prefiero no entrar en detalles, Pá. -Keylor tomó una
pausa y luego continuó-. Solo yo sé lo que tengo. Sé lo que
puedo dar y puedo hacer. Yo me voy a cuidar y el partido
ante Inglaterra lo voy a jugar.
“Desde ese momento yo me di cuenta que Keylor le
tomó muy poca importancia a esa situación. Él estaba concentrado en rendir, en conservar el nivel que había mostrado. Además me parecía que el grupo estaba muy fuerte y
ese tipo de cosas no lo iban a afectar”, analizó don Freddy.
La relación entre el técnico y Navas nunca fue de grandes amigos y luego del pequeño altercado pasó a ser todavía
más fría. Keylor se limitaba a escuchar las indicaciones de
don Jorge y hablaba más con Gabelo Conejo, preparador de
porteros de la Tricolor.
Las paradas ante ingleses, griegos y holandeses hicieron
olvidar el amargo episodio. Un par de achiques contra Inglaterra, el penal de Gekas, las intervenciones ante Robben
y Sneijder, 21 remates repelidos en todo el Mundial, lograron que Pinto dejara atrás los cuestionamientos y provocaron la admiración por el guardameta a nivel nacional.
El fenómeno tendría un sinnúmero de manifestaciones,
intensificadas con su llegada al Real Madrid: ticos vistiendo
la camiseta madridista con el Navas en la espalda, aficionados que participan en concursos para cenar con Keylor
en España, una agencia vendedora de autos ofreciendo un
viaje a Madrid, con entradas al Bernabéu incluidas, por la
compra del último modelo, más niños soñando ser portero y
hasta una guardameta comparada con el cancerbero nacio111
Un sueño redondo
nal. Cuando Dinia Díaz le detuvo tres penales a Trinidad y
Tobago y le dio al país el boleto a Canadá 2015, el primer
Mundial para la Sele mayor femenina, recordar al portero
de Brasil 2014 fue inevitable.
Homenajes sobraron para Keylor Navas, pero quizás
ninguno como aquellos paridos en las salas de hospital.
Mientras él gritaba de emoción tras detenerle un tiro de larga distancia al uruguayo Diego Forlán, una madre pujaba
la venida al mundo de un hijo, cuyo nombre haría honor al
héroe del marco tico.
Del 1° de junio al 30 de setiembre se dio en Costa Rica
el nacimiento de 19 niñas llamadas Keyla y 29 pequeños
bautizados Keylor, según los datos del Registro Nacional.
Aunque el nombre Keyla fue inscrito por primera vez en
nuestro país en 1969, ningún año registra tantas como el
2014, un total de 35.
A nadie le queda duda, aunque no esté en los registros
de hospital, aunque no hubiese ni una partera cerca, aunque
el verde césped sea menos pulcro que las blancas sábanas,
aunque los guantes no estuvieran esterilizados: el Mundial
parió una leyenda.
Crónicas de Brasil 2014
Los penales
susurran
secretos...
Costa Rica
los grita
CAPÍTULO IX
José Pablo Alfaro
Volvió del Mundial con el ímpetu de
la Sele. A sus 26 años, después de ocho
temporadas en periodismo deportivo,
con debut en Radio Actual, titularidad
en Al Día y reciente incorporación a
La Nación, por fin entiende lo que
desde niño soñó. Cuando la maestra
encomendó el ensayo “¿Qué quieren ser
cuando sean grandes?”, él sólo narró un
partido de futbol.
112
113
Un sueño redondo
L
a tarde del 28 de junio, a menos de 24 horas del gran
juego, Michael Umaña erró un penal.
Costa Rica practicaba los disparos, a puerta cerrada en la cancha del Club Deportivo Náutico, en Recife, un
equipo de mediana importancia en la región, pero dispuesto
a alojar el simulacro de la gran gesta.
Jorge Luis Pinto había decidio evadir el reconocimiento
del estadio Arena Pernambuco y aprovechar mejor el tiempo, lejos de los flashes de las cámaras y la ambición periodística de encontrar alguna noticia que pudiera romper su
infalible libreto táctico.
Ya de por sí, la Sele había dado una cátedra de futbol
ante Italia en ese césped, hace una semana, y era poco lo
que podía aportar el trote ligero y el usual “monito” de calentamiento.
Con doble candado en sus portones, la Sele se dispuso
a recrear el escenario en caso de que la fortuna decidiera
guiarlos hasta la pena máxima.
La puesta en escena fue muy simple: cada cobrador lanzó tres remates desde el manchón blanco.
Algunos eficaces anotaron los tres disparos, otros se
quedaron en dos cobros, como Michael.
“La mayoría de tiradores fallaron un penal. Umaña fue
uno de ellos”, confirma Luis Marín.
Luego del último entrenamiento y de estudiar el desempeño de cada uno de los cobradores, Paulo Wanchope le sugirió a Pinto poner en papel a los elegidos.
–Profe, ahora que estamos más tranquilos, por qué no
hacemos la lista por si acaso hay penales –le dijo Chope,
previendo que, llegado el momento, la decisión se torna más
difícil bajo máxima tensión y en carreras. Al técnico, siem114
Crónicas de Brasil 2014
pre obsesionado con los detalles, le pareció una buena idea.
No es para menos, el ser humano por naturaleza se expone a reaccionar mal en los escenarios más inusuales, como
una tanda de penaltis en los octavos de final de un Mundial.
Oleg Blokhin, extécnico de Ucrania, inmortalizó su momento de debilidad en Alemania 2006: “La situación me
superó. Les dije: ‘Chicos, decídanlo ustedes. Quien quiera
tirar los penales que los tire’. Luego, me marché a los vestuarios”.
En esa ocasión, Ucrania superó a Suiza en la tanda y se
clasificó a cuartos de final.
Y Pinto, un berraco como pocos, dejó que Paulo César
definiera los cobradores, según lo visto en las prácticas: Celso y Bryan Ruiz, los más seguros, se encargarían de abrir y
cerrar la tanda; empezar bien y cerrar bien, una estrategia
casi convertida en norma para muchos técnicos.
–Cambiemos el orden –le dijo Pinto, al ver los elegidos-.
La experiencia me dice que la mayoría de veces no se llega
al quinto penal.
Celso y Bryan pasaron entonces a encabezar una lista
en la que también aparecían nombres como Joel, Bolaños y
Umaña, el que había fallado en el último ensayo.
El presagio de Chope se materializó tras 120 minutos
jugados y casi una hora con un hombre menos por la expulsión de Óscar Duarte; algunos parecían no tener fuerzas para
enfrentar el cobro. “Bryan ya arrastraba las piernas”, recuerda Wanchope. Entonces lo sacaron de una lista que a fin de
cuentas tuvo varias modificaciones: Bolaños había salido de
cambio, algunos se sentían seguros pero otros pedían lanzar
solo en caso estrictamente necesario.
-¿Cuál tiro yo? –preguntó Bryan, sin sospechar que estaba fuera de los primeros cinco ejecutores. Wanchope le explicó lo sucedido, pero Bryan, más allá del cansancio, de sus
14 kilómetros con 43 metros recorridos en una temperatura
de 28 grados centígrados, insistió en asumir la responsabilidad. La lista fue modificada una vez más, Bryan ingresó
y José Miguel Cubero quedó a la espera, por si el duelo se
115
Un sueño redondo
extendía más allá de cinco cobros.
-Tranquilos, yo paro uno –le recordó Keylor al grupo
en su última reunión antes iniciar la tanda. El mensaje caló
hondo en Celso, quien tomó valor para iniciar su camino
desde el centro del campo hasta el manchón blanco.
Fue un pasaje largo, tan largo que había empezado a recorrerlo el jueves 6 de diciembre de 2007 cuando aún era
una joven promesa. En esa fatídica noche decembrina, Celso se clavó una daga profunda que envenenó sus arterias
durante siete años sin encontrar una cura.
Costa Rica igualó a uno ante Panamá en el tiempo regular y necesitaba una victoria en los penales para seguir con
vida en la ruta hacia los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
El escenario era el Ricardo Saprissa, el estadio en donde
una y otra vez anotó sin compasión. El rival de enfrente lo
comandaba su padre, Alexandre Guimaraes.
No tenía por qué fallar, era un penalero de raza. Heredó
la técnica de su progenitor y poseía una madurez mental envidiable.
Pero esa noche no era el Celso de siempre, no estaba
preparado para cobrar el quinto penal. La presión lo carcomió. “No supe asimilarla. Estaba muy cerrado, yo sentía una
responsabilidad muy grande en esa Selección y eso tampoco
es bueno”, declararía más tarde a la prensa.
Después de ese instante, tardó cuatro meses en volver a
cobrar un penal... y más de seis años en encontrar revancha.
Roberto Baggio, la gran figura de la Selección de Italia
en el Mundial de Estados Unidos 94, dice que los penaltis
los fallan los que tienen el coraje de tirarlos.
A él le tocó errar el disparo decisivo que le entregó a
Brasil el tetracampeonato. Tuvo el carácter para lanzarlo
pero nunca la oportunidad de resarcirse. Aún sueña con ese
cobro; se pregunta cómo fue posible que el balón se elevara
tanto cuando Taffarel ya estaba vencido.
A Celso, para fortuna de todo Costa Rica, los dioses lo
premiaron con una segunda oportunidad.“Estaba esperando
este momento, yo soñaba con algo de igual importancia y
116
Crónicas de Brasil 2014
las Olimpiadas se quedaban cortas a la par de un Mundial”.
Nunca demostró miedo. No podía hacerlo. En la selección representaba el equilibrio.
En gran medida, por eso cobró el primer penal, tenía que
darle confianza a sus compañeros en el instante de mayor
tensión.
El sociólogo de la Selección en Brasil, Jaime Perozzo,
lo calificó como un jugador “que se sale del molde”, con la
calidad, la madurez y la inteligencia para abrir la tanda.
Y le llegó el momento de toparse frente a frente con su
fantasma. Celso acomodó la pelota con sutileza en el montículo blanco, dio nueve pasos cortos hacia atrás y respiró
hondo antes de cobrar. Su disparó se incrustó fuerte arriba y
a la derecha del arquero. Llegó la medicina.
Costa Rica 1 - Grecia 0.
B
ryan Ruiz caminó descalzo por un escabroso sendero
cubierto de piedras filosas que lo hicieron caer una
y otra vez. Ese había sido su destino en la Selección
Nacional. Soportar el dolor sin anestesia.
–Yo puedo tirar el penal –le rogó a Chope, aún arratonado por los más de 14 kilómetros recorridos durante el juego.
Se acostumbró al sufrimiento: el enorme desgaste acumulado en los tiempos extra no era suficiente para dejarse
caer. Un nuevo sendero cubierto de espinas hacia el manchón blanco no significaba nada.
Echarse para atrás no era una opción. No lo había hecho
en el pasado, cuando se criticó su falta liderazgo dentro del
grupo en medio de los malos resultados de la cuadrangular
eliminatoria. Tampoco al ser cuestionado por sus constantes
lesiones, que pusieron en duda su compromiso con el país.
Esa insoportable molestia que no le permitió sostener su
117
Un sueño redondo
pie derecho en el césped durante el segundo tiempo extra ya
no era nada comparada con lo sufrido en su carrera.
El 15 de octubre de 2009, Bryan jugó su mejor partido
con la casaca patria. En la tierra del tío Sam, apareció con
dos soberbios goles que entregaban el boleto al Mundial,
tras una sufrida ruta eliminatoria hacia Sudáfrica 2010. En
ese entonces, el decisivo talento del Bryan que brillaba fecha a fecha en el futbol holandés escaseaba en la Selección.
El propio futbolista sentía la responsabilidad de convertirse en el gran referente que todo Costa Rica anhelaba.
Reconocía con frustración que podía dar más, aunque no
terminaba de convencer a los más críticos.
Pero ese día Bryan llegó tan inspirado que nadie dudó de
él. Nadie, excepto el destino.
En el minuto 95, en el último minuto de reposición, Jonathan Bornstein se elevó en las alturas con un cabezazo que
silenció a todo Costa Rica; el balón superó a Keylor.
El fútbol lo alejó de su mayor anhelo, como ya lo había hecho en el 2006, cuando Alexandre Guimaraes no lo
incluyó entre los elegidos. Aquel día en playa Conchal, en
el campamento decisivo, jamás será olvidado por su compañero de cuarto, el entonces delantero titular Paulo César
Wanchope. Después de la noticia, encontró a Bryan desmoralizado, acostado, envuelto en las frías cobijas de la desilusión. “Yo pensaba que él tenía las condiciones para ir al
Mundial”, recuerda Wanchope. Sin embargo, sin remedio
posible, no pudo decirle mayor cosa.
El joven que tocaba el balón con maestría en el ataque
rojinegro se había ilusionado con la Copa del Mundo, pero
no era su momento. Tampoco lo había sido cuando se lesionó a las puertas de una eliminatoria Sub 20, siendo él la gran
figura del equipo.
Por momentos, parecía destinado al eterno sueño sin
cumplir, como el de Erick Cantona, jugador francés de brillante carrera en el Manchester United, que nunca pudo disputar una Copa del Mundo. Francia no clasificó a Estados
Unidos 94 y él decidió retirarse del equipo galo en 1997, tras
118
Crónicas de Brasil 2014
una serie de conflictos disciplinarios.
Apenas un año después, Zinedine Zidane levantó la Copa
en su propia casa por primera y única vez en su historia.
A Cantona siempre se le criticó su rendimiento con la
Selección.
La gambeta privilegiada que descontaba rivales en los
Diablos Rojos, desaparecía cuando defendía los colores de
su país. El icónico volante dio un paso a un lado.
Bryan, en cambio, no se desplomó. En medio de la turbulencia, cargó con el gafete de capitán.
Y no se esperaba menos de él: en la intimidad del vestuario es visto como un líder sabio, dispuesto a velar por el
colectivo, más allá de las individualidades.
“Este es su Mundial -le dijo Wanchope a Bryan, en Brasil, trayendo de inmediato a la memoria aquel día en Conchal, cuando las palabras faltaron-. En ese momento, sabía
que no había nada que yo pudiera decirle, pero su momento
es ahora, aprovéchelo”.
Si algo salía mal, Bryan daría la cara, como bien lo describe Celso: “Bryan es el que toma las decisiones con base
en el sentir del grupo”. Su estilo reniega del típico capitán.
Se aleja de ese líder rudo que encara a los rivales y discute
con el árbitro si es necesario.
Ruiz prefiere girar instrucciones desde adentro. Si algún
futbolista se sale del saco, le basta con decir unas cuantas
palabras para calmar las aguas, como en una concentración
en la que decidió reprender a Joel Campbell por su comportamiento.
Ese liderazgo, forjado en medio del sufrimiento, fue el
que le dio las fuerzas necesarias para caminar hasta el punto
de penal.
Sin sonrisas ni lamentos, inexpresivo, Bryan aguardó
hasta el último movimiento del arquero y remató colocado a
la izquierda. Costa Rica 2 - Grecia 1.
119
Un sueño redondo
‘P
ipo’, el temperamental líder de la zaga nacional, se
dirige al punto de penal con un rostro de furia.
Con la testa de un guerrero espartano, camina sin
detenerse hasta el purgatorio.
El luchador incansable al que no le tembló el pulso para
frenar el poderío de Edinson Cavani y que machacó el ego
de Mario Balotelli, estaba asustado.
“El recorrido para cobrar el penal se hace eterno”, recuerda González.
Pero no estaba dispuesto a entregarse tan fácil.
El día antes, en una larga charla previa al juego, Giancarlo conversaba con el sociólogo Jaime Perozzo sobre su
futuro.
-Yo te veo en Europa pero jugando en España -le dijo el
colombiano, intuyendo que su gran desempeño le aseguraría
un buen contrato en el Viejo Continente.
El defensor, reconocido dentro del grupo por ser un
hombre recto, puntual y ante todo decidido, lo tenía claro:
“toda mi vida está puesta en este Mundial”.
Lo que no imaginó ‘Pipo’ es que unas horas más tarde,
su vida giraría alrededor de un penal.
Ahí, en el centro del campo, a pocos minutos de iniciar
la tanda, Perozzo lo notó tenso y se le acercó. “Recuerda lo
que hablamos ayer”, le dijo al oído. La certeza de González
estaba intacta. “Este penal es una puerta que se está abriendo”, le recalcó.
Perozzo lo había entendido claramente: el coraje estaba
por encima del miedo.
Genaro Gatusso, tozudo volante italiano, campeón del
Mundo en Alemania 2006, recuerda cómo en las horas previas de esa final fue más de 30 veces al baño para soportar
la presión.
El ‘Animal’ nunca negó que tuviese temor, su gran mérito estaba en la manera de asimilarlo y hacerle frente. “El
único don con el que nací son las ganas de no rendirme nunca”, reconoció en una entrevista al diario El País de España.
Y Giancarlo, con un rostro tan imperturbable como el de
120
Crónicas de Brasil 2014
Gatusso, había preparado su carácter para estar ahí. Ahora,
la diferencia entre el éxito y el fracaso estaba marcada por
11 metros y un buen cobro.
Su personalidad, ya de por sí fuerte, se crispó con las
constantes muestras de menosprecio de los rivales durante
los primeros juegos del Mundial.
En la antesala del partido ante la ‘Azurra’, un periodista
le tocó el ego al defensor con una consulta.
-Balotelli dice que no sabe quién es Keylor Navas,
¿cómo valora esto? -le preguntó.
Pipo se contuvo y respondió con diplomacia: “sabemos
que para algunos somos unos desconocidos, pero queremos
que el mundo sepa quiénes somos”.
Unas horas más tarde, en la intimidad del vuelo chárter
de la Selección, Giancarlo recordaba el episodio con un evidente semblante de satisfacción.
–Así sabe más rico ganarles– le dijo a un pequeño grupo
de periodistas ticos que viajaban con la Sele.
Por eso, cuando acomodó la pelota en el punto blanco,
Giancarlo estaba tan decidido que nunca cambió su semblante.
Tomó impulso, remató duro y a la derecha del portero.
Costa Rica 3 - Grecia 2.
L
e pedimos a la persona que está caminando por el pasillo del avión que tome asiento por favor, estamos
aterrizando– recalca exaltada la bella aeromoza brasileña por el alto parlante. Un atrevido joven se puso de pie
para cambiar de lugar en pleno descenso.
Al grupo no le sorprende que Joel se tome este tipo de
licencias. Frente al punto de penal, en donde el vértigo castiga tanto como los 25 mil pies de altura del último vuelo a
Recife, Joel no se inmuta.
121
Un sueño redondo
Con una tranquilidad pasmosa se detiene unos segundos a esperar el movimiento del arquero, sin ninguna prisa,
aguarda a que el arquero se venza.
Así sucede. El meta se recuesta vencido al costado izquierdo y Joel le cambia de lado el disparo. El balón toca
la red.
Su celebración es mesurada. Como si se tratara de esos
goles que anota jugando play station en su apartamento en
Inglaterra.
Yeltsin Tejeda, íntimo amigo de Joel, describe su personalidad en pocas palabras.
“Él se la cree, desde niño es así”.
Pero ese joven prodigio casi no aparece en las figuritas
del álbum Panini. Fue noticia en todo el mundo porque compró una caja llena de postales y no encontró la suya.
Y es que, si nos remontamos al 2011, era impensable
lo que ocurriría con Joel tres años después: ni por casualidad hubiera pensado en ser una estrella coleccionable en ese
entonces, cuando estaba desahuciado en el Saprissa y, aún
así, el entonces seleccionador Ricardo La Volpe se animó a
convocarlo.
Humberto Campbell, padre del futbolista, cuenta que en
la ‘S’ lo tenían apartado, con la presión de que firmara una
extensión de contrato para ponerlo a jugar.
-Está muy joven, aún le falta -le decían a su progenitor
en las divisiones inferiores del club... una mentira blanda.
Cuando Joel llegó a Saprissa, siendo apenas un niño ilusionado que hacía fintas y acariciaba el balón, se intuía su
talento precoz.
Era visto como una especie en extinción que controlaba
el balón con una eficacia superior a la de los jugadores del
primer equipo.
Los formadores se preguntaban y comentaban entre sí a
qué edad debutaría: ¿14, 15 ó 16?
Pero el ansiado debut se mantuvo en “baño María”; no
importó que Joel deslumbrara en las esferas globales, porque, como figura de la Sele en el Mundial Sub 17 de Nigeria
122
Crónicas de Brasil 2014
y en la Copa del Mundo Sub 20 de Colombia, Joel destacó
entre luminarias de la talla de James Rodríguez.
¿Por qué ese chico talentoso, de técnica exquisita, no lucía en las alineaciones de su club?
Dos hipótesis sugieren el motivo.
El entrenador argentino César Luis Menotti decía que
un jugador puede dejar de correr durante muchos minutos a
lo largo de un partido, lo que nunca puede hacer es dejar de
pensar.
Joel pensaba demasiado… pero no corría tanto.
En la cabeza de algunos técnicos, el esfuerzo vale más
que el talento, aunque esto último sea lo que diferencie a un
jugador del montón de uno fuera de serie.
Y, a veces, darle 100 vueltas a la cancha se valora más
que un pase de rabona.
El joven atrevido era de los mejores en los colectivos.
No importaba cuánto corriese su rival, él siempre iba a superarlo en el uno contra uno. Pero el día del partido juega
el que más se haya esforzado, ese es el premio para los que
trabajan duro.
La segunda hipótesis es más sencilla, pero también más
morbosa.
A nadie le gusta que lo bailen, y menos un ‘puberto’ recién ascendido del primer equipo.
Joel es bueno, pero hay que enseñarle quién manda, y la
manera más práctica de hacerlo es que espere paciente en el
banco.
Corría como el resto pero era visto como una amenaza,
y no estaba dispuesto a cambiar. Esa valentía de encarar sin
aprensiones no tenía límite.
Ese brío distinto sí le gustaba a La Volpe. Convencido de
ello, lo convocó a la Copa Oro y luego a la Copa América,
en donde Campbell se encargó de demostrar que sí, efectivamente, era un diamante en bruto.
Aquella decisión fue tan sabia, que se puede homologar
con la de elegir a Joel para que lanzara el cuarto penal.
Fue el único de los cobradores que hizo un solapado
123
Un sueño redondo
baile antes de rematar, como si disimuladamente tratara de
distinguirse del resto, de darle un sello personal al cobro.El
balón superó la raya de sentencia. Costa Rica 4 - Grecia 3
A
menos de 24 horas del gran juego, la tarde del 28 de
junio, Michael Umaña erró un penal.
Solo falló uno de los tres cobros que practicó en
esa tarde lúcida, de privacidad absoluta y reservada para afinar los detalles más ínfimos del duelo.
Nadie en el grupo cuestionaba que fuera uno de los mejores lanzadores del equipo.
Más allá de su técnica, Umaña era tan frío como un témpano de hielo, obediente, siempre dispuesto a recibir con
buen rostro las órdenes de Jorge Luis Pinto.
Esa personalidad de obrero abnegado forjó un vínculo
con el profesor. Un simple penal no era suficiente para nublar su pensamiento.
La seguridad del técnico hacia su pupilo se evidenció
durante la semana previa al debut ante Uruguay.
Umaña padeció una fuerte gripe que lo apartó de los ensayos tácticos que preparaba Pinto con el once titular.
Durante seis días, el colombiano trabajó la retaguardia
con Júnior Díaz, por la izquierda; Roy Miller, Giancarlo
González y Óscar Duarte, por el centro; y Cristian Gamboa,
por la derecha.
El trabajo de bloque, indispensable en la estrategia del
colombiano, se diseñó con esos defensores.
La decisión no estaba en firme pero el grupo intuía que
Miller iniciaría el Mundial como titular.
Umaña no estaba en sus mejores condiciones y su competencia directa era el único central zurdo del equipo.
Pero en el último simulacro, Pinto incluyó a Umaña en
124
Crónicas de Brasil 2014
su oncena. Los 1053 minutos de juego acumulados durante
la eliminatoria, lo convencieron de que era el hombre idóneo para iniciar la gesta.
Luis Aragonés, técnico que ganó la Euro de 2008 con
España, recuerda el éxito de la ‘Roja’ con una frase.
“Cogí una selección; intento dejar un equipo”.
En medio del talento individual de Andrés Iniesta, Xavi,
y Sergio Ramos, estaba el desafío de conjuntar a la mejor
generación de la historia.
Cuando por fin el “Sabio de Hortaleza” armó su rompecabezas y maduró su idea de juego, no estaba dispuesto a
incluir a ningún elemento externo que pudiera atentar contra
su base.
Ni la leyenda blanca Raúl González encajó en el esquema de España. Aragonés estaba dispuesto a morir con la
suya. Pinto también.
Y Michael, el perro fiel que no defraudó a su amo en
el debut mundialista, sería el elegido para cobrar el último
penal.
Quizás Pinto no presupuestó que fuese necesario llegar
hasta el cobro definitivo. Su proyección decía que la mayoría de tandas no llegaban hasta el quinto remate.
Ruiz y Borges, los mejores cobradores, tiraron primero.
Bolaños, el otro lanzador, había salido de relevo. El destino
eligió a Michael.
Y caminó hasta el punto de penal con apuro, como si
quisiera acelerar la gloria. Acomodó el balón en el punto
blanco, dio siete pasos hacia atrás, apretó los labios, exhaló,
quitó un segundo la vista del marco, volvió a mirarlo, fijó
la mirada y expulsó otra bocanada de aire... ahora sí... dio
un respingo de gladiador henchido y disparó fuerte y arriba.
Esta vez no falló.
El abrazo del perro fiel fue para Pinto. -Gracias, Profe
–le dijo, el único jugador que lo buscó para celebrar.
Costa Rica 5 - Grecia 4.
125
Un sueño redondo
Crónicas de Brasil 2014
En el octavo
día creó Dios
el fútbol…
(Y vio Dios
que era bueno)
CAPÍTULO X
José David Guevara Muñoz
Alinea en la cancha del periodismo
desde 1987; primero como reportero en
La Nación, luego como editor y jefe de
redacción de El Financiero
(2000-2010), semanario que dirige desde
2010. No le gustan los déficits fiscales ni
los de buen fútbol; sí las exportaciones de
bienes y servicios y futbolistas talentosos.
De su padre heredó el valor agregado del
deporte rey.
126
127
Un sueño redondo
E
n el octavo día creó Dios el fútbol. Y vio Dios que
era bueno… (Versión libre del libro de Génesis).
El domingo 29 de junio y el sábado 5 de julio del 2014,
Monseñor José Rafael Quirós, Arzobispo de San José desde
el 29 de agosto del 2013, se encontraba de visita en Roma,
por lo que acudió al milagroso Internet para seguir las incidencias de los partidos mundialistas entre las selecciones de
Costa Rica y las de Grecia y Holanda.
“Debido a la diferencia de horarios entre Europa y América, seguí los resultados de ambos partidos por medio de
los sitios web de Canal 7 y Repretel. ¡Cómo sufrí con las
series de penales!”, recuerda quien durante su infancia en
Llano Grande de Cartago participaba en las mejengas de barrio como mediocampista o delantero. “Nunca metí goles”,
confiesa sin temor a la penitencia de los aficionados al deporte rey.
Ya sabemos lo que ocurrió en esos dos juegos. En el primero, clasificamos a cuartos de final por primera vez en un
mundial de fútbol, luego de ganarle a los griegos 5-3 en la
tanda de penales; en el segundo, los holandeses nos eliminaron 4-3 en la ronda desde los once pasos.
Ese fue el final de una fiesta deportiva que este sacerdote
disfrutó en primera instancia a través de la televisión. Así lo
hizo durante la transmisión de los encuentros de la “Sele”
contra Uruguay, el sábado 14 de junio (marcador de 3-1 a
favor de Costa Rica), e Italia, el viernes 20 de junio (1-0
128
Crónicas de Brasil 2014
histórico). Únicamente no pudo ver la confrontación contra
Inglaterra, el martes 24 de junio (0-0), debido a las celebraciones religiosas programadas para ese día.
Suele ocurrir: las bancas de madera le ganan la partida a
las graderías de concreto…
Otro sacerdote que echó mano a San Internet para mantenerse informado de los resultados es el cura párroco de La
Soledad y Vicario foráneo de San José, Carlos Humberto
Rojas Sánchez.
Cuando el duelo ante Holanda este sacerdote se encontraba en un convento en Roma en compañía de otros compañeros de Costa Rica. “Los frailes nos autorizaron para ver
el partido en la sala de televisión, pero era muy tarde y no
queríamos molestarlos con el ruido. Yo me senté en una silla
ubicada en un pasillo donde había señal para mi teléfono
y seguí los resultados de los 90 minutos iniciales y los 30
minutos de tiempos extra por medio de una aplicación de
la FIFA; cuando llegaron los penales me conecté por WhatsApp con una amiga que me informaba desde Costa Rica
cómo iba la serie. Fue muy emocionante pero a la vez triste
porque quedamos eliminados”, manifiesta este saprissista
quien muy ocasionalmente va al estadio. “Ir al estadio y no
emocionarse ni gritar es como no ir”, afirma.
También es digna de evocar la experiencia que vivió de
cara al partido del 20 de junio contra Italia. Como la inmensa mayoría de los costarricenses, no quería perderse ese partido, por lo que hizo los cambios necesarios para despejar su
agenda. Sin embargo, el aficionado propone y Dios dispone.
A eso de las 8:30 a.m. recibió una llamada telefónica en la
que una familia conocida le avisaba que acababa de morir la
abuela y querían que él oficiara el funeral.
“No lo puedo creer, pensé, pero de inmediato me dije
que lo primero es lo primero y me fui a atender esta situación. Faltaba poco para iniciar el servicio y mientras varios
de los presentes conversábamos sobre la difunta, escuchamos un grito, la gente pasaba corriendo por la calle y había
129
Un sueño redondo
carros sonando los pitos. Todos nos miramos y yo abrí mi
aplicación de la FIFA y les conté que acababa de anotar Bryan Ruiz. La gente lo celebró, en silencio pero lo celebró”.
Está claro: gol olímpico de la tecnología…
Otra vivencia que debe pisar la gramilla de la memoria: la del seminarista católico Roberth Méndez Esquivel,
oriundo de Esparza Puntarenas pero radicado en la India
desde el 2005, actualmente en un pueblo ubicado al norte de Karnataka -uno de los estados de ese gigante asiático
y cuya capital es Bangalore-. “Aquí no hacemos evangelización directa sino que predicamos con el ejemplo, con el
amor de Cristo, y los no cristianos se sienten atraídos por
nuestro modo diferente de vivir”, explica este religioso que
antes de emprender estudios de teología y filosofía egresó de
la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad
Nacional (UNA).
A él le tocó ver el partido Costa Rica-Italia precisamente
en Roma, capital de este país europeo, donde realizó una
peregrinación en compañía de los sacerdotes de la diósesis
donde realiza su misión. Poco antes del juego ingresó en una
casa de retiro donde 100 jóvenes tenían los rostros pintados con los colores de la bandera italiana y además estaban
equipados con banderas y pancartas con las palabras Forza
azzurra.
“Me dio miedo entrar. Yo llevaba en mi mochila una
bandera de Costa Rica por mi amor a la patria y con el propósito de ser reconocido por algún otro tico. Cuando los jóvenes me vieron se hizo un silencio mortal. No lo podían
creer, un tico. Hablaban entre ellos en voz baja. Me senté y
empecé a gritar ‘¡OE OE OE OE OE!’ Eso rompió el hielo y
los jóvenes empezaron a cantarle a Italia. Nunca imaginaron
que Costa Rica ganaría ese partido. ¡Apoteósico!”
La vida, ese jugador de sorpresivas gambetas, le regaló
otro episodio inolvidable al día siguiente. Cuando ingresó
en un restaurante un grupo de jóvenes empezó a corear y a
gritar -tras ver la bandera en la mochila- ‘¡Costa Rica! ¡Cos130
Crónicas de Brasil 2014
ta Rica! ¡Costa Rica!’ “Fue muy emocionante”, comenta.
Los siguientes partidos los disfrutó, ya sin aficionados
entusiastas a su alrededor, en Sri Lanka -país insular de Asia,
ubicado en el golfo de Bengala-. “Allí participé en un retiro.
Terminábamos muy cansados y por la noche solo queríamos
dormir, sin embargo hallaba fuerzas para ver los juegos”.
Una ocurrencia: y mientras tanto los ángeles observaban
los partidos a través de agujeros en las nubes...
En honor a la verdad, no resulta extraño que los balones
sean bien recibidos en el mundo de los crucifijos. Las puertas de los templos católicos no son marcos que se cierran
para la ofensiva del fútbol; las voces que rezan también encuentran espacios en el día a día para gritar ¡gol!
Y es que el 13 de marzo del 2013 el humo blanco del
Vaticano le anunció al mundo entero el nombramiento del
Papa más futbolero en la historia del Vaticano: el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, succesor 266 de San Pedro
bajo el nombre Francisco I. Hermoso gol este de contar con
un Pontífice aficionado al balompié.
Ya se sabe, es un fiel seguidor del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, fundado en Buenos Aires, Argentina, el
1 de abril de 1908. El nuevo líder de la Iglesia Católica es el
socio honorífico número 88.235 de este equipo que ascendió
a la primera división argentina en 1914 y ganó su primer
título nacional en 1923.
No sorprenden por ello las palabras de sus homilías durante su visita a Brasil en mayo del 2014:
“Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, que seamos
sus discípulos, que juguemos en su equipo”.
“¿Qué hace un jugador cuando se le llama a hacer parte
de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así
es nuestra vida de discípulos”.
“Cuando se suda la camiseta tratando de vivir como cristianos, experimentamos a lo grande”.
“Sean protagonistas, jueguen para adelante, pateen para
adelante, construyan un mundo mejor”.
131
Un sueño redondo
Desafortunadamente para el Papa, dos meses después la
selección de su país sería derrotada por la de Alemania en la
final de la Copa Mundial Brasil 2014. El partido tuvo lugar
el domingo 13 de julio en uno de los templos históricos de
los fanáticos al fútbol: el estadio Maracaná y ante la atenta
mirada del Cristo de Corcovado, la estatua de 38 metros situada a 710 metros sobre el nivel del mar desde 1931. Allí
los alemanes se impusieron un gol a cero con anotación de
Mario Götze en el segundo tiempo suplementario.
¿Diablura deportiva? ¿Herejía futbolística? En todo
caso, el resultado debe haber dibujado una sonrisa en el rostro del Papa emérito, el alemán Benedicto XVI.
T
odo tiene su tiempo. Tiempo de adorar y tiempo de gritar ¡gooooool! (Versión libre del libro del Eclesiastés).
El fútbol no tiene prejuicios. Por eso juega en diversas
canchas religiosas o teológicas…
Prueba de ello la experiencia del pastor Carlos Guerra
Suárez, del Movimiento Misionero Mundial (MMM), durante el partido ante Uruguay.
Esta congregación fue fundada en 1963 en Puerto Rico y
se estableció en Costa Rica en 1965, donde reúne a casi 200
iglesias. Guerra dirige a las cerca de 600 personas que se
reúnen cada domingo en el templo ubicado en La Valencia
de Heredia.
Pues bien, en esta congregación se celebró un seminario
el día del juego contra los charrúas, por lo cual el pastor no
pudo seguir las incidencias frente a la pantalla chica. Sin
embargo, en el periodo del café (ese que patea las espinillas
del idioma español cada vez que se le llama coffee break)
un miembro de la congregación le avisó que Costa Rica iba
perdiendo uno a cero. “Le dije: me interesa que me manten132
Crónicas de Brasil 2014
ga informado”.
Minutos después el informante pasó por el salón donde
tenía lugar el seminario y le hizo señas al pastor para indicarle que la contienda iba uno a uno. Lo mismo hizo con el
dos a uno a favor de la “Sele” y también con el tres a uno.
“Le dije a los participantes: vamos a hacer un receso porque
necesito ir al baño, y aproveché y me fui a ver parte del
partido en la cabina de radio y televisión que tenemos en la
iglesia. Nadie podía creer que se había volcado la tortilla”.
En la serie de penales ante Grecia este predicador se vio
obligado a tomarse la pastilla para la presión. “Yo decía:
Señor, por favor, confunde al portero de Grecia… Señor,
unge a Michael (Umaña), que lo meta, que lo meta, Dios que
lo meta y en vez del goooool me salió un ¡glooooooooria a
Dios, aleluya!”.
No hay duda: tiro libre a la espontaneidad.
La euforia mundialista también se apoderó de David Patey, presidente del Club Sport Herediano, uno de los propietarios de Autos Xiri -distribuidor de los vehículos Peugeot- y un líder en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días (mormones), en donde fue obispo de la
congregación en Escazú durante el período 2006-2011.
“Vi el partido contra Grecia en mi oficina en la Peugeot
en compañía de cuatro de mis cinco hijos y el guarda de la
empresa. Cuando ganamos con el penal de (Michael) Umaña
nos montamos en el carro y fuimos a Heredia, San Pedro de
Montes de Oca, Ciudad Colón, Santa Ana... ¡No queríamos
parar! ¡Quemé el pito del carro! Nunca había experimentado
algo así”, evoca este fiebre del balompié que nunca asiste a
los estadios los domingos por considerarlo un día de reposo
y reflexión, diferente a los del resto de la semana. “No voy a
permitir que el fútbol tome la totalidad de mi vida”.
Así lo entiendo: no solo de fútbol vive el hombre.
Otro que disfrutó mucho de esta fiesta fue Rigoberto
Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense y pastor de la Iglesia Monte Horeb, en La Aurora de
133
Un sueño redondo
Heredia.
Cuenta que vio los partidos con su familia. “Nos preparamos, conseguimos una pantalla plana de 60 pulgadas. Yo
viví la alegría del Mundial de Italia 90, pero esto fue mucho
más fuerte. El triunfo 3-1 contra Uruguay se pasó, no estaba escrito, nadie se lo imaginaba. Las celebraciones en el
barrio fueron impresionantes. Después de cada partido que
ganamos mis hijos se fueron a la rotunda de la Hispanidad
a festejar”.
Según dijo, hubo iglesias que se organizaron para ver los
partidos en pantallas gigantes instaladas en algunos de sus
salones y hasta modificaron los horarios de los cultos para
no perder asistencia. “La iglesia mía es más conservadora,
no hicimos esto; sin embargo, no lo considero pecado, cada
quien lo administró como mejor le pareció. Hay que respetar
las distintas decisiones”, manifiesta este ministro cristiano
que al igual que muchos costarricenses se transformó en director técnico en cada partido de nuestra Selección.
Dicho de otra manera: Jorge Luis Pinto entró de cambio
por San Pablo…
“Nosotros guardamos el sábado porque es el día del Señor. Por eso no vimos el partido que jugó Costa Rica contra
Uruguay (sábado 14 de junio); sin embargo, estando en el
templo escuchamos los carros que pasaban pitando. Cuando
terminó el servicio un hermano que se mantuvo en la puerta
durante todo el culto se me acercó y me dijo contento ‘pastor, ¿no ve que fueron tres pepinos”, cuenta el pastor Ramón
González, de la iglesia Adventista en Hatillo.
Luego explica que un sector minoritario de los miembros de esta congregación son conservadores y no participan
de actividades como el fútbol e incluso lo consideran pecado
e idolatría, pero la mayoría se involcucra y emociona. “La
iglesia no priva a nadie de participar de la fiesta del fútbol,
aunque sí recomienda abstenerse de tomar licor y participar
en actos de violencia. El deporte une, promueve la fraternidad. Durante el Mundial algunos hermanos se reunieron
para disfrutar de los partidos mientras saboreaban una carne
134
Crónicas de Brasil 2014
asada o un rice and beans”.
Un pastor jubilado de esta religión, el panameño Lucindo Murillo, agrega: “No somos ortodoxos. En la iglesia hay
libertad. Los pastores no ordenan qué se puede hacer y qué
no”. Comenta entusiasmado que aunque él es oriundo de
Panamá, su sentimiento durante Brasil 2014 fue como el de
cualquier costarricense.
A ver qué les parece: el balón siempre encuentra algún
espacio por donde ingresar en el marco...
Priscilla Jiménez Agüero no se sintió entrenadora durante la Copa Brasil 2014, pero sí quiso ser árbitro para pitar
el final de los partidos que Costa Rica iba ganando. En especial, durante el choque ante los griegos el cual la “Sele”
ganaba con gol de Bryan Ruiz desde el minuto 52, pero el
rival empató en el 90. “Estaba nerviosa, fue una tensión terrible, solo quería que terminara”, evoca la esposa de Cristian Bonilla, pastor de la Iglesia Metodista en San Jerónimo
de Moravia.
Seamos honestos: ¿Quién no ha gritado ¡árbitro tiempo!?
Al pastor Jarquín Castillo, de la Iglesia Sanidad Divina,
en Desamparados, no lo toma por sorpresa la pasión futbolística en las iglesias. “La gente es terriblemente futbolera.
Muchas congregaciones tienen equipo de fútbol. El fútbol es
pasión, mucho más cuando juega la Sele. ¡Imagínese!”
Rememora con alegría el hecho de que el domingo que
Costa Rica jugó contra Grecia todos los integrantes del grupo de música de alabanza llegaron al templo con camisetas
tricolor.
“El fútbol es parte de la vida. Es el deporte rey. Yo soy
liguista, pero si realizo un culto de oración un miércoles que
juega Saprissa, ¡no me llega nadie! Aquí tengo varios amigos saprissistas envenenados, a pesar de ser cristianos”, dice
y deja en libertad una sonora carcajada.
Otra forma de verlo: a Dios rogando y el gol celebrando.
135
Un sueño redondo
B
ienaventurados los que saben disfrutar del fútbol,
porque heredarán alegría… (Versión libre del libro
de San Mateo).
“Para mí Dios es un deportista y un Dios alegre que se
deleita en el deporte, aunque muchos no piensan así”. Palabras de Fernando Hodgson Cayasso, pastor de la Iglesia
Morava, en barrio Roosevelt, Puerto Limón.
Se trata, explica, de una congregación que nació antes
del movimiento de reforma iniciado por el alemán Martín
Lutero (1483-1546). “Fue una de las primeras iglesias en
enviar misioneros a las Islas Vírgenes para trabajar con los
esclavos negros. El verdadero nombre de esta iglesia es Hermanos Unidos”.
El fútbol es divino: ¿Quién dice amén?
En cuanto a la alegría que produce este deporte, el pastor
Jarquín Castillo, de la Iglesia Sanidad Divina, comparte una
anécdota: “Vino a consejería un señor muy preocupado porque estaba soñando mucho con fútbol, llevaba una semana
en eso. El pastor le ofreció orar para que eso terminara y el
hermano le dijo ‘está bien, pero hágalo a partir de mañana
porque hoy se juega la final”.
De acuerdo con este predicador, la Selección nos une a
todos sin importar color político o religión. “Dios guarde
uno predique contra el futbol: la gente se va de la iglesia”,
afirma.
Un jugador que siempre debe ser alineado: el sentido del
humor…
En opinión de Matthias von Westerholt, pastor de la congregación luterana de habla alemana en Costa Rica, el fútbol
es un evento social que debe ser aprovechado para unir a las
personas.
“En nuestra iglesia hubo mucha alegría durante el Mun136
Crónicas de Brasil 2014
dial de Brasil por los buenos resultados obtenidos por Costa
Rica y Alemania; tuvimos un alma tica y una alemana. A mí
me emocionaron más los partidos de los ticos que los de los
alemanes; lo más emocionante fue cuando le ganaron a Grecia y fue una injusticia que perdieran contra Holanda porque
los ticos jugaron mejor”.
Mas no todo fue celebración para este ciudadano alemán.
Confiesa que se sintió muy apenado cuando el seleccionado
de su país derrotó al de Brasil 7-1 el martes 8 de julio en el
estadio Mineirao.
Así es el fútbol: a veces se goza, a veces se sufre…
En línea con el disfrute del Mundial, José Soto Villegas,
uno de los pastores de Vida Abundante, en Heredia, contó
que en cada partido de Costa Rica la congregación se reunía
en casas o en algún club campestre equipado con pantallas.
“Armábamos la pelota, aquello era una fiesta, una gritería.
Recuerdo haber visto a la esposa del pastor Rudy Corea,
Ana Luisa, casi desmallada en una silla por la emoción de
uno de los juegos de la ‘Sele’, se hacía viento y respiraba
profundo”.
Y agrega: “El fútbol se hizo para disfrutarlo. Los pastores de esta iglesia siempre estamos vacilándonos. Rudy
mete cuñas a favor de Herediano desde el púlpito; Leonardo
Chavarría a favor de Saprissa, y yo de la Liga”.
Escuchado en platea: no solo de Biblia vive el cristiano…
El pastor Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial, está de acuerdo con que el Mundial de Brasil
fue una fiesta, una alegría para los costarricenses.
“Pero eso no llena completamente al ser humano; hoy
decimos ‘hosanna Pinto, hosanna Sele’ y tres días después
‘¡crucifícalo!’ Es una alegría efímera, pasajera. Cuando nos
convertimos al Señor, la pasión por las cosas del mundo
pasa a un segundo plano. Dios pasa a ocupar el primer lugar
en todo y ese sí es un gozo eterno”.
Y esta es la alienación: con el número 1 Dios…
“Dios se goza en las cosas creativas porque Él es creati137
Un sueño redondo
vo. El fútbol es creativo, Dios lo disfruta con nosotros. Pienso que hasta los ángeles hacen un alto en sus labores para
ver los partidos que están buenos”, es la opinión del pastor
adventista Ramón González.
A propósito de ángeles: ¿era Keylor Navas uno de ellos
cuando volaba por una bola en el Mundial?
La fiesta del fútbol anotó un gol también en la parroquia
de La Soledad. Durante el partido contra Uruguay la casa
cural se transformó en una especie de estadio mundialista
para los jóvenes de esa congregación; los goles costarricenses de Joel Campbell, Oscar Duarte y Marco Ureña fueron
festejados entre snacks, carne asada y refrescos.
“La pasamos muy bien, disfrutamos muchísimo y gritamos muchos goles. En la iglesia podemos disfrutar sanamente”, expresa el cura párroco Carlos Humberto Rojas
Sánchez.
Es decir: tarjeta roja al aburrimiento.
Cuando se habla de la fiesta del deporte rey, el Arzobispo de San José, Monseñor José Rafael Quirós, se remite
al Papa Francisco I: “Los latinoamericanos somos como él:
espontáneos”.
O
rad sin cesar… ¿también por el fútbol? (Versión
libre del libro de Tesalonicenses).
Comparto una anécdota personal: A finales de la década
de los 70’s y principios de la de los 80’s del siglo pasado,
asistí con frecuencia al estadio Ricardo Saprissa Aymá en
compañía de mi amigo Jaime Castro Valverde. Era común
ver a este aficionado orando en la gradería, un poco en broma un poco en serio, para pedirle a Dios un gol a favor del
equipo morado. En varias ocasiones llegó la anotación y la
celebración era doble: por el tanto –por lo general de Evaristo Coronado Salas- y por la supuesta respuesta a la plegaria.
138
Crónicas de Brasil 2014
¿Escucha y atiende Dios los rezos y oraciones por los
partidos de fútbol? Imposible resistir a la tentación de plantear este tema.
“Dios no interviene en los resultados de determinado
partido o campeonato. Ciertamente no, sería injusto para alguna de las partes. Sin embargo, sí hay que pedirle por los
jugadores, para que pongan todo su empeño, se edifiquen
a través del deporte y crezcan humanamente”, responde el
Arzobispo de San José.
Al pastor José Soto Villegas, de Vida Abundante en Heredia, no le hace gracia cuando la oración se utiliza para pedirle a Dios que tome partido o cuando se afirma que se ganó
gracias a Dios.
“Cada vez que la ’Sele’ jugó en Brasil oré diciéndole
al Señor que en Costa Rica estamos pasando una situación
muy dura y que la alegría del gane podría ayudar al país”,
manifiesta.
“Dios no escoge ganadores ni perdedores en el fútbol.
No es saprissista, liguista o herediano. Existen tantos problemas en el mundo como para que Dios intervenga en los
partidos o campeonatos”, opina David Patey, de la Iglesia de
los Santos de los Últimos Días.
Mientras, en la Iglesia Morava en Limón, los fieles oraron por la Selección de Costa Rica cada vez que jugó en
el Mundial. “Vimos la mano de Dios cuidando a un equipo
pequeño, ganándole a gigantes, a Goliat del fútbol mundial.
Fue algo maravilloso. Dios escucha todas las plegarias; claro, también es importante que los árbitros sean justos porque
Dios es justo”.
Sea como sea, esto es irrefutable: el fútbol es divino.
“¿Se meterá Diosito en esto?”, se preguntaba durante la
Copa Brasil 2014 el ministro Jarquín Castillo, de Sanidad
Divina. Luego pedía con toda honestidad que la Selección
ganara. Es la confesión de un aficionado que asevera que
cuando va al estadio Alejandro Morera Soto o al Ricardo
Saprissa se suma a las graderías donde están las barras más
apasionadas. “Claro, ahí uno escucha cada palabra que no
139
Un sueño redondo
sea tan bárbaro”, dice y luego ríe.
Hay que orar por el cuidado de los jugadores, que no se
lesione nadie, no por el resultado de un partido, es el criterio
de Rigoberto Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense. “Caso contrario, ocurre lo de aquel hombre que cayó en el mar y oraba diciendo ‘Dios, gracias por
cuidarme de los tiburones?, mientras el tiburón decía ‘Dios,
gracias por los alimentos’”.
El predicador Carlos Guerra Suárez, del Movimiento
Misionero Mundial, advierte que Dios no influye en los resultados porque no hace acepción de personas. No obstante,
reconoce que él sí ora por los jugadores cristianos. “Un día
oré por Bryan Vega, jugador de Belén F.C. y quien asiste a
mi iglesia. ‘Señor, bendice a mi oveja, haz que meta un gol’;
¡no habían pasado ni tres minutos cuando marcó un gol!”
“Un joven de la iglesia me dijo un día ‘pastor, ore porque
hoy juega Costa Rica’. Otro hermano al que visité en su casa
me dijo ‘yo oré para que le ganáramos a Inglaterra’. Y otro
hermano me dijo, muy dolido, ‘Dios no escuchó mi oración
para que le ganáramos a Inglaterra’”, evoca el pastor adventista Ramón González.
“No creo que Dios tenga color deportivo”, afirma el cura
párroco de La Soledad, Carlos Humberto Rojas, y quien
considera al portugués Cristiano Ronaldo, del Real Madrid,
el jugador más completo del planeta. Y agrega: “Tal vez
cuando era chiquillo pude haber orado para que ganara Saprissa, ahora solo pido que gane el mejor”.
En fin: ¿si alguien ora por un partido de fútbol está fuera
de juego en la cancha de la teología?
N
o tendrás dioses ajenos delante de mí, pero el fútbol
puede ser muy útil… (Versión libre del libro de
Éxodo).
140
Crónicas de Brasil 2014
Como se dice en la jerga del fútbol, en la iglesia Vida
Abundante, en Heredia, no dejaron ni picar el balón: prepararon una serie de estudios bíblicos titulados “La Copa de
la Vida”.
Durante los sábados y domingos de seis semanas se habló de este tema en el templo, y durante la semana se hicieron exposiciones más detalladas en distintos hogares de la
congregación. El Mundial, El equipo, La alineación y La
técnica son los títulos de algunos de los estudios.
La oportunidad también fue aprovechada por muchas
iglesias evangélicas.
De acuerdo con el pastor Rigoberto Vega, director ejecutivo de la Alianza Evangélica Costarricense, cristianos
de distintos lugares del país distribuyeron medio millón de
folletos evangelísticos en parques y otros espacios públicos
donde desde temprana hora del día había mucha efervescencia de cara al partido que Costa Rica iba a jugar ese día ante
Uruguay.
Asimismo, el pastor Carlos Guerra Suárez, del Movimiento Misionero Mundial, predicó durante los días del
Mundial un par de sermones basados en las expresiones
“¿Quién dijo miedo?” y “¡Sí se puede!”
El Arzobispo de San José, Monseñor José Rafael Quirós
también le sacó partido a sus homilías. En múltiples misas
en la Catedral Metropolitana llamó la atención sobre algunos valores que los seleccionados ticos transmitieron en sus
presentaciones en Brasil: disciplina, humildad, unidad y espíritu de lucha.
“Les dije (a los fieles) que así como el país estaba unido
durante esos días, sin importar las diferencias, igual todos
podemos unirnos en causas fundamentales que impulsen
cambios necesarios para Costa Rica. El costarricense es capaz de cosas importantes”, recuerda el sacerdote.
Hay que decirlo así: jugada de pared entre el fútbol y la
teología...
141
Un sueño redondo
M
andamiento XI: Prohibido ser fanático, tanto en
el fútbol como en la religión. (Versión libre del
libro de Éxodo).
Crónicas de Brasil 2014
gún libro de devocionales diarios en voz alta, como también
era normal gritar ¡gol!, cantar el himno del equipo de fútbol
o reclamar ¡diay árbitro! ¿está ciego?
Con mi papá compartí muchas horas en capillas, templos
y tabernáculos, lo mismo que en sol, sombra y platea.
Sin fanatismos, tanto en la iglesia como en el estadio.
Ahora sí: pitó el árbitro (o dijo amén algún líder religioso) y este partido entre fútbol y fe terminó.
Tiempos extra en este capítulo para que juegue el autor
de estas líneas: Soy hijo de David Guevara Arguedas, pastor
bautista y aficionado del Deportivo Saprissa. Por lo tanto,
crecí en un hogar donde había tiempo y espacio para hablar tanto de Abraham, Noé y Moisés como de Edgar Marín,
Marco Antonio Rojas y Fernando Príncipe Hernández.
En la radio portátil de casa igual se escuchaban las voces proféticas de los evangelistas argentinos Luis Palau y
Alberto Mottesi a través de la emisora Faro del Caribe, que
las locuciones deportivas de José Luis Rápido Ortiz y Javier
Rojas González, en Columbia.
Lo mismo ocurría con el televisor. En la pantalla chica
de aquel Sanyo en blanco y negro había lugar para el Club
700 y las prédicas del Hermano Pablo, así como para las
transmisiones en directo de los partidos entre Saprissa y la
Liga Deportiva Alajuelense, o los resúmenes deportivos dominicales.
En los anaqueles de la biblioteca de mi padre resultaba
fácil encontrar una Biblia, un libro de teología sistemática
o un diccionario de Griego, pero también se podía hallar un
ejemplar de la revista Sol y Sombra, una edición de Triunfo
o el álbum de los jugadores de las 16 selecciones que participaron en el Mundial de Fútbol Alemania 1974.
Los regalos de Navidad podían ser una muda completa y
elegante para asistir a la iglesia o bien camiseta, pantaloneta,
medias, tacos y bola para mejenguear en alguna plaza.
Sí, en mi familia resultaba natural orar, cantar o leer al142
143
Un sueño redondo
Crónicas de Brasil 2014
Brasil 2014
se abrazó
con
Italia 1990
CAPÍTULO XI
Arnoldo Rivera
Suma 22 años en el periodismo y sigue
contando. Casi muere de aburrimiento
cuando intentó laborar en relaciones
públicas, pero encontró justo a tiempo
su rumbo en el periodismo de deportes.
Como todo cambia, en el 2014 da el
paso (y el pase) a la revista Dominical de
La Nación. Sigue haciendo lo que más
me gusta: contarle historias a la gente.
144
145
Un sueño redondo
P
adre e hijo.
En aquel primer momento, fue el abrazo; luego, las
palabras. Papá Guima no recuerda qué le dijo a Celso
al felicitarlo por la hazaña futbolera que acababa de lograr.
Sí sabe que se las dijo en portugués, su lengua materna; la
segunda es la costarricense, desde hace más de 40 años.
-Guima, me llama la atención, ¿por qué le hablaste
en portugués?
-No sé, Arnoldo. Simplemente, fluyó.
Las neurociencias deben tener una certera respuesta al
porqué; sin embargo, averiguarla sería como ver el revés de
una alfombra bellamente tejida. En ocasiones, las emociones tienen que ganarle a las razones, que aquellas fluyan.
En Fortaleza, la Tricolor acaba de derrumbar el muro de
los octavos de final en una Copa del Mundo. Ese valladar
había sido puesto por la versión 1990 del equipo, una suerte
de héroes que lograron lo imposible en el inolvidable “verano italiano”: leyenda y medida para el resto de las participaciones ticas en la máxima competencia del fútbol.
Alexandre Borges Guimaraes tenía poquito más de cinco años de ser tico con cédula cuando devolvió de un certero
cabezazo un saque del portero sueco Thomas Ravelli que
puso a correr a Hernán Medford acompañado por todo un
país que saltó en júbilo de costa a costa y de frontera a frontera con el gol del entonces “7” y que avanzó a la Sele a los
octavos de final.
Celso Borges tenía poquito más de dos años para aquel
entonces. No tiene memoria de ese día, no puede tenerla;
pero conserva los tacos que su papá usó en el mítico Mundial. Guima volvería a dos Copas más de la FIFA, en ambas
como director técnico y en las dos se quedó en la fase de
146
Crónicas de Brasil 2014
grupos.
Así, padre e hijo suman entre ambos cuatro mundiales
mayores, justo el número que tiene el país en su historia.
En los dos en los que Costa Rica se puso de cabeza,
hubo un Borges. El ADN se hereda. La herencia futbolera
se construye. El día que la historia se rompió, Guimaraes y
su familia estaban de testigos. En la cancha, Celso escribía
su propia historia y la firmó al cobrar el primer lanzamiento
desde el penal de penal ante Grecia.
Cuatro series más tarde -más las manos de Keylor Navas
en una de ellas- llevaron a la Tricolor a los cuartos de final.
Oficialmente, el muro había caido.
“Una felicidad absoluta”, resume Alexandre Borges Guimaraes, uno de los héroes del 90, ese momento del 2014
cuando la frontera estaba abierta.
No se detuvo a pensar mucho en el asunto de que la hazaña de él y sus compañeros de casi un cuarto de siglo atrás
quedaba, efectivamente, atrás. Celso subió al palco para
buscar a su ascendencia. Ahí dejó ser el volante de la Sele.
Buscaba a su papá, el mismo que vivió en Fortaleza el histórico juego en los carriles de padre, esposo y técnico (“en los
cambios, me preguntaban si estaban bien”).
Al final, se abrazaron el padre y el hijo. Sin más. Luego,
lo demás, fluyó.
Q
uién pudiera reirse como se ríe el Chunche.
-Me contó Róger Flores que lo primero que hizo él
cuando Michael Umaña le anotó el penal a Grecia
fue volverse hacia Marvin Obando y decirle: “Mae, ahora sí somos leyenda”.
Cuando oyó lo que dijo el Capitano, Mauricio Montero
soltó la carcajada, uno de los tantos “sellos Chunche”.
147
Un sueño redondo
“Diay, es que es una contentera, porque uno es parte de
esto y este año ha sido muy grande en esto del fútbol. Yo lo
viví en Río de Janeiro y fue una contentera”, recordó quien
fuera capitán de la Sele y de la Liga.
Veinticuatro años atrás, Montero se tomó la vida con filosofía; más bien, diríamos, con un pragmatismo que hace
ver las cosas en su justa dimensión. Tallado en el campo,
en la cantera de La Argentina de Grecia, como las grandes
esculturas del Renacimiento lo hicieron de una sola pieza.
Como la del 2014, la Selección de Italia 90 marchó sin
el favor de la gente y lo mínimo que el choteo tico les recomendaba era llevar saco para cargar los goles.
“Diay, si me baila Romario, es Romario el que me baila.
Si freno a Romario, pues frené a Romario”, decía por aquellos días el Chunche en su fórmula cero estrés.
Veinticuatro años después, como la del 2014, la Tricolor
de Italia 90 dejó al mundo boquiabierto, quebró barreras,
destrozó quinielas y se convirtió en leyenda súbita..., aunque
el Capitano Flores le haya puesto una fecha fundacional tan
reciente como este año.
Cero estrés en 1990 y cero nostalgia en este 2014 cuando
el listón tricolor en Mundiales fue superado. “Lo que sentí
fue mucha contentera, porque yo sabía por lo que ellos estaban pasando, sabía cómo se sentían. Como tico, la verdad es
que estaba muy contento, una alegría grande”.
Eso sí: admite que en el juego ante los griegos sintió
tensión, como la que padeció todo el país futbolero por el
gol de última hora que mandó el partido al alargue, porque
se sentía que esta era la oportunidad para tumbar el muro
de los octavos, por el dramatismo de la definición desde el
punto de penal, porque, ¡carajo!, nadie quería que el asunto
se quedara ahí.
Todos podemos contar historias de ese día inolvidable,
de ataques a las uñas, de estómagos estrujados y agüizotes
insólitos.
“Fue muy tenso. Es que todos estaban esperando pasar”,
dijo Mauricio Montero de ese partido; sin embargo, hay co148
Crónicas de Brasil 2014
sas que solo se saben si uno ha pasado por eso.
En el momento culminante de la definición -el lanzamiento de Michael Umaña, el quinto penal- fue, tal vez el
menos tenso (dentro de lo que cabe) para Mauricio Montero. Como otros de sus compañeros, tenía la certeza de que
Michael iba a anotar
“Cuando Umaña toma la bola y se va al punto de penal...
Es que son cosas que uno ha vivido, uno ha estado en esas,
uno sabe. Yo lo vi muy positivo, yo tenía toda la seguridad
de que sí se metía. Es que en el caminar uno nota, uno sabe,
uno lo ha vivido.
-Vea que contra Holanda, el caminar fue distinto.
-¡Y era el mismo jugador!
-Sí, sí, sí y era el mismo -subrayó el Chunche, con esa
risotada Chunche Approved.
“
Es como una cosa rara, pero uno intuye cosas. Tal vez
como uno fue jugador... Todo estaba dado para hacer
historia. Uno sentía esa emoción. Yo estaba en Brasil
y cuando esos muchachos lo lograron yo sentí una alegría
muy grande. Yo sabía lo que ellos estaban sintiendo”.
Juan Arnoldo Cayasso Reid tiene la misma esbelta figura
de hace 24 años, cuando era indispensable, indiscutible e
impensable que la Sele jugara sin él. A los 53 años de edad,
todavía justifica su nombre de batalla: el Nene.
Nunca lo ha dejado de ser.
Cayasso sabía lo que esos nuevos héroes sintieron aquel
día ante Grecia, cuando el muro tico en los Mundiales cayó.
Sin embargo, nadie pudo saber lo que Juan Arnoldo Cayasso Reid sintió aquel el 11 de junio ante Escocia. Sencillo: nadie había marcado un gol en un campeonato mundial
mayor.
149
Un sueño redondo
Juan se quedó en blanco cuando marcó aquella anotación, una belleza por el taquito de Claudio Jara y la definición exacta del entonces “14” de la Selección
Acá, nos permitimos una disquisición: ese tanto, como
alguna vez advirtió el periodista Danilo Jiménez Sánchez,
fue una especie de homenaje a los cuatro grandes del fútbol
costarricense, ya que en la jugada intervinieron representantes de cada uno de ellos: cortó Chaves Innecken y pasó al
Machillo (Liga), este sirvió a Marchena (Cartaginés), asistió
Jara (Herediano) y culminó el Nene (Saprissa).
Si aquel 11 de junio, con su gol, Cayasso se quedó sin saber para dónde agarrar, cuando, finalmente, la Tricolor 2004
tumbó el muro de los octavos de final, el hombre sí supo
qué hacer: “Sentí una emoción, igual que todos. A uno se le
salen las lágrimas. A uno le late el corazón que ni le digo”.
Juan tenía una presión adicional: una televisora brasileña lo buscó para que interviniera en vivo, en caso de que la
Sele pasara de ronda..., y el partido se va al alargue y luego
a los penales, en los que cualquier cosa podía pasar.
“Es que medio me reconocieron [tampoco se le ha ido la
modestia] y me me preguntaron si me podían llamar en caso
de que Costa Rica pasara. Estaba en el Fan Fest rodeado
de ticos; entonces, además de la tensión del partido, estaba
viendo si me llamaban o no. ¡Qué tensión!
“Son cosas que uno sabe, todo estaba para pasar. Fue un
Mundial perfecto, incluso contra Holanda. Yo lo repaso y
no le veo nada de malo. Se dio una energía... como que todo
el mundo se unió. Fue una emotividad, uno sintió toda esa
energía. Ese partido no se podía perder, todo estaba saliendo
bien. “Para mí, lejos de pensar en que nos habían superado,
pensé en lo que esos muchachos habían hecho, que hicieron
historia. Fue una mezcla de emociones. Como te dije, a uno
se le salen las lágrimas”.
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Crónicas de Brasil 2014
H
éctor Marchena no entraba en los planes de nadie
cuando, en octubre de 1987, Gustavo de Simone entregó la primerísima lista de seleccionados en la ruta
al Mundial de Italia 90. Se veía como una quimera..., como
se veían todos las anteriores Mundiales.
Marchena no apeó en toda aquella extensa ruta, que culminó en el verano italiano de 1990: la Iguana sacó carné de
indispensable.
Entre otras cosas, el gran salto del entonces novato volante de contención del Cartaginés hizo que el estratega charrúa le diera la mano derecha, en contra de la opinón de la
tribuna. La verdad sea dicha: su competencia era German
Chavarría. Al final, los dos estuvieron toda la ruta y en la
gesta mundialista hubo espacio para los dos.
Veinticuatro años después, aquella cualidad que ponderó
De Simone está intacta. Lo demostró, cuenta, en el penal
decisivo ante Grecia, el de Michael Umaña.
“Yo le tenía toda la fe... Cuando Umaña mete el gol...,
¡pegué un brinco que casi pego en el techo! ¡Imagínese, güevón: ¡como no me costaba brincar!”, recordó Marchena de
ese momento trascental, el momento en que el muro de la
ronda de octavos, finalmente quedaba en el suelo.
“Parecía que el que había metido el gol era yo. Andaba
como en las nubes”, recuerda, y se le siente la emoción.
El juego lo vio en un centro comercial en Moravia, en
compañía de un amigo. Es que estos partidos hay que verlos
así: acompañado.
No hubo nostalgia ni nada que se le pareciera porque
24 años después el récord quedara roto. No importa, porque
sabe que él y sus compañeros tienen un pedacito de historia
grande. No es poco.
“La gente ese día me pedía autógrafos, me daban las gra151
Un sueño redondo
cias. Eso es bonito. Que ellos hayan podido romper ese techo me llenó de felicidad: cada una de esas dos selecciones
tiene su propia historia”.
Si Marchena sacó a relucir aquel brinco, ¿qué hay de
German Chavarría, su “rival” en el puesto en aquel 1987?
Chava hacía ese trabajo que pocos aprecian, porque las
filigranas y los goles le roban el protagonismo a los que tapan espacios al ataque, dan equilibrio a los malabaristas y
sellan fisuras cuando la pelota no pasa por pies amigos. Trabajo silencioso que llaman.
Ante Grecia, el Chava aficionado llenó de cornetas y bulla el “estadio familiar” en el que se convirtió su casa para
ese partido. “Había unas 20 ó 25 personas, se puede imaginar la bulla que hicimos”.
El día que Costa Rica volteó a Suecia y puso el listón
mundialista en los octavos de final, Chavarría estaba en la
banca: Guimaraes había entrado por él, segundos antes del
empate marcado por Róger Flores. Son las cosas del fútbol.
Veinticuatro años más tarde, festejó igual, solo que un poco
más larguito; en aquella oportunidad, con los compas de la
Sele; ahora con su familia; en las dos, el pecho se quedaba
pequeñitico.
“Honestamente le digo: yo estaba inmensamente feliz,
con bastante euforia. Fue una sensación impactante, ni siquiera pensé en que nos habían superado....”
R
óger Flores, el Capitano de la Tricolor, sí supo al
instante lo que pasaba; tan pronto, que se lo dijo de
inmediato a Marvin Obando, uno de los compañeros
de Italia con quienes vio el partido ante los griegos: “Hasta
que por fin somos leyenda”.
Para Róger Flores, el “fantasma” de Italia 90 se había
convertido en una presencia que pesaba demasiado en las
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Crónicas de Brasil 2014
selecciones que la sucedieron.
“Es muy feo que siempre que no se logre algo se diga
cuándo es que se va a superar o equiparar. Yo lo viví durante
mucho tiempo con los Chaparritos de Oro. Nosotros [los de
Italia 90] queríamos dejar algo”.
En aquel Mundial, Flores marcó el empate ante Suecia. Como haría con Marvin Obando 24 años más tarde, se
le acercó a Juan Cayasso para decirle algo: le pidió que el
cobro del tiro libre lo hiciera “como en el Sapri”. Así fue y
Róger marcó.
Un gol en un Mundial mítico para el país futbolero; capitán de la ilustre generación del 90 y portador de esa cinta con
la Liga y Saprissa; campeón con ambos... A uno le cuesta
creer que Flores tenga espacios en blanco en su trayectoria.
Resulta que sí, que sí lo tenía y la versión 2014 de la
Tricolor le dio la oportunidad de redimir esa deuda, que bien
mirada no era poco: vivir una alegría de estas como aficionado. El gol de Michael Umaña le dio ese chance.
“Indescriptible. ¡Qué increíble esa euforia! Uno ni sabe
qué hacer, yo no sabía si reir, si llorar. Nunca había vivido
una cosa así, en carne propia, festejar como un aficionado
cualquiera”, recordó el Capitano, entre risas que parecían
ser el anticipo de que se le podía activar la emoción de ese
partido ante Grecia.
“Me abracé con gente que ni conocía. Me acuerdo que
allá, en Italia, nos preguntábamos cómo sería estar en Costa
Rica. Lo que viví como jugador, lo viví como aficionado,
era lo que me faltaba para morir tranquilo”.
Una vez más se confirma: los senderos del fútbol son
insondables.
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Un sueño redondo
Ó
scar Ramírez había estado en la primera fase, cuando
la Selección se impuso en la hazaña de haber ganado
“el Grupo de la Muerte” más “de la muerte” desde
que el mundo es mundo. Sin embargo, el deber llamaba.
Estaba en Tamarindo, en la pretemporada de la Liga,
cuando el muro de octavos cayó. “Muy contento”, atestiguó
con sus muchachos, con “el grupo” (para ponerlo en sus palabras), el hecho histórico de que la Sele de Italia 90 quedó
superada.
-¿Le dio algo nostalgia?
-¿Qué?
-Que esa hazaña que había logrado ese grupo, en ese
primer Mundial, quedara atrás.
-No, no, no.
Entonces, aparece el Óscar gregario, pero de presencia
discreta; quien pone lo colectivo sobre lo individual; quien
como técnico rompe marcas como si tal cosa y pasa de largo
de los elogios porque el mérito es de los muchachos. Sus
muchachos.
“Yo creo y pienso que esas situaciones son para que otra
gente lo haga. No para quede uno o los demás como los mejores, para decir: ‘Ay, es que nosotros fuimos los mejores’.
No me parece y creo que no es así. Creo que en este momento queda lo de los ocho primeros y ahora queda pensar
en los cuatro primeros. Dios quiera que sean las próximas
generaciones... Yo lo veo así, no lo veo con egoísmo”.
El Machillo es un tipo comedido, no es de andar lanzando campanas al aire. Se resiste -tal si fuese un mandamientoa hablar de sí mismo. Si el “nosotros” fuera un tiempo verbal y no un pronombre, Óscar lo conjugaría a la perfección.
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Crónicas de Brasil 2014
Por eso, a la hora de hablar de los recuerdos, el hombre
se decanta por decir que el grupo creyó, con el empate ante
Checoslovaque, que se podía lograr algo más, pero se fueron
al ataque alegremente.
Por eso, cuando habla del equipo del 2014 resalta la
unidad de grupo como piedra de toque. “Uno como técnico
aporta, pero es la parte grupal lo fundamental. Es cuando el
grupo cierra filas y dice que hay que ir por ahí. Eso cuesta
mucho. Uno sentía que ellos querían más y querían más. Se
dio en los penales, no importa”.
Por eso, se alegra porque la gesta en Brasil significa, en
su opinión, crecimiento para el fútbol tico. “A nosotros [los
de Italia 90] nos tocó una etapa difícil. Bora fue el que nos
dio la luz de lo que era un Mundial, fuimos entendiendo. Tal
vez, nosotros, con un poco más del trajín de esta Selección,
con más roce internacional como tienen estos muchachos,
tal vez habríamos hecho un poquito más”.
En Mundiales mayores, Costa Rica ahora tiene dos “mojones” que marcan historia. Cada uno en su tiempo, pero
iguales en espíritu. Alexandre Guimaraes fue al grano:
“Ambos son felicidad absoluta. Son de esos momentos en
que uno puede decir que la felicidad es absoluta”.
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