Mariano Díaz - El Sol de Margarita

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Mariano Díaz
© Xxxxxxx 2009
Producción editorial
Fotografías
Mariano Díaz
Diseño gráfico
Clementina Cortés
Coordinación editorial
Ana María Zoghbi
Digitalización de imágenes
Clementina Cortés
Hecho el depósito de ley Nº lf25220097002855
ISBN: 978-980-12-3899-7
Apartado postal 17277
Caracas 1015-A
Venezuela
SOBRE ESTE TRABAJO
En 1996, por iniciativa de Carolina Lehmann, fuí invitado a realizar un registro
testimonial de artesanos de Margarita con miras a su publicación. El trabajo
de campo se hizo en cuatro etapas, y fuera de los núcleos tradicionales, en
comunidades elegidas al azar, entre amables conversas con los vecinos surgieron
los nombres de otros artesanos. Por el habla, de cada quien,sabemos de su
amor y respeto por cada oficio, donde la Virgen del Valle es una inseparable
compañera… donde es bonito tejer y conversar con quien vino a verla a una
cómo trabaja…donde un formón regalado por el maestro, es reliquia que
sella cada talla… o bien, cómo mis sombreros y empanadas de queso blanco
me llevaron hasta Holanda la cuna de los quesos… y cómo dándole punto al
amasado del tabaco y presión a su envoltura, levanté a mi familia hasta otras
profesiones mas de estos tiempos... o bien, desde que crecí, me conozco
haciendo la loza... o cómo para aprender, yo iba copiando lo que dejaban en la
pizarra de la escuela ya que no podia ir porque como éramos muy pobres no
tenía ropa… Así en la sencillez de cada relato se encontrará una lección de vida,
que habla claro de la nobleza de nuestra gente. Palabra de pueblo.
Aquí está hecho realidad el sueño de Carolina. Está el habla ejemplar de
hacedores de identidad margariteña, quienes con humildad han logrado la
grandeza de un oficio. Dejamos constancia del apoyo recibido de Leopoldo
Espinoza Prieto, Reyna Calanche, José Joaquín Salazar Franco, Carlos Stohr,
Clementina Cortés y Ana María Zoghbi, y en especial a Ángel Félix Gómez,
«Felito», su marco sabio y poético de la Margarita artesanal.
MD
CAROLINA LEHMANN
PRESENTACIÓN
Hace un tiempo atrás, en 1990, emprendimos una aventura llamada Imagen Gallery, aspirábamos ser una mínima ventana del vasto quehacer cultural de nuestro
país. En ese espacio hizo cuna una muestra de los artesanos margariteños: los emprendedores del emprendimiento.
Veíamos con sorpresa como una imagen de la Virgen del Valle, realizada por Vicenta
Salazar,que daba la bienvenida al hotel Margarita Hilton, era buscada afanosamente para ser llevada a sus hogares; nos definimos sin duda como un pueblo con
profunda devoción mariana.
Lo que nadie sabía, era que conocer a Vicenta Salazar, ver sus manitos y escuchar su
voz, era conocer a su Virgen, por ello considerábamos que nos quedábamos con la
mejor parte de la experiencia: escuchar y conocer a los artesanos.
Con esta inquietud invitamos a Mariano Díaz, hace ya algunos años, en 1996 para
ser más precisos, a realizar un registro testimonial de artesanos de Margarita, con
miras a su publicación, de allí surgió un libro que no había logradomostrar aún su
sabiduríacontenida, hasta hoy, que por una decisión familiar tomada conjuntamente con mis hijos Rafael Eduardo y Rafael Ignacio, lo ofrendamos a Margarita y a su
gente, para que todos sepan, sin excepción, del amor y la dignidad contenida en el
hacer de este pueblo marinero.
Hoy, 8 de septiembre de 2016, veinte años después, en el día de la Virgen del Valle,
lo entregamos como un regalo para todos, para que seamos testigos de este hermoso homenaje de Mariano Díaz y Ángel Félix Gómez a esta Tierra de Gracia.
Carolina Lehmann
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GENEROSA SIEMBRA EN EL TIEMPO
Ángel Félix Gómez
Históricamente se señala que el guaiquerí fue el poblador original de las islas
que hoy conforman al estado Nueva Esparta. Los guaiqueríes son de origen
Caribe, los que a su vez son descendientes neo-mongoloides quienes procedentes del este-centro de Asia, llegan a la costa norte de Suramérica cerca de
siete mil años antes del presente.
Se ha determinado que los guaiqueríes en cinco oleadas ocuparon las hoy islas
neoespartanas. De la tercera ocupación (1895-1580 años antes del presente)
se han encontrado en la última capa de las excavaciones de Punta Gorda, en
Cubagua, restos de alfarería y pulidas piedras de moler. En la cuarta ocupación (1580-750 años antes del presente) en los yacimientos de El Agua, La
Estancia, Aricagua, Río Abajo, Guiriguire del municipio Antolín del Campo, se
ha localizado alfarería local como aripos y diferentes clases de recipientes. De
la quinta y última ocupación (750 años antes del presente), Teodoro de Booy
en 1916 localiza diversos objetos de cerámica, muchas de ellos decorados.
Lamentablemente, casi quinientas de esas piezas fueron llevadas a Estados
Unidos y hoy se exhiben en la Colección Heye del Museo del Hombre Americano de Nueva York, y queda Margarita sin ese testimonio cultural de nuestros
primeros pobladores.
El mestizaje cultural se origina con los aportes del guaiquerí, el peninsular
europeo y el negro africano. Así mismo se origina el mestizaje racial que da origen al margariteño, el cual hasta nuestros días conserva muchos de los rasgos
de sus ancestros.
En 1883 en la exposición nacional con motivo del «Centenario del Nacimiento
del Libertador», Margarita participa con diversos productos de sus pequeñas
industrias y de sus artesanías. Cabe destacar entre estas últimas la embarcación
en miniatura enviada por Manuel Taborda, de Juan Griego y que obtiene Medalla de Bronce; el modelo de pailebote de Marcelino Rojas, las seis clases de
tabaco enviadas por el empresario Policarpo Mata Godoy, con Mención Honorífica; las hamacas de Víctor Fermín y los sombreros de María Trinidad Zabala
que obtienen Mención Honorífica.
En este libro, el acucioso investigador Mariano Díaz, nos presenta a representantes de algunas de las artesanías que persisten en la isla. Muchas de ellas,
durante siglos, han pasado de padres a hijos y conservan las mismas maneras
de hacerlas. Con orgullo, pasión y sentimiento telúrico cada uno de los artesanos narra con palabras de su hablar cotidiano, sin afectación alguna, y salidas
de lo más profundo de su ser, los recuerdos que les afloran para contarle a don
Mariano, allí en sus mismos talleres, que son sus casas de familia, todo un
quehacer de siglos.
En una décima popular recogida por el cronista Régulo Hernández en el Valle
del Espíritu Santo, hay referencias de algunas de las artesanías tradicionales
de Margarita:
Hace zapatos El Maco
de superior calidad,
hamacas La Vecindad
y Los Millanes tabaco.
En San Juan cualquier ciriaco
es un experto en sombrero
y si bien en Conejero
no se tejen las crinejas
hace Cochón unas tejas
que duran un siglo entero.
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En Margarita, tierra de marinos y pescadores, desde tiempos inmemoriales los
niños y hasta los adultos jugaban en el mar con barquitos construidos de boya
o tacarigua, madera liviana que flota en el mar. Era tradicional que el día de
San Juan Bautista (24 de junio) la gente de todos los pueblos de la isla fuera
al mar a darse el baño ritual y a jugar con barquitos de boya; réplicas que para
esos tiempos eran piraguas, orejetas, faluchos o tres puños. Al retirarse ya de
vuelta a sus hogares, tanto los niños como los adultos soltaban los barquitos y
allí al atardecer en el horizonte se veían las diminutas velas, emprendiendo el
viaje con las ilusiones de sus dueños.
Generalmente eran los marinos y los pescadores los que hacían las réplicas de
los barcos. Hoy día siguen siendo estos hombres de mar, en su mayoría, los que
hacen estas réplicas, ya no tanto para jugar sino como objetos de colección. Se
usan otras maderas y las réplicas van desde la humilde piragua de antaño hasta los grandes buques de nuestros tiempos, y también galeones, carabelas y
otros que desde otro mundo vinieron a conocer al nuestro. Estos artesanos de
réplicas de barcos, ponen su amor en cada talla y navegan sus sueños y regresan de ellos para anclarse de nuevo en la tierra del amor entrañable.
La afluencia masiva de visitantes y compradores al inicio de los regímenes
aduaneros preferenciales de Zona Franca y Puerto Libre, trajo como una de sus
malas consecuencias, que la prodigalidad del margariteño abriera de par en par
las puertas de sus casas, y de ellas desaparecieron, bien por regalo o por venta,
cientos de tallas de los santos tutelares que desde hacía muchas generaciones
se encontraban en las casas. Tallas de autores anónimos, unas de gran valor
artístico, las más, de no tan buen ver, pero todas ellas llenaron un lugar muy
especial en cada hogar donde la luz votiva destellaba aún más con los rezos y
plegarias. Las tallas de los antiguos santos de las iglesias de Margarita, afortunadamente se conservan y están en la Capilla de Santa Lucía, en La Asunción.
Se ignora los nombres de los tallistas que los hicieron.
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En la capilla de San Sebastián o Tacarigua Adentro, municipio Gómez, un San
Sebastián fue tallado por el asuntino José Carmen Campo a petición de los
residentes de esa localidad. La talla la efectuó sobre un tronco de ciruelo y le
colocó al santo sus partes pudendas. Cuenta la tradición que muchas mozas
solían concurrir a esa capilla para pedirle marido al San Sebastián. Hoy se
ignora el paradero de esta talla milagrosa.
Recoge así mismo don Mariano, a algunos tallistas que con esmero y dedicación realizan en maderas de diferentes tipos, tallas de rostros, de animales o de
otros motivos que suelen vender en las playas más concurridas de la isla. Otros
tallan los Ojos de Dios, los que se colocan en la proa de las embarcaciones
para que alumbren el camino y de día y de noche acompañen a pescadores y
marinos aún en los más procelosos de los mares y los traigan con felicidad de
nuevo a tierra.
Las tejedoras de hamacas y chinchorros son de muy vieja data en Margarita. Ya
aparecen señaladas en 1757 en el Censo de Margarita realizado a partir del 30
de agosto de ese año por el Gobernador Alonso del Río y Castro. Es de señalar
que muchos antes, siglos antes, se hacían hamacas y chinchorros en la Isla. En
este Censo se señalan los cabezas de casa, su estado civil, oficio, hijos mayores,
hijos menores, criados libre, esclavos y bienes. Para ese año la población contaba con 3.118 vecinos (cabezas de casa), 10.064 habitantes, de los cuales 1.887
eran guaiqueríes y 8.177 de otras razas.
Había seis hamaqueras cabezas de casa: Úrsula Marcano, mulata de La Asunción, y las blancas Catalina Caraballo, Juana Martina Marín, Martina de la
Rosa, Rosa de Roxas y Rosa Martín Velásquez, en el Partido de Santa Ana del
Norte. Las hamaqueras tradicionales de Margarita han sido nativas de La Vecindad de los Martín, pues fueron personas de este apellido quienes la fundaron y de Santa Ana del Norte. Hay que resaltar una artesanía íntimamente
ligada a la confección de hamacas, como es la hilandería. En el Censo había
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muchas hilanderas cabezas de casa, así: 6 en el Partido de Nuestra Señora de
La Asunción 8 en el Partido de Nuestra Señora del Valle, 1 en El Espinal, 2 en
San Antonio, 9 en Guaraguao (hoy Porlamar), 8 en Conejeros, en donde era
cabeza de casa un hombre tejedor: el pardo Francisco Alfonso; y 20 en el Partido
de San Juan Bautista.
Las hamacas de Margarita han sido reseñadas por cronistas y viajeros. Así, Iñigo
de Abadd, Visitador de la Diócesis de San Juan de Puerto Rico a la que para
entonces pertenecía Margarita como Anejo Ultramarino, en 1773, habla de las
arboledas de algodón de Santa Ana del Norte, donde se fabricaban hamacas.
Francisco Javier Yanes en su Historia de Margarita, refiere que entre los oficios
de mujeres …estaba el de hilar y tejer en husos y telares, siendo muy dignas de
aprecio las hamacas que hacen de algodón. En 1863, Andrés Aurelio Level refiere
la gran cantidad de hamacas que se hacían en Margarita.
Estas hamacas y chinchorros se hacían con algodón cultivado en Margarita. El
gobernador Miguel González Dávila, en 1787, daba excepción del servicio de
milicias a los que se dedicaran al cultivo del algodón. Hoy día como le dicen
las hamaqueras a don Mariano, ya no se cultiva el algodón en Margarita ni
tampoco se hila sino que se traen de tierra firme, bultos de ovillos de hilo; y en
los telares familiares se tejen las hamacas con amor, paciencia y destreza para
urdir los hilos que darán origen a la hamaca para descansar o dormir, meciendo
los recuerdos y los sueños donde crece la esperanza.
La primera noticia cierta de la presencia de la palma del dátil en Margarita, es
en 1773 cuando viene a la Isla fray Iñigo de Abbad, en su Libro de Viajes, consigna que dátil se cultiva en el Valle del Espíritu Santo. Sin embargo, es en el
Valle de San Juan Bautista desde donde hace cientos de años existen extensos
cultivos de datileros, los que además de las abundantes cosechas de sus frutos, dan los cogollos do donde se tejen los populares sombreros margariteños.
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El doctor Ángel López Rondón, en extenso artículo publicado el 30 de septiembre y el 7 de octubre de 1934 en el periódico Heraldo de Margarita, se refiere
a la vendimia de los datileros y a la importancia que esta planta tiene para los
habitantes del entonces distrito Díaz, hoy municipio. Dice López Rondón:
… Las mujeres de estos lados patrios son habilidísimas de la crineja para
el sombrero de cogollo de dátil, también lo son para los abanicos y mapires, para los gusanitos de palma de color para los Domingos de Ramos,
hasta para las pavas alonas y chambelonas …
En los pueblos del municipio Díaz, especialmente en El Espinal, Fuentidueño
y Carapacho, se fabrican los sombreros de cogollo. Hasta no hace muchos
años, por los caminos de Margarita era frecuente ver mujeres llevando sobre
la cabeza en increíble equilibro una mara con frutos de la tierra, mientras iban
tejiendo crinejas para fabricar sombreros. Hoy día es en las casas donde las tejedoras de crinejas realizan su labor, luego la artesana hacedora de sombreros
como experta costurera hace los sombreros, los que servirán a pescadores y
marinos así como a los agricultores a soportar el inclemente sol de estos cielos.
Se dice que los soldados de la independencia de Margarita usaban sombreros
de cogollo y existe la leyenda que en cierta ocasión Juan Bautista Arismendi
hizo colocar sombreros de cogollos sobre numerosos cardones y a lo lejos la
tropa española creyó estar rodeada de cientos de soldados insulares.
Entre los tejidos de fibras vegetales se encuentran también los famosos mapires,
los que se tejen en el valle de Pedro González con las hojas de la llamada palma carana o palma mapire, la cual según el científico Jesús Hoyos es endémica
de la Isla y crece en grupos en las laderas de los cerros húmedos. Corresponde
al nombre científico de Coccotrinax barbadensis (Lodd. Ex. Mart.). Becc.
Hay una referencia histórica muy importante sobre los mapires margariteños,
y es la que en sus Observaciones a la Historia de Margarita de Francisco Javier
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Yanes hace Francisco Esteban Gómez: «Las cartucheras la mayor parte eran
mapiritos». En la época de la independencia era tradicional que las mujeres
margariteñas llevaran en sus mapires piedras que les arrojaban a las tropas españolas.Los mapires siguen siendo recipientes para el trabajo tanto agrícola
como pesquero. Con habilidad y destreza las mujeres del valle de Pedro González, pacientemente tejen los mapires de diferentes tamaños, con o sin tapa,
grandes para transportar diferentes materiales y pequeños que sirven como
carteras, las que muy orondamente exhiben nuestras mujeres como si se tratara
de una pieza de alta costura, pero elaboradas con fibras del corazón insular.
El margariteño desde siempre ha tejido cestas y maras para transportar diferentes productos. Desde los pueblos costeros salían las mareras con sus cestas
llenas de pescados y otros productos marinos para venderlos en los pueblos
interioranos. A su vez de los pueblos agrícolas llevaban en maras frutos y hortalizas. De El Valle del Espíritu Santo salían las mareras muy de madrugada
para llevar sus frutos al antiguo mercado de Porlamar, lo mismo que de Los
Robles las mareras llevaban frutos, leche, conejos y pájaros al mismo mercado.
Tradicionalmente en las fiestas patronales de cada uno de los pueblos de la
geografía insular, alrededor de las iglesias y capillas se sientan las mareras de
La Asunción con sus cestas repletas de panes y granjerías de la capital. Todavía
los que van a las festividades de Nuestra Señora del Valle (8 de septiembre), de
regreso a sus hogares llevan estos panes y demás productos a los que por una
u otra razón no pueden asistir a las festividades.
Son varias las plantas utilizadas para tejer cestas y maras, entre ellas: aco blanco,
bejuco de cadena, carcanapire, copey, cuchape, chiquiguana, gasparico, guarema y pellejo de indio. Al igual que otros artesanos, el tejido de maras y cestas
pasa de generación en generación. Fue muy conocido por la alta calidad de sus
tejidos don Cleto Calderín de la Sabana de Guacuco, municipio Arismendi,
quien muere en el 2003 cuando en la montaña se dedicaba a recolectar plantas
para tejer sus renombradas cestas y maras.
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Hay una cuarteta recogida en Margarita por la investigadora Isabel Aretz, referida a las mareras insulares:
La mujer margariteña
siempre tiene su nobleza
buscando el pan de sus hijos
con la mara en la cabeza.
El tabaco junto con el maíz y la yuca fue uno de los principales productos
agrícolas de la Margarita guaiquerí. Al cesar la riqueza perlera de Cubagua,
los peninsulares europeos tuvieron que buscar otras fuentes de ingreso y de
esta manera se incrementó el cultivo del tabaco. El 26 de agosto de 1606, para
evitar que holandeses, ingleses y franceses encontraran tabaco para embarcar
se prohíbe su cultivo durante diez años en algunas islas del Caribe, entre ellas
Margarita. Sin embargo, en 1612 Margarita exporta para Sevilla 14.200 libras
de tabaco y en 1613 hubo un alza muy significativa pues se exportan 78.855
libras. Entre esos exportadores figuraban vecinos de La Asunción, entre ellos
Francisco González de Lugo, Antonio Veneciano y las señoras Catalina Veneciano del Castillo, Ana María Tello, Luisa de Quiñones y Andrea de Ulloa.
Durante la colonia y posteriormente ya en la época republicana, Margarita sigue siendo productora de tabaco, desarrollándose una industria importante de
fabricación de tabacos, tanto es así que en 1901, Alberto Garantón y compañía
establecen en Porlamar la fábrica de tabaco Estrella de Cuba. En 1909, se propone establecer en la isla una fábrica de tabaco prensado o «hueva de tabaco».
En 1935, el gobierno regional a fin de estimular a los cultivadores de tabaco de
Margarita, pone a la disposición de ellos, semillas aclimatadas. En el Censo del
gobernador Alonso del Río y Castro (1757), entre los cabeza de casa no aparece
ningún tabaquero o tabaquera, pero indudablemente los había, pues como se
ha señalado el cultivo del tabaco era uno de los más tradicionales de Margarita.
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Todavía para las décadas de 1950 y 1970, conocimos sembradíos de tabaco en
Paraguachí, Santa Ana del Norte y San Francisco de Macanao.
Hoy día el tabaco sigue elaborándose en la población de Los Millanes, parroquia Adrián del municipio Marcano. Se fabrican tabacos y calillas, éstas son
tabacos más delgados. La materia prima, como bien lo dicen las tabaqueras
entrevistadas por don Mariano, es traída de tierra firme. Esta es otra de las artesanías insulares trasmitida de generación a generación, sobre todo de madres
a hijas.
Los alfareros no aparecen señalados entre los cabezas de casa del Censo de Río
y Castro, sin embargo la fabricación de lozas o cerámica utilitaria es de origen
guaiquerí como ha quedado demostrado en las muestras obtenidas de los yacimientos de las ocupaciones indígenas en Margarita.
El guaiquerí fabricaba su cerámica utilitaria en dos centros muy bien definidos:
en el Valle de Arimacoa, al noreste del lóbulo oriental de la isla, y en el sur del
mismo lóbulo, en la comunidad de indígenas de Palguarime, hoy comunidad
Francisco Fajardo. Claro está que los guaiqueríes del lóbulo occidental (Península de Macanao) fabricaban también su propia cerámica.
El Valle de Arimacoa, también conocido como Pueblo de los Olleros, en una de
sus comunidades de indígenas, tradicionalmente las mujeres de esa comunidad siguen fabricando la cerámica utilitaria. Se conoce esta comunidad como
El Cercado, y su cerámica como la ancestral guaiquerí caracterizada por no usar
el torno, lo cual ha sido descrito por muchos autores.
En el Juicio de Residencia de los Tenientes de Gobernador de Margarita, iniciado el 9
de septiembre de 1535 en el Valle del Espíritu Santo, se acusa al Teniente Gobernador Juan Suárez de Figueroa de haberse apropiado de la cerámica de los
guaiqueríes de ese valle. En este mismo juicio se cita al Pueblo de los Olleros,
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cuando se refiere al teniente de gobernador Francisco Fajardo quien había
engañado a los indios de esa localidad a los que les había quitado gran cantidad de oro guanín. El Pueblo de los Olleros tenía como principal actividad
la fabricación de cerámica, la que usaba como mercancía de trueque o de comercio con el resto de los habitantes de Margarita y de tierra firme, tal como lo
determina Cecilia Ayala Lafée en su Etnohistoria prehispánica guaiquerí.
Las alfareras de El Cercado al amasar el barro, parece que amasaran el pan
de la vida. Con suavidad y ternura sus manos alfareras en cada pieza ponen
su corazón guaiquerí. El humo del rústico horno donde se cuecen las piezas
se eleva al cielo como una alegre canción triunfal de los descendientes de
nuestros primitivos pobladores.
En El Cercado se siguen fabricando las siguientes piezas de cerámica: aripo,
alcancía, anafe, múcura, garrafón, olla, paila, cesta, plato, plato de pie, batea,
hormiguera, tinajón, cazuela, tinaja, bombita, florero, lebrillo. Sobre estas piezas
de cerámica dice Miguel Acosta Saignes:
En el vocabulario se encuentran algunas palabras dignas de mención:
lebrillo es un arcaísmo que no hemos visto mencionar en otros lugares; aripo es nombre oriental del budare. …Es indudable que el término
alcancía expresa un elemento de transculturación ligado a la microecomomía del campesinado venezolano… Como alcancía, la hormiguera
denominada bachaquera en otros sitios de Venezuela. El llamado plato
de pie parece una innovación regional, a semejanza de ciertas compoteras
de cristal de origen europeo.
Este libro editado por la «Clínica La Fé» llega en muy buena hora, cuando nuestro Estado recibe cada día muchas oleadas de visitantes y nuevos pobladores,
para que ellas conozcan que aquí en esta tierra, hay hombres y mujeres siempre
presentes en el quehacer cultural, para decirle con su ejemplo a nuestras nuevas
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generaciones, que la cultura neoespartana a pesar de los embates sufridos en
los últimos cuarenta años sigue siendo ejemplo para toda Venezuela.
La «Clínica La Fé» a través de Carolina Lehmmann, la de la feliz idea, hecha
realidad por don Mariano Díaz, hará llegar este testimonio de fe neoespartana
a las bibliotecas de cada uno de los planteles educativos del estado Nueva
Esparta, y seguro estamos será semilla fecunda para que nuestros niños y adolescentes comiencen a darnos los frutos de esta generosa siembra.
Con estas líneas nos unimos al júbilo de Carolina y de don Mariano, y que Nuestra Señora del Valle los colme de bendiciones.
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ALFARERÍA
SE DICE QUE EN EL TIEMPO DE LOS ESPAÑOLES, EL CERCADO
SE LLAMABA PUEBLO DE OLLEROS, PORQUE LOS GUAIQUERÍES HACÍAN LA LOZA. DE AHÍ VENIMOS.
CAMINE POR EL PUEBLO DE EL CERCADO, QUE ESTAREMOS
FELICES DE QUE USTÉ VEA TODO LO QUE HACEMOS: QUE SI
ARIPOS, PLATOS, TINAJAS, TINAJONES, PIMPINAS, ANAFES, MATEROS,
CANDELABROS,
POCILLOS,
MÚCURAS,
BATEA,
LEBRI-
LLOS, CAZUELAS, BUDARES Y HASTA UNA DEBIDA DEVOCIÓN Y
RESPETO, A LA PROPIA VIRGEN DEL VALLE.
TRABAJAMOS BAJO LA PATRONÍA DEL GRAN PODER DE DIOS.
LA HISTORIA CUENTA QUE UN SEÑOR LLAMADO SAMÍN, RECORRIÓ LA ISLA DE MARGARITA HACIENDO PEREGRINAJE DE
ORACIONES CON UN CUADRITO CON LA IMAGEN DEL GRAN
PODER DE DIOS. DECÍA QUE EL DÍA QUE EL MURIERA, HICIERAN TRAER LA IMAGEN AL CASERÍO FRANCISCO LÓPEZ, COMO
SE LLAMABA EL CERCADO, PORQUE EL GRAN PODER DE DIOS
QUERÍA SER SU PATRONO. A SU MUERTE, CON LA AYUDA DE
TODOS SE LE HIZO SU CAPILLITA EN LA CARRETERA Y SE LE
FESTEJA EN EL DÍA DE PENTECOSTÉS, DESPUÉS DE LA TRINIDAD.
«CAYA» CLAUDIA BERRÍO
A mi me conocen por Caya, pero mi nombre es Claudia Berrío. Tengo ya 58 años y hacen como 30
años que trabajo esto de la alfarería. Yo nací en Tucupita y de tres años me vine para acá y me crié
con la mamá de mi papá.
Comencé esto desde muchachita, ayudando a mi abuela que era también
alfarera, y después que fui cogiendo mi práctica seguí por mi cuenta y
así, de por vida.
Según dicen, en un libro que tengo poraí, los empiezos de la alfarería fue
porque los indios guaiqueríes vieron a las avispas haciendo con barro
sus casitas que se llamaban mucuritas y entonces se fueron guiando por
ellas para poder hacer las primeras ollas y ahí fueron descubriendo el
barro del cerro La Cruz y cogiendo el hilo de sus hijos para abajo, llegó
hasta nosotros.
Desde entonces tenemos derecho sobre el cerro para sacar el barro, pero
como no está aquí en el pueblo, se dice que no nos pertenece. Pero
nosotros llevamos beneficiándolo toda la vida, antes que hubiera ninguna casa. Si nos quitan eso, el gobierno tendrá que asistirnos porque
quedaríamos sin trabajo.
Ahora hay hombres que nos traen el material. Sale como a quinientos la
bolsa de barro, según ellos sean de tiranos para cobrar. A la camioneta
picó que lo traslada tenemos que darle para la gasolina, y al señor que
maneja también le extendemos la mano.
Aquí hay nuevos artesanos que trabajan torno en el Centro Comunal;
son piezas muy pulidas con barro colado, pero lo de nosotras es trabajo
a purita mano y a puro cuerpo en el suelo.
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Aquí yo sigo haciendo las pailas que eran de antes para recoger agua. En
las casas se tenían cuatro y cinco pailas para aprovechar de almacenarla,
pero ahorita las usan como materos.
De antes también era que las tenían en los conucos para agua y comida
del ganao. Los usos se los van cambiando como una cambian algunas
formas, peo lo que no tiene cambios es la loza de El Cercado, que es
siempre la mejorj
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CARMEN ELENA DE BRITO
Mi mamá era locera, y yo siendo muchachita, algo de ella tenía que heredar. Como toda niña, jugando con barro hice muñequitas, torticas con sus caritas, animalitos y pescaditos que mamá quemaba con sus tinajas y cazuelas y me decía que con el tiempo iría aprendiendo a hacer la alfarería.
Mi mamá me dijo de primero que de irla viendo a ella trabajar yo podía
aprender. Así lo hice y lo primero que me salió fue un aripo y luego fui
haciendo piezas más grandecitas a medida que me atrevía. Ella no me
corregía nada, sólo me miraba y me dejaba que yo decidiera, porque
cuando yo veía que algo me salía malo, lo rompía y yo volvía a darle
hasta sacarlo bien. Era porfiada con mis trabajitos y todavía lo soy.
Yo hago tinajones, múcuras, bateas, platos, lebrillos, cazuelas, o sea,
todo lo que buscan en alfarería. Me gusta hacer piezas grandes porque
es como trabajar al tamaño de una.
Las piezas se las pule con tierra roja que se consigue por la parte de la
quebrada. Se hace un agua con ella y se le echa a las lozas que se van
puliendo con esa agua y con una piedra de mar.
Los primeros anafes aquí se hacían pequeños, para calentar los hierros
que se ponían al fuego para planchar la ropa, pero ahora se han convertido en barrilleras, porque dicen que la carne cocinada en brasa de barro,
sabe de lo más mejor.
Yo trabajo sola, con una muchacha que por ratos viene a ayudarme a
moler el barro, que es lo más fatigante y trabajoso, y a cernirlo pasándolo
por un manare.
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El barro de hacer la loza se compone de piedra negra, blancamarilla y
greda que es como azul, con la que una va formando mezclas a porciones más o menos iguales. Una entonces ligas las piedras molidas con
el barro que se pone a remojar en agua, lo bate y lo bate y todo lo va
amasando hasta que quede espesito. Después con ese barro se hacen
unas pelotas que se dejan reposar, y en un par de horas ya queda listo
para trabajarlo.
Yo aquí hago otro tipo de piezas, como esos pescados que de hacerlos
tengo ya para seis años y los llevan para decorar casas y negocios. Esos
los voy haciendo igual que una múcura, o sea por rollos, comenzándoles
la barriga y luego los voy trancando hacia arribap ara que cojan el lomo
y vayan quedando gordos de la cola, la cabeza y todo y cuando llego
arriba, entonces los voy cerrando. Después que están cerrados les formo
la boca y los ojos. Un pescado me lleva tres y cuatro días en hacerlo y yo
creo que es como un símbolo de Margarita que es isla de pescadoresj
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ESTEFANÍA CÓRDOVA
¡Hay Dios mio¡… yo hago loza desde chiquitica hasta ahora mismo que paré por la quebradura
de un brazo. Soy de las más viejas que van quedando; tengo noventa y siete años que cumplí este
16 de enero.
Yo cargué muuuucho barro pa’hacer esa loza, con un mapire aquí en la
esparda. Como estaba cerquita, hacíanos tres o cuatro viajes, eso desde la
mañanita, porque era que sacábamos en la llanada del cerro de La Cruz.
La tierra era de traerla con el mapire sujetados desde aquí en la cabeza,
con una tira fuerte en la frente y apoyado de atrás con las manos. Era
que uno lo llenaba con el jabón blanco, el negro y el de pega, que era el
carrubio. Después de pisarlo con palo o con piedra contra el suelo, lo cerníamos para endespués amasarlo. La tierra se amasaba asegún, casi toda
de igual cantidades y se iba tanteando con los dedos hasta que quedara
pegajosita.
El cerro de La Cruz es que ahora nos tiene problema porque lo han agarrado para hacer casas y le han tapao muchas mesas del barro. También
pasa lo de siempre, que hay gente que son avaros y quieren agarrar sin
tener derecho, y uno vino y agarró parte de la llanada y se hizo una tremenda casa; después andando tiempo vorvió a hacé otra casa. Esas son
maldades, porque eso es del gobierno para las loceras y nadie se debe
entremeter a hacer casas ahí.
En mi tiempo si había bastante locera. Por ahí, por abajo, por ahí arriba
taban con sus hijas trabajando. Desde cuando yo era chiquita misma, es
que comencé a hacer esas lozas mirando a mi mamá. Yo ponía mi pelotica
en un tiestico y yo me iba a donde ella pa’ que viera como yo hacía platicos.
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Y en esa vida seguí haciendo mis platicos, haciendo mis cazuelitas, mis
tinajitas que ella me peparaba y que yo las componía, y en aquella forma fue como yo aprendí a trabajar ya sola, y a hacer loza buena, hasta
inventar hormigueras pa’ que los bachacos no se coman las matas.
Aprendí también a hacer la horma del papelón para por aquí mismo,
para El Agua que llaman. Para La Asunción, por ahí por el castillo, que
en esos tiempos es que molían caña y hacían papelones y también me
encargaban pa’ Carúpano donde si había mucho trapiche. Yo cargaba
por ahí, por ese monte, la mucha leña para la quema. Cargaba concha
y palanca de aquí del Portachuelo, y de Guatacamare el guatacare y el
yaque o lo que fuera, yo solita yo, me entrevenía en buscarlo.
De la loza a mi me gusta hacer todo pudiéndolo hacer, porque la vida ya
me farta y espero que Dios permita que mi brazo me siga bueno, porque
cuando no puedo hacer mi oficio, pa’ mi es como no estar viviendoj
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GLADYS CÓRDOVA
Vamos a decirle que haciendo esto tengo sólo como de treinta años para acá. Ahora tengo ya sesenta y dos. Mis tres hijas, Andrea, Gladys y Eugenia, también aprendieron de mí la locería.
Mi mamá era la que hacía esto. Se llamaba Andrea Córdova, era locera
aprendida de mi abuela Juana Córdova, o sea que la alfarería viene por la
sangre de la familia, como ha venido siendo una tradición de El Cercado.
Mamá no quería que yo cogiera ñinguitica de barro. Yo prefiero que vayas a la escuela, me decía, y así estudié hasta sexto grado, en la escuela
Matasiete de Santa Ana del Norte, donde hice de maestra de otras compañeras, pero cuando mamá enfermó y estuvo tres años y medio en una
cama, me decidí a seguir en lo de ella, según me fue instruyendo.
El barro hay que molerlo a piedra bruta, dándole y dándole contra el
suelo y eso es mucha la fatiga que da. Una debe tenerle cuidado a la
mezclada, hay que ir combinando para que el barro no quede con mucha fuerza, o sea muy duro o bien flojito y gredoso, y eso se aprende con
los años. Una lo va amasando y hace una tortica y la va apretando, y así
sabe cuando está bien ligado.
Para comenzar una pieza es lo mismo. Se toma una pelota y se va amasando contra un tiesto que sirve de base y así se hace el fondo de la pimpina o de la forma que va a darle. Después se van colocándole cinticas
una encima de la otra, alisándolas, y así se va levantando la pieza.
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Las piezas recién hechas las llamamos verdes y hay que secarlas al sol.
Después del sol se meten para adentro pa’ componerlas, o sea, rasparlas,
quitarles las conchitas y lo duro, y antes de quemarlas hay que calentarlas también al sol para que vayan tibiecitas, porque si se van a poner
verdes, con la humedad salen todas rajadas.
Cuando el viento es brisa, se quema todo parejito y queda la loza rojita,
pero si sopla fuerte a arrebatotes, quedan las piezas de color disparejo y
a veces le sale una mancha azul.
Yo pienso cuando comienzo a trabajar que si Dios me da la virtud, todo
me saldrá bien. Yo sufro de mareos que me asustan y mi mejor remedio
es meter las manos en el barro y trabajarlo. Eso es mi alegría y me quita
los malestares del cuerpo. Invoco al Gran Poder de Dios, que lo tengo
aquí al ladito de casa, a la Virgen del Valle y sobre todo al Doctor José
Gregorio Hernández, que me ayuda en las dolencias de mareos. Les
rezo y los alumbro para agradecerles mi salud y mi trabajo.
Me gusta mi trabajito, le tengo amor, y más cuando viene gente y me
ven hacerlo y me van preguntando, porque se ve que ellas también
tienen amor por la lozaj
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«MARIACHÚ» MARÍA DE JESÚS DOMÍNGUEZ
Después que mamá era una buena alfarera y no pudo seguir por enfermedá y la gente venía a comprarle sus cosas y no las encontraba, yo agarré de firme y le metí la mano al trabajo de la locería.
Ahora cargo sesenta años y estoy haciendo loza como en los mejores tiempos.
Yo, a los veinte años me aplicaba al arte de tejer que si hamacas y chinchorros, pero desde pequeñas, como hacíamos todas las niñas de por
aquí, yo andaba con mi mamá buscando el material del barro, ayudándole a ella en los acarreros y los tiestos, pero yo no sabía trabajarlo.
Desde Santa Ana para acá y cargando ese barro, el trecho era muy pesado y había entonces solamente dos matas donde una cogía sombra y
descansaba. Esos eran tres viajes, desde las cinco de la mañana a las tres
de la tarde. Ahorita hay hombres que lo traen.
Aunque una sabe conocerlo, el barro es engañador, porque uno lo tienta
y lo siente bueno, pero resulta que puede ser malo y al quemarlo se explota. Por eso una nunca está tan segura de que las piezas le van a salir
con bien.
Saber trabajar el barro es limpiarlo, mojarlo y armar la pieza, y eso
hay que hacerlo con buena mano y disposición. No hay secreto; todo
el secreto está en la cabeza de uno que sabe lo que va a hacer, poner su
primera pelota ahí en la horma y de a poco con paciencia y voluntá va
sacando la forma que se quiere.
A mi me gusta mucho hacer el tinajón y el anafe. Hacer una pieza grande es como si se trabajara menos, porque para las chiquitas hay que
doblarse mucho.
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Con la cerrada del molino se pierde mucho material así machacándolo
con piedra, porque por mucho que se le de, siempre queda broza o cascajo. En el molino era puro polvo bueno el que salía.
La quema no tiene secreto y el tiempo mejor es el de la mañana, cuarquier día que no haya suelo húmedo. Yo trabajo sola y no apurado, así es
que quemo una o dos veces al mes.
Por ahí algunas alfareras cargan supersticiones con esa de echarle una
foto a la pieza verde, sin quemar, se le va a reventar en la pira. Aquí
vienen estudiantes a echarme preguntas y fotos y nada ha pasado. Yo no
creo que por echarle foto a una pieza cruda ella se vaya a reventar. Si una
pieza se revienta es porque está mal amasada.
Cuando me siento a trabajar, cada mañana me encomiendo al Gran
Poder de Dios, nuestro patrón y una donde quiera que está, lo invoca
por protección y gratitudesj
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«LENCHA» FLORENCIA DOMÍNGUEZ
Yo ya trabajaba a los 10 años. Ahora tengo ochenta y dos. Nací en 1915 en noviembre y me lo
celebran el día 7. Van como cuatro años que dejé de trabajar porque los nietos no quisieron que
siguiera, ya que la enfermedá de las piernas me tiene trabada y la vista también me está corta.
Yo cogí fama, como mi mamá, haciendo el budare de casabe que no es
el de arepa. La diferencia está en er piso; el de casabe es planito y sin
asiento, grueso como de tres dedos de gordo para aguantar la candela que
le meten debajo del horno. Antes, en La Asunción y por donde se llamaba La Sierra, vendía mamá esos budares porque ahí fabricaban casabe.
Yo de primero iba a la escuela, que estaba aquí mismo en el pueblo y
después venía a ayudar a mamá. Entonces no era menester tener grados
para educarse. Los grados de nosotros eran los libros primario, segundo,
geografía y consejero, que se iban comprando según una iba aprendiendo.
Y dígame usté, cuando me ponía a escribí, yo hacía esa letra beeella!
Hoy la juventú estudiando en universidades no saben ni leer bien, y
sacan una letra de médico que uno no entiende.
De las loceras de cuando yo era muchacha, me acuerdo de Natalia, de
la vieja Toribia, de mi abuela Juana, de Nicasia, de Martina Patiño, Simplicia Buenaventura, Felicia, Petronila, Ceferina y María Visitación, todas
Domínguez; Toribia, Agrispina, María Córdova, Eustacia… había muchísimas, algunas estamos muy viejas y otras se fueron muriendo.
Antes salíamos a las cinco de la mañana por las salinas, sabanas y cardonales. Quemábamos hoy y mañana tábamos preparando la carguita
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pa’ salir pa’ Juan Griego, pal Valle, Pedro González; La Asunción y Los
Robles para poder venderlas.
Nosotros si hemos sido burras. Cargábamos el tinajón apoyándolo con
un trapo así enrollado en la cabeza y además metíanos adentro media
docena de tinajitas y llevábamos colgando otras de las caderas. Todo eso
era caminando y lo andábanos todo el día.
Llegábamos gritando; !Loooozaa ... lleeevoo loooozaa¡ Entonces era:
¿Mujer, tienes un tinajón, tienes un anafre, tienes un porrrón, llevas un
aripa, mujer? Si llevo. Entonces ven acá… y así íbanos vendiendo poco
a poco.
Eso no valía nada. Un aripo para tender arepas, una locha. Dos platos,
un centavo. Un anafe, un rial. Un tinajón, un bolíva. Un grande, cuatro
reales. Antes los hombres ayudaban con el burro a traer la leña, sólo eso,
no ayudaban a pisar ni a manejar er barro, porque decían que este era
sólo oficio de mujeresj
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«MOCA» MÓNICA DOMÍNGUEZ
De edad de once años fue que empecé con la loza y ahora tengo 73. Nací er 4 de mayo del año 25,
aquí en El Cercado, cuando las mujeres parían con parteras y ayudas de vecinas. Con el tiempo
una también ayudó a parir, sobre todo a colocar cabecitas para jalar a las criaturas con bien.
De por vida he estado aquí en El Cercado. Desde que nací, una sola vez
he salido de la isla y fue para Carúpano, a la muerte de un hermano.
Tamos aquí todos en familia con 3 hijos, 14 nietos y 5 bisnietos.
La loza ha sido siempre oficio de las mujeres de la familia y todas hemos
aprendido enseñadas por la mamá de una, cuando una era muchachita
y debía ayudar a las labores de la casa.
He trabajado con las manos de todo en la vida. He tejido chinchorros,
flecos, hamacas, he horneado pan para vender, muchas cosas he hecho
en esta vida pa’ llegar a donde estoy.
Con la loza estoy asentada desde hace muchos años. El barro para hacer
la loza se desmaya si no se le da fuerza suficiente. Eso hay que hacerlo
con las lajas negra y blanca que una machuca ahora a pura piedra, porque el molino desde que se trancó a nadie se ha dolido para repararlo.
La primera pieza que yo hice fue un aripo ayudada de mi mamá. Victoria
Domínguez se llamaba y ella me enseñó todos los oficios que sé hacer.
Toda su familia era alfarera. Mi abuela locera se llamaba María Luisa y
su mamá también locera, se llamaban Estefan. Tuvieron fama.
Lo primero que una aprende es a poner la base. Se hace sobre un tiesto
o plato cubierto con ceniza o tierra para que la pieza no se pegue, y de
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ahí para arriba ya se van haciendo los rollos que húmedos se van pegando
y una los va alisando con la mano o un pedazo de totuma.
Después del aripo que me servia de base, mamá me enseñó a hacer la
cazuelita. «Ya lo voy a enseñá», me dijo y me pasó una pelotica de barro
y yo fui haciendo como una arepita, y después me dijo ella, «ahora la
va a ir levantando pa’rriba haciendo rollitos como éste y yo le voy a ir
indicando cómo darle forma a la pieza».
Fue ver eso y de ahí seguir practicando y practicando, porque una pone
la pelotica de barro y tiene que irla subiendo y con rollitos que vaya
quedando redonda, que no le quede fallo de una parte sino parejita, y si
esté la va levantando hasta que sea música si es múcura, pimpina si es
pimpina, y si es cazuela que lo sea.
Yo así le hago la cazuela, el aripo, el anafre, el plato e’pie, las mondongueras, hormigueras para que la chatata no se coma las matas, las soperas, platos de comer de toda clase y si fuma, hasta cachimbos le hagoj
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«PETRA» PETRONILA DOMÍNGUEZ
Desde chiquitica, cuando nací el 29 de junio de 1932, me han nombrado como Petra, o sea que esta
Petronila Domínguez anda pisando los 66, con más de cincuenta años de alfarera.
En este trabajo crecimos. Éramos doce hermanos y yo soy de las últimas.
Comencé en estas faenas ayudándole a mi mamá. A veces me iba con
mi papá en su burro, a cargar el barro para la loza. Papá murió viejiiito
a los 103.
Una como joven, trabajaba mucho con la esparda, trayendo leña de esos
cerros, leña sujetada en a cabeza y arrastrando amarrada con cabuya.
Entre la cabeza y el montón de leña, para no rompernos el cuero, teníamos que ponernos una toalla bien doblada como colchón.
La tierra que sacábamos, primero desde la llanada del cerro y después
desde más arriba, se cargaba con mapire, a lo indio, sujetando el peso
con la esparda y un cinturón en la frente.
No estudiabamos porque no había cosas que estudiar. Para defenderme
medio sé leer y escribir, pero no bastante. Fui a la escuelita que daba
estudios en Santa Ana, a donde íbamos de noche a aprender.
Para cambiar un poco lo que todas hacen me puse a hacer unas gallinitas. Eso fue desde que estuve trabajando en limpieza en la Escuela de
Artes Plásticas de La Asunción. Allá yo me fijaba en lo que hacían los
estudiantes. Aprendí a enmarcar cuadros, a tornear, a esmaltar cerámica
que es un trabajo de mucha delicadeza. Yo lo iba haciendo ayudándole
al profesor.
Cuando cambiaron al personal me vorví para acá a trabajar mi loza,
pero nada de eso se aprendí allá se aplica al trabajo que aquí una hace.
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A mí nunca me gustó que nadie me trajera la tierra. Yo misma agarro mi
machete y mis bolsas y me voy a buscarla, yo misma la elijo porque ya
sé adonde está la que necesito para que mi trabajo tenga rendimiento.
Una con el tiempo ha aprendido a conocer la tierra con que trabaja. El
barro que a uno se le pega en la mano, es el fuerte y así se sabe que tiene
mucha grea, y entonces hay que mejorarle la liga, cuidando que no quede
muy veloz, o sea que se desmaye la pieza.
Para este trabajo una tiene que ser devota y encomendarse a sus santidades para que la loza quede bien, porque no sólo depende del barro y
las manos de la alfarería, sino de la voluntad de los que nos protegen.
Mis muchachos no quieren que yo trabaje porque tengo mucho sufrimiento de la esparda, pero si no, en qué me entretengo, si esto es lo que
ha sido mi vida?...j
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«CHAGÜITA» ISAURA PATIÑO
Esto no se sabe quién lo inventó; esto tendrá, que sé yo, siglos. Todas las familias fundadoras de
aquí trabajan la alfarería, como la hemos trabajado nosotras también. Mi mamá, Francisca Patiño
era alfarera. Mi abuela Buenaventura también. La mamá de ella, Genara y la mamá de Genara,
hacían lo mismo. La bisabuela mía, Antonia, era otra. Eso le da una idea de dónde yo vengo siendo
a mis 55 años, la alfarera Chagüita, es decir Isaura, con Patiño de apellido.
Nosotras tenemos amenazado nuestro trabajo, porque a lo que se acabe
er pedacito de cerro de La Cuz que nos dejan, se nos acaba el material
y esta tradición se termina. Ya entonces, en el 79, tuvimos una guerra
con los norteños, las gentes de ahí de Santa Ana del Norte, porque nos
vinieron y agarraron casi toda la falta del cerro y la cercaron hasta donde
ellos quisieron construir casas, y una la hicieron en la parte mismita
donde teníamos que picar el material.
Nosotros fuimos a la Gobernación, Alcaldía, Concejo, radio, prensa,
vecinos y a muchas partes protestando, y entonces de tanto caminar,
hablar y eso, nos dejaron un pedacito y eliminaron la construcción de
cuatro casas, que iban a estar en la veta donde una se encunetaba sacando la greda.
Había orden de no hacer más casas, pero con los cambios de gobierno
ya vorvieron a hacer dos más y un tranque, agarraron la parte esa, y
ahora se tiene que subir por otro lado a buscar de donde, porque eso lo
que quedó fue una cuchilla, y la gente no consigue cómo sacar la piedra
de arcilla.
Nos ayudaron con un molino que servía de mucho, porque lo primero
es que er material es muy duro y machacándolo se pierde bastante. En
cambio en er molino se aprovechaba toditico. Pero pasó que ar molino
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se le comieron los dientes y se paró por un buen tiempo. Por mucho
reclamar, vino un técnico que ellos decían que era un gran inventor. Lo
que hizo fue que a los 24 dientes que tenía er molino, le metió 20 y se
los puso más chiquitos y dijo que eso iba a durar quince años. Eso fue en
el 97. El molino duró tres meses y se paró. Total que seguimos moliendo
a mano y a piedra.
Uno aquí hace con habilidad el matero, la cazuela, la pimpina, el botellón, lo que le da su inventiva y lo que le ponen los encargos. Aquí
vino una señora que me trajo como modelo una figura de yeso para
que yo se la hiciera. Era un hipopótamo. Me dijo que si yo no sabía lo
que era un hipopótamo. Yo se lo hice y quedó esa figura feísima, pero
a esa gente le gustó y me felicitaron. Los que me quedaron, como eran
piezas pesadas, se los han llevado para afirmar las puertas para que no
las bata el viento.
Aquí de antes también se hacían figuritas de animales, pero eso ya se ha
perdido un poco. Los animalitos que yo inventé, vaquitas y gallinitas, si
son beellos. ¿Será porque para toda madre cuarquier hijo es bello?…j
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LILIA PATIÑO
Fuera de de lo de la casa, no he hecho otro oficio, sino siempre la loza. Será porque nací y me crié
aquí en El Cercado y porque de familia, a Chagüita y a mi que soy su hermana, nos enseñaron y
nos gustó. Tengo dos hijos que no son de este oficio de la alfarería. Ahora los muchachos buscan
otros trabajos más de la ciudad que de los caseríos.
Unos a esto le dicen barro, otros arcilla, y otros greda. Cuando nosotros
ibanos a sacarlo al cerro de Santa Ana, allí no había viviendas, y ese lugar
de La Cruz era respetado por destino para las alfareras de El Cercado,
pero después con la cosa de los políticos, eso lo han dado pa hacer casas
justico donde una sacaba la greda. Dijeron que de ahí para arriba era
terreno de las alfareras, pero no lo respetaron.
Arcillas buenas como esas del cerro de La Cruz no se consiguen en otra
parte. Dijeron que por Paraguachí, Macanao, Conejeros y Los Bagres
también había tierra buena, pero una nada sabe de eso y trarvez, todo eso
ya debe estar edificado, y si de antes no había por esos lados la tradición,
quiere decir que la cosa no vale.
Lo primero que hice yo cuando muchacha, fue que comencé a jugar con
el barro y me salió que hice un aripo, y de ahí empecé a hacer puro aripo.
Me decía mi mamá que hiciera otras cosas porque un aripo no valía
nada de tan barato que era, pero yo no me atrevía, veía las otras piezas
muy difíciles, las veía como imposible de hacer, hasta que un día por allá
lejitos, con mi sobrina que tampoco sabía nos pusimos a probar. Hice un
matero, y después me atreví con todo, porque vi que se podía aprender
todo, mirando como mamá trabajaba.
Una vez yo vi en un libro una forma que me gustó. Era un libro de cosas
de arte que estudian los muchachos, no era de artesanía, y de allí me
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vino la idea de hacer una matera que yo llamo la chata grande. De eso
hace como seis años, y después me dio la idea de hacer unas espigueras,
también la idea de ir cambiándoles las bocas a las pimpinas y hasta
ponerles en las barrigas unos relieves de flores y de soles.
Aquí algunos piden por encargos que los tinajones se los pintemos de
colores con esmalte de aceite. Los usan para adornar rincones de casas
con corredores y ahí meten flores secas para que queden más bonitos,
pero eso de pintarlos sólo se hace por pedido, porque lo nuestro es
arcilla natural.
Aquí se le vende a todo el mundo que viene. Vienen a buscar de aquí
mismo y de afuera. No nos podemos quejar porque todas vendemos.
Aunque toda la loza de El Cercado le puede parecer igual, siempre es
distinta porque cada una le pone invento suyo. Las ideas le vienen a una
de la cabeza y las va corrigiendo con las manos que Dios le dioj
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MELQUÍADES RODRÍGUEZ
Desde que crecí, desde que me conozco, es que estoy haciendo la loza.Ya voy pa’los setentiseis años
y sigo trabajando. Me ayudan las manos el Gran Poder de Dios y José Gregorio Hernánfdez, a los
que primeramente cada día me encomiendo para mis buenos oficios.
Desde que crecí, desde que me conozco, es que estoy haciendo la loza.
Ya voy pa’ los setentiseis años y.sigo trabajando. Me ayudan las manos
el Gran Poder de Dios y José Gregorio Hernánfdez, a los que primeramente cada día me encomiendo para mis buenos oficios.
Mamá trabajaba aquí la alfarería, y cuando yo quise aprender, le dije
«yo no le voy a gastar su materiar de usté, yo voy a ir a buscarlo para
yo hacer mi loza». Ella me dijo que estaba bien, para que así aprendiera
desde el principio.
Yo siempre dije que yo nunca iba a poner mis manos en coroto ajeno,
porque lo podía partir y me iban a regañar. Entonces fui, hice dos viajes
al cerro a buscar el barro, lo acomodé bien machacao a punta de piedra,
como veía yo que lo hacían, y mirando hice de mio propio un primer
tinajoncito pequeñito y después hice como dos apiritos y mamá me
felicitó bastante.
Mamá ya estaba muerta pero siempre queda el nombre. Se llamaba Pía
Patiño y era alfarera como mi abuela Benigna y todas las mujeres de la
familia pa’ detrás.
Pa’ buscar la tierra, íbanos al cerro y llevábamos los mapires, los poníanos
en una barranca y así en lo alto y ahí nos yingotábamos y los cargábamos
pa’ venir con ellos en la espalda.
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La tierra se cava con machete y piedra, y dándole piedra y piedra donde
una ya sabe que hay tierra buena. Eso de sacar el barro es fuerte, porque
ese es un cerro donde no hay una sombra donde uno se vaya a meter.
Lo que hay es mata, pero chiquita, que no es sombra para el cuerpo.
El tinajón, la cazuela, el aripo es lo que más me gusta hacer. Conforme
a la fuerza que le queda a una, se hacen de regular tamaño los pocillitos
de pegar matas, los floreros, las pimpinas, o sea, para tener variedades.
La loza es fuerte de trabajar en cualquier forma, y aquí en El Cercado
toda la loza es buena de uso.
En esta labor er sol es el que manda. Cuando una prepara el barro o la
quema, no está viendo el día que es o la luna o lo que sea, sino el brillo
der sol. Si él no calienta no se puede secar la pieza, porque la humedad
después la raja o la explota como cuando tiene cualquier broza que le
quede o piedrita.
La leña mejor para mí es toda lecha de güicher que tiene mucha espira y
también la de yaque hediondo, que es fuerte de olor pero dura bastante.
La leña quema bien y dura, siempre que esté bien seca.
Yo trabajo todo el día cuando tengo lugar. Trabajo de las doce pa’ bajo.
Siesta no se duerme, pa’ podé descansar bien en la noche. A mis santos
le pido menos dolores, porque todavía una tiene energía para continuar
y seguir con este trabajo que Dios le puso en el caminoj
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JAIME VALDERRAMA
Empecé a hacer esto como de la edad de 15 años. Ahora tengo 26 y soy de los muy pocos varones
que hacemos el trabajo de alfarería. Comencé fijándome como lo hacía mi abuela Moca y ahora
siempre trabajamos juntos.
Aquí no hay luna para la cerámica como en otras partes. Aquí se amasa
y se quema en cualquier tiempo y las piezas nunca quedan flojas que se
agrieten o dejen pasar el agua. Debe ser porque la tierra es muy buena
y porque se cuida no desde que saca la greda hasta que se pule y se
quema la pieza.
Si cuesta agarrarle el punto a la loza. Aparentemente es un trabajo fácil
de poner ceniza en una base, armar la pelota que va a ser el fondo y
enseguida irla levantando con rollos que se van uniendo unos a otros.
Pero eso no es así; con el tiempo uno va sabiendo que el trabajo debe ser
lento, llevar siempre el mismo ritmo, porque aunque parezca mentira, si
al lado que tengo pegado a mi cuerpo no le doy la misma presión que al
del frente o el costado, la pieza comenzará a aflojarse y a perder forma
por más que uno trate de amoldarla con más greda.
Uno también las va variando como ser, en la boca o las deja así lisas o le
voy doblando como orejitas, le hago formas de pico o las adorno con las
rayitas para que no se vean todas iguales.
Yo primero pienso bien la pieza en la mente cómo la voy a hacer, y me
pongo a trabajarla. No levanto la vista de ella y me concentro en cada
rollo que voy poniendo, desde el urdido hasta la boca. Prefiero no tener
que distraerme para no perder el ritmo del amase en el trabajo.
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Para quemar todos usamos leña de conuco, de acuerdo a lo que cada
uno prefiera. Para mi la mejor es la del guatapanare, del cují o bien el
yaque porque dan más brasa. Me queman mejor los palos delgados que
los gruesos.
Para preparar la pira de quemar, sobre una camada de achamo, como
le decimos, encima se colocan las lozas. Se van poniendo primero las
grandes como los tinajones y las pimpinas y se van apuntalando con los
aripos o los platos u se les pueden colocar adentro piezas más pequeñas.
Después, a medida que crece el montón, se le van metiendo chamizas y
ramas entre medio y se las van cubriendo. Cuando todo está tapado de
leña, se le prende candela. Yo hago la vieja costumbre como los horneros
que atizan el fuego. Se le va silbando al viento, dirigiéndo así, para que
queme pareja toda la piraj
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CALILLAS Y TABACOS
UNA NO TIENE LA CUENTA DE LOS TABACOS Y CALILLAS QUE
HABRÁ HECHO, Y ¿CÓMO LLEVARLA SI SON CINCUENTA AÑOS
DÁNDOLE DÍA A DÍA? ESTE ARTE NOS VIENE DE POR FAMILIA
Y ES QUE ASÍ SOMOS TODAS LAS PALILLERAS DE LOS MILLANES, DONDE LA QUE MENOS TIENE, CARGA CON VEINTE AÑOS
EN ESTE OFICIO. TODAS HACEMOS LO MISMO Y CON LA MISMA
HOJA DE TABACO QUE NOS VENDEN LOS QUE LA TRAEN POR PACAS DE LA TIERRA FIRME, DE POR LOS LADOS DEL GUÁRICO.
ESO NO TIENE CIENCIA SINO HABILIDAD, MANO Y OJO PARA
ELEGIR LA HEBRA BUENA, DARLE PUNTO AL AMASADO Y PRESIÓN A LA ENVOLTURA. DE LA HOJA HAY QUE SELECCIONAR
LAS MEJORES PARA LAS CAPAS. LA TRIPA SE PICA CON LOS DEDOS Y SE PONE UNA HOJA QUE SEA LA BASE PARA EL TORCIDO
QUE ES EL ERROLLADO. ENVUELTO TODO EN A CAPA, VIENE Y SE
LAS CIERRA CON BREA, QUE SON ESAS PELOTICAS DE GOMA
QUE LE CRECEN AL GUAMACHE Y SE DISUELVEN CON AGUA.
AHORITA SE HACE MÁS EL TRABAJO POR ENCARGO Y PREFIEREN
LLEVAR EL TABACO PORQUE ES MÁS GRANDE, PUES LA CALILLA,
MÁS PEQUEÑA, SE CONSUME MUY RÁPIDA. A LOS JÓVENES NO
LES INTERESA ESTE OFICIO PORQUE YA SON OTROS TIEMPOS.
ENMA MARGARITA BRITO
Ya voy para los cincuenta años trabajando en esto de las calillas y los tabacos. Tengo sesenticinco,
nacida de aquí de Los Millanes y este arte me lo enseñó mi mamá, aprendida ella de mi abuela.
Todo ha sido trabajo de familia.
El tabaco es el goldito y la calilla es más cortica y flaquitica y lleva menos
de todo. Ya casi nadie prende calillas, porque con los costos vale más
fumar un tabaco que tiene más rinde.
Yo no tengo arrume de cuenta para saber cuántos tabacos habré hecho
en la vida. ¿Usté sabe lo que es estar cincuenta años trabajando día en
día en lo mismo? Hay una parte del tabaco que se le llama tripa, que
es la que va adentro y que una de primero la espalilla, o sea le quita los
palitos gruesos que trae, y luego esa tripa la envuerve en el fondo. O sea,
se pone el fondo sobre la mesa, se le pone encima las hebras de la tripa
bien apretaítas, dándole más fuerte con los lados de la mano para que
agarre forma más goldita en el centro y después que se hace el torcido
uno los deja pegados con la brea del guamache, para al final ponerles
la capa que tiene que estar bien elegidita, bien sanita para que el tabaco
quede lucido.
Anteriormente rendía más el dinero, aunque todo era más barato, y así
me dio para que los hijos cinco que tengo estudiaran y se fueran, a hacer
su vida. Por suerte, una los pudo levantar en esa época a puro trabajo de
tabacos, cuando todo no valía tanto. Imagínese cómo podría uno ahora
criar a un hijo ahora con lo que cuesta medio mantenerse!…
Esto ahora ya es oficio de viejo y para no arrumarse, porque si una no
se mueve agarra cama o la silla, una ahí se va quedando y se desarma
de huesos y de todo, en cambio moviéndose en lo que sea, es que una
todavía tiene vidaj
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EMELINA LEANDRO
Yo estoy trabajando esto, el tabaco, y la que se llama calilla, desde hace mucho tiempo. Me lo enseñó
una tía y no me costó mucho aprenderlo porque es fácil.
La hoja del tabaco una la compra por allá y una nada más o que hace es
mojarla, meterle la tripa, enrollarla y pegarla y ya está armado.
La calilla es más delgaducha que el tabaco, es como un cigarrillo, pues.
Los dos se fabrican iguales, tienen que llevar una hoja entera sin rotos,
para que queme bien y se les saque el gusto. Por eso es que hay que
seleccionar bien el relleno de la tripa, para que vaye bien esmenuzaíto y
sin palos, que son amargos y rompen la envoltura.
Calilla y tabaco se pegan con una brea de guamache, que es pega natural.
Son esas pelotitas como gomosas que le brotan al árbol, y de primero
se las echa a remojar, la pelotica se disuelve con el agua y así la brea de
pegar se forma ahí mismito.
Al día yo hago hasta cien calillas y me las pagan a mil doscientos el ciento,
y se venden graneadas por doce bolívares cada una.
En todas las familias de aquí del pueblo siempre había una artesana que
trabajábamos estos quehaceres. De esos, las más viejitas ya se murieron,
quedamos los intermedias, y a las jóvenes no les gustan estos oficios, así
que una no sabe cuánto tiempo durarán estas faenasj
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MARÍA MARCANO
Yo nací en Porlamar y en el cincuenta, y desde hace como veinte años que trabajo en esto.Yo trabajé
toda la vida con esto mismo. De antes tejía capelladas para alpargatas. De hijos tengo dos, el varón
que se graduó de bachiller, estudia administración y latonea carros para afirmarse la vida, y la
hembrita que tiene ocho años, estudia y me sirve de compañía cuanto estoy trabajando.
La calilla poco se hace. Fue desapareciendo porque los mismos fumadores prefirieron el tabaco. La calilla que era como un cigarrillo y se consume
más rápido. De hacerla se hace por encargo; da más trabajo que el tabaco
porque es más chiquitica, más demorosa para elegirle la tripa y pide
un envuelto más lento y cuidadoso para que no se reviente. Es como un
cigarrillo, pero envuelta no en papel sino en pura hoja de tabaco.
Esto de fabricar es bien sencillo y siempre consiste en seleccionar bien
la hebra para la tripa donde se sacan los palitos y pedacitos de hoja,
saber torcerla para que después vaya quemando parejo hacía adentro,
y envolverla bien en la tapa del fondo que se corta travesaíta para que
enrrolle mejor y luego pegarle la capa que debe estar sana y completa.
En la calidad del tabaco va también la mano que sabe torcerlo bien.
Ahorita cada tabaco cuesta 25 bolívares. Antes cuando se torcía bastante,
el tabaco grande, se vendía a dos bolívares el ciento, imagínese, cien por
dos bolívares y la calilla que ahora nadie la fuma costaban 14 centavos
del ciento. El material entonces no valía nada. Ahora esto sale muy caro.
Tamos comprando a dos mil ochocientos el kilo, que lo traen de afuera,
de tierra firme, y en cada kilo es mucho lo que se pierde. Aquí vienen a
comprarnos de las bodegas y los abastos. Estos que estoy envolviendo
ahora me los vienen a buscar de una bodega, donde me encargaron
quinientos.Yo hago al día como unos trescientos y de vez en cuando los
fumo. No me hago ninguno especial, porque todos para mi son buenosj
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RAMONA MARÍN
Yo nací aquí mismo en esta calle y en esta casa en el 31 de agosto del 25, así que es setenta y tres
años son los que ya cargo.
Yo he hecho muchos trabajos en la vida para sostener los diez hijos que
tuve. Lavé ajeno, planché, busqué leña, molí para vender, hasta levantar
y educar la familia en algunas profesiones como enfermería, electricidad,
albañilería, carpintería, mecánica y armaduría de techos. Hasta donde
pudieron estudiaron, porque viendo la pobreza tuvieron que aprender a
ayudarse. Eso sí, ninguno le ha huido al trabajo. Tengo 22 nietos y de ese
semillero cuatro viven conmigo, me hacen compañía y ruido.
En el tejido de alpargatas estuve desde muchachita, de los catorce años
hasta el año 57. Mi trabajo era tejer cortes de alpargatas con hilos de
varios coloridos. El tejido de alpargatas en un principio se hacía a mano,
pero con el tiempo se usó la máquina. Yo diría que hace como diez años
dejé eso, cuando los armadores dejaron de hacer alpargatas. Eso, como
mucho de los oficios de antiguo, se fue acabando porque vinieron las
cholas de plástico y de fábrica, que eran más de novedades. Creo que ya
no queda nadie por estos lados que esté haciendo el tejido de capellada.
Después me puse a trabajar el tabaco, y fue para remplazar a mi mamá
que se enfermó y que siempre tenía pedidos de unos comerciantes y de
ahí hasta el sol de hoy es que estoy en lo mismo. Esto no tiene ciencia
sino habilidad y también mano, para saber la cantidad de tripa, elegir lo
bueno de la hebra y luego saberle dar el amasado y la envoltura, porque
si le queda algún hueco, el tabaco se quema disparejo y el fumador dice
que el tabaco no tiene gusto.
El buen fumador lo tienta con los dedos al comprarlo, y ya sabe si el
rellenito está bien y le va a quemar mejor para sacarle el gusticoj
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MARÍA TERESA SERRANO
Yo tengo como veinte años haciendo calillas y tabacos. Lo aprendí aquí en Los Millanes cuando me
vine de la isla de Coche.
La calidad va de acuerdo al torcido, porque si no lo tuerza mejor que
otros, eso se nota. También va de acuerdo a la tripa que usté debe de
limpiarla bien. Si alguien la tuerza con este palo que es la vena de la
hoja, no es bueno y quien la tuerza limpiecita con la pira hebra del tabaco
hará una calilla mejor.
Una a la tripa la pica con los dedos, la envuelve en la hoja y después
corta con una tijera. Debe tener todo bien elegido, porque argunos al
tabaco lo mascan y ensalivan bastante para sacarle más sabor.
Aquí también se busca la hoja del tabaco porque sirve para atajar cortadas
o hinchaduras, para aliviar picadas.
Las hojas mejores una las va seleccionando y las guarda juntas, tanto
que forman un tabacote como este, que tiene las capas mejores, y de ahí
se van sacando para fabricar los demás.
Las hojas y la tripa una las compra a los camiones que las traen de la
costa firme, del Guárico, por pacas que cuestan según el kilo que ya va
por dos mil.
Aquí una calilla está costando mil quinientos el ciento y la llevan a las
bodegas y tiene siempre buena salida y a una le conviene trabajarlas
porque ayuda a redondearse el presupuesto de la familiaj
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CARPINTEROS
LOS BARQUITOS PODRÁN SER DE AQUELLA QUE NOMBRAN
BOYA O BALSA, DONDE SU APELLIDO REAL ES TACARIGUA; O
BIEN CAOBA, PINO, CEDRO O APAMATE, DE LA MARA, EL TAMBOR
O EL SAQUISAQUI QUE FLOTA MEJOR, TANTO SE PONGA EN EL
AGUA DULCE COMO EN LA SALADA.
LOS
HACEDORES
UNA
COLORIDA
DE
Y
RÉPLICAS
DE
LEGENDARIA
BARCOS
CONFORMAN
TRADICIÓN
ARTESANAL,
DONDE CON SUS MANOS DIESTRAS DE HOMBRES DE MAR, SE
TRANSFORMAN EN PEQUEÑOS CARPINTEROS DE RIBERA, Y A
TRAVÉS
DE RECUERDOS Y NOSTALGIAS, HACEN NACER TRES
PUÑOS A VELA, DE ESOS QUE CASI
LANCHAS
FRAGATAS,
PARGUEROS,
DE
ALTURA,
GOLETAS,
ARRASTRADORAS,
CAMARONEROS
YA NO SE VEN, PEÑEROS,
FALUCHOS,
BANQUEROS,
O
PIRAGUAS,
REMOLCADORES,
TRASATLÁNTICOS,
TODOS
A ESCALA DE LA EMOCIÓN, DESDE EL BARQUITO QUE CABE
EN LA PALMA DE LA MANO, HASTA LOS QUE NO LLEGAN A
ABARCAR CON LOS BRAZOS ABIERTOS.
JOSÉ ACOSTA
Soy nacido aquí en El Tirano en el año 60, el 15 de julio, y desde niño, con papá he estado en este
trabajo: mi oficio es lo que llamamos marinero, y trabajo en un barco de pesca.
Como pescador me gusta marcar, esto es que por ser, las nazas que uno
zumba al mar a media hora de Los Frailes o de aquí, tiene que buscarlas
bajo el agua porque la corriente se las va llevando. En esto hay que estar
vivo porque a veces vienen otros y te vacían la pesca que hay adentro.
En tiempos de mi papá eso lo respetaban los pescadores, pero ahora hay
mucha vagamundería. Nosotros nomás pescamos con nazas de jaladora
que van amarradas cada doce brazas. Uno nunca sabe si le van a entrar
peces o no, eso es una aventura.
En las noches de luna oscura es cuando hay más abundancia. Las nazas
las hacemos nosotros de acuerdo al tamaño de la embarcación, cerradas
con malla pesquera y le dejamos la boca por donde entra el pez, sobre
todo cuanto está encarratá o sea cuando le cae molusco.
La artesanía de hacer barcos me vino por parte de mi tío Ricardo Acosta,
cuando le dije yo quiero aprender a hacerlos, y él me dijo, ¿Tu crees que
esto es así no más?. Vente y te voy enseñando; y yo decía voy hoy, pero
no iba, hasta que me decidí a hacer uno conforme se los había visto a
él y se lo llevé. Entonces se rió y me dijo, José ese barquito se parece a
la Betona, una señora que la llamaban así por lo gorda; no chico, tienes
que refinarlos bien y empezar por los más sencillos.
Ahí fue que comencé a hacer mis propios peñeros, hasta que me atreví a
hacer mi lancha grandota que medía como dos metros y tiene de todos
los implementos de navegar, hasta luces. Yo la saqué para un carnaval y
lo que hice fue estropearla. Ahora la estoy reparando.
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Uso tacarigua, mara, saquisaqui o tambor. Los barquitos míos los hago
argunos de palo completo, o sea que no tienen esqueleto, y para que
queden parejos de los lagos hay que tallarlos mirándolos desde abajo.
Yo hago el velero, el cayuco, la lancha pescadora con motor central y la
lanchita para turistas, todo modelo de lancha. Lancha le decimos a toda
embarcación que lleve techito y aparte también les hago sus motores y
bombona y materiales. Yo armo cuatro o cinco peñeros juntos en doce o
trece días, porque ya tengo hechos los esqueletos y después les pego las
maderitas y los pinto diferentes.
Llevo haciendo esto desde hace cinco años. Siempre los tengo listos y
pintaditos, menos el nombre, porque el que viene a comprarlos quiere
que le ponga su nombre en la proa.
Estoy feliz con mi trabajo y mi pequeño astillero, porque creo que todo
lo que debe venir viene por mano de Dios, si no viene der cielo no vendrá
de ninguna parte, y a mi esta vida me ha venido de arribaj
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RICARDO ACOSTA
Yo nací aquí en El Tirano y toda la vida la pasé en el mar. Era pescador de los recios, y fue después
cuando a los años dejé las faenas, me dediqué de lleno a meterle navajita a mis barquitos. Pescador sí
he sido y no marinero y eso creo es lo que llaman la atención por los detalles que llevan mis trabajos.
Esta madera tiene tres nombres, la llaman boya y también barsa, pero
el legítimo de ella es tacarigua. De antes, con ella, y uno de muchacho,
uno hacía barquitos pa uno jugar en la mar y competir con los demás,
competir con los barquitos navegando y uno nadando detrás. Entonces,
le digo que de cuando yo empecé este arte, era pa competir así a nado,
y tenía la edad de muchachito que serían como de ocho y nueve años,
pero de empezar los barcos así de esta forma y como artesanía, fue por
el cincuenta y ocho, cuando yo ya tenía treintipico de años y era que
después de pescar, me entretenía en esto.
Yo nunca puse los pies en un barco, pero eso si, si un barco llegaba el
puerto yo me zumbaba al agua y reflexionaba de dónde va la que se llama
cachete, la escama, los tanques del agua, la boca de escotilla, la cocina,
la caja de cadena, el trinquete o el foque, y ahí me estaba yo vigilando
todo para saberlo y poder aplicarlo.
Yo de los modelos que he hecho son el falucho, la piragua, el trespuños,
y los más, las balandras. En hacer goletas yo me demoro como veinte
días término medio. Yo no sé cuantos barcos habré hecho en vida, pero
los míos han ido a el Brasil, que hay en Italia, hay en Alemania, hay en
Estados Unidos, hay en Europa y en todas esas partes porai, pero en
Caracas es donde hay más. Estos trabajos son pa esa gente que le gustan
los barcos, porque al mirarlos le vuelven a uno sus tiempos de hombre
que le gusta el mar.
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Yo en las partes de atrás les pongo mi firma, porque de antes no lo hacía,
hasta que me alertaron que había un elemento que me los llevaba y
ganaba fama y real pasándose como que él los fabricaba.
Yo también he hecho muchos Ojos de Dios, que son las protecciones que
el pescador les pone a las embarcaciones. Eso era de antes una costumbre
casi religiosa, eso de encomendarse para no pasar angustias en la alta
mar. El Ojo de Dios evitaba los peligros de las tormentas y conducía a
los cardúmenes buenos.
Todos esos peñeros que usté ve en la playa tienen los ojos tallados por
mi, que algunos ya están casi comidos por el tiempo y la sal. Ya eso no
tiene validez de hacerlos porque casi no quieren pagar la destreza y el
tiempo que uno emplea. Ahora muchos se los pintan y otros ponen figuras de santos y otros que no tienen creencias no ponen nada. Aquí en
Margarita, hasta la tradiciones del pescador se las está llevando la crisisj
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JUAN JOSÉ GOLINDANO
Nací en Upata el 8 de marzo de 1936. Siendo un muchacho y en pleno gobierno de la dictadura de
Pérez Jiménez, me fuí al ejército voluntariamente. Cuando salí licenciado en abril del 58, me fuí a
Ciudad Bolívar a trabajar, puse un negocio, me fué mal, y entonces me incorporé a la Guardia Nacional y estuve ahí 16 años, brincando de aquí pallá, a las colonias de El Dorado, en Santa Elena
de Uairén, a Valencia, San Juan de los Morros y qué sé yo. En todos esos años sólo me faltaron dos
estado de Venezuela por conocer. Soy además, enfermero y mecanógrafo graduado.
Aquí en Margarita llevo veinticinco años. Fui también cinco años del
servicio de guardacostas y a lo mejor de ahí, y de vivir aquí pegado a la
bahía de Juan Griego, es que me debe haber venido de afición de hacer
barquitos, para no tener la mente ni el cuerpo en algo ocioso. Ya retirado
empecé a trabajar en seguridad en los hoteles y bancos y como todavía
me considero con espíritu y ganas, sigo haciéndolo porque si me quedo
aquí en la casa sin hacer nada, tengo el capricho de que me voy hasta
enfermar, porque la costumbre siempre ha sido ser activo.
Estoy aquí trabajando muy bien y como estoy cerquita de la playa no me
da gripe, no me duelen los huesos, me siento feliz y sano, gracias a Dios,
a la Virgen del Valle y al doctor José Gregorio Hernández.
Hice los primeros barquitos para ponerles los nombres de mi esposa
Alejandrina, de los hijos varones que son muy buenos carpinteros, el
de la hembra que es técnica en computación, además de Michel que es
la perrita de la familia. He hecho muchas réplicas de barcos de faenas y
para fabricarlos uso de preferencia la caoba cuando son labrados, o sea
macizos. Los grandes son armados conforme a la ley de la carpintería
de ribera, tienen sus quillas, sus costillas, y sus partes todas. Aquí hay
hechos por mi mano, desde peñeros a lanchas de todo tipo.
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Los barcos yo los hago para entretener la mente mientras tengo
descanso en el trabajo. En los barcos de costilla me demoro menos
que en los labrados, porque ahí hay que ponerle el ojo parejito
a lado y lado para que así no vaya a quedar desequilibrada, porque lancha torcida tumba la tripulación. Hay una adivinanza sobre
ellos que dice:
Mi cuerpo es un esqueleto,
con el espinazo guindando,
y nadie me va contando,
los pasos que yo voy dando;
o sea el barco. Son cosas del saber popular como por ejemplo
como ahora cuando la cosa está tan mala, donde no se pueden
darse los tres golpes de comida, y uno los reduce a dos, se dice de
la situación que uno amaneció como chiva cuando pare tres: dos
maman y el otro vej
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DARIO LUNAR
Yo nací el 2 de enero del 74 y estudié hasta primer año de bachillerato, y como mi papá, también
me crié y crecí entre las embarcaciones que tenían los abuelos. Mi papá fue el que cuando yo niño,
me iba explicando cómo era cada bote, como por ser las diferencias de una goleta que era parecida
al trespuños.
A mi desde pequeño me llamó la atención eso de ver cómo hacían las
embarcaciones de pesca, y entonces yo me ponía a hacerlas chiquitos
con latas y maderitas y a mi medida mi jugar. Luego ya de muchachote y
para tener un oficio, fue que me dio por ir a hacer el curso de carpintería
de ribera y luego de ebanista en el ince, porque yo ya le había metido
el ojo a cómo se hacían los barcos grandes y eso me gustaba. Así que
cuando hice el curso ya estaba bastante adelantado conociendo todas
las partes que hay que cortar y ensamblar en una embarcación.
En eso trabajé un tiempo, pero el oficio ya no se puede hacer por cuenta de uno, porque uno tiene que tener toda clase de herramientas que
son demasiado costosas de comprar. Son hierros muy caros, difíciles
de comprar, igual que la madera, por eso me dedico ahorita al trabajo
de pesca y venta de pescado, aunque ya esto está mal pagado, pero la
entrada es diaria.
También conozco el campo de tejer el chinchorro playero para coger la
sardina, los palangres, las tarrayas y las nazas que son cosas que debe
saber hacer todo buen pescador. Lo malo es que ya uno no tiene casi
oportunidad para hacer estos trabajos.
Yo ahora para no perder la mano de carpintero, hago réplicas de embarcaciones, por ser, un peñero para pesca rápida con motor fuera de
borda, una lancha con motor central para pesca de altura donde echan
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palangres y nazas, réplicas de trespuños a vela que usaban antes mucho
aquí en Margarita para transportar comida de tierra firme para acá.
Ahorita ya muy poco trespuños con vela se conoce. Para hacerlos la madera mejor es el saquisaqui, tanto para el agua dulce como el agua salá.
Se pintan con pintura en aceite y eso los protege, o sea igual que si fuera
una embarcación grande de faena.
Hay gente que conoce este arte y le da el valor que tiene este trabajo y
así lo compra o bien los encarga de modelo y tamaño; otros no quieren
pagar ni lo que vale la madera, pero siempre tengo buenos clientes. Son
buenos cuando uno ve que les gusta el barquito que se llevan.
Cuando los hago, pienso que algún día ese barquito pueda carpinterearlo grande, para navegarlo yo mismo en mis faenas de pescador en
Juan Griegoj
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ERNESTO PEREIRA
Yo nací en el 1921. Mi papá era holandés y carpintero y yo desde muchacho, por juguetear, hacia
mis barquitos.Ya crecido me fuí a la marina y me dediqué a aprender todos los trabajos de un barco.
Navegandoestuvealrededordetreintisieteaños,trabajéenmáquinasydespuéscompletémisaños
en la marina como cocinero. Yo debuté en La Guaira en el Ciudad de Valencia, un barco que era de
laVenezolana de Navegación y ahí estuve once años, siete años trabajé en barcos de la Creole y me
reporté también en la Mene Grande.
Me casé a los veinte años, he tenido mi familia, nueve hijos, y siempre
estuve navegando, hasta que me retiré y ahí busqué otro oficio. Me decidí a dejar de navegar cuando hubo un terremoto aquí en Venezuela.
Nosotros íbamos entrando a puerto en Nueva York como a las cinco
de la tarde cuando supimos lo del terremoto y allá debimos quedarnos
como dos meses. Me pegó la ausencia de mi familia, me desembarqué y
me vine a trabajar al Sheraton como maestro cocinero oficial. Después
aquí mismo en esta casa, instalé un restaurante que estuvo doce años
en servicio. Tuvo fama, no había lujos pero si buena comida, y por aquí
venía a comer todos esos doctores, esos gerentes de Zona Franca, esos
ejecutivos de convenciones. Lamentablemente me enfermé y los médicos me prohibieron la cocina y me mandaron reposo.
Entonces me fui a La Asunción y puse una librería que tuve ocho años.
Me dio como entretención, esto de empezar a hacer barcos que siempre
los tenía en mente, y me puse en el camino de la artesanía.Uso pino, uso
cedro, uso el apamate, que son maderas suaves y buenas. En un barco
grande con todos sus detalles me demoro tres o cuatro meses. Aquí hay
lanchas de pasajeros, goletas, banqueros, fragatas, veleros, arrastradotas, remolcadores, gasolineras, buques escuela y lanchitas.Yo digo que
soy feliz aquí en Juan Griego con la profesión que tuve de hombre de mar
y ahora con mis barcos, me siento navegando como era entoncesj
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IMAGINEROS
TAMBIÉN LA ARTESANÍA POPULAR SE EXPRESA EN
LA IMAGI-
NERÍA NACIDA DE LA ARCILLA ALFARERA, DONDE MODELA
PÁJAROS, PESCADORES O FIESTAS DE TRADICIÓN; EN LOS ROSTROS DE HOMBRES SABIOS NACIDOS DE LA UVA, EL YAQUE Y
LA CEIBA ROJA, O BIEN EN AVES Y ANIMALES QUE SURGEN DE
LA RICA Y ADORNADA VETA DE FLEMÓN, IMAGINERÍA DONDE
NO PUEDE FALTAR EL GRAN SÍMBOLO QUE COBIJA LA ISLA, LA
MILAGROSA VIRGEN DEL VALLE.
ALBERTO JOSÉ COVA
Yo soy nacido en Sucre, en La Peña de Cumaná el 9 de julio del 56. Mi oficio primeramente era el
demaestrodelaconstrucción,dondeteníauncompañerocolombiano,JuanNelly,quesededicaba
a la artesanía y él me entusiasmaba cuando me decía, mira mi compa, échale pichón a la talla que
tu vas a aprender rápido y puedes llegar a ser maestro; y así tengo veintincinco años en este arte
del que algo yo ya conocía, porque mi papá era carpintero ebanista y buen tallador, y de mirar, es
que a uno se le van pegando los oficios. Todo lo que sé se lo debo a Juan Kelly.
Yo mis herramientas las he comprado de acuerdo a lo que voy a trabajar,
no me he hecho ninguna especial sino que les saco partido a las fabricadas. Guardo un formón que me regaló Juan que lo tengo como un gran
recuerdo suyo.
Uso la madera de clemón que la gente aquí la conoce como punta de
cabeza. Esta madera la buscan mucho para hacer los botes porque es
dura, no se pandea, es fuerte fuerte.
La madera la busco y la corto yo mismo en menguante para no dañar
la mata. Yo corto sólo una rama que necesito, porque si quiero hacer un
pájaro con las alas abiertas busco hasta conseguir una horqueta para
que la talla me salga en una sola pieza, y no varios palos ensamblados.
Todo lo que hago es propio mío de mi invención, aquí no hay copia. De
temas hago de todo. No las pinto porque defiendo la madera natural.
Al echarles pinturas se pierde lo bonito del clemón y sus vetas que a
veces llegan a tener hasta siete tonos naturales brillantes y diferentes.
Muchas de las piezas mías tienen abajo una pelota suelta encerrada en
barrotes, todo sin empates, tallado en la misma madera. Eses es el símbolo de mi trabajo. Al mover la pieza ella suena, o sea que la pieza le
habla algo a quien la mueve.
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Cuando tallo me pongo mi musiquita y me concentro en cada detalle de
la forma para que vaya quedando como Dios manda. En mis tallas no
hago santos, sino he hecho al Cristo del Buen Viaje y a la Virgen del Valle
y no las repito para tener varias a la vez. Sólo cuando las vengo hago
otras, pero santos santos no hago, porque mi maestro me dijo que no
era conveniente hacerlos, no es por creencia de alguna religión sino por
consejo de maestro que por algo me lo recomendaría.
Vivo en Juan Griego y mis tallas las vendo casi siempre en playa El Agua.
Hay una que para mi es un símbolo. Se llama «Libertad, prisión y fuerza»,
y para mi es como ser yo mismo, y por eso nunca la venderéj
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VICENTA MARÍN
Yo nací aquí en El Cercado hace 51 años y en esto de ser ceramista debo tener como unos veinticinco años. Mi mamá, Vicenta Margarita Córdova de Marín, era alfarera, siempre lo fué; ahora
está viejecita y ya no puede trabajar, tiene 85 años. Ella me enseñó a trabajar la cerámica, como
era costumbre entre las familias de El Cercado. Hice alfarería con ella y un tiempo fuí a la escuela
de artes plásticas que estaba aquí en el mismo pueblo, y aprendí a modelar, a tornear y a quemar
en forma distinta.
He trabajado árboles, con flores y pájaros, el arca de Noé con sus animalitos, lanchas con pescadores, peleas de gallos, la burriquita y el sebucán
entre otros temas. En un principio yo no coloreaba mis piezas, se las
daba a una amiga y ella las pintaba, pero las vendía diciendo que eran
propias. Como eso me molestó, comencé a decorarlas yo misma y a cogerle gusto al trabajo con dos satisfacciones, modelar y colorear.
Otros temas que he trabajado son unas mujeres con su pañuelo en la
cabeza y su delantal, levando bandejas con frutas, flores o pescados, todos con colores muy vivos, porque así yo siento más alegría al pintarlas.
También en esto han salido imitaciones.
Una constante de mi trabajo es la Virgen del Valle. Hace como diez años
las comencé. La primera fue una pieza grande, como de un metro cuarenta, por encargo del decorador de un hotel. Fue una experiencia muy
bella. Me gustó, le tomé un cariño especial como obra, aparte de mi
devoción hacia ella, y después comencé a hacerla en distintos tamaños
y con distintas expresiones, pero siempre adornada con perlas, como es
propio de la tradición de Margarita.
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También he hecho al Nazareno, la Dolorosa, la Milagrosa, Santa Ana
enseñándole a leer a la Virgen María, Santa Eduvigies, Santa Rosa. Yo las
conozco por estampitas, pero las visto a mi manera.
Yo trabajo como secretaria medio día en la escuela básica de aquí de
El Cercado. Tengo ya 21 años de servicios. Todos los días a media tarde
comienzo a trabajar mi barro hasta la noche, de acuerdo al entusiasmo.
La arcilla que yo uso viene de Los Bagres, y la conseguimos buscando
en varios sitios. Es más licuada y fina que la del cerro de Santa Ana que
se usa en alfarería, y no necesita mezclarse pero si limpiarla, licuarla,
colarla y dejarla que se asiente para que coja cuerpo.
A la Virgen del Valle, una siempre la esta invocando. ¡Ay virgencita dame
salud para estos días! ¡Ay virgencita, quítame estos males de mareos!, y
así a cada rato una va pidiéndole y ella siempre asistej
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DAVID RAFAEL MÉNDEZ
Nací en El Tirano el 7 de julio del 46. Desde muchacho trabajé la madera, haciéndoles piezas
pequeñas a los botes, porque mi papá era carpintero y uno aprende lo de su padre.
Uno debe tener temores para ponerle cuidado a la vida. Yo siempre he
trabajado con mucho tino la carpintería de ribera, desde que era muy
joven. Yo tallaba y pintaba los Ojos de Dios, que eran una tradición. La
gente de antes que era sabia, creyente y sabía pensar mucho, decían que
el Ojo de Dios colocado en la proa de un bote, era la protección sobrenatural y divina para la vida y el trabajo. Ahora ya no creen en eso, no los
ponen o bien los pintan sólo como un adorno, con figuras de santidades,
más por monería que por fe.
Al humano ahora más que nunca le hace falta que lo preparen en las
cosas del espíritu. Ahora el arte no es arte por satisfacción para crear algo,
sino un objeto que me compren pagándome tanto dinero. Hay una cosa
que es el oficio y otra que es la espiritualidad que se le pone al arte.
No he estudiado nada de escultura y creo que mi facilidad para trabajar
los rostros en la madera me viene de ancestro, de herencia, porque la
genética se cumple. Mi abuelo, el papá de mi mamá, trabajaba artesanías,
tallaba en maderas y pintaba cuadros.
Mis personajes tallados son reflejos de ejemplos, sean hombres o mujeres, y eso conforma el mundo de cada creador de imágenes. Uso madera
de uva, yaque, clemón o ceiba roja, y tallo también en pedazos que me
quedaron cuando trabajaba botes y todo lo hago con formón y gubia.
Yo guardo una talla que hice como veinte años atrás y que es como un
símbolo para mí, es Moisés, personaje imponente, hombre sabio, elegido
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para dirigir con justicia a un pueblo. Esa talla nunca saldrá de mi casa
porque para mi vida él tiene mucho significado, tanto como son Cristo
y Bolívar.
Cristo fue un fenómeno social, porque dirigiendo un pueblo no tuvo
soberbia, fue sabio hasta cuando estuvo airado al echar a los mercaderes
del templo porque profanaban la doctrina; como Bolívar cuando dijo
que quien metiera las manos en el tesoro público merecería ser pasado
por las armas.
Estas son firmezas de verdaderos conductores. Cuando uno conoce la
vida del Libertador ama más a su país, sobre todo cuando lo compara
con los gobernantes que hemos tenido. Bolívar era humano, tuvo errores
pero también muchos aciertos. Sabía mandar. Un gobierno con el de él
no los resistirían las llamadas fuerzas políticas de Venezuela. Todo esto
uno lo aprende por la experiencia y la lectura, por la práctica de las cosas
positivas, o por los golpes que le da la vida.
Muchos se burlan de las obras que hace uno, o las ven como curiosidad,
porque tienen otros valores, y no entienden que lo que el artesano ha
ido poniendo en cada trabajo es su propia almaj
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TEJEDURÍA: HAMACAS Y CHINCHORROS
DICEN POR LA VECINDAD, QUE AL PIE DEL TELAR Y EN ESTE
OFICIO, SÓLO VAN QUEDANDO LAS TEJEDORAS CINCUENTENERAS, PORQUE LOS JÓVENES VAN BUSCANDO OTROS TRABAJOS
MÁS SEGUROS Y QUE NO SEAN TAN FUERTES.
¿PORQUE IMAGÍNESE LO QUE ES DARLE PASE Y PRENSADO A
UN SACO DE CINCUENTA OVILLOS DE COLOR PARA HACER
UNA BUENA HAMACA DE LISTICAS? ¿O CAMINARSE VARIAS
CUADRAS DE LA CABEZA A LA PATA DEL BASTIDOR MIENTRAS
SE HACE EL URDILLADO?. ESTA ES FAENA PARA QUIEN YA ESTÁ
CURTIDA EN EL OFICIO Y LO AMA. NO DA MÁS GANANCIA QUE
EL ENTUSIASMO DE ESTAR DISTRAÍDA. BONITO ES IR TEJIENDO
Y HABLAR CON QUIEN VIENE A CONOCERNOS PORQUE SE VE
QUE NOS ESTIMA EL TRABAJO.
ELVIRA BRITO • ROSA HUESTE
¡Ay mi madre!... ¡Yo no se cuándo comencé a trabajar esto!… Esos son añales!… Magínese que
tengosesenticincoytodalavidaheestadotejiendoytejiendo,enLaVecidaddesdemocita,cuando
me enseñó una señora que se murió y que no era nada mío, no era familia. Ella me fué diciendo de
a poco y de a poquito, hasta que me senté sola en el telar.
Lo primero que me enseñó fue a urdillar, que es lo más difícil y lo que da
más trabajo y preocupes. En aprender fueron como cinco meses, hasta
que hice mi primera hamaca yo solita, se la mostré y ella vino a felicitarme y a mirar como seguía tejiendo.
Después me puse a componer y a hacer sin ninguna ayuda, empezando
siempre de arriba pabajo y de abajo parriba. A medida que se le pasa el
hilo y se le va aplastando con la paleta, el tejido va subiendo hasta que
al final viene el remate, la trenza y la cabuyera.
Los que hicieron esta broma por allá por las Españas y que se la trajeron
a los indios de aquí lo pensaron muy bien, porque nadie piensa que de
un ovillito de hilo puede salir una belleza como esta. Mire, si usté se fija
un poco, esto es bien fácil de aprender y luego puede hacerlo. Es todo
cosa de ponerle vista y paciencia.
Rosa Huete que es casi familia mía, siempre me acompaña para trabajar
juntas y la hija mía también trabaja con ella. Ellas aprendieron así como
yo y todas, casi siempre de mirar. El trabajo más grande es urdirala y
pasar bien el hilo para que no coja caballo ni nada áspero.
Los colores uno los va mezclando así de a poco. Se echa uno poquito
de este color, después se echa otro y endespués se echa otro más para
que vaye quedando bonito, o asea usté los va combinando para que no
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se topen los que son parecidos, por ejemplo azul oscuro con morao no
pegan. Hay unas hamacas que son blancas con cintas de colores que tenga
el gusto del que la quiere por encargo, y que dicen yo quiero una franjita
roja, otra amarilla y otra verde con blanco en el medio y que se repita cada
veinte centímetros, y una va y se la hace. Hay otras personas que le dan
ánimo a una y que quieren hamacas de muchos coloridos mezclados y
uno la va haciendo al gusto propio y con el material que le trayen.
A una por el tejido le pagan siete mil bolívares y echamos entre dos cinco
días o la semana, dependiendo la salud. Pagan eso los particulares que
la encargan para uso y no para negocio. El negociante siempre quiere
pagar menos y siempre pide fondo blanco porque ese hilo es más barato
que el de color. Este es un trabajo duro pero para una que no domina
otras artesanías, es un trabajo felizj
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DIONISIA CARABALLO • VIRGILIA CARABALLO
Mi nombre completo es Dionisia Margarita Zacarías de Caraballo. Nací en La Vecindad, en esta
casa un día 13 de abril. Tengo 86 años, porque soy nacida en el año 12 y llevo toda la vida pegada
a los mismos palos de este telar que papá los cortó de allí detrás, que eso era puro monte. Son de
pui y de yaque y cortados estarán en menguante, porque a los añales que tienen están durísimos.
Tengo ya como cuarenta años trabajando esta artesanía. Antes vivía en
Paraguachí. La historia viene de mi familia. Mamá atendía la casa y papá
cocinaba papelón, y cocinando le cayeron unas garúas y se pasmó y se
trastornó para no poder seguir trabajando. Entonces yo tenía siete años
y nos quedamos pasando ruinas y para vivir, mamá se vorvió al tejido de
la hamaca que ella sabía desde la edad de unos trece años.
Yo para ayudarla me iba por Paraguachí a un lugar que se llamaba La
Guacharaca con cuatro animales a pastorearlos y a media docena de
mapires acomodaos para tejerlos, después iba a buscar agua, a moler
dos pilones de maíz, porque eran labores de la casa. También llevábamos
cabuyas para venderlas a los pescadores de El Tirano y traíanos a cambio
esos pescados frescos y salados.
Nosotras, yo y mi hija Virgilia, que aprendió de mí a los trece años, trabajamos con el pabilo que nos traen porque no tenemos cómo comprarlo.
Antes hacíamos con algodón que íbanos a buscar a Paraguachí, donde
se compraba a tres centavos la libra Lo hilábamos y lo torcíanos para
después tejerlo. Una hechura valía cinco bolívares.
Haciendo la hamaca ahora me demoro un poco de días porque a ratos
me siento mal de los brazos. La gente dice esa señora a esos años no
tiene que tejer, pero er dia que no lo hago me siento mala, porque yo
nací trabajando y no puede una, y menos a esta edad, estarse quietaj
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JUANA FRANCO
Yo empecé a trabajar desde la edad de 16 años y tengo gracias a Dios 61 años y nací aquí mismo
en La Vecindad y con partera, el 1 de abril del 37.
En La Vecindad todo el mundo sabía tejer hamacas, pero ya va quedando
poca gente con la tradición, porque la mayoría nueva van buscando otros
trabajos más seguros y no tan fuertes.
Yo trabajo en mi casa o bien aquí con Josefa Verde, una a cada lado.
Nosotras mismas hicimos el telar. Esto es fácil, se compone de dos horcones, dos varas gruesas, dos varitas finas y los usillos que son palitos
de monte. Se clavan los horcones del yaque que es el corazón duro y
se buscan en el monte las varitas finas, que son de mangle; las varas
gruesas en la maderera y se puede hacer el telar movible poniendo los
horcones en potes grandes bien rellenos de cemento.
Soy instructora de tejer hamacas y chinchorros aquí en Margarita y también afuera. La gente aprende rápido según yo les explique. El comienzo
es urdir. Primero con esta cabuyita se amarra de aquí a aquí de la vara
gruesa a la otra, entonces se le da una torcida, se mete esta varita aquí
que ar comienzo tiene que estar abajito, esta que va girando y esta que
permanece, entonces pasa por debajo, se vuerve a pasar por aquí y se
van pasando de paquí hasta acá, y en medio día tiene el urdido completo.
Esto es para tejer un paño de la hamaca. Se tejen después las trenzas
donde va el guaral para la cabuyera. Luego se teje aparte el fleco con
aguja de ganchillo con el nombre de usted prefiera y con la otra aguja se
le adapta a las orillas de la hamaca. ¿Vé que es muy sencillo?j
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PASTORA GÓMEZ
Yo nací el 5 de mayo del 57 en Barcelona y llevo en la isla diez años, desde cuando nos vinimos para
acá donde teníamos familia. Allá no hacía artesanía, pero si sabía tejer ganchillo. Aprendí a hacer
chinchorros viendo a la cuñada mía, poniéndole el ojo y poniéndole interés. Aquí en Tacarigua vi
que había posibilidades para la artesanía y así fue que me dediqué.
Yo tejo chinchorros, hamacas, tejo flecos y también hago bolsos con
ganchillo. Para hacer el chinchorro, armo el telar poniendo los palos
entre cuatro sillas. Para hacer el urdido, que es lo primero, amarro el
primer hilo y luego lo voy pasando de lado a lado, caminando de aquí
para allá. Son varias cuadras de caminara que se van haciendo, hasta
poder cubrir todo el urdido que va a ser el ancho del chinchorro.
Yo por lo menos me pongo temprano y me digo, hoy voy a sacar un
chinchorro y vengo en el día lo saco. De antes una hacía varios para
vender, pero ahora la gente que viene, por ser en los días santos, ya no
compra porque todo se les va en los gastos del viaje. Ya con el tiempo
esto no será ni buscado, creo yo.
A mis hijos yo les he enseñado. Todos saben hacerlo y también me
ayudan mientras les da tiempo los trabajos de techos y maderas que
hacen o bien los estudios. La hembra de la familia está estudiando en
Barcelona, donde cursa derecho. La artesanía como es que no es oficio
para los jóvenes de ahoraj
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YOSMARY GONZÁLEZ
Tengo veinticinco años y empecé a tejer como a los catorce. Estudié aquí en Santa Ana la primaria y
la secundaria y luego en la universidad administración de empresas hoteleras y en eso trabajo; hice
cursos de inglés y portugués brasilero y ahora estoy de reposo esperando que nazca mi primer hijo.
Lo de tejer viene por familia, mi abuela todavía hace chinchorros. Cuando muchachita, mi mamá me enseñó a tejer los flecos, que son una particularidad en el arte del chinchorro. Los flecos se tejen con paciencia y
una agujita de ganchillo. Se tejen con pabilo para que así combine con
la tela del chinchorro. La costumbre es tejerlo punteado y con picos para
que cuelgue parejo y se vea más elegante. Se empieza por una punta
haciéndole una cadeneta y después se le hacen tres tachones, como se
llaman estas como trenzas bordadas. Seis o siete tachones hacen una
cuña. Todo se hace en base al tachón y cadeneta. Al trenzar los tachones
quedan unos huequitos con el adorno típico del bordado de los flecos.
Cuando la medida del los chinchorros es estandar una sabe el total de
flecos puede llevar dos metros y medio y así se va tejiendo las paletas
que son el tejido de puro tachó. Cuando la paleta tiene dieciséis tachones, se empiezan a tejer las puntas. Ahí se le van haciendo los dibujos de
figuras, flores, barquitos o pajaritos, según quiera una adornarlos. Para
hacerle los nombres, por ejemplo «Recuerdo Isla de Margarita», a la
mitad de la segunda punta se le comienza a tejer la letra «r» y se van dejando dos hileras de tachones entre letra y letra. Para combinarle el color
es fácil, se una al hilo blanco el de color. Cuando se terminar la letra se
aparta, se corta y se sigue con el blanco.
Esto ayuda mucho a mantener la tranquilidad. Siempre que tengo las
manos libres estoy tejiendo, lo hacía cuando estudiaba y más ahorita por
mi bebé. Dos cosas son las que más me gustan, tejer y seguir estudiando
para sacar la licenciatura, y gracias a Dios todo se me va dando de a pocoj
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MIGUEL MARCANO
Nacíel19dejuliode1979.Salídebachillerencienciasyahora,apartedetejer,estudioperforación de
pozos petroleros. La materia más difícil me resultó la matemática y la más agradable el castellano,
porque me gustan la literatura y la historia.
A veces escribo para mis hermanitos pequeños cuentos y fábulas con
aves y animales venezolanos como guacharacas, caimanes, pescados o
delfines. Me gusta leer novelas como las de Otero Silva, García Márquez,
Sábato o Jorge Isaacs, por que me dan vivencias distintas. La que más
me ha llamado la atención es «Cien años de soledad», que es como verle
otro sentido a la vida. No me atrae la poesía, de música escucho todo
tipo de acuerdo al estado de ánimo que tenga.
Hace tres años comencé a tejer chinchorros. Aprendí con una tía y un
primo aquí en Tacarigua. No tejo ganchillo porque me parece que ese es
trabajo de mujer, pero si coso flecos.
Esto de tejer chinchorros parece difícil al verlo la primera vez, pero es
fácil al irlo practicando. Para tejerlo se van pasando cuerda con cuerda
así como cruzándolas y se les va metiendo una varilla por el medio. Se
meten dos varillas por entre las cuerdas, una queda abajo y la otra sube y
el mismo punto que queda abajo va quedando arriba, todo en un tejido
parejo. ¿Ve que es facilito? Para hacer el urdido que es lo primero, se
pone el telar paralelo al suelo, o sea acostado, y luego se arrima contra la
pared para comenzar a tejerlo. Lo que estoy tejiendo ahora lo llamamos
punto de atarraya y lo que estoy haciendo con los hilos se llama cruzado.
Cuando tejo yo solo son tres o cuatro días que me demoro en cada chinchorro, si estamos entre dos demoramos la mitad. Esto lo hago en mis
tiempos libres de tareas y me compensa para seguir con los estudios.
Con este trabajo me ayudo y me doy pequeños gustitosj
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MIREYA MENESES
Yo tejo chinchorros desde el año 75, o sea, que empecé a los veinte años. Aprendí en parte por mi
mamá y otras señoras que me enseñaron, y gracias a Dios con esto he vivido y estoy feliz y contenta
con mi trabajo.
He enseñado a muchas muchachas a trabajar, pero son pocas las que
siguen el oficio, porque dicen que es un trabajo fastidioso. Para mí es lo
más entretenido del mundo y lo disfruto cada vez que lo estoy haciendo.
Creo que todo es cosa de habilidad y poder usar los dedos y las manos
y poner la mente en lo que se hace y se hace con amor. Más bello es
todavía cuando viene alguien a comprarlos, pregunta cómo se teje y le
alaba el trabajo que una va haciendo. La gente que más sabe busca el
chinchorro de telar tejido a mano que es auténtico artesanal, porque hay
también el de tela fabricada que se adapta. Son paños para hamacas,
tejidos a máquina, a los que se les hacen las cabuyeras sacándolas de la
misma tela. Nosotras en Tacarigua lo hacemos personal y tejido a mano.
El chinchorro que más buscan es el blanco. Cuando tejemos con colores es
por pedidos especiales. Se teje con pabilo y con las medidas que quiera
quien lo encarga. La hechura de un chinchorro al explicarla parece difícil,
pero al ir practicándola resulta muy cómoda de aprender. La gente de
negocios de artesanías de tierra firme es la que más encarga o compra.
Casi todos los particulares por encargo traen ya los pabilos de colores
y la idea y uno se la trabaja. El tejido del fleco se hace aparte y hay
personas que se dedican sólo a eso. Para ponerle el nombre al dueño
de los flecos, hay tejedoras que son de esa especialidad. Eso ya es más
difícil pero muy hermoso.
Una en esto no tiene horas de trabajo ni días de descanso, porque está
complacida en hacerlo. Yo cada mañana antes de empezar, me encomiendo a la Virgen del Valle y a San Onofre que es el santo de los artesanos, y ellos proveen y protegen mi trabajoj
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DELVIRIA ROMERO
Yo nací en el 34, el 24 de abril. Como mamá y abuelita trabajaban la artesanía de la hamaca ¿qué
más iba yo a hacer que aprender de ellas? Por ahí a los once años hice mi primera hamaca y no me
sentí muy bien. Era demasiado cansancio, las manos se me hicieron ampollas, pero no le perdí el
amor. Mamá me dijo que eso siempre pasaba a los comienzos y era bueno, para que entendiéramos
el trabajo que daba hacer algo bien hecho. De ahí seguí por mi cuenta y ayudándole a ella y viendo
sus habilidades para seguir aprendiendo.
Mi abuelita murió de 110 años y tejió hamaca hasta los ochenta, porque su vista fue permanente. Mi mamá murió de 79 cuando tejiendo, le
dio un dolor muy fuerte. Como la pobreza era demasiada grande, ella
estaba trabajando también de noche y fue ahí cuando le pegó un dolor
colitis y al siguiente día murió. Dejó una hamaca a medias que a los dos
meses yo entonces las terminé. Después se vendió porque estábamos
con todos los gastos del duelo.
La hamaca aquí en La Vecindad siempre se ha hecho de a dos tejedoras,
pero yo la hago sola porque así el trabajo queda parejito, de sola mano,
y de eso tengo fama. Cuando se trabaja de a dos nunca el tejido queda
igual, porque si una da dura y la otra más flojo, una parte queda baja o
la otra alta, o sea queda mal. Si aquí hacen una hamaca en tres días, yo la
hago en quince, porque voy tejiéndola de lado a lado y además tengo que
atender la casa.
Yo por ejemplo digo, esta hamaca cuesta cincuenta mil bolívares, y me
dicen ¡cónchale, eso es demasiado real!… Entonces piense en el medio
mes que me gasto en hacerla, lo que gasto en materiales, que el material
de color es demasiado costoso, el guaral ahora lo traen importado, y
para ponerle las cabuyeras una gasta como ocho mil bolívares en guaral,
y ¿cuánto gasto yo en la casa por lo muy poco cada día?
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Una las hamacas las hace ahora por encargos de acuerdo a los colores
que quiere quien las va a llevar. Los que tienen comercio que vienen a
veces por si uno a tejido una por su cuenta. Ellos venden caro y siempre
quieren comprar barato y eso molesta porque no valoran el trabajo que
significa estar pegada día a día al telar, así es que una mejor lo hace para
los encargos particulares que no regatean y lo aprecian.
Esto de tejer hamacas es, como decían los viejos de antes, estar enamorado por andar alegre. A uno no le queda mayor ganancia que el entusiasmo de estar distraída. A mi me gustan todas mis hamacas porque las
hago diferentes y a mi gustoj
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JUANA FRANCO
Me dicen que tengo sesenta años, que nací aquí en La Vecindad. De chiquita comencé a tejer con
una tía mía que se llamaba Rita Verde y que hace años se murió. Me gustó cuando me enseñó y
empecé para toda la vida.
Yo tengo varios modelos de franjas que son invento mío, porque cada
quien hace las suyas para distinguirlas de las demás. Todo dibujo que se
encargue se hace. Depende del colorido que quiera el que manda a tejar
la hamaca. Si quiere la bandera, la bandera se le hace y son otras franjas,
se combinan de acuerdo.
Esto ahora es trabajo de mujeres, pero de antes antes, era sólo de hombres que con el tiempo se fueron a otros oficios como los camiones y las
compañías, entonces quedamos nosotras para mantener la tradición y
las costumbresj
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TEJEDURÍA: FIBRAS
LA PALMA DATILERA QUE GENEROSA PARE LOS GAJOS A LOS
QUE NO LES IMPORTAN LAS FASES DE LA LUNA PARA ESTAR A
PUNTO. SE SABE QUE LA MATA HEMBRA DA GAJOS MÁS PAREJITO
Y COMO VIENE CERRADITO SE PEINA HACIA ATRÁS, Y LUEGO
SE SECA AL SOL DONDE EL VERDE COGE SU AMARILLITO; EL
BLANCO SE DA CON EL SERENO.
SECA LA PALMA, SE CORTA HACIENDO CINTICAS FINAS Y
PAREJAS, QUE SE ENVUELVEN EN HOJAS VERDES PARA QUE
ESTÉN SIEMPRE FRESCAS Y SUAVES. LAS CINTICAS SE VAN
TRENZANDO DE UN LAGO AL OTRO FORMANDO LA CLINEJA
QUE SEGÚN EL ARTE ES LLENA, DE PICO O CALADA.
DEL GAJO DE LA PALMA SE TEJE EL MAPIRE, EL ABANICO, LA
CARTERA, LA PAÑALERA Y CUANTO LA CABEZA PUEDE IR
INVENTADO. LA CESTA FINA SE TEJE CON VARIAS VARITAS DE
GUINDA-GUINDA Y BEJUCO DE RÍO, SECADAS Y CORTADAS DE
POR EL MEDIO. CON ELLAS, TODO TEJIDO SE COMIENZA CON
UN CRUZADO DE TANTOS GAJOS COMO ANCHO DEBE TENER
EL FONDO, Y USTED ASÍ TEJE CESTAS, PANERAS, O LAS FORMAS
QUE DIOS LE SACA DE LA HABILIDAD DE SUS MANOS.
NICOLÁS EMILIO BOADAS
De presentación como debe hacerse, le digo que mi nombre es Nicolás Emilio Boadas, cédula un
millón treinta y dos mil ciento ochenta y siete, y nací el 6 de diciembre del dieciocho en San Juan.
Hijo de Higinia del Carmen Boadas. Mi padre era Francisco Villarroel, pero sin compromiso con
mi madre.
Yo viví muchos años allá abajo en El Tuey con mis abuelos. No estudié
porque en esa época éramos muy pobres y no tenía como presentarme a
los planteles. Allá cerca había una escuelita de las de antes. Después que
los niños salían yo me iba con mi cuaderno y mi lápiz a copiarme todo lo
que estaba en el pizarrón, y así aprendí a leer y a escribir. Yo le saco mis
cuentas y sé leer mi periódico y escribo, y le rezo a los muertos y le rezo
a todos los santos para que me asistan la salud y mi trabajo, porque yo
viví de muchacho en La Plaza, cada de dos de esas señoritas viejas de
iglesia que me inculcaron respetos y devociones.
La artesanía manual la comencé ¡uuyyy!… desde que tenía uso de razón. De niño yo forraba sombreros. Ganaba una locha por doce sombreritos que arreglaba al día y así me iba haciendo del oficio y diciéndome tú un día te vas a establecer con tu artesanía y míreme, aquí estoy,
establecido y contento en El Vergel. Me entretengo y cojo centavos para
poder subsistir.
A mi me gusta todo lo relacionado con la cultura de la artesanía. Estuve
en La Plaza, como alumno de una escuela de bordado, aprendiendo a hacer esas flores y esas hojas y esos pájaros tan bellos para adornar sombreros y tejidos. Habíamos muy pocos varones aprendiendo el bordado.
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Para hacer la clineja de cogollo, a la mata del datilero hay que buscarle
su tiempo. En abril ya está echando las maraquitas, porque de Dios le
viene la fruta. A la mata que está pariendo no se le quita la hoja, porque
se echa a perder la fruta, pierde fuerza, la parma sale podrida.
La parma se saca del árbol, pidiéndole perdón y permiso para cortársela,
hay que abrirla porque viene cerradita hacia arriba y uno la peina hacia
abajo, y al secarla se le echa cuchillo para hacer la fibra, y hay que envolver todo el tiempo los gajos en hojas verdes, para mantenerlos frescos y
húmedos para que no se resquebrajen.
Las pavas y el sombrero de la parma de cogollo son naturales de la isla.
No requieren factura, certificado ni nada. Son un producto neto margariteño, y donde vayen los reconocen, o sea, tiene su personal tarjeta de
presentación, ¿no cree?…j
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CLETO CALDERÍN
Créame, mi amigo, que no sé cuando nací, sólo sé que ya cargo sesenta y siete años y nací en el
mes de Santa Ana y de nombre Anacleto, pero Cleto es que se me ha dicho todo el tiempo. No soy
hombre de playa ni de mar; soy de tierra. Por aquí se llama Coda Cuesta, y aquí es que yo nací
y mi vida solo de la casa aquí al conuco. Por aquí me han encontrado siempre.
Yo las cestas las hago desde muchachito, desde muchacho con intención
de trabajo, y lo aprendí con los viejos, usté sabe, que esos viejos de antes,
los viejos de uno, tenían todas esas sabidurías, sabían de maderas y de
cosas del mar y cosas de la naturaleza.
Esta ramitas que yo uso se llaman guinda, guinda porque las echan los
cupey de arriba pa’bajo, o sea guindadas, y se consiguen al otro lado
de la montaña, la más alta que es aquella, y pallá es que me fajo yo a
buscarlas, como estas que las traje yo hace tres días. Este otro que es el
material de las varas se llama bejuco de río y también uno lo busca cerca
de los lechos y lo consigue.
Este trabajo tiene su arte que siempre es casi igual. Primero a la guinda
se le saca la concha, se corta parejita pro la mitad y cuidando no pasarse,
y ya está lista pa trabajarla, puede estar hasta un año así y ella no se seca.
Depende del tamaño de la cesta es el largo del gajo de las varas.
Para comenzar el tejido se hace una cruz cruzada con tantos gajos como
ancho debe tener el fondo, y se le van trenzando entremedio las varas
en forma redonda, y así se van haciendo desde las paneras, las fruteras,
las maras de echar pescados o de lo que se quiera usar.
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Por aquí, por Sabana de Guacuco, viene la gente a comprarlas y si no,
uno está de apuro, va uno a Tacarigua y se la vende a una señora que
tiene depósito de artesanía, pero cuando es así, uno le gana menos a
la pieza.
Yo he hecho esto toda la vida y toda la vida la he pasado aquí debajo
de este guamache. Hace poco me tumbaron el ranchito de trabajar, me
dejaron el suelo pelado y ahora estoy amenazado de tener que irme
porque esto ya lo urbanizaron y el terreno ahora tiene dueña.
Con este trabajo de tejer cestería es que yo he hecho mi familia y medio
vivido, todos estos años, pero ahora…j
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MILAGROS DE DÍAZ
Yo estoy aquí desde er 5 de diciembre de 1920, cuando nací en Fuentidueño.Yo empecé la artesanía
de sombreros ya muy tarde. De joven cosía ropa, pero cuando me di de cuentas que la ropa no me
daba mucho, entonces vine y me dediqué a la sombrerera, y esto me gusta más y me va mejor.
Si vendiera a diario más mejor sería, pero aquí se pasan semanas que
nadie viene a buscar sombreros o pavas o viseras o borsos. Antes, cuando no
habían subido tanto, los hoteles, las comidas, los pasajes, venían gente
bastante a comprar hasta por monería o recuerdo, pero hacer eso ahora
sería un lujo. A veces comerciantes en camiones venían y se llevaban
todo lo que había fabricado, pero ahorita, nada hay de eso. Por lo caro
de la vida es que todo se ha paralizado.
Nosotros nos conformamos con lo poco que ganamos al vender, y
siempre estamos haciendo, pero no tanto como antes. Yo compro el
material de cintas y a veces también para variar el trabajo, las tejo.
Aquí en esta labor, todo está en el cogollo. Cogollo se llama cuanto está
en la mata, cogollo se llama cuando se pone a secar, cogollo se llama
cuando se teje la clineja, cogollo se llama cuando se va cosiendo y sombrero de cogollo cuando usté se lo pone en la cabeza y se va orgulloso y
echando aire con élj
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LUZ MARCANO
Como treinta años tiene mi oficio de hacer sombreros. En el caserío Moreno de San Juan Bautista
fue lo que aprendí y allá también nací en 1933.
Esto de hacerlo, lo primero es recortar una plantilla de papel grueso
para empezar ahí en el centro a coser la clinejada. De ahí se sigue
cosiendo en redondito haciendo siempre como una rosca, para ir
formando la chapa del sombrero que es la parte lisa de arriba de
la copa.
De antes usábamos una tela para soportar la chapa, pero ahora el
papel es más fácil de conseguir y es más duro y más barato. Entonces quedamos en que se le va dando vuerta y vuerta a la clineja y
así en redondeo se va cosiendo. ¿Entendió?
Cinco vuertas ya hacen la chapa, y ahí se vortea la clineja hacia
abajo para comenzar a hacer la copa, que son otras cinco, seis o
siete hileras. Lo mismo es que se vortea cuando se termina la copa
que son otros cinco o siete hileras, de acuerdo al ancho de cada
cabeza. Para hacerle el ala se vuerve a vortear y se le dan otras tres
vuertas de la cinta de clineja.
De antes un sombrero valía cinco bolívares, pero ahorita salen como
trecientos o cuarocientos. Cuando tengo más tiempo, al día coso
como una docena, según el desocupado de otros quehaceres que
yo tenga.
Yo nunca he tenido riquezas, nada más que para vivir, y así nos hemos ido criando y yo sigo feliz con mi trabajito. Yo tejo mis clinejas
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de dátil de once cinticas para mis sombreros, tejo también la palmita de
coco, sola o combinada.
Los sombreros los aprendí sólo de mirar cómo otras lo hacían. Hago
también borsitos y otros tejidos. Yo hice también mucho tejido para
alpargatas, hasta que las de plástico tumbraron a las criollas de aquí.
Hace como quince años cuando fueron unos juegos deportivos, y fui
invitada de honor a una Feria Panamericana de Artesanía. Llevé mi máquina, mis cinejas y allá demostrando hice un picotón de sombreros
y los vendí allá mismo, tanto que me faltó material. La gente de todas
partes me miraba y me felicitaba y se levaban su sombrero o su pava.
Me dijeron después pa’llevarme a Puerto Rico, pero me dió cosa salir
de aquí para tan lejos y preferí quedarme en Fuentidueño, en mi casita,
con mi trabajo y mi familia.
De la familia tengo cuatro hijos. El varón trabaja la mecánica y las hembras una trabaja la cerámica y las otras cosen. Ninguna se dedica a esto.
Medio lo comprenden porque a todas les enseñé, y a veces cosen unos
pocos sombreros, pero luego lo dejan; no les gusta este artej
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MARÍA MEJÍAS
Nueve o diez años llevo haciendo las crinejas que son un entusiasmo de hacer cuando no tengo en
que ocupar las manos. Es una distracción que da algo de dinero y que una la hace cuando conversa
con su gente de El Vergel o los vecinos o cuando está sola y así pone la mente ocupada en algo
beneficioso.
Hay clinejas de palma y de coco. Las hojas de palma de cogollo que es
la que más trabajo, se abre y se pone a secar al sol y depende del tiempo
que se tenga ahí, es el color que da. Si es mucho sol, la hoja queda casi
blanca y si es menos luz, toma el color como de maderita.
Después la hija se desprende de la rama y con un cuchillito de punta
fina se la va abriendo por la mitad justa, para que queden dos cinticas
parejitas que son las que se van a tejer haciendo la clineja. A las cinticas
hay que tenerlas todo el tiempo envueltas en algo para que se mantengan
húmedas, porque se si resecan, al ir a trenzarlas se quiebran.
Yo la que trabajo es la clineja cogollo de once penquitas, que se va tejiendo
de derecha a izquierda y ya una la hace sólo moviendo los dedos, no se
necesita casi mirar el trenzado. Este trabajo lo compran las sombrereras
por brazadas y por metros. Metro es del pecho a la punta de un brazo y
brazadas son con los brazos abiertos hasta bien atrás.
En la familia soy yo sola la que teje como oficio. De mis cinco hijos,
las cuatro hembras saben hacerlo, pero solamente tejen cuando tienen
tiempo libre de sus estudios de turismo y administración de empresasj
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ANTONIA DE MILLÁN
Yo nací en el 1922 y ando ya en los setenta y siete y siempre he trabajado en esto de la clineja, que
me lo enseñó ÁngelaGómezqueeramimamá. De todalavida, aquí en este pueblo del Fuentidueño
tejíanos la clineja y se la vendíamos a las cosedoras.
Yo tengo mis palmas, y son como esa mata que está allí. Esa es la mata
de cogollo que es la que pare los gajos. Para cortar los gajos no importan
las caras de la luna ni crecientes ni menguantes, como si bien usté tiene
una mata macho o una mata hembra, y ahí es donde está lo que vale.
La mata hembra da mejor gajo, más suave y parejito que el mato macho.
Esos gajos crecen vortiados pero una al cortalo los da vuerta, porque
crecen apretaitos y al darles en contra se abren y una ahí va separando
las hojas hasta que quedan bien abiertos y después se ponen al sol y a lo
que se secan ya sirven para circarlas en sindicas y clinejearlas.
Las clinejas dependen de las cintas que se les tejan. Para hacer las cintas
de tejer, una agarra las hojas de los gajos y las apreta entre los dedos, el
gordo y el otro del lado, le mete una cuchillita puntuda y la va corriendo,
justico por la mitad, para hacer parejita la cintica y ya está. Después las
cinticas parejas se envuelven en una hoja fresca o trapo húmedo para que
n se pongan tiesas, porque tiesas al moverlas se quiebran.
Yo hago desde siempre una misma clase de tejido, sencillitos; hay muchos variados hasta de veinte cintas o como los de ventana que son
especialidades de cada quien, pero no son así las míasj
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IRMA MILLÁN DE REYES
Aquí en Fuentidueño hemos vivido siempre. Yo nací en esta casita del lado que es la casita de mi
mamá, el 26 de agosto del año 38.
Tuve un tiempo que hice sombreros que me encargaba un resort y esa
compañía que iba a promocionar la isla en Holanda, la que me invitó a
que fuera con ellos para llevar mi artesanía y hacer empanadas margariteñas, o sea a mostrar dos productos típicos venezolanos. Allá estuve una
semana haciendo mis empanadas con queso blanco que llevé, porque
allá es puro queso amarillo lo que hay y no tendían entonces el sabor
de la isla. Me encontré con gente que habían venido a mi casa con los
guías de turismo.
Para hacer el sombrero de cogollo, lo primero es que hay que subirse
a la mata y cortar la palma que una vea que está a punto. Toda ella
viene cerradita, entonces nosotros la agarramos y la vamos abriendo y
abriendo, le hacemos una amarrita arriba y la guindamos en er sol y ahí
la secamos hasta que se ponga blanquita.
Si el sol es bueno y la palma es buena, en tres o cuatro días ya está a punto.
Cuando la tenemos sequita, cortamos las plamas desde la basecita y
vamos haciendo unas cinticas finitas que queden parejas. Con ellas se
hacen paqueticos envuertos en hojas verdes para que se mantengan
frescas y luego vamos tejiendo las clinejas.
Hay varios tipos de tejido en la clinejas; los corridos, como también el
de pico que termina en puntas y sirve para adornar. Se hacen también
clinejas del coco y las trabajamos los dos igual, lo único que el dátil es
más suave que er coco pero para coser el sombrero, la cartera o el bolso
el proceso de eso es igual. Este trabajo es divertido, porque una le pone
amor a lo que hacej
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MARITZA SERRANO
DesdeniñatodoelmundoqueconocecomoMaruchaytambiéncomotejedoraenelvalledePedro
González. Nací en el 11 de mayo del 61, y esto lo aprendí cuando tenía once años.
Lo primero para mi, fue un mapire que me lo hice a mi medida para ir al
conuco y recoger las cosas que se cosechaban para la casa. El día que me
propuse hacerlo fue que me salió. Mi mamá se puso alegre y dijo, ¡mira
que bien!, la muchacha con sólo vernos fue que aprendió. Yo misma entonces fue que fijándome le hice su orilla, porque después que el mapire
está cerrado hay que rematarlo.
Ahora los hago de oficio para venderlos y se hacen de todo tamaño y
también especiales por encargo, de acuerdo para lo que se quiera.
El mapire está hecho con los gajos de la parma que yo misma elijo en
el monte. Se corta en cualquier época que uno vea que está a punto, se
trae y la hoja en que vienen pegados los gajos uno la abre para ponerla
a secar al sol. Los gajos son los hijos de la parma.
Una hace de todo con esto. Hago el abanico, hago el corazón, hago las
pañaleras, la cartera con tapa o sin tapa, según la cabeza de una va inventando. Los muchachos de ahora no quieren aprender estos trabajos.
Esto con el tiempo se irá a perder, porque la mayoría de los viejos ya se
van quedando sin habilidades y de los jóvenes no se puede esperar que
lo agarren como oficioj
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CONTENIDO
ALFARERÍA
«Caya» Claudia Berrío
Carmen Elena de Brito
Estefanía Córdova
Gladys Córdova
«Mariachu» María de Jesús Domínguez
«Lencha» Florencia Domínguez
«Moca» Mónica Domínguez
Petra Petronila Domínguez
«Chaguita» Isaura Patiño
Lilia Patiño
Melquíades Rodríguez
Jaime Valderrama
CALILLAS Y TABACOS
Enma Margarita Brito
Emelina Leandro
María Marcano
Ramona Marín
María Teresa Serrano
CARPINTEROS
José Acosta
Ricardo Acosta
Juan José Golindano
Darío Lunar
Ernesto Pereira
IMAGINEROS
Alberto José Cova
Vicenta Marín
David Rafael Méndez
TEJEDURÍA: HAMACAS Y CHINCHORROS
Elvira Brito • Rosa Hueste
Dionisia de Caraballo • Viriglia Caraballo
Juana Franco
Pastora Gómez
Yosmary González
Miguel Marcano
Mireya Meneses
Delviria Romero
Josefa Verde
TEJEDURÍA: FIBRAS
Nicolás Emilio Boadas
Cleto Calderín
Milagros de Díaz
Luz Marcano
María Mejias
Antonia de Millán
Irma Millán de Reyes
Maritza Serrano
MARIANO DÍAZ BRAVO
Chile, 1929 / Reside en Venezuela desde
1960. Escritor y fotógrafo. Autor de 17 libros
sobre artesanías, religiosidades y arte popular
venezolano. Entre sus títulos destacan Por un
cielo de barros y maderas; Bolívar hecho a mano;
María Lionza, religiosidad mágica y Milagreros
del camino. En 1992 el Consejo Nacional de
la Cultura le otorga el «Premio Nacional de
Cultura Popular Aquiles Nazoa», por su labor
de investigador y divulgador de las formas de
la cultura tradicional en Venezuela a traves
de una coherente producción bibliográfica.
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